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Panorama de la salud para la Venezuela de 2018

Los indicadores internacionales reflejan una regresión en la situación de la salud en Venezuela. En


promedio, el país retrocedió unos 25-30 años. Elaborar escenarios para 2018 se complica por la
falta de información regular. A ello se suma el que no se haya publicado desde 2013 el Anuario de
Mortalidad y Morbilidad que contienen los más importantes indicadores. Además, la situación
objetiva caracterizada por la dificultad para conseguir medicamentos, la crisis de los hospitales a
nivel nacional y el resurgimiento de enfermedades por falta de cumplimiento de estrategias
preventivas, enmarca al 2017, como el peor año en desempeño de salud en la historia republicana
de Venezuela. Al menos desde 1940, cuando se comenzó a llevar registro de enfermedades de
manera sistemática.

Problemas como el acceso a los alimentos básicos, la desnutrición, la desescolarización, la


inseguridad y la falta de servicios públicos básicos como el agua, la electricidad y la movilidad,
influyen de manera sustantiva en la producción de enfermedades, sus complicaciones y la
capacidad de prevenirlas.

Teniendo esto como base, es poco probable que a pesar de resolver los aspectos específicos —
como medicamentos y situación hospitalaria—, si no se mejoran los otros aspectos de la vida
ciudadana, el impacto de la mejoría sobre la salud podría ser mínimo.

Los indicadores de salud son más vulnerables al deterioro que a la mejoría. Por ejemplo, los
progresos alcanzados en materia de salud materno infantil desde la década de los 50 hasta finales
de los 80, se perdieron en solo 10 años. Signo de una recuperación sería el acceso a los
medicamentos de uso común, o cesta básica de medicamentos, que debe incluir las enfermedades
más frecuentes. En este sentido los signos gubernamentales en torno a las decisiones y el enfoque
general sobre este punto específico han sido ominosos.

La escasez de materia prima y el difícil acceso a las divisas hace prácticamente imposible mejorar
en el corto plazo una distribución de medicamentos realista. Por esta razón solo la ayuda externa
—póngale el nombre que usted quiera— para la importación de productos terminados podría
generar un impacto rápido sobre este asunto. Al mismo tiempo, es necesario fortalecer el aparato
productivo nacional para que al cabo de una primera fase de asistencia externa se pueda reactivar
la industria del medicamento, la cual tenía la capacidad de surtir el mercado nacional.

La maligna ecuación que padecemos tiene como determinante la dificultad al acceso a nutrientes
y a medicamentos, el deterioro del poder adquisitivo y la hiperinflación, que tiene como resultado
condiciones que según las definiciones internacionales son las de una “emergencia humanitaria
compleja”. Esto sienta las bases para solicitar ayuda a organizaciones internacionales o países
amigos. El cómo, cuándo y qué es motivo de discusiones profundas que se han trabajado con
equipos técnicos y organizaciones de pacientes, con el foco puesto en estos y sus necesidades.
Conseguir y distribuir medicamentos en cantidad y calidad suficiente es solo un paso de la cadena.
El esfuerzo es efímero si no hay una articulación que garantice la idoneidad de programas que
permitan regresar a niveles de atención acordes con nuestro grado de desarrollo. Un ejemplo
claro de esto son las enfermedades prevenibles por vacunas. Actualmente en el país, la difteria y el
sarampión tienen actividad extensa en el territorio nacional. Una pregunta central sobre este
aspecto es: ¿cuál es la razón para que dejaran de vacunar a millones de venezolanos en los últimos
años si no había escasez de vacunas?

La respuesta apunta a causas complejas: desde la falta de compromiso de los hacedores y


ejecutores de políticas públicas de salud, pasando por la poca capacidad gerencial de quienes
dirigen estos programas, rematando con las dificultades propias del país —como escasez de
combustible y repuestos, las maltratadas vías de acceso, los problemas de electricidad, etc—.

Sin duda un primer signo de cambios sería la aceptación o instrumentación de ayuda en materia
de medicamentos, seguida de toda una política integrada de acciones en el sector salud que
intente evitar la debacle por la cual transitamos a pasos acelerados .

Monitor de enfermedades para 2018

Basado en conceptos epidemiológicos solemos dividir a las enfermedades en crónicas y agudas.


Aquí mantendremos esa división para efectos de pedagogía.

Enfermedades agudas o transmisibles

En los últimos años hemos tenido una pléyade de enfermedades infecciosas, unas nuevas
(emergentes) y otras viejas que resurgen (re-emergentes), que han producido gran impacto en los
venezolanos.

En relación a las emergentes, en particular a aquellas transmitidas por vectores (mosquitos,


moscas, roedores, etc.), estamos en riesgo permanente. La densidad vectorial, en especial de
mosquitos tipo aedes es la más alta de América según datos oficiales.

Esto hace que cualquier enfermedad nueva trasmitida por vectores de este tipo represente un
riesgo para los venezolanos. El Virus del Nilo occidental, Hantavirus, Mayaro-virus, MERS-Co virus
y virus de influenza epidémica son solo algunas de la amenazas que pueden impactar el
continente. Tales amenazas solo son contenibles con sistemas de alarma y detección temprana
muy eficientes. En este sentido estamos en franca minusvalía, debido a la no publicación del
boletín epidemiológico, bloqueado desde hace dos años.

Las enfermedades re-emergentes como sarampión, paludismo, difteria, coqueluche, zika,


chikungunya, dengue y fiebre amarilla responden a un factor clave: la capacidad de generar
protección inmune, bien sea por vacuna o por enfermedad. Para aquellas enfermedades que no
tienen vacunas y que aun sufriendo la enfermedad no generan inmunidad —paludismo, por
ejemplo— la tendencia debería ser a un aumento sustantivo de casos.

El año 2017 podría terminar con 400.000 nuevos casos de malaria, lo que sumado a recaídas o
reincidencias podría escalar a 800.000 o hasta 1.000.000 de casos. La tendencia en los últimos
años ha sido de aumento del doble de casos de un año a otro en promedio. Solo una intervención
masiva en los focos tradicionales y en los nuevos podría reducir o estabilizar esta altísima tasa de
crecimiento.

Para el caso de las enfermedades prevenibles con vacuna, el panorama es también sombrío. Los
datos referenciales de epidemias de sarampión y difteria a gran escala sugieren que la única
estrategia de contención de la propagación de la enfermedad es un enfoque de vacunación a la
totalidad de la población. Esto es particularmente importante para la difteria. Los datos de la OMS
en relación a la epidemia de la enfermedad en Rusia al final de la Guerra Fría afirman que se
requirió la intervención de organismos internacionales con el lema “una vacuna para cada
ciudadano ruso”. Solo así, después de 3 años se controló la epidemia.

El enfoque de las autoridades venezolanas con esquemas localizados geográficamente, con poco
impacto real en la población general, hace pensar en una epidemia de una duración prolongada,
con una dinámica de casos parecida a la que se ha dado hasta ahora, cercana a 300 casos por año.

Para aquellas enfermedades re-emergentes que dejan inmunidad, al menos transitoria después de
la infección, se esperaría una suerte de luna de miel con muy baja actividad, al menos por un
trienio o un quinquenio luego del brote respectivo. Esto es crítico en zika y chikungunya, aunque
no se descarta que puedan seguir produciéndose algunos pocos casos en la población que no
estuvo expuesta previamente.

El dengue en este grupo representa una situación particular. Las determinantes de epidemias de
dengue son poco claras. En la mayoría de los países de América hay un patrón de epidemia cada 4-
5 años que parece corresponder a factores climatológicos, como temperatura y pluviosidad,
aunque no hay certeza. En el caso venezolano, el último año de actividad fuerte fue 2015, por lo
cual pareciera que estamos en vísperas de un nuevo año de actividad importante.

A pesar de no haber actividad en la región de algunas enfermedades con potencial catastrófico,


como cólera y ébola, la reactivación de focos de estas enfermedades en países de otros
continentes levanta alarmas que requieren al menos monitoreo persistente. El camino de estas
enfermedades está marcado por la pobreza, y sin duda deben ser motivo de preocupación para
nosotros en la actualidad.

Enfermedades crónicas no transmisibles


Si bien en este rubro de enfermedades la aparición de nuevos casos está más signada por aspectos
genéticos, hereditarios y culturales, también es verdad que la situación de crisis generalizada en lo
económico, social y logístico puede influir de manera importante. Tal es el caso de la hipertensión
arterial, la diabetes, el cáncer, la depresión, las enfermedades neurológicas, las pulmonares y las
renales crónicas.

Los datos parciales, elaborados por grupos científicos y académicos (a falta de datos oficiales),
revelan un aumento en las tasas de mortalidad y morbilidad preocupantes. En especial en aquellas
que ocupan los primeros puestos en las causas de muerte en Venezuela —como por ejemplo las
enfermedades cardiovasculares, cerebro vasculares y cáncer). Este es el rubro de enfermedades
donde la regularización del acceso a medicamentos cobra mayor importancia y tendría un impacto
significativo sobre la salud. El acceso a opciones de tratamiento ya no es solo un problema de
disponibilidad de recursos económicos, también lo es de logística. Por ejemplo si usted necesita un
marcapaso de emergencia y no lo hay en ese momento, aunque tenga la capacidad de pagarlo, las
consecuencias son obvias.

Hay evidencias de un cambio lento pero paulatino del perfil etario de Venezuela. Otrora un país
eminentemente joven, la pirámide poblacional comienza a hacerse más angosta en su base y
aumentar el grupo de edad mayor. Las consecuencias de esto son previsibles en términos de
cantidad y tipo de enfermedades. La pregunta central es si nos estamos preparando para este
cambio poblacional.

Enfermedades de alto costo

Probablemente el panorama más desalentador de todo el contexto de salud está relacionado a


este segmento. Con frecuencia me hago una pregunta que tiene un componente ético
fundamental: ¿Cuál es la enfermedad más afectada por la crisis? Me gustaría tener una respuesta
cierta y rigurosa para esta pregunta, pero la verdad termina siendo que la peor enfermedad es la
que tiene en lo personal se padece. Para cada enfermo, lo peor es su enfermedad.

En el caso de las enfermedades de alto costo, la posibilidad de pagar un tratamiento para un


ciudadano común son infinitesimales. Hablamos de decenas de miles de dólares o cientos de miles
de dólares. En esta lista están: HIV, cáncer, enfermedades inmunológicas, hepatitis crónicas,
trasplantes, enfermedades raras y otras.

En estas enfermedades la brecha entre el costo pagable por un ciudadano y el costo real hace
imposible el acceso por otra vía que no sea mediante la ayuda del estado. Lamentablemente la
lista de medicamentos que son excluidos en el programa de alto costo va incrementándose de
manera importante y la irregularidad en la disponibilidad medicamentos se ha convertido en la
regla.
Sumado a esto la capacidad de dar apoyo con trasplantes a pacientes con enfermedad renal,
hepática, cardíaca y pulmonar terminal que pudieran ser susceptibles de trasplantes se encuentra
en un punto donde prácticamente no hay ningún trasplante de donante cadavérico. Esto está
relacionado con múltiples factores que van desde falta de disponibilidad de insumos para
diagnóstico (compatibilidad de tejidos), pasando por suspensión del programa de procura
(obtención de órganos de donantes), déficit severo en la infraestructura de alta complejidad
hospitalaria, hasta casi inexistencia de inmunosupresores para manejar al paciente una vez
trasplantado.

En suma

Los signos que se perciben desde el alto gobierno son claros: cada vez hay menos acceso a ciertos
medicamentos y opciones de tratamiento. Esto implica una decisión de qué recortas y dónde
recortas. Cada vez hay más venezolanos que quedan fuera de esas estrategias. Lo que no queda
claro es qué criterios son usados para establecer qué, cuánto y dónde.

Si bien el aspecto presupuestario es importante, no parece ser el único factor. Baste comparar los
precios del petróleo al final de los años 90 (entre 8-12$ en barril). En ese momento no se percibía
una magnitud de la situación coyuntural como la actual, por lo cual el cuadro actual parece
apuntar a otras causas.

En general, se pronostica una profundización de la grave situación de salud. Esto requiere de los
ciudadanos un grado mínimo de planificación, aguante y una dosis alta de solidaridad. Del
estamento gubernamental se requieren cambios muy sustanciales que pongan el foco en la gente,
la enfermedad y la calidad de vida.

En las manos del alto gobierno están las vías claras para iniciar un proceso que permita evitar
muertes, dolor y sufrimiento para la población. El talante humanitario del Estado está en
entredicho. Es hora de dar un paso al frente: la gente espera.

Recuadro

Consejos útiles en salud para afrontar 2018

Trate de tener un “botiquín de emergencia” con medicamentos de uso imperativo y agudo como
antibióticos, analgésicos, etc. El tipo y cantidad de medicamentos debe tener relación con el
número y tipo de núcleo familiar. Consulte a su médico para esto. Tenga en cuenta las
enfermedades agudas más frecuentes: infecciones de piel, respiratorias, urinarias. Algunos
medicamentos pueden tener varios usos.
Para enfermedades crónicas trate de tener un stock de seguridad de los medicamentos de uso
continuo y crónico.
Evite disminuir la dosis o “saltar días” por cuenta propia para rendir los medicamentos.
En la lista de medicamentos que utiliza, verifique con su médico cuales son “vitales”, “necesarios”
y “prescindibles”. Sobre esta base elabore su stock de seguridad.
Anticipe necesidades y trate de obtener los medicamentos con familiares o en viajes.
Tenga en cuenta para elaboración de su stock, fechas de vencimiento y necesidades especiales
como refrigeración.
Si piensa emigrar motivado a una enfermedad catastrófica, asegúrese de que al país donde va, su
enfermedad tiene cobertura según su condición migratoria.
Si busca medicamentos en redes sociales, confíe en instituciones o agrupaciones conocidas
(Cáritas, Acción Solidaria, 4xVenezuela, Codevida, etc.). En condición de escasez los ilícitos y
especulación se potencian.
Invierta lo que pueda en prevención: vacunas, ejercicio, vida sana.
Restrinja gastos superfluos de sustancias nocivas, alcohol, tabaco, drogas.
Mantenga sus esquemas de vacunación al día tanto de niños como adultos. Las vacunas
disponibles en ambulatorios de alcaldías, gobernaciones, MPPS, Barrio Adentro, etc., son de
excelente calidad no importan donde sean producidas. Es probable que tenga que movilizarse
fuera de su entorno habitual de obtención de vacunas (privados) a sitios no comunes para Ud.
(públicos). Preferentemente no adquiera vacunas fuera de establecimientos de salud reconocidos.
Si requiere cambio de medicamentos por dificultad para conseguirlos, esté seguro de dosis y
nombres farmacológicos, a veces nombres similares tienen diferencias importantes.
Evite recomendaciones de cambio de tratamiento por personal no especializado. Una consulta a
su médico puede evitarle gastos innecesarios, lo mismo que adquirir medicamentos en
establecimientos no certificados.
Reporte a asociaciones de derechos humanos si usted ha sido sujeto a discriminación de cualquier
tipo para acceso a medicamentos o programas. Pedir cualquier otro documento que no sea su
cédula va contra los derechos humanos fundamentales.
La salud es un derecho fundamental consagrado en la constitución venezolana (artículos 83 y 84) y
en la carta universal de los derechos humanos (artículo 25), y como tal son inviolables y tienen
rango supraconstitucional.

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