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PSICOLOGIA Y ALQUIMIA

En este libro, Carl Gustav Jung incursiona en la tradición alquímica hasta


donde ella puede ser conocida, y muestra cómo existe una correlación entre la
Alquimia y la Psicología, entre los procesos alquímicos tal y como son descritos
por los antiguos y los procesos psicológicos: los antiguos textos alquímicos,
según Jung, describen en realidad las diferentes etapas de los procesos
psicológicos del individuo, y para esa tarea utilizan un lenguaje mítico.

En realidad, no puede entenderse la teoría junguiana si no se comprende el


lugar de la alquimia en la misma, porque la alquimia constituyó su orientación
hermenéutica fundamental durante los últimos treinta años del desarrollo de su
concepción. El núcleo de la obra que se reúne en este volumen está constituido
por dos trabajos: "Símbolos oníricos del proceso de individuación" y "Las ideas
de redención en la alquimia". El primer ensayo se circunscribe inicialmente al
material clínico, empírico, y desde allí se remite a la alquimia, el segundo se
concentra primero en las fuentes alquímicas escritas e iconográficas y procede
después a su abordaje psicológico. La obra cuenta igualmente con una primera
parte, la que introduce al lector tanto en los problemas religiosos de la alquimia
como en los psicológicos que suscita, y con un epílogo que constituye una
breve pero enjundiosa reflexión sobre la situación psíquico-espiritual del
hombre contemporáneo.

Carl Gustav Jung es una de las figuras más importantes de la psicología


transpersonal así como uno de los simbólogos más considerados de este siglo
(tanto en el campo de la mitología como en lo que respecta a la interpretación
de los sueños) y un gran conocedor de corrientes esotéricas como el
Gnosticismo cristiano, el Tantra, el Taoísmo, el I-Ching y la Alquimia.

La Alquimia, para Jung, era ante todo una búsqueda espiritual en la que el
alquimista, tratando de encontrar el espíritu mercurial, el "Antrophos", en los
elementos de la naturaleza (en la materia), terminaba por hallarlo dentro de sí
mismo, y donde queriendo redimir a la naturaleza se redimía a sí mismo.
Según Jung, "tanto en Oriente como en Occidente, el núcleo central de la
Alquimia está representado por la doctrina gnóstica del Anthropos y es, por
completo, con arreglJung estudió los manuscritos alquímicos porque descubrió
que las imágenes que se encontraban en ellos y las diferentes reacciones de la
materia allí descriptas tenían un paralelismo con las imágenes que se
encontraban en los sueños o en los delirios psicóticos de sus pacientes.

Una de las características de Jung era su curiosidad, no podía contentarse con


que esto fuese una mera casualidad, por lo que investigó al respecto, libre de
prejuicios, tratando de hallar una finalidad a esto que se presentaba en sus
pacientes. Ellos describían relatos que se encontraban escritos en libros del
medioevo a los que nadie había tenido acceso durante siglos. Cómo
aparecían estas imágenes en cualquier persona que se encuentra con su
inconsciente? Tienen un sentido psicológico? Si le prestamos la debida
atención, que se merecen al menos por estar ahí, beneficia al paciente en su
proceso? Descubrió muchas cosas al indagar sobre todo esto, y realizó una
descripción bastante precisa sobre lo que denominó Inconsciente Colectivo,
ese sustrato que pertenece a toda la Humanidad por igual y que nos conecta
con la Historia Universal.

Jung hace referencia al paralelismo que existe entre el proceso analítico y la


alquimia y la relación entre éstos con la religión. Nos muestra como los tres
tienen un mismo origen, en los símbolos de lo inconsciente, que son la forma
en que se expresan los arquetipos, y un mismo fin, lograr la totalidad del
hombre. Lo que varía es la forma en que se accede a esos símbolos, el uso y
la interpretación que se haga de ellos.

Bernardo Nante, Introducción al libro Psicología y Alquimia de C.G. Jung, OC,


vol XII, Madrid, Trotta, 2005.

En el proceso analítico, que es la discusión dialéctica entre consciente e


inconsciente, existe un desarrollo, un progreso hacia una meta, o un final. El
camino que lleva a la totalidad está construido por sendas intrincadas y por
rodeos determinados por el destino. En él se verifican experiencias que la
gente se complace en llamar “difícilmente accesibles”, ya que tales
experiencias son costosas porque exigen aquello que el hombre más teme dar:
la totalidad. Esto puede deberse a la inconsciencia e impotencia de los
individuos pero también es responsable de ello la educación anímica general
del hombre europeo.

La exigencia de la Imitatio Christi, es decir, seguir el modelo y llegar a ser


semejante a él, debería tender a desarrollar y a elevar el interior del hombre.
Pero el creyente con su superioridad y su formalismo mecánico ha convertido
esa exigencia en un objeto de culto exterior que a causa de la adoración y la
veneración, no puede intervenir en la profundidad del alma e impide que ésta
se conforme a la totalidad que corresponde al modelo. El mediador divino es
una imagen que permanece afuera, en tanto que el hombre sigue siendo un
fragmento, en su naturaleza más profunda.

A esta concepción puramente exterior de la Imitatio Christi, se opone un


prejuicio europeo que distingue la actitud oriental de la occidental. El hombre
occidental ve lo individual, está atado a su yo y a los objetos y no tiene
consciencia de las profundas raíces del ser. En cambio, el hombre oriental vive
el mundo de las cosas individuales, incluso su yo, como un sueño, y está
arraigado esencialmente en el fondo primigenio.
El modelo de Cristo cargó con los pecados del mundo. Pero si ese modelo es
algo enteramente exterior, también lo son los pecados de los individuos. Si el
valor supremos (Cristo) y el supremo desvalor (pecado), son exteriores, el alma
queda vacía. La actitud oriental procede a la inversa: la suprema altura y la
suprema bajeza están en el sujeto (que es trascendental). De ahí proviene la
subestimación del alma en occidente.

Una proyección religiosa exclusiva puede privar al alma de sus valores, tanto
que ésta por inanición, ya no sea capaz de continuar desarrollándose y
permanezca en un estado inconsciente. El alma es presa de la ilusión que la
causa de todas las desgracias reside en el exterior. La inmortalidad del alma
establecida dogmáticamente, la eleva por encima del carácter perecedero del
cuerpo del hombre y la hace participar de una cualidad sobrenatural. Nuestra
consciencia no abarca el alma. Sería una blasfemia sostener que Dios se
revela en todas partes menos en el alma humana. El alma debe tener en sí una
posibilidad de relación, de correspondencia, con la esencia de Dios, porque de
no ser así, no podría existir una conexión. Esta correspondencia es, formulada
psicológicamente, el arquetipo de la imagen de Dios. Cada arquetipo es capaz
de diferenciación y de desarrollo infinitos. En una forma religiosa exterior, el
arquetipo es idéntico a las representaciones exteriores, pero, como factor
anímico permanece inconsciente y por lo tanto inmutable.

El “símbolo de Cristo” tiene suma importancia para la psicología, porque es tal


vez, junto con la figura de Buddha, el símbolo más desarrollado y diferenciado
del Sí-mismo. El Sí-mismo, centro regulador de la psique, no sólo es
indeterminado, sino que además, de modo paradójico, contiene el carácter de
la determinación y hasta de la singularidad, es una unión de los opuestos. El
Sí-mismo es una paradoja absoluta, representa tesis, antítesis y a la vez,
síntesis.

El arquetipo, aproximado a la conciencia mediante la indagación de lo


inconsciente, pone al individuo frente a la abismal oposición de la naturaleza
humana y con ello le ofrece la posibilidad de vivir una experiencia
absolutamente inmediata de la luz y de tinieblas, de Cristo y del demonio. La
vivencia de los opuestos nada tiene que ver con una comprensión intelectual ni
con un querer identificarse. Sin la vivencia de los opuestos no existe
experiencia de la totalidad, y por ende, tampoco un acceso interior a las figuras
sagradas. A pesar de que la comprensión de los opuestos es indispensable,
prácticamente son pocos los que pueden soportarla.

La alquimia forma, una corriente subyacente, cuya superficie está dominada


por el cristianismo. La relación en que se encuentra con respecto a éste es la
de un sueño con la consciencia, y así como el sueño compensa los conflictos
de la consciencia, la alquimia procura llenar las lagunas de tensión de los
opuestos que el cristianismo ha dejado abiertas.
La transformación histórica universal de la consciencia hacia el lado
“masculino” queda compensada al principio por el elemento ctónico femenino
de lo inconsciente.

El mito constituye el lenguaje más apropiado para expresar estos procesos


psíquicos; ninguna formulación intelectual puede alcanzar la plenitud y la fuerza
expresiva de las imágenes míticas.

La totalidad del hombre considerada como meta a la cual conduce el desarrollo


psíquico en el proceso psicoterapéutico. Está ligada a supuestos religiosos o
cosmovisivos. Aun cuando el paciente se sienta libre de prejuicios su
pensamiento, su modo de vivir, su moral y su lenguaje están condicionados
históricamente hasta las más mínimas particularidades, cosa de la que no tiene
consciencia. El análisis de su situación lleva a un esclarecimiento de sus
premisas o supuestos generales espirituales, más allá de los determinantes
personales. En esta fase del proceso se realiza la producción de los símbolos
de la unidad, los mandalas, que se manifiestan en sueños, o impresiones
visuales en la vigilia, como la más clara compensación de la oposición y del
conflicto de la situación consciente. Como médico el objetivo es llevar a la
consciencia de los pacientes las imágenes arquetípicas que tienen
correspondencia con las representaciones dogmáticas. El paciente tiene que
estar solo para experimentar lo que lo sostiene cuando él ya no puede
sostenerse por sí mismo.

Desde el principio el camino hacia la meta es caótico e imprevisible y sólo


paulatinamente van aumentando los indicios de una dirección hacia una meta
última. Este camino no es recto sino aparentemente cíclico, en espiral. Los
sueños como manifestaciones de procesos inconscientes giran en círculo
alrededor del centro y se van acercando a éste. El centro o meta tiene también
el significado de salvación. Me parece que no puede abrigarse la menor duda
de que en estos procesos de trata de los arquetipos de los que nacen las
religiones.

La discusión dialéctica en el proceso del tratamiento psíquico lleva a que el


paciente se enfrente con su sombra, de la que se desembaraza en virtud de la
proyección. Sin pecado no puede haber arrepentimiento y sin arrepentimiento
no hay gracia redentora.

Confrontar al paciente con la parte oscura de su personalidad, la sombra, es


cosa que se impone por sí misma en todo tratamiento de cierta profundidad. La
verdadera imitación de Cristo se comportará de igual manera, y como no debe
hacerse a los demás los que no se haría con uno mismo, aceptará al pecador
que uno mismo es.

Los contenidos del inconsciente personal, la sombra, están ligados a los


contenidos arquetípicos del inconsciente colectivo, por lo que, al adquirirse
consciencia de la sombra, aquéllos arrastran en cierto modo consigo a éstos.
Esa circunstancia puede determinar un terrible efecto en la consciencia. Es
indispensable dar a la consciencia un contexto que facilite la comprensión.

El paralelo Cristo-lapis da motivo para realizar una comparación de las


representaciones de la finalidad del opus alchymicum con las representaciones
capitales cristianas. Ambas poseen una gran importancia para concebir e
interpretar imágenes que se manifiestan en los sueños y para concebir e
interpretar su efecto psicológico.

Al comprender estos estratos más profundos de la psique nos ayudan, el


conocimiento de la mitología y de la psicología primitiva, además el
conocimiento de los preliminares históricos inmediatos de la consciencia
moderna. Mientras en la iglesia la creciente diferenciación entre rito y dogma
alejaba a la consciencia de sus raíces naturales del inconsciente, la alquimia y
la astrología se esforzaban sin cesar para que no se desmoronara el puente
tendido a la naturaleza, es decir, al alma inconsciente.

La alquimia gozaba de la protección efectiva de la oscuridad de sus símbolos,


que podían explicarse como inofensivas alegorías. Lo que se expresa en el
simbolismo alquímico es el proceso de individuación. El alquimista sin saberlo y
sin quererlo queda a merced de las condiciones inconscientes de su mente y
de su esencia. Los autores que estudia le proveen de símbolos que afectan a
su inconsciente y lo conmueven. Esa unidad del cuatro, ese oro filosófico,
ese lapis angularis, esa aqua divina, era para la iglesia, la cruz de cuatro
brazos, en la cual se sacrificó al Unigénito, históricamente una vez y
simultáneamente por toda la eternidad.

Las representaciones centrales cristianas tienen sus raíces en aquella filosofía


gnóstica que, de acuerdo con las leyes psicológicas, válidas en toda época,
necesariamente debía desarrollarse cuando las religiones clásicas se hicieron
obsoletas. Tal filosofía se basa en la percepción de los símbolos del proceso de
individuación inconsciente, que siempre se verifica cuando se descomponen
las representaciones superiores colectivas que dominan el la vida humana.
Existe necesariamente un gran número de individuos que en alto grado son
arrebatados por los arquetipos numinosos que se agolpan en la superficie para
crear nuevas dominantes. Las personas conmovidas se identifican con los
nuevos contenidos y los representan con sus vidas y se convierten en profetas
y reformadores. Jesús se convirtió en la imagen protectora ante esas potencias
arquetípicas que amenazaban con arrebatar a todos. Pero siempre hubo
hombres que no se contentaban con las dominantes de la vida consciente, sino
que buscaban esa experiencia original de raíces eternas y se aventuraron por
esos desiertos en los cuales, como Jesús, se encontraron con el hijo de las
tinieblas. Esto en la alquimia es la experiencia de la nigredo, el primer estadio
de la obra que se sentía como melancolía y que, psicológicamente corresponde
al encuentro con la sombra.

La problemática de los opuestos invocada desde la sombra representa en la


alquimia un papel importante y decisivo, porque conduce a la unión de los
opuestos en la forma arquetípica del hierosgámos, de la “bodas químicas”,
donde los supremos opuestos, en la forma de lo masculino y lo femenino, se
funden en una unidad que ya no tiene oposición alguna y es incorruptible.

un filósofo anónimo, dice con claridad, en el Tratado del Gran Secreto, que la
madre se tiene que unir con el hijo por necesidad natural, pues, si en el mundo
no hubiese sino un hombre y una mujer, o sea, la madre de éste, ¿no se
tendrían que unir entre sí para que el género humano se multiplicara mediante
dicho acto? De igual forma, hay en cada caso dos sujetos en el arte químico,
uno de los cuales es la madre del otro, y ambos tienen que ser unidos entre sí.
Si la madre misma se une en matrimonio con el hijo, que el acto no se
considere incesto. Concretamente, así lo dispone la Naturaleza, así lo exige la
respetable ley del destino, y el hecho no es desagradable a los ojos de Dios. El
miedo a los espíritus significa psicológicamente el dominio del consciente por
los contenidos autónomos del inconsciente, lo que equivale a perturbación
mental.

Bono se refiere aquí a un escrito antiguo, seudo-platónico, cuya existencia no


he podido probar hasta el momento, en el cual existía ya con toda claridad un
paralelismo entre Cristo y lapis. Es posible que se trate de una fuente árabe,
como en el caso del Tractatus aureus.

Son electi. Es inimaginable la existencia de influencias maniqueas en el caso


de Morieno.

El cielo se ha de repetir en la Tierra hasta que la Tierra sea celestial y espiritual


y el cielo sea terrenal y se haya unido con la Tierra: entonces está terminada la
obra.

Puso un tabernáculo para el Sol, y éste, lo mismo que una esposa sale de su
cámara, corre alegre como un héroe el camino. Corre a un extremo del cielo.

Y, mirando a los vivientes, descubrí junto a cada uno de ellos una rueda que
tocaba la tierra. Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales, y cada
una de ellas dispuesta como si hubiese una rueda dentro de otra rueda.
Pero, ¿qué hay de las palabras de Hermes, donde dice?: «El gran viento del
Sur, cuando sopla, hace que suban las nubes y levanta las nubes del mar.»
Dijo que si la pulverización no resulta, la mezcla no subirá a la parte superior de
la retorta, y que aunque subiera, no se vertería en el recipiente. Ha de ser
mezclado con las aguas primera y segunda antes de que suba & la parte
superior de la retorta. «¿Es éste —preguntó él— el gran viento del Sur?» «Sí,
¡oh rey!» dijo él

De la piedra, de la que brota la chispa neumática, fluye también el agua


sanadora. En la literatura alquimista posterior, esta piedra ha sido comparada
frecuentemente con Cristo (como también en la hermenéutica cristiana), del
que fluye el agua maravillosa. Justino mártir (Preuschen: Antilegomena, dice:
«Como una fuente de agua viva de Dios ha brotado este Cristo en el país
pagano, desnudo del conocimiento de Dios, el Cristo que también se ha
aparecido a vuestro pueblo, y que ha curado a ciegos, mudos y tullidos de
nacimiento... También ha resucitado muertos... Él... ha hecho esto para que los
que querían creer en él tuvieran el convencimiento de que, aunque tuvieran un
defecto corporal de cualquier clase, resucitarían con el cuerpo sano si
guardaban los mandamientos dados por él; los resucitaría él en su segunda
aparición, después de haberlos hecho inmortales y liberado de sus aflicciones

Acaso se tendría que complementar la precedente aqua vitae, o, todavía


mejor, la «medicina», que aparece mucho antes y de la que se trata
fundamentalmente.

Salve, resplandeciente estrella del mar, María, nacida divina para iluminar a
los pueblos.Virgen, ornato del mundo, reina del cielo, elegida antes que todos
como el Sol, hermosa como la luz de la Luna. Haznos beber con fe muy seria
de la dulce fuente que brotó en las rocas del desierto y ceñirnos los lomos
bañados en el mar, y contemplar la serpiente de bronce clavada en la cruz.
¡Oh Virgen!, tú que has sido madre por el fuego sagrado y por la palabra del
Padre, que has llevado como la zarza ardiente, haz que los que nos
diferenciamos por la piel nos acerquemos a ti con el pie, los labios puros y con
el corazón.

Posiblemente el Sol, quizás en la forma de «goma». La unión carnal del Sol y


la Luna en el baño es un mito central de la alquimia, celebrado en numerosas
representaciones gráficas.

La calcinación responde, probablemente, a la incineración, y el calentamiento


de las cenizas al rojo tiende a la vitrificación.

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