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SÍNTESIS DE FILOSOFÍA

Alumno: Mario Efrén Núñez Díaz.

ELABORACIÓN DE UNA INVESTIGACIÓN FILÓSOFICA

1. TEMA

RELACIONES INTERPERSONALES

2. TÍTULO

La relación con el otro en la filosofía de Emmanuel Levinas.

3. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Ante las desigualdades sociales a causa de la desigual distribución


de la riqueza surge la pregunta de si debe aceptarse como normal la subsistencia
de estas situaciones. ¿O no será que se impone el deber, la obligación, de que el
que tiene más le ayude al que no tiene? ¿Acaso cada uno sólo debe interesarse por
sí mismo sin importarle el bien del otro? Responder a estas cuestiones es el
objetivo de esta investigación.

4. FORMULACIÓN DE PREGUNTAS

4.1. General:

4.1.1. ¿Cuál es la responsabilidad del yo con el necesitado?

4.2. Específicas:

4.2.1. ¿Cuáles son las ideas filosóficas de Levinas respecto a la


relación del yo con el otro?

4.2.2. ¿Cuál debe ser la relación del yo con el otro en relación a los
bienes económicos?

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5. OBJETIVOS

5.1. General:

5.1.1. Indagar sobre la responsabilidad del yo con el necesitado.

5.2. Específicos:

5.2.1. Determinar las ideas filosóficas de Levinas respecto a la


relación del yo con el otro

5.2.2. Identificar el deber ser de la relación del yo con el otro


respecto a los bienes económicos.

6. JUSTIFICACIÓN DEL TEMA

6.1. Relevancia académica: el objetivo de las instituciones educativas así como el


de las universidades es el bienestar del hombre y su realización como persona.
Pero los que egresan de esas instituciones se comportan como si sólo les interesara
su propio bienestar y realización. Por esto es necesario que en todas las
instituciones educativas se concientice sobre el interés por el bien de los demás.
Una formación ética basada en la solidaridad, la fraternidad, la igualdad debería
ser un tema transversal en todas las instituciones.

6.2. Relevancia filosófica: desde los inicios de la historia de la filosofía hubieron


filósofos cuyo objetivo fue la búsqueda de la felicidad y la liberación de las
esclavitudes. Por ejemplo Platón en la alegoría de la caverna quería mostrarle al
hombre el camino hacia la libertad. San Agustín en su obra La Ciudad de Dios
deseaba que los hombres sean constructores de una sociedad según el criterio de
Dios. Santo Tomás consideraba que el orden del mundo tiene su origen en el Bien
Supremo, Dios, y que el gobernante debe velar por el bien del pueblo. Si no

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cumplía con este objetivo, el pueblo incluso podía sublevarse. Y se puede seguir
citando a otros como Santo Tomás Moro, Rousseau, Kant, Marx, etc. Levinas
propone una filosofía basada en el reconocimiento del otro como sujeto ante quien
se es responsable de su bien. No puede el hombre desentenderse de la necesidad
del otro.

6.3. Relevancia social: a lo largo de la historia siempre hubo personas necesitadas.


Pero en los últimos siglos esta situación se fue agravando. Se habla de diferencia
entre países, los del norte más ricos en contraste con los del sur. Se supuso que
con el advenimiento de la Ilustración y sus ideales, así como el rápido avance de
la ciencia y la tecnología se solucionarían todos los problemas de la humanidad.
Sin embargo, aún subsisten. ¿Dónde está la raíz del problema? En esta
investigación se busca descubrir la propuesta de Levinas para la solución de las
desigualdades sociales.

7. LÍMITES Y ALCANCE

Un límite es el tiempo que se tiene para la elaboración de esta


investigación. Por esto un exhaustivo análisis sobre todo lo que escribió Levinas
al respecto es imposible. Debido a esto el alcance abarca sólo una aproximación a
algunos conceptos más resaltantes.

8. METODOLOGÍA

El presente trabajo es una investigación bibliográfica y de informaciones


de Internet para llegar a los objetivos descritos más arriba, a saber, cómo concibe
Emmanuel Levinas la relación con el otro y en especial la licitud de la ayuda
material en caso de necesidad.

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9. CAPÍTULO 1

9.1. Las ideas filosóficas de Levinas respecto al deber ser de la relación con el
otro.

Según Emmanuel Levinas la filosofía más se ocupó de la ontología


y no tanto de la ética. Cree que la ética debe ser el objetivo primordial de la
filosofía porque lo más importante es la persona antes que el ser de la ontología.
La filosofía antes que definirse como el amor a la sabiduría debería definirse
como la sabiduría del amor al servicio del amor. El ser humano se define mejor
como el que es capaz de amar a los demás antes que el que sólo sabe. Varios
filósofos de Occidente sólo se ocuparon de la esencia del ser e ignoraron al sujeto,
al otro. No tuvieron en cuenta que la persona es valiosa, no se ocuparon de sus
sentimientos, de su dignidad. Olvidarse de la persona condujo a la sociedad a ser
violenta, egoísta, individualista, donde se impone el más fuerte. Se ignoró la ética.

Constató que la raíz de la violencia es el interés. Propone entonces


el desinterés, evitar el egoísmo y responderle al otro que clama. Sin esperar por
esto una recompensa. Es que el conocimiento de la filosofía sin tenerle en cuenta
al otro sólo lleva a la apropiación, a la dominación. La civilización Occidental no
es sólo hija de los griegos. También es de la Biblia, de Jerusalén.

La búsqueda de la filosofía debe partir de la admiración ante al


Otro. A la pregunta ¿dónde está tu hermano? es a la que debe buscar respuestas la
filosofía. La filosofía debe estar al servicio del hombre. El yo (mismo) y el otro
son totalmente distintos. El otro es el extranjero, el huérfano, la viuda. Es el ser

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humano que pide justicia. El otro es aquél que hace que el yo tenga una identidad,
el que hace que el yo sea quien es. Sin el otro no sé quién soy.

El otro ordena no matar. El otro no es una idea ni un concepto que


la conciencia pueda definir. Pertenece a un mundo desconocido a semejanza de
Dios. La relación con el otro se da por medio del rostro. Habla con el rostro, el
cual no es la cara, sino la manera como se hace presente el otro, es una presencia
audible, no visual. Sólo se puede tener una idea de lo infinito recibiendo al otro.
Pero para recibir al otro hay que hacerlo con el alma, no con la razón de la
conciencia. Porque hay humildad en el alma, mientras que la conciencia es
egoísta, soberbia. En la parábola del samaritano, el sacerdote y el levita que no se
solidarizaron, se dejaron llevar por un criterio ontológico. El samaritano, por un
criterio ético, porque le sirvió.

El rostro no puede conocerse, manipular o describir según el antojo


de uno. El rostro pertenece a la trascendencia, al absoluto. Se nos escapa. Sólo
podemos servirlo. Sólo podemos acceder al rostro del otro con la ética, con la
relación, y no con el conocimiento. La responsabilidad para con el otro no es de
naturaleza intencional sino imperativa, es una imposición.

Según Levinas, se puede comprender el mundo de manera


equivocada debido a que se tiene una imagen idealizada de él. Además la imagen
que se tenga de uno mismo puede estar influida por la imagen equivocada que
otros tengan de uno. La concepción moderna que se tenía de la humanidad era que
iba a mejorar pero no se dijo si esta mejora incluía los valores morales. Las
instituciones que aparecieron se basaban en la razón en contraposición al mundo

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de los mitos al que consideraban irracional. El hombre moderno piensa que la
sociedad del progreso implica creer que todos son iguales. Así se podrá lograr que
el mundo sea mejor.

La ciencia y la filosofía de la modernidad no tienen en cuenta la


subjetividad al objetivizarlo como una cosa. Esto origina una alienación en la
persona. Se le mira a la persona como objeto y queda comprendida según el
prejuicio del que la objetiviza. Este tipo de conocimiento es totalitario. Con esto
sólo se pretende controlar para luego legislar y unificar a todos los individuos. El
sujeto debe ser liberado de esta visión totalitaria además de demostrársele su
condición trascendente.

La modernidad ha procurado que los sujetos crean que existe una


razón universal de la que son parte y además que crean en los metarrelatos de esta
razón universal. Los individuos entonces están incluídos dentro de cánones en
donde sólo basta con tener la mayoría de edad para manejarse óptimamente entre
otros individuos semejantes. Pero esto lleva a una alienación de la singularidad de
cada persona al perderse en el anonimato.

Al individuo se le hace notar que debe conocer las grandes obras


que son producto de la Ilustración. Así podrán considerarse iluminados. De lo
contrario se le considera ignorante, iletrado y como un menor de edad en cuanto a
conocimientos. Este es otro aspecto de la totalidad: presenta como real una única
verdad. En estas obras el individuo pierde su subjetividad, es uno más de los

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anónimos que tienen en común la creencia en las obras o metarrelatos. La
singularidad entonces es alienada por la totalidad, que pone al individuo
relacionado con la obra pero no con su manera de ser en el mundo. No puede ser
captado tal como es. La totalidad no permite ver más allá de la teoría al ser físico
tal como aparece a la vista.

La singularidad se vuelve universal. Aquí se le exige al individuo


considerar los contenidos universales sin que se le dé la posibilidad de ser él
mismo. Lo propio de la totalidad es la despersonalización. Los sujetos modernos
deben comulgar con la razón impuesta y ser capaces de argumentar todo según la
ciencia actual. No se acepta que afirme su manera de ser singular. Se acepta sólo
la razón detrás de la cual quedan suprimidas la subjetividad, lo corpóreo, la
estética; en una palabra, la encarnación.

Una característica de la totalidad es la objetividad. Se busca con


esto ser neutral frente al mundo, frente al otro sin que sea afectado el observador.
El individuo observador busca la verificabilidad en todo y duda de todo lo que no
sea demostrable por los sentidos. Le es difícil aceptar que debido a su finitud no
podrá conocer más allá de lo que sus sentidos son capaces de captar. Además de la
singularidad, está dentro de la totalidad la moral social, que es otra manera en que
la subjetividad se aliena. Esta subjetividad, compuesta de los deseos colectivos,
del lenguaje en toda su trama y de las múltiples experiencias, se reducen a sólo lo
que pueda verse y expresarse mediante argumentos formales.

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Entonces la vivencia experiencial de la totalidad deja de ser
encarnada convirtiéndose en objetiva. Sólo lo pensante es formal. La experiencia
es sólo objetiva, lo que lleva a la alienación de la trascendencia. El cuerpo pasa a
ser un objeto con un vacío existencial propio de la totalidad. Además la
objetividad de la experiencia convierte la historia en un tiempo absoluto, a
diferencia de la singularidad, que posee un tiempo sincronizado, ordenado. Los
que historiadores sólo presentan las obras del sujeto, lo que exteriormente pudo
realizar, de sus hechos. Todo queda reducido al hecho en la totalidad. Los otros
tiempos desaparecen, existe sólo el tiempo universal que relata la historia
verdadera según cómo los hechos sucedieron. El tiempo que pertenece al hombre
y a la mujer en singular, el interior, queda obnubilado al englobarse dentro del
tiempo universal. Se sacrifican la singularidad y la interioridad.

¿Qué se podría hacer para no ser absorbidos por la totalidad?


¿Cómo vivir en la singularidad? Para Levinas un camino consiste en acortar la
distancia entre el sujeto y el objeto, buscando eliminar la neutralidad con que el
observador se dirige al otro. Esta relación no debería ser totalitaria, porque este
tipo de relación sólo se basa en una observación verificacionista. El objeto debe
afectar al sujeto, conservándose de esta manera la alteridad del ser o su
originalidad. Hay que ver al otro no como a alguien sobre quien se tiene poder o a
quien se pueda apresar. Lo exterior del otro ya no es algo verificable sino que
entra en el plano de la trascendencia. Por el otro debe nacer la responsabilidad y el
respeto, una pasión que compadece y que sobrepasa la mera imagen corporal. El
otro es alguien trascendente que está en el ámbito de lo Infinito. En el otro se da
una excedencia que supera el pensamiento de quien pretenda contenerlo.
Considerar al otro dentro de lo Infinito ayuda a superar el pensamiento totalizante
que ejerce como un encantamiento en el sujeto.

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Según el sujeto ante el otro se sienta afectado, cambia la relación y
surge la responsabilidad por el otro. Gracias a este tipo de relación se le puede
conocer más al otro, conocimiento que sería muy limitado en el caso de que sólo
se le haya mirado como objeto. Aparecen múltiples develamientos porque se da la
on categorías formales al conocerle al otro. La relación en el ámbito de lo infinito
rompe con el pensamiento a priori, formal. El otro es extraño y a la vez no
objetable, porque desborda las categorías del pensamiento. El otro no se puede
abarcar dentro de un concepto, porque entonces se estarían reduciendo al Mismo,
es decir a lo que uno es capaz de comprender, a una situación de poder disponer
del otro. El otro es un absoluto que es anterior a todo universal o a cualquier
razón. No es un objeto de mercancía.

El Otro, para Lévinas, no es como un objeto que en la conciencia


pueda quedar retenido, ni tampoco puede considerársele igual a todos como dicen
los que defienden los Derechos Humanos. El otro se sitúa en un lugar de altura.
Tiene el rostro del pobre, de la viuda, del extranjero, del huérfano. También la
relación con el otro no puede darse de forma anónima. Debe haber una relación
existencial. No se es mero espectador del otro.

El hombre está acostumbrado a observar tantas cosas todos los días que
debido a la frecuencia con que son observados, ya son convierten en objetos
ordinarios y se pierde la admiración por ellos. Lo mismo sucede con los demás
seres humanos. De tanto ver tantos rostros, desaparece la novedad de cada uno de
ellos. No importa si es un compañero de trabajo, alguien de quien recibimos un
servicio o un ser amado. Los rostros, de ser vistos con tanta frecuencia, casi se los

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compara con objetos. Y esto es lo que lleva a la totalización todo aquello que pasa
por los sentidos. La relación debe superar la mera experiencia sensible. Mirar al
otro debe ser distinto a como se mire un objeto, por ejemplo un árbol, un pájaro o
una casa.

Lévinas, como fenomenólogo, cree que todo lo que se muestra a la


conciencia son las extensiones propias de los objetos. Por ejemplo el color puede
formar parte de un vestido, de una pared o de una hierba. El sonido puede ser de
un vehículo o de la voz de un hombre. Pero en la relación con el otro aparece algo
nuevo que no se da con los objetos: el gozo. Este elemento permite una mirada
afectiva hacia el otro.

Para que se pueda ver algo, por ejemplo un objeto, se necesita de la luz.
Por medio de ésta los objetos podrán ser vistos, aunque al ver un objeto no se mira
a la luz, la cual está en un espacio vacío. Pero esta luz no es algo que no exista
aunque no se la vea. La luz se relaciona con la conciencia, la cual ilumina lo
exterior al hombre. Gracias a esta iluminación el hombre le da un sentido a todo lo
que ve. Porque las cosas en sí, fuera de la conciencia no tienen ningún sentido o
valor. Es la conciencia la que hace que las cosas sean comprensibles, que tengan
una forma para la interioridad.

Ver según la totalidad es como mirar la fachada de un edificio y


captar solamente la forma y no el silencio de su interior. La alteridad no es la
forma sino lo que se oculta dentro de ella. El otro, teniendo en cuenta su infinitud,

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es superior, trascendente a toda fachada. Al otro no se le puede percibir de manera
abstracta, sino que hace que uno se comprometa existencialmente,
independientemente de cualquier sensibilidad. El Rostro del otro no le puede dejar
a uno indiferente.

Al otro no se le puede reconocer como tal si no se le considera en


su singularidad. La relación con el otro debe darse en la trascendencia, tratarlo
como a alguien infinitamente extranjero. Dice Lévinas:

“Lo absolutamente Otro es el Otro. No se enumera conmigo. La colectividad en la que


digo ‘tú’ o ‘nosotros’ no es un plural del ‘yo’. Yo, tú, no son aquí individuos de un
concepto común. Ni la posesión, ni la unidad del número, ni la unidad del concepto,
me incorporan al Otro. Ausencia de patria común que hace del Otro el extranjero; el
extranjero que perturba el «en nuestra casa». Pero extranjero quiere decir también
libre. Sobre él no puedo poder. Escapa a mi aprehensión en un aspecto esencial, aún si
dispongo de él. No está de lleno en mi lugar”1.

La mirada al otro debe ser distinta, más parecida a la


contemplación. La manera como se manifiesta el otro es en el Rostro. Éste es su
epifanía. La epifanía del otro es como un desnudamiento al exponerse ante uno. El
otro al desnudarse corre el riesgo de quedar descubierto ante los ojos de uno. Este
riesgo es debido a que los ojos de uno pueden no ver más allá de un objeto. Sólo
puede que se lo vea tal como ve la ciencia objetiva. Se necesita ver al otro de una
manera tal que se lo perciba como infinitamente otro. Para ver adecuadamente al
otro hay que situarse en plano de la trascendencia.

1 LEVINAS, EMMANUEL, Totalidad e Infinito, Ediciones Sígueme, Salamanca,


20026. P. 63.

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El camino que sirve de puente para relacionarse con el otro en el
marco de la trascendencia es el lenguaje. Gracias al lenguaje el otro puede
manifestarse en su alteridad infinita. El conocimiento del otro no se agota en el
discurso que pueda decir, no se le puede catalogar sólo por lo que diga, “la palabra
se pronuncia aún en el silencio”2.

El otro urge de uno una respuesta, cuestiona, exige que no se pase


ante él de manera inadvertida. Esta respuesta tiene que ver con la ética. Siendo el
otro infinito, el “rostro se niega a la posesión, a mis poderes” 3. La primera moción
que surge ante el otro es el deseo de descifrarlo y se convierte en un desafío ante
el poder que pueda tener uno. Porque puede el Yo pensar en matarlo. “El otro es el
único ser al que yo puedo querer matar”4. Si se llega a esta instancia, el otro en
medio de su miseria y desnudez implora que ese acto no debería ser posible y “me
opone no una fuerza mayor –una energía evaluable y que se presenta a la
conciencia como si fuese parte de un todo- sino la trascendencia misma de su ser
con relación a este todo; no un superlativo poder, sino precisamente lo infinito de
la trascendencia”5.

Así, cualquier violencia fracasa porque ni con el homicidio se le


puede dominar al otro: porque aunque sea desgarradora la tortura, el débil rostro

2 Op. cit. p. 208.


3 Op. cit. p. 211.
4 Op. cit. p. 212.
5 Op. cit.

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del otro, la da a entender al verdugo que su absoluta Trascendencia ha triunfado,
más allá del dolor.

Lo finito no se opone a lo infinito. “Lo infinito supone lo finito que


amplifica infinitamente”6. El recibir el otro rompe con las disputas respecto al
sujeto o el objeto de la ciencia, principalmente de las ciencias sociales. Cuando el
otro se manifiesta enseña lo infinito. El pensamiento, unido a lo finito es
sobrepasado en su capacidad. No es que surja una síntesis entre la oposición del
Yo y del Otro, sino que el Yo, en la relación, aprende del Otro.

Aunque por medio del lenguaje se pueda llegar a un conocimiento mejor


que la apariencia, puede no conocerse la interioridad del otro. Sólo por medio del
diálogo puede que no se aprehenda la interioridad de la otra persona, porque el
entonces el otro no podría mentir. Esta posibilidad se da porque en el lenguaje se
conserva la libertad del Otro.

Pero en la relación con el Otro, el Yo o el Mismo no queda


aniquilado. El Otro no violenta al Mismo al ser mirado en su infinitud, como si se
situara en un lugar de mayor autoridad, y, que por ser sobrenatural, uno debería
subyugarse ante él. El Otro “permanece al nivel de quien lo recibe, sigue siendo
terrestre. Esta presentación es la no-violencia por excelencia, porque, en lugar de
herir mi libertad, la llama a la responsabilidad y la instaura”7.

6 Op. cit. p. 209.


7 Op. cit. p. 216.

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10. CAPÍTULO 2

10.1. La relación del yo con el otro respecto a los bienes económicos.

El yo tiene una responsabilidad para con el otro, la responsabilidad


de cuidar de su vida. ¿De dónde procede esta responsabilidad? Para Levinas
existen dos fuentes: una fuente es la proviene de uno mismo y la otra de Dios.
Respecto a la primera fuente, en el yo existe una susceptibilidad originaria que
hace que se sienta interpelado ante la necesidad del otro. Pero el yo puede o no
responder ante esa interpelación. Por tanto, esta respuesta se convierte en una
posibilidad. La otra fuente surge de la relación del yo con el Otro, es decir con
Dios. Para explicar una natural inclinación hacia Dios que tiene el yo, Levinas
parte primero de la demostración de la existencia de Dios por Descartes.

Según Descartes, el hecho de que tengamos en nuestra mente la


idea de un ser infinito prueba su existencia, porque es imposible que un ser finito
como el hombre tenga la idea de un ser infinito en la mente. Por tanto esta idea de
la existencia de un ser infinito sólo pudo haber puesto Dios en el hombre. Ante la
existencia de Dios, el hombre siente un natural deseo de Dios. Aunque Dios sea
incognoscible, no quiere decir que no sea accesible. En el encuentro del hombre
con Dios, éste le pide responsabilizarse del otro. Esta petición se corrobora en dos
pasajes bíblicos, uno el Antiguo Testamente y el otro en el Nuevo Testamento.

En el Antiguo Testamente está la pregunta que le hace Dios a Caín:


“¿Dónde está tu hermano?”. De la respuesta de Caín – “¿acaso soy el guardián de
mi hermano?”- se puede deducir que para Dios somos realmente el guardián del

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otro. Dice sobre esto Levinas: “¿Por qué me sentiría responsable en presencia del
Rostro? Es esa justamente la respuesta de Caín cuando se le pregunta, ¿dónde está
tu hermano?, y él contesta: ¿soy acaso el guardián de mi hermano? Es el Rostro
del Otro tomado por una imagen en otras imágenes, y cuando la Palabra de Dios
que aquél encarna permanece desconocida. No hay que ver en la respuesta de
Caín ni una burla a Dios, ni el tono ingenuo de un niño: "yo no, el otro". La
contestación de Caín es sincera; sólo le falta la ética; hay sólo ontología: yo soy
yo y él es él. Somos seres ontológicamente separados”8.

En el Nuevo Testamento está la identificación de Dios con el que padece


necesidad. En Mateo 25 dice Jesús que los que obraron bien responderán:

“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y


te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: Os
aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis”.

En el pasaje bíblico precedente se demuestra que la relación con


Dios tiene que ver con la relación con el otro. El Yo debe superar su egoísmo,
tiene esta posibilidad, para poder servirle al necesitado respondiéndole “Heme
aquí”

Esta relación incluye el responder a sus necesidades. Frente al otro


se es más y menos. Se es menos porque ante la necesidad del otro está la
exigencia de Dios que ordena responder a su necesidad. Esta exigencia se basa en

8 FORNET-BETANCOURT, RAÚL Y GÓMEZ-MULLER, ALFREDO, Emmanuel Levinas, Filosofía, justicia


y amor, entrevista a Emmanuel Levinas en revista Concordia 3. 1983. P. 7. Edición virtual. (Acceso
21/09/18). Disponible en http://www.topologik.net/levinas_topologik_6.pdf

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el “no matarás”. El no matar no se refiere sólo al hecho físico de matar al otro con
un revólver sino que también se puede matar al otro de muchas maneras, como
siéndole indiferente, no ocupándose de él o abandonándolo. Y frente al otro se es
más en el sentido de que se puede disponer de los propios bienes para ayudarlo en
sus necesidades.

El Yo debe superar su existencia egoísta. Es una posibilidad que


tiene para estar al servicio del necesitado. Su respuesta ante el prójimo debe ser
“Heme aquí”

Continuar con el pdf: “La ética de la acogida”

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BIBLIOGRAFÍA

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responsabilidad por el mundo en la obra de Emmanuel Levinas, María Soledad
Ale, Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, 2016. Edición virtual.
FORNET-BETANCOURT, RAÚL Y GÓMEZ-MULLER, ALFREDO, Emmanuel Levinas,
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1983. Pp. 59-73. Edición virtual. (Acceso 21/09/18). Disponible en
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GARCÍA, MARIO: Ética filosófica de Emmanuel Levinas en obra Totalidad e
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