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Un intento de hacer a Hegel algo más

comprensible
in Artículos, Historia de la Filosofía Por: 06/05/2012 30 Comments 679 Views

Nos proponemos en pocas páginas trazar un esbozo comprensible de las ideas


fundamentales de Hegel, sin duda uno de los filósofos más complicados de leer y
entender. Esta inevitable simplificación quiere introducir y hacer de entrada más
asequible (aun a riesgo de algunas imprecisiones) un pensamiento que luego puede ser
completado y profundizado.

Se trata sobre todo de comprender bien tres conceptos fundamentales: la realidad, el


espíritu y la historia, los tres entendidos como procesos dialécticos.

Introducción. Hegel como madurez de la filosofía occidental.

La filosofía de Hegel supone la madurez del pensamiento occidental (o, cuanto menos,
del pensamiento moderno). Madurez no quiere decir simplemente “cima”, pero sí
“final” de una andadura. Es la culminación del racionalismo moderno, de la razón
moderna, así como de una determinada manera de hacer metafísica. Después de Hegel,
sintomáticamente, la metafísica como sistema de pensamiento que abarque y explique
toda la realidad será algo raro, algo cada vez menos posible.

Sabemos que Hegel intenta asimilar e incluir en su filosofía (eso sí, superada) toda la
tradición, esto es toda la historia anterior de la filosofía. Pero, concretando más, se
podría decir que él intenta hacer la síntesis del pensamiento griego y el pensamiento
moderno. La filosofía griega pensó especialmente la naturaleza (physis), culminando en
el concepto aristotélico de sustancia; la filosofía moderna, desde Descartes y en su línea
de inspiración cristiana, se propuso comprender el espíritu, la conciencia, el sujeto del
conocimiento. Pues bien, Hegel quiere pensar la síntesis de estos dos conceptos (su
unión y no sólo su separación) de naturaleza y espíritu.

Si queremos caracterizar de modo sencillo en qué consiste lo que distingue, según


Hegel, la Naturaleza del Espíritu, nos encontramos con una fórmula simple. La
naturaleza es eso que está ahí. Y el espíritu es esto que soy yo mismo. Naturaleza es, por
tanto, estar ahí; como diría Hegel ser en sí. Espíritu es ser para mí, ser para sí,
mismidad.

Pensar la síntesis de naturaleza y espíritu quiere decir también pensar la unión entre
realidad y conciencia, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo exterior y lo interior,
entre sentidos y razón. En suma, entre lo finito y lo infinito, entre Dios y el mundo,
entre el Creador y su creación.

La dialéctica como unión y superación de los contrarios.

Para pensar y comprender la unión de los contrarios se hace necesario, según Hegel, un
nuevo tipo de pensamiento, se hace necesaria una nueva lógica: no ya la lógica
tradicional, aristotélica, asentada sobre el principio de no contradicción (no se puede
afirmar y negar una cosa al mismo tiempo y en el mismo sentido), sino la lógica
dialéctica. Esta lógica hegeliana afirma que, más allá del entendimiento, que procede
oponiendo conceptos (viendo el límite en todas las cosas), está el poder dialéctico y
especulativo de la razón que primero niega para afirmar después en un nivel más alto:
primero niega lo que afirma el entendimiento y, posteriormente, afirma o asume tanto la
primera tesis o afirmación del entendimiento como la negación de esa tesis (antítesis),
llegando así a la síntesis donde son superadas y conservadas a un tiempo tanto la verdad
de la tesis como la de la antítesis. Un ejemplo vivo de esto podría ser: a) Tesis: yo soy
yo (identidad); b) Antítesis: yo no soy yo, yo no soy nunca el mismo (carezco de
identidad como algo fijo, permanente); c) Síntesis: yo soy yo y no soy yo. Yo soy el que
seré (mi identidad es un perpetuo hacerse o devenir). Dicho de otro modo: lo que soy
ahora es un momento necesario e insustituible de mi realidad; pero eso que soy tiene
que ser negado, pues eso es finito y pasajero; finalmente, seré plenamente al final de mi
proceso vital (acaso un proceso infinito) o cuando sepa que soy, yo también, absoluto.

El Absoluto como síntesis donde se resuelve, sin aniquilarse, toda dualidad.

Para comprender toda la realidad (toda la realidad y cualquier realidad) hay que
comprenderla en relación con lo Absoluto. Para comprender cualquier cosa finita, hay
que ponerla en relación con lo infinito. En seguida hablamos de ello, pero antes
recordaremos que lo real es para Hegel lo activo, lo que tiene capacidad para
desplegarse a partir de sí mismo. Por eso lo real es un proceso u devenir o llegar a ser.
La realidad es sustancia pero también sujeto. Como sustancia es lo permanente, lo
esencial, lo que se objetiva o exterioriza (en lenguaje religioso: El mundo como la
objetivación o exteriorización –o la negación- de Dios); como sujeto, es conciencia,
espíritu que conoce, capacidad de interiorización, vuelta a sí mismo.

Pues bien, para Hegel el Absoluto es sustancia y es sujeto. Su mejor definición es decir
que es espíritu infinito (el buen infinito, que no está separado de lo finito, sino que lo
incluye dentro de sí. Pues, en efecto, lo finito no puede limitar o poner límites a lo
Absoluto). Lo Absoluto es Dios o, como también lo llama Hegel, la Idea (la Idea es el
concepto adecuado del Absoluto).

Hay que darse cuenta de que para Hegel no conocemos de verdad ninguna cosa si no es
en su relación con el Absoluto (saliendo, por así decir del Absoluto, como un momento
–finito pero necesario- del Absoluto). La verdad es la totalidad. Por tanto, el Absoluto
sólo existe concretándose y encarnándose en todas las cosas (en la naturaleza y el
espíritu finitos). Por eso no se puede definir el Absoluto, ni hay que pensar que el
Absoluto sea una cosa absoluta, sino el fundamento absoluto de todas las cosas.

Decir que todo es espíritu absoluto, que todo es el absoluto, quiere decir que nada tiene
ser, ni es por tanto verdaderamente conocido, repetimos, si no es entendido en su última
raíz, como un momento de la vida infinita. Por eso dice Hegel que la verdad no se
encuentra en la cosa, nunca se encuentra en el resultado concreto, provisional (esto es
decisivo para entender la historia en Hegel). El resultado sería como el cadáver que ha
dejado en pos de sí la tendencia que lo engendró. Lo verdadero –dice Hegel- no es el
resultado sino el todo; aquello que vincula el resultado a su principio o fundamento.

El sistema hegeliano.

A esa relación o articulación que guarda cada cosa con su fundamento absoluto lo llama
Hegel sistema. La filosofía ha de ser sistemática, ha de ser un sistema de todos los
conocimientos, si quiere ser un saber absoluto o total del Absoluto. Pues bien, el sistema
hegeliano tiene tres partes: LÓGICA, FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA y
FILOSOFÍA DEL ESPÍRITU.

La Lógica, que es como la Metafísica hegeliana, pues expone y desarrolla las


determinaciones conceptuales del Ser (los modos en que se puede y debe pensar lo real),
del Absoluto. Sería la Idea estudiada en sí misma (Dios antes de crear el mundo, dice
Hegel). [Esto correspondería al momento abstracto del entendimiento. Tesis, en el
proceso dialéctico].

La Filosofía de la Naturaleza o estudio del mundo en diferentes niveles (mecánica,


química, física, biología, geología, etc.), pero del mundo o naturaleza como lo otro del
espíritu, como la autonegación o alienación de Dios. Sería la Idea fuera de sí misma (el
resultado de la creación, como algo finito). [Momento negativo-racional. Antítesis].

La Filosofía del Espíritu o la exposición de la toma de conciencia que hace el espíritu de


sí propio, desde su emerger en y desde la naturaleza hasta convertirse en espíritu
absoluto. Es la parte más importante, sin despreciar la primera, del sistema hegeliano.
Sería la Idea para sí, o mejor, en sí y para sí (Dios realizado y realizándose en y más allá
de su Creación). [Momento positivo-racional o especulativo. Síntesis].

El concepto de Espíritu.

Hegel define el Espíritu como libertad. Esta es la esencia del espíritu. Bien entendido
que la libertad supone o implica la autoconciencia, el conocimiento de sí mismo, pues,
para Hegel, somos lo que de verdad conocemos. La voluntad racional que quiere la
libertad, para uno mismo y para todos los demás, porque sabe que todos somos
esencialmente libres,libres por derecho propio, es la expresión cabal del espíritu. Ese
querer racional es la unión de teoría y praxis, de conocimiento y acción, de esencia y
existencia, de ser y deber-ser. El Espíritu es la Razón que sabe que no hay oposición
insuperable entre lo que existe y lo que debe existir, entre lo imperfecto y lo perfecto,
entre lo que nos exige la conciencia moral y lo que de hecho pasa en el mundo, en la
historia. Ahora bien, la Razón que sabe esto es la Razón o Espíritu Absoluto, síntesis
del Espíritu subjetivo y del espíritu objetivo.
El espíritu subjetivo comienza siendo alma y luego conciencia. El alma siente, pero no
conoce; la conciencia se desdobla (es conciencia de algo) para llegar a la autoconciencia
universal. El espíritu es voluntad racional, capaz de llegar al conocimiento perfecto o
absoluto.

Respecto al espíritu objetivo, importa fijarse en la noción o concepto del Estado,


verdadera síntesis del derecho y la moralidad, lugar donde se manifiesta plenamente la
divinidad y donde se hace posible, real y efectivamente, la libertad. Pero bien entendido
que Hegel se refiere a la idea del Estado y no sólo a los estados que han existido
históricamente, que son finitos e imperfectos.

El espíritu absoluto comprende en Hegel el arte, la religión y la filosofía. La historia de


estas disciplinas nos muestra un progreso dialéctico hasta culminar en la perfecta toma
de conciencia de lo que el Absoluto mismo es y de lo que es todo (cualquier realidad) en
relación al Absoluto. La filosofía, no lo olvidemos, es saber absoluto del Absoluto.

La idea de la historia.

La concepción hegeliana de la historia no es difícil. Con todo, no hay que perder de


vista que la historia es un despliegue necesario del Espíritu Universal o Espíritu del
Mundo, que se encarna en los Espíritus de los pueblos que han tenido un papel relevante
en la historia de la humanidad (son pueblos que se han constituido en Estados). La
historia ha transcurrido racionalmente, los hechos históricos tienen un sentido que
desciframos, en última instancia, como un esfuerzo poderoso y astuto del Espíritu
divino por realizar la libertad. Pese a la insistencia de Hegel en señalar la libertad como
el propósito, la meta y el fin de la historia, no queda demasiado claro el papel de la
libertad individual en este sistema.

Conclusión.

Panlogismo: todo es lógica, todo se reduce a concepto. El Absoluto, Dios, es la Idea. Sí,
pero como Vida infinita, como movimiento y devenir sin término. Esto plantea algunas
aporías, algunos callejones sin salida, algunas contradicciones… ¿Podrán todas ellas
resolverse dialécticamente? El fondo último de la realidad, de cuanto existe, ¿es él
mismo racional? ¿O es irracional? ¿O ninguna de las dos cosas? Pero no es este el lugar
de críticas ni mayores especulaciones.

Hegel quiere convertir el misterio en algo comprensible, traducirlo a conceptos


racionales. La religión encuentra, para él, su sentido en la filosofía. Hay algo muy loable
en intentar unir el amor y el conocimiento. Pero el joven Hegel, el teólogo, ponía el
amor por encima del conocimiento (ese amor que hace que nos veamos en el amado); la
unión con lo Infinito se producía por vía religiosa y no podía comprenderse: la filosofía
no podía realizarla. El Hegel maduro invierte los términos de esta relación: la razón por
encima del amor. Es la culminación (y el agotamiento al mismo tiempo) del
racionalismo moderno, del pensamiento que define al ser humano como animal
racional, pensante.

“La verdadera naturaleza de lo finito –escribe Hegel- es esta: que es infinito”. Ahora
bien, lo Absoluto (que comprende ambos conceptos, “finito” e “infinito”) no es para
Hegel una unidad abstracta más allá de todas la limitaciones y allende todo saber, sino
la totalidad concreta que se despliega como naturaleza y espíritu. Los dos conceptos
claves de la filosofía occidental.
Fuente: http://boehmiano.blogia.com/2012/050601-un-intento-de-hacer-a-hegel-algo-
mas-comprensible.php

6 de mayo de 2012

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