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Sólo a través del estudio de documentos y manuscritos es posible trazar el desarrollo histórico de
nuestro idioma.
RUFINO JOSÉ CUERVO
Pensar que todos los rasgos constitutivos del español americano tienen su raíz en la lengua
de los emigrados españoles resulta un grueso disparate científico, pues ello supondría tanto
como negar toda posibilidad de innovación a los hablantes hispanoamericanos […]. Pero
también resulta ser un error de bulto, desenfoque sin duda más grave que el anterior, dar por
sentado que los aspectos más importantes, o lingüísticamente fundamentales, del español de
América se han desenvuelto a espaldas o con independencia del español de España (2001:
11).
Si bien hay que considerar que esta reestructuración es un proceso endógeno (criollo o
mestizo), en el que convergen elementos indígenas y europeos, hay que advertir que América
no era un todo homogéneo ni antes ni después de la conquista y la colonización. Incluso las
zonas que pertenecían a un mismo imperio, azteca o inca, eran conglomeraciones étnicas y
lingüísticas; ni siquiera los mismos europeos poseían la misma cultura ni el mismo dialecto
a su llegada al Nuevo Mundo.
Además, aun aceptando que una de las bases sea una coiné entre las variedades meridionales
(andaluza, extremeña y canaria, con preponderancia de la primera) y septentrionales, no se
puede negar la presencia de una variedad culta y de una variedad popular.
Así en el proceso de reestructuración idiomática que se da en la Nueva España, debieron de
convergir diversos factores: el origen étnico-social del hablante, el espacio geográfico que
ocupaba su comunidad y, por supuesto, las diferentes exigencias de comunicación (Rivarola,
2005). Para Lüdke “aun empleando el lenguaje tradicional, los españoles hablan y escriben
de manera distinta de las cosas nuevas en el Nuevo Mundo” (1994b: 83); a lo que hay que
sumar que el contacto con las lenguas indígenas y con lo africano coadyuvan en la formación
del ‘español novohispano’, el cual puede ser considerado como ‘mestizo’.
CONTEXTO HISTÓRICO-SOCIAL
PANORAMA HISTÓRICO
1
Boyd-Bowman advierte que de los primeros 734 conquistadores de México que salieron de la isla de Cuba en
1518-1519 había un 30% de andaluces, un 20% de castellanos viejos y un 13% de extremeños. Para la segunda
época entre 1520 y 1539 los porcentajes son similares: 35 % de andaluces, 17.3% de castellanos y 14.8% de
extremeños (1968: XXIV-XXV).
barrios de mixtecos, otomíes, zapotecas, etc. Incluso ya en la etapa colonial, en el siglo XVI,
se mencionan grupos de habitantes tarascos, mixtecos, otomíes y chichimecas,
suficientemente numerosos como para nombrar alguaciles para cada parcialidad.
El flujo y contraflujo de etnias indígenas fue frecuente durante la Colonia: muchos se
desplazaron de sus lugares de origen a las ciudades por razones económicas y hacia otras
zonas para realizar conquistas y colonizaciones. Por ejemplo, en Campeche, Mérida,
Michoacán, Querétaro, Guadalajara e incluso en Guatemala, existían barrios pertenecientes
a mexicanos. En la parte norte de México la presencia tlaxcalteca se dejó sentir, como en San
Luis Potosí, del mismo modo que la purépecha en la Costa Chica (Guerrero y Oaxaca).
Como producto de la dicotomía español/indígena se instituyó en las colonias la República de
españoles o de gente de razón y la República de indios con estatus jurídicos diferenciados,
aunque ambos espacios estaban sometidos a la Iglesia y a la Corona. Si bien la República de
indios se legislaba por medio de las leyes de Indias, los españoles se regían por medio de la
legislación general del reino de Castilla.
A los indios se les prohibía ciertas profesiones, tenían que pagar tributo, su educación era
limitada y no podían salir de sus pueblos sin autorización. Mientras que a los españoles se
les reservó el centro de las ciudades (la traza), a los indígenas se les ubicó en la periferia. En
muchas ocasiones entre uno y otro espacio había una separación física (acequias, arroyos,
huertas, etc.).
Es necesario advertir las diferencias entre las Repúblicas de indios que se establecían en las
zonas urbanas y las que se daban en las áreas rurales. Por un lado, mientras en las grandes
ciudades los indios tenían contacto con el gobierno español, en las zonas rurales podían pasar
meses y hasta años sin que los funcionarios españoles visitaran esas regiones. Por el otro, la
población india urbana se constituía por migrantes de diversos orígenes y lenguas (sin
organización propia), con una relación cotidiana entre mestizos, mulatos y españoles que
fomentaba el mestizaje biológico y el empleo del español; mientras que en los pueblos la
identidad étnica y lingüística de los indios era uniforme y su trato con mestizos y sobre todo
con españoles no era usual, lo cual mantenía el uso de la lengua vernácula entre la población.2
2
Para Castro Gutiérrez la República de indios en las grandes ciudades no tuvo mucho sentido. Los indios en
las urbes convivían de manera cotidiana con el resto de población, contraían estrechas relaciones, y dejaron de
tener una íntima relación con la tierra. “En consecuencia, eran productores y consumidores de mercancía, y
para bien o para mal se hallaban bien integrados a la economía urbana. En fin, llegaban a ser ‘suficientemente
DISTRIBUCIÓN Y CONTACTO ÉTNICO EN LA NUEVA ESPAÑA
De la misma forma que el tejido social era complicado, el contacto de las diferentes etnias a
lo largo del territorio de la Nueva España no era, ni mucho menos, homogéneo. Así el proceso
cohesión presenta áreas que implican mayor o menor grado de integración. Por ejemplo,
mientras que en la zona norte no hubo un gran mestizaje debido al tipo de asentamiento
(misiones, presidios y reales de minas, por lo que la presencia criolla fue más importante, la
zona central se caracterizó por la existencia de grandes centros urbanos, con un gran número
de españoles, además de numerosos grupos de indios, mestizos y de criollos (incluso con
presencia africana), y por lo tanto se vio favorecido el mestizaje biológico y cultural. En
contra parte, en la zona peninsular, que abarca Yucatán, zonas de Campeche y Quintana Roo,
con un reducido número de españoles y un gran número de indígenas mayas, se advierte un
mestizaje menor, además de presentar comunidades indígenas con mayor unidad étnica.
REESTRUCTURACIÓN IDIOMÁTICA
El español juega su papel principal en los núcleos urbanos, en los que se establecían los
organismos jurídicos, administrativos y eclesiásticos. Desde un punto de vista generalizador
podemos advertir en cuanto a las etnias y su dominio del español lo siguiente: a) que los
indígenas eran generalmente analfabetos; sin embargo, los indios principales y caciques eran
los que podían conocer la lectura y escritura del castellano; b) que los mestizos podían o no
dominar el español dependiendo si eran considerados o no hijos legítimos; c) que los criollos
podían conocer una lengua indígena debido al contacto con sus nanas o nodrizas;3 y d) que
los negros podían manejar una lengua indígena o saber escribir y leer en español,
dependiendo de su trabajo (cf. Rivarola, 2005).
ladinos’, esto es, hablaban el español para sus tratos habituales y sabían cómo defenderse por sí mismos ante
los tribunales. En su vestimenta, oficio y costumbres, poco se distinguían del resto de la plebe urbana’ (2010:
12-13).
3
Suárez de Peralta señala el conocimiento que tienen los nacidos en la tierra de las lenguas indígenas: “ay entre
ellos [los indios] grandísimos secretos los quales no manifestarán a españoles ninguno si los hacen de pedazos;
a los que nacemos allá [en la Nueva España] que nos tienen por hijos de la tierra y naturales nos comunican
muchas cosas, y más como sabemos la lengua es gran conformidad para ellos y amistad’ (1589, capítulo I).
La reestructuración idiomática, como cualquier proceso cultural, no fue inmediata; además
no se llevó a cabo de igual manera en los diferentes grupos, ni siquiera en los miembros de
una misma etnia.4
Es pertinente aclarar que en la Nueva España más que bilingüismo entre el castellano y
algunas lenguas indígenas, como el náhuatl y el maya, hay que hablar de diglosia; es decir
de la utilización del español para ciertos ámbitos y de las lenguas vernáculas para otros. Lo
anterior nos lleva a comprender la presencia de manuales o vocabularios que facilitaban
fórmulas mínimas en lengua indígena para poder establecer contacto. Ejemplo de ello es el
Vocabulario manual de las lenguas castellana y mexicana escrito por Pedro de Arenas en
1611 (cf. Cifuentes, 1998).
Para Lipski la diglosia en las ciudades del centro de México originó la ausencia de una
interlingua, la cual debilitó la influencia de las lenguas de sustrato: “Aunque siempre hubo
nahua-hablantes que hablaban poco español, la hispanización de la comunidad nahua creó
pronto una sociedad dominante en la que el español fue la primera lengua” (1994: 99). Así
en las zonas urbanas, en donde se formó el español de México, las lenguas indígenas se
convirtieron en la lengua familiar de un grupo cada vez más reducido.5
4
Sin embargo, ya para finales del siglo XVI Mendieta, en su Historia eclesiástica indiana, advierte que hay
diferencias entre el habla de la Nueva España y el de la Península: “El común hablar se va de cada día más
corrompido. Porque los españoles comúnmente la hablamos como los negros y otros extranjeros bozales hablan
la nuestra. Y de nuestro modo de hablar toman los mismos indios, y olvidan lo que usaron sus padres y
antepasados. Y lo mismo pasa por acá de nuestra lengua española, que la tenemos medio corrupta con vocablos
que a los nuestros se les pegaron en las islas cuando se conquistaron, y otros que acá se han tomado de la lengua
mexicana” (1945: 119).
5
Una postura parecida a Lipski es la de Zimmermann sobre la diferencia en el uso del español en las
comunidades urbanas y las rurales y de los diferentes tipos de diglosia y bilingüismo que presentan ambas (cf.
2006).
exploradas y por explotar. De esta manera evangelizar era la tarea principal de la que
dependía la legitimación de la conquista. Así lo veía el mismo Cortés cuando se dirigía a
Carlos I en su primera carta de relación:
Y cierto sería Dios Nuestro Señor muy servido si por mano de Vuestras Reales Altezas estas
gentes fuesen introducidas e instrutas en nuestra santa fe católica y conmutada la devoción, fe
y esperanza que en estos sus ídolos tienen en la divina potencia de Dios (Primera Relación.
Carta de Veracruz),
Y así lo hacía aun a tres años de la toma de Tenochtitlán, cuando insistía en que el Emperador
había de enviar con toda brevedad a muchas personas religiosas.
Desde los inicios de la conquista y de la colonización de lo que sería la Nueva España no
hubo duda de que se debía evangelizar a los naturales y para ello había que ‘educarlos’, ya
que los buenos cristianos serían vasallos sumisos (Golzalbo, 2010: 38).
Por ello ya en 1523 llegaron los primeros frailes: tres franciscanos flamencos cuyos nombres
eran Juan de Tecto (Johann Dekkers), Juan de Ahora o Ayora (Johann van der Auwera) y el
lego Pedro de Gante (Peter van der Moere), este último emparentado con Carlos I. Se
establecieron en Texcoco en la casa de los Ixtlixóchitl, descendientes de Netzhualcóyotl, y
comenzaron a aprender náhuatl con el fin de evangelizar. Ahí se estableció la primera
institución educativa de América. Un año después, en 1524, llegaron los doce franciscanos
bajo la sombra de fray Martín de Valencia. Para 1526 arribaron los dominicos, y en 1532 los
agustinos. Por esos años también los clérigos seculares se establecieron en la Nueva España.
Para el último tercio del siglo XVI llegaron los jesuitas (1571).
Las labores de evangelización y ‘educación’, o mejor ‘aculturación’, se dieron desde los
primeros años de la conquista; los misioneros y religiosos emplearon una multitud de
recursos para vencer la desconfianza indígena y la barrera de la lengua, y así poder difundir
la fe. Los textos ilustrados, las representaciones dramáticas o la música forman parte de estas
iniciativas. Muestra de esta capacidad adaptativa y creativa de los misioneros a la nueva
realidad es el famoso catecismo de fray Jacobo de Testera.
Primera etapa
El primer periodo comenzó con la llegada de los tres franciscanos flamencos a Texcoco;
aunque etapa embrionaria y de prueba, quedaron asentadas las bases para educar al indio. En
este periodo se destaca la figura de fray Pedro de Gante, quien desde 1523 hasta
aproximadamente 1527 permaneció en este lugar, enseñando a leer y escribir a los
muchachos y ‘lo que toca hacer o predicar la domínica siguiente’. En 1527 se abrió una
escuela de artes y oficios junto a la iglesia de San Francisco en la ciudad de México, la de
San José de los Naturales, cuyo proyecto estuvo a cargo de este franciscano. En ella enseñaba
oficios, algunos relacionados con los que se realizaban en Europa y otros que perfeccionaban
aquellos que ya conocían los indígenas, como el arte plumario. Sobre su trabajo y sobre la
capacidad de los indígenas el fraile señala lo siguiente:
He tenido y tengo/23 a cargo de enseñar los niños y mochachos a leer y escrevir y predicar y
cantar./24 En todo esto, como yo no soy sacerdote he tenido más tiempo e oportunidad a esta/25
causa y por aver razonable abilidad en la gente, para ello ha se aprovecha-/26do
razonablemente, y sin mentir puedo decir, harto bien, que hay buenos escri-/27vanos y
predicadores […] con harto hervor, y cantores que podrían cantaren la/28 capilla de Vuestra
Majestad tan bien (AHN, Diversos, 1532).
Los franciscanos tenían cuatro objetivos importantes: educación para los hijos de los
principales, enseñanza del catecismo en los patios, educación práctica y educación para niñas.
Un punto importante a resaltar es que la ‘educación’ a los principales es anterior a la que se
ofreció a criollos, y por supuesto a mestizos.
Se menciona que el desconocimiento del náhuatl forzó a que los primeros días los religiosos
enseñaran en latín y explicaran la doctrina por señas. Prueba de ello es que fray Martín de
Valencia, que desconocía el náhuatl, enseñó a leer en latín a los niños junto a la presentación
del alfabeto.
Segunda etapa
Desde 1532 fray Juan de Zumárraga comenzó a dictar disposiciones para la instrucción de
los indios y su conservación en la fe. El deseo por incorporar a los indígenas al catolicismo
llevaó al primer obispo de México a escribir al virrey advirtiéndole la necesidad de crear
escuelas para indios e indias:
Y entre todo lo que a Su Majestad escrivimos la cosa en que mi pensamiento más se ocupa y
mi voluntad/21 más se inclina y pelea, con mis pocas fuerças, es en que en esta ciudad y en
cada obispado aya/22 un colegio de indios mochachos, que aprendan gramática a lo menos, y
un monesterio/23 grande en que quepan mucho número de niñas, hijas de indios, tomadas a sus
padres des-/24de seis o siete años abaxo, para que sean criadas, doctrinadas e industriadas en
el dicho mo-/25nesterio cerrado (AGI, Diversos, 1536).
Incluso Carlos I ordenó que los hijos de los principales se educaran en España para que fueran
ellos los que posteriormente enseñaran en sus grupos. Muy pocos de ellos regresaron a
México.6
Así, con el apoyo de fray Juan de Zumárraga y del virrey Antonio de Mendoza se crea el
colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, institución de estudios superiores, única en América, a
la que asistían los hijos de indios principales. La base de la educación era la gramática latina,
pero también se enseñaba castellano y náhuatl. Se impartía lógica, retórica, filosofía,
medicina, música y algo de teología. Para el virrey Antonio de Mendoza la creación y
mantenimiento de este colegio tenía una importancia única: “arraigar con autenticidad y
solidez a la nueva religión y […] la nueva cultura entre los indios” (Escalante, 2010: 34). Su
actividad intelectual fue sorprendente, “En Tlatelolco los indios leyeron profusamente a
Cicerón, conocieron bien a Aristóteles, San Agustín y otros autores clásicos y padres de la
Iglesia” (Escalante: 35). Alumno de este colegio fue Antonio Valeriano, señor de Xaltocan,
profesor de gramática, quien sobresalió como latinista y filósofo. El colegio de Santa Cruz
floreció por algunas décadas durante el siglo XVI y decayó definitivamente en el XVII.
No sólo a los religiosos les interesaba la creación de escuelas, sino que también los indígenas
veían con agrado el que sus hijos pudieran educarse y participar en la consolidación de la
religión católica, lo cual, como es de suponer, les otorgaba privilegios. Así lo señalan los
indios de Xochimilco a Felipe II:
6
Prueba de ello, la conforman los Moctezuma que viven en España.
Otrosí, suplicamos a Vuestra Majestad mande que sean relevados de tributos los indios que
biven/17 en las iglesias de la dicha ciudad los que son cantores y maestros de capilla, y de
escrivir libros,/18 y los músicos de flautas, chirimías, trompetas, y los demás oficiales de las
dichas/19 iglesias y pueblos del culto divino, mientras estuvieren ocupados en lo susodicho
porque/20 éstos no labran, ni cavan, ni aran, ni tienen patrimonio de que pagar servicio
alguno,/21 y son necesarísimos para la honra de dios y de Su Majestad (AGI, Patronato, 1563).
A finales del siglo XVI, en concreto a partir del Tercer Concilio Provincial en 1585, la
situación con respecto a la enseñanza de los indígenas cambió radicalmente. “Para los niños
de los pueblos de indios se recomendó su asistencia a escuelas, a las que acudirían como
externos, sin diferencia de categoría entre ellos e instruidos por un maestro ‘de buenas
costumbres’, bajo la supervisión del párroco” (Gonzalbo, 2013: 40). Además, no sólo no
hubo distinción entre la educación de indígenas, tampoco entre éstos y los mestizos, mulatos
y negros: todos fueron englobados dentro de la ‘doctrina que se ha de enseñar a los rudos’.
Sumado a lo anterior, debido a la nueva organización administrativa de los pueblos de indios,
y al auge minero que favoreció otro tipo de desarrollo económico, dejó de ser eficaz la
función de los principales, que sólo en algunas comunidades siguió conservando su categoría
como cargo honorífico (incluso los puestos principales fueron desarrollados por mestizos y
mulatos). En consecuencia la educación esmerada que en un principio se dio a los grupos de
élite indígena se vio como un desperdicio de recursos que las autoridades no quisieron
asumir.
Los indígenas en las zonas rurales, aquellos que no estaban cercanos a los centros urbanos
durante la primera mitad del siglo XVI y para todos los demás durante toda la colonia,
tuvieron como única enseñanza la catequesis impartida en los atrios de los conventos, de tal
manera que cuando a mediados del siglo XVIII se solicitaron informes a los conventos,
muchos frailes consideraron “haber cumplido adecuadamente con su tarea docente puesto
que los fieles a su cargo estaban perfectamente instruidos, ya que habían aprendido a
memorizar el catecismo en su propia lengua” (Gonzalbo, 2010: 42).
LA EDUCACIÓN FEMENINA
A petición de fray Juan de Zumárraga, la emperatriz Isabel envió en 1530 algunas beatas a
la Nueva España para que abrieran casas honestas y competentes donde fueran acogidas
‘niñas indígenas’. Desde 1532 empieza a funcionar el Colegio de Niñas o de Nuestra Señora
de la Caridad para niñas huérfanas españolas y mestizas. Ahí se les enseñaba el catecismo, a
leer y escribir, las cuatro operaciones básicas y algo de música. Algunas niñas aprendieron a
leer en la escuela de ‘amigas’ y otras a escribir, pero “asistir a la escuela no significaba que
estos conocimientos fueran obligatorios” (Gonzalbo, 2010: 64). La educación de la mujer era
una educación ‘moral’, generalmente era encaminada a la enseñanza de la doctrina cristiana,
de las labores del hogar, incluso las niñas podían aprender a cantar. Las novicias tenían que
saber leer. En cuanto a la mujer indígena, el objetivo principal de su educación era prepararla
para el matrimonio.
LA EDUCACIÓN SUPERIOR
En 1553 comenzaron los cursos en la Real Universidad de México, la cual estaba destinada
para los hijos de los naturales y para los hijos de los españoles. Al igual que lo que sucedía
en otras instituciones educativas, los indígenas que se graduaron provenían, por lo general,
de la nobleza indígena. Se logró, aunque con retraso, que la Universidad tuviera la bula papal
para que fuera considerada pontificia, lo que le daba a los estudiantes la ventaja de que sus
estudios podrían reconocerse en otras universidades europeas. Fue la única institución que
podía dar grados académicos, se cursaban estudios mayores y menores. El estudio de la
lengua latina era necesario: se hablaba y leía en latín.7 Las facultades fueron Artes, Medicina,
Cánones, Leyes y Teología. Hay que destacar la cátedra de lenguas indígenas, que tuvo el fin
de instruir a quienes podrían se párrocos o misioneros en las áreas rurales.
7
Es digno de señalar el papel del neolatín en la sociedad novohispana: fue la lengua de la ciencia y de la alta
cultura, no sólo se utilizó en los ritos religiosos y en la expresión literaria y científica, también en la enseñanza
de los indígenas nobles, de los mestizos y de los criollos (cf. Parodi, 2010: 314-317).
Espinosa, (considerado el mejor tipógrafo del siglo XVI) que publicó varias obras de Molina,
su confesionario breve y mayor, su vocabulario, además del tesoro de Gilberti. En la segunda
mitad del siglo XVI destacó Pedro de Ocharte que publicó varias obras de fray Domingo de
la Anunciación, el arte y la doctrina de Molina, la cartilla de Pedro de Gante, la cartilla de
Ocharte, entre otros. Al finalizar el siglo podemos encontrar a los impresores Pedro Bally y
Antonio Ricardo. Como es de suponer la mayoría de los libros publicados fueron de carácter
religioso y muchos sobre gramática y vocabularios en lenguas indígenas, aunque también en
estos talleres se imprimieron libros de medicina, de física, de aritmética, de música, etc. Para
1554 se imprimieron libros universitarios que incluso fueron utilizados en Europa.
FORMAS DE COMUNICACIÓN
La sociedad de la Nueva España fue un mosaico complejo étnica, lingüística y culturalmente.
Las sociedades se configuraron de diferente manera, no sólo por su posición geográfica y su
relación con el centro cultural, sino también, y en relación con lo anterior, por su
caracterización como urbanas o rurales.
Ahora bien, los eventos de habla tenían que ser diferentes en cada una de las comunidades:
en algunas de ellas, como en las ciudades, se siguieron los patrones españoles y con el paso
de los años éstos se fueron adaptando a las necesidades de la Nueva España. De ahí que sea
necesario estudiar estas diversas formas de comunicación, provenientes del viejo continente,
que fueron plasmadas en papel y que dan cuenta de esta diversidad de los usos de la lengua
española.
TRADICIONES DISCURSIVAS
Si anteriormente se consideraba que la variación textual no aportaba datos ‘estadísticamente’
relevantes para conocer la historia de una lengua, actualmente, y según la teoría de las
‘Tradiciones Discursivas’, cuando se mira sin prejuicio hacia la historia de las lenguas se
puede descubrir que muchos fenómenos lingüísticos se encuentran relacionados con ciertos
textos, ya que un tipo textual condiciona o puede condicionar la selección de determinados
elementos o fenómenos lingüísticos. Las Tradiciones Discursivas o textuales funcionan
enmarcadas por el acto universal de hablar y por las condiciones de la lengua en la que surgen.
En palabras de Oesterreicher “las tradiciones discursivas rigen, por tanto, acciones y tipos de
comunicación verbal y, además, permiten a los hablantes estructurar y organizar sus propios
saberes y conocimientos” (2007: 114).
Los documentos que conforman este libro son heterogéneos; se ha tratado de incorporar todas
las variedades textuales posibles para poder advertir diferentes fenómenos lingüísticos. Para
la clasificación de los manuscritos se considera, dentro de una misma tradición, aquellos
documentos que presentan un mismo propósito para su creación y similares elementos o
estructuras lingüísticos. Ejemplos de esta división son: cartas privadas, cartas de relación,
informaciones, notas, relaciones de carga, pareceres, denuncias, peticiones, defensas,
cédulas, provisiones, alegatos, solicitudes, instrucciones, testamentos, etc.
LOS REGISTROS
Cada Tradición Discursiva como unidad puede agruparse con otras que presentan semejanzas
en cuanto a sus parámetros o condiciones de comunicación, a esos grupos los denominamos
tipos de registro, los cuales están estrechamente relacionados con la ‘oralidad’ que contienen
(inmediatez comunicativa).
Según Koch y Oesterreicher (2007 [1990]), con base en Söll (1985), en toda manifestación
lingüística hay que diferenciar el medio de realización y la concepción subyacente. En cuanto
al medio, éste puede ser fónico o gráfico. Por lo que toca a la concepción “sólo puede ser
concebida como un continuo entre manifestaciones extremas” (21). Estos polos o extremos
son lo hablado y lo escrito. La distinción entre lo fónico y lo gráfico constituye una dicotomía;
en otras palabras el enunciado es fónico o gráfico, mientras que en el caso de la ‘concepción’
se trata de una graduación, de una escala, de un continuo cuyos extremos son la inmediatez
comunicativa y la distancia comunicativa.
La inmediatez corresponde a lo hablado, a la realización fónica, mientras que la distancia se
relaciona con la escritura, con lo gráfico. Con base en lo anterior se pueden fijar, dentro del
continuo entre inmediatez y distancia comunicativa, no sólo formas de comunicación sino
también Tradiciones Discursivas (por ejemplo, un texto jurídico o un sermón, frente a una
carta privada). Por su parte, Biber (1988) en su estudio de corpora históricos del inglés,
presenta una postura muy parecida a la de Koch y Oesterreicher; para este autor hay un
continuo entre géneros de escritura y géneros de habla, y según el tipo de parámetro que se
analice pueden relacionarse de diferentes maneras. Por ejemplo un panel de discusión puede
tener elementos comunes con una conversación, pero también semejanzas con un texto
científico.
De acuerdo con lo anterior un texto escrito por un escribiente semiculto, con implicación
emocional, sin fijación temática, con un propósito afectivo y destinado a un familiar estaría
relacionado con la inmediatez comunicativa, y por lo tanto a un registro informal. La
combinación de los parámetros anteriores ha llevado a agrupar los textos en tres tipos
diferentes:
8
Koch y Oesterreicher establecen las siguientes condiciones de comunicación para determinar la inmediatez y
la distancia comunicativa: grado de publicidad, grado de familiaridad entre los interlocutores, grado de
implicación emocional, grado de anclaje, campo referencial, inmediatez física de los interlocutores, grado de
cooperación, grado de dialogicidad, grado de espontaneidad, grado de fijación temática.
9
Biber señala que hay un continuo entre géneros (TD) de escritura y géneros (TD) de habla, y según el tipo de
parámetro que se analice pueden relacionarse de diferentes maneras. Los parámetros que establece son los
siguientes: canal, usos culturales, relación entre los participantes, relación con el contexto y propósito.
Textos informales: se aproximan a la inmediatez comunicativa. Contienen los siguientes
parámetros: escritor semiculto, implicación emocional, propósito afectivo-informativo,
sin fijación temática, dirigido a un solo receptor y la relación entre escribiente y receptor
es de igualdad (familiaridad). Este grupo se encuentra constituido por cartas de amor,
cartas escritas a familiares y amigos, y recados.
Textos semiformales: contienen los parámetros que a continuación se enumeran: escritor
culto, implicación emocional, propósito informativo; éstos abarcan denuncias,
autodenuncias, cartas de relación y defensas.
Textos formales: abarcan juicios, testamentos, cédulas, facturas y actas. Éstos se
encuentran en el polo de la distancia comunicativa.10
PARÁMETRO DIATÓPICO
Para la elaboración de éste se han considerado diferentes aspectos sociohistóricos y
lingüísticos. Tanto el origen dialectal de los escribientes como el área en la que ha sido escrito
10
Los parámetros incorporados a cada registro se sustentan en el análisis de oraciones de relativo en el siglo
XVI (Arias, 2014).
11
Entre los archivos que se han consultado se encuentran: el Archivo General de la Nación (México) (AGN),
el Archivo del Arzobispado de México, el Archivo Histórico de Zacatecas, El Archivo Histórico de Pátzcuaro,
el Archivo Histórico Nacional (España-AHN), el Archivo General de Indias (España-AGI), el Archivo
Histórico de Simancas (España), el Archivo de la Universidad de Texas en Austin, EU (Benson Latin America
Collection).
el documento han sido divididos en tres grandes zonas, que corresponden a las raíces
(Península Ibérica), a las posibles zonas de tránsito (Canarias, Cuba y Filipinas) y a las
diferentes zonas de asentamiento en el territorio novohispano:
Península Ibérica
La recopilación de los documentos de esta zona se fundamenta, por una parte, en el origen
de la emigración hacia la Nueva España. Boyd-Bowman (1968: XXIV –XXV) considera que
son tres los orígenes peninsulares mayoritarios: andaluces, extremeños y castellanos viejos.
Además hacia mediados del siglo XVI los vascos conquistaron grandes territorios del norte
de México (Nueva Vizcaya) y durante el siglo XVIII presentaban el mayor porcentaje de
españoles en la Nueva España. Por la otra, se necesita un contrapunto de comparación, el
cual se establece con documentos pertenecientes a la norma toledana o cortesana, ya que
“durante los primeros años del siglo XVI en el mundo hispánico pervivía la norma toledana,
propia del buen hablar” (Parodi, 1995: 39).
Zonas de tránsito
Se consideran tres zonas de tránsito, las cuales son importantes para determinar su influencia
o no en el español novohispano. La primera es Canarias; para Lipski “hay una influencia
indiscutible en la formación del español de América” (2002: 71) por parte de ellas; no sólo
fueron escala obligatoria para los barcos con rumbo a América, sino que también participaron
en la colonización del Nuevo Mundo. La segunda, la Capitanía General de Cuba, fue el punto
desde el que se realiza la conquista de México y que tuvo un gran contacto administrativo,
comercial y cultural con el Virreinato de la Nueva España. Además para Guitarte (1983) la
etapa antillana (últimos años del XV y todo el XVI) es la del origen y formación del español
americano.12 La tercera, las islas Filipinas (Capitanía General de las Filipinas), fue zona de
intercambio comercial entre la Nueva España y el Asia. La importancia de su conocimiento
se basa tanto en la transculturación de elementos asiáticos a México y mexicanos hacia el
Asia.
12
A esta etapa pertenecen los antillanismos registrados en la Nueva España. De ello da cuenta Motolinía: “En
esta tierra llaman centli cuando está en mazorca […] y en la lengua de las islas se llama maíz, y este nombre
usan los españoles y de otros muchos que de las islas trajeron acá” (1975: 25).
Nueva España
Lara advierte que
la existencia de un español mexicano no es efecto de un proceso de abstracción o de
generalización de variedades dialectales del país, sino que, por el contrario, es un producto de
la expansión de la lengua española en el actual territorio mexicano desde el siglo XVI […]. Si
la hipótesis es cierta, las variedades dialectales mexicanas son posteriores y definidas por las
características que adoptaron las regiones del interior: mayor criollismo en el occidente y Norte
de México, mayor mestizaje en el Centro, mayor supervivencia del bilingüismo con lenguas
indígenas en el Sur […] mayor contacto con el comercio en las costas del Golfo” (1996: 465).
De tal forma, esta gran zona fue subdividida, con base en consideraciones histórico-
geográficas y lingüísticas en las siguientes áreas:
a) Zona norte. Esta subárea se caracterizó por el tipo de asentamiento que establecieron los
conquistadores y colonizadores: las misiones, los presidios y los reales de minas. Son zonas
de escasa población y de poco contacto con los grupos indígenas, que en su mayoría eran
nómadas. La colonización de estos territorios comienza en el siglo XVI y se continúa hasta
el siglo XVIII, lo cual indica que se trató de áreas alejadas del Centro y por lo mismo sin una
fuerte influencia cultural y lingüística de éste.
b) Zona central. Era la zona más poblada y se caracterizaba por la presencia de grandes
centros urbanos. La capital, México, absorbía la cuarta parte de los españoles, el resto se
repartía en las ciudades de Puebla, Valladolid (Morelia) y Guadalajara. Estas mismas
ciudades son las que mayor número de criollos presentaban. México y Puebla, a su vez,
registraron una notable población indígena, en su mayoría nahuas. Hay que señalar que a
partir del XVI la población negra se incorporó a la vida de la Colonia, y que algunas zonas
presentaban un número mayor, incluso, que el de los españoles. Dentro de ella hemos creído
conveniente señalar los documentos del área que fue poblada por los purépechas, ya que
presenta diferencias con el resto.
PARÁMETRO DIACRÓNICO
Se ha dividido el espacio temporal en períodos de 25 años, ya que pueden ser considerados
como cortes generacionales; además desde la perspectiva del cambio léxico, se consideran
como los espacios mínimos para poder registrar variaciones. Sin embargo, por razones
históricas, el primer cuarto abarca de 1500 a 1520, que son los años que anteceden a la
conquista, el segundo de 1521 a 1549, pues es el periodo en que se consolida la Nueva
España, y los dos siguientes de 1550 a 1574, y de 1575 a 1599.
PARÁMETRO DIASTRÁTICO
En cuanto a este parámetro hemos creído importante hacer una subdivisión. La primera
contiene los diferentes grupos étnico-sociales de la Nueva España; en la segunda, se
diferencian los escritos realizados por hombres de los escritos por mujeres. Consideramos
que estas subdivisiones no sólo pueden aportar datos significativos para el conocimiento del
español colonial mexicano, sino también para el conocimiento del español en el México
actual.
Grupos étnico-sociales
La importancia de este parámetro permite advertir cuándo surge el español mestizo o
mexicano y cuáles son sus características más representativas. Además nos permite conocer
el tipo de influencia indígena y en qué regiones ejerce mayor presencia (incluso en qué
niveles de lengua). Por último nos podría también ayudar a encontrar la presencia africana
en el español mexicano, que ha sido dejada de lado en la mayoría de los estudios.13 Hay que
señalar que el español mexicano no es homogéneo, hay variedades, y dentro de esta
diversidad algunos dialectos pueden considerarse más ‘mestizos’ que otros.
Con base en lo anterior se ha estipulado la recopilación de textos que pertenecen a los
siguientes grupos:14
• Españoles.
• Criollos (nacidos en la Nueva España de padres españoles).
• Mestizos (hijos de españoles e indios).
• Indios (se especifica si son principales o alcaldes, ya que éste es un dato importante para el
manejo del español).
13
Al respecto Lipski advierte que “[e]l español de América ha recibido contribuciones lingüísticas y culturales
de los cuatro continentes. Además de la herencia patrimonial europea y de los frutos del contacto con las
poblaciones indígenas de los dos continentes americanos [sic], el español entró en contacto con lenguas
africanas, habladas por decenas de miles de africanos” (2002: 110). Por su parte, Frago señala que, a pesar de
la numerosa presencia africana en América, “las lenguas africanas limitada acción ejercieron sobre el español,
fuera de los enclaves donde el cimarronaje redundara en hablas auténticamente mezcladas o criollas, y ello en
casos en que el palenque o cumbe probablemente sería lugar de predominio de un grupo africano sobre otros
minoritarios” (1999: 196). Debido a posiciones encontradas como las anteriores hemos creído importante
profundizar en el estudio de lo africano en la Nueva España, ya porque en la época colonial encontramos
comunidades cimarronas en México, ya porque a través de textos escritos por negros podemos advertir también
la presencia de elementos portugueses o la interferencia de alguna lengua indígena.
14
Semejante a la nuestra es la clasificación que realiza Cock Hincapié (1969): documentos pertenecientes a
autores criollos (en los que reúne textos de criollos españoles, mulatos y mestizos), textos escritos por indios y
por último manuscritos escritos por españoles. A diferencia de nosotros engloba en un solo grupo a criollos,
mulatos y mestizos.
• Negros y mulatos.
PARÁMETRO DIAFÁSICO
Dentro del estudio histórico de la lengua española cada vez es más común recurrir a las
Tradiciones Discursivas, verbales, textuales, géneros discursivos o tipo de registro para poder
15
Para Labov en un entorno “occidentalizado” la mujer busca prestigio en la lengua, copiando comportamientos
lingüísticos de capas económica o culturalmente superiores a la suya (1972: 205-254).
16
Para Lakoff “The behavior a woman learns as ‘correct’ prevents her from being taken seriously as an
individual, and further is considered ‘correct’ and necessary for a woman precisely because society does not
consider her seriously as an individual” (1976: 11). Esta misma postura se advierte en García Mouton, para esta
lingüista el que las mujeres hablen con marcas de prestigio “supone un aval social y una carta de presentación
que les confiere un estatus, a veces ficticio, difícil de conseguir por otros medios” (1999: 53).
explicar la variación y el cambio. Así lo apuntan autores como Biber (1988), Jacob (2001),
Kabatek (2005, 2008) y Koch (2008), entre muchos.
Para la organización del corpus se toma como punto de partida la diversidad textual; después,
y de acuerdo con la teoría de Koch y Oesterreicher (2007) de la inmediatez y de la distancia
comunicativa, los diferentes textos del corpus se agrupan en tres tipos de registro: formal,
semiformal e informal.
Si se ha considerado seguir con rigurosidad una serie de parámetros que sirven para
caracterizar el diasistema del español novohispano, este mismo rigor se ha utilizado para la
edición del corpus, ya que en mayor o menor medida, la edición de textos implica no sólo
respetar las diferencias encontradas en cada uno de los parámetros, sino también ayudar a la
completa interpretación de los mismos.
De ahí que hayamos adaptado lo propuesto por Sánchez-Prieto (1991, 1998) para la edición
del material en una doble presentación: a) una versión paleográfica, y b) una versión crítica.
La presentación paleográfica respeta el uso gráfico (grafías), la unión y separación de
palabras, los signos que indican puntuación, etc. Ésta ayuda a analizar fenómenos
gráfico/fonológicos y morfológicos, así como tradiciones gráficas.
La edición crítica facilita la lectura, pero sin perder de vista que el documento pertenece a un
escribiente con un determinado origen dialectal, étnico-social, una determinada época y que
escribe además de acuerdo con una Tradición Discursiva. Esta edición facilita los estudios
sintácticos, léxicos y semánticos.
Transcripciones
a) Presentación paleográfica
17
La clave tiene la configuración siguiente: un número 6 que indica el siglo (XVI), después puede ir un uno,
un dos, un tres o un cuatro que sirven para señalar el cuarto. Posteriormente con letra A se tiene los documentos
de España, con B los de la Nueva España y con C los de las Zonas de tránsito. A estas letras les sigue un número:
si la letra es A el número uno corresponde a los documentos de la Andalucía, el dos a los de Castilla, tres a
Corte, cuatro a Extremadura y cinco a los documentos vascos. En lo que respecta a B tenemos uno para centro,
dos para Guatemala, tres para el norte, cuatro para puertos y cinco para Yucatán. Para las Zonas de tránsito (C)
tenemos uno para Antillas, dos para Canarias y tres para Filipinas. El origen étnico-social del escribiente se
señala con las siguientes letras: E (españoles), C (criollos), I (indígenas), M (mestizos), U (mulatos), N (negro),
P (portugués), S (sefardí) y D (desconocido). Si hay varios escritos realizados se señalan con un número, por
ejemplo: E-1, E-2…
18
Sólo se pone la forma de tratamiento, no el nombre propio. La razón de esta decisión es de índole lingüística
ya que por un lado estas formas son importantes para determinar el tipo de registro al que corresponde el
documento, y por el otro facilita el estudio de las formas de tratamiento en el siglo XVI.
Aunque una trascripción paleográfica implica un acercamiento objetivo al texto sin
intervenciones por parte del editor, hemos considerado conveniente llevar a cabo ciertos
criterios que agilicen la lectura del manuscrito. El objetivo, como ya se mencionó, es facilitar
que el investigador realice estudios gráficos-fonológicos, morfológicos, de historia de la
escritura, así como de evolución de las tradiciones gráficas. Por lo tanto en este apartado se
considera que las grafías tienen un doble valor: uno denotativo, es decir, la grafía representa
un sonido, y uno connotativo, la grafía corresponde a una tradición gráfica. Por tanto se
respeta, en lo posible, las grafías utilizadas en los manuscritos. Los parámetros establecidos
para este tipo de transcripción son los siguientes:
1. Grafías
Se respeta el uso gráfico, pero siempre tomando en cuenta la letra: a) como primera regla
debe considerarse la grafía y no sus diferentes formas, es decir, si una ‘u’ parece ‘n’ se pone
‘u’ y no ‘n’: ‘autor’ y no ‘antor’; lo mismo sucede con las diferentes formas de ‘r’ o de ‘d’.
b) Como segunda, debe respetarse la omisión de grafías y no restituirse: ‘a’ y no ‘ha’,
‘setiembre’ y no ‘septiembre’. c) Como tercera, se respeta la escritura de la palabra: por
ejemplo, no se pone ‘m’ antes de ‘p’ o ‘b’: ‘tienpo’.
Con respecto a la vibrante se propone transcribir la ‘r’ de ‘arpa’ como ‘rr’, se respeta el uso
de ‘R’ mayúscula, se conserva los usos de ‘r’ simple y doble ‘rr’ según el manuscrito.
En cuanto a ‘l’ y ‘ll’ se conserva el uso empleado en el documento.
En lo que se refiere a las labiales se conserva la angular ‘v’ y la redondeada ‘u’, según como
se utilizan en el documento. Se respeta también el uso de ‘b’ y ‘v’. Cuando hay confusión
entre la ‘b’ y la ‘v’ y no se puede diferenciar el trazo, se utiliza la grafía ‘b’, como consonante
y la ‘v’ cuando su valor sea vocálico, pero se advierte la confusión en la presentación del
documento.
Se debe respetar el uso de ‘j’ larga con valor vocálico y consonántico, igual que las grafías
‘i’ e ‘y’ con dichos valores.
Las digrafías ‘th’, ‘ph’, ‘ll’, ‘rh’, ‘ch’, ‘ps’, se respetan por tener una connotación tradicional,
lo mismo que las geminadas ‘bb’ o ‘cc’ como ‘sabbado’ o ‘peccados’. Se mantienen dobles
las ‘ss’, ‘ff’, ‘tt’ y ‘nn’ en cualquier posición.
La representación de la nasal palatal ‘n’ o ‘ñ’ debe representarse como ‘ñ’.
La ‘h’ superflua se mantendrá y la omitida no se repondrá: ‘hera’, ‘onbre’.
El uso de ‘qu’ ante ‘a’ se respeta: ‘quanto’ o ‘qualquier’.
En lo que respecta a las grafías de las sibilantes se debe tomar en cuenta lo siguiente:
Se debe respetar el uso de la sigma ‘σ’, incluso en posición final (si no se puede distinguir de
la redonda en esta posición, se prefiere la última y se debe advertir en la cabecera -
características del documento-), ya que su presencia puede encubrir tanto el uso de ‘z’ como
de la doble ‘ss’ y ‘s’. Además se hace distinción de sigma mayúscula o minúscula en los
casos que se presentan ambos signos.
Se debe transcribir la ‘z’ copetuda, parecida a un Ƽ, por la misma razón que el anterior caso.
2.2. La secuencia elemento gramatical más elemento léxico: ‘defuera’, ‘lacasa’, ‘conrrazon’,
‘dixole’, ‘yosoy’.
2.4. Además deben mantenerse separados casos como: ‘de mora’, ‘en tonación’.
Abreviaturas
Uno de los mayores problemas que se tiene en la transcripción de un texto es el de las
abreviaturas. El origen de la problemática radica en que se registran diferentes tipos de
abreviatura: en los que se suprime las letras finales (apócope), los que suprimen letras
interiores (síncopa); abreviaturas en las que aparecen linetas o bucles, abreviaturas en las que
aparecen letras voladas, abreviaturas por contracción llamadas de nómina sacra, y signos
propiamente logográficos en los que no se puede apreciar la letra o letras que lo forman. La
solución que se da a la transcripción de las grafías es como sigue:
Se conserva el apóstrofo cuando aparece: n’ro (nuestro), Ob’po (obispo), ygl’a (iglesia), d’ho
(dicho), q’ (que), q’l (qual). Lo mismo sucede con los bucles que se grafican por medio del
apóstrofo: ca’ (carta) o t’po (tiempo).
Si en las anteriores abreviaturas no hay ningún señalamiento se transcriben tal y como
aparecen: nro, obpo, dho, tpo.
Los casos de letras con lineta cruzada ‘p’, ‘s’ y ‘v’ (cuyo significado es er, or, ar), se
transcriben como p’, s’ o v’ (aunque el trazo de la lineta no sea homogéneo): p’ (por o pro),
v’ (ver) y s’ (ser).
En los casos en los que las abreviaturas contienen letras voladas, éstas se bajan. Por ejemplo:
pos se transcribiría como pos (pesos). Cuando se registra un bucle y una palabra volada se
resuelve igual y se marca con apóstrofo. Por ejemplo: q’l quedaría como q’l (cual).
El signo para ‘en’ se transcribe como ẽ y el signo para ‘con’ se transcribe como cõ.
Las vocales que no aparecen pero que forman parte del ductus se restituyen sin más (sobre
todo la ‘e’).
Las ormas de tratamiento se conservan como tales: v. md., v.sa., vras.mrds., vra. ala.
Las abreviaturas de nómina sacra se conservan en cursiva: Xpo, Ihu
Mención especial merecen los logogramas. Consideramos logogramas aquellas abreviaturas
que debido a la evolución de la escritura es difícil identificar las letras que las forman, de ahí
que no se pueda respetar su escritura. Son las únicas formas que desatamos y que por lo
mismo se señalan mediante cursivas.
Latinismos
Estas formas se marcan con cursiva: In dei nomine.
Otros casos
Los signos espurios desaparecen.
Estructura
Se respetará, en lo posible, la estructura orgánica del documento.
El lugar que ocupan los sellos, marcas, así como dibujos se especifican entre paréntesis
angulares <sello>, <dibujo>.
Cuando una palabra es ilegible se deberá escribir entre paréntesis angulares <ilegible>, lo
mismo si hay una mancha <mancha>.
Si la trascripción es dudosa se debe marcar con un signo de interrogación ‘?’.
Con respecto a las correcciones o errores marcados por el amanuense, se debe señalar la
forma errónea entre los signos ‘> <’: ‘y este denunciante >les digo< rogó a Pero’. Cuando el
escribano tacha y rectifica, se debe escribir la forma correcta entre los signos ‘< >’: ‘Taca
<te> cle’; también se debe escribir entre los signos ‘< >’ las añadiduras que haga el
amanuense.
Se utiliza paréntesis angulares para restituir palabras o letras en documentos que se
encuentran incompletos; por ejemplo: governa<dor>. La restitución se hará apegándose a las
formas empleadas en el documento, por ejemplo: canta<uan>.
Las rúbricas y firmas se transcriben en lo posible.
b) Presentación crítica
Este tipo de trabajo facilita las investigaciones sintácticas, léxicas y semánticas. Los
parámetros señalados para esta trascripción tienen como objetivo facilitar la lectura del
investigador o estudiante que no se encuentre familiarizado con la escritura de la época, de
ahí que nos inclinemos por presentar una versión más o menos modernizada. Nos hemos
decantado, al igual que lo hace Sánchez-Prieto, por una propuesta equilibrada entre “la
historia de la escritura y la denotación fonética de las grafías” (1998: 105). Después de
comprender los textos en sus diferentes niveles, hemos escogido aquella información que nos
ha parecido pertinente en cuanto a que pueda ser interpretada como fenómeno dialectal, de
registro o de época. De ahí que se respeten las vacilaciones vocálicas, los trueques de
sibilantes, los grupos consonánticos, y no el uso de ‘rr’ en posición inicial (se edita real y no
rreal) o el uso de ‘b’ en posición implosiva en lugar de ‘u’ (se edita ‘ciudad’ por ‘cibdad’).
Los lineamientos generales que se utilizan son los siguientes:
Como primera regla debe considerarse la letra y no su forma; es decir, si una ‘u’ parece ‘n’
se pone ‘u’ y no ‘n’: ‘autor’ y no ‘antor’.
Como segunda regla debe respetarse la omisión de grafías y no restituirse: ‘a’ y no ‘ha’,
‘setiembre’ y no ‘septiembre’.
1. Cuestiones puntuales
Se unifica los diferentes tipos de ese (σ, б, ∫) en ‘s’.
Se debe respetar los usos de ‘ss’ en posición intervocálica.
Se debe respetar los usos ‘c’, ‘z’ o ‘s’ (dezir, hasienda, esperança).
La ce con cedilla se conserva, ‘ç’, cuando se encuentra ante ‘a’, ‘o’ y ‘u’. Ante ‘e’ e ‘i’, se
transcribe como ‘c’.
Se debe regularizar los diferentes tipos de ‘r’ en ‘r’ (el uso de ‘r’ simple y ‘rr’ debe ser el
actual).
En cuanto ‘i’, ‘j’ e ‘y’ se deben transcribir de acuerdo con su uso actual.
Se debe transcribir ‘u’ y ‘v’ de acuerdo con la época actual.
Se restituye la nasal en vocal nasalizada: ‘ã’ = ‘an’ y no se pone la nasal con cursiva.
La nasal palatal siempre se escribe como ‘ñ’.
Las digrafías ‘th’, ‘ph’, ‘ll’, ‘rh’, ‘ch’, ‘ps’, no se respetan y se transcriben según la norma
moderna (t, f, l, r, c, s): ‘tesorero’ por ‘thesorero’. Lo anterior no se lleva a cabo si las digrafías
se registran en nombres propios: ‘Phelipe’. Las geminadas como en ‘sabbado’ y ‘peccados’
se reducen: ‘sábado’ y ‘pecados’.
En cuanto a los grupos cultos se transcriben como se registran en el documento: ‘dotor’,
‘destruición’.
Se debe regularizar el uso de mayúsculas y minúsculas de acuerdo con el uso actual. Sólo se
mantiene el uso de mayúsculas cuando pueden indicar un modo particular de ver el mundo:
‘Castellanos’, ‘Cielo’. Se escriben con mayúsculas los sobrenombres: Reina Católica, Virgen
María, Ihesu Christo Nuestro Salvador.
Se debe acentuar y puntuar de acuerdo con el uso actual.
Las palabras con ‘quo’ o ‘qua’, como ‘qual’ deben trascribirse como ‘cual’.
Se debe desatar las abreviaturas de acuerdo con el uso actual. Los casos que necesiten
restitución se hacen sin más: p’a = para, q’ = que, q’l= cual, d’ho= dicho.
2. Formas de tratamiento.
2.1 Las formas de tratamiento se desatan, se marcan con cursiva y la primera letra debe
aparecer en mayúscula: v. al. = Vuestra Alteza.
2.2 Por la diversa interpretación que puede tener la abreviatura de vuestra merced, ésta no se
desata y se marca con cursiva: v.m.
2.3 Las abreviaturas de nómina sacra se desatan y se escriben con cursivas de la siguiente
manera: Xpoval = Christóval, Xpo= Christo, Ihu= Ihesu.
2.4 Lo mismo sucede con los nombres propios y apellidos: Jon = Juan.
2.5 Los latinismos se marcan con cursiva.
4. Otros casos
4.1 Cuando una palabra es ilegible se deberá escribir entre paréntesis angulares <ilegible>,
lo mismo si hay una mancha <mancha>.
4.2 Si la trascripción es dudosa se debe marcar con un signo de interrogación ‘?’.
4.3 Con respecto a las correcciones o errores marcados por el amanuense, se debe escribir la
forma correcta entre los signos ‘< >’: ‘Taca<te> cle’.
4.4 Las palabras o letras restituidas deben aparecer entre paréntesis angulares (salvo las que
son abreviaturas, que se encuentran en el ductus o la ‘n’ que proviene de vocal + nasal), pero
su forma debe seguir los usos del documento: canta<van>.
4.5 El final de cada renglón se marca con una línea diagonal y el número del renglón en
superíndice: /1.
4.6 Los renglones aparte se señalan con dos diagonales ‘//3’ y el final con ‘///4’ y con los
números respectivos en superíndice.
4.7 Se señala con guion la palabra incompleta que aparece al final del renglón: in-/1dios; no
se dan espacios. Se coloca en superíndice el número que corresponde al reglón: in-/1dios.
Las rúbricas y firmas se transcriben en lo posible.
Lo mismo sucede con la ‘z’ copetuda, que dada su forma puede parecerse a una ‘s’, sin
embargo, debe interpretarse como ‘z’.
Lo anterior también es válido para la eszet ‘ß’ que puede interpretarse como una ‘z’, pero
que corresponde a una ese geminada, ‘ss’.
Archivo de la Universidad de Texas en Austin, EU
(Benson Latin America Collection- García Icazbalceta, 1536)
19
Estos apéndices fueron realizados por Maribel Rosa Delgado García, Mauro Alberto Mendoza Posadas,
Idanely Mora Peralta y Citlali Yetlanezi Reyes García.
Los manuscritos presentan diversos tipos de letra: cortesana, humanística o procesal, en la
mayoría de ellos con mezcla de tipos. Es importante señalar la presencia de sigmas
(doσjentoσ), eszet (proçeßo), o zetas copetudas (de5ir) que pueden llevar a la falsa
interpretación de datos fonológicos. La prolongación de una tradición con respecto al uso de
‘v’ o ‘u’ puede interpretarse falsamente como betacismo en casos como los imperfectos
cantaua o en palabras como gouernador o cauallo. Además se registran casos como cibdad,
baptismo, escripto o maior que corresponden a una tradición escrituraria y que no tienen
repercusión fonológica. Tampoco tienen representación fonológica los casos de ‘g’ escritos
sin ‘u’ como sige, en los que hay indicaciones de un deficiente manejo del código escrito.
ASPECTOS GRÁFICO/FONOLÓGICO
El material es rico en este nivel, se ha registrado el seseo, por ejemplo en sercamos, desena,
marsellita, desia, haser, veses. También documentamos el empleo de ‘c’ en lugar de ‘s’ como
en çaca (saca) o çoy (soy); o de ‘z’ por ‘s’ como en quazi o auzente. Algunos documentos
presentan ‘x’ en lugar de ‘j’ o ‘g’: imaxinar, mexor, también de ‘j’ por ‘x’: dijo. Metátesis
como en grabiel o en cobraldos. Refuerzo velar en palabras con ‘ue’ inicial: güerta o en
topónimos indígenas guexutla (Huexutla). Equivalencias acústicas como en agüelo.
Nasalizaciones: muncho. Confusión de líquidas: caldelas, portugar. En lo que respecta a los
grupos consonánticos se registran reducciones disinio, inorancia, dotor, esaminen, dotrina;
vocalizaciones: destruicion; cambios: acebtó, fagtor, acsuelta. También se pueden observar
pérdidas de consonantes interiores en peote o de la ‘d’ intervocálica en ‘ni e sido presa ni
castiga’. Pérdidas de ‘s’ final en a Dio (a Dios). Y la presencia de aspiraciones como en
juyendo (huyendo). Entre los fenómenos vocálicos que se registran están las vacilaciones:
misiricordia, recibistis, disir, diminucion, obidiencia, unrra, ducientos, mochacho; las
monoptongaciones: desisey y las diptongaciones tesoreyro.
ASPECTOS MORFOSINTÁCTICOS
Este nivel fue dividido en datos morfológicos y datos sintácticos. En cuanto a la
morfofonología se registra terná o casos como veredes. Además de la asimilación en
infinitivos: dalle, estalle, rogalles. Es interesante la abundancia de la forma avemos en lugar
de hemos. En cuanto a la morfología se cuenta con ejemplos de diminutivos en –illo, -ico y
en -ito como: ropilla, graciosico, malita; además del sufijo -udo en linajudo. Se registran
compuestos como apaniaguados. En lo que se refiere a la morfosintaxis se puede advertir lo
siguiente: el artículo ‘el’ en palabras femeninas como el espada, el artillería, que es una
prolongación desde la Edad Media. Los artículos ‘el’ y ‘un’ delante de nombres propios: el
Miguel de Ybarra, con un Antonio Nieto, criada de un Juan de la Serna. También es
interesante el uso de vuestra merced, su merced y vuesa merced. El empleo de vos con el
valor etimológico de segunda de plural: esta mi cédula para vos (virrey, presidentes y
oidores). El uso de vuestro (a) para la segunda persona del singular: (Señora mía) Yo llegué
al puerto de Sonsonate con disinio de curar a vuestro hijo. El uso del clítico os: Muchas
cartas os he escrito. El empleo de artículo + posesivo + sustantivo: la nuestra Audiencia o
en la su corte. Redundancia en la posesión: para que sean suyos dellas, a su ruego de ella,
su merced del dicho señor governador. Se registran casos de leísmo como: le mató,
prendiéndole y destrerrándole, y de loísmo: los daban guera. El relativo ‘cual’ se utiliza
algunas veces como adjetivo: el cual dicho mi testamento, los cuales alimentos. La forma
‘an’ en lugar de ‘en’ cuando el sustantivo es femenino: an casa. El empleo de la preposición
‘dende’: dende que llegaron. Diferente empleo de algunas preposiciones del que tienen
actualmente: mantas para en que duerman, trabajan de buscar .Abundan los gerundios: le
hizieron muchas vexaciones, prendiéndole y desterrandolo; os quiero avisar yo, dándome
Dios salud, entrando el año, si Dios fuese servido, aviendo platicado sobrello cerca del
remedio. También se registran muchos casos con participio absoluto: llegado que fue luego
estuvo bueno. Se registra formas con ser + participio
como es venido.
NIVEL LÉXICO-SEMÁNTICO
Con respecto al léxico hay dos puntos a destacar: a) la presencia de un gran número de
indigenismos incorporados totalmente a la vida cotidiana, algunos pocos con explicaciones;
y b) el registro de un gran número de arabismos, aun cuando en la península Ibérica se señale
la pérdida de ellos (cf. Dworkin, 2004).
Entre los indigenismos que hemos registrado se encuentran: canoa, cacique, maíz, guayabas
o mameyes procedentes de las Antillas. Del náhuatl: chili, quilites, çapotes, chicoçapotes,
aguacates, cuamochiles, cuacamotes, xacales, guaupil (huipil), temazcal, quequexquitl.20
También se registra sangley del tagalo.
En lo que respecta a los arabismos se cuenta con: alberca, alhóndiga, admoxarifasgos,
alcaldes, arrobas, arrabales, alcaparras, aceitunas, cafre, tamarindo, canfora (alcanfor),
algalia, menjuí (benjuí), adibe, acequias, ataraçanas, etc.
También se encuentran voces de Canarias como tacha, lusismos como chamacera,
leonesismos como enembrar o galicismos como pabellón.
La diversidad de manuscritos proporciona gran variedad de léxico. Podemos señalar como
es de suponer una serie de palabras o frases relacionadas con lo jurídico como: Otrosi, y luego
incontinente, requisitoria, fianças llanas y abonadas, provança, otorgante, requirimiento; o
con lo religioso como: herética pravedad y apostasía, no está condenado, ni estatuado, ni
reconciliado por ereje, onrras de enterrorio. Además vocablos de la vida cotidiana. Por
ejemplo, en cuanto a la alimentación: almedras, pescado cecial, sardinas, aceitunas,
alcaparras, bizcochos, roscuelos, higos, nuez, avellanas, marquesotes o mazapanes, para los
indígenas: maíz, frisoles, chilis, calabazas y tortillas. En lo referente al vestido: paños de
manos, jubones, sombrero, borzeguís, calçones. Para muebles, utensilios u objetos, y armas:
xabón, escrivanía de asiento, repostería, libros escritos en latín y romance, sillas estradiotas,
ballestas, pólvora, lanzas.
También se encuentran palabras con diferente significado al actual como adereçado,
alcançado o regalar, o arabismos como alberca o cafre; y expresiones y palabras que
perduran en el español de México: plática, recio, aguacero, henojo o haziendo uno la barba
al otro. Por último se registra el término ladino empleado tanto para indígenas (indio ladino)
como para el cafre (cafre ladino).
20
De estos dos últimos indigenismos se dan explicaciones: temazcal ‘que es como un baño donde sudan’, y
quequesquitl una yerba ‘que no le halla el nombre en lengua castellana’.
de Gante, fray Bartolomé de las Casas, fray Alonso de la Veracruz, fray Pedro de Noriega,
fray Francisco del Toral) conquistadores (Hernán Cortés, Nuño de Guzmán, Francisco de
Montejo, Vázquez de Coronado) y colonizadores con diferente origen dialectal. Además de
un grupo importante de escritos realizados por indígenas (nahuas, otomíes, purépechas,
mixtecas), algunos de ellos escritos desde Madrid, a los que pueden agregarse los de criollos,
mestizos y mulatos. Hay que sumar a todos ellos los textos de la península Ibérica que
pertenecen a escribientes cultos y semicultos. Sobresalen entre ellos los escritos de Santa
Teresa, las cédulas reales (alguna sobre la Universidad de México) y un buen número de
cartas personales, además de la carta escrita por Cristóbal Colón a su hijo Diego. Por su
importancia no pueden dejarse de lado los escritos realizados por mujeres del viejo y del
nuevo continente.