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FANTASIA ORIGINARIA,
FANTASIA DE LOS ORlGENES,
ORIGEN DE LA FANTAS lA
por
gedisa
l'ltulo del original en francés:
1:r1utt1.t!IU! or1ginoire..fon1asu1e <fes origures, origines du /anta:une
' I~> ll3chette, Paris. 1985
l mpr••O e n Argentina
l~rntcd in Argentina
"Lleg¡¡ba yo al anochecer" . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1S
Ur..................................... SJ
Un escenario con múltiples entradas. . . . . . . . . . . 65
ti
también en el ritmo del escrito: por momentos avanza·
mos paso a paso y otras veces condensamos excesiva-
mcn te. Al efectuar, sólo que a nuesrro modo, un "retor·
no a Freud", indicábamos nuestra negativa a emprender
un viaje de ida, sin regreso, hacia Lacan. Pe ro al mismo
tiempo, hasta cierto punto nos frenaba la preocupación
por establecer una continuidad entre Freud y él.
La fecha de este texto está marcada también por el
hecho de que fue escrito siguiendo las huellas del Voca-
b11laire de la psyclranalyse, en ese entonce11 a punto de
quedar terminado. Sin duda es lícito considerar que, al
igual que esta obra, pertenece al género de la exégesis,
siempre que por ésta se entienda permitir que el propio
pensamiento sea fecundado por otro t an soberano como
enigmático y no explotar un caudal de ideas ajenas, vol·
viendo a analizarlas.
El descubrimiento de un tesoro implica uri período
de deslumbramiento, previo al del inv·entario y, después,
al de la inevitable dilapidación. Recordemos que la rique-
za del tesoro freudiano no era sospechada siquiera por
aquellos que entonces se contentaban con percibir sus
utilidades, cuando no con delegar en un único Otro la
función de enunciar su Verdad.
Era preciso ante todo revivir conceptos totalmente
olvidados (olvidados desde el momen10 en que los aban-
donaran los freudianos y hasta el mismo Freud), como
los de apuntalamiento o de fantasía• originaria. Había
12
que volver a dar todo su valor fundacional, cuando no
trascendental, a conceptos que hablan quedado vulgari-
zados. como autoerotismo, o desacreditados e incompren·
didos, como seducción.
Pero pronto la tarea se hito más ardua. en la medi-
da en que era preciso conciliar dos necesidades: no íal·
sear ni esq uematizar el pensamiento de Freud, y por el
contrario tratar de restituirle las exigencias, las represio-
nes. los re tomas, las ambigüedades, quizá las "ingenuida·
des" (la hipótesis filogenética ... ); y, por otra parte, llevar
adelante el intento de delinear, entre los conceptos'redes-
cubicrtos. una configura ción m:lsexpllcita, más cohere n·
te y estimulante.
Es asf que e l lector - al igual que nosotros mismos
a l rckcrcstc t exto- dcscubnr4 una variedad de estratos·
una necesaria y saludable arqueología de los con·
ceptos, que prete nde ser a la vez fiel y crHica;
un intento de interpretar la problemática de lo
originario. en la que sigue siendo pe rceptible una c ierta
inspiración estructuralista. a pesar de que ésta ha sido
nc¡;;ula.
- finalmente, el inicio de nuevos desarrollos que
después analizará más libremente cada uno de los auto·
res. afirmando su propia posición en el contexto de la
experiencia cuyos limites y direcciones Fueron marcados
por Fr~ud .
Al menos hemos aceptado e l riesgo de reabrir y des-
p lcgu r e n e l campo "sexual" de l psicoanálisis la cuestión
"infantil" de los orígenes. Esta cuestión. a la que el co·
13
noc1m1ento positivo no reconoce carta de ciudadanía, no
deJa de acicatear, sin embargo, al pensamiento; el del
psicoanahs1a y el del l'ilósofo, que aqul in1enl3remos
conciliar.
Releído hoy, cuando vuelve a aparecer sin modifi-
caciones (sólo se agregaron títulos a los capítulos, se in-
corporaron ciertas notas al texto y se precisaron las refe-
rencias), el ensayo conserva para nosotros el valor de un
índice: un dedo que señala la cosa, gesto que se prolon-
ga en un camino que necesariamente debe tener rodeos.
indicación de un enigma y no de su solución.
«Llegaba yo al anochecer»
El psicoanálisis utiliza desde sus orígenes el material
de las fantasías. Ya en el caso de Anna O. , Breuer no pa·
rece hacer más que inmiscuirse en el mundo de las pro·
duccioncs imaginarias de la paciente, en su "teatro priva-
do", para permitir una catarsi.s mediante la verbalización
y la expresión emocional. "Llegaba yo al anochecer - di·
ce Breuer- al momento en que la sabía inmersa en su
estado de hipnosis. y la liberaba de todas la> fantasias
acumuladas desde mi última visita".' Al leer la historia
de este caso. llama la atención comprobar que Breuer, a
diferencia de Freud , se preocupa poco por descubrir los
17
lo'mrnh" 1<•.1lr11fntc Y1~1Jo~quc podrían ~-st:1r en la base
•Ir lo\ •11e11<1> J1umo' l ·n el hecho considerado descnca·
.¡, nunll' de la ncurosl~, hay ya un elemento nnagmano,
1111J aluclnadón que provoca el trauma. Entre la fantasía
~ IJ esci<ión de la conciencia que lleva a la formación de
un nilcleo psíquico inconsc1en1c, exis1e una relación cir·
,ular la fnntasla se hace trauml111ca cuando l1cne lugar
mlllc lu base de un es1>ccial estado ca lificado de "hipnoí·
1lr". pero recíprocamente, por el terror y la ~1deración
•1ue causa, la misma fanlasía conmbuye a ere.u ese c•ta·
do de base. hay "aulohipnosis".
Si Breuer se ubica en el mundo imaginario y 1ra1u
de disminuir su poder pa16geno sin recurrir a una refe·
rencia extrínseca, ¡;no hacen lo mismo en su prác11ca
(lerlos anali•tas contemporáneos, en es¡J<!c1al aquellos
•1ue siguen a Melanie Klein? 0.-sJc el principio se ha ce n
explícitos y se verbali1an (en eslc momento sin.d uda por
el analista) los dramas imaginarios que subyacen al male·
nal verbal o ges1ual aportado por el pacien1c duranle la
\esión:' in1royección y proyección de las fanrnsías del
pecho o del pene, inlrusiones, luchas o compromisos en·
tre objetos buenos y malos, ele. El progreso del tra1a-
m1cn10, si en definitiva lleva a una mejor adaptación a la
realidad, no es frulo de un proceso correctivo. cualqu1e·
raque este sea, sino de una dialéctica ~n la cual las fon·
rnslas "se integran" a medida que salen a la luz ; en últi-
IR
ma ms1anc1a. la introyecc16n estable del objeto bueno
(no menos imaginario que e l malo) permite que se fu>io-
nen los instintos en un equilibrao basado en la prccm1
nencia de la libido sobre el instinto de muerte.
1C)
to "malo", para nosotros, deben ir encerrados entre co-
millas,• aunque toda la evolución del sujeto esté conte·
nida dentro de esas comillas.
¿Y Freud? Veremos a lo largo de estas páginas toda
la ambigüedad de su concepción y cómo, ante cada giro
de su pensamiento, encuentra abierta otra vía. Pero si
tomamos la formulación más oflcíalmente consagrada de
su doctrina, el mundo de las fantasías parece situarse en·
teramente en el marco de la oposición entre lo subjetivo
y lo objetivo, entre un mundo interno que tiende a la
satisfacción por Ja ilusión y un mundo externo que poco
a poco, por medio del sistema perceptivo, impone al su·
jeto el principio de realidad. El inconsciente aparece en·
!onces como el heredero del que en un principio fue el
único mundo· del sujeto, en el que sólo regía el principio
de placer. El mundo de las fantasfas es como las "reser·
vas naturales" que crean las naciones civilizadas para
perpetuar en ellas el estado natural. "Con la introduc·
ción del principio de realidad , una modalidad de activi·
dad del pensamiento se escinde; permanece independien·
te de la prueba de realidad y sometida únicamente al
principio de placer. Es lo que se denomina "creación de
fantasías.''> Para los procesos inconscientes, "la pmeba
fantasía, de los objetos reales en los cuales se ba~n". Mclanic Kkln. Enta·
yos d~ psiCOQntilis;s. f>urís. Pa)'Ot. 196 7. piig. 31 l . ·
s S. Freud: •formulations sur les deux principes du coun de$ ¿,·én~
mcnls psychique1"1 191 t, Resuhados, ideas, problemas, PUF. págs. 138--
139 IHay versión castellana: Los dos pn·n~ipios del su~de.r pstquko en
Oh111Compltta1, vol. JI, píg. 49S, Buenos Aires, Paidós.)
20
de realidad no « válida; la realidad de pensamiento es
equiparada a luealidadextema,eldeseo a su realiución ,
al hecho".• Debido a la ausencia del "patrón de reali·
dad" en el inconsciente, éste puede quedar reducido o
un ser menor, a un estado menos diferen ciado.
En la plictica psicoanalítica, la insuficiencia del
caudal conceptual hace sentir sus efectos inevitablemcn·
te. Innumerables modalidades técnicas., apoyándose en
la oposición entre lo imaginario y lo real, se proponen
en definitiva lograr la integración del principio de placer
con el principio de realidad, proceso en el cual se supone
que el neurótico se detiene a mitad de camino. Por su·
puesto, no es válido hacer intervenir a las " realidades"
exteriores al tratamiento mismo, ya que el material debe
ser analiz.ado en la relación del paciente con el analista,
es decir "en el contexto de la transferencia". Pero si no
ponemos cuidado, en toda interpretación transferenc1al,
por ejemplo "usted se comporta conmigo como si...",
está sobreentendido "y usted sabe que no soy en reali·
dad como usted cree".
Afortunadameme la ttcnica nos dispensa de pro·
nunciar ese malhadado sobreentendido.• La regla analí-
ltca, más rigurosamente, es comprender como epoclui,
suspendiendo de manera absoluta todo juicio de reali-
dad . ¿No significa esto ponerse en un plano de igualdad
:! 1
con el inconsciente, que no conoce el juicio de rcahdad?
Un paciente que dice ser huo adoptivo, relata fantasías
en las que a l buscar a su verdadera m adre, se entera de
que ésta es una mujer de la vida que se hizo prostituta .
i.No reconocemos en este relato el tema común de ta
"novela familiar" que tan bien urde un hijo no adoptivo?
En la reducción fcnomenológ1ca , la diferenciación sólo
tendría cabida para consider.ar que el apoyo que en el pa·
ciente encuen tra , por CJemplo, en documentos que testa·
fican su adopción, es una di'fc11so por la realidad. Suspen·
der la referencia a la realidad se convierte en un "es
usted quien lo dice'', que en últama instancia implica "to-
do es sub¡ellvo".
--,,
al igual que éste, an1e la opción real-imaginario, enfren-
ta un doble riesgo: que el interés por el análisis se desva-
nezca si desde el primer momento le dice al analizado que
todo el materia.! que aporta son sólo imaginaciones (Ein-
bi/dungen), o que se reproche más tarde por haberlo es-
timulado a tomar las fantasías por realidades.• Propone
entonces como solución recurrir al concepto de "reali-
dad psíquica", dim ensión nueva a la que el analizado no
tiene acceso en un principio. ¿Pero qué significa realidad
psíquica? ¿Cómo la entiende Freud?
Muy a menudo no es o tra cosa que la realidad de
nuestros pensamientos, de nuestro mundo personal. una
realidad lan válida como la del mundo material y cuya
eficacia es decisiva en cuanto a los fenómenos neuróti-
cos. Si se trata de oponer la realidad de los fenómenos
psicológicos a la " realidad material" ,• la "realidad de
pensamiento" a la "realidad externa",'º es lícito decir
que nos movemos en lo imaginario, en lo subjetivo: pero
lo subjetivo es nuestro objeto. El objeto de la psicología
es tan válido como el de las ciencias de la naturaleza. ¿Y
el término mismo realidad psíquica no indica acaso que
Freud sólo puede otorgar la jerarquía de objeto a los fe-
nómenos psíquicos por referencia a la rea lidad material ,
al afirmar que "también éstos poseen una suerte de rea-
23
lidad"?" La suspensión del juicio de realidad, en ausen·
cia de una nueva categoría, nos hace oscilar nuevamente
en la "realidad" de lo subjetivo puro.
Sin embargo... Cuando introduce el concepto de
realidad psíquica en las últimas líneas de la inierprera·
ci6n de los slieños, donde está resumida toda su tesis (el
suefto no es una fanrasmagorfa sino un texto a descifrar),
Freud no la define como codo lo subjetivo, como el cam·
po psicológioo, sino como un núcleo heterogéneo dentro
de ese campo, resistente, auténticamente "real" sólo por
oposición a la mayoría de los fenómenos psíquicos: "¿De·
bemos reconocer una realidad a los deseos inconscientes?
No lo sé. Ciertamen te no la poseen todos los pensamien-
tos transicionales o de relación. Cuando nos encontra·
mos frente a los deseos inconscientes en su expresión úl-
tima y más verdadera , nos vemos fonados a admitir que
la realidad psíquica es una particular forma de existencia
que no puede ser confundida con la realidad material"."
Existen por lo tanto tres tipos de fenómenos (o, en
un sentido más amplio, de realidades): la realidad mate·
rial, la realidad de los "pensamientos de relación" o de
24
lo p51col6gico y la realidad del deseo i11conscien1e y de
su "expresión más verdadera" (la fantasía).
No basla designar esla "realidad" psíquica, nueva
categoría permanenlemenle encubierta en Freud, como
lo "simbólico" o lo "estru ctural". Sí Freud la encuentra
y vuelve a perderla, no se debe sólo a la carencia de una
herramienta conceprual: su relación - a su vez estructu·
ral- con lo real y con lo imaginario da origen a toda la
dificuhad y la ambigüedad con que se presenta en el do-
minio central de la fanrasía.
25
«t-1e dejado de creer
en mi neurótica»
El período 1895- 1899, durante el cual tiene lugar
el descubrimiento del psicoanálisis, es significativo asi-
mismo tanto por la ambigua luclu que se produce como
por la manera demasiado simple en que se ha escrito su
historia.
Sí se Ice, por ejemplo, la introducción de Ernest
Kris a Naíssance de la Psych/Jnalyu, • la evolución de los
puntos de V1Sta de Freud adquiere un sentido perfecta-
mente claro: los hechos - Y· en primer lugar su autoaná-
lisis- lo forzaron a abandonar sus primeras concepciones.
La escena de seducción por el adullo, que hasta enton-
ces Freud había considerado el prototipo del trauma
psíquíco, no es un hecho real sino una fantasía, a su vez
29
producto y fachada que encubre manifestaciones espon·
táneas de la actividad sexual infantil. Asl lo atestiguó
Freud al escribir su propia historia. "Si bien es cierto
que los histéricos relacionan sus síntomas con traumas
ficticios, el hecho nuevo es que fantasean esas escenas;
por lo tanto es preciso tener en cuenta, junto con la rea·
lidad práctica, un realidad psíquica. No tardamos en des-
cubrir que esas fantasías servían para disimular la activi-
dad autoerólic~ de los primeros años de la infancia, em-
belleciéndola y llevándola a un nivel más elevado. En ton·
ces, detrás de esas fantasías, surgfa en toda su magnitud
la vida sexual del niño.'" Freud reconoce su "error": ha-
bía atribuido al "afuera" algo que era obra del "aden-
tro"'.
31
xual".> En cuanto a la segunda escena, que tiene lugar
desputs do la pubertad, es, si cabe decirlo así, aun me-
nos traumática que la primera. No violenta, en aparien·
cía anodina, sólo tiene el efecto de evocar retroactiva-
mente el primer hecho en función de ciertos rasgos aso-
ciativos. Es entonces el recuerdo de la primera escena lo
que desencadena la escalada de excitación sexual, que
sorprende al "yo" (moi) y lo deja inerme, sin poder uti-
lizar las defensas normalmente dirigidas hacia el "afuera",
poniendo así en acción una defensa patológica o "proce-
so primario póstumo": la represión del recuerdo.
Si nos retrotraemos a concepciones de las que a pri-
mera vista se puede pensar que sólo ofrecen un interés
histórico, en la medida en que parecen presuponer un
nino inocente, sin sexualidad, encaminado al encuentro
de una experiencia indudablemente ulterior, no lo hace-
mos sólo para jalonar las etapas de un descubrimiento.
Este esquema explicativo, que Freud llamó proton
pseudos, conserva en nuestra opinión un valor ejemplar
en cuanto a la significación de la sexualidad humana,
por la dificultad misma que ímphca pensarlo. En efecto,
pone en juego dos premisas fundamentales. Por una par-
te, en el primer tiempo, la sexualidad irrumpe literal-
mente desde afuera y penetra en un "mundo de la infan-
cia" presumiblemente inocente, donde queda enquistado
como un hecho no elaborado, sin provocar reacción de
• ' L4 N•IJS11n« d• lo p1yclt.,..lyu, C111a 30, PUF, pq. 113. (H>y ..,.
t1°n (111t~Ha.n1 · Lo1 onit~s lhl p~lflls, en Obro1 Compl,1•.1, vol 111.
11•1 8S, Bueno• A11es. Ptldós.J
defensa alguna; el hecho en sí no es patógeno. Por otra
parte, en el segundo tiempo, cuando con la pubertad se
activa el fenómeno fisiológico de la sexualidad, surge el
displacer cuyo origen se sitúa en el recuerdo del hecho
primero, hecho del afuera 1ransfonnado en hecho de
adentro, "cuerpo extrai\o" interno que ~ta vet irrumpe
desde lo más íntimo del sujeto.
• S. Frcud. f'tudrs ''" lliysttrl<. 1 98~. PUF, p4~•· 3-t. (Hiy vmlón
castclUna E1rudJo sobte Ja hiJl<rM tn
But-n()( Aun. PJ1dós )
º"'•' Co'"~''" vol. l. pág lS.
.n
de acuerdo con la teoría de la seducci6n, cabe decir que
el lrauma en su totalidad proviene a la vez del cxierior y
del interior. Del exterior, porque la sexualídad le Uega al
sujeto desde ti otro,• del interior, porque emana del
aporte ex temo internalizado o, como con tanto acierto se
lo ha descrito, de esa " remíniscencia" que sufren los his-
téricos y en la que bien se puede reconocer a la fantasía .
Solución atrayente pero que puede perder validez
tan pronto como se desplace el sentido hacía uno de dos
términos: lo externo hacia el hecho y lo interno hacia lo
endógeno y biológico.
Tratemos, por el conlrario, de interpretar del mejor
modo posible la teorra de la seducci6n, rescatando lo
que tiene de más profundo. Se trata de la primera y úni-
ca tentativa de Freud por establecer una relación intrín-
seca entre represión y sexualidad.' Para él, esta relaci6n
nace no de un "conlenido", sino de las caracleríslicas
temporales de la sexualidad humana, que la convierten
en el campo privilegiado de una dialéctica entre el exce-
so y el defecto de excitación, entre un hecho demasiado
temprano y demasiado tardío: "Se presenta aquí la posi-
dtl prlncipil> dtl p i.~ en Obru ccmpltb5, •ol 1, PÓ&- 1 097. e Inhibición.
llntotf'W y #1tplM en°""' Compl~tu. •ol 1, r4. ll, Buencn Auu, Pa.t-
di>s)
6 .. La hí.stcrla par«c ser más bien el result11do de la ptl""ct$tón del n·
ductOf', Lo hereditario partee set la teducción por el pad.Jt " Carta 2S, en
u / \ " - t dt t. hydu1nolyr.. ob. cit.. pÓp 158-1 S9.
1 .. teud nunca dejó de sosicoer cita relación (vé.ue Abrígt dt p1ycho·
nolyu. 1938. PUF. p.á¡s. SS·S7). 1Hav versión CHl<Uana Compt11dlo dtl
PSJC.,....IUll tn Obms Comp/<lfs. •ol UJ. pá¡ 392. Boenos Au~.. l'aídó..I
.14
bilidad única de comprobar cómo un recuerdo produce
un efecto mucho más poderoso que et hecho en sí:'• De
ahí la división del trauma en dos tiempos; et trauma psl-
quico sólo es concebible como proveniente de un "ya
ahf", rtminiscencia de la primera escena.
~Cómo concebir ahora la formación del ya ahl1
¿Cómo la primera escena, "sexual pre-sexua.I'', adquirió
significación para el sujeto? Desde una perspectiva que
tiende a reducir lo temporal a lo cronológico, habrfa que
remontarse en una regresión sin fin, en la que cada esce·
na adquiere valor sexual sólo por la evocación de otra
anterior, sin la cual no habría significado nada para el
sujeto, o bien detenerse arbitrariamente en una "prime-
ra" escena, sin importar toque ~sta tenga de mconcebible.
La idea de un mundo infantil inocente es una ilu·
sión según la cual ta sexuaLidad es introducida desde el
exterior por un adulto perverso. Ilusión, o más bien
milo, como lo demuestran sus propias contradicciones.
Exige concebir al mismo tiempo un nino anterior al liem·
po, un "salvaje bueno", y una sexualidad ya presente,
por lo menos intrínsecamente, para que pueda ser des-
pertada. Exige conciliar la ,irrupción de un afuera en un
adentro, con la idea que de antes de ta irrupción no exis-
tía ningún adentro ; la pasividad de una significación sim-
plemente endosada , con el mínimo de actividad impres-
cindible para que la experiencia pueda ser por lo menos
recibida; la indiferencia de la inocencia, con el displacer
que se supone que provoca la seducción. En resumen, es
1
" Dt•í1 K", en la Nail.Jantt d~ la Pryclwnolyu. ob. cit.
JS
preciso concebir un sujeto anterior al sujeto, que recibe
su ser, su ser sexual, desde un exterior previo a la dife-
renciación interno-externo.
Cuando cuarenta allos más tarde Ferenczi retomó
la teoría de la seducción, le dio una importancia similar.'
Sus fonnulaciones son sin duda menos rigurosas que las
de Freud, pero tienen el mérito de completar el mito
con dos elementos esenciales: más allá de los hechos y
por mediación de éstos, hay un "lenguaje" nuevo, el de
la "pasión", introducido por el adulto en el "lenguaíe"
infantil de la "ternura". Por otra parte, el lenguaje de la
pasión es el del deseo, necesariamente signado por la
prohibición, la culpa y el odio; un lenguaje por el que
transita la sensación de aniquilamiento ligada al goce or-
gástico. La fantasía de la escena primaria con su carácter
de violencia, es testimonio de una verdadera introyec·
ción del erotismo adulto por el niño.
9
$, l·t'rt'n~i. ··confus1on de- langut' entre les adultcs et l'cnranl'', en
<Euwes Cotnpl.fttt, Ptyehonalyse 4. Pan's, Payot, pág'I. 125· J )S
16
durante las experiencias sexuales pueda ser el resul~do de
la intervención fonuita de ciertos factores de displacer(... ).
Pienso que en la vida sexual debe de haber una fuente inde-
pendiente que origina displacer. Si existe, esa fuente puede
estimular sensaciones de disgusto y otorgar fuerza a la mo-
ralidad." ("Manuscrito K" .)
37
hecho patógeno primero: ni siquiera en las psicosis más
profundas -aquellas en las que el inconsciente parece
más accesible- es posible dilucidar la esencia del enigma
Entre los argumentos teóricos, habría que generalizar
la perversión del padre, incluso más allá de los casos de
h1Steria, ya que en la instalación de tsta intervienen ade·
más otros factores. Por otra parte, y respecto de to que
nos interesa específicamente, "no existe en el incons-
ciente ninguna sellal de realidad , de manera que es impo-
sible diferenciar la verdad de ta ficción que ha recibido
una carga afectiva". Sellala entonces dos vías de solu·
ci6n: ver en las fantasfas infantiles sólo el efecto retro-
activo de una reconstrucción presumiblemente efectua·
da por el adulto (lo cual correspondería a la idea de
Jung del denominado Zurucksphantasieren, que Freud
recusa de entrada), o bien retomar la idea de una predis·
posición hereditaria. Esta segunda posibilidad -que
Freud confiesa haber "reprunido'· siempre - vuelve a
ganar terreno porque la búsqueda del acontecimiento
primero ha llegado a una impasse ; pero tambitn porque
en este momento de desaliento, Freud no logra percibir
lo que hay de positivo en la teorfa de la seducción, más
allá del realismo del hecho cronológicamente situable.
Como no es posible aprehender este acontecimiento,
rehabilita el otro término de la alternativa, lo constitu·
cional. Como lo real, en una de sus modalidades, está
ausente y resulta no ser más que "ficción", busca en
otra parte algo real que sirva de cimiento para esta fic·
ción.
Cuando los historiadores del psicoanálisis, retoman-
do el punto de vista oficial del propio Frcud, dicen que
38
la renuncia a la teorla de la seducción ante la evidencia
de los hechos, despejó el camino para el descubrimiento
de la sexualidad infantil, están simplificando una evolu·
ción que fue mucho más ambigua. Para un psicoanalista
contemporáneo, para Kris como para nosotros, la sexua-
Lidad infantil es inseparable del complejo de Edipo. Es
cierto también que paralelamente con el abandono de la
seducción, tres temas se hicieron preponderantes en la
correspondencia con Fliess: la sexualidad infantil, la fan-
tasía y el Edipo. La renuncia a las concepciones del trau-
ma real y de la escena de seducción, en la medida en que
fue efectiva,•• hizo lugar no al Edipo, sino a Ja dcscrip·
ción de una sexualidad infantil espontánea , de desarrollo
esencialmente endógeno. Estadios evolutivos, fijación
concebida como inhibición del desarrollo y regresión ge-
nética constituyen una de las perspectivas que ofrecen
los tres ensayos sobre Una teoría sexual, cuyo segundo
capítulo sobre "La sexualidad infantil" no h~ce men-
ción del Edipo o de la fantasía. Un artículo contemporá-
neo de la primera edición de Jos tres ensayos ilustra su
posición en aquel momento. Freud expone en él sus
"puntos de vista sobre el papel de Ja sexualidad en Ja
etiologla de las neurosis", sin decir una palabra sobre el
Edipo. El desarrollo sexual del niño aparece definido co-
mo endógeno y determinado por la constitución sexual:
"Al disminuir la importancia de las influencias circuns-
tanciales de la vida, iban a adquirir preeminencia los fao-
39
lores constitucionales y hereditarios, pero con la difercn-
cui de que reemplacé la predisposición neuropática por
la 'constitución sexual' ". 11
Se podr!a objetar que también en 1897, precisa-
mente cuando abandona la teorla de la seducción, Freud
des.cubre en su autoanálisis el complejo de Edipo. Hay
que tener en cuenta, sin embargo, que si bien Freud re.
conoció desde el primer momento la importancia del
Edipo, en el contexto de su obra, este tema quedó mar·
gin.ado durante unos veinte anos de las slntesis teóricas.
Por ejemplo, fue separado en un capltulo aparte sobre la
elección objeta! en la pubertad {Una teoría sexual) o
sobre "los suenos Hpicos" (La Interpretación de los sue-
ños). En nuestra opinión, el descubrimiento del Edipo
en 1897 no fue la causa del abandono de la teoría de la
seducción ni ocupó el lugar que aquella dejara vacante.
Parece más acertado decir que, entrevisto ya de manera
rudimentaria en la teoría de la seducción, estuvo en peli-
gro de perderse junto con ésta, en favor de un realismo
biológico.
Por otra parte, el propio Frcud reconoce, aunque
mh tarde, los aspectos positivos y anticipatorios de la
seducción: "Ahí descubrí por primera vez el complejo
de Edipo", o "Descubrí que los slntomas histéricos se
originaban no en hechos reales sino en fantasías. Sólo más
tarde me di cuenta de que la fantasfa de seducción por
40
el padre era en la mujer la expresión del complejo de
Edipo". 12
Durante algún tiempo , fue como si abandonando la
idea, presente en la teoría de la seducción, de un "cucr·
po extraflo" que introduce en el sujeto la marca de la se-
xualidad humana, mientras por otra parte descubría que
la pulsión sexual no espera a la pubertad para entrar en
actividad, Freud no lograra articular el Edipo con la se-
xualidad infantil. Si ésta existe, como lo demuestran de
manera irrecusable la observación y la clínica, sólo pue-
de ser concebida como realidad biológica, en tanto que
la fantas(a no es más que la expresión secundaria de esta
realidad. La escena en la que el sujeto se describe seduci-
do por un compallero mayor que él, es en verdad sólo
un doble enmascaramiento: una fantasía pura se lrans-
fonna en recuerdo real, y una actividad sexual espontá-
nea en pasividad.u Ya nosejustifica entonces reconocer
a la fantasía un.a realidad psfquica, en el sentido rigu'roso
que Freud da a veces a la expresión, porque se ha trasla-
dado toda la realidad a una sexualidad endógena. de la
41
cual las fantasías serían solo una derivación puramente
imaginaria.
Hay algo que se pierde con el abandono de la teo-
ría de la seducción: en la conjunción y el juego temporal
de las dos "escenas" se inscribía una estructura presub-
jetiva, al mismo tiempo más allá del hecho específico y
de la imaginería interna Limitado por una serie de alter-
nativas teóricas, sujeto-objeto, factores constituciona-
les- hecho,. interno-externo, imaginario-real, durante
un tiempo Freud se ve llevado a valorizar los primeros
términos de estos "pares de opuestos".
Llegamos entonces a la siguiente paradoja: en el
momento mismo del descubrimiento del objeto psicoana-
lítico por excelencia, la fantasía, éste corre el riesgo de
perder su propia esencia en favor de una realidad endó-
gena, la sexualidad, enfrentada a su vez con una realidad
externa que impone prohfüiciones y normas, obligándo-
la al disimulo. Se conserva la fantasía -en el sentido de
producción imaginaria- pero se pierde la estructura. A la
inversa, con Ja teorla de la seducción, tenemos si no la
tesis, por lo menos la intuición de la estructura (la seduc-
ción aparecla como una dotación casi universal, en todo
caso más allá ¡lel hecho y, por decirlo asl, de sus prota-
gonistas), pero los factores de la elaboración de la fanta-
s!a se ignoran o, por lo menos, son subestimados.
42
«Leo obras de prehistoria»
Afirmar que la evolución del pensamiento freudia-
no alrededor de 189,7 se limitó a pasar de una concep-
ción del sin toma como producto de determinantes histó-
ricos, a una teorla en última instancia biológica, resuml-
ble en la secuencia causal constitución sexual->fantasla...
síntoma, delataría una visión demasiado parcial. Freud
adopta plenamente esta teoría sólo cuando se ve Uevado
a exponer de manera sistem4tica sus "puntos de vista"
etiológicos. Si se deseara seguír paso a paso la historia del
pensamiento freudiano, tarea que no nos proponemos
emprender aqul, habría que distinguir, dentro de este
periodo central, por lo menos otras dos corrientes.
Una emana de la nueva concepción de la fantasía ,
que surge a partir de 1896: la fantasla no es sólo material
a analizar, independientemente de que se presente de en-
trada como ficción (en un suefto diurno) o que sea nece-
sario demostrar que es una construcción no obstante las
apariencias en contrario(como en el recuerdo - pantalla).
La fantasía es también un resultado del análisis, un tér-
mino o contenido latente oculto detrás del síntoma y
que debe ser sacado a la luz. De símbolo mnémlco del
trauma, el síntoma pasa a ser escenificación de fantasías
(por ejemplo, detrás del síntoma de agorafobia, podría
haber una fantasía de prostitución, de ser "una mujer de
la vida").
Freud comienza a explorar el campo de estas fanta-
sías, inventariándolas y describiendo sus formas más tí-
picas. En la intersección de dos perspectivas opuestas,
aquellas que la enfocan como material manifiesto y co-
mo contenido latente respectivamente, la fantasía ad-
quiere la consistencia de un objeto, el objeto específico
del psicoanálisis. De ahf en más el análisis se detiene en
la fantasía como "realidad psíquica", para investigar sus
variantes y, sobre todo, sus procesos y estructura. Entre
1897 y l 906 aparecen todas las grandes obras que estu-
dian los mecanismos del inconsciente, es decir las trans-
formaciones (en el sentido que este término adquiere en
geometría) de la fantasía : la interpretación de los sue-
ríos. Psicopatologta de la vida cotidiana y El chiste y su
relación con lo inconsciente.
Pero desde el primer momen10 se advierte en la
marcha de la investigación de Freud y en el tratamiento
psicoanalltico la tercera corriente que mencionamos an·
les: una tendencia a remontarse hasta el origen y la base
del síntoma y de la organización neurótica del individuo.
Aunque la fantasía se presente como un dominio auló-
nomo. consistente y susceptible de investigación, cont i-
núa en pie el interrogante sobre su propio origen, no s6·
lo el de su estructura, sino también el de su contenido y
sus detalles más concretos. En este sentido nada ha cam-
biado y la práctica de Freud sigue estando basada en una
indagación cronológica que se remonta hasta los elemen-
tos primeros, reales y verificables.
En relación con uno de sus pacientes, escribe en
1899: "'Profundamente oculta debajo de todas las fanta-
sías, descubrimos una escena que data de las épocas más
tempranas (antes de los veintidós meses); esta escena sa-
tisface todas nuestras exigencias y en ella desembocan
todos los enigmas aún no resueltos".' Poco después, el
siguiente pasaje testimonia la decisión imperiosa de llevar
adelante la investigacíón, incluso recurriendo a terceros
si fuera necesario, para verificar la exactitud de la inda-
gación: "Por la noche leo obras de prehistoria sin propó-
sitos de trabajo( ... ).' En E., la segunda escena verdadera
vuelve a la superficie; yo podrfa recurrir incluso a la her-
mana mayor del paciente para que la confirme objetiva-
mente. En un tercer plano, aparece además algo larga-
mente sospechado".>
Freud llama Urszenen (escenas "originales" o "pri-
marias") a estas escenas verdaderas de los orígenes. Co-
mo se sabe, este término quedará reservado después para
47
la observación del coito parental supuestamente presen·
c1.1do por ti ntllo. En "Historia de una neurosis infanttl"
(1918), espcclficamente en la discusión de las relaciones
entre el sueno patógeno y la escena primaria en la que
aquél se basa, el primer esbozo del resumen clfnioo, U·
cnto "poco dcspuh de finalizado el tntam1ento, en el
invierno de 1914-19 IS". llama la atención por la apasio-
nada convicción que impulsa a íreud, como detective
que sigue obstinadamente una pista, a establecer la reali·
dad de b •~ce~. reconstruyfodola en sus menores dcta·
Ues ¿El hecho de que esta preocupación se manifieste
tanto tiempo después de haber "abandonado" la teorla
de la seducción, no demuestra acaso que Frcud nunca se
resignó a conaderar que estas "escenas" son vcclus1vo·
mente creaciones 1maginanas' Detenido en una impasse
respecto de b escena de seducct6n, el mterropnte resur·
ge veinte anos despu~s en términos idénticos en relación
con el coito parent1I presenciado por el llombre de los
lobos. El descubnm1ento de 11 sexualidad infantil no h1·
zo rcnunc11r a Freud al esquema en que se basó la teorfl
de la seducción. En lodo momento postula el mismo
proceso de efecto "rccroactivo". Vuelven a estar presen-
tes los dos hechos (en este caso la escena y el sueno), se
par.idos en la secuen<:ta temporal El primero permantcc
incomprendido y como aislado en el interior del su¡eto,
para dcspu~s reaparecer en la elaboración del segundo
tiempo. El hecho de que el esquema se escalone en los
pnmeros aflos de la infancia, en nada cambia lo cscnc11l
de modelo teórico.
411
no del a posteriori y el mecanismo psicótico de forclus/611
postulado por Lacan: aquello a lo cual le fue vedado el ac·
ceso a lo simbólico (Jo "forcluido") reaparece en la realid~d
(como alucinación). Esta no·simboli2ación es precisamente
el primer tiempo descrito por Freud. Como Lacan y Freud
se sirven del caso del Hombre de los lobos para ilustrar sus
teorías, cabe preguntarse si Lacan consideró específicamente
psicótico algo que en verdad es un proceso muy general, o si
Freud tomó la excepción por la regla, basando su demostra·
ción en un caso comprobado de psicosis.
De hecho, la demostración de Freud se ve facilitada por
la muy probable realidad de la escena primaria en el caso
del Hombre de los lobos. Pero es licito pensar que la falta de
elaboración subjetiva o de simbolización no es patrimonio
de una escena realmente vivida. Ese •·cuerpo extraño"' que
va a quedar "a.islado" en el interior. es más generalmente
producto del deseo parental y de la fantasía que lo sustenta.
que de la percepción de una escena. En un caso típicamente
neurótico, en un ºprimer tiempo" (tiempo no situable por
estar fragmentado en la serie de momentos de pasaje al au·
toerotismo; véase más adelante, páginas 77 y siguientes), al-
go "simbólico presimb6Uco" (para utilizar el t~rmino de
Freud) queda aislado dentro del sujeto; en un segundo
tiempo, será retomado a nosteriori, "simbolizaJo" por el
sujeto. En la psicosis, en el primer tiempo se iinpone un
elemento real no elaborado , evidentemente no simbolizado
por el sujeto, pero que además opone un núcleo irreductible
a todo intento ulterior de simbolización. De ahí la ruptura
e incluso el caráC1er catastrófico del segundo tiempo en la
psicosis.
Desde esta perspectiva se podría intentar precisar la dífe·
renciación entre la represión (primaria) y el mecanismo psi·
cótico que Freud se esforzó por discriminar a lo largo de
4?
toda su obra (en especial al llamarlo Vtrle11gnu111. ncgacion)
y que Lacan denominó forclusión. ·
4 Uri:tM 'I UrplumtoJft llc'flft el mlJmo prtfijo, l/r, que e•IÍ prc\Cn1t
t1mbié:n en otro• tirm1nos frc:udllnM. en especW U1vtrclr•n.png. liabrÍa•
mos detado poder uaduci:rto tn todos los ca1os como oriflnal, pero "es('e
na pumaria•• es una upresi6n con•grad1 en psicotn.i.Ua1. No1 pregunt•·
mot •no sería prtferible hablar de ..fant11ía1 prtmarl1t .. o ""rC"Presión prt-
maría"" FJ término ••pnmano"' tiene el lnconvcnienie de va.lonz.ar en cxcie-
tc> tl s.lanúicado arca.co de fJr, conno1ando algo fr1.1suo o inacabado. un
w:r mtnot l·n el térmtno ..original .., co c..mbK>, eiú presente esa conJUl't·
tión amt.pa que intenta tra.o.smrtir el ci1ulo de n1.1estro en,ayo
~o
damento a la fantasía; es preciso buscarlo en algo que
trasciende a la vez a la vivencia individual y a Jo imaai
nado.
También para nosotros. sólo a posteríor i se revela
todo el sentjdo del giro del pensamiento freudiano en
1897. En apariencia nada ha cambiado: continúa la mlS-
ma búsqueda de una realidad aut~nticamente primige-
nia, reaparece el mismo esquema de una dialéctica en ire
dos hechos históricos sucesivos, Freud se siente igual-
mente decepcionado -como si nada le hubiera ensenado
la experiencia anterior- ante lo inasible del hecho últi·
mo, de la "escena". Pero paralelamente, merced a lo que
llamamos la segunda comen1e, el inconsciente se revel3
como un campo estructurado, susceptable de ser recons-
truido porque es en sí mismo ordenamiento, descompo-
sición y recomposición de elementos según ciertas leyes,
lo cual permite que la búsqueda del origen tenga lugar
en una dimensión nueva.
En el concepto de fantasía original• se conjugan lo
que cabe definir como el deseo de Freud de descubrir el
fundamento del hecho (que si a fucrw de sucesivas re·
fracciones y descomposiciones se desvaneciera en la his·
toria del sujeto, obligará a que la búsqueda se remonte
aun más lejos) y la necesidad de dar a la estrucru.ra de
la fantasía misma un fundamento que esté más allá del
hecho.
s Al h1bl1r de conctpto, st nos pod.ua reprochlll que pitcamos por ,,.
ceso. S.n duda. la "fantaiáa ong:inal .. no forma parte del clásico caud~I co11
cepturaJ del pWcoanilists. Con este térmlno, Freud cvha aproximaise dlte\
umenlc 1 una prablomític• predsa. cuyo 1tnrtdo tratamos de restablfm
1:.1 término tiene sobre todo valor de lndlcocl6n )'como cal requiere netr~11
riamtn1c lntcrpre.ttción.
s1
Ur
Las fantasías originales constituyen "ese tesoro de
fan1aslas inconscienles que el análisis puede descubrir en
iodos los neuróticos y quizás en todas las criaturas hu·
manas".' Estas palabras sugieren por si solas que no es
sólo su frccu~ncia, ni siquiera su carácter general lo que
caracteriza a las fantasías originales. Si "una y otra vez
surgen las mismas fantasías, con el mismo contenido'',>
55
s1 más allá de b dr.ersidad de las tonstruccioncs 1nd1v1-
dualcs, hay fantasías que son "tlpicu",> es porque el
pnmum move11s no es lu historia circunstancíal del suje-
to. por el contrario, hcne que haber un esquema previo
capaz de funcionar como "organizador"
Para Frcud, sólo hay un modo de dar cuen1a de es-
te antecedente la explicación filogenélica "Es posible
que todas las fantasías que hoy escuchamos en el 1rúlists
(... l hayan sido antano. en las ~pocas on¡inalcs del atne-
ro humano, realidad" (lo que fue real1CJad de hecho se
tran<J'orrnaria en realuiad psiqu"a) "y que al crear fan-
tasfas, el nil\o no haga más que llenar, con la ayuda de
Ja verdad preh1~tórica, la~ la¡¡unas de la verdad indiv1·
dual"• Una ve1 mb Frcud postula una ~ahdad detrh
de las elaboraciones fantJsmahos. pero una realidad es-
tructurada y autónoma respecto de los SUJetos y de la
que éstos dependen de manera absolul1 M:ls aún, admi-
te b poSJbtlidad de que enue el "esquema" y las viven-
cias 1nd1vtdualcs exist1 una d1s.:ordanc11 capaz de cond1-
c1onar el conílicto psíquico.•
Ls esa "realidad" que da cuenta del ¡u ego 1ma¡;ina-
rio y le unponc su ley, partee c~tar pref1j?urado el "or·
den s1mbóhco", t;il como lo definen Lévi-Strauss y lacan.
•'""""""'°"',.
1
ps:f"MMI>"· oh Cll. - HO
'C'\lando loi htchos no w 1¡usian al c;.quem1 lwTcdJtano. "'rttn ul\I
tnt1furm1etOG en la fanusi'a { . )_ l'• prcL1Ymrnte tn etos e.esos donde
destacando su disposición y eficacia en el campo de la
etnología y del psicoanálisis respectivamente. Estas cscc·
nas referidas a la prehistoria del hombre, cuya trama in-
tenta revelar Torem y tabú, atribuidas al hombre o ri111·
nario (/Jrmensch) o padre ongmano (Urvater), son invo-
cadas por Freud no tanto para situar una realidad que no
puede aprehender en el nivel de la historia individual,
como para lim itar lo imaginario, que al no ser capaz de
contener e n sí mismo su principio de organización, no
puede const iluir el ''núcleo del inconsciente".
Mds allá de la fachada seudocientífica del enfoque
filogenéiico, es preciso tener en cuenta que Freud invo-
ca las huellas mnémicas hereditarias porque necesita pos-
tular la existencia de una organización significante ante·
rior a la eficacia del hecho y a la t otalidad del significado.
En esa prehistoria mítica de la especie se basa la concep·
ción de la necesaria exis1encia de una preestructura inac·
ces1ble al suJe lo, más ali:! de su poder y de su iniciativa,
ajena a su "pócima" inlerior ( tan rica en ingredientes
como quieran imaginarlo nuestras hechiceras de hoy).
Pero frcud queda literalmcnlc alrapado en su propia
57
conceptualización. En efecto, en esa falsa sfntesis que es
~I pasado de la especie humana perpetuado en esquemas
transmitidos por herencia, reaparece la oposición que
trató en vano de superar, entre el hecho y la dotación
constitucional.
Reconocida esta circunstancia, no debemos apresu-
ramos, sin embargo, a reemplazar la explicación liloge·
nética por una interpretación de Upo eslructuralista. In-
dependiente de la historia del sujeto pero al mismo tiem·
po incluida en la historía, discurso y vínculo simbólico
pero impregnado de lo imaginario, estructura pero con
arreglo a elementos contingentes, la fantasía original es
ante todo fantasía, y como tal posee ciertas característi-
cas que difícilmente permiten asimilarla con un esquema
trascendental, aunque de ella dependa que la experiencia
sea posible.
• Tr°'t t-1~• "'' "1 tlt'°1W dt 14 uxu•l1tl, 190$. (;1U.n.ud-, PÍIJ. 116~
117, no11 12 l 111)' werUOn CU1tbna T'rtt '""'Y"',.,.,, UM ttora. uxu.I
en Ob,.1CoM.pltto1. vol. l. p'a. 171, 8utnot Alttt, 1~1ldós.I
1 ·communic1Uon d\in caJ dt par1no11 en c:ontrldJCbon a11tc t.
d.cotlt P•)ch.1A1Jyoqu1" ob. ctt
s•1
so de una paciente paranoica que manifiesta haber sido
espiada y fotografiada cuando se encontraba en Ja cama
con su amante; en tales circunstancias habría escuchado
un "ligero ruido", el disparo de la cámara fotográfica .
Para Freud, detrás de este delirio está la escena primaria:
el ruido es el que ocasionan los padres y que despierta al
hijo; es también el ruido que éste teme hacer porque de-
lataría que está atisbando. ¿Qué papel desempeí'la en la
fantasía? En un sentido - dice Freud - no es más que
una "provocación", una causa ocasional; se limitaría s6·
lo a "movilizar la t lpica fantasía de estar al acecho, que
forma parte del complejo parental". Sin embargo, ense·
guida se rectifica: "Dudo que en verdad corresponda ca·
lificar de 'accidental' a este ruido ( ... ). Por el contrario,
es una parte esencial de la fantasía de estar atisbando."•
En efecto, el ruido al que alude la paciente• reproduce
en lo actual la señal de la escena primaria, el elemento a
partir del cual se pudo fraguar toda la elaboración de las
fantasías ulteriores. En otras palabras, el origen de la
fa11t0$Ía esrd in legrado en la estructura misma de la fan-
tasía original.
En los primeros bosquejos teóricos que le sugiere el
tema de las fantasías, Freud valoriza la importancia de
60
lo escuchado•• de un modo que puede intrigar a los lec
tores. Sin entrar a considerar selectivamente aquellos pn
sajes en los que F reud parece referirse de manera parH-
cular a las fantasías paranoicas, uno se pregunta el por·
qué del ¡ rivilegio que o torga a lo escuchado. Existen, en
nuestra opinión, dos mo tivos. Uno tiene que ver con el
registro se11soría/ en cuestión: cuando irrumpe lo escu-
chado, quiebra la continuidad de un campo perceptivo
indiferenciado, y al mismo tiempo es señal (el ruido es-
perado y percibido en la noche) que coloca al sujeto en
la posición de interpelado. En este sentido, el prototipo
del significante es sin duda lo escuchado, aunque tenga
equiva lentes en otros registros sensorial~s. El segundo
motivo al que Freud alude de manera explicita en el pa-
saje en cuestión, es que lo escuchado es también la histo-
ria o la leyenda de padres, abuelos y antepasados: el de-
cir o el ruido familiar, discurso enu nciado o tácito, ante-
rior al sujeto, al que éste debe llegar y en el que se debe
situar. El ligero ruido, o cualquier otro moderado ele-
menio se nsorial apto para funcionar como señal, adquie-
re valor en la medida e n que pueda serv ir retroactiva-
mente para invocar ~se "discurso".
Por su contenido mismo y por su temática (escena
primaria, castración, seducción), las fantasías originales
<• I
connotan también esta postulación retroactiva : se refie-
ren a los orlger1es. Como los mitos, pretenden brindar
una representación y una "solución·• a los que para el
mllo son enigmas fundamentales: dramatiz.an como mo-
mentos de apanc16n o como ongen de una historia. algo
que se presenta ante el SUJCto como una realidad de na-
turaleza tal que exige una explicación. una "teorla".
Como fantasías de los orígenes, en la escena prima-
ria lo representado es el origen del individuo, en las fan-
tasías de seducción. el origen o surgrnuento de la sexua-
lidad. en las fantas1as de castración, el origen de la dife-
renciación de los sexos. En su temática. aparece remar-
cada la condición de "ya ahí" de las fantaslas originales.
Convergencia del tema, de la estructura y, sin duda.
de la función, es decir en la señal que determina el cam-
po perceptivo, en el escenario construido y en la busque·
da modulada de los comienzos, en la escena de la fanta-
sía se presenta aquello que "da origen·· al su1cto mismo.
63
Un escenario
con múltiples entradas
Situada la fantasía en los más diversos niveles de la
experiencia psicoanal ítica, considerada dotación natural,
interpretada, reconstruida y postulada, era inevitable
que surgiera el difícil problema de establecer su posición
en el campo de la metapsicologia y, ante todo, su ubica-
ción tópica en el marco de la diferenciación de los siste-
mas inconsciente , preconscienté y consciente.
Ciertas corrientes psicoanalllicas contemporáneas•
intentaron solucionar el problema, trasladando a la teo-
ría la distinción que parece manifestarse en la práctica,
entre la fantasía tal como se plantea a la interpretación
67
y la fantasía que resulta de la labor interpretativa. Freud
parece cometer un error al desígnar con un mismo ter·
mino, Phantasie, dos realidades totalmente diferentes·
por una parte, la Phantasie inconsciente, "contcnído
primario de los procesos mentales 111conscientes", 1 y
por la otra las imaginaciones conscientes o subliminales,
cuyas expresiones típicas son las ensonaciones o suenos
diurnos. Estas ültimas no serían más que un contenido
manifiesto como otros, sin más afinidad con la Phantasle
inconsciente que los suenos, las conductas y todo aque·
Uo que de manera general llamamos "material" : al igual
que todo aporte manifiesto, serían susceptibles de ser
interpretadas como Phantas1e inconsciente. Para evitar
esta confusión, Susan lsaacs propuso una diferenciación
ortogr•fica, llamando fan1as1es "a las fantasías consc1en·
tes" del hpo de las ensonaciones, y phantasies a las "fan·
tasías inconscientes". ¿Constituye esto, como se ha sos·
tenido en ocasiones, un gran progreso, fruto de medio
siglo de psicoanálisis? Comparemos este "progreso" con
la Inspiración y la progresión del pensamiento freudiano.
En cuando a la inspiración , con su ob>tinada insis·
tencía en emplea1 el mismo término, Phantasie, hasta el
final de su obra, a pesar de no haber tardado en descu-
bnr que sus Phantas1en podían ser tanto inconscientes
como conscientes, Freud se propuso demostrar una ver·
dad profunda: "Las fantasías evidentemente con scientes
de los perversos que en circunstancias favorables se pue-
den transformar en conductas organizadas, los temores
6?
Las fantasías histéricas, que tienen ..relaciones importan-
tes con el determinismo de los síntomas neuróticos"
(¿no se trata de fantasías inconscientes?>. tienen como
"causa común y prototipo normal lo que conocemos
como suel\os diurnos de los jóvenes".• ¿Causa común?
En efecto, la misma rantasía consciente, al ser reprimi-
da, se vuelve patógena. Para Freud, es precisamente en la
íantas{a donde se puede observar en actividad el proceso
de pasaje de un sistema al otro, represión o retorno de lo
reprimido.• Es la misma esencia mixta, la misma "sangtt
mezclada" que cercana al 1 mite de lo inconsciente, pue-
de pasar hacia uno u 01ro lado, sobre todo en función
de una modificacíón de las cargas afectivas.' Quizá que-
pa objetar que Freud no habla de la fantasía inconscien-
te en su ntvel más profundo, que no se refiere a una
70
verdadera "fantasía" sino a una simple ensoi\ación subh
minal. Sin embargo, designa claramente como represión
al proceso que rechaza a la fantasfa, y la frontera que
menciona es sin duda la del inconsciente, en el senhdo
propio, tópico, del término.
Por su puesto, no negamos la existencia de diferc n·
tes njveles en las fantasías inconscientes, pero es de
haoer notar que cuando Freud estudia la metapsicologla
del sueno, observa la misma analogía entre las fantasías
inconscientes más profundas y los suenos diurnos: en el
trabajo onírico, la fantasía esté presente en los dos ex-
tremos del proceso. Por una parte, está ligada con el
deseo inconsciente úllimo, con el "capitalista" del sueno,
y como tal está en el origen del "camino tantas veces de-
sandado" que sigue la e1tcitaci6n a través de la sucesión
de sistemas psíquicos: " La primera parte (de ese cami-
no) va, de manera progresiva, desde las escenas o fanta·
sías inconscientes hasta el preconscicnte",• donde son
reclutados los " restos diurnos" o "pensamientos de tran·
sicíón ". Pero la fantasía está presente también en el
ocro excremo del sueno, es decir, en la elaboración se·
cundana, respecto de la cual Freud afirma que no form~
parte del trabajo onírico inconsciente, sino que debe ser
identificada con ''el trabajo del pensamiento de vigilia"
La elaboración seamdaria es un reacomodamiento a
posteriori que se con tinúa en las transformaciones que el
sujeto, una vez despierto, introduce en el relato del sue
ño. Consisten en esencia en recrear en el producto no
71
elaborado resultante de los mecanismos inconscientes
(desplazamiento, condensación, simbolización) un mini·
mo de orden y coherencia; en adosar a ese ágrcgado he·
teróclito una "fachada" o escenario que lo haga relativa-
mente coherente y continuo. En una palabra, se trata de
hacer que el sueno defini1ivo sea relativamente semejante
a un "sueño diurno".• La elaboración secundaria se vale
asimismo de escenarios ya existentes, que son las fanta-
sías o cnsoflaciones diurnas que el sujeto luvo en el
curso de la jornada que precedió al sueño.
¿No existe entonces una especial relación entre la
"phanrasy" que está en el centro mismo del sueño y la
"fanrasy" que lo hace aceptable para la conciencia? Es
natural que aJ descubrir que el sueflo es realización del
deseo inconsciente, Freud desvalorice todo aquello que
por estar cerca de la conciencia puede aparecer como
defensa, encubrimiento y, precisamente, elaboración
secundaria.•• Pero no tarda en considerar las cosas de
otro modo: "Sería engafloso no ver en la fachada del
suei\o más que la elaboración, basada toda ella en equf·
vocos y bastante arbitra.ria, que la instancia consciente
hace del contenido onírico ( ... ). Las fantasías de deseo
que el análisis descubre en los sue~os nocturnos resul·
72
tan ser repct1c1ones y modificaciones de escenas de I•
infancia; así, en más de un sueno, su fachada revcl•
inmediatamente su verdadero núcleo, que aparece di•
torsionado porque está mezclado con otro tipo de ma
teriaJ."11 Así, los dos extremos del sueflo y las dos mo
dalidades de fantas1a presentes en ellos parecen, s1 no
unirse, por lo menos comunicarse íntimamente y en
cierto modo simbolizarse rec!procamente.
Mencio naremos una progreJ1ó11 del pensamiento
de Freud en cuanto a la si1Uac1ón metapsicol6gica de la
fantasía. Esa progresión tiende sin duda a establecer una
diferenciación pero, como creemos haberlo demostrado,
si n dejar de lado el carácter homólogo de los diferente~
niveles fantasmáticos y, en especial, sin hacer coinc1d11
la principal línea de d1ferenciac1ón con la barrera tópica
(censura) que separa a los sistemas preconsciente y cons-
ciente de un lado e inconsciente del otro. La diferencia
se establece en el seno de lo inconsciente: " Las fantasías
mconsc1entcs fueron desde siempre inconscien tes y se
formaron en el inconscien te o bien, como ocurre en la
mayoría de los casos, fueron en el pasado fanta sía~
conscientes o sueños diurnos que después fueron olvida
7 ,l
dos intencionalmen te y llegaron a l inconsciente por ac-
ción de la 'represión'". 11 Esta distinción coincidirá poco
despues, en la terminología freudiana, con la que se es-
tablece entre las fan tasías originales y las que podemos
denominar secundarias, independientemente de que sean
o no inconscientes.u
No obstante esta diferenciación fundamen tal, el
común denominador que une a todas las fantasías es
su carácter mixto, que concilia, aunque en grados varia-
bles, lo estrncn1ral y lo imaginario. Es en este sentido
que para Freud el modelo de Ja fan tasía estará repr~sen·
tado siempre por la ensonación, esa especie de novela
folletinesca, al mismo tiempo estereotipada e infinita-
mente variable, que el sujeto urde y se narra a si mismo
en su vida de vigilia.
El sueño diurno es un juego de imágenes que se sir·
ve del variado material en bruto de la vivencia individual:
7~
restantes personajes, tiene una profunda afinidad estruc·
tural con las fantasías originales."
·•un padre seduce a una hija" sería la formulación
sucinta de la fantasía de seducción. En este caso, no es
la falta de organiiación lo que pone de manifiesto la pre·
sencia del proceso primario, sino la part icular caracte·
rística de la estructura: hay un escenario con múltiples
entradas, en el que nada indica que el sujeto encontrará
desde el primer momento su lugar en el término hijo ;
se podrfa ubicar asimismo en padre e incluso en seduce.
76
El tiempo "auto".
origen de la sexualidad
Cuando Frcud se pregunta si existe en el hombre
alglln equivalente del "insti.nto de los animales",• lo en·
cuentra no en las puls1ones (Trltbe) sino precisamente
en las fantaslas ong1nales.2 Seftalamiento valiosísimo,
ante todo porque ofrece una prueba indirecta de su re·
nuencia a postular una tesis biológica como solución al
problema de la fantasía : leJOS de ver en las pulsiones el
fundamento de la fantasía, hace depender la actividad
instintual de estructuras fantasmáticas previas. Valiosl6i·
ma también porque contribuye a situar ciertas concep-
ciones contemporáneas y, por último, porque induce u
1
"L lnoonsdent" en 1\lltap1ycho/ofie. Gallimud, pía. 109.
l ''Extra.it de l"hbtorie d'une ntYro• lnfantile'' (El hombfe de lo• lo
boJ), ea Oltq piyclttJMlyia, PUF, póa. 419.
71¡
plantear la cuestión del estrecho vínculo existente entre
fantasía y deseo, condensado en el término WU11sch-
plia111asie.
Susan lsaacs, por ejemplo, considera q ue las fanta-
sías inconscientes son "una actividad paralela a las pul-
siones de las cuales emanan", "expresión psíquica" de
una vivencia, determinada a su vez por el campo de fuer-
1as formado por la actividad de los instintos tanto hbi-
dinales como agresivos, y las defensas que éstos movili-
1an, por último, trata de establecer una J'ntima relación
entre las modalidades especificas que adopta la vida fan-
tasmática con las zonas del cuerpo que son asiento del
funcionam1cnto instíntual. A nuestro ¡u1cio, lsaacs pare-
ce ignorar una parte de IJ concepción freudiana del ins-
llnto y de la fantasía . En efecto. para ella la fantasfa no
es más que la transcnpc1ón imaginaria del objetivo pri-
mero de toda pulsión, que es un ob¡cto específico. El
"impulso ms1m1ual" es v1v1do neccsanam~nte como una
fantasía, que independientemente de su contenido (por
ejemp lo, en un lac tanle el deseo de mumar), se presen-
tará, una vez que pueda ser verbalizada,1 como una
110
''frase" compuesta por tres elementos: sujeto (yo), ver·
bo (tragar o bien morder o rechazar), y objeto (pecho,
madre).• Es sabido que para Jos kleinianos la pulsión es,
por principio y por naturaleza, relación ; pero Susan
1saacs demuestra que una fantasía de incorporación
como Ja que enuncia puede ser vivida en el sentido
opuesto, con la parte activa transformada en pasiva; más
aún, el temor de que la acción se vuelva sobre el sujeto
es parte de la fantasía misma. ¿Pero basta reconocer que
en la fantasía de incorporación, devorar y ser devorado
son equivalentes? En tanto persista la idea de un Jugar
fijo para el sujeto, aunque éste se pueda hacer pasivo,
cabe preguntarse si en verdad nos estamos refiriendo a la
estructura de la fantasía más fundamental.
Si la fantasía es para Susan lsaacs una manifesta·
ción inmediata de Ja pulsión, casi consustancial con ésta,
y en última instancia equiparable con el vínculo que une
aun sujeto con un objeto, mediante un verbo que conno-
ta una acción (a la manera de un deseo omnipotente), es
porque, según ella, lo que estruc tura la pulsión es una in·
lcncionalidad subjetiva, inseparable del objeto al cual
está dirigid a; la pulsión intuye, "conoce" al objeto que
ha de satisfacerla . Como la fantasía empieza por expre-
e.\tc1no). .,Aca\O l'n la audacii lécn1ca de Klein no csti irnpliciu1 una itre·
rcnc1a. no u la cxp1ts1ón cambitnl<' dé hl vida in~llnc u oJ, slno a c•~JlO!' ~igni·
nc-an1es íundamunta.lcs?
4 ObsérvenM: l<11s dlv~rsa, va1iantes formuladas p-Or SUsan lsnacs: "yo
deseo devor:ulo por completo... ··yo deseo con$ervarla dcnuo de mi'", '')•o
de!W!o deiped.a.iarla''. "yo deseo anojatla fuera de mí", ..yo deseo hacer que
... uelva". "y() necesito tenerla aho1a ... etcétera(ob. cit.,.pig. 81).
¡¡ 1
'lar pul'lones hbtdinales y destructivas pero puede pasar
nlpidamente a funcionar como defensa . toda la dinám1ra
in tema d~I su¡cto termina por mo..trar este único tipo de
or¡aninci6n. Coincidiendo por lo dem's con algunas
forrnulac1on~ frcudi:lnas. este enfoque que postula que
"'todo lo que es con<c1en1e tuvo un estadio preliminar
rnconscrcnte", y que "el yo (mor) es una parte diferen-
ciada del ello", lleva neceSolnamenlc a sostener que toda
operación mental tiene un doble subyacente que es una
fantasía, y que 6ta a su vc1 puede ser equiparada por
principio con la man1festac16n prrmana de un impulso
mstmtual Hay una conimutdad directa entre sujeto bio-
lógico. SUJcto de la fanlasfa, SUJCIO suual y sujeto hu-
mano, <cgün la secuencia wma-ello-fantasía (de deseo
o d< def<n~l •mecan1Smo )01<0. Rewlla d1f1ctl enton·
ces d1>•ernrr la accr6n de la repre.i6n. ya que la '"vidJ de
hntnla" aparece 1mpllcna m.1s que su¡e ta a la reprcsr6n.
y conllenc en si misma sus propios conílictos, por el
<Olo hecho de cocx1Stir en el p,1qu1smo fantasías de ten·
dcnc1as con1radic1orias. En efecto, hay una "profus16n"
fantasmlillca que no permite recuno.:cr el llpo parllcular
de e'tructun que Frcud se esfonó ¡lOrdefinir. m el vin-
culo. d1fk1I de precisar ~ro sdc,11vo, que estableció
entr< ÍJntasia y sexuahdad
112
ción de la etapa puberal y prepuberal,• como lo dcmuc•
tra, por ejemplo, la nota que agregó en 1920 a los "Tre~
ensayos".• Esta insistencia se debe quizás a la estrcchu
correlación que percibe entre la fantasía y el autoerolis·
mo, para dar cuenta de la cual no basta decir que éste
se disimula detrás de la fantasía.
¿Freud se limita entonces a hacer suya la idea gene·
ralizada de que en ausencia de objetos reales, el sujeto se
procura una satisfacción imaginaria?
¿No avaló el propio Freud esta concepción cuando
trató de formular un modelo teórico de la constitución
del deseo, su objeto y su finalidad? 7 Para él, Ja fantasía
tiene su origen en la satisfacción alucinatoria del deseo:
así, en ausencia del objeto real, el lactante revive como
alucinación la experiencia de salisfacción original. En
este sentido, las fantasías más fundamentales son las des-
tinadas a recuperar los objetos alucinatorios asociados
1 '.'El primer d•l•O ( ~nichtn) paree< babtr sido unt fügá alU<malo·
ti.a del recuerdo de la sathíacción." (l ~·nrerprttotf:on des réves, PUF. p;ig
SO~)
83
con l3S m's tempranas vivencias de surgimiento y resolu·
ción del deseo.•
Pero antes de definir aquello de lo cual intenta dar
cuenta la ficción (Fiktion) de Freud, debemos establecer
qué ~ntido tiene ésta, ya que rara vez es formulada en
detalle y por el contrario aparccesiemprecomosupuesto
previo en la concepción freudiana del proceso primario.
Podrfa ser un mito de origen · en efecto, lo que Freud
trata de aprehender, al darle una representación figurad~,
es el momento mismo del surgimiento del deseo. Esta·
mos frente a una "construcción", o una fantasía, anall·
lica destinada a señalar el momento en que el antes y el
después ~ escinden, un momento que sin embargo los
con llene aún al uno y al otro, momento mítico de sepa-
84
ración entre el aplacamiento de la necesidad (Befrlttll·
gu11g) y Ja realización del deseo (Wunscherfullw1g), cn1rc
los tiempos de la experiencia real y de su revivencia alu-
cinaloria, entre el objeto que gratifica y el signo• en t i
que están inscriptos a la vez el objeto y su ausencia,
mo mento m ítico de desdoblamiento del hambre y la se-
xualidad en un punto de origen ...
Si seducidos nosotros mismos por Ja fantasía de los
orígenes, pretendiéramos establecer ahora el momento
en que emerge la fantasía, ubicándonos esta vei en el
cu rso real de la histo ria del niilo (perspectiva que ado pta
e l segu ndo capítulo de los Tres ensayos), Jo asociaría·
mos con la aparición del au1ocro11smo. Es el momento
en que, del universo de las necesidades, se desprenden
funciones "de importancia vilal", con sus objetivos e
instrumentos asegurados y sus objetos preconstituidos, n1>
como placer derivado de la realización de una función,
cualquiera que ésta sea , o d~ una disminución de la ten-
sión qué provoca la necesidad, sino como producto mar·
ginal, o lo que Freud llama la "prima de placer".
Pero hablar de aparición del autoerotismo, aun te-
niendo en cuenta la s reservas que impiden considerarlo
una etapa del desarrollo libidinal y reconociendo su per·
manencia y su presencia en todo comportamiento sexual
adulto, implicaría el riesgo de perder de vista el sentido
mismo del concepto y lo que puede aclarar acerca de la
función y la estructura de la fantasía.
116
su advenimiento los objetos dejen de estar prcscn1 <• 1·11
la büsqueda de satisfacción, sino únicamente porc1111• M·
produce una escisión en el modo natural de aprehcmll'I
al objeto. La pulsión sexual se separa de las funciom·~ no
sexuales (por ejemplo, la alimentaria), que le sirven d1•
apuntalamiento (Aulehmmg)" y le indican su flnafülatl
y su obje to.
El "origen" del autoerotismo serla entonces el mo-
mento - más abstracto que precisable en el tiempo, ya
que se renueva constantemente e implica necesariamente
la preexistencia de una excitación erótica para que éstn
pueda ser buscada como tal - en que la sexuaLidad se se·
para de todo objeto natural, queda librada a la fantaSÍJ
y por lo mismo instituida como sexualídad. Pero también
se puede plantear, a la inversa. que la irrupción de la fan·
tasia provoca la separación entre la sexualidad y la ncce·
sidad." Relación causal circular o nacimiento simultá·
neo, lo cierto es que por lejos que nos remontemos, am·
bas tienen su origen en un mismo punto.
La satisfacción auLoerótica, en la m1edida en que es
observabl~ como fenómeno autónomo, se define por
una clara caracteris tica distintiva : producto de la activ1-
confunde la íotm3.c10n d1:l objeto hbidinJl <'On la de los objetos del nlUndo
ex terno)' ptttcndc -:sflblcc-er ta1; c1apas de d1!$<ttrollo del yo r;omo "ó,,..
no de la realidad", con) 1deri ndo l~s odem:is corrcl:>uv 3S de las libidlr'lalci.
11 l:.n otro lugar (VocolH,bJve de lu ptychanalyte. París. PUt-. L967)
desarrollam os ~:. te con,cpto. que es fundami:n1al en la teoría f1tudiilna dt"
los 1nst1nto~ .
IJ En una de sus pritne:ras con~dcraeioncs acere.a de la fantasía, froud
obitrva que loslmpuls~ bu:n pQdria.n emanar de las fantatía.s (Draft N.).
87
dad anárquica de puls1ones parci3les, estrechamente aso-
ciada con la excitación de z.onas erógenas específicas (la
excitación surge y se aplaca localmente), no es placer
funcional global, sino placer fragmentario, placer estric-
tamente localizado en el órgano en cuestión (Organlusr).
Es bien sabido que la erogenicidad está ligada con zo-
nas corporales "predestinadas" (en la succión, por e¡cm-
plo, Ja tona oral est~ destinada a adquirir significación eró-
gena hasta por su mi~ma fisiologfa), pero se puede hacer
exiensiva a cualquier órgano (incluso interno), en cual-
quier parte del cuerpo y cualquiera que sea Ja función
que descmpena. En todos los casos, la función sólo sirve
de apoyo; as!. la ingestión de a limen tos. por ejemplo, sirve
de modelo para Ja fantasía de mcorporac1ón. Aunque mo-
delada sobre la base de la función, la sexualidad se dcfi·
ne enieramcnte por su diferenciación de la función. En
este sentido, su prototipo no es la succión sino el chupe-
teo, el momento en que el objeto externo es abandona-
do, en que la finalidad y la fuente se independizan del ali-
mento y del sistema digestivo. El ideal del autoerolismo.
si cabe decirlo as!, son "Jos labios que se besan a si mis-
mos":"' en este ¡¡occ aparentemente cerrado en si mis-
14
Tro/J tisau sur lo tht'Qrlt dt "1 s~:rut1llli, ob clt, pág. 7~ VC11se
tambtt:n tn "Pu1s.lon.s et dtstins des pul"onl" IUay vernOn <'astellanóll
.. lo.1 instintos y su.s desunos", en Op. cfl .• •oL l. P*a- 103.S. Buenos A.he•
Paidós 1el1.náhsls dt los par« de opuestos ud1smo-m110quismo y vo~ert1:
mo-tJ1:1'1b"t0n11mo. Aparte de b. íorm1 actrva o pa9\t1 de b fta.tr (por
tjt:mpk> ve1-sc1 •isto), htbria que supon<"r una formt rtílcxj\11 (verte uno
mkmo) que para Frcud t' primo1dl11.I Sin duda, e~ prlmo1d1al t'n aquellos
\lisos en que el sujeto )'I no ~ sitúa en n1n,gunodc los d1ferentC1 1t:rmlno,
de l.1 fanwia
suje10 no se represenla al ob1e10 deseado, smo que él
mismo aparece parllc1pando en la escena y, en las moda·
lidades que más se acercan a la fantasía ori111nal, sin un
lugar que le pueda ser cspecíílcamente asignado (de ahí
lo peligrosas que son en el 1ra1amiento las interpretacio-
nes que pretenden hacerlo). Como resultado, si bien el
sujeto esld Siempre presente en la fantasía, puede apare·
cer desubjetivado, es decir en la sintaxis misma de la se-
cuencia en cuestión. Por otra parte, como el deseo no es
sólo surgimiento de la pulsión, smo que esul aniculado
en la formulación de la fantasía, ésta es el asiento de
elección para las operaciones defensivas más primitivas,
por ejemplo la vuelta contra sí, la conversión en lo con·
trario, la proyección y la negación. Más aún, estas defen·
sas están indisolublemente asociadas con la función pn·
mordial de la fantasía, que es la cscen1ílcación del deseo,
en la medida en que el deseo mismo se constl1uye como
prohibición y que el conflicto es conflicto original.
Respecto de aquello que hace surgir la escemílca·
ci6n, para descubrir qué es no le bastan al psicoanalista
los recursos de su propia ciencia, ni siquiera los del mito.
Necesitaría ser, además, íllósofo.
90
Nota sobre los autores
Jean Laplanche y J.-B. Pontalís, ambos miembros
de la Asociación Psicoanalitica Francesa, son coautores
de Vocabulaire de la psyclzanalyse ( 1967). 1Hay versión
castellana: Diccionario del psicoo1uilisls, Barcelona, La·
bor, 1979, 3ª edición.)
Jean La planche es profesor en la Universidad París·
VII , donde dirige el Cenlro de Investigaciones de Psico·
análisis y Psicopatología. Publicó las siguientes obras:
Holder/in et la question du pere ( 1961), Vie et mort en
psyclzanalyse ( 1970) y Problématiques (cualro volúme·
nes), 1) l 'angoisse, 11) Castratíon-Symbolisatfons, 111)
la subllmation (1980) y IV) l 'inco11scie111 et le ¡:a
(198 1).
J.-B. Pontalis es director de colecciones de la Edito·
rial GaUimard. Es autor de ensayos, Apres Freud ( 1968)
y E111re le réve et Ja dou/eur ( 1977), una novela , L 'en-
fan ce d'un autre (1952) y un cuento, Loin (1980).
93
Estn erllción se lrrmlnó de lmprimiren el mrs de Noviembre dt 2012
en Bibliogr;\llLa de Voro~ S.A., Bucarelli 1160, Buenos Alrrs.
\V\~w.bihl iogra.ílka.co1n