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PRESENCIA DE SAN AGUSTIN

EN EL PENSAMIENTO MODERNO
EN SU XV CENTENARIO

Algó más que sólo influjo o mera actualidad; es lo que se


dice simpatía hacia un autor, predilección por él, querer sen-
tirle cerca, copiar sus modos y estilo, gustar su problemática, sus
inquietudes, sus maneras de abordar la cuestión y en parte sus
soluciones. Todo esto supone e implica este término "presencia"
de tantos ecos en la literatura afectiva y curativo de las llagas del
amor para S. Juan de la Cruz, que empleamos aquí para denotar
la maravillosa pervivencia de Aurelio Agustín, hijo de Tagaste
en la Numídía. ¿De quién otro de los antíquos podrá decirse
como de él que le sobran las conmemoraciones centenarias como
modos de refrescar su memoria, por estar ya presente en la lu-
cha ideológica de la hora actual y de las horas todas que fueron?

* * *
Empezando por la más reciente de las filosofías, el existen-
cíalísmo, S. Agustín, fundador de la ciencia de la intimidad, va
invocado en él como precedente y modelo. Y nada más justo
por otra parte. El existencialista que contempla lo real desde el
sujeto, que gusta ahondar en la contingencia e inseguridad del
hombre, dar mil vueltas a ella, analizarIa fenómenológicamente
desde todos los ángulos visuales, necesariamente había de fijarse
en el gran doctor. ¿No fué S. Agustín, según su frase inmortal,
aguja imantada que vivía inquieta, trémulo y angustioso el co-
razón, hasta que lo llevara a descansar en Dios? ¿No hizo su
filosofía encerrándose en su propio Yo y aconsejando no salir
al mundo de los sentidos, porque dentro vive la verdad y se oye
su voz? Tuvo efectivamente el Santo alta comprensión de los
fondos ocultos humanos y examinó su problemática angustiosa.
En consecuencia, alguna razón tienen los existencialistas al ads-
críbírle a su escuela. No la tienen entera si se recuerda el punto
de partida del Santo, la Verdad increada, en torno a la cual
gravitó su mente cada momento- Verdad eterna que, después de
todo. era el gran punto de apoyo en sus angustiosas perplejída-
AQufN IRIARTIl, S. 1. I'IIHHHNCIA J)H HAN AOllti'l'IN, H'I·c;.

des, y desde la cual quería entender las verdades del hombre; no. tal. S. Agustin, en todo caso. vivía en el pensamiento
como los existencialistas desde la nuda peculiaridad exístencíal, emociona listas, de los vitalístas y fenomenologistas
haciendo al contingente un absoluto (Sartre). De todas formas. generación. De nuevo estaba presente.
al invocar a S. Agustín, sacan verdad los existencialistas lo de su
Pero lo curioso es que muy antes, cuando el racionalismo le-
presencia en la más moderna de las filosofías. Tanto más que
vantó cabeza con Descartes, había sido corriente invocar a su
éste, con sus parciales evolucíonísmos (las "ratíones seminales"]
favor al Padre africano. El racionalismo francés del siglo XVII,
y su "procursus" de la historia, preludió dinamismos para ambas
modelo de los racionalismos subsiguientes, al dejar las vías exte-
realidades, la cósmica y la histórica, entendidas hoy por muchos riores o cosmológicas y adoptar las interiores o inmanentes,
como movimiento puro. pretendía que S. Agustín optó siempre por este punto de vista.
A Descartes, como sabe todo el mundo, se le echó en cara haber
Y, ¿qué puesto ocupaba el gran africano en el pensamiento de plagiado al Santo en lo de la duda metódica, y se adujeron al
la generación de la primera guerra? Ese pensamiento estuvo re- efecto frases del santo Doctor en contra de los académicos,
presentado por Max Scheler, al menos como fuerte cerebro absor- cuando les hacía ver que quien duda de todo, por lo menos de una
bente que en un momento dado desbordó a su maestro Husserl cosa está cierto, de que duda de todo. Prescindiendo de tales
y relegó a segundo término a Bergson, un tanto senescente. Max pormenores históricos, que evidentemente eran impertinentes para
el peculíarísímo modo con que presentaba Descartes su duda, de
Scheler sintió entusiasmos por la prosa apasionada de S. Agustín,
alcance no ya lógico, sino metódico y aún metafísico, y para la
y propugnó captaciones de la realidad a modo de peso-el "pon-
amplitud que le daba en su ideogenia, hemos de reconocer que
dus meum" agustiniano-, en vez de como objeto de fría visión;
había afinidades entre su sistema y el agustinismo, uno y otro
combatió duramente los formalismos éticos kantianos, afirmando
de tendencia sícolóqíca, de vuelta a la interioridad, al Yo. El que
que una emocionalidad y simpatía que actúa amorosamente, al- el racionalismo galo se depotencíara o se vaciara de cuanto su-
canza a Dios como alcanza también el Yo, el mundo, los valores, piera a personalismos y aun humanismos, hasta convertirse en
todo ello como es en sí y no sólo como es para mí. Max Scheler obra de la razón pura y abstracta, es ya o~o cantar. Quiere de-
se inclinó ante un pensamiento cálido y humano, tal como venía cirse que en ello fué antagónico de su gran' maestro númida.
predicándose por los vítalistas, historistas y sentimentalistas a Pero en aquel ir sacando la verdad de las profundidades del Yo
él anteriores. Y halló eco en aulas y centros religiosos, cansados hasta los extremos de dar en el solipsísmo, en ese dar al pensa-
ya de los agnosticismos y escepticismos de Kant. Lo halló ade- miento moderno origen intramental y terminar en idealismos que
más en los mismos círculos escolásticos por su aproximación-sólo hacían el mundo exterior proyección del interior, había algo
temporal-al pensar católico, ocurriendo que el 15 centenario de del Agustín de la primera época (Thonnard), que no entendió
la muerte de S. Agustín (1930) alcanzara fuertes resonancias en sus ideogenias partiendo de los datos de los sentidos, ni asintió
las publicaciones cristianas, católicas y protestantes. Consúltense a la labor abstractiva de la mente, y buscó los orígenes de nues-
al efecto los boletines agustinianos de aquella fecha, recogidos tro conocer en iluminaciones interiores no bien definidas. Por lo
en parte por mí en la revista "Pensamiento" (1945, p. 275~298; mismo se hacía valer su nombre y autoridad en las construccío-
1946, 153~178), y se verá la intensidad de los agustinismos que nes racionalístas de Malebranche y hasta en los sentires de Pas-
"se padecieron" aquellos días, en que el Santo surgió como valor cal; y aunque exagerando afinidades, se reconocía, y es esto lo
universal, sin circunscribirlo a sola la Orden religiosa de su que recalcamos, la presencia del gran doctor en aquella ideolo-
nombre, ni siquiera a sola la confesión católica. Surgió como era, gía innovadora. Doctor ubicuo y perenne, llamado por Harnack
pertenencia de la humanidad que piensa. Aquella agustinización el primer hombre moderno, y no precisamente porque no hubiera
del pensamiento, excesiva para más de uno, quería decir que sabido ser medieval y antiguo, sino porque su rica personalidad
quien redactó el suyo vitalmente, luchando casi a brazo partido desborda a las edades, tiene puesto en todas, y a todas tiene que
con la verdad, quedaba erigido en norma. Este luchar apasionado prestar de su superabundancia mental y síquica. Sin disputa en
es lo que proponían entonces como instrumento de captación, y teología-donde es contemporáneo de todas las grandes contro-
algunos 10 llevaron a los titulares mismos de los libros que saben a versias, y en donde Lutero, jansenío, Bayo'11o mismo que los
canto de guerra. En cambio la fría serenidad condenábase como' Padres de Trento, Molina y Báñez han apelado a él. querién-
estéril; los intelectualismos fríos-mal entendidos muchas veces- dole hacer valer algunos, sobre los concilios mismos-, pero tam-
serían incapaces de penetrar en la objetividad auténtica extrarnen- bién en filosofía es indiscutiblemente actual, sin ausencias ni
H /I(~U1N IRI¡\RTE, s, J'. I'lmSHNCI¡\ L>HSAN A<aIS'I'iN, ¡¡'I'C:.

eclipses. En la última gran discusión sobre el concepto de .. Iílo- gcncl'uc16n moral y su culto a Baco y Venus, llevándose acaso
sofía cristiana", por los años de 1923~36, surgía de nuevo la palma Cartago; pero todas tres estaban a la altura de las exi-
S. Agustín como gran figura central. Y ello entre las paradojas gencias de los libertinos que querían el goce por el goce, esto es,
de los que eón Mandonnet y Chenu querían negarIe el título de epicúreamente. El rendirse a la concupiscencia no se tenía por
filósofo, concediéndole el de teólogo, y de los que como Blondel, deshonra, anota el Santo, que por las tres ciudades dichas paseó
Maritain y Prsywara le llamaban padre de la filosofía cristiana, su juventud desbordante y su sed de formas bellas, las que si en
de toda filosofía cristiana. las artes liberales, cultivadas por él como profesor, tenían cam-
San Agustín ni envejece ni desmerece. Está siempre presente po de estudio más o menos sosegado, en las escénicas y coreo-
y siempre es actual. ¿Por qué? gráficas, y sobre todo en las bacanales y saturnales, lo tenían
por demás tempestuoso. Agustín era hombre de estudios a la
vez que de diversiones, fué temperamental y reflexivo, todo en
* * *
una pieza. Por lo mismo, aunque se extravió, no llegó a ciertas
Su actualidad, mejor dicho, su poder de actualidad deriva de monstruosas aberraciones de entonces. Frecuentó las bibliotecas
la riqueza de su triple ser, el histórico, síquico e ideológico, a tanto como las termas, las aulas tanto como los circos, leyó a su
cual más privilegiados. En cualquiera de los tres aspectos reúne casi paisano Apuleyo sin dejar a Virqilio, gustó del Hortensio
copia tal de dones y talentos que pueden participar de él pasados de Cícerón y de la literatura procaz de la época, erigiéndose en
y presentes, a pesar de la diversidad de que suelen alardear entre uno de los más conspicuos representantes de aquel paganismo,
sí las generaciones varias, haciendo que los gustos de una época cuyos "espléndidos vicios" ofuscaban, y que nuestro maestro de
dejen de serlo para las siguientes. Ante tanto poder de actualí- retórica celebraba con fervor, aunque la fr~se/~sta de "esplén-
dad, una de dos; o, como genio, se acercó S. Agustín a la fuente didos vicios", tantas veces a él atribuida, no se encuentra en sus
misma de la Verdad, polo en donde convergen los meridianos to- escritos.
dos, la inteligibilidad de la pobre verdad nuestra, o sin acer- Aquella civilización que había forj-ado la formidable má-
carse tanto, se adornó de tesoros tan varios, que, como en el quina del imperio con su prodigiosa administración y sus mag~
caso del casto José, tienen que ir a abastecerse todos a sus gra- nífícas ciudades mediterráneas unidas por espléndidas vías de
neros. Veremos cuál de las explicaciones cuadre mejor. comunicación, necesitaba retóricos y filósofos que la cantasen,
Por 10 que toca a su ser histórico, privilegiado según se ade- Por eso exponía él sus glorias y esplendores en el aula y los
lantó, le tocó vivir entre dos mundos y dos civilizaciones, en vivía en los teatros y juegos, con más moderación es cierto que
la divisoria de dos edades. Alma fronteriza (Grenzseele) le han otros compañeros suyos, pues del talento nunca se disfruta en
llamado por eso los alemanes. Algún otro ha dicho, que como vano, pero los vivía. Por algo el pasaje paulino de su conver-
el caracol marino recogió en su persona la doble resonancia del sión, el que le rindió a la gracia, fué un grito contra las franca-
imperio romano que se hundía y del nuevo orden cristiano que chelas y embriaqtreces, los vicios y las deshonestídades. Por algo
resurgía. Del primero, su despierto espíritu se apropió cuanto de también una de las tentaciones que le asaltó al cambiar de vida,
cultura humanista poseía aquella civilización tan atenta a las se refería a ciertas ínconfesables representaciones por él vividas
exigencias del hombre terreno, sobre todo en la etapa de su que en adelante no le sería posible revivir.
decadencia política, que como tal fué de despilfarro y de locas Cuantas veces, mientras seguía fervoroso el calendario de
prodigalidades. Del segundo, supo incorporarse la vida inte- los grandes festejos públicos, debió de recordar que había esta-
rior, única por la que se puede llamar uno grande sin distingos do a punto de perder aquel festín de que gozaba con la intensi-
ni reservas. Es de interés sumo la inserción de S. Agustín en estos dad de una juventud ardiente servida por la inteligencia. Efec-
dos mundos, que al coincidir en él. dan como resultado ese fe- tivamente, en los días de su catecumenado se le había hablado
nómeno de pervívencía maravillosa que interesa como santo y de lo santo, de lo casto, de 10 recto, lo ~ue una vez abrazado, le
como hombre, que lo hace válido para los creyentes y no creyen- cerraba el paso para el disfrute de una 'ida regocijada. De ahí
tes, adscrito como queda, lo indicamos antes, a un módulo uni- su empeño en vivir alejado de la conciencia entonces formada,
versal. la que quedándole cerca, constituía todavía un riesgo en el goce
de la porción de felicidad que le tocaba.
Ni el neo-platonismo ni el estoicismo, dos filosofías que hu-
Cartago, Roma, Mílán, en la segunda mitad del siglo IV ten- bieran podido frenar en algo sus demasías, el primero por su
drían sus diferencias y matices en el modo de interpretar la de- elevación doctrinal y religiosa y el segundo por su austeridad,
AQufN IRIARTE, S. l. PIU~l!NCIA OH SAN AGUS'l'IN, H'l'C.

JJcgaron a prender en su espíritu. Las Escrituras que leyó en Camblo de decoración. Llegamos a la segunda etapa C.lC au
Cartago le resultaron desabridas. Se contentó en cambio con vida, a su conversión, cuando, como el feroz Sícambro, quemo lo
unos sorbos de astrología judiciaria, con el frívolo y elegante que adoró, y adora lo que quemó. Escenografía grandiosa d
escepticismo de la Academia, y los dualismos qnóstícos de
nuevo; como sólo la hubiera podido imaginar un genio de la pln ..
Manes, en que el bien y el mal se entendían en pugna-desde lue- tura. Por una especie de fortuna histórica que le acompañó en
go entre sí, pero personificados en dos supremos principios, como
su existencia entera, y que tuvo su culminación en aquella muer ..
para conceder idéntico rango entitativo a uno y otro, y obligarse
te suya ante las huestes de Genserico que asediaban la ciudad
poco en la conducta moral. Tanto más, que el maniqueísmo, al
de Hípona, Agustín, orador imperial, emparejó en este momento
querer obligar demasiado, hasta la extirpación de los instintos
con otro personaje extraordinario, el obispo S. Ambrosío, en la
sexuales, dejaba de obligar a nada.
ciudad de Mílán, desde donde las águilas imperiales regían a la
Con estas 'filosofías adquirió no sólo rango intelectual, sino sazón el mundo. Pero ella misma, la conversión, no fué nada es-
una especie de conciencia moral que le permitía cierta tranquílí- pectacular y grandioso, ni siquiera, como se ha dicho última-
dad interior. Eso teórico o doctrinal que el hijo pródigo, cuando mente por los racionalistas, efecto del neo-platonismo que' por
es culto, necesita poder decirse a sí propio y a los que le repren- entonces hubo de cultivar, lo que sería más según las trazas hu-
dan por su conducta, si bien en el mundo de Agustín se descarte manas, sino obra de la sencillez evangélica que confundía la sa-
la hipótesis de reprensiones en este sentido. biduría del mundo. El retórico cayó vencido por la prosa menos
Sumergido Agustín en el paganismo, si no lo saboreó todo, artificial que cabe, y el filósofo por la doctrina menos metódica y
fué testigo de todo y en parte se solidarizó con todo; fué, si se científica que se haya escrito, demostrando una vez más que el
permite la expresión, la experiencia ideal que necesitaba la hís- Espíritu sopla donde y como quiere, y tiene virtud que llega hasta
toria para conocer el sistema de reacciones ante la vida que por las junturas mismas del alma y del cuerpo. El retiro de Casiciaco
entonces prevalecía. Se ha dado como suya la frase de que a al- secundó el impulso como de brisa matinal del Espíritu Santo en
gunas almas les conviene caer en pecado por los frutos de humíl- él, y surgió el milagro de un Agustín creyendo con todo su ser,
dad y de penitencia que reportan de la culpa. Sea o no del Santo es decir, hasta con su retórica, su filosofía, sus paganismos, ya que
el dicho, podemos afirmar que para la historia-"post Iactum" no fué la suya una conversión de esas que rinden el corazón y no
ya se entiende-ha sido una ventaja, una "felíx culpa" como a acaban de bautizar la inteligencia, fuertemente apeqada a ídeolo-
otro propósito canta la Iglesia, el que el hijo de Sta. Mónica, des- $lías anteriores. La de S. Agustín comprendió al ser en sus tres
oyendo los ruegos de ésta, se alejara alegremente hacia las cíu- dimensiones.
dades de Sodoma y Gomorra para volver cargado de vivencias Creyó, acabamos de indicarlo, hasta con sus paganismos, pues
desgarradoras que harían al mundo percatarse de las consecuen- como se hacía en los templos idolátricos, puso los suyos Agustín
cias del pecado original y a él sonrojarse. Nunca fué un deqene- al servicio del Evanqelío, analizando su corrupción, describiendo
rado, se advirtió antes; pero vivió entre los que lo eran, y reflejó con trazos vigorosos, en libros de polémica sobre todo, cuán por
maravillosamente el ambiente aquel de corrupción. La sicología bajo del orden moral cristiano se hallaba la gentilidad de los
no se cansa de contemplar sobre el fondo de las tres ciudades Césares. La época más brillante. del paganismo tenía, nos dirá él,
mediterráneas la riqueza de aquel gran corazón que hizo de pro- fallos múltiples en filosofía, moral y religión.
tagonista, y no mal del todo, en el escenario del mundo pagano, Esta labor apoloqétíca fué eximia por la penetración pro ..
concupiscencia todo él según la frase de S. Juan, resultando el funda que tenía el convertido para descubrir las lacras, y por
relato de su pluma una pieza o novela de la literatura universal. la retórica o literatura con que las iba pintando. Seguramente,
Agustín, en sus Confesiones, nos demuestra la necesidad que te- que nadie hizo crítica de tanto valor como la del Santo en este
nía de una regeneración cristiana aquella sociedad de apariencias particular. ¡Magna imperia, magna l~rocinia!
tan enqafiadoras, Era ella un gigantesco sepulcro blanqueado,
una Babilonia de confusión religiosa y moral, si nos atenemos al
Valía más sin embargo .su labor positiva, la referente al pen ..
juicio que de ella formuló el primer tratado de filosofía de la
historia, La Ciudad de Dios. samiento cristiano. Agustín que se consagró tanto a obras d
postolado y de régimen pastoral en su diócesis, se empleó otro
tanto o más en empresas de vuelo mental, pugnando por entrar
* * * n los secretos de la vida natural y sobrenatural. Dotar al crls-
tlnnísmo de una imagen espiritual del mundo con elementos de lÓI
r
8 JOAQUÍN IRIARTE, S. I. J'llWil!NCIA Dll SAN AGUS'l'fN, irrc.

dos órdenes, dejar señalado su paso en la historia de las ideas San Agustín es el creador del alto pensamiento cristiano. Des-
cristianas como Platón en las de las helénicas, he ahí la misión pués de él nuestro ideario no tiene rival. rebasa en elevación el
del águila de Hípona. de todos los demás credos.
Las grandes nociones de Dios uno y trino, espíritu puro y
humano, naturaleza y gracia, eternidad y tiempo, inocencia y * * *
culpa, libre albedrío y servidumbre del pecado, mal físico y mal
El vuelo mental de S. Agustín sobrecoge; su peculiar modo
moral. obligación y castigo eterno, historia y cosmos, derecho y
de ser y de escribir" su estilo, cautiva, por 10 menos a las almas
deber, orden social y político, predestinación y providencia, ha-
fuertes, vgr. Sta. Teresa. El hecho es de lo más patente y admití-
bían sido más o menos elaboradas por escritores anteriores. Pero
do. El Santo no sólo fué una acusada personalidad y un hermoso
quien las esclareció definitivamente, dando rango doctrinal a la
corazón, sino que supo hacerlos aflorar en sus escritos, y enseñó
cristiana visión del mundo, fué él. Las esclareció y las delineó en
a otros a hacer 10 propio. Alguno, Rousseau, se lisonjea de ha-
obras de gran dramatismo, en cuadros de gigantesca contienda
berle ganado en haber puesto al desnudo su ser en sus Confe-
que empieza con la rebelión de los ángeles, y continúa a través
siones, pero es que confunde la manifestación digna con la des-
de los siglos entre las dos ciudades, cifra la una del amor de
envoltura y el poco respeto a la fama de los cómplices.
Dios y la otra del amor del hombre a sí mismo. La creación, el
La antigüedad clásica ignoró el arte y la ciencia de la intími-
pecado y la redención se entrelazan en la marcha de la huma-
dad. Quiero decir, que no supo escribir diarios íntimos, auto-
nidad, algunos de cuyos momentos oscuros y otros claros no se biografías, confesiones, y mucho menos estudiar la sicología como
explican sin un cataclismo inicial que se corrige y salva por un
ciencia aparte. [Cosa raral, se replicará; como también es raro
intermediario divino. Uníanse así en concepción soberana la na~ que no acertara a apreciar el encanto del paisaje, y manejar otros
turaleza y la gracia, dos realidades cuya estructura es tan díver- temas que a nosotros se nos antojan obvios y naturales.
sa, y que hasta que vino él. no se las había sabido llevar a cua- Lo de su anti-ínteríorísmo se comprende; en parte, porque 10
dros de perspectiva universal. individual suponía entonces poco; en parte, porque los exámenes
La mentalidad católica alcanzaba con S. Agustín mayoría de de conciencia carecían de valor. Vivían y obraban al dictado de
edad. CeIso y cuantos motejaron a los primeros cristianos de la prescripción legal sin ocurrírseles que el pecado tuviera valor
incultura doctrinal. ante las magníficas elucubraciones del gran teológico, y que hubieran de dar cuenta de sus pensamientos y
Doctor, que jugaba con nociones que los helenos no llegaron si~ deseos ocultos.
quiera a barruntar, se hubieran confesado rendidos. No sabían i Pero vino Jesucristo a intimarnos que habíamos de velar por
que la historia, considerada por ellos como un zurcido de suce- los malos deseos, asegurando que en ellos se realiza ya el acto
sos fortuitos, tuviese sentido filosófico y teológico, y que la con- moral. con lo que cambia el cuadro. Jesucristo hacía depender,
ciencia humana escondiera tesoros tan recónditos. Dos modos de además, la salvación del hombre de los actos y méritos perso-
considerar las cosas y de hacer filosofía que desconocían los nales, con lo que la teoría pagana del jefe como responsable
griegos, y que en el mundo contemporáneo se llevan las prefe- único caían por tierra. La colectividad tendría su razón. de ser;
rencias, ya que la filosofía de la historia y la sicología profunda lo social debía cultivarse, porque el hombre está destinado a
monopolizan hoy su atención. El genio agustiniano los inventó vivir en sociedad; pero la personalidad, el considerarse a sí
y los desarrolló con unos planteamientos de problemas tan nue- mismo como fin, no como medio, y a los demás como fines en
vos, con perspectivas tan grandiosas, definiciones tan felices, sa- sí mismos, nunca como medios, era uno de los dogmas capitales
lidas tan geniales, discreteo s tan graciosos, con tal abundancia de la doctrina cristiana. El hombre tiene razón de fin; nunca de
de. retruécanos y figuras retóricas, que viven todavía hoy como medio. Precisamente, la tarea primordial del cristianismo consis-
'.
en la edad media y en los días mismos en que por vez primera se tía en fomentar y enriquecer así la personalidad, muchos de cuyos
formularon. Viven y se imitan sin cesar, dando al Santo la actua- actos, y desde luego los más importantes, se realizaban entre
lidad que estamos destacando. sólo Dios y el alma, sin intermediario ni testigo algpno. En oca-
Desde que S. Agustín puso a disposición de los cristianos sus siones, con todos los poderes públicos en contra.
tratados de teología y filosofía, sus obras de catequética y homi- He dicho que el paganismo conoció poco el arte y la ciencia
lética, sus cartas y sus memorias, nuestra situación ideológica ha de la intimidad. Con decir que su literatura, cuando se dirige al
cambiado. Hace muchos siglos que salimos de aquella indigencia público, maneja poco la primera persona de singular, está yo
que nos echaban en cara los intelectuales del paganismo culto. dicho todo. Plurnliza cualquier aserto, lo despersonaliza y 10 atrl-
JOAQUÍN IRIARTE, S. I.

re a la colectividad con el empleo de un "nosotros" en vez de


"yo". Quienes se han formado con los clásicos antiguos, re-
cardarán que les ha costado acostumbrarse a hablar para el pú-
Iíco en primera persona del singular, recurriendo sin querer al
plural; un plural casi mayestático con el que paradójicamente
querían pasar por modestos, por menos singulares.
La antigüedad, repito, no supo de confesiones, de memorias
íntimas. Marco Aurelío escribió unas reflexiones que tituló "Para
sí mismo"; pero, pese al título, no son confidencias íntimas; todo
lo más, meditaciones fílosófíco-moralgs de un estoico, o si se quíe-
re, de un emperador estoico. Las confidencias "místicas" de Plo-
tino las sabemos por su discípulo Porfírio, pero son posteriores
en el tiempo a lo que S. Pablo nos cuenta de sus éxtasis.
A S. Agustín el arrepentimiento le metió dentro de sí, y el
evangelio le impulsó a vivir en su interior, meditando los mis-
terios de Cristo. Hizo mucho examen de conciencia, al que, como
escuela natural, siguieron sus famosas confesiones. En estos y
otros escritos refleja estados de alma con frase inquieta, vivaz,
juguetona a veces. ¿Es que se había convencido de que su inte-
rioridad interesaba a la historia? Pudiera ser. En cualquier hipó-
tesis, comprendió que la intimidad cuando es rica y es humana,
puede y debe contarse a los semejantes, ya que es ella lo que
está más cerca del espíritu, y en ella campea mejor la obra de
la naturaleza y de la gracia. La interioridad es lo que ye el Señor,
en contraposición á lo muy externo con que se contentan lós hom-
bres. La interioridad es lo que exhibimos nosotros cuando nos
condenan ciertas apariencias externas. La interioridad diríme las
cuestiones supremas de los amantes y de los que se odian a
muerte. Ella es el valor máximo.
Quien la tenga no ya buena sino ricamente dotada, a base de
grandes pasiones y emociones religiosas o artísticas; quien la
posea potente y amplia, de dimensión humana, hará muy bien en
descubrirla bien como memorias íntimas, bien cómo estilo lítera-
río, bien como filosofía
Tal hizo en su día el fundador de la ciencia y del arte de la
.intimidad. Con qué ventajas para la cultura, no hace falta enea-
recerlo; ya que está patente lo que debe la humanidad a esa co-
piosa literatura que en pos de la del Santo va exponiéndose unas
veces en forma de experiencias místicas, otras de confesiones, de
autobiografías, de diarios íntimos, de análisis sicológicos, de filo-
sofía existencial.

JOAQUÍN IRIARTE, S. 1.

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