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a) La institución de la monarquía
Al instituir la monarquía se ven dos voluntades contrarias: por un lado, está la voluntad de Dios
que al inicio no quería darle un rey al pueblo y que finalmente se lo concede; por otro lado, está la
voluntad del pueblo que quiere tener un rey.
Esta actitud del pueblo mostraba que no confiaba en Dios, ya que querían tener su rey como los
otros pueblos tenían el suyo. Este proyecto es opuesto a las exigencias de la Alianza que Dios
estableció con su pueblo, porque su soberano y señor era Dios.
Dios dice: me han rechazado (1Sam 8,7). En realidad, Dios si tenía en mente darles un rey (2Sam
7), pero la actitud del pueblo de incredulidad y desconfianza hacia Dios, es lo que reprueba Dios a
su pueblo.
2 Sam 12-16:
12
‘Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres, levantaré a tu descendiente
después de ti, el cual saldrá de tus entrañas, y estableceré su reino. 13 ‘El edificará casa a mi
nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre. 14 ‘Yo seré padre para él y él
será hijo para mí. Cuando cometa iniquidad, lo corregiré con vara de hombres y con azotes
de hijos de hombres, 15 pero mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl a
quien quité de delante de ti. 16 ‘Tu casa y tu reino permanecerán para siempre delante de mí;
tu trono será establecido para siempre.’”
la palabra hebrea bayit: significa casa (edificio material, construcción) o dinastía (descendencia).
La referencia a Salomon: el rey Salomón, hijo del rey David construyó la casa, el templo de
Jerusalén y tuvo un reino estable y pacifico (1Cro 22,7; 1Re 8,15.20-21)
La dinastía davídica: Dios promete bendecir la descendencia de David, su dinastía guiará al pueblo
de Israel (2Sam 7,25-29; 1Re 8,23-26).
Sentido mesiánico: después de la muerte de David, en un periodo diverso del tiempo de Salomon,
viene un reino que será eterno. Se espera un mesias rey, descendiente de David (Mt 22,41-45).
El mesias será Hijo de Dios (Heb 1,5) y descendiente de David (Hech 2,29-30). La casa que
construye Cristo, es la edificación de la Iglesia.
Cristo cargo con los pecados de los hombres: lo corregiré con azotes de hombres (2Sam 7,14).