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K. Marx, F. Engels. Manifiesto del partido comunista, 1848.

Fragmentos
seleccionados

La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una
palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada
unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria
de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.

La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido
las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de
opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. (...) Conquistó finalmente la hegemonía
exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno. El Gobierno del Estado moderno
no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.

La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario. Dondequiera que


ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. (...)
Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo
del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un
simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única
y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones
religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.

La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones


familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero. La burguesía no puede existir sino a
condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las
relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la


producción y al consumo de todos los países. (...) Ha quitado a la industria su base nacional. Las
antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son
suplantadas por nuevas industrias (...) cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino
en todas las partes del globo.

La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. Merced al rápido
perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de
comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las
más bárbaras. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de
producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una
palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.

La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad
y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado
la propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la centralización
política, (...) una sola nación, bajo un solo Gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase
y una sola línea aduanera.

Al alcanzar un cierto grado de desarrollo, estos medios de producción y de cambio, las condiciones
en que la sociedad feudal producía y cambiaba, la organización feudal de la agricultura y de la
industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de

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corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de
impulsada. Se transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y las rompieron.

En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también


el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo,
y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a
venderse al detall, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a
todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo
carácter propio y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un
simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas
y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos
a los medios de subsistencia indispensable para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio de
todo trabajo, como el de toda mercancía, es igual a los gastos de producción. Por consiguiente,
cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se
desenvuelven la maquinaría y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo bien
mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado,
la aceleración del movimiento de las máquinas, etc.

El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con
su surgimiento. Si los obreros forman masas compactas, esta acción no es todavía consecuencia de
su propia unión, sino de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe
-y por ahora aún puede- poner en movimiento a todo el proletariado.

Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sÍ y de las crisis comerciales
que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes. (...) Los obreros empiezan a formar
coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta
formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos
choques eventuales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.

A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es
el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. (...) Mas toda lucha de clases
es una lucha política. Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político,
vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero resurge, y
siempre más fuerte, más firme, más potente. De todas las clases que hoy se enfrentan con la
burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van
degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su
producto más peculiar.

Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación
adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los
proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de
apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los
proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido
garantizando y asegurando la propiedad privada existente.

Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El
movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa
mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede
enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.

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Marx, Karl. Prólogo a Contribución a la Crítica de la Economía Política, 1859.

Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto
hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en
trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se
transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando
se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos
en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las
ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra
las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por
resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no
podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el
contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el
conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna
formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben
dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las
condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua.
Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque,
mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos,
podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad
el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas
de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en
el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones
sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad
burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este
antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.

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CONCEPTOS MARXISTAS (GUÍA)

Karl Marx (1818-1883)

Los escritos de Marx tienen por objeto el debate teórico, ideológico y en última instancia el análisis
político. Marx fue filósofo, sociólogo y economista y, al mismo tiempo, un hombre de acción.

Una parte de los trabajos de C. Marx está bien identificada como filosófica y la otra como económica,
sin embargo no se puede hablar de trabajos sociológicos propiamente tales, salvo los relacionados
con las clases sociales. Es lo que a H. Lefebvre le hace decir que Marx no es un sociólogo, pero que
sin embargo, hay una sociología en el marxismo. Esta proposición debe ser comprendida como el
reconocimiento de un método: el “Materialismo Dialéctico”, que pueden utilizar los sociólogos, como
lo hizo el mismo Marx en sus escritos económicos y en sus trabajos político-sociológicos.

Marx Filósofo:

Los Escritos de la Juventud: Los primeros escritos de Marx tienen un análisis y una crítica a la
dialéctica y al idealismo de Hegel, estos escritos son los siguientes:

 Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843)


 Los Manuscritos (1844)
 Tesis sobre Feurbach (1845)
 La Ideología Alemana (1845-46)
Las interpretaciones simplistas dejan entender que el materialismo histórico sería una suerte de
suma del materialismo de Feuerbach y de la dialéctica de Hegel. En 1965 L. Althusser mostró que
el resultado de pedir prestado a los unos y a los otros y su combinación en el materialismo histórico
es mucho más que la suma de los elementos de base que lo constituyen.

Los conceptos desarrollados en esta etapa del joven Marx fueron la base de sus escritos posteriores
de sus principios fundamentales.

Los Principios Fundamentales:

Materialismo dialéctico y materialismo histórico son herramientas de conocimiento construidas


alrededor de algunos principios fundamentales que deben ser pensados como herramientas
abiertas, nunca acabadas y siempre perfectibles. A propósito de estas herramientas es justo volver
a los principios mismos del materialismo dialéctico, los que se pueden resumir en los siguientes:

• Materialismo e Idealismo: La historia de las ideas es aquella del conflicto entre dos concepciones
irreductibles del mundo. Marx y Engels afirman la primacía del mundo material por sobre el mundo
de las ideas

• Realidad y representación: La concepción materialista afirma que el mundo existe,


independientemente de las representaciones que podamos tener de él. Lo real subsiste
independiente de la conciencia. Sin embargo, no podemos confundir lo material con lo físico: del
punto de vista del materialismo dialéctico, las ideas revelan un mundo material a los sentidos, un
mundo exterior al ser, del cual, él ser es parte constitutiva del medio ambiente que lo rodea. Dicho
de otro modo: lo real existe independiente de la conciencia. Lo anterior queda mejor expresado en
la famosa frase de Marx: No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que es
su ser social el que determina su conciencia.

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• La materia es movimiento: La materia no es una sustancia inerte, al contrario, el principio
constitutivo de la materia es el movimiento • El principio de la contradicción: La relación de los
elementos o de los fenómenos entre ellos y el movimiento de la materia toma su plena coherencia
en el principio de la contradicción. Según este principio, cada cosa, cada fenómeno está constituido
por la unidad de sus contrarios, es decir, que cada elemento debe ser visto como una contradicción
entre dos componentes La expresión de las contradicciones y su análisis no deben deslizarse hacia
una lógica formal o hacia una metafísica de la contradicción, ya que en el marxismo la práctica es el
criterio de verdad de la teoría. En la relación tradicional teoría-práctica siempre ha habido una
supremacía de la primera sobre la segunda. En el materialismo dialéctico esta jerarquía es
radicalmente transformada

Marx Economísta:

A continuación se presentan sucíntamente los conceptos fundamentales utilizados por Marx en su


"Crítica a la Economía Política”, conceptos que sirven de fundamento, junto con los conceptos de
sus escritos filosóficos, a la sociología marxista. Se trata de los conceptos de: plusvalía, explotación,
relaciones de producción, fuerzas productivas y modo de producción.

Plusvalía
La economía marxista parte de dos conceptos esenciales. Uno de ellos es "valor de uso" y el segundo
"valor de cambio". Un valor de uso se define desde un carácter cualitativo, es decir, que algo puede
ser útil o no, y se produce para satisfacer las necesidades propias. En el caso del valor de cambio,
se define desde lo cuantitativo, y su definición corresponde por la cantidad de trabajo requerida para
la apropiación de cualidades útiles, y se producen para cambiarlos por valores de otro uso. Por otra
parte la producción de valores de uso conforma una manifestación natural de los seres humanos, en
cambio la existencia de valores de cambio despliega un movimiento un proceso que conlleva la
distorsión de la naturaleza humana. Por lo cual la estructura de la sociedad capitalista, incluidas las
mercancías, el mercado, el dinero, etc., se levanta sobre las bases de los valores de cambio.

Para Marx la fuente básica de todo tipo de valor es la cantidad de tiempo de trabajo socialmente
necesario para producir un objeto en condiciones normales de producción y con un grado medio de
cualificación e intensidad de tiempo Lo anterior es la teoría del valor - trabajo. Es obvio que el trabajo
está en la base del valor de uso, pero esto se dispersa cuando se mueve hacia el ámbito de los
valores de cambio, las mercancías, el mercado, en fin, el capitalismo. Al respecto Marx dice: "La
determinación de la magnitud del valor mediante el tiempo de trabajo constituye, por lo tanto, un
secreto que se oculta debajo de las supuestas fluctuaciones de los valores relativos de las
mercancías"

En otras palabras, el trabajo, es una fuente de todo valor, que conforma un secreto del capitalismo
para explotar a los trabajadores. Los propietarios de los medios de producción pagan a los
trabajadores una cantidad inferior al valor que producen y se apropian del resto. Para Marx, los
trabajadores no son conscientes de esta situación, pero igual cosa ocurre en los capitalistas. Estos
últimos piensan y creen que este excedente deriva de su inteligencia, su inversión de capital,
manipulación del mercado, entre otros elementos. Más aún, este autor expresa que:

Los capitalistas no saben que la jornada laboral establecida Incluye también una cantidad de trabajo
no pagado, y que este trabajo gratuito constituye la fuente normal de sus ganancias, la categoría del
excedente de trabajo gratuito constituye la fuente normal de sus ganancias; la categoría del

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excedente de trabajo no existe para él, puesto que la considera incluida en la jornada laboral que él
cree pagar mediante el salario De esta manera, los elementos anteriores permiten conocer el
concepto de plusvalía en Marx y que se define como: La diferencia entre el valor del producto y el
de los elementos invertidos en la formación de ese producto. La fuente real de la plusvalía se
encuentra en el trabajo, a pesar de que los medios de producción, cuyo valor proviene del trabajo
invertido en su extracción, se inviertan en el proceso de producción. Por lo tanto la cantidad de
plusvalía es una manifestación del grado de explotación de la fuerza de trabajo por parte del capital.

Explotación: En el punto anterior, en que se desarrolla el concepto de plusvalía, se dice que ella es
la fuente de la explotación de los capitalistas sobre los trabajadores, ya que el capital se apodera del
valor excedente que produce la fuerza de trabajo, situación que le permite acumular su capital. Marx
expresa claramente esta situación de explotación para los trabajadores en la siguiente metáfora: "el
capital es trabajo muerto que, como un vampiro, sólo puede vivir chupando trabajo, cuanto más
chupa, más vive".

Los capitalistas utilizan el excedente para cancelar una serie de gastos, como gasto en intereses
bancarios, renta de terrenos, etc., pero pueden orientar este excedente hacia el consumo privado.
Sin embargo, lo invierten en sus empresas para la creación de más valor agregado. La idea de
expansión de las ganancias y de plusvalía Marx las denomina como “ley general de la acumulación
capitalista”. En el desarrollo de esta acumulación los dueños de los medios de producción intentan
y persiguen explotar a los trabajadores al máximo posible. Es decir, estructural y culturalmente el
capitalismo pretende cada vez más acumular capital, y al ser el trabajo la fuente de todo valor, los
capitalistas incrementan la explotación del proletariado para obtener y alcanzar esta acumulación.

No obstante la explotación desplegada hasta las últimas consecuencias produce menos ganancias,
ya que existe un límite para la explotación. Otra forma de incrementar las ganancias es la sustitución
de las personas por máquinas que provoca reducir el trabajo de sus empleados a una simple
operación para manejar éstas. Esta mecanización del trabajo genera el despido de los trabajadores
y comienzan a formar parte del "ejército de industrial de reserva".

Relaciones de producción, fuerzas productivas y modos de producción: En la teoría de Marx los


modos de producción corresponden una combinación históricamente determinada de fuerzas
productivas, es decir los medios de producción entendidos en sentido amplio, que incluye a la tierra,
los conocimientos científicos, técnicos y prácticos necesarios para utilizarlos. Además de relaciones
sociales legalmente sancionadas que regulan el modo y el empleo de los medios de producción, a
partir de la tierra, como el reparto de lo que con ello produce entre los distintos sectores de la
sociedad.

Por otra parte, el conjunto de estas relaciones existentes entre los distintos grupos y clases de
personas se llama relaciones de producción y son consideradas las relaciones sociales más
importantes en una sociedad por lo cual se utiliza para designar como la base económica de una
formación económico-social, a un sistema caracterizado por un determinado modo de producción.

Marx Sociólogo:

La amplitud de los campos abordados por Marx y Engels (filosofía, historia, economía, antropología,
etc.), hace que conceptos importantes como clase, alienación, individuo, ideología o división del
trabajo sean siempre abordados por los sociólogos en referencia a los fundadores del marxismo.

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Si la obra maestra de Marx se refiere a la economía política clásica, El Capital y sus otras obras, a
partir de la Ideología Alemana contienen un conjunto de conceptos e indicaciones que se refieren a
la relación entre la base económica y la superestructura jurídica y política, todo lo cual deviene en
profundos contenidos sociológicos. En su relación con la sociología, los conceptos más importantes
acuñados por Marx son los siguientes:

Alienación:
Si bien el concepto de alienación se popularizó con Marx, es necesario hacer referencia al desarrollo
del concepto independientemente del autor citado. No es extraño que el derrumbe de los antiguos
valores morales y la disolución de los lazos sociales haya suscitado tanto interés de los autores por
la alienación. La alienación constituye uno de los temas mayores del pensamiento del siglo XIX. Por
alienación, Nisbet entiende algo que va más allá del contenido que el Marxismo le ha dado al término.
Existen diferentes aproximaciones al tema de la alienación:

a) Una primera, es aquella trabajada como alienación del individuo; un individuo que aparece aislado,
sin raíces, ajeno a los hombres y a su trabajo

b) Una segunda aproximación es la alienación de la sociedad, es decir, una sociedad que en su


complejidad impersonal se hace inaccesible al ser humano: la racionalización se transforma en
estructuras burocráticas que dejan fuera los valores culturales. Esta alienación es la antítesis y la
inversión del progreso

c) La noción de alienación aparece también como la inversión del individualismo, es decir, de la idea
de que la naturaleza humana es inherente, buena e indestructible. Por lo tanto, eliminando los
factores que la perturban (el clero, la ignorancia, las relaciones feudales, etc.) esa naturaleza humana
volverá a la superficie.

La alienación como reducción del hombre: Tocqueville resalta la idea de que el individualismo
democrático ha hecho perder al hombre una gran parte de su significación. Este fenómeno, a la vez
trágico y paradojal, resulta:

 Primeramente de la laicización (que, a su vez, es el producto de la aplicación de la razón


abstracta a los valores antiguamente santificados por la religión)
 En segundo lugar, de la influencia enorme de la opinión pública, de la tiranía de la mayoría
invisible
 En tercer lugar, de la división del trabajo y
 Finalmente, a la ruptura de los lazos comunitarios, a la cual conviene agregar el relajamiento
de los valores morales como el honor o la lealtad.

El trabajo como alienación: Marx, al contrario de Tocqueville, piensa que los estigmas de la sociedad
de masas son lo propio a una sociedad burguesa. Nisbet asegura que han sido los neo-marxistas
poststalinianos quienes han tratado de hacer del concepto de alienación un concepto clave en el
pensamiento marxista. A diferencia de Tocqueville, Marx no siente angustia por el futuro. Para él, la
base está en el hombre, en el cual tenía mucha confianza. Marx parte del postulado de una bondad
natural, alienada por la dominación de clase del hombre. Esta bondad será reencontrada en la
medida que el hombre sea capaz de romper las cadenas de la dominación, de la explotación y de la
propiedad privada. Es de Hegel de quien Marx toma prestado el concepto de alienación. En Hegel,
dicho concepto está asociado a la disociación del yo entre el actor y el objeto, entre un sujeto que
intenta dominar su propio destino y un objeto manipulado por los otros. En el sentido estricto del

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término, en Hegel, el concepto está profundamente anclado en la naturaleza humana y no en la
consecuencia pasajera de una etapa del desarrollo humano.

Para Marx, la alienación es el resultado de la separación del hombre del fruto de su trabajo. El trabajo
deviene exterior al obrero. La causa principal de esta alienación reside en el hecho de que los medios
de producción estén en manos de unos pocos. Por lo tanto, eliminando la propiedad privada de los
medios de producción se elimina la causa fundamental de la alienación. De lo anterior adquiere
importancia el sistema de dos clases, sistema en que los capitalistas emplean a los trabajadores -
apropiándose de su tiempo de trabajo - y son los propietarios de los medios de producción y de los
productos que obtienen. En el caso de los trabajadores, para obtener los medios necesarios para su
subsistencia se encuentran obligados a vender, lo único que tienen, su fuerza de trabajo. Por lo tanto
las interrelaciones naturales se encuentran rotas.

Por otra parte, para considerar el concepto de alienación es necesario examinar algunos de sus
componentes básicos. En primer lugar, en la sociedad capitalista los trabajadores se encuentran
alienados, ya que en este tipo de sociedad los trabajadores no trabajan para sí mismos, es decir,
para satisfacer sus necesidades básicas, sino que trabajan para los dueños de los medios de
producción que le pagan un salario para sobrevivir a cambio del derecho a utilizarlos en los que
deseen. De esta manera, tanto trabajadores como los capitalistas creen que el pago de un salario
significa que la actividad productividad pertenece al capitalista. El motivo se encuentra en que el
capitalista decide qué se debe hacer en la actividad capitalista, por lo cual los trabajadores están
alienados respecto a la actividad que realizan.

En otras palabras, el trabajo en lugar de ser un proceso satisfactorio en y por sí mismo, la actividad
productiva en este tipo de sociedad, se limita, según palabras de Marx, a un proceso monótono e
idiotizante que tiene sólo un propósito orientado a ganar dinero para sobrevivir. Un segundo
componente es que los trabajadores se encuentran alienados no sólo respecto de las actividades
productivas. Además se presenta una alienación del objeto de esas actividades, es decir el producto.
Esto significa que el producto de su trabajo no pertenece a los trabajadores y por otra parte no
pueden utilizarlo para satisfacer sus necesidades básicas. De esta manera, el producto, como
proceso de producción, pertenece a los propietarios de los medios de producción, que los utilizan
como ellos deseen. Es decir, lo ofertan y venden para obtener beneficios.

Los trabajadores no pueden ejercer un control sobre los productos, pero tampoco tienen una
percepción adecuada de lo que producen, ya que la división o especialización del trabajo no permite
percibir realmente lo que realizan durante el proceso de producción. En otras palabras, se
transforman en una mínima parte del proceso total. En la sociedad capitalista, los trabajadores se
encuentran alienados con respecto a otros trabajadores. Marx expresa que las personas requieren
y desean trabajar en cooperación y colaboración con otras personas para extraer de la naturaleza
lo que necesitan para sobrevivir. No obstante, el capitalismo destruye la colaboración natural entre
trabajadores y por lo tanto se ven obligados a trabajar de igual a igual con los propietarios de los
medios de producción. Es decir, los trabajadores experimentan una situación de soledad. Esta
situación obliga a los trabajadores a competir entre ellos para desarrollar la máxima productividad y
así evitar el despliegue de la cooperación. En otras palabras, el capitalista promueve el
enfrentamiento entre los trabajadores para trabajar y producir más y así agradar a los jefes,
generándose una situación de hostilidad entre ellos.

Finalmente los trabajadores se encuentran alienados de su propio potencial humano, es decir las
personas se realizan escasamente como seres humanos y están reducidos a cumplir un mero papel
de máquinas en el sistema capitalista. Por lo tanto, el grado de conciencia se destruye y se rompen

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las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza. De esta manera se genera una masa de
individuos que no desarrollan plenamente sus capacidades humanas, es decir trabajadores
alienados.

En síntesis, para Marx el trabajo en el capitalismo y las consecuencias de la alienación significa que
el ser humano: “No se reafirma, sino que se niega; no se siente satisfecho, sino infeliz; no desarrolla
libremente su energía mental y física, sino que mortifica su cuerpo y arruina su mente"

Clase Social: La teoría de Marx se ha transformado en el punto de referencia para determinar el uso
del concepto de clase social. Para este autor las clases son una expresión de los modos de
producción de la sociedad, ya que éste define las relaciones que intervienen entre las clases sociales
y a la vez estas relaciones dependen de la relación de las clases con los instrumentos o medios de
producción. Así, en una sociedad en que el modo de producción corresponde a la producción
capitalista domina una situación que hace que las clases sociales se limitan sólo a dos: la burguesía,
propietarios de los medios de producción, y el proletariado, compuesto por aquellos que no disponen
de medios de producción, sino que sólo venden su fuerza de trabajo en el mercado.

Para Marx la presencia simultanea de distintos modos de producción en una sociedad, ya que no
siempre se presenta un modo puro, en una época histórica, recibe el nombre de formación social.
Este concepto se encuentra a nivel de análisis histórico. En cambio el concepto de modo de producir
corresponde a un nivel teórico de las grandes transformaciones sociales. En el primer caso, el
análisis de las clases sociales en una sociedad capitalista se orienta hacia un modelo dicotómico
que considera la existencia de dos clases sociales antagónicas, la burguesía y el proletariado. En el
segundo tipo de análisis, se presenta una multiplicidad de clases o agrupaciones dentro de las clases
- burguesía financiera, comercial, industrial, un proletariado y subproletariado, campesinos, por lo
tanto, el antagonismo dominante se articulará en una serie de antagonismos específicos y por los
cuales se abre un espacio a la formación de alianzas entre las diferentes clases.

Marx habla, en algunas ocasiones de dos clases antagónicas, y en otras de una pluralidad de clases,
esto se debe a que el análisis se mueve en distintos niveles, pero en cada caso una de las clases se
define por las relaciones que la relacionen con las otras clases. Estas relaciones dependen de las
diversas posiciones que ocupan las clases en el proceso productivo. Por lo tanto: Las clases
conforman un sistema de relaciones en que cada una de ellas presupone la existencia de la otra.
Las distintas ubicaciones en el proceso de producción provoca que los intereses entre las clases
sean distintos y opuestos. Es decir, lo que es ventajoso para la burguesía se transforma en
desventajoso para los intereses del proletariado, y las ganancias no son otra cosa que una parte
sustraída a los productores directos y que no se cancela justamente a los obreros. Aquí se encuentra
la base económica del antagonismo entre las clases que adquiere un carácter político, cuando
traspasa una dimensión individual y se sitúa en un conflicto generalizado que se expresa en el
enfrentamiento entre estas dos clases sociales.

Para Marx el momento del enfrentamiento se asume a través de la organización política de los
intereses de todos los que son colocados en una posición de subordinación en el proceso productivo
y es el momento en que constituyen las clases. Para el autor, la identidad de los intereses no es
suficiente para construir las bases de la existencia de una clase, sino que debe emerger una
asociación u organización que constituya una conciencia de clase. Una clase con conciencia de clase
es una conciencia para sí, sin embargo, cuando está conciencia no se consolida continua siendo una
conciencia en sí, que no tiene la capacidad de expresar sus aspiraciones políticas de carácter

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colectivas Para Marx la clase que domina los procesos productivos domina otras esferas de la
sociedad. Domina a nivel político y genera las ideas culturales dominantes. Las clases dominantes
presentan un marco de armonía y cuando las clases dominadas o subalternas asimilan este conjunto
de ideas culturales se produce una "falsa conciencia" de la situación de clase que detiene el curso
de la historia.

La burguesía con un papel revolucionario en la destrucción del orden feudal y una vez consolidado
su poder ha abandonado su papel y se transforma en una barrera para el progreso de la humanidad.
De esta manera para Marx las clases son los sujetos del devenir de la historia. Por último, para Marx
el concepto de clase posibilita el instrumento teórico para analizar las relaciones entre fenómenos
económicos, políticos y culturales en el contexto de un modelo dialéctico del devenir de la sociedad
y de una teoría del curso de la historia.

Clases. La Teoría de Marx:

Una primera aproximación a Marx y su concepción sobre las clases sociales se relaciona a la
afirmación de que: El sistema producción y de relaciones sociales que surgen de él se encuentra el
eje en donde se articulan y organizan todos los elementos de la sociedad, ya que la función primaria
de toda organización social es la satisfacción de las necesidades básicas de las personas. Marx
conceptualiza a las clases sociales como el conjunto personas que cumplen y desempeñan el mismo
papel en los procesos de producción. De esta manera en un proceso productivo se originan una serie
de interrelaciones de las funciones productivas, por lo cual
toda clase social se define en relación con las otras clases sociales y es así que tiene algo en
común en esas relaciones.

Más aún, Marx propone que el fundamento de las clases sociales se encuentra en la relación con
los medios de producción. Por lo cual quien posee los medios de producción controla el empleo, la
distribución y la apropiación del excedente socialmente producido. Los intereses de quien queda
excluido de esta propiedad son necesariamente opuestos a los de los primeros, es decir, de los
dueños de los medios de producción.

Continuando con este autor, de la propiedad de los medios de producción, vigentes en la sociedad
capitalista, emergen dos clases sociales: los propietarios de los medios de producción o el capital,
la burguesía, y los propietarios de la fuerza de trabajo, los obreros. Sin embargo, en la mayoría de
las obras de Marx, no hay un análisis sistemático sobre el concepto de clase social. Incluso en el
manuscrito en que estaba trabajando al momento de su muerte, El capital, se detiene cuando
examina y plantea ¿qué constituye una clase? De esta manera el concepto de clase de Marx es
reconstruido a partir de sus escritos.

El número de clases sociales que analiza Marx en una sociedad capitalista difiere de un texto a otro.
En “El Capital” esboza la presencia de tres clases sociales en las sociedades modernas: los
terratenientes, los empresarios y los obreros; en “El Manifiesto Comunista” propone dos clases, que
corresponde a los patrones y los proletariados.

No obstante, se puede decir que aparto conceptual que ofrece el marxismo, corresponde a una
pluralidad de teorías con un elemento o principio convergente y que es la lucha de clases. Más aún,
desde los primas y perspectivas que escribe Marx se vinculan tanto la economía, la filosofía, la
política, etc. Por otra parte, se pueden mencionar cuatro principios que argumentan la existencia de

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las clases. Particularmente el surgimiento y consolidación de dos grandes clases sociales y en la
cual coinciden distintos manuales de teoría marxista:

En primer lugar el proletariado emerge objetivamente a partir de la explotación económica. Esta clase
experimenta esta situación debido a que es sometida por la clase que es propietaria de los medios
de producción y se apropia de la plusvalía La relación que existe entre la clase capitalista y el
proletariado es de carácter dialéctica, es decir es dinámica, y no estática, debido a que la
concentración del capital tiene su correspondencia con el empobrecimiento del proletariado. Otro
principio se relaciona a que la clase capitalista argumenta su posición a través de ideas y valores,
vigentes en una sociedad y que corresponden a la clase social dominante.

Un cuarto principio expresa que el poder es ejercido por la clase dominante. Poder que es ejercido
de acuerdo a sus intereses y privilegios, que se obtienen a partir de la propiedad privada de los
medios de producción. Para lo cual su poder se sostiene en un aparato administrativo que es el
Estado.

Un tercer elemento en el planteamiento teórico de Marx se relaciona al concepto de formación de


conciencia de clase en el proletariado. Es decir el proletariado se transforma desde una "clase en sí"
- que no tiene conciencia de sus reales intereses, que se conduce sólo a elevar sus ingresos
económicos, subordinada y dominada por las ideas y valores de la clase dominante y por "una falsa
conciencia de clase" - a una "clase para sí", que toma conciencia de su situación y condición de clase
explotada, oprimida y dominada. Además la mayoría de esta "clase para sí" se identifica con su clase
pensando y actuando en función de la lucha de clases. Es necesario señalar, que esta teoría
manifiesta, que la clase dominante posee un conjunto de elementos coercitivos y la fuerza para
impedir la formación de conciencia de clase.

Desde la educación, las instituciones, los medios de comunicación, etc. Un cuarto elemento para
comprender la teoría marxista de las clases sociales, mencionado con detalle en la unidad de los
clásicos de la sociología, es el fenómeno de la alienación como soporte de la consolidación de la
lucha de clases. El concepto de alienación en Marx es comprendido como una situación de carácter
objetiva de ausencia de autonomía y de control de su situación y condición por parte de los obreros.
Esta ausencia de autonomía se cancela con la lucha de clases y con la victoria del proletariado y la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Por lo tanto emerge, con la victoria
de una clase social, un nuevo modo de producción. Por último la alienación desaparece al cancelar
y eliminar una sociedad clasista y al momento en que el sistema de producción produzca en
abundancia para todas las personas, según sus necesidades, y así puedan desarrollar el conjunto
de sus energías.

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Preguntas de un obrero que lee

¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?


En los libros figuran solo nombres de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos los bloques de piedra?
Y Babilonia, mil veces destruida,
¿quién la volvió a levantar otras tantas?.
Quiénes edificaron la dorada Lima ¿en qué casas vivían?
¿A dónde fueron la noche
en que se terminó la Gran Muralla, sus albañiles?
Llena está de arcos triunfales
Roma la grande. Sus césares
¿sobre quiénes triunfaron? Bizancio
tantas veces cantada, para sus habitantes
¿sólo tenía palacios? Hasta en la legendaria
Atlántida, la noche en que el mar se la tragó,
Los que se ahogaban pedían, bramando,
ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿El solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al saber su flota hundida.
¿No lloró más que él?
Federico de Prusia ganó la Guerra de los Treinta Años.
¿Quién la ganó también?
Un triunfo en cada página.
¿Quién preparaba los festines?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba los gastos?
A tantas historias, tantas preguntas.

© Brecht, Bertold. Fragmento de “Preguntas de un obrero que lee”. En: Historias de Almanaque.
Alianza Editorial, Madrid, 1976.

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Karl Marx - EL CAPITAL
Capitulo XXIV
La llamada acumulación originaria

Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y de la plusvalía
más capital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía; la plusvalía, la
producción capitalista, y ésta, la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes
masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso,
del que sólo podemos salir dando por supuesto una acumulación «originaria» anterior a la
acumulación capitalista («previous accumulation», la denomina Adam Smith), una acumulación que
no es fruto del régimen capitalista de producción, sino punto de partida de él.
Esta acumulación originaria viene a desempeñar en la Economía política más o menos el mismo papel
que desempeña en la teología el pecado original. Adán mordió la manzana y con ello el pecado se
extendió a toda la humanidad. Los orígenes de la primitiva acumulación pretenden explicarse
relatándolos como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una
parte, una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados,
haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original
teológico nos dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro; pero la
historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesita sudar para comer.
No importa. Así se explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por
no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este pecado original arranca la pobreza de la gran
masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma
y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus
propietarios han dejado de trabajar. […]. Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel
la conquista, el esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra. Pero en la dulce
Economía política ha reinado siempre el idilio. Las únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer
momento el derecho y el «trabajo», exceptuando siempre, naturalmente, «el año en curso». En la
realidad, los métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa menos idílicos.
Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios de producción
ni los artículos de consumo. Hay que convertirlos en capital. Y para ello han de concurrir una serie
de circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y entrar en contacto dos
clases muy diversas de poseedores de mercancías; de una parte, los propietarios de dinero, medios de
producción y artículos de consumo deseosos de explotar la suma de valor de su propiedad mediante
la compra de fuerza ajena de trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza
de trabajo y, por tanto, de su trabajo. Obreros libres en el doble sentido de que no figuran directamente
entre los medios de producción, como los esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios
de producción de su propiedad como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.; libres y
desheredados. Con esta polarización del mercado de mercancías se dan las condiciones fundamentales
de la producción capitalista. Las relaciones capitalistas presuponen el divorcio entre los obreros y la
propiedad de las condiciones de realización del trabajo. Cuando ya se mueve por sus propios pies, la
producción capitalista no sólo mantiene este divorcio, sino que lo reproduce en una escala cada vez
mayor. Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación

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entre el obrero y la propiedad de las condiciones de su trabajo, proceso que, de una parte, convierte
en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras que, de otra parte, convierte a los
productores directos en obreros asalariados. La llamada acumulación originaria no es, pues, más que
el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción. Se la llama
«originaria» porque forma la prehistoria del capital y del modo capitalista de producción.
La estructura económica de la sociedad capitalista brotó de la estructura económica de la sociedad
feudal. Al disolverse ésta, salieron a la superficie los elementos necesarios para la formación de
aquélla.
El productor directo, el obrero, no pudo disponer de su persona hasta que no dejó de vivir encadenado
a la gleba y de ser siervo dependiente de otra persona. Además, para poder convertirse en vendedor
libre de fuerza de trabajo, que acude con su mercancía adondequiera que encuentre mercado, hubo de
sacudir también el yugo de los gremios, sustraerse a las ordenanzas sobre aprendices y oficiales y a
todos los estatutos que embarazaban el trabajo. Por eso, en uno de sus aspectos, el movimiento
histórico que convierte a los productores en obreros asalariados representa la liberación de la
servidumbre y la coacción gremial, y este aspecto es el único que existe para nuestros historiadores
burgueses. Pero, si enfocamos el otro aspecto, vemos que estos trabajadores recién emancipados sólo
pueden convertirse en vendedores de sí mismos, una vez que se vean despojados de todos sus medios
de producción y de todas las garantías de vida que las viejas instituciones feudales les aseguraban. Y
esta expropiación queda inscrita en los anales de la historia con trazos indelebles de sangre y fuego.
A su vez, los capitalistas industriales, estos potentados de hoy, tuvieron que desalojar, para llegar a
este puesto, no sólo a los maestros de los gremios artesanos, sino también a los señores feudales, en
cuyas manos se concentraban las fuentes de la riqueza. […]
El proceso de donde salieron el obrero asalariado y el capitalista, tuvo como punto de partida la
esclavización del obrero. Este desarrollo consistía en el cambio de la forma de esclavización: la
explotación feudal se convirtió en explotación capitalista. Para comprender la marcha de este proceso,
no hace falta remontarse muy atrás. Aunque los primeros indicios de producción capitalista se
presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los siglos XIV y XV,
la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI. Allí donde surge el capitalismo hace ya mucho
tiempo que se ha abolido la servidumbre y que el punto de esplendor de la Edad Media, la existencia
de ciudades soberanas, ha declinado y palidecido.
En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las transformaciones que sirven de
punto de apoyo a la naciente clase capitalista, y sobre todo los momentos en que grandes masas de
hombres son despojadas repentina y violentamente de sus medios de subsistencia y lanzadas al
mercado de trabajo como proletarios libres y desheredados. Sirve de base a todo este proceso la
expropiación que priva de su tierra al productor rural, al campesino. Su historia presenta una
modalidad diversa en cada país, y en cada uno de ellos recorre las diferentes fases en distinta
gradación y en épocas históricas diversas. Reviste su forma clásica sólo en Inglaterra, país que aquí
tomamos, por tanto, como modelo.
En Inglaterra, la servidumbre había desaparecido ya, de hecho, en los últimos años del siglo XIV. En
esta época, y más todavía en el transcurso del siglo XV, la inmensa mayoría de la población se
componía de campesinos libres, dueños de la tierra que trabajaban, cualquiera que fuese la etiqueta
feudal bajo la que ocultasen su propiedad. En las grandes fincas señoriales, el bailiff [gerente de
finca], antes siervo, había sido desplazado por el arrendatario libre. Los jornaleros agrícolas eran, en
parte, campesinos que aprovechaban su tiempo libre para trabajar a sueldo de los grandes

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terratenientes y, en parte, una clase especial relativa y absolutamente poco numerosa de verdaderos
asalariados. Mas también éstos eran, de hecho, a la par que jornaleros, labradores independientes,
puesto que, además del salario, se les daba casa y labranza con una cabida de 4 y más acres. Además,
tenían derecho a compartir con los verdaderos labradores el aprovechamiento de los terrenos
comunales en los que pastaban sus ganados y que, al mismo tiempo, les suministraban la madera, la
leña, la turba, etc. La producción feudal se caracteriza, en todos los países de Europa, por la división
del suelo entre el mayor número posible de tributarios. El poder del señor feudal, como el de todo
soberano, no descansaba solamente en la longitud de su rollo de rentas, sino en el número de sus
súbditos, que, a su vez, dependía de la cifra de campesinos independientes. Por eso […] el suelo inglés
[…], estaba salpicado de pequeñas explotaciones campesinas, interrumpidas sólo de vez en cuando
por grandes fincas señoriales. Estas condiciones, combinadas con el esplendor de las ciudades
característico del siglo XV, permitían que se desarrollase aquella riqueza nacional que el canciller
Fortescue describe con tanta elocuencia en su Laudibus Legum Angliae («La superioridad de las leyes
inglesas»), pero cerraban el paso a la riqueza capitalista.
El preludio de la transformación que había de echar los cimientos para el régimen de producción
capitalista, coincide con el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del XVI. El
licenciamiento de las huestes feudales […] lanzó al mercado de trabajo a una masa de proletarios
libres y desheredados. El poder real, producto también del desarrollo burgués, en su deseo de
conquistar la soberanía absoluta aceleró violentamente la disolución de estas huestes feudales, pero
no fue ésa, ni mucho menos, la única causa que la produjo. Los grandes señores feudales,
levantándose tenazmente contra la monarquía y el parlamento, crearon un proletariado
incomparablemente mayor, al arrojar violentamente a los campesinos de las tierras que cultivaban y
sobre las que tenían los mismos títulos jurídicos feudales que ellos, y al usurparles sus bienes
comunales. El florecimiento de las manufacturas laneras de Flandes y la consiguiente alza de los
precios de la lana, fue lo que sirvió de acicate directo para esto en Inglaterra. La antigua aristocracia
había sido devorada por las guerras feudales, la nueva era ya una hija de sus tiempos, de unos tiempos
en los que el dinero es la potencia de las potencias. Por eso enarboló como bandera la transformación
de las tierras de labor en terrenos de pastos para ovejas. En su Description of England. Prefixed to
Holinshed's Chronicles («Descripción de Inglaterra. Antepuesta a las Crónicas Holinshed»), Harrison
describe cómo la expropiación de los pequeños agricultores arruina al país. «What care our great
incroachers!» («¡Qué se les da de esto a nuestros grandes usurpadores!») Las casas de los campesinos
y los cottages (chozas) de los obreros fueron violentamente arrasados o entregados a la ruina.
«Consultando los viejos inventarios de las fincas señoriales» —dice Harrison—, «vemos que han
desaparecido innumerables casas y pequeñas haciendas de campesinos; que el campo sostiene a
mucha menos gente; que muchas ciudades se han arruinado, aunque hayan florecido algo otras
nuevas... También podríamos decir algo de las ciudades y los pueblos destruidos para convertirlos en
pastos para ovejas y en los que sólo quedan en pie las casas de los señores».
Aunque exageradas siempre, las lamentaciones de estas viejas crónicas describen con toda exactitud
la impresión que producía en los hombres de la época la revolución que se estaba operando en las
condiciones de producción. […]
La Reforma, con su séquito de colosales depredaciones de los bienes de la Iglesia, vino a dar, en el
siglo XVI, un nuevo y espantoso impulso al proceso violento de expropiación de la masa del pueblo.
Al producirse la Reforma, la Iglesia católica era propietaria feudal de una gran parte del suelo inglés.
La persecución contra los conventos, etc., transformó a sus moradores en proletariado. Muchos de los
bienes de la Iglesia fueron regalados a unos cuantos rapaces protegidos del rey o vendidos por un

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precio irrisorio a especuladores rurales y a personas residentes en la ciudad, quienes, reuniendo sus
explotaciones, arrojaron de ellas en masa a los antiguos arrendatarios, que las venían cultivando de
padres a hijos. El derecho de los labradores empobrecidos a percibir una parte de los diezmos de la
Iglesia, derecho garantizado por la ley, había sido ya tácitamente confiscado[…]
La «Glorious Revolution» (Revolución gloriosa) entregó el poder, al ocuparlo Guillermo III de
Orange, a los terratenientes y capitalistas-acaparadores. Estos elementos consagraron la nueva era,
entregándose en una escala gigantesca al saqueo de los terrenos de dominio público, que hasta
entonces sólo se había practicado en proporciones muy modestas. Estos terrenos fueron regalados,
vendidos a precios irrisorios o simplemente anexionados a otros de propiedad privada, sin encubrir
la usurpación bajo forma alguna. Estos bienes del dominio público, apropiados de modo tan
fraudulento, en unión de los bienes de que se despojó a la Iglesia —los que no le habían sido
usurpados ya por la revolución republicana—, son la base de esos dominios principescos que hoy
posee la oligarquía inglesa. Los capitalistas burgueses favorecieron esta operación, entre otras cosas,
para convertir el suelo en un artículo puramente comercial, extender la zona de las grandes
explotaciones agrícolas, hacer que aumentase la afluencia a la ciudad de proletarios libres y
desheredados del campo, etc. […]
Los bienes comunales —completamente distintos de los bienes de dominio público, a que acabamos
de referirnos— eran una institución de viejo origen germánico, que se mantenía en vigor bajo el manto
del feudalismo. Hemos visto que la usurpación violenta de estos bienes, acompañada casi siempre
por la transformación de las tierras de labor en pastos, comienza a fines del siglo XV y prosigue a lo
largo del siglo XVI. Sin embargo, en aquellos tiempos este proceso revestía la forma de una serie de
actos individuales de violencia, contra los que la legislación luchó infructuosamente durante 150 años.
El progreso aportado por el siglo XVIII consiste en que ahora la propia ley se convierte en vehículo
de esta depredación de los bienes del pueblo, aunque los grandes arrendatarios sigan empleando
también, de paso, sus pequeños métodos personales e independientes. La forma parlamentaria que
reviste este despojo es la de los Bills for Inclosures of Commons (leyes sobre el cercado de terrenos
comunales); dicho en otros términos, decretos por medio de los cuales los terratenientes se regalan a
sí mismos en propiedad privada las tierras del pueblo, decretos de expropiación del pueblo. […]
«Si la tierra» —dice el Dr. Price— «cae en poder de un puñado de grandes colonos, los pequeños
arrendatarios (en otro sitio los llama «una muchedumbre de pequeños propietarios y colonos que se
mantienen a sí mismos y a sus familias con el producto de la tierra trabajada por ellos, con las ovejas,
las aves, los cerdos, etc., que mandan a pastar a los terrenas comunales, no necesitando apenas, por
tanto, comprar víveres para su consumo») «se verán convertidos en hombres obligados a trabajar para
otros si quieren comer y tendrán que ir al mercado para proveerse de cuanto necesiten... Tal vez se
trabaje más, porque la coacción será también mayor... Crecerán las ciudades y manufacturas, pues se
verá empujada a ellas más gente en busca de trabajo. He aquí el camino hacia el que lógicamente se
orienta la concentración de la propiedad territorial y por el que, desde hace muchos años, se viene
marchando ya efectivamente en este reino» […]
Y resume los efectos generales de las inclosures en estos términos:
«En general, la situación de las clases humildes del pueblo ha empeorado en casi todos los sentidos;
los pequeños propietarios de tierras y colonos se han visto reducidos al nivel de jornaleros y
asalariados, a la par que se les hace cada vez más difícil ganarse la vida en esta situación». […]
La depredación de los bienes de la Iglesia, la enajenación fraudulenta de las tierras del dominio
público, el saqueo de los terrenos comunales, la metamorfosis, llevada a cabo por la usurpación y el

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terrorismo más inhumano de la propiedad feudal y del patrimonio del clan en la moderna propiedad
privada: he ahí otros tantos métodos idílicos de acumulación originaria. Con estos métodos se abrió
paso a la agricultura capitalista, se incorporó el capital a la tierra y se crearon los contingentes de
proletarios libres y privados de medios de vida que necesitaba la industria de las ciudades.[…]
Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las huestes feudales y ser expropiados a
empellones y por la fuerza formaban un proletariado libre y privado de medios de existencia, que no
podía ser absorbido por las manufacturas con la misma rapidez con que aparecía en el mundo. Por
otra parte, estos seres que de repente se veían lanzados fuera de su órbita acostumbrada de vida, no
podían adaptarse con la misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y así, una masa de ellos
fue convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos; algunos por inclinación, pero los más,
obligados por las circunstancias. De aquí que a fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI se
dictase en toda Europa Occidental una legislación sangrienta persiguiendo el vagabundaje. De este
modo, los padres de la clase obrera moderna empezaron viéndose castigados por algo de que ellos
mismos eran víctimas, por verse reducidos a vagabundos y mendigos. La legislación los trataba como
a delincuentes «voluntarios», como si dependiese de su buena voluntad el continuar trabajando en las
viejas condiciones, ya abolidas. […]
Enrique VIII, 1530: Los mendigos viejos e incapacitados para el trabajo deberán proveerse de licencia
para mendigar. Para los vagabundos capaces de trabajar, por el contrario, azotes y reclusión. Se les
atará a la parte trasera de un carro y se les azotará hasta que la sangre mane de su cuerpo,
devolviéndolos luego, bajo juramento, a su pueblo natal o al sitio en que hayan residido durante los
últimos tres años, para que «se pongan a trabajar» (to put himself to labour). ¡Qué ironía tan cruel! El
acto del año 27 del reinado de Enrique VIII reitera el estatuto anterior, pero con nuevas adiciones,
que lo hacen todavía más riguroso. En caso de reincidencia de vagabundaje, deberá azotarse de nuevo
al culpable y cortarle media oreja; a la tercera vez que se le coja, se le ahorcará como criminal
peligroso y enemigo de la sociedad.
[…]
Isabel, 1572: Los mendigos sin licencia y mayores de catorce años serán azotados sin misericordia y
marcados con hierro candente en la oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos durante dos
años a su servicio. En caso de reincidencia, siempre que sean mayores de dieciocho años y nadie
quiera tomarlos por dos años a su servicio, serán ahorcados. Al incidir por tercera vez, se les ahorcará
irremisiblemente como reos de alta traición. […]
Leyes parecidas a éstas se dictaron también en Francia […].
Véase, pues, cómo después de ser violentamente expropiados y expulsados de sus tierras y
convertidos en vagabundos, se encajaba a los antiguos campesinos, mediante leyes grotescamente
terroristas a fuerza de palos, de marcas a fuego y de tormentos, en la disciplina que exigía el sistema
del trabajo asalariado.
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo
contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta
tampoco con obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista,
se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a
las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización
del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la creación
constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo y, por

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ello, el salario a tono con las necesidades de crecimiento del capital, y la presión sorda de las
condiciones económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea,
de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero sólo en casos excepcionales. […]
La expropiación y el desahucio de la población campesina, realizados por ráfagas y constantemente
renovados, hacía afluir a la industria de las ciudades, como hemos visto, masas cada vez más
numerosas de proletarios […]
A pesar de haber disminuido el número de brazos que la cultivaban, la tierra seguía dando el mismo
producto o aún más, pues la revolución operada en el régimen de la propiedad inmueble lleva
aparejados métodos perfeccionados de cultivo, mayor cooperación, concentración de los medios de
producción, etc., y los jornaleros del campo no sólo son explotados más intensamente, sino que,
además, va reduciéndose en proporciones cada vez mayores el campo de producción en que trabajan
para ellos mismos. […] Ahora, el campesino lanzado al arroyo, si quiere vivir, tiene que comprar el
valor de sus medios de vida a su nuevo señor, el capitalista industrial, en forma de salario. […]
Supongamos, por ejemplo, que una parte de los campesinos de Westfalia, que en tiempos de Federico
II hilaban todos lino, fue expropiada violentamente y arrojada de sus tierras, mientras los restantes se
convertían en jornaleros de los grandes arrendatarios. Simultáneamente, surgen grandes fábricas de
hilados de lino y de tejidos, en las que entran a trabajar por un jornal los brazos que han quedado
«disponibles». El lino sigue siendo el mismo de antes. No ha cambiado en él ni una sola fibra, y sin
embargo, en su cuerpo se alberga ahora una alma social nueva, pues este lino forma ahora parte del
capital constante del dueño de la manufactura. Antes, se distribuía entre un sinnúmero de pequeños
productores, que lo cultivaban por sí mismos y lo hilaban en pequeñas cantidades, con sus familias;
ahora, se concentra en manos de un solo capitalista, que hace que otros hilen y tejan para él. Antes,
el trabajo suplementario que se rendía en el taller de hilado se traducía en un ingreso suplementario
para innumerables familias campesinas[…]. Ahora, se traduce en ganancia para un puñado de
capitalistas. Los husos y los telares, que antes se distribuían por toda la comarca, se aglomeran ahora,
con los obreros y la materia prima, en unos cuantos cuarteles de trabajo […]
La génesis del capitalista industrial no se desarrolla de un modo tan lento y paulatino como la del
arrendatario. Es indudable que ciertos pequeños maestros artesanos, y todavía más ciertos pequeños
artesanos independientes, e incluso obreros asalariados, se convirtieron en pequeños capitalistas, y
luego, mediante la explotación del trabajo asalariado en una escala cada vez mayor y la acumulación
consiguiente, en capitalistas sans phrase [sin reservas]. En el período de infancia de producción
capitalista, ocurría no pocas veces lo que en los años de infancia de las ciudades medievales, en que
el problema de saber cuál de los siervos huidos llegaría a ser el amo y cuál el criado se dirimía las
más de las veces por el orden de fechas en que se escapaban. Sin embargo, la lentitud de este método
no respondía en modo alguno a las exigencias comerciales del nuevo mercado mundial, creado por
los grandes descubrimientos de fines del siglo XV […]
El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, el exterminio, la esclavización y el
sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las
Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: tales son los
hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan
otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. […]
En las plantaciones destinadas exclusivamente al comercio de exportación, como en las Indias
Occidentales, y en los países ricos y densamente poblados, entregados al pillaje y a la matanza, como
México y las Indias Orientales, era, naturalmente, donde el trato dado a los indígenas revestía las

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formas más crueles. […] Tampoco […] se desmentía el carácter cristiano de la acumulación
originaria. […] Aquellos hombres, virtuosos intachables del protestantismo, los puritanos de la Nueva
Inglaterra, otorgaron en 1703, por acuerdo de su Assembly [Asamblea Legislativa], un premio de 40
libras esterlinas por cada escalpo de indio y por cada piel roja apresado; […] en 1744, después de
declarar en rebeldía a una tribu de Massachusetts-Bay, los premios eran los siguientes: por los
escalpos de varón, desde doce años para arriba, 100 libras esterlinas de nuevo cuño; por cada hombre
apresado, 105 libras; por cada mujer y cada niño, 55 libras […].
El sistema colonial, la deuda pública, la montaña de impuestos, el proteccionismo, las guerras
comerciales, etc., todos estos vástagos del verdadero período manufacturero se desarrollaron en
proporciones gigantescas durante los años de infancia de la gran industria... El nacimiento de esta
industria es festejado con la gran cruzada heródica del rapto de niños. Las fábricas reclutan su
personal, […] la maquinaria recién inventada fue empleada en grandes fábricas, construidas junto a
ríos capaces de mover la rueda hidráulica. En estos centros, lejos de las ciudades, se necesitaron de
pronto miles de brazos. […] Se requisaban principalmente las manos de dedos finos y ligeros.
Inmediatamente se impuso la costumbre de traer aprendices (!) de los diferentes asilos parroquiales
[…]. Así fueron expedidos [...] miles y miles de criaturitas impotentes, desde los siete hasta los trece
o los catorce años. Los patronos (es decir, los ladrones de niños) solían vestir y dar de comer a sus
víctimas, alojándolos en las «casas de aprendices» cerca de la fábrica. […] En muchos distritos
fabriles, sobre todo en Lancashire, estas criaturas inocentes y desgraciadas, consignadas al fabricante,
eran sometidas a las más horribles torturas. Se las mataba trabajando.... se las azotaba, se las cargaba
de cadenas y se las atormentaba con los más escogidos refinamientos de crueldad; en muchas fábricas,
andaban muertos de hambre y se les hacía trabajar a latigazos... En algunos casos, se les impulsaba
hasta al suicidio... Las ganancias de los fabricantes eran enormes. Pero, ello no hacía más que afilar
sus dientes de ogro. […]
A la par que implantaba en Inglaterra la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de acicate
para convertir la economía esclavista más o menos patriarcal de los Estados Unidos en un sistema
comercial de explotación. En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa
exigía, como pedestal, la esclavitud sans phrase [sin reservas] en el Nuevo Mundo

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