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R E V I S TA L AT I N O A M E R I C A N A D E E N S AY O F U N D A D A E N S A N T I A G O D E C H I L E E N 1 9 9 7 | A Ñ O X X I I
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El objetivo de este artículo es ofrecer una visión general de las obras más
importantes que forman parte del canon global de la literatura medieval de
visión del cielo, infierno y purgatorio y de los elementos y motivos
recurrentes que la caracterizan, la definen y permiten reconocerla. Para tal
fin, se van a presentar taxonómicamente y describir desde un enfoque
cultural e histórico una serie de obras pertenecientes a este género literario
específico que tuvieron una enorme importancia en la Europa medieval de los
siglos VI-XV y ejercieron una influencia nada desdeñable en otras obras
posteriores al final de la Edad Media. A partir del siglo VI en adelante surge
en Europa un tipo de literatura religiosa que manifiesta un fuerte interés por
explorar el vasto mundo fenomenológico y escatológico en torno al cielo,
infierno y purgatorio. Pocos son los países en Europa (incluyendo Irlanda e
Inglaterra a partir del siglo VIII) que se mantienen al margen de la nueva
corriente literaria que posee rasgos y elementos en común con la literatura
judía, la literatura cristiana y gnóstico-cristiana, la literatura grecolatina, la
literatura del antiguo oriente próximo y la literatura árabe. Esta clase de
literatura que brota del anhelo universal del hombre por conocer qué hay
después de la muerte entronca a la perfección con la mentalidad medieval de
aquel siglo y de los siglos venideros, una mentalidad temerosa de Dios y de
sus misterios.
Las historias que recoge son las historias hombres o mujeres (generalmente
pecadores) que tras morir aparentemente se ven conducidos al Más Allá
donde un guía sobrenatural les conducirá por sus diferentes estadios:
purgatorio, infierno, paraíso (terrenal) y, en ocasiones, el cielo. Son éstas,
pues, historias de enseñanza y de advertencia; historias doctrinales y
didácticas en las que pueden apreciarse un progresivo y gradual cambio
psicológico en el comportamiento de los protagonistas que viven
intensamente una experiencia que los ha de marcar toda su vida. Los
autores son grandes sabedores que en la medida en que esa transformación
psicológica se produzca de manera efectiva en los protagonistas de sus
historias, así habrá de producirse de igual manera en la conducta y actitud
de sus lectores y oyentes.
El mundo medieval era, por lo general, muy religioso y la Iglesia creció hasta
ejercer una sorprendente influencia en las vidas de los pueblos de Europa
(cfr. Justin Clegg: 2006). La Iglesia no estaba constreñida por las fronteras
políticas existentes, ya que su poder se extendía por el norte hasta
Escandinavia y por el sur hasta Sicilia, por el oeste hasta Islandia y por el
este hasta Polonia. Era una de las instituciones mejor organizadas de Europa.
El Papa estaba situado a la cabeza de la Iglesia como representante de Cristo
en la tierra y por debajo de él existía una administración eclesiástica dotada
de un personal efectivo, una cancillería, una tesorería y un tribunal de
justicia. Y en un estrato más bajo se hallaba una compleja jerarquía formada
por miembros bien equipados e instruidos. La Iglesia poseía un profundo
efecto sobre la sociedad secular y participaba en muchas actividades y en un
número considerable de áreas y disciplinas. Por otro lado, el conocimiento y
la educación estaban en manos de la Iglesia. No es de extrañar, por lo tanto,
que tuviera la Iglesia también el deber de adoctrinar a las gentes del
Medievo en el plano moral. Los textos encuadrados en la literatura de visión
del cielo, infierno y purgatorio constituían un medio efectivo e idóneo para tal
fin pues una de las funciones esenciales de la Iglesia era atender a las
necesidades religiosas y espirituales de los pueblos cristianizados de Europa
y propagar la palabra de Dios a los no convertidos.
Los devotos fieles creían que la salvación del alma sólo era posible siguiendo
las enseñanzas y credos de la Iglesia. En palabras de Justin Clegg (2006):
“La Iglesia era vista, pues, como la puerta a la redención para todos, desde
el soberano hasta el siervo. Desde el nacimiento hasta la muerte, era la
Iglesia la que proporcionaba el marco dentro del cual la gente vivía sus vidas
y sus actividades daban forma a su año” (Justin Clegg 2006:7). La Iglesia
encuentra en estos textos de visión un vehículo de comunicación ideal para
propagar sus dogmas, componentes ideológicos esenciales y creencias y,
como hemos vinido diciendo, para moralizar, instruir, adoctrinar y guiar a
hombres y mujeres hacia la redención de sus almas. La literatura medieval
de visión del cielo, infierno y purgatorio sirve como material doctrinal para el
clero secular y las diferentes órdenes monásticas existentes en la Edad
Media. Esta amplia y diversa variedad de órdenes religiosas fuertemente
operativas y en activo en la Edad Media junto con los representantes de la
Iglesia secular demanda un tipo de material para sus sermones y homilías
que sea atractivo para el laicado, que sirva de ejemplo, que tenga como
protagonistas a personajes de diferente estrato social, que haya sido escrito
en un lenguaje accesible y fácil de entender (bien en latín o en la lengua
vernácula) y que posea una intención didáctica y moral.
Los demonios refieren todos los pecados que éste ha cometido desde su
infancia hasta el momento presente y le reprochan el haber tenido tres
esposas. Barontus admite sus pecados y su culpa. La cólera de los demonios
aumenta y San Pedro los golpea con sus llaves para alejarlos de allí. Después
decide enviar a Barontus a la tierra, pero ordenando que pase antes por el
infierno para que esto le sirva para mejorar su conducta y como señal de
advertencia. Se escoge para servir de guía a un alma llamada Frannoaldo a
cambio de que Barontus cuide de su tumba, que se halla cerca de la puerta
de una iglesia. Y antes de que se marchen del cielo, se pide a Barontus que
entregue una determinada suma de dinero a los pobres y se proteja así
mismo profiriendo la frase “Gloria a te, O Dio”. Una vez en el infierno
contempla a pecadores de toda clase y los castigos que reciben. Finalmente,
el alma de Barontus regresa al cuerpo y relata a los monjes su visión del
cielo y del infierno.
La Visión de Carlos el Gordo (Visio Karoli Crassi, Visio Karoli Grossi, o Visio
Karoli Tertii Imperatoris) es una obra en prosa anónima escrita en latín hacia
el año 900 después de Cristo. Fue compuesta en o cerca de Rheims. En ella
Carlos III, llamado Carlos el Gordo, rey carolingio de Francia Oriental y de
Francia Occidental, describe una visión de sus antepasados en la “otra vida”
que le advierten del futuro declive de su familia, los carolingios. La visión de
Carlos el Gordo podría haber tenido lugar en 885. El autor podría haber sido
alguien del círculo de Fulk el Venerable, arzobispo de Reims desde el año 882
hasta el año 900 y partidario de los carolingios en 888 en contra de Odo, rey
de Francia que no pertenecía a la dinastía carolingia.
Este relato de visión medieval podría haberse escrito como apoyo a las
peticiones políticas de Luis III el Ciego, que llegaría a convertirse en rey de
Provenza en el año 887 y en rey de Italia en el 900. En el infierno Carlos el
Gordo halla también a obispos, vasallos, príncipes, y consejeros de su padre.
Todos ellos han sido castigados (o están siendo castigados) por aconsejar la
guerra, la discordia, y el pillaje o haber participado en ella en lugar de
fomentar la paz y por haberse dejado llevar por su maldad, arrogancia y
lujuria. La historia cuenta que mientras Carlos el Gordo está descansando en
su lecho se le aparece un guía para enseñarle el ‘otro mundo’. Este guía
sostiene en su mano un ovillo hecho de una luz muy brillante que ata
alrededor del dedo de Carlos el Gordo para que le ilumine en la oscuridad
durante su viaje y le proteja contra los acasos de los demonios. Durante su
viaje Carlos el Gordo no padece ningún castigo, a diferencia de otros relatos
de visión como La Visión de Tundal. La visión posee un claro mensaje
político, pues cuando Carlos el Gordo regresa al mundo de los vivos del Más
Allá hace saber que en su visión se le dijo que sería sucedido por su primo y
que, por lo tanto, habría de entregarle el trono sin resistencia.
En ese instante emergen del río unas horribles criaturas o espíritus malvados
que tratan de apresarlo. Sin embargo, otras criaturas, de un aspecto
hermoso, tiran de él hacia arriba. En el texto leemos que en esa lucha
combaten los pecados de Stephen con las obras de caridad que éste había
hecho en la tierra. Tras contemplar esta escena, el soldado vuelve a la vida
sin saber lo que fue del propio Stephen después. De igual modo, el autor
concluye que desconoce si Stephen se salvó o fue condenado finalmente a
morar para siempre en el infierno, pero afirma que es probable que al
resucitar después de haber ido al infierno por primera vez, éste no
enmendara su pecaminosa vida anterior como hubiera sido lo deseable.
Existen cuatro relatos de visión de gran interés en el libro del siglo XI Liber
visionem tum suarum, tum aliorum de Otloh de San Emerano, monje
benedictino de Ratisbona (Regensburg). El libro contiene unas veinte y tres
visiones, aunque no todas se encuadran en la literatura del cielo, infierno y
purgatorio. La Visión de una Sirvienta constituye la sexta visión del libro y
versa sobre una sirvienta que experimenta una visión en el Más Allá y trae
noticias sobre los padres del tribuno Alderico. La Visión de un Mendigo es la
visión número once y describe las experiencias sobrenaturales de un
mendigo que contempla a los que acaban de morir en una casa hecha de
metal, en un pozo vacío y en un monasterio en ruinas y es testigo de un
árbol que se está descomponiendo que simboliza a un obispo. La Visión del
Monje Isaac gira en torno a un monje de Bohemia que conoce en el ‘otro
mundo’ al ermitaño Gunther, el cual habita en un bello lugar. También
presencia la montaña del infierno y el lugar donde se juzga a las almas de
los condenados. Esta visión se erige como la visión número catorce. La Visión
de la Emperatriz Theophanu es la visión diecisiete y en ella se revela el
destino de la emperatriz en el infierno.
De los siglos XII hasta el siglo XV hallamos en Francia, Italia, Bélgica, Los
Países Bajos, España, Alemania y Noruega los siguientes relatos de visión. En
primer lugar, en Italia aparece La Visión de Alberic. El protagonista de este
relato de visión de unas 7000 palabras es Alberic o Alberico de Settefrati,
monje benedictino de Monte Cassino (Italia), nacido hacia el año 1100. A la
edad de diez años Alberico, a causa de una enfermedad, pierde la
consciencia durante nueve días y en ese estado recibe una visión del infierno
y del paraíso. La visión fue transcrita por el monje Guido de la Abadía de
Monte Cassino entre los años 1121-23. El texto estuvo sometido
posteriormente a varias correcciones por parte del propio Alberico con la
ayuda de Pedro el Diácono entre 1127-37. El nombre del manuscrito es
Monte Cassino 257, fol. 712-34. El relato narra la visión que tuvo Alberico
siendo niño después de enfermar. Estando inconsciente una paloma blanca lo
eleva por el aire y lo conduce al Más Allá. Acompañado por San Pedro y dos
ángeles, Emmanuel y Hélos, recorre las regiones del infierno y del paraíso.
En el infierno presencia diferentes lugares reservados a las almas de los
pecadores según los pecados cometidos (adulterio, infanticidio, asesinato,
falso testimonio en el caso especial de los religiosos), un río purgativo que
sirve para purgar, limpiar, y expiar las ofensas y faltas y un enorme dragón
encadenado que devora con una boca de fuego multitud de almas. Entre
ellas se encuentran las de Judas Iscariote, Anás, Caifás, y Herodes. Más
adelante contempla un campo perfumado de azucenas y rosas, el paraíso, los
siete cielos, una tierra sobre la que no se le permite hablar, y las cincuenta y
una provincias de la tierra. Antes de que el alma de Alberico regrese a su
cuerpo, San Pedro le pide que cada año haga una ofrenda en su iglesia.
La Visión de Lázaro (Visio Lazari) es un relato de visión alemán del siglo XV.
Lázaro, su protagonista, narra lo que vio en el “otro mundo” (especialmente
en el infierno) antes de que Jesucristo le resucitase de entre los muertos.
Lázaro describe los diferentes tipos de castigos infligidos a los pecadores
según los pecados cometidos en vida. Los soberbios son castigados en
ruedas de tormento; los envidiosos en un lago de aguas heladas; los que
cometieron el pecado de ira son descuartizados en una cueva sombría y
lúgubre; los que se dejaron llevar por la pereza son castigados con
serpientes; los codiciosos son arrojados a calderas de metal fundido; a los
que se abandonaron al pecado de gula se les da de comer bestias
repugnantes; y a los que se dejaron tentar por la lujuria se les castiga en
pozos de fuego y azufre. La descripción de cada pecado capital está
acompañada de una reflexión de carácter moral. En esta visión llama la
atención que Lázaro visite el infierno sólo, sin ningún guía, a diferencia de la
mayoría de los relatos medievales de visión en los que encontramos
diferentes guías. Este relato está basado en el personaje de Lázaro de
Betania, el personaje bíblico que aparece en el Nuevo Testamento, donde
puede leerse que tuvo dos hermanas, María y Marta, y que vivió en Betania,
un pueblo situado a las afueras de Jerusalén.
San Julián se le aparece un día y se ofrece a guiarlo por el “otro mundo” con
el fin de que sea testigo de la dicha de los justos y del castigo de los
pecadores. Allí las almas son pesadas en una balanza ante San Pablo y un
demonio con el fin de establecerse si han de ser recompensadas o castigadas
acorde con sus actos. San Pablo toma las almas de los justos y el demonio,
la de los pecadores. Esta parte, que recuerda los juicios en el Más Allá de la
mitología egipcia, no se encuentra en otros relatos de visión medievales. Los
elementos que conforman el purgatorio, que está a cargo de San Nicolás,
son un fuego purificador, un lago salado y frío y un puente con espinas y
estacas. El lugar donde se infligen los castigos, que podría identificarse con
el infierno, es como un anfiteatro donde los demonios desempeñan la función
de espectadores. Los pecadores permanecen sentados en asientos de castigo
hasta que se les convoca ante los demonios para que imiten los pecados por
los que fueron condenados y a sufrir terribles tormentos por parte de éstos.
Entre los pecadores hay un hombre soberbio, un sacerdote al que se le pagó
por servicios religiosos que no llevó a cabo, un soldado que mató y robó, un
hombre de leyes corrupto, adúlteros y adúlteras, calumniadores, ladrones,
incendiarios, profanadores o saqueadores de lugares sagrados y
comerciantes que engañaron a sus compradores. El paraíso es descrito como
un templo o iglesia al que acceden las almas purificadas. En el interior de la
iglesia hay grandes moradas en las que habitan los justos y los santos. Estos
últimos reciben a las almas que en vida los sirvieron para llevarlas ante Dios.
El ascenso al cielo se produce simbólicamente por medio de una escalera. En
el texto puede leerse que cuántos más escalones ascienden las almas, más
resplandecientes se vuelven éstas.
El prior acude a la casa de esa mujer junto con otros frailes (agustinos y
franciscanos), clérigos, y sacerdotes diocesanos de gran valía intelectual en
materia de teología y filosofía, y a partir de ese momento se establece un
fecundo diálogo teológico y moral entre Guy y él. El espíritu le hace saber al
prior su historia a partir de su muerte acaecida en la ciudad del sur de
Francia Alés (o Alais). El espíritu le informa que, por los pecados cometidos
en vida, fue condenado por Dios a sufrir una penitencia en el Purgatorio
Común, destinado a todas las almas universales, y en el Purgatorio
Individual. El diálogo que se establece entre ambos personajes es, además,
informativo, moral y eminentemente didáctico. El espíritu le cuenta al prior
aspectos relacionados con el purgatorio, con el tipo de almas que acuden allí
según sus pecados (como la soberbia, la avaricia, la lujuria, el perjurio, el
asesinato, y la usura), con el tiempo de permanencia en aquel lugar, y sobre
todo, con la necesidad de cumplir con la penitencia impuesta para poder
ascender a los cielos y gozar de la paz y felicidad espiritual en compañía de
Dios, la Virgen María, los ángeles resplandecientes y todos los santos. El
poema hace énfasis en la importancia de las oraciones, misas, y limosnas
ofrecidas por los vivos a los muertos como medio de aliviar el sufrimiento de
las almas que están en el purgatorio. A este respecto, surge un intercambio
dialéctico entre el prior y el espíritu acerca de las oraciones que resultan más
efectivas a la hora de ayudar a las almas del purgatorio a cumplir con la
penitencia impuesta y a abandonar el purgatorio en el menor tiempo posible.
Se mencionan el Magnificat, el Benedictus, el Pater Noster, el Ave María, el
Credo de los Apóstoles, el Réquiem, el Dirige y el Placebo. El propósito
fundamental del poema no es asustar a sus lectores como hicieron otras
historias de la época (siglo XIV) o anteriores incluidas en la literatura de
visión como La Visión de Tundal (siglo XII), en el que se describen con todo
lujo de detalles los sufrimientos y tormentos a los que están expuestas las
almas de los pecadores, sino enseñar a los cristianos la importancia de evitar
el pecado en vida y mantenerse en todo momento dentro del camino del bien
y de la virtud. El poema presenta un contexto teológico en el que el
purgatorio se erige más como un lugar hacia la esperanza y la redención final
que como un lugar de tormento y sufrimiento para las almas de los
pecadores.
La Revelación del Purgatorio por una Mujer Desconocida (del Siglo XV) es un
texto inglés de autor anónimo del siglo XV. La protagonista es una mujer de
Winchester que revela a su confesor cuatro visiones del purgatorio. La
primera visión tiene lugar el día de San Lorenzo, en 1422. Las tres restantes
se suceden las tres noches siguientes. En la primera visión, la mujer de
Winchester contempla los castigos infligidos a los religiosos (hombres y
mujeres) que no llevaron una vida honesta y ejemplar en vida. En la
segunda visión, la mujer conoce a Margaret, un alma-guía del purgatorio que
le da a conocer detalles sobre la naturaleza del purgatorio y los castigos
padecidos en ese lugar. La mujer de Winchester ayudará a esta alma de
purgatorio a superar los tres fuegos del purgatorio y a salvarse por medio de
una serie de oraciones y misas que deberán decirse en su nombre con la
ayuda de ciertas personas. En la tercera noche, la mujer presencia el
sufrimiento de Margaret en el primer fuego mientras el diablo enumera sus
pecados. Después Margaret hace mención de los pecados y castigos de
algunos religiosos y laicos. En la cuarta noche Margaret padece el segundo y
tercer fuego del purgatorio y revela la manera en que el purgatorio está
estructurado.
La Visión de Ailsi es una visión que fue compilada por el prior y canónigo
agustino de Cornualles Peter of Cornwall (1139/1140-1221) en el libro 1,
capítulo 6: 13-17 de su obra Liber revelationum escrita entre los años 1200-
1206. Esta obra se encuentra en la Biblioteca del Palacio de Lambeth (MS
51). La visión podría haber ocurrido en torno a 1190. El visionario, que se
llama Ailsi, es el abuelo de Peter of Cornwall. Ailsi tiene una visión después
de morir su hijo Pagan. Éste guía a su padre por el “otro mundo”. Primero
recorren el purgatorio donde Ailsi es testigo de un valle oscuro, de un río de
fuego y hielo, del castigo de las almas en ese río y de una morada en la que
se infligen diferentes castigos. Después se dirigen al valle del infierno donde
las almas permanecen envueltas en llamas como castigo. Finalmente, Ailsi
visita el paraíso terrenal, que es descrito como una gran pradera en la que
las almas esperan su ascenso al cielo. La historia termina cuando Ailsi solicita
quedarse con Pagan, pero se le conmina a regresar a la tierra, momento en
que la visión desaparece. Peter of Cornwall escribió otras obras como el
Pantheologus (1189), una colección de material bíblico destinado a
predicadores; y el Liber disputationum contra Symonem ludeum.
Irlanda ofrece también su vision particular del Más Allá. Un immram (“viaje”)
es una historia compuesta en irlandés antiguo que narra el viaje por mar de
un héroe al “otro mundo”, por ejemplo al Tír na nÓg (“Tierra de los Jóvenes”)
y al Mag Mell (“Llanura de la Felicidad”). Estas historias se escribieron en la
era cristiana, aunque conservan elementos de la mitología irlandesa, como El
Viaje de Bran. Los immrama ponen de relieve las hazañas de los héroes
durante su búsqueda del “otro mundo”, que suele estar ubicado en islas que
se hallan al oeste de Irlanda. El protagonista es un héroe que se embarca en
un viaje con el fin de buscar aventuras o cumplir una misión. Antes de
alcanzar su destino desembarca en islas fantásticas. En algunas ocasiones
logra regresar a su hogar y en otras no. Los immrama son similares al
género irlandés llamado echtrae (“aventura”), que también narra el viaje de
un héroe al “otro mundo”, bien a un paraíso cristiano, a una tierra habitada
por hadas o a la tierra de los dioses. La diferencia estriba básicamente en la
fecha de las mismas. Los echtrai son más antiguos y datan del siglo VII
mientras que los immrama más tempranos corresponden al siglo VIII. Por
otro lado, los immrama poseen más elementos cristianos que los echtrai y
destacan la fe del héroe a pesar de los numerosos obstáculos a los que se
enfrenta durante su travesía.
En un echtrae el héroe arriba a un solo destino. En un immram el héroe se
aventura por varias islas antes de llegar a su destino final. Los immrama que
se han conservado son: El Viaje de Mael Dúin, El Viaje de los Húi Corra y El
Viaje de Snedgus y Mac Riagla. El Viaje de San Brendan se considera
también parte del grupo de los immrama. En cuanto al El Viaje de Bran, éste
suele considerarse un echtrae, aunque posee los elementos esenciales del
immrama. Los primeros immrama fueron compilados en el siglo VII por
monjes. Tales relatos poseen sus orígenes en tres fuentes principales: los
mitos celtas, los géneros cristianos y las historias clásicas. Los immrama
pueden haber derivado (o extraído elementos) de los géneros cristianos
como la vida de santos (sanctae vitae), historias de peregrinos (peregrinatio)
y los relatos de visión. La Visión de Laisrén es un texto compuesto en prosa
y en irlandés antiguo de finales del siglo IX o principios del siglo X. Se
desconoce su autor. Lo único que se ha conservado de esta visión es un
fragmento de la visita de este abad al infierno. La Visión de Adamnán es un
relato de visión del cielo y del infierno de autor desconocido compuesto en
irlandés medio. La primera parte incluye las secciones 1-20 y data del siglo
XI. La segunda parte, que incluye las secciones 21-30, corresponde a
principios del siglo X. El protagonista de la historia es Adamnán que, en la
festividad de San Juan el Bautista, es conducido por su ángel de la guarda al
cielo (a la Tierra de los Santos) y al infierno.
La Visión de Tundal es un texto del siglo XII escrito en latín por el hermano
Marcus, monje benedictino irlandés itinerante oriundo probablemente de
Cashel (en el condado de Tipperary), que cuenta la experiencia visionaria al
Más Allá de un caballero irlandés que ha sido un gran pecador llamado
Tnugdalus (Tundalus, Tondolus o Tundale). La versión en inglés medio es del
siglo XV (en torno a 1400) y corresponde a un traductor-adaptador anónimo.
El texto latino podría haberse escrito poco después de 1149 en el convento
benedictino de monjas irlandés (Schottenkloster) de Regensburg (Ratisbona:
Alemania-Bavaria) a petición de la abadesa Gisela. La experiencia del
caballero irlandés acontece en Cork (Irlanda) en 1148. Un día Tundal se
enferma repentinamente mientras se halla cenando en la casa de uno de sus
deudores y sufre una “muerte” aparente durante tres días. Durante ese
tiempo un ángel guía conduce su alma a través del infierno-purgatorio,
paraíso (terrenal) y cielo. A su regreso de nuevo a la vida, Tundal se
convierte en un hombre devoto y abandona sus vicios y pecados anteriores.
Hasta la fecha existen 172 manuscritos que recogen la historia de Tundal
(150 en latín). El traductor-adaptador de la misma no trabajó directamente
con el texto/tratado (Tractatus) escrito en latín sino con una versión anglo-
normanda. El texto en inglés medio de La Visión de Tundal contiene una
introducción y se divide en diez Passus (“padecimientos”. Literalmente
soportar/padecer), siete Gaudia (gozos) y un Reversio Anime (regreso del
alma al cuerpo). De La Visión de Merlino (Fis Merlino), escrita en irlandés, se
desconoce su autor así como la fecha de composición. Cuando éste y un
amigo suyo acuden a una cita hallan en su camino a un grupo de nobles a
los que se unen. Todos juntos se dirigen al castillo de un conde. Merlino y su
camarada esperan encontrar diversión en el castillo, sin embargo, cuando
entran en él, se dan cuenta de que se hallan en el infierno. En el texto
existen algunos breves atisbos del purgatorio y del cielo. El relato acaba con
la salida de Merlino del infierno, su regreso a este mundo y su
arrepentimiento.
Conclusión
Pocos son las países donde no hallamos un relato de visión didáctico y
doctrinal que no cuente la experiencia en el Más Allá de un pecador o
cristiano temeroso de Dios. La enorme popularidad de estos textos puede
deberse a numerosas razones: (1) la necesidad de la Iglesia de apoyar su
visión moral, doctrinal y didáctica que la impregna en historias
aparentemente sencillas que narran la experiencia de un hombre o mujer en
las regiones sobrenaturales acorde con su conducta moral en la tierra y de
hacer uso de ellas funcionalmente en sermones y homilías. (2) El interés que
despierta en los hombres y mujeres del Medievo el deseo de conocer los
elementos externos y externos que conforman la topografía del infierno,
purgatorio, paraíso terrenal y cielo. En cierta manera, estos textos tratan de
colmar el ansia de saber de estos hombres proporcionando una recreación,
construcción o reconstrucción del “otro mundo”. (3) Los textos ponen de
relieve, desde la perspectiva cultural, un fenómeno social prototípico en la
Edad Media: la gran cantidad de personas que decían haber tenido una
experiencia sobrenatural en un estado febril, trance, éxtasis, sueño inspirado
o tras caer en un estado de incosnciencia. La medicina moderna achaca las
visiones a enfermedades como el lupus, la lepra, o la peste. Entre los monjes
estas experiencias vienen condicionadas por el excesivo rigor de los ayunos
monásticos y de la severidad de las vigilias. (4) Los textos reflejan el anhelo
de hombres y mujeres por sobrevivir a la muerte física y corporal en este
mundo y transcenderse a través del alma a otra vida que ha de acaecer en
una ulterior esfera o dimensión espiritual.
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