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EL ODIO ES MÁS FUERTE QUE DIOS

Aproximación a las relaciones entre odio, religión y poder


en dos novelas colombianas

Aprendió a leer y elevó cometas de papel impreso.1

Allí en las noches alborotadas de cocuyos y chapolas, a la luz de una Cóleman, encendidos por el
aguardiente y la pasión política se mataban los conservadores con los liberales a machete por las
ideas. Cuáles ideas nunca supe, ¡pero qué maravilla!2

En El día señalado y El Cristo de espaldas3 a simple vista, encontraríamos dos de los ejemplos más
significativos de lo que en la historia cultural de Colombia, se ha dado en llamar Novelas de la Violencia. Se
puede afirmar que cumplen con los requisitos básicos asignados a las novelas escritas en Colombia
alrededor de un periodo político que a su vez ha sido denominado como época de la violencia. Sin embargo,
se hace necesario preguntarse entonces, cuál será la época de la no violencia (que no es lo mismo que la de
la paz, así como la primera, no es propiamente de la guerra). Creo que no dan para tanto como para
conformar un subgénero, ni siquiera agregándoles las otras de Caballero, la de Daniel Caicedo o la de
García4, etc. Novelas de la violencia en el caso de estas dos, lo son sólo en la medida en la que se refieren a
un periodo histórico. En su estructura y en su tratamiento formal, la violencia es un argumento conexo para
plantear problemas más de fondo, de la condición humana. Es decir que estas novelas pueden ser leídas un
poco más cerca de una clave universal que las distancia -insisto, levemente- de la tradicional novela
costumbrista a cuya sombra habían surgido5.

En ambas el protagonismo de la figura del sacerdote, aparece como una mediación de la Religión que por
estar articulada a la vida social de los pobladores, se muestra como ineficaz para detener los móviles de la
violencia, que serían los verdaderos ejes temáticos de ambos relatos: el poder y el odio que se desprende
del conflicto entre quienes lo tienen y quienes no. Recordemos que la figura del gamonal y el poder,
aparece en otras novelas latinoamericanas, en particular en Pedro Páramo, sin embargo, aparte de los
desmanes del protagonista, no se oye hablar de tal novela como de violencia. Pareciera que mi
argumentación es innecesaria si recordamos la anotación sobre la caracterización histórica, vs. la
temático-cultural; insisto sin embargo, porque esa etiqueta no ha dejado ver la realidad del planteamiento
de estos dos escritores que trataron de trascender las limitaciones contextuales6 de la escritura literaria de
motivación histórica.

Propongo que el odio y su relación con la religiosidad, son los elementos que permiten que estas dos
novelas no perezcan por los caminos del olvido editorial, ni cultural. En ambas fábulas, la presencia de los
sacerdotes inserta una noción sociocultural con referencia histórica: el fracaso de la religión católica como
medio de construcción de la nacionalidad colombiana. También en "Cóndores" hay un sacerdote que no es
protagonista pero cumple todavía su papel como signo del derrumbe de lo humano ante el deseo de poder
instaurado en los actores políticos.

1
MEJÍA VALLEJO, Manuel. El día señalado. PLAZA Y JANÉS Editores. Bogotá, 1.983 (1.963). Pg. 7.
2
VALLEJO, Fernando. La Virgen de los Sicarios. Editorial Santillana, S.A. Bogotá, 1.994. Pg. 113.
3
CABALLERO CALDERÓN, Eduardo. COLCULTURA/EL ÁNCORA Editores. Bogotá, 1.993 (1.952).
4
Siervo sin tierra, Manuel Pacho, Viento seco o La mala hora, entre otras.
5
En particular si recordamos que las dos tienen un pseudohéroe sacerdote como El padre Casafús de Tomás Carrasquilla.
6
"Sin una tradición, el primer drama nacional de que éramos conscientes, nos sorprendía desarmados. Para que la digestión literaria de la violencia política se cumpliera de un modo total, se
requería un conjunto de condiciones culturales preestablecidas, que en el momento crítico hubieran respaldado la urgencia de la expresión artística". (La literatura colombiana, un fraude a la nación
colombiana en: Revista Metáfora No. 11. Cali, Mayo de 1,997. Pg. 10).
Curso: Narrativa Colombiana
Estudiante: Óscar Ágredo Piedrahita
Profesor: Darío Henao Restrepo

Los curas

En El Cristo de espaldas, el sacerdote es joven y en su enfrentamiento con los acontecimientos desatados en


el frío pueblo al que ha llegado, intenta ser una especie de paladín de la justicia que vela por el
cumplimiento de la ley, aunque sin el respaldo suficiente. Su fe y su palabra, son sus únicas armas; pero la
angustia de su espíritu moderno lo obliga a poner su conciencia frente a sí mismo y en esta confrontación,
Dios termina perdiendo:

Sólo que a veces lo asaltaba el pensamiento atroz de si la moral no sería una abstracción descarnada de toda realidad, del mismo
modo que las matemáticas lo son respecto de las cosas. Sólo podemos sumar, restar, multiplicar y dividir ideas y esquemas de
cosas, meros conceptos pero no realidades, porque se requeriría que éstas fueran idénticas a aquellos, unas e invariables como las
palabras que los designan. Yo puedo sumar y restar naranjas ideales, es decir, ideas que no son propiamente naranjas, porque en
el mundo de las cosas ciertas y evidentes jamás encontraría una perfecta identidad entre dos frutas ni entre éstas ni la idea que de
ellas nos formamos. Entonces la moral, que pide al hombre una identidad absoluta con Dios cuando dice "Sed perfectos como mi
Padre celestial es perfecto", es una especie de matemática de la conducta, que se refiere a hombres esquemáticos e ideales,
idénticos sólo al concepto que los teólogos, los moralistas y los santos tienen de lo que son los hombres. El hombre ideal es el
Cristo, frente al cual todos somos remedos y aproximaciones. La moral cristiana sólo puede operar en hombres ideales que se
identifiquen totalmente con Cristo; pero esos hombres no existen porque si existiesen dejarían de ser hombres para comenzar a
ser dioses7.

Este discurso es el de un sujeto moderno, quien en este caso a pesar de estar ungido con la investidura de la
fe, racionaliza las diferencias fundamentales de los grados de compromiso exigibles a sus fieles; este
hombre ya no acepta la realidad como un designio de su Dios e introduce una reflexión de orden lingüístico
estructural, avanza con esto en una reflexión filosófica primaria sobre la representación. En boca de un cura
estrella del seminario, la verosimilitud, se sostiene; si la reflexión se diese en el cura viejo del pueblo de
abajo, un cura de provincia, sería difícil de aceptar. Sin embargo, Caballero Calderón arriesga y gana en su
propósito desmitificador del sacerdote; esa probable que este discurso fuese inevitablemente la expresión
de la formación intelectual del autor, reconocido por su amplia formación cultural.
El cura de El día señalado es desplazado en protagonismo por el hijo del Cojo Chútez, pero su papel como
héroe mediador es más congruente con el de un cura de provincias, aunque al estilo moderno de aquel que
negocia la fe para obtener resultados prácticos aplicables en la realidad cotidiana de sus fieles como cuando
impone penitencias que consisten en cavar y sembrar la tierra. Su lectura del Evangelio no es teórica ni
sermonera, su lectura está orientada a la salvación de las almas en la tierra y con la tierra. Exagerando,
podemos verlo como un cura nietzscheano en el sentido en el que se dedica a recuperar el valor de la
apariencia, y deja (un poco) de lado el idealismo cristiano neoplatónico de la religión católica; además su
lectura de la potencial muerte de Dios, es similar a la de Nietszche, quien no la menciona como una falta de
fe del ateo, sino como la incoherencia entre los postulados de la fe y su observancia por los fieles, piensa el
padre Barrios: "-¿Es que matamos a Dios cuando obramos mal? ¿Es que Él muere en nosotros en ese
momento?"8. Otra reflexión que caracteriza su mentalidad "liberal" -¿o mejor, libertaria?- lo separa de ese
universo costumbrista de buenos y malos de las novelas colombianas anteriores:
"No es" -pensaba el sacerdote- "un ateo el enemigo de la religión; es el fariseo, el fanático que sublima sus rencores poniéndolos
al servicio del cielo, que sacia resentimientos y frustraciones haciendo de Dios un cómplice. ¿No le manchará un poco esta clase de
adoración? Él exige dignidad a nuestra alma ¿No despreciará las almas serviles?"9.

7
CABALLERO, CALDERÓN, Eduardo. Op. cit. Pg. 184.
8
MEJÍA VALLEJO, Manuel. Op. Cit. Pg. 162.
9
Ibid. Pg. 100.

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Curso: Narrativa Colombiana
Estudiante: Óscar Ágredo Piedrahita
Profesor: Darío Henao Restrepo

El Odio -¿La Violencia?-

En El Cristo de espaldas el conflicto aparentemente es un crimen: una "muerte violenta". Digo


aparentemente porque esa muerte no es el conflicto sino el síntoma o si se quiere, uno de sus resultados.
En El día señalado el conflicto es similar pero no se atiza tan claramente con referencia al "modelo educativo
de construcción de la República": la división maniquea entre liberales y conservadores. El odio en la novela
de Caballero, es claramente partidista: la trama señala que un hijo liberal ha asesinado a su padre
conservador, al principio se propone un crimen económico pero al constatar la falta de móvil, el crimen es
manipulado por el notario del pueblo (quien a la postre aparecerá sugerido como el autor intelectual) para
hacerlo aparecer como político:
-Aunque las circunstancias lo condenen, es cierto que el análisis de los móviles del crimen nos llevaría a absolverlo -dijo
gravemente el notario. El cura, en un arranque de efusión, le estrechó la mano.
-¡Dios lo ilumine, usted es un hombre recto!-
El notario carraspeó con satisfacción, meneó la cabeza de un lado a otro, limpió cuidadosamente sus gafas con el pañuelo de
"raboegallo" que llevaba en la faltriquera y miró a los circunstantes por encima de ellas.
-Sin embargo, sin embargo hay algo que me preocupa mucho. Su reverencia debe saber que estamos en vísperas electorales, y
que de estas elecciones depende la estabilidad del régimen conservador, el mantenimiento del orden, el establecimiento de la
justicia, la guarda de la religión y los principios cristianos de este pueblo, en esta provincia, en este país...
-¡Por ahí es la cosa, padrino! ¡Son los rojos los enemigos de mi padre!
-¡Sólo ellos podían tener interés en asesinarlo! Les pesaba mucho don Roque -explicó el alcalde.10

En la novela de Mejía, el crimen no tiene una sola manifestación. El hijo del Cojo lo busca para vengar una
afrenta común del imaginario machista pero singular respecto a las historias de muerte. El día señalado es
el día en que el hijo ha determinado habrá de hallar a su padre y matarlo como venganza por haber
abandonado a su madre, y tal vez también por no haber estado junto a él; es un crimen de parentesco, un
crimen que evalúa el abandono familiar como un crimen peor que el asesinato:
"El día señalado nos veremos frente a frente, y morirá", juré, niño todavía. Y amolaba despaciosamente espolones y cuchillo
mientras miraba a cualquier punto.
Días, meses, años...
Aún creo recordar el brillante sonar de las espuelas de mi padre sin figura, la de los vaqueros, las corvas espuelas de Aguilán.
Cuando en las noches me tendía sobre la hierba, fijaba en dos estrellas los ojos porque las estrellas se me hacían rodajas metálicas.
Entonces rayaba la hierba con los talones, vengativo. Sin embargo, en ocasiones luchaba por resignarme a oír a mi madre hablar
de cuando el forastero le entregó el gallo y le dijo: "Es de la mejor cuerda, volveré...".
Pero detrás mi sombra decía: "Hay que encontrarlo". Porque al formarme en el odio tuve que aceptar el engranaje y vivir en mí
como en casa ajena.11

Este es el leit motiv fundamental de esta novela, el conflicto entre el Cojo y los guerrilleros, es secundario,
pero las lecturas suelen hacerse forzando la caracterización periódica (época de la violencia). Muy distinta
es la presencia del machismo como valor cultural que aparece en las relaciones entre Otilia (la puta del
pueblo) y el Capitán Canales (comandante de los guerrilleros), y entre el hijo del Cojo y Marta (la hija de Don
Jacinto, dueño de la taberna El gallo rojo, y hermana de Antonio, otro líder guerrrillero). Este machismo
permitirá resolver la venganza sin mediación del parricidio, puesto que el hijo logra mirarse a sí mismo a
través del padre. Su relación -o desrelación- con Marta es simétrica a la de su padre con su madre. Logra
entenderlo, no perdona, pero es satisfactorio saber que la vida misma cobra al padre lo que suponía como
deber cobrable por él mismo:
Pero de pronto en el Cojo, no vi más que un hombre, sólo un hombre, también desamparado, sin más camino que la muerte.
Cuando muriera le quebrarían la pierna mala a la altura de la rodilla para acomodarla en el ataúd. No sé por qué me detuve en su
camiseta sudada, en sus tres arrugas del cuello, en la derrota que la vida le asestaba contra la voluntad de la carne. Por eso me
dolieron sus canas, su pierna contraída, sus arrugas, el zurriago nudoso, la bota de cuero crudo; lo supuse cercano a mí con sus

10
CABALLERO CALDERÓN, Eduardo. Op. Cit. Pg. 85.
11
MEJÍA VALLEJO, Manuel. Op. Cit. Pg. 162.

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Curso: Narrativa Colombiana
Estudiante: Óscar Ágredo Piedrahita
Profesor: Darío Henao Restrepo

angustias. También él vivió trago a trago la vida, resistió el contragolpe de sus propias acciones, el sabor a ceniza de cada jornada.
También a él le gustaría el olor de la madera, el canto de los sinsontes, los campos sembrados después de la lluvia.
Y también él tendría que morir... ¿Debería yo matarlo? A veces me he preguntado si la crueldad se mantiene en mí, pero creo que
jamás he abusado de mi fuerza (...)
(...) ¡Maldita la gracia de vivir! Pensé que para no tener piedad es necesario ver de lejos al hombre, verlo en la masa. Por eso sentí
una rabiosa compasión por los seres caídos. Y el Cojo era uno de ellos.
(...) Algo de mi padre se estremeció en mí cuando vi a Marta a la entrada del cañaduzal. Me quedé mirándola con tristeza, con la
vieja tristeza de mi madre. Únicamente dije:
-Estoy cansado.
Creo que le dolió mi fatiga;
-Aquí dejo este gallo en prueba de que volveré. Es de la mejor raza.12

El poder

El odio es más fuerte que la fe porque es el poder lo que lo atiza. En las novelas de la época se atribuyó el
odio al partidismo, sin embargo un fuerte componente de ese partidismo era la religión; traumática
herencia de España que Carlos Fuentes ha desnudado. La unión entre los ejércitos peninsulares y la Iglesia,
se trasladó casi simétricamente a nuestro recreado continente en el extraño proceso de la Conquista. Una
espada y una cruz fundaron nuestras raíces; la espada del prejuicio étnico, que no es otra cosa que la
debilidad del ego colectivo español surgida de su falta de identidad como nación, fue transferida a los
pueblos americanos diferentes, y una cruz ambigua con dos dioses: el del antiguo y el del nuevo libros. Un
dios de perdón no se acomodó demasiado bien a la construcción de un continente con la espada; pero un
dios castigador, el del Mar Muerto y el de la expulsión de los mercaderes del templo, sí halló el eco
liberalconservador adecuado para instaurar el odio a la diferencia, enseñado desde los púlpitos por curas
liberales "y/o" conservadores.
Los poderosos no temen a Dios suponiendo que crean que existe -que no es lo mismo que creer en él-,
temen a la falta de poder. Es el drama del Edipo en el análisis foucaultiano, Edipo no sufre por haber
cometido incesto -que si es lo mismo que comerse a la mamá- ni por haber matado a su padre, sufre por
haber perdido el poder sobre Tebas. El gamonal no es ningún Edipo, puede procrear tranquilo, tampoco es
Layo, la maldición no lo alcanza, pues su relación con el poder le permite ignorar los designios de la deidad.
Es el caso de don Heraclio Chútez, el Cojo, su hijo ve cumplidos los designios de la fatalidad por la dinámica
misma de la vida. Un poco diferente es el caso del notario, quien por fuera de la religiosidad siente miedo
de ser descubierto pero no siente arrepentimiento, en cuanto a la política colombiana narrada, Dostoievsky
y Freud estaban equivocados.
-¿Qué se propone, señor Cura?
El sacerdote restregó su rostro, cayeron las comisuras, cayeron los párpados hacia una mancha en la sotana.
-Es más fácil hablar con Dios que con usted...
Volvió a señalar la parcela.
-Se trata de que nos la regale para cultivarla.
Contra lo que esperaba, don Heraclio guardó un silencio reflexivo. Las pupilas nadaron en las órbitas.
-¿Sabe, padre Barrios? Este terreno fue lo primero que gané trabajando honradamente. Ese guayacán amarillo lo sembré aquel
día, como si dijera: "Aquí estuvo Heraclio Chútez".
-Es una manera de perdurar.
-O de marcarse.
Yo sabía la historia del terreno.
Levantando las cejas el Cojo indicó atención.
-¡Conqué lo sabía!
Lo escogí por ser una de las pocas cosas puras de usted.
-¡Con que lo escogió!
-Para sembrarle cabuya, para la comunidad.
-¿Por el sistema penitenciario?
-Con la ayuda de Dios.

12
Ibid. Pgs. 241,242.

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Curso: Narrativa Colombiana
Estudiante: Óscar Ágredo Piedrahita
Profesor: Darío Henao Restrepo

-¿De Dios? El Diablo pone los pecados, usted pone la penitencia.


-Los designios del cielo...
-Los suyos, padre Barrios.
Sopló una carcajada que asustó al sacerdote.
-Por primera vez alguien pone al Diablo de parte del cielo.13

(...) Sepa usted que mi marido, desde cuando volvieron ustedes esta madrugada, no tiene reposo. Belencita le contó lo que había
pasado en el páramo, y en mala hora le dijo que su reverencia había confesado al sacristán... Se puso pálido como un muerto y creí
que iba a ponerse enfermo... Luego empezó a gritar y se excitó de tal manera que no sabíamos qué hacer para calmarlo... ¡Las
cosas que decía, Dios mío!... Y a mí se me metió en la cabeza... ¡Virgen Santísima!... ¿Qué pecado habré cometido yo para que
semejante maldición caiga sobre mi casa?
Un pensamiento atroz zigzagueó por la mente del cura, como uno de esos súbitos relámpagos que iluminan las nieblas siempre
grises del páramo y cuyo bronco trueno pone pavor en los viajeros.14

Otra relación particular de un poderoso con el poder mismo y con la religiosidad, es la del capitán Canales
quien la expresa cuando se ha tomado el pueblo de Tambo y regresa a buscar a Otilia:
-¿Por qué me buscaste Pedro Canales?
Ella siguió mirándolo fijamente, creyó que en ese momento lo dominaba.
-Perdí la juventud.
-¿Lo crees?
-Mi belleza es un rastro de los veinte años.
-Vine a buscarte, ¿no basta eso?
Ella siguió sosteniendo la mirada, fuerte su respiración. El seno desnudo bajo la tela se levantaba, potente.
-Me entregué al Cojo Chútez.
-¡Tipo de Cojo!
-Me entregué al Sargento Mataya.
-Buena la tuvo anoche.
-Me entregué al negro de los helados.
-¿...?
-¡Me entregué a todo el pueblo!
Él tuvo una sonrisa cruel.
-El pueblo soy yo, mujer.15

(...) Se rió. Otilia pensó que él no tenía conciencia de la muerte, ni de nada. Morir era un salto más, como quien gana una valla para
otra aventura. La aterró esa simplicidad. La aterró tenerlo en su piel como una marca.
-¿Y Dios? ¿No crees en Él, Pedro Canales?
Se puso hosco.
-Desconfío de quienes tienen interés personal en la existencia de Dios.16

Finalmente es el statu quo el poder irrenunciable. Ese que negociaron los monjes ibéricos con los ejércitos
visigodos en la preconquista española, la de los ejércitos por la religión. Son el cura del pueblo de abajo y el
obispo aquellos símbolos que entierran de cabeza al cura joven del pueblo de arriba:
-Pues te decía muchacho... Cornelia tiene la teoría de que a la gente de estas montañas no se le puede venir con finuras y
perendengues, porque muy desagradecida, y es bueno que lo vayas aprendiendo. Este no es el rebaño de ovejas que dice el
Evangelio, sino una sucia corraleja. ¡Como ves, Cornelia es muy ocurrente!
-Yo quisiera pedirle consejo a su reverencia sobre el problema que le consulté esta mañana, después de mi confesión...
-¡Aguarda, hombre de Dios! Para todo habrá tiempo. Tienes que aprender que en los pueblos no hay problemas impostergables.
Como por lo general se resuelven solos, la experiencia me ha enseñado que lo mejor es no resolverlos...(...) Francamente no me
explico qué les enseñan ahora en el Seminario. Aquí, en esta corraleja, hay que ser duro. Lo primero que la gente le pide al cura es
que sea un macho... Y a propósito, quiero que me leas después del almuerzo, la última pastoral del señor obispo. (...) 17

(...) "tuve que contrariar mi estimación y mi amor paternal por ti, convencido de tus errores, ante la muchedumbre de testimonios
que te condenaban. Recuerda que la Iglesia es una institución sabia y por lo mismo prudente. Sobre todo confiesa que muchas

13
Ibid. Pgs. 130-131.
14
CABALLERO CALDERÓN, Eduardo. Op. Cit. Pg. 183.
15
MEJÍA VALLEJO, Manuel. Op. Cit. Pgs. 235-236.
16
Ibid. Pgs. 236-237.
17
CABALLERO CALDERÓN, Eduardo. Op. Cit. Pgs. 140-141.

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Estudiante: Óscar Ágredo Piedrahita
Profesor: Darío Henao Restrepo

veces es preferible ceder a las circunstancias momentáneas que suscitar el escándalo permanente. Dad a Dios lo que es de Dios y al
César lo que es del César, dice el Evangelio, y ahora el César te pide a ti, y sería insensato darle en tu lugar a la Iglesia".

En las dos novelas, poder y odio son hijos de un mismo Dios, la Santísima Trinidad, la orgía18 de la
intolerancia. El mundo ha empezado a cambiar ycon sus rasgos, la literatura. Esa Colombia dibujada
culturalmente en sus entrañas, era ya un país que a través de sus sacerdotes, hombres mal que bien,
formados intelectualmente, entraba lentamente en la modernidad y sí, incluso con un rasgo postmoderno,
el del individuo que empezaba a aceptar su escisión; ambos curas logran acercarse no a perdonar el pecado,
pero sí a tratar de comprender que el mismo es el resultado de la misma condición existencial discursiva de
Dios. Soy partidario de abrirles la puerta por el camino de la voluntad nietzscheana, obligándolos a admitir
la existencia de un Dios aun cuando se pudiese elegir si se creía o no en él, como se podría elegir en ese
tiempo si se podía o no, creer en una bandera azul o roja.
Mejía Vallejo, es más técnico. Abraza los horizontes faulknerianos y a través de voces intercaladas crea un
verdadero tiempo-espacio más consecuente con el género novela. Caballero Calderón es más pulcro en la
construcción discursiva, tanto que como afirmé arriba, arriesga la verosimilitud. Acude al suspense policiaco
para desnudar el odio traidor de la inteligencia (en el sentido militar) partidista. Su lenguaje es más
depurado pero su narración no logra construir un universo necesario para instaurarse genéricamente como
novela moderna. Sus personajes son modernos, en particular la convicción del notario sobre el papel de la
prensa en la construcción de la realidad; pero no alcanza, su texto es más un relato largo que una novela
corta, debatir esto sería muy complejo y por ahora innecesario. Resta decir sin embargo, que ambas
narraciones valen la pena para ser mantenidas en el canon de aquellas obras necesarias para tratar de
entender mejor las razones de ser de nuestra cultura o de nuestro sensorium como preferiría W.
Benjamin.

Óscar Ágredo Piedrahita

18
Ver (o leer) VALLEJO, Fernando. Op. Cit.

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