Professional Documents
Culture Documents
Integrantes:
Silvana Trejos
Valeria Mattus
Catalina Pino
Constanza Urriola
El clima emocional es el ambiente que se genera a partir de lo psicológico y físico de los
actores, en el cual se desenvuelve el proceso. Este clima y estado esta determinado por las
interrelaciones de los sujetos que son participes de ella, tales como el estudiante del cual
tenemos consideración de su memoria histórica, su identidad, su contexto, sus virtudes y
vulnerabilidades. El docente como un agente que interactúa con sus estudiantes, practica sus
habilidades y competencias emocionales pero también las enseña, el docente lleva a cabo un
doble rol a través de la enseñanza, la de moderador/a de las relaciones y como se construyen,
y a la vez las herramientas que otorga a sus educandos para un desarrollo del sujeto integral.
El docente no sólo cumple la función de enseñar e interactuar con los estudiantes en relación
a las materias formales, si no que el docente preparado y educado emocionalmente, docente
consecuente de las acciones de su profesión que abarca una integridad completa del sujeto
(Freire,2002), interpreta las emociones de los educandos para aplicar una metodología
adecuada (Cassasus, 2006)
Las emociones son más que una experiencia psicológica, o biológica. Las emociones son una
energía vital, un tipo de energía que se conecta con los hechos que ocurren a nuestro
alrededor, la interacción con el mundo se conecta con la energía interna del sujeto, generando
a partir de esa conexión, cierta disposición a la acción e interacción con los demás.
La emocionalidad está normada según el mundo que nos rodea, nuestra construcción social,
cultura e ideologías. Toda acción dependerá en el contexto en el cual nos desenvolvemos,
según este usaremos cierto lenguaje verbal y corporal, es decir, las emociones están normadas
por nuestras creencias, y las expresaremos según el contexto que se presente."Somos
prisioneros de las emociones que emanan de nuestros contextos. Sin embargo, con demasiada
frecuencia no nos damos cuenta de esta condición".(Casassus, p.114).
Al estar inmersos en la sociedad que nos rige, delimitamos nuestras reacciones y conciencia a
la construcción de la realidad, a medida que crecemos nos programamos para reaccionar de
cierta maneras a determinada emoción, esto evita la autenticidad del sujeto, que construya su
identidad a partir de su experiencia y emociones. Por lo tanto nuestro estado de ánimo
dependerá del contexto en el cual estamos insertos. (Bisquerra, 2001)
Desde el enfoque de Maturana nos lleva a reflexionar sobre las condiciones que nos permiten
el explicar todo lo que ocurre en la vida como fenómeno del vivir.
Maturana biológicamente explica que las emociones son disposiciones corporales que
determinan o especifican dominios de acciones, por lo tanto, todo dominio de acción que se
encuentran incorporados en las personas conlleva una emoción que la antecede. Cuando uno
cambia de emoción, cambia de dominio de acción. Para ello basta con que pensemos en el
estado de ánimo que queremos reflejar cuando decimos a alguien: “Yo hoy no estoy para
eso”. Es algo bastante común en la práctica, pero lo negamos, porque insistimos en que lo
que define nuestra conducta humana es ser racionales.
Las emociones son disposiciones corporales para la acción y que nuestro transcurrir cotidiano
gira en torno al entrelazamiento de la razón y la emoción. De ahí la discrepancia que tiene
Maturana con respecto a que la razón es lo que caracteriza al ser humano debido a que
usualmente no se le da la importancia a las emociones y se les desvaloriza. “El declararnos
seres racionales nos hace vivir en una cultura que desvaloriza las emociones para no
permitirnos comprender el entrelazamiento de la razón y la emoción que constituye nuestro
diario vivir” (Maturana, 2001).
En el texto “El error de Descartes” se trata de interpretar los procesos psicológicos tanto
conductuales y emocionales como fruto de la interacción de un "alma" inmortal asentada en
el cerebro sobre un cuerpo que funciona de forma "mecanicista".
Dentro del proceso del aprendizaje se presentan los tipos de climas, que son como el
ambiente en el cual se desenvuelve la educación es percibido por el educador y educando
según las creencias y normas que se han formado a lo largo de la escolarización, esto depende
de la metodología, estados emocionales, comunicación, escucha y experiencia con el sistema
escolar de los actores que lo componen y podemos clasificarlos en climas tóxicos y
nutritivos.
Los climas nutritivos son aquellos que favorecen a la convivencia social sana y positiva, en
donde los educandos tengan motivación y agrado por la participación, cooperación y
aprendizaje tanto en el aula como en aquellos contextos asociados a la escuela. Este clima
permite el desarrollo de la inteligencia emocional a través de la sintonía emocional, un
ambiente donde las emociones de toda índole son relevantes, comunicadas e interpretadas.
Por el contrario un clima social tóxico emerge las conductas violentas y negativas de los
participantes, invisibilizan lo positivo dentro del aula, la crítica es predominante a diferencia
de la valoración, se focalizan en los errores y las relaciones evolucionan a situaciones más
estresantes e insostenibles.
Otros factores que determinan el clima emocional son la disposición en el aula, una estructura
autoritaria en la cual el docente está en frente y los educandos mirando sus espaldas no
favorece a la comunicación ni retroalimentación, las conformaciones circulares o un estilo
libre que permitan el trabajo colaborativo desarrolla la convivencia, tanto en pares como con
el educador.
El contexto social puede reaccionar en relación con los estados de ánimo y las demandas del
niño de varias formas: empáticamente, negligentemente y en forma abusiva.
En forma que implica abuso emocional: Un tipo especial de reacciones del entorno hacia las
necesidades emocionales del niño lo constituyen el abuso emocional y el maltrato. Estos
incluyen amenazas brutales, humillaciones y castigos violentos. Estos niños suelen reaccionar
con una hiperalerta emocional frente a los estados de ánimo de los otros, que se ha
homologado a una vigilancia postraumática. Este fenómeno se ha descrito en personas que
han sufrido situaciones traumáticas intensas, como guerras, catástrofes naturales, accidentes,
violaciones, torturas. En los niños se traduce en una preocupación obsesiva por los
sentimientos y señales emocionales de los otros como una forma de estar preparados
constantemente para un posible ataque o agresión. El abuso emocional en la infancia genera
patologías importantes en la vida adulta tales como: timidez, depresiones, trastornos graves
de personalidad y, paradójicamente, los convierte, cuando crecen, en potenciales adultos
abusadores.
Estudios retrospectivos y de seguimiento indican que existe una relación entre problemas en
el desarrollo de habilidades sociales en la infancia y desajuste en la edad adulta, que van
desde el fracaso académico hasta alteraciones mentales severas, que incluyen cuadros como
el alcoholismo y la depresión psicógena (Lewinsohn, 1982; Hersen, Bellak, Himmlijech,
1982).
La habilidad social se ha definido como “la habilidad de un niño para organizar cogniciones y
conductas en un curso de acción integrado y dirigido a metas interpersonales o sociales,
culturalmente aceptadas” (Ladd, G.; Mize, J., 1983). Dentro de éstas, las habilidades socio
cognitivas son propuestas como “aquellos procesos sociocognitivos que median la calidad del
ajuste social” (Spivack y Shure, 1980).
Las competencias que se desarrollan en la educación emocional tienen sus raíces en esta
distinción. Por una parte, se fundamentan en el desarrollo de la conciencia emocional o
inteligencia interpersonal. Trabajar consigo mismo, en primera persona singular, es la manera
de aprender las distinciones del mundo emocional, es una condición para poder percibirlas en
otros. Si uno no ha podido ver y comprender el mundo emocional de manera experiencial en
sí mismo, difícilmente podrá ver y comprender el mundo emocional de los otros.
El conocimiento de las emociones es crucial para vivir, porque es un puente entre nuestra
realidad interior y la realidad exterior que nos rodea y habitamos.
Como reflexión final y breve conclusión podemos entablar un crítica sobre la realidad chilena
que vivimos en cuanto a la educación emocional.
Ya hemos hablado del Marco Para la Buena Enseñanza y su rol como agente regulador,
siendo su última “actualización” del año 2008. En este no se abarca la educación emocional
como tal, sino el rol autoritario del profesor en la sala de clases, el profesor como único
generador del clima emocional del aula y el “no perder el tiempo en acciones que no que no
se relacionen con actividades de la clase” (Mineduc, 2008), entre otros. Amanda Céspedes,
neuropsiquiatra y escritora, define que "Si se hiciera una evaluación de los niveles de
educación emocional en Chile en el año 2010 sería desastroso. El adulto calificaría cero en
capacidad de lectura emocional, no nos damos cuenta como decodificamos las señales
emocionales de los niños" (2010). Esto es algo realmente importante ya que, es importante
poder reconocer la emocionalidad de otro, dentro de la sala de clases para poder aplicar la
metodología necesaria según la emoción que presenten los niños en ese momento para
favorecer el aprendizaje (Casassús, 2006), y fuera de ella porque este es el principio de
legitimación a otro, de reconocerlo como persona que siente piensa y aprende.
Podemos decir entonces que es un tema importante y no solamente es deber de quienes crean
las políticas públicas, sino también de nosotros y nosotras como docentes en formación el
informar nuestros compañeros de universidad, familiares y colegas.
Bibliografía
Paulo Freire. (2002). Cartas a quien Pretende enseñar. Argentina: Siglo veintiuno.
Heusser, N. (19 de Junio de 2017). Piden que se enseñe educación emocional en los colegios.
La Hora