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Los Mayas y Xibalbá: el Camino Iniciático

La cultura Maya se desarrolló desde tiempos remotos en Yucatán (México) y zonas limítrofes
de Mesoamérica, alcanzó su plenitud entre los siglos tercero y noveno de nuestra era, y produjo
multitud de ciudades y centros ceremoniales que constituían un reflejo del cosmos en la tierra y
que contaban con pirámides, templos, palacios, juegos de pelota, esculturas, observatorios
astronómicos, etc., así como un sistema aritmético muy avanzado, calendarios más exactos que
los europeos de aquella época, y la escritura más desarrollada del Nuevo Mundo.

En el siglo IX d.C. se produce un fenómeno enigmático en el área maya: las principales


ciudades son abandonadas, sus moradores desaparecen y muchos asentamientos quedan
despoblados y a merced de la jungla hasta el siglo XVI, en el que colonizadores y exploradores
van a ir descubriendo una serie de poblaciones y centros ceremoniales que, en su mayoría, ya
eran sitios arqueológicos para los nativos.

A partir de aquel momento, la cultura maya no sería comprendida ni valorada adecuadamente,


por lo que quedaría relegada y casi olvidada durante varios siglos, hasta que en las últimas
décadas, gracias al cambio general de mentalidad y a los múltiples descubrimientos
arqueológicos, así como al desciframiento de su escritura, se ha reconocido que contenía un
extraordinario nivel de civilización en todos los ámbitos. Los admirables y precisos calendarios
mayas, sus libros sagrados y las predicciones y profecías que contienen, los mitos de la creación
del mundo y la humanidad, el simbólico Juego de Pelota, el significado de Xibalbá o inframundo
maya, etc.,son algunos de los aspectos que muestran la profundidad de un conocimiento que se
remonta a épocas muy antiguas. Esta misteriosa cultura dejó plasmadas sus enseñanzas en
leyendas, códices, tradiciones, estelas y monumentos.

Se trata de mensajes dirigidos a la psiquis del hombre de cualquier época y lugar, un


conocimiento trascendental más allá del espacio que ocuparon y del tiempo en que vivieron, que
resulta de gran actualidad para aquellos que buscan un desarrollo psíquico y anímico, ya que
alude a realidades internas del ser humano.

Para los mayas el tiempo era un fenómeno cíclico; estudiándolo llegaron a descubrir la
existencia de diversos períodos repetitivos de cambios y transformaciones, unos más cortos y de
tenues consecuencias y otros más largos e intensos, destacando, entre estos últimos, el
denominado de la cuenta larga, el cual termina en el solsticio de invierno del año 2012, con la
consecuente transformación en la humanidad.

Además de los conocimientos científicos y artísticos, los mayas nos transmitieron un legado
espiritual que muestra una forma más profunda y consciente de comprender nuestro propio
mundo, así como el camino del conocimiento de sí mismo, de la iniciación y del renacimiento
interior. Es un sendero que nos conduce hacia las profundidades del Mayab, la tierra de los
mayas, la tierra de los elegidos, nuestra tierra interior.

El Popol Vuh, libro sagrado de los Mayas, tiene como mínimo dos lecturas: la externa en el
ámbito de la mitología o cosmogonía y la interna o psicológica como una vía de iniciación y
renovación interior. Contiene, entre otras cosas, la narración pormenorizada de un descenso a los
infiernos psicológicos en busca de la sabiduría que permite la activación de niveles de conciencia
superiores en el ser humano. El conocimiento esencial o trascendental solamente puede
obtenerse en la dimensión subterránea de la realidad, es decir, en el inframundo. Así, el
conocerse a sí mismo, llegando a ver los procesos que se desarrollan en la profundidad del
subconsciente, es imprescindible para el nacimiento o renacimiento interior. Es una vivencia que
cada persona tiene que llevar a cabo en su recorrido por el camino del autoconocimiento y
desarrollo psíquico. El descenso a las propias infradimensiones es indispensable, viene recogido
en todas las mitologías y enseñanzas tanto de oriente como de occidente, y en algunas de ellas,
como es el caso de la mitología maya, con detalles y concreciones que sorprenden.

La historia de Ahpú, el héroe mítico de los mayas, su muerte, su regreso y la renovación por
sus hijos Hunahpú e Ixbalanqué fue la metáfora principal para la renovación de la vida y el triunfo
sobre la muerte. El maíz, la planta cultural más importante de los pueblos mesoamericanos, fue la
base de este mito de vida, muerte y renacimiento del mismo modo que el trigo, utilizado
simbólicamente en los Misterios de Eleusis, tomó la misma simbología como nexo de unión entre
hombres y seres divinos, o entre el hombre y su propia parte divinal.

El Xibalbá o inframundo maya no es solamente el lugar o estado por el que transitan las almas
de los difuntos. Es también y fundamentalmente una dimensión interior que conlleva el ingreso en
ciertos estados de conciencia. Así, el Popol Vuh no muestra solamente el camino del alma que ha
desencarnado, sino también el camino de la iniciación en vida que lleva al nacimiento interno o
espiritual, un camino interior que lleva a la creación de un “nuevo hombre”. Puede considerarse el
libro fundamental de los mayas, tanto a nivel cosmogónico como en el sentido de código críptico o
guía en clave para el buscador interior, con un valor similar al que tenía la Odisea de Homero para
los antiguos griegos, el llamado Libro de los Muertos para los antiguos egipcios o el Bardo Thodol
o Libro Tibetano de los Muertos.

Así pues, encierra la enseñanza que conduce al desarrollo interno, al desarrollo del alma, y en
este sentido, no se trata de recorrer una sola vez el camino hacia Xibalbá, sino de descender una
y otra vez a nuestro interior, descubrir y eliminar de nuestro infraconsciente energías negativas,
transformándolas en luz, y regresar a nuestra superficie para seguir viviendo un poco más
conscientes cada vez. A medida que el alma-conciencia cobra fuerza, el descenso será más
profundo y más fructífero.

Cada elemento del mito de los gemelos divinos tiene una realidad psíquica interior, nos está
mostrando el camino hacia nuestro propio inframundo y las diferentes pruebas con las que aquel
que inicie el descenso se enfrentará. Xibalbá es el mundo ligado a nuestro subconsciente. El
descenso es una transición desde el mundo material a lo psíquico, a lo invisible, donde moran las
causas y móviles de la existencia. Es el “mundo del más allá”, pero no solamente más allá de la
muerte, sino también más allá de las formas, de la personalidad, del limitado mundo de los cinco
sentidos. Es una dimensión a la cual hay que descender, y así nos lo muestra la mitología
universal. Muchos son los héroes e incluso dioses que descienden al mundo ¨subterráneo¨ por
diferentes causas. Incluso hay ciertos lugares sobre la superficie de la tierra que son puertas hacia
ese mundo del más allá, como por ejemplo la Cueva de Plutón o Plutonio en Eleusis, Grecia, o los
hallazgos en Yucatán referidos anteriormente y los cenotes sagrados de los mayas.

Cuando se anhela un tipo de desarrollo superior, el alma- conciencia tiene que “bajar”,
“descender” al propio Xibalbá interior, al inframundo psíquico, a los niveles inconscientes en
búsqueda de una mayor conciencia, porque lo que se ve encubre lo que no se ve y allí tiene su
causa. Las auténticas causas de todo lo que somos y vivimos no se encuentran en este mundo
tridimensional sino en niveles sumergidos de nuestra psiquis. Allí se encuentran los actores reales
de nuestra vida, la comprensión del mundo y de nosotros mismos adquiere otro nivel, y se
empieza a tomar conciencia de la multitud de energías de todo tipo que conforman el mundo
psíquico y que provocan todo lo que conocemos como “visible”. La enseñanza profunda que
encierra este mito de los gemelos divinos es el aprendizaje de vivir desde la profundidad, y desde
allí ver que todo lo que existe y lo que somos, pensamos, sentimos y hablamos es una proyección,
es proyectado por ciertas energías que actúan en niveles más profundos. Nos enseña a no
identificarnos con el mundo material como si fuera lo único existente, cuando realmente es un
débil reflejo de lo real, como la luz del sol que vemos es solamente el pálido destello del
resplandeciente rostro de Kinich Ahau, el Sol espiritual. Esta es la base de los ritos mistéricos o
Misterios, los cuales incorporaban la experiencia de la muerte como iniciación; el aspirante a
iniciado tenía que vivir en la vida la experiencia de la muerte, no era alguien que esperara a morir
físicamente, moría aquí y ahora psíquicamente, y esa experiencia le convertía en un renacido, en
un iniciado.

Los héroes gemelos del Popol Vuh son nuestra propia alma-conciencia descendiendo a
nuestro inframundo, luchando y superando las pruebas, eliminando las energías negativas que allí
se encuentran, llevando la luz a la oscuridad, haciendo consciente lo inconsciente y retornando a
la superficie transformados en soles, en luz. Para llevar a cabo estos procesos de transformación
psíquica, hay que superar determinadas circunstancias, las denominadas “pruebas” que se
presentan durante el camino y en la región sumergida de nuestra propia psiquis. Se trata de una
experiencia personal y trascendente. El Popol Vuh resume así las pruebas del Inframundo:

“Numerosas las pruebas de Xibalbá; muchas suertes de pruebas. La primera, la Mansión


Tenebrosa, toda de oscuridad al interior. La segunda, llamada Mansión de los Escalo-fríos, en la
cual un frío muy insoportable, un frío muy picante, llenaba el interior. La tercera, llamada
Mansión de los Jaguares, donde no había más que jaguares entremezclándose, atacándose,
enseñando los dientes, mofándose, jaguares encerrados en la mansión. Mansión de los
Murciélagos, nombre de la cuarta mansión; en el interior de la mansión, solamente murciélagos
que gritaban, que aleteaban, que revoloteaban en la mansión, murciélagos encerrados sin poder
salir. La quinta. Mansión de Obsidiana; no había más que vencedores, con sus flechas, en silencio,
en lucha, en la mansión. Éstas son las primeras pruebas de Xibalbá...”

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