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INTRODUCCION

La Dignidad humana a la luz de la Constitución de la Republica


Dominicana especialmente en su artículo 38, así como también de los
Tratados Internacionales, de los cuales la Republica Dominicana es
signataria en materia de derechos humanos, es el fundamento Ético,
Político y Jurídico del ejercicio de los Derechos Humanos en la Republica
Dominicana. EL ARTICULO 38 de la constitución dominicana reza: “El
Estado Dominicano se fundamenta en el respeto a la dignidad de la
persona y se organiza para la protección real y efectiva de los derechos
fundarnentales que le son inherentes. La dignidad del ser humano es
sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección constituyen una
responsabilidad esencial de los poderes públicos”.

En la mayoría de los estados democráticamente organizados, este


principio se funda en el respeto en el trabajo y la solidaridad de las
personas que la integran y en la prevalencia del interés general.

La dignidad humana entendida como ciertas condiciones materiales


concretas de existencia correspondería o significaría en el “hecho de
Vivir Bien;

La dignidad humana entendida como intangibilidad de los bienes no


patrimoniales, la integridad física y la integridad moral correspondería al
“hecho de Vivir sin humillaciones; ni discriminaciones de ningún tipo”.

En este trabajo abarcaremos tres (III), Capítulos en los cuales


abordaremos todo nuestro tema, entendiendo que es suficiente para
ilustrar el concepto de la Dignidad Humana.

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En el Capítulo I: Dignidad Humana como derecho Natural y como
Valor individual: Donde trataremos que el ser persona implica, entre
otros atributos, la capacidad de poder relacionarse e interactuar con los
demás individuos.

Durante y a lo largo del Capítulo II: Criterios Jurisprudenciales de la


Aplicación: Trataremos y veremos algunas pinceladas de las
jurisprudencias en materia de derechos humanos y sobre la dignidad.

En el Capítulo III: Análisis para una Noción de la Dignidad Humana:


se destaca en este contexto, la idea de protección a la dignidad humana
en el Derecho positivo, tanto a nivel nacional como internacional..

Estamos esperanzado de que el presente trabajo investigativo sea de lo


más útil y sobre todo edificador para los lectores.

El Autor.

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TEMA

L A D I G N I DAD H U M A N A

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CAPITULO I

LA DIGNIDAD HUMANA COMO DERECHO NATURAL Y COMO


VALOR INDIVIDUAL

La dignidad humana es el derecho que tiene cada ser humano, de ser


respetado y valorado como ser individual y social, con sus características
y condiciones particulares, por el solo hecho de ser persona.

La dignidad, o «cualidad de digno» (del latín: dignĭtas, y que se traduce


por «excelencia, grandeza»), hace referencia al valor inherente al ser
humano por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional, dotado de
libertad. No se trata de una cualidad otorgada por nadie, sino
consustancial al ser humano. No depende de ningún tipo de
condicionamiento ni de diferencias étnicas, de sexo, de condición social o
cualquier otro tipo. Según la distinción introducida por el escritor Millán-
Puelles, esta es la dignidad ontológica, diferente a la dignidad adquirida,
siendo este último concepto similar al del honor.

En tal virtud, la dignidad humana está dentro del ser de cada


persona, surge en el preciso momento en que ésta empieza a existir y se
convierte en parte de los valores morales del ser humano.

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Esos valores serán los que determinarán su conducta, y al
momento de ser el hombre autónomo, podrá decidir haciendo uso de su
libertad.

De lo anterior se desprende que la dignidad, en el contexto de los


Derechos Humanos, es la que posee el hombre al momento en que inicia
su desarrollo vital, consolidándose al convertirse en persona. De ahí que
corresponda a todo ser humano y sea exclusiva del mismo, traducida en
la capacidad de decidir libre y racionalmente cualquier modelo de
conducta, con la consecuente exigencia de respeto por parte de los
demás.

Observando el Derecho Natural como Valor Individual en el


Ámbito Constitucional.

La vida en sociedad exige su regulación por parte de las normas


que se han creado para ello. Las normas deben ser aplicadas de manera
igualitaria para todos sus miembros. Por ello, la igualdad constitucional
es definida como “igualdad ante la ley, citado en el articulo de 69 de
nuestra carta magna, es decir de nuestra Constitución Dominicana.

Afirmación respecto a la cual no existe duda, ya que se ha


analizado la importancia que implica ser portador de una dignidad, misma
que debe serle reconocida de manera igualitaria a todos los individuos
como sujetos partícipes de la misma y que cuentan con derechos y
obligaciones en el interior del Estado Dominicano y desde luego fuera del
mismo, es decir en el ámbito internacional.

Si bien es cierto que la dignidad es un concepto universal, que


debe ser considerado en todo ordenamiento jurídico interno, serán los
Estados quienes se encarguen de protegerla e incluirla dentro de su
normativa, a fin de hacerla efectiva. Para lo cual resulta indudable que la
ley constitucional es la sede más adecuada para ello, por consiguiente en

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la Republica Dominicana, la tenemos consagrada en los artículos 39
hasta el 69 de nuestra constitución.

Por lo tanto la dignidad humana se erige como principio esencial


de los valores de autonomía, de seguridad, de igualdad y de libertad.
Valores estos que fundamentan los distintos tipos de derechos humanos,
especialmente consagrados en nuestra constitución dominicana.

El concepto de dignidad puede abordarse desde varias ópticas.


Por un lado, como una determinada forma de comportamiento de la
persona, precedida por su gravedad y decoro. Mientras que por otro lado,
como la calidad que se predica de toda persona, con independencia de
cual sea su específica

Sin duda, el ser humano se ha caracterizado porque su vida gira


en torno a un ámbito social, por lo que debe establecerse un orden
normativo, económico y social que esté al servicio del mismo y que le
permita a cada hombre cultivar su propia dignidad.

Por eso, la dignidad humana requiere que el hombre actúe según


su conciencia y su libre elección; por lo que los hombres siendo más
conscientes de su propia dignidad, podrán respetarse unos a otros.

Así, la dignidad humana, en la actualidad, aparece en un contexto


intelectual que ha superado los avatares históricos, ubicándose en un
proceso de humanización y de racionalización que acompaña a la
persona y a la sociedad. Para lo cual, cuando se hace la reflexión de la
dignidad dentro de un ámbito que corresponde a una sociedad bien
ordenada, no se describe la realidad, sino el deber ser de la misma.

De ahí que la dignidad humana sirva como un referente inicial, un


punto de partida y también un horizonte final, un punto de llegada, por lo
que podría llamarse un derecho positivo justo.

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CAPITULO II

CRITERIOS JURISPRUDENCIALES DE LA APLICACION

El principio de dignidad humana constituye el eje a partir del cual


se construyen todos los derechos humanos. A su vez, el término de
derechos fundamentales ha pasado a formar parte del discurso jurídico
en nuestro país. Uno y otro constituyen referentes que han dejado de ser
simplemente filosóficos para tener un tratamiento cada vez más
importante en la jurisprudencia constitucional.

A partir de ello cobra un nuevo sentido la Convención Americana


sobre Derechos Humanos, que dispone en su artículo 11, relativo a la
protección de la honra y de la dignidad, lo siguiente:

«a) Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al


reconocimiento de su dignidad;

b) Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en


su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su
correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación, y

c) Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas


injerencias o esos ataques».

En este contexto, el objeto del presente subtema consiste en


identificar las posturas doctrinales y filosóficas en materia de dignidad y
determinar su impacto en la jurisprudencia constitucional como
parámetro de eficacia en la definición de los derechos humanos en la
Republica Dominicana.

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En palabras de Rolando Tamayo y Salmorán: «La jurisprudencia,
al determinar lo que “dice el Derecho”, constituye la herramienta
indispensable para “Calcular” las consecuencias en los casos de
aplicación del Derecho.

La jurisprudencia es una herramienta de la razón práctica, de la


prudentia: ”La prudentia iuris. La jurisprudencia es la ciencia de la
aplicación del Derecho, la manera de razonar qué hacer en Derecho”.

A partir de ello es posible predecir la sistematización de la razón


jurídica, es decir, del pensamiento a partir del cual se construye el
discurso científico en un tiempo y lugar determinado. Tal circunstancia en
nuestro país se construye a partir de la determinación última que emite el
poder judicial federal, la cual es clasificada por el propio poder público
como histórico y vigente. Tal “verdad jurídica” en nuestro país cambió a
consecuencia de las reformas constitucionales de los años 2002 y 2010.

En cuanto a la jurisprudencia constitucional, se derivan tres


aspectos fundamentales que deberán ser tomados en cuenta por los
jueces:

1) En todos los casos en que sea posible se deberá armonizar la


jurisprudencia interamericana con la nacional;

2) De ser imposible dicha armonización, se deberá aplicar el


criterio jurisprudencial que resulte más favorecedor para la protección de
los derechos humanos, y

3) Cuando el criterio de la Corte IDH sea derivado de un caso en el


que el Estado haya sido parte, la aplicabilidad del precedente al caso
concreto deberá determinarse verificando la existencia de las mismas

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razones que motivaron el primer pronunciamiento. A partir de las
consideraciones anteriores es menester precisar que la jurisprudencia
constitucional constituye el lenguaje y metalenguaje a partir del cual se
construye el Derecho en nuestro país, razón por la cual la fusión del
Derecho internacional con el nacional genera un híbrido a partir del cual
se construyen los derechos humanos en nuestro país y por el que el
principio de dignidad también transita por una visión convencional y
constitucional en cuanto a su tratamiento y aplicación final.

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Capítulo III:

ANALISIS PARA UNA NOCION DE LA DIGNIDAD HUMANA

La dignidad humana es un valor distintivo de la especie humana,


de donde dimanan otros valores y derechos fundamentales, tanto para el
individuo como para la colectividad. En tal virtud, todo ser humano debe
ser respetado y protegido en su dignidad y no se debe atentar contra ella.

En consecuencia, la dignidad se convierte en el atributo “de un ser


racional que no obedece a ninguna otra ley que la que él mismo se da”,
como afirma Kant. Por lo tanto, la autonomía sirve como fundamento de
la dignidad de la naturaleza humana o de toda naturaleza racional.

Así, “cuando algo tiene precio, en un lugar puede colocarse algo


diferente como equivalente; en cambio, aquello que está por encima de
todo precio y, por tanto, no tiene ningún equivalente, posee dignidad”, y
la “persona no puede ser tratada como un medio sino que tiene que ser
en todo momento utilizada al mismo tiempo como fin; en ello consiste la
dignidad”.

Por lo que la idea de la dignidad humana, o valor atribuido a cada


persona humana, no puede ser sustituida por ninguna otra. Sin embargo,
sus limitaciones pueden verse en los propios valores básicos que la
erigen, como lo son la autonomía, la seguridad, la libertad o, inclusive,
igualdad.

En este contexto, la dignidad humana se constituye como el


sustrato y el punto de partida de todos los derechos humanos que se
diferencian a partir de ella, y a la vez actúa como un punto de vista que
da perspectiva a los diferentes derechos humanos lo que permite
entenderlos e interpretarlos con mucha mejor facilidad.

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Partiendo de la esencia del hombre, considerándola como “aquello
por lo que una cosa es lo que es”, esto es, lo que determina al ser de una
manera y no de otra, en lo que respecta al hombre, su esencia es lo que
determina su modo de ser. De ella se deriva una serie de propiedades
fundamentales que tienen los entes que son participes de una misma
esencia.

Las personas entienden porque tienen una naturaleza racional,


pero, además de que poseen raciocinio, también cuentan con un espíritu,
el cual les ayudará a ser dueños de sus actos, conscientes de sí y con
una finalidad que será trascendente en el tiempo.

Cada individuo de la especie humana es persona, es decir, un


sujeto único dueño de sí mismo, de sus actos, consciente de sí y con una
finalidad que constantemente busca y trata de cumplir. Siendo esto
alcanzar el logro de su felicidad anhelada.

Esto es, al ser la persona dueña de sus actos, se percibe la


existencia de valores en ella misma, puesto que no surgen del espacio, ni
se dan de los propios sentidos, sino que simplemente captamos y
develamos a partir de la dimensión espiritual con la que cuenta cada uno
de los hombres.

Los valores no se pueden tocar, ni oler, ni mucho menos ver, pues


son como una sustancia inmaterial, siendo ésta una limitación que
impone la naturaleza a la persona respecto a los valores, pero lo que no
impide de modo alguno es que se reconozca en su existencia objetiva
(en sí) a estos valores morales.

Siendo los valores parte del ser ideal del hombre, además tienen
una existencia objetiva que los excluye de la conciencia que los capta.
Por ello, solamente existen y están allí, y el hombre penetra en ellos a
partir de su dimensión espiritual.

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Pues éstos serán los que lo obliguen adecuar su conducta a ellos, y lo
llevarán a la permanente búsqueda de su perfección.

Bajo esta perspectiva, el humanismo fundamenta el valor de la


persona humana en dos cuestiones; primero, la persona es un individuo;
y, segundo, la persona tiene una dimensión moral. En la primera
encontramos cómo la individualidad del hombre es lo que determina que
cada uno de nosotros sea único e irrepetible. Pues esto es lo que le da
valor a cada ser humano, siendo ese un valor único, incalculable e
inaccesible.

El valor moral que le da el humanismo al individuo, es por el hecho


de que cada hombre vive bajo su propia responsabilidad moral. Así, cada
uno de nosotros está frente a los valores y la responsabilidad de hacerlos
cumplir dependerá de nosotros mismos, puesto que nadie los puede
realizar por nosotros, ni mucho menos cumplirlos bajo nuestra
responsabilidad.

La dignidad del hombre es, entonces, originalmente un valor moral


y toda persona está capacitada para su autorrealización. Es por ello que
el Estado está obligado a protegerla en el marco de sus posibilidades.

Bueno seria también definir y abundar respecto al modelo


Neoconstitucional surge de un proceso histórico que se inicia con la
transformación de los ordenamientos jurídicos europeos después de la
Segunda Guerra Mundial, caracterizado por el reconocimiento de que en
las Constituciones contemporáneas confluyen los contenidos
procedimental y sustantivo mediante la definición de reglas organizativas
que establecen principios y valores dirigidos a vincular la legislación
constitucional con la ordinaria, a los fines de proteger y garantizar la
Dignidad humana.

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A partir de ello es posible definir que la constitucionalización de un
determinado sistema jurídico tiene como características: La incorporación
de una Constitución rígida que incluye un apartado de derechos
fundamentales, una garantía jurisdiccional de la supremacía
constitucional; la fuerza vinculante de la Constitución, que no es un
conjunto de normas «programáticas», sino «preceptivas»; la
«sobreinterpretación» de la Constitución, ya que se le interpreta
extensivamente y se deducen de ella sus principios implícitos; la
aplicación directa de los normas constitucionales, que también se aplican
a las relaciones entre particulares; la interpretación conforme a la
Constitución de las leyes y normas inferiores, y la influencia de la
Constitución en el debate político, todas estas acciones tendente a
garantizar y salvaguardar los derechos fundamentales.

De forma complementaria destaca la centralidad que los derechos


fundamentales comienzan a tener en la vida jurídica y política, al ser
considerados como valores que impregnan todo el ordenamiento político
jurídico de un Estado, cuyo influjo se extiende a las relaciones privadas.

De la Constitución considerada fundamentalmente como carta


política dirigida básicamente a su consideración como norma jurídica
suprema y de aplicación directa, dirigida fundamentalmente a los tribuna-
les, el Estado legal de Derecho se pasa al Estado constitucional de
Derecho, donde la Constitución, mucho más que la ley, se convierte en el
centro de todo el sistema normativo.

De la centralidad del Estado y de sus prerrogativas se da lugar a la


consideración de la persona humana y sus derechos como ejes del
sistema jurídico.

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De la soberanía del legislador se pasa a la palabra final a cargo de
los jueces. En el mismo sentido, los derechos fundamentales se
mantienen como normas-principio y se desarrollan como tales.

Dentro del renglón de Jurisprudencia también encontramos la


Doctrina, los pactos y acuerdos internacionales;

Estos documentos contienen una serie más amplia y específica de


derechos que la Declaración Universal, tales como la obligación de los
Estados de proporcionar a sus habitantes un nivel de vida adecuado y el
derecho de gozar de los más altos niveles posibles de salud física y
mental.

Ya en el Preámbulo se enuncia: “La paz en el mundo tiene por


base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de
la familia humana”.

El Pacto tiene la particularidad de no obligar a los Estados parte a


concretar de inmediato los derechos consignados (a diferencia de lo que
prescribe el Pacto de los Derechos Civiles y Políticos); este sólo
dispone que los Estados deberán tomar las medidas necesarias en la
máxima capacidad de sus recursos disponibles; para alcanzar
progresivamente la completa realización de esos derechos.

Siendo un documento que fundamentalmente busca garantizar la


calidad de vida en una sociedad, y uno de los medios en el que se basa
la dignidad es el trabajo, no sólo se humaniza la naturaleza, sino que el
hombre se humaniza a sí mismo, es decir, desarrolla y eleva sus
potencialidades creativas.

El trabajo es fuente del desarrollo del hombre, mismo que preserva


y despliega a la humanidad, debiendo ser reconocido y garantizado en
condiciones de igualdad y con respeto a la dignidad del trabajador.

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La doctrina académica ha realizado una distinción relevante entre
reglas y principios. Tanto las reglas como los principios son normas. Al
respecto, Dworkin afirma que al razonar sobre derechos y obligaciones
jurídicas se echa mano de estándares que no funcionan como normas,
sino que operan de manera diferente, como principios, directrices
políticas y otros tipos de pautas o fuentes.

Al emplear principios se ve implicada la función jurisdiccional,


concretamente la interpretación. Para algunos los principios son normas
constitucionales sobre derecho y sobre justicia, a diferencia de las reglas,
que son meras normas legislativas.

Es claro que el ordenamiento constitucional está integrado por


principios cuya pertenencia al mismo no es determinada por su
producción, sino por la adecuación de su contenido moral en la
imposición que generan a los operadores jurídicos, y ello trae como
consecuencia la «constitucionalización del ordenamiento jurídico, a los
fines de preservar y garantizar la dignidad del hombre», pues todas las
normas ordinarias resultan impregnadas por las normas constitucionales
a estos fines.

Para el profesor Atienza, los principios en sentido estricto pueden


formularse como enunciados que correlacionan casos con soluciones,
pero que, a diferencia de las reglas, configuran el caso de forma abierta,
mientras que estas últimas lo hacen de forma cerrada.

En resumen, mientras que en las reglas las propiedades que


conforman el caso constituyen un caso cerrado, en los principios no hay
lista de periferia menor, sino que su indeterminación requiere de
ejercicios densos en la creación operativa del derecho en cuestión.

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Para Alexy, los principios son mandatos de optimización que se
caracterizan por ser normas que ordenan la realización de determinado
fin de acuerdo a la gradación necesaria en relación a las posibilidades
jurídicas y fácticas, es decir, son susceptibles de cumplirse en diferentes
grados, mientras que, por otro lado, las reglas sólo pueden ser cumplidas
o incumplidas.

El trato digno implica un trato respetuoso. La dignidad humana


para estar presente no amerita necesariamente palabras, sino actitudes
de reconocimiento.

En términos de Becchi, el concepto de dignidad humana puede


circunscribirse a dos ideas generales: por un lado, dignidad indica la
posición especial del hombre en el cosmos; por el otro, la posición que
ocupa en la vida pública.

A partir de ello, la idea general de la dignidad ontológica pertenece


y es la misma para todos; de igual forma es única, ya que representa un
valor residente en el solo hecho de existir; por ello, todo hombre,
cualquiera que sea su condición, es digno.

Al suponer lo contrario, la visión del ser humano se limitaría a un


hecho biológico y social.

El origen y fundamento de los derechos fundamentales descansa


en el concepto de la «dignidad humana». La dignidad humana no sólo
doctrinal, sino jurisprudencial, es un medio para modular y, en su caso,
condicionar la interpretación, ejercicio y aplicación de los derechos
humanos.

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La misma también constituye el rasgo distintivo de los seres
humanos respecto a los seres vivos, la que constituye a la persona como
un fin en sí mismo, impidiendo que sea considerada como un instrumento
o medio para otro fin, además de dotarlo de capacidad de
autodeterminación y de realización del libre desarrollo de la personalidad.

Las consideraciones anteriores obligan a deducir la naturaleza de


los derechos humanos a partir de la jurisprudencia nacional.

La jurisprudencia puede ser objeto de estudio desde dos


posiciones: La positivista, que define los derechos como aquellos que el
Estado otorga en un orden jurídico determinado, y la naturalista, que los
define como aquellos que el Estado reconoce y garantiza en alguna
medida.

En cuanto a conceptos jurídicos, en el positivismo se expresa que


es el orden jurídico el que otorga la calidad de persona al ser humano, es
decir, persona es una categoría jurídica que se puede conceder o no, o
de la cual se puede excluir a un ser humano o a un grupo de ellos, como
pueden ser los esclavos, los extranjeros, la mujeres, etc.

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CONCLUSION

La dignidad humana es un valor fundamental e inalterable, aún y


cuando puede ser interpretado por la persona de manera diversa, su
fundamento radica en que todo ser con capacidad para razonar y decidir
se hace acreedor a ella, es decir, a todo ser humano le corresponde.

Esto es, la dignidad se encuentra presente en los seres racionales,


misma que se constituye como un fin en sí mismo, y nunca como un
medio que permita satisfacer bienes ajenos.

Aunado a ello, la dignidad humana, nos conmina a juzgar y tratar a


nuestros semejantes por lo que hacen (acciones voluntarias) y no por lo
que son (por propiedades y circunstancias accidentales tales como el
sexo, la raza, etc.), de ahí que la dignidad esté basada en nuestra
condición de seres libres, escultores de nosotros mismos, capaces de
tener lo que deseamos y ser lo que queremos.

Si bien, bajo la perspectiva jurídica aún no se ha llegado a un


concepto preciso sobre la dignidad, dada su relevancia, se le ha
incorporado a los ordenamientos constitucionales y documentos
convencionales, puesto que de ella, según el consenso mayoritario, se
desprenden los principales derechos fundamentales.

Finalmente, la dignidad, como esencia de la existencia humana,


hace posible la realización de la persona en todos sus aspectos. Fin
último del hombre es buscar los medios más eficaces y adecuados para
lograr su realización material.

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BIBLIOGRAFIA

- Becchi, P., El principio de la dignidad humana, México DF, Fontamara, 2012.

- Bernal Pulido, C., Epílogo a la teoría de los derechos fundamentales, en


traducción a R. Alexy, Madrid, Colegio de Registradores de la Propiedad,
Mercantiles y Bienes Muebles de España, 2004.

- Bovero, M., «Tutela supranacional de los derechos fundamentales», Revista


internacional de filosofía política, núm. 18 (2001), pp. 5-24.

- Dworkin, R., Los derechos en serio, Madrid, Ariel, 2009.


- Atienza, M., El sentido del Derecho, Barcelona, Ariel, 2001.

- Atienza, M., y Ruiz Manero, J., «Sobre principios y reglas»,


- Doxa. Cuadernos de filosofía y derecho, núm. 10 (1991), pp. 101-120.

- Kant, Emmanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, en

Mardomingo, José (Trad.), Barcelona, Ariel, 1996.

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