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RESILIENCIA

¿Qué significado tiene el concepto resiliencia? Esta palabra se incluirá por primera vez en la 23ª

edición del Diccionario de la Real Academia Española que se publicará en octubre de 2014. En el

avance encontramos las siguientes definiciones:

1. f. Psicol. Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.

2.f. Mec. Capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación.

(Fuente: DRAE)

Etimológicamente el término resiliencia proviene del verbo latino ‘resilio’, ‘resilire’: saltar hacia

atrás, rebotar. En diferentes ámbitos científicos se ha adaptado este significado con matices:

– “En ingeniería, la resiliencia es una magnitud que cuantifica la cantidad de energía por unidad

de volumen que almacena un material al deformarse elásticamente debido a una tensión aplicada.

– En sistemas tecnológicos, es la capacidad de un sistema de soportar y recuperarse ante

desastres y perturbaciones.

– En ecología, es la capacidad de las comunidades de soportar, adaptarse y recuperarse a

perturbaciones ambientales adquiriendo nuevas herramientas.

– En psicología, la resiliencia es la capacidad de las personas o grupos de sobreponerse al dolor

emocional para continuar con su vida, y salir fortalecido de dicha experiencia.

– En sociología, es la capacidad que tienen los grupos sociales para sobreponerse a los

resultados adversos; reconstruyendo sus vínculos internos, a fin de hacer prevalecer su homeóstasis

colectiva de modo tal que no fracase en su propia sinergia.

– En la cultura emprendedora, la resiliencia es la capacidad que tiene el emprendedor para

confrontar situaciones que compliquen la generación y desarrollo de su plan de negocios o su

proyecto a emprender, generando sinergia con sus socios o colaboradores para salir airoso y con

determinación de ella; basado en la previsión del riesgo.


– En derecho, la resiliencia jurídica es la capacidad de las personas, dentro del marco general de

los derechos humanos, de recuperar su estado original de libertad, igualdad, inocencia, etc. después

de haber sido sometido a las acciones de fuerza del Estado.”

(Fuente: Wikipedia)

De forma gráfica, para entender mejor la resiliencia, podemos imaginar un río con juncos que se

doblan por el paso de la corriente, sin quebrarse, recuperando la posición original cuando el agua

vuelve a la calma. O la capacidad de una goma elástica de recuperar su aspecto inicial, tras haber

sido estirada, doblada y manipulada, sin llegar a romperse.

Podemos observar que algunas definiciones coinciden en señalar la vuelta a una configuración

original tras sufrir una perturbación, mientras que otras añaden un matiz: la configuración

original se enriquece por la experiencia que ha padecido. Estas explicaciones añaden un elemento

importante, ya que en ellas la resiliencia parece aportar un beneficio doble: volver a un estado

original estable y, además, salir fortalecido con nuevos recursos. La resiliencia se nos muestra

como una cualidad muy interesante, ya que es capaz de aportarnos beneficios en dos direcciones,

que en muchas ocasiones se presentan como deseables, pero en otras parecen incompatibles:

‘seguridad/estabilidad’ vs. ‘aprendizaje/desarrollo’.


En este punto parece interesante profundizar en estos conceptos. ¿Qué es la estabilidad? ¿Hasta

qué punto es un objetivo deseable? Si la resiliencia es la cualidad que me devuelve al mismo sitio

inicial después de haber vivido cada una de mis experiencias, ¿significa esto que voy a caer en el

estancamiento? ¿Cómo voy a ser capaz de aprender y desarrollarme? Lo importante en este caso

es darnos cuenta que esta cuestión depende de nuestro punto de vista, nuestro enfoque y nuestra

interpretación. La Paradoja de Teseo y la afirmación del río de Heráclito pueden ayudar a

comprender de forma más clara estas cuestiones:

La paradoja de Teseo

Según una leyenda griega recogida por Plutarco:

“El barco en el cual volvieron (desde Creta) Teseo y los jóvenes de Atenas tenía treinta remos, y los

atenienses lo conservaban desde la época de Demetrio de Falero, ya que retiraban las tablas

estropeadas y las reemplazaban por unas nuevas y más resistentes, de modo que este barco se había

convertido en un ejemplo entre los filósofos sobre la identidad de las cosas que crecen; un grupo

defendía que el barco continuaba siendo el mismo, mientras el otro aseguraba que no lo era.”

Esto se puede traducir en la siguiente pregunta: ¿estaríamos en presencia del mismo barco si se

hubieran reemplazado cada una de las partes del barco una a una?

Existe además una pregunta adicional: si las partes reemplazadas se almacenasen, y luego se usasen

para reconstruir el barco ¿cuál de ellos, si lo es alguno, sería el barco original de Teseo?

El río de Heráclito

El filósofo griego Heráclito tomó una visión opuesta de la identidad metafísica afirmando:

“Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los

mismos.”

Plutarco también nos informa de la declaración de Heráclito de pararse dos veces en el mismo río,

citando que eso no se puede hacer porque “se dispersa y se junta de nuevo, y se acerca y retrocede.”
Fuente: Isroi’s Photography – ‘Crossing Progo River’ http://isroiphotography.wordpress.com/2012/07/26/crossing-progo-river/

Cambio vs. Estabilidad

Este concepto puede diferir en culturas diferentes. Como muestra esta anécdota, parecería que en

Asia esto no constituye una paradoja. Douglas Adams en su libro ‘Last chance to see’ relata:

“Yo recuerdo que una vez en Japón, fui de visita al Gold Pavilion Temple en Kyoto y me sorprendí al

observar lo bien que el templo había resistido el paso del tiempo desde que fuera construido en el

siglo catorce. Entonces me explicaron, que en realidad el edificio no había resistido, ya que de hecho
se había quemado hasta los cimientos dos veces durante este siglo. Por lo que le pregunté a mi guía

japonés:

– ¿O sea que no es el edificio original?

– Al contrario, por supuesto que es el original, – me contestó, un tanto sorprendido por mi

pregunta-.

– ¿Pero no se incendió?

– Sí.

– Dos veces.

– Muchas veces.

– Y fue reconstruido.

– Por supuesto. Es un edificio histórico importante.

– Con materiales completamente nuevos.

– Por supuesto. ¡Si se había incendiado!

– Pero entonces, ¿cómo es posible que sea el mismo edificio?

– Siempre es el mismo edificio.

Y tuve que admitir que este era un punto de vista perfectamente racional, solo que partía de

un postulado completamente inesperado. La idea del edificio, la finalidad del mismo, y su

diseño, son todos conceptos inmutables y son la esencia del edificio. El propósito de los

constructores originales es lo que sobrevive. La madera de la que está construido decae y es

reemplazada todas las veces que sea necesario. El preocuparse por los materiales originales,

que solo son recuerdos sentimentales del pasado es no saber apreciar al edificio.”

(Fuente: Wikipedia)

La estabilidad de nuestra propia identidad personal depende de continuos y constantes cambios

en nuestro organismo: “las únicas partes del cuerpo que duran toda la vida parecen ser las neuronas

de la corteza cerebral, las células de la lente interna del ojo y quizá las células musculares del

corazón.” “La epidermis, o capa superficial de la piel, se recicla más o menos cada dos semanas. En
cuanto al hígado, el filtro de todos los tóxicos que pasan por la boca de una persona, su vida en el

frente bélico de la química es bastante breve. Un hígado humano adulto tiene un tiempo de

renovación de entre 300 y 500 días, afirma Markus Grompe, experto en células madre hepáticas de la

Oregon Health & Sciente University (EE UU).” “La edad media de todas las células de un cuerpo

adulto puede ser de sólo unos 7 o 10 años.”

(Fuente: El país – © The New York Times)

Además de estas consideraciones acerca de los conceptos cambio vs. estabilidad, también hay que

tener en cuenta la compleja situación particular de cada persona al valorar su motivación para la

búsqueda de estabilidad/seguridad o de cambio/desarrollo. Por ejemplo, un parado de larga

duración podrá estar muy motivado a cambiar su situación para conseguir cualquier monótono

trabajo por su necesidad de estabilidad. En cambio, un supuesto trabajador veterano en ese mismo

puesto, podría estar muy motivado para conseguir disfrutar de unos años de excedencia,

valorando su necesidad de nuevos desarrollos por encima de la seguridad que le proporciona un

empleo tedioso.

En los ejemplos anteriores, ambos protagonistas pueden escapar de una situación incómoda/no

deseada si se sobreponen a la negatividad/apatía, sientan las bases para un cambio, perciben

oportunidades de mejora y, finalmente, generan nuevas maneras de relacionarse consigo mismos

y con su entorno. Por lo tanto, podemos concluir que estabilidad/seguridad y

aprendizaje/desarrollo son necesidades básicas del ser humano y también parece que ambas

pueden resultar deseables o incómodas en diferentes circunstancias. La resiliencia indica que

estabilidad y desarrollo no tienen por qué ser incompatibles.


“Resiliente: (adjetivo) capaz de resistir o recuperarse rápidamente de condiciones difíciles”

Fuente: http://www.businesscontinuityjournal.com/images/resiliency1.gif

Entonces, ¿qué es la resiliencia y cómo puedo desarrollarla en mí mismo? Es obvio que estamos

abordando un tema complejo, pero, a continuación, vamos a enumerar algunas de las

características que presentan las personas resilientes de manera simplificada y resumida:

– “Sentido de la autoestima fuerte y flexible

– Independencia de pensamiento y de acción

– Habilidad para dar y recibir en las relaciones con los demás

– Alto grado de disciplina y de sentido de la responsabilidad

– Reconocimiento y desarrollo de sus propias capacidades

– Una mente abierta y receptiva a nuevas ideas

– Una disposición para soñar

– Gran variedad de intereses

– Un refinado sentido del humor

– La percepción de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás

– Capacidad para comunicar estos sentimientos y de manera adecuada


– Una gran tolerancia al sufrimiento

– Capacidad de concentración

– Las experiencias personales son interpretadas con un sentido de esperanza

– Capacidad de afrontamiento

– Apoyo social

– La existencia de un propósito significativo en la vida

– La creencia de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor

– La creencia de que uno puede aprender con sus experiencias, sean éstas positivas o negativas”

(Fuente: FERNÁNDEZ-ABASCAL, Enrique G. (Coord.) (2009): Emociones positivas. Pirámide,

Madrid)

En definitiva, la resiliencia forma parte del ámbito de la salud mental y de la calidad de vida, es un

proceso que se puede aprender y podemos definirlo como: la capacidad de generar nuevos

equilibrios estables, sólidos pero flexibles, que permitan incorporar y desarrollar nuevas

habilidades/recursos en nuestra experiencia de vida. Una persona resiliente es capaz de disfrutar

de la seguridad en la estabilidad, disfrutar del desarrollo en el aprendizaje y disfrutar del proceso

dinámico de vivir en estados de plenitud.


“La vida no es fácil para ninguno de nosotros. Pero…¿qué importa? Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en nosotros

mismos. Debemos creer que estamos dotados para realizar alguna cosa y que esa cosa debe ser alcanzada” – Marie Curie |

Fuente: http://www.saratmd.com/wp-content/uploads/2013/06/Building-Resiliency-C.jpg

Ahora que conoces algo más acerca de la resiliencia y sus ventajas: ¿Quieres ser más resiliente?

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CAMBIO Y ESTABILIDAD (I)


En un artículo anterior, “Resiliencia”, exploramos las ideas de cambio y estabilidad. La relación

entre estos conceptos es más compleja de lo que parece a simple vista. Un principio general útil:
toda percepción y todo pensamiento son relativos, ya que operan por comparación y contraste. En

otras palabras, no percibimos absolutos, percibimos diferencias. Por ejemplo, para percibir un

estímulo visual fijo, en el ojo se deben estar produciendo cambios constantes (movimientos

sacádicos, de seguimiento y de convergencia).

Los movimientos del ojo: para percibir un estímulo visual fijo, en el ojo se deben estar produciendo cambios constantes. | Imagen:

kneecoal.

Otros ejemplos prácticos pueden ayudarnos a entender este principio:

– Si pasamos de 25º a 15º nuestra sensación será de frío. La transición de 5º a 15º nos dará

sensación de calor. Si el universo estuviera siempre a 15º puede que no existiera el concepto

temperatura. En su obra Tao teh ching, Lao Tse afirma: “Bajo el cielo todo el mundo puede ver la

belleza como belleza, debido a que existe la fealdad. Todos pueden conocer el bien como el bien,

debido a que existe el mal”.

– Presiona ligeramente cualquier parte de tu cuerpo con tu dedo índice y notarás un leve contacto.

Si mantienes dicha presión estable, al cabo de un rato, dejarás de notar el contacto de tu dedo.

Ocurre igual con la ropa que llevas puesta, o el lugar donde estás sentado: si no diriges tu atención

hacia esos estímulos de forma consciente, al cabo de un rato dejarás de percibirlos.


Los filósofos de la ciencia han discutido mucho acerca de estos aspectos. Una corriente afirma que

el estado natural de las cosas es la estabilidad, por lo tanto, el cambio es una anomalía a estudiar.

Otros filósofos afirman que lo normal e inevitable es el cambio, siendo la estabilidad el fenómeno

objeto de estudio.

Día y noche. Vida y muerte. Conceptos opuestos. El cambio en estos ejemplos parece evidente. No

resulta tan obvio que, además de contrarios, sean complementarios. La estabilidad del ciclo

diurno-nocturno y la mortalidad en los seres humanos parecen condiciones imprescindibles para

nuestra supervivencia como especie, desde un punto de vista antropológico. Es decir, los cambios

a un nivel garantizan la estabilidad a otro nivel.

Parece deseable, por lo tanto, contar con una teoría que integre los fenómenos persistencia y

cambio, en lugar de estudiarlos por separado. Los conceptos cambio 1 y cambio 2, propuestos por

Paul Watzlawick, John Weakland y Richard Fisch, resultan muy útiles para abordar la complejidad

que plantean estas cuestiones.

Cambio 1 y cambio 2

Estos dos tipos de cambio, definidos por los autores de la escuela de Palo Alto en su obra ‘Cambio’

(Herder, 2003), están basados en dos teorías que pertenecen al campo de la lógica matemática: la

teoría de grupos del extraordinario Évariste Galois (cambio 1) y la teoría de los tipos lógicos de

Alfred North Whitehead y Bertrand Russell (cambio 2).

El cambio 1 trata de explicar aquellos fenómenos en los que, como decía Jean-Baptiste Alphonse

Karr: “plus ça change, plus c’est le méme chose” (“cuanto más cambia algo, más se parece a lo

mismo”, una filosofía que caracteriza a muchas instituciones…). Nos permite analizar los cambios

que se producen en el contexto de un sistema que, en sí mismo, permanece invariable. Si queremos

mantener una casa limpia es necesario intervenir mediante diferentes acciones: quitar el polvo,
barrer, fregar…cambios que mantengan el sistema con un nivel de aseo relativamente constante.

Del mismo modo, si queremos permanecer físicamente en forma, entre otras cosas, debemos hacer

ejercicio: caminar, correr, practicar deporte…La realidad y el sentido común indican que mantener

nuestro cuerpo estático no es una buena estrategia para conservar la salud.

Todos por el cambio y todos son igual

El cambio 2 nos permite estudiar cambios que llevan de un sistema a otro sistema diferente.

Supone una intervención externa, que cambia las reglas de funcionamiento internas y permite la

transformación del sistema en sí mismo. Un ejemplo de este tipo de cambio es el que


experimentaría la vida de un pez al pasar de un acuario a la inmensidad del océano (y viceversa).

Podemos encontrar otros ejemplos más cotidianos: una persona que sufre un ictus y ve sus

funciones psicomotoras afectadas, una estudiante que comienza su primera experiencia laboral,

una pareja que ve nacer a su primer hijo o un ser humano que se libera de sus condiciones de

esclavitud (y viceversa).

Utilizando un ejemplo de los propios autores, podemos imaginar una pesadilla en la que corremos,

huimos, trepamos, saltamos, volamos, peleamos, nos pellizcamos…llevamos a cabo diferentes

acciones dentro del sueño. Ninguna de las acciones que realicemos dentro de la lógica del sueño

nos permitirán ponerle fin. Estas acciones suponen cambios de tipo 1. La única forma de salir de

un sueño es despertar, pasar a un estado distinto, que no forma parte del sueño en sí mismo.

Despertar es un ejemplo de cambio de tipo 2.

Los cambios de tipo 1 tienen el efecto de un termostato, aplican cambios necesarios para que todo

continúe igual. Un conductor debe hacer continuos cambios de dirección leves para mantener una

trayectoria recta. Si mantuviera el volante totalmente fijo, no tardaría en desviarse. Los cambios de

tipo 1 son necesarios para controlar las desviaciones y mantener la estabilidad de un sistema

particular.

Los cambios de tipo 2 suponen una ruptura con las premisas que mantienen la estabilidad del

sistema, por eso suelen tener un carácter ilógico y sorprendente. Imaginemos que nos atrae una

persona, pero nuestros esfuerzos por despertar su interés solamente provocan su indiferencia.

Parecería lógico seguir insistiendo, pero es frecuente observar como el interés de la otra persona

aparece mágicamente cuando nos alejamos. O, por ejemplo, el fenómeno Eureka: encontrar una

solución, de forma sorprendente, cuando hemos dejado de investigar con insistencia.


“No podemos resolver nuestros problemas con el mismo tipo de pensamiento que usamos al crearlos”

Aristóteles afirmaba que “no puede haber movimiento del movimiento, o devenir del devenir, o en

general cambio del cambio”. Parece que sólo conocía el cambio de tipo 1.

Heráclito, concibió el cambio desde una perspectiva distinta: además de su famosa sentencia

acerca de cruzar dos veces el mismo río, afirma en otro fragmento: “Todo cambio es

contradictorio, por tanto, la contradicción es la auténtica esencia de la realidad”.

Arthur N. Prior expresa la evolución del concepto de cambio con esta afirmación: “No resultaría

exagerado decir que la ciencia moderna comenzó cuando las gentes se acostumbraron a la idea de

que los cambios cambian; es decir: a la idea de aceleración como contrapuesta a la de mero

movimiento”.

Gregory Bateson, en su obra “Pasos hacia una ecología de la mente” (1972), afirma: “Mientras los

científicos del comportamiento continúen ignorando la problemática de los Principia Mathematica,

tienen que aceptar que van aproximadamente con sesenta años de retraso”.

En próximos artículos seguiremos explorando los cambios de tipo 1 y los cambios de tipo 2, para

descubrir las implicaciones prácticas de esta teoría en la formación y solución de los problemas

humanos y sociales.
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CAMBIO Y ESTABILIDAD (II)


En primer lugar, queremos daros las gracias por ayudarnos a que Eureka Benimaclet crezca y

nuestro ilusionante proyecto sea, cada vez más, una apasionante realidad. Hemos comenzado el

año con nuevos retos, organizando tiempo y recursos para seguir ofreciendo lo mejor de nosotros

mismos, con el objetivo de ayudar a las personas mediante nuestra vocación: la psicología. Y

continuamos nuestro desafiante camino: aliviar el sufrimiento y promover el desarrollo integral de

las personas. Por eso retomamos hoy las entregas de este blog recuperando un tema que dejamos

pendiente el año pasado con la entrada Cambio y estabilidad (I).

“Cambiar es difícil, no cambiar es fatal.”

En ese artículo tratamos de explorar la relación entre los conceptos de cambio y estabilidad. Estos

conceptos nos parecen clave para el estudio teórico y la intervención práctica en el ámbito de las

experiencias del ser humano. De hecho, buena parte de los clientes que acuden a solicitar atención

psicológica tienen como objetivos:

1) Conseguir algún cambio en sus vidas.

2) Lograr una estabilidad que les permita sentirse mejor consigo mismos.
Esta afirmación, que a primera vista podría parecer paradójica o curiosa, resulta tener mucho

sentido cuando entendemos la naturaleza de ambos procesos, su compleja e íntima relación. En

todo caso, como ya dedicamos un artículo a los aspectos conceptuales y teóricos, en esta ocasión

vamos a tratar de ofrecer un punto de vista más práctico, a través de ejemplos concretos de la vida

cotidiana.

A grandes rasgos, lo que promueve el cambio es la desviación respecto a una norma. Si la

temperatura baja más de lo normal, me abrigo. Si la casa se ensucia, la limpio. Si esta acción

reguladora no produce los efectos que buscamos, aplicar “más de la misma solución” suele ser útil.

Me abrigo más, o limpio más a fondo, para conseguir el resultado que busco. Pero esto no siempre

funciona así…

Es bastante común la experiencia de que “nada cambia, pero, al mismo tiempo, todo empeora”.

Esto suele ocurrir cuando aplicar más de lo mismo, no sólo no mejora el problema, sino que lo

acrecienta. En ocasiones, aunque parezca contradictorio, es la aplicación continuada de una

determinada solución lo que se encarga de mantener o hacer empeorar una dificultad o problema.

Para explicar mejor este punto podemos acudir a la siguiente cita: “La juventud de hoy está

corrompida hasta el corazón, es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser ni

será nunca capaz de preservar nuestra cultura”. ¿Cuándo ha sido formulada esta afirmación?

Podríamos pensar que ha sido cualquier persona mayor que viva en nuestra época, pero en

realidad fue encontrada en una tablilla babilónica de ladrillo, cuya edad ha sido calculada en más

de 3000 años.
“La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón, es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser ni será nunca

capaz de preservar nuestra cultura”

Puede que exista una solución para evitar el hiato generacional o los conflictos entre diferentes

grupos de edad en una sociedad. Pero también es posible que haya que asumir la existencia de

dificultades de comunicación entre personas que han vivido experiencias diferentes y se han

socializado en ambientes culturales casi constantemente cambiantes. En todo caso, parece que

este es un asunto que no se ha resuelto nunca completamente. ¿Qué ocurriría si nos

convenciéramos de que se trata de un fenómeno anómalo que debemos evitar a toda costa? ¿Sería

positivo y constructivo? Sigamos investigando el asunto…

Observemos otro ejemplo, para el que partiremos del siguiente razonamiento: el alcoholismo es un

problema social, por lo tanto, hay que restringir el consumo del mismo para evitar que los

miembros de la sociedad lo padezcan. Si, a pesar de las restricciones, este problema no se erradica

completamente, parece lógico aplicar la solución “más de lo mismo”. Incluso hasta llegar al punto

de la prohibición absoluta, como ocurrió durante la Ley seca (1920-1933). En esta circunstancia, la

experiencia enseña que no sólo no se reduce el número de alcohólicos, sino que surgen otros
problemas como: fabricación clandestina de bebidas alcohólicas, baja calidad de dichos productos

(que potencia el problema de salud pública), necesidad de un cuerpo especial de policía para

dedicarse exclusivamente a estos temas (que a la larga también acaba siendo sobornado por las

mafias…). En definitiva: extenso contrabando, corrupción, aumento de la delincuencia y, mientras

tanto, el número de alcohólicos, en lugar de reducirse, podría incluso aumentar.

La serie “Boardwalk Empire” refleja la problemática de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos.

Esta dinámica, aparentemente contradictoria, también aparece en las secuencias que pueden

desembocar en un ataque de ansiedad. Si siento una activación en mi organismo y la interpreto

como algo normal y útil para mi funcionamiento cotidiano (por ejemplo, al conducir de noche o al

preparar un examen importante), mi organismo podrá aprovechar esa activación o miedo para

reaccionar en plenitud de recursos ante una situación concreta. Por el contrario, si me planteo que
se trata de una sensación que no debería existir, o un indicativo de que algo anda mal conmigo

mismo, los intentos de “solucionar” dicha activación van a provocar, inevitablemente, una mayor

activación. En lugar de utilizar ese miedo para reaccionar constructivamente, lo que hacemos es

reaccionar ante el propio miedo con más miedo. Esto abre la puerta a la aparición de la ansiedad,

las valoraciones negativas, las interpretaciones destructivas, etc.…En este caso está bastante claro

que la “solución” intentada: eliminar la activación, es la gasolina que mantiene en marcha el

problema de ansiedad. Incluso podría decirse que convierte la “dificultad” de manejar un nivel de

activación elevado en el “problema” que supone padecer un ataque de ansiedad o pánico.

Otro ejemplo bastante ilustrativo es el de la barca que se mantiene en un equilibrio inestable

debido a la tensión que ejercen sobre una cuerda, en direcciones opuestas, dos personas situadas

en ambos extremos de la embarcación. Su problema es la inestabilidad. Ésta se acentúa cuando

uno de las dos tiras más fuertes que el otro, obligando al contrario a intentar solucionar esta

inestabilidad constantemente. Para ello deben aplicar la misma intensidad de fuerza en dirección

contraria. Si dejaran de intentar solucionar la inestabilidad, dejarían de tirar en direcciones

opuestas. Y cada vez que uno dejara de tirar, obligaría al otro a reducir la fuerza ejercida en el

mismo grado. La paradoja es que la inestabilidad solo se resuelve cuando dejan de aplicar las

soluciones que intentaban resolverla, que en realidad no sólo la mantenían, sino que eran la causa

principal de dicha inestabilidad. Es decir: la solución intentada era la causa principal del problema.
En muchas ocasiones, los asuntos de los que nos ocupamos se pueden resolver mediante el sentido

común: ante una desviación procedemos a la aplicación de su contrario para restaurar un

equilibrio o norma determinada (en términos cibernéticos se trata de un sencillo fenómeno de

feedback negativo, cuyo ejemplo paradigmático es el de un termostato). O bien, sencillamente hay

que aceptar que hay situaciones vitales indeseables, pero bastante frecuentes, cuya existencia

debemos aceptar, al menos durante un tiempo determinado (la tristeza por la muerte de un ser

querido hay que aceptarla, no disfrazarla o intentar eliminarla con fármacos). Los autores

de ‘Cambio’ (Herder, 2003) utilizan el término dificultad para referirse a estos tipos de

circunstancias que todos nos encontramos en la vida.

En otros casos, encontramos situaciones vitales en las que no vemos solución posible, crisis,

dilemas, callejones sin salida…En este caso, el término propuesto por dichos autores es el

de problema. Según P. Watzlawick, J. Weakland y R. Fisch existen tres modos de generar

problemas, todos ellos provocados por un mal enfoque de las dificultades:

1) Terribles simplificaciones (hay un problema solucionable pero no actuamos).

2) Síndromes de utopía (vemos soluciones donde no las hay)

3) Errores de tipificación lógica (intentamos un cambio 1 donde hace falta un cambio 2. Ej:el

problema de los nueve puntos. O, por el contrario, pedimos un cambio 2 donde resultaría adecuado
un cambio 1. Ej: pedir a un niño un cambio de actitud en lugar de un cambio de comportamiento

determinado. “Sé bueno”, en lugar de “Deja de ver la televisión y ve a hacer los deberes”).

Para no hacer este articulo demasiado extenso, desarrollaremos estos tres tipos de formación de

los problemas humanos en posteriores entradas del blog.

¡Gracias por vuestro interés y paciencia!

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CAMBIO Y ESTABILIDAD (III):


TERRIBLES SIMPLIFICACIONES
En anteriores artículos (Resiliencia, CyE I, CyE II) analizamos la relación entre los conceptos de

cambio y estabilidad. En el último de ellos dejamos pendiente explicar, con más detalle, los tres

tipos de estrategias que suelen convertir las dificultades en problemas.

Es importante recordar el sentido de estos dos conceptos, en el marco de las teorías acerca de la

formación y resolución de problemas humanos propuestas por P. Watzlawick, J. H. Weakland y R.

Fisch en su obra ‘Cambio. Formación y solución de los problemas humanos’:

 Una dificultad es una circunstancia relativamente sencilla de solucionar. O una situación

incómoda que debemos aceptar, porque no tenemos ninguna posibilidad de transformar.

 Un problema, en cambio, es una situación creada y mantenida por un mal enfoque de las

dificultades. Habitualmente desemboca en una crisis grave, un dilema irresoluble o un

callejón sin salida.

Los problemas mal gestionados, a diferencia de las dificultades bien gestionadas, pueden llegar a

alterar significativamente la salud y el bienestar de las personas que los experimentan. Teniendo

en cuenta esta diferencia, es indiscutible la importancia de evitar las estrategias que nos puedan

llevar a convertir nuestras dificultades en problemas. Como apuntaba en el artículo anterior, las
más comunes son: terribles simplificaciones, síndromes de utopía y errores de tipificación

lógica.

En este artículo nos centraremos en el primer tipo de estas estrategias, que los autores

denominan: ‘Terribles simplificaciones’. Su característica principal es que, a pesar de que existe

una dificultad solucionable, no se hace nada para resolverla.

¿Suena bastante extraño, ¿verdad? Parece poco probable que alguien pueda llegar a considerar

este tipo de estrategia para afrontar una dificultad o un problema, especialmente si consideramos

que el asunto concreto puede ser solucionado. Pero la evidencia indica lo contrario. De hecho, en el

lenguaje cotidiano son habituales las expresiones que definen esta forma de actuar: “hacer la vista

gorda”, “seguir la política del avestruz”, “mirar hacia otro lado”, “hacer como si lloviera”, etc.
Un grupo de australianos enterraron la cabeza en la arena de la célebre playa de Sídney, Bondi Beach, para burlarse del primer

ministro, Tony Abbott, acusado de hacer como el avestruz frente al peligro de calentamiento climático. Los ecologistas acusan a

Abbott de haber abolido la tasa que limitaba las emisiones de carbono de las empresas más contaminadoras. Fuente: Infobae.com

En palabras de los autores, la típica formulación de esta estrategia es la siguiente:

“No existe problema alguno (a lo sumo una dificultad) y cualquiera que lo considere como tal está

loco o actuando de mala fe y esto, de hecho, es el único origen de cualquier dificultad que se admita.”

Algunas de las características e implicaciones de esta manera de actuar son:

 El ataque a las personas que ponen de manifiesto la posibilidad de que exista un problema.

Llevar la atención al “supuesto” problema es un claro indicador de enajenación mental o

de pura maldad. El que intenta resolver algo se convierte, “mágicamente”, en la causa de

aquello que pretendía resolver.

 La defensa de la propia y restringida visión como una actitud real, genuina y honesta

frente a la vida. Un ejemplarizante “atenerse a los hechos”, que niega la complejidad de la

interacción en los sistemas sociales en un entorno moderno, cambiante, interdependiente

y altamente complejo.

 El problema que exige un cambio tenderá a intensificarse y complicarse cada vez más,

porque esta manera incorrecta de abordarlo (la estrategia de la terrible simplificación)

creará a su vez nuevos problemas que agravaran progresivamente la situación inicial.


Podemos encontrar ejemplos más cotidianos de esta dinámica, que nos ayuden a entender sus

mecanismos de funcionamiento. Imaginemos a una pareja que lleva un tiempo encontrando

dificultades en su comunicación. Por circunstancias ajenas a su voluntad, pasan cada vez menos

tiempo juntos. Suelen transmitirse negatividad a pesar de intentar diferentes acercamientos.

Llegado un punto, ambos comienzan a dudar de los sentimientos y el compromiso del otro. Y, en

esta situación, uno de los dos intenta afrontar la situación ‘poniendo sus cartas sobre la mesa’,

pero el otro adopta la estrategia de la ‘terrible simplificación’: se plantea que su relación es

perfectamente normal y no hay absolutamente nada de qué preocuparse. En este caso, los intentos

del primero por mejorar la situación serán respondidos con hostilidad:

“¿Cómo se atreve a cuestionar la felicidad y ejemplaridad de nuestra relación?

¿Cómo puede ser capaz de cuestionarme como pareja?

¿Por qué me habla de estas cosas?

¿Se habrá vuelto loco/a o quiere volverme loco/a a mí?

¿Cómo se le ha podido ocurrir sacarme este tema?

¿Será tan buena persona como yo pensaba?”


En este caso, para la persona que ha iniciado el intento de solucionar las dificultades, es bastante

habitual verse señalada como el origen de todos los problemas. La persona “atacada” negará la

existencia de cualquier dificultad previa al “comentario fatídico”. Según ésta, “todo” habría

comenzado cuando su pareja se atrevió a pronunciar algo parecido a esto:

“Cariño, creo que no estamos muy bien últimamente. Le he estado dando vueltas y he pensado que

quizá deberíamos hablarlo. Noto que nos hemos distanciado y ya no se qué hacer para remediarlo. He

pensado incluso en pedir ayuda psicológica para mejorar nuestra relación. ¿Qué opinas tú?”.

Como apuntan los autores, “la razón más importante para negar determinados problemas se debe

probablemente al deseo de mantener una fachada social aceptable. Gran parte del proceso de

socialización consiste en enseñar al niño aquello que no debe ver, no debe oír, no debe pensar, no

debe sentir o no debe decir. El elemento inconsciente no es tan importante para explicar este

fenómeno como el contrato interpersonal tácito”. En definitiva, más que de una cuestión

intrapsíquica estaríamos hablando de un enfoque prácticamente sociopolítico. Como afirma

Antonio J. Ferreira, investigador de la California Academia of Sciences y uno de los primeros


estudiosos del concepto de ‘mito familiar’: “El miembro individual de una familia puede saber, y con

frecuencia sabe, que gran parte de la imagen familiar es falsa y no representa mucho más que una

especie de ‘línea del partido’”. En nuestro lenguaje cotidiano tenemos una expresión para definir

esta cuestión: “un secreto a voces”. En el idioma inglés también existe el modismo: “elefante en la

habitación”. En los dos casos se indica que somos conscientes de algo evidente, pero no lo

revelamos por miedo a las posibles consecuencias negativas.

“Hay mucho dolor en la vida y quizás el único dolor que se puede evitar es el que proviene de intentar evitar el dolor” R.D. Laing

Con lo expuesto hasta ahora, parecen evidentes las consecuencias negativas de tratar de negar o

ignorar un asunto que podría ser solucionado. Además, los autores destacan que estas situaciones

descritas pueden ser mucho más insidiosas y patógenas cuando no sólo es negada la existencia de

un problema, sino incluso la negación misma. Continuando con el ejemplo anterior, uno de los

miembros de la pareja no solo negaría la existencia de dificultades en su relación, sino que

también se negaría a aceptar que estuviera ignorando conscientemente la propia existencia de

dificultades, ampliando la porción de realidad que relega al plano de lo no existente y, por tanto, de

lo no solucionable.
(Cuando hablamos del término negar, es importante notar que el término original que utilizan los

autores, “deny”, es traducido literalmente como negar, pero además tiene el sentido de ignorar o

rechazar algo).

Esta cuestión compleja, negar la negación, abarca más de un nivel de información y quizá pueda

entenderse mejor en los términos que utiliza el psiquiatra escocés R.D. Laing en estas tres citas:

 “Regla A: No.

Regla A1: La regla A no existe.

Regla A2: No discuta la existencia de las reglas A, A1 o A2”.

 “Están jugando a un juego.

Están jugando a no jugar a un juego.

Si muestro que estoy viendo lo que hacen, rompería las reglas del juego y me castigarían.

Debo jugar el juego.

Debo jugar al juego de no ver que juego”.

 “Si no sé qué no sé, creo que sé.

Si no sé qué sé, creo que no sé.”

Como dicen los autores del libro, indicando un concepto que en DBM® se etiqueta como

‘modelado mítico’, la tentativa de aferrarte a una solución que se demostró válida en su tiempo,

pero que ya no lo es, invade múltiples áreas sociales y puede ser observada con frecuencia en los

modos como los individuos intentan solventar sus problemas personales.

Poder recurrir a la misma forma de resolver problemas no es algo malo de por sí. Nos ofrece

muchas ventajas de economía y simplificación. La vida, ciertamente, se complicaría mucho si no

tuviéramos la capacidad de recordar y aplicar las cosas que ya nos han funcionado alguna vez.

Pero estas soluciones se convertirán en terribles simplificaciones si no se acepta que las

circunstancias del entorno cambian constantemente y que las soluciones han de cambiar con ellas.

Las normas y soluciones que servían para un niño de 8 años, pueden resultar problemáticas si se

intentan aplicar cuando éste ya ha cumplido 18.


“Es obviamente muy distinto considerarnos a nosotros mismos como peones en un juego a cuyas reglas llamamos realidad o como

jugadores del juego que saben que las reglas son “reales” sólo en la medida en que las hemos creado o aceptado, y que podamos

cambiarlas”.

Este artículo, igual que el libro en el que se basa, no pretende ser un alegato en contra de las

simplificaciones. Valoramos la utilidad de las mismas para el avance del conocimiento científico y

como mecanismo útil en nuestra vida cotidiana. Como se afirma en el libro ‘Cambio. Formación y

solución de los problemas humanos’, la historia de la ciencia demuestra que las teorías científicas

tienden a hacerse cada vez más complejas, al tiempo que los científicos intentan acomodar cada

vez más excepciones e inconsistencias dentro de las premisas generales de estas teorías

científicas. Pero los autores, con buen criterio, advierten otra vez de los riesgos de ciertas

simplificaciones:

“Quizá sea preciso un genio para suprimir tales superestructuras y encontrar nuevas y elegantes

premisas aplicables a los fenómenos que se estudian. Este modo de simplificación es un cambio 2.

Inútil es decir que hay genios y “genios”. El ingenio de muchos de los llamados genios puede no

consistir más que en una incapacidad para captar la complejidad de una situación o bien en un

insensible menosprecio hacia los derechos de los demás. Desde esa última perspectiva, la violación
de reglas que no convienen personalmente u otras modalidades del comportamiento propio de un

‘gánster’ pueden aparecer como la impronta de un genio”.

“La perfección es algo a lo que todos debemos aspirar. Es un deber y una alegría perfeccionar la propia naturaleza … Lo más difícil es

el amor. Una persona sin amor, que se conduce simplemente compitiendo en la ‘carrera de ratas’, está lejos de la perfección según mi

criterio”.

En este sentido, también podemos observar en nuestra sociedad muchos casos de terribles

simplificaciones y muchos ejemplos de “genios”. Por ejemplo, en los “geniales” diagnósticos y

“geniales” soluciones austericidas implantadas desde que comenzó la llamada crisis económica en

2008. “Crisis” también conocida como ‘gran estafa neoliberal’, ya que ha aumentado terriblemente

las desigualdades y ha justificado la imposición de una agenda política de clara ideología

ultracapitalista. Los argumentos de estos “genios”, repetidos como un mantra, me parecen un buen

ejemplo de ‘insensible menosprecio hacia los derechos de los demás’: “Habéis vivido por encima de

vuestras posibilidades (los que no somos ricos, se entiende). La solución de todos los males pasa por

desinflar el estado del bienestar y favorecer la competitividad de las grandes empresas. Cuanto más

os sacrifiquéis los trabajadores, mejor para todos (los que son ricos, se entiende).”

En todo este tiempo se ha atacado ferozmente a cualquier movimiento ciudadano emancipador,

como por ejemplo al 15M y a otras experiencias relacionadas. ¿El motivo? Señalar los problemas,

asociados a la crisis-estafa, en lugar de negarlos: miseria, desempleo, corrupción generalizada,

pérdida de soberanía, ‘leyes mordaza’, desesperanza, suicidios, etc. Y, una vez señalados, plantear

diferentes modos de afrontarlos, en un debate honesto en el que ya no tenga sentido cuestionarse

si “el rey está desnudo” o si “hay un elefante en la habitación”.


En España se ha llegado al punto de criminalizar iniciativas sociales, como por ejemplo las

plataformas antidesahucios, cuya razón de ser es defender algo tan básico como el derecho

constitucional de todos los ciudadanos a una vivienda digna. Pero tampoco ellos se salvan de la ira

de los “terribles simplificadores”. Los integrantes de estas plataformas han sido vinculados con el

terrorismo por el gobierno en más de una ocasión. De hecho, en el año 2013 grabaron un vídeo,

dirigiéndose a los votantes del PP, con la intención de defenderse de estas acusaciones.

La gestión actual de estos asuntos por parte de muchos poderosos es un claro ejemplo de

‘modelado mítico’. Estamos en campaña electoral y vemos, a diario, como algunos utilizan los

mismos “geniales” argumentos que ya plantearon como justificación al golpe de estado franquista

de 1936, que dio lugar a la guerra civil española y a casi cuarenta años de dictadura: “hay que

salvar la patria de comunistas y separatistas. Ellos, filoterroristas, sólo traerán caos y destrucción”.

Algunos, ochenta años después, siguen anclados en las viejas soluciones para resolver nuevos

problemas. Por desgracia, no parece que los personajes poderosos e influyentes de nuestro país

compartan la idea de perfección del genial R. D. Laing. Por eso, ellos disfrutan compitiendo

orgullosos en esta ‘carrera de ratas’ y desprecian con altivez a quien no participa en ella.

Por todo lo expuesto, nos parece muy interesante advertir de las consecuencias negativas de una

mala gestión de las dificultades en cualquier ámbito (personal, social o político). Ya hemos visto

como éstas se complican cuanto más tiempo permanecen sin resolver. Y hemos intentado explicar

cómo la estrategia de la “terrible simplificación” puede convertirse en un problema

auténticamente terrible al complicarse la dificultad original.

Más adelante, para no hacer este artículo demasiado extenso, trataremos de profundizar en las

características e implicaciones de las siguientes dos estrategias: síndrome de utopía y errores de

tipificación.

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