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Actas de las III Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Sociales – 2017 – ISBN 978-

987-29423-2-8

GRUPO DE TRABAJO 5
LA CIUDAD EN PERSPECTIVA: ABORDAJES INTERDISCIPLINARIOS EN
TORNO A PROBLEMÁTICAS URBANAS

COORDINADORES:

Bettina Sidy
Magdalena Felice
Nora Coiticher
Lucía de Abrantes
Fernando Bercovich

FUNDAMENTACIÓN:

Desde hace ya varias décadas las cuestiones urbanas forman parte de la agenda de
investigación de distintos campos al interior de las ciencias sociales. Las categorías
“ciudad” y “urbano” refieren a realidades socio-espaciales diversas y cambiantes y en la
actualidad agrupan a una inmensa heterogeneidad de experiencias sociales, que
encuentran en “lo urbano” un denominador común como destino de la mayor parte de la
población del mundo y como clave explicativa de algunos de sus malestares y conflictos.

Desde la arquitectura, la geografía, la sociología, la historia y la antropología –por


mencionar solo algunas de las disciplinas implicadas–, numerosos investigadores han ido
avanzando en la conceptualización de problemáticas puntuales vinculadas a la vida en la
ciudad, en distintas épocas y regiones. Incluso sucede que gran número de indagaciones
que no necesariamente centran su foco de atención en cuestiones urbanas requieren de
una problematización en torno a los modos en que el fenómeno ciudad –con sus
implicancias en términos de convivencia, gobierno, transporte, espacio público,
representaciones emergentes y sentidos comunes, por nombrar algunos tópicos– otorga
características particulares a sus objetos de estudio.

Retomando las discusiones que propiciamos en las Jornadas del 2013 y 2015, esta mesa
se propone como un espacio de debate y circulación en torno a los avances, preguntas y
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conflictos que venimos abordando los investigadores en formación dedicados a


cuestiones de corte urbano. Asimismo, buscando consolidar el lugar de los estudios
urbanos en el ámbito del IDAES, nos interesa generar un espacio de intercambio que,
desde diversas disciplinas y marcos espacio-temporales, nos permita reflexionar en torno
a las diferentes formas en que la ciudad fue y es pensada, construida y vivida en un lapso
temporal amplio. En este sentido, es que invitamos a presentar ponencias que tengan por
objeto el análisis, la multiplicidad de conceptualizaciones alrededor a lo urbano, así como
las continuidades, las rupturas y las tensiones que construyeron y construyen a la ciudad
como a las sociedades urbanas y a sus conflictos particulares.

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ÍNDICE DE TRABAJOS:

Bloque 1: La ciudad periodizada

Alpe Caselli, Ángeles. Fascinados por lo prohibido. La Barcelona del franquismo en los
diarios y ensayos de Jaime Gil de Biedma……………………………………………… 5

Bokser, Alejandro; Dittmar, Mónica; Gutiérrez, Juan José; Machin, Diego; Soler,
Cecilia; Tarizzo, Luján. Relaciones de producción en el margen sur de la ciudad de
Buenos Aires durante el período 1914-1928: un enfoque territorial .............................. 15

Palavecino, Malena. Pensar la ciudad en imágenes. Fotografías de los investigadores del


IAA: entre el archivo y las publicaciones (1947-1970) .................................................. 28

Fabri, Silvina. El palimpsesto de la memoria en la ciudad. Procesos socioespaciales,


prácticas memoriales y sentidos patrimoniales en el Predio Quinta Seré ...................... 40

Bloque II: La ciudad planeada

Pérez Martín, Joaquín; Sánchez Sosa, Jonathan. El abastecimiento minorista de


alimentos en la agenda urbana del AMBA: elementos, actores y estrategias que
configuran la cadena minorista de frutas y hortalizas .................................................... 55

Mallamaci, Marco Germán. La cuestión urbana en el sensorium tecnológico del siglo


XXI: ciudad, ciberespacio y enjambre digital ................................................................ 71

Spinelli, Sofía. Deconstruyendo las regulaciones urbanas: actores y problemas ........... 92

Sánchez, Martín. La sostenibilidad urbana en América Latina: un abordaje desde la


gestión local .................................................................................................................. 107

Marroquin Moyano, Julio César. Calidades en el espacio público desde la implantación


del sistema de transporte masivo Transmilenio en la ciudad de Bogotá (Colombia)... 119

Sabbadini, María Victoria; Labra, Claudio Sebastián; Rouco Oliva, Facundo; Freijo,
Juan Francisco; Delgado, María Alejandra. Modelo, normativa y tejido. Procesos de
transición entre plan director, código de planeamiento urbano y ciudad construida ... 129

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Bloque III: La ciudad practicada

Barbich, Santiago; Gilardenghi, Ezequiel. “Desde chiquito yo te vengo a ver…”.


Actantes y materialidades en dos estadios de fútbol de la Ciudad de Buenos Aires,
Argentina ...................................................................................................................... 142

Barreto, Lucas. El boleto de compra-venta y la chequera: el poder del papel o de cómo


los documentos se insertan en la trama vecinal de un barrio de La Matanza ............... 152

Lee, Jung Eun. Espacios de la identidad en transformación. El caso de jóvenes


argentino-coreanos en la post-crisis del 2001 de Argentina ......................................... 165

Petit de Murat, Facundo. La experiencia sonora de los banderilleros del tren Sarmiento
...................................................................................................................................... 179

López, Belén. “Mi mamá no puede saber”. Representaciones adolescentes y lugares


amigables para hablar sobre sexualidad ....................................................................... 194

Prieto, Leandro. La sexualidad en el espacio urbano: mapeo social de varones gays en la


ciudad de Buenos Aires ................................................................................................ 206

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BLOQUE 1: LA CIUDAD PERIODIZADA

Fascinados por lo prohibido. La Barcelona del franquismo en los


diarios y ensayos de Jaime Gil de Biedma

Ángeles Alpe Caselli


Universidad Nacional de San Martín
alpecaselli@gmail.com

Introducción

El poeta y ensayista Jaime Gil de Biedma nació en Barcelona en el año de la Exposición


Internacional que se celebraba en la ciudad, en 1929. Integrante de la burguesía catalana
de primera línea, estudió Derecho y su padre lo integró a la dirección de la Compañía
General de Tabacos de Filipinas, trabajo que siempre lo aburrió pero gracias al cual
realizaría los viajes más cruciales en su vida. Fruto de su larga estadía en Manila fue su
fundamental Diario del artista de 1956, desde cuya estructura tripartita se ve ya la
dimensión simbólica que el viaje tuvo para el poeta: “Las islas de Circe”, “Informe sobre
la Administración General en Filipinas” y “De regreso en Ítaca”. Las secciones de
referencia homérica enmarcan una tercera parte de un registro totalmente distinto y que
corresponde efectivamente a un informe redactado para la empresa en la Península
Ibérica.

Si bien nuestra exposición no se centra en las vivencias de Gil de Biedma en Filipinas, la


mención importa para situar, respecto a ese pasado reciente, la experiencia que nos
ocupará: es precisamente en ese “regreso a Ítaca” que el autor se encuentra con una
Barcelona que está cambiando. Sin duda alguna, el que inició un cambio más profundo
viajando fue él mismo, pero no podría haberlo continuado de no haberse topado con su
propia ciudad y su propia generación en plena efervescencia. Es a partir de ese entonces
que publica la mayor y mejor parte de Las personas del verbo, que comprende su obra
poética reunida, cuya brevedad es proporcionalmente inversa a la importancia que tuvo
para la poesía española contemporánea: Compañeros de viaje (1959), Moralidades
(1966) y Poemas póstumos (1968). De igual riqueza resulta el material autobiográfico
que el autor dejó, en su mayoría, para ser publicado de forma póstuma, a cargo de la
recientemente fallecida Carmen Balcells. Los testimonios nos lo dibujan como una

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persona inquieta, muy ansiosa, y entrañable. Una auténtica máquina de la sociabilidad,


necesitado de ella, fue alguien profundamente amado por familiares y amigos.

Desde el punto de vista literario –y vital–, Biedma integró el grupo literario que
probablemente con más acierto los filólogos han rotulado como generación: la del 50.
Fue “compañero de viaje”, como a él le gustaba decir, de Carlos Barral (fundador de la
editorial Seix Barral), Josep María Castellet, Juan Marsé, Juan Ferraté, José Agustín y
Juan Goytisolo, Ana María Moix… Todos ellos integraban a su vez, con otros artistas, lo
que se conoció como la gauche divine. En concreto, a nivel poético, su obra adscribe a la
llamada “poesía de la experiencia”, que en resumidas cuentas puede definirse como
aquellas composiciones cuyo acento está puesto en producir un poema que ocurra, que
esté ocurriendo1 en el momento que se lee porque, además del contenido de carácter
realista, posee un lenguaje marcadamente conversacional gracias a la austeridad retórica
y a los encabalgamientos propios que hereda de la poesía anglosajona. El poema se
parece, de este modo, a una confidencia entre escritor y lector.

Fascinados por lo prohibido

Para Biedma y sus contemporáneos, alcanzar la mayoría de edad –entendida


simbólicamente como la forja de una personalidad y la aceptación de las contradicciones–
fue de la mano del aprehender las calles de Barcelona en la heterogeneidad que las
caracteriza. Era pleno franquismo, y algunas dimensiones no eran fáciles de indagar si no
se recurría a cierto tipo de barrios y a un determinado ambiente. El ejemplo más obvio
quizá sea la exploración de la propia homosexualidad de Jaime Gil de Biedma en los
“barrios bajos” de la ciudad. Sin embargo, no es el único. De cara a nuestra investigación,
nos hemos preguntado a qué otras inquietudes responde la exploración de una ciudad en
dictadura. Qué búsquedas y qué realizaciones más sutiles laten detrás del bar o la avenida
que se elige transitar.

A partir de los textos en prosa de Biedma, procuraremos ver cómo los jóvenes
intelectuales se abrían paso con dificultad y desconcierto –pero también con coraje– hacia
una mayoría de edad velada, rayando en la ilegalidad, y que contrastaba siempre con la
que se sabía existía en otras ciudades europeas. Así pues, un testimonio de carácter

1
“Experiencia lo es todo. En la vida de uno, experiencia es leer un poema. Poesía de la experiencia consiste
en concebir el poema como el simulacro de una experiencia real, como si el poema, en cuanto poema,
estuviese ocurriendo, estuviese sucediendo.” (Biedma, 2010: 1131)

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parcial nos lleva precisamente a la historicidad no tanto de la descripción de una urbe que
ya se conoce, sino de las percepciones agudas que de ella tuvieron mentes como la de su
autor ante una modernidad que arribaba nocturna, sexual y fascinante a su ciudad en
dictadura.

Antes de pasar a mencionar rincones hoy icónicos de Barcelona, es importante visualizar,


se trate de las memorias de Gil de Biedma como de cualquier otro autor contemporáneo,
que estos textos se inscriben en una tradición literaria muy clara –sin ir esto en detrimento
de la veracidad de su testimonio de época. Repasar algunos de sus motivos fundamentales
nos ayudará a comprender cómo la narración de un espacio puede volverse historización.
Entre ellos, quizá la figura del flâneur2 sea la más obvia. Estamos frente a una concepción
cultural que, desde el Romanticismo, tendrá un motor en el contacto con un espacio físico
que siempre se vuelve simbólico. La relación con el espacio se agudiza. Si vamos más
allá, diremos que en la literatura contemporánea ha habido un desplazamiento del flâneur
geográfico al psicológico. El protagonista, como diría César Vallejo, necesita cada vez
moverse menos para echar a andar con el pensamiento3: es este el proceso vivido desde
la Odisea de Homero al Ulises de Joyce o al llamado género mock epic.4

En este sentido, existe una dimensión análoga de lo urbano en los textos de Jaime Gil de
Biedma y en la poesía de Constantinos Cavafis.5 Pensemos por caso en su poema Ítaca,
que comparte con los diarios del poeta barcelonés el tópico homérico y, además, explicita
con claridad la dimensión simbólica.

Los lestrigones y los ciclopes


y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma
(…)
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino
(…)
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

2
Del francés “paseante”. Su identidad quedó fijada en los ensayos de Charles Baudelaire. Efectivamente,
la figura del flâneur puebla la literatura europea decimonónica, tanto las novelas como los versos de los
poetas malditos y, he aquí su particular interés para nosotros, nace estrechamente vinculada a las ciudades
y al cambio que experimenta lo urbano en la época. Barrios enteros, parques y avenidas nacen para que los
paseantes puedan “perder su tiempo” en ellos. Son los soberanos de la moderna metrópolis. Ver Walter
Benjamin, Charles Baudelaire: A Lyric Poet in the Era of High Capitalism, Capítulo II: “Le flâneur”, pp.
35-66
3
“En el rincón aquel, donde dormimos/juntos tantas noches, ahora me he sentado/a caminar.”, “El rincón
aquel”.
4
“Falsa epopeya” o “epopeya burlesca”.
5
Para una comparación del lugar que la ciudad ocupa en las poéticas de Constantinos Cavafis y Jaime Gil
de Biedma, véase el artículo “Poesía y ciudad. Constantinos Cavafis y Jaime Gil de Biedma”, de Styliani
Voutsa.

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Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje


Sin ella jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.
Porque “vivir es ver volver”, como dijera Azorín, pero, lamentablemente, podemos volver
solo en el espacio. Por eso Ulises vuelve a Ítaca. En otro poema de Cavafis, la ciudad
sigue como un perro a aquel que quiere abandonarla y cambiar de paisaje, porque en
verdad es su pasado: “siempre llegarás a esta ciudad.” 6 Por lo tanto, las calles de los
diarios de Biedma, además de ser una realidad patente, pasan por un proceso, primero, de
apropiación e identificación, y, en consecuencia, de recuerdo. Por ello habla Antonio
Jiménez Millán de “lo urbano como un espacio ineludible de la experiencia” (Voutsa:
58).

Por otra parte, ponemos en relación nuestras fuentes con la tradición del Bildungsroman7
o novela de aprendizaje, que entendemos como la representación literaria de la
experiencia; concretamente, es el proceso formativo que vive el o la protagonista, a
menudo en la adolescencia temprana, donde se asienta el conflicto entre sus deseos y los
intereses contrarios de la sociedad. Se trata de un choque que, en la mayoría de los casos,
se produce por algún tipo de desplazamiento: un viaje, una estadía, una mudanza –
pensemos en las tantas novelas de jóvenes de provincia que se mudan a la capital de su
país, o en La montaña mágica, donde el protagonista se hospeda junto a su primo en una
clínica en los Alpes suizos. En el fondo, da igual qué tantos kilómetros se desplace el
joven desde su punto de origen, pues estos son solo el detonante necesario de una
convulsión que siempre va por dentro. Ante todo, son novelas que ponen de manifiesto
un conflicto, y precisamente por ello, no hay una resolución argumental definitoria, sino
que queda abierta como la vida una vez que se entra en la edad adulta. Esto es algo
fundamental para comprender la experiencia de la generación que se hizo adulta en la
España franquista: en el Bildungsroman no existe la resolución del conflicto individuo-
sociedad justamente porque el fin último de la novela es su aceptación y no su superación:
la aceptación de la contradicción es la mayoría de edad.

6
“No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares./La ciudad te seguirá./Vagarás por las mismas
calles./Y en los mismos barrios te harás viejo;/Y entre las mismas paredes te irás encaneciendo./Siempre
llegarás a esta ciudad.”, “La ciudad”.
7
Del alemán Bildung (período de formación posterior a la fase correspondiente a la enseñanza primaria) y
Roman (novela).

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Ya en 1944 se había publicado una novela que al año siguiente ganaría el premio Nadal.
Escrita por una mujer, Carmen Laforet, Nada se incluye de lleno en el llamado realismo
tremendista de posguerra y en la tradición de las novelas de aprendizaje. Como la Alicia
persiguiendo al conejo blanco en el país de las maravillas –también más macabras que
hermosas–, Andrea, la joven protagonista, atraviesa puertas a submundos dentro de otros
submundos persiguiendo a su tío Juan por la Barcelona de posguerra. Después de “las
ramas cargadas de verde tierno del último árbol de la calle Aribau”, se pierde la inocencia,
se cruza la Gran Vía, el reloj en lo alto del edificio neogótico de la Universidad de
Barcelona anuncia la medianoche y se atraviesa, a modo del umbral de un relato
fantástico, la Plaza Universidad camino al Raval. No obstante, lo que espera del otro lado
del umbral no tiene nada de fantástico y todo de real:

Llegamos a la plaza de la Universidad cuando el reloj del edificio daba las doce y
media. Juan cruzó la plaza y se quedó parado enfrente de la esquina donde
desemboca la Ronda de San Antonio y donde comienza, oscura, la calle de Tallers.
Un río de luces corría calle Pelayo abajo. Los anuncios guiñaban los ojos en un juego
pesado. (…) Por allí no encontramos a nadie. Los faroles parecían más mortecinos y
el pavimento era malo. Juan se volvió a definir en la bifurcación de la calle. Recuerdo
que había una fuente pública allí, con el grifo mal cerrado y que en el empedrado se
formaban charcos. Juan miró un momento hacia el ruido del cuadro de luz que
enmarcaba la desembocadura de la calle en las Ramblas. Luego volvió la espalda y
torció por la calle de Ramalleras, igualmente estrecha y tortuosa. (…) (Laforet: 176-
177)
La autora consigue definir bien la intermitencia entre la oscuridad húmeda de las
callejuelas del Raval y el “brillo del diablo” de las Ramblas, hasta que sus personajes por
fin atraviesan el mercado de San José, hoy famoso como “la Boquería”, y ratas gordas
como gatos auguran que se adentran en el Barrio Chino:

Al llegar a la calle del Hospital, Juan se lanzó a las luces de las Ramblas, de la que
hasta entonces parecía haber huido. (…) Creo que alguien me dijo una bestialidad.
(…) Juan entró por la calle del Conde del Asalto, hormigueante de gente y de luz a
aquella hora. Me di cuenta de que esto era el principio del barrio chino. “El brillo del
diablo”, de que me había hablado Angustias, aparecía empobrecido y chillón, en una
gran abundancia de carteles, con retratos de bailarinas y bailadores. Parecían las
puertas de los cabarets con atracciones de barracas de feria. La música aturdía en
oleadas agrias, saliendo de todas partes, mezclándose y desarmonizando. (…) La
gente, en verdad, era grotesca: un hombre pasó a mi lado con los ojos cargados de
rímel, sus mejillas estaban sonrosadas. Todo el mundo me parecía disfrazado con
mal gusto y me rozaba el ruido y el olor a vino. (Laforet: 178-179)
Hallamos la misma equivalencia entre el “verde tierno” de los barrios de la burguesía y
el descenso a los infiernos del Barrio Chino en los testimonios de Jaime Gil de Biedma.
Ahora bien, con las particularidades que la experiencia personal y las reflexiones íntimas
traen consigo, este descenso de Biedma está enmarcado, decíamos, por una experiencia

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generacional: basta con acercarse a los textos de sus contemporáneos para detectar la
misma fascinación por un mundo que estaba prohibido cuando se provenía de una casa
de buena familia y de arriba de la Avenida Diagonal. “…el puerto, las Ramblas, el Barrio
Chino y el tálamo acolchado y pomposo del Cosmos serán nuestra querencia absorbente,
exclusiva: las únicas incursiones a los barrios burgueses y acomodados de la zona alta,
las haremos a Pablo Alcover y al piso de los Barral, en uno de cuyos martes literarios
Castellet nos ha dado cita.” Las palabras corresponden a Juan Goytisolo en sus memorias
Coto vedado (265).

Si existe algún nexo, simbólico y físico, entre el mundo apolíneo y el dionisíaco en el día
a día del poeta, este son las Ramblas. La verdadera bajada a los infiernos –literalmente,
pues la calle corre de norte a sur hasta el Paseo Marítimo– se efectúa en ellas: desde el
portal nº109 que ocupaba la Compañía General de Tabacos de Filipinas, donde Jaime
escribía en su despacho los versos de sus poemas,8 a la Plaza Real y a sus bares –de los
cuales algunos todavía perduran, como el Jamboree– o bien al Puerto. Fue en un quiosco
de las Ramblas donde vio por primera vez en España una revista de desnudos masculinos,
según cuenta Miguel Dalmau en la biografía que le dedica (291).

Las noches eran entonces el desenfreno por el desenfreno. Una de ellas, habiendo bebido
hasta altas horas de la madrugada en Bocaccio (club social por antonomasia de la gauche
divine), bajaron a las Ramblas para “reclutar” a varias prostitutas y luego acudir a un
célebre meublé de Pedralbes. Según Colita (amiga fotógrafa que inmortalizaría las
secuencias vividas por la generación), “llevábamos una castaña monumental. Llenamos
una bañera enorme con botellas de champagne y nos metimos en pelotas dentro.
Estuvimos chapoteando como locos, y las putas estaban alucinadas. Era la juerga por la
juerga, ¿entiendes? Follar ni se nos pasaba por la cabeza.” Otra noche, Colita, Bel (una
joven divorciada, musa por excelencia de la generación de artistas) y Jaime bajaron al
puerto, y esta vez reclutaron a dos marineros negros y se dirigieron a un apartamento: “La
cosa iba en plan Quinteto de la Muerte, ya sabes, una cama redonda con Jaime, nosotras
dos y los negros. Pero cuando la olla se puso a hervir, me largué pitando. Luego supe que
se corrieron una juerga apoteósica” (Dalmau: 325-326). Asimismo, cuenta Biedma que,
apenas había llegado para pasar una temporada en la ciudad condal un jovencito inglés

8
Cuenta que los separaba por guiones para que su padre y demás funcionarios creyeran que redactaba un
texto en prosa. Así nació su forma tan característica de incluir incisos entre guiones en sus poemas.

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conocido suyo, lo llevó sluming 9 luego de cenar, “que es lo que más le ilusionaba”
(Biedma, 2016: 547)

Apunta el poeta que “quizá ningún elemento de la vida diaria había ganado tanto en
confusión, durante los últimos años, como el bar.” (Biedma, 2010: 701) Los bares, en este
tour, merecen su punto y aparte. Resulta muy rico en este sentido un texto de Biedma que
integra su libro de ensayos El pie de la letra y en el cual, desde el título, queda fijada con
más claridad que nunca la imbricación entre lugares (físicos) y personas (esencias). En
concreto, los bares son un medio para comprender toda una generación cultural y su
historia: “Revista de bares (o apuntes para una prehistoria de la difunta gauche divine)”,
se titula. La del Stork es la primera descripción que, más que brindar una imagen del bar,
lo hace de la clientela:

Las dos clientelas; porque [en el Stork] efectivamente son dos las que conviven sin
mezclarse, extrañas la una a la otra, pero en realidad vinculadas por cierta oscura
afinidad electiva.
La primera, la más numerosa, compacta y homogénea, se compone de teenagers,
chicos y chicas, procedentes en su mayoría del cercano Liceo Francés. (…)
Importa que ese mundo permanezca misterioso, visible y lejano a los ojos de la otra
clientela, que se siente atraída y afecta ignorarlo. Es, para ella, símbolo de una cierta
nostalgia y de una cierta frustración.
Esta segunda clientela resulta exteriormente menos homogénea. Compuesta de
hombres y mujeres de ocupaciones y orígenes diversos, su edad varía entre los
veintitantos años y los cuarenta y pocos. Algo común les une, no obstante: la
conciencia de haber nacido en una España en donde la mitología del teenager no
existía aún. Arrastran todos, no sé si para siempre, un potencial de juventud
irrealizable. (Biedma, 2010: 699-700)
Con los bares se produce, pues, lo que en retórica llamaríamos una hipálage: el mundo
exterior a la voz que enuncia es reflejo del propio enunciador, su sensibilidad interior
contagia todo lo que ve. Y, a esto sumado, ¿no podríamos decir que la visión de Biedma
sobre la clientela de su generación es en parte la de su propia imagen? Leemos:

Se conocen entre sí desde hace ya tiempo. (…) Gente, en fin, encantadora y amable,
aunque un poco deprimente, gente que no se decide a establecerse, que no acaba de
pagar retribución a la vida. (…) Después de largos años de acostarse tarde, de tener
pequeños amores, de beber mezclando, de sentirse inadaptados, de trabajar sin ganas,
de transmigrar en los bares sórdidos, cercanos a las Ramblas, a los bares sofisticados
de más arriba de la Diagonal, helos por fin aquí a todos reunidos, un poco
deteriorados ya, un sí es no es patéticos, pero aún impertinentes portavoces de la
inquietud de su generación. (Biedma, 2010: 700)10

9
En inglés y cursiva en el original. En el argot inglés: “ir en busca de sexo por los barrios bajos”.
10
Recuérdense los sentimientos esenciales narrados en su icónico poema “Contra Jaime Gil de Biedma”.

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Quizá resulte redundante recordar que este mismo sentimiento sirve de eje a películas
como Asignatura pendiente (1977) o Solos en la madrugada (1978), dirigidas por José
Luis Garci al calor, y a la desolación también, del fin de cuarenta años de dictadura.
Ambas giran en torno, de algún modo, a saber ser coherente con uno mismo antes de serlo
con los demás, y saber estar solos. No es casual que Biedma destaque que gracias a los
bares conoció la “forma más refinada del acompañamiento” la de “estar solo entre la
gente.” (Biedma, 2010: 702)

Emerge entonces la importancia de los bares no solo como forjadores de encuentros, de


divertimentos, sino como los ejes de las relaciones, las médulas de la actividad social. 11
Parecen superfluos hasta que leemos que: “La noche llegaba como una verdadera écuyère
a la que un tiempo amamos, y la recibíamos sin reproches y sin ilusión, con fatigada
tristeza. ¿Quién entre nosotros no ha pensado, con melancolía, en todos aquellos a quienes
dejó de conocer durante los meses aquellos, porque aún no existía el sitio para
conocerles?” (Biedma, 2010: 705) El punto es que tales afirmaciones no deben tomarse a
la ligera como si de cualquier otro servicio urbano se tratase. Más bien parecen indicarnos
algo sobre una sociedad, la española, que quería recibir la modernidad tal como se la
prometían, con unas libertades y una vida nocturna como la de sus vecinas potencias
económicas, pero sin tener las condiciones urbanas o, sobre todo, morales para hacerlo –
tengamos presente la propaganda turística que anunciaba a voces el franquismo desde los
años cincuenta. Así pues, “el espíritu del tiempo exigía otro estilo, otro sitio. Íbamos todos
de bar en bar, dudosos, sin recalar en ninguno (…) siguió una fase de dispersión oscura,
la ciudad se hizo extraña, la gente dejó de verse.” (Biedma, 2010:705)

La tradición del Ensanche o Eixample izquierdo de Barcelona, o lo que hoy tantos


conocen como gayxample, no es pues, aunque se halle tan en boga en la actualidad,
producto de esta última moda.12 La inauguración en este ala de la ciudad del Whisky Club

11
Porque, después de todo, como encuentra el poeta entre los autógrafos dejados en uno de sus bares
predilectos, “la civilización es una lucha por crear un ambiente” (Biedma, 2010: 706). Decide, pues, crearse
hábitos: “En General Mitre han abierto un bar agradable, Flamingo, y desde el lunes me paso un rato en él,
al salir del trabajo, antes de meterme en casa.” (Biedma, 2016: 555)
12
Diremos, por ejemplo, que en la primera mitad del siglo XX participaban de la tradición del encuentro
homosexual –entonces lamentablemente clandestino y que mantienen hoy día en medio del aluvión
turístico– la playa de la Barceloneta, el Club Natación Barcelona y los entonces Baños de San Sebastián,
donde hoy se alza el Club Natació Atlètic Barceloneta. De Biedma solo sabemos que frecuentaba las
piscinas del club, pero Tennessee Williams sí nos dejó impresa esta veta del balneario en De repente, el
último verano. Sobre la geografía presente en esta obra de teatro puede consultarse la nota de Pere Gimferrer
aparecida en El Cultural el 14/11/2002. En los sesenta, en cambio, no solo comienza a haber bares de moda
en el Ensanche izquierdo, sino que algunos de ellos tenían ya una clientela definida: “Alguien había
aprendido la lección del Whisky Club y abría un nuevo bar en el Ensanche. Los enterados en historias

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fue una novedad: “Entonces, sólo supimos, un día de abril, la noticia. Que había un nuevo
bar nocturno en un sitio hasta entonces impensado: la orilla izquierda del Ensanche. Y
aquel bar era, finalmente, el bar. Lo amamos enseguida.”

al Whisky Club fuimos llegando como después de un largo veraneo; porque algo
había, en la precariedad y en la gregariedad de los primeros meses, de primer día de
principio de otro curso. Muchos nos conocíamos ya, todos nos conocimos pronto. Y
empezó una nueva época, la actual. Aprendimos allí nuevas disposiciones de la
noche, maneras más discretas de ser libres, otra inflexión en la voz. (Biedma, 2010:
706)13
Indudablemente, al cobijo del bar y del alcohol, fue más fácil hablar de los años vividos
y, no extraña tampoco, que en ellos cuajara buena parte de la poesía de la experiencia o
que el poema angular de Biedma, “Pandémica y celeste” proponga una confidencia “en
una de esas noches memorables/de rara comunión, con la botella/medio vacía, los
ceniceros sucios,/y después de agotado el tema de la vida.” Vivida en sus propias carnes,
una ida al Whisky Club era algo como lo que se sigue:

Juan y yo fuimos luego a tomar una copa a Whisky Club, en donde nos encontramos
con Willy, el muchacho peruandino cuya conversación siempre me divierte. Con él
fuimos a Jamboree, al cerrar Whisky; después, ya solo, a Copacabana –mis
propósitos de virtud cedieron y muy pronto me encontré en casa haciendo el amor
con M. –rougher than usual. (Biedma, 2016: 536)

Reflexiones finales

Medir la historia de una generación por los bares: sería erróneo tomar esto como una
simple lista de conquistas de un buen bebedor. Antes bien, hemos procurado demostrarlo,
es una prueba patente de que “vivimos las ciudades” además de residir en ellas. En este
caso, se trató de definir lo que el crecimiento de una Barcelona que mira hacia el final del
franquismo significó por y para los anhelos de una generación que se sentía perdida entre
la abulia total y las ganas desenfrenadas.14 El recorrido nos ha servido, en todo caso, para
recordar que la Barcelona de los bares que conocemos hoy no fue tal hasta hace
relativamente poco, cuando en los sesenta “la rabia multiplicadora parece haberse

tortuosas un día me contaron que El Sot es de ascendencia humilde aunque cuidadosamente la oculte: su
padre fue un oscuro bar de la calle Balmes, casi esquina a Provenza, que se llama Whisky Boys y todavía
existe” (Biedma, 2010: 708)
13
El resaltado es nuestro.
14
“Velada excesivamente social, anoche, en el Stork. Primero con Willy, y Michael, luego con Ricardo
Bofill y Serena, con quienes cené en Mariona. Fuimos después a Horse Club (…) Infortunadamente, cuando
llegó la hora de separarnos, había yo bebido demasiado. Me fui en busca de compañía, que naturalmente
encontré. Mi sentido de la diversión nocturna, hay que admitir que es monótono.” (Biedma, 2016: 564)

13
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transferido a otros reinos: bares, discotecas y restaurantes parecen haber entrado en una
fase de explosión demográfica.” (Biedma, 2010: 707)

Jaime Gil de Biedma y sus compañeros de viaje bajaban por aquellos años a recorrer una
Barcelona de mil caras buscando en las zonas aparentemente más infectas de la ciudad
una madurez y un tipo de “mayoría de edad” que no les daba su mundo diurno y que se
materializaba, entre muchas otras prácticas, en el ejercicio libre de la sociabilidad y la
sexualidad, cualquiera fuese su orientación. Los diarios y ensayos de Biedma se nos
aparecen como la biopsia de un Bildungsroman en que la vida se vuelve, como siempre,
novela, y la ciudad, aprendizaje de toda una generación. Una generación que pedía a gritos
que, simplemente, ocurriera algo: “Nos creemos sofisticados y jugamos a reírnos de
nosotros mismos, pero en el fondo lo que nos gustaría es estar más seguros. La realidad
es que somos unos pretenciosos incapaces y que cualquier cosa que nos ocurra, incluso
que nos sirvan un alcohol falsificado, nos estará bien empleada.” (Biedma, 2010: 710).

Bibliografía

Benjamin, Walter Charles Baudelaire: A Lyric Poet in the Era of High Capitalism,
Londres, Verso, 1985

Gil de Biedma, Jaime Poesía y prosa, Barcelona, Círculo de Lectores, Galaxia


Gutemberg, 2010

_______________ Diarios (1956-1985), Barcelona, Lumen, 2016

Gimferrer, Pere “De repente el último verano”, El Cultural, 14/11/2002

Dalmau, Miguel Jaime Gil de Biedma, Barcelona, Circe, 2004

Goytisolo, Juan Coto vedado, Barcelona, Seix Barral, 1985

Laforet, Carmen Nada, Barcelona, Destino, 2009

Voutsa, Styliani “Poesía y ciudad. Constantinos Cavafis y Jaime Gil de Biedma”, Campo
de Agramante: revista de literatura, núm. 7, 2007, pp. 55-72.

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Relaciones de producción en el margen sur de la ciudad de Buenos


Aires durante el período 1914-1928: un enfoque territorial

Alejandro Bokser, Mónica Dittmar, Juan José Gutiérrez, Diego Machin, Cecilia Soler,
Lujan Tarizzo
Centro de estudios e Investigaciones Históricas de la Vivienda en Latino
América – Instituto de Espacialidad Humana – Facultad de Arquitectura, Diseño
y Urbanismo – Universidad de Buenos Aires
ale.bokser@gmail.com; monicadittmar@gmail.com; tafgor@hotmail.com;
diegofmachin@gmail.com; ceciliasoler@gmail.com; lujantarizzo@gmail.com

Territorio. Definiciones

El presente trabajo se ocupa del estudio de un sector de la ciudad que corresponde


con el denominado “sector II del Riachuelo” por Graciela Silvestri en El color del
Río (Silvestri, 2003), y se pretenderá observarlo desde una perspectiva territorial.
Este es el aspecto que se constituye como central a la hora de pensar en el aporte
original propuesto al campo disciplinar de la historia urbana: ¿Qué entiende esta
investigación por territorio?

Antes de comenzar a abordar las configuraciones más contemporáneas del territorio


y la perspectiva que se adoptará en este proceso, cabe señalar brevemente las
principales tradiciones que se acentuaron en el abordaje del concepto, tales como la
tradición jurídico-política, la tradición naturalista, la marxista y la humanista
(Benedetti, 2008). Se puede encontrar como hilo conductor a todas ellas el hecho de
que ninguna se ocupara de definir al territorio como un concepto que modifica los
procesos de producción y las relaciones sociales, y simultáneamente éstos se
definen, sino más bien como un objeto a ser usado, vivido y controlado por la
sociedad. La visión jurídico-política se encargó de asociar al territorio a la idea de
pérdidas o ganancias del control político por parte de los Estados, al mismo tiempo
en que la tradición marxista lo ubica en una forma de apropiación de recursos y
naturaleza necesarios para la producción en una base económica. Por el otro lado, la
perspectiva naturalista lo asoció al espacio originario y necesario de la naturaleza
mientras que la tradición humanista eligió definir al territorio como el espacio a ser
vivido, el refugio en donde transita la vida. Por el contrario, esta investigación

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pretenderá retomar las ideas que incorporan las esferas de las relaciones sociales,
junto con las implicancias de la historia y las nociones de paisaje que ayudarán a
conformar una postura desnaturalizada y estoica del territorio, siguiendo una línea
conceptual con las nociones de una geografía crítica.

Se plantea entonces la puesta en crisis para desnaturalizar, y de esa forma poder


reconstruir las ideas entendidas sobre el territorio como construcción por fuera de la
cultura, puestas en relieve por el modernismo. Esta manera hegemónica de
considerar el territorio inhabilitó su comprensión fuera del alcance de su aprehensión
como mero soporte, quedando excluidas las consideraciones respecto de las formas
de apropiación del espacio, estructurantes para un entendimiento en tanto lugar y
sitio. Asimismo, se pretende focalizar en las transformaciones productivas vistas a
través de las relaciones laborales como factor para definir dichos modos de
apropiación. En este sentido, es importante retomar algunas definiciones acerca del
territorio que se han ido construyendo en ese recorrido teórico, junto con la
incorporación del aporte de otras disciplinas y perspectivas dando lugar a un enfoque
más complejo y trans-disciplinar.

El territorio es un concepto que fue tratado extensamente desde diferentes ámbitos


académicos dedicados al estudio del espacio, a su vez podría ser encuadrados dentro
de diferentes abordajes historiográficos. Es decir, algunas vertientes del modernismo
(Harvey, 1989) postularon al territorio como un plano donde apoyarían sus
producciones construidas, quizás un ejemplo donde se pueden ver condensadas esas
reflexiones sobre la ciudad sean las ideas de Le Corbusier 1.

La ciudad del modernismo es la ciudad de la tabula rasa, la de la aculturación. En


lugar de adoptar esta postura, en la cual el espacio se torna una cuestión
cuantificable, analizado numéricamente, y los medios de producción centrales, este
trabajo, en sentido contrario, coloca al espacio como central y propone pensar a las
formas de producción como puente necesario para conectar tres aspectos claves en
la construcción de territorio. Así, es como se define la óptica territorial: entendida a
través de la matriz conceptual de la “geografía humanista” (Santos, 1990). El
abordaje de los fenómenos espaciales, en el cual la ciudad tiene un rol central como

1
Ver Le Corbusier. Plan Director para Buenos Aires. (Buenos Aires: Kraft,1947). Para otra propuesta de
Le Corbusier, que reafirma la teoría de ciudad en el desierto, se puede ver: Le Corbusier .Chandigarh, The
New Capital of Punjab, India 1951.( Tokyo: GA, 1974)

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medio dónde la sociedad se relaciona, plantea una interpretación interdisciplinaria


que amplía los horizontes del urbanismo hacia la antropología, la filosofía, la
historia.

Otro de los autores que se alienta a completar esta nueva concepción del territorio
fue el geógrafo francés Claude Raffestin (1993) quien retomara la teoría relacional
del poder de Michel Foucault y se encargara de destacar las aristas políticas del
territorio al diferenciarlo del concepto de espacio. El autor definirá al territorio como
una producción a partir del espacio ya que al primero lo inscribe en el campo del
poder, al contemplar las relaciones sociales que el mismo implica, entendiendo al
espacio como anterior al territorio (Raffestin, 1993:144). Raffestin aclara también
que el territorio no se define exclusivamente en relación al poder estatal sino que
sostiene la presencia de múltiples poderes que se revelan en las estrategias tanto
regionales como locales, desplegando así el concepto de la geografía del poder en
oposición a las antiguas doctrinas que él resume como la geografía unidimensional.
En este sentido, incorpora también las cuestiones simbólicas que atañen al territorio
considerándolo como una manifestación espacial del poder, en la que las relaciones
sociales se determinan en acciones y estructuras simbólicas ligadas a los sistemas de
información. Este aporte resulta muy interesante para pensar los procesos de
territorialización, des-territorialización y re-territorialización ligados al grado de
accesibilidad y conexión a las relaciones sociales.

Otro aporte significativo en esta construcción teórica es el del geógrafo


norteamericano R. Sack, quien define la territorialidad humana como “una estrategia
de un individuo o grupo que intenta influir, afectar o controlar recursos, personas,
fenómenos y sus relaciones, mediante el establecimiento de un control sobre un área
geográfica específica, a la cual denomina territorio” (Sack, 1986). De esta manera,
lo explica a través de las motivaciones sociales y no desde un comportamiento
instintivo animal, dando como punto de partida de un territorio el momento en el que
sus límites son utilizados para influenciar el comportamiento de las personas, así se
distinguen diferentes grados de permeabilidad y accesibilidad. En este sentido, cabe
destacar el enfoque histórico que le aporta al concepto de territorialidad ya que esta
definición permite la transformación de los territorios y establece la idea de que estas
mutaciones nacen de construcciones sociales. Por tanto, no sólo se establece una
relación con las estructuras de poder en una tradición político-jurídica sino también,

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en una simbólica y cultural que nos permite asociar el concepto de territorialización


a las distintas escalas espaciales.

En aquel sentido, el histórico, este trabajo de investigación entiende al territorio


como resultante de una relación trialéctica entre los aspectos: socialidad,
historicidad, paisaje. (Soja, 1989:49)

El territorio es una construcción social en el espacio-tiempo y aglutina objetos de


diferente naturaleza (carreteras, puertos, ríos, establecimientos, parques industriales,
barrios obreros, etc.) otorgando “forma” a un paisaje que adquiere toda su dinámica
en el juego dialéctico con el “contenido”, es decir, con la sociedad que le da sentido
y significación. (Tomadoni, 2007)
Dicha concepción de territorio, en tanto entidad fundamentalmente social,
relacionado en su misma constitución a las nociones de espacio – tiempo, debe
comprenderse desde una perspectiva que se enfoca en los modos de producción:

Planteado de este modo, los procesos de producción mediatizados por el trabajo se


articulan con la estructura social definiendo diversidad de formas de apropiación y
transformación de la naturaleza para satisfacer necesidades materiales y no
materiales de las sociedades a través del espacio-tiempo. (Tomadoni, 2007)
Por este motivo, cuando hablamos de territorio nos interesa aproximarnos a él como
condicionado y condicionante de procesos históricos:

En la actualidad, el territorio es un componente estratégico de los procesos de


reestructuración en los diferentes sectores productivos. (…) En definitiva, el
territorio es un constructo social en determinadas coordenadas de tiempo y lugar,
producto del entrecruzamiento de territorialidades (…) No obstante, la noción de
territorio refiere en un sentido más acabado a la relación dialéctica entre forma y
contenido, es decir, entre configuración territorial y dinámica social. (Tomadoni,
2007)
Así es como se explica lo antedicho: en la conformación de la idea de territorio
intervienen una infinidad de procesos dinámicos que involucran tres dimensiones de
la vida humana: sociedad, historia y espacio (SOJA, 1995). De esta manera, las
transformaciones productivas en el objeto de estudio vistas a través del tiempo se
componen en un aspecto central a la hora de definir los modos de apropiación y
reapropiación del espacio y de la naturaleza. Por eso, es que el aspecto histórico
adquiere relevancia al plantearse un análisis de la ciudad en perspectiva territorial.

En los acuerdos y tensiones de dichas variables es dónde se manifiesta la cuestión


referida al territorio y su construcción social. (Tomadoni, 2007) Simultáneamente,
en cada coyuntura histórica, los actores que transitan el espacio dejan marcas de su
paso por el territorio. Estas huellas son testigos de las lógicas de apropiación que

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cada actor ejerce, así se delinean territorialidades, o como señala Milton Santos
(1990) atribuyéndole carácter de surco en la tierra: rugosidades.

En este sentido, se retoman los enfoques y teorías expuestos con el fin de deconstruir
el concepto de territorio en tanto construcción histórica-social en clave de paisaje
para desnaturalizar un territorio consolidado e inalterable, dando lugar a
construcciones flexibles y variables de los territorios y sus formas históricas. De este
modo, se propone construir cartografías críticas como metodología de trabajo para
historiar el territorio, buscando la confluencia de territorios superpuestos, en
continuidad y discontinuidad, atravesados por diversas fuerzas y relaciones de poder
en diferentes escalas de acción para, de esa misma manera, poder definir
territorialidades a través de los mapeos elaborados.

En función de lo expuesto, se impulsa a indagar en el objeto de estudio por medio


de las relaciones productivas, al ser el nexo que articula la trialéctica estructurante
en la idea de territorio. Las fuentes primarias se eligieron pensando en cuáles son las
representaciones de cada uno de los ejes trialécticos. Así, de la se cuestionan las
representaciones del territorio en planos de la época para entender la historicidad del
recorte geográfico, cómo se modificó la traza urbana en función de la extensión o
creación de líneas de transporte y la ubicación de nuevas industrias; se propone
buscar las manifestaciones de socialidad en la esfera pública, indagada a través de la
cuestión del trabajo y sus ámbitos de sociabilidad que aglutinaron al movimiento
obrero, ya sea agrupaciones políticas y su prensa, o la traducción de sus formas de
habitar: la vivienda obrera, su emplazamiento y relación con la fábrica; para analizar
cómo se percibía el espacio construido de la ciudad, es decir el paisaje entendido
como una imagen delineada por la cultura material propopiamente dichas, se trabaja
con fotografías del objeto de estudio y demás elementos que contribuyan a constituir
una estética que es específica de aquella zona de la ciudad.

Enfoque territorial. Un ejercicio de investigación

El presente trabajo muestra los avances del proyecto “Relaciones de producción en el


margen sur de la Ciudad de Buenos Aires en el período 1914-1947: un enfoque
territorial.” con código PIA HyC-09, aprobado por la Secretaría de Investigación de la
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y con
sede en el Centro de Investigaciones de Historia de la Vivienda en América Latina. Dicho

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proyecto se desarrolla bajo la tutoría de la Dra. Arqta. Rosa Aboy, la dirección del Arq.
Diego Fernando Machin y la codirección del Arq. Alejandro Mauro Bokser Amado.

El texto aquí presentado se enfoca en el trabajo desarrollado a partir de una modalidad de


trabajo que incorpora a estudiantes avanzados de la carrera de arquitectura (FADU-UBA)
como pasantes de este grupo de investigación, impulsando la metodología de
Investigación Acción, cuyo centro está puesto en entender a la investigación como una
forma pedagógica que opera involucrando al estudiante directamente en la realidad
mediante el estudio de la misma. Esta forma de aprendizaje, entonces, se entiende como
participativa, horizontal y colectiva, pues los docentes participan en conjunto con los
estudiantes en el proceso de investigación, luego se abocan a sacar conclusiones sobre los
temas investigados y a plantear nuevos objetivos con miras a construir un proceso
pedagógico en el cual el estudiante se coloca en un lugar activo: se puede definir como
un camino de reflexión que demanda tanto la participación del investigador como que los
participantes se asuman investigadores. Se propone partir de la investigación acción como
estrategia para el desarrollo de la pasantía, entendiéndola como una experiencia de
reflexión relacionada al diagnóstico de la acción y no como una instancia de evaluación
de la misma (Elliott, 1990).

En este sentido, es importante revisar el concepto de la investigación-acción y para ello


retomamos las definiciones que fueran elaboradas, en un principio por Lewin 2 y luego
retomadas por Kolb3, Carr y Kemmis4 y otros autores.

Para Carr y Kemmis sólo la investigación-acción emancipadora es la verdadera


investigación-acción y en esta línea de pensamiento, nos interesa la definición que
aportan: "… una forma de indagación autorreflexiva, emprendida por participantes en
situaciones sociales con objeto de mejorar la racionalidad y justicia de sus prácticas
sociales y educativas, así como una comprensión de esas prácticas y de las situaciones
en que tienen lugar".5

2
Lewin, K. (1946). Action research and minority problems en Journal of Social lssues :34-46.
3
Kolb, D. (1984) Experiential Learning: Experience as the Source of Learning and Development. (New
Jersey: Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs).
4
Carr W. y Kemmis, S. (1988). Teoría crítica de la enseñanza. La investigación acción en la formación
del profesorado (Barcelona: Martínez Roca).
5
Carr W. y Kemmis, S. (1988). Teoría crítica de la enseñanza. La investigación acción en la formación
del profesorado (Barcelona: Martínez Roca). Pp. 174

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De esta manera, podemos sintetizar el proceso de investigación-acción a adoptar como


una espiral autorreflexiva en la que se atraviesan las fases de planificación, actuación,
observación y finalmente una reflexión para luego llevar a cabo una evaluación del
proceso y dar inicio a un nueva espiral reflexiva. Para dicho proceso, entonces, podemos
establecer cuatro fases estructurantes. En una primera instancia, el grupo investigador
establece un plan de acción elaborado críticamente para la mejora de la práctica, siendo
éste flexible ya que responde a la premisa de asumir un posible cambio en la propia
comprensión. Luego, continúa la fase de la acción, implementando el plan debidamente
controlado y deliberado para dar lugar a la etapa de observación que permite evaluar la
acción llevando un registro tanto individual como colectivo. Finalmente, el grupo
investigador reflexiona sobre la acción que ha registrado y debe dar la posibilidad para la
reconstrucción de la situación y dar inicio a una nueva planificación con su
correspondiente ciclo.

En este caso, a través de los avances producidos en el primer año de la investigación junto
a dos grupos de pasantes, pues las pasantías con crédito académico de la Secretaría de
Investigación (S.I. - FADU-UBA) pautan ciclos cuatrimestrales, se decidió acotar la
periodización inicial de 1914-1947 a 1914-1928 en línea con la espiral autorreflexiva que
presume nuevas planificaciones. Esto se debió a la extensión que suponen los Proyectos
de Investigación Avanzada de la S.I. - FADU-UBA, cuyo objetivo es enfocarse en
problemáticas específicas que luego puedan ser abordadas con mayor densidad en un
proyecto acreditado mayor como un UBACyT. Así, durante el 2017 se analizó la situación
del objeto de estudio y las diversas territorialidades que entraron en pugna por la
apropiación de aquel sector de la ciudad, el cual se constituyó como un incipiente polo de
producción que inauguró el emplazamiento industrial en la Ciudad de Buenos Aires, y de
ese modo, delineó un paisaje particular que pervive hasta el presente.

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El Sector 2 de la Cuenca Matanza-Riachuelo, tal como se explica en la introducción de


este escrito, se delimita por el puente Bosch y el antiguo puente Alsina –actualmente
Uriburu-, se eligió como objeto de estudio por poseer características salientes a la hora de
analizar la construcción de territorialidades definidas por las relaciones productivas, al
tratarse de un foco fabril; al entenderse como un espacio de confluencia de la noción
político-judicial del territorio pues el Riachuelo es el límite entre la Provincia de Buenos
Aires y la Capital Federal, después de la demarcación de límites llevada a cabo en 1888
y representada por primera vez en el Plano del Departamento de Obras Públicas de la
Municipalidad en 19046; y sobre todo, al delinearse como un área en la cual se yuxtaponen
diversos usos del suelo que responden a una configuración productiva y obrera, que la
colocan como una de las principales cuencas urbanas: talleres, industrias, depósitos,
mercados, transportes, y en menor medida, vivienda.

El grupo de investigación durante el primer semestre del 2017, junto a un grupo de


tres pasantes y luego del primer año de trabajo, en el cual se construyó el marco
teórico y se recabaron fuentes primarias, se ocupó distinguir cómo se podría aplicar
aquel marco conceptual sobre la noción de territorio a las fuentes que dieran cuenta
de las territorialidades. De este modo, se puntualizó sobre aspectos concretos
surgidos de la revisión documental que pueden condensar la construcción trialéctica
sobre la que descansa el corpus teórico de este trabajo: la situación de la vivienda

6
Este es el punto de partida para uno de los planteos centrales de Adrián Gorelik en La grilla y el
parque.Esapcio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936, Bernal, Universidad Nacional de
Quilmes, 2004.

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obrera; el grado de intervención material que implicó el equipamiento industrial, ya


sea fábricas como depósitos y talleres; el cambio de configuración en las redes de
transporte tranviario a partir de la gradual electrificación sextuplicándose entre 1900
y 1909 (99 kilómetros en 1900 y 603 kilómetros en 1909), periodo en el cual
desaparece la tracción a sangre 7 ; la extensión y apertura de nuevas líneas
ferroviarias, en especial el Ferrocarril de Sud cuyo funcionamiento es vital en
relación con la producción industrial de la zona, y que cambiaron la traza de la
ciudad en el periodo de estudio; la apertura de nuevas calles y el amanzanamiento
de grandes extensiones de territorio no formalizado hasta el momento; las obras de
rectificación del Riachuelo en el sector analizado, luego de inundaciones en los
primeros años del siglo veinte, que conciben al Río como un canal industrial
eminentemente, existiendo una amplia variedad de proyectos, en los cuales se ven
los diferentes intereses económicos ligados a la expansión de las vías navegables en
detrimento de las vías férreas, y viceversa 8 ; la cuestión de la normativa: de
habitación (con las Ley 9677 que creaba la Comisión Nacional Casas Baratas por
impulso del diputado Juan Cafferata) de 1915 y su puesta en marcha a partir de
1919; y urbanística en debate a partir de 18889, con el Plano del territorio cedido por
la provincia de Buenos Aires para ensanchar la Capital Federal, encontrando como
meta y primer elemento normativo a nivel urbanístico el Proyecto Orgánico para la
Urbanización del Municipio de 192510, producto de la Comisión de Estética Edilicia,
dirigida por el arquitecto Noel.

Esta ponencia, tiene, entonces, un fin doble: por un lado, esbozar una metodología
de trabajo y presentar las herramientas con las que se cuentan a la hora de producir
un análisis territorial del sector de estudio; y por otra parte, presentar los avances en
el mapeo de dos variables que constitutivas del territorio, vistas en espacio y tiempo.

7
Municipalidad de la Capital, Plano de la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina con
el trazado general de calles Alfredo Berisso, Jefe de la Sala de Dibujo ; Manrique Ruiz, Adolfo Kliman,
dibujantes, 1916. Disponible en línea: http://pi.lib.uchicago.edu/1001/cat/bib/4786424.
8
Este debate sobre el Riachuelo como canal industrial y los diferentes proyectos de rectificación, desde las
primera propuestas rivadavianas hasta la migración de la implantación industrial hacia la zona norte a partir
de los años treinta del siglo veinte, puede encontrarse en el Capítulo II de Graciela Silvestri, El color del
río, Bernal, Universidad nacional de Quilmes, 2012 (2004).
9
Ibid, A. Gorelik, La grilla…, Introducción.
10
Noel, Martin, Comisión Estética Edilicia. Proyecto orgánico para la urbanización del municipio. El
plano regulador y de reforma de la Capital Federal. Buenos Aires : Peuser, 1925

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A su vez, el intervalo cronológico analizado se ubica antes de la constitución de la


Comisión de Estética Edilicia, y comprende ocho años, de 1914 a 1922. La primer
variable que se mapeada se refiere a la traza de calles en el sector analizado; la
segunda se centra en la implantación industrial, en la cual se distinguen industrias,
talleres y depósitos con referencias diferentes. Las fuentes cartográficas usadas
fueron las siguientes: Pablo Ludiwg, Plano del Municipio de Buenos Aires y parte
del Municipio de Avellaneda, 1914; Alfredo Berisso, Jefe de la Sala de Dibujo,
Manrique Ruiz, Adolfo Kliman, dibujantes, Municipalidad de la Capital, Plano de
la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina con el trazado general
de calles, 1916; Oficina Cartográfica Ludwig, Mapa de Buenos Aires, 1922.

Traza urbana. Calles, manzanas y parques.

En la imagen que se muestra a continuación se puede ver el cambio del


amanzanamiento en la zona de análisis y la apertura de nuevas calles. En color cyan
se representa el plano de 1914 y en color rojo el de 1916. En color violeta se muestra
el cauce original del Riachuelo, que en contraste con el graficado en los mapas del
siglo veinte se puede distinguir la rectificación con funciones de canal industrial en
el Sector I y el sector II. En celeste la traza ferroviaria. Se nota como el territorio fue

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adquiriendo una nueva fisonomía a tono con la apertura de diagonales y nuevos


parques. El Parque Patricios, en el margen superior izquierdo de la imagen se amplía
en el plano de 1916; el municipio de Avellanedad crece sobre el Río de la Plata con
nuevas manzanas y loteos. En el centro del mapa, puede observarse también el nuevo
amanzanamiento de playas ferroviarias del Ferrocarril del Sud. En ese sentido, la
urbanización privada crece sobre terrenos de propiedad nacional, en muchos casos
incrementando la densidad habitacional.

En cuanto a la expansión del territorio que se muestra en el siguiente mapeo, se


mantiene el color rojo para la situación de la traza de 1916, y en color verde se señala
la traza correspondiente a 1922. Aquí se nota como la ciudad se ensancha sobre el
borde del Riachuelo, reinvindicando su función de canal industrial. La expansión del
amanzanamiento en el partido de Avellaneda es notable en la comparación entre el
plano de 1914 y el de 1922; como presupuesto podríamos atender al acentuado
incremento de la actividad industrial en la zona y la apertura de nuevo usos:
frigoríficos e industrias metalúrgicas, que encontraron su emplazamiento del otro
lado del río. De la avenida Amancio Alcorta hacia el Parque Patricios, se detecta una
normalización de la traza con rectificación de algunas calles como Traful-Tandil, y
el angostamiento de la calle Beazley. En esa misma zona, entre las calles Aconcagua

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y Rio Negro, la fisionomía de las manzanas cambia y se extiende la calle Aconcagua,


dando lugar a una serie de diagonales que ya advierten las intervenciones que luego
se harán a escala urbana mediante la acción de la Comisión de Estética Edilicia. El
Parque Patricios ahora se achica con la continuación de las calles Pepín, Atuel e
Iguazú. Hacia el centro del plano, se extiende la calle Uspallata llegando a Amancio
Alcorta; denota la importancia que adquiere esta última en la conexión Sur-Norte.
En el extremo superior drecho del plano, la apertura de la calle Aristóbulo del Valle
entre Montes de Oca y Gral Hornos nos indica un nuevo paso a nivel que cruza las
vías del Ferrocarril del Sud hacia Avellaneda. En general, el incremento de nuevas
manzanas y la apertura de nuevas calles, nos da indicios del nivel de desarrollo
creciente de la zona, debido al sesgo de la actividad productiva-industrial que se
concentra especialmente en el margen del Riachuelo y al sur, hacia el partido de
Avellaneda.

Actividad industrial. Continuación del trabajo

En un tercer mapeo, basándonos en el amanzanamiento de 1922, se ha ubicado la


actividad industrial. En verde se ven los sitios de la actividad de servicios
relacionada con la industria (principalmente depósitos) y en color rojo distintos tipos
de industrias. Se trabajó principalmente con las Guias Peuser que, mediante avisos

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de tipo publicitarios, listaban los principales emprendimientos industriales. Este


pasaje del texto al mapa nos permite avanzar en la comprensión del paisaje urbano
de la época en tanto la actividad industrial encuentra mayor densidad en ciertos
bordes en relación a avenidas o equipamientos.

Si bien es dificultoso el acceso a fuentes precisas que indiquen fecha y ubicación


georeferenciable, la siguiente línea de trabajo es la ampliación de estas categorías en
dos direcciones. Primeramente la diferenciación de la actividad industrial en los
diferentes rubros y en los diferentes momentos de la manufacturación. Luego el
estudio de dichos emplazamientos en términos diacrónicos para poder ver
corrimientos o afianzamientos de la actividad industrial en el espacio. Estas
configuraciones diferenciales nos permitirán ampliar la comprensión del territorio
para evidenciar sus cambios en el tiempo y diferencias en el espacio.

Bibliografía

Silvestri, G. (2003). El color del río.

Benedetti, A. (2009). Geografía histórica del Territorio de los Andes (1900-1943) en


Academia Nacional de Geografía, Anales 2008, Vol. 29.

Harvey, D. (1989). The condition of postmodernity.

Santos, M. (1990). Por una Geografía nueva.

Raffestin, C. (1993). Por uma geografia do poder.

Sack, R. (1986). Human territoriality.

Tomadoni, C. (2007). A propósito de las nociones de espacio en Revista Gestion


Ambiental, Vol. 10, Número 1.

Soja, E. W. (1995). Postmodern Urbanization: The Six Restructurings of Los Angeles en


Sophie Watson & Kathy Gibson (eds.). Postmodern Cities and Spaces.

Elliott, J. (1990). La investigación-acción en educación.

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Pensar la ciudad en imágenes. Fotografías de los investigadores del


IAA: entre el archivo y las publicaciones (1947-1970)

Malena Palavecino

Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo – Universidad de Buenos Aires

malenapalavecino@yahoo.com.ar

Introducción

El presente trabajo está siendo desarrollado como parte de una propuesta inicial más
amplia, la cual consiste en estudiar las imágenes generadas por los investigadores del
Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas (IAA) durante el periodo 1947-
1970, y que busca reflexionar, por un lado, acerca de la necesidad de producir
documentación propia en el marco de sus investigaciones y, por otro, sobre la manera en
que aquellas imágenes nos permiten aproximarnos a una interpretación de cómo los
investigadores observaban y entendían la arquitectura y la ciudad.1

El recorte temporal elegido (1947-1970) se corresponde con el período en el que el IAA


fue dirigido por Mario J. Buschiazzo, desde la fundación del Instituto hasta el
fallecimiento de aquel. Fue un momento muy prolífico donde se desarrollaron numerosas
investigaciones y publicaciones, en las cuales las imágenes utilizadas fueron, en su mayor
parte, realizadas por los investigadores mismos.

¿Qué aportes hace al registro fotográfico el hecho de haber sido realizado por arquitectos
investigadores? Y si, como asegura Boris Kossoy, “El registro visual documenta (…) la
propia actitud del fotógrafo frente a la realidad; su estado de espíritu y su ideología acaban
transparentándose en sus imágenes” (Kossoy, 2001, p. 35), ¿es posible aventurar lecturas
e interpretaciones sobre lo que muestran las imágenes en relación a lo urbano? Para ello
será preciso “leer entre líneas”, buscar detalles “utilizándolos como pistas para obtener la
información que los creadores de las imágenes no sabían que sabían, o los prejuicios que
no eran conscientes de tener” (Burke, [2001] 2005, p. 240).

1
El desarrollo de la investigación fue llevado a cabo en el marco de la materia Historia de la Arquitectura
de la carrera de grado en la FADU-UBA y dentro de las actividades como pasante del IAA en el área de
Fototeca.

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El primer acercamiento a las imágenes producidas en el IAA fue a través de la colección


de fotografías en papel, actualmente conservada en la Fototeca del Instituto. Su principal
valor reside en que es la única fuente primaria disponible. Sin embargo, en las primeras
observaciones aparecieron algunas inconsistencias que dificultaban la posibilidad de
rastrear el criterio de los autores y asociarlo a las especulaciones que surgieran del análisis
fotográfico. En primer lugar, como consecuencia de diversas mudanzas de la sede del
Instituto, las fotografías ya no se encuentran agrupadas ni ordenadas como lo estuvieron
originalmente, y se ha perdido el registro que contenía los datos de cada una (como ser
autor, fecha, objeto retratado, etc.). Además, a pesar de que el soporte de la fotografía es
una ficha, la mayoría de los campos se encuentran vacíos o han sido completados
posteriormente por nuevos investigadores y colaboradores.

Se procedió, entonces, a cruzar la investigación con información que pudiera


complementar las lecturas posibles de las fotografías. La decisión fue comenzar a revisar
la totalidad de la bibliografía editada por el Instituto durante el período y observar el
conjunto de imágenes aparecidas en cada publicación. Para los temas que conciernen a
este trabajo en particular, se consideró que las publicaciones que tratan temas de arte y de
ornamento2, cuyas imágenes están centradas en el detalle y el objeto descontextualizado,
no aportarían a la discusión sobre lo urbano y la ciudad.

De las publicaciones relevadas hasta el momento 3 , el objeto de estudio del presente


trabajo será el libro Arquitectura de la Revolución Industrial (1966), de Jorge Gazaneo y
Mabel Scarone, ya que presenta varios puntos de interés para la actual investigación. Las
fotografías que aparecen en el libro fueron, en su gran mayoría, tomadas por los autores
(sólo la cuarta parte pertenece a material cedido por el Archivo Gráfico de la Nación). Y
son, además, inéditas; a diferencia de otros casos, en donde ocurre que una misma
fotografía es utilizada en más de una publicación, con lo cual la intención original del

2
Tales publicaciones son: Ribera, Adolfo L. y Héctor Schenone (1948). El arte de la imaginería en el Río
de la Plata; Nadal Mora, Vicente (1949). El azulejo en el Río de la Plata; Soria, Martín S. (1956). La
pintura del Siglo XVI en Sudamérica; de Mesa, José y Teresa Gisbert (1962). Historia de la pintura
cuzqueña; Martini, José Xavier y José María Peña (1966). La ornamentación en la arquitectura de Buenos
Aires (1800-1900); Martini, José Xavier y José María Peña (1967). La ornamentación en la arquitectura
de Buenos Aires (1900-1940)
3
Tales publicaciones son: Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas n°1-n°23;
Buschiazzo, Mario J, Ricardo Braun Menéndez y Horacio J. Pando (1965). La arquitectura en Buenos Aires
(1850-1880); Buschiazzo, Mario J, Ricardo Braun Menéndez y Horacio J. Pando (1965). La arquitectura
del Estado de Buenos Aires (1853-1862); Gazaneo, Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Arquitectura de la
Revolución Industrial; Gazaneo, Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Revolución Industrial y equipamiento
urbano.

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fotógrafo se diluye o se pierde. Por otro lado, los autores del libro son también
responsables de la diagramación de las páginas ilustradas (cuya cantidad supera al doble
de las páginas con texto). Es posible suponer que esa es la razón por la cual las imágenes
están impresas en una buena resolución y en un tamaño que permite observar detalles, y
además ordenadas según criterios de organización.

La hipótesis que se pondrá a prueba en el trabajo plantea que, para poder reflexionar y
aventurar algunas interpretaciones acerca de cómo vieron y pensaron la ciudad los
investigadores Gazaneo y Scarone a través de sus fotografías, es necesario reagrupar las
imágenes dentro de nuevas categorías, según parámetros formales y compositivos. Las
clasificaciones surgirán luego de un análisis morfológico y compositivo.

De esta manera, “una verdadera arqueología del documento es emprendida: desde el


momento de su localización por la heurística, prosiguiendo con el rescate de su trayectoria
a través del estudio de procedencia, hasta la determinación de sus elementos constitutivos
y la detección de las múltiples informaciones por el contenidas, por medio del examen
técnico-iconográfico” (Kossoy, 2001, p. 18).

Metodología y desarrollo

El libro Arquitectura de la Revolución Industrial estudia “la acción concertada y regida


por el imperio inglés y abarca la arquitectura que a través de ferrocarriles, puertos y
mercados de concentración materializó la infraestructura de comunicaciones,
comercialización y exportación de los productos de nuestra economía agropecuaria”
(Gazaneo y Scarone, 1966, p. 10). El texto realiza un desarrollo histórico sobre el tema
dentro del período 1875-1914 y reconstruye el contexto con un tono descriptivo. El
ejercicio presentado en este trabajo presupone que la falta de análisis y de reflexiones
globales sobre el tema que caracteriza al texto es suplida con el conjunto de fotografías,
en donde ineludiblemente habrá cavilaciones y tomas de posición por parte de los autores.

Hay en el libro 29 páginas con texto y 72 páginas con imágenes. Esta proporción y la
calidad del papel usado -satinado de alto gramaje- deja ver la voluntad de que las
fotografías tengan un lugar central en la publicación y puedan ser leídas y apreciadas con
detenimiento.

Dentro de las 72 páginas se reparten 83 fotografías. El primer paso realizado fue revisar
su procedencia. Tal información se encuentra consignada en la última página del libro.

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Del total, hay 21 fotografías cedidas por el Archivo Gráfico de la Nación. Si bien la
elección de dichas imágenes podría hablar de una actitud o postura frente al tema, es
imposible saber si pasaron por un proceso de selección o si fueron en verdad utilizadas
porque eran las únicas disponibles. Por lo tanto, en esta instancia, quedarán fuera del
análisis. Aún siendo de la autoría de Gazaneo y Scarone, tampoco serán incluidas aquellas
fotografías que retraten detalles constructivos u ornamentales puesto que están
descontextualizadas y es difícil que aporten más allá de una discusión técnica o estilística,
que no son los temas que atañen a este trabajo por el momento.

Las fotografías aparecen agrupadas por temáticas, en correspondencia con el relato del
texto: Trama de comunicaciones, Racionalización y prefabricación, Tipología,
Prototipo, Puerto, entre otras. El ejercicio planteado en este trabajo busca asociar las
imágenes mediante sus características formales y reagruparlas dentro de nuevas
categorías. Para llevarlo a cabo, en primer lugar, se elaborará un análisis morfológico y
uno compositivo, a partir de los cuales surgirán los parámetros formales que determinarán
los nuevos agrupamientos.

El nivel morfológico del análisis consiste en el estudio de elementos tales como: el punto,
la línea, el plano, la escala, la forma, la textura, la nitidez y la iluminación.

El análisis del punto se basa en la observación del grano fotográfico, de los centros de
interés de la imagen y de los puntos de fuga. La línea es el elemento que separa los
diversos planos y objetos. El examen de los planos determina la profundidad espacial de
la imagen. La escala se refiere al tamaño de la figura humana -si es que aparece- en
relación al resto de los objetos. El estudio de la forma de los objetos reside en su aspecto
visual, ya que el observador tiende a organizar el encuadre mediante el reconocimiento
de geometrías simples. La textura caracteriza la materialidad de la superficie de los
objetos retratados y puede estar relacionada también con el grano fotográfico. La nitidez
depende directamente del foco y de la articulación del punto de vista. Y, finalmente, el
examen de la iluminación distingue entre luz artificial o natural, dura o suave, alta o baja.

Por otro lado, el nivel compositivo examina “cómo se relacionan los elementos anteriores
desde un punto de vista sintáctico, conformando una estructura interna en la imagen”
(Marzal Felici, 2007, p. 195), y observa la perspectiva, el ritmo, la tensión, la proporción,
la distribución de pesos y el recorrido visual.

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La perspectiva es fundamental para determinar las líneas de la composición y para la


percepción de las formas, ya que es capaz de distorsionar la forma de los objetos
retratados. Para percibir el ritmo de una imagen, se observará la repetición de elementos
y el modo de organización de aquellos. La tensión es una variable dinámica y puede estar
construida por líneas, por las formas, por la perspectiva utilizada, por el contraste de
iluminación, etc. La proporción estudia la relación entre el o los objetos que están
representados en la imagen y el espacio de la representación. La distribución de pesos de
la composición depende de la disposición dentro del encuadre de los elementos retratados.
Por último, el recorrido visual se produce mediante el orden en que se leen los elementos,
que puede estar determinado por la escena o por las direcciones de lectura del espectador.

Es así como, mediante la caracterización de los mencionados elementos componentes de


cada fotografía, será posible asociar a las imágenes de acuerdo a similitudes formales y
compositivas.

Han emergido, hasta el momento, nueve categorías. En este trabajo será expuesta una de
ellas junto con sus interpretaciones preliminares.

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Figura 1. Propuesta de reagrupamiento según características formales y compositivas. Fuente: Gazaneo,


Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Arquitectura de la Revolución Industrial. Buenos Aires: Instituto de Arte
Americano. Láminas 40, 41, 46, 50, 51.

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Las fotografías pertenecientes a esta categoría son detalles de las fachadas de edificios
del Puerto de Buenos Aires [Figura 1].

Comenzando por el nivel morfológico del análisis, se puede observar que el grano
fotográfico es casi imperceptible, lo cual contribuye a una mayor verosimilitud de la
representación, probablemente buscada en el relevamiento por parte de los autores. Los
centros de interés de las imágenes están constituidos por elementos disruptivos: las
plataformas y cabinas que se despegan de la fachada (a y b), las ventanas rotas (c), un
alero que proyecta sombra (d), un vacío (e). En varios de los casos, los puntos de interés,
además, aportan dinamismo (en (a), por proyectar un eje distinto a la diagonal de la
imagen) o tienen un mayor peso que los demás elementos (en (b), (d) y (e), por ubicarse
en una esquina del cuadro).

En todos los casos predominan las líneas verticales, por la composición del material del
cerramiento o por la estructura de la fachada. Las líneas verticales se encuentran
ligeramente inclinadas por el encuadre en perspectiva. También hay presencia de líneas
horizontales y oblicuas, aunque con menor predominancia. La verticalidad destaca la
presencia imponente de este tipo de edificios en el entorno urbano con respecto a la escala
humana. La ausencia de líneas curvas, por otra parte, remite a los componentes artificiales
de la ciudad.

No hay profundidad en la imagen puesto que no es posible distinguir más de un plano o


termino. Una vez más, esto remite al artificio del entorno construido y al carácter
escenográfico que pueden tener las fachadas.

La falta de una figura humana que recree una escala inteligible también contribuye a la
deshumanización y artificialidad de la representación. Lo único que nos puede aproximar
a una idea de escala humana son las puertas.

Las fotografías presentan un predominio de formas geométricas rectangulares, que


corresponden a las ventanas, puertas y columnas, y que emiten distanciamiento y frialdad
al espectador.

La superficie texturada del material que recubre las fachadas (chapa y ladrillo) les otorga
tridimensionalidad a las imágenes, a pesar de la falta de otros planos de profundidad.

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Todos los elementos de las imágenes se encuentran enfocados, la nitidez es muy alta. Por
lo tanto, obliga al espectador a prestar atención a todos los elementos por igual.

La iluminación de todas las escenas es natural, diurna. Es una luz dura que crea
importantes sombras (las proyectadas por las plataformas, balcones, aleros y columnas)
y altos contrastes entre el exterior y el interior (por eso detrás de las ventanas vemos
oscuridad). Es la luz también la que permite recrear la tridimensionalidad.

Aunque el contraste es fuerte en varios puntos de las imágenes, la gama de grises es muy
amplia, lo que aporta realismo a la representación.

Es posible afirmar, entonces, que las fotografías de este grupo son figurativas, sin
demasiadas complejidades en el nivel morfológico, pero que, no obstante, con una
simplicidad de recursos logran transmitir una importante expresión plástica.

Dentro del nivel compositivo de análisis, se trata de imágenes con una composición en
perspectiva, aunque muy poco acentuada y casi imperceptible, ya que el punto de fuga se
encuentra fuera del cuadro. Son planos detalle tomados en un contrapicado muy sutil,
desde una ubicación por debajo del objeto fotografiado, pero bastante alejada para reducir
al mínimo la perspectiva y lograr que las tomas sea casi frontales y planas. Para lograr
esto, el autor bien podría haber estado al nivel de la calle o dentro de un edificio
enfrentado al retratar los edificios.

El ritmo de las imágenes está dado por la presencia de las ventanas en unos casos y
columnas en otro, que se repiten a una distancia regular, y componen elementos
dinámicos. Esto remite a la fabricación y repetición en serie de los edificios industriales.
Dentro de la repetición, hay pequeñas disrupciones o variaciones que, como se ha
remarcado previamente, son puntos de interés.

La tensión en las composiciones se crea a partir del contrapunto entre los mencionados
puntos de interés de cada imagen con la predominancia de elementos repetitivos y
secuenciales.

En cuanto a los pesos visuales, en la imagen (a) los puntos de interés tienen el mayor peso
debido al fuerte contraste que genera su oscuridad respecto del resto de los objetos, más
iluminados. Su ubicación, que, como ya se ha dicho, proyecta un eje diagonal, al ser
central dota a la composición de una fuerte simetría y estaticidad. En las imágenes (b),

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(d) y (e), los puntos de interés también son los que poseen mayor peso visual, pero al estar
ubicados en esquinas crean cierta inestabilidad en la composición.

Por otro lado, los puntos de atención mencionados con anterioridad no coinciden con los
puntos de intersección entre las líneas de tercios horizontales y verticales.

Existe en este grupo de imágenes un equilibrio estático, debido a la utilización que hacen
de la simetría, la repetición de elementos y la modulación del espacio en unidades
regulares. Hay que destacar también la simplicidad compositiva, la regularidad, la
planitud y la secuencialidad.

En el caso de la imagen (a), la mirada del espectador se ve rápidamente captada por los
puntos de interés, que, por su orden secuencial, establecen un recorrido visual. En las
otras fotografías, tiene lugar la tradición cultural occidental, en donde la lectura es de
izquierda a derecha.

En términos generales, se trata de composiciones estáticas que, en parte, se ven


tensionadas por la presencia de algunos elementos que aportan algo de dinamismo. En
todas las fotografías de esta categoría, en el fuera de campo se encuentran el punto de
fuga, el edificio en su totalidad (ya que las imágenes son detalles de fachadas) y el entorno
en donde se ubica. Pero por el cierre del encuadre, no se permite visualizar elementos de
continuidad. Obviamente los edificios sí continúan, y están insertos en un contexto, pero
ningún elemento de las imágenes nos puede suministrar información al respecto. Si
sabemos que los edificios están ubicados dentro del Puerto de Buenos Aires es gracias al
epígrafe.

Son espacios abiertos, ya que son tomas en exteriores, pero descontextualizados,


sumamente expuestos a la luz natural y muy concretos. Es cierto, sin embargo, que hay
margen para la abstracción, debido al ritmo provocado por la repetición de elementos, y
por el encuadre que no permite colocar a la composición dentro de la totalidad a la que
pertenecen. Se trata, por otro lado, de espacios planos. La profundidad espacial es casi
nula y la perspectiva es apenas visible.

Por último, no hay huellas enunciativas del autor en la imagen, ya que no hay ningún
elemento que nos permita reconocer la presencia del fotógrafo. De esta forma, el recorte
que enmarca la imagen es totalmente “realista”.

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Figura 2. Propuesta de reagrupamiento según características formales y compositivas. Fuente: Gazaneo,


Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Arquitectura de la Revolución Industrial. Buenos Aires: Instituto de Arte
Americano. Láminas 57 y 69.

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Figura 3. Propuesta de reagrupamiento según características formales y compositivas. Fuente: Gazaneo,


Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Arquitectura de la Revolución Industrial. Buenos Aires: Instituto de Arte
Americano. Láminas 3, 21, 54, 60.

Figura 4. Propuesta de reagrupamiento según características formales y compositivas. Fuente: Gazaneo,


Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Arquitectura de la Revolución Industrial. Buenos Aires: Instituto de Arte
Americano. Láminas 1, 47, 48, 49, 55.

Consideraciones preliminares

Luego de la aplicación de la metodología de análisis, es posible observar que, con


simplicidad compositiva y una representación verosímil y realista, el grupo de imágenes
expuesto en este trabajo [Figura 1] retrata un entorno urbano imponente, artificial,
escenográfico, deshumanizado y distante. Estas fotografías son presentadas a modo de
fragmentos de una infraestructura industrial caracterizada por la repetición de elementos.
Pareciera que los autores, al presentar un catálogo de fachadas, querían mostrar el carácter
expresivo que posee cada una, con sus distintas materialidades y sistemas constructivos.
Por otro lado, en cada una de las imágenes se destacan elementos que interrumpen la

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reiteración y homogeneidad de la fachada. Sobresale y se distingue la diferencia dentro


de la uniformidad. De esta manera, logran alterar y desafiar el orden.

En este trabajo se ha presentado el recorrido hecho durante la revisión de documentos, la


selección del objeto de estudio y la propuesta metodológica. El análisis ha posibilitado
lecturas iniciales acerca del entorno urbano retratado en una fracción de las imágenes del
libro, que será ampliada y completada con el resto de las categorías detectadas. Las Figura
2, la Figura 3 y la Figura 4 son un adelanto de parte de esas categorías. Una vez revisada
la totalidad del libro, podrá empezar a configurarse una interpretación completa.

Será necesario, por otro lado, ubicar al libro dentro de un contexto de producción, puesto
que “las imágenes dan acceso no ya directamente al mundo social, sino más bien a las
visiones de ese mundo propias de una época” (Burke, [2001] 2005, p. 239). De este modo,
continuar la investigación revisando la obra publicada de los demás investigadores del
IAA en ese periodo posibilitaría el armado de campos de intereses, temas y debates.

Referencias bibliográficas

Burke, Peter ([2001] 2005). Visto y no visto. El uso de la imagen como documento
histórico (T. de Loyola, Trad.). Barcelona: Crítica.

Kossoy, Boris (2001). Fotografía e historia (P. Sibila, Trad.). Buenos Aires: Biblioteca
de la mirada.

Marzal Felici, Javier (2007). Cómo se lee una fotografía. Interpretaciones de la mirada.
Madrid: Cátedra.

Bibliografía

Anales del IAA n° 31-32, 1999.

Anales del IAA n° 45, 2015.

Fuentes

Imágenes pertenecientes a Gazaneo, Jorge O. y Mabel Scarone (1966). Arquitectura de


la Revolución Industrial. Buenos Aires: Instituto de Arte Americano. Láminas: 1, 3, 21,
40, 41, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 55, 60 y 69.

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El palimpsesto de la memoria en la ciudad. Procesos socioespaciales,


prácticas memoriales y sentidos patrimoniales en el Predio Quinta Seré

Silvina Fabri

Instituto de Geografía Romualdo Ardissone - Facultad de Filosofía y Letras -


Universidad de Buenos Aires

fabrisilvina@gmail.com

El palimpsesto de la memoria en torno a los efectos de la patrimonialización

Pierre Nora (1992) introdujo el concepto de lugares de la memoria, pensando en la


necesidad de crear archivos y organizar celebraciones. Distintos edificios, sitios, fechas,
objetos, personas, libros, consignas, que tienen un alto valor simbólico para una
comunidad, son lugares destacados donde se produce la memoria en acto: se recuerda de
una determinada manera, de acuerdo a un determinado posicionamiento de sentido,
contraponiéndose a otras lecturas posibles acerca del pasado. Se produce así una
semantización de los espacios materiales, donde uno de sus componentes puede ser la
presencia de la arquitectura; sin embargo nosotros entendemos que los espacios
arquitectónicos no bastan por sí mismos para plantear la construcción de redes de sentidos
y de poderes asociados a la marcación o la resignificación de las materialidades.

La ciudad y sus marcas territoriales aparecen como un palimpsesto: el paso del tiempo y
las luchas por el sentido del pasado se van acumulando, contradiciendo, produciendo
quiebres y nuevos sentidos (Dowd y Cambra Badii; 2015). Si sostenemos que la memoria
es trascendental/ monumental y que la memoria urbana se reduce a la valorización de
determinados objetos –muchas veces susceptibles de ser patrimonializados– existirá,
como afirma Sztulwark (2009), la decisión de hacer y emplazar marcas desde un ámbito
de poder por un funcionario, urbanista o una determinada institución que pugna por
ponderar/concretar esas marcas en el espacio a partir de una política pública.

Siguiendo este planteo podemos indagar en las políticas que han intervenido en la
configuración urbana porque constituyeron acciones desde las cuales interpelar y
comprender los proyectos y programas que definen los comportamientos en las ciudades
(políticas públicas de variado calibre, intensidad y objetivos dentro de las cuales podemos
pensar a las políticas públicas de la memoria). Asimismo, porque permiten analizar los

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cambios de sentidos que operan en la construcción de esa relación entre memoria y


arquitectura; en ese nexo se acuna la elaboración y la restitución de determinados sentidos
otorgados a dicho pasado, de esta manera se configuraron memorias o capas memoriales
en las ciudades (Gensburguer; 2007) o se activan los procesos de calificación,
descalificación y recalificación de los lugares de la memoria (Thanassekos; 2011). Sin
embargo, en paralelo existe otra manera de entender la relación entre memoria y ciudad
en donde:

la memoria no es representación del pasado, objetivación de lo acontecido, tampoco


construcción acabada. La memoria es el conjunto de fuerzas heterogéneas,
indeterminadas, que afectan a un espacio, un objeto y lo transforman en lugar. Es
por eso que si la memoria es indeterminación viva no ha y dispositivos
institucionales que puedan naturalizarla (como diría Musil, no hay nada más
invisible que un monumento), ni soportes materiales que puedan congelarla. Por eso
la memoria construye sus propias formas. La memoria entonces, que deviene
inmanente, está hecha de marcas y afectaciones varias (deliberadas o no,
contradictorias o no, programadas o no), marcas y afectaciones que hacen ciudad.
Desde esta perspectiva la memoria es la ciudad misma (Sztulwark; 2009: 13.
Resaltados en el original)
Finalmente este recorrido puede resumirse en lo que Crang y Travlov (2001) analizan
como topologías de la memoria, en ellas las relaciones entre el espacio y el tiempo
permean las geografías de las ciudades actuales. Estas ciudades están impregnadas de
existencias pasadas (museos, memoriales, o lugares de la memoria, espacios
conmemorativos) que suponen una reformulación del concepto clásico de patrimonio,
justamente porque en su construcción y significación está operando una memoria de
acción política que construye y transforma constantemente los significados atribuidos
históricamente, generando polémicas y visiones en tensión (Sosa González; 2014). Pero
también, es un efecto procesual que Tuan (2001) especifica como la simbolización del
espacio tornado lugar en donde priman dos aspectos puestos en relación. En primer lugar,
las relaciones del espacio y el lugar en las prácticas sociales que significan los ámbitos de
sociabilidad. En segundo lugar, las tramas de la experiencia y la representación a partir
de las que se construyen mapas mentales. Este presupuesto del orden de lo subjetivo
involucra la creación de itinerarios diversos según las experiencias de los sujetos en la
ciudad. Quizás en este punto los laberintos de la ciudad se asocien a las modalidades de
inscripción de la memoria, archivos personales que se activan según las necesidades del
tránsito y de las prácticas sociales en curso.

Según el prisma que utilicemos para significar la memoria se puede leer en el espacio
(Schlögel; 2007) de diversas maneras. De acuerdo a esta idea interpretamos lo espacial

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como un conjunto de escalas diversas, yuxtapuestas y en relación. En este juego de escalas


la ciudad puede entenderse como un archivo incesante (Rao; 2015)

Un conjunto de escalas, distinguibles entre un adentro y un afuera, pero también


entre un núcleo (un sitio, una marca), su entorno inmediato, el barrio, la ciudad. Al
mismo tiempo, son ciudades-palimpsesto, compuestas de distintas capas temporales.
Así, en esta conjunción de tiempos y espacios se entretejen y son estudiados los
estados y los sitios de excepción (el terror, la represión) con la vida cotidiana, hoy y
antes (Huffschmid; 2012:13-14).
Las imágenes que nos devuelve el archivo1, interpeladas desde el presente muestran cómo
ese continuum urbano del que hablamos para dimensionar las características del entorno,
la utilización del predio, la relación con el barrio Seré y los modos de acceso al mismo
fue modificado tajantemente cuando comienza en 1977 a funcionar el centro clandestino
de detención (Doval; 2011). Ante la fuga de cuatro detenidos, Atila se desarticula y la
propiedad queda abandonada. Es en ese momento cuando el predio vuelve a utilizarse
con distintos fines por los vecinos de la zona y se construye una nueva relación con el
espacio (Bachelard; 2013). Esta alternancia de usos y accesos al predio en su conjunto
espacio-temporal nos presenta una trama compleja de recuerdos anudados colectivamente
sobre ese espacio físico, sobre ese soporte material que sedimenta sentidos y conforma
capas de memoria urbana a la manera de un palimpsesto a partir de prácticas
socioespaciales2 que involucran la relación de los sujetos sociales con su lugar de acción
e interacción.

Al mismo tiempo, entendemos que las tramas político-institucionales de la memoria ahora


investidas de patrimonialidad 3 plantean la posibilidad de revisar las construcciones
simbólico-narrativas en torno a los soportes materiales. El espacio social, el lugar de la
memoria y el territorio institucional vuelven a ponerse en movimiento pues están
atravesados por la lógica de la procesualidad; esos rizomas de los que hablan Deleuze y
Guattari (1997) inciden en la activación de los palimpsestos memoriales.

1
Hacemos referencia al Archivo de la Dirección de Derechos Humanos Municipal, a partir del cual
podemos aproximarnos a los distintos usos urbanos que el predio tuvo a lo largo de su historia y también a
visibilizar distintas prácticas socioespaciales in situ.
2
Estas prácticas socioespaciales implican grados de acción social con el sitio material: pertenencia,
valoración, uso.
3
El 2 de noviembre de 2015 el Predio en su conjunto es declarado Lugar Histórico Nacional por medio del
decreto presidencial Nº 2243/15.

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Excavaciones arqueológicas en el Espacio Mansión Seré. Memoria y patrimonio

El proceso de recuperación del predio en donde funcionó el centro clandestino de


detención Atila se constituyó en el ámbito específico de los trabajos de excavación
arqueológica a partir del año 2002, en el predio Quinta Seré. Con el fin de descubrir los
cimientos de la antigua casona, ocultos por la instalación de una cancha de fútbol, las
excavaciones se inician a través del Proyecto Mansión Seré en el marco del programa de
recuperación de los espacios vinculados al Terrorismo de Estado. En referencia a este
proceso, el debate sobre el uso y las tareas a desarrollarse en el espacio recuperado fue
resultado de la acción municipal; la política impulsada por el Municipio articuló el
proyecto memorial en conjunto con los trabajos de recuperación, las políticas tendientes
a producir prácticas de marcación territorial y la práctica arqueológica desarrollada en el
predio.

En un primer momento, en el caso del Predio Quinta Seré, la patrimonialización del


espacio dedicado a la memoria y el funcionamiento del Centro de Interpretación e
Investigación de la Historia Reciente4 tuvieron un rol central al momento de otorgar valor
a los objetos recobrados en las excavaciones arqueológicas. Sin embargo, al mismo
tiempo, la forma en cómo se establecieron los nexos significativos entre el pasado, el
presente y el futuro tienen que ver con la capacidad del programa memorial de incorporar,
a partir de la construcción narrativa y simbólica de los hallazgos arqueológicos, una
comprensión del objeto planteada en términos múltiples: a través de su entorno, su
constitución, sus características. El objeto cobra valor al estar datado y situado
históricamente con miras a la construcción de un sentido y a la concreción de un objetivo;
en nuestro caso, por ejemplo, para convertirse en prueba judicial5. La narración histórica

4
El predio al que hacemos referencia no sólo involucra la institución de La Casa de la Memoria y La
Vida sino que también incorpora como escenario de análisis un centro de interpretación memorial, el
Espacio Mansión Seré, sitio arqueológico en el que se encuentran los cimientos de la vieja Casona
Mansión seré que funcionó como Centro Clandestino de Detención, en donde se realizan visitas,
recorridas y actividades en modalidad de talleres en torno al relato del pasado reciente con énfasis en el
accionar del Terrorismo de Estado en Argentina. El Centro de Interpretación se encuentra ubicado dentro
del Espacio Mansión Seré (EMS), en él se desarrollan actividades de investigación y conservación
arqueológica y se encuentra el laboratorio de conservación y clasificación de objetos arqueológicos.
5
En el año 2005 tras el dictado de la nulidad de las leyes de Obediencia debida y punto final se produjo la
reapertura de las causas judiciales por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico-
militar. Por un lado, se abrió la instrucción de la causa Mansión Seré (Causa Nº 14.216/”Scali Daniel y
otros s/privación ilegal de la libertad…”, cursada por el juzgado federal Nº 3 a cargo del Dr. Rafecas). Por
otro lado, como continuación de la causa 1170-A del año 1984, en 2008 se realizó el juicio oral, por el

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es, entonces, el elemento que une los vestigios del pasado con los valores y la experiencia
del presente, con la evaluación y la interpretación del aquí y el ahora y permite la reflexión
sobre el pasado reciente, por lo tanto se encuentra profundamente articulada a los
procesos de memoración y conmemoración que se llevan a cabo en el lugar de la
memoria.

Como sostiene Agnes Heller (2003), la memoria cultural corresponde a una selección
específica de elementos y conocimientos del pasado articulados en una narración que
cobra significación simbólica. Al mismo tiempo, la memoria tiene que ver con las
objetivaciones que proveen significados compartidos por un colectivo y estos es
receptado como objetos naturalizados propios de prácticas repetidas y repetibles de
manera regular. Si la memoria cultural, en mayor o menor medida, se corresponde a
intereses de grupo, a los contextos históricos y sociales del presente, podemos entender
el patrimonio como uno de los medios de transmisión del recuerdo, una forma de definir
el ámbito en que se llevan a cabo prácticas en torno a las modalidades seleccionadas para
recordar o sobre el uso que se le dará a lo que se recuerda.

De esta manera, para interpelar los usos de la historia en relación con la memoria y de la
narración a través del patrimonio como soporte de ese relato se ponen en relación los
mecanismos de construcción de valores y expectativas que se desean proyectar hacia el
futuro. El patrimonio, en efecto, juega un papel fundamental en la revalorización de
ciertos rasgos e imaginarios compartidos (De Mármol, Frigolé y Narotzki; 2010, Garré;
2001, Prats; 2006, Zouain; 2010).

Los discursos sobre el patrimonio poseen una eficacia simbólica,


independientemente de su acción real de cuantificación de los monumentos o de
protección (…) de reforzar el arraigo histórico de los distintos poderes, de inscribir
sus símbolos de grandeza en el espacio perceptible. Se trata, en primer lugar, de
inventariar, de definir la calidad, de distinguir ciertos elementos construidos del resto
del espacio urbano. Al mismo tiempo que los regímenes políticos seleccionan los
momentos de la historia del país de los cuales asumen la filiación, cada uno de ellos
construye su propio patrimonio legitimado y valorizado, el cual a su vez legitima y
valoriza a los autores del proceso de salvaguardia del patrimonio (Melé; 1998:11).
Pensar el patrimonio, concebido en términos espaciales antes que sociales, ha pasado a
constituirse en signo identitario o postal del paisaje puesto en valor (Bertoncello; 2008,

Tribunal Oral Federal Nº5 que condenó a los Brigadieres retirados Comes y Mariani. Esto llevó a, como
señala Doval (2011), que todo el trabajo desarrollado con el propósito de recuperar los restos de la Mansión
Seré, de sus materiales asociados y la reconstrucción arquitectónica/funcional tomaran cuerpo de evidencia
judicial.

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Kingman Gracés; 2004). La idea planteada por Kingman Gracés (2004) se asocia con la
propuesta desde la arqueología histórica acerca del valor del paisaje (De Cunzo y
Ernstein; 2006, Branton; 2009, Ingold; 1993) y, desde la geografía, el paisaje en tanto
susceptible de ser representado, percibido y valorado a partir de constituirse como un
espacio vivido (Souto; 2011, Zusman; 2008 y 2009) asume valores simbólicos que
invisten al espacio y dan sentido a sus lugares 6. Sobre este proceso trabaja Prats (2005)
cuando plantea el proceso de patrimonialización. Se trata de la puesta en valor o
activación.

tal vez sea interesante remarcar la diferencia entre poner en valor (o valorar
simplemente) determinados elementos patrimoniales, y activarlos o actuar sobre
ellos de alguna forma. He sostenido y continúo sosteniendo que los procesos de
activación del patrimonio dependen fundamentalmente de los poderes políticos. Sin
embargo, estos poderes deben negociar con otros poderes fácticos y con la propia
sociedad. Alrededor de la puesta en valor de tal o cual elemento se produce
precisamente el primer proceso de negociación, en la medida en que existe en la
sociedad una previa puesta en valor jerarquizada de determinados elementos
patrimoniales, fruto normalmente de procesos identitarios (…). Esto suele exigir, por
lo menos, la conservación de estos elementos, y facilita, por otra parte, al poder
político, una vía rápida y segura para la actuación consensuada. La activación, más
que con la puesta en valor tiene que ver con los discursos (2005:20).
Teniendo en cuenta estas consideraciones, el interrogante gira en torno a qué ocurre
cuando la memoria se patrimonializa 7; o para ser más precisos cuando el lugar de la
memoria es patrimonializado? Podemos afirmar que los dispositivos memoriales
emplazados en el Predio Quinta Seré configuran una trama narrativa otorgando al paisaje
un sentido particular: ese paisaje memorial puede ser pensado como forma visual que
articula el espacio percibido (De Certeau; 1974) y el espacio efectivamente ocupado en
donde, para su construcción, su transmisión y reproducción, se articulan elementos
naturales y culturales en el devenir de las prácticas sociales situadas históricamente
(Robin y Rothschild; 2002). Por otra parte, la mera profusión de signos no garantiza la

6
La idea de patrimonio vivo, asociada a la importancia del patrimonio cultural e intangible se encuadra en
esta perspectiva. Es interesante al respecto el trabajo de Lacarrieu (2004) sobre la relación entre el
patrimonio cultural inmaterial como recurso político en el espacio público y en la activación de cultural
locales. Al respecto, las consideraciones sobre este trabajo de Loreto y López (2004) apuntan a
redimensionar la categoría de patrimonio intangible como un proceso activo y en redefinición.
7
Sobre todo si como señala González Méndez (2000) las nociones técnicas sobre la definición de
patrimonio gira en torno a tres ideas: (1) la cultura y la historia son 'elementos determinantes de la naturaleza
del patrimonio y esto es resaltado en las leyes y normativas; (2) la doble dimensión, material e inmaterial,
del patrimonio siendo la dimensión inmaterial, la fundamental en su conformación pues lo material, los
bienes, son sólo el soporte de lo inmaterial, las ideas y nociones que sobre el pasado sustentan esos bienes;
(3) el legado patrimonial posee gran valor aunque desde una perspectiva se plantea a éste como intrínseco
al bien mientras que, desde otra mirada, se afirma que sólo lo adquiere cuando el receptor se lo otorga.

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comunicación ni la construcción de memoria social, pues, como indica Candau (2001), la


trasmisión

no será nunca pura o ‘auténtica’ transfusión de la memoria (…) ya que para prestarse a las estrategias
identitarias debe jugar el juego complejo de la reproducción y de la invención, de la restitución y de la
reconstrucción , de la fidelidad y de la traición, del recuerdo y del olvido (2001: 104. Resaltados en el
original).

Esta idea nos plantea la posibilidad de indagar críticamente ese desplazamiento de lo


memorial hacia lo patrimonial y entender que las decisiones institucionales intervienen
en los marcos operativos de los armados espaciales en la ciudad y sus espacios públicos,
en este caso el Predio Quinta Seré.

Efectos en curso. De lugar de la memoria a Lugar Histórico Nacional

Tal como señala Smith (2011) el patrimonio interviene en la validación y la defensa de


ciertas identidades y narrativas, mientras valida en el mismo movimiento ciertas
memorias por encima de otras, a menudo defendiendo esas memorias como patrimonio
cultural. Por ello entendemos que la toma de decisión de declarar al Predio Quinta Seré
como patrimonio repercute en la configuración del sitio memorial, articula relatos y
sentidos, materialidades y construcción simbólica como así también nodos político-
institucionales que enmarcan la capacidad de acción de esa memoria social en continuo
proceso de redefinición a partir de la propia emergencia de prácticas sociales, procesos
espaciales y prácticas memoriales. El lugar de la memoria es un soporte de múltiples
sentidos, ante la declaratoria de Lugar Histórico Nacional se convierte, al mismo tiempo
en patrimonio habitado por presencias y recuerdos.

Los sentidos advienen con las visitas al predio a partir de la emergencia de lo no


prefigurado, esto es: la particular actualización de la memoria social por corresponderse
siempre a la lógica de un tiempo presente. Razón por la cual nos parece sugerente
plantear, tanto la intervención artística de la pintada como las propias placas que nombran
al predio como patrimonio nacional, son formas de materializar los sentidos de ese nuevo
8
proceso socioespacial. Estos nuevos contra-espacios (Foucault; 2008) son

8
Los contra espacios son para Foucault (2008) espacios que permiten poner en articulación utopías y
heterotopías. Las primeras corresponden a espacios irreales, espacios de la imaginación y de representación.
Los segundos son lugares reales que contradicen, contrarrestan sentidos, son espacios de la contestación,
subvierten lo conocido (Hrehorow; 2016). La incorporación de las propuestas de Foucault en la geografía
y en la conformación espacial puede consultarse el trabajo de Philo (1992), así como también el de Palladino
y Miller (2015).

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emplazamientos que torcionan el espacio a través de nuevas significaciones que se suman


a las que ya operaban en el predio.

Al respecto, nos resulta sugerente, desde una apuesta teórico-conceptual, puntear lo que
Kingman Garcés (2004) propone como forma de indagación, esto es: la relación entre
construcción patrimonial, las políticas de la memoria y la institucionalización de la
cultura. Según esta perspectiva la relación entre ese saber que interviene en la
construcción de lo urbano, la ponderación por el pasado como acciones dirigidas a crear
una “cultura del patrimonio” y la propia política de patrimonialización.se plantean como
productos históricos

Los cambios en las políticas del patrimonio generados a partir de las instancias
municipales y de los organismos internacionales involucrados con el tema han sido
importantes. Sin embargo, hay un aspecto que generalmente se pasa por alto y es que
el punto de partida anterior a cualquier discusión sobre políticas sería saber desde
dónde y cómo se generan esas políticas. Si asumimos el sentido originario de lo que
constituye el ámbito de lo político, lo lógico es preguntar sobre la forma en la que se
definen las políticas. O si se quiere: el juego de intereses que está detrás de cada
política (aunque se presente como acción desinteresada, en este caso relacionada con
el patrimonio y la cultura, y por tanto como no política). No constituye algo sencillo
ya que es justamente esta relación con lo político lo que generalmente se les escapa
a las instituciones y personas encargadas de elaborar políticas. La acción de los
expertos se presenta como eminentemente técnica y por tanto como políticamente
neutra: define políticas pero aparece como no contaminada por lo político. (…). Sería
interesante saber de qué modo se definen las preocupaciones en ese campo y en
función de qué necesidades prácticas (Kingman Garcés; 2004: 26-27)
Sin embargo, planteadas estas relaciones entre saber experto, patrimonio, política de
valorización y construcción cultural, en el caso del Predio Quinta Seré cabría indagar
sobre cómo operó esta lógica de patrimonialización ya que en realidad parece ser parte
de una estrategia política9, más que una intervención y marcación del espacio desde la
postura de los saberes expertos. Tal como plantea Kingman Garcés (2004) habría que
examinar, además, de qué manera se inviste a quienes intervienen en estas discusiones.
Son interlocutores legítimos en un momento histórico determinado, sin embargo nos
preguntamos por los actores excluidos de dicho proceso y por los motivos de esa
exclusión. Estas preguntas permiten redefinir el presupuesto acerca de si verdaderamente

9
Por un lado, nos referimos a una estrategia política puesto que esta declaración significó plantear la
preservación y la continuidad de una forma institucional en torno a la memoria social sobre el pasado
reciente y, desde esta perspectiva, asegurar la continuidad del proyecto memorial a pesar de los resultados
que arrojara la contienda electoral de diciembre de 2015. Por otro lado, se sostiene con la declaración la
idea de que marcando el espacio urbano de esta manera existían amplias posibilidades de que el predio
continuara narrando aspectos del pasado reciente con una lógica sostenida desde la política pública
municipal que marcó los lineamientos de la recuperación del espacio como lugar de la memoria.

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existe una opinión autorizada sobre la cultura, la memoria, el patrimonio y sobre la


relación entre la toma de decisiones en el espacio urbano. Es decir, nos interesa pensar en
cómo las tramas de lo político devienen en proyectos concretos que configuran entornos
espaciales y habilitan la emergencia de relatos y narrativas particulares en torno a la
construcción o invención patrimonial (Bendix; 2009, Samuel; 1994) junto con las
distintas prácticas socioespaciales de la memoria.

Los trabajos que versan sobre las posturas patrimonialistas más tradicionales, dan a los
soportes materiales un lugar central en las construcciones del llamado patrimonio cultural,
no obstante otras miradas han construido una forma crítica hacia esa preeminencia del
objeto y su marcación. La memoria, en esta dirección alternativa, retoma la mirada y la
perspectiva semiótica del campo patrimonial más allá de los objetos y edificios en sí
mismos como foco de único interés y susceptible de dotarse de valor simbólico
(Bertoncello; 2006). Para esta perspectiva corresponde precisar el proceso patrimonial
como un hecho social desde una perspectiva holística.

Conclusiones en construcción

Entendemos que la cuestión del patrimonio no es para nada novedosa para el estudio de
las ciudades y sus imágenes, no presenta en su conformación estructuras insurgentes para
los entramados institucionales pues es un proceso difundido en la mayoría de los ámbitos
urbanos. Sin embargo en nuestro caso de estudio adquirió peso y significación al tratarse
de un lugar de la memoria; por ello los trabajos sobre el patrimonio que en los últimos
años en distintos contextos políticos, dieron muestras de redefinición y problematización
(Kingman Garcés; 2004, Pérez Winter; 2013 y 2009, Smith; 2011) resultaron interesantes
para repensar la elaboración de sentidos sociales en relación con las tramas político-
institucionales de la memoria

Las acciones culturales son concebidas como acciones públicas orientadas a


racionalizar los usos culturales de los ciudadanos, a ordenarlos y potenciarlos. Buena
parte de esos programas están dirigidos a desarrollar lo que se ha dado en llamar una
“cultura” y unos “comportamientos ciudadanos”. ¿Pero quién define lo que es un
comportamiento ciudadano? ¿Cuál es la relación entre cultura y patrimonio? Se trata
de una relación histórica. Por un lado asistimos a un proceso de legitimación de un
sentido patrimonial de la cultura, por otro, a un discurso y una práctica orientada a
incorporar otras formas culturales bajo un discurso aparentemente democrático de la
diversidad (Kingman Garcés; 2004:27.Resaltados en el original).
Entre la construcción patrimonial y las políticas de la memoria median los avatares de las
propias prácticas socioespaciales puestas en juego en el escenario del espacio público

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(Torricelli et al.; 2014). El ámbito espacial funciona como soporte de los mecanismos de
acción memorial y en las construcciones identitarias del patrimonio. La memoria social
inviste los espacios materiales al mismo tiempo que va construyendo símbolos
compartidos; en el lugar adviene la reinvención de lo cotidiano (De Certeau; 2007), la
emergencia de lo político (proclive a la identificación de lo que se encuentra dentro y
fuera de su ámbito de gestión) en el espacio público urbano. Los significados memoriales
son siempre significados políticos que responden al contexto de producción y al modo en
que la política hegemónica tiende a corporeizar sus lineamientos espaciales:

En el ámbito del patrimonio se habla de ‘selección que hace la sociedad’ (...) Pero,
¿quién es esta sociedad? ¿Quién representa o dirige la representación, quién elige el
espejo y determina la más o menos sutil curvatura del cristal, quién piensa y elabora
el discurso?, ¿quién efectúa la selección? ¿Quién decide que mostrar en la vitrina?
(Prats, 1998: 33)
Es decir, los presupuestos que se activan en el hacer la ciudad, desde una planificación
resultado de un poder y conocimiento hegemónico, aparece fuertemente criticada a través
de la óptica de lo espontáneo, lo cotidiano, lo compartido, es decir ese consensus espacial
y una textura del espacio como parte indisoluble de la vida en sociedad. Esa textura se
encuentra resumida en la idea de palimpsesto urbano en el Predio Quinta Seré. Al
momento de realizar escansiones advertimos capas de sentidos memoriales y
patrimoniales. Las prácticas socioespaciales en el lugar de la memoria permiten
problematizar esas modalidades de acción y reacción en los marcos espaciales de la
memoria (Halbwachs; 2004).

Para Vernant (2008) la relación entre los espacios materiales y los espacios simbólicos en
las ciudades se plantea como resultado de la propia manera de vivir en ellas, en ese sentido
afirma que en las esferas de la arquitectura y del urbanismo existe una idealidad urbana
donde la ciudad aparece como una construcción mental que se fabrica como el espacio
donde colocar todo lo que es para uso público y común; esos ámbitos de alguna manera
activan o propician los mecanismos de sociabilidad, al mismo tiempo que se emplean en
esa elaboración una mixtura de usos tangibles e intangibles, de objetos devenidos
patrimonios y recuerdos/conmemoraciones que habilitan la emergencia de determinadas
memorias por sobre otras; en nuestro caso de indagación estos cruces nos resultan
sugerentes para profundizar de manera reflexiva en torno a los cursos cambiantes que
acontecen en el propio lugar de la memoria.

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BLOQUE II: LA CIUDAD PLANEADA

El abastecimiento minorista de alimentos en la agenda urbana del


AMBA: elementos, actores y estrategias que configuran la cadena
minorista de frutas y hortalizas

Joaquín Pérez Martín


Facultad de Agronomía – UBA
joaquin.perezmartin@gmail.com
Jonatan Sánchez Sosa
Instituto del Transporte – UNSAM

Introducción

La problemática del abastecimiento urbano de alimentos pareciera abordarse en buena


medida a través de los medios de comunicación quienes ante situaciones resonantes como
la “crisis del tomate” de octubre 20131, la reciente noticia de que nuestro país tiene la
segunda leche más cara del mundo después de Canadá 2 o la permanente discusión acerca
del rol de los supermercados3, logran que los temas se visibilicen y en algunos casos se
instalen en las agendas sectoriales, gremiales o en los distintos niveles de gobierno.
También se destacó recientemente en el rubro frutihortícola la importante presencia de
agroquímicos en más del 60% de las muestras de productos tomadas en el Mercado
Central de Buenos Aires (MCBA) 4.

A su vez, la persistencia del fenómeno inflacionario destaca permanentemente la


preponderancia de los incrementos de los precios de los alimentos, donde en los últimos
12 meses según el IPC CABA nivel general el incremento fue de 23% mientras que el
incremento de las frutas alcanzó un 14% y el de las hortalizas un 24%5.

1
“El tomate ya se vende hasta $50 por kilo en supermercados de Buenos Aires” - Diario La Nación
13/10/2013
2
“El litro de leche argentina, el segundo más caro al consumidor entre 36 países” - Diario La Nación
20/07/2017
3
“Las multas a los supermercados son el 0,006% de la facturación” - Diario Perfil 02/06/2017
4
“Veneno en la heladera: el 60% de las frutas y verduras del Mercado Central tienen restos de
agroquímicos” - Infobae 03/05/2017
5
Promedio móvil simple de los índices enero-junio 2017 comparado con enero-junio 2016

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Por otra parte, las políticas urbanas, las agropecuarias y las enfocadas en el comercio
interno han seguido trayectorias disímiles y descoordinadas en nuestro país impidiendo
el diseño de políticas eficaces con foco en el abastecimiento urbano de alimentos, donde
confluyen directa o indirectamente productores primarios, industriales agroalimentarios,
comerciantes mayoristas y minoristas, transportistas y consumidores.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Gastos en los Hogares (ENGHo) 2012/2013, la


población del Área Metropolitana de Buenos Aires destina su presupuesto familiar
mayoritariamente a la compra de alimentos y bebidas, alcanzando un 33% del total.
Después del gasto en alquiler de vivienda, que ocupa el primer lugar en orden de
importancia, la compra de carne vacuna para el consumo en el hogar representa el
segundo gasto de mayor importancia. Mientras tanto, las comidas fuera del hogar ocupan
el tercer lugar y las compras de productos de panadería y pastelería ocupan el quinto lugar.
En menor importancia se encuentra la compra de carne aviar, la compra de comida
preparada fuera del hogar y finalmente la compra frutihortícola, que ocupa el catorceavo
lugar. Por otra parte, sólo el 5,1% de la población cubre la recomendación de la
Organización Mundial de la Salud de consumir 5 porciones diarias de frutas y hortalizas,
de acuerdo a lo relevado por la 3° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de Salud
(2013).

Se denomina Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) al área conforma por la


Ciudad de Buenos Aires y 24 municipios de la Provincia de Buenos Aires 6. En total en el
AMBA residen 13 millones de habitantes, de los cuales 3 millones corresponden a la
Ciudad de Buenos Aires, y el resto a la provincia, destacando que 1,8 millones habitan en
el partido de La Matanza. En el AMBA reside el 33% de la población nacional y se estima
que el 97% de los bonaerenses vive en zonas urbanas. Según el INDEC, en su informe
del año 2016, el 34.6% de la población del Conurbano y el 9.6% de la Ciudad de Buenos
aires están por debajo de la línea de pobreza. En conjunto el AMBA posee un 29.6% de
la población en esa situación (INDEC 2010).

Las áreas metropolitanas se caracterizan por conformarse por un núcleo de desarrollo, en


donde la expansión territorial del área urbana se efectúa en forma de anillos,

6
1. Almirante Brown, 2: Avellaneda, 3: Berazategui, 4: Esteban Echeverría, 5: Ezeiza, 6: Florencio Varela,
7: General San Martín, 8: Hurlingham, 9: Ituzaingó, 10: José C. Paz, 11: La Matanza, 12: Lanús, 13, Lomas
de Zamora, 14: Malvinas Argentinas, 15: Merlo, 16: Moreno, 17: Morón, 18: Quilmas, 19: San Fernando,
20: San Isidro, 21: San Miguel, 22: Tigre, 23: Tres de Febrero, 24: Vicente López.

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constituyéndose sub áreas destinadas a vivienda, industria y servicios, así como redes de
infraestructura, transportes y edificios de equipamiento urbano que establecen
interacciones con la ciudad central (Pérez Sánchez 2010).

Las características del AMBA, según el Observatorio de Movilidad Urbana para América
Latina (2010), la destacan en el ámbito regional en cuanto a los elementos que hacen a la
conformación de la mancha urbana de complejas condiciones para garantizar su
abastecimiento, en términos logísticos. Así, entre las 15 áreas metropolitanas incluidas en
el Observatorio, el AMBA se destaca tanto por ser la de mayor extensión (16.770 km2),
duplicando la ciudad que le sigue, México D.F., la tercera de mayor población
(13.267.181 habitantes), después de México D.F. y San Pablo, la segunda de menor
densidad (791 hab/ km2) después de Curitiba, la de mayor ingreso promedio y mínimo
por habitante (650 y 300 USD mensuales) que en conjunto con las condiciones de pobreza
imperantes plantean consumos diversos de alimentos.

El objetivo del presente trabajo es analizar la problemática del abastecimiento


frutihortícola en el Área Metropolitana de Buenos Aires como ejercicio para reflexionar
acerca de las estrategias que asume cada uno de los actores para operar en el espacio
urbano.

Organización territorial y actores del abastecimiento frutihortícola en el AMBA

La cadena de abastecimiento frutihortícola del AMBA integra territorios rurales,


periurbanos y urbanos, de acuerdo a los diversos orígenes de la producción primaria, los
que también varían de acuerdo al momento del año en función de las condiciones
climáticas.

La producción primaria ingresa al AMBA desde diversos puntos del país, dependiendo el
momento del año y los productos. En general, tal como se destaca en la serie de gráficos
presentados a continuación la producción de hortalizas de hoja (Gráfico 1) ingresa desde
los periurbanos del AMBA, principalmente del eje sur de La Plata con una mayor
participación de otras zonas durante el invierno. Más allá de la preponderancia de lechuga,
acelga y espinaca, que representan el 57%, 23% y 8% del volumen anual respectivamente,
en total el MCBA maneja 17 especies distintas de hortalizas de hoja. Entre los productos
frutihortícolas más consumidos, el tomate y el pimiento, Gráfico 2, varían en mayor
medida sus orígenes de acuerdo a las condiciones climáticas participando la provincia de
Mendoza y el periurbano del AMBA entre los meses de enero a junio mientras que entre

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mayo y diciembre la producción proviene de provincias del noreste y noroeste del país.
En el caso de las hortalizas pesadas (papa, cebolla, batata, ajo, zanahoria y zapallo),
Gráfico 3, la diversidad de los orígenes de la producción primaria se reparte entre el
sudeste de la provincia de Buenos Aires, zona cebollera, el periurbano del AMBA,
Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán. Respecto a las frutas, Gráfico 4, los
orígenes varían desde Entre Ríos, Tucumán y Corrientes, de donde provienen los cítricos,
Río Negro (manzanas y peras) y Mendoza (frutales de carozo: duraznos, pelones,
damascos y ciruelas). La importación de frutas tropicales, principalmente banana, ocupa
también un volumen importante a lo largo del año.

Gráfico 1 y 2: Participación mensual de los orígenes de las hortalizas de hoja (izq.) y


tomate y pimiento (der) (2013). Fuente: elaboración propia en base a Mercado Central de
Buenos Aires

Gráfico 3 y 4: Participación mensual de los orígenes de hortalizas pesadas (izq) y frutas


(der) (2013). Fuente: elaboración propia en base a Mercado Central de Buenos Aires

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En líneas generales, el primer destino de la producción frutihortícola son los mercados


mayoristas o concentradores, donde la planificación urbana ha tenido en algunos casos
participación en los emplazamientos de estas infraestructuras de gran tamaño, de intensa
circulación vehicular y de personas y que generan cuestiones ambientales a atender. En
todo el AMBA hay 21 mercados concentradores, 5 en el eje norte y 8 en cada uno de los
ejes sur y oeste. Estos mercados, de propiedad pública, privada o mixta presentan distintos
niveles de formalidad y volúmenes de operaciones, estando en algunos casos habilitados
por los mismos municipios, mientras que solamente 14 de estos mercados están
registrados en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA).

La organización de los mercados mayoristas frutihortícolas en el AMBA tiene como eje


central al MCBA, inaugurado en 1984 a partir del cierre del Mercado de Abasto, el último
mercado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El proyecto del MCBA trajo a partir
de la década de 1960 la experiencia del flamante Mercado Rungis de París, a través de la
cooperación francesa, en un contexto global de modernización y rediseño de los sistemas
de abastecimiento urbanos de alimentos (Seidler, 2001). El proyecto incorporaba un
esquema normativo, con base en la Ley de Mercados de Interés Nacional N° 19.227, que
establecía un monopolio territorial para el MCBA, tal cual aún funciona al día de hoy el
Mercado Rungis de París. De esta forma, el MCBA era el único mercado habilitado en
todo el AMBA para operar, es decir, la totalidad de la producción frutihortícola debía

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ingresar al MCBA mientras que los comercios minoristas debían abastecerse


exclusivamente de este mercado. Este esquema fue muy discutido y resistido por lo que
solamente funcionó algunos meses a partir de la inauguración, hasta que finalmente
volvieron a abrir los mercados mayoristas que habían cerrado sus puertas u operaban
clandestinamente. Con el Decreto de Desregulación Económica de 1991 se formaliza la
caída de los perímetros de protección tal cual lo establece la Ley 19.227, aduciendo que
“…la experiencia ha demostrado que no se cumplió con dicho cometido, al no crear
atractivos suficientes para la radicación de la actividad mayorista en los mercados
protegidos, produciéndose la apertura de mercados no autorizados…”. Finalmente, en
1993, se fortalecen estos lineamientos habilitando cualquier tipo de intercambio
comercial de productos perecederos directamente de los productores, en consonancia con
la apertura masiva de supermercados (Pérez Martín, 2015).

El resultado de este fallido intento de ordenar el abastecimiento mayorista frutihortícola


bajo un esquema importado de elevada intervención estatal en una marco
interjurisdiccional, es el actual desarrollo espontáneo y de escasa coordinación sectorial
y territorial de una red de mercados mayoristas de variada capacidad y calidad. En este
contexto podemos advertir que el rol del MCBA como articulador del abastecimiento de
alimentos fue perdiendo peso. El volumen operado en el primer quinquenio de
funcionamiento (1985-89) alcanzó los 1,4 M de toneladas promedio anuales de frutas y
hortalizas mientras que en el último quinquenio (2012-16) se redujo a 1,3 M de toneladas.
Esta reducción de 8% aunque parezca menor, representa un indicador de gran relevancia,
dado que entre los censos de 1980 y 2010, como referencia, la población del área de
influencia del AMBA creció 31%, lo cual debiera verse reflejado en un mayor
movimiento frutihortícola para abastecer la creciente demanda del área de influencia.

Sobre el eslabón minorista la agenda es más acotada, mientras que la planificación urbana
ha dado pocas respuestas, la academia ha tenido aún menor participación. Los comercios
minoristas frutihortícolas presentan distintas tipologías siendo el más común y conocido
la verdulería. De todas formas, cada tipología presenta una configuración particular de
sus estrategias logísticas, operacionales, comerciales y financieras las cuales les permitan
con mayor o menor éxito operar en el espacio geográfico del AMBA. En primer lugar, es
importante destacar que la comercialización minorista frutihortícola es un negocio de
bajos márgenes por unidad vendida y de elevados costos logísticos, por lo que los
comerciantes necesitan optimizar la logística y ganar escala en sus operaciones para

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generar ingresos suficientes que les garanticen la sustentabilidad de la actividad. En


general cada comercio maneja un mínimo de 20-30 productos distintos y un máximo de
alrededor de 100 productos distintos, lo cual representa una gran complejidad para
manejar las pérdidas por podredumbre, las compras y los márgenes de cada producto,
entre otros. Por otra parte, la operación del comercio frutihortícola se maneja con una
elevada informalidad, tanto fiscal como laboral, empleándose en muchos casos mano de
obra familiar. En algunos casos, los comerciantes, bolivianos, pueden tener familiares
vinculados tanto a la comercialización mayorista o a la producción primaria estando de
alguna forma integrados a lo largo de toda la cadena de abastecimiento. Por otra parte,
otro elemento a destacar es la inversión necesaria que se requiere para la apertura de una
verdulería, la cual es relativamente baja y podría explicar la importante cantidad de este
tipo de locales que existen en todo el AMBA. Para abrir un local es suficiente con sólo
montar una estructura metálica para exponer los cajones, una heladera para disminuir las
pérdidas de los productos más sensibles y un vehículo para buscar la mercadería en algún
mercado mayorista, sea este el MCBA o algún otro mercado cercano. En algunos casos,
los verduleros también prestan servicio de transporte a otra verdulería, repartiendo la
mercadería.

La operación del comercio frutihortícola puede distinguirse en primer lugar si el mismo


tiene lugar en un local comercial o en la vía pública, sea en una feria o en la vereda. El
local comercial puede ser un supermercado, es decir un comercio habilitado para la venta
de distintos tipos de productos, pudiendo ser un supermercado de una sola boca de
expendio o una cadena de supermercados. Los primeros suelen ser los supermercados
chinos estando presentes en más de 5.000 bocas de expendio en todo el AMBA,
generalmente, la familia dueña del supermercado sub alquila un espacio para la
instalación de la verdulería. Las cadenas de supermercados, algunas de ellas empresas
extranjeras con operaciones en varios países del mundo, en foco permanente por su rol
dominante en la fijación de precios de los alimentos tienen más de 1.400 bocas en el
AMBA aunque las ventas frutihortícolas explican solamente el 3% de sus ventas totales
y el 5% de las ventas de alimentos y bebidas. En la cadena frutihortícola el sector
supermercadista no presenta gran importancia en términos de participación de mercado,
aunque es destacable que los elevados precios que maneja en comparación con las
verdulerías, generan una burbuja de especulación a escala barrial que genera mayores
precios en el resto de los comercios. En los únicos productos que en algunos casos los

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supermercados pueden ofrecer precios semejantes a los que presentan las verdulerías es
en el caso de aquellos productos que se producen a gran escala y el supermercado se
provee directamente o en aquellos que se comercializan a granel como papa, cebolla,
zanahoria o zapallo, o también en aquellos productos que están involucradas grandes
empresas comercializadoras como es el caso de banana, pera o manzana. De acuerdo a
un relevamiento realizado en 2015 (Pérez Martín op. cit) en promedio los supermercados
presentaban precios 15% más caros que las verdulerías, aunque con valores extremos de
-19% y +47% en función de cada producto. Para las cadenas de supermercados representa
una necesidad contar con esta oferta de productos y no precisamente un objetivo
comercial, dado que necesitan ofrecer la posibilidad a sus clientes de complementar las
compras de los productos más rentables que ofrecen.

En cuanto a las verdulerías, la otra distinción que puede hacerse es respecto a la cantidad
de bocas de expendio que puede tener cada operador minorista, en muchos casos un
verdulero, con su familia, maneja varios locales en el mismo barrio o a escasa distancia
precisamente para ganar escala y disminuir la incidencia de los costos logísticos. También
se puede distinguir las tipologías por ser un local autoservicio o bien un local con
vendedores, lo cual demanda una estructura operativa distinta, distintas calidades de
productos y distintos niveles de pérdidas de mercadería por malas condiciones.
Generalmente, los comercios auto servicios tienen más de una sucursal, dado que apuntan
precisamente a ganar escala.

Logística frutihortícola en el AMBA

Es necesario aclarar que el concepto de logística involucra procesos múltiples entre los
que el transporte es parte, sin embargo dado el peso específico de este último en la
logística, decidimos que cuando corresponda mencionar el transporte específicamente, lo
haremos con la intención de simplificar el análisis.

Pensar la logística frutihortícola en el AMBA sin hablar del MCBA es imposible. El


Informe de la Unidad de Preinversión - Ministerio de Economía (2007) realizó una
estimación en donde el eslabón de desabastecimiento del MCBA, que en suele llamarse
“última milla” dado que es aquel que se da en la distribución que corresponde a los centros
urbanos, a través de la cual detectó una importante ineficiencia por presentar bajos niveles
de carga por cada vehículo, elevando la incidencia del costo del transporte en el producto
que se venderá luego en un comercio minorista.

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Tabla 1: Vehículos en desabastecimiento diarios. Fuente: extraído de Unidad de


Preinversión 2007

En la tabla precedente podemos advertir que el promedio de vehículos para


desabastecimiento es de 7.130 y que de estos, 2.499 corresponden a la unidad más
pequeña de transporte en toneladas que serían autos y otros. Lo que nos permite suponer
una alta ineficiencia en este eslabón. Esta suposición se basa en que los “autos y otros”
suelen ser de los propios comerciantes minoristas que se abastecen en el MCBA. Cada
uno de estos realiza un viaje de punto a punto, lo cual implica un elevado costo de la
relación tn/km.

La consolidación de la carga a través de empresas transportistas permitiría optimizar este


indicador, disminuyendo el peso del transporte en el costo total de la mercadería. A su
vez, dicha propuesta, reduciría el volumen de vehículos en el MCBA o en los restantes
mercados optimizando el espacio de cargas, reduciría el volumen de transportes en hora
pico, mejorando el flujo de tráfico. Aun incorporando un eslabón más a la cadena de
comercialización se permitiría aliviar la infraestructura de transporte y optimizar el uso
del suelo.

La utilización del MCBA como un centro de logística es una posibilidad que permitiría
operaciones de crossdocking7, consolidación y desconsolidación8 en un puerto seco, entre
otras tareas logísticas fundamentales para optimizar tiempos, reducir pérdidas y disminuir
los valores de operación por encontrarse dichas operaciones concentradas en un centro
operativo único. Actualmente los procesos suelen darse de manera poco eficiente,
generando costos que encarecen los alimentos sin agregarle valor.

7
Crossdocking se refiere a la operación a través de la cual se prepara un pedido con la mercadería que está
ingresando a un centro logístico sin que esa mercadería se almacene
8
Por consolidación y desconsolidación se refiere a la operación a través de la que se carga o descarga un
camión o container

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Otro de los problemas que aparece en la logística es el tema de los vacíos. Los vacíos es
la denominación que se usa para hablar de los envases (cajones de madera donde se cargan
las mercaderías a comercializar y que tienen un valor de cambio por el que se paga una
seña), ocupan espacio, suelen ser un monto de dinero inmovilizado para los distintos
actores del sector y su control suele ser deficitario, es común que se pierdan, se deterioren,
se roben, etc. Actualmente no hay datos fidedignos de cuantos cajones circulan y qué
impacto tienen estos en los movimientos de transportes, sin embargo a partir de los
valores de consumo frutihortícola que provee la ENGHo (2012/2013) realizamos una
estimación para alcanzar un número aproximado de más de 32 millones de cajones en uso
anualmente. Un volúmen que nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de atender
este problema y encontrarle soluciones que permitan reducir los impactos que dicha
situación acarrea a la búsqueda de una mayor eficiencia logística y un menor impacto en
el tráfico. Vale destacar que algunos productos se comercializan en bolsas de red (papa,
cebolla y otros) o en cajas de cartón (banana, manzana o pera por ejemplo) por lo que no
presentan este problema.

Esta complejidad logística, promovió que la Cámara Argentina de la Mediana Empresa


(CAME) lanzara en 2015 el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) que mide la
diferencia entre lo que se paga en góndola por los alimentos y lo que recibe el productor
agropecuario, como indicador del nivel de eficiencia en la cadena de abastecimiento, del
impacto de los precios en la seguridad alimentaria de la población y de la sustentabilidad
económica de los productores primarios. El último relevamiento disponible de junio 2017
marca que el IPOD Agrícola, compuesto por 16 productos frutihortícolas y arroz, tiene
un diferencial promedio entre los precios que paga el consumidor y los que paga el
productor 5 veces mayor.

Gráfico 5: Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) agrícola, ganadero y agrícola-


ganadero (diciembre 2015 - junio 2017). Fuente: extraído de www.redcame.org.ar

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gLos elevados diferenciales entre los precios del productor y los precios minoristas dan
cuenta de una gran ineficiencia en el proceso de agregado de valor. Comparando los
valores del Índice IPOD para manzana y pera con los valores de referencia de la Unión
Europea (European Parliament 2008) las diferencias son sustanciales, mientras que en
nuestro país el diferencial de precio entre el consumidor y el productor alcanza valores
promedio de 9,8 veces en los últimos 12 meses, el promedio de la Unión Europea llega
solamente a 3 veces. Mientras que para las hortalizas, los valores diferenciales locales
alcanzan un diferencial de 4,7 veces y en la Unión Europea tiene un promedio de 2,7
veces.

Incidencia de las pérdidas y desperdicios de alimentos en la logística frutihortícola

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura


(FAO según sus siglas en inglés) “las pérdidas de alimentos se refieren a la disminución
de la masa disponible de alimentos para el consumo humano a lo largo de la cadena de
suministro”. Esta situación no resulta equivalente en toda la cadena; por el contrario, la
incidencia varía según el eslabón de la cadena donde se ponga la atención.

La FAO también menciona que las pérdidas de alimentos suceden “principalmente en las
fases de producción, poscosecha, almacenamiento y transporte”. En tanto, el desperdicio
de alimentos “refiere a las pérdidas derivadas de la decisión de desechar los alimentos
que todavía tienen valor y se asocia principalmente con el comportamiento de los
vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta de comida y consumidores”. De
estas dos definiciones es que se extrae el concepto de PDA, que significa pérdidas y
desperdicios de alimentos. De ello podemos extraer que la situación de abastecimiento de
alimentos implica un análisis de la operación logística, pero también hábitos por parte de
los diferentes eslabones -transportistas, productores, comerciantes y consumidores- que
exceden los procesos técnicos de innovación logística e inciden directamente.

Según datos del Banco Mundial, entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos
anualmente para consumo humano a nivel mundial se pierde o desperdicia. El 6% de estas
pérdidas y desperdicios se da en América Latina (FAO 2014).

El Ministerio de Agroindustria considera también que las PDA “significan una utilización
innecesaria de los recursos productivos (renovables y no renovables, materiales y
humanos) utilizados para la producción, elaboración y comercialización de los
alimentos”. Esto conlleva un impacto negativo en el ambiente por el desperdicio en sí, y

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también porque esto redunda en una mayor acumulación de residuos que colaboran en la
emisión de gases de efecto invernadero y el calentamiento global.

Tabla 2 y 3: Participación porcentual de las pérdidas y desperdicios de alimentos por


cadena de valor por etapa (izq) y volumen de pérdidas y desperdicios de la cadena
frutihortícola por etapa y participación porcentual en el total (der) Fuente: elaborado en
base a Rivas et al. (2015)

La cadena de valor frutihortícola alcanza a generar PDA por un 35% (31,3 de pérdidas y
3,7 de desperdicios), más de un tercio de lo producido originalmente termina en la basura.

En general, este elevado peso se debe a dificultades de acceso a la tecnología y a la


innovación en los procesos, limitaciones en términos de conservación y sistemas de frío
en el transporte o en campo. Por otra parte las elevadas distancias que los productos deben
recorrer desde sus orígenes en condiciones inadecuadas, rutas en mal estado, transportes
ineficientes con antigüedad promedio de 14 años, y otros factores que afectan la calidad
de la mercadería (UTN 2005).

Como se presenta en la Tabla 3, el peso de la logística y el transporte en el total de


pérdidas y desperdicios de las cadenas frutihortícolas podría considerarse que asciende a
41%. Las pérdidas en poscosecha -que en términos generales, en el sector frutihortícola
se refieren a todas las prácticas en campo y bajo cubierta durante el manejo,
almacenamiento y transporte entre éste y la etapa de distribución- (23%) y en la
distribución (18%) -que se refiere a aquellas pérdidas sucedidas en el sistema de
comercialización: mayoristas, supermercados, minoristas o mercados tradicionales-. Las
pérdidas en la producción primaria son aquellas que se dan durante la etapa agrícola a
campo, incluida la cosecha; las de procesamiento y envasado son las que se dan en la
etapa de acondicionamiento y empaque, mientras que los desperdicios corresponden a la
etapa de consumo que se da a escala hogareña y en establecimientos de venta de alimentos
para su consumo final. Si bien en estas etapas el proceso logístico, podría ser analizado
con el objetivo de optimizar los procesos, consideramos que su incidencia es menor y
extendernos en ello sería inapropiado en este trabajo.

66
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El resultado de que los procesos de logística descritos no se optimicen es que la


ineficiencia en ello impacta directamente en el precio final que paga el consumidor por la
mercadería. El Gráfico 6 nos permite visualizar de manera simplificada cómo se
conforman los incrementos de valor en el precio de los alimentos. A medida que los
alimentos atraviesan los distintos eslabones de la cadena frutihortícola, el producto
incorpora procesos tales como transporte y operaciones logísticas, margen de ganancias
pero también deben contabilizarse las pérdidas acaecidas entre medio, y si las
estimaciones indican que un 31.3% de lo producido en la cadena frutihortícola resulta
perdido, esto significa que por cada kilo producidos apenas 65 resultan consumidos. En
otras palabras, que una eficiencia mayor en los procesos logísticos permitiría reducir la
brecha entre producción y consumo impactando directamente en el precio final de lo que
se paga por cada alimento.

Gráfico 6: Composición de los precios de los alimentos a lo largo de la cadena de


abastecimiento. Fuente: extraído de Dixie 2006

El índice IPOD para el mes de junio 2017 en el caso del tomate demuestra una diferencia
entre precio destino y precio origen que alcanza las 6,47 veces y que hace que la
participación del productor en el precio de góndola no supere el 15,4%. Esto nos permite
proyectar que en este caso, sí se optimizara el proceso logístico en función de lo
presentado en el Gráfico 6, donde se demuestra esquemáticamente como el precio final
del producto se incrementa en cada eslabón de la cadena, el valor final podría descender
hasta un 31,3% en condiciones ideales. Esto significa que sin alterar otros factores se
podría mejorar el precio minorista del tomate de $31,7 a $21,78.

Reflexiones finales y conclusiones


Destacando que la presente ponencia forma parte de las primeras etapas de un trabajo más
extenso y detallado en curso, se presentan a continuación las principales cuestiones que
definen y componen la problemática del abastecimiento frutihortícola en el Área
Metropolitana de Buenos Aires. En primer lugar, la cuestión del abastecimiento minorista

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de alimentos es una situación poco problematizada y que merece ser incluida en la agenda
de la planificación urbana como uno de los elementos fundamentales para garantizar la
seguridad alimentaria de la población urbana. Pensar la problemática urbana del AMBA
es pensar una problemática de múltiples niveles jurisdiccionales con concurrencias de
gobiernos que abarcan al nacional, al provincial y a los municipales

El precio de los alimentos afecta directamente a la seguridad alimentaria de la población,


sobre todo en zonas urbanas. Generar políticas orientadas a controlar el costo de los
procesos involucrados permitiría mejorar la capacidad de compra de alimentos por parte
de la población y mejorar los indicadores de salud. En este sentido, Argentina viene
atravesando desde hace muchos años un proceso inflacionario que más allá de los factores
estructurales de la economía y las diversas políticas económicas llevadas adelante para
disminuir este indicador, es importante destacar que la organización del abastecimiento
frutihortícola permite comprender ciertas ineficiencias que inciden o pueden ser
maximizadas en este proceso de suba constante de precios.

En general, la especificidad de los órganos de gobierno ha escurrido esta problemática


entre competencias parciales o sectoriales, lo cual genera que las cuestiones en discusión
se tornen cada vez más inabarcables, los actores vayan cambiando y se termine perdiendo
capacidad analítica, de gestión o gremial especializada. A su vez, dada que la
organización estatal argentina no contempla la creación de gobiernos metropolitanos, por
reconocer únicamente 3 niveles gubernamentales (nacional, provincial y municipal,
siendo Ciudad equiparado al orden provincial) la cooperación intergubernamental se
vuelve una obligación cuando las problemáticas son transversales a las divisiones político
territoriales.

La problemática del abastecimiento frutihortícola pone en evidencia una problemática


institucional, dada la incapacidad estatal de coordinar acciones en el AMBA para avanzar
en soluciones en torno a esta temática. El Estado viene subutilizando la capacidad de la
Corporación de la MCBA, empresa pública conformada por los gobiernos de la Provincia
de Buenos Aires, de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires para ejecutar políticas
públicas en torno a su ámbito de influencia, pero junto con esta incapacidad se adiciona
la de no encontrar una agencia que trabaje esta problemática a nivel metropolitano ni
nacional. En este sentido, el MCBA ha demandado una importante inversión pública, en
torno a los USD 400 millones, ha llevado muchos años el desarrollo del proyecto, la
construcción y la puesta en marcha, de 1962 a 1984 y desde su apertura no ha funcionado

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como eje del abastecimiento del AMBA como se esperaba que funcionase. Desde fines
de los años 1980 a la actualidad se han proyectado diversas refuncionalizaciones pero
hasta el momento no se ha ejecutado ninguna de estas.

La organización de la cadena de abastecimiento frutihortícola presenta importantes


debilidades, así nos encontramos con un bajo nivel de organización de los comerciantes
frutihortícolas (verduleros), lo cual impide canalizar o demandar necesidades o pautas
generales a las autoridades sanitarias, de tránsito o fiscales. A diferencia de los sectores
supermercadistas, de cadenas y de los supermercados chinos, que si tiene un nivel
importante de representación gremial. El otro punto en cuestión es la baja capacidad de
oposición que tienen las asociaciones de defensa del consumidor, en el caso particular de
las condiciones en las cuales el consumidor se enfrenta en los comercios.

El sector frutihortícola es uno de los más informales y esto conlleva consecuencias


directas en las posibilidades de recolectar datos y obtener una trazabilidad de los
productos que permitan analizar adecuadamente los procesos de valorización de los
alimentos. A su vez, la característica distintiva de los productos frutihortícolas es que una
vez cosechado los productos no hay operaciones de agregado de valor sino que en cada
etapa se incorpora un costo extra a través de diversas operaciones logísticas, como
empaquetado, frío, carga y descarga. En este sentido, otro de los problemas que se
encuentra es la falta de coordinación en la comercialización lo que resulta en una excesivo
“pase de manos” hasta llegar al consumidor final, encareciendo el producto sin agregado
de valor, en muchos casos pasando por más de un mercado mayorista.

Bibliografía

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consumo de alimentos, disponible en www.inta.gob.ar

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La cuestión urbana en el sensorium tecnológico del siglo XXI: ciudad,


ciberespacio y enjambre digital

Marco Germán Mallamaci


CONICET – UNSJ – UNC
marcomallamaci@gmail.com

I. La ciudad y lo político: una matriz estética

Espacio y tiempo como dimensión común: sensorium

La articulación conceptual entre lo estético y lo político ha cobrado una singular


importancia en diversos campos de estudios durante las últimas décadas. Algunos autores
hacen referencia a un “giro sensorial” de las ciencias humanas (Cfr. Howes, 2013); el
planteo apunta a que las formaciones políticas, históricas y culturales están
condicionadas por dimensiones sensibles específicas que se explican en términos
sociohistóricos; al mismo tiempo las pautas sensoriales de cada cultura están
condicionadas por lo político. A partir de allí se puede hablar de la formación de
regímenes perceptuales, entendiendo que las jerarquías y las lógicas del poder se
establecen sobre un cierto orden social de perceptibilidad: el orden de lo sensible común.
Esto significa que las caracterizaciones de clases sociales, el posicionamiento funcional
de los géneros, las pautas de movilidad y migraciones, etc. se conforman sobre tipologías
sensoriales.

Tomando ciertos elementos del pensamiento de Rancière se puede llevar dicha propuesta
hacia la posibilidad de pensar lo político en base a un fundamento estético y no solo
buscar reflejos condicionantes entre ambas dimensiones. El concepto clave es el de
sensorium1. Rancière parte de Aristóteles y su definición de la política desde el logos,
allí se encuentran dos ejes: la palabra y la ciudad2. Para Aristóteles lo específico del
hombre como ser social está en que posee la palabra y con ella se expresa lo justo, lo
injusto, lo conveniente, lo moral, lo bueno, lo malo, etc. A la vez, la participación común
en estas dimensiones funda la ciudad, que es definida como anterior a las casas y a los

1
La categoría de sensorium toma cierta visibilidad a partir del trabajo de Benjamin sobre la percepción en
la era de la reproductibilidad y en las teorizaciones sobre los medios de comunicación y la sociedad de
masas en autores como McLuhan o Kittler.
2
Rancière no pone el foco (directamente) en el problema de pensar la política en términos de ciudad, sino
en la función del logos y la dimensión litigiosa y discordante en torno al reparto de las partes de una
comunidad.

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individuos (Aristóteles, Política, LI, 1253 a). Lo político, la ciudad y la palabra son una
trenza indisoluble. En Rancière se hace foco en el lenguaje; que los humanos puedan
ejercer el discurso permite la emergencia del problema que tiene que ver con “la elección
de la medida misma según la cual cada parte sólo toma lo que le corresponde” (Rancière,
1996: pp. 17-19). “La política comienza […] allí donde […] la tarea consiste en repartir
las partes de lo común, en armonizar según la proporción geométrica las partes de la
comunidad y los títulos para obtener esas partes.” (Rancière, 1996: p. 17)

La comunidad está organizada sobre regímenes que ordenan las clases que la componen,
se trata de títulos de una comunidad; dichos títulos dan derechos a ejercer la voz (o no),
a ocupar ciertos lugares, posiciones, a ser visible (o invisible). Cuando las partes de lo
común están repartidas en forma plena (para Rancière) no existe lo político, sino que debe
hablarse de lo policial; la matriz de lo político está en la posibilidad de que dicha
organización de los espacios sea amenazada por un escenario discordante. Cuando la
posesión de los títulos que designan lugares y funciones específicas dentro de la trama
social es puesta en duda, los sujetos pueden tomar la voz de la distorsión y reformular
categorías para tratar la configuración sensible que recorta las funciones, los dominios y
los poderes del logos y la simple voz, los lugares visibles e invisibles y las articulaciones
sobre el reparto de las partes.

Dicha repartición de partes se apoya en un gesto estético, la matriz de lo político está en


la dimensión sensible común. Lo político (y lo policial) se define en términos de división
y reparto de lo sensible3, lo cual puede ser entendido como una estética de la política.
Entender la política desde lo estético es visualizar que, los actos de subjetivación que
emergen de lo político definen y redefinen lo que es visible y lo que puede ser dicho en
determinados espacios. El reparto de lo sensible tiene que ver con comprender un sistema
de evidencias sensibles que permite ver la existencia de lo común y los recortes que
definen los lugares específicos de las partes que conforman eso común. Lo que se reparte,
en definitiva, son los espacios, los tiempos, las formas de las actividades, las posibilidades
funcionales, los derechos a la visibilidad, etc. El reparto de lo sensible muestra quién
puede participar de lo común, según lo que hace, su función y sus posibles ubicaciones
en el tiempo y en el espacio. Se define así la posibilidad de ser o no ser visible. Entonces,
si lo político puede ser entendido como algo que tiene que ver con repartir espacios,

3
Categorías que también utiliza el filósofo y antropólogo Laplantine.

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funciones, derechos de voz y participación en lo común; y esto en última se trata de


formas de visibilidad social, se puede plantear que en la base de la política hay una
estética; o sea una repartición de tiempos y espacios comunes (Rancière, 1996: p. 20).

Esas dimensiones espaciotemporales pueden ser nominadas como un sensorium común4.


El reparto de lo sensible común y las tensiones que dan forma a la matriz de lo político
brotan de ese sensorium común, que es donde reside el cruce entre la ciudad y el logos.
La ciudad es logos y el logos es ciudad, lo común y el lenguaje son anteriores a las partes,
por eso lo político y la ciudad no son una suma de casas o familias, sino que polis y logos
forman integralmente una esfera primordial. Entonces, la dimensión de lo político en
sentido urbano puede ser pensada en términos de sensorium común. En el fondo de lo
político hay un gesto estético, no (solo) porque las formas del poder o de lo cultural
afecten los criterios perceptivos, sino porque define los espacios y los tiempos comunes,
las funciones, los lugares y la visibilidad de las partes de lo sensible común. Dicho
recorrido se condensa en un sensorium común, que siempre surge del fenómeno
denominado ciudad.

La cuestión urbana

¿Qué implica pensar lo urbano desde la categoría de sensorium? La mayor parte de los
trabajos teóricos sobre el tema urbano han sido desarrollados por teóricos con fuerte
formación en lo arquitectónico o desde intereses de planificación estatal; en el
pensamiento filosófico ha sido un tema circunstancial que puede ser rastreado en las obras
de Simmel, Benjamin o Weber, pero que no ha derivado en una continuidad teórica
voluminosa y específica. Tal vez el caso más claro de un trabajo filosófico sobre lo
urbano es el de Lefebvre, quien intentó hacer inteligible el fenómeno del espacio en
términos sociales, políticos y económicos. Lefebvre busca avanzar sobre los límites
conceptuales de la descripción morfológica y arquitectónica del espacio.

La ecología describe el habitat, las unidades de vecindad, las formas de relaciones.


Luego se puede encontrar una descripción fenomenológica, […] de las relaciones
entre los ciudadanos y el medio; el entorno, las disparidades del espacio, los
monumentos, las tendencias […]. La descripción empírica insiste sobre la
morfología […], lo que hacen las gentes en un marco urbano determinado […]. Nos
hallamos en los límites de la morfología y de la ecología. La descripción no alcanza
ciertas relaciones sociales […], […] de producción y de cambio, […] los mercados
[…]. (Lefebvre, 1983: pp. 53-55).

4
Rancière utiliza este término cuando trabaja sobre las relaciones entre el Arte y lo político.

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La obsesión teórica de Lefebvre es mostrar la realidad urbana en tanto producción


espacial, desde la complejidad socioeconómica, como sede de mercados, de productos,
de formas industriales, de capitales, de trabajo, de construcción, de obras de arte,
pensamientos, signos, símbolos, etc. El enfoque se apoya en un gesto marxiano que
apunta a las relaciones materiales de producción.

Otro autor que toma esta línea analítica y busca penetrar la rugosidad de lo urbano
avanzando sobre el límite de lo morfológico es Castells. Al igual que en Lefebvre, parte
de la imposibilidad de pensar un espacio “en sí” o un modelo cartesiano donde los cuerpos
se distribuyen sobre la infinita homogeneidad de la extensión. Castells propone:

El espacio, como producto social, […] relación definida entre las diferentes
instancias de una estructura social: la económica, la política, la ideológica y la
coyuntura de las relaciones sociales que resulta de ello. El espacio es […] siempre
coyuntura histórica y forma social […]. (Castells, 2014: p. 473)
También en esta perspectiva se busca el fundamento materialista y la estructura del
proceso de reproducción de la fuerza de trabajo:

Hay unidades urbanas en la medida en que hay unidades de este proceso de


reproducción, definidas sobre la base de un cierto espacio de la fuerza de trabajo. La
unidad urbana es […] unidad específica articulada con las otras unidades que forman
el conjunto del proceso. Tal especificación […] es histórica: deriva del predominio
de la instancia económica en la estructura social […]. (Castells, 2014: p. 474)
¿Qué sucede si estos enfoques sociológicos sobre la cuestión urbana son desplazados
hacia el concepto de sensorium? Llevar el tema hacia el planteo de lo político definido
en términos estéticos, permite plantear que la problemática de la producción del espacio
siempre tiene que ver con pensar las reglas del sensorium común. La clave está en
comprender que los modos de producción y la matriz económica que producen el espacio
urbano, son fundamentalmente formas de determinar los espacios y los tiempos comunes,
cómo se ordenan las funciones, los lugares y la visibilidad de las partes de lo sensible
común. Entonces, la perspectiva estético-política propone que, en el fondo siempre hay
dos categorías que resumen la problemática social de lo urbano, el poder, lo económico
y lo político: el tiempo y el espacio, en tanto dimensiones complejas. ¿Cómo, cuándo y
quienes ocupan, explotan y definen el orden de los tiempos y los espacios? El tiempo y
el espacio son los dos conceptos primordiales de lo estético, lo cual en sentido
sociopolítico se definen como un sensorium común. La ciudad y lo político son
consustanciales (Aristóteles), lo político lleva en el fondo un gesto estético (Rancière),
los espacios son una producción socioeconómica (Lefebvre, Castells): la ciudad es la
forma de lo sensible común.
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II. El sensorium del siglo XXI

Convergencia digital

Algo ha cambiado profundamente en los tejidos sociales, en los modos de producción, de


pensar, de percibir y de conocer; algo ha cambiado profundamente en los modos de
subjetivación y en las dinámicas de interacción. Los laboratorios de inteligencia artificial
y el espionaje de la Segunda Guerra Mundial fueron la matriz que impulsó el salto de la
prehistoria de la programación y el cálculo, a la historia de los ordenadores, la era digital
y la red global ciberespacial (Kittler, 2014: p. 232). Se suele establecer una primera
generación de computadoras sobre la década del treinta y del cuarenta (siglo XX), donde
las investigaciones de Göbel y Turing plantearon los lenguajes formales y los algoritmos.
Dichas investigaciones se cruzan hacia comienzos de los sesenta con las teorizaciones de
Licklider y Kleinrock en torno a las redes descentralizadas y el empaquetamiento de datos
para la circulación entre ordenadores. A partir de allí y en conjunción con las secuelas
frías de la Segunda Guerra, se desarrolla ARPANET, que puede ser entendida como la
prehistoria de Internet. En la década del ochenta Apple y Microsoft logran la masificación
de dispositivos y sistemas operativos cada vez más amables: queda atrás la era de la
computación para ingenieros, universidades y centros de investigación militar; se pasa a
la etapa de los ordenadores domésticos que conviven e interactúan en la cotidianeidad de
las sociedades. En la década del noventa se concreta el paso a los protocolos de Internet
y comienzan las indexaciones de datos, las cuentas de correos electrónicos y las
investigaciones sobre motores de búsqueda. Se cimienta el mundo 3.0: Big Data, redes
sociales, perfiles, claves, consumo, servicios, hackers, etc. Dos líneas de investigación
convergentes (1- los algoritmos y la inteligencia artificial de Turing: 2- las redes de
Licklider) que funcionan como un embudo centrípeto para toda la estructura mediática de
las sociedades de masas.

Los medios de transporte cambiaron la fisonomía de las ciudades y del planeta, desde la
tracción animal y las carretas, a los barcos, los rieles, los automóviles y los aviones
(Innis). El teléfono, la radiofonía y la televisión transformaron la compresión del espacio,
el tiempo y las relaciones humanas. Las pantallas abrieron un espacio donde se condensan
los intervalos físicos de la ecuación espacio-tiempo-velocidad: algo ha cambiado
profundamente. Los celulares modifican el ritmo y la circulación por el tejido urbano, la
conexión virtual genera un nuevo espacio social: el sensorium del siglo XXI emerge desde
la convergencia de la complejidad humana en el flujo rizomático de los bits. ¿Qué tipo

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de mutación se da en la cuestión urbana cuando la técnica digital atraviesa íntegramente


la textura social? ¿Cómo funciona el sensorium común ciberespacial? La fisonomía de
las ciudades permite hacer visible las lógicas funcionales de una sociedad. La ciudad
permite ver la forma de lo social, esa distribución espacial y sensorial que se describe en
término de fisonomía es un sensorium común. Entonces ¿qué formas urbanas surgen de
la sociedad digital?

Enjambre digital

La idea de sensorium aparece con cierto sentido estético-político (no solo fisiológico-
perceptivo) en la primera mitad del siglo XX, cuando comenzó a ser evidente que la
transformación técnica de la industria había marcado las pautas perceptivas de la
sociedad. El fenómeno que hace emerger la idea de sensorium está en los medios masivos
de comunicación y la conceptualización de la sociedad de masas. El capitalismo
avanzado abrió el horizonte hacia un poder irradiante que llegaba a las masas atravesando
el espacio y el tiempo desde una dinámica novedosa: la telecomunicación masiva. Si bien
el concepto de comunicación masiva ha sido extendido a los ritos de las iglesias 5 o a la
aparición de la imprenta, lo cierto es que comienza a tener espesor en las primeras décadas
del siglo XX, hasta allí habían sido los periódicos, la propaganda política y el cine los que
comenzaban a configurar una cultura de masas. La conjunción entre cine, radio y
televisión conformó la dinámica específica del siglo XX: el sujeto masivo, la multitud
adherida a sentidos culturales unidireccionales, la transmisión unilateral de información
que moldea las conductas, los pensamientos y las formas de percepción. El público de
masas es la forma social fundamental del capitalismo avanzado del siglo XX; pero con la
transformación técnica derivada de los ordenadores digitales y las redes virtuales se
construye una nueva matriz social: el enjambre.

El enjambre digital marca las dinámicas del sensorium cibernético del siglo XXI. Los
términos cibernética o ciberespacio esconden un equívoco que deriva en la idea de
enjambre. La cibernética investiga los sistemas reguladores y las teoría del control. El
término proviene de Κυβερνήτης (kivernitis: el timonel, quien comanda y gobierna una
embarcación), se trata de comprender cómo se controlan y regulan los sistemas; lo cual
deriva en el problema de la autoregulación y la automatización. El uso común del
concepto en relación a lo computacional proviene de la palabra "ciberespacio", que

5
Bauman describe la Iglesia como un medio de comunicación de masas.

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aparece en la novela Neuromante de William Gibson (publicada en 1984).


El ciberespacio es definido allí como una realidad virtual (tiempo-espacio) que funciona
dentro de los ordenadores y de las redes digitales. En el término ciber se cruzan dos
sentidos, la función autoreguladora de los sistemas y el espacio virtual de la era digital.

Hoy los mecanismos cibernéticos del medio digital forman los modos de convivencia.
Algunos valoran la era digital como la puerta hacia un flujo simétrico de datos, donde la
comunicación participativa avanza sobre la pasividad de la televisión y la sociedad de
masas tradicional. Internet podría abrir el juego capitalista a un mundo donde todos son
emisores, receptores y productores6 (a la vez). Esto deja atrás al homo electronicus de
McLuhan y a las masas de espectadores frente a los medios telecráticos para pasar a un
modelo de sujetos que interactúan en la red desde la atomización; lo cual no significa que
no se formen colectividades, sí existen grupos, pero se disuelven en la fugacidad. En los
medios masivos de comunicación se generaban direcciones desde un poder irradiante,
con el avance del ciberespacio interactivo las masas sociales se transforman en enjambres.
El enjambre digital es una red que consta de individuos y colectivos fugaces, pero no de
masas unificadas. El homo digitalis del enjambre actúa desde su privacidad, mantiene su
identidad, pero se presenta en el enjambre, mantiene su perfil y lo perfecciona; es
anónimo, pero se expone y solicita atención. Con el medio digital emerge una presencia
en la inmediatez temporal, ya no hay intermediarios, ni tiempos de espera, la información,
los datos y las imágenes se envían y se reciben instantáneamente. El homo digitalis
hereda de la sociedad de masas centrada en la pantalla televisiva el convencimiento de
que las imágenes tiene más vida que la gente real, las pantallas son más reales que la calle.
La pantalla es la interficie fundamental de la urbanidad global del siglo XXI.

La dinámica central del enjambre cibernético está en el Big Brother digital que funciona
en términos de Big Data, lo cual conforma un dispositivo amable de control. La era
digital, por medio de la interacción de programadores, usuarios, servicios, seguimiento y
formas de control e indexación de datos, ha construido un panóptico digital. Con Internet,
Smartphones y Google, la libertad de la comunicación interactiva lleva a que los hábitos,
las acciones y las formas de vida sean reveladas voluntariamente, los dispositivos de

6
Se suele utilizar el concepto de “prosumidor” (productor-consumidor), acuñado por Toffler (1980). Pero
esta terminología guarda una serie de equívocos, ya que el autor la utilizó al estudiar las diversas formas
económicas de la historia y el paso de la sociedad agrícola a la industrial. Aplicar el concepto a la
problemática del ciberespacio implicaría un análisis que salve las diferencias con el sentido original de
Toffler.

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control ya no necesitan extraer los datos íntimos de la sociedad en forma forzada. El Big
Data permite hacer pronósticos de comportamiento, extrae de los recorridos
ciberespaciales los hábitos, gustos y formas íntimas, pero sin utilizar ningún principio
negativo, sino abriendo un espacio de juego espontáneo.

El concepto de enjambre se relaciona con la idea de un superorganismo autoregulado,


donde los individuos no accionan desde el libre albedrío, sino que funcionan desde la
sintaxis general del proceso operativo; el modelo clásico es el de las abejas. Si bien
algunos confían en la era digital como el espacio para la participación libre y la acción
colectiva simétrica, la figura del enjambre pone de relieve el mecanismo de control
algorítmico que permite pensar en una posible distopía encaminada hacia una sociedad
global de autómatas.

Más allá de las valoraciones positivas o negativas, el sensorium del tardocapitalismo es


un tejido donde se cruzan la matriz de la cultura de masas (multitudes), la conectividad
de las redes digitales y el enjambre de la Web 3.0 (Berardi, 2017: 240-243). La
“revolución digital” ya ha pasado, entre los años ochenta y el comienzo del siglo XXI la
tecnología dio el salto definitivo hacia el sensorium de la digitalización de lo real: los
sonidos, la escritura, las imágenes, los conceptos, los datos, etc. En forma paralela al
desarrollo de las redes de telecomunicación, la digitalización atrajo toda la circulación de
datos hacia la red. Se trata de una condición tecnológica universalizada que transformó
el acceso a la información, las formas de circulación económica, las relaciones con los
otros y las pautas espaciotemporales. Esa arquitectura que muchos llaman “la era
inteligente de la técnica”, trabaja sobre la colecta automatizada de volúmenes
astronómicos de datos y sobre su tratamiento en tiempo real a través de algoritmos que
sobrepasan las capacidades de cálculo de los humanos. Son arquitecturas electrónicas
capaces de administrar por sí mismas la regulación de la circulación y el tráfico en las
rutas, la distribución de energía, el movimiento monetario, etc.

Algo ha cambiado profundamente, el enjambre hiperconectado atraviesa los espacios y


los tiempos comunes construyendo un mundo de datos que pueden ser explotados en una
infinidad de funcionalidades. Las sociedades ya no trabajan offline y online, sino que
tejen sus relaciones en una continuidad íntegra donde la nueva bitsfera y el espacio físico
son indisolubles. Se trata de una nueva inteligibilidad, una nueva sensibilidad, una nueva
condición epistémica y un nuevo sensorium común.

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III - La cuestión urbana en el enjambre digitalizado.

Desde los esqueletos de materiales duros y piedras, a los intercambios económicos y


simbólicos. Desde la aldea que crecía en torno al altar y el ágora, a los acueductos, los
caminos, las redes de cañerías subterráneas, agua, cloacas, electricidad, gas, etc.
Finalmente, el telégrafo, el teléfono, los medios masivos de comunicación y la red digital
construyeron la piel de las ciudades contemporáneas. Smart Cities, Digitalia, Telépolis,
GPS, mapas, cámaras de monitoreo inteligentes, Smartphones, etc. El sensorium del siglo
XXI construye rápidamente un espacio invisible por medio de artefactos que dibujan
nuevos mapas colectivos.

En general, el primer elemento desde donde se piensa la digitalización de las ciudades


pasa por los algoritmos sociales articulados con Internet de las cosas: medios de
transportes automatizados desde el uso de GPS, tecnologías de limpieza inteligente,
suministros de electricidad, medios de compra y consumo, etc. Lo cual suele tratarse de
un gesto de planificación, muchas veces utópico, aunque cada vez más realizable: la
ciudad perfecta, limpia e inteligente7. ¿Qué significa esto en términos de producción de
espacio y tiempos comunes?

De los espacios de la Modernidad capitalista al homo digitalis

La herencia moderna del capitalismo industrial toma forma urbana a través de los
dispositivos del biopoder. Foucault muestra cómo los diseños urbanos del siglo XVIII
hacen visible las lógicas del poder gubernamental. El criterio axial del modelo moderno
está en los dispositivos de seguridad, o sea el diseño de espacios de seguridad. La idea
de seguridad va enlazada al sujeto moderno “población”, que permite la ecuación entre la
antigua categoría de soberanía territorial y la población como variable de cálculo social.
El liberalismo de la industria decimonónica dirigió estos conceptos hacia el orden
disciplinar, que se hace concreto en la vigilancia de los cuerpos. Entonces seguridad y
población son los esquemas que se reproducen a nivel urbano bajo la figura de lo policial8
(Foucault, 2000: p. 27).

Foucault muestra en tres ejemplos de ciudades, cómo estas lógicas del poder se tratan de
prácticas espaciales (Foucault, 2000: p. 28-29). En el siglo XVIII la problemática del

7
Modelo que, si bien se piensa en términos de utopía, puede ser entendido como una distopía donde se
termina anulando la contingencia de la libertad humana.
8
El dispositivo policial emerge en los comienzos de la Modernidad como una instancia de administración
de los objetos urbanos, del vivir y el vivir mejor siendo útil al Estado: policiar es urbanizar.

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mercantilismo, el crecimiento comercial y el cálculo demográfico se traducía en el


problema de situar la ciudad en un espacio de circulación. 1- Le Maître se pregunta en
La metrópolis (1682) si es necesario que un país tenga capital. A partir de allí organiza
un Estado en tres órdenes: campo, ciudad, capital; o sea cimientos, comunes y nobles. La
relación primordial en este planteo es la ecuación territorio-soberanía-distribución
espacial (Focault, 2000: p. 31); esto significa que un buen país debe tener forma circular,
con su capital en el centro, desde donde cumple la función de catalizador y redistribuidor
de la producción. 2- En el caso de la ciudad de Richelieu se toma la forma del
campamento romano. Se trata de un instrumento de disciplinamiento que permite la
vigilancia. En La Metrópolis se trata de un enfoque global y territorial que capitaliza el
Estado (Foucault, 2000: pp. 33-35), mientras que en el ejemplo de Richelieu la cuadrícula
y el funcionamiento de la arquitectura espacial piensan la disciplina y el orden sobre el
espacio vacío. 3- El tercer ejemplo es el modelo inglés de Nantes (Foucault, 2000: p. 36),
donde el objetivo es eliminar el amontonamiento y regular la circulación con el campo.
La circulación comercial impone articular calles y rutas, permitiendo la vigilancia para
organizar el tráfico. Es un modelo que maximiza elementos positivos según el cálculo de
probabilidades, la categoría central es la seguridad. Desde estos tres ejemplos urbanos
Foucault puede plantear las lógicas del poder en la Modernidad: la soberanía capitaliza el
territorio, la disciplina arquitectura el espacio y la seguridad lo acondiciona según
cálculos de probabilidad.

Los modelos de pensamiento urbano de la Modernidad muestran la configuración


profunda de lo social, ya sea que se tomen los ejemplos citados de Foucault, los proyectos
de Hausmann o la Carta de Atenas, es posible observar los dispositivos del poder en su
forma capitalista biopolítica. O sea, la arquitectura del espacio en términos de
circulación, la vigilancia, el control, la división del perímetro privado y la apertura
pública, diagraman el sensorium común de las urbes modernas.

Pero en 1967 McLuhan afirma que “la ciudad ya no existe, salvo como espejismo cultural
para turistas” (Mitchell, 2001: p. 7). La referencia es al homo electronicus y al paso del
mundo de Gutenberg a la aldea global estructurada sobre la telepresencia. Hacia
comienzos del siglo XXI la galaxia de telecomunicaciones que había matado la ciudad
tradicional ya ha sido absorbida por una nueva pauta espaciotemporal: los bits.

La historia se repite […] el sistema de suministro de información ha cambiado.


Antes, teníamos que ir a lugares para hacer cosas […]. Ahora tenemos tuberías para

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bits, redes digitales […] (para) transportar información […]. Esto nos permite hacer
[…] sin tener que ir a ninguna parte; por tanto, los antiguos lugares […] se
fragmentan y dispersan […]. (Mitchell, 2001: p. 8)
Con la convergencia digital el problema que se impone en la producción de los espacios
tiene que ver con sociedades postdisciplinares, donde la tecnología juega un papel que
aun escapa a los marcos conceptuales vigentes. Los algoritmos, el Big Data, las pantallas,
el GPS, los servicios telemáticos y los conductos transnacionales, diagraman nuevas
pautas de subjetivación y de producción espacial.

Los edificios, […] y ciudades que surgen de la revolución digital […] conservarán
mucho de lo que nos es familiar […]. Pero, superpuesta a los residuos […] existirá
una estructura global de conexiones de telecomunicaciones de alta velocidad, lugares
inteligentes y aplicaciones informáticas cada vez más indispensables. Esta última
capa cambiará las funciones y valores de los elementos urbanos […] y reconstruirá
radicalmente sus relaciones. El nuevo tejido urbano […] se caracterizará por hogares
para vivir y para trabajar, comunidades activas las veinticuatro horas,
configuraciones remotas […] entretejidas […] electrónicamente, sistemas de
producción, comercialización y distribución descentralizados […]. (Mitchell, 2001:
p. 12)
El sensorium común moderno estaba atravesado por los conceptos de utilitarismo,
población, seguridad, territorialización del Estado, circulación, disciplina, normalización,
producción industrial, etc. Se trata de un esquema espacial organizado fundamentalmente
en cuatro dimensiones: la ciudad (y el campo), el Estado, la región y el sistema-mundo.
Allí, la concentración del poder irradiaba desde el núcleo del Estado, tanto en dirección
interna hacia los diferentes centros urbanos, como hacia las relaciones interestatales que
daban forma a la región y al sistema-mundo. Se trataba de un sensorium jerarquizado
donde los diversos niveles funcionaban en forma escalonada; las decisiones, las noticias,
la circulación económica, la distribución de los espacios de educación, salud, gobernanza,
etc. fluyen desde los centros metropolitanos hacia el resto de las urbes. Las trazas
urbanas, las campañas de salud, los planes de alfabetización y las lógicas de distribución
de los espacios y tiempos comunes se producen en forma compulsiva desde los Estados
nacionales hacia la red de ciudades que forman el territorio. La era digital impone un
cambio profundo que exige pensar en un nuevo sensorium común y en un futuro incierto
en torno a la producción del espacio urbano.

La ciudad, los espacios y los tiempos: siglo XXI y enjambre capitalista

El cruce entre la telepresencia y la digitalización moldean los criterios y dinámicas de la


producción de los espacios y la administración de los tiempos en el sistema global del
capitalismo tardío. Con la telepresencia, se deslocalizaron las posiciones y se abrió un

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mapa novedoso para la situación de los cuerpos. Pero hasta la explosión de Internet y la
formación del enjambre digital, el orden de los espacios siguió monopolizado por el
Estado y sus pautas biopolíticas. El sensorium urbano de la segunda mitad del siglo XX
trabajaba todavía sobre los ejes de la disciplina, la normalización y el cálculo poblacional,
pero articulados sobre la trinidad telecrática del entretenimiento, la educación y la
información (Cfr. Briggs, Burke, 2002). De todas formas, el cine, la radio y la televisión
dieron forma a nuevas métricas espaciotemporales en las urbes: multitudes congregadas
en las salas de cine, grupos frente a la pantalla informativa de los noticieros, la caja de
teletransmisión como integrante del grupo familiar, etc. Ese nuevo sensorium se
desarrolló articulado con el poder normalizador de la biopolítica estatal.

En los últimos veinte años del siglo XX no se trata (solo) de la telepresencia sino de la
formación del enjambre ciberespacial; ahí se abre el problema de la realidad virtual, que
no solo niega el hic et nunc (aquí y ahora), sino que construye un horizonte donde el
ensamblaje de las dimensiones Estado, ciudad, región, sistema-mundo se disloca (Cfr.
Sassen, 2000). El sensorium disciplinar y los espacios normalizadores rápidamente
quedan obsoletos ante las lógicas del tiempo y el espacio en el sistema global digital. Ya
sea que se hable de Telépolis, Tercer Entorno 9 (Cfr. Echeverría, 1996, 1999), Bitsfera
(Cfr. Mitchell, 1991), Smart Cities, E-Ciudad, o ciudades digitales, la primera
conceptualización que aparece es la idea de un urbanismo del ciberespacio. Esto hace
referencia a la posibilidad de pensar las redes digitales de información con un sentido
urbano de planificación. Aquellos que piensan la digitalización como una puerta para
sociedades más justas hablan de ciudades inteligentes, ecológicas, sociedad del
conocimiento, etc. donde la información y la comunicación deberían funcionar al servicio
del “desarrollo”. Conceptos como cyber-community, comunidad en línea, comunidad
virtual, tele-community system, gobierno electrónico o comunidad inteligente, condensan
la posibilidad de una urbanización ciberespacial de las ciudades.

El aprovechamiento de la convergencia digital y las comunicaciones en sentido urbano


tiene que ver con la promoción de servicios disponibles en línea: comunicación
instantánea entre ciudadanos y autoridades, creación de comunidades virtuales,
promoción de la transparencia, habilitación de la tecnología de telemedicina y teletrabajo,
etc.

9
Javier Echeverría utiliza las categorías de primer, segundo y tercer entorno para conceptualizar el entorno
natural, la artificialidad humana y la digitalización, respectivamente.

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[...] las condiciones de generación de conocimiento y procesamiento de información


han sido sustancialmente alteradas por una revolución tecnológica centrada en el
procesamiento de información, la generación del conocimiento y las tecnologías de
la información. […] La tecnología siempre se desarrolla en relación con contextos
sociales, institucionales, económicos, culturales, etc. […] parecido a lo que ocurrió
cuando se constituyó la sociedad industrial –y no me refiero simplemente a la
máquina de vapor, primero, y a la electricidad, después. Se constituye un paradigma
[…] en el que todos los procesos de la sociedad, de la política, de la guerra, de la
economía pasan a verse afectados por la capacidad de procesar y distribuir energía
de forma ubicua en el conjunto de la actividad humana. (Cfr. Castells, 2001)
Aunque los tecnófilos aboguen por una urbanización cibernética que aseguraría el
carácter participativo y comunitario de ciudadanos más libres, la aceptación acrítica del
sensorium algorítmico pueden significar esclavitud (Cfr. Virilio, 1997). Tal como lo
definen Lefebvre y Castells, los espacios urbanos emergen de las formas socioeconómicas
de producción, con lo cual la problemática que se abre con la expansión del sensorium
cibernético no pasa tanto por plantear la posibilidad de una ciudad digital hipereficiente,
sino por entender qué nuevas lógicas de distribución de los espacios y los tiempos se
configuran. La ciudad es la matriz de lo político, el desafío pasa por conceptualizar los
nuevos dispositivos de poder en la era de la urbanización digital. Uno de los conceptos
que permiten poner de relieve la matriz del siglo XXI es el de ciudad global (Cfr. Sassen,
2000)10.

La categoría de ciudad global intenta explicar cómo se produce el desensamblaje de lo


nacional en el sistema socioeconómico de fines del siglo XX. El sensorium del siglo XXI
construye una imbricación de distintos niveles territoriales, normas económicas y órdenes
jurídicos. La tradicional capitalización del territorio de Le Maître, la arquitectura urbana
basada en el campamento romano y los modelos de circulación y vigilancia del
dispositivo disciplinar en el capitalismo moderno (fundamentados en el poder de los
Estados), dejan el espacio a una nueva dinámica donde se forman circuitos supra y
subestatales que ya no se rigen por la pauta disciplinar del biopoder. Las temporalidades
dejan de ser lineales y los territorios dejan de ser superficies, el poder se vuelve difuso y
los Estados nacionales se encastran entre lo local y lo mundial. El ciudadano comienza a
formar parte de un todo social en el que la distancia física no es un impedimento para la
interrelación. Las nuevas articulaciones configuran un multi-nivel entre mega-regiones.

10
Saskia Sassen no parte de la revolución digital para conceptualizar la ciudad global, sino de las dinámicas
de los mercados financieros a partir de la década del ochenta; de todas formas, el concepto explica cómo
se redistribuyen los espacios y los tiempos sociales en el sistema global contemporáneo. No se deben
confundir los conceptos de ciudad global con los de aldea global o ciudad mundial.

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La ciudad global es el borde donde se acoplan las espacialidades tradicionales con la


globalidad digital. Se conforma entonces una nueva temporalidad económica global con
nuevas oportunidades y lógicas que escapan al modelo estatal. La información
telemática, la telepresencia y la indexación de datos construyen una red interurbana que
atraviesa el planeta y sobrepasa la capacidad de control de los Estados. La hipermovilidad
de la información domina el circuito de capitales. Con la emergencia de la red cibernética
y la jerarquización de las ciudades, el Estado, la región y el sistema-mundo se reorganiza
y cada ciudad se transforma en un nodo que se conecta con el globo sin la necesidad de
atravesar el límite del Estado nacional.

El sistema de ciudades globales, interconectadas en el espacio cibernético, implican una


nueva dispersión geográfica de las actividades económicas, junto con la simultánea
integración sistémica de dichas actividades. Se forman así, centros transterritoriales
constituido parcialmente en espacio digital, a través de intensas transacciones económicas
en la red de las ciudades globales. Estas redes, que se forman como centros
internacionales de negocios, constituyen nuevas geografías de la centralidad, en espacios
generados electrónicamente. Se abre así una dinámica paradójica de tensiones entre el
reparto de los espacios y los tiempos locales y globales, entrelazados con la articulación
entre el espacio real y el digital. La ciudad global es la espacialidad de lo urbano que
oscila entre redes transnacionales parcialmente desterritorializadas y localidades
territoriales con masivas concentraciones de recursos; las economías están ahora
desmaterializadas y digitalizadas, dando como consecuencia que ellas puedan viajar a
grandes velocidades a través de la red. Esta nueva producción de la espacialidad urbana
es parcial en doble sentido: constituye solo parte de lo que sucede en las ciudades y de lo
que representa la ciudad y, por otro lado, se instala solo en parte del espacio urbano.

La complejidad de las sociedades digitales abre dos problemáticas en torno a lo urbano


entendido, primero en términos de reparto de lo sensible común y esto a su vez en tanto
poder y acción en la dimensión política: 1) el reensamblaje de dimensiones sobre la red
de ciudades globales y 2) el funcionamiento de espacios y tiempos cibernéticos. Internet
es el tejido del mundo contemporáneo, no se trata del futuro, sino de un presente donde
una red de redes de ordenadores organiza el sensorium común a escala global.

Algo ha cambiado profundamente. La urbanización digital implica abrir la puerta hacia


nuevos modos de producción del espacio, el sensorium urbano del siglo XXI trabaja en
un tejido multidimensional indisoluble: lo local y global (lo glocal), el espacio virtual y

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el físico y los reensamblajes del poder del Estado en conjunción con los nodos de la red
de ciudades globales. La trampa de este entramado está en la producción del espacio
cibernético.

Con el homo digitalis la producción de información y contenidos ya no fluye


(exclusivamente) desde los centros de poder hacia las masas, sino que cada individuo
produce desde su privacidad e intimidad, esto deriva en la anulación (parcial) del espacio
privado, que se transforma en exposición permanente. El homo digitalis se integra
voluntariamente a una sociedad comunicacional de vigilancia y control digital. Se
conforma un Big Brother digital que trabaja de forma amable; a diferencia del Estado
disciplinario biopolítico compulsivo, el panóptico aparece ahora en una versión sutil y
telecrática. Donde antes se explotaban al máximo las potencialidades del
disciplinamiento rígido y la vigilancia, ahora se expande una supuesta libertad de
comunicación ilimitada que lleva a la exposición voluntaria de los hábitos, las acciones y
las formas de vida de los individuos; entonces los dispositivos de control ya no necesitan
extraer los datos íntimos de la sociedad en forma forzada. La producción del espacio en
las tensiones socioeconómicas del siglo XXI funciona desde un principio positivo, en vez
de recluir para el trabajo forzado, el sistema estimula y el panóptico digital no se muestra
como vigilante, sino que genera la sensación de libertad (Cfr. Han, 2014b: p. 33). La
traza político-urbana de la biopolítica basada en instalaciones de reclusión, la familia, la
escuela, la cárcel, el hospital, la fábrica, la circulación, etc. formaba un tejido de
dispositivos que trabajan directamente sobre la distribución de los individuos en el
espacio y el tiempo, con el homo digitalis y el espacio virtual se impone y entrelaza un
nuevo tiempo universal de hipermovilidad.

La matriz profunda de este ciberespacio donde se conjuga la técnica digital, la industria


telecrática y la autoexhibición de los deseos por parte de los consumidores, deriva en la
convergencia de la libertad y la explotación en tanto autoexplotación (Cfr. Han, 2014b).
El ciberespacio autoregula los paquetes de información y la circulación en base a la
exposición que hacen los individuos de sus vidas, entonces la red se llena de bienes
inmateriales y formas de consumo afectivo. Si la primera etapa del poder telecrático dio
forma a las multitudes del consumo en masa, con la revolución digital se genera el
enjambre interactivo donde los elementos de optimización, competencia y motivación
pueden ser explotados desde la amabilidad del capitalismo de los afectos. En el sensorium
digital opera el me gusta y se genera una producción “inteligente” de tiempos y espacios

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comunes. Las lógicas de la urbanización digital no son prohibitorias, protectoras o


represivas, sino proyectivas y permisivas: maximiza el consumo y la hiper-comunicación.
Si el censo biopolítico permitía conformar una sociedad disciplinaria material y
explotable demográficamente, el sensorium ciberespacial se apodera del comportamiento
de las masas reproduciendo el sistema por medio de un control activo que se autoregula
con la participación voluntaria de los ciudadanos. Entonces el capitalismo puede
funcionar de una forma cada vez más inmaterial, más delicada y más peligrosa.

El ciberespacio y el homo digitalis se perfilan como un horizonte de “Inteligencia


Artificial”: las computadoras se vuelven exponencialmente mejores en la “comprensión”
del mundo. Los pronosticadores plantean que, en 2030 los ordenadores serán más
inteligentes que los humanos, los automóviles autónomos, será ilegal que los humanos
conduzcan, van a cambiar las ciudades, las antiguas autopistas quedarán obsoletas, las
estaciones de servicio con sus enormes tanques de combustible fósil quedarán en desuso,
las ciudades serán menos ruidosas, cualquier emprendimiento que no funcione con un
teléfono móvil quedará condenado al fracaso, el 70-80% de los empleos desaparecerán y
se crearán nuevos puestos de trabajo. Algo ha cambiado profundamente; la trampa está
en la algoritmización.

Si la producción del espacio en el siglo XXI funciona desde un sensorium cibernético


donde el cálculo algorítmico explota las enormes masas de Big Data, se abre la puerta
para la posibilidad de sistemas autoregulados y automatizados. La ONU ya ha propuesto
que cada persona tendrá una identificación biométrica válida en todo el mundo: la
imposición de la tarjeta de “Identificación Biométrica Universal”. Entonces Digitalia,
Telépolis y la bitsfera terminan proponiendo un sensorium automatizado donde los
tiempos y los espacios se reparten en base a la vigilancia y el control absoluto de la
inteligencia artificial.

El sensorium digital plantea dos dimensiones fundamentales de problematización para la


cuestión urbana en sentido estético-político. En primer lugar, la producción del espacio
urbano del homo digitalis está estructurada sobre una multidimensionalidad atravesada
por lo local, lo global, lo estatal, lo regional y lo individual. Los goznes de este sensorium
son las ciudades globales. El reensamblaje de la era global implica nuevas funciones de
la matriz de Estados, ciudades y sistema-mundo: el resultado es una especie de síntesis
entre la repartición sensible de espacios locales-globales y tiempos locales y universal.
Las ciudades globales forman el nuevo eje de centralización y fuerza hegemónica sobre

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los modos de la repartición de lo sensible común en el sistema del homo digitalis. El


mecanismo intrínseco de este sistema trabaja desde una funcionalidad semiocapitalista
que penetra la sensibilidad por medio de la tecnología comunicacional. Los modos de la
producción de los espacios y los tiempos en el tardocapitalismo digital pasan por la
inmaterialidad de la circulación amable de contenidos emotivos y la explotación de la
dimensión del deseo. Se trata de la transición del entorno mecánico de reproductibilidad
industrial y pautas de producción del espacio urbano del modelo disciplinario a la
semioeconomía de la posmodernidad digital. La urbanidad moderna sujetaba el cuerpo
social a la disciplina industrial desde una acción macrosocial que diseñaba los espacios y
los tiempos sobre el concepto biopolítico de población, la urbanidad cibernética construye
un sensorium postdisciplinario, motivacional y amable, tejido sobre el enjambre
cibernético.

En segundo lugar, los algoritmos se vuelven decisivos en el diseño y la producción del


espacio y el cuerpo social. Su funcionamiento desplaza el nudo entre ciudad y política
hacia el automatismo tecnológico. Entonces, los tiempos y los espacios de la urbe digital
comienzan a poner en duda la posibilidad de ser entendidos como transformación e
intencionalidad política, para abrir la discusión hacia un esquema evolutivo (Cfr. Berardi,
2017); la nueva urbanidad se trataría más de un sistema de sensibilidad colectiva que
sintoniza con el medio ambiente, que de una trama política.

Si tal como lo entendía Aristóteles, la ciudad es previa a los individuos y es a la vez el


espacio primordial de lo político, la producción de un ciberespacio estructurado sobre la
matriz del Big Data, el panóptico digital y el cálculo algorítmico implican dos puertas: o
bien el ciberespacio abre un horizonte inédito y aun imprevisible para el juego político y
los dispositivos de poder, o bien el camino es hacia la automatización funcional de
sociedades digitales. La ciudad y lo político son indisolubles y su especificidad está en
la acción en tanto prácticas de poder, cuando la algoritmización bosqueja una
urbanización hipereficiente y autoregulada desde las cosas mismas, en una red de nodos
y ensamblajes globales, el peligro está en que Digitalia pueda ser el fin de las ciudades.
Las urbes de los humanos son mundos políticos, no enjambres de abejas, cuando todo es
calculable y controlable desde una inteligencia artificial global, la ciudad como matriz de
lo político desaparece bajo la ingeniería tecnocrática que aspira al automatismo
hipereficiente.

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El sensorium ciberespacial, la urbanización digital y los espacios y tiempos comunes del


siglo XXI son un signo de interrogación; ante el dilema de un futuro distópico o un nuevo
mundo de formas urbanas imprevistas, la propuesta conceptual que une la ciudad a lo
político reclama revisar los versos de Teseo y el pulso del teatro griego: “lo que hace
posible que los hombres puedan soportar la carga de la vida es la polis, el espacio donde
se manifiestan los actos libres y las palabras del hombre”.

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Deconstruyendo las regulaciones urbanas: actores y problemas

Sofia Spinelli
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Asociación Civil por la Igualdad y la
Justicia (ACIJ)
spinellisofi@gmail.com

Introducción

La gestión del actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez
Larreta, se encuentra en una etapa de transformación en materia de política habitacional-
urbana. Sin entrar en detalles sobre los intereses que puedan motivar estas
transformaciones, existe una situación novedosa en cuanto a la alineación de poderes: la
Presidencia de la Nación, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y el Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires, se encuentran a cargo de un mismo partido político.

A fines de 2016, se inició una nueva etapa de este proceso, la "reglamentarista", con la
construcción de un anteproyecto de reforma del Código de Planeamiento Urbano y el
Código de Edificación.

El Código de Planeamiento Urbano, que data de 1977 y sufrió sucesivas modificaciones


parciales, “…regula los aspectos relativos a las habilitaciones, la organización del tejido
edilicio y la distribución de usos de suelo de la Ciudad de Buenos Aires, entre otras
temáticas” (Gobierno de la Ciudad de Buenos aires, 2016). Según Eduardo Reese:

Las reglamentaciones urbanísticas se concentraron en dos tipos de dispositivos


operativos: las normas de uso de suelo y las normas de tejido urbano. En general
estos presentan, desde un planteo de fuerte abstracción, una rígida clasificación de
las diferentes actividades a través de la técnica del "zooning", la definición de
indicadores y densidades de ocupación y la determinación de un conjunto de
patrones para la subdivisión del suelo (Reese, 2006)
El Código de Edificación data de 1944 y, entre otras cosas, regula alturas máximas y
mínimas, el número de pisos y distribución de los edificios, superficies mínimas de patios
de aire y luz, la subdivisión de terrenos, etc., (Tella, 2006).

La nueva normativa presenta grandes cambios. El Código Urbanístico (anteproyecto de


cambio para el Código de Planeamiento Urbano vigente) presenta como mayor
transformación, el cambio del factor de ocupación total (FOT) y del factor de ocupación
del suelo (FOS), por un mapa por alturas general, la re-densificación del sur de la ciudad
y las grandes avenidas, entre otras. El Código de Edificación, a grandes rasgos, presenta

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cambios tanto en la normativa de accesibilidad, como en las medidas mínimas de los


inmuebles.

En este contexto, se realizaron distintas instancias de participación en las comunas y un


encuentro llamado Seminario Foro Participativo Permanente (SFPP), que es una de las
instancias de debate público para la constitución de los proyectos de ambos códigos. Esta
instancia fue realizada por orden judicial, a partir de una medida cautelar dictada por la
jueza Elena Liberatori, al amparo presentado por el Observatorio del Derecho a la Ciudad
en pos de que se respete el principio de la democracia participativa y la participación de
las Comunas con sus respectivos Consejos Consultivos Comunales (Ley 1777).

Este trabajo se centra en el análisis de la versión taquigráfica del SFPP, con el objetivo
de poder identificar los diferentes grupos y sus demandas. Para ello, se distinguieron
actores, problemas, y propuestas vinculadas con el código, etc. Se analizan los resultados,
previamente sistematizados, partiendo de las siguientes hipótesis: a) El SFPP no
representa un espacio de participación real. b) La mayor parte de los problemas
planteados por los vecinos no tienen vinculación con los Códigos. c) El discurso de los
vecinos parte de las particularidades de su contexto. d) El discurso de los académicos y
de las organizaciones no gubernamentales (ONG) parte de una comprensión global de la
ciudad.

Luego de analizar el documento, se discute la participación y su vinculación con el SFPP


a partir del concepto de participación social de distintos autores. Se parte del supuesto de
que la participación no es una temática específica de los códigos, sino una problemática
que los rodea, ya que existen leyes que amparan a la población en su carácter de agentes
de participación.

Modalidad de participación del SFPP

El 12 de mayo se publicó en la página web del Gobierno de la Ciudad la noticia en la que


se invitaba al SFPP. Cualquier persona podría inscribirse para la participación como
orador o participante. La diferencia entre estas modalidades, es que el primero tendría la
posibilidad de hablar en el seminario mientras, el segundo, asistiría solo como oyente. De
esta forma, se inscribieron 206 personas como oradores, que por número de inscripción
tendrían la posibilidad de expresarse.

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El seminario inició a las diez de la mañana en la sede del gobierno porteño en Parque
Patricios, con una presentación a cargo de los distintos funcionarios del Código de
Planeamiento Urbano y del Código de Edificación. Luego explicaron cómo sería la
dinámica del encuentro: cada orador tendría cinco minutos de exposición, se les
notificaría a los dos minutos y al minuto para no atrasar las intervenciones. De la misma
forma, se notificó que ningún funcionario respondería preguntas, y se pusieron a
disposición los correos electrónicos correspondientes para enviar las preguntas, y/o
propuestas que cada uno tuviera.

Metodología

Para el análisis de la versión taquigráfica del SFPP se realizó una tabla, en la que se
distinguieron actores, su posición con relación a los anteproyectos, los problemas que
identificaban, su relación o no con el código, las propuestas, si expresaban alguna
posición en cuanto al carácter participativo del seminario, y otras observaciones.

La identificación de los actores se realizó a partir de la presentación que ellos mismos


realizaban. En los casos en los que no se encontró una especificidad dentro de la forma
de presentación del actor, se lo catalogó como vecino. De esta manera, encontramos las
siguientes categorías de actores: vecinos, vecinos organizados, representante de ONG o
Asociación Civil, comuneros, arquitectos, arquitectos representantes de organizaciones,
arquitectos planificadores, activistas, ingenieros, académicos, etc.1 Para el análisis global
del trabajo, los actores fueron reagrupados en tres grupos: 1) vecinos, 2) académicos, 3)
comuneros y representantes de instituciones de la sociedad civil.

Con relación a los problemas planteados, existe un común denominador en la mayoría de


los vecinos (también se observó en otros grupos): al momento de plantear el conflicto lo
situaba en una comuna o barrio específico. En estos casos, se aisló el conflicto planteado
–como, por ejemplo, la densificación de su barrio en particular– y se identificó como
problema general. Además, se realizó una identificación cuantitativa de los problemas
por grupo de actores.

Resultados Generales

1
Para ver todos los actores ver Anexo 1.

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El primer hecho notable para resaltar es que, de las 206 personas anotadas a través de la
página de Internet, solo 81 expusieron en el seminario.

Nueve de los actores presentaron problemáticas que no son de incumbencia de los


Códigos. Estos fueron: problemas ambientales, de inseguridad en relación con espacios
en desuso de la ciudad, transporte y contaminación de aire, conflictos políticos, problemas
específicos de los servicios en el barrio, vivienda e infraestructura urbana, inundaciones,
falta de política integral AMBA, segregación socioespacial, tránsito y transporte.

De los 81 discursos, solo en cinco no se identificaron problemas, de los cuales tres


apoyaron directamente los anteproyectos y dos no lo expresaron. En el resto de los casos
se pudieron identificar problemas de distinta índole.

Los problemas más frecuentes identificados por los actores se relacionan con el
patrimonio, espacios verdes, la propuesta de densificación, marcos legales vinculados a
la construcción del anteproyecto del Código Urbanístico, y sobre el ámbito de
participación que representaba el SFPP.

Más allá de la explicación de la modalidad del seminario, dos actores realizaron preguntas
directamente a los funcionarios. En el primer caso, la respuesta fue: "Si hay preguntas,
nosotros no las vamos a responder. La idea es que ustedes vengan y expongan, no que se
hagan preguntas: para eso fueron otros ámbitos" (Moderador, p. 19). En el segundo caso,
se le dio la misma respuesta, aunque después le presentaron una solución, no muy cercana
a la pregunta.

Análisis del SFPP por grupo de actores y de problemas

A continuación, se analizan los grupos de actores y sus problemas.

1) Vecinos

Este grupo está conformado por 31 voces. Dentro de esta categoría existen dos subgrupos:
uno llamado vecinos, que está conformado por todo aquel actor que simplemente se
pronunciaba como vecino de una comuna: “Mi nombre es (...), soy vecino de la comuna
4” (Actor 8, p. 16).

El otro se denomina vecino organizado, es decir que se proclamó como vecino


perteneciente a una comuna y, a su vez, a alguna organización propia de la comuna.
Algunas de estas son: Red de Vecinos Manzana 66 de Balvanera, Sociedad de Fomento

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de Parque Patricios, o Vecinos por Roccatagliata: “Buenos días, soy (...), de la Red de
Vecinos Manzana 66 de Balvanera” (Actor 15, p. 24).

En este grupo se encuentra la mayoría de los problemas, reclamos o propuestas que no


tienen una relación con la capacidad aplicativa de la normativa de los códigos. Una gran
cantidad de discursos se relacionan con contextos puntuales de los actores que luego, en
algunos casos, son extrapolados al resto de la ciudad. Los problemas más recurrentes que
aparecen en este grupo de actores son: 1) espacios verdes, 2) falta de diagnóstico previo,
3) participación, y 4) déficits urbanos (Figura 1). Otros problemas que plantean en forma
minoritaria, y que no se desarrollarán en este trabajo son: relación con el Plan Urbano
Ambiental, patrimonio, problemas ambientales.

Figura 1: Problemas y frecuencia de identificación por los vecinos.


Fuente: Elaboración propia a partir de versión taquigráfica del Seminario Foro
Participativo Permanente (2017).
PUA = Plan Urbano Ambiental

Problema 1: Déficits urbano

Existen distintas problemáticas planteadas como los problemas con las redes de servicios,
el transporte, la falta de infraestructura urbana actual y su relación con la densificación
que plantea el código. Sin embargo, dentro de esta categoría se pueden identificar dos
grupos en relación con su enunciación. Por un lado, están los que plantean los problemas
puntuales desvinculados uno de otro, como una enumeración –pueden ser de la ciudad o
de la comuna–, con una vinculación exacerbada con la idea de re-densificar la ciudad:

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El otro tema importante es que ya hoy Caballito está colapsado en sus servicios. Me
acaba de decir hace un rato que medio Caballito ahora está sin luz. No tenemos
presión de agua y en hora pico el tránsito en las avenidas, por ejemplo, Gaona o
Avellaneda, es un infierno, donde los coches avanzan a paso de hombre, generando
una contaminación ambiental espeluznante. (Actor 35, p. 48)
Por otro lado, existe otro grupo que vincula la falta de resolución y exacerbación de estos
problemas con la falta de diagnóstico previo:

...no tenemos un diagnóstico actualizado, de que no se están, por esa razón,


incorporando problemáticas, como por ejemplo la problemática de la vivienda, del
acceso a la vivienda, del acceso a la tierra urbana, que se ha encarecido enormemente
y que es un factor que está haciendo expulsar a mucha de la población. (Actor 68, p.
85)
Problema 2. Participación

Los vecinos plantean la participación como aquella que ejerce la ciudadanía a través de
las Comunas y los Consejos Consultivos Comunales. Tanto los vecinos como los vecinos
organizados le exigen al gobierno que se respete la capacidad política de las Comunas.
Por otro lado, recalcan que el SFPP no representa un espacio de participación real, ya que
se logró su concreción a partir de un amparo judicial, y no posee las condiciones
requeridas por la Ley:

…si fuera un foro participativo, esta sería una reunión de trabajo, donde habría un
intercambio y no simplemente exposiciones, como se pueden haber hecho en alguna
comuna, donde escucha una parte, ponen la cara de póquer que ponen en todas las
audiencias públicas y nosotros hacemos como que participamos. (Actor 46, p. 60)
...yo me iba a ir tranquilo cuando terminaron ellos de hablar, porque digo: "Bueno,
¿para qué vine? al cohete, si está todo bien". Ahora, cuando empiezan a hablar los
vecinos, cuando empezamos a plantear los problemas, los problemas que sabemos,
porque son los problemas que nos rodean en cada una de nuestras viviendas, en
nuestras casas, en donde nos manejamos, es ahí donde empezamos a mostrar que
esto a mí me queda como un borrador muy borroso. (Actor 69, p. 85)
De los veinticuatro actores que conforman este grupo, solo dos agradecen el espacio.

Problema 3: Espacios verdes

La falta de espacios verdes en los distintos barrios fue un tema transversal de la jornada,
que fue acompañado por cómo se define este término y la cantidad de metros cuadrados
por barrio.

…nos oponemos a este tipo de trabajo sobre los espacios verdes, ¿por qué? Vamos
a dar dos ejemplos. Comuna 3, movimiento vecinal, conseguimos manzana 66 y el
Parque de la Estación. De 0,4 con mucha suerte pasaremos a 0,6 (metros cuadrados
por habitante de espacio verde). (Actor 15, p. 24)
Problema 4: Falta de diagnóstico previo

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Con relación al diagnóstico se presentan dos posturas: por un lado, la mayoría de los
vecinos propusieron hacer un diagnóstico por comunas, entendiendo que las nuevas
propuestas generales del Código Urbanístico modificarían la identidad o serían
imposibles de aplicar en sus contextos.

Creo que se parte de un mal diagnóstico, y eso es parte de no escuchar a los actores
que vivimos, construimos, participamos, militamos trabajamos en la Ciudad de
Buenos Aires. (Actor 79, p. 99)
Por otro lado, dos actores plantearon que el diagnóstico debería realizarse en la región
metropolitana, entendiendo que la condición de “las tres coronas”, generaba el escenario
político adecuado para poder hacerlo.

Buenos Aires es una ciudad que, si supuestamente la queremos integrar -como


mandaron el spot ustedes-, debería considerársela parte del AMBA. (Actor 42, p. 56)

Síntesis

A partir del análisis de este grupo de actores, la hipótesis b es falsa, dado que el porcentaje
de actores que planteó problemáticas que no tenían injerencia en los códigos es mucho
menor que el que sí lo hizo. Por otro lado, la hipótesis c es verdadera en tanto la mayor
parte de los discursos involucraban conflictos de su contexto inmediato.

Por último, se identifica que los anteproyectos carecían del diagnóstico previo adecuado,
pero lo interesante de identificar son las diferentes visiones al respecto. Existe un grupo
que lo entiende desde la proximidad, desde lo que ellos mismos conocen, hablan de lo
que conocen, entienden esas problemáticas, realizarían el diagnóstico desde ese lugar; en
cambio, el segundo grupo entiende que el diagnóstico y las problemáticas son globales
de toda la mancha urbana metropolitana.

2) Académico

Este grupo está compuesto por veinticinco actores, de los cuales siete no se presentaron
como arquitectos. Si bien en el resto de los grupos existe un posicionamiento general más
claro, este grupo es más heterogéneo: ocho apoyan los anteproyectos –cuatro de ellos eran
representantes de instituciones–, siete expresan su rechazo a los códigos, nueve no se
pronuncian, y un actor los apoya dubitativamente.

Este grupo posee un solo actor que presenta problemas que no son injerencia de los
códigos y otros tres que no plantean problemas y concuerdan con los anteproyectos.

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Del total del grupo, solo cinco expresan disconformidad con la forma de participación;
cuatro agradecen el espacio, el resto no emite opinión al respecto.

Los problemas más mencionados en este grupo de actores son: 1) normativos y 2) falta
de diagnóstico previo (Figura 2). Otros problemas que plantean en forma minoritaria, que
no se desarrollarán son: espacios verdes, propuesta de densificación, ambientales,
relación con Plan Urbano Ambiental, Patrimonio.

Figura 2: Problemas y frecuencia de identificación por los Académicos.


Fuente: Elaboración propia a partir de versión taquigráfica del Seminario Foro
Participativo Permanente (2017)
PUA = Plan Urbano Ambiental

Problema 1: Normativos

Este grupo presenta críticas especificas a la normativa: incoherencias entre ambas


reglamentaciones, falta de precisión en definiciones o conceptos vacíos de contenido,
falta de claridad de los instrumentos urbanísticos, desafectación de leyes de construcción
comunal, falta de metodología de aplicación. Por otro lado, también se remarcó la
ausencia de reglamentación del Plan Urbano Ambiental (Ley marco del código, que nunca
se aprobó y se encuentra desactualizada) necesaria para la construcción de ambos
anteproyectos:

Veo mucha diferencia entre lo que se proclama y lo realmente escrito. Propongo una
lectura detallada de ambos códigos para poder opinar con propiedad y

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responsabilidad y no a través de lo que se dice sobre ellos, como hizo recién el


ingeniero Vila (Actor 30, p. 40)
Problema 2: Falta de diagnóstico previo

Existen sobre este tema dos miradas distintas. Por un lado, una mirada relacionada con
un microdiagnóstico, que fundamenta que las comunas pueden realizarlo, y que el código
en este anteproyecto no está viendo los problemas reales que poseen los barrios de la
ciudad.

El anteproyecto del Código Urbanístico define espacios verdes como “el área destinada a
uso público, parquizado o agreste cuya característica es el predominio de especies
vegetales y suelo absorbente” (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2017) Con
relación a esto una vecina propone:

…que se haga un diagnóstico por comunas, que realmente se evalúe cuáles son las
necesidades de las comunas, las situaciones deficitarias de infraestructura, de
equipamiento, que son gravísimas; de espacios verdes, porque los vecinos no se van
a colgar en los jardines que piensan hacer en las fachadas a tomar sol y a tomar mate.
(Actor 26, p. 38)
Por otro lado, alegando una mirada desde el urbanismo, se exige un macrodiagnóstico de
la región del AMBA, entendiendo que los problemas que tiene la Ciudad de Buenos Aires
son problemas de la región metropolitana.

Reclamo el estudio del territorio y de la región, porque esto se extiende a 200


kilómetros. No podemos estar discutiendo la manzana. (Actor 54, p. 70)
Síntesis

La especificidad normativa de los conflictos que plantea este grupo se relaciona con una
cuestión de formación disciplinaria. En el caso del grupo anterior, los vecinos dieron
cuenta de leyes específicas de creación barrial más ligadas al patrimonio, en las que
estuvieron involucrados.

Por otro lado, con relación al diagnóstico, es interesante ver cómo se vuelve a repetir (al
igual que en el grupo vecinos) la disyuntiva entre un diagnóstico de la mancha urbana en
su conjunto, de comuna por comuna, o de manzana por manzana.

Por último, los actores vuelven a hablar en algunos casos desde su disciplina,
comparativamente a como lo hacen los vecinos desde el barrio o comuna. En este caso,
se verifica la hipótesis d, dado que un gran porcentaje de los actores se expresa desde una
globalidad, y quita del discurso las referencias específicas.

3) Comuneros y representantes de instituciones de la sociedad civil

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Este grupo posee veinte integrantes agrupados por su condición de pertenecer a alguna
entidad estatal, como las comunas, o formar parte de asociaciones civiles o de ONG.
Exceptuando dos voces, este grupo se posicionó en contra de los anteproyectos. Diecisiete
actores no consideraron el encuentro como un espacio participativo, el resto no se
posicionó al respecto. Únicamente dos de los actores expresaron problemáticas que no se
corresponden con los códigos.

Este grupo es el primero en el que más de un actor introduce nociones específicas del
anteproyecto del Código de Edificación. Los problemas más mencionados que plantea
este grupo de actores son: 1) participación, 2) Derecho a la Ciudad, 3) Código de
Edificación. Otros problemas que plantean en un porcentaje minoritario, que no se
desarrollarán son: falta de diagnóstico, inquilinización, espacios verdes, inundaciones,
vivienda de carácter social, ambiental, tramites de obra, propuesta de densificación,
problemas de infraestructura. En este caso al existir tanta diferencia cuantitativa se
eligieron dos problemas dentro del compendio que restaba.

Figura 3: Problemas y frecuencia de identificación por los Comuneros y representantes


de instituciones de la sociedad civil.
Fuente: Elaboración propia a partir de versión taquigráfica del Seminario Foro
Participativo Permanente (2017)

Problema 1: Participación

Las críticas a la participación de parte de este grupo tocan desde temas legales en torno
al SFPP, de formas, hasta incluso el concepto mismo de participación. Existe una clara
demanda de información con relación a estos espacios:

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Las dos reuniones que se dieron en la Comuna 5 para la pseudoparticipación y la


caracterización de este nuevo Código de Planeamiento y Edificación fueron por
demás infructuosas en el sentido de que los vecinos fueron convocados sin
información previa. (Actor 18, p. 29)
Por otro lado, existe una crítica no solo a la modalidad de funcionamiento del SFPP, sino
al resto de las instancias de participación que se llevaron a cabo en distintas comunas:

La mayoría de los participantes que han participado en las reuniones por comunas
han manifestado la escasez de participación y la poca posibilidad de realizar
preguntas y respuestas que han tenido esas reuniones. (Actor 14, p. 23)
Uno de los actores presentó las consecuencias que este tipo de metodologías de
participación podrían llegar a tener en los actores que buscaban involucrarse en los
procesos, caracterizando los distintos procesos:

La participación se puede obstaculizar directamente, se puede obviar o se puede


simular. El problema de la participación en enorme cantidad de instancias que no
redundan en modificaciones sustantivas es doblemente perjudicial, porque la
participación no sólo se vacía de contenido, sino que termina desgastado a quienes
intentan incidir en la configuración justamente en este caso de la ciudad. (Actor 71,
p. 88)
Por último, un actor afirmó que más allá de que ese espacio de participación lo haya
propuesto el gobierno, esto no significaba una legitimización de la gestión:

…en primer lugar nuestra presencia acá no convalida bajo ningún punto de vista ni
en ninguna de las comunas este como un mecanismo de participación ciudadana
válido institucionalmente. (Actor 82, p. 105)
Problema 2: Derecho a la Ciudad

Dentro de esta categoría englobamos los problemas expresados tanto con respecto a
acceso a la vivienda, la especulación inmobiliaria y procesos de gentrificación.

En general se plantea que los anteproyectos deberían poseer las herramientas para
contrarrestar estos fenómenos que sufren las poblaciones más vulnerables. Se parte de
una caracterización de la Ciudad de Buenos Aires en materia habitacional entendiéndola
por demás deficitaria:

Respecto al habitar y gozar la ciudad, el código no solo redunda en el tipo de déficit


que ya se planteó, sino que no prevé ningún mecanismo de habilitación de que la
población viva en la ciudad, en un contexto que, como plantean varios compañeros
(...) es una ciudad que está con un déficit habitacional enorme, y que no tiene un
déficit de parque inmobiliario disponible, sino que lo que tiene es un déficit de acceso
a la vivienda y a la ciudad. (Actor 71, p. 88)
Por otro lado, se resalta un proceso de inquilinización de la Ciudad, en el que se puede
observar, censo a censo, que la cantidad de propietarios disminuye, en la medida que los
inquilinos aumentan, es decir que existe una gran concentración de la propiedad privada.

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A su vez, uno de los lineamientos que se presentan en este código es la ciudad "integrada",
a lo que se realiza críticas:

Por qué hay menos propietarios y más inquilinos en la ciudad de Buenos Aires, por
qué acá hablamos de integración, pero el código no tiene ninguna herramienta para
evitar el desplazamiento de los sectores bajos o la gentrificación. (Actor 14, p. 24)
Las críticas a esta falta de integración, también tienen reflejo en la falta de políticas de
vivienda social:

En esta Ciudad de Buenos Aires (existe) una desigualdad cada vez más fuerte, un
despojo y un desalojo permanente. Son miles de desalojos que se producen por el
encarecimiento inmobiliario y por normas, normas que se han votado incorrectas y
un Estado que no pone límites o que no genera políticas de vivienda social para dar
respuesta al tema. (Actor 63, p. 80)
Problema 3: Código de Edificación

Este es el único grupo en el que más de un actor expresa preocupaciones con relación al
anteproyecto del Código de Edificación, es por esta razón que se elige su desarrollo.

La mayor crítica que se hizo con relación a este tema son los criterios de accesibilidad
que posee el anteproyecto. Se afirma que presenta un retroceso a la Ley 962 de
"Accesibilidad para todos", con el argumento de que esta se encuentra desactualizada:

…la ley la están desactualizado en función de intereses que nada tienen que ver con
las necesidades de movilidad de las personas con discapacidad y de las personas con
movilidad reducida. (Actor 57, p. 72)
Por otro lado, se propuso en más de una oportunidad que la responsabilidad de las veredas
sean estatales y no del frentista, alegando que, si la calle es un espacio público, la vereda
también lo es. Es decir, que los problemas de accesibilidad que presentan algunos sujetos
al circular por veredas en mal estado, serían responsabilidad del Gobierno de la Ciudad.

Síntesis

En este caso se vuelve a confirmar la hipótesis e. Este grupo dentro de Derecho a la


Ciudad, plantea conflictos globales de la trama urbana. Por otro lado, con relación a la
participación, se complejizó la mirada con respecto al tema, pero no se destaca de
intervenciones de otros grupos.

Las lecturas presentadas con relación al Código de Edificación resaltan con respecto al
resto de los grupos: no solo delimitaron problemas en torno a la normativa y su contenido,
sino que plantearon propuestas.

Discusión

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A continuación, se analizará uno de los conflictos expresados tanto por el grupo vecinos
como por el de comuneros y asociaciones de la sociedad civil: la participación. Como
dijimos anteriormente, si bien no es un punto dentro de la normativa, tiene una
importancia clave en su constitución.

Dentro del grupo de los académicos, que se posiciona de diversas formas con respecto a
este tema, debemos señalar que muchos se encontraban representando a instituciones
públicas y privadas que poseen distintos intereses y acuerdos con el gobierno. Era de
esperarse que su argumentación fuera a favor de este proceso, o simplemente no lo
desafiaran.

Como pudimos ver en el análisis, la gran mayoría de los actores de los primeros grupos
mencionados manifestaron su malestar con las dinámicas que se están llevando a cabo en
el proceso.

Victor Pelli identifica dos conceptos con los que da cuenta de procesos participativos:
participación y concentración. Este último refiere a procesos como el estudiado en este
trabajo. Según el autor, además del reconocimiento de la existencia de un conjunto de
actores interesados o involucrados, debe existir una instancia en la que estos actores
pongan en evidencia sus puntos de vista, se identifiquen zonas de conflicto, así como
también se generen espacios de articulación y negociación que posibiliten la búsqueda
organizada de propuestas consensuadas y realmente factibles para las acciones de
transformación (Pelli, 2007).

El autor también plantea una serie de condiciones para la asociación participativa,


criterios por los cuales todos los actores involucrados tuvieran las mismas reglas de juego.
Una de ellas es la capacitación por la cual “los actores de la tarea cuenten con una
preparación mínima para responder las reglas de juego de la actividad participativa”
(Pelli, 2007).

Estos espacios de participación de los que habla el autor, en relación con los
anteproyectos, se desarrollaron bajo la forma de consultas comunales, y el SFPP. Si uno
observa las instancias previas, la carencia de aproximación de las más de 1.500 páginas
de los anteproyectos a un lenguaje capaz de ser abordado por los vecinos y los distintos
grupos, incluso profesionales familiarizados con el tema, y la falta de discusión con los
funcionarios responsables de estas políticas, se podría afirmar que estos espacios no

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representarían una instancia de participación real, confirmando de esta forma, la primera


hipótesis plateada en este trabajo.

Según Eduardo Menéndez:

Algunas de las concepciones de Participación Social deben ser consideradas como


orientaciones ideológico-culturales que cuestionan la realidad y se desarrollan dentro
de un proceso de pérdida y reencuentro. Esta característica distintiva no suele ser,
sin embargo, asumida por la mayoría de los que impulsan la participación social.
(Menéndez, 2006)
Discursivamente, este gobierno tiene una política de participación ciudadana a partir del
lema "En todo estas vos". Existe entonces una visión de la participación ciudadana que
no refiere a un tipo de participación real. Los distintos espacios constituidos para el debate
de la normativa tratada, parecen una puesta en escena teatral, donde vecinos, académicos
y otros integrantes de la sociedad pueden hablar, pensar, plantear conflictos, frente a un
panel de funcionarios que explícitamente no responden preguntas generando una
dinámica que como afirmaron los mismos actores ponen la cara de póquer que ponen en
todas las audiencias públicas y nosotros hacemos como que participamos.

Conclusión

A partir del análisis realizado podemos identificar distintos conflictos, los propios
relevantes a la normativa, los vinculados al proceso de construcción de la misma y los
conflictos urbanos propios de la ciudad que estos códigos intentan regular. En todos los
puntos existe un abordaje desde el gobierno, que de por si es cuestionable.

Retomando unas palabras de Borja: “La ciudad futura solo se puede imaginar a partir de
la ciudad presente, de sus tendencias y contradicciones, de las dinámicas en marcha y de
las resistencias al cambio, de las memorias colectivas y de las ideas y actores emergentes”
(Borja, 2012).

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987-29423-2-8

La sostenibilidad urbana en América Latina: un abordaje desde la


gestión local

Martín Sánchez
Consultor en Desarrollo Urbano y Territorial
martin.sanchezsouto@gmail.com

Capitalismo y urbanización en América Latina

Osvaldo Sunkel sostiene que en los países periféricos existen tres tipos diferentes de
capitalismos: transnacional, subordinado e informal (Sunkel, 2013 (1987)). Estos tres
capitalismos generan tres subsistemas territoriales distintos: la ciudad global posmoderna,
la ciudad tradicional decimonónica moderna y la ciudad informal. Las tres conviven y se
entrelazan en un mismo territorio. Los escenarios donde se desarrolla la actividad
económica, hoy predominantemente financiera, se han vuelto homogéneos y reiterativos
en las grandes ciudades del planeta, caracterizados por los grandes edificios corporativos,
las nuevas centralidades, las autopistas suburbanas y las urbanizaciones difusas (Sánchez,
2015). Junto a ella convive la vieja traza urbana convencional del siglo XIX, con las
características propias de las colonizaciones española y lusitana en el caso de América
Latina; es la ciudad del flaneur, de los cafés y los mercados. En los intersticios de ambos
territorios, se reproduce la ciudad informal, donde conviven millones de habitantes que
sirven a la ciudad global y desarrollan una economía informal, al margen de las otras dos
ciudades. En el mismo territorio, la sociedad normalizada y la sociedad anómica se
entremezclan conservando, cada una de ellas, determinados espacios y códigos
particulares propios (Romero, 2011 (1976)).

Existe entonces una íntima relación entre sociedad moderna capitalista y urbanización.
Nos dirigimos hacia un mundo altamente urbanizado. La urbanización en América Latina
ha crecido notablemente en las últimas décadas. La tasa de urbanización en América
Latina pasó de un 41% en 1950 a un 80% en 2010, con una perspectiva cercana al 90%
para el 2050. La alta tasa de urbanización de América Latina es una excepción en el grupo
de países en desarrollo cuya tasa promedio ronda el 45%. En esos centros urbanos se
produce el 70% del PBI de la región. El 27% de esa población urbana vive en
asentamientos irregulares y dos terceras partes de los pobres de la región habitan en

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ciudades. Pero la alta tasa de urbanización en el continente no refleja necesariamente un


gran nivel de desarrollo y mejora en la calidad de vida, como suponían los teóricos
estructuralistas de mediados del siglo XX. Las migraciones de los ámbitos rurales a los
espacios urbanos, producto de la alta concentración del suelo, el avance de la tecnología
agrícola y la baja productividad rural, han generado ciudades con altos contrastes, mayor
desigualdad y pobreza, que se traducen en una alta fragmentación socio-territorial. (Bonet
& AA.VV., 2011)

La pobreza, la desigualdad y la movilidad social son fenómenos estrechamente


relacionados. América Latina ha logrado en los últimos quince años avances
significativos, aumentando su ingreso per cápita, el nivel de pobreza se redujo en un 11%
achicándose la brecha entre ricos y pobres –unos 100 millones de latinoamericanos
salieron de la pobreza–, la clase media creció en un 35% además de aumentarse
considerablemente el acceso a la educación básica de todos sus habitantes. A pesar de
ello, y si bien la desigualdad pasó de 0,54 en el año 2000 a 0,5 en 2010, América Latina
sigue siendo la región más desigual del mundo según datos de 2016, superada solamente
por el África Subsahariana. Varias ciudades latinoamericanas como Sao Paulo, Rio de
Janeiro, Brasilia o Bogotá, se encuentran por arriba del coeficiente Gini de 0,6. Las
ventajas logradas a principios de este siglo en el continente se deben fundamentalmente
a la mejora en los términos del intercambio y a la aplicación de políticas sociales
determinadas como las transferencias monetarias condicionadas a los sectores de escasos
recursos. Sin duda, que la aplicación de políticas fiscales y tributarias más justas y menos
regresivas también contribuiría a mejorar los indicadores de pobreza y a disminuir la
desigualdad promoviendo la movilidad social (Banco Interamericano de Desarrollo,
2016) (CEPAL, 2016) (Justo, 2014). No menos importante es el fenómeno de la
delincuencia y los niveles de violencia que azotan a las ciudades latinoamericanas, donde
también nuestro continente ocupa el primer lugar en las tasas de homicidios. Varios
estudios corroboran que existe una íntima relación entre desigualdad y delincuencia. En
ese sentido, las ciudades que han trabajado mayormente en disminuir la brecha entre ricos
y pobres, promoviendo el crecimiento económico, el empleo y la implementación de
políticas sociales a los sectores más pobres, han logrado bajar significativamente los
niveles de violencia y criminalidad (Banco Mundial, 2014). Con todo ello, podemos
afirmar que el desarrollo de nuestras ciudades latinoamericanas está ligado a la aplicación
de políticas que disminuyan la desigualdad y promuevan la movilidad social de los

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distintos sectores sociales, generando inclusión social e integración socio territorial de


sus habitantes.

En América Latina actualmente tenemos metrópolis que superan los 5.000.000 de


habitantes, entre las que se encuentran México D.F., con más de 25 millones, Sao Paulo,
con más de 20 millones, Buenos Aires, con más de 15 millones, Río de Janeiro y Lima,
con más de 10 millones cada una, Bogotá, Caracas, Santiago y Belo Horizonte, con más
de 5 millones cada una. Se trata de ciudades con altos grados de complejidad no sólo en
temas urbano-territoriales específicamente sino también en asuntos de gobernabilidad y
sostenibilidad económica y fiscal. Existe un grupo de ciudades latinoamericanas
denominadas emergentes, con poblaciones entre 100.000 y 2.000.000 de habitantes que
crecen a un ritmo mucho mayor que las mega ciudades y generan el 30% del PBI regional.
Las ciudades emergentes cuentan con mayores oportunidades de corregir el patrón
existente de desarrollo obteniendo un mayor impacto (Banco Interamericano de
Desarrollo, 2017). En Argentina, las grandes ciudades como Córdoba, Rosario o
Mendoza entran en esta categoría, pudiendo aún modificarse aquellos aspectos
desfavorables y teniendo amplias posibilidades de convertirse en ciudades emergentes y
sostenibles. En este contexto, los temas urbanos cobran preponderancia en las agendas
políticas locales y nacionales. Para su resolución, es necesario generar políticas y
estrategias basadas sobre dos pilares fundamentales: la sostenibilidad urbana y la
efectividad en el desarrollo.

La economía urbana como herramienta de la sostenibilidad de las ciudades

El desarrollo sostenible de nuestras ciudades nos obliga a trabajar integrando a la ciudad


informal y sus habitantes, a preservar los recursos naturales y a enfocarse en conseguir
una movilidad al alcance de todos. La economía urbana junto a las temáticas ambientales
y los conflictos sociales constituyen el corazón de la llamada sostenibilidad urbana,
asociada también al concepto de resiliencia, apropiado recientemente en la agenda
urbana. La sostenibilidad urbana en América Latina abarca tres temas fundamentales
íntimamente relacionados: la gestión de riesgos ante el cambio climático, el desarrollo
urbano integral sostenible y la sostenibilidad económica y fiscal –asociada al concepto de
gobernabilidad y transparencia- (Bonet & AA.VV., 2011). El carácter sistémico y
holístico –e interdisciplinar- del concepto de desarrollo urbano sostenible nos permite
comprender que determinadas políticas, estrategias o proyectos en una determinada área

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o sector de nuestras ciudades pueden impactar positivamente en otras áreas o sectores


urbanos. El área ambiental de la sostenibilidad urbana está relacionada con la mitigación
y la adaptación al cambio climático. La primera tiene que ver con la reducción de
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). La segunda, con la gestión del riesgo de
desastres y la vulnerabilidad al cambio climático. Las políticas enfocadas a atender estos
temas deben enfatizar la atenuación de los impactos generados por el propio desarrollo
tanto en el territorio como en su medio ambiente. En segundo lugar, la sostenibilidad del
desarrollo urbano integral debe contemplar la atención de las siguientes características:
desigualdad, informalidad, desempleo y competitividad; seguridad y convivencia
ciudadana; agua, saneamiento y gestión de residuos; energía; sistemas de transporte y
planificación urbana. Por último, el financiamiento del desarrollo urbano mediante la
propia valorización del suelo y las herramientas que provee la economía urbana son
fundamentales para la planificación y la gestión de nuestras ciudades latinoamericanas.
El carácter económico de la sostenibilidad implica, entonces, buscar instrumentos que no
comprometan los recursos económicos y financieros de los futuros gobiernos locales y
las futuras generaciones de la ciudad (Bonet & AA.VV., 2011). El concepto de
sostenibilidad urbana, así, apunta a proveer calidad de vida para los habitantes de nuestras
ciudades latinoamericanas, sin comprometer a sus generaciones futuras, tanto en la
utilización de los recursos materiales y financieros como en el medio ambiente.

El desarrollo urbano territorial es un proceso de construcción colectivo generado en un


territorio o ciudad, impulsado por los distintos actores y fuerzas económicas, sociales y
ambientales que lo componen. Posee cuatro dimensiones básicas: el desarrollo humano,
el desarrollo ambiental, el desarrollo social e institucional y el desarrollo económico local.
Este último, se define como un proceso de desarrollo participativo entre los actores
públicos y privados, diseñando y ejecutando una estrategia de desarrollo común a base de
aprovechar los recursos y ventajas competitivas locales en el contexto global. En todos
los casos, desde su aspecto económico, el desarrollo territorial debe apuntar a estimular
la actividad económica local, propender a la participación de actores públicos y privados,
aprovechar las ventajas competitivas locales, propiciar un clima de negocios que
favorezca la competitividad y crear empleo e ingresos (Bonnefoy & Yitani, 2016). La
economía urbana se encarga de analizar los sistemas económicos de las ciudades –y las
áreas metropolitanas– abordando estrategias vinculadas con el desarrollo de los núcleos
urbanos, aprovechando la propia sinergia económica generada en ellos, y gestionando el

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uso y aprovechamiento de los recursos públicos y privados de las ciudades, de modo de


potenciar las actividades económicas locales mediante el desarrollo de infraestructura y
el aprovechamiento de las externalidades y las valorizaciones del suelo, procurando el
eficiente y justo reparto de costos y beneficios que se traducen en las políticas de suelo
implementadas por los gobiernos locales. La sostenibilidad urbana, entonces, se halla
íntimamente ligada a la ejecución de políticas y estrategias de desarrollo territorial
alimentadas por las herramientas que provee la economía urbana, de modo de potenciar
la actividad productiva local, aumentando los recursos propios de las ciudades para la
ejecución de infraestructura, generando así un círculo virtuoso que aspire a lograr una
mayor competitividad territorial, sostenibilidad económica y fiscal, y una mejor calidad
de vida para sus habitantes. Podemos, entonces, dividir a la gestión integral del desarrollo
territorial, que aspira a la sostenibilidad urbana, en dos áreas bien definidas: la gestión del
desarrollo económico local y la gestión del suelo y su aprovechamiento para el desarrollo.

Entre las políticas de desarrollo económico local se encuentran el fomento de


microempresas y pymes, la capacitación de recursos humanos, los instrumentos de acceso
al financiamiento y al crédito, los programas de innovación tecnológica, la provisión de
equipamientos básicos e infraestructura, la coordinación de programas e instrumentos de
fomento, y la elaboración de una estrategia territorial de desarrollo (Bonnefoy & Yitani,
2016). Como sostienen algunos autores, este desarrollo debe encararse desde adentro
hacia fuera, con un carácter endógeno, potenciando los valores locales en un proyecto
propio de desarrollo para cada territorio (Madoery, 2008). Este proyecto, debe procurar
generar estímulos en la producción local, trabajando sobre las principales herramientas,
junto a los distintos actores, buscando promover la innovación, generando un clima de
cooperación y competencia (coopetición), “resultado de la concertación público-privada”,
constituyendo relaciones entre empresas (redes), entre empresas e instituciones de la
misma cadena productiva (cadenas y clusters), entre empresas e instituciones sin foco
sectorial necesariamente (desarrollo del sistema territorial), aumentando la productividad
y la competitividad del territorio o ciudad (Bonnefoy & Yitani, Gestión Integral del
Desarrollo Económico Territorial (GIDET), 2016). Esta competitividad del territorio
estará dada por las cuatro puntas del diamante de la ventaja territorial: condiciones de los
factores; condiciones de la demanda; industrias relacionadas y de apoyo; estrategia,
estructura y rivalidad doméstica de las firmas (Porter, 2007). Se trata de poder entender
el territorio, su identidad, sus características, su vocación productiva y los

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eslabonamientos de las cadenas de valor, la necesidad de formar recursos humanos de


acuerdo a sus necesidades, a capacitar a los empresarios e invertir en investigación y
desarrollo para la innovación (I+D+i), a analizar sus recursos naturales, humanos,
ambientales y de infraestructura, disponibles en el territorio, potenciando las capacidades
sociales y políticas, dando como resultado territorios competitivos y ciudades sostenibles
y emergentes.

En el segundo caso, las políticas y la gestión del suelo implican, por parte de los gobiernos
locales, la utilización de herramientas para la captura de la valorización del suelo (value
capture) generada por las propias acciones públicas en el territorio, la que posibilita el
financiamiento de la infraestructura necesaria para el desarrollo local y el desarrollo
urbano. Las políticas de suelo pueden utilizarse para: profundizar la aplicación de
impuestos al valor de la tierra, costear el desarrollo de infraestructura urbana y controlar
el uso de la tierra, contribuyendo así a la sostenibilidad económica y fiscal de una ciudad
o territorio, y garantizando su sostenibilidad urbana. El valor del suelo se compone de
acciones particulares propias del propietario pero también de acciones ajenas, entre las
que se encuentran las acciones públicas, que generan externalidades positivas en el valor
de los predios afectados, a las que llamamos plusvalías urbanas. La plusvalía urbana se
define como la “parte o totalidad del incremento del valor del suelo que ha sido generado
por acciones ajenas al propietario, tales como inversiones públicas en infraestructura o
cambios administrativos en las normas y regulaciones sobre el uso del suelo” (Smolka,
2013). Se trata de “ganancias inmerecidas”, ya que el Estado, tanto cuando regula los usos
del territorio o su edificabilidad como cuando ejecuta una acción –una obra pública de
infraestructura o un basural- valoriza o desvaloriza el suelo sin que los propietarios hayan
realizado esfuerzo alguno al respecto (Morales Schechinger, 2016). El modo de recuperar
esas plusvalías generadas en el territorio, entonces, es mediante el uso de las herramientas
tributarias y regulatorias basadas en el principio de cargas y beneficios, que permiten el
financiamiento de obras de infraestructura y desarrollo urbano (Montaña, 2016). Entre
ellas podemos mencionar: Contribución por Mejoras, Cesiones Obligatorias, Cargas por
Zonificación o Edificabilidad, Bonificación por Zonificación (Bonos de Densidad),
Zonificación Inclusiva, Transferencia de Derechos de Construcción (TDC), Venta de
Derechos de Construcción u Otorgamiento Oneroso de Derechos de Construcción
(OODC), Certificado Potencial Apto para Construcción (CEPAC), Financiamiento
mediante el incremento de Tasas (TIF, por sus siglas en inglés: Tax Increment Finance),

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Reajuste de Tierras. En Argentina se utilizan, en algunos municipios, las Cesiones


Obligatorias, las Cargas por Zonificación o Edificabilidad y los Bonos de Densidad, en
dinero y en especie. Colombia tiene una vasta trayectoria en la utilización de la
Contribución por Mejoras, junto con Brasil, Ecuador y Argentina. Brasil, por otro lado,
ha desarrollado, con éxito, las llamadas Operaciones Urbanas Consorciadas (OUC),
donde aplica los OODCs y los CEPACs para financiar el desarrollo de estos sectores
urbanos, que incluyen, en muchos casos, a las llamadas Zonas Especiales de Interés Social
(ZEIS), donde, con las mismas herramientas, se logra integrar al tejido urbano a sectores
sociales postergados de las ciudades brasileñas (Smolka, 2013) (Blanco B., Fretes Civils,
& Muñoz M., 2016) (Maleronka, 2009) (Molinatti, 2013) (Sandroni, 2016).

De este modo, tanto el potenciamiento del desarrollo local como la gestión del suelo
mediante la captura de su valorización, generan un acrecentamiento considerable de las
finanzas municipales, incrementando los recursos propios locales necesarios para el
desarrollo urbano y la infraestructura del territorio. Si consideramos que la mayor parte
de los recursos de los gobiernos locales provienen de transferencias de niveles superiores
de gobierno (Eguino, Porto, & Rosales, 2007), estas políticas contribuyen a reducirlas y
ampliar los propios recursos, potenciando la autonomía municipal y garantizando la
sostenibilidad económica y fiscal, y consecuentemente la sostenibilidad urbana de las
ciudades.

La búsqueda de valor público en la GpRD en las ciudades latinoamericanas

En la búsqueda de la sostenibilidad urbana, es importante considerar los aspectos del


desarrollo que hacen a la gestión y a una obtención efectiva de logros y resultados. Para
lograr estas metas de sostenibilidad en las distintas ciudades de la región, debemos
enfocarnos en la búsqueda de la Efectividad en el Desarrollo, la cual es fundamental para
lograr la transformación social deseada que conduzca al desarrollo. El marco para la
Gestión Estratégica para Resultados en el Desarrollo (GpRD) nos da una unidad de visión
integral del desarrollo y sus iniciativas. Es necesario tener, como Raúl Prebisch y aquellos
maestros del desarrollismo del siglo XX, una visión estructuralista, integrada, de modo
de comprender la totalidad del territorio, sus actividades y los actores implicados en las
iniciativas a llevar a cabo, actualizada a nuestros días, con todo lo aprendido en estas
décadas, a partir de la evolución histórica de la gestión estratégica. El objeto final de estos
procesos siempre es la creación de valor público, que está apoyado en la tríada de

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mandatos, misión y visión de la organización o iniciativa (Bonnefoy & Ugo, Programa


de Efectividad en el Desarrollo - Curso I: El Desarrollo y su Gerencia, 2017).

La Gestión Estratégica para Resultados en el Desarrollo (GpRD) es la encargada de guiar,


en la búsqueda y logro del valor público, a los gestores de políticas e iniciativas destinadas
al desarrollo (Bonnefoy & Ugo, Programa de Efectividad en el Desarrollo - Curso I: El
Desarrollo y su Gerencia, 2017). El concepto de valor público es fundamental para
entender las diferencias que existen entre la gerencia pública y la gerencia en el ámbito
privado. La gerencia pública deberá, a través del proceso político e interactuando con los
individuos y grupos sociales en sus distintos roles, discernir qué es lo valioso para la
sociedad y crear así ese valor público, al mismo tiempo que se enfoca en los efectos e
impactos de los procesos de gestión, los que constituyen el valor público en la cadena de
resultados. Dicha cadena está conformada por las actividades, los productos, los efectos
y los impactos. Las dos primeras secuencias de la cadena de resultados están relacionadas
directamente con la gestión de la gerencia pública y su equipo de trabajo. Las dos últimas,
en cambio, tienen que ver con los resultados de la gestión en los destinatarios y en el
territorio. Los efectos son los más importantes, siendo el nexo entre la acción directa de
la gestión y los resultados en el territorio; se trata de aquellos resultados visibles en la
población objetivo de la iniciativa y se logran a mediano plazo. Se trata de “lograr hacer
que otros hagan”, incitar y motivar cambios en los comportamientos de esa población
objetivo. Los impactos, a diferencia de ellos, están más relacionados con el alcance de los
resultados múltiples de efectos en el marco de las políticas públicas en que se inscriben y
se obtienen a más largo plazo. Ambos, efectos e impactos, entonces, son determinantes
para el logro del valor público de una iniciativa en el territorio. (Bonnefoy & Ugo, 2017
(2011))

La gestión estratégica pública posee diferencias significativas con la gestión estratégica


privada. Es cierto que debemos dar paso de la visión burocrática de la gestión pública a
una visión gerencial, pero es crucial encontrar el punto exacto de la gerencia para
resultados en la función pública. A diferencia del mundo empresarial, la gerencia pública
tiene que responder, no ante accionistas o empresarios, sino ante la ciudadanía, que es
quien controla los recursos que manejaremos en el proceso gerencial. Por otro lado, la
misión, visión y valores de lo público será diferente de lo empresarial, si bien los
resultados esperados en el ejercicio gerencial estarán directamente relacionados con la
“creación de valor”. Pero esa creación de valor, esos resultados esperados, estarán, en lo

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público, directamente vinculados con “encontrar contribuciones explícitas y concretas al


desarrollo” de los países o ciudades, y a la mejora de la calidad de vida de sus habitantes
(Bonnefoy & Ugo, Programa de Efectividad en el Desarrollo - Curso I: El Desarrollo y
su Gerencia, 2017). La eficacia y la eficiencia en la búsqueda de resultados, en lo público,
estará determinada por generar valor público y resolver las necesidades de los ciudadanos
de urbes y territorios. La definición de esas necesidades y, en última instancia, del valor
público se resuelve como resultado del proceso de la arena política en el marco de los
regímenes democráticos de nuestra región. Es allí, entonces, donde se determina el valor
público.

La GpRD en la función pública debe atender tres áreas de acción: el área programática,
que tiene que ver con las políticas, los planes, los programas y los proyectos específicos;
el área organizacional, que implica a todo lo relacionado con las operaciones y los equipos
de trabajo, la cultura organizacional, su desempeño y su capital humano, (es el área más
cercana a la gestión privada); y el área política, que es aquella donde se busca lograr
consensos con los distintos actores interesados (stakeholders) de la iniciativa –tanto
internos como externos, sociales como políticos–, la legitimidad de la organización y los
recursos para la iniciativa. Para que los procesos sean verdaderamente exitosos, en la
GpRD, es preciso señalar la importancia de involucrar a todos los actores, tanto a los
miembros de la organización como aquellos que están en el territorio y son parte de la
iniciativa. La capacidad de articular las tres áreas, teniendo el “norte” de mandatos,
misión y visión como brújula, constituye el mapa que debe guiar a la gerencia pública,
sus equipos y las iniciativas para el desarrollo que ejecute. Es precisamente la acción
política, junto a la trascendencia de los efectos e impactos por encima de los productos
en el proceso del desarrollo, lo que principalmente diferencia a la gerencia pública de la
gerencia en el ámbito privado. Este enfoque es fundamental para ser empleado por
cualquier gobierno local que aspire a llevar adelante políticas de desarrollo en
sostenibilidad urbana que contengan verdaderamente valor público.

Reflexiones finales

Podemos decir, de este modo, que la implementación de estrategias orientadas a lograr la


sostenibilidad urbana, con todo lo que ello implica, deberán contemplar, entonces, la
generación de valor público a partir de políticas enfocadas en la Gestión para Resultados
en el Desarrollo (GpRD). Estas políticas y estrategias deben apuntar a lograr efectos e

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impactos en el desarrollo territorial, catalizando la actividad económica productiva local


y aprovechando la valorización del suelo, para acrecentar así los propios recursos locales
que serán reinvertidos en desarrollo urbano e infraestructura, generando un círculo
virtuoso que potencie la competitividad de las ciudades y la calidad de vida de sus
habitantes. Desde ese lugar, entonces, y considerando estas premisas, la universidad está
llamada a aportar todo lo que esté a su alcance para el abordaje interdisciplinario de los
temas urbanos, haciendo foco en la gestión local para la búsqueda de resultados efectivos
que conduzcan a la sostenibilidad urbana de nuestras ciudades latinoamericanas.

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Actas de las III Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Sociales – 2017 – ISBN 978-
987-29423-2-8

Calidades en el espacio público desde la implantación del sistema de


transporte masivo Transmilenio en la ciudad de Bogotá (Colombia)

Julio Cesar Marroquin Moyano


Estudiante Arquitectura Universidad Católica de Colombia
jcmarroquin79@ucatolica.edu.co

Introducción

La ciudad de Bogotá iniciando el Siglo XXI, experimenta transformaciones profundas en


la manera de atender la movilidad de los ciudadanos a partir de la inserción de las
estructuras de movilidad y puesta en marcha del primer sistema de Bus Rapid Transit
(BRT) en Colombia bajo el nombre de Transmilenio. Dicho sistema emerge como
respuesta a la demanda creciente de una ciudad que para el año 2000 rondaba los
6’302.000 habitantes, con una tasa de crecimiento desde 1995 del 2.1% según las fuentes
oficiales del Departamento Nacional de Estadísticas DANE. La población creciente, la
expansión acelerada de la ciudad, la guerra del centavo de las empresas prestadoras del
servicio y la necesidad imperante por dotar a Bogotá de un sistema novedoso sin llegar a
la complejidad del metro, pero con características de bus solo, trafico continuo y menor
costo definieron de este proyecto como una realidad.

El desarrollo que ha tenido el sistema de Transporte Masivo Transmilenio durante sus ya


diecisiete años de operación traducidos en tres Fases, doce troncales, nueve portales,
112.9 km de operación, 138 estaciones dan cuenta no solo de la transformación física del
escenario de movilidad, sino de las dinámicas sociales subyacentes en la acción de
desplazarse bien sea al lugar de trabajo, estudio, vivienda u otras actividades que implican
sortear distancias considerables dentro de la ciudad.

En términos del impacto urbano que ha ocurrido sobre el espacio público, evidenciamos
en cada troncal del sistema Transmilenio cómo se han insertado en los andenes y bordes
de la vía elementos funcionales como los accesos a las estaciones, los puentes peatonales,
entre otros. Estas inserciones en el espacio público contempladas en el marco del Plan
Maestro de Espacio Público, pretenden “Consolidar urbanísticamente el espacio público
de los subsistemas viales y de transporte, a través de acciones integrales de diseño

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urbano”; es decir, la ejecución de acciones conjuntas del desarrollo de la infraestructura


vial con las acciones tendientes a la generación de espacio público de calidad.

En el marco estratégico de acción se consideran estas ocupaciones del espacio público,


sin embargo, como producto del nuevo trazado de ampliación vial también se presentaron
una serie de demoliciones de predios, y de estos han surgido nuevos espacios vacíos y
paisaje residuales,

En Bogotá, diversos fenómenos socioeconómicos y proyectos urbanísticos han


generado la proliferación de paisajes residuales durante las últimas décadas. En la
actualidad, aunque se reconoce la existencia de estos paisajes en sendos escenarios
de la ciudad, los perfiles urbanos ligados a los ejes de Transmilenio son los entornos
más caracterizados por su presencia. Lo anterior, dado las distintas obras de
adecuación física y estructural de las vías, para la implementación del sistema de
transporte, durante el periodo comprendido entre los años 1999 y 2013. Dichas obras
han transformado el tejido urbanístico y el tejido social de la ciudad, tanto de manera
positiva como negativa. (Díaz Cruz Nataly Alexandra, 2016)
En este sentido y desde la condición notable que la ciudad lleva inmersa en su razón
de ser, la movilidad; el espacio público se debe convertir en un elemento
humanizador de la ciudad y eje estructurante de la planeación, ya que ofrece no solo
posibilidades de desplazamiento, una relación estrecha con los edificios, sino un
escenario dinamizador de las prácticas sociales; por ende debe formularse desde
las fases diseño de proyectos de alto impacto sobre trama urbana con miras de
resolver el detalle de la menor escala o la del peatón.

La hipótesis de trabajo del semillero plantea que entre las estructuras de movilidad y de
espacio público existe una relación estrecha que afecta e impacta a la forma física de la
ciudad y por tanto la manera en que los usuarios experimentan y perciben el espacio
urbano. Por esto se busca responder a la pregunta ¿Cuáles son las relaciones presentes
entre la estructura de movilidad del sistema Transmilenio y el espacio público que las
recibe? Como pregunta subsidiaria y producto de esta ponencia se plantea ¿Cuáles son
las calidades del espacio público producido a partir de la implantación del sistema de
Transmilenio? Atendiendo a condiciones físicas y perceptuales, en esta medida se tratará
de construir unas variables de cualificación del espacio público producto de la
implantación del elementos de movilidad en este.

Así, los objetivos de esta investigación radican, de manera general, en reconocer las
relaciones y las calidades del espacio público producido a partir de la implantación del
sistema de transporte Transmilenio, para mitigar los efectos negativos y potenciar los
positivos, de esta intervención, a la luz de la implementación de nuevos sistemas de
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transporte en la ciudad y la proyección de sus impactos urbanos. Además de ello como


objetivos específicos se consideran: a) Identificar las distintas relaciones presentes entre
la infraestructura de movilidad del sistema Transmilenio y los espacios públicos
adyacentes al mismo y las calidades que las determinan. b) Evidenciar que, desde la
disciplina del diseño se pueden mejorar las relaciones y las calidades entre las dos
estructuras, buscando optimizarlas para el uso de los ciudadanos. c) Concientizar a las
personas sobre la comprensión de la ciudad como un conjunto de sistemas, que,
integrados y diseñados, promueven la calidad de vida, la sustentabilidad y la
sostenibilidad urbana y ambiental.

La movilidad y el espacio público

Se entiende la movilidad como el proceso de movimiento que se desencadena por la


necesidad que tienen los habitantes de un lugar para desplazarse en función de llevar a
cabo actividades cotidianas como el trabajo, el abastecimiento y otras exigencias de la
vida urbana. Así hablar de movilidad urbana, obliga a considerar distintos mecanismos
para efectuar el desplazamiento, incluyendo los diversos medios para llevarlo a cabo.

Entendiendo que la ciudad está conformada por edificaciones y el espacio dispuesto entre
ellas, se reconoce entonces que las vías por las que se mueven los ciudadanos, constituyen
parte de los que llamamos espacio público. Sin embargo, nos interesa también destacar
que el espacio público va más allá de la concepción de los vacíos de uso público en la
ciudad considerando que es en dicho espacio donde se genera la comunidad y la vida
urbana. Los espacios públicos y el circuito de estructuras de movilidad están directamente
relacionados. Esto quiere decir que, si las vías fluyen, los espacios públicos son los
elementos de pausa o permanencia, donde el ciudadano puede disfrutar de otras
experiencias en el proceso de movilidad.

Considerando que la movilidad es también una práctica social que se lleva a cabo en la
ciudad como espacio físico, pero que incide en el espacio social, es imperativo revisar las
relaciones y dinámicas sociales en los espacios que han ocupado los elementos de acceso
al sistema de movilidad (Gutiérrez, 2012).

La historia de la ciudad es la de su espacio público. Las relaciones entre los


habitantes y entre el poder y la ciudadanía se materializan, se expresan en la
conformación de las calles, las plazas, los parques, los lugares de encuentro
ciudadano, en los monumentos. La ciudad entendida como sistema de redes o de
conjunto de elementos –tanto si son calles y plazas como si son infraestructuras de
comunicación (estaciones de trenes y autobuses), áreas comerciales, equipamientos

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culturales educativos o sanitarios, es decir, espacios de uso colectivo debido a la


apropiación progresiva de la gente– que permiten el paseo y el encuentro, que
ordenan cada zona de la ciudad y le dan sentido, que son el ámbito físico de la
expresión colectiva y de la diversidad social y cultural. Es decir, que el espacio
público es a un tiempo el espacio principal del urbanismo, de la cultura urbana y de
la ciudadanía. Es un espacio físico, simbólico y político (Borja y Muxi, 2003, p 8).
Son las calles y andenes, dentro de las categorías del espacio público, los espacios
directamente relacionados con la actividad del desplazamiento. Así mismo, las plazas,
parques y sus variaciones son los puntos de intersección entre varias vías o sendas que
hacen que, dentro de ese desplazamiento, se puedan generar intervalos agradables
comprendiendo la movilidad urbana como un proceso de movimiento y pausas que
permiten disfrutar del intercambio de lugares y promover el sentido de pertenencia de la
ciudad.

Caso de estudio: Sistema de transporte masivo Transmilenio en Bogotá.

Con miras a comprender el proceso de articulación entre los dos sistemas urbanos: el de
movilidad y el de espacio público, se eligió como caso de estudio sistema masivo de
transporte Transmilenio en la ciudad de Bogotá, sistema que se analiza a la par con las
estructuras del espacio público circundante, donde se disponen todos los accesos y
elementos funcionales y de apoyo del sistema.

Metodología

En primera instancia se abordó el ejercicio de comprensión de los dos conceptos a


desarrollar en esta investigación. El marco conceptual se estableció indagando en los
postulados de varios autores que trabajan temas sobre la movilidad, el transporte en las
ciudades y el espacio público desde diversos enfoques. Para el tema de la movilidad se
trabajó con el libro: Ciudad y Transporte el binomio imperfecto (2002) de la doctora
geógrafa Carme Miralles-Guash. También con las indicaciones del ingeniero de caminos
y doctor Manuel Herce con su escrito Sobre la Movilidad en la Ciudad (2009) y algunas
precisiones destacadas del artículo ¿Qué es la movilidad? de la doctora en geografía
Andrea Gutiérrez (2012). Por otra parte la construcción del concepto de espacio público
se desarrolló a través de la lectura de Jhan Gehl, arquitecto y urbanista danés con su texto
Ciudades para la Gente (2011) y los autores Jordi Borja y Zaida Muxi arquitectos y
urbanistas, con su disertación El espacio público, ciudad y ciudadanía (2003).

Dichas precisiones permitieron la construcción del marco teórico y conceptual sobre el


que se apoya la investigación.
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Simultáneamente se inició el estudio de caso, visitando las troncales del sistema: Carrera
10, Avenida Caracas, Calle 26, Calle 80, Autopista Norte y Avenida Suba, recolectando
la información que permitiera su comprensión física, su espacio público y las dinámicas
sociales asociadas al mismo.

Después de hacer una primera aproximación a las relaciones encontradas en cada troncal
estudiada, fue necesario revisar estación por estación, en cada troncal, buscando
caracterizar puntualmente las relaciones en cada punto de la red de espacio público y de
estructura de movilidad, describiendo así los hechos que allí se condensan. Esto se
estableció construyendo una base de datos que relaciona los aspectos físicos y cualidades
de cada una de las estaciones Transmilenio, consignándose detalles de la estación, como
número de vagones, posición de sus salidas; también se plantearon situaciones frente al
espacio público como si su respuesta formal era andén, plaza, parque; la existencia de
ciclo ruta u otra forma física de relación del sistema de movilidad con sus bordes urbanos.
Además, se indicó, en el mismo cuadro, las diversas dinámicas urbanas que se llevaban a
cabo en estos espacios públicos tales como flujos de personas, uso o apropiación de los
ciudadanos sobre estos espacios urbanos.

A continuación de la revisión del material recopilado y la discusión constante en el grupo,


se ha trabajado en la interpretación de estos datos, con miras a la construcción de una
categorización de las relaciones encontradas y por ende las calidades producto de estas,
para constituir una mirada a las relaciones del sistema, desde lo general o lo particular,
según la revisión de la totalidad del universo estudiado.

Complementario a ello se analizó el estado del mobiliario urbano, cualidades que desde
lo físico permiten evidenciar no solo situaciones de apropiación sino también condiciones
de seguridad dadas por la iluminación, la accesibilidad y el flujo peatonal; por otro lado,
como condición perceptual se encuentra la vida urbana o el nivel de apropiación, uso y
permanencia en el espacio público. A estas cualidades y paralelo a las relaciones sistema
de movilidad- espacio público se asignaron valores estimados de 1 a 5, partiendo como
nivel bajo el 1 y nivel alto el 5, en cuanto a los siguientes aspectos: vida urbana, Flujo
Peatonal, Accesibilidad, Iluminación y Seguridad, como criterios de valoración desde la
experiencia.

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Estas cualidades preliminares de evaluación permitieron inferir que tipo de espacio


público producto de la inserción del sistema transmilenio en la ciudad ofrece mayores
posibilidades de permanencia y por ende mejora la calidad de la vida urbana tanto por sus
condiciones físicas como perceptuales.

Resultados

Categorización y cualidades del espacio público: Identificación tipológica de los


espacios de relación entre la infraestructura de movilidad y el espacio público.
Este ejercicio también arroja luces frente a diversas posibilidades en la manera de
comprender los espacios urbanos asociados al sistema Transmilenio permitiendo
considerar las siguientes convenciones dentro de la asociación de las infraestructuras de
los sistemas movilidad y de espacio público:

Tabla 1. Relaciones y Calidades Sistema Transmilenio-Espacio Público

Fuente: Elaboración Semillero de Investigación MUESP

TIPO DE RELACION DEFINICIÓN CUALIDAD DEFINICIÓN VALORACION (1 a 5) CALIDADES EN EL ESPACIO PUBLICO

Asociada al
aporte o no que Sin aporte a la vida en el espacio público, se
VIDA URBANA hace a la 1 limita a la mejora física -materiales, mobiliario
apropiación del urbano, adecuación de rampas-. Espacio público
Espacio Publico exclusivamente de tránsito.
En estos casos, la
intervención del FLUJO Intensidad de los
sistema de 4
PEATONAL desplazamientos Alto flujo peatonal en la mayoría de estaciones
movilidad no
impactó, de manera
Permite el
NEUTRA abrupta, sobre la
acceso
estructura urbana, ACCESIBILIDAD 5
adecuado a la
permitiendo
estaciones o no Garantiza la accesibilidad
conservar las
dimensiones de los
pasos peatonales. ILUMINACION 4 Adecuadas condiciones de Iluminación

Genera Sensación de seguridad solo en algunas horas del


confianza el día por actividades asociadas al entorno
SEGURIDAD 3
transitar por este inmediato (comercio, universidades, vivienda,
espacio o no entre otras)

Asociada al Mejora física del entorno inmediato -materiales,


La relación que se
aporte o no que mobiliario urbano, adecuación de accesos-.
establece en estas
VIDA URBANA hace a la 3 Espacio público de permanencia en algunos
EQUIPAMIENTO O estaciones
apropiación del casos, usualmente en plazoletas pero sin mayor
GRANDES corresponde a la
Espacio Publico apropiación de este.
SUPERFICIES vinculación del
sistema de
transporte con FLUJO Intensidad de los
5
equipamientos PEATONAL desplazamientos Alto flujo peatonal

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urbanos (hospital,
Permite el
biblioteca,
acceso
universidad) o con ACCESIBILIDAD 5
adecuado a la
grandes superficies
estaciones o no Garantiza la accesibilidad
comerciales,
conectando los
flujos peatonales de ILUMINACION 5 Adecuadas condiciones de Iluminación

acceso y salida del


sistema de
Genera
transporte, con las Sensación de seguridad solo en algunas horas del
confianza el
edificaciones o con SEGURIDAD 4 dia por actividades asociadas al entorno
transitar por este
sus espacios inmediato (comercio, universidades, vivienda,
espacio o no
urbanos. entre otras)

Asociada al Mejora física del entorno inmediato -materiales,


aporte o no que mobiliario urbano, adecuación de accesos-.
Son las relaciones VIDA URBANA hace a la 5 Espacio público de permanencia en la mayoría
que se plantean apropiación del de casos. Mayor aporte a la vida urbana y la
entre las estaciones Espacio Publico calidad del espacio publico
del sistema que
tienen salida o FLUJO Intensidad de los
elementos de su 5 Alto flujo peatonal
PEATONAL desplazamientos
funcionamiento
como ascensores,
Permite el
EXISTENTE taquillas o bici
acceso Garantiza la accesibilidad y la conectividad con
parqueaderos ACCESIBILIDAD 5
adecuado a la otros espacios públicos (parques, plazas)
anclados a plazas o
estaciones o no
parques públicos de
la ciudad
ILUMINACION 4 Adecuadas condiciones de Iluminación
previamente
existente,
potenciando las Genera Sensación de seguridad solo en algunas horas del
dinámicas urbanas. confianza el día por actividades asociadas al entorno
SEGURIDAD 4
transitar por este inmediato (comercio, universidades, vivienda,
espacio o no entre otras)

Asociada al Mejora física del entorno inmediato -materiales,


aporte o no que mobiliario urbano, adecuación de accesos-.
VIDA URBANA hace a la Espacio público exclusivamente de tránsito, en
apropiación del el momento del estudio, pero con alto potencial
Como su nombre lo Espacio Publico 3 de desarrollo y mejora de su uso y apropiación
indica, la relación
emergente se refiere FLUJO Intensidad de los
a las posibilidades PEATONAL desplazamientos 3 Flujo peatonal moderado
de configurar
espacios de carácter
Permite el
EMERGENTE público activos, que
acceso
surgen de la ACCESIBILIDAD Garantiza la accesibilidad
adecuado a la
intervención de la
estaciones o no 4
infraestructura y que
tienen un futuro para
complementar los ILUMINACION 4 Adecuadas condiciones de Iluminación

espacios públicos de
la ciudad. Suelen ser Genera Sensación de seguridad solo en algunas horas del
intervenidos con confianza el día por actividades asociadas al entorno
SEGURIDAD
edificios, plazas o transitar por este inmediato (comercio, universidades, vivienda,
parques. espacio o no 3 entre otras)

Asociada al
La relación insular
aporte o no que Sin aporte a la vida en el espacio público, se
hace referencia a los
INSULAR VIDA URBANA hace a la limita a la mejora física -materiales, mobiliario
espacios urbanos
apropiación del urbano, adecuación de rampas-. Espacio público
que ocupan los
Espacio Publico 1 exclusivamente de transito
elementos del

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sistema de
FLUJO Intensidad de los
transporte, que
PEATONAL desplazamientos 1 Flujo peatonal bajo
sirven para acceder
o abandonar el
sistema, y se Permite el

convierten en islas acceso


ACCESIBILIDAD Garantiza la accesibilidad
frente al resto del adecuado a la

espacio urbano que estaciones o no 4

conecta
directamente con la ILUMINACION 4 Adecuadas condiciones de Iluminación
ciudad. De esta
manera, producen
"porciones de tierra"
en la mitad de las
Genera
vías, y se conectan
confianza el
al espacio público SEGURIDAD
transitar por este
mediante pasos
espacio o no
semaforizados o
fragmentos de Sensación de seguridad baja, alta exposición al
puentes. 1 tráfico vehicular

Las relaciones Asociada al


residuales se aporte o no que Sin aporte a la vida en el espacio público, se
determinan cuando, VIDA URBANA hace a la limita a la mejora física -materiales, mobiliario
durante la operación apropiación del urbano, adecuación de rampas-. Espacio público
física en la que se Espacio Publico 1 exclusivamente de transito
transforma la
estructura urbana, FLUJO Intensidad de los
se suprimen predios PEATONAL desplazamientos 1 Bajo flujo peatonal
generando “muelas”
dentro de las
Permite el
manzanas, que
acceso
originan espacios ACCESIBILIDAD
adecuado a la
sin carácter que, por
estaciones o no 4 Garantiza la accesibilidad
sus dimensiones y
RESIDUAL configuraciones, no
permiten una ILUMINACION 2 Falta de iluminación en algunos casos

ocupación distinta a
la de ser espacios
utilitarios.
Generalmente los
espacios urbanos
que de esta relación Genera
se originan, son confianza el
SEGURIDAD
problemáticos, transitar por este
altamente espacio o no
peligrosos, poco
estéticos y difíciles
de apropiar por parte
de la comunidad. 1 Sensación de seguridad baja

Conclusiones

Frente a los resultados obtenidos, vale la pena mencionar que son apreciaciones
preliminares acerca de las relaciones entre la estructura de movilidad analizada y las
respuestas que propone sobre los espacios públicos que la rodean. Estas reflexiones son

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enriquecedoras por cuanto ofrecen un panorama, hasta ahora desconocido, frente a la


mirada crítica que se le hace al sistema Transmilenio en sus diecisiete años de existencia.

A partir de la primera cualificación de esta naturaleza de los espacios públicos producto


de la inserción del sistema Transmilenio en Bogotá, se puede inferir que los espacios que
desembocan o asociados a una estructura del sistema de espacios públicos de la ciudad –
parques, plazoletas, equipamientos- permiten mayor actividad y apropiación urbana,
posibilitadas por su configuración física y espacial.

Las intervenciones en el espacio público con menor grado de apropiación y por ende que
pueden inducir a situaciones de deterioro e inseguridad para los ciudadanos son aquellas
donde el espacio público producido, es reducido o poco generoso, con condiciones de
iluminación y accesibilidad limitadas.

En general el aporte de esta investigación tiene que ver por un lado en el enriquecimiento
de la capacidad para observar la ciudad como un evento en construcción en el que
confluyen varias estructuras físicas e intangibles. Así mismo, dicha observación nos
ayuda a la comprensión de la ciudad como una relación de sistemas que se presentan
como constructores del espacio urbano, a la vez como de sociedad y comunidad cuya
experiencia es más agradable dentro del territorio que habita.

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Modelo, normativa y tejido. Procesos de transición entre plan director,


código de planeamiento urbano y ciudad construida

María Victoria Sabbadini, Claudio Sebastián Labra, Facundo Rouco Oliva, Juan
Francisco Freijo, Mariela Alejandra Delgado
FADU, UBA

Introducción

El presente trabajo tiene por objetivo abordar una serie de problemáticas urbanísticas, de
planificación, gestión, y aplicación normativa, implícitas en la traducción de un modelo
de ciudad propuesto por el Plan Director de Buenos Aires (PDVA) –plan- a una
reglamentación concreta plasmada en el Código de Planeamiento Urbano (CPU) –norma-
y los resultados materiales –arquitectura- de este proceso en la ciudad.

El 19 de junio de 1962, mediante decreto 9064/62, se aprueba el PDBA que tendrá por
objetivo resolver los problemas del desarrollo urbano y el planeamiento orgánico del
municipio1. Siendo el primer plan que aborda de manera integral tres escalas de análisis
(región, área metropolitana y urbe), este documento puede considerarse un hito en la
historia urbana de la Ciudad de Buenos Aires. Quince años más tarde se sanciona el CPU
(1977), instrumento normativo que surge del PDBA y legislación vigente que regula el
crecimiento de la Capital Federal. Este recorrido requiere de interpretaciones para adoptar
cada formato; incluye actores diversos dentro y fuera del ámbito institucional; e involucra
procesos con tiempos que corren a distintas velocidades.

Entendiendo al tejido como el determinante tangible dentro de las relaciones complejas


que se establecen entre las herramientas de gestión y las variables que influyen en la
conformación de la ciudad, y para lograr comprender la influencia de ambos instrumentos
en la composición del paisaje urbano, nos proponemos la revisión de las estructuras
espaciales al momento de la elaboración del PDBA y previa a la puesta en vigencia del
CPU -como también posteriores al mismo- en dos sectores urbanos específicos: los cascos
históricos de Flores y Belgrano, dos polígonos urbanos hoy disimiles, pero producto de
similares procesos históricos.

1
Boletin Municipal. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1962

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El PDBA y la normativa posterior son instrumentos de gestión que se desarrollan en


estamentos diferentes de una misma disciplina. En ese pasaje de los planes a la normativa
que de ellos surge, es fundamental objetivar la forma de abordar el problema, para
determinar los alcances de los planes y códigos propuestos para Buenos Aires.

La ciudad construida es un dato de la realidad que arroja resultados concretos en el


espacio y permite múltiples abordajes; uno de ellos es trazar el camino inverso, del
resultado a las ideas, para abarcar la complejidad del desarrollo urbano desde otra
perspectiva. En este sentido se establecen constantes en la construcción del presente
proyecto:

a) El catastro
b) El tejido urbano
c) Las tipologías urbanas
d) La densidad
e) La permanencia y la renovación
f) Los actores sociales.

Del abordaje del tejido y la normativa, emana una serie de contradicciones entre la ciudad
deseada y la ciudad existente, implícitas en las regulaciones impulsadas en los distintos
periodos históricos. Estas variables interrelacionadas, suman a su vez mayores
complejidades en cada ciclo al incorporar con el paso del tiempo nuevas legislaciones,
nuevas ideas de ciudad en respuesta a las problemáticas de la ciudad existente,
densificaciones, y variables del tipo cualitativas como la renovación y permanencia del
uso del suelo o la aparición de nuevas funciones inherentes a los cambios
socioeconómicos y culturales.

1. Contexto histórico

1.1 Plan regulador de 1962

Mediante ordenanza N° 14627 se crea en 1958 (Intendencia de H. Giralt, presidencia Dr.


A. Frondizi) la Organización del Plan Regulador de la Ciudad de Buenos Aires (OPRBA)

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que tendrá a su cargo “el estudio de los problemas del desarrollo urbano de la ciudad,
proponiendo las medidas necesarias para el planeamiento orgánico de la misma”.2

Aprobado en 1962 por decreto 9064, el Plan Director se constituye como instrumento de
orientación general para los organismos municipales en cuanto a la realización de obras
públicas y a la organización de servicios de carácter urbano atendiendo a los usos de la
tierra y las densidades de la población.

La OPRBA organización de carácter descentralizado y dependiente de la intendencia


municipal, implanta nuevamente a la planificación urbana y territorial como disciplina
relevante dentro de la estructura administrativa regular de la Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires.

El antecedente directo del Plan Regulador (1958) lo encontramos en el trabajo realizado


por los arquitectos J. Ferrari Hardoy, J. Vivanco, A. Bonet y M. Roca, para el estudio del
Plan de Buenos Aires durante la intendencia del Dr. E. Siri y la presidencia de J.D. Peron.
Dicho estudio tiene su origen en el Plan de Buenos Aires de Le Corbusier (1938) y se
estructura a partir de los postulados del movimiento moderno introduciendo el estudio
analítico de la ciudad como método de planificación territorial. Sus postulados tendrán
gran influencia sobre lo que será posteriormente el Plan Regulador, tanto en el aspecto
teórico como en la conformación del mismo a partir de la tarea llevada adelante por el
Arq. J. Kurchan que logra constituir la Dirección de Urbanismo que presidio entre 1952
y 1957.

El primer Consejo Directivo de la OPRBA estuvo presidido por el Arq. E. Sarrailh e


integrado por los arqs. F. García Vazquez, J. Goldemberg, O.E. Suárez, C. Testa, Itala F.
Villa, los doctores C. Mouchet y F. Pérez Crespo y el ing. F. Ortiz. 3

A partir del trabajo iniciado por el EPBA, este plan incorpora un estudio exhaustivo de la
situación territorial, que comprende un análisis cuantitativo, cualitativo y de distribución
de la población, incluyendo estudios de sociología urbana y un análisis del uso del suelo,
de equipamientos y servicios, de red vial, tránsito y transporte, de la función y estructura
urbana, del tejido urbano y su forma, para delimitar las áreas del planeamiento, el control

2
Boletín Municipal. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1962
3
Suarez, O. 1994. Planes y Codigos para Buenos Aires. 1925-1985. Buenos Aires: Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo. UBA.

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de las densidades y la zonificación y definir luego las vías de acceso a la ciudad y las
circulaciones viales internas.4

1.2 Código de Planeamiento Urbano (1977)

En 1977 mediante ordenanza municipal número 33721, se sanciona el CPU, que propone
profundos cambios en las pautas de tejido y uso, cristalizando los lineamientos del Plan
Regulador de 1962. Esta normativa, vigente hasta nuestros días, fue sometida a múltiples
actualizaciones en función de las necesidades propias de la conformación del territorio de
la ciudad.

Si el Código de Edificación de 1944 había comenzado a incorporar el concepto de la


manzana como totalidad, asignando espacios compartidos no edificables proporcionales
a la superficie de las parcelas, el CPU definirá el concepto de espacio urbano de una forma
más precisa, introduciendo los conceptos de Factor de Ocupación Total (FOT) y Factor
de Ocupación del suelo (FOS), para controlar la densidad territorial y garantizar
condiciones mínimas de habitabilidad.

Esta norma aboga por la conformación de centro libre de manzana, con la obligación de
recuperarlo como suelo absorbente y acompañando las nuevas pautas de ocupación
parcelaria, con mejoras en las condiciones ambientales entre los volúmenes
edificados. Así mismo, “introduce el concepto de FOT básico para regular los
volúmenes edificables y controlar el total de población estableciendo un FOT promedio
de 1,5 muy inferior al permitido por el Código de la Edificación de 1944 pero más que
suficiente para albergar el total que indicaban las proyecciones de población hechas en
1960.”5

El CPU define tres tipologías edilicias referidas a los tipos de ocupación de suelo y su
resolución volumétrica: “entre medianeras”, “de perímetro libre” y “de perímetro
semilibre”. Las normas para edificios en torre, introducidas en 1957 y reelaboradas en el
CPU (1977), contribuyeron aún más a complejizar el tejido urbano de Buenos Aires;
tipología edilicia que continua afectando al tejido, interfiriendo en los procesos de
renovación promovidos, salvo en zonas muy acotadas de la ciudad.

4
Boletín Municipal. Municipalidad de la Ciudad de Buenos, 1958
5
Suarez, O. 1994. Planes y Codigos para Buenos Aires. 1925-1985. Buenos Aires: Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo. UBA.

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987-29423-2-8

“El Código de 1977, en términos generales, presta poca consideración a la edificación


preexistente, propicia un tejido abierto y la sustitución edilicia como criterio de
configuración urbana. Se destaca que estos criterios se imponen en el momento en que
la Ciudad ya presentaba un alto grado de consolidación de su stock construido, que
asimismo se caracterizaba por su gran calidad constructiva.”6

2. Catastro y tipología

2.1 Conformación catastral en Belgrano y Flores

Los polígonos circundantes a las plazas centrales de Flores y Belgrano surgieron como
pueblos independientes exentos y equidistantes al casco histórico de Buenos aires,
anexados a la ciudad en el proceso de conformación territorial, con infraestructuras y
condiciones equiparables, pero arrojando características disimiles ya distinguibles para el
año 1940, que acentuaran sus diferencias con la aplicación de la normativa posterior.
Estas características determinaron su elección como casos de estudio.

El polígono delimitado por la Av. Cabildo y las calles Mendoza, Arcos y Sucre
presentaba alrededor del año 1940 un tejido conformado principalmente por edificaciones
semiexentas o exentas, chalet, casa vestíbulo, villa suburbana, petit hotel etc. Con la
particularidad de la presencia de la parroquia “Inmaculada Concepción” y los actuales
museos Sarmiento y Larreta.

La trama se organiza en torno a la plaza Manuel Belgrano conformando manzanas


rectangulares con un parcelario compuesto por lotes de mayor tamaño respecto a la media
de la ciudad.

El polígono delimitado por las calles Caracas, Bacacay, Bolivar y Ramón Falcón
presentaba alrededor del año 1940 un tejido carpeta de características herméticas con el
predominio de las tipologías de casa chorizo, casa de patios, vivienda en hilera, casa de
altos y edificios de renta. Destacan en la trama la Basílica de San José de Flores, el Banco
nación, la línea ferroviaria del FF.CC. Sarmiento y la estación Flores.

La trama, articulada en torno a la plaza San José de Flores e intersectada por el corredor
de Av. Rivadavia y la línea férrea, se conforma por manzanas regulares de 120 m de lado
y un parcelario de menores dimensiones en comparación a Belgrano.

6
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2005.

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2.2 Conflicto tipológico catastral y dimensión temporal

El catastro está definido por un proceso histórico de gran complejidad, en donde puede
afirmarse que las tipologías, desarrolladas de forma orgánica a lo largo de la historia,
determinan las dimensiones parcelarias, definen y condicionan el plano catastral de la
ciudad. En este proceso de conformación y sustitución de tipos, el lote se fue dividiendo
(por motivos económicos, de densificación, etc) en función de la expresión mínima
tipológica existente y dando lugar a la fragmentación en lotes más pequeños.7

Este fenómeno de subdivisión de lotes, se produjo en simultáneo con la extensión de la


mancha urbana. Replicándose las dimensiones del catastro matriz en áreas sin tipologías
previas. En esta dinámica de expansión, fue el catastro el que determinó la tipología
generando un proceso cíclico, con la particularidad de que el parcelario no puede sufrir
modificaciones de la misma magnitud que sus construcciones; puede englobarse,
dividirse pero no alterarse en una escala significativa.

Podemos inferir sin embargo, que con el correr del tiempo, el catastro condicionó la
aplicación de las nuevas tipologías introducidas por el CPU. Éste es una condición
histórica de la ciudad donde la normativa ha tenido poca injerencia.

El plan regulador asumía que eventualmente el tejido urbano sería renovado


completamente, sin embargo esto no ocurrió. Los nuevos modelos tipológicos se posan
sobre una ciudad existente cuyo crecimiento se encuentra determinado por un proceso
donde a cada parcela, por sus cualidades, dimensiones y ubicación, le conciernen ciertas
tipologías históricas; y donde las tipologías del CPU pueden resultar ajenas, o chocar con
incompatibles del tejido.

El plano catastral históricamente ha sido determinado tanto por la permanencia de las


tipologías originales que conformaron el desarrollo de la ciudad, y a su vez ha
condicionado a posteriori el desarrollo de nuevas tipologías.

En este sentido la propuesta edilicia del CPU impacta de manera distinta en el territorio
de Belgrano y Flores.

El desarrollo catastral del casco histórico de Belgrano posee manzanas con parcelas de
grandes dimensiones, producto de tipologías asociadas a los asentamientos periféricos de

7
Diez, F. 1997. Buenos Aires y algunas constantes en las transformaciones urbanas . Buenos Aires:
Belgrano.

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fines de siglo XIX (Chalet). Tanto el Código de Edificación de 1944 como el CPU,
encontraron en esta conformación, un ambiente favorable para la construcción de
edificios en altura “de perímetro libre”, privilegiado por una normativa que pondera una
mayor densificación para este tipo, en comparación con la tipología “de entre
medianeras”. Esta posibilidad de renovación cobra relevancia con la ley de propiedad
horizontal, y en función del aumento de los factores de ocupación para la tipología de
perímetro libre.

En cambio, en Flores la conformación catastral presenta un parcelario de menores


dimensiones, en donde las tipologías preponderantes son propias de un tejido más
compacto y denso, y resultan factibles de poseer múltiples propietarios. En este caso la
ley propiedad horizontal complejiza la dinámica de la renovación del tejido, el aumento
de los actores sociales en el proceso de sustitución dificulta la aplicación de la norma. Así
mismo, la rentabilidad se verá afectada por superficies que no siempre alcanzaran a cubrir
la capacidad constructiva requerida para la inversión. La renovación dará a lugar a un
tejido heterogéneo en el que conviven las prexistencias y los edificios en altura.

3. Tejido y tipología

3.1 El valor de la tipología

La conformación del tejido urbano como hecho histórico tangible, es resultado de las
relaciones complejas que se establecen entre las herramientas de gestión y las variables
que influyen en el desarrollo de la ciudad. En este sentido analizar el tejido construido de
la ciudad real será de extrema utilidad para la comprensión de la estructura de los hechos
urbanos.

Según Rossi “entre tipología edificatoria y morfología urbana, existe una relación binaria
y el poner en claro esta relación puede llevar a resultados interesantes”8; estableciendo un
vínculo indisociable entre la tipología edilicia y la conformación del tejido urbano.
Continuando con esta línea Fernando Diez, dice: “Si algo define a un tipo edilicio es la
manera en que este se relaciona con el sitio y ocupa un lote urbano (…) el tipo contiene

8
Rossi, Aldo. 1971. La Arquitectura de la Ciudad. Barcelona. Editorial Gustavo Gili S.A.

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implícito un principio de agregación, una manera en que los edificios se agrupan para
producir un todo mayor: el tejido edificado”9.

De acuerdo a los autores citados podemos inferir la importancia del vínculo establecido
entre estos dos elementos; la tipología y el tejido, presentan una relación de
interdependencia, donde el tipo se constituye como célula mínima en la construcción del
tejido urbano y lleva implícita una idea de ciudad que le es intrínseca. Como se hizo
mención en el punto anterior el catastro también influirá sobre la conformación del tejido
y la constitución de la tipología pero no es menester de este apartado ahondar en ese
aspecto.

Si bien no es objeto del trabajo de investigación realizar un estudio pormenorizado de las


tipologías edilicias de la ciudad de buenos aires, analizar los diversos tipos que se
superponen en el devenir histórico y que conforman la heterogeneidad de nuestro tejido
urbano nos permitirá un mayor abordaje a la complejidad del hecho urbano construido;
“La forma de la ciudad siempre es la forma de un tiempo de la ciudad; y hay muchos
tiempos en la forma de la ciudad.”10

3.2 Permanencia y renovación en la construcción del tejido

“El pasado es en parte experimentado ahora y, desde el punto de vista de la ciencia urbana,
puede ser este el significado que hay q dar a las permanencias; estas son un pasado que
aun experimentamos.”11

Hemos visto, en el desarrollo del trabajo, que en la ciudad se produce un crecimiento


dual; por un lado expansivo en tanto aumento de la extensión de la superficie urbana, y
densificatorio en tanto renovación de los tipos edilicios existentes por otros de mayor
explotación urbana12. Estos a su vez se solapan en el tiempo con diversas variables y
enfoques de la ciudad; no solo desde el campo disciplinar sino también en el devenir
normativo de la gestión urbana.

9
Diez, F. 1997. Buenos Aires y algunas constantes en las transformaciones urbanas . Buenos Aires:
Belgrano.
10
Rossi, Aldo. 1971. La Arquitectura de la Ciudad. Barcelona. Editorial Gustavo Gili S.A.
11
Ibíd.
12
Diez, F. 1997. Buenos Aires y algunas constantes en las transformaciones urbanas . Buenos Aires:
Belgrano.

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Como mencionamos en el punto anterior la tipología edilicia como elemento de estudio


y como hecho histórico, contiene una idea de agrupación conformando también una idea
de espacio urbano que lleva indefectiblemente a una idea de ciudad. Pero para lograr esa
idea de ciudad que lleva implícita el tipo, será necesaria una determinada continuidad en
el tiempo de la vigencia del mismo, con el objetivo de conformar una homogeneidad
tipológica. Al realizar el relevamiento de los sectores urbanos (Flores y Belgrano)
observamos que la composición heterogénea de la manzana se constituye de diversos
tipos edificatorios, pertenecientes a distintos periodos históricos y paradigmas urbanos.
Para ello haremos un racconto de las tipologías analizadas.

El tejido denominado de tipo “carpeta” previo y, a su vez, contemporáneo al Digesto de


1928, representa un repertorio diverso tanto de viviendas unifamiliares: la casa de patio
central, la casa de medio patio o chorizo, la villa suburbana, casa de medio jardín, el hotel
particulier, el petit hotel, la casa vestíbulo, el chalet, etc.; como multifamiliares: la casa
de altos, las viviendas pasaje, las viviendas en hilera, las casas de renta, etc.

Como ya hemos hecho mención durante la década del 1930, desde el ámbito académico
fundado en los idearios del movimiento moderno, se desarrollan fuertes críticas a la idea
de ciudad, contenida por dicho digesto, y la conformación del tejido edilicio que parte de
estas tipologías propiciaban. Abriendo paso así a la constitución del Código de 1944 que
introduce, al marco normativo, nuevas tipologías edilicias de corte modernista: edificio
en torre y tipologías de edificios pabellonales, como así también mayores restricciones en
cuanto a la ocupación del suelo aumentando, en contraposición, las densidades edilicias.

Ya con el CPU (1977) y luego de importantes procesos densificatorios, con una ciudad
consolidada, se introducen nuevas tipologías al marco regulatorio: edificio entre
medianeras y edificios de perímetro libre.

La relación que se establece entre la tipología edilicia y la normativa urbana no es la


misma en cada periodo mencionado; durante las etapas de densificación de la ciudad,
puesto que en el proceso de renovación, ya sea por variables culturales, económicas o
sociales, ciertos grupos topológicos permanecen, se desarrollan incompatibilidades
tipológicas. No queremos inferir aquí que la heterogeneidad del tejido es producto de una
falta de continuidad de los tipos edificatorios, puesto que reducir el complejo proceso de
desarrollo urbano a una cuestión temporal sería un error. Pero hacer foco en la relación
contradictoria que se establece entre los conceptos de permanencia y renovación, en

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vínculo con la tipología y el tejido, abona a una mayor comprensión del complejo paisaje
urbano de nuestra ciudad que es heterogéneo y diverso, y en el cual conviven distintas
ideas de ciudad.

4. La ciudad existente

Las variables y circunstancias que consideramos determinantes en la constitución de la


morfología urbana (tejido existente), si bien parecen inconmensurables, poseen un
elemento común; no pueden ser comprendidas sin introducirlas en una dimensión
histórica. Es en este punto donde los sucesivos intentos por intervenir en la ciudad,
parecieran no tomar como variable su condición histórica; ya sea por indiferencia o por
la voluntad expresa de negar el pasado, propio del paradigma moderno.

Es innegable que las distintas comisiones y equipos de trabajo han realizado logros
invaluables en el proceso de acondicionamiento del espacio urbano, mejorando su
habitabilidad y accesibilidad, buscando conciliar de forma incesante a los diversos actores
sociales sobre la ciudad, que es por definición el espacio de poder y escenario del
conflicto social propio de una sociedad plural y democrática. En el desarrollo del trabajo
se han manifestado los limites de la legislación y la normativa a la hora de determinar el
destino y el desarrollo de una ciudad.

Abonando al concepto de palimpsesto urbano, Buenos Aires es hoy una sucesión de capas
donde conviven los procesos de renovación, en parte, ajenos a la ciudad histórica, y un
tejido de permanencia que por su valoración social o su resistencia al cambio no se somete
a la visión ideal que cada uno de los procesos normativos llevados a cabo proyectó, según
lo que se creía correcto y certero en su tiempo para poder erigir la ciudad deseada,
homogénea y ordenada que supondría por fin un producto acabado libre de conflictos y
problemas.

Se hizo hincapié en este trabajo en las variables de catastro, de propiedad del suelo, de
generación y superposición de tejido sobre tejido y se arrojaron hipótesis sobre cómo
estas variables afectaron sobre el desarrollo de los barrios de Flores y Belgrano,
considerándose estos como sumamente representativos. Es innegable que estos factores
influyen y en gran medida, pero lo cierto es que los resultados varían completamente de
acuerdo al modo en que estos se barajen en otros fragmentos urbanos, basta con tomar
barrios donde estas variables se cruzan de formas alternativas y donde el CPU tuvo un
alto grado de incidencia para detectar fenómenos con particularidades propias.

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Pese a los esfuerzos de ordenamiento que llevó a cabo el CPU, el resultado es errático,
plural, diverso. La renovación es una capa más que se le adhiere al paso del tiempo,
fundiéndose en la ciudad real; la pregunta que nos planteamos seria, porque no pensar un
código que vea a la ciudad, no como un campo de renovación sino de permanencias y que
asuma su heterogeneidad como el modelo al que apunte la norma.

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BLOQUE III: LA CIUDAD PRACTICADA

“Desde chiquito yo te vengo a ver…”. Actantes y materialidades en dos


estadios de fútbol de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Santiago Barbich
CONICET-Facultad de Ciencias Naturales y Museo, División Arqueología, UNLP
noestusombra@gmail.com
Ezequiel Gilardenghi
Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA
bubalev@gmail.com

Introducción: pensamiento moderno vs. giro práctico en las ciencias sociales

Año 2077. El comandante de la NASA Jack Harper (Tom Cruise) chequea su rumbo: las
coordenadas de Titán, una de las 9 lunas de Saturno, son correctas, no debería tardar más
de 2 hs en llegar. Si bien sabe que son sus últimas horas de vida, también tiene la certeza
que la tierra depende de él. Las dos horas transcurren frágilmente por el espacio exterior.
Un movimiento leve lo sacude fuera de algunos recuerdos pasajeros y una voz metálica
le da bienvenida: “te esperaba…”. Sin poder manejar los controles de su nave, esta se
adentra por un pasillo luminiscente y luego de unos minutos llega a una cámara vacía en
cuyo centro resalta una figura rectangular similar a una pantalla de computadora. “Sabía
que tarde o temprano te darías cuenta…”. Jack, que ya no presentaba signos de
nerviosismo, sonrió. Casi como un acto reflejo, accionó aquel botón rojo sabiendo que
destruiría la nave y todo a su alrededor. La destrucción del “cerebro” terminaría no solo
con su sufrimiento sino también con miles de cuerpos ajenos a él, incluyendo aquellos
drones y cyborgs a miles de kilómetros de distancia, con algunos de los cuales había
compartido su niñez. En su última milésima de segundo de existencia vio cómo se destruía
el cerebro pensante que controlaba el accionar de los miles de cuerpos robóticos en la
tierra e imaginó a estos cuerpos cayendo inertes sobre el suelo…

Esta escena de la película Oblivion muestra un cerebro maestro controlando el accionar


de diferentes corporalidades, sin el cual estas no podrían existir. Representa, a grandes
rasgos, un ejemplo de primacía de la mente sobre el cuerpo (mente pensante y cuerpo
ejecutante, Ingold 2011), un pensamiento característico de la sociedad moderna. El origen
de esta concepción se remonta al SXVII con los postulados teóricos de Descartes, que

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calaron profundo en la construcción del pensamiento occidental en todas sus variables


(método científico, comprensión del mundo, comprensión del otro, etc.). Dicho
pensamiento se basó en la división entre mente (res cogitans) y materia (res extensa),
caracterizando una ontología dualística compuesta por dos tipos de esencias, dos
conjuntos separados en el que uno predomina por sobre el otro. Mientras que en el
primero se encuentran los sujetos, los humanos, la moral, la sociedad y la agencia, en el
otro se presentan entidades desprovistas de subjetividad, como el cuerpo, los objetos, la
naturaleza y la materialidad. Dicha separación acarrea consecuencias ineludibles en el
modo en el cual nuestra sociedad entiende, ordena y clasifica el mundo, tanto en la
cotidianeidad como en las prácticas científicas. Esta ontología de la modernidad postula
al dominio de la naturaleza, entonces, como un reducto pasivo sobre el cual el hombre y
su mente ejercen su control. Posteriormente, a partir de la década del 70, nuevas ideas
constituyen en las ciencias sociales lo que se conoce como el giro práctico (Bourdieu
1977, Foucault 1976, Giddens 1976, 1979). Es en la praxis en donde, a partir de este
momento, se empiezan reconciliar estas esferas, revalorizando la importancia de la
materia y dotándola de características que antes le habían sido negadas.

En la ciencia, el pensamiento cartesiano ha generado una división (muchas veces ad hoc)


a partir de la extrema particularización de los objetos de estudio produciendo separaciones
muchas veces innecesarias entre disciplinas que estudian fenómenos similares o
interconectados. Lejos de haberse superado esta dicotomía, ha sido muchas veces
enmascarada en forma de interdisciplinariedad, que si bien genera un nexo entre distintas
disciplinas o ciencias, no escapa a la especificidad de cada una, lo cual mucha veces limita
la profundidad del análisis. Las ciencias sociales y humanas, no han sido ajenas a este
fenómeno, produciéndose una separación idealista entre disciplinas cuyo objeto de
estudio en última instancia es el mismo. Así la sociología, la antropología, la geografía,
la arqueología y la historia se presentan aisladas entre sí, cuando en realidad los marcos
teóricos, metodologías y las prácticas utilizadas son similares o en muchos casos iguales.
No obstante, en los últimos años estas barreras han comenzado a derrumbarse para
permitir estudiar objetos y sujetos desde una mirada más amplia que antes se veía
restringida dentro de las categorizaciones de una ciencia en particular (Journal of Material
Culture 1996). Pretendemos en este trabajo realizar una arqueología de lo cotidiano (Orser
1996, Johnson 1996), especialmente focalizada en la arquitectura, entendida como una de
las tantas materialidades existentes en nuestra sociedad, y la organización del espacio

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(Zarankin 1999, 2002). Esta propuesta plantea similitudes con lo que Daniel Miller
denomina Estudios de Cultura Material, en donde se intenta ir más allá de las divisiones
disciplinarias y de las concepciones utilitaristas de la materia, y abordar lo material como
eje transversal en el estudio de las sociedades humanas. En estos estudios se pone el foco
en el mundo artefactual, sin necesariamente anclarlo a una teoría general de los artefactos
o de la cultural material, evitando un reduccionismo que puede generarse al estudiarla
desde los límites y fundamentos de una disciplina en particular (Miller 1998). Este
razonamiento va de la mano con la concepción de un mundo líquido que fluye cuyas
barreras son permeables y permiten la relación de objetos y sujetos antes explícitamente
diferenciados (Bauman 1999). Pretendemos a partir de esto transitar por una ciencia
líquida donde no primen los objetos de estudio prefijados sino las relaciones entre ellos y
con los humanos con los que interactúan.

El estadio de fútbol como materialidad y como fenómeno social

El objetivo de este trabajo es analizar la materialidad y espacialidad de dos estadios de


fútbol (Club Atlético River Plate y Asociación Atlética Argentinos Juniors) para
comprender qué tipo de prácticas, conductas y movimientos se generan a partir de la
relación entre los diferentes agentes que forman parte en la constitución del estadio como
fenómeno social. Partimos de la idea que contempla a los seres humanos en una
interrelación constante con los paisajes, lugares, objetos y otros sujetos y seres.
Entendemos la relación de todos estos en mutua constitución, siendo a la vez productores
y productos que se generan uno a partir de la existencia de los otros (Olsen 2003, Alberti
y Marshall 2009). Un lugar, un objeto o una persona se conforman al ser percibidos,
observados y vividos. Es necesario entonces para estudiar el pasado y el presente abordar
su comprensión desde la escala corporal y desde el estar-en-el-mundo (Olsen 2003, 2010,
Thomas 2001, Acuto y Gifford 2007). Este estar-en-el-mundo nos parece relevante en
nuestro trabajo debido a que implica que los sujetos (sean humanos, animales, plantas u
objetos) tienen: a) fisicalidad, b) tienen efectos, c) despliegan capacidades y e) interactúan
entre sí (Latour 1996). Estos procesos no pueden entenderse por separado sino que cada
uno es parte constitutiva de un fenómeno, evento o acción. De esta forma, el estadio, sus
espacios delimitados, objetos y rasgos arquitectónicos, así como los espectadores y sus
cuerpos, son actantes (Latour 2005) que producen y reproducen las prácticas sociales. Lo
consideramos, en términos de Foucault (1976), una tecnología de poder, en tanto tiene la

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capacidad para generar, manipular y modificar las relaciones que se dan dentro de ese
fenómeno (social y material) que es el estadio.

Con la arqueología conductual en los años 70, surge la idea de que toda conducta humana
implica materialidad. Es decir que no hay acciones o interacciones que se den por fuera
de una materialidad y de un espacio material, social e históricamente construido: la
cultura material es parte inseparable de la conducta humana (Reid et al. 1974, Schiffer
1975, 1976). En este sentido la arqueología, en tanto disciplina que estudia la relación
entre conducta y materia, emerge como la ciencia de la materialidad por excelencia (Olsen
2003). Es así que consideramos a los estadios como nuestro registro arqueológico, como
una materialidad plausible de ser estudiada para comprender ciertos aspectos de la
conducta humana. Si bien para muchos científicos sociales, incluso colegas arqueólogos,
un trabajo que no implique excavaciones o el estudio de objetos antiguos no puede ser
llamado arqueológico (Trigger 1989), nosotros no compartimos esta posición ortodoxa y
consideramos que una arqueología del presente y lo cotidiano puede ser útil para entender
procesos sociales, generar ideas sobre conductas, comportamientos y, de esta manera,
contribuir al entendimiento de las sociedades humanas.

En este sentido, consideramos a la ciencia permeada por la subjetividad del investigador


(su biografía, su pensamiento político, su realidad social, etc.). Por ende, la elección de
determinados problemas de investigación así como la manera de abordarlos no escapan a
dicha realidad contextual. La división entre las llamadas “ciencias duras” y “ciencias
blandas” (división que reproduce también la ontología de la modernidad) ha contribuido
a esencializar la objetividad de las primeras y el acercamiento a la subjetividad de las
segundas. Sin embargo, toda ciencia se basa en primer lugar en la observación, que
implica siempre una participación (Ingold 2011), la cual genera diferencias
(subjetividades) en las técnicas, abordajes y conclusiones a las que se arriba. Ya no
podemos pensar, como predicaba el pensamiento popperiano, en el investigador por fuera
del fenómeno que observa. En este sentido, Bruno Latour ha descripto a partir de su
trabajo etnográfico en laboratorios científicos (1999), cómo aun en las llamadas ciencias
duras, la subjetividad está presente tanto en la técnica como en la interpretación. De esta
manera, nuestra elección del objeto de estudio difícilmente pueda desprenderse de
nuestras subjetividades. Al tomar como registro arqueológico al estadio estamos
construyendo nuestro objeto de estudio de igual manera que si eligiéramos un sitio
arqueológico, una vasija cerámica o los microvestigios vegetales de la capa 2 de un alero

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en la Patagonia. Es necesario destacar que más que centrarnos en la importancia del


estadio en sí y en lo que representa, pretendemos llevar a cabo un trabajo
etnoarqueológico para poder aportar al conocimiento de las relaciones entre la gente y las
cosas.

La agencia de las cosas

El estudio que pretendemos llevar a cabo en esta instancia se basa en dos postulados
teóricos que son a la vez caras de una misma moneda. En primer lugar, partimos de la
consideración del estadio como objeto que tiene agencia. Agencia, entendida como la
habilidad o posibilidad de ciertos seres de elegir y reflexivamente monitorear acciones y
de ajustar su entendimiento del mundo en consecuencia. La materialidad como agente
dota de poder a los individuos, permitiéndoles cumplir objetivos, pero también los enreda
de maneras no anticipadas, poniendo a prueba sus conocimientos, disposiciones y
restringiendo sus capacidades (Nielsen 2015). Las cosas, objetos, paisajes, poseen
cualidades reales (poseen una fisicalidad) que afectan y moldean tanto nuestra percepción
de ellos como nuestra cohabitación con ellos (Olsen 2003). De esta manera, considerando
al estadio como agente activo en interacciones sociales, prestamos especial atención a
aquellas prácticas que su arquitectura y su materialidad habilitan o aquellas que restringen
y prohíben, es decir, cómo el estadio construye una espacialidad que impone y cancela
ciertas prácticas (no solo movimientos) así como permite y propone otras. En esta
concepción, los objetos poseen “affordances” (Gibson 1979, Knappett 2005, Ingold
2011), ciertas características que conducen la acción humana, proveen un rango de
experiencias sensoriales (y excluyen otras) y establecen obligaciones en las personas en
la manera en que nos relacionamos con objetos y con otras personas a través de esos
objetos (Gosden 2005).

Siguiendo esta línea, otros autores han desarrollado herramientas conceptuales similares
que destacan la agencia de los objetos que habitan, como los humanos, el mundo. Schiffer
(2011), por ejemplo, afirma que las cosas poseen capacidades, competencias o
habilidades que pueden ser ejercitadas en situaciones concretas (“características de
performance”). Esta definición complementa el concepto de affordance al ser considerada
una propiedad relacional, es decir que existe en tanto y en cuanto se manifiesta a partir de
interacciones particulares en momentos determinados. Mientras el affordance es una
propiedad inherente al objeto, disponible para ser usada, que se basa en las características

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intrínsecas del mismo, entendemos que el concepto de característica de performance de


Schiffer, se acerca al de Umwelt de von Uexkull (1992, Ingold 2011), en tanto estas son
cualidades otorgadas al objeto por la necesidad de la criatura con la que interactúa en una
acción o actividad específica. Combinando las definiciones de los autores mencionados,
pensamos que la agencia de las cosas se basa en su fisicalidad y aquellas características
que esa fisicalidad propone, las especificidades de las actividades en las que el objeto está
tomando parte, y las necesidades y subjetividades de los otros objetos o criaturas con las
que interactúa.

La agencia distribuida

La otra cara de la moneda la constituyen aquellas personas que interactúan con ese estadio
y experimentan, a través de su cuerpo, su “affordance”. Pretendemos estudiar cómo actúa
la agencia de los individuos, es decir, cómo viven a través de sus cuerpos la diagramación
del espacio y la materialidad en el estadio, no como receptores pasivos sino como actantes
que contribuyen a la construcción de esta práctica. Según Merleau-Ponty (1962) el cuerpo
es el lugar de la experiencia a través del cual se está en el mundo, y este estar-en-el-mundo
se aprehende y entiende a través de diversas tareas y acciones que se llevan a cabo a partir
de las posibilidades materiales y espaciales a las que el cuerpo accede (Olsen 2003). Al
mismo tiempo que el cuerpo vivencia ciertas normas (espaciales, materiales, sociales,
etc.), las naturaliza y las reproduce, sin embargo su rol no es pasivo, es decir, no es solo
un receptor y ejecutor de las imposiciones o configuraciones del estadio, sino que también
las reinterpreta y resignifica generando nuevas prácticas sociales.

Como dijimos, estos dos focos no son separables sino son dos caras de la misma moneda.
Ambos, en tanto procesos que suceden a la vez, sin uno de los cuales el otro no tiene
razón de ser, constituyen el estar-en-la-cancha . Es en esta complementación que las cosas
llegan-a-ser (Ingold 2011): los seres y las entidades no existen a priori sino que surgen en
correlación con otras cosas, seres y entidades de diferentes características y fisicalidades,
en palabras de Ingold: las cosas son sus relaciones. No hay sustancias o esencias que se
conecten desde sus individualidades, sino que los objetos y los sujetos se constituyen
mutuamente. Para Ingold, esta constitución relacional de las cosas se entiende como un
campo de líneas entretejidas o malla (meshwork), que cobra importancia a partir de
permitir relaciones de igual grado entre sujetos, objetos y entidades, los cuales, como
dijimos, no se relacionan desde sus características inherentes sino que actúan cómo líneas

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o trayectorias que corren paralelas acercándose más o menos generando proximidades


compartidas (Ingold 2011). Esta concepción evita pensar al objeto como una entidad
aislada que tiene importancia per se y rescata su constitución relacional e inherentemente
determinada (Alberti y Marshall 2009). Entender el registro arqueológico como parte de
un meshwork, en el caso del estadio, implica pensar sus rasgos, elementos y las personas
interactuando y combinándose de manera tal que ningún participante cobra mayor
relevancia que otro. De esta manera, se evitan jerarquizaciones a priori sobre la
prevalencia de un actante sobre otro, como suele ocurrir en análisis que parten en
concepciones ontológicas de la modernidad.

Esta malla dota a todos los actantes de relevancia ontológica a partir de considerar una
agencia distribuida (Latour 2005), donde la acción de un actante genera otras acciones en
otros actantes (sean estos objetos, humanos, animales, etc.).

Evitando el off-side ontológico

Los objetos, en este caso la arquitectura y la espacialidad, no son solo un medio para
llegar a entender algo más amplio como “la cultura” o “la sociedad” (Olsen 2003, Gosden
2005). Es decir que no necesariamente reflejan o representan otras cosas. En el caso del
estadio este no refleja las normas, leyes y ciertas características de la sociedad, sino que
las construye en la práctica que se performa en él. Es nuestro objetivo ver más allá de la
materia como una cáscara o como un elemento que está ahí en representación de otra
cosa; aquí pretendemos volver a poner el foco en el objeto en sí y en su rol como productor
de las relaciones sociales.

Queremos evitar considerar al estadio como un edificio, o un mero escenario donde


suceden determinadas actividades o donde simplemente se reproducen ciertos aspectos
de la sociedad, queremos evitar el off-side ontológico: una posición ilícita que implicaría
ver el estadio separado de los sujetos y de las prácticas. Pretendemos darle continuidad a
un juego donde todo está enredado y se construye mutuamente en la práctica (Hodder
2011, Ingold 2011). Queremos quedar habilitados: los objetos y los sujetos son en el
mundo, son entre ellos, son en la acción, son en el estadio, son el domingo.

Ahora bien, a los fines de un trabajo como el que pretendemos llevar a cabo debemos
partir de ciertos elementos observables. Dichos elementos tienen una fisicalidad y serán
los puntos de partida para comenzar a relacionarlos y enredarlos, para entender cuáles son
sus conexiones con otros elementos en una práctica específica (Hodder 2011). Estos

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elementos que definimos en principio como punto de partida de nuestro análisis son: el
estadio como un todo (como un edificio), las entradas, escaleras, paredes, asientos,
escalones, rejas, para-avalanchas, baños, playones y campo de juego. Nos focalizaremos
en estos elementos no solo según la función para la cual fueron construidos sino también
considerando qué implicancias y nuevas prácticas tienen y generan para con los cuerpos
que experimentan en el estadio y lo construyen cada vez que lo usan.

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El boleto de compra-venta y la chequera: el poder del papel o de cómo


los documentos se insertan en la trama vecinal de un barrio de La
Matanza

Lucas Barreto
Antropología. FFyL-UBA.
lucasebarreto@hotmail.com.

Introducción

Nuestro trabajo se posiciona dentro de los debates sobre la naturaleza del estado, al
proponer desarmar los enunciados que afirman la separación del mismo con respecto a la
sociedad civil. Consideramos que la visión reificadora sobre el estado se diluye por
procesos cotidianos que expresan una porosidad y mixtura en lo que se da por entender
como esferas escindidas entre instituciones de gobierno y dinámicas sociales. Ahondamos
en la materialidad de los documentos en tanto “tecnologías de poder”, con el fin de
mostrar las interrelaciones entre estado y sociedad civil.

En el primer apartado, definimos al estado como proceso y proyecto político, para luego
avanzar hacia cómo los efectos de legibilidad junto con los efectos de identificación
tienen lugar al interior de un asentamiento planificado de La Matanza, en tanto la
producción de lenguajes y conocimientos para la clasificación y regulación de sujetos se
entrelaza con las maneras contradictorias en que los pobladores son definidos y disputan
una categoría que los incluya como ciudadanos de derecho.

Luego comenzamos nuestro análisis describiendo las experiencias diversas y los modos
distintos de producir el espacio en un barrio de la Matanza. Nos referiremos al
“Asentamiento Planificado González Catán” (APGC), ubicado en Virrey del Pino, a 35
km de Capital Federal. Explicamos el contexto en el que surge el barrio, la constitución
de los distintos sectores, además de las particularidades geográficas que condicionaron
las experiencias y modalidades organizativas.

En el tercer y cuarto apartado damos cuenta de pautas de conducta observadas durante


entrevistas y trabajo de campo realizado entre 2015 y 2017, en el contexto de
aproximaciones a familias y vecinos que habitan el APGC. Por un lado, el probar con
documentación y narrativas un acceso a circuitos legítimos en tanto vecinos y
propietarios, lo que definiría una condición admitida para recibir (y reclamar) derechos.
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Por otro lado, la diferenciación de otros sectores como no pertenecientes al “barrio”, una
cuestión reforzada y sostenida en virtud del acceso al boleto de compraventa, el plano del
APGC y la chequera.

Por último, el apartado dedicado a Celia nos permite observar las maneras en que lo
“legal” y lo escrito son contorneados mediante prácticas cuyas lógicas, por precarias y
contradictorias que parezcan, producen nuevos sentidos sobre la legibilidad e
identificación del estado.

Indagando la noción de estado y el poder de los papeles

Entendemos al estado como un conjunto de procesos, los cuales conforman un proyecto


político siempre incompleto, dinámico y tensionado (Das y Poole, 2008). No
necesariamente limitado a alguna institución, la materialidad del estado residiría más bien
en el desenvolvimiento de prácticas, procesos y relaciones de poder (Trouillot, 2001).
Estas prácticas, procesos y relaciones producen, según Trouillot, determinados efectos de
estado, de los cuales nos interesa tomar el efecto de identificación y el efecto de
legibilidad. En el primero, se produce un realineamiento de las subjetividades a partir del
reconocimiento de igualdad entre los mismos. En el segundo, un lenguaje y un saber son
elaborados mediante herramientas, cuyo uso los gobiernos manipulan para la
clasificación y regulación de las colectividades.

El marco de estas relaciones y procesos elegidos son los documentos que se (des)poseen,
circulan y se utilizan en la vida cotidiana. La práctica de clasificar, incluir o excluir de
programas, políticas y recursos está fuertemente delimitada por la posesión o ausencia de
documentos y papeles, (des)posesión que concluye en modos de definir subjetividades
políticas y ciudadanas desde las propias instancias estatales. Sin embargo, los propios
sujetos afectados llevan a cabo creativas maneras de confrontar con lo que es entendido
como injusticia, un derecho no contemplado o un mal manejo gubernamental. Esta
dinámica expresa a las claras cómo en los propios márgenes se reconfiguran los límites
de lo que es entendido como un vigoroso sentido de estado: allí, en complejos y
ambivalentes procesos, los límites conceptuales del estado son extendidos y restablecidos,
además de cuestionados y desafiados (Das y Poole, 2008).

La materialidad de los documentos oficiales posee connotaciones en la propia ficción del


estado como entidad fetichizada: los productos producidos desde instancias
gubernamentales también son reificados y sentidos como poseedores de un poder y valor

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propios separados de las relaciones sociales y procesos que llevaron a su configuración


(Gordillo, 2006). El poder del papel implica que los sujetos son atrapados por la
materialidad del objeto en sí. La naturalización de estos objetos como ajenos a las
condiciones de producción y las relaciones contradictorias que les dan sentido, obtura en
muchas ocasiones una visión total de las instancias de precarización y desigualdad que
forman parte, además de trastocar las representaciones al interior de una comunidad
mediante categorías de pertenencia y exclusión.

Sin embargo, la fetichización de los documentos (Gordillo, 2006) convive con momentos
en donde el reconocimiento de la situación de precariedad y la necesidad de ejercer
presión para obtener derechos postergados se hacen palpables. El poder del papel es
configurado estratégicamente y desbordado por maneras de acción colectiva desafiantes
sobre la legitimidad de lo legal. Así, los documentos –oficiales, fotocopiados, resultados
de operaciones formales e informales– son manipulados por quienes los poseen para
reconfigurar una situación desventajosa u obtener cierto rédito. Los papeles inscriben (no
sólo “escriben”) y esas inscripciones, además de perpetuarse y durar, están
umbilicalmente entrelazadas a narrativas y experiencias de sus poseedores que aportan
significatividad a la mera materialidad de su formato (Dumans Guedes, 2013).

Experiencias diversas, modos distintos de producir el espacio

El municipio de La Matanza es uno de los escenarios donde se establecieron


asentamientos urbanos producto de los procesos colectivos de ocupación de tierras
durante la década del 80 y 90. En este contexto –y luego de diversas situaciones en las
que los pedidos de pobladores sin vivienda en dependencias municipales se intercalaban
con acciones directas como manifestaciones y ocupación de espacios públicos– se
enmarcó el Plan de Regularización Dominial y Urbana llevado a cabo por el Gobierno de
la Provincia de Buenos Aires. Estableciendo el decreto 4686/961 en diciembre de 1996,
la gobernación promovía “en todo su territorio, la regularización urbana y dominial en
apoyo de sectores jurídica y económicamente desfavorecidos”. Para ello desplegaría una
serie de programas de los cuales el proyecto “Asentamiento Planificado González Catán”
(desde ahora “el APGC”) sería una de las primeras experiencias que la gobernación de

1
Decreto acordado por los representantes del Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires, el
Banco de la Provincia de Buenos Aires, la Unidad Ejecutora de Reconstrucción del Gran Buenos Aires y
la Secretaría de Tierras y Urbanismo de la Provincia de Buenos Aires.

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Buenos Aires materializaría. A partir del 26 de julio de 1997, confluyeron allí familias de
distintas procedencias, produciendo un mosaico de experiencias y configuraciones
sociales en una coyuntura apremiante por medidas económicas cuyos efectos se traducían
en aumento del desempleo, disgregación de los circuitos productivos, descentralización
del papel del estado y pobreza urbana.

En cuanto al proceso de formación, el asentamiento se constituye, por un lado, de grupos


vecinales que tras llevar a cabo tomas colectivas de tierra durante la década del noventa
en zonas del mismo y otros distritos para demandar soluciones estatales al déficit
habitacional fueron relocalizados –siendo transportados en camiones frigoríficos y
colectivos provistos por los gobiernos municipal y provincial– y reasentados en un
descampado de grandes dimensiones en el kilómetro 35 de la ruta nacional n°3. Este
campo está próximo a un arroyo y a un relleno sanitario de la firma CEAMSE, donde
anteriormente se encontraban unos bañados y funcionaron pisaderos y hornos de ladrillos.
Se autodefinieron posteriormente como los de adelante.

En años posteriores se establecieron otros grupos de vecinos, en su mayoría en el sector


del medio y en parte del fondo. Se trata de pobladores provenientes de distintas zonas del
GBA sin experiencia de ocupaciones ni tradiciones asociativas previas, los cuales
accedieron a su lote por inscripción al programa provincial de asentamientos planificados.
Por lo general son familias que poseían cierto capital económico para obtener préstamos
e ingresaron dentro de las condiciones para inscribirse a los programas de acceso a tierra
que llevaba adelante la Subsecretaría de Tierras y Urbanismo. Funcionarios de este
organismo público les concedió a cada aspirante una parcela en el APGC entre 1999 y
2003, y al igual que los primeros pobladores, documentos jurídicos que aseveraban la
titularidad del lote (boleto de compraventa), documentos informativos (planos del barrio
con la ubicación de la parcela) y papeles que definían la deuda hipotecaria asumida con
el Banco Provincia2 para pagar una cuota mensual por la propiedad (la chequera).

A su vez, encontramos habitantes del APGC que desde finales de 2004 en adelante se
instalaron de manera informal al tomar o comprar lotes sin regulación a intermediarios
no gubernamentales, quienes cumplían el rol de referentes o eran los dueños legales de
predios privados. Hasta entonces, el sector del fondo del asentamiento no estaba del todo
loteado, ya que por catalogarse como zona inhabitable la región cercana al arroyo no fue

2
Préstamo Plan Provincial de Regularización Dominial.

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contemplada en el programa provincial. Al iniciarse esa ocupación irregular las


autoridades municipales tomaron cartas en el asunto y los desalojaron, reubicándolos en
distintos lotes no ocupados de otros sectores. Pero en los siguientes años esos terrenos
inhabitables volvieron a ocuparse, esta vez para el establecimiento definitivo de sus
actuales habitantes, aunque en condiciones precarias: terrenos rellenados, con napas muy
cerca de la superficie; casas de material en las primeras cuadras y luego casillas de chapas
y madera de dimensiones reducidas a medida que el arroyo es cercano; zanjas tapadas y
sucias; conexiones irregulares de luz y agua; calles de tierra de trazos irregulares; mayores
posibilidades de inundarse en épocas de lluvias y dificultades de salud por cercanía con
las montañas del relleno sanitario CEAMSE.

Probar circuitos legítimos y la acción de hacer quilombo

Al iniciar una entrevista pautada con una familia del sector del medio, Cristian –50 años,
albañil y vendedor ambulante de películas “truchas”– comenzó a enunciar su condición
de dueño “legítimo” del terreno y la vivienda. Su discurso sostenía un proceder legal en
los términos que imponían los entes gubernamentales para el acceso y adjudicación del
plan de tierras al que se inscribieron en 1999. Ordenó a su esposa que busque una serie
de papeles3 que afirmaban su titularidad y correcto proceder. Justamente la presentación
y la obtención de certificados, recibos y todo un conjunto de documentos en distintas
dependencias estatales y oficinas del sector privado forman parte del proceso burocrático
que sustenta el acceso a la vivienda por circuitos legítimos. Se trataba de probar, no sólo
a partir de relatos y vivencias experimentadas durante los años de producción barrial, sino
a través de evidencias concretas, construidas en ámbitos estatales (Dumans Guedes,
2013).

En los vínculos con las burocracias estatales, en las formas cotidianas en las que se
concretizan los derechos y obligaciones se definen los principios de la inclusión o
exclusión en la comunidad política, los modos en que se forjan los sentidos de pertenencia
(Wanderley, 2009). De alguna manera, la posesión de un documento avalado y obtenido
en las oficinas públicas mediante la interacción con personal gubernamental actualiza el
sentido de formar parte del circuito de lo “legal” y de la comunidad política nacional.

3
El boleto de compraventa es considerado un contrato de acuerdo al código civil, el cual establece la
posesión legítima del inmueble. La transferencia del dominio será acreditable, de todos modos, mediante
escrituración pública, proceso judicial que todavía no ocurrió en Nicole. Fuente:
http://www.orientacionlegalparatodos.com/?p=1209 (consultado el día 3 de abril de 2017)

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Pero la igualdad de jure, simbolizada en la documentación entregada que habilita la


categoría de ciudadano “propietario”, se complementa con la desigualdad de facto,
experimentada en los encuentros concretos con la burocracia estatal a la hora de realizar
trámites, y sobre todo como lo afirmamos en este trabajo, al momento de ejercer presión
por demandas sobre derechos inhabilitados. La posesión o no posesión del papel,
entonces, habilita como cancela u obtura el ejercicio de plena ciudadanía y las
posibilidades de ingresar a los circuitos legitimados de reclamo.

El tener un documento que avale la propiedad del terreno no habilita automáticamente la


posibilidad de acceso a derechos que requerirían los vecinos como parte del asentamiento,
la comunidad municipal, provincial o nacional. Esa posesión debe articularse con nuevos
documentos – “una boleta” distinta, correspondiente a un servicio, por ejemplo– que
permitan el ingreso a nuevos circuitos públicos o privados en los cuales forjar nuevas
relaciones con agentes y trámites –sea para obtener un crédito, para reclamar en
dependencias como usuario individual de servicios públicos y privados–. Si esos
documentos son inaccesibles, de todos modos, existen posibilidades concretas de acción
colectiva que los entrevistados definen como “hacer quilombo en la calle” o “cortar la
ruta”, “ir al municipio” o “hablar con x funcionario”: este método se impone cuando no
hay respuestas y permite que se produzcan soluciones temporarias pero de necesidad para
las familias. Se observa que la complejidad de las experiencias vividas durante 20 años
de autoproducción –de la vivienda, del lote, del asentamiento y del barrio– y reclamos
colectivos modula las nociones de justicia y de la ley con tipos de imaginarios diferentes
de los que se construyen en los lugares y representaciones oficiales (Das y Poole, 2008).

La participación de vecinos –categoría permeable que define aquellas personas no


involucradas en movimientos políticoterritoriales, muchas de ellas accedieron al APGC
sin haber ocupado terrenos– en reclamos con los vecinos politizados –a quienes se los
concibe como no pertenecientes al barrio, por ser del asentamiento del fondo o porque
“hacen política y lucran con el APGC” – podría a simple vista parecer contradictoria.
Pero se hace concreta cuando las percepciones de una relación entre sociedad y estado
mediada por leyes, artefactos jurídico-políticos (los papeles) y discursos de pertenencia e
igualdad chocan con eventos cotidianos desestructurantes, los cuales reflejan la situación
precaria en la que se encuentran en tanto comunidad.

Estas ambivalencias deben ser entendidas a partir de un contexto económico-político


donde los barrios populares se establecen como lugares de prácticas en los que “la ley” y

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diversas acciones/discursos estatales son colonizadas por otras maneras de regular. Se


hacen palpables prácticas que simultáneamente yacen dentro y fuera de la legalidad,
constituyendo así las complejas configuraciones culturales que encarnan sujetos y
colectividades para hacer valer su lugar en el entramado social y urbano. Así como las
instituciones de estado se construyen a través de sus prácticas escritas, las cuales buscan
controlar sujetos, poblaciones y territorios, en los márgenes se conforman espacios,
formas y prácticas que posibilitan experimentar estas tecnologías de poder y a la vez
desmontarlas (Das y Poole, 2008). En ciertos contextos, los documentos y palabras
oficiales se tornan ilegibles y por ende no son aplicadas o lo son de un modo resignificado.

Tener el papel es pertenecer: “ellos no son del barrio”

La posesión del boleto de compraventa y la chequera, además del plano del APGC con la
ubicación de cada lote, funcionan como instrumentos que no sólo envisten a aquel que
los posee de percepciones fetichizantes, por la invisibilización de las desigualdades y los
aspectos sociales precarios en los que se encuentran. Estos instrumentos, a la vez, llevan
a los sujetos a resaltar la propiedad de la vivienda como categoría de ciudadanía por sobre
otras dimensiones, contorneando una situación de legitimidad frente al estado y frente a
otros vecinos del barrio. Ello produce efectos de inclusión/exclusión dentro de la
comunidad que desestructuran una vinculación local, la cual debe ser siempre negociada
y reconstruida por las divisiones persistentes. La pertenencia a una categoría nativa –la
de vecinos del barrio, ser del barrio– opuesta al de otras familias del APGC –sean vecinos
politizados o aquellos que ocuparon el sector del fondo o los espacios verdes–, se
interrelaciona con otra oposición que la estructura, la de barrio vs asentamiento. Esta
oposición se enmarca en las percepciones vertidas sobre experiencias, objetivos y
posesiones distintas.

Por una parte, uno de los efectos producidos es el de diferenciación/pertenencia en torno


a la percepción del, por así decirlo, status urbano dentro del lugar analizado. El acceso
legítimo a un terreno previamente demarcado y asignado gracias a las instancias legales
adecuadas lleva a muchos de los vecinos que realizaron gestiones por vías burocráticas a
despegarse de la caracterización de asentamiento, villa o cualquiera de los nombres
negativos que sienten que les imponen, con objeto de remarcar la denominación como
barrio. Cristian comentaba:

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Acá no es como que vinimos nosotros, marcamos y agarramos este pedazo y chau.
No. acá ya estaban los mojones y hubo agrimensor, todo [...] No es que nos metimos-
Asentamiento ¿qué es? Cuando vos vas y usurpás un lugar. Eso es asentamiento ¿Me
entendés? Todo lo que vos vas a pagar no es asentamiento. Asentamiento es cuando
vos vas y tomás la tierra. Acá no se tomaron las tierras. Acá nos mandaron. Con
esto [el boleto de compra-venta]. Y con una chequera. Para pagar en el banco”
[Cristian, vecino. El resaltado es mío]
Observamos cómo se abre una diferenciación entre aquellos que vinieron de tomas de
tierra en regiones de La Matanza, villas empobrecidas y aquellos que no realizaron
acampes o conflictos sino más bien procedimientos en circuitos establecidos desde
ámbitos gubernamentales. Los papeles terminan operando como productores de otredad,
excluyendo a ciertos sectores de habitantes del barrio a partir de la construcción de
categorías diferenciales.

Quienes habitan las zonas cercanas al arroyo, los del fondo, concentran de parte de los
otros sectores una identificación estigmatizante que traduce la situación de desprotección
en términos de políticas estatales y de distribución equitativa de recursos y derechos.
Norbert Elias (2003) demostró las agudas divisiones que se establecen entre grupos
sociales asentados en distintos momentos históricos los cuales comparten el mismo
espacio urbano. Los primeros –establecidos– se consideraban, en términos de poder,
prestigio, lazos afectivos y experiencias, mejor posicionados y por ende, dominantes
sobre los nuevos grupos, al punto de adscribir a los nuevos –forasteros– una carencia
social, cultural, hasta humana. En esta figuración social uno de los aspectos principales
era que no existían diferencias étnicas, ni de clase social. Expresaban su superioridad en
prácticas de exclusión y otros recursos que reforzaban la cohesión grupal, la
identificación con ese sector colectivo y las normas de auto adscripción.

En nuestro caso de estudio, los entrevistados que pertenecían al sector del medio se
referían a los pobladores del fondo de distintas maneras, pero siempre bordeando
categorías sociales ligadas a la carencia y negatividad. Por lo general, las familias que
habitan este tramo precarizado del espacio urbano son caracterizados como individuos
provenientes de países limítrofes. Hacia allí se concentran denuncias referidas a la
inseguridad y la venta y consumo de drogas: las miradas están puestas en los del fondo
como los sujetos causantes de la catalogación del APGC como “barrio peligroso”. Se
excluyen a los habitantes del fondo de los programas y recursos que los referentes con
mayor prestigio y poder gestionan, así como de las decisiones colectivas de otros sectores.
Incluso he escuchado razonamientos relacionados con su no pertenencia al espacio local:

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“no son del barrio”, “son asentamiento” (recordemos que no se inscribieron en la


Secretaría de Tierras, no tienen boleto de compraventa ni plano del barrio originales,
además de ser efectivamente un espacio que no estuvo considerado desde los órganos de
gobierno en la planificación original del asentamiento).

Otro caso documentado en el que es posible percibir una definición de diferenciación


construido por pobladores más antiguos que se aleja de la pertenencia a la categoría de
vecino por no ser del barrio, corresponde a las sucesivas ocupaciones de tierra que han
acontecido en los últimos años en lugares considerados de gran valor simbólico y
comunitario como lo son los espacios verdes o pulmones, además de lotes de propiedad
privada en estado ocioso. Muchos de estos espacios verdes son fuertemente custodiados
por los vecinos de distintos sectores, al considerarlos claves para la conformación de
nuevas instituciones, plazas y centros de recreación destinado a los jóvenes. Según lo
recabado, hubo diferentes intentos de ocupación de estos terrenos valorizados
fuertemente por la comunidad, por lo general motorizados por la segunda o tercera
generación de habitantes del barrio, jóvenes que reclaman la posibilidad de tener “una
vivienda propia”. Muchas de esas ocupaciones no prosperaron por el desalojo y represión
llevados a cabo por las fuerzas policiales de seguridad provincial y por el rechazo que los
propios vecinos manifestaron –esta vez de los tres sectores–, toda una manifestación de
la fuente diferencial de poder concebido a ciertos grupos dentro del barrio.

Celia y su papel fotocopiado

Me interesaba conocer la narrativa de algún vecino del sector del fondo y pude acceder a
la palabra de Celia –de unos 30 años, separada–. Comenta que cuando llegó, en 2006, se
veía “una montaña y todo verde, re lindo”. Se ríe. Compró el terreno a un referente del
barrio e instaló una carpa mientras hacía su casa de a poco. Celia trabajaba en aquel
entonces, y la información acerca de los terrenos a la venta la consiguió gracias al aviso
de su hermana, quien estaba viviendo en el fondo. Frente a una acotación mía sobre si la
transacción fue “no legal”, contestó tajante “si vos comprás algo es legal”: el referente le
dio el boleto de compra-venta, una fotocopia o un comprobante que imita el documento,
por lo que no había ningún elemento por el cual desconfiar. Esta transacción, que podría
desde un lente externo verse como irregular, ilegal, no acorde, es fundamentada y
defendida por Celia. “si vos comprás algo es legal… es legal”. La eficacia –y legitimidad–
del papel está dado no sólo por su contenido sustantivo o su valor legal, sino por las

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narrativas que Celia es capaz de accionar y probar, en este caso, por una transacción que
se inició de palabra con un referente de peso –hoy alejado del lugar como resultado de
sus manejos irregulares con respecto a la venta de terrenos inhabitables, según los
vecinos– y que luego fue concretada: Celia prueba que es dueña de ese pedazo de tierra,
no sólo con el papel fotocopiado sino con su palabra y con el hecho de estar allí, viviendo
(Dumans Guedes, 2013).

Otra vecina del fondo, legitimaba la acción de tomar tierra que realizaron muchos de los
vecinos del APGC, hoy definido como barrio, acciones que quedan fuera de lo que
ingresa en los circuitos estatales: “la tierra es para vivir, para usarse. Si ocupás es porque
necesitás y si necesitás está bien”.

Vemos que la supuesta discrepancia entre la legalidad del tener papeles y sentirse parte
de un universo legítimo dentro de la comunidad por un lado, y la situación de
indeterminación, oscilación y riesgo de los habitantes de los márgenes del barrio –las
nuevas ocupaciones en sectores “inhabitables”– por otro, terminan por conformar un
mismo entramado en donde el carácter precario, las complejidades y ambivalencias de
vecinos, referentes y mismos agentes de gobierno, alimentan la ilegibilidad del estado y
sus procesos. Esta ilegibilidad, a la vez que habilita modalidades de organización y
reclamo muchas veces sectorizados y diferenciales, da lugar en ciertos momentos a
experiencias homogéneas y contundentes.

Conclusión

Fuimos describiendo y analizando las imbricaciones con respecto a la mediación de los


documentos y papeles en la relación entre sociedad civil y agentes e instituciones de
estado, específicamente en las acciones relacionadas con el hecho de probar el acceder
correcto al terreno mediante circuitos estatales, los modos de presionar cuando este acceso
no alcanza para obtener el derecho a la ciudad y los servicios básicos urbanos, las
operaciones de integración/exclusión basadas en la oposición barrio/asentamiento y
ciertas acciones y discursos que desbordan lo legal. Los límites entre ‘el estado’ y ‘la
sociedad’ se recrean y redibujan, señalando la porosidad que envuelven las acciones y
prácticas de una multiplicidad de actores. Ellos dan eficacia y legitimidad a la negociación
de las condiciones de vida, desde el plano jurídico y político, a través del ingreso o
manipulación de los circuitos y rutinas de estado, o el tensionamiento de las relaciones

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de fuerza mediante la acción directa y el despliegue de todo un engranaje de herramientas


y recursos.

En el caso analizado, el boleto de compraventa y la chequera –comprobante de pago de


las cuotas correspondiente al préstamo bancario obtenido para cancelar la compra del
lote–, funcionaron como artefactos y medios de legitimación para, en determinadas
instancias, propiciar el ejercicio de ciudadanía y la demanda por derechos en base a la
percepción de una igualdad de jure. Cuando esa igualdad percibida choca con una
realidad social basada en una desigualdad de facto, otras modalidades de organización y
acción en relación con el estado, sus agentes e instituciones se ponen en juego.

Uno de los artículos que motorizó esta ponencia fue “El Gran Arco: la formación del
Estado inglés como revolución cultural” de Corrigan y Sayer (2007[1985]), en el que
entre otras enunciaciones interesantes, señalan que “los estados afirman” y “nunca paran
de hablar” (pp. 44-45). Entender la formación del estado como revolución cultural implica
poner la mirada sobre las formas, rutinas y rituales en que se constituyen y regulan las
identidades sociales como nuestras propias subjetividades. Lo que es normativo,
aceptable con respecto a actividades, relaciones y prácticas, las clasificaciones, los modos
de hacer y ser, son todos elementos que se imponen coercitivimante gracias a leyes,
instituciones y procedimientos administrativos, símbolos y rituales de estado; otras, por
su parte, son negados, cuestionados, marginalizados.

Los sentidos que documentamos en relación a los efectos de legibilidad del estado y la
capacidad de los conjuntos sociales que se desenvuelven en los márgenes dan cuenta de
una construcción que integra prácticas ritualizadas y encarnadas, sospechas y rumores,
nociones de reciprocidad, autoridad, jerarquía y obligación, en las mediaciones que se
producen cotidianamente. Los individuos deben proceder de maneras definidas en
instancias burocráticas y gubernamentales, deben poseer y gestionar documentos –
papeles- para el acceso a dialogar y presentar demandas reconocidas por y hacia agentes
e instituciones. Ello expresa cómo las particularidades quedan reguladas por medio de
leyes, registros, censos, permisos, títulos, formularios; todo un lenguaje poderoso,
organizado y contundente sobre lo que es entendido como realidad: como proyecto
totalizante y a la vez individualizador, la formación del estado niega legitimidad a modos
alternativos de prácticas y representaciones sociales y políticas (Corrigan y Sayer,
2007[1985]).

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Sin embargo, al definir esta formación como un proyecto político-ideológico nunca


acabado y siempre cuestionado y amenazado, hemos resaltado pautas culturales
contrahegemónicas que contestan estas imposiciones. Pautas que, aún inmersas en las
lógicas dominantes, reconfiguran las relaciones y los llamados márgenes del estado. Aquí
es cuando recuperar la postura de William Roseberry (2007 [1994]) es imprescindible:
entender las relaciones hegemónicas “como un proceso problemático, disputado y
político de dominación y lucha” (p. 123), implica desenvolverse un marco material y
cultural que posibilita maneras de hablar, entender, confrontar, adaptarse o resistir de los
sectores subalternos en sus acciones cotidianas.

En nuestro trabajo, los procesos locales dieron cuenta de cómo distintos actores sociales
con experiencias, intereses y posiciones diferenciales configuran maneras de expresar sus
subjetividades en los complejos vínculos con el estado. La (des)posesión de documentos
habilita una serie de estrategias (discursivas y prácticas) relacionadas con modos de
demandar al estado por derechos paralizados y de representar espacial y diferencialmente
su lugar dentro de la trama vecinal bajo categorías de oposición como
barrio/asentamiento. Estos modos de enunciar pertenencias, diferencias y expectativas a
partir de papeles persisten fuertemente en términos de procesos de construcción culturales
anclados tanto en elaboraciones hegemónicas sobre el estado y sus circuitos o rituales
válidos como en las opciones creativas que proponen los sectores subalternos, quienes a
partir de las complejidades y contradicciones propias de las prácticas sociales encaran
diversas formas de accionar sobre su realidad y difuminan muchas veces los bordes
fijados sobre lo legal o ilegal.

Si el estado nunca para de hablar, las poblaciones decodifican de manera heteróclita sus
dichos para adaptar o realizar, a partir de tramas legítimas o fuera de ellas, nuevos
lenguajes creativos con los cuales ser escuchados.

Bibliografía

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Roseberry, W. (1994) Hegemony and the Language of Contention. Traducido como


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Espacios de la identidad en transformación. El caso de jóvenes


argentino-coreanos en la post-crisis del 2001 de Argentina

Jung Eun Lee


Maestría de Estudios Sociales Latinoamericanos; Facultad de Ciencias Sociales - UBA
arescolee@gmail.com

Introducción

Las décadas de 1980 y 1990 representaron una verdadera “época de oro” para la
migración coreana en Argentina. La presencia de la comunidad no sólo adquiere
visibilidad en los diarios y las noticias a raíz de la ola de la inmigración coreana y su
crecimiento en las actividades económicas, sino también en el ámbito académico. Mera
(1998), Courtis (2000) y Bialogorski (2004) han demostrado las características del fuerte
agrupamiento étnico de la comunidad coreana en su espacio y sus papeles indispensables
en las etapas iniciales de la migración. En particular, Sassone y Mera (2005) utilizan el
concepto de ‘enclave étnico’1, llamado comúnmente como barrio coreano, para indagar
en el fenómeno de la concentración de la actividad comercial de la comunidad coreana
en la industria textil y el mecanismo de la red étnica que favorece tanto la inserción
económica como la cohesión étnica y socio-territorial en Buenos Aires.

Sin embargo, el fenómeno del caso de los hijos de inmigrantes coreanos no se ha


estudiado en profundidad mientras que los estudios migratorios en los últimos años han
comenzado a interesarse en la dimension generacional, de procesos migratorios de largo
plazo. En este sentido, incluir estas trayectorias de las generaciones nuevas, que presentan
diferencias respecto a las de sus padres, implica una articulación entre la historia local y
la historia de inmigrantes. De este modo, nos permitirá cuestionar tanto los imaginarios
estereotipados de los inmigrantes coreanos (coreanidad) hegemónicamente construidos
en la sociedad receptora, como también las concepciones de los imaginarios nacionales
de Argentina.

Específicamente, en este artículo analizamos el impacto de la crisis del 2001 en Argentina


sobre este enclave de la colectividad coreana y las formas de vida de los jóvenes

1
El enclave étnico se refiere al fenómeno de instalación de inmigrantes que se concentra en un espacio
distintivo y organiza una serie de los negocios que sirven para su propia comunidad étnica y/o para la
población en general.

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argentino-coreanos. A su vez, observamos los efectos que el paisaje del nuevo enclave
reproduce en el terreno de las identidades y subjetividades. El espacio y la identidad son
nociones que están ligadas a un conjunto de prácticas y interrelaciones en las que los
migrantes forman parte y dan sentido a las vidas personales, familiares y grupales
(Arfuch, 2006). De esta manera, entendemos que la crisis del 2001 como disparador
revela una manifestación del quiebre del tejido social en la comunidad y el siguiente
proceso de transformación de identidades del grupo inmigrante. En particular, nos
concentramos en la dimensión generacional con el fin de articular procesos migratorios a
largo plazo que conllevan diversos proyectos individuales y colectivos, y
transformaciones identitarias de la comunidad inmigrante.

Para ello, trabajamos con un corpus a través de entrevistas con los hijos de inmigrantes

coreanos(entre 25 y35 años), que nos permite reflexionar sobre la variedad y complejidad
de su situación, más allá del debate de integración o asimilación. En primer lugar,
retomamos los conceptos clave para nuestro enfoque, tales como identidad, espacio,
generación y enclave étnico. A partir de los datos, interpretamos diferentes modos de
identificaciones de los jóvens mediante de las relaciones sociales, el paisaje del espacio
nuevo, y discursos cotidianos del enclave, con intención de reconstruir/sustancializar
ciertas regularidades de las identidades de estos jóvenes en Argentina desde una
perspectiva de geografía cultural.

Espacio e identidad

Partimos de la concepción no esencialista, basada en que la identidad es contextual y se


encuentra en constante proceso de construcción. Con respecto al espacio, entendemos que
el espacio es un producto de la sociedad, en donde se oponen los valores a través de
pruebas, conflictos o consensos; por lo tanto, la construcción del espacio es siempre una
lucha de poderes, incluso desde lo cotidiano (Lefebvre,1974) En suma, cada tipo de
espacio es resultado de la acción de los hombres que actúan ante ciertos sucesos históricos
sobre el mismo espacio mientras que se va modificando con el paso del tiempo
(Santos,1996). En sintonía, Massey (2005) conceptualiza el espacio como parte integral
del proceso de constitución de la identidad del grupo y como un producto de interacciones
sociales, por lo tanto las relaciones de dos conceptos son co-constitutivas. En este sentido,
trabajamos bajo el supuesto de que el desarrollo o transformación de un espacio

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manifiesta la transformación del grupo, a medida que su experiencia le permite construir


su propia memoria específica y particular.

Al analizar un grupo inmigrante, necesitamos pensar el espacio como ‘la esfera de la


posibilidad de la existencia de la multiplicidad’ (Massey, 2005:107). Los espacios étnicos
son aquellos donde los inmigrantes readaptan las antiguas normas y valores del origen, y
también se dan en el marco de cierta negociación con otros grupos en el destino. En el
caso de la colectividad coreana en la ciudad de Buenos Aires, la construcción del espacio
étnico está asociada con el enclave étnico, donde se encuentraba un espacio discrepante
y foráneo, fuera del contexto nacional, con un orden autóctono en término de cultura,
lengua, política, características sociales, propio paisaje urbano y la lógica particular del
patrón de empleos y las propiedades de negocios (Wilson y Portes,1980).

Sin dudas, esta situación intensificó una doble condición ideológica y de subjetividad
para los hijos de los inmigrantes entre el sistema escolar de la sociedad receptora y las
instituciones del enclave (Mera, 2011). Es decir, aparte del sistema biopolítico de Estado
argentino (Foucault, 1991), el enclave opera no sólo para una transmisión colectiva de las
experiencias, como las costumbres y tradiciones coreanas a este grupo descendiente en
Argentina, sino también como un régimen ideológico y moral, que incluye saberes y
prácticas que regulan la vida humana a través de las instituciones asociativas, y que
interpela a los hijos como sujetos. Por ende, entre los jóvenes argentino-coreanos existen
muchos espacios mixtos, donde, sometidos a esta situación conflictiva, son obligados a
negociar su identidad, sus posiciones, sus conductas y valores.

¿Quiénes son los jóvenes argentino-coreanos?

En este artículo, incluimos a la generación 1.5 (hijos de los inmigrantes nacidos en Corea
del Sur y criados en Argentina) y a la segunda generación (hijos de los inmigrantes que
nacieron y crecieron en Argentina). Sobre la cuestión generacional, Maristella Svampa
(2001) define las generaciones a partir de experiencias históricas compartidas que
diferencian a unos grupos sociales de otros. En este sentido, consideramos que estas dos
generaciones son grupos centrales que comparten una experiencia socio-histórica y
cultural dentro de procesos migratorios, en términos amplios, pero esenciales de la vida
individual y colectiva por ‘ser hijos de los coreanos en Argentina’, que resulta como una
matriz predestinada que atraviesa su vida. Por otra parte, la apariencia asiática, la lengua
y las diferencias culturales significativas, no sólo interpelan a estos sujetos de modos

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diferente, sino también operan para desmarcar su identidad para la sociedad receptora,
donde los hijos se ven “extranjeros”, “inmigrantes” o “coreanos”, incluso cuando
jurídicamente no lo sean (Gavazzo, Beheran y Novaro, 2014).

Igualmente, es compleja hablar de una identidad de estos hijos de los inmigrantes


coreanos porque existen innumerables variables así como el año de inmigración de la
familia, la edad, el lugar de residencia, el nivel del manejo del idioma coreano, la religión,
la profesión, las condiciones socio-económicas. Sin embargo, un rasgo común y
fundamental de los hijos de los inmigrantes que se puede observar es la biculturalidad.

Por un lado, es por el contexto familiar y las redes de la socialización étnica a la luz de la
crianza en el enclave étnico en Buenos Aires, que juega un rol indispensable para formar
atributos coreanos, lo cual nos permite ver una confluencia de lo genérico de las
identidades que estos jóvenes comparten. Se entiende el código cultural y étnico - que
quizá no tiene sentido ninguno o a veces no es bien visto en la sociedad receptora - y las
costumbres cotidianas provenientes de Corea. Al final, eso en menor o mayor grado,
atraviesa la vida de todos los individuos de estas generaciones de la comunidad.

Ahora bien, entonces, ¿habrá otras experiencias sociales ‘como argentino’, más allá de la
escolarización, que definan construcciones identitarias distintas a la de sus padres? En
este trabajo, postulamos que las experiencias de la crisis económica de 2001 de Argentina
hace nacer estos grupos etarios de “jóvenes argentino coreanos” como sujetos, porque
operó como un productor de las memorias colectivas e individuales, articuladas con una
trama de conciencia y sensibilidad del anclaje argentino colectivo de estas generaciones.

La crisis 2001 como un punto de inflexión : los impactos en la colectividad coreana

«Si se historizara la vida social de los símbolos nacionales en la Argentina, tanto la nación
como modo de identificación y como espacio de la experiencia compartida pueden verse
claramente en los sucesos argentinos desde diciembre de 2001 (y antes)» (Grimson,
2004:187).

Aronskind señala que la crisis de 2001 quizás haya sido el peor derrumbe social de la
historia argentina. Desde 1998 los indicadores económicos y sociales no dejaron de
retroceder y la situación económica se empeoró. En lo que respecta a la inflación y el
desempleo, durante el año 2002 cayeron el nivel de actividad, el empleo, los ingresos, las

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finanzas públicas y la confianza en el conjunto de los sistemas institucionales y sus


políticas nacionales (2011). Junto con el desempleo que llegó al 20% hacia fines del año,
el colapso del aparato productivo tuvo efectos fatales en toda la sociedad, causando
enormes desequilibrios, tales como la devaluación cambiaria y el denominado “corralito”
bancario. A medida que muchas empresas cerraron o se declararon en quiebra, el sector
textil también se paralizó, dado que dependía fundamentalmente de la importación. Los
impactos llegaron directamente a la comunidad coreana y la gran parte de los talleres,
fábricas y comercios en manos coreanas cerraron debido a la desaceleración del consum

Es decir, la crisis 2001 no sólo no solo influyó a nivel económico del país, sino también
marcó (reconstruyeron) núcleos duros de las memorias colectivas de los argentinos,
produciendo un punto de inflexión en la historia reciente (Grimson, 2004). En este
sentido, esta crisis implica un punto de inflexión para la comunidad coreana, con efectos
sobre el flujo migratorio, la geografía urbana y las subjetividades.

En primer lugar, al nivel de los flujos migratorios, la mitad de la población de la


colectividad coreana decidió irse del país, reemigrando hacia Estados Unidos, Corea del
Sur, Canadá y México. Así mismo, tampoco ingresan más inmigrantes coreanos de Corea
del Sur de un número significativo. Esto se puede ver en estos testimonios de los jóvenes
de la comunidad inmigrante.

Muchos de los que lograron adaptarse y aprendieron el idioma la pasaron tan mal
durante la crisis que decidieron probar suerte en otros países de América latina con
cultura similar, como México. (Sonia Kim en la entrevista de Ámbito).
Dicen que esta crisis fue como una filtración en la comunidad y finalmente las
familias con poca plata o mucha plata se quedaron: las primeras no tuvieron con qué
podría preparar la partida para instalar nuevamente en un nuevo destino y las
segundas no podían porque sus negocios y propiedades estaban enraizados
profundamente en el territorio nacional. O sea, la clase media de las familias
coreanas se fueron muchos en este momento para Corea y EE.UU.. Es que no les
quedaban otras razones para quedarse. Vinieron para conseguir mejores
oportunidades económicas y la calidad de vida. Entonces, no tuvieron más motivos
para quedarse… digamos. No sería fácil igualmente, resumirlo así, pero, los coreanos
siempre buscan y buscan para ‘lo mejor’. Nunca están satisfechos. (Directora de
instituto de Arte en la comunidad)
En segundo lugar, a nivel espacial, junto con la crisis se produjo un empobrecimiento y
decaimiento general del barrio de Baek-ku 2 . En la medida en que los inmigrantes

2
Junto con un influjo masivo de los 80s y 90s de la población inmigrante del origen coreano, la presencia
de la colectividad se resaltó en un enclave étnico ‘Baek ku’ o ‘Baek-gu’, que significa ‘109’ en coreano,
por la zona de Bajo Flores -por los alrededores de Av. Carabobo en la del Bajo Flores a Parque Chacabuco-
donde se generó una concentración de la actividad económica en el ámbito comercial de las pequeñas
empresas textiles de los inmigrantes. Podríamos observar que existen tres concentraciones espaciales como

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percibían la creciente inseguridad de Baek-ku, situado en el límite de villas de


emergencia, las familias se comenzaron a mudar paulatinamente A la zona alrededor de
la Avenida Avellaneda (del 2000 al 4000) cerca de donde también se habían empezado a
concentrar los locales de las tiendas mayoristas. En consecuencia, el conjunto de las
actividades económicas que se habían basado principalmente en los servicios hacia el
interior de la comunidad, en el enclave de Baek-ku comenzó a perder su dinamismo muy
rápidamente. Esto se visualiza en la disminución de comercios y locales de servicio,
oscurecimiento de las calles del barrio y deterioro del espacio público como plazas, calles
y veredas (Mera, 2012).

Este desplazamiento paulatino luego de la crisis de 2001 devela un cambio en el espacio


étnico. A pesar de que poco a poco le siguieron los restaurantes y otros servicios
vinculados a la mayor actividad cotidiana de la comunidad coreana a Av. Avellaneda,
haciendo de esta zona el Centro de mayor importancia económica de la comunidad, no se
trasladó la intensidad del corazón de la vida asociativa y étnica. Algunos negocios y
comercios, las iglesias, algunas instituciones asociativas y educativas, y familias se
quedaron por varias razones : porque se bajó mucho el precio de las propiedades, porque
los inmigrantes ancianos no querían o se quedaron atrasados en la readaptación, porque
hay que conservar ‘el histórico barrio coreano’, etc.. Todavía, la discusión por esta
división espacial es vigente en la comunidad. Por consecuente, hoy muchos inmigrantes
que se mudaron alrededor de Av. Avellaneda visitan a Baek-ku para ir a la iglesia en los
fines de semana, ir de compras y participar de actividades asociativas, aunque la
frecuencia es cada vez menor.

Por último, a nivel de la subjetividad individual y la confianza de los miembros de la


comunidad, la cadena de los comerciantes que contaba estrechamente con la red solidaria
comunitaria y el sistema de la credibilidad así como Gae o Kye 3 se desarmaron. Se

el eje de la vida comunitaria : las zonas de Bajo Flores, Once o la Avenida Avellaneda durante esta época.
Sin embargo, mientras las instalaciones por Once y la Avenida Avellaneda mantenían una función
principalmente de actividades comerciales del rubro textil y los relevantes, el escenario de Baek-ku fue un
poco distinto. Se encontraba una serie de negocios que comprobaba un dinamismo de la vida asociativa
intensa de la comunidad coreana a partir de elementos de vidas con determinadas prácticas cotidianas: las
telenovelas, restaurantes, bares, cantobares, iglesias, asociaciones y academias privadas.
3
‘El “gae” es un sistema que se corresponde con lo que Geertz denomina “asociacion de crédito rotativo”.
Se trata de una agrupación formada en base a un núcleo de participantes quienes concuerdan en hacer
contribuciones regulares a un fondo, el cual es otorgado, en su totalidad o en parte a cada contribuyente de
manera rotativa (Ardener, l972, citado en Bialogorski, 2004). En Argentina los residentes coreanos
continuaron utilizando este tipo de red asociativa, donde cada miembro ponía una suma, el capital
acumulado se sorteaba y se adjudicaba por mes a cada participante. Los primeros migrantes de la década

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encontraron varios fracasos debido a traiciones de algunos de los miembros que de un día
para otro se iban, estafando a todos los integrantes del Kye, desde la recesión de fines de
los ’90, que es el antecedente al estallido del 20 de diciembre. Asimismo, los efectos de
la hiperinflación, así como devaluación cotidiana, la existencia de tres monedas
nacionales y las caídas de instituciones estatales transformaron todas las nociones de
tiempo, especialmente el presente, el futuro y la planificación. Es decir, los inmigrantes
no fueron la excepción de los procesos de aprendizaje a partir de la experiencia social y
psicológica (Grimson, 2004).

La crisis repercutió en los proyectos de vida, los percepciones del mundo, los identidades,
los destinos, e incluso las construcciones de espacios a nivel individual, y a su vez al
colectivo de la comunidad. Causó una ruptura en la comunidad que se evidencia en la
dispersión espacial y también en el debilitamiento de los lazos asociativos. Por otro lado,
generó una memoria compartida con la historia reciente de Argentina y dejó marcas en
todos los miembros. Fue una experiencia social particular, recordada por quienes vivieron
esta crisis y las modificaciones imprevistas que trajo aparejada, tanto en los aspectos
económicos como en la subjetividad: ‘Somos los que se quedan aquí’. En este sentido,
podríamos llamarlo como un punto de inflexión en la historia de la inmigración coreana
y el devenir de su identidad.

Un antes y un después en la vida de los jóvenes

« … aunque su identidad sea construida y nunca fija– continúa siendo


importante en la vida de la mayoría de las personas, quizá para todas.
Existe. Existe un sentimiento de pertenencia que es más importante de lo
que queremos admitir, lo cual hace que uno considere si la idea de
‘regresar al lugar’ o la defensa del lugar como proyecto no son cuestiones
tan irrelevantes después de todo» (Escobar, 2003:113)

Cuando la crisis atacó la comunidad, algunos padres inmigrantes no eran capaces de


resolver y flexibilizar el negocio por la dificultad del idioma o el manejo del sistema
argentino. Los hijos de las familias les acompañaron ante estas situaciones complicadas -
en muchos casos no era opcional este aporte porque era crítica su participación como
necesidad y responsabilidad en el momento- y se quedaron en vez de irse después. Es

de 1960 y 1970 utilizaron este sistema para invertirlo en los negocios, con sumas que en los 90 llegaron a
los 200 mil dólares.’ (Mera, 2012).

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decir, se volcaron al negocio familiar, continuando las relaciones del exterior del grupo,
y jugaron un papel importante como un amortiguador de los impactos. Sin duda,
deberíamos mencionar que los jóvenes siempre han estado presentes en estos negocios
familiares, aún antes de la crisis y que los hijos han devenido intermediarios entre los
padres y el afuera, como portadores de un conocimiento y una experiencia intercultural,
que los adultos no poseen (Mera, 2004).

Hay que tener en cuenta que al haber sido las décadas de 1980 y 1990 las de mayor llegada
de migración coreana al país, y mayormente familias, a comienzos de la década del 2000
muchos de estos hijos estaban comenzando su vida adulta. Estos jóvenes, que en algunos
casos estaban en formación profesional o en diversas áreas, con la incertidumbre de
trabajos inestables y pocas oportunidades de participación afuera, eligieron aprovechar
los factores beneficiosos del enclave para inserción económica. En particular, los hijos
varones - el primer hijo de la familia - sentían una responsabilidad profunda de sostener
a sus padres según la tradición de confucianismo.

Es cierto que otra barrera es que la discriminación por diferente color de piel, apariencia,
vestimenta o lugar de residencia nunca les permitió disimular en la sociedad argentina, lo
cual fue siempre un obstáculo para estos jóvenes, que quizás no eran inmigrantes ni
coreanos. 4 Aquí, contamos también con una percepción negativa entre estos jóvenes
sobre las carrera profesional en Argentina que su ingreso es muy poco e inestable, y no
alcanzan como un comerciante en la comunidad, lo cual resulta como un factor
desalentador como para seguir sus carreras. Más allá de eso, ‘‘nos faltó un ‘role model’
para los jóvenes que no sea comerciante del sector textil o el dueño de restaurante de la
comunidad coreana, sino otros profesionales’’ dice Hugo (Entrevistado, 35).

De todos modos, como todos los argentinos que vivieron aquella época, hubo un esfuerzo
de los jóvenes para reconstruir tanto la economía de la familia y la comunidad como la
economía del país. Las medidas tomadas produjeron un repliegue particular en el espacio

4
En el caso de Argentina, aunque el país fuera históricamente considerado como un ‘país de inmigrantes’
y se caracterizara como un ‘crisol de razas’, el predominio de la descendencia europea todavía mantenía
este discurso hegemónico de Argentina blanca (“criolla”). Así, generaba ciertos imaginarios nacionales que
implican rechazos y exclusiones a las demás etnias y razas, incluyendo inmigrantes limítrofes y pueblos
indígenas argentinos (Grimson, 2011). En esta situación, a pesar del criterio de Jus soli, la adscripción de
la membresía nacional para descendientes asiáticos como sujeto nacional en la sociedad receptora no era
fácil. El Estado coreano sigue el criterio de Jus Sanguini que las personas adquieren la nacionalidad
directamente de sus padres, y tampoco permitía la doble nacionalidad generalmente hasta recién el año
2010, la reforma de la normativa sucedió.

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que delineó las prácticas cotidianas de este grupo y las relaciones dentro y fuera de la
comunidad. Como lo demuestra Park (1997) en su estudio sobre los coreanos en EE.UU.,
el desarrollo exitoso de la industria textil de la colectividad coreana se basó en una red
étnica solidaria. En otras palabras, los rasgos de la industria textil que, por naturaleza,
cuentan con una exigencia laboral del tiempo y de cooperación, modificaron la vida de
jóvenes argentino-coreanos.

En consecuencia, a partir del enclave étnico de la industria textil y las experiencias


compartidas, se creó un universo/un espacio nuevo más contundente, donde la mayoría
de los jóvenes argentino-coreanos intercambian informaciones e intereses específicos del
rubro. Por lo tanto, entendemos que esto reforzó el proceso de construcción identitaria de
los jóvenes argentino-coreanos. Las identidades de este grupo hasta este momento
resultaban muy dispersas, aunque el contexto bicultural hubiera condicionado colectiva y
ampliamente las vidas de estos jóvenes. Cada individuo se encontraba a diferentes niveles
de integración o asimilación a la sociedad y la cultura argentina, dependiendo de la
adaptabilidad y la elección propia. Desde el punto de vista de Castells (2000), que subraya
que un individuo determinado posee una pluralidad de identidades, tal pluralidad fue
conducida colectivamente a un marco en donde este grupo peculiar se vincula y sus
relaciones se tejen intensamente por la circunstancia de la crisis económica nacional.

A veces, el ámbito socio-cultural del enclave (y a su vez la colectividad) resulta


complicado y conflictivo para los jóvenes, mientras que al mismo tiempo estas prácticas
espaciales de los jóvenes en este ámbito limitan las relaciones sociales entre ellos y frente
a otros. Estas relaciones se extienden frecuentemente al espacio y tiempo de ocio-
mayormente deportes tales como golf, tenis, ciclismo entre otros- ya que son también
grupos de familia o de parientes de amigos. Como un joven entrevistado dijo ‘Pueblo
chico, infierno grande’ para referirse a la vida en la comunidad. Los comportamientos
cotidianos y las palabras de las personas son rápidamente juzgados y condenados entre
los miembros, y la privacidad individual se encuentra interrumpida fácilmente. Cuidar la
imagen perfecta como desean los coreanos ‘la persona ordinaria admirable’, quien lleva
todo bien con todo el mundo ante las vistas de otros, se convierte en una presión
psicológica y social (Hwang, 2009).

En consecuencia, el despliegue que construyó un núcleo duro de la cotidianidad de los


jóvenes generó este escenario donde se debate diariamente los significados como “ser
buen coreano”. Así también aunque no se vean las fronteras de cultura, los límites del

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“nosotros-ellos”, aparecen y desaparecen a través de las competencias del idioma, la


comida, la adhesión a una historia en común y el respeto a ciertos signos, valores y
comportamientos cotidianos (Mera, 2011). En otras palabras, la concentración en el
espacio produce los discursos de la comunidad y también es donde se desarrollan las
relaciones, las luchas por el control, el poder y la vigilancia de la colectividad.

Nuevas dinámicas en el espacio con relación a la identificación de los jóvenes

Evidentemente, la inserción de los jóvenes en el enclave trajo más vitalidad a los negocios
y comercios de esta zona. Reestructuraron poco a poco la cultura de trabajo y el paisaje
en el nuevo enclave. Podríamos destacar varias tendencias en esta reconfiguración
espacial con relación a la adhesión a la identidad del grupo, la transformación de los
sentidos de la concentración y la performance de ‘grupismo’: la localización asimiladora,
la funcionalidad en el plano transnacional, la globalización/modernización junto con la
influencia de la tecnología y la formación de ‘alteridades históricas’5 (Segato,1999).

Primero, se nota una gran diferencia con respecto al barrio Baek-ku(enclave anterior),
dado que en el espacio del nuevo enclave los diálogos e interacciones entre los
inmigrantes coreanos, los argentinos, los bolivianos, judíos y otros son mucho más
frecuentes y fluidos. Así el paisaje del nuevo enclave étnico que se está formando no
presenta un límite étnico o nacional en términos de exclusividad, ni de una contraposición
entre un interior y un exterior, porque las ventajas adquiridas del contexto bicultural
permiten a los jóvenes recrear un espacio más accesible y permeable para la sociedad
receptora.

Por ejemplo, en el nuevo enclave ubicado en la zona de la Avenida Avellaneda, se


encuentran posiciones y estrategias diferentes con respecto al anterior. Antes de la crisis,
en Baek-ku, tanto los comercios como las instituciones estaban dirigidos únicamente a la
población coreana y ‘… no desarrollan ninguna estrategia para llegar al público no
coreano. En la mayoría de los casos, los vendedores no hablan español, los productos no
están preparados para la venta y consumo de no coreanos.’ (Mera, 2010) En cambio, en
el caso de los jóvenes comerciantes actualmente, por un lado, se concentran en desarrollar

5
Las memorias colectivas ante algunos sucesos históricos, desigualmente compartidas -entre clases, grupos
étnicos, géneros y generaciones de un estado-nación- serían, en realidad, lo que compone un conjunto de la
“formación nacional de diversidad” en términos de Segato (1999). En esa formación, “alteridades
históricas” son los grupos sociales cuyo modo de ser “otros”en el contexto de la sociedad nacional se deriva
ya de la historia nacional y hace parte de esa formación específica.

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medidas más localizadas hacia el mercado argentino, cada vez más en profundidad,
porque el sector compite con los inmigrantes bolivianos que ubican sus actividades en el
mismo rubro textil. Por lo tanto, las tiendas étnicas y los restaurantes se vuelven más
abiertos para todas las categorías de consumidores; inmigrantes, locales, viajeros,
empresarios de negocios coreanos y extranjeros.

Vinculado con ese desarrollo, en segundo lugar, podemos observar también la creciente
influencia de la cadena trasnacional de las comunidades coreanas en el mundo en la
economía de la comunidad actual y sus potencialidad en la medida en que se benefician
estas conexiones y las redes transnacionales como capital social e institucional tanto al
nivel local como al global. Es decir, como sucede en otros ‘Korean town’ en las grandes
ciudades del mundo, el enclave ofrece servicios, restaurantes, colegios, inmobiliarias,
trabajo, información, etc. para la población coreana durante una estadía en Argentina o
en un proceso inmigratorio o de tránsito. Sin embargo, esto no quiere decir que garantice
un éxito económico a todos los miembros. Más allá de los beneficios en cuanto a recursos
materiales y afectivos que brinda la red, también intervienen otros elementos en el buen
rendimiento comercial, tales como las capacidades, herramientas culturales -el idioma,
modalidades adquiridas, etiquetas, códigos étnicos- de cada individuo y la familia.

En tercer lugar, con respecto al paisaje, su espacio reconstruido recientemente no remite


a la etnicidad coreana. Más bien el protagonista es la modernidad que desdibuja/no
demuestra su origen. Algunos restaurantes o cafeterías son más bien copiados del estilo
moderno y contemporáneo de Corea hoy en día, pero en general, no hay ninguna
particularidad étnica o cultural de un determinado origen sino del tiempo. En muchos
casos incluyen carteles en ambos idiomas, mientras que es habitual que se escuche música
coreana o se vean programas de televisión de Corea. Esto puede ser pensado a partir del
concepto de globalización que influye en todos los locales hoy en día: la creciente
dislocación entre el territorio, la subjetividad, la nación, los movimientos sociales
colectivos (Shmite & Nin, 2007).

Así, encontramos que un rasgo común de la identidad/identificación de los jóvenes se


encuentra en los consumos culturales de ‘Corea actual’, especialmente, ‘la cultura pop’
debido al impacto de los medios masivos de comunicación electrónica y las movilidades
más frecuentes y flexibles de las personas entre los dos lugares. Corea del Sur, el país
más desarrollado e integrado de la tecnología de este tipo hoy en día les ofrece y posibilita
una amplia, pero casi completa conexión virtual con la tierra de sus padres o ‘sus

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ancestros’. Por eso, no es sorprendente que un joven argentino-coreano que nació en


Argentina y visitó solo unas veces Corea del Sur, sigue intereses semejantes como de la
moda, los hobbys, estilos de vida entre otros con los jóvenes coreanos en Corea y se siente
más vinculado de ‘allá’ que ‘aquí’. Por ello, no resulta extraño que algunas problemáticas
intergeneracionales y socio-culturales similares de la comunidad coreana son semejantes
de las de la sociedad corean en la actualidad.

Sin embargo, ya muchos de ellos también se dan cuenta que no son iguales que sus pares
jóvenes de Corea del Sur, ni pertenecen ‘allá’ como ya observaremos en los testimonios.
Tampoco estos coreanos los entienden, porque poseen otros matrices culturales y valores
sociales que han ido adquiriendo en Argentina. Se dan cuenta rápidamente que ‘el país de
origen’ y la identidad nacional que les conservaron/inculcaron muchos los padres
inmigrantes no existe o no les ofrece el sentido de pertenencia. Como Hurh vincula la
idea de una entidad colectiva sociocultural con ‘aquellos que comparten un sentido común
de origen y destino (real o imaginado)’(en Mera, 2012), los jóvenes comienzan a
identificar/plantear una alteridad en base de los sentidos comunes dentro del espacio del
grupo donde se comparte el sentido de ‘no pertenencia’ en términos nacionales o de
Estado-nacion.

Sí, fui a Corea dos veces. Pero, no podría vivir allá. No sé cómo viven allá. Es muy
competitivo. Y son muy cerrados. ... Cuando fui la última vez, la gente se notaba que
no soy de allá por el acento y soy ‘kyopo 6’. Para ellos, somos ‘los extranjeros con
pelo negro’ O sea ni de aquí ni de allá. ..Pero estoy cómodo aquí al menos. No me
veo en otro lugar en el futuro porque ya tengo todo aquí.. (Paola, 30)
Entre nosotros llamamos ‘Coringa’ para alguien que se comporta muy coreano o
quiere parecer como coreano de allá. O sea, vos naciste acá y nunca viviste allá. No
tiene sentido para mí... ¿el contrario de coringa? ..para los que son muy
argentinizados sería ‘ Wonchu’(que significa la gente local y aborigen). Porque no
somos ni argentino ni coreano. Es una hibridación para mí (Angela, 30)

Reflexiones finales

En este artículo, indagamos sobre el enclave étnico de la comunidad coreana en Buenos


Aires y sus roles en los procesos de la recuperación/reconstrucción identitaria de los
jóvenes argentino-coreanos a partir de sus experiencias y memorias en post-crisis del
2001. Examinamos el complejo entramado de factores que demuestra las heterogéneas
formas de identificación de los hijos. En este sentido, es difícil y temprano asumir una
identidad argentino-coreana todavía. Sin embargo, los jóvenes argentino-coreanos en la

6
‘Kyopo’ en coreano se refiere a los descendientes de los expatriados coreanos por el mundo.

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actualidad pueden ser comprendido como nuevo grupo social que experimenta
colectivamente entre los sistemas de parentesco y las dinámicas de la sociedad receptora
en una temporalidad particular a partir de las experiencias y memorias compartidas.

Si Argentina en sí tiene un problema de definir su identidad y está aún en el proceso de


construcción, la identidad de estos jóvenes se encuentra en la encrucijada con una tarea
de producir local, en tanto una particular conjunciónón de sentimientos, vida social e
ideología a partir de dos lugares y dos experiencias. Es una lucha con múltiples
dimensiones, que necesitará ser interpretada en un escenario de competencia entre los
Estado-naciones modernos y el proceso de globalización.

Sería necesario abrir la posibilidad de discusión, profundización y ampliación de enfoque


generacional en estudios migratorios y geografía cultural para incorporar estos sujetos
urbanos en la historia local. Por ello, nos obliga seguir analizando el fenómeno en
profundidad dentro de varios marcos de las discusiones de nación-estado, alteridad,
subjetividad, ciudadanía entre muchas temáticas relevantes.

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La experiencia sonora de los banderilleros del tren Sarmiento

Facundo Petit de Murat


CONICET / Sección Etnología, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
facundo_petit@hotmail.com

1. Introducción

La red ferroviaria de la Región Metropolitana de Buenos Aires se encuentra compuesta


por siete líneas1, entre ellas la línea de tren Sarmiento, marco de nuestro actual universo
de estudio. Esta línea se caracteriza por atravesar y unir el territorio de la Región
Metropolitana de Buenos Aires2 de Este a Oeste. Su recorrido total de 168 km se divide
en tres ramales (Once-Moreno, Moreno-Mercedes y Merlo-Lobos) con cuarenta
estaciones, de las cuales únicamente seis se emplazan en el territorio de la Ciudad de
Buenos Aires 3 . A lo largo de su recorrido entre las estaciones de Once y Liniers se
suceden 22 pasos a nivel 4 y una cantidad similar aproximada de pasos únicamente
peatonales, sumando los oficiales y los clandestinos5.

El paso del tren presiona circuitos que activan las barreras e interrumpen el flujo vehicular
de Norte a Sur y de Sur a Norte. Cuando el tren se aleja lo suficiente las barreras se elevan,
su campana calla y el flujo vuelve a su cauce hasta que otra formación presione un nuevo
circuito.

En el marco de la investigación acerca de la experiencia sonora de la vida urbana en la


Ciudad de Buenos Aires, este trabajo se concentra en un actor social que simultáneamente

1
Sarmiento, Roca, Belgrano Sur, Mitre, San Martín, Belgrano Norte y Urquiza.
2
La RMBA abarca la Ciudad de Buenos Aires, los 24 municipios del Gran Buenos Aires y parcialmente
Gran La Plata (Fernández, 2011).
3
Las estaciones de Once, Caballito, Flores, Floresta, Villa Luro y Liniers.
4
De Este a Oeste: Rojas (Estación Caballito), García Lorca, Donato Álvarez, Boyacá, Granaderos, Caracas,
Fray Cayetano Rodríguez, Artigas (Estación Flores), Condarco, Nazca, Cuenca, Concordia, Joaquín V.
González (Estación Floresta), Segurola, Goya, Carrasco, Cardoso, Corro, Lope de Vega (Estación Villa
Luro), Irigoyen, Barragán y Cuzco (Estación Liniers).
5
Los pasos peatonales clandestinos son aquellos que los usuarios utilizan en forma extraoficial a través de
la evasión o intervención de los vallados de protección. No cuentan con dispositivos de seguridad ni
estructura.

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a esos flujos metálicos y cárnicos permanecen estáticos: los banderilleros. Y de todas las
preguntas posibles por su experiencia particular del mundo nos atendremos a su escucha
y a su experiencia sonora.

1.1 La pregunta por lo sonoro

Este mundo es un lugar de ajetreo. ¡Qué incesante bullicio! Casi todas las noches me
despierta el resoplido de la locomotora. Interrumpe mis sueños. No hay domingos.
(Thoreau, 2009: 20)

Los cambios tecnológicos, económicos y sociales producidos durante la Revolución


Industrial trajeron consigo la modificación irremediable del paisaje sonoro urbano
(Schafer, 1994). En la literatura europea del Siglo XIX en adelante aparece la mención a
la percepción de las nuevas máquinas para el transporte (entre ellas la locomotora) en un
péndulo que se mueve entre fascinación y aberración por los sonidos de la modernidad,
como ejemplifica el extracto de Henry Thoreau que abre este apartado. Este tipo de
testimonios dan cuenta de cómo se construyen relaciones con el espacio a partir de la
percepción del entorno.

Se entiende señal acústica como la onda física que emana del movimiento y se traslada a
través de un medio, y sonido como la instancia perceptiva por parte de un oyente (Basso
et al., 2016). Dicha onda es interpretada de acuerdo a parámetros subjetivos y sociales en
los cuales la cultura cumple la función de filtro: “el oído es ante todo un órgano cultural”
(García, 2007: 63). De esta manera la percepción se constituye como una mediación entre
la realidad y la experiencia (Merleau Ponty, 1993). Es así que toda atribución de sentido
en relación al sonido está permeada por diferentes condicionantes, sintetizados en
biografías sonoras (Polti, 2012), a partir de las cuales interpretamos los sonidos del
entorno.

Retomando la noción de experiencia como los modos potencialmente diferenciables en


que los sujetos sienten y practican en formas social y espacialmente situadas (Segura,
2015), la experiencia sonora involucra escuchar, producir e interpretar lo sonoro en
relación intrínseca con el espacio relacional6 (Harvey, 2004). Las estructuras del sentir,
por ello, se conciben interrelacionadas con las materialidades y las infraestructuras del
movimiento urbano (Lofgren, 2008). Específicamente en el caso del tren, los estudios

6
La perspectiva relacional sostiene que “no existe el espacio por fuera de los procesos que lo definen”
(Harvey, 2004: 4).

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sobre la experiencia de la movilidad dan cuenta de cómo las materialidades y los cuerpos
se afectan mutuamente, a través de la vibración (Bissell, 2010). En este sentido la clave
de este trabajo es pensarlo desde la propuesta teórica y metodológica de la acustemología
(Feld, 2013), concepto que construye al sonido como forma de conocimiento, situacional
e intersubjetiva. Sería ingenuo, entonces, concebir a los estímulos sonoros por fuera de la
infraestructura o espacio en los que son generados. Es por eso que en el marco de este
trabajo entendemos a la ciudad como un espacio sensible donde “lo sonoro puede
considerarse como parte indisoluble de la experiencia social y del medio en el que nos
movemos” (Alonso et al., 2007: 4).

En este marco teórico, la pregunta por lo sonoro, un aspecto generalmente desatendido de


la investigación social (Fortuna, 2009), genera la emergencia de discursos sobre la vida
cotidiana que exceden lo acústico y remiten a las dinámicas y las lógicas (Alonso
Cambrón, 2010) que intervienen en la producción de los espacios.

1.2 Aspectos metodológicos para la investigación

La metodología de trabajo adoptada fue la estrategia de etnografía sonora y trabajo de


campo, cuyas técnicas supusieron la “escucha flotante” (Alonso Cambrón, 2010: 29),
observación participante, consulta de fuentes secundarias7 y entrevistas antropológicas a
los banderilleros. Las entrevistas se realizaron en horarios matutinos y vespertinos en los
pasos a nivel del tren Sarmiento relevados: Nazca, Segurola, Irigoyen, Lope de Vega y
Cuzco. En estos pasos a nivel se realizaron registros sonoros por medio del dispositivo
Tascam DR-22WL, editados posteriormente con el software Sound Forge 10.0. El criterio
de selección de los audios tuvo como prioridad dar cuenta del contexto sonoro del paso
del tren y la intervención de los banderilleros en estos casos 8. Esto fue complementado
con observaciones circunstanciales en otros cruces, estaciones y dentro de las
formaciones, realizadas con intención de investigación o como parte del movimiento
cotidiano como habitante de la ciudad.

Para el acceso al campo fue indispensable atravesar distintas instancias burocráticas que
comenzaron en el área de Recursos Humanos de la Operadora Ferroviaria Sociedad del

7
Se relevaron noticias periodísticas desde el año 2012 con mención al rol de los banderilleros y al sonido
en los cruces del tren Sarmiento, por un lado, y de reglamentos, contratos y estatutos, por otro.
8
Dichos registros pueden ser consultados online en https://elminibuda.com/sonidos/ (última visita
27/07/2017)

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Estado9, y finalizaron con la comunicación telefónica y electrónica con el subgerente de


transporte, quien otorgó la autorización para el trabajo de campo antropológico. Esta
primera instancia se realizó en términos de no afectar el universo laboral de los futuros
interlocutores, teniendo en cuenta una mención previa a la presencia de cámaras y la
prohibición de mantener comunicación con personas ajenas a la empresa.

Una vez obtenida la autorización se generó un sistema de temas a indagar dividido en


tres, que estructura el resto del trabajo: la percepción de la totalidad, el entorno situado y
los mismos sonidos en diferentes contextos.

1.3 El campo

A continuación se reproduce un extracto de las notas de campo, que buscan a modo de


descripción densa (Geertz, 2003) generar un acercamiento a las dinámicas observadas e
interpretadas como resultado del trabajo de campo:

De acuerdo a lo observado y sistematizado en las notas de campo, el, la o los banderilleros


pueden tanto estar en las casillas como apostados afuera (dependiendo de su voluntad y
de las condiciones climáticas) y al oír la campana o visibilizar el tren advierten el
advenimiento del mismo. El momento de posicionamiento en la vía varía, ya que tienen
internalizadas las señales que indican cuánto tiempo tardará el tren en convertirse en un
peligro real para los vehículos, los ciclistas, motociclistas y peatones. Los factores que
intervienen son la presencia de estaciones de tren cercanas, señales visuales sobre su
procedencia, señales sonoras emitidas por el motorman y el conocimiento práctico sobre
las frecuencias. También puede incidir el mal funcionamiento del sistema de
señalizaciones. Una vez reconocida esa instancia, la o el banderillera/o suele pararse en
el borde interior del brazo de madera aunque esto no es excluyente. La lluvia es un factor
determinante para elegir hacerlo cercano a la casilla. Si hay dos o más banderilleros y es
uno de esos momentos en que los trenes coinciden en su trayecto en el paso a nivel, es
probable que uno de ellos se apueste enfrentado al primero. El momento del cruce de
trenes es considerado como de los más peligrosos, ya que las motos, las bicicletas y los
peatones comienzan a adentrarse en las vías antes de que pase el tren siguiente. Mientras
suena la campana repetidamente, emitiendo un sonido agudo, reverberante y expansivo

9
La Operadora Ferroviaria del Estado (SOFSE) fue creada en el 2008 en el marco de la ley 26.352 con
función de la prestación de los servicios de transporte ferroviario, tanto a nivel urbano en las líneas
Sarmiento, Mitre, San Martín, Roca, Belgrano Sur y Tren de la Costa como regional y larga distancia.

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algunos peatones preguntan si está bien cruzar o si existe dentro de sus posibilidades,
miran, se alejan, algunos aprovechan para cruzar la calle al ras de la barrera, los ciclistas
y motociclistas eluden el brazo a veces con el aval del banderillero. El momento último
de advertencia es el silbato, uno o varios pitidos cuyas prolongación, secuencia,
frecuencia e intensidad son personales de cada banderillero. El silbato es menos
prescindible que la bandera, que debe ser estirada en dirección al tren que pasará, o en
caso de incidente y necesidad de detención, en alto y perpendicular a las vías o clavada
en la misma a una distancia prudencial. El pitido puede ser antecedido y procedido por la
bocina del tren y luego se genera un saludo entre colegas con la mano en alto. Si viene
otro tren del otro lado se repite la secuencia con mayor intensidad. Si es el final, el
banderillero se retira hasta una nueva campanada.

2. Los banderilleros a través de la experiencia sonora

2.1 La percepción de la totalidad

La resolución número 93 del año 2005 de la Subsecretaria de Relaciones Laborales del


Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social define al banderillero en términos de
su función de cubrir las barreras y los pasos a nivel, atender a la seguridad de peatones y
vehículos, informar la circulación del tren y las modalidades de acción frente a accidentes.
En las entrevistas realizadas estas funciones se sintetizan en mantener la vía expedita10 y
se plasman como resultado de una conformación identitaria definida como el refuerzo de
la barrera. Ser banderillero es ser la extensión corporal de la barrera, el dispositivo
fonoluminoso que administra impersonalmente el flujo del transporte, compuesto por la
señal lumínica, el brazo de madera, el sistema eléctrico o manual que permite su ascenso
y descenso y la señal sonora de la campana. Esto implica una exposición y un estado de
alerta constante durante ocho horas corridas. Su régimen laboral implica un franco
semanal y un período de vacaciones cada 15 meses.

Sus herramientas son un silbato, un radio transmisor, una bandera de color rojo o verde,
el uniforme reglamentario con bandas refractarias, una capa para días de lluvia y la
incorporación reciente de linternas con luz roja para la señalización en horarios nocturnos
o días de baja visibilidad (lluvia o niebla).

10
Esta frase fue mencionada en relación a los cursos introductorios que deben realizar antes de ingresar a
la vía.

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Para resguardarse en momentos de inactividad, y como depósito de sus elementos


personales y laborales disponen tanto de casillas azules construidas en acero y hormigón
como de construcciones alternativas. Las casillas fueron implementadas durante el año
2014 y se encuentran localizadas en sitios preventivos en caso de accidente. Ahora bien,
las demandas de los usuarios de dichas casillas (en tres de los cinco cruces relevados) son
que no permiten la visibilidad requerida de la vía en caso de obstrucción, y que al ser
herméticos disminuyen la posibilidad de escucha y se vuelven inhabitables en momentos
de calor. Es por eso que en los cruces de Segurola y Nazca siguen utilizando las casillas
con techo de chapa, posicionadas en sectores preferidos por ellos de acuerdo a las
circunstancias descriptas.

A través de las observaciones y entrevistas, se deduce que los banderilleros suelen estar
dentro de las casillas –al menos así es en invierno-, hasta que oyen el sonido de la campana
o visualizan las luces intermitentes. Estas señales se activan a medida que el tren pisa los
circuitos, que suelen estar ubicados 800 metros hacia cada costado. Esto constituye un
indicio de la noción de simultaneidad necesaria en este trabajo. Ante la pregunta por las
marcas que indican el advenimiento del tren, la principal referencia fue la campana en
caso de estar adentro de las casillas y visual en caso de estar en la vía, tanto del propio
tren en caso de tratarse de una línea recta, como la advertencia de la bajada de brazos en
cruces contiguos. También cumple un rol determinante la noción práctica de las
frecuencias.

Cabe aclarar aquí que el banderillero no es un guarda-barreras, en vistas del prejuicio


que define como sinónimas categorías que los propios sujetos marcan como diferencias
identitarias. De acuerdo a una respuesta surgida en el marco de entrevista, el guarda-
barrera constituye una figura legal dentro del sistema ferroviario 11 y tiene la potestad de
manipular el brazo de la barrera a través de un torno. Los banderilleros no deben
manipular el brazo de madera. Ante un caso que revista gravedad, como la situación de
barrera en baja12 la norma es clausurar13 por peligro latente. Sin embargo, el contexto

11
Es interesante observar que el R.I.T.O. (Reglamento Interno Técnico Operativo), citado dos veces en
entrevista como la “biblia” del operario, incluye al guarda-barrera pero no al banderillero en función de que
rige desde el año 1958. De acuerdo a las entrevistas realizadas, el banderillero constituye la categoría más
baja dentro del sistema junto al personal de limpieza.
12
Cuando el sistema automático falla los brazos se mantienen horizontales y se activan las señales visuales
y sonoras.
13
Impedir por medio de conos y estructuras plásticas el flujo vehicular hasta la normalización del sistema
de señales.

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urbano les plantea lo siguiente: “tenés que tener criterio, si la barrera está en baja, yo
me arriesgo a que me vengan a cagar a trompadas, entonces levanto la barrera igual,
las cámaras sirven únicamente para cuando no estás por algún motivo, pero cuando se
cae el cuadro de señal no aparecen” (fragmento de entrevista).

El cuadro de señal es el sistema de señales (semáforos, barreras, cartelería, luces y


circuitos) desde Once hasta Liniers, que cuando cae puede generar distintas situaciones
como la baja del brazo sin señal sonora o con señal sonora permanente. La caída del
cuadro de señal puede generar que la barrera esté en baja durante extensos períodos de
tiempo. En algunos casos me comentaron que el mal funcionamiento puede durar desde
dos horas hasta todo el horario en función. Incluso en días de correcto funcionamiento,
en horas pico la barrera puede bloquear el tránsito durante media de cada hora, con hasta
diez minutos seguidos de interrupción. Esto genera que los banderilleros estén expuestos
tanto al tráfico como al sonido de la campana, teniendo en cuenta que no deben utilizar
ningún dispositivo protector que aminore su atención: “vos acá estás 8 horas, con lluvia,
con sol, y si está la barrera en baja te vas con la cara roja del sol” (fragmento de
entrevista).

En casos de peligro o incidencia la principal vía de comunicación es la radio de frecuencia


abierta en la que pueden recibir información de los motorman e interactuar con otros
banderilleros. Es el tipo de dispositivo que Schafer define como esquizofónico (2004: 88)
en tanto separa al sonido de su fuente inmediata. A través de éste los banderilleros reciben
información de todas las estaciones y acontecimientos del tren e informan cualquier
suceso que consideren de peligro en la vía, entre los que se destacan principalmente la
presencia de personas sospechosas (suicidas) y el atoramiento del tránsito. En este
sentido, la radio constituye un vínculo constante con los diferentes acontecimientos de la
línea de tren, permitiendo su concepción como sistema articulado.

En todas las entrevistas un momento clave mencionado fue la incorporación de las nuevas
formaciones del tren Sarmiento implicadas en el plan de renovación posterior a la tragedia
de Once 14 . En el año 2014 las viejas formaciones Toshiba dieron lugar a otras
provenientes de China, generando una mejor frecuencia y la necesidad de incorporación
de nuevos banderilleros. A su vez, implicó un cambio en la relación de los trabajadores

14
El accidente ocurrido el 22 de febrero 2012 en la estación terminal de Once, donde el tren colapsó contra
los sistemas de seguridad, provocó la muerte de 52 personas y 789 heridos.

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con el entorno, en función de que esas nuevas formaciones generan menores niveles
sonoros, vibración y traqueteo. En este sentido Michel Chion (1999) postula que el sonido
debe considerarse como bisensorial, ya que afecta tanto al oído como al tacto
(principalmente cuando se unen los factores de intensidad alta y frecuencias bajas). En
días de niebla o de lluvia intensa, se destacó que los trenes se niegan a la escucha y que
la sensación de su presencia se genera cuando ya está próximo al cuerpo. El banderillero
de Irigoyen, que ingresó una semana antes de este cambio expresó: “ahora únicamente
escuchás el chiflido de aire cuando acelera o frena. Los días de niebla no se escucha y
tenés que estar mirando permanentemente hasta que está muy encima. Ahí escuchás la
señal sonora pero no ves el tren” (fragmento de entrevista).

Para finalizar, se suman los fenómenos sonoros que obligatoriamente deben realizar los
motorman o conductores a través de la bocina en función de informar su paso. De acuerdo
a los banderilleros, los motorman deberían emitir dos bocinas al salir de la estación, uno
por cruce, y continuamente si se trata de un servicio rápido. Sin embargo, existen eventos
excepcionales como un tren que en horario nocturno pasó sin luz ni emisión de bocina.

2.2 La relación con el entorno

2.2.1 La percepción del entorno

El trabajo del banderillero está catalogado como insalubre en virtud de la exposición del
cuerpo en la tarea. Mantener su atención alerta y sus órganos sensitivos libres de
protección repercute directamente en su fisiología. La imposibilidad de escapar del sonido
por medio de algún sistema de protección orgánico, como los párpados, constituye un
aliciente. La mayoría de ellos admite estar en proceso de ensordecimiento,
sintomáticamente vinculado a la necesidad de que se les repitan las palabras o la dificultad
de mantener la atención en una conversación. En uno de los casos, incluso se denunció la
aparición de sangre en el canal auditivo. Ahora bien, los controles médicos se efectúan al
momento de ingreso laboral, y no existen instancias intermedias de chequeo de las
facultades sensitivas.

Los principales elementos del paisaje sonoro que fueron identificados como perjudiciales
de su salud auditiva fueron la bocina y el paso del tren, las bocinas del tráfico15, las motos

15
Acentuado en aquellos casos que la acumulación del tránsito bloquea las calles paralelas a la vía, como
en Segurola y Nazca.

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con escape libre, la campana16 y el silbato. Tanto en Irigoyen como en Lope de Vega
también influye la autopista como generadora un fondo sonoro y señales 17 (Schafer,
1994) que son identificadas como molestas a partir de su reiteración, en especial días con
propensión a la escucha de camiones y sirenas de ambulancias y autos de policía.

De todas formas, así como ante la pregunta se plantea el problema, también existen otros
procesos aparejados: “al ruido estoy acostumbrado” (fragmento de entrevista).

Este proceso de acostumbramiento implica una habituación18 (Domínguez Ruiz, 2014),


en la cual los estímulos que al principio resultan molestos son naturalizados, pero el oído
continúa en abierta exposición y se produce la atrofia de los sentidos. A su vez, la
adaptación al ruido puede devenir en el efecto del horror vacui o miedo al vacío, en tanto
“un oído que se ha habituado al bullicio urbano necesita del ruido para no extrañarse, para
sentirse a gusto, para poder realizar sus actividades con normalidad” (Domínguez Ruiz,
2014: 102): “cuando estuve en Mendoza de vacaciones a la noche no soportaba el
silencio y ponía la tele aunque no veo la tele, pongo música. Yo desde que me levanto con
la alarma prendo la tele, pongo música, me pongo auriculares para venir acá, me voy
con auriculares y llego y pongo música” (fragmento de entrevista).

Al indagar por cuál sería la disposición ideal para el trabajo del banderillero, las
respuestas marcaron diferencias en base a circunstancias contextuales. En cruces de baja
actividad el mínimo debería ser de dos banderilleros, tres en cruces de actividad mediana
y cuatro en cruces de alta actividad19. El grado de complicación se mide en base al factor
de la cantidad de tráfico, los colectivos, la presencia de camiones, el posicionamiento
sobre calle o avenida, los vecinos y los colegios circundantes. A estas actividades
cotidianas que forman parte de la identidad de cada paso a nivel se suma el
condicionamiento climático. La mención a los vecinos como factor de conflicto emergió
especialmente en el cruce de Segurola, cuyo paisaje revela edificios cercanos a la barrera.

16
En las primeras etapas del trabajo, el sonido de la campana es definido “como patadas en la cabeza”,
“un ruidito agudo, como un zumbido” (fragmentos de entrevista).
17
Schafer propone que los paisajes sonoros se encuentran compuestos por un fondo sonoro (keynote)
continuo y naturalizado, señales o sonidos figura que se desprenden de dicho fondo y marcas sonoras,
entendidas como “el sonido comunitario que es único o posee cualidades que lo vuelven especial al recuerdo
o atención de esa comunidad” (1994: 10).
18
“(…) mecanismo de adaptación que nos permite incorporar paulatinamente a nuestra vida diaria los
fenómenos de nuestro entorno hasta volverlos parte de nuestra normalidad.” (Domínguez Ruiz, 2014: 99)
19
Sin embargo, en el trabajo de campo se observó solo la presencia de uno solo en la mayoría de los casos.

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La capacidad expansiva del sonido implica un acto de dominación (Schafer, 1994) e


imposición sobre las voluntades a través de la violencia acústica (Miyara, 2003) ya que
no respeta los límites visuales y táctiles del dominio privado. Las quejas por esta situación
son recurrentes ya que el mal funcionamiento de las barreras también lo es, a veces en
momentos nocturnos. Una vía de solución es la disminución del volumen de las
campanas, acto que se percibe como la causa del mal funcionamiento posterior. La señal
sonora puede dejar de funcionar o quedar enmascarada (Chion, 1999: 56) por los sonidos
del entorno. Sin embargo también puede producir reacciones violentas por parte de los
vecinos, tanto discursivas como materiales (en una ocasión fueron arrojadas siete botellas
de cervezas desde una terraza cercana).

2.2.2 La producción sonora del entorno

Cada banderillero genera un pitido diferente, y la presencia de tres o más banderilleros


fue definida como una sinfonía. Pueden ser tanto numerosos pitidos entrecortados
(generalmente al identificar una situación de peligro por peatones o vehículos sobre la
vía) o un solo pitido de intensidad ascendente (para marcar la inminencia del tren), y los
niveles de potencia son variables (la escucha marcó un alcance de hasta 200 metros pero
también puede ser únicamente audible en la inmediación de la barrera).

A la hora de marcar las posibilidades del cruce y liberar la vía en momentos de congestión,
el sonido junto al gesto se realizan en forma direccionada. Los peatones fueron definidos
en distintas instancias como distraídos, a partir de la utilización de auriculares, el celular
o la simple ignorancia del entorno; irrespetuosos al desafiar las señales y responder de
diferentes formas a los banderilleros (se producen burlas como gritar “penal”, “churros”
y “helados” al escuchar el silbato); y audaces, cuando deciden cruzar la vía en forma
indebida y peligrosa. Ahora bien, el silbato es una figura a través de la cual la gente se
detiene, se siente interpelada, mira. Los banderilleros perciben que mucha gente siente
vergüenza cuando se les pita en forma dirigida, porque de repente reflexionan sobre la
situación y se dan cuenta de que no están tan apurados. Incluso algunas personas sienten
que se las toma de punto, como si únicamente se les silbara a ellos.

Más allá de estas situaciones, el silbato es considerado como el dispositivo más eficaz
para solucionar estas conflictividades, en virtud de mantener libre la vía y evitar
accidentes. En este sentido, la producción sonora del silbato sintetiza en el presente las
experiencias pasadas aprendidas a través de la práctica y de los discursos.

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2.3 El mismo sonido en otros contextos

Con la intención de dar un cierre a esta serie de apartados, consignaré brevemente una
serie de reflexiones surgidas a partir de la aparición de los sonidos del trabajo en la
dimensión cotidiana y onírica.

Augoyard (1997) plantea que cuando el sonido predomina en un lugar pueden funcionar
cuatro procesos destacables: invasión, localización, evocación y fonurgia. Retomando
específicamente la posibilidad de evocación, se producen dos ramificaciones: la
representación sonora de un lugar ausente y la fonomnesia (escuchar un sonido que no
oigo).

En todas las entrevistas la campana 20 fue planteada como emisora de un sonido


perturbador del sueño y de la abstracción mental, especialmente en las primeras jornadas
laborales: “Al principio soñaba con el ruido de la chicharra. Se me aparecía en sueños
porque era algo que de repente estaba todo el tiempo y marca el inicio de una actividad,
un estado de alerta. Ahora ya se me pasó.” (fragmento de entrevista); “tenía pesadillas
en las que me despertaba sobresaltado escuchando la campana” (fragmento de
entrevista); “Los chicos de la noche muchas veces entre la 1 y las 4 a veces se duermen
porque no pasan trenes y aparte a esa hora son los últimos y los primeros. Y a veces
duermen y se despiertan sobresaltados, soñando con la sirena, tanto si está como si no”
(fragmento de entrevista).

En estos casos el sonido de la campana, en términos de su incorporación a la vida laboral


y la función que cumple para el trabajador, sigue sonando en el inconsciente generando
reacciones ansiógenas en el momento onírico.

También puede suceder que en días excepcionales el tañido acompañe toda la jornada
laboral a raíz de un mal funcionamiento, generando una reverberación interna: “cuando
la barrera está en baja y la campana suena varias horas seguidas después queda sonando
en la cabeza” (fragmento de entrevista). A raíz de esto, uno de los entrevistados invocó
al horror vacui anteriormente descripto al decir que “cuando me acuesto sigue resonando
la campana. El silencio me gusta únicamente cuando vengo muy quemado del laburo.

20
En la escucha participante se percibieron dos tipos de sonoridades de campanas: el paso a nivel
(campanadas espaciadas, reverberantes y expansivas) y el paso peatonal (campanilla continua, asimilable
al timbre de un colegio). Los registros que dan cuenta de esta tipificación pueden ser consultados en
http://elminibuda.com/sonidos

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Antes de acostarme apago todo y me quedo en silencio, pero mucho no me gusta porque
al toque empiezo a escuchar la campana” (fragmento de entrevista).

Ahora bien, qué sucede en momentos de ocio en días de franco o vacaciones. Como
indiqué anteriormente, las vacaciones son cada 15 meses, de 15 días durante los primeros
cinco años y a partir de allí, de 21 días. Este régimen es poco apreciado por los
trabajadores ya que genera una acumulación de cansancio y poca predisposición en los
últimos períodos laborales. En este sentido los lugares elegidos para momentos de
descanso fueron definidos: “No quiero saber nada con el tren ni con la gente, todo lugar
con paisaje, el más alto, ahí me voy, voy a todo”. Abstraerse implica escapar lo más
posible del entorno laboral y de la posibilidad de una escucha privilegiada21 (Pelinski,
2007), es decir, la “aprehensiones pasadas revividas en el presente” (2007: 7) a partir de
la escucha de un sonido que evoque el recuerdo: “El fin de semana no querés escuchar
una puta campanilla” (fragmento de entrevista).

Planteo, entonces, que la experiencia sonora de los banderilleros en relación a la escucha


de las campanas constituye una experiencia común y compartida, en tanto es evocada en
forma similar sin que necesariamente constituya un elemento de discusión entre ellos.
Ahora bien, una pregunta que queda flotando es hasta cuándo dura efectivamente un
sonido.

3. Conclusiones

Las propiedades físicas del sonido, relativas a sus modos de emisión y propagación,
repercuten directamente en las modalidades de percepción. En este sentido, la experiencia
sonora se entiende como la resultante de escuchar, producir e interpretar lo sonoro, en
inseparable relación con las condiciones materiales y espaciales en las que se desarrollan
estos procesos. A su vez, dicha experiencia trasciende el espacio y el tiempo ya que es
posible representar un sonido ausente a punto tal de escucharlo.

En este trabajo se consideraron las posibilidades de construcción del espacio social a


través de la experiencia sonora. En dicha construcción identitaria y simbólica operan
dimensiones subjetivas y sociales, que dan sentido a su posición y permiten la
conformación de una alteridad. La experiencia y la relación con el ambiente generan un
interjuego entre la infraestructura de la ciudad, las prácticas y los Otros constituidos a

21
Pelinski (2007) plantea tres modos conceptuales de escucha: natural, reducida o analítica y privilegiada.

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modo de alteridad: los que pasan, los que vienen, los que ayudan, los que gritan, el
motorman, el guardabarrera. Partir de lo sonoro permitió generar un extrañamiento por
ciertos elementos de la realidad asumidos como naturales y vinculantes de su posición
sociolaboral. De allí se articula la concepción de lo sonoro como un elemento del paisaje
general que interviene en su planteamiento del mundo.

También se exploraron las posibilidades de articulación entre las condiciones materiales


y simbólicas a partir de la pregunta por lo sonoro. En todo momento está presente que los
modos de transmisión de la práctica laboral se encuentran atravesados por distintas
instancias, en un habitus (Bourdieu, 2015) conformado por reglamentos institucionales y
la propia práctica que muchas veces pone en tensión dichas reglas. El propio rol del
banderillero fue identificado como una involución, en términos de que las señales y
normas existen pero no son acatadas, poniendo el cuerpo en peligro. Entonces, ¿hasta qué
punto se puede pensar en la despersonalización de los procesos si los niveles de
naturalización requieren una corrección e interpretación constante de las reglas tanto
culturales como físicas?

En un futuro cercano, la propuesta es ampliar el horizonte de interpretaciones a partir de


la inclusión en el universo de estudio de vecinos, pasajeros y más trabajadores
ferroviarios, para complementar la estaticidad con el movimiento. A partir de ello se
podrá dar mayor estructura y potencia al entendimiento de la experiencia sonora como
construcción dialógica y dinámica, y permitir el acceso a distintos grados de alteridad con
base en lo perceptual.

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“Mi mamá no puede saber”. Representaciones adolescentes y lugares


amigables para hablar sobre sexualidad

Belén López
Estudiante de la Licenciatura en Antropología Social y Cultural IDAES-UNSAM
lopez.belen87@gmail.com

A partir del trabajo de campo recabado para la realización de una tesina de grado en curso,
esta ponencia pretende indagar en las experiencias y las valoraciones de los y las
adolescentes en torno a su sexualidad, y cómo influyen en la construcción de los espacios
sociales. En este artículo se profundizará el análisis de ciertas cuestiones detectadas en el
campo a la luz de trabajos de otros autores y autoras, sobre la forma en la que al hablar
de la sexualidad, las y los chicos oponen distintos ámbitos por los cuales transitan. ¿Qué
espacios son conformados por los jóvenes como amigables para dar cuenta de sus deseos,
experiencias y conflictos sexuales? ¿De qué manera sus valoraciones sobre la sexualidad
influyen en esa elaboración de los espacios sociales?

Durante la etnografía llevada a cabo en una escuela secundaria técnica de San Martín,
entre junio del año 2016 y julio del año 2017, se hizo foco en las representaciones de las
estudiantes que poseen entre 14 y 17 años. En este ensayo se hará referencia a los
estudiantes varones, plantel docente, directivo, y algunos familiares del estudiantado,
cuyos integrantes residen en su mayoría en los asentamientos del área de la cuenca del
Río Reconquista de José León Suárez. Cabe señalar que ingresé al campo a partir de una
convocatoria impulsada desde la universidad para realizar, en esa escuela, un taller a partir
del cual se trabajaron las problemáticas que atraviesan las jóvenes adolescentes. Este
taller de tres horas semanales en la sede de la escuela que quedaba en el centro del
municipio de San Martín. El trabajo etnográfico me llevó a participar de otras instancias:
actos escolares, almuerzos escolares, recreos, un festejo del baby shower de una de las
adolescentes, visitas a las casas de las jóvenes, salidas a la plaza, entre otras actividades.

Para las chicas, contar o exponer su sexualidad abiertamente depende no sólo de las
personas a quien se lo comentan, sino también del lugar donde lo hacen: la casa, la
escuela, la calle, las plazas o el centro de salud. Para poder comprender qué supone para
las jóvenes cada uno de estos lugares es preciso señalar que al hablar de “espacio” se está

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haciendo referencia a aquellos lugares conformados no solo por terrenos físicos y


delimitados sino que, como bien indica la geógrafa Doreen Massey, los lugares son
productos de procesos y relaciones que se encuentran en continua formación. Massey
argumenta, entrando en los debates en torno al llamado proceso de “globalización”, que
los lugares no son ni estáticos, ni absolutos y se basan en las interrelaciones y las distintas
experiencias de las mismas (Massey 2012).

En esa conformación de los lugares, las representaciones sobre la sexualidad de las


jóvenes plantea conflictos entre la casa, la escuela, y los centros de salud barriales, por
un lado y hacia adentro de los ámbitos considerados como propios para grupos de
adolescentes como lo son la escuela, la “vereda”, o las plazas, por otro. Esto tiene que ver
con los tipos de relaciones sociales que atraviesan a los actores y actrices (ya sea madre,
padre, hijo, hija, hermana, estudiante, docente, directora, y/o trabajador/a del centro de
salud), el lugar que se asigna a la edad y el género de cada uno/a en las representaciones
sobre la sexualidad, y cómo esto repercute en la producción social de los espacios por los
cuales transitan.

Es pertinente destacar que las figuras que más fueron señaladas como aquellas con
quienes las adolescentes hablan sobre sus relaciones sexuales, sus temores, curiosidades,
deseos y problemas son las amigas mujeres, algunas coordinadoras y algunas profesoras
de la escuela. A estas se opone la figura de los amigos y compañeros varones por un lado,
y la familia por otro, en particular la madre. En cuanto al personal docente y de
coordinación, suelen compartir información sobre lo que les pasa con su sexualidad con
las mujeres, en su mayoría.

Las coordinadoras y docentes, grupo que también incluye a la vicedirectora, son


referentes a quienes acuden para hablar de su sexualidad, o que de alguna manera hablan
sin temor a que ellas las escuchen. Incluso comparten información sobre situaciones
críticas que atraviesan o aquellas donde necesitan acceder al sistema de salud. Una de las
adultas de la escuela comentó con gran preocupación que una de las estudiantes se acercó
a ella para decirle que no menstruaba hace semanas y que no entendía el motivo, debido
a que tuvo relaciones sexuales a principio de mes y en ese período no le hacía falta
cuidarse (07.07.2016). En otra ocasión, luego de finalizar el taller y cuando todas las
estudiantes se habían retirado, estábamos con una de las docentes que había participado
del mismo y se quedó para contarnos sobre situaciones que se les presentaba y no sabían
cómo accionar. Una de ellas fue cuando una estudiante solicitó ir al ginecólogo, pero no

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quería contárselo a la madre, y esto que ponía a la coordinadora en una situación


incómoda(4.10.2016). Según contó, sintió que por un lado no quería acompañarla porque
si no iba a generar una dependencia, y por otro se sintió “entre la espada y la pared”
porque no quería ser cómplice de un ocultamiento a la familia . Es importante resaltar que
en la Escuela se trabaja mucho el nexo entre la institución y las familias, y esto puede ser
un factor que pone en tensión ese vínculo.

Las y los coordinadores y directores suelen reunirse con las familias en los barrios
constantemente ya sea para hablar sobre la situación de cada estudiante u organizar
actividades extracurriculares en conjunto, e inclusive muchos de esos encuentros se dan
en los hogares del alumnado. Las familias suelen participar de algunas asambleas que
coordina la escuela y los almuerzos son preparados tanto para los estudiantes como para
cualquiera de sus miembros familiares que deseen ir. Es posible que esto influya en la
contraposición que señalaba la docente donde el miedo que manifiestan las estudiantes
de que su familia se entere de su actividad sexual entra en tensión con el cuidado que
presta la institución al vínculo con las familias de las y los alumnos.

Otra manera en la cual las jóvenes hablan sobre sexualidad con las profesoras y
coordinadoras es interpelándolas. Es decir, no sólo son personas a quienes se acercaban
para plantear dudas u obtener métodos sino también para discutir sobre cuestiones
relacionadas a estos temas. En uno de los talleres que realizamos en agosto del año pasado
las chicas nos preguntaron a las “profes” (término que incluía a talleristas, coordinadoras,
directivas y docentes) si habíamos sido infieles, agregando el siguiente comentario: “ésta
seguro es alta atorranta” (06.09.2016). También cuestionaban la sexualidad de las
docentes como sucedió con la profesora de física, quien al confesar que a ella le gustan
las chicas, la joven con quien estaba hablando le reprochó que estaba mintiendo porque
sabía que tenía novio (13.06.2016).

Durante el taller, donde solíamos hablar sobre temas relacionados a la sexualidad en


general, no tuvieron reparo en hablar sobre sus propias experiencias. Rocío contó, por
ejemplo, que cuanto más grande es el miembro de su pareja sexual más disfruta de la
relación sexual (13.10.2016) y detalló los distintos episodios de una infidelidad que
cometió con un ex novio(06.09.2016). Sofía, señaló que ante el ultimátum que le había
hecho su novio para que tengan relacione sexuales, ella le contestó “que se vaya a la
mierda”, y que si quería hacerlo “que vaya con una puta”. De todas maneras, según
sostuvo Sofía, él continuó en la relación y lo hicieron cuando ella quiso (13.10.2016).

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Además, me relataban experiencias por fuera del ámbito de taller, siendo que las
estudiantes me consideraban una “profe” en todo momento, más allá de saber que estaba
realizando un trabajo de investigación. Alma indicó en una entrevista que le realicé, que
la primera vez que intentaron tener sexo con su novio, el miembro de su pareja no se
erectó (11.02.2017). Florencia confesó en otra charla que había cuestiones que ni su más
íntima confidente sabía, como por ejemplo que le practicaron sexo oral (11.07.2017).

Martín Boy analizó en su artículo Travestis y vecinos de la ‘zona roja’ de Palermo:


distancias y cercanías en conflicto, la forma en la que el encuentro de poblaciones
diversas en el espacio público provocó en la población vecinal donde las travestis ejercían
la prostitución, una serie de cuestionamientos morales por parte de los vecinos de la zona
que derivó en una producción de espacios legítimos e ilegítimos para esas prácticas (Boy
2015). A la luz de su trabajo, es pertinente abrir un interrogante en torno a las formas en
las que la escuela se transforma en un espacio legítimo para que las y los adolescentes
hablen abiertamente sobre su sexualidad.

Retomando el análisis sobre los referentes y antireferentes de las jóvenes, las amigas son
siempre aquellas a quienes las chicas nombran cuando se les pregunta con quién hablan
sobre su sexualidad. Se pudo observar que suelen ser fuentes de información y acceso,
además de ser confidentes. Por ejemplo, Sol indicó, comentando sobre ciertos miedos por
la irregularidad de su ciclo menstrual, que tiene una aplicación que calcula su fecha de
menstruación e inmediatamente Natalia le pidió que se la pase para bajarla y le explique
cómo funciona (1310.2016). A su vez, la coordinadora del curso comentó su
preocupación ante la situación donde una de las chicas que había quedado embarazada,
le dijo que unas amigas conocían a una mujer que hacía abortos en el barrio. De esta
manera, la referencia a las amigas como fuentes de confidencia, información y acceso se
fue manifestando en distintas formas. Siguiendo estos ejemplos, en los inicios del taller
las chicas solían remarcar la importancia de que el espacio sea “sólo de chicas”
(30.09.2016; 6.09.2016; 27.09.2016).

En contraposición a sus amigas, las jóvenes sitúan a sus compañeros hombres en un grupo
de antireferentes, que engloba a aquellas personas con quienes intentan no hablar sobre
su sexualidad a toda costa. El espacio de taller se da en la escuela en horarios extra
curriculares y muchos de los chicos suelen quedarse en la escuela ya sea para jugar a la
pelota o realizar otros talleres que se dan paralelamente. A veces sus compañeros varones
entran a nuestro taller para comer las galletas o papas fritas que nos da la escuela como

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tentempié para los encuentros, o a veces ingresan sólo por curiosidad y las chicas suelen
echarlos (06.09.2016). Si no lo hacen, dejan de hablar sobre sus experiencias, cambian de
tema, o hablan sobre otros tópicos (30.06.2017). El único joven que se incorporó al taller
sin intimidar a las jóvenes a principios del año 2017, fue Daniel, uno de sus compañeros
que todas, incluso las docentes, aseguran que es virgen.

Existe un temor a que ellos se enteren de sus experiencias sexuales. En otra ocasión donde
estábamos debatiendo un cortometraje, donde mucho/as adolescentes hablaban sobre las
presiones que pueden surgir a la hora de tener sexo, Natalia señaló que ella jamás contaría
a nadie que tuvo sexo. Según indicó, esto se debía a que los chicos “se ponen re pesados”,
porque “te dicen puta y se piensan que porque te acostaste con alguien te querés acostar
con ellos también” (13.10.2016). Otro registro que ilustra un poco más su reticencia a
exponer su sexualidad frente a los compañeros refiere a una situación que me describió
en privado una docente, luego de un almuerzo, quien había escuchado desde el baño a un
estudiante que acosaba con preguntas a Rocío. Estas rondaban en torno a la hora en que
tenía sexo con su pareja, cómo lo hacían, si “se movían mucho”. Según señaló la docente,
ella no le respondía nada y lo único que hacía era reírse de forma nerviosa (4.10.2016).
Esta estigmatización constante que perciben las jóvenes se plantea de forma diferenciada
respecto a los varones. El temor a “ser escrachada” en las redes, exponiendo sus
relaciones sexuales y/o afectivas es un temor presente sólo en las chicas. Ellas mismas
marcan la diferencia que existe con los varones, quienes, por ejemplo, al subir una foto
mostrando su actividad sexual, reciben halagos en lugar de insultos, en contraste con lo
que le sucede a las mujeres:

Es como que las mujeres quedan re mal pero los hombres se sacan foootos. Yo tengo
un amigo viste, que se sacó una foto que: no se le ve la cara, la piba estaba en tanga
y toda desnuda, ¿viste? Y él sacándose una foto, así, de atrás. Y es como que él se
siente re ganador, pero la piba queda re puta. (Florencia , 11.06.2017)
Otro/as actores y actrices que forman parte de lo/as anti-referentes de las jóvenes son-
exceptuando a las hermanas con edad similar a ellas- sus familiares. La familia puede
jugar fuertemente como factor por el cual las chicas dejan de acceder a métodos
anticonceptivos. Dos casos ilustran este punto. Por un lado, el caso de Florencia, quien
debió dejar de tomar sus pastillas diarias cuando la madre se las encontró entre su ropa al
desnudarse para una consulta médica. Esto a su vez, le generó posteriormente el temor de
realizar una consulta con el ginecólogo por miedo a que ella se entere (22.11.2016). Por
otro lado, Alma no se anima a acercarse al centro de salud de su barrio para obtener

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información sobre sus derechos sexuales o aplicarse algún método de cuidado por temor
a que los conocidos de su madre que trabajan allí se lo cuenten (11.02.2017). Asimismo,
la coordinadora, explicó que existen dentro de la escuela profesores y profesoras con
quienes las chicas saben que pueden hablar sobre estos temas, mientras que con otros y
otras no. Relató que una estudiante, Laura, llegó aterrorizada hasta ella por una respuesta
que le dio otra docente a quien había acudido para solicitar ayuda, debido a que le faltaba
la menstruación desde hacía un tiempo y temía estar embarazada. La docente le había
contestado que llamaría a su familia para que lo resuelvan entre todos, causando una
enorme angustia y temor a la joven (4.10.2016).

A su vez, la figura familiar con quien se tiene cuidado cuando se habla o refiere al sexo
es la madre. A partir de una entrevista que realicé a la madre/abuela de Sofía, Delia 1,
aparece un punto interesante a destacar que tiene que ver con situaciones en las cuales se
sintió manoseada. En uno de los post partos, por ejemplo, sintió un “meter mano”
constante por parte de los médicos, quienes le habían recomendado realizarse una
operación para quitarle el útero donde tenía un tumor. Delia accede a la realización de esa
operación, con el debido consentimiento del marido2, sólo para dejar de ser intervenida
por el personal de salud. A su vez, detalló como, en su juventud, era pasada “de mano en
mano” por su familia para brindar distintos servicios domésticos. Es decir, que aparece
en su imaginario un cuerpo reproductivo, objetizado, sobre el cual le es difícil influenciar,
y muy sufrido.

Cabe preguntarse si es ese cuerpo el que trata de prevenir a sus hijas. Al hablar del cuidado
en las relaciones sexuales de las chicas da cuenta de una serie de métodos de cuidado
como “el chip” (un dispositivo hormonal subdérmico), el DIU, las “inyecciones”
(suministros de hormonas de forma intravenosa, para prevenir la ovulación), pero no
nombra ni al preservativo ni a cuestiones ligadas al placer. Se podría inferir que, para
Delia, el cuidado de la mujer en sus relaciones sexuales tiene que ver más con prevenir el
embarazo y no tanto con las infecciones que podría contraer o las formas de evitar

1
(Sofía se refiere a ella como su mamá más allá de reconocer que es su abuela biológica, aun conviviendo
con su madre de parto)
2
El consentimiento del marido para intervenir en los órganos reproductivos dejó de solicitarse hasta no
hace muy poco, a partir de regulaciones como por ejemplo la ligadura de trompas La ley 23.130 de
Anticoncepción Quirúrgica, aprobada en el año 2006.

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situaciones poco placenteras: “le dije: vos sí o sí tiene que salir sangre después que vamos
a la salita el jueves, que para que te cuides..”(Delia, 2.05.2017).

Esto me retrotrae a entrevistas y conversaciones que tuve con distintas jóvenes de la


escuela, donde algunas señalaron que las madres les recomiendan distintos métodos
anticonceptivos o que se ofrecen a llevar a sus hijas al centro de salud para obtenerlos
(entrevistas a Rocío, Sofía, Daiana). Pero en todas aparece el miedo a que su madre, más
allá de que les recomiende cuidarse en las relaciones, se entere que tuvo relaciones
sexuales (entrevistas a Florencia, Alma, Rocío, Sofía, Clara, Daiana; 04.10.16). Cuando
Florencia se acercó a mí por una sospecha de estar embarazada, su mayor preocupación
en ese momento era que su madre se entere de esa sospecha (22.11.2016). Esto impedía
por ejemplo su movilidad hacia el hospital para hacerse una ecografía. Tenía miedo de ir
con la mamá y que vea que estaba embarazada: “mi mamá no puede saber”. Esto puso en
riesgo su salud, no sólo por el peligro que suele prestarse en jóvenes que recurren a un
aborto clandestino en el caso de estar embarazadas, sino también por los dolores que tenía
Florencia hace dos meses por una infección urinaria que nunca se había tratado. En una
entrevista, dijo que el motivo de su reticencia a hablar sobre sus relaciones sexuales con
su madre tenía que ver tanto con su edad (“como que soy muy chica para tener
relaciones”), como con la consecuencia de que se enteraría con quién fue que tuvo su
primera relación. Según Florencia, la madre no tenía aprecio por ese joven. Existe una
similitud entre la madre de Florencia y el caso de Delia, quien imagina a los hombres
como imanes de peligro para sus hijas. Peligros relacionados al consumo de drogas y
alcohol, o la concreción de actos delictivos como el robo. A su vez, los sitúan siempre en
las afueras de la casa, puntualmente en “La esquina”. “La esquina”, o “vereda”, no tiene
que ver tanto con un punto geográfico de las manzanas de un barrio sino con un sitio
donde se juntan los jóvenes (en su mayoría hombres) en la calle a pasar el rato. De esta
forma, la casa se contrapone al afuera peligroso constantemente demandado por las
jóvenes, conformándose para las madres como un refugio donde pueden ejercer su
control. Boy analiza en el texto citado, como ciertas apreciaciones morales excluyen a
ciertos sujetos de determinados espacios públicos y los limitan y encierran en otros (Boy
2015). Si bien los hogares de las jóvenes no son necesariamente espacios públicos, se
pudo observar cómo a partir de parámetros morales que las madres tienen sobre la
sexualidad de la/os jóvenes se excluye a las chicas de espacios públicos como las calles
del barrio, y se limita su circulación al perímetro de su casa. A veces se les permite salir

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a locales bailables, bajo tutela de algún primo o hermano. Pero más allá de las actividades
extracurriculares de la escuela o fiestas de 15, las jóvenes de la escuela no solían
frecuentar otros espacios como recitales, boliches o fiestas que realizan en el barrio (
“porque siempre termina a los tiros” Alma, 11.02.2017).

Otra asociación que hacen las jóvenes sobre ese miedo a contarle a la madre sobre sus
experiencias sexuales tiene que ver con su edad. Las chicas, no se sienten con edad
suficiente para tener relaciones sexuales y perciben siempre una mirada externa negativa
sobre ellas (11.05.17, entrevistas con Alma, Florencia y Rocío). Si sus padres se enteran
podrían, como indicó Alma en una de las entrevistas, correr ciertos riesgos. Ante la
pregunta por el motivo por el cual no le contaría a su papá, con quien se lleva mejor que
su mamá, indica que “(su padre) no me va a dejar estar con este, no me va a dejar estar
con el otro, porque me puedo quedar embarazada. Porque no me sé cuidar, porque...todo
eso. Más si lo sabe mi vieja”. El tener novio puede traer también problemas hacia dentro
de los hogares, como en el caso de Sofía. Una coordinadora, al compartirme su
preocupación luego de que Sofía le haya mostrado que se había cortado toda la parte
interna de la mitad de su brazo, me comentó que sospechaba que ese episodio había tenido
que ver con que su familia rechaza al novio de Sofía constantemente y esto genera fuertes
peleas (27.10.2016).

Este tipo de temores, alimentados por la moralización adultocéntrica y sexista hacia la


sexualidad de las muchachas, se extienden al punto de obstaculizar el acceso de las
jóvenes a los centros de salud. Estos lugares son representados por las chicas como
ámbitos donde una vecina, familiar o conocida de familiar puede encontrarlas solicitando
métodos y divulgar entredichos sobre su sexualidad, opinando evaluativamente sobre sus
acciones, y difundiendo información cargada de valoraciones sobre las chicas, que
indefectiblemente llegará a oídos de su madre. Massey señala que, aquella experiencia de
los actores en la cual se basa la conformación de los lugares, se encuentra mediada por
una “geometría del poder” que excede las opresiones que trae el sistema capitalista. Es
decir que existen determinadas relaciones de poder que limitan la movilidad de ciertos
sujeto/as en determinados lugares:

De entre las muchas cuestiones que claramente influyen en esta experiencia están,
por ejemplo, la etnia y el género. Hasta qué punto nos podemos mover entre países,
o pasear por las calles de noche, o atrevernos a ir a hoteles en ciudades extranjeras,
es algo que no está solamente influenciado por el «capital». (Massey 2012; 114)

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A partir de esta teorización podemos delinear una geometría del poder que no permite a
las jóvenes acceder a los centros de salud, no sólo por su condición de estudiante (que
pondría en tensión la relación escuela-familia, como fue señalado anteriormente), sino
también por una condición etaria, que las sitúa como mujeres demasiado jóvenes para
tener relaciones sexuales. Como bien se señaló en párrafos anteriores, aparecer en la salita
puede significar un despliegue de habladurías sobre su persona que las jóvenes no desean
tolerar.

También existe una espacialidad del control de la madre sobre sus hijas que limita su
movilidad. El transitar por fuera de la casa brinda independencia a las jóvenes coartada
constantemente por sus madres. Por ejemplo, en uno de los talleres, Alma describió su
casa y contó que su madre le había colocado un candado a su cuarto para que ella no se
escape, luego de que desobedeció a sus órdenes de no salir con sus amigas un par de
veces. Otra manera que tienen las jóvenes de desafiar el control adulto-familiar, se puede
ejemplificar en el uso del celular y las redes sociales, ámbito por excelencia de los juegos
de seducción de lo/as adolescentes. El hecho de que la hija de Delia esté todo el tiempo
usando el celular, en Facebook y Whatsapp, la incomoda. Esto se debe a que es un ámbito
que ella desconoce, donde existe cierta privacidad para cada usuario, y que, en ese
sentido, no puede controlar. Es importante aclarar que si bien pueden ser dispositivos
difíciles de supervisar, los teléfonos celulares pueden utilizarse como medios de control.
En una de las entrevistas con Alma y Florencia, alma sugirió a Florencia sacarse una foto
con migo en la plaza para luego mostrársela a la mamá. A su vez, Delia delimita un
adentro de la casa, que es un ámbito que ella puede controlar, en contraposición al afuera
donde Sofía desea circular constantemente. De hecho, en la entrevista indicó que “la
mamá (de Sofía) le gusta ser libre (y sonríe). De chica. De trece año. Se me escapaba por
la ventana. Tremeenda era…” (Delia, 2.05.2017). La libertad supone un desafío al
dispositivo de control. Para ejercer ese control Delia ejerce cierta amenaza a quienes lo
desafían:

Voy a ir, voy a ir”(imitando la voz de Sofía). Bueno si vos te vas donde vos querés, andá.
Cuando te vayas, vas a ver. No va a ser lo mismo que tu casa. No te vas a acostar y levantar
a la hora que querés. Ni sabés que vas a tener comida, que vas a tener leche.(...) Nadie te va
a atender. (Delia, 2.05.2017)
De esta manera, la amenaza de la desprotección y de la necesidad de las jóvenes de
independizarse, es parte del mecanismo de control de la sexualidad que tiene como
referente mayor la figura de la Jefa de Hogar. Incluso ella se sitúa muchas veces

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encarnando ese dispositivo de control, impidiendo los embarazos: “tuvo una bebé (una de
sus hijas), la dejaron embarazada, quedó en corrientes embarazada. Io le mandé a que la
acompañe a la abuela, le lievé. Y ahí, cuando io no estuve, quedó embarazada. Al toque”
(Delia, 2.05.2017). Delia se considera el mejor anticonceptivo para sus hijas.

En cuanto a la perspectiva de las adolescentes en torno al embarazo existe un temor a que


les suceda pronto y no lo desean hasta dentro de un futuro lejano, algo que pude registrar
en las entrevistas con Clara, Sofía, Alma, y en otras ocasiones en la tarea de observación
participante (19.08.2016, 22.11.2016, 31.03.2017, 11.6.2017), y uno de los temores más
fuertes gira en torno a esa posibilidad es que sus madres se enteren. Además tienen amplio
conocimiento sobre los distintos tipos de métodos anticonceptivos, donde conseguirlos y
sus formas de aplicación y consecuencias.

Otro de los aspectos de la sexualidad que les preocupa a las jóvenes, tiene que ver con
una idea de “ser usadas” por el varón, ya sea por un caso de infidelidad o que deje de
hablar con ellas luego de haber tenido sexo (entrevista a Clara, Florencia, Alma, Rocío,
27.10.2016, 18.05.2017). Por eso, la mayoría de las chicas resalta constantemente la
importancia de la espera de un determinado tiempo prolongado antes de tener relaciones
sexuales con los jóvenes que les atraen, más allá de que no deseen entablar una relación
amorosa con ellos. Podría inferirse que el mostrarse con actividad sexual casual, no solo
las estigmatiza sino que “anula” su capacidad de “hacer esperar” al hombre, algo que para
ellas forma parte de un grupo de tácticas, que les provee un margen de acción en un
dispositivo de sexualidad que las ubica en una posición desigual ante el hombre.

Como se indicó anteriormente, las jóvenes conocen todo tipo de método anticonceptivo,
pero no hablan sobre las modalidades de placer. El placer lo nombran en el cuerpo
masculino, y muchas veces bromean con que el placer propio depende del tamaño del
pene de la pareja sexual (09.06.2016/13.10.2016/ 20.10.2016). Para ellas no hay sexo
posible sin pene, ligando fuertemente el sexo al coito. Por ejemplo, en los talleres suele
aparecer la pregunta por saber de qué manera las lesbianas tienen sexo si no hay pene de
por medio (13.06.2016, 04.05.2017, y entrevista Florencia y Alma). Esto no implica una
sumisión total de las jóvenes por los deseos de los varones. En una ocasión, Florencia
contó que su novio quería practicar sexo anal, pero ella no quiso y entonces no lo hicieron.
Alma sostiene que no le gusta que le toquen los pechos y se lo tiene negado a los hombres.
O Daiana declara que no le gustaría tener sexo “con ropa”, es decir, según pude interpretar
de lo que quiso decir con eso, tener relaciones sexuales a las apuradas. Además, existen

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ciertas formas de conocimiento del placer que se pueden considerar distintas a las
convencionales. En uno de los talleres el único que conocía lo que era el clítoris era Daniel
(04.05.2017). Sin embargo, Rocío reconoce que le genera más placer mantener relaciones
sexuales cuando su cuerpo está con mayor contacto al cuerpo de su pareja sexual
(11.06.2017). En base a estos registros surge la pregunta por la manera en que las jóvenes
se refieren constantemente a los límites que deben poner a la hora de tener sexo. Cabría
profundizar sobre la posibilidad de puntos de fuga donde las jóvenes encuentran cierto
margen de acción, poniendo en juego elementos materiales y simbólicos que le son
permitidos, y haciendo frente a la primacía del placer masculino como eje de las prácticas
sexo-eróticas heterosexuales. Pero no es un aspecto a desarrollar en esta ocasión.

En base a estos datos recabados, y las reflexiones realizadas sobre los mismos cabe
preguntarse no sólo por los sujetos a quienes las jóvenes se dirigen para contar sus
experiencias sexuales o solicitar información y ayuda frente a las problemáticas que
puede abarcar el tema, sino también hacerse por los lugares que lo/as distinto/as actores
y actrices construyen como espacios que habilitan o inhabilitan a que se hable de sexo.

A partir del seguimiento de dos recorridos que realizan las estudiantes para obtener cierta
autonomía frente a factores limitantes que recaen sobre su sexualidad, se pudo hechar
cierta luz a estos interrogantes sobre los lugares amigables para hablar sobre sexualidad,
y lugares que no lo eran. Por un lado, analizando aquellas tácticas que entretejen para
construir un margen de independencia frente al mundo adulto. Y por otro lado,
reflexionando sobre las diferencias genéricas entre pares de la misma edad y la manera
original en la cual las chicas conforman una serie de herramientas para contrarrestar la
posición desigual y desfavorecida que poseen en el orden heterosexista del placer sexual.
En ese sentido se vislumbraron espacios aptos como en el caso de la calle, ámbito donde
las jóvenes comparten experiencias y apreciaciones sobre la sexualidad con sus amigas,
y se dan los primeros encuentros sexuales. También lugares como la escuela, donde
recurren ante sus coordinadoras, docentes y directivas para pedir auxilio o compartir
experiencias. A su vez, si se considera a las redes sociales como espacios, se puede inferir
que estos son ámbitos amigables, donde los/las jóvenes despliegan juegos de seducción,
expresan distintas valoraciones sobre la sexualidad en general y pueden decidir de manera
selectiva con quien compartir información sobre sus experiencias sexuales. Aunque se
puede volver un espacio exclusivo y estigmatizante para las jóvenes a la hora de publicar
contenido relacionado a su experiencia sexual. Por último, cabe mencionar a los espacios

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que no se conforman como amigables para hablar sobre la sexualidad. Estos son la casa
de las jóvenes, espacio ampliamente controlado por la figura a la cual le tiene mayor
temor para hablar sobre sus experiencias sexuales (la madre), y los centros de salud
entendidos por las chicas como espacios donde existe una regulación indirecta de sus
madres u otros familiares. En ese sentido, lugares como la escuela, son ámbitos donde,
más allá de que persistan en él pautas de convivencia sexistas y adultocéntricas que se
pueden trabajar, adultos y jóvenes pueden compartir ideas que se tienen sobre la
sexualidad, conformándose como un espacio amigable para que las/los adolescentes
hablen sobre sus experiencias sexuales y conflictos que estas conllevan.

Bibliografía

Boy, M. (2015). Travestis y vecinos de la “zona roja” de Palermo: distancias y cercanías


en conflicto. Ciudad de Buenos Aires, 1998-2012. Revista Latinoamericana Sexualidad,
Salud y Sociedad, N° 21, 175–196.

Massey, Doreen (2012) “Un sentido global de lugar”, en Un sentido global del lugar.
Barcelona: Icaria.

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La sexualidad en el espacio urbano: mapeo social de varones gays en la


ciudad de Buenos Aires

Leandro Prieto

IDAES-UNSAM / ICO-UNGS

leandroprietoturtela@gmail.com

Introducción
El siguiente trabajo final, confeccionado en el marco de las III Jornadas Interdisciplinarias
de Jóvnenes Investigadores IDAES-UNSAM, es el resultado de sucesivas investigaciones
científicas conducidas desde 2008. Por aquel entonces, confeccioné un novedoso
proyecto de investigación para la obtención de mi título de licenciado en antropología
social y cultural (IDAES-UNSAM). Allí, reconstruí la negociación cotidiana de políticas
públicas para la población LGTBI 1 en Argentina, a partir del marco jurídico que
otorgaron leyes ampliatorias. El resultado fue una etnografía multisituada de organismos
públicos contemporáneos, para la cual me basé en los aportes de la teoría queer y los
estudios de género, complementando con bibliografía clásica en ciencias sociales.

En 2013 mi trabajo dio un giro, al pasar a investigar la relación entre espacio urbano,
sexualidades y migración. Así, mi segunda tesis –realizada para la maestría en Estudios
Urbanos (ICO-UNGS)- ahonda en los impactos morales que la socialización gay puede
tener en un confín urbano asumido como heterosexual. El objeto de estudio consiste en
varones gays extranjeros que residen en Buenos Aires. La espacialización de los procesos
sociales y las actividades sostenidas por dicho grupo en esta área metropolitana se
convirtió en un problema de investigación de considerable magnitud.
Mi presentación en estas jornadas pretende reflexionar sobre aquel abordaje transversal
entre los estudios en la ciudad y los de sexualidad. Para ello, me propongo dilucidar algo
de aquel mapeo de los espacios de interacción y circulación de varones gays que residen
en la CABA 2 , desde los tímidos primeros pasos militantes hasta su actual mayor
reconocimiento. El progresivo grado de aceptación y estatus legal por parte del Estado y

1
Utilizo la sigla correspondiente a los siguientes grupos que componen el colectivo: Lesbianas, Gays,
Bisexuales, Trans e Intersex.
2
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No incluye los partidos del denominado Gran Buenos Aires, con los
que conforma el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires).

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sectores de la sociedad civil ha reconfigurado la relación homo-hetero. Estos usos de


espacios y sus acciones cotidianas tienen un impacto directo en el territorio urbano. Me
pregunto, entonces, cómo se construye aquel recorrido de trayectorias sociales de
espacios de residencia, trabajo, consumos culturales y socialización en la ciudad. La
posición nodal de Buenos Aires –dada por su peso demográfico y su concentración de
capital cultural, económico y simbólico- coadyuva en la (re)producción de las actividades
cotidianas de un segmento históricamente a los márgenes.

La apreciación académica del territorio urbano

Las ciencias sociales se han ocupado, desde sus comienzos, por problematizar el espacio
urbano como un hecho social. Durkheim relacionó paisaje urbano y arquitectura con la
conducta humana (1981 [1895]). Weber definió las ciudades como establecimientos en
donde se disputan la división del trabajo y una economía de mercado (1993 [1921]). La
ciudad occidental moderna era el escenario donde debían resolverse cuestiones como el
déficit habitacional (Engels, 1974 [1845]). Park y Wirth -de la Escuela de Chicago- han
establecido lo que muchos consideran la base para un análisis exhaustivo de ciudades y
poblaciones (1999; 1998 [1938]). Las expresiones humanas y las acciones sociales son
sustanciales en los estudios del espacio urbano (Park, 1999; Soja E. W., 1985), de ahí que
deban considerarse y ser teorizados como parte del análisis del territorio. Esta
“sensibilidad” es un efecto añadido en el paisaje urbano, ya que los individuos recuerdan
hechos relacionándolos con espacios (Simmel, 1986 [1908]), implicando la
transformación de prácticas sociales (Harvey, 1990).

Por otra parte, Hall sistematizó pautas para un urbanismo crítico, más cerca a las
necesidades de la población (1996). En ello, las contribuciones de Topalov indican que
las problemáticas sociales urbanas han sido aliviadas por acciones conducidas por actores
políticos y sociales hacia principios del siglo veinte (2004); cualquier sociedad puede ser
apreciada en términos territoriales (Radcliffe-Brown A. R., 1940).

Es innegable la producción intelectual sobre espacios urbanos y cuestiones sociales desde


la creación de las ciencias sociales. No obstante, la mayoría de los científicos sociales no
ha desempeñado un papel importante en la inclusión de la sexualidad en el análisis
espacial, al menos hasta la segunda mitad del siglo XX (véase Hubbard, 2012). La
interacción social relacionada a la cuestión del género y la sexualidad no ha sido un tema

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central en los estudios áreas metropolitanas. Los territorios urbanos han sido observados
en función de la producción industrial, la desigualdad y el crecimiento demográfico.

Sexualidad, feminismo e historia

De todas formas, el estudio de las actividades sexuales en las sociedades ha ido en


aumento. Foucault concluye que los dispositivos de dominación han resultado en tácticas
de normatividad para regular las prácticas desde el siglo XVIII. Esto ha llevado a situar
la sexualidad en una posición de visibilidad sin precedentes, debido a su enunciación y
clasificación sistemática. Por ello, la sexualidad es un recurso que estructura la
sociabilidad, las jerarquías y el parentesco, así como la relación entre los sujetos y el
estado (2011). En otras palabras, "las modernas ideas surgieron de la relación entre el
placer y la carnalidad", lo que refuerza la tesis de Foucault sobre la diferenciación entre
sexo y sexualidad, siendo la segunda de tipo cultural (Hubbard, 2012: 12).
Durante el siglo XX, el feminismo realizó un gran aporte a los estudios de sexualidad, a
la vez que, paulatinamente, la sexualidad comenzaba a separarse de la esfera meramente
reproductiva, generando una “revolución en la autonomía sexual femenina” (Giddens,
2012). Esto permitió pensar ciertos aspectos sociales en clave de género: la desigualdad
en el acceso al trabajo y la distribución demográfica (Massey, 1994), entendidos como
producto de una diferenciación política de los sexos (Millett, 2000 [1969]). Si bien es
cierto que la matriz heterosexual imperante ha oprimido a gays y lesbianas, así como a “a
muchos otros/diferentes” (Wittig, 2006: 53), perpetuando una “estructura cultural-
valorativa injusta” (Fraser, 1997: 12) con la ayuda de los activismos feministas y LGTB
–en la segunda mitad del siglo XX-, las sexualidades han cobrado visibilidad, plasmando
su lucha en el espacio urbano y retroalimentando la producción académica y el debate
político-partidario, particularmente en Estados Unidos y Europa occidental. En América
Latina, su mayor visibilidad se dio tras los períodos de dictadura y debido a la lucha contra
el VIH-Sida, a mediados de la década de 1980, como lo fue el caso argentino (Figari,
2010).

Hacia finales del siglo anterior, el protagonismo activista y la legalidad reconocida en


materia de género y diversidad sexual ha derivado en sociedades más igualitarias. Santos
Solla relativiza dicha igualdad, argumentando que el reconocimiento legal y social de la
población homosexual se traduce en un acercamiento hacia las prácticas heterosexuales,
derivando en un statu quo adoptado por la comunidad LGTB (2006).

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Situación de fin de siglo y los albores del siglo actual

En la transición del siglo XX al siglo XXI, grandes aglomeraciones urbanas están


cambiando el rumbo de las políticas implementadas en los estados-nación, desafiando
conceptos académicos tales como global y local (Hubbard, 2012). Las luchas y las
disputas se juegan en un espacio político (Lefevbre, 2013), conducidas por los
movimientos sociales, cuerpos civiles, organismos internacionales y grupos de activistas,
los cuales son demográficamente sustanciales y se encuentran lo suficientemente
empoderados en las zonas urbanas.

Bourdieu afirma que una ciudad capital es un lugar donde se producen las actividades
dominantes. Esta apreciación debería ser contrastada con la idea del carácter provinciano
de otros entornos, resultando así en una dicotomía ancladas a estructuras mentales (1999).
Buenos Aires, capital de la Argentina, importante metrópolis latinoamericana y mundial,
es una próspera zona urbana en donde observar cuestiones sociales como las aquí
descritas. Aunque periférica, me atrevo a decir que constituye una ciudad global (Sassen,
1991), si se amplía el concepto con respecto al encuadre original propuesto por su autora.
El actual contexto post-fordista implica un impacto sobre el papel geopolítico de la urbe
en el contexto sudamericano. Indudablemente, consiste en un destino de creciente
atractivo para población étnica y sexualmente diversa. No obstante, "la marginación de
las sexualidades gays y lésbicas" (Hubbard, 2012: 18) en territorios urbanos ha regulado
la interacción social, ya que el capitalismo contemporáneo dictamina las prácticas
sexuales a través de la sexopolítica (Preciado, 2003). En efecto, "el capitalismo tardío ha
resultado en una repartición y una reinscripción del espacio" (Gupta, 2003: 321). Como
resultado, hemos entrado en una nueva era (Arango, 2003), constatado por los actuales
movimientos transnacionales de población e información. Esto desafía la comprensión de
las identidades múltiples.

Aquella reconfiguración, por tanto, demanda un nuevo abordaje, tal como propone
Massey mediante su enfoque relacional: invita a ampliar la percepción al analizar la
movilidad urbana, el género y la política. El espacio debe ser concebido como vivienda,
gobernabilidad y multiplicidad (1994). La categoría de espacio geográfico no remite a
una realidad exclusivamente física, como así tampoco al mero hecho social, tal como
Santos (1988) y Sánchez (1991) consideran. Se trata más bien de entender que la
aproximación para el completo entendimiento es la relación recíproca, en donde “(…) el

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soporte físico condiciona los procesos sociales a la vez que es transformado por la acción
de la sociedad” (Fritzsche, 2007: 4).

Capitalina eres

Ciudad que ha dictaminado tendencias artísticas, políticas, de movimientos y


participación en muchos aspectos, ha sido también bastión reaccionario, centro de poder
de élites y de sucesivas alianzas antagónicas a la libre expresión y la apertura a la
diversidad. En el siglo que transcurre, y producto de leyes y políticas públicas
ampliatorias que dieron visibilidad y participación a la comunidad LGBTI, la CABA se
ha convertido en un ejemplo de actitudes liberales hacia los comportamientos sexuales,
al menos para los estándares regionales. Así, la aglomeración se ha convertido en un
imán: "un lugar en el que hay un gran número de hombres gays, pero también significa el
espacio en donde ellos son de lo más políticamente y culturalmente visibles" (Parrini,
Castañeda, Magis-Rodríguez, Ruiz, & Amp; Lemp, 2011: 418).
Es notorio el peso demográfico del AMBA –y aun de la propia CABA- con respecto a
sus homólogas subsiguientes (Gran Rosario y Gran Córdoba). La prevalencia económica
de Buenos Aires en el territorio nacional puede rastrearse, en parte, en la impronta de
ciudad-puerto que le forjó carácter y hegemonía. Además, la dicotomía capital/interior
sobre la que se consolidaron las bases republicanas impacta aun en el novel siglo XXI.
La lucha del activismo LGTBI, junto a los factores aquí mencionados –y otros que, por
motivos de espacios, no pueden ser debatidos- han establecido las condiciones políticas,
simbólicas y de representación para el encausamiento favorable a la población LGTBI.

Ahora bien, los espacios morales y físicos ganados en el ámbito urbano de Buenos Aires,
no son exclusivamente producto de aquel activismo: no toda la población LGTBI tiene
intereses militantes; no necesariamente los individuos de esta pretendida comunidad
piensan su sexualidad como una causa social y política merecida de reconocimiento. De
todas formas, de no haber sido por aquellos primeros grupos activistas –Nuestro Mundo,
FLH-, y de los más recientes y empoderados –como la CHA y la FALGTB- la paulatina
apertura hacia el segmento poblacional autopercibido como no heterosexual no habría
cobrado el peso actual.

La población gay, con sus diferencias internas, tiene sus particularidades que lo
diferencian del segmento heterosexual (aunque éste se componga también de vastos
sectores diferenciados por género, clase, etnia, etc.). Una de sus particularidades,

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enraizada en la historia individual de muchos –sino todos- y demostrada en la importancia


del activismo por los derechos sexuales, es el hecho de pretender “ser” algo que no se es,
modificar el relato o los comportamientos para aparentar algo diferente, o simplemente
mentir para que no se descubra una realidad que puede traer consecuencias no deseadas.
Éstas constituyen herramientas con las que muchos individuos gays han contado para
“caretear”3. En este ritual, perder la cara puede ser equivalente a ser expulsado de un
sistema familiar, escolar o laboral, ser discriminado o hasta perder la vida. Estas
vicisitudes han moldeado los comportamientos de la población no heterosexual, que han
visto desarrollar una serie de estrategias para el encuentro en lugares físicos moralmente
construidos alrededor de la discreción y el secreto (Pecheny, 2001).

Conclusión

El espacio geográfico (Fritzsche, 2007) no es ni una definición o herramienta físicas, ni


así tampoco mero espejo de los procesos sociales, tal como el que conllevó la lucha de
aquellos primeros gays activistas. No hay una organización a priori por parte de la
sociedad, por más de que ésta fuese un producto social. Habrá limitaciones y restricciones
en esta “construcción” de espacios gays, más allá de las luchas activistas y de una
aceptación paulatina por parte de grupos históricamente reticentes. La configuración
física “condiciona los procesos sociales a la vez que es transformad(a) por la acción de la
sociedad” (Fritzche, 2007: 4). Los cambios y la mayor apertura generaron cambios en el
mapa moral y social de Buenos Aires. Pero esto no es exclusivamente producto de la
militancia que puso la cara –en términos de Goffman- o el consumo focalizado en
población gay. Más bien, se trata de un entramado físico que va más allá de esta coyuntura
puntual.

Su resultado deviene de un proceso no apriorístico; al analizarlo, puede enmarcarse en


progresiva representatividad, cuantificarse y reconocerse sus cambios socio-culturales.
Algo que, sin duda, no pensaron los militantes, ni los primeros dueños de locales gays o
gay friendly en la ciudad, a pesar de su consecuente impacto en la ganancia en visibilidad
y tolerancia. Hoy, se ha arribado a una relativa condición de ciudad más amigable con la
población LGTBI. El debate de en qué medida esto haya tenido un impacto

3
Este verbo coloquial, típico del castellano rioplatense, está relacionado a la actitud de tener que aparentar
o disimular frente a una situación inesperada, y donde generalmente, el descubrimiento de lo que se oculta,
tiene efectos negativos. El término deviene de “careta”, haciendo alusión a una máscara, a algo que se usa
sobre el rostro.

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necesariamente beneficioso en los individuos autopercibidos como gays quedará abierto


como parte de la ponencia en cuestión.

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