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Mt.

10; 34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer
paz, sino espada.

35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija


contra su madre, y a la nuera contra su suegra;

36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.

37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o
hija más que a mí, no es digno de mí;

38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.

39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.

Jn. 16:33.
33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
FORTALEZA
Mujer fuerte contra Mujer de Fortaleza
Una mujer fuerte hace ejercicio todos los días para mantener su cuerpo en forma... pero La Mujer de
Fortaleza se pone de rodillas en oración para mantener su alma en forma. La mujer fuerte no le teme a
nada... pero La mujer de fortaleza muestra valor en medio de su temor. La mujer fuerte no permite que
nadie obtenga lo mejor de ella... pero La mujer de fortaleza da su mejor de ella a todos los demás. La
mujer fuerte camina con mucha seguridad...pero La mujer de fortaleza sabe que Dios la levantará cuando
ella caiga....pero La mujer de fortaleza se viste de gracia. La mujer fuerte tiene fe y sabe La mujer fuerte
viste su rostro de confianza que es suficientemente fuerte para la jornada...pero La mujer de fortaleza tiene
fe de que es durante la jornada donde ella se hace fuerte.
Ahora el apóstol alerta a esta iglesia y a los creyentes a tomar medidas preparatorias y preventivas para
defenderse en la lucha contra el adversario que se opone a todo lo que Dios ha hecho en Cristo y su iglesia
desde antes del comienzo del tiempo.
Quien lea cuidadosamente esta carta no tendrá problemas en identificar la naturaleza de la lucha contra
estos poderes, ni el contenido de las intrigas del diablo (11). Este quiere separar de Dios a la humanidad por
medio de la desobediencia (2:1-3; 4:18b, 19) y por medio de la ignorancia y el pensamiento corrompido
(4:17b, 18). Trata de separar a las personas entre sí utilizando aquellos pecados que las apartan como la
codicia (4:22, 23), la mentira (4:25), el enojo (que es especialmente relacionado con el diablo en 4:27) y los
pecados vinculados con él (4:25-31). Al referirse a los gobernantes como siendo “de estas tinieblas
[presentes]”, Pablo hace referencia nuevamente a 5:7-14; y muestra a los poderes como la influencia que
lleva al pecado, que es característica de esta era y esta creación, en contraste con la “luz” de la nueva
creación venidera. Puede parecernos extraño que estos poderes estén ubicados en los lugares celestiales,
pero la expresión se refiere a toda la dimensión espiritual, desde lo que 2:2 llama “el aire” hasta el trono de
Dios (y de Cristo) en el “más alto” cielo.
Efesios 6:10-18
Vv. 10-18.La fuerza y el valor espiritual son necesarios para nuestra guerra y sufrimiento espiritual. Los que
desean demostrar que tienen la gracia verdadera consigo, deben apuntar a toda gracia; y ponerse toda la
armadura de Dios, que Él prepara y da. La armadura cristiana está hecha para usarse y no es posible dejar la
armadura hasta que hayamos terminado nuestra guerra y finalizado nuestra carrera. El combate no es tan
sólo contra enemigos humanos, ni contra nuestra naturaleza corrupta; tenemos que vérnosla con un enemigo
que tiene miles de maneras para engañar a las almas inestables.
Debemos resolver, por la gracia de Dios, no rendirnos a Satanás. Resístidle, y de vosotros huirá. Si
cedemos, él se apoderará del terreno. Si desconfiamos de nuestra causa o de nuestro Líder o de nuestra
armadura, le damos ventaja.
Aquí se describen las diferentes partes de la armadura de los soldados bien pertrechados, que tienen que
resistir los asaltos más feroces del enemigo. No hay nada para la espalda; nada que defienda a los que se
retiran de la guerra cristiana.
La verdad o la sinceridad es el cinto. Esto rodea todas las otras partes de la armadura y se menciona en
primer lugar. No puede haber religión sin sinceridad.
La Coraza de justicia de Cristo, imputada a nosotros, es una coraza contra los dardos de la ira divina. La
justicia de Cristo, implantada en nosotros, fortifica el corazón contra los ataques de Satanás.
La resolución debe ser como las piezas de la armadura para resguardar las partes delanteras de las piernas, y
para afirmarse en el terreno o caminar por sendas escarpadas, los pies deben estar protegidos con el apresto
del evangelio de la paz. Los motivos para obedecer en medio de las pruebas deben extraerse del claro
conocimiento del evangelio.
El escudo de La fe es todo en todo en la hora de la tentación. La fe, tener la certeza de lo que no se ve, como
recibir a Cristo y los beneficios de la redención, y de ese modo, derivar gracia de Él, es como un escudo, una
defensa en toda forma. El diablo es el malo. Las tentaciones violentas, por las cuales el alma se enciende con
fuego del infierno, son dardos que Satanás nos arroja. Además, los malos pensamientos de Dios y de
nosotros mismos. La fe que aplica la palabra de Dios y a la gracia de Cristo, es la que apaga los dardos de la
tentación.
EL Yelmo de la salvación. La buena esperanza de salvación, la expectativa bíblica de la victoria, purifican el
alma e impiden que sea contaminada por Satanás.
El apóstol recomienda al cristiano armado para la defensa en la batalla, una sola arma de ataque, la cual es
suficiente, la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Somete y mortifica los malos deseos y los
pensamientos blasfemos a medida que surgen adentro; y responde a la incredulidad y al error a medida que
asaltan desde afuera. Un solo texto bien entendido y rectamente aplicado, destruye de una sola vez la
tentación o la objeción y somete al adversario más formidable.
La oración deben asegurar todas las demás partes de nuestra armadura cristiana. Hay otros deberes de la
religión y de nuestra posición en el mundo, pero debemos mantener el tiempo de orar. Aunque la oración
solemne y estable pueda no ser factible cuando hay otros deberes que cumplir, de todos modos las oraciones
piadosas cortas que se lancen son siempre como dardos.
Debemos usar pensamientos santos en nuestra vida corriente. El corazón vano también será vano para orar.
Debemos orar con toda clase de oración, pública, privada y secreta; social y solitaria; solemne y súbita; con
todas las partes de la oración: confesión de pecado, petición de misericordia y acción de gracias por los
favores recibidos. Y debemos hacerlo por la gracia de Dios Espíritu Santo, dependiendo de su enseñanza y
conforme a ella. Debemos perseverar en pedidos particulares a pesar del desánimo. Debemos orar no sólo
por nosotros sino por todos los santos. Nuestros enemigos son fuertes y nosotros no tenemos fuerza, pero
nuestro Redentor es todopoderoso, y en el poder de su fuerza, podemos vencer. Por eso debemos animarnos
a nosotros mismos. ¿No hemos dejado de responder a menudo cuando Dios ha llamado? Pensemos en esas
cosas y sigamos orando con paciencia.
6.10-17 En la vida cristiana batallamos en contra de fuerzas malignas poderosas, encabezadas por Satanás,
un luchador vicioso (véase 1Pe_5:8). Para contrarrestar sus ataques, debemos depender de la fortaleza de
Dios y usar cada pieza de la armadura. Pablo no solo da este consejo a la Iglesia, el cuerpo de Cristo, sino
también a cada individuo dentro de ella. Todo el cuerpo necesita armarse. Cuando usted lucha contra los
"gobernadores de las tinieblas", hágalo en la fortaleza de la Iglesia, cuyo poder viene del Espíritu Santo.
6.12 Estos gobernantes malignos, seres satánicos y príncipes de las tinieblas, no son personas sino ángeles
caídos a los que Satanás controla. No son simples fantasías, son reales. Enfrentamos un ejército poderoso
que tiene por meta destruir la Iglesia de Cristo. Cuando creemos en Cristo y nos unimos a su Iglesia, estos
seres vienen a ser nuestros enemigos y emplean todo tipo de ardides para apartarnos de Cristo y hacernos
pecar otra vez. Aunque estamos seguros de la victoria, debemos batallar hasta que Cristo venga, porque
Satanás lucha constantemente en contra de todos los que están del lado del Señor. Requerimos de poder
sobrenatural para vencer a Satanás y Dios nos lo puede dar a través del Espíritu Santo que está en nosotros y
su armadura que nos rodea. Si se siente desanimado, recuerde las palabras de Jesús a Pedro: "Sobre esta roca
edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (Mat_16:18).
Los términos «fortaleza» y «castillo» se refieren principalmente a una parte de la ciudad más fuertemente
fortificada que por los meros muros. Pr. 18:19 habla de «cerrojos de alcázar». Cuando Jerusalén fue tomada
por David, ya había una ciudadela, defendida por los jebuseos (2 S. 5:6, 7). Los romanos tenían una fortaleza
en Jerusalén, a la que fue llevado Pablo cuando fue apresado por los judíos (Hch. 21:34, 37). Pudiera haber
sido la llamada Torre Antonia, que había sido construida por Herodes el Grande. Tal como la describe
Josefo, estaba adyacente al Templo (Guerras, 5:5, 8). El salmista describe frecuentemente a Jehová como su
roca y fortaleza o castillo (Sal. 18:2; 31:3; 71:3; 91:2).
Biblia Reina Valera Actualizada 1989.
1Sa 17:37 —Y David añadió—: ¡Jehovah, quien me ha librado de las garras del león y de las garras del oso,
él me librará de la mano de ese filisteo! Y Saúl dijo a David: —¡Vé, y que Jehovah sea contigo!
1Sa 17:38 Saúl vistió a David con su propia armadura. Le puso un casco de bronce sobre su cabeza y lo
vistió con una cota de malla.
1Sa 17:39 Luego David se ciñó la espada de él sobre su ropa e intentó andar, porque no estaba
acostumbrado. Entonces David dijo a Saúl: —Yo no puedo andar con esto, porque no estoy acostumbrado.
David se quitó de encima aquellas cosas.
1Sa 17:40 Entonces tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la
bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue hacia el filisteo.
1Sa 17:41 El filisteo venía acercándose a David, precedido de su escudero.
1Sa 17:42 Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de
hermoso semblante.
1Sa 17:43 Y el filisteo preguntó a David: —¿Acaso soy yo un perro para que vengas contra mí con palos?
El filisteo maldijo a David por sus dioses.
1Sa 17:44 También el filisteo dijo a David: —¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales
del campo!
1Sa 17:45 Entonces David dijo al filisteo: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy
contra ti en el nombre de Jehovah de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has
desafiado.
1Sa 17:46 Jehovah te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los
cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay
Dios en Israel!
Comentario
David usa dos nombres para Dios. En los vv. 26 y 36 le llama el Dios viviente, término que aparece 29
veces en la Biblia y hace resaltar la gran diferencia entre el Dios de Israel y los dioses de los paganos,
especialmente los filisteos. El Dios nuestro vive. Los dioses de ellos ni poseen vida ni dan vida. El otro
nombre que usa es Jehová de los ejércitos (v. 45). Aparece casi igual número de veces en la Biblia y da
énfasis al hecho que Dios creó todo y está sobre toda su creación (ver Gen_2:1). Puesto que Dios vive y es
soberano, ningún enemigo puede resistirle. ¡Siendo el Dios de Israel (v. 45), tiene que haber victoria!
Saúl entrevista a David. Esta conversación entre Saúl y David destaca la valentía de David y su fe en el
Dios viviente, y de esta manera vuelve a testificar de sus cualidades como líder. Saúl hubiera podido
demostrar la misma fe y valentía, pero no lo hizo. Se muestra a Saúl poniendo su fe en la experiencia militar
y en armaduras fuertes, de modo que su actitud en realidad no era muy distinta de la de Goliat. El narrador
no lo hubiera negado, por supuesto que experiencia y armadura son por lo general importantes en una
batalla; pero la verdad era que sólo Dios podía dar a David la victoria en esta situación tan singular.
2Cor.1:4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,
Sat.4:7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Efe.4:24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Col.3:12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia;
13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que
Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.
15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed
agradecidos.
16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda
sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
Mateo 10:34 No creáis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino
espada.
En conmovida queja el profeta Miqueas había descrito la perdición de su pueblo: se quebrantaban
las disposiciones del derecho, los ministros de la justicia se habían convertido en seres corruptibles,
un desconcierto general había destruido los vínculos familiares. Cada hombre es el enemigo de su
prójimo. Éste podría ser el título de la queja de Miqueas (Mi.07:01-07). En este cuadro ve el profeta
una actuación anticipada del tribunal de Dios. Los hombres llegan a conocer, en su propio cuerpo,
las consecuencias de su apostasía de Yahveh.
Jesús tiene presentes las palabras del profeta. El juicio de Dios, cuyas consecuencias había visto
Miqueas, ha llegado a su momento crítico, por efecto de la venida de Jesús, enviado para traer el
mensaje del reino de Dios. Más aún: el reino llega con Jesús. Viene como separación, como espada.
Es la espada del juicio, que separa lo malo de lo bueno, los creyentes de los que rehúsan creer,
también es la espada de la decisión, ante la que se pone al hombre. Esto es lo primero que dice
Jesús. Lo contrario de esta separación es la paz. Solamente puede ser una paz opuesta a este juicio
de la decisión. Y sería una paz corrompida, que lo deja todo tal como estaba, que hace desaparecer
los frentes, tapa y encubre la oposición entre Dios y Satán, y por tanto sería en último término la paz
entre Dios y Satán, que nunca puede darse (Aquí Jesús no dice nada sobre la paz entre Dios y los
hombres ni sobre la paz de los hombres entre sí. De ello habla extensamente la Escritura en otros
pasajes, sobre todo en san Pablo, que designa a Jesús como “nuestra reconciliación”, “nuestra paz”:
Rom 5,ll; 2Co_5:18 s; Eph_2:11-22).
35 Porque vine a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la
nuera con su suegra; 36 y serán enemigos del hombre los de su propia casa.
La palabra de Jesús es más aguda que una espada, como dice de la palabra de Dios en general la
carta a los Hebreos (Hb.04:12). Penetra hasta los tuétanos y separa en nuestro interior las falsas
concupiscencias del verdadero temor de Dios. También puede meterse dentro de la familia, y allí
enfrentar a los padres y a los hijos, a la nuera y a la suegra. La frontera pasa siempre por donde es
preciso decidir en favor o en contra de Dios. Esta decisión puede traer como consecuencia la
separación de otros, incluso de los más queridos. Es una separación que no puede significar que el
discípulo de Jesús deba adoptar una actitud hostil o irreconciliable. Pero el discípulo debe contar con
que mediante su decisión también puede causar la enemistad de sus propios parientes. ésta es
probablemente la experiencia más penosa en el seguimiento. Nunca se puede abusar de estas
palabras del Señor para falsear el mensaje de la paz, que anuncia la Iglesia, o para justificar el
incumplimiento de las propias obligaciones con la familia incrédula.
37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que
ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y quien no toma su
cruz y sigue tras de mí, no es digno de mí.
El que ha reflexionado bien sobre los precedentes versículos 34-36, también puede entender estas
palabras. En primer lugar está Dios y la decisión en favor de Dios, pero aquí está el mismo Jesús,
ante quien y por quien el discípulo tiene que decidirse. él es el camino, por el que sólo encontramos
a Dios. Digámoslo de otra manera: en la decisión en favor de Jesús se toma la decisión en favor de
Dios. Ante esta decisión tiene que retroceder cualquier otro compromiso terreno, incluso con el
padre y la madre y los propios hijos. No es que no deban amarse los padres o los hijos. Precisamente
es a la inversa: el que sigue decididamente a Cristo, también queda libre de nuevo para el amor a su
prójimo y a sus parientes. Pero es un amor nuevo, sobrenatural, que nos hace amar al prójimo en
Dios y por amor de Dios. Antes de que el discípulo sea capaz de este amor, tiene que decidirse
totalmente por Cristo. Quien no ha tomado esta decisión no es digno de Cristo. No se ha ganado
nada con una decisión a medias o con un corazón dividido. Entonces ni Dios logra lo que le
corresponde, a saber la plena entrega; ni Jesús logra lo que le corresponde, a saber la imitación
incondicional; ni el discípulo consigue la realización de su vida. Quien ha entregado su corazón, lo
recupera lleno de la fuerza del amor divino.

El siguiente versículo lo aclara todavía más: Y quien no tome su cruz y sigue tras de mí, no es digno
de mí. El desprendimiento de sí mismo y la entrega a Dios tienen una medida extrema. Hay una
frontera en la vida, en la cual se muestra con seguridad si la entrega es querida enteramente. Esta
frontera es la muerte. Se ha decidido radicalmente quien en la empresa orientada hacia Dios también
incluye la posible entrega de la vida terrenal. “Tomar su cruz” es una expresión metafórica de la
disposición para morir. Cuando se está así dispuesto, se efectúa el movimiento “desde mí hacia
Dios”. Sólo cuando el discípulo ha incluido en la cuenta aquel extremo, y lo ha afirmado
conscientemente, está de veras siguiendo a Jesús, y por tanto es digno del maestro.
No se pide a todos los discípulos que esta disposición también pruebe su eficacia en el trance de la
muerte. Señaladamente Dios sólo conduce a algunos elegidos por este sendero. Pero cualquier
entrega, si es tema de nuestra vida, tiene en sí algo de esta muerte. Un distintivo infalible de la
veracidad de nuestra intención es si estamos o no estamos dispuestos a esta entrega.
39 El que haya encontrado su vida, la perderá; y el que haya perdido su vida por mi
causa, la encontrará.
Aquí no se habla del alma en oposición al cuerpo. Para el Antiguo Testamento esta diferencia no
tenía gran importancia. Tras la palabra vida está la unidad del cuerpo y del alma. Para el judío la
vida es el bien supremo y con esta palabra se expresa con la máxima fuerza la última perfección. Se
lleva a cabo el anhelo del judío, si tiene toda la vida, duradera e indestructiblemente, con una
riqueza fluyente y con una posesión dichosa. Este profundo anhelo, que Dios ha dado al hombre,
parece que lo niegue inesperadamente Jesús, cuando dice: El que haya encontrado su vida, la
perderá. Esto quiere decir que el hombre piensa haber llegado ya aquí al descanso y gozar con la
posesión de la vida. En el hombre se ha convertido el anhelo en deseo egoísta y violento de
posesión, no quiere nada fuera de sí y en último término sólo se busca a sí mismo. El anhelo es él
mismo, y su realización aparentemente también, pero los caminos son enteramente opuestos.
Ciertamente la vida debe ser conquistada y a ello estamos llamados. Pero eso solamente tiene lugar
cuando la perdemos. El que haya perdido su vida por mi causa. Esta frase puede primeramente
aludir al verdadero martirio en favor de Jesús. Entonces se recibe el don de la vida eterna por la vida
terrena que se ha entregado. “Encontraremos” lo que realmente hemos buscado. Pero en la vida del
discípulo que no es llamado a la extrema verificación, también es una ley fundamental que todos
tienen que renunciar primero a su vida, no han de quererla conseguir para sí mismos con ambición
egoísta. Es preciso salir de sí mismo, tender más allá de sí mismo, pero no por así decir para
entrenarse, en el sentido de los métodos de “vaciamiento interno”. Porque esta tendencia en último
término de nuevo sería un egoísmo, que busca la propia independencia de las pasiones del día y de
las tentaciones de los instintos, y con ello una forma más elevada de perfección humana. Jesús alude
a lo que siempre resonaba en el sermón de la montaña: el hecho de que el hombre se pierda a sí
mismo ha de tener lugar con una orientación hacia Dios y dentro de Dios. Quien así se pierde, logra
la plenitud de la vida, en último término la vida propia de Dios. Esta frase no es lúgubre, sino
luminosa. Aquí ya se experimenta en gracia que cualquier individuo que se pierda a sí mismo
entregándose a Dios (prácticamente de ordinario entregándose al prójimo), aumenta la vida. Esta
vida es mucho más rica que cualquier vida terrena. Es la alegría, la paz interior, el estado de
seguridad en Dios, el amor. Por tanto, esta vida tiene un significado opuesto al de Fausto: “Así me
tambaleo de la concupiscencia al placer, y en el placer estoy a punto de desmayarme tras la
concupiscencia”. Antes bien: así vamos de la muerte a la vida, y en la vida a una abundancia
siempre mayor mediante la muerte. Dice Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan
exuberante” (Joh_10:10).
El versículoJun,16:33 recoge una vez más la palabra “paz” (véase el comentario a Joh_23:32). La
palabra de Jesús comunica a los creyentes la “paz” y en concreto la paz de Jesús, que sólo se puede
obtener en conexión con él. Esa “paz” es la salvación escatológica, que se concederá a la fe en
medio de un mundo hostil y privado de salvación. “La seguridad de la fe no descansa en el creyente
mismo, sino en el revelador en quien él cree. Y justo la inseguridad del creyente, que siempre le
asalta, le enseña a desviar la mirada desde sí mismo al revelador, de tal modo que hasta es posible
hablar de la felix culpa”. En definitiva es la obra salvadora de Jesús la que fundamenta y asegura por
completo la paz.
TRIBULACION-GRAN: El versículo 33b, por el contrario, describe como en un axioma la
situación de la fe en el mundo: “En el mundo tendréis tribulación; pero tened buen ánimo: yo he
vencido al mundo.” Es necesario entender la afirmación sobre el trasfondo de la escatología
(apocalíptica) judía. La tribulación designa el tiempo de la angustia suprema antes del fin. «Primero
que los piadosos puedan penetrar en el ancho campo de la salvación deben caminar por el
tenebrosísimo desfiladero de los sufrimientos; antes de que llegue el tiempo nuevo deberá
conmoverse el viejo tiempo en sus cimientos. El tiempo inmediatamente anterior al acto final será el
tiempo último, el tiempo espantoso, que es el último tiempo malo” (VOLZ). Es la época que, por
otra parte, se designa como el “tiempo de los dolores mesiánicos» (cf. comentario a 16,21). Mientras
en los primeros testimonios de la apocalíptica judía esa época de tribulación se describe con los
colores más sombríos, al igual que ocurre en el Apocalipsis joánico del Nuevo Testamento, por
ejemplo en las figuras de los cuatro jinetes o en las diferentes plagas (cf. Rev_6:1-17; Rev_9:1-12,
etc.también Mc c. 13), en Juan por el contrario se llega a una reducción extrema. La tribulación o
angustia del último tiempo no se describe con más precisión. Es la antítesis de la “paz” prometida
por Jesús, o simplemente la carencia de paz y de salvación, y viene creada por la misma situación de
“estar en el mundo”. La tribulación se convierte de algún modo en la marca estructural de la
situación de la fe en el mundo. Por lo cual “existencia mundana” y “existencia creyente” nunca
pueden llegar a sobreponerse; lo que hacen más bien es friccionarse y chocar. El mundo y su
tribulación de un lado, y la fe y la paz de Jesucristo, del otro, constituyen el conflicto fundamental,
que no cabe evitar. Según esta palabra ni se da en el mundo, ni puede darse en modo alguno, una
identidad categórica, indiscutible y sin conflictos entre el mundo y la fe.

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