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GESTION CULTURAL LUJAN

DOCUMENTOS 2008

1º Encuentro de Investigadores y Docentes


La Universidad y la Economía Social en el Desarrollo Local
http://www.desarrollosocial.gov.ar/notas/foro1/Discursos/discurso2.asp

Discurso de Dr. Daniel Garcia Delgado


Neoliberalismo y derrumbe del modelo

El modelo, el capitalismo global, financiero competitivo iniciado a mediados de los ‘70


alcanzó hegemonía comienzos de los (‘90) promovió una desindustrialización inducida,
generando un mundo informal muy amplio (desempleados, subocupados, precariza-
ción, vulnerables, sin aportes jubilatorios) que constituyen el centro de la nueva cues-
tión social: la exclusión. A este modelo de capitalismo no le interesa reproducir la fuer-
za de trabajo como se diera durante la etapa del capitalismo industrial nacional (el na-
cional desarrollismo), sino en el mejor de los casos compensar y contener los sectores
vulnerables. Asimismo, y a diferencia del anterior modelo productivo, no acepta la pro-
blemática distributiva y de desarrollo a encarar por el Estado, sino que propone una
igualdad formal de oportunidades basada en la mejora educativa, el control del gasto
público y el aseguramiento de los derechos de propiedad.
Promovió así la fragmentación, la descentralización del conflicto, despolitizando y ero-
sionando la capacidad regulatoria del Estado y de la representación política, fortale-
ciendo a un mercado concentrado y tecnificando la cuestión social. A este modelo le
interesaba la gobernabilidad de este proceso más que resolver las causas estructurales
de la pobreza, de allí el surgimiento de políticas sociales compensatorias (‘efecto am-
bulancia’), de hacer compatibles una pobreza en aumento con el marco democrático.
De esta forma, junto con el acrecentamiento de las contradicciones de un modelo de
acumulación apalancado en la deuda externa, la especulación y la creciente pérdida de
competitividad por la convertibilidad, se configuró un modelo de sociedad poco susten-
table, tanto en términos económicos (endeudamiento creciente y ajuste permanente),
como en términos sociales (fragmentación, desigualdad y aumento de la inseguridad
junto a la reducción del gasto social focalizado) como políticos (‘voto bronca’, crisis de
representación y proclividad a la ingobernabilidad).
El derrumbe del modelo en diciembre de 2002 fue la suma de estas contradicciones
económicas, políticas y sociales que terminaron por ampliar este mundo de la pobreza
y exclusión (20% caída del PBI, cuatro años de recesión) y hacerlo claramente visible.
Es en este contexto de crisis estructural que hacen eclosión junto con la movilización
popular generalizada de protesta, varias iniciativas productivas de carácter social y so-
lidario que venían gestándose desde hacía más de una década pero que cobran en ese
momento una visibilidad y volumen inusitado: microcréditos, huertas comunitarias, re-
des de trueque (S. Hintze, 2003), microemprendimientos, cooperativas, empresas re-
cuperadas (E. Magnani, 2003) ferias sociales, (L. Chavez, 2003) etc. Se trataba de es-
trategias solidarias de reproducción de la vida, de nuevos espacios de socialización y
resocialización vinculadas a distintos tipos de organizaciones (ong’s, movimientos de
desempleados, organismos parroquiales, de iglesias, solidarias etc.) La empresa social
mostró en ese momento la virtud de tener una gran capacidad de creación de empleo
con un bajo nivel de inversión y de recuperación de valores solidarios y democráticos
que parecían perdidos.
A partir del desmoronamiento de la sociedad salarial en un sentido amplio, la profunda
desestabilización de las regulaciones propias de dicha sociedad (R.Castell, 1998), su-
mado a los efectos particulares que la crisis del modelo desató en Argentina, se cons-
tata que para un número crecimiento de trabajadores, la relación de empleo deja de
ser el piso estable a partir del cual puede construir un proyecto de vida, y ante lo cual
se torna aleatoria la posibilidad de contar con un vínculo con el trabajo y construir y
estar inmerso en un marco de relaciones sociales que son pilares de la integración a la
sociedad (L. Saavedra, 2003). Interesa sobremanera, por tanto, conocer las formas en
que los grupos sociales más afectados por esta crisis de inclusión social comienzan a

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desarrollar una serie de prácticas asociativas y autogestivas para conseguir ingresos


para sus hogares, generar relaciones productivas innovadoras, y sobre todo, lograr un
espacio de recogimiento en la sociedad.
Asimismo, durante estos años se producen numerosas iniciativas de la sociedad civil
junto al ‘Estado ausente’, y la emergencia de un movimiento social de carácter nove-
doso (de desempleados) como resultado del inédito proceso de descolectivización ge-
nerado por el modelo neoliberal. Un movimiento en principio autónomo a las estructu-
ras partidarias tradicionales y gremiales, con nuevas metodologías de acción y prácti-
cas de lucha social que lo involucran también en acciones autogestivas (Svampa,
2003). En realidad, el crecimiento de las organizaciones piqueteras iniciadas en los
‘90, no puede entenderse sin el resquebrajamiento que la ‘crisis del modelo’ produje-
ra, especialmente a partir del 2000 en las distintas redes clientelares municipales: la
lógica patrón-cliente fue desbordada por la orientación a la demanda y la movilización
de protesta. (Astor Massetti, Nov. 2003, “De la muni al piquete. La incorporación de
redes clientelares en organizaciones piqueteras” (mimeo) Proyecto UBACYT. Sobre
protesta y piquetes en crecimiento, ver Giarraca (2002), Marisa Svampa (2003) A.Sal-
via (2003))
También se evidenció la capacidad del emprendedorismo social de resolver sin espe-
rarlo todo del Estado y el establecimiento de estrategias de supervivencia que contri-
buyeron a superar la crisis más importante de nuestra historia. Este asociativismo de
nuevo cuño emergente, es el que conforma la nueva economía social o de 2 genera-
ción’. Porque si la Economía Solidaria ‘fundacional’ vieja o de primera generación surge
en el anterior cap. industrial (‘sociedad salarial’ y cuestión social basada en la explota-
ción y las malas condiciones de trabajo contexto donde surge el cooperativismo y el
mutualismo); la segunda o “solidaria”, lo hace en el marco del comienzo de la crisis del
Estado de Bienestar y reformas estructurales, con el surgimiento de la nueva cuestión
social, es decir, de la informalidad y de la exclusión, y adquiere diversas denominacio-
nes: como economía “popular” (J.L.,Coraggio, 1998)), “familiar”, “comunitaria”, “soli-
daria” (Razzetto), “de comunión” (S. Zamagni, 2002), etc.
De acuerdo a Héctor Angélico (2003), el concepto de Economía Social Solidaria (ESS)
es uno de los más fecundos para abordar estas nuevas prácticas asociativas. Adhiere a
esta terminología teniendo en cuenta que las prácticas aludidas comprenden un vasto
campo de producción y organización del trabajo que favorece la inclusión de los secto-
res populares y, además, favorece la reconstrucción de los lazos socio-laborales (a la
fragmentación oponen integración, identidad y contención) nuevas formas de trabajo y
generación de ingresos y nuevas relaciones laborales.
¿Qué tienen en común ambas?
I) En primer lugar tanto la fundacional como la nueva economía social, no tienen el
modelo del homo oeconomicus del neoliberalismo como sustrato de su actividad y re-
flexión.
II) iTienen una fuerte valoración del trabajo, de lo democrático en la toma de decisio-
nes, y de lo solidario en la constitución del lazo social y no solo la perspectiva indivi-
dual-competitiva. La valoración del don, de la reciprocidad, de formas de gestión don-
de se demuestra que la cooperación puede incluso superar la competencia; la dignidad
de las personas vinculadas al trabajo, y a una economía no basada exclusivamente en
el lucro, etc.
III) Comparten intereses comunes con estrategias macroeconómicas productivistas y
en favor del capital desconcentrado y de recuperar un rol activo del Estado, si bien una
se instala principalmente en el campo formal y la otra en lo informal. Estas coinciden-
cias potencialmente permitirían conformar un campo de articulaciones e intereses co-
munes dentro de un subsistema o sector que integre ambos segmentos de la ES: la
fundacional y la emergente.
2. Los escenarios de la economía social y del desarrollo local 2003-2007

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A partir de mediados del 2002 comienza la reactivación económica basada en una


orientación económica heterodoxa y gradualista. En el aumento de la competitividad y
de las exportaciones así como la reducción y sustitución de importaciones. Es el co-
mienzo de la salida de la crisis más importante de nuestra historia.
En mayo del 2003 la normalización político institucional que significó la recuperación
de la autoridad y del liderazgo político, mejorando las condiciones de gobernabilidad,
instauran un nuevo clima político de mayor expectativas en la población y de reduc-
ción de incertidumbre
El inicio de la reestructuración de la deuda en junio, una tasa de crecimiento del PBI
alta (8,2%) en el 2003, con baja inflación y aumento de la demanda, significan el fin
de una situación de emergencia, y el inicio de una etapa de reconstrucción. En ese
sentido el período de default y emergencia se coloca como bisagra entre dos épocas:
la neoliberal vinculada al Consenso de Washington, y la neodesarrollista, vinculada al
Consenso de Buenos Aires, y a los nuevos gobiernos de la región en búsqueda de otro
contrato social distinto al predominante en los ’90.
Esta etapa implica así diversas tareas: a) La resolución de la problemática de la deuda
(social) y de la externa de la salida de la situación de default en forma, equitativa y
sustentable. b) La mejora de la representación y legitimidad política y el fin de la im-
punidad. c) La búsqueda de una nueva inserción regional y global más cercana a los
intereses nacionales y a un nuevo modelo de desarrollo.
Este nuevo contexto de reconstrucción interroga entonces sobre qué escenarios aguar-
dan para este mundo, tan heterogéneo, disperso, fragmentario de la ES/S que se hi-
ciera tan visible durante la etapa de emergencia o cuáles son los escenarios posibles
de la economía social/solidaria para los próximos cuatro años tratando de no caer, al
trazarlos, ni en voluntarismos o escepticismos. En todo caso, ver en qué medida se
puede configurar una política social sustentable y con qué características para la eco-
nomía social en esta etapa.
Podemos definir tres escenarios con distintos grados de probabilidad:
1. Marginal/funcional. Que la ES/S quede como un elemento marginal centrado en la
subsistencia, cumpliendo el rol de contención y de compensación de sectores vulnera-
bles pero sin llegar a contradecir sino convirtiéndose en funcional a la lógica de acu-
mulación más concentrada, en la huella del modelo productivo especulativo o de renta
previo que no se termina de modificar.
Se trataría de políticas públicas que compensan pero que no consiguen ni se proponen
alterar la lógica de desigualdad. Por lo tanto no incluyen, si bien se inscriben dentro de
un marco de asegurar la gobernabilidad. Sería algo parecido al rol que cumpliera la
política de focalización durante el modelo anterior (‘efecto ambulancia’), de consolida-
ción de la segmentación y del dualismo sin demasiadas disrupciones, más algo de neo-
filantropía empresaria y voluntariado altruista. Aquí la economía social es marginada o
circunscripta solo a los desvalidos como pretenden quienes sostienen el neoliberalis-
mo.
Este escenario supondría la continuidad de lógicas clientelares que se reeimplantan
bajo otras formas y actores por procesos de alta dependencia de los sectores vulnera-
bles. Este es un escenario probable, y se corresponde a la estructura de desigualdad
generada, y a la formidable tarea que significa remontar una economía segmentada
que configura una sociedad dual, donde lo formal e informal aparecen como mundos
con lógicas diferenciadas y contrapuestas.
2. Antisistémico. Desde la perspectiva de algunos actores, y desde una lógica basista,
se estaría en la conformación de un movimiento social como sujeto anticapitalista que
se opone al Estado (Holoway, Negri) y al mercado, y buscan su derrumbe mediante
estrategias confrontativas. Se presentaría como embrión de una economía alternativa,
y de un movimiento social cuestionador del capitalismo sin más, conformador de un

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nuevo sujeto antisistémico, al cual se le puede otorgar un marco ideológico y estraté-


gico de ruptura con el sistema actual.
Este escenario sólo es posible si se acentúan las características de desasosiego social,
y de ingobernabilidad. Pero es poco probable, porque si bien aumentan las condiciones
de violencia social en América Latina, la propia fragmentación de los actores, las res-
puestas sobre el desempleo, el movimiento piquetero dividido y metodologías de pre-
sión, si bien muestran capacidad de protesta y acceso a niveles de negociación más al-
tos, al mismo tiempo parecen no tener facilidad para la construcción de sujetos políti-
co electorales o algún vinculo para un acceso al poder más explícito.
En este sentido, la desvinculación creciente de sectores medios de las organizaciones
de excluidos antes legitimados al calor de la crisis, muestra que no es fácil éste esce-
nario de constitución de un movimiento social de carácter contrahegemónico y antica-
pitalista con procesos de ingobernabilidad inmanejables, dadas las mejores previsiones
económicas que se avizoran para el 2004, y al nuevo clima de opinión pública.
3. Alternativo. Como construcción de un subsistema de ES/S junto con la economía
pública y la privada. Esto sería alternativo al modelo de capitalismo financiero de ex-
clusión y contención. Se construye mediante una política donde la empresa social no
aparece como algo marginal. No es alternativo al capitalismo sin más, pero sí al pre-
dominante en los ’90, sin regulación ni dimensión ética, a la visión non profit del ‘ter-
cer sector’, y a perspectivas que ven a la economía social no como algo solo informal,
con aspectos a reforzar de carácter cultural, de capital social, de voluntariado y orga-
nizaciones del tercer sector que no contemplan la búsqueda de excedente. (M. Elgue,
2003)
Aquí la ESS no sería algo marginal como política de pobres para pobres o política so-
cial de contención sino que se preocupa por la generación de cadenas de valor, por la
calidad y sustentabilidad de las empresas y la construcción de un nuevo sector o sub-
sistema.
Este escenario se potencia por la importancia creciente de la ESS en diversos países
de la región y aún en el mundo desarrollado. Esto tiene que ver con tendencias del ca-
pitalismo global, que muestran bajas tasas de crecimiento en general, de generación
de empleo tanto público como privado, menores al crecimiento vegetativo de la pobla-
ción, impulsan migraciones, con precarización, y que no generan trabajo en los térmi-
nos anteriores. De acuerdo a Jacques Defourny, la noción de economía social es cada
vez más reconocida y utilizada, incluso por las autoridades públicas en todos los nive-
les. Desde esta perspectiva y con la intención de mostrar de qué manera el concepto
economía social permite aprehender en la actualidad las especificidades de un tercer
sector, distinto de los sectores privado y público tradicionales, el autor considera las
características de la noción de economía social adoptadas por el Consejo Valón de Eco-
nomía Social en Bélgica, para concluir planteando una visión flexible y dinámica de la
misma. (En Vuotto, op.cit, pág. 14)
La construcción de un subsistema o un tercer sector de la economía que aumente la
capacidad de incluir y contribuya a la configuración de un rumbo diferenciado al exclu-
yente en términos materiales y de valores, es un escenario deseable pero que no está
asegurado naturalmente. El mismo requiere de voluntad política y estrategia o, en
todo caso, tanto de construcciones “desde abajo” de parte de los actores de la socie-
dad civil, como de política pública en esta dirección. Por lo tanto a partir de ahora se
plantean algunas condiciones desde el plano de la política pública para su realización
en los próximos años.
3. Condiciones y requisitos
Partiendo de la importancia del Plan ‘Manos a la Obra,’ de su formulación teórica y
apuesta al cruce de lo social con lo productivo, de generar empleos de lo que hoy son
subsidios sin contraprestación a integrar mediante créditos para los emprendimientos
productivos y asesoramiento técnico, es necesario considerar algunas condiciones para

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su posibilidad de instrumentar con éxito un subsistema. La primera es que, sin un con-


texto productivo y social favorable, este Plan puede llegar a tener “efecto goteo”, de
bajo impacto, aunque teóricamente “cierre”. Por lo que el crecimiento del PBI de forma
alta y constante es una condición necesaria aunque no suficiente.
Tampoco es una cuestión sólo de pensar el desarrollo y la economía social en términos
locales, micro y descentralizados, sino que este objetivo, compromete también el nivel
federal y el nacional. Porque se puede entender el desarrollo local como la capacidad
de llevar adelante un proyecto de desarrollo sustentable en el que se aprovechen las
capacidades territoriales (sociales, naturales, técnicas, económicas, institucionales,
culturales, etc.) en pos de un desarrollo sostenible. Así concebido, el desarrollo local
es una tarea que involucra a las cuatro esferas (económica, social, cultural y política).
Es por tanto un proceso complejo donde se resalta su dimensión holística y sistémica,
en donde la articulación y coordinación de la acción colectiva se vincula con la necesa-
ria sinergia que requiere el desarrollo (Boisier, 1998). De esta forma se evita la visión
reduccionista del desarrollo económico.
Al desafío de resolver “el triángulo conflictivo del moderno desarrollo regional, conju-
gando de manera positiva los objetivos de eficiencia en la asignación de recursos pú-
blicos y privados, de equidad en la distribución de la riqueza y el empleo generados y
de preservar a largo plazo el entorno medioambiental” (Cotorruelo Menta, 1996), en
nuestro país, se plantea además, el problema de resolver la integración de los secto-
res más empobrecidos o excluidos de la sociedad. En este sentido, se destacan las po-
sibilidades que genera la economía social como vínculo de integración social a partir de
encontrar una alternativa productiva con la que se puedan enfrentar los problemas de
desempleo y exclusión. Donde el desarrollo local podría ser el producto de la articula-
ción de los tres subsistemas o sectores: el público, el privado y el social. En este sec-
tor social también pueden incluirse además de cooperativas, mutuales asociaciones
solidarias, las empresas recuperadas y las empresas mixtas en sociedad con el munici-
pio (como por ejemplo el municipio de Río Cuarto).
A diferencia de lo ocurrido en los ‘90, en que los esfuerzos por el desarrollo local se to-
paron con una macroeconomía desfavorable, con la nueva macro, en la Argentina, se
ha abierto una oportunidad para las economías locales. Estas pueden comenzar a cre-
cer por los factores extra locales, como el actual tipo de cambio alto, sin ser acompa-
ñadas por la articulación con el municipio y de espaldas a la economía social. Por esto
adquieren suma relevancia el papel que puedan jugar los actores locales, particular-
mente los empresarios y los nuevos emprendedores así como las políticas nacionales y
municipales que se implementen.
La economía social como subsistema requiere de una estrategia amplia no solo a nivel
local, sino también provincial y nacional. Porque resulta poco razonable pretender una
distribución del ingreso local sin un marco nacional. Lo que es necesario plantear, es
que el esfuerzo social que demanda el desarrollo –y en particular el desarrollo local–
debe contemplar desde el comienzo y explícitamente alternativas para mejorar las
condiciones de empleo, para obtener una equitativa distribución de la riqueza obtenida
y posibilitar la inclusión social de los sectores que se encuentran marginados. (Villar,
2003)
Por lo tanto, un riesgo es que la economía social pueda convertirse en sinónimo del
desarrollo local. Es decir, mientras el desarrollo local en los ‘90 estuvo asociado casi
exclusivamente al sector formal de la economía (‘clusters’, distritos industriales, agen-
cias de desarrollo, al medio innovador, la Planificación Estratégica, y los enfoques de
especialización flexible), en la actualidad podría correr el riesgo inverso: el de conside-
rar que el desarrollo local se subsume en la economía social y está en los emprendi-
mientos solidarios del sector informal. O también, de reducirlo a una política de desa-
rrollo social escindida de la orientación macroeconómica. La noción de subsistema o
tercer sector podría ayudar a considerarla tanto por el municipio como por otros nive-
les públicos como parte de un conjunto mayor a articular junto con las empresas del

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sector privado y del público para operar un crecimiento de carácter endógeno y equi-
tativo.
Ahora bien, para este objetivo estratégico se requieren las siguientes condiciones:
1. Fortalecimiento de la gestión del Programa Manos a la Obra
La complejidad, dinamismo y masividad de un plan de estas características requiere
de una reelaboración y evaluación permanente entre la gestión impacto y los objetivos
trazados. Por tanto la necesidad de impulsar hipótesis y de revisar algunos de los su-
puestos del ‘Manos a la Obra’, tanto sobre el imaginario emprendedor de los sectores
más vulnerables, como en si los Consejos Consultivos pueden ser los únicos articula-
dores institucionales posibles de la ES y el DL, sobre las relaciones entre la economía
social fundacional y la nueva, así como sobre los vínculos entre lo económico y lo so-
cial, para poder aumentar la efectividad del mismo.
Sobre imaginarios y capacidades emprendedoras: de acuerdo a Villar, los beneficiarios
se caracterizan por un bajo perfil educativo y una experiencia laboral con un alto por-
centaje de tareas no calificadas, junto a bajos porcentajes de las contraprestaciones
relacionadas con la actividad económica y la escasa motivación para la formación y ca-
pacitación. Este perfil, genera, debilidades en las capacidades laborales, pero lo que es
más significativo para la economía social, una escasa o nula experiencia en participa-
ción en organizaciones horizontales y solidarias que tradicionalmente aportaban princi-
palmente, la actividad sindical. De esta forma, si se asume que el sujeto de la econo-
mía social debe reunir las características de un emprendedor con actitudes y prácticas
solidarias, el perfil de los beneficiarios del PJHD (Plan Jefes de Hogar Desocupados)
constituye un serio problema para el desarrollo de la economía social (2003).
Sobre el marco institucional elegido: en muchos casos, en la integración de los conse-
jos Consultivos (CCM) sobresale la participación de funcionarios municipales (CELS,
2003), y en menor medida la de los actores de la sociedad civil, registrándose un mar-
cado déficit en la presencia del sector de la economía privada, así como también de las
cooperativas locales en los talleres de desarrollo local y economía social. A esto se
suma que en muchos casos los representantes de las organizaciones sociales tienen
estrechas relaciones con el poder de turno. En síntesis, los CCM tienen serios proble-
mas de representatividad para encarar un proyecto de desarrollo local y economía so-
cial. La existencia de espacios asociativos (Consejos Consultivos, CLES, etc.) poco par-
ticipativos, deslegitimados, precarios, con pocos actores, reticentes a las organizacio-
nes de la sociedad civil o, en algunos casos, inexistentes.
Sobre la relación entre lo económico y lo social: las condiciones de producción en este
mundo tienen una problemática clara vinculada a lo social, la articulación entre grupos
y niveles, concertación, elaboración de proyectos, pero también otra dimensión econó-
mica, strictu senso, asociada a la producción concreta, a la distribución e inserción en
mercados competitivos. En este sentido, una opción pareciera ser trabajar sobre capa-
cidades de los sujetos, trabajar sobre la demanda de la sociedad, los saberes locales y
dejar librado estas opciones a los agentes locales. La otra perspectiva es la que pro-
blematiza quién va a comprar lo producido, evitar voluntarismos, la identificación de
nichos productivos, y si no habría que asegurar demanda consistente (ej. compra pú-
blica local, provincial nacional) al menos sobre algunas líneas productivas básicas y
determinados tiempos. Si esto es así, parecería faltar una dimensión más vinculada a
la constitución de cadenas de competitividad, a la instalación de marcas, a la utiliza-
ción del compre público para determinados tipos de productos y los encadenamientos
que pueden establecerse entre sí.
Sobre los vínculos entre la economía social fundacional (cooperativismo y mutuales) y
la nueva o solidaria: estas relaciones no están predeterminadas, son potenciales, por
lo tanto para lograr este campo común se trata de iniciar un proceso de articulación de
carácter social y político con las organizaciones representativas de ambos segmentos,
para tratar de ver cuáles son las posibles sinergias tanto en el crédito, como en la par-

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ticipación de Consejos Consultivos, o en el apoyo a nuevos emprendimientos solidarios


(por ejemplo el cooperativismo de servicios en el desarrollo local). (Nossetto, 2003)
La articulación interministerial: dado que los problemas de la economía social tocan
temas de incumbencia de casi todos los ministerios para una transformación significa-
tiva como la constitución de un subsistema, se requiere de algún mecanismo que arti-
cule y exprese la importancia asignada por el gobierno a la misma. En ese sentido, la
creación de un Gabinete Interministerial de la Economía Social, o la constitución de un
Consejo Nacional de la Economía social, con representaciones públicas, privadas y so-
ciales fortalecerían este objetivo.
2. Una nueva institucionalidad
La segunda condición para que la ESS no sea marginal es que se requiere tener un
sistema impositivo, previsional que las integre y considere. Formalizar este mundo. Un
Estado que la apoye, pero no solo en acciones aisladas de pequeñas experiencias y
ONG’s. En un sentido amplio de regulación e innovación al respecto se requiere:
En términos crediticios de mejorar la accesibilidad al crédito de las empresas sociales,
de otra forma que como fijan los requisitos actuales. El tema del crédito es crucial no
solo para la economía social/solidaria, sino para el conjunto de la economía. Para que
esta despegue, termine generando mayor valor agregado y empleo. Como lo demues-
tra la disputa actual entre el Ministerio de Economía y el Banco Central por las reglas
que fijan la predisposición de los bancos a prestar o mantenerse líquidos. Este es un
tema crucial para una apuesta al desarrollo inclusivo, porque si no hay crédito accesi-
ble a pequeñas y medianas empresas, menos lo habrá para los emprendimientos de la
economía social. Por un lado, vemos aquí un tema que toca a la economía social, por-
que el Ministerio de Economía para recrear el crédito –con independencia del sistema
bancario– busca a partir de las entidades no bancarias (mutuales, ahorro y préstamo,
cajas de crédito). Es decir, de mecanismos no bancarios para expandir el crédito. Este
proyecto trata de agrupar a todas las entidades que están fuera del control del BCRA
como mutuales, cooperativas y círculos de ahorro y préstamo, bajo el control de una
nueva superintendencia. Inclusive la posibilidad de dar un renovado impulso a las ca-
jas de crédito, que desaparecieron por la ley de entidades financieras de Martínez de
Hoz. También, con abrir un mercado financiero hoy acotado (Ley Polino).
Se plantea, por un lado, la insuficiencia del modelo de microcrédito del tercer sector a
lo Yunus, predominante en los ‘90, y se revela en muchos casos que el impacto del
mismo hacia el sector ha sido escaso, y el esfuerzo del microcrédito se ha visto con-
fundido con el subsidio a estas actividades. (E. Chavez Molina, 2003)
En términos impositivos, el ir a otra forma que la modalidad actual del monotributo
que es cara o inaccesible para muchos de estos emprendimientos (exención por un
tiempo, reducción de montos, etc.).
En términos legislativos la necesidad de un reconocimiento jurídico de estas asociacio-
nes (así como se expresa por ejemplo en la Ley Alas de la Provincia de Bs. As.), pero
ahora a nivel nacional. Para las empresas recuperadas, una modificación de la Ley de
Quiebras. Para nuevos emprendimientos solidarios, una modificación de la actual Ley
de Cooperativas que permita no sólo cooperativas especializadas (de trabajo, crédito,
o consumo) sino también otras de multiactividades. También, una más clara reglamen-
tación del espacio público para las ferias sociales, mediante actas de compromiso en-
tre el sector público local y las organizaciones de feriantes.
En términos previsionales, para que la reforma de la ley de jubilación contemple estos
sectores, y permita que muchos que los que hoy no aportan no queden excluidas de
algún tipo de previsión y de seguros de salud.
En términos de regulaciones, que favorezcan las compras gubernamentales locales
para estas producciones solidarias. El reglamentar los monopsomios comerciales en
favor de proveedores y productores zonales.

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En términos de servicios públicos, incorporar una tarifa social también para estos em-
prendimientos.
En términos de aporte tecnológico a la ESS, la necesidad de contar con la contribución
sistemática de parte de universidades e institutos públicos como el INTI, INTA, Coni-
cet, el Ministerio de Educación, para la configuración de cadenas productivas, mejorar
capacidad de exportación, análisis del funcionamiento de los Consejos Consultivos,
etc. Es interesante en una apuesta a la reconstrucción del tejido social alrededor del
trabajo, el buscar una articulación sobre ‘Tecnologías Eficientes y Economía Social’,
como la que propone el INTI, entre las redes de este instituto a nivel territorial y las
organizaciones sociales para procesos tendientes a la generación de trabajo en la base
popular.
Profundizar el actual rumbo económico heterodoxo, en un sentido distributivo. A la
buena performance de la política económica de orientación heterodoxa gradualista,
que ha proporcionado crecimiento, reducción del déficit fiscal, control de la inflación,
un tipo de cambio alto flexible para exportar, del 2003, se requiere proponer medidas
que permitan mejorar la distribución del ingreso, dado que aún el actual crecimiento
del PBI derrama poco sobre el sector informal. Un fuerte aumento del PBI no significa
de modo automático una mejora del nivel de vida de la población ni la jerarquización
del aparato productivo. Se trata de apostar al aumento de la demanda de mercado in-
terno como motor del desarrollo versus la perspectiva económica que apunta a des-
cansar en el perfil exportador como ‘locomotora’ del crecimiento, en la apreciación
cambiaria, basado en la demanda de sectores de altos salarios, y el aumento del supe-
rávit para contentar los acreedores externos. De darle poder adquisitivo a los sectores
empobrecidos para su efectiva incorporación al mercado consumidor. Porque si no se
genera esto, las posibilidades de producir y distribuir de estos emprendimientos de la
ES/S quedarán acotadas, tendrán escasa demanda, problemas de distribución y la de-
manda provendrá sólo de los sectores marginales.
Lo cierto es que la gente tiene ingresos muy bajos (200, 300 o 400) y el 90% de esos
ingresos los dedica a alimentarse. Con lo cual la inflación de los salarios más bajos es
la más elevada. Tenemos casi el 20% de la población de indigentes, es decir, no le al-
canzan los ingresos que tienen para comprar los alimentos básicos para reproducir las
calorías que gasta una persona normal por la actividad. Y, son pobres, la gente que
tiene para pagar canasta de alimentos, pero no puede pagar la canasta de otros ele-
mentos básicos y servicios: es más del 50% de la población. (En el segundo cordón
del Gran Buenos Aires, indigentes casi un 39% y pobres, casi las tres cuartas partes
del total de la población. En Córdoba los indigentes el 42% y pobes el 78%. A la vez,
esto se da en el corazón de la Pampa Húmeda, que produce alimentos que se exportan
en una relación de 8 a 1, es decir, uno consumido en el país, y 8 exportamos. Es decir,
podemos darle de comer a 8 veces la población de la Argentina, lo que muestra la
existencia de un importante problema en la distribución del ingreso.)La lucha contra la
exclusión requiere de generación de empleo,( Según la EPH, entre mayo del 2002 y
del 2003 se generaron 1,2 millones de empleos, pero solo 8.000 puestos fueron regis-
trados dentro de la economía formal. El 96 % del aumento de la ocupación se explicó
por aumentos en negro (267.000 puestos).) de una mejor distribución del ingreso, así
como de mejorar el sentido de pertenencia y las perspectivas de futuro en los sectores
marginales. Corregir los efectos de la inflación en los salarios, para lo cual se necesita
de una recomposición salarial (dado el 50% de retroceso en dos años) y en las asigna-
ciones del Plan Jefes y Jefas. (Desde la salida de la convertibilidad la cotización del dó-
lar aumentó casi 200%. Y la contracara de esto fue una depreciación del peso argenti-
no de 66% respecto de la otra moneda. Esto generó efectos negativos para los secto-
res de ingresos fijos, básicamente asalariados y jubilados. La pérdida real de poder
adquisitivos que se acumula desde la devaluación hasta la actualidad es, en promedio,
de 18,6 por ciento. Peo en algunos casos puntuales, como los empleados estatales con
sueldos congelados o los trabajadores en negro sufrieron un deterioro mayor.)

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GESTION CULTURAL LUJAN
DOCUMENTOS 2008

La atención a jóvenes y adolescentes: promover becas, empleos de proximidad (vía


impuestos al consumo suntuario y renta financiera). 400.000 jóvenes en el conurbano
no estudian ni trabajan.
Plan de construcción de viviendas populares (asalariados no califican a la hora de soli-
citar un crédito de vivienda) pudiéndose realizar mediante una financiación vía fondos
jubilatorios. Un vigoroso plan de obras públicas unido a aumentos salariales en espe-
cial del salario mínimo.
Conclusiones
Estos tres escenarios de la ES/S y el Desarrollo local para los próximos años (el de
ocupar un lugar marginal; el de configuración de un sujeto antisistémico; y el de la
construcción de un subsistema o sector como estrategia de inclusión) plantean riesgos
y oportunidades:

• Un riesgo es el de quedar en alguna variante del escenario uno (la ES/S como
algo marginal), terminar considerando al desarrollo local como sinónimo de
economía social, del sector informal, y dejar de lado una visión integral del
mismo. O lo que también implica malgastar una buena idea, un emblema de la
causa popular y de la justicia social.

• La oportunidad de configurar un subsistema de ES/S junto con la pública y la


privada, y de esa manera contribuir a incluir, a impulsar valores de una cultura
del trabajo, a la vez, que esta configuración de la economía social sea otro ele-
mento distintivo de un nuevo modelo de desarrollo distinto tanto al nacional
desarrollista (en otros lugares socialdemócrata) que llegara a los ’70, como al
neoliberal que se inaugura a partir de entonces. Pero necesariamente aclarando
que la economía social no es en sí misma un modelo de desarrollo, sino que
adquiere todo su sentido cuando se inscribe en un modelo de desarrollo.( El
término modelo de desarrollo es tomado en el sentido que le asignan entre
otros los regulacionistas. Se trata de una configuración a escala de una socie-
dad, que se apoya en un bloque social y sobre una visión del mundo (paradig-
ma societal) relativamente compartida. En la base , se encuentra un conjunto
de formas institucionales que concierte tanto al sistema de producción (y por
consiguiente a la relación salarial) como a los servicios colectivos. El modo de
regulación que es producto de compromisos sociales a escala de la sociedad,
plantea las bases del lugar respecto del Estado, del mercado y de la sociedad
civil en la regulación social y económica (Lipietz, 1989).)

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