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Estos hombres andinos aguerridos como José María Arguedas, que vivió,
practicó las creencias y valores del hombre andino, tomándolo como suyo,
viviendo en carne propia la experiencia de todo lo andino; pues ellos tomaron una
decisión de realizar una viaje de aventura, con el fin de mejorar su situación
económica, recogiendo oro, cultivando café, frutas, árboles y otros recursos
forestales. Es decir en busca de la ciudad dorada que tanto añoraron los españoles
y no lograron ubicar esta parte de la Selva Peruana.
Pero, una mañana frígida partieron de Conima con provisiones y abrigo, ellos
calculaban la caminata aproximadamente una semana y asimismo tenían que
cruzar la Cordillera Oriental y luego descender por la enmarañada selva alta y baja.
Ellos acampaban en las faldas de los cerros de la Meseta del Altiplano, en cierta
ocasión, casi entrando a la selva alta, se hizo demasiado tarde , ellos tenían que
pasar en forma obligada por la zona de Jiparo ( lugar muy estrecho en el que solo
una persona puede pasar), era una zona muy accidentada geográficamente, que
abajo se veía el caudaloso río Tambopata con un sonido melodioso constante,
pues allí oscureció el día, acamparon en unas cuevas de roca, en el que iban a
pasar la noche y descansar.
Para esto, por encima de los cerros, estaban los otorongos listos para atacar su
presa; cada vez que anochecía y se quedaban los viajeros en esta zona
comúnmente los otorongos los devoraban.
Uno de los caminantes contaba y contaba lo que pasaba en estos lugares, hasta
que dijo que había muchos otorongos que les podía devorar; pero uno de ellos
dijo: ¡ A mí con que el otorongo me va a comer, yo lo mato con mi fusil!, el
otorongo, se había instalado ya, encima de la cueva, y que bien escuchaba las
conversaciones de ellos, dijo ¡yo conozco el fusil y no pasa nada!
El segundo caminante con voz firme dijo: ¡Yo tengo mi onda y lo mataré al
otorongo como sí nada! , el otorongo escuchaba muy tranquilamente, decía, que
también conocía la onda, y que no pasaría nada.
A medida que iban conversando y poniendo cada uno de sí, su valentía, poco a
poco, El tercer caminante tuvo un presentimiento de la presencia del otorongo
por encima de la cueva, con toda energía y coraje dijo: “yo tengo un arma letal
que puede matar a todos los otorongos juntos y que los haría mil pedazos”, su
compañero le pregunta ¿De verdad? ¿Cómo se llama tu arma? Le respondió mi
arma es punta y lanza (era un simple machete que tenía el caminante) y el
otorongo siguió escuchando la conversación de ellos y se preguntaba una y otra
vez, ¿Cómo seria esa arma? ¡Jamás en mi vida había escuchado tal nombre!
estaba muy preocupado.
En la actualidad, los hijos de estos aguerridos hombres, son los exportadores del
mejor café del mundo, asimismo son abastecedores de las diferentes frutas cítricas
, a la ciudades de la macro-región sur del país.
AL igual que una madre ama a sus hijos y los protege, que todos tenemos
derecho a la vida.