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2. 2. LOS SOFISTAS.

La palabra sofista (viene de “sophistés”, perito, experto, que tiene conocimientos) no tenía al
principio un sentido peyorativo; significaba lo que nosotros hoy día entendemos por profesor.
Un sofista era alguien que se ganaba la vida enseñando a los jóvenes lo que les sería útil para
la vida práctica. Como no existía una enseñanza del Estado, los sofistas enseñaron solamente
a los particulares que poseían medios o cuyos padres estaban bien situados. Esto les dio
cierto matiz de clase, además de las circunstancias políticas de la época. Teniendo en cuenta
el hecho de las continuas luchas por el poder en el seno del régimen democrático ateniense y
la reconocida hostilidad de los habitantes pobres hacia los ricos (se consideraba a los sofistas
como impíos e inmorales que habían derrocado las antiguas creencias y que, probablemente,
pensaban destruir la democracia), teniendo todo esto en cuenta se explica la popularidad de
que gozaron los sofistas por parte de la clase rica, a la que ayudaba a educar, y la hostilidad
por parte de los ciudadanos pobres. Pero en realidad, servían a fines menos personales, y es
evidente que muchos sofistas se interesaban auténticamente por la filosofía. Platón se dedicó
a caricaturizarlos y envilecerlos, pero no podemos enjuiciarlos por sus polémicas.
Hasta cierto punto, el odio que suscitaron los sofistas no sólo en la gente en general, sino en
Platón y en los filósofos posteriores, se debía a su mérito intelectual. La búsqueda de la
verdad, cuando es auténtica, debe ignorar las consideraciones morales. Los sofistas estaban
preparados para seguir un argumento a donde quiera les pudiese llevar, frecuentemente al
escepticismo. Uno de ellos, Gorgias, sostuvo que nada existía, que si algo existiese es
incognoscible. Y aun garantizando que existe y que pudiera ser conocido por alguien, nunca
podría comunicarlo a los demás. No sabemos cuáles fueron sus argumentos, pero debieron
ser muy consistentes dado que obligaba a sus adversarios a refugiarse en lo edificante. El
mismo Platón siempre “busca” un fin virtuoso en sus investigaciones, pero sus búsquedas
éticas siempre parten de la suposición de que ya conoce las conclusiones a las que debe
llegar. Todos los que lo han seguido han actuado de forma parecida.

El conflicto ético entre los sofistas y su oponente posterior Sócrates se desenvuelve en el


contexto político de la crisis de estado ateniense, de la crisis del sistema democrático. El
debate pondrá el acento en el análisis de la propia concepción de la naturaleza
humana. La naturaleza humana se concibe ahora como autónoma y libre de la sanción divina
y definida por su carácter racional. Al poner el acento en el sujeto se potenciará el
individualismo que de momento no se verá como algo contradictorio con el interés colectivo.

Según estos pensadores, son las leyes pactadas las que han de asegurar la protección de los
ciudadanos y garantizar la igualdad de derechos entre los hombres, haciendo imposible el
advenimiento de las tiranías.

He aquí algunas de las posturas más relevantes:

a) Las obras de Critias, Isócrates o Mosquion comparten la idea de rechazo hacia la


pretensión de concebir el nomos como algo innato a la naturaleza humana desde un
principio o como un ordenamiento divino.
b) Protágoras se presenta como un claro defensor de la teoría antropológica del
progreso humano. La opinión de Protágoras sobre la areté, la Diké o el Nomos
implicaba que la naturaleza humana, en su estado original, contiene la posibilidad de
progreso moral, pero que su realización es cuestión experiencia y educación.
c) Individualismo egoista. Representado por el sofista Calicles que veía en la historia
la prueba de que es propio de la naturaleza humana, tanto por los Estados como por
los individuos, el comportarse egoísta y tiránicamente. Calicles entenderá la physis
como el derecho del más fuerte.
d) Humanista. Esta segunda concepción es la que gira en torno a un individualismo de
base humanista que pretende la emancipación del hombre, más en el ámbito privado
que en el público. Antifonte podría representar esta concepción de la physis como
egoísmo ilustrado.
[12] Protágoras.
Fue el primer sofista del que tenemos noticia. Se dedicó a la enseñanza basada en el
arte del discurso persuasivo, ejercitando a los jóvenes en las técnicas de argüir a favor de las
dos caras de un mismo argumento. Criticó las supersticiones y los ritos religiosos de su
tiempo, pero mantuvo siempre una postura agnóstica y escéptica, no atea. Sin embargo, la
dificultad principal de conocer sus principios filosóficos estriba en que las fuentes de
conocimiento sobre Protágoras provienen de sus mayores oponentes: Platón y Aristóteles.
Es la figura más importante de un movimiento escéptico que se enfrentó en la última
parte del siglo V a.C. a los grandes sistemas presocráticos que hemos ido viendo. Protágoras
nació alrededor del año 500 a. C., en Abdera, en el norte de la península helénica, la ciudad
de donde también procedía el atomista Demócrito. Visitó dos veces Atenas. Se dice que fue
perseguido por impío, aunque esto no parece ser cierto, a pesar de que escribió un libro
Sobre los dioses, que empezaba con las palabras: “Respecto de los dioses no puedo estar
seguro de si existen o no, ni qué aspecto tienen, porque hay muchas cosas que impiden un
conocimiento seguro: la oscuridad del tema y la brevedad de la vida humana”. Esta posición
se conoce con el nombre de agnosticismo.
Su segundo viaje a Atenas se describe un poco satíricamente en el Protágoras de
Platón, y sus doctrinas se discuten seriamente en el Teetetes. Se destaca principalmente por
su doctrina de que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son lo que son y de
las que no son lo que son”. Esto se interpreta en el sentido de que cada hombre es la medida
de todas las cosas y que, cuando difieren los hombres, no existe una verdad objetiva en
virtud de la cual una es verdadera y la otra falsa. La doctrina es esencialmente escéptica y
probablemente se basa en el hecho de que los sentidos están “llenos de engaños”.
La falta de creencia en una verdad objetiva convierte a la mayoría de la gente,
prácticamente, en árbitros de lo que hay que creer. De aquí que Protágoras fue inducido a
una defensa de la ley, convención y moral tradicionales. Aun cuando –como vimos- no sabía
si los dioses existían, estaba seguro de que deben ser venerados.
Protágoras pasó la edad madura en una especie de viaje de conferencias continuo por
las ciudades de Grecia, enseñando por ciertos honorarios “a todo el que deseaba tener
capacidad práctica y una cultura mental más elevada” (Zeller). Platón objeta que los sofistas
cobraban dinero por la instrucción. Claro que él poseía medios suficientes, y por lo visto era
incapaz de darse cuenta de las necesidades de los que no tenían una buena fortuna.
Pero hubo otro punto en el que los sofistas diferían de la mayoría de los filósofos
contemporáneos. Entre éstos era corriente que un maestro fundase una escuela con reglas
parecidas a las de una hermandad; esto es lógico dada la relación entre los orígenes de la
filosofía y el orfismo. Entre los sofistas no hubo nada de esto. Lo que tenían que enseñar no
se relacionaba, según ellos, con la religión o con la virtud. Instruían en el arte de argüir y en
todo cuanto apoyara a éste. Aquellos para los que la filosofía constituía un modo de vida
unido estrechamente a la religión, naturalmente estaban indignados; los sofistas les parecían
frívolos e inmorales.
Entre sus obras se encuentran:
- Sobre la verdad , llamada también Discursos demoledores, que comienza con su
famosa declaración del hombre como medida.
- Antilogías o Argumentos contrarios.
Sobre los dioses.

Gorgias.

Pertenece a la primera generación de sofistas. Contemporáneo de Protágoras, nació en


Leontinos (Sicilia) aproximadamente en el 490 a. C. y murió sobrepasando los cien años de
edad (aprox. en el 380 a. C.). Gran viajero, y supuesto alumno de Empédocles (también
siciliano) Gorgias trabajó en muchas ciudades griegas, hasta que se instala en Atenas en el
427 como jefe de una embajada de su ciudad, cuando tenía ya 60 años. Entre sus obras
escritas destacan:

- Manuales de retórica: Encomio a Helena y Defensa de Palamedes.


- Numerosos discursos políticos, epidícticos, etc.: Oración fúnebre, Discurso Olímpico.
- Un tratado llamado Sobre la naturaleza o Sobre el no-ser.

Fue un orador famoso y sutil. Se dedicó fundamentalmente a enseñar el arte de la retórica


como el camino más adecuado para acceder al poder. Compartió el presupuesto básico de la
filosofía de Protágoras: el relativismo. Nos movemos en el mundo de la mera opinión, siendo
la verdad para cada uno de nosotros aquello que nos persuade como tal. La retórica es la
técnica de la persuasión, y el sofista, el maestro de la opinión.
Según Gorgias, la palabra, que no sirve para comunicar la verdad, sirve para provocar
sentimientos, inducir opiniones, persuadir, disuadir. No es un instrumento de comunicación,
sino de influencia y dominio.
Por otro lado, sostuvo un indiferentismo o contingentismo moral. No hay una moral más
valiosa que otra. La moral varía según varían la condición del agente y la situación. Es inútil
pretender encerrar lo más conveniente en una fórmula o en un conjunto de normas, porque
nadie es capaz de predecir la variedad infinita de la vida práctica. No es válida ninguna ley
moral, ningún legislador puede suplir la conciencia individual que tiene que decidirse en medio
de la circunstancia.

Otros sofistas, como Trasímaco o Calicles, sostuvieron doctrinas inmorales para sus
contemporáneos, en este caso en el terreno político. Así, que no hay justicia, sino el dominio
del más fuerte, y que las leyes se hacen por los Gobiernos para su propia ventaja
(Trasímaco). Como se ve ideas muy alejadas de las del virtuoso Platón. Veamos.
Hipias, contemporáneo de Sócrates, hizo una defensa altruista de la physis, frente al
nómos, que dio origen a la idea de la unidad de la especie humana: por naturaleza somos
iguales. Son los nómoi, las convenciones sociales, los causantes de las distinciones por raza,
riqueza, nacimiento o status social. Las leyes positivas causan desigualdad entre los hombres.
Las leyes son convenciones hechas por los hombres para otorgar lo que debe hacerse y lo que
no. Al ser su origen un contrato social, no pueden pretender su universalidad, pudiendo ser
continuamente modificadas.

Antifonte (411 a. C. - 480 a. C.), respecto al problema de la relación entre nomos y physis
propio de la sofística, defendió la physis frente al nomos. La ley es un acuerdo
antinatural, artificial, que es respetado únicamente cuando tenemos miedo a las
consecuencias de su violación. Las leyes no se fundan en la naturaleza, son convenciones
sujetas al cambio continuo. Hay cosa buenas por naturaleza y cosas buenas por nomos.
Los seres humanos debemos seguir los preceptos de la naturaleza antes que los de las
leyes.

Trasímaco 450 a. C.-399 a. C.) mantuvo una postura realista que afirmaba que la justicia es
el interés del más fuerte. Las leyes son dictaminadas por los que ejercen el poder con vistas a
su propio beneficio o conveniencia. La justicia es aquello que beneficia, interesa y conviene al
gobierno establecido, y, por lo tanto, beneficia al más fuerte. Los Estados justifican sus
abusos de poder a través de las leyes, de tal manera que en nombre de la justicia se termina
justificando dicho abuso.
A este sofista no le interesa lo que debería ser la justicia sino lo que realmente es. En este
sentido, su desenmascaramiento de la hipocresía hace patente la pérdida de sentido de un
ideal de justicia que vaya más allá de los egoísmos e intereses particulares y mezquinos. Por
lo tanto, lo que denuncia este sofista es que, debajo de todo el tejemaneje del poder nos
encontramos siempre con el dominio del fuerte sobre el débil.

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