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Aunque es un concepto ya abundamente usado es bueno puntualizar el


sentido que queremos dar a la palabra. Para ello nada mejor que
distinguirlo primero de otros términos correlativos, y, después, tomar
la definición que fue usada en la Conferencia de Santo Domingo, y
por lo tanto común a toda A.L. y el Caribe.

Definamos primero los tres términos que aparecen muy relacionados


con la noción de cultura: enculturación, aculturación e inculturación.

@   es un término usado en el vocablo


antropológico, paralelo a socialización usado en la terminología
sociológica. Se trata por lo tanto del proceso por el que una
persona es introducida en su propia cultura.
@ 2  significa, por otra parte, el proceso de
transformaciones que se verifican en el individuo o en el grupo,
por el contacto de una cultura que no es la suya propia, o por la
interacción de dos o más culturas distintas.

Juan Pablo II introduce el uso de la palabra pero al principio no la


distingue del término: «aculturación», ya que las usa indistintamente.
Ha sido en la década de los 80 cuando ya el término «inculturación»
toma fuerza para definir con mayor exactitud las relaciones entre
evangelización y cultura.

Juan Pablo II introduce el uso de la palabra pero al principio no la


distingue del término: «aculturación», ya que las usa indistintamente.
Ha sido en la década de los 80 cuando ya el término «inculturación»
toma fuerza para definir con mayor exactitud las relaciones entre
evangelización y cultura.

De aquí, en las relaciones entre fe y cultura se pueden deducir con


claridad varios aspectos que son rechazados, es decir lo que realmente
no es. Cuando decimos «inculturacion» estamos rechazando ideas
bien concretas que conviene manifestar:

@ que no se trata de una mera adaptación externa, puesto que no


tiene nada que ver con una acomodación puramente formal;
@ que la fe antes de encarnarse no es cultura. Por lo tanto la
inculturación no es el contacto de una cultura cristiana, con otra
que aún no lo es;

@ no es tampoco una artimaña de mero revestimiento del mensaje


cristiano con apariencias autóctonas para hacerlo menos
chocante;

@ se está afirmando, también, que no debe de haber un transplante


total de una religión que previamente ha sido cultivada en
distinto ambiente cultural;

@ ni mucho menos, estamos hablando de un sincretismo, la


inculturación no es, no debe ser, una metodologia oportunista.

Una vez aclarado todo esto, viene bien irnos ya a la definición de


Santo Domingo ÿ  
    Consideramos que es
puntual, sintética y comprensiva:

- 
   

l proceso de inculturación de la fe a lo largo de la historia de la


Iglesia no ha sido un camino recto, o por lo menos sin fisuras o
matices; al revés, ha sido un camino difícil y, muchas veces, con
posturas contrapuestas. Acercamos una muy breve síntesis histórica
enmarcada en cuatro puntos:

a) n los primeros años hubo una identificación rígida del


cristianismo con la cultura judía. n esta primera etapa el cristianismo
se define como una modalidad del judaísmo. Para hacerse cristiano
hay que hacerse judío y observar toda una seria de preceptos de la ley
mosaica. Los cristianos procedentes de la gentilidad tuvieron que
someterse en un primer momento a estas normas, aunque en
ocasiones, no sin dificultades.

b) n el Concilio de Jerusalén se abre ya un nuevo camino, no sin


resistencias, luchas y dolorosas tensiones. Pero en la fuerte polémica
sobre las exigencias necesarias para los nuevos cristianos, queda
abierto el camino del respeto de la identidad cultural de cada pueblo y
queda suprimida la obligatoriedad de asumir algunas normas judías (la
circuncisión, las carnes, etc.). De esta forma se comienza a vivir un
clima de apertura a la pluralidad de las culturas.
c) s en los comienzos del segundo milenio donde hay un profundo
cambio y se comienza a gestar la llamada «civilización occidental
cristiana». Se identifica en la práctica la fe con la forma de vida de
uropa (el occidente).

sto va a conllevar consecuencias graves, puesto que, al comenzar a


mediados del milenio el periodo de las conquistas, se intenta
europeizar a los nuevos pueblos, se les intenta introducir una nueva
cultura (la mayoría de las veces creyéndola superior a la indígena) y,
dentro de este proceso cultural, va incluída la fe. s la forma de
«evangelizar a los pueblos», introduciéndolos dentro de todo un
bagaje cultural. De ahí que las personas o gentes que se adhieren a la
fe cristiana, como una consecuencia lógica, se ven empujados a
convertirse casi en extranjeros en su propia cultura.

d) Hacia la segunda mitad del siglo actual, según hemos dicho


anteriormente, en la preparación del Vaticano II, comienzan a
fraguarse ya nuevos conceptos y aparece con claridad la relación fe y
cultura, el respeto a los valores culturales, las «semillas del Verbo»
depositadas en todas las culturas. No se acuña todavía un término,
pero se va avanzado en lo que teológicamente debe representar la
relación fe y cultura.

Actualmente, en el fin del milenio, ya se tiene claridad en lo que es y


cómo debe ser la relación fe-cultura, y se ha acuñado la palabra:
«inculturación».

‰ 

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América Latina tiene una primera etapa, la de la llamada Primera


vangelización, que toma todas las características, -salvo honrosas
excepciones-, de lo que sucede en lo dicho anteriormente; los diversos
pueblos, a veces masivamente, son a veces presionados u obligados a
adherirse a la fe, e incluso, cuando lo hacen más o menos libremente,
se ven «empujados a convertirse en extranjeros en su propia cultura».

La conquista lleva toda su carga de occidentalización y de opresión


para las culturas autóctonas. La fe acompaña a este proceso y
prácticamente se traslada con todo su bagaje cultural. De una u otra
forma se impone sin el respeto debido a las culturas indígenas. Cierto
que en todo esto hay matices y contadas aunque muy dignas (y ojalá
nunca olvidadas) posturas distintas, pero, sin duda, es la línea general.

l tema que ahora tratamos: del respeto a la identidad cultural de los


pueblos, a sus tradiciones, a su cultura, a sus formas religiosas,
aparece también en A.L. alrededor de la segunda mitad del presente
siglo.

n este sentido destaca por su trascendencia, la proyección pastoral y


profética de Obispos que asumen como suya la causa de los indígenas
y el respeto de sus culturas y de sus tradiciones y formas religiosas.
Incluida la no imposición de la fe y la búsqueda sincera de una nueva
relación con los pueblos y sus culturas. n esta dinámica es central
para toda la pastoral diocesana.

Sin embargo el sentir más general de la Iglesia Latinoamericana en


esta segunda parte del siglo actual, está marcado por una situación que
abarca no solo a estos pueblos sino también a los mismos pueblos
latinoamericanos en su conjunto: la situación social de opresión y de
pobreza masiva que sufren las grandes mayorías.

Son los tiempos del auge de los científicos sociales, de la generación


de la teoría de la dependencia, de la lucha contra el subdesarrollo, de
la vivencia profunda de la injusta situación de los millones de
empobrecidos; las preocupaciones centrales son en torno a esta difícil
situación socio-económica, a la pobreza y a la «no-vida» que conlleva
y a las posibles formas de solucionarla. sto en general es más
vivencial que la preocupación de los respetos culturales.

n el primer apartado destaca sobre todo las presiones negativas que


se ejercen sobre las culturas manifestando que: algunas son
marginadas, otras deformadas, o, incluso, son invertidos sus valores.

n la relación de la cultura con la fe, manifiesta ya expresamente


tanto que el evangelio tiene algo que decir a las culturas, como que las
culturas deben ser tratadas con el máximo respeto y valoración: «La
evangelización busca alcanzar las zonas de los valores fundamentales
de la cultura», pero para ello hay que procurar que la cultura sea
«renovada y transformada por el vangelio en un ambiente de
amoroso respeto». Y vuelve a reafirmar, que las culturas, sí que
«pueden ser renovadas, elevadas y perfeccionadas por Cristo».
Î  




åeconocen los Obispos bolivianos que en A.L. se vive una pluralidad


cultural como realidad, pero también como utopía. Y después de hacer
una breve síntesis sobre las culturas: de los grupos originarios, de la
cultura afro-americana, y de la cultura europea; da una especial
importancia a la que denominan «cultura de los pobres», o «culturas
oprimidas» que son las de aquellas formas culturales de sobrevivencia
que se desarrollan en una situación de opresión.

Una cultura oprimida tiende a cerrarse para resistir, por eso la actitud
de la Iglesia debe apoyar decididamente este proceso desde adentro.
lla misma, anteriormente, no tomó las culturas como sujeto sino
como objeto de la evangelización. Por eso, afirman que, ahora,
considerando que la inculturación debe ser la inquietud central de la
evangelización, se impone la necesidad de invertir la perspectiva; no
debe ser un estilo de evangelización de las culturas, sino la
evangelización en y desde las culturas.

n primer lugar se muestra la preocupación por una «crisis cultural de


proporciones insospechadas en la cual van desapareciendo valores
evangélicos y aún humanos fundamentales, se presenta a la Iglesia un
desafío gigantesco para una nueva vangelización, al cual se propone
responder con el esfuerzo de la inculturación del vangelio» (230).

Al discernir más ampliamente los alcances de la inculturación afirma


que es un proceso que:

@ reconoce los valores evangélicos que se han mantenido en la


cultura actual;

@ reconoce, asimismo, los nuevos valores que coinciden con el


mensaje de Cristo;

@ busca que la cultura descubra el carácter cristiano de estos


valores;

@ intenta que la cultura asuma valores evangélicos que estén


ausentes en la cultura;

@ busca que la fe, al encarnarse en la cultura, corrija sus errores y


evite sincretismos;
@ todo este proceso pertenece a las Iglesias particulares (pastores
y pueblo)

· después de resaltar con fuerza los valores de la cultura cristiana y


proponer unas líneas pastorales de actuación (231-242), pasa a
desarrollar otros temas, en la línea de cada tipo de cultura,
proponiendo siempre algunas líneas pastorales.

-la diversidad de culturas indígenas, afroamericanas y mestizas,


para las que establece como línea central pastoral, una
evangelización inculturizada: recorre los aspectos teológicos,
de cosmovisión, de ritos y liturgia, de marginación y aún
racismo y de promoción de las diversas etnias.

-la nueva cultura, ya que al estar A.L. profundamente marcada


por la cultura occidental, ha producido también fuertes
impactos: positivos, como el valor central de la persona o las
conquistas científicas, tecnológicas e informáticas; pero
también negativos como su actitud ante los recursos naturales,
ante la historia, y aun frente a Dios, al que relega a la
conciencia personal. Como líneas pastorales destaca: la
presentación de Jesucristo como paradigma de toda actitud
personal, el diálogo entre fe y ciencia, y la promoción y
formación del laicado (252254).

-la ciudad, que transforma las formas de vida radicalmente, las


relaciones entre los habitantes y las relaciones con Dios. Se
transforman también las relaciones de espacio, de tiempo. Se
está en medio de los mayores centros tecnología y de ciencia
y a la vez, las grandes mayorías viven en las grandes periferias
de pobreza y miseria fruto de modelos económicos
explotadores y excluyentes. l hombre urbano se transforma en
dinámico y proyectado hacia lo nuevo: consumista,
audiovisual, anónimo en la masa y desarraigado.

 
 
 

  

Podemos decir que, aunque la inculturación es un proceso siempre


abierto, y por lo tanto siempre con novedades y, por lo tanto
necesitado de creatividad. n un diálogo entre fe y cultura existe un
primer peligro natural en muchos procesos dinámicos-, el de pasar de
una infravaloración de la cultura y por lo tanto una imposición de la
fe, a una supervaloración de la cultura y como consecuencia a un
desvanecimiento de la fe.

ste peligro es real y, si no estamos atentos, puede hacer que


caigamos en la tentación del inmovilismo, es decir que dejemos pasar
el tiempo, que vayamos con cautela, que, a veces, es lo mismo que
decir: que no hagamos nada. l peligro del inmovilismo existe y es
real en esta y en otras tantas cosas. Y ciertamente no es la mejor
opción, ni siquiera una buena opción.

n las líneas pastorales de la Iglesia Latinoamericana se han advertido


ya estos peligros y por eso se busca avanzar no solo en el terreno de la
teoría, sino también en el de la práctica. n realidad si miramos a los
pioneros en el trabajo de «inculturación de la fe», ellos plasmaron en
la práctica y con muchos años de antelación, las orientaciones que
ahora se hacen generales y que tienen el peso del piscopado
Latinoamericano en su conjunto.

        

La práctica de la inculturación todavía es en la Iglesia L.A. algo que


tiene deficiencias que hay que reconocerlas abiertamente para
corregirlas:

@ Actualmente, los procesos de evangelización no siempre tienen


en cuenta los nuevos conceptos de la inculturación. La rutina
puede a veces a la apertura al spíritu. La asimilación de los
nuevos conceptos es demasiado lenta y, en muchos casos, no se
da.

@ xisten dificultades a nivel personal y aún más a nivel


estructural porque no se conocen a fondo los valores
evangélicos presentes en las cosmovisiones y en la religiosidad
de las culturas indígenas y afroamericanas. n ellas merecen
especial atención los valores tales como: el amor a la tierra, el
respeto a la creación, la consideración de la mujer como
portadora de vida, la dimensión celebrativa de la muerte, la
acogida, la solidaridad, la cercanía de Dios en la vida diaria.

@ alta asimismo, espíritu de conversión para realizar cambios


pastorales que lleven a la Iglesia a evangelizar con estos nuevos
criterios. La inculturación se ha convertido en tema para
especialistas, casi de gabinete; se lleva poco a la práctica y no
es seguido por la mayoría.

@ xiste poca participación del laicado en la misión inculturizada,


y es un hecho grave las dificultades y aún reservas que suscita
el querer hacer sujetos de su propia inculturación a los
representantes de las culturas.

@ No somos fieles, con espíritu de agradecimiento y aún


veneración, a la memoria de los grandes evangelizadores
antiguos, ni se hace un estudio profundo y motivador de los
actuales pioneros en nuestro continente: sus motivaciones, sus
métodos, y aun sus prácticas que podemos y debemos, sin
duda, tenerlas en el horizonte para adecuarlas.

b)     acerca     

l neoliberalismo y la globalización está afectando también a la


problemática de la inculturación fundamentalmente por dos valores
esenciales: la marginación de la cultura y la manipulación de la tierra.
sto es muy grave: tanto por escasa valoración que se hace de la
cultura (que a veces se pretende reducirla a folklore), como por las
consecuencias de la explotación indiscriminada de la tierra, del medio
ambiente y de las grandes y constantes migraciones que provoca.
Todo esto trastoca mucho valores ascentrales de las culturas y provoca
cambios fundamentales en relación a la tierra y a la ecología,
resaltamos algunos:

@ la migración de los pobres a los grandes centros urbanos donde


conviven al margen de sus culturas en las peores condiciones
de injusticia y pobreza;

@ la extinción de miles de indígenas de las diversas etnias


amazónicas, obligadas unas veces a adentrarse en terrenos más
selváticos y otras víctimas de enfermedades o epidemias
causadas por virus que ellos no conocían;

@ el tráfico de drogas, un mal tan general que no solo despoja de


las tierras, sino que contribuye a generar una cultura de la
corrupción, del crimen, de la violencia, de la destrucción de la
vida, de los vicios;
@ los cambios en la natalidad inducidos por campañas
internacionales, y consecuencia también por los cambios de
vida, las dificultades sociales y además reforzadas con
propuestas e incluso agresiones antinatalistas: caso de
esterilizaciones muchas veces forzadas;

@ el trabajo infantil, lleno de explotaciones de todo tipo en


condiciones de salubridad, dureza de trabajo, salarios ínfimos,
enfermedades contraídas en trabajos peligrosos.

Todos estos retos son motivados por aspectos de política económica


que inciden en el orden social y aún político, por lo tanto las
respuestas se tienen que generar también y principalmente en el
mismo sentido, desde la opción por los pobres y los desposeídos que
son los injustamente agredidos y maltratados.

Asimismo tiene que incidir en el aspecto positivo de dar a conocer y


revalorizar las culturas y sus valores ancestrales, y, asimismo, una
clara apertura hacia cauces liberadores para que se posible el libre
discernimiento y opción de las personas a asumir nuevas ideas,
nuevos valores, nuevas perspectivas, no hay por qué rechazar sin más
todo lo nuevo, hay que dejar en libertar a los pueblos para el proceso
de discernimiento y valoración, y solo después, asumirlo o rechazarlo.
Pero esto tiene un ritmo, unas formas, unas peculiaridades que son
innatas a cada pueblo y a cada cultura, hay que respetarlo.

        

s, sin duda, sin desmerecer a otros, hoy en día y en el futuro, el gran
reto de la pastoral de América Latina: el reto de la gran ciudad.

n muy pocos años A.L. ha visto como su población pasaba de ser


mayoritariamente rural a estar mayoritariamente en unas pocas
grandes ciudades, teniendo en cuenta que, comparativamente las
grandes ciudades del «Sur» (léase Asia, América Latina) son mucho
mayores que las grandes ciudades del «Norte» (léase uropa, stados
Unidos). stas macro ciudades de A.L. desbordan toda posible
planificación.

˜
 
n el problema de la relación fe y cultura aún dentro del respeto que
ambas partes merecen y de la consideración de que ambos son sujetos
dentro de un diálogo enriquecedor para las dos partes, hay sin
embargo una verdad que nos viene dada de la acción de spíritu.

l spíritu de Dios es novedad y hacen nuevas todas las cosas. s


decir el camino está trazado, la nueva concepción de la
«inculturación» presenta ideas nuevas. Pero aun así hay otras
novedades que en la vida nos encontramos. l spíritu sopla y,
cuando encuentra en nosotros apertura, es más fácil que logremos
llevar la fe como llamada e invitación, con nuestro testimonio
vivencial que provoca reacciones positivas de acogida.

s innegable, por otro lado, la necesidad siempre creciente y


dinámica, de que estemos abiertos a recibir los valores de las culturas,
sobre todo aquellos en los que se ve con mayor claridad «las semillas
del Verbo» diseminadas en todas ellas.

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