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• La Noticia
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Familiares de los 15 mil peruanos que desaparecieron en la época de la violencia interna
tejen esta chalina gigante, en sesiones de tejido son utilizadas como terapia grupal para
procesar el dolor tras muchos años de ausencia del ser querido.
Los cuerpos ya no están, quizá nunca aparezcan, y, como dice Ronald Gamarra, el
secretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional de derechos humanos, para condenar a
todos los responsables de las violaciones de derechos humanos cometidas entre los años
1980 y 2000 serían necesarios 800 años ininterrumpidos de procesos judiciales.
“Entonces, hay que ir cerrando el círculo del dolor”, dijo un día la periodista Paola
Ugaz, y con García Burgos decidieron emplear, casi sin conocerla, una técnica llamada
laborterapia.
-La idea es acompañar a estas personas en su dolor, hacer una terapia grupal, y el tejido
las une. Es una manera de procesar el dolor, cerrar el círculo, dice García Burgos.
-Y que sepan que reconocemos su dolor, añade la fotógrafa Morgana Vargas Llosa, la
tercera integrante del proyecto de la chalina de la esperanza.
Lo que comenzó como experiencia de un día creció y ahora el objetivo de sus creadoras
es convertir la chalina en una pieza de arte que alcance un kilómetro de longitud. Ya
tienen la propuesta de la municipalidad de San Isidro para exponer la chalina en el
parque El Olivar. Pero sueñan con que la chalina sea exhibida en el Lugar de la
memoria. “Al tejer pensando, recordando, llorando y creando la ‘pastilla’ de lana para
su ser querido se intenta, quizás por unas horas, acallar ese dolor que se encuentra
dentro de los corazones de los familiares desde el día en que desapareció su familiar y
dejar un vestigio para que el país conozca de su vacío. Las personas comenzaron a tejer
y nuestras expectativas fueron rebasadas. Por ahora la chalina tiene poco más de 200
metros de largo, pero sigue creciendo, queremos llegar al kilómetro”, señala la
periodista Ugaz.
Pero, cómo ayuda a curar heridas esta chalina. El psicoanalista Jorge Bruce explica que
cuando hombres y mujeres se juntan para tejer, en nombre de sus desaparecidos, se crea
un “ambiente reparador”. “Es como una catarsis, conversan de todo, no solamente de
sus recuerdos del terrorismo, realmente se forma un ambiente cordial y relajado.
Algunas personas escriben también sus propios nombres, como para darse fuerzas. A
través del tejido reconocen a sus desaparecidos”, indica Bruce.
La Cruz Roja explica también que las muertes en situaciones de conflicto armado o de
violencia interna requieren a menudo una investigación, lo que suele exigir la
exhumación de los restos por especialistas forenses. La exhumación y los exámenes
posteriores pueden proporcionar pruebas del crimen, pero no siempre facilitan
pormenores esclarecedores de la identidad de las víctimas. Esto puede dar lugar a
penosas situaciones porque “muchas veces los cadáveres vuelven a ser sepultados sin
que los especialistas puedan transmitir alguna información a los familiares, que la
esperan desesperadamente y tienen que convivir de manera cotidiana con la
incertidumbre y la tensión entre su deseo de dar vuelta a la página y sus esperanzas de
recibir noticias”. Por eso esta chalina será un homenaje permanente a esos peruanos que
nunca serán encontrados en las más de 4 mil 600 fosas que existen en todo nuestro país.
-Entre las personas desaparecidas hay niños, mujeres y ancianos que ni siquiera
comprendían lo que sucedía en el Perú. Todo el mundo sabe lo que la muerte representa,
es algo universal para los seres humanos, afirma Fernando Carvallo, miembro del
equipo técnico del Lugar de la memoria. Para este filósofo, todo ser humano merece la
misma dignidad.
Marcelo Puelles
Redacción