A m b . y Des., V o l .
V • N ° 1: 13-33
ARTÍCULOS
Ambiente, calidad de vida y desarrollo
regional: una perspectiva de futuro
ALBERTO LARRAIN*
ABSTRACT. A futuristic examination of environmental
perspectives must begin emphasizing the need for precise,
well understood concepts: Environment, natural re-
sources, conservation, sustainable development, must all
be well known and utilized. Both definitions, including
realistic dimensions of the environment, and systematized
knowledge of natural resources are necessary to un-
derstand the structure of the human environment and its
relationships with the survival of communities. Only after
this theoretical framework has been laid down and
transferred through education it becomes possible to
ascertain realistic development objectives and goals, to be
considered in the planning of the future. Environmental
degradation is a consequence of increasing demans from a
growing population over an uncontrolled industrial and
agricultural development within a system of common
property of the environment and natural resources. It is
possible to identify the three most important factors
related with this degradation: Human population growth,
moderate but uneven in its distribution along the regions
in Chile, caused mainly by urban migrations. In order to
* Profesor Facultad de Ciencias Biológicas y Recursos
Naturales, Universidad de Concepción.
Abril 1989
promote a more harmonic growth and development, this
should be regulated through differential economic incen-
tives and housing policies to decrease growth in the over-
grown capital, Santiago, and large regional cities. Develop-
ment, a necessary condition to improve the national and
local quality of life, must be sustainable when it comes to
utilize the environment or natural resources. This par-
ticular aspect is illustrated through the misuse of pelagic
fisheries, upon which an unsustainable kind of develop-
ment is based, with a long history of over utilization
and collapse. The current situation will most likely lead to
negative consequences on the regional environment,
caused by a lack of a true conservationist consciousness
and efficient regulations. Finally, a progressive degra-
dation of environmental ethics, which allows the envi-
ronmental destruction that is taking place. This must be
counteracted by social control, in the form of an explicit
environmental policy and a consequent body of informed
and participative legislation and regulations that Chile
does not currently have. These are necessary precondi-
tions to regulate the harmonic development of a country
with profound regional differences in natural conditions.
14 LARRAIN
Introducción
El presente, la clave del futuro
Según San Agustín, el tiempo es el presente
plegado en tres partes: el pasado, como la
memoria presente, el presente, tal como lo
experimentamos, y el futuro, como la espe-
ranza del presente. Esta idea ha tenido gran
influencia en el pensamiento contemporá-
neo, especialmente en las Ciencias Natura-
les y Ciencias de la Tierra. Sobre ella se
basa el principio fundamental del uniformi-
tarianismo (llamado también actualismo),
que interpreta el pasado a través del presen-
te, y que fuera enunciado en su forma
definitiva por uno de los fundadores de la
Geología moderna, James Hutton, en 1785.
Utilizando este principio se trata de encon-
trar, por ejemplo, la causa de las grandes
extinciones de animales y plantas ocurridas
en el pasado geológico, cuyas evidencias se
encuentran en las rocas como fósiles. Pensa-
mos hoy día que no es necesario buscar
causas desconocidas para las catástrofes que
produjeron la extinción de los grandes
reptiles del Mesozoico, los dinosaurios. Más
aún, sólo una de las más de diez explicacio-
nes probables propuestas hasta ahora sugie-
re causas extraterrestres; las demás se rela-
cionan con fenómenos más o menos cono-
cidos en la actualidad, ya sea variaciones en
las condiciones físicas y/o químicas de la
atmósfera, producidas por diferentes agen-
tes (vulcanismo, entre otros), o bien inte-
racciones entre seres vivientes. Entre estas
últimas están el bien conocido principio
ecológico de competencia por recursos vita-
les insuficientes o escasos, el sobrepastoreo
y las relaciones patógenas,como los efectos
devastadores de grandes plagas o pestes
causadas por bacterias o virus, sobre las
cuales la humanidad está ya suficiente-
mente sensibilizada. Estudiando entonces el
presente, podemos establecer las probables
causas que motivaron estas masivas catás-
trofes del pasado.
En un sentido diferente, pero dentro del
principio más general del actualismo cientí-
fico, podemos aprender de nuestras accio-
nes pasadas al observar sus consecuencias.
Lo que nos rodea hoy es en gran parte el
resultado de las acciones conscientes y
decisiones intencionales tomadas en el pasa-
do. De este modo nuestro presente es, en el
mejor de los casos, el resultado del esfuerzo
colectivo de personas que planificaron el
futuro con objetivos precisos y con planes
bien establecidos y programados; en el peor
de los casos, es el resultado de falta de
planificación unida a factores fortuitos,
imprevistos.
De la misma manera, el futuro depende
de nuestra habilidad individual y social para
tomar decisiones e iniciar las acciones que
producirán los efectos que nosotros desea-
mos. Esto significa utilizar una de las
características más valiosas de la inteligen-
cia humana, que es su habilidad para
reconocer y extrapolar las tendencias actua-
les y estimar cómo debemos planificar para
moldear esta esperanza, en el sentido de
San Agustín. La ciencia, la tecnología, la
educación, los medios de comunicación
deben ser empleados en toda su capacidad
de crear conocimiento, aplicarlo y transfe-
rirlo, de modo de procurar que las decisio-
nes que se tomen sean las adecuadas para
mejorar la calidad de vida de las generacio-
nes futuras.
Este trabajo contiene reflexiones preci-
samente encaminadas a ilustrar el sitio que
corresponde a las ciencias ambientales en la
planificación del futuro, desde una perspec-
tiva nacional y regional. Pretende también
mejorar la comprensión y recalcar la impor-
tancia de algunas herramientas conceptua-
les que deben ser utilizadas adecuadamente
para la administración descentralizada del
entorno.
Entorno humano y recursos
naturales; algunas definiciones
y descripciones necesarias
La educación, precondición necesaria
Llama la atención que en Chile no se haya
escrito un libro sobre educación ambiental
antes de 1984. Del mismo modo, se hace
notar que en este primer texto, bien escrito
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
y en general muy bien realizado, no se
encuentre una conceptualización uniforme,
clara y definida del término ambiente o
entorno, como tampoco una sistematiza-
ción útil y completa de los recursos natura-
les. Llama la atención también que hasta
1986 no existiera en los planes de estudio
de Licenciatura en Biología en Concepción
una asignatura básica dedicada al estudio
del ambiente y de los recursos naturales,
más allá de los principios de Ecología que
se entregaban en la asignatura respectiva.
Finalmente, llama la atención que en la
gran mayoría de los programas de las demás
carreras universitarias profesionales y cien-
tíficas, incluyendo la mayor parte de las
menciones de Educación, no exista una
asignatura semejante de nivel básico aun
hoy día. La educación ambiental se hace
aún a nivel "artesanal", más por la convic-
ción que tenemos los investigadores y
educadores que debe hacerse, que por una
política dirigida, orientada hacia la búsque-
da de nuestros grandes objetivos de desarro-
llo.
¿Medio, ambiente, medio ambiente
o entorno?
Más allá de las acepciones de diccionario,
"medio" es un término esencialmente bio-
lógico que se refiere al conjunto de circuns-
tancias o condiciones físicas y químicas
externas a un ser vivo y que condicionan
sus actividades fisiológicas, incluyendo de-
sarrollo, crecimiento y reproducción. " A m -
biente" es esencialmente un sinónimo del
anterior, utilizando en forma más amplia en
la Ecología y en la Etología y que frecuente-
mente incluye tanto componentes abióti-
cos (físicos y químicos) como bioticos
(otros organismos vivos con los cuales cada
ser vivo interactúa). Tiene este último la
ventaja de ser más fácil de declinar que el
anterior ("ambiental", "ambientalista") y
es frecuentemente adjetivado, para signifi-
car algún tipo especial de ambiente ("am-
biente acuático", "ambiente desértico").
"Medio ambiente" es, por lo tanto, una
redundancia innecesariamente larga y que
no tiene ninguna ventaja sobre los términos
15
anteriores, a menos que se emplee como un
pleonasmo con el objeto de enfatizar la
idea. Finalmente, "entorno" es, entre todos
éstos, el sinónimo menos utilizado y, sin
embargo, el más preciso (incluye todo lo
que nos rodea). Lamentablemente, el con-
cepto encerrado en toda esta terminología
no está definido en forma clara en el lenguaje
cotidiano, como ocurre con tantos otros
términos que han pasado directamente de
la terminología científico-técnica a los me-
dios de comunicación (Hajek y Espinosa,
1986). Una forma de evitar discusiones
semánticas consiste en adoptar indistinta-
mente los términos ambiente y entorno, el
primero por su dilatado uso en la termino-
logía ecológica de habla castellana y el
segundo por su mayor precisión como por
la facilidad de comunicación que representa
su significado coincidente en francés
("environ") y su derivado en inglés ("envi-
ronment").
Los esfuerzos de los legisladores por
definir el concepto tras esta profusa termi-
nología no han sido muy exitosos en
nuestro medio. Uno de los varios proyectos
de ley ambiental propuesto en los últimos
años en nuestro país lo define como un
recurso (?) y agrega confusamente que es
"el conjunto y sistema resultante de la
interacción de los recursos y factores que lo
condicionan" (Ministerio de Agricultura,
1978). El último proyecto de Ley del
Medio Ambiente (Comisión Nacional de
Ecología, 1986) lo define más escuetamen-
te como "el entorno biogeofísico natural o
artificial dentro del cual desenvuelven su
existencia el hombre y los demás seres
vivos". Aunque tautológico e incompleto,
este último introduce el componente huma-
no, central al desarrollo del concepto.
Lo anterior no es extraño, pues aun
para los estudiosos de las Ciencias Ambien-
tales se trata de un concepto complejo,
multidimensional, muchas veces mal enten-
dido (Schnore, 1958; Duncan, 1964; Sly,
1972; Humphrey y Buttel, 1982). Los
aspectos a que hacemos referencia con
estos términos están casi siempre relaciona-
dos con una dimensión física (el entorno
"natural": calidad del agua, del aire, etc., y
16 LARRAIN

de una dimensión económica (disponibili- Continuación Tabla 1

dad de alimentos, reservas de combustibles,
— erosión existente y potencial
disponibilidad de otros recursos escasos).
— permeabilidad
Así, una definición operacional modificada — contenido de minerales
de la legislación ambiental norteamericana — potencial de contracción-expansión
(Rau y Wooten, 1980) considera entorno al
complejo de factores físicos naturales y (2) Topografía
artificiales, sociales, culturales, económicos — características generales
y estéticos que afectan a los individuos y a — altura
las comunidades humanas y determinan su — pendiente
forma, carácter, relaciones y sobrevivencia. — ubicación y características de la red
Esta definición incluye la necesaria voca- de drenaje
ción humanista del concepto, centrado en
(3) Condiciones del subsuelo
el entorno humano individual y social, pero
no deja fuera los aspectos naturales, holísti- — características geológicas
— fallas geológicas
cos, contenidos en la dimensión física,
— recarga de acuíferos
entre los que se encuentran la naturaleza y
los recursos naturales. Una de las caracterís- (4) Condiciones especiales
ticas más notables que encierra este último — planos de inundación
aspecto del concepto es la interrelación — singularidad del paisaje
entre cada uno de los componentes de este — potencial de corrientes de barro
ambiente, que forman una sola gran uni- — potencial de deslizamientos de tie-
dad, la biosfera o ecosfera, cuyo reconoci- rra
miento ha sido el gran aporte de la ecología — potencial de subsidencia
a las Ciencias Ambientales. — potencial de movimientos sísmicos
— líneas de conducción de energía
Sin embargo, una definición multidi- aéreas o subterráneas
mensional como la propuesta resulta dema- — acueductos u oleoductos
siado teórica, abstracta, lo que la hace ser — derechos de paso
poco aplicable. Por esta razón es convenien- — áreas de cárcavas
te acompañarla de una lista de componen- — irrigación
tes específicos o dimensiones que la com-
plementen. La lista que se entrega aquí (5) Condiciones climáticas
(Tabla 1) ha sido adaptada y ampliada de — precipitación anual
Rau y Wooten (op cit); no es completa ni — distribución estacional de la preci-
pitación
universal, pero tiene por objeto servir de
— temperatura media anual
herramienta, de modo que cada usuario o
— temperatura máxima y mínima
autor puede mejorarla y hacerla servir de — humedad relativa
marco de referencia para estudios específi- — potencial de vientos huracanados
cos. — potencial de crecidas de cursos de
agua
TABLA 1 — potencial de tormentas costeras.
DIMENSIONES DEL ENTORNO
(b) Vegetación, fauna silvestre y áreas natura-
1. ENTORNO FÍSICO (Natural y Artificial). les

a) Tierra y clima (1) Extensión y tipo de vegetación y fauna

silvestre
(1) Suelo — plantas endémicas o restringidas al
área
— clasificación — plantas en peligro, vulnerables, ra-
— características generales ras, indeterminadas o insuficiente-
— capacidad de carga mente conocidas
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL 17

Continuación Tabla 1 (d) Infraestructura y Servicios Públicos

— plantas declaradas monumentos na- (1) Abastecimiento de agua potable

turales — fuentes
— animales endémicos o restringidos — aforo
al área — calidad y pureza
— animales en peligro, vulnerables, ra- — red de distribución
ros, indeterminados o insuficiente-
mente conocidos (2) Alcantarillado

(2) Existencia o proximidad a sistemas (3) Rellenos sanitarios (basurales)

naturales singulares o únicos
— áreas de reproducción, nidificación (4) Colectores de aguas lluvias y drenaje
o reclutamiento de fauna silvestre
— ecosistemas costeros (litorales) (5) Recursos energéticos
— ecosistemas marinos (submareales) — electricidad
— ecosistemas lóticos, lénticos — gas natural
— ecosistemas estuarinos — petróleo
— bosques relictos — carbón
— bosques nativos — dendroenergéticos
— áreas del SNASPE — hidráulicos
— áreas bajo protección de algún otro
tipo (6) Infraestructura de Transporte
— vías camineras
— servicios de transporte terrestre
— estacionamientos
(c) Uso y destino de los terrenos adyacentes y — aeropuertos y helipuertos
características físicas de las construcciones — ferrocarriles
— puertos fluviales, lacustres o marítimos
(1) Tipo de edificación
— viviendas unifamiliares (e) Niveles de contaminación atmosférica
— construcción residencial en altura
— construcción industrial (1) Principales fuentes de contaminación
— construcción comercial atmosférica en el área
— construcción agrícola
— estacionarias
— construcción fiscal o semifiscal
— móviles
— espacios abiertos
— áreas mixtas
(2) Agentes contaminantes
(2) Densidades — smog
— sólidos en suspensión
— habitantes por k m 2
— olores
— viviendas por k m 2
— humo
— superficie industrial y/o comercial
— emisiones tóxicas o peligrosas
— superficie agrícola
— superficie forestal
(3) Frecuencia de inversiones térmicas y
estados de emergencia o alerta por
(3) Características de los edificios
contaminación del aire.
— altura
— diseño (4) Condiciones peculiares del sitio o área
— distribución
(f) Niveles de contaminación sonora
(4) División del terreno
— tamaño de los sitios urbanos (1) Fuentes de ruido
— tamaño de propiedades silvoagro- — móviles
pecuarias — estacionarias
18
Continuación Tabla 1
(2) Niveles de ruido del ambiente (back-
ground)
(3) Vibraciones
(g) Niveles de contaminación del agua
(1) Agua superficial y freática del lugar
— cuenca de drenaje
— fuente de agua
— cuerpos o cursos de agua con impli-
caciones sanitarias y/o recrea-
cionales
(2) Calidad del agua
(3) Uso y transporte de fertilizantes, insec-
ticidas, sustancias químicas potencial-
mente peligrosas y su efecto sobre
aguas lóticas y lénticas.
(4) Descargas de residuos industriales, agrí-
colas y mineros en cursos y cuerpos de
agua locales.
(5) Descargas de alcantarillado y aguas
lluvias en cursos y cuerpos de agua
locales.
2. ENTORNO SOCIAL
(a) Edificios y servicios comunitarios
(1) Ubicación y capacidad de escuelas,
liceos y otros establecimientos educa-
cionales.
(2) Parques, plazas y áreas verdes comuni-
tarias
(3) I n s t i t u c i o n e s culturales y recrea-
cionales establecidas en el área.
(4) Unidades policiales, de bomberos, de
salud y de asistencia social.
(5) Servicios de transporte local
(6) Vías públicas, accesos urbanos.
(b) Comercio y centros de utilización de fuer-
za laboral en el área.
LARRAIN
(c) Características de la comunidad
(1) Socioeconómicas
(2) Vida comunitaria y/o vecinal
— lugares de reunión, centros comuni-
tarios
— actividades comunitarias
— tamaño y distribución de la pobla-
ción
— condiciones de las viviendas
3. ENTORNO ESTÉTICO Y C U L T U R A L
(a) Existencia en el lugar o en las proximida-
des de sitios de importancia histórica,
arqueológica o paleontológica
— protegidos
— no protegidos
(b) Areas de belleza escénica, miradores, paisa-
jes naturales
(c) Bellezas arquitectónicas, paisajes urbanos
(d) Niveles de contaminación visual
(1) Botaderos o basurales urbanos domésti-
cos o industriales, rurales
(2) Publicidad excesiva o mal dispuesta
(3) Zonas urbanas descuidadas
— sitios eriazos
— viviendas abandonadas
4. ENTORNO ECONÓMICO
(1) Niveles de empleo y desempleo
(2) Niveles y fuentes de ingreso
(3) Base económica del área
(4) Uso y clasificación del suelo agrícola
(5) Propiedad de la tierra
- fiscal (estatal)
— privada
(6) Valores del terreno urbano y rural.
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
¿Bienes o recursos? ¿Naturales o artificia-
les? ¿Renovables o no renovables? ¿Reci-
clables o reusables? ¿Es posible una clasifi-
cación natural?
Una parte importante de nuestro entorno
lo constituyen los bienes o recursos que
éste nos provee. Más específicamente, todo
lo que el componente natural del entorno
nos entrega. De acuerdo a uno de nuestros
más destacados tratadistas, la teoría econó-
mica considera "bienes naturales" a la
mayoría de los bienes que se encuentran
disponibles en la naturaleza y a los que no
se ha agregado valor proveniente del trabajo
humano. Entre éstos, la tierra, en la que se
incluyen el terreno, suelo, subsuelo (los que
proporcionan principalmente las denomina-
das "materias primas" desde el punto de
vista productivo), el relieve (que determina
también la actividad productora), el agua
en todas sus formas, el clima y las denomi-
nadas "fuerzas naturales" que son, en
realidad, diversas formas de energía (Baltra,
1963: 131-138). Esta terminología ha sido
progresivamente sustituida en los últimos
años por la utilizada en las Ciencias Am-
bientales, en que se reemplaza el concepto
económico de "bienes" por el de "recur-
sos" y, por lo tanto, se habla de "recursos
naturales". Sin embargo, existen aquí áreas
grises, conceptualmente complejas o poco
definidas. Aun cuando la agricultura y la
ganadería, por ejemplo, utilizan un recurso
natural de base (el suelo), tanto el trata-
miento a que lo someten (fertilizantes,
pesticidas) como los recursos que entregan
no son naturales, sino más bien artificiales,
resultado de la aplicación intensiva de
ciencia y tecnología de alto nivel sobre el
suelo y variedades o híbridos de especies
vegetales y animales seleccionados o desa-
rrollados con fines productivos. Esta difi-
cultad se presenta normalmente también en
el caso de la silvicultura; los bosques
nativos son sin duda recursos naturales, en
cuanto son parte del componente original
del entorno. Sin embargo, los cultivos
intensivos de especies forestales autócto-
nas o introducidas se encuentran entre los
productos de esta tecnología y, por lo tanto,
19
no deberían ser considerados recursos na-
turales en sentido estricto. En parte, esta
confusión se debe a la doble connotación
del término "natural", como algo no inter-
venido por el hombre, y como algo prove-
niente de la naturaleza, pero se trata, en
realidad, de un espectro o continuum, en
uno de cuyos extremos están, por ejemplo,
el suelo, los minerales, las especies animales
o vegetales autóctonas o nativas, no artifi-
ciales, que se pueden utilizar directamente
(como en caza y pesca), y en el otro el
resultado de procesos industriales o agricul-
turales complejos, entre los que se encuen-
tran productos elaborados y variedades de
especies animales y vegetales obtenidas a
través de técnicas de selección, cultivo e
incluso ingeniería genética, absolutamente
artificiales (algunas han obtenido patente
de invención). En muchos casos, recursos y
productos forman parte de ciclos artificia-
les como el denominado ciclo de produc-
ción (Hubbert, 1969). Esta dificultad para
trazar una línea entre recurso natural y
producto es particularmente notable en la
agricultura sensulato, en la que los ecosis-
temas naturales se artificializan parcial o
totalmente para obtener un elevado grado
de productividad (Gastó, 1984).
Esta conceptualización más bien acadé-
mica no se aplica en el lenguaje cotidiano,
en el cual no parece necesaria mayor
precisión. Sin embargo, con el objeto de
contribuir a mejorar la comprensión del
término como se utiliza en las ciencias
ambientales, es considerado recurso natural
cualquier parte del ambiente o entorno
natural (atmósfera, suelo, agua, tierras,
bosques, fauna silvestre, minerales, etc.),
que el hombre requiere para su sobreviven-
cia o puede utilizar directa o indirecta-
mente para promover su bienestar. En esta
definición, cualquier parte se refiere, como
se ejemplifica, a factores simples o a una
combinación de factores físicos, biológicos
y funcionales (ecosistemas) y, por lo tanto,
indivisibles. Natural significa que no ha sido
transformado directamente por trabajo. Se
hace notar también que algunos de estos
recursos forman parte de las necesidades
vitales del hombre, mientras otros son
20 LARRAIN
útiles para mejorar su calidad de vida.
Asimismo distingue entre aquellos que se
utilizan directamente, tales como la atmós-
fera, o indirectamente, tales como las mate-
rias primas industriales. Esta utilización
(denominada también manejo) se hace prin-
cipalmente con el objeto de obtener pro-
ductos minerales, vegetales o animales, en-
tre los que destacan alimentos, fibras, agua,
madera y otros materiales para la vivienda,
energía y productos para la industria
(Gastó, 1985).
Los recursos varían naturalmente en
cantidad, reproducibilidad, mutabilidad, re-
novabilidad y reusabilidad. Son estas carac-
terísticas las que hacen que los distintos
recursos requieran técnicas diferentes para
su utilización o manejo y, por lo tanto,
resultan apropiadas para su sistematización
o clasificación. Tradicionalmente, los recur-
sos naturales han sido clasificados en reno-
TABLA 2
CLASIFICACIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES
1. PERMANENTES O INAGOTABLES
A) Inmutables o estables: no experimentan
mayores cambios adversos por su utiliza-
ción por el hombre; muchos son diversas
formas de energía.
(1) Energía atómica: fisión y fusión depen-
den de técnicas sofisticadas y requieren
de minerales abundantes en la corteza
terrestre; sin embargo su uso inadecua-
do encierra una amenaza de destruc-
ción y contaminación que la pueden
hacer indeseable.
(2) Energía eólica: es resultado de condi-
ciones climáticas; puede cambiar por
intervención humana sobre el clima,
pero no ser agotada o cambiar por
efecto del uso.
(3) Energía mareal: efecto de las mareas,
posible de aprovechar a través de con-
vables y no renovables. Los primeros com-
prenden recursos vivos, que se regeneran a
través de la reproducción, y los segundos,
recursos no vivos. En la práctica, sin embar-
go, esta distinción es insatisfactoria, pues se
trata de una medida relativa al tiempo de
renovabilidad (Dasmann, 1978). Por esta
razón, el modelo de clasificación que se
entrega en este trabajo (Tabla 2) está
basado en las características anteriores. Es
el resultado de modificación y síntesis de
varias clasificaciones y descripciones, entre
las cuales las más completas son las de
Dasmann (1978) y Owen (1980). Una
buena parte de ella, así como parte de los
comentarios anotados en cada caso han sido
sugeridos por mis alumnos o son producto
de conversaciones con colegas a lo largo de
varios años de preocupación por el tema.
Debe ser considerado como un marco de
referencia práctico y un recuento suscepti-
ble de ser completado y mejorado.
vertidores adecuados instalados en de-
sembocaduras de ríos o lagunas coste-
ras; la tecnología es cara y de carácter
experimental.
(4) Diferencial batitérmica oceánica: utili-
zable mediante convertidores (OTEC)
de tecnología compleja, cara y de
carácter experimental.
B) Rebajables por uso inadecuado: aun cuan-
do la cantidad total no disminuye por
efectos de uso, su calidad puede verse
rebajada por efectos directos o indirectos
de la actividad humana.
(1) Energía solar: la cantidad que llega a
las plantas verdes disminuye por efecto
de la polución; el efecto de invernadero
atrapa cantidades cada vez mayores,
aumentando la temperatura global.
(2) Atmósfera: contaminación por humo,
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
Continuación Tabla 2
gases de escape industriales, cloro-
fluorocarbonos degradan segmentos
bajos y altos de la atmósfera en la
forma de smog, lluvia ácida, disminu-
ción de la capa de ozono, aumento
global del CO2, etc.
(3) Océanos, lagos y ríos: aunque el ciclo
hidrológico asegura las cantidades rela-
tivas y el total de agua, las actividades
del hombre los contaminan con tasas
progresivamente mayores.
(4) Energía hidráulica de cursos de agua:
movida por gravedad a su cota cero
(nivel del mar) el agua caída sobre los
continentes proporciona una fuente
permanente de energía, al ser alimenta-
da permanentemente a través del ciclo
hidrológico. A u n cuando el volumen
total es constante en el largo plazo, su
utilización debe ser bien planificada
por las grandes modificaciones del en-
torno que acarrea su desarrollo.
(5) Paisajes o bellezas escénicas: lugares
con valores estéticos pueden ser daña-
dos por las actividades del hombre, aun
cuando son permanentes si se planifican
adecuadamente su uso y desarrollo.
2. AGOTABLES
A) Mantenibles: aquellos cuya permanencia
depende del método empleado por el
hombre para utilizarlos.
I) Inestables: recursos dinámicos, cuya
duración, perpetuación o mantención
en el tiempo depende de planificación
y manejo adecuados y cuyo uso inade-
cuado resulta en degradación o desapa-
rición con consecuencias adversas para
el hombre.
(1) Agua localizada: la cantidad y cali-
dad de agua ubicada en algún com-
partimiento específico del ciclo hi-
drológico es renovable en períodos
de tiempo que dependen del tiem-
po de residencia respectivo (días a
milenios), por lo que se la conside-
ra cíclica.
21
(2) Suelo: pierde fácilmente su fertili-
dad y una vez degradado se pierde
irremediablemente o puede ser re-
generado con alto costo y en largo
tiempo, por lo que se le considera
degradable.
(3) Bióticos: vivos; muchos llegan a
nosotros como productos de la
tierra (suelo) o como productos
del océano, lagos o ríos, después de
aplicación de manejo más o menos
intensivo (anteriormente llamados
renovables).
a) Productores: vegetales autotró-
ficos, plantas y algas fotosinte-
tizadoras que dependen de la
luz solar, agua, nutrientes (sales
minerales) y CO2 para su man-
tención.
b) Consumidores: dependen de
otros organismos para su nutri-
ción; primarios (consumen pro-
ductores), secundarios (consu-
men primarios), terciarios, etc.
c) Descomponedores: reciclan nu-
trientes de organismos muertos
o sus desechos al suelo.
II) Irrecuperables: recursos vivos; una vez
extintos no pueden ser reemplazados
jamás, pues son el resultado de cientos
de millones de años de evolución bioló-
gica. Conocemos menos de dos millo-
nes de especies biológicas, y se supone
existen más de diez millones en el
planeta. Con la destrucción de sus
hábitat están siendo exterminadas an-
tes de ser reconocidas, descritas o
evaluadas por su valor potencial en
productos naturales de diversa aplica-
ción.
a) Especies animales: información dis-
ponible sobre vertebrados chilenos
indica que hay 2 especies extintas,
51 en peligro de extinción, 88
vulnerables, 52 raras, 45 que no
conocemos suficiente y sólo 6 fue-
ra de peligro (incluye peces, anfi-
bios, reptiles, aves y mamíferos).
No existen datos sobre invertebra-
dos, pero sólo entre los de impor-
tancia económica hay al menos 6
especies en peligro.
22 LARRAIN
Continuación Tabla 2
b) Especies vegetales: información dis-
ponible sobre especies arbóreas y
arbustivas indica que hay 15 espe-
cies consideradas raras, 24 vulne-
rables y 11 en peligro de extinción.
c) Areas silvestres: no pueden ser re-
cuperadas o regeneradas idénticas
una vez destruidas. Del total de
75.6 millones de hás de superficie
de Chile, 12.1 millones son bosques
nativos no comerciales (16%). Del
total de territorio, algo más del
17% corresponde a áreas protegidas
del SNASPE.
B) No mantenibles: aquellos que cuando son
destruidos o consumidos no pueden ser
reemplazados.
I) Recuperables o reciclables: minerales
cuyo uso consuntivo es bajo y los
productos obtenidos pueden ser reci-
clados parcialmente.
a) Gemas: minerales preciosos o semi-
preciosos, de alto valor y escasos.
b) Minerales metálicos: algunos de los
metales extraídos son recuperables
por su alto valor, para ser sutiliza-
dos. Metales preciosos (oro, plata,
platino) y valiosos de uso no con-
suntivo (hierro, cobre, aluminio).
II) Irrecuperables: minerales de uso princi-
palmente consuntivo.
a) Energéticos: combustibles post-
orgánicos o fósiles, petróleo, car-
bón y gas natural, son fuente fre-
cuente de contaminación por gases,
producen calor y agua. Su combus-
tión es parcialmente la causa del
aumento de CO2 y temperatura
global.
b) Minerales metálicos: aquellos cuyos
metales tienen uso consuntivo con-
siderable como mercurio, plomo,
otros metales pesados de uso indus-
trial.
c) Minerales térreos: arena cuarcífera,
sal común, yeso, arcilla, caliza, etc.
Perspectivas futuras
El futuro de nuestro entorno
La mayor parte de los científicos que se
han ocupado de este tema en los últimos
años coinciden en que, después de dos
siglos de industralización, este entorno hu-
mano está siendo degradado progresivamen-
te. Los efectos de esta degradación son
evidentes a nivel global desde hace unos
cincuenta años, y ella aumenta inexorable-
mente. En su mayor parte, las causas se
encuentran asociadas a las actividades hu-
manas de industrialización y desarrollo. La
sociedad postindustrial presente soporta la
carga de la actividad incesante del "Homo
faber" de los últimos doscientos años.
Muchos de los efectos y consecuencias de
esta actividad, que hoy enfrentamos como
deterioro ambiental, fueron previsibles; las
lecciones que ello nos deja hacen ver la
necesidad de planificar ahora cuidadosa-
mente el futuro. Se trata de estudiar las
consecuencias futuras de las decisiones de
la política de desarrollo que se está
aplicando, de modo de prever los proble-
mas que podrían acarrear y encontrar
opciones alternativas que nos permitan
hacer la mejor elección consciente. Lo
opuesto equivale a enfrentar a la sociedad
humana del futuro a actuar tratando de
solucionar desastres inminentes, sin opcio-
nes y a mayor costo social de lo que cuesta
a la sociedad actual una planificación orde-
nada, con conciencia ambiental. En resu-
men, el futuro del entorno humano no está
predeterminado ni reservado a un clari-
vidente o una bola de cristal; el ambiente
del futuro está, en un sentido literal, en
nuestras manos y será lo que nosotros
hagamos de él.
Desarrollo y ambiente, una mirada
desde el pasado cercano
A fines de los sesenta y durante la década
de los setenta se llevaron a cabo en Europa
y los Estados Unidos una serie de estudios
que trataron de escudriñar el futuro de la
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
humanidad sobre una base científica. Estos
estudios permitieron identificar cinco fac-
tores como los más importantes limitantes
del desarrollo armónico de la sociedad
futura: 1) población humana, 2) recursos
naturales, 3) producción agrícola, 4) produc-
ción industrial y 5) contaminación. Dieron
al mismo tiempo la voz de alarma con
respecto a las perspectivas más bien catas-
tróficas que en aquel entonces ofrecía el
acelerado y poco organizado desarrollo del
mundo industrializado, y advirtieron la
necesidad de introducir control social sobre
las relaciones entre estos factores que ope-
raban con una suerte de desenfreno, a
objeto de corregir las influencias desmedi-
das de unos sobre otros (Meadows et al.,
1972). Estas ideas llevaron a la doctrina de
"crecimiento cero" (poblacional e indus-
trial), en discusión desde entonces. En este
mismo contexto se reafirmó una corriente
de sociólogos, comunicadores sociales y
científicos naturalistas neomalthusianistas.
Sus coincidencias con las ideas de su
inspirador, Malthus, no están tanto en los
aspectos económicos como en los demográ-
ficos. Entre ellos, los ecólogos humanos y
demógrafos mantienen hasta hoy su in-
fluencia a través de las políticas de planifi-
cación del crecimiento poblacional, pro-
puestas con dificultad a nivel mundial en la
Conferencia Mundial sobre la Población de
la ONU en Bucarest, 1974, y adoptadas
principalmente por las sociedades desarro-
lladas de Europa y Norteamérica.
Estudios e informes posteriores produ-
cidos por la comunidad científica interna-
cional sobre el mismo tema (Mesarovic y
Pestel, 1974; Schnaiberg, 1975) sugirieron
introducir modificaciones en la forma co-
mo este desarrollo se estaba llevando a
cabo, limitándolo y orientándolo a través
de políticas destinadas a reducir la tasa de
crecimiento de la población humana, regu-
lar la industrialización a un nivel que no
produjese niveles intolerables de contami-
nación ni agotamiento de los recursos, y
sobre todo, a desarrollar la tecnología de
modo de hacerla más eficiente en la utiliza-
ción de recursos y disminuir la producción
de desechos y contaminación.
23
Una perspectiva más reciente;
los conceptos de conservación y
desarrollo sustentable
Después de las proyecciones más bien
catastrofistas de aquellos primeros tiempos
de toma de conciencia ambiental global,
han seguido más recientemente opiniones
que enfatizan que, al contrario de lo
recomendado durante los años setenta (de-
tener el desarrollo), es imprescindible desa-
rrollar para permitir la adecuada conserva-
ción de la naturaleza. La condición nueva
introducida a este desarrollo es la de ser
ecológicamente sustentable, esto es, de
forma que satisfaga las necesidades de la
sociedad en el más corto plazo posible,
pero que no afecte negativamente al am-
biente, como ha ocurrido hasta ahora. Esto
significa desarrollar sin explotar hasta ago-
tar los recursos, sin promover la extinción
de especies vegetales y animales, sin obligar
a los habitantes del planeta a soportar
cargas enormes, insalubres y mortales de
desechos sólidos y líquidos, sin producir
contaminación irreversible de la atmósfera,
el agua y el suelo con sustancias químicas
residuales de procesos industriales, con
plaguicidas de dudosa efectividad en el
largo plazo, con metales pesados o radia-
ción.
Un segundo aspecto importante de las
políticas sugeridas incluye la necesidad
urgente de atender las necesidades de la
fracción social de extrema pobreza que
aumenta en el mundo entero, ya que sin
desarrollo y educación de este segmento no
es posible h a b l a r de conservación
(Eckholm, 1982). Estas recomendaciones
sobre políticas de desarrollo han estado
dirigidas a las sociedades del mundo entero
y son, por lo tanto, igualmente aplicables a
nivel local. Programas intensivos iniciados en
la década de los setenta por organismos
internacionales como la Conferencia las
Naciones Unidas de Estocolmo 1972, en la
cual se inició el Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),
intentan hasta hoy canalizar estudios y
planes en el mismo sentido, introduciendo
un aspecto ético necesario bajo el lema "la
24
Tierra no es nuestra; la tenemos en présta-
mo de nuestros padres para entregarla a
nuestros hijos". En este contexto, utiliza-
ción o manejo se hacen sinónimos de
conservación, definido dentro de la estrate-
gia mundial para la conservación de la
Unión Internacional para la Conservación
de la Naturaleza (UICN) como gestión de
utilización de la biosfera por el ser humano,
de tal modo que se produzca el mayor y
sostenido beneficio para las generaciones
actuales, pero asegurando su potencialidad
para satisfacer las necesidades de las genera-
ciones futuras. La conservación comprende
acciones destinadas a la preservación, el
mantenimiento, la utilización sostenida, la
restauración y el mejoramiento del entorno
natural (Eckholm, 1982).
Tareas para el futuro cercano
Podemos concluir de todo lo anterior que
el futuro del entorno y los recursos natura-
les está relacionado universalmente al
menos con los siguientes cuatro aspectos:
1) rápido incremento poblacional, 2) con-
sumo excesivo de recursos por parte de la
agricultura y la industria, 3) contaminación
del entorno, y 4) deterioro progresivo de la
ética ambiental. Podemos concluir también
que este futuro está en nuestras manos; es
imprescindible aplicar todos los esfuerzos y
conocimiento disponible, crear más conoci-
miento y educar, con el objeto de definir
políticas y planificar el desarrollo futuro
dentro de lo que es sustentable.
Consecuentemente, entre las tareas es-
pecíficas más importantes a realizar están:
1) interpretar la realidad nacional en el
aspecto poblacional y planificar consecuen-
temente, 2) determinar, a partir de los
intereses nacionales, regionales y locales, los
alcances más específicos del término sus-
tentable y planificar consecuentemente, y
3) establecer un régimen político-adminis-
trativo y jurídico participativo que asegure
efectivamente la protección del entorno.
En las páginas siguientes se hace un somero
tratamiento de estos tres aspectos, con
énfasis en los componentes regionales que
ellos tienen.
LARRAIN
La población chilena
La población de Chile tiene una tasa de
crecimiento moderado, semejante a la de
algunos países de Europa Occidental
(Sánchez, 1987), que disminuye lenta y
sostenidamente a pesar de los embates de
las cambiantes políticas demográficas de los
últimos veinte años, como muestra la
Tabla 3.
Otras cifras, aun cuando no plenamente
concordantes con las anteriores, indican la
misma tendencia, ya que la tasa de creci-
miento habría disminuido desde 2,5% en la
década del 50 hasta 1,4% en 1982 (Domic
y Cortés, 1984). Nuestra población actual,
de unos 12 millones, crece con un tiempo
de duplicación de aproximadamente cin-
cuenta años; a esta velocidad, de no mediar
grandes cambios en las tasas de natalidad
y/o mortalidad, alcanzaremos los cincuenta
millones en un siglo.
La política poblacional de los
últimos años y sus efectos a
nivel nacional
Desde la segunda mitad de los sesenta hasta
aproximadamente 1973, a través de directi-
vas administradas por el Ministerio de Salud
y dentro de un esquema neomalthusianista,
el Estado fomentó el control de la natali-
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
dad por diferentes medios, incluyendo faci-
lidades en la obtención de contraceptivos
orales y la instalación de DIUs.
A partir de 1974, y de acuerdo con el
espíritu cambiante expresado en el WPPA
("World Population Plan of Action") ema-
nado de la Conferencia de la ONU en
Bucarest de ese año, el Gobierno militar
estableció su posición, adhiriendo a la
moción presentada por la República Popu-
lar China y sustentada por varios países
africanos, Argentina, Albania, Rumania,
Cuba y Perú. Esta posición, conocida como
el NIEO (abreviatura de Nuevo Orden
Económico Internacional), elaboró un infor-
me de tres puntos, el tercero de los cuales
consistió en una recomendación "al mundo
desarrollado para que ejercite las acciones
que sean necesarias con el objeto de conser-
var recursos y eliminar desechos sin limitar
la capacidad de las naciones en desarrollo
para desarrollar su economía". Se sugirió
que las políticas de "crecimiento cero"
(poblacional) "no deberían ser implemen-
tadas en el mundo desarrollado si esta acción
afecta la deseada inversión en el mundo en
desarrollo o sus oportunidades de exporta-
ción". En la última etapa de deliberaciones,
el delegado de Chile dejó clara su posición
con respecto a que "no se justifica la
alarma frente a las proyecciones de la
(limitación de la...) capacidad de carga del
planeta, ya que existen vastos recursos no
explotados y los futuros avances de la
tecnología permitirán satisfacer las crecien-
tes demandas de la población humana,
permitiendo además controlar la polución"
(Humphrey y Buttel, 1982). Esto dejó
claramente establecido el espíritu anti-
malthusianista del Gobierno chileno. En
este contexto ideológico el agotamiento de
los recursos no tiene lugar o no es impor-
tante y se deja a los avances tecnológicos el
camino para resolver el problema de la
contaminación, por lo que no es deseable ni
necesario ningún tipo de control de la
población a nivel nacional o mundial; es
por el contrario el recurso humano el que
multiplica los demás recursos y resuelve
todas las dificultades (Simon, 1981; Cristi,
1985).
25
En 1980, con el auge y pleno desarrollo
de la doctrina de Seguridad Nacional, ODE-
PLAN explícitó una política "en resguardo
en primer lugar del patrimonio cultural
profundo del pueblo chileno respecto de la
concepción de la vida, como elemento que
no sólo posee un fin en sí mismo, sino que
juega además un rol básico en la Seguridad
Nacional y, en segundo lugar, para dar
cabida al crecimiento natural de una pobla-
ción consciente, sana, dueña de sí misma,
en una amplia concepción del grado de
libertad y, por tanto, de responsabilidad de
la que está facultada" (Domic y Cortés,
1984).
No muy de acuerdo con este predica-
mento, la tasa de crecimiento poblacional
no sólo no ha aumentado, sino que ha
seguido decreciendo, a pesar de que se ha
mostrado una importante disminución de
las tasas de mortalidad infantil (18,7 por
mil) y se ha logrado una importante exten-
sión en la esperanza de vida de la población
(71 años).
La situación poblacional regional
Si bien la tasa de crecimiento de la pobla-
ción chilena no parece alarmantemente
alta, al analizar el fenómeno poblacional
dentro del ámbito regional resulta impor-
tante el efecto de las migraciones sociales, es
decir, la forma como se ordena el creci-
miento dentro del territorio. Estas consisten
en desplazamientos interregionales de la
población, resultantes de fenómenos socio-
culturales complejos que comenzaron a ser
estudiados en el medio latinoamericano
sólo en la última mitad de la década de los
setenta (Alberts, 1977, in Sánchez y Bravo,
1989) y sólo en el último tiempo en
nuestro medio (Sánchez y Bravo, 1989),
relacionados con la atracción de las metró-
polis, grandes conurbaciones y centros de
actividad laboral sobre la población rural,
que en Chile es sólo el 19%. Este es el caso
específico del Gran Santiago, que agrupa el
39% de la población del país, con una tasa
de crecimiento del orden del 2,50%, consi-
derablemente mayor que el promedio na-
cional cercano al 2% anual (Lapostol,
26
1989), y el de las conurbaciones o "centra-
lidades" de las regiones, que también cre-
cen más rápido que las zonas rurales res-
pectivas.
El futuro y sus demandas
El crecimiento de la población del planeta
es, como se ha discutido antes, un factor de
preocupación global. De acuerdo a un
estudio de la Academia de Ciencias ameri-
cana, el planeta tiene una capacidad de
carga cercana a los diez mil millones de
habitantes, cifra que será alcanzada a poco
de pasar al tercer milenio de acuerdo a
las proyecciones más conservadoras. Chile
se encuentra entre los pocos países del
Tercer Mundo que no hace una contribu-
ción significativa a la tasa de crecimiento
mundial, del orden del 2% anual, y su
tasa decreciente de crecimiento poblacional
es un factor favorable para un crecimiento
económico sin el apremio de una masa
poblacional creciente, como ocurre en mu-
chos países en desarrollo.
Sin embargo, es urgente aumentar los
esfuerzos para resolver la situación de la
distribución desigual de las tasas de creci-
miento poblacional dentro del país, por la
distorsión social que este fenómeno crea.
Existen dos tipos principales de mecanis-
mos a través de los cuales se pueden
controlar estas desigualdades, que son sin
duda un freno al desarrollo armónico nacio-
nal y regional. El primer tipo, que podemos
calificar de activo, es el que debería resultar
de una efectiva planificación regional, en la
que se promueva la reubicación de la
población o al menos se desincentiven las
actuales tendencias de la concentración.
Lamentablemente, excepto por el fomento
a la colonización de áreas despobladas
desarrollado hasta ahora a menor escala
para satisfacer objetivos geopolíticos, y
algunas "erradicaciones" forzosas con du-
dosos resultados, no han existido esfuerzos
fructíferos en este sentido en los últimos
años. El segundo tipo de mecanismo es
pasivo y su proposición se la debemos al
gran biólogo, sociólogo, urbanista y pionero
del concepto de planificación regional in-
LARRAIN
glés Sir Patrick Geddes (1904, 1915).
Conocido como el ciclo de Geddes, es
esencialmente logístico y tiene que ver con
la disminución de la calidad de vida en estas
zonas sobrepobladas, las que se deterioran
al punto de resultar menos atractivas y
convertirse de metrópolis en necrópolis o
"ciudades cadáver". En este último caso,
un modelo cuasi-malthusianista, el aumento
de la población en forma exponencial, que
compite por recursos limitados (que en este
caso son varios de los componentes del
entorno, ver Tabla 1), agota, disminuye o
deteriora los mismos. El crecimiento se
frena totalmente, pero la situación de la
población sometida a la tensión constante
de una artificialización y sobrevivencia mi-
serable se torna sumamente volátil social y
políticamente. En un sentido figurado, si no
se aplica esfuerzo planificador a esta situa-
ción, las regiones pueden sentarse frente a
la puerta de su casa a ver pasar el cadáver
de su enemigo, el centralismo, que lleva en
sí mismo la semilla de su destrucción.
Aunque los primeros indicios ya están a la
vista en la Región Metropolitana (la insufi-
ciencia y congestión del transporte, la
contaminación atmosférica, la dramática
disminución de lugares de esparcimiento, el
relativamente mayor desempleo en la ciu-
dad de Santiago), lamentablemente este
proceso agónico podría demorar aún dece-
nas de años.
Tareas para el futuro
El abatimiento de estas distorsiones deberá
ser contemplado entre los objetivos de las
futuras políticas de descentralización, y
podrá lograrse sólo con una decidida acti-
tud de Gobierno, que incluya regular las
condiciones de habitabilidad e introducir
incentivos económicos tendientes a homo-
geneizar y regular las tasas diferenciales de
crecimiento poblacional de las regiones.
Dentro del paradigma de planificación des-
crito en la introducción del trabajo, en las
regiones además se debe planificar para
armonizar este crecimiento intrarregional-
mente y no repetir los errores del pasado.
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
El desarrollo sustentable,
estudio de un caso
El recurso pesca pelágica
Chile aportó en 1988 un total aproximado
de 5 millones de toneladas (m.t.) de desem-
barques de pescado, un 5,4% del total
mundial de 93 m.t. Una situación seme-
jante se dio en 1987, año en que el 87,3%
de los 4,65 m.t. desembarcados estuvieron
basados en tres especies ícticas, la sardina
española (Sardinops sagax), el jurel
(Trachurus murphyi) y la anchoveta (En-
graulis ringens). De éstos, 1.35 m.t. del
total de 2.2 m.t. de sardina española
correspondieron a la I Región, 1,38 m.t. del
total de 1,77 m.t. de jurel correspondieron a
la VIII Región, en donde se pesca industrial-
mente, y las 335.000 toneladas de anchove-
ta se pescaron desde la I a la V y en la V I I I
Región. Así se puede considerar a la I y
V I I I Región como las más importantes con
respecto a los tonelajes de desembarques de
estas tres especies, los más importantes
recursos de la pesca pelágica chilena.
Aquellos orientados a las cifras en
dólares que frecuentemente acompañan es-
te tipo de análisis pueden encontrarlas en el
documentado artículo de Stapplefield
(1987). Las he omitido aquí, pues mi
interés está dirigido más bien a mostrar
que, aun cuando los valores parecen indi-
cadores de riqueza, el manejo de los tres
recursos es francamente desastroso, y se
está repitiendo la situación reconocida por
los biólogos pesqueros en los colapsos de
varios otros recursos similares, como la
anchoveta del Perú y Chile en la década de
los setenta (Idyll, 1973) y la sardina del
Pacífico en California.
Las proyecciones
Si bien las proyecciones de la captura del
recurso pesca hechas con técnicas aplicadas
por igual a recursos bióticos y de otros
tipos pueden ser extrapoladas con técnicas
estadísticas, es sólo en forma espuria que
los valores proyectados coinciden con los
reales. Así, por ejemplo, Sánchez (1987)
27
desarrolló con un modelo polinomial de
segundo orden una estimación de la pro-
ducción de pescado en Chile a partir de los
datos de desembarque entre 1949 y 1971.
De acuerdo a esa estimación, Chile debería
haber desembarcado 5 m.t. en 1988 (fue-
ron 5 m.t.) y llegar a los 10 m.t. en 2008,
con un intervalo de confianza de la esti-
mación que permite un valor mínimo de
unos 6.5 m.t. y un máximo de unos 15 m.t.
Esta proyección, como otras que no consi-
deran que son recursos agotables ni involu-
cran los límites en la capacidad de recupe-
ración del recurso, induce a pensar que
éstos pueden ser explotados más que utili-
zados racionalmente, y contribuye a crear
la falsa ilusión de que se puede basar sobre
ellos un desarrollo sostenido con sólo au-
mentar el esfuerzo que se aplica para
capturarlo. Lamentablemente, las cifras rea-
les muestran un cuadro menos optimista
que estas proyecciones.
La realidad
Como se puede apreciar de la Figura 1, los
desembarques de las tres especies analizadas
han aumentado en forma irregular pero
sostenida en el período 1976-1985. Esto es
debido principalmente al relevo entre los
tres recursos utilizados, al aumento del
tonelaje total, modernización y desarrollo
tecnológico, expansión de las áreas de
pesca y aumento de la eficiencia de la flota
industrial cerquera (Bóhm et al., 1987). Sin
embargo, y a pesar de ello, la tendencia
general es decreciente a partir de 1985. Un
análisis de los componentes de esta curva
señala que la captura de sardina española
muestra una típica sobreexplotación; el
desembarque es decreciente, y tiende hacia
un colapso que fue anunciado ya en 1983
(Bitrán y Rutman, 1984). Cifras no oficia-
les indican que en 1988 el tonelaje fue
cercano a 1.48 m.t. (Arrizaga, comunica-
ción personal), menor que el obtenido en
1979 con una flota muy inferior. Por otra
parte, la anchoveta tuvo en 1986 un au-
mento muy superior a la tendencia, que
contribuyó marcadamente al máximo en el
desembarque total de ese año, pero dismi-
28 LARRAIN
nuyó al año siguiente a sus niveles de base
menores de 0.5 m.t.; el desembarque en
1988 fue cercano a 0.90 m.t. (Arrizaga,
comunicación personal). Lo anterior repre-
senta un comportamiento irregular que
caracteriza a un recurso que no se ha
recuperado después del colapso de la déca-
da de los 60, en que llegó a representar la
mayor parte de la pesca pelágica en el país.
Una situación temporalmente distinta es la
del jurel, cuyo valor de captura máxima
permisible (rendimiento máximo sostenido)
ha sido estimado oficialmente en 1 m.t.
anuales (Bohm, op cit.) Ya en 1985 se
llegó a la explotación plena del recurso
(Espinoza et al., 1989); sin embargo, los
desembarques han seguido aumentando, Sin
que se observe aún una franca disminución
en la captura. Datos extraoficiales para
1988 indican que el desembarque fue de
2,19 m.t. (Arrizaga, comunicación perso-
nal), superior al doble del límite máximo
sugerido por estudios oficiales citados an-
tes. En corto plazo, el recurso mostrará
signos de sobreexplotación y disminución
de los tonelajes de desembarque, como
ocurre actualmente con la sardina española.
Un rol importante en la generación de
esta situación lo tiene, sin duda, la falta de
una normativa eficiente que permita orde-
nar la utilización de estos recursos y sus-
traerlos efectivamente del régimen de pro-
piedad común. Los resultados de la actual
legislación, que data de 1931 (modificada
parcialmente en 1956 y 1964) y de su
administración por los organismos del Esta-
do, están a la vista.
El futuro
¿Y después, qué? Seguramente la pesca de
profundidad de especies demersales, actual-
mente poco desarrollada y poco conocida
desde el punto de vista biológico-pesquero,
pasará a tener un rol de importancia seme-
jante a la pelágica. Terminará también
colapsada por el tesón incontrolado del
desarrollo sin control ni orientación en un
sistema de res nullius, propiedad de nadie
o propiedad común. A ésta se agregarán
otros recursos, mientras duren, y se repeti-
rá este tipo recurrente de mala utiliza-
ción de un recurso para promover un
desarrollo no sustentable. A menos que
decidamos, como nación, hacer algo al
respecto y orientar nuestro desarrollo de
acuerdo a las recomendaciones ya citadas
anteriormente.
Tareas inmediatas
Los biólogos pesqueros, profesionales pes-
queros, pescadores artesanales e industriales
y el sector laboral pesquero deben llegar a
un entendimiento respecto de la necesidad
de colaborar en la regulación de la pesca en
el país, ya que está de por medio el interés
nacional. El sector estatal debe proponer
una legislación realista, que en lo principal
debe ser 1) informada, es decir, con base
científico-biológica, y 2) participativa, esto
es, debe proveer un ambiente de colabo-
ración entre los diferentes sectores involu-
crados. Para lo primero deben proveerse
recursos tanto por parte del sector privado
como estatal que incentiven a la comunidad
científica a aplicar sus afanes en este
campo, pues no es posible dejar estos
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
estudios librados a reparticiones mal finan-
ciadas o a la iniciativa de los científicos
universitarios. Para lo segundo, la ley debe
crear comisiones administradoras regionales
a lo largo del país. Esto tendería a revertir
la actual situación en que las atribuciones y
capacidad real de los organismos pesqueros
regionales son ínfimas. Una real capacidad
de decisión local podría mejorar las op-
ciones de éxito de una política pesquera
sana, que asegure la mantención del recur-
so. No hay duda que las regiones tomarían
esta tarea con la mayor seriedad e interés;
un colapso de las pesquerías dañaría más y
primero a las regiones eminentemente pes-
queras (I y VIH), cuya economía local se
vería afectada en forma más aguda y en
donde se generaría mayor desempleo. Basta
con recordar los desastrosos efectos del
colapso de la anchoveta en la década de los
60 y el de la sardina común a mediados de
los 70, en el Norte, con un sector pesquero
mucho menos gravitante que el actual en el
contexto regional y nacional.
Otros aspectos de la legislación deberán
regular el destino de los desembarques,
actualmente reducidos a la forma de harina
y aceite de pescado en más de un 90%
(Stapplefield, 1987). La subutilización
actual del recurso no sólo causa el desper-
dicio de un alto porcentaje de biomasa,
sino que impide aumentar su valor agregado
y aprovechar los efectos indirectos sobre la
industria secundaria que se crearía si se
dedicara un porcentaje mayor al consumo
humano directo (Bitrán y Rutman, 1984).
Deterioro progresivo
de la ética ambiental
La propiedad del entorno
Como hemos discutido antes, el entorno en
su dimensión total, tanto como los recursos
naturales en particular, ha estado someti-
to en el mundo entero al régimen de
propiedad común o res nullius. En pocas
palabras, esto significa que los ríos, lagos,
océanos, superficie terrestre, atmósfera
han sido utilizados hasta su agotamiento
29
como depósitos de desechos, con poca o
ninguna limitación social. Por otra parte, en
países desarrollados en el pasado y en
países en desarrollo en la actualidad los
recursos naturales han sido y son utilizados
sin limitación que no sea la inversión de
capital y la capacidad tecnológica disponi-
ble, llevándolos en muchos casos a su
agotamiento por mal manejo. Situaciones
como estas han hecho crisis en el mundo
entero en los últimos años, por lo que
Hardin (1968, 1986) las ha denominado
colectivamente "la tragedia de los comu-
nes". La respuesta de las sociedades afecta-
das en los países desarrollados ha sido la
implementación de legislación cada vez más
estricta y eficiente, en ausencia de una
actitud conservacionista "natural" que pre-
venga la repetición de estos desastres am-
bientales.
Perspectiva de la administración
ambiental en Chile y las regiones
En la práctica, los que hemos tenido algún
grado de participación en la gestión am-
biental en Chile en los últimos años hemos
encontrado que, excepto contadas excep-
ciones, no existe una ética conservacionista
de nivel individual, institucional ni estatal.
Los escasos organismos estatales centrales y
regionales ambientales, como las Comisio-
nes de Ecología, fueron creados para aseso-
rar a autoridades centrales, regionales o
provinciales, sin una política definida, sino
más bien en forma oportunista, para resol-
ver situaciones de hecho y sin instancias de
decisión o respaldo financiero para ordenar
estudios o medidas de protección. Fueron
creadas a partir de 1985 como una forma
de precaución frente a la responsabilidad
que el Artículo 19 de la Constitución de
1980 otorga al Estado (velar por el derecho
ciudadano a un ambiente libre de contami-
nación y tutelar la preservación de la
naturaleza) y no han sido activadas en
nuestra región ni provincia desde 1987.
Esta precaución debió parecer necesaria,
puesto que el mandato constitucional no se
cumple actualmente, con una legislación
ambiental dispersa,, extensa, compleja,
30 LARRAIN
excesivamente coercitiva (o por lo mismo
extraordinariamente liberal, al no proveer
los mecanismos para que pueda ser aplicada
efectivamente), y con un alto grado de
superposición entre diferentes cuerpos jurí-
dicos. Esto ocurre con frecuencia en aspec-
tos específicos como contaminación de
cursos de agua, en que, por ejemplo,
participan más de nueve reparticiones con
atribuciones y obligaciones dictadas por
diferentes decretos, leyes, decretos ley,
reglamentos, etc. (Larraín et al. 1988),
pero que no están forzados a (o no tienen
medios para) hacerlos cumplir. Sin embar-
go, si no existen actualmente política y
legislación adecuadas no es por falta de
inspiración, interés o conocimientos, como
se puede apreciar de un proyecto de ley
sobre conservación propuesto por el Minis-
terio de Agricultura en 1977 y que se
iniciaba con los siguientes considerandos:
"Que el Acta Constitucional N° 3 (hoy
artículo de la Constitución de 1980)
garantiza el derecho a vivir en un medio
ambiente libre de contaminación y de-
clara deber del Estado velar por que
este derecho no sea afectado y tutelar
la preservación de la naturaleza.
"Que forman parte principal de la
naturalza los recursos naturales reno-
vables, que son aquellos susceptibles de
regeneración y, por ende, de ser someti-
dos a algún uso y mantener, no obstan-
te, su potencial productivo.
"Que en nuestro país, los recursos
naturales renovables sufren un evidente
proceso de deterioro debido a un mane-
jo inadecuado, falto de las prácticas que
aconseja el progreso tecnológico, lo que
con el transcurso del tiempo se ha
traducido en una disminución generali-
zada de su capacidad de producción,
como es el caso de los suelos, amenaza-
dos por la erosión, el avance de las
dunas y el desierto, el desordenado
crecimiento de las zonas urbanas y el
detrimento de toda especie de sus
bondades germinativas; de las aguas, de
la atmósfera, cada vez más escasas y
carentes de la pureza y calidad que
debieran poseer en su carácter de ele-
mentos fundamentales para la vida del
hombre y de los animales y vegetales;
de la flora y la fauna, muchas de cuyas
especies explotables y valiosas se en-
cuentran ya extintas y en inminente
peligro de desaparecer otras; y en gene-
ral, del medio ambiente, ostensiblemen-
te contaminado no sólo en las grandes
urbes sino que en las áreas rurales,
fluviales y marítimas.
''Que las condiciones históricas impe-
rantes exigen la optimización de todo el
acervo productivo del país, tanto para
lograr objetivos económicos específicos
como para obtener, en definitiva, la
satisfacción de las necesidades materia-
les y espirituales de sus habitantes,
principio que al ser aplicado a los
recursos naturales renovables conlleva
el deber de aprovechar integralmente
éstos, sin producir deterioro y con
miras a mantener y enriquecer sus
aptitudes y utilidades en forma perma-
nente, en beneficio de sus propietarios,
tenedores, usuarios y los habitantes en
general, como igualmente en procura de
resguardar el patrimonio constitutivo
de la herencia nacional por la que ha de
responderse ante generaciones futuras".
Los considerandos de este Proyecto de
Decreto Ley contienen un credo y las bases
de una política ambiental que difícilmente
podría ser expresada mejor y más comple-
tamente en un cuerpo legal. Lamentable-
mente fue escrito hace más de diez años,
archivado y olvidado; nunca fue hecho ley.
Posteriormente, aun cuando fueron estudia-
dos a diferentes niveles por expertos, tanto
científicos como juristas, ni éste ni un
proyecto subsecuente de "ley marco" pro-
puesto por la Comisión Nacional de Ecolo-
gía (CONADE) en 1986 llegaron a ser
despachados. La así llamada "Ley de Pro-
tección del Medio Ambiente" sigue con la
última prioridad entre las leyes constitucio-
nales pendientes de aprobación. Entretan-
to, sin embargo, han sido sometidos a
discusión otros proyectos que, relacionados
con el ambiente, sólo tocan aspectos parcia-
les de la utilización de algunos recursos
naturales, claramente motivados por su
 AMBIENTE, CALIDAD DE VIDA Y DESARROLLO REGIONAL
importancia económica, como la controver-
tida Ley de Pesca, o que se refieren a
aspectos ambientales de zonas de interés
especial como la Ley del Territorio Maríti-
mo, aumentando la dispersión y la superpo-
sición entre cuerpos jurídicos ya referida.
Tareas específicas para los
futuros legisladores
Es imprescindible contar con una política
ambiental clara y definida, con una base
informada, centrada en los conocimientos
que tenemos sobre el entorno y su funcio-
namiento, que propicie el desarrollo susten-
table que, como se ha expresado antes, es
condición necesaria para la conservación.
Esta política debe quedar expresada a
través de legislación adecuada, moderna,
encargada para su administración y fiscali-
zación a organismos con capacidad efectiva
de cumplir y hacer cumplir el mandato. En
forma específica, deben agotarse los esfuer-
zos para discutir y aprobar en el corto
plazo una ley marco, o en su defecto un
nuevo texto de ley ambiental que refunda y
actualice la legislación existente. Esta ley
debe incluir una instancia de decisión local,
de modo de llevar las decisiones ambienta-
les a un nivel participativo. Esto último es
particularmente importante, puesto que la
experiencia de algunos países como los
Estados Unidos muestra que ante la falla
del denominado ''monopolio coercitivo del
Estado" en el área de la legislación ambien-
tal, la mejor solución es la instaurada por el
Acta de Política Ambiental Nacional ameri-
cana (NEPA, 1969), a través del proceso de
integración de grupos de interés, comuni-
dad productiva y comunidad científica, en
un sistema combinado de 1) estudio cientí-
fico-económico de impacto ambiental de
los proyectos de desarrollo, 2) audiencias
públicas de información y discusión, 3)
técnicas de evaluación de alternativas, 4)
análisis y toma de decisiones por grupos
expertos, y 5) eventual dictamen jurídico
encargado a los Tribunales de Justicia.
Este proceso se debe encuadrar dentro
de nuestro sistema político-administrativo,
representando una instancia de descentrali-
31
zación en la toma de decisiones al llevar a
las regiones y comunidades la decisión
informada sobre los programas y proyectos
de desarrollo con incidencia en el entorno.
Parte de la decisión sobre la precisión del
concepto de desarrollo sustentable se en-
cuentra aquí; en un país con geografía e
idiosincrasia como la nuestra no es conve-
niente proceder con criterio uniforme sobre
proyectos que involucran, por ejemplo, la
disponibilidad y uso del agua, como ocurre
con el actual Código de Aguas. En zonas
como el Norte Grande, en donde el déficit
para el consumo humano es una limitante
importante para mantener y mejorar la
calidad de vida, tiene primera prioridad
indudable el consumo directo, y el desarro-
llo de nuevos proyectos de cualquier índole
deberá incluso considerar procedimientos
tan innovadores y caros como sea necesario
para obtenerla y proporcionarla a la pobla-
ción. En proyectos similares en la zona
centro-sur, en que el agua es aparentemente
abundante, pero representa un valioso ele-
mento por el que compiten la población
humana y los proyectos de desarrollo in-
dustrial, agrícola y silvícola, deberán hacer-
se cuidadosas decisiones sobre uso y desti-
no del recurso, en las cuales los diferentes
sectores de la comunidad deben hacer pesar
sus necesidades e investigar las proyeccio-
nes futuras. Finalmente, una situación aun
más diferente es la del sector occidental
del extremo sur-austral, en que la disponibi-
lidad de agua es mucho mayor y en donde
no es la competencia por su uso y destino
lo importante, sino las dificultades de
manejo del recurso en relación con la
delicada capa vegetal, la erosión, los torren-
tosos cursos de agua, la utilización del
suelo, etc. Así, pues, en nuestro país más
que en muchos otros, el desarrollo susten-
table debe estar en relación con la realidad
local y, por lo tanto, debe definirse local o
regionalmente.
Un último aspecto complementario de
lo anterior debe ser la creación de Tribuna-
les Administrativos, que conozcan, entre
otras, de situaciones derivadas del incumpli-
miento de obligaciones prescritas por la ley
a los organismos encargados de materias
32 LARRAIN
ambientales. De este modo habremos avan-
zado un paso importante por la vía para
ejercer como pueblo democrático nuestros
derechos, y para procurar que tanto el
Estado, las grandes empresas e industrias
como el individuo común cumplan con la
tarea de dar forma adecuada al futuro del
ambiente.
Agradecimientos
Partes del manuscrito fueron comentadas por
algunos de mis colegas y estudiantes, quienes
aportaron valiosas sugerencias. Por limitaciones de
espacio, sólo algunas de éstas fueron incorporadas.
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