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Contracultura y luz del mundo.

El mundo de hoy, parece moverse en torno a ciertos bienes que resultan atractivos.
Millones de seres humanos, corren detrás de una variada gama de intereses, en los que
esperan alcanzar su felicidad. Podemos buscar aumentar nuestras rentas, acrecentar
nuestras propiedades, gozar en fiestas interminables o alcanzar una sublime fama. Cada
uno corre detrás de un sueño, en el que espera hallar su bienestar. Hay una multiplicidad
de estilos de vida, en los que la gente espera encontrar algo de satisfacción. A menudo,
nos topamos en los medios de comunicación, con el ridículo espectáculo de fantoches
que proponen sus ideales ilusorios. Millonarios, vedettes, travestis y engendros de todo
tipo, deambulan por doquier. Ellos son los nuevos paradigmas del bienestar, que los
espectadores miramos como íconos inalcanzables. Con un orgullo desbordante, hacen
gala de sus dotes y su estilo de vida, que se muestra como un ejemplo a seguir. Pero
cuando su alma vacía queda al desnudo, la angustia y la desesperación, muestran su cara
oculta. Cuando descubren que su fama es efímera y que pronto formarán parte de la
masa desechada, sus seguridades comienzan a desmoronarse. Por ello, el Papa
Benedicto XVI, en su entrevista titulada “Luz del mundo” nos dice: “Se ve que el
hombre aspira a una alegría infinita, quisiera placer hasta el extremo, quisiera lo
infinito. Pero donde no hay Dios, no se le concederá, no puede darse. Entonces, el
hombre tiene que crear por sí mismo lo falso, el falso infinito” 1. Nos encontramos
rodeados de paraísos ilusorios por todos lados. Pero las drogas, el alcohol, el dinero
fácil o la impunidad ante la normas, no alcanzan a calmar ese deseo de infinito, que se
oculta en las profundidades del alma humana.
Por ello, para la cultura católica, el único centro del que se derivan todos lo bienes
está en Dios. Sólo en una profunda vida espiritual, que reconoce a los bienes creados
como aquellos que pueden conducirnos a la salvación, se encuentra la plenitud de la
vida. De alguna manera, se trata de seguir aquellas célebres enseñanzas de san Ignacio
de Loyola, con las que inicia la primera semana de sus “Ejercicios espirituales”: “El
hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y,
mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para
el hombre y para que le ayuden a conseguir el fin para el que es creado. De donde se
sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden par su fin, y tanto debe
privarse de ellas cuanto para ello le impiden”2. Hay miles de caminos que nos conducen
a la felicidad, pero un solo destino. Si perdemos de vista esa luz que nos espera al final
del trayecto, la consecuencia lógica será la angustia.
Pero ese faro que ha significado por muchos años la Iglesia católica; ha perdido algo
de su brillo. Los últimos acontecimientos la han conducido a una profunda crisis. Ella se
ha hecho palpable, en los cientos de sacerdotes que se han alejado del ideal de santidad.
Quienes deberían se ejemplo de santidad y perfección, han dejado una herida profunda
en la institución que los cobijó. En palabras de Benedicto XVI: “Hay que decir que es
una gran crisis. Ha sido estremecedor para todos nosotros. De pronto, tanta suciedad.
Realmente ha sido como el cráter de un volcán, del que de pronto salió una nube de
inmundicia que todo lo oscureció y ensució, de modo que el sacerdocio, sobre todo,
apareció de pronto como un lugar de vergüenza, y cada sacerdote se vio bajo la
sospecha de ser también así… Ver de pronto tan enlodado el sacerdocio y, con él, a la
misma Iglesia católica en lo más íntimo era algo que, realmente, primero había que

1
Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder, Buenos Aires, 2010, pág 74.
2
Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 23.

1
asimilar. Pero al mismo tiempo, no había que perder de vista que en la Iglesia existe lo
bueno, y no sólo esas cosas terribles”3.
Entonces, cuando la Iglesia parece deja lugares vacíos, estos van siendo ocupados
por una cultura opuesta. Los medios de comunicación, repletos de quienes promueven
este mercado de felicidad barata y efímera, van desdibujando los milenarios valores. Así
se va determinando un horizonte de falsos ideales, que aspiran a vivirse en sociedad. Sin
una mirada crítica de sus mensajes, resulta difícil alcanzar un nivel espiritual razonable.
En la cultura predominante, parecería imponerse con claridad un pensamiento débil,
donde todo vale y el relativismo muestra su imperio. En nombre de la libertad y la
tolerancia, todo está permitido y la ética va perdiendo su rigor. La vida ya no es
respetada desde su concepción, la idea tradicional de familia se desdibuja, los sobornos
aparecen como algo normal y el bien se puede amoldar a cualquier norma. Por ello, el
catolicismo sufre los ataques de esta cultura errática. En medio de una tempestad de
podredumbre, cualquier cosa se presenta como un valor. Mientras que mantener la
confianza en los valores que permanecen inalterables a través de los siglos; se presenta
como una actitud anticuada. Y puesto que en los tiempos que corren todo es obsoleto,
las tradiciones y las buenas costumbres, también parecen serlo.
Pero detrás de estos horrores, que ha cometido la Iglesia, se observan muchas luces y
signos de esperanza. “También es importante no perder de vista, al mismo tiempo, todo
lo bueno que acontece a través de la Iglesia: no dejar de ver a cuántos seres humanos se
está ayudando en el sufrimiento, a cuántos enfermos, a cuántos niños se acompaña,
cuánta ayuda se presta. Pienso que así como no debemos minimizar lo malo, en igual
medida tenemos que estar agradecidos y poner a la vista cuánta luz se difunde desde la
Iglesia católica. Si la Iglesia dejara de estar presente, significaría un colapso de espacios
vitales enteros…Se ve, que en este momento, el cristianismo está desplegando al mismo
tiempo una creatividad totalmente nueva… En Brasil, por ejemplo, hay un gran
crecimiento de las sectas… Pero hay también nuevas eclosiones católicas, un
dinamismo de nuevos movimientos… Hay un vigor de surgimiento y de nueva vida…
O bien pensemos en lo que significa la Iglesia para África. Allí, ella es a menudo lo
único que permanece entre los trastornos y destrucciones de las guerras, es el único
refugio donde se hace algo por los seres humanos. Ella se compromete para que la vida
pueda continuar, para que se atienda a los enfermos, para que puedan venir niños al
mundo y sean educados. Ella es una fuerza de vida que siempre de nuevo suscita
entusiasmo y, después, crea nuevos caminos”4.
Detrás de las equivocaciones de la Iglesia y su crisis; se observa la ofensiva de todo
un grupo de hombres, que sueñan con ponerla de rodillas. Ello se debe a que en los
tiempos que vivimos, la vida espiritual y la defensa de valores milenarios, tienden a
desdibujarse. Hay un ateísmo militante que lo va impregnando todo. Una especie de
cultura de la muerte y lo efímero, donde la verdad y el bien desaparecen. Así parecería
que seguir los lineamientos del cristianismo y sus enseñanzas, se transforman en algo
demodé. Por ello, permanecer dentro del catolicismo, comienza a perfilarse como una
especie de contracultura. Las revoluciones culturales, no son un invento de la década del
60 y del movimiento hippie, sino que son tan antiguas como la humanidad. Siempre ha
habido una cultura imperante y hombres que han intentando modificarla. Hay un gran
número de hombres que han formado parte de esta contracultura. Sócrates lo ha sido por
su oposición a los sofistas, Cristo como signo de contradicción para el imperio romano
y Gandhi dando lugar a la mayor democracia del mundo. Hay una infinidad de cosas en
los medios de comunicación, que poseen una terrible carga tóxica. Enfrentarse a ellas,
3
Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder, Buenos Aires, 2010, pág 36.
4
Op cit, pág 44.

2
hará que nos tilden de locos o anticuados. Pero tener una actitud de oposición a ellas,
parece algo razonable. “El hecho de que hay una contaminación del pensamiento que
nos conduce ya anticipadamente a perspectivas erróneas no puede ignorarse. Liberarnos
nuevamente de ello por medio de una verdadera conversión… es uno de los desafíos
cuya evidencia se ha hecho ya visible a nivel general” 5. Es hora de enfrentarnos a este
paradigma sin rumbo fijo, renovando las tradiciones espirituales que hemos heredado.
Así el catolicismo, comienza a formar parte de una contracultura. Como signo de
contradicción, representa valores y estilos de vida, que chocan con los que los que
medios intentan establecer. Hay toda una serie de tendencias y modas sociales, que se
alejan notablemente de los valores milenarios que ha propuesto el cristianismo. Por ello,
la Iglesia se les aparece como una institución organizada y visible, cuyos actos afectan a
miles de personas que desprecian sus ideales. Sin poder en los medios y considerada
como una reliquia, se aparece como un sistema cultural que resiste. Sin duda que no
tiene un oponente manifiesto. Pero en el fondo de nuestra cultura, se observa una
especie de ateismo militante que pugna por trastocarlo todo. Hay una especie de odio
manifiesto contra las tradiciones, las costumbres, los valores y todo lo que representa
algo establecido de antemano. Ser católico, ante los ojos del mundo, se aparece como
una actitud marginal y despreciable. Pero que tiene el poder y la capacidad de
convicción, que le dan sus tradiciones milenarias.
Un ejemplo de este desprecio por las tradiciones y las buenas costumbres, ha sido la
proliferación de los nuevos estilos de uniones civiles. Con ello se ha logrado
desprestigiar la institución del matrimonio, cuya esencia se ha desdibujado El
matrimonio en la actualidad parecería se cualquier cosa, más que la unión de un hombre
y una mujer con el fin de perpetuar la especie. “Muchos afirman que el matrimonio
monógamo ya no existe más… El matrimonio monógamo forma parte del fundamento
sobre el que se basa la civilización de Occidente. Si se derrumba, se derrumba algo
esencial de nuestra cultura”6.
Vemos entonces, que nuestra cultura comienza a caminar a la deriva, sin rumbo fijo
alguno. La verdad se desdibuja y cualquier cosa tiene apariencia de bien. Miles de seres
humanos viven en la mentira y son engañados, con los falsos paraísos que se les quiere
vender. Pero detrás de los millones de alternativas que se nos proponen, se oculta un
vacío, donde ninguna opción termina siendo válida. Atacar al cristianismo con su ideal
de santidad; sería el último triunfo sobre uno de los pocos itinerarios válidos como
estilo de vida. A esta conducta que se impone, Benedicto XVI lo denomina “dictadura
del relativismo”. Se trata de una especie de imperio, que no reconoce nada como
verdadero y que deja como última medida el propio yo y sus antojos. Una especie de
tiranía de la mayoría, donde la verdad depende de lo que se dice. “Está a la vista que el
concepto de verdad ha caído bajo sospecha. Por supuesto, es cierto que se ha abusado
mucho de él. En nombre de la verdad se ha llegado a la intolerancia y la crueldad. En tal
sentido se tiene temor cuando alguien dice que tal cosa es la verdad o hasta afirma
poseer la verdad. Nunca la poseemos; en el mejor de los casos, ella nos posee a
nosotros. Nadie discutirá que es preciso ser cuidadoso y cauteloso al reivindicar la
verdad. Pero descartarla sin más como inalcanzable ejerce directamente una acción
destructiva.
Gran parte de la filosofía actual consiste realmente en decir que el hombre no es
capaz de la verdad. Pero, visto de ese modo, tampoco sería capaz de ética. No tendría
parámetro alguno. En tal caso sólo habría que cuidar del modo en que uno más o menos
se las arregla, y el único criterio que contaría sería, en todo caso, la opinión de la
5
Op cit, pág 62.
6
Op cit, pág 53.

3
mayoría. Pero que destructivas pueden ser las mayorías nos o ha mostrado la historia
reciente, por ejemplo, en sistemas como el nazismo y le marxismo, los cuales han
estado particularmente en contra también de la verdad”7.
Si bien el término contracultura, suele hacer referencia a los aspectos artísticos,
musicales, cinematográficos o pictóricos, su presencia se da en todas las áreas de la
expresión humana. Enfrentar este imperio de lo efímero y de vanidad, no será fácil. Su
ateísmo militante, anula el pensamiento e impide el diálogo. Su único criterio se
encuentra en la prepotencia de la mayoría y en el egoísmo llevado al límite. “Es por
completo evidente que se está extendiendo una nueva intolerancia. Hay parámetros
acostumbrados del pensamiento que se quieren imponer a todos. Así, pues, se los
anuncia en la llamada “tolerancia negativa”, por ejemplo, cuando se dice que, en virtud
de la tolerancia negativa, no debe haber cruz alguna en los edificios públicos. En el
fondo, lo que experimentamos con eso es la supresión de la tolerancia, pues significa
que la religión, que la fe cristiana, no puede manifestarse en forma visible.
Por ejemplo, cuando en nombre de la no discriminación se quiere obligar a la Iglesia
católica a modificar su postura frente a la homosexualidad o a la ordenación de mujeres,
quiere decir que ella no debe vivir más su propia identidad y que, en lugar de ello, se
hace de una abstracta religión negativa un parámetro tiránico al que todo el mundo tiene
que adherir. Ésta es, aparentemente, la libertad, ya por el solo hecho de ser la liberación
de lo que ha regido hasta el presente… El hecho de que en nombre de la tolerancia se
elimine la tolerancia es una verdadera amenaza ante la cual nos encontramos… A nadie
se lo obliga a ser cristiano. Pero nadie debe ser obligado a vivir la “nueva religión”
como la única determinante y obligatoria para toda la humanidad” 8. Sólo una profunda
vida espiritual y una confianza en la providencia, nos permitirá superar esta miserable
cruzada de los ateos.

Horacio Hernández.

http://www.horaciohernandez.blogspot.com/

7
Op cit, pág 64.
8
Op cit, pág 66.

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