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La reproducción social basada en la desigualdad

de género, reflexiones para su consideración


Mauricio López Figueroa

La información disponible permite afirmar lo siguiente: la desigualdad socioeconómica en nuestro


país y el desajuste estructural, que no terminamos de arreglar y que ha caracterizado el desarrollo
de las últimas dos décadas, limita y constriñe las oportunidades de acceso al sistema educativo, así
como de empleo y salarios dignos para muchos mexicanos. Existen además nuevos desafíos en el
ámbito laboral a los que la educación no está respondiendo y esa carencia ahonda aún más la
posibilidad de incorporación de muchos y muchas jóvenes al mercado laboral agudizando las
diferencias. En ese contexto casi la mitad de los más de 30 millones de jóvenes de 12 a 19 años
construyen su porvenir en situación de pobreza, situación que deriva en un alto nivel de deserción
escolar.

Pero el problema de la desigualdad económica no impacta de igual manera a los jóvenes que a las
jóvenes. La explicación generalizada del nivel de escolarización y deserción suele ser de carácter
económico, los datos del deterioro de la economía desde la década de los 80’s muestran que más
jóvenes, principalmente ellas, se han visto en la necesidad de abandonar la escuela para ingresar
al ámbito laboral y contribuir a la economía familiar. No obstante, es importante reconocer que las
razones de la deserción de las niñas y las jóvenes tienen que ver con otros aspectos educativos y
de carácter histórico y cultural.

En efecto, los factores socioeconómicos ciertamente son determinantes para entender la


deserción escolar de muchos y sobre todo muchas jóvenes, principalmente del ámbito rural y
suburbano. Sin embargo, es fundamental entender que esta situación no explica, por sí sola, el
problema de la deserción y de la falta de equidad de género en las oportunidades educativas y
posteriormente de inserción al mundo laboral.

Existe un fenómeno de reproducción social basado en el “destino natural” de las mujeres


determinado por su función reproductiva que también condiciona la manera en como se insertan
a la educación, a la vida doméstica y al mercado laboral. Lo anterior se sustenta en una
representación social que concibe el cuerpo femenino destinado o determinado únicamente por
su biología. Y aunque esta concepción se ha ido relativizando en ámbitos económicos medios y
medios altos, sigue determinando los ámbitos más desfavorecidos, los cuales corresponden a la
mayoría de la población.

Aunque el problema es complejo y, como se mencionó antes, es determinado en gran medida por
el problema económico, es pertinente preguntarse de qué manera la escuela está contribuyendo a
una educación que realmente favorezca la equidad de género en la medida en que educa no para
la reproducción del destino social de la mujer, no para agudizar las diferencias funcionales y
tradicionales de cada sexo, sino para dinamizar y promover la autonomía de la individualidad
femenina que impliquen el desarrollo de destrezas, afectos y competencias personales que
apuntalen una visión social compartida; de qué manera la escuela está contribuyendo a que las
niñas construyan una visión de su propio futuro centrado en elecciones que son producto de
procesos de valoración y de construcción de un proyecto de vida que no compite o se nutre de
una supuesta rivalidad con los hombres, sino de una capacidad de diálogo.

Los datos relacionados con el problema de la equidad de género y de la reproducción social


revelan que las desigualdades educativas inician en la familia, se confirman en la escuela y se
refuerzan en el mundo del trabajo. Es importante por lo tanto favorecer políticas y medidas que
favorezcan en las niñas, los niños, los padres y madres de familia, así como en las autoridades
educativas el reconocimiento de la importancia de que los alumnos y las alumnas sean capaces de
desarrollar proyectos personales que favorezcan la inserción en la vida adulta y el enfrentamiento
con autonomía del futuro.

La problemática de la deserción escolar y su consiguiente efecto en el tejido social y la


construcción nacional es compleja, no obstante, hasta para enfrentar los problemas para mejorar
las condiciones de vida de todos, es necesario que hombres y mujeres se entiendan a sí mismos de
una manera distinta. En este sentido, la escuela, los docentes y los padres de familia deberemos
hacer una revisión de los principios y valores con los que educamos a nuestros hijos e hijas para
formar en el respeto a la diferencia y principalmente en el reconocimiento, afirmación y amor al
valor propio.

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