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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES


CARRERA:
DOCTORADO EN ARTES

CURSO: ABORDAJE FILOSÓFICO DE LA ARTES I


Prof. Lucas FRAGASSO

“El Arte de Gozar de JULIEN OFFROY DE LA METTRIE. Coincidencias con


la Crítica del Gusto”.

Doctorando
Hugo Roberto BASUALDO MIRANDA

Córdoba

2009
“El Arte de Gozar de JULIEN OFFROY DE LA METTRIE.
Coincidencias con la Crítica del Gusto”.

Las armas del fanatismo pueden destruir a los que sostienen estas verdades, pero
jamás lograrán destruir estas verdades en tanto que tales.

El propósito del presente trabajo consiste en identificar en la obra de


Julien Offroy de la Mettrie, “El Arte de Gozar”, ideas y conceptos de la filosofía
kantiana expuestas en la Crítica de la Facultad de Juzgar. La última de las tres
monumentales obras del pensamiento de Kant que fuera publicada a fines del
siglo XVIII.
Y he aquí, la primera problemática con la que nos encontramos. Julien
Offroy de la Mettie a pesar de ser contemporánea de Kant no es del todo
coetáneo del mismo del mismo

Antes de comenzar el comentario y análisis de la obra de Julien Offroy de


la Mettrie es necesario enumerar las principales ideas de la teoría kantiana en
este aspecto para comprender el comentario a la obra mencionada

Si en las dos primeras Críticas, la de la Razón Pura (1781) y la de la


Razón Práctica (1788), Kant había puesto de “manifiesto la separación entre
fenómenos y noúmenos, mundo sensible e inteligible, entendimiento y razón,
necesidad y libertad, ser y deber ser, naturaleza y moral”, la “Crítica de la
facultad de juzgar o”tercera crítica” intentará zanjar el abismo entre esos
términos, concentrándose no en el conocimiento (científico) ni en la creencia o
fe moral sino en la facultad de juicio o simplemente en el Juicio… más
exactamente, en el “juicio reflexionante”1. Si en las dos Críticas precedentes, la
imaginación se supeditaba al entendimiento ahora es lo contrario. En la Crítica
del Juicio “trata de la facultad específica de la imaginación y su efecto sobre el
entendimiento, referido a lo empírico-lógico, y sobre la razón práctica, referida
1
OLIVERAS, Elena(2007); Estética. La cuestión del arte. Buenos Aires, Emecé, pp.171
a la metafísica”2.

Los placeres de los sentidos mal regulados pierden toda su vivacidad y dejan de
ser placeres. Los del espíritu se les parecen hasta cierto punto. Precisa suspenderlos
para agudizarlos. En, el estudio tiene su éxtasis como el amor. Si se me permite
decirlo, es una catalepsia o inmovilidad del espíritu, que parece separado por
abstracción de su propio cuerpo y de todo lo que le rodea, para entregarse por entero
a lo que persigue. A fuerza de sentir, nada siente. Tal es el placer que se experimenta
tanto al buscar como la hallar la verdad.

METTRIE, Julien Offroy de la (2009): El arte de gozar. Córdoba


(Argentina), Encuentro Grupo Editor – Universidad Nacional de Córdoba
METTRIE, Julien Offroy de la (1980): Obra Filosófica. Madrid, Editora
Nacional
METTRIE, Julien Offroy de la (1987); El hombre máquina. Madrid,
Alhambra
POTCHAR, Götz (2008); Historia de la Estética y la Teoría del arte.
De la Antigüedad al Siglo XIX. Madrid, Akal
OLIVERAS, Elena (2007); Estética. La cuestión del arte. Buenos Aires,
Emecé
ALCOBERRO I PERICAI, Ramón (s/a); La Mettrie, una filosofía del
materialismo, en “Filosofia i pensament” http://www.alcoberro.info
KANT, Manuel (1977); Crítica del Juicio. Madrid, Espasa Calpe

Julien Offroy (Offray) de la Mettrie, nació en Saint Malo en 1709 y


murió en el exilio en 1751 en Berlín, en donde residiría desde 1748 bajo
la protección de Federico II, como lector de la corte, entre otras cosas.

2
POTCHAR, Götz (2008); Historia de la Estética y la Teoría del arte. De la
Antigüedad al Siglo XIX. Madrid, Akal, 444
Estudió en Coutances, Reims, Caen y París. Hijo de una familia de rica
familia de la Bretaña, tuvo, a pesar de su breve existencia, una riquísima
actividad que le llevaría por diversos lugares de Europa. Asimismo, fue
un hombre de su tiempo, con una extraordinaria formación intelectual a
partir de sus estudios de medicina que culminó en 1728. Profesión que
ejerció con diversas alternancias y con su actividad intelectual que
dejaría su huella en varias obras. Sin olvidar sus estudios de teología.
Conocido en su tiempo por sus posturales ateas y materialistas le
granjearía la enemistad tanto de los sectores religiosos –de cualquiera
de las religiones cristianas del momentos-, como así también de los
ámbitos intelectuales, especialmente de los círculos ilustrados y en
especial de pensadores y filósofos.
Entre sus obras cabe mencionar, entre otras, “San Cosme
Vengado” (1744), “La política del médico de Maquiavelo” (1745) en las
que critica a los cuadros médicos de su época. En el mismo año,
también da a luz “Historia natural del alma” (luego Tratado del alma
desde 1750). En 1748 publica “El hombre máquina”. Siguiendo el mismo
estilo publica “El hombre-planta” y una traducción del "De vita beata" de
Séneca, con un prólogo que a partir de la edición de 1750 será conocido
como “El Anti-Séneca”. Por fin, en el año de su deceso publica “El arte
de gozar”. Cómo puede observarse, la producción de Julien Offroy de la
Mettrie fue muy intensa entre 1745 y 1751. “Ello da a su trabajo
intelectual una unidad de estilo y de objetivo conceptual que, en lo
bueno y en lo menos bueno, nos permite hablar (retrospectivamente) de
un «proyecto La Mettrie», es decir, de un impulso que unifica su labor
intelectual de manera unitaria. Puede decirse que su proyecto
intelectual, en el ámbito de las Luces, consistió en desmenuzar –o mejor
en “vaciar”– el concepto de ley natural en clave materialista”3
Sus estudios y, sobre todo, la experiencia en el campo de la

3
ALCOBERRO I PERICAI, Ramón (s/a); La Mettrie, una filosofía del materialismo,
en “Filosofia i pensament” http://www.alcoberro.info
medicina, le conducirían a destacar la estrecha relación entre los
estados fisiológicos y los físicos; hecho, que a su vez, le conduce al
estudio de las relaciones entre espíritu y materia, y a la conclusión de
que los estados psíquicos dependen de los físicos. Estos postulados
teóricos le indujeron a rechazar cualquier forma de dualismo psico-físico
y, por ende, a negar los principios que afirmaban la existencia de alma
espiritual independiente del cuerpo.
Si bien en un principio aparece alineado con las tesis del
mecanicismo cartesiano, en su obra, “El hombre máquina” desarrolla las
tesis de la identidad entre funciones psíquicas y estados corporales y el
rechazo a la concepción que sobre la misma materia había enunciado
Descartes. Desde ahí, el distanciamiento con Descartes se hace
evidente. Descartes planteaba la similitud del cuerpo animal con el de la
“máquina”. De ahí a extender esta noción al cuerpo humano no planteó
ningún problema. “El hombre es una máquina tan compleja, que en un
principio es imposible hacerse una idea clara de ella, y, por
consiguiente, definirla. Con lo cual todas las investigaciones que los
mayores filósofos han hecho a priori, es decir, queriendo servirse de
algún modo de las alas del espíritu, han sido vanas. Así, sólo a
posteriori, o tratando de discernir el alma, como a través de los órganos
del cuerpo, se puede, no digo descubrir con evidencia la naturaleza
misma del hombre, pero sí alcanza el mayor grado de probabilidad
posible a este respecto”4.
Sin embargo, J.O. de la Mettrie plantea muy pronto una postura
contraria al cartesianismo. El dualismo cartesiano que oponía alma y
cuerpo, es reemplazado en la teoría Lametriana, basada en su propia
experiencia médica, por la dependencia y complementariedad de ambos
términos de la ecuación. Los estados de lo que se ha llamado el alma
son completamente dependientes del cuerpo y correlativos a las
funciones fisiológicas de éste. “Los leibnicianos, con sus mónadas, han
4
METTRIE, Julien Offroy de la (1987): El hombre máquina. Madrid, Alhambra, pp. 12
construido una hipótesis ininteligible. Más bien han espiritualizado la
materia, en lugar de materializar el alma. ¿Cómo se puede definir un
ser, cuya naturaleza no es absolutamente desconocida? Descartes, y
todos los cartesianos, entre los cuales se incluyó hace mucho tiempo a
los malebranchistas, han cometido la misma falta. Han admitido dos
sustancias distintas en el hombre, como si las hubieran visto y
contado”5.
“El cuerpo humano es una máquina que compone por sí misma
sus resortes, viva imagen del movimiento perpetuo. Los alimentos
sostienen lo que la fiebre excita. Sin ellos el alma languidece, presa del
furor, y muere abatida. Es una bujía cuya luz se reanima, en el momento
de extinguirse. Pero nutrid el cuerpo, verted en sus tubos jugos
vigorosos, licores fuertes; entonces el alma, generosa como éstos, se
arma de un altivo coraje y el soldado a quien el agua hace huir,
volviéndose feroz, corre alegremente a la muerte al son de los
tambores. Así es como el agua caliente agita la sangre, que el agua fría
habría sosegado”6.
De esta manera, en contra del dualismo cartesiano opone un
monismo materialista: lo único real es la naturaleza bajo toda la gran
riqueza de sus diversas formas. Para poder explicar los fenómenos
psíquicos correlativos a las funciones corporales. “Si existe un Dios, tan
autor es de la naturaleza como de la revelación; nos ha dado la una para
explicar la otra; y la razón para conciliar ambas”7. Su postura de la
dependencia de ambas partes de la máquina se puede observar en toda
su exposición, como cuando recuerda la acción de dormir. “El alma y el
cuerpo se duermen juntos. A medida que el movimiento de la sangre se
sosiega, un dulce sentimiento de paz y de tranquilidad se difunde por
toda la máquina; el alma nota cómo se vuelve más pesada con los
párpados y cómo se debilita con las fibras del cerebro: de este modo se
5
Ibidem, pp. 10
6
Ibidem pp. 14
7
Ibidem, pp. 10
torna poco a poco casi paralitica, con todos los músculos del cuerpo.
Estos ya no pueden llevar el peso de la cabeza; aquélla ya no puede
sostener el fardo del pensamiento; durante el sueño, está como si no
existiera”8.
La Mettrie rechazó el concepto pasivo de materia que sustentaba
Descartes, para quien ésta es simple extensión completamente ajena al
pensamiento. En lugar de esto, afirmó que la materia ya posee en sí
misma el principio del movimiento del que pueden surgir tanto el
pensamiento como todas las diversas formas de vida que, en última
instancia, son fruto de las diversas maneras de organización de la
materia. La materia, pues, está animada, lo que le permitía explicar las
correlaciones psico-físicas sin tener que defender ninguna forma de
dualismo ni ninguna forma de paralelismo.
De esta manera también afirmó, adelantándose a tesis
desarrolladas posteriormente por los evolucionistas, que entre los
animales y el hombre y, en general, entre los seres vivos, solamente se
dan diferencias de gradación, no de naturaleza. Al mismo tiempo, esta
tesis la extendió a la continuidad entre naturaleza, moral y arte. Por ello
afirma que la misma naturaleza es la que nos proporciona las pautas del
comportamiento moral.
La Mettrie concibe una moral hedonista, muy influida por el
epicureísmo. En 1748 publica Discurso sobre la felicidad, en 1750 El
sistema de Epicuro y en 1751 El arte de gozar, obras en las que
desarrolla su concepción moral, según la cual la naturaleza nos impulsa
al goce sensorial -razón por la cual también se le ha considerado como
un pensador libertino-, aunque el goce no contradice el verdadero amor
al prójimo. De hecho, y en contra de los que pensaban que sin la
creencia en Dios no habría verdaderos valores morales, consideraba
más bien que las religiones son las auténticas enemigas de la moral y
atemorizan a la humanidad, razón por la cual las rechazaba todas. Se
8
Ibidem, pp. 13
declaró partidario de la versión epicúrea formulada por Lucrecio en su
De rerum natura.
En palabras de Miquel Pujadas y Jordi Ribas, “no cesó hasta su
muerte de exponer en sus obras, que sorprenden todavía por su
agudeza y por su lucidez, que el ser humano, como el universo, se
compone exclusivamente de materia, que el cuerpo y el alma son una
cosa. Todo, incluido el placer y la felicidad, está determinado por la
organización corporal, por la sensibilidad física”9.
Pero, vayamos a la otra obra que nos interesa en especial para
este trabajo, al Arte de Gozar, obra de de inspiración literaria y de muchas
referencias de la mitología clásica, ilustrada con fragmentos de idilios clásicos
imaginarios: las diferentes escenas y situaciones amorosas que describe se
ordenan en una especie de antología del goce sensual. El amor y los placeres
se confunden casi con la vida.
La obra comienza invocando directamente al “Placer, Maestro soberano
de los hombres y de los dioses, ante quien todo se desvanece, incluida la
propia razón…”. La exhortación del “Placer” mismo como cualidad inherente a
los hombres y a los dioses, además de recordar a la tendencia antropomórfica
religiosa de los griegos, le coloca en un sitial primordial a ambos en su
calificación como “Maestro soberano” de los mismos. Más aun, ninguno puede
desligarse de él; ni aun la “razón” misma. El Placer dignifica al hombre y al
mismo tiempo le obliga a examinar sus “sentimientos más dulces”.
Sin embargo, sus loas al Placer no se quedan ahí. Seguidamente le
halaga y eleva a la categoría de deidad al referirse a él como “Dios de las
bellas almas, encantador placer…”. Esto le permite poner al Placer, al
verdadero Placer, por encima de los vulgares “placeres” que degradan al
Placer auténtico. Ese que está más allá de los sentidos; “encantador placer, no
permitas que tu pincel se prostituya con infames placeres, o más bien con
indignos excesos que hacen gemir la Naturaleza sublevada. Que tan sólo pinte
las pasiones del hijo de Cipris pero que las pinte con pasión. Que este Dios
vivo, impetuoso, sólo se sirva de la razón de los hombres para hacérsela

9
METTRIE, Julien Offroy de la (2009): El arte de gozar. Córdoba (Argentina),
Encuentro Grupo Editor – Universidad Nacional de Córdoba, pp. 8
olvidar; que sólo razonen para extremar sus placeres e impregnarse de ellos;
que la fría filosofía calle para escucharme…”.
Placer, Naturaleza, sentidos, pasiones, tres conceptos que en este
párrafo se encuadran en lo expuesto por Kant en la Crítica de la facultad de
Juzgar y que se encuentran en la línea de lo expuesto en dicho tratado. Aquí se
puede ver, al mismo tiempo la dependencia del entendimiento de la
imaginación al decir que “Que este Dios vivo, impetuoso, sólo se sirva de la
razón de los hombres para hacérsela olvidar”. Aunque también, para no
desbordar del verdadero placer. Parafraseando a Kant, para lograr un
verdadero “Juicio Estético Puro”.
En relación a la imaginación, el placer, los sentidos y la razón, en la otra
obra citada nos dice que “Nada más fácil que probar un sistema, fundado
como éste, en el sentimiento íntimo y la experiencia propia de cada
individuo. La imaginación, o esta parte fantástica del cerebro, cuya
naturaleza nos es tan desconocida como su manera de actuar, ¿es
naturalmente pequeña o débil? Apenas será capaz de comparar la
analogía o la semejanza de sus ideas; sólo podrá ver lo que se
encuentre frente a ella, o le afecte más vivamente; y aún ¡de qué modo!
Pero no deja de ser cierto que sólo la imaginación percibe, que es ella la
que se representa todos los objetos con las palabras y las figuras que los
caracterizan, y de que así sigue siendo ella el alma, puesto que
desempeña todas sus funciones. A través suyo, mediante su pincel
lisonjero, el frío esqueleto de la razón toma carnes vivas y rojas. A
través suyo, las ciencias florecen, las artes se embellecen, los bosques
hablan, los ecos suspiran, las rocas lloran, el mármol respira, todo cobra
vida entre los cuerpos inanimados. Ella es también quien agrega a la
ternura de un corazón enamorado el excitante atractivo de la
voluptuosidad. Ella lo hace germinar en el gabinete del filósofo y del
pedante polvoriento; en fin, ora forma a los sabios, como a los oradores
y a los poetas. Neciamente difamada por unos, en vano exaltada por
otros, mal conocida por todos, no sólo marcha en pos de las gracias y de
las bellas artes y no sólo pinta la naturaleza, sino que también puede
medirla. Razona, juzga, penetra, compara, profundiza. ¿Podría sentir tan
bien las bellezas de los cuadros que se le trazan, sin descubrir las
relaciones entre ellos? No; así como no puede replegarse sobre los
placeres de los sentidos, sin gozar de toda su perfección o su
voluptuosidad, tampoco puede reflexionar sobre lo que ella ha
concebido mecánicamente, sin ser entonces el juicio mismo”.
Este hecho es constatado también por otros autores que han trabajado
la producción de J.O. de la Mettrie: “Estos mismos temas llegan a la misma
conclusión: la afirmación de la influencia predominante de la imaginación en
todo goce verdaderamente voluptuoso”10.
En el párrafo antes citado del arte de gozar, de la Mettrie distingue el
verdadero Placer de la Voluptuosidad11. “Mientras que el simple buscador de
goces se contenta con sucumbir a los impulsos de la máquina fisiológica, el
voluptuoso regula su conducta conforme a una disciplina intelectual y física”12.
“La Mettrie exalta la sensualidad y los placeres de los sentidos, pero mal que
les pese a sus adversarios, su concepción del placer y de la felicidad está lejos
de ser una simple apología de los placeres obscenos”.13
En atención a este distinción, nos dice la Mettrie “Siento la respetable
llegada de la voluptuosidad”. “No seguiré las huellas de estos ingeniosos
espíritus, delicadamente neólogos y puerilmente confusos; este vivo rebaño de
imitadores de un frío modelo helaría mi ardiente y voluptuosa imaginación; un
arte demasiado rebuscado sólo me conduciría a juego infantiles que la razón
proscribe, o a un orden insípido que el genio desconoce y la voluptuosidad
desdeña…”14
De este modo se expresa en cuanto a distinguir al voluptuoso del que
sólo quiere el placer físico: “Sigamos por doquier al voluptuoso, en sus
discursos, en sus paseos, en sus lecturas, en sus pensamiento, etc. Distingue
la voluptuosidad del placer, como el olor de la flor que lo exhala, o el sonido
del instrumento que lo produce. Define la orgía, un exceso de placer mal
administrado, y la voluptuosidad, el espíritu y la quintaesencia del placer, el
10
Ibidem, pp. 11
11
Definida por el DRAE como “Complacencia en los deleites sensuales”
12
METTRIE, Julien Offroy de la (2009): El arte de gozar, op. Cit, pp.10
13
Ibidem
14
Ibidem, pp. 25
arte de usarlo con moderación, de conducirlo mediante la razón, de disfrutarlo
por el sentimiento.”15.
Conjuntamente con las notas características de la voluptuosidad enuncia
el otro término que le acompaña: el placer. “¿Es culpa suya, acaso si se tienen
más deseos que necesidades? Es verdad que el placer se parece a la esencia
aromática de las plantas; de las cual uno se toma tanto como se inspira”16.
Así continúa:“

15
Ibidem, pp. 62/63
16
Ibidem, pp. 63

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