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RACINE Y VÍCTOR HUGO

El teatro de Jean Racine, cuyo máximo exponente es Fedra,


representa acabadamente la dramaturgia del siglo XVII, ajustada a los
principios de la doctrina clásica. Frente a estos postulados, el teatro
de Víctor Hugo surge como un intento revolucionario que, a partir del
prefacio a Cromwell y luego en su obra Hernani, renovaría al teatro
precendente.

En el presente trabajo se analizarán las características de las dos


obras mencionadas que permitan demostrar cómo cada una simboliza
una doctrina teatral distinta.

Jean Racine, nacido en 1639 y muerto en 1699, es considerado,


junto con Pierre Corneille, como el máximo autor francés de tragedias
clásicas.

En Fedra, estrenada en el año 1677, el autor retoma personajes


mitológicos como Teseo, su esposa Fedra e Hipólito, hijo del héroe
griego y una amazona. La obra intenta poner de relieve la virtud y
demostrar cómo las pasiones pierden a los hombres, ya que la
protagonista torna desgraciada su suerte desde el momento en
comienza a amar febrilmente a su hijastro.

Esta pasión no solo llevará a la muerte a Fedra, sino también


acarreará desdicha en la vida de todos aquellos que la rodean. De
esta manera el autor intenta reflejar cómo las fuerzas impulsivas que
habitan en el corazón del hombre, pueden llegar a destruirlo si este
las escucha, especialmente al amor.

Para poder exponer esto, el autor presenta el devenir de la pasión


de Fedra en un lapso de veinticuatro horas, desde que se la confiesa
a su nodriza Enona hasta que la protagonista muere. Esta unidad de

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tiempo es propia del teatro clásico, que postulaba que la acción debía
desarrollarse solamente en un día.

Los hechos representados acontecen en un solo lugar, el palacio de


Trecenia, en el Peloponeso. Esta característica también responde los
principios de la Poética de Aristótelica, que establecía la unidad del
espacio.

Defensor de una tercera edad para la poesía, la edad del drama,


Víctor Hugo plantea en el prefacio de Cromwell, en 1827, una serie de
revolucionarios postulados que se opondrían rotundamente a las
características anteriormente mencionadas y se manifestarían de
forma concreta en su obra Hernani (1830).

Hernani o El honor castellano es un poema dramático en cinco actos.


Ya no se trata de una tragedia o de una comedia, sino que el género
es el drama, que mezcla lo grotesco y lo sublime y de esta manera
representa de manera completa la realidad del hombre.

El autor también considera que cada acción tiene su duración


propia. De esta manera, los acontecimientos no se producen, al
contrario de Fedra, en veinticuatro horas, sino que la unidad de
tiempo se quiebra y la acción comprende varios días.

En oposición al teatro clásico, que busca a la Grecia mitológica, la


acción transcurre en un espacio romántico por excelencia: la España
del siglo XVI. Pero el autor no solo se evade en el tiempo ni el
espacio, sino que hace variar las localizaciones de los personajes y los
traslada de Zaragoza a Aquisgrán, ya que considera que el cambio de
escenarios acompaña al devenir temporal y resulta mucho más
verosímil que el encasillamiento de la acción en un solo decorado.

De esta manera, el escenario único que Fedra presenta se multiplica


en Hernani y sus protagonistas interactúan en el castillo de Don Ruy,
en el sepulcro de Aquisgrán y en el palacio de Aragón.

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Por último, Víctor Hugo también revoluciona la unidad de acción. Si
bien considera que estas deben subordinarse a una trama principal,
apoya la existencia de acciones secundarias que complementen y
enriquezcan la obra.

En Fedra, la trama se centra en el amor de la protagonista hacia su


hijastro y las luctuosas consecuencias que esta pasión le acarrea a
ella y a los demás protagonistas. En Hernani, el argumento central es
el amor entre el forastero homónimo y Doña Sol, pero subordinadas a
este tema se encuentran otras situaciones, como la conspiración
contra el Rey, la venganza de Hernani, el honor de los caballeros, el
valor de la palabra dada, entre otros.

Por lo tanto, la obra de Racine encarna los principios de la doctrina


clásica. El autor respeta estos cánones conservadores y los expone en
tragedias como Fedra.

Pero para Víctor Hugo, esta obediencia a la regla de las unidades ha


impedido que muchas y grandes obras no hayan podido ver la luz. La
imitación fiel de los modelos clásicos no ha hecho posible una
evolución, no solo desde el punto de vista literario, sino también
social.

Por ello, el autor romántico propone una ruptura con la tradición


literaria anterior y, desempeñando su rol de poeta vidente, presenta
en Hernani un modelo del nuevo teatro.

Las unidades clásicas del espacio, el tiempo y la acción se alteran y


el autor presenta un drama moderno, al que considera verosímil y
completo.

De esta manera, Víctor Hugo introduce la libertad en el teatro, tal


como pretendía que existiese en la sociedad. Quiebra teorías, reglas y
sistemas e invita al escritor a emancipar su genio y guiar a la
sociedad hacia tiempos venideros.

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