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Thomas BERRY
Este texto es parte del capítulo primero del libro «Reconciliación con la Tierra. La
nueva teología ecológica», de Thomas BERRY, con la colaboración de Thomas Clarke
Editorial Cuatro Vientos, Santiago de Chile 1997. Título original: «Befriending the
Earth», Twenty-Third Publications, Mystic 1991.
En este capítulo, Berry señala que estamos al final de una era biológica, la cenozoica,
y empezando otra, que él llama período "ecozoico". Este trascendental cambio en
nuestra relación con el planeta exige que todas las instituciones humanas sean
repensadas. La ciencia del siglo XX nos ha conducido hacia un sentido de un universo
de tiempo-evolutivo, en el cual somos considerados descendientes de todo lo demás que
hay en él. Además, nuestros patrones de relación con el resto del universo como
objetos, en lugar de sujetos, son criticados a la luz de la enorme crisis ecológica.
El contexto
Mientras reflexionamos sobre lo que ocurre, también debemos pensar en quiénes somos
y por qué enfrentamos este grave problema. Todo indica que, en cierto sentido, somos
una comunidad, generación, grupo elegido. No pedimos estar aquí en este momento, es
nuestro destino, ya que nuestro tiempo vital está determinado. Cuando a algunos
profetas se les pidió asumir ciertas misiones, dijeron: "No me escojas, es demasiado
para mí. Dios les dice: "Lo harás de todas maneras". Nadie nos preguntó si deseábamos
vivir en este período. Estamos aquí. Lo ineludible está frente a nosotros.
Todas las modalidades humanas de ser que existieron en el pasado están siendo
profundamente alteradas. Nosotros mismos estamos cambiando. El cristianismo, que
apareció hace cerca de 2.000 años, y nuestra revelación bíblica, que comenzó 3.500
años atrás, deben funcionar ahora dentro del contexto de esta magnitud.
Lamentablemente, aún no hay indicios de que los cristianos piensen en esta escala de
cambio. Así como el planeta está cambiando más de lo que cambió en un período tan
prolongado, el orden humano que provocó estos cambios se deberá modificar de una
manera igualmente profunda. Por eso pienso que lo que está ocurriendo con la teología
cristiana, con las demás teologías, con la vida religiosa o con cualquier código moral, es
el cambio más profundo en los últimos 5.000 años. Todos los aspectos humanos están
obligados a cambiar más desde la aparición de las grandes civilizaciones.
Incluso podemos decir que todas las civilizaciones y tradiciones religiosas iniciadas
hace 5.000 años han cumplido en gran medida su misión histórica. Esto incluye la
civilización cristiana y la experiencia religiosa y humana. No podemos funcionar sin
estos logros. Desempeñarán un importante papel en la formación del futuro. Pero deben
cambiar a un nivel jamás visto antes. Teilhard de Chardin fue quien manifestó la mayor
transformación del pensamiento cristiano desde la época de San Pablo.
En otras palabras, las religiones tradicionales no pueden enfrentar con sus recursos los
problemas que nosotros debemos encarar, pero nosotros no podemos enfrentarlos sin las
tradiciones. No pueden hacerlo con sus actuales recursos, pero tampoco sin ellos. Se ha
sumado algo nuevo, una nueva experiencia o contexto, y debemos funcionar a partir de
él. El pasado no puede guiarnos en forma deductiva. En cierto modo, hay una nueva
experiencia reveladora que nos ha dado un nuevo sentido del universo, de la tierra, de la
vida, de lo humano, e incluso de ser cristiano. Tenemos una nueva experiencia
reveladora de lo divino a través de nuestra actual comprensión del universo de tiempo-
evolutivo.
Entre los científicos también hay un creciente darse cuenta de las implicaciones
transcientíficas de la ciencia. Existe un elemento de fe en los alcances fundamentales de
la experiencia científica. La gravitación, por ejemplo, es una experiencia y en cierta
manera también una creencia, porque es un misterio que no podemos manejar
adecuadamente. La esencia de la ciencia es transcientífica. La experiencia que tenemos
es única. Nuestro actual rol teológico es reconstituir esto dentro de una perspectiva
religiosa y relacionarlo con una nueva dimensión más amplia del cristianismo.
Es similar a las primeras etapas del cristianismo, cuando los cristianos conocen el
pensamiento griego. Los primeros padres griegos de la Iglesia confrontaron un mundo
de conocimientos bastante distinto a la experiencia reveladora bíblica. Tuvieron que
enfrentarla, para lo cual desarrollaron los inicios de lo que llamamos teología. La Biblia
tiene un aspecto teológico, pero, en rigor, no es una teología estructurada. Sólo la
tuvimos después del contacto con el mundo griego. El cristianismo creció y se
enriqueció precisamente debido al contacto con un mundo externo. Esto le permitió
expandir la comprensión de sí mismo, de lo divino y de los procesos mediante los
cuales el ser humano cumplió con sus propósitos divinos. Poco después, San Agustín
(354-430) dio un nuevo impulso a la teología a través de su contacto con el
neoplatonismo. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino (1225-1274) conoció el
mundo de Aristóteles (384-322 AC), incorporando así una nueva expresión teológica
cristiana finamente elaborada.
Los temas
Religión y teología
La observación científica nos permite conocer nuestro mundo, muy diferente al mundo
clásico del cual emergió el cristianismo. En ambos casos hay continuidad y
discontinuidad. Hoy día, sin embargo, experimentamos una discontinuidad de
inigualable magnitud. Por eso hay tantos problemas en todas las religiones actuales y
tantos nuevos fundamentalismos. Vivimos en un mundo de fundamentalismos: islámico,
judío, cristiano, budista, hindú, shinto.
¿Por qué tenemos una idea tan maravillosa de Dios? Porque vivimos en un mundo
maravilloso. Nos sorprendemos ante la grandeza de aquello, sea lo que fuere, que creó
el mundo. Esto lleva a un sentido de adoración. Sentimos una inmensa gratitud al
participar en un mundo tan hermoso. Esta adoración, esta gratitud, la llamamos religión.
Sin embargo, mientras el mundo externo disminuye, nuestro mundo interno se seca.
Para esta unidad se seleccionaron cinco temas básicos: Dios, la Trinidad, el rol de lo
humano, la creación y la revelación. En cierto sentido, todos están unidos: el sentido de
Dios, de lo humano, de la creación y de la revelación. No podemos considerarlos en
forma separada. No tendríamos un sentido de lo divino sin la creación. En forma
especulativa, podríamos hablar de Dios como anterior a, externo a o independiente de la
creación, pero en realidad no hay un ser como Dios sin creación. Asociar la creación
con lo divino es la prueba existencial de que no hay Dios sin creación, y viceversa.
Quisiera acotar aquí algo que surge constantemente. En general no utilizo la palabra
"Dios", porque creo se ha usado en exceso y de maneras tan diferentes que crea muchas
ambivalencias. Además, como quiero dirigirme a personas de cualquier creencia, trato
de usar palabras que tengan sentido para todas. Cuando escribo, me interesa la sociedad
en un sentido amplio, no sólo los cristianos o la gente "religiosa".
El término "Dios" se refiere al misterio supremo de las cosas, algo que trasciende
aquello que podemos comprender en forma adecuada. Muchos Pueblos Primitivos lo
vivencian como el Gran Espíritu, el poder misterioso, penetrante, presente, que se
observa en la salida y puesta del sol, en el crecimiento de los organismos vivos, en la
secuencia de las estaciones. Este misterioso poder lleva a su máxima expresión todo lo
que observamos: las estrellas, la sensación y experiencia del viento, el oleaje expansivo
de los océanos. En general, se vivencia como una presencia aterradora, magnífica,
inexpresable en palabras. Al no poder hacerlo, a menudo las personas danzan la
experiencia, la expresan en la música, el arte, en la belleza de la vida cotidiana, en la
risa de los niños, en el sabor del pan, en la dulzura de una manzana. En todo momento
vivenciamos el sobrecogedor misterio de la existencia. Es tan simple como inefable.
¿Qué es lo divino? Es la presencia inefable y penetrante en el mundo que nos rodea.
Ahora nuestra experiencia del universo es diferente. Lo captamos con una nueva
percepción intelectual. Anteriormente sólo había una experiencia intuitiva inmediata:
sólo observábamos el mundo natural que nos rodeaba. Sin embargo, más recientemente,
hemos comenzado a verlo en términos de la ciencia empírica, con la ayuda de
instrumentos microscópicos y telescópicos. Miramos atentamente el universo,
estudiamos, por ejemplo, las estrellas, tratando de descubrir cómo se generaron.
Observamos el mundo que nos rodea y analizamos los elementos hasta comprender
cómo se desarrollan las cosas. Gradualmente, llegamos a entender que el universo no es
simplemente algo dado, y que de hecho tuvo un comienzo. Descubrimos que el tiempo
es irreversible. La secuencia en la curva mayor de su desarrollo ha ido de menor a
mayor complejidad y conciencia.
Así, nuestra visión científica moderna del universo coincide más con el ámbito bíblico
que con el mundo no bíblico, el cual no tiene un sentido tan claro del universo que
comenzó en un momento histórico determinado. Al remontarnos hacia atrás,
descubrimos que nuestro universo existe desde hace mucho tiempo. Actualmente se
calcula que alrededor de 13.700 millones de años. Sin embargo, esta comprensión del
universo difiere de otras previas. Es más un tiempo histórico que metafísico. En India,
por ejemplo, el universo (como se comprende tradicionalmente) aparece hace trillones
de años, existe durante trillones de años y luego se extingue para retornar una y otra
vez. Esta visión representa un tipo de tiempo metafísico, y no se basa en un estudio
empírico del cosmos material ni de su historia.
Por otro lado, los chinos tienen lo que yo llamaría un tiempo cronológico de la historia
humana. Saben mejor que cualquier otro pueblo qué ocurrió hace 3.000 años. Conocen
con mucha precisión lo que sucedía entonces. Esto es lo que yo llamo historia
cronológica. La historia significativa -es decir, la historia del tiempo evolutivo
significativo- aparece con la experiencia reveladora del Medio Oriente, desarrollada en
el mundo bíblico y cristiano. Incluso los cristianos veían el universo desde una
perspectiva de tiempo estacional y continuo -aunque la esencia del cristianismo es el
tiempo evolutivo humano- la determinación de una presencia divina en el mundo
humano en los términos del reino de Dios. Ahora tenemos un nuevo sentido del
universo, con un inicio preciso y que ha pasado por una secuencia de transformaciones
de menor a mayor complejidad y formas más amplias de conciencia. En cierto modo,
ambas necesitan relacionarse: la aparición de un universo de conciencia y de una
comunidad espiritual. El universo es la expresión básica de comunidad, la comunidad
sagrada esencial.
El comienzo del universo no fue una humareda homogénea, sino más bien
constelaciones de energía articuladas en una unidad inseparable. Las partes del universo
se diferencian externamente, se articulan internamente y se unen en una amplia relación
de cada partícula con todas las demás. Hay algo muy importante acerca del inicio del
universo tal como lo conocemos ahora. Lo considero una revelación maravillosa,
porque nos dice algo de las fuerzas que impulsaron su aparición.
Esta curvatura del espacio la he llamado "la curva compasiva" del universo, o la cuiva
compasiva que abraza al universo. ¿Qué hacemos al encontrarnos con otros? Nos
acercamos y abrazamos. Este abrazo refleja la curvatura del universo. Hablamos del
pensamiento reflexivo de la mente, porque somos el tipo de seres en que se refleja el
universo. ¿Qué es ese reflejo? Es la expresión de la curvatura del universo en la
inteligencia humana. Es la curvatura del universo que regresa sobre sí misma. Si no
fuera por ella, no habría reflejo humano. No habría afecto humano sin la atracción
gravitacional. La gravitación, inherente a este proceso, une todo en forma tan estrecha
que nada puede separarse de nada. La alienación es un imposible, un imposible
cosmológico. Podemos sentir alienación, pero jamás estar alienados.
Otro elemento importante en este proceso es la relación del origen. En el universo, todo
está genéticamente emparentado con todo lo demás. Hay literalmente una familia, un
vínculo, porque todo desciende de la misma fuente. En este proceso creativo se originan
todas las cosas. En la tierra, todos los seres vivos derivan claramente de un solo origen.
Literalmente nacemos como comunidad; árboles, aves y todas las criaturas vivas están
unidas en una sola comunidad de vida. Esto nos da la sensación de pertenencia. La
comunidad no es un sueño ni algo que podría ser hermoso. Literalmente somos una sola
comunidad. La tierra es una sola comunidad de existencia, el contexto donde existimos.
La Trinidad
Esto se expresa por primera vez en la Biblia, en términos del llamado modelo familiar,
Padre, Hijo y Espíritu: el Padre, principio emergente; el Hijo, articulación interna de las
cosas; y el Espíritu Santo, fuerza unificadora. Luego tenemos a San Agustín, quien
explica la Trinidad con un modelo psicológico: pensamiento que se piensa a sí mismo,
que se considera propio de la vida interna del espíritu puro, autopercepción y
autovinculación en las profundidades de la realidad esencial. Actualmente tenemos el
llamado modelo sociológico de la Trinidad: el ser, el otro y la comunidad. Pero yo
propongo un modelo nuevo, y en ciertos aspectos mejor, basado en la cosmología y
funcionamiento del universo: el modelo de diferenciación, articulación interna y
comunión, que surge de nuestra comprensión científica del universo.
Detrás de todo esto, a menudo está "el escándalo de la elección particular" en la teología
cristiana. Es la elección divina de un pueblo escogido, de una revelación única,
escogida. Más que escándalo de la particularidad, lo llamaría absurdo de la
particularidad, porque el universo es una comunidad integral, tiene esta realidad
singular y debe ser la elección primordial. Como dice Santo Tomás en la Parte Uno,
Pregunta 47, Artículo Uno, de la Summa Theológica: en el mundo hay cosas tan
diferentes porque Dios no puede crear otra deidad. No puede comunicar su ser total a un
solo ser, y entonces crea este conjunto de seres para que la perfección que falta en uno
sea proporcionada por otro, y el universo total de cosas se manifieste y participe en lo
divino más que cualquier ser por sí solo. La elección primordial, la preocupación
primordial, debe ser la totalidad, y todo se debe elegir a la luz de la totalidad. No se trata
de destruir la diferenciación, porque es la grandeza de la totalidad de las cosas. Dentro
de esta elección primordial, todo se elige, cada cosa en su propia modalidad.
En una oportunidad estaba con un grupo de personas entre las que había una filósofa.
Yo hablaba de mis almas budista, hindú y china. Vi que se ponía cada vez más tensa. Al
poco rato, golpeó la mesa y dijo: "¿En qué crees tú?". Le dije: "Creo en todo. Dime
algo, y creeré en ello. Soy un creyente y me gusta creer. ¿Por qué debo limitar mi
creencia?". Como dice San Pablo: "Cree en todo". La norma de mi creencia es en
realidad la norma de la comunidad de la tierra, es decir, cómo hemos respondido los
humanos a las condiciones de vida a través de los siglos, en diferentes culturas y épocas.
Veamos, por ejemplo, algo tan simple como las ceremonias de renacimiento espiritual.
No he descubierto ningún pueblo que no las tenga. Cuando nos encontramos con algo
tan constante, sabemos que es muy profundo y prevaleciente, una necesidad de la psique
humana, un rasgo común de la formación espiritual humana. Hay una manifestación
cristiana específica de esta ceremonia, pero en sí tiene un significado mucho más
amplio.
Tenemos un "multiverso" y un universo, donde todo se diferencia pero todo y todos son
elegidos; en toda elección, hay un aspecto universal y particular. La devastación
planetaria se atribuye a esta comprensión exagerada de la particularidad de elección en
la tradición bíblica occidental. En este caso, sólo lo humano —y no el mundo natural- es
elegido. Esta negligencia hacia el mundo natural no puede perdurar. No puede haber
una comunidad sagrada adecuada sin la inclusión del mundo natural.
Generalmente los pueblos vivencian lo divino como una presencia penetrante de fuerzas
misteriosas en el universo. Nosotros, un pueblo bíblico, reunimos toda esta presencia
penetrante constelándola en un creador personal, divino, trascendente, relacionado
mediante un pacto con un pueblo especial. Con esto, ¿qué ganamos, qué perdemos?
Ganamos algo. Podría describir las primeras páginas de la Biblia como el triunfo del
padre celestial sobre la madre tierra. El Primer Mandamiento es "No tendrás una madre
tierra". No rechazo al padre celestial, pero me agrada la idea de una madre tierra y
también hablar con los árboles. Este tipo de subjetividad, que los árboles me hablen y
yo les hable a ellos, está un tanto ausente en nuestra tradición. Aparece en los Salmos y
en partes de la tradición. Pero las tradiciones son su realidad histórica. No podemos
decir que hay un "cristianismo ideal" en algún lugar por ahí. Cuando hablo de
cristianismo, hablo de su realidad histórica. La realidad histórica es que cristianos, como
San Bonifacio (¿680?-755, misionero inglés en Alemania), cortaron los robles que los
paganos consideraban sagrados.
¿Por qué se consideraba idólatras a los paganos? Lo divino siempre aparece encarnado;
nadie adora la materia como materia. Lo que se adora es una forma de presencia divina.
En el Bhagavad Gita (Canto del Señor), el texto más sagrado del mundo hindú, hay un
excelente pasaje, uno de los más hermosos y relevantes de la literatura religiosa, que
dice: "Cada vez que alguien me adora, me hago presente allí". ¿Por qué lo divino no
puede hacerse presente allí donde las personas lo ubican? Intuitivamente sabemos que la
bondad divina sí lo hace. Obviamente, lo divino está ahí o nada existiría. San Agustín
dice que Dios es más íntimo con nosotros de lo que somos con nosotros mismos. Dios
es más íntimo con todo. Toda existencia es un modo de presencia divina. Por cierto hay
una diferencia, una distinción, pero si hubiese una diferencia en el sentido de
separación, el mundo creado no existiría. No puedo existir salvo por una presencia
divina. Siempre está el misterio de las cosas, y al misterio de la existencia se le puede
llamar divino, Dios, inmanencia o como se desee. Debemos reconocer el misterio de las
cosas. Pocas personas han pensado resolver el misterio de algo. No percibo grandes
problemas respecto a la inmanencia y trascendencia. Pareciera, sin embargo, que
nuestro excesivo énfasis en la trascendencia nos está llevando a destruir el planeta.
Hoy en día, los pueblos indígenas constituyen un excelente recurso, ya que están
asumiendo un rol de Iiderazgo en los asuntos humanos. Esto, luego de que muchos otros
pueblos han tomado posesión de la tierra y han estado más al mando de lo que ocurre.
Al introducirnos en el tema ecológico, comenzamos a aprender de estos pueblos
indígenas. Existen alrededor de 200 millones de indígenas en el mundo, también
llamados Primeros Pueblos o Pueblos Primitivos.
Hace poco conversaba con alumnos de un prestigioso colegio de Nueva York. Les decía
que mi generación había sido autista. Les pregunté qué era el autismo. ¡Imagínense
preguntarles esto! Un alumno se paró y explicó claramente: "Personas tan encerradas en
sí mismas que nada ni nadie les llega". Es un proceso de aislamiento. Esto es lo que ha
pasado en la comunidad humana actual. Sólo nos hablamos a nosotros mismos. No
hablamos al río, no lo escuchamos. Hemos roto la conversación. Al hacerlo, hemos
destrozado el universo. Todo esto es consecuencia del autismo. Mientras tomamos más
y más conciencia del trágico destino en que estamos atrapados, nos sentimos cada vez
más impulsados hacia la experiencia de los Pueblos Primitivos. En relación a esto, creo
que los mensajes de Black Elk son muy importantes, especialmente los de Black Elk
Speaks (John Neihardt, Washington Square Press, Nueva York 1972, edición original de
1921). Con Black Elk reaprendemos a escuchar. Obviamente, hay otras cosas que
podemos aprender de los Pueblos Primitivos, pero creo que esto tiene gran importancia.
Esto me lleva a algo muy importante. Siempre hay dos modalidades en cualquier ser:
microfase y macrofase, o sea, su modalidad todo lo demás. Tenemos muchos seres:
personal, familiar, comunitario. Nunca estamos realmente separados de nosotros
mismos. No es del todo honesto decir: "Yo hago las cosas por mi familia, no por mí".
Las hacemos por nuestro ser familiar y por nuestro ser personal, ya que ambos se
identifican Existimos para nuestro ser humano, comunitario, terrenal y universal.
En este sentido, somos parientes genéticos de y tenemos cierta identidad con todo lo
demás. No podemos salvarnos sin salvar todo y a todos los demás. A menos que otra
persona nos active, no podemos ser verdaderamente. Dependemos de los demás para
obtener nuestro ser. Nos convertimos en ser dando y recibiendo. Existimos en este
amplio contexto. Si perdemos el mundo externo, perdemos el interno. Siempre
regresamos a nuestro ser más amplio. ¿Por qué me atrae determinada persona? Es ahí
donde "estoy". Es ahí donde existo. Una persona dice: "Tú eres todo". Es verdad. El
otro es todo, pero una persona también debe tener una autoarticulación interna para
poder vivenciarlo, experimentar el ser en el otro, el ser en la comunidad, el ser en el
universo. Debido a nuestra intimidad con la tierra, si la degradamos, degradamos
nuestro ser más extenso. Es un suicidio.
Muchos se preguntan por el nivel de la inteligencia animal y cómo se compara con la
humana Debemos reconocer que la inteligencia existe en modalidades muy diferentes.
Es mejor no hablar de "niveles", sino de diferencias cualitativas. La inteligencia está
muy diversificada en su expresión y funcionamiento. Las diferencias son cualitativas,
no cuantitativas. Las diferencias cualitativas no se dan exactamente como mayores o
menores, sino en la modalidad de su funcionamiento. Cada uno tiene su máximo
desarrollo en relación a su funcionamiento adecuado. Así ocurre en el mundo de la
abeja, halcón peregrino, trucha arco iris, delfín, y humano: en cada caso, la inteligencia
es apropiada a la función; cada uno es perfecto en su propio orden. Lo especial de la
inteligencia humana reside en el alto desarrollo de su conciencia reflexiva. En su estado
natural, estas diversas formas de inteligencia están presentes unas para otras en una
profunda comprensión y compasiva relación. Lo maravilloso de esta presencia reside
precisamente en las diferencias. Debido a que cada una es única, pueden realzarse entre
sí, introduciéndose en áreas de experiencia que no existirían si las diferencias fueran
menos extensas. Cada una lleva los profundos misterios de la existencia en algún modo
especial de expresión. Entre los humanos, los poetas están en comunión más profunda
con estas otras formas de comprensión, que solemos vivenciar en la niñez. Nuestro
autismo es resultado de nuestra educación.
Teilhard tuvo tres logros básicos. Primero, describió las dimensiones psíquico-espiritual
y físico-material del universo. Segundo, identificó la historia humana con la universal.
Ahora la ciencia sabe que lo humano está integrado a la historia universal y se pregunta
sobre la relación entre la mente que el universo produce y la mente que conoce el
universo. En la actualidad, los-científicos hablan del "principio antrópico cosmológico",
un principio muy significativo que incluye estructura y funcionamiento internos del
universo en sus dimensiones de microfase. Freeman Dyson, profesor de física en
Princeton, dice que mientras más estudia la estructura del universo, más se convence de
que éste sabía desde el principio que nosotros vendríamos. Esto concuerda con todos los
elementos de azar y selección natural que dieron al universo su forma actual. Como dice
Teilhard, en el universo hay, en definitiva, una dirección hacia la "complejidad-
centralización".
Esta dimensión no significa que no haya un misterio más profundo en el origen de esta
fuerza dentro del universo. En otras palabras, no excluye el misterio de cómo se
comunica o funciona esta dimensión autorganizadora, porque en el mundo de los
fenómenos el universo es la única realidad autorreferente. No podemos conocer el
universo adecuadamente porque no tenemos nada con lo cual compararlo, relacionarlo
-es la única realidad autorreferente en el mundo de los fenómenos. Es el único texto sin
contexto. Todo lo demás se debe observar en el contexto del universo. Por eso nuestro
sentido de creación es tan distinto, y por eso los fundamentalistas no aceptan que el
universo sea una autocreación dentro del contexto divino. Se puede hablar de un
contexto en cuanto al misterio o trascendencia, o al contexto numinoso del universo,
que podría considerarse la dimensión divina. Pero Dios no dirige el espectáculo como si
el universo fuera un show de marionetas; es una realidad que funciona
espontáneamente.
Sin embargo, tengo que hacerle algunas críticas a Teilhard. Es un tanto trágico que no
esté "disponible" para los ecologistas actuales, pues estaba intensamente involucrado
con el mundo tecnológico. Para él, el proceso evolutivo se concentraba en lo humano.
No podía comprender el aspecto devastador de lo humano. Cuando Henry Fairfield
Osborne, en su libro Our Plundered Planet (1947), sostuvo que el mundo estaba
sufriendo una grave destrucción ecológica por la acción humana, Teilhard se negó a
aceptarlo. Otros lo veían, pero él no. Era excesivamente optimista, basado, creo, en la
obra de espiritualidad Abandonment to Divine Providence (1861) de Jean de Caussade.
De Caussade proponía abandonarse a la voluntad de Dios. Durante la Primera Guerra
Mundial, Teilhard sentía entusiasmo por estar en el frente de batalla. Para él, lo peor era
lo mejor, porque significaba que Dios aún tenía planes mayores. Teilhard no podía
tomar en serio la destrucción del mundo natural. En una oportunidad, alguien le señaló
la destrucción del planeta, a lo cual respondió que la ciencia descubriría otras formas de
vida.
Con la ciencia contemporánea y nuestro nuevo sentido de las cosas (desde la física
cuántica y Werner Heisenberg [1901-1976]), estamos muy lejos del mecanicismo. Hay
científicos mecanicistas, pero los científicos reflexivos en un contexto amplio perciben
los misterios profundos de la existencia. Es como el "principio de incertidumbre" de
Heisenberg: nuestro contacto con las cosas las cambia. No las conocemos en su realidad
objetiva, sino más bien mediante una intercomunión.
Debido a que los cristianos no pudieron apreciar nuestra nueva comprensión del
universo, no llegaron a nuevos modos de revelación divina. Los cristianos desean
comprender en forma deductiva, sólo con sus propios recursos. En consecuencia, aún no
pueden aceptar la visión científica ni ver su valor religioso. En la nueva historia del
universo hay grandes valores religiosos, pero la teología cristiana todavía no la aprecia
como su propia historia sagrada. Si la teología misma no está en una situación sana,
¿cómo puede ayudar a sanar la confusa situación actual? Los pueblos indígenas
generalmente tienen rituales de sanación de base cosmológica. Por ejemplo, en ellos, los
navajos cuentan la historia del universo. Incluso lo pintan, y ahí aparece la persona que
quiere sanar Luego el proceso de sanación se resuelve invocando las fuerzas del
universo en relación al problema específico de esa persona. Así, el proceso de sanación
es un proceso comunitario cosmológico, la comunidad del agua, aire, suelo, hierbas e
insectos. Nuestras medicinas provienen de estas fuentes, de las formas vivas, plantas,
insectos, etc. Necesitamos restablecer una relación con el universo y sus misteriosos
poderes.