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El siguiente, es considerado un caso emblemático de violencia

doméstica, acontecido en la Provincia de Mendoza.


Paola Claudia Mendoza, 22 años de edad, educación de nivel
primario completa. Se casó con un policía de la Provincia, Juan Eduardo
Quiroga Núñez, tras un noviazgo de 5 meses, en los que él se mostró
amoroso y cariñoso. Pero la relación cambió abruptamente la misma
noche de bodas, cuando Quiroga le dio la primera “paliza”. A partir de
ese momento no dejó de azotarla durante el año y un mes que duró el
matrimonio, hasta que ella lo mató, el 1º de marzo de 2001, poniendo fin
a ese círculo de horror.
Fue después de que su marido la tirara al piso, la pateara con los
borceguíes puestos, le rompiera la ropa y la forzara a punta de pistola a
tener relaciones sexuales. Esa noche ella tomó el arma reglamentaria de
su marido (taurus 9 milímetros), con la cual el tantas veces la había
vejado; cuando se acostó a dormir, le disparó.
Paola declara “me golpeaba, me violaba y me amenazaba de
muerte poniéndome el revolver en la cabeza e introduciéndome el caño
del arma en la vagina”. Me pegaba, me encerraba y se iba”
La joven intentó buscar ayuda y nunca la consiguió: denunció los
golpes en varias oportunidades en la policía y la mayoría de las veces no
fue ni siquiera escuchada: “se me reían en la cara. Me decían que él (el
marido de Paola) no podía ser, que era el nene preferido de la
comisaría”. Una vez hablé con el inspector de la Comisaría 11ª de Luján
por teléfono para decirle que estaba declarando en contra de él; y me fue
a buscar a la comisaría y me sacó del brazo. Fue todo un problema”.
La primera vez Paola había ido a la seccional acompañada por la
hermana de su marido y a pesar de que su rostro tenía las marcas de un
golpe (que hoy es una cicatriz que trata de ocultar con su cabello),
tampoco le quisieron tomar declaración y le dijeron que se volviera a su
casa. “Fue como si la máquina de escribir fuera invisible. Me dijeron que
no me hiciera problema y aunque tenía una lastimadura en la cara no me
mandaron al médico forense” En aquella oportunidad, Quiroga le había
pegado a su propia madre. La segunda vez, fue acompañada por su
padre por lo que en ese momento sí le tomaron la denuncia.
La joven intentó suicidarse; terminó con un lavaje de estómago en
la guardia del Hospital Regional de Luján de Cuyo, le recomendaron
iniciar tratamientos psicológicos.
El día que fue a la 1ª sesión en el centro de salud del barrio la
Gloria (de donde era oriunda ella y su familia) su esposo se enteró y
literalmente la sacó de los pelos del lugar, subiéndola al patrullero en el
que había llegado. Los testigos del hecho fueron el psicólogo del centro
de salud (que no fue citado a declarar en el juicio) y varias vecinas de la
zona.
Finalmente la séptima cámara en lo criminal de Mendoza, la
condenó a 15 años de prisión por “homicidio agravado por el vínculo
conyugal, con circunstancias extraordinarias de atenuación. Mediante el
juicio oral se consideraron ciertos sus relatos de malos tratos y violencia
y se tuvieron en cuneta pata atenuar la pena.
La sentencia causó conmoción en la sociedad mendocina y generó
polémica. Un grupo de ONG y organismos oficiales y de derechos
humanos iniciaron una campaña con marchas incluidas, en reclamo de
su libertad. Piden que se le conmute la pena o sea indultada porque
consideran que actuó en “legítima defensa”.
La joven fue también “revictimizada” por los peritos oficiales que
actuaron en el caso: uno de ellos, la psiquiatra María de los Ángeles
Quiroga llegó a interpretar el vínculo de sometimiento de Paola a su
esposo como una relación “sadomasoquista”.
Consideramos que el caso presentado puede ser definido como
una situación de violencia familiar, entendiendo por esta a las “distintas
formas de relación abusiva que caracterizan de modo permanente o
cíclico, al vínculo familiar (Corsi, 1994:9). Afirmamos esto puesto que
durante su matrimonio (que duró poco más de un año), la joven fue
víctima de situaciones de abuso reiteradas, crónica y cíclica.
Así mismo, consideramos que se trata de un caso de violencia
conyugal, con maltrato hacia la mujer, que “incluye situaciones de abuso
que se producen en forma cíclica y con intensidad creciente”. Haciendo
alusión al caso, el ciclo de violencia se inicia la misma noche de bodas,
cuando el marido le da la 1ª “paliza”; a partir de allí, no dejó de azotarla
durante el año y me que duró el matrimonio. De esta forma, la joven se
transformó en una mujer golpeada, quien “sufrió maltrato intencional, de
orden emocional, físico y sexual, ocasionado por el hombre con el que
mantiene un vínculo íntimo” (Corsi, 1994:10,11).

En el caso se evidencia que la mujer ha sido víctima de:


• Abuso físico: ocasionado por golpes, empujones, patadas que
le perpetrara Quiroga. En una ocasión un golpe en el rostro, le ocasionó
una cicatriz que hoy intenta ocultar con su cabello.
• Abuso emocional: Incluye insultos, gritos, desautorizaciones,
amenazas, humillaciones, la joven relata “me pegaba, me encerraba y
se iba”. “La mujer sometida a este clima emocional sufre una progresiva
debilitación psicológica, presenta cuadros depresivos y puede
desembocar en el suicidio” (Corsi 1994:11). Dado este círculo de
violencia en el que estaba inmersa, la joven tuvo un intento de suicidio, el
que terminó con un lavaje de estómago. A partir de esto se le recomendó
iniciar tratamientos psicológicos. El día de la primera sesión en el centro
de salud, su esposo entró y literalmente la sacó de los pelos del lugar, y
la subió al patrullero en el que había llegado.

• Abuso sexual: Incluye “la imposición de actos de orden sexual


contra la voluntad de la mujer” (Corsi 1994:11) “Me golpeaba, me violaba
y me amenazaba de muerte poniéndome el revólver en la cabeza e
introduciéndome el caño del arma en la vagina (…) me decía que yo era
su esposa y que tenía la obligación de hacerlo. Yo tenía miedo”

Existen dos factores que determinan la violencia conyugal: el


“carácter cíclico y la intensidad creciente” (Corsi, 1994:14) En relación al
caso analizado se evidencia la existencia de un ciclo de violencia, el que
se inicia con la fa se la acumulación de tensión “en la que se producen
sucesivos episodios que llevan a roces permanentes entre la pareja”
(Corsi, 1994:14). Durante el noviazgo de 5 meses que mantuvo la pareja,
él se mostraba “amoroso y cariñoso” para con la joven. La misma noche
de bodas, la relación se transformó abruptamente dando lugar a la
primera paliza. En la segunda fase, denominada episodio agudo “toda
tensión acumulada da lugar a una explosión de violencia, abarca desde
un empujón hasta el homicidio” En este caso la explosión de violencia se
da cuando el marido, luego de tirarla al piso , comienza a patearla con los
borceguíes puesto, rompiéndole la ropa y la fuerza a punta de pistola a
tener relaciones sexuales. Todo ello desemboca en el homicidio de
Quiroga a mano de su esposa.
La tercera fase, denominada luna de miel en la que se produce el
arrepentimiento por parte del agresor, sobreviniendo el pedido de
disculpas y la promesa de que nunca más volverá a ocurrir (Corsi
1994:14).
En la narración del caso, no se evidencian indicios de esta fase,
pero que seguramente existieron a lo largo de toda la trayectoria de
violencia de la pareja.

A este carácter cíclico de la violencia hay que agregarle su


intensidad creciente, la cual se inicia sólo con agresión verbal, con las
que se ridiculiza y humilla, luego adviene la etapa más violenta con
golpes físicos y abusos sexuales. “La única forma de cortar el ciclo y la
escalada de violencia es a través de la intervención externa” (Corsi,
1994:15). En este caso la recomendación de la conveniencia de iniciar
tratamiento psicológico fue aceptada por la joven golpeada, a fin de
intentar poner fin al círculo violento que vivía; esto se vio truncado por la
rotunda negativa y consecuente conducta violenta que desató el hecho
en el marido. Aquí se denota una relación de abuso de poder; se
evidencia la existencia “un arriba y un abajo, real y simbólico” (Corsi,
1994:6) en donde el marido con más poder abusa de la mujer con menos
poder; en este caso particular la relación adopta la forma del rol
complementario hombre-mujer, determinado también por las categorías
de género y de edad.

En la judicialización del caso, que se inició por el homicidio del


cónyuge, la joven fue sometida a pericias psiquiátricas que no sólo la
revictimizaron sino que también se apela a un mito, “creencias erróneas
que la mayoría de la gente acepta como si fueran verdaderas” (Corsi,
1994:11). La psiquiatra encargada de las pericias, llegó a interpretar el
vínculo de sometimiento de la joven a su esposo como una relación
sadomasoquista. Como profesionales del Trabajo Social, debemos
reconocer estos mitos que parcializan la magnitud del fenómeno de
violencia y desnaturalizarlas. Reconocemos que en la realidad “los
acuerdos masoquistas no entran dentro de la definición de violencia
doméstica (…) las mujeres que sufren situaciones crónicas de abuso no
pueden salir de ellas, por una gran cantidad de razones de índole
emocional, social, económica (…). En ningún caso experimentan placer
en la situación de abuso; los sentimientos más comunes son el miedo, la
impotencia y la debilidad” (Corsi 1994:12).
En relación a este concepto de mujer maltratada, hace referencial
género femenino, en un contexto social en el cual la mujer reviste una
posición de inferioridad. El rol social de la mujer implica notorias
desventajas que tornan susceptibles de mayores abusos y maltratos
(Ferreira, 1995:50)
Existen lineamientos generales que perfilan a las diferentes
“mujeres maltratadas”; en los cuales se caracterizan las siguientes
dimensiones:

- Dimensión comportamental.
Comprende las acciones que realiza una persona.
- Abandonar los grupos de autoayuda: En el caso analizado la
mujer comienza un tratamiento psicológico pero su esposo al enterarse,
la retira mediante el empleo de la fuerza física del lugar.
- Realiza actos en contra de su voluntad: Paola es obligada a
tener relaciones sexuales en contra de su voluntad, su esposo la
amenazaba con un revolver.
- Tener conductas no asertivas: En una oportunidad la joven
intentó suicidarse y terminó con un lavaje de estómago en la guardia de
un hospital.

- Dimensión psicodinámica.
Integran esta dimensión los afectos, los sentimientos y las
emociones.
- Reiteración de sentimientos tales como miedo, temor, terror,
etc. En el caso analizado, Paola, la noche del crimen, temblando de
miedo, asustada, toma el arma y le dispara a su marido.
- Sentimientos de impotencia: La joven intenta varias veces que
le tomen la denuncia, sólo en dos oportunidades tuvo suerte.
- Ideas suicidas
- Ideas homicidas

Teniendo en cuenta las características de la personalidad del


hombre violento, consideramos que el señor Quiroga puede ser incluido
dentro de la categoría de “hombre golpeador”, puesto que se evidencia
que este ejerce sobre su compañera “alguna de las formas de abuso
físico, emocional, sexual, ocasionándole algún tipo de daño -físico,
psicológico, social, emocional-” (Corsi, 1996:9).

BIBLIOGRAFIA.

- Corsi, Jorge (1994) “Violencia familiar: una mirada


interdisciplinaria sobre un grave problema” Ed. Paidos, Bs. As.
- Corsi Jorge; Domen Mónica; Sostes Miguel (1996) “Violencia
masculina en la pareja” Una aproximacion al diagnóstico y a los modelos
de intervención Ed. Paidos Bs. As.
- Ferreira Graciela (1995) “Mujeres Maltratadas” Ed.
Sudamericana. Bs As.
- www.argentino.indymedio.org

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