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Marxismo y educación

Elaboración colectiva de la LIGA MARXISTA

Sobre la función de la escuela en el modo de producción


capitalista

La escuela contribuye a la reproducción de la división de la sociedad


en clases. En el capitalismo se reproducen sistemáticamente, y en forma
ampliada, las relaciones sociales de producción; ésto es, produce crecientemente
y reproduce a la clase obrera como clase en un polo, y a la clase capitalista en el
otro. El capitalismo tiende por lo tanto a la proletarización de los sectores
llamados "independientes". Esta estructura económica básica, y la dinámica que
le es inherente, constituyen el basamento de la estratificación social, y son las
que determinan, en líneas generales, los papeles y las funciones de las
instituciones sociales. Reproduce a la clase obrera como clase, por el otro a la
clase capitalista, reforzando su dominio y control sobre los medios de producción.
Tiende a la creciente proletarización de sectores que tenían la posibilidad de
realizar trabajos llamados "independientes". Esta estructura económica básica es
la que domina los movimientos sociales, la que constituye el basamento de la
estratificación social, y la que asigna, por lo tanto, los papeles y las funciones de
los individuos en la sociedad.
Por eso constituye una ideología sin sustento la pretensión de eliminar las
diferencias sociales a partir de las anheladas -y utópicas bajo el capitalismo-
demandas de "igualación de oportunidades escolares", "escuela única",
"Universidad para los trabajadores", y otras tantas reivindicaciones cotidianas del
movimiento estudiantil y docente. El sistema educativo está condicionado por las
relaciones sociales que se reproducen inevitablemente a partir de la explotación
capitalista; por lo tanto no se pueden acabar, ni siquiera atenuar, las
diferencias de clases, a partir de los cambios en la educación. La idea de
que mediante la educación se pueden modificar las condiciones sociales coincide
objetivamente con la ideología burguesa mistificadora que pretende que las
diferencias en la inserción del mercado de trabajo se derivan "naturalmente" de
las diferencias en la educación. De allí hay un paso a culpar a los trabajadores por
estar desocupados o tener malos salarios, ya que no habrían puesto suficiente
empeño en su estudio y preparación en los años escolares.
Es necesario insistir en esta constricción económica de las utopías educativas
de los "progresistas", dada la difusión entre los docentes de la idea de que con su
"sacerdocio" es posible "democratizar" la sociedad y acabar con las diferencias
sociales si se logra "igualar" la enseñanza. El funcionamiento de la escuela
está determinado por las necesidades de la reproducción del capital,
aunque debe convenirse en que los factores políticos e ideológicos -lucha de
clases, necesidad de legitimar la acción estatal, etc.- introducen mediaciones
importantes, que a veces establecen desajustes entre las ofertas educativas y las
demandas del mercado de trabajo. De todas maneras, la variable determinante
está constituida por las relaciones de producción y de acumulación del capital, y
no a la inversa, como sostiene la ideología liberal.
Por esta razón también, se constata que la pirámide escolar se corresponde
bastante estrechamente con las diferenciaciones sociales; como lo han
demostrado los teóricos reproductivistas (ver Baudelot y Establet, 1975) los
alumnos de origen humilde se concentran en determinadas carreras y escuelas,
existiendo una selectividad social en los procesos de evaluación y orientación
escolar congruente -en líneas generales- con las necesidades del mercado de
trabajo. Esto muestra por qué determinadas consignas como "Universidad para
los obreros" dependerán para su efectivazación de la revolución socialista; que
algunos obreros lleguen a la Universidad y de allí accedan a la situación de
cuadros dirigentes de la sociedad (o sea, sean incorporados a la clase
dominante), o que algunos hijos de la burguesía se vean excluidos de ella, no
altera la reproducción masiva, general, de las grandes clases sociales3. La utopía
de la reconciliación de clases a través de la acción de la escuela y del Estado es
sólo un lugar común, vacío de contenido, de la "democracia avanzada".
Entrando ahora en la discusión de las funciones de la escuela, existen dos
aspectos que debemos desarrollar: uno es el ideológico-político, que tiene que ver
con los valores inculcados, las actitudes y esquemas de comportamiento, las
ideas sobre el Estado, sobre la patria, la sociedad, etc. y otro es el que se
relaciona con las necesidades de la reproducción material de la sociedad.
El primero alude a la necesidad del capitalismo de formar obreros que
acepten el modo de producción capitalista, que estén dispuestos a dar la vida
"por la patria", que mastiquen sin chistar la ideología de la clase dominante, que
sean en el futuro mano de obra disciplinada bajo el mando del capital. Además
existe la necesidad de formar los cuadros dirigentes de la clase burguesa, los que
reemplazarán en el dominio del Estado y en la conducción de las empresas a los
actuales; de educarlos en un "cemento" ideológico que les permita sobrellevar las
presiones derivadas de la lucha de clases y de mantener la propiedad privada
contra los desposeídos. También aquí la escuela capitalista, en especial en los
niveles superiores, debe inculcar actitudes de mando y comportamientos acordes
con la clase que debe destacar los dirigentes del Estado, empresas, etc.
La escuela reproduce entonces la ideología de la clase dominante, aunque no
la crea. La ideología de la clase capitalista no se produce -en lo que se refiere a
sus formas fundamentales- en la escuela o en las Universidades. El fetichismo de
la mercancía, la ilusión de la libertad, la igualdad y la fraternidad que se generan
en el mercado, son formas ideológicas que surgen espontáneamente de las
relaciones sociales de producción mercantiles y capitalistas. Pero la escuela
capitalista sí reelabora, amplifica, fija e inculca estas formas ideológicas en las
conciencias. La escuela es correa de transmisión de la ideología oficial,
instrumento de domesticación y disciplinamiento de la futura fuerza de trabajo
que explotará el capital. La Universidad y su mundo académico otorgan a las
formas ideológicas burguesas un carácter "serio", "científico", recubriéndolas de
su autoridad. La educación burguesa prolonga y consolida la existencia de esa
ideología que surge espontáneamente de las relaciones mercantiles y capitalistas.
Por lo tanto, no se puede modificar "en sí" esta reproducción de la ideología de la
clase dominante "autonomizando" la escuela, pretendiendo erigir un ámbito
aislado, en el que se realizaría "ciencia" en sentido "positivo", aislada de los
condicionamientos sociales. La escuela no sólo ni principalmente reproduce
ideología capitalista porque está sujeta a las imposiciones directas de la
burguesía y su Estado -aunque este elemento no es en absoluto despreciable-
sino que lo hace esencialmente porque es una escuela inmersa, determinada, por
las relaciones de producción que le dan vida.
Esto no niega que la izquierda deba utilizar espacios, ganados en la lucha
democrática, para ejercer la crítica, para desarrollar aspectos del pensamiento
social crítico -esto es, del marxismo-. Pero los mismos, mientras subsista la
sociedad de clases, estarán destinados a ser siempre precarios y más o menos
marginales. Nunca se podrá cambiar el carácter de clase de la escuela y la
Universidad capitalista mediante la toma de "trincheras" en su interior por los
izquierdistas; sin embargo esta ilusión pavimenta el camino para la incorporación
al régimen académico burgués de muchos revolucionarios.

La defensa de la enseñanza por el marxismo

Sin embargo, a pesar del carácter claramente ideológico de los contenidos de


la enseñanza que tienen relación con lo social, los marxistas defendemos la
adquisición de conocimientos que constituyen también el acervo de los logros del
desarrollo del pensamiento humano. Por ejemplo, la enseñanza de la revolución
francesa en la escuela secundaria burguesa está plagada de interpretaciones
falsas, de hechos que se presentan tergiversados, pero al mismo tiempo que los
alumnos conozcan estos acontecimientos favorece la crítica marxista, amplía los
horizontes mentales para la superación de la ideología capitalista4.
La importancia de esa adquisición de conocimientos es todavía más evidente
cuando tomamos el segundo aspecto de la educación es técnico y científico,
relacionado con las ciencias aplicadas a la producción, a la salud, a la
investigación en ciencias naturales o exactas, etc. En términos generales,
podemos englobar este aspecto bajo la categoría de "relación del hombre con la
naturaleza". Está determinada por la necesidad de formar mano de obra
calificada para todos los niveles, tanto para los que están sujetos a la explotación
capitalista como para los futuros cuadros.
Este aspecto no siempre puede ser separado del aspecto ideológico-político,
de la lucha de clases. Por ejemplo, la enseñanza de los aspectos técnicos de la
disposición de una empresa en la facultad de ingeniería, está condicionada por las
relaciones antagónicas -de clase- en las cuales será aplicada. En medicina, el
enfoque de la relación entre enfermedades y los males sociales no puede
desligarse de la concepción global ideológica y política. Pero en cada una de estas
ramas podemos advertir una serie de conocimientos intrínsecos a la materia de
estudio (por ejemplo, a la resistencia de los materiales y cálculos técnicos en
ingeniería, a la anatomía y fisiología humanas) que no pueden ser reducidos a los
social.
Por las razones apuntadas, en este punto nos apartamos de los autores
partidarios del reproductivismo, para los cuales los contenidos educativos son
mera ideología. Ya vimos que hay conocimientos que no son mera ideología,
aunque estén emponzoñados por la visión e interpretación burguesa; y con más
claridad aún, existe un conocimiento que está relacionado con el permanente
mediar del hombre con la naturaleza, que no es producto de la ideología de clase
(a no ser que revivamos los viejos planteos stalinistas de "biología proletaria" o
"lingüística de clase", etc.) y que deben ser reivindicados como contenidos
válidos, a los que debe tener acceso la clase obrera. La escuela capitalista,
además de la enseñanza ideológica, prepara a los alumnos en una serie de
conocimientos imprescindibles para su incorporación como mano de obra
asalariada: el leer y escribir, conocimientos sobre matemáticas, historia, ciencias
naturales. Como marxistas, defendemos estos conocimientos, esta adquisición de
cultura por parte de la clase obrera. En este respecto nos distinguimos de muchos
teóricos de la reproducción, quienes a partir de afirmar que la enseñanza de la
escuela capitalista es mera ideología, sostienen que toda exclusión de las masas
de la misma es progresiva. No ven que contradictoriamente la burguesía necesita
dar una formación intelectual a los trabajadores, aunque sea mínima, y esa
formación puede ser provechosa para la lucha obrera. Conociendo sus límites -por
esa vía la clase obrera no dejará de ser explotada- criticando el carácter de clase
de la escuela y su ideología, al mismo tiempo reivindicamos todo conocimiento
que contribuya a la mejora del nivel cultural e intelectual de los trabajadores.
Esta posición es una tradición en el marxismo. Marx planteó la reivindicación
de la enseñanza obligatoria, para poner fin al martirio de la infancia obrera, a la
que se le negaba toda escolarización y se la obligaba a trabajar en las llamadas
"casas de sudor". Por otra parte, reclamaba el reconocimiento de las instituciones
autónomas de enseñanza obrera, que la clase obrera tenía, sola o con la ayuda de
burgueses progresistas como Owen. Engels, a su vez, escribió que
La burguesía tiene muy poco que esperar y mucho que temer de la formación
intelectual de los obreros (Situación de las clases trabajadoras en
Inglaterra)
y Lenin consideraba al saber y la instrucción -de la misma escuela burguesa-
como "la chispa" que podía caer sobre "la pólvora" (los trabajadores).
Insistimos por otra parte que esto no debe ser absolutizado; Lenin también
era consciente de los límites de la escuela burguesa, pero destacaba que la
burguesía está obligada a instruir al proletariado, y que esa instrucción facilita la
capacidad de combate y politización de la clase obrera. La burguesía no puede
resolver esta contradicción, por ello trata de inculcar los conocimientos
imprescindibles, acompañados del condimento ideológico que vimos.
Estos planteos conservan actualidad en sus líneas esenciales, porque sin
desconocer la necesidad de la crítica ideológica a la escuela capitalista, es
necesario levantar el reclamo de la enseñanza general, ante la enorme masa de
chicos que ni siquiera llegan a terminar los primeros grados. En amplios sectores
de las grandes ciudades y en el campo, se cuentan por decenas de miles los
adolescentes que son analfabetos completos o funcionales, que no tienen idea de
nociones elementales sobre historia, geografía o matemáticas, etc. Volvemos a
encontrar los ejemplos de embrutecimiento masivo de la niñez y adolescencia
-condenadas a trabajos bestiales y a la más completa indigencia cultural- que
Marx muestra en El Capital, durante la época del desarrollo industrial en
Inglaterra. Pero además hoy existe otra forma de exclusión de las masas del
conocimiento que es, en palabras de Tedesco:
el vaciamiento o la pérdida de capacidad de la escuela en cuanto a su función
específica de desarrollar el aprendizaje de contenidos socialmente significativos
(Tedesco, 1983, pág. 59).
Esto está extremadamente extendido en las escuelas primarias de los
barrios populares, en las secundarias nocturnas y de los barrios obreros, etc. Los
alumnos concurren a clase, pero en ésta se aprende muy poco, la enseñanza
tiende a vaciarse de contenido a medida que se extiende. Tedesco cita un estudio
realizado en 1981 que registra esta tendencia: el vaciamiento de la enseñanza es
más visible en los países en que la escolaridad está más extendida. La
reivindicación de la enseñanza es entonces un punto central del programa del
socialismo revolucionario. Lamentablemente, en la izquierda esta reivindicación
ha sido emponzoñada por la adoración y reivindicación del papel del Estado
burgués en la enseñanza.

La escuela única y estatal

En la ideología liberal pequeño burguesa, común en los medios estudiantiles


y docentes "progresistas" -incluida la CTERA- y en la izquierda, se da como un
hecho natural la reivindicación del papel del Estado capitalista como educador de
la población. En el pensamiento "marxista" esta tesis viene de los socialistas de la
Segunda Internacional, y abreva en la ideología de la burguesía liberal "de
avanzada". Pero se opone por el vértice a la estrategia del socialismo
revolucionario. Precisamente los teóricos de la Tercera Internacional (en época en
la que IC era dirigida por Lenin) consideraron como la manifestación más
clamorosa del oportunismo de los partidos socialdemócratas en materia de
educación el culto al papel "democratizador" y "progresista" del Estado como
educador colectivo. Pero hoy -y esto es parte del envilecimiento al que llevaron al
marxismo- parecemos "de otro planeta" los que impugnamos la idolatría estatista
de los educadores izquierdistas.
El punto nodal de los estatistas es la afirmación que la institución de la escuela
estatal laica y única contribuye a la democratización del país, que ésta a su vez
empuja a la democratización de la escuela y a la elevación de las clases bajas, lo
que a su vez repercute sobre la democratización de la sociedad y del país. La
escuela estatal única representaría entonces una conquista, que amenazaría a la
clase dominante dado su rol "nivelador" dentro de la sociedad. De allí la consigna
de todos los progresistas, de escuela estatal única, como remedio a los males de
la educación. En esta formulación se encierran dos mistificaciones: que puede
existir una escuela única sin acabar con el capitalismo y que el Estado puede
cumplir una función neutra como educador.
La escuela única es una utopía bajo el régimen capitalista, porque la sociedad de
clases "exige" y objetivamente provoca que haya una escuela para los obreros y
los sectores empobrecidos, y otra escuela para los hijos de la burguesía y de los
sectores medios acomodados. El vaciamiento del contenido educativo de las
escuelas "populares", al que nos referimos en el anterior punto, es la expresión
palpable de esta división clasista de la escuela. Por eso los marxistas decimos que
todos los condicionamientos sociales y económicos determinan esta división "ab
initio" entre dos tipos de escuela. Agitar la consigna de la escuela única, sin
explicar que ésta es imposible bajo el sistema capitalista, es contribuir
activamente al papel mistificador por parte de la burguesía.
Pero además los marxistas no podemos reivindicar a la escuela estatal
capitalista. Aclaremos antes de seguir, que defendemos la gratuidad de la
enseñanza, pero lo que está en cuestión aquí no es ese punto y la lucha contra la
elitización de la enseñanza, sino el papel del Estado en cuanto educador.
Repetimos la cuestión que planteaba Marx a los estatistas de su época en materia
de educación: ¿quién educa al Estado? Esta sola pregunta debería hacer
reflexionar a los marxistas acerca de esta verdad elemental: el Estado no es
neutro, y por lo tanto, la escuela estatal no puede dejar de estar al servicio de la
clase dominante. Esta crítica es muy importante en países como Argentina, en
que el Estado -dada la debilidad de la acumulación capitalista- jugó un papel muy
dinámico en el logro de una homogeneidad ideológica a través de la educación.
Las ceremonias patrióticas, el culto a la bandera, el himno y las tradiciones, han
sido factores importantísimos en la transmisión de valores de la burguesía a la
clase obrera y los oprimidos. Esta función ideológica del Estado educador es de
hecho reivindicada por nuestros izquierdistas, cuando exigen que tenga el
monopolio de la enseñanza. Ni siquiera se percatan que están forzando una
puerta abierta, porque hoy el Estado es el quien tiene el monopolio en fijar los
contenidos básicos de la educación, incluyendo a los establecimientos privados.
Los contenidos fundamentales de la enseñanza, privada o estatal, están
determinados por el Estado capitalista; por eso, podemos decir que toda la
educación, gratuita o paga, es estatal. Por este motivo los marxistas
reivindicamos la consigna de Marx de "fuera el Estado de la educación", sí a la
enseñanza gratuita.
La demanda de impedir la influencia del Estado y el gobierno sobre la
escuela no es una consigna estrictamente "socialista", sino democrática
consecuente, que no puede cumplirse a menos que una revolución obrera cambie
el carácter de clase del Estado. En ese caso, la escuela pasaría a estar bajo la
influencia de los consejos de obreros y las capas oprimidas y explotadas de la
población, quienes decidirían democráticamente acerca de la organización de la
enseñanza. De todas maneras, la demanda de "fuera el Estado de la educación",
junto a la siempre vigente exigencia de educación gratuita para la población
trabajadora, juega un rol importantísimo en la crítica dentro de la escuela
capitalista y da un eje a las luchas por las libertades democráticas. Esta consigna
desenmascara la hipocresía de quienes hablan de la "democracia" que existe en
la enseñanza. A éstos les preguntamos: ¿por qué el Estado decide que se enseñen
obligatoriamente los conceptos de patria, de instrucción cívica, en las escuelas?
¿quién es el Estado, el mismo que mantiene la continuidad del aparato represivo
de la dictadura militar, que ha dejado impunes a los genocidas del "proceso", para
"enseñar" acerca de las libertades democráticas? Los mismos que reclaman por la
"autonomía" de la Universidad, defienden la Universidad y la enseñanza estatal;
¿no es esto contradictorio? Los estudiantes que rechazan indignados la ingerencia
de los monopolios en la educación y los convenios de trabajo de las facultades
con las empresas capitalistas, no dicen palabra ante el artículo de la nueva ley
universitaria que establece la colaboración de la Universidad con el Estado.
Por último, acerca de la exigencia de expropiación de las escuelas privadas
capitalistas -religiosas o no- los marxistas la planteamos indisolublemente unida a
la lucha por el poder obrero y de los explotados.

La enseñanza laica y la cuestión de la religión

La relación entre religión y enseñanza es otra de las grandes problemáticas


que atraviesan la lucha de clases en torno a la educación. Existen en la política de
los marxistas dos aspectos que es necesario examinar: por un lado, la
importancia de la demanda (que también planteaba Marx) de "fuera la iglesia de
la educación" y el cómo se lleva adelante una política revolucionaria fundada en
ella. Por otro lado, la posición que debe adoptar el socialismo revolucionario ante
el movimiento burgués y pequeño burgués laicista5 en la enseñanza.
Empecemos con el primer aspecto, nuestra demanda de separación
completa de la iglesia de la educación. Esta es una exigencia democrática, que
traslada al plano de la escuela la reivindicación política más general de los
marxistas sobre la religión, a saber, que ésta sea un asunto completamente
privado desde el punto de vista del Estado. Toda lucha democrática en el sentido
de hacer retroceder la influencia de la iglesia en la educación es apoyada por el
socialismo científico.
En este terreno, debemos sin embargo hacer una aclaración: nuestro
objetivo no es llevar al terreno educativo una "guerra a la religión"; predicar por
ejemplo, que se prohíba la religión. Engels y Lenin 6 pusieron en guardia contra
este tipo de políticas, que estimulan el catolicismo militante, y promueven las
divisiones religiosas en lugar de las políticas y sociales. Así, sería políticamente
criminal fraccionar la lucha de los docentes por cuestiones religiosas; por este
motivo los marxistas siempre consideraron las campañas de "guerra a la religión"
de los anarquistas como objetivamente favorables a la burguesía. Para los
marxistas, lo más importante es desarrollar la lucha de clases, y la lucha contra la
religión se subordina a ese objetivo. Queremos llegar a la extinción de la religión,
y eso se va a lograr revolucionando las condiciones materiales -acabando con la
pobreza y desesperanza de las masas- que constituyen el fundamento de las
ilusiones y del consuelo que el pueblo busca en las esferas de la religión; para
ello, lo central es posibilitar al máximo el desarrollo de la lucha de clases y no
desviar a ésta hacia enfrentamientos religiosos. Por ese motivo, el programa de
los marxistas (por ejemplo, el programa de Erfurt de 1891) sostenía que debía
declararse a la religión un "asunto privado" con respecto al Estado; o sea, los
socialistas revolucionarios nos declaramos en contra de toda persecución
religiosa, contra toda restricción a las libertades de culto.
De aquí no se debe desprender, por supuesto, que la religión sea un asunto
privado para el partido marxista; éste educa a las masas en el materialismo y
explica los orígenes históricos de la religión y sus bases materiales en la miseria
del mundo actual.
Este planteo general nos permite discutir una política frente a la intromisión
de la religión en las escuelas. Debemos luchar para que se eliminen las
influencias de la iglesia en la escuela, que se filtran de mil modos distintos, y que
se presentan siempre como enseñanzas "naturales". Por ejemplo, en los libros de
texto de las escuelas laicas se menciona "naturalmente" y "al pasar" a dios y a los
principios religiosos; o es normal que en ceremonias escolares intervengan los
curas, y a todos los niños se los haga participar en ellas (bendición de aulas e
instalaciones, homilías a los alumnos en ocasiones especiales, etc.). En clases de
ética se inculca "naturalmente" la moral religiosa. Todo esto se hace, insistimos,
"como si tal cosa", "familiarmente", en las escuelas estatales laicas. Nuestra
demanda es acabar con esta influencia perniciosa, y por otra parte, que se debata
abiertamente acerca de la religión en las materias como historia y ética, de
manera que los materialistas puedan dar sus opiniones frente a los defensores de
la fe. Todo debe ser objeto de discusión y cuestionamiento, que se vea que no
existe una única opinión. De la misma forma impugnamos el derecho que se
otorga a los padres de dar educación religiosa a los niños. Los niños deben tener
derecho a conocer las diferentes posiciones, (ampliamos esta crítica cuando
discutimos el papel de la familia en la educación).
Con esto no queremos alentar esperanzas en que sea posible desarraigar a
la religión mediante la crítica "ilustrada" (el planteo típico del ateísmo burgués),
sino ampliar los espacios democráticos y críticos dentro de la escuela capitalista.
La segunda vertiente de nuestra crítica se refiere al laicismo. Por supuesto
que los marxistas no rehusamos una lucha en común con los sectores del laicismo
burgués y pequeño burgués contra tal o cual avance de la iglesia, en caso de que
haya posibilidad de hacerlo. Pero al mismo tiempo denunciamos el carácter
mistificador que tiene la ideología del laicismo, porque detrás de ella y de la
aparente "neutralidad" religiosa de la escuela laica se esconde la influencia e
ingerencia de la iglesia de la que hablamos antes. El laicismo es un velo
mistificador, para hacer creer que existe una "neutralidad" escolar, mientras la
enseñanza religiosa se mete por todos los poros, en la vida real, en la ideología
que destilan los manuales y los libros escolares, en la influencia de la Iglesia en la
vida de la comunidad, en la organización de las diversiones, de la cultura, etc. El
gran error de todos los pseudo marxistas está en no hacer esta crítica, marxista,
esencial, al carácter burgués y de ocultamiento que tiene el laicismo.
Pero además la laicización de la enseñanza no fue, históricamente, una
reivindicación exclusiva de la clase obrera, sino también de sectores de la
burguesía. Incluso en ciertos países, como en Francia (Francia es el paradigma del
laicismo), la mayoría de la burguesía hizo suya esa reivindicación y fue utilizada
para acabar, al mismo tiempo que con la enseñanza religiosa, con las escuelas
socialistas. No es casual que el prócer de la enseñanza laica y estatal en Francia
fuera un masacrador de la Comuna de París7, y que se haya aprovechado la
bandera del laicismo para entronizar el rol del Estado como único educador. En
ese sentido, la denuncia del programa de la CGT francesa de 1919, que decía que
el laicismo burgués sustituye el dogma de la Iglesia por el dogma del Estado,
conserva toda su vigencia.
En resumen, la política marxista, a la par que lucha por eliminar toda
influencia de la iglesia en la enseñanza, no deja de diferenciarse del movimiento
laicista burgués en dos aspectos claves, a saber, su rol encubridor de la influencia
religiosa de hecho en la enseñanza y su papel de pilar de la enseñanza a cargo
del Estado. Hay que cobrar conciencia que el laicismo es un poderoso señuelo que
se le presenta a la izquierda para mantenerla en el régimen burgués, para
inficionarla de colaboración de clases en el terreno de la educación.

La relación entre la escuela y la familia. Nuestra reivindicación


de la educación social

El complemento necesario de la escuela burguesa es la educación familiar; a


los padres se les da la responsabilidad y el derecho de decidir sobre la educación
de los hijos, junto al Estado. La familia es considerada como el núcleo protector y
transmisor de la cultura, de los valores morales, y actitudes sociales,
convirtiéndose así en la otra gran institución educadora de los niños. No puede
haber crítica a la escuela capitalista que no se articule con una crítica a este
papel de la familia y al derecho omnímodo de los padres para decidir la
orientación educativa de sus hijos en aspectos claves (por caso, la educación
religiosa).
Sin embargo, entre los "progresistas" y los socialistas este derecho no es
cuestionado, se acepta como un dato. La vindicación de la escuela estatal por
parte de estos "socialistas estatistas" deja intacta -no puede ser de otra forma- a
la familia actual y su derechos sobre el destino educativo de los hijos.
Los marxistas debemos criticar todo esto, retomando la tradición del Manifiesto
Comunista: reivindicar la educación social, la educación por parte de la sociedad. Al hacerlo
desarrollamos hasta sus últimas consecuencias, cambiando su carácter, lo que ya está
presente y es un hecho en la actual sociedad, esto es, ingerencia de ésta en la educación.
Pero decís que destruimos los vínculos más íntimos, sustituyendo la educación
doméstica por la educación social. Y vuestra educación ¿no está también
determinada por la sociedad, por las condiciones sociales en que educáis a
vuestros hijos, por la intervención directa o indirecta de la sociedad a través de la
escuela, etc.? Los comunistas no han inventado esta ingerencia de la sociedad en
la educación, no hacen más que cambiar su carácter y arrancar la educación a la
influencia de la clase dominante. Las declamaciones burguesas sobre la familia y
la educación, sobre los dulces lazos que unen a los padres con sus hijos, resultan
más repugnantes a medida que la gran burguesía destruye todo vínculo de
familia para el proletario y transforma a los niños en simples artículos de
comercio, en simples instrumentos de trabajo (Marx y Engels, O.E. pág. 39).
Cuando la burguesía dice que la responsabilidad de la educación debe ser
compartida por los padres, revela toda su hipocresía, porque a la familia obrera le
faltan todos los elementos materiales e intelectuales para la educación de sus
hijos. La clase trabajadora vive en condiciones miserables, con jornadas de
trabajo agotadoras, o en otros casos, aún peores, sin trabajo, hundida en la
indigencia y degradación más completa. Las masas están embrutecidas por el
capitalismo, por los grandes medios de comunicación. Por supuesto, alguien
puede argumentar que también los burgueses "comunes" y las clases medias
gozan de una notable indigencia intelectual y cultural como para educar a sus
hijos, pero ése no es problema nuestro.
Si la burguesía y la aristocracia no atienden sus deberes ante sus descendientes,
allá ellos; los niños que disfrutan del privilegio de estas clases están condenados
a sufrir sus prejuicios (Marx, citado Hoernle, p. 77).
Pero en el caso de la clase obrera es distinto, porque como dice Marx, el
obrero no actúa libremente:
En la mayoría de los casos [el obrero] es demasiado ignorante para entender cuál
es el verdadero interés de su hijo o cuáles son las condiciones normales del
desarrollo humano (ídem).
Pero además de las condiciones de vida material, el rol educador de la
familia actual debe ser impugnado por su estructura y función intrínsicas, por ser
transmisora de valores burgueses. Diversos estudios (ver R. Nemitz, 1987)
muestran cómo la familia actual desocializa, haciendo al niño extremadamente
dependiente de un pequeño número de personas; esta dependencia se convierte
en extremadamente peligrosa, porque la separación del niño con respecto a la
persona que se ocupa de él cobra la dimensión de un drama, que se inscribe en el
cambio corporal del niño con su medio (explicadas por el psicoanálisis como las
fases oral, anal, genital). De acuerdo a investigaciones comparativas, esta
relación paradójica de separación-fusión propia de la familia favorece la tendencia
a la posesión exclusiva de cosas y hombres, la rivalidad agresiva por objetos
(Nemitz, 1987, pág. 75). Se rechaza una socialización en la que el niño sea capaz
de una identificación recíproca con diferentes miembros de un grupo; se
promueve el egocentrismo. De hecho se forma una conciencia en el cuadro
estrecho de la familia; cuando se estudiaron la psicología de los niños de clanes,
se encontró que desarrollaban una conciencia "sobre el nosotros" y no "sobre el
yo" como sucede en la familia monogámica (Nemitz).
Al mismo tiempo la familia es el lugar decisivo de la formación de la
identidad sexual, de manera que reproduce la desigual repartición del status
sexual y por lo tanto el germen de la división sexual del trabajo. En la familia
moderna es la mujer la que carga con la responsabilidad mayor en el cuidado y
educación de los niños. La ideología del Estado capitalista y de la sociedad -y las
maestras son buenas transmisoras de ella, e imponen a las madres de hecho esta
pauta- dice que la madre debe ocuparse por el cuidado de los niños, aseo,
preparar la comida, ayudar en los deberes escolares, en los desplazamientos, etc.
Lo que en una educación social sería trabajo repartido, obra de la comunidad,
aquí se carga en la mujer y éste es uno de los factores principales que la
mantienen sometida. El mismo "ver" del hijo a la madre cumpliendo esas
funciones "naturales" es ya una educación. En este sentido la familia reproduce el
autoritarismo estatal en el rol del padre y transmite las actitudes sexistas que
llevarán posteriormente a aceptar como normal la discriminación sistemática de
la mujer en la producción y otros ámbitos.
Los marxistas impugnamos y criticamos todo esto, contraponiendo nuestro
programa de la educación social, la educación en y por la producción8. Queremos
que los niños se incorporen al trabajo productivo y que los adultos integren la
educación a su actividad cotidiana. Esta es la verdadera fusión del trabajo
intelectual y manual, ésta es nuestra alternativa. Solo una organización de la
educación social puede superar los marcos estrechos de la familia; y esa
organización permitirá, a su vez, una nueva forma de familia, en donde se acabe
con la autoridad paterna y la esclavitud de madres e hijos.
Aclaremos también que la "escuela de la producción" es distinta de las
escuelas técnicas, ya que éstas sólo introducen algunos conocimientos de trabajo
manual (y sólo para una parte de la sociedad) en el marco de la enseñanza
teórica.
Nosotros, los comunistas, exigimos por el contrario la unión de la escuela con la
fábrica, la introducción de la pedagogía en la fábrica. Lo hacemos no tan solo por
aumentar el éxito de la educación por unos métodos pedagógicos mejorados, sino
también por motivaciones de orden general, económicas, sociales y políticas. La
unión orgánica de la escuela y la producción social aumenta la productividad del
trabajo humano y permite la utilización polivalente del individuo humano; pero
simultáneamente quita la escuela a los funcionarios clericales, ... pone en
estrecha relación al niño proletario con los miembros adultos de su clase, dirige la
atención de los trabajadores adultos hacia la escuela de sus hijos y
automáticamente pone fin a cada una de estas separaciones entre los niños,
separación sexual, confesional y también a esta separación inerte que es el grupo
de edad. Una verdadera escuela única sólo es posible sobre la base de la escuela
del trabajo industrial (Hoernle, 70-1).
Debería decir también que esto solo es posible con una dictadura del
proletariado. Este debería ser nuestro programa, opuesto a la escuela capitalista.

Parte II
APUNTES PARA UNA POLITICA MARXISTA EN LA UNIVERSIDAD

En este artículo vamos a plantear algunas pautas para comenzar la elaboración y


desarrollo de una política estudiantil revolucionaria en la Universidad, basada en la crítica
teórica a la escuela capitalista que examinamos en el trabajo anterior. Para esto vamos a
partir de una caracterización del movimiento estudiantil que se discute con mayor extensión
en otro artículo de este número de Debate Marxista. Los elementos centrales de la misma
son:

a. el movimiento estudiantil no forma una clase, cuyas reivindicaciones serían


progresivas o regresivas "de conjunto". Por este motivo las reivindicaciones de los
hijos de los obreros, de los barrios populares, en materia de más presupuesto, de
mayor educación, etc. tienen un sentido diferente al de las escuelas de la burguesía o
a las reivindicaciones de las Universidades, a las que casi no accede la clase obrera.
En la militancia universitaria nos movemos entonces en un terreno que no es igual al
que existe cuando podemos plantear la unidad de clase (a diferencia de lo que sucede
en las escuelas proletarias o de los barrios populares).
b. El movimiento estudiantil universitario tiene un origen social mayoritariamente burgués
y pequeño burgués, a lo que habría que agregar los hijos de algunos -muy pocos-
hijos de obreros acomodados.
c. Sin embargo el estudiantado universitario no se define sólo por su origen social, sino
también por la posición transitoria que tiene entre su medio social y la futura clase
social a la que se integrará y la función social que cumplirá.

Esta situación transitoria, unida a su origen de clase, le dará un carácter


extremadamente heterogéneo y dinámico al movimiento estudiantil universitario,
y explicaría así los límites que tienen las reivindicaciones puramente corporativas-
gremiales, pero también su explosividad y su potencial como punto de arranque
para cuestionamientos mayores, para adquirir otras proporciones. Está también
en la base de formas ideológicas cambiantes, determinadas o influidas en gran
medida por las perspectivas de inserción o no en la clase dominante, o de
inserción o no en la estructura productiva como técnicos asalariados de las
empresas privadas, o en actividades asalariadas del Estado capitalista. Es
evidente que no será igual la perspectiva y la situación ideológica y política de
quien se prepara para ser administrador de empresas o seguir la carrera de
diplomático, de quien solo tiene la perspectiva de ser un profesor mal pagado de
colegio secundario o técnico calificado de una planta industrial. Habría que insistir
en que, si esto es cierto en cuanto caracterización del sector estudiantil, los
cambios generales de la sociedad, de la lucha de clases, de las perspectivas de
acumulación capitalista y de trabajo, etc. serán decisivas a la hora de evaluar la
incidencia y las perspectivas de todo desarrollo.
Lo anterior explica que el estudiantado universitario refleje de forma
distorsionada y muchas veces ampliada las diferentes corrientes sociales y
políticas que se agitan en la sociedad en su conjunto. La unidad estudiantil solo
puede lograrse, en determinadas circunstancias, detrás de demandas
estrechamente corporativas; pero por lo general, en el estudiantado se
manifestarán las más variadas corrientes y tendencias, y es tarea del marxismo
revolucionario mostrar permanentemente sus raíces de clase, los intereses que
expresan.
Esta división objetiva se refleja hoy en las diferentes reacciones del
estudiantado universitario ante la ofensiva del gobierno y la burguesía en pro de
una mayor elitización de la Universidad y racionalización de la oferta de
profesionales. Por diversos motivos que son tratados en otro artículo de este
número de Debate Marxista, la Universidad registró en las últimas décadas un
proceso de masificación -se trata en realidad de un fenómeno mundial-,
vehiculizado por la entrada de amplios sectores de las clases medias a la misma.
Esta masificación, que fue tolerada por los gobiernos -entre otras, por razones de
legitimación del Estado y manutención de una base política electoral- choca sin
embargo con las necesidades de la acumulación capitalista (débil) y con la crisis
fiscal del Estado. De allí la tendencia hacia la racionalización, limitación del
ingreso y vuelta a la elitización de las Universidades. Entre otros elementos, esto
se concreta en las disposiciones que permiten a las empresas intervenir de forma
más directa en la educación (el proyecto de nueva ley universitaria, fomenta el
establecimiento de convenios entre las universidades y las empresas), en el
arancelamiento y en las mayores facultades que se otorga al Estado para tener
injerencia en los planes académicos.
Un sector del estudiantado se movilizó en los últimos días contra este
proyecto, rechazándolo globalmente y planteando las consignas de "Defensa de
la autonomía", "No al arancelamiento", "Universidad para los trabajadores",
"Mayor presupuesto". ¿Cuál es la actitud de los marxistas ante esta lucha del
movimiento estudiantil universitario?
Algún compañero podría pensar que, dado que los trabajadores
masivamente están excluidos de la universidad, esta lucha no es de nuestra
incumbencia. De acuerdo a esta posición, los marxistas no hubiéramos
participado en las movilizaciones estudiantiles del mayo francés de 1968, por lo
menos en su gestación, porque empezaron como un movimiento de oposición a
las reformas de Fouchet (ministro de educación de entonces) que quería imponer
un plan académico de selección estricta y de jerarquización de los cursos.
Tampoco hubiéramos participado de las masivas movilizaciones estudiantiles de
mediados de 1986 de Francia, España e Italia, que protestaban contra los planes
educativos que limitaban el acceso a las universidades e imponían controles de
asistencia más estrictos, sacaban turnos de examenes, etc. En realidad, estamos
en presencia de un razonamiento sectario, alejado de la política socialista
revolucionaria, porque todo avance reaccionario que tienda a elitizar la educación
universitaria, estrechar los márgenes de discusión democrática y organización,
sólo puede resultar en un perjuicio para el desarrollo de la lucha de clases y para
la organización del movimiento obrero, de los sectores oprimidos y de izquierda.
Sin embargo, nuestro apoyo a esta lucha no puede ser acrítico; existe una
línea demarcatoria que nos diferencia de la política y programa de la oposición
burguesa y pequeña burguesa, que sólo pretende defender sus estrechos
intereses corporativos, como estudiantes "en tránsito" hacia la inserción como
mano de obra calificada. Los socialistas revolucionarios participamos en el
movimiento, luchamos activamente contra la ley universitaria y la ofensiva en pro
de la elitización y las restricciones democráticas del capital y el gobierno, pero al
mismo tiempo buscamos desarrollar una corriente estudiantil que adhiera al
socialismo, que sea consciente de que sólo con una revolución socialista podrán
verse satisfechas muchas de las reivindicaciones que hoy se levantan.

El desarrollo de una política marxista en la Universidad

La actividad marxista debe entonces plantear constantemente esas


perspectivas generales, empezando por mostrar el carácter de clase de las
demandas, programas y actitudes en juego dentro del movimiento estudiantil.
A este respecto, un punto muy importante, y que por lo general es silenciado
por las corrientes izquierdistas, estriba en mostrar las raíces de clase de la actitud
de un amplio sector del estudiantado universitario frente a los avances en la
elitización y específicamente el arancelamiento de las facultades. Todos sabemos
que hay sectores -bastante amplios- del estudiantado, provenientes de la
burguesía, que lo ven con buenos ojos; son los que están de acuerdo con el
reaganismo, los que han sido ganados para la ideología de la competencia y del
mercado. Esta base material, de clase, de la conformidad de un sector del
estudiantado universitario con las políticas de la burguesía hay que desnudarla,
mostrarla, dando así un paso para impugnar el mito de los intereses "unitarios"
del estudiantado. Por otro lado debemos explicar la naturaleza de la
reivindicación de muchos sectores de las clases medias y bajas contra la
elitización de la Universidad. Mostrar que este proceso responde a las
necesidades económicas del Estado capitalista de retroceder con respecto a una
época de ciclo económico en ascenso y de empuje de las luchas estudiantiles y
sociales de fines de los sesenta; explicar que responde también a la fase de
crecimiento débil del capitalismo, en la que existe una sobreproducción de
profesionales con relación a las necesidades de la acumulación capitalista.
En este sentido, apoyamos las luchas contra la elitización de la Universidad,
pero mostramos sus orígenes, que no se deben a la mala voluntad de tal o cual
gobierno, sino al sistema capitalista. Al mismo tiempo, los marxistas debemos
mostrar, en base a los datos que nos proporciona la realidad en abundancia,
cómo el capitalismo proletariza cada vez más las profesiones terciarias y restringe
las oportunidades de inserción laboral en las mismas; mostrar que el destino de
una inmensa cantidad de estudiantes es ser mano de obra asalariada -calificada-
del capital, o ingresar al ejército de desocupados, o tener trabajos mal
remunerados en otras profesiones (como arquitectos trabajando de taxistas, etc.).
Demostrar la necesidad de una salida socialista a esta situación.
Yendo ahora más específicamente a las reivindicaciones actuales
estudiantiles, los socialistas revolucionarios debemos demostrar la insuficiencia o
utopía de muchas de las consignas que hoy se demandan como realizables bajo el
capitalismo, empezando por la que más ha predominado en las movilizaciones:
"Universidad para los trabajadores". Nosotros estamos de acuerdo con el sentido
en que la mayoría de los compañeros agitan esta consigna (no se puede negar
una dosis de demagogia de algunos "amigos del pueblo"), porque demuestra una
preocupación por la situación de los desposeídos, por la indigencia intelectual y
cultural en que el sistema mantiene a las masas. Pero al mismo tiempo debemos
explicar pacientemente que mientras exista la propiedad privada y la explotación
capitalista, subsistirá la división entre el trabajo intelectual y manual y la
exclusión de las más amplias masas de la cultura. Debemos combatir
enérgicamente la ilusión -que en las movilizaciones estudiantiles se plasmaba
también en consignas- de que mediante el cambio del gobierno o del ministro de
Economía los trabajadores podrán entrar masivamente a la Universidad.
Necesitamos también demostrar que el problema no se arregla con becas para los
hijos de obreros (como proponen algunos "amigos del pueblo"), porque a lo sumo,
de lograrse, podría facilitar el acceso a la Universidad a algunos alumnos salidos
de los barrios humildes, pero que en absoluto acaba con una situación que tiene
su origen en las relaciones sociales de producción.
Tomemos otra reivindicación estudiantil, el gobierno tripartito o cuatripartito
(se incluye en esta última propuesta "revolucionaria" a los no docentes) de la
Universidad. Podemos decir que esta demanda expresa la aspiración del
movimiento estudiantil a una mayor participación y el cuestionamiento a la
elitización y el autoritarismo ejercido por los jefes de cátedra y el cuerpo
académico en los planes de estudio y decisiones. Pero al mismo tiempo, debemos
mostrar la insuficiencia del planteo: primero, porque no habrá una verdadera
discusión democrática en la Universidad en la medida en que siga siendo una
Universidad burguesa. Luchamos por toda ampliación de las brechas y espacios
que posibiliten el cuestionamiento y discusión, pero debemos ser conscientes de
que ésta tendrá siempre un techo, determinado por las necesidades de formar en
la ideología de las clases dominantes a los futuros cuadros dirigentes de la
sociedad. Debemos decir también que el gobierno de la "comunidad
universitaria", aún en sus formas más democráticas (esto es, con la elección del
conjunto del estudiantado de las autoridades académicas, como exigen las
versiones más izquierdistas) no cambiará un ápice el carácter de clase de la
Universidad. Incluso, en muchos casos, puede dar lugar a un sistema tan
antidemocrático y cerrado en lo ideológico como el que existe actualmente.
Pensemos por un momento en un voto estudiantil masivo en universidades como
Ciencias Económicas; el eventual gobierno de los estudiantes (en su mayoría
partidarios de los radicales, de la UCD, del peronismo o del Frepaso) no verían
ningún inconveniente en mantener la actual proscripción del marxismo de esa
facultad. Lo mismo podemos decir de otras grandes universidades, como
Derecho.
La reivindicación de la entrada de los no docentes en el gobierno de la
Universidad exige además otras consideraciones, porque en este caso estamos
ante un planteo terriblemente reformista, que llevaría (en caso de aplicarse) a la
conciliación y subordinación, consentida, de los trabajadores a las necesidades de
la Universidad burguesa. Sería imposible de evitar -dada la situación actual de la
lucha de clases- que los trabajadores no docentes no se vieran envueltos en
discusiones acerca de cómo trabajar más eficientemente en provecho de la
Universidad "de todos". Es triste y ejemplo del envilecimiento a que han llevado al
marxismo que esta demanda sea planteada por algunas sectas autotituladas
"marxistas" y "revolucionarias". En lugar de explicar a los compañeros no
docentes que la Universidad es una institución burguesa que los explota, que
ellos no deben tener una actitud cooperativa, etc., estas sectas "marxistas"
predican el colaboracionismo de clase bajo la forma de coparticipación obrera en
la gestión universitaria.
Examinemos, relacionada con la anterior, la reivindicación de "autonomía"
universitaria. Estamos de acuerdo en luchar contra toda ingerencia directa del
Estado en los planes académicos; sin embargo, éste interviene hoy de hecho en la
educación, de manera más disimulada en la Universidad, abiertamente en todo el
resto del sistema. Pero existe otro aspecto, a saber, que la autonomía solo puede
existir en su aspecto formal, pero no de contenido. Autonomía significa libertad,
independencia. ¿Puede existir una "isla", en la que elabore e imparta la ciencia
con independencia de los intereses de clase dominantes en la sociedad? Es
evidente que no, que existen miles de lazos ideológicos, políticos y por supuesto
materiales, que hacen que la tal "autonomía" no pueda ser más que formal. La
revolución socialista, por su parte, influirá abierta y directamente en la
Universidad. Luchar por la autonomía, por lo tanto, tiene un aspecto progresivo en
lo que respecta al rechazo de la ingerencia directa del Estado, pero al mismo
tiempo esta consigna, lanzada sin explicaciones, sin mostrar su contenido y
significado real, cumple nuevamente un rol mistificador, es utópica. Debemos
decir que la autonomía será siempre formal, superficial, porque la institución
académica no puede dejar de tener un carácter de clase dentro de esta sociedad.
Por otro lado, debemos mostrar que es incoherente pedir la autonomía
universitaria con respecto al Estado y reivindicar el monopolio de éste como
educador para el conjunto del sistema. Los marxistas levantamos la reivindicación
de fuera el Estado de la educación y explicamos que esta exigencia democrática
radical sólo podrá ser cumplida efectivamente por la revolución socialista.
Ligada a las anteriores, encontramos la demanda de "Universidad al servicio
del pueblo"; se pretende que, a partir de convertir a la Universidad en una isla
democrática, gobernada por la mayoría de los estudiantes y los no docentes, la
institución de conjunto cambie su orientación y naturaleza, sin necesidad de
acabar con el Estado burgués y la propiedad privada. No es necesario repetir que
estamos en presencia de una nueva mistificación, difundida alegremente por
todas las corrientes burguesas y pequeño burguesas "izquierdistas". Nuevamente,
luchamos contra toda forma de avance en la elitización de la enseñanza, pero
mostramos los límites de esta lucha.
En el mismo sentido debemos discutir la demanda de ruptura de los
convenios con las empresas privadas para las pasantías y prácticas rentadas. Los
estudiantes que levantan esta exigencia expresan su justa indignación por la
forma en que se facilita mano de obra barata a las empresas capitalistas y se
posibilita la ingerencia directa de éstas en la producción académica y científica.
Pero la salida a esta situación no está en volver atrás la rueda de la historia; esto
es utópico, porque toda la producción científica tiende a caer en manos de los
capitales. Hoy, en las universidades, se estudia economía, derecho, ingeniería, y
tantas otras carreras, con libros de texto que enfocan todo desde el ángulo de los
intereses de las empresas; las materias son dictadas por centenares de
profesores que tienen lazos -indirectos y en muchos casos directos- con los
capitales. Apenas quedan algunos resquicios en ciencias sociales y humanidades,
que en absoluto cambian el carácter y la tendencia del conjunto. La ligazón entre
Universidad y capital ya es un hecho, y los convenios y pasantías vienen sólo a
ampliarla y legalizarla. La única forma en que la enseñanza e investigación
académica no esté subordinada a las necesidades del capital es aboliendo el
poder del capital. Insistimos, esto no invalida la lucha contra tal o cual avance en
esta subordinación (como es el proyecto de nueva ley universitaria), pero siempre
deben tenerse presentes los límites del combate en curso.
Sobre este punto, señalemos además que, si bien el movimiento estudiantil
cuestiona la creciente ligazón directa de la Universidad con las empresas
privadas, no dijo palabra sobre el punto del proyecto de ley que establece la
cooperación científica y técnica de las facultades con el Estado. Esta posición se
explica porque en general se considera al Estado como neutro. Para los
estudiantes izquierdistas, es criminal un convenio con empresas, pero parece que
no tienen nada que decir sobre que las universidades colaboren con el ministerio
de Economía para que sea más preciso en sus estadísticas. O que ayude a la
policía y al ejército en ser más eficientes.
Por último, para terminar con este breve examen de las principales
reivindicaciones estudiantiles hoy en danza, somos conscientes que detrás de la
discusión sobre los convenios de trabajo entre la Universidad y las empresas y el
Estado, está imbricado el tema de la relación entre el estudio y el trabajo. Muchos
estudiantes sienten la necesidad de romper con la "caja de cristal" en que se
desarrolla la enseñanza; saben que en la mayoría de las carreras, la incorporación
a la actividad productiva o a la práctica profesional es extremadamente
traumática (es normal, por ejemplo, el caso de ingenieros recibidos que nunca
estuvieron en una obra, en una fábrica, etc.). El capitalismo solo puede dar
soluciones parciales a esta situación porque la división entre trabajo intelectual y
manual está basada en la división de clases existente y en la explotación. Pero el
programa socialista no pretende realizar la utopía reaccionaria de mantener al
estudiantado en una caja de cristal. Condenamos la forma en que el capitalismo
incorpora mano de obra calificada estudiantil para explotarla, pero al mismo
tiempo presentamos nuestra alternativa de fusión del trabajo intelectual y
manual, de escuela en la producción socialista.

¿Cuánto tiene esta política de "abstracta"?

Algunos compañeros, activistas estudiantiles de izquierda, a quienes hemos


presentado los borradores de este artículo, nos dicen que están de acuerdo, en
líneas generales, con el mismo, pero que esta crítica marxista es inaplicable a la
situación concreta de la lucha estudiantil actual. En síntesis, sostienen que si
queremos aplicar esta orientación política en las movilizaciones estudiantiles en
curso caeríamos en una política "abstracta".
No vamos a negar que "bajar a tierra" lo anterior, esto es, traducir a las
tácticas y consignas cotidianas de lucha los lineamentos de la crítica marxista a la
escuela capitalista representa una instancia de la elaboración de la política
revolucionaria que estamos lejos de haber resuelto, y para la cual solicitamos la
colaboración de todos aquellos que coincidan en la necesidad de superar el
economicismo y reformismo estatista del que hace gala la izquierda estudiantil.
Estamos recién trabajando los primeros ejes de intervención, en un terreno que
es nuevo para nosotros9. Sin embargo sí queremos reivindicar el esfuerzo de ligar
la militancia marxista cotidiana en el movimiento estudiantil a la teoría; ésta debe
empapar a la primera, guiarla y no a la inversa, como sucede actualmente,
porque en éste último caso es inevitable repetir el discurso dominante de la
pequeña burguesía estatista y academicista.
Pero además, pensamos las consignas realmente abstractas son muchas de
las que levanta hoy el movimiento estudiantil. Por ejemplo, es una completa
abstracción porque prescinde de las condiciones sociales existentes, de las
relaciones de producción condicionantes pretender que sin derribar al Estado
capitalista y acabar la propiedad privada se logre una "Universidad para los
trabajadores". La mayoría del movimiento estudiantil vocea alegremente esta
consigna, y no la considera "abstracta", a pesar de que sea hoy completamente
inalcanzable. Entonces nosotros afirmamos que es muchísimo menos "abstracta"
la consigna que proponemos: "por una Universidad para los trabajadores por
medio de una revolución obrera que acabe con el actual Estado". La Federación
Universitaria se propone luchar "por una Universidad abierta democrática, puesta
al servicio del pueblo y que sirva para la igualación de oportunidades". Y nosotros
afirmamos que esta demanda hace abstracción del carácter de clase de la
democracia de la Universidad actual, hace abstracción de los condicionamientos
de clase que le impiden materialmente "estar al servicio del pueblo" y hace
abstracción del hecho de que, mientras exista la propiedad privada de los medios
de producción, no habrá "igualdad de oportunidades". ¿Por qué nuestros críticos
no repudian todas estas abstracciones, y nos acusan a nosotros de abstractos
cuando queremos desnudar las utopías en que se mueven? Posiblemente más
importante sea la objeción de que nuestra crítica al estatismo de los programas
estudiantiles también es "teórica y abstracta". ¿Qué se pretende con esta
objeción? ¿Que aceptemos el estatismo? Pero después de todo, en la
reivindicación del papel del Estado como educador también hay teoría, la que dice
que el Estado es neutro y manejable por los sectores populares (mediante el
voto). Es decir, los estatistas nuevamente están cayendo en "abstracciones", esta
vez dejando de lado nada menos que el carácter de clase del Estado.
En síntesis, en estos problemas todos los sectores políticos presentan sus
perspectivas y demandas -lejanas o cercanas, abstractas o concretas-
sustentadas en sus ideologías y teorías más generales. Los marxistas lo único que
decimos es que, junto a la lucha por las reivindicaciones democráticas
elementales del movimiento estudiantil, o contra la elitización de la Universidad,
junto a este combate inmediato y actual, presentamos nuestra crítica y las
perspectivas más amplias, y llamamos a formar una corriente marxista que luche
por ellas, por el programa del socialismo científico. Esto es, por el programa de la
revolución obrera y socialista, la única que puede acabar con el embrutecimiento
a que condena el capitalismo a las más amplias masas y avanzar hacia la
eliminación de la actual división entre el trabajo intelectual y manual.

Bibliografía

Ch. Baudelot y R. Etablet (1975): La escuela capitalista, Siglo XXI, México.


S. Bowles y H. Gintis (1981): La instrucción escolar en la América
capitalista, Siglo XXI, México.
E. Hoernle (1978): Reflexiones de K. Marx sobre algunos problemas
fundamentales de la política escolar proletaria en AA.VV.: La Internacional
Comunista y la escuela, Icaria, Barcelona. El artículo de Hoernle apareció
originariamente en Die Internationale, 1927.
V. I. Lenin (1970): La actitud del partido obrero hacia la religión en Obras
Completas tomo 15 Cartago, Buenos Aires.
D. Lindenberg (1972): L'Internationale Communiste et l'école de classe,
Maspero, París.
K. Marx y F. Engels (1975): Obras Escogidas, Akal, Madrid.
R. Nemitz (1987): La famille et l'ecole. Éléments d'une théorie marxiste de
l'éducation en Actuel Marx Nº 1, París.
Snyders (1978): Escuela, clase y lucha de clases, Comunicación, Madrid.
J.C. Tedesco (1983): Crítica al reproductivismo educativo en Cuadernos
Políticos Nº 37, México.

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Notas
Nota 1
Hasta donde conocemos, la excepción es la Liga Socialista Revolucionaria, que
recientemente publicó un artículo en su prensa criticando las tesis centrales de la
reivindicación "izquierdista" de la enseñanza burguesa. Ver Octavio, "Educación,
aporte para el inicio de un debate necesario en la vanguardia estudiantil" en
Bandera Roja Nro. 15, abril 1995.
Nota 2
Las ideas que siguen a continuación están fuertemente influidas por la llamada
dentro de la teoría educativa escuela de la reproducción. El reproductivismo
rompió con la teoría liberal que exaltaba las potencialidades transformadoras de
la escuela con respecto a las desigualdades sociales. Para el reproductivismo el
funcionamiento del sistema educativo reproduce la diferenciación de la estructura
social; ésta determina al primero. Tomamos la tesis reproductivista, pero al
mismo tiempo consideramos en este trabajo que es necesario mediar el estudio
con la incidencia que tiene en la estructura escolar los factores políticos, los
cambios en la lucha de clases, etc. Para el reproductivismo los procesos de
selección escolar y su funcionamiento tiende a ser absolutamente congruentes, y
están determinaÐdos en su casi totalidad, por las necesidades que emanan de la
economía capitalista. Cada sector social recibiría la cuota de educación necesaria
para incorporarse al mercado de trabajo, determinado por la acumulación del
capital. En nuestra opinión, que explicamos luego con más detalle, esa
concordancia puede ser obstaculizada en mayor o menor medida por las
mediciones mencionadas.
Sobre el reproductivismo, ver S. Bowles y H. Gintis, (1981) y Ch. Baudelot y R.
Etablet (1975). Para una crítica a la escuela que plantea la necesidad de
establecer otras mediaciones, sin desconocer el aporte básico de los anteriores
autores, ver J.C. Tedesco (1983).
Nota 3
Al respecto, Marx hizo una interesante observación sobre la capacidad de la
Iglesia, en el feudalismo, para permitir que algunos campesinos pobres, si eran
capaces, pudieran hacer carrera y acceder a los rangos más altos de la jerarquía
eclesiástica. Lejos de debilitar a la clase dominante, esto la fortalecía, porque le
permitía nutrirse de los elementos más activos y capaces de la sociedad. Que la
burguesía permita a algunos hijos de obreros acceder a los más altos puestos, no
sólo no la debilita, sino que objetivamente le permite reforzar laideología del
capitalismo competitivo, que da oportunidades a todos, que permite la victoria de
los más capaces, etc.
Nota 4
Si bien en otro contexto, Lenin defendió este aspecto de la enseñanza capitalista:
La vieja escuela declaraba que quería crear hombres instruídos en todos los
dominios y que enseñaba las ciencias en general. Ya sabemos que esto era pura
mentira, puesto que toda la sociedad se basaba y se cimentaba en la división de
los hombres en clases, en explotadores y en explotados... Cada una de sus
palabras estaba adaptada a los intereses de la burguesía...
La vieja escuela era libresca, obligaba a almacenar una masa de conocimientos
inútiles, superfluos, muertos, que atiborraban la cabeza... Pero concluir de ello
que se puede ser comunista sin haber asimilado el tesoro de conocimientos
acumulado por la humanidad, sería cometer un enorme error. Nos
equivocaríamos si pensáramos que basta con aprender las consignas comunistas,
las conclusiones de la ciencia comunista, sin haber asimilado la suma de
conocimientos de los que es consecuencia el comunismo...
Para llegar a ser comunistas, hay que enriquecer indefectiblemente la memoria
con los conocimientos de todas las riquezas creadas por la humanidad (Tareas de
las juventudes comunistas, 2 de octubre de 1920, en Obras Escogidas, tomo 6,
págs 145-147).
Nota 5
De acuerdo al significado de la palabra derivada del adjetivo "laico", cuando
hablamos del laicismo en educación se debería entender como tal la doctrina o
corriente favorable a la ausencia de influencia religiosa en la enseñanza. Desde
este punto de vista, los marxistas seríamos "laicistas". Pero el término ha
adquirido un significado particular a partir del movimiento burgués liberal y
pequeño burgués que se agrupa hoy detrás de la bandera de la enseñanza laica y
de la ideología encubridora que la acompaña, que se discute más abajo. Por este
motivo, cuando hablamos del laicismo nos estaremos refiriendo en particular a
esa corriente política dentro de la educación.
Nota 6
Ver Lenin (1970).
Nota 7
Nos referimos a Jules Ferry, que además de ser responsable de las masacres de la
Comuna, lo fue de las cometidas por los franceses en la conquista de Túnez y
Tonquín.
Nota 8
La burocracia soviética reivindicó sistemáticamente a la familia monogámica, al
mejor estilo burgués; una prueba más de su ruptura completa con el marxismo.
Pero también los partidos autotitulados "marxistas" y "revolucionarios" se callan o
peor todavía, unen sus voces al coro de reaccionarios y santurrones que ensalzan
el rol de la familia actual. Para poner un caso, recientemente el ex diputado
"trotskista" Luis Zamora brindó, muy suelto de cuerpo, "por la familia" en un
conocido y reaccionario programa televisivo.
Nota 9
Como lo hemos afirmado con relación a otros temas que hemos tratado desde
Debate Marxista, hemos sido parte activa de ese pseudo marxismo, estatista y
pequeño burgués que hoy criticamos. La crisis teórica y política de las
organizaciones que se autotitulan marxistas ha llegado a tales extremos, que hoy
descubrimos aspectos de la crítica marxista a la sociedad capitalista que
estuvieron celosamente guardados; por ejemplo, la existencia de la Internacional
de Trabajadores de la Educación -adherida a la Tercera Internacional- y sus tesis,
es desconocida para la mayoría de la militancia. Lo mismo sucede con las
polémicas que se dieron en esa organización contra las posiciones que
reivindicaban el papel del Estado en materia de educación, la neutralidad de la
escuela capitalista, etc.

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