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Falsas apariencias.
Grecia no fue nunca en la Antigüedad un estado político unitario, su hegemonía
indiscutible en el terreno cultural viene determinada por el azar de la tradición. La existencia
de Grecia como tal queda incluso descartada en el simple terreno terminológico ya que la
palabra Hélade definía más bien una comunidad cultural que una entidad territorial y política.
La unidad de la Hélade, según Heródoto cimentada en la comunidad de sangre, lengua,
religión y costumbres, aparecía en la realidad histórica mucho menos consistente de lo que se
pretendía desde perspectivas ideológicas y propagandistas. La unidad política griega fue un
objetivo completamente irrealizable que sólo se llevó a efecto bajo la imposición de los
conquistadores.
La diversidad constituye, en suma, la característica más definitoria de la civilización
griega en todos los terrenos, por encima de la falsa impresión de uniformidad que han
producido siglos de idealización de una cultura elevada a los altares de una forma
indiscriminada y acrítica, sacada a la fuerza de los caminos habituales de la historia para
convertirla en un modelo político, social, moral y artístico del que derivan todavía hoy
numerosos malentendidos.
El nivel de nuestros conocimientos sobre los antiguos griegos ha ido creciendo gracias
a los diversos descubrimientos como el del propio pasado micénico, descubierto por el
estrafalario y genial Schliemann a finales del siglo XIX
Lo cierto es que siguen existiendo numerosas lagunas y limitaciones en nuestra
información. De entrada disponemos tan sólo de una mínima parte de la literatura griega
escrita en su momento, que apenas alcanza a un 20% del total pero es cierto que la selección
efectuada no ha sido casual. La literatura griega en su conjunto continúa siendo nuestra
principal fuente de información sobre aquel mundo..
Acerca del carácter específicamente griego, su desmedida obsesión por el triunfo y la
competición o el entorno natural que rodeaba las vidas de los griegos antiguos, en el mejor de
los casos sólo puede contemplarse ahora por separado y de forma dispersa y fragmentaria en
los museos modernos.. Es necesario tener en cuenta algunas consideraciones que
condicionaban de manera decisiva su relación con el medio natural, como la presencia
imponente e intimidatoria de la noche con su oscuridad absoluta, que dividía de manera
radical la vida diaria, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, en que las horas
nocturnas se han transformado en una prolongación de la actividad diurna.
Existen importantes diferencias entre su mundo y el nuestro. Se trata de un universo
que nos resulta sensiblemente próximo pero intelectualmente lejano. Filtros históricos
fundamentales como el cristianismo, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial han
cambiado por completo la fisonomía física y espiritual del mundo en el que habitamos
haciendo irreconocible cualquier escenario anterior.
Nos hallamos lejos de poder entender un mundo que se nos escapa casi por todas
partes. Hoy debemos limitarnos a contemplar su reflejo en artes menores como la cerámica y
el mosaico o al intento de restituir el colorido y el brillo a los tímidos restos hallados.
Griegos y «bárbaros».
El conocimiento que tenía la mayor parte de los griegos sobre el mundo que les
rodeaba era poco preciso y escasamente detallado por la inexistencia de mapas o de atlas y
porque la representación del mundo imperante tenía un carácter mítico. El centro era el
mundo conocido y estaba situado en la Grecia central
El viaje por mar seguía siendo preferible al itinerario por tierra, más dificultoso,
costoso y repleto también de peligros innumerables, por lo general no llegaron a cruzar las
grandes barreras orográficas, como los Alpes o los Cárpatos. A las dificultades orográficas se
sumaban las barreras lingüísticas el hecho de que los griegos nunca se molestaron en aprender
ninguna lengua ajena, ni siquiera el latín cuando a partir del siglo II a.C. el territorio heleno se
convirtió en una provincia más del imperio romano.
Su aparente curiosidad en este sentido sólo perseguía una mejor definición de su
propia identidad e idiosincrasia a través de la contemplación satisfecha de costumbres y
formas de vida extrañas que reforzaban su sensación de superioridad
El encuentro masivo entre el mundo griego y las poblaciones indígenas tuvo lugar a lo
largo del período de expansión por la cuenca occidental del Mediterráneo y las orillas del mar
Negro, donde se desplegó una casi constante instalación de establecimientos griegos a lo largo
de este período.
La conquista del imperio persa por Alejandro significó una apertura inesperada de
horizontes para el mundo griego. Los reinos helenísticos, constituyeron el nuevo marco de
relaciones que definió el encuentro masivo entre los griegos y otros pueblos.
Se ha proclamado con demasiada frecuencia que el resultado habitual del encuentro de
los griegos con otras culturas fue la correspondiente helenización de sus formas de vida. No
siempre se explicita del todo lo que se entiende por esta cómoda etiqueta de helenización. En
un principio se entendería por tal la apropiación de las formas artísticas y de las costumbres
griegas por parte de las poblaciones indígenas que entraron contacto con aquéllos.
La pretendida helenización se revela como una prerrogativa de las élites para
consolidar su distinción social y afianzar su estatus durante el período arcaico y como una
estrategia de dominación de los conquistadores grecomacedonios durante el período
helenístico, consistente en la configuración de un tejido urbano de fundaciones reales y de
colonias militares cuyo objetivo esencial era el control efectivo y duradero del territorio.
Los griegos acuñaron un término global y generalizador para designar a todos los
pueblos: los bárbaros, en un primer momento se tratase simplemente de un término
descriptivo de la realidad cultural ajena que tomaba como punto de partida la lengua, ya que
la explicación más factible del mismo es la de una repetición de carácter onomatopéyico pues
es posible que ya en época arcaica existan algunos matices despectivos, bien sea simplemente
hacia formas de comportamiento que resultaban extrañas e inaceptables para las normas
griegas.
Griegos y romanos.
De los diferentes pueblos con los que los griegos entraron en contacto a lo largo de su
historia, los romanos fueron seguramente los que ocuparon una posición más privilegiada.
La unificación final del mundo griego bajo la dominación imperial romana ha tenido
también sus consecuencias en el terreno de la cultura moderna. Resulta así un hecho habitual
fundir ambas culturas dentro de una misma etiqueta designativa como es la de mundo clásico
o civilización grecorromana como punto de partida inevitable de toda nuestra tradición
europea. Es cierto que los romanos adoptaron y adaptaron la cultura griega hasta convertirla
en algo propio y que gracias a ellos subsistió después convertida en patrimonio común de toda
la tradición europea. Si conservamos un legado clásico, es gracias a la acción de Roma
Aunque lo cierto es que la pretendida homogeneidad cultural entre griegos y romanos
resulta prácticamente inexistente. Ambos pueblos compartían un mismo espacio geográfico,
pero ahí acaban prácticamente las similitudes entre unos y otro. Las actitudes vitales que se
derivaron en uno y otro caso fueron completamente diferentes. La rabiosa sensación de
autonomía y el particularismo endémico de los diminutos estados griegos contrastaban con la
inequívoca vocación hegemónica y unificadora puesta en evidencia por Roma desde los
comienzos de su historia, la unanimidad y extensión de la hegemonía romana contrasta con
los breves períodos de dominio de las grandes potencias griegas, el tradicionalismo inveterado
de los romanos, contrasta con la mayor apertura de la mentalidad griega, la curiosidad griega
por todos los fenómenos, contrasta con la relativa esterilidad romana en este campo.
La relación de Roma con el mundo griego existe desde mediados del siglo VIII a.C.,
Roma se hallaba expuesta casi por todas partes a la influencia de la cultura griega, Siendo
acrecentada la presencia griega en Roma tras conquistas ya que afluyeron a Roma numerosas
obras de arte griegas y una masa considerable de esclavos que dejaron su impronta, no
siempre favorable, en la percepción romana de lo griego. Además de esclavos, llegaron
también numerosos intelectuales, filósofos de las escuelas atenienses y profesores de
gramática y retórica, que se ganaron la vida impartiendo sus lecciones entre una aristocracia
romana que había mostrado desde muy temprano una cierta inclinación hacia todo lo griego
provocando una aparente helenización cultural, aunque esta no significó significó en modo
alguno la transformación radical Grecia era la cuna de la civilización a la que Roma debía
rendir por ello la gratitud correspondiente.
La combinación de fascinación y desprecio que los romanos mostraban en muchos momentos
hacia la cultura griega provocó una tensión dinámica que estructuró la compleja relación entre
las dos culturas.