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prohistoria 13 - 2009

Índice

historia........................................................................................................................ 7

“Uso de la idea de ‘clase media’ en Francia: la imaginación


social y geográfica en la formación de la sociedad burguesa”............... 9
Ezequiel Adamovsky

“Autonomistas, liberales y radicales en Corrientes. Actores,


prácticas e identidades políticas en conflicto (1909-1930)”................... 31
María del Mar Solís Carnicer

“Un salvavidas de plomo. Los curas rurales de Buenos Aires


y la reforma eclesiástica de 1822-1823”..................................................... 51
María Elena Barral

“Conflictos sociales en Mendoza entre dos crisis, 1890-1916.


Una larga lucha de los trabajadores por la conquista
de sus derechos laborales”........................................................................... 69
Rodolfo Richard-Jorba

“Agroindustrias y políticas públicas. El caso de la vitivinicultura


mendocina durante el peronismo clásico (1946-1955)”.......................... 99
Ivana Hirschegger

“Los hombres del rey. Redes, poder y surgimiento de nuevas


elites gobernantes durante la Guerra de Sucesión española
(1700-1714)”.................................................................................................. 125
Rafael Guerrero Elecalde

“¿Lealtad al estado o al monarca? Los juramentos de fidelidad


del siglo XVIII a la luz de la historia conceptual.
El caso ruso”................................................................................................. 147
Claudio Sergio Ingerflom

3
...políticas de la historia.......................................................................................... 167

“Clío, entre Freud y Lacan. El gesto psicoanalítico en


Michel de Certeau”....................................................................................... 169
Andrés Freijomil

reseñas.......................................................................................................................... 195

HORA, Roy Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la


formación del ruralismo político en la Argentina, por Áurea Dias

GHIRARDI, Mónica –coordinadora– Familias iberoamericanas ayer y


hoy. Una mirada interdisciplinaria, por Cecilia Moreyra

DAHLINGER, James H. Etienne Pasquier on Ethics and History, por


Marco Penzi

SABATO, Hilda Buenos Aires en Armas. La revolución de 1880, por


Camila Perochena

GELMAN, Jorge Rosas bajo fuego: los franceses, Lavalle y la rebelión


de los estancieros, por Irina Polastrelli

OLLIER, María Matilde De la Revolución a la Democracia: cambios


privados, públicos y políticos de la izquierda revolucionaria, por María
Florencia Servetti

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prohistoria 13 - 2009

www.latindex.unam.mx
prohistoria es una publicación científica indepen-
diente, de carácter anual, editada por el grupo del
mismo nombre. Promueve debates disciplinares e
interdisciplinares y difunde resultados de investiga-
ción básica o estudios historiográficos. Se distribuye
por venta, canje o donación en países de América y
Europa. Publica investigaciones originales, elabora-
das sobre fuentes de primera mano; la orientación
temática se publicita en su propio sitio web. Recibe,
para su evaluación por réferis, trabajos de historia-
dores y otros investigadores provenientes de las
ciencias sociales comprometidos con la producción
de un conocimiento científico crítico y reflexivo.

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reseñas

Áurea Dias
Cecilia Moreyra
Marco Penzi
Camila Perochena
Irina Polastrelli
María Florencia Servetti
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prohistoria 13 - 2009

HORA, Roy Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del
ruralismo político en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, 215 pp. ISBN

E
978-987-6290-68-5, por Áurea Dias (UBA)
l libro traza un panorama de las representaciones sobre la sociedad, la política y el
estado de los grandes estancieros de la pampa de la etapa agroexportadora entre las
presidencias de Roca e Yrigoyen. Para ello, realiza un detallado examen de las ideas
y la trayectoria de la Liga Agraria que, desde su nacimiento en la década de 1890 y hasta
1924, fue un destacado portavoz de los intereses y puntos de vista de la clase propietaria
rural del país. Especialmente se interesa en el programa político de esta asociación, con
el que buscó movilizar las voluntades de los grandes estancieros para que asumieran el
lugar preeminente que en la vida pública consideraba que correspondía a su poder eco-
nómico y prestigio social. El análisis toma en cuenta tanto su interacción con otras voces
terratenientes y con la elite gobernante, como el modo en que la agrupación se colocó en
los grandes debates que dominaron el período.
El trabajo se sitúa en una perspectiva que pretende ser superadora de visiones an-
cladas en la historiografía y las ciencias sociales argentinas, a las que el autor considera
equivocadas o parciales. Discute especialmente con las concepciones instrumentalistas
–con gran peso en los años 1960 y 1970, pero que aún tienen cierto predicamento– que
asumen una unidad entre Estado y elite propietaria en el período pre-peronista. En este
sentido, la indagación del proyecto político de la Liga Agraria y, en particular, de su de-
nuncia del estado oligárquico y democrático que lo sucedió, le permite poner de relieve
las tensiones y conflictos que marcaron sus relaciones. Del mismo modo, la descripción
de las políticas estatales de la época posibilita afirmar una cierta autonomía relativa del
Estado, dominado por un complejo de fuerzas heterogéneas que excedían la influencia de
la elite propietaria.
El estudio comienza con la aparición de la Liga Agraria en el escenario político de
la década de 1890. Describe su fundación en 1892 como una reacción ante la crisis econó-
mica y política que sumía al país y a la provincia en los primeros años de la década. Con
la interrupción del orden y la prosperidad que habían caracterizado al decenio anterior, un
grupo de grandes propietarios rurales, miembros de la SRA, entendió que era imperativo
involucrarse activamente en la política provincial, abandonando la actitud de prescindencia
política que caracterizaba a la SRA. La iniciativa, que contó con el auspicioso apoyo inicial
de 400 hacendados, no se limitó a formular un llamado a derribar al gobierno autonomista,
al que atribuía la responsabilidad de los problemas que atravesaba la provincia, sino que
apuntó a desarrollar una actividad permanente en la escena política de la provincia. Hora
destaca que su aparición, si bien fue estimulada por el clima de la Crisis del Noventa, se
hizo posible gracias al acelerado proceso de consolidación que la elite propietaria rural
había experimentado en la década de 1880, que implicó una profunda modernización de
las empresas rurales y la constitución de un empresariado rural más poderoso y con ma-
yor prestigio, simbolizado en el “gran estanciero progresista”. Esta imagen, argumenta el
autor, durante décadas gravitó en la percepción que de sí mismos tuvieron los estancieros

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Reseñas Bibliográficas

bonaerenses como el elemento a la vanguardia de los cambios de la sociedad y estuvo


en la base de las interpelaciones que la Liga Agraria hizo a los hacendados a la hora de
convocarlos para ocupar una posición más relevante en la política argentina.
A partir de allí, el estudio recorre las instancias más relevantes de intervención pública
de la Liga Agraria, que comienza con el pedido al Presidente de la República de la inter-
vención federal de la provincia de Buenos Aires a fines de 1892, en un clima de agitación
en el que cívicos y radicales preparaban el derrocamiento del gobierno autonomista, y la
constitución de la Unión Provincial, organizada para competir en las elecciones posteriores
a la intervención de la provincia. El autor señala no sólo el escaso entusiasmo que esta
iniciativa concitó entre los estancieros, sino también cómo a partir de allí se abrió un hiato
entre la mayoría de los hacendados, por un lado, que se retiraron de la acción política enten-
diendo que la elección de las nuevas autoridades había puesto fin a la crisis que los había
convocado, y los liguistas, por el otro, que consideraban imprescindible seguir bregando
por un gobierno emanado de las asociaciones rurales. El análisis muestra que este senti-
miento dominante entre los terratenientes se inscribía a su vez en un proceso de creciente
desencanto respecto de la regeneración de la vida pública que había prometido la Crisis
del Noventa: la lucha política otra vez se había visto dominada por políticos profesionales
y maquinarias electorales que no eran representativas de los ciudadanos.
En la primavera de 1895 la Liga Agraria reafirmó su compromiso político con el
lanzamiento del Boletín de la Liga Agraria. El recorrido de sus informes y artículos posi-
bilita al autor reconstruir la manera en que los liguistas comprendían cómo había surgido
dicho estado de cosas. Una imagen dominante entre los hacendados interpretaba el período
anterior a 1880 como una “edad dorada” en la que la clase terrateniente había conducido
los asuntos públicos de Buenos Aires. Interrumpida por la victoria del PAN, en su lugar
había emergido un nuevo elenco político de parásitos, arribistas y politiqueros corruptos
e ilegítimos. El análisis muestra cómo la Liga Agraria identificaba esta ausencia de los
estancieros en el gobierno provincial como la principal causa de que la política fiscal y
comercial (elevados impuestos a la propiedad rural y proteccionismo que amenazaba las
exportaciones) fuera hostil a la clase terrateniente. De modo que, creía, la única manera
de solucionar estos problemas era haciendo que los terratenientes volvieran a tener una
gravitación decisiva en la política de la provincia. Con este espíritu, señala Hora, en los
debates de la década de 1890 sobre la reforma de la Constitución y las leyes electorales
de la provincia, la Liga Agraria propuso hacer más estrictos los requisitos de propiedad y
domicilio para los candidatos y la eliminación de las dietas parlamentarias. Esto tendría
un efecto selectivo garantizando la ocupación de los cargos públicos por patricios (lo que
el autor llama un sistema de “democracia deferencial”). No obstante el carácter elitista
de esta propuesta, Hora se encarga de desmentir la imagen antidemocrática que de los
estancieros argentinos presenta cierta bibliografía. Así, señala que ya desde 1899 la Liga
Agraria proponía un sistema de sufragio universal, secreto y obligatorio y la concesión de
derechos políticos a los extranjeros, posición que –sostiene– era coherente con la concepción
terrateniente de la sociedad argentina como esencialmente armónica, no atravesada por

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prohistoria 13 - 2009

la competencia y el antagonismo entre clases y en la que ninguno de los sectores estaba


dispuesto a cuestionar la preeminencia de los grandes propietarios. En este esquema tam-
bién se visualizaba a los sectores subalternos como políticamente pasivos y manipulables
en el caso de ingresar a la vida política.
Con el cambio de siglo, señala Hora, se produce el hito político fundamental de la
historia de la Liga Agraria: la creación del Partido Demócrata en septiembre de 1901.
El análisis muestra de qué manera la vieja idea liguista de conformar un partido rural
se enlazó con los debates de la época sobre la necesidad de crear partidos ideológicos y
programáticos, no articulados en torno de liderazgos personales o tradiciones políticas.
Asimismo, describe el programa del Partido Demócrata centrado en la reforma política
y en la rebaja de los impuestos y del proteccionismo aduanero, que se proponía concitar
también el apoyo de las clases medias urbanas. Analiza las distintas estrategias del partido
destinadas a ampliar su base de apoyo, como la incorporación de figuras del ámbito inte-
lectual y profesional y, a principios de 1902, la alianza con los autonomistas pellegrinistas,
que terminó por provocar la pérdida del control de los liguistas sobre el partido, finalmente
disuelto tras la derrota en los comicios. Hora explica el fracaso del Partido Demócrata
para reclutar el apoyo masivo de los hacendados señalando que la excepcional bonanza
que se abrió para el sector desde principios de siglo había desalentado a los terratenientes
a cuestionar un orden político que, a pesar de su ilegitimidad, garantizaba una estabilidad
política imprescindible para los negocios.
Hacia el Centenario de la Revolución de Mayo, el autor describe a una Liga Agraria
que continuaba haciendo del orden político oligárquico el blanco de sus denuncias, de-
mostrando poca preocupación por los conflictos obreros que aquejaban a las ciudades del
litoral. Analiza el enfrentamiento que entablaron los liguistas con el gobierno bonaerense
del Partido Conservador en torno al incremento del impuesto territorial, que derivó en la
creación, junto a la SRA, de la agrupación Defensa Rural, que participó sin éxito en las
elecciones de abril de 1912. El avance del gobierno en el terreno de la reforma impositiva
llevó hacia 1915 a la unión del conjunto de las asociaciones capitalistas encabezadas por
la Liga Agraria (Bolsa de Cereales, Bolsa del Comercio, Centro de Consignatarios, UIA,
etc.). Finalmente aquélla cedió a las amenazas del gobierno y se retiró de la contienda.
Hora señala esta derrota como un punto de inflexión en la trayectoria de la Liga Agraria
que, de ahí en más, abandonó sus esfuerzos de construcción de una fuerza política de las
clases terratenientes. Sin embargo –señala– esta decisión también estuvo motivada por la
creciente inclinación de los liguistas hacia el radicalismo, al que adhirieron en las elecciones
presidenciales de 1916. Desde la sanción de la Ley Sáenz Peña, que la Liga Agraria saludó
con agrado por considerar que abriría el camino para una auténtica república de notables,
la UCR se había convertido en el partido que para los liguistas mejor encarnaba estas aspi-
raciones, al conformar sus listas con reconocidos terratenientes y sostener un programa de
reparación política. Hora muestra cómo, en efecto, la victoria radical de 1916 y la posterior
intervención de la provincia de Buenos Aires que desplazó al gobierno conservador fueron
celebradas por la Liga Agraria como la derrota de la república oligárquica. Los liguistas

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Reseñas Bibliográficas

también recibieron con entusiasmo la austeridad y disciplina fiscal de los primeros años
de la gestión radical y el mantenimiento de los principios sobre los que descansaba la eco-
nomía agroexportadora. No obstante, señala el autor, las críticas no tardaron en aparecer.
Un eje de tensión fue el modo en que los radicales tramitaron las huelgas obreras de 1917
a 1921, combinando represión con concesiones. La concepción liguista de una sociedad
libre de conflictos los llevó no sólo a negar la legitimidad de los reclamos gremiales,
considerados acciones de agitadores profesionales fuera de la ley y de los intereses de los
trabajadores, sino también a instar al gobierno a utilizar su autoridad para garantizar el
trabajo libre, reprimiendo las huelgas. Más tarde, respecto de la huelga portuaria de 1921,
Hora advierte un giro hacia una concepción que juzgaba ahora la legitimidad de la acción
gremial sobre la base de criterios de utilidad social, sosteniendo que los beneficios que
la clase obrera había obtenido para sí implicaban perjuicios para el resto de la sociedad.
El autor destaca cómo esta perspectiva, a la vez que identificaba que los protagonistas de
los conflictos no eran actores individuales sino colectivos, tomaba cierta distancia de la
concepción de una sociedad armónica para pasar a otra en que la sociedad se encontraba
escindida y enfrentada (aunque, observa Hora, esta concepción no llegó a ganar del todo
las mentes terratenientes). Del mismo modo, muestra cómo estos episodios menoscabaron
la valoración positiva de la inmigración que había caracterizado a los grupos terratenientes
de la era liberal. Desde fines de 1917 la Liga Agraria señaló a la inmigración libre como
la causa de la llegada al país de elementos “disolventes y anárquicos”, redescubriendo las
virtudes del trabajador criollo.
A mediados de la década de 1920, otro eje de conflicto analizado por el autor es el que
enfrentó a liguistas y gobierno radical por la expansión del gasto público, acompañado de
una revaluación fiscal, y por una serie de proyectos legislativos que recortaba los derechos
de los propietarios (impuestos progresivos a la propiedad rural y rebajas de cánones de
arrendamiento para tierras de uso ganadero). La Liga Agraria salió a defender su derecho
legítimo a la propiedad, señalando el sentido electoral y demagógico de las iniciativas
gubernamentales, en un contexto social que percibía como de creciente hostilidad hacia
la propiedad terrateniente. Hora destaca la importante significación de estos episodios en
la trayectoria de la Liga Agraria, que marcaron el fin de este proyecto. Las tensiones con
el gobierno confirmaron a los liguistas que la UCR estaba lejos de ser la fuerza política
representativa de las clases propietarias que habían pronosticado, pero ya era tarde para
recomenzar la tarea de conformación de un partido de los terratenientes. A las dificultades
de encontrar apoyos sustantivos en la propia clase hacendada se sumaba ahora el debi-
litamiento de la asociación que, habiendo sido incapaz de una renovación generacional,
estaba languideciendo a medida que sus miembros iban dejando este mundo. Para 1924
el pequeño grupo de socios que quedaba la disolvió.
Con una escritura ágil que hace amena la lectura y muy bien documentado en las
fuentes de la prensa periódica, las publicaciones rurales y los discursos parlamentarios de
la época, que dan solidez a las argumentaciones, el libro hace una importante contribución
al conocimiento de una etapa de la historia argentina que sin dudas tiene importantes se-

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cuelas en el presente. Propone una perspectiva novedosa que rompe con ciertas visiones
de la historiografía revisionista de los años 1960 y 1970 que, aunque superadas en el
ámbito académico, siguen formando parte importante del imaginario colectivo de nuestra
sociedad: aquellas que no problematizan la relación entre Estado y clase dominante en
la etapa previa al peronismo, visualizando a los estancieros como una clase homogénea,
conciente de sus intereses, que hizo un uso instrumental del Estado en su propio beneficio
y que era contraria a la ampliación de la ciudadanía política.

GHIRARDI, Mónica –coordinadora– Familias iberoamericanas ayer y hoy. Una


mirada interdisciplinaria, Programa de Estructuras y Estrategias familiares, Centro
de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, ALAP Editor, Serie

P
Investigaciones Nº 2, 419 pp. ISBN 978-85-62016-01-1, por Cecilia Moreyra
artiendo de la familia como objeto básico y fundamental para comprender la sociedad
del pasado y el presente, Familias Iberoamericanas ayer y hoy. Una mirada inter-
disciplinaria tiene la virtud y la particularidad de presentar una mirada enriquecida
por el aporte de diversas disciplinas. En la obra convergen la Demografía, la Sociología,
la Antropología, la Psicología, el Derecho y la Historia presentando diferentes problemá-
ticas, categorías de análisis, fuentes y metodologías de trabajo que permiten abordar desde
múltiples perspectivas este complejo objeto de estudio que es la familia.
Las dieciséis contribuciones que componen la obra cubren una amplia geografía y
un vasto recorrido temático en contextos cronológicos y sociales variados, la idea de di-
versidad es el denominador común, diversidad de regiones, de contextos socio-históricos,
de actores sociales y de problemáticas; en definitiva, diversidad de familias.
La obra está estructurada en cinco bloques temáticos. El primero de ellos tiene
como eje el matrimonio y el sistema familiar en tanto elementos de dominación sobre la
población indígena. Los tres artículos que componen este bloque cuestionan el transplante
de modelos familiares europeos a América. David Robichaux, a partir del estudio de la
diversidad de prácticas matrimoniales en el México pos-indígena; Ana María Presta obser-
vando las prácticas conyugales de un conjunto de caciques surandinos durante los siglos
XVI y XVII y Pilar Gonzalbo Aizpurú haciendo un recorrido por la historia de la familia
en Nueva España, sostienen que –a diferencia de lo que presentan muchos investigado-
res– el modelo del matrimonio católico y familia patriarcal no fue interiorizado por todos
los estratos sociales, por el contrario, es evidente la persistencia de antiguas prácticas y
la combinación de aquellas con las castellanas, demostrando la variedad de las formas de
convivencia doméstica.
Acerca del parentesco de sangre y espiritual trata el segundo bloque del libro. A partir
de un estudio genealógico de las familias de la región noroeste de la provincia de Córdoba,
donde se dio una gran cantidad de casos de la afección genética denominada enfermedad
de Sandhoff, Noemí Lorca advirtió prácticas matrimoniales producto del casamiento entre
consanguíneos, tradiciones culturales que encontrarían sus raíces en las sociedades que

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Reseñas Bibliográficas

preceden a la Conquista, y aparecen en disputa con el fortalecimiento de la noción de un


modelo “único” de familia latinoamericana derivada de los modelos ibéricos.
Por su parte, Ana Silvia Volpi Scott observa la importancia del compadrazgo en la
América portuguesa entre 1770 y 1800. Las conexiones surgidas a partir del parentesco
espiritual demuestran la complejidad de las relaciones que unían a los individuos y a
las familias cimentando eslabones entre los distintos grupos socioeconómicos, donde la
transmisión del patrimonio aparece como elemento destacado.
Presentando una significación muy cercana al parentesco se encuentra el mayorazgo,
tema desarrollado por Antonio Irigoyen López para la región de Castilla. Afirma este autor
que antes de pertenecer a la Iglesia, el comportamiento del clero secular demuestra que
eran miembros de una familia, y como tales la perduración y perpetuación del patrimonio
eran sus objetivos fundamentales. En este sentido, el mayorazgo se convirtió en el instru-
mento jurídico que permite la continuidad y la permanencia de apellidos, familias, casas,
propiedades y recursos.
Los tres artículos reunidos en el tercer bloque de la obra analizan cuestiones de
género: la mujer desde la perspectiva de la violencia doméstica, según el trabajo de René
Salinas Meza en Chile durante los siglos XVIII y XIX; la mujer en relación con la salud y
demanda de nulidad matrimonial, a partir del análisis de Liliana Pizzo; y la construcción
de la feminidad y la masculinidad desde el Derecho, tema abordado por Jaqueline Vasallo.
Un concepto común a las tres contribuciones de este bloque tiene que ver con la idea de
la familia estructurada a partir de fuertes lazos de dominación y de grandes desigualdades
en las relaciones de poder que afectaban a la mujer.
Lo relevante del caso trabajado por Pizzo se debe a que contiene representaciones del
cuerpo, la sexualidad, lo supersticioso o hechiceril construidas desde la ciencia médica y la
religión católica. Por otra parte, a partir del análisis del Diccionario razonado de Joaquín
Escriche en su primera edición de 1831, Vasallo advierte a la mujer como destinataria de
un estricto marco legal, caracterizado por la necesaria sujeción al varón y por sus deberes
implícitos de madre, preñez, parto y lactancia.
El estudio de la infancia y de los hogares completa los trabajos que se aglutinan en
un cuarto bloque. Desde el campo de la demografía histórica, Dora Celton se concentra
en la práctica del abandono de niños en la ciudad de Córdoba durante los siglos XVIII
y XIX. Luego de analizar las causas de esta práctica y el perfil sociodemográfico de los
niños ilegítimos, la autora llega a conclusiones que relacionan este fenómeno con la ne-
cesidad del cuidado del “honor femenino” de las españolas, esto quiere decir que entre los
blancos, la vergüenza de la ilegitimidad se ocultaba tras la máscara de dejar expuestos a
los niños frente a las casas de españoles cuya posición económica les permitiese hacerse
cargo de su crianza.
A partir de fragmentos de historias de vida que surgen de un reclamo judicial, Mó-
nica Ghirardi analiza características, prácticas y representaciones de la niñez en el pasado
cordobés. El expediente en cuestión, el cual es analizado minuciosamente por la autora,
reviste un valor singular, ya que se plantean diversas problemáticas tales como la cuestión

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prohistoria 13 - 2009

del reconocimiento de filiación, la representación de la infancia como valor de uso para


los adultos, sujeta a disputa entre familiares, patrones e instituciones.
El estudio de los hogares y familias de Claudio Kuffer y co-residencia en Córdoba
en 1813 de Sonia Colantonio y María del Carmen Ferreira, completan este bloque. La
adaptación del censo eclesiástico de 1795, en el caso de Kuffer, y del censo de población
de 1813, estudiado como “grupos de co-residencia al momento del censo”, demuestran
la inteligente aplicación de una metodología creada para responder a unas determinadas
preguntas sobre una fuente concreta, que se completa al cruzar otras fuentes, crear bases
de datos y otorgarle movilidad a las fuentes que son estáticas. Los resultados permiten
crear modelos con posibilidades comparativas.
Algunas de las transformaciones que caracterizan a la familia en la sociedad con-
temporánea son abordadas en el quinto bloque de la obra. Proponiendo un análisis de las
diferentes etapas por las que atraviesa una familia, incluso antes de su formación, Mari-
sol Alfonso indica que los procesos a través de los cuales se conforman y reconforman
las familias cubanas presentan algunas características típicas de la Segunda Transición
Demográfica como la presencia de la cohabitación, algo que indicaría una ruptura entre
sexualidad, matrimonio y procreación.
La cohabitación como período de prueba y el fenómeno denominado living apart
together (LAT) se observan también en México según el análisis de Quilodrán Salgado
y Hernández Dávila. Analizando la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de la Familia
(Endifam, 2005), las autoras identifican relaciones que se aproximaban a lo que es una
relación conyugal pero sin reunir los requisitos de co-residencia y, en consecuencia, de
continuidad. El surgimiento de relaciones tipo LAT es previsible en un escenario de vida
como el actual donde la esperanza de vida se ha prolongado, la reproducción se maneja
a voluntad, los niveles de escolaridad de la población son más elevados y las mujeres
participan de manera cada vez más frecuente en los mercados laborales.
Desde la psicología, Martha Melo explora las relaciones vinculares que caracterizan
a las parejas en el siglo XXI centrándose en tres ejes de gran importancia para pensar las
relaciones conyugales actuales: las diferencias entre intimidad/apego, entre autoritarismo/
democracia y, finalmente, las relaciones de género.
Una entrevista a Martine Segalen y dos reseñas bibliográficas constituyen el cierre
de la obra. La investigadora francesa señala la caducidad del enfoque que presenta el mo-
delo de familia nuclear, con escasos miembros y alta densidad de lazos afectivos, donde
el padre se constituye en el proveedor y autoridad y la madre aparece confinada al espacio
doméstico y los hijos. En este sentido Familias Iberoamericanas. Ayer y hoy, a partir de
las variadas metodologías, fuentes y problemáticas propias de las diversas disciplinas que
convergen en la obra, propone nuevos enfoques para abordar la familia.

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Reseñas Bibliográficas

DAHLINGER, James H. Etienne Pasquier on Ethics and History, Peter Lang, New
York-Bern, 2007, 147 pp. ISBN 978-0-8204-9547-7, por Marco Penzi (Centre de

E
Recherche Historique, EHESS, París)
tienne Pasquier (1529-1615) era un abogado y magistrado de éxito, historiador, poeta
y hombre fiel de Enrique III cuando debió abandonar París tras el levantamiento de
la Liga Católica. Luego, como otros parlamentarios parisinos, se alineó con Enrique
IV, según un esquema de fidelidad dinástica y la explicación más corriente, que ve en la
defensa del Reino contra los extranjeros (España) la razón de la defensa de los derechos
del protestante Enrique de Navarra (futuro Enrique IV). Pasquier es conocido por ser “el”
defensor de las libertades galicanas, el acusador de los jesuitas en 1564 e incluso en 1594.
Fue un humanista brillante que dejó incluso una importante recopilación de sus propias
cartas publicadas cuando aún vivía. Sintéticamente, un personaje completo, complejo y
muy estudiado.
James H. Dahlinger nos ofrece en su libro un retrato innovador del Pasquier autor.
Muchos han estudiado al Pasquier historiador, subrayando la importancia historiográfica
de sus Recherches de la France, publicadas entre 1561 y 1621 (fecha en la que se publicó,
póstumamente, el volumen X): George Huppert, Donald Kelley y Dorothy Thickett, por nom-
brar algunos. Otros prefirieron estudiar en Pasquier al defensor de las libertades de la Iglesia
galicana como expresión misma de la idea que animaba el partido de los Políticos que se alineó
con Enrique IV. Para Dahlinger, y aquí reside la novedad del libro, Pasquier fue ciertamente
un historiador brillante, un abogado de éxito pero, sobre todo, fue un moralista.
El autor explica su concepción analizando la obra del Pasquier humanista en su
totalidad. El abogado de éxito, que devino uno símbolo de la clase parlamentaria, mucho
antes de la publicación del libro que le dedicó su amigo y jurista Antoine Loisel (Pasquier
ou dialogue des avocats du Parlement de Paris, 1652), desde los inicios de su larga carrera
de autor quiso ofrecer a sus contemporáneos un discurso moral capaz de mostrar al rey de
Francia, como a la nobleza y a los magistrados, la justa forma de comportarse durante los
períodos difíciles como los de las Guerras de Religión francesas.
En este libro, ese es el prisma a través del cual se estudia la obra de Pasquier: a la par
de Pour parler du Prince (1561), texto que pertenece a la larga tradición de los Specula
Principum, toda la obra del jurista e historiador francés, siguiendo la concepción del autor
de Etienne Pasquier on Ethics and History, estaría dedicada por lo tanto a dar consejos
morales a sus lectores. Dahlinger sostiene que a partir del ejemplo de Budé y de Erasmo,
Pasquier extrae la siguiente lección: solamente a través de una utilización de la materia
histórica capaz de explicar el tiempo presente a través de los ejemplos del pasado se podría
formar o enseñar al Príncipe (y a los lectores) el arte de gobernar, pero también la forma
de comportarse en las dificultades presentes de aquel fin del siglo XVI, tan turbulento en
política como en religión.
La “construcción” intelectual que el autor de este libro elabora mostrando cómo se
“puede” también leer a Pasquier, parece mantener su curso. Pasquier, hombre de su tiempo
y atravesado por los problemas político-religiosos de su siglo, fue implicado en diversas

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prohistoria 13 - 2009

cuestiones jurídicas, polémicas y políticas. Un personaje muy complejo: fustigador del


italianismo de la corte, de los historiadores italianos como Giovio, muy dado a recordar las
gloria romanas contra los bárbaros (esto es, los franceses) invasores de Italia en la primera
mitad del siglo XVI; defensor de la memoria de los galeses contra la muy mala descripción
hecha de estos pueblos por los escritores romanos; acusador de los jesuitas fieles al Papa
que llevaban una “novedad” en la enseñanza perjudicando los derechos de la Universidad
de París (de allí los dos procesos contra la Societas Jesu en 1564 y 1594); defensor de los
derechos al reino de Enrique de Navarra en tiempos de la explosiva situación de guerra
civil; moralista que publicó una recopilación de sus propias cartas; abogado de éxito, pero
también poeta. Etienne Pasquier es entonces una figura que se presta a una teoría “global”
de su carrera y de sus escritos. La idea de un Pasquier moralista está en la base de este libro
bien estructurado, aunque ciertos pasajes debieran basarse sobre argumentos más consisten-
tes que los simples títulos de los capítulos y de la interacción entre las palabras utilizadas
(en las Recherches) para convencer plenamente al lector de un fin moral en el interior de
la historia y el discurso y método historiográfico que Pasquier utiliza para su libro.
Incluso si ciertos puntos ameritarían profundizarse, la idea de un Pasquier “mora-
lista” que utiliza las fuentes históricas de las que dispone para fundar sus ideas morales
y éticas sigue siendo convincente. Como sostiene Dahlinger, Pasquier utiliza classical
commonplaces, consejos para el rey que son bien conocidos, sugerencias de gobernar con
la ayuda de los Parlamentos (más que de los Estados) que si se piensa que las enunciaba
un jurista del Parlamento de París, tienen un sentido moral para sus hijos, a quienes iban
dirigidas muchas de las cartas contenidas en las compilaciones. Claro que, es necesario
decirlo, el Pasquier moralista no era en absoluto un innovador.
Habría que verificar, con el auxilio de pruebas concretas, si el conjunto de la teoría
expresada por Dahlinger corresponde exactamente a la idea que el mismo Pasquier tenía o
si el abogado moralista no es más que una construcción intelectual del autor del libro que
se reseña, quien asocia a Pasquier con esta figura después de haber tenido ante sus ojos
la producción de toda una vida. Paralelamente, las referencias a los trabajos de Erasmo y
de Budé ameritarían una investigación más fina para constatar concretamente que fueron
los ejemplos sobre los cuales se funda la construcción moralista de la obra de Pasquier,
tal como lo sostiene Dahlinger en las páginas iniciales.
El libro de Dahlinger, sin embargo, aporta una nueva visión del ilustre jurista histo-
riador: visión innovadora e interesante que hace pensar al lector, lo cual no siempre sucede
con los libros de historia.

SABATO, Hilda Buenos Aires en Armas. La revolución de 1880, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2008, 336 pp. ISBN 978-987-629-062-3, por Camila Perochena

Es muy difícil, mi amigo, producir un mo-


vimiento, disciplinar un partido, crear una
pasión pública; pero cuán difícil es dirigir

205
Reseñas Bibliográficas

los acontecimientos una vez que han tomado


ya una forma y rumbo determinados.
Julio Argentino Roca, 20 de mayo de 1880

E
l fragmento que antecede como epígrafe exhibe una de las principales tensiones que
el apasionante libro de Hilda Sabato logra transmitir. En Buenos Aires en Armas,
dicha tensión se manifiesta entre la supuesta previsibilidad de un curso de acción y
la contingencia que lo atraviesa. La autora, al referirse a las palabras anteriormente citadas,
considera que no hay mejor manera de expresar “la impotencia de un hombre poderoso
frente a la contingencia de la acción política” (p. 140). Se trata de una impotencia que en
gran parte reproduce el conflicto irresoluble tratado en la tragedia: un conflicto constitutivo
del mundo de la política en el que se cruzan los sentimientos de incapacidad que sufren los
héroes trágicos frente a los designios del destino y la voluntad por transformar y reconducir
los acontecimientos en un sentido determinado.
El uso de la metáfora teatral es, en este caso, oportuno, porque el libro aquí reseñado
sitúa inmediatamente al lector como espectador de una obra dramática, cuyo devenir genera
tensiones, expectativas y muchas sorpresas. La autora lleva a escena un acontecimiento
político específico de la historia argentina: la revolución de 1880. La originalidad radica
en la forma en que dicho acontecimiento es relatado y en las tramas –tanto históricas como
historiográficas– en que Sabato lo inscribe. La dimensión teatral se expresa, además, en
el frecuente desplazamiento del narrador a un segundo plano y en la estrategia de hacer
hablar directamente a los actores protagonistas de esta historia, quienes manifiestan sus
percepciones sobre el devenir de los acontecimientos, sus dudas, sus decisiones, sus éxitos
y sus derrotas. Dicha estrategia –sumamente exitosa, en la medida en que logra atrapar al
lector en la trama narrativa– refleja, por un lado, el trabajo realizado por la historiadora
para reconstruir y a la vez construir esa trama, y por el otro, la exhaustiva y minuciosa
investigación realizada con una gran variedad de fuentes documentales. Entre tales fuentes
se destacan las cartas intercambiadas por los principales personajes puestos en escena,
artículos periodísticos, actas de las discusiones legislativas, partes de guerra, memorias y
ensayos de los protagonistas, manifiestos, discursos y escritos políticos y representaciones
gráficas de la época. Así, mediante detalladas descripciones, Sabato construye imágenes
que permiten al lector trasladarse sin dificultades al año 1880 y situarse en las lógicas de
pensamiento, sentimiento y acción experimentadas por los actores, quienes se encuentran
dominados por contradicciones y exigencias a primera vista incompatibles y que necesaria-
mente (o no, según la discusión que plantea la autora) llevan a un desenlace dramático.
El objeto de Buenos Aires en Armas es, entonces, explicar las causas de la recurren-
cia a la vía revolucionaria en los hechos de 1880 y explorar, en términos más generales,
el papel de la violencia política. Más que centrarse en sus resultados que sin duda fueron
decisivos (aspecto en el que se concentró la historiografía que trató el tema), lo que le
interesa a la autora es analizar un terreno prácticamente intransitado –el contexto de la
revolución “para entender sus características específicas y el por qué de su ocurrencia”

206
prohistoria 13 - 2009

(p. 18)– y dilucidar por qué las elites políticas e intelectuales de la época resolvieron el
conflicto por las armas y no en el terreno de la negociación. Para dar cuenta de su objeto
se aleja de aquellas hipótesis que piensan la violencia como el resultado inexorable de un
enfrentamiento político que se agudiza y reflexiona sobre el problema desnaturalizando
todas y cada una de sus dimensiones. Sabato resume muy bien su apuesta metodológica en
uno de sus capítulos: “Esta secuencia no era inevitable, pero así ocurrió. ¿Cómo y por qué?
Las horas que siguieron al episodio fueron cruciales, los diferentes actores de este drama
movieron sus fichas, eligieron sus cursos de acción y definieron el futuro” (p. 159).
A partir del análisis de esta secuencia, tal vez uno de los aspectos historiográficos
más destacables del libro reside en el esclarecimiento de uno de los dilemas que atraviesan
toda la historia argentina del siglo XIX: la conflictiva relación entre Buenos Aires y el
resto de los territorios que estaban bajo su tutela y el rol que le cupo a la dirigencia porte-
ña en la formación del Estado nacional. La autora parte de la base de que Carlos Tejedor
y Julio A. Roca representaban algo más que dos candidatos contendientes a elecciones
presidenciales: el primero personificaba “la causa de Buenos Aires”, mientras el segundo
era el candidato del gobierno central.
La estrategia narrativa que adopta para desarrollar los distintos aspectos de ese
dilema, condensado en la revolución de 1880, es, como se mencionó, una de las mayores
virtudes del libro. El mismo se estructura en nueve capítulos y ocho entreactos. En los
capítulos se despliega el acontecimiento en forma cronológica tomando como punto de
partida el año anterior a 1880. Desde ese momento es la coyuntura política la que impone
el ritmo del relato, ya que los períodos a describir son cada vez más cortos a medida que
se densifican los acontecimientos. Así, comienza describiendo el año 1879, continúa con
períodos de dos meses (enero y febrero, marzo y abril), para pasar a las negociaciones del
mes de mayo e ir, luego, semana a semana en el mes de junio, hasta llegar al 21 de junio,
fecha en la que se enfrentaron el Ejército Nacional y la Guardia Nacional de la provincia
de Buenos Aires. En paralelo al aumento de la intensidad del acontecimiento –que al modo
de una obra teatral hace crecer la tensión en el lector al manejar magistralmente la autora
el suspenso y la fuerza dramática– los tiempos vuelven a estirarse luego de finalizado el
conflicto armado del 21 de junio, para desarrollar el desenlace que implicó la definitiva
derrota política de los porteñistas. En el marco de esta secuencia cronológica, los esce-
narios de las acciones cobran mucha relevancia. La atención prestada a las coordenadas
espaciales, que van variando sus escalas en distintos ámbitos de las provincias, ciudades,
campaña, barrios, calles, permite al lector componer la cartografía de las intrincadas tramas
políticas y bélicas desplegadas en la coyuntura.
Si a lo largo de este relato, Hilda Sabato permanece detrás de las bambalinas –siendo,
sin embargo, la encargada de hacer inteligible el acontecimiento, de ordenar los hechos, de
hacer hablar a los protagonistas– es en los ocho “entreactos” intercalados en los capítulos
donde la autora entra directamente en escena, a la manera del coro en la tragedia griega.
Es en dichos apartados donde se encarga de comentar y dar sentido a las acciones de los
personajes, donde retoma debates contemporáneos a los hechos y perspectivas historio-

207
Reseñas Bibliográficas

gráficas y donde realiza reflexiones que enmarcan el acontecimiento en problemáticas más


generales. Entre tales problemáticas se destacan el papel de las fuerzas armadas en la vida
institucional de la república, la representación política y las prácticas electorales, la histórica
confrontación entre las aspiraciones autonómicas del gobierno porteño y la centralización
del nacional, el significado que adquiere la palabra “revolución” en esa coyuntura, las
representaciones que existen en torno a la muerte y el problema de la capitalización.
En este “ejercicio de interpretación” –según define Sabato a su libro– desfilan los
distintos niveles de la contienda política del momento –electoral, legislativa, periodística,
identitaria, bélica– anudándose con tendencias y conflictos de larga data. He aquí otro de los
grandes logros de estas páginas: iluminar a partir de un hecho puntual procesos de mediana
y larga duración que, aunque el lector no sea un especialista en historia argentina, puede
comprender sin dificultades. El estilo de escritura sumado a la formulación de preguntas
claras que van definiendo campos problemáticos posibilita una lectura fluida de cuestiones
que sólo a primera vista pueden parecer sencillas.
Buenos Aires en Armas se cierra con un epílogo en el que la autora propone algunas
respuestas a los interrogantes con los que abre su obra. Frente a la pregunta de por qué la
dirigencia de la provincia de Buenos Aires tomó el camino de la “resistencia” armada y
por qué gran parte de la población la siguió en esta aventura, Sabato recurre a explicacio-
nes más vinculadas al plano de las representaciones como al de las prácticas políticas, sin
dejar de considerar la contingencia propia de cada acontecimiento. El uso de la violencia
se dio, según su hipótesis, como última opción dentro del marco de las prácticas políticas
disponibles, sin olvidar, sin embargo, que el “uso de la fuerza integraba el repertorio de la
política” (p. 297) y que no se entendía como una práctica ajena a ella. Era una herramien-
ta a la que la dirigencia porteña debía recurrir si quería seguir defendiendo su libertad y
autonomía. Este conflicto desatado entre las elites contó con un fuerte apoyo de amplios
sectores porteños y “generó entre éstos expectativas revolucionarias cuya escalada ofrecería
a las dirigencias pocas posibilidades de retroceso” (p. 297).
Desde este punto de vista, el libro no sólo muestra las disputas facciosas, ideológicas
y personales en el interior de la elite política sino también el papel que jugaron las pasio-
nes y las emociones populares en la revolución de 1880, donde se condensaron valores
e identidades largamente construidas durante el siglo XIX. Bouquet le explicaba a Roca
en una de las cartas intercambiadas que “la oposición a su nombre ha tomado aquí las
proporciones de una pasión popular […] creo que usted puede gobernar este pueblo como
conquistador pero no como gobernador” (p. 156). Este imaginario colectivo, que llevó al
pueblo a “resistirse frente al despotismo” sin reparar en las consecuencias, nos traslada en
algún sentido al nudo de las revoluciones modernas iniciadas a fines del siglo XVIII: a la
idea de que había un camino irresistible sobre el cual no había vuelta atrás en la medida
en que la revolución había triunfado en los espíritus.
El telón se cierra mostrando de qué manera la derrota de Buenos Aires de 1880
marcó el momento de la definitiva consolidación del Estado nacional y la resolución de
la cuestión capital al federalizarse esa ciudad. No fue sólo el triunfo de un candidato sino

208
prohistoria 13 - 2009

de un modelo de estado, de un perfil de dirigentes y de un modo de hacer política. Lo


que triunfó fue el monopolio de la fuerza por parte del Estado, que desplazó así todo tipo
de violencia que no se originara en este aparato, deslegitimando las revoluciones junto
con la retórica y prácticas que la justificaban. En ese final de escena, el desenlace –tal
como afirma la autora– no estaba necesariamente inscripto en el origen ni se tramitó en
el campo de batalla. Fue en el campo de la acción política donde la definitiva derrota del
autonomismo porteño frente a la liga de las provincias del interior se exhibió de manera
contundente. En esa exhibición se cerraba uno de los dilemas que había abierto aquella
otra revolución –la de 1810– y se abría una nueva historia que, como sabemos, no estaría
exenta de conflictos ni de violencia.

GELMAN, Jorge Rosas bajo fuego: los franceses, Lavalle y la rebelión de los estan-
cieros, Sudamérica, Buenos Aires, 2009, 218 pp. ISBN 978-950-0730-35-8, por Irina

R
Polastrelli (UNR)
osas bajo fuego instala al lector en una coyuntura particular del régimen rosista:
aquella en la que el Restaurador de las Leyes, jaqueado por el avance de sus “ene-
migos”, sintió tambalear el orden político y social que había logrado construir en la
provincia de Buenos Aires, luego de décadas convulsionadas por enfrentamientos y disputas.
La conjunción del bloqueo francés, el levantamiento de los Libres del Sur y la invasión
del ejército unitario en el período 1838-1840 puso en evidencia grietas y debilidades en
el interior de ese orden que –se creía– gozaba del apoyo de gran parte de la sociedad bo-
naerense. Pero, más allá del mero repaso acontecimental por la breve pero problemática
etapa, el libro propone tomarla como punto de partida para reflexionar sobre una cuestión
bastante más compleja: cuáles fueron los elementos, condiciones y mecanismos que hi-
cieron posible la instauración y consolidación del régimen rosista.
El interés que guía a Gelman en su investigación no es una novedad. La inquietud
por develar las bases de poder del gobierno de Juan Manuel de Rosas no fue ajena a las
distintas tradiciones historiográficas que analizaron el fenómeno del rosismo, así como
tampoco lo fue para los observadores contemporáneos. De esta manera, al tiempo que
se consolidaba dicho régimen, también lo hacían ciertos tópicos, que luego serían abor-
dados de manera recurrente: el papel jugado por los distintos sectores sociales, el rol de
la coerción y el terror en el mantenimiento del sistema, los diferentes grados de apoyo
regionales, entre otros.
Si la originalidad de Rosas bajo fuego no reside en su propósito, el aporte significativo
se encuentra en la estrategia utilizada para enfocar el problema, las prevenciones metodo-
lógicas presentes al hacerlo y las hipótesis trazadas por el autor a lo largo del libro.
Gelman sostiene que la coyuntura 1838-1840, debido a su carácter crítico, permite
distinguir con mayor nitidez aquellos mecanismos, solidaridades y oposiciones del rosis-
mo que en momentos “normales” pasarían desapercibidos. El análisis de este momento
particular rescata la temporalidad del fenómeno, puesto que el autor señala que el sistema
armado tras dicha crisis no reflejó en su totalidad al que prevalecía en los inicios del go-

209
Reseñas Bibliográficas

bierno, pero tampoco permaneció igual hasta el final. Esta advertencia inicial le permite
sostener, como argumento central de la obra, que el sistema de equilibrios inicial, por el
que Rosas buscaba incorporar a los sectores populares, a la vez que mantener el consenso
con las elites y con otros grupos, se fue erosionando hasta quebrarse profundamente en
la crisis de 1838-1840. La tensa situación puso en cuestión una forma predominante de
organizar el poder hasta el momento y forzó una reformulación de la misma. Al alejarse
de las elites –convertidas en francas opositoras– Rosas debió buscar fuentes alternativas
de poder: los sectores populares, los indios amigos y las redes clientelares. Por lo tanto,
esta coyuntura, en la que se observó una creciente autonomía del gobierno respecto de las
elites, representó una fase central en la transformación y afirmación de la construcción del
poder estatal, es decir, de un poder separado de la colectividad civil.
El libro se estructura de manera sencilla; luego de la introducción, se despliegan tres
capítulos y una conclusión, en la que se retoman los principales planteos. El primer capí-
tulo tiene un carácter general, puesto que describe las consecuencias del quiebre del lazo
colonial y los intentos por lograr instaurar un orden luego de 1810, para luego caracterizar
lo que el autor denomina el “primer sistema de Rosas”. Este primer gobierno no provocó
mayores modificaciones en el orden legal y político heredado de la experiencia rivadaviana:
Rosas logró mantener un consenso bastante amplio, sin recurrir a extremos de represión y
violencia, respetando la legalidad vigente y ciertas instancias de negociación. Para Gelman,
lo inédito estaba en la implementación de un discurso y unas prácticas que intentaban
consolidar su liderazgo sobre los sectores subalternos y acallar las disputas intraelite para
reconstruir la unidad del Estado, sobre una comunidad definida ahora como federal.
Los dos capítulos siguientes analizan la Revuelta de los Libres del Sur, ocurrida
en 1838, y la invasión unitaria comandada por Lavalle en 1840, a través de una serie de
variables que le permitirá extraer conclusiones comunes a ambos acontecimientos: las
reacciones de la sociedad, los tipos de alianzas establecidas, los apoyos ganados por los
sectores en pugna, los mecanismos específicos de la lucha política, los recursos movilizados
por Rosas y sus opositores en los enfrentamientos.
Gelman comprueba que en ambos conflictos las elites se pasaron al bando opositor
con escasas excepciones, en lugares de tradición antirrosista y en aquellos considerados
bastiones federales. Ante esta situación, Rosas debió apoyarse en los sectores más humil-
des, en los indios amigos y en parte del aparato militar, cristalizándose una división en
gran medida clasista de la sociedad. La crisis reflejó un nuevo cuadro de lealtades y la
separación de casi todos los sectores de la elite. El sistema de Rosas se vio, por lo tanto,
obligado a dar un vuelco. Aunque los elementos que pasaron a ocupar el centro de la escena
no eran nuevos, se convirtieron en mecanismos claves: la agudización de la exaltación de
la unanimidad rosista/federal y la aplicación, la ampliación y reestructuración del aparato
represivo del Estado, la movilización de sectores subalternos controlados por la Mazorca
y el recurso a redes clientelares.
Por último, la crisis del 1838-1840 permite a Gelman deslizar que la oscilación de
Rosas entre la represión y el más feroz faccionalismo –que movilizó a una parte de la

210
prohistoria 13 - 2009

sociedad contra la otra– y la búsqueda de consensos y pactos –que incluyeron a sectores


muy amplios y variables– constituyó uno de los rasgos característicos de la construcción
del régimen rosista y, en general, de la autoridad del estado.
A través de un sólido trabajo documental –basado en periódicos, correspondencia
publicada y sobre todo inédita– Gelman reconstruye las percepciones de los principales
actores involucrados en esta coyuntura. A la vez, establece un rico diálogo con los estudios
escritos sobre el fenómeno, en el que procura rescatar en algunos casos, y refutar en otros,
aquellas imágenes cristalizadas sobre el régimen rosista.
Las sugerencias interpretativas y la riqueza informativa que se desprenden de Rosas
bajo fuego revitalizan el tratamiento de un tema crucial, convirtiéndose de este modo en
una lectura sumamente provechosa para todos los interesados en este período histórico
tan controvertido.

OLLIER, María Matilde De la Revolución a la Democracia: cambios privados, públicos


y políticos de la izquierda revolucionaria, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, 304 pp. ISBN

M
978-987-629-059-3, por María Florencia Servetti (UNMdP)
aría Matilde Ollier es Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Notre
Dame (USA). El presente libro tiene como objetivo general evaluar cuáles fueron
y por qué se produjeron las transformaciones sufridas en la identidad política
de los ex integrantes de la izquierda revolucionaria. La referencia temporal utilizada com-
prende el período entre 1973 y los primeros años de la década de 1990, analizándolo a
través de diferentes variables: lo privado, lo público y lo político. La primera corresponde
a lo personal e íntimo de la persona, la segunda a los espacios culturales y en la tercera
están incluidas todas las formas de participación en organizaciones políticas. Asimismo, la
autora analiza el lugar de la violencia y cómo este posicionamiento es reconfigurado con
el paso del tiempo. A partir de la llegada de la democracia estas transformaciones acele-
raron un proceso de cambio dentro de los militantes. Sin embargo, establece que se puede
observar una continuidad en sus pensamientos y en su identidad. Las fuentes utilizadas
recogen algunos testimonios analizados previamente en otros de sus textos: El fenómeno
insurreccional y la cultura política. Argentina 1969-1973 (1986), La creencia y la pasión.
Privado, público y político en la izquierda revolucionaria, 1966-1976 (1998).
A partir de esas entrevistas a ex militantes de diversas agrupaciones, Ollier recons-
truye la historia de esos años a través de los cuestionamientos a su propia subjetividad para
poder detectar el alejamiento de su identidad política revolucionaria y los aprendizajes
que llevaron a configurar una nueva identidad cercana a los valores democráticos. Lo
particular/individual y lo colectivo, entendiendo por éste al conjunto de la organización,
se entrelazan en este libro con mucha suspicacia, atendiendo principalmente a la influencia
que el segundo realiza sobre el primero y cómo este último imprime una cuota de origi-
nalidad. La autora destaca las voces disidentes dentro de un colectivo que parece a simple
vista homogéneo.

211
Reseñas Bibliográficas

El libro está compuesto por una introducción, siete capítulos y una conclusión muy
acotada. En el primer capítulo, Ollier describe los componentes originarios de la identidad
revolucionaria, que se configuran a través de un proceso de sociabilización primaria (infan-
cia y adolescencia) donde se desarrollan diversos aprendizajes en las tres esferas/variables:
lo privado, lo público y lo político. Estos componentes provienen de una identidad liberal-
populista, donde la libertad individual, la justicia social y la verdad son los tres elementos
constitutivos. El paradigma amigo/enemigo desarrolla el modo de hacer política, en cuya
concepción la negociación es observada como una traición y la violencia es la vía para la
transformación social. La autora marca una diferencia entre la radicalización ideológica y
la política, en la cual la primera correspondería a la creencia en la revolución social y la
segunda estaría marcada por el ingreso y participación política en las organizaciones de
izquierda revolucionaria.
En la obra se destaca que si bien los ex-militantes aceptan la teoría que encierra su
ideología revolucionaria y la concepción del mundo a través de binomios (capitalismo vs.
socialismo; burguesía vs. proletariado, etc.) en la práctica esto se distorsiona, provocando
dos tensiones: por un lado la disyuntiva de armonizar lo privado/individual y lo político/
colectivo y, por otro lado, la dificultad de subordinar lo político a lo militar; en este senti-
do, el ejercicio de la violencia personal es rechazado por alguno de sus integrantes. Estas
resistencias están marcadas por los valores/elementos de los militantes, previos al ingreso
en la izquierda revolucionaria.
En el segundo capítulo, la intención es destacar las voces disidentes dentro de las
organizaciones, especialmente a partir de la llegada de la dictadura militar de 1976. Las
estrategias militaristas y los planes de lucha utilizados por las diversas agrupaciones per-
sisten al momento de la asunción de los militares al poder. La situación de la militancia
comienza a empeorar hacia 1974, cuando la derecha peronista se posicionó con mayor
fuerza dentro del gobierno, agravándose a partir de 1976. El fenómeno que se destaca es
el de los niveles de intervención del dispositivo represivo de las FFAA y sus consecuen-
cias: el desmantelamiento en el interior de la izquierda revolucionaria. Es aquí donde las
voces disidentes comienzan a tener más protagonismo, ya que el colectivo desaparece y
lentamente comienza una crisis en la identidad de los militantes.
A partir del tercer capítulo y hasta el quinto Ollier hace un recorrido de los nuevos
aprendizajes en las diferentes esferas privada, pública y política, que conllevaron a renunciar
a la identidad revolucionaria. La cultura entendida como espacio público sufre modifica-
ciones severas a partir de 1976. La censura y la autocensura, producto de la propagación
del miedo, fueron los recursos que las FFAA desarrollaron ampliamente. Sin embargo, se
organiza un campo cultural permitido, ya que la dictadura necesita crear consenso, desarro-
llando así una trama cultural ambigua. Es a partir de allí y a través de las nuevas zonas de
contacto que los ex-militantes participan, donde por un lado la palabra, como acto cultural
y político, se vuelve fundamental y, por otro lado, se producen nuevos entrelazamientos,
es decir, nuevos contactos entre personas de diversas experiencias políticas incluidos los
ex-militantes, que evita el aislamiento que intenta provocar el régimen y forma una nueva

212
prohistoria 13 - 2009

“identidad de diferenciación”. Estos nuevos espacios generan y hacen posible, según Ollier,
el comienzo de una autocrítica de su pasado en los ex-revolucionarios y un acercamiento
a la valoración del liberalismo político
Continuando con la exploración de los nuevos aprendizajes, la autora comienza
un recorrido en la esfera privada/individual, indagando especialmente de qué manera
y a través de qué mecanismos se desarrolla esta autocrítica. La asistencia psicológica
y psicoterapéutica ayuda a que éstos desarrollen nuevas configuraciones subjetivas que
repercuten en la manera de comprender la acción política, a través de la indagación de
su propia experiencia política. El rechazo y crítica al autoritarismo y la homogeneización
que intentan implementar las FFAA genera que los militantes se cuestionan sus propias
experiencias y emerge una valoración hacia la identidad propia y el sentido de lo particular,
el cual había permanecido oculto en las organizaciones. Otro ámbito donde se desarrollan
estos aprendizajes es la cárcel, ya que es una instancia de autoconocimiento, especialmente
para cuestionar la violencia y comenzar a valorar la negociación. Junto con esta última y
gracias a estos dos ámbitos, se profundiza la valoración de las libertades de la “democracia
burguesa” que habían criticado en su pasado revolucionario.
Por último, en la esfera política también se realizan nuevos aprendizajes. Los ex-
militantes comienzan a insertarse en un microespacio democrático integrado por la fracción
política opositora al gobierno militar, un ala sindical y los movimientos de Derechos Hu-
manos (DDHH). Ellos mismos se convierten en sujeto de DDHH, a través de las acciones
de estos movimientos alejándose de la figura subversiva que les imponían las FFAA. En
este sentido, la guerra de Malvinas no significa el comienzo de la transición a la democracia
sino una profundización, asevera la autora. Como también se agudizó la autocrítica a la
radicalización política e ideológica de los ex-militantes aunque, según afirma la autora,
esta última tarda en alejarse, ya que en sus primeros cuestionamientos persisten los viejos
instrumentos de lectura de la realidad, el marxismo especialmente. Asimismo, la antino-
mia democracia-autoritarismo comienza a estar en el discurso los ex-revolucionarios y se
refleja en su alejamiento del marxismo como clave interpretativa, ya que este no brinda
elementos para pensar el autoritarismo.
Los capítulos seis y siete dan un cierre a los diferentes planteos de la autora. En
primer lugar, se presenta la transición de una identidad, cuando son abandonados los com-
ponentes centrales de la radicalización ideológica y se concreta un cambio en la identidad
política y su relación con la guerra/violencia, donde el valor del retorno a la democracia
es fundamental para garantizar la libertad individual. Esta desradicalización ideológica
conlleva a pensar diferente a la clase obrera y al pueblo, como actores principales de la
revolución social. Entra en tensión el eje liberación o dependencia, ya que nada justifica
la permanencia del autoritarismo, además la guerra de Malvinas no se visualiza como un
hecho tendiente a lograr independencia/liberación, sino como un medio para lograr mayor
hegemonía de las FFAA. Se enfatiza la pérdida de la verdad revelada y se profundiza la
virtud del pensamiento plural y la libertad individual.

213
Reseñas Bibliográficas

Finalmente se indagan cuáles son las problemáticas que enfrentan los ex-militantes
en esta nueva coyuntura. Los cuestionamientos a la democracia sostienen las limitaciones y
posibilidades que este sistema político tiene para mejorar la calidad de vida de la sociedad.
De allí plantean que en los países periféricos existe una incompatibilidad entre capitalismo
y democracia, ya que ésta no posee instrumentos que contengan la justicia social como
meta. Se modifican las formas de hacer política, hay un corrimiento del paradigma amigo/
enemigo, se aceptan las formas partidarias aunque algunos rechazan la política partidaria
y la negociación es fundamental para las soluciones. Si bien la violencia continúa siendo
un eje problemático, posible de observar en los diferentes niveles de la nueva coyuntura,
no está asociada con el cambio social y se produce una crítica a lucha armada.
De la Revolución a la Democracia encierra un proceso de trasformación de la iden-
tidad política de los ex-militantes, que se alejan de la idea revolucionaria y se acercan a
los valores democráticos, un proceso marcado por continuidades y rupturas.

214
2009
13 - 2008
prohistoria 12

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Word –no lo haga manualmente.
i) El citado de obras de referencia y fuentes será ubicado en las notas a pie, siguiendo la
siguiente disposición: MAYÚSCULAS para el apellido del autor y, tras la coma, su nombre
completo (evitar citar sólo la inicial). No debe colocarse ningún signo de puntuación tras
el nombre del autor. Proseguir consignando el Título de libro en itálica; en el caso de
artículos, “título entre comillas”, en Nombre de la publicación en itálica; editorial, lugar,
año de edición, número de página del tramo citado, en ese orden. Ejemplos:
i. de un libro.
SAER, Juan José El concepto de ficción, Ariel, Buenos Aires, 1997, p. 58 ó pp. 58-
123.
ii. de un artículo:
SAER, Juan José “Martín Fierro. Problemas de Género”, en El concepto de Ficción,
Ariel, Buenos Aires, 1997, p. 58.
Si se tratase de una obra originalmente escrita en lengua extranjera, la primera vez adjuntar,
al final de la cita, la edición original entre corchetes.
Nota: en caso de tratarse de una obra de varios volúmenes aclarar el volumen o tomo antes
del número de página.

Repeticiones: En toda situación en la que se repita la mención de una obra, se expresará:


AUTOR, Nombre Primera(s) Palabra(s)..., cit., p. núm.
SAER, Juan José El concepto..., cit., p. 56.
NO utilizar en ningún caso los términos Idem, Ibidem, Ibid.

Revistas: Las revistas siempre se citan en itálicas, como una obra. Ej: Hispania. Al referir-
se al Tomo, Volumen o año debe hacerse tal y como aparece en la publicación: ej:
i. Argumentos, Año VIII, núm. 14, México, primer semestre 1998.
ii. Hispania, LX [es el tomo, no se pone otra cosa que el número en romanos], núm.
204, Madrid, 2000, pp. etc.
Si cuenta con la ciudad de edición de la revista, inclúyala antes del año [p. Ej., Historia
Mexicana, LIII, núm. 211, México, 2004, pp. 823-843.
No utilice letras elevadas para abreviar número; hágalo “núm.”

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prohistoria 13 - 2009

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historia – políticas de la historia

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