Professional Documents
Culture Documents
DE LA CALIDAD DE LA DEMOCRACIA
EN COSTA RICA
Jorge Vargas Cullell
PRESENTACIÓN
Recuadro 1
RESULTADOS PUNTUALES
• Los partidos políticos recurren con más fuerza al clientelismo en los can-
tones con menor Indice de Desarrollo Social (IDS); sin embargo, el nivel
de cumplimiento tiende a ser mayor en los cantones con mayor IDS (Bre-
nes y Martorell, 2000).
• Existen diferencias notables en la transparencia en la gestión, la confian-
za y la apertura de los municipios a la participación ciudadana (Brenes y
Martorell, 2000).
• Existen evidencias de prácticas autoritarias en el funcionamiento de las or-
ganizaciones de la sociedad civil con representación social o cultural (Ar-
guedas, 2000).
• A una de cada siete personas un funcionario público le ha pedido alguna
vez una mordida para realizar un trámite (UNIMER, 1999).
La auditoría ciudadana de la calidad de la democracia 475
• Designa el sujeto que realiza las acciones, a saber, las personas que con-
forman el cuerpo de ciudadanos de un país. Sobre este punto volveremos
después.
11
Un estándar es un criterio intersubjetivo empleado por las personas para
evaluar una cosa. En sentido estricto, de acuerdo con la International Standar-
dization Organization (ISO), un estándar es “un acuerdo documentado que con-
tiene especificaciones técnicas u otros criterios específicos para ser empleados
de manera consistente como reglas, guías o definiciones de características” que
permiten juzgar si una cosa es apropiada para el fin que se persigue (ISO, 2000).
12
Trasladado al tema que nos ocupa, un estándar es un acuerdo documentado so-
bre una buena práctica democrática que, de existir en un país, permitiría afirmar
que existe una alta calidad democrática en esa materia. Expresa un horizonte
deseado de buenas prácticas, un horizonte realista (en el sentido de ser caracte-
rísticas deseadas que pertenecen al “mundo de lo posible”) acordado por perso-
nas ciudadanas de diversa procedencia social, política e ideológica.
Un estándar, o más precisamente un conjunto de estándares (la gente rara
vez emplea uno solo), no se ajusta a un modelo de democracia determinado
13
(Held, 1996) , pues la realidad no se amolda a una sola idea o visión democrá-
tica. Tampoco es una utopía democrática a la Tomás Moro. La ciudadanía es-
tá constantemente negociando sus desacuerdos, entre los cuales pueden estar,
por supuesto, sus respectivas visiones sobre lo que la democracia debiera ser.
Pero debe producir ciertos acuerdos, formales e informales, para funcionar co-
lectivamente; acuerdos que pueden abarcar, también, criterios compartidos so-
bre lo “que está bien” o “está mal” con su democracia, cosas que son fuente de
orgullo o de reclamo ciudadano, respectivamente. Un estándar es precisamen-
te, este criterio compartido.
Ciertamente, el resultado de estas negociaciones es una vida y un imagi-
nario político híbrido, pero uno que cumple con un requisito básico: debe ser,
si no el deseable, al menos aceptable para las personas. Más allá de sus dife-
rencias, en un régimen democrático, pareciera indispensable que la ciudadanía
tenga ciertos acuerdos sobre lo que su democracia es o debiera ser. En síntesis,
un estándar es un acuerdo intersubjetivo que expresa el máximo común deno-
minador entre la ciudadanía sobre ciertas prácticas democráticas que serían de-
14
seables y posibles en una democracia hoy en día .
Este componente del concepto de “calidad de la democracia” es importan-
te porque establece el contenido de lo que se entiende por “alta calidad demo-
crática”, el rasero que permite juzgar “el grado de acercamiento” de las prácti-
cas realmente existentes a cierto horizonte. Es importante, también, porque los
estándares constituyen una plataforma desde la cual los ciudadanos pueden
otear un horizonte democrático perfeccionado y hacer esfuerzos para que sus lí-
deres, instituciones y conciudadanos se enrumben hacia allí.
El quinto componente de “calidad de la democracia” es el concepto de
“ciudadanía”. Aquí ciudadanía es entendida en un sentido descriptivo, a saber,
las personas que la Constitución define como tales. Como calidad de la demo-
478 Jorge Vargas Cullell
Una vez que en un país existe un régimen que cumple con las condiciones
mínimas de un régimen democrático la cuestión de cuán democrática es la vida
política en este país, por encima de ese mínimo se convierte en tema relevante.
Con la tercera ola de la democratización (Hungtinton, 1991), se conjuntó un
grupo grande de países que calificaban como “democracias”, profundamente
distintos no solamente en términos de sus instituciones y procedimientos (Lijp-
hart, 1999) sino en términos de la capacidad de la ciudadanía para ejercer sus
derechos y deberes cívicos (Gutiérrez y Vargas, 1998). Las definiciones “pro-
cedimentales” de democracia son más útiles para establecer las diferencias en-
tre las democracias y los regímenes autoritarios y totalitarios (Linz, 1978). En
cambio, son poco útiles para distinguir entre regímenes democráticos como Es-
tados Unidos, Suecia, Argentina y Costa Rica, que tienen diferencias no sólo en
el tipo de instituciones políticas sino, fundamentalmente, en la convivencia de-
mocrática que en ellos ocurre –no es lo mismo ser un ciudadano sueco que uno
costarricense en punto al ejercicio de sus derechos, al control que ejerce sobre
16
su gobierno y al cumplimiento de sus obligaciones cívicas . Si un conjunto
grande de países califican como democracias, la pregunta obligada es ¿cómo
distinguir aquellos cuyas instituciones y convivencia política cumplen más fiel-
mente con ciertos valores democráticos?
La conclusión lógica de este razonamiento es que parece necesario desa-
rrollar una nueva herramienta conceptual para penetrar en los complejos nexos
existentes entre democracia (como visión) y poliarquía (como democracia
“realmente existente”). Considero que el concepto de “calidad de la democra-
cia” puede ser útil para estudiar estos nexos, sin forzar los conceptos existentes
adjudicándoles un significado que no les corresponde.
Cuadro 1
DIFERENCIA ENTRE UNA AUDITORÍA Y UNA INVESTIGACIÓN
ACADÉMICA
FUENTE: Adaptado de Gutierrez y Vargas, 1998, que, a su vez, se basó en Oficina Gene-
ral de Contabilidad (GAO) de los Estados Unidos, 1988; Reider, 1994;
<http://www.iso.com>; Valenzuela, 1998; Ragin, 1987.
NOTA:
* “Comprensivo” significa que una auditoría cubre todos aquellos asuntos que
se consideren relevantes para los propósitos de la evaluación. “Selectivo” sig-
nifica que una investigación académica procura delimitar al máximo el núme-
ro de asuntos bajo estudio, a efectos de ganar la mayor profundidad posible.
Cuadro 2
TEMAS GENERALES DE INVESTIGACIÓN Y EVALUACIÓN
DE LA CALIDAD DEMOCRÁTICA EN COSTA RICA
La auditoría ciudadana de la calidad de la democracia 485
NOTAS
1. Estamos concientes del intenso debate existente en los últimos años sobre la natu-
raleza y alcance de “lo público” y, por extensión, de los asuntos públicos. Este ha
sido un asunto particularmente tratado por las pensadoras feministas y por los de-
mócratas radicales, quienes han criticado las definiciones convencionales pura-
mente jurídicas de lo público. Este debate está lejos de estar zanjado y, para los
propósitos del concepto de “calidad de la democracia”, tampoco se requiere que lo
esté. Puede simplemente aceptarse la proposición sociológicamente cierta de que
el concepto de “lo público” es una construcción históricamente cambiante.
6. Aquí resulta necesaria una precisión. Decir que interesan las acciones ciudadanas
dentro de un régimen democrático no es lo mismo que aceptar como inmutables los
arreglos institucionales específicos que un régimen democrático pueda tener en un
país y una época determinada. Estos arreglos pueden ser modificados, y la expe-
riencia histórica muestra que de hecho lo son, como resultado del juego político de-
mocrático. De hecho, existe una diversidad de subtipos democráticos, por ejem-
plo, regímenes presidencialistas o parlamentarios; democracias mayoritarias o de-
mocracias consensuales (Lijphart, 1999). En las últimas décadas no solo los paí-
ses han modificado, en mayor o menor grado, sus instituciones manteniéndose den-
tro de un subtipo determinado, sino que algunos han evolucionado hacia otros sub-
tipos. El punto que interesa resaltar es otro: cualquiera que sea la configuración
institucional específica del régimen democrático, el juego político se realiza en de-
mocracia y no al margen de ella, o para abolirla.
7. Se incluye a las personas no ciudadanas pues una democracia está obligada a res-
petar los derechos humanos de las personas que residen o transitan por el territorio
del país. Además, no entro aquí en la discusión sobre si los niños son o no ciuda-
danos, como lo postulan algunos autores, pues esta definición no es necesaria pa-
ra el concepto de “calidad de la democracia”.
8. Las prácticas políticas son las acciones mediante las cuales las personas ejercen los
derechos y obligaciones civiles y políticos, constitucional y legalmente estableci-
das, en la gestión de asuntos públicos. Como puede apreciarse, no pretendemos
una delimitación conceptual de lo político, pues reconocemos que tiene fronteras
porosas con otras esferas de la vida social, económica o cultural. Cualquiera que
sean estas fronteras, sí nos interesa establecer la distinción analítica de lo político
como aquellas actividades relacionadas con la gestión de asuntos públicos, en últi-
ma instancia, con el ejercicio del poder.
9. Esta forma de entender la democracia como vida democrática cotidiana plantea im-
portantes problemas metodológicos y técnicos para su estudio. No en vano la cien-
cia política ha concentrado su atención en aquellos aspectos susceptibles de ser me-
didos y comparados, en particular, las prácticas institucionalizadas de la vida polí-
tica. Empero, conocer el funcionamiento de una democracia, de sus intersticios,
impone un esfuerzo de “imaginación politológica”, para parafrasear a Wright
Mills. Volcar nuestra mirada sobre cómo las y los ciudadanos ejercen su ciudada-
nía puede ser una prometedora vía para examinar por qué ciertas democracias lo-
gran perfeccionarse y otras no.
La auditoría ciudadana de la calidad de la democracia 487
10. Esto plantea naturalmente un problema: ¿cuál es la regla que permite que un es-
tándar sea aceptado como tal? En una democracia, por ejemplo, la formación de
mayorías para la elección de los gobernantes está regulada por normas cuyo cum-
plimiento o transgresión puede ser verificado; pero ¿cuáles son los criterios para
aceptar que un acuerdo es un estándar? La respuesta tentativa es la siguiente: pue-
de adoptarse un proceso similar al empleado por la International Standardization
Organización (ISO), con paneles representativos de la diversidad social, política y
cultural de un país, complementado con métodos de consulta a la ciudadanía. En
todo caso, debe tenerse en mente un hecho importante: a diferencia de las reglas
electorales, los estándares son acuerdos voluntarios, no tienen efecto de ley y su
propósito es evaluativo.
12. Por “acuerdo documentado” se entiende aquí uno que cumple con dos requisitos:
primero, se trata de un acuerdo registrado por algún medio escrito o electrónico;
segundo, el acuerdo es consistente con la Constitución Política (ésta expresa las
normas fundamentales de organización del régimen político).
13. Para Held un modelo es una construcción teórica diseñada para revelar y explicar
los elementos centrales de una idea democrática y su estructura subyacente de re-
laciones (Held, 1996,7-8). Incluye aspectos normativos, descriptivos y explicati-
vos sobre lo que una democracia es y debe ser.
14. Este máximo común denominador puede entenderse como un “segundo óptimo”
(second best) para las y los ciudadanos individualmente considerados.
15. En su reciente revisión del influyente libro Patterns of Democracy, Lijphart inclu-
ye un capítulo sobre calidad de la democracia. Sin embargo, desde el punto de vis-
ta conceptual, su elaboración es pobre, pues cita un slogan de la campaña electo-
ral del ex presidente George Bush para definir calidad de la democracia (“a gen -
tler, kindler democracy”). Los indicadores son, ante todo, indicadores macro (de
país) sobre resultados sociales (Lijphart, 1999). En artículos recientes otro conno-
tado polítologo, J.J. Linz, ha hecho referencias sobre el tema de la calidad de la de-
mocracia pero, aparte de subrayar su importancia, no ha efectuado una propuesta
conceptual y metodológica al respecto (Linz, 1996).
16. Que una noción procedimentalista de la democracia sea poco útil para investigar
la convivencia política que se desarrolla dentro de un régimen democrático no sig-
nifica, sin embargo, que deba ser descartada. Para los efectos nuestros ello signi-
fica que las dudas expresadas no debe llevarnos a inventar una nueva concepción
de democracia sino a precisar la utilidad que pueda tener una concepción “proce-
dimental” de la democracia. A mi juicio, sigue teniendo utilidad para distinguir en-
tre lo que es la especie de los regímenes democráticos de la que no lo son. Es útil,
especialmente para América Latina, con nuestra colección de regímenes democrá-
488 Jorge Vargas Cullell
ticos que, luego de las transiciones políticas, apenas si logran cumplir con lo que
considero el umbral mínimo de garantías democráticas (Gutiérrez y Vargas, 1998)
y que, en lo fundamental, se refieren a las caracteristicas de la poliarquía según
Dahl. Aunque suene a poco, luego de décadas de autoritarismos, conflictos arma-
dos, violaciones a los derechos humanos e impunidad, un concepto procedimental
de democracia con sus insistencia en la celebración de elecciones libres, competi-
das, reiteradas y respetadas, y un libre ejercicio y garantías de los derechos civiles
y políticos, nos recuerda que estos son logros muy importantes. Que nuestras so-
ciedades sigan siendo profundamente inequitativas -América Latina es la región
con mayores desigualdades en el mundo (PNUD, 1998)- y que nuestros regímenes
democráticos no sean necesariamente más equitativos que sus precedentes autori-
tarios (Kunbar y Lustig, 1999; Méndez, O’Donnell y Pinheiro, 1999), no puede ha-
cernos olvidar la diferencia entre un poder político autoritario e impune, y un po-
der electo por la ciudadanía.
17. Son tres las razones por las cuales el concepto de “auditoría”, resulta útil. Prime-
ro, al igual que las auditorías tradicionales hacen referencia a la rendición de cuen-
tas (Sheldon, 1996), nuestra evaluación de la vida democrática procura extender la
rendición horizontal de cuentas (O’Donnell, 1997). Así como las auditorías esta-
blecen estándares desde los cuales se pueden juzgar las prácticas reales en una em-
presa o institución (O´Donnell, 1997; véase también Reider, 1994), la nuestra pue-
de extrapolar este método de evaluación y aplicarlo en medir la calidad de una de-
mocracia. Finalmente: “Cualquier auditoría consiste de una serie de indagaciones,
pruebas, y reportes. Las indagaciones se hacen a través de entrevistas, observacio-
nes y estudios sobre la evidencia sustancial, para que el cliente logre tener una ade-
cuada comprensión sobre la situación” (Sheldon, 1996, 36). Igualmente, en nues-
tro caso la auditoría ciudadana cuenta con un “cliente involucrado”, los ciudada-
nos, y unas indagaciones basadas en una mezcla ecléctica de métodos de investi-
gación y pruebas, que no conforman un ejercicio delimitado a ciertos temas.
18. Según la Oficina General de Contabilidad de Estados Unidos (GAO), “las audito-
rías financieras determinan en qué medida los balances financieros de una entidad
auditada presentan de manera precisa la posición financiera, los resultados de ope-
raciones, y los flujos de efectivo o cambios en las posiciones financieras de acuer-
do con los principios de contabilidad generalmente aceptados, y en qué medida la
entidad financiera ha cumplido con las leyes y regulaciones para aquellas transac-
ciones y eventos que puedan tener un efecto material en los balances financieros”.
Las auditorías de desempeño incluyen “auditorías de economía, y eficiencia, y pro-
grama (Nota del autor: operacionales)”. Las de “economía” se refieren al costo
de operaciones (obtener resultados al menor costo); las de “eficiencia”, a los mé-
todos de operación (obtener la mejor mezcla de resultados “para llevar a cabo el
trabajo”); y las “operacionales” se aplican a la evaluación de los resultados de las
operaciones - seleccionar la mejor alternativa para alcanzar los objetivos de la ad-
ministración (Reider, 1994, 4-6; Sheldon, 1995, 5-7). Según Reider, algunas de las
diferencias entre las auditorías financieras y las de desempeño son: en cuanto a
propósito, las auditorías financieras “expresan una opinión de la condición finan-
ciera”; las de desempeño “analizan y mejoran los métodos y el desempeño” de la
La auditoría ciudadana de la calidad de la democracia 489
empresa; en cuanto al alcance, las financieras examinan “los registros fiscales y fi-
nancieros” y las de desempeño, las “operaciones de negocios”; en cuanto a la pre-
cisión de las auditorías, las financieras persiguen precisión “absoluta”, mientras
que las de desempeño procuran alcanzar una precisión “relativa” (Reider). El he-
cho de que en las auditorías de desempeño algunos estándares sean cualitativos o
ad hoc podría explicar la razón por la cual este tipo de auditorías tienen una preci-
sión relativa. (Reider, 1994, 10).
19. En la especificación de los estándares puede darse cualquiera de las siguientes si-
tuaciones: Por una parte, que varios estándares democráticos refieran a un mismo
concepto (por ejemplo, igualdad política o rendición de cuentas). Por otra, que en
un estándar (y su especificación en variables) esté mezclado más de un concepto.
Ambas situaciones no crean problemas para la Auditoría Ciudadana. Un concepto
es una herramienta para interpretar un “segmento” de la realidad de acuerdo con
una teoría, mientras que un estándar denota una práctica política deseable que se-
rá posteriormente evaluada. Recuérdese que una práctica puede ser relevante para
más de un concepto. Por ejemplo, el estándar “los gobiernos locales gobiernan de-
mocráticamente” y su correspondiente desagregación en variables encierra una
práctica que incluye aspectos de participación ciudadana, rendición de cuentas e
igualdad política.
20. Cabe una precisión. El UGMD fue derivado del concepto de poliarquía, con una
adición propia: la noción de un mínimo de habilitación ciudadana (Gutiérrez y
Vargas, 1998). En su definición se utilizó como referencia básica el Indice de Li-
bertades de Freedom House (Gastil, 1991). En cambio, el USCD fue, como se ve-
rá, el producto de un proceso de consulta y participación social, pues no conoce-
mos una teoría que establezca un horizonte más o menos comprensivo de buenas
prácticas democráticas, o benchmarking democrático, aceptado internacionalmen-
te y adaptable al caso costarricense.
23. El panel académico asesor de la Auditoría es, al igual que el Consejo Consultivo,
una instancia ad hoc y está formada por diez académicos (siete de ellos no son cos-
tarricenses). Su función ha sido la de formular recomendaciones metodológicas y
técnicas a las fases sucesivas de ejecución de la Auditoría, aunque su funciona-
miento ha sido ocasional. Los integrantes del panel pueden verse en: Gutiérrez y
Vargas, 1998.
25. El trabajo de los evaluadores contempla, en su orden, una fase individual y otra co-
lectiva, y sus valoraciones en cada fase son registradas. Sin embargo, para efectos
del informe final de la Auditoría se ha adoptado la valoración colectiva que cada
panel rinda, lo que implica un esfuerzo de armonización de criterios entre sus
miembros. Una parte del trabajo de los evaluadores, tanto en la fase individual co-
mo en la colectiva, consiste en la aplicación de ciertos criterios de evaluación co-
munes a todos, diseñados por el equipo técnico de la Auditoría. Esto es lo que se
denomina el juicio con base en criterios predefinidos. Otra parte de su trabajo es
la valoración personal del tema, con base en su criterio experto individual y colec-
tivo. Esto es el juicio de experto. En síntesis, la valoración de cada evaluador, y
de los paneles evaluadores en su conjunto, combina el juicio compartido y el de ex-
perto. Cabe señalar que este diseño de evaluación es análogo al que comúnmente
un docente emplea cuando califica la prueba de un estudiante. Una parte de su ca-
lificación se basa en criterios preestablecidos, que reflejan su expectativa de lo que
una respuesta “correcta” debe como mínimo incluir. Otra parte de su calificación
responde a su concepto sobre otros elementos que esa respuesta contiene que pue-
den ser importantes en su valoración final. Naturalmente, el propósito y la com-
plejidad del proceso de evaluación de la Auditoría Ciudadana es distinta.
La auditoría ciudadana de la calidad de la democracia 491
BIBLIOGRAFÍA
ANDERSSON, N.
1995 Four Essays on Community-Based Research in Planning. México: MX, CIETIn-
ternacional.
ARGUEDAS, Laura
2000 Estudio en doce organizaciones de la sociedad civil. San José: ponencia para la
Auditoría Ciudadana sobre la calidad de la democracia, Proyecto Estado de la Nación.
BEETHAM, David
1994 “Key Principles and Indices for a Democratic Audit”, en David Beetham (Editor),
Defining and Measuring Democracy. London (UK): Sage, (36), 25-43.
BRITANNICAONLINE
1998 <http://www.britannica.com>
DAHL, Robert
1999 On Democracy. New Haven: Yale Univesity Press.
1989 Democracy and Its Critics. New Haven: Yale Univesity Press.
1971 Polyarchy. New Haven: Yale Univesity Press.
DIAMOND, Larry
1999 Developing Democracy: Toward Consolidation. Baltimore: The Johns Hopkins
University Press.
GASTIL, R.
1991 “The Comparative Survey of Freedom: Experiences and Suggestions”, en A. In-
keles (Editor), On Measuring Democracy. New Brunswick: Transaction Books.
HUNTINGTON, Samuel
1991 The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century. Norman: Uni-
versity of Oklahoma Press.
HELD, David
1996 Models of Democracy. Stanford: Stanford University Press.
LAWSON, Stephanie
1993 “Conceptual Issues on the Comparative Study of Regime Change and Demo-
cracy”, en Comparative Politics, 25, (2).
LIJPHART, Arendt
1999 Patterns of Democracy. New Haven: Yale University Press.
MAINWARING, Scott
1999 “The Surprising Resilience of Elected Governments”, en Journal of Democracy ,
3, (114).
O’DONNELL, Guillermo
1999 Democratic Theory and Comparative Politics. Notre Dame: Hellen Kellogg Ins-
titute for International Studies, University of Notre Dame.
1998 New Polyarchies and the (Un)Rule of Law. Notre Dame: Hellen Kellogg Institu-
te for International Studies, University of Notre Dame.
1994 “Delegative Democracy”, en Journal of Democracy, 5, (1).
PÉREZ, Aníbal
1998 Assessing the Quality of Democracy in Costa Rica: The Citizens´ Perspective.
San José: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La auditoría ciudadana de la calidad de la democracia 493
PNUD
1991-1999 Human Development Reports. Nueva York: Oxford University Press.
RAGIN, Charles
1987 The Comparative Method: Moving Beyond Qualitative and Quantitative Strate -
gies. Berkeley: University of California Press.
REIDER, Harry
1994 The Complete Guide to Operational Auditing. New York: John Wiley & Sons.
RICCHIUTTE, David
1995 Auditing and Assurance Services. Cincinatti (Ohio): South-Western College Pu-
blishing.
SARTORI, Giovanni
1991 “Comparing and Miscomparing”, en Journal of Theoretical Politics, 3, (3), 243-
257.
1987 The Theory of Democracy Revisited. Chatham: Chatham House Publishers.
SHELDON, D. R.
1996 Achieving Accountability in Business and Government. Westport: Quorum
Books.
UNICEF
1998 Auditoría social de derechos en el cantón de Upala. San José: UNICEF-PNUD.
UNIMER
1999 Informe final de la encuesta nacional. San José: trabajo para la Auditoría Ciuda-
dana sobre la calidad de la democracia, Proyecto Estado de la Nación.
VALENZUELA, Samuel
1998 “Macro Comparisons without Pitfalls: A Protocol for Comparative Research”, en
Scott Mainwaring y Arturo Valenzuela, Politics, Society and Democracy: Latin Ameri -
ca. Boulder: Westview Press.