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Creer, es ignorar.

Emilio del Barco

De la creencia y de la ignorancia se cura uno, aprendiendo. La creación del


Universo, data de hace muchos millones de años. Sin embargo, la Biblia da unos
valores evaluables sólo en pocos milenios. Esto no ha invalidado, ante los ojos de
los creyentes, la verdad de la Revelación. El método de afirmación es bien sencillo,
se pasan por alto, o reinterpretan, los pasajes dudosos y se sigue insistiendo en la
veracidad del resto.

Con los nuevos telescopios, incorporados a las sondas interplanetarias, se han


podido observar estrellas alejadas de nosotros unos diez mil millones de años luz;
eso da unas dimensiones para el Universo muy cercanas a la infinitud, vistas con
perspectiva humana.

Estos volúmenes, quedan lejanos de las descripciones detalladas de los siete cielos
escalonados, o de las siete capas superpuestas de infiernos subterráneos, que
llenaban la literatura pre-científica religiosa. Es difícil compaginar las citadas cifras
y los cálculos infinitos que, eruditos judíos y cristianos, hicieron para intentar
averiguar el año exacto en que tuvo lugar la Creación.

Lutero, dedujo, según los Salmos, que cada día de la vida de Dios es igual a mil
años de la vida humana, Habiendo calculado él, según los cómputos bíblicos, que el
año de la Creación fue el 3960 antes de Cristo, predijo, en consecuencia, que el Fin
del Mundo sería el 2040 de nuestra era. Así que lo tenemos al alcance de la mano.
Seis días para crear, y seis (mil años), para destruir. Sumar 3960 con 2040 es fácil.
Lo difícil es imaginar cómo se pueden hacer tales deducciones.

Todas las religiones han tenido pensadores bien intencionados, preocupados por
dar respuesta a cuantos interrogantes se planteaban ellos mismos, o sus
correligionarios. Como, los conocimientos científicos de los escritores religiosos de
turno, eran bastante limitados, cada uno concibió relatos sobre el principio del
Universo, de la vida, o de sus respectivas religiones, llenos de belleza y fantasía,
adaptados a la mentalidad de su época, pero carentes, en todo, de rigor científico.

La insuficiencia de conocimientos fue suplida, en ocasiones, por deducciones


lógicas y, en otras, por fantasías delirantemente poéticas, de un barroquismo
infantil. Hay de todo y para todos. La concordancia existe, pero sólo dentro del
mismo grupo de pensamientos religiosos. Discrepando, de forma absoluta, con los
demás grupos.

Dado que, para el mantenimiento de la fe, es necesaria la creencia indiscutida en


las afirmaciones que se consideren fundamentales, cada grupo, contra viento y
marea, mantiene su propio calendario de la Creación. Al igual que se extinguieron
los dinosaurios, el sistema solar nos sobrevivirá. Somos nosotros, quienes queremos
creer en nuestra trascendencia, para no sentirnos insignificantes. Nos gustaría ser
las criaturas preferidas de esos dioses que nos imaginamos.
La verdad, externa a nuestras percepciones, que ignoramos, puede ser bien
distinta. El Hombre, que es una insignificancia en el conjunto del Universo, trata de
percibirse a sí mismo como algo importante, trascendente e imprescindible.

La realidad es que la Naturaleza, al completo, podría muy bien prescindir de


nuestra existencia. Emilio del Barco. 08/07/09 emiliodelbarco@hotmail.es

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