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MARCO DE REFERENCIA

Capítulo 1: Concepciones de bienestar y valores culturales.


Bienestar
Tipos/Concepciones de bienestar
Bienestar subjetivo
Bienestar psicológico
Bienestar social
Estudios sobre bienestar en el Perú

Valores culturales
Cultura
Valores
Valores individuales
Valores Colectivos
Valores culturales hispanos
Estudios sobre valores en el Perú

Antecedentes sobre la relación entre bienestar y valores.

Planteamiento del problema


Pregunta de investigación
Objetivos generales
Objetivos específicos
Capítulo 1: Concepciones de Bienestar y Valores culturales

Bienestar
Son diversas las investigaciones y teorías que se han desarrollado sobre el
bienestar a lo largo de las últimas décadas, por lo cual no existe una sola concepción de
lo que es el bienestar ni una sola forma de investigarlo. Una definición del constructo es la
planteada por Mejía-Ricart (2001):

“El bienestar es un estado mental caracterizado por una sensación placentera y


de satisfacción vinculada a vivencias que se acercan a un ideal de vida alcanzable del
individuo, a partir de las necesidades, deseos, expectativas, aspiraciones y valores que
parten de la realidad concreta que le rodea, todo lo cual tiene un componente eminente
subjetivo e individualizado en cuanto a las condiciones que cada persona precisa para
alcanzarlo efectivamente, lo que equivale a un estado de identificación del sujeto con su
ambiente…pero el bienestar no es solo una vivencia subjetiva sino también cambiante y
dinámica, de manera que su propio disfrute lo consume, ya que al lograrse la meta, ésta
comienza a dejar de ser gratificante y aparecen entonces objetivos nuevos que motivan
al sujeto a alcanzarlos.” (pp. 184)

Si bien es cierto la definición previa trata de integrar diversos aspectos del


fenómeno, y puede ayudar a la comprensión de la complejidad del mismo, Ryan y Deci
(2001, en Díaz, Rodriguez, Blanco, Moreno-Jimenéz, Gallardo, Valler & Van Dierendock,
2006) han encontrado que los diferentes estudios realizados sobre el tema se dividen en
dos líneas: una se relaciona con la felicidad o el bienestar hedónico y la otra con el
desarrollo del potencial humano o bienestar eudamónico. Asimismo, los autores señalan
que se utiliza el constructo “bienestar subjetivo” como principal representante de la
tradición hedónica, y el constructo “bienestar psicológico” como representante de la
tradición eudaimónica. A ambos constructos del bienestar se le suma el del bienestar
social desarrollado por Keyes (1998).
Son estas tres las principales teorías o concepciones de lo que implica el bienestar
y se ofrecerá en los siguientes apartados un panorama general sobre éstas concepciones
de bienestar. Además, se presentará los estudios desarrollados en el Perú respecto al
tema indicado.

Tipos/concepciones de Bienestar
Bienestar subjetivo
El término bienestar subjetivo ha sido utilizado ampliamente como equivalente al
de satisfacción con la vida y al de felicidad, ya que los tres hacen referencia a un
sentimiento emocional básico sobre la evaluación global de la calidad de la vida personal;
es decir, sobre cuánto le gusta a una persona la vida que lleva (Veenhoven, 1994, en
Bilbao, Techio & Paez, 2007).
Según Veenhoven (1984, en García, 2002), el bienestar subjetivo, o “felicidad
general”, es el grado en que un individuo evalúa de modo general o global su vida en
términos positivos. En esta evaluación subjetiva se emplean dos componentes: Los
pensamientos (componente cognitivo) y los afectos (componente afectivo). El componente
cognitivo, el cual que hace referencia a la satisfacción con la vida, representa la
discrepancia percibida entre las aspiraciones y logros de la persona. Esta discrepancia da
cuenta de la realización de una comparación cognitiva en base a estándares de lo que es
una buena vida (Veenhoven, 2008). Asimismo, la autora señala que esta evaluación de la
satisfacción con la vida desemboca en un rango evaluativo que va desde la sensación de
realización personal hasta la experiencia vital de fracaso o frustración. En cuanto al el
elemento afectivo, éste constituye el plano hedónico; es decir, contiene el agrado
experimentado por la persona con sus sentimientos, emociones y estados de ánimo más
frecuentes (Veenhoven, 2008).
Vinculado a lo anterior, Argyle & Martin (1991, en Bilbao, Techio & Paez, 2007),
encuentran que el bienestar subjetivo es más permanente que el estado de humor o
ánimo, pudiendo distinguirse, en términos genéricos, dos componentes: los aspectos
cognitivos del bienestar, representados por la apreciación de satisfacción con la vida, y los
aspectos afectivos o emocionales, representados por la balanza de afectos o percepción
personal de la felicidad o tristeza.
Por su parte, Diener (1994, en García, 2002) señala que el bienestar subjetivo
presenta tres elementos característicos: su carácter subjetivo, que hace referencia a la
experiencia de la persona; su dimensión global, puesto que incluye una valoración o juicio
de todos los aspectos de su vida; y la inclusión de medidas positivas, yendo más allá de la
mera ausencia de factores negativos. En base a esto, se afirma que la persona que tiene
un alto nivel de bienestar subjetivo experimenta satisfacción con su vida, deleite frecuente
y solo en ocasiones presenta emociones displacenteras como la tristeza o el enojo; por el
contrario, la persona que tiene bajo nivel de bienestar subjetivo, presenta insatisfacción
con su vida, poco deleite y frecuentemente siente emociones negativas como el enojo o la
ansiedad (Diener, Suh y Oishi, 1997).
Como se evidencia, el bienestar subjetivo ha demostrado especial interés en el
estudio de los afectos y la satisfacción subjetiva de los individuos (Díaz et al, 2006).
Asimismo, se observa que la definición de bienestar subjetivo distingue tanto el
componente cognitivo como el afectivo (Schimmack, Oishi, Radhakrishnan y Dzokoto,
2002) e incluye tanto respuestas emocionales como una evaluación global de la
satisfacción con la vida (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999).

Bienestar psicológico
A diferencia del bienestar subjetivo, el cual pone énfasis en la satisfacción con la
vida y la felicidad, las investigaciones del bienestar psicológico enfocan su noción de lo
que es bienestar en el desarrollo de las capacidades y el crecimiento personal (Keyes,
Ryff y Shmotkin, 2002), concebidas ambas como los principales indicadores del
funcionamiento positivo de los sujetos (Díaz et al, 2006). En la misma línea, Blanco y Diaz
(2005) refieren que el bienestar psicológico ha centrado su interés en el desarrollo
personal, en el estilo y manera de afrontar los retos vitales, en el esfuerzo y el afán por
conseguir nuestras metas.
Es en base a lo anterior, y a la revisión y síntesis de diversas teorías de la
personalidad, que Ryff (1989) desarrolló y sugirió un modelo multidimensional de
bienestar psicológico que conformado por seis dimensiones, las cuales se detallan a
continuación:

- Auto-aceptación: Criterio central del bienestar que señala la importancia de


sentirse bien consigo mismo, aun conociendo las propias limitaciones. Reforzando esta
idea, Keyes, Ryff y Shmotkin (2002, en Ryff, 1989) mencionan que presentar actitudes
positivas hacia uno mismo es un aspecto primordial en el funcionamiento psicológico
positivo.

- Relaciones positivas con otras personas: Esta dimensión hace referencia a


la necesidad de mantener relaciones sociales estables y tener amigos en los que se
pueda confiar.
- Autonomía: Ryff y Keyes (1995) señalan que las personas puedan sostener
su propia individualidad en diferentes contextos sociales, ya que necesitan asentarse en
sus propias convicciones (autodeterminación) y mantener su independencia y autoridad
personal.

- Dominio del entorno: Es la habilidad personal para elegir o crear entornos


favorables para satisfacer los deseos y necesidades propias.

- Propósito en la vida: Es la necesidad de las personas de marcarse metas y


definir una serie de objetivos que les permitan dotar a su vida de un cierto sentido.

- Crecimiento personal: Se refiere al empeño de los sujetos por desarrollar


sus potencialidades, por seguir creciendo como persona y llevar al máximo sus
capacidades (Keyes et al., 2002).

Bienestar social
Esta construcción de lo que implica el bienestar ha sido estudiada recientemente
en comparación con las dos anteriores. Como Keyes (1998, en Blanco & Díaz, 2005)
plantea, este tipo de bienestar hace referencia a la valoración que hacen las personas de
las circunstancias y el funcionamiento de si mismos dentro de la sociedad; es decir, en
esta visión del bienestar, se toma como aspecto relevante la relación del sujeto con el
contexto social en el que se desarrolla y desenvuelve.
Asimismo, el investigador citado plantea que este constructo está compuesto por
cinco dimensiones:

- Integración social: Esta dimensión se define como la evaluación de la


calidad de las relaciones que mantenemos con la sociedad y con la comunidad. Esta
integración implica sentirse parte de la comunidad, sentir que se pertenece a ella, sentirse
apoyado y que se comparten cosas en común con el colectivo.

- Aceptación social: Hace referencia al grado de disfrute que experimenta la


persona al estar y sentirse parte de un grupo, de una comunidad. Es necesario que dicha
pertenencia disfrute, al menos, de dos cualidades: confianza, aceptación y actitudes
positivas hacia los otros (atribución de honestidad, bondad, amabilidad, capacidad), y
aceptación de los aspectos positivos y negativos de nuestra propia vida.

- Contribución social: Es el sentimiento de utilidad, de que se es un miembro


vital de la sociedad, de que se tiene algo útil que ofrecer al mundo y que lo que uno aporta
al bien común es valorado.

- Actualización social: Esta dimensión se centra en la concepción de que la


sociedad y las instituciones que la conforman son entes dinámicos, se mueven en una
determinada dirección a fin de conseguir metas y objetivos de los que podemos
beneficiarnos (confianza en el progreso y en el cambio social).

- Coherencia social: Es la capacidad de percibir la cualidad, organización y


funcionamiento del mundo social, e incluye la preocupación por enterarse de lo que ocurre
en el mundo.

Estudios de Bienestar en el Perú


Por un lado, con el fin de elaborar una escala para medir la felicidad, Alarcón
(2006) define teóricamente este constructo como un estado afectivo de satisfacción plena
que experimenta subjetivamente el individuo en posesión de un bien anhelado.
El investigador señala que la conducta feliz de un sujeto tiene las siguientes
propiedades: primero, que la felicidad es un sentimiento de satisfacción que vivencia
internamente una persona en su vida, lo cual individualiza o subjetiviza la felicidad entre
las personas; segundo, que el hecho de ser un “estado” de la conducta implica que la
felicidad posee una estabilidad temporal; tercero, que la felicidad supone la posesión de
un “bien”, con lo cual una persona es feliz en tanto posee el bien deseado; cuarto, este
“bien” que genera felicidad puede ser de origen variado, siendo las propias personas las
que le atribuyen un valor en particular; por último, que posiblemente en un tiempo
histórico y en un contexto sociocultural determinado, las aspiraciones colectivas pueden
coincidir en desear algún bien.
Asimismo, en este estudio, aplicado a jóvenes universitarios de la ciudad de Lima,
se hallaron cuatro factores de felicidad. El primero es el “sentido positivo de la vida”, el
cual hace referencia a la ausencia de estados depresivos, de pesimismo y de vacío
existencial. El segundo se denomina “satisfacción con la vida”, el cual se entiende como
un estado subjetivo de satisfacción por la posesión de los bienes deseados. El tercero,
“realización personal”, expresa felicidad plena y no estados temporales, y también
autosuficiencia. Por último, el factor llamado “alegría de vivir”, que se refiere a lo
maravillosa que es la vida, las experiencias positivas de la vida y sentirse generalmente
bien.
Por otro lado, Yamamoto y Feijoo (2007), a través de la revisión de diversas
investigaciones relacionadas con el bienestar, señalan que este constructo posee al
menos cinco componentes principales: a) las necesidades, entendidas como un conjunto
de requerimientos de tendencia universal que deben ser satisfechos; b) los recursos,
considerados como medios para alcanzar el bienestar; c) la satisfacción con la vida,
definida como el grado en el cual la persona se encuentra subjetivamente complacida con
su vida desde una perspectiva general; d) los valores y e) la personalidad.
En base a estos componentes, los investigadores aludidos elaboran un modelo
integrado de bienestar en el cual señalan que el bienestar subjetivo es un proceso de
satisfacción de necesidades universales que se inicia con la fijación de metas, continúa
con la disponibilidad o acceso a los recursos para su concreción, la cual lleva a que,
cuando se percibe el cumplimiento del logro de la meta, se genere un estado de
satisfacción. Además, señalan que los valores y la personalidad influyen en la priorización
de las necesidades, que son las que activan las metas de vida, así como en la percepción
de logro de las mismas.
Es a través de este modelo que Yamamoto y Feijoo (2007) identifican tres metas
de vida (o necesidades latentes) principales en diversas comunidades rurales y urbano-
marginales del Perú. Una de ellas es la meta de un “lugar mejor para vivir”, la cual hace
referencia a vivir en un vecindario limpio y bonito, tranquilo (sin delincuencia ni violencia) y
que dé cuenta de que se está “saliendo adelante”. Otra meta es la de “formar una
familia”, ésta tiene como indicadores principales a la conformación de una pareja o el
matrimonio y tener hijos. La última meta encontrada es la de “desarrollo”, que se refiere al
trabajo asalariado, la vivienda, la educación para los hijos, la salud y la alimentación, y ser
profesional.
Es a partir del modelo previo de bienestar que el presente estudio busca conocer
las concepciones de bienestar y los valores predominantes de la comunidad de Kunurana
Alto; sin embargo, debido a que el presente trabajo no busca evaluar el nivel de
satisfacción percibido (percepción de logro) por parte de los pobladores ni los factores de
personalidad que puedan estar involucrados en los mismos, solo se toman en
consideración las variables de metas, recursos y valores.
Asimismo, es importante resaltar el papel de las metas en la felicidad o bienestar,
ya que si bien la felicidad puede no ser solamente una meta de vida en sí puede significar
la búsqueda del cumplimiento de otras metas y facilitar conductas y productos deseables
(Larsen y Eid, 2008). En otras palabras, la búsqueda de lo que concebimos como
“felicidad” se puede traducir en el esfuerzo por la consecución de metas diversas y
particulares, por lo que esta variable resulta relevante a la hora de identificar las nociones
de bienestar que poseen las personas, en particular las que conforman la muestra del
presente estudio.

Cultura y valores

Cultura
Se entiende cultura como un conjunto de elementos compartidos que brindan
estándares para percibir, creer, evaluar, comunicar y actuar entre aquellas personas que
comparten una lengua, un periodo histórico y una locación geográfica; además, estos
elementos compartidos son transmitidos de generación en generación con ciertas
modificaciones (Triandis, 1996). Es así que, cada persona o grupo social interioriza y se
enmarca en una cultura en particular, la cual pauta la dinámica de la interacción social de
los miembros o de su relación con las instituciones sociales. Dentro de este grupo de
elementos compartidos que conforman la cultura se encuentran los valores (Segall,
Dansen, Berry y Portinga (1990, en Lucker, 2002), los cuales, acota Anderson (2001), se
van construyendo en el proceso de formación de los hábitos en la socialización y se van
reconfigurando y transformando en la acción.

Valores
Al igual que el constructo de bienestar, no se encuentra una definición única de lo
que es un valor. Desde una perspectiva sociológica, Parsons (1968, en Anderson, 2001)
manifiesta que un valor es una concepción, explícita o implícita, que es propia de un
individuo o característica de un grupo, acerca de lo deseable, influyendo así en la
selección de los modos medios y fines de acción accesibles. Además, el autor referido
menciona que los valores sintetizan los sistemas de creencias y los sistemas de símbolos
expresivos de cada comunidad, proporcionando así un sistema de acción para los
individuos. Aunado a lo previo, Anderson (2001) define los valores como aspectos
centrales del imaginario, que hacen referencia al conjunto de representaciones
socialmente compartidas, que enlazan la dimensión cognitiva con la de los afectos y
emociones.
Desde la psicología social, Páez, Fernández, Ubillos & Zubieta (2004), señalan
que los valores son creencias conectadas a emociones, que son culturalmente
construidos como objetivos o metas abstractas que dirigen a las personas, que
trascienden a situaciones y acciones particulares estableciendo estándares que ordenan
nuestra conducta con los demás y la evaluación del mundo que nos rodea.
Por su parte, Schwartz y Boehnke (2003, en Medrano, Cortés y Palacio, 2007)
conceptualizan los valores como representaciones cognitivas con origen en las
necesidades biológicas básicas, en las de interacción social y en las demandas de las
distintas institucionales sociales. Estos autores describen que los valores son
interpretados como una construcción individual de una meta que trasciende una situación
particular, en donde las metas manifiestan intereses (individuales o colectivos o ambos)
que tienen que ver con un dominio motivacional, los cuales se exponen más adelante, y
que estos intereses son evaluados dentro de un rango de importancia o no importancia
como principios de actuación del individuo.
Si bien como se indicó no existe una definición única de lo que es un valor, la
revisión teórica señala que son cinco los aspectos recurrentes en la definición de valores.
Primero, los valores son considerados conceptos o creencias; segundo, corresponden a
metas y comportamientos deseables; tercero, transcienden a situaciones particulares;
cuarto, guían la selección o evaluación de comportamientos y eventos; por último, están
ordenados por su importancia relativa (Schwartz y Bilsky, 1990; Schwartz, 1992, 2005, en
Fontaine, Poortinga, Delbeke y Schwartz, 2008; Schwartz, 2009).
Cabe mencionar que algunos estudios consideran que existen tanto valores a nivel
individual y como a nivel cultural. Ambos niveles se detallan a continuación para una
mayor comprensión de los mismos. De la misma forma, se especificará un conjunto de
valores culturales que se encuentran más próximos a la realidad de nuestro país: los
valores culturales hispanos.

Valores individuales
Los valores a nivel individual representan las metas motivacionales de las
personas, que les sirven como principio de guía en sus vidas (Rokeach, 1973; Schwartz y
Bilsky, 1987, 1990, en Ros y Schwartz, 1995), y son tanto producto de una cultura
compartida como resultado de las experiencias únicas de cada individuo (Ros y Schwartz,
1995).
Como plantea Schwartz (1992, en Bilbao et al., 1995) en su teoría sobre los
valores básicos universales, existen diez tipos motivacionales (valores). Cada uno de
éstos refleja metas y objetivos que las personas buscan conseguir y que marcarán las
acciones que emprenden para conseguirlos. El propio autor afirma que estos tipos
motivacionales serían bastante estables y usuales en todas las culturas; no obstante,
presentan variaciones en cuanto a su intensidad, importancia y su asociación con
aspectos culturales particulares. Además, estos tipos motivacionales se organizan como
un sistema íntegro de prioridades que guían la vida de las personas, estableciéndose una
relación dinámica entre ellos.

Los diez tipos motivacionales (Schwartz, 1992, 2009) son los siguientes:

- Estimulación: Se deriva de la necesidad del organismo de mantener un


nivel óptimo de arousal por lo cual busca tener acceso a experiencias variadas, nuevas,
emocionantes y retadoras.

- Hedonismo: Surge de la necesidad del organismo de experimentar


sensaciones de placer y gratificación.

- Logro: Consiste en la búsqueda del éxito individual; sin embargo, posee


componentes de expectativas sociales, ya que considera que la sociedad puede imponer
los criterios de excelencia que adoptan los sujetos. Asimismo, este valor parece surgir de
la necesidad de una competencia y manejo eficiente de ciertas habilidades para una
adecuada supervivencia.

- Poder: Se deriva de la necesidad de mantener ciertas instituciones sociales


funcionales para un adecuado desarrollo. Se incluyen aspectos motivaciones de
búsqueda de manejo de recursos (tanto materiales como sociales) dominancia, alto
estatus, reconocimiento y prestigio social.
- Seguridad: Hace referencia a la necesidad de estabilidad y armonía por
parte de las personas. En este valor se incorporan tanto las motivaciones personales
(salud, seguridad familiar, etc) como grupales (seguridad nacional, estabilidad en las
estructuras de gobierno, etc).

- Conformidad: Se asienta en el manejo y control de impulsos que tienen el


potencial de hacer daño a otros individuos. Se origina de la necesidad de ejercer coerción
e inhibir las conductas que podrían dañar el tejido social, peligrando así el funcionamiento
del grupo. Asimismo, incorpora elementos de obediencia y autodisciplina.

- Tradición: Aquí se encuentran las nociones de respeto y aceptación de las


tradiciones y costumbres culturales y religiosas. Incluyendo además elementos de
humildad y moderación. También considera la incorporación de símbolos, ritos y prácticas
culturales.

- Benevolencia: Consiste en la mejora del bienestar de las personas con


quienes se mantiene un trato cercano. Incluye elementos como honestidad, lealtad,
amistad y amor maduro.

- Universalismo: Funciona de forma similar a la benevolencia, pero no se


dedica solo al círculo cercano sino que incluye a todas las personas. Este tipo
motivacional incluye aspectos como la tolerancia, el respeto y el bienestar de toda la
humanidad y la naturaleza.

- Autodirección: Incorpora motivaciones como la independencia, libertad,


curiosidad y creatividad.

Valores culturales
Los valores a nivel cultural representan las ideas abstractas socialmente
compartidas, sobre lo que es bueno, correcto y deseable en una sociedad (Williams,
1970, en Ros y Schwartz, 1995). En este sentido, Ros y Schwartz (1995) refieren que los
valores sirven de base a las normas compartidas que prescriben el comportamiento
individual adecuado en cada situación, dentro de una sociedad particular, y que son
inherentes a la estructura y al funcionamiento de las instituciones sociales; es así que, en
el nivel más general, los valores se usan como guía y justificación de las decisiones
adoptadas en las políticas públicas de las naciones.
Al igual que en el nivel individualista, a nivel cultural también se plantean ciertos
tipos de valores. Ros y Schwartz (1995), partiendo de propuestas desarrolladas
previamente, plantean una teoría sobre los contenidos y estructura de las relaciones en
siete tipos de valores en que pueden ser comparadas las culturas. Estos siete tipos de
valores se definen a continuación:
- Conservación: Énfasis en el mantenimiento del status quo, de la propiedad
y de limitar las acciones o inclinaciones de los individuos o grupos que puedan alterar el
orden tradicional. Miller (1984, en Ros y Schwartz, 1995) menciona que estos son valores
socio-céntricos apropiados en contextos en los que el yo carece de significado autónomo
y tiene sentido sólo como parte de la colectividad.

- Jerarquía: Énfasis en la legitimidad de la adscripción jerárquica de roles y


recursos fijos. Estos valores son muy compatibles con culturas en las que la persona es
vista como desarrollando roles adscritos construidos dentro del tejido social. Junto al valor
de conservación constituyen el núcleo del valor sobreconceptualizado en términos
generales como “colectivismo”.

- Autonomía intelectual: Énfasis en promover y proteger las ideas y el


derecho independiente del individuo autónomo para perseguir sus propias metas
intelectuales. Este valor es compatible con una visión de la persona como entidad
autónoma que constituye la unidad social básica y que voluntariamente se une a otros
para formar colectividades.

- Autonomía afectiva: Énfasis en promover y proteger el logro de


experiencias afectivas positivas. Junto al valor de autonomía intelectual constituyen el
núcleo del valor conocido bajo el concepto general de “individualismo”. El concepto de
persona implícito en los valores de autonomía implica relacionarse con los demás en
términos de autointerés y acuerdos negociados y no toma la de interdependencia social
como lago dado.
- Competencia: Énfasis en cambiar activamente el entorno y salir adelante a
través de la autoafirmación; es decir, dominando el entorno social. El valor de
competencia presume la legitimidad de cambiar el status quo y a su vez enfatiza el
estimular la actividad. Los intereses que el valor de competencia impulsa pueden ser los
de la colectividad a la que uno pertenece y no necesariamente a los del yo. Asimismo,
este valor está ligado al de jerarquía, ya que si los propios esfuerzos de competencia
tienen éxito, su resultado en la diferenciación de roles y recursos es visto como algo
legítimo.

- Armonía: Énfasis en encajar de forma armoniosa con la naturaleza. No


presupone ninguna posición particular sobre la autonomía de la persona, pero están en
oposición al cambio activo del mundo promovido por el valor de competencia.

- Compromiso igualitario: Énfasis en el compromiso voluntario por promover


el bienestar de los demás. En culturas en que la persona es vista como un ser autónomo
que puede de forma natural dejar de comprometerse con los demás, estos valores son
necesarios para el funcionamiento armonioso de las relaciones sociales. en culturas en el
que el “yo” no es visto como un actor autónomo y como voluntario, estos valores no son
centrales en la socialización porque la identificación con aquellos que importan (miembros
del endogrupo) asegura la preocupación por su bienestar.

Valores culturales hispanos


Respecto a estos valores, Marín y Marín (1991, en Lucker, 2002) hallaron que los
valores culturales que representan a la población hispana son los siguientes:

- Colectivismo: este es un valor hispano básico que destaca la


interdependencia personal, la dependencia del campo, la conformidad, la susceptibilidad a
ser influidos por otros, la empatía mutua, la confianza y la disposición a sacrificarse por
los miembros del grupo (Marín y Triandis, 1985, en Lucker, 2002).

- Simpatía: hace referencia a la tendencia general de remarcar la conducta


positiva en situaciones y relaciones agradables, sociales y placenteras, y la evitación del
conflicto interpersonal y de las conductas negativas. Pone énfasis en la necesidad de
comportarse de manera cortés y respetuosa, desalentado la crítica, la confrontación y la
asertividad.

- Familiarismo: consiste en una solida identificación y apego del individuo a


su familia nuclear y extendida, experimentando sentimientos de lealtad, reciprocidad y
solidaridad entre los miembros que la conforman. (Triandis, Marín, Betancourt, Lisanky y
Chang, 1982, en Lucker, 2002).
-
- Distancia con el poder: presencia de aprecio por la conformidad y la
obediencia, que respaldan actitudes autoritarias y autocráticas de quienes detentan el
poder. (Hofstede, 1980, en Lucker, 2002).

- Espacio personal: preferencia por parte de los hispanos de un menor


espacio personal, lo que evidencia una sensación de comodidad cuando se está más
cerca de la gente.

- Orientación en el tiempo: concesión de un mayor valor a la calidad de las


relaciones interpersonales que al momento en el se dan.

- Roles sexuales: realización de conductas relacionadas con el sexo; es


decir, la conductas se juzgan apropiadas dependiendo de si la persona es hombre. En el
caso de los hombres, su rol se asocia a la fuerza, el control y la capacidad de proveer el
sustento a la familia; en el caso de las mujeres, su rol se asocia a lo sumiso, sin poder ni
influencia. (Heller, 1996, Madsen, 1961, en Lucker, 2002).

Estudio de valores en el Perú


En relación a esta variable, no se ha encontrado amplia información teórica
desarrollada en nuestro país. Sin embargo, Yamamoto y Feijoo (2007) proponen que los
valores son guías de comportamiento compartidas por un grupo que las considera
universales y que funcionan como atajos evolutivos para la satisfacción de necesidades
en determinados entornos. Ellos encuentran, en algunas comunidades rurales y urbano-
marginales peruanas, dos factores de valores: el individualismo y el colectivismo. Ambos
factores, si bien se pueden encontrar en diversos estudios previos, en este caso
presentan un contenido particular al contexto en el que se indagaron. Así, en cuanto al
colectivismo, éste asume indicadores como el apoyo objetivo y subjetivo, en una dinámica
de compartir, uniendo el progreso individual al colectivo, y, con respecto al individualismo,
éste es definido por los indicadores de egoísmo y envidia.
En cuanto a las comunidades de la Amazonía peruana, se ha encontrado en
algunas de ellas tres factores de valores (Yamamoto, Meza y Ríos, en prensa). El más
importante es el de “valores de Trabajo cooperativo y cordial”, el cual refleja la relevancia
de una visión colectiva de trabajo basado en una interacción cordial, teniendo como
principal componente el respeto por los otros y sus derechos; a éste le siguen el valor de
la cooperación entre vecinos, que alude a la interdependencia para satisfacer las
necesidades, al apoyo y la ayuda mutua, a la conversación como medio facilitador de la
cooperación, al ser trabajador y amistoso. Un segundo factor es el de “valores de
responsabilidad comunitaria y familiar”, el cual se fundamenta en la responsabilidad y
claridad sobre los deberes y las formas apropiadas de comportamiento; dentro de este
factor también se encuentra el valor de ser buen padre, de llevar una vida en Dios y de
obras comunitarias.
El último factor corresponde al de “valores de relaciones interpersonales y
progresismo”. Dicho factor se basa en el valor del progreso, de la amabilidad, la
afectuosidad y el buen comportamiento, sugiriendo de esta manera que el progresismo va
de la maneo con contactos o relaciones interpersonales afectuosas y correctas
(Yamamoto, J., Meza, R. y Ríos, A., en prensa)

Antecedentes sobre la relación entre el bienestar y los valores.


Son numerosas las investigaciones que evidencian la influencia o relación de los
valores, elemento central en la cultura, sobre el bienestar de los individuos en diferentes
áreas de su vida (Diener, Oishi & Lucas, 2003; Diener y Suh, 2000; Schimmack,
Radhakrishnan, Oishi, Dzokoto & Ahadi, 2002; Suh, Diener, Oishi & Triandis, 1998;
Yamamoto y Feijoo, 2007).
Al respecto, Diener, Diener y Diener (1995, en Larsen y Eid, 2008) señalan que si
bien pueden existir variables universales que influencian la felicidad, existen también
condiciones, características y actividades específicas que hacen que ciertas personas
estén satisfechas mientras otras no. Esto debido a que el bienestar subjetivo, indica
Veenhoven (2008), depende de las nociones compartidas sobre la vida, las cuales
enmarcan las apreciaciones individuales; por lo que cada marco socio-cultural
influenciará, de manera particular, las apreciaciones individuales.
En línea con lo anterior, se halla que existen diferentes correlaciones de felicidad
en diferentes culturas (Diener, Suh, Smith y Shao, 1995, en Larsen y Eid, 2008). Por
ejemplo, Diener y Diener (1995, en Oishi, Diener, Suh & Lucas, 1999) encontraron que la
autoestima es un fuerte predictor de la satisfacción con la vida en países individualistas
más que en los colectivistas. Además, se encuentra que en las culturas individualistas, la
felicidad se asocia a valores como estimulación y placer; es decir, se hace énfasis en la
satisfacción de necesidades hedónicas (Bilbao, Techio y Paez, 2007).
Por su parte, Suh, Diener, Oishi & Triandis (1998) hallaron que las emociones
tienen una mayor grado de correlación con la satisfacción global con la vida en países
individualistas, mientras que en países colectivistas dichas satisfacción se correlaciona
más con las normas. De esta manera, se encuentra evidencia de que los criterios que se
utilizan para evaluar la satisfacción con la vida tienen como base los valores prioritarios de
la cultura en la que se está inmerso (Oishi, Diener, Suh & Lucas, 1999).
Otros estudios que manifiestan la influencia de los valores de la cultura en el
bienestar de las personas indican que la autonomía y las atribuciones internas, incluyendo
las emociones, se acentúan en países individualistas, mientras que las normas y el deber
se enfatizan en países colectivistas (Triandis, 1995, en Oishi, Diener, Suh & Lucas, 1999;
Diener y Suh, 1999).
Respecto a la relación de las variables de interés, Bilbao, Techio y Paez (2007)
mencionan que los efectos de los valores en el bienestar se han planteado en dos
hipótesis: la del efecto directo y la de la congruencia. La primera hipótesis bosqueja que
habría valores que serían intrínsecamente positivos para el bienestar, como los valores de
auto-dirección y benevolencia, asociados a la autonomía personal y a la buena
integración social, mientras que habría también valores que se relacionan negativamente
al bienestar, como el de poder, asociado a metas extrínsecas como el éxito material o la
búsqueda de reputación, o como el de conformidad, que limitaría la autonomía personal.
La segunda hipótesis, en cambio señala que los valores serían beneficiosos cuando
fueran coherentes con los valores dominantes. Es decir, el bienestar subjetivo estaría
determinado en parte por la congruencia entre los valores personales y la jerarquía de
valores predominantes en el entorno social en el que el sujeto se desenvuelve.
En conclusión, si bien la búsqueda de la felicidad o el bienestar parece ser una
meta general de vida, existen diferencias inter-culturales e intra-culturales en la manera
en que las personas aprecian la felicidad y en los modos para obtenerla (Suh y Koo,
2008). Es por ello que resulta relevante contextualizar lo que se entiende como
“bienestar”.

Planteamiento del problema


Como señala Lucker (2002) la mayor parte del conocimiento de la psicología social
proviene de la investigación efectuada por investigadores norteamericanos y europeos.
Más aún, Triandis (1994, en Lucker, 2002) menciona que más del 90% de las teorías e
investigaciones de la psicología social se generaron en Estados Unidos y México. Los
estudios sobre bienestar y valores no son la excepción. Como se puede observar en la
exploración bibliográfica previa, son diversos los estudios que se han desarrollado con
respecto al bienestar, los valores y la relación entre ambas variables; sin embargo, en la
mayoría de casos, estas investigaciones se han visto enmarcadas en realidades
diferentes y ajenas a las que se encuentran en el Perú, dejando de lado muchas veces los
valores locales y nociones de bienestar propias de nuestro país, peor aún no
incorporando la diversidad cultural a la hora de establecer criterios de medición del nivel
de bienestar de la población (Anderson, 2001).
Es así que muchos de los modelos y teorías que marcan la pauta sobre lo que es
o “debería” ser el bienestar provienen de los países considerados desarrollados y de
primer mundo. Sin embargo, investigaciones mundiales sobre la felicidad en países ricos
(norteamericanos anglo sajones, de Europa occidental y el Asia económicamente
desarrollada) reportan bajos índices de felicidad; por el contrario, países caribeños y
latinoamericanos, considerados como parte del tercer mundo, dentro de los cuales se
encuentra el Perú, muestran los índices más altos de felicidad (Marks, Abdallah, Simms, &
Thompson, 2006). Así por ejemplo, estudios realizados en la sociedad estadounidense,
modelo de la globalización, evidencian una asociación de la centralidad en la motivación
económica con menor bienestar, menor salud mental y más trastornos de comportamiento
(Kasser & Ryan, 1993).
También ocurre que la literatura psicológica anglosajona, al señalar la relación
entre los valores y el bienestar, identifica al individualismo y la autonomía como ejes del
bienestar (Ryan & Deci, 2001); sin embargo, un conjunto de investigaciones en diferentes
comunidades del Perú encuentran que éstas poseen como ejes del bienestar al
colectivismo y la interdependencia (Yamamoto, en prensa).
Se observa entonces que las creencias, las pautas de comportamiento (los
valores) y sus fuentes de felicidad o bienestar parecen surgir del propio contexto histórico
y socio-cultural, por lo cual no coincidirá necesariamente con aquellas nociones de
bienestar propuestas desde el mundo moderno (Yamamoto, en prensa). En otras
palabras, el bienestar subjetivo y los atributos de felicidad, varía en diferentes contextos
culturales (Bilbao, Techio y Paez, 2007). Dicha variación se puede explicar en tanto se
entienda al bienestar como una construcción mental y social que es moldeada por
nociones colectivas acerca de lo que es una buena vida y por comparaciones sociales;
entonces, en tanto las nociones sobre lo que es una buena vida varían a través del
tiempo y de la cultura, el bienestar subjetivo será visto como relativo culturalmente
(Veenhoven, 2008). Es decir, dependiendo del contexto social en el que el sujeto se
desarrolle, éste ira construyendo una representación mental o noción particular de lo que
implica o involucra ser feliz, no logrando así identificar una visión generalizable, para
todas las culturas, de lo que es el bienestar

De esta manera se evidencia que existen o pueden existir diversas nociones de


bienestar y que estás parecen estar pautadas por las particularidades de cada cultura, por
lo que los investigadores del comportamiento humano deben ser prudentes a la hora de
plantear teorías que generalicen la conducta de las personas (Lucker, 2002). En este
sentido, conocer las concepciones de bienestar y los valores predominantes propios de
las personas de contextos socio-culturales particulares resulta esencial para la
comprensión adecuada de la complejidad del comportamiento humano en relación con su
entorno próximo; ello a su vez contribuye al respeto por las diferencias culturales y
significa un esfuerzo por evitar la imposición teórica y metodológica de los investigadores
(Yamamoto, 2007). Por lo que la presente investigación toma como principio fundamental
el respeto por la diversidad cultural y se concibe como un proceso de aprendizaje mutuo.
Es a partir de lo expuesto que surge el interés por identificar y comprender de
manera compleja y contextualizada las nociones de bienestar y los valores predominantes
de la comunidad rural andina de Kunurana Alto (ubicada en el departamento de Puno).
Para cumplir con ello, el presente estudio busca indagar en los componentes de metas de
vida, recursos para cumplir estas metas y valores predominantes, todos componentes que
pertenecen al modelo de bienestar desarrollado en el Perú por Yamamoto y Feijoo (2007),
el cual fue descrito con anterioridad.

Pregunta de investigación
En base a lo señalado previamente se plantean las siguientes preguntas de
investigación:

¿Cuáles son las concepciones de bienestar de los pobladores de la comunidad de


Kunurana Alto?

¿Cuáles son los valores predominantes de los pobladores de la comunidad de


Kunurana Alto?

Objetivo general
De las preguntas de investigación mencionadas se desprenden dos objetivos
generales:

- Identificar las concepciones de bienestar de los pobladores de la


comunidad de Kunurana Alto.

- Identificar los valores predominantes de los pobladores de la comunidad de


Kunurana Alto.

Objetivos específicos
- Describir las metas de vida de los pobladores de la comunidad de
Kunurana Alto del departamento de Puno.

- Describir los recursos para alcanzar las metas de vida de los pobladores de
la comunidad de Kunurana Alto del departamento de Puno.
METODOLOGÍA

La metodología de la presente investigación tiene como base un enfoque


cualitativo, dado que existe interés en indagar sobre el significado de las experiencias y
valores humanos desde el punto de vista interno e individual de las personas en el
ambiente natural en el que ocurre el fenómeno a estudiar, así como desde una
perspectiva cercana de los participantes (Hernández, Fernández y Baptista, 2006).

Asimismo, en tanto lo que se pretende conocer son las concepciones particulares


de bienestar y los valores predominantes específicos de los pobladores de la comunidad
de Kunurana Alto, resulta relevante la elección de este enfoque a partir uno de sus
conceptos esenciales denominado “patrón cultural”, el cual parte de la premisa de que
toda cultura o sistema social tiene un modo único para entender situaciones y eventos
(Colby, 1996, en Hernández, et al., 2006).

Entonces, es pertinente la elección de dicho enfoque, ya que permite recoger y


analizar los fenómenos en su forma natural, a partir de la visión particular de los sujetos y
tomando en consideración la cultura y el contexto en el que estos se enmarcan y se
desarrollan. En ese sentido, no se pretende realizar la manipulación de estímulos o
variables que puedan afectar está naturalidad por lo que el diseño de la investigación es
de tipo no experimental (Hernández, et al., 2006; Kerlinger y Lee, 2002).

Participantes
Para seleccionar a los participantes se utilizó un muestreo de tipo no probabilístico
accidental o por conveniencia, puesto que se eligió a individuos que se encontraban a
disposición del investigador (Kerlinger y Lee, 2002; Hernández, et al., 2006).
En cuanto al número de participantes que se seleccionará, Mertens (2005, en
Hernández et al., 2006) señalan que al tratarse de un estudio cualitativo el tamaño de
muestra final no se fija de manera a priori sino que se conoce cuando los casos que van
sumándose no aportan información novedosa, al contrario, los datos se vuelven
repetitivos (saturación del contenido). Entonces, se fija el número de participantes cuando
se cumple con el principio de saturación. No obstante, la misma autora refiere que
diversos estudios cualitativos sugieren que el tamaño de muestra mínimo sugerido pal
realizar entrevistas a profundidad es de 30 personas. Al respecto, Hernández et al. (2006)
señalan que si bien este número puede ser utilizado como un marco de referencia, la
decisión del número de unidades que conforman la muestra la toma el investigador en
base a ciertos criterios. Uno de los criterios que se tomará en cuenta, y que ya ha sido
mencionado, es el que hace referencia a la saturación de las categorías o contenidos. A
su vez se tendrá en consideración un criterio importante como el de la capacidad
operativa de recolección y análisis de datos; es decir, se elegirá el tamaño de muestra en
base a la posibilidad y capacidad del investigador de manejar de manera realista y de
acuerdo a los recursos que se dispongan (Hernández et al, 2006).

En base a lo anterior, se plantea de manera tentativa que el tamaño de la muestra


sea de 30 casos, entre hombres y mujeres. Asimismo, dado que lo que busca es conocer
las concepciones particulares de bienestar y los valores predominantes especificas de la
comunidad de Kunurana Alto, es importante que las personas que conforman la muestra
sean pobladores adultos que residan en dicha comunidad de manera permanente.

Instrumentos
Con el fin de recolectar información general sobre la muestra, se aplicará un
cuestionario socio-demográfico, el cual recoge datos como el sexo, la edad, el estado
civil, el lugar de nacimiento, la lengua materna o primaria, la lengua secundaria, el ingreso
mensual familiar aproximado, el número de personas que viven en casa, el número de
hijos, la religión, la ocupación o actividad principal, nivel educativo, etc.

Además, se realizará un breve estudio etnográfico para el que se utilizará una guía
etnográfica que abarca temas como la ubicación geográfica, la descripción física-natural
de la comunidad, las actividades económicas, la infraestructura, los servicios básicos, la
historia de la comunidad, la educación, la salud, los recursos socio políticos, recursos
naturales, entre otros. Dicho método resulta relevante dado que permite estudiar los
significados especiales que adquieren los conceptos (reglas, normas, modos de vida, etc.)
de un contexto en particular (Martínez, 2006). En otras palabras, esto permitirá tener una
compresión global de la realidad socio-cultural de la comunidad de Kunurana Alto, así
como de los pensamientos y sentimientos de sus miembros. Asimismo, facilitará el
establecimiento de un vínculo de confianza que permita una mayor libertad de expresión
de los contenidos personales a tratar en las entrevistas a profundidad.

Con respecto a las entrevistas, se empleará la guía de entrevista a profundidad de


componentes émicos de bienestar, desarrollada por Yamamoto (2004). Este es un
protocolo de entrevista semi-estructurada de respuesta abierta que indaga en las
siguientes áreas fundamentales: metas de vida, recursos para cumplir con estas metas,
valores, episodios más felices y episodios más infelices. Cabe mencionar que empleará la
versión andina de este protocolo y que se pondrá énfasis en los conceptos que se
pretenden investigar en este estudio: el bienestar (conformada por metas y recursos) y los
valores.

Procedimiento
En la primera fase del estudio se realizará el trabajo etnográfico, el cual requerirá
que el investigador se traslade a la comunidad de Kunurana Alto y permanezca ahí por un
periodo de quince días. Al no haber un criterio único y adecuado para determinar el
tiempo de estancia en campo (Hernandez et al., 2006), se decidió el lapso de tiempo
señalado de manera arbitraria teniendo como criterio la disponibilidad de tiempo y
recursos del investigador.
Una vez en la comunidad, el investigador se presentará y explicará el motivo de su
visita de forma verbal y escrita. Asimismo, buscará establecer contacto con actores clave
de la comunidad, como lo son las autoridades locales, representantes de la posta de
salud, encargados de la institución educativa y representantes de organizaciones locales,
para que puedan brindar información acerca de las diversas áreas de la guía etnográfica.
También se solicitará un espacio físico, dentro de la vivienda de algún poblador de la
comunidad, dónde el investigador pueda alojarse.

Con respecto a la recolección de datos en esta fase, estará orientada por los
temas de la guía etnográfica descrita en el apartado de instrumentos, así como por las
variables de interés del presente estudio. Además, es relevante indicar que la técnica que
se empleará para el recojo de la información será la de observación participativa, ya que
el investigador vivirá lo más que puede con las personas o grupos que desea estudiar,
compartirá las costumbres, estilos y modalidades de vida de la comunidad, y participará
de las actividades cotidianas de los pobladores. Es a partir de estas vivencias y el diálogo
coloquial que el investigador tomará notas de campo, tan pronto como sea posible, para
posteriormente revisarlas y complementarlas (Martínez, 2006). De esta manera, se
obtendrán los datos necesarios para la compresión de los significados y signos
particulares de la comunidad, lo que ayudará al entendimiento de la información recogida
en la segunda fase, la de realización de las entrevistas.

En la segunda fase se ejecutaron las entrevistas a profundidad a los pobladores,


ello con el propósito de obtener descripciones del mundo vivido por las personas
entrevistadas y lograr interpretaciones fidedignas del significado que tiene los fenómenos
a estudiar para ellos (Kvale, 1996, en Martínez, 2006). En este caso, se busca describir, a
partir de las entrevistas, los componentes de bienestar (las metas de vida y los recursos)
y los valores predominantes en la población de kunurana Alto.

Para analizar estas entrevistas se efectuó la técnica de análisis de contenido, la


cual sintetiza la información recogida en una lista de categorías para cada variable. A
partir de esta lista, se vuelven a analizar las entrevistas y se asigna el puntaje uno si la
persona ha mencionado la categoría; de lo contrario, se le asigna puntaje cero. Así se
obtiene una base de datos dicotomizada que permite realizar un análisis de frecuencias
con el fin de obtener un listado de las principales concepciones de bienestar (las metas y
los recursos) y los valores predominantes de los pobladores de la comunidad de
Kunurana Alto, así como una descripción de lo que estas categorías significan en base a
lo reportado por los propios miembros de la comunidad.
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