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Jesús – Yeshua
¿Hijo de Dios?
Jesús – Yeshua
Dos mil años han transcurrido, y la pregunta sigue siendo la misma: ¿Es Jesús de
Nazaret el Mesías Judío, el Salvador del mundo? Si lo es, entonces vamos a seguirlo,
por que no tenemos otra alternativa. Pero si no lo es, vamos a exponerlo, porque solo la
verdad nos hará libres.
Del mismo Libro, las Escrituras Hebreas, emanan dos creencias. Una dice:
Preferimos morir antes que confesar el nombre de Jesús. La otra dice: Preferimos morir
antes que negar el nombre de Jesús. De nuevo, una dice: Existen dos Mesías quienes
vendrán una sola vez. La otra advierte: Solo hay un Mesías pero el vendrá dos veces.
Sustitución.
No hay concepto más importante contenido en la Escritura Hebrea que este si es que
queremos entender el santo amor de Dios por nosotros.
Sustitución.
Es la llave que abre la puerta a nuestra redención. Y es la roca que hace que los hombres
tiemblen. Puede explicar completamente porque el pueblo de Yeshua fallo en
identificarlo, y es el único concepto que puede abrir sus ojos de nuevo.
Los rabinos del Talmud discutieron lo que era lo correcto delante de Dios,
especialmente durante la ausencia de sacrificios. Ellos alegan que, “ Para ciertos
pecados, el Día de la Expiación es insuficiente,” mientras que para otros pecados dicen,
“debe de haber arrepentimiento.” Para ofensas mas serias ellos creen que debe de haber
solo un Día de arrepentimiento genuino, de sufrimiento genuino, mientras que para
pecados mayores enseñan que, “¡La única esperanza para recibir perdón, esta en el Día
de la Expiación y la muerte¡”
Y todavía no encuentran el significado de ese Día, y tampoco el significado de la
sangre.
Han fallado en comprender la lección que tenían frente a sus ojos.
Día tras día, los Saduceos ofrecían sus sacrificios en el Templo. Miles de
animales fueron sacrificados, y mucha sangre fue derramada sobre el altar. Corderos,
cabritos y carneros fueron ofrecidos al santo Dios. Y todavía el pueblo no lo puede
entender.
Los Fariseos estudiaban la Tora día y noche. Agregaban nuevas regulaciones a
las viejas leyes, y desarrollaron el sistema más detallado de ritos para la purificación
que el mundo jamás hubiese conocido. Ellos enseñaron que el estudio de la Ley era mas
aceptado por Dios que ofrecer su vida misma. Una vez más fallaron en ver lo que era
importante. Fallaron en comprender el significado fundamental de todo esto.
No era la sangre de animales lo que Dios quería para El mismo; no era la grasa
de carnero lo que El deseaba. No era un pueblo sumergido en el concepto de la pureza
ritual lo que El buscaba; no necesitaba un nuevo código que mantuviera la limpieza
exterior del hombre. No. El quería un sustituto, un cordero justo que cargara con los
pecados de su pueblo. El quería un sacrificio impecable que purificara a la gente
interiormente.
Una vez más, miles de veces, las ofrendas eran traídas ante el altar. Y otra vez,
en enormes cantidades, la sangre inocente de los sacrificios era derramada. Y de nuevo,
el mensaje de Dios era: “Un sustituto debe venir, un sustituto debe venir”.
Nuestros rabinos nos enseñan que cuando el Mesías venga, traerá paz a la tierra.
Cuando el verdadero Salvador llegue, traerá consigo cambios para el mundo físico. Pero
un Salvador quien cambia el mundo físico sin cambiarnos primero a nosotros
realmente no es el salvador. Y un Mesías que trae paz a la tierra sin traer paz primero
a nuestros corazones no es realmente el Mesías.
El Mesías tenía que morir. El Mesías tenía que ocupar nuestro lugar. No hay otro
camino. No fue hallado otro sustituto. Nadia más podría pagar el precio. Nadie mas
podría sanar nuestras heridas, el pecado requería la muerte.
Yeshua pago el precio. Fue su muerte la que nos trajo vida. Solo el podía ser el
sustituto para el pecado de la raza humana, y solo el podía ofrecernos redención.
Pero no todos nuestros ancestros fallaron. El escritor de casi la mitad del las
Escrituras de Nuevo Pacto fue el mismo un Fariseo, nacido de la tribu de Benjamín. El
libro de los hechos registra, “cuantos millares de Judíos” han creído y todos son celosos
de la Ley (Hechos 21:20). De hecho, “un gran numero de sacerdotes (Judíos) obedecían
la fe” (Hechos 6:7), y aun todavía en nuestro país y a través del mundo, se han
multiplicado aquellos miles de Judíos que creen y confiesan, “Yeshua es el Mesías,
Yeshua es Señor”.
Esto, entonces, es la fe Judía, biblica, la fe Judía que es realmente Mesiánica. Y
esta es la fe que ha traído al mundo de regreso a Dios, la fe que causara que las naciones
crean. Y Yeshua es el Único que establecerá su reino de justicia en la tierra, “y las
costas lejanas esperaran su enseñanza (Isaías 42:4). Y cada hora, en todo continente del
globo, millones de gentes que no conocen el bien ahora adoraran al Dios de Abraham,
Isaac y Jacob – por medio de Jesús (Yeshua) – el Mesías y Señor. El es el único camino.
El Talmud enseña que en los últimos cuarenta años antes de que el Templo fuera
destruido, Dios no acepto los sacrificios del Día de la Expiación (Yoma 39). Año tras
año, durante la vida de toda una generación, el Señor estuvo diciendo: “No”.
Lo ves, Dios ha proveído el sacrificio para todos, la Expiación final para el
pecado de la humanidad. Dios proveyó al Cordero. Y fue cuarenta años antes de que el
templo fuera destruido que Yeshua ofreció su vida. Desde ese día hasta ahora, Dios ha
estado diciendo “No” a Su pueblo. “No mas de tus sacrificios, no mas de tus oraciones,
no mas de tus obras. Yo te he ofrecido el camino.”
Todos los que tengan oídos para escuchar, Dios ha estado diciendo: “Si, tu
puedes venir¡ Si, tu puedes Conocerme¡ Si, Yo puedo limpiarte de todo tu pecado¡ Cree
a que he sido enviado. Yeshua el Mesías ha llegado.”
Los líderes espirituales de nuestro pueblo nos dicen que no podemos conocer a
Dios pero están equivocados. Ellos solo dicen, “No lo conozco personalmente, como
puedes hacerlo tu? He estudiado por años y sigo aprendiendo. ¿Cómo puedes estar tan
seguro?
Una vez más, una respuesta es simple y clara. Yeshua el Mesías ha dado a
conocer a Dios. Nos ha revelado al Padre. Y a través de su sangre nos ha traído de
regreso a Dios.