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Juan Diego Castrillón Cordovez
RESUMEN
SUMMARY
PALABRAS CLAVE
KEY WORDS
Introducción
Filósofo de la Pontificia Antoniana de Roma. Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana
de Cali. Magíster en Administración de Negocios de la Universidad ICESI y de Tulane University.
Especialista en Humanidades Contemporáneas Universidad Autónoma de Occidente de Cali. Profesor de
las Universidades Javeriana de Cali y Autónoma de Occidente de Cali y del Seminario Arquidiocesano
Regional de Cali. Este escrito de profundización se ordena a la tesis doctoral sobre Hermenéutica
Contemporánea en la Universidad del Valle.
Dirección electrónica: Juancastri77@hotmail.com. jdcastrillón@uao.edu.co
protestante en el siglo XVI y como un punto de partida de la teoría y arte de la
interpretación o hermenéutica contemporánea.
Aurelio Agustín, obispo de Hipona, como fue conocido desde el siglo IV, figura hoy
en primer plano, se puede ver en un conjunto escultórico central en el interior de la
catedral romana. Lleva puesta la mitra sobre su cabeza y es alcanzado por destellos
paráclitos, corrientes de aire esclarecedor, desde un vitral gigantesco de visos
amarillos.
Como integrante del conjunto escultórico del altar principal de la Santa Sede desde
el siglo XVII, se sugiere su vestido con telas vaporosas, movidas por el aire, lejano
su cuerpo de gritos inarticulados de un cuerpo trágico, martirizado. No importa si
su cuerpo es feo o es hermoso, vestido como está con prendas que resultan muy
extrañas después de los siglos: Es una provocación encontrar su condición humana
tras los ornamentos sacerdotales, sinuosidades barrocas de ondulaciones suaves,
gráciles, que se mantienen asidas con dificultad a la estructura corporal.
Desde donde se sitúa esta reflexión sobre Agustín, por hermenéutica se entiende
una disciplina que tiene como objeto de estudio el entender, como modo de ser,
como estructura fundamental de la existencia humana, que determina la
interpretación y la comprensión1.Se puede remontar al tratado aristotélico de este
mismo nombre, que se ocupa de la lógica de la oración o se puede referir al
ejercicio de traducción, o a la interpretación en el campo jurídico o teológico.
1
Cf. GRONDIN. J Introducción a la Hermenéutica Filosófica. Herder. Barcelona 202. 269 Páginas. P
141.
2
Cf. HEIDEGGER, M. Ontología, Hermenéutica de la Facticidad. Trad J. Aspiunza, Alianza Editorial,
Madrid, 1999 160 p
3
AGUSTIN, La Ciudad de Dios, XI, 26
4
Cf. AGUSTIN, Contra Académicos, I,1,2
5
Cf. AGUSTIN, De Doctrina Christiana. I, cap XXXV. En este texto se propone como fundamento de
la interpretación el amor, considerando además la fe cristiana.
Se enfrenta a una hermenéutica que no es jurídica ni teológica con base en textos,
tampoco con la connotación de traducción, sino con el sentido de entender, como
una forma de convivencia, anterior al uso del lenguaje, en el sentido de que la
comprensión humana se guía previamente por una situación existencial. En clave
de Heidegger, se trata de diferenciar un “cómo hermenéutico” originario, de
relación del estar-ahí en situación, frente a un “cómo apofántico” o enunciativo6
“La cátedra de Pedro”, desde el siglo XVII, reitera la condición de Agustín como
fundamento para el pensar y para el vivir en el mundo cristiano: Aparece como
soporte para un trono que representa la santa sede. En la escultura ubicada de
fondo al altar mayor, Agustín expresa una tensión para mantener su lectura y
sostener al mismo tiempo la representación de la autoridad primada de Pedro, la
cátedra. La palabra "cathedra", que proviene del griego al igual que la palabra
“cadera”, significa asiento o trono y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia
donde un obispo tiene el trono desde el que predica. Sinónimo de cátedra es
también "sede".
Ostenta Agustín una belleza fuerte, confirmada en las tensiones que muestran su
rostro enjuto y su barba ensortijada, con una fragilidad sugerida desde los pliegues
de sus párpados, trémulos, que denotan el asombro ante la belleza de la verdad
enunciada, buscada y amada.La tensión se refleja también hacia los lados, en el
movimiento de su veste, en plano de responsabilidad paralela, en la compañía de
tres patriarcas fervorosos del cristianismo primitivo. Junto a Ambrosio y Atanasio a
la izquierda, y Juan Crisóstomo a la Derecha, la imagen de Agustín sostiene el trono
que Carlos el Calvo, nieto de Carlomagno, regaló al papa Juan VIII11, y en el cual
fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Durante muchos años la
silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas,
hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra esculpido por Bernini en 1666.
Desde el siglo XIX, esta representación de Agustín como pilar para el ejercicio de la
cátedra y no sólo la de Pedro, está vigente si se tiene en cuenta que las llamadas
por Dilthey como ciencias del espíritu tienen su inspirador en Agustín, como lo
confirman también los teóricos del arte de la interpretación, como Schleiermacher,
M. Heidegger, P. Ricoeur y H.G. Gadamer, G. Vattimo, J. Grondin, M. Beuchot.
11
La figura del papa Juan VIII se asocia al personaje legendario conocido como la papisa Juana. No se
descarta que sus opositores, ante su actitud conciliadora con la Iglesia Oriental, comenzaron a tacharlo de
afeminado y a llamarlo Papisa Juana. La supuesta mujer pontífice suele confundirse en otros textos con
el nombre de Benedicto III.
12
La escultura como antecedente y fundamento del escepticismo metódico de la modernidad (“dudo
luego existo”, dubito ergo sum), puede mostrarse en un contexto interpretativo hermenéutico, proyectado
en la cultura contemporánea, relacionada con Schleiermacher, Dilthey, Heidegger, Ricoeur y Gadamer,
quienes le reconocen su gran estilo.
13
Diez siglos antes que lo hiciera Descartes Agustín muestra en La Ciudad de Dios, XI, 26, la existencia
del yo a partir no sólo del pensar, pienso luego existo, “cogito, ergo sum” sino del errar: me equivoco
luego existo, ”fallor, ergo sum.” Aunque puede exaltarse la relación del pensamiento de Agustín con el de
la modernidad en esta perspectiva, no es una relación tan contundente “si se tiene en cuenta que el fallor
agustino surge desde su conversión, y el “cogito” cartesiano surge desde su subjetividad constituyente”.
Cf. SOTO POSADA, Gonzalo, Filosofía Medieval Ed. Universidad Pedagógica Nacional- Ed. San
Pablo., Bogotá. 2007
Además es posible advertir algunas líneas de pensamiento agustino en el efoque
voluntarista del pensamiento de F. Schopenhauer y F. Nietszche14.
2. Semblanza
Como consecuencia de su educación impartida por su madre, Mónica 15, desde niño
fue creyente en Cristo, cuyo nombre "había bebido", como dice él, "con la leche
materna"16. Se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste,
Madaura y Cartago. Inspirado por el tratado filosófico Hortensius, del orador y
estadista romano Cicerón, Este hijo de Mónica se convirtió en un ardiente buscador
de la verdad, estudiando varias corrientes filosóficas, hasta volver a la fe de la
Iglesia católica, "la religión que me había sido imbuida desde niño y que había
penetrado hasta la médula de mi ser"17 y ofrecer la posteridad una síntesis del
pensamiento greco latino. "¡Oh verdad, verdad, cómo suspiraba ya entonces por ti
desde las fibras más íntimas de mi corazón!"18.
3. El amor a la sabiduría
20
Cf. Confess., 8, 6, 13-15: PL 32, 755-756.
21
El ascetismo del Obispo Ambrosio le resulta admirable como un pináculo de la devoción cristiana. Cf.
Brown Peter,Augustine of Hippo, A Biography - 572 páginas, 79-90, University of California Press,
2000
22
Cf. Confess., 8, 1, 2.
23
Cf. Confess. 6.15.25: “At ego infelix nec feminae imitator, dilationis impatiens, tamquam post
biennium accepturus eram quam petebam, quia non amotor coniugalii sed libidinis seruus enim,
procuraui aliam, non utique coniugem, quo tamquam sustentaretur et perduceretur uel integer uel
auctior morbus animae meae satellitio perdurantis meum, quod prioris praecisione factum erat, sed post
feruorem doloremque acerrimum putrescebat et quasi frigidius, sed desperatius dolebat”
24
Confess. 8.7.18 Confess 8.8.19
25
Cf. Confess 9,6,4
26
Cf Conf. 7.7.11: “Iam itaque me, aduitor meus, illis uinculis solueras, et quaerebam, unde malum, et
not erat exitus.... Et cum silentio fortiter quaererem, magnae uoces erant ad misericordiam tuam, tacitae
contritiones animi mei. Tu sciebas, quid patiebar, et nullus hominum”.
27
El sabio persa del sur de Babilonia (actual Irak), Mani (c. 216-c. 276), es su fundador, quien se
autoproclamaba el último de los profetas, dentro de los que se consideraba a Zoroastro, Buda y Jesús. Su
doctrina se basa en una división dualista del universo, en la lucha entre el bien (la luz, el espíritu) y el mal
(la oscuridad, la materia). Originalmente separados, se mezclaron luego que el campo de la oscuridad
invadiera el de la luz, dando lugar a la especie humana es un producto. Cuando se rescate de la
humanidad todos los fragmentos de la luz divina y el mundo se destruya, la luz y la oscuridad volverán a
estar separadas para siempre.
simple razón" 28. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios
maniqueístas contradictorios, Agustín abandonó esta doctrina, sin acercarse a la
Iglesia católica29 Estudió la astrología, luego el escepticismo de los
académicos. ."Los académicos mantuvieron durante mucho tiempo el timón de mi
nave en medio de las olas". Animado por la convicción de que es posible que el
camino de la verdad esté abierto a la mente humana30 asumió el estudio del
neoplatonismo y finalmente la lectura del evangelio le conmovió hasta la conversión
y el reencuentro con la iglesia católica.
Un día, según su propio relato, creyó escuchar una voz, como la de un niño, que
repetía: "Toma y lee". Interpretó esto como una exhortación divina a leer las
Escrituras y leyó el primer pasaje que apareció al azar: "... nada de comilonas y
borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias.
Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para
satisfacer sus concupiscencias" (Rom. 13, 13-14).
4. A modo de conclusión
El alba del siglo IV fue de gran agitación política e ideológica. Luego que los
bárbaros amenaran el Imperio y saquearan a Roma en el 410, el cisma y la herejía
amenazaban también la unidad de la Iglesia.
28
Cf. De UtilitateCred., 1, 2: PL 42, 66.
29
Cf. Confess., 5, 10, 19; 5, 13, 23; 5, 14, 24: PL 32, 715, 717, 71
30
Cf. De utilitate credendi, 8, 20: PL 42, 78-79
31
Cf Confess., 9, 4, 7-12: PL 32, 766-769
32
Cf Confess., 9, 5, 13: PL 32, 769
33
Cf. Confess 3,4,8.
34
Cf. Juan Pablo II, Augustinum Hipponensem, carta apostólica, con motivo del XVI centenario de la
conversión de San Agustín. Roma, junto a San Pedro, 28 de agosto de 1986, fiesta de San Agustín,
Obispo y Doctor de la Iglesia, año VIII de su pontificado. Consultado en julio 2009, disponible en la
web, http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-
ii_apl_26081986_augustinum-hipponensem_sp.html
35
Cf. Posidio, Vita S. Augustini, 31, 8: PL 32, 64.
Consideró que razón y fe son dos fuerzas destinadas a colaborar para conducir al
hombre al conocimiento de la verdad36, por ello “La vida feliz no es otra cosa que
conocer por quíen eres guiado a la verdad, de qué Verdad disfrutas, por qué
medios te contactas con la Suma medida. Estas tres cosas permiten conocer al Dios
único y a la única substancia, dejando de lado las vanidades de la superstición37.
Frente al problema del origen mal se lo replanteó en cuanto que “la primera
pregunta que hay que formularse no es de dónde procede el mal, sino en qué
consiste”38. "Todo lo que existe es bien, y el mal, cuyo origen yo buscaba, no es
una sustancia"39, es ausencia del bien. Su descubrimiento en orden a lo personal es
sobre el origen del mal en la voluntad del hombre: "Yo era quien quería, yo quien
no quería, yo, yo era" 40
AGAMBEN
36
Cf. Contra Acad., 3, 20, 43: PL 32, 957; Confess., 6, 5, 7: PL 32, 722-723
37
Cf. De beata Vita, IV,35
38
Cf. Confess., 7, 5, 7: PL 32, 736
39
Cf.Confess., 7, 13, 19: PL 32, 743
40
Cf. Confess., 8, 10, 22: PL 32, 759; cf. ib., 8, 5, 10-11: PL 32, 753-754
41
Cf. De quantitate animae, 14, 24: PL 32, 1049; cf. De vera relig., 10, 20: PL 34, 131
42
Cf. De doctrina Christ., 4, 5, 7: PL 34, 91-92.
43
Cf. De perf. iust. hom., 17, 38: PL 44, 311-312
44
Cf. Juan Pablo II, Augustinum Hipponensem. Obra citada.
45
Cf. Contra ep. Man. 5, 6: PL 42, 176: "Yo no creería en el Evangelio si no me indujera a ello la
autoridad de la Iglesia católica- Cf. C. Faustum, 28, 2: PL 42, 485-48
46
Cf. De civ. Dei, 16, 2, 1: PL 41, 477
La mercantilización del cuerpo humano, mientras lo plegaba a las férreas leyes de la masificación y del
valor de cambio, parecía en conjunto rescatarlo del estigma de la inefabilidad que lo había marcado por
milenios. Desatándole de la doble cadena del destino biológico y de la biografía individual, el cuerpo se
despedía, tanto del grito inarticulado del cuerpo trágico, como del mutismo del cuerpo cómico y, así,
aparecía por primera vez perfectamente comunicable, íntegramente iluminado. En los bailes de las girls,
en las imágenes de la publicidad, en los desfiles de las mannequins se cumplía así el secular proceso de
emancipación de la figura humana de sus fundamentos teológicos, que se había impuesto ya a escala
industrial cuando, al inicio del siglo XIX, la invención de la litografía y de la fotografía había
impulsado la difusión mercantil de las imágenes pornográficas: ni genérico
ni individual, ni imagen de la divinidad ni forma animal, el cuerpo llegaba a ser ahora verdaderamente
cualsea.
Aureola
Es conocida la parábola sobre el reino mesiánico que Benjamin (que la
había escuchado de Scholem) contó una tarde a Bloch y que éste transcribe
en Spuren: «Un rabino, un verdadero cabalista, dijo una vez: para instaurar
el reino de la paz no es necesario destruir todo y dar inicio a un mundo
completamente nuevo; basta empujar sólo un poquito esta taza o este arbusto
o aquella piedra, y así con todas las cosas. Pero este poquito es tan difícil de
realizar y su medida tan difícil de encontrar que, por lo que respecta al
mundo, los hombres no pueden hacerlo y por eso es necesario que llegue
el Mesías». En la redacción de Benjamin esta parábola suena así: «Entre los
sabios se cuenta una historia sobre el mundo por venir que dice: allí todo
será justamente como aquí. Como ahora es nuestra estancia, así será el
mundo por venir. Donde ahora duerme nuestro niño, allí dormirá también
en el otro mundo. Y aquello que nos ponemos en este mundo, lo llevaremos
también allá. Todo será como ahora, sólo que un poco diverso».
La tesis según la cual el absoluto es idéntico a este mundo no es una
novedad. En su forma extrema, ha sido ya enunciada por los lógicos indios
con el axioma: «entre el nirvana y el mundo no existe la más mínima diferencia
». Nuevo es, por el contrario, el pequeño desplazamiento que la historia
introduce en el mundo mesiánico. Sin embargo, este pequeño desplazamiento,
este «todo será como ahora, sólo que un poco diferente», es
difícil de explicar. Puesto que ciertamente, esto no puede referirse simplemente
a las circunstancias reales, en el sentido de que la nariz del bienaventurado
será un poquito más corta, o que el vaso se moverá sobre la mesa
exactamente medio centímetro, o que el perro allí fuera dejará de ladrar. El
pequeño desplazamiento no se refiere al estado de las cosas, sino a su sentido
ya sus límites. No tendrá lugar en las cosas, sino en su periferia, en el
estar a gusto de toda cosa consigo misma. Esto significa que, si la perfección
no implica un cambio real, no puede ser tampoco simplemente un
estado de cosas eterno, un «así es» incurable. Al contrario, la parábola intro-
36
duce una posibilidad allí donde todo es perfecto, un «de otro modo» allí
donde todo está terminado para siempre, y justo ahí se da su irreductible
aporía. ¿Pero cómo es pensable un «de otro modo» donde todo se ha cumplido
definitivamente?
Instructiva es, en este sentido, la doctrina que Tomás de Aquino desarrolla
en su breve tratado sobre las aureolas. La bienaventuranza de los elegidos,
argumenta, comprende en sí todos los bienes que son necesarios a la
perfecta operación de la naturaleza humana, y por eso no se le puede añadir
nada esencial. Pero todavía hay algo que se le puede dar por añadidura
(superaddz) , «un premio accidental que se añade a lo esencial», que no es
necesario a la bienaventuranza ni la altera sustancialmente, sino que la torna
simplemente más resplandeciente (clarior).
La aureola es esto que simplemente se añade a la perfección -algo así
como un estremecerse de lo que es perfecto, apenas un irisarse sus límites.
El teólogo no parece darse cuenta de la audacia con que introduce en el
status perfectionis un elemento accidental, que bastaría por sí solo para explicar
por qué la questio sobre las aureolas ha permanecido sin confrontación
en la patrología latina. La aureola no es un quid, una propiedad o una esencia
que se añade a la bienaventuranza: es un suplemento absolutamente inesencial.
Pero justo por esto', Tomás puede aquí anticipar inesperadamente
la teoría que unos años después Scoto le habría opuesto sobre el problema
de la individuación. A la pregunta de si a un bienaventurado puede convenirle
una aureola más brillante que a los otros, él responde (contra la doctrina
según la cual lo perfecto no puede experimentar crecimiento ni disminución),
que la bienaventuranza no llega a la perfección singularmente,
sino según la especie, «así como el fuego, según la especie, es el más sutil de
los cuerpos; y sin embargo, un fuego puede ser más sutil que otro, por lo
que nada impide que una aureola sea más brillante que otra».
La aureola es, por tanto, el individualizarse de una bienaventuranza, el
llegar a ser singular de lo que es perfecto.
En este sentido, se puede pensar la aureola como una zona en la que posibilidad
y realidad, potencia y acto llegan a ser indistinguibles. El ser que ha
llegado a su fin, que ha consumado todas sus posibilidades, recibe así en dote
una posibilidad suplementaria. Ésta es aquella potencia mezclada con acto
(poten tia permixta actui) o aquel acto mezclado con potencia (actus permixtus
potentíae) que el genio de un filósofo del siglo XIII llama acto de
confusión (actus confusionís), por cuanto en él la forma o naturaleza específica
no se conserva, sino que se confunde y se disuelve sin residuos en un
nuevo nacimiento. Este imperceptible temblor de lo finito, que indetermina
sus límites y lo hace capaz de confudirse, de hacerse cualsea, es el
pequeño desplazamiento que toda cosa deberá cumplir en el mundo mesiánico.
Su bienaventuranza es la de una potencia que viene sólo después del
acto, de una materia que ya no permanece bajo la forma, sino que la circunda
y la a PARA HABLAR SOBRE COLOMBIA DESEADA.