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La Mojana: territorio del agua

La tragedia invernal tiene un


ángulo que no se ha
mencionado: representa
también el desconocimiento
que hay sobre el eficiente
sistema de irrigación que los
indígenas Zenú mantuvieron en
el delta de los ríos Sinú y San
Jorge hasta el siglo X en la
región conocida como La
Mojana, donde también
confluyen los ríos Cauca y
Magdalena.
Cuando los conquistadores españoles avanzaron por esta región en el siglo XV, hacía
quinientos años que los Zenú habían desaparecido. Los Malibú, la etnia que
usufructuaba la eficiente obra de ingeniería que había dejado de tener mantenimiento
desde esa época remota, disfrutaban de la feracidad de la fauna, la flora, la
agricultura, la caza y la pesca que ofrecía “naturalmente” el sistema, al permitir
conducir rápidamente las aguas hacia las ciénagas y humedales y conservarla
almacenada durante la estación seca, al final de la cual los lodos y sedimentos
depositados al fondo de los canales se movían sobre las terrazas, para conservar y
aumentar su nivel y aportar nutrientes a los cultivos, dejando listos los canales para la
estación de lluvias.
Desgraciadamente los conquistadores -que venían a otra cosa- tampoco se dieron
cuenta de la maravilla de obra de ingeniería que había bajo sus botas. Tampoco
Humboldt la vio, aunque él vino a observar con espíritu científico. Sólo hasta los años
sesenta del siglo pasado los antropólogos Gerardo Reichel Dolmatoff y Alicia Dussan
de Reichel hicieron alguna mención del sistema. Pero finalmente fue el geógrafo
norteamericano - colombianólogo de corazón y conciencia- James J. Parsons quien
describió y fotografió desde el aire la monumental obra de ingeniería Zenú, que por
supuesto ya padecía de mil años de abandono y su consecuente colmatación, es
decir, la acumulación de abundante volumen de sedimentos en los canales durante
más de diez siglos.
Cuando iniciaba mi carrera de arquitectura, la arqueóloga Ana María Falchetti me
regaló el libro de Parsons "Los campos de cultivo prehispánicos del bajo San Jorge".
Desde entonces supe que había que rescatar esa obra de la antigüedad. Lo intenté en
1998 con la solicitud de una Beca al Ministerio de Cultura para "sensibilizar los
estamentos en la aprobación del Proyecto de Ley que facilite la recuperación de los
canales de riego y terrazas de cultivo en el delta del río San Jorge dentro de
parámetros arquelógicos y de sostenibilidad ambiental”. Hace unas semanas, el
ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo anunció su voluntad de reconstruir el
sistema de irrigación precolombino en La Mojana, gracias a las bondades que ofrece
para el manejo de las inundaciones cíclicas de la depresión.
Es una oportunidad única de recuperar para la nación y sus gentes un territorio que
abarca 560.000 hectáreas, un territorio capaz de convertirse en la primera región del
país. Valga esta tragedia y la necesidad de desalojar este “territorio del agua” por los
riesgos a que están expuestos estos colombianos para crear allí un parque
arqueológico productivo mediante un Proyecto de Ley que reserve esta comarca de
unos 110 km de largo por 30 km de ancho en los municipios de Ayapel (Córdoba),
San Marcos (Sucre), Sucre (Sucre) y San Benito Abad (Sucre), para resolver de
manera definitiva el manejo de las crecidas, crear un emporio de riqueza biológica,
llevar a cabo una política de reasentamientos humanos y el desarrollo de un nuevo
modelo agrario.
El segundo reto sería sin duda zanjar de alguna manera la resistencia que un
proyecto de esta magnitud puede generar entre los gamonales y terratenientes
ganaderos, al imponer restricciones sobre el uso y adecuación de la tierra. Pero la
sabiduría ancestral de permitir el libre curso del agua, contrapuesto a la imposición
por la fuerza de grandes diques en concreto que finalmente sucumben ante la fuerza
imbatible del agua, es la mejor apuesta que se puede hacer, pensando en especial en
beneficio de las comunidades de la zona. La reconstrucción del sistema con los
recursos tecnológicos actuales y la garantía de que la población damnificada participe
en esta, aseguraría un ingreso fijo durante el proceso de reconstrucción y una
participación equitativa en el nuevo modelo agrario.

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