You are on page 1of 6

11.1. La crisis de 1808.

La Guerra de la Independencia y los comienzos


de la revolución liberal.

El reinado de Carlos IV se vio afectado por el triunfo de la Revolución Francesa en 1789, lo que
condicionó toda la actividad diplomática y militar exterior española, así como las decisiones
internas de los gobiernos del reinado de Carlos IV que, además, debieron afrontar el irreversible
desmoronamiento financiero, institucional e ideológico del sistema monárquico absolutista del
Antiguo Régimen en España. La política exterior española pasó de los Pactos de Familia, que
realizaron los monarcas españoles con los franceses, a tener miedo por una extensión de la
revolución mas allá de las fronteras francesas, de esta manera la relación con Francia empeoró hasta
la invasión de las tropas francesas del territorio español con el fin de extender las ideas liberales, y
que finalizó con la firma de la paz de Basilea (1795) firmada por el primer ministro Manuel Godoy,
quien fue “coronado” como príncipe de la paz.
La paz de Basilea fue el inicio de los diferentes tratados realizados con Francia para ayudarla a
luchar contra Inglaterra, su enemigo histórico. La firma el Tratado de San Ildefonso con Francia,
que era la única forma de garantizar el mantenimiento de las colonias de América frente a las
ambiciones británicas, se salda con la Guerra de las naranjas contra Portugal y en 1796 los ingleses
vencen en la Batalla de Trafalgar y sitúan a las tropas españolas en una mala situación,
posteriormente y ya con la política expansionista de Napoleón Bonaparte se firmó el Tratado de
Fontainebleau, en 1807, por el que se permite el paso de tropas francesas a través de España para
conquistar Portugal, que no respetaba el bloqueo comercial impuesto por Napoleón a Gran Bretaña
y se pactaría el futuro reparto de Portugal entre Francia y España. Con este pretexto las tropas
francesas se instalaron en centros importantes de la Península con la evidente intención de
conquistarla. El 18 de marzo de 1808 estallo el Motín de Aranjuez donde se encontraban los reyes
en su retirada hacia el sur por miedo a la presencia francesa. El motín con una gran participación
popular, pero dirigido por los nobles y el clero, pretendía la destitución de Godoy y la abdicación de
Carlos en su hijo Fernando, quien conspiró contra su padre. Los amotinados cumplieron sus
objetivos y el rey abdicó forzosamente en su hijo evidenciando una profunda crisis. Para intentar
solucionarlo Carlos escribió a Napoleón solicitando su mediación para recuperar el trono. El
emperador confirmó su impresión sobre la debilidad, corrupción e incapacidad española y se
decidió definitivamente a invadir España. Citó a Carlos IV y Fernando VII en Bayona donde los
convenció para abdicar el hijo (Fernando) en su padre (Carlos) y el rey (Carlos) sobre Napoleón
obteniendo un exilio y una manutención a cargo del emperador francés, así se realizaron las
abdicaciones de Bayona, por las que Napoleón consigue la Corona española y proclamará a su
hermano José rey de España. Como consecuencia de la sospecha de este hecho y al ver que la
familia real abandonaba el país se desencadenaron el 2 de mayo de 1808 en Madrid los
levantamientos populares contra los franceses. Estos levantamientos se extendieron por toda
España y se inició la Guerra de Independencia, donde el país quedó dividido entre los españoles
partidarios de los franceses conocidos como afrancesados y los contrarios a la invasión que se
levantaron en armas. El gobierno de José I, después de los intentos de dar a España una
Constitución (que no fue realizada por unas Cortes libres), se aprobó el Estatuto de Bayona. Era un
texto parcialmente reformista pues reconocía ciertos derechos individuales pero reservaba al rey
casi toda la práctica de los poderes y conservaba muchos privilegios estamentales. Contó con el
apoyo de los afrancesados.
Esta guerra se caracteriza por ser una guerra de liberación nacional en la que participó
conjuntamente el ejército y el pueblo (duró seis largos años: 1808-1813). En este sentido se deben
destacar como aspectos típicos: la lucha de guerrillas, la resistencia de las ciudades y la unidad de
las tendencias políticas con el objetivo común de combatir al invasor.
El desarrollo bélico desencadenado fue un conflicto internacional (con España convertida en
escenario bélico del enfrentamiento entre Francia y Gran Bretaña) y un conflicto entre españoles
(patriotas contra afrancesados). También condujo a otros dos fenómenos de gran trascendencia
histórica: el inicio de la revolución liberal en España y el proceso de emancipación de las colonias
de América.
Desde la perspectiva militar la guerra se desarrolló en tres etapas fundamentales: 1ª. Mayo-
octubre 1808. En esta fase inicial se manifestó la incapacidad del ejército francés para dominar la
península Ibérica. Numerosas ciudades como Zaragoza y Gerona se rebelaron y fueron sitiadas. Las
tropas francesas que invadían Andalucía fueron derrotadas en Bailén (Jaén, julio 1808) por un
improvisado ejército español dirigido por el General Castaños. Los soldados de Napoleón que
ocupaban Portugal se rindieron en Cintra, cerca de Lisboa, ante los soldados británicos que habían
desembarcado allí. Estas derrotas obligaron al ejército francés a replegarse al País Vasco, junto con
José I. 2ª. Octubre de 1808 a julio de 1812. Aunque esta etapa se caracteriza por la hegemonía
militar francesa, existieron importantes focos de insurrección que las tropas de Napoleón no
pudieron controlar. El relieve de la península, muy diferente a las llanuras europeas, y la resistencia
local dificultaron el avance francés. Napoleón entró en España al mando de sus tropas (La Grande
Armée, formada por más de 250.000 hombres), con objeto de expulsar a los británicos y restablecer
en Madrid a José Bonaparte, que no había podido instalarse definitivamente en la capital. Zaragoza
y Gerona cayeron en manos de los franceses tras una larga resistencia (1809). Más tarde los
soldados napoleónicos penetraron en Portugal y Andalucía, aunque no pudieron tomar Lisboa y
Cádiz, que se convirtieron en los dos focos de resistencia fundamentales de la Península. Durante
esta etapa fue cobrando fuerza el fenómeno de la guerrilla. 3ª. Julio 1812-1814. En esta fase inicial
tuvo lugar una gran ofensiva de los aliados que culminó con la expulsión y derrota de las tropas
francesas, cuyo número había disminuido al ser destinados muchos soldados a la calamitosa
campaña de Napoleón en Rusia. Formado por británicos, portugueses y españoles al mando de
Wellington, el ejército aliado obtuvo la victoria en la Batalla de Arapiles (Salamanca, julio de
1812). A partir de este momento se invirtió el signo de la guerra: en 1813 las tropas francesas
fueron derrotadas en Vitoria y San Marcial (Guipúzcoa) y expulsadas de la Península, aunque
quedaron algunas en Cataluña hasta 1814. Finalmente, tras la firma del Tratado de Valençay
(diciembre 1813), Napoleón reconoció a Fernando VII como rey de España.
Durante los años de guerra tuvo lugar un proceso revolucionario cuyo resultado fue la ruptura
completa del absolutismo con el pasado. El pueblo español en su conjunto asumió el poder en un
acto completamente revolucionario pasando a un nuevo sistema de gobierno fundamentado en la
participación de los ciudadanos en las decisiones políticas. El poder político fue asumido por las
Juntas Provinciales y posteriormente por la Junta Central. Su organización será de gran
trascendencia y a ellas corresponderá: organizar la resistencia frente al invasor, asumir la soberanía
de la nación (de la que se consideraban depositarias y que dará lugar a la soberanía nacional), iniciar
una serie de reformas políticas, económicas y sociales para transformar España.
11.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Mientras gran parte de la sociedad española se enfrentaba con las armas a los franceses y a sus
ideas, unos pocos ilustrados pretendían implantarlas para llevar a cabo, como en Francia, una
verdadera revolución burguesa. La oportunidad llegó cuando el Consejo de Regencia, refugiado en
Cádiz, compuesto por cinco miembros muy conservadores pero sometidos a la presión ambiental de
la ciudad, sede de una nutrida burguesía mercantil y de importantes colonias de comerciantes
extranjeros, decidieron convocar Cortes Generales. Muchos burgueses liberales, funcionarios
ilustrados e intelectuales, procedentes de otras ciudades tomadas por el ejército del Rey José, se
habían concentrado en Cádiz, ciudad refugio, protegida por la marina británica. Después de cien
años en los que los Borbones habían gobernado sin reunirlas, las Cortes inauguraron sus reuniones
en septiembre de 1910, con el juramento de los diputados de defender la integridad de la nación
española y prolongaron su actividad hasta la primavera de 1814.
A causa de las dificultades de la guerra, la alta nobleza y la jerarquía de la Iglesia apenas estuvieron
representadas en Cádiz. Tampoco pudieron asistir los delegados de las provincias ocupadas, a los
que se buscó suplentes gaditanos, lo mismo que a los representantes de los territorios americanos.
Predominaban en las cortes las clases medias con formación intelectual, eclesiásticos, abogados,
funcionarios, militares y catedráticos, así como miembros de la burguesía industrial y comercial.
Desde el principio las Cortes demostraron que en nada se parecían a las antiguas. Se organizaron
como Asamblea Constituyente y asumieron la soberanía nacional, poniendo en marcha la
revolución liberal que contaba ya con el precedente de la de Francia de 1789.
Desde el primer momento se tiene conciencia de que se parte de una situación nueva, y que no se
reúnen las tradicionales cortes estamentales, sino que se reúne una sola asamblea en representación
de la nación, no del rey, aunque se reconocía como soberano legitimo a Fernando VII y se le juraba
fidelidad. Al mismo tiempo se le reconocía a las Cortes el poder constituyente, es decir, el poder de
formular una ley única fundamental, una constitución.
Los diputados, elegidos por las ciudades, representaban tres grupos ideológicos:
• Los liberales, que defendían la soberanía nacional no compartida con el rey, la división de poderes
y la igualdad jurídica de los ciudadanos, desapareciendo los privilegios y el antiguo régimen
señorial
• En el otro extremo estaban los defensores de la monarquía tradicional, los absolutistas, que
querían la soberanía exclusiva del rey, del que emanarían todos los poderes y, en general, el
mantenimiento del Antiguo Régimen
• Al grupo intermedio se les denominó los Jovellanistas, eran los herederos de la ilustración y de la
idea de hacer las reformas desde arriba. Defendían la idea de una soberanía compartida entre el rey
y las Cortes.
La prensa de Cádiz, en su mayoría, estuvo del lado de los liberales que siempre dominaron los
debates de las Cortes aunque realmente no representaba a la mayoría del pueblo español.
Las Cortes de Cádiz decretaron la libertad de imprenta que suprimía la censura para los escritos
políticos, pero no para los religiosos, y que era una pieza clave para un sistema basado en la
soberanía nacional, así como un eficaz instrumento de concienciación política y defensa firme
frente a los abusos del poder queriendo eliminar rasgos del Antiguo Régimen, abolieron los
señoríos jurisdiccionales, decisión fundamental en el proceso de reforzamiento del Estado. Fueron
derogados los gremios, para dar paso a las modernas relaciones de producción liberal capitalista, los
mayorazgos, que hacían que la propiedad se acumulara en muy pocas manos y los derechos de la
Mesta. En el campo se puso en marcha la desamortización, al decretar los diputados la venta en
pública subasta de las tierras comunales de los municipios. Las Cortes también legislaron en
materia religiosa y decretaron la abolición de la Inquisición.
El día de San José de 1812 las Cortes de Cádiz aprobaron la primera Constitución de la historia de
España que resume su labor legisladora y establece las ideas y el lenguaje del liberalismo español.
Su idea de la nación quedó plasmada en el diseño de un Estatuto unitario, que afirmaba los
derechos de los españoles en su conjunto por encima de los históricos de cada reino. La
Constitución proclamaba la soberanía nacional en detrimento del rey. Al atribuir la soberanía a la
nación se estaba produciendo un cambio fundamental. Los ciudadanos, de acuerdo con el texto,
reconocían a Fernando VII como Rey de España pero no como rey absoluto, sino constitucional.
Los poderes quedaban separados, el poder legislativo residía en las Cortes, que tendría una sola
cámara, elegida por sufragio universal masculino indirecto, aunque para ser diputado se requería la
condición de propietario. Tenía amplias atribuciones y estaba legislado perfectamente su
funcionamiento en cuanto a su convocatoria, la periodicidad de las reuniones y la duración de las
sesiones, lo que aseguraba su independencia respecto al rey. El ejecutivo queda en manos del rey
que elije a sus secretarios (ministros). Se acaba con el concepto patrimonial de la monarquía en el
art. 2 donde se establece que la nación española es libre e independiente, y no es patrimonio de
ninguna familia ni persona. El rey es irresponsable, y son sus ministros los que responden ante la
justicia. Además, se incluyeron una serie de limitaciones a la libertad de acción del monarca sin el
consentimiento de las Cortes, tales como ausentarse del reino, ceder la corona o ceder parte del
territorio, establecer alianzas, o impedir la reunión de las Cortes. El judicial queda en manos de
tribunales independientes. Con el fin de conseguir la igualdad de los ciudadanos, la Constitución de
1812 fijaba una burocracia centralizada, una fiscalidad común, una Milicia Nacional y un mercado
libre de aduanas interiores. La constitución contiene una declaración de derechos del ciudadano
que le otorga derechos como pensamiento, opinión, igualdad ante la ley, derecho a la propiedad,
inviolabilidad del domicilio, derecho a la educación. Aunque símbolo del liberalismo radical, la
Constitución de 1812 refleja el influjo de la religión y la nobleza a través de un Estatuto confesional
y el reconocimiento de las propiedades de los grupos privilegiados.
Ni la guerra, ni Fernando VII dieron tiempo a la Constitución de Cádiz a implantar sus reformas ya
que éste la derogó a su regreso en 1814. No obstante, años después, otros textos constitucionales
inspirados en ella se encargarían de hacer avanzar a la sociedad española en la conquista de sus
derechos individuales y colectivos. La Constitución de 1812 es una constitución típicamente
burguesa que acaba con el sistema político, social y económico del Antiguo Régimen para
establecer otro de carácter liberal que asegura el control político, intelectual y económico a la
burguesía. Cuando regresó Fernando VII todos los que estaban en contra de la constitución se
unieron al rey para acabar con ella. Su vigencia será por ello muy limitada, dos años entre 1812 y
1814, en los que no da tiempo prácticamente a imponerla, pues no hay que olvidar que España
estaba ocupada por los franceses; y tres años durante el trienio constitucional (1820-23).
11.3.+4.- Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La
Emancipación de la América española

Desde 1814, los monarcas legítimos retornaron a sus tronos y restablecieron los regímenes
absolutistas destruidos por la oleada revolucionaria iniciada en 1789. En España se produjo la
restauración del Antiguo Régimen tras la revolución política impulsada por la Guerra de la
Independencia.
Por el tratado de Valençay (1813), Napoleón aceptaba el retorno a España de Fernando VII, y la
retirada progresiva de las tropas francesas de nuestro país. Fernando VII (1814-1833) era contrario
al liberalismo. Su objetivo fundamental al iniciarse su reinado fue acabar con la obra de las Cortes
de Cádiz y restaurar el absolutismo. Al llegar a España, contó con el apoyo de los sectores más
conservadores (Los políticos conservadores, el ejército, nobleza y clero), reuniéndose con ellos en
Valencia, donde en mayo de 1814 el Rey promulga en Valencia un decreto por el que anulaba la
Constitución de 1812 y redactaron el “Manifiesto de los Persas”, en el que se criticaba el poder
asumido por las Cortes y las Juntas durante la Guerra de la Independencia y solicitaban la vuelta al
Antiguo Régimen. También apoyaba al rey la mayor parte del pueblo. Así el 10-11 de mayo los
partidarios de Fernando VII se hicieron con el poder. El retorno de Fernando VII supuso la
anulación de las reformas liberales y el establecimiento de la monarquía absoluta (1814-1820).
Su política absolutista se caracterizó por la recuperación de las jurisdicciones señoriales,
agudización de la crisis agraria y económica, quiebra de la Hacienda, heredada por la guerra, por la
carencia de ingresos de América y por un sistema con un grupo social de privilegiados; ausencia de
un programa de gobierno que solucionara la crítica situación de España. Su política estuvo marcada
por la inestabilidad, por un sistema obsoleto como el Antiguo Régimen y por una “camarilla” de
consejeros alrededor del rey que le adulaban en todas sus decisiones. Este periodo tuvo su oposición
en los intentos liberales por implantar la Constitución y la represión sistemática hacia ellos que
propició diversos intentos de pronunciamientos y la creación de sociedades secretas.
Uno de estos pronunciamientos triunfó el 1 de enero de 1820, cuando el Coronel Riego lidera con
éxito un pronunciamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla) que dará lugar al comienzo del Trienio
Liberal (1820-1823). Fernando VII se ve obligado a jurar la Constitución de 1812. En esta etapa se
intentan aplicar las reformas aprobadas por las Cortes de Cádiz. Se reanuda la libertad de prensa y
las sociedades patrióticas, entra en vigor la legislación económica y social aprobada por los
liberales, se adoptan medidas de desamortización, se suprime la Inquisición, se realiza la división
territorial en 52 provincias y se crea la Milicia Nacional. Entre los liberales surgen dos tendencias:
los moderados (partidarios de la primacía de la Corona sobre las Cortes) y los exaltados
(partidarios de la primacía de las Cortes sobre la Corona). También surge una oposición de corte
conservador al régimen liberal: los absolutistas, también conocidos como realistas o apostólicos;
protagonizaron conspiraciones y buscaron el apoyo de la Santa Alianza, que intervendrá enviando
un ejército (los “Cien Mil Hijos de San Luis”) para que los liberales se rindiesen y Fernando VII
restableciese de nuevo el absolutismo
Durante la década absolutista, conocida como Década Ominosa (1823-1833), tuvo lugar una dura
represión de los liberales donde figuras destacadas fueron exiliados o ejecutadas. Sin embargo poco
a poco el régimen absolutista se moderó, buscando cierta modernización más similar al despotismo
ilustrado del siglo anterior. Esta vez no se restauró la inquisición e incluso Fernando contó con
algunos ministros reformistas. Los absolutistas más radicales quedaron decepcionados ante esta
forma de actuar de Fernando y forman un partido, absolutistas radicales o apostólicos, en torno al
hermano de Fernando, Carlos, el futuro heredero, con el apoyo de una iglesia cada día más recelosa
de la pérdida de su influencia. Serán los conocidos como carlistas. Pero en 1830 nace la primera
hija de Fernando y Mª Cristina de Nápoles, Isabel. Esto desencadena una lucha en la corte entre los
partidarios de Don Carlos (hasta el momento único heredero) y los de Mª Cristina y de su hija.
Como los partidarios de Don Carlos estaban ya bien definidos (absolutistas radicales) la reina busca
apoyos entre los liberales dirigidos por Cea Bermúdez. Los absolutistas con el apoyo de Don
Carlos, hermano del rey, provocaron enfrentamientos como la Revuelta de los Agraviados en
Cataluña (1827) y la cuestión sucesoria a partir de 1830 ya que Fernando VII derogó la Ley Sálica
que eximía a las mujeres del trono y los carlistas esperaban que su hermano fuera el heredero y no
su hija Isabel. . En 1833, el rey moría e Isabel era reconocida como heredera y su madre como
regente, quien comenzó a gobernar con los liberales. Los carlistas no aceptaron la situación y
pusieron en marcha una guerra civil
*A la vez que la Guerra de Independencia en España, surge el movimiento independentista en las
colonias americanas, con excepción de Cuba y Puerto Rico. Las causas son fundamentalmente: la
influencia de la Ilustración sobre la libertad y la soberanía de los pueblos, la pérdida del control de
la administración americana al no aceptar los criollos a las autoridades que gobernaban la Península
tras la invasión napoleónica, y su aspiración por controlar el poder político. En dicho proceso se
suceden una serie de acontecimientos que terminaron con el triunfo del movimiento
independentista. En el proceso de independencia se pueden distinguir dos grandes etapas:
- 1808-1814: Los criollos no aceptaron a José Bonaparte como rey, y (al igual que ocurrió en la
Península) se crearon Juntas que asumieron el poder en sus territorios. Estas Juntas, en teoría, eran
fieles a Fernando VII, pero algunas acabaron declarándose autónomas. En 1810, San Martín declaró
la independencia de Argentina. Cuando Fernando VII fue repuesto en el trono, todas las colonias,
excepto Argentina, volvieron a unirse a la Corona española.
- 1814-1824: La vuelta al absolutismo propició pronunciamientos militares que rápidamente
derivaron hacia posturas independentistas entre los criollos. Simón Bolívar dirigió las guerras
contra España en Nueva Granada y Venezuela (1822). La postura de Fernando VII fue la
intransigencia enviando tropas (unos 10 000 hombres) al mando de Morillo para sofocar la
sublevación. Consiguen controlar todo el territorio salvo Río de la Plata, lo que estimuló el
crecimiento del movimiento libertador. San Martín atravesó los Andes, derrotó a los españoles en
Chacabuco, y propició la independencia de Chile (1818). Desde allí, se traslado por mar hasta Perú,
donde se juntó con los ejércitos de Bolívar. La victoria definitiva fue la derrota de los peninsulares
en Ayacucho (1824), y la proclamación de la independencia de Bolivia por Sucre.
En la independencia de México, el movimiento emancipador tuvo en sus comienzos un carácter
indigenista, y se inició con Hidalgo y Morelos. Sin embargo, la independencia definitiva se logra
con Agustín Itúrbide, de origen noble, que en 1821 declaró la independencia de México.
Los enfrentamientos entre los peninsulares y los colonos americanos fue una auténtica guerra civil.
España no contaba con los medios necesarios para derrotar a los independentistas aunque buscó el
apoyo de la Santa Alianza. En cambio los americanos contaron siempre con el respaldo de EEUU y
Gran Bretaña, muy interesados en poder comerciar libremente con los mercados americanos.

You might also like