¿Qué está sucediendo en el interior de nuestras escuelas?
¿Responde la práctica educativa a las demandas de la sociedad del s. XXI?
Y con respecto al sistema educativo ¿Se están adoptando los cambios necesarios para que las “nuevas” teorías pedagógicas más adecuadas a las actuales sociedades avanzadas y democráticas en que vivimos, puedan encontrar su sitio en el aula? ¿Cuál será nuestro papel como futuros maestros dentro del proceso de renovación pedagógica actual del que nos aseguran seremos p7rotagonistas? Son muchas las preguntas que surgen y las voces que cuestionan la funcionalidad del sistema educativo, más aún en un tiempo en que la crisis económica deja al descubierto el divorcio existente entre el mundo laboral, necesitado de profesionales competentes, y la institución escolar que se mira el ombligo acomodada en una metodología docente unidireccional instructiva, organizada a través del aprendizaje de unos conocimientos disciplinares que la alejan de las expectativas que un mundo profesional globalizado tiene con respecto a la preparación de sus futuros trabajadores. La palabra fracaso escolar se mueve con soltura en ámbitos políticos y sociales además de encontrar amplio eco en los medios de comunicación; no es difícil que en la pescadería del mercado se escuchen referencias a lo mal parada que salió “España” en el último informe PISA y que acto seguido se abunde en la necesidad de volver a retomar con brío los aspectos más conservadores de la educación tradicional, sin darse cuenta que éstos son la causa de ese mal resultado, puesto que dicho informe, más que el simple hecho de conocer, evalúa la capacidad de relacionar, comprender, sintetizar, aplicar, contextualizar los contenidos que han sido objeto del aprendizaje por parte del alumno, un aprendizaje basado en la educación por competencias, cuya referencia es el marco teórico constructivista de renovación pedagógica, de amplia implantación en los sistemas educativos de los países del centro y norte de Europa, y que está empezando a abrirse paso en la realidad educativa de nuestro país, realidad que contrasta claramente con la avanzada legislación vigente que se encuentra en una situación de disfuncionalidad parecida a la que nos cita Tonucci(1990) sobre el sistema italiano: “Nuestra escuela vive actualmente en una ilegalidad práctica, incapaz de aplicar sus normativas y temiendo que lleguen otras, aún mas avanzadas”. Pues bien, para poder comenzar a responder a las preguntas que nos hemos planteado más arriba, tendríamos que ver cuáles son las características de la educación tradicional vigente hasta ahora y que aún hoy se mantiene en las aulas de nuestro país, cuáles son la causas que han llevado este sistema a la citada crisis actual y cuál es la solución que propone el marco teórico constructivista a través de una enseñanza- aprendizaje por competencias. En primer lugar, atendamos a los orígenes de la escuela como una institución elitista que se ocupaba de completar la cultura aprendida en el seno de las buenas familias y que “enriquecía estas bases culturales con los conocimientos , las habilidades que se necesitan para ocupar el sitio en la sociedad que por nacimiento correspondía a sus alumnos”, (Tonucci, “Enseñar o Aprender. La escuela como investigación quince años después” (1990)), atendiendo a ésto nos es fácil comprender como una de las principales característica de la educación tradicional es su vocación elitista, partiendo de una concepción del sistema escolar que pretende ser selectiva mediante la superación de una serie de etapas sucesivas pensadas cada una de ellas siempre en función de las necesidades de la etapa anterior, carácter propedéutico, y cuyo fin último es el de llegar a la universidad. Como ejemplo podríamos fijarnos en el término preescolar que la actual ley educativa LOE ha excluido de su concepción de la estructura del sistema educativo ya que privaba de autonomía a la educación infantil y únicamente la dotaba de sentido como preparación para la educación primaria. Y es la misma concepción propedéutica de carrera, la que lleva implícita en su interior el carácter selectivo del sistema tradicional, puesto que es imposible que todos los estudiantes puedan y quieran ser universitarios, para lo cual hay que dejar en el camino una serie de individuos “no aptos”. Además, para poder conseguir la selección se tienen que ir superando una serie de pruebas, exámenes escritos, cuya expresión máxima es la prueba de Selectividad. Esto a su vez provoca que en las aulas se forme a los alumnos en aquellas capacidades que permitan superar los citados exámenes escritos, lo que a su vez da pie a que la enseñanza se ciña a la transmisión-reproducción de una serie de materias referidas a disciplinas científicas tradicionales bajo el prisma del saber por saber, condicionando por último que el aprendizaje se convierta en una memorización mecánica sin necesidad de comprensión y que deja de lado el saber hacer y el saber ser que J. Delors había establecido como Pilares Básicos de la Educación en su informe de la UNESCO, 1996. Como es lógico esta concepción tradicional de una carrera de obstáculos choca de frente con los fundamentos de una sociedad democrática, lo que ha provocado una crisis de esta forma de enfocar la educación que según Zabala en su libro “11 ideas clave: como aprender y enseñar competencias” (2007) obedece principalmente a tres causas: 1.-El cambio profundo en la Universidad debido al “Plan Bolonia” de convergencia europea, que ha introducido las competencias en el mundo de la enseñanza universitaria. 2.-La función social de la educación que es incompatible con el sistema selectivo y propedéutico del que hemos hablado ya que fomenta las desigualdades sociales y deja de lado la función orientadora de la educación que posibilita el desarrollo del individuo. 3.-La presión social que exige una mayor funcionalidad de la educación, y que ante la incapacidad de los ciudadanos para saber utilizar los conocimientos que “teóricamente” poseen tras su paso por la escuela, pone en evidencia la necesidad del uso de las competencias en el sistema educativo con sus componentes procedimentales y actitudinales como solución de dicha situación. Pero como a pesar de esta crisis, como ya hemos explicado más arriba, esta concepción tradicional del sistema de enseñanza aprendizaje sigue siendo una realidad tozuda, veamos más de cerca, ayudados por Zabala y Tonucci, otros rasgos que la caracterizan junto a su carácter propedeútico y selectivo. La enseñanza tradicional para Tonucci se basa en tres presupuestos principales expresados en su libro “Saber o aprender”(1990): a) “El niño no sabe y va a la escuela para aprender.” b) “El profesor sabe y va a la escuela para enseñar al que no sabe.” c)“La inteligencia es un vacío que se llena progresivamente por acumulación de conocimientos”. Sobre estos tres presupuestos se pueden colegir los principales principios generales de la educación tradicional, siguiendo así la lógica de los argumentos de Tonucci que en primer lugar nos habla de la homogeneización del alumnado a través del principio de “igualdad” que la escuela transmisiva persigue partiendo de la idea de que el niño no sabe, por lo tanto todos comienzan desde una misma base desde la que ir llenando el recipiente vacío de unos conocimientos, que también son iguales para todos, ignorando así cualquier adaptación individualizada para el aprendizaje, cualquier atención a la diversidad, cualquier estrategia de integración. Esto se traduce en una clasificación uniformada del alumnado que va de la separación rigurosa por edades, a la separación por sexos, e incluso por nivel de conocimientos ya dentro del aula. Este tipo de educación a su vez tiene que realizarse en una escuela cerrada y separada del entorno social y cultural en que se da, ya que “esta escuela no puede aceptar una confrontación con lo que sucede fuera de ella, ya que el planteamiento es que el niño no sabe” (Tonucci,1990). A los niños no se les permite que traigan objetos del exterior que los reafirmen en su carácter único, investigador, en su capacidad de aportar un granito de arena en el proceso del aprendizaje. Se produce un distanciamiento con respecto a la cultura, al debate, a la revisión y se acepta únicamente aquello que desde las disciplinas científicas se tiene por cierto e inamovible, para así poder seguir literalmente un libro de texto donde se recojan estas certezas, convirtiendo así esta herramienta en un elemento separador de la diversa y variable realidad sociocultural en la que vive el niño, de la posibilidad de aplicación de lo aprendido fuera del entorno escolar . Como muy bien señala Zabala (1990) en el desarrollo de sus 11 ideas clave con las que nos ayuda a comprender las competencias, “la escuela heredada es una escuela basada en el saber, en un conocimiento académico desligado la mayoría de las veces de su función. Se aprenden formulas, tablas, principios, conceptos, algoritmos,etc., de los que se valora fundamentalmente la capacidad para reproducirlos, no tanto para aplicarlos.”. Por otro lado esta escuela cerrada tiene muy clara la separación de papeles que tiene con respecto a las familias a las que cede la educación integral del niño necesarios para la vida corriente, para el desarrollo del individuo como persona y como ciudadano, y se reserva únicamente la formación en contenidos académicos. De esta manera “la escuela ostenta el monopolio del conocimiento académico, y en ella se enseña todo aquello que no puede ser aprendido de forma natural y sistemática en la familia, en las organizaciones de educación no formal o mediante los medios de comunicación”. Zabala(2007). Evidentemente con estos parámetros que establece una educación uniformadora en una escuela cerrada con unos contenidos inamobibles, la metodología utilizada por el docente no puede ser otra que la transmisiva, “la clase magistral y sus derivados, centrados en la exposición de la materia por parte del profesorado y el estudio posterior del alumnado” “basada en la secuencia exposición-estudio-ejercitación- prueba o examen”, Zabala(2007), donde el papel del alumno en el proceso del aprendizaje pasa por tres fases: 1.- Escuchar sin cuestionarse los conceptos recibidos, es decir sin la posibilidad de debatir (ya que no hay intercambios útiles entre los que no saben, Tonucci, 1990), sin contrasatar, investigar o integrar el conocimiento que más bien se acumula en una visión enciclopédica del saber, en la que el maestro es el incuestionable dominador absoluto de la materia, y donde la lección siempre es la sorpresa novedosa que sirve de contrapunto al vacío de conomientos del niño. 2.- Recordar utilizando para ello un proceso de memorización mecánica de los conocimientos que en muchos casos está exento de compresión y que siempre deja de lado estrategias que conduzcan el aprendizaje hacia la futura aplicación práctica de lo asimilado. 3.- Repetir de manera más o menos literal textos, definiciones y enunciados, que aunque ya han dejado de hacerse cantando siguen siendo un auténtico canto al saber por saber, ya que de esta forma no hay ningún elemento que contribuya a que dichos conocimientos adquieran un tinte de significación para el niño que emplea constantemente conceptos que aún no ha integrado. Este proceso conlleva que la elección de los contenidos agrupados en las disciplinas tradicionalmente aceptadas obedezcan a una lógica completamente arbitraria que ignora la forma en que los niños se acercan y avanzan en el conocimiento, que ignora completamente la experiencia y la realidad de donde el alumno extrae ese saber. Para cerrar el circulo de la educación tradicional tenemos que hablar de la única forma de evaluación coherente con todas las características educativas que hemos señalado más arriba, una forma de “medir el nivel de conocimientos conseguido en un recipiente que estaba vacío”, Tonucci,(1990), a través de la calificación y la sanción, donde el alumno y no el docente es el único responsable de los resultados. Además esta forma de evaluar adquiere vital importancia dentro del proceso de enseñanza- aprendizaje tradicional puesto que lo condiciona en dos de sus elementos esenciales. Por un lado el carácter finalista que lleva implícita esa visión propedéutica del sistema educativo, se traduce en que el objetivo último de la enseñanza sea la superación de las pruebas usando las notas como incentivo básico del estudio. Por otro lado, como muy bien nos apunta Zabala,(2007), condiciona los contenidos que se han de impartir, puesto que estos dependerán después de que puedan expresarse en una prueba escrita, en un tiempo limitado y cuya corrección no traiga demasiadas complicaciones al docente (no hay más que echar un vistazo a la enseñanza de idiomas en la educación secundaria de nuestro sistema). Como hemos visto el enfoque tradicional de la enseñanza se encuentra en un callejón sin salida ante una inoperatividad de la que ya empieza a ser consciente una sociedad que reclama soluciones y alternativas que den salida a ese fracasado sistema educativo. Ya a lo largo del s. XX fueron muchos los pedagogos y los maestros que adelantándose a su tiempo percibieron la necesidad del cambio, docentes valientes que buscaron a la hora de desarrollar sus experiencias pedagógicsas otra metodología educativa que se centrara más en el niño, más en el lado práctico del aprendizaje. Hablo de la denominada Escuela Nueva o Activa (Montessori, Decroly, Dewey, R. Sensat) que finalmente ha desembocado en la reciente realidad del s. XXI en un marco teórico que recoge lo mejor de esta “tradición nueva” y que por tanto parte de experiencias escolares concretas, que busca que sobre todo el niño sea el protagonista en la construcción de su propia educación, que transite por los cauces de una enseñanza por competencias que ensambla la teoría, la práctica y las actitudes para conseguir una formación integral y para la vida, que además no duda en aprovechar la arquitectura que el sistema tradicional nos ha legado tanto en recursos como en instituciones, como en disciplinas; me estoy refiriendo al marco “Constructivista” de renovación pedagógica del que a continuación expondremos algunos apuntes que nos ayuden a entender mejor nuestro presente y nuestro futuro educativo. En primer lugar creo para comprender el enfoque que la metodología constructivista quiere imprimir al actual modelo educativo hemos de entender que la finalidad esencial es la de poder realizar una formación que sea integral para la vida, es decir que el niño sea ayudado a desarrollarse en todos los aspectos cognitivos, afectivos y relacionales del individuo, así como en su capacidad para resolver los problemas que se le presenten a lo largo de la vida, una vida que debe de estar comprometida en la mejora de la sociedad. Esto supondría un enfoque multidisciplinar y globalizador de la educación que ponga a disposición del alumno contenidos factuales, conceptuales, procedimentales y actitudinales relacionados entre sí, lo que se traduce en un equilibrio entre teoría y práctica que deja de lado los compartimentos estancos de las disciplinas para buscar la transversalidad del aprendizaje. Llegado a este punto se hace necesario aclarar que se entiende por competencias, puesto que este concepto está en la base de toda formación integral. Zabala en su libro “11 ideas clave…” , nos aclara que este término proviene del mundo empresarial donde se entendía que una persona competente era aquella que podía realizar una tarea de forma satisfactoria y eficaz, y que de ahí se recogió como necesidad educativa ya que los alumnos que se incorporaban al mundo laboral no eran capaces de contextualizar sus conocimientos teóricos en situaciones prácticas reales. Por lo tanto la definición de competencia que resuelve dicho problema sería : “La capacidad o habilidad de efectuar tareas o hacer frente a situaciones diversas de forma eficaz en un contexto determinado. Y para ello es necesario movilizar actitudes, habilidades y conocimientos al mismo tiempo y de forma interrelacionada”, (Zabala,2007) es decir que en el ámbito educativo se tendrían que identificar los elementos que necesitamos para solucionar los problemas de diferente índole que encontraremos a lo largo de la vida, para que con ellos podamos realizar intervenciones eficaces en diferentes contextos, donde se movilicen simultáneamente de una forma interrelacionada: 1.- una serie de actitudes determinadas para dicha resolución. 2.- el dominio de unas habilidades y unas estrategias que conlleva la acción que se tiene que realizar. 3.- una base de conocimientos (conceptuales y factuales) teóricos sobre los que apoyar dicha acción. Como podemos imaginar la introducción de todos los elementos que incluye el concepto de las competencias dentro del ámbito educativo nos lleva a una serie de cambios profundos que van desde la transformación del proceso de enseñanza- aprendizaje con nuevas metodologías, nuevos contenidos más prácticos, una forma diferente de integrar los valores, las actitudes dentro de las mismas disciplinas, hasta los cambios que tiene que sufrir la organización de los centros y de las aulas, con estructuras más democráticas, participativas e integradoras. Estos cambios tienen que conseguir que las personas que salgan de nuestros centros educativos sean competentes tanto en una “dimensión social” participando en la transformación hacia una sociedad más justa y democrática, como en una “dimensión interpersonal” siendo capaz de comunicarse y convivir con empatía y solidaridad, competentes en una “dimensión personal” que cultive el espíritu crítico desde la autonomía que proporciona el conocimiento de uno mismo, y en una “dimensión profesional” que nos permita ejercer una tarea profesional eficazmente de manera que nos permita desarrollarnos como personas. En cuanto a los cambios metodológicos que se tienen que incluir no son pocos puesto que tienen que recorrer el camino que va desde la idea que la enseñanza tradicional tenía del niño como elemento pasivo y receptor, a otra concepción donde el niño ha de ser el centro activo de la construcción de sus propios conocimientos. Los principios que Tonucci (1990) nos expone al hablar de la escuela constructiva nos acercan a este concepto: “1.- El niño sabe y va a la escuela para reflexionar sobre sus conocimientos, organizarlos, profundizarlos, enriquecerlos y desarrollarlos dentro del grupo. 2.- El profesor garantiza que cada alumno pueda conseguir los niveles más elevados posibles (de conocimientos, sociales, operativos), con la participación de todo el mundo. 3.- La inteligencia es un recipiente lleno que se modifica y se enriquece por reestructuración.” Partiendo de esta base nos acercamos a un aprendizaje activo, que como hemos visto antes en la definición de competencia tiene que conseguir que el alumno pueda jugar con esquemas de actuación que integran al mismo tiempo conocimientos, procedimientos y actitudes, lo que implica un enfoque profundo de ese aprendizaje que implique el dominio de lo aprendido y que permita su utilización en situaciones reales. Y es aquí cuando llegamos al centro del cambio que supone la metodología constructivista, puesto que para dominar los contenidos es necesario que el proceso educativo se realice de una manera funcional y significativa, como dice Tonucci 1990, partir de lo más cercano al niño para que se produzca un conocimiento real y directo y crítico( “Partir de lo que es más cercano al niño implica una revolución metodológica total”). Y para desarrollar dicha revolución en primer lugar y para que se produzca un aprendizaje significativo donde el protagonista activo sea el niño tenemos que partir de los esquemas de conocimientos que ya posee y que pueden tener diferentes prodedencias (medios de comunicación familia, escuela). Sobre estos esquemas previos se tendrá que construir el nuevo conocimiento a través de una actividad mental que resuelva su modificación ¿Cómo? Pues creando un proceso de desequilibrio-equilibrio- nuevo desequilibrio que el maestro ha de provocar presentando conflictos asequibles (“Cuando la distancia entre lo que se sabe y lo que se tiene que aprender es adecuada”Zabala,2007) que consigan del alumno una motivación intrínseca en el proceso. Como ya se ha podido entrever el papel del docente deja de ser el aquel que tiene una verdad absoluta que comunicar para tomar un nuevo rol en el proceso de enseñanza aprendizaje, el rol de mediador (“El maestro no es el saber, es simplemente un mediador: sabe buscarlo allá donde está en las mejores condiciones posibles” Tonucci, 1990.). Y es aquí donde aparecen lo que se ha llamado Zonas de Desarrollo Próximo, ZDP, (Vigotsky,1979) que consisten en la distancia entre lo que se es capaz de resolver un alumno con independencia en la adquisición de un nuevo esquema de conocimiento, y el nivel que se puede conseguir con la ayuda de un compañero o el maestro. Este concepto ayuda a perfilar la nuevas características de la actividad docente que tendrá que generar dichas ZDP como trampolines desde los que zambullirse en el mar de los nuevos conocimientos, trampolines que no sean muy altos y que no causen vértigo, que faciliten el aprendizaje con diferentes estratégias que tengan en cuenta la diversidad, que generen un buen clima de confianza, en la clase que facilite la cooperación y el intercambio de experiencias, además de provocar la observación, el análisis, la investigación, en definitiva la curiosidad y la motivación del aprender por aprender que lleva en sí mismo todo aprendizaje significativo. Pero este cambio que se produce tanto en el papel del alumno como en el del docente no podría llevarse a cabo si no va acompañado de un cambio organizativo tanto a nivel de los centros como a nivel de las aulas. Zabala nos muestra su lado más pragmático cuando nos señala cómo el camino de la educación por competencias solo pueden realizarse sobre la estructura de la escuela tradicional buscando una transversalidad de las disciplinas científicas aceptadas que incluya contenidos factuales, conceptuales, procedimentales y actitudinales a través de una visión globalizadora de los contenidos. Por lo tanto el verdadero cambio se llevaría a cabo a través de nuevas formas de organizativas en las escuelas y en el aula que pasarían por la apertura de los centros escolares a la sociedad, a la participación activa de las familias. Que potenciaría los intercambios de experiencias entre los diferentes centros a nivel de claustros y de alumnado. Que daría la importancia que tiene a la acción tutorial, favoreciendo la cercanía con el alumnado y el trato diferencial. Que despliega diferentes formas de participación en las aulas a través de diferentes dinámicas de grupo, transformación del espacio según las necesidades educativas, estrategias cooperativas entre los alumnos de edades diferentes. Por último y como ya habíamos hecho anteriormente con la educación tradicional nos fijaremos en qué forma de evaluación no señalan los autores constructivistas como la más adecuada para una educación por competencias. Tonucci, (1990) nos habla claramente de la falta de sentido que tiene tanto tratar de medir el nivel final de los aprendizajes, como tratar de evaluarlos a través de la memoria y la intuición sin posibilidad de contrastar rastros valorables del proceso. Evidentemente la escuela constructivista que parte de la participación activa del niño en la construcción de su aprendizaje va dejando en el proceso una serie de ladrillos evaluables en el edificio de sus conocimientos que junto la observación del día a día del aula, las notas del maestro, documentación , trabajos, pruebas objetivas, conforman un corpus documental que nos permite establecer “una evaluación contínua de los niveles de crecimiento de cada niño y del trabajo propio (docente)” Tonucci,(1990). Se deja atrás el carácter finalista de la evaluación, ahora se presigue un proceso de aprendizaje, de perfeccionamiento, de retroalimentación sobre los fallos cometidos, donde el error es una nueva oportunidad para avanzar por lo que ya no tiene sentido la sanción ni la calificación. Por último cabría señalar que dado el carácter predominantemente práctico de la educación constructivista por competencias, la evaluación de las mismas tendría que tener en cuenta que el objetivo final siempre es el de ser capaz de responder de forma eficiente ante una situación real, por lo tanto la forma obtener información sobre los avances, las dificultades, la capacidad que los alumnos van teniendo a la hora de obtener una determinada competencia, se deberá realizar a través de supuestos prácticos, situaciones-problemas que a través de material auténtico o simulaciones muestren las diferentes dificultades, recursos y ayudas con que tendrían contar para intervenir en dicha situación para llegar finalmente a la resolución del problema u obtener el conocimiento perseguido. Para cerrar este trabajo quiero señalar que me siento inmensamente agradecido a todos aquellos pedagogos, maestros y profesionales de la docencia que han contribuido a que la evolución entre las dos formas de educar que hemos visto a grandes rasgos a lo largo del trabajo, ya sea un hecho. A los futuros maestros se nos asegura que ya no hay marcha atrás, que las competencias han llegado a nuestros sistemas educativos para quedarse y que el sentido de la utopía que supone un cambio profundo que deje atrás los defectos del sistema tradicional, no es un viaje hacia la quimera sino como muy bien dijo Zabala en una conferencia pronunciada recientemente en la U.I.B. un “Ir haciendo camino”. EVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN ( De la Educación Tradicional al Marco Constructivista)
José López Villalba
Bases Didàctiques i disseny curricular Gemma, te pido disculpas por entregarte el trabajo fuera de plazo, sobre todo después de haber hablado sobre el tema personalmente. Tuve dudas de si darte el trabajo una vez acabado el tiempo de entrega o no, pero finalmente he decidido hacerlo. Gracias. José López Villalba