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Enfermedad de Alzheimer

INTRODUCCIÓN
Es una enfermedad degenerativa que afecta al cerebro y que origina un deterioro
gradual y progresivo de la memoria, la percepción del tiempo y el espacio, el lenguaje
y, finalmente, la capacidad de cuidar de uno mismo. La enfermedad fue descrita por
primera vez en 1906 por el psiquiatra alemán Alois Alzheimer. Al principio se pensaba
que esa enfermedad era un trastorno poco frecuente que afectaba solo a gente joven,
por lo que se consideró una forma de demencia presenil. Hoy en día, la enfermedad
de Alzheimer de inicio tardío se considera la causa más importante de demencia en la
población por encima de los 65 años. La enfermedad que aparece en personas de 30,
40 o 50 años, llamada enfermedad de Alzheimer de inicio temprano, es mucho menos
frecuente.
Aunque la enfermedad de Alzheimer no forma parte del proceso normal del
envejecimiento, el riesgo de desarrollar la enfermedad aumenta con la edad. La
enfermedad de Alzheimer es devastadora, no solo para los pacientes, sino también
para la familia y aquellas personas que atienden al enfermo. Algunos pacientes
sienten grandes temores y frustraciones al intentar realizar las actividades cotidianas y
advertir como pierden lentamente su independencia. La familia, los amigos y
sobretodo los encargados de su cuidado diario, experimentan un sufrimiento y estrés
importantes conforme son testigos de cómo la enfermedad va arrebatándoles
lentamente a su ser querido.

SÍNTOMAS
Por lo general, el comienzo de la enfermedad es progresivo. En las fases iniciales, los
pacientes tienen problemas relativamente leves para asimilar conocimientos nuevos y
para recordar dónde han dejado objetos de uso común, como las llaves o la cartera.
Con el tiempo, comienzan a tener dificultades para recordar hechos recientes y para
encontrar las palabras adecuadas para expresarse. Al avanzar la enfermedad, pueden
olvidar el mes o el día de la semana o desorientarse con facilidad en lugares
totalmente familiares para ellos. Pueden tener tendencia a caminar sin rumbo fijo,
siendo incapaces de encontrar el camino de vuelta. Es frecuente que los pacientes se
muestren irritables y retraídos conforme se enfrentan al miedo y la frustración que les
produce el hecho de que las tareas que antes eran cotidianas ahora les resulten
extrañas y les atemoricen. Los cambios de comportamiento pueden ser más
pronunciados cuando los enfermos son incapaces de mantener una conversación
normal y presentan un estado paranoide o delirante.
Con el tiempo, las personas afectadas quedan completamente incapacitadas y no
pueden realizar por si mismos las funciones diarias más básicas, como comer o ir al
cuarto de baño. Los pacientes con Alzheimer pueden vivir muchos años con la
enfermedad y, por lo general, la muerte se debe a otros trastornos como malnutrición,
cardiopatías o infecciones secundarias. El periodo de tiempo que transcurre
habitualmente entre el diagnóstico de la enfermedad y el fallecimiento del paciente es
de siete a diez años, pero esa cifra es muy variable y puede oscilar entre tres y veinte
años, según la edad de inicio, la presencia de otras enfermedades y la asistencia
recibida.

ANOMALIAS CEREBRALES
En el cerebro de los pacientes con Alzheimer se detectan hallazgos microscópicos
diferenciados: ovillos neurofibrilares y placas de proteínas anómalas, que se
consideran el elemento característico de la enfermedad. No todas las regiones
cerebrales presentan esas lesiones. Las zonas más afectadas son las relacionadas
con la memoria.
Los ovillos son largos filamentos gruesos presentes en el interior de las células
nerviosas o neuronas. Los científicos han descubierto que cuando una proteína
denominada tau se altera, puede formar los ovillos característicos en el cerebro de un
paciente con Alzheimer. En el cerebro sano esa proteína tau proporciona soporte
estructural a las neuronas, pero en el paciente con Alzheimer ese soporte estructural
se colapsa.
Las placas o acumulaciones se forman fuera de las neuronas, en el tejido cerebral
adyacente. Se ha descubierto que un tipo de proteína, denominada proteína
precursora amiloide, forma placas tóxicas cuando se degrada. Los investigadores han
identificado la enzima beta-secretasa, que se cree que es responsable de una de las
dos escisiones de la proteína precursora amiloide. También se ha identificado otra
enzima, denominada gamma-secretasa, responsable de la segunda escisión de la
proteína precursora amiloide. Esas dos enzimas rompen la proteína precursora
amiloide en fragmentos, que después se acumulan para formar placas que son tóxicas
para las neuronas.
Los científicos han observado en el cerebro de los pacientes con Alzheimer que los
ovillos y las placas producen la contracción y, con el tiempo, la muerte de las
neuronas, al principio en los centros de la memoria y el lenguaje, y finalmente en todo
el cerebro. Esa degeneración neuronal generalizada produce defectos en la red de
conexiones cerebrales que pueden interferir con la comunicación entre las neuronas,
provocando algunos de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer.
Los pacientes con Alzheimer tienen una concentración menor de neurotransmisores,
sustancias que envían mensajes entre las neuronas. Por ejemplo, parece que la
enfermedad de Alzheimer disminuye la concentración del neurotransmisor acetilcolina,
que se sabe que participa en la memoria. Una deficiencia de otros neurotransmisores
como la somatostatina y el factor liberador de corticotropina, sobre todo en los
pacientes más jóvenes, la serotonina y la noradrenalina, interfiere también con la
comunicación normal entre las neuronas.

CAUSAS
Las causas de la enfermedad de Alzheimer siguen siendo un misterio; sin embargo,
los científicos han observado que, respecto a la población general, existen
determinados grupos que tienen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de
desarrollar la enfermedad. Por ejemplo, las personas con antecedentes familiares de
enfermedad de Alzheimer tienen, por lo general, más probabilidades de padecer la
enfermedad.
Una gran parte de la investigación más prometedora sobre el Alzheimer es la que está
realizándose en el campo de la genética, con la intención de identificar la importancia
de los antecedentes familiares en el desarrollo de la enfermedad. Los científicos han
detectado que las personas portadoras de una versión específica del gen
apolipoproteína E (gen apoE), presente en el cromosoma 19, tiene una probabilidad
varias veces mayor de presentar Alzheimer que las portadoras de otras versiones del
gen apoE. La versión más frecuente de ese gen en la población es apoE3. Sin
embargo, casi la mitad de los pacientes con Alzheimer de inicio tardío tienen la versión
menos frecuente, apoE4, y la investigación ha demostrado que ese gen es importante
en el desarrollo de la enfermedad. Los científicos también han encontrado pruebas de
que las variaciones en uno o más genes localizados en el cromosoma 1, 10 y 14
pueden aumentar el riesgo de que una persona tenga Alzheimer. Se han identificado
las variaciones en los genes presentes en el cromosoma 1 y 14 y se ha comprobado
que esos genes producen mutaciones en proteínas denominadas presenilinas. Esas
proteínas mutadas desencadenan aparentemente la actividad de la enzima gamma-
secretasa, que escinde la proteína precursora amiloide.
También se han conseguido progresos similares en la investigación del Alzheimer de
inicio temprano. Se ha relacionado una serie de mutaciones genéticas presentes en
pacientes con Alzheimer de inicio temprano con la producción de proteína precursora
amiloide, la proteína presente en las placas que podría estar implicada en la
destrucción de las neuronas. Existe una mutación que es de especial interés para los
genetistas porque afecta a un gen implicado en una enfermedad de origen genético, el
síndrome de Down. Las personas con síndrome de Down suelen presentar, conforme
envejecen, placas y ovillos en su cerebro y los investigadores piensan que los avances
en el conocimiento de las similitudes entre el síndrome de Down y la enfermedad de
Alzheimer permitirán conocer mejor la base genética de la enfermedad.
Algunos estudios señalan que uno o más factores no relacionados con la genética
pueden determinar la presencia de la enfermedad. Un estudio publicado en febrero del
2001 comparó la población de Ibadán, Nigeria, que se alimenta principalmente con
una dieta vegetariana pobre en grasas, con los afroamericanos residentes en
Indianápolis, Indiana, cuya dieta incluye una gran variedad de alimentos ricos en
grasas. Los nigerianos presentaban menos probabilidades de desarrollar la
enfermedad de Alzheimer en comparación con los estadounidenses. Algunos expertos
sospechan que ciertos problemas de salud como la hipertensión arterial, la
aterosclerosis (arterias obstruidas por depósitos grasos), la concentración elevada de
colesterol u otros problemas cardiovasculares podrían influir en el desarrollo de la
enfermedad.
Otros estudios indican que ciertos factores ambientales podrían ser también la causa
de la enfermedad de Alzheimer. Por ejemplo, un estudio señaló que una concentración
elevada de aluminio en el cerebro podría ser un factor de riesgo. Diferentes expertos
iniciaron proyectos de investigación para analizar en profundidad esa relación, pero no
hallaron pruebas concluyentes sobre la relación entre el aluminio y la enfermedad de
Alzheimer. Del mismo modo, las investigaciones sobre otras posibles causas
ambientales, como la exposición al cinc, virus y tóxicos alimentarios, aunque
resultaron prometedoras al principio, casi siempre han obtenido resultados no
concluyentes.
Algunos estudios indican que los traumatismos craneoencefálicos podrían
desencadenar un proceso degenerativo que conduce a la enfermedad de Alzheimer.
En un estudio se revisaron las historias clínicas de veteranos de la II Guerra Mundial
(1939-1945) y se estableció una relación entre un traumatismo craneoencefálico grave
al comienzo de la edad adulta y la enfermedad de Alzheimer a una edad más
avanzada. Ese estudio también evaluó otros factores que podrían influir en el
desarrollo de la enfermedad entre los veteranos, como la presencia del gen apoE, pero
no se identificaron otras relaciones.

DIAGNÓSTICO
La enfermedad de Alzheimer solo se diagnostica con certeza mediante la
demostración, en el análisis al microscopio del tejido cerebral, de la presencia de
placas y ovillos característicos y eso solo es posible tras la muerte del paciente. En los
pacientes vivos, los médicos se basan en otras técnicas para establecer un
diagnóstico probable de enfermedad de Alzheimer. Para ello, se comienza por
descartar otros trastornos que provocan pérdida de memoria, como un accidente
cerebrovascular, una depresión, el alcoholismo o la adicción a ciertos medicamentos.
Se realiza una exploración global del enfermo, incluso con escáner cerebral, para
descartar otros trastornos. Puede realizarse una evaluación detallada del paciente,
denominada exploración neuropsicológica, diseñada para valorar su capacidad para
realizar actividades mentales específicas. Eso ayuda al médico a determinar si el
paciente presenta los síntomas característicos de la enfermedad de Alzheimer: pérdida
progresiva de memoria, dificultades con el lenguaje y problemas de orientación
temporal y espacial. Además, se recogen los datos relativos a los antecedentes
médicos familiares para conocer la existencia de enfermedades graves pasadas, que
puedan aportar información valiosa sobre los síntomas actuales del paciente.
TRATAMIENTO
No se conoce un tratamiento curativo para la enfermedad de Alzheimer, por lo que el
tratamiento está dirigido a mejorar los síntomas e intentar ralentizar la evolución de la
enfermedad. En la actualidad, se utilizan medicamentos que potencian o mejoran la
función de la acetilcolina cerebral, el neurotransmisor que participa en la memoria.
Esos fármacos reciben el nombre de inhibidores de la acetilcolinesterasa y producen
efectos modestos, pero claramente positivos sobre los síntomas. Esos medicamentos
pueden beneficiar a los pacientes en todas las fases de la enfermedad, pero son
especialmente efectivos en la fase intermedia. Ese efecto es coherente con las
pruebas recientes que demuestran que, al principio de la enfermedad, la concentración
de acetilcolina puede ser normal.
Otros hallazgos demuestran que en el cerebro de esos pacientes existe un fenómeno
inflamatorio, que podría estar relacionado con la producción de la proteína precursora
amiloide. Se están llevando a cabo estudios para encontrar fármacos que eviten esa
inflamación, lo que podría ralentizar o incluso detener el avance de la enfermedad.
Otros métodos prometedores se centran en los mecanismos que participan en la
producción o acumulación de la proteína precursora amiloide. Existen medicamentos
en fase de desarrollo que pueden bloquear la actividad de las enzimas que escinden la
proteína precursora amiloide, lo que interrumpiría su producción. Otros estudios,
realizados en ratones, indican que la vacunación de los animales con proteína
precursora amiloide puede producir una reacción que elimina la proteína precursora
amiloide del cerebro. Los médicos han puesto en marcha estudios de vacunación en el
ser humano para determinar si es posible conseguir esos mismos efectos
potencialmente beneficiosos. Queda mucho por aprender, pero conforme los expertos
van conociendo mejor los componentes genéticos del Alzheimer, la importancia de la
proteína precursora amiloide y de la proteína tau en el desarrollo de la enfermedad, y
los mecanismos de la degeneración neuronal, aumenta la probabilidad de obtener un
tratamiento apropiado.

CUIDADO DE LOS PACIENTES CON ALZHEIMER


La responsabilidad de la asistencia de los pacientes con Alzheimer recae por lo
general en su cónyuge e hijos. Las personas que lo atienden deben estar siempre en
alerta debido a la posibilidad de que el paciente con Alzheimer camine sin rumbo fijo o
presente agitación o confusión, que pueda resultar peligrosa para él mismo o para los
demás. Afrontar el deterioro de una persona amada y su incapacidad para reconocer a
los familiares produce un sufrimiento emocional muy intenso.
La carga adicional que soportan las familias es grande, por lo que la vida de la
persona que se ocupa de un enfermo con Alzheimer se denomina a menudo “día de
36 horas”. Como cabe esperar, esas personas suelen presentar problemas físicos y
psicológicos, como resultado de esa sobrecarga. En muchos países existen
asociaciones de familiares de enfermos con Alzheimer que ofrecen información, apoyo
y consejo.

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