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1 – Introducción a la
cultura nacional.
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escritos
paraguayos
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Introducción a la
cultura nacional
I. S. B. N.
Dibujo de cubierta y fotografía del autor: Gerardo López Salvioni
Fotografías: archivo fotográfico de Manuel Rivarola Mernes
Se reconocen los derechos de autor, quien ha autorizado en vida esta edición digital
Permitida la descarga e impresión para uso particular y docente.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
"He leído su libro de un tirón, pese a ser un severo análisis de un proceso cultural
sometido a definidas periodizaciones: romanticismo, novecentismo, modernismo. Pero se lee
con el interés de una novela o se lo admira como un gran fresco cuyas grandes líneas van
demarcando la identidad de un país. Desde cualquier ángulo que se mire el fresco, desde
cualquier página que se acceda a su libro, uno percibe siempre la unidad del conjunto: la
aventura de una cultura cuyos momentos creadores de ningún modo resultan ser fragmentos o
retazos dispuestos dentro de un "collage" azaroso. Aunque Ud. señale algunos momentos de
ruptura, siempre predomina la continuidad de una historia, la voluntad de una realización
colectiva, el alma de un país.
"Pero esta vida macroscópica del fresco, no impide que se la descubra también en los
detalles, en las escenas fugaces, la pintura de los personajes, sus obras, sus vicisitudes.
"Ud. ha tenido el mérito de haber podido volcar en su obra una actividad literaria de años,
un saber histórico inmenso. Al cabo de los años uno acumula, con frecuencia, peso muerto,
hojarasca, páginas circunstanciales. Escribir es un ejercicio de despojamiento. Ese no ha sido
su caso. Ud. acumuló un material selectivo que, con el paso del tiempo, siguió vivo: la prueba
es el esplendor de la mayoría de sus páginas en las que se advierte, además, la maestría de
un escritor de primer orden. No vacilo en afirmarlo enfáticamente: su estilo es brillante, vivaz,
transparente, nada ampuloso ni grandilocuente, de trazo firme, severidad intelectual pero no
menos apasionado. Estilo de ensayista sin pelos en la lengua, tentado por el tono polémico o
agresivo (sobre todo si se trata de algún país vecino) pero sin caer en él porque priva siempre
la mesura o porque le interesa más la verdad que ridiculizar a un adversario. Páginas como las
de los dos primeros ensayos sobre Casaccia son memorables. Y tantas otras.
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"Uno advierte que su hermenéutica tanto histórica como literaria es objetiva pero no
inerte, es tanto puntillista como omnicomprensiva. Se cuida de no caer en las trampas del
subjetivismo, la ideología, el resentimiento aldeano, el pueblerino culto al héroe, o el artificial
engorde de acontecimientos comunes. Hay una notable mesura en sus trazos, aun cuando no
ahorre comentarios intencionados sobre los prejuicios cristalizados de una historiografía
egolátrica o perezosa. Quiero decir nuevamente que detrás de su metodología cuidadosa hay,
sobre todo, un acto de amor a un pueblo, una fidelidad vigilante a su destino que Ud. quiere
comprender y enaltecer...
Victor Massuh1
1 N. de la D.: El Prof. Dr. Víctor Massuh es un eminente filósofo argentino y un pensador de prestigio en nuestra América. Ha sido, además,
embajador de su país en la UNESCO.
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Los temas propios de este libro están vinculados a una idea de conjunto que ha procedido
de las investigaciones culturales y bibliográficas emprendidas por el autor desde casi cincuenta
años a esta parte. Esto quiere significar que ellos siguen una línea de unidad que en definitiva
habrá que comprender todo el proceso de la cultura nacional o, cuanto menos, su evolución
moderna.
Aunque los estudios incluidos aquí corresponden a épocas distintas se ha considerado
oportuno reunirlos no de acuerdo a un orden cronológico que permita agruparlos conforme al
tiempo en que fueron redactados, sino en capítulos que se refieren al quehacer de esta cultura,
a su lento pero efectivo transitar por límites de creación, en lo que hace a su vecindad
rioplatense y a su proyección hispano-americana.
En la mayoría de los casos estas páginas incorporan de preferencia a determinados
autores por sobre aquellos nombres cuya justificación podría encontrarse, más que nada, en la
perdurabilidad de su tarea histórica. Pero no por ello ha de considerárselos fuera de ese
proceso, ya que su ausencia determinaría un verdadero vacío, difícil de explicar por su misma
trascendencia.
El sector destinado a Los Precursores incluye a Ruy Díaz de Guzmán y al Dr. Francia no
porque pudieran haberlo sido de la subsiguiente etapa dedicada al Romanticismo, sino porque
sus antecedentes los ubican como antecesores en el hacer de una cultura que después de
ellos comenzaría a advertir los síntomas de una aleación no drástica pero sí efectiva, aún en
pequeña escala por entonces y hasta poco después.
Los aportes alusivos al Romanticismo propiamente dicho se inician con el emprendimiento
cultural de don Carlos Antonio López, desde la fundación del aula de Filosofía y la aparición de
la revista La Aurora hasta el reintegro al país de las hermanas Speratti, pasando por la
actuación de algunos escritores que en mucho no superaron la línea del siglo XX.
Entre los maestros nacionales que condujeron el avance de toda una generación debe
citarse, indudablemente, a Cecilio Báez, titular de la famosa y aún no del todo desentrañada
polémica histórica de octubre de 1902. Importa señalarlo, además, por no haber sido -a pesar
de aquellas circunstancias y porque razones de época se lo impedían- antes que un
novecentista nato, su más firme orientador hasta la quiebra generacional ya mencionada.
En cuanto a la proyección del Novecentismo, bien se sabe que aunque su trayectoria se
inicia con los albores del siglo, la prolongación de su influencia llega hasta las vísperas de la
guerra del Chaco, suceso éste que corta en dos la vida paraguaya, terminando con ese
conflicto la vigencia de una modernidad iniciada en la posguerra del 70.
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Los fundamentos teóricos de estos trabajos tienen lejanos orígenes: deben señalárselos
a partir de diciembre de 1954, cuando el autor logra esbozar, desde su residencia aregüeña de
Isla Valle, los primeros lineamientos, por entonces circunscritos a la evolución propia de la
literatura nacional. Más tarde y desde 1968, aquéllos quedarán notoriamente ampliados al
sumárseles capítulos que se relacionan con las bases históricas, sociológicas y educacionales
de la cultura paraguaya.
Con el correr de los años y la parcelación de las épocas por las que los mismos fueron
atravesando se logra un más seguro ajuste, el que permitirá, a la vez una adecuada separación
entre lo meramente expositivo de un Curso -que a eso estuvo destinado el plan 1969-1970 y el
trazado de un esquema previsto para integrar la estructura de un libro.
A ese respecto se hace necesario aclarar que los ensayos ofrecidos con anterioridad por
otros autores están lejos de justificar la verdadera imagen del país, ya que ellos se han
manifestado a través de pautas de no difícil delimitación, pero a los que por lo común suele
soslayárselos en beneficio de un menor esfuerzo, que casi siempre traduce resultados de
copia.
que consiga poner al Paraguay en trance de superar su antigua retracción, en cuyos resultados
lo mediterráneo apenas si juega un papel secundario.
Se trata de saber qué vínculos o qué desencuentros han unido o separado a los
integrantes de ese agrupamiento del quehacer de otras nucleaciones románticas de nuestra
América, partiendo de las más cercanas. Y qué es lo que, en resumen, ha anudado o
distanciado al romanticismo paraguayo de los que a su hora surgieran en la Argentina o el
Uruguay.
Si bien este capítulo romántico -en su rigurosa acepción- se detiene en los lindes del
900, habrá que reconocer la supervivencia de una prolongación posromántica que,
demorándose en una época distinta y con diferenciación de personas y matices, se mantendrá
hasta 1915, aún cuando en una valoración comparativa externa esto pudiera representar un
flagrante anacronismo.
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Es por eso que en el ámbito mismo del 900, como no ocurriera en otras latitudes de
nuestra América, tiene lugar a la vez, en lo literario: el posromanticismo, el premodernismo, el
auge modernista propiamente dicho -uno detrás del otro-, y en el aspecto doctrinal o del
pensamiento: el Krausismo español, el positivismo y las primeras reacciones
pragmatistas, vitalistas, metafísicas y espiritualistas, en un tramo de tan sólo treinta
y cinco años (1900-1935).
Curioso resulta señalar que los núcleos promocionales que asistieron al nacimiento del
tercer grupo modernista -identificado con la revista “Crónica”- y los posteriores de “Juventud”,
que integran un cuarto y final- fueron reuniéndose en torno al novecentismo. En esa disposición
de ánimo, que si no de aceptación era de acompañamiento, adoptaron, en no escasas
ocasiones, sus gustos literarios, sus experiencias intelectuales y hasta su postulación histórica.
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no pasa igual cosa con el novecentismo, que, en cambio, comprende todo un ciclo, tributario a
su vez de otro sumamente extenso, que ya hemos dimensionado y que abarca nada menos -no
está demás repetirlo- que la marcha corriente de treinta y cinco años, superando en mucho
hasta el propio ciclo vital de varios de sus componentes.
Aún así será preciso recalcar que la coexistencia -un tanto paradójica- con modernismo
y posmodernismo -el primero de ellos, como hemos visto, generado en sus entrañas-, no se
debe a simple casualidad sino a su propia y extensa condición de movimiento.
Incluso ese “constitucionalismo” se transformó en una rama casi poética del Derecho
cuando uno de sus más eminentes maestros, el doctor Manuel Domínguez, tuvo que ir a
compartir “con las alimañas del Chaco” -según expresara don Arsenio López Decoud- sus
fervores por aquella disciplina, aludiendo, sin eufemismo alguno, a un confinamiento sufrido,
con ese motivo, por el mencionado pensador novecentista.
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Por supuesto que no ubicamos allí, en la atmósfera propicia a los escarceos de los
hombres prácticos, a aquellas mentalidades doctrinarias que, sin mucho éxito pero con
indudable entereza moral, actuaron a través de esos setenta años esquivando, en no pocos
trances los asedios de una política basada en el ejercicio del mbareté, y avituallada o
alimentada hasta en las mismas filas a que aquellos pertenecían.
Esos nombres -desde luego que sin desmedro de otros- pueden ser salvados de la
indiscriminación común por haber sido los encargados de rescatar, en momentos dramáticos,
el ideario de un Paraguay capaz de evidenciarse con respecto de las respectivas procedencias
partidarias, sin necesidad de atizarlas o enfrentarlas.
Un giro sin precedentes, no por cierto un tímido paliativo reformista, tendría que haberse
producido irreversiblemente como consecuencia de la inevitable mutación de valoraciones
universales, a las que el país no había podido permanecer ajeno. Todo un mundo de
grandezas y apariencias (cuyo desgaste ha desmenuzado Gabriel Casaccia en sus novelas)
amenaza derrumbarse sin remedio. Es que, por nueva y terrible paradoja, la victoria de la
guerra del Chaco se convierte en derrota para quienes la orientaron y condujeron. Desde
aquellos tiempos la vida nacional ha de ser otra y es por eso que el Paraguay se ve en la
situación de asimilar también aquella experiencia, la que a su vez pasará a tener distintos
lineamientos y un diverso destino.
Para mal de los males tres de esas mentalidades de excepción -por lo que fueron- que
hubieran podido llevar el proceso a buen fin, cada cual desde sus distintas posiciones,
desaparecieron jóvenes aún, en un lapso de apenas trece años (1920-1933): Ignacio A. Pane,
que murió a los 39, en pleno prestigio intelectual y lucidez teórica; Eligio Ayala, a los 50,
después de haber desempeñado la presidencia de la República con un afán sólo comparable al
de don Carlos Antonio López, y Adriano Irala, a los 40, cuando no terminado su brillante
liderazgo universitario y patriótico, cae vencido por enfermedad contraída en la contienda
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chaqueña. Las anteriores y lejanas frustraciones podrían llamarse: Blas Garay (1899) o Carlos
García (1906).
Regresemos a nuestro planteamiento para señalar que varios de los escritores que
accedieron al modernismo entran en eclipse sin que quienes les suceden logren mantener el
ritmo heredado. Todo lo que tiene lugar a partir de 1940 habrá que medirlo con materiales
adecuados y con infinitas precauciones, porque ya no se trata de desentrañar las
particularidades que se insinúan intramuros, sino esas otras que vienen impactando desde el
desenlace de la segunda guerra mundial.
Aun aquellas especialidades (de alguna manera hay que denominarlas) que, como en
ese caso, se hallan en nuestro medio en su frase experimental -a pesar de una insoslayable
tradición- no resultan del todo útiles, por ahora, para explicar su cometido por aleación con la
literatura, en un campo cultural que sigue persiguiendo la urgencia de saber cuáles han sido, o
son, sus bases esenciales.
Tampoco resultaría lógico dejar de lado, para una compulsa más o menos exhaustiva,
los estudios de profesionales o autodidactos -éstos en mayoría- en una perspectiva no superior
al medio siglo. Pero habrá que extremar los cuidados al respecto, con vistas a una ampliación
del panorama, pues faltan datos concretos y formulaciones ciertas, tanto como ediciones o
reediciones de textos que permitan aventurarse a modificar programáticamente una historia
cultural que ha fincado su más celebrada perdurabilidad en las inseguridades de la versión oral.
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Y nos asiste la sospecha que a corto o largo plazo tendremos que hacerlo, no para
regodeo íntimo, ni para seguir contemplando absortos nuestra airosa fragata intelectual
anclada en el angustioso espacio de una botella (de acuerdo a los cánones de la artesanía
marinera) sino para proyectarla, externarla y establecer su conexión con los respectivos
períodos de dentro y de fuera, a fin de reconocer su raíz americana y brindarle el derecho que
tiene a una ciudadanía universal, más en consonancia con estos tiempos que los desahogos
de un cosmopolitismo vacío e inadaptable.
Mientras tanto no debemos silenciar los aportes, de León Cadogan, Natalicio González,
Anselmo Jover Peralta y Gumersindo Ayala Aquino, dignos continuadores del grupo precursor
que integraran Domínguez, Gondra, O’Leary, Pane, Rosicrán, Osuna y Guillermo Tell Bertoni,
por no aludir sino a los más representativos.
Como desde 1940 en adelante la realidad en que el país se ha movido adquiere otras
tonalidades -bien que distintas, por cierto- procedemos a clausurar en aquella fecha el tiempo
de esta Introducción, que en última instancia no pretende ser más que eso. Además, los tramos
siguientes a ese año entran ya en nuestra contemporaneidad, son parte de nosotros y en esa
condición no nos sería posible tratarlos con objetividad, ni con la apropiada amplitud de espíritu
y la necesaria perspectiva histórica.
Y porque es cosa ardua la imparcialidad, tendríamos que mezclar los juicios críticos con
las preferencias personales, antes de llevarlos a una distancia mayor que la distinga de la
pasión doméstica. ¡Y quién sabe si ésta terminaría siendo todo lo apropiada y útil como para
merecer la atención del lector de nuestros días!
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E insistimos, una vez más, en la idea de que el plan ha sido concebido con el propósito
de informar para formar, regla de oro de toda buena pedagogía, aunque aquí lo pedagógico
quede reducido a la intención de ordenar y sistematizar conocimientos, más que a imponer una
norma o trazar el camino de esta o aquella enseñanza.
(1984)
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Los Precursores
Ruy Díaz de Guzmán, primer escritor paraguayo Volver al Índice
Fue escrito, según confesión, para justificar la actuación de los españoles que "con valor y
suerte emprendieron aquel descubrimiento, población y conquista, en la cual sucedieron
algunas cosas dignas de memoria aunque en tierra miserable y pobre", según dice en su
dedicatoria al duque de Medina Sidonia.
Aunque aclara que este intento de escribir es ajeno a su profesión de militar, considera
necesario emprender el esfuerzo para evitar las consecuencias de la "lamentable tradición".
Se sabe que han llegado hasta nosotros apenas si versiones de copias hechas por
terceros, pues la que el autor envió al Archivo de la Asunción, poco después de terminar el
original, en 1612, fue sustraída en 1747 por el gobernador Larrazábal, sin que hasta ahora se
hayan tenido noticias más efectivas. Es decir, que aquí estuvo durante 145 años, y aun para el
conocimiento de aquellas versiones tuvieron que transcurrir más de dos siglos hasta que don
Pedro de Angelis convirtiera en volumen, en 1835, una de las copias, pasado a ser esa la
primera edición hispanoamericana.
La segunda será la mandada a imprimir por don Carlos Antonio López en 1845, y la
tercera, rioplatense, es la que le tocó patrocinar a Florencio Varela al año siguiente.
¿Se llama así, La Argentina o Argentina Manuscrita, títulos con los que comúnmente se
conoce a dicho libro? Paul Groussac, al impugnarlo, señala que en parte alguna el autor lo
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Con encomiable honestidad, el filólogo argentino Dr. Angel Rosenblat -una de las
autoridades en la materia- ha formulado la necesaria aclaración sobre el nombre. Refiriéndose
al hecho de que el autor no acudiera ni por una sola vez a la denominación de La Argentina,
indica cual ha sido el verdadero título que no es otro que el ya mencionado.
Y agrega más adelante el ilustre investigador que "el título que hasta hoy le ha dado la
tradición se debe gratuitamente a los copistas e historiógrafos del siglo XVIII, que difundieron
los códices en versiones muy dispares, con enmiendas e interpolaciones, por todo el
virreinato, y que para emparentarla como fuente histórica con La Argentina impresa, de
Centenera, la llamaron Argentina Manuscrita, y aun simplemente la Argentina de Guzmán.
"Comodidades de nomenclatura que han impuesto un título -agrega el Dr. Rosenblat- en que el
autor no había pensado nunca y que parece inconcebible en una obra del siglo XVII, que es
casi una crónica familiar".
Obra clásica y primera escrita por un autor con sangre mestiza, algunas excelencias ha
guardado que le permitieran trascender y seguir ofreciendo un cuadro viviente y colorido de
aquellas edades en que anduvieron mezcladas, a, veces sin solución de continuidad, la
devoción y la violencia. Corresponde por eso afirmar que esas páginas suyas encierran algo
más que una justificación venida de las fuentes de la historia regional. Pero aún dentro de ese
espíritu ha sido estimado como de un valor más concreto que el de otros cronistas de Indias.
Esto no evita señalar que con relación a su proyección y a su influencia las opiniones, en ese
aspecto, estén divididas.
Para Enrique Anderson lmbert se trata de un cronista "tardío", que cae en la tarea de
recoger leyendas y adjudicar un aire de fábula a episodios reales.
Acierta, en cambio, cuando descubre la veta literaria semioculta en la obra de Ruy Díaz
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de Guzmán: "La Maldonada", reminiscencia de Andocles y el león, habría sido tomada del Libro
de los ejemplos de Sánchez de Vercial, aparecido a principios del siglo XV. Lucía Miranda, a su
vez, introduce en el relato un nuevo factor: el del indio que captura mujeres a los españoles,
cuando que lo corriente venía siendo al revés. Y agrega que el autor "nos habla de pigmeos,
amazonas, milagros, lógico, escenas llenas de color y de vida", aparte de cierta dosis de
emoción y realismo.
Mientras Natalicio González recuerda que "sus relatos aparecen salpicados de alegres
cuadros del paisaje tropical y que (su autor) parece sentir cierto placer en estas descripciones",
el citado Enrique de Gandía destaca su calidad de "documento filológico, que es, o pretende
ser, algo más que un testimonio. Reconoce que esos Anales muestran cómo se hablaba y se
pensaba en el Río de la Plata y Paraguay a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, y confirma
que "es un modelo como lo son muchas obras del siglo de oro español". Otros méritos pone de
resalto, entre los que se cuenta el hecho de que la lengua española fuera aprendida por Ruy
Díaz de Guzmán en el Paraguay, ya que nunca abandonó su tierra. Por último se duele que en
la historia del español en América los filólogos lo hayan olvidado por completo.
Este libro, en apariencia una simple narración despojada de virtudes literarias, contiene
anticipos que tocan al mundo de la creación pura. Empezaremos por enumerar las leyendas
que allí figuran y que quieren ser algo más que un recurso de la imaginación: la de "La
Maldonada"; la de las Amazonas, pueblo de mujeres solas y belicosas; la ya citada y muy
conocida de Lucía Miranda, que entre nosotros analizara, con el propósito de hallarle
verosimilitud, el Dr. Manuel Domínguez.
También pueden observarse "visiones", como aquella de los españoles, que después de
haber derrotado a 400 indios, estaban "desordenados y rendidos", pero obnubilados aún por la
visión de un hombre vestido de blanco, con una espada desnuda en la mano, les cegaba la
vista y los paralizaba de temor. La fantasía alude, asimismo, a las piedras de colores del
Guairá (que merecieron un estudio del Dr. Viriato Díaz-Pérez) para confinar en los gigantes de
"monstruosa magnitud" que encontró Magallanes. Uno de ellos, cautivo, al quedar maniatado
se disgustó tanto que no quiso comer y, con palabras de Ruy Díaz de Guzmán, "de puro coraje
murió".
Para un final de zoología fantástica -al gusto de Borges- quedará su referencia a aquella
"monstruosa culebra" o género de serpiente que ponía gran terror y espanto en todos los que la
veían. Su descripción merece los honores del género: "Era muy gruesa y llena de escamas; la
cabeza muy chata y grande, con disformes colmillos; los ojos muy pequeños, tan encendidos
que parecían centellear; tenía de largo 25 pies, y el grosor por el medio como un novillo; la cola
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tableada de negro y duro cuero, aunque en parte manchado de diversos colores: la escama era
tan grande como un plato, con muchos ojos rubicundos que la hacían más feroz; y lo era tanto
que ninguno la miró que no se le espeluznase el cabello".
Y ¿quién era el autor de estos Anales rioplatenses? Un hijo de madre mestiza, el símbolo
de un aparente conflicto de sangres y razas. Se le ha reprochado a Ruy Díaz de Guzmán su
"españolismo" y hecho hincapié en su adhesión a la causa de sus ascendientes europeos.
Mas, cabe afirmar que los guaraníes -sus también antepasados, puesto que su abuela materna
lo era- no concitaron su animadversión ni su ojeriza.
Menciona a sus tribus entre las siempre amigas de los españoles, a la vez que señala la
enemistad de otras parcialidades como las de tupíes y guaicurúes. Alude al aprendizaje que
hiciera Alejo García de "la lengua de los carios, que son los guaraníes" y tiene una evocación
para los primitivos habitantes de las islas del delta del Paraná, a los que no sin cierta razón
adjudica condición bonaerense: "Llegaron al puerto de aquella ciudad -dice- tres canoas de
indios guaraníes, naturales de las islas de Buenos Aires, con un principal llamado Ñamandú".
También los mestizos están presentes en él, como para obligarlo a no olvidar que
desciende de ellos. Pedro Henríquez Ureña los ha filiado de esta manera: "Hombres, entera o
parcialmente de raza india, se destacaron como escritores o artistas durante el período
colonial, así Ruy Díaz de Guzmán". Y reconoce el maestro dominicano que -con más razón
ubicándose en aquella época- "resulta difícil trazar una tajante línea divisoria entre el criollo,
como descendiente puro de europeos, y el mestizo, como hombre de sangre mezclada".
También señala que lo de criollo incluía una categoría social transmisible aun a los que
tuvieran sangre india, pero que socialmente hubieran evolucionado, y advierte que "los
mestizos constituían una especie de clase media naciente". Concluye acotando que "el choque
más violento no se dio entre criollos y mestizos, sino entre ambos grupos y los europeos,
debido, sobre todo, a la preferencia que estos últimos tenían por la provisión de puestos
oficiales, en contra de lo dispuesto por las leyes".
Ruy Díaz de Guzmán recuerda a sus hermanos de raza: "Tuvieron las mujeres que les
dieron los naturales a los españoles, muchos hijos e hijas". La estampa de los mancebos de la
tierra, mueve en sus páginas no sólo a comprensión sino a simpatía; la descripción de aquí
traza es ésta: "...son comúnmente de gran valor y ánimo, inclinados a la guerra y a las armas,
las cuales manejan con mucho acierto y destreza" (...) "son también buenos hombres de a
caballo de ambas sillas, y por su entretenimiento doman un potro; sobre todo, muy obedientes
a sus mayores, leales con Su Majestad".
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Y ahora surge otra pregunta: ¿Cuál es la tierra originaria de Ruy Díaz de Guzmán, tal
como él la sentía? Algunos escritores de historia y literatura del Río de la Plata lo consideran
argentino, sin probanza alguna, con ese espíritu de apropiación indebida que los caracteriza
para cubrir la indigencia de sus precedentes coloniales, que están en el Paraguay, aunque
simulen no saberlo. ¿Por qué esta situación? Simplemente porque copistas desaprensivos -
como lo ha probado el Dr. Rosenblat- dieron en denominar La Argentina a su obra.
Cuando nace Ruy Díaz de Guzmán, entre 1554 y 1560, la primera Buenos Aires ha sido
desmantelada ("plantaron cuatro ranchos trémulos en la costa", dice el poema fundacional de
Borges) y es así que el centro civilizador rioplatense queda concentrado en la Asunción. Por
aquel entonces Buenos Aires no existía y el gentilicio de argentino sólo vivía en las estrofas de
Barco de Centenera, que no aluden a zona o país alguno determinado. Desde la fundación
asuncena (agosto de 1537) hasta la conocida partición propiciada por Hernandarias (1620),
median nada menos que 83 años, y desde esta fecha hasta la creación del Virreinato del Río
de la Plata, unos 175.
Por consecuencia, el Paraguay nunca pudo haber sido "provincia argentina" o parte del
territorio de ese país, como pretendieran al unísono casi y para mayor contradicción, el
gobernador Juan Manuel de Rosas y los liberales porteños (Mitre, Rufino de Elizalde).
Es en términos cariñosos que se refiere Ruy Díaz de Guzmán a su región asuncena.
Nada hay de insólito en ello porque por aquellos tiempos "patria era la ciudad". En el prólogo a
su libro, dice el autor: "Desde que recibí tan afectuosos sentimientos como era razón por
aquella obligación que cada uno debe a su misma patria". Gandía reconoce que Ruy Díaz de
Guzmán "imaginó su historia por amor a España y a su patria, el Paraguay. El mismo lo declara
con palabras de un valor altísimo", y agrega: "Nótese la palabra patria. El concepto de patria
aparece por primera vez en la literatura histórica rioplatense. De ahora en adelante podrá
decirse que un mestizo paraguayo fue el primero en sentir, confesar y escribir la idea de patria".
E insiste Gandía: "Damos gran importancia a esta comprobación porque es el arranque de la
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historia del concepto de patria en el Río de la Plata y Paraguay". O más honestamente dicho:
que la idea de patria subsistente en el Río de la Plata parte del Paraguay. ¿Cuándo los
historiógrafos rioplatenses reconocerán, en plenitud, esta evidencia?
Y un recuerdo final. Al aludir a las diferencias habidas entre las primeras ediciones y
refiriéndose a la lengua vernácula, Florencio Varela manifestará desde Montevideo, en 1846:
"Nótase bastante variedad en los nombres guaraníes; y si hemos de estar a los informes que
nos dio el impresor de la Asunción, el mismo señor López, presidente de la República
Paraguaya, cuidó de la corrección de aquellos nombres indígenas".
Ningún homenaje mejor que el del presidente prócer pudo haber recibido el mestizo
paraguayo Ruy Díaz de Guzmán.
NOTA: Las fuentes bibliográficas directas, utilizadas para este trabajo, leído por Radio
Charitas de Asunción el 17 de junio de 1974, incluyen sólo aquellas obras que hasta esa época
fuera posible consultar.
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La América no conoce la historia del Paraguay sino contada por sus rivales.
El silencio del aislamiento ha dejado a la calumnia victoriosa. La América debe
juzgar a esa hija de su revolución con su propio juicio y rehacer su historia en
honor de su gran revolución, a la cual pertenece el mismo doctor Francia, que
como Robespierre y Danton reúne a un lúgubre renombre el honor de haber
concurrido al triunfo de la emancipación americana. El doctor Francia salvó la
independencia del Paraguay hasta de sus vecinos por el aislamiento y el
despotismo: dos terribles medios que la necesidad le impuso en servicio de un
buen fin.
1. Proyección de su ideario
Aunque la personalidad del Dr. Francia resulta ser de las más difundidas de la
historiografía americana, pocas veces se la ha considerado en relación con sus antecedentes
culturales. Casi todos sus biógrafos -no obstante disponer de una dilatada documentación- se
han mostrado proclives a diversificar en grado sumo su imagen de gobernante, ocultando en
algo su verdadera condición humana y en mucho su ideología.
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No puede creerse que para juzgarlo tenga que ser válida esa violenta dicotomía de ángel
o demonio -en que se lo sitúa- plagada de simpleza en ambos extremos. Pues lo que del Dr.
Francia importa saber y conocer aquí y ahora está orientado hacia otros rumbos, que podrían
resumirse en la solución de los siguientes interrogantes:
2. Si supo captar los sentimientos del pueblo, interpretar su psicología y defender sus
intereses;
Una breve cronología -no por conocida de menor utilidad- ayudará a ubicarlo en los
distintos planos de su actuación. Puede iniciársela en 1781 cuando adolescente se traslada a
Córdoba para cursar en el Colegio de Monserrat. Regresa seis años más tarde y en el Real
Colegio y Seminario de San Carlos comienza a enseñar latinidad y vísperas de teología,
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cátedra que luego abandona para ejercer la abogacía, que parece haber sido su vocación más
firme.
En 1808 es elegido alcalde de primer voto y casi enseguida integra la terna de diputados
del Virreinato del Río de la Plata ante las Cortes españolas, funciones que, como es notorio, no
fueron desempeñadas2.
Nuevamente se aleja el Dr. Francia, pero retorna en noviembre de aquel año. Pasa a
integrar el Primer Consulado con Fulgencio Yegros y subsiguientemente traza el Reglamento
de Gobierno de 1813, que viene a ser el inicio primario de nuestra organización institucional -ya
que no aún constitucional- comentado con prolijidad por el Dr. Domínguez4.
2
Valle Iberlucea, Enrique del: Los diputados de Buenos Aires en las Cortes de Cádiz y el nuevo sistema de gobierno
económico de América, Buenos Aires, 1912. / También del mismo autor: Las Cortes de Cádiz, la Revolución de España y la
democracia en América, Buenos Aires, 1921.
3
Molas, Mariano Antonio: Descripción histórica de la Antigua Provincia del paraguay. 3ª. ed. Asunción - Buenos Aires,
Nizza, 1959. (v. El Congreso del 17 de junio, p. 130 – 134).
4
Dominguez, Manuel: El Reglamento de Gobierno de 1813 (En: Anales de la Universidad Nacional, Asunción, Año X, t. VIII,
Nº II-III, 1909, p. 35-39. Cf. del mismo autor: La Constitución del Paraguay. 3v. Asunción, Talleres Nacionales de H. Kraus,
1909-1912.
23
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
¿En qué fuentes podrían descubrirse las bases doctrinales que permitan especificar el
aporte con que el Dr. Francia se suma a la historia del pensamiento nacional? Ante todo habrá
que tomar en cuenta el hecho de que sus escritos aparezcan redactados por mano propia.
Asimismo los hay firmados por Yegros, Caballero y demás miembros de la Junta, pero en todos
ellos se transparentan sus ideas y su estilo.
Creemos que no correspondería acudir al análisis literario para dar por aclarada esa
procedencia, aunque si pudiéramos hacerlo advertiríamos que la prosa del Dr. Francia, aparte
de su corrección y de sus originales expresiones, rebasa en mucho la tradición teológica y
jurídica en que se había formado.
Sabido es -y lo indicamos por guardar analogía con lo anterior- que el derecho natural
puede constituir una moral y ser a la vez que el resumen de los deberes del hombre para con
sus semejantes -sin la imposición de la fuerza-, un ideal para lograr el progreso y la justicia y
una disposición no escrita, aunque tácitamente más próxima al denominado “derecho
consuetudinario”.
4. Constitución e Independencia
Se ha hecho alusión al Reglamento de 1813 y por si hubiera dudas sobre su autor vamos
a recurrir al testimonio del aludido comisionado Herrera, quien en una de sus minuciosas
comunicaciones al Triunvirato de Buenos Aires escribe el 16 de setiembre de aquel año:
“He tenido ocasión de ver el Reglamento Constitucional, firmado y presentado por el Dr.
Francia, y aprobado en el Congreso por aclamación”.
24
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ha quedado dicho que uno de los aportes iniciales al derecho internacional en estas
regiones es el tratado del 12 de octubre, ya citado, que firmaran Francia, Yegros, Cavallero y
de la Mora con el Gral. Belgrano y el Dr. Echeverría.
Los artículos que abren ese documento están reducidos a estipulaciones sobre
comercialización de tabaco y yerba. Seguidamente se fijan los lineamientos federativos, es
acordada la ayuda mutua y después de mencionar “las ideas benéficas y liberales de que se
halla poseída la ciudad de Buenos Aires”, declara que no debe haber división entre los
ciudadanos de ambos países, siéndolo recíprocamente los del uno en el otro. Y añade para
mayor claridad.
Estas bases doctrinales -llevadas hasta sus instancias finales- aparecerán integradas en
sucesivas etapas del quehacer histórico del pueblo paraguayo y culminarán en la epopeya de
1864 al 70.
El Dr. Francia ratifica, en tal sentido, que la causa de la libertad no será abandonada, pero
el Dr. Herrera sospecha que aquel está imbuido de las máximas de la República romana y que
intenta “ridículamente” -dice- organizar su gobierno según ese modelo. Por nuestra parte
debemos aclarar que dicho modelo no era invento privativo de la imaginación del futuro
25
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Dictador sino que fue impuesto por el Congreso pleno al establecerse la autoridad del primer
Consulado5.
“... no ignora que los americanos tienen sobrados motivos para recelar y desconfiar de
la introducción y manejos de los franceses en el tiempo presente. Lo primero porque la
Francia no profesa, y sigue ideas y máximas contrarias a los principios republicanos y
al sistema de gobierno representativo, sino que, además, es empeñada, con otras
potencias, en aniquilar y destruir estos mismos principios y esta clase de gobierno”.
Más adelante se verá que el Dictador no es tan incauto ni cree en los móviles
desinteresados o espirituales de aquella misión, pretendidamente “fraternal” o de solidaridad
con las tribulaciones de la ciencia.
No cabe dudar que consideraba a Grandsire como a un espía, una especie de pyragué
pytaguá (soplón extranjero). Con el tiempo el emisario francés sacaría a relucir algunos de los
5
Garay, Blas: El Primer Consulado (En: Revista del Instituto Paraguayo, Asunción, Año III, Nº 15, 1899), Cf.: Tres ensayos
sobre Historia del Paraguay, Asunción, Guarania, 1942, p. 281 – 318).
6
Kossok, Manfred: Historia de la Santa Alianza y la emancipación de América Latina. Buenos Aires, Sílaba, 1968).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
motivos de su llegada al Paraguay, no muy acordes con el invocado por el prestigioso Instituto.
No todo estaba reducido a implorar por el cese del cautiverio de Bonpland.
En cambio los ingleses tuvieron mejor suerte. Ellos, representaban por otra parte y en
cuanto al trato social, la palabra dada, la conducta austera (en los bien templados, desde
luego) y los negocios serios. En suma: cumplidos caballeros, aunque los actos de piratería -en
náutica o en afanes expansionistas- quedaran disimulados hábilmente bajo la compostura del
frac7.
Después de la victoria de Ayacucho -la cita es del Dr. Báez- el Dictador dispuso conceder
a los residentes británicos el derecho a retirarse del país.
Los cronistas de la época (entre ellos Rengger y Longchamp y los Robertson, quienes en
el fondo no eran menos espías que Grandsire) han confirmado esta posición, patentizada en su
admiración por la Gran Bretaña y aun por los Estados Unidos, siendo muestra de esto último el
retrato de Franklin que lucía en su escritorio.
Una tradición recogida por Mitre señala que en oportunidad de su entrevista con el Gral.
Belgrano, el Dr. Francia obsequió a éste una historia manuscrita del Paraguay (no había por
entonces otras que las contenidas en códices) y a su acompañante, el Dr. Echeverría, el
mencionado retrato.
“Este es el primer demócrata del mundo y el modelo que debemos imitar. Dentro de
cuarenta años puede ser que estos países tengan hombres que se le parezcan y sólo
entonces podremos gozar de la libertad para la que no estamos preparados hoy” 8.
7
Rosa, José María: Rivadavia y el imperialismo financiero. 2ª. reimp. Bs. As., Soler / Hachette, 1973, p. 400.
8
Mitre, Bartolomé: Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Buenos Aires, Estrada, 1947, t. II, p. 28.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Esta profecía política quedaría parcialmente realizada en el Río de la Plata. Mas hay que
indicar que esa actitud suya no contradice otras de aproximación a Inglaterra, que era una
monarquía constitucional, y a los Estados Unidos, que pasaba por ser un ejemplo de nación
republicana en las breves vísperas de la Doctrina Monroe y en las algo más prolongadas de su
“big stick”, encarnación contundente del denominado “destino manifiesto”.
El Dr. Francia, como buen detallista, tenía predilección por los súbditos de aquellos países
que mantenían cierto decoro, urbanidad y buenas costumbres (eso era, repetimos, lo aparente)
en sus relaciones formales. Claro que tales virtudes, vueltas al revés, han resultado de alto
precio para los pueblos de América.
Pero, y en esto puede estar la raíz de la cuestión, el Dr. Francia habría manifestado a
Rengger -los condicionales son necesarios cuando se trata de “viajeros” o “exploradores”
foráneos- lo que podría estimarse como el punto neurálgico y quizá valedero del conflicto.
Explicó el Dictador -según dicho médico suizo- que no le era tolerable admitir la
competencia de los yerbales que Bonpland estaba experimentando en la otra margen del
10
Paraná porque ello perjudicaría los intereses de la yerba paraguaya .
Ahí está -pensamos- el secreto de la retención del ilustre naturalista, quien no obstante
todas las penurias por las que tuvo que pasar -en materia de adaptación, especialmente- no
saldría descontento del Paraguay. Por lo contrario, hasta llegó a añorar la sencillez de sus
9
López Decoud, Arsenio: La fábula del mensaje de Bolivar, (En: La Unión, Asunción, 29 de marzo de 1931.)
10
Pomer, León: La guerra del Paraguay ¡Gran negocio! Buenos Aires, Caldén, 1968, p. 45-57. También Moreno, Fulgencio
R: Páginas para la historia económica del Paraguay. (En: Album Gráfico de la República del Paraguay 1811 – 1911,
dirigido por Arsenio López Decoud. Buenos Aires, Talleres de la Compañía General de Fósforos, 1911, p. 89-105).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Con referencia a la posición del Dr. Francia en el orden de la economía -que hemos
anticipado en el capítulo VII- cabe añadir que propiciaba la apertura de un tráfico intenso (o por
lo menos directo) entre el Paraguay y la Gran Bretaña, “cosa en que había puesto -son
expresiones de Parish- sus cinco sentidos”. Principalmente porque esperaba poder demostrar a
los ingleses, por ese medio, el estado de independencia del país respecto de sus vecinos.
Este proyecto no lo hará extensivo a los franceses, tratados como particulares y sin la
garantía de su gobierno. Tal disposición de ánimo estaba unida -lo hemos visto- al deseo
vehemente de sustituir dentro de la mayor seguridad posible, la influencia de la dominación
española mediante normas que representaran un menor anacronismo.
Y agreguemos que cuando los otros países rioplatenses, por efecto de sus convulsiones
internas, se vean imposibilitados de iniciar o consolidar vínculos con Inglaterra, el Dictador dará
una prueba de autonomía y de soberanía nacional, no importándole ni con mucho cual fuere la
opinión de aquéllos.
Quien analice la historia y los resultados del convenio de préstamo concertado en Londres
por el gobierno de Rivadavia con la Casa Baring Brothers -unos usureros vulgares y silvestres-
y la compare con la lucidez del Dr. Francia y su persistencia en tratar con Estados y no con
particulares, hallará extenso campo para muchas meditaciones12.
11
Parish, Woodbine: Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata. Buenos Aires, Hachette, 1958, p. 343-344.
12
Scalabrini Ortiz, Raúl: Historia del primer empréstito (En: Política en el Río de la Plata, 5ª. ed., Buenos Aires, Emecé,
1962; ROSA, José María: ob. cit. p. 80-81.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Como es de suyo puntilloso debe haberle sabido mal tanta desprolijidad, si bien se cuida
de mentar las muchas leguas que esa correspondencia ha tenido que cubrir, en azaroso
itinerario desde Itapúa a Asunción, pues más allá de aquel sitio Grandsire no ha podido
avanzar. Además el Dictador gusta de mostrarse siempre rígido en cuanto al respeto de su
investidura, en resguardo de los atributos del poder.
También ironiza -y éste es un rasgo que no podía captar el frenólogo Ramos Mejía- sobre
el motivo expuesto por Grandsire para entrar al Paraguay y que no solamente era el de
ocuparse de Bonpland, ya que en su nota invocaba el deseo de estudiar la juntura del río
Amazonas con el de la Plata; El Dr. Francia no se tragó semejante sapo y tanto es así que al
concluir su providencia estampa esta reflexión, válida aun para nuestros días.
“Yo espero que ahora hará más estimación de la gente paraguaya viendo que sabemos
apreciar nuestra independencia y por tanto no vivimos incautos ni nos abandonamos”.
13
Molas, Mariano Antonio: ob. cit. Nota de Carranza. p. 51.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Pero eso no fue el único acto de afirmación de su voluntad, por una parte, y por la otra de
tenaz desconfianza hacia los extraños. Vamos a exponer uno más, en el que por coincidencia
aparece como destinatario un compatriota del fracasado Grandsire. Esta es la trama del
asunto: el Dictador tiene que ocuparse del caso del ciudadano francés Pedro Saguier, y al
hacerlo -después de invocar los intentos monarquistas para Sud América y el fracaso de esas
tentativas en 1820- lo trata de “supuesto comerciante”, siendo que al final resultó ser un agente
oficial. A este calificativo añade el de “aventurero incivil y desatento”, evidenciado esto “por las
maneras altaneras y traje indecente” con que se presentara ante el gobierno.
Digamos que ambos pudieron comprobar que los habitantes estaban en libertad de
educar a sus hijos dirigiéndose previamente al gobierno, que era el que regulaba la marcha de
la enseñanza por ser esa -entonces y ahora- una inalienable atribución del Estado. Ejercían el
magisterio 140 maestros, que ganaban 5 pesos fuertes por mes, concurriendo a las aulas unos
5.000 niños, cifra no desdeñable para aquellos tiempos. La fiscalización corría por cuenta de
los alcaldes, los cuales estaban obligados a informar sobre el cumplimiento de esta disposición.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
A la suposición de que pudo haber existido otra distinta formada con los libros de Manuel
Atanasio Cabañas y de Mariano Larios Galván -cuñado éste del Dr. Francia, mal avenido con él
y por consecuencia encarcelado- corresponde agregar la documentación analizada por
Fulgencio R. Moreno. Mas nada permite adelantar que haya funcionado una biblioteca de
carácter público14.
Algo más: tocó a López Decoud descubrir “una escuela de danzas”, que si bien no pudo
perdurar constituyó un indicio de importancia15. Hasta una música fue compuesta en su
homenaje: “La Gasparina”, exhumada y llevada a escena en 192316. Quedaría de este modo
desvirtuado el dicho de Rengger: “Hasta la guitarra enmudeció”, que Domínguez y otros
tomaron como moneda de buena ley.
Una frase del Dictador vendría a justificar el empobrecimiento cultural de esa época:
“Minerva duerme cuando Marte vela”. Dramática premonición que habría de convertirse en
dolorosa realidad para el Paraguay veinticinco años después de su muerte.
14
Moreno, Fulgencio R.: Instrucción y cultura general durante la dictadura (En: El Nacional, Asunción, 12 de marzo de
1910).
15
López Decoud, Arsenio: Una Escuela de Danza bajo Francia (En: Guarania, Asunción, Año II, Nº 16, 20 de febrero de
1935, p. 5-6).
16
O’Leary, Juan E.: La Gasparina. Cuadro dramático en un acto estrenado en el Belvedere el 18 de abril de 1923, con música
exhumada y reconstruida por el maestro Lorenzo González (En: El Liberal, Asunción, 17 de noviembre de 1923). Cf. Boettner,
32
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
personal -como indica Justo Pastor Benítez- pero por sobre todas las cosas sintió el desgaste
de la soledad del poder.
Por un lado carecía de gente confiable en trance de colaborar en difíciles tareas del
gobierno; por el otro de los hombres cultos necesarios para un emprendimiento que exigía muy
altas tensiones y un intransigente patriotismo. Algunos de sus contemporáneos civiles tenidos
por tales (Mora, Molas o Peña) eran opositores y padecían prisión.
A esto debe agregarse sus tensas relaciones con la oligarquía asuncena -integrada por
los más rancios apellidos españoles-, a la que terminará por reducir a la mínima expresión,
originándose así entre él y su pueblo una comunicación directa, sin que esto quiera significar
una abolición de clases, que no estuvo en su ánimo alentar. Es preciso hacer esta aclaración
para deteriorar los intentos de quienes pretenden -no con ademán arcangélico, desde luego-
adjudicar al Dr. Francia un precursorato socialista inexistente.
Y es así que no hallando a nadie en torno suyo, tiene que inventarlo todo. Está y se siente
solo, sin discípulos y sin modelos. Y no por culpa de su misantropía sino por no haber
encontrado en otros idéntica voluntad y férreo afán patriótico.
De allí su queja por tener que ocuparse hasta de los más mínimos detalles de la
administración pública:
“No he de hacer lo que llaman milagros y mucho menos en esta tierra de imposibles
donde todo es dificultad, que es menester entre mis infinitas atenciones y ocupaciones
ande como un desesperado riñendo y lidiando con sastres, con mujeres y con criadas
para que no me echen a perder los vestuarios que hay que preparar así para la gente
de por allí como para las villas de los presidios del Chaco, de Olimpo, del Apa y de
aquí”.
Este, como se ve, no es el lenguaje propio del político oportunista o del demagogo,
acostumbrados a cubrir con mentiras lo que está detrás de la realidad circunstancial. Con
Juan Max: Música y músicos del Paraguay, Asunción. APA, (1958), p. 79; Centurión, Carlos R.: Historia de la cultura
paraguaya, Asunción, Biblioteca Manuel Ortiz Guerrero, 1961, t. II, p. 370-371.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Distinta había sido, en verdad, su posición una década atrás, cuando pensaba que la
gente se hacía “idólatra de su libertad” y que los 1.000 diputados del Congreso grande lo
apoyarían proporcionándole los elementos necesarios para hacer más livianas sus funciones.
Sin embargo hay la evidencia de que no fue así.
Alrededor de ese aislamiento va ciñéndose cada vez más su sentido del poder. Y a
medida que se apodera de su psicología parece acentuarse el valor moral de su conducta, de
su ética despiadada pero real Todo confina en la República -única Dulcinea permitida por su
empecinada soltería-, a la que le era preciso custodiar y defender. Su pensamiento está puesto
en ella, sin concesiones. Y es por su prestigio que aconseja no reducirse a problemas de
individualidad, puesto que todos están en lo mismo:
17
Barret, Rafael: Revoluciones (En: Obras Completas, Buenos Aires, Americalee, 1943, p. 458).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Esta manifestación resulta tanto más valedera si se tienen en cuenta los sucesos que por
entonces ocurrían en el Plata, cuando cada región levantaba su bandera de combate y los
caudillos federales excitaban sus corceles frente a la metrópoli centralista y portuaria.
Para evitar la dispersión nacional habrá que ser fuertes y solidarios. El Dictador no deja
de señalárselo al subdelegado de Candelaria:
“Nada desean tanto los enemigos de nuestra causa como el que los mismos pueblos
libres se debiliten y aniquilen mutuamente para poder plantar sobre sus ruinas el
estandarte del despotismo”.
Y al aludir a los problemas que se le presentan para resolver la vestimenta del ejército
recuerda los sacrificios de los patriotas del Virreinato de Nueva Granada, que andaban en
chiripá y hacían largas jornadas sin preocuparse de cómo estaban vestidos, pero que gracias a
eso habían luchado por la libertad “y arrojado del suelo americano a los europeos”, dice
textualmente.
Con no mejores indicios se patentiza la opinión que el Dr. Francia tenía de sus
conciudadanos. No ignora él que trabaja con falible barro humano, pero su ortodoxia moral no
le permite consentir desfallecimientos. No es que sea ese su desquite ante las dificultades que
tiene que afrontar y a cuya solución nadie -sino él mismo- puede concurrir, simplemente ocurre
que no es hombre de cubrir con disimulos la realidad, por más que su inserción en ella le
demande ímprobos esfuerzos.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ese repliegue fue aplicado por el Dictador como medida de emergencia, que las
circunstancias del Plata le obligaron a prolongar: primeramente la denominada “anarquía del
año 20”, o sea la insurrección de las provincias contra el poder central y luego las
pendencias entre ellas (Pancho Ramírez vs. Artigas; Estanislao López vs. Pancho
Ramírez), y más tarde la extensa tiranía feudal de Juan Manuel de Rosas, quien no
molestara al Dr. Francia porque -como lo advirtió Alberdi- su aislamiento no
interfería en los intereses de la aduana porteña 18.
Volviendo a lo inicial será útil recordar que mientras el Dr. Francia gobierna en medio de
una nacionalidad formada y a un país, étnica y socialmente integrado, la Compañía de Jesús
tuvo que hacerlo dentro de los límites de su Provincia Eclesiástica. Por lo demás, su misión se
vio reducida a la exclusiva evangelización de uno de los estratos sociales, aunque cruda y
cruelmente marginado: el indio guaraní. Los restantes estaban representados por el criollo y el
mestizo, con los cuales los religiosos vivieron en guerra.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Y no es por capricho que trazaran aquella tajante división entre guaraníes y paraguayos,
entre los aborígenes y los que no lo eran, como quien marca el más acá y el más allá de las
Misiones. Esa línea separatoria, a pesar de que su vigencia superó el siglo y medio, fue
diluyéndose al producirse el extrañamiento de los Padres. El idioma ancestral -común a indios,
mestizos y criollos y que éstos no perdieron con la retracción de aquéllos- ayudaría más tarde a
la retoma de un aglutinamiento lingüístico que se suponía perdido, o por lo menos debilitado, y
que pese a sus muchas y numerosas deformaciones se mantiene como la característica más
evidente y como la más fuerte prenda de unión del pueblo paraguayo, dentro o fuera de los
contornos nacionales, hasta nuestros días19.
Esos posibles no pudieron darse durante la Dictadura Suprema. La doble vuelta de llave
aplicada por el Dr. Francia y drásticamente acentuada sobre la mediterraneidad -especie de
cauterio preventivo cuya justificación histórica se halla aún en apelación- tiene otros alcances y
al mismo tiempo una acusada finalidad política. El Paraguay está rodeado no de vecinos
complacientes sino por enemigos que la historia y la geografía se han encargado de identificar.
Y es esta comprobación la que lo llevará a robustecer el concepto de soberanía y a reafirmar
su conciencia republicana. Esta actitud importará también el autoabastecimiento.
Las diferencias entre uno y otro aislamiento van, igualmente, a distinguir distinto tipo de
procedimientos y por de contado de conducta. Mientras los jesuitas ejercen su dominio sobre
una vasta población vernácula, aún no incorporada a una función nacional, el Dr. Francia
cohesiona al país por encima de sus parcialidades étnicas o sociales.
18
Alberdi, Juan Bautista: Dos guerras del Plata y su filiación en 1867 (En: El Imperio del Brasil ante la democracia de
América. Asunción, El Diario, 1919, p. 129).
19
Malberg, Bertil: El Paraguay de indios y mestizos (En: América hispanohablante, Madrid, Istmo, 1966, p. 253-285).
Medina, José Toribio: Bibliografía sobre la lengua guaraní, Buenos Aires, 1930; Melia, Bartomeu: Bibliografía sobre
bilinguismo en el Paraguay. (En: Estudios Paraguayos, Asunción, v. II, Nº 2, diciembre de 1974, p. 73-82); Mitre, Bartolomé:
Guaraní. (En: Catálogo razonado de la Sección Lenguas Americanas, Buenos Aires, Coni, 1969-1911, t. II, p. 5-97); Molas,
Mariano Antonio: ob. cit. p. 65-70; Morínigo, Marcos A.: Hispanismos en el guaraní. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y
Letras, Instituto de Filosofía, 1931.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
En otro aspecto, el estudio de las relaciones del Dictador con la Iglesia podrá constituir un
índice de cómo interpretaba el cometido de las congregaciones religiosas y en qué forma
contuvo su influencia. Esto no aminoró, desde luego, la creciente fe popular, aún cuando el
estado no muy piadoso de esos vínculos pudiera haber hecho propicio el reflorecimiento de
supersticiones ancestrales y su correspondiente veta folklórica.
Con todo, será preciso, mediante una adecuada comparación, indicar las
diferencias, y no sólo de hecho, que en tal sentido lo separaban de Rivadavia, que
tuvo para con la Iglesia groserías imperdonables, en las que no caería el Dictador 21.
Según algunas fuentes durante más de un cuarto de siglo el Paraguay vivió sometido a la
tutela de este graduado de la Universidad de Córdoba, inspirado en Rousseau. Buen propósito
éste de apear a los próceres de su indemnidad olímpica para hacerlos comulgar con hechos y
doctrinas de su tiempo.
Comenzaremos por citar el mensaje del 17 de junio de 1811, en el que se hallan pasajes
cuya procedencia no resulta del todo misteriosa. En ese documento -que puede ser
20
Sarmiento, Domingo Faustino: Obras Completas, t. VI, p. 381-382; p. 36-37; XXXV, p. 304-305; XXXVIII, p. 19; XL, p.
361.
21
Puede consultarse sobre este asunto: Gallardo, Guillermo, La política religiosa de Rivadavia, Buenos Aires, Peamar, 1970;
Esteban, Rafael V.: Cómo fue el conflicto entre los Jesuitas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
considerado como uno de los capítulos fundamentales del pensamiento paraguayo- el Dictador
pone en claro estas definiciones, que son previas -lo hemos anticipado- a aquellos
desencantos suyos sobre la función pública:
“Nuevas luces se han adquirido y propagado -manifiesta el Dr. Francia-, habiendo sido
objeto de meditaciones de los sabios y de las atenciones públicas todo lo que está
ligado al interés general, todo lo que puede contribuir a hacer los hombres mejores y
más felices”.
Así queda justificado el derecho del pueblo -o de sus componentes- a la felicidad. Aún no
es ese pueblo taciturno, silencioso, que aceptará la vigencia de un mandatario único y de por
vida. La élite social-militar-eclesiástica que hubiera podido orientarlo hacia planos quizá
superiores, se halla en estado deliberativo; tampoco muchos de quienes la representan están
en condiciones de acercar ideas más altas, ni se manejan en términos de República. No es
improbable que sus aspiraciones confinen en apenas una modesta democracia municipal,
hecha más de fórmulas que de realidades.
En tanto el tiempo apremia, los honestos vecinos se muestran cada vez más quisquillosos
y densas nubes vienen empujadas desde el sur, no para tranquilidad del joven gobierno
paraguayo, o mejor expresado: asunceno. Para prevenir las consecuencias de una catástrofe
es requerido el Dr. Francia, morosamente refugiado en su quinta de Ybyray, entre mate y
libros, y alguno que otro discreto connubio. De allá lo irán a sacar quienes quizá estén diestros
en el uso de la espada o la pluma, pero no muy cerca del sentido político del poder y del
mando pleno.
Y van a buscarlo. Nada ha hecho él por llegar hasta esa Casa de los Gobernadores,
penumbrosa de tufo colonial. No está en su modalidad ofrecerse, y aunque no han aparecido
todavía los “grupos de presión”, bautizados como tales por la jerga sociológica de nuestra
época, ya empiezan los aspirantes a laderos de mandamases a organizar las nunca del todo
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
desnucadas “intriguillas de palacio”. Mas, el Dr. Francia logra llegar sin el apoyo de esas
ortopedias.
De esa manera iniciará su patriótico servicio, como auténtico brazo ejecutivo, como poder
instalado sencilla y decorosamente, sin adhesiones ruidosas ni obsecuencias vejatorias, de las
que por lo demás no necesita. Ya está el Dr. Francia en el modesto recinto de su actuación:
severo, frugal, imperturbable, rodeado de amanuenses humildes y de escasos criados, sin
bufones contrahechos, sin mazorqueros con el puñal entre los dientes, sin turiferarios
pendolistas. Exactamente la contrafigura del estanciero porteño don Juan Manuel de Rosas.
“La naturaleza -proclama en otros párrafos del aludido documento- no ha criado a los
hombres esencialmente sujetos al yugo perpetuo de ninguna autoridad civil, antes bien,
hizo a todos iguales y libres de pleno derecho.
“El hombre nace libre y la historia de todos los tiempos siempre probará que sólo vive
violentamente sujeto mientras su debilidad no le permita entrar a gozar de los derechos
de aquella independencia de que lo dotó el Ser Supremo al tiempo mismo de su
creación”.
Su tesis está dirigida al logro del hombre libre, con independencia, categoría que lo
acreditará para el goce pleno de sus derechos. En síntesis: piensa que la propia libertad es uno
de esos derechos que también hay que conquistar. Aunque la noción de libertad debe
subordinarse a la de independencia, porque lo que define tanto a un hombre como a un país
es su autonomía, ya que ser libre sin poder decidir lo propio constituirá un imposible o una
ficción. Y muy cierto resulta que una nación que no haya alcanzado en plenitud su
independencia (económica, política, social, cultural) dificultosamente podrá blasonar de libre y
soberana, aunque flamee su bandera al tope de los mástiles y en sus escuelas se cante el
himno nacional. Hasta en eso el Dr. Francia se anticipó con largueza a nuestros tiempos.
Sigamos. Según Rousseau el hombre es bueno, “por eso el error y el vicio deben
mantenerse alejados de él. (Esto -se advierte- está lejos del pecado original predicado por los
jesuitas). Para preservar al Paraguay de los “vicios” y “errores” provenientes de otras naciones,
40
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
fue que el Dictador consideró oportuno acudir al expediente del aislamiento. Decisión cáustica
destinada a erradicar el contagio.
En el cierre de este capítulo no estará demás tener en cuenta que el contrato social
implicaba un contrato de hecho, destinado a alcanzar el desarrollo de las fuerzas naturalmente
buenas del hombre. Hasta aquí Rousseau y su lejano lector paraguayo. En esto termina la
condicionada identidad entre ambos, ya que el Dr. Francia parece no haberse mostrado
proclive a la aceptación total del espectro ideológico francés pre-revolucionario, sino solamente
a través de algunas de sus proposiciones.
Aquello explica el por qué -aunque conociéndolos- no haya podido coincidir con los
enciclopedistas -que tanta influencia ejercieran en varias zonas de nuestra América-
particularmente en cuanto a la tolerancia religiosa, al optimismo por el futuro de la humanidad,
a la confianza en el poder de la razón22. Es que al Dictador sólo le importará, a fin de cuentas,
lo suyo, es decir: su misión; no había sido hecho para construir falansterios. (Otra más entre las
varias líneas de separación tendidas entre él y los jesuitas).
22
Mornet, Daniel: Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa. Buenos Aires, Paidós, 1969, p. 75-102.
23
Orsi, René: Historia de la desmembración rioplatense. Buenos Aires, Peña Lilio, 1969, p. 25-27. Cf.: Puiggros, Rodolfo: La
época de Mariano Moreno, Buenos Aires, Partenón, 1949.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Los historiadores paraguayos Dres. Juan Stefanich y Julio César Chaves han aportado -
desde sus respectivos andariveles- benéficas luces a la dilucidación del tema moreniano-
francista24.
La vida y la obra de otros dos argentinos podrían ofrecer alguna afinidad de carácter y de
procedimientos con el Dr. Francia. Además, tenían edades cercanas a la suya, aunque ninguno
de ellos le sobrevivió. Pese a que nosotros no creemos que un estudio detallado pueda
proporcionar resultados favorables, vale la pena intentar, a la distancia, el análisis bien que
provisional de esa presunta sinonimia.
24
Chaves, Julio César: Historia de las Relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay 1810 – 1813. Buenos Aires, Jesús
Menéndez, 1938. Cf. Stefanich, Juan: Juan Jacobo Rousseau y sus dos discípulos: Mariano Moreno – José Gaspar de
Francia. En: La Tribuna, Asunción, 23 de febrero y 3 de marzo de 1975).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Esos dos ciudadanos sobre cuyas indóciles testas se desatara, y no pocas veces, la
polémica de sus contemporáneos, son los Dres. Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo,
igualmente abogados de profesión, quienes figuraron como fogosos dirigentes en el período
inicial de la emancipación. El primero, muy conocido, y a la vez injuriado, por la drástica
actuación cumplida en el Alto Perú (es probable que el “inconveniente” consistiera en su
propósito de predicar la justicia y la libertad a los indios, apenas si hermanos teóricos e idílicos
de la nueva gesta revolucionaria), y el segundo, de no menor empuje que aquél, que padeció
los sarcasmos de la leyenda negra y fue a caer asesinado en las calles de Lima, por mano
mercenaria, víctima de su implacable patriotismo continental, crecido a la vera de San Martín y
Bolívar, privilegio que le concitara no pocas inquinas. Las versiones montesco-liberal y
capuleto-revisionista de la historia argentina han querido presentarlos como a monigotes
perfumados, en un caso, o como a locos enardecidos, en el otro. Ni Castelli, ni Monteagudo
fueron tales: el pensamiento de la liberación de nuestra América les debe mucho; por eso los
ha colocado más allá de aquellas falsificaciones.
Ambos están unidos al Dr. Francia por la severa determinación de defender el ideal de la
libertad a cualquier precio; además, los tres habíanse agitado en una concepción redentora
para las ideaciones del futuro y decisivamente bélica para los enfrentamientos con la
actualidad, siempre elevada, a nivel casi mesiánico, la misión de sus respectivas campañas
revolucionarias, aunque en los argentinos la proporción de la llama supere al combustible. En
esa medida el Dr. Francia supo conservar la serenidad.
Matices nacidos de sus individualidades tienden, en orden dispar, a separarlos; entre ellos
cuentan los avatares de la existencia, de continuo imprevisibles, y los rasgos propios de
caracteres totalmente diferenciados. Castelli posee, no sin motivo, el genio revuelto y
arrebatado, y habrá de consumirse en el torrente de su apasionado ímpetu. Monteagudo gasta
ampulosidades no muy republicanas, participa en rencillas y pendencias que lo sitúan en un
callejón sin salida, y también es entregado al vórtice de los acontecimientos, aunque él
intentara cubrirse con la pedrería de un boato efímero, en el ingenuo empeño de ocultar sus no
muy conocidos orígenes. Si bien los dos se mostraron seguros en su acción, fueron
escasamente oportunos en la aplicación de su pensamiento.
supo sobrellevarlos con un decoro y una discreción que sus paisanos no terminarán de
agradecerle, quitando a la anécdota histórica y a la chismografía barata robustos argumentos
para hurgar en los secretos de su existencia. (Esto podría parecer inverosímil al brioso
Sarmiento).
Los tres fueron, sí, y esto no hay que callarlo, insobornables críticos de la dominación
hispánica (enquistada en estas patrias hasta mucho después de su emancipación política) y
ejemplos de proceridad, por encima de sus aciertos y de sus errores, de su envoltura carnal,
destinada a la tierra, y de la lumbre de su espíritu, destinada a la posteridad. Resentidos impíos
y sacrílegos hicieron desaparecer los restos del Dr. Francia.
Resulta desde todo punto de vista sintomático que los pensadores europeos de la primera
mitad del siglo XIX -Carlyle y Comte, entre los más significativos- hayan fijado su atención en el
Dictador. Convendrá, para mayor claridad, hacer una breve referencia a las posiciones de
ambos por haber tenido ellas algunas derivaciones en nuestra América25.
Esta actitud se torna más expresiva cuando se advierte que Carlyle (por cuyas venas
corría abundante sangre celta) dista en mucho de ser un historiógrafo o un historiador
sistemático, pudiendo ser considerado más bien como un re-creador literario de temas
históricos -aun en su Historia de la Revolución Francesa (1837)- con no poca influencia del
romanticismo alemán. El mismo estimaba a la literatura como a “la única y militante iglesia de
los tiempos modernos”.
25
Barret, RafaelL Marginalia Carlyle. (En: El Nacional, Asunción, 12 de mayo de 1910).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Debió atraerle, sin duda, el enigma representado por el Dr. Francia gobernante, tanto
como la tenaz y silenciosa adhesión de su pueblo, (Hablamos de pueblo, no de minorías
selectas, ni de los paniaguados de costumbre, que por fortuna no tuvo). Y quizá por no haberse
desenvuelto el Dictador dentro de una lógica estricta -como mandan los esquemas
ultramarinos- y por haber acomodado los acontecimientos a la realidad de su país y no al revés
-según suele indicar la receta de los cipayos, de derecha o de izquierda, de todas las latitudes-
fue que Carlyle dispuso analizarlo con distinta óptica. Eso sí: quedó sabiamente excluido de su
galería de “héroes providenciales”, puesto que en verdad no lo era. Por el contrario, es el Dr.
Francia uno de los más definidos anti-héroes de nuestra historia, cuyo perfil civilista se destaca
entre muchos.
No es de descreer del asombro de Carlyle ante este Dr. Francia que ha gobernado -sin
concesiones, eso sí- con ahorro de gestos y de palabras, ausente de histrionismos oratorios y
de ambiciones publicitarias, no muy expandidas pero de relativo uso en su época. Y agregado
a esto una moral monolítica: no hay diferencia entre el Dr. Francia como persona y en el
ejercicio del poder. Visión infrecuente, aun para el avisado autor, ésta de un mandatario
absoluto que empezó siéndolo consigo mismo.
El tal vez eruptivo nacionalismo de Carlyle (por lo menos no con el disfraz con que
aparecen algunos de nuestro tiempo) y el influjo sobre aquél de las ideas de Fichte -las que
enfrentaron al imperialismo napoleónico y fueron elogiadas entre nosotros por Fulgencio R.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Desde otra militancia Blas Garay -aunque no siendo un positivista, pero sí comentador de
Spencer a las puertas de la implantación del positivismo en el Paraguay- ha estudiado con
mayor detenimiento al Dictador, vinculando sus actitudes frente a la Iglesia y al ejército en
trabajos que coincidirán luego con otros aportes de distinta procedencia y a la vez de una
misma orientación30.
26
Zea, Leopoldo: Francia y el despotismo ilustrado. (En: Latinoamérica: Emancipación y neocolonialismo. Caracas, Tiempo
Nuevo, 1971, p. 60-62.)
27
Amaral, Raúl: Formación filosófica de Fulgencio R. Moreno. Asunción, Separata de la Revista del Ateneo paraguayo, 1963,
p. 6.
28
Borges, Jorge Luis: Otras inquisiciones. 6ª ed. Buenos Aires, Emecé, 1971, p. 181.
29
Comte, Augusto: Catecismo positivista. 4 v. Madrid, Biblioteca Económico-Filosófica, 1894. Cf. del mismo autor y libro:
París, Garnier, s.a., 346p.
30
Amaral, Raúl: Blas Garay y el sentido nacional de la historia. (En: La Tribuna, Asunción, 10 de diciembre de 1968).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ignacio A. Pane, positivista confeso y activo en todos los tramos de su labor intelectual
(por más que se haya querido injertarlo en una inexistente categoría de “sociólogo católico”) al
ocuparse del Dictador -de cuya gestión histórica no se muestra adepto- censura modalidades
de su sistema (persecuciones, prisiones, etc.), si bien admitiendo su honrado patriotismo. Cree
que se debe investigar en su obra para lograr un juzgamiento más sereno y ecuánime31.
Efectivamente, uno de sus más señalados representantes, el maestro argentino Dr. J. Alfredo Ferreira,
consideró necesario dejar indicada su discrepancia con todo tipo de gobierno autoritario33, separándose
de este modo de los propios preceptos establecidos por Comte para la teorización de la
dictadura republicana, los que por su parte fueron canalizados por uno de los más convencidos
feligreses de la Religión de la Humanidad, el chileno Jorge Lagarrigue34.
Formación paralela a la de Ferreira es la que ofrece, en nuestro medio, el Dr. Justo Prieto,
autor de una densa biografía de Comte, quien en otro de sus ensayos sociológicos dedica
enérgicas censuras al período francista35.
Tratemos ahora de preguntarnos -casi al final de este recuento- en qué forma podría ser
ubicado el Dr. Francia en una galería de tiranos vulgares (dispénsenos el lector la
redundancia), trascendiendo aquéllos remotos desvelos frenológicos del Dr. Ramos Mejía -
31
Pane, Ignacio A.: El Paraguai (sic) intelectual. Santiago de Chile. Imprenta Mejía, 1902, p. 12-13.
32
Gomes De Castro, A. R.: A Patria Brasileira (1822-1922), Río de Janeiro, 1922; Teixeira Mendes, Raimundo: Benjamín
Constant. Esboço biográfico. Río de Janeiro, Igreja Positivista Brasileira, 1913; Varela, Alfredo: Duas grandes intrigas. 2v.
Porto, Renacimiento Portugheis, 1916.
33
Bassi, Angel C.: J. Alfredo Ferreira. El pensamiento y la acción del gran educador y filósofo. Buenos Aires. Claridad, 1943,
p. 253-255; Dozo, Luis Adolfo: Alfredo Ferreira y el positivismo argentino. (En: Cuyo, Anuario de Historia del Pensamiento
Argentino. Mendoza, t. VII, 1971, p. 161-175); Farre, Luis: Positivismo comtiano: J. Alfredo Ferreira. (En: Cincuenta años de
filosofía en Argentina. Buenos Aires, Peuser, 1958, p. 57-60); Lagarrigue, Juan Enrique: Carta al Sr. D. J. Alfredo Ferreira.
Santiago de Chile, Ercilla, 1900; Soler, Ricaurte: El positivismo argentino. Paraná, Imprenta Nacional, 1959, Cf. 2ª ed.,
Buenos Aires, Paidós, 1967.
34
Lagarrigue, Jorge: La dictadure republicaine. Río de Janeiro, 1937. Cf.: Teixeira Mendes, Raimundo: Dictadura
republicana. (En: ob. cit. p. 317-318). Del mismo autor: A mystificaçao democrática. Río de Janeiro, Igreja Positivista do
Brazil, 1906.
35
Prieto, Justo: Paraguay. La Provincia Gigante de las Indias. Buenos Aires, El Ateneo, 1951, p. 137-158. Del mismo autor:
Vida indómita de Augusto Comte, el apóstol de una religión sin Dios. Buenos Aires, Ayacucho, 1944.
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cultura nacional.
paradójicamente no menos positivista que los anteriores- que no sin asombroso crédito
acogiera entre nosotros don Juansilvano Godoi, un romántico de vida y obra.
Pero antes que nada se impone un primer enfoque: el de aclarar la medida en que el
Dictador contraría los procedimientos adjudicados a algunos de aquéllos sus presuntos
colegas. Entre no escasas diferencias las más evidentes son éstas:
1. No usurpará el poder.
4. No tendrá a su servicio pendolistas untuosos, y a los que llegarán de afuera sólo les
dirá lo que a su país convenga, a riesgo de que no pocos de ellos se dediquen a
distorsionar su pensamiento.
Cabe insistir también en que tanto la Dictadura temporal como la perpetua fueron
asumidas por el voto de dos Congresos, ante el ostensible peligro de la naciente anarquía
argentina, por un lado, y el insaciable apetito del imperialismo bragantino, por el otro. Solución
de emergencia ésta que las contradicciones históricas prolongaron desmesuradamente.
No debe cargarse, pues, a la cuenta del Dictador ese mal llamado aislamiento,
correspondiendo calificarlo de repliegue, con mayor propiedad. Por no querer sumarse a las
circunstancias socio-político-económicas regionales, que consideraba perniciosas al logro de la
autonomía terrígena (largamente amenazada de vasallaje desde la partición de la Provincia
Gigante de las Indias, el 16 de diciembre de 1617), el Paraguay se vio en la disyuntiva no sólo
de tener que crear su propia política internacional, sino de establecer una no-alineación
precursora con respecto a intereses vecinos. Durante un cuarto de siglo constituyó un ejemplo
de independencia y hasta un adelanto de “tercer mundismo”, en colisión con planes
hegemónicos de potencias próximas o lejanas.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
puesto con beneplácito, nunca lírico, de infaltables y poderosos protectores gringos. (Nuestra
contemporaneidad está plagada de malos recuerdos).
Por lo demás, una coparticipación en el poder se tornaba poco menos que quimérica, ya
que se imponía una inflexible centralización de esfuerzos para evitar que los enemigos de la
Revolución -que es como decir de la causa americana del Paraguay- pudieran fermentar el
caos, según estaba ocurriendo en las inmediaciones. Todo esto agravado por el hecho de que
por debajo de su nivel, especialmente doctrinario, el panorama no brindaba más que
mediocridades civiles, militares o eclesiásticas (expresado sin ánimo de faltarles el respeto),
dotadas de ingenuidad aldeana o de alguna buena fe que no era la más apropiada para tratar
con linderos codiciosos. No importa que ellas hayan sido loadas, sin revisión de capacidad o de
conducta, por procedimientos no muy acordes con la verdad y la justicia históricas.
Varios de quienes más allá de las fronteras supieron de la persona del Dictador, o aun
aquéllos que lo visitaron dentro, parecían carecer (y la crítica no lo desmiente) de la perspicacia
imprescindible y hasta del más elemental sentido político, como para medirlo desde lugares
más elevados que la crónica periodística o el anecdotario picante. Además, frente a este
hombre pulcro, medido e indiferente a la suerte de las opiniones ajenas, estrellábanse los
planes o los propósitos no del todo ocultos de sus insólitos huéspedes, los cuales, al no
obtener del Dictador lo que pretendían, daban en fabular ridículos testimonios, en que lo
macarrónico aparecía aderezado con algunas grageas de “color local”. Sirvan de prueba los
casos ya citados de los Robertson, Rengger-Longchamp y Grandsire, entre una deslucida
ensalada de curiosos. Ellos son el abrevadero de esa caterva de falsedades con las que se ha
solazado por mucho tiempo el candor de los escribas del Plata.
Tampoco al costado del Dr. Francia -en el otro brazo del sillón gubernativo- resplandecía
ninguna docta mentalidad, dispuesta a dar lustre a una tarea común, proyectándola en el
tiempo. No tendrá él como Porfirio Díaz un Justo Sierra o como Lorenzo Latorre un José Pedro
Varela, quienes por cierto no redactaban al dictado, con la ventaja de reportar alguna relativa
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
civilidad a la gestión de ambos tiranos. El Dr. Francia será la máxima expresión de la soledad
en el poder: vivió solo, gobernó solo, murió solo.
Pero eso no es todo. Conviene ahondar más. Veamos: García Moreno, místico
sanguinario a quien algunos orates pretenden llevar a los altares, pone inexplicablemente al
Ecuador a los pies del Corazón de Jesús (blasfemia que sin duda hubiera horrorizado al
piadoso Juan XXIII); el dipsómano Melgarejo brinda en Bolivia el espectáculo, entre trágico
y carnavalesco, de la usurpación del mando seguida de asesinatos a mansalva;
Santa Anna, en México, entrega vastas porciones de territorio al invasor
norteamericano (en el lenguaje de todos los tiempos ese empleo se denomina de
vendepatria); el uruguayo Santos se burla de la Constitución y aparece por las
calles rodeado de chusma armada y concubinas; Rosas se manifiesta -con bastante
naturalidad- a través de sus bufones, fusila a una mujer indefensa y encinta, y tiene
como traductor de sus pensares a Pietro de Angelis, un napolitano tan inteligente
como inescrupuloso, a quien algunos incautos pretenden canonizar de prócer
argentino. (Todo el mundo sabe que la gloria del combate de la Vuelta de Obligado
contra la escuadra de invasores franceses pertenece por entero al Gral. Lucio
Norberto Mansilla, unitario de nacimiento y cuñado mal avenido con el
Restaurador) 36.
¿Cómo encasillar al Dr. Francia, después de ese desfile casi macabro, en una teoría de
los tiranos vulgares (o distinguidos, que es lo mismo)? ¿Fue acaso un místico virulento, un
borracho asesino, un entregador de tierra patria al extranjero, un burlador de la Constitución, un
lujurioso disipador, un analfabeto crónico dado a satisfacer los caprichos de minorías rurales
sedientas de canonjías ciudadanas, un apañador de aparceros enloquecidos de soberbia, o un
astuto negociante con depósito bancario refugiado en distintas comarcas? (Advertimos que no
se trata de un cotejo, a todas luces espinoso, sino de fijar gradaciones morales entre él y ellos).
Nada de eso ha sido, en conciencia, el Dictador. Gobernó férreamente, sí, pero con
austeridad suma. El mando no fue para él goce sino deber. Desde allí enseñó a respetar a su
país y a que se lo considerara como lo que era: una República. Hasta los pocos doblones que
ahorró a costa de su propio confinamiento dispuso dejarlos a merced del prójimo. Y algo más
habrá que computar en su favor: el haberse reducido a la condición de celoso custodio de lo
36
Uzal, Francisco Hipólito: Obligado, la batalla de la soberanía. 2ª ed. Buenos Aires, Moharra, 1973. El poeta argentino
Héctor Pedro Blomberg (1889 – 1955), bisnieto de don Carlos Antonio López y sobrino-nieto del mariscal Francisco Solano
50
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
que hoy se titula -sin mucho discernimiento- el ser nacional, y no únicamente de sus límites
geográficos, tan castigados a lo largo de cuatro centurias. (La semejanza entre dichos tiranos y
el Dictador empalidece, o se borra del todo, si se profundiza en la ninguna pretensión
caudillista del Dr. Francia, cuyo carisma no tiene más motivo que su sola presencia. Una
comparación con el adusto ministro chileno don Diego Portales (1793-1837), podría parecer
sólo superficialmente eficaz. Aunque se le considera “modelo de regularidad, celo y honradez”,
no ha faltado la evocación de sus inclinaciones “peluconas”, es decir reaccionarias, de cuyo
sector ha pasado a constituirse en prócer. Representó, no sin valentía, los intereses de la
aristocracia terrateniente contra los avances de la clase mercantil, sumado esto al hecho de
que Portales fue “el organizador de la República conservadora”, en la defensa de cuyos
privilegios mostró rectitud y energía hasta la consumación de su martirologio. Su muerte por
fusilamiento, a manos del caudillaje militar, es apenas un símbolo. Únicamente por
arbitrariedad podría colgársele al Dr. Francia el sambenito de “conservador” o de protector de
una “aristocracia terrateniente”, que no existía en el Paraguay. No tuvo la obligación de
mantener pendencia con caudillaje alguno, y menos de soportarlo; tampoco permitió que sus
comandantes le mojaran la oreja).
El Dictador quiso que el país fuera capaz de crear sus propios recursos. Así comenzaron
a florecer las artesanías37, que aguzaron el ingenio popular e impulsaron a las gentes a valerse
de su propio esfuerzo, ayudando a mantener la disciplina social, que habría de quedar relajada
o en trance de serio quebranto después de 1870. No sin razón el Dictador desconfiaba de todo
y de todos.
Por fin, amontonando silencio sobre silencio, supo inducir al pueblo a volverse discreto en
sus pareceres y en la exteriorización de sus expansiones, huella psicológica que aún será dado
López, escribió un poema celebratorio: Canto de los héroes de la Vuelta de Obligado. 1945. (En: Cantos navales argentinos.
Bs. As., 1938. Reimp. Bs. Aires, Comando en Jefe de la Armada, Departamento de Estudios Históricos, 1968, p. 85-86).
37
Pla, Josefina: Las artesanías en el Paraguay. Asunción, Comuneros, 1969, p. 61-62.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
observar en habitantes de zonas no tan contaminadas como la capital. Sus yerros -que nadie
intenta absolver- fueron producto de su ámbito, de su tiempo, de su soledad y de su genio; se
asientan, además, en culpas propias y ajenas, responsabilidad que, compartida o no, nunca se
propuso esquivar. Cercado como estuvo siempre, apenas si pudo ver aplicadas, en mínima
escala, algunas de sus ideas, porque casi todo se redujo a enfrentar hechos cotidianos con
espíritu utilitario. ¿Qué más podía hacer?
En este fatigoso andar su perspectiva se fue deteriorando, constriñéndolo, cada vez más,
a un anacoretismo sin remisión. Hubo de vivir en permanente sobresalto, aparentando una
tranquilidad que no era más que promesa de estar sobre las armas. Quizás el buen sueño
(incluido el de la siesta) a que aspira todo sano mortal, fuese un lujo inalcanzable para este
recluso de tenso espíritu, destinado -¡centinela alerta!- a la sola función de vigilar. Una
monarquía foránea, de un lado, y una tiranía vernácula, del otro -enemigos desenfrenados de
la nacionalidad paraguaya- le impidieron ser el gobernante abierto y libre que muchos
pretenden que debiera haber sido.
Aquellos que llegaron tras suyo tuvieron que erigir, ante todo, el andamiaje del Paraguay
moderno, pero esas premisas de soberanía, independencia, autoabastecimiento e identidad
nacional, factores determinantes de la época francista, no habrán de ser soslayadas. Y puede
afirmarse, sin temor a equívocos, que gracias a ellas fueron factibles las nuevas creaciones. De
ahí que don Carlos Antonio López -en quien se unían instinto y perspicacia- se mostrara tan
cauteloso para con la memoria de su antecesor. De tal modo pudo cumplirse la profecía del Dr.
Francia: casi medio siglo después de aquella exaltación de Franklin, o sea en 1852, el
Paraguay se había puesto de pie para alcanzar su destino continental. Si no llegó a lograrlo en
plenitud no fue por causa de la fatalidad -a la que algunos adjudican, desaprensivamente,
muchas de nuestras desventuras-: las condiciones políticas y económicas en que habría de
desenvolverse esa etapa no hacía ya convenientes los enclaustramientos ni los retrocesos, a
pesar de que el avance pudiera estar erizado de peligros, como después se comprobó.
(1969 / 1975)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Este 20 de setiembre hará 143 años desde que el Dr. José Gaspar Rodríguez de
Francia se ausentó de este mundo, aunque no de esta tierra. Y hay que decir esto porque a
partir de entonces aquel silencio con que él rodeara sus meditaciones y transfiriera al resto del
país, se convirtió en inquietud polémica no bien se abrieron algunas compuertas de opinión que
la prudencia de don Carlos Antonio López había sabido enfrenar.
Desde esos lejanos tiempos puede afirmarse que tanto su vida como su obra de
gobierno -con ser tan diáfanas y a la vez fácilmente perceptibles- no han tenido descanso.
Ahora, un poco por acción de la posteridad y otro por la aparición de documentos reveladores,
se van aquietando los gestos de la repulsa drástica que inquietaran su memoria por más de un
siglo.
Pero no será posible pensar en la supervivencia de un Dr. Francia históricamente
canonizado, previa exorcización de los errores y demasías que la crítica póstuma dio en
adjudicarle. Existe -y no es posible desconocer esa comprobación- porque ya son muchas las
señales de su quehacer o de su letra que marcan su actuación con trazos muy distintos a la
sombra diabólica que fabricaron en su contra los que vinieron después.
Esto quiere significar que hay un Dr. Francia que es preciso estudiar desde el reverso de
la leyenda: papel sobre papel, relacionándolo con gobernantes de su época o con anteriores y
posteriores de su propio país.
El repudio en bloque, tanto como la deificación en la misma forma, sólo conducirán a
mantener su figura fuera de los límites naturales de la razón para sumergirla en el caruguá de
las pasiones -en favor o en contra- sin que sea dado, en especial a los jóvenes de hoy, ofrecer
otro perfil, en cuanto a su biografía, y otra alternativa en lo referente a su conducta de
gobernante. Los prejuicios del pasado no tienen por qué permanecer intactos.
Un cierto sector de opinión proveniente del romanticismo nativo, aunque iniciado en el
exterior, se constituyó en el primer agrupamiento destinado a recoger, con una paciencia que
hasta podría parecer metódica, todos los díceres -hablados y escritos- que condujeran a
proporcionar una imagen satánica del Dr. Francia, no desdeñando para ello ni la versión oral ni
las anécdotas de vecindario. Ese entusiasmo por la demolición fue característico en los nacidos
entre 1840 y 1860, o sea los románticos que empezaron a activar desde la posguerra del 70 en
adelante.
Esa tendencia a catalogar emocionalmente al Dictador se encuentra bien determinada
en páginas de Juan Crisóstomo Centurión o de Diógenes Decoud -para mencionar sólo a dos
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
de los más significativos- y, desde luego en manuales de origen rioplatense u otros de aquí
mismo, como es el caso del recordado “Compendio” de Terán y Gamba.
Al fundarse el Colegio Nacional esa corriente estaba en auge y así continuó alimentando
la mentalidad de los alumnos, entre los cuales se contaron los que luego integrarían la
generación novecentista.
Algunos de quienes la prestigiaron -Garay, Pane- creyeron conveniente buscar otro
ángulo de visión ajeno a las reacciones de una sensibilidad agudizada. Otros, como
Domínguez y Moreno, consideraron necesario contraponer el repudio a toda forma de dictadura
ensamblándolo en la persona del Dictador. Esto ocurría a pesar de que desde 1888 un solitario
defensor lo había declarado “fundador de la nacionalidad paraguaya” en algún olvidado número
de revista.
Cecilio Báez, aún estudiante de derecho y con 26 años de edad, inauguraba así, no
únicamente un camino nuevo para ubicar al Dr. Francia sino al mismísimo revisionismo
histórico nacional, cuyas líneas retomará Blas Garay casi una década después -aunque sus
propósitos fueran otros- y hará estallar O’Leary a fines de 1902, en aquel quiebre generacional
que todavía se cita sin conocerse su trasfondo.
No podrá sostener quien lo haya leído, que el Dr. Báez lo hacía por practicar ejercicios
de “tiranofilia” o simplemente por “épatar”. Es más: si mantuvo esa posición a lo largo de su
extensa vida pública era porque coincidía con sus convicciones doctrinarias, si bien su
positivismo quedó recién declarado a partir del 900.
Justificaban, por lo demás al Dr. Francia, aparte de su incorporación al Calendario
Positivista, su concepción de la “dictadura republicana”, que es una de las alas del
pensamiento del Comte.
La profilaxis dedicada a los denominados “tiranos vulgares” (si es que hubiera otra
manera de no serlo): un Melgarejo, un Santos, un Santa Anna, un García Moreno, se hizo
injustamente extensiva a este Dictador cuyo sistema tuvo punto de partida legal y que no
gobernó con el desenfreno y la arbitrariedad, ni fue tampoco borracho, libidinoso, vendepatria o
ataviado de locura mística, como los tales nombrados más arriba.
Es hora de que se entienda eso.
(1983)
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cultura nacional.
El tema del Dr. Francia fue durante largos días ocultado en su verdadera dimensión por
haberse unido, no muy cándidamente, el sistema impuesto por la voluntad de dos Congresos
(1814 y 1816) a su acción de gobierno y sus propias ideas. No eligió él la forma de asumir el
mando sino mediante el pronunciamiento de los representantes del pueblo, entre quienes se
contaban algunos de sus compañeros de la Revolución de 1811 y no pocos diputados de la
Nación campesina, que es la raíz de la conmoción política y social producida con posterioridad
a dicho suceso. Y fue sobre la base del régimen republicano –adoptado el 12 de octubre de
1813, un año antes de la Dictadura temporal y tres previos a la perpetua- que comenzaron a
diseñarse las instituciones que irían delineándose con mayor nitidez a medida que avanzara el
proceso emancipador.
No fue culpable el Dictador de ese cilicio que hubo de llevar durante todo su mandato, ni
en cierta medida pudieron serlo aquellos noveles y aislados legisladores: habrá que buscar las
motivaciones reales de ese repliegue preventivo en la obligación de salvaguardar la soberanía
territorial, amenazada por codiciosos vecinos: el uno en tren de revuelta caudillesca (porque el
auténtico federalismo no ha sido exclusiva manifestación de a caballo), por el lado del Plata, y
por el otro cultivando en el silencio de los salones imperiales su antigua vocación bandeirante.
Borbones y Braganzas que con distintos motes se desplazaban y que aquí no encontraron,
hasta enero de 1869, quienes les franquearan la tranquera.
Pero queda por descifrar otra tendencia de más extendido influjo en este continente, que
se ha mantenido por vía de la ignorancia voluntaria de los que han tomado partido a priori, sin
investigar ni estudiar nada, más allá de toda dilucidación honesta y de toda reflexión concreta.
Esta línea es la que adjudica al Paraguay la existencia de “tiranos obligatorios”, que aunque no
55
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
lo hayan sido tienen que caber en el molde prefabricado, donde vienen acopiándose materiales
negativos desde los años mismos de la Independencia. Ella ha contado con el apoyo de varios
nacionales, unos incautos y otros no tanto, engolosinados porque, al igual que Argentina,
Uruguay, Venezuela, Chile y otros países –en un pasado no muy lejano– el nuestro haya
podido mostrar idéntica galería de reaccionarios.
Desgraciadamente los trabajos con apoyo documental que iluminan las respectivas
gestiones gubernativas del doctor Francia, de Don Carlos y del Mariscal, pertenecen a la
realidad de este siglo y de manera más contundente a nuestra contemporaneidad. Un brillante
conjunto de aportaciones de aquí y del exterior permite hoy desvanecer con seguridad aquellas
presunciones, hijas del prejuicio, de los intereses de casta o de la pretensión de acoplarse a
una visión foránea para no ser menos que los demás.
Duele comprobar que continúan presentándose los mismos esquemas que escuelas con
predominio en el siglo XIX pusieron en auge, sin que bastara el denodado esfuerzo de
historiadores y teóricos locales para alejar de una vez por todas la idea de que esta es la tierra
generosa de los genios sombríos, más cerca de Lombroso que de Ranke, del manicomio que
de la diosa Razón (no hay que preocuparse demasiado porque ahora se está en posesión de la
verdad, aunque el error tenga las piernas largas y el entendimiento corto).
La bibliografía crecida en torno al doctor Francia tiene –acudiendo a una metáfora que
hubiera agradado el doctor Manuel Domínguez- una “espesura boscosa”, con riesgo de que los
muchos entrecruzamientos impidan ver el árbol con nitidez.
38
Pensamiento Conservador (1815-1898). Prólogo, compilación y notas por José Luís Romero y Luís Alberto Romero.
Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, p. IIV (sic), 289-296, 499-500; Romero, José Luis: El Pensamiento Político de la
Derecha Latinoamericana. Buenos Aires. Paidos, 1978, p. 64-70, 73, 76-77.
39
Zea, Leopoldo: Francia y el Despotismo Ilustrado. (En: Latinoamérica: Emancipación y Neocolonialismo. Caracas, Tiempo
Nuevo, 1971, p. 60-62).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Mucho se ha escrito, casi podría decirse que demasiado, ya que no son escasas las
repeticiones, en este orden, más las prohijadas afuera que en nuestro ámbito. Un prolijo
escrutinio podría determinar la urgencia de imprimir todo el “corpus” documental que lleve la
firma del Dictador a fin de que no sea sólo tarea de eruditos el detectarla, pues se torna
perentorio llevar al conocimiento público, externándolos, estos comprobantes que vienen a
desmentir una falsa y prolongada leyenda.
En cuanto a estudios sobre su individualidad y su obra habrá que buscarlos en los tres
trabajos precursores de José de la Cruz Ayala, que reivindican su memoria y reconocen su
condición de fundador de la nacionalidad; se titulan: “Un héroe olvidado” (en “El Heraldo”, 14 de
mayo de 1884); “Errores y verdades históricas” (en “El Imparcial”, 24 de septiembre de 1887),
ambos con el seudónimo de “Alón”, y “Disquisiciones actuales” (en “El Independiente”, 19 de
septiembre de 1889), con el apodo de “José de Concepción”. Ahí están, en germen, las bases
del revisionismo en su etapa inicial40.
El doctor Cecilio Báez acompañará tal emprendimiento con su artículo: “El dictador
Francia. Fundador de la nacionalidad paraguaya”41, posición que reafirmará con singular nitidez
en su valioso “Ensayo sobre el Dr. Francia y la dictadura en Sud América” (1910)42, que si
algunos leyeron, en cambio otros condenaron al menos piadoso de los olvidos. Desde su
mocedad y hasta sus altos años no desmayará en la finalidad de acercar al Supremo al sitial
que tenía merecido. Hay que indicar, más que como un hecho curioso –que no lo es– la
circunstancia de que esta luz arrojada sobre el recuerdo del doctor Francia se circunscribía a
su persona y no a otros capítulos de la historia nacional que seguían siendo causa de vituperio,
como los que abarcaban los gobiernos de Don Carlos y el Mariscal, incluida la condenación por
la guerra de la Triple Alianza.
40
Ayala, José de la Cruz (“Alón”). Desde el infierno. Asunción: Napa, 1982, 132 p. pp. 31-32, 99-100.
41
Báez, Cecilio. El dictador Francia. Fundador de la nacionalidad paraguaya. (En: La Ilustración Paraguaya. Asunción, 31
de diciembre de 1888, I (II), p. 122-124).
42
Báez, Cecilio. Ensayo sobre el Dr. Francia y la dictadura en Sudamérica. Asunción: Ediciones Mediterráneo, 1985, 2ed.
302 p.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
No contó el doctor Francia con la comprensión (no se diga que la simpatía) de los
anteriores, o sea los románticos, que dominaron buena parte del quehacer historiográfico
nativo, dentro o fuera de sus límites geográficos. Ellos se acogieron a los díceres de Rengger y
Longchamp y de los Robertson; de allí partieron y allí se quedaron. Tampoco los novecentistas
mostraron mayor receptividad, resultando algunos de ellos francamente hostiles. Puede
catalogarse como excepción –no en grado de entusiasmo, por cierto– alguna que otra mención
de Garay o de Pane, quienes incitaron a tratarlo más allá del embretamiento lombrosiano en
que lo había ubicado el frenólogo Dr. Ramos Mejía, hoy bastante pasado de moda por el
escaso rigor científico de sus conclusiones, a pesar de haber sido considerado un hombre de
ciencia de exitosa actuación.
Ese 900 nuestro presenta, a pesar de todo, dos cifras aparte (según se acostumbraba
decir por entonces). Una es la alusión de Goycochea Menéndez en “Los hombres montañas”
(“La Patria”, 13 de junio de 1901), donde se expresa, en bella prosa modernista, con un
lenguaje no común al sector intelectual: “Entre tanto, por sobre las colinas, su cabeza se erguía
poderosamente, investigando los horizontes de América. Y esa gran sien, sobre la cual, se
encabritaban los rayos sin lograr penetrar bajo su carne, debía parecer a la distancia, por lo
menos, una montaña”. No hubiera esperado el Supremo Dictador agasajo más alto ni justicia
más convincente.
Pasados los años Don Juan Emiliano O’Leary producirá su pieza dramática en un acto “La
Gasparina” (1923) y más tarde su “Glorificación del Dr. Francia” (1944), cerrando con este
último trabajo el ciclo de su generación. A su vez la irrupción del modernismo, en lo que va de
1901 a 1927, sólo ofrece las aportaciones ya referidas, pues la función de la mayoría de sus
integrantes su redujo de preferencia a la actividad literaria.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por mucho tiempo no quedarían en su favor más que la inclusión de Augusto Comte en su
“Calendario Positivista” (en el mes dedicado a los realizadores políticos) y las páginas casi
perdidas y amarillentas de Carlyle, que a pesar de todo se animará a reproducir un periódico
asunceno redactado por jóvenes43. Luego el silencio o más que eso: el silenciamiento, para
que el calificado de “tirano” expiara culpas propias y ajenas. Pero la posteridad suele ser
caprichosa devolviendo su divisa de patriota a quien había sido relegado a las últimas
estribaciones del concepto social.
En nuestros días Marco Antonio Laconich, Víctor Morínigo, R. Antonio Ramos, Natalicio
González, y, unido a ellos, el no muy conocido libro de un ignorado argentino: Luis Baliarda
Bigaire, sumaron sus interpretaciones trascendiendo la zona del perfil biográfico, esto sin
demeritar algunos capítulos de Justo Pastor Benítez, que valen por una relectura. Porque lo
que urge es interpretar al Dr. Francia desde el marco no muy frecuente del pensamiento
teórico, que aquí no se cita en sus contribuciones presentes para no quitarle perspectiva y
objetividad a las conclusiones que pudiera merecer este aporte.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por último cabe preguntarse si este prócer con proyección en nuestra América podría
haber encontrado émulos o espíritus en estado de projimidad en cuanto a semejanzas de
índole no institucional (en eso será difícil hallarlas), sí en un plano de conducta, de austeridad,
de convicción de haber luchado con el máximo desprendimiento y con arraigado sentido de
patria, llevado en lo hondo y pocas veces puesto en la superficie de los hechos para
juzgamiento de las gentes que no siempre saben que, no obstante apariencias, el poder
implica, las más de las veces, amargo e indeclinable ejercicio. Ciertos rasgos suyos sería
posible aproximar a los de otros mandatarios civiles de nuestra América, entre ellos el
argentino Hipólito Yrigoyen, el mexicano Francisco I. Madero y el chileno José Manuel
Balmacedo, habiendo éstos alcanzado el martirologio. No se sabe que, hasta hoy, se haya
intentado una interpretación sicológica aproximativa de esos tres ilustres gobernantes.
Pero resta algo más para los que creen que la historia nacional es fatiga y deber de todos
los nacionales, sin restricciones de ninguna especie, y ese algo más –de características muy
especiales– quizás llegue a constituir sorpresa si se ahonda en el propósito de lo que está más
allá de cualquier propuesta circunstancial. Entre los recordatorios que siguieron a la muerte del
Dr. Eligio Ayala asoma uno que tiene por título: “Dos cumbres”. Se trata de una tentativa
dispuesta a establecer las analogías existentes entre aquél y el Dr. Francia. Bien se ve que no
estaba descaminado quien expuso tal opinión, porque realmente si hubo alguien que ocultara
en su alma las tribulaciones y también el genio altivo, entregado en soledad a una pasión
patriótica que fuera el signo de la vida y obra del Supremo, ese alguien fue, sin duda alguna,
Eligio Ayala. Hombre dinámico y sin embargo reconcentrado, creador silencioso, pensador
eminente, mandatario sin concesiones, cultor de la honradez administrativa y de la existencia
sacrificada y heroica (no en vano era lector de Nietzsche), en quien no hubiera desdeñado
reconocerse el Dr. Don José Gaspar Rodríguez de Francia, conductor de su pueblo y fundador
de la nacionalidad independiente y soberana44.
(1986)
43
En: El Tiempo. Asunción, 1º de abril a 31 de diciembre de 1892; 1º de enero de 1893.
44
En: El Diario. Asunción, 28 de octubre de 1930.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
El caso del prócer paraguayo doctor don Juan Andrés Gelly (Asunción, 2 de agosto de
1790 / 25 de agosto de 1856) es poco menos que excepcional. Su vida y su trayectoria son la
demostración de lo que el Paraguay ha sido y de lo que hubiera tenido que ser si las
circunstancias no determinaran lo contrario, no a modo de fatalidad inexorable sino de
implacable realidad histórica.
Su actividad en los países de la región se cumple por espacio de cuarenta y dos años,
veintiséis en la Argentina y dieciséis en Uruguay, En la primera actuó en el periodismo y en la
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
política interna desde 1803 a 1829 y en la segunda entre 1829 y 1844, ocupando altas
funciones de Estado.
A partir de 1841, pero con mayor fuerza desde el sitio de Montevideo iniciado en 1843, es
que al doctor Gelly convierte el asedio de la nostalgia nativa en imperiosa solicitud. Ha
prestado en el sector rioplatense altos y generosos servicios en el orden político, periodístico
intelectual y diplomático y por ese entonces siente que ya es la hora de volver para que sus
antiguos ideales tengan entonación de patria.
El doctor Gelly hace uso de la llave de oro de la lengua ancestral y lo saluda en guaraní,
cuyo uso no había perdido en el prolongado extrañamiento. Con esa buena predisposición,
verificada el 7 de enero de 1845, queda a la espera del correspondiente permiso de avanzar.
Don Carlos lo recluye desde febrero a agosto de ese año en la Villa Rica del Espíritu Santo y
después, desde el 3 de agosto lo hace su colaborador más insigne.
(1995)
62
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
El Romanticismo Paraguayo
El nombre del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia cubre toda una época que abarca
desde la asunción de la Dictadura Suprema, el 3 de octubre de 1814, hasta su muerte, ocurrida
el 20 de setiembre de 1840. Es ese mismo Dr. Francia -un típico volteriano de su tiempo, dicho
sea en su elogio- que concitara la atención de Carlyle y a quien Augusto Comte incluyera en su
Calendario positivista en el mes de Federico el Grande, correspondiente a los realizadores
políticos. Precisamente con su desaparición un nuevo estilo de vida nace en el Paraguay,
puesto que abatida la muralla de silencio en que permaneció durante veintiséis años, otra será
la estrategia que habrá de adoptar frente a sus dos desconfiables y poderosos vecinos: los
porteños, por un lado, y los herederos de los “bandeirantes”, por el otro.
Tras el enclaustramiento, las puertas abiertas hacia el encuentro del mundo; tras la
forzada mediterraneidad, el impulso, el élan vital. Pocos hombres con una existencia de más de
cuatro décadas podían justificar en aquel modesto ambiente una actividad que pudiera
favorecer alguna modernización de las costumbres junto con la acentuación de hábitos de
pensamiento y expresión.
Uno de ellos, Fernando de la Mora (1785) había desaparecido en las cercanías de 1830
sin dejar rastros. Al sobreviviente Mariano Antonio Molas (1780) apenas si le resta vida hasta
1844. Quedan para contar la historia y hacerla, dos personajes notables: Juan Andrés Gelly
(1790-1856), quien luego de una acción intensa en la Argentina, Uruguay y Brasil regresa -
ciudadano del Plata- con carga de serena experiencia a su patria en 1845, falleciendo once
años más tarde; y Carlos Antonio López (1792-1862), organizador del estado paraguayo y el
más alto exponente de su filosofía política, bajo cuyo mandato rige la Carta constitucional de
1844. Una última y tardía figura de esta época será Manuel Pedro de Peña (1811-1867),
infatigable polemista que desde Buenos Aires intenta combatir a los gobiernos de ambos López
(padre e hijo) pretendiendo imitar las hazañas de los emigrados argentinos contra la Dictadura
de Rosas.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Don Carlos Antonio López realiza un gran esfuerzo en esta etapa precursora. En el orden
de la cultura funda la Academia Literaria (30 de noviembre de 1841) y más tarde la primera
Escuela de Derecho (1850). Es editado el Catecismo político y social para uso de los alumnos
de la Escuela Normal en 1855, año de la llegada del literato español Ildefonso Antonio Bermejo
(1820-1892), convertido luego en blasfemante enemigo del Paraguay. En 1856 procédese a la
inauguración del Aula de Filosofía, de donde sale el núcleo principal de la promoción
romántica. Don Carlos crea también el periodismo nacional al iniciarlo con El Paraguayo
Independiente (1845-1852), al que sigue El Semanario (1853-1868). Los estudiantes del Aula
de Filosofía redactan la revista La Aurora (1860).
Pero así como a los románticos argentinos los asedia la fiebre del progreso que con
reminiscencias saint-simonianas predicara Esteban Echeverría en su Dogma, denominado
Socialista, a don Carlos, que nunca salió de su tierra, quiere el destino llevarlo a idéntica tarea.
Esta etapa, sin literatos puros que mostrar, es de un practicismo sin concesiones: se dictan
reglamentos para la administración pública y para las aduanas; créanse la marina mercante y
las fundiciones de hierro que funcionaron en Caacupé e Ybycuí; procédese a inaugurar el
ferrocarril; son del Estado las Estancias de la Patria y los extensos yerbales; se moderniza el
ejército y la armada; viajan al Río de la Plata y a Europa misiones diplomáticas; representantes
extranjeros pasan a acreditarse ante el gobierno de Asunción; técnicos de diversas
nacionalidades actúan en arsenales y astilleros y enseñan a jóvenes paraguayos.
Enciende sus luces el lujoso y exclusivo Club Nacional, refugio de la élite asuncena. Y en
1854 llega con un niño en brazos -anónimo nieto del anciano mandatario- la joven dama
irlandesa Elisa Alicia Lynch (1835-1886), cuya presencia pone una nota romántica, de marcado
tono europeo, en el ambiente afanoso pero severo impuesto por don Carlos.
Alguien une con su vida ejemplar aquella época y la inmediata, que es la del romanticismo
propiamente dicho: el maestro argentino Juan Pedro Escalada (1787-1869), contemporáneo de
Gelly y de don Carlos, arribado al Paraguay a los veinte años. Se constituye así en partícipe
intelectual de la promoción de Mayo y de la de los precursores, a la que por razones de edad
pertenecía y pasa a ser mentor de los muchachos románticos, discípulos suyos, a muchos de
los cuales acompaña entre los horrores de la guerra y la triste marcha de la “residenta”,
mezclado con las huestes vencidas. Juan Pedro Escalada, cuya abnegada actividad docente
es en absoluto ignorada en su patria de origen, está incorporado a la historia de la cultura y
educación paraguayas.
Dos años antes de la muerte de don Carlos comienza en firme la vida pública de los
románticos paraguayos, agrupados -según se ha afirmado- en las páginas de la revista La
Aurora, fundada el 1º de octubre de 1860. Esa etapa termina con la guerra.
El nacimiento de sus principales integrantes puede situarse entre 1825 y 1850 y tres son
los sucesos que la determinan: la presidencia del mariscal Francisco Solano López (1862-
1870), la denominada Epopeya Nacional de 1864 a 1870, y en este año la convocatoria de la
Convención Constituyente, que dicta la Carta Magna vigente por espacio de siete décadas.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
advierte es la dictada por la proximidad de don Carlos, cuyos tiempos eran marmóreos y
solemnes.
Gregorio Benites (1834-1909), natural de Villa Rica del Espíritu Santo tiene trascendente
actuación como diplomático en Europa, donde cumple misiones difíciles durante la guerra. Allí
se vincula con Alberdi, de quien fue amigo entrañable y al que honró con una devoción sin
sombras.
El único intelectual que con más dedicación orienta su inquietud hacia el plano literario -
compartiéndola con ejercicio del periodismo- es Natalicio Talavera (1839-1867), nacido en Villa
Rica del Espíritu Santo, cronista y poeta a quien Olegario V. Andrade llamó el Tirteo del
Paraguay. Primer corresponsal de guerra, sus informaciones del frente de batalla se
transmitían por telégrafo y eran publicadas en El Semanario. No muy abundante resulta su
labor: una biografía del general Díaz, ciertos apólogos, algunos escritos de intención moral y
pocos poemas, entre los que se destaca Reflexiones de un centinela en la víspera del
combate. Muere de breve mal -en plena primavera- durante el cumplimiento de sus funciones y
su tumba se pierde para siempre en el cementerio campesino de Paso Pucú45.
Otros tres pueden incluirse en los años cuarenta: el coronel Juan Crisóstomo Centurión
(1842-1902), que nació en Itauguá y que siendo uno de los becarios obligados a regresar de
45
Hallados en el año 2003, sus restos fueron trasladados a su ciudad natal (N del E.)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Europa antes de la guerra pasa a desempeñarse en la secretaría del Mariscal, tanto por su
cuidada instrucción como por su dominio del inglés. Con posterioridad al 70 llega a ser ministro
de Relaciones Exteriores. Dicta conferencias desde 1886 (Los estudiantes de los López) y en
1894 comienza la edición de sus Memorias, en tres volúmenes. Asimismo es suyo un Viaje
nocturno (1877) dado a conocer con el seudónimo de J. C. Roenicunt y Zenitram, anagrama de
sus apellidos: Centurión y Martínez. Cabe citar luego al Dr. Benjamín Aceval (1845-1900), autor
de la ley que dispone en 1877 la fundación del Colegio Nacional, de tan prolongada influencia
en la cultura paraguaya.
El que encabeza la nómina de los nacidos antes de 1850, es Juansilvano Godoi -así
gustaba firmar- nacido en 1846 y fallecido en Asunción a comienzos de 1926. Romántico de
jacquet, galera, pistolón y bastón de estoque, supo vivir siempre a lo gran señor, en medio de
bataholas revolucionarias, que nunca le fueron propicias. Su prosa cargada de artificios y
desmayos sentimentales contrasta con su ejecutoria de hombre enérgico, emprendedor y
generoso. Desterrado en Buenos Aires desde 1879 hasta 1895, en que regresa gracias a la
amnistía concedida por el Presidente Egusquiza. Es así que vuelve a su tierra, de la que jamás
quiso separarse hasta el extremo de que todos sus hijos nacieron en el Paraguay.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
En 1903 el presidente Escurra lo designa director general del Archivo Biblioteca y Museo
Histórico, cargo que retenía al fallecer. Toda su obra está saturada de acentos románticos:
Monografías históricas (1893), El concepto de patria (1898), Documentos históricos (1916),
entre muchos.
Entre 1870 y 1871 buena parte de la población acampada en Villa Occidental -por
entonces territorio argentino- frente a Asunción, pasa a la capital, donde sólo quedan
desolación y ruinas. En ese grupo aparecen dos españoles: uno gallego, coruñés, Victorino
Abente, nacido en Mugía en 1846 y fallecido en tierra paraguaya, en Areguá, en 1935; el otro
burgalés, el Dr. Ramón Zubizarreta, nacido en 1842 y fallecido en Asunción en 1902. A ellos
deben el posromanticismo y el inicial contingente novecentista sabias lecciones de cultura, de
poesía, de derecho. Abente, que era poeta, ejerce influencia no sólo sobre los escritores de
esa época (Chamorro) sino entre los de la inmediata (Pane, O’Leary). Escribe La Sibila
Paraguaya, Salto del Guairá, El Oratorio, poemas impregnados de fuerte sentimiento hacia su
patria adoptiva. Edita en 1877 Satíricas y jocosas, hace periodismo de carácter humorístico,
veta que explotó con singular fortuna. Serio y reconcentrado es, en cambio, el Dr. Zubizarreta,
entregado a una infatigable actividad de cátedra. Fue -como dijera Martí de su maestro
Mendive- el padre amoroso del alma paraguaya y durante 32 años insustituible guía de los
jóvenes.
La línea del posromanticismo debe iniciarse con Atanasio de la Cruz Riera (1854-1942),
que reinicia la tradición educacional junto con las hermanas Adela y Celsa Speratti. Vive en
Buenos Aires y en Corrientes desde 1872; se gradúa en la Escuela Normal de esa provincia en
1881, vuelve al Paraguay en 1888 y desempeña diversos cargos hasta su jubilación en 1908.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Corresponde a Riera contratar en aquel 1890 a las maestras Adela y Celsa Speratti, ya
citadas. La mayor de ellas, Adela Dolores (1865-1902) que había nacido en Barrero Grande, -
de acuerdo a las comprobaciones del historiador y profesor don Andrés Aguirre-, falleció en
Asunción. Discípula de las hermanas King -profesoras norteamericanas llevadas a la Argentina
bajo los auspicios de Sarmiento- ejerció en Goya y en Corrientes; luego pasó a residir en su
país donde fundó la primera Escuela Graduada para Niñas, desarrollando con Celsa (1867-
1938) intensa labor pedagógica.
Uno de los poetas calificados de esta etapa es Enrique Parodi (1857-1917), quién cumplió
en Buenos Aires, donde falleciera, una vasta obra de divulgación cultural y periodística. Editó
Poemas, en 1877, acogido entusiastamente por Martín García Merou, y con posteridad dirigió
la Revista del Paraguay. El tema nostálgico y emotivo (El medallón) caracteriza su filiación
estética y lo define. Poeta muy tenido en cuenta, a pesar de la brevedad de su producción ha
sido Delfín Chamorro (1863-1931), quien ha pasado a las antologías por sólo dos
composiciones: una confesional y apasionada (Todo está perdido) y otra descriptiva aunque
con acentos sentimentales y que en algunos aspectos contiene ciertos rasgos posrománticos,
cercanos ya al segundo modernismo imperante en la época en que fue escrita: Adiós a Ybyty
(1911). Era, además, gramático, filólogo y profesor de no extinguido predicamento en sus
alumnos. En su juventud dio a conocer diversos poemas festivos muchos de los cuales no
trascendieron al público.
Enrique Solano López (1858-1917), el segundo de los hijos del Mariscal, ostentaba
también estampa romántica: saco oscuro, pantalón de fantasía, corbata de color claro, chaleco
blanco y la infaltable flor en el ojal. Emprendió proyectos y concibió empresas más espirituales
que materiales, carente del necesario sentido práctico. Tuvo a su cargo la contratación del
grupo inicial de maestros argentinos destinado a modificar los planes para las escuelas
primarias (1893), después fue orientador de la enseñanza agrícola, dueño de periódicos de
combate, senador nacional, y especialmente, propietario de una colección bibliográfica sin
precedentes, cuyo catálogo editara en 1906 y que contiene documentos importantes sobre la
guerra y sobre la actuación del Mariscal. Asistió al drama de Cerro Corá con su madre. Elisa
Alicia Lynch, y sus pequeños hermanos.
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cultura nacional.
Esa actitud, que lo acerca a la idea que Godoi tenía de concebir la historia, fue
severamente censurada por el Dr. Manuel Domínguez (1868-1935), incipiente lector, por
entonces, de Renán y de Taine. El restante par de los científicos lo integra el Dr. Ovidio
Rebaudi (1860-1931), quien asimismo residió, actuó y falleció en Buenos Aires. Dedicado a los
estudios espiritualistas produjo, no obstante, aportes de calidad e investigaciones relacionadas
con la magnetología.
Estudioso del derecho fue el Dr. César Gondra, nacido en Barrero Grande en 1860 y
fallecido en Buenos Aires en 1919. Se desempeñó como diplomático en la Santa Sede y en
Chile y como ministro de Estado.
4. Resumen final
¿Pudo ser el romanticismo paraguayo -en sus dos etapas- una generación, una escuela
literaria, un factor de cultura, un estilo de vida, todo junto o por separado, o por último ninguna
de esas cosas? Cierta inevitable diferenciación temporal con los procesos argentino y uruguayo
¿debe llevar necesariamente a los extremos de ignorarlo o soslayarlo, sin que previamente
sean explicadas las causas de esa posición? Las preguntas no han de quedar sin respuesta.
Vayamos a ellas:
Igualmente actuaron entre los posrománticos otros europeos, no debiendo olvidarse que
fueron extranjeros algunos de los docentes fundadores del Colegio Nacional de Asunción. En
otro aspecto ha de pensarse que apenas a meses del famoso Certamen Literario realizado en
Montevideo, es inaugurada en la capital paraguaya la Academia Literaria, inicial ensayo de
cultura. Algunos leves paralelos podrían concederse sin que esto importe inventar afinidades
de fondo. (Natalicio Talavera nace, significativamente, el mismo año de la muerte de la muerte
de Florencio Balcarce, poeta argentino de vida romántica). Y más próximo aún encontraríamos
parecido en algunos gestos y enternecimientos amatorios -aunque de no parejo destino- entre
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
el ex presidente oriental Julio Herrera y Obes y el caudillo militar paraguayo Cnel. Albino Jara
(1877-1911), cuyo diario oficioso El Monitor estaba redactado, paradójicamente, por
anarquistas. Hubo algún suicidio, pero faltó el pistoletazo de Larra. Se lo pegó, sí, a causa de
empresas fallidas un personaje nada romántico: el Dr. Eberhard Förster, cuñado de Federico
Nietzsche y muerto en 1889, precisamente cuando éste entraba en la locura. Está enterrado,
con romántica dedicatoria, en el cementerio alemán de San Bernardino.
2) Tampoco una escuela literaria aunque los modelos que adoptó para sí supo
trasmitirlos, a la generación novecentista, no sólo por vía de lecturas sino de sus propios
maestros actuantes en Asunción. Pues una escuela literaria no alcanzaría a quedar justificada
como tal mediante cierta narración (no “novela”, como se ha dicho) del deán Eugenio Bogado,
en el período posterior a 1840, u otro intento algo más concreto: Zaida (1872) del argentino
Francisco F. Fernández (1842-1922). Sabido es, por otra parte, que el dominio de una escuela
literaria no se improvisa y que ella debe mostrar una nivelación temporal que en ese caso no
podía producirse.
3) Sí, un factor de cultura porque ayudó a dar fisonomía a los dispersos intentos de
cultura nacional y porque procuró que esos veinte años de desnivel -ya advertidos por José
Segundo Decoud en 1887- con respecto a otros procesos, no se caracterizaran por la
demostración de un atraso aparentemente irremediable. Además dio a la educación, en todos
los órdenes, al periodismo y al ejercicio profesional, la importancia que merecían, a la vez que
supo contribuir a que el nombre del Paraguay estuviera representado en asambleas
internacionales por sus más prestigiosas figuras. Tal el caso de la Primera Conferencia
Interamericana de 1889, donde la relación del delegado paraguayo con José Martí condujo a la
designación del patriota cubano como cónsul en Nueva York, en 1890.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
4) Por último: un estilo de vida, que está en las costumbres, en la música, en los registros
más profundos del idioma nativo, que es el guaraní; en las canciones, en los himnos, en las
invocaciones a la patria y en la exhibición de los símbolos nacionales. Un estilo que viene de
lejos y que han sabido interpretar sus ejecutores y sus destinatarios. Un modo de ser que está
unido a la propia concepción que la existencia, de la función de su país en el mundo, de su
defensiva mediterraneidad, han tenido los paraguayos desde sus orígenes.
Si el estilo de vida de un pueblo tiene algo que ver con su expresión escrita y con los
factores de cultura correlativos, y todos ellos: estilo, expresión y factores pueden mostrarlo en
una de sus etapas ni más arriba ni más abajo que otros sino en su propio nivel, no a
impropicios niveles ajenos, entonces habría que convenir que ese romanticismo existió de
verdad, porque un pueblo no puede inventar nada que de alguna manera no esté latente en
sus entrañas.
Una confrontación con otros procesos de cultura sólo puede tener interés documental y
bibliográfico, para una ubicación más certera de lo que ese romanticismo significara para su
época y dentro de su territorio, y lo que de él ha de tomarse para su incorporación a la historia
cultural del Río de la Plata.
(1966)
73
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Don Carlos no se hizo ilusiones para renovar los intentos -largamente frustrados- de
creación de una universidad y es así que resolvió atacar el problema por el lado más sencillo y
más simple: desde la instrucción media, anexando luego un Instituto preuniversitario, como lo
fue la primera Escuela de Derecho (1850)46.
En otros párrafos del mismo documento indica que se destinó para escuela central de
primeras letras un local inmediato a la parroquia de la Encarnación. En ese establecimiento se
educan gratuitamente 233 jóvenes, siendo que los de menores recursos son socorridos para su
46
Cardozo, Efraím. Breve historia del Paraguay. Buenos Aires, 1965
74
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
vestuario por la hacienda nacional. El material didáctico es allí entregado por el Estado, hecho
que ocurría tanto en la ciudad capital como en la campaña. Se educaban en 435 escuelas
primarias 25.000 alumnos.
Pero no todo debía reducirse a aprender a leer y escribir. En el mensaje de 1857 Don
Carlos manifiesta que en las villas se proporciona a los estudiantes pobres, casa, manutención
y vestuario y que se les enseña los oficios de zapatería, tejeduría, sastrería y arte de fabricar
sombreros.
Tres años antes, el 19 de marzo de 1854, había expresado que necesitando el país de
aprendices de artes y de fábricas de todo género, los maestros de estas profesiones serían
generosamente protegidos por el gobierno. Igualmente dispone que una comisión quede
encargada de impartir nociones de agricultura entre los indios y de procurar el mejoramiento de
las escuelas de primeras letras y de oficios mecánicos.
Uno de los temas conocidos pero poco difundidos de su obra ha sido el referente a la
libertad de cultos. Tenía él interés en el afincamiento de una corriente de inmigración sajona,
particularidad que pertenecía, desde luego, a un estado de ánimo general en el Río de la Plata.
Por eso dice que no basta hospedar a los extranjeros -que en este caso eran los ingleses- en
nuestro suelo, ni acordarles la protección de las leyes, preciso es, entonces, favorecer el libre
ejercicio de sus cultos religiosos, y agrega que para ello, aunque se esté en principio, hay que
buscar la oportunidad de su aplicación47.
47
Esta idea, anterior a la muy conocida de Alberdi, movió al historiador porteño Dr. Juan Pablo Oliver a calificar al régimen de
ambos López de prohijador de los interesas del imperialismo británico, (v. Juan Pablo Oliver: “Rosismo, comunismo y
lopizmo”, en: Boletín del instituto Juan Manuel de Rosas de investigaciones Históricas, Buenos Aires, Año II, (2ª época), abril
de 1969, p. 23/30; del mismo autor: “Fin de una polémica”, ibíd., Nº 6, setiembre de 1969, p. 24/43. Estas pretensiones fueron
contestadas, sin mucha convicción, fuerza ni conocimientos por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Lubalde y también por
Fermín Chavez y Faustino Tejedor (v. Boletín del “Instituto Juan Manuel de Rosas” de Investigaciones Históricas. Buenos
Aires. Año II 2ª época, Nº 5, mayo de 1969, p. 22/27, 29/31. Una opinión hacia el Paraguay, no coincidente con aquellos
desafueros puede verse en: “Una entrevista con Santiago Díaz Vieyra”, v. “Azul y Blanco”, Buenos Aires, Año II, 2ª época, Nº
59, 30 de octubre de 1967, p. 20/22.
75
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Afirma dicho documento, en sus considerandos, que además impulsan a ello la falta de
capacidades civiles para elevar a la República al rango a que la llaman su posición y el destino,
motivo poderoso para restablecer los elementos de ilustración, enteramente extinguidos. Se
refiere a las consecuencias de la Dictadura precedente.
La Academia Literaria funciona para alumnos externos, con los que se integrará el
plantel del futuro Colegio; se designa un director interino y a su vez otro de cátedra. Estas
serán, además de las mencionadas, de filosofía nacional, método didáctico, teología
dogmática, historia eclesiástica y oratoria sagrada, de acuerdo a la tónica de los tiempos. Se
establece, asimismo, que el catedrático de latinidad dará una conferencia semanal de
elementos de religión cristiana; el de bellas letras e idioma castellano, sobre derechos y
deberes del hombre social. Por su lado, las clases de latinidad, sostenidas específicamente por
particulares, serán reunidas bajo la inmediata orden de un director interino.
El 10 de febrero de 1842, a un año de haber sido asumida por don Carlos y don Mariano
Roque Alonso la Comandancia General de Armas -paso previo al segundo consulado- inicia
sus cursos la Academia bajo la dirección del Padre Marco Antonio Maíz, tío del después ilustre
sacerdote don Fidel Maíz.
Debe recordarse que don Carlos era muy minucioso en sus funciones de gobernante y
un infatigable “papelista” que lo documentaba todo. Durante el acto inaugural de dicho instituto,
fue repartido un prospecto en el que a la vez que se daban a conocer las normas de
enseñanza, se reglamentaba sobre la conducta de los alumnos. Para éstos estaban prohibidos
los castigos corporales.
Atención especial, como hemos significado, mereció la cátedra de filosofía, que era de la
predilección de don Carlos; aparte de la filosofía racional se enseñaba lógica, ética, metafísica,
ética general y particular. En los mismos términos física, y en cuanto a teología se impartía en
dos ramas: dogmática, con inclusión de historia sagrada y cronología, y moral, de la que
76
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
En el manual que con respecto a los deberes y derechos del hombre social fuera
distribuido, al efecto había esta exhortación por demás elocuente: “Jóvenes: el tiempo es
nuestro, no tenemos tiranos que nos aflijan ni privilegios con que luchar, ni clases que destruir,
puede entonces la ilustración conducirnos con gloria a los brazos de la prosperidad”.
Ante Don Carlos, vestido solemnemente de riguroso uniforme de capitán general, los
estudiantes entonaron un himno que contiene los elementos propios del neoclasicismo:
Tras esta bella invocación, poniendo en manos juveniles el porvenir del Paraguay, el
canto expresa:
Y Minerva termina derramando su luz “cual antorcha sagrada del sol” (dice el verso
feliz), abriendo las puertas de las ciencias a los nacionales, experimento éste muy propio de
Don Carlos, al unir poesía y practicismo al mismo tiempo. El Padre director, sin hipérbole,
expresó en su discurso inaugural que en ese día se habían fijado los fundamentos de la
felicidad paraguaya (3)48.
Por ese entonces don Domingo Faustino Sarmiento -designado, no se sabe por qué
artilugios, padre y madre de la educación en nuestra América, según dictamen de la
posteridad- no estaba dedicado a la pedagogía sino a centrar sus fuegos contra el tirano
porteño don Juan Manuel de Rosas. Su nombre es paradigma educacional en este Continente;
sin embargo el de Don Carlos Antonio López continúa en la oscuridad o en la “leyenda negra”,
a pesar de haber sido uno de los fervorosos educadores de su tiempo.
77
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por ser los sacerdotes, en aquella época, los más inmediatos elementos de
comunicación con la comunidad, preocupó a Don Carlos la enseñanza de la religión. En 1858
se destinan 12.000 pesos, con alhajas, provenientes de los fondos dejados por el Dr. Francia
(cuyo férreo laicismo tampoco han tenido en cuenta sus contradictores rioplatenses) para
facilitar la reapertura del Seminario eclesiástico.
Ya en 1854 había dejado dicho Don Carlos su inquietud en cuanto a los servicios
religiosos, la propia religión y el culto público. En ese mensaje confiesa que los sacerdotes
“ejercen una gran influencia en la moral y creencia del pueblo”. Esta influencia estaba reducida
a la mínima expresión al hacerse cargo del gobierno; el obispado se hallaba vacante, la
catedral sin su Cabildo, muy pocas iglesias de la campaña tenían el párroco correspondiente, y
por otra parte la misma jurisdicción del vicario general resultaba problemática.
48
Ignacio Amado Berino: “La Academia Literaria como el primer esfuerzo de nuestra literatura” En: “Boletín de Educación
Paraguaya”. Revista mensual de orientación e información pedagógica. Asunción, Año III, Nº 32, abril de 1959, p. 10/19.
78
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
acostumbraba, con aprobación y complacencia del futuro difunto, quien ganaba así, sano y
salvo, su alma al cielo antes de tiempo.
En 1853 el profesor francés Pierre Dupuy es autorizado por el gobierno para instalar una
escuela de matemáticas. Las clases comienzan el 2 de enero del año siguiente (en época de
Don Carlos no se concebían las “vacaciones”) con 51 alumnos, habiendo sido firmado por el
Presidente el reglamento de dicha escuela. Se enseñaba el sistema métrico decimal, álgebra y
geometría, y los exámenes eran públicos. Duró hasta dos años más tarde.
En su mensaje de 1857, Don Carlos fue muy claro al reseñar la actividad de esa escuela
y las causas de su desaparición. Dijo allí: “Se ha hecho la prueba de una Escuela Normal con
crecido número de jóvenes y entre ellos se contaban muchos adelantados que voluntariamente
entraron a ella con deseo de aprender y ser útiles. Pero desgraciadamente se han retirado
viendo que se les destinaba a la par de los que comenzaban los estudios. No tardó de cerrarse
la escuela por la inconveniencia de las horas y falta de policía (o sea de celadores) para
contener a los jóvenes reunidos a esperar las horas de clase”. Más adelante dice: “El gobierno
no ha sido feliz en esta prueba, a pesar de todos sus esfuerzos. Muchos de esos jóvenes han
pasado a las escuelas primarias, otros a las de latinidad, y otros a estudiar elementos de
geografía y de filosofía”. No era un establecimiento destinado al magisterio sino de cultura
integral. También en el colegio que dirigía el sacerdote argentino José Joaquín Palacios, ex
49
Juan E. O’Leary: Ildefonso Antonio Bermejo, falsario, impostor y plagiario, Asunción, Biblioteca de las Fuerzas Armadas
de la Nación, 1953.
79
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
profesor de la Academia Literaria y de quien fueran alumnos Francisco Solano López y Fidel
Maíz, se enseñaba filosofía y bellas letras.
En otros términos, Don Carlos reconoce que mucho se nota la falta de una imprenta y
que el gobierno la ha costeado con un impresor que ha servido en ella por tres años. Añade
que en esos momentos los impresores son todos patricios, es decir, nativos. También indica
que en ese establecimiento se edita “El Paraguayo Independiente”, destinado a combatir las
pretensiones del tirano porteño don Juan Manuel de Rosas contra la nacionalidad paraguaya y
fundado el 26 de abril de 1845. Esa publicación continuó hasta el 15 de setiembre de 1852, en
que fue reconocida, por la Confederación Argentina, nuestra independencia. En 1858 se hizo
por la imprenta del Estado una reedición en dos volúmenes.
Anteriormente había aparecido, editado en Corrientes, pero como órgano oficial del
gobierno paraguayo el “Repertorio Nacional”, que contenía decretos, mensajes, ordenanzas y
disposiciones oficiales. Sucedió a “El Paraguayo Independiente” el “Semanario de Avisos y
Conocimientos Útiles”, con expresivo subtítulo, muy característico del pensamiento de Don
Carlos: “Periódico semanal destinado a los Negociantes, Labradores e Industriales”. El primer
número aparece el 1º de mayo de 1853, bajo la dirección del Dr. Juan Andrés Gelly, y
suspende su aparición el 2 de febrero de 1856 al alcanzar los 129 números, por enfermedad
del mencionado. Luego reaparece con la dirección de Ildefonso Antonio Bermejo desde
noviembre de 1857. Su director siguiente fue Gumersindo Benítez. Continúa apareciendo en
Luque y más tarde en Piribebuy (1868) al ser designadas, ambas ciudades, capitales durante la
guerra de la Triple Alianza. “El Eco del Paraguay” es un periódico que comenzó a editar
Bermejo el 19 de mayo de 1855 -a poco de su llegada al país- y que desapreció a mediados de
1857.
La imprenta del Estado además tenía, o cumplió, sin proponérselo, un plan editorial que
para su época, para la cultura mediterránea que el Paraguay sobrellevaba desde dos siglos
atrás, significaba un extraordinario esfuerzo. En 1845 se publicó la primera edición del libro de
Ruy Díaz de Guzmán50; cuatro años más tarde se imprime la primera edición paraguaya -
segunda general- de “El Paraguay, lo que fue, lo que es y lo que será” del Dr. Juan Andrés
Gelly. Es de 1855 el “Catecismo político y social para los alumnos de la Escuela Normal”, y en
1858 se imprime el vocabulario, en varios idiomas, de algunas plantas medicinales, compuesto
50
Este libro es conocido comúnmente con el título de La Argentina pero el original es: Anales del descubrimienti, población y
conquista de las Provincias del Río de la Plata ( v. Ángel Rosenblat, El nombre de la Argentina, Buenos Aires, Eudeba
1964, p. 33).
80
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
por el Dr. Juan Vicente Estigarribia. Un año después aparece un “Almanaque popular” de 60 p.
y “Un paraguayo leal”, obra teatral de Bermejo. En 1862 el mismo publicará: La Iglesia Católica
en América, año en que se edita en Bruselas la edición príncipe, en francés, de La Republique
du Paraguay, del Barón Alfred du Graty, mandada a escribir por Don Carlos para su
distribución en Europa.
Otra de las obras fundamentales fue, sin duda, el Aula de Filosofía, cuyo proyecto inicial
data de 1857. Comenzó con los alumnos de la Escuela Normal, la de Latinidad y del Seminario.
Su director fue el referido Bermejo. La cantidad y calidad de las cátedras dicen de por sí de la
importancia que se le adjudicaba a ese instituto: Gramática castellana, lógica, historia sagrada
y profana, geografía, cosmografía, literatura española, moral y teodicea, catecismo político,
derecho civil y filosofía, francés, inglés y composición literaria. El primer examen fue presidido
por el propio Don Carlos, y los subsiguientes por el obispo Urbieta, como demostración de la
trascendencia que el Estado daba a su funcionamiento.
Sus alumnos más aventajados fueron Natalicio Talavera y Juan Crisóstomo Centurión.
Tres años después, o sea en 1860, comenzó a nuclearse el grupo romántico, que iniciaría el
primero de los nombrados con sus composiciones literarias en 1858, a los 19 años de edad.
Indudablemente la presencia de Bermejo, como con anterioridad la del Dr. Gelly, contribuyó en
mucho a crear un ambiente de cultura que fuera más allá de lo mediterráneo y aun de los
círculos de la sociedad asuncena en su condición representativa de la ciudad-puerto.
La última tentativa de esta época fue “La Aurora”, pequeña revista de los alumnos del
Aula de Filosofía, cuyo primer número consta de un folleto de 40 páginas, aparecido el 1º de
octubre de 1860 como “enciclopedia popular y mensual”. El último se publicó en abril de 1861.
Fueron sus colaboradores principales: Juan José Brizuela, que había publicado en Buenos
Aires, Ojeada histórica sobre el Paraguay (1857) seguida de Vapuleo de un traidor, en
respuesta a unas cartas que contra el Presidente López diera a conocer, en la capital
81
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
51
Raúl Amaral, Ramón Zubizarreta, precursor y maestro, Asunción, 1972.
82
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Para Don Carlos la cultura no era desvelo o actividad particular, sino también obligación
de gobierno. Y como todo quedara centrado en esa órbita tendríamos que pensar en la
existencia -bien que paradógica- de un “romanticismo de Estado”, que se insinuara en los
tramos iniciales del mandato del después Mariscal Francisco Solano López -un romántico nato-
. Oficiales eran los elementos e instrumentos de formación de sus integrantes, por lo menos
entre el primer grupo y Natalicio Talavera (los nacidos entre 1826 y 1839), “romanticismo de
Estado” no concebido a sabiendas por su precursor, pero sí alentado en sus posibilidades que
aunque parecían nebulosa difusa entre 1842 y 1862, hallaron forma y expresión mucho más
tarde.
La guerra cortó ese “despegue” del Paraguay hacia el ámbito rioplatense del que era
raíz fundacional. Desde entonces -hasta bien entrado el siglo XX- su proceso cultural queda
enquistado y con él el incipiente romanticismo, más de intención y de espíritu que de obra
efectiva. Este romanticismo, al no concretarse totalmente en el plano literario, estalló como
fuerza humana temperamental durante la guerra de la Triple Alianza, donde quedaron al
desnudo y al descubierto sus hondas raíces, que de haber hallado adecuado nivel en la paz,
otra hubiera sido esa página condicionada y trunca de su historia, en que hoy debemos
fijarnos.
Esa labor cultural de Don Carlos estaba centrada en la idea de un destino con grandeza,
o sea la retoma étnico-cultural del Paraguay americano (los añejos límites geográficos de la
Provincia Gigante de las Indias), reducido, en su porvenir, a un aglutinamiento panlingüístico,
con el que no contaron, por cierto, los incipientes románticos ni aún el retrasado aunque
evidente posromanticismo, en lo que va de 1870 a 1900.
(1972)
83
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Justo Pastor Benítez, Carlos Antonio López, Buenos Aires, Ayacucho, 1949.
Arturo Bray, “Don Carlos Antonio” (En: Hombres y épocas del Paraguay, 2ª. ed., Buenos Aires,
1959, p. 45/66).
Julio César Cháves. El Presidente López. Vida y gobierno de Don Carlos. Buenos Aires, 1ª.
ed., Ayacucho 1955; 2ª. ed. Buenos Aires, Depalma, 1968.
Juan Silvano Godoi: “El blasón de los López”. Carta a Arturo Rebaudi (En: “Paraguay”,
Asunción, 31 de marzo de 1923, p. 1/3).
Natalicio González: “Don Carlos Antonio López”: (En: CARLOS ANTONIO LÓPEZ, La
emancipación paraguaya, Asunción-Buenos Aires, Guarania, 1942, p. 7/29).
Juan E. O’Leary: “La formación intelectual del Patriarca” (En: “La Unión”, Asunción, 27 de
setiembre de 1931).
Juan Francisco Pérez Acosta: Carlos Antonio López “obrero máximo”, Buenos Aires, Guarania,
1948.
Justo Prieto, Dos vidas ejemplares, Buenos Aires, 1939.
Luciano Recalde: “Carta primera del Presidente Carlos Antonio López del Paraguay”, 2ª. ed.,
Buenos Aires, 1957.
Carlos Antonio López, Catecismo político y social para los alumnos de la Escuela Normal, 1ª.
ed., Asunción, 1855; 2ª. ed., Asunción, 1955.
Mensajes. Asunción, Imprenta Nacional, 1931.
La emancipación paraguaya. Prólogo de Natalicio González, Asunción, Guarania, 1943.
84
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
El quehacer cultural de Don Carlos Antonio López si no supera por lo menos empareja al
que se impuso como función política. No por conocidos deben dejar de invocarse aquellos
emprendimientos que hicieron posible -junto a conquistas de otra índole- la cimentación del
Estado paraguayo, entre los que figuran en grado de mayor importancia los siguientes:
Aspiraba el prócer a una apertura en otros órdenes que los puramente materiales, pero
no abriendo las puertas en forma tan exagerada que permitiera, mediante un cosmopolitismo
irracional, la esfumación de las líneas maestras de la identidad nativa, abonada ésta por una
larga y probada experiencia histórica.
La solución le vino, en todo sentido, con el regreso del Dr. Juan Andrés Gelly al país, en
1845. Suele mencionarse la acción de gobierno de Don Carlos como si hubiera sido la de un
realizador solitario y sus conocimientos y práctica de la función pública hubieran surgido
espontáneamente. Por fortuna la verdad no es esa, pues contó con dos colaboradores valiosos
-aparte de algunos jóvenes que recién iniciaban su carrera-, el uno, con una visión rioplatense
y de conjunto: el citado Dr. Gelly, y el otro, cuyas ideas de renovación se acentuarían después
de su viaje a Europa: Francisco Solano López, su hijo.
El Dr. Gelly vuelve luego de treinta y dos años de ausencia con intensa actuación
cumplida en la Argentina, el Uruguay y en la “Corte del Janeiro”, según se decía en aquellos
tiempos clásicos. Modesto era su ajuar, pero importante su biblioteca. Casi de inmediato se
convierte en consejero del Presidente que hace poco ha comenzado su mandato. Su influencia
más patente podrá detectarse en los “Mensajes” -entre 1846 y 1856, fecha de su muerte- en
los fundamentos que posibilitaron la marcha de la Escuela de Derecho (1850), destinada a la
formación de la carrera universitaria, y por último en la exposición doctrinaria del “Catecismo
político y social para uso de los alumnos de la Escuela Normal del Paraguay” (1855).
85
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por su parte Francisco Solano López -que a su vocación de militar unía inocultables inquietudes
humanísticas- promueve, además de la movilización de la sociabilidad paraguaya (el Club
Nacional, fundado el 14 de mayo de 1862, es una prueba de ello), un incipiente nucleamiento
generacional con los jóvenes alumnos del “Aula de Filosofía” (1860) y su revista “La Aurora”.
En el afán de progreso de ese adalid romántico se reflejarán el desvelo y el espíritu formativo
de sus coetáneos, mucho más que en la fantaseada y hasta exagerada proyección del “caraí”
Bermejo.
En toda esa etapa está presente el pensamiento de Don Carlos, intérprete del carácter
autónomo, independentista, del pueblo paraguayo. Esa prolongada meditación y sus
consecuentes concreciones, tiene bases culturales, sedimentadas en su propia obra escrita.
Desgraciadamente sus “Mensajes” no han sido reeditados desde 1931; trunca quedó la
reproducción no facsimilar de “El Paraguayo Independiente”; esporádicas han sido las
reimpresiones del “Catecismo”, y poco o nada es lo que se sabe de “El Semanario”, salvo
reiteradas versiones de investigadores. “La Emancipación Paraguaya”, que reuniera Natalicio
González está en condiciones de joya bibliográfica, lo mismo que el imprescindible volumen de
don Juan Francisco Pérez Acosta. Los libros que le consagraran Julio César Chaves y Justo
Pastor Benítez se hallan agotados. En suma: orfandad bibliográfica52
(1983)
52
La Fundación Cultural Republicana produjo en 1987 una nueva edición (N. del E.).
86
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Francisco Solano López se hace cargo del gobierno, mediante el voto del Congreso, el
16 de octubre de 1862, o sea a un mes y seis días de la muerte de su padre. El ambiente en
que se había iniciado el romanticismo tendrá en adelante, pocos momentos de paz para
desarrollarse. Salvo en 1863, todo el resto del tiempo se le ve al joven mandatario de 36 años
en la guerra declarada al Imperio del Brasil y luego en los preparativos contra la Triple Alianza.
En ambas circunstancias participaron los integrantes del primer grupo romántico -que él mismo
encabezaba- muchos de los cuales se vieron envueltos en esos
acontecimientos.
Ese romanticismo, que podría denominarse “primario”, se inicia en 1860 y termina una
década después. Desde Cerro Corá en adelante se impone un evidente posromanticismo, que
aunque contiene los propios elementos del anterior lleva en sí, también, su contradicción, todo
lo cual quedará superado al comenzar el nuevo siglo. Este ciclo romántico, a la vez que
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Relata éste que en 1856 López lo manda llamar para continuar la carrera militar -en la
que se había iniciado- o bien incorporado a la Secretaría de Guerra y Marina, que por ese
entonces él desempeñaba. Benites dispone elegir este último destino y queda designado como
secretario oficial y particular del futuro Mariscal, quien a la vez que ordenaba los papeles
públicos llevaba un archivo privado y poseía, además, una nutrida biblioteca.
Agrega Benites que estudiaba el francés con el teniente Paulino Alem, que ya lo sabía, y
que también enseñaba ese idioma don Carlos Saguier. Señala, asimismo, que López tenía
corresponsales en Europa y que entre los de Buenos Aires, Montevideo y Entre Ríos figuraban
Nicolás Calvo, Juan José Soto, el Dr. Lorenzo Torres, Héctor Varela (conocido por el
seudónimo periodístico de “Orión” y que después trazara la primera biografía de Madame
Lynch), el Dr. Valentín Alsina -que llegara a ser gobernador de la Provincia de Buenos Aires-, el
Dr. Benjamín Victorica -yerno del Gral. Urquiza-, a la vez que mantenía relaciones epistolares
con éste, y con los generales Tomás Guido, Lucio Norberto Mansilla y Bartolomé Mitre54.
Recuerda Ramón J. Cárcano -y ese detalle es recogido por uno de los biógrafos de
Mitre-55 que durante la entrevista de Yataity Corá (12 de setiembre de 1866) el general
argentino evocó el encuentro que habían tenido en 1859, cuando Solano López se trasladara a
Buenos Aires como mediador del Paraguay y signatario del Pacto de San José de Flores. “Pero
en aquella oportunidad Su Excelencia -le contestó el Mariscal- sólo me habló de libros
guaraníes”.
53
Raúl Amaral, El romanticismo paraguayo, Buenos Aires, 1966.
54
Gregorio Benites, Anales diplomático y militar de la guerra del paraguay, Asunción, Imprenta Muñoz, 1906, t.I., p. 16/17.
55
René Pereyra Oyarzábal, Mitre. Vocación y destino, Buenos Aires. Kraft, 1955, p. 215; cfr.: Bartolomé Mitre, Catálogo
razonado de la sección Lenguas Americanas, Buenos Aires, Museo Mitre 1910, t. II, p. 5-97.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
La mayoría de quienes se han ocupado de la vida del Mariscal parecen haberlo situado
en un “callejón histórico” sin salida, ya que en esas aportaciones surge como plegado
totalmente a los quehaceres de la guerra. Sin embargo, ha sido un personaje romántico de la
literatura, tanto por su imagen (según hemos dicho) como por su obra. Por lo demás, pocos
son los aportes que incluyen al Mariscal o lo enmarcan dentro de lo estrictamente literario.
Merecerían citarse algunas obras de teatro y ciertos ensayos que corresponden más bien a la
época modernista -que es la que va de 1910 a 1943-, lo demás esta reducido al escenario
bélico.
En consecuencia no sólo hizo romanticismo sino que ha sido personaje de obras de esa
tendencia57. En tal condición su presencia se advierte en aquellos libros que tratan de Elisa
Alicia Lynch o que trazan su biografía, desde la ya mencionada de Héctor Varela (1870) hasta
el trabajo inédito de la escritora Ercilia López de Blomberg (1865-1963), sobrina del Mariscal,
puesto que era hija de Venancio López y Manuela Otazú Machaín58.
56
Roger Picard, El romanticismo social, México, FCE, 1947; cfr.: V. L. Saulnier, La literatura francesa del siglo romántico,
2ª ed., Buenos Aires, Eudeba, 1968; Paul Van Tieghem. El romanticismo en la literatura europea, México, UTHEA 1958.
57
Robert B. Cunninghame Graham, Retrato de un dictador, Francisco Solano López (Paraguay 1865-1870), Buenos Aires,
1943.
58
Elisa Alicia Lynch, Exposición y protesta, Buenos Aires, 1875. Bibliografía: William E. Barrett, Una amazona. Biografía
novelada sobre Francisco Solano López y Elisa Alicia Lynch, Buenos Aires, 1ª ed., 1940; 9ª ed., 1967; Héctor Pedro
Blomberg, La dama del Paraguay, Buenos Aires, A. L A. 1942; Arturo Bray. “Elisa Lynch” (En Hombres y épocas del
Paraguay. Libro segundo. Buenos Aires, 1957, p. 101-123); María Concepción Leyes de Chaves. Madame Lynch, Buenos
Aires, Peuser, 1957; Héctor F. Decoud, Elisa Lynch de Quatrefages, Buenos Aires, 1939; Henri Pitaud. Madame Lynch.
Prólogo de Juan E. O’Leary, Asunción, 1958; Héctor Varela (“Orión”). Elisa Lynch, Buenos Aires, 1870.
89
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Mitre, en cambio, tenía otra formación cultural; había sido lector y traductor de Horacio,
como lo fuera del Dante. No obstante sus iniciales aprestos románticos, era inocultable su
inclinación hacia el mundo clásico latino. Igualmente era opuesto su temperamento, nada
expansivo y más bien inclinado a la reflexión. Atisbos románticos -nada más que eso- se
hallarán en su novela Soledad, en sus Rimas y aún en sus Arengas, pero ninguno en sus
conocidas biografías de Belgrano y San Martín.
Por último, se hace necesario -esto de ahora no es más que un esquema- dibujar el
ambiente creado por Don Carlos y en el cual se movía, como figura céntrica, su hijo mayor.
Ante todo debe tenerse en cuenta la intensidad de las actividades sociales, que a partir de
1860 se concentraron en los suntuosos salones del Club Nacional y que consistían
generalmente en la realización de bailes.
“Por ese mismo tiempo se vio, por primera vez en el Paraguay -dice el Cnel. Centurión-
causando una gran novedad, un espléndido baile de trajes”. Como veremos, se trataba de un
baile de caracterización. La vista debía ser magnífica y por demás interesante. Se veían allí
danzando y paseándose los personajes históricos más célebres, de diferentes siglos, con sus
brillantes y brillosos uniformes. Cada personaje que bailaba estaba caracterizado ya como el
Cardenal Richelieu, ya como Napoleón III.
Y agrega Centurión: “López asistía siempre a esos bailes y su presencia contribuía a dar
más animación a los concurrentes, por más predispuesto que estuviere uno contra aquel
personaje por sus hechos de guerra, no se puede negar, porque sería faltar a la verdad, que en
sociedad su comportamiento era de un perfecto caballero. De maneras cultas y modales finos,
llenaba las formas sociales con la mayor naturalidad y elegancia”60.
59
Francisco Solano López: Proclamas y cartas del Mariscal López, Asunción, 1957, p. 192-199 (Compilación realizada por el
historiador Dr. Julio César Chaves, debe computarse como la primera en su género. En cambio la titulada: Mariscal Francisco
Solano López, Pensamiento Político, Buenos Aires, 1969, que es una copia disminuida de la anterior y que contiene un
prólogo de los historiadores porteños Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, debe ser considerada como fraudulenta.
Todo lo referente a su política frente a Rosas ha quedado excluido.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
severas, que fuera injustamente ridiculizada por Bermejo61. Música, revistas, decorados,
recepciones, todo se movía en torno al perfil bien que bello de la joven irlandesa. “Orión”, o sea
el citado Héctor Varela, la vio así en sus sueños de esplendor: “Al entrar en su salón de recibo -
dice- experimenté una completa sorpresa; todo era de buen gusto; los muebles dorados, los
“pouls”, los cortinados, los cuadros, los objetos de bronce y porcelana que adornaban las
mesas, los libros regiamente encuadernados, los tapices, en fin, todo cuanto completaba aquel
verdadero museo”.
A través de ese romanticismo, que es más bien un estado de alma y hasta un estilo de
vida, podrá observarse con mayor imparcialidad la imagen de Francisco Solano López, el del
pulcro vestir y la pulcra prosa, que vivió románticamente, aún más allá de los prejuicios sociales
de su época, y que así supo morir a orillas de un lejano arroyo, cara a la muerte, batiéndose
como también lo habían hecho, aunque en otro sentido, los padres de la efusión romántica
europea y americana62.
60
Juan Crisóstomo Centurión, Memorias del Cnel... o sea Reminiscencias históricas sobre la guerra del Paraguay, Buenos
Aires, 1894-1901, ts, I-III, 4 vs.; Memorias, Prólogo de Natalicio González y notas del TCnel. (S.R.) Antonio E. González,
Buenos Aires, Guarania 1944, 4 ts.
61
Ildefonso Antonio Bermejo, Repúblicas Americanas. Episodios de la vida privada, política y social en la República del
Paraguay. 1ª ed., Madrid, 1873.
62
Emilio Carrilla, El romanticismo en la América Hispánica, Madrid 1ª. ed., 1958; 2ª. ed., 1967, 2 ts. En esta copiosa y
documentada obra es soslayado de plano el romanticismo paraguayo.
91
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Alguna vez fue negada, por algún “informado” historiador rioplatense, la existencia del
romanticismo paraguayo, muerto que, como el modernismo, goza afortunadamente de buena
salud. Ocurre al respecto que la desidia interna y el desinterés externo suelen matrimoniarse
para ofrecer del país una imagen que no es la que corresponde a su evolución cultural y
literaria.
No está demás recordar que cuando el joven Francisco Solano López (1827) viaja a
Europa -más mirando a París que a otras capitales- se halla en plena efervescencia (1853) el
movimiento romántico que se iniciara con el estreno de “Hernani” de Víctor Hugo, en 1830,
trasplantado casi enseguida al Plata por Esteban Echeverría.
¿Qué papel ha jugado Francisco Solano López en ese capítulo casi ignorado de
nuestras letras? Pues nada menos que el de un iniciador. Entre su encuentro con el Viejo
Mundo y la aparición de “La Aurora” median apenas siete años. En ese espacio habrá que
ubicar a sus compañeros de promoción -unos sus coetáneos, como el Padre Fidel Maíz, José
del Rosario Miranda o Gregorio Benítes; otros sus contemporáneos: Juan Crisóstomo
Centurión, por ejemplo- en su formación local y en la foránea, caso éste de los becarios.
El Mariscal López es, por derecho propio, el iniciador de ese romanticismo nativo que se
bifurca con el largo despegue del posromanticismo americano, pero que tiene en su proceso
muchas de las características relacionadas con su ámbito y sus gentes. O sea que su rueda no
ha girado a destiempo -según creen muchos- sino que ha respondido a necesidades de su
propia índole.
Para certificar esa inserción del Mariscal habrá que hacer el estudio de sus escritos,
anteriores y posteriores al citado viaje, y detenerse, a la vez, en las particularidades de su
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Romanticismo social significa, como él lo hizo, acercar las ideas de progreso -no hay
que olvidar esto- al medio geográfico en que se procura instalar, sin proposición previa, desde
luego, el de raíz cultural y literaria. Y en eso empleó sus energías en un lapso no mayor de
veinte años. Porque no se contentó sólo con lo expresado, sino que quiso ahondar en los
hechos.
(1983)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
De vez en cuando y según los países suele verse en el sepulcro de alguno que otro
prócer esta significativa frase: “La posteridad agradecida”. Y esto da la idea de que siempre le
han sido loados su sacrificio, su heroísmo o los servicios prestados a su patria. Sin embargo no
siempre es, ni ha sido así. Ante esto cabría preguntarse qué o cuál fragmento de posteridad es
el que expresa el reconocimiento público o por lo menos de un sector importante de la
ciudadanía.
Porque la historia de nuestra América marca la existencia de una justicia que no siempre
se apresura en llegar. En ocasiones son los contemporáneos o los inmediatos sucesores los
que la mezquinan u olvidan, correspondiéndoles a generaciones lejanas revisar los juicios y
prejuicios de sus antepasados. Al ocurrir esto se produce como un deslumbramiento y
entonces aquel prócer maltratado y peor interpretado, pasa a ocupar el sitial que le negaran las
gentes de su época.
Tal el caso del Mariscal Francisco Solano López, puesto nuevamente de pie por el arte
literario, el “apostolado patriótico”, la conciencia histórica y la pluma de fuego de un joven
estudiante universitario llamado Juan Emiliano O’Leary que hace 83 años comenzó a descorrer
el velo de la “leyenda negra” y a producir la luz.
Aunque no era posible engañar a los veteranos que habían concurrido, con el general en
jefe de los ejércitos al frente, a la defensa de la soberanía y a la posterior supervivencia de la
nacionalidad, sectores minoritarios y de influencia no desdeñable en la vida del país pugnaban
por mantener a raya la gloria del “tirano”, desvirtuando los hechos y hasta falseando la
documentación propia y la extraña que nadie podía ignorar.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ha transcurrido mucho tiempo. El Mariscal puede recorrer las amplias latitudes de la gloria
sin que sea posible olvidar su tarea de conductor y de gobernante y su temple guerrero,
apagado con la vida y ante el último asedio. Interpretó él que moría no solo “por” su patria, sino
y de auténtico modo también “con” ella, porque era difícil presentir que en aquel vasto
cementerio que significaba el Paraguay en las vísperas de Cerro Corá pudiera florecer la
esperanza.
Y en verdad que se iba con los latidos finales de su corazón hecho del urundey. de
nuestras selvas el Paraguay soberano y espléndido que habían construido sus antecesores.
Supo ser el suyo un reducto de independencia que todavía osaba resistir en el continente
la agresión bélica descubierta y la ocupación económica solapada, que al fin de cuentas fue la
que recogió los lauros de una victoria maltrecha y estéril.
Resta para nuestros días algo que complementa el agradecido símbolo de la piedra y el
bronce y que hay que difundir para que ya no se dude que a costa de su inmolación el
Paraguay ha contribuido a la autonomía de nuestra América: su pensamiento, ideario y
doctrina, que merecen estar a la altura de los libertadores.
(1985)
95
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cultura nacional.
63
José Rodríguez Alcalá, Antología Paraguaya, Asunción, H. Kraus 1911, p. 1
64
Juan E. O’Leary, Nuestra Epopeya, Asunción, BPCED, v. 2, 1919
65
v. El Semanario, Asunción, 1867.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Talavera estudió en la Escuela Normal, dirigida por Bermejo, en 1855, o sea cuando
contaba 16 años de edad y posteriormente en el Aula de Filosofía. Había concurrido también a
la escuela del maestro Escalada -la más prestigiosa de su tiempo-, a la de Aritmética de Miguel
Rojas que funcionaba en Zeballos-cué y siguió cursos de Moral y de Matemáticas con el
francés Dupuy.
Parecía dispuesto a integrar el segundo grupo de becarios con destino a Francia, pero
como dichos beneficios estaban dedicados a los alumnos de menores recursos económicos,
hubo de declinar el suyo en favor de otros compañeros. Luego participará del grupo fundador
de “La Aurora”, en 1860.
Sin duda porque había quedado con la preocupación que significaba formarse en el
exterior, sentía deseos de salir del país. Poco antes de iniciada la guerra -según
correspondencia mantenida con su padre- “sus alas necesitaban horizontes más
amplios para ensayar sus vuelos soberanos”, expresa O’Leary 67. Creía Talavera que si
el proyectado viaje a Buenos Aires fracasaba daría por muertas sus esperanzas, el anhelo de
toda su vida. De haber podido ampliar sus conocimientos habría afianzado no sólo su cultura,
sino también podido entrar en contacto con las corrientes aún románticas -”el segundo
romanticismo”, que se llama- del Río de la Plata. También y de tal modo podrá haberse
abreviado ese desnivel que, en el orden cultural, la guerra acentuó con mayor nitidez.
66
Ignacio A. Pane, El Paraguai (sic) Intelectual (Conferencia pronunciada en el Ateneo de Santiago de Chile del 26 de
noviembre de 1902) Santiago de Chile, 1902, p. 15.
67
O’Leary, Nuestra epopeya. Asunción. 1919.
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cultura nacional.
Significativas son estas palabras suyas, que sumamos a las anteriores y que pertenecen
a su elogio fúnebre: “Su corazón es tan sensible como generoso. Incapaz de pegarse al limo de
la tierra era inclinado a lo bueno, a lo grande, a lo sublime. Jamás la vil calumnia encontró asilo
en su corazón. Era más indulgente con sus semejantes que consigo mismo. Perteneciendo a
una decente medianía -continúa- no buscó por medios innobles las riquezas y los honores, y
supo, aunque joven, anteponer los deberes a las distracciones”.
La antología que Pane publica con prólogo Cipriano Ibáñez se inicia con Talavera,
circunstancia reveladora pues esa compilación, de evidente matiz posromántico, es la primera
que se edita aquí69. También la de Rodríguez Alcalá, que abarca a románticos, posrománticos
y premodernistas70 e igualmente lo hace De Vitis71. En verdad se lo ha conocido inicialmente
como poeta, y al Dr. Pane le corresponde esa resurrección pues dio a conocer dicho poema
“Reflexiones”, antes que nadie, en “La Democracia” de Asunción, en 1899, cuando era
prácticamente desconocido.
Puede inducirse que su producción en prosa sea menos original que la lírica, del hecho
de no haberse editado entre nosotros antologías en prosa que permitan, incluso, conocer la
evolución del estilo, en las distintas épocas y destacar las indudables influencias. Rodríguez
Alcalá advierte una concepción de la naturaleza en su poesía y la considera como un
68
Juan Crisóstomo Centurión, Memorias del Cnel... o sea Reminiscencias históricas sobre la guerra del paraguay, Buenos
Aires, 1894-1901, ts. I-III, 4 vs.; (ibíd.): Memorias, Prólogo de Natalicio González y notas del TCnel. (S.R.) Antonio E.
González, Buenos aires, 1984, 4 ts.; Carlos Zubizarreta, Cien vidas paraguayas, Buenos Aires, 1961, p. 114; Juan E. O’Leary:
ob. cit.
69
Ignacio A. Pane, Poesías Paraguayas. Prólogo de Cipriano Ibáñez, Asunción, 1904.
70
José Rodríguez Alcalá. Antología paraguaya. Asunción, 1911, p. 1-3.
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cultura nacional.
No cree este autor que el ambiente natural pueda por sí solo ejercer mayor o menor
influencia en el número de poetas, pero sí que éstos abundan en los pueblos más cultos. Cita a
dos poetas, uno premodernista, el mexicano Díaz Mirón, y el otro posromántico: el argentino
Olegario V. Andrade, a quienes tiene por dos extremos, que Rodríguez Alcalá no aclara si son
geográficos o poéticos, aunque por ese tiempo (1911) lo eran en esos últimos términos.
Se ha creído que Natalicio Talavera, por la índole de sus versos sencillos, sensibles y
comunicativos, encarnaba la poesía popular signada por la guerra.
No debe tomarse esto al pie de lo dicho porque sabido es que muy pocos son sus
poemas en lengua culta que han trascendido: “A mi madre”, versos de un lirismo condicional y
aproximadamente romántico; un “Himno”, que no se aparta de los modelos seudoclacisistas de
la cultura heredada; un apólogo en verso: “La mujer y la botella”; un poema a la Virgen y el ya
mencionado “Reflexiones”, evidenciándose en algunos esa retórica lírica a la que tan adicto era
su maestro Bermejo.
El “tono popular” que algunos autores le han adjudicado habrá que buscarlo en los
epigramas en guaraní, publicados en el Cabichuí, en los que se ridiculizaba eficazmente a los
personajes de la Triple Alianza. El acento festivo de los mismos muestra una veta no muy
difundida de Talavera, único poeta visible de aquel grupo (o por lo menos identificable), aunque
como en toda poesía popular no es de desdeñar el aporte anónimo.
Rodríguez Alcalá confunde a la musa popular escrita con los cantos compuestos que se
entonaban en las trincheras al son de guitarras y rabeles. No es de pensar que fueran los ya
citados poemas de Talavera los que conmovieran a los soldados repitiendo los ecos en las
noches de campamento.
No eran esos versos vibrantes -que poco tienen de ello sus conocidas estrofas- salvo el
“Himno” mencionado, los que celebraban lo guerreros, sino los más simples que nacían y
morían en las cuerdas de una guitarra73.
71
Michael A. De Vitis, Parnaso Paraguayo, Barcelona, Maucci s.a., p. 33-35.
72
José Rodríguez Alcalá. ob. cit., p 1-2.
73
José Rodríguez Alcalá. Antología paraguaya. Asunción, H. Kraus, 1911, p. 1-2.
99
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cultura nacional.
Y los elementos formativos neoclásicos quedan estampados en estos versos que son
también característicos de muchos de los himnos nacionales de nuestra América:
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Luego otros elementos románticos: duros árboles, dolor, suspiros, cristales de la fuente,
muerte, idea del horror, “¿y la esperanza / que en este ardiente corazón se agita?” -pregunta-
mientras el tono melancólico acentúa su desesperanza:
El sol apaga su antorcha en los celajes de la tarde y se acentúa la fiebre del combate
mientras el guerrero, que es el personaje del poema, contempla el hermoso corcel que “tendido
/ al rumor de los bélicos clarines / barre la arena con sus largas crines”.
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del heroísmo, “el mundo -afirma- sus poetas y sus oradores, verterán sobre nuestros sepulcros
las lágrimas de la admiración y de la justicia”.
Esta es una romántica premonición que se cumplió estrictamente como aquella otra,
más cercana a nosotros, del peruano César Vallejo:
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cultura nacional.
O’Leary, por su parte, le llama “el bardo de nuestra edad heroica”75. Expresa que en la
escuela de Bermejo, o sea el Aula de Filosofía, se reveló como estudiante de filosofía, lenguas
y literatura. También manifiesta haber descubierto y publicado unas “Reglas de conducta”,
especie de máximas morales que fueran halladas entre los papeles inéditos del poeta.
Igualmente quedaron, aunque sin publicar varios poemas -no difundidos póstumamente-,
estrofas sueltas, traducciones del francés, y un pequeño “Libro diario”, donde estaban
consignados, junto con los sucesos de su vida, los libros que leía y los artículos que escribía.
Indica José Rodríguez Alcalá que con la muerte de Talavera “se apagaron las primeras
luces del Helicón paraguayo, cuando todo se apagó en el país, hasta la llama de los hogares.
Pasaron varios años sin que viniera a sonar la lira”76. Y tantos como los que se suceden desde
la desaparición del poeta guaireño hasta la aparición del primero en el orden de nuestro
posromanticismo y que es un español: Victorino Abente (1846-1935), quien llega en 1869 y
asume desde entonces la rectoría poética nacional.
El mismo año en que nacía Talavera, moría en Buenos Aires un poeta porteño, que si no
fue característicamente romántico, también tiene, como aquél, todos los acentos de esa
tendencia. Ese poeta se llamaba Florencio Balcarce. Había nacido el 22 de febrero de 1818, en
vísperas de la batalla de Maipú, en la que combatió su padre, el brigadier general don Antonio
González Balcarce, héroe de Suipacha y amigo y camarada del general San Martín.
Creció, como correspondía a sus parientes (todos los Balcarce eran militares) en un
ambiente épico, semejante al que le tocó a Talavera en la última parte de su vida. Florencio
hizo sus estudios preparatorios en la Universidad, en 1833. Siguió cursos de inglés y francés
(en esto también se evidencia el paralelo) y en 1834 pasó a ser alumno del curso de Ideología,
teniendo por maestro al famoso Dr. Diego Alcorta. Esto quiere significar que los jóvenes
74
José Rodríguez Alcalá. Antología paraguaya. Asunción, H. Kraus, 1911, p. 2.
75
Juan E. O’Leary. Nuestra epopeya. Asunción, 1919.
76
José Rodríguez Alcalá. ob. cit., p. VI.
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Florencio Balcarce es, al igual que el guaireño, una columna trunca de la poesía
americana. Sus compañeros de generación fueron los integrantes del “Salón Literario” y de la
denominada “Asociación de Mayo” de 1837. La mayoría de ellos pasó a residir en el extranjero
cuando se asentó la dictadura saladerista. El caso de Balcarce, en este sentido, es distinto del
de Talavera.
(1972)
Bibliografia directa
Natalico Talavera, La guerra del Paraguay, Asunción-Buenos Aires, Nizza 1958. Rasgos
biográficos del Gral. José Díaz, Asunción, 1967.
77
Rafael Alberto Arrieta. Florencio Balcarce, Buenos Aires, Julio Suárez, 1939; Arturo Capdevila. El Niño Poeta. Buenos
Aires, Atlántica, 1945.
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cultura nacional.
Pese a que uno de sus biógrafos manifiesta que “los estudios anímicos son su
especialidad”, a Godoi no le preocupa en verdad la pura sicología de los personajes históricos
sino en función de los hechos que ellos mismos producen. Todo nace de fuerzas
incontrolables, profundas; Díaz de nuevo en escena: “Estaba ajitado de presentimientos vagos
de fama y lustre americanos, esos delirios anímicos de mero dominio de la fantasía, que
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cultura nacional.
escapan al cálculo de las ideas positivas, y que las imajinaciones meridionales y ricas en
ilusiones, son capaces de revelar a un alma soñadora y viril por misteriosa sujestión psíquica
en las nebulosas lontananzas del futuro”. Es decir que el hombre, agente de hechos y hazañas,
no domina, no crece, sino mediante la orientación de esas espontáneas radiaciones psíquicas,
de las que parecer ser, asimismo, simple reflejo. Y esta otra descripción en claro oscuro, retrato
en modo alguno romántico, sino más bien de un realismo impresionante, muestra cómo
subsistía en Godoi, por sobre su propia convicción romántica, la antítesis, visto en hondura, sin
los arabescos de una prosa poblada de artificios: “Más que una religión y una tradición de las
cavilosidades del pasado, el Vizconde de Cabo Frío es un centinela perdido, que el Imperio ha
dejado colocado a manera de punto interrogante en el límite de su naufrajio. Ha sido él testigo
importante del derrumbe de la antigua sociabilidad heráldica y de la perpetración del moderno
réjimen, cuyas atrevidas innovaciones le causan vértigo. En su semblante abatido y su mirada
incierta, lleva la revelación de la dolorosa e indefinible nostaljia que tortura a su alma
acongojada”.
Puente entre dos épocas -la que termina en Ramón Zubizarreta y empieza en Cecilio
Báez- pudo asistir sin embargo a la preminencia del novecentismo y a la iniciación de un nuevo
sentido de la historia, al margen de cuya polémica con O’Leary (1902) le vemos ubicado, pero
puesta en favor de su pueblo la mano sobre el pomo de la espada, o mejor, de su pluma,
caballero siempre, aunque de ella surgieran de tanto en tanto, como repulsa de la realidad,
adjetivos tremendos e implacables, uniendo así la reverencia a la estocada. (1963)
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cultura nacional.
Incursionar en el mundo anímico, literario o histórico de don Juansilvano Godoi (así dio en
firmar, aunque se le conociera comúnmente por “Don Silvano”) no es tarea fácil. Tampoco en
los términos apenas asequibles de su biografía. La medias tintas, las sombras, el toque
dramático, la pasión polémica -en relación con lo anterior- configuran su perfil romántico. Pero,
a pesar de apresurados juicios de la posteridad, no fue en modo alguno una “vida novelesca”,
ni en la Argentina, donde trascurrieron, discontinuamente, veintitrés años de su existencia, ni
aquí desde 1895 y hasta el resto de sus días.
Según el más acucioso -y hasta ahora único- de sus biógrafos, don Silvano Mosqueira
(1875-1954), nuestro escritor se ausentó del país con sus hermanos, en 1864, de acuerdo al
pedido que hiciera al Presidente de la República, el entonces Brigadier General don Francisco
Solano López, su madre, doña Petrona Echagüe, emparentada con notorias familias
argentinas. (El parecer del padre no ha trascendido).
Si alguna novela cabe registrar ella no será otra que la del mismo joven Silvano, quien
nacido en la Asunción el 12 de noviembre de 1846 (no 1850) tenía ya, al estallar la guerra
contra la Triple Alianza, entre los 18 y los 19 años de su edad. ¿Por qué no regresó -sería la
obligada pregunta- para sumar sus esfuerzos a la defensa de la patria en llamas? Nadie lo
sabe; ni él se dignó conceder la menor aclaración: Sus contemporáneos, incluido el Padre Maíz
-de quien fuera severo y a veces injusto adversario- tampoco se lo exigieron.
Lo cierto es que don Silvano retornó a esta capital luego de su ocupación por tropas
extranjeras el 5 de enero de 1869. Su actuación comienza a cumplirse a partir de esa fecha,
prolongándose por espacio de ocho años. En 1877, el 12 de abril, tiene lugar el movimiento
armado del que era artífice principal y que tuvo por consecuencia el asesinato del Presidente
de la República, don Juan Bautista Gill, en pleno centro de la ciudad, y el posterior e
inexcusable, cinco meses después, de los presos políticos detenidos por esos motivos en la
cárcel pública y que costó la vida a su denodado defensor, el Dr. Facundo Machaín. Poco más
tarde don Silvano insistía en sus aportaciones bélicas, las que, al fracasar, lo retuvieron en
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cultura nacional.
Buenos Aires, donde sus inquietudes canalizarían por caminos menos violentos y donde pudo
desarrollar una vocación intelectual que todavía no se había manifestado en plenitud.
Desde aquellos tiempos no fueron muchas las noticias que se tuvieron sobre él. En la
“cosmópolis” porteña trabó amistosos vínculos, que se columpiaron entre los bienquistos del
círculo áulico del Presidente Juárez Celman (allá por el 1889), como Ramón J. Cárcano, que le
dedicara una colorida e interesante estampa, hasta el Dr. Aristóbulo del Valle -aficionado
también a las artes- enérgico opositor a los desmanes institucionales y financieros que
culminaron en la denominada “Revolución del 90”.
La verdad es que don Silvano supo capitalizar aquella residencia gracias a hábiles
especulaciones, que le valdrían una sólida posición económica. Eso le permitió abrir un salón
de recepciones y codearse con la mejor sociedad de aquella época. Una de sus hijas, Leticia -
después señora de Díaz-Pérez- nació en el palacete de la Avenida Santa Fe, en tanto sus
hermanos varones veían la luz en el Paraguay por disposición del progenitor, reducido a
obligado exilio.
Tenido por polemista temible -no deben soslayarse sus dardos contra don José Segundo
Decoud (1897), el Dr. Cecilio Báez (1910) y el Padre Fidel Maíz (1916)- contemporizó, sin
embargo, desde el reducto personal y cultural de su romanticismo, con los jóvenes
novecentistas que a pesar de todo insinuaban el modernismo y pudo así constituirse en el
símbolo de aquella cena con que el grupo de La Colmena iniciara sus actividades literarias y
gastronómicas el 19 de octubre de 1907.
Don Silvano, que en tan extenso bregar no dejó escritos más de cinco libros e igual
cantidad de folletos, murió en la Asunción el 27 de enero de 1926. Desde 1903 desempeñaba
la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Nación, organismo creado dos
años antes y no expresamente para él, como se sigue diciendo. Intentó ser el promotor de la
gloria única del general Díaz, excitación histórica que hoy pocos recuerdan.
(1983)
111
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cultura nacional.
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cultura nacional.
Hace sus cursos primarios en Inglaterra, en el St. Joseph College, y los secundarios en
Francia. Su paso por las aulas no fue muy prolongado, pero sí lo suficiente como para brindarle
una orientación de cultura que caracterizó su actuación política. “En Europa donde realizó sus
estudios y a pesar de no tener preparación universitaria, adquirió un claro concepto de las
cosas y del valor de la instrucción, dando una marcada importancia a la cultura intelectual, alta
y bella condición ciudadana que lo caracterizó sin egoísmo y con la que más tarde supo alentar
a la juventud de su patria, propagando sanos ideales”. Ha de recordarse que al poco tiempo de
regresar al país es incorporado con Manuel A. Amarilla a la sección literaria del Instituto
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Don Enrique intentó siempre volcar los ideales propios de su época en el sentido de la
acción misma y dirigidos a una promoción que pudiera elevarse por sobre las limitaciones del
ambiente, dotando así al Paraguay de una concepción de la existencia que ayude a distinguir,
incluso, su quehacer americano.
Soñaba, pues, con una generación caballeresca “que sintiera los mismos nobles ideales
del medio donde bebió su educación y en obsequio a ese sueño prodigó a manos llenas todas
las exquisiteces de su espíritu, todas las fuerzas de su dinamismo superior”. No quería que
sobre las nuevas juventudes de su patria llegara a asentarse esa condición de discipulado sin
magisterio, en el plano moral e intelectual, que llevó a su misma generación a una orfandad sin
atenuantes, de la que eran muestra la carencia de la guía paterna y una disciplina
indispensable para decidir el rumbo preciso.
El problema de los románticos paraguayos fue ése: el de crecer fuera del país o entre sus
ruinas, y tener que legar al grupo siguiente la tarea tremenda de levantar una nación poco
menos que de la nada, desde sus instituciones a sus gentes.
Tenía don Enrique un carácter metálico, hecho a todas las adversidades. “Voluntad de
hierro, nunca lo abatieron los golpes de la vida. A este carácter irreductible hermanaba la
nobleza de su alma. Nunca supo de bajos rencores, y era suficiente un rasgo generoso del más
enconado de sus adversarios, para conquistarlo por entero”.
Nunca transó con la mediocridad, con la “áurea mediocritas” de los advenedizos. Un aire
de otro tiempo o de otra época, imponía respeto a su paso. Es exacto el recuerdo de Pane:
“Así como la flor infaltable en el ojal de la levita, complemento físico de su delicadeza
moral...había en su espíritu de hombre público una inmensa flor invariable también, la flor del
altruismo”, y termina: “Aquí, donde el mercantilismo trae metalizadas todos las cosas, hasta las
ideas, y endurecido el corazón, él había puesto escuela de desinterés”.
Era en realidad un “raro”, o mejor dicho, un romántico, incomprendido para muchos. Por
eso, “se le llamó Quijote, suprema expresión de nobleza humana que la inconsciencia no llega
114
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cultura nacional.
a comprender y la envidiosa impotencia aparenta desdeñar. Lo fue así en cuanto amó todas las
grandes cosas del espíritu y del corazón, y lo fue, sobre todo, en el sentimiento patrio”. Ese
modo de ser lo expuso siempre al peligro, aún por causas que no fueran las propias. Caballero
a la antigua, “en su pecho, bajo el barniz de un puritanismo inglés, palpitaba el corazón de Don
Quijote. Era un gran romántico y un poseído de la visión radiante de la patria”.
El medio y la época no eran aparentemente, los que habría preferido. Estaba más allá del
marco de la ciudad, como viniendo de regiones distantes: “Siempre ha vivido tocando con su
frente las estrellas. De pie sobre su miseria y su pobreza como sobre un pedestal, se le vio,
aún en las horas de borrasca, erguirse como la encarnación simbólica del honor caballeresco y
del carácter”. Porque Don Enrique era un carácter “insensible a la fortuna fugitiva,
imperturbable ante la constante adversidad”. De no ser así, otro tenía que haber sido su
camino. “Testigo de sus más íntimos sacrificios (dice O’Leary) lo vi siempre igual, firme,
caballeresco, bueno, ingenuo como un niño, generoso hasta lo increíble, idealista, soñador,
atacado de un delirio patriótico incurable”. Ante el espectáculo caótico de su imprenta
empastelada, en una de las etapas de su batallar, su temple se endureció más y de su sonrisa
imperturbable nació la esperanza. A los tantos días el diario volvía a editarse.
“Silencioso incomprendido, superior a su propio destino”, su temple estaba más allá de las
miserias cotidianas. Su infancia y su adolescencia habían sentido el acíbar de la tristeza, de la
fatalidad, de la implacable persecución. Diecisiete años apenas tenía cuando regresó al
Paraguay con su madre, una mañana del otoño de 1875, a invitación del Presidente Gill. Pero
enseguida un núcleo de damas de sociedad, elevando el tono de la iracundia, se moviliza, y a
las quince horas de la llegada emisarios oficiales obligan a Elisa Alicia Lynch y a su hijo a partir
nuevamente.
En Buenos Aires, donde se ventila pleito análogo, defienden los intereses de Don Enrique
los doctores Hugo A. Bunge, Bonifacio del Carril y Aristóbulo del Valle. Mas, en Asunción un
grupo de señoras presididas por Da. Susana C. de Céspedes y Da. Atanasia Escato de
Bareiro, en número de ciento cincuenta se dirigen al Presidente Eguzquiza para que llame la
atención al agente fiscal. “Estamos conmovidas de indignación -señalan- en presencia de un
acontecimiento que reviste los caracteres más odiosos e irritantes en la historia del pueblo
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Don Enrique había viajado desde París a Buenos Aires en 1880, cuando la capital porteña
estaba alterada por los fragores de una revolución. Al año siguiente lo hallamos en Corrientes,
donde cruza correspondencia con Don Juansilvano Godoi, a quien había conocido en el Viejo
Mundo.
Radícase en Buenos Aires y allí inicia el estudio de la enseñanza agrícola, cuya aplicación
tanto le apasionara, y que “deseaba implantar en el Paraguay en forma completa y
provechosa”. Vuelve a su patria bajo el gobierno del Gral. Eguzquiza, en 1895, el mismo año
en que “las distinguidas señoritas de Torrá”, educacionistas argentinas, son contratadas para
dirigir la Escuela Graduada para Niñas de Villa Rica, siguiendo el ejemplo de Adela y Celsa
Speratti, empeñadas desde 1890 en esa tarea.
Tocará a Don Enrique, por su parte, organizar institutos similares para varones. Desde
1896 su nombre queda ligado al prestigio de la enseñanza paraguaya. El Presidente Eguzquiza
lo designa Superintendente de Instrucción Pública, “cargo en el que demostró su gran amor por
la enseñanza, abordando los problemas educacionales con criterio práctico y encuadrándolos a
las necesidades del país, cuyo progreso fue como una obsesión para su espíritu”.
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Luego vendrá su aporte a la enseñanza propiamente dicha desde las cátedras de inglés,
francés y geografía nacional, que dictaba en el Colegio Nacional, en la Escuela Normal, en la
Escuela de Comercio y en el Colegio Mercantil de Niñas. “Amigo y compañero de sus alumnos
enseñaba a sus discípulos las costumbres, con las prácticas que viera; sus ejemplos tendían
constantemente a demostrar cómo en otros países, se inculca al niño, al educando, el cariño a
su terruño, el amor a su tierra natal, la idolatría del sentimiento patrio”. “Profesor culto y de
formas suaves (lo evoca un colega) era escuchado siempre con profundo interés”.
Descendió también a la caldeada arena del periodismo como un medio para reivindicar la
memoria de su padre.
Después del golpe de estado del 9 de enero de 1902 acompaña a O’Leary en su conocida
polémica y actúa en el diario “La Patria”, que sostienen sus manos “con la serenidad y la calma
proverbial del hombre público” que comprende que la justicia de la historia es inexorable.
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Una actividad desinteresada distinguió a Don Enrique y ella ha de contribuir sin duda a la
perdurabilidad de su nombre: el cultivo de la bibliofilia. Al trasladarse a Buenos Aires había ya
iniciado sus investigaciones bibliográficas sobre la guerra contra la Triple Alianza. Manuel
Gondra llega a calificarlo como “el más diligente de los bibliófilos paraguayos” y agrega que es
“inestimable y abundante” su biblioteca. En su difundida carta a Blas Garay -residente por
aquellos años en España- Gondra alude a una información que no ha tenido el cuidado de
anotar, “pero sé (dice) que Don Enrique Solano López la tiene anotada en su cartera de viaje”.
Y por último se refiere a las “exploraciones de bibliófilo” que Don Enrique realiza en Brasil.
En el volumen que contiene el catálogo de su biblioteca -joya poco menos que inhallable
en la bibliografía paraguaya y fuente aún hoy de imprescindible consulta- puede advertirse la
primacía de algunas valiosas colecciones: “Historia de los abipones” de Dobrizhoffer, 1822;
ediciones de Azara 1801, 1802 y 1809; “Histoire du Paraguay” de Charlevoix, París, 1756;
también la impresión dublinesa de 1769; el “Contrato social” de Rousseau, en la traducción
efectuada en Buenos Aires, en 1810, por Mariano Moreno; “Ensayo de historia civil” del Deán
Funes, 1816; el “Memorial” de Fray Bernardino de Cárdenas, 1662; una rara “Histoire du
Paraguay” de Celliez, en dos tomos, París, 1841; el “Catecismo positivista” de Augusto Comte,
vertido por Miguel Lemos en 1890; todo ello sin contar las obras que directamente se refieren al
Paraguay.
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(1963)
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Asediado por la “morriña” (versión gallega del “techaga’u” nativo) hizo dos viajes: el
primero en 1881, permanciendo en su tierra hasta 1885; el segundo se prolongó desde 1907 a
1909. Luego de tomar contacto con su valle ancestral y de sentir en su sangre, nuevamente,
las sensaciones de la raza celta, a la que indudablemente pertenecía, enfiló la proa hacia el
lugar donde se acrecentaron sus ensueños poéticos y donde se había constituido en el
reivindicador del espíritu nacional, abatido por aquella inolvidable (e imperdonable) tragedia.
Es que don Victorino, a pesar de sus antecedentes galaicos, o por ello mismo, se había
constituido por entonces en una personalidad paraguaya, en un nombre insoslayable ya para la
consideración de nuestro proceso cultural. Seguramente tuvo conciencia de ello cuando, en
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ambas oportunidades, decidió el regreso. Esa fue, también la convicción que tuvieron aquellos
a quienes les tocara asistir al paso del posromanticismo al premodernismo, en el menos que
corto tramo que va de 1900 a 1904.
Porque todo lo que va desde la posguerrra a los comienzos del siglo está signado por la
acentuación posromántica y tal es la característica de un capítulo importante de la literatura
patria. En esos extremos se asienta la vigencia de don Victorino Abente, colaborando así con el
impulso iniciado por sus compatriotas residentes, especie de padres del pensamiento
paraguayo, en una línea que va -según se ha señalado muchas veces- de Ramón Zubizarreta
a Viriato Díaz Pérez.
Don Victorino se redujo al magisterio propio de la prensa periódica y a lo que sabía con
mayor hondura: cantar. De ese modo, al par de versos chispeantes y jocosos, surgieron
poemas de alta inspiración como “La Sibila Paraguaya” (aparecido en Buenos Aires, en 1885,
con una carta de José Segundo Decoud), “Salto del Guairá”, “El Oratorio de la Virgen de la
Asunción”, “Mis tres estrellas” -de acento sentimental-, “Las aves del Paraguay”, un bello canto
a Areguá, ciudad donde residió hasta casi un lustro antes de su muerte y desde la cual enviara
sus retozonas “Epístolas”, dirigidas a su amigo Alejandro Guanes, el autor de “Las Leyendas”.
A casi media centuria de la ida definitiva de don Victorino, uno de sus nietos, don Cándido
Samaniego Abente, se ha entregado a la tarea heroica de propiciar la resurrección literaria de
su ilustre abuelo. Es el espíritu del viejo poeta que vuelve personificado en uno de los suyos -
modesto y sensible- para incitar al recuerdo de los tiempos líricos, aquéllos en que una lira
hispánica -nunca extranjera- entregara al Paraguay lo mejor de su temple y lo más puro de su
alma.
(1983)
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El poema de Ortiz Guerrero -escrito cuando el autor estaba en sus pasos finales- tiene,
aparte de su condición nostálgica, esa otra de retrato moral. “Chamorro” trasunta en versos
elegíacos lo que significara este “profesor de firmeza y de decoro” para varias generaciones de
paraguayos.
Había muerto el maestro Don Delfín Chamorro (15 de agosto de 1931) y esa voz poética
simbolizaba, además de la emoción venida de las aulas, el homenaje de la expresión literaria,
no ajena a las recatadas inquietudes líricas que manifiesta en su juventud (“Todo está perdido”)
y más tarde en su madurez (“Adiós a Ybyty”).
Poco dejó don Delfín, en apariencia: esos versos, otros de intención jocosa, algunas
colaboraciones en el periodismo lugareño, unas lecciones de edición póstuma: “Hacia la
gramática” (1932). Materialmente nada, desde su existencia transcurrió con suma modestia en
su barrio por entonces suburbano.
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educadores del Guairá”, que él integrara con Ramón Indalecio Cardozo, Atanasio C. Riera,
Simeón Carísimo, Nicolás E. Sardi, Clotilde Bordón, Juan F. Giménez..
Puede afirmarse que a más de medio siglo de su muerte el magisterio de Don Delfín -
afianzado en la versión oral de quienes lo conocieron a través de las épocas- no ha perdido su
realidad ni su impulso. Supera la tradición y llega hasta nuestros días como ejemplo de lo que
en su imagen iluminara el poeta, su coterráneo.
Porque lo que está vacante es la figura carismática del maestro, de algún maestro con
sentido apostólico y moral, como lo fue este grande de la educación nacional. No el rábula de
la pedagogía rara y complicada que sólo cumple en las aulas para satisfacción de la pedantería
foránea, sino el de la simple y sencilla enseñanza que mira ante todo el corazón de sus
discípulos, la disciplina de su mente y la limpieza de su alma.
A lo largo y ancho de nuestra América se advierte este vacío, esta ausencia, y en los
muchachos que comienzan su adolescencia prácticamente solos, eso que un rioplatense ilustre
calificara, no hace mucho, de “una ansiedad discipular sin respuesta”.
La lección del maestro Chamorro no ha terminado, pues cuando los vivos no aciertan el
camino, corresponde a los muertos indicarlo.
(1983)
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La historia del primer Ateneo Paraguayo comienza el 28 de julio de 1883 -hace noventa
años- y se extingue, sin fecha precisa, en 188978. El tramo de su actuación corresponde a lo
que don Arsenio López Decoud denominaba “el gobierno de los viejos generales”79: inaugura
sus actividades durante la presidencia del Gral. Bernardino Caballero (1880-1886) y las finaliza
bajo las del Gral. Patricio Escobar (1886-1890). Dos institutos de enseñanza habían sido ya
fundados: el Colegio Nacional y su anexa Escuela de Derecho, segunda en la historia de la
enseñanza oficial. El Ateneo desaparecerá en vísperas de la creación de la Universidad
Nacional80. Entre sus integrantes más entusiastas figuraron el Dr. Benjamín Aceval, a cuya
iniciativa se debe la existencia del Colegio81, y don José Segundo Decoud, que no sin esfuerzo
pudo lograr la apertura de los claustros universitarios82.
78
Según Juan Francisco Pérez Acosta (1873-1968) este Ateneo “surgió en 1883 en forma concreta y promisoria. v. Núcleos
culturales del Paraguay contemporáneo, Buenos Aires, 1959, p. 21. Carlos R. Centurión en Historia de las letras paraguayas,
Buenos Aires, 1948, t. II, p. 148 expresa que la biblioteca del Instituto Paraguayo fue formada con la que pertenecía al Ateneo
Paraguayo, “otra institución similar fundada en 1885 y desaparecida años después”. por su parte el citado Pérez Acosta (p. 42),
refiriéndose al Instituto sólo alude al “plantel de Biblioteca”, sin fijar concretamente su procedencia.
79
El otro general era Juan B. Eguszquiza, que gobernó desde 1894 a 1898 y a quien el diario “El Progreso, que le era adicto,
calificaba de “simpático soldado de la Constitución”. López Decoud pertenecía a esa corriente de ideas e integró la redacción
de dicho vocero.
80
v. Ignacio Amado Berino, Doctor Ramón Fermín Zubizarreta, jurisconsulto y educador. En el LXI aniversario de su muerte,
Asunción, 1963, p. 20, 23, 25 y 27. Cfr.: Cecilio Báez, Resumen de la historia del Paraguay... Asunción, 1910, p. 208.
81
Berino, ob. cit., p. 23 y Báez, ob. cit., p. 208.
82
Berino, ob. cit., p. 25.
83
Alberto Zum Felde: “La época del Ateneo” (En: Proceso intelectual del Uruguay. Del coloniaje al romanticismo, 3ª. ed.,
Montevideo, 1967 t. I, p. 161/172. Arturo Ardao: Espiritualismo y positivismo en el Uruguay. Montevideo, 2ª ed. 1968.
84
Rubén Darío no menciona expresamente al Ateneo a su llegada a Buenos Aires, pero sí a varios de sus integrantes. v.
“Autobiografía” (caps. XXXV y XXXVI) (En: Obras completas. Poesías, Buenos Aires, 1958, p. 44/45. También en los
festivos “Versos del Año Nuevo” (1910): “Paréntesis” El Ateneo / Vega Belgrano. Ezcurra / Discurre. Pedro despanzurra / a
Juan. Surge el vocablo feo: / “Decadente”. ¡Qué horror! ¡Qué escándalo! / La peste se ha metido en casa / ¡Y yo soy el
culpable, el vándalo!...” (v. ob. cit., p. 399).
85
v. Pedro Henríquez Ureña: “Los problemas de hoy (1920 – 1940)” (En: Las corrientes literarias en la América Hispánica,
3ª. reimpresión, México, 1969, p. 191 y 268.
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La reunión constituyente se efectuó en casa del Dr. Adolfo Decoud, en Asunción, teniendo
lugar las sesiones públicas en el club del Progreso. Redactor del acta inicial y secretario de esa
sesión fue Cecilio Báez, que era el más joven de los firmantes con 21 años de edad, en tanto
que figuraba como uno de los más provectos el Dr. Ramón Zubizarreta, con 43. También
aparece allí, además de todos los mencionados, el Dr. Alejandro Audibert (1859-1920).
Propósitos básicos
Expresión cabal del Ateneo fueron sus publicaciones, editadas separadamente, pero con
fecha conjunta (1888) e idéntico tamaño (0,16 x 0,25), de acuerdo a la siguiente trascripción:
86
Carranza fue el autor de la primera biografía del Cnel. Bogado que allí se inserta.
87
v. Pérez Acosta, ob. cit., p. 33.
88
El texto del Cnel. Centurión aparece como conferencia pronunciada en 25 de enero de 1885. Las demás composiciones
corresponden al 25 de octubre de 1886, con excepción de la de Báez, que está fechada el 25 de enero de ese año.
125
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El primero se abre con el discurso del presidente, pronunciado “en la velada literaria del
25 de octubre”, no aclarándose el año (p. 3/10); incluye cuatro poemas: “Patria”, del argentino
Leopoldo Díaz (1862-1947) (p. 11/13); “La sibila paraguaya” de Victorino Abente (1846-1935)
(p. 15/20), con dedicatoria a José Segundo Decoud; “Al Paraguay”, de la “maestra y poetisa
uruguaya” María Arias (p. 35/36), y “Rafaela” (p. 37/59), sin especificación de autor, pero que
Pérez Acosta da como del diplomático boliviano Dr. Claudio Pinilla91. Hay además, dos
conferencias: una del Cnel. Juan Crisóstomo Centurión, que aparece sin denominación, si bien
Pérez Acosta proporciona el título de “Sobre el despotismo del Dr. Francia”92, y “Religión e
instrucción” de Cecilio Báez (p. 61/68), clausurándose con un discurso del Dr. Zubizarreta (p.
69/74) a nombre de la junta directiva.
El segundo contiene el discurso de apertura del Dr. Aceval (p. 3/7), continúa con “Leyenda
guaraní” de José de la Cruz Ayala (p. 9/17), uno de los primeros aportes hechos en prosa a la
corriente nativista93. Luego una extensa colaboración: “El Coronel Bogado”, que aunque
sin firma se la identifica como del Dr. Carranza (p. 19/52) y más adelante “Algunas máximas de
Cicerón” del Dr. Zubizarreta (p. 53/64)94 y “La mujer”, de don Jorge López Moreira (p. 65/69)95.
89
Si se toma como fecha de fundación efectiva a 1883 no tocaría al 2do. aniversario. Por lo demás, ninguno de los trabajos
incluidos está datado. Como curiosidad puede advertirse una errata edilicia: en lugar de Bolívar el domicilio de la casa
impresora ha sido desplazado a la calle Belgrano, que corta con aquella.
90
Firma el discurso inicial como presidente, el Dr. José Zacarías Caminos. En el anterior ha figurado el Dr. Benjamín Aceval,
no especificándose en el primer fascículo el nombre del titular. Las composiciones corresponden a esa fecha. Estos tres
ejemplares han sido consultados de un volumen encuadernado con dedicatoria de Juan Francisco Pérez Acosta a Eloy Fariña
Núñez, en enero de 1920. Tal tomo pertenece a la compatriota Profesora Dora Ibarra González, residente en Buenos Aires,
gracias a cuya gentileza ha sido posible la lectura de dicho material bibliográfico.
91
Pérez Acosta, ob. cit., p. 24.
92
Pérez Acosta, ob. cit., p. 23.
93
José de la Cruz Ayala (Mbuyapey, Paraguay, 1863 – Entre Ríos, Argentina, (1892), conocido por el seudónimo periodístico
de “Alón”, presentó esa “Leyenda guaraní” con tal título, que figura en fascículo 2do., p. 9, y que Pérez Acosta trascribe en ob.
cit., p. 23. Centurión, ob. cit., p. 109, lo modifica por “Leyenda del urutaú”, que no es el de la primera versión. Cfr. Báez, ob.
cit., p. 211. O’Leary, antes de su conocida polémica trazó su elogio (En: “La Prensa”, Asunción, 19 de diciembre de 1900, p.
3.)
94
Guido y Spano argumentaba que “el comercio con los autores clásicos fortalece el espíritu” (v. Carta a Ernesto Quesada, en:
“Nosotros”, Buenos Aires, Año XII, Nº. 114. 1918)
95
Recuérdese que el tema del feminismo atrajo sobremanera a los novecentistas, entre ellos Pane y López Decoud. Este
vendría a ser un estimable precedente literario.
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cultura nacional.
Más breve que el anterior es el tercer y último fascículo, que incorpora el discurso del
presidente, Dr. José Z. Caminos (p. 3/11); dos poemas: “Excelsior” (p. 13/20) de Olegario
Andrade, hijo del difunto poeta argentino, como aclara Pérez Acosta96, y “El hierro y el alambre”
de Claudio Pinilla (p. 27/31) y otras tantas conferencias: “El Asia” (p. 21/26), esquemático
ensayo del joven estudiante Manuel Domínguez, y la “Conferencia leída en el Ateneo por José
S. Decoud” (p. 33/46), infiriéndose que se trata del contenido del opúsculo inmediatamente editado: “La
literatura en el Paraguay” (Buenos Aires, 1889)97.
Los discursos de los respectivos presidentes más que piezas oratorias de circunstancias
constituían una verdadera exposición de propósitos, a la vez que un programa de actividad
cultural. El Dr. Aceval esboza, en el suyo, la historia del Ateneo al recordar que cuatro años
atrás (1883) “un grupo de cerebros entusiastas” se reunía “para dar forma a una asociación
que apartada de las indecisiones del mercantilismo y del lucro, tuviera como centro de acción el
campo también fecundo de la idea” (II, 4).
¿Qué fines cumplía la entidad nacida tan auspiciosamente? El Cnel. Centurión se había
referido en su conferencia a “este naciente centro de ilustración” cuya “plausible y patriótica
idea” es la de “mejorar las condiciones morales e intelectuales del Paraguay” (I, 21). Por su
lado el Dr. Aceval indicará en el siguiente que se trata de un centro “ajeno a las caliginosas
pasiones de la política”, que abre sus puertas sin preguntar nacionalidad, credo político, ni
religión”, afirmando que “basta que sea un amante del saber para que tenga asiento en el
Ateneo” e invita para que vengan “los amigos del Paraguay, los que quieran y busquen su
engrandecimiento y su gloria”... “traiga cada uno una piedra para la construcción de edificio
literario” (II, 4). En cuanto al Dr. Zubizarreta, en su alocución interpreta que “estímulo para el
estudio es el ateneo Paraguayo, que no tiene ni puede tener mejores títulos” (II, 64).
Pero lo que importa ante todo es resaltar la misión que se han impuesto sus integrantes:
Para quien ejercía la presidencia de la institución durante la velada del 25 de octubre de 1886,
este Ateneo “es un modesto centro de luces que nació y vive sus propósitos nobles, ofreciendo
un palenque a la inteligencia que se cultiva para que venga a él a coger laureles sin verter
96
Pérez Acosta, ob. cit., p. 22.
97
Trátase del primer aporte sobre el tema, desde un punto de vista específicamente romántico. El título, como se advierte, le
fue incorporado con posterioridad.
127
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cultura nacional.
sangre y sin derramar lágrimas...” (I, 7). En cambio para Zubizarreta debe considerársele como
“el nexo entre la sociedad y los hombres pensadores” para evitar el aislamiento de éstos;
espera, asimismo, que “el entusiasmo juvenil domine al Ateneo aventurándose en ensayos de
todo género” (I, 72).
Para José Segundo Decoud -teórico literario- “la institución fundada es una nueva tribuna
del pensamiento” (III, 35), pero el año anterior (1886) el Dr. Zubizarreta había ironizado
crudamente sobre la indiferencia pública, manifestando que el Ateneo ha procurado “sostener
algunas cátedras con el objeto de vulgarizar los conocimientos más indispensables a los
ciudadanos de un país libre”, no obstante lo cual “este pobre ensayo” ha tenido que luchar “con
el vacío del local, donde apenas reunía una docena de oyentes recogidos por algún solícito
secretario en las salas de billar”. No obstante, persuade que es hora de que los jóvenes “hagan
aquí sus esfuerzos para descubrir la verdad en el vasto campo de la ciencia y del arte” (I, 71).
(1973)
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cultura nacional.
En estos días ha sido recordado el silencio en que transcurriera el “centenario” del actual
Ateneo Paraguayo, señalándose, a la vez, la ausencia de actividades públicas que
determinaran un conocimiento cierto de su quehacer cultural.
A pesar de la buena voluntad de poder rendir tributo celebratorio a la única entidad que
habría podido sobrevivir a nuestros avatares temporales y de los otros, no se deduce que esto
pudiera provenir de aquello.
El entusiasmo, o quizá la nostalgia, de don Juan Francisco Pérez Acosta, le hizo intentar
aquel entronque, manifestándolo de pasada, sin el aporte de las pruebas a que era tan afecto
el ilustre publicista nacional.
Pero luego de historiar los inicios del primer Ateneo y de sugerir la aludida continuidad, al
referirse al segundo y nuevo Ateneo creyó conveniente advertir que el nombre tomado de la
fusión del Instituto y del Gimnasio era como un homenaje que se rendía a ese agrupamiento
intelectual de la posguerra. Nada más. Y la verdad es que se trataba no de una prolongación a
todas luces imposible sino del reconocimiento a un esfuerzo pretérito.
Nunca se volvió sobre el tema hasta que hace una década, desde la “Revista del Ateneo”,
se hiciera mención de los noventa años a cumplir en julio por parte de la corporación madre. Ni
siquiera los historiadores locales de la cultura han insistido en la cita de aquellos comienzos y
en su permanencia a lo largo nada menos que de una centuria.
Sabido es que el Ateneo (I) (así habrá que nombrarlo en adelante) nació de la iniciativa
privada el 28 de julio de 1883, en la “casa-habitación” -como dicen las crónicas- del Dr. Adolfo
Decoud, un paraguayo deraciné (hay que expresarlo piadosamente en francés) tanto del
Paraguay, donde había visto la luz, como de la Argentina, donde pretendía haber nacido. Pero
esa es otra historia
que han desnudado los valiosos novecentistas don Juan E. O’Leary y don Silvano
Mosqueira.
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cultura nacional.
Sus empeños subsistieron y paraguayos prestigiosos como los Dres. Benjamín Aceval y
José Zacarías Caminos cumplieron la tarea de presidir las sesiones y también los actos
públicos, donde se leían ensayos y poesías. Allí lo hizo el joven poeta y diplomático argentino
Leopoldo Díaz, que luego se sumara al movimiento modernista acaudillado por Rubén Darío y
que volviera al Paraguay en 1925. Allí disertaron desde el acatado maestro Dr. Ramón
Zubizarreta y el más tarde mítico “Alón”, hasta un adolescente de seguro porvenir que se
llamaba Manuel Domínguez. Bajo esos auspicios había leído José Segundo Decoud su hoy tan
olvidada como necesaria conferencia sobre “La literatura en el Paraguay”.
Tres fascículos -no otro tipo de publicación- editó el Ateneo en 1888. Y al año siguiente se
evaporaba. Se había producido el canto del cisne.
Puede afirmarse que esa fue la manifestación concreta del posromanti-cismo nativo, que
penosamente y en medio de tantas vicisitudes retomaba el camino inaugurado en 1860 desde
el Aula de Filosofía y a medio truncar tras el desangre bélico. Se nuclean en ese Ateneo (I) los
nacidos entre 1840 y 1860 -con algunas excepciones previas-, sumando su aporte los que han
sido denominados “maestros españoles de la cultura paraguaya moderna” (Ramón Zubizarreta,
Victorino Abente). Ya en 1890 la frágil institución empezaba a ser un recuerdo.
Entre tanto, los alumnos del Colegio Nacional de la Capital (o sea el segundo Colegio,
pues el primero duró de 1872 a 1877) esparcían en las aulas sus incipientes aportes mediante
organizaciones internas que exaltaban la pasión por las letras, que se vería reflejada en hojas
que se denominaban “La Juventud” o “El Estudiante”.
Aún en 1891 los periódicos, en la columna editorial, habían incitado a un retorno de las
funciones que con tanto denuedo emprendiera el viejo Ateneo. Mas éste se iba perdiendo en el
olvido tras el desalojo de su local de actos al ser rematado el mobiliario del Club del Progreso
(donde se alojaba) y clausuradas sus instalaciones.
Cuarenta y cinco años más tarde, en época muy diferente y con intereses culturales
propios de la misma, se funda otro Ateneo (que para comodidad del lector pasará a
denominarse Ateneo (II). Ocurre esto a principios de 1934 como culminación de las gestiones
que se venían realizando para confundir en una sola dos entidades que se hallaban en
manifiesta decadencia: el Instituto Paraguayo, iniciado en 1895, y el Gimnasio Paraguayo, en
1913.
Obvio resultará afirmar que los patrocinantes no eran los mismos y que en el acta de
nacimiento no se alude para nada a que este Ateneo (II) sea la continuación del Ateneo (I),
muerto y sepultado casi medio siglo antes. Tampoco se alude a la circunstancia de que viven
aún por ese tiempo el secretario de la antigua sociedad: Dr. Cecilio Báez, y uno de los
colaboradores de las veladas: el Dr. Manuel Domínguez, quienes ni siquiera figuran como
miembros honorarios.
De igual modo no se incluyen los nombres de dos de los participantes de los fascículos:
don Victorino Abente, que residía en Areguá, y Leopoldo Díaz, que se hallaba en la Argentina.
Es más: cuando en 1941 muere el Dr. Báez se publica en la Revista del Ateneo (II) una
necrológica con su fotografía, evocándoselo como socio y como figura ilustre de la cultura
nacional, sin la menor recordación en su calidad de fundador sobreviviente del Ateneo (I).
Habrá que agregar que la citada Revista publicó 20 números y que ni en el editorial del
primero, ni en el resumen de actividades incluido en los sucesivos, se aclara que este Ateneo
sea el mismo de 1883 o por lo menos el heredero de sus ideales.
Algo faltará para que una corriente renovadora aparezca con los nombres de Julio Correa,
Herib Campos Cervera y Josefina Plá, si es que se toma al año de 1940 como línea de
arranque de lo que se ha dado en denominar -sin mucha discriminación- vanguardismo y cuyo
nombre más trascendente, y el más alto, será el de Oscar Ferreiro.
El nuevo Ateneo representa, sí, la fusión de dos imágenes, facilitando la creación de una
sola: tiene las características de universidad popular o academia libre, que distinguiera al
Instituto, y el afán cultural que fuera propio del Gimnasio.
El ejemplo del periodismo nacional resulta por demás elocuente: hay en su trayectoria
numerosos diarios que han extraído de otros más antiguos su denominación, habiendo
repeticiones de hasta tres y cuatro veces, sin que a nadie de la segunda o tercera versión se le
ocurriera celebrar como propio el aniversario de la publicación inicial.
No muy diferente debería ser el caso del Ateneo (II), que no tiene más relación con el
primero que el nombre. Que se diga entonces lo que especificó Pérez Acosta al indicar que se
trata de un homenaje al pasado y no de una retoma de su historia.
(1983)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
La actuación docente de Adela Speratti ha sido poco estudiada; sólo datos fragmentarios
se conocen de ella y no todos en coincidencia. Tampoco es muy pródiga la información en lo
que se refiere a sus antecedentes familiares, pese a que su hermana Celsa le sobrevivió por
espacio de 36 años. Versiones orales adjudican la paternidad de ambas al Coronel Espínola,
muerto en la batalla de Abay. Esto es lo episódico. Menos se sabe aún de sus estudios, salvo
alusiones incidentales y anecdóticas, que no ayudan a formarse una idea del conjunto de
métodos y sistemas que aprendiera y que indudablemente trasplantó al país, donde su
ejecutoria se extenderá por algo más de una década, o sea desde 1890, año del regreso, hasta
el de su muerte, ocurrida el 8 de noviembre de 1902 en esta capital.
Dicha Escuela Normal del Uruguay (lo de Concepción estaba implícito) funcionó primero
como instituto de preceptores, pasando luego, al ser nacionalizado en 1876, a convertirse en
Escuela Normal de Maestras. De su original paranaense habrá de conservar dos orientaciones:
la del curso normal para aspirantes a maestros y la de la Escuela de Aplicación, destinada ésta
a la práctica de la enseñanza de las futuras docentes.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Su primera directora, que lo será durante 25 años, fue Clementina Contte de Allió,
educadora francesa que tenía un concepto amplio y, por aquel entonces, moderno de la
significación del naciente normalismo. Para asegurar su emprendimiento solicitó el concurso de
las madres, y en todo instante, bajo su mando, la escuela habrá de constituirse en un puente
entre la educación y la familia, como quien dice entre el saber y la vida.
¿Qué ofrece en cuestión de aprendizaje, aquel recinto en el que Adela Speratti pasará los
años de su adolescencia? Al respecto puede afirmarse que el régimen de enseñanza está
imbuido de las leyes y principios pestalozzianos y que mediante él, al par que se facilita en el
niño la observación y la discriminación consecuentes, en las alumnas predocentes se fomenta
el hábito del juicio y del discernimiento.
c) Se recomienda no aprender los interrogatorios del aula de memoria, de manera que las
preguntas puedan fluir con normalidad, dando así la sensación del dominio del asunto;
Por otra parte, el cumplimiento de los deberes, tanto para sí como para impartirlos, debe
serlo por convicción y no por imposición “porque el concepto del deber no nace
espontáneamente, sino que se forma a través de la experiencia”.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Los sistemas de enseñanza -de acuerdo al plan vigente entre 1882 y 1885, fecha de los
estudios de Adela- se perfeccionan con la evolución de los métodos. En relación con ellos
queda proscripto el memorismo, en beneficio de la ejercitación de la inteligencia. Los
profesores deben dar, además de las lecturas consideradas obligatorias -cuya nómina se
ofrece en síntesis más adelante- una bibliografía de consulta que contribuya a ampliar los
conocimientos contenidos en los textos oficiales.
En las clases el alumno no es el eterno “convidado de piedra” sino que en torno suyo se
promoverán discusiones o debates dirigidos por profesores, en los que estará permitida la
libertad de opinión para mejor dilucidación de los temas y en ayuda de la formación del juicio
personal de los estudiantes. En lo que se refiere a la conducta y a los actos que pudieran
revelar en los jóvenes la presencia de una verdadera personalidad, serán juzgados y
calificados por un Consejo de profesores.
Aparte de los parciales, el puntaje se obtenía mediante dos exámenes anuales, uno, al
promediar el curso, que debía versar sobre temas fundamentales en preparación, y el otro, al
finalizar el año, que estaba destinado a desarrollar el contenido íntegro del programa. Las
pruebas de suficiencia eran asimismo de capacidad e instrucción. En lo relativo a los exámenes
públicos se sabe que constituían verdaderas fiestas familiares, presenciadas por padres e
invitados.
1) La observación;
Una vez por semana se las instruye en los principios pestalozzianos, planes de lecciones
y táctica escolar. Igualmente quedan encargadas de observar las clases de las profesoras o de
otras alumnas practicantes.
Dichas prácticas pueden ser diarias. A las alumnas del curso superior se les confía la
enseñanza de las materias fundamentales y las de ejercitación. También se hace la lectura de
críticas formuladas a las practicantes. Estas previsiones están contenidas en el plan de 1881,
que rigió mientras estudiaron en Concepción del Uruguay las hermanas Speratti.
135
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Un año antes del ingreso de Adela, por decreto del 7 de enero de 1881, el gobierno del
General Roca fija una nueva reglamentación y plan de estudios. Este tiene una duración global
de cuatro años, dividido en uno del preparatorio y tres del Curso normal. En aquel se estudia
lectura, escritura, aritmética elemental, gramática, francés, historia de la República Argentina,
geografía, moral, labores, religión, costura y bordado en canevá. El primer curso comprende:
aritmética, gramática, geografía, historia de la Edad Media, anatomía, fisiología e higiene,
ejercicios, composición y declamación, caligrafía, dibujo, gimnasia, canto, labor, observación de
las lecciones modelo en la Escuela de Aplicación. En el segundo las asignaturas son las
siguientes: aritmética, geometría, gramática, geografía, historia moderna y contemporánea,
física, química, pedagogía, ejercicios de composición y declamación, dibujo, gimnasia y canto,
labores, observación de las lecciones modelo en la Escuela de Aplicación. El plan para el tercer
curso contiene: aritmética, geometría, literatura, cosmografía, historia nacional, higiene natural,
filosofía, instrucción cívica, pedagogía, ejercicios de composición, dibujo, gimnasia, práctica de
la enseñanza en la Escuela de Aplicación.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Isabel King es férrea, práctica, una típica mujer de su tierra, “constructiva, tenaz, humana
y sensible”. La enseñanza de la pedagogía sufre una fuerte evolución con su presencia, pues
en ella han influido las ideas filosóficas francesa e inglesa del siglo XIX. Sus lecciones se
basaban en Froebel, Pestalozzi y Rousseau y sus clases se desarrollaban siempre “sobre un
fondo spenceriano”. Además impartía a las estudiantes todas las enseñanzas que podían
asimilar. (No debe olvidarse que se estaba en pleno auge del positivismo).
Adela Speratti ingresa en 1882. Las condiciones para aspirar a un sitio en las aulas no
son del todo fáciles, pues se requiere gozar de buena salud, tener moralidad intachable,
acreditar catorce años cumplidos (Adela tenía 17 por esa época), poseer el consentimiento de
los padres, saber leer, escribir al dictado y las cuatro operaciones de los números enteros,
obtener una de las becas provinciales, pudiendo concurrir como externas las que no hubieran
conseguido tal beneficio. Las aspirantes estaban obligadas al ejercicio de la enseñanza en la
provincia en los primeros cuatro años siguientes a su graduación. Percibirían 40 pesos fuertes
mensuales desde la recepción del diploma hasta la fecha del nombramiento. Los requisitos
indican que al término del plan de cuatro años se efectuará un examen final, oral y escrito, el
primero sobre asignaturas del plan y el posterior sobre pedagogía.
La joven paraguaya egresa con el título de maestra en 1885, siendo sus compañeras
Laura Allende, María Colombo, María Miguens, Victoria Olivera, Agustina Canales, Regina
Plaza, Adela Sobrero, Rosario Noailles y Modesta Salaverry, muchas de ellas de brillante
trayectoria en la educación argentina. A la promoción inmediata pertenece Celsa.
Los torneos literarios, que fueran uno de los rasgos distintivos tanto del Colegio como de
la Escuela, siguen realizándose con la participación de “aventajadas alumnas”. El periódico El
Uruguay, del 9 de agosto de 1885, consigna la noticia de un discurso pronunciado por Adela
Speratti, cuyo tema es: “Importancia de las ciencias naturales en la educación de la mujer”. La
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por esas aulas entrerrianas pasa Adela Speratti, por aquella Escuela que fuera alma
mater de la enseñanza y que juntamente con la de Paraná simbolizara por mucho tiempo, en el
Río de la Plata, las aspiraciones de modernidad y progreso social propias de la época. Y algún
día habrá que referirse a dos de las maestras argentinas que siguiendo los huellas de las
hermanas Speratti llegaron al Paraguay cinco años después, o sea en 1895: las docentes
Lorenza y Honoria Torrá (luego señora de Vico), quienes habían egresado en 1888 y 1890
respectivamente. La primera organizará la Escuela Graduada Nº 2 de Villa Rica del Espíritu
Santo, ejerciendo hasta 1907; la segunda, en tanto, será directora de la Escuela Graduada Nº 2
de la Asunción, en 1901. En 1903 reemplaza a Celsa Speratti en la regencia y luego en la
vicedirección de la Escuela Normal cuando ésta ocupe la dirección dejada vacante por el
fallecimiento de Adela. Las hermanas Torrá volverán a su país a comienzos de 1909.
Con ellas culmina una larga serie de maestros argentinos que contribuyeron a la
evolución de la enseñanza en el Paraguay en una trayectoria que se extiende a los treinta
años. A su posterior asentamiento concurrirán, a su vez, los maestros paraguayos que fueran
especialmente a graduarse de profesores en la Escuela Normal de Paraná entre 1902 y 1910.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
La nómina de los docentes rioplatenses a que se ha hecho alusión, aunque por supuesto
sin agotarla, puede ser encabezada por la figura prócer de don Juan Pedro Escalada, guía de
tres generaciones de paraguayos, juntamente con el sacerdote José Joaquín Palacios, de la
misma nacionalidad. A tales nombres pueden sumarse -además de las citadas hermanas
Torrá- los de Fidel Sáenz Cavia, Antenor Gerez, Clodomiro Rodríguez, Francisco Tapia,
Fortunato Toranzos (padre del poeta Fortunato Toranzos Bardel), Amalia Iraola de Santa
Marina, Corina Echenique y José María Monzón.
El ejemplo dejado por Adela Speratti, que regresara a la Asunción gracias a los desvelos
del por entonces Superintendente de Instrucción Pública, don Atanasio Riera -recibido en
Corrientes- ayudando así a recuperarla para el país, será desde todo punto de vista
trascendental. Aunque la inquietud pedagógica y el afán educativo tenían lejana tradición,
corresponde indicar la difusión de algunas publicaciones especializadas con aparición posterior
a 1890. Entre ellas debe incluirse a las siguientes: El lector paraguayo, primer libro de lectura,
1895; Las escuelas en el Paraguay, ensayo de Manuel Domínguez, 1897; Las escuela
agrícolas, plan trazado por don Enrique Solano López, 1898; Bases para un plan de educación,
por Antenor Gerez, 1899; Compendio de Economía Doméstica, por la libre-pensadora Ramona
Ferreira, 1900; Diccionario gramatical, por Héctor L. Barrios, 1901. Otros aportes en materia de
textos se producen en 1902: El buen alumno (Le Bon Eleve) del Padre Miguel Casabianca,
traducido por Juan E. O’Leary, y El Nene Paraguayo, por Manuel W. Chaves.
Contemporáneamente a estos esfuerzos se realiza el Primer Congreso Pedagógico Nacional y
es editada la “Revista de Instrucción Primaria”, importante elemento de difusión y consulta.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Otro error muy difundido es el que hace aparecer a Isabel King como actuando en
Concepción del Uruguay al momento de ingresar las hermanas Speratti, siendo que Adela
llevaba dos años de estudio a la fecha en que iniciara sus funciones la pedagoga
norteamericana.
(1974)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Cuenta apenas tres años cuando con su madre y sus hermanitos Venancio y Carlos,
integra la dolorosa peregrinación que sucede al abandono de la capital. Pasa después a residir
con los suyos en Buenos Aires, donde transcurrirá su existencia.
Allí estudia, en el colegio particular que regentean Miss Margarita Colclugh y Mrs. Brenan,
y aprende idiomas. Se cumple así el deseo de su padre, que había recomendado que sus hijos
se educaran en Inglaterra o, de no ser posible, en institutos extranjeros de aquella ciudad
argentina.
Recuérdase que un día fue Sarmiento a examinar a las alumnas y que después de
hacerlo con la pequeña paraguaya comentó: “Es curioso que del corazón de Sud América haya
salido una niña de este color y este cerebro”. (El cutis de Ercilia era célebre por su delicadeza y
blancura).
En las aulas había hecho amistad con las hijas de don Eduardo Madero, personaje
importante de la sociedad porteña, quien al encontrarla una vez, pone una mano sobre su
cabecita y dice: “¡Pobrecita!”. Ercilia, orgullosa como era, le pregunta: “¿Por qué, don
Eduardo?”; a lo que éste responde: “Porque si la rueda de la fortuna hubiera girado a la
inversa, serías casi una princesa”.
Terminado el genocidio del pueblo paraguayo y a poco de retiradas las tropas invasoras
de ocupación, vuelve doña Manuela, ya muy quebrantada de salud, con la intención de liquidar
sus bienes. Tiene pocas esperanzas de vida y quiere sentir de nuevo la tibieza de la tierra
natal. Y con ella está, adolescente de trece años, aquella hijita que la acompañara en la tristeza
y el éxodo.
Pero no sólo es una joven bella y recatada sino que asoman en su espíritu inquietudes
literarias, de las que había sido su mentor un tío paralítico de Miss Colclugh, estudioso y artista,
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
que buscaba solaz en la música y la poesía. Y así aparece en el diario “El Comercio”, de
Asunción, el 3 de junio de 1879, “Al Paraguay”, poema patriótico en doce estrofas.
Al año siguiente muere doña Manuela y Ercilia pasa a vivir con el general Benigno
Ferreira y su esposa doña Carmen Mora. Es designado tutor suyo el Dr. Lovat A. Mulcahy,
profesor de inglés y presidente honorario de la Asociación Amigos de la Educación.
En esta última revista publica, en 1921, su extenso ensayo gramatical sobre el guaraní,
complementado por un trabajo inédito relativo a los guaraníes. Debe señalarse que
frecuentemente concurría a su casa el guaraniólogo don Eduardo Saguier, con quien dialogaba
en la lengua vernácula.
Hay que decir que en sus 94 años de ausencia del Paraguay, en un medio extraño a las
tradiciones nativas, doña Ercilia nunca olvidó el idioma ancestral, y que es más: supo estudiarlo
con seriedad y hablarlo con fluidez.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Murió doña Ercilia el 10 de abril de 1962. Una solitaria y breve página de quien esto
escribe: “La nieta de Don Carlos”, aparecida en “Patria”, fue toda la recordación. Antes sólo se
habían ocupado de ella: el Dr. Cecilio Báez, en 1910, y Carlos R. Centurión en 1948 y 1961.
En su novela “Don Inca”, retrata ámbito, gentes y acontecimientos del Paraguay de hace
cien años.
(1980)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Cecilio Báez
Casi sesenta años de la vida cultural del país están signados por el nombre y la obra de
Cecilio Báez (Asunción, 1 de febrero de 1862 -18 de junio de 1941). Aunque su profuso
anecdotario haya contribuido, con los años, a desdibujar su verdadero perfil de escritor,
corresponde a nuestra época rescatarlo y ubicar su tarea en el nivel que en realidad le
corresponde.
Adolescente aún participa de los trajines iniciales del primer Ateneo Paraguayo (1883-
1889), correspondiéndole redactar el acta fundacional. Puede afirmarse que no se había
abierto por entonces su vena "criticista" y que sus miras se dirigían a la historia nacional, con
sentido de rescate. Su magisterio de la mocedad proviene de esa posición.
Muchos fueron los jóvenes que acataron su magisterio desde el 93 adelante, cuando
prácticamente, al egresar de la Facultad de Derecho, respetado maestro don Ramón
Zubizarreta lo unge su continuador. Durante una década, desde las aulas de la secundaria o
desde la Universidad, su quehacer simbolizó una bandera.
Es de creer que más que los posteriores parpadeos revolucionarios de 1904, incidió en su
cambio de frente su fugaz pero efectiva frecuentación el exterior. Sin embargo, entre 1901 y
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1902, luego de sus respectivos regresos de México y Montevideo -en misión oficial- fue
recibido en medio de clamorosas apoteosis, de las que participaron, entre otros, don Manuel
Gondra, el poeta Goycoechea Menéndez y su discípulo Juan E. O’Leary.
Desde la impensada polémica con este último, a partir del 17 de octubre de 1902, puede
afirmarse, que en ciertos aspectos, todo confina allí. El Báez que ha de surgir en adelante, lo
será en relación con formulaciones distintas, o por lo menos nuevas, alejadas en parte de su
posición anterior.
¿Qué había ocurrido? ¿Giró el maestro en forma tal que lograra descolocarse y a la vez
descolocar a sus seguidores? ¿Sintió acaso la infiltración de un "antilopizmo" furibundo que no
evidenciara o practicara hasta entonces? Nada de eso. La cuestión es aparentemente más
complicada y, por notoria paradoja, a la vez más simple.
Pero supo intuir, que para el país que se insinuaba con el siglo próximo, esa armadura no
le sería del todo eficaz y que las nuevas luces requerían una nueva dialéctica. Y si su recuerdo
de Fichte, en el plano educativo, resultaba sintomático en aquel 1893 de su graduación
Universitaria, debe inferirse, como ocurrió, que esa cita -no volandera ni inpensada- no
implicaba tampoco un compromiso.
Se argumentaba que Báez fue una especie de implacable orientador positivista, aunque
debe aclararse que especialmente por vía sociológica. Aunque sin su intervención directa el
interés por confinar a la sociología en la cátedra venía manifestándose desde 1896, con
insistencia en 1898.
Recién transcurridos dos años se consiguió la sanción oficial, pero los ajetreos
diplomáticos de Báez impidieron que se concretara su liderazgo ("liderato" se escribe ahora)
hasta 1903, en que completa su programa, y en que aparece su conocida Introducción. (No
está demás indicar que la enseñanza de la sociología en el Paraguay es anterior a la de la
Argentina y el Uruguay. Esto para desvanecer la teoría de país “irremediablemente atrasado”)
Cecilio Báez fue factor directo, aunque no del todo voluntario, de la primera, única y
drástica quiebra generacional, la de 1902, por vía de la historia. Mas ha sido también, y
necesario es recordarlo, el iniciador del revisionismo histórico nacional con aquél su artículo de
1888: “El Dictador Francia, fundador de la nacionalidad paraguaya”, calidad y gloria que nadie
le podrá arrebatar. (1984)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Manuel Domínguez
Pocos hombres de esta tierra, llegados a altas posiciones públicas, podrían mostrar, como
Manuel Domínguez, el antecedente honroso de haberse levantado por sí mismos y de haber
ascendido en la escala social sin más apoyo que el de su propia imagen y sus propias obras.
No había dejado aún la niñez cuando el ala protectora de dos paraguayos ilustres: don
Juansilvano Godoi y don Ignacio Ibarra, se posó sobre el inquieto mitã’i que viniera desde su
Pilar nativo -donde nació el 5 de junio de 1868-primero a Itauguá y después a la capital.
Participa sin mucha relevancia, en razón de su edad, en los trajines iniciales del primer
Ateneo Paraguayo (que no tiene nada que ver con este segundo de nuestros días, salvo el
nombre), allá por 1887, donde pronuncia una breve disertación sobre “El Asia”. De ahí arranca,
igualmente, su pasión de conferenciante, que los años convertirán en orador diserto, galano y
chispeante.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
No estará demás insistir que en la periodización adjudicada a la generación del 900 por el
autor de estas líneas, que ha dedicado, casi infructuosamente, al desentrañamiento de ese
proceso tres décadas de su vida, López Decoud (1867-1945) y Domínguez se sitúan entre los
adelantados a nivel parecido -no idéntico, por cierto- al que la generación española del 98 ha
expuesto con Unamuno (1864-1936), Ganivet (1865-1898) y Valle-lnclán (1866-1936). Sigue de
cerca don Manuel Gondra (1871-1927).
Estos tres pensadores nacionales porque en verdad lo fueron: López Decoud, Domínguez
y Gondra, simbolizan la calidad de una predisposición humanística que por desgracia los
avatares nativos impidieron concretar. Los tres tuvieron alta predilección por las letras y
cultivaron un estilo renovador, desembarazado de las cargazones de la prosa heredada de los
románticos a partir de la posguerra del 70.
Domínguez, tocado del influjo que ejerciera en grado sumo la literatura francesa, amaba
la frase breve, el giro preciso, la adjetivación oportuna y, por sobre todo, las ideas que
contenían un halo de aristocracia espiritual, obtenido en la prolongada frecuentación de Renan,
a quien declara su maestro. Pero aquella inclinación a ubicar su pensamiento en los contornos
del medio, el momento y la raza, le vienen indudablemente de Taine, temas éstos que fueron
por él superados en la década del 20.
Cultivó, sin proponérselo quizás, el poema en prosa, según se advierte en las páginas de
"Paraguayos y argentinos ante un héroe" (1907) y en sus emotivas evocaciones de Enrique
Solano López (1917) y Eligio Ayala (1930). En el fondo, tenía el alma poética, impregnada de
seducciones modernistas desde comienzos de siglo.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Se ha dicho antes de ahora -por quien esto escribe- que el culto a las humanidades ha
tenido, en el país, un destino tan azaroso, y a veces incierto, como sus propios oficiantes. Tal
es la característica observada en un segmento de setenta años (1870-1940)
De la efervescencia ideológica que lo tuvo por mentor queda casi nada, o quizás el
recuerdo de su pulcritud y de su desinterés, que algunos confundieron con abulia. Permanece,
sí, su concepción moral, su ética doctrinaria (no política), que aprendiera de los padres
españoles de la cultura paraguaya moderna, que fueron sus maestros, su valoración histórica
de "aceptar el pasado íntegro de la Patria", su principio de que el magisterio -más allá de las
aulas y en un plano social- se realiza por medio de la conducta. Eso es lo que será posible
extraer a través de los tiempos y que no representa otra cosa que su aproximación a los
ideales del krausismo español y en particular a los lineamientos pedagógicos expresados y
practicados por don Francisco Giner de los Ríos.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ha de creerse, entonces, a cada nueva lectura de sus escritos es él quien regresa, desde
páginas amarillentas y lejanas, a dictar su sabia lección, ahora felizmente continuada tras el
relampagueo de tantas interrupciones. De ella vuelve a surgir no para asediar a sus jóvenes
lectores con un puro esquematismo retórico, sino para acentuar los bienes de la belleza, no
siempre tenidos en cuenta y por lo general ocultados por otras solicitaciones de la imaginación.
Circula como suyo, si bien ya agotado, un volumen con título no del todo propicio:
Hombres y letrados de América (1942) que contiene prosas de intención dispar y de distintas
etapas de creación, antecedido por un prólogo nada feliz ni estimativo de Natalicio González.
Allí se reproduce su estudio denominado "En torno a Rubén Darío”, extensamente citado,
pocas veces leído en su verdadera hondura y sometido a interpretaciones individualistas y
caprichosas, como esa de que "detuvo" la expansión del modernismo, que se ha convertido en
un "slogan" sin base alguna de sustentación. Una adecuada edición crítica pondría en
evidencia cuales son sus fuentes y cual su auténtica dimensión.
También deberán ser incorporados a un renovado texto antológico ciertos elementos que
no es posible soslayar, como su intervención en el Congreso de Profesores de 1896, la pieza
oratoria que un lustro después dedicara en agasajo del Dr. Cecilio Báez y que es uno de los
más lúcidos recuentos de la cultura nacional. Tampoco podrán desdeñarse sus aportaciones
inéditas -posteriores a las que se conocen- sobre el idioma guaraní.
Don Manuel Gondra, cuyo apellido tenía honrosa ascendencia vascuense, quiso refugiar
en el silencio de su biblioteca los años que le restaban. Murió en esta capital el 8 de marzo de
1927, con los ojos puros, la frente limpia y las manos vacías. Está sepultado en la campaña
paraguaya, puesto que de ahí venían las raíces de su corazón y de su espíritu.
(1984)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Pero aún así todo ese disperso material no alcanzaría a reflejar al escritor criterioso,
medido, pulcro; al poeta epigramático o melancólico, que fuera especialmente en su mocedad;
al historiador de severo rigor documental y al hombre de meditación que procurara ser y que la
vida no le permitiría mostrar sino a ráfagas.
Economista malgré lui -no habría transpuesto la adolescencia cuando se vio obligado a
seguir cursos de contabilidad para costear sus estudios- quiso tomar en serio la adopción de
una disciplina que lo llevaría a desempeñar el ministerio de Hacienda en el gabinete del
Presidente Escurra y a publicar su primer trabajo en la materia: La cuestión monetaria en el
Paraguay (1902).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Podría considerarse a este aporte como definitorio de una actitud destinada a medir,
primero, y paliar, después, las consecuencias de un desenfrenado librecambismo con tintes
manchesterianos, aproximándose así a corrientes proteccionistas que desde dos décadas atrás
se venían manifestando en la zona del Plata. Esta es la verdad, la que se expresa en su obra, y
no su ubicación en un extemporáneo "nacionalismo económico", ajeno a su formación y a los
principios que caracterizaron a esa época.
Las causas reales a que acude Moreno y que se evidenciarán con más acabada nitidez
en 1926 surgen en La Ciudad de la Asunción, cuyos antecedentes remotos pueden situarse en
La Cité Antique de Fustel de Coulanges y La ciudad indiana de Juan Agustín García y aquí en
Las clases rurales del Paraguay de Carlos Rey de Castro.
(1983)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Los novencentistas paraguayos tuvieron al igual que sus coetáneos, los modernistas de
nuestra América, un indudable espíritu de cuerpo. Las diferencias políticas, históricas y, en
algunos casos estéticas, no bastaron para desunirlos del todo. El ejemplo local es aún más
evidente, aunque el único agrupamiento que lograron, en un orden concreto, fue el de La
Colmena, que juntó a varios de los más representativos en 1907, pero que no transcurrido un
año se hubo de evaporar por las circunstancias ambientales propias del golpe de cuartel
comandado por el entonces Mayor Albino Jara, el 2 de julio de 1908.
Hugo Rodríguez-Alcalá, en un trabajo hasta ahora único: Alejandro Guanes Vida y Obra -
Bibliografía-Antología (New York, Hispanic Institute in the United States, 1948) traza dos etapas
en su poesía: una juvenil (y un poco más) que empieza en 1890 ("Hora de llanto", “Primavera”),
durante su corta residencia de estudiante en Buenos Aires, y se extiende a poco más allá del
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
900, concretamente 1905, y otra ya definidamente modernista que culmina en 1910, año en
que el autor estima que asciende y se apaga la contribución poética de Guanes.
Los elementos de información que el lector actual pueda tener de Alejandro Guanes son
escasos, no obstante haber crecido en algo la bibliografía relativa a su obra, aunque en
mayoría reducida al monótono quehacer de la repetición. Queda, con el testimonio confiable de
Juan E. O’Leary (que le dedicara un hermoso discurso), José Rodríguez-Alcalá e Ignacio A.
Pane, entre sus compañeros, y de Pablo Max Ynsfrán y Natalicio González, entre los que
llegaron más tarde para formar el tercer grupo modernista. Y en nuestros días, el ensayo que
se ha comentado.
¿Resta algo de Guanes? Algunos poemas recogidos por las antologías y que están en su
libro: De paso por la vida (1936), que no contiene toda su obra; tales poemas son: "Las
leyendas", "El domingo de Pascua", la traducción de “Ulalume” de Poe, "La ola", "Glosa de las
siete palabras" y "La serenata del río", entre varios anecdóticos y ocasionales. Y sus versos
satíricos y epigramáticos, que nadie se ha animado a reunir.
Los aniversarios del poeta (1972; 1975) han pasado en silencio. Después de todo el mejor
epitafio sigue siendo el olvido. (1983)
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cultura nacional.
El tiempo haría surgir después a un Lisandro Díaz León, un Juan León Mallorquín, un
Adriano Irala, un Pedro P. Samaniego, quienes con diferente signo ideológico pueden
considerarse los continuadores.
Desgraciadamente, de ese "lado de la sombra" que Manuel Gondra advirtió como lo que
le hubiera restado por hacer a Garay, no nacería otro resplandor que el de su propio recuerdo.
Los novecentistas -fieles a su nucleamiento-cerraron filas dispuestos a ocupar el sitio del
compañero caído y en el bastión periodístico que era "La Prensa”, Domínguez, López Decoud y
Moreno se ofrecieron para encaminar la redacción. Eran tres pensadores de prestigio, con
amplia experiencia en esa tarea, mas no fue mucho lo que avanzó el diario porque allí estaba
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
En punto a su aporte al proceso cultural del país, no estará demás indicar que si bien
muchas coincidencias lo unían a los jóvenes de su época, la senda de Garay estuvo marcada
por algunos distingos que será preciso desentrañar, pues no hay estudios sobre su obra y todo
lo que se comenta a su respecto no se aleja de lo rutinarios límites del lugar común.
Es verdad que con Blas Garay se acentúa el sentido nacional de la historia, que alentó en
sus días juveniles Cecilio Báez y que más tarde abandonara. Sus libros representan la retoma
de los temas patrios desde una perspectiva menos universalista que la que caracterizaba a los
románticos -por ejemplo-, ciñéndolos a factores surgidos de su misma entraña. Y si no le fue
dado avanzar en profundidad hasta los bordes de la polémica que ya se insinuaba, como lo
hizo O’Leary a partir de octubre de 1902, por lo menos supo ser terco en su función de
precursor. Con él se cumple el segundo tramo del revisionismo histórico, comenzado con Báez
en 1888 y terminado drásticamente con O’Leary en la fecha aludida.
Hispanismo más que racial, de inteligencia, venido del apoyo y ejemplo que le brindaron
los doctores Ramón de Olascoaga y Ramón Zubizarreta, propulsores del krausismo en el
Paraguay, filosofía no extraña a su concepción moral. El resto lo hicieron los clásicos
españoles, leídos con fervor en la Colección Rivadeneira; su amistad con Joaquín Costa y la
penetración de sus ideas; la visión de Europa, que concitó interés en la socialdemocracia (no
tanto el socialismo, como se ha dicho) y esa pasión ciudadana que fue su pedestal y su
pérdida. Blas Garay descendía de vascos. De haber muerto ahora la gloriosa "ikurriña" estaría
cubriendo su sepulcro.
(1983)
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cultura nacional.
La actuación pública de don Juan Francisco Pérez Acosta fue tan infatigable y prolongada
como su vida. Nacido en Cerro León hace cien años, criado en Pirayú, estudiante interno en el
Colegio Nacional de Asunción -becario por Yhú-, el historiador de las "migraciones paraguayas"
fue a morir fuera del país, tras de casi treinta años de residencia en Buenos Aires, el 6 de
agosto de 1968.
Inicióse en la primera desde "La Democracia", cuando la dirigía don Ignacio Ibarra, y "El
independiente", propiedad de Juan Manuel Sosa Escalada, de quien trazara una semblanza.
Puede afirmarse que a partir de 1891, es decir, desde su adolescencia, ese desvelo de
Pérez Acosta no conocería pausas. Tuvo a su cargo los "Anales de la Universidad”, entre 1903
y 1905 (institución de la que era secretario general) y posteriormente le tocó asistir a la
fundación de importantes publicaciones asuncenas:"El diario” (1904), "El Liberal' (1913) y "El
Orden" (1923), ideado y orientado éste por el Dr. Gualberto Cardús Huerta.
Su labor histórica está concretada en trabajos y ensayos breves, folletos y libros. En tal
sentido deben considerarse como dignas de edición sus aportaciones a la vida y obra del Dr.
Francia, además de otras que se dieran a conocer en fugaces opúsculos: "Los archivos de la
Asunción del Paraguay" (1923), “López y Rosas", (1944), "Himno Nacional del Paraguay, Su
letra y su música" (1933), "Francia y Bonpland' (1942), "El viejo templo de la Encarnación y su
reconstrucción" (1948), "Migraciones históricas del Paraguay a la Argentina" (1957).
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cultura nacional.
(1923), "El marino Andrés Herrero. Su trágica muerte" (1924), "El Dr. Juan Andrés Gelly”
(1927), "Benjamín Aceval” y "José Falcón" (del mismo año), "La última voluntad de Sarmiento"
(1958).
Don Juan Francisco Pérez Acosta fue uno de los más altos mantenedores de los vínculos
entre Paraguay y Argentina, que pusiera de manifiesto en el libro: "Vieja fraternidad” (1939); en
comunicaciones académicas: "Intercambio argentino-paraguayo después de Caseros" (1937);
en notas como "El Paraguay en el Plata" (1942-43); en conferencias como "Pueblos de Mayo.
Aporte del Paraguay" (1960). Se interesó también en la figura prócer del Gral. San Martín en
1924 y 1950, y en la VII Asamblea del Instituto Panamericano de Geografía e Historia de
México (1961) colaboró con "Simbiosis argentino-paraguaya".
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
pronunció conferencias y participó de transmisiones radiofónicas fue para que ese distintivo
signo generacional no decayera.
Puede afirmarse que él mismo fue un "obrero máximo" sin descanso posible. Había
cumplido, con justiciera celebración, su nonagenario, y seguía trabajando.
Noventa y dos años tenía cuando recordó el sesquicentenario del Congreso de Tucumán,
el 30 de marzo de 1966, con "Un símil histórico". Transcurridas más de siete décadas desde
sus comienzos y no habían decaído ni su espíritu ni su pasión creadora.
(1973)
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cultura nacional.
Aprendió de su padre una rara cualidad de cordón bleu de actuación íntima, que se
prolonga hasta nuestros días, y de la humilde servidumbre el conocimiento guaraní (prohibido a
los niños), idioma de donde brotaron al poeta en edad mayor bellos y luminosos versos.
Así creció, así frecuentó las aulas, ese mitarusú de fina estampa, prematuramente
cejijunto, amplia frente, ademán de desafío. A su lado un compañerito de la misma edad, rubio,
de mirada miope, con inocultable aire de colegial; el después doctor Ignacio A. Pane, su más
entrañable amigo y como poeta, periodista e historiador de vanguardia.
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cultura nacional.
Nacional. Desde esa época su pluma y su pensamiento no se han detenido. Casi enseguida
lee su poema "A Verdi” y publica las estrofas posrománticas de la primera versión de "El alma
de la raza", dedicada a uno de sus profesores: el español doctor Manuel Fernández Sánchez.
Y dice su soneto ante el sepulcro trágicamente abierto de Blas Garay, quien lo había llevado a
la sección "telegramas del exterior" de su diario, "La Prensa", donde también fue reportero.
Su vinculación con don Enrique Solano López, hijo del Mariscal, lo lleva a estudiar,
aunque sin personalizar, los temas históricos. Pero como la historia está en el ambiente y en
las heridas muy recientes de la Triple Alianza, por ella y desde ella se canalizará nada menos
que un rompimiento generacional, el del 900, a cuya generación él pertenecía.
En las vísperas reconocerá públicamente a tres de sus maestros: Cecilio Báez, Manuel
Domínguez y Manuel Gondra. El duelo polémico es con el primero y si no corrió sangre, por lo
menos abundante tinta de imprenta fue su consecuencia. De ese lance nace una modalidad
literaria, un estilo y hasta una forma de concebir e interpretar el pasado.
El revisionismo rioplatense, venido para justificar a otras figuras, por la pluma precursora
de Adolfo y Ernesto Quesada, tenía desde ya un brioso aliado, cuya fuente nacional había sido,
precisamente, el llorado Garay. La historia se llama a partir de esa época (1902), epopeya, y la
corriente que habrá de resumirla será denominada lopizmo para sus adversarios, que se
reclutaron más entre los intelectuales que en el pueblo.
La historia se vive, en calles y plazas, a pleno sol, a veces en el mismo escenario de las
batallas, en una convocatoria que abarca a todos. Las sombras de la guerra, los olvidados
veteranos, los soldados anónimos, tuvieron su lápida o volvieron a la vida después del cruel
ostracismo. O'Leary, verbo y pensamiento arrojó a la pira el sentimiento de culpa que una clase
social y económica había impreso en el alma de la nación vencida, e hizo la gran convocatoria,
la que tornó posible, después, las dianas y laureles del Chaco Boreal.
Sus libros, y sus artículos tienen la entonación de su misma palabra; al encontrarse con
ellos parece que se escuchara su respiración. Fervor en la lectura y en la oración cívica, su
trayectoria de publicista y de profesor está medida por el eco de sus campañas. Ha cubierto, en
su larga y provechosa existencia, las etapas más definidas de la cultura paraguaya y de su
proceso literario.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Su aureola de poeta fue saludada por Rubén Darío, Unamuno, Rodó y Salvador Rueda, lo
que no es poco decir. Enrique José Varona y Rufino Blanco Fombona, loaron su prosa. Un
prócer civil resume sus admiraciones; Juan Bautista Alberdi. Sus amigos paraguayos se han
contado entre sus adversarios doctrinales más ilustres: Gondra, Eligio Ayala, Manuel Franco.
Entre los argentinos -no podía ser de otra manera- halló el afecto de Ernesto Quesada,
Estanislao Zeballos y David Peña.
(Junio de 1969).
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cultura nacional.
La historia que sigue, contada innumerables veces por el mismo maestro y que sus
familiares no ignoran, es así, en forma de narración:
El "viejo" profesor (viejo porque ejercía desde 1898) estaba en Caacupé gozando de las
primeras delicias del estío cordillerano, allá por los finales del 1924, cuando de pronto se sintió
mal y un principio de afasia comenzó a asediarlo.
Más de 24 horas de cátedra y el abuso del cigarrillo habían erosionado su salud. Sin
poder moverse casi y con un resto de habla lo trajeron a la capital, pasándolo tumbado en su
hamaca y pensando en el incierto porvenir que le deparaba una magra jubilación y unas
asignaturas que habrían de quedar forzosamente vacantes. Su cabeza le trabajaba y ya la
soledad empezaba a planear sobre el doliente sus vuelos de yryvu.
Son las cuatro de la tarde de un monótono día cualquiera, que apenas si halla sombra en
la por entonces silenciosa calle Brasil. De pronto, un ruido afuera, como de vehículo, y alguien
que se expresa con energía, aunque sin entendérsele mucho. La esposa del enfermo mira por
las celosías y no acaba de transmitir su sorpresa porque tres golpes nerviosos se anuncian a la
puerta. Y entra a pasos firmes, ademán resuelto, mirada inquisitiva, un hombre más bien bajo,
trajeado de oscuro, que ha venido en coche de alquiler, sin acompañante alguno. Y se acerca
al enfermo, ansioso de preguntas, que éste apenas si puede contestar:
–¡Tienes que ir a curarte a Europa! ¡Los médicos te van a matar! –poco menos que
ordena al visitante, no muy dado a las evasivas y a las insinuaciones.
–Tal vez pueda recuperarme algo aquí, pero… ¿cómo viajar si mi jubilación es tan escasa
y no tengo otros recursos que los de mi trabajo?
El visitante responde que la solución queda a su cargo, que espera verlo recuperado y
que volverá. Y cumplió, haciéndole reajustar la jubilación por dos veces, a pesar de la fama de
"cancerbero fiscal" que se complacía en cultivar. En la misma forma regresará otra tarde, ya
entrado el 1925. El enfermo está algo más repuesto, dentro de necesarios cuidados, y la
conversación es en esta ocasión en el escritorio:
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cultura nacional.
Faltan apenas horas para la partida y el "viejo" profesor y sus familiares están terminando
de preparar el equipaje. Otros golpes premiosos se produce a la puerta y los mismos pasos
decididos están allí para despedirse del condiscípulo que se aleja, del amigo de siempre, del
camarada de la generación novecentista.
Y así solía evocar el viajero, a los muchos años, aquella breve escena:
–Llegó apurado y habló poco, pero cuando apretó sus manos entre las mías se le llenaron
los ojos de lágrimas. ¡Y pensar que se lo ha tenido por un ser frío y desalmado! ¡Qué mentira!
El hombre trajeado de negro, que había pagado su transporte y llegado y salido solo, se
llamaba Eligio Ayala, Presidente de la República, y quien se iba ya designado, unido a él por
vínculos iniciados en las aulas del Colegio Nacional, el profesor Juan Emiliano O’Leary, su
adversario político, pero, ante todo, su compatriota.
(En la biblioteca del maestro un retrato de don Eligio, personalmente dedicado, parecía
poner una luz de añoranza en la rememoración de este episodio).
(1983)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
La valoración de Eligio Ayala puede hacerse ya con independencia de los fragores que
ocasionara su no por breve menos intensa actuación pública. Toda su tarea escrita –dispuesta
"pour ne pas publier", como él dejara indicado– tiene carácter póstumo y es desde ese ángulo
que habrá que estudiarla y considerarla.
Porque su inclusión en uno de los capítulos más importantes del pensamiento teórico
nacional –el que corresponde a la generación del 900, que es la suya– no podrá ser soslayada
o desestimada por inferencias ajenas a la índole de sus ideas (sus ideas formativas, no las
partidarias, por supuesto).
Tal vez no interese ahora saber cómo vivía o cómo vestía por estimarse más importante
la proyección de su tarea, la funcionalidad de su obra escrita, en una zona que quizás él sólo
imaginaría a modo de predio póstumo, puesto que nunca quiso acceder a los favores de la
fama literaria o simplemente a los de la publicidad.
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cultura nacional.
Por eso, hoy por hoy, no es el político el que interesa sino el ensayista, pues su legado no
podrá ser otro que el que parta de la esencia de sus propios escritos. A todo lo demás se lo ha
llevado el viento del olvido, la persistente ráfaga de la indiferencia.
Entonces, al cabo de los tiempos, cuando del contorno en que se expresaban sus
inquietudes quede poco o nada, será dado separar de su trayectoria lo perdurable de lo
accesorio, procurando así la concreción de una síntesis. Esto vale para la mayoría (tal vez la
unanimidad) de los novecentistas, en quienes –ahondando con honestidad en las páginas que
de ellos restan– se podrá hallar una imagen purificada por los años y por cierta propensión a la
ecuanimidad, que suelen conceder el beneficio de la distancia cronológica y el apagado fuego
de los días.
Es desde esta posición –un mirador humanista si se quiere– que habrá de interpretarse a
Eligio Ayala, a medida que vayan conociéndose sus páginas inéditas (entre las más
trascendentes sus "Notas de viaje" y "El materialismo histórico” esas que dan la medida de un
escritor y pensador, frustrado por su empecinada dedicación a funciones de ordenamiento y
crítica.
Al final su afán quedó subordinado a lo fragmentario, más dentro de lo que pudo que de lo
que debió hacer. Su sorpresiva ausencia estuvo rodeada de un simbolismo trágico, que es el
de su misma generación: el novecentismo paraguayo se inicia con los balazos que segaron la
existencia de Blas Garay y se cierra, tres décadas más tarde, con los que terminaron con Eligio
Ayala.
Eligio Ayala, que era un campesino sin resentimientos, había nacido en Mbuyapey el 4 de
diciembre de 1878. Llevaba, con orgullo por supuesto, el apellido de su madre, doña Manuela,
y por sus venas corría sangre de la raza vasca. Lo que no es poco decir.
(1983)
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sino que se atiene a la actividad de los hombres más significativos en el orden de la cultura.
Previene allí sobre el destino poético de O’Leary –su amigo inseparable–; señala su
interés en la crítica de Gondra, vaticinando (cosa que por felicidad no se cumplió, ni se propuso
don Manuel) la "pulverización de Rubén Darío por parte de aquél; y pone de resalto la
condición de escritor modernista de Arsenio López Decoud, hallazgo que, de acuerdo a la
fecha en que fue dicho, no ha sido valorado en toda su dimensión.
Y por último un rasgo moral que lo define: mientras el Dr. Antolín Irala, líder de su partido,
desempata en el Parlamento en favor del “generalato” de Albino Jara (allá por los movedizos
días de 1911) Ricardito ganaba la calle con su gran garrote dispuesto a defender a las víctimas
de aquel descontrolado gobernante.
Poco fue lo que escribió, no obstante su calidad de periodista, entre lo que puede
contarse el opúsculo El Paraguay y Chile (Asunción, 1902) y varias colaboraciones –un breve e
interesante ensayo sobre el Dr. Francia– aparecidas durante su permanencia en Córdoba
(Argentina), que duró tres años (1912-1915) y que a la hora de la despedida diera lugar a
sentidos agasajos. No se hace referencia, en esta recordación, a sus temas políticos por
pertenecer ellos a otro orden de estimación.
Había estallado su generoso corazón, que él entregara sin pausas para la vigencia de la
cultura, la democracia y la justicia social.
Como su padre español, quiso ser también un auténtico republicano. Esa es su gloria.
(1893)
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cultura nacional.
Recuento de “Crónica”
No hacía mucho que se habían apagado los últimos resplandores de la última guerra civil
(o incivil, como lo son todas las que ocurren entre hermanos) y que el inquieto coronel Albino
Jara (1877-1911) comenzaba a ser un recuerdo, cuando el 12 de abril de 1913 los talleres
gráficos de Zamphirópolos y Cía., instalados en Villarrica y Convención (hoy Presidente Franco
y O’Leary), daban fin a la impresión de una pequeña revista de tapas anaranjadas, flexibles,
revista literaria, social, festiva y de actualidades, según promesa de la presentación.
Ese manojo de apenas veinte páginas se llamaba Crónica. Era una publicación de
muchachos, donde se admitían colaboraciones espontáneas y no se devolvían los originales.
Su gestación –como ocurre casi siempre– tuvo lugar en la rueda bohemia de un café, bajo la
égida amable y elegante de don Arsenio López Decoud –un auténtico modernista paraguayo
desde comienzos de siglo– quien participara de la fundación del núcleo precursor denominado
La Colmena, que allá por octubre de 1907 consiguió reunir fugazmente a los integrantes del
novecentismo con quienes representaban la efusión posromántica, ya en sus tramos finales.
Cuatro son los nombres más significativos (en realidad los que participaron de su
fundación) que Crónica habrá de agrupar hasta el momento de su desaparición: los poetas
Pablo Max Ynsfrán y Guillermo Molinas Rolón, y los prosistas Leopoldo Centurión ("Leo-Cen")
y Roque Capece Faraone, quienes por entonces no alcanzaban los veinte años de edad.
El número inicial comienza –como es de práctica– como un breve programa, en el que se
expresa:
"Aspiramos a romper la antigua costumbre de aprisionar en moldes estrechos y rutinarios
los vuelos del intelectualismo que pugna por abrirse paso".
Pero además se permite fijar los lineamientos de una conducta, que bien refleja las
características del ambiente recién pacificado:
"Nuestra hoja será una revista completamente nueva, informativa, sin matiz político que la
caracterice, despojada de ataduras que comprometan su independencia e imparcialidad”.
Se recogía así la tradición de la Revista del Instituto Paraguayo, existente hasta un lustro
atrás.
Aquellas páginas se muestran pródigas en informaciones y temas literarios. Colaboran
inicialmente: Viriato Díaz-Pérez, con un pensamiento; Pablo Max Ynsfrán y Molinas Rolón con
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cultura nacional.
poemas, y Leo-Cen y Capece Faraone con cuentos. También se leen secciones fijas como:
Crónica Mundial, A través de la semana, Crónica social (con fotos de don Enrique Fratta),
Galería de “Crónica”, Bibliografía, Notas estudiantiles, una Página femenina a cargo de Noemí,
y "La casa del corazón", poesía china. Cierra el índice una sección jocosa de preguntas y
respuestas, en comunicación directa con el público, titulada "Lo que dice el canasto". A alguien,
RM de Asunción, se le contesta desde allí: "El canasto está muy satisfecho. Devoró su artículo
con gran satisfacción".
El número 3 sale con una foto del prócer Artigas en la tapa y desde el 9 al 33 se
concretará la colaboración artística –acompañada a veces de interesantes prosas del autor-
que firma otro joven algo mayor: Miguel Acevedo (1889) quien se marchará a París, donde
muere dos años más tarde. Acevedo, especialmente con sus caricaturas, ha de ser para
Crónica lo que sería después Juan (Chuchín) Sorazábal para Juventud.
La publicación recoge trabajos de Leopoldo Ramón Giménez, los españoles Fermín
Domínguez, Mariano Carmena y Pablo de Maeztu (Kentuky), el uruguayo Telmo Manacorda, el
crítico argentino Juan B. Tapia, y de los nacionales Ccilio Báez, López Decoud (con
traducciones), Manuel Domínguez, Benjamín Banks, Gomes Freire Esteves, Herib Campos
Cervera (padre), Juan E. O’Leary (firmando con su célebre seudónimo de “Pompeyo
González"), Ignacio A. Pane, y los por entonces jóvenes Policarpo Artaza, Adriano Irala,
Eusebio Averio Lugo y Juan Vicente Ramírez, entre otros.
Con trascripciones en prosa serán recordados Martín de Goycoechea Menéndez y Rafael
Barrett. Aparecen también allí los mejores poemas de Molinas Rolón y la columna de Leo-Cen:
"Nuestros hombres", plena de justicia hacia los escritores paraguayos de otros tiempos. El Nº
41, que es el anteúltimo, está dedicado al “intrépido Silvio Pettirossi", el aviador que ha
regresado al país cubierto de gloria.
El número final (42-43) presentado con satinadas tapas amarillas y fechado el 31 de
diciembre de 1914, alcanza a anunciar el año que se aproxima. El mismo corresponde también
a "Navidad-Año Nuevo" de 1915 y lleva 24 páginas sin foliar, de las cuales 16 contienen avisos.
Figura como propietario su mecenas: don Guillermo F. Campos, a quien acompañan: Leopoldo
Centurión, en calidad de secretario de redacción, y Pablo Sprinberg, de administrador. Miguel
Acevedo, ausente en Francia, es reemplazado en las ilustraciones por el argentino Ricardo
Parpagnoli.
Acentos apocalípticos y un cierto aire nietzscheano tiene el editorial de despedida, por lo
que se expresa el estilo inconfundible de "Leo-Cen":
"Con un trágico brochazo de sangre se cierra un retazo del Tiempo. Una roja aurora
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vuelca su tinta en la inmensa lobreguez de pesadilla que forma el año de la guerra. Nietzsche
triunfa. Su negro vaticinio envuelve a los hombres y a las cosas. Sobre el montón de corazones
helados levantemos nuestra copa de optimismo. Somos jóvenes. Somos la vida que se rebela
ante el destino que impone su locura. Amamos la vida que canta y no la vida que llora (…). De
nuestros corazones sube a nuestros labios un anatema y el himno al sol, padre de la vida.
Queremos lo nuevo porque es bello. Queremos lo nuevo porque es virgen".
La vida como acto de voluntad, desde luego. Nietzsche no se resignaba a morir del todo
en aquellas mentalidades juveniles, a pesar del acta de acusación que pretende levantársele.
Pero preciso será confesar que lo nuevo era ya algo que se estaba tornando viejo y que el
turbión de los acontecimientos haría más lejano aún. A pesar de todo, los jóvenes de aquella
época creían en lo que habría de venir, sin precisar de qué se trataba. Y sobre todo pensaban
en la vida, esa vida que proclamaban amar y que los dispersará con los años. Sólo uno de ellos
logra alcanzar la madurez, Pablo Max Ynsfrán, que muere en los Estados Unidos a los setenta
y ocho años; los demás no llegan a los cincuenta: Leo-Cen, a los 29; Capece Faraone, a los
34, y Molinas Rolón, a los 48. Nada de lo que escribieron ha quedado, salvo algunas páginas
del primero, consagradas al estudio de la historia.
¿Cuál ha sido el rasgo distintivo de Crónica? ¿Cuál su mérito? Ya se ha dicho -
corrigiendo un largo y persistente error-que ella simboliza la continuidad del modernismo
literario en el Paraguay, en su tercer tramo. Venía unida al premodernismo de Guanes, al ya
más asentado de Toranzos Bardel y Marrero Marengo y a ese que insurge en 1910 con
Molinas Rolón, que pasa a ser uno de sus fundadores. La recordación de Goycoechea
Menéndez y Barrett -dos precursores en los inicios del siglo- no resultará en vano.
A ese respecto conviene aclarar que los intelectuales del 900 -no obstante la formación
romántica de varios de ellos- no habían permanecido insensibles ante la seducción modernista,
según se advierte en Domínguez, Pane, O’Leary y el mismo Gondra, y tanto es así que puede
señalarse una distinta toma de posición en lo que va de un lustro, entre 1914 y 1919.
En un orden estrictamente generacional corresponde manifestar que Crónica no superó
los alcances de la Revista del Instituto Paraguayo, representativa de toda una época, debiendo
suponerse como probable el propósito de fijarse una meta modesta. Aunque su trayectoria ha
trascendido al plano literario y en la actualidad sólo en ese aspecto se la conoce, su plan
concreto es asimismo el de una revista a nivel de información, aunque predominaran prosas y
versos destinados a tener un lugar en la historia de las letras nacionales, aspiración que se
cumplió en la mayoría de sus integrantes y colaboradores.
Puede considerarse a Crónica como una de las manifestaciones más evidentes del influjo
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dicho, es la fecha de su único viaje al Paraguay, ocasión en que dicta conferencias y los
escritores modernistas de "Crónica" le dedican un número de homenaje, que incluye dos finas
caricaturas de Miguel Acevedo, y un saludo, salido de la probable pluma de Leopoldo
Centurión, donde se lo denomina "incógnito cisne" y se pone al desnudo su espíritu vernáculo,
del que tanto se gloriaba: "Ni el acento del lenguaje, a pesar de su larga ausencia, sufrió con el
roce continuo de la extraña gente".
Hombre de ánimo reposado, al contrario de los trashumantes de las horas iniciales del
modernismo –Darío, Gómez Carrillo, el propio Lugones-, procuró hallar en la música, en el
diálogo intelectual propicio a la soledad, en sus lecturas clásicas -no muy abundantes, aunque
sí sabiamente decantadas- la frecuentación con el silencio creador. No es de asombrar, pues,
que su inspiración tenga cierta rigidez arquitectónica y que más que formales resulten sus
coincidencias con Mallarmé y Vallery, cuya lectura alternaba con sus predilectos: Santa Teresa,
Gracián, Quevedo, e igualmente "Las noches áticas", las “Geórgicas”, las “Odas” y los
"Epodos".
a) La inspiración, que era entre los griegos "una locura apolínea", es "para la ciencia de
nuestro siglo", un fenómeno cerebral muy claro y muy sencillo;
c) Por su parte, los artistas que falsifican la realidad externa incurren en el error de creer
que son capaces de crear una realidad más armoniosa y sabia que la natural;
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La expresión de ese tono clásico se halla inserta en el "Carmen latino", escrito en 1920
con dedicatoria a Manuel Gondra, violentamente desplazado de la Presidencia de la República
por segunda vez.
Es una serena invitación a abandonar el Foro; ahí quedan algunos versos memorables,
de inocultada crudeza ambiental: "Dejemos los negocios", "Huye de la tribuna de los Rostros",
"Guardarás tu virtud”, “¡Qué duros son los tiempos que vivimos!”, “¿Cuál de las voces escuchar
pretendes?”, “¿Qué valen los honores y los triunfos?”. Todo esto mezclado con escifos,
etruscos, anagnostes; Piérides, pretores, Antonio que conspira contra “el divo Augusto" y
Lépido que vela, lo cual concede matices criollos, al mismo tiempo, a esta escenografía
imperial. Algo parecido a aquello de Horacio en su “Oda a Aristio Fusco", que tanta semejanza
guarda con Gondra:
El hombre recto y de conciencia pura
arco no quiere ni moriscas armas
ni de saetas venenosas, Fusco,
llena la aljaba.
Forma latina, en un evidente trasfondo griego, será también la que abra la magna
ouverture del "Canto secular":
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A pesar de ello, o quizá por ello mismo, no era un puro contemplativo. Quien en "Nuevo
ideal americano" había manifestado: "Yo no sé por qué me siento intensamente americano, sin
dejar de ser ardientemente paraguayo" no estaba negado para la acción, concebida como un
ejercicio de la vida inteligente.
Al contrario de lo que afirma Walter Wey, cuando dice que Fariña Núñez es "el
representante típico del poeta olímpicamente alejado de toda realidad social, además del
hombre incapaz para la acción constructiva", determinadas conclusiones, y aun hechos, le dan
la respuesta: en 1911, plena época de convulsión política, lanza su “Canto secular"; en 1914, a
través de la encuesta que sobre la primera guerra mundial realiza la revista "Crónica", de
Asunción, formula críticas a la crisis de la civilización occidental, incita a sacudir la tutela de
Europa, y propicia, en este aspecto, la emancipación de la economía americana; en 1918
publica un ensayo sobre "El estanco del tabaco"; en 1922, entre el fragor de otra contienda
revolucionaria, escribe los versos de “Mater dolorosa", verdadera imagen de la abnegada mujer
paraguaya; en 1925, desde las páginas de "El jardín del silencio", señala que "las ideas tienen
el valor que la acción les presta".
Fue, a su modo, un poeta civil, como han tenido que serlo , en circunstancias especiales,
los grandes de América: Darío alcanzó altura épica en su canto "A Colón", y en su "Oda a
Roosevelf', al "cazador" de 1913, no al apostólico buen vecino, el otro Roosevelt de veinte años
más tarde.
Poeta civil y nacional, que es idéntica cosa, y que en Fariña Núñez se dio íntegro en el
"Canto secular", del que fueron inmediatos antecesores el "Canto a la Argentina" de Rubén
Darío y la "Oda a los ganados y a las mieses", de Lugones, ambos de 1910.
Para despojarlo de molestas aleaciones será conveniente aclarar los pasos previos a la
publicación del citado poema. Virgilio Fariña Núñez expresa que el "Canto" se insertó en
175
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
"Tribuna" de Asunción, por mediación de Saturnino Zayas, y que después fue modificado. La
verdad parece ser otra: en el diario "El Monitor” -que seguía las directivas presidenciales del
coronel Albino Jara y que estaba prácticamente dirigido por uno de sus redactores, el poeta
anarquista argentino Federico A. Gutiérrez-, se dio a conocer, el 22 de marzo de 1911, una
carta del citado Zayas enviada desde Buenos Aires, a la que adjunta dos fragmentos -
comienzo y final- del "Canto Secular", que el poeta, "venciendo las resistencias que impone la
modestia", tuvo la gentileza de proporcionarle. Por su lado el autor, en epístola de fecha 29 de
abril y destinada a Gutiérrez, participa el envío del "Canto Secular” y autoriza su impresión por
separado. El poema es incluido en toda su extensión en el número recordatorio de la
Independencia, el día 13 de mayo, y puede leerse, a 4 y 1 columnas, respectivamente, en el
mencionado diario. El "Canto secular" -cuya influencia lugoniana no parece tan evidente- lo
editó don Arsenio López Decoud, con bello prólogo de Fariña Núñez, quien finaliza así:
"tenga o no valor mi oda conmemorativa, débole, pues, al menos, el inolvidable encanto
de haberme sentido por un instante alma de mi pueblo y corazón de mi raza y el alto placer
moral de haber alzado mi canto en el preciso momento en que otros alzaban el puñal contra la
libertad”.
Clara alusión ésta al gobierno del coronel Jara, pese a que en su diario, oficial u oficioso,
había publicado el poeta la versión primera de su "Canto secular”: que iniciará el volumen de
"Cármenes", once años después.
El "Canto Secular” basado más que en los recuerdos infantiles, que el poeta dijo retrotraer
para su gestación, en los relatos de su abuela y su madre -cuyas edades mediaban entre el
Paraguay independiente y el de la Constitución- contiene todos los elementos naturales del
modernismo: el sol "lluvia de oro", "colosal naranja", será para Darío como un "vidrio redondo y
opaco", mas el fondo climático se mantiene igual. Y la luna: "Por ella se conserva y perpetúa /
en curso de progenies sucesivas", que para Molinas Rolón -del grupo renovador y modernista
de "Crónica"- devendrá en "la luna de la raza". Para los dos la selva ha de ser "La selva
sagrada", y Guarania tendrá una misma presencia. Insectos, frutos, flores, figurarán en la
temática de Fariña Núñez, cual en Lugones trigo, maíz, lino, caña, leña, leche, viajes, raza y
palomares, desplegados en la Oda con profusión inaudita. No obstante el empleo del verso
blanco, Fariña Núñez no incurre en prosaísmos, como los que fueron descubiertos en Lugones:
"saludemos al plácido borracho", y, entre otros, aquéllos en los que abogaba -en poesía desde
luego- por la reforma del Código Rural.
Eso sí: en el poeta paraguayo está presente la poesía de lo antiguo, del ancestro
americano, que Darío había aconsejado cantar como la única forma posible de enunciarse en
176
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
este continente. Y lo americano fue para el autor del "Canto secular" el vuelco a las fuentes
guaraníes implícitas en su "oda conmemorativa", patentes en "Conceptos estéticos", y en cuya
pesquisición andaba cuando le llegó la muerte. El himno, la bandera, la invocación a la patria
("que sea grande, poderosa y rica”) dotados de profundidad lírica, quedan incorporados al alma
popular, que circula en sus versos con sus trances de paz y de guerra, de quehacer y de
sangre.
(1959)
177
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1. Ortiz Guerrero
Facundo Recalde -en su Evocación de Ortiz Guerrero98- entrega el ejemplo de una "vida
estatuaria", la que desde sus comienzos hizo valer -con abstracción de su nombre- "las dos
cifras únicas y eufónicas de su apellido”, y se esfuerza por ofrecer un retrato de cuerpo entero
de su amigo, quejoso de que la escultura que intenta perpetuarlo en la plaza de la Recoleta no
tenga nada que ver con él.
98
Publicación, en folleto, de la conferencia pronunciada en el Ateneo Encarnaceno, el 8 de mayo de 1952.
178
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
batalladora y fiera".
En soledad familiar transcurrirán los días de Ortiz Guerrero, puesto que su padre "nunca
le hizo caso" y su madre murió con su nacimiento. A ella está dedicado el poema casi póstumo
Susana, hondo, coloquial y sencillo a la vez, donde el poeta se despoja de la parafernalia
modernista ("cuando niño, me han dicho que tenía / mi madre la elegancia del bambú /
regalando frescura y melodía”) para dar la nota final, íntima y emocionada:
¿Tuvo amigos? Tantos como pudo quien fue estudiante y juvenil escritor bohemio.
Después, declarada la enfermedad, se repliega en sí mismo y su modesta vivienda será el
mundo de su experiencia y de sus días restantes. Claro que luego de morir -como ocurre
siempre- le brotaron muchos -los desconocidos de costumbre- que apenas si habían tenido
noticias suyas por su leyenda o por sus versos. Recalde menciona a dos de los verdaderos:
don José María Duarte, el impresor y editor, y don Arturo Alsina, el dramaturgo.
Se ha dicho que Ortiz Guerrero vivió voluntariamente aislado, pero aun así le fue dado
tener algunos esporádicos contactos con la realidad ambiental, siendo como era aquel período
"menos materializado y soez que el actual, en que un poeta era un señor social y nacional".
Vuelve de Asunción a su Villa Rica del Espíritu Santo (nosotros queremos rescatar para la
ilustre ciudad su denominación histórica) "a la maduradora soledad de su conciencia".
Menos de un lustro después deja para siempre su rincón natal, donde escribiera Eireté,
comedia en un acto y en verso, terminada el 19 de setiembre de 1920 y editada al año
siguiente. El resto será producción asuncena, si bien algunos poemas de Surgente (1922)
están fechados en Villa Rica: Jamás (1916); La amarga plegaria de unos labios en flor (1917);
Schubert en tu piano (1918) y también El crimen de Tintalila (1922), tragedia en tres actos.
Allá lo encontró don Arturo Alsina, su condiscípulo -era en 1920- en el sepelio del poeta
Alarcón. Tiempo más tarde, ya en la capital, se produce un sorpresivo encuentro nocturno en la
calle Yegros. A esas horas, hurtándose a la curiosidad pública, visita a su médico, o pasea con
su compañera Dalmacia por "la ciudad dormida", que no había tenido sorpresas para él.
179
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Se trata, pues, de una inferencia de orden subjetivo, extraído no de la obra sino de la vida
de Ortiz Guerrero, quien en los años finales ya no se habría dedicado con exclusividad a la
literatura a cambio de su inserción en la prosa política. En uso de ésta escribía los manifiestos
y panfletos de la oposición, del estudiantado y de la clase obrera "con los cuales vivió
identificado siempre".
Duele a su biógrafo que se le haya dado "una afiliación imposible y caprichosa", ya que él
lo considera "un soldado de vanguardia -como no salía mas, escribía los discursos explosivos
de los agitadores-, un luchador de izquierda...temperalmente un militante, pero, sobre todo y
ante todo, un hombre con mayúscula". Esa ubicación en la "izquierda", a nuestro juicio está
apenas esbozada en su poesía:
Dicho "izquierdismo" era más bien de estirpe sentimental y estaba lejos de la ortodoxia de
grupo; valía ante todo como una toma de posición frente a determinados hechos. Así, recuerda
que la modesta imprenta de este hombre humilde -y sin embargo provisto de tanta dignidad
99
Referencia al maestro don Delfín Chamorro, mentor literario a la vez que guía moral del Guairá
100 Esta posición sería común a los integrantes del tercer grupo modernista, en particular a los agrupados en torno a la revista
Crónica.
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cultura nacional.
Podría, sí, haber sentido, aunque de modo colateral, el impacto de algún "anarquismo" de
época, sin por ello despojarse de la temática nacional -incluso histórica-, según fuera el caso
de sus compañeros de promoción, en particular Leopoldo Centurión, Molinas Rolón y, con
mayor efectividad, Ramos Giménez.
Llega de Villa Rica como estudiante-poeta para continuar el cuarto curso en Asunción,
pues allí los estudios finalizaban en el tercero. Alaba Recalde al plantel de profesores del
Colegio Nacional guaireño, calificándolo de "asamblea de varones plutarquianos", y en verdad
lo eran: Delfín Chamorro, Ramón lndalecio Cardozo, Simeón Carísimo, Nicolás Egidio Sardi,
entre otros.
181
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
colegiales" sus primera poesías, que el testigo considera como las mejores101. Pero la fama de
que venía precedido era de orador y recitador.
En medio a su desgaste físico tuvo Ortiz Guerrero, la fuerza de voluntad de levantar una
pequeña imprenta a la que denominó Zurucu’a. Allí aparecieron sus libros inmediatos a Eireté y
Surgente (que incluye poemas escritos entre 1915 y 1919): El crimen de Tintalila (1922), ya
citado; el drama La Conquista (1926); Nubes del Este (1928), que el comentarista estima como
"hermano menor" de Surgente, y Pepitas (1930).
En los instantes de mayor ánimo daba en editar una especie de revista (anunciada con el
título de La Orbita), con la advertencia de Recalde de que la prosa no fue el fuerte del poeta.
"La imprenta -dice el recordado autor- era predominantemente comercial, trabajando los
dos (el poeta y su abnegada compañera), él en la composición tipográfica, mientras sus dedos
no estuvieron tan en carne viva, y ella en la impresión y encuadernación".
Profesión102 fija, en una de las pocas producciones autobiográficas de Nubes del Este –
las del primer libro serán más escasas todavía- esa condición de trabajador manual:
La interpretación que Recalde da de la obra del poeta y la crítica que formula es, sin duda,
lo mejor de este aporte. No cuenta aquí tanto el amigo, cuanto el expositor veraz, que abre su
101
La superación poética de Ortiz Guerrero alcanza su límite más alto en 1917, siendo un ejemplo de ello el ya nombrado
poema La amarga plegaria de unos labios en flor.
102 La intención autobiográfica de este soneto resulta evidente. puesto que alude a su profesión de trabajador manual.
103 La totalidad de estos poemas esta incluida en Arenillas de mi tierra.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
panorama con una explicación: "No fue un poeta genial Ortiz Guerrero; pero quien sabe si no
hubiese llegado a serlo, si no hubiese obturado la veta de excelsitud que supuraba su alma
inmensa. Su orgullo mayestático, su virginal pudor, su espanto ante la sola idea de inspirar
piedad, le hicieron callar su voz más trágica y auténtica, la clamorosa, imprecadora y horadante
voz, que habría sido un grito de infinito en apóstrofe al destino".
Nubes del Este, por su parte, vendría a ser como una repetición de lo anterior, aunque
con más seguro manejo del verso (Ulf, por ejemplo, en su variedad rítmica), superándose en
algunos poemas de Arenillas de mi tierra, editados póstumamente: Susana, Chamorro, Parque
Caballero, Oñemitiva ñe 'e, Ta alaba mi che ámape.
Es indudable que un gran dolor puede constituirse en la vertiente de una gran poesía,
decantada por la experiencia de vivir y sentir; ese hubiera sido el caso de Herib Campos
Cervera –existencialista esencial-, no el de Ortiz Guerrero, poeta de evidente raíz intuitiva.
Además su propio estilo poético, audible, comunicativo, popular -no obstante sus princesas,
sultanas, Favonios y sus invocaciones d'annunzianas, no se prestaba para registros de mayor
entonación elegíaca o épica, ni el poeta estaba dispuesto -en las lindes de la confesión lírica- a
ofrecer el patetismo de su alma a la curiosidad, la comprensión o la indiferencia de sus
contemporáneos. Todo se redujo a esto:
104
Fue en contra la proliferación de tales exotismos que reacciono Gondra en su ensayo sobre Profanas de Rubén Darío.
183
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
decir a ustedes que fue como poeta un genio", aunque no deja de reconocer la estremecida
calidad de sus poemas y su poder de comunicación afectiva, aun a despecho de su propio
contenido.
Otra de las justificaciones para no haber accedido a una mayor depuración crítica
residiría, según Recalde, en el hecho de que "su enfermedad -que no intervino para nada en
su poesía- y pobreza de nuestra poesía lírica, hipertrofiaron en complicidad su fama de poeta".
Con relación a su enfermedad corresponde anotar las veces en que ciertos matices de
ella están preanunciados en los iniciales poemas de Surgente hasta 1917. Veamos:
184
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Hay versos que tocan la altura de la confesión más despiadada, como en La amarga
plegaria de unos labios en flor, poema evidentemente autobiográfico, como lo será El bohemio,
también de Surgente, y agregados a ellos: Ricordo y Endoso lírico de Nubes del Este. Esta
puede ser considerada como la confesión de mayor alcance lírico habida en la poesía
paraguaya, y puede decirse que, en buena medida, simboliza el destino del poeta en su obra.
185
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Más aún:
Hay más confesiones, a veces de una franca crudeza, otras recubierta por metáforas que
no alcanzan a ser del todo indirectas:
(Canción de Agosto)
(Cartas)
(Hojuelas)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
(Munificencia)
(Su mirada)
(Su boca)
Con esto creemos haber agotado, prácticamente, las trascripciones demostrativas de que
si su enfermedad "no intervino" en forma declamatoria o desesperada en su poesía, aparece,
en cambio, intuida, primero, y declarada después, aunque con aleaciones destinadas a
atemperar la visión dolorosa de su crucifixión.
187
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
boca.
No se podría estudiar o evocar este aspecto de la poesía de Ortiz Guerrero sin acudir a la
imagen y la conducta de esta mujer que estuvo a su lado con silenciosa valentía, como sólo
puede estarlo -aún más allá de los convencionalismos sociales- un amor verdadero.
Así la reconoce Recalde: "Ella soltaba el collar de sus recuerdos... con la simplicidad de la
epopeya de una madre que amamanta a su criatura, con la misma dignidad sin aspavientos del
poeta", y asegura que "habían formado una de las sociedades de mujer y hombre más felices
que puede concebirse"... y agrega que "cuando sobre esa felicidad se iba abatiendo el
apagaluz irreparable, recién entonces -como se aprecia todo bien sólo al perderse- ella aquilató
la euforia, la limpieza, la dulzura, la armonía de aquellos quince años de sereno idilio que nadie
imaginaba y que, por desconocérsela, no provocaba la maldad del mundo".
Testigo de la vida del poeta, lo fue también a la llegada de la muerte que aquel imaginaba
como "algo delicioso y tierno". Poéticamente ya estaba preparado:
Partió para siempre una tarde de mayo de ya hace medio siglo, lacerada y deshecha su
carne, pero con varonil arrogancia. Quien lo vio desprenderse poco a poco de lo que restaba
de su soplo vital, dirá: "Dificulto que alguien haya puesto el punto final o aparte de su vida en
este mundo con la majestad de Ortiz Guerrero".
Este autor admite, en cuanto al conocimiento de su existencia y de su poética, que se ha
"fantaseado en demasía" en torno al poeta. Debe aclararse que realmente es así, pero tal
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
"fantasía" no tiene otro origen -muchas veces- que la transfiguración del hombre en mito:
aéreo, evanescente, ubicuo, aunque siempre igual a sí mismo, que es también uno de los
modos de seguir pareciéndose a los demás. (Señalemos, al margen de esta comprobación,
que nuestra América está saturada de tales ejemplos)105.
Esa condición de Ortiz Guerrero -que de manera alguna lo demerita o disminuye, sino
que, por el contrario, lo realza-, tan inasible como una nube, un canto o una hoja al viento, es la
condición mítica, que ante los ojos del pueblo lo protege de cotidianos avatares y lo prestigia.
Ella supera, en el conocimiento de la obra, sus no evitados recursos modernistas, de escaso
interés para las mayorías no adiestradas en los juegos verbales, en los tropos lujosos o en los
exotismos por aquellos tiempos de moda.
Debe entenderse, entonces, que fue dicha actitud lo que obligó al poeta a no
desentenderse del todo del contorno nativo, incorporando extensos parlamentos guaraníes a
los personajes autóctonos de La Conquista o incorporando la lengua madre -como ya hemos
visto- a no pocos de sus poemas.
El pueblo recuerda y sigue -con una fidelidad que podrá parecer sorprendente a quienes
no conozcan su índole- al difundido autor de India y tanto más a quién escribió los versos de
Panambí verá y Ne rendape ayú, que es donde la emoción lírica alcanza su plenitud.
El mito, es decir: el carisma sublimado por el tiempo, subsiste y subsistirá, a despecho de
todas las rarezas literarias y de la superación de su propia temática, por lo mismo que se trata
de una creación puesta más allá de las contingencias materiales, pura y sin formas, pero que
las gentes sencillas -ellas en particular- llevan en su corazón como a una imagen querida.
Los estudios, críticos análisis y recuentos bibliográficos quizá puedan contribuir a situarlo
y explicarlo atendiendo a la evolución de nuestro proceso literario, encasillándolo en
determinados casilleros teóricos.
Esa es tarea para eruditos o intelectuales. A los demás sólo les basta que este predilecto
del arte haya cantado con su propio sentimiento y hasta con sus propias palabras, ayudándoles
a expresar los eternos misterios del amor y la muerte, a través de sus letras más accesibles y
comunicativas -de preferencia en guaraní- y que haya dejado, como un resplandor
inextinguible, el ejemplo de su vida sacrificada y heroica.
En correspondencia, el pueblo paraguayo y Ortiz Guerrero han estado identificándose
mutuamente, en medio de las mutaciones y acaeceres ocurridos en cincuenta años. Allí reside
el signo de su perduración, mientras ojos asombrados y nuevos seguirán leyéndole con callada
devoción. (1972)
105 Tal tema ha sido tratado en profundidad por Roger Caillois en: El mito y el hombre. Buenos Aires, Sur, 1939.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Luego, indistintamente, Ortiz Guerrero colaborará en los diarios "El Nacional”, "General
Caballero", "El Diario" y en "Patria", especialmente en la época de la actuación de su
coterráneo y amigo Natalicio González.
otro puesto. Finalmente por otro decreto, el 5897, queda designado para las mencionadas
funciones el señor Fernando Artaza, en reemplazo de Manuel Ortiz Guerrero, que "pasa a
ocupar otro puesto". No hay más evidencias en el Registro Oficial, por lo que se deduce que la
referida persona no continuó trabajando en la administración pública. Como este hecho
coincide con la inmediata y posterior ausencia del poeta de los medios asuncenos y su regreso
a Villa Rica del Espíritu Santo, no sería extraño que aquellos trajines -no situados en el
recuento de su vida- hubieran podido producirse.
2. El modernismo de época
En este orden habrá que aclarar que ninguno de los abanderados paraguayos de la nueva
tendencia -no podríamos, en nuestro medio, denominarla de otro modo-planteó rupturas
decisivas, como las que se habían producido en 1902, en el plano histórico.
Podemos afirmar que el paso del posromanticismo al pre y aún al modernismo pleno, fue
por cierto "indoloro" y está señalado por O'Leary en sus tantas veces recordado comentario al
primer soneto de "La cumbre del Titán" de Ramos Giménez, en 1914.
Hay otras comprobaciones: en abril de 1915 y a raíz del fallecimiento de una hija
adolescente, aquel citado maestro da la nota elegíaca más alta en los finales ya de ese
191
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
posromanticismo, que viene instalado desde el 900 con raíces en la anterior etapa romántica,
la que va desde la terminación de la guerra hasta comienzos de siglo. Y lo paradójico de este
asunto, que no hemos dejado de indicar, es que esos ex-alumnos que en las aulas
manifestaban sus inquietudes poéticas modernistas, se hallaban -algunos de ellos, como en la
zona opuesta a la concepción poética de ese guía intelectual que los había elogiado.
La sorpresa será mayor aún si se confirma que aquellos jóvenes llegaron a ejercer, a su
vez, alguna influencia, en determinados novecentistas (no en Guanes, ciertamente) como Herib
Campos Cervera, padre, desde 1912; O’Leary desde 1916, y Pane desde 1919.
3. El ámbito cultural
Resulta indudable que el poeta que salió de aquí para regresar, según Fa-Re, "a la
madura soledad de su conciencia" y a buscar así el amparo de la tierra y el cielo que le vieron
nacer, al volver a la Asunción, luego de casi un lustro de angustias e incertidumbres, después
de esa dolorosa experiencia volverá a ser otro.
Y empieza para él la soledad afanosa, maduradora, desde la que construye sus torres
ideales.
Afuera, en la calle, todo prosigue siendo distinto y lo mismo. A las páginas de "Letras",
desaparecidas en 1916, les suceden dos años más tarde las de "Fígaro", con la orientación de
don Arsenio López Decoud. A la vez aparecen los "Anales del Gimnasio Paraguayo", que
venían haciéndolo desde 1917; "Pórtico", en 1919, con Anselmo Jover Peralta y Federico
García al frente; "Guarania", de la primera época, la prolongada publicación de Natalicio
González (por entonces unos modestos cuadernillos), y casi tocando los límites del
posmodernismo: "Juventud' de 1923 a 1926, y "Alas", en la fugacidad de sus cuatro números,
iniciaba en 1924 tras la trágica desaparición de Raúl Battilana. Por otra parte, dos editoriales
han salido: la Biblioteca Paraguaya del Centro Estudiantes de Derecho, que con la dirección de
Juan Stefanich imprime, entre 1918 y 1925 once volúmenes, y la Editorial de Indias, creada en
París por Natalicio González y Tomás Romero Pereira, que en el tramo de 1925 a 1930, dará a
conocer algunos títulos de interés nacional, impresos tanto en la capital francesa como en
192
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cultura nacional.
Asunción.
Sin embargo, hay quejas contra el snobismo en la literatura (ha de recordarse que en
1906 la reacción era contra el naciente decadentismo), contra la falta de cultura artística y la
carencia de un cantor que exalte las proezas y bellezas de la ciudad capital. A pesar de todo
algunos hechos son positivos: el Dr. Venancio V. López es designado representante del
Paraguay, ante los actos celebratorios del centenario de la Universidad de Buenos Aires, y bien
se sabe que el Dr. López era nieto de don Carlos y sobrino del Mariscal; en 1925, con extenso
prólogo de O’Leary, se difunde la segunda edición de "Guaraníes" de Goycoechea Menéndez,
uno de los maestros de la prosa modernista en el Paraguay; ese mismo año es el de la
conferencia del Dr. Rodolfo Ritter sobre "Marcel Proust", fallecido hacía poco en París y a quien
nuestro periodismo trata de "genial escritor francés".
La lista de nuestra América es aún más expresiva: Leopoldo Díaz, Lugones y Alfonsina
Storni, de Argentina; Carlos Augusto Salaverry, un romántico y los modernistas Eguren y
Chocano, del Perú; Guillermo Valencia y Sanín Cano, de Colombia; Rufino Blanco Fombona,
de Venezuela, y Enrique González Martínez, de México, nómina, como se advierte, no
desdeñable.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ortíz Guerrero ha publicado “Eireté”, comedia en un acto, fechada en Villa Rica y en 1921.
Inmediatamente sale, en Asunción, "Surgente", que contiene poemas escritos o publicados
entre 1915 y 1919; algunos de ellos con expresa procedencia de su ciudad natal como:
"Jamás", 1916; "La amarga plegaria de unos labios en flor”, 1917 y asimismo "En voz honda",
en tanto que "Schuberf en tu piano" es de 1918.
No será esa la opinión de quien haya podido leer "Del fuego eterno", “Ricordo” y
“Sonetín” de "Nubes del Este"; algunas de las "Pepitas", que ya son de 1930, y las páginas de
“Arenillas de mi tierra", que aunque conocidas en su conjunto póstumamente, estaban
preparadas entre 1928 y 1932, en las vísperas casi de su muerte. En ellas están asimismo
"Susana", "Chamorro" y "Parque Caballero", consideradas como las más perdurables y dignas
de honor de las antologías.
Ortiz Guerrero los ensayó todos, sin perjuicio de proporcionarles su nota personal. Por
eso no resultaría ilógico afirmar que para juzgar su obra debe procederse, en no pocas
oportunidades, al aislamiento de versos, metáforas, hallazgos ópticos y recreaciones
gramaticales.
Varias veces se ha aludido a la "incultura" del poeta, que el propio Recalde calificara de
"enorme y admirable" y que se considera como una de las vallas opuestas a su truncada
condición de poeta "culto". Una lectura atenta y desglosada de sus poemas, permite afirmar
que si ciertos imponderables no se hubieran producido –entre ellos el aislamiento que se
propuso- su expresión habría alcanzado estimable altura, porque en él había verdadera
profundidad de poesía, que no le fue posible desarrollar.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Se ha insistido en la huella, que algunos estiman indudable, de Darío, ya que poemas hay
que denuncian una evidente comparación rítmica, como, por ejemplo, "Diana de gloria", “Ulf” y
"Rogación". Igualmente, en este sentido, se nota el impacto de Almafuerte en "Schubert en tu
piano" y "Los veteranos", de etapas distintas, por cierto; Nervo está presente en "Remember”
de "Surgente" y también en este libro será posible detectar reminiscencias de Herrera y Reissig
en "Al poeta": "Olvidé de decirte que en una tarde lila"; "Ritmos de vida": "Después que pasaron
bebiendo poesía / en el suprambiente de un éxtasis hondo”; "Hacia el olvido": Mireno, el pastor
indio, en aquel día / no alegró con su flauta la alquería". Y esto de "Visión encarnacena" de
Nubes del Este: "Lleva en la sien por emblema / metacarpos de diadema".
Darío es el maestro inolvidable a lo largo de toda la obra, tanto es así que alguna vez
escribe "al modo de Rubén" y en otra le dedica un poema, incorporado a Arenillas de mi tierra:
Veamos algunos ejemplos de "Surgente": Rosada juventud, misa de oro... Un artista joven no
vendrá algún día... Infeliz marqués del ensueño... Juntó Geometría la nieve y el lirio... Abres tu
corola de luz y sonrisa / al sol de la India o a Suecia de tul?... “Feroz fue este tigre, lo saben por
cierto / los pumas tostados del pardo Brasil", que hace evocar, desde luego, la conocida
"Sonata en gris mayor”...Yo soy aquel que un día.
En Nubes del Este no decae este panorama, que equivale a una conjunción: De súbito
estallan las rosas / los lirios, y estallan los versos en salva floral, que halla semejanza con la
eufonía de la "Marcha triunfal'.
Pero lo que llamará la atención son estas anticipaciones: Ortiz Guerrero dice, en “Aromas”
de Surgente: "Ojos siempre agudos, ojos oceánicos" y en Pasa!: "Con tus azules pupilas / de
algo de inmensidad / oceánica", que llevará al Neruda de Crepusculario a cantar, mucho
después aquello de: "Echo mis tristes redes / a tus ojos oceánicos".
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cultura nacional.
Y si se exhuma esto de "Claro lunar", de Surgente:"El embrujado espejo que miro soy yo
mismo", o sea el otro, en quien Borges se ha identificado largamente, incluso con el título de un
libro: "El otro, el mismo".
La imagen del espejo resulta ser la verdadera, la que refleja el desdoblamiento y lo torna
creíble.
5. El uso de la metáfora
No vamos a tratar sobre los temas esenciales de la poesía de Ortiz Guerrero, que hacen
más que a su quehacer de poeta, a su experiencia vivida: el amor, el dolor y la muerte.
Queremos deslizar la idea de si hubo simple juglaría, aunque esta vez no fuera andante.
No dejaremos de indicar que en buena parte sí puede ser considerado como un intuitivo,
si bien no en los términos de la exaltación romántica, de la confesión o del arrebato; mas,
también, un trabajador del verso -valga el término- que conocía el material que burilaba o que
estaba en sus manos transformar.
Metáforas hay que están matizadas de oscuridad, pero debe inferirse que este
hermetismo no es voluntario, sino que, más bien, integra la conformación del poema, del cual
no sería posible aislar: "De día / como de noche, labró / el indio la pena fría,/ tal cual la leche en
blancor", dice en La Conquista, (1926).
196
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
mañanera de verbo cristalino... Mi fogata celeste que me nutre de fiebre / bajo los naranjos de
la soledad... Y esto que no hubiera desdeñado el misterioso Mallarmé: Oh radiante piscina de
mi lucio anhelar / Golfo de mis gaviotas, a mis tormentas, rada". A los "guantes de albor de
luna" de "Sus manos" sigue lo que se encuentra en los versos anecdóticos de "Desde la
plataforma de su frágil promesa", donde el sentido lírico aparece claramente materializado.
Tampoco será de desdeñar algún tropo que roza los contornos del surrealismo, si bien
adosándolo a la intención de una evidente ironía, que termina no siendo tal: "Bajo un cielo
enjoyado de turquesa y de mica / un tambor se moría de un ataque de tos". Y una más, digna
de los modernistas agresivos del Río de la Plata: "Invicta eres, Fénix de sonambulismos".
Para certificar que Ortiz Guerrero, en este ejercicio, se halla en buena compañía,
recordemos aquello de Tertulia lunática del Herrera y Reissig de La Torre de las Esfinges: "En
túmulo de oro vago / cataléptico fakir / se dio el tramonto a dormir / la unción de un Nirvana
vago". Recordemos también a César Vallejo en Trilce, 1923: "Canta el verano y en aquellas
paredes / endulzadas de mazo, / lloriquea, guasanea la arácnida acuarela de la melancolía" Y
aquello del argentino Oliveiro Girondo en Persuasión de los días: "Las ventanas escupen
dentaduras de piano". Finalmente al Neruda del "Estatuto del vino" de Residencia en la Tierra:
"Cuando a regiones, cuando a sacrificios / manchas moradas como lluvias caen, / el vino abre
las puertas con asombro, / y en el refugio de las mesas vuela / su cuerpo de empapadas alas
rojas".
Estas que podrían suponerse audacias y que en no fueron frecuentes, están atemperadas
por el uso de diminutivos, forma coloquial de tan persistente práctica en nuestra América:
nevadas estrellitas de jazmín /...arroyito del verso mi vida (Surgente)... palomita de plata (El
crimen de Tintalila)... la alegre mucamita desde el balcón vecino... pedacito misterioso (Nubes
del Este)... con pajitas y con barro me hice el nido (Arenillas).
Manifestemos, de paso, que los colores fuertes no le son propicios al poeta, asociando el
rojo y el negro a hechos de dolor o de violencia. Siente predilección por los atemperados: lila,
esmeralda ("Color de esperanza"), "noche morena", blanco lirio y los versos “rosados” que lo
hacen suspirar.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Quizás en este aspecto no haya podido superar la visión cromática del impresionismo,
visto en reproducciones o en aportes locales de restringida difusión.
En la prosa mediaba el sentido artístico, impuesto desde sus comienzos por Goycoechea
Menéndez, López Decoud y Domínguez y en cierto orden esa fue la tradición heredada,
aunque en determinados autores la absorción de los ejemplos no haya sido completa (caso de
"Leo-Cen" y Capece Faraone, entre otros), si bien rescatada por la contenida expresión de
Natalicio González y Pablo Max Ynsfrán, por no mencionar sino a los más significativos.
El poema permitía mayores libertades y, por qué no reconocerlo, una mayor aproximación
a aquellos exotismos que ante todo procuraban crear un clima de evasión mediante
ensoñaciones lejanas, en muchos aspectos de origen oriental (vía Pierre Loti) o de los modelos
franceses impuestos por Darío.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
En Ortiz Guerrero ese exotismo no alcanza a ser cosmopolitismo puesto que forma como
un aditamento de su poesía, no como su razón de ser.
Algo de esto se trasparenta desde Surgente a Arenillas de mi tierra: "mi reina sabina con
su caravana / rumbo hacia tu oasis de vida y de sol...” "Seda de ensueño que bordé, de viaje /
por el imperio azul de la quimera...” En El crimen de Tintalila se observan: "cadenas de oro"...
“elefante de marfil"... “rubia culebra"... ámbar fino"... Y en la ambientación de La Conquista,
cuarto acto: tapicería de ñandutí, alfombra de pieles, decoraciones raras, para engalanar el
alcázar real de Guaran'í. En "Rogación", de Nubes del Este, esta sensación foránea se
acentúa: "tú diste las aguas del Ganges sagrado tu azul bendición, / por ti florecieron Bagdad,
Babilonia / y Nínive y Tiro, también Macedonia, / y Menfis ilustre, la Tebas radiante, la altiva
Sión". Todo esto añadido a los príncipes bellos, reyes, magas princesas, "el innombrado
radiante país de un Ofir", no sin la referencia a las "manos de marqués", que el poeta se
adjudicaba en una insoslayable reminiscencia rubendariana.
Y más allá de todo, las trasposiciones idiomáticas: por un lado: negros anfibios... anillos
que fueran de Persia... níveo typói... tenue ñandutí... Y sigue el cortejo: pálida sultana...
príncipe moro... címbalos y liras... Favonio en los jardines...” ¿Es tu principado la Groenlandia
fría?", que no dice por cierto de un poeta inculto, con el agregado de no escasas citas de la
antigüedad clásica, desde Píndaro en adelante.
Acude Ortiz Guerrero al guaraní en trance de exorcismo, como para que no se le pegue
del todo, a riesgo de dominio, tanta parafernalia exótica. Así recogerá la tradición poética de
O’Leary, Pane, Rosicrán, Mosqueira y de un posromántico celebrado por un poema feliz:
Marcelino Pérez Martínez, y de un novecentista por varios iguales: Angel I González. Habrá la
conformación interna del verso:
Las letras que escribió incluyendo nada más que versos en guaraní, no hacen más que
confirmar la presunción de que Ortiz Guerrero tendía al dominio no sólo idiomático de la lengua
nativa, sino al temático: demostración de ello son: "Panambí verá" y "Nde rendape ayu”, en
particular este último. En ambos alcanza su más evidente pureza expresiva, y es de sospechar
que por ese logro se encaminaba el poeta.
7. La historia
Final de finales: la diosa Clío, como hubiera dicho metafóricamente el doctor Domínguez,
uno de sus más claros oficiantes. Este es un país histórico, ha nacido, crecido y perdurará con
ese signo. La historia ha sido su corona de nardos y su otra de espinas. Pero él, por razones
que no derivan sólo de su voluntad, o de los accidentes de la hoy denominada "geopolítica",
vive la historia, ella es parte de su cuerpo y de su alma, no de la historia como pasatismo, sino
como actitud militante, entiéndase bien: la que lucha y se defiende; la que revive, no la que
momifica.
Surgente:
Y cuando Erickson parte de la rada del lago Ypacaraí conduciendo al “Ulf”, su frágil
barquilla, en trance de audaz navegación mundial, el poeta, desde su doliente retiro, le pedirá,
con un acento que está lejos de denunciar sus angustias espirituales y corporales:
ha trasferido a nuestros días, este poema -con todas las reservas que pudieran formulársele y
con la evidencia de su entonación rubendariana- es una de las pruebas más elocuentes de esa
identificación de tierra y hombre, que va más allá de la letra y los proyecta, ahora en horizonte
de poesía, hacia su mutua y propia perduración.
Palpita Ortiz Guerrero en el alma de las gentes sencillas que se sienten anudadas a sus
ternezas o sus lágrimas, e interpretadas, trascendiendo exotismos literarios o inevitables
influencias de época, no sólo por sus canciones, sino por la veta humana que se oculta en lo
hondo de su poesía y que, puesta a la luz, deja en las manos de este pueblo la misión de no
abandonarlo, o más bien, de seguir recobrándolo en el tiempo.
(1983)
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cultura nacional.
Prosa testimonial
2. Herib Campos Cervera
Estas en mí, caminas con mis pasos, hablas por mi garganta; te yergues en mi cal
y mueres, cuando muero, cada noche.
Tras el aparente hermetismo surgen nítidas las claves de su poesía. Y como él la llevó
dentro suyo como a muerte propia habrá que preguntarse dónde lo poético y lo vital convergían
en su obra. De esto se ha ocupado, aunque sin expresarlo directamente, Oscar Ferreiro,
testigo de mucha valía y en varios tramos su aventajado compañero.106 A medida que se
avanza en la lectura de este trabajo, queda evidenciada la distancia que separaba a Campos
Cervera -afirmativa y negativamente- en un caso de los modernistas, abarcándolos en
conjunto, y en otros, de sus camaradas de promoción literaria, casi todos de menor edad que
él.
Por eso también su imagen parece ser la de
un prematuro maestro, discípulo de sí mismo y guía
de los demás, fenómeno éste nada insólito y, por el
contrario, bastante repetido a lo largo del azaroso
rumbo de nuestra cultura. Lo hemos señalado antes
como una característica del novecentismo, pero se
dio igualmente en agrupamientos posteriores,
aunque en los novecentistas primaron
circunstancias ambientales y generacionales.
Distinta había sido la suerte de los románticos,
si bien no alejada de lo que un pensador de nuestra
América ha interpretado -para época y tiempo más
cercanos- como "una ansiedad discipular sin respuesta".
Valen, en esta oportunidad, las particiones ya establecidas para el estudio de Ortiz
Guerrero visto por Facundo Recalde visto y sentido.
Pero Ferreiro adopta otra actitud, más racional, menos cargada de sentimentalismo, pues
no está destinada a hacer de Campos Cervera un ser carismático o ejemplar, sino a mostrarlo
106
Oscar Ferreiro, Rev. cit.
203
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cultura nacional.
107
Rafael Barret, Cartas íntimas. Montevideo, 1967.
204
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cultura nacional.
108 Herib Campos Cervera, padre (1879-1921) perteneció al grupo integrador de la generación del 900. Fue coetáneo, condiscípulo y fraterno
amigo de Juan E. O’Leary, quien veneraba su memoria. En contrario del dato que proporciona Ferreiro, se sabe que murió y está sepultado en
Madrid. Periodista polémico y poeta ocasional, su obra dispersa ha sido mencionada por Natalicio González ("Los poetas del Paraguay", en:
"Guarania", Asunción, Año I Nº 2, marzo-abril de 1948). Asimismo aparece, aunque no muy airosamente en las acotaciones de Doña Francisca
López Maíz de Barret, que figuran en: Rafael Barret, Cartas íntimas. p. 47, 49, 57 y 58. Éste lo llama cariñosamente “Campitos", diminutivo que
heredara el hijo. Allí se aclara también el accidente que le ocurriera a éste.
109 Antonio Mayans: Soranzábal, su vida y su obra. Buenos Aires. 1944. La posteridad no ha reunido aún, en carpeta o cuaderno de arte, los
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
amigos -expresa Ferreiro- le debemos algún libro prestado o alguna carta no contestada, y
centenares de personas -así como digo, centenares- tendrán aún el recuerdo de su voz, entre
persuasiva y quejosa, siempre tan efusiva y vivamente interesada en el interlocutor". Y son
nombrados también dos de sus condiscípulos de la edad juvenil: los eminentes historiadores
Efraím Cardozo y R. Antonio Ramos.
Cree Ferreiro que buena parte de su obra yace en el fondo de ese género epistolar
amistoso, que el poeta supo cultivar con asiduidad y no menor prodigalidad, cual si con ello
quisiera atraer a los ausentes o a los no conquistados todavía.
En sus últimos días o, más claro, en sus postreros instantes a la lumbre de una fugitiva
lucidez, alcanzó a dejar un mensaje, destinado a cubrir permanentes y ¡ay! esperanzados
afectos: "Cuando volvamos al Paraguay tenemos que abrazar a todos los amigos, nos
confundiremos en un solo inmenso y eterno corazón...”
El ámbito en que se movió -algunas veces contra su voluntad, empujado por marejadas
políticas- era vasto, amplio. Hizo relación con Aristóbulo Echegaray y con poetas argentinos de
recordada antología.110 Varias veces viajó a Buenos Aires "cumpliendo infatigable tarea
comunicadora... con lo que mantenía vivo el mundillo intelectual que se gestaba en medio de
las discordias y mezquindades de la vida".
Al igual que Ortiz Guerrero padeció las consecuencias del 23 de octubre de 1931, aunque
de modo más drástico: fue enviado al destierro con otros dirigentes juveniles, siendo por ese
entonces "universitario y poeta socializante".
Estuvo ausente cinco años, durante los cuales recaló alternativamente en Montevideo y
en la capital argentina. En el Uruguay tuvo un raudo entronque con el comunismo criollo,
militancia de la que estaba de vuelta a su regreso al Paraguay en 1936.
Después, abanderado sin bandera, se quedó doctrinariamente solo, pese a que en poesía
le rodearon fervorosos epígonos. Y de nuevo, hace 25 años, tuvo que irse a orillas del Plata,
donde dio forma a sus cantos mayores: "Regresarán un día" y "Un puñado de tierra".
Poseía sentido nacional, por lo que le molestaba "el nacionalismo de labios para afuera";
su recomendación postrera tiene esa orientación: "El arte, la política, el quehacer cultural,
deben beber los zumos mejores de la nacionalidad. El proceso debe tener este itinerario: “de lo
nacional a lo universal y no a la inversa. Que no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada
del pueblo". Lejos había quedado el entusiasta internacionalista de la adolescencia. El poeta
datos sobre Andrés Guevara -mucho más que un simple dibujante o caricaturista- de quien el Paraguay puede legítimamente enorgullecerse.
110 El libro a que se refiere Ferreiro: Cesar Tiempo Pedro Juan Vignale, Exposición de la actual poesía argentina. Buenos Aires, 1927.
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cultura nacional.
111 Debe agregarse que, en traducciones, fueron en esta época leídos y hasta copiados con fervor tanto las "Elegías de Duino” como los
“Sonetos a Orfeo". La mención de Fariña Núñez: "Diario de un poema". (En: "La Prensa", Buenos Aires, 27 de julio de 1930. Se trata de una
publicación póstuma).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
rotativo "Uruguay", clausurado por la dictadura de Terra (1934), la que completó el bordoneo
del ridículo con el apresamiento del personal. Aquí, en su país, tuvo cátedras y fue agrimensor,
ocupación que le permitió recorrer gran parte del territorio y conocerlo.
No escribió en guaraní tan frecuentemente como se supone. Buzó Gómez transcribe su
poema "Ñandu'á rory”112 y algún aporte más sumó la revista "Alcor", pero ni Ceniza redimida ni
Hombre secreto incluyen otros inspirados en la lengua madre. Ferreiro recuerda que asistieron
juntos, en 1950 al Congreso de Montevideo para la fijación del alfabeto fonético guaraní.
En las distintas versiones de un mismo poema se advierte que era exigente con su propia
obra. Esa insatisfacción y ese sentido crítico partían de sí mismo, es decir que él era el primer
insatisfecho, aunque tal vez fuera con el propósito de no dejar caer el interés por su producción
-sin búsqueda de censores- que cumplía esa fatigosa labor de alcanzar sus escritos a los
muchos amigos "en copias que iban variando con supresiones y agregados, a veces de
estrofas enteras, las palabras o los títulos con la dedicación de un orfebre". Y parece ser que
en esa "amorosa pulimentación" hallaba deleite y placer estéticos.
Considera Ferreiro que "Bajo la noche álgida" es "su primera creación significativa y
personalísima", a pesar de que cronológicamente figura, como "Alta noche", entre las últimas
de libro.113 Por su parte, el estilo que habrá de consagrarlo está implícito en el "Romance para
mi gaviota ciega", que refleja la conmoción de su espíritu en otras latitudes y junto a otras
personas.114
Magra cosecha ésta para un poeta iniciado en 1923 y decidido recién a los 45 años de
edad a recopilar, con cuidados extremos, lo producido desde 1934. Véase en esto, ante todo,
un caso de conciencia intelectual acrecentado por el hecho de haber dejado muy poco inédito.
Aunque su oficio no sea el de "crítico literario" -como bien aclara al comienzo- no se
esquiva de plantear su posición frente al poeta -actitud que también Recalde asume con Ortiz
Guerrero- y que es (afectos aparte o por fidelidad a ellos) la que honradamente corresponde.
No son reparos formales sino interpretaciones sugeridas por la lectura de algunos poemas, o,
en ciertos casos, por la conducta artística de Campos Cervera, para quien los desechados
aportes juveniles sólo habían sido "de puro ensayo".
Para el comentarista, "Letreros luminosos" traduce "el espíritu idealista del romántico" y
112
Sinforiano Buzó Gómez: Índice de la poesía paraguaya. 2ª edición Buenos Aires, Indoamericana, 1952,p. 290; también:
“Alcor”, Asunción, Nº 4, junio de 1956.
113 Buzó Gómez, ob. cit. No obstante que la citada 2ª edición de esa antología es en dos años posterior a Ceniza redimida (1950), mantiene el
título de "Bajo la noche álgida" (p. 283-284) En "Romance para mi gaviota ciega" (p. 284-285) cambia el posesivo por el pronombre.
114 Durante sus residencias en Montevideo (1931 -1936) y en Buenos Aires (1947-1 953). Estuvo ausente del país sólo once años en total.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
"el aire de superioridad intelectual de la época en que no había traspuesto del todo la exótica
concepción modernista". Esto ocurría en 1932. Lo halla después más liberado, desplazándose
en el mundo de "las bellas metáforas", en los "Versos para la novia recobrada", reconociendo
que a pesar de ello no ha declinado en su "egocéntrica postura" y en su espíritu "raciocinante",
propensión ésta que no es de censurarle en totalidad, dadas las características de su obra y su
condición de poeta que denominaríamos -con las debidas precauciones- "constructivista" o
cerebral, muy alejado de las intuiciones emocionales que son -según hemos afirmado- el
primordial elemento de la poesía de Ortiz Guerrero.
Es con independencia de aquella vigilancia impuesta a su inspiración -dicho esto con los
cuidados del caso- que Campos Cervera resguarda su trayectoria hasta el límite de no pasar
por alto los detalles más íntimos con que mantenía el prestigio de su nombre literario; quizá por
eso –Ferreiro lo anota- "de cualquier bagatela quería hacer una obra acabada".
Señala el autor que en "Cadenas, rejas, llaves" -que es de 1934 y que el poeta no
incorporó a su libro- "es fácil de separar los ingredientes políticos, casi panfletarios, que lo
recargan inútilmente", y pasa a exponer las influencias, nosotros pensamos que iniciales en su
nueva modalidad, de Emilio Frugoni y Alvaro Armando Vasseur, quienes comenzaran a
publicar bajo el auge del modernismo y que después devinieron poeta social el uno y cíclico-
whitmaniano el otro.
Ferreiro advierte que "en la arena lírica del circo montevideano ya estaban inscriptas
todas las palabras que Campos Cervera, siempre con incomparable belleza -aun en los
momentos más amargos- elevaría a la categoría de símbolos sobrecargados de sentido...",
pero supone que ese ornamento verbal "resultaba un ropaje demasiado lujoso para envolver
los harapos de la pobreza o la muerte". Sin embargo, y a pesar del uso de "ampulosas y
reiterantes estrofas", el poeta seguirá sufriendo y sangrando, porque ése era, por lo demás, su
destino de hombre.
Múltiples son las insinuaciones a la ceguera que se deslizan en su obra, similares a las de
Ortiz Guerrero con sus heridas sangrantes y sus vendas. No debe olvidarse que en todo poeta
hay inocultable condición de profecía y una intuitiva -y a veces velada- alusión a padecimientos
personales, no advertibles a simple vista.
Aclara Ferreiro en este capítulo, y como acontecimiento curioso, que la llegada del
Crepusculario de Neruda se produjo allá por 1946, siendo Campos Cervera su privilegiado
poseedor. Este tardío conocer de una poética superada y casi al pie de la aparición del Canto
general, que tan distintamente ubica la obra del chileno respecto de sus libros anteriores -aun a
Residencia en la tierra- es demostración de que la "puesta al día de nuestra literatura
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
continuaba en proyecto.
Los términos del amor están manifestados por algún noviazgo ideal -con reminiscencias
de lagunas y serenatas pueblerinas- y por dos matrimonios sugeridos: en la “Elegía para la
décima noche" y en la "Balada para la adolescente del alba" al asomarse el restante, cuya
trama autobiográfica descubre Ferreiro en el caso de la "Elegía" y por propio conocimiento en
la "Balada". (No quiso ser muy innovador Campos Cervera en cuanto a la raíz originaria de sus
poemas: balada, elegía, romance). Amó asimismo a su patria sin efusiones, exento de
elocuencia demostrativa, aunque en riberas extrañas seguía cautivo de este su "meridiano
caliente y forestal". Tal recato venía tanto de la sobriedad de su expresión como de la molestia
que le producía la exaltación patriótica.
El tema de la muerte ha sido tratado ya en extensión115 y es por eso que Ferreiro se
adelanta a manifestar la coincidencia. Pero conviene decir que si algo hubo de menos literario
en su vida fue ese "tiempo de morir", del cual el poeta nunca se sintió ajeno. "La muerte le
ronda -agrega su biógrafo-, inseparable compañera de la vida (son casi las mismas palabras de
Recalde para Ortiz Guerrero) eternamente le ronda y él la corteja y la conjura a lo largo de su
obra".
Ella le llegó, un día del invierno de 1953, sorpresiva y dramáticamente; pero él, que la
había vivido hasta más allá de su infortunio, supo esperarla con serena tristeza. "Sus pobres
cenizas no fueron redimidas" y su ausencia es la de tantos otros que aguardan la hora en que
un ademán generoso permita reintegrarlos, desde suelo extranjero, a la hondura maternal del
Paraguay.
Cabe preguntarse, casi al final de este recuento: ¿Pertenece Campos Cervera a la
mitología popular? ¿Es personaje mítico? La ubicación de este poeta es mucho más difícil, en
el sentido de la interrogante inicial que la de Ortiz Guerrero, leído o sentido por una amplia
mayoría que, incluso, le ha fabricado un universo anecdótico y doméstico de uso propio y que
supera su mortal condición humana.
Esto puede observarse igualmente en otros procesos literarios, como por ejemplo en el
del argentino Evaristo Carriego y el colombiano Luís Carlos López, si bien la poesía de éste -su
inconformismo, su irónica postura antiburguesa- pdría ser, en algunos aspectos, la más óptima
fuente de nuestro Julio Correa, también cantor de las miserias y dolores suburbanos. No,
Campos Cervera, intelectual puro en cuanto a las excelencias de su obra, no puede ser situado
115 Hugo Rodriguez-Alcalá:"Campos Cervera, poeta de la muerte" (En: "Revista Iberoamericana", vol.VII, julio de 1951). Cfr. del mismo autor:
Historia de la literatura paraguaya, Madrid (Asunción), S.M. (Colegio de San José), 1970 (1971), p. 122-127.
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cultura nacional.
en esa línea -creía en el pueblo sin que su expresión fuera populista- pero sí en la de Neruda,
aún el de las "odas" y los "extravagarios", mitologizado, con exclusión de militancia, por
grandes sectores del pueblo chileno.
Aceptamos, pues, la segunda instancia: su calidad de personaje mítico, que no requiere
respaldos masivos. La idea que los demás se han hecho de él es la que rige. Hay un Campos
Cervera insensible -mejor dicho: intocado- a la vista y a la muerte, hecho de todas esas
particularidades que han sido exhumadas, no sin ánimo cordial, por Ferreiro. El hecho de que
viva o subsista por encima de su poesía, y de algún modo hasta en oposición a ella, es prueba
evidente de que algo mítico mana de su nombre y, repetimos, lo trasciende.
En esto acierta, más por que por análisis, Roque Vallejos cuando afirma: "El pueblo que
lo acompañó en las luchas se debió resignar a aceptar su obra por acto de fe, con el alma
huérfana de esa poesía que Campos Cervera creyó escribir a medida de cada corazón
paraguayo”.116 Allí reside -a nuestro juicio- la diferencia entre una y otra pregunta que al
principio nos hemos formulado.
Apenas si una ultima mención resta para unir a estos dos poetas tan distintos y que, sin
embargo, siguen siendo el Paraguay, en la medida de su tiempo y de la proyección de su obra:
la de la ciudad de San Lorenzo próximamente bicentenaria, donde vivió Ortíz Guerrero en uno
de los espacios de su dolencia y donde hay una quinta que lleva el nombre de Campos
Cervera y que él heredara. Además de haber nacido bajo el cielo sanlorenzano uno de los
valiosos poetas paraguayos contemporáneos: Ezequiel González Alsina, desgraciadamente
silenciado su estro por el asedio de los quehaceres públicos y cuyo "Canto al quebracho
republicano” está aguardando los honores de una edición.117
Y se completa aquí118, y por ahora, el diagrama de la prosa testimonial paraguaya,
trazado sin más intención que la de rescatarla del olvido y ponerla al alcance de la
investigación bibliográfica, de la que tan necesitada se muestra. No otro ha sido, el propósito
de las reiteradas trascripciones, mucho más ilustrativas de lo que nuestro aporte, de simple
ordenamiento, pudiera sugerir. (1972)
116
Roque Vallejos: La literatura paraguaya como expresión de la realidad nacional. 2ª ed., Asunción, Don Bosco, 1971, p.
46.
117
v. “La Unión”, Asunción, 25 de diciembre de 1952.
118
La bibliografía nacional sobre Campos Cervera tiene las mismas características que la referente a Ortiz Guerrero, a pesar de
su proximidad. Separamos para este recuento dos fuentes de conjunto: Josefina Plá, “Literatura paraguaya del siglo XX” (En:
“Cuadernos Amricanos”, México, Año XV, Nº 1, enero-febrero de 1961) y “Alcor”, Asunción, Nº 27, noviembre-diciembre de
1963. La extranjera queda reducida a una: Enrique Anderson Imbert, Historia de la Literatura hispanoamericana, 5ª ed.
México, Fondo de Cultura Económica, 1966, t. II, p. 211, 341.
211
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cultura nacional.
1
Este libro, escrito en prosa llana -para diferenciarlo de la técnica teatral- es el primero de
una serie de retratos y recuerdos que don Arturo Alsina ha venido trabajando a lo largo de los
años y que resulta ser como una "suma de nostalgias" (el recuerdo presente que se antepone a
la realidad lejana), transcurridas no para abstraerse del tiempo sino para recrearlo.
El autor anuda, en páginas de creciente emotividad, el
perfil de amigos entrañables a relatos de evidente matiz
literario, pero en los cuales -en especial los dos últimos-
asoma, por sobre la fantasía, cierta intención de realismo. Y
es así que la ficción no alcanza a desdibujar del todo
nombres, denominaciones y marcantes, a través de los cuales
no seria difícil descubrir a seres comunes que hemos visto
pasar a nuestro lado.
No estará demás indicar que el capítulo 3, con que el libro comienza a cerrarse, contiene,
sumados a las particularidades que ya hemos anotado, elementos que participan de esa
calidad de elevar al nivel de añoranza lo que aquí se concreta en un plano de esencialidad
literaria, en modo alguno oculta, aunque no siempre detectable al primer golpe de vista.
Con ello se pretende que la destreza del relato que ha permitido la inclusión de Taguató -
verdadera pieza de antología, trazada de mano maestra- no difiere de la que se ha utilizado
para arrojar haces de luz sobre personas concretas y reales. De tal manera fueron puestas de
pie por la fervorosa lealtad de quien supo -antes de convertirlas en creaturas de su magia-
tenerlas junto a sí, devolviéndoles el aliento de otras edades, en una especie de retorno a la
mirada fresca, el paso primaveral, el ademán sin desmayos, que fueron de ayer y que, por
virtud de su alquimia, continúan siendo de hoy.
Una carta del ilustre escritor nacional Pablo Max Ynsfrán, enviada a don Arturo hace
treinta y seis años desde su exilio en los Estados Unidos, e incorporada al final de estas
páginas, brinda la nota solidaria de su propia generación, unidos ambos en el recuerdo de Ortiz
Guerrero, a quien sus compañeros rindieran siempre culto personal y poético.
2
La lectura de los originales, la extraña sensación de melancolía que ella deja en el ánimo
de aquel que se acerca a descubrirla con ojos limpios y sin prevenciones, ha obligado a
soslayar -momentáneamente, desde luego-la imagen del propio autor, sin la cual no sería
posible determinar la auténtica dimensión de este libro.
No valdrían tanto para nosotros, para la consumación de nuestro propósito, los datos
biográficos y críticos que suelen ofrecer los manuales, porque si bien la obra es inescindible de
la personalidad de su autor, el conjunto de ésta podrá proyectarse desde zonas más amplias,
más diversificadas, en las que el quehacer humano habrá de ser observado o analizado desde
múltiples ángulos de actuación.
Con ello se quiere adelantar que lo que a nuestro objeto interesa -aquí y ahora- sin
desdeñar otros aspectos, es ese extenso y no menos firme transitar de don Arturo por el
Campo de Agramante de nuestras letras (aunque alguna apariencia de quietismo pretenda
213
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
demostrar lo contrario) llevando a cuestas y quizás no sin lucha interior, las señas de
ciudadano de un país que siéndolo sólo en un fragmento de su existencia, no lo es el de parte
importante de ella y de toda su labor de más de setenta años.
Argentino sí, "pero no se alarmen" (como dijera con picardía cordobesa Goycoechea
Menéndez a principios de siglo), tanto como Fortunato Toranzos Bardel, Juan R. Dahlquist y
Arturo Lavigne, por no mencionar sino a los antecesores que alcanzaron a publicar libros.
Como ellos, será desconocido, peor aún: ignorado, no sólo por los sectores culturales que
desde las riberas rioplatenses siguen mirando a Europa y por los limítrofes, que no aciertan a
mirar a ninguna parte, sino por los representantes más o menos oficiales u oficiosos de esa
cultura -con una sola salvedad reciente- que si ha desviado la vista del ciudadano, al que
prácticamente no se le tiene en cuenta, con mayor inconsciencia aparece como cerrándola
ante el escritor.
Pero don Paul (nunca se avino a llamarse don Pablo) tuvo que asistir al drama íntimo de
comprobar que la condición de escritor argentino, que había adquirido no sin esfuerzo y que ya
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era la suya, no le servía para ingresar a los capítulos de la historia literaria de su patria, a los
que secretamente aspiraba.
Europeo de origen y por formación; intelectual adosado a la cultura de una tierra remota,
cuya adopción quizás no sintiera -a pesar de la emocionante y pulcra dedicatoria de su libro
sobre las islas Malvinas- se vio obligado a desarrollar en ella una labor que trascendió el medio
siglo, desde poco más allá de los 20 años a los 81 en que murió.
A pesar de todo, rodeáronle gentes que lo respetaron y supieron medir el sentido de sus
excesos críticos, ejercidos no con el arte del facón, sí con el del estilete. Claro que en
Groussac no estaba abolido del todo el afán de justicia.
Por sobre el desdén con que solía acoger la producción intelectual de sus
contemporáneos criollos, de vez en cuando se dignaba ensayar un ademán aprobatorio,
siempre a media sonrisa -o sin ella-especialmente si en el catecúmeno descubría las huellas de
la cultura que le era consustancial. Eso ocurrió, para mayor paradoja, con Goycoechea
Menéndez, al dar a conocer, en su provincia, los incipientes medallones de Los primeros
(1897).
En resumen: Groussac, francés, en lucha contra los fantasmas de un desarraigo del que
nunca quiso apearse del todo, ha sido adoptado, sin mayores esfuerzos, por la cultura del país
de su relativo arraigo. Puede afirmarse, así, que su incorporación a la bibliografía literaria
argentina viene a ser como una compensación -por atracción de contrarios- al olvido a que lo
arrojaran sus propios paisanos, no culpables por cierto de tan empecinada ausencia.
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Quien sepa de la vida y la obra de don Arturo Alsina (y asimismo de los argentinos que ya
hemos mencionado) comprenderá que el resultado de su actuación es distinto. Don Arturo -
bachiller y universitario paraguayo- no reclamó "desarraigo" alguno como dolencia de su alma;
simplemente no hizo más que sumarse a la evolución de esta cultura, apareciendo, desde un
comienzo, en el núcleo de aquellos nacionales que aspiraban a modernizar la escena y los
propios temas del teatro paraguayo.
Y aquí se quedó, sin pretender o soñar imposibles, apegado a sus deberes y a sus
ideales, puestos los pies en una sola parte, como debe ser y corriendo la suerte de este pueblo
en todas sus instancias. No ha sido suya la queja de aquél que se duele de la ignorancia y del
olvido ajenos, a pesar de la escasa distancia que ha mediado entre ambas regiones. Pero en
algo Buenos Aires se asemejó a París: si Groussac no participa de los beneficios del Olimpo
natal, tampoco don Arturo integra el conjunto de nombres valorizados expandidos por las letras
argentinas.
Si resignadamente Groussac se avino, casi en silencio, a aceptar su destino de escritor de
un país que no era el suyo, don Arturo lo hizo a cara descubierta, sin plantearse estrujamientos
de conciencia, en aceptación de una marcha que él mismo había iniciado.
A estas alturas del tiempo ya no será necesario preguntarse de qué lado de la supuesta,
invisible divisoria, ancló, por voluntad de conciencia, don Arturo.
Aún así habrá que añadir que su situación no es insólita: Manuel Rojas, nacido en
Mendoza, es un novelista chileno universalmente reconocido como tal; Alberto Zum Felde,
cuya vida se inició en Bahía Blanca, es uno de los próceres de la literatura oriental del
Uruguay. Esos dos ejemplos bastan, aunque existen otros no menos contundentes.
Por último vamos a transcribir un pensamiento de Zum Felde, extraído de su Proceso
intelectual del Uruguay (3ª ed., Montevideo, 1967, t. III, p. 111), que se ajusta plenamente a
este y demás casos y que explica las condiciones nacionales de una literatura y las del propio
escritor que la integra:
"El simple y solo hecho de haber nacido en determinado país, no da nacionalidad literaria;
tal nacionalidad no la define ese hecho solo y simple; la define el arraigo espiritual del autor o la
relación que los caracteres de su obra tengan con la vida de ese país.
Una literatura nacional se compone, no de todos los escritores que hayan nacido en su
territorio político, sino de todos los que han vivido o actuado de modo más o menos
permanente en su medio, han escrito en su lengua y comparten los rasgos espirituales propios
de su nacionalidad". (1983)
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1. El autor
Se ha creído ver, en los primeros pasos literarios de Casaccia, la influencia de su tío don
Pedro Bibolini. Pero ha de recordarse que en la vida de nuestro escritor hay ya -antes de
nacer- como un preanuncio de poesía, género que, tal vez por esa misma causa, no concitará
su atención, aun cuando fuera lector de versos.
El día en que casaban sus padres -25 de julio de 1906-
el cronista galante y poeta francés, aquí residente, Jean-Paul
Casabianca, publicaba en "El Diario" de Asunción, y en su
idioma, el soneto celebratorio "Hymen", dedicado a "Madame
et Monsieur Benigno Casaccia".
El 20 de abril del año siguiente nacía el niño Benigno
Gabriel, siendo bautizado el lunes 24 de junio "en la mayor
intimidad", según información periodística. El 24 de mayo de
ese 1907 había fallecido nonagenario, en la ciudad de
Veinticinco de Mayo, el Padre Francisco Bibolini -su directo pariente de existencia tan azarosa
como pintoresca, que escribía originales décimas y que desde la llanura bonaerense firmaba
sus famosos "bastones cantantes", otro preanuncio que obsesionará al autor de Los Huertas
hasta confinar en los avatares del simbólico bastón de don Leonardo Manuel.
Digamos que cuando empezó a firmar para el público lo hizo como "B. Casaccia Bibolini";
así aparece en Mundo Paraguayo, revista que acogiera su cuento El honor de un castellano en
su número 2, de agosto de 1925, cuando él apenas contaba 18 años.
Aparte la intención anecdótica de no querer ser confundido con una autora y el hecho de
que su hermano "Pateto" (César Alberto) firmara poesía con ambos apellidos y abstracción de
su nombre, en el deseo de acortar ambos y en la cirugía adoptada desde 1947 (primera edición
de los cuentos de El Pozo), debe verse como la decisión irrevocable de trazar un corte vertical
entre las dos zonas de su obra, hecho que se acentuará cinco años más tarde a partir de La
Babosa.
Y en esto ha de observarse la actitud del escritor militante, dispuesto a transitar un nuevo
camino. Porque se hace necesario aclarar -una vez más- que Casaccia no era el burgués
sociable, encastillado en su profesión, que podía distraer cotidianos ocios mediante el ejercicio
de un hobby, a través del cual la literatura resultara nada más que un pasatiempo.
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2. La obra
En su obra no se advierte el esfuerzo del estilo o "la gesta de la forma", que llamara Rodó.
Pero se entiende que no ha sido sin lucha ese encuentro con una prosa desbrozada de la
afectación y del discurso. Bastaría para comprobarlo el simple cotejo de páginas de sus libros
hasta 1939 -año de Mario Pareda, su segunda novela- con las ofrecidas desde La Babosa
(1952), así como con las correcciones realizadas para la reedición de sus dos libros de cuentos
-más en El Guajhú que en El Pozo-, cambio dispuesto con amplitud y, en algunos casos, con
singular contundencia. Ese procedimiento le dio otra dimensión a su tarea, brindándole, por
supuesto, nuevas perspectivas.
Hay que reconocer, por ello, que si Casaccia hubiera mantenido su obra -empezando por
La Babosa- en los lineamientos marginales de la novela de costumbres (que no siempre suele
ser de "buenas costumbres") o en los estrechos límites de un regionalismo naturalista, su visión
pueblerina -con la atadura de anteriores influencias- no habría superado el ámbito -pongamos
como ejemplo- de La Regenta de "Clarín".
Confesó él, en alguna ocasión, haber estado bajo el asedio de Baroja y de Proust, aunque
es de creer que convenientemente divorciados. Por evidente quedaría excluida su intención de
arribar a una concepción cíclica –común a sus frecuentaciones de Galdós, primero, y Balzac
después- que más le valiera desembocar, puesto en función de novelista, en autores franceses
que no eran su frecuentado Mauriac, sino Roger Martin du Gard, Jules Romain, o el propio
antecedente previo del mentado Proust.
En otro orden podrían detectarse (tras el inevitable naturalismo finisecular de Eca de
Queiroz, con su misma cortante ironía) algunas huellas lejanas y aun menores como la del
Payró de Pago Chico, o las más recientes y apropiadas de Faulkner.
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A pesar de todo no sería justo silenciar el hecho de que no obstante la presencia reiterada
de elementos locales, este escritor se impondrá la obligación de manejarlos con intención
universal, desvaneciendo de tal modo cualquier concesión pintoresquista.
3. La época, el lugar
Se ha querido interpretar -por el lado de críticos desinformados, tanto del exterior cuanto
de nuestro propio proceso literario- que en Areguá (población histórica fundada por don Juan
Domingo Irala unos 443 años atrás y con ferrocarril desde hace 120) el autor se propuso
instalar todas, o casi todas, las lacras asumidas por la humanidad desde sus remotos orígenes.
El asunto no es tal. Areguá significa apenas el escenario donde se desarrolla un
turbulento desenlace de pasiones y almas. Ni siquiera podría ser tomado como caja de
resonancia o albergue de una decadencia social extraña, que por raro acoplamiento se unirá a
su posterior desgaste edilicio. Además, las gentes que allí se expresan vienen conflictuadas de
otros sitios.
Areguá, sin las galas veraniegas del préstamo de un ayer movedizo y concurrido, sólo
servirá de tranquilo puerto, de última transición, entre grandezas pasadas y miserias presentes,
más o menos como dijera Blas Garay antes de empezar un siglo que no alcanzaría a vivir: "A
pasado de gloria, presente de ignominia". Claro que ésta no corresponderá ni tocará al pueblo
y sus habitantes.
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El año anterior el joven estudiante Benigno Casaccia Bibolini había hecho conocer -como
hemos dicho- su cuento "El honor de un castellano", donde figura una residencia que, antes
que construcción hispánica, parece simbolizar el más inmediato y visualizado palacio de los
Palmerola.
Por esa misma fecha son editados: Baladas guaraníes de Natalicio González, en París, lo
mismo que Visiones de églogas de Heriberto Fernández; la segunda edición de El Mariscal
Solano López del maestro O’Leary; El jardín del silencio de Eloy Fariña Núñez y Sobre
latinismo de Pablo Max Ynsfrán. El 9 de setiembre de ese 1925, en el Gimnasio Paraguayo, ha
dado su hoy ignorada y valiosa conferencia sobre Proust el Dr. Rodolfo Ritter, padre del
novelista ya fallecido.
4. Los personajes
Al plantear un recuento de sus personajes parecería que el autor los ha sometido al fuego
lento de un remozarse permanente, aunque en sus páginas no pocos de ellos circulen ya como
achacosas o decrépitas sombras. Y si ellos nunca alcanzan a vivir del todo, en plenitud de
medios y hechos, tampoco parecen morir del todo, acuciados siempre por la duda que, más
que desvelarlos, los hostiga.
En esta novela final, como en el poema Fiesta popular de Ultratumba de Herrera y
Reissig, aparecen en mayoría los que han participado de páginas anteriores, unos entrevistos
de pasada -como el asesinado Jorge Lazarra, de Hombres, mujeres y fantoches- y otros
continuando la acción a la manera de esos herederos que aquí empiezan a desaparecer.
No está demás indicar que sus personajes valen por lo que son, más que por lo que
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representan, de ahí los toques breves, rápidos, alusivos a sus rostros o a sus vestimentas. A
pesar de que en algún caso las respectivas imágenes de Ramón Fleitas, en La Babosa, o de
Remigio Escurra, en Los Huertas, abarcan el simbolismo de un parecido -aunque no idéntico-
destino social, en parejo resentimiento.
Los personajes humildes -en su casi totalidad aregüeños- no son tocados (o a veces sólo
de refilón) por ese estremecimiento de tempestades síquicas y espirituales, a través de las
cuales dirimen sus querellas las desmedradas gentes, antaño caté. Y hasta las malas palabras
que en el diálogo surgen como pronunciadas por alguno de ellos, lo son en guaraní, idioma de
intransferible valor emocional.
Los mismos pa’i que desfilan por el conjunto de su obra no son todos iguales: ni Rosales,
ni Esquivel, ni Miranda, ni Benítez, se parecen los unos a los otros. En algún sentido podría
inferirse cierta inconsciente similitud, aunque estuviera bien identificado, del Padre Rosales con
las arbitrariedades y corazonadas del recordado Padre Bibolini, su memorable pariente, a quien
nunca mostró entusiasmo en aludir.
Personas, en fin, frecuentes en nuestros días, que a lo hondo no son más que
representaciones.
Veamos:
5. Las ideas
Tenemos que señalar que las ideas de Casaccia, en lo que a connotaciones políticas se
refiere, no guardan relación con lo que de ellas podría manifestarse a nivel de colores. A todo
lo largo y ancho de su obra total, las alusiones que aparecen incorporadas en aquel sentido no
rebasan la crónica o la información -particular o periodística- de hechos consumados.
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Su padre y un tío figuran entre los firmantes del acta de fundación de la Liga Nacional
Independiente, el 14 de mayo de 1928. Por su lado él mismo, un año antes, integraba la
redacción del diario La Nación, de esta capital, vocero de aquella entidad.
Por otra parte no hubiera hallado acomodo ideológico un carácter provisto de tanta
acentuación crítica y de afirmativa independencia, como el suyo. Para demostrar que los
acontecimientos no le han dejado indiferente le será suficiente exponer en vivo la decadencia
de un grupo social, que es también el declive de una clase modelada según prototipos de
medio siglo atrás.
Por eso no ha de ser difícil advertir de qué modo su temática completa el ciclo trunco de la
Historia contemporánea del Paraguay, de Freire Esteves, que finaliza en los años 20. Mas esto
hay que tomarlo desde un punto de vista meramente documental, porque no es la historia
histórica (y menos los papeles de ella derivados) lo que le interesa exponer. Aunque dos tíos
suyos hubieran firmado el álbum de 1922 en adhesión a O’Leary.
Ruperto Resquín ha recordado en estos días que durante prolongados paliques se hacía
persistente en Casaccia el deseo de descubrir -no precisamente para sanearlas- esas raíces
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que conducen siempre a reiterarse sobre lo que fue. "En nuestro país -le decía- todo es cué:
Piquete-cué, Zavala-cué, Salitre-cué...”. No dudando, por nuestra parte, que se habrá
preguntado más de una vez: ¿Y para cuándo el mañana?
Podría considerarse que ahí reside la fuente de su criticismo, interpretado por algunos
como desilusionante y amargo, pero que no responde más que a una de la líneas del
pensamiento nativo: la de Báez, Teodosio González, Cardús Huerta y Eligio Ayala, cuyos
precedentes hispánicos deberán buscarse en Giner de los Ríos, Costa y don Lucas Mallada -
entre los precursores-, todos moralistas, y en los criticistas del 98, a quienes les dolía España.
6. Los temas
La ironía -lindante con el sarcasmo- derramada sobre los que en otros tiempos fueron
socialmente poderosos; esa en la que aparecen abogados y procuradores, por lo general
sometidos a instancias ridículas, no alcanza a obturar la vena por donde se manifiestan (o
habrán de manifestarse) los grandes temas de su narrativa. Ellos se han ido deslizando casi en
silencio por entre sus páginas, en una confesión sin palabras, como procurando que el lector
entendiera -mediante unas señales- las razones últimas de su mensaje.
Esos grandes temas están adosados a dos circunstancias: una, la del autor, personal e
intransferible, llevada a una meditación sin concesiones sobre las metas finales del ser y la
nada, de la finitud y lo incognoscible; otra, que abarca la dimensión del país proyectándolo
hacia planos universales y donde el paraguayo vale por lo que es hacia afuera y no por lo que
agota en sí mismo.
El tiempo de su novelística guía por igual los pasos de Atilio Cantero hacia el caruguá; los
de Casimiro y Adelina Huertas hacia la sentencia que ellos mismos habían sobrellevado como
una variante de la muerte propia. Desde ese tiempo, aparentemente detenido, se juzga el
querer y el hacer de los seres humanos, cuya instalación en un país o en una población de su
campaña, no hace a la totalidad de los bienes o los males manifestados o silenciados de una
nación.
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pobreza.
Otro de los temas fundamentales, el de la soledad, viene insinuándose desde La Babosa,
hasta culminar en Los Huertas como una reacción de la conciencia que ansía, sin expresarlo,
la salvación de un destino al parecer inexorablemente condenado. El médico don lndalecio
Rolón Palacios logrará indicar en Los Herederos esa intención: "Para ser un rebelde hay que
amar la soledad. Nadie está tan solo como un verdadero rebelde". O sea: se está solo porque
se es rebelde, y no a la inversa. Y aquí está la contrafigura de aquel personaje de lbsen -el Dr.
Stockmann- que fincaba su fortaleza en la soledad, fuerte por solo, y nada más. Por el
contrario, en los personajes de Casaccia la soledad no es indicio de fortaleza sino de rebelión.
Y por encima o por debajo de las cosas y de las gentes, el pueblo tranquilo, casi intocado
y silencioso; los habitantes, reales o mitológicos que lo justifican, y, dentro de ese discurrir de la
existencia y de los días, las páginas de este mural paraguayo, múltiple y circundante, expuesto
no para exacerbar heridas o desangrar pasiones sino para que por contraposición de conducta
quede recuperada, para Areguá, su altura de atalaya y refugio de una partícula del género
humano.
Allí reside la lección y el legado de Gabriel Casaccia, aquel que supo acceder a los temas
profundos con palabras sencillas y cotidianas.
(1981)
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1. Estructura
Esta novela -séptima y última del autor- cierra un ciclo, no sólo vital sino también literario.
Culmina con ella lo que, desde La Babosa, se interpretara como la continuación de una serie
que por contrafigura algunos habrían deseado calificar de "tragedia pueblerina", pequeño
reflejo de una sociedad (o más bien su fragmento adventicio) cuya decadencia supo denunciar
Casaccia a partir de 1952.
La linealidad que en ella se observa quizá sea más estricta que en sus obras
precedentes. Los capítulos se presentan encadenados sin solución de continuidad, exentos de
interpolaciones o de alguna que otra intercalación explicativa. Se advierte que la idea no ha
sido tanto sorprender al lector con hallazgos formales cuanto conducirlo por un laberinto de
hechos y almas con un final que no hacía prever la voluntaria sencillez de sus recursos
narrativos.
Los episodios cambiantes se desencadenan sin mayores sorpresas, pero debajo de esa
aparente monotonía de sucesos, ocurridos en los estrechos límites de una población reducida
en gentes y acontecimientos, se mueve y agita ese otro mundo anímico de sus personajes,
socialmente desmedrados, físicamente decaídos, aunque con una rara voluntad de
sobrevivencia, instalada como cruel paradoja entre lo que se ha sido y lo que no se resigna a
dejar de ser.
Puede afirmarse así que la propia evolución del relato tiene menos importancia que lo que
corre por dentro de él: la ingobernable fatalidad que se apodera de estos seres marginados,
nostálgicos de ese pasado que en ellos perdura. Por eso no estará demás recordar que este
libro está destinado -más que nada- a desnudar almas, anudar y expresar sus conflictos, antes
que a exponer situaciones meramente anecdóticas o episódicas.
Cada novela de Casaccia -desde La Babosa en adelante- representa, en relación de unas
con otras, no un ciclo cerrado en sí mismo sino una posibilidad abierta: la que le servirá al autor
para trazar, a través de una experiencia de casi treinta años, un panorama no siempre sombrío
donde los protagonistas significan más que el paisaje y donde la realidad externa, tanto física
como social, dice menos que sus espíritus atormentados y sus vidas atribuladas, aun en los
más pacíficos o conformados a su suerte.
libros anteriores. Sus nombres responden por instantes y por necesidad de la narración a
alguna lejana evocación, sin trascendencia aparente pero que para el autor cumplen el objetivo
de quedar integrados al plan general, que está implícito y que es parte de ese inconfeso
propósito de realizar, con el trasfondo de Areguá, una especie de recuento de bienes y males
universales.
Sería ilusorio creer que no median distancias entre La Babosa y cada uno de los libros
que le siguieron. Las hay de orden simplemente formativo; otras, en cuanto a los rasgos
propios de cada situación, aunque bien puede advertirse que el relato no se halla compuesto
de compartimentos estancos; y más aún las que ofrecen, en el nuevo giro de la prosa (las
fuentes francesas sustituyen a las hispánicas), un quehacer de oficio digno de destacar ya que
el autor asume una posición opuesta a la que manifiesta entre 1930 y 1952, a pesar de que en
algunos cuentos de El Pozo (1947) es posible descubrir anticipos de esa modificación.
Cada cual expresa lo que siente y lo que es (aun sus ocultaciones) y aquel que sabe que
su vida debe marchar por carriles cotidianos (otros dirían normales) busca manifestarse en
consonancia con el camino elegido. Esto ocurre con Mariana Villalba Bogado, señorita de
sociedad en su juventud y empleada de tienda en su madurez, o con Florino y Adelina,
prisioneros de una fatalidad no acatada del todo y despeñados socialmente, con hosquedad,
más que con rebeldía, y no contra clases o personas sino contra ellos mismos.
Si se pretendiera abordar, con mayores exigencias, ciertos detalles propios de estructura,
cabría preguntarse si esta, como se ha sospechado de las anteriores, es una novela en clave,
donde están revelados, tras la modificación de nombres, lugares y situaciones, algunos
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sucedidos de la vida real. Eso se supuso en La Babosa, donde los protagonistas están más
apegados a lo inmediato y contingente; igualmente de Los exiliados, en cuyas páginas se ha
creído identificar a seres de existencia bien tipificada a pesar de la hábil distorsión a que el
autor considera oportuno someterlos.
Podría afirmarse que a ese respecto tales supuestos no se dan con tanta fuerza en La
llaga, donde el centro de la frustración edípica se muestra en Atilio Cantero; ni en Los
herederos, principio de la serie que ahora termina. Por otra parte debe reconocerse que, por
más que su descubrimiento pudiera ser o parecer exitoso, los personajes de Casaccia no
participan de una identidad determinada. De tal manera -por ejemplo- La babosa, resumida
literariamente en la escueta humanidad de doña Angela Gutiérrez, no participa de las
características de una sola persona en trance vital: concentra las reacciones, defectos y
actitudes pertenecientes a varias.
Quizá no haya dudas de que esos personajes alguna vez debieron tener existencia, pero
transferidos a situaciones diferentes y actuaciones no siempre similares. Son reales en cuanto
a su dependencia de una realidad determinada, que el autor no pretende soslayar, aunque sin
entregarse a ella, pero quieren ser ficticios en lo que se refiere a su identidad individual. Ese
mecanismo podría interpretarse como disociado al producirse la incorporación, al cuerpo de la
novela, de nombres propios, casi al lado mismo de su transposición: Natalio Gonzaga, Edigio
Alaya y José Gusari representan allí otra cosa que la mención de sus destinatarios auténticos,
apenas si fugazmente aludidos, aunque ellos resulten evidentes al relacionárselos con la otra
realidad, que no es precisamente la de la ficción.
2. La realidad irreal
¿En qué magnitud -podríamos preguntarnos- sigue Areguá hostigando la memoria de
Casaccia en estos trechos finales de su vida y de su obra? ¿Es acaso éste, para corroborarlo,
el remoto Areguá de Mario Pereda o el más inmediato de Los herederos? Salvo algunas vagas
alusiones y algunos detalles referidos a viviendas, el pueblo como escenario sólo aparece a
modo de elemento indirecto, casi diríamos que como telón de fondo. Porque en esta nueva
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aportación puede advertirse algo distinto: los personajes que vienen de afuera -con mayoría
asuncena, como siempre- no son asediados, por lo menos con la urgencia de antes, por el
deseo de partir sin haber tenido casi tiempo de haberse aquerenciado.
Florino Villalba Bogado, cuyas frustraciones no participan del orden creativo -según podría
detectarse en Casimiro Huertas (o más atrás: el Ramón Fleitas, de La Babosa, o Gilberto
Torres, de La llaga)- es un resentido por descenso en la escala de valoraciones sociales o
intelectuales, pero sin reacciones contra el ambiente que lo cobija.
Diferente conducta había observado el Dr. lndalecio Rolón Palacios, especie de ave-de-
paso que medía su obligada permanencia aregüeña con aquellos años de becario en
Alemania, codeándose con las luminarias del sicoanálisis y la fenomenología. Sus pretensiones
no habrían sido, desde luego, las de confinar en la atención del Centro de Salud de una
modesta villa de campaña.
Después de todo, esos personajes no tienen otra conformidad que la de deslizar sus vidas
en el pueblo tranquilo, sumergiéndose en la serie ininterrumpida de sus silencios y
ensimismamientos, allí donde "el mañana sería igual al hoy, como éste lo fue al ayer". Nada se
ha movido de su sitio -a excepción de unas pocas gentes y cosas menores- y sin embargo
cada uno lo sentía a su manera: Mariana hallándolo inmutable a pesar de una larga ausencia;
Florino llegando a saberlo "infestado de póras, ánimas en pena, pomberos, muás", los que
desde la muerte de Casimiro Huertas "se han vuelto más numerosos y activos".
Lo edilicio que alberga a toda esa mitología lugareña no alcanza a manifestarse
totalmente y hasta la iglesia ha desaparecido. Sólo el almacén y posada de Cátulo Ramírez, el
bazar de Gregorio Aguilar y el boliche y billar de Encarnación Riquelme continúan abiertos y en
pie. ¿Para qué más?
Los personajes que hacen el gasto del discurso son casi todos de clase media -unos alta,
otros baja- reducida a pretensiones de menor cuantía en la que el descenso y/o degradación
no son tan evidentes como en los residuos de la clase burguesa, con manías aristocratizantes,
representada por los Huertas y los Villalba Bogado. Las mujeres, en especial, procuran
establecer distinciones definidas, dar a conocer su procedencia de ciudad-capital. Bien se
encarga Adelina de aclararlo: "No... Yo no soy aregüeña... soy asuncena y de lo mejor".
También Gloria y Lucrecia son reconocibles como “asuncenas netas en su vestimenta,
lenguaje y maneras, sin mezcla de coyguasismo", o sea de rusticidad campesina. En ninguno
de los otros libros los protagonistas acentúan las diferencias como aquí.
¿Son reales, exactamente reales, estos integrantes del mundo creador de Casaccia? ¿Su
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origen está en la realidad o en la fantasía? Para dilucidar esto, aunque fuera a medias, bastará
recordar la advertencia de la maestra Damiana a su hermano, trunco estudiante de
arquitectura: la de que puede terminar como Ramón Fleitas. "Nicolás: -¿Cuál? ¿El de La
Babosa? Esa es una fantasía, un personaje imaginado, literario". A lo que Damiana responde:
"Sí, pero a veces la realidad copia". Es decir, que puede ser producto no tan sólo de lo que se
ve y comprueba sino de lo que se piensa o sueña.
¿Estarán las mujeres, en esas páginas, mejor perfiladas que los hombres? Sí, en esta
novela como en las otras -desde La Babosa- el papel protagónico de la mujer parece más
definido; no hay en ellas rasgos totales de pusilanimidad o de neurosis, todas aceptan su
destino y lo cumplen, y las que lo tuercen es para revelar su protesta hacia el pasado o hacia la
imposibilidad de despojarse del todo de él.
Pero no son ejemplos morales los que propone el autor sino vidas desgarradas que en
mayor o menor medida siguen asidas a la rutina, o si la trascienden es para ascender (o
descender), según sea la consideración social que se hayan ganado o se merezcan. Mujeres
de sociedad llegan a la más baja explotación de los instintos (Adelina Huertas, Quiteria Villalba
Bogado), en tanto que las pobres, sin descubrir su individualidad, ven transcurrir sus días con
digna simpleza.
Ha de recordarse -ante esta comprobación- que Casaccia nunca ataca ni moraliza sobre
los seres humildes de sus novelas, callados y resignados como siempre. En cambio Clara, en
La Babosa, se encerraba en su habitación para emborracharse con anís; Adelina, en Los
Huertas, más despejada y linfática lo hace a cara descubierta, consumiendo reiteradamente
whisky o ginebra con insistencia de dipsómana.
En cuanto a los hombres, puede afirmarse que su desmitificación machista es casi
completa y que con ella se emprende una tarea poco menos que demoledora. Esto vale para
todos porque Casaccia no intenta, ni pretende, salvar a los protagonistas de sus obras, en el
sentido religioso del término, ni en ningún otro sentido: ellos mismos desconocen la contrición y
el arrepentimiento. A los próceres de las respectivas familias, aquellos que las encabezaron y
que están difuntos, no les va mejor: el Dr. Antonio Villalba es tenido por "sirvientero"
incoercible, en tanto que don Leonardo Manuel Huertas es puesto bajo la sospecha de haber
practicado el incesto. A partir de allí la conducta de sus descendientes, que son los que
sobrellevan el peso del relato, puede tener las más inesperadas variantes.
3. Los temas
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
No son muchos los temas (no denominaríamos la temática, que se verá más adelante)
que circulan por esta novela. La historia, esa que podríamos calificar de viviente pasión
nacional, sólo surge, sin propósito deliberado, para fijar más bien el estado de espíritu o las
arraigadas prevenciones de alguno de los personajes respecto del otro. No induce esto a
suponer creencias o convicciones sino actitudes adoptadas momentáneamente, aunque
pudieran corresponder al respecto de una tradición o de una ubicación ideológica.
Los protagonistas rondan o rozan la historia sin mayores entusiasmos o, para ser más
precisos, sin enardecimientos, aun cuando el influjo de cierto prestigio generacional (el del 900,
por caso) pudiera conducir a lo contrario. Eso sí: no será posible desentenderse del todo de
ella y a tanto llegará esa convicción que lo que se dice que ha quedado de las inquietudes
intelectuales de Casimiro Huertas es nada menos que un recuento histórico-político, que
alguien habría de editar alguna vez. La dispersión de ese manuscrito, informe papelerío
ilegible, no será otra cosa que el símbolo representativo de la fragilidad de aquel influjo.
La generación del 900, que trazó rumbos en la vida cultural del país y a la que
pertenecían los difuntos Dr. Villalba y don Leonardo Manuel, es juzgada no por el resultado de
su quehacer sino por los extravíos institucionales (conspiraciones, revoluciones), en los que les
tocara participar a sus integrantes. Queda, sí, el mito de lo que fueron, de las opiniones que de
ellos o sobre ellos perduran, pero el fulgor de sus respectivas trayectorias -salvo para la íntima
y empecinada gloria familiar- se ha apagado ya por la época en que transcurren los
atormentados episodios de Los Huertas.
El idioma guaraní, de obligada presencia según el contorno en que se muevan o sitúan
los personajes, es mantenido en dos planos: aquel en que la acción misma obliga a su uso -
bien que mesurado con relación a obras anteriores-, impuesto por la fuerza de las
circunstancias, en particular aquellas determinadas por su tonalidad emocional, y el otro, en
que la lengua nativa es ubicada como elemento de comunicación. No se infiere de esto que las
frases en guaraní guarden la ilación del coloquio, pues se las halla como instaladas
esporádicamente para avalar el dramatismo o el impulso de situaciones bien acentuadas, sino
que responden a los reflejos propios de estados de ánimo no transferibles.
¿Y quiénes hablan allí? No Únicamente aquellos que por su extracción popular pudieran
quedar reducidos a expresarse con más propiedad de esa manera, como en el caso de
Remigio Ezcurra, en quien el guaraní adquiría matices e inflexiones dulcificadas, mientras que
el español le salía imperativo y metálico. (Esto tendría su perdida raíz en la Conquista). Pero
también utilizará ese idioma su madre, Adelina Huertas, no para tratar con sus iguales sino
para deslizar el diálogo afectuoso y cordial con las mujeres del pueblo, ante quienes accedía a
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
una nivelación no permitida a sus presuntos pares sociales. Demás está agregar que no lo
emplean Casimiro ni Fiorino, en quienes los prejuicios provenientes de su clase no se habían ni
siquiera atemperado.
Y cerrando este capítulo de los temas: las familias, frente a frente, irreconciliables, pero
imprescindibles las unas respecto de las otras, procurando erizar el plumaje de pretéritas
glorias sociales -derivadas de un "situacionismo" ya evaporado- en una actitud destinada más
que a recordar al resto del vecindario que ambas han sido otra cosa (in illo tempore, desde
luego), a hostigar la memoria de sus últimos y propios integrantes. Ninguno de ellos tiene, en
esencia, que ver mucho o poco con Areguá: han traído de lejos, de la capital, su carga de
deterioros, que el ambiente, antes que remediarlos, acrecentará.
Mas, en lo hondo, bien se sabe que ellos no se engañan, que no ignoran que entre las
muchas luces encendidas por el espectáculo de la figuración social han subyacido verdades no
por ocultas menos existentes. Florino se encargará de recordárselo a Adelina: "Vos mejor que
nadie sabés que por esto o por lo otro todas las antiguas familias paraguayas tienen sus
pecados veniales o mortales... la tuya tampoco se salva". Alusión a problemas de ascendencia
y descendencia que no inquietarán del todo a los personajes pero que serán utilizadas -como
por estos dos- a manera de oportuna arma de combate.
4. La letra profunda
¿Hay en Casaccia un moralista? Indudablemente que sí y por contraposición. De esta
"técnica" (algún calificativo tenemos que ponerle) no se sacan conclusiones apropiadas a una
moralidad militante; ni siquiera el autor se adelanta a decir cómo debieron actuar sus
personajes. Se limita a mostrarlos o a exhibirlos (las situaciones externas a ellos son
consecuencia de hechos ocurridos y de algún modo irreversibles) a veces hasta las
gradaciones finales de la conducta para que de allí se deduzca su opuesto. Ahí están las
hermanas Arredondo, que han compartido los favores, no por cierto románticos, de un mismo
hombre y que pasan como sombras insepultas a remolque de las paginas de La llaga; ahí la
presunción -un rumor largamente corrido en los mentideros de la capital cuarenta años atrás-
del incesto compartido por don Manuel con su hermana Gervasia; más allá, el "sirvientismo" del
expectable Dr. Villalba, dispuesto a no dejar fámula tranquila; el cortejo que Adelina hace de
los vientres de dos de sus cuatro amantes; la "atracción física" que ésta sintiera, exacerbaba
por la admiración familiar, hacia su hermano Casimiro, al parecer sin amores visibles o
misógino redomado...
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Todo eso y tal vez más queda para señalar que ni el brillo social, ni la cultura adquirida, ni
el prestigio político conseguido, ni la proceridad de familia o de nombre, pueden o podrán
contra las grietas del alma y las fracturas de la voluntad, acompañadas a la vez por la medianía
económica lindante con la pobreza o la miseria. Moralismo al fin de cuentas este de poner -sin
habérselo propuesto o por lo menos no demeritando su intento- a esos seres de raza social,
criados entre comodidades y exclusivismos, en trance de ser comparados, desde la tormenta
de sus almas (y con beneficio para éstos) con esas sirvientas, esos sencillos y casi anónimos
trabajadores (el sepulturero, el albañil, el bolichero), sin aspiraciones en sus vidas opacas pero
sin resquebrajamientos que lamentar. Pero sobre quienes se derramará la más cruda ironía
será sobre las medianías y los leguleyos, proyectos de gente sociable, inacabados también.
También adquiere un tinte crítico al poner en descubierto a los petimetres que, declarada
la guerra del Chaco, procuran hurtarle el cuerpo. Sindulfo lbarra es banqueteado por sus
amigos, juntamente con Fiorino Villalba, cuando ambos visten el uniforme verde olivo. Pero
Casaccia -esta vez es él- ironiza diciendo que "volvieron a Asunción a las dos semanas,
después de estarse todo ese tiempo en el comando de Isla Poí, comiendo, bebiendo y
contando chistes verdes en guaraní”.
Pero la letra profunda de esta póstuma aportación de Casaccia a las letras nacionales no
está en eso, está orientada hacia otros planos, tal vez no sospechados por los lectores de sus
otros libros, aun de Los herederos, del que esta novela es evidente continuación. Esa
profundidad consiste en una evolución raigal, donde no lucen solamente la mera literatura ni la
habilidad temática: la de que en última instancia los personajes son símbolos de objetos y que
protagonistas finales no son otros que el tiempo, la soledad y la muerte.
Desde un orden material e inmediato los muertos mandan a través de objetos, cuyo
trágico simbolismo se apodera de los que han quedado entre los vivos: se trata de un mandato
a cumplir, pero también de una venganza, que encadena el ser al no-ser, diluyendo hasta sus
más ínfimas reservas, donde la voluntad aún podría ofrecer alteraciones, o, en este caso,
desobediencias. El bastón con empuñadura y nudos de oro de don Leonardo Manuel Huertas;
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cultura nacional.
el mobiliario de ambas familias (cuyo ruinoso destino parece sobrevivirlas); los diez chalecos de
fantasía de Casimiro; el nunca más abierto ropero de la tía Gervasia; el testamento de aquél,
que dispone ser sepultado con su revólver y su bastón; la diferencia entre el panteón donde
reposarán los Huertas y las modestas tumbas, con faroles de lata, en que han terminado los
Villalba. Y sobre todo eso del bastón, que es uno de los elementos fundamentales de la novela,
revelación del poderío perdido de una edad ya muerta. Así lo reconoce Ruperto Zabala: "Regio
bastón... hermoso bastón -exclamó con entusiasmo-, no es sólo símbolo de una familia sino de
toda una época, de toda una época que ya no vendrá; de una época que ya es historia".
Dos o tres años antes venía él a menudear sus visitas a Areguá para prever el sitio de la
recalada definitiva. Ahora que se han cumplido sus deseos, no quedarán dudas de que sus
personajes se habrán adelantado a recibirlo y que dialogará con ellos, con todos, mientras cae
la noche hacia el pueblo tranquilo y pasa sobre el lago, tripulando las almas de los que se han
ido, una misteriosa brisa de eternidad.
(1981)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Ya se sabe que más han sido las “ideaciones” generadas en torno a caprichos
individuales o a fugaces recuentos que los estudios serios, documentados y definitorios sobre
su obra.
No era Casaccia de los que estaban en "la cresta de la ola" de la publicidad literaria, ni
una persona propensa a acceder a las pretensiones de las mafias literarias, nacionales o
extranjeras. Alejado por propia voluntad de los medios donde se produce el ruido de la
autopromoción autoral, nadie más ajeno que él a los afanes de la sospechosa "vedettización".
Lejos de ser huraño y esquivo a la común sociabilidad, se mostraba afable, afectuoso y,
siempre, sumamente preocupado por las actividades de sus colegas jóvenes.
Imposible sería ignorar que ha habido (¿la hay todavía?) una imagen distorsionada de
su condición de trabajador de las letras, quizás porque su vida no estaba embretada en los
prejuicios de las sectas, en la complacencia hacia las indagaciones -no del todo gratuitas-de
una crítica en estado sauvage, que atiende sólo a los reclamos de una prefabricada clientela,
tal vez por eso y algo más, la consideración de su quehacer de medio siglo quedará reducida a
la inquietud investigadora de una minoría de iniciados. Entonces alguien o varios caerán en la
trampa de seguir acusándolo de "escritor burgués" con la misma falta de ponderación con que
Facundo Recalde le echó en cara su carencia de inclinación "nacional", siendo que él era
patriota a su modo, pero no patriotero.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
mismo tiempo cierta, de una manera de actuar y de una relación de conducta de la sociedad
paraguaya, en un tramo que abarca cerca de cuarenta años, tendrá que acudir a sus libros, y
no a la lectura fácil de sus personajes o de sus hechos, sino a su psicología, al ámbito en que
se mueven sus pasiones, sus reminiscencias, el dorado ayer cubierto por la pátina de un
presente sombrío -más dramático cuando allí confinan la medianía y la pobreza-; a la denuncia
de violencias, de agresiones, algunas de ellas conmoviendo el tranquilo discurrir pueblerino.
Quien sepa leer a Casaccia, en particular al de Los herederos y Los Huertas estará
habilitado para penetrar en un universo simbólico, donde cada cual libra su sórdida lucha de
agonista (en la acepción unamuniana del término), su cotidiana batalla contra la soledad y el
olvido. En tales libros se vislumbran ya los pasos que él se proponía continuar, porque con
ellos había acertado el camino, sin sospechar, por supuesto, que serían los finales y que con
ellos se cerraba el ciclo.
A pesar de las aseveraciones poco menos que apocalípticas que surgen de estas líneas
(Casaccia decía: "Cambien ustedes la realidad y yo voy a cambiar la de mis novelas"), de tanto
en tanto se produce el milagro de que gentes desconocidas, profesores, estudiantes, o simples
viajeros, vengan, cruzando mares o tierras remotas, a buscar esas huellas dejadas por el
escritor paraguayo y para sumergirse en la veracidad de su testimonio.
No otra cosa hicieron este año y a lo largo de todo un mes, los docentes Anne-Marie Le
Noan, francesa, y Fernando Aguirre, español, quienes sin estridencias y con auténtico fervor
dedicaron todo su tiempo a desentrañar el mundo de Gabriel Casaccia, trabajo que habrá de
culminar en una tesis universitaria.
Ante este ejemplo es de creer que las páginas del entrañable autor paraguayo no fueron
escritas en vano.
(1983)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Sería largo de enumerar el sentido de una de las pasiones que asediaron a Pastor Urbieta
Rojas, quien había nacido en la Asunción en 1905 y que muriera en 1973, hace de esto diez
años. Esa pasión era la de la cultura, expresada inicialmente en inquietudes estudiantiles y
luego en el periodismo, actividad que le abrió nuevas perspectivas y un afán de
comunicatividad y sencillez, que es la característica de todas sus páginas.
Urbieta Rojas pagó tributo -¡como tantos!- a los dioses lares de la política y aun al
encantamiento de las euménides criollas, no siempre piadosas con el destino final de las
humanidades, según ha sido experiencia dolorosa en la zona del Río de la Plata y a la cual el
Paraguay no podía escapar. Pero todo eso está en lo episódico, no en lo fundamental. En ese
ámbito sólo sería dado rescatar su presencia y su aporte a la defensa del Chaco, que le
permitió ubicar por sobre su espíritu civilista su orgulloso uniforme de combatiente.
Para un juzgamiento de su labor habrá que volver a su pensamiento escrito, que es el que
perdura. Los resplandores de la gloria guerrera han quedado en el tiempo y los avatares
partidistas en la ceniza, siempre efímera, de la anécdota personal.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Hay en sus obras -libros y folletos- y en sus conferencias (algunas de ellas editadas) no
un aire de prédica o de información, sino una constante vocación de servicio, manifestada en
un lenguaje claro, voluntariamente simple, coloquial, como él mismo era.
Fue un trabajador juvenil pero no prematuro, en grado de prodigio vecinal, que muchos ha
habido, convenientemente evaporados después, salvo los ejemplos ya lejanos de Blas Garay y
Carlos García. Su volumen inicial: Estampas paraguayas, con prólogo de Enrique de Gandía,
es de 1942, es decir, cuando contaba 37 años. Luego de un prolongado silencio le siguieron
otros más aproximados entre sí: Camino de la hispanidad (1965), presentado por Julio César
Chaves, uno de sus compañeros de promoción; Paraguay, destino y esperanza (1968) y
Páginas evocativas (1970). En opúsculos dejó estos títulos: "La mujer en el proceso cultural del
Paraguay" (1944), "La mujer paraguaya (Esquema historiográfico)” (1962), “Eloy Fariña Núñez,
Su vida y su obra" (1972) y "Reflexiones sobre la España fundadora" (1973), aparte de una
disertación, que corrió impresa, sobre el libro en la "generación del 25".
Pastor Urbieta Rojas no dejará de ser leído, en especial por los jóvenes, aunque los
monopolistas de la cultura persistan en ignorarlo. (1983)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Adolfo Aponte
Falleció en Buenos Aires en 1949. Rector desde el 23 de noviembre de 1928 hasta junio
de 1929, en que renunció.
Antonio Sosa
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cultura nacional.
Rector Período
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Eusebio Ayala
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
su valle, ingresando al Colegio Nacional de la Capital en 1891. Es incierto que allá lo hubiera
encontrado, en 1892, el por entonces inspector don Manuel Gondra, calificándolo como "al niño
más inteligente de la comarca", pues por esa fecha tenía 17 años de edad y se hallaba en el
segundo curso de bachillerato. Este fue obtenido en 1895, entregándosele el diploma
respectivo el 24 de febrero de 1896. Se gradúa de doctor en Derecho y Ciencias Sociales en
1904.
Consagró sus desvelos a los tres niveles de la enseñanza, acentuándolos a partir del 26
de marzo de 1896, en que por decreto es designado profesor de Historia Patria en la Escuela
Normal de Maestros donde también ocupará la cátedra de Instrucción Cívica. En el
mencionado Colegio tendrá a su cargo las de Psicología, Lógica y Moral, y Filosofía general, en
este caso reemplazando al valioso maestro Dr. Emeterio González.
Fue miembro del Consejo Secundario y Superior (1904) y del Consejo Nacional de
Educación (1905-1907); además, Ministro de Justicia, Culto e instrucción Pública (1910 y
1912), profesor de la Facultad de Derecho desde 1921, y Rector de la Universidad (15 de junio
de 1926 a 17 de marzo de 1928). Interinó la cátedra de Sociología en 1906, año en que publica
su importante trabajo sobre "La enseñanza de la filosofía", producto del informe incluido en el
denominado "Plan Franco", de 1904, y donde propone incorporar a la metafísica,
acontecimiento excepcional en un ambiente cautivado por la "ciencia positiva".
Aparte del periodismo, que ejerciera en "El Diario" (1904) "El Liberal', y de sus
colaboraciones especializadas en "Los Anales del Gimnasio Paraguayo" y la "Revista de
Derecho y Ciencias Sociales", también hizo sus aportaciones culturales: entre mayo de 1897 y
junio de 1898, estuvo al frente de la "Revista del Instituto Paraguayo", entidad que, al
reorganizarse, en 1917, lo contó como presidente. En sus "Recuerdos de la vida literaria" el
escritor argentino Manuel Gálvez dice haberse encontrado en la Asunción y en octubre de 1928
con el Dr. Ayala, cuando preparaba bibliografía para sus "Escenas de la Guerra del Paraguay",
y manifiesta que éste le obsequió "El Mariscal Solano López" de O’Leary y le insinuó "la
conveniencia de leerlo". Por lo demás, en su mensaje legislativo de 1935, el Dr. Ayala abogará
por una enseñanza "hondamente nacionalista" en la formación del niño. Expresa asimismo que
los combatientes del Ejército del Chaco "fueron conducidos a la gloria por inspiración del
pasado". Sus ideas deben buscarse allí.
Fue rector de la Universidad entre el 26 de junio de 1926 y el 27 de julio del mismo año.
Reasume el 7 de setiembre y entrega el cargo el 19 de marzo de 1928.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Cecilio Báez
Así como el Dr. Zubizarreta cubre, con su actuación, el importante tramo de la segunda
modernidad (1870-1900), a Báez le tocará continuar el afán pedagógico del viejo educador
aunque con otros procedimientos e ideas más actualizadas, en lo que a la temática
desarrollada desde principios de siglo se refiere. Y ciertamente él se convierte en guía y mentor
del novecentismo (es eso y no un epígono de los novecentistas, como mal se ha dicho) desde
el 93 en adelante, en los extremos de otra década. Su prédica y su principismo (fuera de plano
político, desde luego) se insertan en la tercera modernidad cultural paraguaya, que se cumple
entre esos comienzos (y por gracia un lustro antes) y las vísperas del centenario de la
independencia.
No era un conductor ideológico, pese a habérselo motejado de adalid del liberalismo, con
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
el cual en función práctica no estuvo de continuo de acuerdo, aun con la fracción "radical" que
contribuyera a fundar (sucesor de Gaona; ministro de Jara). Lo era, sí, y con amplia capacidad
de proyección, desde el punto de vista intelectual.
La segunda polémica (a partir del 17 de octubre de 1902), habida con O’Leary, tuvo otras
características y distinta orientación.
En su discurso de graduado coincide con Fichte (al que califica de "ilustre filósofo) en que
no se presenta otro medio que la educación para entrar en el "mundo nuevo", ya que el poderío
de las naciones está vinculado en forma directa a su apertura hacia los bienes de la enseñanza
reducida, en el caso suyo, a los claustros universitarios.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
educación para libertar a la inteligencia patria del tutelaje extraño, posición que en las
"naciones democráticas" adquiere notoria relevancia. Tal insistencia no ha de caer en el vacío.
Antes que empezara la marea secular, detenida después por el baño de sangre del '14, y
que surgieran los jadeantes anuncios del maquinismo a ultranza y de la "velochita (como diría
uno de sus propulsores, el itálico Marinetti a través de su "manifiesto futurista" (1908) lo que
imperaba era una especie de deificación de la ciencia, "soberana del mundo", como la había
calificado juvenilmente Báez.
La solución del problema social no podía alcanzar el "fin apetecido" con el uso de la
instrucción primaria sino entregándose al ejercicio de la "instrucción científica", la única válida a
ese propósito. A ella debía adosársele la noción de progreso, que venía remolcando su
prestigio desde la época del olvidado Turgot y sus seguidores inmediatos. Esto fue meditado
por nuestro pensador en el discurso que el 24 de junio de 1899 pronunciara en la masonería
local cabe el Gran oriente, del cual era prestigioso Maestre. Databa del 16 de mayo de 1894 su
actuación en la benemérita entidad.
“Todos los avances, tanto materiales como morales, están unidos a la concepción y
aplicación de la ciencia natural”. Por eso dimana de ella la "hegemonía de unas pocas naciones
sobre todas las demás". Ataca, también las "teorías nirvanistas, antiguas y modernas, que se
han transmitido por herencia a los metafísicos de raza" y afirma que "el determinismo científico
ha revelado al hombre los más profundos arcanos de la naturaleza”, y tras aclarar que "la
verdadera ciencia positiva no es ni espiritualista ni materialista", remacha su actitud recordando
que "la sociedad se rige por leyes biológicas naturales, cual pasa por los organismos vivos".
Este derrotero ha sido muy bien sintetizado por el educador argentino contemporáneo Dr.
Juan Carlos Tedesco, al inferir que "en el marco de la subordinación a la psicología y a la
biología es posible apreciar tanto los rasgos científicos como ideológicos de la didáctica
positivista".
Mas, para Cecilio Báez, pletórico de totales, la Universidad debía continuar siendo la torre
vigía de la resurgida nacionalidad, concebida a modo de refugio de universalidad frente al
asedio de un posible y latente repliegue histórico, a pesar de estimárselo como inconcebible en
el transcurrir de los sucesos mundiales.
Porque "ella es la depositaria del genio de cada pueblo, de sus tradiciones, de todo su
pasado, la que perpetúa el espíritu nacional a través de las edades, enseñanza a las
generaciones que se suceden, su historia y su literatura, cuyo estudio, unido al de la filosofía,
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
despierta ideas liberales y el amor del bien público". Expresiones de 1893, dignas de Juan
Andrés Gelly.
Desempeñó las funciones de Rector de la Universidad en 1920, 1929, 1937 y 1940, año
éste en que fue designado en condición de vitalicio ad-honorem.
Justo Prieto
Hace sus estudios primarios en su valle, y parte de los secundarios. Figura así como
alumno, matrícula Nº 14, en el Colegio Nacional lugareño, en los cursos iniciales (1908-1910),
donde obtiene altas notas especialmente en francés y en castellano. Trasladado a la Capital,
obtiene diploma de bachiller en 1913. Ingresa a la Facultad de Derecho donde logra el
doctorado en 1919 con una tesis sobre: "Efectos jurídicos de las obligaciones naturales".
Su actuación pública comienza cuando mediante decreto 116, del 18 de febrero de 1913
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
es designado auxiliar 1º de la Contaduría General y Dirección del Tesoro, juntamente con Justo
Pastor Benítez, siendo contador fiscal Juan Stefanich. El 2 de noviembre de 1917 renuncia a
las anteriores funciones. Más tarde será, sucesivamente, diputado y senador, en distintas
épocas, ministro de Instrucción Pública, primero, y de Educación, después, canciller interino,
integrante de delegaciones al exterior. Hombre de principios, renuncia por dos veces a sus
altas funciones: en 1931 a raíz de los sucesos del 23 de octubre, y en 1940 como
consecuencia del golpe de Estado del 18 de febrero.
Sus principales libros son: "Síntesis sociológica" (1937), "Sentido social de la cultura
universitaria" (1942-1946), "Augusto Comte, el apóstol de una religión sin Dios" (1944);
"Paraguay, la Provincia gigante de las Indias" (1951), y "Sociología Industrial' (1967), además
de numerosos opúsculos. Debe afirmarse que fue más entendido fuera que dentro del país y
que allá también se prolongó su magisterio.
Cuando las Universidades abandonen sus nostalgias tribales podrá estudiarse al Dr. Justo
Prieto en su aportación cierta, responsable y auténtica a la cultura nacional.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Adriano lrala
¡Quién sabe de qué modo hostigarían su memoria, en los últimos instantes, aquellos y
premonitorios versos de Gutiérrez Nájera, uno de los predilectos de su época!:
Así fue cómo se cortó la vida de Adriano lrala (San José de los Arroyos, 21 de julio de
1894), en el anhelante invierno de 1933, al llegar el 18 de agosto. Se acentuaba de esa forma
el sino trágico que había acompañado a Natalicio Talavera, Blas Garay, Facundo D. Ynsfrán,
Carlos y Federico García, Pedro Herrero Céspedes, Heriberto Fernández, José Gómez
Brizuela, más la frustración hasta ahora inexplicable de Eligio Ayala, cuando apenas si había
traspuesto los cincuenta años.
Pero el caso del Dr. lrala podría ser considerado como algo
más: el sorpresivo oscurecimiento de una tarea generacional y la
definitiva ausencia de la realidad -humana y mediativa- que
comenzaba a cumplir su destino de conducción. Le aguardaba, sin
duda, el liderazgo universitario y doctrinal que lucieron un Gabriel
de Mazo, en la Argentina; un Carlos Quijano, en el Uruguay; un
Haya de la Torre, en el Perú, o tal vez la senda política que
recorrieron en nuestra América el uruguayo Lorenzo Carnelli, el
argentino Raúl F. Oyhanarte, el boliviano Enrique Baldivieso y más
cercanamente el colombiano Jorge Eliécer Gaitán.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Puede afirmarse que inició su carrera administrativa -no muy extensa, por cierto- bajo la
sombra carismática de don Manuel Gondra, protector de tantos muchachos que empezaban a
remontar la existencia (habría que agregar, entre otros de idéntico brillo, a "Blasito" Garay y
Pedro P. Samaniego, ya aludidos). Por decreto del 19 de febrero de 1913, Adriano lrala es
nombrado oficial de la sección Política y Diplomática de la Cancillería; el 20 de febrero del año
siguiente es ascendido a oficial de subsecretaria. Ya en el ejército en campaña, al iniciarse la
guerra del Chaco, será auditor con el grado de mayor.
Mas, donde hay que buscar su "élan vital' es en la función docente, que inauguró el 10 de
marzo de 1921 como catedrático de Psicología y Lógica en el Colegio Nacional. Tendrá a su
cargo también la primera de estas asignaturas en la Escuela Normal de Profesores. El decreto
Nº 15984, del 9 de abril de 1923, lo integra al profesorado superior desde donde dictará
Derecho Internacional Público hasta las vísperas de su partida al frente. Será continuado
sucesivamente por Enrique Bordenave, Cecilio Báez e Hipólito Sánchez Quell.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
hubo cuatro varones. Tal el origen de la progenie intelectual, social y de la cultura que se ha
mantenido hasta estos días.
Ascendiente de aquél era don Juan Bautista Rivarola y Acosta, de cuyas nupcias naciera,
entre otros, don Octaviano Rivarola y Díaz de Bedoya quien como su inicial antepasado
contrajo nupcias tres veces, la última con doña Emerenciana Bogarín, de cuya unión nació -
sexto entre diez hermanos -el después Dr. don Juan Bautista Rivarola y Bogarín, pensador
ilustre que viera la luz primera en Santaní un 8 de setiembre de 1892 y falleciera el 30 de abril
de 1957.
Después de cursar el bachillerato en el Colegio Nacional, viaja a Buenos Aires para seguir
estudios de medicina, mediante una beca concedida por decreto 1715, del 3 de marzo de 1914.
Al mismo tiempo que la carrera, cumple tareas de investigación en el Instituto de Medicina
Experimental bajo la dirección del célebre Dr. Angel H. Roffo. A poco de su permanencia en la
Argentina estalla en la provincia de Córdoba el movimiento de la Reforma Universitaria (15 de
junio de 1918), con vanos de cuyos líderes se vincula.
Transcurridos casi tres lustros entre los porteños regresa al país en 1927, enfervorizado
por los incidentes del fortín Sorpresa. Algo más tarde, el 7 de mayo de 1928, el diario "La
Nación" de esta capital anunciaba que al día siguiente pronunciaría, en el salón de actos de la
Facultad de Derecho, su conferencia sobre "La nueva generación", calificándoselo de "joven
estudiante". Vendrá seguidamente una extensa actividad profesional y docente, su actuación
en la guerra, por la que obtuviera la Cruz del Chaco y la Cruz del Defensor, sus funciones en la
sanidad militar -en la que alcanzara el grado de coronel- y finalmente sus pesquisiciones
históricas, que lo convertirían en académico.
El primero de ellos es, ante todo, una profesión de fe reformista, situación que lo coloca a la
altura de los argentinos Gabriel del Mazo, Saúl Taborda y Julio V. González; del oriental Carlos
Quijano, del peruano Antenor Orrego, por no mencionar sino algunos. Esas aproximaciones
serán suficientes para calibrar la calidad de su ideario, nutridas de pasión hispanoamericana.
Comprendió muy bien el problema de la unidad de nuestra América y la necesaria actualización
250
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
de las universidades, que aquí se cumplió, desgraciadamente, con dos décadas de atraso
(1929). No sólo trató temas propios de la realidad cultural sino aquellos que se referían (y se
refieren) al ingreso a una modernidad plena. Su cita de Ortega (el que visitó Buenos Aires en
1916 y al que había escuchado y leído) implica una verdadera revelación. Esa pasión y esa fe en
la libertad de estos pueblos, que eran bandera de la reforma, se patentizaron en su segunda
obra.
El pensamiento nacional espera quien lo escriba. Cuando esto ocurra quedará inscripto el
nombre de Juan Bautista Rivarola, valioso exponente de cultura y paraguayo ejemplar.
Fuentes:
Raúl Amaral
Los Rectores
Los Precursores
(1993)
251
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1. La modernidad inicial
a) Legado de don Carlos Antonio López y del doctor Juan Andrés Gelly -Ambos
próceres retoman en 1850 los ideales universitarios inicialmente sustentados por Hernandarias
entre 1598 y 1603. Tanto las propuestas como las meditaciones de don Carlos están dirigidas a
ese fin. Ya en su mensaje de 1844 expresa: "A pesar de las graves atenciones el Gobierno no
ha separado su vista de la enseñanza de la juventud. La ignorancia de una nación ha sido
siempre el gran fondo de los díscolos y de los ambiciosos".
Los claustros empezaron a funcionar el 1º de marzo de 1890, o esa dos décadas después
del martirologio de Cerro Corá. Inicia sus actividades el Consejo Secundario y Superior con la
presidencia del doctor Zubizarreta también Rector de la Universidad- y la secretaría del Dr.
Ramón de Olascoaga, jurista vasco de reciente residencia en el país. El primero de los
nombrados era a la vez decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, donde
enseñaba Derecho Natural.
252
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
a) la propensión espiritualista;
Alumno y seguidor de ambos fue el ya mencionado Dr. Zubizarreta, que había llegado al
país en 1871 y que comenzó a explicar los referidos principios filosóficos en su cátedra de
Filosofía General, en el Colegio Nacional, desde 1878 y en la de Derecho Natural en la
Universidad.
Desde distintas ramas del derecho fueron asimismo predicadores de esta doctrina los
doctores Olascoaga, Federico Jordán y en el orden de su difusión escrita el doctor Carlos
López Sánchez. Colateralmente fijó parecidos rumbos el doctor Manuel Fernández Sánchez,
español como los anteriores y que era médico dedicado a las disciplinas históricas.
Todos ellos son los denominados “padres de la modernidad cultural del Paraguay" en su
segundo tramo (1870 – 1900), así como don Carlos Antonio López y el doctor Gelly lo habían
sido del primero. Toca aclarar que el posterior auge del positivismo se verifica en propiedad
desde 1903 en adelante, cuando se crea la cátedra de Sociología de la que el doctor Cecilio
Báez, discípulo de Zubizarreta, es titular.
La predica e influencia del krausismo se desvanece desde mediados de 1902, una vez
producido el fallecimiento del doctor Zubizarreta.
a) La ceremonia de graduación
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Otro de los que figura en la nómina es el doctor Benigno Riquelme, pero con su
nominación el 5 de agosto del mismo año. Por ese motivo no participa de la ceremonia de
graduación.
Cabe consignar que, de los mencionados, Báez tenía 31 años y Villamayor, 28, siendo
ambos asuncenos; Emeterio González, tenía 29 y procedía de Paraguarí.
Toca consignar los títulos de las respectivas tesis, que fueron impresas ese mismo año:
Cecilio Báez: "Ensayo sobre la libertad civil”, Emeterio González: "Derecho civil de los hijos
sacrílegos", y J. Gaspar Villamayor:"Disertación sobre el derecho de copia". El acto al que se
calificó de "verdadera fiesta" estuvo encabezado por el Presidente de la República, don Juan
G. González, y su ministro de Justicia, Culto e Instrucción Cívica don Pío Otoniel Peña.
Igualmente concurrió en pleno el Consejo de Ministros, sumándose los integrantes de los tres
poderes del Estado, profesores, el jefe político y numeroso público.
Las crónicas de época hacen saber que "el ejército se asoció con sus bandas de música"
y que el pueblo, que contemplaba la ceremonia, prorrumpió en vítores, juntamente con los
estudiantes, al término de la misma. Este espectáculo de conciencia ciudadana y patriótica,
que colocaba al Paraguay entre las naciones civilizadas del mundo, no se volvió a repetir.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
a esa generación recuerda que “La espantosa lluvia de sangre" producida por la guerra no
pudo dejarle "otra herencia que la de las lágrimas y el venerando recuerdo de los progenitores,
mártires en el culto de la patria".
Siente que la juventud "abre las puertas de la esperanza" y que de ella dependerá la
regeneración nacional. Confiesa más adelante que cree haber inspirado a sus discípulos "algo
de ese espíritu filosófico, que debe sacarse de las aulas para fecundizar con los grandes
principios de la verdad la otra enseñanza que comienza después, la más ardua, la que tiene
que adquirirse en el trabajo constante, con el contacto del mundo, en el estudio del corazón
humano, en la lucha de las pasiones con la razón y de la razón con las pasiones".
En cuanto a su tesis, conviene advertir que no se aparta en mucho del estilo y la temática
de su alocución. En ella hace referencia a la conciliación de la libertad con el poder, añadiendo
que éste "debe servir sólo como fuerza conservadora y protectora de la libertad.
omnipotencia del Estado y el principio de autoridad, tan invocado entre nosotros, cedan a la
autonomía del individuo, principio y fin de todo derecho, y a la supremacía de la ley, condición
sin la cual no puede reinar el orden en la sociedad política".
Son los que van desde la fecha de graduación hasta prácticamente el alborear del 900,
extendiendo dicho segmento temporal hasta 1902, año en que tienen lugar dos
acontecimientos de evidente trascendencia:
II) La polémica desatada a partir del 17 de octubre, entre el maestro Cecilio Báez y su
discípulo, el joven estudiante de derecho y periodista Juan E. O’Leary, quiebra generacional
que da lugar a la aparición de la tercera revisión histórica, ya que la primera fue iniciada por el
propio Báez en 1888 y la segunda por Blas Garay en 1896.
Son los que impone la generación novecentista, que ha tenido como primer mentor y guía
al Dr. Zubizarreta, y después a dos de los graduados del 93: Cecilio Báez y Emeterio González.
El primero desde la sociología y el derecho y el segundo desde la filosofía. Esa "tercera
modernidad" tiene como característica principal el desenclaustramiento cultural del país, la
apertura de los estudios hacia conocimientos generales y en particular el sentido de
universalidad, que uno de los beneficios de la prédica de los maestros españoles ya citados y
luego del mismo doctor Báez, convertido en mentor principal, aunque con orientación a partir
del 900. Ese tramo se mantiene hasta las vísperas de guerra del Chaco, que no sólo alcanza a
conmover, por sí misma, las bases sociales, económicas y culturales de la comunidad nacional,
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Los herederos de los novecentintas, o sea los nacidos entre 1890 y 1910, quedan, en
mayoría, sumidos en otras actividades que las características de la inteligencia y se vuelcan al
periodismo, a la cátedra explicativa, a la actuación parlamentaria, sin cuidarse de la formación
de discípulos y menos de crear una nueva expresión generacional.
Bastión en realidad valioso y hasta puente entre dos épocas, fue la "Revista de Derecho y
Ciencias Sociales", iniciada en 1927 y desaparecida en 1944, la cual a lo largo de 17 azarosos
años mantuvo la tradición jurídico-cultural comenzada por Zubizarreta y prácticamente
finalizada por Báez, cuya fecha de fallecimiento, ocurrido el 18 de junio de 1941, debe
considerarse como todo un símbolo.
(1993)
257
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Anunciación a Borges
Así fue que le escribimos con tres meses de anticipación a nuestro traslado (la vieja
sangre materna neerlandesa que llevamos no nos permite muchas improvisaciones), carta que
tuvo su respuesta cinco días más tarde. Allí se advierte que se trataba de materializar ideas y
directivas trazadas por O’Leary.
Cargamos nuestro frágil carameguá con abundante provista "literaria" entre la que se
contaban libros, opúsculos y varias revistas de mayor o menor antigüedad. Don Juan había
Incluido un paquete con trabajos suyos que para mejor distribución hubo que reubicar.
258
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Borges en estos términos: “Al brillante intelectual argentino don Jorge Luis Borges con mi
mayor simpatía". No dudando que se trataba de un acontecimiento sin precedentes, incluso
personal, si se tiene en cuenta el apego del maestro a los lineamientos intelectuales de su
generación, quitamos algunas fotocopias -procedimiento no muy difundido por aquella época -y
las guardamos. Una segunda reproducción de ellas es la que aquí se ofrece como testimonio
que honra en mucho a la cultura paraguaya.
Borges nos recibió con una cordialidad exquisita de antiguo criollo que al fin de cuentas es
y la primera pregunta estuvo referida a la edad de O’Leary, ponderando los trazos seguros de
su firma. Se la dijimos y con una leve sonrisa que quizá disimulaba su emoción señaló "Tiene
casi la edad de mi padre". Y desgranó varias recordaciones y anécdotas del Dr. Jorge Borges,
hombre de grande y refinada cultura.
La dedicatoria y el Paraguay
Nos pidió que agradeciéramos vivamente al maestro por el envío de su libro y que como
no tenía vista para leer que le hiciéramos conocer el contenido de la dedicatoria. "Dígale al
señor O'Leary -en ningún momento lo mencionó sólo por su apellido-, según costumbre porteña
que me disculpe si no le retribuyo con algo mío porque dependo de los editores, los que, como
se sabe, no son muy pródigos en la entrega de ejemplares".
259
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Como en uno de sus versos, "el vago azar y las secretas leyes" nos acercaron,
transcurridos los años, más de una vez. Solía recibirnos con un: “¡Qué dice el paraguayo!
¿Cómo andan por aquella tierra?"
No sería raro que su prodigiosa memoria pudiera repetir y aun ampliar estas
circunstancias, que tuvieron lugar hace ya 28 años.
Varias otras actividades cumplimos en esa misión que duró hasta agosto y a la que hizo
alusión expresa el maestro O'Leary en su presentación a nuestra conferencia sobre "Fulgencio
R. Moreno y las ideas de la generación del 900” pronunciada en el paraninfo de la Universidad
Nacional el 27 de noviembre de 1956. Pero de todas ellas, persistió en nuestro espíritu el
recuerdo de Borges, ameno en el mano a mano, cuando se siente liberado de los asedios de la
inquisición periodística.
Estas páginas han sufrido los vaivenes de la existencia de su autor, pero felizmente
hemos podido rescatarlas porque ellas unen a dos grandes escritores de sus respectivas
tierras.
(1984)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1
La primera edición de este libro Cartas a la juventud paraguaya, vio la luz hace casi medio
siglo. El país y el mundo han soportado muchos avatares desde entonces con protagonistas de
diversa tendencias y variada calidad doctrinaria. Y no es que el panorama actual de ambos, por
vía de comparación, sea distinto sino que es otro. Las realidades nacionales de nuestra
América no han conseguido aun establecer los fundamentos de una realidad de conjunto como
la soñaron los Libertadores, como fue la demanda de la Reforma Universitaria de Córdoba en
1918 ("estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana") y el
sentir de los jóvenes de toda una época.
Mientras tanto cada pueblo va dando su propia versión y haciendo posible, en la medida
en que los signos exteriores se muestran menos amenazantes, el trazado de ese tape guasú
que pueda servir de confluencia y que hasta hoy sólo alcanza a tocar las márgenes de la
ilusión.
No Importa, porque se trata de una tarea que si ha marcado un comienzo no ha requerido
termino. Una función de nacionales dispuestos a fundamentar las bases de una nueva vida sin
la cual esta que se sobrelleva no merecería ser. La experiencia del Paraguay implícita en la
común del Río de la Plata, por constituirse en símbolo de nación fundadora, tiene, para reforzar
la teoría juvenil el antecedente de un ayer aureolado de hazañas (en ambos heroísmos: el civil
y el militar) y la esperanza de un futuro que en mucho depende de la lucidez patriótica y de la
ortodoxia moral de todos.
La rebeldía histórica de los mancebos de la tierra fue, en verdad, una empresa de jóvenes
y probablemente encierre, en sus finales, la característica de una auténtica eclosión
generacional. Muchachos surgidos de este ámbito salieron para fundar la argentina Santa Fe
de la Vera Cruz y allí encendieron la tea del movimiento de los "Siete Jefes", el 30 de mayo de
1580. También los encontrará en vigilia la palabra de Antequera, el verbo de Mompox y la
conflagración más que bélica de los comuneros hallará cauce en este continente de nuestros
antepasados y aquí cerca no más, en Corrientes, provincia guaranítica.
2
Los jóvenes no lo son por decreto biológico, proceden como tales porque deben dar
testimonio de la época en que les corresponde actuar siendo no simples espectadores sino
protagonistas principales. La urgencia que en ellos suele observarse proviene de esa
necesidad, no siempre bien interpretada por los que comenzaron antes. Su ausencia de
contemporización y la rigidez de sus preceptos en el caso de que pudieran serlo en totalidad se
originan en la suposición no del todo inadvertidas de que hay que agrandar el espacio de lucha,
hacerlo posible para que otros transiten por él.
El ánimo con que se prepara este emprendimiento tiene mucho que ver con el "ánima", la
efusión espiritual que, como en ninguna época de la existencia, sabe anudar su mismo signo
con el clásico que dice que cuerpo y alma se identifican en la criatura humana para un
determinado fin. La preponderancia del uno sobre la otra no hará más que denunciar que en
ese mecanismo armónico por así llamarlo por razones expositivas algo falla, ya que esa
descompensación no puede producir más que alteraciones.
Si se lee bien el plan de estudios del Colegio Nacional de la Capital con vigencia entre
fines el siglo anterior y comienzos del presente, y con mayor razón los lineamientos del
aprobado en 1904, bajo la dirección del Dr. Manuel Francos se descubrirá que esa era su
intención primordial, aunque, como es lógico, primaran en los quehaceres intelectuales. Con
ese criterio fue integrándose la generación del 900, nucleación poco menos que excepcional
por la calidad de sus representantes, modelados en sus inicios por maestros "de saber y de
virtud", como los krausistas que se constituyeron en padres de la cultura paraguaya moderna
(Zubizarreta, Olascoaga, Fernández Sánchez, Jordán), todos españoles, y los nativos como
Emeterio González y Cecilio Báez.
¿Tenían acaso los novecentistas un programa que aventure a sospechar una identidad de
miras, si bien manifestada por sendas que en más de una fueron opuestas? Las proposiciones
que pudieron enumerar a lo largo de tres lustros ¿eran nada más que el resultado de una
conducta adoptada al alborear la madurez o el sedimento de aquello que permanecía larvado
desde los días juveniles y que era como la consecuencia de la orientación impresa por esos
262
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
conductores intelectuales?
Sería osado afirmar que mediara entre ellos un invisible y tácito acuerdo para señalar el
destino de esa generación cuyos límites (los nacidos entre 1870 y 1880) interpretara con tanta
oportunidad el Dr. Gualberto Cardús Huerta -uno de ellos- en 1922. Pero es indudable que ha
sido ese impulso juvenil el que los ha identificado y aquellas normas las que en mayoría
tomaron como punto de partida.
3
Un estudio minucioso dedicado a determinar cuáles fueron las premisas que movilizaron
la inquietud novecentista sería de suma utilidad para esclarecer las que anidaron en
promociones posteriores. A eso obliga la progresión dialéctica de nuestro proceso cultural,
anhelosa ya de coger más que atisbos superficiales, certeros resultados. Porque quienes
arribaron más tarde y se agitaron dentro y fuera de las aulas eran consecuentemente
portadores de aquella docencia. Los que nacieron entre 1890 y 1900, con actuación a partir de
1915, tendrán la misión de favorecer una síntesis que ayude a interpretar ese auge del
pensamiento doctrinal a nivel teórico -que habría de señalar desde 1911 en adelante, la
declinación de las formulaciones positivistas (Spencer, Taine, Renan) para dar lugar a otras no
por asombrosas menos insólitas: Fichte, Bergson, Boutroux, Fouillée, Guyau, marcando estos
tres últimos una notoria evolución.
Esos adalides juveniles recogieron en lo literario la versión modernista brindada de 1901
en adelante por los adelantados del novecentismo propiciando la tercera y cuarta etapas del
modernismo local ("Crónica" no sería más que una posta de paso), que estuvo vigente hasta
las vísperas de la guerra del Chaco. El periodismo militante habrá de atrapar a la mayoría, que
dejaron en páginas esporádicas no escasos jirones de su inteligencia. Sin embargo allí
aprendieron a comunicarse, a descender a la arena no comúnmente tranquila, y a bajar el tono
del estilo, que siendo a veces algo oratorio devino coloquial.
Y es en 1925 que llega de reemplazo otra remesa: la de aquellos que vieron la luz primera
entre 1905 y 1910, sin que esta cronología deba ser, por cierto excluyente. Ella ha dado
nombres para la meditación y la profundización teórica; historiadores que airearon la
metodología y que accedieron a las cátedras por méritos indiscutibles; novelistas que se
adentraron en su discreta sociabilidad desnudándola por medio de la introspección y del
análisis; poetas que se enfrentaron al hecho social y que proveyeron a su modalidad lírica de
acentos de universalidad hasta esos instantes desconocidos a través de los temas eternos de
la muerte y del destino humano. No se ha hecho todavía un recuento serio, documentado y
veraz de la trayectoria de ese núcleo, que no abarca a los egresados de un solo
263
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
4
El doctor Alejandro Marín Iglesias une a sus muchas cualidades personales y a la
indeclinable firmeza de su actividad pública, la no menos privilegiada de ser guaireño, o sea
ciudadano de la antigua Provincia del Guairá e hijo de la Villa Rica del Espíritu Santo, en sus
épocas fulgurantes y dentro de su conformación geográfica, algo así como la Córdoba de estas
regiones.
De su valle trajo ese fervor que lo acompaña en sus altos años y la lozanía de su prosa, el
espíritu docente de su magisterio de escritor. Por eso este epistolario, que se manifiesta
intencionalidad cívica, puede constituirse en una "silva de varia lección", aunque su temática
esté vinculada al objeto de su título.
Los jóvenes paraguayos a quienes estaban dirigidas estas páginas no lo eran menos que
quien las firmaba. Tenían ellos una tradición de lucha no muy lejana aunque sí efectiva y
estaban situados en un universo que no había alcanzado a padecer -tal vez si a presentir- el
asedio de las barbaries contemporáneas, cuyo primer fogonazo lo representara la Segunda
Guerra Mundial. Claro que ellos habían hecho su experiencia y su bautismo de fuego en los
cañadones del Chaco o en Isla Poí, donde Estigarribia aparecía rodeado o acompañado más
que por estudiantes-soldados, por una verdadera guardia de honor.
Sobre una hecatombe prevista -no importa la distancia ni la dimensión- y sobre otra, más
cercana, que había dejado señales indelebles en la vida y el alma de dos naciones vecinas y
bolivarianamente hermanas, se expandían los designios de una juventud a la que era preciso
apoyar en procura de rumbo, primero, y de meta, después. Lo que pasó con el correr de las
muchas horas pertenece a aquella zona del espíritu que no ignora dónde han quedado -sin
olvido posible- tanta "sangre, sudor y lágrimas” derramadas a lo largo y a lo ancho del mapa del
Paraguay sin más compensación que la justicia póstuma o la esperanza lejana.
Y si todo se transforma -para aludir a una cita conocida- también hay en él un remanente
que requiere permanencia para que lo eslabonado ayer contribuya a la cadena vital del
mañana.
Siendo así esta contribución del Dr. Marín Iglesias no podría recibir el calificativo de
"ociosa", en cuanto a que lo de otras edades no corre para los requerimientos del presente.
Porque nada mejor que advertir para guiar, y enseñar para que la existencia tenga una
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
renovación acorde la configuración doctrinal del país que, a los fines de la comunidad de
naciones, debe ser uno solo, cualesquiera sean las diversificaciones internas tan necesarias
como el agua y el aire.
Los muchachos de hoy -que trabajan, piensan y acrecientan su desvelo, que deben ser,
desde luego, los más -carecen de obras que les permitan situarse en los andariveles de su
propio quehacer. A falta de maestros -cuya ausencia es notoria- bien pueden suplir ese vacío
libros señeros como éste, que no pretende el desvío de nadie hacía corriente alguna sino
fortalecer la conciencia de los que aún no han consentido la penetración del consumismo y de
la superficialidad.
El calendario no se deshoja impunemente, desde luego. La naturaleza no alberga
mutaciones caprichosas, muy cierto y comprobado. Pero en medio de ambos hay algo que
persiste en mantener su vigencia: la memoria histórica del país, que no es conjugación de mero
pretérito sino preanuncio de porvenir. Se dirá que esta obra intenta volver sobre las huellas de
un tiempo ya cumplido, que no es –Perogrullo dixit- el que rige, para bien o para mal, sin que
esto importe aceptar de hecho ningún fatalismo. Mas, una nacionalidad, al igual que quienes la
conforman, no puede prescindir de los capítulos de su propia existencia. Y es por ese motivo
que quizás no sea descaminado recordar que al fin de cuentas todo ha de tratarse como en
una transferencia de juventudes, que recurriendo a un pasado, un presente y un mañana, logre
acertar con la imagen de una sola, permanente juventud.
Aparte dos aportaciones de interés: "Preparación integral de la juventud paraguaya" por el
Tte. Cnel. don Basiliano Caballero Irala. Y "Juventud y renovación" por el Dr. Bacon Duarte
Prado, en sus respectivos volúmenes, es poco lo que a nivel de pensamiento y teoría puede
encontrarse acerca de una temática de tanta trascendencia. Aunque desde un ángulo bien
definido, éste del Dr. Marín Iglesias servirá para escoger una diferente posición y, además,
para acrecentar la bibliografía y hacer más provechosa la aproximación a ella.
Cartas a la juventud paraguaya, libro manuable y sencillo "Vuelve al camino", para decirlo
en lenguaje cervantino. Y lo hace en una hora en que aquellos que la interpretan a nivel de su
ideario y de su ética comienzan a intuir que sólo por sí mismos, por su propio esfuerzo, darán
con el tape guasú de la conciencia nacional.
(1985)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
El episodio que va a relatarse es muy poco conocido o para decir verdad totalmente
desconocido. Tuvo repercusión en su tiempo, pero luego fue desvaneciéndose, como todos los
acaeceres de la vida cotidiana, la “petite histoire" de cada día, que, sin embargo hace a la
grande. No lo han recogido sus numerosos biógrafos extranjeros y mucho menos los
comentaristas locales. A pesar de tan significativo olvido puede afirmarse que él conforma uno
de los rasgos más humanos de la personalidad de don Rafael Barrett, en ciertos casos
reducido a la ortodoxa condición de apóstol libertario que asumiera aquí sin mengua de sus
antecedentes personales y sociales.
¿Quén era?
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Bien trajeado, con cierta apostura inglesa, frecuentaba, antes del enojoso asunto, la ruleta
de Montecarlo y se imponía por su "elegancia", actitud de la que abominará después, ya entre
nosotros. Fue, además, actor y padrino de algunos encuentros de los denominados
“caballerescos", en los que tuvo por acompañante al ilustre don Ramón del Valle Inclán, cuya
amistad frecuentara.
La llegada
Tanto para escapar al ambiente en que por entonces actuara cuanto para probar y
posibilitar nuevas experiencias se embarca con rumbo a Buenos Aires, ya opulenta
“cosmópolis” cantada por Rubén Darío y, por consiguiente, capital europea del Río de la Plata,
situación que para desgracia del país limítrofe no ha podido superar hasta ahora. Durante largo
tiempo, a pesar de las referencias de Ramiro de Maeztu que fueran incorporadas a la primera
edición de sus incompletas "Obras Completas", en la serie de prólogos que las antecede se
creyó que su tarea carecía de precedentes en España.
Por tradición se sabe que su arribo ocurrió en plena efervescencia revolucionaria, esa que
se iniciara en la zona sur y culminara con el Pacto Pilcomayo, el 12 de diciembre de 1904, en
apariencia "sin vencedores ni vencidos" según se dice cuando olímpicamente el uno va a
aplastar al otro, seguro de su fuerza. Venía Barrett con un amigo, el pianista Joaquín Boceta,
dispuesto a hacer notas para "El Tiempo" de Buenos Aires por interés de su director don Carlos
Vega Belgrano (nieto del vencido de Tacuary y Paraguarí). Nada se sabe acerca de la
concreción de dichas funciones.
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cultura nacional.
Puede afirmarse por su lado no lo intuiría siquiera que con su presencia y la de Viriato
Díaz Pérez (8 de agosto de 1906) quedaba clausurado el ciclo de los grandes maestros
españoles, padres de la cultura paraguaya moderna, que se abriera en la primera posguerra
con don Victorino Abente, don Ricardo Brugada y el Dr. Ramón Zubizarreta.
Casamiento
Comienza en 1905 a publicar sus más tarde célebres "glosas", y antes de darse de lleno a
la faena profesional, cumple con el desempeño de tareas burocráticas, a las que renunciara
para dedicarse solamente a sus escritos.
Tiene espacio aun para dictar cursos y conferencias de índole científica en el Instituto
Paraguayo, que las publicaciones asuncenas promocionan abundantemente.
Morirá lejos, entre los pinares de Arcachón, escuchando los rumores del Cantábrico y
ante la desolación de su tía Susan, un 17 de diciembre de 1910. Sus restos se han perdido,
pero su estrella reaparece en nuestro cielo cada vez que debemos convocar a la justicia, a la
belleza, a la decencia y al bien.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
El drama
Los grandes jardines de las suntuosas residencias y los pequeños de las casas humildes,
perdidas casi entre el verde del follaje, están poblándose de propietarios y visitantes que
gozarán, con las primeras sombras, de la fresca brisa que se anuncia desde el sur.
Todo es tranquilo, sereno. En el sillón presidencial se halla un jurista, el Dr. Cecilio Báez,
y a pesar de que el periodismo se muestra inquieto, parece haberse recobrado
momentáneamente el antiguo, prestigio de la comunicatividad, que abarca a todos los niveles.
Ahí cerca no más, aguardando la combinación que ha de llevarlo a Villa Morra, está don
Rafael Barrett, que aquel día ha tenido que cumplimentar intensos quehaceres. Viste de traje
claro y en su mano derecha sostiene lo que hoy se denomina un "portafolios" con papeles,
proyectos, ideas. Reside con su esposa en aquel sector alejado del centro.
Aborda el tranvía, en el que también se instala Josefina. Otros vecinos se dispersan por
las veredas y ven partir el vehículo con la indiferencia que produce la costumbre.
Algunas damas agitan sus pantallas de caranday, los hombres acomodan sus "bombines"
o sus chambergos, y todo hace suponer que será igual, hasta que de uno de los coches surge
un alarido que quiebra la armonía de la tarde y el ánimo de los paseantes.
Una mujer se precipita envuelta en llamas y sale gritando, sin saber a dónde ni por que.
Está poco menos que convertida en eso y aturdida por el dolor. Los muchos
contempladores del dramático espectáculo continúan estupefactos sin ensayar alguna
reacción. De pronto, el caballero de la barba rubia que también viajaba y que iba
entreteniéndose con el repaso de algunos de sus apuntes, sigue a la víctima y entre gritos,
llantos y azoramientos, logra sujetarla; su serenidad ayuda a contener a aquel despojo
humano.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Una señora ofrece su casa para atender en ella a la joven hasta que se presente la
cansina ambulancia a tracción a sangre, pero el santoró de su mena se opone a tan noble
gesto. "Otros vecinos -indican las publicaciones- más caritativos aunque más pobres, recogen
a la víctima".
Amor al Paraguay
Pretende una leyenda, subsistente a riesgo de las numerosas rectificaciones habidas aquí
y en el exterior, que don Rafael Barrett (un de Álvarez de Toledo al fin de cuentas, especie de
hidalguía moral que nunca desaparece del todo) haya sido un "enemigo" de nuestra tierra y, no
obstante haberse asimilado a ella en la forma en que lo hizo, un "antiparaguayo" de
pensamiento y obra. Es hora de evaporar semejante monstruosidad porque si alguien dio
pruebas de cariño, projimidad, comprensión y cercanía a lo hondo de la paraguayidad,
simbolizada en su pueblo, ese es, precisamente, don Rafael.
No fue su enfermedad, ni las sombras por tal motivo proyectadas en su alma y que
sobrellevara con un silencio tan digno como elocuente, las que incidieron en su espíritu para
obligarle a asumir deberes sociales y doctrinarios que no había traído de España a excepción
de los fundamentos de una sólida cultura y que brotaron en este ámbito, en lo que calificaría de
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
su "pequeño jardín desolado", cuando apenas dos años después acarreaba muertos y heridos
en medio de las balas cruzadas en el famoso "2 de Julio de Albino Jara".
¿Y acaso no ha sido este acto de heroísmo una nueva muestra de su indeclinable amor
al Paraguay?
(1986)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Las dos carátulas -tragedia y comedia- prolongan en la ficción lo que es tan solo reflejo de
la vida. Acentúase la una sobre la otra a medida en que los personajes, o uno solo, cumplen su
cometido en el ámbito de alguna de ellas.
Este pensamiento inicial se relaciona con el recuerdo del coronel Albino Jara a quien en la
biografía firmada por don Alfredo L. Jaeggli se le denomina "un varón meteórico".
En realidad, no fue del todo eso, sino la característica de los acontecimientos a los que el
inquieto y rebelde militar (un contrasentido profesional) acopló su existencia.
También comparte las aulas con Eusebio Ayala y Francisco L. Bareiro, más adelante
están: Adolfo Riquelme, Manuel Franco y Eugenio A. Garay, nombres todos ligados de una u
otra manera a su trayectoria posterior.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Se dice que alcanzó a cursar dos asignaturas del cuarto y que, siendo ya presidente,
concurría a la Facultad vestido de civil, rasgo que en mucho lo honra.
En el informe que rinde el 21 de marzo posterior (luego habrían de acapararlo las furias
de Marte) da detallada cuenta del movimiento de la repartición confiada a su responsabilidad,
acompañando su texto con varios cuadros anexos concernientes al uso de la sala de lectura,
extravío de ejemplares, compra de libros, servicio de préstamo y encuadernaciones.
Hace saber que se han enviado circulares para obtener el rescate de los volúmenes no
devueltos, a la vez que indica el hecho de no haberse llevado a la práctica ningún sistema de
registro.
Entre los autores incluidos se cita a los siguientes: Harmilton (el de "El Federalista”),
Altamira, Spencer, Fouillée, Guyau, Kant, Giner de los Ríos, Posada, Ihering, Lombroso,
Ramón Zubizarreta, Cecilio Báez, los chilenos José Toribio Medina y Vicente Pérez Rosales y
el cruceño Gabriel René Moreno.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
No obstante persecuciones (no debe dejarse de lado, para enjuiciar la que le fuera
destinada la anterior vinculación de Barrett con los cívicos) y otras contingencias, varios
periódicos impresos continuaron saliendo, algunos con esporádica suspensión, como "El
Diario", que denunciara como auténticos los fraguados amores del Presidente provisional con
una artista teatral, y otras con mayor asiduidad como "El Tiempo", "La Capital', "El Nacional',
"Los Principios", "La Prensa" y "El Día", que ven la luz en esa época.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Pero a pesar de la euforia oficial sostenida por un núcleo de legisladores adictos don
Albino seguía moviéndose entre sombras.
Dos de ellos [iniciativas] de evidente interés y que si se hubieran materializado otra seria
la imagen de la cultura nacional. Salieron, Indudablemente, de la mano de Manuel Domínguez,
pero es Jara quien firma ambos decretos, que estaban destinados a producir efectos de
incalculables alcances.
El ideario reformista entendía que ésa era una de las formas de "airear" la enseñanza, de
facilitar el ejercicio de la docencia sacándola de su asfixia burocrática y de aproximarla al
pueblo. Esta frustración ha de interpretarse como una de las más serias ya que pocas veces se
la llevó a cabo en el futuro, aun sin la mención de tal precedente.
El restante fue la organización del Instituto de Historia y Geografía del Paraguay, según
disposición suscrita seis días más tarde, el que estaba destinado a llenar el espacio de una
Academia o de una Comisión de Cultura como no existían por aquellas en el Río de la Plata.
Sus propósitos eran los de "estimular toda clase de conocimientos científicos y artísticos".
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Godoi, titular de la Biblioteca Museo y Archivo y por los señores don Enrique Solano López y
don Fulgencio R. Moreno.
Una "gaffe" memorable oscurece la calidad de tan bellas iniciativas: el 22 de abril de 1911
se fija la fecha del 12 de octubre de 1813, declaración de la República, como la de la auténtica
independencia trasladándose así su conmemoración.
Sus sucesores lo quisieron endulzar dándole una "beca dorada" para "perfeccionar
estudios militares en Europa" con la apoyatura de 500 pesos oro mensuales cifra nada
desdeñable.
Por fin el 12 de mayo de ese año recibe una herida mortal mientras huía a caballo y
rodeado del silencio de sus adversarios muere en Paraguarí. Sus cenizas descansan en el
camposanto de su ciudad natal.
Muchas cosas se fueron con él. Pero más allá de los pintoresquismos al uso habrán de
perdurar esas desconocidas imágenes suyas: la del estudiante, la del bibliotecario y la del
gobernante que también acarició sueños de cultura.
(1986)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1. Época y Antecedentes
Los preparativos del Álbum Gráfico comenzaron en agosto de 1910 por parte de la
empresa editora de Ramón Monte-Domecq y Cía., con el propósito de hacer coincidir su
aparición con la celebración del centenario del 14 y 15 de Mayo.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
elementos informativos que trascendieran el simple material de lectura de tiraje casi siempre
reducido, presentación rústica y difusión restringida.
Mas, tanto el Bristol como sus coetáneos, y quizá rivales, asuncenos, debían reducirse -
más éstos que aquél- a los avatares de una rigurosa anualidad. Y si bien la existencia era
lánguida y un tanto contemplativa, los hechos se sucedían y consumaban inexorablemente y
nuevas necesidades surgían de ellos. Sin embargo, no con mucha rapidez en cuanto a su
denominación, esos almanaques -que no pocos hogares solían conservar más que como
recuerdo por los variados elementos de utilidad que conservaban en sus páginas- cedieron sin
violencia, y desde 1903, el paso a las llamadas guías.
En verdad, el apelativo destacaba una diferente denominación, sin superar más que en
detalles las características de los consabidos almanaques. Puede señalarse, eso si, como una
distinción bien marcada, el abandono de las generalidades, una atención más ceñida a lo
propio y la presencia de ilustraciones fotográficas, borrosas y hasta ingenuas, aunque de valor
documental en cuanto a testimonio.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
En sus páginas puede observarse que por ese medio el país busca dejar señalada su
expresión -que vale tanto como su autenticidad- y, como lo confesará su director, brindar una
imagen del Paraguay destinada a captar el interés ajeno, al tiempo que ofrecer a los nacionales
y a los residentes, la ocasión de contemplar el camino recorrido, en esa penosa pero firme
reconstrucción, que ninguna adversidad (y fueron muchas) lograría impedir del todo, ni antes ni
después.
2. El propósito y su historia
Toca afirmar que intención de don Arsenio fue la de presentar una versión "aunque rápida
de la vida nacional durante un siglo”. O sea: que esa visión se extendería a los sucesos
ocurridos a lo largo de una centuria, pero con un sentido de actualidad, acoplando así pasado y
presente. Era esta una forma de ofrecer a la consideración de los habitantes intramuros y de
los lectores del exterior un panorama no circunscrito a estrictos límites locales, procedimiento
que desde el 70 en adelante venía siendo de uso cotidiano. En el concepto de López Decoud el
Álbum debía constituirse en una especie de resumen antológico –los distintos capítulos delatan
esta idea- de las luchas sostenidas por la Nación paraguaya en el orden de los diversos
aconteceres que signaron su vida, en la misma medida que las metas propuestas y sus
resultados.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Mas, el inconveniente de mayor calibre con que hubo de tropezar, unido a la tardía
compilación del material escrito y gráfico, fue el de la carencia de casas fotograbadoras y de
talleres de imprenta en el ámbito local (los de Hans Kraus eran muy buenos, pero a escala
reducida), pues por sus características se veían impedidos de dedicar a semejante obra
jornadas enteras que serían indispensables a las tareas de composición e impresión.
Concentrarlas fuera del país -si bien con la ganancia en cuanto a calidad y dignidad estética-
significó resentir los plazos y dejar librado a otras instancias lo que hubiera podido, en
condiciones favorables, resolverse aquí.
Ha quedado dicho que a pesar de las apremiantes circunstancias con que tuvo que
conducir el trabajo, y del sentido, desde luego, comercial de la obra, López Decoud no se privó
de fijar los trazos tanto culturales como doctrinarios que habrían de definirla. En esto se
patentizan los planos en que se concierta el programa:
Podría afirmarse, con amplio margen de seguridad, que este es el Álbum en que nuestro
900 plasma y proyecta -con intención temporal- el acta testimonial de su actuación, venida de
la última década del siglo XIX ("el gran siglo", como lo llamó el maestro O’Leary) y asumida en
plenitud en la primera del siguiente. Los novecentistas acceden a realizar un rencuentro de
ayer –que no deja de serles familiar- para que su madurez, parejamente de tragedia y
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
esperanza, pueda encontrar el necesario punto de fusión con el presente, pasando así ello a
convertirse de espectadores o de indirectos recipiendarios, en actores directos de la trama de
su tiempo. Por esa causa es que este Álbum tiene un incalculable valor documental; el querer y
quehacer de toda una generación (la única y más brillante que haya tenido el Paraguay) se
hallan evidenciados en sus páginas, aun más allá de los nombres concretos de sus integrantes.
Es de este modo cómo López Decoud logra resumir, extrayéndola de su propia experiencia, la
esencia de ese ideario, y así dice la obra:
Para poner en marcha esta idea había que escoger los acompañantes. Justo será
reconocerle a don Arsenio que supo hacerlo con destreza. Debe señalarse que desde julio de
1908 el ambiente se había cubierto -en lo intelectual y en lo ideológico- de espesas nieblas de
desconfianza y falta de fe. A la desazón colectiva se unían los repliegues individuales. Y el
vaivén de los acontecimientos no cejaba de agitarlos. Tómese en cuenta que cuando este
Álbum empieza a preparar su andanza -agosto de 1910- ha caído un gobierno y quien manda
es un vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo. El 25 de noviembre de ese año asume la
primera magistratura don Manuel Gondra; un golpe de Estado lo aleja el 17 de enero de 1911,
mes y año en que don Arsenio se pone al frente de la edición. Mientras ésta se tramita, el
Coronel Albino Jara se posesiona de la presidencia, pero en julio tiene que resignarla ante el
asedio de muchas presiones, íntimas y ajenas. Finalmente, al coronar la impresión, doce
meses más tarde, quien ejerce de Presidente es don Eduardo Schaerer, tras el inexorable
provisoriato de don Emilio González Navero.
Suponemos que tantas tribulaciones alcanzarán sino a explicar en todos sus alcances,
por lo menos a justificar ciertas sombras que, con atingencia a un plan de estricta uniformidad,
no hubieran debido presentarse en épocas normales. Esto también clarifica el denuedo con
que don Arsenio cumplió su labor, no privándole tampoco de la lucidez necesaria para la
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Desfilan por estas páginas dos románticos: don Juan Godoi (1846-1926) y don Enrique
Solano López (1858-1917); un solitario, ubicado en extremos de dos tiempos y no siempre
guardando el equilibrio entre ambos: Cecilio Báez (1862-1941), y el resto integrado por
novecentistas netos: López Decoud (1867-1945), Domínguez (1868-1935), Moreno (1872-
1933), O’Leary (1879-1969) y Pane (1880-1920), maduros todos o de avanzada juventud
durante la década inicial de este siglo. La inclusión de Blas Garay (1873-1899), muerto
trágicamente a los 26 años, debe interpretarse como el reconocimiento a un ausente cuyo
pensamiento carismático (más que su propia persona) produjera fuerte impacto en su
generación. Y no debe olvidarse que en todo momento acompañó a los novecentistas
paraguayos un acentuado espíritu de cuerpo, como aquí, una vez más, queda demostrado.
Para cada uno de quienes lo apoyaban en la empresa tuvo don Arsenio [López Decoud]
palabras de reconocimiento, que iban más allá de la común amistad o del solidario vínculo de
letras e historia. Señalemos en este aspecto que las dedicó respetuosas a Godoi y Báez que
eran sus adversarios en el terreno ideológico, tanto como para [Enrique] Solano López a quien
además de coincidencias doctrinales lo acercaba notorio parentesco. Igualmente encomió la
presencia del sabio Dr. Moisés S. Bertoni (1857-1929) único extranjero de esa serie –según
aclara- y la colaboración de O'Leary, en quien destaca el valor que entraña su aporte para la
dilucidación integral de la guerra de la Triple Alianza, ensayo con el que el joven docente
inaugura, de manera sistemática y metodológica, un tema que habría de consustanciarse con
su vida.
Aunque el volumen figura dividido en dos partes: la que trata del Paraguay Antiguo (p. 11-
210) y la que abarca al Moderno (p. 211-360), en realidad debe admitirse como una tercera
partición esa segunda seguida por numeración romana de III a CXXXVI en la que se expone el
movimiento bancario, industrial y comercial.
No habrá de cerrarse este sector del comentario sin llamar la atención sobre la extensa
galería fotográfica que destaca los rasgos más evidentes de la sociabilidad nacional, cortesía
muy propia de don Arsenio y, por consecuencia, nada extraña en quien había dedicado diez
años atrás singulares meditaciones a la mujer desde las páginas de su breve pero interesante
libro: Sobre feminismo.
283
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
poema. En ellas recuerda al "selecto y delicado espíritu" de López Decoud y agrega que éste
"ha querido que vea la luz menos efímera del opúsculo mi homenaje al centenario de la
independencia de nuestra República";
b) Como dicho Canto se diera a conocer en folleto antes de la impresión del Álbum, cabría
la sospecha de que algún oculto motivo hubiera decidido su exclusión. No lo aclara don Arsenio
en su explicación final y tampoco el poeta al sumar su poema a Cármenes, once años más
tarde;
e) Otra inferencia puede centrarse en el hecho de que al terminar, la impresión del Álbum
(30 de junio de 1912, según el colofón) habían sido depuestos, a su vez, Jara y su inmediato
reemplazante, don Liberato Marcial Rojas, quienes, separadamente, habían decretado y
consumado la adquisición de ejemplares. Quizá haya sido esa circunstancia la que incidiera en
la exclusión del poema que hallara tan amplia cabida en el diario del defenestrado Jara;
f) Al final de esa escueta introducción al Canto y como queriendo afirmar el sentido del
mismo, Fariña Núñez recuerda haber levantado ese poema en el momento en que "otros"
(léase Jara) "alzaban el puñal contra la libertad". Como se verá más adelante, don Arsenio
podría haber tenido iguales o parecidos escrúpulos;
g) Lo cierto es que el Canto Secular, con todas las características de separata de una
obra de mayor aliento, apareció en folleto por los mismos talleres gráficos que imprimieron el
Álbum, con idéntica tipografía y clase de papel. Sólo variaría tamaño, acorde con la distribución
del texto.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Con las firmas de Rojas y Audibert -extrañamente soslayado el ministro de Justicia, Culto
e Instrucción Pública, Dr. Federico Codas- se dicta el 4 agosto un decreto mediante el cual, en
virtud de la Ley del 20 de mayo de 1911 (época de Jara) se concreta la suscripción oficial a
razón de 100 pesos por ejemplar, lo que hacía un total de 100.000. Cuatro días después por
similar disposición, se establece la forma de pago, de acuerdo con el convenio celebrado con el
director: una cuota de 50.000 al firmarse el contrato, y dos de 25.000 cada una, a pagar el 8 de
setiembre y 8 de octubre siguientes. (Don Arsenio había resignado la Intendencia el 5 de julio,
siendo reemplazado por el poeta Francisco L. Bareiro, luego Ministro de Hacienda. El
recordado "Panchito" Bareiro -1878-1930- de la epístola de Gondra).
Toda esa operación se realizó a impulsos de la buena fe, como era el signo de los
tiempos, pues el Álbum recién estaría en la calle ocho meses después de abonada la última
cuota.
7. El aniversario móvil
Resta, finalmente, una tercera causa a la cual adjudicar el retraso en la aparición del
Álbum imputable por supuesto, a los vientos cambiantes de nuestra vida institucional. Ella se
asienta en el insólito decreto de lo que sin ironía alguna podríamos denominar: aniversario
móvil, surgido de la imaginación del Dr. Domínguez (hagámosle justicia al decir que los
fundamentos no eran tan deleznables, aunque si dudosos) y prohijado por el Presidente Albino
Jara.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Sintetizamos los altibajos del asunto, en medio de los cuales deambularían las luego
fallidas esperanzas de que pudiera el Álbum aparecer en la prometida fecha del 14 de mayo:
b) ¿Por qué tanta precaución? Los considerandos (el Dr. Domínguez, inteligencia de lujo,
dominaba por igual la lógica, la casuística histórica y la metáfora literaria) recordaban:
2) Que lo verdadero era que el Congreso del 12 de octubre de 1813 había proclamado
la República "declarando resueltamente nuestra lndependencia política";
c) Pero la “verdadera" va siendo otra, por lo que enseguida se aclaran las intenciones:
1. Imposible celebrar en Mayo por el actual estado del país, de las finanzas del
gobierno y por "los enormes gastos ocasionados por la última rebelión". (Cabría
preguntarse, aunque fuera sotto voce: ¿Cuál? ¿Cuáles?)
d) A pesar de esto último, el Presidente Jara resuelve que la fiesta oficial tenga lugar en
octubre de 1913. También, y con evidente anticipación, el artículo 2º dispone pedir al Congreso
que "declare feriados algunos días" de ese imprevisible futuro;
e) Sin perjuicio de todo lo enunciado, una Ley del 12 de mayo de 1911, en homenaje al
centenario de la independencia, documento suscripto por Liberato Rojas, titular del Senado, y
Antolín Irala, de la Cámara de Diputados, declara feriados los días 13 al 20 de mayo. Dicha
Ley, en contradicción con lo anterior, es firmada por Jara, pero ya no la refrenda el Dr.
Domínguez sino el ministro del Interior, por entonces don Cipriano Ibáñez;
f) No pararían allí los desasosiegos de la celebración: bajados del poder Jara y Rojas,
consumado el inevitable interinato de don Emiliano González Navero, en plena presidencia
constitucional de don Eduardo Schaerer, surge el decreto Nº 1165 (ahora las disposiciones
oficiales llevan numeración) del 10 de octubre de 1913, dos días antes de vencerse el plazo
establecido por el Dr. Domínguez. En su texto se manifiesta que subsisten las causas que
motivaron el decreto de prórroga (las armas de Jara eran esgrimidas según oportunidad por
sus contrincantes sin mayores molestias) y por lo tanto se lo transfiere a los días 14, 15 y 16 de
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por fin, un decreto más: el 1237, del 27 de octubre de 1913, resuelve, con relación a lo
precedente, que se constituya la comisión encargada de organizar las fiestas conmemorativas
de la Independencia en 1914. Se prestaron a integrarla: el ministro del Interior, Dr. José P.
Montero, como presidente; el Dr. Francisco Pecci, secretario, y en calidad de miembros los
señores Ernesto Egusquiza, Dr. Ernesto Velásquez, Dr. Luis A. Riart, Dr. José P. Guggiari, Dr.
Venancio Galeano, D. Estanislao Pereira, Dr. Cecilio Báez, Dr. Ovidio Rebaudi, D. Carlos R.
Santos y el Dr. Pedro P. Peña.
Varios senderos, "que se bifurcan", aunque no siempre con la debida y deseada nitidez,
serán los que conduzcan a las diversas interpretaciones a que podrían tanto la letra como el
espíritu de la Introducción con que López Decoud deja inaugurado el Álbum y donde procede a
exponer su programa.
Pero del desglose de su texto, realizado para dividir lo meramente expositivo de lo que es
su ideario, pueden nacer otros pensamientos adjudicables a su autor, que no muy a simple
vista parecen manifestarse desde distintos niveles temporales en un afán que deseando ser de
reafirmación, aparenta conducir a una no solicitada aunque sí aguardada justificación.
Las oscilaciones a que estuvo sometida la concreción del plan, las contradicciones
exhibidas, por los titulares del poder público -según turnos-, las mutaciones, unas veces
sorpresivas y otras de premeditada violencia, el desacomodamiento en trance de erosión
espiritual de no saber a ciencia cierta qué golpe de timón (o de Estado) favorecería o no las
circunstancias propicias al fracaso o éxito de la empresa en la que asimismo arriesgaba su
prestigio personal fueron escollos que, sin proponérselo tuvo que sortear don Arsenio. Mérito
suyo ha sido el de haber sacado indemne y a la luz el propósito, llevándolo a buen puerto.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Pero él, como todas las gentes de su generación que varias veces se quemaron las alas
en las plazas, en los atrios electorales, en las revoluciones, reconstituyéndolas al roce de los
ateneos y de las aulas había adoptado para con los hechos, seres y cosas de su país una
posición militante (transparentada, además, en el ejercicio del periodismo de opinión), y tal vez
fuera en resguardo de ella que concibió la parte final de la introducción, un algo diferente a la
serena exposición del principio, quizá redactada sin el asedio de horas y acontecimientos
candentes, como los que le tocara vivir entre 1910 y 1912.
Párrafos decisivos contiene ese prefacio, como si en él López Decoud hubiera creído
oportuno desdoblar sus meditaciones sobre el destino nacional, que mucho lo hostigaron a
pesar de cierto nostálgico "europeísmo" y de las raíces ríoplatenses de su formación cultural.
Siempre hizo gala de una paraguayidad sin concesiones ufanándose en mucho de sus
orígenes familiares, sin por ello orillar o desdeñar los bienes de la modernidad, que le eran
generacionalmente consustanciales y que justificaban el universalismo no cosmopolita de sus
compañeros novecentistas, cuyos afanes compartió siempre.
En ese término de labor hay dos zonas plenamente identificables, aunque no a muy
simple lectura. Y es desde una de ellas que le tocara aludir a las vicisitudes y circunstancias
adversas que imposibilitaron la perfectibilidad de la obra (preciso será tener en cuenta que se
está frente a un esteta que nunca arrió el estandarte de su esteticismo como tampoco el de su
refinamiento personal). Pero, no obstante ello, el objeto primordial no dejará de cumplirse, ya
que lo seduce la pretensión, bien fundada, de que "con todo (el libro) dará la idea aproximada
de lo que es este país, tan mal tratado por los que no lo conocen". (Setenta años después la
óptica no ha variado mucho).
Quiere rescatar para su tierra el antiguo concepto de civilidad, que en horas históricas
impusiera su abuelo don Carlos; de ahí la presteza por declarar cuál es el auténtico rostro del
país, sustentado desde un remoto ayer. Y con ello, con esa predisposición orgullosa que en
modo alguno podía ser confundida con presuntuosidad, por ser él quien era, creía poder
enfrentar a la calumnia (las más de las veces asalariada y otras ignorante) que se gozaba con
rebajar el país, haciendo abstracción de lo que históricamente había sido y de lo que, en esa
actualidad, representaban sus gentes. Y condensa de este modo expresiones que encendían
su ánimo y que lo ilusionaban en cuanto al cometido que suponía no sin razón debía llenar este
volumen:
"Él dirá –afirma- que no fuimos la horda de bárbaros fanatizados, el millón de salvajes al
que debió redimirse por la sangre y por el fuego. Que hicimos patria, que intereses poderosos
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
nos la deshicieron y que la reconstruimos pacientemente". Hoy, por suerte, por influencia de las
nuevas corrientes historiográficas puede saberse cuáles fueron esos "intereses poderosos" y
quiénes los manejaron.
Enseguida desciende don Arsenio a las bases étnicas de la nacionalidad, temática afín a
las ideas de su tiempo, señala las posibles [causas] de la homogeneidad que preside la
formación de este pueblo y termina en una confesión que lo define y que viene a ser como el
sello distintivo de su generación: “Amamos nuestra tradición y nos es grato conservar nuestro
dulce y poético idioma guaraní, y él y ella, a pesar de todo, nos mantendrán unidos a través del
tiempo y de sus vicisitudes". Equivale esto último, en particular, más que a la resultante de una
confesión, a una afirmación de la conducta y de la confianza en la supervivencia de los valores
troncales de la nacionalidad, confesión tanto más luminosa si se considera que provenía de un
verdadero caraí guasú, descendiente de un hogar ilustre, que dominaba, además de los dos
que le eran propios, cuatro idiomas extranjeros (inglés, italiano, portugués y francés),
traduciéndolos, y que entre los salones de sociedad y los patios del pueblo no reconocía más
que diferencia de matices, sin asomo de demagogia para unas o para otros. La aristocracia que
se le adjudicaba, y que quizá él de buen grado aceptara, era nada más que el trasunto de una
distinción espiritual.
La enérgica definición de los párrafos finales permite sospechar que López Decoud podría
haber acusado, aunque sin mencionarlo, el impacto del Jarismo, que era después de todo una
tendencia sin sustentación doctrinal, condenada a indolora extinción (como ocurrió) sino el del
propio Albino Jara, los ramalazos de su "arte de gobernar" y aquellos expansiones (no las que
con injusticia se le han adosado) que tendían a presentarlo tal vez como en lo íntimo no
deseara ser: una "fuerza de la naturaleza".
Don Arsenio parece dar a entender que no deben ser confundidas las glorias del viejo
ejército con los escarceos de un "militarismo" (así lo califica) locuaz y movedizo, antítesis de la
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
condición profesional del verdadero soldado. Ese militarismo (el subrayado es ahora nuestro)
es el que ha ocasionado "revoluciones" y "cuartelazos", que confina a la condición de
"accidentes desgraciados". Sus arremetidas más implacables son contra el "caudillaje militar"
(ese que algunos han supuesto despuntar en Jara), que, según su concepto, "no ha podido
arraigar en nuestro organismo”. Se trataría, pues, de exuberancias esporádicas de alguno que
otro ambicioso en desvelo.
"Sentimos -dice- real admiración y respeto por nuestros gobernantes de antaño y por
nuestros verdaderos héroes, por esos soldados, capitanes y generales en cuyos pechos jamás
brilló un entorchado, humildes y modestos, desprovistos de ambiciones innobles, para dejarnos
deslumbrar y domeñar ahora por salteadores de galones de honores y de prebendas", más
claro, agua.
Se complace en afirmar que el país "no corre el peligro de caer, y lo hemos probado, bajo
el dominio duradero de un déspota galoneado", respondiendo con esto a probables
insinuaciones nacidas de la animadversión o del infundio.
"La experiencia vendrá -termina esperanzándose- y con ella el ansiado imperio del orden,
fructífero en bienes".
Joya de la bibliografía nacional -aun en su reedición presente, o por ello mismo- seguirá
siendo este Álbum Gráfico de la República del Paraguay salido de las manos de uno de los
nietos de don Carlos Antonio López -siempre honradas y leales- como si con su conducta de
escritor y de ciudadano hubiera querido prolongar el entronque y la continuidad de una función
de cultura, iniciada por el Presidente prócer, hace casi siglo y medio, en una afirmación
paraguaya volcada hacia la extensión de nuestra América
(1987)
290
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Debe recordarse que el español (denominado así en su conjunto) más que el castellano,
ha tenido aquí una trayectoria y no pocos avatares que vienen de lejos.
La lengua escrita, adscripta a las particularidades de la época, no armonizará del todo con
la hablada (como es común) sino a través del testimonio de un mestizo como Rui Díaz de
Guzmán, nuestro primer cronista histórico y también el iniciador de la narrativa local. Por
consecuencia y aunque no se lo confiese la imaginación paraguaya (y por consecuencia su
proceso literario) puede ostentar la robustez de casi cuatro siglos.
Quizás en algún probable futuro podrá estudiarse, con el magisterio póstumo del doctor
Morínigo, la evolución de la lengua española en el Paraguay (procedimiento que ya ha
intentado para el guaraní el señor profesor doctor don Dionisio González Torres), sin desdeñar
la prosa originaria de sus cronistas foráneos, necesitada de saber desde dónde y hasta cuando
la aleación fue exitosa entre mestizos, criollos y sus respectivos descendientes.
2
Como parece que las lenguas muertas van al omanóva rendá119 de la historia sólo cuando
el ámbito de la cultura y la movilidad social adoptan nuevos modos de expresión, poniéndolos
en la vía de alguna nueva modernidad (siempre, a cada tiempo, las ha habido), el castellano
hispánico, lejos de ser un sobreviviente, continúa en su calidad de titular de comunicación, en
los niveles oral y escrito, por lo cual es de aguardar la resurrección de su prestigio y la retoma
de su mejor tradición, que es, desde luego, la que viene del pueblo.
La palabra suelta y desinhibida que se observa en el Quijote, con sus nada ortodoxas
119
omanóva renda: guaraní. lugar o propiedad de los muertos
291
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
interjecciones, es hija de una proyección que va más allá del estrecho margen vital de su autor.
Y debe reconocerse que no obstante el apego cervantino y la cualidad de narrarlos, de acuerdo
a situaciones propias de su tiempo y de los lugares que le tocó transitar, su ubicación en la
posteridad reside en el acierto de haber hecho uso de ejemplos y elementos humanos que sólo
suelen producirse a distintos niveles y en presencia de gentes y circunstancias que, aunque
separados geográfica o idiomáticamente, puedan reflejar el drama o la comedia de cada
hombre y su época.
Sería de fatigosa extensión el enumerar las peripecias (que tales son porque la vida
misma lo impone) de la lengua española en nuestro entorno histórico, en una medida más
amplia, y si se quiere complementándola, que la iniciada por el profesor Morínigo.
Ya se sabe, por inevitable progresión dialéctica que lo hablado y lo escrito, desde las
horas fundacionales en adelante, contienen distintas formas y presentan diferentes matices,
como no podía ser menos puesto que una lengua representa al ser que la contiene, en todas
sus instancias. Es de pensar (y este aspecto no ha sido aún estudiado) que el sistema de
comunicación oral de los mancebos de la tierra (y por descontado sus propios códigos), y en
modo particular de los mestizos, no era el mismo que el de sus padres y abuelos y tal vez
tampoco el de sus parientes cercanos como el criollo Hernandarias.
El maestro don Delfín Chamorro, que encabeza la nómina, bien que privilegiada, de la
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cultura nacional.
que se suele denominar "Escuela de educadores del Guairá" (Cardozo, Riera, Carísimo, Sardi)
es ejemplo viviente de esa toma de conciencia que significaba la necesidad perentoria de
mantener en toda su pureza posible, la lengua internacional de los antepasados. Y se propuso
enseñarla, aceptando, y hasta superando para nuestro medio, el magisterio augusto de don
Andrés Bello, sin desdeñar los aportes que la lingüística había desarrollado hasta ese
entonces.
Y fue así que el guaireño Chamorro (nadie osará retacearle esta glo-ria) comprendió
como pocos o como ninguno que el destino del Paraguay estaba unido a la solución del
problema de su mediterraneidad no geográfica sino mental y que para trascenderla era preciso
hacer fondo en la entraña hispánica que era, y tendría que seguir la única vía posible de
nuestro desahogo cultural.
Hasta hace pocos años, al menos de medio siglo, existían en territorio nacional
comunidades cuyas formas de expresión (con referencia a lo hispánico) se mantenían en su
mayor pureza, con el agregado de inevitables localismos. Claro está que podrá argumentarse
que ese fenómeno distaba de ser insólito, ya que se había presentado en algunas provincias
argentinas y en ciertas regiones chilenas, debiendo añadirse las consecuencias del aislamiento
geográfico y la facilidad de intercomunicación (no aplicada sino implícita) de los vecindarios y
comunidades sociales asentadas en una misma jurisdicción.
120
ava ñe’ê: guar. el habla del indio (o del pueblo); karai ñe’ê: el habla del señor (personaje de mayor peso social, económico o
político, asociado a menudo al criollo o europeo) – nota de la edición digital.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Es dado reconocer que las lenguas (orales o escritos) son producto de un inevitable
proceso de transculturación, a pesar de que la demagogia patriotera tarde en reconocerlo. La
mejor prosa de Natalicio González, corochiré del Guairá, tiene raíces francesas, así como
anglosajonas las de Arturo Bray y germánicas las de Eligio Ayala, por mencionar sólo a los que
le dieron al español paraguayo una entonación distinta.
6
El denominado “quijotismo” ya ha sido expuesto hace algunos años bajo el cielo mismo de
la Villa Rica del Espíritu Santo, pero en gracia del calendario habrá que agregar a los antiguos
conceptos la comprobación de que desde la posguerra del 70 se produjo un incalculado
impulso del espíritu hispánico, nacido de la participación de los maestros krausistas españoles
que participaron de la creación del Colegio Nacional (1877) y de la Universidad (1889).
Por otra parte habrá que exhumar el valioso ensayo del doctor don Ignacio A. Pane: "El
Quijote desde el punto de vista sociológico”, en el que sigue la huella positivista de Guyau. Este
trabajo se publicó en 1913. Tres años más tarde don Juan Emiliano O’Leary ya producía, junto
a un célebre soneto: "Don Quijote en el Paraguay", una de sus más bellas prosas celebratorias
dedicadas a sus alumnos y que pueden leerse en "El libro de los héroes" (1922).
Parafraseando al gran pensador oriental uruguayo don José Enrique Rodó, habría que
decir (¿y por qué no afirmar?) que España es el Paraguay de Europa y el Paraguay la España
de esta región sur de nuestra América.
(1997)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Sabido es que nuestro país ha vivido horas urgentes y de prueba y que situaciones
derivadas de sus luchas internacionales (en defensa de su soberanía amenazada) no le han
permitido crear una tradición o, mejor dicho, una continuidad de cultura que facilite el
anudamiento de sus diferentes etapas, Tampoco ha existido aquí esa actividad biblíofílica
como prolongación de los ocios del "rico home", que generalmente invierte en libros caros y
raros su dinero o su tiempo, ya por pasión o por deleite.
¿No hemos tenido, entonces, bibliófilos? Hemos tenido, ante todo, bibliógrafos, que sin
pretenderlo directamente y más bien en forma colateral, han ido accediendo a la bibliofilia
considerada en uno de sus aspectos: el volumen añejo, cuya data es como una marca de
familia, una expresión de temporalidad. Por otra parte, esos libros fueron unidos a otros,
mezclados, casi diríamos, y adquiridos no por sus cualidades, intrínsecas sino por su utilidad
de objeto de vistosidad externa.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Mas, estimamos necesario exponer inicialmente el caso de don Enrique Solano López
(aquel hijo del Mariscal que fue honra y decoro de la antigua sociedad paraguaya), que si
puede ser considerado como nuestro adelantado en bibliografía nativa por la temática que
reuniera, especialmente , debe ser presentado también como nuestro primer bibliófilo.
Don Enrique, niño héroe de Cerro Corá y el segundo de los hijos del Mariscal habidos de
la señora Elisa Alicia Lynch, regresó al país en 1890, después de largo y doloroso ostracismo,
que abarcó veinte años de su vida. En cuanto le sonrió levemente la fortuna se hizo el
propósito de regresar a la tierra natal.
Después de una estada en París viaja a Buenos Aires, donde reanuda su recuento
bibliográfico sobre la guerra de la Triple Alianza, quizá por entonces con la no publicitada
intención de justificar la actuación de su padre y brindar los elementos necesarios a la aparición
de una nueva historiografía.
Veremos más adelante que no quiso concretarse solamente a eso. (Cabe aclarar que
recién cinco años después de él retornará don Juansilvano Godoi, otro caballero de cultura,
mas corresponde la honra a don Enrique de ser el primero).
Ha de afirmarse, sí, que la tarea de bibliófilo de "Solano López E." (como solía firmar) es
una consecuencia de su otra importante de lector, pues no mostró inclinaciones de convertirse
en simple y anecdótico coleccionista. Su biblioteca fue algo viviente y en marcha; además de
su constante préstamo de libros, don Enrique asesoraba a los historiadores y hasta en sus
viajes al exterior servía de generoso intermediario de sus amigos, que lo fueron tanto los
románticos como los novecentistas.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Expresa don Manuel Gondra cuya sabiduría en materia de libros nadie ha osado
desconocer en una epístola de 1897: "Sé que el señor Decoud (don José Segundo) tiene
también uno en su valiosa biblioteca (se refiere al controvertido "Catecismo de San Alberto", en
su edición paraguaya de 1863) e indudablemente lo contará en su rica colección D. Enrique
Solano López, el más diligente de los bibliófilos paraguayos".
Extensas serán las alusiones de Gondra a don Enrique. Al tratar sobre la "Historia y
bibliografía de la imprenta en el Río de la Plata", obra del polígrafo chileno José Toribio Medina,
reconoce que es de difícil adquisición (conviene aclarar que había sido editada en 1892, o sea
un lustro antes) y añade: "El ejemplar que yo he leído me lo ha facilitado don Enrique Solano
López, que lo posee en su abundante e inestimable biblioteca".
En carta a Blas Garay, del 8 de noviembre de 1896, recuerda Gondra su visita a Fuerte
Olimpo, en 1889, y se refiere a la leyenda que observó en el pavimento de la fortaleza. No tuvo
el cuidado de anotarla por eso la cita de memoria; “pero sé que D. Enrique Solano López -
señala- la tiene anotada en su cartera de viajes y si llega a leer estas líneas podrá rectificarla si
ella es inexacta". También le comenta el anuncio de que don Enrique, "en sus exploraciones de
bibliófilo" (son sus palabras) había hallado en Brasil otro ejemplar de la obra atribuida a Molas,
además de haberle solicitado al mismo don Enrique el ejemplar de su "Carranza" corregido.
Queda cerrado así, con esta breve mención, el capítulo destinado a la bibliofilia en el Paraguay,
sobre cuya evolución mucho resta investigar y escribir. La síntesis que hemos ofrecido se ha
centrado en torno a la figura de don Enrique Solano López, porque a él se deben –insistimos-
los aportes iniciales.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Juan Andrés Gelly (cuya biografía, trazada por la mano ilustre de R. Antonio Ramos, está por
aparecer), reeditada por Natalicio González en París (1926) como “El Paraguay, lo que fue, lo
que es y lo que será”.
Ildefonso Antonio Bermejo dará a conocer "Un paraguayo leal” en 1858: dos años
después aparecerá el Almanaque o anuario popular y literario para año bisiesto 1860 contenido
en 66 páginas. Pero previamente había sido distribuido el "Catecismo político y social para los
alumnos de la Escuela Normal" que es de 1855 y que debe reputarse como el único impreso
por orden de don Carlos. Esa etapa, tan fecunda en realizaciones, se clausura
bibliográficamente con otro libro del mencionado Bermejo: "La Iglesia Católica en América"
(1862)
¿Con qué elementos podría contarse para trazar un panorama de nuestra bibliografía,
que comienza a formarse básicamente en los alrededores de 1890? Pues, con algunos
catálogos, cuya nómina daremos siguiendo el orden cronológico, de más fácil acceso al público
lector:
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1912: “Biblioteca de José Segundo Decoud, estadista del Paraguay" (sic). Catálogo
detallado en secciones, conteniendo nombre de editores, número páginas, clase de
encuadernación, tamaño y fecha de impresión. Fue editada en volumen de 462 páginas. La IV
Sección es de "Historia y literatura, ciencias y política de la República del Paraguay", p. 225 /
272.
Finalmente, en 1970, Carlos B. Fernández Caballero editó en los Estados Unidos una
sinopsis bibliográfica denominada "Aranduká jha kuatia ñe'e”.
2) Transcurridos cuatro años el Dr. Viriato Díaz Pérez publica un comentario: "Sobre una
Bibliografía de bibliografías paraguayas”, en "Revista Paraguaya", Asunción, Nº 2, p. 26 / 37;
donde formula numerosas aclaraciones;
5) Por último, entre fines de julio y comienzos de agosto de 1971, uno de los principales
bibliógrafos paraguayos residentes en el exterior, José Antonio Pérez Echeguren, ofreció, a
través de 200 asientos bibliográficos, una "Bibliografía del Dr. Cecilio Báez”.
Estimamos que conviene hacer una corta discriminación acerca de algunos de los aportes
mencionados: El "Catálogo de la Biblioteca Nacional” vale, más que nada, como obra de
referencia y a estas alturas del tiempo sólo puede tener mero valor documental. Se trata, en
realidad, de un reservorio de libros destinados a un servicio público, por cuya causa su nómina
es amplia, estrechándose como lo hemos señalado en la de procedencia nacional. Don Arsenio
López Decoud, desde las páginas de "Sobre feminismo" se quejaba, en 1901, de no haber
podido hallar en anaqueles más que una sola obra de la especialidad. Se comprueba que luego
300
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
de tres años aparecen algunas más: "La mujer ante el socialismo” de Augusto Bebel;
"Derechos de la mujer" de Bridel; "Enfermedades de las mujeres" de Tomas Gaillard; "Manual
de las señoritas” de Ana María Poveda y "La esclavitud femenina" de John Stuat Mill.
Debe aclararse al respecto que el del feminismo era tema de época, o sea hacia el 900; al
mismo supo referirse el Dr. Báez y reiteradamente el Dr. Pane, cuya tesis universitaria se
denomina, significativamente: "La mujer ante la causa obrera".
También por ese tiempo habían actuado dos feministas extranjeras: la uruguaya (o tenida
como tal) Dora Belén de Sárraga y la conocida como Baronesa de Wilson que en realidad era
española y se llamaba más prosaicamente Emilia Serrano. Es la misma que nos dedicara aquel
romance que terminaba: “Adiós suelo generoso / leal tierra paraguaya / con tu corona de flores
/ y tu mano de esmeralda". Y una feminista criolla: Ramona Ferreira, que llegó a fundar un
periódico novecentista "La voz del siglo".
Se observa buen acopio de literatura clásica, teoría literaria, alguna literatura romántica
(inexistente la modernista), más un poco de filosofía, entre ella alguna de absorción ambiental:
el krausismo, leído a través de las traducciones de don Francisco Giner de los Ríos, Tiberghien
o González Serrano, y el positivismo, mediante copiosa bibliografía de Spencer, especie de
socio filósofo de moda.
301
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Y también Hugo, Balzac y Zola, entre los aspirantes a la inmortalidad. Una aclaración
importante tanto allí como en la Biblioteca "Solano López" figuraban ejemplares de la Diferencia
entre lo temporal y eterno del P. Nieremberg, ahora misteriosamente evaporados. La lista se
cierra con la copiosa Baronesa de Wilson y su América en fin de siglo, en la p. 87.
121
Este catalogo fue preparado y editado bajo los auspicios del Dr. Rafael Calzada.
122
Cecilio Báez, Resumen de la historia del Paraguay desde la época de la conquista hasta el año 1880.
Seguido de la historia particular de la instrucción pública desde el gobierno de Domingo Martínez de Irala
hasta nuestros días, Asunción, 1910. p. 224.
123
Juansilvano Godoi, Mi misión en Río de Janeiro y Asunción, 1897
302
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Biblioteca Nacional. Hemos de recordar, eso sí, que dicho catálogo fue editado tres años
después de la muerte del mencionado hombre público (1909).
Por su parte el Dr. Binayán toma como base el comentario crítico de Adolfo P. Carranza, y
se remite a la cita de que la nuestra se trata de “una literatura caracterizada por los escritos en
verso, recopilaciones de artículos y algún ensayo histórico. Tan ilícito es pretender modificar
bruscamente tal estado común, por otra parte, a los orígenes literarios de muchos países como
suponerlo eterno...” La bibliografía comprende 17 asientos y en buena parte se apoya en las
referencias de Báez. Igualmente cita el aporte primero de Decoud (cuya versión originaria es
de 1902) como conteniendo "más o menos" los títulos de 700 libros y folletos, 120 artículos de
revistas y 80 mapas124. Trascribe a su vez la crítica de Báez por la exclusión de Godoi. Señala
también, el Dr. Binayán, que no han sido incorporadas obras de filología americana y las
atinentes al guaraní. Lafone Quevedo, Brinton, Cavalcanti, Ludwig, como tampoco la “Revue de
lingüstique et de filologie comparan", que contiene varios artículos sobre nuestro idioma patrio;
además formula el reproche de haber sido olvidadas las "Leyendas de los indios guaraníes" de
Filiberto de Oliveira Cézar (1892) y las de Oriol Solé Rodríguez.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
dirección de Cecilio Báez y José Rodríguez Alcalá, 1915; "El Paraguay ilustrado” editado por
Manuel W. Chaves, 1918; Natalicio González y Pablo Max Ynsfrán: "El Paraguay
Contemporáneo", 1929, por no incorporar sino a los que ya son historia.
Un trabajo concebido con mayor amplitud debería abordar más particularizados temas:
No hemos de cerrar estas esquemáticas líneas sin aludir a los sellos editoriales en la
mayoría provenientes de librerías que han contribuido a poner de resalto nuestra actividad
bibliográfica: A. de Uribe, 1896; Biblioteca Paraguaya del Centro de Estudiantes de Derecho,
1918; La Mundial, 1919; Sylvis, 1922; Ariel, 1925, Surucu'á, 1928; Puigbonet, 1933; Guarania,
1942; Tupã, 1945, estas dos últimas desde Buenos Aires, como igualmente a la breve Editorial
de Indias que lanzó desde París (1925-26) Natalicio González.
Ha de evocarse también a sus heroicos iniciadores y propulsores entre los que no deberá
ser ignorado el nombre ilustre del Dr. Blas Garay como de Ramón de Olascoaga, Manuel W.
Chaves, Juan Stefanich, José María Duarte (cuyas glorias con las artes gráficas acaban de ser
justamente celebradas), Moisés S. Bertoni, Orlando Franco, Ortíz Guerrero, Santiago
Puigbonet, Natalicio González y Anselmo Jover Peralta.
Su mejor uso por parte de autores modernos demuestra un claro progreso, pero en varios
otros se torna imperiosa la necesidad de su aprendizaje. La bibliografía no significa sólo el
conocimiento de los diferentes sistemas de aplicación sino una tarea de ordenamiento ardua y
difícil, que requiere conocimientos, vocación intelectual y devoción por el libro.
124
Se refiere, por supuesto a José Segundo Decoud, A list of books, magazine articles and maps relating to
Paraguay (Books 1638-1903, Maps 1599-1903) A supplement to the Hand Book of Paraguay, pub. in sept. 1902
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
El nombre prócer de don Carlos Antonio López no habrá de ser nunca excluido de este
rito nativo de lenta pero segura práctica, como es el de poner conciencia en el destino (que
todo deseamos alto) de la cultura nacional.
Germán Arciniegas, El continente de los siete colores. Historia de la cultura en América Latina.
Buenos Aires 1965
Horacio Jorge Becco, Fuentes para el estudio de la literatura hispano-americana, Buenos Aires,
1968
Guillermo Furlong, Historia y bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses, Buenos Aires,
1953; t. I. La imprenta en las Misiones del Paraguay, 1700-1727.
Guillermo Furlong, Historia social y cultural del Río de la Plata, Buenos Aires, 1969, 3 ts.
Pedro Henríquez Ureña, Las corrientes literarias en la América Hispánica, México, 1949.
Julio A. Leguizamón, Bibliografía general de la literatura hispanoamericana, Bs. Aires, 1954.
José Toribio Medina, Historia y bibliografía de la imprenta en el antiguo Virreinato del Río de la
Plata, Buenos Aires, 1592.
Arturo Torres Rioseco, Nueva historia de la gran literatura iberoamericana, 3ª ed., Bs. As.,
1960.
Leopoldo Zea, El pensamiento latinoamericano, México, 1965, 2 ts.
Adolfo P. Carranza (Seud. X.X.X.); "Las letras en el Paraguay" (En:"Revista Nacional', Buenos
Aires, 1890, t. XII, p. 313-359. Cfr.: ENRIQUE D. PARODI, "Revista del Paraguay",
Buenos Aires, 1891, t. I. p. 94-96.
Clagett, Helen: A guide to the Law and Legal Literature of Paraguay, Washington, 1947.
Adolfo Decoud; "Las letras en el Paraguay" (En:"Biblioteca Internacional de Obras Famosas,
Londres-Buenos Aires-Santiago de Chile (1910?), t. XXIV, p. 11.992.
Viriato Díaz Pérez, La literatura del Paraguay (En: Historia Universal de la Literatura, compilada
por Santiago Prampolini, 2ª ed., Buenos Aires, 1957, t. XII, p. 295-296.
Alexander Dalrymple, Catalogue of authors who have written on Río de la Plata, Paraguay and
Chaco, London, 1807.
Arthur Elwood Elliott, Paraguay; its cultural heritage, social conditions and educational
problems, New York, 1931
Guillermo Heisecke, La bibliografía sociológica en el Paraguay, Asunción, 1965
305
Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
José Antonio Pérez Echeguren: "Poetas paraguayos en un índice Argentino” (En: “Paraguay en
América" Buenos Aires, Año I, Nos. 5 / 8, setiembre-diciembre de 1969, p. 20 / 22.
José Antonio Pérez Echeguren: "Bibliografía del Dr. Cecilio Báez” (En "La Tribuna", Asunción,
18 y 25 de julio, 1, 8, 15 y 22 de agosto de 1971)
José Antonio Pérez Echeguren: "Una bibliografía paraguaya con omisiones y errores" (Ref.:
Carlos F. S. Fernández Caballero, Aranduká ha Kuatiañee Paraguaí Rempiapocué / The
paraguayan bibliography / A retrospective and enumerative bibliography of printed works
of Paraguayan authors / Paraguay Arandú books. Asunción, Washington D.C., 1970.)
Copia fotográfica p. 1 / 10 proporcionada por el señor Pérez Echeguren al autor de esta
nota)
Marguerite C. Suárez Murias, La novela romántica en Hispanoamérica, New York, 1963.
Maxwell Isaac Raphael and Jeremiah Denis Matthias Ford, A tentative bibliography of
Paraguayan literature, Cambridge, Mass., 1934.
Antonio Zinny, Bibliografía histórica del Paraguay y Misiones. (En: Revista Nacional, Bs. As.
1887-89. v. IV. p. 87-96,179-191, 372-383; v. V. p. 92-96, 168-180, 264-288, 364-384; v.
VI. 373-383; v. VIII. p. 67-94, 185-162, 272-288, 369-383; v. IX. p. 342-383; v. X. p. 67-93.
d) Catálogos
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cultura nacional.
La guerra del Chaco sirvió a la reivindicación de Buenos Aires y a una nueva toma de
posición histórica –que allí se inicia- respecto al Paraguay. Sabido es que de su puerto había
salido la guerra "incivil" encendida por Venancio Flores, cuya culminación fuera la inmolación
de Paysandú. De allí también partió aquella expedición macabra que ayudara -olvidando los
maternos orígenes guaraníes- a traer sangre, fuego y exterminio a este "sagrado suelo" que
cantó el viejo poeta Guido y Spano.
Los sesenta y dos años transcurridos hasta ese entonces significaban a la vez una
acumulada y amarga experiencia. Además, el paso de las generaciones y la prédica americana
y fraterna de Hipólito Yrigoyen desde el gobierno, fueron creando conciencia.
La orgullosa y europea ciudad vivió la contienda chaqueña como propia y toda ella -como
lo estuviera siempre el interior argentino- se puso del lado del Paraguay, es decir -sin ánimo de
ofensa ni menoscabo- del lado de la bella causa.
No era extraño, pues, que el tema de esa contienda terminara interesando a los escritores
del Plata, aún después de su mismo desarrollo. El nombre del Paraguay, a la vez que
contribuía a acentuar la cariñosa expectativa de aquel pueblo, ayudaba a devolverle su perdido
acento continental. Fue así que María de Villarino, alto y valioso exponente de las letras
argentinas y prestigiosa profesora en La Plata, donde residía, se dispuso a trazar, en un
comentario crítico, el primer esquema bibliográfico con que hoy cuenta la historia literaria del
Chaco125.
Múltiples han debido ser los inconvenientes con que tropezara, no siendo el menor de
ellos, la idea remota, casi brumosa, aunque por momentos romántica, que se tenía del
Paraguay. Las páginas que surgieron de aquella inquietud han servido para señalar su
125 María de Villarino; "La novela de la guerra chaqueña” (En: "Sur”, Buenos Aires, Año VIII, Nº 41, 1938); también de la autora; "Nota sobre
la novela de la guerra chaqueña” (En: "Paraguay en América”, Buenos Aires, Año I, Nº 5 / 8, setiembre-diciembre de 1969, p. 14 / 15).
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
primacía. Poco es lo que pudo recoger, pero ha de verse en ello, por sobre todo, el aporte de
una extraordinaria voluntad, porque si nuestro país quedaba, por esa época, intelectualmente
lejos, habrá que imaginarse a qué distancia se hallaría Bolivia.
Dos escollos no logró salvar María de Villarino y que no por eso deslucen su intento: las
historias de la literatura americana que ignoraban robustamente al Paraguay y los ensayos
provenientes de nuestros escritores, que sólo habían circulado fronteras adentro como muestra
de esfuerzos editoriales apenas compensados126. Innecesario será agregar que en librerías se
repetía el fenómeno.
Enrique Anderson lmbert dice que "Paraguay no produjo, en ese tema, novelas y cuentos
128
de alta calidad estética" , afirmación más cercana a la realidad que la de Arturo Berenguer
Carisomo y Jorge Bogliano cuando afirman que "la guerra del Chaco será un incentivo para los
126 Los aportes del Paraguay, hasta 1937, eran estos por orden de fecha: José Segundo Decoud: "La literatura en el Paraguay" 2ª ed.,
Buenos Aires, 1889; Ignacio A. Pane, El Paraguay intelectual, Santiago de Chile, 1902; Ignacio A. Pane, "La intelectualidad Paraguaya” (En:
Álbum gráfico de la República del Paraguay, dirigido por Arsenio López Decoud, Buenos Aires, 1911); Rodolfo Ritter, "El movimiento intelectual
en el Paraguay" (En: "El Economista Paraguayo", Asunción, Año VIII, Nº 2, 22 de enero de 1916); Natalicio González, "Letras del Paraguay"
(En: "Guarania", 1ª época, Asunción, Nº 7 / 8, julio y agosto de 1920); Solano López y otros ensayos, París. 1926; El Paraguay contemporáneo,
con Pablo Max Ynsfrán, Asunción, 1929; Heriberto Fernández, "La literatura paraguaya contemporánea" (En: L’Amérique Latine", París, 2 de
noviembre de 1924. Cfr. "Juventud' Asunción, Año II, Nº 41, 15 de diciembre de 1924); Justo Pastor Benítez, Aspectos de la literatura
paraguaya, Río de Janeiro, 1935.
127 Bibliografía paraguaya durante la guerra, se incluyen Crónicas y relatos: Rigoberto Fontao Meza, Infierno y gloria, Asunción, 1932;
Leopoldo Ramos Jiménez, Los guerrilleros de la muerte. Semblanza de Plácido Jara, Asunción, 1932; Arnaldo Valdovinos (cambia el nombre
por “Osvaldo”) Bajo las botas de una bestia rubia (Episodios de la guerra en las selvas tropicales del Chaco contadas por un combatiente)
Asunción, 1933; (del mismo autor); Cruces de quebracho, Buenos Aires. 1934; Pastor Benitez, Bajo el signo de Marte. Crónicas de la guerra
del Chaco, Montevideo, 1934; Grosso Sosa, El crimen de los cinco apocalípticos. Concepción, Paraguay, 1934; Jose D. Molas. Polvareda de
bronce, Asunción, 1934; José S. Villarejo. Ocho hombres, Asunción. 1934; (del mismo autor): Ojhóo la Sayoiby (sic), Asunción, 1935; Silvio A.
Macias, La selva, la metralla y la sed, Asunción. s.a.
128 V. Historia de la literatura hispanoamericana, II. Época contemporánea, 5ª ed., México, 1966. t. II, p. 275.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
escritores bolivianos y paraguayos"129. Conviene dejar indicado que el total de obras de época,
en ambos países, apenas si sobrepasa la docena.
Por otra parte la experiencia de este conflicto -denominado "La última guerra en
Sudamérica" por el escritor y periodista misionero-argentino (de ascendencia guaireña) César
L. Sánchez Bonifato- será distinta de aquella que en literatura desgarrada y a veces lúgubre
brindara la mundial de 1914 al 18: Remarque Barbusse, Renn, Leonhard Frank, el propio Emil
Ludwing, sólo pueden recordarnos alguna que otra universal demasía.
129
v. Medio siglo de literatura americana, Madrid, 1952, p. 214.
130
v. Medio siglo de literatura americana, Santiago de Chile, 1ª ed., 1936; 2ª ed., 1937
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cultura nacional.
Algo alcanza a vislumbrar del drama. Lo ha advertido en las páginas que le fuera posible
leer, si no muchas, por lo menos atentamente gustadas. Su conclusión de la novelística de los
dos países sirve para desentrañar dos sicologías distintas, dos actitudes no sólo ante la vida, sí
ante el propio destino nacional. "La novela boliviana, en general, es acusadora", afirma María
de Villarino; una acusación que se resuelve a señalar a los verdaderos culpables de esta
desgracia, que no están enfrente sino en lo interno. En cambio "la paraguaya no juzga; se
duele de todos los hombres que desangra la tragedia". No juzga porque está el país en guerra,
porque ésta es la causa de todos y ganarla es el objetivo primordial y "se duele de todos los
hombres" porque nuestro pueblo es el que ha calado más hondo la experiencia del dolor en
carne viva a través de las madres de la Residenta y de los héroes de Cerro Corá. No ha estado
solo en el combate. Es el legatario de una idea de justicia que viene de su más lejana historia.
El redivivo Don Quijote que cantaron los hermosos versos de Juan E. O’Leary en 1916.
Se cumplen ya treinta y siete años desde la cesación del fuego y poco menos de la firma
del protocolo de paz. El ensayo de María de Villarino, que ella califica modestamente de "notas"
es casi contemporáneo de aquellos acontecimientos, escrito bajo su resplandor. El mérito que
ostenta, además de la calidad literaria de su autora, es el que hemos señalado: haber abierto
picada en esa jungla de la ignorancia hacia el Paraguay, como lo hicieron nuestros soldados en
inhóspito escenario para defender el cuerpo y el alma de la Patria, sin pedirle otra recompensa
que la de que ella siguiera existiendo.
Final: El autor de este recuento fue alumno de María de Villarino en el Colegio Nacional
de la Universidad de la Plata hace ya treinta y ocho años. Desde entonces, discipulado literario
y amistad afectuosa lo han unido, con admiración inalterable, a la gran escritora argentina.
(1972)
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
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Apuntes biográficos
Investigador, ensayista, poeta y maestro, Don Raúl Amaral fue el escritor paraguayo que
armonizó perfectamente su talento poético con la tarea del investigador veraz y riguroso.
Asumió esta responsabilidad con rigor científico y ética profesional inclaudicables.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Declarado admirador del dos veces presidente argentino Hipólito Yrigoyen y discípulo de
Gabriel Del Mazó (1898-1969) y Leandro Alem (1842-1896), localmente adhiere al
pensamiento político de Eligio Ayala (1878-1930) y Juan León Mallorquín (1882-1947).
Publica sus libros "El Modernismo poético en el Paraguay" (1982) y "El Romanticismo
paraguayo" (1985), y este último obtiene en 1985 el Premio Nacional de Literatura "La
República" siendo editada, en una segunda versión corregida y aumentada, en 1995, con el
título de "La literatura romántica en el Paraguay". Ambos son el resultado de una minuciosa
investigación documentada y constituyen importantes contribuciones para la literatura del país.
Publica sus poemarios "La sien sobre Areguá" (1983) y "El león y la estrella" (1986).
El primero, inspirado en los recuerdos y afectos entrañables hacia Areguá y su gente sencilla.
Otras publicaciones del autor son: "Breviario aregüeño de Gabriel Casaccia", crítica literaria
(1993); "Escritos Paraguayos" (1994 / 2003), la última edición en dos tomos; "Los
presidentes del Paraguay: crónica política" (1994); "Antecedentes del nacionalismo
paraguayo" y "El grito de Piribebuy" (1995); Es coordinador de la “monumental obra” –como
la calificara José Vicente Peiró– “Poesía del Paraguay” (2001). En el 2006 publica El
novecentismo paraguayo.
Casado, una hija, tres nietos y numerosos sobrinos y ahijados y amigos, fue don Raúl
Amaral, el investigador, el poeta, el ensayista que estuvo siempre al servicio de la vocación
esencial de ser un maestro.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Podemos afirmar con muchísima razón que don Raúl Amaral, insigne polígrafo e
investigador cultural, parte hacia el recuerdo o hacia la posteridad tras el deber cumplido. Lo
expreso en representación de la Sociedad de Escritores del Paraguay.
Fue el más serio y encumbrado investigador de la generación del 900. Aquella que trató de
reanimar con hálitos de vida a la patria caída en 1870 en la más horrenda postración.
Generación que reivindicó a héroes y combatientes de la Gran Guerra de la resistencia patria.
Se dijo de don Raúl Amaral que fue escritor paraguayo nacido en la Argentina. Y es
verdad. Llegó prácticamente en la década del 50 (siglo XX ) cual peregrino, sólo con su morral
de ensueños. A poco agitó y desempolvó viejos impresos que a nadie había llamado la
atención. Se hizo investigador y se avino al papel de archivero mayor de la República. Insufló
vida nuevamente a hojas muertas o carcomidas por la acción del tiempo con la enjundia de su
interés. Fue así amanuense de la historia desatendida y exánime del país. Poco hace que
ganapanes minúsculos de la política anacrónica y funeraria de nuestros días, parceláronle
suma insignificante a sus reales merecimientos. ¡Qué inaudito! ¡Qué lamentable acción de
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Por lo demás, ya reposa en paz y en la gloria nacional, este gran hombre nacional, que
supo erigirse su propio pedestal.
PEN Club
Fue amigo de nuestro país hasta las últimas consecuencias porque dio todo de su enorme
talento, de su afán de investigador, de su periodismo bien cultivado, y de su vasta literatura al
Paraguay. Si bien nació en Argentina, en la provincia llamada 25 de Mayo, se hizo hombre de
letras, literato, investigador, erudito, y figura pública en nuestro país. En los últimos días de su
larga enfermedad, que lo tuvo postrado en el lecho por más de dos años, todavía escribía y
publicaba libros. Me consta que, a pesar de su condición de enfermo, gozaba de una fuerza de
voluntad ponderable. Cuando fuimos, hace muy poco tiempo, William Báecker, Luis María
Martínez, Efraín Enríquez Gamón, Emi Kasamatsu y yo, a entregarle su pergamino de socio
honorario del PEN Club, nos encontramos con un Raúl Amaral amigable, sonriente, de larga,
entusiasta y brillante charla. Creo que él fue una de esas rarezas intelectuales que para fortuna
de los novecentistas (a quienes estudió metodológicamente, haciéndolos conocer en toda su
vastedad) echó raíces en nuestra patria.
Era un hombre infinito, y a la vez, tan humano. Lo recordaremos siempre a través de sus
obras: La sien sobre Areguá, Escritos Paraguayos, El romanticismo paraguayo, Breviario
aregüeño de Gabriel Casaccia, El Modernismo Poético en el Paraguay.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
SE FUE AMARAL
Victorio V. Suárez.
3 diciembre de 2006
Cruzó el límite
llevó consigo la sinfonía del Bardo Thodol
y el enjambre de luz que traspasa los muros
para colgar su vestidura en la plenitud
de las sombras que indefectiblemente llega.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Se fue, entero,
con su perfil maduro
y su piel de silencio
que nos enmudeció a todos.
Beatriz Bosio
Decimos un postrer adiós a un querido amigo, erudito profesor y prolífico autor. Sus
trabajos cubrieron casi toda la gama de las Ciencias Sociales y nosotros recordamos con
particular aprecio su contribución al pensamiento paraguayo y latinoamericano.
El Centro Unesco Asunción siempre contó con el profesor Amaral como un entusiasta
colaborador desde su misma fundación. Fue también el profesor Amaral miembro y asiduo
colaborador del movimiento multidisciplinario que congrega a las universidades de la Región
bajo la denominación del Corredor de las ideas del Conosur. Su colaboración crítica dio
inmensos frutos y su nombre está indeleblemente ligado al de su Paraguay adoptivo como un
catedrático de renombre y un polígrafo de fuste.
Nos cupo con don Raúl Amaral compartir el Consejo Asesor de Cultura del MEC por
varios años. Bajo su magisterio, hemos desplegado una fecunda labor y hemos dejado valiosos
documentos de reflexión en los que plasmamos nuestra angustia por la debilidad institucional
en el campo de la cultura, la ausencia de sólidas políticas culturales asociadas a políticas
económicas y sociales, tan necesarias, y, al mismo tiempo, la preocupación por la banalización
y, en algunos casos, politización de la cultura; siempre en la convicción de que la Salud, la
Educación y la Cultura no pueden ser mercancías.
Gracias, don Raúl, querido maestro, por la guía, el aliento, la crítica y el elogio.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
Si bien fue, por algún tiempo, Director de Archivos, Bibliotecas y Museos de esta
república, o por unos años Agregado Cultural de la Embajada Argentina, la obra de don Raúl,
se volcó en la prensa, la monografía, las conferencias, los libros, preferentemente.
Fue polémico y polemista. Era un analista riguroso. Muy severo con lo que discutía. No
admitía sobornos, ni elogios.
Era un investigador nato que iba a las fuentes. Muy poco de la obra de don Raúl es
trascripción de opinión de terceros. Él llegaba al material inédito o a la interpretación eficiente,
como un orador perseverante en su objetivo.
Deja una esposa que le acompaña desde hace 33 años, en los avatares de la vida del
intelectual paraguayo. Deja una hija y varios nietos, paraguayos, estos últimos.
Deja una obra vasta, rica y redifinidora de nuestra cultura. Deja mucho material inédito,
que sus herederos y amigos verán no quede en el olvido.
***
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
AUTOEPITAFIO
raúl amaral
teólogo anarquista1
y agnóstico existencial2
vivió en Babia o en la Luna3
cual gorrión sentimental4
lo que brilla5
ciudadano paraguayo6
de su raíz ancestral7
invicto veinticinqueño8
transformó en aregueño9
que dijo ser de Isla Valle10
llamado mbopí tuyá11
republicano sin fin12
fue admirador de Yrigoyen13
boina blanca14
discípulo de Del Mazo15
Leandro Alem16
viejo muchacho de FORJA17
fanático del Decano18
Cerro, dijo19
Imbatible pincharrata20
quien soñó, rozando el mito21
raro, distante y distinto22
ascendió al Cielo Animal23
perrito Pinto24
trillizo sietemesino25
Aldea Global26
Aquí está don amaral
viejo, cansado, sin bríos:
llegó con las manos limpias
y los bolsillos vacíos.27
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
1
Lo de “teólogo” se refiere a su no consumado connubio con las Iglesias, a pesar de tener en
su familia un abuelo seminarista, una tía abuela monja, muerta (presumiblemente) en “olor
de santidad” y un primo hermano cura. “Teólogo anarquista” por aproximación administrativa
hacia la vida y obra del gran escritor católico francés León Bloy (1846-1917) sobre quien
tiene un ensayo inédito denominado: “El anarquista del espíritu santo”
2
“agnóstico existencial” significa una toma de posición filosófica, esto sin negar sus
aproximaciones ético-educacionales al Krausismo español, en particular al pensamiento de
Don Francisco Giner de los Ríos (1839-1915)
3
“vivió en Babia o en la Luna”, lugares donde se ejercita la impracticidad vital.
4
“cual gorrión sentimental” referencia a un verso del repertorio de Gardel, originariamente
francés (Gardés)
5
“lo que brilla”. Lo optimo, lo máximo, entre el Paraguay y la República Oriental del Uruguay,
patria ésta de su mucha admiración. El tatarabueno materno del autor, Don José Julián
Arriola (o simplemente Julián Arriola) fue uno de los más generosos donantes a la Cruzada
de los Treinta y Tres Orientales, habiendo nacido en la provincia argentina de Santa Fe.
Oriental era también su padrino de bautismo, el Dr. Miguel Angel Mercader, exiliado de su
patria por la dictadura de Máximo Santos. Se refugió en la Argentina, donde formó una
ilustre familia de radicales. Su padrino de bautismo era oriental.
6
“ciudadano paraguayo”. El 16 de julio de 1993 la Corte Suprema de Justicia, por voto unánime
de sus miembros le otorgó la ciudadanía paraguaya tras 41 años de residencia continuada
en el país.
7
“de su raíz ancestral”. Su primer ascendiente materno llegó al Río de la Plata en 1538. Sus
antepasados paternos residieron en el Paraguay a partir de 1758.
8
“invicto veinticinqueño”. Habitante originario de la comarca de Veinticinco de Mayo, provincia
de Buenos Aires, de cuya fundación, el 8 de noviembre de 1836, participó la familia de su
madre. Su bisabuela materna fue la primera maestra y directora de escuela de ese lugar.
9
“transformó en aregüeño”. En dos poemas, aún inéditos: “Transfiguración” Areguá es la
representación subtropical de la llanura bonaerense y Veinticinco de Mayo el Areguá de esa
región.
10
“que dijo ser de Isla Valle”. El autor fijó residencia en la “compañía” de Isla Valle, a partir del
6 de mayo de 1954, consustanciándose con su ámbito y sus gentes. La denominación
correspondería a “cuartel” o “distrito” en la provincia de Buenos Aires. El equivalente de Isla
Valle sería “Martín Berraondo”, identificado por la estación ferroviaria de su nombre. Desde
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
hace más de treinta años el autor fecha todos sus escritos en Isla Valle de Areguá, aunque
ya no resida allí.
11
“llamado mbopí tuyá”, denominación que en guaraní significa “murciélago viejo”, dada su
condición noctámbula. El marcante o apodo pertenece a Doña Myriam de Amaral en
relación con los prolongados insomnios ambulatorios de su marido.
12
“republicano sin fin”. Pertenece a una definición doctrinaria, sin aditamentos partidarios, que
comprende a los mencionados próceres del pensamiento político paraguayo: Eligio Ayala
(1878-1930) y Juan León Mallorquín (1882-1947).
13
“fue admirador de Yrigoyen”. Mención del por dos veces presidente de la nación argentina
(1852-1933), derrocado por el atraco fascista-militar del 6 de setiembre de 1930. A su
tendencia doctrinaria se le donominó: la causa nacional.
14
“boina blanca”, símbolo popular que identifica a los radicales argentinos, en particular a los
jóvenes.
15
“discípulo del Mazo”. Mención del ingeniero Gabriel del Mazo (1898-1969), maestro del autor,
uno de los líderes reformistas de la Federación Universitaria Argentina (1918), dirigente
fundacional de FORJA (primera versiónL 1935-1940), y el que rescató en 1935 “el
pensamiento escrito de Yrigoyen”
16
“Leandro Alem”, (1842-1896). Referencia al fundador y primer doctrinario de la Unión Cívica
Radical (1891). En realidad el apellido es de origen gallego y se escribe: Alén. Se ignoran
los motivos por los cuales agregó una n al finalizar el apellido.
17
“viejo muchacho de FORJA”. Agrupación política (Fuerza de Orientación Radical Joven
Argentina) fundada el 29 de junio de 1935 para rescatar el ideario del radicalismo histórico
liderado por el Dr. Yrigoyen. El autor ingresó en julio de 1940, manteniendo siempre sus
orígenes radicales. Al advenimiento del protoperonismo varios forjistas adhirieron a ese
sector. Pero JORJA nunca fue oficialmente “peronista”, puesto que se autodisolvió el 12 de
noviembre de 1945, dejando a sus afiliados en libertad para adoptar el rumbo que quisieran
ante la nueva situación. Por eso el autor “no pasó a otra alforja y fue siempre radical”, como
que lo era desde el 25 de noviembre de 1938 por su afiliación concretada en el Comité de la
sección 2ª de La Plata y confirmada (enero de 1939) en el Comité Local de Veinticinco de
Mayo.
18
“fanático del decano”. Se llama así al Club Olimpia de Asunción fundado en 1902 por el
ciudadano neerlandés Don William Prats.
19
“Cerro, dijo”. Se trata del rival futbolístico a partir de 1912. Esta rivalidad es equivalente a la
de Boca-River en la Argentina o a la de Nacional-Peñaron en el Uruguay.
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Raúl Amaral Escritos Paraguayos - Vol. 1 – Introducción a la
cultura nacional.
20
“Imbatible pincharrata”. Denominación locay y folklórica de los partidarios de Estudiantes de
la Plata, fundado en 1915 en la ciudad del mismo nombre. El autor es “hincha” o fanático
desde 1928, es decir, cuando tenía apenas 10 años de edad.
21
“quien soñó, rozando el mito”. Alusión a Eduardito, su único nieto varón nacido el 29 de junio
de 1986 y al sueño de que, tiempo mediante, logre ser presidente de la República del
Paraguay en democracia y en libertad.
22
“raro, distante y distinto”. Así suele tenérselo por lo común, no siendo “aristocrático” ni
“populista”.
23
“ascendió al Cielo Animal”. El autor cree que los animales, especialmente los domésticos,
tienen un cielo aparte, sin pasos previos por el Purgatorio ni finales por el Infierno.
24
“perrito Pinto”. Es el nombre de mi traductor, confidente y secretario... en cuatro patas,
privilegio éste que, según el autor, uno ha logrado alcanzar. También responde al apodo de
“Pintito” (+19.XII.01, a los 16 y medio años de edad). (Ver: “Los pasos finales” en La sien
sobre Aregua, 3ª. ed., su poema: “El viejo y su perro”)
25
“trillizo sietemesino”. Juntamente con sus hermanos Samuel y Daniel nació el 5 de diciembre
de 1918. Sus padres se habían casado el 19 de abril del mismo año.
26
“Aldea Global”. El autor moteja de “siniestra y apocalíptica” para la especie viviente. La
predicción de Marshall McLuhan, a quien califica, en guaraní, de “tarová tuyá”, o sea “loco
viejo”
27
Falleció en Asunción el domingo 3 de diciembre de 2006 a dos días de cumplir los 88 años.
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