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La energía como clave del proceso de integración regional1

Daniel García Delgado2

La globalización hace que ningún país ya pueda independizarse de sus problemas


principales de la agenda de los países vecinos: en energía esto aparece ser muy claro,
pero también lo es para el medio ambiente, la producción, las finanzas y la
reindustrialización. Es decir, formamos parte de un bloque y existe una suerte de
interdependencia de destino entre los países que lo conforman. Los cierto es que ya no
hay nación sin región, y que el mundo futuro es un mundo de bloques.

El escenario regional e internacional presenta mejores condiciones para la integración


que en los ´90, durante el predominio del pensamiento único y la visión comercialista.
En aquellos años, el proceso de integración en el Cono Sur estaba acotado al éxito del
aumento del intercambio comercial, lo cual reportó beneficios solo para unos pocos. Por
el contrario, en la actualidad la mayoría de los países de la región y, específicamente los
que integran el MERCOSUR confluyen en la búsqueda de proyectos nacionales que
incluyen un nuevo modelo de desarrollo económico y social y un patrón más justo en la
distribución de los ingresos, y de una inserción internacional más autónoma. Y las
condiciones nacionales y mundiales lo propician, dado que la mayoría de gobernantes
cuentan con una importante legitimidad social y altos índices de popularidad, han
disminuido las vulnerabilidades externas, hay un cambio de las tendencias económicas
del comercio internacional -importante incremento de precios de las materias primas,
los alimentos y la energía. Si bien también es cierto que esta nueva situación va
conjunta a riesgos de penetración comercial, de reprimarización por importación
creciente de productos con valor agregados, particularmente de China y/o de compra de
recursos naturales y bienes públicos por parte de empresas de países desarrollados. Y
asimismo, si bien hay coincidencias generales, no todos los países del bloque tienen una
misma definición acerca de cómo debe darse esa inserción en el mundo, y muchas veces
–en ausencia de instituciones supranacionales del bloque- prevalecen los intereses
locales sobre los regionales.

Pero donde si hay consenso es que se trata de ir a un modelo de desarrollo que conlleve
una visión estratégica de la comunidad regional y ello implica el tema de la
complementación económica e integración productiva y apuntar a un MERCOSUR más
productivo y social. Como señala A. Ferrer, “dentro de las prioridades y agenda futura
del MERCOSUR, se trata de concentrar las acciones en los puntos críticos del sistema.
Es decir, aquellos con mayor potencial de derrame sobre el desarrollo de los países y la
misma integración. Tal, por ejemplo, la infraestructura de transportes y comunicaciones
y, en particular, la energética. Más allá del gas, el petróleo y la hidroelectricidad, otras
fuentes de energía ofrecen inmensas posibilidades de integración, como es el caso de la
energía nuclear. “3

1
Artículo publicado en: Barro Silho, Omar (2008) (comp.) Potencia Brasil, gas natural, energía limpia
para un futuro sustentable. Editorial LASER PRESS Comunicacaçao, Porto Alegre.
2
Director del Area de Estado y Políticas Públicas FLACSO (Argentina). Agradezco la colaboración en el
debate de estas ideas de Martín Chojo, Coordinador del Programa Energía, Desarrollo e Integración del
Area.
3
Aldo Ferrer, “La agenda futura del Mercosur”, BAE, 26/ 07/07.
2

I- Los recursos energéticos como fortaleza del bloque

La importancia de los recursos naturales es clave y es un tema a tratar como región,


porque en una época de disminución y de fuerte aumento de los precios de los
combustibles fósiles, la existencia de estos en el bloque en cantidad, así como recursos
hidroeléctricos, junto con una gran variedad de fuentes energéticas alternativas,
reposiciona a la región y puede transformar una debilidad aparente -la actual restricción-
en una fortaleza. No solo porque puede asegurar el abastecimiento de largo plazo para la
producción y el consumo domiciliario, permitiendo el crecimiento a altas tasas, un
desarrollo económico sostenido, integración de las cadenas de valor necesarias para
generar empleo de calidad, sino también porque la riqueza energética regional (en
particular de Venezuela y Bolivia4) pueden asegurar fuentes de financiamiento a los
países de la región con menos condicionamientos y solventar la realización de mega-
obras de infraestructura que requieren maduración de mediano y largo plazo. 5 En este
sentido, la reindustrialización, el empleo de calidad y el desarrollo inclusivo, requieren
de una matriz energética relativamente barata y accesible que permitan una
planificación de mediano plazo.

De allí la necesidad de configurar una política común sobre recursos naturales. Sobre
todo la de contar con un mayor entendimiento y cooperación en el uso de los recursos
naturales entre los países miembros, debido a que el mundo entero tiene puestos sus
ojos en los recursos de América Latina (agua, petróleo, gas, tierra, medio ambiente).
Este escenario configura un momento de oportunidad pero, a la vez, de riesgos si no se
establecen acuerdos energéticos y marcos regulatorios comunes para la IED, fijando los
estándares medioambientales, de reinversión, complementación y articulación con
cadenas de valor locales que se les va a exigir a las empresas inversoras. Además, dado
la existencia de un alto dinamismo de un sector de empresas transnacionales que
considera a la energía como una commoditie, y no como un bien público fundamental
para el desarrollo de los pueblos, esta negociación con los países de la región debería
darse cuanto antes, ya que los planes de negocios de las ET petroleras están en marcha.

Esta situación es particularmente relevante para el caso de Argentina, donde la


participación del sector privado extranjero en hidrocarburos es muy alta, tanto en la
extracción (petroleras), el transporte (transportadoras), como en la producción de
electricidad, y donde tres refinadoras abastecen más del 85% de la demanda. Sobre todo
en un escenario donde el país ha dejado de ser exportador neto de petróleo y energía, y
requiere aumentar sus reservas, al mismo tiempo que enfrenta el desafío de la
“cartelización” y el desabastecimiento de las empresas transnacionales que
constantemente condicionan la realización de inversiones privadas a cambio de mayores
tarifas. En ese sentido, avanzar hacia la configuración de empresas regionales de energía
y una política común de tratamiento de las inversiones en materia energética (requiere
una política de competencia común) permitiría también tener más autonomía de estas
presiones y tener una presencia mayor y capacidad de negociación en los mercados
globales.

4
El reciente descubrimiento de las cuencas off-shore en Brasil podría convertirlo en un país que juegue
un rol clave en el mercado energético regional e internacional.
5
Al respecto, se puede mencionar la política de desendeudamiento del gobierno argentino respecto del
FMI mediante la compra de bonos por parte de Venezuela. Asimismo, se produce una complementación
virtuosa entre Argentina y Venezuela en cuanto a intercambio comercial de productos y tecnología
3

Ahora bien, no obstante el reconocimiento realizado por todos los sectores respecto de
la importancia de la cuestión energética como clave para el mundo que se viene, existen
al menos dos posiciones diferentes sobre su significación, actores y estrategia de
inserción en el mundo a través de ella:

a) La energía como corazón de un proceso de integración regional productivo y social


(El regionalismo integral). Esta posición coloca a la energía como clave del proceso de
integración regional, permitiendo al bloque lograr mayor autonomía y control sobre el
propio destino. Para ello es clave contar centralmente con recursos hidrocarburíferos,
gasíferos e hidroeléctricos para un proceso de crecimiento alto, de reindustrialización,
para la generación de mayor valor agregado, apoyo a una desconcentración en favor de
las pymes y financiamiento propio y para contribuir a crear una matriz energética
diversificada y promover un regionalismo integral. 6

La energía como corazón del eje de integración puede constituirse para la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR) en algo similar a lo que fuera la estrategia del
carbón y el acero en los inicios de la UE. Significa una apuesta a regionalizar la
problemática socio- productiva y energética del MERCOSUR, tanto para abastecer lo
productivo como para aprovechar sus recursos financieros, para superar varios cuellos
de botella tradicionales de la región (dependencia de créditos de largo plazo de bancos
multilaterales para realizar infraestructura estratégica, modificar el predominio del
sector primario en las exportaciones, revertir situaciones de inequidad social, etc.), en
definitiva salir de su situación periférica y subordinada. Así, para esta visión, países
como Venezuela, Bolivia y ahora Brasil son considerados estratégicos para la ecuación
energética latinoamericana7, y en ese sentido, la apuesta es promover redes troncales de
distribución de petróleo y gas que puedan conectar en un primer momento, Venezuela
con el norte de Brasil, y a Bolivia con el resto de sus países vecinos, para luego terminar
uniendo estos dos segmentos.8

Al respecto, merece destacarse lo que se ha avanzado en el diálogo con Brasil en el


ámbito de la relación bilateral9. Allí se han alcanzado posiciones comunes sobre el
aprovechamiento hidroeléctrico y la cooperación en varias áreas energéticas, la
6
Daniel García Delgado y Martín Chojo (2006), “Hacia un Regionalismo Integral” en Scannone, J. C. y
García Delgado, D. (2006) Ética, Desarrollo y Región, Ciccus, Buenos Aires.
7
Venezuela es el séptimo productor mundial de petróleo y dispone de la sexta reserva de crudo del
planeta (proyectada a ser la primera una vez certificada las reservas de la Faja del Orinoco), además
cuenta con el 2,4 por ciento de las reservas mundiales de gas natural. En ese sentido, se entiende la
relevancia estratégica que tiene la existencia de empresas públicas regionales y los acuerdos entre
naciones en torno a Petroamericana, Oppega–Sur. A modo de ejemplo, la alianza entre PDVSA y Enarsa
le permitirá al Estado argentino disponer de reservas comprobadas por prácticamente la misma cantidad
de petróleo probado que hoy tiene el país. De este modo, Venezuela es estratégica para la seguridad
energética regional.
8
También hay recientes acuerdos entre Argentina y Ecuador para la construcción de un proyecto
hidroeléctrico; con Bolivia, el proyecto de gasoducto del Nordeste y con Venezuela, Enarsa acordará con
PDVSA una UTE (unión transitoria de empresas) sobre las reservas de crudos pesados identificados en
las dos áreas de la Faja del Orinoco. Enarsa puede acceder a la disponibilidad de entre un 20 y hasta un 40
por ciento del volumen de 450 millones de barriles que se suponen recuperables, con una riqueza
petrolera en su subsuelo equivalente a 285 años de un ritmo como el que actualmente exhibe PDVSA, 3,5
millones de barriles por día.
9
Comisión Mixta Permanente en Materia Energética y Mecanismo de Integración y Coordinación
Bilateral, a través del cual se ha confirmado el encuentro presidencial el próximo 22 de febrero de 2008,
en Buenos Aires.
4

construcción de nuevas represas, e incluidos los biocombustibles, aunque haya un


desarrollo diferenciado de las mismas (etanol y biodiesel) y también la cooperación en
el desarrollo de la energía nuclear.
En definitiva, se trata de aprovechar esta novedosa situación internacional, donde
cambiaron los términos del intercambio por la mayor demanda de China e India, y
declinación y conflictividad económica de EUA para dar un salto de calidad en el
proceso productivo social y de integración regional. No sólo para reducir la crisis
energética, sino para desplegar obras de infraestructura regional que fortalezcan los
procesos de reindustrialización y recuperación económica de cada país. Así la región se
podría posicionar como un bloque energético significativo, sin restricciones energéticas,
a diferencia de los países de la Unión Europea, los Estados Unidos e incluso China.

b) La perspectiva estratégica de los biocombustibles (la especialización en commodities


como eje de una inserción competitiva a nivel mundial). Esta segunda posición se basa
en la gran competitividad actual de la cadena agroindustrial (CAI), la demanda
internacional, a la cual se agregaría ahora los nuevos negocios vinculados a la
transformación de alimentos en energía, para los cuales Argentina y Brasil tienen
grandes oportunidades. No obstante esta perspectiva, si bien es competitiva, tiene el
riesgo de la especialización en commodites, que precisamente no es altamente
generadora de empleo, ni apunta a elevar sustancialmente el nivel de bienestar de la
población y al sostenerse en una opción de mercado desregulado, puede deteriorar aún
más los ya injustos desequilibrios sociales, territoriales y medioambientales (aumento
del precio de los alimentos, deforestación indiscriminada, contaminación,
despoblamiento, migraciones, etc.). Pero fundamentalmente tiene como objetivo diluir o
desplazar del eje la importancia que tiene el petróleo y el gas para el proceso de
integración y de sus proveedores e infraestructura regional. Pretende impulsar a los
biocombustibles como eje de una estrategia energética de inserción de la región en el
mundo mediante un modelo de especialización complementaria (CAI), ahora con EUA.
De esta manera se debilita una fortaleza como es la disponibilidad de recursos fósiles
para reorientar las inversiones hacia un área en que la región, salvo Brasil, no está
especializada. Al mismo tiempo, implicaría invertir cuantiosos recursos económicos y
energéticos para obtener energía que encima será exportada para atender los intereses
extranjeros.

Detrás de esta posición, se conjugan una serie de intereses que, más allá de los grandes
negocios, también buscan debilitar al MERCOSUR como opción estratégica y evitar
todo intento de convergencia regional frente a los intereses de las empresas
transnacionales (ET) y de los organismos multilaterales (OM). Para ello, se cuestiona el
aumento del gasto público en cuestiones energéticas, las políticas de financiamiento
público como los fideicomisos, la política de desendeudamiento con Venezuela y los
acuerdos binacionales energéticos con Venezuela y Bolivia, al tiempo que aislar
Venezuela del MERCOSUR. La perspectiva de los biocombustibles tiende a separase
de la planificación necesaria para toda la matriz energética nacional y regional, como si
fuera algo que puede tener un tratamiento diferenciado y que pueda negociar
bilateralmente con China, EUA o la UE desalineándose de la necesaria estrategia
regional. Al mismo tiempo, reproduce la visión antipolítica de sospecha sobre todo lo
público, de ampliación de la problemática de la seguridad y del campo de lo privado, de
la transparencia como forma de legitimación de traspaso al sector trasnacional.
5

Finalmente esta segunda perspectiva, se insertaría en la estrategia global y geopolítica


de los países desarrollados que buscan asegurarse la disponibilidad de energía barata ya
sea mediante acuerdos comerciales, la imposición de condicionalidades o el control de
los recursos naturales por medio de intervenciones militares, entre otros. En el caso de
los biocombustibles se produce una complementariedad beneficiosa a los intereses
hegemónicos globales, pero que sería negativa para nuestra región en cuanto nos
especializaría en producción de commodities y energía para satisfacer las necesidades
de otros.

II. Hacia una visión estratégica compartida: el Tratado Energético Sudamericano

Por todo lo anterior, al comparar estas dos estrategias se observa que la más asociada a
un desarrollo con mayor inclusión y justicia, a poner una fortaleza regional en activo, y
que conlleva un desarrollo productivo y un regionalismo integral, es la primera si bien
con algunos agregados y complementaciones. En principio porque favorece los
acuerdos políticos energéticos bi o tri-regionales que apuntan a disponer de una fuente
autónoma, barata y duradera de abastecimiento energía para procesos de
reindustrialización. En segundo lugar porque, el Tratado Energético Sudamericano -al
que se tiende a configurar hacia fines del año 2008- puede ayudar a conformar una
visión estratégica común, destacando:10

i)La importancia de las energías clásicas como eje central de las políticas públicas
energéticas regionales. La fortaleza y riqueza de la región está tanto en sus reservas
hidrocarburíferas, gasíferas e hidroeléctricas11 como renovables y alternativas, sobre las
cuales estructurar la estrategia de integración regional, para ello, la firma de un
Tratado Energético Sudamericano que actúe como plataforma de los avances en
materia de integración regional. En ese sentido, se destaca la significación que tienen
las empresas regionales, y su vinculación con fuentes de financiamiento para obras de
infraestructura (ej. Banco del Sur) como así también los acuerdos alcanzados: la
creación de la empresa Petrosudamérica, constituida por una corporación de empresas
públicas binacionales que tiendan a continuar con la cuantificación y certificación de
reservas en la Faja Petrolífera del Orinoco.

ii) Considerar la complementaridad de los biocombustibles dentro de una estrategia de


contar con una Matriz Energética Diversificada (MED). En esta visión los
biocombustibles contribuirían a “cortar” los combustibles fósiles y atender a las
demandas del mercado interno, pero regulados dentro de una Matriz Energética
Diversificada (MED). Porque la riqueza de la región deriva también de su diversidad
energética, tanto en energías clásicas, nuclear, como alternativas, renovables (eólica,
solar, geofísica) como no renovables, en donde los biocombustibles pueden ocupar un
lugar, como complemento, pero no con la centralidad que plantea la estrategia de una
producción de biocombustibles sin regulación. De este modo, la estrategia de la
integración energética sudamericana no supone un rechazo a los biocombustibles sino
su regulación dentro de una estrategia de Matriz Energética Diversificada (MED) y una
apuesta al desarrollo inclusivo y a un regionalismo integral. Como señala M. A. García,

10
Ver acuerdos de la Cumbre de Isla Margarita, de abril de 2007.
11
La necesidad de garantizar el suministro energético ha generado la investigación y el desarrollo de
distintas energías alternativas. Sin embargo, hasta el momento éstas resultan mucho más caras y menos
versátiles que los hidrocarburos. Con el desarrollo actual, el reemplazo de los hidrocarburos por otras
formas de energía es un proceso incierto y que en el mejor de los casos puede llevar varias décadas.
6

“una revolución energética esta en curso. Ella no opone biocombustibles a combustibles


fósiles. Propone la complementariedad, que permitirá consolidar a América del Sur
como la región de mayor y más diversificado potencial energético del mundo. El
diálogo debe sustituir la confrontación. La única pasión aceptable en este momento es
aquella a favor de la unidad sudamericana y del bienestar de nuestros pueblos.”12

iii) Señalar la importancia de los intercambios solidarios en la modificación de las


asimetrías regionales. Nuestros países son heterogéneos y es necesario realizar
esfuerzos de una mayor homogenización productiva y social. En ese sentido, los
procesos de integración se sostienen fundamentalmente sobre valores de cooperación y
solidaridad que modifican en parte criterios que se basan estrictamente en los
intercambios comerciales. En particular, tomando a la economía social, no en el sentido
restringido con que se la suele entender de apoyo a lo micro, sino aglutinando la
posibilidad de realizar intercambios diversos desmonetizados entre países, que sirven
tanto para intercambiar energía por tecnología, por distintos tipos de productos, así
como también para orientar las acciones de los países más fuertes hacia la modificación
de la situación de los países más débiles o chicos y reducir así también las actuales
asimetrías existentes. Establecer que la riqueza energética y natural debe estar en favor
del desarrollo de los pueblos y no tratada como una commoditie en favor de las
trasnacionales, garantizando el acceso a los recursos naturales como derecho humano.
Además, dando lugar a un interesante proceso de solidaridad energética al fijar precios
diferenciales en la comercialización de sus recursos, como también establecer
facilidades de pago o intercambios comerciales y tecnológicos.

iv) Lograr una posición conjunta para favorecer una equidad global: Nuestro mundo es
fuertemente inequitativo, y la región junto con grupos como el G20 buscan modificar
esta situación, al menos en el marco de la OMC respecto de lo comercial, y de otros
foros en lo financiero global. 13 Pero lo cierto es que la globalización es asimétrica
también en el uso energético y en su impacto ambiental. De allí la importancia de
sostener una negociación amplia con varios actores y una lucha por la equidad global,
ante la posición de los países desarrollados – y en especial EUA- de mantener el nivel
de consumo y de vida, sin reducir sus emisiones de carbono ni firmando los tratados
ambiéntales como el de Kyoto. Una modificación en el nivel de consumo para una
mayor equidad global demandaría medidas en esta sociedad, respecto del derroche de
energía de algunos de sus sectores, o tomar medidas con los productores industriales
para la reconversión de sus fábricas. Frente a esto, por el contrario, desde los países
desarrollados, se considera que los países en desarrollo deberían restringir sus
aspiraciones a alcanzar niveles de desarrollo mejores, de reindustrialización, de
bienestar o calidad de vida, en virtud de que el crecimiento de su consumo energético
actual no sería sustentable el mundo. De allí que esta lucha a favor de una globalización
no especulativa, no asimétrica sino solidaria, cooperativa para todos los pueblos y con
mayor cuidado del planeta tierra, debe tener al MERCOSUR productivo y social como
uno de sus protagonistas, sosteniendo el autoabastecimiento en la región de los recursos
en pugna del futuro (alimentos y energía), lo que permitirá una mayor autonomía
política y económica frente al mundo.

12
Cf. Ver art. De Marco Aurelio García. “La opción de Brasil sobre los biocombustibles”, (ver op. cit.)
13
En la última reunión de Foro de América Latina y Asia del Este, los países latinoamericanos buscaron
promover “una genuina reforma de la arquitectura financiera global, que administre los flujos financieros
y generadores de crisis y volatilidad hacia el servicio del crecimiento, el crédito, el desarrollo productivo
y la equidad distributiva mundial.” Ver declaraciones del Canciller Taiana: en BAE, pág. 6. 23-08-07.
7

III- Integración gasífera sudamericana. La situación interna

A partir de las privatizaciones en la industria del gas natural en la Argentina durante los
noventa, se realizaron grandes inversiones en la infraestructura de transporte de gas
natural, sobre todo en los gasoductos de exportación especialmente a Chile. Sin
embargo, la privatización y el auge en la inversión para la producción y distribución en
el sector no estuvieron acompañados por una previsión de los efectos nocivos del
agotamiento de los recursos y faltó una política regulatoria que ampliara las inversiones
en la exploración de nuevas reservas.

El significativo aumento de la demanda interna de ese insumo, derivado del crecimiento


económico argentino, de los últimos 5 años junto con el congelamiento de los precios
tras la salida de la convertibilidad, no sólo modificó el perfil argentino como proveedor
de la región (Argentina debió volver a importar gas natural desde Bolivia), sino que
también desnudó la falta de una estrategia de mediano y largo plazo, incluso con los
acuerdos internacionales firmados hasta entonces.

Estos hechos colocaron a la sustentabilidad del sistema en una situación crítica, pese a
los altos precios internacionales del crudo y de los commodities energéticos. Por otro
lado, el aumento de la demanda interna se vio fortalecida por la sustitución de
combustibles alternativos: fuel oil en la industria y GNC en el transporte vehicular, lo
cual sumado al aumento de las exportaciones, particularmente a Chile, desataron una
situación de riesgo o “crisis energética” y de potenciales restricciones a todo tipo de
usuarios14.

Por lo tanto, esta situación de alta dependencia hidrocarburífera, la nula inversión en


capital de riesgo en exploración, el escaso desarrollo de fuentes alternativas de energía y
las exportaciones violatorias (de hidrocarburos y derivados), así como el divorcio del
Estado de sus funciones básicas, que habían dejado al país al borde del abismo
energético, hizo que Argentina quedara con menos de una década de disponibilidad de
petróleo y gas natural. Asimismo la provincialización de los recursos naturales pero la
no modificación de algunas leyes – algunas dictadas durante la última dictadura y otras
promulgadas por la situación de emergencia- llevan a una situación de falta de acuerdos
más generales y de ausencia de estrategia común entre nación y provincias, tanto en
términos de las concesiones, de una coparticipación más equitativa como de la defensa
de bienes públicos (extensión de las concesiones, planes de inversión, utilización de
renta energética, etc.) Esto genera la posibilidad de un escenario donde el interés
público pueda quedar mas dependiente de las decisiones del sector privado y de los
acuerdos que el Estado pueda alcanzar con este que de una clara definición estatal sobre
la política energética.

14
Tanto por calor en el verano, más allá de 30 grados, como por extremo frío en el invierno, el sistema
energético argentino se coloca en su límite. De este modo los cambios climáticos, la existencia o no de
aguas en los embalses son variables de las que depende la normal provisión de energía para la producción
o consumo domiciliario. En el 2007 el intenso frío, la demanda domiciliaria de gas que creció mucho
llevo a que hubiera poro fluido para las centrales eléctricas. La solución de emergencia fue cortar gas y
electricidad a las industrias, generar con gasoil y fueloil en las centrales térmicas que pueden usarlos, y
turbinar todo el agua que fuera posible en el sistema de presas de la Patagonia norte. Cf. Jorge Oviedo, “la
energía que hace agua. Bajo el nivel de las represas del Comahue”, La Nación, Economía y Negocios, 10-
0208-pág.
8

Lo cierto que Argentina debe tomar la responsabilidad de participar en el proceso de


integración regional, entendiendo que los países de la región pueden y deben formular e
implementar un plan de integración energética de largo plazo que tenga como fin
satisfacer los requerimientos de sus estructuras económicas, de modo que los aparatos
productivos nacionales de la región tengan acceso a fuentes de energía abundantes y
baratas, a los efectos de llevar a cabo un proceso de reindustrialización y avance
científico-técnico autónomo en un contexto de Integración Regional Sudamericana
(energética-industrial-tecnológica) y de coordinación que eleve las condiciones de vida
de nuestros pueblos y a, la vez, no compitan entre sí.15

Sin embargo, cabe mencionar que queda aún mucho camino por transitar como por
ejemplo la construcción de redes de gasoductos, de transporte de energía eléctrica,
refinerías y petroquímicas, compartir las riquezas gasíferas y petrolíferas de Venezuela
y Bolivia (y ahora quizás Brasil) y los recursos hídricos que abundan en gran parte de la
región, socializar el conocimiento en materia de tecnología nuclear por parte de
Argentina y Brasil (Garabi), garantizar y declarar el acceso a la energía como un
derecho humano y fijar los precios de combustibles y tarifas de gas y electricidad de
acuerdo a los precios relativos de las economías locales.

Por otra parte, urge la necesidad de controlar la diversificación estratégica de los


agentes económicos privados que operan en los mercados ampliados de la energía y
castigar sus prácticas especulativas, así como también prohibir la exportación de
hidrocarburos y derivados en países con escaso desarrollo de sus mercados domésticos
o cuando los horizontes de vida de sus respectivas reservas sean escasos. También
limitar la dependencia económica, tecnológica y cultural con los países centrales,
interrumpir los tratados de "libre comercio", hasta tanto sean beneficiosos para las
partes involucradas, y rechazar los lineamientos propositivos de los organismos
internacionales de crédito.

Por lo tanto, tanto Argentina como los países de la región deben acelerar las
negociaciones tendientes a diseñar e implementar mecanismos de coordinación regional
para regular una política energética y la IED frente a las empresas transnacionales y los
países desarrollados de las cuales proceden, como así también definir la política
energética interna que permita desarrollar una estrategia energética integral de largo
plazo.16

IV- La energía social como clave de la transformación

15
Como señalan, Daniel Chudnovsky y Andres López: “Como mínimo , es imprescindible que los países
involucrados coordinen sus acciones para evitar competencias de suma cero que pueden ocurrir cuando la
disponibilidad de determinados instrumentos o incentivos en un país hace que simplemente se reubiquen
actividades o inversiones destinadas al Mercosur, con lo cual algunos “ganan” a expensas de otros”, en
“Inversión extranjera directa y desarrollo: la experiencia del Mercosur”, en Revista de la CEPAL num.
92, agosto de 2007, pág. 22.
16
Estos mismos autores señalan que: “Es probable, a la vez que las políticas “activas frente a la IED
tengan mejores resultados si las empresas trasnacionales que operan en el Mercosur buscan la eficiencia
(pero sin convertirse en enclaves basados en mano de obra barata), más que la mera explotación de los
recursos naturales o los mercados internos, como hicieron predominantemente en los años 1990. Es
necesario, por lo tanto, pensar en crear condiciones para que la IED de más “calidad” –aquella que busca
eficiencia y activos estratégicos- tenga mayor peso en la pauta de inversiones en el Mercosur.” Ibidem,
pág. 21
9

La problemática energética se conecta con la mayoría de los desafíos que se presentan


para un modelo de desarrollo con inclusión social para los próximos años de nuestro
país y para el proceso de integración regional. Su importancia es clave tanto en aspectos
económicos-productivos, sociales, de equidad, como ambientales. Sin planeamiento
energético, el subdesarrollo y el colapso energético serán inevitables en nuestros países.
Además, no habrá desarrollo integral de la economía mejorando las condiciones de vida,
derramando sobre la sociedad, sin una concertación social mayor con el sector
productivo, del conocimiento y de las organizaciones de la sociedad civil.
En ese sentido, hasta aquí hemos visto que la energía no es sólo un problema técnico,
sino fundamentalmente político, económico, social y ambiental. Y tampoco debe
considerársela exclusivamente como una cuestión de recursos naturales, sean renovables
o no renovables, sino también puede pensársela como energía social. Porque la energía
esta en todo y todo se mueve en base a energía y éste puede ser un punto central para la
resolución del desafío energético y de los problemas que enfrentamos.
Sobre todo para la construcción de un modelo de desarrollo con inclusión social e ir
hacia un MERCOSUR productivo-social se requiere influir en la subjetivad, en los
imaginarios y en la cultura. Al mismo tiempo, suministrar información, generar debate
público y convocar a organizaciones sociales y privadas para participar en dicho
proceso de cambio. También, responsabilizar al Estado sobre el derecho a la energía y a
los bienes públicos y el medio ambiente como derechos humanos. En principio, porque
se corre el riesgo no solo de dispersión de la energía social, sino de que en una sociedad
fragmentada dejada por el modelo neoliberal, donde diversos colectivos y
organizaciones de la sociedad civil no encuentran un relato unificador, ganen terreno
tendencias a la reclusión, a la agenda de seguridad y del temor derivada de la fuerte
influencia de los medios de comunicación. Una suerte de desocialización inducida,
hacia un individualismo defensivo y consumidor que descree de la acción colectiva, y
donde cualquier crisis externa o interna, vuelve a reproducir el modelo de ajuste, de
reducción de lo público y vuelta a la ortodoxia o fin de toda innovación o audacia.
En ese sentido, apuntar a una cultura de concertación y de responsabilidad social
podrían -en la nueva etapa política que se ha iniciado en la Argentina- aglutinar energía
social en diversos planos para permitir la construcción de un modelo productivo con
mayor valor agregado que apunte a la distribución del ingreso, a la reindustrialización,
con mayores oportunidades para los jóvenes, con equilibrio territorial y
desconcentración en favor de las pymes. Lo cierto es que el alto crecimiento logrado, la
mejora de empleo que se registra en estos últimos cuatro años así como la mayor
sustentabilidad macroeconómica derivados del nuevo modelo productivo son datos
importantes y alentadores, posibilitan un horizonte de mediano plazo y son una
condición necesaria sin la cual no se podría hablar de un modelo de desarrollo inclusivo,
pero no son suficientes. Es necesario configurar un proyecto productivo y un perfil de
especialización con mayor valor agregado, una matriz energética diversificada y
promover empresas públicas y regionales, en un marco de profundización de la
integración del bloque. Sobre todo, en términos de modificación de relaciones de fuerza
con actores privados muy concentrados y con fuerte influencia en los medios y en la
construcción de agenda, considerando la energía social como clave de la transformación
social.
En este sentido, la energía social si no se la aprovecha se puede diluir, o bien puede
utilizársela para convocar al diálogo social, a la concertación y a la participación de una
ciudadanía activa. Aquí el rol del Estado juega un papel clave, como garante del acceso
10

a los recursos naturales como bienes públicos, de fomento a la participación y a la


concertación social, de defensa de los intereses ciudadanos frente a los poderes
nacionales e internacionales concentrados y extranjerizantes.
Por último, se requiere también construir poder para transformar requiere generar
energía social detrás de un proyecto esperanzador, de un relato. Es decir, de una agenda
que potencia la energía de actores y de redes sociales y ciudadanos, que buscan mejorar
las expectativas de vida de la población para permitir dar un salto de calidad hacia
delante, para construir un futuro mejor. Y éste es el último y necesario ingrediente tanto
para construir una matriz energética diversificada, como para configurar un modelo de
desarrollo con inclusión social y profundizar la integración regional.

Bibliografía

- Anguita, Eduardo y Minujin, Aleberto. El futuro. El mundo que nos espera a los argentinos.
Editorial Edhasa. Buenos Aires 2005.

- Bernal, Federico. Petróleo, Estado y Soberanía. Hacia la empresa multiestatal latinoamericana


de hidrocarburos. Ed. Biblos. 2005.

-CEPAL, Chudnovsky Daniel, y López, Andrés, “Inversión extranjera directa y desarrollo: la


experiencia del Mercosur”, Revista de la CEPAL num. 92, agosto de 2007

- CEPAL La volatilidad de los precios del petróleo y su impacto en América Latina:


http://www.cepal.cl/publicaciones/xml/9/22669/lcl2389e.pdf

-CEPAL “Cooperación e integración energética en América Latina y el Caribe”:


http://www.cepal.cl/publicaciones/xml/4/25604/lcl2506e.pdf

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