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El ensayo de Honneth acerca de la lucha por el reconocimiento busca argumentar desde las obras de

Jena, sobretodo desde la Filosofía Real, una teoría del reconocimiento que dé cuenta de las relaciones
intersubjetivas básicas, es decir, expone cómo se conforman las relaciones intersubjetivas que
posibilitan un “mínimo de consenso normativo” que permite que los sujetos puedan reconocerse en
cuanto tales para que posteriormente los sujetos puedan ser reconocidos como sujetos jurídicos. Si bien
éste es su propósito, en Hegel encuentra una forma “no real” y/o “enajenada” del proceso de
reconocimiento debido al carácter “idealista” de su filosofía al identificar la realización del
reconocimiento jurídico con la forma estatal y ésta a su vez con “una forma objetiva de la
autorreflexión del Espíritu”1. Hemos adelantado la conclusión para tener claro el objetivo que persigue
nuestro autor.

Para ésta tarea Honneth se concentra en exponer el núcleo ético del segundo apartado de la Filosofía
Real que lleva por título “Filosofía del Espíritu”.

El concepto de enajenación o alienación cobra relevancia, a partir de la Filosofía Real, en la formación


del Espíritu, pues este concepto sirve para explicar el proceso de construcción de la realidad. Ésta
capacidad de “poder ser en sí al mismo tiempo lo otro de sí mismo” juega un papel ontológico al ser el
elemento-proceso productivo de la realidad social. De aquí que Honneth identifique, como
anteriormente Marx y Lukács han hecho, los momentos en los que el Espíritu se constituye a través de
su autoenajenación en la Naturaleza y en su regreso a la esfera de la subjetividad o del Espíritu
Absoluto.

Sin embargo, este plan o “reestructuración” que Hegel hace encaminado a concebir una “filosofía de la
conciencia”, deja de lado la “teoría de la eticidad” y pone en el centro el proceso de realización del
Espíritu. Esto conducirá a subsumir las relaciones práctico-éticas a la conformación del Espíritu
Absoluto, “la constitución de la conciencia humana ya no se integra como dimensión constitutiva en el
proceso de construcción de las relaciones ético-sociales, sino que, por el contrario, las formas sociales y
políticas del comercio entre los hombres sólo son puntos de paso en ese proceso de la formación de la
conciencia humana, que engendra los tres medios de autoconocimiento del Espíritu”2. De tal manera
que el carácter “idealista” del proceso arriba a un reconocimiento no plausible que Honneth intentará
salvar haciendo mención al carácter empático del reconocimiento.

1 Honneth, La lucha por el reconocimiento, p. 80


2 Ibíd., p. 46
Sobre la crítica al iusnaturalismo y en especial a Hobbes y su estado de naturaleza.

El punto de partida de la configuración de las relaciones intersubjetivas empieza siendo, para Hegel, un
enfrentamiento cognitivo con el mundo. Por eso los tres primeros momentos del Espíritu (intuición,
imaginación y representación lingüística o de-nominación) son momentos inferiores en tanto no
constituyen objetividades prácticas ni despliegan la objetividad de la voluntad.3 Esto impele al Espíritu
a objetivarse de manera práctica a través del trabajo y de la herramienta, pues entre el deseo y su
realización media la actividad práctica del hombre. Con la construcción de la herramienta el impulso o
deseo adquiere una mediación objetiva que expresará la primer forma de manifestación de la voluntad,
“El hombre hace herramientas porque es racional, y ésta es la primera manifestación de su voluntad,
voluntad que es aún la voluntad abstracta”4 No obstante el impulso no está presente en la herramienta,
por lo que se necesita de la “astucia” (identificada por Hegel con lo femenino) para que la actividad sea
desplegada por la herramienta misma. Esto conduce a una dialéctica entre lo femenino y lo masculino
que desembocará en el amor como primer forma de reconocimiento intersubjetivo en el que la unión de
los opuestos implica el mutuo saberse en el otro. La posesión familiar y la procreación de un hijo
expresan la objetivación más concreta de la dialéctica antes mencionada y constituyen el punto de
llegada de las “precondiciones” originarias del reconocimiento intersubjetivo jurídico. A partir de aquí
“la lucha por el reconocimiento” se realizará con fines jurídicos identificados con la forma estatal.

Lo importante, y es en lo que se detiene Honneth, es la crítica que Hegel sostiene frente a Hobbes en
torno al estado de naturaleza.

Hegel critica la postura hobbesiana del “todos contra todos” diciendo que antes de cualquier conflicto
los sujetos deben haberse reconocido recíprocamente como tales. Y que incluso toda vida humana
común posible supone no un estado de lucha, sino un tipo de reconocimiento afirmativo que implica
cierta “autolimitación individual” que posteriormente pasará al contrato como forma consciente de esa
relación de reconocimiento. De este modo, el supuesto estado de naturaleza en el que los individuos
luchan por sobrevivir en detrimento de los demás queda refutado. El individuo para ser reconocido
como tal, dentro de una comunidad cualquiera, necesita primero constituirse como persona; y esto sólo
es posible si desde ya se encuentra en un entramado intersubjetivo que le otorgue y construya su
3 El concepto de voluntad cobra relevancia porque a través de dicho concepto se configura la objetividad social que
llegará al reconocimiento intersubjetivo.
4 Hegel, Filosofía Real, FCE, p. 168
identidad.

Por otra parte, a diferencia de Hobbes, la lucha no es por la supervivencia, ni el sujeto que ha sido
excluido de la apropiación por el otro entra en estado de angustia, sino que se siente ignorado e intenta,
a través de la agresión a la posesión del otro, darse a conocer de nuevo ante el sujeto que lo había
excluido de la apropiación. Esto tiene como consecuencia que el sujeto agredido quede como no
reconocido por el otro, pues él mismo no reconoció al excluido. “Si al sujeto atacado le falta cualquier
experiencia de una confirmación por parte del otro, no puede lograr un entendimiento de sí mismo,
intersubjetivamente creíble”5 Esto conduce al sujeto agredido a explicitar la legitimidad de sus
intenciones en un combate de vida o muerte. En esta lucha a muerte se marca entonces, según Honneth,
el estadio por el cual los sujetos aprenden a concebirse como personas dotadas de derechos. Esto es,
surge la voluntad individual en la realidad social.

Arribamos así al plano en donde “se da el grado mínimo de coincidencia comunicativa, de voluntad
general, en una sociedad que permite la reproducción común de sus orientaciones centrales; pues sólo
si todos los miembros de la sociedad respetan recíprocamente sus pretensiones legítimas, pueden
referirse unos a otros de manera no conflictiva como se requiere para el dominio cooperativo de las
tareas sociales”6

Honneth señala acertadamente que esto deja en la ambigüedad el contenido del derecho que se ha
alcanzado, pues no se dice en qué dirección ni que alcance se reconoce dentro de éste derecho. Sin
embargo, Hegel parece concentrarse en éste punto en la configuración burguesa de la sociedad y del
derecho. De tal manera las instituciones que en Hegel adquieren importancia para el funcionamiento de
la totalidad del sistema social son: la propiedad y el cambio.
Nos detenemos aquí para plantear algunas inquietudes.

Problemas

A Honneth le interesa rescatar y fundamentar una teoría del reconocimiento, para esto se sirve de Hegel
y encuentra en la Filosofía Real y en escritos previos como El sistema de la eticidad los argumentos
que le permiten construir dicha teoría. Sin embargo, al menos en el texto que he trabajado, Honneth

5 Honneth., p. 63
6 Honneth., p. 66
parece no cuestionar los puntos previos y de arranque que conducirán a la “lucha por el
reconocimiento”, pues no hay ningún apunte crítico (salvo los que conciernen al carácter idealista del
proceso de constitución del Espíritu que ya hemos señalado), acerca de los supuestos de los que Hegel
parte y que podrían problematizar, quizás, la argumentación que Honneth nos propone de Hegel.

Honneth, siguiendo a Hegel, nos dice que la primer forma de reconocimiento intersubjetivo se
despliega en la relación amorosa; en donde, hemos visto, los “opuestos” se saben y se re-conocen en su
otredad. Pero parece surgir un problema, pues previamente a esta “primer forma de reconocimiento” ha
acontecido ya un proceso complejo que ha implicado, por lo menos a nuestro juicio, dos momentos
sumamente problemáticos.

Lenguaje, trabajo y herramienta

Si partimos de la afirmación que Honneth, siguiendo a Hegel, realiza, nos encontramos con que antes
de la relación amorosa, en donde se juega la primer forma de reconocimiento, se ha desplegado un
proceso que parece no necesitar de otros sujetos, ni del reconocimiento.

Es decir, en la constitución del Espíritu como Inteligencia, Hegel otorga un papel fundamental al
lenguaje diciendo que es la “fuerza de poner nombre”, en donde el lenguaje “sienta algo que es”, y en
ese sentido, “es pues el verdadero ser del Espíritu como Espíritu sin más”.7 Nos dice Hegel, además,
que éste momento, el del lenguaje, “es la primera fuerza creadora que ejerce el Espíritu” y en tanto tal,
es la primer toma de posesión de la naturaleza.

Esto nos lleva a suponer la existencia de un sujeto primero, solipsista, por fuera de las relaciones de
reconocimiento, que habiendo superando la intuición y la imaginación, accede al lenguaje y sienta
nombres a la totalidad de su mundo circundante. No criticamos aquí de momento el carácter
eminentemente idealista de concebir al sujeto como un sujeto que originariamente accede y se dirige
epistémicamente al mundo. No obstante, nos parece problemático suponer un estadio en donde el
lenguaje no implique desde ya una relación de reconocimiento intersubjetivo. La tesis de Hegel, en la
que mienta la importancia del lenguaje como momento en donde se supera la intuición y la
imaginación, así como lo “natural-animal” del Espíritu, parece implicar un solipsismo que comienza
desde el aparecimiento del Espíritu hasta los apartados donde se habla del trabajo y de la herramienta.
7 Hegel, p. 156
Solipsismo porque la dimensión del otro no aparece sino hasta el final del capítulo de la Voluntad como
relación de lo masculino y de lo femenino, es decir, como herramienta y como “ardid” que en el amor
se unirán estableciéndose como recíprocamente reconocidos. Ni en el lenguaje ni en el trabajo aparece
la dimensión del otro.

Así, tanto en el lenguaje como en el proceso de transformación de la naturaleza a partir del trabajo y de
la herramienta parecen suponer la no existencia de relaciones intersubjetivas. Esto nos lleva a las
siguientes preguntas:

1.- ¿parte Hegel de un sujeto aislado de sus congéneres, que se da a sí mismo el lenguaje sin que medie
relación intersubjetiva alguna de reconocimiento?,

2.- ¿es posible lo anterior?,

3.- ¿Hegel cae entonces en las “robinsonadas” que suponen individuos aislados que merced a quién
sabe qué se encuentran y se comunican?,

4.- ¿tanto el lenguaje como el trabajo no implican ellos mismos una relación intersubjetiva ya dada?,

5.- ¿podría explicarse la relación intersubjetiva de reconocimiento desde el trabajo y el lenguaje?

Pienso que son algunas preguntas que podrían guiar la investigación.

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