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Lorena G. de la Peña del Ángel.

SEGUNDO ENSAYO

Reflexión sobre el poder de la imagen.

Comenzaré este ensayo retomando la importancia de lo bello y su devenir artístico a


través de la historia.

El arte dedicó gran parte de su historia en buscar representar la belleza, pero la belleza
no resulta ser una sustancia, un valor que pueda conceptualizarse en forma concisa, la
belleza pareciera ser una circunstancia que se valora dependiendo su contexto.

La idea de la belleza se relaciona con el bien, con lo moral, políticamente o socialmente


bueno. Y es entonces cuando se contrasta la idea de la belleza del arte con la belleza
que podemos encontrar en la naturaleza, la cual es estacional, contrariamente a lo
artísticamente representado, que busca eternidad.

Es lo eterno entonces lo que puede vincularse con la idea de lo divino, con el artista
chamán, mago, una figura dionisiaca que busca crear mundos que eleven el espíritu,
generen experiencia estéticas a través del encuentro humano con la belleza.

Cuando los artistas de las vanguardias, encuentran agotada la idea de la representación


de la belleza como propósito artístico, y exploran navegando por medio de distintas
categorías estéticas, ponen en tela de juicio a la institución artística y sus valores
universales para la denominación y categorización de las artes, y de igual modo,
abandonan la ideología de asumirse a sí mismos como entes divinos. “…cuando las más
prestigiosas comunidades artísticas se involucraron, hace ya casi un siglo, en proyectos
extremos de innovación, entre aquellas nociones que debían desacreditarse estaba, en
primera fila, la belleza. a los hacedores y proclamadores de lo nuevo, la belleza no podía
sino parecerles un patrón de medida conservador”1. La supremacía entonces, la
depositarán en el concepto de la obra y en cómo éste, resulta ser la denuncia presente de
los momentos y situaciones vividos por el creador, y en cómo la recepción de la obra,
tiene que ver con la identificación del sujeto, ante imágenes que le evocan sensaciones
por no serle ajenas, sino al contrario, reconocibles.
Esta Identificación, es la necesidad de estar contenido en una obra, así podemos
entender la supervivencia del arte y la complejidad del mismo, es y será mientras exista
identificación de un sujeto hacia determinada pieza, ya que esta experiencia estética, no
es solo un fenómeno subjetivo “…el valor único de la auténtica obra artística se funda en

1
Sontag, Susan,Un argumento sobre la belleza,Letras Libres, México, febrero 2003,p7
el ritual en el que tuvo su primer y original valor útil …”2 el Aura, como nos describe Walter
Benjamín, está inmersa en la concepción de la obra, no en los medios de representación,
y precisamente, retomando la idea del artista mago entendemos cómo el comienzo del
arte está marcado por las obras que están al servicio del culto, destinadas al espíritu.

Sin embargo, las bases intelectuales del arte no tienen que ver con la complacencia
sensorial, en realidad, el arte existe solo cuando es conceptual. A este respecto, situados
en el modernismo, desde la parte final del siglo XIX hasta superar la primera mitad del
siglo XX, encontramos esta preocupación por las razones del artista, lo que lo lleva a
crear: “ …el modernismo está marcado por el ascenso a un nuevo nivel de conciencia,
reflejado en la pintura como un tipo de discontinuidad, como si acentuar la representación
mimética se hubiera vuelto menos importante que otro tipo de reflexión sobre los sentidos
y métodos de representación.”3 Y es precisamente esta problemática que analiza Danto y
que retoma de Greenberg, la que nos plantea un mapa de cómo se ha estructurado el
discurso artístico en occidente, y podemos hablar de tiempos, de corrientes, de
categorías, pero al organizar las expresiones artísticas, al hacer esta cartografía de los
motivos del arte, es evidente que surgirán complicaciones fundamentales, momentos en
donde el simbolismo, el surrealismo, y más tarde los movimientos artísticos que forman
los grupos minoritarios rompen la estructura lineal que Greenberg nos plantea del arte en
relación con la historia y el progreso tecnológico, donde están inmersas las clases
sociales, y más allá del ¿por qué? o ¿cómo?, el ¿Para qué? Y ¿Para quién? en el arte no
ha sido muy tomado en cuenta, lo que agudiza la situación elitista social del arte.

Los niveles de comunicación se van complejizando, así las lecturas de las piezas del
arte contemporáneo tienden a la inaccesibilidad de entendimiento e identificación para las
masas, resulta entonces subjetivo, el compromiso del creador con las estrategias en
cuanto a la visibilidad de sus conceptos fundamentales plasmados en la obra de arte, en
dónde cabría resaltar ahora, la importancia del espacio-tiempo en la cual se sumerge el
motivo de la obra, y que implica una postura ante la realidad social en la cual se ve
inmerso. Motivando así la accesibilidad de la obra para una esfera más allá de la élite
artística.

Después de las vanguardias, donde se buscó la ruptura con la institución artística,


encontramos un renacimiento con las formas de representación, pero podemos ver
claramente que lo importante no son las representaciones en sí, sino, su utilización para
expresar ideas descontextualizándolas de su origen para buscar así su re significación a
través del apropiacionismo, es a finales de los años setentas, cuando la capital de arte
está en Nueva York, cuando llega la exposición Pictures, que plantea una postura distinta
a la del arte moderno. “En los trabajos de los artistas presentes en Pictures, D. Crimp vio
una ruptura con la modernidad y una identificación con la emergente posmodernidad, no
entendida desde un punto de vista cronológico, sino como una manera de cuestionar el
dogma moderno, contraponiendo al concepto de descripción topográfica de la

2
Benjamin, Walter,Discursos interrumpidos I, Editorial taurus, 1973.
3
Danto, Arthur C, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia,
Paidos,Barcelona,1999. (pag 30)
modernidad al estratigráfico de la posmodernidad. Mas que buscar las fuentes o los
orígenes, lo que pretendían tales artistas, y con ellos el propio Douglas Crimp, era indagar
en las estructuras del significado, ya que como sostiene Crimp, detrás de cada imagen
siempre se puede hallar otra imagen” 4 y claro que la nostalgia rige en la posmodernidad,
se utiliza la belleza pero no sólo para el regocijo de los sentidos, la belleza es el medio
para el verdadero discurso, para el concepto, que ahora cuenta con un sinfín de caminos
para ser el trasfondo de las nuevas categorías estéticas.

Así, cuando la belleza deja de ser el motivo y motor del artista, es clara una necesidad de
teorización filosófica sobre los conceptos que erigen los motivos del arte contemporáneo,
donde las nuevas fuentes de información y comunicación abren un sendero distinto para
el que propone un concepto determinado a través de la creación.

Esta teorización filosófica: Conceptualización, nos convierte en reflexivos, en la


búsqueda de una conciencia histórica, política y finalmente humana, es fundamental que
el artista contemporáneo esté comprometido con su tiempo, si bien históricamente
podemos revisar los desplazamientos de las capitales artísticas en relación directa con los
sucesos más trágicos que ha generado el hombre.

El desplazamiento por las guerras, el arte globalizado en tiempos de la realidad virtual, de


los medios de comunicación masiva a-personal, la duda de la existencia del aura en el
arte contemporáneo, son las lucubraciones que aparecen después del análisis de la
belleza, la intertextualidad, la historia y la reproductibilidad técnica.

Sin embargo, y tras la crítica por la distancia que existe entre el artista y las masas, el
arte ha sido y será el instrumento ideal para generar los cambios ideológicos que
determinan las etapas evolutivas del orden sociocultural del mundo. A este respecto, cito
a Adolfo Sánchez Vázquez reflexionando sobre el arte y las revoluciones artísticas:

Lo que no puede negarse, es que ha nacido y se ha desarrollado en una sociedad


burguesa en decadencia y que esto no podía dejar de tener consecuencias de cierto
género para el arte. Entre ellas la de su aislamiento de grandes sectores sociales y, en
otros terrenos: Pero el verdadero artista (firme reducto de lo humano), no puede aceptar
esta reducción a la actividad creadora y del goce de ella a un sector privilegiado: el suyo.
Otros hombres han de compartir también el vivir humano del que es un aspecto
indisoluble la verdadera apropiación del arte5

A pesar de que la concepción artística ha sido alimentada por los ideólogos burgueses,
“El destino del arte se halla ligado al del hombre como ser creador”.6

Entonces, retomando a Sánchez Vázquez, el artista debe asumir un compromiso político,


y esto resulta más complejo cuando se encuentra inmerso en una sociedad en vías de

4
Guasch, Anna María , El arte último del siglo xx : del posminimalismo a lo multicultural, Madrid : Alianza
Editorial, 2000.527 pp (fragmento tomado del capítulo decimotercero pag. 343)
5
Sánchez Vazquez Adolfo, Sobre arte y revolución, Ed. Grijalbo, 1978 México-Barcelona-Buenos Aires. pag
12.
6
ibídem
desarrollo, por lo cual su relación con la cultura está por debajo de su necesidad por la
supervivencia. En contraste con los países capitalistas de primer mundo, donde el arte
contemporáneo funciona y es reconocido y pagado a un precio justo.

Durante la etapa del modernismo, la cultura mexicana gozó de un intercambio cultural


activo, las ideas que forjaron las revoluciones europeas y latinoamericanas, aunadas a los
intelectuales que llegaron a México o que tuvieron contacto con nuestra cultura,
aceleraron en gran medida nuestra concepción del arte, y la recepción social que se tuvo
de éste.

En relación al arte contemporáneo es necesario entender que en México tenemos un


momento cultural distinto de forma evolutiva, pero inmersos en lo global, estamos también
en el régimen occidental que determina el estatus de las expresiones humanas, en
artesanías, diseños, o piezas de arte, auténtico arte contemporáneo.

Se trata entonces de que el artista contemporáneo tenga una postura de de conciencia


real, de que cumpla con su labor de ser el contador de historias o momentos que suceden
en un tiempo espacio determinados, los medios que utilice para su discurso tomarán un
segundo plano. Es entonces vigente la idea del aura que plantea W. Benjamin, un diálogo
humano, porque está en la concepción de la obra artística (realizada por el artista), y en la
experiencia subjetiva que genera en el espectador.

FUNTES DE INFORMACIÓN

Benjamin, Walter, Discursos interrumpidos I, Editorial Taurus, 1973.

Calabrese, Omar, Cómo se lee una obra de arte, Madrid, Cátedra,1999.

Danto, Arthur C, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia,
Paidos,Barcelona,1999. (pag 30)

Guasch, Anna María , El arte último del siglo xx : del posminimalismo a lo multicultural,
Madrid : Alianza Editorial, 2000.527 pp

Minera, María,Voces en el concierto.Arte contemporáneo en México, en Letras Libres,


febrero de 2003 pp.24-28

Sánchez Vazquez Adolfo, Sobre arte y revolución,Ed. Grijalbo, 1978 México-Barcelona-


Buenos Aires
1
Sontag, Susan,Un argumento sobre la belleza,Letras Libres, México, febrero 2003,pp
12-15

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