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HISTORIA DEL ARTEL BACH. II
Los datos anteriormente hallados, tanto en lo formal como en lo temático, deben habernos
permitido en la mayoría de los casos una gran aproximación, por eliminación, a un estilo
histórico concreto y, por tanto, a una época determinada. Esta aproximación debe hacerse no
sólo desde aspectos formales, sino también desde los temáticos: debe recordarse que no todos
los estilos tratan todos los temas y que la presencia, por ejemplo, de un retrato individual, de un
paisaje sin presencia humana, de una mitología o de una escena religiosa puede indicarnos
tanto sobre el estilo como el puro análisis formal. Es aquí, pues donde hay que hacer una
verdadera iconología, es decir, el estudio de la historia de los temas. Procede, pues, en tercer
lugar, como conclusión de lo antes dicho, localizar la obra estilística y cronológicamente. La
segunda localización puede coincidir prácticamente con la primera o, por el contrario,
complementarla: por ejemplo, decir “barroco” es insuficiente cuando se dispone de datos para
afirmar que se trata exactamente de barroco ornamental de la primera mitad del siglo XVIII. Es
importante que exista una relación directa entre lo comentados en los apartados 1 y 2 y lo
concluido en el 3: en ningún momento conviene dar la impresión de que primero se ha
“acertado” la obra y después se ha tejido todo un discurso destinado a adornar este “acierto”.
A menudo ocurrirá que no se puede ir más allá del apartado 3. No obstante, existen artistas
lo suficientemente importantes como para que se deban conocer las características que los
individualizan aún dentro de un estilo más general. Está claro que no es suficiente “pintura
española del Siglo de Oro” si nos encontramos ante una de las obras más conocidas de
Velázquez. Por tanto, la última fase de la identificación consiste en aislar ciertos rasgos
estilísticos que caractericen a un artista concreto de modo diferenciado dentro de su estilo. Al
final sólo queda, si se conoce, la identificación de la obra concreta.
Con la identificación -ya sea de estilo y época, de artista o incluso de obra concreta- no
termina el comentario. Deben incluirse aún ciertas reflexiones generales que no podríamos
conocer con la simple información que la visión de la obra nos proporciona pero que nos vienen
a la mente una vez identificada ésta. Por ejemplo, una vez identificada la Acrópolis de Atenas,
es necesario terminar con una reflexión sobre el significado global de las acrópolis en Grecia
clásica; lo mismo puede decirse para la pintura religiosa del barroco, el retrato renacentista, las
esculturas griegas de atletas, los mosaicos bizantinos, etc. Es decir, éste último punto exige
siempre un cierre global que se salga del límite estricto de la obra de arte que estamos
comentando y que signifique una generalización, en donde aparezcan reflejados datos del
contexto histórico, social, económico, religioso y artístico de dicha obra.