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AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI
Miércoles 09 de febrero de 2011
Hoy querría hablaros de san Pedro Kanis, Canisio en la forma latina de su apellido, una
figura muy importante en el s.XVI católico. Nació el 8 de mayo de 1521 en Nimega
Holanda. Su padre era el alcalde de la ciudad. Mientras estudiaba en la Universidad de
Colonia, frecuentó a los monjes cartujos de santa Bárbara, un centro propulsor de la
vida católica, y a otros hombres píos que cultivaban la espiritualidad llamada devotio
moderna. Entró en la Compañía de Jesús el 8 de mayo de 1543 en Maguncia (Renania-
Palatinado), después de haber seguido un curso de ejercicios espirituales bajo la
supervisión del beato Pierre Favre, Petrus Faber, uno de los primeros compañeros de
san Ignacio de Loyola. Se ordenó sacerdote en junio de 1546 en Colonia, y al año
siguiente, estuvo presente en el Concilio de Trento como teólogo del obispo de Austria,
cardenal Otto Truchsess von Waldburg, donde colaboró con dos hermanos, Diego
Laínez e Alfonso Salmerón.
Siguiendo la misión recibida de Ignacio y del Papa Pablo III, Canisio partió hacia
Alemania y partió antes que nada hacia el Ducado de Baviera, que durante muchos años
fue sede de su ministerio. Como decano, rector y vicecanciller de la Universidad de
Ingolstadt, cuidó la vida académica del Instituto y de la reforma religiosa y moral del
pueblo. En Viena, donde por un breve tiempo fue administrador de la Diócesis,
desarrolló el ministerio pastoral en los hospitales y las cárceles, sea en la ciudad como
en el campo, y preparó la publicación de su Catecismo. En 1556 fundó el Colegio de
Praga y hasta el 1569, fue el primer superior de la provincia jesuita de la Alemania
Superior.
Entre estas tareas, estableció en los países germánicos una densa red de comunidades de
su Orden, especialmente de Colegios, que fueron puntos de partida para la reforma
católica, para la renovación de la fe católica. En este tiempo participó también en el
Coloquio de Worms con los dirigentes protestantes, entre los que estaba Filippo
Melantone (1557); ejerció la función de Nuncio Pontificio en Polonia (1558; participó
en las dos Dietas de Augusta (1559 y 1565); acompañó al cardenal Stanislao Hozjusz,
enviado del Papa al Emperador Fernando (1560); interviene en la Sesión Final del
Concilio de Trento, donde habló sobre la cuestión de la Comunión bajo las dos especies
y sobre el Índice de Libros Prohibidos (1562).
San Pedro Canisio transcurrió buena parte de su vida en contacto con las personas
socialmente más importantes de su tiempo y ejerció una influencia especial con sus
escritos. Fue editor de las obras completas de san Cirilo de Alejandría y de san León
Magno, de las Cartas de san Jerónimo y de las Oraciones de san Nicolás de Flüe.
Publicó libros de devoción en varias lenguas, las biografías de algunos santos suizos y
muchos textos de homilética. Pero sus escritos más difundidos fueron los
tres Catecismos elaborados entre el 1555 y el 1558. El primero estaba destinado a los
estudiantes a un nivel de comprensión de las nociones elementales de teología; el
segundo a los niños del pueblo para una primera instrucción religiosa; el tercero a
jóvenes con una formación escolástica de escuela media o superior. La doctrina católica
estaba expuesta a base de preguntas y respuestas, brevemente, en términos bíblicos, con
mucha claridad y sin menciones críticas.
Es, esta, una característica de san Pedro Canisio: saber componer armoniosamnete la
fidelidad a los principios dogmáticos con el debido respeto a cada persona. San Canisio
ha distinguido la apostasía consciente, culpable, de la fe, de la pérdida de la fe inocente,
por las circunstancias. Y ha declarado, frente a Roma, que la mayor parte de los
alemanes pasaron al Protestantismo sin culpa. En un momento histórico de fuertes
contrastes confesionales, evitaba -esta es una cosa extraordinaria- la aspereza y la
retórica de la ira -cosa rara como he comentado, en esos tiempos y en las discusiones
entre los cristianos- y se preocupaba sólo de la presentación de las raíces espirituales y
de la revitalización de la fe en la Iglesia. Para esto le sirvió mucho el amplio y
penetrante conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras y de los Padres de la
Iglesia: el mismo conocimiento que sobresalía de su personal relación con Dios y la
austera espiritualidad que derivaba de la devotio moderna y de la mística renana.
San Pedro Canisio se había formado en esta amistad con Jesús en el ambiente espiritual
de la Cartuja de Colonia, en la que había mantenido estrecho contacto con dos místicos
cartujos Johann Lansperger, latinizado como Lanspergius, y Nicolas van Hesche,
latinizado como Eschius. Más tarde profundizó la experiencia de esta
amistad, familiaritas stupenda nimis, con la contemplación de estos misterios de la vida
de Jesús, que ocupan una gran parte en los Esercizi spirituali de san Ignacio. Su intensa
devoción por el Corazón del Señor, que culminó en la consagración al ministerio
apostólico en la Basílica Vaticana, encuentra aquí su fundamento.
Al mismo tiempo, es siempre actual y de valor permanente el ejemplo que san Pedro
Canisio nos ha dejado, no sólo en sus obras, sino sobre todo con su vida. Él nos enseña
con claridad que el ministerio apostólico es robusto y produce frutos de salvación en el
corazón, sólo si el predicador es un testigo personal de Jesús y sabe ser instrumento a su
disposición, estrechamente unido a Él por la fe en su Evangelio y en su Iglesia, por una
vida moralmente coherente y por una oración incesante como el amor. Y esto vale para
cada cristiano que quiera vivir con esfuerzo y fidelidad su adhesión a Cristo. Gracias.