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URBANISMO, CIUDAD ROMANA Y TRADICIÓN

HISTORIOGRÁFICA
Presupuestos para el estudio del urbanismo
romano en Murcia
1. EL URBANISMO, PROBLEMA TEÓRICO

El urbanismo como problema historiológico ha surgido con la meta-


morfosis sufrida por la Humanidad a raíz de la experiencia ciudadana
vivida tras la revolución industrial. L. Mumford lo expresó así: «En
nuestra época se dan una infinidad de adelantos técnicos sin una direc-
ción social, sin relación alguna con otro fin que no sea el mismo progreso
de la ciencia y de la tecnología. Vivimos, en realidad, en un universo
estallante de invenciones mecánicas y electrónicas, cuyas partes se ale-
jan con rápido ritmo, cada vez más, de su centro humano y de todo
propósito racional y humanamente autónomo. Esta explosión tecnológica
ha producido una explosión semejante de la propia ciudad: la ciudad ha
estallado esparciendo sus complejos órganos y organizaciones por el pai-
saje entero. A decir verdad, no sólo se ha forzado el receptáculo urbano
amurallado; también, en muy buena medida, se lo ha desimantado, y
como consecuencia de ello somos testigos de una suerte de degradación
del poder urbano que vuelve a un estado de casualidad y de imprevisibi-
lidad. En resumen, nuestra civilización está perdiendo el control, anona-
dada por sus mismos recursos y posibilidades así como por su sobreabun-
dante fecundidad. Estados totalitarios que implacablemente tratan de
imponer un control son tan víctimas de sus malos frenos como las econo-
mías aparentemente más libres que bajan por el borde de la pendiente y
están a merced de sus vehículos sin frenosJ1).

(1) L. Mumford, La ciudad en la historia, Buenos Aires (2 ed.) 1979, p. 47 (La 1 ed. inglesa es
de 1961). Sobre la crisis de la ciudad se ha escrito mucho desde todos los puntos de vista. Vendría a
cuento recordar obras como J. Maritain, Humanismo integral, Paris, 1936; obras como, Un mundo
feliz, de A. Huxley; Farenheit 451; sin olvidar El mono desnudo y otro sin fin de literatura sobre los
problemas de la moderna antropología.
Y de semejante experiencia surgen las cuestiones: ¿Desaparecerá la
ciudad o el planeta entero se convertirá en una vasta colmena humana?
(lo que sería otro modo de desaparición). Las necesidades y deseos que
han movido a los hombres a vivir en ciudades ¿pueden recuperar, en un
nivel más elevado, todo lo que Jerusalén, Atenas o Florencia otrora
parecieron prometer? ¿Hay una opción viva a mitad de camino entre la
Necrópolis y la Utopía, es decir, la posibilidad de edificar un tipo nuevo
de ciudad que, liberada de contradicciones internas, positivamente enri-
quezca y promueva el desarrollo humano?J2).

2. EL URBANISMO, UN PROBLEMA PRÁCTICO

Las consideraciones apuntadas y muchas otras que podríamos añadir


a partir de reflexiones antropológicas no pueden hacernos olvidar que el
urbanismo es fundamentalmente un problema práctico. Ha sido justa-
mente la explosión de la ciudad industrial con las posibilidades técnicas y la
facilidad del transporte lo que ha obligado a los responsables a buscar
solución a los nuevos problemas y para ello han surgido equipos cada vez
más sofisticados de asesoramiento e instrumentación, que abarcando desde
la cartografía hasta la sociología y desde la economía hasta la psicología
agilizan y orientan la gestión del urbanismo en cada ayuntamiento de cada
una de las ciudades del mundo actual. De ahí que dos análisis más sofisti-
cados de factores que hay que tener en cuenta en el estudio de la moderna
geografía y sociología urbanas, con sus más de cien variables, la mayor
parte de las cuales están ausentes de las ciudades antiguas (y también
medievales y del Renacimiento) refleja el abismo que media entre la ciudad
de época industrial y cualquiera de sus precedentesJ3).

3. LA INEXTRICABLE IMPLICACIÓN ENTRE TEORÍA Y


PRÁCTICA

Pero si la decisión de soluciones a adoptar exige el conocimiento más


exhaustivo y profundo de los factores a considerar, es claro que el proble-

(2) L. Mumford, op. cit., p. 9.


(3) M.I. Finley, «The Ancient City: From Fuste1 de Coulanges to Max Weber and Beyond*,
Comparative Studies in Society and History. An International Quarterly, 19, 1977, p. 308, donde
recuerda en nota y cita a M. Castells, eStructures sociales et processus d'urbanisation: analyse
comparative intersociétale,,, Annales (E.S.C.) XXV, 1970, 1155-1199, p. 1157: <<Ladiscusión de la
problemática de la cultura urbana de hecho tiene que ver con el sistema cultural característico de la
sociedad industrial, y, en la mayoría de sus rasgos distintivos, de la sociedad industrial capitalista».
ma práctico lleva implicado el problema filosófico. Tiene razón Mumfon '
cuando formula: c o n una conciencia más aguda de nuestro pasado y con
una visión más nítida de decisiones tomadas largo tiempo atrás, y que a
menudo nos rigen todavía, estaremos en condiciones de examinar la
decisión que ahora enfrenta al hombre y que, de uno u otro modo, en
última instancia lo transformará, a saber, la de si se consagrará al
desarrollo de su propia humanidad más profunda o bien si se rendirá a
las ya casi automáticas fuerzas que él mismo ha puesto en movimiento,
~ediendoel lugar a su otro yo deshumanizado: el «hombre posthistórico».
Esta segunda opción llevaría aparejada una paulatina pérdida de senti-
mientos, de emoción, de audacia creadora y, por último, de concienciaJ4).
Pero no sólo a nivel de antropología filosófica la práctica urbanística
lleva implicada la elección del «tipo»de ciudad que se quiere elegir (y los
diferentes tipos están bien a la vista con sólo recorrer someramente las
aglomeraciones urbanas de Europa), desde las ciudades antiguas reno-
vadas de España, hasta las ciudades nuevas yuxtapuestas a las antiguas
de Francia; desde los caos de mezcla de construcciones en unos sitios
hasta el respeto meticuloso a la forma antigua de otros lugares. La
opción por uno u otro .tipo» lleva aparejada una discusión que en algún
momento debe haber sido c~nsciente'~).
Y todavía a un tercer nivel es imprescindible la reflexión: la ciudad
actual se asienta en una geografía cuya historia la ha dejado marcada en
mucha mayor medida de lo que normalmente suele s~ponerse'~). Por una
parte las ciudades actuales muy frecuentemente se asientan sobre restos
antiguos y suele ser de gran interés conservarlos como resto del patrimo-
nio histórico artí~tico'~)
y por otra parte en la opción por la estructuración

(4) L. Mumford, op. cit. p. 10. Y aquí vale la pena recordar toda la discusión sobre la así
llamada .postmodernidad».
(5) M.I. Finley, art. cit., p. 308, recuerda y recoge una serie de puntos de vista que demues-
tran que la discusión sobre los tipos de ciudades es algo inevitable en este campo.
(6) El caso de la ya pasada disputa entre C1. Sánchez Albornoz y A. Castro sobre el ser de
España, que quedó superada en el momento en que la arqueología comenzó a mostrar por todas
partes los restos y la herencia romana en la configuración de Hispania. La anécdota es tanto más
interesante cuanto que ya desde el siglo XIX se sabía que el caso de Hispania, como veremos y
recordaremos en el presente estudio, era una espléndida muestra de la intensidad y profundidad de
la romanización. Bien es verdad que estos trabajos de la pasada centuria seguían siendo campo
iniciático para unos pocos entendidos que además tenían que conocer la lengua alemana.
(7) Los problemas de este tipo fueron estudiados en diversos coloquios científicos p. e.: Sympo-
sium de ciudades augusteas, Zaragoza 1976 (2 vols.); M. Grassnick, «Das Problem einer moglichen
Erweiterung historischer Stad-System»,Die alte Stadt 12, 1985, 105-129;Les Enceintes Augusteén-
nes dans l'occident romain (Frunce, Ztalie, Espagne, Afrique du Nord), Actas del Coloquio de Nimes,
(octubre 19851,Nimes 1987, etc.
del territorio la experiencia pasada puede ser luminosa. No es casuali-
dad que precisamente ahora cuando la civilización urbana domina el
horizonte sea precisamente cuando se ha descubierto y valorado la cultu-
ra clásica y el urbanismo antiguo@).

4. RELEVANCIA DEL URBANISMO ANTIGUO DE ÉPOCA


CLÁSICA

Suele ponerse el origen del urbanismo en la época ne~lítica(~) y nada


tenemos que objetar al respecto; pero hablar de urbanismo es emplear
un lenguaje análogo que para que sea inteligible necesita precisar el
contenido de los conceptos en cada caso.
Fue, en efecto, en un momento determinado cuando el poblamiento
comienza a concentrarse en algunas partes del mundo habitado, ya sea
Centroamérica(l0),ya las tiernas del norte de la India(ll)y China(12),o el
creciente fértil(13).Y ello en unas dimensiones que producen admiración
en el espectador que visita Ur de Caldea o Babilonia. El estudio de las
formas de vida en aquellas primeras ciudades es un problema que no
vamos a abordar aquP4).
Hay que subrayar, empero, que parece innegable que el urbanismo
entra en un nuevo estadio con el origen de la polis griega, justamente
cuando y porque la ciudad se convierte en algo muy distinto de lo que

(8) El problema del urbanismo antiguo nunca se apartó del horizonte de las reflexiones
jurídicas. Los estudios sobre la pervivencia de la ciudad romana en los mundos lombardo, franco, o
visigodo son conocidos desde antiguo (Cfr. W. Liebenam, Stadteuerwaltung im romischen Kaiserrei-
che, Leipzig 1900,111-XII). Fueron los descubrimientos epigráficos los que dieron fuerte impulso al
tema, como diremos; pero h a sido la problemática urbanística moderna, o, más exactamente dicho,
contemporánea, la que ha permitido captar con otra sensibilidad el problema de la cultura romana
o griega. La misma arqueología ha recibido u n impulso especial desde la nueva perspectiva y los
problemas planteados hoy por hoy a los yacimientos arqueológicos son muy diversos a los de antaño
en función precisamente de la arqueología espacial.
(9) V. Gordon Childe, Social Euolution, New York 1951.
(10) P. J. Ucko e t allii (ed.), Man, Settlement and Urbanism, Londres 1972; R. Mac Adams, The
Euolution of Human Society, Chicago 1966.
(11) Stadte am Zndus, catálogo de la exposición organizada en Münster en el verano de 1987.
(12) P. Whestley, The Pivot of the Four Quarters: A Preliminary Inquiry into the Origin and
Character of the Ancient Chinesiche City, Chicago and Edinburgh 1971.
(13) V. Gordon Childe, The Bronze Age, New York 1930.
(14) Es claro que una cosa es la descripción de la arquitectura de aquellas ciudades, a la que
nos aproximan los planos trazados por los excavadores, y la descripción de la vida cotidiana que
también puede deducirse de los planos y de los utillajes recuperados en las investigaciones arqueo-
lógicas; y otra muy distinta son las categorías mentales con las que enjuiciar aquella realidad, sean
éstas de tipo legal, jurídico o antropológico. L. Mumford se sitúa en perspectiva antropológica, pero
s u juego de conceptos es no sólo discutible, sino, a nuestro entender, es confuso y no puede aceptarse.
hasta entonces había sido(15).Hasta entonces las ciudades habían sido
fundamentalmente sólo la potenciación de recursos económicos y huma-
nos, siempre integrados en manos de un poder superior, concebido sa-
cralmente. En aquellas antiguas ciudades no se habla de derechos, ni de
ciudadanos, aunque hubo pueblos dominadores y pueblos esclavizados. Y
es en tal dato en el que hay que descubrir la diferencia entre la nueva
ciudad griega y la más antigua ciudad oriental.
Desde el punto de vista estrictamente económico no parece que pueda
trazarse bien y nítidamente la diferencia entre el urbanismo del oriente
antiguo y el del mundo grecomomano o el del mundo medieval(16);pero un
horizonte muy diverso se nos abre si planteamos el problema desde el
punto de vista de la historia de la evolución de las formas de vida: las
ciudades del Antiguo Oriente no parecen haber tenido constituciones, ni
los imperios antiguos parecen haber desarrollado el concepto de ciudada-
nía; por el contrario cada ciudad-estado griega y cada ciudad de derecho
latino o peregrina tenía en primer lugar ante su visión cósmica una
constelación jurídica. Y en este sentido el mundo grecomomano sí ha sido
bien estudiado(17).La ciudad del mundo clásico fue fundamentalmente

(15) M. 1. Finley ha escrito (op. cit. p. 309): «Pido que se me permita asumir que la ciudad
antigua es una categoría distinta y distinguible. ¿Qué criterios han establecido los historiadores o
sociólogos con los que diferenciar las ciudades antiguas de las de otras eras o sociedades y para
diferenciar entre los diversos tipos de ciudad antigua? En términos puramente cuantitativos la
respuesta es penosa: muy pocas cosas dignas de consideración. La mayor parte de los historiadores
de la Antigüedad parecen no haberse planteado a sí mismos esa cuestión; unos pocos, en una famosa
controversia que comenzó en las últimas décadas del siglo pasado y se continuó en los comienzos del
presente siglo, argumentaron que las diferencias entre la ciudad antigua y la moderna eran mera-
mente cuantitativas: allí menos población, menos comercio, menos manufactura. La auctoritas de
Eduard Meyer, Julius Beloch y más recientemente M. Rostovtzeff hicieron acallar la oposición, al
menos entre los historiadores de la Antigüedad». Y creemos que tiene razón si uno se sitúa en
ámbito o perspectiva meramente económica. Algo muy distinto, empero, habna que afirmar desde el
punto de vista en que nos situamos.
(16) La consideración de la ciudad desde una perspectiva meramente económica y los intentos
de clasificación en base a criterios meramente económicos de productividad no permiten contemplar
esta radical diferencia. El artículo ya citado de M.I. Finley es buena prueba de ello y merecería una
crítica aguda precisamente por los horizontes estrechos en que se mueve. Seguramente que se puede
decir de él mucho más de lo que él dice de La ciudad antigua de Fuste1 de Coulanges.
(17) Es espléndido, p. e., el trabajo de F. de Visscher, &'Expansion de la cité romaine et la
diffussion du Droit Romainn, Museum Helueticum 14, 1957, 164-174, con la bibliografía que cita y la
que supone. Sobre la administración de la ciudad antigua hay una bibliografía casi inabarcable.
Desde la obra ya citada de Liebenam, Stadteuerwaltung im romischen Kaiserreiche, Leipzig 1900
que recoge todo lo existente hasta final del siglo pasado -no podemos olvidar que fue Liebenam el
encargado de los Forschungsberichte sobre las romische Stadtaltertümer en la revista JAW al menos
desde 1889 a 1907-, pasando por la recogida por L. Homo, Rome impériale et l'urbanisme dans
Z'Antiquité, Paris 1951, hasta la recogida por Sherwin-White en la segunda edición de su Roman
Citizenship, Oxford 1979, la recogida por J.M. Abascal y U. Espinosa en su libro La ciudad hispano-
«ámbito de vida cultural*. Así lo vieron los contemporáneos y así lo ha
visto la investigación(lg).
En semejante perspectiva no sólo no hay contradicción entre la ciudad
estado griega y la ciudad helenística o romana sino que más bien hay que
ver en todo el conjunto una línea de estricta continuidad. Más aún: de
continuidad basada en la secuencia causal. Fue la ciudad-estado la que
inventó esa forma de vivir y luego tal forma de concebir la vida política
siguió viva en los imperios sucesivos precisamente porque ya existía en
el mundo que los vio nacer(lg).Nos atreveríamos incluso a decir que es
precisamente a partir de tal modo de ser de la ciudad como toda la tierra
se transforma en función de la existencia de las ciudades. Hasta aquí las
ciudades eran una consecuencia de la geografía productiva o estratégica.
A partir del nuevo ser jurídico de las ciudades, es la geografía política la
que es consecuencia de la existencia de las ciudades(20).

romana: privilegio y poder, Logroño 1989, o la que iremos viendo e n este libro. Toda esa bibliografía
tiene un punto de referencia obligado que es el concepto de civitas. Cfr. Kornemann, «Civitas»,RE
Supplementband 1, col. 300-317.
(18) Pausanias 10.4.1 rechaza la pretensión de una pequeña agrupación de casas en Grecia
Central de ser una ciudad, arguyendo que <<no hay allí edificios de gobierno, no hay teatro, no hay
ágora, no hay acueductos que lleven agua a las fuentes y... «el pueblo vive en agujeros como cuevas
de la montaña al borde de un precipicio ...D.
Ya Aristóteles en su Politeia (1330-1334 y SS.) dice que una ciudad incluye cuatro condiciones:
Riqueza, defensa, aptitud para l a actividad política y belleza.
(19) Es difícil pensar que u n imperio respetaría a las ciudades y las convertiría en instrumento
de aculturación si la categoría de ciudad no le preexistía con perfecta definición. Desde Alejandro
Magno los monarcas helenísticos iban fundando ciudades por doquiera que pasaban y tales ciudades
se regían por determinadas leyes y normas, al modo como había sido el uso en las ciudades-estado
griegas, que eran el modelo por el que los fundadores se regían. Precisamente por esto M.I. Finley no
se ha colocado en la debida perspectiva al criticar a Fuste1 de Coulanges en La ciudad antigua.
(20) La cosa es muy clara a partir de la Edad Media, que hereda el concepto de ciudad antigua,
rediviva en las villas medievales y modernas. La desaparición de una villa es una catástrofe
jurídica. La creación de una villa, la concesión del título de villa a un poblamiento ya existente es un
parto de los montes. Una villa que ya existe difícilmente dejará de existir. Son muchos los privilegios
y ayudas de subsistencia que se han ido adquiriendo e n la autoafirmación jurídica.
Pero incluso en la Edad Antigua, las ciudades que ya existían como tales, a pesar del costo que
suponía el mantenimiento, eran instrumento esencial de la organización romana. M.I. Finley,
art. cit. p. 325: «Para entender el lugar de la ciudad como una institución «pivotal» en el mundo
grecorromano y e n s u desarrollo hay que partir de dos hechos. Primero, el mundo grecorromano
estuvo más urbanizado que cualquier otra sociedad antes de la era actual. Segundo, la ciudad-
estado, la unidad estrechamente formada entre ciudad y campo, siguió siendo el módulo básico
después de que el componente estatal de la ciudad-estado hubiera perdido su estricto sentido
originario,,. Una exposición sencilla pero sumamente clara de toda la problemática puede verse en
P. GRIMAL, Las ciudades romanas, Barcelona 1991.
5. EL INTERÉS ACTUAL POR EL URBANISMO DE ÉPOCA
CLÁSICA

Hemos recogido la afirmación de que el mundo grecorromano estuvo


más urbanizado que cualquier otra sociedad anterior a la Edad Contem-
poránea. Y acabamos de decir que no sólo en cantidad sino también en
tipología, el urbanismo clásico fue lo más parecido históricamente al
modo de vida actual de las ciudades. Son estas las razones de base que
fundamentan el interés del mundo actual por el mundo antiguo. Pero
además precisamente en razón de tal semejanza de formas de vida, el
mundo actual tiene capacidad para captar y penetrar aspectos de aquella
cultura que habían sido imposibles de alcanzar desde otra perspectiva.
En efecto, siempre el mundo clásico había sido considerado como
modélico por las generaciones subsiguientes; pero, como muy bien se ha
hecho notar, ha sido bastante después del descubrimiento de la Historia
como ciencia crítica cuando se ha valorado el mundo antiguo como mun-
do y civilización de ciudades. Fue la arqueología la que, a finales del siglo
XTX y comienzos del XX, comenzó a conseguir una información que
debidamente contemplada desde una civilización eminentemente urbana
pudo ofrecer la base a la interpretación urbanística y global de la civili-
zación antigua. El descubrimiento de «leyes municipales», precisamente
hispanas brillantemente comentadas por M~mmsen(~l), puso de relieve el
tema de la administración de las ciudades. Grandes excavaciones y mag-
níficas colecciones epigráficas permitieron su estudio en extensión y en
profundidad. A fines del siglo XTX se pudo escribir: «Ahora cuando todo
yace en ruinas y en desiertos abandonados, es cuando la imagen del
conjunto opera quizá de manera más poderosa que antaño cuando, en
esos mismos lugares, hombres profusamente ataviados ofrecían sacrifi-
cios a los manes de sus muertos*; o como escribía Burckhardt: «Comen-
zando desde la soberbia Petra, en Arabia, y pasando por Gerasa, la
ciudad de las columnas al oriente del Jordán -lugares ambos cuyos
nombres apenas si puede decirse que fueran conocidos a los escritores de
época imperial, a no ser que hubieran sido descubiertos con todo su

(21) Th. Mommsen, aLex coloniae Iuliae Genetivae Urbanorum sive Ursonensis*, publicada
primero en Ephemeris Epigraphica 11, 108-151 y recogida en Iuristische Schriften, Erster Band,
Berlin 1905, 194-239; Id., «Legis coloniae Genetivae c.W-LXXXII*, publicado por primera vez en
Ephemeris Epigraphica 111, 91-112 y recogido luego en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin
1905, 240-264; Id., «Die Stadtrechte der Latinischen Gemeinden Salpensa und Malaca in der
Provinz Baetica», publicada primero en Abhand1.d. Sachs. Ges. d . Wissensch. 111, 1855, 361-507, y
recogido luego en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin 1905, 265-382.
esplendor por los nuevos Fue en este ambiente en el que
Boeck pudo escribir su espléndida Haushaltung Athen.~'~~) y en el que
Fustel de Coulanges compuso su La ciudad antigua(24).
Más aún: se ha llegado a comprender que la visión urbanística de la
civilización antigua en su sentido más amplio es esencial para la com-
prensión lisa y llana del mundo antiguo. Los testimonios abundan. Des-
de Mommsen que afirmaba que «el desarrollo del municipio dentro del
estado o de la ciudad hasta llegar al estado es la esencia de la historia de
Roma*, pasando por frases recogidas incidentalmente por no especialis-
tas, como Handling cuando afirmaba que «el mundo antiguo ha sido un
mundo de ciudades»(25), hasta llegar a Finley, en cuya opinión la ciudad
es una institución pivote del mundo grecorr~mano(~~).
Y de una manera más general el estudio de la vida de la ciudad sitúa al
estudio de la Historia Antigua en su justa dimensión: «Si al estudiar la
historia del Imperio Romano desde una perspectiva de Historia Universal
no queremos contentarnos con reflexiones taciteas, es preciso atender al
despliegue de la esencia de las ciudades, a la situación social de la burgue-
sía en el Imperio para proponerse en serio el intento de escribir una historia
de los súbditos y no contentarnos con tratar del destino de la capital Roma,
de las peculiaridades laudables o aborrecibles de los emperadores; y no hay
que poner en primer término los impulsos en los círculos más nobles o más
bajos de la población de las principales ciudades o capitales del

(22) Citado por W. Liebenam, op. cit., introducción.


(23) A. Boeckh, Die Staatshaushaltung der Athener, 1817, 3" ed. Berlin 1886.
(24) Fustel de Coulanges, La cité antique, 1864.
(25)- The Historian a n d the City, dntrodution», Cambridge Mass., University Press, 1963.
(26) M.I. Finley, art. cit., p. 325. Los testimonios se podrían multiplicar e incluso se podría
componer un tratado monográñco con ellos y escribir un magm'fico capítulo de historia de la investiga-
ción. Esto nos lo dice G. Walser en la introducción a la obra de L. Teutsch, Das Stadtewessen in
Nordafiika in der Zeit von G. Gracchus bis zum Tode des Kaisers Augustus, Berlin 1962: «Según un
juicio muchas veces repetido, la creación, trascendental desde una perspectiva de historia universal,
llevada a cabo por los romanos consistió en la urbanización de amplias zonas de Europa y de las tierras
del Mar Mediterráneo. En todos los lugares en los que en tierras bárbaras se ha desarrollado la
cultura, la forma de vida urbana h a participado en ello. Partiendo de los centros ciudadanos de las
colonias y de los otros asentarnientos romanos, se expandieron primeramente la civilización material
y luego elementos espirituales de una civilización más elevada. Aportar un luminoso ejemplo de esta
creación de la romanización es el propósito del escrito que tenemos entre manos..
Lo mismo nos dejó escrito Mornigliano: «Si hay algún modo de aproximación de los valores
esenciales de la historia romana es el estudio de la ciudadanía romana. El sistema de los derechos
civiles muestra la distancia entre Roma y los imperios orientales, las monarquías helenísticas y las
ciudades-estados griegas e indica los puntos de contado entre los caminos de Roma y los de la
Iglesia: la ciudadanía de Pablo sigue siendo un hito. (JRS 31, 1941, 158).
(27) W. Liebenam, op. cit., introducción.
Y recordemos para terminar este apartado que también desde esta
perspectiva el mundo antiguo sigue siendo arquetípico para la inteligen-
cia de nuestro yo actual. Dice Rodbertus: «Si se considera la Historia del
Imperio Romano en sus variaciones sociales, se perdona la desconfianza
que desde la escuela hemos sentido ante la idea de unirnos y aceptar su
significación política. En efecto más que otras épocas de la historia del
mundo, ésa se levanta a la reflexión consoladora de que si bien los
Estados pasan, el trozo de género humano que incorporan e individuali-
zan hay que concebirlo en continuo progresod2*'.

6. LA COMPLEJIDAD DEL URBANISMO

La exposición del urbanismo, si ya lo situamos como base de compren-


sión histórica, es de gran complejidad incluso si nos limitamos a la
exposición del urbanismo de la Antigüedad Clásica.
Se impone una primera consideración: se trata de saber cómo eran
materialmente las ciudades, cómo eran sus cuadros gobernantes y sus
servicios públicos, sus monumentos, sus obras públicas, sus calles, sus
jardines, sus casas, sus ínsulas, cuáles eran las normas que regían su
desarrollo urbano(29).
Otra perspectiva es la económico-administrativa: ¿Cómo funcionaba
la ciudad? ¿Cómo conseguía los medios de subsistencia? ¿En qué gastaba
sus presupuestos? ¿Cómo funcionaban sus órganos de gobierno?
La antropología tiene mucho campo en la vida de la ciudad: ¿A qué
problemas humanos respondía el origen de una ciudad? ¿Cómo fueron
surgiendo las estructuras sociales de la vida urbana: la nobleza, los
plebeyos etc.? ¿Cuál fue la función de cada estamento en la marcha y
esplendor de la ciudad?
La estructura jurídica del conjunto es un tema por sí mismo: ¿Qué
tipos de ciudades había? ¿Cómo clasificarlas? ¿Qué diferencias había
entre ellas?
Y no hay que perder de vista las perspectivas históricas. No se puede
hablar de la ciudad de igual manera en una época que en otra: ¿Cuál es
la diferencia entre la vida de la ciudad y sus estructuras entre la época

(28) Rodbertus, Hildebrands Jahrbuch 1865, p. 341.


(29) Estamos acostumbrados a crear una imagen unitaria a partir de la experiencia de Pompe-
ya, Herculano o de alguna ciudad especialmente bien conservada y bien y completamente excavada,
pero olvidamos que tales casos pueden no servir de norma, sobre todo cuando no estamos en suelo
absoluta y exclusivamente romano o latino, sino provincial con mezcla de indigenismo no bien
determinada y en situación jurídica no fácilmente definible.
de la República Romana y la del Principado? ¿O entre el Principado y el
Bajo Imperio? ¿Hasta cuándo duran las estructuras urbanas romanas?
Finalmente, aunque quizá con importancia primordial, hay que atender
a los problemas metodológicos: ¿Cómo categorizar el estudio de las ciuda-
des de la Antigüedad? ¿Qué puede enseñarnos ese estudio? Es curioso ir
leyendo obras sobre el tema. Precisamente por su opción de enfoque
diferente da la impresión de que unos trabajos y otros tratan de distinto
campo de la investigación. Algo de ello hemos ido apuntando en el curso
de estas páginas.

7. LA HISTORIA DE LA INVESTIGACI~N

Si olvidamos los trabajos de Arnbrosio de Morales sobre las ciudades


de España y algunos otros estudios de los siglos de la Edad Moderna(30)
que están escritos en una perspectiva demasiado remota para nuestro
interés actual; y por razones similares prescindimos de los trabajos de
Herculano y contemporáneos(31)sobre problemas histórico-jurídicos en
torno al origen del régimen municipal medieval, los modernos plantea-
mientos acerca del urbanismo antiguo comienzan con la empresa epigrá-
fica de E. Hübner(32),acompañado por Mommsen, como ya hemos indica-
do más arriba.

(30) A. de Morales, cordobés (1513-1591),Las antigüedades de las ciudades de España que van
nombradas en la coronica, con la averiguación de sus sitios y nombres antiguos, Alcalá 1575; Id.,
Relaciones del viaje que Ambrosio de Morales chronista de su Mjestad hizo por su mandato el año de
MDWCYII en Galicia y Asturias, publicadas por E. Flórez, Madrid 1792.
(31) Herculano, Historia de Portugal, 3. ed. 1853. Sobre su influencia en la historiografía
posterior véase C1. Sánchez-Albornoz, Ruina y extinción del municipio romano en España e institu-
ciones que le reemplazaron, cap. 1, «Estado actual del municipio hispanogodo», en Estudios visigodos,
Roma 1971, pp. 11-15.
(32) La personalidad y la obra de E. Hübner ha de ser todavía ponderada en el influjo que
ejerció en la reconstrucción de toda la historia antigua de Hispania. No solamente llevó a feliz
término la recogida y publicación de las INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE, C.I.L. 11, reali-
zada en Berlin en 1869 (fascículos 1, 2 y 3) y del INSCRIPTIONVM HISPANIAE LATINARUM
SVPLEMENTVM, Berlin 1892; y la publicación de las INSCRIPTIONES HISPANIAE CHRISTIA-
NAE, BERLIN 1871, así como la de su correspondiente INSCRIPTIONVM HISPANIAE CHRISTIA-
NARVM SVPLEMENTVM, Berlin 1890, sino que fue el autor de la mayor parte de los epígrafes de
la Real Encyclopadie que se referían a la Hispania republicana y altoimperial a lo largo de la
primera serie de volúmenes, así como de otros importantes trabajos como p. e. «Tarraco und seine
Denkmaler~,Hermes 1, 1866, 77-127; cDie Balearen», Deutsche Rundschau XIV,1888, Heft 6, 362-
377; varios trabajos sobre Citanía (Cfr. Hermes XV,1880,49-91 y 597-604;Archaeologische Zeitung
XiX,1861,185 SS.);«Romische Bergwerksvenvaltung», Deutsche Rundschau 111, 1877, Heft 11, 196-
213; «Die Heilquelle von Umeri,>,Archaeologische Zeitung, N.F., VI,1874,115 SS., con lámina 11;
Todos ellos trabajos que más tarde recoge en su obra Romische Herrschaft in Europa, Berlin 1890.
Fue el mismo Mommsen quien en su S t a a t ~ r e c h t ' sentó
~ ~ ) la base
.dogmática» de los conceptos fundamentales: «La ciudadanía fue para los
romanos primeramente el populus y más tarde la ciuitam. Cuando los
patricios, tras largas luchas, abrieron su comunidad de derechos a los
plebeyos, se constituyó definitivamente el populus romanus. Para recom-
pensar a sus aliados o castigar a los rebeldes, éste distribuirá o recortará
en todo o en parte sus derechos y así mientras que los latinos, sus
vecinos más inmediatos, tendrán el privilegio de ser ciues romani con
derechos restringidos, los eques de Anagni no tendrán del ciudadano
romano más que los derechos privados. Los ciues romani de un munici-
pium tendrán al lado de su ciudadanía romana algunos derechos que
obtendrán de la comunidad local a la que pertenecen administrativa-
mente. En una ciudad peregrina tendrán el Doppelbürgerrecht, el dere-
cho romano y el derecho peregrino.
La reconstrucción de Mommsen se impuso hasta la obra de Sherwin-
White que es la primera historia de la Roman Citizenship (Oxford 1936).
El esquema mommseniano se convirtió en un mito. La ciudadanía roma-
na no constituyó un todo acabado, una patristisch-plebejische Gemeinde
desde el comienzo de la república. Tiene un contenido variable según las
épocas y las circunstancias. Esto se ve en la ciuitas sine sufiagio que
implica el mantenimiento de instituciones de derecho privado en el cua-
dro de la ciudadanía romana, el municipium, que en varias épocas desde
Cicerón a los Antoninos permite a los ciudadanos durante largo tiempo
conservar el uso y el control de sus leyes hasta la Constitución Antoni-
niana. La obra de Mommsen ha sido un punto de referencia esencial,
pero quedaban sin embargo numerosos puntos por precisar sobre todo en
lo que toca a la prehistoria de la institución en tanto que la filología lo
permitiera.
La investigación más reciente, a partir de la obra señera citada de
Sherwin-White, ha avanzado en el descubrimiento y precisión del carác-
ter dinámico de los conceptos jurídico-políticos romanos: Así los Quirites
no han venido de Gures, en la Sabina, sino que estaban en Roma desde el
principio y eran los Ko-uiri, los hombres que se reunían para los trabajos
de la paz y de la guerra en un Ko-uiría, una de las curias, que serían una
de las subdivisiones de las tribus de la época clásica. La palabra es
indoeuropea y es común a romanos, latinos y otros.
El concepto de ciuis se define primariamente en el interior de la
familia y luego tendrá las prerrogativas y el papel de un miembro de la

(33) Th.Mommsen, Staatsrecht, Berlin 1871.


ciudad. Es en la primera mitad del siglo V cuando conviene situar el
comienzo de su larga carrera. Notemos que la legislación de las XII
Tablas no nos aparece como un documento de origen divino sino como
fruto de la experiencia política c~ntemporánea'~~).
Globalmente la ciudadanía romana tiene un carácter personal que
sólo el derecho define. Según las XII Tablas un ciudadano romano que no
ha pagado sus deudas puede ser vendido como esclavo trans Tiberim en
país etrusco perdiendo a la vez su libertad y su ciudadanía. No lo perderá
si es enviado a un aliado latino donde el ius migrandi y el commercium
entre Estados le protegen. No es el territorio el que fija el estatuto del
civis romanus sino el derecho. Largo tiempo se ha pensado que las tribus
eran originariamente el territorio que poseían las gentes antes de entrar
en la ciudadanía romana. P. F r a ~ a r o 'y~L.
~ )Ross Tay10r'~~)han mostrado
que las tribus fueron organizadas para los ciudadanos y no así el territo-
rio ya que la tierra había sido asignada a las personas y no a las tribus.
Notemos que Festo define un municipium no como una ciudad con
casas, recinto amurallado y territorio, sino como un genus horninum. Es
que desde el siglo V, lo mismo que en tiempos de Ciceron, la civitas
romana es una societas iuris que un civis romanus posee y que lleva
consigo fuera de la colectividad en la que está censado. En tiempo de
Tiberio, Velleyo Paterculo sabe muy bien que por la comunidad de dere-
cho se ha extendido la romanidad (auctum communione iuris nomen
Romanum I,14). Como para justificar esta afirmación y también sin duda
para mostrar que esta expansión no conoce límites en el tiempo o en el
espacio, da la lista de coloniae C.R. desde la toma de Roma por los galos
hasta el reinado de No hay que extrañarse que Festo, en el siglo
siguiente, haya establecido su cuadro de municipia sobre la distinción de los
estatutos reconocidos a los individuos y a las colectividades.
Todos estos hechos que pueden considerarse como establecidos tienen
grandes consecuencias. Los romanos fueron eligiendo a los que querían
integrar en su ciudadanía separando las élites dirigentes de sus aliados ya
sea que presentaran su ciudadanía como una recompensa por los servicios

(34) A. Momigliano, en la discusión de la lección de F. Wieacker, «Die XII Tafeln in ihrem


Jahrhunderb, Fondation Hardt, Entretien XIII, 1966, 357.
(35) P. Fraccaro, Opusc. 11, 1955.
(36) L. Ross Taylor, The voting districts of the Roman Republic, Roma 1960, 10.
(37) El carácter personal de la ciudadanía romana se afirmará en la atribución a los individuos
del ius italicum que durante mucho tiempo se reservó a las ciudades como conjunto (J. Triantaphy-
llopoulos, Zura 14, 1960, 10). Se la encuentra también entre los latinos (H. Braunert, «Ius Latii*,
Corolla Swoboda, 1966, 75 SS.).Todo ello citado por Seston, en p. [61 nota 8.
prestados, ya que la hayan impuesto para suprimir veleidades de indepen-
dencia entre los que ellos habían vencido. Toda la investigación de la ciuitas
sine sufiagio muestra tales conclusiones y el descubrimiento de una tabula
hospitalitatis en Herrera del Pisuerga así lo atestigua(38).
Estas adaptaciones de la ciudadanía romana a las circunstancias políti-
c a ~ no
( ~tienen
~ ) para nuestro propósito otro interés que conñmarnos en el
carácter móvil y en el contenido relativo de esta institución. Y ocurrirá igual
cuando Italia entera reciba la ciudadanía romana por las leyes Iulia (año 90)
y Plautia-Papiria (año 89). La tercera definición que Festo da del munici-
pi~rn(~O) da cuenta de esta situación nueva. Tal situación planteó a los
contemporáneos de Cicerón problemas nuevos. Uno de ellos fiie el de la
inscripción de los nuevos ciudadanos(41) en las tribus. Otro el de la doble
ciudadanía(42) que sin duda subsistió incluso después de Cara~alla'~~).

(38) Publicado por A. García y Belllido, e n B.R.A.H., 159, 1966, 166 SS., el documento de
Herrera de Pisuerga, datado e n el año 14 d.C., es el primer texto e n el que se define e n la antigüedad
grecorromana lo que nosotros denominaríamos %ciudadaníahonorífica*, que consiste e n el derecho
de ejercer e n el territorio de la ciudad que la concede, los mismos derechos que tienen sus ciudada-
nos. No implica una mutatio civitatis inmediata, ni dobla ninguna otra ciudadanía; puede sustituirla,
es algo potencial. Y puede ser acumulada con u n número indefinido de otras ciudadanías honorarias.
(39) Roma no creó ciuitates sine suffragio tras del comienzo del siglo 111. A partir de ese
momento desarrolló no ya la federación de ciudades, sino el sistema municipal. Los municipios
gozan de autonomía interna tanto si han surgido de civitates sine sufiagio como si provienen de
civitates foederatae.
(40) Festo 155L: ...cum id genus hominum definitur qui ad civitatem Romanam ita venerunt
uti municipia essent sua cuiusque civitatis et coloniae ut Tiburtes, Praenestini, Pisani, Urbinates,
Nolani, Bononienses, Placentini, Nepesini, Sutrini, Lucrenses. Todas estas ciudades habían sido
antes civitates sine sufiagio o bien civitates foederatae y ahora son lisa y llanamente municipios.
(41) Y e n concomitancia con ese problema, el de la autonomía de los socii qui fundi functi sunt
es decir de los municipia fundana. H. Braunert ha mostrado que e n el fondo era eso lo que Cicerón
discutía en el Pro Bulbo, fijando u n dominio reservado a la maiestas Populi Romani ( H . Braunert,
~Verfassungsnorm und Verfgassungswirklichkeiti m spatrepublikanischen Rom», Der altsprachlis-
che Unterricht 9, 1966, 53 ss.
(42) La discusión del tema puede verse e n F. de Visscher, *La dualité des droits de cité et la
mutatio civitatis»,Bulletin de la classe des Lettres de I'Académie Royale de Belgique, (Bruxelles) XL,
1954,49-67;Id., Actas del Congreso sobre Madvig celebrado e n Copenhague, 1954; Id., «L'expansion
du droit de cité romaine et la diffusion du doit romain», Bulletin de la Classe de Lettres de
I'Academie Royale de Belgique, XLI, 1955, 29-46; Id., «La constitution antonine (212 ap. J.C.) et la
persistence des droits locauxr, Cahiers d'Histoire Mondiale, Paris, 11, 1954-55, 788-811; Id., "La
dualité des droits de cité et la mutatio civitatis», Studi i n onore di P. De Francisci, Milano 1956,
I,37-62; E. Schonbauer, ~Personalitatsprinzipund Privatrechtsordnung i m Romerrreiche~,Anzeiger
der OesterreichischenAkademie der Wissenschaften in Wien, Phi1os.-Hist. Klasse 97, 1960,182-210;D.
Norr, ~Origo.Studien zur Orts-, Stadt- und Reichtszugehorigkeit i n der Antikea, Revue d'Histoire de
Droit. Tijdschrift voor Rechtsgeschie&nis, Groningen, XXXI, 1963,525-600,especialmente pp. 556 S S .
(43) La cosa parece demostrada tras la publicación de una inscripción de Aphrodisias
(K. T . Ewim - J. Reynolds, JRS 59, 1969, 56-58) que demuestra que los derechos locales seguían
vivos y presentes si bien dentro de la ciudadanía romana.
Con toda esta problemática recogida por Sherwin-White en su obra ya
citada y en las revisiones del tema que ha continuado haciendo con mano
maestra(44),así como otros investigado re^'^^), junto con la nueva documen-
tación que los hallazgos epigráficos van aportando al tema ha ocasionado
un verdadero aluvión de estudios que están cambiando notablemente el
panorama que hasta hace muy poco tiempo se tenía sobre el urbanismo
romano así como la valoración de esa misma cultura. Se puede afirmar
que el tema se ha puesto de moda. Por limitamos al ambiente y tema
hispano y a los últimos años, recordemos el importantísimo descubri-
miento de la lex Irnitana(46); el excelente estudio de G. Alfoldy sobre las
ciudades romanas de la meseta de Castilla de Nueva(47);los Estudios
sobre la tabula siarensis editados por J. González y J. Arce(48); los Estu-
dios sobre U r ~ o ' ~las
~ ) ;conferencias pronunciadas en el Museo de Arte
Romano de Mérida y recogidas en el libro Aspectos de la colonización y
municipalización de Hispania(50),la espléndida obra de puesta a punto y
divulgación del tema La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder de J.M.
Abascal y U. E~pinosa'~~); así como el congreso celebrado en Elche a fines de
octubre de 1989(52) o el celebrado en Toledo en septiembre de 1993 y cuyas
actas de enorme interés también para este tema están en prensa.

8. NUESTRO ESTUDIO SOBRE URBANISMO DE ÉPOCA CLÁSI-


CA EN EL SURESTE PENINSULAR

A la hora de centrar nuestra atención en el tema del urbanismo


romano en el SE peninsular, en una visión global y con pretensión de ser

(44) A.N. Sherwin-White publicó una segunda edición de su Roman Citizenship e n Oxford, 1973,
consideralemente aumentada y e n al ANRW publicó una revisión del tema con el título de ~ T h Roman
e
Citizenship. A sunrey of its development into a world franchise», vol. IIJ, Berlin 1972, 23-58.
(45) W . Seston, .La citoyennete romaine»,XIIIe Congres International des sciences historiques
(Moscou 16-23 octobre 1970), 1973, 31-52, recogido de nuevo e n Scripta varia. Mélanges d'histoire
romaine, de droit, depigraphie et d'histoire du Christianisme, Ecole francaise de Rome, 1980, 3-18.
(46) J. González, eThe lex Irnitana: a New Flavian Municipal Law», JRS 76, 1986.
(47) G. Alfoldy, Romisches Stadtewesen auf der neukastilischen Hochebene, Heidelberg 1987.
(48) J. González y J . Arce (Ed.),Estudios sobre la Tabvla Siarensis, e n Anejos de AEspA M ,
Madrid 1988.
(49) J . González (Ed.),Estudios sobre Urso. Colonia Iulia Genetiva, Sevilla 1989.
(50) J.M. Roldán Hervás y otros, Aspectos de la colonización y municipalización de Hispania,
Mérida 1989.
(51) J.M. Abascal y U . Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989.
(52) Actas publicadas por Filippo Coarelli, Mario Torelli y J. Uroz Sáez e n Dialoghi di Archeo-
logia. Tema Serie, anno 10 1992, n. 1-2, con el título Conquista romana y modos de intervención en
la organización urbana y territorial, Roma 1992.
completos siquiera sea para el territorio que ocupa la actual región de
Murcia, las magníficas perspectivas que parecería ofrecer la rica bibli-
grafía sobre urbanismo romano en general, sufren una drástica reduc-
ción impuesta por el estado de la investigación.
El primer punto a aclarar es en qué medida se dio aquí la vida urbana
o hasta qué punto la tierra vivió fundamentalmente bajo estructuras
campesinas. Es la vieja cuestión filosófica del un sit? El afrontar esta
cuestión nos obligará a adentrarnos en el estudio de los datos de la tierra
y en el tema general de la organización administrativa de la tierra que
Roma iba conquistando.

8.1. ¿Qué entendemos por «ciudad»?

Al pretender definir estructuras urbanas, conviene precisar más de


cerca lo que entendemos por ciudad, lo que queremos buscar en la tierra
de Murcia. Tras de lo que venimos exponiendo no creemos que debamos
demorarnos mucho en ello. Queremos estudiar aquellos núcleos de pobla-
ción que no sólo tuvieron una entidad suficiente(53)sino que, además,
tuvieron un relevancia jurídica que los hizo centros administrativos de

(53) F. Kolb plantea el problema de qué hay que entender por ciudad, al comenzar su libro
sobre Die Stadt i m Altertum, München 1984 y establece seis criterios para poder hablar de «ciudad»:
1.-Coherencia topográfica y administrativa del asentamiento
2.- Número de habitantes superior al millar
3.- Marcada división del trabajo y diferenciación social
4.- Variedad y riqueza en la arquitectura
5.- Estilo de vida urbano
6.- Función del núcleo de población como lugar central para la tierra circundante.
Si se comparan estos criterios con los que en su día estableciera Gordon Childe («The Urban
Revolution», Town Planning Review 21, n l , 1950, 1-17):
1.-Gran extensión en superficie y gran densidad de población
2.- Presencia de especialistas que, a tiempo completo se dedican a la artesanía, el transporte, el
comercio o la religión
3.- Los tributos procedentes de los productores de alimentos mantienen a los especialistas
4.- Edificios públicos monumentales
5.- Grupos dirigentes de carácter religioso, civil y militar
6.- Sistemas de archivo
7.- Ciencias elaboradas como las matemáticas o la astronomía
8.- Estilos artísticos sofisticados
9.- Comercio a larga distancia
10.- Grupos organizados de artesanos se ve que Kolb acentúa el papel de centro de administra-
ción que ha de tener lo que queramos llamar «ciudad,>.Y estamos de acuerdo con él, pero además
para el caso del urbanismo romano este papel administrativo viene realzado por una dignidad
especial procedente del estatuto que la ciudad tiene y que la constituye en una determinada
categoría. A esta determinación no queremos renunciar, por entender que sin ella el urbanismo
romano no se puede explicar en toda s u dimensión.
primera magnitud en la ordenación del territorio(54)y los constituyó en
auténticos valuartes de lo que en la historia de la investigación se ha
entendido por cultura urbana.
Es verdad que en el estado actual de la investigación no vamos a
poder precisar el status de cada asentamiento atestiguado por la arqueo-
logía, y limitarnos a considerar los yacimientos de los que con seguridad
sabemos que fueron colonias o municipios romanos sería situarnos fuera
de la marcha de la investigación que avanza hacia una visión más global
de la realidad en función de nuevos hallazgos que, de hecho, se vienen
produciendo y hay que esperar que sigan dándose. Por lo cual atendere-
mos a todos los centros de asentamiento de época romana que o están
documentados como civitates romanas o los datos arqueológicos nos permi-
ten sospechar que han de tener una entidad semejante o no menor que los
atestiguados. Jugar con el criterio de lo jurídico hace más discutible todo
cuanto aquí digamos, pero da a la ciudad una dimensión que creemos que es
esencial para la recta comprensión de lo que fue la cultura romana.

8.2. El método a emplear

Supuesta la respuesta afirmativa a la cuestión sobre el hecho, hay que


determinar el cómo. Y sería hermoso poder ofrecer la imagen de las
ciudades romanas del SE peninsular, pero no están excavadas en mane-
ra y medida de poder diseñarla. Añadamos, que, además de las excava-
ciones, hará falta que la tierra sea fecunda en la devolución de documen-
tos epigráficos que permitan captar la organización del territorio. En el
estado actual de la investigación se impone, pues, un método inductivo-
deductivo. Tenemos que contar con lo que sabemos del tema a nivel de
Imperio Romano para tratar de exponer cómo debió darse en nuestras
latitudes, ayudados por los datos que hasta ahora hemos podido ir reco-
giendo de la geografía y arqueología regionales. Trataremos de seguir las
huellas marcadas por los estudios de otras regiones tal como los han
llevado a cabo los investigadores que nos han precedido.

8.3. La tradición sobre la que trabajamos

Lo que sobre el urbanismo romano en Murcia hay escrito comienza


con los escritos del Licenciado Cascales y más en concreto con los Discur-

(54) En esencia esta ha sido la principal aportación de la obra de J.M. Abascal y U. Espinosa,
La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1988.
sos a la ciudad de Murcia(55) y a la de Cartagena(56),obras que si bien
tienen otros objetivos e ideales recogen puntos de referencia obligados a
las viejas glorias urbanas de ambas ciudades.
El canónigo Lozano, con mentalidad mucho más cercana a las ideas de
los anticuarios europeos de su época, rastreó los restos antiguos con una
acribia digna de loa, de forma que sus escritos siguen teniendo valor(57).
La familia de los «anticuarios»tuvo una eximia representación en el
interés por la tierra murciana con epicentro, como no podía ser menos,
en Cartagena: Las obras de M~ntanaro'~~), C e r e ~ u e l a (y~sobre
~ ) todo del
conde de Lumiare~(~O) fueron recogiendo materiales y llevándolos al cam-
po de la conciencia científica.
Un hito importante lo constituyen los trabajos de D. Aureliano Fer-
nández Guerra, siempre en íntima colaboración con sus amigos Eduardo
de Hinojosa y L. de la Rada y Delgado(61)que tan benemérita labor
hicieron con su incansable búsqueda de datos y fecunda elaboración de
los mismos. El Sr. Fernández Guerra se ocupó insistentemente del tema
del urbanismo romano en la actual tierra murciana, siempre en base a la
epigrafía que con empeño buscó y ponderó. Así en 1879 escribió su
D e i t ~ n i a ' y~ ~demostró
) la identificación del Cabezo de la Muela o de
«Roenas» con la antigua Begastri, y en 1887, estudiando la lápida de
Lucio Emilio Recto aludió a las ciudades de Asso y Argos(63).

(55) Cascales, Discuros históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia y su Reino,
Murcia 1621.
(56) Cascales, Discursos de la ciudad de Cartagena, Valencia 1598.
(57) Lozano, Bastetania y Contestania del Reino de Murcia, 3 vols., Murcia 1980 (reimpresión
fotomecánica de la ed. de 1794).
(58) N. Montanaro, Observaciones sobre las antigüedades de Cartagena, manuscrito de la BN,
X-113-8-829.
(59) J.M. Rubio Paredes, Fulgencio Cerezuela. Antigüedades de Cartagena, Madrid 1978.
(60) Conde de Lumiares (A. Valcárcel Pio de Saboya y Maura), Carta a D.F.V.R. sobre los
monumentos antiguos descubiertos últimamente en el Barrio de Santa Lucía en la ciudad de Carta-
gena, en el reyno de Murcia, Valencia 1781; Id., Inscripciones de Cartago Noua, hoy Cartagem, en el
reyno de Murcia, Madrid 1796; Id., Los monumentos antiguos de Cartagena, Cartagena 1968, col.
Almarjal n. 12.
(61) A. Fernández Guerra era historiador, De la Rada y Delgado era jurista y E. de Hinojosa
era jurista. Los tres colaboran en la composición del tomo 11 de la Historia de España que dirigió
Cánovas del Castillo, tomo en dos volúmenes que es una excelente exposición todavía valiosa de la
historia de España en los siglos de la Antigüedad Tardía. Los tres fueron académicos de la Historia
y trabajaron con gran interés en la recogida de la Epigrafía hispana. A Fernández Guerra y a
Eduardo Saavedra dedica Hübner las Inscri~cionesde la Esnaña Cristiana reconociendo en el
prólogo que les debe mucho e n la recogida de los materiales.
(62) A. Fernández Guerra, La Deitania y su cátedra episcopal Begastri, Madrid 1879.
(63) A. Fernández Guerra, Las ciudades bastetanas de Asso y Argos, Madrid, Imprenta Fonta-
net 1887.
En unión con estos investigadores, a los que dedicó su edición de las
INSCRIPTIONES HISPANIAE CHRISTIANAE, E. Hübner fue pieza
clave en el proceso de modernización de la metodología científica(64) hasta
que dejó la antorcha en manos de A. Schulten, que con brío incansable
continuó la tarea de ir puntualizando los datos de las fuentes intentando
situarlos en un contexto geográfico exacto y buscándoles el sentido más
congruente con la imagen histórica alcanzada en el momento(65). R. Gros-
se colaboró en la misma empresa, si bien por poco tiempo(66).
Por esta misma época hubo una serie de trabajos que se ocuparon de
Cartagena, incidentalmente, a partir de datos de las fuentes que eran
difícilmente reducibles a una imagen coherente e idéntica consigo misma(67),

(64) cfr. supra nota 33.


(65) Sobre A. Schulten hay una semblanza e n la Revista de la Universidad de Barcelona del
año 1940, e n la que se recogen sus publicaciones sobre España. A ella remitimos.
(66) R. Grosse editó el volumen de Fontes Hispaniae Antiquae correspondiente a las fuentes de
época visigoda, que es el fascículo M , aparecido e n 1947 por culpa de los avatares de la guerra
mundial. Escribió varios items de la RE sobre ciudades y temas hispanos, pero dejó paso a otros
investigadores y desapareció del campo de los estudios hispanos.
(67) Sobre la Geografía de Carthago Nova y los problemas que la descripción que Polibio hace
de la conquista de la ciudad por Escipión existen:
H. Droysen, Rhein. Mus. XXX, 1875, 62 S S .
- H. Droysen, «Die polybianische Beschreibung der zweiten Schlacht bei Baecula*, Rhein. Mus.
XXX, 1876, 281 S S .
- J.L. Strachan-Davidson, Selections from Polybius, Oxford 1888, 629-641 con u n mapa.
- O. Cuntz, Polybius und sein Werk, 1902.
- M. Villamarzo Cánovas,Estudios geográfico-históricos de Cartagena desde los tiempos prehis-
tóricos hasta la expulsión de los árabes, Cartagena 1905.
- B.R.A.H., LII, 1909, 490 S S .
- Kahrstedt, AA 1912, 217-235.
- U. Kahrstedt, Geschichte der Karthager von 218-146, Berlin 1913, que es el 111 vol. de la
Geschichte der Karthager de Otto Melzer, libro 111, «Der hannibalische Kriege», p. 509, nota 2.
- W . Brewitz, Scipio Africanus Maior i n Spanien, 210-206, Diss. Tübingen 1914.
- Hübner, ~CarthagoNova*, RE, cols. 1621-1624.
- R. Laqueur, &cipio Africanus und die Eroberung von Neukarthago», Hermes, LVI, 1921,
170-180.
- F. Casal Martínez, El libro de la ciudad de Cartagena, 1923.
- E. M. Fayden, Hibbert Journal, July 1923, 743 S S .
- H.H. Scullard, Scipio Africanus in the Second Punic War, Cambridge 1930, «Apendix One
(Cap. III)., pp. 289-299.
- Kahrstedt, Philologische Wochenschrift 1931, n. 13, 384.
- S. Witkowski, Bull.Intern.Acad.Po1. S u p p l 5 , 1947, 1-12.
- J.J. Jaúregui, «La conquista de Cartago Nova por Scipión y las mareas del Almajar», Crónica
del N Congreso Arqueológico del S E Español, 1948, 404 S S .
- J.M. Blázquez Martínez, Estudios Clásicos V I I , 1962.
- H. H. Scullard, «New Carthage., capítulo 11 de la obra Scipio Africanus: Soldier and Politi-
cian, Cornell University Press, Ithaca, New York 1970, pp. 39-67.
- F.W. Walbank, A Historical Commentary on Polybius, vol. 11, Oxford 1967, 205-211.
pero que tuvieron poco eco en los investigadores locales, en parte porque
no llegaron a conocerse aquí.
Mención especial merece aquí la figura de D. A. Beltrán Martínez,
quien no sólo se ocupó repetidamente de temas como el plano de Cartage-
na(68),
sino que, al estudiar la epigrafía y la numismática tuvo que tratar
una y otra vez de temas relacionados con el urbanismo(69).
Incidentalmente han colaborado en estudios sobre el urbanismo de la
tierra maestros venidos de todas las latitudes, cuyos trabajos tendremos
muy en cuenta(70).
En conexión con la especialización de los estudios históricos y arqueo-
lógicos en la Universidad de Murcia renovación de la que fueron alma y
motor primero C. de Mergelina, luego G. Nieto Gallo y más tarde A. Muñoz
Arnilibia se ha comenzado a tratar del tema con mayor atención y pro-
f~ndidad(~l). De esta última etapa queremos recordar los nombres de
A. Yelo Templado(72), el equipo de excavadores de Cartagena, al que pres-
ta su colaboración la Universidad de Murcia, ahora en la persona del Dr.
S. Ramallo asen si^'^^), junto con otro importante grupo de investigado-
res, que desde la investigación arqueológica en distintos puntos de la
región, viene aportando abundante información a integrar en la imagen

(68) A. Beltrán Martínez, «Topografíade Carthago Nova»,AEspA, 1948, 191 SS.; Id., «El Plano
Arqueológico de Cartagenaw, AEspA, 25, 1952,47-62.
(69) A. Beltrán Martínez, «Las inscripciones latinas honorarias de Cartagena*, RABM 55, 3,
1949; .La inscripciones funerarias de Cartagena*,AEspA 81, 1950 (Una completa bibliografía puede
verse e n el libro que le dedicó la Universidad de Zaragoza: Estudios en Homenaje al Dr. Antonio
Beltrán Martínez, Zaragoza 1986.
(70) A. García y Bellido, acartagena e n la Antigüedad*, Investigación y Progreso XIV, 1942,
293-302; J.M. Blázquez Martínez, &tadtebau und Religion i n Neukarthago (Hispanien)»,Romische
Geschichte, Altertumskunde und Epigraphik. Festschrift für Artur Betz zur vollendung seines 80.
Lebensjahres, Viena 1985, 75-105; M. Koch, .M. Agrippa und Neukarthago*, Chiron 9, 1979, 205-
214 y láminas 5-8; Id. «Neue romische Inschriften aus Karthago M o v a ~Maddrider
, Mitteilungen 17,
1976, 285 ss. y 19, 1978, 251 SS.; Id., .Acerca de la edición nueva de la epigrafía romana de
Cartagena*, XV CAN (Lugo) 1977, Zaragoza 1979, 1065 SS.; Id. en el Congreso de Epigrafía de
Konstanz; Id., dsis und Serapis i n Carthago Nova», MM 23, 1982, 347-352 y láminas 56 y 57; Id.
d e t e s , Mercurius und das Phonikisch-punische Pantheon i n Neukarthago»,MM 23,1982,101-113;
Id. «Die Turullii und Neukarthago,,, Navicula Tubingensis. Studia in honorem Antonii Tovar (ed.
F.J. Oroz Arizcuren, A. Coseriu y C. de Simone), Tübingen 1985, pp. 233-246; Id. «Las 'grandes
familias' en la epigrafía de Carthago Nova», I Congreso Peninsular de Historia Antigua (ed. G.
Pereira Menaut), vol. 11, Santiago de Compostela, 1988, 403-407; J. Mangas con su trabajo sobre
Juba e n Cartagena, e n el I Congreso sobre el Estrecho de Gibraltar celebrado e n Ceuta.
(71) Con el comienzo de esta época hay que relacionar la tesis doctoral de C. Belda Navarro, El
proceso de romanización de la provincia de Murcia, Murcia 1975.
(72) A. Yelo Templado, sobre Begastri, Ilorci, Ello, ver Antigüedad y Cristianismo XII, 1995.
(73) S. Ramallo Asensio, Cartagena. El testimonio arqueológico. Murcia 1989, que es el primer
volumen de una serie sobre CARTHAGO NOVA que publica la Universidad de Murcia.
de las ciudades de época romana y que en sus oportunos lugares recoge-
remos.
Finalmente hemos de recordar aquí el esfuerzo realizado en los últi-
mos años por el área de Historia Antigua de la Universidad de Murcia,
que con las excavaciones realizadas en la ciudad de BegastrP4),los estu-
dios sobre la Cueva Negra en Fortuna que han puesto de manifiesto una
sensibilidad cultural de la que nada se sabía y probablemente ni se podía
sospechar hace muy pocos años(75),el impulso dado al estudio de los
caminos romanos en la región(76),la atención prestada a los problemas
económicos del mundo romano(77) y la creación de la revista Antigüedad y
Cristianismo, que viene recogiendo una imagen muy bien documentada
de la vida tardorromana en la zona(78), se han dado pasos muy importan-
tes para que el tema del urbanismo quede situado en el puesto que debe
tener y que la moderna epistemología exige para él, si bien la dinámica
del avance de la investigación es fuerte y esperamos que se potencie cada
día más.

(74) Begastri. Imagen y problemas de su historia, Antig.crist. 1,1984 y 2"ed, 1994, e n la que se
recoge la bibliografía que ya existe sobre la ciudad que fue primero municipio romano y luego sede
episcopal.
(75) La Cueva Negra de Fortuna (Murcia) y sus TZTVLZ PZCTZ. Un santuario de época romana,
Antig.crist. IV, 1987.
(76) A. González Blanco (Ed.),Vías romanas de S E , Murcia 1988; (A. González Blanco (coordi-
nador), Los caminos de la Región de Murcia, Murcia 1989.
(77) A. González Blanco et alii, «La industria del aceite e n la actual región de Murcia durante
la época romana (Primera aproximación al tema)»,Producción y comercio del aceite en la Antigüe-
dad. Actas del ZZ Congreso Internacional sobre el Aceite, Sevilla 24-28 de febrero de 1982, Madrid,
Universidad Complutense 1983 (Depósito legal 1984), pp. 601-610; *Pressoirs a huile d'époque
romaine dans la Péninsule Ibériquen, e n La production d u vin et de l'huile en Méditerranée, Bulletin
de Correspondance Hellénique. Supplement XXVI, Paris, 1993, 397-411; y dentro de este mismo
campo la tesis doctoral de D. Manuel Amante Sánchez, Aspectos económicos del S E hispano:
Mazarrón y su puerto, leída el 20 de junio de 1994.
(78) La revista Antigüedad y Cristianismo, que comenzó a aparecer e n 1984, lleva publicados
doce títulos, ha conseguido servir de instrumento para que cuantos investigadores tienen al- que
decir sobre la Antigüedad Tardía murciana puedan hacerlo con audiencia y a la vez ha servido a
todos estos investigadores para contar con una atalaya para contar con una mayor información y
sensibilidad de cara a los problemas de este mismo período. Al cabo de estos doce números se puede
decir, sin vacilación, que contamos con una imagen satisfactoria de la geografía humana de Murcia
e n los últimos siglos del Imperio Romano.
CAPÍTULO PRIMERO

LA INTEGRACIÓN DEL SE EN LA ESTRUCTURA


POLÍTICA DEL IMPERIO ROMANO
1. LA LLEGADA DE ROMA A HISPANIA

En el año 218 a.c. los romanos ponen por primera vez pie en Hispa-
nia, desembarcando en Ampurias para combatir a los Cartagineses en
una guerra que se planteaba como definitiva, sin cuartel. Fue, sin em-
bargo, la conquista de Cartagena por Escipión Africano lo que dejó bien
claro que la substitución del poder cartaginés por el romano era cuestión
de tiempo. Cartagena pasó a ser la principal base de operaciones roma-
nas en Hispania.
Los campos de acción bélica se sitúan en dos amplios semicírculos con
centro en Tarragona y en Málaga. Y las dos primeras circunscripciones
administrativas romanas que van a aparecer en los comienzos del siglo
11 a.c. van a estar condicionadas por esos dos ámbitos de lucha por el
dominio de la tierra. No fue casualidad que la línea divisoria pasara por
Cartagena. Hay que pensar que nos hallamos en un momento en el que,
si podemos llamar *provincias»a esas dos circunscripciones administra-
tivas, esos territorios son más tierras a organizar y administrar que
tierras ya organizadas; son más tierras de lucha que tierras de paz y por
tanto sus ciudades son más cuarteles generales que oficinas de contabi-
lidad. Un problema es fundamental para la circunscripción más lejana:
mantener la comunicación con Roma y abierto el camino hacia el otro centro
de la presencia romana en Hispania. Y situada en la provincia Citerior,
pero en la misma frontera, tal papel estratégico es la función de Cartagena.

2. CARTAGENA Y ÁFRICA

Al igual que la presencia púnica en Hispania fue el motivo y el co-


mienzo de la presencia y el dominio romano en nuestra tierra, también la
victoria de Escipión en Zama fue el comienzo del dominio de Roma en
África. Y de manera similar: así como hasta ese momento k c a e Hispa-
nia habían constituido una especie de unidad bajo el dominio de Cartago,
la van a seguir formando bajo el dominio de Roma, no sólo a lo largo de
los tiempos que preceden a la paz augusta, sino también más adelante.
Ambas tierras van a estar unidas en la misma mirada cósmica de Roma
y en la misma logística militar.
La segunda guerra púnica es una espléndida atalaya para la constata-
ción de cuanto venimos diciendo'l). El desembarco de los Escipiones en
Amp~rias'~) y los subsiguientes avatares de la ~ontienda'~),
desde la toma
de Ca~%agena(~) hasta la victoria de Escipión el Africano sobre Hasdrú-
baF5)son cosas conocidas y no las vamos a repetir aquí. Sí, en cambio,
queremos recordar que ya en el año 213, los Escipiones parecen haber
enviado al África a tres centuriones para solicitar la alianza con Sifax,
rey de los Masesilos, que estaba en guerra con Cartag~'~).
Éste les pide que se queden para adiestrar a sus hombres en el
combate de infantería, a pesar de lo cual Sifax es derrotado por Cartago,
aliado de Gaia, padre de Massinissa. Tres años más tarde Sifax envía
una embajada a Roma para pedir alianza, mientras que Massinissa
sigue en España durante años, al servicio de Cartago, a pesar de los
intentos romanos de buscar la alianza con el rey afri~ano'~). Así el campo
de batalla en el que se enfrentan púnicos y romanos abarca la Península
Ibérica y el norte de k c a y, después de conquistada Cartagena, la base
desde la que se planifican y se ejecutan las operaciones es esta ciudad.
Cuando el joven Escipión ha arrojado a los cartagineses de la Penín-
sula Ibérica y acaricia la idea de llevar la guerra al África, actúa desde
Cartagena. Desde allí trata de procurarse la ayuda de los dos principales

(1) Suele ponerse el origen del imperialismo romano en la segunda guerra púnica. Hay que
recalcar que también en esta guerra la logística bélica experimenta un desarrollo importante: hasta
entonces las guerras se habían decidido en encuentros frontales. Fue el desembarco de los Escipio-
nes en Ampurias con la idea de cortar el suministro a Aníbal la primera azaña de planificación
estratégica de largo alcance digna de nota en la historia romana. La conquista de Cartagena o el
desembarco de Escipión en k c a irían en la misma línea.
(2) Livio XXI, 60, 1-61, 4; Polibio 111, 76.
(3) Entre otros la muerte de los dos hermanos Escipiones en el 211. Cfr. Livio XXV, 36, 14. La
discusión de las razones puede verse en H. H. Scullard, Scipio Africanus in the Second Punic War,
Cambridge 1930, 50 SS.
(4) Año 209 a.c.: Polibio X, 9-13; Livio XLII SS.
(5) Año 208, según Polibio X, aunque una discusión de las fechas puede verse en H.H.
Scullard, Scipio Africanus ... pp. 304-309.
(6) Livio XXW, 48 SS.
(7) Livio XXVII, 4, 5-9.
jefes indígenas, Sifax y Massinissa. Massinissa, que a la muerte de Gaia,
no había sido designado heredero, comprende que la victoria de Roma le
puede ofrecer una oportunidad y se inclina a favor de Escipión(*).Pero
Sifax parecía seguir siendo más poderoso y a su corte acuden, en el año
206, Escipión y Asdrúbal, hijo de Giscón. Él no se compromete e intenta
hacer de árbitro(g).Massinissa, que por fin ha resultado heredero de
Gaia, es arrojado de su reino por Sifax y espera el momento propicio que
vendrá con el desembarco de Escipión en África(lo).Pero es el final de la
segunda guerra púnica el momento de hacer una reflexión política y
considerar la marcha de la estructuración del Imperio Romano. Ya he-
mos hablado de la primera división de Hispania en *provinciasJl1) y
hemos hablado de la peculiaridad de tales divisiones debido al momento
y circunstancias en que se produce y hemos subrayado el papel de Carta-
gena. Detengámonos en este tema de la mano de Hübner que vio los
matices hace ya más de un siglo:
«Ya entonces (año 206) el centro neurálgico de las operaciones fue
trasladado de Tarragona a Cartagena. Las noticias expresas que posee-
mos sobre los hechos, a mi entender, no dan idea clara de la relación
entre ambas ciudades. De modo casi general se suele tratar el tema
contraponiendo a Tarragona, la nueva Roma hispana, con Cartagena,
ciudad indígena y considerando a aquélla como la más antigua capital de
toda la nueva provincia. A tal concepción ha contribuido principalmente
el hecho conocido de que más tarde toda la provincia Citerior toma su
nombre de Tarragona; además del malentendido del texto de Plinio (3,3,
21: colonia Tarraco -Tarracon, del manuscrito de Leiden-, Scipionum
opus, sicut Carthago Poenorum); junto con la noticia que sólo nos ofrece
Solinus (23,8): Tarraconem Scipiones condiderunt, ideo caput est provin-
ciae Tarraconensis y la determinación del momento en que Tarraco fue
colonia que depende de todas estas noticias».
«Pero la capital de la provincia no era, por entonces, Tarragona, sino
Cartagena. Esto no lo dice ninguna exposición geográfica de autores
españoles o alemanes, seguramente porque ningún autor antiguo así lo

(8) Livio XXVIII, 16, 11; XXVIII, 35; Sil. Ital. XVI, 115-169; Apiano Zber 37 y Lyb. 10.
(9) Livio XXVIII,17 s.; Apíano, Zberica 29 s. y Lyb. 10; Zonaras M , 1; Cfr. Polibio XI, 24-a, 4
Fragmento.
(10) Para las historias que llevaron a Massinissa al trono y las luchas con Sifax, la fuente es
Livio XXM, 29 SS. (Cfr. también Appiano libro 11SS.). De la literatura moderna que reconstruye los
acontecimientos puede consultarse G. Gsell, Hist. 111, p. 189 SS. y De Sanctis, Storia dei Romani 111,
2, p. 519 SS.
(11) E. Albertini, Les divisions administratives de l'Espagne romaine, Paris 1923, pp. 9-16.
afirma expresamente. Pero ya Mommsen atisbó rectamente(12)y de todo
lo hasta aquí dicho se puede colegir. En principio la rica ciudad con el
fortín de los Bárquidas y con su incomparable puerto, cuya situación Polibio
describe como testigo ocular con precisión y viveza, en modo que hasta el
día de hoy sirve para conocer la localidad y las cercanas fuentes de su
riqueza, y sus minas de plata, que eran un buen fiindamento para verla
como capital de provincia, mientras que Tarragona, aunque muy bien forti-
ficada carecía de puerto y era mucho más pequeña. También la posición de
Cartagena dentro del conjunto de la provincia Citerior era mucho más
adecuada para el tráñco con la Ulterior. Hay más: Cartagena y Cádiz
constituían los puntos naturales de unión con África. De aquí partió Esci-
pión para su encuentro con Sifax (Liv. 28, 17, 11 y 28, 42, 5). Allí volvió
Escipión y allí ofreció los juegos funerarios por su padre y por su tío (Livio
28, 21). Allí se puso enfermo y desde allí dominó el motín de las tropas
(Livio 28, 24 SS.;Polibio 11, 25 SS.), así como también la rebelión de los
Ilergetes que se habían sublevado a su marcha (Livio 28,32 SS.;Polibio 11,
3 SS.). Contra esta imagen se ha querido argumentar que nunca Cartagena
aparece como capital de la Citerior(13);pero más bien hay que decir lo
contrario: ya en el primer momento en que se empieza a hablar de una
provincia Citerior (y parece que ese momento no está muy lejos de la toma
de Cartagena por Escipión) la frontera se sitúa en el Saltus Castulonensis.
Allí comienza la Ulterior, como se mostrará en muchas ocasiones, como es el
caso del pasaje citado por Livio (40, 41, 10) de la relegatio ultra Novam
Carthaginem. Y con todo esto no está en contradicción el que Cartagena
fuera la capital de la anterior provincia cartaginesa que abarcaba también
a la Ulterior'14),ya que, mirando las cosas desde Roma o Marsella se veían
de otro modo que mirándolas desde África. Más que ocasionales menciones
de la ciudad en las campañas de César en Hispania primera (Dion 43,30)

(12) Th. Mommsen, Romische Geschichte (4 ed.) vol. 2, p. 5. En el Supplementband XV, de la


RE, G. Alfoldy, ha vuelto a escribir el artículo sobre «Tarraco», que en su día Schulten escribiera en
el vol. IV A 2, cols. 2398-2403 de la misma enciclopedia (en el año 1932). El trabajo del Prof. Alfoldy,
especialista en epigrafía en general y en epigrafía tarraconense en particular es una obra maestra
de información y conocimientos técnicos. También él acepta que «La conquista de Carthago Nova
por los romanos en el años 209 a.c. hizo que Tarragona hubiera de compartir su papel futuro con esa
ciudad. E n el año 206 a.c. la parte conquistada del E y S de Hispania fue convertida en provincia
romana, la cual fue dividida en el año 197 a.c. La capital de la provincia fundada en el año 206 a.c.
y desde el 197 la capital de la provincia Hispania Citerior fue no Tarragona, sino Cartagenan
(col. 586).
(13) A.W. Zumpf, Comment. epigr. 1, p. 311: consuerat hoc oppidum Baeticae regionis praesi-
dium esse.
(14) Th. Mommsen, Romische Geschichte (4. ed.), vol. 1, p. 688.
o segunda (Dion 45, 10 y Cicerón, Ad Attic. 16, 4, 2), lo que demuestra
que Cartagena era la capital, son las noticias recogidas más arriba sobre
las campañas de Escipión Africano y sobre todo la posición que ocupa en
el census y en la carta del mundo de Agripa. No sólo está en la lista de los
siete Conventus de Plinio (2, 3, 18), sino que aparece en primer lugar,
dato que nada tiene que ver ni con la situación geográfica ni con la
alfabética, y por tanto ha de ser puesto en relación con las explicaciones
que se daban en el mapa mundi(15).Además el número de ciudades que
pertenecían a este conventus y el de los pueblos indígenas sobrepasa con
mucho a todos los restantes conventus. A Cartagena pertenecen 65 comu-
nidades exceptis insularum incolis (Plinio 3,3,25), si bien también éstas,
las tres Islas Baleares pertenecían aquí, frente a las 55 comunidades de
Zaragoza y las 43 de Tarragona. Hay que añadir el testimonio de Estra-
bón (3,4,6), según el cual Cartagena era d a más fuerte con mucho de las
ciudades de Hispania~y «era el punto comercial que servía de punto de
contacto entre las ciudades marítimas, las de tierra adentro y las trans-
marinas», palabras que para la época de la República hay que tomar a la
letra. Añadamos que Cartagena es el único lugar de toda España en el
que aparecen inscripciones de época republicana en una medida conside-
rable(16)y entre ellas hay al menos un par de inscripciones referentes a
los más altos magistrados de época de Augusto(17),mientras que de Ta-
rragona hay un único fragmento (C.I.L. l, 1481) en el que aparece el
corriente faciendum coer (avit), que puede muy bien situarse en época
augústea. Más claramente aún demuestran lo mismo la masa de inscrip-
ciones sepulcrales de Cartagena, que si no son todas por completo de
época republicana, al menos son de primerísima época imperial. Hemos
dado pruebas de ello y podríamos aumentarlas sensiblemente. Por el
contrario en Cartagena apenas si hay inscripciones de los siglos 11y 111.
También deberíamos añadir aquí las numerosas monedas romanas de
bronce que Cartagena acuñó en época augustea(18)en las que aparecen

Müllendorff, Ueber die Weltkarte und Chorographie des Kaisers Augustus, p. 25 SS.
Cfr. C.I.L. 1, 1477-1481 y 1555 etc. La epigrafía de Cartagena está en vías de estudio por
múltiple. M. Koch la está estudiando para el CIL y ha publicado una serie de artículos que
hemos recogido en el capítulo anterior; por otra parte la Dra. A. Muñoz Arnilibia hace años que está
preparando una edición de la misma; sabemos que J. M. Abascal Palazón tenía ya hace tiempo una
recopilación y estudio listos para ser publicados. Esperamos que todos estos trabajos empiecen
pronto a ver la luz pública.
(17) P. e.: las de uno de los cónsules del año 734, P. Silius, Véase: Monatsber. der Berl. Akad.
von 1860, p. 447.
(18) Eckhel 1,41 SS.; M" del Mar Llorens Forcada, La ciudad de Carthago Nova: Las emisiones
romanas, Murcia 1994.
un buen número de magistrados, frente a los que hay que poner de
relieve la pequeña variedad de los de Tarragona(lg).El título de Colonia y
los apelativos de Victrix Iulia los obtuvo Cartagena probablemente a la
vez que Tarraco de César»(20).
«La relación entre ambas ciudades debía ser la que más tarde existió
en las provincias españolas entre ciudades que tenían diferente rango y
no necesariamente la capital era la mayor. Así entre Córdoba e Itálica.
Así entre Mérida y Olisippo. Recordemos el pasaje de Estrabón sobre
Tamagona que claramente demuestra la mayor categoría inicial de Car-
tagena sobre Tamagonad21).
El influjo de los inmigrantes y la aceptación de las formas romanas de
vida fueron tan fuertes que Cartagena formuló su constitución al modo
romano. Ya antes de que César asentara aquí a sus soldados, aparecen
aquí los N viri como los supremos magistrados ciudadanos(22).
Todo lo dicho demuestra la importancia de entender el curso de la
historia y el papel de las tierras en la vida política y económica, cosa que
para los tiempos que comentamos es imposible si no se emplean catego-
rías dinámicas y móviles.

3. LA PRIMERA URBANIZACIÓN DEL SE EN ÉPOCA ROMANA

Desde el punto de vista estratégico los romanos vencieron a los carta-


gineses y ocuparon su puesto. El interés de Cartago en Hispania tenía
que ver con la explotación del suelo y de las riquezas naturales y en el SE
los núcleos de población de época púnica habían surgido por razones
estratégicas y mineras.
Es opinión unánime de los tratadistas (y nosotros no nos vamos a
apartar aquí de ella) que en el SE fue fundamentalmente la riqueza
minera la determinante y que al calor de la misma surgieron no sólo
Cartagena, sino también C á s t ~ l o ' ~ ~ ) .
La explotación de las minas y toda la infraestructura necesaria para
la exportación del mineral y de las riquezas hizo aumentar considerable-

(19) Eckhel 1, 57.


(20) Antes era un oppidum que se manifiesta por el genius oppidi de la inscripción C.Z.L. 11,
1555.
(21) Cfr. su comentario en E. Hübner, aTarraco und seine Denkmaler»,Hermes 1,1866, p. 109.
(22) C.Z.L. 11, 3408. Cfr.A. Beltrán, Las monedas latinas de Cartagena, citadas por Grant 11,
189. Cfr. F. Vittinghoff,Romische Kolonisation und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus,
Wiesbaden 1952, p. 79.
(23) E. Hübner, op. cit., p. 107; van Nostrand, An Economic Survey of the Roman Empire;
C.H.V. Sutherland, The Romans in Spain. 217 B.C.- A.D. 117, Londres 1939.
mente la población y promocionó el mundo rural. Para captar la estruc-
tura urbana existente es necesario recordar las viejas plazas en las que
se asentaron los antiguos colonizadores(24).
Los púnicos habían continuado usando las antiguas colonias fenicias
de la costa sur: Abdera, Sexi, Malaca, Suel, Mellaria y Gades, que siguie-
ron vivas y activas durante el período romano. El bajo curso del Betis
encerraba un amplio número de comunidades agrícolas, prósperas y
capaces de agruparse en una cierta coherencia bajo pequeños reyes re-
gionales del tipo representado por Culchas y Luxinius. Lo que había de
ser la provincia Citerior tenía ciudades ibéricas como Sagunto y Dertosa.
Los asentamientos griegos de la costa eran más numerosos: Rosas, Am-
purias, Denia, Alonae y Lucentum. La zona de los montes de las actuales
sierras de Alcaraz, Segura y La Sagra debían ser tierras propicias a los
ladrones(25).Y si bien modernamente la investigación de la protohistoria
murciana está dejando entrever la existencia de un poblamiento bastan-
te urbanizado con un contexto poblacional condicionado por la misma
determinación geográfica que luego influyó en el poblamiento de época
romana, la situación política era de tipo atomizado y articulado even-
tualmente en base a alianzas transitorias que no hacían cambiar grande-
mente la concepción política reinante.
Tales eran los elementos sobre los cuales y para los cuales tenía Roma
que forjar un esquema administrativo. Para construir tal esquema, Roma
podía contar con una experiencia muy pequeña que le sirviera de guía.
Sicilia, Cerdeña y Córcega eran ya provincias, pero desde hacía poco y
las circunstancias habían sido tan angustiosas como lo estaban siendo
las de la incorporación de Hispania. Había dos perspectivas, por una
parte las ricas posibilidades en riqueza y en hombres que ofrecía Hispa-
nia y por otra su carácter de comunidades múltiples retrasadas y (desde
el punto de vista de Roma) incivil izada^'^^).

(24) El problema de las colonizaciones es muy conocido y aquí nos queda excesivamente lejos.
Remitimos a la biliografía sobre el tema que puede verse en cualquier obra monográfica sobre cada
una de las culturas que se asentaron en nuestro país: sobre la colonización griega puede verse:
A. García y Bellido, Hispania Graeca, Barcelona 1948; y de una manera general y con abundante
bibliografía J.M. Blázquez, Fenicios, griegos y cartagineses en occidente, Madrid 1992. Sobre la
situación del mundo ibérico los datos están en profunda revisión. Para Murcia el último trabajo de
síntesis es el de P. Lillo Carpio, El poblamiento ibérico en la región de Murcia, Murcia 1981. Sobre
la cultura púnica es especialmente interesante el volumen con las Actas del Symposio de Cartagena
de 1990 sobre Sociedad y Cultura púnica en España, Murcia 1994.
(25) Una síntesis puede verse en C.H.V. Sutherland, op. cit. pp. 50-52.
(26) N. Feliciani, &'Espagne a la fin du IIIe siecle avant J.-C.»,BRAHXLVI, 1905,363-398. El
artículo forma conjunto con otros varios que el mismo autor escribió por aquellas fechas sobre la
segunda guerra púnica.
Así pues el punto de partida de la urbanización romana en Hispania
es la situación precedente, con un factor nuevo: la guerra y sus inmedia-
tas consecuencias, de las que nos interesa destacar el hecho de que la
administración está en función de las tácticas de mantenimiento y que
no tiene estructuras civiles suficientemente desarrolladas. Hispania está
como estaba en tiempos de los cartagineses, pero con los ejércitos roma-
nos asentados allí donde la marcha impredecible de la guerra los había
hecho llegar y asentarse. Particular relieve había tenido la fundación de
Itálica como colonia romana en el 206; pero no sabemos cuales fueron las
consecuencias de la guerra en otras ciudades más importantes estratégi-
camente tales como podrían ser Tarragona, Cartagena, Córdoba o Cádiz.
Quizá porque esto era obvio las fuentes no nos hablan de ello, pero
parece claro que la transformación P.e. en Cartagena donde había tro-
pas, buques y minas tuvo que ser ya desde el primer momento inmensa-
mente superior a la de las demás ciudades y en aquellos tiempos el
movimiento era un síntoma de vida urbana o de proceso de urbanización.
Roma no inventó la vida urbana, pero la utilizó en modo tan peculiar que
lo constituyó en algo esencial de su cultura y cosmovisión. Por eso al
comienzo de su toma de contacto con Hispania utilizó lo que aquí había. El
cambio ocasionado por la presencia romana, en ese primer momento, fue
meramente militar. La metamorfosis iría viniendo de la mano de los acon-
tecimientos. Los primeros síntomas debieron notarse primero en Cartagena
y, en alguna medida, en los caminos y en los controles de los distritos
mineros; y, sin duda, en las extorsiones impuestas a los campesinos para
recoger de ellos los medios con que continuar adelante con la guerra.

4. LOS ACONTECIMIENTOS EN EL SURESTE DURANTE ESTE


PRIMER PERÍODO

En los acontecimientos bélicos que suceden a la marcha de Escipión


de España, ubicados unos en el valle del Ebro y otros en la Ulterior, nada
oímos de problemas que tengan que ver con las tierras de la actual
región de Murcia. Sólo sabemos que, partido Helvio para Roma, y venci-
do y muerto Sempronio en la Citerior, la insurrección comenzó a exten-
derse. Y, a pesar del éxito obtenido por los dos nuevos gobernadores del
año siguiente, no se consiguió detener la intranquilidad, que comenzó a
extenderse hacia el norte a lo largo de la costa de la Citerior hasta la
región que se había sublevado y había sido sometida en el 205: el epito-
mista de Dión pudo escribir que «España se había perdido casi entera-
mente» (Zonaras M, 17).
Las operaciones de la guerra que para someter de nuevo la tierra
emprendió Catón en el 195 no hablan de batallas en el sureste, sino en
las zonas al norte del Ebro y en la Turdetania. De todas formas el
enemigo fuerte y potencial era la Celtiberia que estaba ubicada a la otra
parte de las montañas que en la provincia Citerior separan la costa del
interior.
En el conflicto con los celtíberos que estalla poco después, lo que más
nos interesa destacar fue la penetración en la Celtiberia, donde en el 181
a.c. Bellos, Titios y Lusones y todo el SE de la Celtiberia se subleva. La
captura de Contrebia por obra de Fulvio Flacco, victoria que se comple-
menta con la obra de Tiberio Sempronio Graco en el 179, que conquistó
Ercávica resuelven la situación. El dominio de esta zona garantiza el
dominio de las alturas del NO de la actual región murciana y por tanto
de toda la zona del SE peninsular. Pero, repetimos, nada se sabe de
hipotéticos acontecimientos bélicos ocurridos en las tierras costeras del
SE peninsular y ni siquiera en las tierras altas, cuya conquista se intuye
más que se demuestra. La imagen de los acontecimientos hay que com-
pletarla con todo el problema de la colonización o romanización: se sabe
que a partir del 195 comienzaa a llover sobre Roma el argentum oscense
y que se comienza a acuñar plata en España bajo supervisión romana. El
pago de todos esos impuestos y la vida monetaria exige una activación
fuerte de la minería, tema que Catón organiza en el año 195 a.c.
Parece evidente que todo este quehacer bélico y administrativo traería
a Cartagena y a su zona una gran prosperidad. Si atendemos al hecho de
que la zona de Cástulo pertenece a la Citerior todo se confirma con
mayor precisión: el progreso que tanto la economía como la política de la
tierra debieron experimentar necesariamente tuvo que ser inmenso.

5. LOS PROBLEMAS DE ECONOMÍAY CULTURA

Las monedas de plata fueron acompañadas por acuñaciones de bronce


que fueron creciendo a medida que los días de riesgo y aventura dejaron
paso a tiempos de comunicaciones más seguras y de comercio más activo
entre comunidad y comunidad.
Ese comercio tenía que incrementarse por las mismas obligaciones de
pagar los tributos. Podemos pensar que las comunidades que eran sub-
yugadas conseguían el metal precioso a base de transacciones comercia-
les que les permitieran hacer acumulación de numerario.
Pero hay más: a partir de la regulación de Catón las minas de oro y
plata eran administradas por el estado romano. Otras minas de plata,
LAMINA 1. La línea divisoria entre las dos provincias al comienzo de la conquista romana.

plomo, cobre o hierro eran explotadas por compañías que pagaban paten-
tes. En ambos casos las relaciones con personas venidas de Italia debían
ser abundantes y ricas en ámbitos y matices y como consecuencia el
proceso de aculturación muy intenso(27).
Si añadimos que entre el 206 y el 179 probablemente más de 70.000
legionarios y más de 80.000 socios latinos vinieron a Hispania como
soldados, iremos formándonos una imagen de lo que fue la fuerza del
contacto entre los habitantes de la Península y el mundo de Roma. La

(27) Sobre los problemas de las minas se h a escrito una gran cantidad de literatura desde que
comenzaron a aparecer las inscripciones regulando ese ámbito legal y jurídico Cfr. E. Hübner,
~RomischeBergwerksvenvaltung*, en Romische Herrschafl in Westeuropa, Berlin 1890. La historia
se está haciendo y los autores más especializados en el tema hispano son C1. Domergue, J. Sánchez
Palencia entre otros. Una panorámica de los avances realizados y de los diversos problemas puede
verse en las actas de los dos congresos celebrados en León, La minería hispana e iberoamericana
(1970), y Madrid, Minería y metalurgia en las antigua civilizaciones mediterráneas y europeas.
Coloquio Internacional Asociado, Madrid 24-28 de octubre 1985 (1989).
proporción de tropas asignadas a la Citerior en comparación con las de la
Ulterior debió estar en una proporción aproximada de 5:2(28), aunque en
ocasiones, como en el caso de Catón, el mismo ejército y comandante
operara en ambas provincias.
Todos estos datos unidos nos pueden explicar no sólo el interés de
Roma por la Citerior, interés evidentemente estratégico, sino todo el
conjunto de la diferenciación y división administrativa y el enorme peso
que en tal división debió tener la zona del SE, así como la carencia de
conflictos en este área, que por la abundancia de itálicos y la importancia
de las minas debió ser particularmente mimada por Roma y muy cuida-
da en el ámbito de lo militar.

6.LA DMSIÓN DE HACIA EL AÑO 154

Con las guerras contra los celtíberos y las conquistas consiguientes,


así como con las conquistas en todo el valle del Ebro, los límites occiden-
tales de la Citerior fueron desplazándose hacia occidente según los resul-
tados de la guerra.
«Entre la costa y el Saltus Castulonensis, los pretores habían podido
trazar el límite con precisión. Según Plinio (111, 6), tal límite pasaba por
el monte Solorio, que debía estar aproximadamente en el conjunto de
sierras que prolongan la Sierra Nevada hacia el E. Más allá la frontera
quedaba necesariamente vaga como indeterminada era la frontera mis-
ma de la dominación romana. De año en año la frontera se alejaba hacia
el oeste. Las regiones nuevamente anexionadas entraban en la provincia
del pretor de la Citerior o de la Ulterior según que por el azar de las
operaciones era uno u otro el que primero se ponía en contacto con la
tribu correspondiente. La parte septentrional del país de los Oretanos (al
N del Saltus Castulonensis) y el país de los Carpetanos, es decir la
meseta de Castilla la Nueva, entre el Saltus Castulonensis y las cumbres
carpetanas (sierras de Gredos y Guadarrama), en los primeros tiempos
quedaron como indivisos entre las dos provincias(29). Flaminio, pretor de
la Citerior en el 193, y Fulvio Nobilior, pretor de la Ulterior en el 193, y
prorrogado en el 192, tuvieron encuentros con los oretanos. Fulvio pene-
tró en dos ocasiones hasta Toledo y chocó con los carpetanos, apoyados

(28) C.H.V. Sutherland, op. cit., p. 70.


(29) Livio XXXIV, 17, habla de una campaña combinada de los dos pretores entre los turdeta-
nos en el 195: debe ser un error y tratarse de los carpetanos.
por los celtíberos, con los vacceos y los ~etones(~O). En el 185 los dos
propretores Quincto y Calpurnio operan de común acuerdo en esta mis-
ma región de T01edo'~l).
En el 197 es el propretor de la Ulterior L. Postumio
Albino quien bate a los vac~eos'~~), mientras que es M. Emilio Lépido
enviado como cónsul a la Citerior quien luchará contra ellos en el 137.
La indeterminación cesó poco a poco, a medida que la dominación
romana se extendía y se afianzaba. Las nociones geográficas de los
romanos sobre Hispania siguieron, hasta los últimos tiempos de la Repú-
blica, muy confusas y poco exactas; pero era preciso que se supiera, en la
práctica, a cuál de los dos gobernadores debía pagar tributo cada can-
tón~(~~).

7. EL AVANCE DE LAS FORMULACIONES JURIDICAS DURAN-


TE LAS GUERRAS DE CONQUISTA (206-154)

Las dos provincias hispanas, Citerior y Ulterior, quedaron, pues, prác-


ticamente constituidas por la forma y manera como se desarrolló la
guerra contra Cartago, pero sólo en el 196 son enviados los primeros
gobernadores con el título de praefecti.
Era una situación de facto y no podía ser mucho más, dado el amplio
campo que se estaba abriendo a los intereses y preocupaciones de Roma
en todo el Mediterráneo y la poca experiencia con que Roma contaba
para definir su sistema de administración. Había una serie de principios
generales y en ellos se basaba el modo de proceder de Roma.
En función de tal sistema de actuación, las provincias recientemente
conquistadas se convertían, en sentido técnico, en ager publicus populi
romani, «propiedad común del Estado Romano». Las comunidades que
eran conquistadas, o que se sometían voluntariamente a Roma cesaban
de poseer la propia tierra sobre la que estaban asentados, y en lugar de
ello pagaban por una tenencia que teóricamente era revocable(34).En
lugar de ser iguales en la independencia, pasaban ahora a ser iguales en
la sumisión: frente a todas por igual, era Roma la única fuente de
cambio, mejora o provecho. Pero había excepciones ya que Roma no tenía
la pasión de la uniformidad si la latitud o la variación la iban a benefi-

(30) Livio XXXV, 7, 6-8; 22, 5-8.


(31) Livio XXXM, 30 y 31.
(32) Livio XL, 47, 1y Periocha XLI.
(33) E. Albertini, op. cit. pp. 16-17.
(34) W.T. Arnold, Roman Provincial Administration, Oxford 1914, 21 SS., 197 SS.
ciar en la dura tarea de la administración. Con seguridad Gades y con
probabilidad otras ciudades de la costa púnica ganaron la rápida amis-
tad de Roma de este modo, siendo recompensada con la garantía de tener
un estado como ager privatus ex iure peregrino en virtud del cual se
convertían en civitates liberae, es decir autónomas y con su propio código
de leyes, o liberae et foederatae si su autonomía dependía no meramente
de la buena voluntad de Roma sino de un tratado formal como entre
iguales. Pero tales casos de tratamiento favorable eran pocos en compa-
ración con el gran número de casos de civitates stipendiariae, o comuni-
dades de arrendatarios, que incluso dos siglos más tarde formaban la
proporción más amplia de ciudades hispanas. Éstas estaban obligadas a
pagar stipendium, es decir tributo en moneda y especie, a suministrar
auxilia para servir en el ejército romano, y (en cierta medida) a observar
la ley
El stipendium, en alguna medida podía considerarse como un favor.
Las comunidades hispanas eran afortunadas por pagar una suma fija
como determinada por un census en proporción al valor de sus
edificios, tierra y producción: así evitaban el mal de los diezmos, e.d. el
pago impuesto de una parte proporcional de su cosecha variable según el
monto de la misma, más el tanto por ciento de los publicani o recolecto-
res de

(35) V a n Nostrand, An Economic Survey o f Ancient Roma, 111, 127 SS.; Arnold, op. cit. p. 198
SS.; A. Schulten, The Cambridge Ancient History VIII, 308 S S .
(36) Ciceron, Contra Verres 111, 6 , 12: quod ceteris aut impositum vectigal est certum, quod
stipendiarium dicitur, ut Hispanis et plerisque Poenorum quasi victoriae praemium ac poena belli.
(37) El tributo hispano era una tasa directa, de cuyo cobro eran responsables los quaestores
provinciales como principales oficiales de finanzas del gobernador. Al comienzo de la administración
romana, la naturaleza precisa y la cuantía del pago de los tributos no estaba claramente definida y
e n ningún caso se da cuenta del total de lo recolectado. Así en el año 205, la reciente sujección de los
iberos del norte del Ebro fue seguida por la imposición de u n doble stipendium y la carga de
suministrar grano para seis meses, además de vestidos para el ejército; pero esto puede, tal vez, ser
considerado como indemnización de guerra, y, probablemente, sería correcto decir que el stipendium
pagable normalmente era una suma cuidadosamente determinada de moneda, que en el caso de
comunidades pobres se podía conmutar por una cantidad equivalente e n trigo o bien e n otros
servicios, y al que las comunidades ricas, e n algunas ocasiones, eran obligadas a añadir contribucio-
nes e n especie: posiblemente fue Catón quien sistematizó los pagos e n el año 195 a.c. (para fundar
esta afirmación suele recordarse el pasaje de Livio XXXIX,21, 7 , pero e n este lugar sólo se dice que
Catón organizó las minas de la Citerior, si bien es posible que ambas reformas se hiciesen a la vez).
Hay que notar que el stipendium probablemente se convirtió más tarde (en los últimos años así fue
con certeza) e n u n tributo doble, uno sobre la propiedad (tributum soli) y otro sobre las personas
(tributum capitis). Este último impuesto presumiblemente, e n su origen, era u n impuesto sobre los
animales (poll-tax),pero a la postre parece haberse desarrollado tomando el carácter de una tasa de
ganancia, bajo la cual hubo flexibilidad para los diferentes «incomes»en cosechas o e n mercado.
La segunda obligación impuesta a las comunidades hispanas era el
servicio militar obligatorio en los regimientos auxiliares del ejército ro-
mano. Aún antes de la organización de las dos provincias los hispanos
habían sido alistados con tal misión(38),
así como para servir como merce-
narios. Pero a partir del 205 el servicio de mercenarios debe haber
desaparecido para propósitos efectivos, aunque es interesante notar que
Catón empleó a los celtíberos como mercenarios para provocar la ruptura
de un eventual nacionalismo en el 195 a.c.
"En tercer lugar se les imponía la obligación de observar, en parte al
menos, la ley romana. El fin de esta imposición creció con los años: la
burocracia no era competencia de los gobernadores romanos, ni siquiera
el poder introducirla en los primeros años. El conocimiento de la ley
romana tuvo que esperar para su extensión, hasta que hubo suficientes
centros de vida romana y hubo medios para difundirlo. Un gobernador
sabio no se inmiscuía en cada detalle de la vida cotidiana. Sin embargo,

Este sistema de un stipendium prefijado era obviamente orientado hacia el pago en moneda, y
en la Citerior, al menos, parece haber dado lugar a una amonetación para pagar el tributo. Sea cual
fuera la fecha que se debe asignar al primer denarius-x romano, es razonablemente cierto que
comparativamente pocas monedas de plata romanas pudieron haber entrado en Hispania en los
distritos ibéricos entre los años 205-200 a.c., ya que, aunque las tropas romanas fueron los medios
principales por los que tal moneda se diseminó, los ejércitos estaban raramente asentados en un
mismo lugar, y los iberos no eran ricos en comodidades que pudieran libremente vender. El pago del
tributo, pues, en moneda acuñada romana tenía que ser un pobre medio para beneficiar al tesoro
romano: y no pudo haber sido antes de que se dieran órdenes oportunas el que el tributo se pagara
en moneda acuñada localmente en plata local. Tales acuñaciones en plata locales fueron una
innovación para los pueblos del interior, aunque, como ya hemos notado, hubo una gran variedad de
acuñaciones costeras bien establecidas. El origen de las nuevas medidas puede ser datado aproxima-
damente por las listas que Livio da del tesoro acuñado y en metal llevado a Roma por los primeros
gobernadores de España (Cfr. Van Nostrand, ESAR, 111, p. 128). Antes del 197-196 a.c. cuando
Cn. Cornelio Blasio volvió de España con 34.500 denarii, no se recuerda en Livio la adquisición de
moneda por los gobernadores de Hispania, fuera de la que Escipión llevó a cabo en el 206, la cual
(como observó Schulten acertadamente) fue, sin duda, moneda púnica de Carthago Nova y de otras
ciudades. Los denarios de Blasio no son caracterizados Dor Livio de otro modo aue como monedas
romanas de plata: y así hemos de entender que es la proporción de monedas de plata que había
entrado en Hispania en los veinte años anteriores. En el 196 a.c. Helvio, ex-gobernador de la
Ulterior, y Minucio, ex-gobernador de la Citerior, traen a casa, además de una gran cantidad de
plata en barras no acuñada, 119.439 y 278.000 respectivamente de lo que Livio llama '<plata
oscense. m, 10,4); esas monedas aparecen más tarde en las listas de los años 194, 191, 180 y
168 a.c. El uso de la expresión argentum oscense es de gran interés. Claramente indica que la ceca
de Huesca fue la primera de una serie de cecas nativas recién establecidas y quizá la más activa;
pero también acuñaron plata: Secaisa, Ausa, Ieso, Ilerda, Laietana, Tarraco, Alavona, Celsa, Saldu-
ba, Lagne, Gili, Lauro, Agreda. Las monedas eran cuidadosamente acuñadas en peso y ley por lo que
hay que suponer una supervisión romana cuidadosa en la producción (Cfr. C.H.V. Sutherland, The
Romans in Spain 217 B. C-117A. D., pp. 54-56).
(38) Livio XXI, 60, 4; XXVII, 38, 11.
si no había escrúpulos morales, podían meterse en todo de forma que sólo
por dinero dejaran actuar a los subordinados, ya que el gobernador era
no sólo el comandante en jefe militar, sino también el supremo poder
judicial. Los abusos habidos llevaron a los gaditanos en el 199 a.c. a
solicitar en Roma una actuación contra la imposición de los praefecti.
Dos años más tarde otras ciudades púnicas también privilegiadas defec-
cionaron en la línea de Culchas y Luxinius y seguramente por idénticas
razones. Toda la cuestión se planteó en serio en el año 171 y entonces se
prometió la supresión de tales odiosas prácticas(39).

8. LA CIUDADANÍA ROMANA EN HISPANA

Describir los avances de la conquista y del sistema tributario es sólo un


aspecto del problema de la integración. Mientras que por una parte la visión
que de Hispania se podía tener en Roma era temible4O,por otra, como ya
hemos indicado, cada vez había más romanos aquí y más estructuras socia-
les en las que los romanos tenían fuertes intereses, y algunas ciudades,
como Carthago Nova debían estar habitadas por una gran cantidad de
itálicos y de personas dependientes de ellos. Esto planteaba exigencias que
muy pronto se habían de manifestar hasta dejar huella en el derecho.
No sabemos cual fue el estatuto que Escipión pudo dar a Itálica en su
fundación el año 206 cuando establece allí a los legionarios heridos y
licenciados de la guerra contra los púnicos, pero está claro que todos ellos
tenían la condición de ciudadanos romanos(41).
Sí que sabemos que la primera Colonia latina en Hispania está
documentada en el 171 y tiene como lugar de asentamiento CAR-
TEIA, que asimismo, fuera de la Galia Cisalpina, es la primera comu-
nidad con estatuto de ciudad romana y latina fuera de Italia. Sucedió,
como nos informa Livio, para dar estatuto jurídico a los mas de 4.000
hijos nacidos de la unión de soldados romanos con mujeres indíge-
na~(~~).

(39) Livio XXXII, 2, 5; XXXIII, 21, 6; XLIII, 2 (C.H.V. Sutherland, op. cit., pp. 59-60).
(40) Sobre todo con ocasión de las guerras celtibéricas (Cfr. J. Arce, «Las guerras celtilsero-
lusitanas., e n Historia de España Antigua. Tomo 11, La España Romana, Madrid 1978, 79-96.
(41) H. Galsterer, Untersuchungen zum romischen Stadtewesen auf der Iberischen Halbinsel,
Berlin 1971, p. 7, donde afirma que debió ser una ciudad fundada con derecho peregrino, si bien al
modo romano y sólo más tarde a partir del año 47 a.c. alcanzaría el rango de municipium civium
romanorum (p. 12).
(42) H. Galsterer, op. cit., p. 7.
Córdoba es fundada como Colonia romana en el 152(43). NO debió ser
de derecho romano ya que la primera Colonia de este derecho fuera de
Italia, fue Cartago, fundada por C. G r a ~ o ' ~ ~ ) .
El problema que se nos plantea es el cómo se concebía la administra-
ción romana vista desde Roma. ¿Qué tipo de ciudad era Carthago Nova
en estos tiempos? ¿Cómo se trataba a las ciudades que eran sede de una
fuerte guarnición militar y tenían un importante papel en la economía y
en la administración romana? ¿Se daba allí una mera superposición de
ciudadanos romanos venidos de Italia sobre una ciudad peregrina a la
que se limitaban a ocupar e instrumentalizar, sin preocuparse en nada
de ennoblecerla para su uso? ¿Se respetaba en estos casos, y en el caso
concreto de Carthago Nova, a las autoridades locales y las leyes o cos-
tumbres jurídicas locales o no existían allí otras autoridades que las
romanas? ¿O qué fórmula jurídica se buscó para una mayor inteligencia
entre dominadores y vencidos: ciudad estipendiaria o libre y federada?
La pregunta es terriblemente agobiante sobre todo si se tiene en cuenta
que ya está planteado el problema de fundar ciudades de derecho itálico
fuera de Italia y, en el caso de Carthago Nova, parece evidente que se
trataba de una ciudad cuyo destino estaba indefectiblemente unido a la
administración romana en Hispania. Si se había creado una ciudad de
derecho latino para los hijos de soldados romanos y de mujeres indíge-
nas, ¿cuáles podrían ser la reivindicaciones de los itálicos que vivían en
Carthago Nova y probablemente no tenían intención alguna de abando-
narla nunca? ¿Las noticias de las fuentes son excluyentes o son mera-
mente enunciativas?
Si comenzamos por atender a esta última cuestión hay que decir que
las fuentes no son excluyentes, que sólo nos dan información positiva no
reñida con otro tipo de información y menos aún con eventuales excepcio-
nes que por incuria de los tiempos han podido perder su documentación.
Está claro que el avance de la investigación va dando muchas novedades
al respecto y que la exégesis aún no ha encontrado su punto de evidencia
que permita crear una imagen definitiva. Por todo lo cual preferimos
dejar en suspenso la respuesta a las demás cuestiones planteadas. Pero,
sea cual fuere el estado jurídico de las ciudades más empleadas por los
romanos, una cosa es clara: en ellas se va imponiendo la vida «urbana»a
un ritmo muy fuerte; en ellas, quizá por el auge económico en el que
vivían y por la potenciación que experimentan en función de su rentabi-
(43) Aunque no se pueda excluir la fecha del 168.
(44) G. Giannelli, Trattato di storia romana. I. L'Italia antica e la Repubblica romana, Roma
1970, p. 355.
lidad militar y estratégica en general, quedan incorporadas a la cultura
y a la vida romana y en ellas es mucho más rápida y profunda la
acomodación a la ley romana. Refiriéndonos, muy en concreto, a las
capitales de los conventus jurídicos, allí el problema de la asimilación a
la cultura romana tenía que ser muy vivo, ya que los indígenas tenían
que conocer con mucha frecuencia conflictos y problemas de esa índole.

9. LOS NUEVOS AIRES DEL IMF'ERIALISMO ROMANO EN HIS-


PANIA

Algo muy importante ocurre hacia mitad del siglo 11 a.c. en la política
exterior de Roma, aunque definirlo sea complicado. El contexto en el que
se deja notar el fenómeno son las guerras celtibéricas. En cualquier
breve resumen de lo ocurido en Hispania entre los años 155 y 133 a.c. se
constata que mientras que hasta esas fechas los hombres romanos que
estaban al frente de las provincias eran pretores, en los años siguientes
son preferentemente cónsules. Tal cambio de status en los comandantes
militares indica un cambio de política por parte del Senado. Más aún: la
nueva toma de posición llevó a cambios estructurales dentro de la misma
Roma y así, por ejemplo, la fecha del comienzo del mandato consular fue
modificada y en lugar de comenzar con las idus de marzo, a partir del
153 comenzó con las kalendas de enero. Esto, al parecer, ocurrió para dar
tiempo al cónsul para poder llegar al teatro de la guerra en tiempo apto
para guerrear(45).
La más obvia explicación para el cambio indicado puede ser la militar:
la seriedad de la guerra obliga a aumentar el número de legiones y así a
pasar de una legión para un comandante pretor a dos para un coman-
dante cónsul; pero tal razón no parece convincente. El motivo de la
guerra del año 153 fue planteado por la ciudad de Segeda y ésta no
parece haber tenido entidad suficiente como para impulsar la decisión de
enviar un cónsul a España, y sin embargo se envió el cónsul. Hay una
especie de necesidad de combatir, de que los cónsules combatan como si
esa fuera su misión y en eso demostrarán su ser de cónsules. Y parece
que la atención del Senado está dirigida al control de la forma como los
comandantes militares ejercen su misión(46).

(45) J.S. Richardson, Hispaniae. Spain and the development of Roman Imperialism, 218-82
BC, Cambridge 1986, cap. 8: aThe consular provinces: the wars in Spain 155-133,>.
(46) Hasta qué punto el hecho tiene que ver con las razones del prestigio social en Roma y en
qué medida son. los cónsules mismos los que fuerzan a semejante modo de proceder es algo que
habría que estudiar. Richardson no lo hace.
El hecho se confirma por el problema de la quaestio de repetundis, ley
propuesta en el año 149 por el tribuno L. Calpurnio Pisón y que, en rigor,
creaba un instrumento para juzgar el comportamiento de los magistra-
dos que habían ejercido su misión en provincias(47). El mero hecho de que
tal ley se pudiese dar, aunque no se aplicara nunca es todo un indicio de
una mentalidad que hay que tomar muy en serio.
La participación del Senado en el problema del poner fin a las guerras
y sobre todo el modo como se exige que las guerras se acaben que debe
ser no con un tratado sino con la de di ti^(^*) muestra que algo muy impor-
tante está cambiando. Y lo mismo hay que decir de la creación de nuevos
asentamientos como es el caso de Valencia en el 138 a.c.
El envío de una comisión de diez senadores para que regulen la
administración de las provincias tras la guerra numantina demuestra la
gran atención puesta por el Senado en la administación del Imperio. Se
puede afirmar sin vacilación que la conciencia de Imperio y de provincias
y de organización ha subido de grado c~alitativamente(~~).

10. LA ORGANIZACIÓN DE LAS PROVINCIAS

Cuenta Apiano, y todos los tratadistas lo recogen, que en el año 133 y


más tarde hacia mitad de los 90 del siglo primero a.c., sendas comisiones
de diez miembros fueron enviadas desde Roma a Hispania para regular
la situación(50).El hecho debe ser cierto; más difícil y menos unanimidad
hay en las explanaciones del mismo(51).No sabemos hasta qué punto esta
comisión fue eficaz o si la eficacia venía más bien de la mano dura y
firme de los gobernadores provinciales ya fueran éstos de rango senato-
rial, consular o meramente proconsular o pretorial.
Lo que sí parece claro, y en ello hay unanimidad entre los investigado-
res, es que los problemas que planteaba la organización de las provincias

(47) Sobre la quaestio de repetundis cfr. J.P.V.D. Balsdon, PBSR 14,1938,98-114;A. W . Lintott,
Z S S 98, 1981, 162-212.
(48) J. S. Richardson, op. cit. p. 142 S S . El tema nos lleva hacia el cambio de concepción e n la
maiestas populi romani.
(49) R. Bernhardt, «Die Entwicklung romischer amici et socii zu civitates liberae i n Spanienn,
Historia XXIV, 1975, 411-424, donde e n la p. 423 se dice: Por vez primera tras el 133 cuando se
hacía necesaria una nueva ordenación del gobierno romano e n España y el Senado probablemente
creó u n orden provincial unitario pudo surgir y presumiblemente surgió la civitas libera.
(50) Apiano, Iberica 94.428 y 100.434.
(51) E. Albertini, Les divisions administratives de l'Espagne romane, Paris 1923, p. 20 SS.:
C. H. V . Sutherland, The Romans i n Spain 217 BC - AD 117, Londres 1939, pp. 88 SS.; J. S.
Richardson, Hispaniae. Spain and the development of Roman Imperialism, 218-82 BC, Cambridge
1986, p. 156 S S .
tenía que ver con los reajustes del tributo para muchas comunidades
previamente sometidas, tanto si se habían rebelado alguna vez como si
no. La redacción de tratados individuales (probablemente según el mode-
lo graquiano), que sirvieran para definir los términos de su lealtad a
Roma; la redistribución del territorio, medida necesaria si se quería
evitar el hambre y con ella el bandidaje de la tierra, eran cuestiones
claves en la estabilización de la nueva situación. Había que definir el
área de dominio romano y plantear los problemas de fronteras y de
relación con los pueblos limítrofes y libres(52).
Sea cual fuere el desarrollo de los acontecimientos parece que a lo
largo de estos aproximadamente cincuenta años se consiguió una defini-
ción de lo que eran las provincias y una concienciación del Imperio como
un ser compuesto de muchas de tales provincias. La Lex de maiestate
publicada por L. Cornelio Sila en el año 81 parece haber regulado el
papel de los comandantes romanos en provincias y haber sintetizado así
el conjunto de problemas y soluciones que en el curso de los años habían
ido surgiendo(53).
La estructura según la cual se articula la provincia es la civitas. La
ciudad, encerrada en los límites precisos de la geografía determinada, y
sometida a un impuesto determinado, es la unidad que se entiende
directamente con el pretor. Los términos genéricos como vacceos, car-
petanos, celtíberos no son más que designaciones t ~ p o g r ~ c a sCuando
(~~).
se habla de capitales de provincia en rigor se está hablando de bases
militares ya que en el concepto de la administración de esa primera

(52) El concepto de libertad es algo difícil de definir, ya que era visto desde distinto punto de
vista por los romanos y por los indígenas. Cfr. R. Bernhardt, .Die EntwicMung romischer amici et
socii zu civitates liberae in Spanien*,Historia XXIV, 1975,411-424, donde hay toda una elaboración
del concepto de libertad y se remite a otros trabajos sobre el tema.
(53) Hay toda una serie de restos legales que muy recientemente comienzan a adquirir cuerpo
y que dan la medida de la trascendencia de la ley de Sila: los recién descubiertos fragmentos de una
ley que regula la política extranjera romana en el Mediterráneo oriental, aparecidos en Gnido
(M. Hassal, M. H. Crawford y J. Reynolds, JRS 64, 1974, 195-220) y casi seguro que la misma ley
inscrita en el monumento de L. Emilio Paulo en Delfos. Una ley Porcia propuesta por el pretor
M. Porcio Catón en febrero del mismo afio en el que se promulgó la ley de DelfosIGnido (es decir en
el año 101/100 a.c.) y citada en la inscripción, prohibe a los comandantes sacar tropas fuera de la
provincia e incluso estar fuera de la provincia con mala intención (J.-L. Ferrary, MEFRA 89, 1977,
619-660; A. W. Lintott, ZSS 98,1981,191-197; la lex Antonia de Termessibus datada probablemente
en el año 68 a.c. prohíbe a los comandantes reclutar tropas en Termessos etc.).
(54) EAlbertini, op. cit., p. 21. Probablemente esto no sea una invención de los romanos, sino
que era ya una realidad entre los indígenas antes de la llegada de los romanos. Es interesante notar
que sólo en el S y SE y algo del E de la Península se dio el régimen monárquico que agrupaba a
varias comunidades bajo la égida del monarca (Cfr. J. Caro Baroja, <<La "realeza" y los reyes en la
España antigua., Cuadernos de la Fundación Pastor, 17, Madrid 1971).
época el caput de la administración es el gobernador provincial y el
centro de la misma está allí donde está éste. En la Citerior tales bases
militares más importantes son Tarraco y Carthago Nova, y entre las dos
la más fuerte y más importante estratégicamente es Carthago Nova,
como ya hemos indicado(55).

11. LA SITUACIÓN DURANTE LAS GUERRAS C M L E S

Mientras Roma fue una piña sin fisuras, el que Cartagena estuviera más
lejos, dado que la navegación era de cabotaje, no era un inconveniente. Muy
diferente es el caso cuando Roma se enfrenta a sí misma y la política del
Imperio se juega en base a estrategias regionales. En una política de balan-
ceo de fuerzas no es fácil decir a quién va a servir cada una de las bases, y
en concreto hoy aquí para nosotros a quién va a servir Cartagena.
Cartagena va a ser controlada por Sertorio y por Sila, por P. Sicio
Nucerino y por el Senado Romano, por Pompeyo y por César y finalmen-
te por Augusto. Puede haber sido esta situación la que, con la llegada del
Principado y la voluntad de Augusto de centralizar el poder prefiriese
Tarraco como capital y principal base militar por estar más cerca de
Roma y ser así más funcional como instrumento de gobierno.
Entre la ruptura de la unidad política romana con el comienzo de las
guerras civiles y la unificación política con el establecimiento y perviven-
cia del Principado, Cartagena es punto central de la historia de Hispa-
nia. De la misma manera que al comienzo de las guerras púnicas Africa
es una baza con la que juegan romanos y cartagineses, según hemos
visto, y que lo sigue siendo en tiempos de las guerras celtibéricas, cuando
vemos a Micipsa luchando en Hispania contra V i r i a t ~ ' ~así ~ )también
, en
las guerras civiles, en el año 84, Mete110 es visitado en África por Licinio
Craso que viene de Hispania, donde se había refugiado para escapar a
las proscripciones de Mario y C i ~ ~ n a En' ~ ~el) . año 82, Sertorio viene a
Hispania para defender la causa de Mario frenta a Sila. Al año siguiente
Sila envió dos gobernadores fieles a su causa, y frente a ellos Sertorio,
más débil de fuerzas, creyó oportuno retirarse al África para lo cual se
embarcó en Cartagena(58).Tras el fracaso de su desembarco en Africa,

(55) E. Albertini, op. cit. pp. 21-22. Y las páginas citadas de Hübner e n Hermes 1.
(56) Apiano, Iber 67, 89. Cfr. P. Romanelli, Storia delle province romane dell'Africa, Roma
1959, p. 73.
(57) Plut. Craso, c. 6. Cfr. P. Romanelli, op. cit. p. 91.
(58) Plut., Sert., c. 7 SS.; Orosio, V , 23, 2; Floro, 11, 22, 2; A. Schulten, Sertorius, pp. 47 y 52 s.
P. Romanelli, op. cit., p. 96 s. 102.
vuelve a reembarcarse y retorna a Hispania. De nuevo vuelve al Africa
para ayudar a las tribus moras contra el rey Ascalis al que habían
arrojado del trono. Triunfó Sertorio y pareció capaz de crear un espacio
de dominio al margen del poder de sus enemigos de Roma. Así Cartagena
se mostró como puesto clave en las operaciones tácticas por el control del
imperio.
En el año 64 P. Sicio Nucerino, amigo de Catilina, huyendo de Roma,
vino a Hispania y de aquí pasó al África con una especie de pequeña
legión extranjera compuesta de hispanos e í t a l ~ s ' ~ ~ ) .
En el enfrentamiento entre César y Pompeyo es posible que Pompeyo
en el año 55, junto con el gobierno de Hispania, tuviese el de toda el
África(60).
De cualquier modo es claro que África estaba en general de
parte de Pompeyo.
En la guerra civil entre César y Pompeyo, César intenta dominar a los
pompeyanos en África desde Hispania. El Senado pompeyano había he-
cho una declaración a favor de Juba; el Senado cesariano hace una
declaración a favor de Bocco. La primera tentativa del paso al África se
prepara reuniendo tropas en Córdoba a pesar de que Cassio Longino
estaba en Lusitania (esto parece indicar que el proyecto del pasaje conta-
ba con Cartagena como punto de referencia). La segunda vez se ordena la
reunión de tropas en Hispalis. Hay una rebelión y para sofocarla Bogud
pasa a Hispania. En esta ocasión el peso de los acontecimientos gravita
sobre Málaga('jl).
Gneo Pompeyo partiendo de Utica quiere venir a Hispania, y, de
hecho, tras una serie de aventuras, desembarca en Baleares, es decir,
siempre en las costas del SE(62).

(59) Cic. Pro Sulla 20, 56; G. Gsell, Histoire ancienne de Z'Afrique du Nord, vol. VIII, pp. 54 SS.;
P. Münzer, «Sittius» n. 3, P W 111A 1, Sttutgart 1927, cols. 409-411; Heurgon, «La lettre de Cicéron
a P. Sittius (Ad Famil. V, 17),, Latomus. Revue des Etudes Latines, M , 1950, 359 SS.; Apiano, Bell.
civ. N, 54.
(60) P. Romanelli, op. cit., p.111, nota 1:*Según algunas fuentes (Plut. Pomp.52; Cat. Min. 43;
Caes. 28; Apiano, Bell. ciu. 11, 18) Pompeyo en el 55, junto con el gobierno extraordinario de España,
habría tenido también el de toda el &rica; pero el testimonio no parece que haya de ser aceptado
tanto porque otras fuentes hablan solamente de España (Vell. Pat., II,48, 1; Floro, 11, 13, 12; Livio,
Perioch. CV, Dion Casio XXXIX, 33,2 y 39,4), como sobre todo porque en los años entre el 55 y el 50
Africa aparece regida de modo regular por gobernadores nombrados por el Senado, y no por legados
de Pompeyo. Los historiadores modernos no admiten, en general, este gobierno de Pompeyo sobre
Africa~.
(61) Bell. Alex. 51 SS.; Liv. CXII, 36 SS.; Dio Cass. XVII, 15 y 16. El jefe de la expedición iba a
ser Casio Longino, que se hallaba en Lusitania. El hecho de que se pretendan reunir las tropas en
Córdoba, parece indicar que la expedición se proyectaba a través de Cartagena. Cfr. P. Romanelli,
op. cit. p. 116.
(62) Bell. Afr. c. 22 y 23; Livio, Epitome CXIII.
Escipión se dirige desde Utica a Hispania, pero una tempestad lo arroja
a Hippo Regio. Parece claro que era Cartagena a donde quería llegaF3).
Bogud vino a combatir al lado de César a Hispania y fue una de las
razones del triunfo de César en Munda, pero parece que debió desembar-
car en Málaga(64).
Arabión, hijo de Massinissa había venido a Hispania a combatir con
los hijos de Pompeyo. Debió venir por Ca~-tagena(~~). No, en vano, según el
epígrafe de Cartagena, Juba fue duumviro en esta ciudad y patrono de
ella(66).
En la guerra entre Antonio y Octaviano, el reino de Juba estaba a
favor de Octaviano y el de Bocco a favor de Antonio(67).Liquidado el reino
de Bogud, Augusto concede a toda la Tingitana la ciudadanía romana(68).
En una palabra: las relaciones entre Hispania y África son una cons-
tante impuesta por la logística del poder sobre el occidente del Imperio y
se concretan en función de la geografía. Mientras que la Tingitana está
en íntima unidad con la Bética, la Cesariense lo está con Cartagena.
En el año 25 a.c. Augusto constituyó un reino en Mauritania que dio
a Juba 11, el hijo de Juba que combatió con Octaviano primero contra
Antonio y luego en H i ~ p a n i a 'y~ ~
que
) mantuvo unas grandes relaciones
con las costas hispanas y muy en particular con Ca~-tagena(~O).
Cornelio Balbo desde la Ulterior tiene más relación con la Tingitana,
pero en cualquier caso es un excelente testimonio de la unidad entre las
dos columnas de Hércules(71).

(63) Este Escipión es uno de los generales pompeyanos que tras la batalla de Tapso huyen. Cfr.
Plut. Cat. Min. 58 SS. Cfr. P. Romanelli, op. cit. p. 126 s.
Dio Cass., XLIII, 36, 1; 38, 2. cfr. P. ~ o m a n e l l iop.
, cit. p. 137.
P. Romanelli, op. cit., p. 137.
C.I.L. 11, 3417. Cfr. P. Romanelli, op. cit. p. 168.
P. Romanelli, op. cit. p. 149.
P. Romanelli, op. cit. p. 150.
Le casó, además, con la hija de Antonio y Cleopatra, Selene. Cfr. P. Romanelli, op. cit.

. . «El hecho de haberse conferido el duumvirato tanto de C a r t a...~ e n como


a de Cádiz a Juba 11.
la contributio de Icosium a Ilici, dispuesta por Augusto probablemente antes o en el acto de la
reconstrucción del reino, la agregación administrativa a la Bética de las colonias fundadas entre el
33 y el 25 a.c. son elementos que prueban lo estrechos que fueron los lazos entre Mauritania y la
Península Ibérica», P. Romanelli, op. cit. p. 168 s.
(71) ~CornelioBalbo, nativo de Gades, sobrino de aquel Cornelio Balbo que había recibido la
ciudadanía romana de Pompeyo y para el cual, justo para la defensa de tal concesión, Cicerón había
pronunciado en el 56 uno de sus discursos, había tenido parte activa como oficial y hombre de
confianza de César durante las guerras civiles, más tarde había sido questor en España y en calidad
de tal, como ya se decía en s u tiempo, había pasado a Mauritania a solicitar el favor de Bogud para
Antonio: conocía, pues, bien el Afnca, con la cual, por lo demás, como gaditano que era, debía haber
En una moneda de Cartagena anterior a la muerte de Augusto, apare-
ce el rey Tolomeo, hijo de Juba(72). Es muy probable que, al igual que su
padre, tuviera cargos honoríficos en alguna ciudad de Hispania y la
moneda aludida es un buen fundamento para tal suposición.
En la guerra de Calígula y luego de Claudio para reducir a los moros
hubieron de ser empleadas tropas auxiliares hispanas(73).
El caso de Galba es de gran interés. Fue primero elegido gobernador
del África extra ~ o r t e r n ' ~Luego
~ ) . fue iuridicus para la Citerior en Hispa-
nia y estando él en Cartagena administrando justicia sobrevino la rebe-
lión y fue proclamado emperador. Cartagena fue así durante un mes
capital del Imperio(75).
Otón también actuó considerando como una unidad África y España.
Mientras que por una parte concedió al África proconsular nuevos dere-
chos, trató con menos favor a la Mauritania, cuyas ciudades dio como
don a la Bética, es decir, debió establecer que fueran ciudades attributae
a ciudades de la provincia meridional de Hispania, como se había hecho
para algunas de ellas en el período anterior(76). La razón de tal medida es
posible que tenga algo que ver con otro dato de gran interés en el
contexto que estamos recomiendo: También en Mauritania el procurador
Lucio Albino concibió, a lo que parece, la idea de separarse de Roma y

tenido frecuentes relaciones. Si fue cónsul y cuándo, es dudoso: parece que fue allectus directamente
por Augusto entre los consulares. S u elección para procónsul de hfrica fue probablemente dictada
por la necesidad de confiar el gobierno de la provincia a u n hombre valiente y sobre todo audaz,
(P. Romanelli, op. cit., p. 177; puede también consultarse J . R. Rodríguez Neila, Los Bulbos de Cádiz,
Cádiz 1992).
(72) P. Romanelli, op. cit., p. 253
(73) &e ha supuesto (Cagnat,Armée ... p. 29 siguiendo a Dureau de la Malle, Recherches sur
l'histoire de la partie de Z'Afrique . . que estas tropas hubieran pasado a &rica desde España, y que
por tanto la guerra fue sostenida por las legiones establecidas e n la Península Ibérica, e n la
Tarraconense, es decir por la Legio N Macedónica, la V I Victrix y la X Gemina; pero de tal
intervención de estas legiones de España o al menos de una intervención de las mismas e n masa no
hay ninguna prueba directa. Es posible que participase algún destacamento de las mismas. Y mucho
más claro parece poderse afirmar que se trasladasen tropas auxiliares de Espafia sobre todo a
aquella región occidental que luego fue la Mauritania Tingitana: e n efecto más tarde, como dejan ver
los diplomas militares, no pocas de las alas y cohortes que están e n esta provincia son de origen
hipanos (P. Romanelli, op. cit. p. 259).
(74) P. Romanelli, op. cit. pp. 264 ss.
(75) E. P. Nicolas, De Neron a Vespasien. Etudes et prespectives historiques suivies de l'analyse,
du catalogue, et de la reproduction des monnaies «oppositionelles»connues des années 67 a 70, Paris
1979, pp. 291-326. Este autor explica cómo Galba se encontraba e n Cartagena el 2 de abril del 68,
cómo allí acudió Otón, gobernador de la Lusitania como Legatus Augusti propraetore y cómo desde
allí se retiró a Clunia.
(76) Tácito, Hist. 1, 78. P. Romanelli, op. cit. p. 283.
constituir un pequeño estado con las dos provincias y quizá también con
una parte de H i ~ p a n i a ' ~El ~ )encargado
. de someter tales veleidades fue
Cluvio Rufo, legado de la Tarrac~nense'~~).
Sobre la unidad entre el sur de Hispania y el norte de África en
tiempos del emperador Adriano se ha pensado que quizá la revuelta de
los moros que acaeció al comienzo de su reinado pudo afectar también a
H i ~ p a n i a ' ~Por
~ ) .lo demás el emperador se hallaba en Hispania cuando
salió para Asia, pasando por Cartago, lo que hace suponer que debió
embarcarse en Cartagena(80).En cualquier caso se emplearon también
tropas hispanas en la represión de la revuelta(81).
Igualmente en tiempos de Antonino Pío hubo guerras contra los moros
y tropas de Hispania fueron llevadas a sofocarla(82).
En tiempos de Marco Aurelio la unidad entre Hispania y el norte de
África cobra un especial relieve. No solamente los moros desembarcan en
la Bética y la asolan durante tiempo(83),sino que el emperador une la
Mauritania Tingitana con el sur de H i s ~ a n i a ' ~ ~ ) .
Parece haber habido otra invasión de moros en el 176(85).

(77) Tácito, Hist. 11, 58 s.


(78) Münzer, «Cluvius» n. 12: ~CluviusRufus*, PW, IV, 1, Stuttgart 1900, col. 121-125.
(79) La idea fue de Dürr, Die Reisen des Kaisers Hadrians, quien interpreta en este sentido el
testimonio de Esparciano sobre obras de defensa realizadas por el emperador. P. Romanelli, op. cit.
p. 334
(80) La idea de este viaje de Hispania al Africa fue dada por Weber, Untersuchungen iiber die
Geschichte Kaisers Hadrians y es verosímil Cfr. Romanelli, op. cit. p. 336 s.
(81) La presencia de hispanos en África está documentada por el monumento de Lambaesis. El
emperador los visita (Cfr. P. Romanelli, op. cit. pp. 338-341).
(82) P. Romanelli, op. cit. p. 355, como acreditan las inscripciones y en concreto las que
cuentan la carrera de T. Vario Clemente.
(83) La bibliografía sobre el tema la hemos recogido en «La población del SE durante los siglos
oscuros., Antigxrist. V, 1988, p. 22, nota 9.
(84) E. Albertini, Les diuisions administratives de Z'Espagne romaine, Paris 1923, p. 116, nota
2: <<No hay razón para señalar más que en una nota las medidas tomadas por Marco Aurelio cuando
los moros inquietaron la Bética: paso de la Bética durante unos años (desde el 172 o 173 hasta una
fecha ente el 177 y 185), a la categoría de provincia imperial; nuevo nombre dado a la Mauritania
Tingitana: prouincia noua Hispania Vlterior Engitana (C.I.L. VIII, 21813). Ningún texto emplea la
nueva designación, que debió quedar en uso por poco tiempo. Ninguno nombra a la Bética prouincia
Vetus Vlterior, cfr. C.I.L. 11 1980, donde debía decir no ueteris, sino ulteris, lapsus por ulterioris. Ver
Mispoulet, Reuue de Philologie, 34, 1910, p. 302; A. von Premerstein, «Untersuchungen zur Geschi-
chten des Kaisers Marcus» 11, Klio, 12, 1912, 167-178.
(85) Según se deduce del epígrafe C.I.L. 11, 1120, ya que en el 177 Vallius Maximianus es
procurador en la Tingitana. Cfr. A. González Blanco, <'La población del SE durante los siglos oscuros
(IV-X)»,Antigxrist. V, 1988, p. 13.
La unidad entre el SE hispano y África vuelve a constatarse con la
invasión de francos y alamanes que llegan a África con naves tomadas en
Tarra~o@~).
Es difícil decidir si los moros vuelven a cruzar el estrecho en tiempos
de Saturnino(87).
En tiempos de Maximiano probablemente también hubo que luchar
con los moros en Hispania y la unión del sur de Hispania con la Tingita-
na probablemente fue debida a esta interdependencia. Estamos en el año
297(88).
Los donatistas tienen que ir a la Galia a través de Hi~pania@~).
Y los vándalos pasan al África tras destruir Cartagena(go).
Así la integración del SE en el Imperio Romano se hace no sólo como
una toma de posesión que se integra, en la que se pone el pie y ya no se
mueve más, sino que las tierras hispanas participan de todos los proble-
mas de la vida política y los padecen a veces y los provocan otras. Por eso
también se van integrando en la administración y lentamente también
ellas van siendo Roma. Fecha clave es la proclamación de Cartagena
como COLONIA ROMANA, pero ésta es otra dimension del problema
que aquí estamos tratando.

(86) Cfr. A. González Blanco, Ibidem, pp. 14-15.


(87) Cfr. A. González Blanco, Ibidem, pp. 15.
(88) Cfr. A. González Blanco, Ibidem, pp. 15 s.
(89) El emperador les concede el poder usar la evectio publica y por tanto el viaje se hace por
tierra, vía Hispania. Debieron entrar por Cartagena para ir al concilio de Arles. Cfr. P. Romanelli,
op. cit., p. 548.
(90) A. González Blanco, «La historia del SE peninsular entre los siglos 111-VIII. Fuentes,
problemas y perspectivas,, Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, pp. 58-59.
CAPÍTULO SEGUNDO

EL SURESTE PENINSULAR, UNA ZONA


FUNCIONALMENTE ESTRATÉGICA
1. EL PUNTO DE PARTIDA

La mera recogida de las noticias sobre la integración en el Imperio


Romano de lo que hoy llamamos el sureste hispano, la importancia
logística de Cartagena en la política del Imperio a lo largo de toda su
historia y las ligeras variaciones de planteamiento que se constatan nos
permiten aproximarnos a la definición histórico-política de esa misma
zona del sureste. Comencemos por profundizar en los datos sobre la
división de las provincias.

2. LA PRIMERA DMSIÓN DE PROVINCIAS

En las primeras noticias que tenemos sobre la división de las dos


provincias, CITERIOR y ULTERIOR se nos dice que la linea divisoria
pasaba por Cartagena, la cual, sin embargo, quedaba situada en la
CITERIOR'l).
Ningún texto nos dice expresamente la frontera que fijaron los preto-
res del 197; pero tenemos datos suficientes como para determinarlos
apr~ximadarnente'~).Esteban de Bizancio nos ha conservado un texto de

(1) Las primeras noticias literarias todavía recuerdan los tiempos en los que el Ebro era la
frontera entre las dos Hispanias. El relato que nos hace Livio de la segunda guerra púnica emplea
estos límites con frecuencia. Artemidoro, aproximadamente e n el año 100 a.c., distingue las dos
Hispanias «de más acá del Ebro. y *de más allá del Ebro»;pero esto ocurre en los pasajes que utiliza
tomándolos de Polibio. De todas formas las primeras noticias escritas son de tiempo de César y son
los textos que vamos a ir comentando e n las páginas que siguen.
(2) La discusión histórica del tema fue bien recogida hasta su tiempo por F. Braun, Die
Provinzialeinteilung Spaniens in romischer Zeit, Teil 1, párrafo 1hasta 2b, Berlin 1908; y el mismo
autor, Die Entwicklung der spanischen Provinzialgrenzen in romischer Zeit (17 fascículo de la serie
Quellen und Forschungen zur alten Geschichte und Geographie dirigida por W . Sieglin, Berlin 1909).
Artemidoro que indica así el límite de las dos provincias: La CITERIOR
se extiende «hasta la Nueva Cartago y las fuents del Betis»; y la ULTE-
RIOR «hasta Cádiz y Lusitania.. El paralelismo de la construcción obliga
a entender que la Citerior llegaba hasta Cartagena inclusive. Las fuen-
tes del Betis, en época republicana, son los ríos Guadalén y Guadalimar,
nacidos en el Saltus Castulonensis (Cerros de Villamanrique y Sierra de
al cara^)'^). Sólo a partir de Plinio se reconoce como fuente del Betis la
corriente de agua que viene del Saltus Tugiensis, siendo el Guadalimar,
agrandado por el Guadalén, un afluente de la orilla derecha(*).La fronte-
ra, pues, pasaba por Cartagena y por las fuentes del Guadalén y Guada-
limar, pero no por el Saltus Tugiensis.
El hecho coincide, globalmente, con el testimonio que nos ofrece César
cuando dice: «Con la llegada de L. Vibulo Rufo, que se supo que había
sido enviado por Pompeyo, Afranio, Petreyo y Varrón, legados de Pompe-
yo, de los que uno custodiaba la Hispania Citerior con tres legiones, otro
la Ulterior desde el Saltus Castulonensis hasta el río Guadiana con dos
legiones y el tercero desde el Guadiana estaba a cargo del campo de los
Vetones y de la Lusitania con igual número de legiones, reciben la orden
de compartir la responsabilidad de forma que Petreio marcha a la Lusi-
tania a través de los Vetones con todas sus tropas para reunirse con
Afranio, dejando que Varrón con las legiones que tenía defendiera toda
la Hispania UlteriorJ5).
Para César, pues, es claro que la provincia Ulterior va desde el Saltus
Castulonensis hasta el río Guadiana; pero la frase implica que la fronte-
ra entre ambas provincias iba desde el citado Saltus Castulonensis hasta
la costa por el camino más corto, es decir: pasando por las verdaderas
fuentes del Betis y las del Segura y el macizo de La Sagra llegaría al
oeste-surloeste de la ciudad de Cartagena(6).Porque, además, Cartagena,
en la primera parte del reinado de Augusto, también pertenecía a la
Citerior, como aparece en Pomponio Mela(7),quien describiendo la Hispa-
nia de los primeros tiempos de Augusto atribuye Cartagena a la Citerior

El problema es complicado ya que los textos cuando aparecen ya tienen ante los ojos la existencia de
tres provincias en Hispania.
(3) E. Aibertini, Les divisions administratives de L'Espagne romaine, Paris 1923, p. 14.
(4) E. Abertini, op. cit., p. 18.
(5) De Bello ciuili 1, 38, 1-2.
(6) E . Albertini, op. cit. p. 15. Plinio III,16 y Orosio I , 2 indican que la frontera entre ambas
provincias estaba en Cartagena, sin precisar si al E o al O.
(7) Pomponio Mela 11, 94.
y Urci a la Ulteri~r'~).
Así se explica perfectamente que las expresiones
ultra Nouam Carthaginem e Hispania Ulterior aparezcan como equiva-
lentes en un relato de Tito Li~io'~).
Entre el Saltus Castulonensis y la costa los pretores habían podido
trazar la frontera con precisión. Al norte del citado monte la dominación
romana tendía a ampliarse y por ello la frontera era necesariamente
vaga y modificable en función de las nuevas situaciones políticas creadas
por la presencia y fuerza expansiva romana.

3. LAS DIVISIONES DE AUGUSTO

Que Augusto en el año 27 a.c. dividiera Hispania en tres provincias al


desdoblar la Ulterior en la Ulterior Bética y la Ulterior Lusitania, es algo
que ya no se discute(lO),ni aquí para nuestro propósito tendría interés
alguno ya que se trata de territorios situados lejos de la actual región
murciana.
Sí, en cambio, tiene interés el hecho de que al final del reinado de
Augusto se modificaron los límites de las tres provincias anteriormente
creadas. El hecho se desprende netamente de la exposición de Plinio. En
la descripción de Hispania, Plinio utiliza, además de la obra de Va-
rnón(1l),una parte del mapa del mundo romano confeccionado por Agripa,
con las legenda y las indicaciones que tal mapa llevaba, y se sirve igual-
mente de documentos administrativos y estadísticos sobre cuya natura-
leza volveremos, pero que ya desde ahora recordamos que son posterio-
res a Agripa. Ahora bien, después de Agripa hubo cambios: la Bética de
Agripa es más extensa que la de Plinio, ya que las medidas anotadas por
Agripa lo fueron cum termini Carthaginem usque procederent (111, 16);
en la época de Plinio (nunc), la misma provincia comienza, en el interior,
a Castulonis oppidi fine; en la costa a Murgi (111, 17). De hecho en la

(8) Sobre Urci se han dicho muchas cosas y de ellas hablaremos más adelante. Es probable
que haya habido dos Urci.
(9) Tito Livio XL, 41, 10: senatus consultum factum est ut M. Fuluius i n Hispaniam relegare-
tur ultra Nouam Carthaginem, litteraeque ei datae sunt a consule ad P. Manlium i n Hispaniam
ulteriorem deferendae.
(10) La fecha la da Dion Casio LIII,12 con indicación exacta de la operación e n la que Augusto
devuelve el poder al Senado y al pueblo. Los autores no estuvieron, e n u n principio, de acuerdo con
la fecha por razones diversas, pero hoy parece reinar la aceptación unánime del hecho (Cfr. E.
Albertini, op. cit., p. 25 SS.).
(11) Además de la bibliografía antigua citada por E. Albertini, op. cit. p. 33, nota 5 , cfr.
K.-G. Sallmann, Die Geographie des alteren Plinius i n ihrem Verhaltnis zu Varro, Versuch einer
Quellenanalyse, Berlin 1971, con amplia información documental.
descripción del litoral, esta villa de Murgi ha sido designada como Baeti-
cae finis (111, 8)(12).
En la descripción del curso del Betis, Plinio indica que la fuente del río
(la fuente verdadera, la del Saltus Tugiensis) ahora está en la Citerior y
que entra en la Bética en el territorio de la villa de Ossigi (III,9).
Hubo, pues, posteriormente a la confección de la carta de Agrippa, es
decir, ciertamente después del año 12 y muy probablemente después del
año 7 a.C.(13),una reforma que ensanchó a la Citerior a expensas de la
Bética justamente en esta parte del SE peninsular. Esta reforma de
Augusto ocurría unos 25 años después de la división de Hispania en tres
provincias y tenía por objeto unir a la Citerior las regiones en las que
podía ser necesario hacer intervenir al ejército. El Saltus Castulonensis, y
las cadenas complicadas que se acumulan entre el alto valle del Betis y el
mar, eran regiones poco seguras. Los actos de saqueo eran allí frecuentes.
Quedaron trazas de la división anterior. La villa de Baria, situada en
el Mediterráneo entre Murgi y Cartagena, es señalada por Plinio como
ciudad adscripta a la Bética en tiempo del escritor (111, 19): formaba,
pues, un enclave en la Citerior que pertenecía a la Ulterior Bética. No
sabemos por qué Augusto dejó Baria dependiente de la Bética, quizá
porque es zona minera(14).Del mismo modo subsistieron relaciones cultu-
rales entre la Bética y ciudades como Cástulo o Acci como se ve en el

(12) Es importante recordar aquí el problema textual que existe en este tema. En Plinio III,6
Albertini prefiere leer con los mejores manuscritos a fine Vrcitano citerior, y no con Detlefsen,
ÜW>urgitano. E n esta interpretación Murgi sena la última villa de la Bética y Urci la primera de la
Citerior.
(13) El término ante quem viene dado por los miliarios de la Bética (C.I.L.: 11, 4701-4711) que
se datan el año 2 a.c. y en los que ya consta el nuevo límite de provincias con las frases a Baete et
Iano Augusto, ab Iano Augusto qui est ad Baeten, donde se ve que la frontera estaba en el Guadal-
quivir. Antiguamente se pensaba que el lugar era el torreón de las Huelgas, en el Ayuntamiento de
Javalquinto, partido judicial de Baeza, provincia actual de Jaén o cerca de allí (A. Blázquez, <<Vías
romanas de Andalucía», BRAH 64, 1914, 525-533). En la actualidad parece haberse llegado a una
localización mucho más precisa: cfr. P. Sillieres, .A propos d'un nouveau milliaire de la Via Augusta.
Una uia militaris en Betique*, R E A LXXXTII, 3-4, 1981, 255-271.
No es imposible que la dedicación de C.I.L. VI, 31167 se hiciera con ocasión de esta modificación
de fronteras. No sería de extrañar que los habitantes de la Bética quedaran agradecidos al empera-
dor por haber reducido la provincia privándola de u n distrito que les producía multitud de proble-
mas. Aunque también son posibles otras interpretaciones de toda esta modificación.
(14) L. Siret, .Villaricos y Herrerías», Memorias de la R. Academia de la Historia XIV, 1909,
381-478. De todas formas el que sea zona minera o no, no es por sí sola razón suficiente. Hay que
considerarlo en unión y relación con los otros factores.
hecho de que los mismos personajes en ocasiones desempeñaron sacerdo-
cios en ambas demarcaciones(15).

4. LOS LÍMITES DE PROVINCIAS, LÍMITES REVISABLES

Tenemos motivos para pensar que los límites de provincias fueron


revisados al menos en dos puntos.
Plinio nombra, entre las villas de la Bética, Mirobriga (Capilla) y
Sisapo (Almadén) (111, 14). Ptolomeo (11, 6, 58) las sitúa a las dos en la
Citerior, atribuyéndolas a los oretanos. Es verosímil, en consecuencia,
que en el intervalo de tiempo, entre ambos autores, el límite entre la
Bética y la Citerior, en esta región, haya sido ligeramente desplazado
hacia el sur-oeste (si no se trata de un error de Ptolomeo). La mayor
parte de la Beturia Turdulorum continúa estando comprendida en el
conventus de Córdoba, pero el cantón en el que se hallaban Mirobriga y
Sisapo se une al conventus de Cartagena. La razón de tal cambio pudo
ser el deseo de hacer pasar a una provincia imperial las minas de ci-
nabrio de Sisapo(16).

5. LA BASTETANIA

Tras las divisiones de Augusto quedan agrupadas dentro de la misma


provincia e incluidos en la misma regio(17)todos los pueblos que aparecen
en la onomástica agrupados bajo epígrafes homónimos o semihomóni-
mos(18).Los romanos lejos de intentar disolver las gentes, confirieron a la

(15) C.I.L. 11, 3278.3395 cfr. 3271 y 3272, línea 6. 3350 y 3351: el mismo personaje es flamen
del culto imperial en una villa de la Citerior y en otra de la Bética; o un ciudadano de una ciudad de
la Citerior se convierte en Flamen provincial de la Bética, lo que supone que tal personaje estaba
ligado por el culto imperial a las villas de la Bética desde los primeros tiempos del reinado de
Augusto, asociación que no se rompió por el desplazamiento de las fronteras provinciales.
(16) La localización exacta de Sisapo no h a sido investigada suficientemente (Véase A. Tovar,
Iberische Landeskunde. Band 1: Baetica. Baden-Baden 1974, pp. 96-97); pero no parece haber duda
respecto de su identificación minera con la zona de Almadén, e n Ciudad Real.
(17) La regio Bastetana es una de las cinco regiones atestiguadas por Plinio para Hispania,
todas ellas en la Citerior (111, 4, 19-21). Es difícil precisar el contenido de tal designación, pero lo
más probable es que hay subyacente un contenido étnico-geográfico (Cfr. C. González Román, <<La
colonia IVLIA GEMELLA ACCI y la evolución de la Bastetania., Congreso sobre Conquista y
Organización del territorio, Elche (Alicante), octubre 1989, cuyas actas fueron publicadas en Dia-
loghi di Archeologia, terza Serie, anno 10, n. 1-2, Roma 1993, 155-164.
(18) Hablamos de pueblos en sentido étnico-geográfico. No pretendemos entrar aquí en el tema
de la identidad o distinción entre Bastetanos y bástulos. Sobre el tema cfr. C. González Román,
op. cit.
regio, y a la gens, a la que la regio servía de soporte, una significación real,
una importancia práctica que antes no habían tenido. El desmembramiento
excesivo de los Iberos era una dificultad para los administradores gober-
nantes. Los romanos dieron una existencia verdadera a las regiones, no
solamente porque consagraron sus nombres al registrarlos en su geograña e
inscribirlos en sus mapas, sino también porque la distinción de tales regio-
nes les servía para sus operaciones de censo y de reclutarniento(lg).
La línea fronteriza que separa la Bastetania de la provincia Bética
viniendo de NO a SE arrancaba desde O ~ s i g i ( ~ pasaba
~ ) , cerca de Illibe-
rrid21)y llegaba a la costa al E. de Murgi. Ciudades que están en la
Citerior son: Urci (Plinio 111, 19);Acci4 (Plinio 111, 25); Mentesa Bastita-
norum (Plinio 111, 25); Castulo (Plinio 111, 25) y Baesucci (C.I.L. 11, 3251-
3252); Oretum (Plinio 111, 25).
Así pues, todo el actual oriente de la provincia de Granada, una parte
de Jaén oriental, la práctica totalidad de Almería, la mayor parte de la
actual provincia de Albacete y la práctica totalidad de la actual región
murciana formaban parte de la antigua BASTETANIA(22). Tras una eta-

(19) Si Plinio, en la formula de la Bética de la que él se servía, encontró ya confeccionadas las


listas alfabéticas de los párrafos 111, 10.12.14 es necesario admitir que esta formula clasificaba a
parte, en el interior de los conventus de Astigi, Hispalis y Córdoba, las villas de la Bastetania
uergens a d mare, de la Baeturia Celticorum y de la Baeturia Turdulorum. Es cierto en todo caso que
para el conventus de Clunia, la formula clasificaba las ciudades por gentes. En este conventus y en
los tres del NO peninsular, es decir en las regiones en las que el poblamiento disperso era más
intenso y más tenaz, los romanos procuraron crear una especie de suplencia de la ciudad y allí la
gens era una realidad.
(20) Ossigi estaba en la Bética (Plinio 111, 9 y 10).
(21) La identificación de Iliberris con Granada es algo que ya no se discute (M. Gómez Moreno,
.<DeIlíberri a Granada», B.R.A.H. 46, 1905,44-61). Su pertenencia a la Bética está atestiguada por
Plinio (111, 10). Ulteriores precisiones se han buscado en hechos coyunturales: una inscripción
cristiana reempleada en La Alhambra, en un muro de la iglesia (Z.H.C. 115) menciona un lugar
llamado Nativola, perteneciente a la diócesis de Acci y por tanto a la Citerior; pero la piedra ha
podido fácilmente ser transportada a Granada desde algún lugar situado entre Granada y Guadix.
Si se pudiera afirmar que fue hallado en el lugar, este texto probaría que el Darro sería el límite
provincial estando Iliberri en la rivera derecha y La Alhambra en la izquierda.
(22) Los problemas de la distinción entre Bastetanos y Bástulos o bastuloturdetanos han sido
tratados por C. González Román y por L. García Moreno en el ya citado congreso de Elche.
Dice C. González Román: «Debido a las limitaciones que implica tan precario estado de conoci-
miento, la única afirmación posible es la de que los bastetanos de Ptolomeo se extienden por el norte
de la provincia de Almería, NE de la de Granada, y zonas limítrofes de Murcia, Aibacete y, posible-
mente, curso alto del Guadalbullón en la provincia de Jaén, y se diferencian de los bástulos, «los
llamados cartagineses~(Ptolomeo I I , 4 , 6 ) que se proyectan por el litoral desde Menralia, identificable
como Mellaria en la zona del Estrecho de Gibraltar, y el promontorio de Charidemo, posiblemente en
la costa almeriense,>. El problema es que tal descripción está dada en función de Basti de la que
derivaría el nombre, pero no en función de los datos de Ptolomeo que no sólo incluye toda la región
murciana con exclusión del campo de Cartagena, sino también casi toda la de Albacete.
pa bélica en la que Roma mantuvo por la fuerza su presencia en Hispa-
nia y durante la cual la Bastetania quedó dividida entre la dos provin-
cias romanas, se llegó a una situación en época imperial en la que el SE
hispano constituía una unidad(23) dentro de la provincia Citerior primero
y Carthaginense después.
Los problemas que presenta el definir esa unidad y mucho más el
caracterizada son graves y más fáciles de delimitar por vías negativas
que por demostraciones positivas.

6.LA BASTETANIA Y LA HERENCIA INDÍGENA

Decir que Augusto modificó los límites provinciales en función de la


inseguridad de las tierras fronterizas y para asegurar unas zonas que
podrían necesitar la intervención de las legiones, de las que sólo disponía
el gobernador de la Citerior es algo que puede parecer obvio y contra lo
que, en principio, no tenemos objección. Pero el problema sigue plantea-
do a otro nivel más profundo que es preciso captar, a saber: por qué eran
tierras inquietas. No nos podemos contentar con decir que eran tierras
montañosas, ya que, por sí sola, tal característica no explica el aspecto
belicoso de sus gentes o el bandolerismo de las mismas(24).
Pensar que la razón augústea para la división fue la riqueza minera
del territorio y la conveniencia logística de contar con tales riquezas en
primera instancia es acercarse al problema por caminos más razonables

(23) La información de Ptolomeo de la distinción entre bastetanos del interior y los costeros
bástulos, no se constata en Estrabón, quien reiteradamente los identifica (111, 1, 7 y 111, 4, l),
asignándoles el temtorio al sur de los Turdetanos (III,2, l), que se extiende desde Calpe a Carthago
Nova. En cambio se aprecia en Plinio quién ubica a los bástulos en la zona costera del océano y de
la provincia Citerior (N.H. 111, 3, 8 y 111, 4, 19) y define la Bastetania como regio interior de la
provincia Hispania Citerior (111, 4, 191, en la que se incluyen, concretamente «en la Bastetania que
mira al mar, (111, 3, 10) ciudades del Valle del Genil, Hoya de Antequera y campiña occidental de
Jaén (C. González Román, op. cit., p. 156).
Otra es la interpretación que da E. Albertini (op. cit. pp. 114-116): La finalidad de la segunda
reforma de Augusto habría sido repartir entre dos provincias una regio, la Baeturia turdulorum,
colocada anteriormente bajo una administración única. Primeramente había estado toda entera bajo
el control del conventus de Córdoba. Tras la reforma, el cantón que comprendería Mirobriga y Sisapo
quedaría unido al conventus cartaginense. Y la razón de las divergencias entre los modernos autores
está en la falta de precisión en los conceptos que emplean los autores antiguos.
(24) E. Albertini, op. cit. pp. 35-36.
y más acordes con lo que sabemos por la historia(25). Pero ni siquiera así
podemos descansar en la afirmación. Hay que matizar más.
En efecto, la riqueza minera del SE debió ser algo proverbial ya desde
los mitos tartésicos y probablemente en función de tal riqueza, ya en el
siglo 111 el régimen político se había hecho militar y duro, si es que no
y a partir de los influjos orientales (venidos por vía griega o
feno-púnica) las concepciones políticas se habían modificado creando las
monarquías o realezas que caracterizan a estas tierras(27).
Ahora bien, a lo largo de los siglos IV y 111 a.c. el movimiento de
aglutinación funcionó con fuerza centrípeta hacia Basti de donde surgió
no sólo el dominio de la zona sino también el nombre etno-geográfico y
así surge la BASTETANIA o región que queda bajo el dominio de BAS-
TF2*).Probablemente como resultado de la oposición que hace surgir la
presencia púnica en una tierra anteriormente unificada o al menos uni-
forme surge a la vez la tierra de los BASTULOS o BASTULOTURDETA-
NOS que vendrían dirigidos desde Cartagena o anteriormente desde el
centro fenicio-púnico de poder corre~pondiente'~~).

(25) podemos creer con fundamento, en consecuencia, que el reino oretano, que sólo se nos
dibuja en los últimos años de la dominación cartaginesa, fue, como antes el mayor de Tartesos, un
reino relacionado en gran parte, con la existencia de cuantiosas riquezas mineras» (J. Caro Baroja,
«La 'realeza' y los reyes en la España antigua», Cuadernos de la Fundación Pastor, 17, Madrid 1971,
p. 142).
Además, sabemos que los romanos, al ir realizando sus conquistas, organizaban a los vencidos
en civitates, que tenían que pagar un stipendium determinado y que hasta el año 133 lo pagaban en
dinero acuñado por los mismos indígenas (E. Albertini, op. cit., p. 20). Pero para poder acuñar tal
dinero era necesario el metal noble y muy concretamente la plata. Es muy verosímil pensar que la
primera división de provincias estuviera basada en la ciudad de Cartagena como base de operacio-
nes más fuerte y que no se hubiera atendido al problema de la Bastetania porque era importante
que los indígenas contaran con metálico en ambas provincias. Otra s e n a la situación a partir del
momento en el que el emperador guardase como la clave del dominio al ejército acantonado en
determinadas provincias. No podía dejar que se le escapara el control de las fuentes de riqueza
metálicas.
(26) *Un reino también del que, por aquellas fechas, el rey tenía que ser, de modo fundamen-
tal, un guerrero, un soldado más o menos «heureux».E n el durísimo siglo 111no puede hablarse ya
en occidente de monarquías pacíficas y patriarcales. Los reyes de las ciudades del sur viven primero
bajo la presión del imperialismo cartaginés, después del romano...» (J. Caro Baroja, op. cit., p. 142).
(27) J. Caro Baroja traza en la p. 157 el mapa de las tierras de Hispania antigua en las que
aparece registrado el régimen monárquico y entre ellas está la Bastetania, si bien no se dice que
toda ella estuviera bajo el dominio de un solo rey.
(28) C. González Román, op. cit., p. 7.
(29) Recuérdese que probablemente MASTIA y BASTIA o BASTETANIA tiene la misma raíz,
Cfr. L. García Moreno, .Ciudades béticas de estirpe púnica (un ensayo postmarxista)>,,Dialoghi di
Archeologia 3 serie, anno 10, n. 1-2, Roma 1993, p. 123; y del mismo autor, <<Mastienosy bastetanos:
u n problema de etnología hispano-romana*, Polis 2, 1990.
El proceso se vuelve a realizar en tiempos romanos, pero de otro
modo. Ahora la fuerza centrípeta se ejerce, pero desde Cartagena, y la
Bastetania, Bastulo-Turdetania y Contestania giran en torno a la base
de operaciones romana. La mayor demostración de ello es la creación del
conventus Carthaginiensis. Por razones de distribución del territorio los
Bástulos quedarán integrados en la Ulterior o Bética, pero la Bastetania
tenderá a quedar toda ella unificada, por las mismas razones por las que lo
había estado anteriormente, sólo que ahora sin poder político. E incluso sin
otra entidad que la meramente utilitaria que sirve a los gobernadores
romanos para ejercer más fácilmente sus funciones de censo y de recluta-
miento y a los cronistas para ir refiriendo y describiendo las tierras conquis-
tadas con el lenguaje con el que las conocían los indígenad30).

7. LA HERENCIA PÚNICA

La presencia de los Cartagineses en Hispania sigue siendo un proble-


ma del que se ignoran demasiadas cosas como para poder trazar una
imagen coherente. Parece indiscutible que tuvieron su centro de poder y
de expansión en Cartagena y por lo mismo lo más natural es que su
función aculturadora tuviera un radio de acción mucho más intenso en
tomo a Cartagena, hasta el punto de poder sospechar que pudo crearse
una subregión punicizante con centro en Cartagena.
Tal sospecha no sólo se funda en un apriori razonable como acabamos
de formular. Hay datos que permiten fundamentar tal formulación. Y

(30) Sobre la etnografía o la entidad cultural de la Bastetania sabemos muy poco. C. González
Román (op. cit., pp. 8 SS.) recoge algunos elementos: bailes cogidos de la mano; ciudades; minería;
necrópolis de Tútugi, Cerro Cepero y Cerro del Santuario; paisaje de las necrópolis ibéricas (con
bibligrafía). Es un tema que admite y necesita de profunda reflexión. Por lo demás González Román
no se acuerda del tema de la realeza que hemos apuntado más arriba y que, en opinión de Caro
Baroja, procede de influjos orientales.
Y no conviene olvidar lo que ya advirtió Albertini (pp. 106-107): «No hay que perder de vista lo
que era la gens hispana: un nombre cómodo para inscribirlo sobre un mapa, para designar una regio,
es decir el espacio de terreno comprendido entre dos accidentes g e ~ g r ~ c omontañas
s, o corrientes
de agua; una yuxtaposición de tribus sometidas a condiciones de clima y de existencia sensiblemen-
te idénticas, pero sin unidad política, sin voluntad de formar un todo. Según que la geografía que
estudie un país crea que debe elegir, para dividirlo en regiones, un río en lugar de otro, la extensión
de los términos que designan las regiones y las gentes variará de un autor a otro. La región que
Plinio llama Bastetania (II1,lO) es para Ptolomeo (II,4,9) la de los Túrdulos. La mayor parte de las
villas que Plinio reparte entre la Baeturia Celticorum y la Baeturia Turdulorum (111, 13-14) están
reunidos por Ptolomeo bajo el nombre de Turdetanos (II,4,10). Estrabón discute sobre la relación de
los términos Turdetanos y Túrdulos (111; 1,6) de un modo que deja ver qué flotante es la situación (las
mismas notas hay que hacer a propósito de los términos bastetanos y bástulos: C.I.L. 11, p. 456)».
muy en concreto la epigrafía y algunas fórmulas cuya difusión es indica-
tiva. Es el caso de la fórmula ivive..

8. LA ACTUAL REGIÓN DE MURCIA EN EL ÁMBITO DE LA


BASTETANIA

Plantear el tema así es obligarnos a hablar de las limitaciones de nuestro


trabajo. En efecto la tierra de la actual región de Murcia nada significa para
la historia del mundo antiguo. Al preguntarnos por el urbanismo romano en
estas tierras hemos de traducir la cuestión a los términos antiguos y reali-
zada la versión podríamos formularla así: /,Cómo se verificó y cuál fue la
esencia del urbanismo en la Bastetania y en la parte sur de la Contestania?
Al problema se puede acceder desde dos vertientes: o bien desde el
mundo ibérico que se urbaniza .a la romana»; o bien desde el mundo
romano que impone su tipo de ciudad. Reflexionemos brevemente desde
la primera perspectiva, dejando para más adelante la segunda.
El urbanismo entre los iberos ha sido un tema muy debatido en los
últimos años'32),pero las conclusiones a las que hasta ahora se ha llegado
han sido muy poco satisfactorias. Se ha dicho que en la Bastetania el
proceso de formación de la .ciudad» se encuentra menos acentuado que en
las zonas costeras y que en la Hispania meridional, donde se constatan
núcleos de dimensiones muy superiores(33); pero igualmente se ha puntuali-
zado que nuestro conocimiento de la arqueología indígena ibérica está aún
en estadios muy elementales(34) y podemos añadir que incluso los criterios
de valoración están siendo revisados en los últimos años e incluso meses(35).

(31) Debo a mi buen amigo D. M. Pérez Rojas el haberme comunicado el dato que aquí se
aporta y espero pronto sus publicaciones sobre el mundo ibérico que sin duda aclararán muchos
puntos y arrojarán bases para nuevos planeamientos.
(32) Coloquio. Los asentarnientos ibéricos ante la romanización (27-28 de febrero de 1986),
Madrid 1987 (con bibliografía); Iberos. Actas de las I Jornadas sobre el Mundo Ibérico, Jaén 1985,
Jaén 1987; P.A. Lillo Carpio, El poblamiento ibérico en Murcia, Murcia 1981; E. Cuadrado, L a
necrópolis del Cigarralejo, Madrid 1988; J u a n A. Santos Velasco, «The transition to a Society with a
state i n the South East of the Iberian Peninsula (6th-4th Century BCb, Oxford Journal of Archaeo-
logy 8 (2) 1989, 213-226; E. Cuadrado, La panoplia ibérica, Murcia 1990.
(33) P. Aguado y V. Salvatierra, «El poblamiento ibérico en las altiplanicies granadinas.,
Iberos..., pp. 228-238.
(34) C. González Román, op. cit. p. 11, con bibliografía.
(35) E n efecto se solía juzgar de los poblados ibéricos con las categorías fundamentalmente de
cerámica de aspecto «ibérico».Modernamente se va haciendo palpable que tal cerámica, sin variacio-
nes hasta ahora tipificadas se mantiene en uso hasta el final de la Antigüedad, por lo que probable-
mente hayan de entrar en discusión elementos que hasta ahora no habían sido considerados, Cfr.
Antigxrist. V, 1988, 619-631.
Hay algo, sin embargo, que sí que podemos anotar: la pertenencia de
la región de Murcia a esa tierra interior que va desde el final del sur de
la cordillera Ibérica hasta la cordillera Penibética. Tal comarca no es
fácil de seccionar, aunque se halle articulada en una serie menor de
regiones que, sin embargo, no tienen la suficiente entidad como para
constituir regiones con personalidad propia. Esta tierra se distingue de
las adyacentes por el noreste y por el suroeste(36).
Es tierra interior y vive
en paz mientras los acontecimientos producidos o potenciados desde
fuera no se lo impidan. Es capaz de crear una cultura importante en
momentos de paz y de realizaciones políticas no imperialistas, sino más
bien de pacífica con~ivencia'~~),
pero a la vez posee unas riquezas mineras
que resultan explosivas y que hacen desencadenar el imperialismo cuan-
do se explotan. Entonces se convierten en instrumentos de poder en
manos de los poderosos que los dominan. Como esto ocurre con cierta
frecuencia: son tierras que entran con frecuencia en la gran historia de
los «grandes», pero sin que destaque su propia idiosincrasia si no se la
estudia de cerca y desde las perspectivas de sus propias realizaciones
culturales.
En consecuencia hay que esperar que el urbanismo romano en Murcia
sea muy semejante al de la actual tierra de Albacete y en general al de
toda la Bastetania, con las peculiaridades propias de aquellos núcleos
que por su carácter industrial o minero presenten rasgos peculiares y
propios de su funcionamiento.

(36) .Los iberos se caracterizan por la existencia de fuertes contrastes entre los que habitan en
la zona de la Hispania meridional, con un intenso poblamiento en torno a núcleos que, alcanzando
dimensiones superiores a las 20 hectáreas, jerarquizan y controlan s u hinterland inmediato, y la
zona del NE, donde el poblamiento es menos intenso, los núcleos menos amplios y la tradición
cultural de la que parten, los Campos de Urnas, difieren del horizonte orientalizante e, incluso,
Bronce Final en el que hunde sus raíces el proceso de urbanización del sur de la Península» (Cfr. C.
González Román, op. cit., p. 10).
(37) Una visita al Museo de Albacete es más expresiva que muchas palabras. La cultura de los
Millares con todos sus problemas no está demostrado que tenga rasgos imperialistas, sino culturales
y puede contemplarse desde la misma perspectiva.
CAPÍTULO TERCERO

LA OTRA INTEGRACION:
EL DERECHO LATINO EN HISPANIA
Los aconteceres de la etapa romana de Hispania han sido siempre una
parte importante de nuestra historia: pero lo que cada generación ha
captado de aquel acontecer han sido cosas muy diversadl): desde la gloria
del monarca y de la nobleza, perfectamente captados por el Antiguo
Régimed2), pasando por el estudio pormenorizado y espléndido de los
documentos jurídicos del siglo pasado que realizaron Hübner y Momm-
sen sobre todo, época prolongada hasta nuestros días por toda una línea
de investigación justificada por la importancia de los datod3); pasando
por la época de la historia socio-económica provocada por el desarrollo

(1) El problema de la historiografía es demasiado rico y demasiado complicado como para que
podamos afrontarlo aquí. La frase de B. Croce según la que doda historia es siempre del presente»
es suficiente para sintetizar ahora lo que pretendemos recordar, Cada generación lee la historia
pasada con sus propias preocupaciones e intereses y ello queda palpable en el tipo de historia que
cada generación y aun cada historiador produce.
(2) Recordemos, por poner un solo ejemplo, la Historia de Roma de Pedro de Mexía, publicada
en el siglo XVI. El P. Mariana proyecta los conceptos y discusiones de su tiempo al escribir su
Historia de España. F. D'Ocampo quiere ofrecer la imagen de una España grande ya desde sus
orígenes. El mito gótico en esa época opera desde su dimensión mística (Cfr. R. González Fernán-
dez, «El mito gótico en la historiografía del siglo XV., Antig. crist., 111, 1986, 289-300).
(3) Los trabajos de Mommsen sobre el derecho político en la Hispania antigua, que hemos
citado arriba en nuestra introducción (nota 21), así como los de E. Hübner que acompañaron su
trabajo de recogida de la epigrafía de Hispania para el C.I.L. (cfr. supra introducción nota 32). Los
más recientes de A. d'Ors que citaremos en su lugar (Cfr. infra p. 144 etc.) y toda la enorme
literatura producida recientemente por las nueva serie de documentos epigráficos en cuyo centro
hay que situar la figura de J. González (cfr. supra, introducción, notas 46, 48, 49, etc.) son buena
prueba de este tipo de estudios.
industrial del siglo XIX y comienzos del siglo XX4)hasta desembocar en
estos últimos años, tras el afán por la historia totaF5),en la historia
antr~pológica'~)con su mayor exponente que probablemente es el estudio
del ~rbanisrno'~).
Entre los muchos aspectos que pueden considerarse en el urbanismo(8)
hay uno que sirve de núcleo y punto obligado de referencia y es el
concepto de ~iudadanía'~). Primero fue la ciudadanía y luego fueron las
dimensiones brillantes de la ciudad antigua; primero fue el hombre roma-
no y luego fueron las ciudades romanas, por ello éstas se pudieron .expor-
tar»y desde este punto de vista se estudian y han de ser estudiadas. Por ello
hablamos de dimensión antropológica del nuevo planteamiento.

(4) El origen del pensamiento histórico-sociológico y la explicación del fenómeno de la histo-


riografía marxista por efecto y en concomitancia con la coyuntura industrial que surge potente desde
mitad del siglo XIX es algo que probablemente necesita mayor ponderación. La crisis surgida en la
actualidad por efecto de otros elementos en juego permitirá hacer tal evaluación mucho más fácil-
mente.
(5) La pretensión de «Historia total. por parte de la escuela de los Anales fue una utopía, pero
constituyó un hito, la reivindicación de una objetividad, quizá imposible de alcanzar, pero que se
formula como horizonte al que hay que tender.
(6) La exigencia de una historia antropológica fue ya una intuición en los tiempos de Voltaire;
constituyó un leitmotiv en toda la reconstrucción de la prehistoria a lo largo de todo el siglo XM y ha
sido el fmto de la experiencia urbana de la segunda mitad del siglo XX: con el enorme nivel de
desarrollo conseguido, la aproximación a épocas pasadas ha quedado constituida en contemplación
de formas de vida radicalmente diversas y por ello la perspectiva histórica se ha «antropologizado~.
(7) La vida cotidiana es una exigencia de la historiografía más reciente. En la vida cotidiana
la exposición de formas de vida urbanas constituye el tema más interesante. La ruptura de la
tradición por efecto de la nueva tecnología y nuevas posibilidades;la crisis de valores que hace difícil
la concepción de una historia trascendente; la experiencia acumulada en la misma generación de
diversos tipos de formas de vida que permite una perspectiva más rica que la meramente documen-
taria; la aportación consciente de las nuevas formas de vida urbana a la concienciación de los
problemas; todo ello ha hecho que la reflexión urbanística sea uno de los campos de las ciencias del
espíritu que mayor cultivo está teniendo en estos últimos tiempos en todos los países y niveles.
Puede repasarse lo dicho en la introducción acerca de los estudios sobre el urbanismo.
(8) Puede verse la introducción: uno es el urbanismo arqueológico o material; otro es el
urbanismo filosófico-cultural; otro sería la religiosidad urbana diversa de la rural; hay un urbanis-
mo arquitectónico y un urbanismo psicológico, etc.
(9) No se habría planteado el tema del urbanismo si no hubiera surgido una conciencia
jurídica que diferenció al hombre, ciudadano de un núcleo de población con definición legal diversa
de las otras y equiparada a sus similares: es la ciudadanía, que consta de un fundamento jurídico y
una conciencia del mismo. En la historia y sobre todo en la historia antigua es muy difícil de definir
ya que los antiguos vivieron en gran medida de un derecho consuetudinario no siempre escrito y por
ello las mejores obras sobre el tema prefieren hacer una exposición descriptiva de los datos de los
documentos. Así A.H. Shenvin-White, The Roman Citizenship, Oxford 1936 (2. ed. 1973); Id, *The
Roman Citizenship. A survey of its development into a world franchise*, ANRW 1, 2, Berlin 1972,
pp. 23-58; W. Seston, <<Lacitoyenneté romainen, Congress Int. Sc. Hist. Moscou 1970 (recogido en
Scripta varia. Mélanges d'histoire romaine, de droit, d'épigraphie et d'histoire du Christianisme,
P d s 1980, pp. 3-18, etc.
<Ciertamentees al precio de un anacronismo simplificador como los
romanos retrotraían a los orígenes de su estado, a su acto de fundación,
la existencia de un «pueblo» romano, y de una civitas. Pero ello nos
importa poco: tal proyección hacia los límites de la historia y de la
leyenda significa que sentían profundamente el carácter fundamental y
consusbstancial de estas nociones. Todo lo lejos que se remontan en el
pasado, tienen conciencia y la expresan de haber sido cives, ciudadanos.
O más bien (y el detalle tiene su significación) la palabra aparece por
primera vez a propósito del sinoicismo con los sabinos (es decir con sus
suegros), reinando Rómulo, en el preciso momento en que romanos y
sabinos reunidos en una sola <<ciudad.toman el nombre bastante miste-
rioso de QuiritesJlo).Y este nombre y la realidad que encubre era funda-
mentalmente un modo de ser y de existir, un concepto <<antropológico»
que supone una base comunitaria muy fuerte(ll).
Este modo de ser, este formar parte del grupo es lo que los romanos, al
ir conquistando el mundo, exportan, consintiendo que los nuevos súbdi-
tos puedan ir integrándose en el mismo cuerpo social y participando de
las mismas formas de vida. Tal integración constituye la esencia de la
romanización; y la historia del proceso, como se llevó a cabo, es la histo-
ria de Roma.

(10) C1. Nicolet, Le metier de citoyen dans la Roma républicaine, Paris 1976, p. 37.
(11) C1. Nicolet, op. cit. p. 38 s., explica espléndidamente tal contenido y vale la pena repetirlo:
(en el relato de Tito-Livio I , 1 3 , 4 ) «resulta chocante ver nacer la palabra civitas bajo la invocación de
los lazos del parentesco. Mientras que la palabra griega equivalente (politeia o polites) está formada
sobre la palabra polis, que en propiedad significaba la «ciudadela, y ello hace que ciudadano sea
estrictamente hablando un habitante de la misma, la palabra latina ciuis, por s u etimología está
relacionada con palabras indoeuropeas que connotan la idea de familia, de huésped admitido en la
familia, de amigo. Civis es un término de compañerismo. En propiedad significa no ciudadano sino
conciudadano. Apenas constituida por la asociación de dos pueblos que antes eran extranjeros por
raza, pero que pronto se unen por matrimonios, la ciudad se organiza en grupos, las curias, que
llevan simbólicamente el nombre de los sabinos. Estas curias son etimológicamente co-uiria, «hom-
bres que se reúnen para la guerra y para la paz, del mismo modo que los romanos son en Roma los
Quirites es decir los co-uiri. La palabra y el hecho existen también entre otros pueblos itálicos, como
los Volsgos de Velitrae. Estas antiguas divisiones de la ciudad indican a la vez una comunidad
religiosa y política ya que las curias serán, en época histórica, la sede de los cultos y de las decisiones
cívicas y militares. La ciudadanía romana guardará siempre este doble carácter de comunidad
sacra1 y política apoyadas en una comunidad de derechos (el ius civile, o sea el derecho de los
ciudadanos) que regula muy firmemente, entre otros, los lazos de la familia. Un sólo ejemplo: el
liberto, apenas dejada la servidumbre en las formas legales, se convierte en ciudadano de pleno
derecho, al menos en lo que concierne al estado civil; pero no lo puede hacer más que penetrando en
una familia, en unagens, la de su antiguo señor y nuevo patrón, del que toma el nombre y adopta los
cultos. Así mismo un individuo no puede entrar en el seno de una familia más que dentro de una
comunidad y con su consentimiento: la adopción es un acto público que mira al conjunto del cuerpo
cívico*.
2. CONQUISTA Y ROMA.NIZACIÓN

Es muy difícil captar el proceso de conquista del mundo entero por


Roma. Los mismos romanos se quedaron pasmados ante su obra(12).Es,
con todo, claro que los romanos, al igual que los otros conquistadores que
en el mundo han sido, dondequiera que llegaron, implantaron sus pro-
pios modos de vida, se asentaron «a la romana», aunque fuera un asenta-
miento provisorio y temporal(13).Los campamentos militares, que los
primeros soldados construyeron, los concibieron pensando en las tácticas
militares romanas; las armas que usaban eran armas romanas(14);el
utillaje que usaron en su vida privada, en la medida de lo posible, era el
mismo que se utilizaba en Roma y los modos de comer y de vestir eran
los que se usaban en Roma(15).Es la misma tendencia que se puede
constatar en las conquistas europeas de la Edad Moderna o en las mo-
dernas colonizaciones de los países desarrollados. No tiene demasiada
importancia la motivación que trajo a los romanos a venir a Hispania. Es
completamente trascendental el hecho de que vinieron y con ellos vino su
forma de vida.
Roma no obligó a sus súbditos a cambiar su forma de vida, más que en
la medida en que los modos de vida interferían. Tal es el caso de la
amonedación. Al parecer los hispanos no usaban moneda como instru-
mento habitual de transacción económica(16),pero la obligación de contri-
buir a los gastos de la guerra y, como consecuencia de la misma, los
impuestos que quedaron estipulados y cobrados anualmente a partir de

(12) Los romanos filosofaron sobre el tema y atribuyeron s u éxito al tema del bellum iustum:
ellos siempre lucharonpropter uitam, para defenderse. Probablemente tal preocupación estuvo en la
base de la liberalidad con que trataron los usos y costumbres de los vencidos y de la capacidad de
aprender que demostraron al ir creando un modo de administrar que e n el origen no existía, pero
que fue apareciendo a partir de experiencias que funcionaban.
(13) Los contrastes entre romanos e indígenas, o púnicos, fueron patentes desde el primer
momento: vestidos, barcos y armamento, religión y formas de pensamiento; formas de pactar y de
establecerse; armaduras y modos de usar el caballo, etc.
(14) Es cierto que en determinados momentos aceptan usos indígenas, como es el caso de la
falcata ibérica, pero la womanizan..
(15) E s muy difícil constatar el comportamiento de los primeros momentos en que los romanos
pisaron Hispania, por no quedar muchos restos materiales, pero la tendencia a introducir cerámica
helenística delata la tendencia apuntada.
(16) E. Albertini, Les divisions administratives ..., p. 5: .En cuanto se puede juzgar, el comercio
no existía apenas, más que en forma de comercio exterior con los griegos y los cartagineses, con
intermedio de moneda en las costas orientales y meridionales, por trueque o por medio de lingotes
en el resto del país. O no había nada o apenas si había algo de comercio interior, entre una región
hispana y otra. Cada grupo de población era una célula económica aislada».
la conquista obligó a las ciudades hispanas a acuñar el metal precioso(17).
El mismo concepto de <ciudad»,del modo que fuera como se concibió, fue,
al menos en parte, una imposición de los romanos sobre el mundo indíge-
na en orden a establecer un sistema de administración sobre los nuevos
territorios y de cobrar los impuestos establecidos(18).El concepto de ciui-
tas hubo de ser «aplicadon y por tanto debidamente metamorfizado para
que pudiera abarcar a la realidad indígena, pero tal concepto tenía
fuerza operativa y fue el primero y principal elemento y estructura de la
romanización(lg).

3. LAS PRIMERAS CIUDADES ROMANAS EN HISPANA

En el mundo político italiano, campo de experiencia de los roma-


nos, y en el mundo griego, desde siempre maestro y rival del romano,
el modo de vida de realización política eran las ciudades. Este había
sido un universo de ciudades-estado independientes. En su fase hele-
nística fue un imperio apoyado en ciudades. El estado romano, en
definitiva, era u n mundo helenístico, pero no monárquico, y sólo tenía
la experiencia de las ciudades para organizar el nuevo e inesperado
imperio(20).

(17) E. Albertini, op. cit. p. 21: .En el período que va de los primeros tiempos de la conquista
a la caída de Numancia, el progreso de la dominación romana se traduce, en la Citerior, por el
progreso de la amonedación ibérica: entre las ciuitates que han instituido los gobernadores, las que
disponen de metal precioso reciben, no la autorización, sino la orden de acuñar monedas, que se
recogen para pagar el tributo y que circulan por España*.
(18) E. Albertini, Les divisions administratives ... p. 20: .Así los romanos han creado en Hispa-
nia la célula administrativa, la ciuitas, encerrada en límites precisos y sometida a un impuesto
determinado, y a la unidad superior, laprouincia. No hay subdivisión intermedia entre la provincia
y las ciudades, ni autoridad intermedia entre el pretor y los jefes locales».
(19) El concepto de «romanización»es un concepto a estudiar por sus resultados, no por el
planteamiento. Ya hemos indicado e indicaremos que Roma no tuvo originariamente un plan de
imperio: le fue surgiendo. Al venir a Hispania, los romanos tenían que vencer a Aníbal, su provoca-
dor; luego vieron un buen negocio en la dominación y lo explotaron; al socaire de las experiencias,
muchos romanos e itálicos o exlegionarios se fueron estableciendo aquí. Fue la ampliación del modo
de vida de estos hombres con gustos distintos, con categorías de vida distintas lo que se puede y se
debe llamar *romanización» (exactamente igual que ocurrió con la colonización de España en
América, con la diferencia que España fue a América con la intención de «cristianizar», idea que no
tiene paralelo en la disposición con la que Roma llegó a Hispania).
(20) El mundo etrusco por el norte y el de la Magna Grecia por el sur habían dibujado un
horizonte cultural en el que había crecido la cultura y vida romano-latina y había suministrado los
esquemas que funcionaban en el mundo conceptual romano.
Fue la unificación del centro de Italia bajo su égida lo que dio a Roma
la experiencia y la ciencia política sobre la ciuitas romana(21). Y apenas
había acabado de aprender el modo, cuando Roma se vio envuelta en la
segunda guerra púnica y tuvo que poner los pies en Hispania. Es claro
que cuando, inmediatamente tras las primeras conquistas, los romanos
comenzaron dividiendo los territorios dominados en eciuitates., no em-
plearon sistemas estrictamente administrativos: se limitaron a usar sus
categorías políticas para cobrar los tributos(22).
En Hispania las demarcaciones contributivas c ciudad es^ en sentido
territorial o «ciudades-estados»en categorías helénicas, o gentes o regio-
nes en categorías indígenas) fueron adquiriendo aspecto de ciudades
residenciales en la medida en que o bien lo eran desde antes, o en que los
romanos las fueron necesitando para residir en ellas. Pero con el uso de
las primeras ciudades hispanas por los romanos (Ampurias en el 218;
Carthago Noua en el 209; Itálica en el 206 el modelo romano de
ciudad comenzó a ejercer un profundo influjo en la vida de todo el resto
de las gentes y núcleos urbanos de Hispania.
En primer lugar la ciudad tenía una nueva funcionalidad. Mientras
que la ciudad prerromana sólo en alguna medida habíase integrado en
un complejo territorial más amplio(24), ahora todos los núcleos poblacio-

(21) Sobre la idea y la génesis de las colonias latinas cfr. A. N. Sherwin-White, The Roman
Citizenship, Oxford 1973, pp. 22-24 y 36; E.T. Salmon, «Roma and the Latins ID,Phoenix 7, 1953,
981. Es libro clave para entender el problema el de P. Humbert, Municipium et ciuitas sine sufragio.
L'organisation de la conqutte jusqu'a la guerre sociale, Roma-Paris 1978. La fundación de una
verdadera colonia ciuium romanorum comienza con Terracina en el 332 a.c. y Antium e n el 317.Cfr.
A.N. Shenvin-White, op. cit. pp. 71 SS. y R. Meiggs, Roman Ostia, Oxford 1960, 16 SS. para la fecha
relativamente tardía de Ostia.
(22) No queremos entrar aquí en el problema que planteó C1. Nicolet al afirmar: <<Seha
repetido hasta la saciedad que la República no conoció una verdadera administración» (Le métier de
citoyen ..., p. 121) y que él mismo recuerda que A. H. M. Jones, «The roman Civil Service (Clerical,
and Sub-clerical Grades)., J R S , XXXIX, 1949, 38-55 sometió a rigurosa crítica.
(23) Es un error plantear el problema del ius Latii en Hispania a nivel estrictamente jurídico.
Las primeras bases romanas en la península como Ampurias y sobre todo Carthago Noua, precisa-
mente en función de su papel militar y de s u importancia estratégica son las que reciben un
asentamiento romano más fuerte, sufren mayores remodelaciones urbanísticas, ven florecer en su
seno con mayor pujanza el comercio y la amonedación y ven surgir en su entorno los primeros modos
de vida y de ocio romano. No nos consta de su estatuto jurídico, pero de facto funcionan como
colonias romanas. La cosa es evidente sobre todo si nos situamos en la perspectiva de los ciudadanos
de Roma que se desplazaban aquí en acto de servicio, situación que no podía privarles de derechos.
Y el caso se vio con plena evidencia en la creación de Itálica.
(24) Los púnicos habían respetado en alguna medida las organizaciones territoriales preexis-
t e n t e ~o, al menos así lo parece. Cuando los romanos van avanzando en sus conquistas tropiezan con
organizaciones políticas más o menos amplias, pero, a lo que parece, siempre de carácter personal y
variable y, como muy bien se ha dicho, siempre de índole localista (Cfr. J. Caro Baroja, «La 'realeza'
nales que estaban en el territorio regido por Roma se convierten en
punto de referencia de un sistema de control para un poder externo,
lejano pero omnipresente, a juzgar por la nueva vitalidad del comercio,
de las vías de comunicación y del curso de la moneda. Es una situación
que afecta muy seriamente a las antiguas ciudades o castros y que
influye de manera definitiva en los de nueva creación(25).
Había, además, una relectura de toda la cultura indígena. Los roma-
nos se encontraron en Hispania, por ejemplo, fuentes de aguas termales.
Las interpretaron desde el punto de vista de su cultura y romanizaron la
religión indígena subyacente. Roma tenía sus propios dioses y a ellos
erigió templos, ya de nueva planta, ya reutilizando templos indígenas o
púnicos antiguos. Roma traía una concepción de la educación y creó
escuelas para sus hijos, en las que éstos eran educados según las normas
de la cultura latina. Roma, en fin, se divertía de un modo propio y muy
diferente del modo de cultura del ocio indígena. Así los asentamientos
con gentes romanas venidas a Hispania, o las modificaciones que iban
experimentando los asentamientos indígenas ocupados por romanos o
itálicos tenían que responder a las nuevas necesidades y se iban configu-
rando las primeras «ciudadesromanas» de la Península. Pero de alguna
manera todas, incluso las que no vieron pasar por sus calles más roma-
nos que los cobradores de impuestos, fueron cambiando su forma de vida
y sus modos de pensamiento, aunque sólo fuera por el papel de auxilia-
res que forzosamente hubieron de tener en la organización de aquellos
nuevos modos de vida y por el ámbito que hubieron de abrir en su mundo
mental para captar las novedades recién llegadas. La nueva denomina-
ción que hubieron de soportar en función de sus nuevas relaciones con
Roma («de derecho latinon, qestipendiarias, «libres»,e t ~ . ) 'las
~ ~situaba
)
en una órbita que inevitablemente las marcaba a fuego por dentro y las

y los reyes e n la España Antigua,, Cuadernos de la Fundación Pastor n. 17, Madrid 1971, pp. 128 S S .
Sobre el localismo Cfr. J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder,
Logroño 1989, pp. 21 SS.).
(25) Cuando surge Itálica, por ejemplo, se plantea en seguida e n tema del estatuto precisamen-
t e porque nace como lugar de residencia, donde ciudadanos romanos van a vivir de manera habitual
y por largo tiempo. Y no es una base militar. Está claro que los que allí quedaron quisieron tener
todos los derechos de los que estaban en Roma y todos los que ellos mismos habían tenido y seguían
teniendo en Roma. Y está claro que las formas de vida que allí se desarrollaron fueron las mismas
que había e n Roma y que e n Itálica se construía y se celebraban los acontecimientos cal modo
romano..
(26) Sobre el problema de la administración puede verse W.T.Arnold, The roman System of
provincial Administration to the accession of Constantine the Great, Oxford 1914 (Reprint, Roma,
L'Erma 1968), chap. VII, sect. 11, pp. 228 S S .
inmergía en un sistema de relaciones que acuñaba profundamente su
cultura y su vida.

En su marcha ascendente por toda Italia, como ya hemos apuntado,


Roma había ido creando unas categorías jurídicas, que, sin embargo, no
bastaban para dar solución a todo el nuevo complejo mundo de relaciones
surgido de la segunda guerra púnica. En Italia se habían establecido
acolonias* romanas seguramente con carácter y función militar a lo largo
de los siglos IV y 111a.c., pero allí el mundo era culturalmente distinto y
superior. Roma tenía mucho que aprender tanto de los etruscos que la
limitaban por el norte, como de los griegos que eran sus vecinos más o
menos próximos por el sur. Los indígenas de Hispania eran gentes de
otra cultura, de carácter más bárbaro que culto y en cualquier caso
venidos al dominio de Roma desde su sumisión a un poder enemigo y
rival de Roma y también bárbaro, Cartago.
Los generales romanos jugaron con la fuerza de los hechos y con las
categorías que les ofrecieron las relaciones personales. La división tribu-
taria fue creada desde el principio, pero de manera muy gerrninal. No
era lo mismo tratar con reyezuelos amigos que con gentes opuestas al
dominio de Roma: los impuestos, al comienzo, se capturaban o se pedían
como colaboración y muestra de amistad, pero la formulación jurídica
vino más tarde. «Sólo después del 133 a.c., cuando fue necesaria una
ordenación del territorio romano en Hispania y cuando el Senado proba-
blemente creó un ordenamiento provincial unitario fue cuando surgió en
Hispania la civitas libera(27). Y si antes de ese momento los conceptos
eran fluidos, ello significa que también la realidad era fluida y que hasta

(27) R. Bernhardt, «Die Entwicklung romischer 'amici et socii' zu 'civitates liberae' i n Spa-
nien», Historia XXIV, 1975, p. 423. Sobre tal realización del Senado y la comisión que a tal efecto fue
enviada a Hispania cfr. E. Albertini (p. 20): «según toda verosimilitud la delimitación de las
fronteras provinciales fue definitivamente fijada por la comisión de diez senadores que, tras la
conquista de Numancia, vino a organizar los territorios romanos de España, incluidos los reciente-
mente conquistados por Scipión Emiliano y Bruto (App. Zberica 99). Conocemos de manera precisa
por Polibio (XXII, 27) las medidas dictadas en Asia por una comisión análoga. En España, como en
Asia, la comisión debió reglamentar las obligaciones financieras de los provinciales. Su misión en
esto fue homologar y coordinar las decisiones de detalle tomadas por los pretores y los cónsules en el
curso de las conquistas». Sobre el papel y la actividad de esa comisión de diez senadores puede verse:
Sutherland, The Romans in Spain, Londres 1939, pp. 88-91 y J.S. Richardson, Hispaniae. Spain
a n d the development of Roman Imperialismo 218-82 BC, Cambridge 1986, pp. 156-168.
entonces la integración de las ciudades hispanas en el dominio romano
había sido un planteamiento meramente militar.
Durante los primeros tres cuartos de siglo de su presencia en Hispa-
nia los romanos jugaron con sus cateogrías precedentes. Para sus fines
de dominio y pacificación fundaron colonias militares, que debieron go-
zar de privilegios que mantenían vivos con las armas en la mano, pero no
parecen haber recibido el título jurídico de colo ni as», porque realmente
era un título militar, o si se daba alguna función civil, como, en el caso de
Gracchurris, el asentamiento de pobres romanos o amigos de Roma,
predominaba con mucho la dimensión y función militares(28). A partir de
la nueva ordenación las cosas no cambian del todo: .En adelante el
Senado, mediante la lex provinciae estableció sus relaciones para con la
generalidad de los aliados, pero con los aliados privilegiados o favoreci-
dos se mantuvieron las viejas fórmulas de los pactos individuales»(29).
Como es normal, con el paso del tiempo todo tiende a regularizarse si
bien la dimensión política todo lo domina. A diferente nivel, según el
avance de la romanización en formas y modos de vida, pero siempre en
función de las relaciones personales con los gobernantes que ahora ya
van a manejar los hilos de la trama desde Roma, va a comenzar la etapa
de la integración jurídica propiamente dicha, siempre a nivel de alianzas
y pago de fidelidades. Es la hora de la latinización del territorio(30),la
época de la concesión del latium vetus de que hablará Plini~(~l).
Hasta que se plantea el tema de la latinización política de las gentes
hispanas, los derechos de ciudadanía sólo se habían aplicado en Hispa-
nia excepcionalmente: CARTEIA(32)en el año 177 a.c.; CORDUBA en el

(28) A. García y Bellido, «Las colonias romanas en Hispania», AHDE 29, 1959,447-490, p. 423.
(29) R. Bernhardt, op. cit. p. 423.
(30) Se va a tratar siempre de enclaves con límites precisos, dejando el resto del territorio en
las categorías jurídicas de indígenas con status de federadas, libres o estipendiarias, como hemos
dicho antes. El integrarse en los derechos políticos romanos, en la ciudadanía romana, va a consistir
en introducirse en la familia de los ciudadanos (cfr. supra nota 11). Y tal introducción es siempre
algo personal y no territorial. La homogeneización y territorialización del mundo romano vendrá
cuando las categorías políticas cambien y ello no sucederá hasta bien avanzada la época imperial.
Una fecha clave en el proceso es la Constitutio Antoniniana de comienzos del siglo 111.
(31) Plinio emplea los términos o expresiones ~ L a t i nveteres,,
i eOppida Latii antiqui. o ~ L a t i o
antiquitus donata,>;o simplemente «Latini». Cfr. M. 1. Henderson, dulius Caesar and Latium i n
Spain», J R S XXXII, 1942, p. 5.
(32) Liv. 43, 3, 1-4, nos informa de que %unaembajada llegó desde España enviada por un
nuevo género de hombres, que confesaban haber nacido de soldados romanos y de mujeres hispanas
con las que no estaban casados y que decían ser más de cuatro mil hombres y pedían que se les diera
u n oppidum en que habitar. El Senado decretó que dieran sus nombres a L. Canuleio, así como los
de aquéllos a los que ellos manumitieran; y que se hiciera con ellos una deductio a Carteia, junto al
océano; que a los de Carteia que quisieran seguir allí, se les permitiera unirse al número de los
152 PALMA Y POLLENTIA en el 1231122 a. C.(34);y suelen,
también citarse como de época anterior a César: VALENTILI'~~),
ITALI-
CA(36),GRACCURRIS(37),CAECILIA METELLINUM(38),POMPAEL0(39),

colonos y que se les dieran tierras; que tal ciudad fuera una colonia latina y que se llamara de
libertas*. CARTEIA se constituyó, pues, e n colonia de derecho latino, ya fuera por la lejanía e n que
se encontraba con respecto a Roma, ya fuera porque sus madres no eran romanas; e n cualquier caso
era una ciudad esoberana. e n el sentido jurídico (Cfr. H. Galsterer, op. cit., pp. 7 s.
(33) Según Estrabón 3, 2, 1 fue fundada por M. C1. Marcello como la primera colonia de
romanos e n esta región. Se suele pensar que fue fundada e n el año 152 (así opinan F. Vittinghoff,
Romische Kolonisation und Burgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Abh.Akad.Mainz 1951,
p. 73, nota 1; A. García y Bellido, «Las colonias romanas e n Hispania*, AHDE 29, 1959, 451 SS.;
R. Syrne, Colonial Elites. Rome, Spain and the Americas, Londres 1958, p. 11; A.J.N. Wilson,
Emigration from Ztaly in the Republican Age of Rome, Manchester 1966, p. 24; E. Gabba, ~Ricerche
sull'esercito professionale da Mario ad Augusto*, Athenaeum 29, 1951, 220), aunque hay razones
para pensar e n fecha más temprana y más tardía Cfr. H . Galsterer, Untersuchungen ..., Berlin 1971,
p. 9; J.F. Rodríguez Neila, &orduba», Dialoghi di Archeologia, terza serie, anno 10, n.1-2, Roma
1992, pp. 177-194.
(34) Las colonias de Palma y de Pollentia según nos cuenta Estrabón fueron fundadas e n el
año 1231122 a.c. por Q. Caecilio Metello Baleárico con 3.000 colonos romanos procedentes de
Hispania (Estrabón 3, 5, 1). Sobre los motivos de la fundación cfr. F. T . Hinrichs, «Der romische
Strassenbau zur Zeit der Gracchen*, Historia 16, 1967, 174 y A. Balil, «Notas sobre las Baleares
romanas., ZX CAN, Zaragoza 1966, 310-319.
(35) Valencia fue fundada e n el año 128 a.c. por D. Iunius Brutus Gallaicus para los soldados
de su adversario Viriato, ya vencido. No parece que obtuviera derecho romano ni latino desde el
principio, pero e n el año 60 a.C era ya colonia y probablemente colonia de ciudadanos romanos a
juzgar por sus títulos que no hay razón para pensar que sean posteriores. Es todo u n problema el
estudio de la historia de Valencia como ciudad hispano-romana. Cfr. H. Galsterer, op. cit. p. 12.
(36) Fundada el año 206 por Escipión Africano (Apiano, Zberica 153). No sabemos su status e n
época republicana. Bajo Augusto aparece como municipium civium romanorum. Está atestiguado
así en las monedas (A. Vives y Escudero, La moneda hispanica, Madrid 1926, N , 125 SS.; M. Grant,
From Zmperium to Auctoritas. A Historical Study of the Aes Coinage in the Roman Empire 49 BC-
14AD, Cambridge 1969,173). En tiempo de Adriano está de nuevo atestiguado e n Aulo Gellio 16,13.
Y no hay ningún indicio de que antes hubiera sido de derecho latino. El rango parece que ya lo tenía
e n el año 47 a.c. (BellumAlex. 52,4). La principal discusión radica e n la fecha de la constitución del
municipio: M. Wegner, «Italica», Gymnasium 61, 1954, 427 SS.; F. Vittinghoff,Romische Koloni-
sation..., 105; A. J . N. Wilson, Emigration from Ztaly..., 38, con nota 9.
(37) Graccurris fue fundadada e n el año 178 a.c. por T . Sempronio Gracco (Livio,Per. 41; Festo
86L). En el siglo 1 d.C. está atestiguado como municipio de derecho latino (Plinio 3, 24; y las
monedas lo atestiguan como municipio bajo Tiberio (Cfr.A. Vives, La moneda hispanica ..., N , 113).
No sabemos cuando obtiene el derecho latino (Cfr. H. Galsterer, op. cit. p. 13).
(38) Caecilia Metellinum existía e n época republicana (Ptolomeo 2, 5, 6). No sabemos si su
rango de colonia de ciudadanos romanos lo tuvo desde su fundación que debió darse e n el proconsu-
lado de Q. Cecilio Metello el año 80179 a.c.
(39) Pompaelo recibió su nombre de Pompeyo e n la guerra sertoriana (Estrabón 3 , 4 , lo), pero
siguió siendo estipendiaria hasta el siglo 1 d.C. Obtuvo rango privilegiado entre el 57 y el 119 d.C.
( E n C.I.L. 2959 se nombran sus ZZviri y es del año 119).
MUNDA(40),LASCUTA(41),BRUTOBRIGA(42) e ILERDA(43).Las precisio-
nes a este respecto tienen una enorme dificultad, ya que no acekamos a
ver, hasta el día de hoy, si hubo alguna ley o norma de conducta que
regulara la concesión o donación de los derechos de ciudadanía a estas
ciudades en lugar de a otras. Y a nivel personal no hay tampoco punto de
referencia demostrable que permita captar una línea de avance de la
latinización ordenada en alguna manera o sentido. Y no conociendo
además de manera precisa todos los datos sobre el tema, el nivel que
alcanzó la latinización de Hispania hasta época de César es una interro-
gante planteada a la investigación y a la comprensión de la historia de la
Hispania romana de época republicana

5. DERECHO Y PODER

Muy otra es la situación a partir del momento en el que Julio César


queda constituido en dictador único y señor supremo del acontecer en
Roma. A partir de este momento ya sabemos que César abre una línea de
comportamiento político que tiende a ampliar sus clientelas en la penín-
sula y así se da una sistemática concesión de los derechos latinos en
razón de sus relaciones personales. Entre las muchas ciudades que ven
caminos abiertos hacia la integración de sus miembros en la gran familia

(40) Munda según Plinio había sido colonia inmunis. Fue destruida para siempre a raíz de la
batalla de César por lo que es de suponer que era colonia antes del año 45 a.c. S e n a l a más antigua
colonia inmunis que conocemos.
(41) Lascuta fue liberada de la ciudad de Hasta en el año 189 a.c. por L. Emilio Paulo y a sus
habitantes se les dio Lascuta en propiedad (C.I.L. 11, 5041). No sabemos de su rango cfr. A. Heuss,
Die volkerrechtlichen Grundlagen der romischen Aussenpolitik in republikanischer Zeit, Klio (Bei-
heft 31, 1933, p. 104).
(42) Quizá a identificar con la Brutobria atestiguada por Esteban de Bizancio «entre el Betis y
l a Turdetania,,. Está atestiguada por las monedas (A. Vives 111, 1071, pero nada sabemos de su
status. Por su nombre podemos pensar que probablemente fue fundada por D. Iunius Brutus
Callaicus gobernador de la Ulterior en el año 138 a.c. (Cfr. H. Galsterer, op. cit, p. 15).
(43) Ilerda en época augústea está atestiguada como municipio de ciudadanos romanos (A.Vives
y Escudero IV, 43 nota 1y 6, Plinio 3,24; M. Grant, From Zmperium to Auctoritas pp. 170 s.). De su
historia apenas sabemos nada. Sólo nos aparece en el año 89 a.c. en el conocido decreto de Cn.
P o m ~ e i oStrabon. en el aue se citan tres soladados ilerdenses con los tres nombres romanos. Dos de
los tres nombres, además, son romanos puros y aparecen en otros puntos de Hispania. Es difícil que
esto sea casualidad. Y por ello hay que pensar que poco antes del 89 a.c. debió obtener el derecho
latino (pues los padres de los soldados llevan nombres indígenas). Ilerda llegaría a municipio de
ciudadanos romanos antes de la muerte de Augusto.
de los ciudadanos romanos(44),aquí queremos recordar, desde la óptica
que nos hemos trazado en el presente trabajo a CARTHAGO NOVA, a
CASTULO y a ELCHE.
El estado de nuestros conocimientos sobre Carthago Nova lo expone
con precisión G a l ~ t e r e r ' ~ ~ ) :
darthago Nova (Cartagena) era ya durante la república una de las
ciudades más significativas de la Hispania Citerior(46).Era colonia antes
del año 27(47)
y por e1 gran número de parejas de magistrados quinquena-
les, que conocemos de esta ciudad, podemos suponer que fue erigida en

(44) Es el concepto de la ciudadanía romana que hemos visto más arriba en la explicación de
C1. Nicolet. Sobre la obra municipalizadora de César hay pocos datos y por ello las interpretaciones
que se hacen son todas discutibles. Se ha dicho que puede ser definida como «política de integración
jurídica», pero también que recurrió al privilegio como pago de lealtades y colaboraciones (J. M.
Abascal y U. Espinosa, L a ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989, pp. 59-60).
Algo parecido pasa con la política de Augusto. Se dice que «ya no se concede la ciudadanía y el
privilegio municipal o colonial a cambio de apoyos, ya no se busca la formación de clientelas, ni se
trata de iniciativas relacionadas con tiempos de guerra. Augusto urbaniza y concede privilegios,
porque busca solidez para s u obra y porque ve en la difusión de la vida urbana el mejor sistema
posible de asegurar los intereses de Roma» (J. M. Abascal y U. Espinosa, op. cit. p. 63), pero a la vez
resulta difícil ver las cosas desde un punto de vista tan «objetivo» y olvidar que en Roma la
ciudadanía era algo muy personal y de integración en la gran familia de los ciudadanos, a través de
la adopción en cualquiera de sus formas.
(45) H. Galsterer, Untersuchungen zum romischen Stüdtewesen auf der Zberischen Halbinsel,
Berlin 1971, p. 29.
(46) Estrabón, 3,4,6; H. Hübner, "Tarraco und sein Denkmaler,, Hermes, 1, 1866, p. 109;
F. Vittinghoff, Romische Kolonisation und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Abh.
Akad.Mainz 1951, 14.; G. Alfoldy, ~Tarracon,R E Supplband XV, col. 586.
(47) De todas formas el único argumento de datación es el cognomen Zulia de la ciudad (C.I.L.
XIII, 259, de fines del siglo 11d.C.; bien es verdad que la 1de las legenda de las monedas V Z N K o
bien C V Z N difícilmente se puede descifrar de otro modo que como Zulia), que sólo puede haber
sido atribuida hasta el año 27 a.c. (Sobre este punto véase, M. del Mar Llorens Forcada, L a ciudad
de Carthago Nova: Las emisiones romanas, Murcia 1993, pp. 18 SS.). El testimonio más antiguo
datado para la colonia es C.I.L. 11,3414: P SZLZO LEG PRO COLONEZ PATRONO. H. Dessau PIR
111 (1) 245 n. 512 relaciona la inscripción con el cónsul del año 20 a.c. Igualmente y con alusión a
Vell. Pater. 2,90,4, G. Alfoldy, Fasti 7. M. Marchetti, «Hispania»D E 3, 1922, 798 data la fundación
en el año 45 a.c. J. M. Blázquez, «Estado de la romanización en Hispania bajo César y Augusto.,
Emerita 30, 1962, 71 SS., p. 97 y García y Bellido, *Las colonias romanas de Hispania», AHDE, 29,
1959,470 la datan en el año 42 a.c. Esta datación parece apoyarse en las monedas publicadas por
Vives N,28 SS. n. 22 con la inscripción CN STATZ LZBO PRAEF 1 SACERDOS (según A. Beltrán,
&obre la moneda de Carthago Nova con sacerdos~,en «Sobre las antiguas monedas latinas en
España y especialmente en Carthago Nova», Numisma 1, 1952, 9 SS. -citada según G.K. Jenkins,
&pain», J b . f. Numismatik und Geldgeschichte 11, 1961, 79 SS.,n. 201, donde la cita del trabajo de
Beltrán debe estar mal hecha- en otro ejemplar se lee CN STATZLZ LIBO 1 SACERDOS PRAEF
QUZNQ) y en tal datación, el hecho se pone en relación con una fundación de Statilio Tauro en
nombre y bajo encargo de Lépido (Así García y Bellido «Las colonias romanas de Valentia, Carthago
Nova, Libisosa e Ilici*, Homenaje a l Prof. Cayetano de Mergelina, Murcia 1962, 367 SS.,pp. 369 s.).
colonia muy pronto bajo César(48). Y como una antigua inscripción con
toda probabilidad nombra a los IIIIviri y en cambio en las monedas de la
colonia sólo aparecen los IIviri podemos estar ante un indicio de que ya
antes de la constitución de la colonia, la comunidad era privilegiada, no
sabemos si de derecho romano o latino(49).
De la misma época de César o debe ser también la colonia
de Colonia Iulia Ilici Augusta. Las monedas de Elche son todas

(48) Se conocen 18 pares de viri quinquenales de la Colonia, que si computamos a u n lustrum


como período medio de ejercicio de sus funciones, sin intermedios entre ellos (Cfr. Hausmaninger RE
1 , 2 1105) alcanzamos u n período mínimo de 90 años. Como las últimas monedas datadas (Vives IV,
n. 43) fueron acuñadas e n tiempo de Calígula, la fundación de la colonia ha de caer en el comienzo
de los años 40 del siglo 1 a.c., si todos los quinquenales se los atribuimos a Carthago Nova. El
intento de Grant, From Zmperium to Auctoritas ..., (reprint, Cambridge 1968,158 SS.) de atribuir una
parte de esas monedas a otras comunidades hispanas no es una buena idea. Cfr. A. Beltrán, «Las
antiguas monedas latinas de Hispania ...*, Numisma 1, 1952, 9 SS. y L. Villaronga García, Las
monedas de Arse-Saguntum, Barcelona 1967. Anotemos de pasada el dato extraordinario de que
conocemos todos o casi todos los viri quinquenales de Carthago Nova. Sobre todo el conjunto véase,
M" del Mar Llorens Forcada, La ciudad de Carthago Nova: Las emisiones monetales, Murcia 1993).
(49) C.I.L. 11,3408: L BAEBIUS M F L CATI (us) M F / L TAURIUS L F S E R AEPOLAN (us)
/ GENZO OPZDZ COLUMNAM / POMPAM LUDOSQ / COIRAVERUNT. La interpretación de la
inscripción como ZZZZviri se acepta comúnmente ( J . M. Blázquez, op. cit ...,A. García y Bellido, op. cit.
Vittinghoff,op. cit.; Degrassi, Znscriptiones Latinae Liberae Rei Publicae, Roma 1965 (2. ed.), vol. 1,
117; no así Wilson, Emigratiion from Ztaly i n the Republican Age of Rome, Manchester 1966, p. 78,
nota 3 ) y ante el papel oficial de estos hombres no parece haber otra alternativa. La significación de
oppidum, como ocurre e n la lex Urson. 74.75.76 y e n otros lugares, debe ser la de ciudad propiamen-
t e tal, y no toda comunidad, como supone Degrassi. Se trata, pues, de una consagración al genio del
lugar, no al genius civitatis (Cfr. C.I.L. VI, 334; VIII, 6339; X , 543;XIII, 7335 etc.). De modo similar
e n la consagración no datada (Cfr.L'Année Epigraphique, 1931,8 GENZO CASTELLZ que a juzgar
por el lugar del hallazgo debe referirse al castillo de Carthago Nova y e n concreto al del monte de la
Concepción (Cfr.Hispania Antigua Epigraphica 14. A. Beltrán publicó e n AEspA 23, 1950,278 una
inscripción de la colección de Muratori (Cfr. C.I.L. 11, p. XXI, n. 67) que éste atribuye a Carthago
Nova: L VETTZUS L F FRONTO ZZZZvir Z D / / / / / ET CAESAR / / / / / 11T PE/ / US T F BASSUS
F L / / l C Z D IZZZNZRZ MURUM REF EX SC. La inscripción está transmitida muy mal: por ejemplo
si e n la línea 2 bajo ET CAESAR pudiera reconocerse en pra)EF CAESAR(is augusti ... es cuestión
m u y discutible, del mismo modo que si el dato del título ZZZZvir Z D que sigue al primer nombre
puede traerse a colación con la designación colectiva del ZZZNZRZ de la última línea. Es dudoso,
empero, si la aparición de los ZZZNZRZ e n Cartagena, donde, con excepción de la inscripción citada,
sólo conocemos IZviri, sea motivo suficiente como para decir que la inscripción no puede ser de
Cartagena (como hace Beltrán, op. cit.). Nuestro conocimiento sobre Carthago Nova y todos sus
problemas quedará, sin duda, muy enriquecido cuando se publique toda la serie que con el nombre
de Carthago Nova edita la Universidad de Murcia, dirigida por el Dr. S. Ramallo.
(50) Por las monedas (Vives IV, 39 SS.; la legenda de C Z L A no permite seguramente otra
lectura, cfr. B. Galsterer-Kroll, eUntersuchungen zu den Beinamen und der Rechtsstellung von
Stadten des Imperium Romanum*, Epigraphische Studien 9, 1971, n. 187.
(51) S u título completo es Colonia Iulia Zlici Augusta. Su localización más bien que Elche
debiera precisarse que es La Alcudia, nombre de la finca e n la que han aparecido la mayor parte de
los restos arqueológicos que se sitúan e n Elche. Véase R. Ramos y J. Uroz Sáez, «Ilici»,Dialoghi di
Archeologia. Terza Serie, anno 10. 1992 n. 1-2, pp. 95-104.
posteriores al año 27 a.c. La discusión sobre la fecha exacta de su
fundación sigue abierta sin que se puedan aducir razones decisivas que
inclinen la balanza en un sentido definido. Unos piensan en el año 42(52),
si el epíteto Augusta no le perteneció desde siempre ya que a veces
aparece sin Grant(54),
atribuyéndole algunas monedas hasta ahora
atribuidas a Carthago N ~ v a ' ~opina
~ ) , que fue fundada en los años 29/28
por T. Statilio Tauro, aunque tendría ya desde al año 48 a.c. el derecho
latino.
Para Cástulo también tenemos información de que era comunidad con
derecho latino ya en tiempos preaugústeos, seguramente ya en época de
César(56).
Esta geografía de ciudades profundamente romanizadas e integradas
en las vías de comunicación que atravesaban la región muestra que ya a
comienzos del Imperio todo el SE gravitaba en torno a las estructuras
urbanísticas y antropológicas romanas. Casi simultáneamente ACCI, en
la vía que unía Carthago Nova con Cástulo alcanzó el mismo título de

(52) A. Beltrán, «Las antiguas monedas ...n, 717; A. García y Bellido, '<Lascolonias romanas de
Valentia, Carthago Nova, Libisosa e Ilici», Homenaje a l Profesor C. de Mergelina, Murcia 1962,
p. 372.
(53) El hecho también se constata en otros lugares, como Apamea. Cfr. B. V. Head, Historia
Numorum 1911 (2" ed., 510; B. Galsterer-Kroll, op. cit. nr. 459.
(54) From Zmperium to Auctoritas, Cambridge 1946, 213 SS.
(55) Mediante la asignación de las monedas: Vives IV, 28 SS. n. 7.10.11 y apoyándose en
motivos estilísticos de la numismática llega a la fecha 29/28 a.c. Esto lo une con la interpretación
impugnable de C.I.L. 11,3556 T STATZLZO TAURO ZMP ZZZ COS ZZ PATRONO (26 v), según la cual
St. Tauro, por el hecho de aparecer aquí como patrono de la ciudad, con toda verosimilitud debe ser
uno de sus fundadores. Pero siendo aquí el dedicante de la inscripción un desconocido y dado que,
incluso si actuaba e n nombre de la comunidad de Ilici, no por ello quedaría demostrado que ya
entonces la ciudad era colonia (pues también ciudades peregrinas podían tener patronos en Roma),
y la conclusión es insatisfactoria. Que ya poseyera el derecho latino en etapa preaugústea se
probaría para Grant porque en las monedas que ahora él le atribuye aparecen ya los viri quinquena-
les de la colonia, lo que demostraría que ya antes era ciudad privilegiada y así tendría el latium ya
desde el año 48 y lo habría conseguido de la mano de César -por analogía con Sagunto y Carthago
Nova (analogía no sólo apuntada por Grant)-. Pero ya Mommsen había establecido que en las
ciudades de derecho latino no había viri quinquenales (Mommsen, Stadtrechte 323; B. Galsterer-
Kroll, Untersuchungen ..., p. 159.
(56) En el occidente del Imperio se dan testimonios de cohortes asentadas en municipios o
colonias y es el caso de la cohorte Servia Zuvenalis (C.I.L. 11,3272) en el Municipium Caesariensium
Zuvenalium Castulo (Cfr. R. Cagnat, De municipalibus et provincialibus militiis in imperio romano,
Paris 1880, 23 s.). Plinio 3, 23 recuerda oppidani Lati veteris Castulonensis y tal título siempre se
aplica a colonias. Cfr. sobre todo el conjunto M. 1. Henderson, dulius Caesar and Latius in S p a i n ~ ,
J R S XXXII, 1942, p. 9. De un modo general sobre Cástulo puede verse J. M. Blázquez y M. P.
García-Gelabert, &astulo», Dialoghi di Archeologia 111 serie, anno 10, n. 1-2, 1992, 165-175.
Colonia(57).Por el norte, y también probablemente en época augústea, se
fundó la colonia de L i b i s ~ s a 'integrando
~~) y cerrando así el cuadro de
comunicaciones, con lo que podemos estar seguros de que la región esta-
ba en paz y aceptaba sin discusión la pertenencia al mundo romano.
Posiblemente la desaparición de los dioses indígenas, hecho llamativo en
la epigrafía de este cuadrante peninsular del que tanta escultura ibérica
se conoce, tiene que ver con la aceptación de los nuevos módulos de vida
y de comportamiento. Hay que advertir, además, que el interior de la
región tiene toda una serie de establecimientos terma le^'^^) que, utiliza-
dos sin duda en época prerromana, los romanos conocieron ya desde el
principio y usaron desde que llegaron a la tierra, así como una gran
riqueza minera@)que era de sumo interés para los señores de la tierra

(57) A. García y Bellido, «Las colonias romanas de Hispania*, AHDE 29, 1959, 474-476;
C. González Román, «La colonia IVLIA GEMELLA ACCI y la evolución de la Bastetania*, Congreso
de Elche sobre Conquista y organización del territorio, Octubre 1989, publicado e n Dialoghi di
Archeologia, Terza Serie, anno 10, Roma 1992, 155-164.
(58) Colonia Forum Augustum L. (C.I.L. 11, 3234; Cfr. Plinio 3, 25. Por su título debe ser de
época de Augusto, cfr. A. García y Bellido, .Las colonias romanas de Valencia, Carthago Nova,
Libisosa e Ilici», Homenaje al Prof. C. de Mergelina, Murcia 1962, p. 371.
(59) Remitimos a nuestras investigaciones sobre el balneario de Fortuna y al libro sobre El
balneario de Fortuna y el templo romano de la Cueva Negra, que se publicará como número
monográfico e n nuestra revista Antigüedad y Cristianismo.
(60) Cfr. Ramallo 144; J. Bethe, Commentatio de Hispaniae Antiquae re metallica ad locum
Strabonis lib. ZII, Gottingen 1808; J. Monasterio y Corre, .Minería antigua e n Cartagena», Revista
Minera 1, 1850; L. de la Escosura, .Viaje metalúrgico por el litoral mediterráneo e n octubre de
1848», Revista Minera VIII, 1857, 477 SS.; Rosinger, Uber gold- und Silberreichtum des alten
Spaniens, Schweidnitz 1858; F. Botella y Hornos, Descripción geológico-minera de las provincias de
Murcia y Albacete, Madrid 1868; A. Massart, .Descripciones de los criaderos metalíferos del distrito
de Cartagena., Revista Minera 11, 1876, 77-79;A. Basilio y Trías, «Memoria acerca de las minas de
plomo argentífero y de cinc Iberia, Montserrat, María de los Angeles y Santa Catalina, situadas e n
el Cabezo de La Raja», Cartagena 1883, publicado e n «Minas de plomo y cinc del Cabezo de La Raja
e n la Sierra de Cartagena», Gaceta Minera, Industrial y Científica, 1, 1883, 105-178; A. Boeck, <<El
Coto Fortuna de Mazarrón», Revista Minera XL, 1889, 17-19; F. Bravo Villasante, La industria
minero-metalúrgica en Mazarrón, Madrid 1892; Ch. Dubois, Inscriptions latines d'Espagne, Bulletin
Hispanique 14,1901,215; A. Belmar, .Sobre el desagüe general del Distrito minero de Herrerías, de
Mazarrón, llamado Coto Fortuna,,, Revista Minera LVI, 1905; R. Laymond y D. Jiménez de Cisne-
ros, &-das de plomo halladas e n aguas del Cabo de Palos», B.R.A.H. 48, 1906, 135-155; H.
Jecquier, .Note sur la découverte de saumons de plomb romains au Coto Fortuna (Province de
Murcie)»con u n añadido de M. Herón de Villefosse «Addition a la note précédente», Revue Archeolo-
gique 1907, 58-68; F. Pato Quintana, Murcia-Minería, Murcia 1910; F. Bravo Villasante, Memorias
del Instituto Geológico de España. Criaderos de hierro de España. T. 1. Criaderos de la provincia de
Murcia, Madrid 1912; T.A. Rickard, «The mining of the Romans i n Spain*, Journal of Roman
Studies XVIII, 1928, 129 SS.; A. Fernández Avilés, «El poblado minero ibero-romano del Cabezo
Agudo e n La Unión»,AEspArq XV, 1942,135-152; G. Gosse, %Lasminas y el arte minero de España
e n la Antigüedad»,Ampurias IV,1942,43-68; A. Beltrán Martínez, *Las minas romanas de la región
de Cartagena según los datos de su museo», Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales
de todos los tiempos y muy especialmente de época romana, con lo que
las vías de comunicación debieron ser muy usadas y el interior debió
romanizarse muy pronto.
Es de suponer que en este ambiente de superación jurídica que hay
que encuadrar en el proceso de inflacción de la autoridad y de mitifica-
ción de los gobernantes que va desde mitad del siglo 11 a.c. hasta la
implantación del Principado llevaría a los hombres hispanos que ya
habían' aceptado la economía y el derecho y formas de vida romanos, a
querer participar en la vida política de Roma. Hay que pensar que las
ciudades estipendiarias buscaran no sólo la libertad sino también la
integración, del mismo modo que lo debían hacer las ciudades libres,
federadas o no. Tanto más cuanto que la población ya integrada en el
derecho latino o romano iba extendiéndose y asentándose en el territo-
rio@l).El proceso debió acelerarse más aún con la distribución de vetera-

1944, 181-193; J.J. Jáuregui Gil-Delgado y E. Poblet, «Minería antigua e n Cabo de Palos., Crónica
del III C.A.S.E., Murcia 1947, 79-97 con láminas XII-XIII; J. J. Jáuregui Gil-Delgado, .Minería
antigua e n Cabo de Palos,. AEspArq XXIII, n. 77, 1949, 381-393; N. Ezquerra del Bayo, &obre los
escoriales de fundiciones antiguas de España y e n particular de los de Ríotinto y del término de
Cartagena,,, Boletín Oficial de Minas, Comisión de Industria y Obras públicas, Madrid M , 1950,
489-511; J . González Lasala, *Minería en Cartagenap,Revista Minera 111, 1952, 551-565; B. Rolandi,
.Sucinta historia de la minería cartagenera desde su mismo origen»,Actas conmemorativas de la
creación del Cuerpo de Ingenieros de Minas, Madrid 1954, 347-353; C1. Domergue, «Les Planii et
leur activité industrielle e n Espagne sous la République., Mélangues de la Casa de Velázquez 1,
1965,9-25; A. Blanco Freijeiro y J.M. Luzón Nogue, «Mineros antiguos españoles*; AEspArq n. 113-
114, 1966, 73-89; C1. Domergue, «Les lingots de plomb romains du Musée Archeologique de Cartha-
gene et du Musée Naval de Madrid»,AEspArq 39, 1966,41-73; J.M. Blázquez Martínez, *Explotacio-
nes mineras e n Hispania durante la República y el Alto Imperio Romano. Problemas económicos,
sociales y técnicos»,Anuario de Historia Económica y Social 11, 1969, 3-61; C1. Domergue, 4 e r á m i -
que de cales dans les antiques mines d'argent de Carthagena~,AEspArq 42, n. 119-120, 1969,159-
165; J. M. Blázquez Martínez, «Fuentes literarias referentes a minas», La minería hispana e
iberoamericana. Contribución a su investigación histórica. V I Congr. Intern. de Mineria, vol. 1, León
1970, 117-150; J. M. Luzón, «Instrumentos mineros de España Antigua*, La minería hispana e
iberoamericana. V I Congreso Internacional de la Minería, León 1970, vol. 1, 221-258; E. Cañabate
Navarro, La minería en Cartagena. Historia sucinta, Cartagena 1971; J.S. Richardson, «The Spa-
nish Mines and the Development o f Provincial Taxation i n the Second Century B.C.., Journal of
Roman Studies 66, 1976, 139-152; C1. Domergue y J. Mas García, .Nuevos descubrimientos de
lingotes de plomo romanos estampilla dos^>, XVI CAN (Murcia, Cartagena, 1982), Zaragoza 1983,
905-909; C. Domergue, ~L'explotation des mines d'argent de Carthago Nova: son impact sur la
structure sociale de la cité et sur les dépenses locales a la fin de la République et au début du Haut-
Empire,, L'origine des richesses dépensées dans la ville antique (Aix-en-Provence, 19841, Aix-en-
Provence 1985, 197-217; S. Ramallo Asensio y R. Arana Castillo, <<La minería romana e n Mazarrón
(Murcia).Aspectos arqueológicos y geológicos*, Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985, 49-67.
(61) Sobre el influjo de los comerciantes e inmigrantes itálicos e n la municipalización cfr. M.
Amalia Marín Díaz, Emigración, colonización y municipalización en la Hispania republicana, Uni-
versidad de Granada 1988.
nos de las legiones, una vez licenciados, y repartidos por la zona tras la
centuriación del territorio(62).
La condición de las ciudades iría así aproxi-
mándose a la de los amici et socii populi romani. Faltaba muy poco para
que, al cambiar la mentalidad en Roma quizá con la integración de
hombres nuevos en las magistraturas supremas, se romanizara todo el
territorio concediéndole la integración jurídica; y para España esto ocu-
rrió con Ve~pasiano'~~).

6. LA LATIMZACIÓN DE TODA HISPANIA

Galba se levantó contra Nerón estando en Carthago N ~ v a ' ~Luego


~ ) . se
retiró a Clunia reclutando la legión VI1 Galbiana entre tropas que proba-
blemente no eran todas ciudadanos romanos(65),pero haciendo la fictio
iuris por razones de la emergencia presente en el caso , sintiendo con ello
la urgencia de unas más amplias bases de la ciudadanía romana. Galba
fue asesinado, pero Vespasiano, su heredero en las legiones, en el bando
y en la mentalidad, siguió su política. La legión Galbiana luchó en la
guerra civil con bravura al lado de Ve~pasiano'~~) y, aunque Hispania
vaciló en la elección del bando en la guerra civil, siguiendo primero el
lado de Vitelio, muy pronto las tres legiones I Adiutrix, X Gemina y VI
Victrix se pronunciaron por Ve~pasiano'~~). Tras la guerra civil de la que
el Imperio Romano sale maltrecho, Vespasiano reina como Princeps in-
discutido. En este contexto y situación toma una decisión de gran tras-
cendencia desde el punto de vista jurídico: Concede a la península Ibéri-

(62) Estudios sobre centuriaciones romanas en Hispania, Madrid 1974, donde se contienen
relacionados con esta zona los siguients trabajos: A. Morales Gil, d'res ejemplos de 'centuriatio' e n
el altiplano de Jumilla-Yecla (Murcia),,, pp. 69-82; V . M. Roselló Verger y G. M. Cano García, <<Un
parcelario geométrico cuestionable. La huerta y ciudad de Murcia*, pp. 83-90; E. Llobregat Conesa
«Avance a una prospección del catastro romano e n la provincia de Alicante*, pp. 91-100; V . González
Pérez, <<La centuriatio de Illicb,, pp. 101-113; G. M. Cano García, d!enturiationes e n Baza (Grana-
da)» pp. 61-67. Además, R. Ramos Fernández, «Las villas de la centuriación de Ilici*, Symposium de
ciudades augusteas, vol. 11, Zaragoza 1976, 209-214. Cfr. asimismo R. Corzo, d n finibus Emeriten-
siump, Augusta Emerita, Madrid 1976, 222 s.
(63) El proceso de integración no se dio a igual velocidad ni con las mismas características e n
todo el Imperio. Así, por ejemplo, el oriente que tenía una larga tradición urbanística y autonómica
m tardó más e n adquirir el derecho romano.
(64) E. P. Nicolas, De Neron a Vespasien. Etudes etperspectiues historiques suiuies de l'aanalyse,
d u catalogue, et de la reproduction des monnaies «oppositionelles»connues des années 67 a 70. Auec
dix-huit portraits et uingt-deuxplanches de monnaies, Paris 1979, Apéndice 266: «De Carthago Nova
Galba gagna Clunia - mai et juin 68., pp. 323-326.
(65) J. M. Abascal y U. Espinosa, op. cit., p. 70 con bibiografia en notas 55 y 56.
(66) Ibidem p. 71.
(67) R. K. McElderry, «Vespasian's reconstruction o f Spain», JRS VIII, 1918, 53-54.
ca el ius Latii, según nos cuenta Plini~(~*):
uniuersae Hispaniae Vespasi-
anus Imperator Augustus, iactatum procellis rei publicae, Latium tribuit.
McElderry ha expuesto muy bien la política de Vespasiano, apoyada
en la gran importancia que éste concedía a España dentro de la situación
general del Imperio Romano(69) y añade más tarde que la integración de
Hispania en el mundo jurídico latino fue una continuación de la situa-
ción militar en el Imperio: «la permanente reducción de la guarnición
legionaria y la idea de que, en adelante, su mantenimiento en número y
calidad había de hacerse en la misma Hispania, así como el reclutamien-
to de todas las tropas auxiliares era parte de la misma política que poco
después iba a llevar a conceder el derecho latino a toda la

7. ARISTOCRATIZACIÓNDE LA CULTURA

Es todo un problema descifrar la fórmula pliniana que acabamos de


citar. ¿En qué consistía el derecho latino durante el Principado?
Las descripciones explícitas del derecho latino para el período que va
desde el año 89 a.c. en adelante mencionan casi exclusivamente la
promoción a ciudadanos romanos de los magistrados (y en el caso de
Latium maius también a los decuriones) en las comunidades que po-
seían tal derecho. Si el derecho latino bajo el Principado, además del
susodicho, contenía algún otro privilegio, tales podrían haber tomado la
forma ya de personales privilegios para miembros individuales de las
comunidades latinas de forma que pudieran tener ventajas incluso fuera
de las comunidades; o quizá privilegios adicionales para toda la comuni-

(68) Plinio, NH, 3, 30.


(69) Tan pronto como Vespasiano se hizo con el poder para la Tarraconense «la elección cayó en
T. Plautius Silvanus Aelianus, muy distinguido por sus servicios como gobernador de Moesia bajo
Nerón. Su alto rango indica la gran importancia de Hispania a los ojos de Vespasiano: se acude a los
servicios de un eminente consular, por más que la provincia, como veremos, iba a ser en adelante
disminuida en su importancia militar. La misma reflexión se puede hacer por la llamada, casi
simultánea, de M. Ulpius Traianus, el padre del futuro emperador, para el proconsulzido de la
Bética. Había estado muy unido a Vespasiano en los primeros estadios de la guerra judía como
comandante de la Legio X Fretensis, y había vuelto a Roma probablemente con él. Su aparición en
una misión de paz en su provincia natal no puede deberse a una broma de la suerte. Nadie estaba
mejor cualificado para ganar la adhesión del corazón de la Bética al nuevo régimen -adhesión de
gran importancia porque la provincia era preeminente por su grado de romanización hasta el punto
de ser considerada casi una parte de Italia-. Es posible que el sentimiento republicano t a n clara-
mente manifestado en los días de César y recientemente en el poeta Lucano, aún estuviese vivo.
Luego hablaremos de una encomienda que pudo haberle sido hecha a Trajano. Recibió s u recompen-
sa poco después cuando fue elevado al patriciado por Vespasiano ...» R. K. McElderry, op. cit., p. 54.
(70) R.K. McElderry, op. cit., p. 61.
dad, que pudieran ser gozados por sus miembros sólo cuando actuaran
en nombre de la misma. Que bajo el Principado no hubo un status
personal especial de .Latino», entre el ser «peregrinos»y .ciudadanos
romanos», que fuera disfrutado en virtud de ser miembro de una comu-
nidad de derecho latino, ha sido sugerido por Millar(71):en tal teoría los
ciudadanos de las comunidades que no habían obtenido la ciudadanía
romana (y que no eran latini Iuniani de origen esclavo) habrían tenido
meramente el status personal de «peregrinos>>. Y por lo que toca a los
privilegios comunales integrados en el derecho latino, no es claro -aparte
del derecho de los magistrados a ser ciudadanos romanos- qué conexión
haya podido haber, si es que hubo alguna, entre la latinidad y un tipo
particular de constitución local>>(72).
A pesar de lo poco que pueda parecernos que signifique para una
mentalidad actual el contenido de este «derecho de latinidad* ningún
acto de Vespasiano tuvo mayor trascendencia para Hispania que éste de
la concesión del ius Latii a toda la península. Incluye la creación de al
menos Cincuenta ciudades donde antes no existía ciudad(73); la reorgani-
zación de las antiguas corporaciones(74); la concesión de, al menos, 350
documentos costitucionales~75~; la adopción del latín como idioma ofi-

(71) F.G.B. Millar, The Emperor in the Roman World (31 B.C.-A.D. 337), Londres 1977,
pp. 401-406; 485-6; 630-635.
(72) N. Mackie, Local Administration in Roman Spain A. D: 14-212, Oxford (BAR Internatio-
nal Series 172) 1983, Appendix 11: «The content of the Latin Right under the Principate*, pp. 201-
214. Para otras visiones sobre el contenido del ius Latii cfr. Braunert, ~ I u Latii
s in den Stadtrechten
von Salpensa und Malaca~,Corolla Memoriae Erich Swoboda Dedicata, Graz 1966, pp. 68-83;
Shenvin-White, The Roman Citizenship, Oxford (2" ed.) 1973, pp. 367; 375-9.
(73) Es difícil precisar si la teoría de la regularización jurídica de toda la península afectó
también a los teritorios aún débilmente romanizados en los que la civitas era más bien una fictio
iuris para atender a las necesidades de la administración, que una realidad sociológica, como debía
ser todavía por entonces el noroeste de la Península, pero lo más probable es que se abriera la
posibilidad a adoptar tal camino de acercamiento a las formas de vida impuestas por los romanos.
La «urbanización»de Talavera, de Balsa, de Mirobriga, de Aeminium, de los Tapori, de los once que
aparecen citados a propósito de la obra del puente de Alcántara parece demostrar lo que estamos
diciendo (cfr. J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana..., p. 77).
(74) Era ingrediente esencial en la nueva situación. Los magistrados podían solicitar la conce-
sión personal de la ciudadanía romana y su adscripción a una tribu romana. Ello llevaba consigo de
manera esencial no sólo una timocracia en los miembros de las corporaciones, sino una disposición
seguramente distinta de la que habían podido tener los jerarcas de las comunidades peregrinas.
(75) <<Lapromulgación del Edicto de Latinidad convertía automáticamente en municipios de
derecho latino a todos los enclaves todavía peregrinos, latinizados por completo o sólo en parte y con
medios suficientes para garantizar el autogobierno. Surtió efectos jurídicos inmediatos, aunque
luego se tardará años en elaborar la ley constitutiva de cada nuevo municipio. Ese desarrollo
reglamentario debió iniciarse durante el reinado de Tito (79-81)y alcanzó la máxima intensidad bajo
Domiciano (81-96); obra de éste son las leyes municipales que conocemos en Hispania (Salpensa,
~ial'~ y~de) las
, formas de gobierno romanas, de sus usos y tradiciones en
todos los puntos y rincones de la península(77).
El fenómeno de la latinización de Hispania hay que contemplarlo
dentro de la política general del Imperio. En una zona similar a Hispania
y tan romanizada como ella, como puede ser el norte de Africa, el impul-
so romanizador a base de integración municipal no viene en el mismo
grado que muestra la situación de Hispania hasta bastante más tarde(78)
y en otros puntos del Imperio, como en el oriente no ocurre nunca(79).

Malaca e Irni). Por el edicto mismo los órganos de gobierno de las ciudades peregrinas se consideran
municipales; e n muchos casos ni siquiera fue preciso transformar su cuadro de instituciones y
autoridades, sino solamente renominarlas, porque, de hecho, se habrían ido ajustando desde hacía
tiempo al esquema romano de gobierno ciudadano; ahí la mutación fue poco más, y nada menos, que
categorización jurídica» (J. M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana ..., p. 72).
(76) Hay toda una multitud de otros rasgos que se extienden entre las comunidades de
derecho latino. Los privilegios de títulos, documentos municipales y autonomía muestran que el
derecho latino no se garantizaba a una comunidad que no estuviera e n alguna medida romaniza-
da, y que Roma estaba preparada para reconocer esta asimilación cultural concediendo otros
privilegios junto al derecho a la ciudadanía a través de las magistraturas (N. Mackie, Local
Administration ... p. 210).
(77) Estrabón dice que los habitantes de la Bética se han convertido e n «latinos.; y F. Josefo,
Contra Apionem 11, 4, 40, dice que los hispanos, tras de la concesión de Vespasiano «se llaman
romanos». Todo parece indicar que las comunidades de derecho latino se sienten e n situación de
superioridad frente a las peregrinas y ello conlleva una afirmación cultural a favor de las formas de
vida romanas.
(78) Los estudios sobre la romanización de Africa como L. Reutsch, Das Stadtewesen in Norda-
frika in der Zeit uon C. Gracchus bis zum Tode des Kaisers Augustus, Berlin 1962 y J. Gascou, La
Politique municipale de Z'Empire romain en Afrique proconsulaire de Trajan a Septime Sévere, Roma
1972 dejan bien clara la situación. Igual que e n Hispania, hay u n fuerte movimiento colonizador con
Augusto. Con los Flavios va a volver a haber una reviviscencia, pero e n modo alguno planteada de
modo general. Incluso bajo Septimio Severo que promueve iniciativas importantes e n favor de la
romanización, tales disposiciones son limitadas a una determinada parte del territorio. En conclu-
sión se puede decir que «combinando muy frecuentemente honores ilusorios con servidumbres
demasiado reales, favoreciendo la promoción de una minoría urbana e n detrimento de la masa de la
población, procediendo, en fin, con una lentitud demasiado ostensible para no ser calculada, Roma
parece haber querido no transformar la sociedad africana sino más bien acentuar sus divisiones
internas» ( M . Benabou, La résistence africaine a la romanisation, Paris 1976, p. 425).
(79) La diferencia entre oriente y occidente e n el Imperio es bien conocida. Puede verse e n
D. Norr, 'Zmperium' und 'Polis' i n der hohen Prinzipatzeit, Munich 1966, pp. 48 S S . Una formulación
somera la tenemos e n F. Jacques, Le priuil2ge de liberté. Politique impériale et autonomie municipa-
le dans les cités de Z'Occident romain (161-244),Roma 1984, p. 796 s.: <<Lo mismo ocurría con las
ciudades, cuyo comportamiento difícilmente puede ser disociado de la actitud de las élites locales.
Los combates cortos de vista de las ciudades orientales por una primacía honoraria o e n ocasiones
restos de epigrafía demuestran sin duda la permanencia del sentimiento político^ e n el mundo
griego. ¿Puede pensarse por ello que las promociones al rango de municipio o de colonia muestran la
reducción de las comunidades occidentales al rango de unidades administrativas, mientras que la
búsqueda de tales promociones probaría que las élites no poseían ya -si es que ellas alguna vez lo
habían tenido- u n sentimiento político? De hecho e n Occidente, la identidad no se definía contra
Roma, sino en Roma. Convenía acercarse lo más posible al ideal, el ius italicum concedido a algunas
Parece claro que la invitación a participar en la vida romana es una
invitación a dejar otros modos de vida que son menos .racionales», me-
nos perfectamente formulados, menos ricos en conceptualización y por
tanto menos libres de los tabus cósmicos. En una palabra la romaniza-
ción ya en sí misma es una invitación a los indígenas a superarse.
Y el modo como se establece es una dimensión del mismo sentido de
proponer la superación. Para llegar a categorías sociales .romanas» hay
que pasar por el crisol del servicio público, del conocimiento de las leyes
dadas por Roma, de la iniciación en la cultura, la literatura y el pensa-
miento latino. Hay que esforzarse por «aprender»,hay que «iniciarse»,
hay que «ascender».Y además hay que tener dinero para poder entrar en
la sociedad timocrática que es Roma. El mundo antiguo nunca fue radi-
calmente demócrata, pero el efecto fue el mismo: la tendencia a la supe-
ración fue un principio quizá a veces mal aplicado, pero no discutido por
nadie.

8. EL SENTIDO DE LA CONSTITUTIO ANTONINIANA PARA


HISPANLA

La promulgación de la Constitutio Antoniniana podría parecer algo


fuera de lugar para el caso de Hispania, pero el tema es a considerar si
pensamos que después de tal constitución se siguen dando promociones

comunidades privilegiadas de provincias y mantenido en su realidad por las ciudades italianas. La


idea de que Roma era el agente del destino había ido asimilándose en Occidente de manera más
coherente que en el Oriente, siendo a menudo Roma y el Emperador las únicas referencias. Así se
explican el deseo de promoción municipal en pleno siglo 111 y el orgullo y empeño en llevar nombres
imperiales, tan sensible en k c a . La historia era, sobre todo, la de sus relaciones con Roma, en las
aglomeraciones africanas que reivindicaban un origen de Mano (CIL VIII, 26181 etc.) o juliano (AE,
1968, 6011, al modo como en las comunidades italianas se recordaba su categoría de federadas.
Adriano se maravillaba de que Itálica o Utica quisieran convertirse en colonias abandonando así sus
costumbres y sus leyes. En nuestra opinión Adriano reaccionaba como un griego olvidando la
mentalidad occidental: en las ciudades latinizadas, la autoafirmación, la conciencia de la especifici-
dad no pasaban obligatoriamente por el mantenimiento de sus viejos estatutos. Si, en países griegos,
la antigüedad era sinónimo de libertad y, eventualmente, de grandeza, en occidente, el pasado era la
mediocridad y, sobre todo, era dependencia de Roma. Se podría pensar en un complejo de inferiori-
dad, o en el deseo de cortar con un pasado que nunca había sido brillante. Fundamentalmente y
fuera del caso de algunas ciudades de origen griego o púnico, la historia ciudadana había comenza-
do con Roma; en calidad de cuadros de vida civilizada y de promoción las comunidades habían
sucedido a formas políticas de las que los actuales notables no podían sentirse herederos, ya que
eran sinónimo de barbarie».
urbanas en África(80) y se siguen manteniendo derechos urbanos indíge-
nas o peculiares en muchas ciudades, que así mantienen un derecho
doble(81).El problema es que parece que tal derecho municipal es cada
vez más teórico y lo que está ocurriendo realmente es que se comienza a
implantar un sistema totalitario que va a manifestarse en toda su fuerza
con el Bajo Imperio.

(80) M. Benabou, La résistence africaine d la romanisation, Paris 1976.


(81) La Constitutio Antoniniana es un documento que está muy poco estudiado, sobre todo en
sus repercusiones a nivel local. La bibliografía cuenta con buenos trabajos. Así H. Wolff, Die
Constitutio Antoniniana und Papyrus Gissensis 40 1,Colonia 1976, donde se recoge toda la biblio-
grafía anterior, pero de ella podríamos recordar en el sentido aludido en el texto: L. Mitteis,
Reichsrecht und Volksrecht in der ostlichen Provinzen des romischen Kaiserreichs mit Beitragen zur
Kenntniss des griechischen Rechts und der spatrtimischen Rechtsentwicklung, Leipzig 1891, cuyo
tercer capítulo trata de .Locales Recht und locale Rechtshandhabung in den Stadten der ostlichen
Reichslander bis auf die Constitutio Antonina*, y el sexto «Die Constitutio Antonina und ihre
Wirkungem; E. Schonbauer, <cReichsrecht,Volksrecht und Provincialrecht. Studien über die Bedeu-
tung der Constitutio Antoniniana für die romische Rechtsentwicklung, Zeitschrif? der Savigny-
Stiflung für Rechtsgeschichte. Romanistische Abteilung*, vol. 57, 1937, 309-355: W. Seston, «Le
Decret de Digne et la fin de I'autonomie municipale en Occident*, REA LXIV, 1962. 314-325.
LOS CRITERIOS P m RECONOCER UNA
CIUDAD ROMANA
1. CENTRANDO EL OBJETIVO

Al hablar del urbanismo, hemos dicho que pretendíamos tratar de la


ciudad «de época romana. y .de tipo e índole romana» en nuestra región
de Murcia. A l hablar de la integración de estas tierras hispanas dentro
del Imperio Romano hemos aludido a la concesión de la categoría de
«ciudadesromanas.. Al hablar de la geografía antigua del sureste penin-
sular, hemos recordado la función de las diversas ciudades en la defini-
ción de las zonas geográfico-políticas. Es ya tiempo de tratar de las
ciudades del SE, pero se impone una fijación de criterios. Si por ciudad
romana entendemos un núcleo de población consciente y orgulloso de su
ser, con categorías jurídicas, base de su conciencia colectiva(l),¿cuáles
son los criterios con los que podemos saber que se dieron tales circuns-
tancias en unas ciudades sí y en otras no? ¿Cómo distinguir la ciudad
romana de otros grupos de población indígenas, pero quizá con un desa-
rrollo arquitectónico más que mediano? ¿Cómo distinguir la ciudad privi-
legiada e integrada en el ser del Imperio de la peregrina, dominada por
el Imperio, o de la libre, federada con el poder romano?(2)El problema es
importante en sí y lo es historiográficamente. Baste constatar el número
de ciudades *romanas» conocidas en Hispania hasta hace unos veinte
años y las que se van «descubriendo»con el avance de la in~estigación'~).

(1) J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989.
(2) W.T. Arnold, The roman System ofprovincial Administration to the accession of Constan-
tine the Great, Oxford 1914 (reprint Roma, L'Enna 1968).
(3) Por poner un solo ejemplo Galsterer en su ya clásica obra Untersuchungen zum romischen
Stadtewesen auf der Iberischen Halbinsel, Berlin 1971, recoge 90 para la Bética, 19 para la Lustania
y 75 para la Tarraconense. G. Alfoldy, Romisches Stadtewesen auf der neukastilischen Hochebene.
Ein Testfall fir die Romanisierung, Heidelberg 1986, recoge, limitándose al ámbito de la meseta de
2. DOS POLOS QUE DELIMITAN NUESTRA INVESTIGACIÓN

En los trabajos que se ocupan de temas como el que aquí tenemos


entre manos hay siempre dos polos entre los que se mueve la atención
del investigador y que no nos atreveríamos a asegurar que sea preferible
mantener planteados, en lugar de renunciar a uno y ocupamos única-
mente del otro.
Para hablar de la ciudad es poco menos que imprescindible obviar
todo lo que se refiere al Imperio, ya que de otro modo los trabajos serían
inabarcables por extensos.
Y desde otro punto de vista, si tratamos del urbanismo romano parece
más conveniente evitar el tratar de los problemas del indigenismo ya que
ocuparnos de ellos podría llevamos a obnubilar el tema o a escribir una
enciclopedia.
Se diría que la investigación de nuestro tema, la superación de la tensión
va por el camino de elegir uno de los dos polos de la misma y aceptarlo
conscientemente. Así, al menos, se podrán aclarar algunos problemas que
hoy están en discusión. Más adelante elegiremos postura ante ese dilema,
pero siendo clave para cualquier opción determinar el número y cualidad de
las ciudades romanas, vamos a perfilar los criterios de identificación.

A partir de la llamada CONSTITUTIO ANTONINIANA dada por el


emperador Caracalla en el año 2W4)todos los súbditos del Imperio se
convierten de hecho en ciudadanos romanos por ley, lo que hace suponer
que, en principio, todas las ciudades que son tales adquieren un mismo

Castilla la Nueva, los nombres de Almedina, Edeba, Oretum, Caesarobriga, Toletum, Complutum,
Titulcia, Segontia, Segobrica, Alaba y Attacum que Galsterer no había considerado en su día
comunidades privilegiadas.
(4) La Constitutio Antoniniana es una hito en la Historia de Roma y es un hito en el tema que
nos ocupa. La historia de su investigación es muy amplia y la bibliografía que sobre ella existe es
enorme. Puede verse H. Wolff, Die Constitutio Antoniniana und Papyrus Gissensis 40, Koln 1976
donde en las pp. 515-525 recoge la bibliografía existente hasta la fecha de redacción de esta tesis
doctoral.
La discusión sobre la incidencia de la Constitutio Antoniniana en la autonomia municipal ha
sido larga. M.W. Seston, .Le décret de Digne et la fin de l'autonomie municipale en Occidents, REA
64, 1962, 314-325, piensa que la autonomía municipal en occidente se acaba con este decreto de
Caracalla. Gascou, op. cit., p. 61, cree que en Africa duró más tal autonomía. Véanse también los
trabajos de F. de Visscher a los que hemos aludido en otros lugares.
rango o que el rango ya es algo que no interesa, a pesar de que se siga
hablando de patrias chicas y de derechos 10cales'~).
Al comienzo de la presencia romana en Hispania ninguna ciudad era
.ciudad privilegiada de derecho romano o latino». Y hemos indicado más
arriba que la primera ciudad que se puede considerar eromana* es Itáli-
ca y luego Carteia'Q. Hay, pues, un momento en que todas las ciudades
de la Península son indígenas o dominio colonial de poderes imperialis-
tas como es el caso de Cartago primero y de Roma después, en cualquier
caso son prerromanas.
Hay otro momento clave en la historia que nos ocupa y es la concesión
por Vespasiano del ius Latii a Hispania; pero tal concesión no funciona
de manera automática, sino a través de un ritual que ya hemos visto?
Al plantear el problema de reconocer a una ciudad «romana»estamos
encuadrando el tema dentro del proceso de la romanización en un perío-
do de tiempo determinado: la República y el Alto Imperio.

H. Galsterer expuso sus criterio^'^) que G. Alfoldy puntualizó especifi-


~ando'~).La suma de ambas reflexiones daría el siguiente panorama:
1. Hay que considerar como colonias o municipios aquellos centros
urbanos que en las fuentes literarias y sobre todo en la epigrafía vienen
designados como colonia, municipium, o también como res publica (este
último criterio no sería necesariamente válido para todo el Imperio Ro-
mano, pero sí parece serlo para el caso de la Península Ibérica)(l0).

(5) En la introducción a este libro, nota 17 y sobre todo 43, recogimos varios estudios de F. de
Visser sobre estos temas. A ellos remitimos para que se vea cómo también después de la Constitu-
ción Antonina siguió habiendo doble ciudadanía y por tanto las ciudades siguieron usando las
categorías recibidas.
(6) Hemos aludido al tema en el capítulo 111: «La otra integración: El derecho latino en
Hispania,, y de ello tratan todos los autores que hablan de la extensión del ius Latii por Hispania.
Cfr. H. Galsterer, Untersuchungen ..., Berlin 1971, pp. 7 SS.;J. M. Abascal y U. Espinosa, L a ciudad
hispano-romana ..., p. 20.
(7) Cfr. supra el capítulo 111: «La otra integración: El derecho latino en Hispania*.
(8) H. Galsterer, Untersuchungen ... pp. 1-6 y 65.
(9) G. Alfoldy, Romisches Stüdtewesen auf der..., Heidelberg 1987, pp. 27-30.
(10) E n esto la situación de Hispania difiere de la de otras partes del Imperio, como P.e. Africa
del Norte y otros lugares donde se da el nombre de res publica a las ciudades libres. Cfr. J. Gascou,
La.politique municipale de Z'Empire Romain en Afrique Proconsulaire de Trajan d Septime Séuere,
Roma 1972, p. 60 s.; A. Mócsy, <<Ubiqueres publica*, Acta Antigua Hungarica 10, 1962, 367 SS.;
J. Gascou, Mélanges de Z'Ecole Francaise a Rome 91, 1979, 383 SS.; J. Gascou, Antiquitates Africai-
nes 19, 1983, 175 SS.
2. Son comunidades de esta índole aquéllas cuyos magistrados supre-
mos vienen designados como IIviri o bien como Nviri; o bien cuando los
magistrados substitutos (aediles) vienen designados con similar titula-
ción (IIviri o Nviri aedilicia potestate)(ll).
3. Cuando en una comunidad urbana aparecen flamines, en Hispania
estamos ante sacerdotes del culto imperial en comunidades privilegiadas
y por ello hay que admitir que aquella comunidad es colonia o munici-
pium(12).
4. Cuando los consejos supremos de gobierno de una ciudad se desig-
nan en las fuentes como ordo (es decir ordo decurionum), lo normal es
que se trate de una comunidad que es colonia o municipio(13).
5. Saeviri Augustales, es decir funcionarios del culto imperial, en
general de origen más humilde, con frecuencia de origen esclavo, sólo se
da en comunidades urbanas de las provincias hispanas con categoría de
colonias o municipios(14).
6. El sumo pontífice provincial, es decir el que preside anualmente el
Concilium provinciae en Tarraco, Corduba o Emerita Augusta, en época
julio-claudia todavía podía ser miembro de comunidades peregrinas; pero
desde época flavia eran miembros de colonias o municipios(15).

(11) La posibilidad de que se den los ZZviri en comunidades no autónomas en Hispania se ha


planteado a propósito de C.I.L. H, 4247 y 4215 donde aparecen los ZZviri de los Avobrigenses y los de
los Limici, comunidades de las que no consta por otros documentos que hubieran alcanzado la
municipalidad, por lo que según G. Pereira, Zephyrus 34/35, 1982, 264 y Veleia 1, 1984, 285 este
argumento no sería válido para lo que aquí pretendemos. G. Alfoldy cree que tal titulación demues-
tra que, en efecto, tenían ya autonomía municipal (Zbidem p. 93 s.).
(12) R. Etienne, Le culte imperial dans la Péninsule Zbérique d'Auguste a Dioclétien, Paris
1958, pp. 233 y 245, hubo flamines en comunidades peregrinas. Alfoldy asegura que esto debe ser en
otras partes del Imperio, ya que en Hispania todos los casos que se pueden atestiguar son de
comunidades privilegiadas (p. 28).
(13) El único caso a discutir es el del ordo Zoelarum, que originariamente eran unagens de los
Astures. Más tarde se desarrollaron hasta ser una comunidad autónoma como aparecen ya en Plinio
3, 28 (G. Alfoldy, op. cit., p. 29, n. 48).
(14) Sobre los saeviri de Hispania cfr. N. Mackie, Local Administration in Roman Spain A.D.
14- 212, (BAR Intern Ser. 172), Oxford 1983, p. 63 s. En todas las ciudades en las que se dan, han
aparecido documentos de su categoría privilegiada, por lo que la discusión antigua carece ya de base.
(15) Cfr. C.Z.L. 11, 473; J . Deininger, Die Provinziallandtage der romischer Kaiserzeit von
Augustus bis zum Ende des dritten Jahrhunderts n. Chr., München 1965, p. 29. Al cargo sólo se
llegaba tras haber desempañado el cursus honorum en alguna ciudad de la provincia y de los 75
Flamines que conocemos de la provincia de Hispania Citerior todos, sin excepción, son miembros de
comunidades privilegiadas (Cfr. G. Alfoldy, Flamines provinciae Hispaniae citerioris, Anejos de
AEspA VI, Madrid 1973, pp. 20 SS. También aquí la historia de la investigación ha dado luz: para
R. Etienne (Le culte imperial ..., 150) eran ciudades estipendiarias Attacum, Iuliobriga y los Limici,
para G. Alfoldy todas ellas eran municipios romanos (op. cit., p. 30, nota 53).
7. Cuando en la epigrafía aparecen documentados ciudadanos roma-
nos con indicación de la tribu a la que pertenecen, se trata de ciudadanos
de colonias o municipios, de suerte que aquéllos que se documentan como
inscritos en la tribu Galeria suelen pertenecer a comunidades que obtu-
vieron su status privilegiado en épocas antiguas, generalmente en época
de Augusto; y los que aparecen inscritos en la tribu Quirina pertenecen
a colonias o municipios surgidos al calor de la reforma flavia del derecho
latino en Hispania(16).
8. Galsterer-Kroll añade como indicio de situación privilegiada que el
nombre del núcleo urbano indique tal status(17).

5. ¿Y EL RESTO DE LOS ASENTAMIENTOS ROMANOS?

Alfoldy(18),apoyándose en Brunt,(lg)asegura que en Hispania conoce-


mos el número total de colonias de ciudadanos romanos que se crearon
en la Península. Nada de esto se puede afirmar de los municipios, ya que
el avance de la investigación va documentando un número de ellos insos-
pechado todavía hace pocos años.
Por otra parte, desde Vespasiano toda comunidad podía llegar a ser
municipio a partir de la existencia de un número de ciudadanos con
suficiente riqueza y dignidad como para poder obtener la concesión de
una ley municipal que aplicara al lugar el esquema generalizado en los
módulos administrativos ya desde época julio-claudia.
Hay, por ello, que concluir que aún deben haber existido un número
indeterminado de núcleos de población que en su día fueron municipios
romanos y de cuya categoría política no hemos conseguido aún pruebas
fehacientes. Mientras no aparezca alguna prueba de las indicadas o se
consiga precisar algún criterio que lo establezca no podremos afirmar el
estado de privilegio. Pero si la funcionalidad es profundamente urbana,
la situación cambia a partir de la Constitutio Antoniniana, momento a
partir del cual ya se puede hablar de ciudades romanas y aplicar el
concepto a todas las ciudades que sean tales.

(16) R. Wiegels, Die Tribusinschriftendes romischen Hispanien. Ein Katalog, Maddrider Fors-
chungen 13, Berlin 1985, pp. 11S S . Sobre los casos en que aparecen las otras tribus cfr. G. Alfoldy,
op. cit., pp. 53 s.
(17) B. Galsterer-Kroll,4Jntersuchungen zu den Beinamen und der Fkchtsstellung von Stadten
des Imperium Romanum», Epigraphische Studien 9 , 1971.
(18) G. Alfoldy, op. cit., p. 96.
(19) P.A. Brunt, Italian Manpower 225 B.C.-A.D. 14, Oxford 1971, pp. 591 S S .
6. EL INTERÉS DE LA CRITERIOLOGÍAPLANTEADA Y DE SU
OBJETO

Si ya a partir de comienzos del siglo 111 el problema de la civitas


romana se resuelve en el de la participación en las formas de cultura
romana, vista la historia desde una perspectiva suficiente, como ha de
ser la que hoy ya se da ¿qué interés puede tener distinguir etapas en la
romanización y matizar contenidos de las formas políticas del existir?
Limitémonos por el momento a adelantar que con la creación y regu-
lación del uso de la ciudadanía romana los antiguos crearon un monu-
mento del derecho político y forjaron una categoría que se ha seguido
empleando desde entonces(20). Y aún se podría decir que constituye la
esencia de la romanidad. Por lo que tratar específicamente del tema es
reconstruir la historia con el respeto que se merece y con el contenido al
que no podemos renunciar a fuer de historiadores.

(20) A. González Blanco, «El concepto de POLITEIA en S. J u a n Crisóstomo», Sandalion 3,


1980, 251-272.
CAPÍTULO QUINTO

LAS CIUDADES ROMANAS DEL CUADRANTE SE


PENINSULAR EN LAS FUENTES
...)
(Bastetania, Contestania, Edetania, Oretania
NÚCLEOS URBANOS DEL CUADRANTE SE
PENINSULAR '

Para cuantos se han asomado al problema de la identificación de las


ciudades romanas o hispano-romanas de que nos hablan las fuentes, es
sabido la dificultad que entraña un intento serio de precisión, salvo en
unos pocos casos muy determinados en los que por la continuidad histó-
rica, unida al mantenimiento de la nomenclatura toponímica, es clara la
solución.
El presente capítulo tiene como única finalidad el hacer constar esa
dificultad a nivel de principio. En capítulos posteriores aludiremos al
problema concreto de la identificación de las probables ciudades del
territorio murciano, en la medida de nuestras posibilidades; pero aquí
queremos que conste que las fuentes han de ser leídas una y otra vez
para poder llegar a conclusiones en unión con el avance de la investiga-
ción arqueológica y epigráfica.
Las ciudades que las fuentes nos recuerdan para el cuadrante suro-
riental de la península son muchas (y está claro que no nos las recuerdan
todas). No pretendemos hacer aquí un estado de la investigación porme-
norizado, por lo que ni intentamos siquiera recoger la bibliografía de
cada punto que en los momentos actuales el equipo que prepara la
edición de la TABVLA IMPERII R O M M corespondiente a Hispania se

(1) No queremos insistir en el problema de la regionalización de la geografía peninsular,


precisamente porque lo que nos interesa destacar aquí es la imprecisión y dificultad reinante.

109
esfuerza en recoger y ordenar@).Ni tampoco pretendemos recoger por
ejemplo la documentación digerida de las ciudades que Tovar preparó en
su continuación de la obra de Schulten Iberische Landeskunde, que he-
mos utilizado ampliamente en otros lugares. Aquí queremos plantear el
camino de acercamiento al tema y la precariedad de nuestras conclusio-
nes por muy ricas que éstas puedan ser en algunas ocasiones.
He aquí el cuadro(3)con la mayoría de las ciudades de la zona murcia-
na y adyacentes en el cuadrante SE de la Península. Las conclusiones
que se deducen son más bien angustiosas, pero para bien de la investiga-
~ión'~).
Se diría que estamos ante un puzzle en el que las piezas a ensamblar
carecen de forma y, salvo excepciones muy contadas, son de forma per-
fectamente esférica que ruedan de un lado para otro apenas se mueve
ligeramente el tablero.
Desde hace siglos se viene jugando al reconstruir la historia de la
Murcia antigua con nombres como Carca para ver en ella a CARAVACA,
con Segisa para ver indicada CIEZA(5),con Arcilacis para oir alusión a
ARCHENA. ¿Con qué fundamento se han hecho tales identificaciones?
Con muy poco o con ninguno: todo lo más el hecho de que tales nombres
aparecen en las fuentes antiguas en este cuadrante sureste peninsular y
que su nombres suenan en algún modo parecido a los nombres actuales.
Pero hasta qué punto tales razones son de poco peso puede constatar-
se en algunos casos que son llamativos, por ejemplo existe en Murcia un
importante yacimiento arqueológico situado en el actual pueblo de ULEA,
que entendemos que tiene dimensiones de ciudad y existe, documentada
por las fuentes una ciudad con el nombre de VLIA, cuya localización más

(2) La parte de la TABVLA correspondiente a la actual región de Murcia la tenemos recogida


en toda s u riqueza documental y epigráfica. Y a ella remitimos para quien desee pormenorizar e n el
tema.
(3) Como bibliografía citamos únicamente el Pauly-Wissowa, a modo de símbolo y por no
ampliar el cuadro excesivamente elegimos una obra que es bastante completa y universalmente
conocida y manejable. Tampoco queremos presentar las fuentes de manera exhaustiva, sino mera-
mente alusiva. Este cuadro bien completo sería toda la parte urbana de la TABVLA IMPERII
ROMANI y a ella remitimos a quien desee ulterior información.
(4) Hace cuatro años oíamos al Prof. Mangas e n Alicante contarnos cómo desde la investiga-
ción de Galsterer repetidamente citada en este libro hasta la década de los noventa, en la submeseta
superior el número de ciudades romanas identificadas había pasado de 8 a 14. La obra de G. Alfoldy
sobre el panorama de Castilla La Nueva ofrece una impresión parecida. Para Murcia estamos en un
proceso similar como puede verse en el caso de las reflexiones de M. Amante sobre Mazarrón y su
Puerto, leídas en su tesis doctoral el 20 de junio de 1994.
(5) Entre obras, muy meritorias por otra parte, que aceptan este tipo de identificaciones
puede recordarse a l a Historia de la Iglesia en España del P. Zacanas García Villada, Madrid 1929.
probable acreditada por los datos de las fuentes de época cesariana y por
la epigrafía está en la provincia de Córdoba, en el pueblo de Montema-
yor@).No cabe duda de que con menos fundamento se han hecho identifi-
caciones de este tipo en tiempos pasados.
En la actualidad las exigencias científicas han cambiado notablemen-
te y el estudio tanto de las fuentes como de la argumentación con los
datos de las mismas se hace con mayor rigor y con un fruto mucho más
fiable, si bien poco abundante.
El camino más seguro, aparte de los casos en los que la continuidad sea
garantía indiscutible de objetividad como pueden ser los de Cartagena,
Zaragoza, Valencia etc., es el camino de la identificación por la epigrafía.
Cuando en un yacimiento aparecen lápidas epigráficas que citen expresa-
mente el nombre de la ciudad antigua podemos estar seguros de que pisa-
mos un terreno h e bajo nuestros pies. Para Murcia tal sería el caso de
Begastri. Pero si no hay epigraña ni continuidad histórica nadamos en un
mar de sombras y todo lo más que conseguimos son aproximaciones.
No es, empero, pequeño el intento de buscar aproximaciones. Gracias
a tal esfuerzo hemos podido profundizar en el estudio de la realidad del
poblamiento romano en toda Hispania en general y en la región murcia-
na en particular. Este libro pretende ser una demostración de los cami-
nos por los que va avanzando tal empeño: La prospección arqueológica
ha hecho notabilísimos adelantos en los últimos años. Una carta Arqueo-
lógica de la Región puede constituir un auténtico libro de poblamiento y
de monumentos y cultura romanos; pero a pesar de que el número de
yacimientos con entidad urbana es tan grande como el de las ciudades
actuales siempre nos quedamos sin aliento si no podemos dar nombre a
las cosas. Lo mismo que en el caso de Adán en el paraíso, el poder hallar
el nombre de las cosas es alcanzar la conciencia de que sabemos algo
serio sobre ellas. Nuestro dominio de las ciudades romanas pasa por el
desciframiento de su nombre. De ahí el interés del presente capítulo.
Hay que advertir que el primer paso es definir el nombre y no siempre
ello resulta fácil. Baste leer obras como la de A. Tovar, repetidamente
aludida en este libro(7)para comprobar cómo la misma ciudad, según el
autor, puede llamarse Orongis, Auringis, Aurgi, y sus ciudadanos Are-

(6) Puede consultarse tanto nuestro apartado dedicado a este yacimiento murciano en este
mismo libro como la obra de M. Luisa Cortijo Cerezo, El municipio romano de VLIA (Montemayor-
Córdoba), Córdoba 1990.
(7) A. Tovar, Iberische Landeskunde, Zweiter Teil. Die Volker und die Stadte des antiken
Hispanien. Band 1: Baetica, Baden-Baden 1974; y el tomo 3: Tarraconensis, Baden-Baden 1989.
LAMINA 11: El cuadrante SE peninsular según la reconstrucción de la geografia de
Ptolomeo.

112
gensed8);o para poner un ejemplo más murciano Ilurci, Ilurgeia, Ilurco,
(Iliturgi?), Eliocroca pueden ser la designación del mismo poblado según
el mismo autor(g).Naturalmente que esto son teorías y que pueden ser
discutidas, pero ciertamente indican la debilidad de nuestro conocimien-
to de los nombres de las ciudades.
Los trabajos llevados a cabo por el Dr. Yelo Templado han sido enor-
memente útiles al estudio del urbanismo romano en Murcia, porque ha
partido de los nombres de algunas de las ciudades y ha pretendido
buscar su contexto geográfico y su identidad arqueológica. Esperamos
que él mismo seguirá con tal tipo de investigación; pero aquí nos toca
plantear el panorama completo en el que se mueve la opción por un
nombre concreto frente a otros nombres que, con parecido derecho, po-
drían haber sido elegidos para ser objeto de una identificación geográfica
más o menos probable.
Deliberadamente hemos elegido para nuestra panorámica un área
muy amplia, de la que algunas ciudades perfectamente identificadas
están a muchos kilómetros de la región murciana; pero el amplio abanico
mostrado deja ver esa débil proporción de claridades.
Es evidente que sólo unos pocos nombres de los que nos han transmi-
tido las fuentes van a poder ser tenidos en cuenta para identificar ciuda-
des romanas en la Región de Murcia; pero la selección de tales nombres
y la demostración de la realidad del acierto serán obra de grande esfuer-
zo. Repetimos que nuestra intención en el presente capítulo es sólo abrir
el horizonte. Nuestro estudio del mapa de la cultura y poblamiento
romano en la región de Murcia, que formará parte de la TABVEA IMPE-
RII ROMANI ya citada podrá suministrar más precisiones, pero allí no
habrá ocasión para la reflexión que aquí pretendemos plantear.
Presentamos el tratamiento de las ciudades según la Real Encyclope-
die, que muestra el estado de la cuestión a comienzo de siglo y según
Tovar, que es testimonio reciente.

(8) Op. cit., Tarraconensis, pp. 152 s.


(9) A. Tovar, Ibidem,pp. 163-165.
REALENCYCLOPED. TOVAR: IbLandesk. CIL 11 PLINIO

ACATUCCI Tarr. C-8


ADELLO T m . C-89
ADERCO
AEMILIANA T m . C-73
ARAS (AD) T m . C-91
ALEA T m . C-131
ALONAE(ALONIS)(12' Tarr. C-88
ALTEA (ALTHAIA) Tarr. C-74
ALTERNUM T m . C-95
AMTORGIS Tarr. C-33
ANDURA T m . C-18
ARCILACIS Tarr. C-28 Bet.p.
181
ARGOS
ARSE (ARSI) T m . C-169
ASSO/LA ENCARNACI~N T m . C-29

ASTERUM T m . C-96
BACTARA T m . C-20
BAEBELO T m . C-15
BAECULA
BAESUCCI Tan. C-16
BANIANA (BARIANA)
BARWVEW3) T m . C-30
BASTI/BAZA(14' T m . C-21
BELEIA T m . C-164
BERGULA Tarr. C-6
BERNABA T m . C-165
BIATWBAEZA(15' Tarr. C-49
BIGASTRUM Tarr. C-31
BIGERRA Tarr. C-40 y C-67

(10) OTRAS FUENTES: Itin. Ant. 4 0 4 , 7.


(11) OTRAS FUENTES: Itin. Ant. 402, 1 404, 6 ; Macrobio, Sat 1, 1 9 , 5.
(12) OTRAS FUENTES: Mela, 11, 93; Esteban Byz; Ravenate 3 0 4 , 16.
(13) OTRAS FUENTES: Ravenate 3 0 5 , 2; 343, 9. Cic. Ad Att, XVI, 4, 2. Val. Max. 111, 6 , 2
í7,lal. Plut. Apothegmata.
(14) OTRAS FUENTES: Itin. Ant. 4 0 1 , 8.
(15) NUMISMATICA.
NOMBREIEQUNALENCIA WALENCYCLOPED. TOVAR: Ib.Landesk. CIL 11 PLINIO

BRUTOBRIGA
CARCAliCARAVACA? T m . C-37
CARCUVIUM T m . C-62
CARTALIAS T m . C-177
CARTHAGO NOVA/ T m . C-79 III,9.l9ss;
CARTAGENA(16' XK, 26;
m, 19;
m.94
T m . C-51

CERVARIA T m . C-61
CHARIDEMI PORTUSI
CABO GATA(18'
CRABASIA T m . C-172
CUSUBIICASULI T m . C-69
DIANIUMíDENiA Tarr. C-93
EDEBENIES Tarr. C-70
EGELASTA T m . C-17
ELIOCROCA T m . C-32
ELOTANA T m . C-82
ETOBESA T m . C-178
FICARIENSIS Tarr. C-35

NUMISMATICA
OTRAS FUENTES: Tit. Liv. XXI, 5, 4; XXVI, 42, 7-47, 10; XXXVIII, 36, 4. Ora maritima.
Polibio, 11, 13, 1-7. 15,3. 17, 1. 37, 5; X, 1-16; XI, 31; XXXIV, 9, 8-12; XXXV, 4, 5.
Estrabón, 111, 147.158.159.163.
Mela, 11, 94.
Apiano, Hisp. XII.
Itin. Ant. 401,5.
Esteban. Byz. p. 363.
Sil. XV, 191-285.
Val. Max. IV,3,l.
Polian. VIII, 16.
Aul. Gel. VII, 8, 3.
Front. Strat. 111, 9, 1.
OTRAS FUENTES: Tit. Liv. XIV, 41, 7; XXVIII, 19, 1-2; XXXVIII, 36, 4.
Polibio, X, 38,7; XI, 20, 5.
Estrabón, 111, 142. 148. 166.
Apiano, Hisp. 16.
Itin. Ant. 396,4; 402, 5-6; 403, 4.
Ravenate, 315, 14.
Silio, 111, 98.
OTRAS FUENTES: Ora Marit. 437.
REALENCYCLOPED. TOVAR: hLandesk.

FRAXINUS T m . C-19
HELO T m . C-72
HEMEROSCOPION VII1,l 233 T m . C-93
HERNA VIIIJ 908 T m . C-100
HIOPE T m . C-174
IASPIS/ASPE(lg) M,1 790 T m . C-87
IBE T m . C-71
ILIBERI 111, 1211 Bet. p.137
ILICIrnLCHE M,1 1061 T m . C-82
ILITURGIS'Zo' M,1 1068 Tarr. C-32; Bet. p.
109
M,1 1089;
Supp 111, 1229
ILUCIA M,1 1091;
Supp 111, 1230 Tarr. C-66
ILUCROfZ1) Supp 111, 1230
ILURCO

M,1 1091
Supp 111, 1231 Tarr. C-66
ILLUNUM M,1 1092 T m . C-23
ILURGWILURGEIA T m . C-32
LACURRIS(22' XIIJ 327 T m . C-45
LAMINIUM T m . C-58
LASSIRA XIIJ 888 Tarr. C-166
LASTIGP XIIJ 891
LEONES (AD) C-84
LIBISOSAlLEZUZA IXA,1389S T m . C-53
LIRWEDETA XII1,l 727 T m . C-171
LOBETUM XIIIJ 931 Tarr. C-75
LONGUNTICA T m . C-34
LUCENTUWALICANTE XIII,2 1563 T m . C-85
LUF'PARIA XIII,2 1850 T m . C-64
LYCO XIII,2 2119 T m . C-22
MARIANA T m . C-48
MASSIA (MASTIA) m , 2 2153~ Tarr. C-76
MELLARIA xv.1557 Tan. C-103

(19) OTRAS FUENTES: Itin. Ant. 401.


(20) OTRAS FUENTES: Esteban. Byz. p. 302.
(21) EPIGRAF~A:Lingotes.
(22) OTRAS FUENTES: Esteban. Byz. p. 337.
(23) OTRAS FUENTES: Esteban. Byz. p. 649.
REALENCYCLOPED. CIL 11

MOLIBDINA Tarr. C-36


MENTES(M0NTESA)l T m . C-11
LA GUARDIA124'
MENTESA ORETANA Tarr. C-52
MORUM (AD) T m . C-25
MORUM (AD) T m . C-46
MURGI (MURGIS)'251 Bet. p.84
MURUM (AD) T m . C-59
NAMNATIUS PORTUS T m . C-77
NOLIBA Tarr. C-68
OBULCO Bet. p. 105s
ODYSSEIA Bet. p.135
OINUSSA T m C-80
OLEASTRUM Tarr. C-176
OLLUNUM(=ILLUNLJM) T m C-23
ONUS(S)A Tm.C-173
ORCELIS T m . C-27
OREWORIA T m . C-60
ORONGI T m . C-13
OSICERDA
OSSIGI
OTOBESA
PALEM (AD) T m . C-55
PARIETINAE T m . C-54
PORTUS ILICITANüSI Tarr. C-83
SANTA POLA
PORTUS MAGNUSI T m . C-1
ALMER~A
POUKIALIA T m . C-43
QUERRONESO T m . C-175
SAETABUJATIVA T m . C-97
SAETABICULA Tarr. C-98
SAGUNWSAGUNTO Tarr. C-170
SALARIA T m . C-41
SALARIA Tarr. C-65
SALARIA
SALICA Tarr. C-56
SALTIGI T m C-39
SEBELACUM Tarr. C-179
SEGIS&CIEZA? T m . C-38

(24) OTRAS FUENTES: Esteban. Byz. 436. 455.


(25) OTRAS FUENTES: Itin. Ant. 404,7.
CIL u

SICANA T m . C-102
SOLARIA (AD DUO) T m . C-47
STATUAS T m . C-92
SUCRON (SUCRO) T m . C-101
TAGILITANA Tan. C-26
THYAR T m . C-81
TUIA (TUGIA)'26' T m . C-50 3251;3252;
P. 448
TURANIANA Tarr. C-2
TURBULA (TURBA) T m C-42
TURRES (AD) T m . C-90
TUTUGI T m . C-24
TYRIS T m . C-167
ULIA Bet. p.115
URCI Tarr C-4
VALENTIA T m C-168
VERGILISNERGILIA T m . C-10
VESCELIA Tarr. C-44
VINIOLAE T m . C-9
ZACANZAíSAGUNTO'27) T m . C-170
ZAKYNTHOSISAGUNTO T m . C-170

De casi todas hay tratados monográficos, obra de cada investigador


que afronta el tema, pero no hay apenas unanimidad en casi ninguna de
estas ciudades. Su localización se deduce de su colocación en las listas de
un itinerario, de su relación con determinados acontecimientos más o
menos cercanos a lugares más precisos y naturalmente del hallazgo de
restos monumentales como para poder garantizar la existencia de un
poblado con entidad urbana.
Pero ni son todas los que están ni están todas los que son: ¿Son
hispanas las ciudades nombradas en la famosísima inscripción de Lucio
Emilio Recto? ¿Han de ser localizadas en esta región? ,jAsso, Lacedernon,
Argos son ciudades de esta tierra murciana?
El mapa de Ptolomeo reconstruido que suele publicarse como lo más
cercano a lo que el texto del famoso geógrafo exige, sitúa en las cercanías
de la región murciana y dentro de la misma a nombres como Bergula,

(26) OTRAS FUENTES: Itin. Ant. 404,3.


Esteban. Byz, p. 571.
(27) 19 OTRAS FUENTES:Esteban. Byz. p. 294.
Orcellis, Arcilacis, etc. ¿Corresponde alguno de estos nombres a alguno
de los yacimientos arqueológicos de marcada entidad localizados en la
Región?
Todas estas preguntas hay que hacérnoslas repetidamente e investi-
gar con todos los medios a nuestro alcance y desde todos los posibles
angulos de c~nsideración'~~). Creemos que el método de exposición debe
partir de la geografía arqueológica regional y precisar hasta donde se
pueda en la identificación de las ciudades y dejar abierto el camino para
ulteriores replanteamientos del tema.

(28) Un punto de gran interés es el estudio de la toponimia. Estamos trabajando firmemente


en el mismo, pero el fruto de tales trabajos seguramente tardará en llegar a sazón. Habría que tener
recogida la toponimia de toda España con meticulosidad para poder avanzar mas rápida y firme-
mente en este ámbito.
LA ROMANIZACIÓN DE LA ACTUAL REGIÓN DE
MURCIA
1. LOS YACIMIENTOS ROMANOS CON ENTIDAD URBANA EN
LA REGIÓN

En el estado actual de las investigaciones, el mapa de la actual región


de Murcia puede quedar señalado con los siguientes puntos en los que el
yacimiento de época romana allí existente en uno u otro momento de s u
historia pudo tener la entidad y categoría de ciudad:
Carthago Nova
Begastri
Mazarrón
Archena - Fortuna - Ulea
Lorca
Águilas
La Encarnación (Caravaca)
Cero de la Almagra (Mula)
Cieza
Totana
Villavieja - Calasparra
Jumilla
Yecla
Librilla
¿Moratalla?
Murcia(l)

(1) Para una descripción de cada yacimiento remitimos al volumen de la TABVLA IMPERII
ROMANI, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1996, que para la zona de la actual Región de
Murcia hemos compuesto con los datos que se conocen sobre el poblamiento romano de la zona.
IV.Yacimientos romanos de la Región de Murcia.
LAMINA
A los que hay que añadir en los mismos bordes de la actual región de
Murcia, los yacimientos de:
El Tolmo de Minateda y alrededores
Orihuela, etc.

2. ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE LOS MISMOS

De ninguno de estos yacimientos tiene la arqueología una información


exhaustiva ya que en ningún caso las excavaciones han llegado a una
documentación fehaciente y suficiente sobre los estratos romanos más
profundos sobre los que poder cimentar nuestra reflexión de hoy. Con
todo algunos puntos de referencia sólidos si que podemos enumerar; y lo
vamos a hacer siguiendo, dentro de lo posible el orden decreciente de los
conjuntos epigráficos de la región(2):

Carthago Nova

La existencia de la ciudad en tiempos del dominio púnico es un dato


atestiguado no sólo por las fuentes literaria^'^) sino por el hecho de la

( 2 ) Es bien conocida la importancia de la epigrafia para el estudio del urbanismo romano. Si


bien la epigrafia de la actual región de Murcia tiene que dar mucho más de sí, que lo hasta ahora
conseguido, creemos que es u n buen hilo conductor, incluso para el estado actual de la investigación.
( 3 ) Sobre lo que hoy sabemos sobre la ciudad e n tiempos púnicos ha escrito m u y bien M. Martín
Camino. A sus trabajos remitimos y m u y e n especial a todo el material recogido e n el volumen
Sociedad y cultura púnica en España que recoge las actas del Congreso tenido e n Cartagena del 17-
19 de noviembre de 1990, Murcia 1994, 293-324. Es de sobra conocido el problema de las fuentes
literarias sobre Carthago Nova. Las numerosas noticias y descripciones han producido una numero-
sa literatura sobre la geografía de la ciudad e n la antigüedad. Véanse:
H. Droysen, Rheinischen Museum XXX, 1875, 62 SS.; H. Droysen, .Die polybianische Beschrei-
bung der zweiten Schlacht bei Baecula~,Rheinische Museum m,1876, 281 SS.; J. L. Strachan-
Davidson, Selections from Polybius, Oxford 1888, 629-641 con u n mapa; E. Hübner, &arthago
Nova., R E 111, 2, Stuttgart 1899, cols. 1620-1626; 0. Cuntz, Polybius und sein Werk, 1902;
M. Villamarzo Cánovas, Estudios geográfico-históricos de Cartagena desde los tiempos prehistóricos
hasta la expulsión de los árabes, Cartagena 1905; B.R.A.H. LII, 1909, 490 SS.; U. Kahrstedt,
Archaeologische Anzeiger, 1912, 217-235; U . Kahrstedt, Geschichte der Karthager von 218-146,
Berlin 1913; W . Brewitz, Scipio Africanus Maior in Spanien, 210-206, Diss, Tübingen 1914;
R. Laqueur, ~ScipioAfi-icanus und die Eroberung von Neukarthago*, Hermes LVI, 1921, 170-180;
F. Casal Martínez, El libro de la ciudad de Cartagena, 1923; E. M. Fayden, Hibbert Journal, July
1923,743 SS.; H. H. Scullard, Scipio Afncanus in the Second Punic War, Cambridge 1930, ~Apendix
One (Cap. III)», pp. 289-299;U. Kahrstedt, Philologische Wochenschrift 1931, n. 13,384; S. Witkowski,
Bull. Intern. Acad. Pol. Suppl 5, 1947, 1-12; J. J. Jáuregui, -La conquista de Cartago Nova por
Escipión y las mareas del Almarjalr, Crónica del N Congreso Arqueológico del S E español, 1948,
404 SS.; J. M. Blázquez Martínez, Estudios Clásicos V I I , 1962; H. H. Scullard, «New Carthage*,
(=cap. 11 de la obra) Scipio Africanus: Soldier and Politician, Cornell University Press, Ithaca, New
conquista romana en tiempos de la segunda guerra púnica(*).Pero no
sólamente era «una ciudad»; era la Ciudad(@.

York, 1970, 39-67; F. W. Walbank, A Historical Comrnentary on Polybius, vol. 11, Oxford, 1967, 205-
211. Hay que añadir y destacar la importancia de la magnífica serie sobre CARTHAGO NOVA que
coordina el Dr. S. Ramallo Asensio y que está publicando la Universidad de Murcia, en la que se
pretende recoger cada uno de los aspectos de la arqueología e historia de la ciudad.
(4) Como es bien sabido, el historiador oficial de este hecho es Polibio.
(5) Remitámonos al testimonio de Hübner que no por antiguo ya deja de ser verdadero y que
hemos recogido más arriba en el capítulo primero de este libro .La integración del SE en la
estructura política del Imperio Romano., en el apartado que hemos titulado «Cartagena y Africa,,.
(Véase E. Hübner ~Tarracound seine Denkmaler*, Hermes 1, 1866, p. 95 SS.).
Lo que ya hace más de un siglo viera Hübner, con los nuevos hallazgos
arqueológicos se comprueba una y otra vez. No sólo las dimensiones del
teatro romano de Cartagena, el mayor de Hispania, sino las recentísimas
apariciones del templo de Iuppiter S t a t ~ r ' ~
y )del
, templo con una inscrip-
ción de la Dea Syria, Atargatid7),comprueban la brillantísima historia
de los primeros tiempos de la dominación romana en la ciudad@).
Pero el caso de Cartagena es quizá el más interesante para estudiar la
situación de la dominación romana en Hispania justamente porque las
fuentes aludidas pertenecen en buena parte a esos primeros dos siglos
antes de nuestra era. En Cartagena es evidente que primero fue Roma y
luego vinieron las formas de vida romana y entre éstas, las formas
jurídicas llegaron más tarde que los modos de comportamiento; con otras
palabras la antropología clásica que se fue superponiendo a la indígena y
tras un período de asimilación acabó por suplantarla aunque no fuera
impunemente. Cartagena comenzó a romanizarse ya en el año 209 cuan-
do los romanos se apoderaron de ella. Muy poco después pudo contem-
plar, sin duda admirada, los juegos funerarios que Escipión celebró en
honor de su padre y tío muertos en Hispania en el año 211. Cartagena era
una base de operaciones militares y vio los modos romanos de actuación
militar y de vida civil. Por la misma época Itálica era una ciudad romana,
cuyo estado no podemos definir con precisión, pero de cuya existencia nos
consta, y probablemente no había mucha diferencia entre las formas de

El influjo de los inmigrantes y la aceptación de las formas de vida romanas fueron tan fuertes
que Cartagena formuló su constitución al modo romano. Ya antes de que César asentara aquí a sus
soldados, estaban los N viri como magistrados supremos ciudadanos (CIL 11, 3408; Cfr. A. Beltrán,
<<Lasmonedas latinas de Cartagena. -véase más arriba, en este mismo libro cap. 111: «La otra
integración: El derecho latino en Hispania., nota 47-; y cfr. F. Vittinghoff, Romische Kolonisation
und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Wiesbaden 1952, p. 79).
( 6 ) M. Amante Sánchez, M. Martín Camino, M. A. Pérez Bonet, R. González Fernández y
M. A. Martínez Villa, «El sacellum dedicado a Iuppiter Stator en Cartagena., Antigüedad y Cristia-
nismo XII, 1995, 533-562.
(7) Según información oral que agradecemos efusivamente a su descubridor Dr. Sebastián
Ramallo Asensio, que nos informó de la aparición de esta inscripción en un templo descubierto en lo
alto de la colina del Molinete.
(8) De todos estos hallazgos se está dando cumplida cuenta por parte de los excavadores.
Después del libro de S. Ramallo, Carthago Noua. El Testimonio Arqueológico, Murcia 1989, así como
todo el resto de la serie sobre Carthago Nova que dirigida por el Dr. S. Ramallo publica la Univer-
sidad de Murcia; pueden verse los trabajos del congreso de Elche; los estudios del Dr. S. Ramallo
sobre el teatro; de M. Martín Camino y M. Amante Sánchez, M. A. Pérez Bonet y R. González
Fernández sobre el templo de Iuppiter Stator; y de S. Ramallo sobre el templo hallado en el
Molinete, algunos de los cuales acabamos de citar y otros irán apareciendo a lo largo de este trabajo.
Al corregir las pruebas de este libro hemos de añadir los nuevos e importantísirnos hallazgos del
Foro, en curso de estudio.
vida de ambas ciudades. Lo que las diferenciaba era el estatuto y ello hacía
muy privilegiada a Itálica, cosa que debieron comprender muy pronto los
habitantes indígenas de Carthago Nova que naturalmente desearon gozar
de los privilegios posibles. Tanto más cuanto que con la inmigración de
itálicos para la explotación de las minas(g)las diferencias entre los habitan-
tes romanos y los no romanos debió dejarse sentir con mucho peso.
El problema de la romanización de Cartagena tuvo que recibir la
presión de las guerras de conquista comenzadas prácticamente ya du-
rante la misma segunda guerra púnica. Los romanos no podían permitir-
se el lujo de dejar enemigos a la espalda en su misma casa y por ello
necesariamente tuvo que haber una relación muy cordial con los indíge-
nas(lO) que vivían en la ciudad y que se beneficiaban de la afluencia de
romanos que allí llegaban en razón de las guerras o de la administración.
Durante todo este período es posible(ll)que el desplazamiento del centro
de gravedad de la política romana hacia el valle del Ebro con ocasión de
las guerras celtibéricas, con centro en Tarraco, quitará relevancia a la
base militar de Cartagena, pero para entonces ya había pasado medio
siglo y era tiempo más que suficiente para haber llegado a una situación
de posesión apacible de las formas de vida nuevas. Cuando en Roma
comenzaron los problemas sociales, es seguro que las ideas de los Gracos
de colonizar puntos estratégicos allende los mares tuvieron que ser origi-
nadas por experiencias vividas en alguna parte y no sería descabellado
pensar en el caso de Cartagena como posible punto de referencia.

(9) A la minería haremos alusión continuamente a lo largo de esta exposición. Es de sobra


conocido el intenso trabajo de explotación minera que los cartagineses realizaron en la Península,
tanto en la zona de Cástulo como en otros puntos (Véase C1. Domergue, Les mines de la péninsule
Ibérique dans I'Antiquité romaine, Roma, 1990, con bibliografía allí recogida). Entre tales puntos es
seguro que hay que contar a la Sierra Minera de Cartagena, las minas de Mazarrón y posiblemente
también las de Gilico en el término del actual municipio de Cehegínlcalasparra. Y es casi seguro que
tal continuidad en la explotación constituyó uno de los puntos de apoyo de toda la política romana en
la zona de la actual provincia de Murcia. Pero naturalmente ello conlleva la exigencia de una
cuidadosísima continuidad en la política y en los planteamientos económicos y sociales. Una bibliogra-
fía específica sobre la minería de la región la hemos recogido más arriba en el cap. 111, nota 60.
(10) Los resultados de las excavaciones dirigidas por el Dr. Ramallo Asensio en la Encarnación
de Caravaca y el hallazgo de un templo romano, probablemente importado desde Roma ya en los
primeros años del siglo 11 antes de Cristo están indicando esta misma preocupación política de
Roma, por lo que no es en absoluto exagerado el atribuirla a la política relativa a Cartagena. Véase
S. Ramallo, «Un santuario de época tardo-republicana en La Encarnación, Caravaca, Murcia*,
Cuadernos de Arqueología Romana I: Templos romanos de Hispania, Murcia 1992, 39-65.
(11) Hablamos de mera posibilidad ya que Cartagena sigue siendo el punto clave de la división
de las provincias citerior y ulterior. Sólo con Augusto y con la creación de la Bética la frontera entre
la citerior y la Bética perderá importancia estratégica al ser la Bética una provincia completamente
romanizada, pero habrán de pasar dos siglos para esta nueva situación.
La situación con las guerras civiles continuó afianzándose y Sertorio
se encontró muy a gusto en Cartagena por donde pasó al África y volvió
de allí sin dificultades de ningún género. Y fue con el final de las mismas
como el estado jurídico se metamorfoseó.
No se ha escrito aún la novela histórica que se esfuerce en recrear las
vivencias de unos pueblos en unos tiempos sobre los que no hay docu-
mentación suficiente, pero sí indicios sobrados para captar los proble-
mas. Cartagena tuvo que vivir prácticamente como colonia romana ya
desde el momento mismo de la conquista; en ella la población militar
profesional o mercenaria debió superar con mucho a la indígena someti-
da a otro régimen jurídico(12).Es seguro que los indígenas, si es que
existió la doble administración, se atreverían a pocas libertades, salvo a
intentar romanizarse lo antes posible y no es en absoluto impensable que
prácticamente hubiera dos ciudades físicamente distintas, la militar ro-
mana encerrada en la parte amurallada conquistada a los cartagineses y
la indígena, fuera de las murallas, posiblemente en la zona actual del
barrio de Santa Lucía. Muy probablemente el templo de Iuppiter Stator,
recién hallado en el año 1993, puede considerarse como una fundación
conmemorativa de la unificación de ambos regímenes quizá con la conce-
sión del título de colonia a la ciudad(13),que, lo mismo que otras capitales
de conventus jurídicos hay que entender que era de derecho romano.
Pero para esto había pasado ya más de siglo y medio de vida(14).
Existiendo una inscripción de antigüedad reconocida (CIL 11,3408)
que probablemente cita IIIIviros(15),pero apareciendo siempre en las

(12) Sobre la emigración itálica a Hispania puede verse, M. A. Marín Díaz, Emigración,
colonización y municipalización en la Hispania republicana, Granada 1988.
(13) Cartagena era Colonia antes del 27, fecha a partir de la cual conocemos un número
inusitado de uiri quinquenales; los argumentos sobre la fecha de la concesión a Carthago Nova del
título de colonia, los hemos expuesto arriba e n el capítulo 111: «La otra integración: El derecho latino
e n Hispania», notas 46-49. También se ha ocupado del tema M.J. Pena Jimeno, e n <Apuntes y
observaciones sobre las primeras fundaciones romanas e n Hispania., Estudios de la Antigüedad 1,
1984, 74-76, pero sin añadir nada nuevo. U n a nueva revisión del problema se debe a M . Arnalia
Marín Díaz, Emigración, colonización y municipalización en la Hispania Republicana, Granada
1988, pp. 204-205. Y dentro de este mismo ámbito temático hay u n curioso testimonio que se ha
querido atribuir a Cartagena y que, a título de curiosidad, recogemos: Cfr. R. Merkelbach, ZPE 37,
1980, 96-98.
(14) Sobre el ager publicus de Cartagena puede verse A. García y Bellido, El Urbanismo en
España. La Edad Antigua, Madrid C.S.I.C. 1968.
(15) CIL 11, 3408 L BAEBIUS M F L CATI(us)M F / L TAURIUS L F SER AEFOLAN(us) /
GENIO OPIDI COLUMNAM / POMPAM LUDOSQ / COIRAVERUNT. La interpretación de estos
cuatro señores como ZZZZuiros se ha hecho general entre los investigadores (Blázquez, «Estado de la
romanización...*, Emerita 30, 1962, 71 SS.; García y Bellido, «Las colonias romanas de Hispania.,
Anuario de Historia del Derecho Español 29, 1959, 447 SS.,F. Vittinghoff,«Romische Kolonisation
monedas de la colonia Ilviros,pudiera ser que desde antes de la funda-
ción de la colonia de ciudadanos romanos hubiera existido una comuni-
dad privilegiada.
De todo este proceso se conocen bien la fecha del comienzo y el resul-
tado, pero la brillantez de las realizaciones de la cultura clásica en
Cartagena atestiguadas por la epigrafía de ese momento(16)hacen captar
indiscutiblemente el implacable proceso de romanización de Cartage-

und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und A u g u s t u s ~Abhandlungen


, der Akademie zu Mainz 1951,
14; Degrassi, ILLRP 1, 117 - no así A. J. N. Wilson, Emigration from Ztaly i n the Republican Age of
Rome, Mánchester 1966, p. 78 nota 3 ) y no parece que haya otra alternativa dada la actividad oficial
de estos cuatro ciudadanos. Bajo la designación de oppidum, lo mismo que ocurre e n la lex Ursonensis
74,75 y 76 puede estar designada la ciudad, no toda la comunidad como supone Degrassi e n el lugar
citado. Se trata de una consagración algenius loci, no al genius ciuitatis (compárese CIL V I , 334; VIII,
6339; X , 543; XIII, 7335, etc.); de modo similar la inscripción no fechada AE 1931, 8 GENIO CASTE-
LLI, en la que, a juzgar por el lugar del hallazgo, hay que pensar que se trata del castillo de Cartagena
e n el Monte de la Concepción (Véase HAE 14). Algunas reservas sobre la interpretación de los ZZZZuiros
pueden verse en M. J. Pena Jimeno, trabajo citado e n nota 13.
(16) La epigrafía de Cartagena e n época republicana es la más importante de toda Hispania.
Lamentablemente está sin publicar de forma adecuada. Tras el amplísimo período de recogida de la
memoria epigráfica del que fueron protagonistas Fita, Diego Jiménez de Cisneros y otros, fue A.
Beltrán Martínez quien comenzó las sistematizaciones con sus <<La colección epigráfica romana del
Museo de Cartagena~,Saitabi 14, 1944, 345-372; «Objetos romanos de plomo en el Museo de
Cartagena y sus inscripciones~~, Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales V I I I , 1947, «Las
inscripciones Latinas honorarias de Cartagena», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LV, 3,
1949,523-547; «Epigrafíade Cartagena*, Crónica del V Congreso arqueológico del Sudeste español y
Z Congreso Nacional de Arqueología, Almería 1949, (ed. 1950),280 SS.; «Las inscripciones funerarias
de Cartagena., Archivo Español de Arqueología XXIII, 1950, 385-433; «Las lápidas latinas religio-
sas y conmemorativas de Cartagena., AEspArq XXIII, 1950, 255-278; <Juba 11 y Ptolomeo de
Mauritania, ZZ viri quinquennales de Carthago-Nova»,XV Congreso Nacional de Arqueología, Zara-
goza 1980, 133-141. Nos consta que el Dr. Abascal Palazón también la tiene estudiada, pero por
respeto a los colegas investigadores no h a querido darla a la imprenta. Los trabajos del Dr. Koch,
responsable de la provincia de Murcia para el CZL parecían prometer mucho hace ya quince años
pero no hemos podido ver todavía el fruto global de sus esfuerzos, si bien ha ido publicando una serie
de excelentes artículos monográficos sobre el tema: Además de las dos páginas de intenciones
publicadas e n las actas del Congreso Internacional de Epigrafía Griega y Romana de Constanza,
Rumania, 1977, recordemos: *Neue Inschriften aus Carthago Nova I » Madrider Mitteilungen 17,
1976, 285 SS.; ~ N e u eInschriften aus Carthago Nova II*, Madrider Mitteilungen 19, 1978, 251 SS.;
«Acerca de la edición nueva de la epigrafía romana de Cartagena~,XV Congreso Nacional de
Arqueología, Lugo 1977, Zaragoza 1979, 1065 SS.; «M. Agrippa und Neukarthago~,Chiron 9, 1979,
205 SS.;&is und Serapis i n Casthago Nova., Madrider Mitteilungen 23, 1982, 347-352 con dos
láminas; ~Aletes,Mercurius und das Phonikisch-punische Pantheon i n Neukarthago*, Madrider
Mitteilungen 23, 1982, 101-113; «Die Turulli und Neukarthago*, Navicula Tubingensis. Studia i n
honorem Antonii Tovar (Ed. por F.J. Oroz Arizcuren, E. Coseriu y C. de Simone), Tübingen 1985,
233-246; Madrider Mitteilungen XXVIII, 1987, 129 S S .En la actualidad está el proyecto de publica-
ción de la epigrafía de Cartagena preparada por A. Muñoz Amilibia, que esperamos con interés. Y
como no podía ser de otro modo continúan apareciendo inscripciones romanas e n la ciudad que sin
duda contribuirán mucho al esclarecimiento de los problemas históricos que las recientes excavacio-
nes están planteando con vigor antes insospechado.
na(17).Todo lo que se afirme de otras ciudades será más verdadero para
Cartagena.

(17) En Cartagena hay testimonios epigráficos para la gran mayoría de los temas que constitu-
yen los tópicos de la vida romanizada. De hecho una gran parte de la bibliografía que se cita a
propósito de epigrafía cartagenera son obras de estudio social del mundo romano e n Hispania. Así,
además de la bibliografía que citamos en la nota 13 sobre los estudios de epigrafía de Cartagena,
pueden recordarse: E. Ciccotti, Rivista di Filologia e Istruzione Classica, 19, 1891, 44 SS.; Waltzing,
Corporations professionelles, Louvain 1899, (pp. 13.14); Cholodniak, Carmina sepulcralia latina
epigraphica, Petropoli 1904 (207 nr. 99. 299.979. 1070.);Warmington, Remains ..., 1940 (32133 n . 67.
1261127 nr 155);A. D'Ors, Epigrafia jurídica de la España Romana, Madrid 1953, (pp. 391-392); E.
Étienne, Le culte impérial, Paris 1958 (p. 132. 141. 182 nr 5 y 9. 183.205 nr 24.209. 192.322 nr 41.
323 nota 6. 325 n . 3. 396 nota 3); S. Mariner, Inscripciones hispanas en verso, Barcelona 1952 (pp. 6,
20, 23, 24, 37, 44, 56, 60, 101, 104, 135, 173, 204, 219); L. Rubio y V . Bejarano, Documenta ad
linguae latinae historiam inlustrandam, 1955 (99 nr 413, 102, n. 432 d); S. Mariner Bigorra, <<Tres
comentarios metricográficos»,Ampurias 17-18, 1955-56, pp. 27-28; A. Degrassi, Inscriptiones Lati-
nae liberae Rei Publicae, Firenze 1963 (p. 377); C1. Domergue, «Les lingots de plomb romains du
Musée Archéologique de Cathagene et du Musee Naval de Madrid*, AEsp. Arq. 39, 1966, 41-72; A.
García y Bellido, Religions orientales, Madrid 1967, (155. nota 1); J. Mangas, Esclavos y libertos en
la España Romana, Salamanca 1971; G. Alfoldy, Flamines Prov. Hisp. Citerioris, Madrid 1973 (p. 80
nr 46); P. Piernavieja, «Losjuegos de circo en la España Romana», Citivs, Altivs, Fortivs, XVI, 1974,
159-284 (pp. 225-26,248 y el mismo texto lo reproduce e n el trabajo de C.I.D.E.R., Madrid 1977, p.
123, nr.43);J. M. Roldán Hervás, Hispania y el ejército romano. Contribución a la historia social de
la España antigua, Salamanca 1974 (pp. 459); C. Belda Navarro, El proceso de romanización de la
provincia de Murcia, Murcia 1975; J.M. Santero Santurino, Asociaciones Populares en Hispania
Romana, Sevilla 1978 (pp. 33. 43-44. 55. 57-9. 89. 141-43. 151);J. Muñiz Coello, El sistema fiscal en
la España Romana (República y Alto Imperio), Huelva 1980 (pp. 29, 40, 41, 42, 174, 175, 176, 198,
199, 200, 237, 241, 244, 255, 259, 275, 317, 324); P. Le Roux, L'armée romaine et l'organisation des
pyovinces ibériques d'Auguste a l'invasion de 409, Paris 1982 (pp. 202, nr 109);P. Le Roux, Revue des
Etudes Anciennes 24, 1982, p. 216; N. Mackie, Local Administration in Roman Spain A.D. 14-212,
Oxford 1983 (passim);H. Solin, ANRW 11, 29, 2, Berlin 1983, 750; 1. García Jiménez, <<L. Nvmisivs
Laetvs Flamen Provinciae Hispaniae Citerioris Bis», Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985,
133-135; A. Lillo, «Inscripciones sepulcrales griegas e n Cartagenan, Antigüedad y Cristianismo 11,
1985,119-122; M. Martínez Andreu, .La muralla bizantina de Cartagenan,Antigüedad y Cristianis-
mo 2, 1985, p. 133; S. Ramallo Asensio, Mosaicos romanos de Carthago Nova, Murcia 1985 (Lam.
E a ) ; S. Ramallo Asensio, dnscripciones sobre pavimento de época republicana e n la Hispania
romana»,Epigrafia hispánica de época republicana, Zaragoza 1986, 183-187; R. Wiegels, Tribusins-
chriften romischen Spanien, Berlin 1985 (pp. 29, nota 131. 103. 104 notas 1y 2. 105, nota 8 y nota
17.); H. Gimeno, Artesanos y técnicos...,Bellaterra (Barcelona)1988 (pp. 16.24. 47. 49.); J. M. Serrano
Delgado, Status y promoción social de los libertos en Hispania Romana, Sevilla 1988 (p. 182, etc.); C1.
Domergue, Les mines de la Péninsule Ibérique dans I'Antiquité Romaine, Collection dee l'lkole Franpise
de Rome, 1990 (passim);J. M. Noguera Celdrán, La ciudad romana de Carthago Nova: La escultura,
Murcia 1991; y finalmente el trabajo de M. Amante Sánchez, M. Martín Camino, M. A. Pérez Bonet y
R. González Fernández, «El Sacellum dedicado a Iuppiter Stator en Cartagena*. Antig. crist. XII,
1995, 533-562.
Begastri

La segunda ciudad romana de la que conocemos la ubicación y el


nombre en la Región de Murcia es BEGASTRI(ls).
Los trabajos arqueológicos en el yacimiento se vienen realizando de
manera ininterrumpida(lg)desde 1980 y los hallazgos han colmado todas

(18) S u existencia era m u y conocida en la literatura ilustrada del humanismo (Véanse los
cronicones y el P. h a m o en el Dictionnaire d'Histoire et de Geographie Ecclesiastique) e incluso se la
intentó localizar y se rebautizó e n la provincia de Alicante e n el lugar que desde la ilustración y por
este motivo se llama BIGASTRO. Pero su correcta localización se debe a D. Aureliano Fernández
Guerra e n el folleto que tituló La Deitania y su cátedra episcopal Begastri, Madrid 1879. De todas
formas y a pesar de que desde esa fecha resultaba indiscutible, como se puede comprobar por los
trabajos epigráficos aparecidos e n el entorno de Cehegín (Véanse E. Hübner, CZL 11; J. Vives,
Znscriptiones Latinae Hispaniue Christianae, Madrid-Barcelona 1969; 1. García Jiménez y J. Llina-
res Beneyto, ~Epigrafíade Begastri», e n Antigüedad y Cristianismo 1, Murcia 1984, pp. 35-40; M.
Mayer, «Epigrafíade Begastri», e n la segunda edición de este mismo libro, donde se incorporan los
nuevos hallazgos epigráñcos), el hecho el no verse nada sobre el Cabezo de Roenas hacía excépticos
a los estudiosos (Véase D. Cayetano de Mergelina, hombre natural de la región y buen conocedor de
su arqueología, quien buscó su localización e n otro lugar). Por lo que el segundo descubrimiento de
Begastri ha sido el comienzo de las excavaciones e n el citado cabezo por obra nuestra a partir de
1980, preparadas por A. Yelo Templado, <<La ciudad episcopal de Begastri», Anales de la Universi-
dad de Murcia. Filosofia y Letras XXXVII, 1-2 (curso 1978-79), edición 1980, 3-12. Hoy ya es algo
incuestionable desde ningún punto de vista.
(19) La bibliografía sobre Begastri e n los últimos años viene siendo publicada sobre todo e n
nuestra publicación ANTIGUEDAD Y CRISTIANISMO y desde 1991 e n la revista que publica el
Excmo. Ayuntamiento de Cehegín con el título de ALQUIPIR: es la siguiente: A. González Blanco y
otros, «La ciudad hispano-visigoda de Begastri (Cabezo de Roenas, Cehegín-Murcia). Dos primeras
campañas de aproximación al yacimiento», XVZZ CAN (Murcia-Cartagena 1982), Zaragoza 1983,
1011-1022; A González Blanco (Ed.), Begastri. Imagen y problemas de su historia, Antigüedad y
Cristianismo 1, Murcia 1984;A. González Blanco, <<La historia del SE peninsular entre los siglos III-
VI11 d.C. (Fuentes literarias, problemas y sugerencias), Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 53-79;
A. González Blanco y G. Guillén Pérez, .Perspectivas de la geografía eclesiástica antigua del SE
peninsular», Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 107-117; A. González Blanco y otros, ~Begastri,
ciudad episcopal, tras la tercera campaña de excavaciones~,Simposio Nacional sobre ciudades
episcopales, Tarazona 1984, Zaragoza 1986, 13-23; A. González Blanco, «La iglesia carthaginense,>,
Historia de Cartagena de Zberia, vol. V , Murcia 1987, 161-191; A. González Blanco, «Memoria-
informe de la campaña de excavaciones, realizada e n noviembre de 1984 e n Begastri, Cehegím,
Excavaciones y prospecciones arqueológicas, Murcia 1987, 304-306 A. González Blanco, «La cristia-
nización de la Carpetania,,, Toledo y la Carpetania en la Edad Antigua (C. Blánquez y J. Alvar (Ed.),
Toledo 1990, 203-228; A. González Blanco, <<Lapoblación del SE e n los siglos oscuros N - X ) » ,
Antigüedad y Cristianismo V , 1988, (edición de 1990) 11-27; M. Sotomayor Muro, «Sarcófagos
paleocristianos e n Murcia y regiones limítrofes,>, Antigüedad y Cristianismo V , 1988 (ed. 19901, 165-
184; A. Martínez Rodríguez, .Capiteles tardíos del sur del Conventus Carthaginiensis, siglos IV-VI1
d.c.», Antigüedad y Cristianismo V , 1988, 185-211; M. Amante Sánchez, «Representaciones icono-
gráficas e n lucernas romanas de la Región de Murcia*, Antigüedad y Cristianismo V , 1988,213-254;
P. Vallalta Martínez, .Dos objetos de bronce de época visigoda e n el yacimiento de Begastri (Cehe-
gín, Murcia). Estudio y restauración», Antigüedad y Cristianismo V, 1988, 303-314; S. Martínez
Sánchez y J. Moya Cuenca, «Aproximación al estudio de la estratigrafía de Begastri., Antigüedad y
nuestras esperanzas al respecto. Pero es difícil hablar del tema que hoy
nos ocupa, ya que hemos danteado la excavación en horizontal. Hemos
pretendido y hemos comenzado a conseguir la recuperación de la faz
tardía de la ciudad, por lo que no hemos profundizado en las cuadrículas,
con una sola excepción, la campaña del año 1982, en la que al menos en
algunos puntos llegamos hasta la roca madre en el yacimiento. Pero
tampoco aquellos logros puntuales nos sirven para aproximarnos a los
orígenes romanos de la ciudad, ya que el conjunto de la estratigrafia del
lugar nos ha obligado a replantear todo cuanto hasta ahora se sabía sobre
las faz externa de la cultura ibérica y por lo mismo necesitamos más
información antes de sacar cualquier tipo de conclusión a este respecto(20).
Pero si de las excavaciones aún no podemos sacar conclusiones sobre

Cristianismo VIII, 1991, 543-50; M. Amante Sánchez y M. A. Pérez Bonet, «V Campaña de excava-
ción en el *Cabezo de Roenam (Cehegín, septiembre-octubre 1986), Memorias de Arqueología 1985-
1986, Murcia 1991,211-214; A. González Blanco, .La cristianización de Begastri*, Alquipir 2, 1992,
39-47; A. González Blanco, eBegastri comienza a aparecer la ciudad visigoda (campañas de excava-
ciones 1991 y 1992)»,Alquipir 3, 1993, 11-27; A. González Blanco, «Begastri 1989. Nuevas aproxi-
maciones a la historia de la ciudad*, Memorias de Arqueología 1989, Murcia 1993, 206-210; A.
González Blanco, A. Morales Muñiz y J. de Miguel Agreda, «El foso con cenizas, huesos y materiales
aparecidos en Begastri en la campaña de 1989»,Memorias de Arqueología 1989, Murcia 1993, 211-
215; en 1993 se leyó en la Universidad de Murcia la tesis de licenciatura de D. J. Moya Cuenca, La
cerámica pintada de Begastri, trabajo que se continuará para realizar una tesis doctoral. Hay en
prensa informes sobre las últimas campañas de excavación, concretamente A. González Blanco y M.
Amante Sánchez, «Begastri 1988.; y A. González Blanco y M. Amante Sánchez, aBegastri 1990. Los
primeros indicios de lo que podría ser la puerta principal de la ciudad», así como los informes de las
campañas de 1991 y 1992; y están realizados otros varios trabajos que tenemos intención de publicar
en el volumen XIII de Antigüedad y Cristianismo correspondiente al año 1996. Un intento de
bibliografía completa sobre Begastri puede verse en la 2" ed. de Begastri. Imagen y problemas de su
historia, Murcia 1994, pp. 9-19.
(20) E n todos los estratos del yacimiento del Cabecico de Roenas aparece la cerámica hasta
nuestras excavaciones conocida comúnmente como «ibérica», hasta tal punto que ya en la primera
noticia científica ofrecida a modo de primicias de nuestros trabajos en el XVZZ CAN confesábamos
nuestra sorpresa y admitíamos la posibilidad y aún probabilidad de que los estratos del yacimiento
se hallasen todos revueltos. A partir de aquella sorpresa hemos ido atendiendo al tema y hemos
podido concluir que los estratos están como estuvieron en el momento en que se formaron y que el
único problema consiste en que nuestras categorías científicas han de ser modificadas: la llamada
cerámica <<ibérica>,,pudo ser designada así por el momento en que comienza a fabricarse, pero luego
se convirtió en cerámica popular y siguió produciéndose a lo largo de todos los siglos que duró la
civilización romana y aún después hasta llegar a empalmar con la cerámica árabe que muy proba-
blemente tiene en aquélla no sólo un precedente cronológico sino también una fuente de inspiración
tecnológica y artística. En el caso de Begastri se h a leído una tesis de licenciatura que ahora se
continúa como tesis doctoral sobre el tema. J. Moya Cuenca, La cerámica pintada de Begastri,
Murcia mayo de 1993. Y no es ésta la única sorpresa que nos ha deparado el yacimiento. De u n modo
general las peculiaridades del SE le hacen una zona digna de ser atendida como provincia artesanal
dentro del conjunto peninsular.
la etapa de la romanización del yacimiento hay un dato que seguramente
nos permite acercarnos al problema: el acueducto(21).
Lo que en su día fue el acueducto que llevaba el agua a Begastri es
hoy la llamada Acequia de la Pollera, todavía en uso. Se trata de un
canal de unos 3 kilómetros de longitud, con un trazado que conserva
sustancialmente el viejo canal romano. De ello tenemos pruebas feha-
cientes: No sólo en la zona del comienzo de la acequia hay sillares y
dovelas de un arco que debió hundirse en fecha no precisada y que son de
tal magnitud y pátina que sólo puede fecharse en época altoimperial;
sino que en el invierno de 1991 el agua de unas fuertes lluvias en el lugar
denominado, arrastró las tierras de la falda del monte y con ellas rodó un
conjunto de sillares cuya existencia allí nadie sospechaba y que evidente-
mente son los restos del canal del acueducto romano.
Está claro que tanto las dovelas como los sillares a lo sumo nos llevan
al comienzo del Principado y probablemente algo más tarde. Sospecha-
mos que la construcción del acueducto podría ser puesta en relación con
la concesión a la ciudad del rango de municipio en época post-flavia. Pero
tales obras solían ser fruto de bienhechores personales que las cons-
truían con ocasión de personales relaciones con el lugar, lo que probaría
que el proceso a través del que Begastri llegó a ser municipio fue el
normal: primero la creación de una aristocracia romanizada, que en su
momento demanda y obtiene la ley municipal y la concesión del privile-
gio.
El cerro en el que se localiza la ciudad no es grande y no es verosímil
que allí se hubiera fundado de nueva planta una ciudad romana. Sin
ninguna duda allí existió primero una ciudad indígena que tuvo que
tener el carácter de estipendiaria. Y fue en la inercia del poblamiento
como también allí se constituyó el municipio romano(22).No necesaria-

(21) Sobre el acueducto de Begastri publicamos una breve noticia, correspondiente al año 1985,
en el volumen Excavaciones y prospecciones arqueológicas, Murcia 1987, 304-306 pero tenemos u n
estudio mucho más pormenorizado que hemos podido llevar a feliz término gracias a la colaboración
de D. José María Alcázar Pastor, aparejador del Ayuntamiento de Cehegín y alma de todos los
trabajos arqueológicos que allí se llevan a cabo.
(22) La municipalidad de Begastri se deduce de la lápida aparecida en 1878 y que sirvió a
D. Aureliano Fernández Guerra para identificar y localizar la antigua ciudad de Begastri, Deitania
y su cátedra episcopal de Begastri, Madrid 1979. En el texto citado aparece la designación de RES
PUBLICA BEGASTRENSIUM, y tal expresión en Hispania siempre se emplea para designar a una
entidad municipal, ya que son lápidas relativamente tardías como hemos indicado en el capítulo IV
de este mismo libro «Los criterios para reconocer una ciudad romana», con los argumentos e
información bibliográfica correspondiente. Véase, además: A. Gonzáiez Blanco, ['Begastri, munici-
pio romano., Alquipir 4, 1994, 79-85.
mente la aristocracia vivía sobre el cabezo. Hay un gran número de villas
en las cercanías, pero debió ser sobre el cabezo donde se estableció el foro
y los edificios públicos. Hay necrópolis romanas de primera época con
sigillatas aretinas a los pies del cabezo en zona que más tarde quedaría
integrada en el perímetro de la ciudad tardorromana, y que en aquellos
primeros tiempos de la presencia romana en la zona, aparte de la necró-
polis, debía estar dedicada a establecimientos industriales. La ciudad,
pues, se asentaba sólo sobre la cima del cabezo, si bien contaría con
aledaños en las zonas periféricas del cerro, como pueden ser la casa de la
Muela o la casa del pastor sobre el camino de El Escobar.
¿Cuál fue la razón por la que aquella pequeña ciudad ibérica se alzó
hasta la municipalidad romana? El hecho, aparte de los factores perso-
nales que pudieron y debieron darse en un momento determinado de la
historia de la ciudad, tiene que ver con la política romana de colonizar
las tierras llanas. Mientras que la zona de La Encarnación había sido un
punto fuerte del indigenismo desde la llegada de Roma, por su localiza-
ción en un punto neurálgico para el control de la región, Begastri ocupa
el punto central de una tierras ubérrimas y llanas que son las que se
cotizan más altas en tiempos de la paz romana y además están cerca las
minas de Gilico, explotadas también en época romana. No podemos decir
si tales tierras en un determinado momento fueron empleadas para
asentar allí a colonos romanos que luego sirvieron de fermento, si fue la
aristocracia indígena la que acumulando riqueza dejó crecer sus aspira-
ciones; si tal riqueza se debió a la agricultura sola o también la mine-
ría(23)jugó un importante papel en el proceso. En muy probable que al ir
perdiendo importancia estratégica la sierra, todo el mercado ganadero se
localizara en Begastri y ello conllevaría un movimiento muy importante
de dinero. O seguramente fueron todos esos factores combinados los que
llevaron a Begastri a un desarrollo brillante.
Pero justo por tales razones, la evolución socio-política de Begastri
pudo ser muy similar a la de Cartagena. En el avance de Roma hacia el
interior, Begastri pudo convertirse en cabeza de puente romano frente a
la fuerza impresionante indígena de los poblados de La Encarnación, con

(23) La explotación de las minas de hierro en época romana está comprobada por la aparición
de monedas romanas en las minas de Gilico, actualmente todavía en explotación por Peñarroya, la
misma compañía que explota los Altos Hornos de Vizcaya. Personalmente hemos podido ver una
moneda que en su día poseía Antonio Rubio, ingeniero técnico de la empresa. Además de la minería
del hierro hemos podido constatar la explotación de las canteras de mármol muy probablemente en
época romana, ya que las gruesas columnas existentes todavía hoy en la cantera de la Sierra de
Quipar no parece que puedan atribuirse a otra época.
los que primero se debió adoptar una política de pactos y luego la que
exigieran las circunstancias. Begastri era defendible, pero no era una
fortaleza natural inexpugnable. La fuerza de los hechos debió motivar su
asentamiento en manos romanas, su relevante funcionalidad en los pla-
nes de los conquistadores y'finalmente su ascenso político.
La imagen de la ciudad recuperada hasta ahora muestra imponentes
murallas que coronan la cumbre del cerro formando la acrópolis y otras
menos fuertes que abrazan una parte de las laderas, sin que podamos
excluir que todo el cerro haya estado también amurallado, ya que los
trabajos tienen todavía mucho camino por delante. Pero tales murallas
son, como muy pronto de fines del siglo 111 d.C. las de la acrópolis, y las
más bajas del siglo VI d.C. No es de excluir que en su día puedan
aparecer edificios públicos, como podrían ser teatro, templos, etc.
Tanto la epigrafía como la cultura material acreditan mayor brillan-
tez para el Bajo Imperio y Antigüedad Tardía que para la república o
Alto Imperio; pero es pronto para sacar conclusiones definitiva^'^^).

Mazarrón y su puerto

La identificación con el designado MUNICIPIUM FICARIENSE no


está demostrada, pero la condición urbana de todo el conjunto viene
avalada por el considerable número de lápidas epigráficas que proceden
del mismo(25).El problema está en precisar la identidad del o de los

(24) Una cosa es clara el conjunto epigráñco de Begastri h a aumentado notablemente el


número de sus epígrafes, como puede verse en la segunda edición del librito Begastri. Imagen y
problemas de su historia, que es el número 1 de Antigüedad y Cristianismo en la que aparece una
nueva redacción de los datos epigráñcos del yacimiento y alrededores, que ofrece una decena de
nuevos textos, con lo que ello significa a favor de la importancia y romanización del municipio.
(25) Hay toda una literatura sobre la existencia o no del Municipium Ficariense y sobre la
validez de las pruebas que suelen aducirse para mostrar su identificación con el actual Mazarrón. El
problema más conocido está en la identificación de las inscripciones de las basas de tres estatuas
procedentes de Mazarrón, una de las cuales reza GENIO S.M.E. SACRVM ALBANVS. DISP. y que
puede interpretarse como Genio Senatus Municipii Ficariensis (Véanse CIL 11,3525-27,3528, 3529,
4985,5943, Suppl 6247; Vives ICERV 265 y 401; más los lingotes aparecidos después de la publica-
ción del CIL; F. Fita, «Reseña epigráfica», BRAH XVIII, 1891, p. 368; Ch. Dubois, «Inscriptions
latines d'Espagne» Bulletin Hispanique 3, 1901, pp. 214-215; F. Fita, «Inscripciones romanas y
griegas de Cartagena, Almazarrón...,, BRAH 52, 1908, 507-508; T. Frank, An Economic Survey of
Ancient Rome, vol. 111, p. 150; A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal,
Madrid 1949, pp. 157-158; J. Espín Rael, «Lápida sepulcral de L. Rubeliusm, Boletín de la Sociedad
Española de excursiones 56, 1952, 254-255; P. Palo1 Salellas, AEA 25, 1952, p. 305, n. 11, fig. 3, 11;
J. Espín Rael, «La piedra miliaria augustal y la lápida sepulcral de L. RUBELLIVS de Larca*,
Murgetana 5, 1953, 31-37; C. Belda Navarro, El proceso de romanización de la provincia de Murcia,
Murcia 1975, pp. 268-72, J. Muñiz Coello, E2 sistema fiscal de la España romana (República y Alto
VII. Factoría del Puerto de Mazarrón. Según P. San Martín (1976-77).
LAMINA

138
-"

VIII. C / Era (Puerto de Mazarrón). Planta zona de viviendas.


LAMINA
Según E. Ruiz Valderas (1991).
yacimientos, ya que las minas romanas de Mazarrón son llamativas(26),
pero también los restos arqueológicos del Puerto de Mazarrón son impre-
s i o n a n t e ~ ' ~Y~la
) . Loma de Herrerías, situada entre ambos yacimientos
es también espléndida(28). En cualquier caso estamos ante unos yacimien-
tos unidos por un denominador común: la explotación minera absoluta-
mente impresionante y perfectamente clara para tiempos romanos y
mantenida hasta nuestros días y una muy notable infraestructura co-
mercial apoyada en el puerto.
La explotación romana de las minas de Coto Fortuna está clara para
época del Principado porque las cerámicas nos lo dejan ver; pero hay que
suponer una etapa en la que la presencia romana fuera mucho menos
estable y en parte meramente operativa y que no dejaría restos de
utillaje típicamente romanos, al menos en cantidad apreciable sin unas
excavaciones sistemáticas, que de hecho han sido realizadas sólo en unos
pocos de los yacimientos de Mazarrón(29).

Imperio), Huelva 1980 (2. ed. Zaragoza 1982), p. 309; A. Muñoz Amilivia, «Un posiblegenius Senatus
de Mazarrón (Murcia)., Homenaje a l Prof. N. Lamboglia. Bordighera (1977-1981). Rivista di Studi
Liguri, pp. 177-183; S. Ramallo y R. Arana. <<Laminería romana en Mazarrón (Murcia). Aspectos
arqueológicos y geológicos~,Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985, 49-67. M. J. Vermaseren,
EPOR 50 CCCA 5,1986, 72, n 195, y lámina LIV. Y hay que añadir la epigrafia del mosaico de la
Loma de Herrerías recogida en la nota siguiente. J. M. Noguera Celdrán, «El conjunto escultórico
consagrado por el .Dispensator Albanusn. Algunas puntualizaciones para su estudio iconográfico y
estilístico~,Verdolay 4, 1993, 75-98. Una revisión completa del problema de la designación de la
ciudad romana ha sido hecha aor M. Amante Sánchez en s u tesis doctoral Asnectos económicos del
Sureste hispano en época romana: Mazarrón y su puerto, en la que propone la posible identificación
de la ciudad con el municipio de Ilucro y del Coto Fortuna con el mons Argentarius: esperamos que
el tema se publique en breve.
(26) S. Ramallo Asensio y R. Arana Castillo, .La minería romana en Mazarrón (Murcia).
Aspectos arqueológicos y geológicos~,Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985, 49-67.
(27) La tesis doctoral sobre Mazarrón realizada por D. M. Amante Sánchez y leída el 20 de
junio de 1994 da cumplida cuenta de la síntesis que en la actualidad se puede hacer y recoge la
amplia bibliografía existente.
(28) C. Belda Navarro, aEpigrafía romana de la provincia de Murcia. Arcaísmos y versifica-
ción», Murgetana 35, 1971, 5-29; C. Belda Navarro, E l proceso de romanización de la provincia de
Murcia, Murcia 1975, p. 260; J. M. Blázquez Martínez, Mosaicos romanos de Sevilla, Granada,
Cádiz y Murcia, Madrid 1982, p. 67 n. 63; S. Ramallo Asensio, «El horno romano de fundición de la
Loma de Herrerías (Mazarrón, Murcia). Estudio histórico-arqueológico», XVZ Congreso Arqueológico
Nacional, Murcia 1982, Zaragoza 1983, 925-936; Janine Lancha, Mélanges de la Casa de Velázquez
20, 1984, 48-51; S. Ramallo Asensio, Mosaicos romanos de Carthago Nova (Hispania Citerior),
Murcia 1985, pp. 79-82 y lámina XXXVI; S. Ramallo Asensio, «Inscripciones sobre pavimentos de
época republicana e n la Hispania romana», Epigrafia hispánica de época romano-republicana,
Zaragoza 1986, 185-186.
(29) Para una información pormenorizada remitimos a la tesis doctoral de D. M. Amante
Sánchez, a la que ya hemos aludido más arriba.
El Puerto de Mazarrón tiene una inmensa riqueza arqueológica en su
seno que poco a poco se va manifestando y está siendo estudiada. Es
difícil no aceptar la idea de un poblado con categoría urbana y el proble-
ma es que la municipalidad pudo ser temprana si atendemos a la riqueza
y comercio como el que aquí se manifiesta.
En razón de la magnificencia de tales yacimientos hay que postular la
explotación púnica de los mismos y la continuidad bajo el dominio roma-
no, por lo que la unidad con lo que ocurre en Cartagena resulta elemen-
tal.

Archena

En Archena hubo un importantísimo poblado ibérico en el Cabezo del


Tío Pío del que se han recuperado un gran cantidad de vasos griegod30).
En el fondo del valle hubo y existe un importantísimo balneario ter-
mal(31).Hay epigrafía directamente relacionada con el balneario (CIL
11,3541 y 3542; ILER 2043 y 2046) o indirectamente ya que al estar
escrita en la piedra parece tener relación con la dimensión religiosa que
se manifiesta en las aguas (CIL 11,3543).Pero en una de estas lápidas se
habla de IIviros y se plantea el problema de identificar a qué municipio
pertene~erían'~~).

(30) P. Bosch Guimpera, «Adquisiciones de la colección Vives de Madrid*, A.Z.E.C. V, 1913-14,


875-879; A. Fernández de Avilés, .Notas sobre la necrópolis ibérica de Archena (Murcia)., AEspArq
XVI, n. 50, 1943, 115-121; J. San Valero Aparisi, «Archena Ibérica,,, Crónica del Z I Congreso
Arqueol6gico del Sureste, Murcia 1946, 390-397; J. San Valero Aparisi y D. Fletcher Valls, .Primera
campaña de excavaciones en el Cabezo del Tío Pío (Archena)~,Informes y Memorias n. 13,1947, 55
p. más XXVI láminas y 15 figuras; J. D. Beazley, .La cerámica ática del Cabezo del Tío Pío en
Archena (Murcia)., Cuadernos de Historia Primitiva 111, 1948, p. 43. Sobre el tema comenzó una
tesina el Sr. Frutos Barba, pero tememos que el tema haya quedado detenido. Una exposición de
conjunto puede verse en M. E. Medina Tornero, Historia de Archena, Murcia 1990, pp. 31-69.
(31) A juzgar por el número de sus usuarios es con mucho el más importante de toda la
Península Ibérica. Según estadísticas oficiosas acuden allí unos 12.000 bañistas, siguiéndole en
importancia los Baños de Fitero con 4.000 bañistas. Más datos sobre los baños e n M.E. Medina
Tornero, Historia de Archena, Murcia 1990, pp. 75-86, 369-386, 549-584.
(32) La atribución de tales magistrados (CZL 11, 3541; ILER, 2043) a una ciudad con estatuto
privilegiado es u n problema sin solución hasta el momento. Hübner insinúa que pueden ser magis-
trados de Cartagena o de Murcia e imaginamos que por Murcia debe entender de alguna otra ciudad
de la región de Murcia, ya que nunca se había hablado de Murcia como lugar con estatuto municipal.
M. E. Medina Tornero, Historia de Archena, Murcia 1990, p. 84 se atreve a insinuar que Archena
misma pudo gozar del estatuto privilegiado. No tendría nada de extraño que así hubiera sido, si
tenemos en cuenta que no lejos de Archena está la ciudad tardorromana de Ulea en la que hasta
ahora no han aparecido restos de población altoimperial y es muy posible que al calor de los baños
haya fraguado por allí un municipio cuya sede, en momentos de emergencia haya podido trasladar
su hábitat a la cercana Ulea para mejor defensa (Véase M. Berlanga, Los bronces de Osuna, Málaga
En cualquier caso lo que es evidente es que los balnearios eran sedes
de intensa romanización, como sabemos bien por el de Fortuna, gemelo
del de Archena y no lejano y tampoco es de excluir a priori que ambos
formaran parte de una única ciudad con estatuto urbano.

Fortuna

Podemos recordar aquí los recientes hallazgos de la Cueva Negra con


su peculiar e ~ i g r a f í a 'así
~ ~ como
) los nuevos descubrimientos del asenta-
miento romano en el balneario(34). Todo ello acerca mucho este conjunto
al del balneario de Archena que acabamos de comentar. Hasta ahora los
hallazgos romanos de Fortuna sólo se remontan al s. 1. de nuestra era,
pero hay abundantes restos ibéricos, algunos excavados no hace mucho
tiempo, y en fase de estudio, y no hubo solución de continuidad entre
ambas culturas, por lo que suponemos que la romanización de los bal-
nearios comenzó tan pronto como los romanos pusieron pie en la Penín-
sula, pero todavía no podemos hablar aquí de asentamiento urbano ya
que aquí no tenemos indicio alguno en que apoyarnos.

Ulea

Podemos hacer una breve alusión aquí al impresionante yacimiento


romano de Ulea(35), por su cercanía a Archena y porque hasta el presente
sólo han aparecido restos de época tardía en el mismo, por lo que no sería
imposible que en este punto del valle del Segura el poblamiento de época
clásica hubiera tenido una continuidad en este yacimiento tardorromano.
1873, p. 337, nota 1;J. Muñiz Coello, El sistema fiscal en la Hispania romana, Huelva 1980, p. 332).
Por otra parte hay casos similares en el urbanismo peninsular, como demostró el Prof. G. Chic en el
congreso de Toledo de septiembre de 1993 sobre Italia e Hispania en la crisis de la república, citando
el caso de Munigua (en prensa).
(33) A. González Blanco, M. Mayer Olivé y A. Stylow, La Cueva Negra de Fortuna (Murcia) y
sus Titulipicti. U n santuario de época romana, Antigüedad y Cristianismo IV,Murcia 1987; M. Mayer
Olivé, *¿Rito o literatura en la Cueva Negra?», Religio Deorum. Actas del coloquio internacional de
epigrafia Culto y Sociedad en Occidente. Tarragona 6-8 de octubre de 1988, Sabadell 1993, 347-356;
A. Stylow, «La Cueva Negra de Fortuna (Murcia) ¿Un santuario púnico?», Religio Deorum ..., pp.
449-460; M. Mayer, «La pervivencia de cultos púnicos: el documento de la Cueva Negra (Fortuna,
Murcia)», L'Africa romana. Atti del VZI convegno di studio Sassari, 15-17 dicembre 1989, Sassari
1990,695-702; M. Mayer y A. González Blanco, «Novedades en la Cueva Negra (Fortuna, Murcia)»,
Congreso Internacional de Epigrafia Rupestre de Compostela 1991 (en prensa).
(34) A. González Blanco, «El balneario de Fortuna y la Cueva Negra (Fortuna, Murcia)», Actas
del coloquio sobre termalismo antiguo noviembre de 1991, Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la
Facultad de Geografia e Historia (UNED), serie 11, 5. Historia Antigua, Madrid 1992, 421-454.
(35) A. González Blanco, *La ciudad romana de Ulea,, Verdolay 3, 1991, 59-64.
Eliocroca

Conservamos el nombre en las actas del concilio del Elbira, por las
que también conocemos el nombre del presbítero Eutiques que pertene-
cería a los dirigentes de la comunidad cristiana del lugar. Y suele identi-
ficarse con la actual L ~ r c a ' ~ ~ ) .
Las huellas romanas en Lorca tienen un eximio exponente en el famo-
so miliario conocido como La columna de San Vicente Ferrer, que sería
argumento en favor de la existencia de una mansio en el lugar o sus
cercanías. Algunas lápidas sepulcrales, que no parecen de personas rele-
vantes ya que no suelen tener ni siquiera los tria n ~ m i n a ' ~con ~ ) , la
excepción de la de L. RVBELIVS PHILOSTRATVS(38).Probablemente
Lorca no tuvo estatuto privilegiado durante todo el Alto Imperio.
De su romanización temprana nada podemos decir porque la existenciamis-
ma de un yacimiento romano en el castillo de la ciudad actual ha sido hallazgo
muy reciente(39)y aún está por precisar en su contenido y dimensiones.
(36) La identificación siempre supuesta no ha sido jamás demostrada. Los autores humanistas
del Renacimiento han jugado con la etimología solar del nombre simplemente por las apariencias sin
pretender comprobar alternativas razonables. Puede verse la oba del P. Morote, la del canónigo
Lozano, etc. Otros han pretendido identificar Lorca con ILORCI (Bibliografía e n A. Yelo Templado,
dlorci, una ciudad e n la cuenca alta del Segura., Anales Universidad de Murcia. Filosofía y Letras
XXXVI, 1-2, 1977-78, 151-162) e incluso con alguna otra ciudad conocida por las fuentes, pero nada
se prueba con suficiente garantía.
(37) J. Espín Rael, «Descubrimiento de la necrópolis de Eliocroca» N Congr. Arq. del Sudeste
Español, Elche 1948, Elche 1949, p. 402 SS.;M. J. Aragoneses, Guía de los Museos de España, N.
Museo Arqueológico de Murcia, Madrid 1956; J. Espín Rael, <Prácticasfunerarias que se deducen
del examen de las cerámicas encontradas e n la necrópolis romana de Eliocroca*, Crónica del
I Congreso Nacional de Arqueología y V del Sudeste, Valencia 1949, Cartagena 1950, 259-266.
(38) Esta lápida es significativa ya que es paralela a la existente e n Mazarrón, descubierta en
Coto Fortuna e n 1887 (CIL 11, 3530. Cfr. J. Espín Rael, Lápida sepulcral de L. Rubellius, .Boletín de
la Sociedad Española de Excursiones 56, 1952,253-254; J. Espín Rael, «La lápida miliaria augustal
y la lápida sepulcral de L. RVBELLIVS de Lorca*, Murgetana .5, 1953, 9-37; HAE 8-11, p. 20).
Seguramente que el mismo L. RVBELLIVS PHILODAMVS que dedica esta lápida a su padre es el
que dedica la de Coto Fortuna a ALEXANDRA su madre (Cfr.A. M. Canto, «Inscripciones inéditas
andaluzas I», Habis 5, 1974, 224-225; S . Ramallo Asensio y R. Arana .La minería romana e n
Mazarrón (Murcia). Aspectos arqueológicos y geológicos»,Anales de Prehistoria y Arqueología 1,
1985, 55). Si la madre muere en Mazarrón y el padre e n Lorca, es suficiente que Mazarrón sea
municipio romano para que los tria nomina puedan localizarse allí.
(39) La posibilidad de que allí existiera u n poblamiento urbano se planteó con el descubrimien-
to de la necrópolis de La Torecilla (J. Espín Rael, .Descubrimiento de la necrópolis romana de
Eliocroca,,, Congreso Arqueológico del S E Español IV, Elche 1948, pp. 400-404);pero la arqueología
de Lorca ha tomado u n fuerte impulso con la creación del Museo Municipal y el nombramiento del
arqueólogo D. Andrés Martínez Rodríguez como responsable del campo. A él debo la información
sobre los hallazgos cerámicos del castillo y de él esperamos nuevas investigaciones al respecto. Para
la historia de la investigación de la civilización romana e n Lorca véase C. Belda, El proceso de
romanización de la provincia de Murcia, Murcia 1975, 261-262.
A priori y dada la geografía de la zona podemos suponer el interés
económico de todo el valle del Guadalentín y su adecuación para el
asentamiento de veteranos. Su importancia como vía de comunicación
con la Ulterior necesariamente debió obligar a una temprana romaniza-
ción y a un mantenimiento esmerado por parte de Roma dentro del
ámbito de su dominio indiscutido. El problema principal es el determinar
el camino por el que la minería de Cástulo saldría al mar Mediteráneo y
mientras esto no se aclare resulta difícil precisar más la función del
actual campo de Lorca en tiempos de la República y el Alto Imperio, por
ello, hoy por hoy, consideramos a toda la región como una prolongación
de Cartagena o Mazarrón y postulamos una evolución similar, si bien sin
pretender la existencia de un habitat urbano privilegiado.
Con ello queda indicado que todo el campo de Lorca quedaría integra-
do en el mismo horizonte(40).

Águilas = iUrci?

Que la actual ciudad de Águilas está situada sobre un yacimiento


romano es conocido desde hace ya mucho tiempo(41).
En Águilas se han recuperado 13 lingotes de plomo de época republi-
cana con inscripción en la marca(42).
El complejo terma1 conocido ya desde el siglo XVIII(43)
fue excavado de
nuevo y publicado bajo la dirección del Dr. Ramallo Asensio en 1985(44).
En qué medida pueda identificarse con la antigua ciudad de URCI es
asunto que se siendo bastante probable la existencia de dos

(40) El campo de Lorca está repleto de importantes yacimientos, en su mayoría o práctica


totalidad de índole rural, cuya lista y caractensticas hemos recogido en la TABULA IMPERRI
ROMANI y no vamos a repetir aquí.
(41) F. Palacios Morales, Aguilas desde la Prehistoria, Murcia 1982.
(42) C1. Domergue y J. Mas García, .Nuevos descubrimientos de lingotes de plomo romanos
estampillados»,XVI CAN (Murcia-Cartagena 19821, Zaragoza 1983, 905-909, fig. 2 a y b; fig. 7 a, b;
también puede verse el Anuario Epigráfico de 1983, n. 604.
(43) A. De Robles Vives, Representación del estado actual de la nueva población de Las Águi-
las, manuscrito de 28 de febrero de 1788, Madrid, Archivo Histórico Nacional; M. Jorge Aragoneses,
Arqueología, Fascículo Águilas, Murcia, Diputación Provincial, 1974, p. 17; F. Palacios Morales,
Aguilas desde la prehistoria, Murcia 1982, pp. 58-59.
(44) S. Ramallo Asensio, Las termas romanas de Águilas, Murcia 1985.
(45) M. Sánchez Martínez, Tierra Urcitana. Romanización y cristianización, Almería 1988,
quien recoge y sigue sin crítica alguna las opiniones de estudiosos actuales que la sitúan en el golfo
de Almena; F. L. Pareja Muñoz, Urci, la ciudad perdida en la Historia, Murcia 1991, que la sitúa en
Tébar, cerca de Aguilas, tras de someter a un profundo análisis los documentos existentes.
Urci, en razón de los datos de las fuentes literarias. Si se admite que
pueda atribuirse a este lugar el epígrafe del C.I.L. 11 3524, procedente de
U r ~ i (y~que
~ ) trata de culto imperial(47)el tema de la posible categoría
urbana del lugar ganaría muchos puntos.

La Encarnación de Caravaca ( = m S O ? )

Es otro de los yacimientos de mayor envergadura arqueológica de la


región, acompañada esta vez no de muchas inscripciones, pero sí de una
que ha hecho correr abundante tinta. Es la recogida en el CIL 11, 5941
L.AEMIL.M.F.M.NEP.QVIRINA.RECTVS.DOMO.ROMA.QVI.ET.KART.
ET.SIIANVS~~ANVS~MCEDEMONIVS~~AN
mARGIVSSCRIBA.QvAESrOm.~mCIVSmNATVS-E&u09[J
AB~.~.TRAIANO~RTANOAvGmILTS.mLO~G
PATRONVS RE1 PUBLICAE ASSOTANOR.TESTAMENTO.SV0
REI.PVB.ASSOTAN.FIERI.IVSS1T.EPVLOANNVO.ADIECT0
Un fragmento de la misma inscripción apareció en La Vereda, cerrillo
situado en la margen derecha del río Argos y como a media legua al SO
de Caravaca (Véase CIL 11,5942).
Y otras dos inscripciones, una conservada en Cartagena en el castillo
de la Concepción y la otra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid
con textos más o menos coincidente^'^^).

(46) Hübner la toma de Antonio Muratori, quien la toma de las fichas de P. Cattaneo. La
localización la pone Hübner en la zona costera no lejos del comienzo de la provincia citerior, con lo
que no salimos de dudas.
(47) A. Donati, Epigraphia Hispanica, p. 59; Rusell Cortez, <'Oculto do Imperator no "Conven-
tus Bracaraugustanus"~~, Bracara Augusta 2, 1950-51, p. 376; R. Etienne, Le culte impérial dans la
Peninsule Ibérique, Bourdeaux 1958, p. 392, nota 5 y p. 305; R. Lázaro Pérez, Inscripciones romanas
de Almería, Almería 1983, n. 50.
(48) Tanto el tamaño de la inscripción (360 x 58 x 58 cm.) como su repetición han creado
muchos problemas al estudio de la misma, de suerte que ni Hübner en el CIL ni varios de sus
ulteriores exegetas describieron bien la realidad material de los objetos a estudiar. El último trabajo
amplio sobre la inscripción y sus problemas lo ha publicado J. Le Gall, ~Quelquesremarques a
propos d'une inscription du Museo Arqueológico Nacional (CIL 11, 3423)», Homenaje a M. Almagro
Basch, vol. 111, Madrid 1983 con un resumen en AEpr 1983, n 546. Para la historia de la discusión
y precisiones acerca de la lápida puede leerse A. Beltrán, «Las inscripciones honorarias de Cartage-
n a , RABM 55, 1949, 540-545 y también del mismo autor en II Congreso del Sudeste Español,
Albacete 1946, 318 SS. Para algunos aspectos de la inscripción puede verse P. Piernavieja, <<El
collegium assotan(orum) y otros similares*, AEspArq 50-51, 1977-78, 437-443.
El problema de la pertenencia del personaje a la tribu Quirina podría entrar como criterio si el
personaje fuera ciudadano de alguna ciudad (Cfr. G. Alfoldy, Romisches Stadtewsen auf der Neukas-
tilischen Hochebene, Heidelberg 1986, p. 30); pero es el caso que tal ciudadano tiene su origen en
Roma y que los ciudadanos de Roma no suelen estar inscritos en la tribu Quirina (Cfr. Mommsen en
CIL 11, 3423).
La personalidad de Lucio Emilio Recto merecería un capítulo ella
sola, pero no es éste el lugar. Notemos únicamente la enorme importan-
cia que este individuo tuvo en toda la zona de la actual Caravaca y,
según todos los indicios, en concreto en la zona de La Encarnación, que a
juzgar por esta inscripción no habría más remedio que aceptar que sea la
antigua ciudad de ASSO y que en tiempo de ADRIANO es denominada
RES PVBLICA y por tanto municipio romano, del que el personaje en
cuestión fue PATRONO.
El yacimiento es espectacular y muy difícilmente interpretable; pero
sea de ello lo que fuere aquí lo que nos interesan son los resultados de las
últimas excavaciones en la zona de los templos(49). Ellas, según su exca-
vador, mostrarían un capítulo singular de la romanización ya a princi-
pios del siglo 11 a.c. al ser el primer templo romano allí construido, cuyos
restos han aparecido entre los escombros, un edificio de tipo perfecta-
mente romano, seguramente importado de la ciudad del Tíber.
La continuidad del santuario romano hasta el día de hoy es patente,
ya que sobre el basamento del templo romano se alza la ermita actual-
mente en culto; pero sabemos menos de la vida de la o de las ciudades en
época imperial. ¿Se convirtió el santuario en el único lazo de unión, con
categoría de ciudad, de una serie de poblamientos dispersos que siguie-
ron teniendo vida material indígena y pastoril? ¿Estamos aquí ante la
ciudad de Asso de la que se ha hablado no poco en conexión con este
ya~imiento?'~~). Resulta difícil suponer una vida urbana romana brillante
que no haya dejado restos claramente visibles, cuando tan fuertes son los
restos indígenas; pero por otra parte los restos indicados tienen una
entidad de gran relieve y en este caso, además, desde muy temprana-
mente. Antes hemos indicado el posible descenso urbano de este enclave
a beneficio de Begastri que se habría convertido así en la ciudad destina-
da a perdurar en época visigoda, como tal ciudad. El surgimiento ulterior
de C a r a ~ a c a ( ~mostraría
l) la tendencia a la baja del yacimiento de La
Encarnación y apoyaría un camino de la reflexión en el sentido indicado.

(49) Realizadas bajo la dirección del Dr. S. Ramallo Asensio han sido publicadas en .Un
santuario de época tardo-republicanaen La Encarnación, Caravaca, Murcia*, Cuadernos de Arqui-
tectura Romana 1, Templos Romanos de Hispania, Murcia 1992, 39-65.
(50) A. Fernández Guerra, Las ciudades bastetanas de Asso y Argos, Madrid 1887; E. Cuadra-
do Dfaz, «Introducciónal estudio arqueológico del Estrecho de la Encarnación*,Boletín Arqueológico
del Sudeste español, 11, julio-sept. 1945, 124-134 con X1 fig. Cartagena.
(51) Los recentísirnos hallazgos de cerámicas romanas en el Santuario de la Vera Cruz en
Caravaca, demuestran que el lugar tuvo ocupación romana. Su ascenso ulterior hasta convertirse en
una de las más importantes ciudades de la región se debe a su situación estratégica en la red viaria
de la zona.
Totana

No conocemos yacimiento romano con entidad suficiente como para


poder ver en él una ciudad; pero por un lado la toponimia que parece
estar postulando un nombre romano con la desinencia frecuentísima en
-anus, -una, -anum que indica posesión o cualidad sería un primer indi-
cativo. Además la epigrafía es elocuente:
Un testimonio de culto imperial CIL 11, 3531(52).
La tumba de un procurador imperial: CIL 11; 3532(53).
El currículum de un ciudadano que fue edil curul, decemviro, etc. etc.
CIL 11, 3533.
Un cenotafio: CIL 11, 3534(54).
Son muchas inscripciones sobre todo en una región como es la actual
provincia de Murcia en la que, salvo en Cartagena, la epigrafía no abun-
da. Es cierto que el conjunto se explicaría suficientemente admitiendo la
existencia de una gran villa imperial o senatorial íntimamente unida a
la casa reinante y los nombres de villas con una tal toponimia son muy
frecuentes en la geografía hispana.
Pero no conociendo el yacimiento y pudiendo el conjunto explicarse
por un asentamiento agrícola o por una simple mansio de los itinerarios,
de momento al menos podemos prescindir de ulteriores valoraciones.

Cerro de la Almagra

La entidad arqueológica del Cerro de la Almagra ha sido muy bien


planteada por G. Matilla S e i q ~ e r ' ~siguiendo
~), anteriores atisbos de
G. Nieto Gallo(56).La epigrafía hasta el momento sólo ha aportado una
lápida (CIL 11,3540) y en ésta el signo de la C invertida hacia la izquier-
da al menos para el noroeste peninsular habría que entenderlo como

(52) R. Etienne, Le culte imperial, Paris 1958, 301-310.


(53) H.G. Pflaum, en Les Empereurs Romaines cZ'Espagne, Coll. CNRS, Paris 1965, p. 112.
(54) Bücheler, Carmina Latina Epigraphica, 538; Cholodniak, Carmina sepulcr. latina epigra-
phica, Petropoli 1904, n. 732.
(55) G. Matilla Seiquer e 1. Pelegrín García, <<ElCerro de la Almagra y Villaricos. Sobre el
poblamiento urbano y su entorno en los siglos de la Antigüedad Tardía»,Antigüedad y Cristianismo 11,
1985, 281-302.
(56) G. Nieto Gallo, «Dos importantes yacimientos arqueológicos de la provincia de Murcia*,
B.S.E.A.A. (Valladolid) XI, fasc. MMVII-XXXM, 1945, 190-191.
LAMINA XI. Cerro de la Almagra (Mula). Según G. Matilla Seiquer e I. Pelegrín García
(1985).

Quizá nos hallemos ante un castellum, con ciudadanos


«ca~tellumJ~~).
romanos, pero ni colonia, ni municipio antes de Caracalla.

(57) Al principio se pensó que la C invertida fuera indicativo de la centuria (A. Schulten, Los
Cúntabros y Astures y su guerra con Roma, Madrid 1943, pp. 63 SS.; M. Carmen González Rodríguez,
Las unidades organizativas indígenas del úrea indoeuropea de Hispania, Vitoria 1986; P. Le Roux-
A Tranoy, e'C', le mot et la chose. Contribution au débat historiographique»,AEspArq 56,1983,109-
121. Una nueva interpretación da M . L. Albertos Firmat, *Organizaciones suprafamiliares en la
Hispania Antiguar, BSAA (Valladolid)40-41,1975,5-66 y 47, 1981,208-214; G. Pereira y J . Santos,
*Sobre la romanización del noroeste de la Península Ibérica. Las inscripciones con mención del origo
personal», Actas do Seminario de Arqueología do Noroeste Peninsular, vol. 111, Guimaraes 1980,
117-130. Sobre el momento e n que tal forma de designar el origen deja de emplearse: G. Pereira,
«Los castella y las comunidades de Gallaecia», Zephyrus 34-35, 1982, 249-267; M. L. Albertos
Firmat, &obre los Castella del NO peninsulan,, Actas del I Congreso Nacional de Historia Antigua.
Santiago 1986, Santiago 1988, vol. 11, 191-195.
Cieza

En la zona de la actual Cieza hubo una gran ciudad de época musul-


mana(58).Los indicios apuntan a que tal ciudad fue también tardorroma-
na(59).Pero en Cieza no hay e~igrafía@~), lo que no avala la temprana
romanización de la zona al menos a nivel municipal.

Villavieja-Calasparra

En Calasparra están las minas de Gilico con explotación de época


romana; y también los baños de Gilico, también con yacimiento romano;
pero todo ello está sin estudiar. Así como tampoco hay un yacimiento con
entidad romana que pueda entenderse como ciudad, a menos que el
yacimiento de faz árabe de Villavieja haya tenido al menos una etapa
tardoantigua, a lo que algunos indicios apuntarían. En cualquier caso la
romanización pudo ser temprana en función de los baños y de las minas
sin que tales influjos llegaran a dar impulso a una comunidad con esta-
tuto pri~ilegiado'~~).

Jumilla

Situada en una zona con importantes restos ibéricos y romanos(62)


hasta ahora no se ha conseguido detectar un núcleo importante urbano
al que pueda atribuirse categoría de ciudad privilegiada.

(58) Uno de los yacimientos árabes de mayor interés en Murcia y quizá e n toda España y en
todo el mundo árabe occidental. Desde hace algunos años viene siendo excavada por J. Navarro
Palazón quien h a publicado &iyasa: una madina de la Cora de Tudmir~,Áreas 5, 1983, 169-189; .El
despoblado islámico de Siyasa (Cieza), Revista de Arqueología 53, 1985, 30-43; <Arquitectura y
Artesanía en la Cora de Tudmin, Historia de Cartagena V, 1986,411-485; «La conquista castellana
y sus consecuencias: la despoblación de Siyasa*, Castrum 3, 1988, 207-214; <<Lacasa andalusí e n
Siyasa: Ensayo para una clasificación tipológica. en L a casa hispano-musulmana. Aportaciones de
la Arqueología. La maison hispano-musulmane. Apports de Z'Archeologie. Granada 1990, 117-198.
(59) No hay nada publicado. El Dr. Yelo Templado que h a recorrido el yacimiento innumera-
bles veces certifica haber hallado piezas de cerámica romana tardía, y lo mismo aseguran miembros
del equipo excavador, pero nada de ello h a sido dado a luz por escrito.
(60) CIL 11, 357" que Hübner estima falsa.
(61) Indalecio Pozo h a realizado allí varias campañas de excavaciones y h a publicado .Datos
sobre el yacimiento musulmán de .Villa Vieja* (Calasparra)», Ciclo de conferencias VII centenario.
Calasparra, Murcia 1990,V conferencia, 32 pp.; Id. .El despoblado islámico de Villa Vieja, Calaspa-
r r a (Murcia). Memoria preliminar», Miscelánea Medieval Murciana.
(62) M. C. Molina Grande y J. Molina García, Carta Arqueológica de Jumilla, Murcia 1973,
M. C. Molina Grande y J. Molina Molina, Carta Arqueológica de Jumilla. Addenda 1973-1990.Murcia
1991.
SECTORES ARRASADOS POR
LA PALA MECÁNICA
AT. ATARJEA
PO. POYO DE COCINA
LET. LETRINA
PIL. PILETA
P. POZO
H. HOGAR

LAMINAXIII. Villa Vieja de Calasparra. Sector Central. Según I. Pozo Martínez (1989).

153
SECTORES ARRASADOS POR LA
PALA MECÁNICA

ELEMENTOS DE DEFENSA
AT. ATARJEA
PO. POYO DE COCINA
LET. LETRINA
PE. PESEBRE
P./F POZO / FOSA SÉPTICA
H. HOGAR
A. ALACENA
PA. POYO DE ASIENTO

XIV. Villa Vieja de Calasparra. Sector meridional. Según I. Pozo Martínez (1989).
LAMINA
Siete inscripciones latinas, una sepulcral (ILER 3413) y seis indefini-
das (CIL 11, 3545. 3546 3547. 3548. 5944. 5945) y una cristiana aún sin
descifraP3)no dan para mucho en este sentido.

Yecla

La entidad del poblamiento romano en la zona de Yecla comienza a


ser conocida también para el público científico(64), muy especialmente
tras la excavación que desde hace algunos años se viene realizando en el
yacimiento de LOS TORREJONES(65).
La epigrafía hasta ahora es escasa y mal ubicable: un grafitto amoro-
una lápida sepulcral (CIL 11, 3550) y otra de carácter mal definido
so(66),
(CIL 11; 3549) y algunos grafitti aún sin publicar(67).De momento sólo
podemos avanzar que la cultura que denotan las inscripciones y los
hallazgos iconográficos denotan una vida profundamente romanizada.

Librilla

La epigrafía aparecida en el término municipal de Librilla, en Finca


Trujillo, enormemente interesante para el estudio de la religiosidad de
época romana, no nos pone en conexión con temas de la vida urbana(68).

(63) E. Hernández Carrión, *Lápida cristiana en Jumilla (Murcia)»,Antigüedad y Cristianismo


VII, 1990, p. 588.
(64) L. Ruiz Molina, «El poblamiento romano en el área de Yeclan, Antigüedad y Cristianismo
V, 1988 (publicación en 1990), 565-598.
(65) M. Amante Sánchez, «Relación de los trabajos arqueológicos realizados en el yacimiento
romano de los Torrejones durante el año 1984 (2 campaña), Yecla., Excauaciones y prospecciones
arqueológicas, Murcia 1987, 288-294; M. Amante Sánchez, «Yacimiento romano de los Torrejones
(Yecla). 111 campaña de excavaciones (1985), Memorias de Arqueología 1985-1986, Murcia 1991,
235-258; M. Amante Sánchez, <Yacimiento romano de los Torrejones (Yecla). IV campaña de excava-
ciones (1986),, Memorias de Arqueología 1985-1986, Murcia 1991, 259-282; «Villa romana de los
Torrejones, Yecla», Memorias de Arqueología 1989, Murcia 1993, 165-204.
(66) Ch. Dubois, «Inscriptions latines d'Espagne~,Bulletin Hispanique 3, 1901, p. 213.
(67) Lo sabemos por comunicación de los excavadores y por haber hecho gestiones para la
lectura de alguno de ellos cuyo carácter parece ser jocoso.
(68) 1. García Jiménez, J. J. Storch de Gracia y Asensio, G. Cisneros Pérez y A. Vicente
Castillo, «El proceso digital de imágen en la investigación arqueológica,, Anales de Prehistoria y
Arqueología 1, 1985, 93-97 con láminas 1-5.
LAMINA XVI. LOSTorrejones (Yecla). Sector 11. Según M. Amante Sánchez (1993).

157
Murcia

Al hablar de los duumviros de Archena, Hübner hablaba de magistra-


dos murcianos. Ya hemos apuntado que no era claro a qué podía referir-
se. Pero muy recientemente están apareciendo indicios que obligan a
tener en cuenta la huerta murciana para plantear el tema de la romani-
zación. Desde luego se dio, e intensamente, en la Antigüedad Tardía: no
sólo la villa de La Alberca, con su conocido martyrium; sino también el
castillo de Los Garres, con suficiente entidad urbana para la época y con
una basílica paleocristiana-bizantina en sus aledaños. Estos yacimientos
bajoimperiales y tardíos nos obligan a plantearnos en qué medida tuvie-
ron precedentes altoimperiales o republicanos(69).El nombre de Murcia
puede ser un primer indicio: es un nombre que muy probablemente tiene
connotaciones paganas y por ello es difícil que pueda provenir de la
Antigüedad Tardía(70). No hay yacimiento que haga pensar en la existen-
cia de una ciudad aquí en los primeros tiempos de la dominación roma-
na, pero es difícil rechazar la idea de una explotación agrícola del esplén-
dido valle del Segura. Y algunas lápidas epigráficad71)acreditarían tal
presencia romana, sin que por el momento se pueda precisar más.

Conclusiones

La romanización y urbanización de la actual Región de Murcia es un


proceso que comienza en el momento en que los romanos ponen los pies
en Hispania con ocasión de la segunda guerra púnica y muy en particu-
lar con la conquista de Cartagena en al año 209. Toda la región se
convierte en zona estratégica para el avance romano en la conquista de
la Península. Y en este avance Cartagena es la base militar y la ciudad
más importante en toda la primera etapa de la conquista. En las noticias
actuales sobre el nivel de romanización y muy en concreto sobre el nivel
de urbanización tenemos que situar el estatuto colonial de Cartagena en
tiempos de César; pero ya hemos indicado que el avance del estatuto
jurídico no parece adecuarse a la realidad vivencial, a menos que ya

(69) M. Gómez Moreno, .Sugerencias murcianas., Homenaje a l Prof. Cayetano de Mergelina,


Murcia 1961-1962,441-444recoge una buena panorámica de la situación, aunque desde entonces ha
llovido mucho y hay muchos más datos.
(70) A. González Blanco, .Las otras Murcias de España. Nuevos datos para la significación del
topónimo Murcia*, Murgetana LXI, 1981, 5-10; A. González Blanco, «El nombre de Murcia. Nuevas
perspectivas para su estudio», en Murcia Musulmana (Ed. F. Flores Arropelo), Murcia 1989, 75-84.
(71) CIL 11 3522. 3523. 356*; HAE 5-7. n. 1232, etc ...
antes de la elevación al rango de colonia hubiera tenido algún tipo de
estatuto privilegiado, tema que algunos indicios permiten plantear.
Como es natural, en la primera etapa son los lugares estratégicos los
que más influencia reciben como es el caso de la misma Cartagena, el de
la zona minera de Mazarrón, y el de La Encarnación de Caravaca.
Cuando la política romana plantea la urbanización del territorio, hay
indicios que apuntan hacia la municipalización no sólo en Mazarrón y
Begastri sino probablemente en La Encarnación (Caravaca) y en los
balnearios como Archena.
La situación, en el estado actual de la investigación, nos permite
identificar en esta geografía una colonia (Cartagena), un municipio cier-
to (Begastri), uno muy probable (Mazarrón), dos probables (Archena y
Águilas) y varias ciudades que muy posiblemente fueron municipios
después de la Constitutio Antoniniana (Lorca, El Cerro de la Almagra,
Ulea y quiza Cieza y Villavieja en Calasparra).
Los yacimientos romanos ofrecen suficiente densidad como para hacer
pensar que todo el establecimiento urbano de la actual región murciana
deriva del que surgió en época romana y floreció en los siglos de la tardía
romanidad.
LA EVOLUCIÓN DE LAS CIUDADES ROMANAS
DE LA REGIÓN DE MURCIA DURANTE LAS
ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA.
La incidencia de las invasiones y
de la cristianización en las ciudades romanas
de la Región
1. LA TRANSFORMACIÓN DE LAS CIUDADES ROMANAS A LO
LARGO DEL IMPERIO

El estudio de la vida de las ciudades a lo largo del tiempo que dura la


civilización romana, puede describirse en una panorámica en la que de
modo general están de acuerdo los autores:
A) Durante la República romana, y a pesar de las diversas tendencias
que se pueden detectar, la estructura de la civilización latina y romana
está configurada como una especie de confederación de ciudades más o
menos jerarquizada. Con la creación de las primeras provincias y el auge
del imperialismo romano, la sujeción de las ciudades al Estado se hace
cada día más evidente'l); pero las ciudades siguen siendo unidades admi-
nistrativas autónomas o semiautónomas.
B) Así sigue la situación a comienzos del Imperio. Ya desde el siglo 11
se ven en occidente signos evidentes de decadencia del ~rbanismo'~),
mientras que en la parte oriental del Imperio los siglos 111 y IV conocen
un brillante revivir urbano. Es cierto que algunas ciudades padecen los
avatares de los problemas logísticos de la defensa y administración del
Imperi~'~), pero en general en Oriente las ciudades son grandes, flore-
cientes y económicamente productivas y poderosa^'^), mientras que en
Occidente desde el siglo 111 había muchas ciudades

(1) R. Ganghoffer, L'euolution des institutions municipales en occident et en orient au Bas-


Empire, Paris 1960, p. 27, 44.
(2) H. Ganghoffer, op.cit., p. 31; M . Lombard, &'evolution urbaine pendant le Haut-Moyen-
Agew, Annales Econ. Soc. Ciu. 1, 1957, 7-29.
(3) Tal ocurre P.e. en Palmyra y Bosra (Cfr. Ganghoffer, op. cit., p. 35).
(4) R. Ganghoffer, op. cit. p. 34, 36.
(5) R. Ganghoffer, op. cit. pp. 31-33, 36.
C) En Occidente hay que distinguir entre diversas zonas. Así mien-
tras que en Africa el apogeo de las ciudades comienza con Trajano (98-
117) y dura hasta Septimio Severo (183-211),constatándose una ralenti-
zación en las construcciones desde Gordiano hasta Diocleciano, a partir
de este momento se puede comprobar una actividad nueva en los núcleos
de población, de los que la mayor parte eran municipios creados por
Roma@).Y lo mismo ocurre con algunos puntos de Italia(7).
En este contexto se da la CONSTITUTIO ANTONINIANA que pro-
mulgada por Caracalla extiende la ciudadanía a todas las ciudades del
I m p e r i ~ 'y~ que
) es un documento de extraordinaria importancia, pero al
que los historiadores no suelen prestar atención a la hora de reconstruir
la historia concreta de cada ciudad ya que su influencia debió ser muy
pequeña si es que fue alguna o porque aún no hemos captado las claves
de su operatividad.
Pero de modo general, a consecuencia de las invasiones del siglo 111,
los campos se despoblaron y los señores extendieron sus dominios sin
límites. El período agitado había comenzado desde los tiempos de Decio y
de Valeriano, tras el reinado tempestuoso de Galieno y las tentativas
abortadas de imperios provinciales. Los bárbaros surgieron por todas
partes, los germanos descendieron hasta Ravenna; bandas de origen
franco atravesaron las Galias de parte a parte, llegando a poner sitio a
Tarragona y a bajar hasta África; los alamanes invadieron Suiza y la
Ci~alpina'~).

( 6 ) R. Ganghoffer,op. cit. p. 33; B. H. Warmington, The municipal Patrons of Roman North


África (Papers of the British School at Rome) 1954, 22 pp. 27-54.
(7) Pequeños oppida del Latium y de Toscana se han convertido e n grandes núcleos de
población (Ganghoffer,op. cit. p. 32).
(8) E. Kiessling, azur Constitutio Antoniniana., Zeitschrift der Savigny-Stuftung fur Rechts-
geschichte 1-11, Leipzig 1885-1901; E. Bickermann, Das Edikt des Kaisers Caracalla in Pap. Giss.
40.1, Diss. Berlin 1926; W . Schubart, «Zur Constitutio Antoniniana., Aegyptus 20, 1940, 31-38;
E. Schonbauer, ~Wortlautund Sinn der Constitutio Antoniniana*, Atti del Congr. Intern. di diritto
romano e antico e di storia (Verona 1948), Milano 1951, 105-138; Ch. Sasse, Die Constitutio Antoni-
niana. Eine Untersuchung über den Unfang der Bürgerrechtsverleihung auf Grund des Papyrus Giss
40, 1, Wiesbaden 1958; A. d'Ors, *Nuevos estudios sobre la Constitutio Antoniniana~,Atti dell'XI
Congresso Intern. di Papirologia (Milano 2-8 settembre 1965), Milano 1966,408-432; Ch. Saumagne,
«Quelques observations sur la Constitutio Antoninianan, Melanges Carcopino, Paris 1966, 849-861;
A.N. Sherwin-White, The Roman Citizenship, 2. ed., Oxford 1973, pp. 279-287 y 380-394; H. W o l f f ,
Die Constitutio Antoniniana und Papyrus Gissensis 40 1, Colonia 1976.
(9) Por lo que toca a Hispania hay una notable bibliografía si bien los temas se continúan
replanteando e n función de los hallazgos que cada día aportan los descubrimientos arqueológicos:
J. Sánchez Real, .La invasión germánica del 259»,Boletín Arqueológico de la Sociedad Arqueológica
Tarraconense 51,1951,129-131;J. Sánchez Real, «Las invasiones germánicas», Boletín Arqueológico
de la Real Sociedad Arqueeológica Tarraconense 57,1957,6-12; A. Balil, «La invasiones germánicas
En muchas ciudades hubo interrupción de la vida municipal; así en
las Galias más de sesenta ciudades fueron destruidas. Fue entonces
cuando Aureliano dio el primer golpe mortal a las curias en el año 272,
obligándolas a pagar por los terrrenos abandonado^'^^), pues el Fisco
había asignado el pago del impuesto a los cuerpos de los decuriones.
D) La mayor parte de las ciudades de las Galias y de Italia y también
de Hispania se fortificarán y con ello a la vez y de golpe se transformará
el paisaje urbano. Para satisfacer las necesidades de una defensa organi-
zada con precipitación, las superficies encerradas en los recintos pétreos
quedan singularmente reducidas(ll).La mayor parte de las ciudades galo-
romanas tendrán una superficie de cinco a once hectáreas. Así el primer
recinto de Autun en el Alto Imperio era de cinco kilómetros, el segundo,
del Bajo Imperio no mide más que un kilómetro y trescientos metros. En
Nimes se pasa de 6.200 a 3.200 m. Las exigencias de fortificación han
obligado a dejar fuera de las murallas a monumentos públicos: es el caso
del anfiteatro de Mans. La villa tomará un carácter masivo de plaza
fuerte. Pero con ello el peligro no queda conjurado. Sucesivamente las
nuevas coyunturas lo hacen revivir. Así, a partir del año 350, a conse-
cuencia de la lucha entre Constancio y el usurpador Magnencio, las

e n Hispania durante la segunda mitad del siglo 111 d. de C.», Cuadernos de Trabajos de la Escuela
Española de Historia y Arqueología en Roma 9, 1957, 97 S S . y Anales de Historia Antigua y
Medieval 1957-58,49 SS.; A. Balil, «Hispania e n los años 260-300 de JC.», Emerita 27, 1959,269 SS.;
J . M. Blázquez, Estructura económica y social de Hispania durante la Anarquía Militar y el Bajo
Imperio, Madrid 1964; A. Montenegro, «Evolución política de Hispania e n el Bajo Imperio*, Historia
de España Antigua vol. 11, Madrid 1978, pp. 491 S S . Y para el SE hispano: A. Ramos *Las invasiones
germánicas e n La Alcudia (Elche)»,Actas del Z Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1956,
275 SS.; R. Ramos '<Lasinvasiones germánicas e n la provincia de Alicante, IDEA, Alicante 1960;
R. Ramos, «Las invasiones de francos en España»,Anales de la Universidad de Murcia 23, 1964-65,
245-288; J. Arce, «La crisis del siglo 111 d. C . e n Hispania y las invasiones bárbaras*, Hispania
Antiqua 8, 1978, 257-269 (=España entre el mundo antiguo y el mundo medieval, Madrid 1987, 53-
67); L. Sagredo San Eustaquio, <<Lasinvasiones del siglo 111 d. C. e n Hispania a la luz de los
tesorillos monetarios~~, Hispania Antiqua 11-12, 1983-85, 89-104; A. Padilla Monge, La provincia
romana de la Bética, Ecija 1989, pp. 25 S S .
(10) R. Ganghoffer,op. cit. p. 41. Recientemente se ha revisado todo el problema de los curiales
(C. Lepelley, ~ Q u o curiales,
t tot tyranni. L'image du decurion oppresseur au Bas-Empire~,e n Ed.
Frezouls (ed.),Crise et redressement dans les provinces européenes de l'empire, milieu d u IIIe - milieu
d u N e siecle apres J.-C.). Actes du colloque de Strasbourg (decembre 1981),Strasbourg 1983, 143 SS.)
pero el hecho del cambio sustancial ocurrido e n la vida de la curia a partir de las reformas
administrativas del Bajo Imperio no desaparece aunque cambie notablemente su interpretación.
(11) R. Latouche, Les origines de l'économie occidental, pp. 12-13; F. Lot, Recherches sur le
population et la surface des cités ... (Bibli. de 1' Ecole des Hautes-Etudes, fasc. 287 et 296. tomo 287:
Vienne (pp. 1-27), Valence (pp. 104-105), Castellane (p. 247), Toulouse (p. 317), Nimes (p. 354).
Tomo 296: Bourges (p. 50), Clermont (p. 87); Ch. Pietri, Tours...
fronteras quedan desguarnecidas, los francos y alamanes pasan el Rhin
y penetran en la Galia(12).
Así el mundo romano consiguió levantarse de la anarquía del último
tercio del siglo 111; pero ya no será el mismo. Las fuerzas de cohesión del
Imperio se habían debilitado considerablemente. La vida se retiraba del
mundo romano en el preciso momento en que la presión en Asia con los
Hunos, Alanos y Avaros se hacía cada vez más violenta. Así la imagen de
la ciudad amurallada era a la vez símbolo de una transformación total de
la vida y cultura romanas
E) De un modo general se suelen distinguir tres períodos en la evolu-
ción del urbanismo tardoantiguo:
1. Los siglos 111-IV, durante los cuales el Imperio Romano mantiene
floreciente su urbanismo en la parte oriental, mientras que el
occidente sufre una fuerte crisis y una decadencia generalizada.
2. En una segunda fase (siglos V-VII), la decadencia urbana en el
occidente bárbaro se acentúa; el volumen de oro en circulación se
debilita cada vez más en los reinos germánicos y entre el fin del
siglo V y comienzos del siglo VI1 el aspecto rural, señorial, se
impone en todas las regiones del occidente; en Africa es el fondo
estepario, semidesértico el que reaparece y va invadiéndolo todo.
En la cuenca oriental del Mediterráneo, el florecimiento urbano se
ralentiza en la segunda mitad del siglo VI y se detiene a comienzos
del siglo VII.
3. Finalmente, en una tercera fase (siglos VIII-M) se constata un
prodigioso despertar urbano en el interior del mundo musulmán;
la creación de grandes centros de reclamo al consumo, que permi-
ten al comercio y al movimiento urbano propagarse y desarrollarse
en el occidente bárbaro(13).

2. LA SITUACIÓN DE LAS CIUDADES EN HISPANIA DURANTE


LA ANTIG~EDADTARDÍA

Carecemos de documentación suficiente que nos permita conocer con


exactitud la evolución que tuvo en Hispania la crisis de la ciudad y muy
en concreto la de su administración durante los siglos 111 y IV. Indicios

(12) R. Gangshoffer, op. cit. pp. 41-42; A. Grenier, La Gaule Romaine, p. 620; C . Jullien,
Histoire de la Gaule, vol. VII, p. 208.
(13) R. Ganghoffer, op. cit. p. 31.
negativos como son la carencia de testimonios de evergetismo, nos llevan
a pensar que la evolución debió ser semejante a la del resto del Imperio:
padecieron la imposición del Estado y fueron declinando en su actividad
y en su integración en el espíritu patriótico tanto romano, como urbano.
Para los siglos V y VI hay más testimonios y con ellos don C1. Sánchez
Albornoz trazó la historia de la decadencia del municipio romano en
Hispania(14).Parece que durante estos siglos, al menos en algunas ciuda-
des, los curiales subsistieron como clase y mantuvieron sus antiguas
funciones -redacción de las gestas municipales y exención de los im-
puestos directos, sobre todo(l5)-, si bien de modo general, la tendencia es
que tales funciones, al menos las tributarias, fueran pasando a manos de
funcionarios estatales(l6).
De un modo general la sociedad se fue agrupando en dos clases: la de
los honestiores y la de los humiliores. Entre aquéllos se contaban los
propietarios, creándose, empero, una gran división entre los simples
propietarios y los miembros de la nobleza o del clero cuya importancia
supera con mucho a los otros.
La nobleza laica antigua y la invasora tendieron a simbiotizarse. El
clero, cuya importancia, sobre todo la de los obispos urbanos en la solu-
ción de las crisis producidas por las invasiones, fue decisiva. Ante el
vacío de poder que sobrevino, fueron los hombres capaces y con represen-
tatividad los que llenaron el hueco y actuaron en nombre de la sociedad
y del bien común. Curiosamente sabemos mucho más de aquellas zonas
en las que hubo más problemas y más conflictos, como son las del NO
peninsular(17),pero esto debe ser coyuntural y debido a que por su misma
situación insostenible, tal régimen de excepción llevó a algunos autores a
ponerlas por escrito y dió origen a documentos de diversa índole que
luego se nos han transmitido. Hay que pensar que la situación fue

(14) C1. Sánchez'Albornoz,Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones


que le reemplazan, Buenos Aires 1943 (vuelto a publicar en Estudios Visigodos, Roma 1971, 11-147).
(15) Ya L. A. García Moreno discutía estos problemas en «Algunos aspectos fiscales de la
Península Ibérica durante el siglo VI*, Hispania Antigua 1, 1971, p. 246; Id. «Estudios sobre la
organización administrativa del reino visigodo de Toledo*,Anuario de Historia del Derecho Español
44, 1974, 49-54.
(16) Para tiempos anteriores a Leovigildo la cosa es de sobra conocida. Cfr. L.A. García
Moreno, «Algunos aspectos...*,p. 246; Id. <<Estudiossobre la organización administrativa...»,35-54.
(17) E. A. Thompson, c<TheEnd of Roman Spain~,Nottingham Medieval Studies 21, 1977, 16;
C. Torres Rodríguez, ddacio el primer cronista español»,Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos
62, 1956, 777.
similar en toda la Península(18).De un modo general hay que decir que
los obispos fueron constituyendo cada vez más una clase gobernante
absolutamente insustituible en la vida de las ciudades. Con la conversión
de Recaredo y la constitución de la Iglesia Católica en Iglesia del Estado,
la situación se consolidó de forma definitiva y se amplió otorgándose a
los obispos numerosas atribuciones legales y administrativas(lg).
Todo ello acompañó y estuvo en la raíz de la transformación de la
arquitectura y urbanismo de las ciudades en estos siglos. La arqueología
tiene planteadas una serie de incógnitas en relación con las murallas:
Gerona, Barcelona, Lérida, Zaragoza, Iruña (Veleia), Cantabria (Logro-
ño), Inestrillas, León, Lugo, Coria, Cáceres, Mérida, Toledo, Ávila, Evo-
ra, Egitania, Augustobriga, Cáparra, Palencia e Ilici, a las que se po-
drían añadir como posibles sos del Rey Católico (LNamanturissa?),Pam-
plona, Conimbriga, Uxama, Ager (Prov. de Lérida), todas ellas del norte
de la Península, donde están mejor estudiadas, pero también en el sur y
en el este hay recintos amurallados, mal estudiados en su cronología,
pero que sin duda también están habitados en esta época: Segobriga,
Sevilla, Córdoba, Carmona, Ecija, Belo, Tarragona, Sagunto, etc., y en
Albacete, El Tolmo de Minateda y en Murcia, Cartagena, Ulea, Cerro de
La Almadra, Begastri, et~.(~O).
Las ciudades a veces mantuvieron su antigua estructura ortogonal,
pero no siempre, dependiendo el hecho de relaciones de fuerza e intere-
ses y no pudiendo constatar una política urbanística al respecto que
pueda calificarse de «general». En conjunto parece que prevaleció la

(18) K. Schaferdick, Die Kirche i n den Reichen der Westgoten und Suewen bis zur Errichtung
der westgotischen katholischen Staatskirche, Berlin 1967, 112 s.; L. A. García Moreno, <Andalucía
durante la Antigüedad Tardía (SS V-VII. Aspectos socioeconómicos)», e n Actas del 1 Congreso de
Historia de Andalucía, vol. 1, Córdoba 1978, 303 S S .
(19) D. Claude, Adel, Kirche und Konigtum i m Westgotenreich, Sigmaringen 1971, p. 77 SS.; H.
H. Anton, <<Dei-Konig und die Reichkonzilien i m westgotischen Spanienx, Historisches Jahrbuch 92,
1972, 259 SS.; K. Schaferdiek, Die Kirche ..., p. 205; E. A. Thompson, Los godos en España, Madrid
1971, p. 120; R. de Abada1 y de Vinyals, *Els Concils de Toledo,,, en Del Visigots als Catalans. vol. 1:
La Hispania visigótica i la Catalunya carolingia, Barcelona 1969, 1, 70.
(20) El tema de las fortificaciones está poco y mal estudiado. Algunos trabajos al respecto
pueden ser recordados: A. Balil, <<La defensa de Hispania e n el Bajo Imperio*, Zephyrus 11, 1960,
179-197; Idem, «La defensa de Hispania en el Bajo Imperio. Amenaza exterior e inquietud internan,
Legio VII Gemina, León 1970, 610; J. M. Blázquez, Estructura económica y social de Hispania
durante la Anarquía militar y el Bajo Imperio, Madrid 1964, 169 S S . La arqueología ha estudiado
aún pocos casos concretos con cierta amplitud como P.e. A. Balil, Las murallas romanas de Barcelo-
na, Madrid 1961.
necesidad de agrupar dentro del recinto urbano a la mayor cantidad
posible de personas(21).
Hay todo un cambio de mentalidad como puede comprobarse en el
surgimiento de cementerios dentro del casco urbano(22).
Los antiguos foros ahora dejan paso a plazas públicas que en ocasio-
nes coinciden con los antiguos espacios abiertos y a veces no. No hay
regla fija(23).
De un modo general los antiguos edificios nobles fueron reempleados
unas veces para residencias políticas o cuarteles, pero otras para templos
cristianos(24).
Los baños o termas siguieron a veces en uso, pero acusaron tanto el
cambio de función como mentalidad y posiblemente en muchas ocasiones
fueron ya sólo lugar de limpieza e higiene a diferencia de su papel social
en el Alto Imperio(25).
Algo parecido hay que decir de los acueductos que
también se mantuvieron en función de su importancia y necesidad, aun-

(21) Hay algunas ciudades cuyas calles parecen denunciar el antiguo trazado ortogonal como
puede ser el caso de Zaragoza; pero aún en tales casos la anchura de las calles ha debido variar
mucho ya que no se han conservado por razones urbanísticas sino por inercia y se ha robado el
espacio abierto todo lo que han permitido las fuerzas en juego. Ya desde tiempos del emperador
Honorio por lo menos, hay leyes que prohiben el uso y abuso de los espacios abiertos de las ciudades.
El proceso continuó imparable y se acrecentó en los siglos en los que la autoridad no fue muy fuerte
y no se preocupó de temas urbanísticos.
(22) P. A. Fevrier «Permanente e t héritages de l ' h t i q u i t é dans la topographie des villes de
l'occident durant le Haut Moyen Agen Settimane di St. su11 Alto Medioevo XXI, 1, Spoletto, 1974,41-
138. El trabajo no se ocupa apenas de España y los datos para nuestro país están recogidos por las
memorias arqueológicas: A. Balil .Los sarcófagos paleocristianos de Barcelona. Estudio histórico-
topográfico sobre las necrópolis de la Barcino cristiana» Studi in onore di Aristide Calderini e
Roberto Paribeni 111, Milano, 1956, 673 SS.; M. Almagro Basch L a necrópolis hispano-uisigoda de
Segóbriga, Saelices (Cuenca), en Excavaciones Arqueológicas en España vol. 84, Madrid 1975; P.
Palol, Tarraco hispano-uisigoda, Tarragona 1953, 93 SS.; J. Fernández-A. Sancho-F. Collantes,
Catálogo arqueológico, artístico y monumental de la Provincia de Sevilla, 11, Sevilla 1943, 108;
A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Itálica, Madrid 1960, 48; M. Bendala Galán, «Las
necrópolis de Mérida. Augusta Emerita. Actas del Bimilenario de Mérida, Madrid, 1976, 141 SS.;P.
Palol, «Demografía y arqueología hispánicas de los siglos IV al VIII. Ensayo de cartografía*, BSAA
32, 1966, 24.
(23) Al dejar de tener sentido el antiguo foro, el hecho de su pervivencia o de su desaparición es
algo que depende de factores que no son definibles más que en cada caso concreto. Y no conocemos
estudios al respecto y quizá ni son fáciles de hacer precisamente porque quizá tampoco existe teoría
urbanística y las fuerzas en juego son siempre contingentes y de poco interés histórico salvo en el
caso en que el foro se haya convertido e n mercado o haya mantenido tal función, en cuyo caso h a
quedado en uso de tal razón.
(24) Así en el caso de la curia de Tarragona que desempeñó el papel de basílica cristiana en
época visigoda (Cfr. P. Palol, Tarraco hispano-uisigoda, Tarragona 1953, 99 SS.).
(25) Así P.e. en León, Cfr. A. García y Bellido, «Estudios sobre la Legio VI1 Gemina y su
campamento en León», Legio VII Gemina, León 1970,577.
que en proporción seguramente muy reducida(26). Y de modo similar a las
cloacas(27).
Los espectáculos debieron seguir celebrándose, si bien en medida
restringida y en cualquier caso apenas sabemos casi nada del tema(28).
Probablemente se intensificó la presencia de los Xenodochia o lugares
de asilo y hospitalidad para necesitado^'^^). Y ciertamente lo que marcó
definitivamente el aspecto de las ciudades en la Antigüedad tardía fue-
ron las nuevas iglesias construidas en toda la gama de sus variedades. A
partir del siglo VI las ciudades se poblaron también de monasterios(30).
Finalmente un capítulo aparte es el de la relación entre ciudades y la
dependencia de unas para con otras, que va en función de las nuevas
situaciones administrativas civiles y eclesiásticas y de lo que hablaremos
centrándonos en el SE.

3. LAS CIUDADES DEL SE Y SU EVOLUCIÓN DURANTE LA


ANTIG~EDADTARDÍA

3.1. Carthago Nova

Comencemos por Carthago Nova. El Bajo Imperio comienza con una


impulsión de su papel urbano y de su urbanismo al declararla Dioclecia-
no capital de la nueva provincia Carthaginiense.
Si desde su conquista por los romanos había sido una de las ciudades
más importantes de Hispania y desde luego la más importante de la
región, ahora se convierte en estrella de primera magnitud. Su nuevo
papel dentro de la administración del Imperio hace afluir a la ciudad un
grupo de funcionarios numeroso, pero sobre todo dotado de misiones que
hacen que la ciudad se convierta en centro del operaciones de toda
índole, tanto de transmisión de romanidad hacia el interior somo sobre

(26) C. Fernández Casado, Acueductos romanos en España, Madrid 1972, 18,47, 113, 125 SS.,
156 S S . y 199.
(27) J. L. Cinca, .Las cloacas de Calahorra* XVII CAN, Logroño 1983, Zaragoza 1985.
(28) G. Ville, «Les jeux gladiateurs dans 1' empire chrétien*, MAH 62, 1960, 273-335.
(29) Dom Leclercq, «Hopitaux»,Dictionaire d'archeologie chrétien et de liturgie VI, 2, 2748-70;
W. Schonfeld ~ D i eXenodochien i m Italien und Frankreich i m frühen Mittelalter», ZRG, Kan Abt.
43, 1922, 133-146.
(30) M. C. Díaz y Díaz «De Patrística Española. RET, 17, 1957, 27-30; Id. Anecdota Wisigothi-
ca, Salamanca 1958,76 SS.; Id, *La vie monastique d'apres les ecrivains wisigothiques*, Théologie de
la vie monastique, Par& 1961, 373-376. Pueden consultarse igualmente los trabajos de P. de la C.
Díaz Matínez, como Formas económicas y sociales en el monacato visigodo, Salamanca 1987.
todo de recogida de impuestos hispanos provinciales para su administra-
ción dentro de la provincia y envío a Roma del excedente.
Esto tuvo que modificar substancialmente el urbanismo de la ciudad.
La presencia del gobernador provincial y de, al menos, algún destaca-
mento pretorio, unido a la política diocleciana de asegurar la defensa del
Imperio de todas formas posibles, dejando siempre el mar en manos
romanas(31)nos hace pensar que las murallas recién descubiertas en
Cartagena y que en principio y en función de la inscripción de Comencio-
lo fueron consideradas como b i ~ a n t i n a d ~deben
~ ) , ser de época anterior(33).
Así la Nueva Carthago, relevante en el ámbito político, a su aspecto de
gran ciudad une ahora su dimensión de fortaleza quizá empleando anti-
guas estructuras que pueden haberse convertido en una acrópolis inte-
rior sede del gobierno y de los soldados y residencia de los hombres del
gobernador.
Esto, naturalmente debió traer consigo un nuevo esplendor de la vida
urbana, de los juegos del anfiteatro y de las representaciones teatrales
seguramente a la moda del momento con mimos y farsas grotescas(34).
Nada podemos decir de eventual uso de circo porque hasta el momento
no se ha descubierto en la ciudad.
La conversión del Imperio al Cristianismo tuvo que repercutir en la
vida de la capital. El problema del culto imperial y de los cultos oficiales
ocupaba un puesto importante en el ritual protocolario de la vida cívica
del alto imperio y los nuevos aires religiosos tuvieron que plantear un
sinnúmero de cuestiones a los responsables de los ritos religiosos y polí-
ticos y sin duda a lo largo de todo el siglo IV la vida de tertulia en la
ciudad tuvo que ser viva y azarosa, con comentarios sabrosos de toda
índole y a gusto de los que los proferían.

(31) El asegurar el orden tras de la anarquía militar del siglo 111 tuvo que ser un criterio
preferente del emperador. En Hispania es visible el interés de poner todas las capitales cerca de la
costa y controlables desde el mar, que como es bien sabido nunca fue hasta entonces ámbito propicio
a los invasores.
(32) M. Martínez Andreu, *La muralla bizantina de Carthago Nova., Antigüedad y Cristianis-
mo 11, 1985, 129-151.
(33) Al margen de las consideraciones apuntadas y en espera de los resultados de las nuevas
excavaciones realizadas en la misma línea de muralla, recordemos que el tipo de torres redondas
que han aparecido son similares a las de Lugo y a las mismas de la Roma de Aureliano, pero incluso
el paramento apuntaría más hacia el Alto Imperio y no sin razones muy recientemente se ha
pensado que pudieran ser muros de cerramiento del edificio del teatro construido seguramente al
final de la república romana.
(34) A. H. M. Jones. The later Roman Empire, Oxford 1964, 11, 102 SS.; L. Brehier, La ciuili-
sation byzantine, Paris (2"ed.) 1970, 97 ss.
Con las invasiones de comienzos del siglo V, la situación de plaza
fuerte de la ciudad se acentúa, pero su confianza en el mar fue su
primera perdición ya que en el 428 los vándalos, preparando su paso al
África idearon destruir los eventuales agresores a su proyecto y tras dar
un golpe de mano en la base militar de las Baleares, hicieron lo mismo
en Cartagena(35), que así padeció su primer gran desastre desde los días
de los Escipiones, más de seis siglos antes. de todas formas en nuestra
reconstrucción de los hechos lo más seguro es que el golpe de mano de los
vándalos sólo afectara a los navíos y a las instalaciones del puerto mili-
tar, de hecho apenas treinta años depués el emperador Mayoriano trata
de organizar una expedición contra los vándalos en k c a y la base que
elige para punto de partida es Cartagena, lo que indica que debía ser una
buena base logística y que debía contar con medios y hombres para tal
empeño.
De todas formas la pérdida de potencia militar y política del Imperio
parece haber afectado también a la vida provincial y las ciudades del
entorno poseen un relieve importante. Muy en particular Elche y su
puerto desempeñan un relevante papel en la expedición de Mayoriano,
ya que allí se reúnen las naves con las que se prepara la expedición (que
allí serán .robadas» por los vándalos)(36) y será el obispo de Elche, Juan
quien no muchos años más tarde desempeñe el papel de vicario papa1
para estas regiones(37).
Del mismo modo la vida en Mazarrón parece haber sido muy brillante
en estos siglos(38).
Pero Cartagena sigue siendo punto clave en la vida de la Región y es
allí donde desembarca el patricio Liberio con las tropas bizantinas y
donde establece el punto clave para toda la administración bizantina de
la nueva provincia de H i ~ p a n i a ' ~Con
~ ) . ellos adquiere nuevo relieve y de

(35) A. González Blanco, *La historia del SE entre los siglos 111-VI11 d.C. (Fuentes literarias,
problemas y sugerencias)»,Antigüedad y Cristianismo 11, 1085, 53-79, especialmente 58-59.
(36) Ibidem p. 61-62.
(37) K. Schaferdieck, Die Kirche in den Reichen der Westgoten und Suewen bis zur Errichtung
der westgotischen katholischen Staatskirche, Berlin 1967; A. González Blanco «La iglesia cartagi-
nense*, Historia de Cartagena, vol. V , Murcia 1987, pp. 163-191.
(38) Según las excavaciones que vienen realizándose allí y de las que hay noticias en Antigüe-
dad y Cristianismo 11y V ,y quéihan sido sistematizadas por D. Manuel Amante Sánchez en su tesis
doctoral sobre Mazarrón leída en Murcia el 21 de junio de 1994.
(39) P. Goubert, «Byzance et I'Espagne wisigothique (554-711)»,Etudes Byzantines 2, 1944, 5-
78; Id. &'Administration de 1' Espagne Byzantine: 1. Les Gouverneurs de 1' Espagne byzantine>>,
Etudes Byzantines 3, 1945, 127-142; Id., «Asministration de YEspagne Byzantine (suite): 11, Les
Provinces*, Etudes Byzantines 4, 1946, 71-133.
nuevo se siente la necesidad de urbanizarla para su nueva función o para
la misma que tenía, pero ahora renovada. Y así Comenciolo renueva sus
defensas. Los bizantinos tenían ya su fortaleza militar, su acrópolis que
era la misma que la del Bajo Imperio, pero la nueva muralla es la vieja
muralla de la ciudad que es la misma que venía desde época púnica y que
ahora se ha descubierto en La Soledad. Aquí es donde deben haberse
realizado las nuevas obras ya que no muy lejos es donde apareció la
lápida del gobernador bizantino, exactamente en el convento de San
Dieg~(~O).Esto estaría muy en consonancia con lo que sabemos de la época
y de los trastornos que la región padece en estos años(41).
La brillante vida política de la ciudad entre el 297 y el 623 va acompa-
ñada de una vida también rutilante de alta política religiosa. En efecto,
ya desde los primeros momentos de la implantación del Cristianismo
Cartagena se convierte en sede episcopal, que si bien no está atestiguada
en el concilio de Iliberri~'~~),
todos los indicios apuntan a que su obispo
fue considerado como metropolitano mientras la capital lo fue de la
provincia.
Así Héctor que firma en primer lugar en el concilio de Tarragona del
año 516(43).
Así Celsino que firma en primer lugar en el concilio de Valencia del
año, a pesar de que no era obispo de Valencia(44).
Así posiblemente Hilario que firma en primer lugar en el 1 Concilio de
Toledo del año 400(45).
Así, finalmente ya en tiempos del dominio bizantino, Liciniano que
muere en Constantinopla, donde probablemente había ido en misión
diplomática relacionada con problemas de estas tierras(46).
No han aparecido aún restos de arquitectura paleocristiana de esta
etapa de la vida de la ciudad, aunque ciertamente hubo vida y debe

(40) J. M. Rubio Paredes, Fulgencio Cerezuela. Antigüedades de Cartagena, Murcia 1978, p. 57.
(41) J . Fontaine y P. Cazier, «Qui a chasse de Carthaginoise Severianus et les siens? Observa-
tions sur 1' histoire familiale d' Isidore de Seville», Estudios en Homenaje a Don Claudio Sánchez
Albornoz en sus 90 años, vol. 1, Buenos Aires 1983, 349-400.
(42) En él sólo aparece u n presbítero de Eliocroca.
(43) Para el interés que tiene el que su firma esté e n el primer lugar véase P. B. Gams, Die
Kirchengeschichte von Spanien, 11, 1 Regensburg 1864, p. 452.
(44) La identificación de Celsino como obispo de Cartagena se hace a partir del razonamiento
que supone que firma e n primer lugar el metropolitano. Véase A. González Blanco, «La Iglesia
Cartaginense»,Historia de Cartagena de Iberia, vol. V , Murcia 1987, nota 41, e n la p. 189.
(45) Véase A. González Blanco, .La Iglesia Cartaginense., Historia de Cartagena de Iberia,
vol. V , Murcia 1987 pp. 166-167; Véase también C. J. Bishko, Traditio 7 1949-51, 499 S S .
(46) J. Madoz, Liciniano de Cartagena y sus cartas, Madrid 1948, Introducción, p. 24.
haber restos. Es una pérdida de tiempo jugar a adivinanzas en este
terreno, pero es de desear que pronto las excavaciones arqueológicas nos
pongan en la pista de algún hilo que nos permita desenredar el ovillo, ya
que no sólo hubo iglesia catedral sino, como hemos indicado más arriba
debió haber varias iglesias y sin duda algunos monasterios urbanos y
extramuros. Hasta qué punto la toponimia pueda darnos algunas pistas
es una posibilidad a ponderar y seguramente agudizará la sensibilidad
de los investigadores, pero hasta hoy es poco lo que se puede sugerir
como eventuales puntos de referencia(47).
Más dificil es jugar a describir la evolución de la mentalidad urbana
en el transcurso de estos siglos. Carthago Nova tuvo que ser una de las
pocas ciudades de Hispania en las que espectáculos y vida política se
mantuvieron más tiempo y con mayor brillantez, pero nos faltan testimo-
nios. Las cartas de Liciniano acusan una situación lamentable de la
cultura en la zona(48)y los acontecimientos de Menorca, zona que de
alguna manera puede considerarse cercana, en relación con las reliquias
de San Esteban y la conversión de los judíos pueden hacernos sospechar
que la evolución de la mentalidad fue rápida hacia un ruralismo y hacia
una sensibilidad de religiosidad cósmica que no va muy acorde con una
vida urbana brillante; pero seguramente permanecieron vivos diversos
estratos de población con diversas mentalidades y actuaciones.
Con la expulsión de los bizantinos la destrucción de Cartagena es
fuerte. Posiblemente fue obra del odio visigodo a lo extranjero, de la
autoafirmación de lo bárbaro frente al Imperio, del recelo de los germa-
nos frente al mar. Durante los siglos visigóticos Cartagena no vuelve a
jugar papel alguno consciente en la política peninsular. En tiempos de
Wamba parece que por un breve tiempo vuelve a recuperar su obispa-
do(49),
lo que demuestra que el núcleo de población seguía vivo. En el siglo
M conocemos referencias a un obispo de Cartagena, pero ya estamos en
plena Edad Media(50).

(47) M. C. Berrocal Caparrós, «El culto a los santos en el SE hispano en época visigoda.
Aproximación a un problema metodológico»,Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 365-368.
(48) J. Madoz, Liciniano de cartagena y sus cartas, Madrid, 1948, p. 90, Cfr. A. Sánchez Ferra,
Aspectos de la cultura del siglo VI en el SE peninsular, según la obra de Liciniano*,Antigüedad y
Cristianismo 11, 1985, 124 s., con nota 9.
(49) A. González Blanco, <<Eldecreto de Gundemaro y la historia del siglo VIL Antigüedad y
Cristianismo 111, 1986, 159-169.
(50) A. Yelo Templado, a'Ager Carthaginensis' SS. 1 - VI1 d.d.C. La Historia subyacentes.
Homenaje al Prof. J. Torres Fontes, Murcia 1987, p. 1791.
3.2. Begastri

Es la segunda ciudad romana de la región sobre la que poseemos


alguna información y ésta nos daría la siguiente panorámica:
Asentada sobre un cerro de dimensiones no muy grandes (unos 250 x
150 m.) no parece haber sobrepasado nunca con mucho en su población
la superficie del mismo(51).
Hacia el s. IV o quizá finales del 111 d. de C., la ciudad parece haber
sido fortificada a toda prisa y empleado para ello los materiales proce-
dentes de edificios nobles anteriores con una muralla imponente de 5 m.
de grosor, construida apenas sin cimentación(52).
Posiblemente para este momento tales edificios ya no fueran muy
estimados porque entre las piedras hasta ahora recuperadas hay algunos
fragmentos de sarcófagos cristianos del siglo IV, lo que parece indicar
una fuerte presencia cristiana en la ciudad, lo que haría muy discutible
el valor de las viejas estructuras para esta nueva mentalidad(53).
Sea de ello lo que fuera parece claro que la ciudad experimenta una
fuerte ampliación en el siglo VI cuando la ciudad se reviste de un nuevo
cinturón de murallas, esta vez de 1'05 m. de espesor, la cual engloba
como en una gran bolsa toda la vertiente NO del cabezo(54).
No sabemos si ahora por primera vez o ya desde el siglo IV pero la
ciudad entera reviste sus muros de yeso y se crea una ciudad blanca
sobre el cerro que debió tener una apariencia vistosa.
Hay un momento posiblemente antes de esa ampliación en el que hay
una destrucción de la muralla grande de la acrópolis, la cual se vuelve a
reconstruir. Es muy posible que tal destrucción tenga algo que ver con
las luchas entre visigodos y bizantinos.

(51) Foto aérea en Begastri. Imagen y prespectiuas de s u historia, Antigüedad y Cristianismo 1,


Murcia 1984 (2" ed. 1994), p. 15 y en portada en la segunda edición; plano restituido de la foto aérea
con cuadrícula en *La provincia bizantina de Hispania. Carthago Spartana, capital administrativa»
Historia de cartagena V, Murcia 1986 p. 58.
(52) J. L. García Aguinaga y M. P. Vallalta Martínez <<Fortificacionesy puerta de Begastri»,
Ant.Crist. 1, 1984, 53-61. Las excavaciones llevadas a cabo desde entonces han ido dejando al
descubierto el hecho de que el cerco de murallas es idéntico en toda su extensión y corona el cabezo
por todo s u circuito, amén de que hay un segundo cerco, datable en el siglo VI que abraza una buena
parte de las caras norte y oeste y sur del cabezo, del que hablamos mas abajo.
(53) M. Sotomayor Muro .Los sarcófagos de Murcia y Alicante* Ant.Crist. V, 1988 (edición de
1990), pp. 165-184.
(54) Una indicación de los muros que componen esa «bolsa, se encuentra en el plano recogido
en la p. 57 de Ant.Crist. 1, 1984.
Posiblemente, los visigodos la fortifican y la convierten en la capital
de la zona. Y aquí entra la historia del episcopado de Bega~tri'~~). Sus
obispos firman en los concilios de Toledo del siglo VII, por lo que la
pregunta es ¿cuándo se funda el obispado en la ciudad? Hay teorías para
todos los gustos posibles, pero parece claro que su aparición, al menos,
está en relación con la presencia de los bizantinos en el SE. O ya está
fundada antes de la presencia bizantina; o se funda ante la presencia
bizantina; o se funda por los bizantinos que dominan hasta las cumbres
de las Siemas terminales de la cadena cordillera Ibérica; o se funda por
los visigodos tras dominar la zona que han conquistado a los bizantinos;
o la fundan para afianzarse en su avance frente a los bizantinos.
Hoy ya sabemos que hay cristianos en Begastri en el siglo N como se
ve por sus sarcófagos y por ello hay que pensar que hubo jerarquía al
frente de la comunidad, pero no necesariamente jerarquía episcopal. La
epigrafía de uno de lo sarcófagos está inscrita sobre una pieza del siglo
IV, pero las letras son de los siglos VI-VI1 y por consiguiente no permiten
argumento alguno.
Resulta difícil pensar que los visigodos se entretuvieran en fundar un
obispado en su avance contra los bizantinos, dado que tal avance h e , al
parecer, vertiginoso y no parecen haber tenido ya dificultades especiales
tras su conversión al catolicismo en esa lucha contra el Imperio de Oriente.
Pero si el decreto de Gundemaro fuera histórico(56) ya habría obispo en
Begastri durante el dominio bizantino en Cartagena; y, si no lo es, los
«inventores» creían que allí había obispo. Con lo que el problema del
origen del episcopado parece tener que retrotraerse al de las fronteras
del dominio bizantino en el SE. Si, como pensamos, los bizantinos domi-
nan hasta la cordillera Ibérica, el episcopado de Begastri debió haber
sido creado por ellos y como medio de propaganda anti-visigoda y como
forma de administración general de la zona.
Pero también es posible que en unos tiempos en los que todavía no
había diócesis en sentido territorial, sino que las comunidades se iban
organizando en función de sus problemas, los obispados fueran surgien-
do de acuerdo con los problemas de concepción de la teología del tiempo

(55) P. Vallalta Martínez y C. Ochotorena, '<Losobispos de Begastriw Ant.Crist. 1, 1984, 31-34;


G. Guillén Pérez y A. González Blanco, «Perspectivas de la geograña eclesiástica antigua en el SE
peninsular»,Ant.Crist. 11,1985,107-117;A. González Blanco, «La Iglesia carthaginensen Historia de
Cartagena, V, Murcia, 1986; R. González Fernández, <<Losobispos de Begastriv, Antigüedad y
Cristianismo 1 (2"ed.), Murcia 1994, 37-44.
(56) A. González Blanco, «El decreto de Gundemaro y la historia del siglo VIL>,Ant.Crist. 111,
1986, 159-169.
y de las necesidades comunitarias. Al avanzar la cristianización irían
demandando obispos, al modo de como sabemos que ocurre en el concilio
segundo de T01edo'~~) con las zonas de Palencia y así que el episcopado de
Begastri fuera del siglo VI, pero al margen de visigodos y bizantinos y
esto es quizá lo más probable.
Es claro que la destrucción de Cartagena benefició a Begastri así como
le benefició su posición intermedia entre Toledo y la costa. Todo ello
motivó que el siglo VI1 fuera la época dorada de la historia de la ciudad.
A la invasión de los árabes en Hispania Begastri es una de las siete
ciudades que forma el grupo que firma el famoso pacto de Teod~miro(~~). Así
vive con autonomía durante algún tiempo para decaer a partir del siglo X y
dejar de existir como ciudad seguramente a partir del siglo X, no pudiendo
precisarse hasta cuándo vivió allí alguna población residual(59).
Respecto a su urbanismo poco podemos decir todavía, pero desde que
se crean los ingentes muros de su acrópolis resulta difícil concebir una
vida <<urbana» a la antigua usanza. Ni el espacio encerrado en ellos ni la
psicología que parecen indicar está muy acorde con una vida en la que el
ocio se llene con espectáculos de los conocidos para el Alto Imperio. Más
bien diríamos que la Edad Media comienza con ese dato y momento.
Y con base en las excavaciones aún nada podemos decir sobre cloacas,
sistemas de ordenamiento de las calles, foros, edificios nobles. El acue-
ducto se mantuvo ya que sigue en uso hasta el día de hoy'60),posiblemen-
te también las cloacas y el trazado de las calles; pero nada más. Los
entemamientos en zona urbana se dieron a juzgar por los ~arcófagos(~l) y

(57) J. Vives, Concilios visigóticos e hispano-romanos, Barcelona-Madrid 1963, pp. 42 y SS.


(58) E. Llobregat Conesa, Teodomiro de Orihuela. S u vida y su obra, Alicante 1973; J. García
Antón, &obre los orígenes de Todrnim, Antigüedad y Cristianismo 11, Murcia 1985,369-383;J. García
Antón, «Las comunicaciones del interior con la costa en el SE peninsular. Unas sugerencias», en
Vías romanas del sureste, Murcia 1988, 119-121; J. García Antón, <<Lasrutas de Todmir,, Los
caminos de la Región de Murcia, 139-149. Pueden verse también los capítulos que este mismo autor
compuso en la Historia de la Región de Murcia.
(59) Las excavaciones están dejando al descubierto toda una serie de pequeños refugios exca-
vados en la muralla o adosados a ella, todos posteriores a la ruina de la ciudad, pero sin que sea
posible precisar s u término a d quem.
(60) A. González Blanco, «Memoria-informe de la campaña de excavaciones realizada en no-
viembre de 1984 en Begastri*, en Excavaciones yprospecciones arqueológicas, Murcia 1987,304-306.
(61) M. Sotomayor Muro 4arcófagos paleocristianos en Murcia y regiones limítrofes»Antigüe-
dad y Cristanismo V, 1988, 165-184.
las iglesias y monasterios debieron surgir en la ciudad y en los barrios
extramuros(62), pero nada concreto podemos añadir.

3.3. Mazarrón

Especialmente el Puerto de Mazarrón está empezando a ser bien


conocido tras las intensas excavaciones que se vienen realizando en los
últimos años(63),pero habrá que esperar hasta que se publiquen para
poder ir pormenorizando los problemas que plantean. Desde luego la
zona parece más industrial que monumental y posiblemente el casco
urbano del probable municipio se halle en el actual suelo de la villa de
Mazarrón que está muy poco excavado. Apenas si hay epigrafía siquiera
de época clásica, como ya hemos visto y menos de época tardía. Algunas
inscripciones indicando temas cristianos.
Así la de:

SCE PAVLINE VIVAS ETEORIS


ET SEMPER SEDAS [ET FLOREASI

Con sus dificultades de lectura y de interpretación, es indudablemen-


te una invocación cristiana, cuyas letras y espíritu quedan bien fechados
en los siglos V-VI(64).

D. L..]
A (crismón) (omega al revés)"
SYAGRYS [...1
JRI (en griego) VIXI [TI AMN [OS]
PLUS MIN [...]

(62) De hecho la mesa de altar del obispo Acrusmino apareció fuera de la acrópolis, según las
noticias primeras que nos han llegado sobre el tema, Cfr. A. González Blanco, P. Lillo Carpio,
S. Ramallo Asensio. A. Yelo Templado, «La ciudad hispanovisigoda de Begastri ...SXVI CAN, Mur-
cia-Cartagena 1981, Zaragoza 1983, pp. 1.011-1.022.
(63) El plano puede verse e n A. González Blanco y M . Amante Sánchez. «Los caminos e n la
Antigüedad tardía*, Los caminos de la Región de Murcia, Murcia 1980, pp. 135. Sobre el tema hay
diversas publicaciones que han sido recogidas de manera exhaustiva e n la tesis doctoral de M .
Amante Sánchez, Aspectos económicos del SE hispano en época romana: Mazarrón y su puerto, leída
e n Murcia el 20 de junio de 1994 y que espera su publicación.
(64) E. Hübner, Inscripciones latinas de la Hispania Romana, no 420; Véase: J . Vives, ICERV,
no401; P. Palo1 Salellas, AEA 25, 1952, p. 305, nol l m fig. 3 , l l ; A. González Blanco «La historia del
SE entre los siglos 111-VI11 (fuentes...)»Ant.Crist. 11, 1985, p. 55.
ScEPUL>TVS IN PACE
X KAL. MARTIAS
L..]

Cuya transcripción podrías ser: D. M. Syagr[iu]s [Famulus] Chr(ist)i


vixi[t] ann[os] plus m[inus sepulltus inpace X kal(endas) mar tia^...'^^)
Y la muy dudosa de:

CORPVS EPENETI EPISCOPI(66)

En cualquier caso la cristianización de la zona parece clara y lo mismo


la evolución del poblamiento debió seguir las mismas vías que la del
resto de la Península.
Durante el siglo V al menos las minas debieron seguir explotándose y
la vida en el lugar debió tener esplendor económico. Así lo atestiguan las
muestras arqueológicas del cerro del Castillo en el Coto Fortuna de
Mazarrón, además de la epigrafía cristiana(67).

3.4. La Encarnación

Nada se sabe de la evolución de la ciudad en los siglos de la Antigüe-


dad Tardía. Si bien en las excavaciones realizadas en las últimas campa-
ñas han aparecido lucernas paleo~ristianas'~~).
Únicamente el templo romano del lugar está siendo estudiado en la
actualidad y de la continuidad hasta nuestros días no parece haber duda,
ya que aún tiene culto como ermita de la Virgen. Esperamos los resulta-
dos de los trabajos actualmente en curso para poder tener ideas más
exactas sobre el particular(69).

(65) E. Hübner IHC, no 180.


F. Fita BRAH 43, 1903, p. 459.
Vives ICERV no 265.
(66) E. Hübner, IHC, no 05?
A. Fernández Guerra Bot. Soc. Geográfica 6, 1869, pp. 149-150.
(67) El llamado Cerro del Castillo situado en el Coto Fortuna tiene en su cima un espléndido
yacimiento con un aljibe de gran tamaño en el que está escrito el nombre de Odyseus, y con
materiales en toda su extensión que pueden datarse en el siglo V. Está sin estudiar.
(68) S. F. Ramallo Asensio, «Un santuario de época tardo-republicana en La Encarnación
(Caravaca, Murcia)», en Templos romanos de Hispania, Murcia 1992, 39-65.
(69) Esperamos con interés los estudios que en la actualidad está realizando el Dr. S. Ramallo
Asensio sobre el templo de la Encarnación y de cuyo interés estamos informados por generosa
comunicación verbal del excavador.
Sabemos de su existencia en época romana, como hemos dicho; sabe-
mos de su actual configuración como fortaleza medieval pero faltan estu-
dios en el casco urbano que permitan trazar la evolución que ciertamente
existió y que todos los indicios parecen indicar que fue similar a la de
Begastri, con continuidad en época árabe(70).

3.6. Yecla

La evolución del poblamiento romano de la zona hasta dar el panora-


ma conocido en la Edad Media nos es poco conocida. Al final del mismo es
el cerro del Castillo el que domina la panorámica y ello hace suponer
evolución común con toda la región(71).

3.7. Jumilla

Dígase lo mismo que del caso de Yecla. También aquí el Cerro del
Castillo aglutina el p~blamiento'~~).

3.8. Medina Siyasa

Aquí tenemos atestiguada una espléndida ciudad de época árabe y


sabemos que en el yacimiento existen muestras de cerámica tardorroma-

(70) Respecto a la ubicación antigua de Lorca no hay datos de ningún tipo por lo que supone-
mos que estuvo en el mismo lugar que ocupa en la actualidad. Sabemos que en las alturas de su
castillo se han recogido cerámicas tardorromanas; pero nada hay publicado que conozcamos. Cfr.
A. Muñoz Amilibia «Larca en la Antigüedad* Ciclo de temas lorquinos, Lorca 1980, pp. 43-58;
S. Ramallo Asensio, «Problemas históricos y arqueológicos de la romanización en Lorca,, en Lorca.
Pasado y presente. Aportaciones a la historia de la región de Murcia. 1:La formación de una comarca
histórica: Tierras, pueblos y culturas, Murcia 1990, 153-161.
(71) L. Ruiz Molina, <<Elpoblamiento romano en la comarca de Yecla*, Ant.Crist. V, Murcia
1988, 565-598.
(72) La historia de Jumilla en los siglos antiguos está aún poco conocida. Mejor sus villas y la
necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho que el poblamiento urbano que, sin duda, debió existir.
Cfr. A. Iniesta Sanmartín y J. M. García Cano y V. Page del Pozo La tumba 87 de la necrópolis de
Coimbra del Barranco Ancho ..., Murcia 1987. Por lo demás en la actualidad los estudios sobre la
arqueología de Jumilla, a partir de la Carta Arqueológica compuesta a impulso del gran investiga-
dor que fue D. Jerónimo Molina, están avanzando a gran ritmo, como puede verse en los Homenajes
al mismo D. Jerónimo Molina y en los trabajos en curso del Sr. Hernández Carrión, B. Tomás
Muñoz, Noguera Celdrán, etc. que aquí no nos detenemos a pormenorizar porque no tienen relación
directa con el problema que aquí nos ocupa.
na. Ni este aspecto está suficientemente investigado ni podemos estudiar
la evolución del yacimiento. Aquí sabemos de la continuidad, pero nada o
muy poco del punto de partida(73).

3.9. El cerro de la Almagra

Debe tener una historia muy similar a la de Begastri yaciniiento con el


que presenta muchas similitudes. También aquí la ciudad muere para dejar
paso a una nueva ubicación en la actual Mula ya en la época islámi~a'~~).

3.10. Totana

Es un caso similar a los anteriores. Aquí parece ser Aledo el centro de


atracción del poblamiento antiguo y el que transmitirá a la Edad Media
las viejas vivencias antiguas, pero hay razones para dejar el tema abier-
t0'7~).

Los tres lugares tienen en la base un yacimiento terma1 de gran


importancia y seguramente es el yacimiento el que garantiza la continui-
dad del poblamiento, a través de un cambio profundo de mentalidad que
tiene que ver con la nueva valoración del agua.

(73) Debemos las noticias sobre los restos tardorromanos al Dr. D. A. Yelo Templado y a
D. J. Salmerón. Sobre la excavación Cfr. J. Navarro Palazón, 43iyasa: una madina de la cora de
Tudmir*,Áreas 5, 1983; Id., .La casa andalusi en Siyasa: ensayo para una clasificación tipológica en
la casa hispano-musulmana. Aportaciones de la arqueología., en La maison hispano-musulmane.
Apports de Z'Archeologie, Granada 1990 y los trabajos que se preparan para la magna exposición de
1995.
(74) G. Matilla Seiquer e 1. Pelegrín *El Cerro de la Almagra y Villaricos. Sobre el poblamiento
urbano y s u entorno» Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 281-302.
(75) La Totana romana está por investigar. El sufijo -ana podría indicar una etimología latina,
pero se ha investigado poco. La historia de Aledo a partir de los documentos medievales es mejor
conocida, Cfr. J. Báguena, Aledo. S u descripción e historia, Madrid 1900, (2" ed. Murcia 1980). La
evolución moderna está siendo estudiada por historiadores del urbanismo, pero de nuestro plantea-
miento por el momento sólo se pueden hacer cábalas.
(76) La bibliografía sobre estos tres yacimientos y poblamientos romanos ciertos la hemos
recogido en nuestro trabajo «El balneario de Fortuna y la Cueva Negra (Fortuna, Murcia». Espacio,
Tiempo, Forma 11, 5, Madrid 1992, 421-454.
(77) J. Baños Serrano, D. Munuera Marín, J. A. Ramírez Águila «Aprovechamiento agrícola de
aguas termales en Alhama de Murcia. Captación, transporte y almacenaje», E l agua en zonas áridas
Arqueología e Historia. 1Coloquio de Historia y Medio Físico, Almería 1989, vol. 11, 521-542.
(78) A. González Blanco, M. Mayor Oliva y A. Stylon, «La Cueva Negra de Fortuna y sus Tituli
Picti. Un santuario de época romana», Ant.Crist. N, 1987.
3.12. Águilas

De Águilas apenas sabemos algo de su entidad en época romana y


nada de su historia posterior durante los siglos de la Antigüedad Tardía,
salvo que se pudiera identificar con URCI, cosa altamente probable. Si la
identificación se demostrara tendríamos un hito y una historia similar a
lo hasta aquí comentado(79).

3.13. Otras agrupaciones urbanas: Salto de la novia/Ulea

De Bullas topónimo claramente romano; de Lorquí topónimo prerro-


mano; de Calasparra, topónimo en apariencia también prerromana; y en
general de los pueblos del valle del Segura (Ulea, Ojós, Ricote, Blanca,
Abarán) nada podemos decir porque está por estudiar arqueológicamen-
te la zona. Hay que notar la existencia de un poblamiento con categoría
de ciudad en el SALTO DE LA NOVIA (entre Ulea y Ojó~)@~), con función
de control militar de paso en época tardoantigua que sin duda se deshizo
de modo similar a las otras ciudades de que hemos hablado para dejar
paso a poblamientos más dispersos y de menos entidad de acuerdo con
una economía más arraigada en el campo y en la montaña y menos en el
intercambio comercial(81).

4. LOS ALTOS Y BAJOS DE LAS POBLACIONES

En la zona del SE para los siglos de la Antigüedad Tardía hay cons-


tancia de aparición documentada de ciudades episcopales de las que
antes se tenía escasa información.
Hemos comentado el caso de Begastri. Podríamos añadir el de Ello(82),
(79) F. Palacios, Águilas desde la Prehistoria, Murcia 1982; S. Ramallo Asensio, Las termas
romanas de Águilas, Aguilas 1985.
(80) A. González Blanco, «La ciudad romana de U l e a ~Verdolay
, 3, 1991, 59-64.
(81) Sobre la dispersión de la población e n el paso al Alto Medievo no hay que decir mucho por
ser fenómeno de sobra conocido. Más grave y difícil es precisar la marcha de las vías romanas y
medievales e n relación con el río Segura e n esa zona, que sin embargo, al menos las medievales sin
duda han seguido el río y los actuales poblados.
(82) La discusión sobre el lugar de Ello es ya antigua. Citada probablemente e n el Itin Ant 401,
1 fue identificada por A. Fernández Guerra e n el Cerro de los Santos y Monte Arabí (Discursos
leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del señor D. Juan de Dios de la
Rada y Delgado, Madrid 1875, 122 SS., opinión que fue aceptada sin crítica por entonces: J . Vives
«Nuevos obispados .... Span Forsch. 17, 1961, 7. Sobre su localización cerca de Elche Cfr. E. Llobre-
gat Conesa, Teodomiro se Oriola. S u vida y su obra, Alicante 1973,47 S S . Sobre la prosopografía del
obispado Cfr. L. A. García Moreno, Prosopografia, Salamanca 1974, no 295. Más recientemente y no
necesariamente sobre la Ello del obispado son importantes los trabajos de R. Pocklington.
que aparece como episocopado en algunos documentos del siglo VP3). A
partir del momento en que comienzan los problemas de territorialidad de
las diócesis, los obispos de Ello son siempre y en primer lugar los de
Elche.
Se ha supuesto que la creación de las sedes de Begastri y de Ello
serían obra de los monarcas visigodos, ante la ocupación de las sedes de
Cartagena y de Elche por los bi~antinos'~~);pero como hemos indicado a
propósito de Begastri tal teoría no se impone ya que es muy posible que
hubieran surgido espontáneamente, en tiempos de diócesis personales y
que luego se hayan replanteado al «territorializarse* las diócesis. Y es
también muy posible que tal fenómeno se haya agudizado con la presen-
cia bizantina; pero de hecho habría sido sólo una coyuntura a raíz de la
cual los principios jurídicos habrían avanzado más rápidamente aunque
sin conexión interna.
Para nuestro propósito aquí esta discusión no es importante porque lo
que interesa es destacar que hay ciudades que se promocionan a nivel de
sedes episcopales y que luego decaen en tal categoría de modo similar a
lo que ocurría en el Imperio que determinadas capitales de provincia en
un buen momento dejaban de serlo pasando a simples ciudades regidas
desde otros centros administrativos. En la Antigüedad Tardía y Alta
Edad Media tales acontecimientos se dieron con relativa frecuencia por
razón de los avatares de la historia en esos siglos, a veces de índole
religiosa como hemos visto, en otras ocasiones de índole político-racial
como ocurrió con los asentamientos árabes y probablemente enfrentó a
Begastri con Cehegín, al cerro de la Almagra con Mula y también a nivel
religioso quizá a Lorca con Cartagena.
Todo este conjuto de enfrentamientos y de acomodaciones dio origen a
un transtorno en el poblamiento y una modificación de la población que
pasó así de la <<faz» romana a la altomedieval.

(83) L. A. García Moreno, Prosopografia del reino visigodo de Toledo, Salamanca 1974.
(84) J. Vives, «Nuevas diócesis visigodas ante la invasión bizantina. Z Span Forsch. 17, 1961,
1-9; J. Vives '<Lasdiócesis visigodas y la invasión bizantina* BRABLB 28, 1959-60, 357; A. Yelo
Templado, *La ciudad episcopal de Ello», Anales de la Universidad de Murcia, Filosofia y Letras
XXXVII, 1-2, 1980, 13-44.
CAPÍTULO OCTAVO

EL FINAL DEL URBANISMO ROMANO.


LA INWION ÁRABE: ¿CONTINUIDAD O
RUPTURA?
l. A MODO DE PREÁMBULO

Hay un problema previo a cualquier modo de plantear el que aquí nos


ocupa. Para tratar de la continuidad o ruptura de la invasión árabe en
España hay que recordar que ya de por sí la cultura árabe es una
continuidad respecto a la cultura bizantina. Hace muchos años que MON-
NERET DE VILLARD recordó y resumió el hecho'l). Y un estado de la
investigación y una recogida bastante completa de la bibliografía que
sobre el tema existe lo hizo O. Grabar en su espléndida obra sobre el
origen del arte i~lámico'~).
No vamos a insistir en el hecho, ya que es de
sobra conocido, de la continuidad de la cultura árabe respecto a sus
precedentes sobre todo persas y griegos, ni tampoco nos vamos a detener
en ella porque nos sitúa demasiado lejos del interés concreto de la histo-
ria de España que aquí tenemos ante nuestros ojos.

2. UN PROBLEMA DE FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

Sobre el problema de la continuidad histórica de las culturas hay una


amplia reflexión histórica de la que no podemos prescindir aquí, aunque
no la tratemos pormenorizadamente. La obra Kulturbruch oder Kultur-
kontinuitüt i m Uebergang von der Antike zum Mittel~lter'~) es clave para
este problema.

(1) U. Monneret de Villard, Introduzione allo studio dell'archeologia islamica, Roma 1966.
(2) 0. Grabar, La formación del arte islámico, Madrid 1981 (Ed. original Yale 1973); la
bibliografía recogida e n este libro es abundante, e n ella es fundamental la revista Der Islam.
(3) Editada por E. Hübinger y publicada e n Darmstadt 1968.
3. UN TEMA POCO RECURRENTE

El tema de la sucesión y confrontación de culturas está siempre pre-


sente en la elaboración, periodización e interpretación de la Historia;
pero lamentablemente, y sobre todo en los manuales, es una presencia
más presupuesta que demostrada. En las monografías o artículos de
investigación el tema suele plantearse más veces, pero, probablemente
por su enorme complejidad, suele exponerse linealmente y rarísimamen-
te en todas sus dimensiones o globalizándolo.
Muy especialmente es cierto lo dicho en el problema de la cultura
árabe. Su carácter monolítico y su capacidad de hacer tabla rasa de los
mundos que encuentra le han dado una imagen autónoma que sólo con
dificultades grandes es posible revisar. Y en cualquier caso, también
debido a la falta de documentación de los tiempos en que nació, no ha
habido muchos trabajos trascendentes al respecto.
Por ello es digno de nota el esfuerzo que hizo en su día Henri Pirenne,
en su conocidísima obra MAHONIA Y CARLOMAGN0(4)por penetrar y
profundizar en la importancia y trascendencia que supuso la implanta-
ción del mahometismo en el diálogo de las cultura^'^). Para Pirenne la
implantación del islamismo es el punto necesario de inflexión de la historia
en el que hay que colocar, si en alguna parte, el cambio de era y en la
periodización europeocéntrica, el paso del mundo antiguo al medioevo.
El tema no se agotó con esta tesis. No sólo es discutible, sino que,
creemos, es demasiado generalizadora y probablemente ha de ser revisa-
da por regioned6) y sólo después de una profunda revisión podrá ser
reexaminada y, posiblemente, substituida.
Dentro de la geografía de la Península Ibérica hubo un serio intento
de revisión de una dimensión del problema que aquí estamos contem-
plando por obra de D. Claudio Sánchez Albornoz en su trabajo sobre
Despoblación y repoblación del valle del Duero(7)y la autoridad del maes-

(4) La obra fue escrita por el eminente historiador pero no acabada y los últimos retoques,
siempre según el texto dejado ya redactado, si bien no elaborado, fueron añadidos por Vercouter y
por J. Pirenne y, finalmente, publicada en Paris en 1937.
(5) Es digno de nota que en un libro de título t a n ambicioso como Die Rolle und Bedeutung der
Islam, Darmstadt 1968, preparado y prologado por E. Hübinger, y formado por toda una serie de
artículos importantes sobre el tema, todos los trabajos sin excepción son revisiones y elaboraciones
de la obra o de las tesis de H. Pirenne.
(6) El problema de la regionalización de la historia está siendo sentido cada vez más por los
historiadores y buena prueba de ello es el volumen titulado L'Zmpero Romano fra storia generale e
storia locale, editado por E. Gabba y K. Christ, Como 1991.
(7) C1. Sánchez Albornoz, Despoblación y repoblación del valle del Duero, Buenos Aires 1966.
tro creó el mito de la despoblación como un modo de resolver el problema
de la discontinuidad cultural. En otro lugar(s)hemos expresado nuestras
ideas respecto a esta tesis, que no vamos a repetir aquí. En cualquier
caso, sí que queremos que consten estos nuevos caminos de la marcha de
la investigación.

4. UN TEMA OPERATIVO
Pero si el tema, como problema, no se suele plantear, sí que suele
actuar como «a priori* en los planteamientos de la historia del período
conocido como «Edad Media..
Si nos situamos en el ámbito de la historia podemos hallar un plan-
teamiento de este género:
«Ha habido una fuerte tendencia en la tradición historiográfica espa-
ñola de las últimas generaciones a minimizar el impacto de la conquista
árabe sobre la sociedad nativa de la penín~ula'~). Para formular con
sencillez el argumento, los defensores de tal punto de vista ven a los
árabes hispanizados en mayor grado que a la península arabizada. Has-
t a cierto punto, esta idea se ha basado en una previa adhesión ideológica
a la creencia en una cualidad de la «hispanidad» que logró imponerse a
todos los conquistadores y habitantes de la península desde los tiempos
más antiguos. Éste es un tipo de determinismo geográfico-cultural de un
carácter particularmente romántico. Sin embargo, algunos de los argu-
mentos de quienes minimizan las discontinuidades del impacto de la con-
quista árabe tienen fimdamentos más serios. No son los menos importantes
de ellos las diversas interpretaciones que subrayan el rápido colapso de las
estructuras sociales árabes tradicionales después del establecimiento en la
península.. «Tales enfoques han sido recientemente contradichos por un
estudio que ha logrado demostrar la continuidad en el uso de nombres
tribales entre los diversos sectores árabes de la población de la península al
menos durante los tres primeros siglos que siguieron a la conquista(lO). Al
(8) A. González Blanco, «La cristianización de Zarnora», Primer Congreso de Historia de
Zamora, Zamora 1987, vol. 11, Zamora 1990, 267-299, especialmente 281-283.
(9) Esta concepción está subyacente en los argumentos de C. Sánchez Albornoz, España, un
enigma histórico, 2 vols. Buenos Aires 1956. Otro enfoque considera que se produjo una conversión
masiva a l islam entre la población nativa, no una invasión: esta posición llegó a su forma más
extrema en 1. Olagüe, Les Arabes nónt jamais envahi Z'Espagne, Paris 1966; véase la respuesta de
P. Guichard, «Les arabes ont biern envahi YEspagne: les estrudures sociales de l'Espagne musulma-
ne»,Annales E.S.C. 29, 1974, pp. 1.483-1.513.
(10) P. Guichard, Tribus arabes et berberes en Al-Andalus, Paris 1973 (Hay traducción caste-
llana: Al-Andalus: estructura antropol6gica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona 1976).
mismo tiempo, ha sido posible demostrar hasta qué punto se conservaron
formas distintivas de organización social entre los beréberes, que consti-
tuían el otro componente importante no nativo de la población(ll).Con la
segunda parte de la argumentación hay poca necesidad de sutilezas,
pues nunca se ha sostenido que la sociedad beréber fuese permeable, y la
que puede llamarse historiografía nacionalista ha tendido a considerar
asimilados e hispanizados a los árabes, pero los beréberes quedaban
aislados e irrevocablemente extraños. Sin embargo, la cuestión de la
supervivencia de la organización y la nomenclatura tribales entre los
árabes no es una solución evidente del problema particular que estamos
considerando, pues la significación de las identidades tribales entre los
árabes en el siglo siguiente al establecimiento del califato se ha converti-
do en tema de considerable debate. De este modo, la discusión debe ser
situada en un contexto más amplio que el de la España del siglo VIII».
«Las fuentes de datos árabes contemporáneas tienen tantas lagunas
para las regiones principales de las conquistas y asentamientos árabes
en el Próximo Oriente y el Mediterráneo Oriental como en los territorios
de Occidente. Así, para gran parte de la historia del período de la dinas-
tía omeya (661-750),se ha tenido que recurrir a la gran historia del autor
persa al-Tabari (839-992/3)(12).Por valiosa que pueda ser su exposición de
los sucesos de Siria, Egipto e Irak a comienzos del siglo VIII, se halla
inevitablemente teñida de las percepciones y expectativas del período en
el que escribía. Dicho sencillamente, el cuadro que se presenta en las
obras de Tabari y otros autores árabes posteriores es una imagen de
conflictos que se centraban en dos o más confederaciones tribales más o
menos equilibradas, las de los qaysíes y los kalbíes. Las fluctuaciones en
el apoyo o el uso de estos dos grupos parecen constituir la dinámica de la
política y las luchas de poder del último Estado omeya».
«Tomar las narraciones árabes por su valor aparente ha llevado a
algunos historiadores a postular la existencia de un gran antagonismo
tradicional entre las tribus del sur de Arabia, llamadas colectivamente
los yemeníes (o los kalbíes) y las del norte, representadas por los qay-
síes(13).Tal interpretación no sólo es intrínsecamente improbable, sino
que tampoco halla sostén en los materiales relativos a la sociedad árabe
en vida de Mahoma, y menos aún antes. Y satisfechos con razón por una

(11) Zbidem, pp. 365-409 de la traducción castellana.


(12) Véase sobre él el artículo de R. Paret, <<Al-Tabari~, en Shorter Encyclopedia of Zslam,
dirigida por H . A. R. Gibb y J . H . Kramers, Leyden y Londres 1961, pp. 556-557.
(13) J . Wellhausen, Das arabische Reich und sein Sturz, Berlin 1902. Introducción, sección 9.
explicación que ha adquirido el status de la ortodoxia, pero no logra ser
convincente en el plano intelectual, otros eruditos han tratado de inter-
pretar los datos relativos a conflictos de facciones en el período de los
decenios de 720 a 740 como expresión de divergencias políticas. Así, uno
de los puntos de vista considera que el conflicto se planteó entre los que
estaban ansiosos de mantener el empuje de la conquista y las diferencias
entre conquistadores y conquistados y los preocupados por lograr una
consolidación y asimilación de ambas partes(14).Más recientemente aún,
se ha sugerido que se trató sólo de una lucha abierta por el poder entre
dos facciones militares rivales ansiosas de monopolizar los caminos a la
riqueza y la primacía, para quienes las denominaciones tribales brinda-
ban un modo conveniente de articular la identidad del grupoJ15).
«En otras palabras, las interpretaciones modernas de los importantes
aunque oscuros conflictos militares y políticos del tardío Estado Omeya
se basan en la creencia de que el carácter de la organización tribal de la
sociedad árabe se alteró significativamente en el siglo siguiente al co-
mienzo del período de las conquistas en los años 630. Las tribus mismas
cambiaron de composición, aunque no de estructura, con respecto a lo
que habían sido en tiempos de Mahoma. Esta conclusión es, quizá, me-
nos sorprendente que la defendida por la concepción más antigua, la cual
postulaba implícitamente la conquista y posterior ocupación de un enor-
me territorio, que se extendía desde la región situada al norte de los
Pirineos hasta las fronteras de la India, por un cuerpo numéricamente
pequeño de hombres. Teóricamente, los logros iniciales de esta conquista
pueden ser concebibles sobre tal base, pero no su posterior longevidad y
la efectiva absorción de tantos elementos culturales nuevos por la pobla-
ción conquistada*.
<<Esta breve sinopsis del debate historiográfico al menos habrá dejado
en claro que éstas no son cuestiones que se pueden responder satisfacto-
riamente en un contexto español exclusivo. Es igualmente obvio que, en
el estado actual de la discusión, no puede avistarse ninguna solución
clara. En verdad, son tales los problemas de los elementos de juicio que
quizá nunca se logre una solución que obtenga un consenso universal.
Sin embargo, la aparición de importantes retos a certidumbres y ortodo-
xias viejas de dudoso valor ya es por sí sóla un importante avance. En lo
que concierne a la dimensión española del debate, la idea de la <<hispani-

(14) M. A. Shaban, Islamic History, pp. 120-124.


(15) P. Crone, Slaves on Horses, pp. 42-48.
zacióm extrema tiene fallos en sus mismas premisas iniciales y puede
ser descartada. La réplica que pone de relieve una casi total impermeabi-
lidad por parte de la sociedad tribal árabe a los elementos de la cultura
nativa de la península es probable que sea igualmente extrema, aunque
no se debe subestimar su valor para demostrar las diferencias funda-
mentales entre las estructuras sociales árabe y beréber, y la particular
tenacidad de la última. Existían aspectos en los que los elementos de la
sociedad nativa podían ser asimilados bastante rápidamente a la de los
conquistadores. O al menos la parte árabe de ella políticamente domi-
nante aunque numéricamente pequeñaJ16).
Si nos situamos en el terreno del arte podemos dejar hablar a un
colega bien autorizado que expone las cosas de esta manera:
«La Edad Media española se diferencia de la de gran parte de los
países europeos por un fenómeno histórico único: La Reconquista(17).Este
representa no sólo el enfrentamiento de los hispanocristianos contra los
invasores musulmanes, como se repite en muchos estudios, inclusive de
«alta divulgación», sino que estos musulmanes eran en su mayoría de
origen tan hispano como los cristianos del Norte. Dado que la historia
que se ha escrito de nuestro medievo ha sido redactada por los «vencedo-
res», se introdujeron en ella una serie de tópicos que han condicionado
una más exacta comprensión de las manifestaciones humanas del mo-
mento. No entraremos aquí en un pormenorizado estudio de estos fenó-
menos en su aspecto social por falta evidente de espacio, pero sí debemos
matizar algunos de ellos porque han servido para distorsionar la histo-
ria: La invasión musulmana como fin del mundo antiguo en la Penínsu-
la, y la aparición, a partir del suceso anterior, de artes nuevos como el
hispano-árabe, asturiano, condal o mozárabe. Según esto el invasor islá-
mico puso fin al pasado con la creación de un caos absoluto, surgiendo a
partir de él una ordenación política nueva que se plasmaba en diferentes
formas artísticas. El caso del arte asturiano constituiría una aproxima-
ción a las realidades plásticas del mundo carolingio, europeo y cristiano,

(16) R. Collins, La conquista árabe. Historia de España IIZ, Barcelona 1991,pp. 91-94.
(17) Salvo la breve obra de Derek W . Lomax, La reconquista, Barcelona 1984 (Edic. inglesa,
Londres 1978),no existe libro alguno que historie la reconquista de toda la Península desde el 711
hasta 1492. Para u n resumen selectivo de la abundante bibliografía parcial sobre el tema'pueden
verse las pp. 233-240 de la obra de Lomax. El estudio del arte correspondiente a igual período
histórico ha sido brillantemente expuesto por Joaquín Yarza e n el volumen 11 de la colección
Historia del Arte Hispánico. La Edad Media, Madrid 1980.Del mismo autor, Arte y arquitectura en
España 500-1250, Madrid 1979,que como su mismo título indica, su contenido cronológico es algo
más reducido.
frente al arte hispano-andaluz que sería oriental e infiel. En medio de
estas dos concepciones antagónicas no sólo del arte sino de la sociedad
hispana, se manifiesta lo mozárabe que venía a representar la concreción
de las formas tradicionalmente hispánicas, de las que esta minoría étni-
ca se convertía en, prácticamente, único conservador; siendo su nombre
el que iba a calificar todas las manifestaciones humanas de tradición
preislámica, desde la liturgia al arte(18).
«Muchos de nuestros historiadores han dado como fin de la Antigüe-
dad hispana la invasión islámica. Gómez Moreno consideraba que el arte
peninsular posterior al siglo VI, era una plástica nueva «que respondía a
la pujanza del señorío visigodo»,y que constituye «el arranque de nues-
tra Alta Edad Media», que se verá cortada en su primera fase a princi-
pios del siglo VIII(lg).Sustancialmente distinta era la opinión de uno de
nuestros mejores conocedores de la Tardía Antigüedad en España, Pedro
Palol, quien considera que en el año 711, fecha de la batalla de la Janda,
es el momento de levantar el acta de defunción del mundo antiguo en
nuestro paíd20).Sin embargo pocos años después no era tan categórico en
su afirmación y sólo se limita a considerar fenecida la rama aúlica del
arte hispanogodo, mientras que duda de un continuismo en las manifes-

(18) Desde el punto de vista histórico el estudio clásico de los mozárabes corresponde a
F. J. Simonet, Historia de los mozárabes de España, deducida de los mejores y más antiguos testimo-
nios de los escritores cristianos y árabes, Madrid 1903. Menos importante para el significado de los
mozárabes e n estos primeros momentos de l a Reconquista es el libro de Isidoro de las Cagigas,
Minorías étnico-religiosas de la Edad Media española. T. l. Los mozárabes, Madrid 1948. Quien ha
definido la personalidad artística de este grupo ha sido M. Gómez Moreno en un libro magistral,
Iglesias mozárabes, Madrid 1919. Recientemente Jacques Fontaine ha publicado un artículo en el
que trata de la relación de la mozarabía con el mundo carolingio, con el que, como veremos más
adelante, no estamos de acuerdo en l a extensión que concede el término mozárabe «Mozarabie
hispanique e t monde carolingien: Les echanges culturels entre la France e t I'Espagne du VIIIe
si&cle»,Anuario de Estudios Medievales 1983, 17-46), aunque el estudio por la riqueza de su
información y el conocimiento que su autor tiene de la Alta Edad Media, fundamentalmente en
relación con sus fuentes latinas, es muy interesante.
(19) M. Gómez Moreno, «Premices de I'art chretien espagnoh, comunicación al Congreso Inter-
nacional de Historia del Arte, Bruxelles 1964, traducción española en Archivo Español de Arte 1966,
101-139.
(20) Palol había clasificado la problemática de nomenclatura del arte español de la quinta,
sexta y séptima centurias, señalando que durante estos siglos las formas artísticas son de tradición
hispanorromana y que la única referencia al invasor germánico competía al orden político, de ahí la
denominación que propone para el arte de este período, «Arte hispánico de época visigoda. («Esencia
del arte hispánico de época visigoda: romanismo y germanismon, Boletín de las Settimane di Studw
del Centro Italiano d i Studi sull-Alto medioevo, 111, Spoleto, 1956, 65-110).
taciones rurales(21).Sabemos con certeza que la invasión supuso una
cierta inestabilidad social, sin embargo resulta evidente que ésta fue una
crisis que denuncia más un cambio de minoría gobernante que una
manifiesta mutación de aspectos culturales. Los invasores, no ya la masa
de gómeres recién catequizados, que eran culturalmente analfabetos(22),
sino su minoría rectora, la aristocracia sirio-omeya, eran portadores de
una cultura que no puede considerarse de otra manera que antigua(23).
La reacción de nuestro país ante la hegemonía del islam no es diferente
a la de otros pueblos dominados: todo nuestro bagaje artístico se pone a
disposición del invasor, hombres y técnicas continúan trabajando para
los nuevos gobernantes, quienes, a su vez, no encontraron entre los
artistas, sus creaciones y su manera de hacer, grandes diferencias con
las del Oriente bizantino y el Norte de África, pues, como es sabido, los
contactos de estas áreas geográficas con la Península han sido muy
estrechos desde épocas muy antiguas(24).El continuismo de la tradición
hispanogoda fue de tal magnitud que, a lo largo de las primeras etapas,
el llamado arte islámico español o hispanoandaluz no es otra cosa que la
continuidad de un arte tardoantiguo realizado bajo el poder islámico y,
sin duda, salvo las variantes propias de los condicionamientos de la
geografía y del funcionalismo de los edificios monumentales, con más
afinidades que diferencias con el Norte. Maravall valoraba como elemen-
to definidor de ambas culturas hispánicas -la meridional y la septen-
trional- su sustrato hispanogodo que produce «una forzosa conexión entre
este arte hispanocristiano y el hispanomus~lrnán(~~).Será h i g y Cadalfach
quien de manera más contundente defienda la supervivencia del arte visi-
gótico hasta el siglo X, aunque en sus trabajos existan graves problemas a

(21) .¿Terminó esta original y renovadora arquitectura con la caída del reino de los visigodos
ante el empuje árabe? Es evidente que, e n su forma aúlica, sí. No es t a n claro, por el contrario, e n
sus manifestaciones rurales. Pero, e n todo caso, debemos pensar que perdió, definitivamente su
aliento creador. Lo que eventualmente pudo quedar debió ser pobre, mucho peor y sin posibilidades
de crear obras de interés notables* (Pedro de Palol, Arte hispánico de la España visigoda, Barcelona
1968, p. 188.
(22) Los bereberes que se establecieron e n España desde la época de la conquista pertenecían
a las confederaciones marroquíes de los Matgara, los Mayduna, los Miknasa y los Hawwara
(E. Levi-Provencal, Histoire de Z'Espagne Musulmane, 2. ed. 1, Paris-Leiden 1950, pp. 85-88).
(23) 0. Grabar, La formación del Arte Islámico, Madrid 1979 (Ed. inglesa, Yale Univewrsity
Press, Ltd. 1973).
(24) Los trabajos de H. Schlunk sobre las relaciones artísticas de nuestro país con k c a y
Oriente son bien conocidos: *Relaciones entre la Península Ibérica y Bizancio durante la época
visigoda~,Archivo Español de Arqueología 1945, 139-166; «La pilastra e n el Salvador de Toledon,
Anales Toledanos 1971, 235-254.
(25) J. A. Maravall, El concepto de España en la Edad Media, Madrid 1954, 176-177.
la hora de datar algunos de los monumentos más significativos de nuestro
medievo(26).Yo mismo (1. Bango Torviso)he tratado en otras ocasiones sobre
la importancia de la cultura hispanovisigoda como informadora de las ma-
nifestaciones artísticas de la España altomedieval prerr~rnánica(~~), llegan-
do a precisar que con una expresión usual en textos de época deberíamos
agruparlas bajo la denominación de Ordo g o t ~ r u r n ( ~ ~ ) J ~ ~ ) .
La operatividad apuntada se constata en el modo de enjuiciar la
historia del arte asturiano, mientras que autores como Azcárate, si-
guiendo los caminos que formulara Gómez Moreno profundizan en las
posibles relaciones con el arte germánico(30),
1. Bango Torviso apuesta por
la continuidad con el arte hispánico anterior(31).

5. NUESTRO MODO DE ABORDAR EL TEMA

Vamos a asomarnos al tema de la continuidad o discontinuidad de la


cultura con motivo de la invasión árabe en la Península Ibérica, tratando de
estudiar el caso a la luz de lo que sucede en el ámbito del SE. Damos por
supuesto y estamos convencidos de que a grandes líneas y servatis serwan-
dis el comportamiento árabe h e el mismo en todas partes y bajo este
supuesto, argumentamos a partir de los datos del urbanismo de esta región.

(26) J. Puig i Cadalfach, Lárt wisigothique et ses survivances, Paris 1961.


(27) Lógicamente una cultura de más de cinco siglos de duración, tiene una serie de matices
que permiten, dentro de su absoluta unidad, unas nomenclaturas que definan ciertas caracterizacio-
nes debidas a circunstancias impuestas por la cronología y el condicionamiento geográfico. Al igual
que en plena época hispano-visigoda, como puede ser el siglo VII, existen lo que llamaríamos
.escuelas geográficas., originadas por las costumbres artesanales locales y los medios materiales del
lugar, a lo largo de las centurias siguientes esto también se acusa. De esta manera la restauración
de edificios del Valle del Duero durante su repoblación en los siglos M y X produjo la recuperación
de una serie de formas que habían caracterizado la arquitectura hispanovisigoda de esta zona
(1.Bango Torviso, «El neovisigotismo artístico de los siglos M y X: la restauración de ciudades y
templos., Revista de Ideas Estéticas 1979, 319-338. Siguiendo la línea investigadora de este artículo,
M" Soledad Silva y de Verástegui ha escrito sobre la miniatura: «Neovisigotismo iconográfico del
siglo X: Ordo de celebrando concilio», Goya 164-165, 1981, 70-75).
(28) eL'Ordo gotorum et sa survivance dans YEspagne du Haut Moyen Ager, Revue de Z'Art, 70,
1985, 9-20.
(29) 1. G. Bango Torviso, «El arte asturiano y el imperio carolingio», en Arte prerrománico y
románico en Asturias, Gijón 1988, pp. 31-88 y el texto citado en las pp. 32-40. Hemos citado el texto con
notas ya que recoge una buena historia de la investigación que es clave para el epígrafe que tratamos.
(30) M. Gómez Moreno, «De arqueología mozárabe», Boletín de la Sociedad Castellana de
Excursiones 1913, p. 91; J. M. Azcárate, ~EinigeAspekte zum germanischdeutschen Einfluss auf die
Kunst des Hochmittelalters in Spanien~,Gesammelte Aufsatze zu Kulturgeschichte Spaniens, Müns-
ter 1982, pp. 1-17.
(31) I.G. Bango Torviso <<Elarte asturiano y el Imperio Carolingio~,Arte prerrománico y
románico en Asturias (Jornadas de Villaviciosa), Gijón 1988, 31-88.
6. EL CARÁCTER EXCLUSIVISTA DE LA RELIGIÓN ÁRABE

Es un tema tan conocido y tan claro que raya en el tópico. Ha sido


perfectamente estudiado y no vamos a dedicar tiempo a buscar una
nueva formulación. Digámoslo con palabras de H. Pirenne:
«La gran pregunta que se plantea es saber por qué los árabes, que
desde luego no eran más numerosos que los germanos, no fueron absor-
bidos como éstos por las poblaciones de las regiones de superior civiliza-
ción de las que se apoderaron. Todo estriba en eso. No hay sino una
respuesta y es de orden moral. Mientras que los germanos no tienen
nada para oponer al cristianismo del Imperio, los árabes están exaltados
por una fe nueva. Eso y sólo eso los vuelve imposibles de asimilar. Pues,
en lo demás, no tienen más prevenciones que los germanos contra la
civilización de los conquistados. Al contrario, se la asimilan con asombro-
sa rapidez; en ciencia aprenden de los griegos; en arte de los griegos y de
los persas. Ni siquiera son fanáticos, al menos al principio, y no pretenden
convertir a sus súbditos. Pero quieren hacerles obedecer al dios único, Alá,
y a su profeta Mahoma y, puesto que éste era árabe, a Arabia. Su religión
universal es al mismo tiempo nacional. Son los servidores de Dios.
«Islam significa resignación o sumisión a Dios y musulmán quiere
decir sumiso. Alá es uno y es lógico, por tanto, que todos sus servidores
tengan el deber de imponerlo a los incrédulos, a los infieles. Lo que se
proponen no es, como se ha dicho, su conversión, sino su
La cita es larga y podría prolongarse y en su espíritu es exacta, pero
hay que hacer muchas matizaciones en la aplicación que Pirenne hace de
tal teoría a la situación histórica. Así añade nuestro autor: «El germano
se romaniza en cuanto entra en la Romanía. El romano, en cambio, se
arabiza en cuanto es conquistado por el Islam(33).Poco importa que,
incluso en plena Edad Media, hayan subsistido entre los musulmanes

(32) H. Pirenne, Mahoma y Carlomagno, Madrid 1989, p. 124.


(33) De esta afirmación tan contundente H. Pirenne da una demostración precisamente toma-
da de España, afirmando que Gen España en el siglo M los propios cristianos ya no saben latín, y se
traducen al árabe los textos de los concilios~.El autor no cita la referencia que demuestre o dé fe de
su afirmación: pero la investigación posterior ha precisado mucho más el estado de la cuestión. Así
por ejemplo R. Collins, España en la Alta Edad Media 400-1000,Barcelona 1986, p. 208 precisa: .La
conquista árabe del norte de Africano era ni mucho menos completa. Hay que decir, a este respecto,
que todavía en el siglo X se seguía utilizando el latín en el norte de h c a y que en el siglo XI aún
existían importantes comunidades cristianas» y cita en nota el trabajo de C.E. Dufourcq, «La
coexistence des Chrétiens et des Musulmans dans Al-Andalus et dans le Maghrib du X siecle»,
Orient et Occident au X siecle, Paris 1979, 209-220.
pequeñas comunidades de coptos, nestorianos y sobre todo de judíos. No
por ello el ambiente ha dejado de transformarse a fondo. Ha habido un
corte, una ruptura con el pasado. El nuevo amo no permite que, en el
radio que domina, ninguna influencia escape al control de Alá. Su dere-
cho, sacado del Corán sustituye al derecho romano, su lengua al griego y
al
Todo esto es verdad en algún sentido, pero lo que aquí tratamos de
ponderar es si es verdad a nivel de ruptura cultural, si el pueblo de todos
los puntos conquistados rompió con su pasado. La tesis de Pirenne es
brillante formulada de manera afirmativa, pero deja ver sus puntos
flacos cuando se la formula inversamente en el sentido de la comproba-
ción de cada una de sus afirmaciones o implicacione~(~~). Y éste es el
sentido de nuestro planteamiento.

7. LOS ASENTAMIENTOS ESTRATÉGICOS DE LOS ÁRABEs EN


LA TIERRA CONQUISTADA

Es algo sabido que los árabes tras la conquista no se mezclaban con


los pueblos conquistados. *En general, los contactos entre los conquista-
dores y sus súbditos eran más bien escasos. Los ejércitos árabes, o
ctynad, permanecían aislados en grandes campamentos militares o en
ciudades-guarniciones,como Kafa, Basra y Wasit en Mesopotamia (Irak),
Fustat (más tarde El Cairo) en Egipto y Qayrawan en el norte de hrica,

(34) H. Pirenn, op. cit., p. 125.


(35) El mismo H. Pirenne es consciente de los puntos flacos de su tesis y los pretende dejar
constatados y afianzados a lo largo de su exposición. Primero porque la mera exposición de las
guerras entre árabes y pueblos romanizados ya deja ver que el corte no tiene unos perfiles tan claros
desde el punto de vista geográfico. Segundo porque la existencia de viajes, aunque sean de carácter
religioso, indica que el corte no es tan impermeable. Tercero porque admite que los árabes con su
civilización tribal no pueden administrar un imperio y tienen que aculturarse, políticamente al
menos, para gobernar su nuevo territorio tan amplio y tan complejo.
Y la investigación ulterior va precisando mejor los conceptos. Así R. Collins recuerda que «Las
influencias de las tradiciones romana y persa sobre los árabes -triunfantes, si, pero con grandes
deficiencias por lo que respecta a la complejidad de las tareas administrativas- fueron limitadas en
su carácter y área geográfica durante los siglos VI1 y VIII. A partir de Mu'awiya, los califas omeyas
trasladaron su residencia de la Meca a Damasco, que hasta entonces era una ciudad provincial, no
muy importante, de la Siria bizantina. Allí, su forma de vida y de gobierno experimentó algunas
modificaciones, adoptando diversos elementos de la administración burocrática bizantina. Para ello
podían contar con la tradición imperial de gobierno local y con personal calificado...» (op. cit., p. 201).
Y los ejemplos podrían multiplicarse. Hoy no hay nadie que ponga en duda la dependencia de la
ciencia árabe respecto a la bizantina y del arte árabe respecto al arte griego y persa que le
precedieron en el tiempo.
que fueron fundadas después de las conquistas. Al principio estaban en
situación de alerta permanente y, ciertamente, el proceso de conquista y
expansión continuó prácticamente hasta el final del período omeya, to-
cando a su fin hacia el 740. Las comunidades gozaban de un amplio
grado de autogobierno, exigiéndoseles tan sólo el pago de impuestos
territoriales y personales que los califas imponían a sus súbditos no
musulmanes. Los ingresos iban a parar fundamentalmente a los aynad
árabes. Como consecuencia de su segregación, los aynad conservaban un
fundamentalismo islámico incólume, un sentido de superioridad respecto
a la población no árabe y sus propias identidades tribales. Así pues, los
miembros de los aynad quedaron notablemente al margen de los benefi-
cios o influencias de las culturas de sus víctimas, mientras que los califas
omeyas se vieron impulsados cada vez más, como consecuencia de la
necesidad, atemperada por la elección personal, hacia un estilo de vida
extraño para ellos y, en algunos casos, a la transgresión de las normas
del
Estos asentamientos militares aislados de los pueblos vencidos en el
caso de España son conocidos por la información que nos dan ya las
primeras fuentes cristianas(37) y por las fuentes árabes(38).
Pero a pesar de estas informaciones sabemos muy poco en concreto de
los asentamientos árabes en la Península no solamente porque el mate-
rial genealógico en que se basaron Al-Maqqari o sus fuentes era muy
posterior al período de la conquista(39) sino también porque las informa-
ciones son necesariamente vagas: *Las zonas fundamentales de asenta-
miento en las postrimerías del período omeya eran Córdoba, Granada,
Sevilla y Beja, que también debían de serlo en el comienzo de la dinastía.
Sin embargo, a esta lista hay que añadir otras poblaciones y hay también
algunas como en el caso de Mérida, donde coexistían -caso inusual-
grupos numerosos de beréberes y de árabesJ40).

(36) R. Collins, op.cit., pp. 201-202.


(37) Ron Barkai, Cristianos y musulmanes en la España Medieval (El enemigo en el espejo),
Madrid 1991, p. 26 s.: <<La crónica mozárabe suministra una información abundante y más exacta
sobre lo acaecido e n la España musulmana, es rica y más compleja e n sus concepciones, no se refiere
al mundo musulmán como una unidad monolítica y hace una clara distinción entre árabes y
beréberes. La imagen de los beréberes es totalmente negativa, mientras que la de los árabes es más
compleja.
(38) Al-Maqqari e n P. de Gayangos, The History of the Mohammedan dynasties in Spain, 2
vols., Londres 1840-1843, libro V , cap. 111, e n el vol. 11, pp. 19-29.
(39) R. Collins, op. cit., p. 204.
(40) R. Collins, Ibidem.
Creemos que es un problema importante el estudio de los asentamien-
tos árabes y de su relación con las ciudades romano-visigodas preexisten-
tes. Lo hemos estudiado en la región de Murcia y pensamos que puede
ser luminosa su presentación.

8. LOS ASENTAMIENTOS ÁRABEs Y LAS CIUDADES ROMANO-


VISIGODAS EN LA REGIÓN DE MURCIA

Los asentamientos que pueden ser considerados como ciudades roma-


nas con pervivencia tardorromana en la región de Murcia, en el estado
actual de la investigación, son:
CARTAGENA
CASTILLO DE LOS GARRES-ALGEZARES (Pacto de Todmir, Iyyuh?)
PUERTODEMAZARR~N
BEGASTRI ..................................................... (Pacto de Tormir)
ULEA (SALTO DE LA NOVIA) ................... (Pacto de Todmir, Ulea?)
MEDINA SIYASA
CERRO DE LA ALMAGRA .......................... (Pacto de Todmir, Mula)
VILLA VIEJA, en Calasparra
LORCA ........................................................... (Pacto de Todmir)
ÁGUILAS
LA ENCARNACIÓN(~~)
Se suele dar por supuesto que los árabes ocupan la parte fortificada de
las ciudades existentes, pero conviene considerar más de cerca las cosas
para ver la «evidencia»que pueda haber sobre tal presupuesto.
Tras la batalla del Guadalete y el enfrentamiento de Ecija, la parte
del ejército de Tariq enviada a Rayya, llegó a Orihuela y pactó con
Teodomiro, adueñándose de toda la región en la que gobernaba éste(42).

(41) Especificar este cuadro no es tarea de este lugar. Se deduce de lo que hemos dicho en los
capítulos anteriores y de la historia de la Región de Murcia en la Edad Media que no vamos a
delinear aquí. En esencia el problema que hay que explicar es el hecho de que las actuales ciudades
de la Región de Murcia están asentadas sobre ciudades musulmanas, mientras que las ciudades
romanas con gran frecuencia son yacimientos cercanos a tales ciudades. ¿Por qué se abandonaron
para trasladarse la población a los actuales asentamientos?
(42) Una narración-transcripción de lo acontecido puede verse en C1. Sánchez Albornoz, La
España musulmana según los autores islamitas y cristianos medieuales, Tomo 1,4 ed., Madrid 1974,
p. 51. Las fechas de los sucesos están indicadas en el mapa frente a la p. 56, en la que se indica el
año 713 y remite a su obra Orígenes de la nación española. Una exposición más antigua, pero con
discusión de los acontecimientos puede verse en M. Gaspar Remiro, Historia de Murcia musulmana,
Zaragoza 1905, p. 1SS.
Las fuentes literarias hablan del reparto de las tierras conquistadas
entre los conquistadores pero el tenor de los textos además de ser poco
preciso, como ya hemos indicado, parece querer decir que las tierras que
se recibieron por pacto no fueron sometidas a ocupación en aquellos
primeros momentos(43).Debieron quedar guarniciones y así lo apunta
M. Gaspar Remiro, aunque se apoya en la mera analogía y no en textos
documentales: <<Loshistoriadores árabes, que ya van citados en otro
lugar, nos dicen que Abdelaziz conquistó la región de Todmir, y que sus
naturales quedaron sometidos a la autoridad de los musulmanes, los
cuales, a semejanza de lo que hicieron en Elvira, Málaga, Sevilla, etc.,
dejaron allá algunos de sus hombres a manera de y más
adelante: .Si Teodomiro quedaba siendo rey independiente de la región:
¿qué hacían aquellos hombres que en ella dejó Abdelaziz, al retirarse con
el grueso del ejército de conquista?(45).
El tema vuelve a aparecer y se le puntualiza así: <<Entretanto los
árabes que dejó Abdelaziz en Todmir, se establecerían, según su práctica
constante, en los sitios fuertes de las ciudades, constituyendo lo que ellos
llaman el Choud (especie de cuerpo de ejército regional), engrosado de
día en día, gracias a la política de atracción de los dominadores y a las
ventajas materiales que ofrecían a los indígenas a seguido de su conver-
sión al islamismo. Es indudable que la acción de los musulmanes debió
extenderse pronto en Todmir, lo mismo que en otras regiones de España,
a todos los órdenes de la vida; pues sabemos por Abadi y Abenalfaradi
que en el 197 de la hégira (812 a 813 d.J.c.), o sea un siglo después de la
conquista, muere Fadl, hijo de Omaira, por sobrenombre Abulafla, cadí o
justicia de dicha región bajo el gobierno del emir Alháquem, hijo de
Hixem, y es de suponer que no fuese éste el primero que ejerciese allá
tan alta magi~traturad~~).
«La primera noticia expresa que tenemos del asentamiento de musul-
manes en las tierras de Todmir data del año 743, tras la entrada en
Córdoba de Abuljatar como gobernador, quien a fin de alejar de la capital
a los sirios de Balj, les dio en feudo las tierras del dominio público,
ordenando a los siervos que las cultivaban a ceder en adelante a los
sirios la tercera parte de las cosechas que hasta entonces habían cedido

(43) Unas páginas que hablan de la distribución de las tierras pueden verse en C1. Sánchez
Albornoz, La España musulmana ..., pp. 70-73 y en ellas puede comprobarse el tenor de los textos.
(44) M. Gaspar Remiro, op. cit., p. 17.
(45) M. Gaspar Remiro, op. cit., p. 19.
(46) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 24-25.
al estado. La división de Egipto fue establecida en los distritos de Beja y
Todmir; la de Emesa en los distritos de Niebla y
De todas maneras es un problema tambih para M. Gaspar Remiro, lo
mismo que para los que pensaron en un reino independiente el explicar
el asentamiento de nuevos musulmanes en la tierra y así en las páginas
siguientes se vuelve a enredar en el intento de afianzar el hecho, procu-
rando ver el modo: «Es de pensar que el califa exigiese en esta región,
como en cualquiera otra de España, la efectividad de los tributos que
sobre ella pesaban; ningún historiador árabe exceptúa del cumplimiento
de la orden del califa a dicha región, y el Anónimo latino dice expresa-
mente que se exigió a toda España, ulterior y citerior. Así se explica
fácilmente que Abuljatar dispusiera más tarde en Todmir de tierras
pertenecientes al dominio público, donde establecer a parte de los sirios
que habían venido con Balj; y es de sospechar que aquel emir que había
venido a España, ut suprafata sedat scandala, para que cesaran los
sobredichos escándalos, como dice el Anónimo latino, castigase a Atha-
nahildo por faltas contra el fisco musulmán, de las cuales sería justa o
injustamente acusado. Y aun suponiendo que los tributos impuestos a
Todmir en virtud del tratado de capitulación no hubiesen sido destinados
o no bastasen a crear un patrimonio nacional en que pudiera Abuljatar
establecer a la susodicha parte de sirios, no faltaban otros medios para
obtener ese resultado: pues hay que tener presente que en las capitula-
ciones, por virtud de las cuales era dejado a los indígenas el mole (la libre
disposición de los bienes), como ocurrió en Todmir, según va expuesto en
otro lugar, se denegaba ese privilegio a los emigrados del país al tiempo
de realizarse la invasión, y caducaba en los fallecidos sin sucesión. Los
bienes de éstos y de aquéllos venían a engrosar el tesoro público, pasa-
ban a ser patrimonio nacional, pudiendo disponer de ellos el califa o sus
representantes en beneficio de la comunidad mu~ulmana~+~*). Está claro,
pues, que los autores conciben los asentamientos en virtud de unos lotes
de tierras que los advenedizos fueran a ocupar.

(47) M. Gaspar Remiro, op. cit.,p. 48, citando en nota las fuentes literarias en las que apoya su
información y poco más adelante explicita: *Los autores que creen en lo del reino independiente de
Teodomiro y Athanahildo, han tenido que recurrir a vanas conjeturas, para explicarse cómo pudo
concluir el último girón, como alguien lo llama, del imperio godo. El ilustre señor Gayangos, al echar
de ver en la lectura de los textos árabes que Abuljatar dispuso en Todmir de tierras, donde
establecer a parte de los sirios de Balj... piensa que en tiempo de éste quedaría Athanahildo
despojado de su reino ... Por nuestra parte, debemos hacer constar ... que los árabes que Abdelaziz
dejó en Todmir, debieron encargarse desde luego de la gobernación pública de la región bajo la
autoridad inmediata de los emires generales de España. (pp. 48-49).
(48) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 50-51.
En los años sucesivos hay abundantes acciones bélicas en la región de
Todmir, pero todos los indicios apuntan a que están llevadas a cabo por
tropas que se mueven viniendo desde otras regiones y frentes bélicos.
Asentado Abderramán como emir de Córdoba en el año 756, en el 778
tuvo que enfrentarse a un desembarco y rebelión de berberiscos en la
zona de Todmir, dirigidos por Abderramán, el Eslavo, hijo de Habib, el
Fihri,pero el combate se llevó fuera de la región y vino a terminar en las
montañas cercanas a Valencia(49).
De nuevo hubo turbaciones en la zona con la entronización de Hixem
y su lucha contra sus hermanos(50). Y otra vez en el 798 cuando Soláiman
pasó desde Tánger a las costas de Todmir, donde avanzó por dos veces en
dicho año con numerosas huestes contra su sobrino Alháquem. El 799
repitió su intento habiendo de salir el 800 de Todmir con sus huestes
rumbo al occidente(51).
Dejando de lado la narración de acontecimientos militares, que no
vienen al caso, hay un segundo momento en el que se puede hablar de
asentamientos y es cuando en el 1009 los eslavos que habían combatido
con Almanzor se asientan en el E peninsular(52), pero ocurre lo mismo que
con los asentamientos de los sirios, que nada sabemos del cómo de los
mismos.
A partir de un cierto momento, que es difícil de precisar, pero que, en
cualquier caso hay que aceptar que en ningún caso puede ser posterior al
milenio de nuestra era, los mandatarios de la región de Murcia cuentan
ya con el poblamiento que va a quedar al final de la Edad Media y que si
hay asentamientos, éstos se hacen dentro de los núcleos de población ya
existentes, porque el proceso de disminución de los antiguos núcleos
urbanos de origen romano y de su substitución por los nuevos núcleos
puramente medievales es ya irreversible.
En todas estas acciones bélicas como en las que siguen en tiempos
sucesivos, que no es necesario recoger aquí, los textos nada nos dicen del
modo de los asentamientos árabes en nuestra zona. Y es la imagen
histórica que el historiador se forja lo que decide la reconstraucción que
se hace del tema.

(49) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 58 SS.


(50) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 60 ss.
(51) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 63 ss.
(52) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 90 SS.
En la baja Edad Media, cuando la historia de la zona del SE, al igual
que la del resto de España queda definitivamente aclarada porque co-
mienza a haber una documentación relativamente abundante de su vida,
las .ciudades» que emergen en la región son (por comparación al mundo
romano-visigótico):

Cartagena ....................................................... CARTAGENA


Castillo de los Garres .................................... MURCIA
Puerto de Mazarrón ...................................... NIAZARRÓN
Begastri .......................................................... CEHEGIN
Ulea (Salto de la Novia) ................................ RICOTENLEA
Medina Siyasa ............................................... CIEZA
Cerro de la Almagra ...................................... MULA
Villa Vieja ...................................................... CALASPARRA
Lorca ............................................................... LORCA
Águilas ........................................................... ÁGUILAS

Y formando un grupo diverso por razón de la menor evidencia arqueo-


lógica hasta ahora detectada podemos completar:
-,
La Encarnacion .............................................. CARAVACA
Los Torrejones ............................................... YECLA
Monte de Santa Ana ..................................... JUMILLA

Insistamos en que hay todavía muchos puntos oscuros que tardare-


mos en aclarar, ya que cualquier ley que se pretenda establecer no
conseguirá, hoy por hoy, una total regularidad en todos los puntos indi-
cados, así como tampoco en otros como podrían ser Totana, Alhama,
Pliego, Moratalla, Archena y Fortuna, amén de varias otras villas del
valle del Segura de cuya entidad y génesis hay mucho que investigar,
pero, al menos de una manera general y apoyándonos en los casos mejor
estudiados, podremos formular nuestra tesis como sigue.
Un estudio cuidadoso del cuadro expuesto, nos permite observar que
junto a cada ciudad romana ha aparecido una ciudad cuyo origen no
conocemos, pero que a lo largo de los siglos del primer dominio árabe ha
ido suplantando al antiguo asentamiento romano, al que acabará por
hacer olvidar, sin que tengamos tampoco evidencia, hasta el presente, de
cuándo termina por desaparecer del todo el asentamiento romano.
Como ley general se puede afirmar que con la llegada de los árabes se
da y se cumple el principio táctico de su asentamiento en campamentos
militares inexpugnables donde los soldados se mantienen al margen de
la población y desde los que controlan a las ciudades cristianas del país.
Así hay que explicar el origen de Cehegín, Mula, Calasparra, Ricote,
Medina Siyasa, Benizar, Xiquena, Yecla, Jumilla, y probablemente va-
rios otros.
Una vez establecidos estos «castillos»,allí afluyen los dineros de los
tributos y los bienes de consumo producto de esos mismos tributos más
los que se adquieren con el dinero allí acumulado. Y comienza con ello la
conversión de esas plazas fuertes en centros de atracción para la pobla-
ción: buhoneros, artesanos llamados por los soldados, criados y servi-
dumbre, esclavos y esclavas se van abriendo camino hacia esos centros
de riqueza y de poder cuando las circunstancias facilitan el asentamiento
y cuando el rigor del cumplimiento de la ley islámica se aminora.
Organizado así el poblamiento, los conflictos armados son trágicos
para las ciudades sin guarnición, ya que ésta está situada a pequeña
distancia, pero la suficiente como para que los ejércitos advenedizos
puedan aprovisionarse en las ciudades cuyas puertas están abiertas y no
necesitan enfrentarse con los castillos cuya defensa es fácil.
No sabemos cuánto duró el proceso de trasvase, pero algo sí que
sabemos y es que fue largo. La arqueología, en los pocos sitios que hasta
ahora han podido ser explorados atestigua una población residual que
dura mucho tiempo, que vive aún cuando la ciudad ya hace mucho
tiempo que ha perdido sus defensas o que éstas han dejado de tener
importancia.
El caso mejor conocido hasta ahora es el de la ciudad hispano-romano-
visigoda de BEGASTRI. Destruida la muralla (de la que los restos con-
servados tienen una potencia de alrededor de cinco metros de altura) el
corte del muro resultante, convertido ahora en borde de la plataforma
configurada por la destrucción, es ocupado por chabolas de paupérrima
entidad, pero que cubren toda la geografía, al menos de la acrópolis de la
antigua ciudad.
Que el núcleo de población actual de Cehegín no surgió después de la
total destrucción de Begastri y de su desaparición completa como núcleo
de población, es algo que no se podrá demostrar hasta que no se excave
en profundidad también aquel centro urbano, pero en el estado actual de
la investigación parece ser exigido por el nivel de pobreza que se constata
en los estratos más recientes de Begastri. Y si hay un momento en el que
conviven ambos núcleos de población hay que suponer que esto ocurre en
función del principio arriba constatado de los asentamientos de los ára-
bes en campamentos propios fuera de las ciudades conquistadas.
Las características de Mula y su relación con el Cerro de La Almagra
obligan a concluir en igual sentido y a un similar cumplimiento de la
misma ley histórica

11. LA CONCIENCIA CRISTIANA DEL PROBLEMA

Hay un último punto, que quizá hubiera que plantearlo en primer


lugar, ya que, a nuestro juicio, él sólo sirve para dirimir la cuestión. Es el
de la conciencia que los hispano-romano-visigodos tuvieron del problema
de la continuidad o ruptura de la cultura.
No hay muchos datos al respecto, pero sí los suficientes y en concreto,
por ser un tema estudiado, nos vamos a limitar a recoger el testimonio de
los que lo han tratado.
A propósito de las crónicas latinas del siglo VI11 y muy en concreto de
la crónica bizantino-árabe redactada en el año 741 y de la crónica mozá-
rabe de Córdoba y muy en particular de esta segunda se ha escrito:
«El cronista mozárabe ignora casi por completo el significado religioso
del conflicto cristiano-musulmán en España, aunque percibe que la con-
quista de España es parte de la expansión del Islam por el mundo entero.
En ese espíritu se abarcó también la lucha con Bizanzio en términos de
lucha de sarracenos contra romanos y no de Islam contra Cristianismo;
es decir, un conflicto político-territorial, no religioso-ideológico. El ele-
mento religioso sólo existe -en la concepción de la conquista musulma-
na de España- como un castigo divino (iudiciumDei)conforme al mode-
lo bíblico de castigo al pueblo de Israel...».
«La crónica mozárabe no menciona ni insinúa actos de oposición cris-
tiana a la conquista musulmana, a pesar de haber sido escrita unos
treinta años después de la rebelión de Pelayo y sus hombres en los
montes asturianos. Esta rebelión es relatada por primera vez en las
crónicas de fines del siglo IX; es difícil creer que, si en verdad hubo actos
de resistencia, no hayan tenido expresión en una crónica que describe
tan meticulosamente los combates librados entre los valíes de Al-Anda-
lus y los francos. ¿Por qué esos combates son relatados tan en detalle,
mientras que se ignora la confrontación hispano-musulmana?».
«La impotencia ideológica pudo haber sido consecuencia del impacto
causado por la conquista y el poderío musulmán, como también, tal vez,
por la tolerancia religiosa con que los conquistadores trataron a los
pueblos sometidos. La primera reacción cristiana extrema se produjo
sólo cien años después, con el sacrificio de los mártires que murieron
voluntariamente en Córdoba»(53).
Si los cristianos y precisamente la élite más civilizada de la sociedad,
la que es capaz de escribir en latín, pero también entiende el árabe, no
siente el conflicto de culturas ni de convivencia, es porque la invasión ha
supuesto guerra y pillaje quizá, pero en ningún caso ruptura. Ésta, en la
medida que se dé, será un proceso mucho más largo y profundo que no es
éste el momento de analizar.
Por lo demás la investigación más reciente cada vez ve las cosas más
«racionalmente»y menos «sistemáticamente» formuladas(54).

12. CONCLUSIONES

A la pregunta que planteábamos en el título de nuestro capítulo


respondemos con una opción absoluta en favor de la CONTINUIDAD.
No solamente porque en la historia es imposible una total ruptura con
el pasado si es que la memoria histórica ha permanecido, sino también
específicamente por los motivos enunciados:
1. Los árabes quieren explotar a la tierra conquistada pero no des-
truirla y, en principio, ni contaminarse con ella. Dejan en paz a las
ciudades que lleven su vida y ellos se conforman con exigirles los
tributos. El problema de los asentamientos es clave para captar
este tema. Y es de notar que para captar este argumento hay que
descender a hacer una historia local, ya que las fuentes literarias
no suelen dar información suficiente al respecto. Podemos añadir
que los planteamientos y las soluciones son las mismas tanto en la
región de Murcia a que aquí nos referimos, como en las tierras de
La Rioja en el norte de España, que son los dos únicos puntos que
conocemos a fondo para poder hablar con dominio del tema. Y de
ahí deducimos que el fenómeno es universal y válido para toda la
Península, lo mismo que para todo el mundo musulmán.
2. La literatura cristiana medieval tuvo conciencia clara de la conti-
nuidad. Es cierto que luego ocurrió una islamización, al parecer

(53) Ron Barkai, Cristianos y musulmanes en la España Medieval (El enemigo en el espejo),
Madrid 1991, pp. 29-30.
(54) R. Collins, op. cit., pp. 204 s.: d?robablemente el impacto cultural fue también menos
intenso de lo que muchas veces se piensa, en la medida en que, en su nueva condición de imperio, la
identidad árabe estaba todavía en proceso de formación. Si exceptuamos el elemento beréber, no
creemos que existiera una unidad racial entre los árabes que penetraron en España...».
masiva, de las tierras situadas al sur del Duero, pero la investiga-
ción cada vez está dejando más claro que tal islamización no fue
absoluta y que debieron quedar amplios núcleos de mozárabes que
no sólo conservaban la cultura cristiano-romana sino incluso du-
rante mucho tiempo, quizá durante todo el tiempo, conservaron
también el latín todo lo romanceado que haga falta suponer.
3. Es evidente que los árabes por lo menos en los primeros tiempos
emplearon artesanos indígenas y por ello es tan difícil determinar el
contenido del arte y de la artesanía árabe antes de los siglos IX-X.
Por este lado la continuidad es más que evidente
4. Tanto la cultura árabe como la cristiana tienden a ser exclusivis-
tas y por ello donde duró lo suficiente tendió a constituirse en una
nueva etapa cultural y en un corte con el pasado, pero justamente
ahí está el problema, ya que la cultura cristiana se defendió con
uñas y dientes y hay un dato que la investigación futura terminará
por descubrir: si se pudiera demostrar que las viejas ciudades
hispano-romano-visigodas,que terminaron por ser suplantadas por
los castilos que surgieron para su vigilancia, duraron hasta la
reconquista por los aragoneses en el siglo XIII habría que afirmar
que la única fuerza de subsistencia habría sido la fe. Hasta hoy, y
para las latitudes del SE aún no está demostrado pero tampoco
está excluido. Lo que sí es claro es que el proceso de contraste duró
varios siglos, y por tanto hubo continuidad.
5. Es en función de los argumentos indicados por lo que pensamos
que en la desintegración de la cultura romana en las tierras del
islam hay que contar además del exclusivismo musulmán, con el
tiempo y con el fenómeno de la metamorfosis de la cultura con
factores múltiples y continuamente operativos. Frente a Pirenne,
en una formulación global de las cosas, nos inclinaríamos por la
línea que ni ve tanta ruptura en el comercio ni tanta incomunica-
ción entre las gentes.
6. Llevando la teoría al ámbito concreto del urbanismo de nuestra
Región afirmamos que las ciudades actuales, surgidas, en parte al
menos, de los asentamientos árabes tras la conquista de la tierra,
han surgido también y en mayor medida de las viejas ciudades
romanas que han ido suministrándoles personas, instrumentos de
labor, artesanía, ciencia y cuanto al fin configuró la cultura medie-
val, aunque debido al dominio político árabe esas cosas comenza-
ron a designarse con palabras distintas y en ocasiones también
afluyeran modos de hacer las cosas y gustos traídos de los centros
de poder peninsulares y orientales. A pesar de lo cual estamos
convencidos de que el mozárabe siguió vivo y operativo, incluida su
lengua romance en muchos puntos de nuestra geografía montaño-
sa del noroeste.

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