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HISTORIOGRÁFICA
Presupuestos para el estudio del urbanismo
romano en Murcia
1. EL URBANISMO, PROBLEMA TEÓRICO
(1) L. Mumford, La ciudad en la historia, Buenos Aires (2 ed.) 1979, p. 47 (La 1 ed. inglesa es
de 1961). Sobre la crisis de la ciudad se ha escrito mucho desde todos los puntos de vista. Vendría a
cuento recordar obras como J. Maritain, Humanismo integral, Paris, 1936; obras como, Un mundo
feliz, de A. Huxley; Farenheit 451; sin olvidar El mono desnudo y otro sin fin de literatura sobre los
problemas de la moderna antropología.
Y de semejante experiencia surgen las cuestiones: ¿Desaparecerá la
ciudad o el planeta entero se convertirá en una vasta colmena humana?
(lo que sería otro modo de desaparición). Las necesidades y deseos que
han movido a los hombres a vivir en ciudades ¿pueden recuperar, en un
nivel más elevado, todo lo que Jerusalén, Atenas o Florencia otrora
parecieron prometer? ¿Hay una opción viva a mitad de camino entre la
Necrópolis y la Utopía, es decir, la posibilidad de edificar un tipo nuevo
de ciudad que, liberada de contradicciones internas, positivamente enri-
quezca y promueva el desarrollo humano?J2).
(4) L. Mumford, op. cit. p. 10. Y aquí vale la pena recordar toda la discusión sobre la así
llamada .postmodernidad».
(5) M.I. Finley, art. cit., p. 308, recuerda y recoge una serie de puntos de vista que demues-
tran que la discusión sobre los tipos de ciudades es algo inevitable en este campo.
(6) El caso de la ya pasada disputa entre C1. Sánchez Albornoz y A. Castro sobre el ser de
España, que quedó superada en el momento en que la arqueología comenzó a mostrar por todas
partes los restos y la herencia romana en la configuración de Hispania. La anécdota es tanto más
interesante cuanto que ya desde el siglo XIX se sabía que el caso de Hispania, como veremos y
recordaremos en el presente estudio, era una espléndida muestra de la intensidad y profundidad de
la romanización. Bien es verdad que estos trabajos de la pasada centuria seguían siendo campo
iniciático para unos pocos entendidos que además tenían que conocer la lengua alemana.
(7) Los problemas de este tipo fueron estudiados en diversos coloquios científicos p. e.: Sympo-
sium de ciudades augusteas, Zaragoza 1976 (2 vols.); M. Grassnick, «Das Problem einer moglichen
Erweiterung historischer Stad-System»,Die alte Stadt 12, 1985, 105-129;Les Enceintes Augusteén-
nes dans l'occident romain (Frunce, Ztalie, Espagne, Afrique du Nord), Actas del Coloquio de Nimes,
(octubre 19851,Nimes 1987, etc.
del territorio la experiencia pasada puede ser luminosa. No es casuali-
dad que precisamente ahora cuando la civilización urbana domina el
horizonte sea precisamente cuando se ha descubierto y valorado la cultu-
ra clásica y el urbanismo antiguo@).
(8) El problema del urbanismo antiguo nunca se apartó del horizonte de las reflexiones
jurídicas. Los estudios sobre la pervivencia de la ciudad romana en los mundos lombardo, franco, o
visigodo son conocidos desde antiguo (Cfr. W. Liebenam, Stadteuerwaltung im romischen Kaiserrei-
che, Leipzig 1900,111-XII). Fueron los descubrimientos epigráficos los que dieron fuerte impulso al
tema, como diremos; pero h a sido la problemática urbanística moderna, o, más exactamente dicho,
contemporánea, la que ha permitido captar con otra sensibilidad el problema de la cultura romana
o griega. La misma arqueología ha recibido u n impulso especial desde la nueva perspectiva y los
problemas planteados hoy por hoy a los yacimientos arqueológicos son muy diversos a los de antaño
en función precisamente de la arqueología espacial.
(9) V. Gordon Childe, Social Euolution, New York 1951.
(10) P. J. Ucko e t allii (ed.), Man, Settlement and Urbanism, Londres 1972; R. Mac Adams, The
Euolution of Human Society, Chicago 1966.
(11) Stadte am Zndus, catálogo de la exposición organizada en Münster en el verano de 1987.
(12) P. Whestley, The Pivot of the Four Quarters: A Preliminary Inquiry into the Origin and
Character of the Ancient Chinesiche City, Chicago and Edinburgh 1971.
(13) V. Gordon Childe, The Bronze Age, New York 1930.
(14) Es claro que una cosa es la descripción de la arquitectura de aquellas ciudades, a la que
nos aproximan los planos trazados por los excavadores, y la descripción de la vida cotidiana que
también puede deducirse de los planos y de los utillajes recuperados en las investigaciones arqueo-
lógicas; y otra muy distinta son las categorías mentales con las que enjuiciar aquella realidad, sean
éstas de tipo legal, jurídico o antropológico. L. Mumford se sitúa en perspectiva antropológica, pero
s u juego de conceptos es no sólo discutible, sino, a nuestro entender, es confuso y no puede aceptarse.
hasta entonces había sido(15).Hasta entonces las ciudades habían sido
fundamentalmente sólo la potenciación de recursos económicos y huma-
nos, siempre integrados en manos de un poder superior, concebido sa-
cralmente. En aquellas antiguas ciudades no se habla de derechos, ni de
ciudadanos, aunque hubo pueblos dominadores y pueblos esclavizados. Y
es en tal dato en el que hay que descubrir la diferencia entre la nueva
ciudad griega y la más antigua ciudad oriental.
Desde el punto de vista estrictamente económico no parece que pueda
trazarse bien y nítidamente la diferencia entre el urbanismo del oriente
antiguo y el del mundo grecomomano o el del mundo medieval(16);pero un
horizonte muy diverso se nos abre si planteamos el problema desde el
punto de vista de la historia de la evolución de las formas de vida: las
ciudades del Antiguo Oriente no parecen haber tenido constituciones, ni
los imperios antiguos parecen haber desarrollado el concepto de ciudada-
nía; por el contrario cada ciudad-estado griega y cada ciudad de derecho
latino o peregrina tenía en primer lugar ante su visión cósmica una
constelación jurídica. Y en este sentido el mundo grecomomano sí ha sido
bien estudiado(17).La ciudad del mundo clásico fue fundamentalmente
(15) M. 1. Finley ha escrito (op. cit. p. 309): «Pido que se me permita asumir que la ciudad
antigua es una categoría distinta y distinguible. ¿Qué criterios han establecido los historiadores o
sociólogos con los que diferenciar las ciudades antiguas de las de otras eras o sociedades y para
diferenciar entre los diversos tipos de ciudad antigua? En términos puramente cuantitativos la
respuesta es penosa: muy pocas cosas dignas de consideración. La mayor parte de los historiadores
de la Antigüedad parecen no haberse planteado a sí mismos esa cuestión; unos pocos, en una famosa
controversia que comenzó en las últimas décadas del siglo pasado y se continuó en los comienzos del
presente siglo, argumentaron que las diferencias entre la ciudad antigua y la moderna eran mera-
mente cuantitativas: allí menos población, menos comercio, menos manufactura. La auctoritas de
Eduard Meyer, Julius Beloch y más recientemente M. Rostovtzeff hicieron acallar la oposición, al
menos entre los historiadores de la Antigüedad». Y creemos que tiene razón si uno se sitúa en
ámbito o perspectiva meramente económica. Algo muy distinto, empero, habna que afirmar desde el
punto de vista en que nos situamos.
(16) La consideración de la ciudad desde una perspectiva meramente económica y los intentos
de clasificación en base a criterios meramente económicos de productividad no permiten contemplar
esta radical diferencia. El artículo ya citado de M.I. Finley es buena prueba de ello y merecería una
crítica aguda precisamente por los horizontes estrechos en que se mueve. Seguramente que se puede
decir de él mucho más de lo que él dice de La ciudad antigua de Fuste1 de Coulanges.
(17) Es espléndido, p. e., el trabajo de F. de Visscher, &'Expansion de la cité romaine et la
diffussion du Droit Romainn, Museum Helueticum 14, 1957, 164-174, con la bibliografía que cita y la
que supone. Sobre la administración de la ciudad antigua hay una bibliografía casi inabarcable.
Desde la obra ya citada de Liebenam, Stadteuerwaltung im romischen Kaiserreiche, Leipzig 1900
que recoge todo lo existente hasta final del siglo pasado -no podemos olvidar que fue Liebenam el
encargado de los Forschungsberichte sobre las romische Stadtaltertümer en la revista JAW al menos
desde 1889 a 1907-, pasando por la recogida por L. Homo, Rome impériale et l'urbanisme dans
Z'Antiquité, Paris 1951, hasta la recogida por Sherwin-White en la segunda edición de su Roman
Citizenship, Oxford 1979, la recogida por J.M. Abascal y U. Espinosa en su libro La ciudad hispano-
«ámbito de vida cultural*. Así lo vieron los contemporáneos y así lo ha
visto la investigación(lg).
En semejante perspectiva no sólo no hay contradicción entre la ciudad
estado griega y la ciudad helenística o romana sino que más bien hay que
ver en todo el conjunto una línea de estricta continuidad. Más aún: de
continuidad basada en la secuencia causal. Fue la ciudad-estado la que
inventó esa forma de vivir y luego tal forma de concebir la vida política
siguió viva en los imperios sucesivos precisamente porque ya existía en
el mundo que los vio nacer(lg).Nos atreveríamos incluso a decir que es
precisamente a partir de tal modo de ser de la ciudad como toda la tierra
se transforma en función de la existencia de las ciudades. Hasta aquí las
ciudades eran una consecuencia de la geografía productiva o estratégica.
A partir del nuevo ser jurídico de las ciudades, es la geografía política la
que es consecuencia de la existencia de las ciudades(20).
romana: privilegio y poder, Logroño 1989, o la que iremos viendo e n este libro. Toda esa bibliografía
tiene un punto de referencia obligado que es el concepto de civitas. Cfr. Kornemann, «Civitas»,RE
Supplementband 1, col. 300-317.
(18) Pausanias 10.4.1 rechaza la pretensión de una pequeña agrupación de casas en Grecia
Central de ser una ciudad, arguyendo que <<no hay allí edificios de gobierno, no hay teatro, no hay
ágora, no hay acueductos que lleven agua a las fuentes y... «el pueblo vive en agujeros como cuevas
de la montaña al borde de un precipicio ...D.
Ya Aristóteles en su Politeia (1330-1334 y SS.) dice que una ciudad incluye cuatro condiciones:
Riqueza, defensa, aptitud para l a actividad política y belleza.
(19) Es difícil pensar que u n imperio respetaría a las ciudades y las convertiría en instrumento
de aculturación si la categoría de ciudad no le preexistía con perfecta definición. Desde Alejandro
Magno los monarcas helenísticos iban fundando ciudades por doquiera que pasaban y tales ciudades
se regían por determinadas leyes y normas, al modo como había sido el uso en las ciudades-estado
griegas, que eran el modelo por el que los fundadores se regían. Precisamente por esto M.I. Finley no
se ha colocado en la debida perspectiva al criticar a Fuste1 de Coulanges en La ciudad antigua.
(20) La cosa es muy clara a partir de la Edad Media, que hereda el concepto de ciudad antigua,
rediviva en las villas medievales y modernas. La desaparición de una villa es una catástrofe
jurídica. La creación de una villa, la concesión del título de villa a un poblamiento ya existente es un
parto de los montes. Una villa que ya existe difícilmente dejará de existir. Son muchos los privilegios
y ayudas de subsistencia que se han ido adquiriendo e n la autoafirmación jurídica.
Pero incluso en la Edad Antigua, las ciudades que ya existían como tales, a pesar del costo que
suponía el mantenimiento, eran instrumento esencial de la organización romana. M.I. Finley,
art. cit. p. 325: «Para entender el lugar de la ciudad como una institución «pivotal» en el mundo
grecorromano y e n s u desarrollo hay que partir de dos hechos. Primero, el mundo grecorromano
estuvo más urbanizado que cualquier otra sociedad antes de la era actual. Segundo, la ciudad-
estado, la unidad estrechamente formada entre ciudad y campo, siguió siendo el módulo básico
después de que el componente estatal de la ciudad-estado hubiera perdido su estricto sentido
originario,,. Una exposición sencilla pero sumamente clara de toda la problemática puede verse en
P. GRIMAL, Las ciudades romanas, Barcelona 1991.
5. EL INTERÉS ACTUAL POR EL URBANISMO DE ÉPOCA
CLÁSICA
(21) Th. Mommsen, aLex coloniae Iuliae Genetivae Urbanorum sive Ursonensis*, publicada
primero en Ephemeris Epigraphica 11, 108-151 y recogida en Iuristische Schriften, Erster Band,
Berlin 1905, 194-239; Id., «Legis coloniae Genetivae c.W-LXXXII*, publicado por primera vez en
Ephemeris Epigraphica 111, 91-112 y recogido luego en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin
1905, 240-264; Id., «Die Stadtrechte der Latinischen Gemeinden Salpensa und Malaca in der
Provinz Baetica», publicada primero en Abhand1.d. Sachs. Ges. d . Wissensch. 111, 1855, 361-507, y
recogido luego en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin 1905, 265-382.
esplendor por los nuevos Fue en este ambiente en el que
Boeck pudo escribir su espléndida Haushaltung Athen.~'~~) y en el que
Fustel de Coulanges compuso su La ciudad antigua(24).
Más aún: se ha llegado a comprender que la visión urbanística de la
civilización antigua en su sentido más amplio es esencial para la com-
prensión lisa y llana del mundo antiguo. Los testimonios abundan. Des-
de Mommsen que afirmaba que «el desarrollo del municipio dentro del
estado o de la ciudad hasta llegar al estado es la esencia de la historia de
Roma*, pasando por frases recogidas incidentalmente por no especialis-
tas, como Handling cuando afirmaba que «el mundo antiguo ha sido un
mundo de ciudades»(25), hasta llegar a Finley, en cuya opinión la ciudad
es una institución pivote del mundo grecorr~mano(~~).
Y de una manera más general el estudio de la vida de la ciudad sitúa al
estudio de la Historia Antigua en su justa dimensión: «Si al estudiar la
historia del Imperio Romano desde una perspectiva de Historia Universal
no queremos contentarnos con reflexiones taciteas, es preciso atender al
despliegue de la esencia de las ciudades, a la situación social de la burgue-
sía en el Imperio para proponerse en serio el intento de escribir una historia
de los súbditos y no contentarnos con tratar del destino de la capital Roma,
de las peculiaridades laudables o aborrecibles de los emperadores; y no hay
que poner en primer término los impulsos en los círculos más nobles o más
bajos de la población de las principales ciudades o capitales del
7. LA HISTORIA DE LA INVESTIGACI~N
(30) A. de Morales, cordobés (1513-1591),Las antigüedades de las ciudades de España que van
nombradas en la coronica, con la averiguación de sus sitios y nombres antiguos, Alcalá 1575; Id.,
Relaciones del viaje que Ambrosio de Morales chronista de su Mjestad hizo por su mandato el año de
MDWCYII en Galicia y Asturias, publicadas por E. Flórez, Madrid 1792.
(31) Herculano, Historia de Portugal, 3. ed. 1853. Sobre su influencia en la historiografía
posterior véase C1. Sánchez-Albornoz, Ruina y extinción del municipio romano en España e institu-
ciones que le reemplazaron, cap. 1, «Estado actual del municipio hispanogodo», en Estudios visigodos,
Roma 1971, pp. 11-15.
(32) La personalidad y la obra de E. Hübner ha de ser todavía ponderada en el influjo que
ejerció en la reconstrucción de toda la historia antigua de Hispania. No solamente llevó a feliz
término la recogida y publicación de las INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE, C.I.L. 11, reali-
zada en Berlin en 1869 (fascículos 1, 2 y 3) y del INSCRIPTIONVM HISPANIAE LATINARUM
SVPLEMENTVM, Berlin 1892; y la publicación de las INSCRIPTIONES HISPANIAE CHRISTIA-
NAE, BERLIN 1871, así como la de su correspondiente INSCRIPTIONVM HISPANIAE CHRISTIA-
NARVM SVPLEMENTVM, Berlin 1890, sino que fue el autor de la mayor parte de los epígrafes de
la Real Encyclopadie que se referían a la Hispania republicana y altoimperial a lo largo de la
primera serie de volúmenes, así como de otros importantes trabajos como p. e. «Tarraco und seine
Denkmaler~,Hermes 1, 1866, 77-127; cDie Balearen», Deutsche Rundschau XIV,1888, Heft 6, 362-
377; varios trabajos sobre Citanía (Cfr. Hermes XV,1880,49-91 y 597-604;Archaeologische Zeitung
XiX,1861,185 SS.);«Romische Bergwerksvenvaltung», Deutsche Rundschau 111, 1877, Heft 11, 196-
213; «Die Heilquelle von Umeri,>,Archaeologische Zeitung, N.F., VI,1874,115 SS., con lámina 11;
Todos ellos trabajos que más tarde recoge en su obra Romische Herrschaft in Europa, Berlin 1890.
Fue el mismo Mommsen quien en su S t a a t ~ r e c h t ' sentó
~ ~ ) la base
.dogmática» de los conceptos fundamentales: «La ciudadanía fue para los
romanos primeramente el populus y más tarde la ciuitam. Cuando los
patricios, tras largas luchas, abrieron su comunidad de derechos a los
plebeyos, se constituyó definitivamente el populus romanus. Para recom-
pensar a sus aliados o castigar a los rebeldes, éste distribuirá o recortará
en todo o en parte sus derechos y así mientras que los latinos, sus
vecinos más inmediatos, tendrán el privilegio de ser ciues romani con
derechos restringidos, los eques de Anagni no tendrán del ciudadano
romano más que los derechos privados. Los ciues romani de un munici-
pium tendrán al lado de su ciudadanía romana algunos derechos que
obtendrán de la comunidad local a la que pertenecen administrativa-
mente. En una ciudad peregrina tendrán el Doppelbürgerrecht, el dere-
cho romano y el derecho peregrino.
La reconstrucción de Mommsen se impuso hasta la obra de Sherwin-
White que es la primera historia de la Roman Citizenship (Oxford 1936).
El esquema mommseniano se convirtió en un mito. La ciudadanía roma-
na no constituyó un todo acabado, una patristisch-plebejische Gemeinde
desde el comienzo de la república. Tiene un contenido variable según las
épocas y las circunstancias. Esto se ve en la ciuitas sine sufiagio que
implica el mantenimiento de instituciones de derecho privado en el cua-
dro de la ciudadanía romana, el municipium, que en varias épocas desde
Cicerón a los Antoninos permite a los ciudadanos durante largo tiempo
conservar el uso y el control de sus leyes hasta la Constitución Antoni-
niana. La obra de Mommsen ha sido un punto de referencia esencial,
pero quedaban sin embargo numerosos puntos por precisar sobre todo en
lo que toca a la prehistoria de la institución en tanto que la filología lo
permitiera.
La investigación más reciente, a partir de la obra señera citada de
Sherwin-White, ha avanzado en el descubrimiento y precisión del carác-
ter dinámico de los conceptos jurídico-políticos romanos: Así los Quirites
no han venido de Gures, en la Sabina, sino que estaban en Roma desde el
principio y eran los Ko-uiri, los hombres que se reunían para los trabajos
de la paz y de la guerra en un Ko-uiría, una de las curias, que serían una
de las subdivisiones de las tribus de la época clásica. La palabra es
indoeuropea y es común a romanos, latinos y otros.
El concepto de ciuis se define primariamente en el interior de la
familia y luego tendrá las prerrogativas y el papel de un miembro de la
(38) Publicado por A. García y Belllido, e n B.R.A.H., 159, 1966, 166 SS., el documento de
Herrera de Pisuerga, datado e n el año 14 d.C., es el primer texto e n el que se define e n la antigüedad
grecorromana lo que nosotros denominaríamos %ciudadaníahonorífica*, que consiste e n el derecho
de ejercer e n el territorio de la ciudad que la concede, los mismos derechos que tienen sus ciudada-
nos. No implica una mutatio civitatis inmediata, ni dobla ninguna otra ciudadanía; puede sustituirla,
es algo potencial. Y puede ser acumulada con u n número indefinido de otras ciudadanías honorarias.
(39) Roma no creó ciuitates sine suffragio tras del comienzo del siglo 111. A partir de ese
momento desarrolló no ya la federación de ciudades, sino el sistema municipal. Los municipios
gozan de autonomía interna tanto si han surgido de civitates sine sufiagio como si provienen de
civitates foederatae.
(40) Festo 155L: ...cum id genus hominum definitur qui ad civitatem Romanam ita venerunt
uti municipia essent sua cuiusque civitatis et coloniae ut Tiburtes, Praenestini, Pisani, Urbinates,
Nolani, Bononienses, Placentini, Nepesini, Sutrini, Lucrenses. Todas estas ciudades habían sido
antes civitates sine sufiagio o bien civitates foederatae y ahora son lisa y llanamente municipios.
(41) Y e n concomitancia con ese problema, el de la autonomía de los socii qui fundi functi sunt
es decir de los municipia fundana. H. Braunert ha mostrado que e n el fondo era eso lo que Cicerón
discutía en el Pro Bulbo, fijando u n dominio reservado a la maiestas Populi Romani ( H . Braunert,
~Verfassungsnorm und Verfgassungswirklichkeiti m spatrepublikanischen Rom», Der altsprachlis-
che Unterricht 9, 1966, 53 ss.
(42) La discusión del tema puede verse e n F. de Visscher, *La dualité des droits de cité et la
mutatio civitatis»,Bulletin de la classe des Lettres de I'Académie Royale de Belgique, (Bruxelles) XL,
1954,49-67;Id., Actas del Congreso sobre Madvig celebrado e n Copenhague, 1954; Id., «L'expansion
du droit de cité romaine et la diffusion du doit romain», Bulletin de la Classe de Lettres de
I'Academie Royale de Belgique, XLI, 1955, 29-46; Id., «La constitution antonine (212 ap. J.C.) et la
persistence des droits locauxr, Cahiers d'Histoire Mondiale, Paris, 11, 1954-55, 788-811; Id., "La
dualité des droits de cité et la mutatio civitatis», Studi i n onore di P. De Francisci, Milano 1956,
I,37-62; E. Schonbauer, ~Personalitatsprinzipund Privatrechtsordnung i m Romerrreiche~,Anzeiger
der OesterreichischenAkademie der Wissenschaften in Wien, Phi1os.-Hist. Klasse 97, 1960,182-210;D.
Norr, ~Origo.Studien zur Orts-, Stadt- und Reichtszugehorigkeit i n der Antikea, Revue d'Histoire de
Droit. Tijdschrift voor Rechtsgeschie&nis, Groningen, XXXI, 1963,525-600,especialmente pp. 556 S S .
(43) La cosa parece demostrada tras la publicación de una inscripción de Aphrodisias
(K. T . Ewim - J. Reynolds, JRS 59, 1969, 56-58) que demuestra que los derechos locales seguían
vivos y presentes si bien dentro de la ciudadanía romana.
Con toda esta problemática recogida por Sherwin-White en su obra ya
citada y en las revisiones del tema que ha continuado haciendo con mano
maestra(44),así como otros investigado re^'^^), junto con la nueva documen-
tación que los hallazgos epigráficos van aportando al tema ha ocasionado
un verdadero aluvión de estudios que están cambiando notablemente el
panorama que hasta hace muy poco tiempo se tenía sobre el urbanismo
romano así como la valoración de esa misma cultura. Se puede afirmar
que el tema se ha puesto de moda. Por limitamos al ambiente y tema
hispano y a los últimos años, recordemos el importantísimo descubri-
miento de la lex Irnitana(46); el excelente estudio de G. Alfoldy sobre las
ciudades romanas de la meseta de Castilla de Nueva(47);los Estudios
sobre la tabula siarensis editados por J. González y J. Arce(48); los Estu-
dios sobre U r ~ o ' ~las
~ ) ;conferencias pronunciadas en el Museo de Arte
Romano de Mérida y recogidas en el libro Aspectos de la colonización y
municipalización de Hispania(50),la espléndida obra de puesta a punto y
divulgación del tema La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder de J.M.
Abascal y U. E~pinosa'~~); así como el congreso celebrado en Elche a fines de
octubre de 1989(52) o el celebrado en Toledo en septiembre de 1993 y cuyas
actas de enorme interés también para este tema están en prensa.
(44) A.N. Sherwin-White publicó una segunda edición de su Roman Citizenship e n Oxford, 1973,
consideralemente aumentada y e n al ANRW publicó una revisión del tema con el título de ~ T h Roman
e
Citizenship. A sunrey of its development into a world franchise», vol. IIJ, Berlin 1972, 23-58.
(45) W . Seston, .La citoyennete romaine»,XIIIe Congres International des sciences historiques
(Moscou 16-23 octobre 1970), 1973, 31-52, recogido de nuevo e n Scripta varia. Mélanges d'histoire
romaine, de droit, depigraphie et d'histoire du Christianisme, Ecole francaise de Rome, 1980, 3-18.
(46) J. González, eThe lex Irnitana: a New Flavian Municipal Law», JRS 76, 1986.
(47) G. Alfoldy, Romisches Stadtewesen auf der neukastilischen Hochebene, Heidelberg 1987.
(48) J. González y J . Arce (Ed.),Estudios sobre la Tabvla Siarensis, e n Anejos de AEspA M ,
Madrid 1988.
(49) J . González (Ed.),Estudios sobre Urso. Colonia Iulia Genetiva, Sevilla 1989.
(50) J.M. Roldán Hervás y otros, Aspectos de la colonización y municipalización de Hispania,
Mérida 1989.
(51) J.M. Abascal y U . Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989.
(52) Actas publicadas por Filippo Coarelli, Mario Torelli y J. Uroz Sáez e n Dialoghi di Archeo-
logia. Tema Serie, anno 10 1992, n. 1-2, con el título Conquista romana y modos de intervención en
la organización urbana y territorial, Roma 1992.
completos siquiera sea para el territorio que ocupa la actual región de
Murcia, las magníficas perspectivas que parecería ofrecer la rica bibli-
grafía sobre urbanismo romano en general, sufren una drástica reduc-
ción impuesta por el estado de la investigación.
El primer punto a aclarar es en qué medida se dio aquí la vida urbana
o hasta qué punto la tierra vivió fundamentalmente bajo estructuras
campesinas. Es la vieja cuestión filosófica del un sit? El afrontar esta
cuestión nos obligará a adentrarnos en el estudio de los datos de la tierra
y en el tema general de la organización administrativa de la tierra que
Roma iba conquistando.
(53) F. Kolb plantea el problema de qué hay que entender por ciudad, al comenzar su libro
sobre Die Stadt i m Altertum, München 1984 y establece seis criterios para poder hablar de «ciudad»:
1.-Coherencia topográfica y administrativa del asentamiento
2.- Número de habitantes superior al millar
3.- Marcada división del trabajo y diferenciación social
4.- Variedad y riqueza en la arquitectura
5.- Estilo de vida urbano
6.- Función del núcleo de población como lugar central para la tierra circundante.
Si se comparan estos criterios con los que en su día estableciera Gordon Childe («The Urban
Revolution», Town Planning Review 21, n l , 1950, 1-17):
1.-Gran extensión en superficie y gran densidad de población
2.- Presencia de especialistas que, a tiempo completo se dedican a la artesanía, el transporte, el
comercio o la religión
3.- Los tributos procedentes de los productores de alimentos mantienen a los especialistas
4.- Edificios públicos monumentales
5.- Grupos dirigentes de carácter religioso, civil y militar
6.- Sistemas de archivo
7.- Ciencias elaboradas como las matemáticas o la astronomía
8.- Estilos artísticos sofisticados
9.- Comercio a larga distancia
10.- Grupos organizados de artesanos se ve que Kolb acentúa el papel de centro de administra-
ción que ha de tener lo que queramos llamar «ciudad,>.Y estamos de acuerdo con él, pero además
para el caso del urbanismo romano este papel administrativo viene realzado por una dignidad
especial procedente del estatuto que la ciudad tiene y que la constituye en una determinada
categoría. A esta determinación no queremos renunciar, por entender que sin ella el urbanismo
romano no se puede explicar en toda s u dimensión.
primera magnitud en la ordenación del territorio(54)y los constituyó en
auténticos valuartes de lo que en la historia de la investigación se ha
entendido por cultura urbana.
Es verdad que en el estado actual de la investigación no vamos a
poder precisar el status de cada asentamiento atestiguado por la arqueo-
logía, y limitarnos a considerar los yacimientos de los que con seguridad
sabemos que fueron colonias o municipios romanos sería situarnos fuera
de la marcha de la investigación que avanza hacia una visión más global
de la realidad en función de nuevos hallazgos que, de hecho, se vienen
produciendo y hay que esperar que sigan dándose. Por lo cual atendere-
mos a todos los centros de asentamiento de época romana que o están
documentados como civitates romanas o los datos arqueológicos nos permi-
ten sospechar que han de tener una entidad semejante o no menor que los
atestiguados. Jugar con el criterio de lo jurídico hace más discutible todo
cuanto aquí digamos, pero da a la ciudad una dimensión que creemos que es
esencial para la recta comprensión de lo que fue la cultura romana.
(54) En esencia esta ha sido la principal aportación de la obra de J.M. Abascal y U. Espinosa,
La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1988.
sos a la ciudad de Murcia(55) y a la de Cartagena(56),obras que si bien
tienen otros objetivos e ideales recogen puntos de referencia obligados a
las viejas glorias urbanas de ambas ciudades.
El canónigo Lozano, con mentalidad mucho más cercana a las ideas de
los anticuarios europeos de su época, rastreó los restos antiguos con una
acribia digna de loa, de forma que sus escritos siguen teniendo valor(57).
La familia de los «anticuarios»tuvo una eximia representación en el
interés por la tierra murciana con epicentro, como no podía ser menos,
en Cartagena: Las obras de M~ntanaro'~~), C e r e ~ u e l a (y~sobre
~ ) todo del
conde de Lumiare~(~O) fueron recogiendo materiales y llevándolos al cam-
po de la conciencia científica.
Un hito importante lo constituyen los trabajos de D. Aureliano Fer-
nández Guerra, siempre en íntima colaboración con sus amigos Eduardo
de Hinojosa y L. de la Rada y Delgado(61)que tan benemérita labor
hicieron con su incansable búsqueda de datos y fecunda elaboración de
los mismos. El Sr. Fernández Guerra se ocupó insistentemente del tema
del urbanismo romano en la actual tierra murciana, siempre en base a la
epigrafía que con empeño buscó y ponderó. Así en 1879 escribió su
D e i t ~ n i a ' y~ ~demostró
) la identificación del Cabezo de la Muela o de
«Roenas» con la antigua Begastri, y en 1887, estudiando la lápida de
Lucio Emilio Recto aludió a las ciudades de Asso y Argos(63).
(55) Cascales, Discuros históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia y su Reino,
Murcia 1621.
(56) Cascales, Discursos de la ciudad de Cartagena, Valencia 1598.
(57) Lozano, Bastetania y Contestania del Reino de Murcia, 3 vols., Murcia 1980 (reimpresión
fotomecánica de la ed. de 1794).
(58) N. Montanaro, Observaciones sobre las antigüedades de Cartagena, manuscrito de la BN,
X-113-8-829.
(59) J.M. Rubio Paredes, Fulgencio Cerezuela. Antigüedades de Cartagena, Madrid 1978.
(60) Conde de Lumiares (A. Valcárcel Pio de Saboya y Maura), Carta a D.F.V.R. sobre los
monumentos antiguos descubiertos últimamente en el Barrio de Santa Lucía en la ciudad de Carta-
gena, en el reyno de Murcia, Valencia 1781; Id., Inscripciones de Cartago Noua, hoy Cartagem, en el
reyno de Murcia, Madrid 1796; Id., Los monumentos antiguos de Cartagena, Cartagena 1968, col.
Almarjal n. 12.
(61) A. Fernández Guerra era historiador, De la Rada y Delgado era jurista y E. de Hinojosa
era jurista. Los tres colaboran en la composición del tomo 11 de la Historia de España que dirigió
Cánovas del Castillo, tomo en dos volúmenes que es una excelente exposición todavía valiosa de la
historia de España en los siglos de la Antigüedad Tardía. Los tres fueron académicos de la Historia
y trabajaron con gran interés en la recogida de la Epigrafía hispana. A Fernández Guerra y a
Eduardo Saavedra dedica Hübner las Inscri~cionesde la Esnaña Cristiana reconociendo en el
prólogo que les debe mucho e n la recogida de los materiales.
(62) A. Fernández Guerra, La Deitania y su cátedra episcopal Begastri, Madrid 1879.
(63) A. Fernández Guerra, Las ciudades bastetanas de Asso y Argos, Madrid, Imprenta Fonta-
net 1887.
En unión con estos investigadores, a los que dedicó su edición de las
INSCRIPTIONES HISPANIAE CHRISTIANAE, E. Hübner fue pieza
clave en el proceso de modernización de la metodología científica(64) hasta
que dejó la antorcha en manos de A. Schulten, que con brío incansable
continuó la tarea de ir puntualizando los datos de las fuentes intentando
situarlos en un contexto geográfico exacto y buscándoles el sentido más
congruente con la imagen histórica alcanzada en el momento(65). R. Gros-
se colaboró en la misma empresa, si bien por poco tiempo(66).
Por esta misma época hubo una serie de trabajos que se ocuparon de
Cartagena, incidentalmente, a partir de datos de las fuentes que eran
difícilmente reducibles a una imagen coherente e idéntica consigo misma(67),
(68) A. Beltrán Martínez, «Topografíade Carthago Nova»,AEspA, 1948, 191 SS.; Id., «El Plano
Arqueológico de Cartagenaw, AEspA, 25, 1952,47-62.
(69) A. Beltrán Martínez, «Las inscripciones latinas honorarias de Cartagena*, RABM 55, 3,
1949; .La inscripciones funerarias de Cartagena*,AEspA 81, 1950 (Una completa bibliografía puede
verse e n el libro que le dedicó la Universidad de Zaragoza: Estudios en Homenaje al Dr. Antonio
Beltrán Martínez, Zaragoza 1986.
(70) A. García y Bellido, acartagena e n la Antigüedad*, Investigación y Progreso XIV, 1942,
293-302; J.M. Blázquez Martínez, &tadtebau und Religion i n Neukarthago (Hispanien)»,Romische
Geschichte, Altertumskunde und Epigraphik. Festschrift für Artur Betz zur vollendung seines 80.
Lebensjahres, Viena 1985, 75-105; M. Koch, .M. Agrippa und Neukarthago*, Chiron 9, 1979, 205-
214 y láminas 5-8; Id. «Neue romische Inschriften aus Karthago M o v a ~Maddrider
, Mitteilungen 17,
1976, 285 ss. y 19, 1978, 251 SS.; Id., .Acerca de la edición nueva de la epigrafía romana de
Cartagena*, XV CAN (Lugo) 1977, Zaragoza 1979, 1065 SS.; Id. en el Congreso de Epigrafía de
Konstanz; Id., dsis und Serapis i n Carthago Nova», MM 23, 1982, 347-352 y láminas 56 y 57; Id.
d e t e s , Mercurius und das Phonikisch-punische Pantheon i n Neukarthago»,MM 23,1982,101-113;
Id. «Die Turullii und Neukarthago,,, Navicula Tubingensis. Studia in honorem Antonii Tovar (ed.
F.J. Oroz Arizcuren, A. Coseriu y C. de Simone), Tübingen 1985, pp. 233-246; Id. «Las 'grandes
familias' en la epigrafía de Carthago Nova», I Congreso Peninsular de Historia Antigua (ed. G.
Pereira Menaut), vol. 11, Santiago de Compostela, 1988, 403-407; J. Mangas con su trabajo sobre
Juba e n Cartagena, e n el I Congreso sobre el Estrecho de Gibraltar celebrado e n Ceuta.
(71) Con el comienzo de esta época hay que relacionar la tesis doctoral de C. Belda Navarro, El
proceso de romanización de la provincia de Murcia, Murcia 1975.
(72) A. Yelo Templado, sobre Begastri, Ilorci, Ello, ver Antigüedad y Cristianismo XII, 1995.
(73) S. Ramallo Asensio, Cartagena. El testimonio arqueológico. Murcia 1989, que es el primer
volumen de una serie sobre CARTHAGO NOVA que publica la Universidad de Murcia.
de las ciudades de época romana y que en sus oportunos lugares recoge-
remos.
Finalmente hemos de recordar aquí el esfuerzo realizado en los últi-
mos años por el área de Historia Antigua de la Universidad de Murcia,
que con las excavaciones realizadas en la ciudad de BegastrP4),los estu-
dios sobre la Cueva Negra en Fortuna que han puesto de manifiesto una
sensibilidad cultural de la que nada se sabía y probablemente ni se podía
sospechar hace muy pocos años(75),el impulso dado al estudio de los
caminos romanos en la región(76),la atención prestada a los problemas
económicos del mundo romano(77) y la creación de la revista Antigüedad y
Cristianismo, que viene recogiendo una imagen muy bien documentada
de la vida tardorromana en la zona(78), se han dado pasos muy importan-
tes para que el tema del urbanismo quede situado en el puesto que debe
tener y que la moderna epistemología exige para él, si bien la dinámica
del avance de la investigación es fuerte y esperamos que se potencie cada
día más.
(74) Begastri. Imagen y problemas de su historia, Antig.crist. 1,1984 y 2"ed, 1994, e n la que se
recoge la bibliografía que ya existe sobre la ciudad que fue primero municipio romano y luego sede
episcopal.
(75) La Cueva Negra de Fortuna (Murcia) y sus TZTVLZ PZCTZ. Un santuario de época romana,
Antig.crist. IV, 1987.
(76) A. González Blanco (Ed.),Vías romanas de S E , Murcia 1988; (A. González Blanco (coordi-
nador), Los caminos de la Región de Murcia, Murcia 1989.
(77) A. González Blanco et alii, «La industria del aceite e n la actual región de Murcia durante
la época romana (Primera aproximación al tema)»,Producción y comercio del aceite en la Antigüe-
dad. Actas del ZZ Congreso Internacional sobre el Aceite, Sevilla 24-28 de febrero de 1982, Madrid,
Universidad Complutense 1983 (Depósito legal 1984), pp. 601-610; *Pressoirs a huile d'époque
romaine dans la Péninsule Ibériquen, e n La production d u vin et de l'huile en Méditerranée, Bulletin
de Correspondance Hellénique. Supplement XXVI, Paris, 1993, 397-411; y dentro de este mismo
campo la tesis doctoral de D. Manuel Amante Sánchez, Aspectos económicos del S E hispano:
Mazarrón y su puerto, leída el 20 de junio de 1994.
(78) La revista Antigüedad y Cristianismo, que comenzó a aparecer e n 1984, lleva publicados
doce títulos, ha conseguido servir de instrumento para que cuantos investigadores tienen al- que
decir sobre la Antigüedad Tardía murciana puedan hacerlo con audiencia y a la vez ha servido a
todos estos investigadores para contar con una atalaya para contar con una mayor información y
sensibilidad de cara a los problemas de este mismo período. Al cabo de estos doce números se puede
decir, sin vacilación, que contamos con una imagen satisfactoria de la geografía humana de Murcia
e n los últimos siglos del Imperio Romano.
CAPÍTULO PRIMERO
En el año 218 a.c. los romanos ponen por primera vez pie en Hispa-
nia, desembarcando en Ampurias para combatir a los Cartagineses en
una guerra que se planteaba como definitiva, sin cuartel. Fue, sin em-
bargo, la conquista de Cartagena por Escipión Africano lo que dejó bien
claro que la substitución del poder cartaginés por el romano era cuestión
de tiempo. Cartagena pasó a ser la principal base de operaciones roma-
nas en Hispania.
Los campos de acción bélica se sitúan en dos amplios semicírculos con
centro en Tarragona y en Málaga. Y las dos primeras circunscripciones
administrativas romanas que van a aparecer en los comienzos del siglo
11 a.c. van a estar condicionadas por esos dos ámbitos de lucha por el
dominio de la tierra. No fue casualidad que la línea divisoria pasara por
Cartagena. Hay que pensar que nos hallamos en un momento en el que,
si podemos llamar *provincias»a esas dos circunscripciones administra-
tivas, esos territorios son más tierras a organizar y administrar que
tierras ya organizadas; son más tierras de lucha que tierras de paz y por
tanto sus ciudades son más cuarteles generales que oficinas de contabi-
lidad. Un problema es fundamental para la circunscripción más lejana:
mantener la comunicación con Roma y abierto el camino hacia el otro centro
de la presencia romana en Hispania. Y situada en la provincia Citerior,
pero en la misma frontera, tal papel estratégico es la función de Cartagena.
2. CARTAGENA Y ÁFRICA
(1) Suele ponerse el origen del imperialismo romano en la segunda guerra púnica. Hay que
recalcar que también en esta guerra la logística bélica experimenta un desarrollo importante: hasta
entonces las guerras se habían decidido en encuentros frontales. Fue el desembarco de los Escipio-
nes en Ampurias con la idea de cortar el suministro a Aníbal la primera azaña de planificación
estratégica de largo alcance digna de nota en la historia romana. La conquista de Cartagena o el
desembarco de Escipión en k c a irían en la misma línea.
(2) Livio XXI, 60, 1-61, 4; Polibio 111, 76.
(3) Entre otros la muerte de los dos hermanos Escipiones en el 211. Cfr. Livio XXV, 36, 14. La
discusión de las razones puede verse en H. H. Scullard, Scipio Africanus in the Second Punic War,
Cambridge 1930, 50 SS.
(4) Año 209 a.c.: Polibio X, 9-13; Livio XLII SS.
(5) Año 208, según Polibio X, aunque una discusión de las fechas puede verse en H.H.
Scullard, Scipio Africanus ... pp. 304-309.
(6) Livio XXW, 48 SS.
(7) Livio XXVII, 4, 5-9.
jefes indígenas, Sifax y Massinissa. Massinissa, que a la muerte de Gaia,
no había sido designado heredero, comprende que la victoria de Roma le
puede ofrecer una oportunidad y se inclina a favor de Escipión(*).Pero
Sifax parecía seguir siendo más poderoso y a su corte acuden, en el año
206, Escipión y Asdrúbal, hijo de Giscón. Él no se compromete e intenta
hacer de árbitro(g).Massinissa, que por fin ha resultado heredero de
Gaia, es arrojado de su reino por Sifax y espera el momento propicio que
vendrá con el desembarco de Escipión en África(lo).Pero es el final de la
segunda guerra púnica el momento de hacer una reflexión política y
considerar la marcha de la estructuración del Imperio Romano. Ya he-
mos hablado de la primera división de Hispania en *provinciasJl1) y
hemos hablado de la peculiaridad de tales divisiones debido al momento
y circunstancias en que se produce y hemos subrayado el papel de Carta-
gena. Detengámonos en este tema de la mano de Hübner que vio los
matices hace ya más de un siglo:
«Ya entonces (año 206) el centro neurálgico de las operaciones fue
trasladado de Tarragona a Cartagena. Las noticias expresas que posee-
mos sobre los hechos, a mi entender, no dan idea clara de la relación
entre ambas ciudades. De modo casi general se suele tratar el tema
contraponiendo a Tarragona, la nueva Roma hispana, con Cartagena,
ciudad indígena y considerando a aquélla como la más antigua capital de
toda la nueva provincia. A tal concepción ha contribuido principalmente
el hecho conocido de que más tarde toda la provincia Citerior toma su
nombre de Tarragona; además del malentendido del texto de Plinio (3,3,
21: colonia Tarraco -Tarracon, del manuscrito de Leiden-, Scipionum
opus, sicut Carthago Poenorum); junto con la noticia que sólo nos ofrece
Solinus (23,8): Tarraconem Scipiones condiderunt, ideo caput est provin-
ciae Tarraconensis y la determinación del momento en que Tarraco fue
colonia que depende de todas estas noticias».
«Pero la capital de la provincia no era, por entonces, Tarragona, sino
Cartagena. Esto no lo dice ninguna exposición geográfica de autores
españoles o alemanes, seguramente porque ningún autor antiguo así lo
(8) Livio XXVIII, 16, 11; XXVIII, 35; Sil. Ital. XVI, 115-169; Apiano Zber 37 y Lyb. 10.
(9) Livio XXVIII,17 s.; Apíano, Zberica 29 s. y Lyb. 10; Zonaras M , 1; Cfr. Polibio XI, 24-a, 4
Fragmento.
(10) Para las historias que llevaron a Massinissa al trono y las luchas con Sifax, la fuente es
Livio XXM, 29 SS. (Cfr. también Appiano libro 11SS.). De la literatura moderna que reconstruye los
acontecimientos puede consultarse G. Gsell, Hist. 111, p. 189 SS. y De Sanctis, Storia dei Romani 111,
2, p. 519 SS.
(11) E. Albertini, Les divisions administratives de l'Espagne romaine, Paris 1923, pp. 9-16.
afirma expresamente. Pero ya Mommsen atisbó rectamente(12)y de todo
lo hasta aquí dicho se puede colegir. En principio la rica ciudad con el
fortín de los Bárquidas y con su incomparable puerto, cuya situación Polibio
describe como testigo ocular con precisión y viveza, en modo que hasta el
día de hoy sirve para conocer la localidad y las cercanas fuentes de su
riqueza, y sus minas de plata, que eran un buen fiindamento para verla
como capital de provincia, mientras que Tarragona, aunque muy bien forti-
ficada carecía de puerto y era mucho más pequeña. También la posición de
Cartagena dentro del conjunto de la provincia Citerior era mucho más
adecuada para el tráñco con la Ulterior. Hay más: Cartagena y Cádiz
constituían los puntos naturales de unión con África. De aquí partió Esci-
pión para su encuentro con Sifax (Liv. 28, 17, 11 y 28, 42, 5). Allí volvió
Escipión y allí ofreció los juegos funerarios por su padre y por su tío (Livio
28, 21). Allí se puso enfermo y desde allí dominó el motín de las tropas
(Livio 28, 24 SS.;Polibio 11, 25 SS.), así como también la rebelión de los
Ilergetes que se habían sublevado a su marcha (Livio 28,32 SS.;Polibio 11,
3 SS.). Contra esta imagen se ha querido argumentar que nunca Cartagena
aparece como capital de la Citerior(13);pero más bien hay que decir lo
contrario: ya en el primer momento en que se empieza a hablar de una
provincia Citerior (y parece que ese momento no está muy lejos de la toma
de Cartagena por Escipión) la frontera se sitúa en el Saltus Castulonensis.
Allí comienza la Ulterior, como se mostrará en muchas ocasiones, como es el
caso del pasaje citado por Livio (40, 41, 10) de la relegatio ultra Novam
Carthaginem. Y con todo esto no está en contradicción el que Cartagena
fuera la capital de la anterior provincia cartaginesa que abarcaba también
a la Ulterior'14),ya que, mirando las cosas desde Roma o Marsella se veían
de otro modo que mirándolas desde África. Más que ocasionales menciones
de la ciudad en las campañas de César en Hispania primera (Dion 43,30)
Müllendorff, Ueber die Weltkarte und Chorographie des Kaisers Augustus, p. 25 SS.
Cfr. C.I.L. 1, 1477-1481 y 1555 etc. La epigrafía de Cartagena está en vías de estudio por
múltiple. M. Koch la está estudiando para el CIL y ha publicado una serie de artículos que
hemos recogido en el capítulo anterior; por otra parte la Dra. A. Muñoz Arnilibia hace años que está
preparando una edición de la misma; sabemos que J. M. Abascal Palazón tenía ya hace tiempo una
recopilación y estudio listos para ser publicados. Esperamos que todos estos trabajos empiecen
pronto a ver la luz pública.
(17) P. e.: las de uno de los cónsules del año 734, P. Silius, Véase: Monatsber. der Berl. Akad.
von 1860, p. 447.
(18) Eckhel 1,41 SS.; M" del Mar Llorens Forcada, La ciudad de Carthago Nova: Las emisiones
romanas, Murcia 1994.
un buen número de magistrados, frente a los que hay que poner de
relieve la pequeña variedad de los de Tarragona(lg).El título de Colonia y
los apelativos de Victrix Iulia los obtuvo Cartagena probablemente a la
vez que Tarraco de César»(20).
«La relación entre ambas ciudades debía ser la que más tarde existió
en las provincias españolas entre ciudades que tenían diferente rango y
no necesariamente la capital era la mayor. Así entre Córdoba e Itálica.
Así entre Mérida y Olisippo. Recordemos el pasaje de Estrabón sobre
Tamagona que claramente demuestra la mayor categoría inicial de Car-
tagena sobre Tamagonad21).
El influjo de los inmigrantes y la aceptación de las formas romanas de
vida fueron tan fuertes que Cartagena formuló su constitución al modo
romano. Ya antes de que César asentara aquí a sus soldados, aparecen
aquí los N viri como los supremos magistrados ciudadanos(22).
Todo lo dicho demuestra la importancia de entender el curso de la
historia y el papel de las tierras en la vida política y económica, cosa que
para los tiempos que comentamos es imposible si no se emplean catego-
rías dinámicas y móviles.
(24) El problema de las colonizaciones es muy conocido y aquí nos queda excesivamente lejos.
Remitimos a la biliografía sobre el tema que puede verse en cualquier obra monográfica sobre cada
una de las culturas que se asentaron en nuestro país: sobre la colonización griega puede verse:
A. García y Bellido, Hispania Graeca, Barcelona 1948; y de una manera general y con abundante
bibliografía J.M. Blázquez, Fenicios, griegos y cartagineses en occidente, Madrid 1992. Sobre la
situación del mundo ibérico los datos están en profunda revisión. Para Murcia el último trabajo de
síntesis es el de P. Lillo Carpio, El poblamiento ibérico en la región de Murcia, Murcia 1981. Sobre
la cultura púnica es especialmente interesante el volumen con las Actas del Symposio de Cartagena
de 1990 sobre Sociedad y Cultura púnica en España, Murcia 1994.
(25) Una síntesis puede verse en C.H.V. Sutherland, op. cit. pp. 50-52.
(26) N. Feliciani, &'Espagne a la fin du IIIe siecle avant J.-C.»,BRAHXLVI, 1905,363-398. El
artículo forma conjunto con otros varios que el mismo autor escribió por aquellas fechas sobre la
segunda guerra púnica.
Así pues el punto de partida de la urbanización romana en Hispania
es la situación precedente, con un factor nuevo: la guerra y sus inmedia-
tas consecuencias, de las que nos interesa destacar el hecho de que la
administración está en función de las tácticas de mantenimiento y que
no tiene estructuras civiles suficientemente desarrolladas. Hispania está
como estaba en tiempos de los cartagineses, pero con los ejércitos roma-
nos asentados allí donde la marcha impredecible de la guerra los había
hecho llegar y asentarse. Particular relieve había tenido la fundación de
Itálica como colonia romana en el 206; pero no sabemos cuales fueron las
consecuencias de la guerra en otras ciudades más importantes estratégi-
camente tales como podrían ser Tarragona, Cartagena, Córdoba o Cádiz.
Quizá porque esto era obvio las fuentes no nos hablan de ello, pero
parece claro que la transformación P.e. en Cartagena donde había tro-
pas, buques y minas tuvo que ser ya desde el primer momento inmensa-
mente superior a la de las demás ciudades y en aquellos tiempos el
movimiento era un síntoma de vida urbana o de proceso de urbanización.
Roma no inventó la vida urbana, pero la utilizó en modo tan peculiar que
lo constituyó en algo esencial de su cultura y cosmovisión. Por eso al
comienzo de su toma de contacto con Hispania utilizó lo que aquí había. El
cambio ocasionado por la presencia romana, en ese primer momento, fue
meramente militar. La metamorfosis iría viniendo de la mano de los acon-
tecimientos. Los primeros síntomas debieron notarse primero en Cartagena
y, en alguna medida, en los caminos y en los controles de los distritos
mineros; y, sin duda, en las extorsiones impuestas a los campesinos para
recoger de ellos los medios con que continuar adelante con la guerra.
plomo, cobre o hierro eran explotadas por compañías que pagaban paten-
tes. En ambos casos las relaciones con personas venidas de Italia debían
ser abundantes y ricas en ámbitos y matices y como consecuencia el
proceso de aculturación muy intenso(27).
Si añadimos que entre el 206 y el 179 probablemente más de 70.000
legionarios y más de 80.000 socios latinos vinieron a Hispania como
soldados, iremos formándonos una imagen de lo que fue la fuerza del
contacto entre los habitantes de la Península y el mundo de Roma. La
(27) Sobre los problemas de las minas se h a escrito una gran cantidad de literatura desde que
comenzaron a aparecer las inscripciones regulando ese ámbito legal y jurídico Cfr. E. Hübner,
~RomischeBergwerksvenvaltung*, en Romische Herrschafl in Westeuropa, Berlin 1890. La historia
se está haciendo y los autores más especializados en el tema hispano son C1. Domergue, J. Sánchez
Palencia entre otros. Una panorámica de los avances realizados y de los diversos problemas puede
verse en las actas de los dos congresos celebrados en León, La minería hispana e iberoamericana
(1970), y Madrid, Minería y metalurgia en las antigua civilizaciones mediterráneas y europeas.
Coloquio Internacional Asociado, Madrid 24-28 de octubre 1985 (1989).
proporción de tropas asignadas a la Citerior en comparación con las de la
Ulterior debió estar en una proporción aproximada de 5:2(28), aunque en
ocasiones, como en el caso de Catón, el mismo ejército y comandante
operara en ambas provincias.
Todos estos datos unidos nos pueden explicar no sólo el interés de
Roma por la Citerior, interés evidentemente estratégico, sino todo el
conjunto de la diferenciación y división administrativa y el enorme peso
que en tal división debió tener la zona del SE, así como la carencia de
conflictos en este área, que por la abundancia de itálicos y la importancia
de las minas debió ser particularmente mimada por Roma y muy cuida-
da en el ámbito de lo militar.
(35) V a n Nostrand, An Economic Survey o f Ancient Roma, 111, 127 SS.; Arnold, op. cit. p. 198
SS.; A. Schulten, The Cambridge Ancient History VIII, 308 S S .
(36) Ciceron, Contra Verres 111, 6 , 12: quod ceteris aut impositum vectigal est certum, quod
stipendiarium dicitur, ut Hispanis et plerisque Poenorum quasi victoriae praemium ac poena belli.
(37) El tributo hispano era una tasa directa, de cuyo cobro eran responsables los quaestores
provinciales como principales oficiales de finanzas del gobernador. Al comienzo de la administración
romana, la naturaleza precisa y la cuantía del pago de los tributos no estaba claramente definida y
e n ningún caso se da cuenta del total de lo recolectado. Así en el año 205, la reciente sujección de los
iberos del norte del Ebro fue seguida por la imposición de u n doble stipendium y la carga de
suministrar grano para seis meses, además de vestidos para el ejército; pero esto puede, tal vez, ser
considerado como indemnización de guerra, y, probablemente, sería correcto decir que el stipendium
pagable normalmente era una suma cuidadosamente determinada de moneda, que en el caso de
comunidades pobres se podía conmutar por una cantidad equivalente e n trigo o bien e n otros
servicios, y al que las comunidades ricas, e n algunas ocasiones, eran obligadas a añadir contribucio-
nes e n especie: posiblemente fue Catón quien sistematizó los pagos e n el año 195 a.c. (para fundar
esta afirmación suele recordarse el pasaje de Livio XXXIX,21, 7 , pero e n este lugar sólo se dice que
Catón organizó las minas de la Citerior, si bien es posible que ambas reformas se hiciesen a la vez).
Hay que notar que el stipendium probablemente se convirtió más tarde (en los últimos años así fue
con certeza) e n u n tributo doble, uno sobre la propiedad (tributum soli) y otro sobre las personas
(tributum capitis). Este último impuesto presumiblemente, e n su origen, era u n impuesto sobre los
animales (poll-tax),pero a la postre parece haberse desarrollado tomando el carácter de una tasa de
ganancia, bajo la cual hubo flexibilidad para los diferentes «incomes»en cosechas o e n mercado.
La segunda obligación impuesta a las comunidades hispanas era el
servicio militar obligatorio en los regimientos auxiliares del ejército ro-
mano. Aún antes de la organización de las dos provincias los hispanos
habían sido alistados con tal misión(38),
así como para servir como merce-
narios. Pero a partir del 205 el servicio de mercenarios debe haber
desaparecido para propósitos efectivos, aunque es interesante notar que
Catón empleó a los celtíberos como mercenarios para provocar la ruptura
de un eventual nacionalismo en el 195 a.c.
"En tercer lugar se les imponía la obligación de observar, en parte al
menos, la ley romana. El fin de esta imposición creció con los años: la
burocracia no era competencia de los gobernadores romanos, ni siquiera
el poder introducirla en los primeros años. El conocimiento de la ley
romana tuvo que esperar para su extensión, hasta que hubo suficientes
centros de vida romana y hubo medios para difundirlo. Un gobernador
sabio no se inmiscuía en cada detalle de la vida cotidiana. Sin embargo,
Este sistema de un stipendium prefijado era obviamente orientado hacia el pago en moneda, y
en la Citerior, al menos, parece haber dado lugar a una amonetación para pagar el tributo. Sea cual
fuera la fecha que se debe asignar al primer denarius-x romano, es razonablemente cierto que
comparativamente pocas monedas de plata romanas pudieron haber entrado en Hispania en los
distritos ibéricos entre los años 205-200 a.c., ya que, aunque las tropas romanas fueron los medios
principales por los que tal moneda se diseminó, los ejércitos estaban raramente asentados en un
mismo lugar, y los iberos no eran ricos en comodidades que pudieran libremente vender. El pago del
tributo, pues, en moneda acuñada romana tenía que ser un pobre medio para beneficiar al tesoro
romano: y no pudo haber sido antes de que se dieran órdenes oportunas el que el tributo se pagara
en moneda acuñada localmente en plata local. Tales acuñaciones en plata locales fueron una
innovación para los pueblos del interior, aunque, como ya hemos notado, hubo una gran variedad de
acuñaciones costeras bien establecidas. El origen de las nuevas medidas puede ser datado aproxima-
damente por las listas que Livio da del tesoro acuñado y en metal llevado a Roma por los primeros
gobernadores de España (Cfr. Van Nostrand, ESAR, 111, p. 128). Antes del 197-196 a.c. cuando
Cn. Cornelio Blasio volvió de España con 34.500 denarii, no se recuerda en Livio la adquisición de
moneda por los gobernadores de Hispania, fuera de la que Escipión llevó a cabo en el 206, la cual
(como observó Schulten acertadamente) fue, sin duda, moneda púnica de Carthago Nova y de otras
ciudades. Los denarios de Blasio no son caracterizados Dor Livio de otro modo aue como monedas
romanas de plata: y así hemos de entender que es la proporción de monedas de plata que había
entrado en Hispania en los veinte años anteriores. En el 196 a.c. Helvio, ex-gobernador de la
Ulterior, y Minucio, ex-gobernador de la Citerior, traen a casa, además de una gran cantidad de
plata en barras no acuñada, 119.439 y 278.000 respectivamente de lo que Livio llama '<plata
oscense. m, 10,4); esas monedas aparecen más tarde en las listas de los años 194, 191, 180 y
168 a.c. El uso de la expresión argentum oscense es de gran interés. Claramente indica que la ceca
de Huesca fue la primera de una serie de cecas nativas recién establecidas y quizá la más activa;
pero también acuñaron plata: Secaisa, Ausa, Ieso, Ilerda, Laietana, Tarraco, Alavona, Celsa, Saldu-
ba, Lagne, Gili, Lauro, Agreda. Las monedas eran cuidadosamente acuñadas en peso y ley por lo que
hay que suponer una supervisión romana cuidadosa en la producción (Cfr. C.H.V. Sutherland, The
Romans in Spain 217 B. C-117A. D., pp. 54-56).
(38) Livio XXI, 60, 4; XXVII, 38, 11.
si no había escrúpulos morales, podían meterse en todo de forma que sólo
por dinero dejaran actuar a los subordinados, ya que el gobernador era
no sólo el comandante en jefe militar, sino también el supremo poder
judicial. Los abusos habidos llevaron a los gaditanos en el 199 a.c. a
solicitar en Roma una actuación contra la imposición de los praefecti.
Dos años más tarde otras ciudades púnicas también privilegiadas defec-
cionaron en la línea de Culchas y Luxinius y seguramente por idénticas
razones. Toda la cuestión se planteó en serio en el año 171 y entonces se
prometió la supresión de tales odiosas prácticas(39).
(39) Livio XXXII, 2, 5; XXXIII, 21, 6; XLIII, 2 (C.H.V. Sutherland, op. cit., pp. 59-60).
(40) Sobre todo con ocasión de las guerras celtibéricas (Cfr. J. Arce, «Las guerras celtilsero-
lusitanas., e n Historia de España Antigua. Tomo 11, La España Romana, Madrid 1978, 79-96.
(41) H. Galsterer, Untersuchungen zum romischen Stadtewesen auf der Iberischen Halbinsel,
Berlin 1971, p. 7, donde afirma que debió ser una ciudad fundada con derecho peregrino, si bien al
modo romano y sólo más tarde a partir del año 47 a.c. alcanzaría el rango de municipium civium
romanorum (p. 12).
(42) H. Galsterer, op. cit., p. 7.
Córdoba es fundada como Colonia romana en el 152(43). NO debió ser
de derecho romano ya que la primera Colonia de este derecho fuera de
Italia, fue Cartago, fundada por C. G r a ~ o ' ~ ~ ) .
El problema que se nos plantea es el cómo se concebía la administra-
ción romana vista desde Roma. ¿Qué tipo de ciudad era Carthago Nova
en estos tiempos? ¿Cómo se trataba a las ciudades que eran sede de una
fuerte guarnición militar y tenían un importante papel en la economía y
en la administración romana? ¿Se daba allí una mera superposición de
ciudadanos romanos venidos de Italia sobre una ciudad peregrina a la
que se limitaban a ocupar e instrumentalizar, sin preocuparse en nada
de ennoblecerla para su uso? ¿Se respetaba en estos casos, y en el caso
concreto de Carthago Nova, a las autoridades locales y las leyes o cos-
tumbres jurídicas locales o no existían allí otras autoridades que las
romanas? ¿O qué fórmula jurídica se buscó para una mayor inteligencia
entre dominadores y vencidos: ciudad estipendiaria o libre y federada?
La pregunta es terriblemente agobiante sobre todo si se tiene en cuenta
que ya está planteado el problema de fundar ciudades de derecho itálico
fuera de Italia y, en el caso de Carthago Nova, parece evidente que se
trataba de una ciudad cuyo destino estaba indefectiblemente unido a la
administración romana en Hispania. Si se había creado una ciudad de
derecho latino para los hijos de soldados romanos y de mujeres indíge-
nas, ¿cuáles podrían ser la reivindicaciones de los itálicos que vivían en
Carthago Nova y probablemente no tenían intención alguna de abando-
narla nunca? ¿Las noticias de las fuentes son excluyentes o son mera-
mente enunciativas?
Si comenzamos por atender a esta última cuestión hay que decir que
las fuentes no son excluyentes, que sólo nos dan información positiva no
reñida con otro tipo de información y menos aún con eventuales excepcio-
nes que por incuria de los tiempos han podido perder su documentación.
Está claro que el avance de la investigación va dando muchas novedades
al respecto y que la exégesis aún no ha encontrado su punto de evidencia
que permita crear una imagen definitiva. Por todo lo cual preferimos
dejar en suspenso la respuesta a las demás cuestiones planteadas. Pero,
sea cual fuere el estado jurídico de las ciudades más empleadas por los
romanos, una cosa es clara: en ellas se va imponiendo la vida «urbana»a
un ritmo muy fuerte; en ellas, quizá por el auge económico en el que
vivían y por la potenciación que experimentan en función de su rentabi-
(43) Aunque no se pueda excluir la fecha del 168.
(44) G. Giannelli, Trattato di storia romana. I. L'Italia antica e la Repubblica romana, Roma
1970, p. 355.
lidad militar y estratégica en general, quedan incorporadas a la cultura
y a la vida romana y en ellas es mucho más rápida y profunda la
acomodación a la ley romana. Refiriéndonos, muy en concreto, a las
capitales de los conventus jurídicos, allí el problema de la asimilación a
la cultura romana tenía que ser muy vivo, ya que los indígenas tenían
que conocer con mucha frecuencia conflictos y problemas de esa índole.
Algo muy importante ocurre hacia mitad del siglo 11 a.c. en la política
exterior de Roma, aunque definirlo sea complicado. El contexto en el que
se deja notar el fenómeno son las guerras celtibéricas. En cualquier
breve resumen de lo ocurido en Hispania entre los años 155 y 133 a.c. se
constata que mientras que hasta esas fechas los hombres romanos que
estaban al frente de las provincias eran pretores, en los años siguientes
son preferentemente cónsules. Tal cambio de status en los comandantes
militares indica un cambio de política por parte del Senado. Más aún: la
nueva toma de posición llevó a cambios estructurales dentro de la misma
Roma y así, por ejemplo, la fecha del comienzo del mandato consular fue
modificada y en lugar de comenzar con las idus de marzo, a partir del
153 comenzó con las kalendas de enero. Esto, al parecer, ocurrió para dar
tiempo al cónsul para poder llegar al teatro de la guerra en tiempo apto
para guerrear(45).
La más obvia explicación para el cambio indicado puede ser la militar:
la seriedad de la guerra obliga a aumentar el número de legiones y así a
pasar de una legión para un comandante pretor a dos para un coman-
dante cónsul; pero tal razón no parece convincente. El motivo de la
guerra del año 153 fue planteado por la ciudad de Segeda y ésta no
parece haber tenido entidad suficiente como para impulsar la decisión de
enviar un cónsul a España, y sin embargo se envió el cónsul. Hay una
especie de necesidad de combatir, de que los cónsules combatan como si
esa fuera su misión y en eso demostrarán su ser de cónsules. Y parece
que la atención del Senado está dirigida al control de la forma como los
comandantes militares ejercen su misión(46).
(45) J.S. Richardson, Hispaniae. Spain and the development of Roman Imperialism, 218-82
BC, Cambridge 1986, cap. 8: aThe consular provinces: the wars in Spain 155-133,>.
(46) Hasta qué punto el hecho tiene que ver con las razones del prestigio social en Roma y en
qué medida son. los cónsules mismos los que fuerzan a semejante modo de proceder es algo que
habría que estudiar. Richardson no lo hace.
El hecho se confirma por el problema de la quaestio de repetundis, ley
propuesta en el año 149 por el tribuno L. Calpurnio Pisón y que, en rigor,
creaba un instrumento para juzgar el comportamiento de los magistra-
dos que habían ejercido su misión en provincias(47). El mero hecho de que
tal ley se pudiese dar, aunque no se aplicara nunca es todo un indicio de
una mentalidad que hay que tomar muy en serio.
La participación del Senado en el problema del poner fin a las guerras
y sobre todo el modo como se exige que las guerras se acaben que debe
ser no con un tratado sino con la de di ti^(^*) muestra que algo muy impor-
tante está cambiando. Y lo mismo hay que decir de la creación de nuevos
asentamientos como es el caso de Valencia en el 138 a.c.
El envío de una comisión de diez senadores para que regulen la
administración de las provincias tras la guerra numantina demuestra la
gran atención puesta por el Senado en la administación del Imperio. Se
puede afirmar sin vacilación que la conciencia de Imperio y de provincias
y de organización ha subido de grado c~alitativamente(~~).
(47) Sobre la quaestio de repetundis cfr. J.P.V.D. Balsdon, PBSR 14,1938,98-114;A. W . Lintott,
Z S S 98, 1981, 162-212.
(48) J. S. Richardson, op. cit. p. 142 S S . El tema nos lleva hacia el cambio de concepción e n la
maiestas populi romani.
(49) R. Bernhardt, «Die Entwicklung romischer amici et socii zu civitates liberae i n Spanienn,
Historia XXIV, 1975, 411-424, donde e n la p. 423 se dice: Por vez primera tras el 133 cuando se
hacía necesaria una nueva ordenación del gobierno romano e n España y el Senado probablemente
creó u n orden provincial unitario pudo surgir y presumiblemente surgió la civitas libera.
(50) Apiano, Iberica 94.428 y 100.434.
(51) E. Albertini, Les divisions administratives de l'Espagne romane, Paris 1923, p. 20 SS.:
C. H. V . Sutherland, The Romans i n Spain 217 BC - AD 117, Londres 1939, pp. 88 SS.; J. S.
Richardson, Hispaniae. Spain and the development of Roman Imperialism, 218-82 BC, Cambridge
1986, p. 156 S S .
tenía que ver con los reajustes del tributo para muchas comunidades
previamente sometidas, tanto si se habían rebelado alguna vez como si
no. La redacción de tratados individuales (probablemente según el mode-
lo graquiano), que sirvieran para definir los términos de su lealtad a
Roma; la redistribución del territorio, medida necesaria si se quería
evitar el hambre y con ella el bandidaje de la tierra, eran cuestiones
claves en la estabilización de la nueva situación. Había que definir el
área de dominio romano y plantear los problemas de fronteras y de
relación con los pueblos limítrofes y libres(52).
Sea cual fuere el desarrollo de los acontecimientos parece que a lo
largo de estos aproximadamente cincuenta años se consiguió una defini-
ción de lo que eran las provincias y una concienciación del Imperio como
un ser compuesto de muchas de tales provincias. La Lex de maiestate
publicada por L. Cornelio Sila en el año 81 parece haber regulado el
papel de los comandantes romanos en provincias y haber sintetizado así
el conjunto de problemas y soluciones que en el curso de los años habían
ido surgiendo(53).
La estructura según la cual se articula la provincia es la civitas. La
ciudad, encerrada en los límites precisos de la geografía determinada, y
sometida a un impuesto determinado, es la unidad que se entiende
directamente con el pretor. Los términos genéricos como vacceos, car-
petanos, celtíberos no son más que designaciones t ~ p o g r ~ c a sCuando
(~~).
se habla de capitales de provincia en rigor se está hablando de bases
militares ya que en el concepto de la administración de esa primera
(52) El concepto de libertad es algo difícil de definir, ya que era visto desde distinto punto de
vista por los romanos y por los indígenas. Cfr. R. Bernhardt, .Die EntwicMung romischer amici et
socii zu civitates liberae in Spanien*,Historia XXIV, 1975,411-424, donde hay toda una elaboración
del concepto de libertad y se remite a otros trabajos sobre el tema.
(53) Hay toda una serie de restos legales que muy recientemente comienzan a adquirir cuerpo
y que dan la medida de la trascendencia de la ley de Sila: los recién descubiertos fragmentos de una
ley que regula la política extranjera romana en el Mediterráneo oriental, aparecidos en Gnido
(M. Hassal, M. H. Crawford y J. Reynolds, JRS 64, 1974, 195-220) y casi seguro que la misma ley
inscrita en el monumento de L. Emilio Paulo en Delfos. Una ley Porcia propuesta por el pretor
M. Porcio Catón en febrero del mismo afio en el que se promulgó la ley de DelfosIGnido (es decir en
el año 101/100 a.c.) y citada en la inscripción, prohibe a los comandantes sacar tropas fuera de la
provincia e incluso estar fuera de la provincia con mala intención (J.-L. Ferrary, MEFRA 89, 1977,
619-660; A. W. Lintott, ZSS 98,1981,191-197; la lex Antonia de Termessibus datada probablemente
en el año 68 a.c. prohíbe a los comandantes reclutar tropas en Termessos etc.).
(54) EAlbertini, op. cit., p. 21. Probablemente esto no sea una invención de los romanos, sino
que era ya una realidad entre los indígenas antes de la llegada de los romanos. Es interesante notar
que sólo en el S y SE y algo del E de la Península se dio el régimen monárquico que agrupaba a
varias comunidades bajo la égida del monarca (Cfr. J. Caro Baroja, <<La "realeza" y los reyes en la
España antigua., Cuadernos de la Fundación Pastor, 17, Madrid 1971).
época el caput de la administración es el gobernador provincial y el
centro de la misma está allí donde está éste. En la Citerior tales bases
militares más importantes son Tarraco y Carthago Nova, y entre las dos
la más fuerte y más importante estratégicamente es Carthago Nova,
como ya hemos indicado(55).
Mientras Roma fue una piña sin fisuras, el que Cartagena estuviera más
lejos, dado que la navegación era de cabotaje, no era un inconveniente. Muy
diferente es el caso cuando Roma se enfrenta a sí misma y la política del
Imperio se juega en base a estrategias regionales. En una política de balan-
ceo de fuerzas no es fácil decir a quién va a servir cada una de las bases, y
en concreto hoy aquí para nosotros a quién va a servir Cartagena.
Cartagena va a ser controlada por Sertorio y por Sila, por P. Sicio
Nucerino y por el Senado Romano, por Pompeyo y por César y finalmen-
te por Augusto. Puede haber sido esta situación la que, con la llegada del
Principado y la voluntad de Augusto de centralizar el poder prefiriese
Tarraco como capital y principal base militar por estar más cerca de
Roma y ser así más funcional como instrumento de gobierno.
Entre la ruptura de la unidad política romana con el comienzo de las
guerras civiles y la unificación política con el establecimiento y perviven-
cia del Principado, Cartagena es punto central de la historia de Hispa-
nia. De la misma manera que al comienzo de las guerras púnicas Africa
es una baza con la que juegan romanos y cartagineses, según hemos
visto, y que lo sigue siendo en tiempos de las guerras celtibéricas, cuando
vemos a Micipsa luchando en Hispania contra V i r i a t ~ ' ~así ~ )también
, en
las guerras civiles, en el año 84, Mete110 es visitado en África por Licinio
Craso que viene de Hispania, donde se había refugiado para escapar a
las proscripciones de Mario y C i ~ ~ n a En' ~ ~el) . año 82, Sertorio viene a
Hispania para defender la causa de Mario frenta a Sila. Al año siguiente
Sila envió dos gobernadores fieles a su causa, y frente a ellos Sertorio,
más débil de fuerzas, creyó oportuno retirarse al África para lo cual se
embarcó en Cartagena(58).Tras el fracaso de su desembarco en Africa,
(55) E. Albertini, op. cit. pp. 21-22. Y las páginas citadas de Hübner e n Hermes 1.
(56) Apiano, Iber 67, 89. Cfr. P. Romanelli, Storia delle province romane dell'Africa, Roma
1959, p. 73.
(57) Plut. Craso, c. 6. Cfr. P. Romanelli, op. cit. p. 91.
(58) Plut., Sert., c. 7 SS.; Orosio, V , 23, 2; Floro, 11, 22, 2; A. Schulten, Sertorius, pp. 47 y 52 s.
P. Romanelli, op. cit., p. 96 s. 102.
vuelve a reembarcarse y retorna a Hispania. De nuevo vuelve al Africa
para ayudar a las tribus moras contra el rey Ascalis al que habían
arrojado del trono. Triunfó Sertorio y pareció capaz de crear un espacio
de dominio al margen del poder de sus enemigos de Roma. Así Cartagena
se mostró como puesto clave en las operaciones tácticas por el control del
imperio.
En el año 64 P. Sicio Nucerino, amigo de Catilina, huyendo de Roma,
vino a Hispania y de aquí pasó al África con una especie de pequeña
legión extranjera compuesta de hispanos e í t a l ~ s ' ~ ~ ) .
En el enfrentamiento entre César y Pompeyo es posible que Pompeyo
en el año 55, junto con el gobierno de Hispania, tuviese el de toda el
África(60).
De cualquier modo es claro que África estaba en general de
parte de Pompeyo.
En la guerra civil entre César y Pompeyo, César intenta dominar a los
pompeyanos en África desde Hispania. El Senado pompeyano había he-
cho una declaración a favor de Juba; el Senado cesariano hace una
declaración a favor de Bocco. La primera tentativa del paso al África se
prepara reuniendo tropas en Córdoba a pesar de que Cassio Longino
estaba en Lusitania (esto parece indicar que el proyecto del pasaje conta-
ba con Cartagena como punto de referencia). La segunda vez se ordena la
reunión de tropas en Hispalis. Hay una rebelión y para sofocarla Bogud
pasa a Hispania. En esta ocasión el peso de los acontecimientos gravita
sobre Málaga('jl).
Gneo Pompeyo partiendo de Utica quiere venir a Hispania, y, de
hecho, tras una serie de aventuras, desembarca en Baleares, es decir,
siempre en las costas del SE(62).
(59) Cic. Pro Sulla 20, 56; G. Gsell, Histoire ancienne de Z'Afrique du Nord, vol. VIII, pp. 54 SS.;
P. Münzer, «Sittius» n. 3, P W 111A 1, Sttutgart 1927, cols. 409-411; Heurgon, «La lettre de Cicéron
a P. Sittius (Ad Famil. V, 17),, Latomus. Revue des Etudes Latines, M , 1950, 359 SS.; Apiano, Bell.
civ. N, 54.
(60) P. Romanelli, op. cit., p.111, nota 1:*Según algunas fuentes (Plut. Pomp.52; Cat. Min. 43;
Caes. 28; Apiano, Bell. ciu. 11, 18) Pompeyo en el 55, junto con el gobierno extraordinario de España,
habría tenido también el de toda el &rica; pero el testimonio no parece que haya de ser aceptado
tanto porque otras fuentes hablan solamente de España (Vell. Pat., II,48, 1; Floro, 11, 13, 12; Livio,
Perioch. CV, Dion Casio XXXIX, 33,2 y 39,4), como sobre todo porque en los años entre el 55 y el 50
Africa aparece regida de modo regular por gobernadores nombrados por el Senado, y no por legados
de Pompeyo. Los historiadores modernos no admiten, en general, este gobierno de Pompeyo sobre
Africa~.
(61) Bell. Alex. 51 SS.; Liv. CXII, 36 SS.; Dio Cass. XVII, 15 y 16. El jefe de la expedición iba a
ser Casio Longino, que se hallaba en Lusitania. El hecho de que se pretendan reunir las tropas en
Córdoba, parece indicar que la expedición se proyectaba a través de Cartagena. Cfr. P. Romanelli,
op. cit. p. 116.
(62) Bell. Afr. c. 22 y 23; Livio, Epitome CXIII.
Escipión se dirige desde Utica a Hispania, pero una tempestad lo arroja
a Hippo Regio. Parece claro que era Cartagena a donde quería llegaF3).
Bogud vino a combatir al lado de César a Hispania y fue una de las
razones del triunfo de César en Munda, pero parece que debió desembar-
car en Málaga(64).
Arabión, hijo de Massinissa había venido a Hispania a combatir con
los hijos de Pompeyo. Debió venir por Ca~-tagena(~~). No, en vano, según el
epígrafe de Cartagena, Juba fue duumviro en esta ciudad y patrono de
ella(66).
En la guerra entre Antonio y Octaviano, el reino de Juba estaba a
favor de Octaviano y el de Bocco a favor de Antonio(67).Liquidado el reino
de Bogud, Augusto concede a toda la Tingitana la ciudadanía romana(68).
En una palabra: las relaciones entre Hispania y África son una cons-
tante impuesta por la logística del poder sobre el occidente del Imperio y
se concretan en función de la geografía. Mientras que la Tingitana está
en íntima unidad con la Bética, la Cesariense lo está con Cartagena.
En el año 25 a.c. Augusto constituyó un reino en Mauritania que dio
a Juba 11, el hijo de Juba que combatió con Octaviano primero contra
Antonio y luego en H i ~ p a n i a 'y~ ~
que
) mantuvo unas grandes relaciones
con las costas hispanas y muy en particular con Ca~-tagena(~O).
Cornelio Balbo desde la Ulterior tiene más relación con la Tingitana,
pero en cualquier caso es un excelente testimonio de la unidad entre las
dos columnas de Hércules(71).
(63) Este Escipión es uno de los generales pompeyanos que tras la batalla de Tapso huyen. Cfr.
Plut. Cat. Min. 58 SS. Cfr. P. Romanelli, op. cit. p. 126 s.
Dio Cass., XLIII, 36, 1; 38, 2. cfr. P. ~ o m a n e l l iop.
, cit. p. 137.
P. Romanelli, op. cit., p. 137.
C.I.L. 11, 3417. Cfr. P. Romanelli, op. cit. p. 168.
P. Romanelli, op. cit. p. 149.
P. Romanelli, op. cit. p. 150.
Le casó, además, con la hija de Antonio y Cleopatra, Selene. Cfr. P. Romanelli, op. cit.
tenido frecuentes relaciones. Si fue cónsul y cuándo, es dudoso: parece que fue allectus directamente
por Augusto entre los consulares. S u elección para procónsul de hfrica fue probablemente dictada
por la necesidad de confiar el gobierno de la provincia a u n hombre valiente y sobre todo audaz,
(P. Romanelli, op. cit., p. 177; puede también consultarse J . R. Rodríguez Neila, Los Bulbos de Cádiz,
Cádiz 1992).
(72) P. Romanelli, op. cit., p. 253
(73) &e ha supuesto (Cagnat,Armée ... p. 29 siguiendo a Dureau de la Malle, Recherches sur
l'histoire de la partie de Z'Afrique . . que estas tropas hubieran pasado a &rica desde España, y que
por tanto la guerra fue sostenida por las legiones establecidas e n la Península Ibérica, e n la
Tarraconense, es decir por la Legio N Macedónica, la V I Victrix y la X Gemina; pero de tal
intervención de estas legiones de España o al menos de una intervención de las mismas e n masa no
hay ninguna prueba directa. Es posible que participase algún destacamento de las mismas. Y mucho
más claro parece poderse afirmar que se trasladasen tropas auxiliares de Espafia sobre todo a
aquella región occidental que luego fue la Mauritania Tingitana: e n efecto más tarde, como dejan ver
los diplomas militares, no pocas de las alas y cohortes que están e n esta provincia son de origen
hipanos (P. Romanelli, op. cit. p. 259).
(74) P. Romanelli, op. cit. pp. 264 ss.
(75) E. P. Nicolas, De Neron a Vespasien. Etudes et prespectives historiques suivies de l'analyse,
du catalogue, et de la reproduction des monnaies «oppositionelles»connues des années 67 a 70, Paris
1979, pp. 291-326. Este autor explica cómo Galba se encontraba e n Cartagena el 2 de abril del 68,
cómo allí acudió Otón, gobernador de la Lusitania como Legatus Augusti propraetore y cómo desde
allí se retiró a Clunia.
(76) Tácito, Hist. 1, 78. P. Romanelli, op. cit. p. 283.
constituir un pequeño estado con las dos provincias y quizá también con
una parte de H i ~ p a n i a ' ~El ~ )encargado
. de someter tales veleidades fue
Cluvio Rufo, legado de la Tarrac~nense'~~).
Sobre la unidad entre el sur de Hispania y el norte de África en
tiempos del emperador Adriano se ha pensado que quizá la revuelta de
los moros que acaeció al comienzo de su reinado pudo afectar también a
H i ~ p a n i a ' ~Por
~ ) .lo demás el emperador se hallaba en Hispania cuando
salió para Asia, pasando por Cartago, lo que hace suponer que debió
embarcarse en Cartagena(80).En cualquier caso se emplearon también
tropas hispanas en la represión de la revuelta(81).
Igualmente en tiempos de Antonino Pío hubo guerras contra los moros
y tropas de Hispania fueron llevadas a sofocarla(82).
En tiempos de Marco Aurelio la unidad entre Hispania y el norte de
África cobra un especial relieve. No solamente los moros desembarcan en
la Bética y la asolan durante tiempo(83),sino que el emperador une la
Mauritania Tingitana con el sur de H i s ~ a n i a ' ~ ~ ) .
Parece haber habido otra invasión de moros en el 176(85).
(1) Las primeras noticias literarias todavía recuerdan los tiempos en los que el Ebro era la
frontera entre las dos Hispanias. El relato que nos hace Livio de la segunda guerra púnica emplea
estos límites con frecuencia. Artemidoro, aproximadamente e n el año 100 a.c., distingue las dos
Hispanias «de más acá del Ebro. y *de más allá del Ebro»;pero esto ocurre en los pasajes que utiliza
tomándolos de Polibio. De todas formas las primeras noticias escritas son de tiempo de César y son
los textos que vamos a ir comentando e n las páginas que siguen.
(2) La discusión histórica del tema fue bien recogida hasta su tiempo por F. Braun, Die
Provinzialeinteilung Spaniens in romischer Zeit, Teil 1, párrafo 1hasta 2b, Berlin 1908; y el mismo
autor, Die Entwicklung der spanischen Provinzialgrenzen in romischer Zeit (17 fascículo de la serie
Quellen und Forschungen zur alten Geschichte und Geographie dirigida por W . Sieglin, Berlin 1909).
Artemidoro que indica así el límite de las dos provincias: La CITERIOR
se extiende «hasta la Nueva Cartago y las fuents del Betis»; y la ULTE-
RIOR «hasta Cádiz y Lusitania.. El paralelismo de la construcción obliga
a entender que la Citerior llegaba hasta Cartagena inclusive. Las fuen-
tes del Betis, en época republicana, son los ríos Guadalén y Guadalimar,
nacidos en el Saltus Castulonensis (Cerros de Villamanrique y Sierra de
al cara^)'^). Sólo a partir de Plinio se reconoce como fuente del Betis la
corriente de agua que viene del Saltus Tugiensis, siendo el Guadalimar,
agrandado por el Guadalén, un afluente de la orilla derecha(*).La fronte-
ra, pues, pasaba por Cartagena y por las fuentes del Guadalén y Guada-
limar, pero no por el Saltus Tugiensis.
El hecho coincide, globalmente, con el testimonio que nos ofrece César
cuando dice: «Con la llegada de L. Vibulo Rufo, que se supo que había
sido enviado por Pompeyo, Afranio, Petreyo y Varrón, legados de Pompe-
yo, de los que uno custodiaba la Hispania Citerior con tres legiones, otro
la Ulterior desde el Saltus Castulonensis hasta el río Guadiana con dos
legiones y el tercero desde el Guadiana estaba a cargo del campo de los
Vetones y de la Lusitania con igual número de legiones, reciben la orden
de compartir la responsabilidad de forma que Petreio marcha a la Lusi-
tania a través de los Vetones con todas sus tropas para reunirse con
Afranio, dejando que Varrón con las legiones que tenía defendiera toda
la Hispania UlteriorJ5).
Para César, pues, es claro que la provincia Ulterior va desde el Saltus
Castulonensis hasta el río Guadiana; pero la frase implica que la fronte-
ra entre ambas provincias iba desde el citado Saltus Castulonensis hasta
la costa por el camino más corto, es decir: pasando por las verdaderas
fuentes del Betis y las del Segura y el macizo de La Sagra llegaría al
oeste-surloeste de la ciudad de Cartagena(6).Porque, además, Cartagena,
en la primera parte del reinado de Augusto, también pertenecía a la
Citerior, como aparece en Pomponio Mela(7),quien describiendo la Hispa-
nia de los primeros tiempos de Augusto atribuye Cartagena a la Citerior
El problema es complicado ya que los textos cuando aparecen ya tienen ante los ojos la existencia de
tres provincias en Hispania.
(3) E. Aibertini, Les divisions administratives de L'Espagne romaine, Paris 1923, p. 14.
(4) E. Abertini, op. cit., p. 18.
(5) De Bello ciuili 1, 38, 1-2.
(6) E . Albertini, op. cit. p. 15. Plinio III,16 y Orosio I , 2 indican que la frontera entre ambas
provincias estaba en Cartagena, sin precisar si al E o al O.
(7) Pomponio Mela 11, 94.
y Urci a la Ulteri~r'~).
Así se explica perfectamente que las expresiones
ultra Nouam Carthaginem e Hispania Ulterior aparezcan como equiva-
lentes en un relato de Tito Li~io'~).
Entre el Saltus Castulonensis y la costa los pretores habían podido
trazar la frontera con precisión. Al norte del citado monte la dominación
romana tendía a ampliarse y por ello la frontera era necesariamente
vaga y modificable en función de las nuevas situaciones políticas creadas
por la presencia y fuerza expansiva romana.
(8) Sobre Urci se han dicho muchas cosas y de ellas hablaremos más adelante. Es probable
que haya habido dos Urci.
(9) Tito Livio XL, 41, 10: senatus consultum factum est ut M. Fuluius i n Hispaniam relegare-
tur ultra Nouam Carthaginem, litteraeque ei datae sunt a consule ad P. Manlium i n Hispaniam
ulteriorem deferendae.
(10) La fecha la da Dion Casio LIII,12 con indicación exacta de la operación e n la que Augusto
devuelve el poder al Senado y al pueblo. Los autores no estuvieron, e n u n principio, de acuerdo con
la fecha por razones diversas, pero hoy parece reinar la aceptación unánime del hecho (Cfr. E.
Albertini, op. cit., p. 25 SS.).
(11) Además de la bibliografía antigua citada por E. Albertini, op. cit. p. 33, nota 5 , cfr.
K.-G. Sallmann, Die Geographie des alteren Plinius i n ihrem Verhaltnis zu Varro, Versuch einer
Quellenanalyse, Berlin 1971, con amplia información documental.
descripción del litoral, esta villa de Murgi ha sido designada como Baeti-
cae finis (111, 8)(12).
En la descripción del curso del Betis, Plinio indica que la fuente del río
(la fuente verdadera, la del Saltus Tugiensis) ahora está en la Citerior y
que entra en la Bética en el territorio de la villa de Ossigi (III,9).
Hubo, pues, posteriormente a la confección de la carta de Agrippa, es
decir, ciertamente después del año 12 y muy probablemente después del
año 7 a.C.(13),una reforma que ensanchó a la Citerior a expensas de la
Bética justamente en esta parte del SE peninsular. Esta reforma de
Augusto ocurría unos 25 años después de la división de Hispania en tres
provincias y tenía por objeto unir a la Citerior las regiones en las que
podía ser necesario hacer intervenir al ejército. El Saltus Castulonensis, y
las cadenas complicadas que se acumulan entre el alto valle del Betis y el
mar, eran regiones poco seguras. Los actos de saqueo eran allí frecuentes.
Quedaron trazas de la división anterior. La villa de Baria, situada en
el Mediterráneo entre Murgi y Cartagena, es señalada por Plinio como
ciudad adscripta a la Bética en tiempo del escritor (111, 19): formaba,
pues, un enclave en la Citerior que pertenecía a la Ulterior Bética. No
sabemos por qué Augusto dejó Baria dependiente de la Bética, quizá
porque es zona minera(14).Del mismo modo subsistieron relaciones cultu-
rales entre la Bética y ciudades como Cástulo o Acci como se ve en el
(12) Es importante recordar aquí el problema textual que existe en este tema. En Plinio III,6
Albertini prefiere leer con los mejores manuscritos a fine Vrcitano citerior, y no con Detlefsen,
ÜW>urgitano. E n esta interpretación Murgi sena la última villa de la Bética y Urci la primera de la
Citerior.
(13) El término ante quem viene dado por los miliarios de la Bética (C.I.L.: 11, 4701-4711) que
se datan el año 2 a.c. y en los que ya consta el nuevo límite de provincias con las frases a Baete et
Iano Augusto, ab Iano Augusto qui est ad Baeten, donde se ve que la frontera estaba en el Guadal-
quivir. Antiguamente se pensaba que el lugar era el torreón de las Huelgas, en el Ayuntamiento de
Javalquinto, partido judicial de Baeza, provincia actual de Jaén o cerca de allí (A. Blázquez, <<Vías
romanas de Andalucía», BRAH 64, 1914, 525-533). En la actualidad parece haberse llegado a una
localización mucho más precisa: cfr. P. Sillieres, .A propos d'un nouveau milliaire de la Via Augusta.
Una uia militaris en Betique*, R E A LXXXTII, 3-4, 1981, 255-271.
No es imposible que la dedicación de C.I.L. VI, 31167 se hiciera con ocasión de esta modificación
de fronteras. No sería de extrañar que los habitantes de la Bética quedaran agradecidos al empera-
dor por haber reducido la provincia privándola de u n distrito que les producía multitud de proble-
mas. Aunque también son posibles otras interpretaciones de toda esta modificación.
(14) L. Siret, .Villaricos y Herrerías», Memorias de la R. Academia de la Historia XIV, 1909,
381-478. De todas formas el que sea zona minera o no, no es por sí sola razón suficiente. Hay que
considerarlo en unión y relación con los otros factores.
hecho de que los mismos personajes en ocasiones desempeñaron sacerdo-
cios en ambas demarcaciones(15).
5. LA BASTETANIA
(15) C.I.L. 11, 3278.3395 cfr. 3271 y 3272, línea 6. 3350 y 3351: el mismo personaje es flamen
del culto imperial en una villa de la Citerior y en otra de la Bética; o un ciudadano de una ciudad de
la Citerior se convierte en Flamen provincial de la Bética, lo que supone que tal personaje estaba
ligado por el culto imperial a las villas de la Bética desde los primeros tiempos del reinado de
Augusto, asociación que no se rompió por el desplazamiento de las fronteras provinciales.
(16) La localización exacta de Sisapo no h a sido investigada suficientemente (Véase A. Tovar,
Iberische Landeskunde. Band 1: Baetica. Baden-Baden 1974, pp. 96-97); pero no parece haber duda
respecto de su identificación minera con la zona de Almadén, e n Ciudad Real.
(17) La regio Bastetana es una de las cinco regiones atestiguadas por Plinio para Hispania,
todas ellas en la Citerior (111, 4, 19-21). Es difícil precisar el contenido de tal designación, pero lo
más probable es que hay subyacente un contenido étnico-geográfico (Cfr. C. González Román, <<La
colonia IVLIA GEMELLA ACCI y la evolución de la Bastetania., Congreso sobre Conquista y
Organización del territorio, Elche (Alicante), octubre 1989, cuyas actas fueron publicadas en Dia-
loghi di Archeologia, terza Serie, anno 10, n. 1-2, Roma 1993, 155-164.
(18) Hablamos de pueblos en sentido étnico-geográfico. No pretendemos entrar aquí en el tema
de la identidad o distinción entre Bastetanos y bástulos. Sobre el tema cfr. C. González Román,
op. cit.
regio, y a la gens, a la que la regio servía de soporte, una significación real,
una importancia práctica que antes no habían tenido. El desmembramiento
excesivo de los Iberos era una dificultad para los administradores gober-
nantes. Los romanos dieron una existencia verdadera a las regiones, no
solamente porque consagraron sus nombres al registrarlos en su geograña e
inscribirlos en sus mapas, sino también porque la distinción de tales regio-
nes les servía para sus operaciones de censo y de reclutarniento(lg).
La línea fronteriza que separa la Bastetania de la provincia Bética
viniendo de NO a SE arrancaba desde O ~ s i g i ( ~ pasaba
~ ) , cerca de Illibe-
rrid21)y llegaba a la costa al E. de Murgi. Ciudades que están en la
Citerior son: Urci (Plinio 111, 19);Acci4 (Plinio 111, 25); Mentesa Bastita-
norum (Plinio 111, 25); Castulo (Plinio 111, 25) y Baesucci (C.I.L. 11, 3251-
3252); Oretum (Plinio 111, 25).
Así pues, todo el actual oriente de la provincia de Granada, una parte
de Jaén oriental, la práctica totalidad de Almería, la mayor parte de la
actual provincia de Albacete y la práctica totalidad de la actual región
murciana formaban parte de la antigua BASTETANIA(22). Tras una eta-
(23) La información de Ptolomeo de la distinción entre bastetanos del interior y los costeros
bástulos, no se constata en Estrabón, quien reiteradamente los identifica (111, 1, 7 y 111, 4, l),
asignándoles el temtorio al sur de los Turdetanos (III,2, l), que se extiende desde Calpe a Carthago
Nova. En cambio se aprecia en Plinio quién ubica a los bástulos en la zona costera del océano y de
la provincia Citerior (N.H. 111, 3, 8 y 111, 4, 19) y define la Bastetania como regio interior de la
provincia Hispania Citerior (111, 4, 191, en la que se incluyen, concretamente «en la Bastetania que
mira al mar, (111, 3, 10) ciudades del Valle del Genil, Hoya de Antequera y campiña occidental de
Jaén (C. González Román, op. cit., p. 156).
Otra es la interpretación que da E. Albertini (op. cit. pp. 114-116): La finalidad de la segunda
reforma de Augusto habría sido repartir entre dos provincias una regio, la Baeturia turdulorum,
colocada anteriormente bajo una administración única. Primeramente había estado toda entera bajo
el control del conventus de Córdoba. Tras la reforma, el cantón que comprendería Mirobriga y Sisapo
quedaría unido al conventus cartaginense. Y la razón de las divergencias entre los modernos autores
está en la falta de precisión en los conceptos que emplean los autores antiguos.
(24) E. Albertini, op. cit. pp. 35-36.
y más acordes con lo que sabemos por la historia(25). Pero ni siquiera así
podemos descansar en la afirmación. Hay que matizar más.
En efecto, la riqueza minera del SE debió ser algo proverbial ya desde
los mitos tartésicos y probablemente en función de tal riqueza, ya en el
siglo 111 el régimen político se había hecho militar y duro, si es que no
y a partir de los influjos orientales (venidos por vía griega o
feno-púnica) las concepciones políticas se habían modificado creando las
monarquías o realezas que caracterizan a estas tierras(27).
Ahora bien, a lo largo de los siglos IV y 111 a.c. el movimiento de
aglutinación funcionó con fuerza centrípeta hacia Basti de donde surgió
no sólo el dominio de la zona sino también el nombre etno-geográfico y
así surge la BASTETANIA o región que queda bajo el dominio de BAS-
TF2*).Probablemente como resultado de la oposición que hace surgir la
presencia púnica en una tierra anteriormente unificada o al menos uni-
forme surge a la vez la tierra de los BASTULOS o BASTULOTURDETA-
NOS que vendrían dirigidos desde Cartagena o anteriormente desde el
centro fenicio-púnico de poder corre~pondiente'~~).
(25) podemos creer con fundamento, en consecuencia, que el reino oretano, que sólo se nos
dibuja en los últimos años de la dominación cartaginesa, fue, como antes el mayor de Tartesos, un
reino relacionado en gran parte, con la existencia de cuantiosas riquezas mineras» (J. Caro Baroja,
«La 'realeza' y los reyes en la España antigua», Cuadernos de la Fundación Pastor, 17, Madrid 1971,
p. 142).
Además, sabemos que los romanos, al ir realizando sus conquistas, organizaban a los vencidos
en civitates, que tenían que pagar un stipendium determinado y que hasta el año 133 lo pagaban en
dinero acuñado por los mismos indígenas (E. Albertini, op. cit., p. 20). Pero para poder acuñar tal
dinero era necesario el metal noble y muy concretamente la plata. Es muy verosímil pensar que la
primera división de provincias estuviera basada en la ciudad de Cartagena como base de operacio-
nes más fuerte y que no se hubiera atendido al problema de la Bastetania porque era importante
que los indígenas contaran con metálico en ambas provincias. Otra s e n a la situación a partir del
momento en el que el emperador guardase como la clave del dominio al ejército acantonado en
determinadas provincias. No podía dejar que se le escapara el control de las fuentes de riqueza
metálicas.
(26) *Un reino también del que, por aquellas fechas, el rey tenía que ser, de modo fundamen-
tal, un guerrero, un soldado más o menos «heureux».E n el durísimo siglo 111no puede hablarse ya
en occidente de monarquías pacíficas y patriarcales. Los reyes de las ciudades del sur viven primero
bajo la presión del imperialismo cartaginés, después del romano...» (J. Caro Baroja, op. cit., p. 142).
(27) J. Caro Baroja traza en la p. 157 el mapa de las tierras de Hispania antigua en las que
aparece registrado el régimen monárquico y entre ellas está la Bastetania, si bien no se dice que
toda ella estuviera bajo el dominio de un solo rey.
(28) C. González Román, op. cit., p. 7.
(29) Recuérdese que probablemente MASTIA y BASTIA o BASTETANIA tiene la misma raíz,
Cfr. L. García Moreno, .Ciudades béticas de estirpe púnica (un ensayo postmarxista)>,,Dialoghi di
Archeologia 3 serie, anno 10, n. 1-2, Roma 1993, p. 123; y del mismo autor, <<Mastienosy bastetanos:
u n problema de etnología hispano-romana*, Polis 2, 1990.
El proceso se vuelve a realizar en tiempos romanos, pero de otro
modo. Ahora la fuerza centrípeta se ejerce, pero desde Cartagena, y la
Bastetania, Bastulo-Turdetania y Contestania giran en torno a la base
de operaciones romana. La mayor demostración de ello es la creación del
conventus Carthaginiensis. Por razones de distribución del territorio los
Bástulos quedarán integrados en la Ulterior o Bética, pero la Bastetania
tenderá a quedar toda ella unificada, por las mismas razones por las que lo
había estado anteriormente, sólo que ahora sin poder político. E incluso sin
otra entidad que la meramente utilitaria que sirve a los gobernadores
romanos para ejercer más fácilmente sus funciones de censo y de recluta-
miento y a los cronistas para ir refiriendo y describiendo las tierras conquis-
tadas con el lenguaje con el que las conocían los indígenad30).
7. LA HERENCIA PÚNICA
(30) Sobre la etnografía o la entidad cultural de la Bastetania sabemos muy poco. C. González
Román (op. cit., pp. 8 SS.) recoge algunos elementos: bailes cogidos de la mano; ciudades; minería;
necrópolis de Tútugi, Cerro Cepero y Cerro del Santuario; paisaje de las necrópolis ibéricas (con
bibligrafía). Es un tema que admite y necesita de profunda reflexión. Por lo demás González Román
no se acuerda del tema de la realeza que hemos apuntado más arriba y que, en opinión de Caro
Baroja, procede de influjos orientales.
Y no conviene olvidar lo que ya advirtió Albertini (pp. 106-107): «No hay que perder de vista lo
que era la gens hispana: un nombre cómodo para inscribirlo sobre un mapa, para designar una regio,
es decir el espacio de terreno comprendido entre dos accidentes g e ~ g r ~ c omontañas
s, o corrientes
de agua; una yuxtaposición de tribus sometidas a condiciones de clima y de existencia sensiblemen-
te idénticas, pero sin unidad política, sin voluntad de formar un todo. Según que la geografía que
estudie un país crea que debe elegir, para dividirlo en regiones, un río en lugar de otro, la extensión
de los términos que designan las regiones y las gentes variará de un autor a otro. La región que
Plinio llama Bastetania (II1,lO) es para Ptolomeo (II,4,9) la de los Túrdulos. La mayor parte de las
villas que Plinio reparte entre la Baeturia Celticorum y la Baeturia Turdulorum (111, 13-14) están
reunidos por Ptolomeo bajo el nombre de Turdetanos (II,4,10). Estrabón discute sobre la relación de
los términos Turdetanos y Túrdulos (111; 1,6) de un modo que deja ver qué flotante es la situación (las
mismas notas hay que hacer a propósito de los términos bastetanos y bástulos: C.I.L. 11, p. 456)».
muy en concreto la epigrafía y algunas fórmulas cuya difusión es indica-
tiva. Es el caso de la fórmula ivive..
(31) Debo a mi buen amigo D. M. Pérez Rojas el haberme comunicado el dato que aquí se
aporta y espero pronto sus publicaciones sobre el mundo ibérico que sin duda aclararán muchos
puntos y arrojarán bases para nuevos planeamientos.
(32) Coloquio. Los asentarnientos ibéricos ante la romanización (27-28 de febrero de 1986),
Madrid 1987 (con bibliografía); Iberos. Actas de las I Jornadas sobre el Mundo Ibérico, Jaén 1985,
Jaén 1987; P.A. Lillo Carpio, El poblamiento ibérico en Murcia, Murcia 1981; E. Cuadrado, L a
necrópolis del Cigarralejo, Madrid 1988; J u a n A. Santos Velasco, «The transition to a Society with a
state i n the South East of the Iberian Peninsula (6th-4th Century BCb, Oxford Journal of Archaeo-
logy 8 (2) 1989, 213-226; E. Cuadrado, La panoplia ibérica, Murcia 1990.
(33) P. Aguado y V. Salvatierra, «El poblamiento ibérico en las altiplanicies granadinas.,
Iberos..., pp. 228-238.
(34) C. González Román, op. cit. p. 11, con bibliografía.
(35) E n efecto se solía juzgar de los poblados ibéricos con las categorías fundamentalmente de
cerámica de aspecto «ibérico».Modernamente se va haciendo palpable que tal cerámica, sin variacio-
nes hasta ahora tipificadas se mantiene en uso hasta el final de la Antigüedad, por lo que probable-
mente hayan de entrar en discusión elementos que hasta ahora no habían sido considerados, Cfr.
Antigxrist. V, 1988, 619-631.
Hay algo, sin embargo, que sí que podemos anotar: la pertenencia de
la región de Murcia a esa tierra interior que va desde el final del sur de
la cordillera Ibérica hasta la cordillera Penibética. Tal comarca no es
fácil de seccionar, aunque se halle articulada en una serie menor de
regiones que, sin embargo, no tienen la suficiente entidad como para
constituir regiones con personalidad propia. Esta tierra se distingue de
las adyacentes por el noreste y por el suroeste(36).
Es tierra interior y vive
en paz mientras los acontecimientos producidos o potenciados desde
fuera no se lo impidan. Es capaz de crear una cultura importante en
momentos de paz y de realizaciones políticas no imperialistas, sino más
bien de pacífica con~ivencia'~~),
pero a la vez posee unas riquezas mineras
que resultan explosivas y que hacen desencadenar el imperialismo cuan-
do se explotan. Entonces se convierten en instrumentos de poder en
manos de los poderosos que los dominan. Como esto ocurre con cierta
frecuencia: son tierras que entran con frecuencia en la gran historia de
los «grandes», pero sin que destaque su propia idiosincrasia si no se la
estudia de cerca y desde las perspectivas de sus propias realizaciones
culturales.
En consecuencia hay que esperar que el urbanismo romano en Murcia
sea muy semejante al de la actual tierra de Albacete y en general al de
toda la Bastetania, con las peculiaridades propias de aquellos núcleos
que por su carácter industrial o minero presenten rasgos peculiares y
propios de su funcionamiento.
(36) .Los iberos se caracterizan por la existencia de fuertes contrastes entre los que habitan en
la zona de la Hispania meridional, con un intenso poblamiento en torno a núcleos que, alcanzando
dimensiones superiores a las 20 hectáreas, jerarquizan y controlan s u hinterland inmediato, y la
zona del NE, donde el poblamiento es menos intenso, los núcleos menos amplios y la tradición
cultural de la que parten, los Campos de Urnas, difieren del horizonte orientalizante e, incluso,
Bronce Final en el que hunde sus raíces el proceso de urbanización del sur de la Península» (Cfr. C.
González Román, op. cit., p. 10).
(37) Una visita al Museo de Albacete es más expresiva que muchas palabras. La cultura de los
Millares con todos sus problemas no está demostrado que tenga rasgos imperialistas, sino culturales
y puede contemplarse desde la misma perspectiva.
CAPÍTULO TERCERO
LA OTRA INTEGRACION:
EL DERECHO LATINO EN HISPANIA
Los aconteceres de la etapa romana de Hispania han sido siempre una
parte importante de nuestra historia: pero lo que cada generación ha
captado de aquel acontecer han sido cosas muy diversadl): desde la gloria
del monarca y de la nobleza, perfectamente captados por el Antiguo
Régimed2), pasando por el estudio pormenorizado y espléndido de los
documentos jurídicos del siglo pasado que realizaron Hübner y Momm-
sen sobre todo, época prolongada hasta nuestros días por toda una línea
de investigación justificada por la importancia de los datod3); pasando
por la época de la historia socio-económica provocada por el desarrollo
(1) El problema de la historiografía es demasiado rico y demasiado complicado como para que
podamos afrontarlo aquí. La frase de B. Croce según la que doda historia es siempre del presente»
es suficiente para sintetizar ahora lo que pretendemos recordar, Cada generación lee la historia
pasada con sus propias preocupaciones e intereses y ello queda palpable en el tipo de historia que
cada generación y aun cada historiador produce.
(2) Recordemos, por poner un solo ejemplo, la Historia de Roma de Pedro de Mexía, publicada
en el siglo XVI. El P. Mariana proyecta los conceptos y discusiones de su tiempo al escribir su
Historia de España. F. D'Ocampo quiere ofrecer la imagen de una España grande ya desde sus
orígenes. El mito gótico en esa época opera desde su dimensión mística (Cfr. R. González Fernán-
dez, «El mito gótico en la historiografía del siglo XV., Antig. crist., 111, 1986, 289-300).
(3) Los trabajos de Mommsen sobre el derecho político en la Hispania antigua, que hemos
citado arriba en nuestra introducción (nota 21), así como los de E. Hübner que acompañaron su
trabajo de recogida de la epigrafía de Hispania para el C.I.L. (cfr. supra introducción nota 32). Los
más recientes de A. d'Ors que citaremos en su lugar (Cfr. infra p. 144 etc.) y toda la enorme
literatura producida recientemente por las nueva serie de documentos epigráficos en cuyo centro
hay que situar la figura de J. González (cfr. supra, introducción, notas 46, 48, 49, etc.) son buena
prueba de este tipo de estudios.
industrial del siglo XIX y comienzos del siglo XX4)hasta desembocar en
estos últimos años, tras el afán por la historia totaF5),en la historia
antr~pológica'~)con su mayor exponente que probablemente es el estudio
del ~rbanisrno'~).
Entre los muchos aspectos que pueden considerarse en el urbanismo(8)
hay uno que sirve de núcleo y punto obligado de referencia y es el
concepto de ~iudadanía'~). Primero fue la ciudadanía y luego fueron las
dimensiones brillantes de la ciudad antigua; primero fue el hombre roma-
no y luego fueron las ciudades romanas, por ello éstas se pudieron .expor-
tar»y desde este punto de vista se estudian y han de ser estudiadas. Por ello
hablamos de dimensión antropológica del nuevo planteamiento.
(10) C1. Nicolet, Le metier de citoyen dans la Roma républicaine, Paris 1976, p. 37.
(11) C1. Nicolet, op. cit. p. 38 s., explica espléndidamente tal contenido y vale la pena repetirlo:
(en el relato de Tito-Livio I , 1 3 , 4 ) «resulta chocante ver nacer la palabra civitas bajo la invocación de
los lazos del parentesco. Mientras que la palabra griega equivalente (politeia o polites) está formada
sobre la palabra polis, que en propiedad significaba la «ciudadela, y ello hace que ciudadano sea
estrictamente hablando un habitante de la misma, la palabra latina ciuis, por s u etimología está
relacionada con palabras indoeuropeas que connotan la idea de familia, de huésped admitido en la
familia, de amigo. Civis es un término de compañerismo. En propiedad significa no ciudadano sino
conciudadano. Apenas constituida por la asociación de dos pueblos que antes eran extranjeros por
raza, pero que pronto se unen por matrimonios, la ciudad se organiza en grupos, las curias, que
llevan simbólicamente el nombre de los sabinos. Estas curias son etimológicamente co-uiria, «hom-
bres que se reúnen para la guerra y para la paz, del mismo modo que los romanos son en Roma los
Quirites es decir los co-uiri. La palabra y el hecho existen también entre otros pueblos itálicos, como
los Volsgos de Velitrae. Estas antiguas divisiones de la ciudad indican a la vez una comunidad
religiosa y política ya que las curias serán, en época histórica, la sede de los cultos y de las decisiones
cívicas y militares. La ciudadanía romana guardará siempre este doble carácter de comunidad
sacra1 y política apoyadas en una comunidad de derechos (el ius civile, o sea el derecho de los
ciudadanos) que regula muy firmemente, entre otros, los lazos de la familia. Un sólo ejemplo: el
liberto, apenas dejada la servidumbre en las formas legales, se convierte en ciudadano de pleno
derecho, al menos en lo que concierne al estado civil; pero no lo puede hacer más que penetrando en
una familia, en unagens, la de su antiguo señor y nuevo patrón, del que toma el nombre y adopta los
cultos. Así mismo un individuo no puede entrar en el seno de una familia más que dentro de una
comunidad y con su consentimiento: la adopción es un acto público que mira al conjunto del cuerpo
cívico*.
2. CONQUISTA Y ROMA.NIZACIÓN
(12) Los romanos filosofaron sobre el tema y atribuyeron s u éxito al tema del bellum iustum:
ellos siempre lucharonpropter uitam, para defenderse. Probablemente tal preocupación estuvo en la
base de la liberalidad con que trataron los usos y costumbres de los vencidos y de la capacidad de
aprender que demostraron al ir creando un modo de administrar que e n el origen no existía, pero
que fue apareciendo a partir de experiencias que funcionaban.
(13) Los contrastes entre romanos e indígenas, o púnicos, fueron patentes desde el primer
momento: vestidos, barcos y armamento, religión y formas de pensamiento; formas de pactar y de
establecerse; armaduras y modos de usar el caballo, etc.
(14) Es cierto que en determinados momentos aceptan usos indígenas, como es el caso de la
falcata ibérica, pero la womanizan..
(15) E s muy difícil constatar el comportamiento de los primeros momentos en que los romanos
pisaron Hispania, por no quedar muchos restos materiales, pero la tendencia a introducir cerámica
helenística delata la tendencia apuntada.
(16) E. Albertini, Les divisions administratives ..., p. 5: .En cuanto se puede juzgar, el comercio
no existía apenas, más que en forma de comercio exterior con los griegos y los cartagineses, con
intermedio de moneda en las costas orientales y meridionales, por trueque o por medio de lingotes
en el resto del país. O no había nada o apenas si había algo de comercio interior, entre una región
hispana y otra. Cada grupo de población era una célula económica aislada».
la conquista obligó a las ciudades hispanas a acuñar el metal precioso(17).
El mismo concepto de <ciudad»,del modo que fuera como se concibió, fue,
al menos en parte, una imposición de los romanos sobre el mundo indíge-
na en orden a establecer un sistema de administración sobre los nuevos
territorios y de cobrar los impuestos establecidos(18).El concepto de ciui-
tas hubo de ser «aplicadon y por tanto debidamente metamorfizado para
que pudiera abarcar a la realidad indígena, pero tal concepto tenía
fuerza operativa y fue el primero y principal elemento y estructura de la
romanización(lg).
(17) E. Albertini, op. cit. p. 21: .En el período que va de los primeros tiempos de la conquista
a la caída de Numancia, el progreso de la dominación romana se traduce, en la Citerior, por el
progreso de la amonedación ibérica: entre las ciuitates que han instituido los gobernadores, las que
disponen de metal precioso reciben, no la autorización, sino la orden de acuñar monedas, que se
recogen para pagar el tributo y que circulan por España*.
(18) E. Albertini, Les divisions administratives ... p. 20: .Así los romanos han creado en Hispa-
nia la célula administrativa, la ciuitas, encerrada en límites precisos y sometida a un impuesto
determinado, y a la unidad superior, laprouincia. No hay subdivisión intermedia entre la provincia
y las ciudades, ni autoridad intermedia entre el pretor y los jefes locales».
(19) El concepto de «romanización»es un concepto a estudiar por sus resultados, no por el
planteamiento. Ya hemos indicado e indicaremos que Roma no tuvo originariamente un plan de
imperio: le fue surgiendo. Al venir a Hispania, los romanos tenían que vencer a Aníbal, su provoca-
dor; luego vieron un buen negocio en la dominación y lo explotaron; al socaire de las experiencias,
muchos romanos e itálicos o exlegionarios se fueron estableciendo aquí. Fue la ampliación del modo
de vida de estos hombres con gustos distintos, con categorías de vida distintas lo que se puede y se
debe llamar *romanización» (exactamente igual que ocurrió con la colonización de España en
América, con la diferencia que España fue a América con la intención de «cristianizar», idea que no
tiene paralelo en la disposición con la que Roma llegó a Hispania).
(20) El mundo etrusco por el norte y el de la Magna Grecia por el sur habían dibujado un
horizonte cultural en el que había crecido la cultura y vida romano-latina y había suministrado los
esquemas que funcionaban en el mundo conceptual romano.
Fue la unificación del centro de Italia bajo su égida lo que dio a Roma
la experiencia y la ciencia política sobre la ciuitas romana(21). Y apenas
había acabado de aprender el modo, cuando Roma se vio envuelta en la
segunda guerra púnica y tuvo que poner los pies en Hispania. Es claro
que cuando, inmediatamente tras las primeras conquistas, los romanos
comenzaron dividiendo los territorios dominados en eciuitates., no em-
plearon sistemas estrictamente administrativos: se limitaron a usar sus
categorías políticas para cobrar los tributos(22).
En Hispania las demarcaciones contributivas c ciudad es^ en sentido
territorial o «ciudades-estados»en categorías helénicas, o gentes o regio-
nes en categorías indígenas) fueron adquiriendo aspecto de ciudades
residenciales en la medida en que o bien lo eran desde antes, o en que los
romanos las fueron necesitando para residir en ellas. Pero con el uso de
las primeras ciudades hispanas por los romanos (Ampurias en el 218;
Carthago Noua en el 209; Itálica en el 206 el modelo romano de
ciudad comenzó a ejercer un profundo influjo en la vida de todo el resto
de las gentes y núcleos urbanos de Hispania.
En primer lugar la ciudad tenía una nueva funcionalidad. Mientras
que la ciudad prerromana sólo en alguna medida habíase integrado en
un complejo territorial más amplio(24), ahora todos los núcleos poblacio-
(21) Sobre la idea y la génesis de las colonias latinas cfr. A. N. Sherwin-White, The Roman
Citizenship, Oxford 1973, pp. 22-24 y 36; E.T. Salmon, «Roma and the Latins ID,Phoenix 7, 1953,
981. Es libro clave para entender el problema el de P. Humbert, Municipium et ciuitas sine sufragio.
L'organisation de la conqutte jusqu'a la guerre sociale, Roma-Paris 1978. La fundación de una
verdadera colonia ciuium romanorum comienza con Terracina en el 332 a.c. y Antium e n el 317.Cfr.
A.N. Shenvin-White, op. cit. pp. 71 SS. y R. Meiggs, Roman Ostia, Oxford 1960, 16 SS. para la fecha
relativamente tardía de Ostia.
(22) No queremos entrar aquí en el problema que planteó C1. Nicolet al afirmar: <<Seha
repetido hasta la saciedad que la República no conoció una verdadera administración» (Le métier de
citoyen ..., p. 121) y que él mismo recuerda que A. H. M. Jones, «The roman Civil Service (Clerical,
and Sub-clerical Grades)., J R S , XXXIX, 1949, 38-55 sometió a rigurosa crítica.
(23) Es un error plantear el problema del ius Latii en Hispania a nivel estrictamente jurídico.
Las primeras bases romanas en la península como Ampurias y sobre todo Carthago Noua, precisa-
mente en función de su papel militar y de s u importancia estratégica son las que reciben un
asentamiento romano más fuerte, sufren mayores remodelaciones urbanísticas, ven florecer en su
seno con mayor pujanza el comercio y la amonedación y ven surgir en su entorno los primeros modos
de vida y de ocio romano. No nos consta de su estatuto jurídico, pero de facto funcionan como
colonias romanas. La cosa es evidente sobre todo si nos situamos en la perspectiva de los ciudadanos
de Roma que se desplazaban aquí en acto de servicio, situación que no podía privarles de derechos.
Y el caso se vio con plena evidencia en la creación de Itálica.
(24) Los púnicos habían respetado en alguna medida las organizaciones territoriales preexis-
t e n t e ~o, al menos así lo parece. Cuando los romanos van avanzando en sus conquistas tropiezan con
organizaciones políticas más o menos amplias, pero, a lo que parece, siempre de carácter personal y
variable y, como muy bien se ha dicho, siempre de índole localista (Cfr. J. Caro Baroja, «La 'realeza'
nales que estaban en el territorio regido por Roma se convierten en
punto de referencia de un sistema de control para un poder externo,
lejano pero omnipresente, a juzgar por la nueva vitalidad del comercio,
de las vías de comunicación y del curso de la moneda. Es una situación
que afecta muy seriamente a las antiguas ciudades o castros y que
influye de manera definitiva en los de nueva creación(25).
Había, además, una relectura de toda la cultura indígena. Los roma-
nos se encontraron en Hispania, por ejemplo, fuentes de aguas termales.
Las interpretaron desde el punto de vista de su cultura y romanizaron la
religión indígena subyacente. Roma tenía sus propios dioses y a ellos
erigió templos, ya de nueva planta, ya reutilizando templos indígenas o
púnicos antiguos. Roma traía una concepción de la educación y creó
escuelas para sus hijos, en las que éstos eran educados según las normas
de la cultura latina. Roma, en fin, se divertía de un modo propio y muy
diferente del modo de cultura del ocio indígena. Así los asentamientos
con gentes romanas venidas a Hispania, o las modificaciones que iban
experimentando los asentamientos indígenas ocupados por romanos o
itálicos tenían que responder a las nuevas necesidades y se iban configu-
rando las primeras «ciudadesromanas» de la Península. Pero de alguna
manera todas, incluso las que no vieron pasar por sus calles más roma-
nos que los cobradores de impuestos, fueron cambiando su forma de vida
y sus modos de pensamiento, aunque sólo fuera por el papel de auxilia-
res que forzosamente hubieron de tener en la organización de aquellos
nuevos modos de vida y por el ámbito que hubieron de abrir en su mundo
mental para captar las novedades recién llegadas. La nueva denomina-
ción que hubieron de soportar en función de sus nuevas relaciones con
Roma («de derecho latinon, qestipendiarias, «libres»,e t ~ . ) 'las
~ ~situaba
)
en una órbita que inevitablemente las marcaba a fuego por dentro y las
y los reyes e n la España Antigua,, Cuadernos de la Fundación Pastor n. 17, Madrid 1971, pp. 128 S S .
Sobre el localismo Cfr. J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder,
Logroño 1989, pp. 21 SS.).
(25) Cuando surge Itálica, por ejemplo, se plantea en seguida e n tema del estatuto precisamen-
t e porque nace como lugar de residencia, donde ciudadanos romanos van a vivir de manera habitual
y por largo tiempo. Y no es una base militar. Está claro que los que allí quedaron quisieron tener
todos los derechos de los que estaban en Roma y todos los que ellos mismos habían tenido y seguían
teniendo en Roma. Y está claro que las formas de vida que allí se desarrollaron fueron las mismas
que había e n Roma y que e n Itálica se construía y se celebraban los acontecimientos cal modo
romano..
(26) Sobre el problema de la administración puede verse W.T.Arnold, The roman System of
provincial Administration to the accession of Constantine the Great, Oxford 1914 (Reprint, Roma,
L'Erma 1968), chap. VII, sect. 11, pp. 228 S S .
inmergía en un sistema de relaciones que acuñaba profundamente su
cultura y su vida.
(27) R. Bernhardt, «Die Entwicklung romischer 'amici et socii' zu 'civitates liberae' i n Spa-
nien», Historia XXIV, 1975, p. 423. Sobre tal realización del Senado y la comisión que a tal efecto fue
enviada a Hispania cfr. E. Albertini (p. 20): «según toda verosimilitud la delimitación de las
fronteras provinciales fue definitivamente fijada por la comisión de diez senadores que, tras la
conquista de Numancia, vino a organizar los territorios romanos de España, incluidos los reciente-
mente conquistados por Scipión Emiliano y Bruto (App. Zberica 99). Conocemos de manera precisa
por Polibio (XXII, 27) las medidas dictadas en Asia por una comisión análoga. En España, como en
Asia, la comisión debió reglamentar las obligaciones financieras de los provinciales. Su misión en
esto fue homologar y coordinar las decisiones de detalle tomadas por los pretores y los cónsules en el
curso de las conquistas». Sobre el papel y la actividad de esa comisión de diez senadores puede verse:
Sutherland, The Romans in Spain, Londres 1939, pp. 88-91 y J.S. Richardson, Hispaniae. Spain
a n d the development of Roman Imperialismo 218-82 BC, Cambridge 1986, pp. 156-168.
entonces la integración de las ciudades hispanas en el dominio romano
había sido un planteamiento meramente militar.
Durante los primeros tres cuartos de siglo de su presencia en Hispa-
nia los romanos jugaron con sus cateogrías precedentes. Para sus fines
de dominio y pacificación fundaron colonias militares, que debieron go-
zar de privilegios que mantenían vivos con las armas en la mano, pero no
parecen haber recibido el título jurídico de colo ni as», porque realmente
era un título militar, o si se daba alguna función civil, como, en el caso de
Gracchurris, el asentamiento de pobres romanos o amigos de Roma,
predominaba con mucho la dimensión y función militares(28). A partir de
la nueva ordenación las cosas no cambian del todo: .En adelante el
Senado, mediante la lex provinciae estableció sus relaciones para con la
generalidad de los aliados, pero con los aliados privilegiados o favoreci-
dos se mantuvieron las viejas fórmulas de los pactos individuales»(29).
Como es normal, con el paso del tiempo todo tiende a regularizarse si
bien la dimensión política todo lo domina. A diferente nivel, según el
avance de la romanización en formas y modos de vida, pero siempre en
función de las relaciones personales con los gobernantes que ahora ya
van a manejar los hilos de la trama desde Roma, va a comenzar la etapa
de la integración jurídica propiamente dicha, siempre a nivel de alianzas
y pago de fidelidades. Es la hora de la latinización del territorio(30),la
época de la concesión del latium vetus de que hablará Plini~(~l).
Hasta que se plantea el tema de la latinización política de las gentes
hispanas, los derechos de ciudadanía sólo se habían aplicado en Hispa-
nia excepcionalmente: CARTEIA(32)en el año 177 a.c.; CORDUBA en el
(28) A. García y Bellido, «Las colonias romanas en Hispania», AHDE 29, 1959,447-490, p. 423.
(29) R. Bernhardt, op. cit. p. 423.
(30) Se va a tratar siempre de enclaves con límites precisos, dejando el resto del territorio en
las categorías jurídicas de indígenas con status de federadas, libres o estipendiarias, como hemos
dicho antes. El integrarse en los derechos políticos romanos, en la ciudadanía romana, va a consistir
en introducirse en la familia de los ciudadanos (cfr. supra nota 11). Y tal introducción es siempre
algo personal y no territorial. La homogeneización y territorialización del mundo romano vendrá
cuando las categorías políticas cambien y ello no sucederá hasta bien avanzada la época imperial.
Una fecha clave en el proceso es la Constitutio Antoniniana de comienzos del siglo 111.
(31) Plinio emplea los términos o expresiones ~ L a t i nveteres,,
i eOppida Latii antiqui. o ~ L a t i o
antiquitus donata,>;o simplemente «Latini». Cfr. M. 1. Henderson, dulius Caesar and Latium i n
Spain», J R S XXXII, 1942, p. 5.
(32) Liv. 43, 3, 1-4, nos informa de que %unaembajada llegó desde España enviada por un
nuevo género de hombres, que confesaban haber nacido de soldados romanos y de mujeres hispanas
con las que no estaban casados y que decían ser más de cuatro mil hombres y pedían que se les diera
u n oppidum en que habitar. El Senado decretó que dieran sus nombres a L. Canuleio, así como los
de aquéllos a los que ellos manumitieran; y que se hiciera con ellos una deductio a Carteia, junto al
océano; que a los de Carteia que quisieran seguir allí, se les permitiera unirse al número de los
152 PALMA Y POLLENTIA en el 1231122 a. C.(34);y suelen,
también citarse como de época anterior a César: VALENTILI'~~),
ITALI-
CA(36),GRACCURRIS(37),CAECILIA METELLINUM(38),POMPAEL0(39),
colonos y que se les dieran tierras; que tal ciudad fuera una colonia latina y que se llamara de
libertas*. CARTEIA se constituyó, pues, e n colonia de derecho latino, ya fuera por la lejanía e n que
se encontraba con respecto a Roma, ya fuera porque sus madres no eran romanas; e n cualquier caso
era una ciudad esoberana. e n el sentido jurídico (Cfr. H. Galsterer, op. cit., pp. 7 s.
(33) Según Estrabón 3, 2, 1 fue fundada por M. C1. Marcello como la primera colonia de
romanos e n esta región. Se suele pensar que fue fundada e n el año 152 (así opinan F. Vittinghoff,
Romische Kolonisation und Burgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Abh.Akad.Mainz 1951,
p. 73, nota 1; A. García y Bellido, «Las colonias romanas e n Hispania*, AHDE 29, 1959, 451 SS.;
R. Syrne, Colonial Elites. Rome, Spain and the Americas, Londres 1958, p. 11; A.J.N. Wilson,
Emigration from Ztaly in the Republican Age of Rome, Manchester 1966, p. 24; E. Gabba, ~Ricerche
sull'esercito professionale da Mario ad Augusto*, Athenaeum 29, 1951, 220), aunque hay razones
para pensar e n fecha más temprana y más tardía Cfr. H . Galsterer, Untersuchungen ..., Berlin 1971,
p. 9; J.F. Rodríguez Neila, &orduba», Dialoghi di Archeologia, terza serie, anno 10, n.1-2, Roma
1992, pp. 177-194.
(34) Las colonias de Palma y de Pollentia según nos cuenta Estrabón fueron fundadas e n el
año 1231122 a.c. por Q. Caecilio Metello Baleárico con 3.000 colonos romanos procedentes de
Hispania (Estrabón 3, 5, 1). Sobre los motivos de la fundación cfr. F. T . Hinrichs, «Der romische
Strassenbau zur Zeit der Gracchen*, Historia 16, 1967, 174 y A. Balil, «Notas sobre las Baleares
romanas., ZX CAN, Zaragoza 1966, 310-319.
(35) Valencia fue fundada e n el año 128 a.c. por D. Iunius Brutus Gallaicus para los soldados
de su adversario Viriato, ya vencido. No parece que obtuviera derecho romano ni latino desde el
principio, pero e n el año 60 a.C era ya colonia y probablemente colonia de ciudadanos romanos a
juzgar por sus títulos que no hay razón para pensar que sean posteriores. Es todo u n problema el
estudio de la historia de Valencia como ciudad hispano-romana. Cfr. H. Galsterer, op. cit. p. 12.
(36) Fundada el año 206 por Escipión Africano (Apiano, Zberica 153). No sabemos su status e n
época republicana. Bajo Augusto aparece como municipium civium romanorum. Está atestiguado
así en las monedas (A. Vives y Escudero, La moneda hispanica, Madrid 1926, N , 125 SS.; M. Grant,
From Zmperium to Auctoritas. A Historical Study of the Aes Coinage in the Roman Empire 49 BC-
14AD, Cambridge 1969,173). En tiempo de Adriano está de nuevo atestiguado e n Aulo Gellio 16,13.
Y no hay ningún indicio de que antes hubiera sido de derecho latino. El rango parece que ya lo tenía
e n el año 47 a.c. (BellumAlex. 52,4). La principal discusión radica e n la fecha de la constitución del
municipio: M. Wegner, «Italica», Gymnasium 61, 1954, 427 SS.; F. Vittinghoff,Romische Koloni-
sation..., 105; A. J . N. Wilson, Emigration from Ztaly..., 38, con nota 9.
(37) Graccurris fue fundadada e n el año 178 a.c. por T . Sempronio Gracco (Livio,Per. 41; Festo
86L). En el siglo 1 d.C. está atestiguado como municipio de derecho latino (Plinio 3, 24; y las
monedas lo atestiguan como municipio bajo Tiberio (Cfr.A. Vives, La moneda hispanica ..., N , 113).
No sabemos cuando obtiene el derecho latino (Cfr. H. Galsterer, op. cit. p. 13).
(38) Caecilia Metellinum existía e n época republicana (Ptolomeo 2, 5, 6). No sabemos si su
rango de colonia de ciudadanos romanos lo tuvo desde su fundación que debió darse e n el proconsu-
lado de Q. Cecilio Metello el año 80179 a.c.
(39) Pompaelo recibió su nombre de Pompeyo e n la guerra sertoriana (Estrabón 3 , 4 , lo), pero
siguió siendo estipendiaria hasta el siglo 1 d.C. Obtuvo rango privilegiado entre el 57 y el 119 d.C.
( E n C.I.L. 2959 se nombran sus ZZviri y es del año 119).
MUNDA(40),LASCUTA(41),BRUTOBRIGA(42) e ILERDA(43).Las precisio-
nes a este respecto tienen una enorme dificultad, ya que no acekamos a
ver, hasta el día de hoy, si hubo alguna ley o norma de conducta que
regulara la concesión o donación de los derechos de ciudadanía a estas
ciudades en lugar de a otras. Y a nivel personal no hay tampoco punto de
referencia demostrable que permita captar una línea de avance de la
latinización ordenada en alguna manera o sentido. Y no conociendo
además de manera precisa todos los datos sobre el tema, el nivel que
alcanzó la latinización de Hispania hasta época de César es una interro-
gante planteada a la investigación y a la comprensión de la historia de la
Hispania romana de época republicana
5. DERECHO Y PODER
(40) Munda según Plinio había sido colonia inmunis. Fue destruida para siempre a raíz de la
batalla de César por lo que es de suponer que era colonia antes del año 45 a.c. S e n a l a más antigua
colonia inmunis que conocemos.
(41) Lascuta fue liberada de la ciudad de Hasta en el año 189 a.c. por L. Emilio Paulo y a sus
habitantes se les dio Lascuta en propiedad (C.I.L. 11, 5041). No sabemos de su rango cfr. A. Heuss,
Die volkerrechtlichen Grundlagen der romischen Aussenpolitik in republikanischer Zeit, Klio (Bei-
heft 31, 1933, p. 104).
(42) Quizá a identificar con la Brutobria atestiguada por Esteban de Bizancio «entre el Betis y
l a Turdetania,,. Está atestiguada por las monedas (A. Vives 111, 1071, pero nada sabemos de su
status. Por su nombre podemos pensar que probablemente fue fundada por D. Iunius Brutus
Callaicus gobernador de la Ulterior en el año 138 a.c. (Cfr. H. Galsterer, op. cit, p. 15).
(43) Ilerda en época augústea está atestiguada como municipio de ciudadanos romanos (A.Vives
y Escudero IV, 43 nota 1y 6, Plinio 3,24; M. Grant, From Zmperium to Auctoritas pp. 170 s.). De su
historia apenas sabemos nada. Sólo nos aparece en el año 89 a.c. en el conocido decreto de Cn.
P o m ~ e i oStrabon. en el aue se citan tres soladados ilerdenses con los tres nombres romanos. Dos de
los tres nombres, además, son romanos puros y aparecen en otros puntos de Hispania. Es difícil que
esto sea casualidad. Y por ello hay que pensar que poco antes del 89 a.c. debió obtener el derecho
latino (pues los padres de los soldados llevan nombres indígenas). Ilerda llegaría a municipio de
ciudadanos romanos antes de la muerte de Augusto.
de los ciudadanos romanos(44),aquí queremos recordar, desde la óptica
que nos hemos trazado en el presente trabajo a CARTHAGO NOVA, a
CASTULO y a ELCHE.
El estado de nuestros conocimientos sobre Carthago Nova lo expone
con precisión G a l ~ t e r e r ' ~ ~ ) :
darthago Nova (Cartagena) era ya durante la república una de las
ciudades más significativas de la Hispania Citerior(46).Era colonia antes
del año 27(47)
y por e1 gran número de parejas de magistrados quinquena-
les, que conocemos de esta ciudad, podemos suponer que fue erigida en
(44) Es el concepto de la ciudadanía romana que hemos visto más arriba en la explicación de
C1. Nicolet. Sobre la obra municipalizadora de César hay pocos datos y por ello las interpretaciones
que se hacen son todas discutibles. Se ha dicho que puede ser definida como «política de integración
jurídica», pero también que recurrió al privilegio como pago de lealtades y colaboraciones (J. M.
Abascal y U. Espinosa, L a ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989, pp. 59-60).
Algo parecido pasa con la política de Augusto. Se dice que «ya no se concede la ciudadanía y el
privilegio municipal o colonial a cambio de apoyos, ya no se busca la formación de clientelas, ni se
trata de iniciativas relacionadas con tiempos de guerra. Augusto urbaniza y concede privilegios,
porque busca solidez para s u obra y porque ve en la difusión de la vida urbana el mejor sistema
posible de asegurar los intereses de Roma» (J. M. Abascal y U. Espinosa, op. cit. p. 63), pero a la vez
resulta difícil ver las cosas desde un punto de vista tan «objetivo» y olvidar que en Roma la
ciudadanía era algo muy personal y de integración en la gran familia de los ciudadanos, a través de
la adopción en cualquiera de sus formas.
(45) H. Galsterer, Untersuchungen zum romischen Stüdtewesen auf der Zberischen Halbinsel,
Berlin 1971, p. 29.
(46) Estrabón, 3,4,6; H. Hübner, "Tarraco und sein Denkmaler,, Hermes, 1, 1866, p. 109;
F. Vittinghoff, Romische Kolonisation und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Abh.
Akad.Mainz 1951, 14.; G. Alfoldy, ~Tarracon,R E Supplband XV, col. 586.
(47) De todas formas el único argumento de datación es el cognomen Zulia de la ciudad (C.I.L.
XIII, 259, de fines del siglo 11d.C.; bien es verdad que la 1de las legenda de las monedas V Z N K o
bien C V Z N difícilmente se puede descifrar de otro modo que como Zulia), que sólo puede haber
sido atribuida hasta el año 27 a.c. (Sobre este punto véase, M. del Mar Llorens Forcada, L a ciudad
de Carthago Nova: Las emisiones romanas, Murcia 1993, pp. 18 SS.). El testimonio más antiguo
datado para la colonia es C.I.L. 11,3414: P SZLZO LEG PRO COLONEZ PATRONO. H. Dessau PIR
111 (1) 245 n. 512 relaciona la inscripción con el cónsul del año 20 a.c. Igualmente y con alusión a
Vell. Pater. 2,90,4, G. Alfoldy, Fasti 7. M. Marchetti, «Hispania»D E 3, 1922, 798 data la fundación
en el año 45 a.c. J. M. Blázquez, «Estado de la romanización en Hispania bajo César y Augusto.,
Emerita 30, 1962, 71 SS., p. 97 y García y Bellido, *Las colonias romanas de Hispania», AHDE, 29,
1959,470 la datan en el año 42 a.c. Esta datación parece apoyarse en las monedas publicadas por
Vives N,28 SS. n. 22 con la inscripción CN STATZ LZBO PRAEF 1 SACERDOS (según A. Beltrán,
&obre la moneda de Carthago Nova con sacerdos~,en «Sobre las antiguas monedas latinas en
España y especialmente en Carthago Nova», Numisma 1, 1952, 9 SS. -citada según G.K. Jenkins,
&pain», J b . f. Numismatik und Geldgeschichte 11, 1961, 79 SS.,n. 201, donde la cita del trabajo de
Beltrán debe estar mal hecha- en otro ejemplar se lee CN STATZLZ LIBO 1 SACERDOS PRAEF
QUZNQ) y en tal datación, el hecho se pone en relación con una fundación de Statilio Tauro en
nombre y bajo encargo de Lépido (Así García y Bellido «Las colonias romanas de Valentia, Carthago
Nova, Libisosa e Ilici*, Homenaje a l Prof. Cayetano de Mergelina, Murcia 1962, 367 SS.,pp. 369 s.).
colonia muy pronto bajo César(48). Y como una antigua inscripción con
toda probabilidad nombra a los IIIIviri y en cambio en las monedas de la
colonia sólo aparecen los IIviri podemos estar ante un indicio de que ya
antes de la constitución de la colonia, la comunidad era privilegiada, no
sabemos si de derecho romano o latino(49).
De la misma época de César o debe ser también la colonia
de Colonia Iulia Ilici Augusta. Las monedas de Elche son todas
(52) A. Beltrán, «Las antiguas monedas ...n, 717; A. García y Bellido, '<Lascolonias romanas de
Valentia, Carthago Nova, Libisosa e Ilici», Homenaje a l Profesor C. de Mergelina, Murcia 1962,
p. 372.
(53) El hecho también se constata en otros lugares, como Apamea. Cfr. B. V. Head, Historia
Numorum 1911 (2" ed., 510; B. Galsterer-Kroll, op. cit. nr. 459.
(54) From Zmperium to Auctoritas, Cambridge 1946, 213 SS.
(55) Mediante la asignación de las monedas: Vives IV, 28 SS. n. 7.10.11 y apoyándose en
motivos estilísticos de la numismática llega a la fecha 29/28 a.c. Esto lo une con la interpretación
impugnable de C.I.L. 11,3556 T STATZLZO TAURO ZMP ZZZ COS ZZ PATRONO (26 v), según la cual
St. Tauro, por el hecho de aparecer aquí como patrono de la ciudad, con toda verosimilitud debe ser
uno de sus fundadores. Pero siendo aquí el dedicante de la inscripción un desconocido y dado que,
incluso si actuaba e n nombre de la comunidad de Ilici, no por ello quedaría demostrado que ya
entonces la ciudad era colonia (pues también ciudades peregrinas podían tener patronos en Roma),
y la conclusión es insatisfactoria. Que ya poseyera el derecho latino en etapa preaugústea se
probaría para Grant porque en las monedas que ahora él le atribuye aparecen ya los viri quinquena-
les de la colonia, lo que demostraría que ya antes era ciudad privilegiada y así tendría el latium ya
desde el año 48 y lo habría conseguido de la mano de César -por analogía con Sagunto y Carthago
Nova (analogía no sólo apuntada por Grant)-. Pero ya Mommsen había establecido que en las
ciudades de derecho latino no había viri quinquenales (Mommsen, Stadtrechte 323; B. Galsterer-
Kroll, Untersuchungen ..., p. 159.
(56) En el occidente del Imperio se dan testimonios de cohortes asentadas en municipios o
colonias y es el caso de la cohorte Servia Zuvenalis (C.I.L. 11,3272) en el Municipium Caesariensium
Zuvenalium Castulo (Cfr. R. Cagnat, De municipalibus et provincialibus militiis in imperio romano,
Paris 1880, 23 s.). Plinio 3, 23 recuerda oppidani Lati veteris Castulonensis y tal título siempre se
aplica a colonias. Cfr. sobre todo el conjunto M. 1. Henderson, dulius Caesar and Latius in S p a i n ~ ,
J R S XXXII, 1942, p. 9. De un modo general sobre Cástulo puede verse J. M. Blázquez y M. P.
García-Gelabert, &astulo», Dialoghi di Archeologia 111 serie, anno 10, n. 1-2, 1992, 165-175.
Colonia(57).Por el norte, y también probablemente en época augústea, se
fundó la colonia de L i b i s ~ s a 'integrando
~~) y cerrando así el cuadro de
comunicaciones, con lo que podemos estar seguros de que la región esta-
ba en paz y aceptaba sin discusión la pertenencia al mundo romano.
Posiblemente la desaparición de los dioses indígenas, hecho llamativo en
la epigrafía de este cuadrante peninsular del que tanta escultura ibérica
se conoce, tiene que ver con la aceptación de los nuevos módulos de vida
y de comportamiento. Hay que advertir, además, que el interior de la
región tiene toda una serie de establecimientos terma le^'^^) que, utiliza-
dos sin duda en época prerromana, los romanos conocieron ya desde el
principio y usaron desde que llegaron a la tierra, así como una gran
riqueza minera@)que era de sumo interés para los señores de la tierra
(57) A. García y Bellido, «Las colonias romanas de Hispania*, AHDE 29, 1959, 474-476;
C. González Román, «La colonia IVLIA GEMELLA ACCI y la evolución de la Bastetania*, Congreso
de Elche sobre Conquista y organización del territorio, Octubre 1989, publicado e n Dialoghi di
Archeologia, Terza Serie, anno 10, Roma 1992, 155-164.
(58) Colonia Forum Augustum L. (C.I.L. 11, 3234; Cfr. Plinio 3, 25. Por su título debe ser de
época de Augusto, cfr. A. García y Bellido, .Las colonias romanas de Valencia, Carthago Nova,
Libisosa e Ilici», Homenaje al Prof. C. de Mergelina, Murcia 1962, p. 371.
(59) Remitimos a nuestras investigaciones sobre el balneario de Fortuna y al libro sobre El
balneario de Fortuna y el templo romano de la Cueva Negra, que se publicará como número
monográfico e n nuestra revista Antigüedad y Cristianismo.
(60) Cfr. Ramallo 144; J. Bethe, Commentatio de Hispaniae Antiquae re metallica ad locum
Strabonis lib. ZII, Gottingen 1808; J. Monasterio y Corre, .Minería antigua e n Cartagena», Revista
Minera 1, 1850; L. de la Escosura, .Viaje metalúrgico por el litoral mediterráneo e n octubre de
1848», Revista Minera VIII, 1857, 477 SS.; Rosinger, Uber gold- und Silberreichtum des alten
Spaniens, Schweidnitz 1858; F. Botella y Hornos, Descripción geológico-minera de las provincias de
Murcia y Albacete, Madrid 1868; A. Massart, .Descripciones de los criaderos metalíferos del distrito
de Cartagena., Revista Minera 11, 1876, 77-79;A. Basilio y Trías, «Memoria acerca de las minas de
plomo argentífero y de cinc Iberia, Montserrat, María de los Angeles y Santa Catalina, situadas e n
el Cabezo de La Raja», Cartagena 1883, publicado e n «Minas de plomo y cinc del Cabezo de La Raja
e n la Sierra de Cartagena», Gaceta Minera, Industrial y Científica, 1, 1883, 105-178; A. Boeck, <<El
Coto Fortuna de Mazarrón», Revista Minera XL, 1889, 17-19; F. Bravo Villasante, La industria
minero-metalúrgica en Mazarrón, Madrid 1892; Ch. Dubois, Inscriptions latines d'Espagne, Bulletin
Hispanique 14,1901,215; A. Belmar, .Sobre el desagüe general del Distrito minero de Herrerías, de
Mazarrón, llamado Coto Fortuna,,, Revista Minera LVI, 1905; R. Laymond y D. Jiménez de Cisne-
ros, &-das de plomo halladas e n aguas del Cabo de Palos», B.R.A.H. 48, 1906, 135-155; H.
Jecquier, .Note sur la découverte de saumons de plomb romains au Coto Fortuna (Province de
Murcie)»con u n añadido de M. Herón de Villefosse «Addition a la note précédente», Revue Archeolo-
gique 1907, 58-68; F. Pato Quintana, Murcia-Minería, Murcia 1910; F. Bravo Villasante, Memorias
del Instituto Geológico de España. Criaderos de hierro de España. T. 1. Criaderos de la provincia de
Murcia, Madrid 1912; T.A. Rickard, «The mining of the Romans i n Spain*, Journal of Roman
Studies XVIII, 1928, 129 SS.; A. Fernández Avilés, «El poblado minero ibero-romano del Cabezo
Agudo e n La Unión»,AEspArq XV, 1942,135-152; G. Gosse, %Lasminas y el arte minero de España
e n la Antigüedad»,Ampurias IV,1942,43-68; A. Beltrán Martínez, *Las minas romanas de la región
de Cartagena según los datos de su museo», Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales
de todos los tiempos y muy especialmente de época romana, con lo que
las vías de comunicación debieron ser muy usadas y el interior debió
romanizarse muy pronto.
Es de suponer que en este ambiente de superación jurídica que hay
que encuadrar en el proceso de inflacción de la autoridad y de mitifica-
ción de los gobernantes que va desde mitad del siglo 11 a.c. hasta la
implantación del Principado llevaría a los hombres hispanos que ya
habían' aceptado la economía y el derecho y formas de vida romanos, a
querer participar en la vida política de Roma. Hay que pensar que las
ciudades estipendiarias buscaran no sólo la libertad sino también la
integración, del mismo modo que lo debían hacer las ciudades libres,
federadas o no. Tanto más cuanto que la población ya integrada en el
derecho latino o romano iba extendiéndose y asentándose en el territo-
rio@l).El proceso debió acelerarse más aún con la distribución de vetera-
1944, 181-193; J.J. Jáuregui Gil-Delgado y E. Poblet, «Minería antigua e n Cabo de Palos., Crónica
del III C.A.S.E., Murcia 1947, 79-97 con láminas XII-XIII; J. J. Jáuregui Gil-Delgado, .Minería
antigua e n Cabo de Palos,. AEspArq XXIII, n. 77, 1949, 381-393; N. Ezquerra del Bayo, &obre los
escoriales de fundiciones antiguas de España y e n particular de los de Ríotinto y del término de
Cartagena,,, Boletín Oficial de Minas, Comisión de Industria y Obras públicas, Madrid M , 1950,
489-511; J . González Lasala, *Minería en Cartagenap,Revista Minera 111, 1952, 551-565; B. Rolandi,
.Sucinta historia de la minería cartagenera desde su mismo origen»,Actas conmemorativas de la
creación del Cuerpo de Ingenieros de Minas, Madrid 1954, 347-353; C1. Domergue, «Les Planii et
leur activité industrielle e n Espagne sous la République., Mélangues de la Casa de Velázquez 1,
1965,9-25; A. Blanco Freijeiro y J.M. Luzón Nogue, «Mineros antiguos españoles*; AEspArq n. 113-
114, 1966, 73-89; C1. Domergue, «Les lingots de plomb romains du Musée Archeologique de Cartha-
gene et du Musée Naval de Madrid»,AEspArq 39, 1966,41-73; J.M. Blázquez Martínez, *Explotacio-
nes mineras e n Hispania durante la República y el Alto Imperio Romano. Problemas económicos,
sociales y técnicos»,Anuario de Historia Económica y Social 11, 1969, 3-61; C1. Domergue, 4 e r á m i -
que de cales dans les antiques mines d'argent de Carthagena~,AEspArq 42, n. 119-120, 1969,159-
165; J. M. Blázquez Martínez, «Fuentes literarias referentes a minas», La minería hispana e
iberoamericana. Contribución a su investigación histórica. V I Congr. Intern. de Mineria, vol. 1, León
1970, 117-150; J. M. Luzón, «Instrumentos mineros de España Antigua*, La minería hispana e
iberoamericana. V I Congreso Internacional de la Minería, León 1970, vol. 1, 221-258; E. Cañabate
Navarro, La minería en Cartagena. Historia sucinta, Cartagena 1971; J.S. Richardson, «The Spa-
nish Mines and the Development o f Provincial Taxation i n the Second Century B.C.., Journal of
Roman Studies 66, 1976, 139-152; C1. Domergue y J. Mas García, .Nuevos descubrimientos de
lingotes de plomo romanos estampilla dos^>, XVI CAN (Murcia, Cartagena, 1982), Zaragoza 1983,
905-909; C. Domergue, ~L'explotation des mines d'argent de Carthago Nova: son impact sur la
structure sociale de la cité et sur les dépenses locales a la fin de la République et au début du Haut-
Empire,, L'origine des richesses dépensées dans la ville antique (Aix-en-Provence, 19841, Aix-en-
Provence 1985, 197-217; S. Ramallo Asensio y R. Arana Castillo, <<La minería romana e n Mazarrón
(Murcia).Aspectos arqueológicos y geológicos*, Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985, 49-67.
(61) Sobre el influjo de los comerciantes e inmigrantes itálicos e n la municipalización cfr. M.
Amalia Marín Díaz, Emigración, colonización y municipalización en la Hispania republicana, Uni-
versidad de Granada 1988.
nos de las legiones, una vez licenciados, y repartidos por la zona tras la
centuriación del territorio(62).
La condición de las ciudades iría así aproxi-
mándose a la de los amici et socii populi romani. Faltaba muy poco para
que, al cambiar la mentalidad en Roma quizá con la integración de
hombres nuevos en las magistraturas supremas, se romanizara todo el
territorio concediéndole la integración jurídica; y para España esto ocu-
rrió con Ve~pasiano'~~).
(62) Estudios sobre centuriaciones romanas en Hispania, Madrid 1974, donde se contienen
relacionados con esta zona los siguients trabajos: A. Morales Gil, d'res ejemplos de 'centuriatio' e n
el altiplano de Jumilla-Yecla (Murcia),,, pp. 69-82; V . M. Roselló Verger y G. M. Cano García, <<Un
parcelario geométrico cuestionable. La huerta y ciudad de Murcia*, pp. 83-90; E. Llobregat Conesa
«Avance a una prospección del catastro romano e n la provincia de Alicante*, pp. 91-100; V . González
Pérez, <<La centuriatio de Illicb,, pp. 101-113; G. M. Cano García, d!enturiationes e n Baza (Grana-
da)» pp. 61-67. Además, R. Ramos Fernández, «Las villas de la centuriación de Ilici*, Symposium de
ciudades augusteas, vol. 11, Zaragoza 1976, 209-214. Cfr. asimismo R. Corzo, d n finibus Emeriten-
siump, Augusta Emerita, Madrid 1976, 222 s.
(63) El proceso de integración no se dio a igual velocidad ni con las mismas características e n
todo el Imperio. Así, por ejemplo, el oriente que tenía una larga tradición urbanística y autonómica
m tardó más e n adquirir el derecho romano.
(64) E. P. Nicolas, De Neron a Vespasien. Etudes etperspectiues historiques suiuies de l'aanalyse,
d u catalogue, et de la reproduction des monnaies «oppositionelles»connues des années 67 a 70. Auec
dix-huit portraits et uingt-deuxplanches de monnaies, Paris 1979, Apéndice 266: «De Carthago Nova
Galba gagna Clunia - mai et juin 68., pp. 323-326.
(65) J. M. Abascal y U. Espinosa, op. cit., p. 70 con bibiografia en notas 55 y 56.
(66) Ibidem p. 71.
(67) R. K. McElderry, «Vespasian's reconstruction o f Spain», JRS VIII, 1918, 53-54.
ca el ius Latii, según nos cuenta Plini~(~*):
uniuersae Hispaniae Vespasi-
anus Imperator Augustus, iactatum procellis rei publicae, Latium tribuit.
McElderry ha expuesto muy bien la política de Vespasiano, apoyada
en la gran importancia que éste concedía a España dentro de la situación
general del Imperio Romano(69) y añade más tarde que la integración de
Hispania en el mundo jurídico latino fue una continuación de la situa-
ción militar en el Imperio: «la permanente reducción de la guarnición
legionaria y la idea de que, en adelante, su mantenimiento en número y
calidad había de hacerse en la misma Hispania, así como el reclutamien-
to de todas las tropas auxiliares era parte de la misma política que poco
después iba a llevar a conceder el derecho latino a toda la
7. ARISTOCRATIZACIÓNDE LA CULTURA
(71) F.G.B. Millar, The Emperor in the Roman World (31 B.C.-A.D. 337), Londres 1977,
pp. 401-406; 485-6; 630-635.
(72) N. Mackie, Local Administration in Roman Spain A. D: 14-212, Oxford (BAR Internatio-
nal Series 172) 1983, Appendix 11: «The content of the Latin Right under the Principate*, pp. 201-
214. Para otras visiones sobre el contenido del ius Latii cfr. Braunert, ~ I u Latii
s in den Stadtrechten
von Salpensa und Malaca~,Corolla Memoriae Erich Swoboda Dedicata, Graz 1966, pp. 68-83;
Shenvin-White, The Roman Citizenship, Oxford (2" ed.) 1973, pp. 367; 375-9.
(73) Es difícil precisar si la teoría de la regularización jurídica de toda la península afectó
también a los teritorios aún débilmente romanizados en los que la civitas era más bien una fictio
iuris para atender a las necesidades de la administración, que una realidad sociológica, como debía
ser todavía por entonces el noroeste de la Península, pero lo más probable es que se abriera la
posibilidad a adoptar tal camino de acercamiento a las formas de vida impuestas por los romanos.
La «urbanización»de Talavera, de Balsa, de Mirobriga, de Aeminium, de los Tapori, de los once que
aparecen citados a propósito de la obra del puente de Alcántara parece demostrar lo que estamos
diciendo (cfr. J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana..., p. 77).
(74) Era ingrediente esencial en la nueva situación. Los magistrados podían solicitar la conce-
sión personal de la ciudadanía romana y su adscripción a una tribu romana. Ello llevaba consigo de
manera esencial no sólo una timocracia en los miembros de las corporaciones, sino una disposición
seguramente distinta de la que habían podido tener los jerarcas de las comunidades peregrinas.
(75) <<Lapromulgación del Edicto de Latinidad convertía automáticamente en municipios de
derecho latino a todos los enclaves todavía peregrinos, latinizados por completo o sólo en parte y con
medios suficientes para garantizar el autogobierno. Surtió efectos jurídicos inmediatos, aunque
luego se tardará años en elaborar la ley constitutiva de cada nuevo municipio. Ese desarrollo
reglamentario debió iniciarse durante el reinado de Tito (79-81)y alcanzó la máxima intensidad bajo
Domiciano (81-96); obra de éste son las leyes municipales que conocemos en Hispania (Salpensa,
~ial'~ y~de) las
, formas de gobierno romanas, de sus usos y tradiciones en
todos los puntos y rincones de la península(77).
El fenómeno de la latinización de Hispania hay que contemplarlo
dentro de la política general del Imperio. En una zona similar a Hispania
y tan romanizada como ella, como puede ser el norte de Africa, el impul-
so romanizador a base de integración municipal no viene en el mismo
grado que muestra la situación de Hispania hasta bastante más tarde(78)
y en otros puntos del Imperio, como en el oriente no ocurre nunca(79).
Malaca e Irni). Por el edicto mismo los órganos de gobierno de las ciudades peregrinas se consideran
municipales; e n muchos casos ni siquiera fue preciso transformar su cuadro de instituciones y
autoridades, sino solamente renominarlas, porque, de hecho, se habrían ido ajustando desde hacía
tiempo al esquema romano de gobierno ciudadano; ahí la mutación fue poco más, y nada menos, que
categorización jurídica» (J. M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana ..., p. 72).
(76) Hay toda una multitud de otros rasgos que se extienden entre las comunidades de
derecho latino. Los privilegios de títulos, documentos municipales y autonomía muestran que el
derecho latino no se garantizaba a una comunidad que no estuviera e n alguna medida romaniza-
da, y que Roma estaba preparada para reconocer esta asimilación cultural concediendo otros
privilegios junto al derecho a la ciudadanía a través de las magistraturas (N. Mackie, Local
Administration ... p. 210).
(77) Estrabón dice que los habitantes de la Bética se han convertido e n «latinos.; y F. Josefo,
Contra Apionem 11, 4, 40, dice que los hispanos, tras de la concesión de Vespasiano «se llaman
romanos». Todo parece indicar que las comunidades de derecho latino se sienten e n situación de
superioridad frente a las peregrinas y ello conlleva una afirmación cultural a favor de las formas de
vida romanas.
(78) Los estudios sobre la romanización de Africa como L. Reutsch, Das Stadtewesen in Norda-
frika in der Zeit uon C. Gracchus bis zum Tode des Kaisers Augustus, Berlin 1962 y J. Gascou, La
Politique municipale de Z'Empire romain en Afrique proconsulaire de Trajan a Septime Sévere, Roma
1972 dejan bien clara la situación. Igual que e n Hispania, hay u n fuerte movimiento colonizador con
Augusto. Con los Flavios va a volver a haber una reviviscencia, pero e n modo alguno planteada de
modo general. Incluso bajo Septimio Severo que promueve iniciativas importantes e n favor de la
romanización, tales disposiciones son limitadas a una determinada parte del territorio. En conclu-
sión se puede decir que «combinando muy frecuentemente honores ilusorios con servidumbres
demasiado reales, favoreciendo la promoción de una minoría urbana e n detrimento de la masa de la
población, procediendo, en fin, con una lentitud demasiado ostensible para no ser calculada, Roma
parece haber querido no transformar la sociedad africana sino más bien acentuar sus divisiones
internas» ( M . Benabou, La résistence africaine a la romanisation, Paris 1976, p. 425).
(79) La diferencia entre oriente y occidente e n el Imperio es bien conocida. Puede verse e n
D. Norr, 'Zmperium' und 'Polis' i n der hohen Prinzipatzeit, Munich 1966, pp. 48 S S . Una formulación
somera la tenemos e n F. Jacques, Le priuil2ge de liberté. Politique impériale et autonomie municipa-
le dans les cités de Z'Occident romain (161-244),Roma 1984, p. 796 s.: <<Lo mismo ocurría con las
ciudades, cuyo comportamiento difícilmente puede ser disociado de la actitud de las élites locales.
Los combates cortos de vista de las ciudades orientales por una primacía honoraria o e n ocasiones
restos de epigrafía demuestran sin duda la permanencia del sentimiento político^ e n el mundo
griego. ¿Puede pensarse por ello que las promociones al rango de municipio o de colonia muestran la
reducción de las comunidades occidentales al rango de unidades administrativas, mientras que la
búsqueda de tales promociones probaría que las élites no poseían ya -si es que ellas alguna vez lo
habían tenido- u n sentimiento político? De hecho e n Occidente, la identidad no se definía contra
Roma, sino en Roma. Convenía acercarse lo más posible al ideal, el ius italicum concedido a algunas
Parece claro que la invitación a participar en la vida romana es una
invitación a dejar otros modos de vida que son menos .racionales», me-
nos perfectamente formulados, menos ricos en conceptualización y por
tanto menos libres de los tabus cósmicos. En una palabra la romaniza-
ción ya en sí misma es una invitación a los indígenas a superarse.
Y el modo como se establece es una dimensión del mismo sentido de
proponer la superación. Para llegar a categorías sociales .romanas» hay
que pasar por el crisol del servicio público, del conocimiento de las leyes
dadas por Roma, de la iniciación en la cultura, la literatura y el pensa-
miento latino. Hay que esforzarse por «aprender»,hay que «iniciarse»,
hay que «ascender».Y además hay que tener dinero para poder entrar en
la sociedad timocrática que es Roma. El mundo antiguo nunca fue radi-
calmente demócrata, pero el efecto fue el mismo: la tendencia a la supe-
ración fue un principio quizá a veces mal aplicado, pero no discutido por
nadie.
(1) J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989.
(2) W.T. Arnold, The roman System ofprovincial Administration to the accession of Constan-
tine the Great, Oxford 1914 (reprint Roma, L'Enna 1968).
(3) Por poner un solo ejemplo Galsterer en su ya clásica obra Untersuchungen zum romischen
Stadtewesen auf der Iberischen Halbinsel, Berlin 1971, recoge 90 para la Bética, 19 para la Lustania
y 75 para la Tarraconense. G. Alfoldy, Romisches Stadtewesen auf der neukastilischen Hochebene.
Ein Testfall fir die Romanisierung, Heidelberg 1986, recoge, limitándose al ámbito de la meseta de
2. DOS POLOS QUE DELIMITAN NUESTRA INVESTIGACIÓN
Castilla la Nueva, los nombres de Almedina, Edeba, Oretum, Caesarobriga, Toletum, Complutum,
Titulcia, Segontia, Segobrica, Alaba y Attacum que Galsterer no había considerado en su día
comunidades privilegiadas.
(4) La Constitutio Antoniniana es una hito en la Historia de Roma y es un hito en el tema que
nos ocupa. La historia de su investigación es muy amplia y la bibliografía que sobre ella existe es
enorme. Puede verse H. Wolff, Die Constitutio Antoniniana und Papyrus Gissensis 40, Koln 1976
donde en las pp. 515-525 recoge la bibliografía existente hasta la fecha de redacción de esta tesis
doctoral.
La discusión sobre la incidencia de la Constitutio Antoniniana en la autonomia municipal ha
sido larga. M.W. Seston, .Le décret de Digne et la fin de l'autonomie municipale en Occidents, REA
64, 1962, 314-325, piensa que la autonomía municipal en occidente se acaba con este decreto de
Caracalla. Gascou, op. cit., p. 61, cree que en Africa duró más tal autonomía. Véanse también los
trabajos de F. de Visscher a los que hemos aludido en otros lugares.
rango o que el rango ya es algo que no interesa, a pesar de que se siga
hablando de patrias chicas y de derechos 10cales'~).
Al comienzo de la presencia romana en Hispania ninguna ciudad era
.ciudad privilegiada de derecho romano o latino». Y hemos indicado más
arriba que la primera ciudad que se puede considerar eromana* es Itáli-
ca y luego Carteia'Q. Hay, pues, un momento en que todas las ciudades
de la Península son indígenas o dominio colonial de poderes imperialis-
tas como es el caso de Cartago primero y de Roma después, en cualquier
caso son prerromanas.
Hay otro momento clave en la historia que nos ocupa y es la concesión
por Vespasiano del ius Latii a Hispania; pero tal concesión no funciona
de manera automática, sino a través de un ritual que ya hemos visto?
Al plantear el problema de reconocer a una ciudad «romana»estamos
encuadrando el tema dentro del proceso de la romanización en un perío-
do de tiempo determinado: la República y el Alto Imperio.
(5) En la introducción a este libro, nota 17 y sobre todo 43, recogimos varios estudios de F. de
Visser sobre estos temas. A ellos remitimos para que se vea cómo también después de la Constitu-
ción Antonina siguió habiendo doble ciudadanía y por tanto las ciudades siguieron usando las
categorías recibidas.
(6) Hemos aludido al tema en el capítulo 111: «La otra integración: El derecho latino en
Hispania,, y de ello tratan todos los autores que hablan de la extensión del ius Latii por Hispania.
Cfr. H. Galsterer, Untersuchungen ..., Berlin 1971, pp. 7 SS.;J. M. Abascal y U. Espinosa, L a ciudad
hispano-romana ..., p. 20.
(7) Cfr. supra el capítulo 111: «La otra integración: El derecho latino en Hispania*.
(8) H. Galsterer, Untersuchungen ... pp. 1-6 y 65.
(9) G. Alfoldy, Romisches Stüdtewesen auf der..., Heidelberg 1987, pp. 27-30.
(10) E n esto la situación de Hispania difiere de la de otras partes del Imperio, como P.e. Africa
del Norte y otros lugares donde se da el nombre de res publica a las ciudades libres. Cfr. J. Gascou,
La.politique municipale de Z'Empire Romain en Afrique Proconsulaire de Trajan d Septime Séuere,
Roma 1972, p. 60 s.; A. Mócsy, <<Ubiqueres publica*, Acta Antigua Hungarica 10, 1962, 367 SS.;
J. Gascou, Mélanges de Z'Ecole Francaise a Rome 91, 1979, 383 SS.; J. Gascou, Antiquitates Africai-
nes 19, 1983, 175 SS.
2. Son comunidades de esta índole aquéllas cuyos magistrados supre-
mos vienen designados como IIviri o bien como Nviri; o bien cuando los
magistrados substitutos (aediles) vienen designados con similar titula-
ción (IIviri o Nviri aedilicia potestate)(ll).
3. Cuando en una comunidad urbana aparecen flamines, en Hispania
estamos ante sacerdotes del culto imperial en comunidades privilegiadas
y por ello hay que admitir que aquella comunidad es colonia o munici-
pium(12).
4. Cuando los consejos supremos de gobierno de una ciudad se desig-
nan en las fuentes como ordo (es decir ordo decurionum), lo normal es
que se trate de una comunidad que es colonia o municipio(13).
5. Saeviri Augustales, es decir funcionarios del culto imperial, en
general de origen más humilde, con frecuencia de origen esclavo, sólo se
da en comunidades urbanas de las provincias hispanas con categoría de
colonias o municipios(14).
6. El sumo pontífice provincial, es decir el que preside anualmente el
Concilium provinciae en Tarraco, Corduba o Emerita Augusta, en época
julio-claudia todavía podía ser miembro de comunidades peregrinas; pero
desde época flavia eran miembros de colonias o municipios(15).
(16) R. Wiegels, Die Tribusinschriftendes romischen Hispanien. Ein Katalog, Maddrider Fors-
chungen 13, Berlin 1985, pp. 11S S . Sobre los casos en que aparecen las otras tribus cfr. G. Alfoldy,
op. cit., pp. 53 s.
(17) B. Galsterer-Kroll,4Jntersuchungen zu den Beinamen und der Fkchtsstellung von Stadten
des Imperium Romanum», Epigraphische Studien 9 , 1971.
(18) G. Alfoldy, op. cit., p. 96.
(19) P.A. Brunt, Italian Manpower 225 B.C.-A.D. 14, Oxford 1971, pp. 591 S S .
6. EL INTERÉS DE LA CRITERIOLOGÍAPLANTEADA Y DE SU
OBJETO
109
esfuerza en recoger y ordenar@).Ni tampoco pretendemos recoger por
ejemplo la documentación digerida de las ciudades que Tovar preparó en
su continuación de la obra de Schulten Iberische Landeskunde, que he-
mos utilizado ampliamente en otros lugares. Aquí queremos plantear el
camino de acercamiento al tema y la precariedad de nuestras conclusio-
nes por muy ricas que éstas puedan ser en algunas ocasiones.
He aquí el cuadro(3)con la mayoría de las ciudades de la zona murcia-
na y adyacentes en el cuadrante SE de la Península. Las conclusiones
que se deducen son más bien angustiosas, pero para bien de la investiga-
~ión'~).
Se diría que estamos ante un puzzle en el que las piezas a ensamblar
carecen de forma y, salvo excepciones muy contadas, son de forma per-
fectamente esférica que ruedan de un lado para otro apenas se mueve
ligeramente el tablero.
Desde hace siglos se viene jugando al reconstruir la historia de la
Murcia antigua con nombres como Carca para ver en ella a CARAVACA,
con Segisa para ver indicada CIEZA(5),con Arcilacis para oir alusión a
ARCHENA. ¿Con qué fundamento se han hecho tales identificaciones?
Con muy poco o con ninguno: todo lo más el hecho de que tales nombres
aparecen en las fuentes antiguas en este cuadrante sureste peninsular y
que su nombres suenan en algún modo parecido a los nombres actuales.
Pero hasta qué punto tales razones son de poco peso puede constatar-
se en algunos casos que son llamativos, por ejemplo existe en Murcia un
importante yacimiento arqueológico situado en el actual pueblo de ULEA,
que entendemos que tiene dimensiones de ciudad y existe, documentada
por las fuentes una ciudad con el nombre de VLIA, cuya localización más
(6) Puede consultarse tanto nuestro apartado dedicado a este yacimiento murciano en este
mismo libro como la obra de M. Luisa Cortijo Cerezo, El municipio romano de VLIA (Montemayor-
Córdoba), Córdoba 1990.
(7) A. Tovar, Iberische Landeskunde, Zweiter Teil. Die Volker und die Stadte des antiken
Hispanien. Band 1: Baetica, Baden-Baden 1974; y el tomo 3: Tarraconensis, Baden-Baden 1989.
LAMINA 11: El cuadrante SE peninsular según la reconstrucción de la geografia de
Ptolomeo.
112
gensed8);o para poner un ejemplo más murciano Ilurci, Ilurgeia, Ilurco,
(Iliturgi?), Eliocroca pueden ser la designación del mismo poblado según
el mismo autor(g).Naturalmente que esto son teorías y que pueden ser
discutidas, pero ciertamente indican la debilidad de nuestro conocimien-
to de los nombres de las ciudades.
Los trabajos llevados a cabo por el Dr. Yelo Templado han sido enor-
memente útiles al estudio del urbanismo romano en Murcia, porque ha
partido de los nombres de algunas de las ciudades y ha pretendido
buscar su contexto geográfico y su identidad arqueológica. Esperamos
que él mismo seguirá con tal tipo de investigación; pero aquí nos toca
plantear el panorama completo en el que se mueve la opción por un
nombre concreto frente a otros nombres que, con parecido derecho, po-
drían haber sido elegidos para ser objeto de una identificación geográfica
más o menos probable.
Deliberadamente hemos elegido para nuestra panorámica un área
muy amplia, de la que algunas ciudades perfectamente identificadas
están a muchos kilómetros de la región murciana; pero el amplio abanico
mostrado deja ver esa débil proporción de claridades.
Es evidente que sólo unos pocos nombres de los que nos han transmi-
tido las fuentes van a poder ser tenidos en cuenta para identificar ciuda-
des romanas en la Región de Murcia; pero la selección de tales nombres
y la demostración de la realidad del acierto serán obra de grande esfuer-
zo. Repetimos que nuestra intención en el presente capítulo es sólo abrir
el horizonte. Nuestro estudio del mapa de la cultura y poblamiento
romano en la región de Murcia, que formará parte de la TABVEA IMPE-
RII ROMANI ya citada podrá suministrar más precisiones, pero allí no
habrá ocasión para la reflexión que aquí pretendemos plantear.
Presentamos el tratamiento de las ciudades según la Real Encyclope-
die, que muestra el estado de la cuestión a comienzo de siglo y según
Tovar, que es testimonio reciente.
ASTERUM T m . C-96
BACTARA T m . C-20
BAEBELO T m . C-15
BAECULA
BAESUCCI Tan. C-16
BANIANA (BARIANA)
BARWVEW3) T m . C-30
BASTI/BAZA(14' T m . C-21
BELEIA T m . C-164
BERGULA Tarr. C-6
BERNABA T m . C-165
BIATWBAEZA(15' Tarr. C-49
BIGASTRUM Tarr. C-31
BIGERRA Tarr. C-40 y C-67
BRUTOBRIGA
CARCAliCARAVACA? T m . C-37
CARCUVIUM T m . C-62
CARTALIAS T m . C-177
CARTHAGO NOVA/ T m . C-79 III,9.l9ss;
CARTAGENA(16' XK, 26;
m, 19;
m.94
T m . C-51
CERVARIA T m . C-61
CHARIDEMI PORTUSI
CABO GATA(18'
CRABASIA T m . C-172
CUSUBIICASULI T m . C-69
DIANIUMíDENiA Tarr. C-93
EDEBENIES Tarr. C-70
EGELASTA T m . C-17
ELIOCROCA T m . C-32
ELOTANA T m . C-82
ETOBESA T m . C-178
FICARIENSIS Tarr. C-35
NUMISMATICA
OTRAS FUENTES: Tit. Liv. XXI, 5, 4; XXVI, 42, 7-47, 10; XXXVIII, 36, 4. Ora maritima.
Polibio, 11, 13, 1-7. 15,3. 17, 1. 37, 5; X, 1-16; XI, 31; XXXIV, 9, 8-12; XXXV, 4, 5.
Estrabón, 111, 147.158.159.163.
Mela, 11, 94.
Apiano, Hisp. XII.
Itin. Ant. 401,5.
Esteban. Byz. p. 363.
Sil. XV, 191-285.
Val. Max. IV,3,l.
Polian. VIII, 16.
Aul. Gel. VII, 8, 3.
Front. Strat. 111, 9, 1.
OTRAS FUENTES: Tit. Liv. XIV, 41, 7; XXVIII, 19, 1-2; XXXVIII, 36, 4.
Polibio, X, 38,7; XI, 20, 5.
Estrabón, 111, 142. 148. 166.
Apiano, Hisp. 16.
Itin. Ant. 396,4; 402, 5-6; 403, 4.
Ravenate, 315, 14.
Silio, 111, 98.
OTRAS FUENTES: Ora Marit. 437.
REALENCYCLOPED. TOVAR: hLandesk.
FRAXINUS T m . C-19
HELO T m . C-72
HEMEROSCOPION VII1,l 233 T m . C-93
HERNA VIIIJ 908 T m . C-100
HIOPE T m . C-174
IASPIS/ASPE(lg) M,1 790 T m . C-87
IBE T m . C-71
ILIBERI 111, 1211 Bet. p.137
ILICIrnLCHE M,1 1061 T m . C-82
ILITURGIS'Zo' M,1 1068 Tarr. C-32; Bet. p.
109
M,1 1089;
Supp 111, 1229
ILUCIA M,1 1091;
Supp 111, 1230 Tarr. C-66
ILUCROfZ1) Supp 111, 1230
ILURCO
M,1 1091
Supp 111, 1231 Tarr. C-66
ILLUNUM M,1 1092 T m . C-23
ILURGWILURGEIA T m . C-32
LACURRIS(22' XIIJ 327 T m . C-45
LAMINIUM T m . C-58
LASSIRA XIIJ 888 Tarr. C-166
LASTIGP XIIJ 891
LEONES (AD) C-84
LIBISOSAlLEZUZA IXA,1389S T m . C-53
LIRWEDETA XII1,l 727 T m . C-171
LOBETUM XIIIJ 931 Tarr. C-75
LONGUNTICA T m . C-34
LUCENTUWALICANTE XIII,2 1563 T m . C-85
LUF'PARIA XIII,2 1850 T m . C-64
LYCO XIII,2 2119 T m . C-22
MARIANA T m . C-48
MASSIA (MASTIA) m , 2 2153~ Tarr. C-76
MELLARIA xv.1557 Tan. C-103
SICANA T m . C-102
SOLARIA (AD DUO) T m . C-47
STATUAS T m . C-92
SUCRON (SUCRO) T m . C-101
TAGILITANA Tan. C-26
THYAR T m . C-81
TUIA (TUGIA)'26' T m . C-50 3251;3252;
P. 448
TURANIANA Tarr. C-2
TURBULA (TURBA) T m C-42
TURRES (AD) T m . C-90
TUTUGI T m . C-24
TYRIS T m . C-167
ULIA Bet. p.115
URCI Tarr C-4
VALENTIA T m C-168
VERGILISNERGILIA T m . C-10
VESCELIA Tarr. C-44
VINIOLAE T m . C-9
ZACANZAíSAGUNTO'27) T m . C-170
ZAKYNTHOSISAGUNTO T m . C-170
(1) Para una descripción de cada yacimiento remitimos al volumen de la TABVLA IMPERII
ROMANI, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1996, que para la zona de la actual Región de
Murcia hemos compuesto con los datos que se conocen sobre el poblamiento romano de la zona.
IV.Yacimientos romanos de la Región de Murcia.
LAMINA
A los que hay que añadir en los mismos bordes de la actual región de
Murcia, los yacimientos de:
El Tolmo de Minateda y alrededores
Orihuela, etc.
Carthago Nova
York, 1970, 39-67; F. W. Walbank, A Historical Comrnentary on Polybius, vol. 11, Oxford, 1967, 205-
211. Hay que añadir y destacar la importancia de la magnífica serie sobre CARTHAGO NOVA que
coordina el Dr. S. Ramallo Asensio y que está publicando la Universidad de Murcia, en la que se
pretende recoger cada uno de los aspectos de la arqueología e historia de la ciudad.
(4) Como es bien sabido, el historiador oficial de este hecho es Polibio.
(5) Remitámonos al testimonio de Hübner que no por antiguo ya deja de ser verdadero y que
hemos recogido más arriba en el capítulo primero de este libro .La integración del SE en la
estructura política del Imperio Romano., en el apartado que hemos titulado «Cartagena y Africa,,.
(Véase E. Hübner ~Tarracound seine Denkmaler*, Hermes 1, 1866, p. 95 SS.).
Lo que ya hace más de un siglo viera Hübner, con los nuevos hallazgos
arqueológicos se comprueba una y otra vez. No sólo las dimensiones del
teatro romano de Cartagena, el mayor de Hispania, sino las recentísimas
apariciones del templo de Iuppiter S t a t ~ r ' ~
y )del
, templo con una inscrip-
ción de la Dea Syria, Atargatid7),comprueban la brillantísima historia
de los primeros tiempos de la dominación romana en la ciudad@).
Pero el caso de Cartagena es quizá el más interesante para estudiar la
situación de la dominación romana en Hispania justamente porque las
fuentes aludidas pertenecen en buena parte a esos primeros dos siglos
antes de nuestra era. En Cartagena es evidente que primero fue Roma y
luego vinieron las formas de vida romana y entre éstas, las formas
jurídicas llegaron más tarde que los modos de comportamiento; con otras
palabras la antropología clásica que se fue superponiendo a la indígena y
tras un período de asimilación acabó por suplantarla aunque no fuera
impunemente. Cartagena comenzó a romanizarse ya en el año 209 cuan-
do los romanos se apoderaron de ella. Muy poco después pudo contem-
plar, sin duda admirada, los juegos funerarios que Escipión celebró en
honor de su padre y tío muertos en Hispania en el año 211. Cartagena era
una base de operaciones militares y vio los modos romanos de actuación
militar y de vida civil. Por la misma época Itálica era una ciudad romana,
cuyo estado no podemos definir con precisión, pero de cuya existencia nos
consta, y probablemente no había mucha diferencia entre las formas de
El influjo de los inmigrantes y la aceptación de las formas de vida romanas fueron tan fuertes
que Cartagena formuló su constitución al modo romano. Ya antes de que César asentara aquí a sus
soldados, estaban los N viri como magistrados supremos ciudadanos (CIL 11, 3408; Cfr. A. Beltrán,
<<Lasmonedas latinas de Cartagena. -véase más arriba, en este mismo libro cap. 111: «La otra
integración: El derecho latino en Hispania., nota 47-; y cfr. F. Vittinghoff, Romische Kolonisation
und Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Wiesbaden 1952, p. 79).
( 6 ) M. Amante Sánchez, M. Martín Camino, M. A. Pérez Bonet, R. González Fernández y
M. A. Martínez Villa, «El sacellum dedicado a Iuppiter Stator en Cartagena., Antigüedad y Cristia-
nismo XII, 1995, 533-562.
(7) Según información oral que agradecemos efusivamente a su descubridor Dr. Sebastián
Ramallo Asensio, que nos informó de la aparición de esta inscripción en un templo descubierto en lo
alto de la colina del Molinete.
(8) De todos estos hallazgos se está dando cumplida cuenta por parte de los excavadores.
Después del libro de S. Ramallo, Carthago Noua. El Testimonio Arqueológico, Murcia 1989, así como
todo el resto de la serie sobre Carthago Nova que dirigida por el Dr. S. Ramallo publica la Univer-
sidad de Murcia; pueden verse los trabajos del congreso de Elche; los estudios del Dr. S. Ramallo
sobre el teatro; de M. Martín Camino y M. Amante Sánchez, M. A. Pérez Bonet y R. González
Fernández sobre el templo de Iuppiter Stator; y de S. Ramallo sobre el templo hallado en el
Molinete, algunos de los cuales acabamos de citar y otros irán apareciendo a lo largo de este trabajo.
Al corregir las pruebas de este libro hemos de añadir los nuevos e importantísirnos hallazgos del
Foro, en curso de estudio.
vida de ambas ciudades. Lo que las diferenciaba era el estatuto y ello hacía
muy privilegiada a Itálica, cosa que debieron comprender muy pronto los
habitantes indígenas de Carthago Nova que naturalmente desearon gozar
de los privilegios posibles. Tanto más cuanto que con la inmigración de
itálicos para la explotación de las minas(g)las diferencias entre los habitan-
tes romanos y los no romanos debió dejarse sentir con mucho peso.
El problema de la romanización de Cartagena tuvo que recibir la
presión de las guerras de conquista comenzadas prácticamente ya du-
rante la misma segunda guerra púnica. Los romanos no podían permitir-
se el lujo de dejar enemigos a la espalda en su misma casa y por ello
necesariamente tuvo que haber una relación muy cordial con los indíge-
nas(lO) que vivían en la ciudad y que se beneficiaban de la afluencia de
romanos que allí llegaban en razón de las guerras o de la administración.
Durante todo este período es posible(ll)que el desplazamiento del centro
de gravedad de la política romana hacia el valle del Ebro con ocasión de
las guerras celtibéricas, con centro en Tarraco, quitará relevancia a la
base militar de Cartagena, pero para entonces ya había pasado medio
siglo y era tiempo más que suficiente para haber llegado a una situación
de posesión apacible de las formas de vida nuevas. Cuando en Roma
comenzaron los problemas sociales, es seguro que las ideas de los Gracos
de colonizar puntos estratégicos allende los mares tuvieron que ser origi-
nadas por experiencias vividas en alguna parte y no sería descabellado
pensar en el caso de Cartagena como posible punto de referencia.
(12) Sobre la emigración itálica a Hispania puede verse, M. A. Marín Díaz, Emigración,
colonización y municipalización en la Hispania republicana, Granada 1988.
(13) Cartagena era Colonia antes del 27, fecha a partir de la cual conocemos un número
inusitado de uiri quinquenales; los argumentos sobre la fecha de la concesión a Carthago Nova del
título de colonia, los hemos expuesto arriba e n el capítulo 111: «La otra integración: El derecho latino
e n Hispania», notas 46-49. También se ha ocupado del tema M.J. Pena Jimeno, e n <Apuntes y
observaciones sobre las primeras fundaciones romanas e n Hispania., Estudios de la Antigüedad 1,
1984, 74-76, pero sin añadir nada nuevo. U n a nueva revisión del problema se debe a M . Arnalia
Marín Díaz, Emigración, colonización y municipalización en la Hispania Republicana, Granada
1988, pp. 204-205. Y dentro de este mismo ámbito temático hay u n curioso testimonio que se ha
querido atribuir a Cartagena y que, a título de curiosidad, recogemos: Cfr. R. Merkelbach, ZPE 37,
1980, 96-98.
(14) Sobre el ager publicus de Cartagena puede verse A. García y Bellido, El Urbanismo en
España. La Edad Antigua, Madrid C.S.I.C. 1968.
(15) CIL 11, 3408 L BAEBIUS M F L CATI(us)M F / L TAURIUS L F SER AEFOLAN(us) /
GENIO OPIDI COLUMNAM / POMPAM LUDOSQ / COIRAVERUNT. La interpretación de estos
cuatro señores como ZZZZuiros se ha hecho general entre los investigadores (Blázquez, «Estado de la
romanización...*, Emerita 30, 1962, 71 SS.; García y Bellido, «Las colonias romanas de Hispania.,
Anuario de Historia del Derecho Español 29, 1959, 447 SS.,F. Vittinghoff,«Romische Kolonisation
monedas de la colonia Ilviros,pudiera ser que desde antes de la funda-
ción de la colonia de ciudadanos romanos hubiera existido una comuni-
dad privilegiada.
De todo este proceso se conocen bien la fecha del comienzo y el resul-
tado, pero la brillantez de las realizaciones de la cultura clásica en
Cartagena atestiguadas por la epigrafía de ese momento(16)hacen captar
indiscutiblemente el implacable proceso de romanización de Cartage-
(17) En Cartagena hay testimonios epigráficos para la gran mayoría de los temas que constitu-
yen los tópicos de la vida romanizada. De hecho una gran parte de la bibliografía que se cita a
propósito de epigrafía cartagenera son obras de estudio social del mundo romano e n Hispania. Así,
además de la bibliografía que citamos en la nota 13 sobre los estudios de epigrafía de Cartagena,
pueden recordarse: E. Ciccotti, Rivista di Filologia e Istruzione Classica, 19, 1891, 44 SS.; Waltzing,
Corporations professionelles, Louvain 1899, (pp. 13.14); Cholodniak, Carmina sepulcralia latina
epigraphica, Petropoli 1904 (207 nr. 99. 299.979. 1070.);Warmington, Remains ..., 1940 (32133 n . 67.
1261127 nr 155);A. D'Ors, Epigrafia jurídica de la España Romana, Madrid 1953, (pp. 391-392); E.
Étienne, Le culte impérial, Paris 1958 (p. 132. 141. 182 nr 5 y 9. 183.205 nr 24.209. 192.322 nr 41.
323 nota 6. 325 n . 3. 396 nota 3); S. Mariner, Inscripciones hispanas en verso, Barcelona 1952 (pp. 6,
20, 23, 24, 37, 44, 56, 60, 101, 104, 135, 173, 204, 219); L. Rubio y V . Bejarano, Documenta ad
linguae latinae historiam inlustrandam, 1955 (99 nr 413, 102, n. 432 d); S. Mariner Bigorra, <<Tres
comentarios metricográficos»,Ampurias 17-18, 1955-56, pp. 27-28; A. Degrassi, Inscriptiones Lati-
nae liberae Rei Publicae, Firenze 1963 (p. 377); C1. Domergue, «Les lingots de plomb romains du
Musée Archéologique de Cathagene et du Musee Naval de Madrid*, AEsp. Arq. 39, 1966, 41-72; A.
García y Bellido, Religions orientales, Madrid 1967, (155. nota 1); J. Mangas, Esclavos y libertos en
la España Romana, Salamanca 1971; G. Alfoldy, Flamines Prov. Hisp. Citerioris, Madrid 1973 (p. 80
nr 46); P. Piernavieja, «Losjuegos de circo en la España Romana», Citivs, Altivs, Fortivs, XVI, 1974,
159-284 (pp. 225-26,248 y el mismo texto lo reproduce e n el trabajo de C.I.D.E.R., Madrid 1977, p.
123, nr.43);J. M. Roldán Hervás, Hispania y el ejército romano. Contribución a la historia social de
la España antigua, Salamanca 1974 (pp. 459); C. Belda Navarro, El proceso de romanización de la
provincia de Murcia, Murcia 1975; J.M. Santero Santurino, Asociaciones Populares en Hispania
Romana, Sevilla 1978 (pp. 33. 43-44. 55. 57-9. 89. 141-43. 151);J. Muñiz Coello, El sistema fiscal en
la España Romana (República y Alto Imperio), Huelva 1980 (pp. 29, 40, 41, 42, 174, 175, 176, 198,
199, 200, 237, 241, 244, 255, 259, 275, 317, 324); P. Le Roux, L'armée romaine et l'organisation des
pyovinces ibériques d'Auguste a l'invasion de 409, Paris 1982 (pp. 202, nr 109);P. Le Roux, Revue des
Etudes Anciennes 24, 1982, p. 216; N. Mackie, Local Administration in Roman Spain A.D. 14-212,
Oxford 1983 (passim);H. Solin, ANRW 11, 29, 2, Berlin 1983, 750; 1. García Jiménez, <<L. Nvmisivs
Laetvs Flamen Provinciae Hispaniae Citerioris Bis», Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985,
133-135; A. Lillo, «Inscripciones sepulcrales griegas e n Cartagenan, Antigüedad y Cristianismo 11,
1985,119-122; M. Martínez Andreu, .La muralla bizantina de Cartagenan,Antigüedad y Cristianis-
mo 2, 1985, p. 133; S. Ramallo Asensio, Mosaicos romanos de Carthago Nova, Murcia 1985 (Lam.
E a ) ; S. Ramallo Asensio, dnscripciones sobre pavimento de época republicana e n la Hispania
romana»,Epigrafia hispánica de época republicana, Zaragoza 1986, 183-187; R. Wiegels, Tribusins-
chriften romischen Spanien, Berlin 1985 (pp. 29, nota 131. 103. 104 notas 1y 2. 105, nota 8 y nota
17.); H. Gimeno, Artesanos y técnicos...,Bellaterra (Barcelona)1988 (pp. 16.24. 47. 49.); J. M. Serrano
Delgado, Status y promoción social de los libertos en Hispania Romana, Sevilla 1988 (p. 182, etc.); C1.
Domergue, Les mines de la Péninsule Ibérique dans I'Antiquité Romaine, Collection dee l'lkole Franpise
de Rome, 1990 (passim);J. M. Noguera Celdrán, La ciudad romana de Carthago Nova: La escultura,
Murcia 1991; y finalmente el trabajo de M. Amante Sánchez, M. Martín Camino, M. A. Pérez Bonet y
R. González Fernández, «El Sacellum dedicado a Iuppiter Stator en Cartagena*. Antig. crist. XII,
1995, 533-562.
Begastri
(18) S u existencia era m u y conocida en la literatura ilustrada del humanismo (Véanse los
cronicones y el P. h a m o en el Dictionnaire d'Histoire et de Geographie Ecclesiastique) e incluso se la
intentó localizar y se rebautizó e n la provincia de Alicante e n el lugar que desde la ilustración y por
este motivo se llama BIGASTRO. Pero su correcta localización se debe a D. Aureliano Fernández
Guerra e n el folleto que tituló La Deitania y su cátedra episcopal Begastri, Madrid 1879. De todas
formas y a pesar de que desde esa fecha resultaba indiscutible, como se puede comprobar por los
trabajos epigráficos aparecidos e n el entorno de Cehegín (Véanse E. Hübner, CZL 11; J. Vives,
Znscriptiones Latinae Hispaniue Christianae, Madrid-Barcelona 1969; 1. García Jiménez y J. Llina-
res Beneyto, ~Epigrafíade Begastri», e n Antigüedad y Cristianismo 1, Murcia 1984, pp. 35-40; M.
Mayer, «Epigrafíade Begastri», e n la segunda edición de este mismo libro, donde se incorporan los
nuevos hallazgos epigráñcos), el hecho el no verse nada sobre el Cabezo de Roenas hacía excépticos
a los estudiosos (Véase D. Cayetano de Mergelina, hombre natural de la región y buen conocedor de
su arqueología, quien buscó su localización e n otro lugar). Por lo que el segundo descubrimiento de
Begastri ha sido el comienzo de las excavaciones e n el citado cabezo por obra nuestra a partir de
1980, preparadas por A. Yelo Templado, <<La ciudad episcopal de Begastri», Anales de la Universi-
dad de Murcia. Filosofia y Letras XXXVII, 1-2 (curso 1978-79), edición 1980, 3-12. Hoy ya es algo
incuestionable desde ningún punto de vista.
(19) La bibliografía sobre Begastri e n los últimos años viene siendo publicada sobre todo e n
nuestra publicación ANTIGUEDAD Y CRISTIANISMO y desde 1991 e n la revista que publica el
Excmo. Ayuntamiento de Cehegín con el título de ALQUIPIR: es la siguiente: A. González Blanco y
otros, «La ciudad hispano-visigoda de Begastri (Cabezo de Roenas, Cehegín-Murcia). Dos primeras
campañas de aproximación al yacimiento», XVZZ CAN (Murcia-Cartagena 1982), Zaragoza 1983,
1011-1022; A González Blanco (Ed.), Begastri. Imagen y problemas de su historia, Antigüedad y
Cristianismo 1, Murcia 1984;A. González Blanco, <<La historia del SE peninsular entre los siglos III-
VI11 d.C. (Fuentes literarias, problemas y sugerencias), Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 53-79;
A. González Blanco y G. Guillén Pérez, .Perspectivas de la geografía eclesiástica antigua del SE
peninsular», Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 107-117; A. González Blanco y otros, ~Begastri,
ciudad episcopal, tras la tercera campaña de excavaciones~,Simposio Nacional sobre ciudades
episcopales, Tarazona 1984, Zaragoza 1986, 13-23; A. González Blanco, «La iglesia carthaginense,>,
Historia de Cartagena de Zberia, vol. V , Murcia 1987, 161-191; A. González Blanco, «Memoria-
informe de la campaña de excavaciones, realizada e n noviembre de 1984 e n Begastri, Cehegím,
Excavaciones y prospecciones arqueológicas, Murcia 1987, 304-306 A. González Blanco, «La cristia-
nización de la Carpetania,,, Toledo y la Carpetania en la Edad Antigua (C. Blánquez y J. Alvar (Ed.),
Toledo 1990, 203-228; A. González Blanco, <<Lapoblación del SE e n los siglos oscuros N - X ) » ,
Antigüedad y Cristianismo V , 1988, (edición de 1990) 11-27; M. Sotomayor Muro, «Sarcófagos
paleocristianos e n Murcia y regiones limítrofes,>, Antigüedad y Cristianismo V , 1988 (ed. 19901, 165-
184; A. Martínez Rodríguez, .Capiteles tardíos del sur del Conventus Carthaginiensis, siglos IV-VI1
d.c.», Antigüedad y Cristianismo V , 1988, 185-211; M. Amante Sánchez, «Representaciones icono-
gráficas e n lucernas romanas de la Región de Murcia*, Antigüedad y Cristianismo V , 1988,213-254;
P. Vallalta Martínez, .Dos objetos de bronce de época visigoda e n el yacimiento de Begastri (Cehe-
gín, Murcia). Estudio y restauración», Antigüedad y Cristianismo V, 1988, 303-314; S. Martínez
Sánchez y J. Moya Cuenca, «Aproximación al estudio de la estratigrafía de Begastri., Antigüedad y
nuestras esperanzas al respecto. Pero es difícil hablar del tema que hoy
nos ocupa, ya que hemos danteado la excavación en horizontal. Hemos
pretendido y hemos comenzado a conseguir la recuperación de la faz
tardía de la ciudad, por lo que no hemos profundizado en las cuadrículas,
con una sola excepción, la campaña del año 1982, en la que al menos en
algunos puntos llegamos hasta la roca madre en el yacimiento. Pero
tampoco aquellos logros puntuales nos sirven para aproximarnos a los
orígenes romanos de la ciudad, ya que el conjunto de la estratigrafia del
lugar nos ha obligado a replantear todo cuanto hasta ahora se sabía sobre
las faz externa de la cultura ibérica y por lo mismo necesitamos más
información antes de sacar cualquier tipo de conclusión a este respecto(20).
Pero si de las excavaciones aún no podemos sacar conclusiones sobre
Cristianismo VIII, 1991, 543-50; M. Amante Sánchez y M. A. Pérez Bonet, «V Campaña de excava-
ción en el *Cabezo de Roenam (Cehegín, septiembre-octubre 1986), Memorias de Arqueología 1985-
1986, Murcia 1991,211-214; A. González Blanco, .La cristianización de Begastri*, Alquipir 2, 1992,
39-47; A. González Blanco, eBegastri comienza a aparecer la ciudad visigoda (campañas de excava-
ciones 1991 y 1992)»,Alquipir 3, 1993, 11-27; A. González Blanco, «Begastri 1989. Nuevas aproxi-
maciones a la historia de la ciudad*, Memorias de Arqueología 1989, Murcia 1993, 206-210; A.
González Blanco, A. Morales Muñiz y J. de Miguel Agreda, «El foso con cenizas, huesos y materiales
aparecidos en Begastri en la campaña de 1989»,Memorias de Arqueología 1989, Murcia 1993, 211-
215; en 1993 se leyó en la Universidad de Murcia la tesis de licenciatura de D. J. Moya Cuenca, La
cerámica pintada de Begastri, trabajo que se continuará para realizar una tesis doctoral. Hay en
prensa informes sobre las últimas campañas de excavación, concretamente A. González Blanco y M.
Amante Sánchez, «Begastri 1988.; y A. González Blanco y M. Amante Sánchez, aBegastri 1990. Los
primeros indicios de lo que podría ser la puerta principal de la ciudad», así como los informes de las
campañas de 1991 y 1992; y están realizados otros varios trabajos que tenemos intención de publicar
en el volumen XIII de Antigüedad y Cristianismo correspondiente al año 1996. Un intento de
bibliografía completa sobre Begastri puede verse en la 2" ed. de Begastri. Imagen y problemas de su
historia, Murcia 1994, pp. 9-19.
(20) E n todos los estratos del yacimiento del Cabecico de Roenas aparece la cerámica hasta
nuestras excavaciones conocida comúnmente como «ibérica», hasta tal punto que ya en la primera
noticia científica ofrecida a modo de primicias de nuestros trabajos en el XVZZ CAN confesábamos
nuestra sorpresa y admitíamos la posibilidad y aún probabilidad de que los estratos del yacimiento
se hallasen todos revueltos. A partir de aquella sorpresa hemos ido atendiendo al tema y hemos
podido concluir que los estratos están como estuvieron en el momento en que se formaron y que el
único problema consiste en que nuestras categorías científicas han de ser modificadas: la llamada
cerámica <<ibérica>,,pudo ser designada así por el momento en que comienza a fabricarse, pero luego
se convirtió en cerámica popular y siguió produciéndose a lo largo de todos los siglos que duró la
civilización romana y aún después hasta llegar a empalmar con la cerámica árabe que muy proba-
blemente tiene en aquélla no sólo un precedente cronológico sino también una fuente de inspiración
tecnológica y artística. En el caso de Begastri se h a leído una tesis de licenciatura que ahora se
continúa como tesis doctoral sobre el tema. J. Moya Cuenca, La cerámica pintada de Begastri,
Murcia mayo de 1993. Y no es ésta la única sorpresa que nos ha deparado el yacimiento. De u n modo
general las peculiaridades del SE le hacen una zona digna de ser atendida como provincia artesanal
dentro del conjunto peninsular.
la etapa de la romanización del yacimiento hay un dato que seguramente
nos permite acercarnos al problema: el acueducto(21).
Lo que en su día fue el acueducto que llevaba el agua a Begastri es
hoy la llamada Acequia de la Pollera, todavía en uso. Se trata de un
canal de unos 3 kilómetros de longitud, con un trazado que conserva
sustancialmente el viejo canal romano. De ello tenemos pruebas feha-
cientes: No sólo en la zona del comienzo de la acequia hay sillares y
dovelas de un arco que debió hundirse en fecha no precisada y que son de
tal magnitud y pátina que sólo puede fecharse en época altoimperial;
sino que en el invierno de 1991 el agua de unas fuertes lluvias en el lugar
denominado, arrastró las tierras de la falda del monte y con ellas rodó un
conjunto de sillares cuya existencia allí nadie sospechaba y que evidente-
mente son los restos del canal del acueducto romano.
Está claro que tanto las dovelas como los sillares a lo sumo nos llevan
al comienzo del Principado y probablemente algo más tarde. Sospecha-
mos que la construcción del acueducto podría ser puesta en relación con
la concesión a la ciudad del rango de municipio en época post-flavia. Pero
tales obras solían ser fruto de bienhechores personales que las cons-
truían con ocasión de personales relaciones con el lugar, lo que probaría
que el proceso a través del que Begastri llegó a ser municipio fue el
normal: primero la creación de una aristocracia romanizada, que en su
momento demanda y obtiene la ley municipal y la concesión del privile-
gio.
El cerro en el que se localiza la ciudad no es grande y no es verosímil
que allí se hubiera fundado de nueva planta una ciudad romana. Sin
ninguna duda allí existió primero una ciudad indígena que tuvo que
tener el carácter de estipendiaria. Y fue en la inercia del poblamiento
como también allí se constituyó el municipio romano(22).No necesaria-
(21) Sobre el acueducto de Begastri publicamos una breve noticia, correspondiente al año 1985,
en el volumen Excavaciones y prospecciones arqueológicas, Murcia 1987, 304-306 pero tenemos u n
estudio mucho más pormenorizado que hemos podido llevar a feliz término gracias a la colaboración
de D. José María Alcázar Pastor, aparejador del Ayuntamiento de Cehegín y alma de todos los
trabajos arqueológicos que allí se llevan a cabo.
(22) La municipalidad de Begastri se deduce de la lápida aparecida en 1878 y que sirvió a
D. Aureliano Fernández Guerra para identificar y localizar la antigua ciudad de Begastri, Deitania
y su cátedra episcopal de Begastri, Madrid 1979. En el texto citado aparece la designación de RES
PUBLICA BEGASTRENSIUM, y tal expresión en Hispania siempre se emplea para designar a una
entidad municipal, ya que son lápidas relativamente tardías como hemos indicado en el capítulo IV
de este mismo libro «Los criterios para reconocer una ciudad romana», con los argumentos e
información bibliográfica correspondiente. Véase, además: A. Gonzáiez Blanco, ['Begastri, munici-
pio romano., Alquipir 4, 1994, 79-85.
mente la aristocracia vivía sobre el cabezo. Hay un gran número de villas
en las cercanías, pero debió ser sobre el cabezo donde se estableció el foro
y los edificios públicos. Hay necrópolis romanas de primera época con
sigillatas aretinas a los pies del cabezo en zona que más tarde quedaría
integrada en el perímetro de la ciudad tardorromana, y que en aquellos
primeros tiempos de la presencia romana en la zona, aparte de la necró-
polis, debía estar dedicada a establecimientos industriales. La ciudad,
pues, se asentaba sólo sobre la cima del cabezo, si bien contaría con
aledaños en las zonas periféricas del cerro, como pueden ser la casa de la
Muela o la casa del pastor sobre el camino de El Escobar.
¿Cuál fue la razón por la que aquella pequeña ciudad ibérica se alzó
hasta la municipalidad romana? El hecho, aparte de los factores perso-
nales que pudieron y debieron darse en un momento determinado de la
historia de la ciudad, tiene que ver con la política romana de colonizar
las tierras llanas. Mientras que la zona de La Encarnación había sido un
punto fuerte del indigenismo desde la llegada de Roma, por su localiza-
ción en un punto neurálgico para el control de la región, Begastri ocupa
el punto central de una tierras ubérrimas y llanas que son las que se
cotizan más altas en tiempos de la paz romana y además están cerca las
minas de Gilico, explotadas también en época romana. No podemos decir
si tales tierras en un determinado momento fueron empleadas para
asentar allí a colonos romanos que luego sirvieron de fermento, si fue la
aristocracia indígena la que acumulando riqueza dejó crecer sus aspira-
ciones; si tal riqueza se debió a la agricultura sola o también la mine-
ría(23)jugó un importante papel en el proceso. En muy probable que al ir
perdiendo importancia estratégica la sierra, todo el mercado ganadero se
localizara en Begastri y ello conllevaría un movimiento muy importante
de dinero. O seguramente fueron todos esos factores combinados los que
llevaron a Begastri a un desarrollo brillante.
Pero justo por tales razones, la evolución socio-política de Begastri
pudo ser muy similar a la de Cartagena. En el avance de Roma hacia el
interior, Begastri pudo convertirse en cabeza de puente romano frente a
la fuerza impresionante indígena de los poblados de La Encarnación, con
(23) La explotación de las minas de hierro en época romana está comprobada por la aparición
de monedas romanas en las minas de Gilico, actualmente todavía en explotación por Peñarroya, la
misma compañía que explota los Altos Hornos de Vizcaya. Personalmente hemos podido ver una
moneda que en su día poseía Antonio Rubio, ingeniero técnico de la empresa. Además de la minería
del hierro hemos podido constatar la explotación de las canteras de mármol muy probablemente en
época romana, ya que las gruesas columnas existentes todavía hoy en la cantera de la Sierra de
Quipar no parece que puedan atribuirse a otra época.
los que primero se debió adoptar una política de pactos y luego la que
exigieran las circunstancias. Begastri era defendible, pero no era una
fortaleza natural inexpugnable. La fuerza de los hechos debió motivar su
asentamiento en manos romanas, su relevante funcionalidad en los pla-
nes de los conquistadores y'finalmente su ascenso político.
La imagen de la ciudad recuperada hasta ahora muestra imponentes
murallas que coronan la cumbre del cerro formando la acrópolis y otras
menos fuertes que abrazan una parte de las laderas, sin que podamos
excluir que todo el cerro haya estado también amurallado, ya que los
trabajos tienen todavía mucho camino por delante. Pero tales murallas
son, como muy pronto de fines del siglo 111 d.C. las de la acrópolis, y las
más bajas del siglo VI d.C. No es de excluir que en su día puedan
aparecer edificios públicos, como podrían ser teatro, templos, etc.
Tanto la epigrafía como la cultura material acreditan mayor brillan-
tez para el Bajo Imperio y Antigüedad Tardía que para la república o
Alto Imperio; pero es pronto para sacar conclusiones definitiva^'^^).
Mazarrón y su puerto
138
-"
Imperio), Huelva 1980 (2. ed. Zaragoza 1982), p. 309; A. Muñoz Amilivia, «Un posiblegenius Senatus
de Mazarrón (Murcia)., Homenaje a l Prof. N. Lamboglia. Bordighera (1977-1981). Rivista di Studi
Liguri, pp. 177-183; S. Ramallo y R. Arana. <<Laminería romana en Mazarrón (Murcia). Aspectos
arqueológicos y geológicos~,Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985, 49-67. M. J. Vermaseren,
EPOR 50 CCCA 5,1986, 72, n 195, y lámina LIV. Y hay que añadir la epigrafia del mosaico de la
Loma de Herrerías recogida en la nota siguiente. J. M. Noguera Celdrán, «El conjunto escultórico
consagrado por el .Dispensator Albanusn. Algunas puntualizaciones para su estudio iconográfico y
estilístico~,Verdolay 4, 1993, 75-98. Una revisión completa del problema de la designación de la
ciudad romana ha sido hecha aor M. Amante Sánchez en s u tesis doctoral Asnectos económicos del
Sureste hispano en época romana: Mazarrón y su puerto, en la que propone la posible identificación
de la ciudad con el municipio de Ilucro y del Coto Fortuna con el mons Argentarius: esperamos que
el tema se publique en breve.
(26) S. Ramallo Asensio y R. Arana Castillo, .La minería romana en Mazarrón (Murcia).
Aspectos arqueológicos y geológicos~,Anales de Prehistoria y Arqueología 1, 1985, 49-67.
(27) La tesis doctoral sobre Mazarrón realizada por D. M. Amante Sánchez y leída el 20 de
junio de 1994 da cumplida cuenta de la síntesis que en la actualidad se puede hacer y recoge la
amplia bibliografía existente.
(28) C. Belda Navarro, aEpigrafía romana de la provincia de Murcia. Arcaísmos y versifica-
ción», Murgetana 35, 1971, 5-29; C. Belda Navarro, E l proceso de romanización de la provincia de
Murcia, Murcia 1975, p. 260; J. M. Blázquez Martínez, Mosaicos romanos de Sevilla, Granada,
Cádiz y Murcia, Madrid 1982, p. 67 n. 63; S. Ramallo Asensio, «El horno romano de fundición de la
Loma de Herrerías (Mazarrón, Murcia). Estudio histórico-arqueológico», XVZ Congreso Arqueológico
Nacional, Murcia 1982, Zaragoza 1983, 925-936; Janine Lancha, Mélanges de la Casa de Velázquez
20, 1984, 48-51; S. Ramallo Asensio, Mosaicos romanos de Carthago Nova (Hispania Citerior),
Murcia 1985, pp. 79-82 y lámina XXXVI; S. Ramallo Asensio, «Inscripciones sobre pavimentos de
época republicana e n la Hispania romana», Epigrafia hispánica de época romano-republicana,
Zaragoza 1986, 185-186.
(29) Para una información pormenorizada remitimos a la tesis doctoral de D. M. Amante
Sánchez, a la que ya hemos aludido más arriba.
El Puerto de Mazarrón tiene una inmensa riqueza arqueológica en su
seno que poco a poco se va manifestando y está siendo estudiada. Es
difícil no aceptar la idea de un poblado con categoría urbana y el proble-
ma es que la municipalidad pudo ser temprana si atendemos a la riqueza
y comercio como el que aquí se manifiesta.
En razón de la magnificencia de tales yacimientos hay que postular la
explotación púnica de los mismos y la continuidad bajo el dominio roma-
no, por lo que la unidad con lo que ocurre en Cartagena resulta elemen-
tal.
Archena
Fortuna
Ulea
Conservamos el nombre en las actas del concilio del Elbira, por las
que también conocemos el nombre del presbítero Eutiques que pertene-
cería a los dirigentes de la comunidad cristiana del lugar. Y suele identi-
ficarse con la actual L ~ r c a ' ~ ~ ) .
Las huellas romanas en Lorca tienen un eximio exponente en el famo-
so miliario conocido como La columna de San Vicente Ferrer, que sería
argumento en favor de la existencia de una mansio en el lugar o sus
cercanías. Algunas lápidas sepulcrales, que no parecen de personas rele-
vantes ya que no suelen tener ni siquiera los tria n ~ m i n a ' ~con ~ ) , la
excepción de la de L. RVBELIVS PHILOSTRATVS(38).Probablemente
Lorca no tuvo estatuto privilegiado durante todo el Alto Imperio.
De su romanización temprana nada podemos decir porque la existenciamis-
ma de un yacimiento romano en el castillo de la ciudad actual ha sido hallazgo
muy reciente(39)y aún está por precisar en su contenido y dimensiones.
(36) La identificación siempre supuesta no ha sido jamás demostrada. Los autores humanistas
del Renacimiento han jugado con la etimología solar del nombre simplemente por las apariencias sin
pretender comprobar alternativas razonables. Puede verse la oba del P. Morote, la del canónigo
Lozano, etc. Otros han pretendido identificar Lorca con ILORCI (Bibliografía e n A. Yelo Templado,
dlorci, una ciudad e n la cuenca alta del Segura., Anales Universidad de Murcia. Filosofía y Letras
XXXVI, 1-2, 1977-78, 151-162) e incluso con alguna otra ciudad conocida por las fuentes, pero nada
se prueba con suficiente garantía.
(37) J. Espín Rael, «Descubrimiento de la necrópolis de Eliocroca» N Congr. Arq. del Sudeste
Español, Elche 1948, Elche 1949, p. 402 SS.;M. J. Aragoneses, Guía de los Museos de España, N.
Museo Arqueológico de Murcia, Madrid 1956; J. Espín Rael, <Prácticasfunerarias que se deducen
del examen de las cerámicas encontradas e n la necrópolis romana de Eliocroca*, Crónica del
I Congreso Nacional de Arqueología y V del Sudeste, Valencia 1949, Cartagena 1950, 259-266.
(38) Esta lápida es significativa ya que es paralela a la existente e n Mazarrón, descubierta en
Coto Fortuna e n 1887 (CIL 11, 3530. Cfr. J. Espín Rael, Lápida sepulcral de L. Rubellius, .Boletín de
la Sociedad Española de Excursiones 56, 1952,253-254; J. Espín Rael, «La lápida miliaria augustal
y la lápida sepulcral de L. RVBELLIVS de Lorca*, Murgetana .5, 1953, 9-37; HAE 8-11, p. 20).
Seguramente que el mismo L. RVBELLIVS PHILODAMVS que dedica esta lápida a su padre es el
que dedica la de Coto Fortuna a ALEXANDRA su madre (Cfr.A. M. Canto, «Inscripciones inéditas
andaluzas I», Habis 5, 1974, 224-225; S . Ramallo Asensio y R. Arana .La minería romana e n
Mazarrón (Murcia). Aspectos arqueológicos y geológicos»,Anales de Prehistoria y Arqueología 1,
1985, 55). Si la madre muere en Mazarrón y el padre e n Lorca, es suficiente que Mazarrón sea
municipio romano para que los tria nomina puedan localizarse allí.
(39) La posibilidad de que allí existiera u n poblamiento urbano se planteó con el descubrimien-
to de la necrópolis de La Torecilla (J. Espín Rael, .Descubrimiento de la necrópolis romana de
Eliocroca,,, Congreso Arqueológico del S E Español IV, Elche 1948, pp. 400-404);pero la arqueología
de Lorca ha tomado u n fuerte impulso con la creación del Museo Municipal y el nombramiento del
arqueólogo D. Andrés Martínez Rodríguez como responsable del campo. A él debo la información
sobre los hallazgos cerámicos del castillo y de él esperamos nuevas investigaciones al respecto. Para
la historia de la investigación de la civilización romana e n Lorca véase C. Belda, El proceso de
romanización de la provincia de Murcia, Murcia 1975, 261-262.
A priori y dada la geografía de la zona podemos suponer el interés
económico de todo el valle del Guadalentín y su adecuación para el
asentamiento de veteranos. Su importancia como vía de comunicación
con la Ulterior necesariamente debió obligar a una temprana romaniza-
ción y a un mantenimiento esmerado por parte de Roma dentro del
ámbito de su dominio indiscutido. El problema principal es el determinar
el camino por el que la minería de Cástulo saldría al mar Mediteráneo y
mientras esto no se aclare resulta difícil precisar más la función del
actual campo de Lorca en tiempos de la República y el Alto Imperio, por
ello, hoy por hoy, consideramos a toda la región como una prolongación
de Cartagena o Mazarrón y postulamos una evolución similar, si bien sin
pretender la existencia de un habitat urbano privilegiado.
Con ello queda indicado que todo el campo de Lorca quedaría integra-
do en el mismo horizonte(40).
Águilas = iUrci?
La Encarnación de Caravaca ( = m S O ? )
(46) Hübner la toma de Antonio Muratori, quien la toma de las fichas de P. Cattaneo. La
localización la pone Hübner en la zona costera no lejos del comienzo de la provincia citerior, con lo
que no salimos de dudas.
(47) A. Donati, Epigraphia Hispanica, p. 59; Rusell Cortez, <'Oculto do Imperator no "Conven-
tus Bracaraugustanus"~~, Bracara Augusta 2, 1950-51, p. 376; R. Etienne, Le culte impérial dans la
Peninsule Ibérique, Bourdeaux 1958, p. 392, nota 5 y p. 305; R. Lázaro Pérez, Inscripciones romanas
de Almería, Almería 1983, n. 50.
(48) Tanto el tamaño de la inscripción (360 x 58 x 58 cm.) como su repetición han creado
muchos problemas al estudio de la misma, de suerte que ni Hübner en el CIL ni varios de sus
ulteriores exegetas describieron bien la realidad material de los objetos a estudiar. El último trabajo
amplio sobre la inscripción y sus problemas lo ha publicado J. Le Gall, ~Quelquesremarques a
propos d'une inscription du Museo Arqueológico Nacional (CIL 11, 3423)», Homenaje a M. Almagro
Basch, vol. 111, Madrid 1983 con un resumen en AEpr 1983, n 546. Para la historia de la discusión
y precisiones acerca de la lápida puede leerse A. Beltrán, «Las inscripciones honorarias de Cartage-
n a , RABM 55, 1949, 540-545 y también del mismo autor en II Congreso del Sudeste Español,
Albacete 1946, 318 SS. Para algunos aspectos de la inscripción puede verse P. Piernavieja, <<El
collegium assotan(orum) y otros similares*, AEspArq 50-51, 1977-78, 437-443.
El problema de la pertenencia del personaje a la tribu Quirina podría entrar como criterio si el
personaje fuera ciudadano de alguna ciudad (Cfr. G. Alfoldy, Romisches Stadtewsen auf der Neukas-
tilischen Hochebene, Heidelberg 1986, p. 30); pero es el caso que tal ciudadano tiene su origen en
Roma y que los ciudadanos de Roma no suelen estar inscritos en la tribu Quirina (Cfr. Mommsen en
CIL 11, 3423).
La personalidad de Lucio Emilio Recto merecería un capítulo ella
sola, pero no es éste el lugar. Notemos únicamente la enorme importan-
cia que este individuo tuvo en toda la zona de la actual Caravaca y,
según todos los indicios, en concreto en la zona de La Encarnación, que a
juzgar por esta inscripción no habría más remedio que aceptar que sea la
antigua ciudad de ASSO y que en tiempo de ADRIANO es denominada
RES PVBLICA y por tanto municipio romano, del que el personaje en
cuestión fue PATRONO.
El yacimiento es espectacular y muy difícilmente interpretable; pero
sea de ello lo que fuere aquí lo que nos interesan son los resultados de las
últimas excavaciones en la zona de los templos(49). Ellas, según su exca-
vador, mostrarían un capítulo singular de la romanización ya a princi-
pios del siglo 11 a.c. al ser el primer templo romano allí construido, cuyos
restos han aparecido entre los escombros, un edificio de tipo perfecta-
mente romano, seguramente importado de la ciudad del Tíber.
La continuidad del santuario romano hasta el día de hoy es patente,
ya que sobre el basamento del templo romano se alza la ermita actual-
mente en culto; pero sabemos menos de la vida de la o de las ciudades en
época imperial. ¿Se convirtió el santuario en el único lazo de unión, con
categoría de ciudad, de una serie de poblamientos dispersos que siguie-
ron teniendo vida material indígena y pastoril? ¿Estamos aquí ante la
ciudad de Asso de la que se ha hablado no poco en conexión con este
ya~imiento?'~~). Resulta difícil suponer una vida urbana romana brillante
que no haya dejado restos claramente visibles, cuando tan fuertes son los
restos indígenas; pero por otra parte los restos indicados tienen una
entidad de gran relieve y en este caso, además, desde muy temprana-
mente. Antes hemos indicado el posible descenso urbano de este enclave
a beneficio de Begastri que se habría convertido así en la ciudad destina-
da a perdurar en época visigoda, como tal ciudad. El surgimiento ulterior
de C a r a ~ a c a ( ~mostraría
l) la tendencia a la baja del yacimiento de La
Encarnación y apoyaría un camino de la reflexión en el sentido indicado.
(49) Realizadas bajo la dirección del Dr. S. Ramallo Asensio han sido publicadas en .Un
santuario de época tardo-republicanaen La Encarnación, Caravaca, Murcia*, Cuadernos de Arqui-
tectura Romana 1, Templos Romanos de Hispania, Murcia 1992, 39-65.
(50) A. Fernández Guerra, Las ciudades bastetanas de Asso y Argos, Madrid 1887; E. Cuadra-
do Dfaz, «Introducciónal estudio arqueológico del Estrecho de la Encarnación*,Boletín Arqueológico
del Sudeste español, 11, julio-sept. 1945, 124-134 con X1 fig. Cartagena.
(51) Los recentísirnos hallazgos de cerámicas romanas en el Santuario de la Vera Cruz en
Caravaca, demuestran que el lugar tuvo ocupación romana. Su ascenso ulterior hasta convertirse en
una de las más importantes ciudades de la región se debe a su situación estratégica en la red viaria
de la zona.
Totana
Cerro de la Almagra
(57) Al principio se pensó que la C invertida fuera indicativo de la centuria (A. Schulten, Los
Cúntabros y Astures y su guerra con Roma, Madrid 1943, pp. 63 SS.; M. Carmen González Rodríguez,
Las unidades organizativas indígenas del úrea indoeuropea de Hispania, Vitoria 1986; P. Le Roux-
A Tranoy, e'C', le mot et la chose. Contribution au débat historiographique»,AEspArq 56,1983,109-
121. Una nueva interpretación da M . L. Albertos Firmat, *Organizaciones suprafamiliares en la
Hispania Antiguar, BSAA (Valladolid)40-41,1975,5-66 y 47, 1981,208-214; G. Pereira y J . Santos,
*Sobre la romanización del noroeste de la Península Ibérica. Las inscripciones con mención del origo
personal», Actas do Seminario de Arqueología do Noroeste Peninsular, vol. 111, Guimaraes 1980,
117-130. Sobre el momento e n que tal forma de designar el origen deja de emplearse: G. Pereira,
«Los castella y las comunidades de Gallaecia», Zephyrus 34-35, 1982, 249-267; M. L. Albertos
Firmat, &obre los Castella del NO peninsulan,, Actas del I Congreso Nacional de Historia Antigua.
Santiago 1986, Santiago 1988, vol. 11, 191-195.
Cieza
Villavieja-Calasparra
Jumilla
(58) Uno de los yacimientos árabes de mayor interés en Murcia y quizá e n toda España y en
todo el mundo árabe occidental. Desde hace algunos años viene siendo excavada por J. Navarro
Palazón quien h a publicado &iyasa: una madina de la Cora de Tudmir~,Áreas 5, 1983, 169-189; .El
despoblado islámico de Siyasa (Cieza), Revista de Arqueología 53, 1985, 30-43; <Arquitectura y
Artesanía en la Cora de Tudmin, Historia de Cartagena V, 1986,411-485; «La conquista castellana
y sus consecuencias: la despoblación de Siyasa*, Castrum 3, 1988, 207-214; <<Lacasa andalusí e n
Siyasa: Ensayo para una clasificación tipológica. en L a casa hispano-musulmana. Aportaciones de
la Arqueología. La maison hispano-musulmane. Apports de Z'Archeologie. Granada 1990, 117-198.
(59) No hay nada publicado. El Dr. Yelo Templado que h a recorrido el yacimiento innumera-
bles veces certifica haber hallado piezas de cerámica romana tardía, y lo mismo aseguran miembros
del equipo excavador, pero nada de ello h a sido dado a luz por escrito.
(60) CIL 11, 357" que Hübner estima falsa.
(61) Indalecio Pozo h a realizado allí varias campañas de excavaciones y h a publicado .Datos
sobre el yacimiento musulmán de .Villa Vieja* (Calasparra)», Ciclo de conferencias VII centenario.
Calasparra, Murcia 1990,V conferencia, 32 pp.; Id. .El despoblado islámico de Villa Vieja, Calaspa-
r r a (Murcia). Memoria preliminar», Miscelánea Medieval Murciana.
(62) M. C. Molina Grande y J. Molina García, Carta Arqueológica de Jumilla, Murcia 1973,
M. C. Molina Grande y J. Molina Molina, Carta Arqueológica de Jumilla. Addenda 1973-1990.Murcia
1991.
SECTORES ARRASADOS POR
LA PALA MECÁNICA
AT. ATARJEA
PO. POYO DE COCINA
LET. LETRINA
PIL. PILETA
P. POZO
H. HOGAR
LAMINAXIII. Villa Vieja de Calasparra. Sector Central. Según I. Pozo Martínez (1989).
153
SECTORES ARRASADOS POR LA
PALA MECÁNICA
ELEMENTOS DE DEFENSA
AT. ATARJEA
PO. POYO DE COCINA
LET. LETRINA
PE. PESEBRE
P./F POZO / FOSA SÉPTICA
H. HOGAR
A. ALACENA
PA. POYO DE ASIENTO
XIV. Villa Vieja de Calasparra. Sector meridional. Según I. Pozo Martínez (1989).
LAMINA
Siete inscripciones latinas, una sepulcral (ILER 3413) y seis indefini-
das (CIL 11, 3545. 3546 3547. 3548. 5944. 5945) y una cristiana aún sin
descifraP3)no dan para mucho en este sentido.
Yecla
Librilla
157
Murcia
Conclusiones
e n Hispania durante la segunda mitad del siglo 111 d. de C.», Cuadernos de Trabajos de la Escuela
Española de Historia y Arqueología en Roma 9, 1957, 97 S S . y Anales de Historia Antigua y
Medieval 1957-58,49 SS.; A. Balil, «Hispania e n los años 260-300 de JC.», Emerita 27, 1959,269 SS.;
J . M. Blázquez, Estructura económica y social de Hispania durante la Anarquía Militar y el Bajo
Imperio, Madrid 1964; A. Montenegro, «Evolución política de Hispania e n el Bajo Imperio*, Historia
de España Antigua vol. 11, Madrid 1978, pp. 491 S S . Y para el SE hispano: A. Ramos *Las invasiones
germánicas e n La Alcudia (Elche)»,Actas del Z Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1956,
275 SS.; R. Ramos '<Lasinvasiones germánicas e n la provincia de Alicante, IDEA, Alicante 1960;
R. Ramos, «Las invasiones de francos en España»,Anales de la Universidad de Murcia 23, 1964-65,
245-288; J. Arce, «La crisis del siglo 111 d. C . e n Hispania y las invasiones bárbaras*, Hispania
Antiqua 8, 1978, 257-269 (=España entre el mundo antiguo y el mundo medieval, Madrid 1987, 53-
67); L. Sagredo San Eustaquio, <<Lasinvasiones del siglo 111 d. C. e n Hispania a la luz de los
tesorillos monetarios~~, Hispania Antiqua 11-12, 1983-85, 89-104; A. Padilla Monge, La provincia
romana de la Bética, Ecija 1989, pp. 25 S S .
(10) R. Ganghoffer,op. cit. p. 41. Recientemente se ha revisado todo el problema de los curiales
(C. Lepelley, ~ Q u o curiales,
t tot tyranni. L'image du decurion oppresseur au Bas-Empire~,e n Ed.
Frezouls (ed.),Crise et redressement dans les provinces européenes de l'empire, milieu d u IIIe - milieu
d u N e siecle apres J.-C.). Actes du colloque de Strasbourg (decembre 1981),Strasbourg 1983, 143 SS.)
pero el hecho del cambio sustancial ocurrido e n la vida de la curia a partir de las reformas
administrativas del Bajo Imperio no desaparece aunque cambie notablemente su interpretación.
(11) R. Latouche, Les origines de l'économie occidental, pp. 12-13; F. Lot, Recherches sur le
population et la surface des cités ... (Bibli. de 1' Ecole des Hautes-Etudes, fasc. 287 et 296. tomo 287:
Vienne (pp. 1-27), Valence (pp. 104-105), Castellane (p. 247), Toulouse (p. 317), Nimes (p. 354).
Tomo 296: Bourges (p. 50), Clermont (p. 87); Ch. Pietri, Tours...
fronteras quedan desguarnecidas, los francos y alamanes pasan el Rhin
y penetran en la Galia(12).
Así el mundo romano consiguió levantarse de la anarquía del último
tercio del siglo 111; pero ya no será el mismo. Las fuerzas de cohesión del
Imperio se habían debilitado considerablemente. La vida se retiraba del
mundo romano en el preciso momento en que la presión en Asia con los
Hunos, Alanos y Avaros se hacía cada vez más violenta. Así la imagen de
la ciudad amurallada era a la vez símbolo de una transformación total de
la vida y cultura romanas
E) De un modo general se suelen distinguir tres períodos en la evolu-
ción del urbanismo tardoantiguo:
1. Los siglos 111-IV, durante los cuales el Imperio Romano mantiene
floreciente su urbanismo en la parte oriental, mientras que el
occidente sufre una fuerte crisis y una decadencia generalizada.
2. En una segunda fase (siglos V-VII), la decadencia urbana en el
occidente bárbaro se acentúa; el volumen de oro en circulación se
debilita cada vez más en los reinos germánicos y entre el fin del
siglo V y comienzos del siglo VI1 el aspecto rural, señorial, se
impone en todas las regiones del occidente; en Africa es el fondo
estepario, semidesértico el que reaparece y va invadiéndolo todo.
En la cuenca oriental del Mediterráneo, el florecimiento urbano se
ralentiza en la segunda mitad del siglo VI y se detiene a comienzos
del siglo VII.
3. Finalmente, en una tercera fase (siglos VIII-M) se constata un
prodigioso despertar urbano en el interior del mundo musulmán;
la creación de grandes centros de reclamo al consumo, que permi-
ten al comercio y al movimiento urbano propagarse y desarrollarse
en el occidente bárbaro(13).
(12) R. Gangshoffer, op. cit. pp. 41-42; A. Grenier, La Gaule Romaine, p. 620; C . Jullien,
Histoire de la Gaule, vol. VII, p. 208.
(13) R. Ganghoffer, op. cit. p. 31.
negativos como son la carencia de testimonios de evergetismo, nos llevan
a pensar que la evolución debió ser semejante a la del resto del Imperio:
padecieron la imposición del Estado y fueron declinando en su actividad
y en su integración en el espíritu patriótico tanto romano, como urbano.
Para los siglos V y VI hay más testimonios y con ellos don C1. Sánchez
Albornoz trazó la historia de la decadencia del municipio romano en
Hispania(14).Parece que durante estos siglos, al menos en algunas ciuda-
des, los curiales subsistieron como clase y mantuvieron sus antiguas
funciones -redacción de las gestas municipales y exención de los im-
puestos directos, sobre todo(l5)-, si bien de modo general, la tendencia es
que tales funciones, al menos las tributarias, fueran pasando a manos de
funcionarios estatales(l6).
De un modo general la sociedad se fue agrupando en dos clases: la de
los honestiores y la de los humiliores. Entre aquéllos se contaban los
propietarios, creándose, empero, una gran división entre los simples
propietarios y los miembros de la nobleza o del clero cuya importancia
supera con mucho a los otros.
La nobleza laica antigua y la invasora tendieron a simbiotizarse. El
clero, cuya importancia, sobre todo la de los obispos urbanos en la solu-
ción de las crisis producidas por las invasiones, fue decisiva. Ante el
vacío de poder que sobrevino, fueron los hombres capaces y con represen-
tatividad los que llenaron el hueco y actuaron en nombre de la sociedad
y del bien común. Curiosamente sabemos mucho más de aquellas zonas
en las que hubo más problemas y más conflictos, como son las del NO
peninsular(17),pero esto debe ser coyuntural y debido a que por su misma
situación insostenible, tal régimen de excepción llevó a algunos autores a
ponerlas por escrito y dió origen a documentos de diversa índole que
luego se nos han transmitido. Hay que pensar que la situación fue
(18) K. Schaferdick, Die Kirche i n den Reichen der Westgoten und Suewen bis zur Errichtung
der westgotischen katholischen Staatskirche, Berlin 1967, 112 s.; L. A. García Moreno, <Andalucía
durante la Antigüedad Tardía (SS V-VII. Aspectos socioeconómicos)», e n Actas del 1 Congreso de
Historia de Andalucía, vol. 1, Córdoba 1978, 303 S S .
(19) D. Claude, Adel, Kirche und Konigtum i m Westgotenreich, Sigmaringen 1971, p. 77 SS.; H.
H. Anton, <<Dei-Konig und die Reichkonzilien i m westgotischen Spanienx, Historisches Jahrbuch 92,
1972, 259 SS.; K. Schaferdiek, Die Kirche ..., p. 205; E. A. Thompson, Los godos en España, Madrid
1971, p. 120; R. de Abada1 y de Vinyals, *Els Concils de Toledo,,, en Del Visigots als Catalans. vol. 1:
La Hispania visigótica i la Catalunya carolingia, Barcelona 1969, 1, 70.
(20) El tema de las fortificaciones está poco y mal estudiado. Algunos trabajos al respecto
pueden ser recordados: A. Balil, <<La defensa de Hispania e n el Bajo Imperio*, Zephyrus 11, 1960,
179-197; Idem, «La defensa de Hispania en el Bajo Imperio. Amenaza exterior e inquietud internan,
Legio VII Gemina, León 1970, 610; J. M. Blázquez, Estructura económica y social de Hispania
durante la Anarquía militar y el Bajo Imperio, Madrid 1964, 169 S S . La arqueología ha estudiado
aún pocos casos concretos con cierta amplitud como P.e. A. Balil, Las murallas romanas de Barcelo-
na, Madrid 1961.
necesidad de agrupar dentro del recinto urbano a la mayor cantidad
posible de personas(21).
Hay todo un cambio de mentalidad como puede comprobarse en el
surgimiento de cementerios dentro del casco urbano(22).
Los antiguos foros ahora dejan paso a plazas públicas que en ocasio-
nes coinciden con los antiguos espacios abiertos y a veces no. No hay
regla fija(23).
De un modo general los antiguos edificios nobles fueron reempleados
unas veces para residencias políticas o cuarteles, pero otras para templos
cristianos(24).
Los baños o termas siguieron a veces en uso, pero acusaron tanto el
cambio de función como mentalidad y posiblemente en muchas ocasiones
fueron ya sólo lugar de limpieza e higiene a diferencia de su papel social
en el Alto Imperio(25).
Algo parecido hay que decir de los acueductos que
también se mantuvieron en función de su importancia y necesidad, aun-
(21) Hay algunas ciudades cuyas calles parecen denunciar el antiguo trazado ortogonal como
puede ser el caso de Zaragoza; pero aún en tales casos la anchura de las calles ha debido variar
mucho ya que no se han conservado por razones urbanísticas sino por inercia y se ha robado el
espacio abierto todo lo que han permitido las fuerzas en juego. Ya desde tiempos del emperador
Honorio por lo menos, hay leyes que prohiben el uso y abuso de los espacios abiertos de las ciudades.
El proceso continuó imparable y se acrecentó en los siglos en los que la autoridad no fue muy fuerte
y no se preocupó de temas urbanísticos.
(22) P. A. Fevrier «Permanente e t héritages de l ' h t i q u i t é dans la topographie des villes de
l'occident durant le Haut Moyen Agen Settimane di St. su11 Alto Medioevo XXI, 1, Spoletto, 1974,41-
138. El trabajo no se ocupa apenas de España y los datos para nuestro país están recogidos por las
memorias arqueológicas: A. Balil .Los sarcófagos paleocristianos de Barcelona. Estudio histórico-
topográfico sobre las necrópolis de la Barcino cristiana» Studi in onore di Aristide Calderini e
Roberto Paribeni 111, Milano, 1956, 673 SS.; M. Almagro Basch L a necrópolis hispano-uisigoda de
Segóbriga, Saelices (Cuenca), en Excavaciones Arqueológicas en España vol. 84, Madrid 1975; P.
Palol, Tarraco hispano-uisigoda, Tarragona 1953, 93 SS.; J. Fernández-A. Sancho-F. Collantes,
Catálogo arqueológico, artístico y monumental de la Provincia de Sevilla, 11, Sevilla 1943, 108;
A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Itálica, Madrid 1960, 48; M. Bendala Galán, «Las
necrópolis de Mérida. Augusta Emerita. Actas del Bimilenario de Mérida, Madrid, 1976, 141 SS.;P.
Palol, «Demografía y arqueología hispánicas de los siglos IV al VIII. Ensayo de cartografía*, BSAA
32, 1966, 24.
(23) Al dejar de tener sentido el antiguo foro, el hecho de su pervivencia o de su desaparición es
algo que depende de factores que no son definibles más que en cada caso concreto. Y no conocemos
estudios al respecto y quizá ni son fáciles de hacer precisamente porque quizá tampoco existe teoría
urbanística y las fuerzas en juego son siempre contingentes y de poco interés histórico salvo en el
caso en que el foro se haya convertido e n mercado o haya mantenido tal función, en cuyo caso h a
quedado en uso de tal razón.
(24) Así en el caso de la curia de Tarragona que desempeñó el papel de basílica cristiana en
época visigoda (Cfr. P. Palol, Tarraco hispano-uisigoda, Tarragona 1953, 99 SS.).
(25) Así P.e. en León, Cfr. A. García y Bellido, «Estudios sobre la Legio VI1 Gemina y su
campamento en León», Legio VII Gemina, León 1970,577.
que en proporción seguramente muy reducida(26). Y de modo similar a las
cloacas(27).
Los espectáculos debieron seguir celebrándose, si bien en medida
restringida y en cualquier caso apenas sabemos casi nada del tema(28).
Probablemente se intensificó la presencia de los Xenodochia o lugares
de asilo y hospitalidad para necesitado^'^^). Y ciertamente lo que marcó
definitivamente el aspecto de las ciudades en la Antigüedad tardía fue-
ron las nuevas iglesias construidas en toda la gama de sus variedades. A
partir del siglo VI las ciudades se poblaron también de monasterios(30).
Finalmente un capítulo aparte es el de la relación entre ciudades y la
dependencia de unas para con otras, que va en función de las nuevas
situaciones administrativas civiles y eclesiásticas y de lo que hablaremos
centrándonos en el SE.
(26) C. Fernández Casado, Acueductos romanos en España, Madrid 1972, 18,47, 113, 125 SS.,
156 S S . y 199.
(27) J. L. Cinca, .Las cloacas de Calahorra* XVII CAN, Logroño 1983, Zaragoza 1985.
(28) G. Ville, «Les jeux gladiateurs dans 1' empire chrétien*, MAH 62, 1960, 273-335.
(29) Dom Leclercq, «Hopitaux»,Dictionaire d'archeologie chrétien et de liturgie VI, 2, 2748-70;
W. Schonfeld ~ D i eXenodochien i m Italien und Frankreich i m frühen Mittelalter», ZRG, Kan Abt.
43, 1922, 133-146.
(30) M. C. Díaz y Díaz «De Patrística Española. RET, 17, 1957, 27-30; Id. Anecdota Wisigothi-
ca, Salamanca 1958,76 SS.; Id, *La vie monastique d'apres les ecrivains wisigothiques*, Théologie de
la vie monastique, Par& 1961, 373-376. Pueden consultarse igualmente los trabajos de P. de la C.
Díaz Matínez, como Formas económicas y sociales en el monacato visigodo, Salamanca 1987.
todo de recogida de impuestos hispanos provinciales para su administra-
ción dentro de la provincia y envío a Roma del excedente.
Esto tuvo que modificar substancialmente el urbanismo de la ciudad.
La presencia del gobernador provincial y de, al menos, algún destaca-
mento pretorio, unido a la política diocleciana de asegurar la defensa del
Imperio de todas formas posibles, dejando siempre el mar en manos
romanas(31)nos hace pensar que las murallas recién descubiertas en
Cartagena y que en principio y en función de la inscripción de Comencio-
lo fueron consideradas como b i ~ a n t i n a d ~deben
~ ) , ser de época anterior(33).
Así la Nueva Carthago, relevante en el ámbito político, a su aspecto de
gran ciudad une ahora su dimensión de fortaleza quizá empleando anti-
guas estructuras que pueden haberse convertido en una acrópolis inte-
rior sede del gobierno y de los soldados y residencia de los hombres del
gobernador.
Esto, naturalmente debió traer consigo un nuevo esplendor de la vida
urbana, de los juegos del anfiteatro y de las representaciones teatrales
seguramente a la moda del momento con mimos y farsas grotescas(34).
Nada podemos decir de eventual uso de circo porque hasta el momento
no se ha descubierto en la ciudad.
La conversión del Imperio al Cristianismo tuvo que repercutir en la
vida de la capital. El problema del culto imperial y de los cultos oficiales
ocupaba un puesto importante en el ritual protocolario de la vida cívica
del alto imperio y los nuevos aires religiosos tuvieron que plantear un
sinnúmero de cuestiones a los responsables de los ritos religiosos y polí-
ticos y sin duda a lo largo de todo el siglo IV la vida de tertulia en la
ciudad tuvo que ser viva y azarosa, con comentarios sabrosos de toda
índole y a gusto de los que los proferían.
(31) El asegurar el orden tras de la anarquía militar del siglo 111 tuvo que ser un criterio
preferente del emperador. En Hispania es visible el interés de poner todas las capitales cerca de la
costa y controlables desde el mar, que como es bien sabido nunca fue hasta entonces ámbito propicio
a los invasores.
(32) M. Martínez Andreu, *La muralla bizantina de Carthago Nova., Antigüedad y Cristianis-
mo 11, 1985, 129-151.
(33) Al margen de las consideraciones apuntadas y en espera de los resultados de las nuevas
excavaciones realizadas en la misma línea de muralla, recordemos que el tipo de torres redondas
que han aparecido son similares a las de Lugo y a las mismas de la Roma de Aureliano, pero incluso
el paramento apuntaría más hacia el Alto Imperio y no sin razones muy recientemente se ha
pensado que pudieran ser muros de cerramiento del edificio del teatro construido seguramente al
final de la república romana.
(34) A. H. M. Jones. The later Roman Empire, Oxford 1964, 11, 102 SS.; L. Brehier, La ciuili-
sation byzantine, Paris (2"ed.) 1970, 97 ss.
Con las invasiones de comienzos del siglo V, la situación de plaza
fuerte de la ciudad se acentúa, pero su confianza en el mar fue su
primera perdición ya que en el 428 los vándalos, preparando su paso al
África idearon destruir los eventuales agresores a su proyecto y tras dar
un golpe de mano en la base militar de las Baleares, hicieron lo mismo
en Cartagena(35), que así padeció su primer gran desastre desde los días
de los Escipiones, más de seis siglos antes. de todas formas en nuestra
reconstrucción de los hechos lo más seguro es que el golpe de mano de los
vándalos sólo afectara a los navíos y a las instalaciones del puerto mili-
tar, de hecho apenas treinta años depués el emperador Mayoriano trata
de organizar una expedición contra los vándalos en k c a y la base que
elige para punto de partida es Cartagena, lo que indica que debía ser una
buena base logística y que debía contar con medios y hombres para tal
empeño.
De todas formas la pérdida de potencia militar y política del Imperio
parece haber afectado también a la vida provincial y las ciudades del
entorno poseen un relieve importante. Muy en particular Elche y su
puerto desempeñan un relevante papel en la expedición de Mayoriano,
ya que allí se reúnen las naves con las que se prepara la expedición (que
allí serán .robadas» por los vándalos)(36) y será el obispo de Elche, Juan
quien no muchos años más tarde desempeñe el papel de vicario papa1
para estas regiones(37).
Del mismo modo la vida en Mazarrón parece haber sido muy brillante
en estos siglos(38).
Pero Cartagena sigue siendo punto clave en la vida de la Región y es
allí donde desembarca el patricio Liberio con las tropas bizantinas y
donde establece el punto clave para toda la administración bizantina de
la nueva provincia de H i ~ p a n i a ' ~Con
~ ) . ellos adquiere nuevo relieve y de
(35) A. González Blanco, *La historia del SE entre los siglos 111-VI11 d.C. (Fuentes literarias,
problemas y sugerencias)»,Antigüedad y Cristianismo 11, 1085, 53-79, especialmente 58-59.
(36) Ibidem p. 61-62.
(37) K. Schaferdieck, Die Kirche in den Reichen der Westgoten und Suewen bis zur Errichtung
der westgotischen katholischen Staatskirche, Berlin 1967; A. González Blanco «La iglesia cartagi-
nense*, Historia de Cartagena, vol. V , Murcia 1987, pp. 163-191.
(38) Según las excavaciones que vienen realizándose allí y de las que hay noticias en Antigüe-
dad y Cristianismo 11y V ,y quéihan sido sistematizadas por D. Manuel Amante Sánchez en su tesis
doctoral sobre Mazarrón leída en Murcia el 21 de junio de 1994.
(39) P. Goubert, «Byzance et I'Espagne wisigothique (554-711)»,Etudes Byzantines 2, 1944, 5-
78; Id. &'Administration de 1' Espagne Byzantine: 1. Les Gouverneurs de 1' Espagne byzantine>>,
Etudes Byzantines 3, 1945, 127-142; Id., «Asministration de YEspagne Byzantine (suite): 11, Les
Provinces*, Etudes Byzantines 4, 1946, 71-133.
nuevo se siente la necesidad de urbanizarla para su nueva función o para
la misma que tenía, pero ahora renovada. Y así Comenciolo renueva sus
defensas. Los bizantinos tenían ya su fortaleza militar, su acrópolis que
era la misma que la del Bajo Imperio, pero la nueva muralla es la vieja
muralla de la ciudad que es la misma que venía desde época púnica y que
ahora se ha descubierto en La Soledad. Aquí es donde deben haberse
realizado las nuevas obras ya que no muy lejos es donde apareció la
lápida del gobernador bizantino, exactamente en el convento de San
Dieg~(~O).Esto estaría muy en consonancia con lo que sabemos de la época
y de los trastornos que la región padece en estos años(41).
La brillante vida política de la ciudad entre el 297 y el 623 va acompa-
ñada de una vida también rutilante de alta política religiosa. En efecto,
ya desde los primeros momentos de la implantación del Cristianismo
Cartagena se convierte en sede episcopal, que si bien no está atestiguada
en el concilio de Iliberri~'~~),
todos los indicios apuntan a que su obispo
fue considerado como metropolitano mientras la capital lo fue de la
provincia.
Así Héctor que firma en primer lugar en el concilio de Tarragona del
año 516(43).
Así Celsino que firma en primer lugar en el concilio de Valencia del
año, a pesar de que no era obispo de Valencia(44).
Así posiblemente Hilario que firma en primer lugar en el 1 Concilio de
Toledo del año 400(45).
Así, finalmente ya en tiempos del dominio bizantino, Liciniano que
muere en Constantinopla, donde probablemente había ido en misión
diplomática relacionada con problemas de estas tierras(46).
No han aparecido aún restos de arquitectura paleocristiana de esta
etapa de la vida de la ciudad, aunque ciertamente hubo vida y debe
(40) J. M. Rubio Paredes, Fulgencio Cerezuela. Antigüedades de Cartagena, Murcia 1978, p. 57.
(41) J . Fontaine y P. Cazier, «Qui a chasse de Carthaginoise Severianus et les siens? Observa-
tions sur 1' histoire familiale d' Isidore de Seville», Estudios en Homenaje a Don Claudio Sánchez
Albornoz en sus 90 años, vol. 1, Buenos Aires 1983, 349-400.
(42) En él sólo aparece u n presbítero de Eliocroca.
(43) Para el interés que tiene el que su firma esté e n el primer lugar véase P. B. Gams, Die
Kirchengeschichte von Spanien, 11, 1 Regensburg 1864, p. 452.
(44) La identificación de Celsino como obispo de Cartagena se hace a partir del razonamiento
que supone que firma e n primer lugar el metropolitano. Véase A. González Blanco, «La Iglesia
Cartaginense»,Historia de Cartagena de Iberia, vol. V , Murcia 1987, nota 41, e n la p. 189.
(45) Véase A. González Blanco, .La Iglesia Cartaginense., Historia de Cartagena de Iberia,
vol. V , Murcia 1987 pp. 166-167; Véase también C. J. Bishko, Traditio 7 1949-51, 499 S S .
(46) J. Madoz, Liciniano de Cartagena y sus cartas, Madrid 1948, Introducción, p. 24.
haber restos. Es una pérdida de tiempo jugar a adivinanzas en este
terreno, pero es de desear que pronto las excavaciones arqueológicas nos
pongan en la pista de algún hilo que nos permita desenredar el ovillo, ya
que no sólo hubo iglesia catedral sino, como hemos indicado más arriba
debió haber varias iglesias y sin duda algunos monasterios urbanos y
extramuros. Hasta qué punto la toponimia pueda darnos algunas pistas
es una posibilidad a ponderar y seguramente agudizará la sensibilidad
de los investigadores, pero hasta hoy es poco lo que se puede sugerir
como eventuales puntos de referencia(47).
Más dificil es jugar a describir la evolución de la mentalidad urbana
en el transcurso de estos siglos. Carthago Nova tuvo que ser una de las
pocas ciudades de Hispania en las que espectáculos y vida política se
mantuvieron más tiempo y con mayor brillantez, pero nos faltan testimo-
nios. Las cartas de Liciniano acusan una situación lamentable de la
cultura en la zona(48)y los acontecimientos de Menorca, zona que de
alguna manera puede considerarse cercana, en relación con las reliquias
de San Esteban y la conversión de los judíos pueden hacernos sospechar
que la evolución de la mentalidad fue rápida hacia un ruralismo y hacia
una sensibilidad de religiosidad cósmica que no va muy acorde con una
vida urbana brillante; pero seguramente permanecieron vivos diversos
estratos de población con diversas mentalidades y actuaciones.
Con la expulsión de los bizantinos la destrucción de Cartagena es
fuerte. Posiblemente fue obra del odio visigodo a lo extranjero, de la
autoafirmación de lo bárbaro frente al Imperio, del recelo de los germa-
nos frente al mar. Durante los siglos visigóticos Cartagena no vuelve a
jugar papel alguno consciente en la política peninsular. En tiempos de
Wamba parece que por un breve tiempo vuelve a recuperar su obispa-
do(49),
lo que demuestra que el núcleo de población seguía vivo. En el siglo
M conocemos referencias a un obispo de Cartagena, pero ya estamos en
plena Edad Media(50).
(47) M. C. Berrocal Caparrós, «El culto a los santos en el SE hispano en época visigoda.
Aproximación a un problema metodológico»,Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 365-368.
(48) J. Madoz, Liciniano de cartagena y sus cartas, Madrid, 1948, p. 90, Cfr. A. Sánchez Ferra,
Aspectos de la cultura del siglo VI en el SE peninsular, según la obra de Liciniano*,Antigüedad y
Cristianismo 11, 1985, 124 s., con nota 9.
(49) A. González Blanco, <<Eldecreto de Gundemaro y la historia del siglo VIL Antigüedad y
Cristianismo 111, 1986, 159-169.
(50) A. Yelo Templado, a'Ager Carthaginensis' SS. 1 - VI1 d.d.C. La Historia subyacentes.
Homenaje al Prof. J. Torres Fontes, Murcia 1987, p. 1791.
3.2. Begastri
3.3. Mazarrón
D. L..]
A (crismón) (omega al revés)"
SYAGRYS [...1
JRI (en griego) VIXI [TI AMN [OS]
PLUS MIN [...]
(62) De hecho la mesa de altar del obispo Acrusmino apareció fuera de la acrópolis, según las
noticias primeras que nos han llegado sobre el tema, Cfr. A. González Blanco, P. Lillo Carpio,
S. Ramallo Asensio. A. Yelo Templado, «La ciudad hispanovisigoda de Begastri ...SXVI CAN, Mur-
cia-Cartagena 1981, Zaragoza 1983, pp. 1.011-1.022.
(63) El plano puede verse e n A. González Blanco y M . Amante Sánchez. «Los caminos e n la
Antigüedad tardía*, Los caminos de la Región de Murcia, Murcia 1980, pp. 135. Sobre el tema hay
diversas publicaciones que han sido recogidas de manera exhaustiva e n la tesis doctoral de M .
Amante Sánchez, Aspectos económicos del SE hispano en época romana: Mazarrón y su puerto, leída
e n Murcia el 20 de junio de 1994 y que espera su publicación.
(64) E. Hübner, Inscripciones latinas de la Hispania Romana, no 420; Véase: J . Vives, ICERV,
no401; P. Palo1 Salellas, AEA 25, 1952, p. 305, nol l m fig. 3 , l l ; A. González Blanco «La historia del
SE entre los siglos 111-VI11 (fuentes...)»Ant.Crist. 11, 1985, p. 55.
ScEPUL>TVS IN PACE
X KAL. MARTIAS
L..]
3.4. La Encarnación
3.6. Yecla
3.7. Jumilla
Dígase lo mismo que del caso de Yecla. También aquí el Cerro del
Castillo aglutina el p~blamiento'~~).
(70) Respecto a la ubicación antigua de Lorca no hay datos de ningún tipo por lo que supone-
mos que estuvo en el mismo lugar que ocupa en la actualidad. Sabemos que en las alturas de su
castillo se han recogido cerámicas tardorromanas; pero nada hay publicado que conozcamos. Cfr.
A. Muñoz Amilibia «Larca en la Antigüedad* Ciclo de temas lorquinos, Lorca 1980, pp. 43-58;
S. Ramallo Asensio, «Problemas históricos y arqueológicos de la romanización en Lorca,, en Lorca.
Pasado y presente. Aportaciones a la historia de la región de Murcia. 1:La formación de una comarca
histórica: Tierras, pueblos y culturas, Murcia 1990, 153-161.
(71) L. Ruiz Molina, <<Elpoblamiento romano en la comarca de Yecla*, Ant.Crist. V, Murcia
1988, 565-598.
(72) La historia de Jumilla en los siglos antiguos está aún poco conocida. Mejor sus villas y la
necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho que el poblamiento urbano que, sin duda, debió existir.
Cfr. A. Iniesta Sanmartín y J. M. García Cano y V. Page del Pozo La tumba 87 de la necrópolis de
Coimbra del Barranco Ancho ..., Murcia 1987. Por lo demás en la actualidad los estudios sobre la
arqueología de Jumilla, a partir de la Carta Arqueológica compuesta a impulso del gran investiga-
dor que fue D. Jerónimo Molina, están avanzando a gran ritmo, como puede verse en los Homenajes
al mismo D. Jerónimo Molina y en los trabajos en curso del Sr. Hernández Carrión, B. Tomás
Muñoz, Noguera Celdrán, etc. que aquí no nos detenemos a pormenorizar porque no tienen relación
directa con el problema que aquí nos ocupa.
na. Ni este aspecto está suficientemente investigado ni podemos estudiar
la evolución del yacimiento. Aquí sabemos de la continuidad, pero nada o
muy poco del punto de partida(73).
3.10. Totana
(73) Debemos las noticias sobre los restos tardorromanos al Dr. D. A. Yelo Templado y a
D. J. Salmerón. Sobre la excavación Cfr. J. Navarro Palazón, 43iyasa: una madina de la cora de
Tudmir*,Áreas 5, 1983; Id., .La casa andalusi en Siyasa: ensayo para una clasificación tipológica en
la casa hispano-musulmana. Aportaciones de la arqueología., en La maison hispano-musulmane.
Apports de Z'Archeologie, Granada 1990 y los trabajos que se preparan para la magna exposición de
1995.
(74) G. Matilla Seiquer e 1. Pelegrín *El Cerro de la Almagra y Villaricos. Sobre el poblamiento
urbano y s u entorno» Antigüedad y Cristianismo 11, 1985, 281-302.
(75) La Totana romana está por investigar. El sufijo -ana podría indicar una etimología latina,
pero se ha investigado poco. La historia de Aledo a partir de los documentos medievales es mejor
conocida, Cfr. J. Báguena, Aledo. S u descripción e historia, Madrid 1900, (2" ed. Murcia 1980). La
evolución moderna está siendo estudiada por historiadores del urbanismo, pero de nuestro plantea-
miento por el momento sólo se pueden hacer cábalas.
(76) La bibliografía sobre estos tres yacimientos y poblamientos romanos ciertos la hemos
recogido en nuestro trabajo «El balneario de Fortuna y la Cueva Negra (Fortuna, Murcia». Espacio,
Tiempo, Forma 11, 5, Madrid 1992, 421-454.
(77) J. Baños Serrano, D. Munuera Marín, J. A. Ramírez Águila «Aprovechamiento agrícola de
aguas termales en Alhama de Murcia. Captación, transporte y almacenaje», E l agua en zonas áridas
Arqueología e Historia. 1Coloquio de Historia y Medio Físico, Almería 1989, vol. 11, 521-542.
(78) A. González Blanco, M. Mayor Oliva y A. Stylon, «La Cueva Negra de Fortuna y sus Tituli
Picti. Un santuario de época romana», Ant.Crist. N, 1987.
3.12. Águilas
(83) L. A. García Moreno, Prosopografia del reino visigodo de Toledo, Salamanca 1974.
(84) J. Vives, «Nuevas diócesis visigodas ante la invasión bizantina. Z Span Forsch. 17, 1961,
1-9; J. Vives '<Lasdiócesis visigodas y la invasión bizantina* BRABLB 28, 1959-60, 357; A. Yelo
Templado, *La ciudad episcopal de Ello», Anales de la Universidad de Murcia, Filosofia y Letras
XXXVII, 1-2, 1980, 13-44.
CAPÍTULO OCTAVO
(1) U. Monneret de Villard, Introduzione allo studio dell'archeologia islamica, Roma 1966.
(2) 0. Grabar, La formación del arte islámico, Madrid 1981 (Ed. original Yale 1973); la
bibliografía recogida e n este libro es abundante, e n ella es fundamental la revista Der Islam.
(3) Editada por E. Hübinger y publicada e n Darmstadt 1968.
3. UN TEMA POCO RECURRENTE
(4) La obra fue escrita por el eminente historiador pero no acabada y los últimos retoques,
siempre según el texto dejado ya redactado, si bien no elaborado, fueron añadidos por Vercouter y
por J. Pirenne y, finalmente, publicada en Paris en 1937.
(5) Es digno de nota que en un libro de título t a n ambicioso como Die Rolle und Bedeutung der
Islam, Darmstadt 1968, preparado y prologado por E. Hübinger, y formado por toda una serie de
artículos importantes sobre el tema, todos los trabajos sin excepción son revisiones y elaboraciones
de la obra o de las tesis de H. Pirenne.
(6) El problema de la regionalización de la historia está siendo sentido cada vez más por los
historiadores y buena prueba de ello es el volumen titulado L'Zmpero Romano fra storia generale e
storia locale, editado por E. Gabba y K. Christ, Como 1991.
(7) C1. Sánchez Albornoz, Despoblación y repoblación del valle del Duero, Buenos Aires 1966.
tro creó el mito de la despoblación como un modo de resolver el problema
de la discontinuidad cultural. En otro lugar(s)hemos expresado nuestras
ideas respecto a esta tesis, que no vamos a repetir aquí. En cualquier
caso, sí que queremos que consten estos nuevos caminos de la marcha de
la investigación.
4. UN TEMA OPERATIVO
Pero si el tema, como problema, no se suele plantear, sí que suele
actuar como «a priori* en los planteamientos de la historia del período
conocido como «Edad Media..
Si nos situamos en el ámbito de la historia podemos hallar un plan-
teamiento de este género:
«Ha habido una fuerte tendencia en la tradición historiográfica espa-
ñola de las últimas generaciones a minimizar el impacto de la conquista
árabe sobre la sociedad nativa de la penín~ula'~). Para formular con
sencillez el argumento, los defensores de tal punto de vista ven a los
árabes hispanizados en mayor grado que a la península arabizada. Has-
t a cierto punto, esta idea se ha basado en una previa adhesión ideológica
a la creencia en una cualidad de la «hispanidad» que logró imponerse a
todos los conquistadores y habitantes de la península desde los tiempos
más antiguos. Éste es un tipo de determinismo geográfico-cultural de un
carácter particularmente romántico. Sin embargo, algunos de los argu-
mentos de quienes minimizan las discontinuidades del impacto de la con-
quista árabe tienen fimdamentos más serios. No son los menos importantes
de ellos las diversas interpretaciones que subrayan el rápido colapso de las
estructuras sociales árabes tradicionales después del establecimiento en la
península.. «Tales enfoques han sido recientemente contradichos por un
estudio que ha logrado demostrar la continuidad en el uso de nombres
tribales entre los diversos sectores árabes de la población de la península al
menos durante los tres primeros siglos que siguieron a la conquista(lO). Al
(8) A. González Blanco, «La cristianización de Zarnora», Primer Congreso de Historia de
Zamora, Zamora 1987, vol. 11, Zamora 1990, 267-299, especialmente 281-283.
(9) Esta concepción está subyacente en los argumentos de C. Sánchez Albornoz, España, un
enigma histórico, 2 vols. Buenos Aires 1956. Otro enfoque considera que se produjo una conversión
masiva a l islam entre la población nativa, no una invasión: esta posición llegó a su forma más
extrema en 1. Olagüe, Les Arabes nónt jamais envahi Z'Espagne, Paris 1966; véase la respuesta de
P. Guichard, «Les arabes ont biern envahi YEspagne: les estrudures sociales de l'Espagne musulma-
ne»,Annales E.S.C. 29, 1974, pp. 1.483-1.513.
(10) P. Guichard, Tribus arabes et berberes en Al-Andalus, Paris 1973 (Hay traducción caste-
llana: Al-Andalus: estructura antropol6gica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona 1976).
mismo tiempo, ha sido posible demostrar hasta qué punto se conservaron
formas distintivas de organización social entre los beréberes, que consti-
tuían el otro componente importante no nativo de la población(ll).Con la
segunda parte de la argumentación hay poca necesidad de sutilezas,
pues nunca se ha sostenido que la sociedad beréber fuese permeable, y la
que puede llamarse historiografía nacionalista ha tendido a considerar
asimilados e hispanizados a los árabes, pero los beréberes quedaban
aislados e irrevocablemente extraños. Sin embargo, la cuestión de la
supervivencia de la organización y la nomenclatura tribales entre los
árabes no es una solución evidente del problema particular que estamos
considerando, pues la significación de las identidades tribales entre los
árabes en el siglo siguiente al establecimiento del califato se ha converti-
do en tema de considerable debate. De este modo, la discusión debe ser
situada en un contexto más amplio que el de la España del siglo VIII».
«Las fuentes de datos árabes contemporáneas tienen tantas lagunas
para las regiones principales de las conquistas y asentamientos árabes
en el Próximo Oriente y el Mediterráneo Oriental como en los territorios
de Occidente. Así, para gran parte de la historia del período de la dinas-
tía omeya (661-750),se ha tenido que recurrir a la gran historia del autor
persa al-Tabari (839-992/3)(12).Por valiosa que pueda ser su exposición de
los sucesos de Siria, Egipto e Irak a comienzos del siglo VIII, se halla
inevitablemente teñida de las percepciones y expectativas del período en
el que escribía. Dicho sencillamente, el cuadro que se presenta en las
obras de Tabari y otros autores árabes posteriores es una imagen de
conflictos que se centraban en dos o más confederaciones tribales más o
menos equilibradas, las de los qaysíes y los kalbíes. Las fluctuaciones en
el apoyo o el uso de estos dos grupos parecen constituir la dinámica de la
política y las luchas de poder del último Estado omeya».
«Tomar las narraciones árabes por su valor aparente ha llevado a
algunos historiadores a postular la existencia de un gran antagonismo
tradicional entre las tribus del sur de Arabia, llamadas colectivamente
los yemeníes (o los kalbíes) y las del norte, representadas por los qay-
síes(13).Tal interpretación no sólo es intrínsecamente improbable, sino
que tampoco halla sostén en los materiales relativos a la sociedad árabe
en vida de Mahoma, y menos aún antes. Y satisfechos con razón por una
(16) R. Collins, La conquista árabe. Historia de España IIZ, Barcelona 1991,pp. 91-94.
(17) Salvo la breve obra de Derek W . Lomax, La reconquista, Barcelona 1984 (Edic. inglesa,
Londres 1978),no existe libro alguno que historie la reconquista de toda la Península desde el 711
hasta 1492. Para u n resumen selectivo de la abundante bibliografía parcial sobre el tema'pueden
verse las pp. 233-240 de la obra de Lomax. El estudio del arte correspondiente a igual período
histórico ha sido brillantemente expuesto por Joaquín Yarza e n el volumen 11 de la colección
Historia del Arte Hispánico. La Edad Media, Madrid 1980.Del mismo autor, Arte y arquitectura en
España 500-1250, Madrid 1979,que como su mismo título indica, su contenido cronológico es algo
más reducido.
frente al arte hispano-andaluz que sería oriental e infiel. En medio de
estas dos concepciones antagónicas no sólo del arte sino de la sociedad
hispana, se manifiesta lo mozárabe que venía a representar la concreción
de las formas tradicionalmente hispánicas, de las que esta minoría étni-
ca se convertía en, prácticamente, único conservador; siendo su nombre
el que iba a calificar todas las manifestaciones humanas de tradición
preislámica, desde la liturgia al arte(18).
«Muchos de nuestros historiadores han dado como fin de la Antigüe-
dad hispana la invasión islámica. Gómez Moreno consideraba que el arte
peninsular posterior al siglo VI, era una plástica nueva «que respondía a
la pujanza del señorío visigodo»,y que constituye «el arranque de nues-
tra Alta Edad Media», que se verá cortada en su primera fase a princi-
pios del siglo VIII(lg).Sustancialmente distinta era la opinión de uno de
nuestros mejores conocedores de la Tardía Antigüedad en España, Pedro
Palol, quien considera que en el año 711, fecha de la batalla de la Janda,
es el momento de levantar el acta de defunción del mundo antiguo en
nuestro paíd20).Sin embargo pocos años después no era tan categórico en
su afirmación y sólo se limita a considerar fenecida la rama aúlica del
arte hispanogodo, mientras que duda de un continuismo en las manifes-
(18) Desde el punto de vista histórico el estudio clásico de los mozárabes corresponde a
F. J. Simonet, Historia de los mozárabes de España, deducida de los mejores y más antiguos testimo-
nios de los escritores cristianos y árabes, Madrid 1903. Menos importante para el significado de los
mozárabes e n estos primeros momentos de l a Reconquista es el libro de Isidoro de las Cagigas,
Minorías étnico-religiosas de la Edad Media española. T. l. Los mozárabes, Madrid 1948. Quien ha
definido la personalidad artística de este grupo ha sido M. Gómez Moreno en un libro magistral,
Iglesias mozárabes, Madrid 1919. Recientemente Jacques Fontaine ha publicado un artículo en el
que trata de la relación de la mozarabía con el mundo carolingio, con el que, como veremos más
adelante, no estamos de acuerdo en l a extensión que concede el término mozárabe «Mozarabie
hispanique e t monde carolingien: Les echanges culturels entre la France e t I'Espagne du VIIIe
si&cle»,Anuario de Estudios Medievales 1983, 17-46), aunque el estudio por la riqueza de su
información y el conocimiento que su autor tiene de la Alta Edad Media, fundamentalmente en
relación con sus fuentes latinas, es muy interesante.
(19) M. Gómez Moreno, «Premices de I'art chretien espagnoh, comunicación al Congreso Inter-
nacional de Historia del Arte, Bruxelles 1964, traducción española en Archivo Español de Arte 1966,
101-139.
(20) Palol había clasificado la problemática de nomenclatura del arte español de la quinta,
sexta y séptima centurias, señalando que durante estos siglos las formas artísticas son de tradición
hispanorromana y que la única referencia al invasor germánico competía al orden político, de ahí la
denominación que propone para el arte de este período, «Arte hispánico de época visigoda. («Esencia
del arte hispánico de época visigoda: romanismo y germanismon, Boletín de las Settimane di Studw
del Centro Italiano d i Studi sull-Alto medioevo, 111, Spoleto, 1956, 65-110).
taciones rurales(21).Sabemos con certeza que la invasión supuso una
cierta inestabilidad social, sin embargo resulta evidente que ésta fue una
crisis que denuncia más un cambio de minoría gobernante que una
manifiesta mutación de aspectos culturales. Los invasores, no ya la masa
de gómeres recién catequizados, que eran culturalmente analfabetos(22),
sino su minoría rectora, la aristocracia sirio-omeya, eran portadores de
una cultura que no puede considerarse de otra manera que antigua(23).
La reacción de nuestro país ante la hegemonía del islam no es diferente
a la de otros pueblos dominados: todo nuestro bagaje artístico se pone a
disposición del invasor, hombres y técnicas continúan trabajando para
los nuevos gobernantes, quienes, a su vez, no encontraron entre los
artistas, sus creaciones y su manera de hacer, grandes diferencias con
las del Oriente bizantino y el Norte de África, pues, como es sabido, los
contactos de estas áreas geográficas con la Península han sido muy
estrechos desde épocas muy antiguas(24).El continuismo de la tradición
hispanogoda fue de tal magnitud que, a lo largo de las primeras etapas,
el llamado arte islámico español o hispanoandaluz no es otra cosa que la
continuidad de un arte tardoantiguo realizado bajo el poder islámico y,
sin duda, salvo las variantes propias de los condicionamientos de la
geografía y del funcionalismo de los edificios monumentales, con más
afinidades que diferencias con el Norte. Maravall valoraba como elemen-
to definidor de ambas culturas hispánicas -la meridional y la septen-
trional- su sustrato hispanogodo que produce «una forzosa conexión entre
este arte hispanocristiano y el hispanomus~lrnán(~~).Será h i g y Cadalfach
quien de manera más contundente defienda la supervivencia del arte visi-
gótico hasta el siglo X, aunque en sus trabajos existan graves problemas a
(21) .¿Terminó esta original y renovadora arquitectura con la caída del reino de los visigodos
ante el empuje árabe? Es evidente que, e n su forma aúlica, sí. No es t a n claro, por el contrario, e n
sus manifestaciones rurales. Pero, e n todo caso, debemos pensar que perdió, definitivamente su
aliento creador. Lo que eventualmente pudo quedar debió ser pobre, mucho peor y sin posibilidades
de crear obras de interés notables* (Pedro de Palol, Arte hispánico de la España visigoda, Barcelona
1968, p. 188.
(22) Los bereberes que se establecieron e n España desde la época de la conquista pertenecían
a las confederaciones marroquíes de los Matgara, los Mayduna, los Miknasa y los Hawwara
(E. Levi-Provencal, Histoire de Z'Espagne Musulmane, 2. ed. 1, Paris-Leiden 1950, pp. 85-88).
(23) 0. Grabar, La formación del Arte Islámico, Madrid 1979 (Ed. inglesa, Yale Univewrsity
Press, Ltd. 1973).
(24) Los trabajos de H. Schlunk sobre las relaciones artísticas de nuestro país con k c a y
Oriente son bien conocidos: *Relaciones entre la Península Ibérica y Bizancio durante la época
visigoda~,Archivo Español de Arqueología 1945, 139-166; «La pilastra e n el Salvador de Toledon,
Anales Toledanos 1971, 235-254.
(25) J. A. Maravall, El concepto de España en la Edad Media, Madrid 1954, 176-177.
la hora de datar algunos de los monumentos más significativos de nuestro
medievo(26).Yo mismo (1. Bango Torviso)he tratado en otras ocasiones sobre
la importancia de la cultura hispanovisigoda como informadora de las ma-
nifestaciones artísticas de la España altomedieval prerr~rnánica(~~), llegan-
do a precisar que con una expresión usual en textos de época deberíamos
agruparlas bajo la denominación de Ordo g o t ~ r u r n ( ~ ~ ) J ~ ~ ) .
La operatividad apuntada se constata en el modo de enjuiciar la
historia del arte asturiano, mientras que autores como Azcárate, si-
guiendo los caminos que formulara Gómez Moreno profundizan en las
posibles relaciones con el arte germánico(30),
1. Bango Torviso apuesta por
la continuidad con el arte hispánico anterior(31).
(41) Especificar este cuadro no es tarea de este lugar. Se deduce de lo que hemos dicho en los
capítulos anteriores y de la historia de la Región de Murcia en la Edad Media que no vamos a
delinear aquí. En esencia el problema que hay que explicar es el hecho de que las actuales ciudades
de la Región de Murcia están asentadas sobre ciudades musulmanas, mientras que las ciudades
romanas con gran frecuencia son yacimientos cercanos a tales ciudades. ¿Por qué se abandonaron
para trasladarse la población a los actuales asentamientos?
(42) Una narración-transcripción de lo acontecido puede verse en C1. Sánchez Albornoz, La
España musulmana según los autores islamitas y cristianos medieuales, Tomo 1,4 ed., Madrid 1974,
p. 51. Las fechas de los sucesos están indicadas en el mapa frente a la p. 56, en la que se indica el
año 713 y remite a su obra Orígenes de la nación española. Una exposición más antigua, pero con
discusión de los acontecimientos puede verse en M. Gaspar Remiro, Historia de Murcia musulmana,
Zaragoza 1905, p. 1SS.
Las fuentes literarias hablan del reparto de las tierras conquistadas
entre los conquistadores pero el tenor de los textos además de ser poco
preciso, como ya hemos indicado, parece querer decir que las tierras que
se recibieron por pacto no fueron sometidas a ocupación en aquellos
primeros momentos(43).Debieron quedar guarniciones y así lo apunta
M. Gaspar Remiro, aunque se apoya en la mera analogía y no en textos
documentales: <<Loshistoriadores árabes, que ya van citados en otro
lugar, nos dicen que Abdelaziz conquistó la región de Todmir, y que sus
naturales quedaron sometidos a la autoridad de los musulmanes, los
cuales, a semejanza de lo que hicieron en Elvira, Málaga, Sevilla, etc.,
dejaron allá algunos de sus hombres a manera de y más
adelante: .Si Teodomiro quedaba siendo rey independiente de la región:
¿qué hacían aquellos hombres que en ella dejó Abdelaziz, al retirarse con
el grueso del ejército de conquista?(45).
El tema vuelve a aparecer y se le puntualiza así: <<Entretanto los
árabes que dejó Abdelaziz en Todmir, se establecerían, según su práctica
constante, en los sitios fuertes de las ciudades, constituyendo lo que ellos
llaman el Choud (especie de cuerpo de ejército regional), engrosado de
día en día, gracias a la política de atracción de los dominadores y a las
ventajas materiales que ofrecían a los indígenas a seguido de su conver-
sión al islamismo. Es indudable que la acción de los musulmanes debió
extenderse pronto en Todmir, lo mismo que en otras regiones de España,
a todos los órdenes de la vida; pues sabemos por Abadi y Abenalfaradi
que en el 197 de la hégira (812 a 813 d.J.c.), o sea un siglo después de la
conquista, muere Fadl, hijo de Omaira, por sobrenombre Abulafla, cadí o
justicia de dicha región bajo el gobierno del emir Alháquem, hijo de
Hixem, y es de suponer que no fuese éste el primero que ejerciese allá
tan alta magi~traturad~~).
«La primera noticia expresa que tenemos del asentamiento de musul-
manes en las tierras de Todmir data del año 743, tras la entrada en
Córdoba de Abuljatar como gobernador, quien a fin de alejar de la capital
a los sirios de Balj, les dio en feudo las tierras del dominio público,
ordenando a los siervos que las cultivaban a ceder en adelante a los
sirios la tercera parte de las cosechas que hasta entonces habían cedido
(43) Unas páginas que hablan de la distribución de las tierras pueden verse en C1. Sánchez
Albornoz, La España musulmana ..., pp. 70-73 y en ellas puede comprobarse el tenor de los textos.
(44) M. Gaspar Remiro, op. cit., p. 17.
(45) M. Gaspar Remiro, op. cit., p. 19.
(46) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 24-25.
al estado. La división de Egipto fue establecida en los distritos de Beja y
Todmir; la de Emesa en los distritos de Niebla y
De todas maneras es un problema tambih para M. Gaspar Remiro, lo
mismo que para los que pensaron en un reino independiente el explicar
el asentamiento de nuevos musulmanes en la tierra y así en las páginas
siguientes se vuelve a enredar en el intento de afianzar el hecho, procu-
rando ver el modo: «Es de pensar que el califa exigiese en esta región,
como en cualquiera otra de España, la efectividad de los tributos que
sobre ella pesaban; ningún historiador árabe exceptúa del cumplimiento
de la orden del califa a dicha región, y el Anónimo latino dice expresa-
mente que se exigió a toda España, ulterior y citerior. Así se explica
fácilmente que Abuljatar dispusiera más tarde en Todmir de tierras
pertenecientes al dominio público, donde establecer a parte de los sirios
que habían venido con Balj; y es de sospechar que aquel emir que había
venido a España, ut suprafata sedat scandala, para que cesaran los
sobredichos escándalos, como dice el Anónimo latino, castigase a Atha-
nahildo por faltas contra el fisco musulmán, de las cuales sería justa o
injustamente acusado. Y aun suponiendo que los tributos impuestos a
Todmir en virtud del tratado de capitulación no hubiesen sido destinados
o no bastasen a crear un patrimonio nacional en que pudiera Abuljatar
establecer a la susodicha parte de sirios, no faltaban otros medios para
obtener ese resultado: pues hay que tener presente que en las capitula-
ciones, por virtud de las cuales era dejado a los indígenas el mole (la libre
disposición de los bienes), como ocurrió en Todmir, según va expuesto en
otro lugar, se denegaba ese privilegio a los emigrados del país al tiempo
de realizarse la invasión, y caducaba en los fallecidos sin sucesión. Los
bienes de éstos y de aquéllos venían a engrosar el tesoro público, pasa-
ban a ser patrimonio nacional, pudiendo disponer de ellos el califa o sus
representantes en beneficio de la comunidad mu~ulmana~+~*). Está claro,
pues, que los autores conciben los asentamientos en virtud de unos lotes
de tierras que los advenedizos fueran a ocupar.
(47) M. Gaspar Remiro, op. cit.,p. 48, citando en nota las fuentes literarias en las que apoya su
información y poco más adelante explicita: *Los autores que creen en lo del reino independiente de
Teodomiro y Athanahildo, han tenido que recurrir a vanas conjeturas, para explicarse cómo pudo
concluir el último girón, como alguien lo llama, del imperio godo. El ilustre señor Gayangos, al echar
de ver en la lectura de los textos árabes que Abuljatar dispuso en Todmir de tierras, donde
establecer a parte de los sirios de Balj... piensa que en tiempo de éste quedaría Athanahildo
despojado de su reino ... Por nuestra parte, debemos hacer constar ... que los árabes que Abdelaziz
dejó en Todmir, debieron encargarse desde luego de la gobernación pública de la región bajo la
autoridad inmediata de los emires generales de España. (pp. 48-49).
(48) M. Gaspar Remiro, op. cit., pp. 50-51.
En los años sucesivos hay abundantes acciones bélicas en la región de
Todmir, pero todos los indicios apuntan a que están llevadas a cabo por
tropas que se mueven viniendo desde otras regiones y frentes bélicos.
Asentado Abderramán como emir de Córdoba en el año 756, en el 778
tuvo que enfrentarse a un desembarco y rebelión de berberiscos en la
zona de Todmir, dirigidos por Abderramán, el Eslavo, hijo de Habib, el
Fihri,pero el combate se llevó fuera de la región y vino a terminar en las
montañas cercanas a Valencia(49).
De nuevo hubo turbaciones en la zona con la entronización de Hixem
y su lucha contra sus hermanos(50). Y otra vez en el 798 cuando Soláiman
pasó desde Tánger a las costas de Todmir, donde avanzó por dos veces en
dicho año con numerosas huestes contra su sobrino Alháquem. El 799
repitió su intento habiendo de salir el 800 de Todmir con sus huestes
rumbo al occidente(51).
Dejando de lado la narración de acontecimientos militares, que no
vienen al caso, hay un segundo momento en el que se puede hablar de
asentamientos y es cuando en el 1009 los eslavos que habían combatido
con Almanzor se asientan en el E peninsular(52), pero ocurre lo mismo que
con los asentamientos de los sirios, que nada sabemos del cómo de los
mismos.
A partir de un cierto momento, que es difícil de precisar, pero que, en
cualquier caso hay que aceptar que en ningún caso puede ser posterior al
milenio de nuestra era, los mandatarios de la región de Murcia cuentan
ya con el poblamiento que va a quedar al final de la Edad Media y que si
hay asentamientos, éstos se hacen dentro de los núcleos de población ya
existentes, porque el proceso de disminución de los antiguos núcleos
urbanos de origen romano y de su substitución por los nuevos núcleos
puramente medievales es ya irreversible.
En todas estas acciones bélicas como en las que siguen en tiempos
sucesivos, que no es necesario recoger aquí, los textos nada nos dicen del
modo de los asentamientos árabes en nuestra zona. Y es la imagen
histórica que el historiador se forja lo que decide la reconstraucción que
se hace del tema.
12. CONCLUSIONES
(53) Ron Barkai, Cristianos y musulmanes en la España Medieval (El enemigo en el espejo),
Madrid 1991, pp. 29-30.
(54) R. Collins, op. cit., pp. 204 s.: d?robablemente el impacto cultural fue también menos
intenso de lo que muchas veces se piensa, en la medida en que, en su nueva condición de imperio, la
identidad árabe estaba todavía en proceso de formación. Si exceptuamos el elemento beréber, no
creemos que existiera una unidad racial entre los árabes que penetraron en España...».
masiva, de las tierras situadas al sur del Duero, pero la investiga-
ción cada vez está dejando más claro que tal islamización no fue
absoluta y que debieron quedar amplios núcleos de mozárabes que
no sólo conservaban la cultura cristiano-romana sino incluso du-
rante mucho tiempo, quizá durante todo el tiempo, conservaron
también el latín todo lo romanceado que haga falta suponer.
3. Es evidente que los árabes por lo menos en los primeros tiempos
emplearon artesanos indígenas y por ello es tan difícil determinar el
contenido del arte y de la artesanía árabe antes de los siglos IX-X.
Por este lado la continuidad es más que evidente
4. Tanto la cultura árabe como la cristiana tienden a ser exclusivis-
tas y por ello donde duró lo suficiente tendió a constituirse en una
nueva etapa cultural y en un corte con el pasado, pero justamente
ahí está el problema, ya que la cultura cristiana se defendió con
uñas y dientes y hay un dato que la investigación futura terminará
por descubrir: si se pudiera demostrar que las viejas ciudades
hispano-romano-visigodas,que terminaron por ser suplantadas por
los castilos que surgieron para su vigilancia, duraron hasta la
reconquista por los aragoneses en el siglo XIII habría que afirmar
que la única fuerza de subsistencia habría sido la fe. Hasta hoy, y
para las latitudes del SE aún no está demostrado pero tampoco
está excluido. Lo que sí es claro es que el proceso de contraste duró
varios siglos, y por tanto hubo continuidad.
5. Es en función de los argumentos indicados por lo que pensamos
que en la desintegración de la cultura romana en las tierras del
islam hay que contar además del exclusivismo musulmán, con el
tiempo y con el fenómeno de la metamorfosis de la cultura con
factores múltiples y continuamente operativos. Frente a Pirenne,
en una formulación global de las cosas, nos inclinaríamos por la
línea que ni ve tanta ruptura en el comercio ni tanta incomunica-
ción entre las gentes.
6. Llevando la teoría al ámbito concreto del urbanismo de nuestra
Región afirmamos que las ciudades actuales, surgidas, en parte al
menos, de los asentamientos árabes tras la conquista de la tierra,
han surgido también y en mayor medida de las viejas ciudades
romanas que han ido suministrándoles personas, instrumentos de
labor, artesanía, ciencia y cuanto al fin configuró la cultura medie-
val, aunque debido al dominio político árabe esas cosas comenza-
ron a designarse con palabras distintas y en ocasiones también
afluyeran modos de hacer las cosas y gustos traídos de los centros
de poder peninsulares y orientales. A pesar de lo cual estamos
convencidos de que el mozárabe siguió vivo y operativo, incluida su
lengua romance en muchos puntos de nuestra geografía montaño-
sa del noroeste.