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Sor Juana Inés de la Cruz

(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de
México, id., 1695) Escritora mexicana. Fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del
siglo XVII. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su
primera loa. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor
Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de
Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición y habilidad versificadora.

Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las carmelitas descalzas de
México y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de
salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez
definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que sor Juana Inés de la Cruz prefirió
el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola... no
tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de
comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.

Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y


Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés, cuya obra introdujo en el virreinato, y
también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa,
Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad.

En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca,
compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la
poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos
filosóficos y estudios musicales.

Francisco de Quevedo

(Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, España, 1645) Escritor español. Los padres de
Francisco de Quevedo desempeñaban altos cargos en la corte, por lo que desde su infancia
estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano. Estudió en el colegio imperial de los
jesuitas, y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de Henares y de Valladolid, ciudad
ésta donde adquirió su fama de gran poeta y se hizo famosa su rivalidad con Góngora.

Siguiendo a la corte, en 1606 se instaló en Madrid, donde continuó los estudios de teología e
inició su relación con el duque de Osuna, a quien Francisco de Quevedo dedicó sus traducciones
de Anacreonte, autor hasta entonces nunca vertido al español.

En 1613 Quevedo acompañó al duque a Sicilia como secretario de Estado, y participó como agente
secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas. De regreso en España, en
1616 recibió el hábito de caballero de la Orden de Santiago. Acusado, parece que falsamente, de
haber participado en la conjuración de Venecia, sufrió una circunstancial caída en desgracia, a la
par, y como consecuencia, de la caída del duque de Osuna (1620); detenido fue condenado a la
pena de destierro en su posesión de Torre de Juan Abad (Ciudad Real).

Sin embargo, pronto recobró la confianza real, con la ascensión al poder del conde-duque de
Olivares, quien se convirtió en su protector y le distinguió con el título honorífico de secretario
real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro su estatus político al mantener su oposición
a la elección de santa Teresa como patrona de España en favor de Santiago Apóstol, a pesar de
las recomendaciones del conde-duque de Olivares de que no se manifestara, lo cual le valió, en
1628, un nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Pero no tardó en volver a la corte y continuar con su actividad política, con vistas a la cual se
casó, en 1634, con Esperanza de Mendoza, una viuda que era del agrado de la esposa de
Olivares y de quien se separó poco tiempo después. Problemas de corrupción en el entorno del
conde-duque provocaron que éste empezara a desconfiar de Quevedo, y en 1639, bajo oscuras
acusaciones, fue encarcelado en el convento de San Marcos, donde permaneció, en una
minúscula celda, hasta 1643. Cuando salió en libertad, ya con la salud muy quebrantada, se
retiró definitivamente a Torre de Juan Abad.

La obra de Francisco de Quevedo

Como literato, Quevedo cultivó todos los géneros literarios de su época. Se dedicó a la poesía
desde muy joven, y escribió sonetos satíricos y burlescos, a la vez que graves poemas en los
que expuso su pensamiento, típico del Barroco. Sus mejores poemas muestran la desilusión y la
melancolía frente al tiempo y la muerte, puntos centrales de su reflexión poética y bajo la
sombra de los cuales pensó el amor.

A la profundidad de las reflexiones y la complejidad conceptual de sus imágenes, se une una


expresión directa, a menudo coloquial, que imprime una gran modernidad a la obra. Adoptó una
convencida y agresiva postura de rechazo del gongorismo, que le llevó a publicar agrios escritos
en que satirizaba a su rival, como la Aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades
en un día (1631). Su obra poética, publicada póstumamente en dos volúmenes, tuvo un gran
éxito ya en vida del autor, especialmente sus letrillas y romances, divulgados entre el pueblo por
los juglares y que supuso su inclusión, como poeta anónimo, en la Segunda parte del
Romancero general (1605).

En prosa, la producción de Francisco de Quevedo es también variada y extensa, y le reportó


importantes éxitos. Escribió desde tratados políticos hasta obras ascéticas y de carácter filosófico
y moral, como La cuna y la sepultura (1634), una de sus mejores obras, tratado moral de fuerte
influencia estoica, a imitación de Séneca. Sobresalió con la novela picaresca Historia de la vida
del Buscón, llamado don Pablos, obra ingeniosa y de un humor corrosivo, impecable en el
aspecto estilístico, escrita durante su juventud y desde entonces publicada clandestinamente
hasta su edición definitiva.

Más que su originalidad como pensador, destaca su total dominio y virtuosismo en el uso de la
lengua castellana, en todos sus registros, campo en el que sería difícil encontrarle un
competidor.

Francisco de Fuentes y Guzman

Nació en Santiago de Guatemala en 1643. Era descendiente de Bernal Díaz del Castillo,
historiador de Indias. En 1661 desempeñó el cargo de Regidor Perpetuo de Guatemala. También
fue Alcalde Mayor de Totonicapán y Sonsonate. Trabajó muchos años como Cronista del
Ayuntamiento. Se dice que falleció en Totonicapán en el año de 1700.

Entre sus obras destacan:

El Milagro de América, en la que describe la inauguración de la Catedral de Guatemala.

La Vida de Santa Teresa de Jesús, descripción de los festejos hechos en Guatemala cuando el
rey Carlos II cumplió 13 años.

La Cinosura Política o Ceremonial de Guatemala.

El Norte Político.
Historia de Guatemala: O recordación Florida.

Lamentablemente sólo se ha conservado su obra más conocida, denominada Recordación Florida


o Historia de Guatemala, en la que se narran las costumbres y ritos de los indígenas, así como
apuntes de la Conquista y hechos destacados de la historia de Guatemala hasta el siglo XVI.

Su mayor ambición con esta obra era ser considerado como Cronista de la Corona, aunque las
grandes contradicciones que se encuentran en esta obra histórica, le valieron no ganar ese
título. Otro de los motivos por los cuales Fuentes y Guzmán escribió esta crónica histórica, era
para recordar a la Corona que los criollos (descendientes de españoles) dominaron a una raza de
aguerridos combatientes.

Garcilaso de la Vega

Garcilaso de la Vega descendía, por parte de padre, de Íñigo López de Mendoza, marqués de
Santillana.[3] [4] Nació en Toledo entre 1494 y 1503, posiblemente en 1498.[1] Fue el tercer
hijo de Garzilaso de la Vega [5] Comendador Mayor de León y Señor de Batres y Cuerva, y de
Doña Sancha de Guzmán (hija de Pero de Guzmán y Toledo y Doña María de Rivera, y nieta por
parte de padre del cronista Don Fernán Pérez de Guzmán). Por parte de su padre, Garcilaso de
la Vega era nieto de Pero Suárez de Figueroa y Blanca (hija de Fernando de Sotomayor y Mencía
de Godoy).[6] Estaba emparentado con la importante familia Mendoza a través de su hermano
mayor, Pedro Laso de la Vega. Quedó huérfano de padre y se educó esmeradamente en la
Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el caballero Juan Boscán. Seguramente a este
debió el toledano su gran aprecio por la lírica del valenciano Ausiàs March, que dejó alguna
huella en su obra.

Garcilaso entró a servir en 1520 a Carlos I de España en calidad de miembro continuo de la


guardia regia. Aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. Tuvo un amorío con
una dama comunera toledana, doña Guiomar Carrillo, de la cual tuvo un hijo que reconoció de
forma póstuma, Lorenzo Suárez de Figueroa, nacido hacia 1521, según dice en su testamento:
«Don Lorenzo, mi hijo, sea sustentado en alguna buena universidad y aprenda ciencias de
Humanidad hasta que sepa bien en esta facultad; y después, si tuviere inclinación a ser clérigo,
estudie Cánones, a y si no, dése a las Leyes; y siempre sea sustentado hasta que tenga alguna
cosa de suyo». En los años siguientes, Garcilaso luchó en la Guerra de las Comunidades de
Castilla y fue herido en la acción de Olías del Rey; también participó en el cerco a su ciudad
natal (1522); a finales de ese mismo año se embarcó, en compañía de Juan Boscán y Pedro
Álvarez de Toledo y Zúñiga, futuro virrey de Nápoles, en una expedición de socorro que quiso (y
no pudo) evitar la caída de Rodas en poder de los turcos; de nuevo resultó herido, esta vez de
gravedad.

De vuelta a España fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y en 1524 se enfrentó a los
franceses en el cerco de Fuenterrabía. A su retorno a Toledo, contrajo matrimonio en 1525 con
Elena de Zúñiga [7] dama de doña Leonor, hermana de Carlos I; por ello Garcilaso entró a
formar parte del séquito de ésta. Por entonces empezó a escribir sus primeros poemas según la
estética de la lírica cancioneril, que pronto desecharía; además, ejerció un tiempo como regidor
de su ciudad natal. El punto de inflexión en su lírica obedece a un día de 1526 en Granada, en
los jardines del Generalife y cerca del palacio del emperador, como cuenta Juan Boscán:

Estando un día en Granada con el Navagero, tratando con él en cosas de ingenio y de letras, me
dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los
buenos autores de Italia: y no solamente me lo dijo así livianamente, mas aún me rogó que lo
hiciere... Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé alguna dificultad por ser
muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro. Pero fui poco a poco
metiéndome con calor en ello. Mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso,
con su juicio —el cual, no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo ha sido tenido
por cosa cierta— no me confirmara en esta mi demanda. Y así, alabándome muchas veces este
propósito y acabándome de aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino,
al cabo me hizo ocupar mis ratos en esto más fundadamente.

En ese mismo año de 1526, con motivo de las bodas de Carlos V con Isabel de Portugal,
acompaña a la Corte en un viaje por varias ciudades españolas y se enamora platónicamente de
una dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, que canta bajo el anagrama de Elisa en sus
versos, que a ella son debidos. Dicha dama es también destinataria de los versos de su amigo,
el poeta y diplomático portugués Francisco Sa de Miranda bajo el nombre de Celia. En 1528 dicta
su testamento en Barcelona, donde reconoce la paternidad de su hijo ilegítimo y asigna una
pequeña suma de dinero para su educación; poco después da una colección de sus obras a
Boscán para que la revise, y seguidamente parte hacia Roma, en 1529. Asiste a la investidura
como emperador de Carlos I de España, llevada a cabo en Bolonia en 1530, batiéndose con
valentía en la campaña y toma de Florencia contra los franceses (1530). Después se le encarga
una breve embajada en Francia. Pero como hizo de testigo en la boda de un sobrino suyo (1531)
que era hijo de su hermano el comunero Pedro Lasso, el emperador se disgustó por la
participación de Garcilasso en la ceremonia y mandó detenerlo. Se le apresa en Tolosa y se
acuerda confinarlo en una isla del Danubio cerca de Ratisbona, descrita por el poeta en su
Canción III. La intervención de Pedro de Toledo, ya virrey de Nápoles, en favor de Garcilasso,
resultó crucial: aprovechando que en ese año los turcos empezaban a amenazar Viena, hizo ver
al Emperador que se necesitaba a Garcilaso, de forma que fue movilizado en ayuda del Duque
de Alba. El poeta abandona pues en 1532 el Danubio, donde ya prácticamente era huésped del
conde György Cseszneky de Milvány, castellano de Győr, y se establece en Nápoles.

Se integró muy pronto en la vida intelectual de la ciudad, que entonces giraba en torno a la
Academia Pontaniana, y trabó amistad con poetas como Bernardo Tasso o Luigi Tansillo, así
como con teóricos de la literatura como Antonio Sebastiani Minturno y, en especial, Mario
Galeota, poeta enamorado de una hostil napolitana, Violante Sanseverino, «la flor de Gnido»,
para quien escribe las liras de su quinta canción; también encuentra allí al escritor erasmista
Juan de Valdés, quien parece aludir a él junto a otros caballeros en un pasaje de los últimos de
su Diálogo de la lengua. En 1533 visita Barcelona y entrega a Juan Boscán una carta «A la muy
manífica señora doña Gerónima Palova de Almogávar» que aparecerá, en 1534 y en calidad de
prólogo, en su traducción española de El Cortesano de Baldassare Castiglione. Garcilaso de la
Vega participó, en 1535, en la campaña africana de Carlos V y, singularmente, en Túnez, en el
asedio de La Goleta; de nuevo cae gravemente herido. Estalla la tercera guerra de Francisco I
contra Carlos V y la expedición contra Francia de 1536 a través de Provenza fue la última
experiencia militar de Garcilaso. El poeta fue nombrado maestre de campo de un tercio de
infantería y, en efecto, falleció en octubre de 1536 tras el temerario asalto a una fortaleza en Le
Muy, cerca de Fréjus, en la que fue el primer hombre en subir la escala. Trasladado herido a
Niza, murió en esta ciudad a los pocos días (13 ó 14 de octubre), asistido por su amigo Francisco
de Borja, Duque de Gandía y futuro San Francisco de Borja. Al enterarse, el emperador mandó
pasar a cuchillo a los franceses que resistieron en esa fortaleza.

Alejo Carpentier

(La Habana, 1904 - París, 1980) Novelista, narrador y ensayista cubano con el que culmina la
madurez de la narrativa insular del siglo XX, además de ser una de las figuras más destacadas
de las letras hispanoamericanas por sus obras barrocas como El siglo de las luces.

Sobre su biografía existen varias lagunas y contradicciones dada la desigual información de la


que se dispone. Según el propio autor, nació en La Habana, fruto del matrimonio de un
arquitecto francés y una pianista rusa, y se formó en escuelas de Francia, Austria, Bélgica y
Rusia. Tras su muerte, sin embargo, se empezó a documentar una muy distinta biografía que
situó el nacimiento del autor en Suiza, procedente de una familia humilde que emigró a Cuba
instalándose en el pueblo de Alquízar, donde el futuro escritor trabajó como repartidor de leche.

Lo que sí está fuera de dudas es que Carpentier inició su actividad literaria en simultáneo con la
musicología, su otra vocación de toda la vida en la dirección de la revista Carteles, entre 1924 y
1928. Además, colaboró en la fundación de la Revista de Avance, en 1927. En 1928 fue
encarcelado bajo la dictadura de G. Machado y a la salida huyó de la isla, hasta que regresó a
ella, tras un exilio en París de prácticamente una década. De este período fue su primera obra,
Ecué-Yamba-O (publicada en 1933, aunque al parecer la escribió ya en 1927), una novela de
temática negra con la que Carpentier inauguró su carrera como escritor.

En 1944 se trasladó a Caracas, donde vivió varios años, dedicándose al periodismo radiofónico y
ejerciendo también de profesor universitario y columnista en diarios y revistas, mientras
realizaba una interesante difusión de la música contemporánea. Luego de una temporada en
Haití, regresó a Cuba tras la Revolución castrista y ocupó varios cargos oficiales hasta que en
1966 fue nombrado embajador en París, donde permaneció hasta sus últimos días.

Su actividad literaria, aunque iniciada en 1933, no tuvo continuidad hasta 1944, año en que vio
la luz una compilación de cuentos titulada Viaje a la semilla. Escribió también antes de su
siguiente novela un ensayo titulado La música en Cuba (1946). Finalmente, en 1949, apareció
uno de sus trabajos literarios más emblemáticos: El reino de este mundo, un ejercicio de
excelente rigor histórico, como serán en adelante la mayor parte de sus obras, en el que
Carpentier narró un episodio del surgimiento de la república negra de Haití. Precisamente en el
prólogo de esta novela, el autor expuso la tesis que definía "lo real maravilloso".

Su definitiva consagración como escritor llegó sin embargo con Los pasos perdidos (1953)
novela en la que un musicólogo antillano que reside en Nueva York, casado con una actriz, es
enviado a un país sudamericano con el encargo de rescatar y encontrar raros instrumentos.

En el viaje lo acompaña una amante francesa, que parece representar la decadencia europea y a
la que el musicólogo abandona por una mujer nativa a través de la cual entra en contacto con la
vida de una comunidad indígena, de donde es rescatado y llevado de nuevo a una civilizada
ciudad a la que no llega jamás a adaptarse, hasta que regresa a la selva. Un relato abstracto e
irreal donde se funden los conocimientos y la inteligencia del autor con las imágenes más
profundas de su expresión literaria.

Más tarde llegó El acoso (1956), tras su experiencia en Venezuela, una novela corta de temática
entre política y psicológica, donde se refleja fielmente el círculo de represión y violencia de la
Cuba anterior a la Revolución, en la década de 1950, aunque no fue una novela documental: en
esta obra los episodios se suceden en coincidencia con los cuarenta y seis minutos que dura la
interpretación de la Sinfonía Heroica de Beethoven.

Le siguió el volumen Guerra del tiempo (1958), donde el autor reunió tres relatos que suponían
otras tantas variaciones sobre el tiempo en una ambientación pretérita: Camino de Santiago,
una reedición de Viaje a la semilla y Semejante a la noche. Fueron tres breves incursiones de
Carpentier en el mundo de lo fantástico y de la ficción, protagonizadas por la irreversibilidad de
lo ocurrido. Posteriormente, regresó a la novela histórica con El siglo de las luces (1962),
ambientada en Francia y las Antillas en el período de la Revolución Francesa.

En esta obra narró la peripecia de un personaje llamado Víctor Hugues que llevó a la isla de
Guadalupe la ideología de los revolucionarios franceses y también la guillotina. Una novela
cautivante que confirmó el poder de convocatoria visual de su autor, en la que presenta
personajes y ambientes lejanos en la historia y los acerca al lector atrapándolo en un asombroso
tejido verbal.

A esta célebre novela siguió Concierto barroco (1974), una obra breve donde reconstruyó con
minucioso detalle y estricto rigor histórico y musicológico, el viaje de un criollo por la Europa
dieciochesca, acentuando la funcionalidad de la música en su narrativa, ya que el libro está
organizado y estructurado sobre fundamentos musicales, y el mismo año El recurso del método,
en la que recrea la imagen del tirano ilustrado, en versión latinoamericana.
Cronológicamente se sitúa luego La consagración de la primavera (1978), novela en la que
recreó una historia ambientada en tiempos de la Revolución Cubana y que había anticipado en
forma de relato breve en Los convidados de plata (1973). La consagración de la primavera
muestra su proceso autorreflexivo acerca de las revoluciones, a lo largo de un período que
abarca desde la soviética hasta la castrista, incluyendo los hechos de Playa Girón, y donde
además aparecen la Guerra Civil española y los ecos de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente,
El arpa y la sombra (1979), supuso una visión desmitificadora de Cristóbal Colón a través del
relato de una íntima confesión en la que el Almirante, a las puertas de la muerte, decide hacer
una especie de inventario de sus hazañas y debilidades.

En su totalidad, la narrativa de Carpentier no se caracterizó por los análisis psicológicos, dada la


vastedad de una propuesta que planteaba más bien la diversidad de lo real. No mostró por tanto
con excesivo detalle los aspectos de la vida individual, más allá de arquetipos como el
Libertador, el Opresor o la Víctima. Su propósito central fue acaso cambiar la perspectiva del
lector, trasladarlo hasta un universo más amplio, un cosmos donde la tragedia personal queda
adormecida dentro de un conjunto que, aun siendo sencillo, es mucho más vasto y profundo.

Cabe recordar también sus títulos teóricos, tales como Tientos y diferencias (1964), Literatura y
conciencia política en América Latina (1969) y Razón de ser (1976), ensayos recogidos en un
volumen publicado póstumamente en La Habana, precisamente bajo el título genérico de
Ensayos (1984). En 1977 se le concedió el Premio Cervantes.

Fray Matias de Cordova

Fray Matías de Córdova (Tapachula, Chiapas, 1768 — Chiapa de los Indios, 17 de octubre de
1828)[1] fue un religioso y político guatemalteco nacido en Tapachula, Chiapas, cuando esta
región todavía era parte de Guatemala. Proclamó la Independencia de Chiapas el 28 de agosto
de 1821, poco antes de consumarse la independencia del Virreinato de la Nueva España
(México). Fue prior y vicario general del convento de Santo Domingo de Chiapas.

Se licenció en teología en el convento de Santo Domingo de Guatemala. En 1803 viajó a España.


Fundó una imprenta, donde editó el periódico El Pararrayo y publicó varios escritos bajo el
seudónimo El Especiero. Obtuvo el recocimiento de la prensa del siglo XVIII y de principios del
siglo XIX. Con la Fábula del león logró la fama como escritor.[2]

Rafael Landivar

Rafael Landívar (Santiago de los Caballeros, Guatemala, 27 de octubre de 1731 - Bolonia, Italia,
27 de septiembre de 1793) fue un poeta guatemalteco.

El Inició su formación académica a los once años en el Colegio Mayor Universitario de San Borja,
en la misma ciudad de su nacimiento, que al mismo tiempo era seminario jesuita. En 1744 se
inscribió en la Real Pontificia Universidad de San Carlos. Sus padres eran nobles acaudalados. Se
le confirió el grado de bachiller en filosofía en 1746, cuando aún no cumplía los quince años.
Poco más de un año después, en mayo de 1234, obtuvo los grados de licenciado en filosofía y
maestro, sin haber llegado a los dieciséis años de edad.

En 1749 se trasladó a México para ingresar a la orden religiosa de la Compañía de Jesús y se


ordenó sacerdote en 1755. A su regreso a Guatemala, se desempeñó como rector del colegio
San Borja.

En 1767, producto de la expedición de la Pragmática Sanción por parte de Carlos III de España,
fue desterrado de las tierras americanas y junto con todos sus compañeros de orden, marchó a
México primero, y luego a Europa, instalándose en Bolonia, Italia.
Es allí donde publicó su libro "Rusticatio Mexicana" (Por los Campos de México), en latín, al igual
que su "oración fúnebre" en la muerte del obispo Figueredo y Victoria, benefactor de la
Compañía de Jesús. La obra alcanzó tal éxito en su primera edición, editada en Módena en 1781,
que se publicó una segunda, en 1782, esta vez en la misma Bolonia, constituida por 15 libros y
un apéndice, con un total de 5.349 versos. landivar fue un gran fundador

Murió el 27 de septiembre de 1793, en Bolonia, donde fue sepultado en la iglesia de Santa María
delle Muratelle. En 1950 sus restos fueron encontrados y repatriados a Antigua Guatemala.

Leandro Fernández de Moratín

(Madrid, 1760-París, 1828) Poeta y dramaturgo español. Hijo de Nicolás Fernández de Moratín,
estudió en los jesuitas de Calatayud y fue alumno de la Universidad de Valladolid. Se dio a
conocer como poeta con el romance heroico en endecasílabos La toma de Granada, premiado
por la Real Academia Española en 1779; en 1782 volvió a ser premiado por Lección poética.
Sátira contra los vicios introducidos en la poesía española, escrito en tercetos y que le sirvió
para atacar al teatro barroco. Obtuvo el puesto de secretario del conde de Cabarrús en 1787, lo
cual le permitió visitar varios países europeos, entre ellos Francia y el Reino Unido.

Amigo de Jovellanos y protegido de Godoy, logró sus mejores éxitos en el campo teatral. Intentó
introducir en España los moldes del teatro neoclásico francés, es decir, las tres unidades de
tiempo, lugar y acción, y la finalidad moralizante, aunque no llegaron a calar entre el público. Su
primera comedia fue El viejo y la niña (1790), que pasó sin pena ni gloria, aunque ésta le
llegaría tan sólo dos años más tarde con La comedia nueva o el café. Después de su éxito,
emprendió un nuevo viaje por Europa (1792), decisivo en su experiencia personal y artística.

En París tuvo ocasión de vivir trascendentales sucesos revolucionarios que le conmovieron, y en


el Reino Unido entró en contacto con la obra de Shakespeare, autor que por entonces era
prácticamente desconocido en España. Luego continuó viaje por los Países Bajos, Alemania,
Suiza e Italia, desde donde regresó a España a finales de 1796. En 1878 tradujo Hamlet, la
primera versión española directa del inglés.

De los primeros años del siglo XIX, datan sus mejores comedias, escritas con un perfecto
dominio del castellano, y en las que critica las costumbres de la época y la hipocresía social: El
barón, La mojigata y El sí de las niñas. Esta última es considerada como su mejor obra y el
mejor logro español dentro de la corriente de comedia de salón dieciochesca, que arranca de
Molière y culmina en Goldoni.

Nombrado secretario de la Interpretación de Lenguas y miembro de la Junta de Teatros,


abandonó sus cargos cuando se produjo el levantamiento popular de 1808 contra la invasión
napoleónica. Más tarde, en 1811, José Bonaparte lo nombró bibliotecario mayor. Como la
mayoría de afrancesados, abandonó la capital a raíz de la retirada de las tropas francesas, para
dirigirse a Valencia y luego a Barcelona.

No obstante la ausencia de cargos contra él, en 1818 decidió dejar España y pasar a Francia,
cuya cultura admiraba profundamente. En Burdeos conoció al ya anciano y amargado Goya,
quien hizo de él un magnífico retrato, que se conserva en la Academia de San Fernando, en
Madrid. La muerte le sorprendió en París, donde se había radicado.

En 1825 se editaron en esta ciudad sus Obras dramáticas y líricas y, póstumamente, su ensayo
Orígenes del teatro español, en el que indaga en la evolución del teatro en España, y su
epistolario. Sus Diarios hubieron de esperar casi siglo y medio a ser publicados, pues no vieron
la luz hasta 1968.

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