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CONTENIDO
1. GENESIS: ESQUEMA GENERAL Y PENSAMIENTO CENTRAL
2. LA REBELION Y LA CORRUPCION DE SATANAS
3. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (1): EL PROCESO
4. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (2): EL PROCESO
5. LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA (UN PARENTESIS)
6. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (3): EL PROPOSITO
7. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (4): EL PROPOSITO
8. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (5): LA MAXIMA CONSUMACION
9. DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS (6): LA MAXIMA CONSUMACION
10. EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO (1)
11. EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO (2)
12. LA TRANSFORMACION PARA LA EDIFICACION EN EL FLUIR DE VIDA
13. LOS DOS ARBOLES (1)
14. LOS DOS ARBOLES (2)
15. LA LINEA DE LA VIDA EN LAS ESCRITURAS
16. LA LINEA DEL CONOCIMIENTO A LO LARGO DE LAS ESCRITURAS
17. DIOS SE FORJA COMO VIDA EN EL HOMBRE
18. LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE
19. DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE (1)
20. LA SERPIENTE, LA MUJER Y LA SIMIENTE DE LA MUJER
21. DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE (2)
22. LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (1)
23. CAIN Y ABEL
24. LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (2)
25. LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE (3)
26. LA MANERA DE ESCAPAR DE LA CONSECUENCIA FINAL DE LA CAIDA
DEL HOMBRE
27. LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE
28. LA MANERA DE SALVARSE DE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE (1)
29. LA VIDA Y OBRA QUE CAMBIO LA ERA
30. LA MANERA DE SALVARSE DE LA TERCERA CAIDA DEL HOMBRE (2)
31. SALVOS POR MEDIO DEL AGUA
32. LA VIDA EN RESURRECCION (1)
33. LA VIDA EN RESURRECCION (2)
34. LA VIDA EN RESURRECCION (3)
35. LA VIDA EN RESURRECCION (4)
36. LA CUARTA CAIDA DEL HOMBRE
37. EL SIGNIFICADO DEL LLAMADO DE DIOS
38. EL TRASFONDO Y EL ORIGEN DEL LLAMAMIENTO DE DIOS Y LA
EXPERIENCIA DE LOS LLAMADOS
39. EL MOTIVO Y LA FUERZA DEL LLAMAMIENTO
40. EL PROGRESO OBTENIDO AL RESPONDER AL LLAMADO DE DIOS
41. VIVIR POR LA FE
42. LA PRUEBA DEL LLAMADO
43. LA VICTORIA DE LOS LLAMADOS
44. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA SIMIENTE Y LA TIERRA
45. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
EL PACTO DE DIOS CON ABRAHAM
46. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA ALEGORIA DE LAS DOS MUJERES
47. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA CIRCUNCISION CONFIRMA EL PACTO DE DIOS
48. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA REVELACION DEL TITULO DIVINO Y EL CAMBIO DE LOS NOMBRES
HUMANOS PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS
49. CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA CIRCUNCISION QUE CUMPLE EL PROPOSITO DE DIOS
50. VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
LA COMUNION CON DIOS EN EL NIVEL HUMANO
51. VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UNA INTERCESION GLORIOSA
52. VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UN JUSTO DERROTADO
53. VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UNA COLUMNA DE SAL
54. VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
LA DESCENDENCIA OBTENIDA POR INCESTO
55. VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
LA DEBILIDAD ESCONDIDA Y LA INTERCESION VERGONZOSA
56. EL NACIMIENTO Y CRECIMIENTO DE ISAAC
57. ISAAC ES OFRECIDO (1)
58. ISAAC ES OFRECIDO (2)
59. MUERTE Y SEPULTURA DE SARA
60. EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA VIDA PRACTICA EN UNIDAD CON EL
SEÑOR
61. EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA FIGURA DE LA BODA DE CRISTO Y LA
IGLESIA
62. SIN MADUREZ EN VIDA
63. HEREDAR LA GRACIA
64. DESCANSAR Y DISFRUTAR
65. UNA DEBILIDAD NATURAL COMO ABRAHAM Y UNA VIDA NATURAL
COMO JACOB
66. LA ELECCION
67. BAJO LA MANO DE DIOS (1)
68. BAJO LA MANO DE DIOS (2)
69. BAJO LA MANO DE DIOS (3)
70. BAJO LA MANO DE DIOS (4)
71. BAJO LA MANO DE DIOS (5)
72. BAJO LA MANO DE DIOS (6)
73. BAJO LA MANO DE DIOS (7)
74. BAJO LA MANO DE DIOS (8)
75. QUEBRANTADO
76. DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO
77. UNA VISTA PANORAMICA DEL EDIFICIO DE DIOS EN LAS ESCRITURAS
78. TRANSFORMADO (1)
79. TRANSFORMADO (2)
80. TRANSFORMADO (3)
81. TRANSFORMADO (4)
82. TRANSFORMADO (5)
83. TRANSFORMADO (6)
84. TRANSFORMADO (7)
85. EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS: EL HABIL HIRAM (1)
86. EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS: EL HABIL HIRAM (2)
87. TRANSFORMADO (8)
88. LA MANERA DE SER PERFECCIONADOS COMO COLUMNAS
89. TRANSFORMADO (9)
90. TRANSFORMADO (10)
91. TRES COLUMNAS Y UNA TORRE EN LA VIDA DE JACOB
92. LA MADUREZ: EL PROCESO DE LA MADUREZ (1)
93. LA MADUREZ: EL PROCESO DE LA MADUREZ (2)
94. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (1)
95. LA BENDICION
96. LOS TRASPASOS DE PRIMOGENITURA QUE CONSTAN EN LAS
ESCRITURAS
97. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (2)
98. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (3)
99. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (4)
100. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA BENDICION PROFETIZADA EN
CUANTO A JUDA, ZABULON E ISACAR (1)
101. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA BENDICION PROFETIZADA EN
CUANTO A JUDA, ZABULON E ISACAR (2)
102. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (5)
103. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE DAN, GAD, ASER Y NEFTALI
104. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (6)
105. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (1)
106. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (2)
107. EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE JOSE Y DE BENJAMIN (3)
108. LA MAXIMA CONSUMACION DE LA OPERACION QUE DIOS EFECTUA EN
LA BIBLIA
109. LA MADUREZ: LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ (7)
110. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (1)
111. EL VIVIR DE JOSE CORRESPONDE A SU VISION
112. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (2)
113. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (3)
114. EL SECRETO DE LA LIBERACION Y EXALTACION DE JOSE
115. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (4)
116. JOSE DISCIPLINA A SUS HERMANOS
117. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (5)
118. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (6)
119. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (7)
120. LA MADUREZ: EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO (8)
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE UNO
GENESIS: ESQUEMA GENERAL
Y PENSAMIENTO CENTRAL
¡Alabado sea el Señor por la Biblia! ¡Alabado sea el Señor por la vida, la vida divina, la vida eterna,
que contiene este libro! ¡Y alabado sea el Señor por habernos brindado la oportunidad de tener un
estudio-vida de Su Palabra divina con una congregación tan grande! Si Dios quiere, a partir de hoy,
6 de abril del 1974, continuaremos este estudio-vida que nos llevará por toda la Biblia, libro tras
libro, cada fin de semana. Que el Señor nos conceda Su bendita presencia y Su rica unción en todo
nuestro estudio.
UN LIBRO MARAVILLOSO
La Biblia es un libro maravilloso. ¡Es el “libro” por excelencia! Fueron necesarios 1600 años para
terminarlo, empezando con Moisés, el profeta más grande que Dios tuvo, y terminando con el
apóstol Juan. La Biblia fue confirmada 300 años más tarde (397 d. de C.) en el concilio de Cartago
en el norte de Africa. Poco después, la Iglesia Católica impidió que el pueblo tuviese acceso a la
Biblia. La Biblia quedó sellada por casi mil años, desde el siglo sexto hasta el siglo quince. La
historia le dio a ese período el nombre de la Edad Media o el Oscurantismo. La sociedad humana
cayó en tinieblas porque no tuvo acceso a la Biblia, la cual contiene toda la luz divina.
Más adelante Dios usó a Martín Lutero para divulgar la Biblia durante la Reforma. Por esos mismos
días se inventó la imprenta, que permitió la impresión de la Biblia. Aunque se publicó bastante, la
Biblia no quedó muy abierta. Sin embargo, le damos las gracias al Señor por haber abierto Su
Palabra repetidas veces mediante muchos maestros destacados en estos últimos cinco siglos.
Permanecemos en la senda trazada por ellos y les estamos agradecidos. No obstante, le damos
muchísimas gracias al Señor por habernos abierto la Biblia de una manera tan clara,
proporcionándonos así un rico estudio-vida de la Palabra viva.
EL ALIENTO DE DIOS
¿Qué es la Biblia? Sabemos que la palabra “Biblia” significa “el libro”. Pero ¿qué es este libro? La
Biblia misma dice que “toda la Escritura es dada por el aliento de Dios” (2 Ti. 3:16). La Biblia es el
aliento de Dios. No es simplemente la palabra o el pensamiento de Dios, sino Su mismo aliento.
Todo lo que exhalamos es nuestro aliento, y este aliento procede de nuestro ser. Por lo tanto, la
Biblia, como aliento de Dios, es algo exhalado desde el ser de Dios. La Biblia contiene el elemento
mismo de Dios. Todo lo que Dios es se encuentra en este libro divino. Dios es luz, vida, amor,
poder, sabiduría y mucho más. Todo eso constituye el ser de Dios y fue exhalado y plasmado en la
Biblia. Cada vez que abrimos este libro con un corazón abierto y con un espíritu abierto, podemos
tocar inmediatamente algo divino: no sólo pensamientos, conceptos, conocimiento, palabras o
frases, sino algo más profundo: tocamos a Dios mismo.
EL ESPIRITU Y LA VIDA
El Señor Jesús dijo que las palabras que El pronuncia son espíritu y son vida (Jn. 6:63). ¿Podemos
imaginar que la Biblia como Palabra de Dios es el Espíritu? No son simplemente palabras escritas
en papel, sino algo más elevado, más profundo, más completo y más rico; son Espíritu y son vida. Y
la Biblia nos dice que el Espíritu es Dios mismo (Jn. 4:24) y que la vida es Cristo (Jn. 14:6). No
estoy diciendo que la Biblia sea Dios mismo, sino que el Señor Jesús declara que lo dicho en la
Biblia es el Espíritu, y el Espíritu es Dios mismo, el Señor, quien es vida para nosotros. Cuando
tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto con Dios mismo y recibimos vida, si estamos en
la posición correcta y si estamos abiertos en nuestro corazón y espíritu.
Cuando llegamos a la Palabra divina, prácticamente todo nuestro ser participa. Debemos llegar con
un corazón que busca a Dios, con una mente clara y sobria, y con un espíritu abierto. Si abrimos
nuestro espíritu a Dios y a Su Palabra, podemos tocarlo a El mismo en cada página impresa. No se
trata de leer simplemente con nuestros ojos, de entender con nuestra mente, ni de buscar con nuestro
corazón, sino de tocar a Dios en nuestro espíritu. Si ejercitamos todo nuestro ser de esta manera, no
sólo recibimos una revelación, sino que algo del elemento divino, revelado y comunicado por Su
Palabra será trasmitido en nuestro espíritu. Por tanto, Efesios 6:17-18 dice que debemos recibir “la
palabra de Dios ... con toda oración y petición”. Debemos tomar lo que dice la Biblia no sólo
leyéndolo y estudiándolo, sino también con toda oración. Debemos leer y estudiar la Biblia con
oración, es decir, debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con el Señor por medio de
la oración hecha con la lectura de la Palabra divina.
PALABRA ADICIONAL
Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en Génesis,
particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz, y esta luz se desarrolla en
toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras del cuarto día, y el desarrollo de éstas
hasta el final de la Biblia, donde leemos en los últimos dos capítulos que “no habrá noche”.
Finalmente, Dios mismo será la luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la
Nueva Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios mismo será la
luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se desarrolló plenamente en
Apocalipsis 22.
Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su propia imagen”.
La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más que manifestar Su gloria. Esta
pequeña palabra “imagen” se desarrolla continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la
Biblia. La ciudad entera tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá
que el que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como jaspe. Por
último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe. El muro de la ciudad también
estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los
lados la Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios.
Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de los cuatro seres
vivientes de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel, cada uno de estos seres tiene cuatro
rostros; el rostro frontal es humano; el rostro posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de
león, y el rostro lateral izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de
Ezequiel al capítulo 4 de Apocalipsis, veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los cuatro
seres tiene un solo rostro. El primero no es de hombre, sino de león. El segundo no es de buey, sino
de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es
extraño. En mi opinión, en Ezequiel el buey debería ser un becerro, y en Apocalipsis el becerro
debería ser un buey; primero el más joven, luego el mayor. No obstante, la Biblia menciona primero
el mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que nosotros los
cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más crezcamos, más joven seremos.
En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y en cuarto lugar
el águila. El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia entre Ezequiel y Apocalipsis.
Esta es la razón: el orden de los seres vivientes de Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro
evangelios. En Mateo tenemos al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es
decir, el becerro. En Lucas tenemos al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a
las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad, los cuatro seres vivientes de Ezequiel eran la
manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que tuvimos sobre Ezequiel, abarcamos
Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué
es la gloria de Dios? Es Cristo. Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo. Pero observe la
diferencia. En Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. En
Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha producido una
mejoría, pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo. Por lo tanto, en Apocalipsis, la
apariencia de los cuatro seres vivientes concuerda exactamente con los cuatro evangelios. Esto
significa que los cuatro seres vivientes de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No
estoy diciendo que sean Cristo. No, no lo son, pero sí lo expresan a El; expresan lo que Cristo es.
Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como esclavo, como hombre y como Dios mismo.
Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo necesita una expresión en Su creación. Así que en
este universo existen cuatro seres vivientes, los cuales representan todas las clases de vida en todos
los niveles, para expresar a Cristo.
Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las aguas de muerte, y los
animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo
también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la
Palabra es Cristo, la luz es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo
porque Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la flor de
alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo. Cristo es el olivo, la higuera,
la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo alimentó a 5000 personas con cinco panes y
dos peces. La mayoría de los cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los
dos peces. Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo que
procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las aves. El es el águila. Exodo
19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran
águila, El liberó a Su pueblo de Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final
de Mateo 23 (v. 37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas,
pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la vaca, la oveja y el
cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo es el hombre, el verdadero Adán.
Cristo también es el sol, la estrella de la mañana y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el
capítulo 1 de Génesis, todo es Cristo y Cristo lo es todo.
Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si lo disfruta como
las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado. Aun cuando usted lo disfrute como
el pez, no está calificado. Aunque quizás disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para
expresarlo. Usted debe avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves.
Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo.
La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas delante del trono
de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de vida de Génesis 1, sólo cuatro están
representadas delante del trono de Dios. Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el
pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran
y el hombre.
Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el hombre) están calificadas
para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni
las hierbas, ni los árboles, ni los peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros
son dejados a su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego.
Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El rostro de usted es la
apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es interiormente se expresa exteriormente en su
rostro. Como lo mencionamos antes, ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces
tienen rostro, pero su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un
cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve categorías, sólo
cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro humano es el mejor, el más elevado y
el más distinguible. Compare su rostro con el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se
dará cuenta de que su rostro es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy
distinta de la vida de las aves, de los becerros y de las fieras.
En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un hombre, pero sirve
a la gente como un becerro. El es un hombre, pero pelea la batalla, ejerce control y tiene dominio
como el león. El es un hombre, pero El puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la
vida humana para expresar a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del
águila. Cuando tenemos estas cuatro podemos expresar plenamente a Cristo.
Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1 ha experimentado
un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo en cuatro
aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen
de Dios y expresa a Cristo. Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén
también es como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DOS
LA REBELION Y LA CORRUPCION DE
SATANAS
2. La rebelión y la corrupción de Satanás
Llegamos ahora a la rebelión y la corrupción de Satanás. Estudiar este tema ahora puede sorprender.
Hemos considerado la obra creadora de Dios y de repente pasamos a la rebelión de Satanás. ¿Qué
significa esto? Debemos empezar a abordar ese asunto con una mente sobria a fin de entenderlo
claramente.
Muchos cristianos sinceros piensan que el tema de los primeros dos capítulos de Génesis está en
1:1. Se les ha dicho que esos dos capítulos presentan el relato de la creación, y que el tema está
contenido en el primer capítulo y el primer versículo. No obstante, si el versículo 1 es el tema, ¿por
qué el versículo 2 empieza con “Y”? “Y” significa que se produce algo, y que después sigue otra
cosa. “Y” es una conjunción que enlaza dos cosas: la primera sucede y la segunda viene luego. Aun
la gramática muestra que el versículo 1 no es el tema, sino parte de la descripción. Describe el
primer acontecimiento de una serie. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y...” Esto
significa que después de que Dios creó, sucedió algo.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía”. La versión
Concordant de Génesis traduce el versículo de esta manera: “Sin embargo, la tierra vino a ser un
caos y estaba vacía”. La versión Concordant no dice “Y”, sino “Sin embargo”. En el principio Dios
creó los cielos y la tierra. Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía. Un caos es una
confusión. La tierra vino a ser un caos: desordenada y vacía. Si usted construye algunas viviendas y
nadie las ocupa, entonces se dice que están vacías. Podemos traducir esta frase “un caos y vacía” o
“desolada y vacía”. Algo ocurrió entre los versículos 1 y 2, y eso hizo que la tierra quedara desolada
y vacía.
a. El origen de Satanás
Satanás fue un ángel que Dios creó antes de crear la tierra. El libro de Job (38:4-7) nos dice que
cuando Dios midió los cimientos de la tierra, los hijos de Dios (los ángeles) daban voces de alegría.
Esto demuestra que Dios creó los ángeles antes de crear la tierra. En Ezequiel 28, vemos que
Satanás no era uno de los ángeles, sino el principal arcángel, el jefe de todos los ángeles.
Ezequiel 28 describe la posición que Satanás tenía en el universo antes de su rebelión y corrupción.
Todo ese capítulo parece hablar del rey de Tiro. No obstante, el versículo 13 dice: “En Edén, en el
huerto de Dios estuviste”. Si leemos el contexto, nos daremos cuenta de que éste no era el huerto de
Edén en el cual fue puesto Adán. Este Edén no estaba sobre la tierra, sino en los cielos, en el santo
monte de Dios.
“De toda piedra preciosa era tu vestidura”. El estaba vestido de piedras preciosas. G. H. Pember dijo
que esto hace referencia a su morada. Su morada estaba hecha con piedras preciosas.
“Los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación”.
Antiguamente los instrumentos musicales como los tamboriles y las flautas estaban destinados a los
reyes (Dn. 3:5; 6:18). Esto indica que Satanás era un rey, y que ocupaba la posición más elevada de
ese universo. Esta fue la razón por la cual aun el Señor Jesús lo llamó “el príncipe de este mundo”
(Jn. 12:31). El apóstol también lo llama “el príncipe de la potestad del aire” (Ef. 2:2). Lucas 4:5-6
también confirma esto. “Le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los
reinos de la tierra. Y el diablo le dijo: A Ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a
mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy”. ¿Era eso una mentira? Si lo hubiera sido, el
Señor Jesús habría reprendido a Satanás. El Señor no lo reprendió; por tanto, debe de ser un hecho.
Satanás, el diablo, le dijo al Señor que todos los reinos del mundo y toda su gloria le habían sido
entregados. Satanás dijo también: “a quien quiero la doy”. ¿Cuándo entregó Dios todas estas cosas a
Satanás? Esto se produjo ciertamente antes de Adán, antes del mundo de Adán. Al leer la plena
revelación de la Biblia, podemos ver que Dios nombró a Satanás como cabeza de ese universo, y
que Dios entregó en su mano todas las cosas creadas en los cielos y sobre la tierra. Por tanto, él se
convirtió en “el príncipe del mundo”. Su posición y rango eran tan elevados que ni aun “Miguel el
arcángel ... se atrevió a proferir juicio de maldición contra él” (Jud. 9). Miguel era uno de los
arcángeles (Dn. 10:13). El hecho de que no se atrevió a reprender a Satanás demuestra que el rango
de Satanás era superior al suyo. Por tanto, podemos deducir que Satanás debe de haber sido el
arcángel más elevado.
Leamos el versículo 14: “Tú, querubín grande, protector”. Satanás era el “querubín grande,
protector”. Esto significa probablemente que él cubría (véase Ex. 25:20) el arca de Dios en los
cielos (Ap. 11:19). “Yo te puse en el santo monte”. Dios hizo eso. Dios ungió y designó al arcángel
para cubrir Su arca. Ezequiel nos dice que los querubines llevan la gloria de Dios (9:3; 10:18) y que
están muy cerca del trono de Dios (10:1; 1:26). Esto demuestra que Satanás, antes de su rebelión,
cuando era el querubín ungido que cubría el arca de Dios, debe de haber tenido una posición muy
cerca de Dios, llevando la gloria de Dios. Ezequiel también nos dice que los querubines son los
cuatro seres vivientes que Dios usa de una manera particular (10:20). Los cuatro seres mencionados
en Ezequiel son semejantes a los de Apocalipsis (Ez. 1:10; cfr. Ap. 4:7) que tomaban la iniciativa
entre las criaturas para adorar a Dios. Esto revela que el Satanás de hoy, el adversario de Dios,
originalmente el querubín ungido, debe de haber sido designado especialmente por Dios como
cabeza entre todas Sus criaturas, y que llevaba Su gloria y conducía a los demás a adorar a Dios.
Esto parece indicar que el arcángel ungido tenía también el sacerdocio. Es posible que haya sido el
sumo sacerdote en la adoración universal de Dios.
“En el santo monte de Dios, allí estuviste”. Indudablemente esto se produce en los cielos. “En
medio de las piedras de fuego te paseabas”. En Exodo 24:10, 17, Moisés, Aarón y muchos otros
vieron debajo del trono de Dios piedras preciosas que tenían la gloria de Dios, semejantes al fuego
ardiente. Estas deben de ser las piedras de fuego. Así podemos deducir que el querubín ungido tenía
el privilegio particular de moverse en la esfera donde se hallaba la gloria de Dios.
Además de Ezequiel 28, Isaías 14:12 nos ayuda también a ver el origen de Satanás. Nos dice que
Satanás era el “Lucero, hijo de la mañana”. Así como el lucero es la principal estrella, Satanás debe
de haber sido el líder de todos los ángeles. El título “hijo de la mañana” muestra que él existía desde
temprano, desde el comienzo del universo. Por tanto, Satanás, desde los primeros días del universo,
era la cabeza de los ángeles, y brillaba como el lucero.
El origen de Satanás era maravilloso. El era el querubín ungido de Dios, aquel que estaba más cerca
de Dios, y que tenía la posición más elevada en la creación de Dios. No sólo tenía el reinado, sino
también el sacerdocio, la misma posición que nosotros los redimidos de Dios tendremos para
siempre (Ap. 5:9-10; 20:4-6). Pero fue despojado de su posición y de su oficio cuando se rebeló
contra Dios. Ahora Dios nos ha escogido como Sus sacerdotes y reyes, para que asumamos la
posición y el oficio que tenía Satanás, lo avergoncemos y glorifiquemos a Dios.
b. La rebelión de Satanás
Ezequiel 28:15 indica que Satanás era perfecto en sus caminos desde el día en que fue creado. Por
supuesto, Dios no creó un Satanás maligno. Dios creó un arcángel bueno y perfecto. Sin embargo,
en cierto momento este arcángel, el querubín ungido, se rebeló contra Dios.
1) La causa
Satanás se rebeló contra Dios por el orgullo de su corazón. Ezequiel 28:17 indica que su corazón se
había elevado debido a su belleza él corrompió su sabiduría a causa de su resplandor. El estaba,
“lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”; él era “el sello de la perfección” (Ez. 28:12) lo cual
significa que tenía la plena medida en todo y que no le faltaba nada. Pero él contempló su belleza y
se enorgulleció. El miró su resplandor y se corrompió. Poner los ojos en lo que Dios ha hecho por
nosotros y olvidarnos de Dios mismo siempre nos incita a enorgullecernos. El orgullo fue la causa
de la rebelión de Satanás. Por tanto, el apóstol nunca permitía que un “recién convertido” fuese
puesto como anciano de la iglesia, “no sea que cegado por el orgullo, caiga en la condenación del
diablo” (1 Ti. 3:6). El diablo puede usar todas las virtudes y cualidades naturales, y todos los dones
espirituales para volvernos orgullosos. Incluso el apóstol Pablo podía exaltarse desmedidamente por
“la excelente grandeza de las revelaciones” (2 Co. 12:7). El diablo orgulloso sigue rondando la
tierra, buscando devorar a los orgullosos (1 P. 5:8). La única manera de resistirle consiste en
humillarnos, en vestirnos de humildad; porque “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da
gracia” (1 P. 5:9, 5-6). El Señor Jesús es un buen ejemplo de esto. Satanás se exaltó a sí mismo,
pero el Señor Jesús “se humilló a Sí mismo” (Fil. 2:8). Por tanto, el Señor venció a Satanás, y éste
no tenía nada en El (Jn. 14:30).
2) El propósito
El propósito de la rebelión de Satanás era exaltarse a sí mismo para ser igual a Dios. En Isaías
14:13-14, vemos que en cinco ocasiones Satanás se refiere a sí mismo en el momento de la rebelión.
“[Yo] subiré ... levantaré mi trono ... en el monte del testimonio me sentaré ... sobre las alturas de
las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. Satanás quería ser igual a Dios. Este fue el propósito
de su rebelión contra Dios.
La causa de todas las rebeliones relatadas en la Biblia es la ambición de una posición. La rebelión
de Babel (Gn. 11:4), la rebelión de Datán, Abiram y los doscientos cincuenta príncipes israelitas
(Nm. 16:1-3), y la rebelión de Absalón (2 S. 15:10-12), fueron causadas por la maligna ambición de
obtener una posición. Sin embargo, el Señor Jesús “se despojó a Sí mismo, tomando forma de
esclavo ... por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre” (Fil. 2:7, 9).
3) El proceso
Satanás inició la rebelión contra Dios con la maligna intención de derribar la autoridad de Dios (Ez.
28:15-18; Is. 14:13-14).
El no se rebeló solo, sino que fue acompañado de gran parte de los ángeles que se rebelaron bajo su
mando. En Apocalipsis 12:4, 9 descubrimos que una tercera parte de las estrellas del cielo, o sea una
tercera parte de los ángeles, lo siguieron. (En Apocalipsis las estrellas representan a los ángeles.) En
Mateo 25:41 el Señor Jesús se refirió al “diablo y sus ángeles”. Efesios 2:2 describe a Satanás como
el “príncipe de la potestad del aire”, y Efesios 6:12 nos revela que los principados y potestades están
en el aire. Estos principados y potestades eran los ángeles que estaban bajo el mando de Satanás y
que gobernaban el universo preadamítico. Por tanto, son las potestades de los aires. Cuando Satanás
se rebeló contra Dios, la mayoría de sus ángeles lo siguió en su rebelión, convirtiéndose así en los
ángeles caídos, los espíritus malignos. Ahora en el universo existen dos categorías de ángeles: los
buenos y los malos. Los ángeles buenos permanecen con Dios; los malos están aliados con Satanás
en contra de Dios.
Los seres vivos que estaban en la tierra en aquel tiempo, y que más tarde se convirtieron en los
demonios de esta tierra, también se unieron a Satanás en su rebelión.
Si leemos los cuatro evangelios veremos que en esta tierra hay otra clase de espíritus: los demonios.
¿Quiénes son los demonios y qué son? La mayoría de los cristianos se imaginan que los demonios
son idénticos a los ángeles caídos, pero según Efesios, los ángeles caídos viven en el aire, y no en la
tierra. Los cuatro evangelios revelan que, hablando con propiedad, los demonios nunca entran en el
aire, sino que se mueven sobre la tierra o entran en el agua, su morada. Recuerden el incidente del
hombre poseído por muchos demonios (Mt. 8:28-32). Cuando el Señor Jesús expulsó a los
demonios, éstos le pidieron permiso de entrar en una piara. Después de entrar en los cerdos, se
precipitaron al mar, donde les gusta permanecer.
Mateo 12:22-27 y 43-45 tiene muchas cosas que confirman este punto. En este pasaje descubrimos
que Satanás tiene un reino diabólico y que él es el “príncipe de los demonios”. Leamos el versículo
43: “Cuando el espíritu inmundo [el demonio] sale del hombre, anda por lugares secos, buscando
reposo, y no lo halla”. El demonio que fue echado fuera del hombre ciego y mudo buscaba descanso
y no lo podía encontrar en lugares secos. Esto demuestra que el lugar de reposo, la morada, de los
demonios se encuentra en el agua. El versículo 44 nos relata lo que les sucede cuando no hallan
agua. “Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí...” Esta “casa” es el cuerpo físico del ser
humano. La morada de los demonios es el agua, y su morada temporal es el cuerpo humano.
Hechos 23:8-9 demuestra que los demonios no son ángeles caídos. En estos dos versículos vemos
que los ángeles y los espíritus están clasificados como seres diferentes. Aun los antiguos fariseos
judíos ponían a los demonios y a los ángeles en categorías separadas. Si leemos los cuatro
evangelios detenidamente, descubriremos que los demonios también son llamados espíritus
malignos. Los ángeles son espíritus y los demonios también lo son.
¿Quiénes son los demonios? ¿Por qué a los demonios les gusta entrar en el agua o en el cuerpo
humano? En el famoso libro de G. H. Pember Earth’s Earliest Ages [Las primeras eras de la tierra],
él llevó a cabo un estudio notable y profundo sobre el tema. La geología y la arqueología han
descubierto que la tierra no tiene sólo seis mil años, sino que ha existido mucho más tiempo. El
concepto según el cual la tierra sólo tenía seis mil años de edad, partiendo de Adán, llevó a algunos
ateos y a algunos cristianos modernistas a decir que había un error en Génesis 1. Los arqueólogos
han descubierto fósiles de huesos que tienen miles y miles de años. Sin embargo, el señor Pember
encontró la respuesta. Entre Génesis 1:1 y 1:2 transcurre un período que él llamó el intervalo. Nadie
puede determinar cuánto duró ese intervalo. De todos modos, debe de haber sido un período muy
prolongado. Después de examinar este asunto cabalmente, Pember dedujo que en cierto momento
después de la creación original, Satanás y sus ángeles se rebelaron. Además Pember dedujo,
basándose en el relato bíblico, que en la edad preadamítica existían en la tierra algunos seres vivos
que tenían espíritu, y que dichos seres también se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Por
consiguiente, Satanás, junto con sus ángeles caídos y estos seres, fueron juzgados por Dios.
Después de ser juzgados por Dios, estos seres perdieron sus cuerpos y se convirtieron en espíritus
incorpóreos. Esta es la razón por la cual los demonios procuran entrar en un cuerpo físico.
El agua con la cual Dios los juzgó vino a ser el abismo donde los demonios deben vivir. Pember
también demostró que debajo del agua se halla el lugar que llaman el abismo. La traducción griega
de Génesis 1:2 usa la palabra “abismo” en vez de “profundidad”. El abismo constituye la morada de
los demonios.
Un día, mientras Jesús navegaba por el mar, un fuerte viento empezó a soplar, y se levantó una gran
tormenta. El Señor Jesús no oró; El mandó al viento que se detuviese y a la tormenta que callase
(Mt. 8:23-27). ¿Por qué el aire se llenó de viento y una tempestad agitó el agua? Porque había
ángeles caídos en el aire y demonios en el agua. Sabían que Jesús iba a la otra orilla para echar
fuera demonios (Mt. 8:28-32). Hoy en día, el aire sigue lleno de ángeles caídos y la tierra llena de
demonios.
Nosotros los hijos de Dios deberíamos conocer estos asuntos del universo y particularmente de la
tierra. Los ángeles malignos siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Los demonios, otra
clase de seres, son espíritus incorpóreos que viven en el agua y obran en la tierra. Satanás es el
príncipe de este mundo, el cual incluye la tierra y el aire. En el reino de Satanás se hallan los
ángeles caídos, en el aire, los demonios, en el agua, y los seres humanos caídos sobre la tierra.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TRES
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(1)
EL PROCESO
Ya vimos que el primer versículo del capítulo 1 describe plenamente la obra creadora de Dios. “En
el principio creó Dios los cielos y la tierra”. También vimos la rebelión de Satanás en la segunda
mitad del versículo 2. “Y la tierra quedó desolada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del
abismo” (heb.). El versículo 2a contiene cinco puntos principales: el hecho de que la tierra fue
convertida en algo diferente de lo que era originalmente, la desolación y el vacío; las tinieblas y el
abismo. Tenga presentes estos cinco puntos. Después del juicio sobre la tierra a causa de la rebelión
de Satanás, la tierra quedó desolada y vacía.
Las tinieblas constituyen otro indicio de juicio. Exodo 10:21-22 y Apocalipsis 16:10 muestran que
las tinieblas son resultado del juicio de Dios. Hubo tinieblas cuando Dios trajo Su juicio sobre
Faraón, y habrá tinieblas cuando El ejerza Su juicio sobre el anticristo. Por tanto, las tinieblas de
Génesis 1:2a aluden al juicio de Dios.
Además, sabemos que la luz acompaña la vida y que las tinieblas siempre representan la muerte.
Donde está la vida, allí está la luz; donde hay muerte, allí hay tinieblas. Lo contrario también es
cierto: donde hay muerte, hay tinieblas. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2 muestran también que
la tierra se encontraba en una condición de muerte.
La palabra “abismo” representa las aguas profundas. En la Biblia, el agua tiene dos significados y
simboliza dos cosas distintas, una positiva y otra negativa. En el sentido positivo, el agua representa
siempre algo viviente. El agua que corre trae vida a la gente y satisface su sed. En el sentido
negativo, el agua representa la muerte. Por ejemplo, cuando fuimos bautizados en agua, esa agua
representaba la muerte. Las aguas del mar Rojo y las aguas del río Jordán también representan la
muerte. El agua mencionada en Génesis 1:2 no representa la vida, sino la muerte. Por consiguiente,
concluimos que la tierra se encontraba bajo muerte. La tierra no sólo estaba desolada, vacía y
carente de sentido, sino que estaba llena de muerte y bajo la misma. Dios llegó en medio de esta
situación.
a. El proceso
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUATRO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(2)
EL PROCESO
En el último mensaje abarcamos seis puntos, que incluían tres venidas y tres separaciones. El
Espíritu vino, el Verbo de Dios vino y la luz vino. Como resultado, se produjeron tres separaciones:
la luz se separó de las tinieblas; las aguas de arriba se separaron de las aguas de abajo; y la tierra
seca se separó de las aguas de muerte. Con estas tres separaciones la tierra seca salió de las aguas de
muerte en el tercer día, el día de resurrección. El Señor Jesús es la tierra seca que salió de las aguas
de la muerte. Resucitó para regenerarnos.
En el Antiguo Testamento, la tierra representa a Cristo como fuente que genera. Esta tierra fue
sepultada debajo de las aguas de muerte y volvió a subir en el tercer día. Según lo revela el relato
del Antiguo Testamento, de esta tierra brotó toda clase de vida: la vida vegetal, la vida animal y la
misma vida humana. El hombre fue hecho del polvo de la tierra. En tipología, eso significa que toda
clase de vida procede de Cristo.
Después de la caída de la humanidad, durante la época de Noé, la tierra volvió a quedar cubierta de
las aguas de muerte (Gn. 7:17-24), lo cual significa que el hombre estaba separado de Cristo. La
humanidad estaba separada del deleite de la buena tierra. Después la tierra fue recobrada de nuevo
(Gn. 8:13-17, 22). La tierra fue recobrada hasta el día de la rebelión de Babel, cuando el hombre
cayó aún más, y toda la humanidad se rebeló contra Dios (Gn. 11:1-9). De modo que Dios llamó a
un linaje con Abraham como padre para que entrara en la tierra elevada, la buena tierra de Canaán
(Gn. 12:1, 5, 7). Esta buena tierra representa también a Cristo. Abraham fue llamado a salir de
Babel e ir a la buena tierra. Hemos sido llamados a salir de la rebelión para entrar en Cristo, nuestra
buena tierra (1 Co. 1:9). Ahora esta buena tierra nos pertenece y está lista para producir vida.
7) La vida vegetal es generada
La vida vegetal fue generada en la tierra. La vida inferior, una vida sin consciencia de sí, llegó a la
existencia (Gn. 1:11-13; cfr. Mr. 4:8; Os. 14:5-7). Esta es la obra generadora de vida y sucedió el
tercer día, después de que la tierra saliera de las aguas de muerte. En aquel tiempo, no había ningún
crecimiento de vida, sino sólo la forma más inferior de vida, una vida que no estaba consciente de
sí. Si hablamos al pasto o a los árboles, el pasto no podrá entender y los árboles no reaccionarán,
por no tener ningún sentimiento, ninguna percepción de sí. No tienen ningún sentimiento,
pensamiento ni voluntad porque son vidas desprovistas de consciencia. Esta es la vida más inferior
de todas.
Cuando recibimos a Cristo, El salió de las aguas de muerte que había en nosotros. Cristo surgió, y
nosotros ahora tenemos la vida, la vida que genera. Somos salvos y tenemos la vida. En el momento
de ser salvos, recibimos vida, pero la vida que llevábamos adentro era muy insignificante. El relato
de Génesis presenta eso con la vida del pasto, la vida de las hierbas, y la vida de los árboles frutales.
Aun en la vida vegetal existen tres niveles: el pasto, la vida vegetal inferior; las hierbas que
producen semillas, o sea un nivel más elevado; y los árboles frutales, un nivel todavía superior. Si
leemos Génesis 1:29-30, veremos que Dios le dio al hombre las hierbas y los árboles frutales para
su subsistencia. Luego Dios dio el pasto a los animales y al ganado para proporcionarles el
alimento.
Cuando usted llegó a ser cristiano, recibió vida, pero esa vida era muy inferior. Tal vez la vida que
hay en usted es semejante al pasto; es vida y crece, pero es inferior. Aun comparado con otra vida
vegetal, el pasto es bastante inferior. Aunque la semana pasada usted quizás se parecía al pasto, hoy
ha crecido un poco más y ha llegado a ser la hierba que produce semilla. Espero que después de dos
meses, usted sea un árbol que dé fruto. ¿Con qué se compararía usted: con el pasto, la hierba o los
árboles? Supongamos que el Señor mismo le pregunta: “¿Y qué me dices de ti? ¿Te pareces al
pasto, a las hierbas o a los árboles?” Hoy en día usted puede ser una hierba, pero después de cierto
tiempo tal vez se parezca a un árbol que produce frutos. Sin embargo, cuando llegue a ser árbol, no
se conforme. Este no es el último versículo del capítulo uno; es algo que sucedió en el tercer día.
9) Se estableció un gobierno
Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el día y en la noche”
con su resplandor (Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino que también rige con su resplandor.
Donde hay resplandor, hay gobierno. Las tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer
en vida, necesitamos el gobierno y la reglamentación de las luces del cuarto día.
Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La separación entre
la luz y las tinieblas ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos en el mensaje tres. Ahora, el
gobierno del resplandor de las luminarias del cuarto día fortalece esa separación. Para crecer en
vida, necesitamos el gobierno de los luminares y también que la separación sea fortalecida. Este es
el segundo requisito para crecer en vida.
10) Los seres vivos que están en el agua
fueron generados
En el quinto día, llegó a la existencia la vida inferior, que tiene la consciencia más primitiva (Gn.
1:20-22). Aunque todas las especies de la vida animal tienen cierto nivel de consciencia, algunas
son más elevadas y otras menos. Primero se mencionan los peces, la vida animal que tiene la
consciencia más rudimentaria. Todos hemos experimentado eso. Supongamos que algunos peces
nadan en un río y nosotros nos acerquemos a ellos. Se asustarán y huirán. Pero si esparcimos
comida en el agua y nos alejamos, todos los peces regresarán. Esa vida es más elevada que la vida
de los árboles y que la vida vegetal (Ez. 47:7, 9). Aunque no es muy elevada, es más elevada. Esta
es la primera etapa del crecimiento de vida.
Los peces del mar viven en el agua salada. En principio, el agua salada no fomenta el crecimiento
de nada; al contrario, mata y prácticamente impide que crezcan las plantas. El agua salada mata la
vida. No obstante, los peces pueden vivir en el agua salada. El agua puede ser salada, pero los peces
nunca serán salados, a menos que estén muertos. Esto es bastante significativo.
Toda la humanidad, la sociedad humana en su totalidad, se parece a un gran mar. No obstante,
nosotros los cristianos estamos llenos de vida. Podemos estar llenos de vida, cohabitar en esta
sociedad y no ser salados por ella. Pero una vez muertos, seremos salados. Los chinos
acostumbraban comer mucho pescado salado. Primero, mataban a los peces, y luego los ponían en
sal hasta que estuviesen bien salados. Cuando los peces vivían, la sal no los afectaba, pues podían
vivir en el agua salada. Es maravilloso. Nosotros los cristianos, quienes llevamos la vida de Cristo,
podemos vivir en esta sociedad oscura y maligna. No obstante, si morimos, seremos salados. Hoy
en día, si usted está lleno de vida y uno de sus compañeros lo invita a ir al cine o a usar narcóticos,
usted dirá: “No”. Nada podrá afectarlo. Pero si usted está muerto, lo llevarán al cine como oveja al
matadero. Una vez sacrificado, usted estará muerto, consumirá narcóticos, y hasta heroína. Usted
será salado. Pero ¡aleluya!, nosotros nunca podremos ser salados porque tenemos vida. La vida
repele toda la sal procedente del mar. Esa vida puede sobrevivir en cualquier situación mortífera.
Esta vida sobrevive en medio de un entorno de muerte. Esto es bueno, pero hay más todavía.
9) Se estableció un gobierno
Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el día y en la noche”
con su resplandor (Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino que también rige con su resplandor.
Donde hay resplandor, hay gobierno. Las tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer
en vida, necesitamos el gobierno y la reglamentación de las luces del cuarto día.
Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La separación entre
la luz y las tinieblas ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos en el mensaje tres. Ahora, el
gobierno del resplandor de las luminarias del cuarto día fortalece esa separación. Para crecer en
vida, necesitamos el gobierno de los luminares y también que la separación sea fortalecida. Este es
el segundo requisito para crecer en vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCO
LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA
(UN PARENTESIS)
Antes de estudiar la creación del hombre, debemos considerar, a modo de paréntesis, el asunto de
las lumbreras del cuarto día. Génesis 1 relata que en el primer día de la restauración Dios llamó a la
luz. El primer día fue un día de luz y esa luz puede ser llamada la luz del primer día. En el cuarto
día, Dios hizo algo más en cuanto a la luz. El hizo los portadores de luz: el sol, la luna y las
estrellas. La Biblia no dice qué clase de luz había en el primer día, y no necesitamos adivinarlo. La
luz del primer día no era muy sólida, ni fuerte ni definida. No se le dio una designación específica;
fue llamada simplemente “luz”. No obstante, las luces del cuarto día: el sol, la luna y las estrellas,
eran definidas y sólidas, firmes y disponibles.
Si prestamos atención al relato de Génesis 1, veremos que la restauración que Dios efectuó junto
con Su creación adicional se cumplió en seis días. El fin de estos seis días no era la creación
original. Dios llevó a cabo la creación original en el versículo 1 de Génesis 1. Después de la
creación, se produjo un gran cambio que sucedió en alguna parte del versículo 2 del capítulo 1, y
Dios juzgó el universo. Después de ese juicio, transcurrió un largo período. Luego Dios vino a
restaurar y a crear algo más. Esta restauración, con su creación adicional, fue llevada a cabo en seis
días, que podemos dividir en dos secciones: los primeros tres días son la primera sección; y los
últimos tres, la segunda. Cada sección empieza con un día de luz. El primer día tuvo su luz, y el
cuarto día tuvo las suyas. En el primer día, Dios convocó la luz. En el cuarto día, restauró el sol, la
luna y las estrellas. Esto tiene mucho significado.
Estos días de luz marcan el comienzo de la creación de vida que Dios llevó a cabo. Toda la Biblia
revela que la luz es indispensable para la vida. Una vez más, vemos que la obra creadora de Dios
está completamente centrada en la vida. Todo lo que Dios creó e hizo giraba en torno a la vida y
tenía como fin la vida. Por consiguiente, la luz es necesaria. La luz y la vida siempre van a la par.
Por el lado negativo, las tinieblas y la muerte siempre van juntas. Antes de que Dios hiciera Su obra
restauradora, las tinieblas cubrían las aguas de la muerte, lo cual indica que las tinieblas y la muerte
eran uno. La muerte es abstracta y nadie puede verla. Por tanto, la Biblia usa el agua para
representarla. La profundidad del océano describe la muerte. Antes de que Dios efectuara Su obra
de restauración, había solamente dos cosas: las tinieblas y la muerte.
Dios es vida y luz, todo lo opuesto a la muerte y las tinieblas. El Dios de luz no puede tolerar las
tinieblas; ésta es la razón por la cual vino a disiparlas. Del mismo modo, el Dios de vida no puede
tolerar la muerte; por eso vino a sorberla. Cuando lea la Biblia, no adopte una posición científica;
enfóquela desde la perspectiva de Dios. Si leemos la Biblia desde el punto de vista de Dios, cada
línea se llenará de luz y de vida porque la Biblia es un relato del Ser divino, quien es luz y vida. El
Dios de luz y de vida eliminó las tinieblas y la muerte.
En el primer día, Dios mandó que la luz viniese y la luz vino. Luego Dios separó la luz de las
tinieblas. Esa separación puso un límite a las tinieblas. El Dios de luz parecía decir a las tinieblas:
“Tinieblas, escuchadme. Vosotras prevalecéis desde hace mucho tiempo y llenáis todo el universo.
Ahora Mi luz viene para limitaros. Sólo podréis dominar durante la noche. No queda sitio para
vosotras en el día. Os pongo límites. Separo la luz de vosotras. Jamás podréis volver a ocupar todo
el universo. Pues el universo me debe pertenecer por lo menos la mitad del tiempo”. ¡Aleluya!
Esto era bueno; sin embargo, era bueno a medias. Todavía queda cierta medida de tinieblas. Dios
sigue eliminando esta parte oscura hasta que lleguemos a Apocalipsis 21 y 22, donde leemos la
siguiente declaración: “Allí no habrá noche” (21:25b). ¡Aleluya! Vendrá el día cuando no habrá
noche.
Dios limitó las tinieblas el primer día y, según ese mismo principio, limitó las aguas de muerte el
tercer día. En Jeremías 5:22 leemos que Dios usó la arena, es decir, las partículas de roca más finas
para limitar las aguas de muerte. Dios dijo a las aguas de muerte: “Estos son vuestros límites. No
podéis ir más allá”. Por lo tanto, apareció la tierra seca, y separó la tierra del mar. Después del
primer día de restauración de la creación, la mitad era luz y la otra mitad tinieblas; después del
tercer día, la mitad era tierra y la otra mitad agua. Dios sigue obrando para eliminar la segunda
mitad de la noche y la segunda mitad de las aguas de muerte. En los nuevos cielos y la nueva tierra,
el mar ya no existirá (Ap. 21:1); en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25b; 22:5). Esto
significa que tanto las tinieblas como la muerte serán totalmente eliminadas.
Examínese a sí mismo. ¿Qué medida de tinieblas tiene usted? ¿cuánta muerte lleva? Usted debe
contestar al Señor. Si usted crece continuamente en la presencia del Señor, un día podrá decirle a
Satanás: “Satanás, no tengo ninguna noche. Mi día dura veinticuatro horas. No contengo nada del
agua de muerte. En toda mi vida cristiana, en todas partes y en cada rincón, sólo se ve tierra seca. El
mar ya no está”. Todos debemos ser así.
Si queremos ser tales, necesitamos las luminarias del cuarto día. La luz del primer día sólo elimina
la mitad de nuestras tinieblas y la mitad de nuestra muerte. Las luces del cuarto día nos llevarán a
otro mundo donde no hay ni noche ni mar.
Todas las verdades bíblicas fueron sembradas, como las semillas, en el libro de Génesis,
particularmente en el primer capítulo. Génesis 1:14-18 es una semilla maravillosa de la luz revelada
en toda la Biblia. Según el principio de vida, las luces del cuarto día no sirven para generar la vida,
sino para hacerla crecer. En el tercer día, quizás al final de ese día, después de que el Señor llamase
a la tierra seca y que la tierra surgiera de las aguas de muerte, se generó la vida. En aquel entonces
había luz, aire y tierra, tres elementos necesarios para generar vida. Después de que apareció la
tierra seca, se generó la vida vegetal. Aunque Dios no estaba contento al final del segundo día (El
no dijo que era bueno), ciertamente se alegró al final del tercer día cuando vio la luz, el aire, la
tierra seca y toda la vida vegetal. Dios vio el pasto, las hierbas y los árboles, y dijo que eso era
bueno. Antes de ese momento, no se había creado la vida sobre la tierra.
La vida fue generada empezando con la vida vegetal. Pero ésta era una vida inferior, la vida con una
consciencia de sí muy rudimentaria, incapaz de caminar, de hablar y de entender a Dios. Dios puede
hablar a un lirio mil veces, pero el lirio no puede contestarle porque la vida de un lirio es demasiado
rudimentaria. Pese a que la vida estaba presente, necesitaba desarrollarse. Se necesitaban las
lumbreras del cuarto día para que la vida creciera. La luz del primer día sirvió para generar vida; las
lumbreras del cuarto día sirven para fomentar el crecimiento de la vida. En el cuarto día, las
lumbreras sólidas estaban preparadas; no se hizo otro trabajo.
Muchos de los jóvenes aquí presentes han recibido la luz del primer día, pero dudo mucho que
ustedes hayan entrado en las lumbreras del cuarto día. Las luces del cuarto día son distintas de la luz
del primer día. La luz del primer día era indefinida; las lumbreras del cuarto día son definidas.
Ahora debemos ver qué prefiguran el sol, la luna y las estrellas en tipología.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SEIS
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(3)
EL PROPOSITO
En este mensaje consideraremos la creación de la vida humana, la vida más elevada con la
consciencia de sí más desarrollada. El último mensaje era un paréntesis, y en este mensaje
continuaremos nuestro estudio con el proceso restaurador de Dios y con la creación adicional.
13) El concilio de la Deidad
Génesis 1:26 revela que hubo un concilio celebrado por la Deidad y entre la Deidad. Decimos
“entre” porque Dios es triuno. En términos humanos, podemos decir que existen tres Personas en la
Deidad, un Dios de tres Personas. No puedo explicar esto. Sólo puedo decir que Dios es triuno, que
tenemos un solo Dios de tres Personas. Hubo un concilio celebrado por las tres Personas de la
Deidad, y se tomó una decisión. Este concilio y la decisión tomada en él inició la madurez de vida.
Después de crear el ganado, las bestias y los reptiles en la primera parte del sexto día, Dios no
procedió inmediatamente a crear al hombre, sino que tuvo un concilio para hablar del tema. Leamos
Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre...” Si leemos este versículo detenidamente,
veremos que hubo una especie de concilio. Dios dijo: “Hagamos...” Dios es uno; sin embargo, el
verbo usado aquí es plural. Esto demuestra que Dios es triuno. No dice: “Voy a hacer...” La palabra
“hagamos” significa tengamos comunión. Aunque usted quizá piense que deduzco demasiado, de
todos modos tenemos la expresión “hagamos” en la Biblia.
Después de crear todo lo que mencionamos anteriormente, Dios necesitaba de todos modos crear al
hombre como la vida creada más elevada a fin de expresarse a Sí mismo y expresar Su imagen y
semejanza. Para cumplir esta obra, necesitamos que el Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu)
obre en el hombre. Los libros bíblicos que vienen luego lo comprueban plenamente.
Hasta ahora hemos visto ocho puntos sobre la vida. No lo olvide. Dios creó el pasto, las hierbas y
los árboles al final del tercer día, antes de las lumbreras del cuarto día. Después de éstas, creó los
peces y las aves en el quinto día. En la primera parte del sexto día, Dios creó el ganado,
representado por el buey, las fieras representadas por el león, y las cosas que se arrastran. Por tanto,
hubo tres representantes de la vida vegetal y cinco de la vida animal. Nos podría parecer que toda la
tierra estaba llena de vida. No obstante, no había una vida madura.
La vida madura en esta tierra se encuentra en la vida humana. Aun hoy en día, después de seis mil
años, ninguna vida sobre esta tierra puede superar la vida humana. No se menosprecie. Usted es
muy grande, más elevado que el pasto, las hierbas y los árboles, y más desarrollado que el ganado,
las bestias y los reptiles. Usted es la vida creada más elevada. Sin el hombre, no habría madurez de
vida. Por consiguiente, el Dios Triuno tuvo un concilio y dio inicio a la madurez de la vida. El Dios
Triuno decidió crear la vida más elevada.
1) Recobrar la tierra
Dios necesitaba recobrar la tierra para generar vida y para ejercer dominio (Gn. 1:9, 26, 28).
Mientras la tierra se hallaba bajo las aguas de muerte, no quedaba ninguna posibilidad de generar
vida ni de ejercer dominio. Para obtener ambas cosas necesitaba recobrar la tierra.
2) Obtener al hombre
El segundo punto central consiste en obtener al hombre como expresión de Dios mismo y en juzgar
al enemigo de Dios (Gn. 1:26-28). Más adelante profundizaremos en esto.
3) Generar vida
El tercer punto central consistía en generar vida. Esto era necesario para que Dios pudiera
expresarse y ejercer Su dominio. Recuerde estos tres puntos centrales: recobrar la tierra, obtener al
hombre y generar vida. Aunque las cosas creadas por Dios son numerosas, en Génesis 1 y 2 Dios
sólo menciona la vida y lo relacionado con ella, porque la restauración y creación adicional se
centraban en la vida. Toda la creación estaba centrada en la vida. Dios recobró la tierra, creó al
hombre y produjo toda clase de vida con el propósito de expresarse a Sí mismo y vencer a Su
enemigo.
c. El propósito
Ahora llegamos al propósito de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional. Es
sumamente importante.
PALABRA ADICIONAL
Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en Génesis,
particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz, y esta luz se desarrolla en
toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras del cuarto día, y el desarrollo de éstas
hasta el final de la Biblia, donde leemos en los últimos dos capítulos que “no habrá noche”.
Finalmente, Dios mismo será la luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la
Nueva Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios mismo será la
luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se desarrolló plenamente en
Apocalipsis 22.
Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su propia imagen”.
La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más que manifestar Su gloria. Esta
pequeña palabra “imagen” se desarrolla continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la
Biblia. La ciudad entera tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá
que el que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como jaspe. Por
último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe. El muro de la ciudad también
estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los
lados la Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios.
Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de los cuatro seres
vivientes de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel, cada uno de estos seres tiene cuatro
rostros; el rostro frontal es humano; el rostro posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de
león, y el rostro lateral izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de
Ezequiel al capítulo 4 de Apocalipsis, veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los cuatro
seres tiene un solo rostro. El primero no es de hombre, sino de león. El segundo no es de buey, sino
de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es
extraño. En mi opinión, en Ezequiel el buey debería ser un becerro, y en Apocalipsis el becerro
debería ser un buey; primero el más joven, luego el mayor. No obstante, la Biblia menciona primero
el mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que nosotros los
cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más crezcamos, más joven seremos.
En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y en cuarto lugar
el águila. El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia entre Ezequiel y Apocalipsis.
Esta es la razón: el orden de los seres vivientes de Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro
evangelios. En Mateo tenemos al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es
decir, el becerro. En Lucas tenemos al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a
las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad, los cuatro seres vivientes de Ezequiel eran la
manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que tuvimos sobre Ezequiel, abarcamos
Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué
es la gloria de Dios? Es Cristo. Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo. Pero observe la
diferencia. En Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. En
Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha producido una
mejoría, pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo. Por lo tanto, en Apocalipsis, la
apariencia de los cuatro seres vivientes concuerda exactamente con los cuatro evangelios. Esto
significa que los cuatro seres vivientes de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No
estoy diciendo que sean Cristo. No, no lo son, pero sí lo expresan a El; expresan lo que Cristo es.
Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como esclavo, como hombre y como Dios mismo.
Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo necesita una expresión en Su creación. Así que en
este universo existen cuatro seres vivientes, los cuales representan todas las clases de vida en todos
los niveles, para expresar a Cristo.
Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las aguas de muerte, y los
animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo
también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la
Palabra es Cristo, la luz es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo
porque Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la flor de
alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo. Cristo es el olivo, la higuera,
la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo alimentó a 5000 personas con cinco panes y
dos peces. La mayoría de los cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los
dos peces. Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo que
procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las aves. El es el águila. Exodo
19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran
águila, El liberó a Su pueblo de Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final
de Mateo 23 (v. 37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas,
pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la vaca, la oveja y el
cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo es el hombre, el verdadero Adán.
Cristo también es el sol, la estrella de la mañana y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el
capítulo 1 de Génesis, todo es Cristo y Cristo lo es todo.
Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si lo disfruta como
las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado. Aun cuando usted lo disfrute como
el pez, no está calificado. Aunque quizás disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para
expresarlo. Usted debe avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves.
Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo.
La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas delante del trono
de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de vida de Génesis 1, sólo cuatro están
representadas delante del trono de Dios. Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el
pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran
y el hombre.
Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el hombre) están calificadas
para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni
las hierbas, ni los árboles, ni los peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros
son dejados a su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego.
Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El rostro de usted es la
apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es interiormente se expresa exteriormente en su
rostro. Como lo mencionamos antes, ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces
tienen rostro, pero su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un
cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve categorías, sólo
cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro humano es el mejor, el más elevado y
el más distinguible. Compare su rostro con el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se
dará cuenta de que su rostro es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy
distinta de la vida de las aves, de los becerros y de las fieras.
En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un hombre, pero sirve
a la gente como un becerro. El es un hombre, pero pelea la batalla, ejerce control y tiene dominio
como el león. El es un hombre, pero El puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la
vida humana para expresar a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del
águila. Cuando tenemos estas cuatro podemos expresar plenamente a Cristo.
Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1 ha experimentado
un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo en cuatro
aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen
de Dios y expresa a Cristo. Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén
también es como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SIETE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(4)
EL PROPOSITO
Vimos ya que el hombre es el centro de la obra creadora de Dios y que la vida humana es la vida
creada más elevada. Nunca debemos olvidar las nueve entidades vivas mencionadas en Génesis 1:
el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las bestias, los animales que se
arrastran, y el hombre. El hombre es la vida creada más elevada. Según el relato de Génesis 1,
cuando Dios llegó al momento de crear al hombre, tuvo un concilio. Este concilio celebrado en la
Deidad fue muy impresionante. Dios dijo: “Hagamos...” Esto es bastante significativo. Eran
necesarias las tres Personas de la Deidad para crear al hombre. Los demás libros de la Biblia
desarrollan el tema de la obra que llevó a cabo el Dios Triuno sobre el hombre. Dios dijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego Dios dijo:
“Señoreen” (heb.). Dios no dijo hagamos a los hombres, sino al hombre. Hombre es un sustantivo
singular, pero señoreen está en plural [en el hebreo]. “Hagamos al hombre ... señoreen...” ¿Había un
solo Dios o varios dioses? ¿Había un solo hombre o varios hombres? Nuestro Dios es único, pero es
triuno. El hombre es uno, pero es corporativo. ¡Aleluya! Nunca olvide los dos términos de Génesis
1:26. Dios dijo: “hagamos” y “señoreen”. La palabra “hagamos” revela que el Dios único es triuno;
el verbo “señoreen” revela que el único hombre es corporativo. El Dios Triuno creó un hombre
corporativo.
2) Obtener al hombre
para que ejerza el dominio de Dios
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen ... y señoreen...” Dios creó un hombre corporativo
para que ejerciera Su dominio (Gn. 1:26-28). El verbo “señorear” incluye más que autoridad.
Señorear significa tener autoridad para gobernar y establecer un reino y también significa tener un
reino como esfera en la cual ejercer autoridad. Si tengo autoridad sin ninguna esfera sobre la cual
gobernar, no tengo ningún señorío, ningún dominio. Dios dijo: “Señoree el hombre...” Al hombre se
le dio dominio sobre todas las cosas. Recuerde las palabras “imagen” y “señorear”, y subráyelas en
su Biblia.
Muy pocos cristianos prestan atención a la palabra señorear cuando leen Génesis 1. Debemos
considerar un poco más las palabras imagen y señorear. Una imagen es una expresión. Dios creó al
hombre a Su imagen con la intención de que el hombre lo expresara. El Dios invisible desea ser
expresado. El necesita una expresión. Señorear denota reino y autoridad. El hombre fue hecho a la
imagen de Dios para expresarle, y recibió autoridad para representar a Dios y señorear. Somos la
expresión de Dios y somos Sus representantes. Los jóvenes deben asirse particularmente de estas
dos palabras con estas dos revelaciones fundamentales: imagen y señorío. El propósito de Dios al
restaurar y formar Su creación adicional era doble: obtener al hombre corporativo para que lo
expresara y para que ejerciera Su señorío.
a) La esfera:
Este asunto del señorío incluye una esfera. Existen tres puntos relacionados con esta esfera:
b) La intención:
El señorío de Dios no sólo tiene una esfera, sino también una intención. ¿Cuál era la intención de
Dios al dar señorío al hombre?
(4) El cumplimiento
¿Se ha llevado a cabo eso? Ciertamente no. Pero Dios creó al hombre con esta intención. Satanás
sabe eso mucho mejor que nosotros. La Biblia nos dice que inmediatamente después de la creación
del hombre, Satanás se infiltró a fin de destruir al hombre que Dios había creado para Su propósito.
El hombre cayó. Sin embargo, Dios no lo abandonó. Dios mismo se hizo hombre. El vino para
entrar en el hombre y hacerse uno con él. Vino como el hombre llamado Jesús para ser el segundo
hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre no cumplió el propósito de Dios, pero el segundo hombre
sí. El primer hombre era un hombre corporativo, y el segundo hombre también lo es. Adán era la
cabeza del primer hombre corporativo, y Cristo es la cabeza del segundo hombre. El propósito de
Dios es cumplido por el segundo hombre.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(5)
LA MAXIMA CONSUMACION
d. La máxima consumación
En este mensaje llegamos a la máxima consumación, al punto culminante de Génesis 1. Debemos
recordar varios pasos en el proceso de restauración y creación adicional que Dios llevó a cabo. El
Espíritu se cernía sobre las tinieblas y la muerte. La luz vino, y creó una separación entre la luz y las
tinieblas. Dios hizo la expansión para separar las cosas de arriba de las cosas de abajo. Luego Dios
llamó a la tierra seca a salir de las aguas de muerte. En la tierra seca se generó la vida vegetal.
Después de la vida vegetal, se produjeron las lumbreras del cuarto día y resplandecieron sobre la
tierra. Luego vino la vida de los peces, la vida de las aves, del ganado, de las bestias y de todo lo
que se arrastra. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre es el punto culminante de la creación de
Dios porque lleva la imagen de Dios. Esto no es algo insignificante.
a) El caso de Abraham:
Empezamos con Abraham. Esto no significa que antes de Abraham no hubiese ningún hombre que
expresara a Dios. Hubo por lo menos tres hombres notables: Abel, Enoc y Noé. No obstante, si
leemos su historia, no encontramos ningún relato en el cual sometieran al enemigo o hubiesen
vencido algo. Antes de Abraham no hay ningún relato de alguien que hubiese sometido al enemigo.
Abraham construyó un altar para tener contacto con Dios (Gn. 12:7). Cuanto más contacto tenga
usted con Dios, más llevará la imagen de El. Cuanto más mire a Dios, más se parecerá a El.
Construir un altar para acercarse a Dios significa ser transformado cada vez más a Su imagen.
Abraham no construyó una torre. Los habitantes de Babel no construyeron un altar para tener
contacto con Dios; construyeron una torre para hacerse un nombre (Gn. 11:4). Esto se llama
orgullo. No obstante, Abraham fue llamado a salir de ese entorno; él construyó un pequeño altar y
allí tuvo contacto con Dios. Cuanto más tocaba a Dios, más se parecía a Dios. La Biblia nos dice
que finalmente Dios llegó a ser amigo de Abraham y que Abraham fue llamado el amigo de Dios
(Jac. 2:23). Si usted lee Génesis 18, verá que Dios no se presentó a Abraham como el Creador ni
como el Todopoderoso; se presentó a él como un amigo. Dios y Abraham tuvieron comunión como
dos amigos que conversaban. En aquel tiempo, Abraham se parecía cada vez más a Dios. Por tanto,
leemos que Abraham venció a los enemigos (Gn. 14:17).
b) El caso de José:
José fue la última persona cuya historia leemos en Génesis. El llevó una vida santa y victoriosa (Gn.
39:11-12). Llevó una vida que se parecía mucho a Dios. Dios era santo; José era santo. Dios era
victorioso; José era victorioso. José llevaba la imagen de Dios. El fue un hombre que cumplió la
intención de Dios. La historia de José es la historia de una vida santa y victoriosa, una vida que
finalmente llegó a ser la autoridad gobernante. José regía sobre todo Egipto (Gn. 41:39-45). En el
capítulo uno de Génesis, vemos a un hombre hecho por Dios a Su imagen y al cual se le comisionó
el señorío de Dios. En los últimos capítulos de Génesis, también vemos a un hombre que realmente
expresaba a Dios y lo representaba, y gobernaba sobre toda la tierra.
c) El caso de Moisés:
Moisés no fue un gran político. Fue un hombre que se mantuvo en contacto con Dios. Después de
tener contacto con Dios, su rostro brillaba con la gloria divina (Ex. 34:29-30). Cuando el rostro de
Moisés resplandecía con la gloria de Dios, él llevaba la imagen de Dios. Por tanto, Moisés se
convirtió en un hombre de autoridad. El tenía la autoridad de gobernar sobre toda la casa de Israel
(He. 3:2, 5). También tenía la autoridad de vencer al enemigo (Ex. 14:30-31). No peleó la batalla
con ametralladoras ni bombas atómicas, sino con una pequeña vara. Esta vara no sólo representaba
el poder, sino también la autoridad. Moisés usó esa vara y dijo al mar Rojo: “Abre el camino”, y se
separaron las aguas. Esto era autoridad. Moisés era un hombre que llevaba la imagen de Dios y
representaba a Dios con la autoridad divina.
h) El caso de David:
David era un hombre según el corazón de Dios. Si usted lee 1 Samuel 13:14, verá que originalmente
Saúl era el rey. Sin embargo, no tenía un corazón conforme al corazón de Dios. El perdió el trono, y
Dios encontró otro hombre cuyo corazón era conforme al Suyo. Indudablemente David tenía la
imagen de Dios. El venció al enemigo (1 Cr. 22:8a).
j) El caso de Daniel:
Daniel era un cautivo en Babilonia, un muchacho que estaba en el palacio del rey. No obstante,
llevaba una vida santa, una vida que expresaba a Dios (Dn. 1:8). Por consiguiente, él llegó al poder.
El tenía autoridad sobre el mundo de aquellos tiempos (Dn. 6:28).
k) El caso de Jesús:
Cuando Jesús estaba en esta tierra, El expresaba a Dios. Adondequiera que iba, expresaba a Dios. El
era un hombre auténtico y típico, pero expresaba continuamente a Dios. Por tanto, El obtuvo
autoridad sobre todas las cosas (Mt. 28:18). Zacarías 6:13 nos dice que Jesús tiene dos oficios, el
sacerdocio y el reinado. El era sacerdote y rey. Hoy en día El sigue siendo el Sumo sacerdote y el
Rey de reyes. El es Aquel que expresa a Dios, Aquel que lo representa. El lleva la imagen de Dios y
mantiene la autoridad de Dios. Este es Jesús.
1. Por la vida
Dios va a cumplir Su propósito por medio de Su propia vida. ¿Cómo puede alguien expresar a otra
persona si no tiene la vida de ésta? Un perro no puede expresar a un gato porque no tiene la vida del
gato. Un perro tiene la vida de un perro, y ésa sólo sirve para expresar la vida de un perro. Según el
mismo principio, un gato nunca podrá expresar a un perro. Si pensamos de otro modo, estamos
fuera de la realidad. ¿Cómo pueden los seres humanos expresar a Dios? Sería imposible sin la vida
de El. Si un perro ha de expresar a un gato, debe de existir la posibilidad de inyectar la vida del gato
en el perro. Cuando el perro reciba la vida del gato, le será fácil expresar espontáneamente al gato.
El destino del hombre es expresar a Dios. ¿Podemos hacer eso? Nos resulta imposible hacerlo con
nuestra vida porque no es más que una vida humana. Dios es trascendente. Nuestra vida es
demasiado inferior para expresarlo a El. Si hemos de expresar a Dios, necesitamos Su vida. Si
tenemos la vida de Dios, lo expresaremos a El espontánea e inconscientemente. Al tener Su vida,
expresamos Su imagen. La vida es el medio por el cual se cumple el propósito de Dios. Esta vida no
es nuestra vida natural, sino la vida divina y eterna de Dios.
La autoridad también está relacionada con la vida. Una mesa o una silla no pueden tener autoridad,
porque la autoridad está siempre relacionada con cierta vida. Mírese usted mismo. Cuanto más vida
posee, más autoridad tiene. Los seres humanos tenemos autoridad sobre los animales porque
tenemos más vida que ellos. Incluso en las relaciones humanas, podemos verificar ese principio:
cuanto más vida posee una persona, más autoridad tiene. Si soy más maduro que usted, tengo
autoridad sobre usted. Si un adolescente acude a mí, no necesito amenazarlo. El se pondrá
espontáneamente bajo mi autoridad. Esta autoridad no me fue conferida por el presidente de los
Estados Unidos. Me vino con los años. Si usted tiene 110 años de edad y yo 70, me pondré bajo su
autoridad. Su edad le confiere la autoridad. Si queremos representar a Dios con Su autoridad,
necesitamos Su vida.
Si usted ha de representar a cierta persona en la sociedad, debe poseer una vida casi idéntica a la de
ella. Supongamos que usted está invitado a representar al presidente de los Estados Unidos. Usted
debe tener la misma cantidad de vida que él. Si su vida es inferior, no podrá representarlo. La norma
de su vida debe corresponder a la vida del presidente.
Este es el principio fundamental y lógico que debemos acatar: nunca podremos expresar a Dios o
representarle por nuestra propia vida. Considere su vida. Su vida no puede expresar a Dios; todo lo
que puede expresar es a usted mismo. Hasta cierto punto, una esposa no está calificada, por lo que a
la vida respecta, para representar a su marido, porque su vida no es tan elevada como la de su
esposo. Me pregunto si las hermanas estarán de acuerdo con eso. En todo caso, cada uno de
nosotros debe reconocer que nuestra vida natural no puede expresar ni representar a Dios. No sólo
nuestra vida caída es inadecuada para eso, sino que aun la vida creada que tuvimos al principio
también era inapropiada. Como lo veremos en el próximo mensaje, ésta es la razón por la cual Dios,
después de crear al hombre, lo puso frente al árbol de vida, lo cual indica que el hombre debía
poseer una vida más elevada que la anterior.
Algunas personas preguntarán: “¿No nos creó Dios a Su imagen?” Sí, Dios nos creó a Su imagen.
Entonces esas personas dirán: “Si ya tenemos la imagen de Dios, ¿por qué no podemos expresarle?”
Podemos decir que el hombre creado a la imagen de Dios es semejante a la fotografía de una
persona. Supongamos que usted toma una fotografía del hermano John y la muestra a los demás
diciendo que es el hermano John. En cierto sentido, usted tiene razón, pues ése es el hermano John.
Sin embargo, la fotografía no es el hermano John, sino la fotografía de él. Aunque la fotografía
revela los rasgos, la apariencia y la persona del hermano John, no contiene la vida de él. Puede
mostrar algo del hermano John, pero no lo puede expresar a él. Para expresar al hermano John, la
fotografía debe tener su vida; ésa es la única manera. El hombre fue creado a la imagen de Dios,
pero era una fotografía que mostraba algo de Dios pero no tenía Su vida. Aunque el hombre fue
hecho a la imagen de Dios, no tenía Su vida. Dios deseaba que el hombre participara de la vida
representada por el árbol de vida. El hombre falló en eso. Ahora, al creer en Cristo, hemos sido
traídos de nuevo a participar de esa vida. Todos nosotros recibimos la vida eterna. Así que, no
tenemos ninguna otra posibilidad de expresar a Dios a Su imagen y de representarlo con Su
autoridad si no participamos de Su vida. Muchos versículos de la Biblia confirman esto.
a. El trasfondo
En primer lugar, debemos entender el trasfondo del primer paso que Dios dio para cumplir Su
propósito.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE ONCE
EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA
PARA CUMPLIR SU PROPOSITO
(2)
En los diez mensajes previos vimos claramente en la Palabra santa que el propósito eterno de Dios
consiste en expresarse a Sí mismo por medio del hombre y en conferirle a éste Su autoridad para
que ejerza Su dominio sobre la tierra. Vimos también que la vida es el medio que Dios usa para
cumplir Su propósito. Como primer paso en el cumplimiento de Su propósito, El creó al hombre de
una manera muy específica, pues lo formó como una vasija que le contuviera a El, y no como un
instrumento que laborara para El. Romanos 9 expresa claramente que Dios hizo al hombre del polvo
de la tierra como vaso de misericordia para honra y gloria a fin de que contuviera a Dios mismo.
Por consiguiente, Dios creó al hombre con un órgano especial: el espíritu humano. Nunca debemos
olvidar Zacarías 12:1 donde leemos que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu
del hombre dentro de él. En este universo se necesitan tres cosas para cumplir el propósito de Dios:
los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Nuestro espíritu es sumamente importante; es tan vital
para cumplir el propósito de Dios como lo son los cielos y la tierra. Aunque el espíritu del hombre
no es tan vasto como los cielos ni tan ancho como la tierra, es el aspecto más crucial de nuestro ser.
En Job 32:8 se afirma: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Todos saben que el hombre tiene
un corazón, una mente, una voluntad y una conciencia, pero pocos entienden que el hombre tiene un
espíritu. No nos referimos al Espíritu Santo de Dios, sino al espíritu humano del hombre. Tenemos
este órgano.
Consideremos los órganos de nuestro cuerpo físico: tenemos los órganos del oído, la vista, el olfato,
el gusto y del tacto. Con mis ojos puedo ver muchos colores distintos. Si estuviese ciego, no podría
comprobar la existencia de estos colores. Aunque los colores de todos modos existirían, yo no
podría percibirlos, pues un objeto determinado sólo puede ser percibido por el órgano designado
específicamente con ese propósito. Mientras yo hablo, los oídos de ustedes pueden percibir el
sonido de mi voz. Si ustedes no tuviesen oídos, pensarían que mi voz no existe. Sucede lo mismo
con nuestro olfato. Aunque haya un aroma fragante en este cuarto, necesitamos el olfato para olerlo.
Dios no creó solamente nuestros órganos físicos, sino también nuestros órganos psicológicos.
¿Cómo podemos determinar la existencia del pensamiento? Comprobamos que existe el
pensamiento por la función de nuestra mente. Del mismo modo, podemos sentir el gozo por el
órgano afectivo de la alegría que se suscita en nuestra alma. Comprobamos la existencia del
pensamiento y del gozo por los órganos correspondientes que están en nuestra alma.
Además de nuestros órganos físicos y psicológicos, Dios creó un órgano espiritual: el espíritu
humano. Aunque resulta difícil entender qué es nuestro espíritu, podemos saber algo al respecto por
medio de la función de nuestra conciencia. Aunque pocas personas entienden qué es el espíritu
humano, todos conocen el significado de la conciencia. Según la Biblia, la conciencia es el órgano
principal de nuestro espíritu humano. ¿Dónde está nuestra conciencia? No es fácil determinarlo. De
hecho, también es difícil ubicar nuestra parte emotiva, nuestra mente y nuestro corazón. En
realidad, tenemos dos corazones, uno físico y otro psicológico. Es fácil ubicar nuestro corazón
físico, pero resulta difícil encontrar nuestro corazón psicológico. No podemos negar que tenemos
ese corazón, pero no podemos determinar dónde está. Ocurre lo mismo con nuestra conciencia.
Aunque no podemos ubicarla, sabemos que existe porque nos acusa o nos excusa constantemente.
Nuestra conciencia protesta continuamente contra nuestro razonamiento y nuestras emociones. Por
ejemplo, en la escuela algunos jóvenes tienen la tentación de robar cuando piensan que los demás
son ricos, que lo tienen todo y que ellos son pobres. Por consiguiente, deciden robar de los demás,
tratando de justificar su acción. La mente está de acuerdo, las emociones asienten, y la voluntad
decide. No obstante, cuando el joven está a punto de cometer el robo, su conciencia protesta: “No
hagas eso; no está correcto”. Aun cuando él no le haga caso al sentimiento de su conciencia y robe
todo lo que quiera, la voz de su conciencia lo condenará durante mucho tiempo. Esta voz interior no
viene de la mente, ni de la parte emotiva ni del corazón, sino de la conciencia, y ésta es la parte
principal de nuestro espíritu.
Ahora debemos relacionar eso con un asunto muy importante acerca de Dios. ¿Qué es Dios? Dios
es una substancia espiritual. En Juan 4:24 Jesús dice que Dios es Espíritu. Esta mesa que está a mi
lado está hecha de madera; la madera es su substancia. Asimismo, Dios es Espíritu; la substancia de
Su ser divino es Espíritu. El órgano por el cual podemos percibir ese ser divino es nuestro espíritu
humano. Si intentamos experimentar a Dios sin ejercitar nuestro espíritu, será como intentar
percibir colores sin usar la vista. Si usamos el órgano equivocado, es imposible percibir a Dios.
Alabamos a Dios porque en Su creación El formó un espíritu dentro de nosotros. Por ser hechos
como vasijas para contener a Dios, necesitamos nuestro espíritu como receptor correspondiente.
El receptor de nuestro cuerpo físico es nuestro estómago. Si tuviéramos boca pero careciéramos de
estómago, nos resultaría imposible recibir comida para abastecer todo el cuerpo. El estómago no es
solamente un receptor, sino también un órgano digestivo que asimila la comida y la distribuye a las
células de la sangre. Finalmente, la substancia de la comida digerida y asimilada se convierte en
nuestros tejidos orgánicos. Dios tiene la intención de depositarse en nosotros. ¿Cómo lo puede
hacer? El lo hace al ser nuestra comida. El mismo Señor Jesús nos dijo que El venía como el pan de
vida (Jn. 6:35). El dijo también: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57).
Esto significa que Jesús no es solamente nuestro Salvador, Redentor y vida, sino también nuestra
provisión de vida. El es el pan de vida. Dios desea infundirse en nosotros al ser alimento que
podemos recibir. ¿Qué órgano usaremos para ingerir a Dios? Nuestro espíritu humano.
Debemos orar. La oración no consiste solamente en pedir a Dios que haga cosas por nosotros. Esta
idea de la oración es demasiado superficial. Orar es respirar. Cada vez que clamamos: “Oh Padre
celestial” o invocamos: “Oh Señor Jesús”, estamos respirando. Cuando respiramos, inhalamos aire.
Asimismo, cada vez que oramos a Dios ejercitando nuestro espíritu, recibimos Su ser divino en
nuestro espíritu. Dentro de nuestro espíritu lo contenemos a El y, en cierto sentido, lo asimilamos y
distribuimos Sus elementos divinos a todo nuestro ser. De este modo Dios entra en nosotros como
vida. Nosotros los seres humanos fuimos hechos por Dios de una manera muy específica: fuimos
hechos como vasijas que tienen un receptor, nuestro espíritu humano. Este fue el primer paso que
Dios dio para cumplir Su propósito.
3) En “un huerto”:
un lugar hermoso y agradable
Dios puso al hombre en un huerto, y no en una fábrica ni en una escuela ni en una catedral. El lo
puso en un huerto, un lugar que no sólo es agradable y hermoso, sino también un lugar donde
crecen cosas. Un huerto no es un patio donde la gente juega, ni una fábrica donde se trabaja, ni una
escuela donde se estudia, ni un hospital donde se es aliviado, ni una catedral donde se adora. Un
huerto es un lugar en el cual se cultiva, un lugar para producir vida. La idea central de Génesis 1 y 2
es la vida. A Dios no le preocupa mucho la educación ni la adoración. El se interesa por el
crecimiento. Por tanto, puso al hombre en un huerto. La vida de iglesia no debe parecerse a una
escuela ni a una catedral; la vida de iglesia debe ser un jardín. En 1 Corintios 3:9 Pablo dice: “Sois
labranza de Dios”. En 1 Corintios 3, el pensamiento que Pablo expresa es idéntico al que presenta
Dios en Génesis 2, pues una labranza es un lugar en el cual se cultiva. El huerto exhibe cosas
hermosas puesto que produce vida. Por el contrario, resulta difícil encontrar belleza en una fábrica.
El lugar más agradable y más hermoso es un huerto lleno de plantas multicolores que crecen allí.
¡Alabado sea el Señor porque el hombre fue puesto en un huerto!
5) Con un “río”
Cerca del árbol hay un río (Gn. 2:10). Puesto que éste es un árbol de vida, el río también debe ser de
vida. Al final de la Biblia vemos también un río de vida que fluye y un árbol de vida que crece (Ap.
22:1-2). Al principio y al final de la Biblia encontramos el árbol de vida y un río que fluye con agua
viva. En las Escrituras, el concepto del río también es crucial. Cuando las Escrituras mencionan al
hombre, tanto al principio como al final, también mencionan el río. Recibir a Dios como vida,
disfrutar de la grosura de Dios, satisfacer la sed, ser regados, crecer y regocijarnos son cosas que
dependen completamente del río (cfr. Sal. 36:8-9; 46:4; 65:9; Ex. 17:1-7; Jl. 3:18; Zac. 14:8; Jn.
4:14; 7:37-38; Ap. 22:1-2).
Si usted recibe al Señor Jesús, en seguida sentirá que en lo profundo de su ser algo lo riega. Algo
fluye dentro de usted. ¿No ha tenido usted esta experiencia? Cada vez que dice: “Señor Jesús, te
amo” o cada vez que ora al Señor, significa que lo recibe una vez más; usted siente que algo fluye
dentro de usted. Cada mañana debe tomar a Cristo como su desayuno, al mediodía El debe ser su
almuerzo, y por la noche lo debe comer como cena. Usted debe comer a Cristo por lo menos tres
veces al día. Si hace eso, el agua de vida lo regará a usted interiormente. Nunca estará seco. Quizás
usted trabaje en una oficina todo el día y llega a casa, cansado y extenuado del trabajo, sintiéndose
bastante seco. Si toma a Jesús como su cena, brotará agua viva dentro de usted. “Salía de Edén un
río para regar el huerto”. Este fluir evacuará muchas cosas viejas de su ser. Nuestra experiencia y el
relato divino que consta en la Biblia nos dicen que este río es necesario.
Aunque Génesis 2 parece ser un relato de la creación, en realidad fue escrito según la experiencia de
vida. El árbol de vida y el río que fluye indican que cada vez que recibimos a Jesús como alimento,
ese alimento imparta la vida divina, una vida que riega y fluye. En Apocalipsis 22:1-2 vemos que el
río de vida con el árbol de vida que crece en él, procede del trono de Dios. Este cuadro es una
prueba adicional que demuestra que el árbol de la vida y el río de vida representan la experiencia
genuina de la vida. Cada vez que ingerimos a Dios en Cristo como vida nuestra, tenemos este río
que fluye dentro de nosotros para regarnos y obrar en gran manera dentro de nosotros.
a) Regar, satisfacer la sed y emanar vida
Este río fue hecho para regar el huerto a fin de que en éste crecieran productos llenos de vida.
Indudablemente satisfacía también la sed del hombre para que éste pudiese sobrevivir. Todo eso
significa que el río producía el fluir de la vida. En nuestra vida física debemos beber mucha agua
para mantener la circulación de nuestra sangre. El fluir de nuestra vida física depende del agua. Del
mismo modo, día tras día debemos tomar el agua de vida para mantener el fluir de la vida divina
dentro de nosotros. Esto nos proporciona la circulación espiritual de la vida divina.
b) Brota de Edén
El río fluye de Edén, lo cual significa que brota de Dios. En Apocalipsis 22, el río de agua de vida
procede del trono de Dios. Es también un fluir que procede de Dios mismo. Dios, la vida misma, es
la fuente de agua viva, y fluye a nosotros para que le disfrutemos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DOCE
LA TRANSFORMACION PARA LA
EDIFICACION
EN EL FLUIR DE VIDA
En este mensaje quisiera considerar, a modo de paréntesis, los materiales preciosos que se revelan
en varios pasajes de la Biblia. Génesis 2:10-12 menciona tres categorías de esos materiales: el oro,
las perlas y la piedra de ónice. Apocalipsis 21 habla de oro, de perlas y de variedades de piedras
preciosas (vs. 11-14, 18-21). Si leemos Exodo 28:6-21, descubriremos que unas piedras de ónice
engastadas en monturas de oro fueron colocadas sobre los hombros del efod, y que sobre el pectoral
que llevaba el sumo sacerdote se montaron doce piedras preciosas. En 1 Corintios 3:12 también se
mencionan los materiales preciosos. Pablo dice que debemos mirar cómo sobreedificamos la iglesia,
que debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas. Aunque Pablo reemplaza las perlas por la
plata, las otras dos substancias siguen siendo las mismas. El Señor Jesús habló de piedras cuando
dijo a Pedro que éste era una piedra para la edificación de la iglesia (Mt. 16:18). Más adelante
Pedro, en su primera epístola, dijo que todos somos piedras vivas con las cuales se edifica una casa
espiritual (1 P. 2:5).
También debemos prestar atención a una palabra sumamente crucial en el Nuevo Testamento:
transformación. Esta palabra es traducida acertadamente del griego en Romanos 12:2 donde dice
que debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente [y en 2 Corintios 3:18, donde
dice]: “Transformados en la misma imagen”. De modo que en el Nuevo Testamento, la palabra
griega traducida transformación se usa por lo menos dos veces. El equivalente en nuestro idioma es
“cambio metabólico”. La transformación no es meramente un cambio exterior, sino un cambio
orgánico, un cambio metabólico. Transformar significa convertir una substancia de una forma y
elemento en otra forma y elemento. Las piedras preciosas son producidas por el proceso de
transformación. Este es el significado de la transformación.
Muchos cristianos no saben que la Biblia habla de la transformación. Así que dedicaremos este
mensaje a dicho asunto. En los mensajes anteriores vimos el propósito eterno de Dios, el cual
consiste en expresarse a Sí mismo y en expresar Su dominio por medio del hombre. En Su deseo de
cumplir ese propósito, Dios creó al hombre de una manera específica como una vasija que lo
contuviera a El como vida. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un espíritu humano para que
éste se relacionara con El, lo recibiera, lo retuviera y lo asimilara en todo su ser. Después de crear al
hombre de esta manera, Dios lo puso en un huerto en cuyo centro estaba el árbol de vida. Junto con
el árbol de la vida se encontraba un río de agua viva, y en la corriente de ese río había oro, perlas y
piedras de ónice. Génesis 2 lo describe claramente.
¿Qué significa esta descripción? Sabemos que la Biblia es muy económica; en ella no se desperdicia
un solo párrafo, frase o palabra. Cada palabra es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16). Por tanto,
debemos conocer la razón por la cual Dios usó casi un capítulo entero para describir un huerto, un
árbol, un río y tres materiales preciosos. ¿Qué significa todo eso?
La Biblia entera constituye la revelación de Dios, y la mayoría de las semillas de esta revelación
fueron sembradas en Génesis 1 y 2. Por ejemplo, Dios, el hombre y la vida son algunas de las
semillas sembradas en Génesis 1 y desarrolladas en toda la Biblia. Las semillas sembradas en
Génesis crecen en los siguientes libros de la Biblia, y particularmente en el Nuevo Testamento,
produciendo un cultivo en las epístolas y una cosecha en Apocalipsis. Casi todo lo que se siembra
en Génesis 1 y 2 es segado y forma una gran cosecha en el libro de Apocalipsis.
Basándonos en ese principio, consideremos algunos puntos que aparecen tanto en Génesis como en
Apocalipsis. En Génesis 2, vemos el árbol de la vida en medio del huerto. Luego descubrimos un
río que corre junto al árbol y produce oro, perlas y piedras de ónice. El escenario en que se
encuentra todo esto es un huerto, y un huerto representa las cosas naturales que Dios creó. En un
huerto, podemos ver el crecimiento de las cosas creadas.
Cuando llegamos a Apocalipsis 21 y 22, no encontramos un huerto sino una ciudad. Una ciudad no
es creada sino edificada. En Génesis 2 vemos la creación; en Apocalipsis 21 y 22 descubrimos el
edificio. En la ciudad también tenemos el árbol de la vida. Por tanto, la Biblia empieza y termina
con vida. Además, en la ciudad encontramos un río de agua viva que sale del trono de Dios. Esto
corresponde al río que había en el huerto. Además, en Apocalipsis encontramos las tres categorías
de materiales preciosos, no en un estado natural, sino edificados como una ciudad de oro, perlas y
piedras preciosas. Por consiguiente, la semilla sembrada en Génesis es la cosecha segada en
Apocalipsis. El crecimiento de la semilla y el desarrollo de la cosecha se encuentran entre Génesis y
Apocalipsis. Este no es nuestro concepto humano; es la revelación de la Palabra divina contenida en
los primeros capítulos de la Biblia y en los últimos.
Al principio de la Biblia vemos un huerto, y al final, vemos una ciudad. Entre el huerto y la ciudad
transcurre un largo proceso, y se debe llevar a cabo una extensa obra. No obstante, la semilla
sembrada en el huerto llega a ser la cosecha en la ciudad. Esta semilla incluye el árbol de la vida, un
río y los tres materiales preciosos. En el período de cosecha de Apocalipsis, los materiales ya no se
encuentran en un estado natural, sino que llegan a ser un edificio bien entretejido. La Nueva
Jerusalén es un edificio de oro, perlas y piedras preciosas.
Si leemos Apocalipsis 21 y 22 detenidamente, descubriremos que la Nueva Jerusalén es una
montaña de oro. No es un edificio de barro. Esta montaña de oro también es una ciudad de oro. De
manera que el oro es el sitio, el terreno, sobre el que se edifica la ciudad. Las piedras preciosas
constituyen el muro de la Nueva Jerusalén, y en este muro cada puerta es una perla enorme. El sitio
donde se alza la Nueva Jerusalén es de oro, el muro se compone de piedras preciosas, y cada una de
las doce puertas es una perla. Por consiguiente, esta ciudad está hecha de los materiales preciosos
que se encuentran en estado natural en el huerto. En Génesis las substancias preciosas se hallan en
el huerto; en Apocalipsis constituyen una ciudad.
Esta no es mi interpretación. Entre Génesis y Apocalipsis tenemos 1 Corintios. En 1 Corintios 3,
Pablo dice que como arquitecto él puso el único fundamento, Jesucristo, y que todos debemos mirar
cómo sobreedificamos. ¿Qué materiales usamos en la edificación de la iglesia? Pablo nos exhorta a
edificar con oro, plata y piedras preciosas. (Más adelante veremos la razón por la cual él sustituyó
las perlas por la plata). Así podemos ver que no sólo la Nueva Jerusalén es edificada con oro, perlas
y piedras preciosas, sino que también la iglesia en esta era debe ser edificada con oro, plata y
piedras preciosas, y no con madera, heno y hojarasca. Como lo veremos, el oro contrasta con la
madera, la plata está en oposición al heno, y las piedras preciosas a la hojarasca.
Cuando vi eso al poco tiempo de hacerme cristiano, me entusiasmé. Vi un huerto en Génesis 2, en el
cual había materiales preciosos. Vi una ciudad en Apocalipsis, construida con esos mismos
materiales. Entre Génesis y Apocalipsis vi una iglesia edificada con oro, plata y piedras preciosas.
Vi que la iglesia se compone de todo el pueblo redimido, y que esta composición es un edificio.
¿Quién es el oro, la plata y las piedras preciosas? Usted y yo. Nosotros los redimidos de Dios somos
los materiales con los que se construye el edificio espiritual de Dios.
En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios también tenía un pueblo, los hijos de Israel. La
persona más prominente entre ellos era el sumo sacerdote, el cual los representaba en la presencia
de Dios. Cada vez que él entraba en la presencia de Dios para interceder por el pueblo, tenía que
llevar dos placas en los hombros y un pectoral. En las placas de los hombros se encontraban dos
grandes piedras de ónice sobre los cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel.
En el pectoral se encontraba un hermoso marco de oro fino, e incrustadas en ese marco se hallaban
doce piedras preciosas en cuatro hileras de tres cada una. Las doce piedras del pectoral
corresponden al número doce en la Nueva Jerusalén. El número doce en la ciudad y en el pectoral
se compone de cuatro por tres. Por ejemplo, el pectoral tiene cuatro hileras de tres piedras, y la
ciudad tiene cuatro lados con tres puertas en cada lado, cuyo producto es doce en el pectoral y
también en la ciudad. Así que, el número de las piedras engastadas en el pectoral del sumo
sacerdote era el número de la Nueva Jerusalén. Además, en estas doce piedras estaban grabados los
nombres de las doce tribus de Israel. En Apocalipsis 21 encontramos los nombres de las doce tribus
sobre las doce puertas de la ciudad. Esto es muy significativo.
Consideremos el significado de eso. En el Nuevo Testamento, vemos una iglesia construida de oro,
plata y piedras preciosas. En el Antiguo Testamento vemos al pueblo de Dios compuesto de oro y de
piedras preciosas convertido en una entidad completa. A los ojos de Dios, el pectoral del sumo
sacerdote formaba parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén venidera. Del mismo modo, la iglesia
edificada con oro, plata y piedras preciosas también forma parte de la miniatura de la Nueva
Jerusalén. En el Antiguo Testamento, vemos a Israel con las doce tribus. En el Nuevo Testamento
tenemos la iglesia con los doce apóstoles. Por consiguiente, Israel y la iglesia constituyen la Nueva
Jerusalén. Los nombres de las doce tribus de Israel se encuentran en las doce puertas de la Nueva
Jerusalén, y los nombres de los doce apóstoles de la iglesia están sobre los doce cimientos de la
ciudad. Este edificio abarca toda la Biblia desde el principio, con el huerto de Génesis, hasta la
conclusión, con una ciudad en Apocalipsis. Entre el huerto y la ciudad se encuentran dos pueblos:
Israel y la iglesia. Tanto Israel como la iglesia tienen doce nombres. Finalmente, todos fueron
transformados en oro, plata o perlas, y piedras preciosas. Por lo tanto, el huerto, la ciudad y los dos
pueblos están relacionados con las tres categorías de materiales preciosos.
En la Biblia, entre el huerto y la ciudad, existen solamente dos pueblos: Israel y la iglesia,
representados por el oro y las piedras preciosas, construidas como la morada de Dios, pero estos dos
pueblos disfrutan también de la vida y del río. En Salmos 36:8-9 se nos dice que los hijos de Israel
disfrutaban la fuente de vida y el torrente de las delicias de Dios. En Juan 6 y 7 se indica que los
que constituyen la iglesia disfrutan el pan de vida y los ríos de agua viva. Así que, la Biblia no sólo
menciona continuamente los materiales preciosos, sino también la vida y el río que aparecen al
principio y al final.
¿Por qué se encuentran las perlas en Génesis 2 y en Apocalipsis 21 y la plata en 1 Corintios 3? En 1
Corintios 3 vemos la plata porque en tipología la plata representa la redención. La redención
aniquila el pecado. Si no existiese el pecado, no habría necesidad de redención. En el huerto de
Génesis 2 no había ningún pecado, y por la eternidad en la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 el
pecado estará desterrado. El pecado entró en Génesis 3 y será completamente eliminado en
Apocalipsis 20. Por consiguiente, no encontramos pecado ni en Génesis 2 ni en Apocalipsis 21. Por
tanto, en estas situaciones no se necesita la redención, o sea, la plata. Allí no es necesaria la plata, la
cual trae redención, sino la perla, que tiene que ver con la regeneración. La redención consiste en
eliminar el pecado, y la regeneración, en traer la vida divina. La plata representa la redención que
aparece entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 debido al gran problema del pecado, el cual requiere la
redención. En la era actual necesitamos la plata.
Con este trasfondo, llegamos al tema de la transformación. Ya vimos que Dios tiene un propósito, y
para cumplirlo creó al hombre como vasija que lo contuviera a El, poniendo en él un espíritu
humano. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que Dios es Espíritu y que los que desean
adorarle deben adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Si hemos de adorar a Dios, debemos usar el órgano
apropiado. Por ejemplo, no podemos beber agua con nuestros oídos; lo hacemos con nuestra boca.
Dios es el agua viva. Si queremos beberlo como nuestra agua viva, debemos ejercitar nuestro
espíritu para tocarlo a El. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar a Dios el Espíritu, en
realidad estamos bebiendo a Dios como el agua viva (Jn. 4:24, 14). De manera que Dios hizo al
hombre con un espíritu para que éste se relacionara con él y lo adorara.
Dios es vida. Dios mismo es el árbol de la vida. Cuando El se hizo carne, se reveló como vida y
como el suministro de vida. Cristo es el pan de vida (Jn. 6:35). Todo lo que comamos lo asimilará
nuestro ser. Esto es muy significativo. Dios viene a ser vida para nosotros en forma de comida.
Debemos recibirlo a El comiéndole. Una vez en nosotros, Dios se hace el fluir de vida dentro de
nosotros. Una comida adecuada requiere algo sólido y algo líquido. Juan 6 trata del pan de vida que
debemos comer, y Juan 7 habla del agua viva que debemos beber. Si tenemos pan sin agua, nos será
difícil comerlo. ¿Cómo podemos digerir y asimilar nuestra comida sin agua? Necesitamos el fluir de
la vida. En Génesis 2 vemos el árbol de vida que podemos comer y el río que fluye para que lo
bebamos. Empezamos con la comida y seguimos con el agua. Cuando recibimos al Señor como
alimento, lo tenemos también como el agua que fluye dentro de nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TRECE
LOS DOS ARBOLES
(1)
En los mensajes anteriores hablamos del propósito eterno de Dios y de algunos puntos relacionados
con la manera en que lo lleva a cabo. Dios cumple Su propósito primeramente al crear al hombre
como una vasija que lo contuviera a El como vida y luego al ponerlo en un huerto delante del árbol
de la vida, lo cual indica que Dios anhela que el hombre participe del fruto de ese árbol. No
obstante, junto con el árbol de la vida, Génesis 2:9 y 17 menciona el árbol del conocimiento del
bien y del mal. Por consiguiente, debemos prestar mucha atención al significado de estos dos
árboles.
1) El árbol de la vida
a) Representa a Dios
El árbol de la vida era un símbolo que representaba a Dios como la fuente correcta (cfr. Sal. 36:9;
Jn. 1:4; 10:10b; 11:25; 14:6; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4). Si leemos solamente Génesis 2, no podremos
entender el significado del árbol de la vida. Sin embargo, el Evangelio de Juan revela
concretamente la vida representada por el árbol de la vida. En Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida”,
y Juan 15:5 nos dice que el Señor Jesús es la vid [un árbol]. Si juntamos estos dos versículos, nos
daremos cuenta de que Cristo es el árbol de la vida. Jesús, la corporificación de Dios, es el árbol de
la vida. Por consiguiente, el árbol de la vida mencionado en Génesis 2 es un símbolo de Dios como
fuente de vida.
Aparte de esa fuente, hay otro árbol, otra fuente en el universo: la muerte. Sin embargo, ese árbol no
se llama el árbol de la muerte, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. Tal árbol existe en
este universo. Estos dos árboles se oponen el uno al otro; el árbol de la vida denota a Dios como la
fuente de la vida, y el árbol del conocimiento representa a Satanás como la fuente de la muerte. Así
como Dios es la fuente de la vida, Satanás es la fuente de la muerte. Por consiguiente, en Génesis 2
descubrimos dos fuentes representadas por dos árboles.
En este estudio-vida, hemos destacado en varias ocasiones que casi todo lo que consta en Génesis 1
y 2 es una semilla de la revelación divina. Los dos árboles son tales semillas. Junto con las demás
semillas sembradas en Génesis 1 y 2, estas semillas crecen en los siguientes libros de la Biblia y son
segadas como cosecha en el libro de Apocalipsis. En Apocalipsis 20:10, 14 vimos que la muerte es
echada al lago de fuego. En Apocalipsis 22:2, vemos que la vida mora en la Nueva Jerusalén. Al
principio de la Biblia, encontramos la vida y la muerte, y al final de la Biblia vemos nuevamente la
muerte y la vida. Entre los dos extremos de la Biblia, podemos ver dos líneas: la de la muerte y la
de la vida. Ambas líneas empiezan en el libro de Génesis y terminan en el libro de Apocalipsis. La
muerte empieza con el árbol del conocimiento del bien y del mal y termina en el lago de fuego. La
vida empieza con el árbol de la vida y termina en la Nueva Jerusalén. Antes de ser salvos,
estábamos en la línea de la muerte. Después de ser salvos, fuimos puestos en la línea de la vida.
b) Su contenido
Todo lo que contiene el árbol del conocimiento está fuera de Dios. Inclusive la letra de la Biblia,
inspirada por Dios, y de la ley, dada por Dios, pueden ser usadas por Satanás como parte del árbol
del conocimiento. Aun la experiencia de Cristo que usted ha tenido hoy puede convertirse en el
árbol del conocimiento mañana. Ya he presentado la experiencia de dar un mensaje sobre Génesis
3:15 en completa dependencia del Señor. Aquel mensaje estaba lleno de vida. No obstante,
supongamos que me invitan a hablar en otra ciudad, y que razone así: “Di un buen mensaje sobre
Génesis 3:15. Creo que volveré a dar el mismo mensaje”. Si hago tal cosa, ese mensaje se
convertirá en el árbol del conocimiento. Hace dos meses ese mensaje era el árbol de la vida; si lo
repito ahora en forma de conocimiento, llegará a ser el árbol del conocimiento. Usted puede tener
una experiencia similar después de hacer una oración viviente al Señor. Tal vez una noche usted
haga una oración viviente dependiendo del Señor. Esa oración fue excelente y viviente, pero decide
repetirla, palabra por palabra, en la siguiente reunión de oración. Se llevará una sorpresa: la oración
que antes procedía del árbol de la vida llega a ser el árbol del conocimiento. Por lo tanto, aún una
oración llena de vida puede convertirse en el árbol del conocimiento.
Tomemos un ejemplo de nuestra vida familiar. A menudo los padres instruyen a sus hijos, diciendo:
“¿No ves que Juan es tan bueno? ¿Por qué no actúas así?” Si el comportamiento de Juan proviene
de su dependencia al Señor, proviene del árbol de la vida. Si otro niño imita a Juan, su imitación no
pasa de ser el árbol del conocimiento. Debemos aplicar eso a nosotros mismos. Si actuamos de
cierta manera conforme a la vida y luego repetimos esa acción según el conocimiento derivado de
nuestra primera experiencia, esa repetición se convierte en el árbol del conocimiento.
Hasta la Biblia puede ser dos árboles para nosotros. Si usted depende del Señor y ejercita su espíritu
mientras toca la Palabra, la Biblia le será el árbol de la vida. Pero si ejercita su mente e investiga la
Biblia como un libro literal, ésta vendrá a ser para usted el árbol del conocimiento. Podemos hacer
de la letra de la Biblia el árbol del conocimiento. El Señor Jesús dijo a los judíos: “Escudriñáis las
escrituras ... pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-40). Escudriñar
simplemente las Escrituras equivale a acudir al árbol del conocimiento; tocar al Señor por medio de
la Palabra es acudir al árbol de la vida. No convierta la Biblia en el árbol del conocimiento.
Consérvela siempre como el árbol de la vida. El factor determinante es éste: ¿depende usted del
Señor cuando lee la Biblia? Si no depende de El, todo lo que puede obtener es el árbol del
conocimiento. Si usted depende de El, todo lo que reciba será el árbol de la vida. No se imagine
jamás que los dos árboles mencionados en Génesis 2 forman parte de una historia pasada. Génesis 2
no es un relato anticuado, sino una revelación viviente, actual y divina de dos principios.
c) Su naturaleza y su resultado
La naturaleza y el resultado del árbol de la vida son vida porque proceden de un árbol de vida. Sin
embargo, la naturaleza y el resultado del árbol del conocimiento del bien y del mal son muerte
porque el conocimiento, el bien y el mal pertenecen a la muerte y traen consigo muerte. Todo lo que
no sea vida pertenece a la muerte y da por resultado la muerte. En realidad, el árbol del
conocimiento del bien y del mal es el árbol de la muerte; sin embargo, no es llamado el árbol de la
muerte, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. La muerte no está solamente detrás del
mal, sino también detrás del conocimiento y detrás del bien. El título del árbol del conocimiento del
bien y del mal es sutilmente engañoso porque a Satanás siempre le gusta mantenerse oculto. Satanás
tiene el imperio de la muerte (He. 2:14). El árbol del conocimiento del bien y del mal representa a
Satanás, puesto que en realidad es el árbol de la muerte.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CATORCE
LOS DOS ARBOLES
(2)
En el mensaje anterior vimos que el árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás,
el cual tiene el poder de la muerte, que contiene todo lo que está fuera de Dios, y que el resultado y
la naturaleza que posee son la muerte. Ahora debemos ver en qué consiste el principio de este árbol.
4) Palabras adicionales
Todavía tengo la carga de compartir más acerca de los dos árboles con base en el Evangelio de Juan.
El Evangelio de Juan es un libro de vida. En ese evangelio, se le presentan muchos casos humanos
al Señor, y casi todos los casos están relacionados con la religión, la enseñanza o con preguntas
acerca de lo correcto y lo incorrecto. Como veremos, en ninguno de los casos el Señor Jesús
contestó ni con un sí ni con un no.
La mujer samaritana le preguntó al Señor acerca del lugar adecuado donde se debía adorar; ¿se
debía adorar en el monte de Samaria o en Jerusalén? (Jn. 4:20). El Señor Jesús contestó que no se
trataba del lugar apropiado o equivocado, sino que era un asunto del espíritu. Preocuparse por
contestar con un sí o un no equivale a enredarse en el árbol del conocimiento del bien y del mal. El
Señor dijo que Dios es Espíritu y que debemos adorarle, no en un lugar correcto, sino en nuestro
espíritu. Así como Dios el Espíritu es vida y tenemos contacto con El y lo recibimos como el agua
viva en nuestro espíritu, también esta adoración se basa en el principio del árbol de la vida.
Un día el Señor vio a un hombre que había nacido ciego (Jn. 9:1). Los discípulos, afectados por los
conceptos naturales y religiosos le preguntaron: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya
nacido ciego?” (v. 2). Escuche la respuesta del Señor: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino que
nació así para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn. 9:3). La respuesta del Señor indica
que la gente siempre evalúa las situaciones conforme al sí o al no, a lo correcto o a lo equivocado,
que son el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero el Señor Jesús siempre conduce
a la gente al árbol de la vida, que es Dios mismo.
Cuando Nicodemo acudió al Señor con enseñanzas religiosas, el Señor le contestó que él necesitaba
nacer de nuevo, por medio de la vida divina. No era un asunto de enseñanza ni de conocimiento
intelectual, sino de regeneración, de que la vida divina entrara en el espíritu.
Si leemos todo el libro de Juan, veremos que el Señor Jesús nunca contestó ni con un sí ni con un
no. Cuando la gente le sugirió que actuara, El se negó a hacerlo. Cuando se agotó el vino en las
bodas de Caná, y cuando la madre de Jesús quería que solucionara ese problema, El se rehusó. No
obstante, cuando ella dejó de pedir, El transformó el agua en vino (Jn. 2:3-9). Durante la fiesta de
los Tabernáculos, los hermanos del Señor lo desafiaron a que fuese a Judea. El Señor les pidió que
fuesen ellos, pero que El no iría. Sin embargo, después de que Sus hermanos fueron a la fiesta, El
también fue (Jn. 7:1-10). Del mismo modo, cuando informaron al Señor que Su amigo Lázaro
estaba enfermo, no fue a verlo (Jn. 11:1-6). El permaneció otros dos días donde estaba. Luego, el
Señor decidió volver a Judea, y Sus discípulos no querían (Jn. 11:7-8). ¿Por qué el Evangelio de
Juan presenta al Señor actuando de esa manera? Porque el Evangelio de Juan es un libro de vida. El
Señor quería adiestrar a Sus discípulos a deshacerse de lo correcto y de lo incorrecto, del sí y del no,
es decir, a rechazar al árbol del conocimiento del bien y del mal, y a acoger plenamente la vida, la
cual es Dios mismo.
Encontramos otro caso en el capítulo ocho, donde una mujer pecaminosa fue traída al Señor (Jn.
8:1-11). Pillaron a esa mujer en el acto mismo del adulterio. Los fariseos dijeron al Señor que
Moisés había mandado que una persona así fuese apedreada. Entonces preguntaron al Señor: “¿Qué
dices?” Aunque lo presionaron para que diera una respuesta positiva o negativa, El no contestó de
esa manera. El dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella”. ¿Qué significa eso? Significa que el Señor dirigió la atención de ellos a Dios, pues en todo el
universo Dios es el único que no es pecaminoso. La respuesta del Señor calló a los fariseos.
Entonces el Señor dijo a la mujer: “Ni Yo te condeno; vete, y no peques más”. Este caso revela que
no se trata de la ley ni del conocimiento, sino de tocar al Dios vivo.
Como hice notar previamente, cuando Dios llamó a Abraham, El no le dijo adónde debía ir. Si Dios
hubiera hecho eso, Abraham habría recibido conocimiento. Pero Dios intencionalmente no le dio a
Abraham ninguna información a fin de que éste se mantuviera constantemente en contacto con El.
La presencia viva de Dios era su mapa, su guía.
Muchos libros cristianos nos explican la manera de hacer las cosas. Cuando leemos los libros,
podemos aprender la manera correcta. Por ejemplo, en cuanto a ser uno crucificado juntamente con
Cristo, los libros nos exhortan a considerarnos muertos. Si hacemos de eso un simple método,
pertenecerá al árbol del conocimiento. ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la religión? El
conocimiento, o la religión, significa ser bueno y hacer el bien, adorar a Dios y laborar para El sin
tener Su presencia viva. Todo el bien hecho para Dios sin Su presencia es religión. Para nosotros,
cierta cosa puede ser vida y al mismo tiempo conocimiento. Si experimentamos la presencia del
Dios viviente al hacerla, será vida; pero si la hacemos sin la presencia de Dios, será simple
conocimiento muerto. No nos puede ayudar ningún método. Necesitamos al Dios vivo.
¿Qué es la vida? La vida es Dios mismo. ¿Cuál es el principio de la vida? El principio de la vida
consiste en depender de Dios en todo. Si usted depende de Dios, todo es vida.
5) Un triángulo
Cuando Adán estaba delante de los dos árboles, se encontraba frente a Dios y a Satanás. Esto formó
un triángulo entre el hombre, Dios y Satanás en el universo. La lucha entre Dios y Satanás se
desarrollaba en el hombre. Escoger a Dios o seguir a Satanás depende netamente de la decisión del
hombre. Este triángulo se encuentra ahora dentro de nosotros. Anteriormente Satanás estaba en el
huerto fuera de Adán; ahora está en nuestra carne. Antes, Dios también estaba en el huerto, fuera del
hombre; ahora está en nuestro espíritu.
En el mensaje diez hicimos notar que el hombre es tripartito; él tiene espíritu, alma y cuerpo. El
espíritu es nuestra parte más profunda, el cuerpo es nuestra parte exterior, y el alma, la parte
principal de nuestro ser, está situada entre ellos. Como resultado de la caída, Satanás, el árbol del
conocimiento, se introdujo en la carne del hombre. Por haber creído nosotros en Cristo, Dios, el
árbol de la vida, entró en nuestro espíritu. Por consiguiente, los dos árboles que antes estaban en el
huerto fuera del hombre se encuentran ahora dentro de nosotros: uno en nuestra carne y el otro en
nuestro espíritu. Si leemos detenidamente Romanos 7, veremos que Pablo dijo que en su carne no
mora el bien, sino el pecado. El pecado es realmente la naturaleza maligna de Satanás. Decir que el
pecado mora en nuestra carne significa que Satanás, el maligno, está en nuestra carne. Romanos
8:16 demuestra que Dios está en nosotros y dice que el Espíritu de Dios da testimonio juntamente
con nuestro espíritu. Por tanto, todo cristiano verdadero es un huerto de Edén en miniatura. La
mente de su alma representa su yo, el pecado de su carne representa a Satanás, y el Espíritu que está
en su espíritu representa a Dios. Igual que en el huerto de Edén, las tres partes forman un triángulo
dentro de nosotros.
La semilla de este triángulo fue sembrada en Génesis 2, y el crecimiento de la semilla se encuentra
en Romanos 8, donde afloran los dos árboles. Romanos 8:6 indica que la mente puesta en la carne
es muerte y que la mente puesta en el espíritu es vida y paz. En Génesis 2 los dos árboles eran
objetivos; en Romanos 8 son subjetivos. Nunca deberíamos decir que estos dos árboles ya no están
en nosotros. Mientras usted lee este mensaje, ellos están dentro de usted. En el pasado, yo deseaba
desarraigar al árbol del conocimiento en mi carne, pero cuanto más lo intentaba, más permanecía
conmigo. Finalmente descubrí Romanos 8. Vi que otro árbol mora en mi espíritu. Por consiguiente,
en Romanos 8, encontramos el huerto de Edén actual. Romanos 8:2 menciona la ley del Espíritu de
vida, que nos libera de la ley del pecado y de la muerte. Por tanto, en Romanos 8, descubrimos dos
leyes: la ley de vida y la ley de muerte. Estas dos leyes son los principios de los dos árboles que
están en nuestra experiencia subjetiva.
Quiero decir algo particularmente a los jóvenes que lean este mensaje. Espero que temprano en su
vida cristiana aprendan a disfrutar al Señor como su árbol de vida. Al oír el testimonio de un
hermano más experimentado en el Señor, no intente imitarlo. Si lo hace, se volverá al árbol del
conocimiento. Sólo necesita tener contacto con el Señor constantemente, y el Señor será su árbol de
vida. Como resultado, usted amará espontáneamente al Señor y a Su Palabra. Su amor emanará al
tocar usted al Señor como su fuente viviente, como su árbol de vida. Cuando yo era joven, amaba al
Señor y le buscaba, pero nadie me pudo brindar esta ayuda. En la vida de iglesia hoy ustedes están
rodeados de hermanos y hermanas que los alientan a disfrutar al Señor como su árbol de vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIECISEIS
LA LINEA DEL CONOCIMIENTO
A LO LARGO DE LAS ESCRITURAS
Vimos ya que la Biblia empieza con dos árboles, el árbol de la vida, que produce vida, y el árbol del
conocimiento, que produce conocimiento. No obstante, el conocimiento es un pretexto, pues en
realidad el árbol del conocimiento es el árbol de la muerte y produce muerte. Por tanto, desde el
principio de la Biblia vemos dos líneas que continúan en toda la Biblia. La primera es la línea de la
vida, la cual empieza con el árbol de la vida y continúa a través de las Escrituras hasta su final en la
Nueva Jerusalén, donde vemos también el árbol de la vida (Ap. 22:1-2, 14). La segunda línea es la
línea del conocimiento, la cual empieza con el árbol del conocimiento y continúa en las Escrituras
hasta su fin en el lago de fuego. En este mensaje consideraremos la línea del conocimiento que se
extiende a lo largo de las Escrituras. En todos los libros de la Biblia podemos ver el conocimiento
que trastorna, perjudica, mata y destruye. Ahora examinaremos muchos casos de personas que
vivían, laboraban, obraban y actuaban apoyadas en el conocimiento, y no en la vida.
I. CAIN
Caín, el primer hijo de Adán y la segunda generación de la humanidad, fue la primera persona que
vivió conforme al conocimiento. Caín presentó el fruto de la tierra como ofrenda al Señor (Gn. 4:3).
Eso parecía muy bueno, pero era incorrecto porque Caín presentó una ofrenda a Dios según su
propio método, y no conforme a la manera que Dios deseaba. Lo que Dios exigía era que el hombre
caído ofreciera un sacrificio redentor que le permitiera tener contacto con El. Pero Caín sólo ofreció
el fruto de la tierra sin la sangre redentora. La ofrenda de Caín fue presentada conforme a los
razonamientos que él tenía en su mente. Fue ofrecida según su propio método. Todos estos métodos
se originan en la mente humana. Debemos tener cuidado. Como ya lo hicimos notar, el principio del
árbol del conocimiento consiste en independizarse de Dios. Significa que tomamos nuestras
decisiones de manera independiente. Aunque Caín hizo una buena obra, lo hizo independientemente
de Dios. Todo lo que es bueno pero independiente de Dios conducirá a la muerte. Esto es semejante
al aislante que interrumpe la corriente eléctrica. No importa cuál sea el material que se use como
aislante, hasta un diamante, puede interrumpir la corriente eléctrica. En tanto que algo cree este
aislante, no importa lo bueno o lo malo que sea. Del mismo modo, si una cosa nos aleja de Dios,
por muy buena que sea, trae muerte.
Como consecuencia de haber actuado independientemente, Caín salió de la presencia del Señor
(Gn. 4:16). Esto era horrible. Por muy buenos que seamos, resulta terrible alejarnos de la presencia
de Dios. No importa si somos buenos o malos, el resultado será el mismo si estamos fuera de la
presencia del Señor.
Cuando la gente sigue su propio camino y sale de la presencia de Dios, procura erigir un edificio
para sí misma. Caín construyó una ciudad y la llamó Enoc, el nombre de su hijo (Gn. 4:17). Caín no
le puso a la ciudad el nombre de Dios; le puso un nombre humano. Esto constituyó una declaración
que indicaba que el hombre era independiente de Dios.
II. NIMROD
Nimrod fue un poderoso cazador delante del Señor (Gn. 10:8-11). El fue un hombre poderoso en la
tierra, una persona absolutamente independiente de Dios. El estableció un reino para sí, y el
comienzo de dicho reino fue Babel. Aunque muchos cristianos saben que los hombres construyeron
la torre y la ciudad de Babel, pocos saben que el reino de Babel fue establecido por Nimrod. El
primer reino en la historia humana fue probablemente el reino de Babel formado por Nimrod, quien
construyó también la gran ciudad de Nínive en Asiria. Su construcción fue la señal que indicaba que
la humanidad se había independizado completamente de Dios. Por el contrario, Abraham sólo
construyó un pequeño altar. El moraba en una tienda. Del mismo modo, Noé sólo construyó un arca
y un altar. La gente que confía en Dios no se dedica a construir mucho. Cuanto más confiemos en
Dios, menos edificios independientes tendremos. Sólo los obreros gigantes, aquellos que se
independizan de Dios, construyen sus elevadas torres.
IV. LOT
Aunque Lot era salvo, se apartó de la línea de la vida al hacer una elección según lo que vieron sus
ojos (Gn. 13:10-11, cfr. vs. 14-15). Cuando Lot se separó de Abraham, alzó los ojos, miró hacia la
llanura del Jordán, y tomó una decisión basándose en lo que vio. El no oró: “Señor, no sé que hacer.
¿Qué debo hacer? Señor, ten misericordia de mí. Escoge Tú. Quiero hacer lo que Tú prefieras”. Lot
no oró de esta manera, sino que escogió conforme a lo que vieron sus ojos. Como resultado, se
trasladó a la ciudad maligna de Sodoma (Gn. 13:12-13, cfr. v. 18). Cada vez que usted siga un
camino independiente de Dios, puede estar seguro de que su camino fracasará. Su camino conducirá
a la ciudad pecaminosa de Sodoma.
V. ESAU
Si leemos la historia de Esaú, veremos que desde el punto de vista ético, él no hizo nada malo.
Jacob parecía ser peor. No obstante, Esaú era un cazador, y cazaba para su propia satisfacción (Gn.
25:27, 29). Esaú cazaba independientemente de Dios. Finalmente, él vendió su primogenitura para
satisfacer su apetito (Gn. 25:30-34). Todos los que son independientes de Dios han vendido su
primogenitura humana, el disfrute de Dios. Puesto que Dios creó al hombre a Su propia imagen
para que fuera Su expresión, entendemos que, por nacimiento, el hombre tiene derecho a expresar a
Dios. De modo que cada ser humano tiene una primogenitura, o sea, el derecho innato de expresar a
Dios. Sin embargo, casi todo el mundo ha vendido su primogenitura por causa de su independencia.
¿Qué significa arrepentirse y creer en el Señor Jesús? El arrepentimiento significa tener un cambio
en nuestro modo de pensar, en nuestra mentalidad. Anteriormente, yo iba en cierta dirección dando
la espalda a Dios. Después de oír el evangelio, me volví. Esto es lo que significa el arrepentimiento.
Creer en el Señor Jesús significa volver a nuestra primogenitura humana, volver a disfrutar a Dios y
a expresarle. Este es el significado del arrepentimiento y de la fe en el Señor Jesús. Esaú no hizo
eso, sino que iba en la dirección opuesta.
VI. FARAON
En Exodo 1—12 vemos cuán independiente era Faraón. El no sólo era independiente, sino también
rebelde, se oponía a Dios, y hasta llegó a preguntar: “¿Quién es Jehová?” (Ex. 5:2). Faraón no se
interesaba en Dios y no tenía interés en conocerle. Por tanto, el corazón de Faraón se endureció. El
endureció su corazón y también Dios lo endureció (Ex. 7:13, 22; 8:15, 19, 32; 9:34-35). El corazón
de Faraón se endureció reiteradamente. En el mundo actual la gente ha endurecido su corazón
porque no se interesa en Dios. Se preocupa por sus consejos, planes y conspiraciones, pero no se
interesa en Dios. Por consiguiente, Dios la abandona, y sus corazones se endurecen.
VII. AARON
El nombre de Aarón se refiere a un buen personaje. A pesar de haber sido sumo sacerdote y de haber
estado en la línea de la vida, Aarón actuó conforme a la línea del conocimiento. Mientras Moisés
estaba en el monte disfrutando a Dios como el árbol de la vida, Aarón y el pueblo se quedaron al pie
del monte. No oraron al Señor ni acudieron a El. Cuando el pueblo le propuso a Aarón que le
hiciera dioses de oro, él accedió (Ex. 32:1, 4, 24). A veces no debemos escuchar al pueblo, pues la
congregación puede presentar una propuesta que va contra Dios. Aarón siguió el consejo de ellos,
actuó de manera independiente y fabricó un ídolo de oro. El ídolo era muy atractivo; no era de barro
sino de oro. Cuando Moisés bajó del monte, preguntó a Aarón qué había sucedido. Aarón contestó
que él puso el oro en el fuego y que salió un becerro de oro (Ex. 32:24). Aarón parecía defenderse al
pedirle a Moisés que no lo condenara pensando tal vez que no había hecho gran cosa. No obstante,
cuando nos independizamos de Dios, no importa lo mucho o lo poco que hagamos. Cuando nos
independizamos de Dios, aparece el becerro de oro. No necesitamos hacer mucho: simplemente
independícese de Dios y el resultado será un becerro de oro.
XIII. ABSALON
Absalón se rebeló contra su padre, el rey David (2 S. 15:10-13). Según 2 Samuel 13—18, él actuó
exclusivamente por su propia cuenta y por su conocimiento. El no confiaba en Dios, y el resultado
no fue otra cosa que la muerte.
XIV. ACAB
Acab fue un rey perverso. El se casó con Jezabel, una mujer idólatra y diabólica, y construyó un
templo a Baal, el ídolo más famoso de aquel entonces (1 R. 16:30-32). Aunque Acab nació en la
nación de Dios, él se independizó de Dios. Ni uno solo de sus pensamientos se dirigió a Dios.
Estaba totalmente independiente de El.
XVI. NICODEMO
Nicodemo era un hombre bueno. Sin embargo, cuando acudió por primera vez al Señor, estaba en la
línea del conocimiento (Jn. 3:1-2). Le dijo al Señor Jesús: “Rabí, sabemos que has venido de Dios
como maestro”. En Su respuesta, el Señor apartó a Nicodemo de la enseñanza y del conocimiento y
lo condujo a la línea de la vida (Jn. 3:3). El Señor quiso decirle con esto a Nicodemo: “No necesitas
enseñanza. Necesitas un nuevo nacimiento y una nueva vida. Nicodemo, no necesitas más
conocimiento. Como maestro de la ley de Moisés ya tienes suficiente conocimiento. Lo que
necesitas es una nueva vida”.
XXI. MARTA
Marta era un discípulo del Señor. No obstante, estaba ocupada en la línea del conocimiento,
aferrándose a las enseñanzas sanas acerca de la resurrección que vendrá en el día postrero (Jn.
11:24). Marta se había quejado al Señor diciendo que si El hubiera estado presente, Lázaro no
habría muerto. Cuando el Señor le dijo que su hermano resucitaría, Marta interpretó
inmediatamente la palabra del Señor, diciendo que ella sabía que Lázaro se levantaría en la
resurrección en el día final (Jn. 11:23-24). Ella pospuso dos mil años la vida de resurrección. El
Señor se refería en Su respuesta, a la vida actual de resurrección, pero Marta, con su conocimiento
religioso y su interpretación de la palabra del Señor, pospuso la resurrección para un futuro lejano.
Esto era terrible. Marta dio una exposición bíblica buena y ortodoxa. No obstante, el Señor la
condujo a la resurrección del momento, pues dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25).
Aparentemente el Señor le decía a Marta: “No se necesita esperar dos mil años. No necesitas
esperar el último día. Yo soy la vida de resurrección ahora mismo. No cambies Mi palabra por tu
interpretación religiosa y ortodoxa. Yo soy la resurrección ahora mismo”.
XXII. PEDRO
Pedro, inmediatamente después de recibir la revelación del Padre celestial (Mt. 16:17), se volvió a
su mente y fue usado por Satanás para tratar de impedir que el Señor sufriese la crucifixión (Mt.
16:21-23). El Señor lo reprendió diciendo: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás! ... porque no pones
la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. El pensamiento proviene de la mente y
del conocimiento. Resulta fácil ser usurpados y usados por Satanás cuando ejercitamos nuestra
mente dentro de la línea del conocimiento para pensar de manera independiente del Señor. Aunque
Pedro estaba en la línea de la vida, pasó a la línea del conocimiento sin darse cuenta. ¡Todos
debemos tener cuidado con nuestra manera de pensar! De otro modo, podríamos ser vencidos por
Satanás, la fuente de la muerte.
XXIII. JUDAS
Judas era uno de los doce apóstoles, pero siempre permanecía en su mente contando el dinero (Jn.
12:4-6). El estaba totalmente embebido en la línea del conocimiento aniquilador y no en la línea de
la vida, a pesar de que acompañaba al Señor Jesús, quien era el árbol de la vida en aquel entonces.
Por tener la mente ocupada con el dinero, él abrió su ser al diablo, el cual puso en su corazón el
pensamiento de traicionar al Señor (Jn. 13:2). Con el tiempo, “Satanás entró en él” (Jn. 13:27), y él
entregó al Señor por treinta monedas de plata (Mt. 26:15). No obstante, el resultado fue el siguiente:
él no sacó ningún beneficio del dinero y se perdió a sí mismo al ahorcarse (Mt. 27:5).
XXX. EL ANTICRISTO
El anticristo será un hombre completamente intelectual, con una voluntad firme e independiente.
Por tanto, estará totalmente poseído por Satanás y llegará a ser su encarnación (Ap. 13:5-8). El es
llamado “el hombre de iniquidad”, “el hijo de perdición”, porque se exaltará a sí mismo como si
fuera Dios (2 Ts. 2:3-4). El será el gigante de la línea del conocimiento bíblico, y no tendrá ni idea
de la línea de la vida, y tampoco se interesará en ella. Su destino será sufrir la muerte eterna junto
con Satanás, quien es la fuente de la muerte (Ap. 19:20; 20:10).
XXXI. EN GENERAL
En conclusión quisiera referirme a 2 Corintios 3:6, donde dice: “La letra mata, mas el Espíritu
vivifica”. Esta “letra” se refiere al Antiguo Testamento, y la misma palabra griega se traduce
“Escrituras” en 2 Timoteo 3:15, donde Pablo menciona que Timoteo conocía las Sagradas
Escrituras desde su infancia. Sin embargo, la Biblia en letra muerta, que pertenece al árbol del
conocimiento, mata, mientras que el Espíritu, que pertenece al árbol de la vida, vivifica. Por
consiguiente, sí tenemos alternativa. ¡Alabado sea el Señor por esta elección! ¡Podemos escoger la
vida! Aparte de la línea del conocimiento está la línea de la vida. Debemos escoger entre la vida y el
conocimiento. Debemos elegir entre la muerte y la vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIECISIETE
DIOS SE FORJA COMO VIDA
EN EL HOMBRE
En este mensaje llegamos a la última parte de Génesis 2. A pesar de ser bastante breve, Génesis 1 y
2 contiene muchos puntos fundamentales. Anteriormente subrayamos que casi todos los puntos
contenidos en estos dos capítulos son semillas de la verdad divina, y que se necesita toda la Biblia
para explicar y desarrollar estas semillas. En la Biblia la revelación divina presenta cosas
espirituales, y éstas son misteriosas, abstractas e inmateriales desde el punto de vista del hombre.
Debido a nuestra habilidad limitada para entender éstas, Dios se vio obligado a presentar Su
revelación divina en forma de cuadros y de alegorías. Génesis 2 fue escrito en lenguaje figurativo, y
todos los puntos presentados allí son figuras. No deberíamos abordarlo únicamente como letra
impresa, sino examinar el significado intrínseco de las figuras. El árbol de la vida y también el árbol
del conocimiento del bien y del mal son figuras. ¿Qué es el árbol de la vida? A la gente le resulta
difícil entender esto. No obstante, se trata del árbol de la vida. En Génesis 2, encontramos también
un río, y en el fluir de este río hay oro, perlas y piedras de ónice. ¿Qué significan todas estas cosas?
¿Qué quieren decir? Como vimos en mensajes anteriores, todas ellas son figuras y constituyen una
alegoría.
Desde la perspectiva humana, el final de Génesis 2 es fácil de entender porque presenta la historia
de una boda. Adán fue creado, pero no tenía esposa. Así que Dios le proporcionó una esposa. Esto
no parece alegórico. Si sólo leemos Génesis 2, no nos daremos cuenta de que se trata de una
alegoría. Pero si leemos toda la Biblia, veremos que la boda de Génesis 2 es en realidad una
alegoría. ¿Por qué afirmamos esto? Porque más adelante en el Antiguo Testamento Dios dijo a Su
pueblo: “Tu marido es tu Hacedor” (Is. 54:5). El creador del hombre es el marido de éste, lo cual
significa que en el universo el único ser masculino es Dios mismo. En realidad, el hombre creado
por Dios no es un ser masculino, sino una entidad femenina. Quisiera hacer una pregunta a todos los
hombres que leen este mensaje: ¿Es usted un varón o una mujer? Soy una mujer. Lo soy porque
formo parte de la esposa. Primero, Dios fue mi creador. Segundo, El se convirtió en mi redentor.
Ahora El es mi esposo.
En el Nuevo Testamento se explica claramente y se desarrolla este concepto. Mucha gente considera
a Jesús como un gran maestro y otros como su Salvador; pero los cuatro evangelios lo revelan
también como el novio. Indudablemente El es un maestro y el Salvador. Pero también es el novio
que viene a recibir a la novia (Jn. 3:29). Un día los discípulos de Juan acudieron al Señor Jesús, y le
preguntaron por qué Sus discípulos no ayunaban (Mt. 9:14-15). El Señor Jesús se reveló en Su
respuesta como el novio. El les preguntó: “¿Acaso pueden los compañeros del novio tener luto
mientras el Novio está con ellos?” Además, Pablo, el gran apóstol, nos dijo claramente que la
iglesia es la esposa y que Cristo es el esposo. En 2 Corintios 11:2 él dijo: “Pues os he desposado con
un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Por consiguiente, somos la esposa
de Cristo. Además, en Efesios 5 Pablo habla del matrimonio, diciendo que cuando un hombre se
une a su esposa, los dos llegan a ser una sola carne. En Efesios 5:32 Pablo dice que ese matrimonio
representa el gran misterio de Cristo y la iglesia.
En Génesis 2 Adán tipificaba o prefiguraba a Cristo. En figura, podemos decir que Adán era Cristo.
Cuando vemos a Adán en Génesis 2, vemos a Cristo. Entonces ¿qué representa Eva? Aparentemente
era solamente una mujer, la esposa de Adán. No obstante, si tenemos la visión espiritual de Efesios
5, veremos que Eva en el huerto prefiguraba a la iglesia. Si tenemos esta perspectiva, entenderemos
que todo lo que le sucedió a Adán en Génesis 2 era una experiencia de Cristo y todo lo que le
sucedió a Eva estaba relacionado con la iglesia. Debemos entender Génesis 2 de esta manera. En
figura, Adán era Cristo y Eva era la iglesia.
Esto es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que tengo una fotografía del hermano
John. Si le muestro a usted la fotografía y le pregunto quién es esta persona, usted acertará al
contestar que es el hermano John. Sin embargo, debemos tener cuidado, pues a pesar de ser una
fotografía del hermano John, no es la persona misma del hermano John; es simplemente una
fotografía de él, la cual nos muestra su apariencia y nos da una idea de su semblante. Del mismo
modo, en Génesis 2 vemos una figura o un cuadro de Cristo y la iglesia en la tipología de Adán y
Eva. Cuando examinamos la fotografía de Adán y Eva, entendemos cómo la iglesia llegó a existir.
Resulta difícil entender eso si hablamos simplemente de Cristo y de la iglesia; no obstante, si
miramos la fotografía, lo entenderemos perfectamente. La fotografía ahorra muchísimas palabras. Si
le describo el hermano John a usted, usando muchas palabras, de todos modos le será difícil
visualizar cómo es él. Pero si le muestro la fotografía, usted comprenderá inmediatamente. A pesar
de no ser la persona misma, la fotografía facilita su descripción, y evita que usted tenga que
adivinar cómo es. Dios usa el cuadro de Adán y Eva en Génesis 2 para darnos una revelación
definida de Cristo y de la iglesia. Sin este capítulo, nunca entenderíamos la relación que existe entre
Cristo y la iglesia de manera tan exacta. Este cuadro describe cómo llegó a existir la iglesia.
Por favor, recuerden que Génesis 1 y 2 revela dos asuntos principales. Génesis 1 revela el propósito
eterno de Dios, que consiste en expresarse por medio del hombre y en ejercer Su dominio con él. El
hombre fue creado para expresar a Dios y para representarlo. Génesis 2 presenta luego la forma en
que se cumple el propósito de Dios. Dios tiene un propósito, pero El necesita el medio para
cumplirlo. ¿Cuál es el medio divino que Dios emplea para cumplir Su propósito? Como ya vimos,
El usa la vida. Dios desea entrar en nosotros como vida. Para cumplir Su propósito, El desea entrar
en el hombre a fin de ser su vida y su provisión de vida. Además, Génesis 2 revela que el
procedimiento que Dios usa consta de tres pasos. El primer paso consistió en crear al hombre como
un vaso que pudiera contenerlo a El como vida. El hombre puede vivir por Dios, expresarlo a El y
representarlo porque fue hecho como un vaso cuyo propósito era contener a Dios. En el segundo
paso Dios puso al hombre frente al árbol de la vida. Vimos que el árbol de la vida representa a Dios
mismo. Al poner al hombre frente al árbol de la vida, Dios daba a entender que deseaba que el
hombre lo tomara para que fuera transformado en los materiales preciosos con los que se edifica la
iglesia.
b. El proceso, 2:21-24
Ahora debemos considerar el proceso. ¿Qué hizo Dios para producir un complemento para Sí?
3) Su vida brotó:
la costilla que fue extraída de Adán
Al final de la crucifixión de Cristo, los judíos, que no querían que los cuerpos de los criminales
crucificados permanecieran en la cruz el día de sábado, pidieron a Pilato que fuesen quebradas las
piernas de los condenados (Jn. 19:31). Cuando los soldados se presentaron delante de Jesús para
quebrar Sus piernas, encontraron que ya había fallecido y que no necesitaban quebrarle los huesos.
Esto cumplió la escritura que decía: “No será quebrado hueso Suyo” (Jn. 19:32-33, 36; Ex. 12:46;
Nm. 9:12; Sal. 34:20). Sin embargo, los soldados le traspasaron el costado, y brotaron sangre y agua
(Jn. 19:34). La sangre era necesaria para la redención (He. 9:22; 1 P. 1:18-19). ¿Qué representa el
agua? En Exodo 17:6 vemos la tipología de la roca golpeada (1 Co. 10:4). Después de ser golpeada
la roca, fue partida y de ella brotó agua viva. Jesús en la cruz fue herido con la vara de Moisés, es
decir, con la ley de Dios. El fue quebrantado; Su costado fue abierto, y de ahí salió agua. Esta agua
era el fluir de Su vida divina, que es la vida que produce la iglesia.
Esta vida fue tipificada por la costilla, un hueso sacado del costado abierto de Adán, del cual fue
producida y edificada Eva. Por consiguiente, el hueso tipifica la vida divina representada por el
agua que brotó del costado de Cristo. No fue quebrantado ninguno de Sus huesos. Esto significa que
Su vida divina no puede ser quebrantada. Su vida física fue aniquilada, pero nada podía quebrantar
la vida divina que emana de El para producir la iglesia.
c. El resultado
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIECIOCHO
LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE
Me gustan los libros de Génesis y Apocalipsis porque en ellos podemos ver el propósito de Dios y
el cumplimiento del mismo. Estos dos libros también revelan cómo el astuto enemigo se infiltró y
cómo será echado. Los que se conocen como críticos modernos, que no creen en la Biblia, atacan
principalmente los libros de Génesis y de Apocalipsis. Cuando éramos jóvenes, este alto criticismo
era muy predominante, y lo combatíamos con ahínco. Los partidarios del alto criticismo atacaban
los libros de Génesis y de Apocalipsis porque la serpiente insidiosa descrita en ellos sabía que los
demás libros no la exponían tanto. Si usted desea saber cómo se infiltró la serpiente y cuál será su
destino, debe leer los primeros capítulos de Génesis y los últimos de Apocalipsis. Apocalipsis 12:9
menciona a “la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás”. La palabra “antigua” que
describe a la serpiente se refiere a la época de Génesis 3. Por consiguiente, si no tuviéramos los
libros de Génesis y de Apocalipsis, la astuta serpiente no quedaría plenamente expuesta. Es por esto
que la serpiente inventó la supuesta crítica moderna en una tentativa de desacreditar esos dos libros.
En Génesis 1 y 2 vemos un huerto, y en Apocalipsis 21 y 22 tenemos una ciudad. Mediante la
transformación y la edificación, el huerto se convierte en una ciudad. Entre Génesis 2 y Apocalipsis
21 transcurren muchas épocas o dispensaciones. La serpiente apareció por primera vez en Génesis 3
y desde aquel entonces ha estado activa; nunca duerme. En el transcurso de las generaciones, a
partir de Génesis 3, la serpiente ha trabajado constantemente. Si usted lee la Biblia con
detenimiento, verá que la serpiente se infiltró en Génesis 3 y que en Apocalipsis 20:10 será echada
al lago de fuego. Satanás siempre ha estado activo en todas las edades o dispensaciones. En la
primera dispensación, es decir, la primera forma en que Dios se comunicó con el hombre, Satanás
estuvo presente. Satanás no sólo corrompió a la primera pareja humana, sino que ha venido
corrompiendo al hombre en todas las dispensaciones sucesivas. Cuando Dios inició otra edad o
dispensación, Satanás estaba allí para perjudicar a la gente. Siglo tras siglo y dispensación tras
dispensación, Satanás ha estado presente, intentando hacer creer que Dios no puede controlar la
situación. Sin embargo, éste no es el caso. Dios es grande. Sólo necesitamos darle un poco de
tiempo. Para Dios mil años equivalen a un día. Para El, el período que se extiende desde la creación
de Adán hasta el presente constituye en realidad menos de seis días. Debemos ser pacientes cuando
se trata de El.
Cuando llegamos a la dispensación de la iglesia, vemos el conflicto más intenso entre Satanás y el
hombre. ¡Qué batalla! El libro de Apocalipsis nos muestra que en las iglesias, Dios ha obtenido un
grupo de vencedores que derrotarán a Satanás. Al final de esta dispensación, el Señor Jesús
regresará victorioso. El Señor Jesús no ha podido regresar porque todavía no existe ningún terreno
de victoria sobre el cual El pueda apoyar Sus pies. El está esperando eso. Los vencedores
establecerán un frente de ataque para que el Cristo glorioso vuelva victorioso. Según Apocalipsis
12, primero Satanás será vencido por los vencedores. Entonces, cuando vuelva el Señor, Satanás
será atado y echado al pozo sin fondo (Ap. 20:1-3). Por último será echado al lago de fuego (Ap.
20:10).
En Génesis 3 Satanás se introdujo, y en Apocalipsis 20 él será echado. Inmediatamente después de
los dos primeros capítulos de Génesis, Satanás se introdujo, e inmediatamente antes de los dos
últimos capítulos de Apocalipsis será expulsado. Por lo tanto, en toda la Biblia encontramos
solamente cuatro capítulos en los cuales no vemos ningún indicio del enemigo que contamina.
Aparte de estos cuatro capítulos, él ha contaminado todas las épocas y todo el espacio. Sólo Génesis
1 y 2 y Apocalipsis 21 y 22 están libres de la contaminación de Satanás. Entre Génesis 2 y
Apocalipsis 21 vemos todas las actividades de la astuta serpiente. ¿Ha observado usted que Satanás
apareció inmediatamente después de los primeros dos capítulos de Génesis y que será echado en el
lago de fuego antes de los últimos dos capítulos de Apocalipsis? En este mensaje queremos
considerar cómo se introdujo el astuto enemigo.
Como vimos, Génesis 1 revela el propósito eterno de Dios y el deseo de Su corazón, y Génesis 2
revela la manera en que Dios cumple Su propósito. No obstante, Satanás se introdujo antes de que
Dios pudiese cumplir Su propósito. En todas las cosas, Satanás intenta ser el primero. Todo lo que
es auténtico puede permitirse alguna lentitud, pero lo falso siempre actúa con prisa. Por
consiguiente, en muchos asuntos no nos conviene actuar desde el comienzo. Supongamos que un
pequeño niño acude a su padre y le dice: “Papá, quiero comprar un juguete nuevo”. El padre debería
contestarle: “Hijo, espera dos días. Veamos qué dice el Señor”. Tal vez sea mejor esperar dos días
más. Puesto que Satanás está siempre apurado, nunca deberíamos aceptar la primera propuesta. Si
un hermano acude a usted buscando una respuesta acerca de cierto asunto, no conteste
inmediatamente. Tal vez esta pregunta sea un ejemplo de la actividad apresurada de Satanás. Usted
debe esperar un poco. Después de algunos días, ese hermano tal vez cambie de opinión. He visto
que eso sucede muchas veces. La disposición de los jóvenes es muy activa; ellos tienen un carácter
apresurado. Les gusta actuar rápidamente y obtener respuestas en seguida. Esta prisa se origina en
la serpiente sagaz. Si usted espera, Dios intervendrá. En la mayoría de los casos Dios no está
presente al principio. La serpiente actuará siempre antes de Dios para intentar vencerlo.
Génesis 3 nos muestra que Satanás fue el primero en actuar. La Biblia contiene el principio de la
primera mención. Todo lo que se menciona en primer lugar en un campo dado, establece el
principio para todas las demás veces que ese asunto se mencione. Por tanto, Génesis 3, donde se
menciona por primera vez la actividad de Satanás, revela el principio de que Satanás se trata de
anteponer a Dios.
1. La causa
a. La tentación de la serpiente
Si yo les preguntara a cuál fue la causa de la primera caída del hombre, indudablemente
contestarían que la causa fue Satanás. Eso es correcto. No obstante, no deberíamos echarle toda la
culpa a Satanás. Como lo veremos, la causa de la primera caída del hombre no fue principalmente
Satanás, sino el hombre mismo. Podemos comparar esto con un resfriado. Para resfriarse uno, debe
estar expuesto al aire frío. Sin embargo, el aire frío en sí no es suficiente para causar un resfriado.
Uno debe tener los microbios del catarro. Una silla no puede resfriarse, aun cuando esté expuesta a
una corriente de aire frío porque es inmune a los microbios del resfriado. Nosotros nos podemos
resfriar fácilmente porque tenemos los microbios que producen el resfriado. No deberíamos culpar
al aire frío, pues la mayor parte de la culpa la tienen los microbios que causan el resfriado. Del
mismo modo, no debemos culpar a Satanás por la caída, puesto que la mayor parte de la
responsabilidad recae sobre el hombre. Aún así, puse a Satanás como la primera causa de la caída
del hombre. Satanás fue el factor inicial de esta caída. Satanás no es más que Satanás. Jamás
debemos esperar que mejore ni que sea diferente.
1) “El tentador”
Satanás tiene un nombre específico, a saber: “el tentador” (Mt. 4:3). Adondequiera que vaya, él
actúa como tentador, pues él es así por disposición y constitución. El Señor Jesús lo llamó
mentiroso, diciendo: “Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de
mentira” (Jn. 8:44). Todo lo que proviene de Satanás es una mentira. Nunca debemos esperar que
mejore. Debemos mantenernos lejos de él.
2) La manera de tentar
Espero que especialmente los jóvenes tomen a pecho estos puntos. Estos puntos son principios
fundamentales.
Satanás empieza a tentar al hombre haciéndole una propuesta (vs. 1, 4), algo que ponga en duda la
Palabra de Dios. Satanás siempre intentará tentarlo a usted, seducirlo y atraparlo haciéndole
propuestas que pongan en duda la Palabra de Dios. Cada vez que usted dude de la Palabra de Dios,
debe darse cuenta de que esa duda no proviene de usted sino de la serpiente. Hace años leí un
artículo de un ministro bautista de los Estados Unidos, en el cual él escribía: “El signo de
interrogación tiene la forma de una serpiente que se levanta y pregunta: ‘¿Conque Dios ha dicho?‘ ”
No debemos poner en duda ninguna palabra de la Biblia; más bien debemos decir “Amén” a cada
palabra. Decir “Amén” es seguro, pero dudar es peligroso. Una duda acerca de la Palabra de Dios es
una sugerencia que se origina en el tentador.
La propuesta de Satanás siempre incita al hombre a dudar de la Palabra de Dios y de los motivos de
Dios. El insidioso enemigo es semejante a un escorpión, y sus preguntas son como el veneno que
contiene su ponzoña. La serpiente le dijo a Eva: “No moriréis”. En realidad, la serpiente le estaba
diciendo a Eva: “¿Por qué te ha prohibido Dios comer del árbol del conocimiento? Porque El sabe
que cuando comas del árbol, serás como El. Serás tan sabia como Dios”. Estas palabras eran
venenosas, eran el veneno de la ponzoña del escorpión. Eva fue picada, y el veneno le fue
inyectado. Así que ella miró el árbol del conocimiento y lo encontró agradable y bueno (v. 6). Esta
fue la manera en que Satanás la tentó.
2) La posición de la mujer
Dios es nuestro marido y nuestra cabeza, y siempre debemos mantenernos bajo Su autoridad y
resguardo. La mujer debe cubrirse la cabeza y nunca asumir la posición de cabeza (1 Co. 11:3, 5,
14-15). Ya que Dios es nuestra cabeza, siempre debemos acudir a El. Por la misericordia del Señor,
he aprendido de El. Si yo hubiera sido Eva en el huerto y el diablo se me hubiera presentado a mí,
ni siquiera lo habría mirado. Me habría vuelto a mi marido y me habría escondido detrás de él.
Habría dejado que Adán fuese la cabeza y que ejerciera su autoridad como tal. Entonces no habría
ocurrido ningún problema.
3) El fracaso de la mujer
El fracaso de la mujer consistió en ponerse por encima del hombre asumiendo la autoridad (cfr. 1
Ti. 2:14). El fracaso de Eva tipifica el hecho de que el hombre asumió la autoridad e indica que se
puso por encima de Dios y lo hizo a un lado. Este principio sigue vigente aun hoy. Cada vez que
actuamos por nuestra cuenta, poniendo al Señor a un lado, somos vencidos. Si intentamos obtener
una victoria por nuestra cuenta, ese esfuerzo será un fracaso porque nos aparta de nuestro marido,
nuestra cabeza. Nunca haga nada por sí mismo. Hacer algo por sí mismo significa asumir la
autoridad y olvidarse de la posición de esposa. Deberíamos ser sabios y nunca tomar la posición de
marido.
En el huerto Eva era nuestro representante. Casi todos nosotros hemos actuado como ella alguna
vez. Hemos llegado a ser Eva. Nosotros enfrentamos cualquier situación por nuestra propia cuenta.
Por mucho que hubiéramos orado, nos olvidamos de nuestro marido y actuamos como si no
tuviésemos marido cuando se presenta un problema. ¿Por qué no se vuelve usted a su marido? ¿Por
qué siempre se enfrenta solo a las tentaciones? Al enfrentarse solo a las situaciones, queda apartado
de su marido. Esta fue la causa fundamental de la primera caída del hombre. Como ministro de la
Palabra, debo aprender la lección de no hablar por mi cuenta. Mientras hablo, debo depender de mi
marido. Debo esconderme en El y ser uno con El. Si no hago eso, me convertiré en otra Eva y seré
derrotado.
Ahora podemos ver que no debemos echarle toda la culpa a Satanás. Debemos culparnos a nosotros
mismos por haber asumido la autoridad y no haber respetado a nuestro marido. Hemos asumido la
posición de la cabeza olvidando que somos la esposa. Cuando las madres educan a sus hijos, pueden
hacerlo de manera independiente. Pueden decir: “Yo sé cómo cuidar a los niños. He sido madre por
años. Sé lo que debo hacer y cómo hacerlo”. Si adoptan esta actitud, se convertirán inmediatamente
en Eva. Aunque pueden hacer un buen trabajo, ya están vencidas. Debemos recordar el principio de
la primera caída del hombre: el hombre renunció a la autoridad de esposa y asumió la posición de
marido, haciéndose la cabeza y el marido. No importa si nuestros esfuerzos tienen éxito o fracasan.
En tanto que nos apartemos de Dios y pensemos que podemos actuar aparte de El, ya estamos
derrotados. Debemos ver eso.
Podemos experimentar eso cuando lidiamos con nuestro enojo. Ser vencido por la ira es algo
insignificante. Pero si intentamos vencer nuestro mal genio con nuestra propia capacidad,
cometemos un pecado. Este intento es un gran pecado. Intentar vencer la ira indica que estamos
asumiendo la autoridad. Usted debe aprender a decir: “Señor, no me preocupo por vencer mi enojo.
Señor, dependo de Ti en este asunto. Vencer mi enojo no es responsabilidad mía. Señor, yo no soy el
marido. Tú eres mi marido y dependo solamente de Ti. No pretendo tener la autoridad. Señor, Tú
eres mi cabeza. Señor, encárgate de mi enojo”. Si todos aprendemos esta lección y mantenemos esta
posición delante de Dios, desaparecerá nuestro enojo, y el diablo será vencido. Debemos aprender
este principio fundamental.
2. El proceso
a. No usaron el espíritu
Adán y Eva fracasaron porque no usaron el espíritu. Si Eva se hubiera vuelto al espíritu, no habría
tenido ningún problema. Nuestro marido está en nuestro espíritu. No obstante, si permanecemos en
nuestra mente, eso significa que estamos asumiendo la autoridad y fijando nuestra mente en
comportarnos de manera independiente. Esto es pecaminoso y terrible. Debemos darnos cuenta de
que nuestro marido está en nuestro espíritu, y, por consiguiente, debemos ejercitar nuestro espíritu.
Aun cuando brote la ira dentro de usted, debe volverse al espíritu. Aunque diga que es difícil
hacerlo en esa circunstancia, yo contestaría que en esos momentos difíciles es aún más necesario
volverse uno a su espíritu. No intente vencer su ira; vuélvase al espíritu; aprenda a usar su espíritu.
Todos los cristianos saben cómo orar y pedir a Dios que les ayude, pero son pocos los que saben
que tienen un espíritu al cual pueden volverse. Tenemos dicho órgano, y éste tiene una función
maravillosa. Puesto que Dios está en nuestro espíritu, debemos volvernos a éste. Si aprendemos a
volvernos a nuestro espíritu y a ejercitarlo en toda situación, los resultados serán maravillosos.
¿Cómo sabe usted cuándo está usando su espíritu? Es muy fácil. Cada vez que haga algo o se
relacione con una persona sin estar con Dios, no está usando su espíritu. No importa lo que haga
usted, si se independiza de Dios y no se relaciona con El mientras lo hace, entonces usted no está en
el espíritu. Tenga la plena certeza de que en tal caso usted sufrirá pérdida. Todos debemos aprender
a mantener contacto con Dios en todas las cosas. Cuando tenemos contacto con Dios, estamos en
nuestro espíritu. Cuando camino, uso mis pies; cuando miro, uso mis ojos; y cuando tengo contacto
con Dios, uso mi espíritu, puesto que mi espíritu es el órgano con el cual me relaciono con El (Jn.
4:24). Si veo, eso significa que uso mis ojos. Del mismo modo, si me relaciono con Dios, debo de
estar ejercitando mi espíritu. Esto es algo preciosísimo en nuestro diario andar, y todos debemos
aprender a practicarlo.
Por tanto, el primer paso del proceso de la caída del hombre fue que éste no usó el espíritu. Adán y
Eva no se mantuvieron en contacto con Dios al comer del árbol del conocimiento, sino que
prestaron atención a cosas que no eran Dios y no tomaron a Dios como cabeza.
b. Ejercitó el alma
El hombre no usó su espíritu, sino que ejercitó su alma, lo cual indica que el hombre, representado
por el alma, asumió la autoridad. A menudo la gente se niega a orar o a ejercitar su espíritu, y más
bien piensa, considera y estudia. Les resulta difícil orar porque su mente está muy activa y llena de
pensamientos. Son incapaces de sosegar su mente. Todos nosotros hemos pasado por esta situación.
A muchas esposas cristianas les es fácil hablar. Hablan a sus maridos, a sus amigos y a sus
parientes. No obstante, si uno les pide que oren, les cuesta hacerlo porque han ejercitado mucho su
alma. La mejor lección que podemos aprender es tener calmada nuestra mente. Si podemos parar
nuestros pensamientos y volver a la oración, eso demuestra que somos personas que andan con el
Señor y viven en Su presencia. Ahora bien, si usted es una persona habladora y con una mente muy
activa, le será difícil estarse quieto durante algunos minutos para orar. Una persona así ejercita su
alma continuamente.
Durante el proceso de la caída, Eva ejercitó su alma. Mientras hablaba con la serpiente, su mente
razonaba (vs. 2-3). Entonces a su parte emotiva le agradó el fruto del árbol del conocimiento (v. 6).
Por último, su voluntad tomó la decisión de alcanzar el fruto y comerlo (v. 6). Nuestra experiencia
es la misma. Cuando nos tienta algo, nuestra mente razona y considera, nuestra parte emotiva es
estimulada y acaba por amar aquello, y nuestra voluntad toma la decisión. Nuestra mente, nuestra
parte emotiva y nuestra voluntad constituyen nuestra alma. No deberíamos confiar en ninguna de
ellas. No confíe en su mente, ni en su parte emotiva ni en su voluntad; más bien vuelva todo su ser
al espíritu. Mientras piensa en algunos asuntos, debe volverse a su espíritu.
Podemos usar como ejemplo el ir de compras. Muchas veces cuando un hermano o una hermana va
de compras y ve un artículo en particular que desea, razona dentro de sí: “Necesito eso. Ahora está
en realización y está bastante barato. Esta es mi única oportunidad de comprarlo a ese precio”.
Cuanto más razona acerca del artículo, más precioso llega a ser. Todos lo hemos experimentado. Sin
embargo, cuando compramos el artículo y lo traemos a casa, pierde rápidamente su atracción y nos
arrepentimos. Mientras usted estaba razonando, la pequeña serpiente estaba presente, excitando la
parte emotiva suya, fortaleciendo su voluntad y diciendo: “Cómpralo”. Cada vez que usted se
encuentre en esa situación, debe darse cuenta de que está repitiendo la historia de Eva. No debemos
burlarnos de Eva, pues nuestro hogar es el huerto de Edén y a veces nosotros somos Eva. Muchas
hermanas no son Marta, ni María ni Rut, sino Eva. Algunas hermanas escogen el nombre de María,
pero parece que nadie prefiere el nombre de Eva. ¿Cuáles eran las características de María? Ella
estaba tranquila en la presencia del Señor, y no razonaba demasiado. Todos nosotros debemos
aprender esta lección fundamental.
c. El cuerpo actuó
El tercer paso del proceso de la caída fue la acción del cuerpo. Cuando descuidamos el espíritu y
ejercitamos el alma, el cuerpo se convierte en esclavo de nuestros propósitos. El ojo ve, la mano
toma y la boca come. Si en el asunto de ir de compras nos olvidamos de nuestro espíritu y usamos
nuestra alma, nuestro cuerpo nos llevará a la tienda.
3. El resultado
Es muy importante que entendamos cuál fue el resultado de la primera caída del hombre. Si
conocemos el resultado, entenderemos cuál es nuestra condición y qué somos hoy en día.
a. El alma se corrompió
El primer resultado de la caída fue que el alma del hombre se corrompió, se contaminó y quedó
arruinada. Fue contaminada porque aceptó el pensamiento y las palabras del diablo (v. 7). Eva no
debía haber hablado con el maligno, pues mientras hablaba con él, el pensamiento inicuo de él entró
en la mente de ella. Por tanto, aun antes de que Eva participara del árbol del conocimiento, su mente
ya estaba contaminada con el pensamiento del enemigo. No piense que Eva no fue contaminada
antes de tomar del árbol del conocimiento. Mientras hablaba con la serpiente, el pensamiento de la
serpiente penetró en su mente y la ensució. Por consiguiente, su mente quedó arruinada. Por último,
la mente de ella fue completamente contaminada cuando comió del fruto del árbol del
conocimiento.
e. Fue condenado
Por haber trasgredido la prohibición de Dios, no sólo tenemos un elemento pecaminoso dentro de
nosotros, sino también un caso judicial exteriormente (Ro. 5:18). Tenemos un caso en la corte
celestial, un caso que fue provocado por Adán, y no por nosotros. Todos estábamos en Adán; por
tanto, este caso no sólo concierne a Adán, sino a todos nosotros.
f. Trajo la maldición
La primera caída del hombre trajo la maldición (vs. 17-19). Podemos contar los puntos de la
maldición: la maldición misma, el dolor, las espinas, los abrojos y el sudor. Estos son los aspectos
de la maldición. Aunque somos cristianos, con frecuencia nos enfrentamos con circunstancias
difíciles al procurar ganarnos la vida. En los cultivos, la cosecha no crece rápidamente, pero la
cizaña sí. ¿Qué hace crecer la cizaña? La quitamos un día y reaparece pronto. Esto demuestra que la
tierra fue maldita hace miles de años. Además, sudamos en casi todo lo que hacemos. Sin sudor,
parece que no podemos cumplir nada. El sudor es la señal de que el hombre está bajo la maldición.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIECINUEVE
DIOS AFRONTA
LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE
(1)
En el mensaje anterior, estudiamos la primera caída del hombre y consideramos su causa, su
proceso y su resultado. Vimos cuán horrible fue la causa, cuán arduo el proceso, y cuán terrible el
resultado. ¡Alabado sea Dios porque Génesis 3 no para allí! Génesis 3 no sólo revela la causa, el
proceso y el resultado de la primera caída del hombre, sino también la manera en que Dios afronta
esa caída. Lo hace trayendo la salvación, y su mensaje es el evangelio. Estamos predicando el
evangelio a todos los que leen este mensaje. La primera predicación en todo el universo se narra en
el capítulo tres de Génesis. No piensen que Génesis 3 es un capítulo negativo; al contrario, es muy
positivo. Aunque este capítulo empieza con el maligno, la serpiente insidiosa y astuta, fue ésta la
que preparó el camino para que viniera la simiente de la mujer. ¡Esto es maravilloso!
¿Quién es la simiente de la mujer? ¡Jesús! Jesús nació de una mujer, no de un hombre. Los
presuntos críticos modernos, quienes atacan los libros de Génesis y Apocalipsis, afirman que Jesús
no nació de una virgen, alegando que nació de José el carpintero. Esta afirmación constituye la
blasfemia más grande en contra del Señor Jesús. El Señor no era hijo de aquel carpintero que más
tarde fue el marido de la virgen María, de la cual nació Jesús. De modo que Jesús no fue la simiente
de ningún hombre; El fue la simiente de una mujer, una virgen, según la profecía de Isaías (7:14), la
cual se cumplió en Mateo (1:23), y fue confirmada por Pablo (Gá. 4:4). En Gálatas 4:4 Pablo dice
que Cristo nació de una mujer. Por consiguiente, Jesús no fue la simiente del hombre; fue la
simiente de una mujer, y nació para cumplir la promesa dada por Dios como evangelio en Génesis
3:15. La primera caída del hombre abrió el camino para que viniera la simiente de la mujer. Este es
el evangelio.
a. Buscó al hombre
¿Sabe usted cuál fue la primera palabra de la predicación de ese evangelio? Fue la pregunta hecha
en Génesis 3:9: “¿Dónde estás tú?” En los primeros años de mi ministerio usé esta pregunta
repetidas veces como tema central al predicar el evangelio. Preguntaba a la gente: “¿Dónde están?
Caballeros, ¿dónde están? Damas, ¿dónde están? Jóvenes, doctores, maestros, ¿dónde están?
Ustedes deben saber dónde están”. Esta pregunta no es la sentencia de un juicio; es la primera
proclamación de las buenas nuevas. Dios buscaba al hombre, preguntando: “¿Dónde estás tú?”
Después de la caída, el hombre dejó de ser sincero y honesto. Si Adán hubiera sido honesto cuando
Dios le preguntó dónde estaba, habría confesado inmediatamente su transgresión, pero no lo hizo.
Sin embargo, en su respuesta él reconoció que estaba desnudo (v. 10). Entonces Dios le preguntó:
“¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?”
Adán debía haber confesado el asunto con franqueza: “Sí, Dios, comí de él. Por favor, perdóname”.
Sin embargo, en lugar de confesar inmediatamente su propia transgresión, él se quitó la
responsabilidad y la echó sobre la mujer. Adán dijo: “La mujer que me diste por compañera me dio
del árbol, y yo comí” (v. 12). Con su respuesta le echaba la culpa a Dios por haberle dado la mujer
que le dio el fruto del árbol. Sólo entonces reconoció haberlo comido. Aparentemente Adán decía:
“No es mi culpa. Dios, Tú eres responsable por el problema que me causó la mujer que me diste. Si
no me hubieras dado la mujer, yo jamás habría comido de ese árbol. Tú me diste la mujer, ella me
dio el fruto del árbol, y yo comí”. No obstante, Dios no lo reprendió, porque no había venido para
juzgar sino para salvar. Dios vino al hombre en el huerto de la misma manera que Su Hijo había de
venir muchos siglos más tarde: El vino a salvar, y no a juzgar (Jn. 3:17).
Entonces Dios se volvió a la mujer, y le preguntó: “¿Qué es lo que has hecho?” Así como Adán, Eva
no confesó inmediatamente su culpa. Ella dijo: “La serpiente me engañó, y comí”. Desde la primera
caída del hombre, los seres humanos han actuado de esta manera. Cuando los niños no se
comportan correctamente, nunca confiesan su falta, sino que siempre le echan la culpa a alguien o a
algo. El niño puede hasta echarle la culpa a un gato, diciendo: “Mamá, si no tuvieras este gato, yo
no habría hecho eso. No es mi culpa. La culpa es tuya por tener ese gato”.
Queda claro que mientras Dios afrontaba la primera caída del hombre, buscaba al hombre perdido
como Su Hijo lo iba a hacer muchos años más tarde en Su deseo de salvar al hombre (Lc. 19:10).
Dios no buscaba al hombre para condenarlo, sino para predicarle el evangelio.
b. Juzgó a la serpiente
Cuando Dios se presentó a Adán y a Eva, El les hizo preguntas, pero cuando se dirigió a la serpiente
no hizo ninguna pregunta. El condenó inmediatamente a la serpiente. Dios no le preguntó a la
serpiente: “¿Serpiente, hiciste eso?” Cuando Dios se presentó a Adán, le preguntó: “¿Dónde estás
tú?” (v. 9). También le preguntó: “¿Quién te enseñó que estabas desnudo?” y: “¿Comiste del árbol,
de que te mandé no comieses?” (v. 11). Dios también le preguntó a la mujer: “¿Qué hiciste?” (v.
13). Dios les hizo todas estas preguntas a Adán y Eva no porque tuviese la intención de
condenarlos, sino para incitarlos a confesarse. Sin embargo, cuando Dios se dirigió a la serpiente no
le preguntó nada. Le dijo: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos
los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (v. 14).
Este fue el juicio de Dios sobre la serpiente.
1) Se arrastra sobre el pecho:
limitado a moverse en la tierra
Andar sobre el pecho y comer del polvo todos los días de su vida fue indudablemente una
maldición. En esta maldición pronunciada sobre la serpiente, hay algo escondido e implícito. Con el
juicio que Dios pronunció sobre la serpiente, limitó la actividad y el mover de Satanás a la tierra.
Un ave está libre y puede elevarse por los aires cada que lo desee. Pero la serpiente no tiene esa
libertad, sino que está restringida a la tierra. Cuando estamos por encima de la tierra, la serpiente, o
sea, el diablo, Satanás, no puede tocarnos. Cuando trascendemos esta esfera, estamos por encima de
El. Pero si también nos arrastramos sobre la tierra, estaremos donde él está. Seremos su compañero
y nos arrastraremos con él y con todas las demás cosas rastreras. Sin embargo, no nos estamos
arrastrando sobre esta tierra; trascendemos este nivel.
1) El trasfondo
El trasfondo en el que fue dada la promesa de Dios era que el hombre había sido tentado por la
serpiente y había caído en el pecado (v. 13). En aquel tiempo, el hombre temía a Dios, y esperaba su
sentencia de muerte (vs. 8, 10). Sin embargo, Dios no lo condenó. El juzgó a la serpiente (v. 14).
2) El contenido
4) El cumplimiento
a) En el pueblo de Dios
La promesa de Génesis 3:15 se ha cumplido a lo largo de las generaciones. Primero se cumplió en
todo el pueblo de Dios. Desde que fue dada esta promesa, Satanás ha sido el enemigo del pueblo de
Dios. El seguirá siendo el enemigo hasta que sea echado al abismo (Ap. 20:1-3) y finalmente al lago
de fuego (Ap. 20:7-10). Antes de ser echado al lago de fuego, él seguirá siendo el enemigo del
pueblo de Dios.
c) En el Señor Jesús
Esta promesa se cumplió por completo en el Señor Jesús. Primero, se cumplió en el tiempo de Su
nacimiento (Mt. 2:13-22). Cuando el Señor Jesús nació, la serpiente suscitó mucha enemistad, y
provocó la muerte de muchos niños. Segundo, la promesa se cumplió en la vida terrenal del Señor.
Si leemos los cuatro evangelios, veremos que Satanás perturbaba continuamente al Señor Jesús,
persiguiéndole y oponiéndose a El. Finalmente, Satanás hirió el calcañar del Señor en la cruz, como
se profetizó en Salmos 22:16.
La promesa hecha en Génesis 3:15 revela que Satanás es el enemigo del pueblo de Dios. Por último,
el Señor Jesús vino como la simiente de la mujer para destruir al enemigo. Hoy en día disfrutamos
el cumplimiento de esta promesa.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE VEINTE
LA SERPIENTE, LA MUJER
Y LA SIMIENTE DE LA MUJER
En este mensaje tengo la carga de presentar, a modo de paréntesis, unas palabras adicionales sobre
Génesis 3:15. Como vimos en el mensaje anterior, Génesis 3:15 es el evangelio. Génesis 3:15 es el
primer caso de proclamación del evangelio en toda la Biblia. En este versículo, Dios mismo le
predicó al hombre las buenas nuevas al juzgar a la serpiente. Así que debemos dedicarle más tiempo
a este versículo.
En mensajes anteriores he repetido varias veces que casi todo lo que encontramos en Génesis, del
capítulo 1 al 3, es una semilla que crece en los siguientes libros de la Biblia, aparece como un
cultivo en las epístolas del Nuevo Testamento y llega a ser la cosecha madura en el libro de
Apocalipsis. Ya vimos que este principio se aplica a muchas cosas. En este mensaje quisiera
subrayar nuevamente este principio mientras consideramos las tres figuras principales mencionadas
en Génesis 3:15: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer.
I. LA SERPIENTE
Cuando leemos las Escrituras, descubrimos que la serpiente no se menciona únicamente en Génesis,
sino también en los demás libros de la Biblia. Apocalipsis 12:9 y 20:2 también aluden a la serpiente.
En Apocalipsis 12 y 20 vemos que Satanás tiene varios nombres: el dragón, la serpiente antigua, el
diablo y Satanás. Entre esos nombres, se encuentra la expresión “la serpiente antigua”. Juan usa esta
expresión porque cuando escribió el libro de Apocalipsis, la serpiente había envejecido, por lo
menos cuatro mil años. ¿Quién es esta “serpiente antigua”? Sólo podríamos contestar esta pregunta
consultando el tercer capítulo de Génesis donde se menciona la serpiente por primera vez.
En Juan 3:14 vemos otra referencia a la serpiente. Cuando Nicodemo, un caballero de clase alta y
con logros superiores, acudió al Señor Jesús con una actitud positiva, el Señor le dijo que necesitaba
nacer de nuevo con una nueva vida (Jn. 3:3, 5). El Señor le dijo que su espíritu humano necesitaba
nacer de nuevo, del Espíritu Santo, pues “lo nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6). No obstante,
pocos cristianos han observado que en la conversación del Señor con Nicodemo, a éste se le
mencionó la serpiente (Jn. 3:14). Aunque Nicodemo era todo un caballero, un erudito, “un maestro
de Israel”, el Señor le dio a entender que era una serpiente.
En cierto momento de la conversación entre el Señor Jesús y Nicodemo, le dijo: “Y como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado”. ¿Qué
significa eso? Era la respuesta del Señor a la pregunta de Nicodemo. Nicodemo había preguntado:
“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?” y: “¿Cómo puede hacerse esto?” Nicodemo
preguntó cómo podía nacer de nuevo. El Señor contestó: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes
esto?” Aunque Nicodemo enseñaba el Antiguo Testamento al pueblo, no sabía qué era nacer de
nuevo. Por consiguiente, el Señor se refirió a la tipología de la serpiente de bronce que fue
levantada sobre un asta por Moisés (Nm. 21:9). El Señor parecía decirle: “Todos tus padres fueron
mordidos por las serpientes venenosas, y el veneno de éstas entró en ellos. Tus padres se
convirtieron en serpientes a los ojos de Dios. Puesto que estaban muriendo, Moisés oró a Dios por
ellos, y Dios le pidió a Moisés que levantara una serpiente de bronce sobre un asta para traer Su
juicio sobre los israelitas envenenados. Todo aquel que había sido envenenado por las serpientes y
que miraba a la serpiente de bronce alzada en el asta sobrevivía. Muchos israelitas hicieron eso, y
sus vidas fueron preservadas. Esto tipifica la regeneración. El Señor parecía decir a Nicodemo: “No
te consideres todo un caballero. Debes entender que eres una de las personas que fueron
envenenadas por la serpiente y que tienes naturaleza serpentina. Aparentemente eres un hombre,
pero en realidad eres una serpiente. A los ojos de Dios eres una de las serpientes. Aunque tú eres
una serpiente, Yo he venido a morir por ti. Moriré en la cruz en forma de serpiente. Cuando Yo esté
en la cruz, a los ojos de Dios sólo seré un sustituto por los pecadores, y allí seré juzgado en forma
de serpiente por Dios. La única diferencia es ésta: la verdadera serpiente tiene veneno, pero Yo sólo
tendré la forma de la serpiente. No tengo ni la naturaleza ni el veneno de la serpiente. He venido en
semejanza de carne de pecado, en forma de serpiente, a fin de morir por todos los que han sido
envenenados por la serpiente”.
La primera mención de la serpiente, en Génesis 3, es una semilla que se desarrolla en los siguientes
libros de la Biblia. Vemos la serpiente en Génesis 3 y también en Juan 3:14. Casi todos los
cristianos han visto la vida eterna en Juan 3:16, pero son pocos los que han visto la serpiente en
Juan 3:14. No obstante, si hemos de entender lo que es la vida eterna, necesitamos comprender lo
que es la serpiente. Debemos ver la serpiente. La serpiente no está solamente en Génesis y en Juan,
sino que también se explica claramente en el libro de Apocalipsis. En Génesis 3:15 la serpiente es
una pequeña semilla, en el Evangelio de Juan esta semilla ha crecido, y en el libro de Apocalipsis la
semilla llega a ser una cosecha. Al leer toda la Biblia, podemos ver que en cada generación la obra
de Dios ha tenido una meta: edificar el Cuerpo para expresar a Su Hijo, Cristo, y también eliminar a
la serpiente. Dios tiene la intención de expulsar a la serpiente. Por consiguiente, todos debemos
entender dónde está la serpiente ahora.
A. Se ha inyectado en la humanidad
Mediante la caída del hombre, la serpiente se inyectó en la humanidad. ¿Dónde se encuentra esta
serpiente ahora? Está en nuestra carne. En el huerto, antes de la caída del hombre, la serpiente
estaba fuera del hombre. Pero desde la caída, la serpiente insidiosa y astuta está en el hombre, en su
carne.
Un día el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién decís que soy Yo?” Y Pedro contestó
inmediatamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:15-16). Poco después, el
Señor reprendió a Pedro, llamándolo “Satanás” (Mt. 16:23). ¿Puede creer usted que en un instante
él era Pedro, una persona santa, y que poco después él se convirtió en Satanás? Si yo hubiera sido
Andrés, el hermano de Pedro, le habría preguntado al Señor Jesús: “¿Dónde está Satanás? Yo soy
Andrés, el hermano de Pedro, pero ¿dónde está Satanás?” El Señor Jesús podría haberle contestado:
“Satanás está dentro de él. Satanás está dentro de Pedro”. Cuando usted habla con maldad, ¿quién
es? Es Satanás. Cuando actúa vilmente con su cónyuge, ¿quién es usted? Satanás. En ese momento,
el Señor Jesús podría llamarlo a usted: “¡Satanás!” ¿Dónde está Satanás? Está dentro de la
humanidad caída. Hoy en día Satanás está en la carne del hombre. Todos debemos estar alerta
porque Satanás, aquel que tentó y perjudicó a la primera generación de la humanidad, ahora está
dentro de nosotros.
II. LA MUJER
A. Cristo
Vimos que la simiente de la mujer es primeramente Cristo. Cristo nació de una mujer, una virgen
(Is. 7:14; Mt. 1:23; Gá. 4:4). Cuando la simiente de la mujer estaba en la tierra, ató a la serpiente, o
sea, al hombre fuerte (Mt. 12:29). Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Satanás, la serpiente,
era el hombre fuerte, y el Señor ejerció Su autoridad para atarlo. Jesús, la simiente de la mujer, ató a
la serpiente y saqueó todos sus bienes. En Juan 14:30 El dijo a Sus discípulos que la serpiente, el
príncipe del mundo, no tenía nada en El. Aunque la serpiente hizo todo lo posible, no pudo
encontrar nada para sí en la simiente de la mujer. Cuando el Señor Jesús fue a la cruz, aplastó la
cabeza de la serpiente, y la destruyó completamente. Esta es la razón por la cual Hebreos 2:14 dice
que por medio de la muerte, Cristo destruyó al diablo, quien tiene el imperio de la muerte, y deshizo
las obras del diablo (1 Jn. 3:8). En el futuro Cristo regirá las naciones con vara de hierro (Sal. 2:8-9;
Ap. 12:5).
Todo lo que se relaciona con Cristo como simiente de la mujer es algo maravilloso, aunque sigue
estando fuera de nosotros. Todavía no ha entrado en nosotros. No obstante, después de que Jesús
nació, ató al hombre fuerte, no cedió nada de terreno al príncipe del mundo, y después de destruir al
enemigo en la cruz, resucitó; y en resurrección fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En
cualquier tiempo y lugar que una persona diga: “Señor Jesús”, el Espíritu vivificante entrará
inmediatamente en ella. Esto es un misterio y también un hecho. Al entrar Cristo en los creyentes
como Espíritu vivificante, se forja en ellos como simiente vencedora.
Cristo fue sembrado en nosotros como semilla. La parábola del sembrador narrada en Mateo 13,
muestra que Cristo se sembró como una semilla en nuestros corazones. Como resultado, fuimos
regenerados. Pedro dice que fuimos regenerados, no por una simiente corruptible ni corrupta, sino
por una simiente incorruptible, la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P. 1:23).
Esta Palabra es Cristo, y Cristo es la simiente. Además, el apóstol Juan dice: “Todo aquel que es
nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn. 3:9). Esta simiente es Cristo, la simiente de la mujer. La
simiente del vencedor es esta misma simiente. La simiente es el principal vencedor. Tenemos en
nosotros una simiente vencedora. Si dejamos crecer esta simiente, ella vencerá. Todos debemos
clamar: “¡Aleluya, tenemos en nosotros la simiente vencedora!”
Un día quedé sorprendido al leer la última estrofa de “¡Escuchad! Los ángeles pregoneros cantan”,
un himno escrito por Carlos Wesley hace más de doscientos años. En esa estrofa, encontramos una
referencia clara a la simiente vencedora de la mujer:
¡Ven, Deseado de naciones, ven!
Fija en nosotros Tu humilde hogar:
Elévate, vencedora simiente de la mujer,
Aplasta en nosotros la cabeza de la serpiente;
Borra ahora la semejanza de Adán,
Forja Tu imagen en su lugar:
Postrer Adán, Adán de arriba,
Restablécenos en Tu amor.
Esta estrofa empieza con un llamado al “Deseado de naciones”, una alusión a Hageo 2:7. Cristo es
el deseado de todas las naciones. El autor no pide que Cristo, el deseado de las naciones, venga a
morir en la cruz por nosotros, sino que fije en nosotros Su humilde hogar. La siguiente línea no
dice: “Elévate Emanuel, elévate Jesucristo, Hijo de Dios”. Dice: “Elévate, vencedora simiente de la
mujer”. Me agrada esta línea. Luego el autor implora a esta vencedora simiente” que aplaste en
nosotros la cabeza de la serpiente. Aunque El aplastó la serpiente en la cruz, ahora debe aplastar la
cabeza de esa serpiente en nosotros. Además, la semejanza de Adán debe ser borrada porque se ha
llenado de la naturaleza serpentina. Y Wesley añade: “Forja Tu imagen en su lugar”, lo cual
significa que somos transformados a la imagen del Señor. El himno termina con una oración: que el
“postrer Adán” nos restablezca en Su amor. Todos debemos alabar al Señor por haber fijado Su
humilde hogar en nosotros y por aplastar ahora la cabeza de la serpiente en nosotros. El es “la
vencedora simiente de la mujer”.
B. Los vencedores
Esta simiente vencedora también nos hace vencedores. Somos los que vencen juntamente con Cristo
porque llevamos la simiente vencedora dentro de nosotros. En Romanos 16:20 tenemos la promesa
de que Dios pronto aplastará a Satanás debajo de nuestros pies. No obstante, nosotros los que
vencemos juntamente con Cristo, somos atacados y acusados por la serpiente (2 Co. 12:7; Ap.
12:10). La serpiente también intentará devorarnos (Ap. 12:4), pero nosotros podemos vencerla. No
vencemos por nuestro mérito, sino por la sangre del Cordero y por la palabra de nuestro testimonio
(Ap. 12:11). Debemos declarar la palabra de nuestro testimonio y decir a la serpiente: “Ya fuiste
aplastada”. No sólo debemos predicar el evangelio a los seres humanos, sino que también debemos
declarar a la serpiente los hechos relacionados con la simiente conquistadora de la mujer. Si usted
está a punto de enojarse, no intente vencer su ira. Sólo hable con Satanás: “Satanás, no me tientes.
¿No sabes que fuiste aplastado?” Diga eso la próxima vez que Satanás le incite a enojarse. No ore,
sólo recuérdele a la serpiente que ya fue aplastada. Dígale: “Satanás, lee la Biblia. Lee Hebreos
2:14. Quiero recordarte que fuiste destruido”. Nosotros lo vencemos por la palabra de nuestro
testimonio al declarar lo que Jesús hizo. Esta es nuestra victoria. Además, los vencedores aborrecen
la vida de su alma hasta la muerte.
Por último, seremos correyes con Cristo y regiremos las naciones con vara de hierro (Ap. 2:26-27).
Apocalipsis 2:26-27 es una cita del salmo 2, una profecía acerca de Cristo, que predice Su dominio
sobre las naciones. Sin embargo, el cumplimiento de esta profecía concierne a los vencedores. Así
podemos ver que la Biblia en realidad combina a Cristo con todos Sus vencedores como un solo
Cuerpo. Eso nos proporciona más base para decir que el hijo varón de Apocalipsis 12 no es
solamente Cristo, sino Cristo como Cabeza junto con todos los vencedores como Su Cuerpo. En la
profecía del salmo 2 Cristo es profetizado como Aquel que rige las naciones con vara de hierro. En
el cumplimiento de Apocalipsis 2:26-27, los vencedores son revelados como aquellos que regirán
las naciones con vara de hierro. La profecía y su cumplimiento traen a Cristo juntamente con Sus
vencedores como un solo hijo varón. Por consiguiente, Apocalipsis 12:5 dice que el hijo varón
regirá todas las naciones con vara de hierro. ¡Aleluya! Regiremos juntamente con Cristo.
Apocalipsis 20:1-6 nos muestra que también seremos correyes de Cristo, pues reinaremos con El en
el reino milenario.
IV. EL RESULTADO
Ahora llegamos al resultado. La semilla se encuentra en Génesis 3:15, y el resultado, la cosecha, se
halla en Apocalipsis, del capítulo 20 al 22. Cada uno de estos tres seres ha pasado de una semilla a
una forma altamente desarrollada. La serpiente ha crecido y ha llegado a ser un dragón (Ap. 12:9;
20:2), la mujer individual se ha convertido en una mujer corporativa, y la simiente individual de la
mujer ha crecido hasta ser un hijo varón corporativo.
C. La simiente de la mujer
será el centro de la Nueva Jerusalén
¿Qué diremos de la simiente de la mujer? La simiente de la mujer será el centro de la Nueva
Jerusalén (Ap. 21:22-23; 22:1). Esta es la cosecha de la simiente de la mujer. El destino de la
simiente de la mujer es llegar a ser el centro de la Nueva Jerusalén.
Creo que el Señor nos ha mostrado claramente la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. La
simiente de estas entidades se halla en Génesis 3:15, y la cosecha se encuentra en Apocalipsis en los
capítulos del 20 al 22.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE VEINTIUNO
DIOS AFRONTA LA PRIMERA CAIDA DEL
HOMBRE
(2)
En este mensaje consideraremos otros aspectos de la manera en que Dios afronta la primera caída
del hombre.
1) El propósito
¿Cuál es el propósito de los sufrimientos que Dios dispuso para el hombre? El fin principal es
restringirlo. En realidad, los sufrimientos designados por Dios son nuestra salvaguarda y protección.
Jamás olvide que el hombre tiene un elemento corrupto y corruptor en su naturaleza como resultado
de la caída. Dios ama al hombre y lo trata con amor, aunque en la naturaleza de éste todavía haya un
elemento satánico. Es probable que inmediatamente después de la caída, el hombre no haya
entendido su verdadera condición; sin embargo, Dios comprendía el problema, y por eso determinó
los sufrimientos para el hombre caído con el fin de restringirlo. Los jóvenes de todo el mundo
desean libertad; quieren tener su libertad. No obstante, debemos darnos cuenta de que demasiada
libertad elimina las restricciones que Dios, en Su amor, estableció para nosotros. Como hombres
caídos que poseemos una naturaleza corrupta, sin duda necesitamos reglamentaciones que nos
protejan y nos salvaguarden. Supongamos que una mujer tiene un niño travieso. Si ella no ejerce
ningún control sobre el niño, éste no lograría sobrevivir tres días. El se mataría como resultado de
su libertad excesiva. Ninguna madre es tan insensata como para conceder plena libertad a un niño
travieso. Todos los niños necesitan restricciones. Las limitaciones son buenas para nosotros.
Como adulto tengo que ser restringido por mis queridos hermanos en el Señor, y me gusta serlo. Las
hermanas me limitan aún más. En realidad dispongo de muy poca libertad. Si ustedes me ofrecieran
libertad, yo les diría: “No, gracias. Llévese su libertad; yo necesito ser refrenado”. Cuánto le
agradezco al Señor por haberme restringido mediante las limitaciones que me ha impuesto en estos
últimos años. No me han causado sufrimiento las restricciones de los santos, sino que las he
disfrutado. Los límites que me han puesto mis hermanos y hermanas en el Señor han sido mi
protección. Aunque, por el momento, no piense usted que las restricciones sean agradables, creo que
dentro de algunos años adorará al Señor diciendo: “¡Gracias, Señor, por las restricciones!”
Quisiera decir algo acerca de los cónyuges. A ninguna mujer le gusta ser restringida. Las hermanas
queridas pueden ser santas y procurar la espiritualidad, pero no creo que anhelen ser restringidas. A
la esposa no le gusta aceptar restricciones de su marido ni de su suegra. Me he enterado por la
historia y por experiencia que son pocas las nueras que quieren a sus suegras. Parece que Dios así lo
dispuso. Dios determinó que la suegra fuese una restricción para la nuera y que la nuera fuese un
problema para la suegra. Esto no nos parece agradable, pero en realidad eso es bueno. Toda
hermana que esté dispuesta a aceptar restricciones de parte de su marido, de sus hijos y de su suegra
estará protegida.
Ahora me dirijo a los maridos. Nosotros los hermanos necesitamos indudablemente las restricciones
que provienen de nuestras esposas. Le doy gracias al Señor por mi querida esposa. Puedo testificar
que la mejor ayuda que ella me ha brindado ha sido sus restricciones. Ella me restringe hasta en lo
que como. Aunque mi estómago me pertenece, ella determina la cantidad de alimentos que como.
Día tras día, le digo: “Todavía tengo hambre”, pero ella contesta: “Es suficiente. Ya no queda más”.
Con el tiempo, al aceptar sus restricciones, mis problemas gástricos fueron sanados. He aprendido
que si usted tiene un problema gástrico o una úlcera estomacal, la mejor manera de sanarlo es
limitar su alimentación. Por tanto, toda regulación es en realidad una gran ayuda. Todos
necesitamos esta ayuda. Por consiguiente, Dios determinó los sufrimientos para el hombre a fin de
limitarlo, rescatarlo con la disciplina y salvaguardarlo.
2) Acerca de la mujer
c) Volvería a la tierra
Después de la caída, Dios también ordenó que el hombre no viviera para siempre, sino que muriese
y volviese a la tierra. No obstante, esto no significa que el hombre debe perecer, porque Dios, en Su
relación con él, le ha proporcionado la manera de ser salvo. En el castigo que Dios asignó al hombre
y a la mujer hay sufrimientos, pero no necesariamente la perdición. No obstante, si el hombre no
toma el camino de la salvación que Dios le brinda, ciertamente perecerá después de la muerte. La
muerte también es una restricción que Dios puso al hombre caído.
Hace varios años, di un mensaje que abarcaba tres temas: el sufrimiento, el sueño y la muerte.
Ninguno de estos asuntos parece bueno, y no me agrada ninguno de ellos. Quisiera ser una persona
que no sufriera jamás, que no necesitara dormir y que viviera para siempre. Pero debemos entender
que el sufrimiento, el sueño y la muerte son restricciones para los pecadores. Si Hitler viviese en la
actualidad y siguiera viviendo otros quinientos años, sería el peor diablo que la tierra hubiese
conocido jamás. Cuando yo estaba en Manila hace más de veinte años la gente me habló de cierta
persona maligna. Les dije: “No se molesten. Dejen que empeore lo más que pueda. Les aseguro que
no podrá seguir diez años más. No creo que cambie para bien, pero estoy seguro de que después de
diez años morirá”. Poco después leí en el periódico que esta persona había muerto. El sufrimiento
restringe a la gente, el sueño la inmoviliza, y la muerte la aniquila. Si usted va a Hong Kong, oirá
hablar de un juego llamado Mah-Jongg. A ningún jugador de Mah-Jongg le gusta dormir; juegan
Mah-Jongg día y noche hasta setenta y dos horas sin parar. Pero después de este lapso, sus esposas
no necesitan pararlos; el sueño los vence. Por tanto, por muy mala que sea una persona, primero se
detendrá a causa del sueño y luego será aniquilada por la muerte. El sueño es una pequeña muerte, y
la muerte es un sueño más grande. En esta tierra hoy en día, no existe ni una sola persona maligna
que tenga ciento cincuenta años de edad. Todas las personas malignas de estos últimos ciento
cincuenta años están muertas y sepultadas. Dios ha usado la muerte para purgar la tierra. En cierto
sentido, la muerte es un sufrimiento para el hombre; no obstante, el hombre no se da cuenta de que
ésta es verdaderamente la manera que Dios usa para protegerlo.
1) La razón
Aunque vimos que los sufrimientos fueron determinados para restringirnos, rescatarnos y
guardarnos y aunque vimos la redención anticipada, queda de todos modos un problema práctico:
¿Qué sucede con el árbol de la vida? ¿Puede el árbol de la vida quedar a disposición del hombre
caído y pecaminoso?
Aunque en aquel entonces Adán y Eva tenían un anticipo de la redención, no tenían la verdadera
redención. Todavía eran pecaminosos en su naturaleza. Si ellos, siendo corruptos en su naturaleza,
hubieran comido del árbol de la vida mientras estaban en esa condición, habrían vivido para
siempre con su naturaleza pecaminosa. Dios no lo permitió. El árbol de la vida, el cual representa a
Dios, no debe ser tocado por el hombre pecaminoso. Por tanto, antes de efectuarse la verdadera
redención, Dios debía cerrar el camino al árbol de la vida. Al completarse la verdadera redención, el
árbol de la vida volvería a ser accesible. Así que, Génesis nos dice que después de que Dios preparó
la redención anticipada para el hombre, cerró el camino al árbol de la vida.
2) El medio
Resulta muy significativo considerar la manera en que Dios cerró el camino al árbol de la vida. En
figura, Dios cerró el camino mediante los querubines y una espada encendida. Aquí vemos tres
asuntos: los querubines, la llama y la espada. Como dijimos con anterioridad en cuanto a otros
asuntos en estos capítulos de Génesis, debemos usar alegorías para interpretar todas las figuras de
Génesis 3. Es perfectamente válido usar alegorías al interpretar el Antiguo Testamento, pues tanto el
Señor Jesús como el apóstol Pablo lo hicieron.
3) Los ejemplos
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE VEINTIDOS
LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE
(1)
Después de ver la primera caída del hombre y la proclamación de las buenas nuevas por parte de
Dios, lo cual se relata en Génesis 3, llegamos a Génesis 4. Aparentemente estamos estudiando la
caída; pero en realidad estamos considerando las buenas nuevas. Si no hubiese sucedido la caída, no
habría buenas nuevas. ¡Alabado sea el Señor por la caída! La caída del hombre trajo el evangelio de
Dios. En este mensaje llegamos a otro paso en la caída del hombre y también en la proclamación de
las buenas nuevas por parte de Dios.
B. La segunda caída
1. El trasfondo
En Génesis 4 el hombre ya había caído (Gn. 3:6-8, 22-24). No obstante, había recibido de Dios la
promesa de la salvación (3:15) y el camino de la salvación (3:21). Cuando Dios prometió a Adán
que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, éste creyó y respondió dando a su
esposa el nombre de “Viviente”. Adán y Eva esperaban ser condenados a muerte. Por consiguiente,
cuando oyeron las buenas nuevas, Adán no llamó a su esposa “Muerta”, sino “Viviente”. Como
dijimos en el mensaje diecinueve, todo el género humano está muriendo; nadie vive. Sin embargo,
después de oír y recibir el evangelio de Dios, el hombre es vivificado. ¡Aleluya, estamos vivos!
Aunque la respuesta de Adán en Génesis 3:20 demuestra que él creyó el evangelio, no encontramos
ningún indicio de que Eva también haya creído. No obstante, Génesis 4:1 nos revela que Eva creyó
en las buenas nuevas. “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He
adquirido varón, Jehová” (heb.). Eva dio a luz un hijo y lo llamó Caín, que significa “adquirido”.
Aunque Caín mismo era perverso, su nombre tenía mucho significado. Cuando Eva dio a luz a
Caín, declaró: “He adquirido varón”. No había adquirido una casa ni alguna tierra; había adquirido
un hombre. Según su concepto, Caín era la simiente de la mujer, que había sido prometida en
Génesis 3:15. Dios le había prometido a Eva que su simiente heriría la cabeza de la serpiente, el
maligno. En Génesis 4:1 las palabras de Eva demuestran que ella había creído en esa promesa y que
esperaba tener esa simiente. Cuando su primer hijo nació, ella declaró: “He adquirido varón,
Jehová”. Si usted piensa que esta traducción es demasiado osada, le sugiero que consulte el texto
hebreo. En el texto hebreo de Génesis 4:1 no existe ninguna preposición entre las palabras “varón”
y “Jehová”. Aunque algunos traductores añadan las preposiciones “de” o “con”, no existe tal
preposición en el texto original hebreo. El texto hebreo dice simplemente: “He adquirido varón,
Jehová”. La versión Concordant de Génesis lo traduce de esta manera en el texto, y la versión New
American Standard pone esta traducción en el margen. Por tanto, para Eva, el niño que ella dio a luz
en 4:1 era el cumplimiento de la promesa acerca de la simiente de la mujer, que recibió en 3:15. Por
consiguiente, ella llamó a su niño Jehová, el Señor.
No obstante, esta afirmación era prematura. En realidad Eva no dio a luz al hombre Jehová. Cuatro
mil años más tarde la virgen María dio a luz un niño, cuyo nombre fue Dios fuerte (Is. 9:6). El niño
que nació en el pesebre de Belén era Jehová. Su nombre fue Jesús, que significa “Jehová, el
Salvador” (Mt. 1:21). Aunque Eva no dio a luz al hombre Jehová, ella era símbolo de la virgen
María, quien sí lo dio a luz. Con el tiempo, la verdadera simiente de la mujer vino por medio de la
virgen María. Por eso Jesús, o sea, Jehová el Salvador, es verdaderamente el hombre Jehová, que
Eva pensó haber dado a luz como lo menciona Génesis 4:1. Al darle a su hijo el nombre de Caín,
Eva demostró que ella creía en el evangelio proclamado por Dios en Génesis 3:15. Al cabo de los
cuatro mil años que habían de transcurrir, el hombre Jehová finalmente vino por medio de la virgen
María.
Adán y Eva creyeron en el evangelio. Adán creyó y le dio a su esposa el nombre de “Viviente”; Eva
creyó y llamó a su hijo “Adquirido”, pensando que ella había adquirido lo que Dios había
prometido. Indudablemente Adán y Eva predicaron el evangelio a sus hijos, contando a Caín y a
Abel cómo fueron creados por Dios, cómo Dios les había mandado no comer del árbol del
conocimiento, cómo habían desobedecido a Dios y habían comido, cómo tuvieron temor y temblor
mientras esperaban la sentencia de muerte, y cómo Dios les predicó el evangelio al prometerles que
la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Además, Adán y Eva deben de haber
contado también cómo quedaron desnudos en presencia de Dios y cómo Dios había matado algunos
corderos como sacrificios, usando luego las pieles para hacer las túnicas que cubrieran la desnudez
de ellos a fin de que permanecieran delante de El y tuvieran comunión con El. Estoy convencido de
que Adán y Eva predicaron este evangelio a sus hijos. Encontramos una evidencia de ello en
Hebreos 11:4, donde leemos: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín”.
Según la Biblia, la fe proviene de oír la palabra predicada (Ro. 10:17, 14). Abel debe de haber oído
de sus padres la predicación de las buenas nuevas, puesto que tuvo tanta fe y la ejercitó y ofreció un
sacrificio a Dios conforme a esa fe. El recibió la fe cuando oyó esta palabra. El no presentó su
sacrificio conforme a su propia opinión ni a lo que sabía, y su ofrenda no fue ninguna invención
suya. El presentó su ofrenda por la fe conforme a las palabras que le predicaron sus padres.
El padre, Adán, la madre, Eva, y el segundo hijo, Abel, creyeron en el evangelio. Nosotros los
salvos, no somos los primogénitos. Los primogénitos perecieron (Ex. 12:29), y los que nacieron
luego fueron salvos al creer. Nosotros los que creemos constituimos el segundo hijo. Alabado sea el
Señor porque somos los hijos que nacieron después, el segundo hijo. Adán era un buen padre y fue
el primero en creer el evangelio. Espero que todos los padres que lean este mensaje sean los
primeros en creer el evangelio. Eva, buena esposa y madre, también fue creyente y siguió a su
marido preparando el camino para que también su hijo creyera. Por consiguiente, en Génesis 4
vemos un padre creyente, una madre creyente y un hijo creyente. Consideren esa familia: todos
creyeron en el mismo evangelio. Cuando la gente me preguntaba si Adán y Eva habían sido salvos,
yo contestaba: “¿Por qué no? Si ustedes son salvos, ellos indudablemente también lo son. De hecho,
fueron salvos mucho antes que ustedes”. Adán y Eva fueron pioneros en creer el evangelio. Adán
abrió el camino. Eva preparó el camino, y Abel anduvo en él. Ahora somos seguidores de Abel.
Quisiera que todo padre fuese un Adán, toda madre una Eva, y todos los hijos unos Abeles. La
primera familia que hubo en la tierra fue una familia que creyó el evangelio, una familia de
creyentes.
Abel mismo fue un creyente extraordinario. Es posible que usted haya leído la Biblia por años sin
notar cuál era la profesión de Abel. El fue “pastor de ovejas” (Gn. 4:2). En los días de Abel las
ovejas no formaban parte de la alimentación del hombre, puesto que antes del diluvio, sólo se
permitía comer verduras (Gn. 1:29). Sólo después del diluvio Dios permitió que el hombre comiera
carne y también legumbres (Gn. 9:3). Así que, cuando Abel alimentaba las ovejas, no trabajaba para
obtener alimento. Aparentemente Caín fue más inteligente; fue más práctico que Abel, pues “fue
labrador de la tierra” (Gn. 4:2). Caín pudo haber dicho a su hermano: “Abel, lo que haces no es
práctico. ¿De qué te sirve criar ovejas? Mira lo que hago yo. Trabajo en la tierra porque la tierra
produce comida de la cual puedo vivir. ¿Cómo puedes ganarte la vida simplemente alimentando
ovejas? Todo lo que puedes conseguir es pieles para cubrirte, pero no tienes nada con qué
sobrevivir”. Si ahondamos en el pensamiento de Génesis 4:2, veremos que Abel no trabajaba para
obtener su sustento, sino para satisfacer a Dios. Abel no se preocupaba por su propia satisfacción,
sino por la de Dios. Por el contrario, Caín no se preocupaba por satisfacer a Dios; a él sólo le
interesaba ganarse la vida.
Génesis 4:2 nos habla de dos hermanos de sangre: el mayor labraba la tierra, y el menor apacentaba
las ovejas. La tierra producía alimento para el hombre, mientras que las ovejas se usaban
principalmente como ofrendas para Dios. Vemos, pues, que Caín servía a la tierra y Abel servía a
Dios. Quisiera hacer una pregunta a los que leen este mensaje: ¿Apacientan ustedes las ovejas o
sirven a la tierra, al mundo? Si vivimos para el Señor, todo lo que hacemos es alimentar ovejas.
Pero si no servimos al Señor, todo lo que hacemos es servir a la tierra. Existen solamente dos clases
de personas: las que sirven al mundo y las que alimentan ovejas para Dios. ¿Quiénes son ustedes?
Toda la gente mundana sirve a la tierra diligente y sinceramente, sin preocuparse en absoluto por
Dios. Todos los seres humanos caídos sirven a la tierra y son esclavos de ella. ¿Es usted un siervo,
un esclavo? La gente que sirve a la tierra piensa que nosotros los que alimentamos ovejas para Dios,
estamos locos. Cuando se enteran de que nos reunimos continuamente, cuando nos ven leer a la
Biblia y tener comunión unos con otros, cuando nos oyen cantar y alabar al Señor todo el tiempo, se
preguntan qué clase de gente somos. Somos pastores de ovejas. Día y noche alimentamos ovejas.
No diga que usted enseña en la escuela o que trabaja en su negocio. Usted alimenta ovejas para
Dios. Somos Abeles, personas que están más interesadas en alimentar a las ovejas para Dios que en
simplemente ganarse el sustento. No diga que los hermanos que tienen el liderazgo en la iglesia son
los únicos en alimentar a las ovejas y que los demás hermanos y hermanas deben ocuparse de su
empleo o negocio. Aparentemente usted se ocupa en su empleo o en su estudio, pero en realidad
está alimentando a las ovejas para Dios. El empleo o la educación es algo secundario; lo principal es
alimentar a las ovejas. El aspecto principal de nuestro vivir consiste en que nos preocupemos por
satisfacer a Dios. No servimos a la tierra; somos pastores de ovejas para Dios.
Abel alimentaba las ovejas con el único propósito de proveer ofrendas para Dios. Por consiguiente,
Abel se dedicó por completo a servir a Dios. Todo lo que usted haga, debe realizarlo con el
propósito de servir a Dios. No debería actuar por ninguna otra razón que no fuese ésta. Nosotros
servimos a Dios, alimentando a las ovejas para presentarle ofrendas. Todo se debe hacer con este
fin. Por ser Abel una persona así, fue un creyente extraordinario. El no sólo creyó en el evangelio,
sino que practicó el evangelio y vivió por él.
Cuando Eva dio luz a Caín, se alegró y declaró: “He adquirido varón, Jehová”. Es probable que
poco después haya quedado desilusionada y haya dicho: “Este no era Jehová. No es más que un
niño travieso”. Además, Caín no escuchó sus consejos. Por consiguiente, cuando Eva dio luz a su
segundo hijo, lo llamó Abel, lo cual significa “vanidad”, como si un aliento se esfumara. En el
nacimiento del primer hijo, ella se regocijó y exclamó: “He adquirido”; en el nacimiento del
segundo, ella quedó desilusionada y dijo: “Vanidad”. Cuando Abel nació, Eva dijo simplemente:
“Es vanidad”. Este pensamiento es muy significativo. Somos vanidad; no obstante, somos pastores
de ovejas. No somos nada ni nadie, pero somos pastores de ovejas para Dios. Me resulta difícil
contestar a los que me preguntan cuál es mi profesión. A menudo contesto: “Me cuesta trabajo
decirlo. En cierto sentido, no soy nadie. En otro sentido, soy maravilloso”. Por una parte, no soy
nadie, soy vanidad; por otra, soy una persona maravillosa que tiene la maravillosa labor de
apacentar ovejas para Dios. No existe nada más maravilloso que la obra de apacentar las ovejas para
Dios. Este es Abel. Por nacimiento, somos gente vana. Si no alimentamos las ovejas para Dios, todo
lo que somos y hacemos es “vanidad de vanidades” (Ec. 1:2). Alabado sea el Señor porque en
medio de las vanidades pastoreamos a las ovejas para satisfacer a Dios. Por consiguiente, ya no
somos vanidad; estamos haciendo una labor maravillosa para satisfacer a Dios.
2. La causa
En Génesis 4 vemos dos ejemplos diferentes. Abel fue un excelente ejemplo de alguien que creyó el
evangelio, lo puso en práctica y vivió para él. Caín, el primogénito de la segunda generación
humana, fue un ejemplo de la continuación de la caída y de alguien que se apartó del camino de la
salvación. Con relación a Adán y a Eva existen dos asuntos principales: la caída que causaron y el
evangelio que recibieron y predicaron. Adán y Eva fueron salvos y comunicaron la palabra de
salvación a la siguiente generación. También debemos compartir estas cosas con nuestros propios
hijos, contándoles la triste historia de la caída del hombre y proclamándoles las buenas nuevas de la
salvación que Dios trae. Caín no siguió el camino de la salvación, sino que continuó la caída. Su
vida fue la continuación y prolongación de la caída del hombre. Por consiguiente, podemos decir
que con Caín la humanidad experimentó una segunda caída. Sus padres causaron la primera caída,
él la continuó y trajo la segunda.
Quisiera en este punto dar una advertencia: No continúe jamás la caída. Debemos separarnos de la
caída y decirle: “Caída, me niego a cooperar contigo. Mantente lejos de mí. No te permitiré
continuar. Voy a correr a la salvación de Dios”. Caín perpetuó la caída del hombre, pero Abel
persiguió el camino de salvación de Dios. Hoy somos confrontados con la misma elección.
¿Quieren permanecer en la caída y continuarla, o acudir a Dios para ser salvos? No deberíamos ser
tan insensatos como para continuar la caída. Debemos aceptar la provisión que Dios nos brinda para
que seamos salvos. No obstante, Caín fue insensato, pues se mantuvo en la caída y propició aún más
su desarrollo.
3. El proceso
II. ABEL
E. Un tipo de Cristo
Abel tipificaba a Cristo (He. 12:24). ¿Qué es un tipo? Es una sombra o un cuadro. Aunque Abel no
era Cristo, era un cuadro de Cristo que mostraba algunos aspectos de Cristo. Por ejemplo, Abel
apacentaba las ovejas. El Señor Jesús fue el verdadero pastor, el verdadero apacentador del pueblo
de Dios (Jn. 10:11, 14; He. 13:20). Son pocos a los que en la Biblia se les llama justos; sin embargo,
tanto el Señor Jesús como Abel son llamados justos. En Mateo 23:35 Abel fue llamado “Abel el
justo”; en Hechos 7:52 y 22:14, el Señor Jesús es llamado el Justo. A Abel lo mató su hermano en la
carne. A Jesús también lo mataron Sus hermanos judíos. Además, tanto la sangre de Abel como la
sangre de Jesús hablan. Génesis 4:10 dice que la voz de la sangre de Abel clama a Dios desde la
tierra. No obstante, el hablar de la sangre de Abel sólo tipificaba el hablar de la sangre de Cristo. En
Hebreos 12:24, que es el cumplimiento de la tipología de Génesis 4:10, se nos dice que la sangre de
Jesús es la “sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. Alabado sea el Señor. Tenemos la
sangre que habla. No sólo tenemos la sangre redentora, la sangre que limpia, la sangre que cubre,
sino también la sangre que habla. La sangre de Abel habló desde la tierra; la sangre de Jesús habla
desde los cielos, y habla mejor que la sangre de Abel. ¡Alabado sea el Señor!
4. El resultado:
1) El motivo
Debemos saber cuál es el origen de la cultura humana y el motivo de su desarrollo. La cultura
humana se desarrolló porque la humanidad había perdido a Dios. Originalmente, Dios, el Creador
del hombre, lo era todo para el hombre. Dios era su protección, su mantenimiento, su provisión, su
alegría, su esparcimiento y su defensa. Dios lo era todo. En el huerto el hombre no tenía necesidad
de hacer otra cosa que labrar la tierra para cooperar con Dios. Dios lo era todo para el hombre allí.
No obstante, cuando el hombre perdió a Dios, lo perdió todo. El perdió la protección, la
salvaguardia, el sustento, el abastecimiento y el esparcimiento. Al perder a Dios el hombre se vio
obligado a inventar la cultura humana. Por haberlo perdido todo, el hombre tuvo que inventar algo.
2) El proceso
3) El resultado
Ya vimos que el hombre produjo una cultura sin Dios. Esta cultura da por resultado lo siguiente: la
satisfacción de la lujuria, o sea, el adulterio, la lucha y la matanza. Hemos encontrado un ejemplo
de ello en la persona de Lamec. Por tanto, vemos en la Palabra santa que la pequeña simiente
inyectada en la naturaleza humana en Génesis 3 se ha desarrollado hasta ese punto. A todas las
maldades de Caín se añadieron la satisfacción de la lujuria y las luchas dentro del género humano.
¡Cuántas maldades se han desarrollado a partir de una sola semilla pequeña que se sembró en la
naturaleza humana!
Zila no sólo dio a luz a Tubal-Cain, sino también a una hija llamada Naama (4:22). El nombre
Naama significa “hacerse agradable y deseable”. ¿Con qué propósito se hizo atractiva? Para
satisfacer la lujuria del hombre. Este es también un aspecto de la sociedad moderna. A las señoras
jóvenes les gusta hacerse deseables y agradables. Por tanto, todo lo que contiene la cultura
contemporánea ya estaba presente en Génesis 4 en forma de semilla. Ahora conocemos el origen de
la cultura humana. Llegó a existir porque el hombre había perdido a Dios.
Si usted lee Génesis 5, descubrirá que allí se mencionan las edades de todas las personas
nombradas. Por ejemplo, nos dice que Adán vivió novecientos treinta años. Pero la genealogía de
Génesis 4 no nos dice la edad de nadie. ¿Por qué? Porque esa genealogía es la genealogía de los
perdidos. Todas las personas mencionadas en Génesis 5 fueron salvas. Por tanto, esa genealogía es
la genealogía de los salvos. Las personas salvas andan en el camino de Dios y, como resultado, sus
días y años son valiosos a los ojos de Dios. Por el contrario, los perdidos ya están acabados delante
de El, y sus días y años no cuentan delante de El. ¿Cuánto tiempo vivieron Jabal, Jubal y Tubal-
Caín? No se sabe. Pero sí podemos leer cuántos años vivieron Adán y Matusalén: novecientos
treinta años y novecientos sesenta y nueve, respectivamente. Génesis 5 también habla de Enoc, un
Enoc distinto al que encontramos en Génesis 4, y vemos que él vivió trescientos sesenta y cinco
años. Sus días y años fueron valiosos a los ojos de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE VEINTICINCO
LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE
(3)
En este mensaje, llegamos a los últimos dos versículos de Génesis 4. Hemos visto que casi todos los
puntos mencionados en los primeros capítulos de Génesis son semillas que se desarrollan en los
libros bíblicos que siguen. A pesar de constituir un pasaje bíblico muy breve, Génesis 4:25-26
contiene una semilla muy significativa. No obstante, antes de considerar esa semilla, debemos
abordar otros asuntos.
5. La manera de escapar
Tenemos la primera caída del hombre en Génesis 3, y la segunda en Génesis 4. Vimos que la
manera de escapar de la primera caída consiste en creer en la simiente de la mujer, es decir, en el
Señor Jesús, y en seguir el camino de salvación de Dios. Sin embargo, la caída dio por resultado la
presencia de Satanás en nuestra naturaleza. Esta fue la principal causa de la segunda caída. ¿Cuál es
la manera de escapar de esta segunda caída?
a) Ser salvos
¿Por qué se debe invocar el nombre del Señor? Los hombres deben invocar el nombre del Señor
para ser salvos (Ro. 10:13). Supongamos que una persona oye el evangelio y empieza a creer en el
Señor. Usted le puede ayudar a ser salva al orar al Señor con ella de una manera muy tranquila; yo
he visto a muchas personas salvarse así. No obstante, si usted no sólo le ayudara a orar, sino
también a invocar el nombre del Señor, la experiencia de salvación que la persona tendrá será
mucho más sólida. El primer método, el de orar en silencio, ayuda en efecto a la gente a ser salva,
pero no de una manera tan rica. El segundo método, el de invocar en voz alta, ayuda a la gente a ser
salva de una manera más rica y más completa. Por tanto, debemos alentar a la gente a abrirse y a
invocar el nombre del Señor Jesús.
e) Recibir al Espíritu
Otra razón por la cual debemos invocar al Señor es la de recibir al Espíritu (Hch. 2:17, 21). La
manera más fácil y mejor de llenarse del Espíritu Santo es invocar el nombre del Señor Jesús. El
Espíritu ya fue derramado. Sólo debemos recibirlo invocando al Señor. Lo podemos hacer en
cualquier momento. Si usted invoca el nombre del Señor varias veces, estará lleno del Espíritu.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE VEINTISEIS
LA MANERA DE ESCAPAR DE
LA CONSECUENCIA FINAL
DE LA CAIDA DEL HOMBRE
En este mensaje llegamos a Génesis 5. Muchos de los que leen la Biblia consideran que este
capítulo es muy árido y lo pasan de largo en su lectura; cuando mucho, quizás hayan prestado
atención únicamente a los últimos doce versículos. No obstante, debemos reconocer que Génesis 5
constituye una porción muy importante de la Palabra santa. A pesar de que dicho capítulo menciona
muchos nombres y edades, no es un relato histórico. La Biblia en su totalidad es un libro de vida, y
este capítulo, con todos sus nombres y cantidades de años, nos muestra el camino de la vida.
Como vimos en el mensaje anterior, al final de Génesis 4 descubrimos el asunto maravilloso de
invocar el nombre del Señor (4:26). Génesis 5 habla de caminar con Dios (v. 22). Invocar al Señor
es una cosa, y caminar con Dios es otra. Todos debemos invocar al Señor, y luego caminar con
Dios. No debemos andar conforme a este siglo, sino con Dios. Caminar con Dios debe venir
después de que invocamos al Señor. Por tanto, debemos pasar de Génesis 4 a Génesis 5.
Consideremos ahora el contenido de este capítulo.
2. La consecuencia final
de la caída del hombre: la muerte
Génesis 5 es el relato de los salvos que vivían con la esperanza de que Cristo vendría. Pero en su
tiempo Cristo no vino. Por consiguiente, seguían sometidos a la muerte, y en su genealogía se
mencionaba la muerte, algo negativo. Vivir y engendrar es algo bueno, pero morir no lo es. Yo no
quiero morir. De las diez generaciones mencionadas en Génesis 5, ocho murieron. La muerte es la
consecuencia final de la caída del hombre. Aunque Génesis 5 constituye un relato maravilloso de
los que viven y llevan fruto, este capítulo muestra que todavía son afectados por la consecuencia
final de la caída del hombre, a saber, la muerte. ¿Existe alguna manera de escapar de la muerte?
¿Cuál es la manera? Este capítulo revela que los primeros santos vivían y engendraban, y también
revela la manera en que nosotros podemos escapar de la consecuencia final de la caída del hombre.
Entre los relatos de las diez generaciones, encontramos que una sola generación escapó de la
muerte. Enoc vivió, engendró, caminó con Dios, engendró y no murió, pues Dios lo arrebató (Gn.
5:24). Dios arrebató a Enoc para que éste no viera la muerte (He. 11:5). Ser preservado de la muerte
fue la salvación final que Dios le dio. Esta es la plena salvación. Las otras ocho generaciones
pueden haber disfrutado del noventa por ciento de la salvación. Ellos vivieron y engendraron para el
propósito de Dios, pero no fueron preservados de la consecuencia final de la caída del hombre. Sólo
Enoc disfrutó y participó de la plena salvación de Dios.
Ahora vivimos y engendramos, pero ¿qué diremos de la muerte? La muerte tiene una doble
aplicación. La muerte obra y mata continuamente, y se cierne sobre nosotros a diario. En el plano
físico, mental y espiritual, nos encontramos bajo el aniquilamiento de la muerte. Esa es la primera
aplicación de la muerte. La segunda aplicación de la muerte la vemos en el hecho de que si el Señor
demora Su regreso, todos moriremos físicamente. No habrá una tercera aplicación de la muerte a
nosotros, porque no tendremos parte en la segunda muerte (Ap. 21:8). No obstante, ahora estamos
bajo la muerte en dos sentidos: la muerte nos perjudica continuamente y lleva a cabo una obra
aniquiladora dentro de nosotros y sobre nosotros; y el poder de la muerte puede llevar nuestro
cuerpo mortal a la muerte física.
b. Creer en Dios
Aunque la Biblia habla muy poco de Enoc, lo que revela Génesis, Hebreos y Judas es suficiente
para que apreciemos su vida. Hebreos 11:5-6 nos muestra que Enoc creía en Dios antes de ser
arrebatado por El. Esto indica que Enoc no sólo caminaba con Dios, sino que también creía en El.
“Por la fe Enoc fue trasladado para no ver muerte” (He. 11:5). ¿Qué significa tener fe? Según
Hebreos 11, tener fe significa que creemos que Dios es (He. 11:6), es decir, creemos que Dios
existe. Hay un solo Dios, y El es real, viviente, presente y es Dios. Todos debemos creer eso.
Esperamos que ningún lector de este mensaje tenga dificultad con este asunto. Nosotros creemos
que Dios existe y que El vive hoy.
Hebreos 11:6 dice que al creer en Dios, uno también cree que El es galardonador. El no sólo existe,
sino que es galardonador. ¿Por qué recompensa Dios al hombre? Porque El anhela que el hombre
viva para Su propósito y lo lleve a cabo. No sólo debemos creer que Dios existe, sino también que
El recompensa a quienes lo buscan. Dios está en este universo, y ningún hombre puede verlo, pero
sí debemos buscarlo. ¿Cree usted que hay un Dios, que Dios existe? Entonces, ¿qué debe hacer?
Debe buscarlo. Enoc lo hizo. El creyó que Dios existía y lo buscó con la fe de que Dios era
galardonador. Debe de haber sido su fe en Dios y su búsqueda lo que le motivó a caminar con Dios.
Enoc buscó a Dios, y Dios fue su galardonador. El buscó a Dios y caminó con El, y Dios lo
recompensó.
¿Qué recompensa dio Dios a Enoc? Dios le dio el nivel más elevado de vida: escapar de la muerte.
“Enoc fue trasladado para no ver muerte”. ¡Qué galardón maravilloso! Durante muchos años, le dije
al Señor: “Señor, no quiero ver la muerte. Señor, ven pronto. Presérvame hasta Tu regreso. No
quiero ver la muerte; quiero verte a Ti”. Este deseo me ha conducido y sigue motivándome a buscar
al Señor. No me jacto, sino que digo la verdad: yo busco seriamente al Señor. ¿No es usted uno de
los que le buscan? Por la misericordia y la gracia del Señor, todos nosotros lo buscamos a El.
Cuando empecé a usar en este país la expresión “santos que buscan más del Señor” en lo que
compartía y en las oraciones, muchos se sorprendieron al oírla. Más adelante, acorté esa expresión y
usé “buscadores”, los buscadores del Señor. Aunque algunos santos estaban renuentes a usar esta
expresión, se usa ahora en todas las iglesias. Muchos oran al Señor, diciendo: “Señor, Tú tienes
muchos buscadores en el condado de Orange. Oh Señor, cautiva a todos Tus queridos buscadores”.
El Señor es galardonador, y nosotros debemos ser Sus buscadores. Enoc creyó en esto y lo practicó.
El creyó que Dios existía y que lo recompensaría si le buscaba. Enoc buscó al Señor y obtuvo el
galardón.
Judas habla del entorno en el cual vivía Enoc, y usa la palabra “impío” cuatro veces al describir la
gente y las obras de la generación de Enoc (Jud. 15). No obstante, Judas relata una de las profecías
de Enoc en la cual éste usó una palabra maravillosa: “santos”. “De éstos también profetizó Enoc,
séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con millares de Sus santos” (Jud. 14). Enoc
no dijo que el Señor venía con millares de pecadores o de impíos, ni siquiera con creyentes o con
salvos. Enoc dijo que el Señor venía con millares de Sus santos. Como lo revela el relato de Judas,
Enoc profetizó lo que estaba dentro de él. El se dio cuenta de que toda su generación era impía. Los
vecinos, la gente y todo lo demás era impío. No obstante, él era piadoso y santo, y llevaba una vida
santa. De no ser así, él no habría podido profetizar que el Señor vendría con millares de Sus santos a
ejecutar Su juicio sobre los impíos. Los santos mencionados en Judas 14 presentan un gran
contraste con los impíos del versículo 15. A pesar de lo impíos que eran su generación, su era, la
sociedad, el entorno, la gente y todo lo demás, Enoc conservaba una vida piadosa y santa. El llevó
una vida santa entre la gente impía en un contexto impío. El lo hizo en fe, creyendo que Dios existía
y que era galardonador. Enoc caminó con Dios en fe.
1. La causa
Primero, debemos considerar la causa de la tercera caída del hombre. Podemos encontrar una razón
o causa para cada caída. La causa de la tercera caída del hombre no fue sencilla. Incluso la causa de
la primera caída no fue sencilla, porque no fue producida por el hombre, sino por una fuente
diferente de éste: la serpiente, es decir, el diablo, Satanás, el enemigo de Dios. Vimos que el
enemigo de Dios, quien había entrado en el hombre caído, llegó a ser una causa subjetiva de la
segunda caída. Por tanto, en cada caída, hubo una causa distinta del hombre mismo. Por supuesto,
en cada caída fue el hombre quien cayó, pero en cada caso la causa no fue el hombre solo, sino el
hombre en compañía del enemigo de Dios. En la primera caída, el enemigo de Dios estaba fuera del
hombre; en la segunda caída, se hallaba dentro. Ahora, en la tercera caída, el enemigo dio otro paso,
e hizo caer aún más al hombre. Debemos descubrir cuál fue ese paso adicional. Es mucho peor de lo
que podemos imaginar. Aunque usted tal vez haya estudiado el libro de Génesis varias veces, es
probable que no haya observado el misterio secreto de la trampa de Satanás. Mientras consideramos
esta trampa satánica, debemos acudir al Señor a fin de ser cubiertos por Su sangre prevaleciente,
pues este mensaje toca el poder maligno y expone la trampa sutil del enemigo de Dios.
2. El proceso
No es difícil entender el proceso. El primer paso del proceso fue satisfacer la lujuria de la carne.
Cuando una persona se hace carne, no tiene otra alternativa que satisfacer los apetitos de la carne.
Como resultado, el hombre se hace maligno y totalmente corrupto (6:5, 11-13). La Biblia es muy
económica, y no desperdicia ninguna palabra; sin embargo, en Génesis 6 se repite varias veces que
la tierra se había corrompido y estaba llena de violencia (vs. 11-13). A los ojos de Dios, la tierra
estaba corrupta. No sólo era maligna, sino corrupta, hasta tal punto que Dios no la pudo tolerar más.
3. Las consecuencias
b. Vino el diluvio
La segunda consecuencia de la tercera caída del hombre fue la venida del diluvio, el cual trajo el
juicio de destrucción (6:17; 7:10-12). Una de las consecuencias de la tercera caída del hombre fue
que algo muy bueno, el Espíritu Santo, habría de apartarse de él, y que algo muy terrible, el juicio
del diluvio, habría de venir para ejecutar la condena a muerte sobre el hombre caído.
5. La manera de salvarse
de la tercera caída
Al considerar la tercera caída del hombre, veremos más acerca de lo que Dios hizo por el hombre
caído. Después de la primera caída, Adán y Eva fueron salvos. Ser salvos no es algo insignificante.
Adán y Eva eran salvos a pesar de haber caído. Adán dijo: “Viviente” y Eva dijo: “He adquirido”.
Adán y Eva no fueron salvos por sus propios esfuerzos; fue Cristo, el Cordero de Dios y la simiente
de la mujer, quien los salvó. Después de ver cómo Dios trató a Adán y a Eva, vemos que Abel le
ofreció sacrificios y dones (He. 11:4). El ofreció un sacrificio por sus pecados, y presentó dones
para complacer a Dios. ¿Puede un hombre caído complacer a Dios? Abel era un hombre caído; sin
embargo, complació a Dios. El fue salvo y además satisfizo a Dios. Abel no complació a Dios por sí
mismo ni consigo mismo, sino por Cristo y con Cristo. Pasamos de Adán a Abel y de Abel a Enós.
Enós empezó la práctica de invocar el nombre del Señor para disfrutar de todas Sus riquezas. En el
caso de Enós, no se trataba solamente de salvación ni de complacer a Dios, sino de invocar al Señor
a fin de disfrutar todo lo que El es. Al pasar de Génesis 4 a Génesis 5, encontramos más riquezas.
En el capítulo cinco, descubrimos que los salvos vivían, engendraban y caminaban con Dios.
Después de todo eso, vemos aún más cosas en el capítulo seis, donde se nos muestra que Noé
ciertamente fue salvo, complació a Dios, invocó el nombre del Señor y disfrutó de todo lo que El es.
Noé también vivió y engendró, pues tuvo tres hijos. Aparte de todos los aspectos positivos de la
vida de los salvos, Génesis 6 nos muestra otros aspectos.
2) Por la fe
Noé caminó con Dios por la fe (He. 11:7). Como destacamos en el Estudio-vida de Romanos, la fe
no es algo que salga de nosotros. La fe proviene de Dios y El la infunde en nuestro ser. Cuanto más
tocamos el trono de Dios y más acudimos al Señor, más recibimos lo que El es. Cuando El se
infunde en nuestro ser, Su elemento divino infundido en nosotros se convierte en nuestra fe. Cuando
uno toca el trono de la gracia y Dios es impartido en uno, espontáneamente uno cree en El. Usted no
necesita esforzarse por creer en El. Cuando el elemento de Dios se infunde en usted, algo dentro de
usted brota y lo impulsa a creer en El. Es Dios mismo el que se ha infundido dentro de usted y
quien cree por usted. No sabemos cómo creer y no podemos creer. No obstante, si usted se acerca
simplemente al trono de la gracia, acudiendo al Señor, tocándole y buscando la gracia, le será
infundido el Dios que cree. El creerá, y lo hará por usted. El será su fe. La fe procede de esta fuente.
3) Justificado por Dios
Noé creyó en Dios y, como resultado, llegó a ser justo. El era justo ante Dios, ante los demás y ante
sí mismo. Ninguna persona mundana es justa ante Dios, ante los demás ni ante sí misma. Pero Noé
era un hombre justo (Ez. 14:14), y Hebreos 11:7 dice que él “fue hecho heredero de la justicia que
es según la fe”.
Primero, Noé halló gracia. En segundo lugar, creyó en Dios porque Dios se había infundido en él.
Noé tenía la facultad de creer porque el elemento de la fe en Dios le había sido impartido. El creyó
en Dios, e inmediatamente Dios contó su fe por justicia como lo hizo con Abraham (Ro. 4:3, 9).
Además, esta gracia lo fortaleció y le ayudó a llevar una vida justa porque él halló gracia a los ojos
del Señor. En su andar diario, expresaba la justicia. Esta clase de justicia no era solamente objetiva,
sino también subjetiva. Primero, él recibió la justicia objetiva, y luego expresó la justicia subjetiva.
Por tanto, a los ojos de Dios, Noé fue heredero de la justicia.
En el capítulo seis de Génesis, vemos tres semillas importantes: la carne, la gracia y la justicia.
Vemos este asunto de la carne desarrollado plenamente en el Nuevo Testamento, particularmente en
las epístolas, y sobretodo en Romanos 7 y 8. No necesitamos repetirlo ahora, puesto que ya
abordamos ese tema en el Estudio-vida de Romanos.
¿Se da cuenta usted de que la gracia de Dios vino a causa de la carne? “El Verbo se hizo carne, y
fijó tabernáculo entre nosotros ... lleno de gracia...” (Jn. 1:14). En cierto sentido, donde está la
carne, allí está la gracia. ¿Qué es la carne? La carne es la obra maestra de Satanás. ¿Sabe usted
dónde está Satanás hoy? Está en nuestra carne. La carne es el lugar de Satanás, del pecado y de la
muerte. Estos tres grandes enemigos se reúnen continuamente en nuestra carne, y su reunión nunca
acaba. No podría decirles desde cuántos miles de años ha durado esa reunión. La carne es algo
horrible.
Entonces, ¿qué es la gracia? La gracia es el propio Dios a quien disfrutamos y quien nos ayuda a
enfrentarnos con la carne. En cierto sentido, si no tuviéramos la carne, no necesitaríamos tanto la
gracia. Si no fuese por la carne, Dios probablemente no nos habría dado tanta gracia. Hemos visto
que, según Hebreos 4:16, podemos hallar gracia para nuestro oportuno socorro. ¿Qué elemento hace
que necesitemos la gracia? Principalmente la carne. Comprendo a los jóvenes, pues yo también fui
joven. Al pasar por todas las experiencias humanas, llegué a entender cuánto permanecemos en la
carne. Aunque no me gusta estar en la carne, la carne está ahí. Una vez me enfadé con el Señor y le
dije: “Señor, ¿por qué no quitas mi carne?” El me mostró que en cierto sentido, yo necesitaba la
carne, pues ella es el factor que me obliga a acercarme al trono de la gracia. No puedo hacer nada
con esta carne. Todo lo que puedo hacer es acudir al trono de la gracia. Aunque no hay nada que
podamos hacer, aún así hay un lugar al que podemos acudir: el trono de la gracia.
Si usted lee detenidamente el Nuevo Testamento, verá que donde está la carne, allí está también la
gracia. Lo vemos particularmente en la Epístola a los Gálatas. Gálatas 5:4 dice que si intentamos
justificarnos por la ley, caemos de la gracia. Estamos en la carne. Gálatas habla de la carne, y
también abarca el tema de la gracia. No diga que no tiene carne. Tiene muchísima carne. Ahora
mismo, al leer este mensaje, usted está combatiendo contra la carne. ¿Qué haremos? Acerquémonos
al trono de la gracia para solucionar el problema de la carne. Necesitamos la gracia porque la carne
está aquí con nosotros.
La carne es la misma presencia del diablo, y la gracia es la misma presencia de Dios. Necesitamos
la presencia de Dios para enfrentarnos a Satanás. ¿Dónde está Satanás? No se imagine que Satanás
está lejos. El está dentro de usted. Cada minuto, aun mientras usted ora, Satanás está en su carne.
Muchas veces mis oraciones son entorpecidas por la carne. Incluso en tiempo de mucha santidad, de
oración, la carne es un estorbo. Este impedimento nos obliga a acercarnos al trono de la gracia. La
carne es la presencia de Satanás, pero tenemos la gracia, que es la presencia de Dios, para superarla
y combatirla. ¿Qué tan fuerte es usted? ¿Lo suficientemente fuerte como para vencer a Satanás?
¿Cree usted que puede vencerlo? Olvídese de eso. Satanás es mucho más grande que nosotros. Pero
Dios es más grande que Satanás. Dios es más grande que cualquier ser. Como Satanás está con
nosotros, necesitamos que Dios esté presente. Debemos decir: “Señor, Tú sabes que Tu enemigo
está aquí mismo. Ven y permanece a mi lado para oponerte a él”. Cuando Dios se nos presenta y
permanece con nosotros, lo que obtenemos es la gracia.
Dios es soberano y sabio. El sabe que si quitara la carne de en medio, muy pocos de nosotros
buscaríamos desesperadamente Su gracia. En Su soberanía y sabiduría, El deja la carne aquí,
sabiendo que, en cierto sentido, nos resulta útil. Día y noche la carne nos ayuda a volvernos al trono
de la gracia. Cuando seamos maduros, es decir, cuando seamos arrebatados, podremos volvernos a
la carne y decir: “Pequeña carne, te ha llegado la hora. Debes irte ahora”. Antes de llegar a la
madurez de la vida, necesitamos la carne en cierta medida, no para perjudicarnos, sino para que nos
obligue a acercarnos al trono de la gracia.
Donde está la carne, allí está la gracia, y donde está la gracia, allí está el resultado de la gracia: la
justicia. Romanos 5:17 cita la gracia junto con la justicia. Este versículo dice que “reinarán en vida
por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. La
justicia siempre va con la gracia. Ningún marido puede estar bien con su esposa si no tiene la
gracia, y ninguna esposa puede ser justa con su marido si no aplica la gracia. Existe una sola clase
de cónyuge justo: el que halla gracia. Cuando hallemos gracia, la gracia nos pondrá en paz con
nuestro cónyuge. Considere el caso de un marido a quien se le dijo durante años que debería tratar
mejor a su esposa. Sin embargo, no está convencido. Una noche, halla gracia, y la gracia lo lleva a
la justicia. Esto cambia inmediatamente su actitud.
Mediante el poder de la gracia, la fortaleza de la gracia, y la vida de gracia, podemos estar bien con
Dios, con los demás y aun con nosotros mismos. La gracia produce la justicia. La justicia es el
producto más elevado de la gracia. Por lo tanto, Romanos 5:21 dice que la gracia reina “por la
justicia para vida eterna”. Por consiguiente, la justicia y la gracia siempre van juntas. Donde está la
carne, allí está la gracia, y donde está la gracia, se produce justicia.
Nosotros los que hallamos gracia somos justos. Somos más justos que los demás a causa de la
gracia. No somos justos por nosotros mismos, sino por la gracia. Aun podemos jactarnos de que los
miembros de la iglesia son más justos que los demás. Son justos porque han hallado gracia. La
justicia llegó a ser un motivo de jactancia no solamente para Noé, sino para Dios mismo. Dios podía
jactarse ante Su enemigo. Dios podía jactarse de la justicia de Noé ante aquella generación torcida y
perversa. La justicia de Noé reforzó la posición de Dios y le permitió ejecutar Su juicio sobre
aquella generación impía.
b. Construyó el arca
Dios estaba muy contento con Noé porque éste había hallado gracia, caminaba con El por fe, y era
heredero de la justicia. Dios sonreía continuamente a Noé. Cuando Noé estaba con Dios, Dios le
sonreía. ¿Y qué diremos de usted? ¿Le está sonriendo Dios? ¿Está feliz con usted? Si es así, usted
debería decir: “Amén” secretamente a Dios. Por estar feliz con Noé, Dios se abrió a él. Por tanto,
Noé no solamente caminaba con Dios, sino que también construyó el arca, la cual servía para salvar.
En aquel tiempo, el arca de salvación fue construida por Noé. Abel ofreció dones a Dios, Enós
invocó el nombre del Señor, Enoc caminó con Dios, pero Noé hizo todas estas cosas, y además
construyó al arca.
1) Recibió la revelación
Primero, Noé construyó el arca al recibir la revelación (6:14-16). Mientras Noé andaba con Dios y
Dios estaba contento con él, abrió Su corazón a Noé y le reveló Sus secretos. Aparte de él, nadie
sabía cuál era la verdadera situación. La gente mundana de aquel tiempo quedó atónita, cegada,
cubierta, velada y embotada. No sabía dónde estaba ni lo que iba a suceder. Estaban cegados y
embotados por su lujuria. Considere la situación actual. Sucede exactamente lo mismo hoy. La
gente ama el dinero, se ama a sí misma y ama los placeres, como la gente descrita por Pablo en 2
Timoteo 3:1-3. La gente mundana además de amar el dinero, los placeres y a sí misma, no ama a
Dios. Todas las personas fueron embotadas por su lujuria, sus placeres, sus riquezas y las demás
cosas mundanas. No saben dónde están, adónde van, ni qué les sucederá. Ocurrió lo mismo en la
antigüedad. Pero Noé estaba con Dios. El vio la verdadera situación porque Dios le había revelado
Sus secretos. Dios dijo a Noé que la tierra estaba llena de violencia, que había llegado el fin de toda
carne y que destruiría toda carne y a la tierra (6:13). Además, Dios le dijo a Noé lo que debía hacer:
construir un arca. Noé construyó el arca conforme a la revelación de Dios.
En cierto sentido, nosotros también estamos bajo la misma revelación. ¿No está usted consciente de
la situación actual? ¿No sabe usted lo que vendrá ni adónde va? Puedo jactarme de saber todas estas
cosas. Sé dónde estoy. Sé lo que ocurre en el mundo. Sé lo que ha de venir. Sé adónde iré, y sé
donde estará la iglesia. No somos personas cubiertas con velos ni cegadas por los placeres
modernos. La gente mundana está cubierta con varios velos. Van al cine, a la discoteca, a las fiestas,
a toda clase de diversión, placeres y deportes. No conocen otra cosa. Sin embargo, todo esto no es
más que “narcotizantes”. La gente mundana ha sido “narcotizada” y cegada. ¿Cabe usted en esa
categoría de personas? Alabado sea el Señor porque nos quitó el velo. Estamos conscientes de
nuestra condición, conocemos la situación mundial, y sabemos lo que ha de suceder. Sabemos lo
que hará el Señor con esta generación impía, y sabemos dónde estaremos nosotros. Entendemos
todas estas cosas. Estamos construyendo el arca, no solamente para nuestra propia salvación, sino
también para la de los demás. Hermanos y hermanas, ¿qué hacemos aquí? Construimos el arca de
salvación para cumplir el propósito de Dios. Inclusive cuando nos reunimos, edificamos. No sólo
ofrecemos un don a Dios, invocamos el nombre del Señor para disfrutar de todas Sus riquezas,
vivimos, engendramos, y caminamos con Dios, sino que también hallamos gracia, recibimos
revelación y construimos el arca. Alabado sea el Señor porque estamos construyendo.
3) Predicó la justicia
Noé predicó lo que creía y practicaba. El era un heraldo de justicia (2 P. 2:5). ¿Por qué predicó Noé
la justicia? Porque en su generación nada era justo. La tierra estaba llena de violencia, y esa
violencia incluía el robo, el homicidio, la fornicación y la iniquidad. Noé era heraldo de justicia,
exhortando a las personas a enderezar su camino delante de Dios, de los demás y de sí mismas; de
lo contrario caería el justo juicio de Dios sobre ellas. Noé predicó esta clase de justicia
probablemente durante un período de ciento veinte años (6:3). Quizás la gente haya pensado que
estaba loco, y le haya dicho: “Noé, ¿de qué estás hablando? ¿Qué quieres decir cuando hablas del
diluvio que está por venir? Mira el cielo. Es el mismo de siempre”. Yo creo que Noé sufrió
muchísimo por las burlas que le hicieron durante ciento veinte años.
4) Preparó el arca
Mientras Noé predicaba la justicia, él construía y preparaba el arca (1 P. 3:20). Tal vez la gente le
haya dicho: “Noé, ¿estás construyendo una casa para tu nieto? Estás loco al pensar que vendrá un
diluvio. ¿Por qué construyes esa arca: trescientos codos de longitud, cincuenta codos de anchura,
treinta codos de altura, de tres pisos, una puerta a un lado, y una ventana abierta hacia los cielos?
¡Qué absurdo!” Si usted fuese Noé, ¿habría construido esa arca? Tal vez su querida esposa se
hubiera opuesto. Aquellos años no debieron de ser nada fáciles para Noé.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE VEINTINUEVE
LA VIDA Y OBRA QUE CAMBIO LA ERA
En este mensaje, que constituye un paréntesis en nuestro estudio-vida de Génesis, tengo la carga de
que veamos un punto crucial acerca de la vida de Noé: su vida y obra cambió la era. A pesar de
haberlo visto anteriormente en mi estudio de Génesis, nunca lo había visto de manera tan vívida
como en estos días. Cambiar la era no es nada insignificante.
Hay un gran contraste entre Génesis 1 y Génesis 6. Si leen la última parte de Génesis 1, verán que
Dios creó al hombre a Su imagen para que lo expresara a El (1:26). Dios deseaba que el hombre
fuese Su expresión. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresar nada menos que al
propio Dios. El hombre es como una fotografía, hecha a la imagen de Dios para expresarlo a El. Y
también recibió la autoridad de Dios a fin de ejercer esta autoridad para que el dominio de Dios
estuviera sobre la tierra. Debemos ver cuán importante es esta comisión. El hombre fue creado a la
imagen de Dios para expresarlo a El, y se le encomendó la autoridad de Dios para representarlo y
para establecer un dominio en la tierra y señorear sobre todas las criaturas de Dios. Dios no le
mandó al hombre que laborara ni que estableciera un monasterio. No, Dios tenía la intención de que
el hombre lo expresara a El con Su imagen y lo representara con Su autoridad.
Después de crear al hombre y de contemplarlo bien, Dios dijo que era “bueno en gran manera”
(1:31). Después de algunos de los seis días, El dijo simplemente que era “bueno”. En el segundo
día, Dios no dijo nada, porque en aquel día había ángeles caídos en el aire y demonios en el agua.
Ese día El no pudo decir que era “bueno”. Dios no dijo nada acerca del segundo día. En el sexto día,
cuando Dios creó al hombre, contempló Su obra, particularmente al hombre, y dijo que era “bueno
en gran manera”. A los ojos de Dios, el hombre era muy bueno.
Cinco capítulos más adelante, en Génesis 6, Dios volvió a mirar a la humanidad. Cuando Dios miró
por primera vez a la humanidad en Génesis 1, estaba contento y complacido con el hombre. Cuando
consideró nuevamente al hombre en Génesis 6, vio que el hombre había venido a ser malo y
corrupto al máximo, y le dolió haberlo hecho. ¡Qué cambio más radical, comparado con Génesis 1!
Originalmente el hombre se encontraba en un elevado nivel, pero desde el capítulo tres, comenzó a
descender. ¿Qué hubiera hecho usted si fuese Dios? Tal vez habría dicho: “Olvidémonos del
hombre”. Pero ¿en qué quedaría el propósito eterno de Dios? ¿No es Dios el Dios eterno? ¿Acaso
puede cambiar el Dios eterno? Dios no es un Dios temporal, sino un Dios eterno. En El no hay
sombra de variación (Jac. 1:17). Cuando El toma una decisión, ésta perdura para siempre. Si Dios
hubiera olvidado Su propósito eterno, Su enemigo se habría burlado de El, diciendo: “Creaste al
hombre con la intención de vencerme, pero el vencido no fui yo sino Tú”. ¿Podrá Dios ser vencido?
¡Jamás! Entonces, ¿qué debía hacer Dios? Encontramos la respuesta, la cual en principio no ha
cambiado a lo largo de los siglos, en Génesis 6:8: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”.
Leamos los versículos del 5 al 8: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el
mal”. En hebreo, las palabras “todo designio” significa propósitos y deseos. “Y se arrepintió Jehová
de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de
la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del
cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho”. Si eso fuera todo, no quedaría ninguna esperanza.
Pero ¡aleluya por el versículo 8! Este versículo empieza con un gran “pero”. “Pero Noé halló gracia
ante los ojos de Jehová”. Este es uno de los versículos más importantes del libro de Génesis.
Satanás estaba contento de que el hombre fuera raído por Dios de la faz de la tierra, pero Noé halló
gracia a los ojos de Jehová. Esto cambió la situación y la era. ¡Aleluya, Dios no fue vencido! En
medio de un aparente fracaso, un hombre venció por hallar gracia ante los ojos del Señor. Este fue
un momento crítico. Si leen la historia a la par de la Biblia, verán que en cada generación Satanás
ha hecho lo posible por empeorar la situación, pero siempre ha habido una persona o varias que han
hallado gracia a los ojos de Dios y que han llegado a cambiar la era. Recuerde la historia de Israel.
Aunque el pueblo se seguía degradando a lo más vil, hubo, para sorpresa del enemigo, un joven
llamado Daniel. Dice en Daniel 1:8: “Pero Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la
porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía”. Allí en el libro de Daniel leemos “Pero
Daniel”; y aquí en Génesis 6:8 leemos “pero Noé”. En la fase más baja de la caída del hombre,
siempre hay un “pero”.
Si examinamos la vida de Noé, veremos que ésta no consistió simplemente en andar con Dios o en
edificar el arca. El punto fundamental y crucial es éste: Dios usó a Noé para cambiar la era. El
enemigo había trastornado la situación, al grado que Dios se arrepintió de haber hecho al hombre.
Aparentemente ya no había ninguna esperanza. Pero Noé halló gracia. La vida de Noé fue una vida
que cambió la era.
Consideren la situación actual. Si leen los evangelios y ven el propósito de Dios para la iglesia, se
darán cuenta de que la iglesia tiene una comisión muy elevada. La iglesia fue producida por la vida
de Dios a fin de expresarlo en esta era neotestamentaria. A la iglesia se le encomendó esa comisión
gloriosa. No debemos mirar el pasado. La situación actual es suficiente para mostrarnos cuánto ha
caído y se ha desviado la iglesia de la meta de Dios. Pero no se desilusione. Aunque Satanás hizo
todo lo posible por estorbar el propósito original de Dios, éste todavía puede llevarlo a cabo. En
medio de todos los fracasos, Dios ha establecido iglesias locales para cambiar la era hoy en día.
I. LA VIDA
Veamos ahora la vida que cambió la edad. ¿Qué clase de vida era? Siento una pesada carga al
respecto. Temo y tiemblo pues no quisiera faltar a la revelación de Dios. No intento darles un
sermón. Deseo comunicarles mi carga, pasarles la carga que el Señor me ha dado. ¡Cuánto
necesitamos ver la clase de vida que Dios puede usar para cambiar la era!
1. En cuanto a la generación
Dios no sólo reveló a Noé que necesitaba un arca, sino que le mostró exactamente en qué condición
se encontraba su generación. Esa generación quedó totalmente expuesta delante de Dios. También
quedó expuesta a los ojos de Noé por la revelación de Dios. ¿Se dan cuenta de que la mayoría de la
gente, incluyendo a muchos cristianos, no tiene un entendimiento claro en cuanto a la generación en
la cual vivimos? La humanidad ha sido embotada, y está aturdida por todas sus concupiscencias y
sus placeres malignos. Aun las supuestas iglesias cristianas están embotadas con la corriente de esta
era. Necesitamos una revelación. Necesitamos que Dios venga y nos revele la verdadera condición
de esta generación maligna. Debemos ver eso. Recibí esta revelación hace casi cincuenta años. Dios
me mostró la maldad de esta generación.
II. LA OBRA
A. Predicó la justicia
Ahora debemos considerar la obra de Noé. Primero, Noé fue heraldo de la justicia (2 P. 2:5). Si
usted lee todo el contexto, verá que en la época de Noé predicar el evangelio consistía en protestar
contra la generación maligna. Su generación era maligna y estaba llena de violencia, pero Noé
predicaba la justicia y protestaba contra todas las injusticias, maldades y violencias. El daba
testimonio del camino de la justicia de Dios.
B. Construyó el arca
1. El tamaño
Primero, quisiera hablar de las dimensiones y el tamaño del arca. La longitud del arca era de
trescientos codos, la anchura de cincuenta codos, y la altura de treinta codos (6:15). El arca tenía
tres pisos (6:16). Puesto que la altura del arca era de treinta codos, la medida de cada piso debe de
haber sido diez codos de altura. Estas dimensiones son muy significativas. ¿Por qué el arca no
medía ochocientos codos de longitud, setenta de anchura, y veinte o cuarenta de altura? ¿Por qué
medía trescientos codos de longitud, cincuenta codos de anchura, y treinta codos de altura? Por una
sencilla razón: los números fundamentales del edificio de Dios son tres y cinco.
Exodo 25:10 nos habla de otra arca: el arca del testimonio de Dios. Así que, la Biblia contiene dos
arcas: el arca de Noé y el arca del testimonio de Dios. La primera arca llevaba dos números: el tres
y el cinco. Pero las dimensiones del arca del testimonio eran: dos codos y medio de longitud, un
codo y medio de anchura, y un codo y medio de altura. Al comparar estas dos arcas, vemos que dos
y medio es la mitad de cinco y uno y medio la mitad de tres. La primera arca tiene las medidas
completas, y la segunda arca tiene las mitades de los números. La Biblia es la Palabra divina, y cada
uno de sus puntos tiene un significado específico. ¿Por qué las medidas del arca del testimonio
están divididas en mitades? Cuando usted ve la mitad, se da cuenta de que hay otra mitad, y que en
conjunto forman un testimonio. Las dos mitades conforman una unidad completa. Ese es el
testimonio de Dios. La segunda arca era el testimonio de Dios. ¿Cómo podía el testimonio ser
presentado por medio de una cifra? A la gente le resulta difícil ver una cifra y entender que se
refiere al testimonio; pero cuando mira las medidas del arca del testimonio y ve que son mitades,
inmediatamente entiende la necesidad de tener la otra mitad. Se da cuenta de que eso era un
testimonio, pues dos es el número de testimonio. ¿De qué dan testimonio las medidas del arca? Son
el testimonio de una unidad completa en los números fundamentales tres y cinco.
¿Cuál es el significado de los números tres y cinco? En la Biblia el número tres representa
primeramente al Dios Triuno: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu (Mt. 28:19). ¿Por qué
debe Dios ser tres Personas? ¿Tenemos un Dios o tres dioses? Queremos recalcar que tenemos un
solo Dios. No obstante, algunos cristianos, con la idea de la Trinidad según su raciocinio, han
llegado a creer en tres dioses. Una vez un hombre me dijo que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres
dioses. Cuando oí eso, dije: “Por favor, no diga eso. Es una verdadera herejía. En ninguna parte nos
dice la Biblia que existan tres dioses. La Biblia siempre dice que hay un solo Dios. Nuestro Dios es
uno solo (Dt. 6:4; Is. 45:5; 1 Co. 8:4). ¿Por qué y cómo puede este Dios único contener tres
Personas? El término “Persona” no se encuentra en la Biblia; proviene de la interpretación humana.
Griffith Thomas, el autor del mejor comentario sobre Romanos, dijo en su libro Principles of
Theology [Principios de teología]: “A veces hay objeciones en cuanto al término Persona.
Indudablemente este término no debería ser demasiado recalcado, pues ello conduciría al
triteísmo ... Aunque nos vemos obligados a usar términos como ‘substancia’ y ‘Persona’, no
debemos pensar que son idénticos a la substancia y la personalidad humanas ... La verdad de la
experiencia de la Trinidad no depende de la terminología teológica”. Griffith Thomas también dijo
que nuestro lenguaje humano es demasiado limitado para explicar este misterio divino. Carecemos
de palabras y términos para expresarlo. No tenemos la comprensión adecuada de este misterio
divino. ¿Qué término debemos usar? No lo sabemos. No disponemos de ningún término apropiado.
La Trinidad es un misterio, y no tenemos ningún vehículo, ningún medio, para expresarla. Cuando
Felipe le pidió al Señor Jesús que le mostrara al Padre a él y a los demás discípulos, el Señor
contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha
visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Jn. 14:9).
Muchos me han censurado por decir que el Señor Jesús es el Espíritu. Aunque no me gusta discutir
ni refutar, quisiera preguntar a esos queridos hermanos que me censuran: ¿cómo interpretan 2
Corintios 3:17 donde dice: “Y el Señor es el Espíritu”. No pregunte: “¿Entonces son el Señor y el
Espíritu uno solo?” No tenemos la capacidad ni los medios para explicar eso adecuadamente.
Aunque no podemos explicarlo adecuadamente, tenemos efectivamente un versículo bíblico que
dice: “Y el Señor es el Espíritu”. ¿Qué va a hacer usted con este versículo? ¿Lo puede acaso quitar
de su Biblia? También quisiera presentar a esos hermanos Isaías 9:6, que dice: “Hijo nos es dado ...
y se llamará su nombre ... Padre eterno...” ¿Es El el Hijo o el Padre? Aunque tampoco lo podemos
explicar adecuadamente, este versículo dice que el Hijo se llamará el Padre. En 2 Corintios 3:17 se
revela que el Señor ahora es el Espíritu, y en Isaías 9:6, que el Hijo es llamado el Padre. Este es el
misterio de la Trinidad. Tenemos el Padre, el Hijo y el Espíritu; no obstante, el Hijo es llamado el
Padre, y el Hijo es el Espíritu. Ellos tres siguen siendo un solo Dios.
Todos conocemos Juan 1:1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios”. Queda claro
que el Verbo y Dios son distintos. La siguiente frase de Juan 1:1 dice: “Y el Verbo era Dios”. Esta
frase crea un problema. En el principio existía el Verbo de Dios, el Verbo estaba con Dios, y el
Verbo era Dios. ¿Son uno solo o son dos? Este es un misterio, el misterio del Dios Triuno.
Efesios 4:6 dice que el Padre está en nosotros. Colosenses 1:27 afirma que Cristo, el Hijo, está en
nosotros. Y Juan 14:17 especifica que el Espíritu Santo está en nosotros. El Padre, el Hijo y el
Espíritu están en nosotros. En una ocasión presenté estos versículos a una persona, y le pregunté si
los entendía y si creía en ellos. Le pregunté: “¿Cree usted en todos estos hechos: que el Padre, el
Hijo y el Espíritu se encuentran en usted?” Cuando él contestó afirmativamente, le pregunté:
“Dígame, ¿cuántos se hallan en usted ahora?” El respondió: “Uno solo”. Entonces dije: “¿No acaba
de reconocer usted que según la Biblia, el Padre, el Hijo y el Espíritu están en usted? ¿Cómo puede
afirmar que sólo uno está en usted?” No pudo contestar. La Biblia dice que el Padre, el Hijo y el
Espíritu están en nosotros. Sin embargo, según nuestra experiencia, tenemos uno solo en nosotros, a
quien llamamos el Espíritu o el Señor. Este es el misterio de Trinidad de nuestro Dios. El es el único
Dios, pero es el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Dios se revela como triuno porque quiere impartirse en nosotros. No podemos ingerir ninguna
comida que no haya sido cocida o preparada. Si un alimento no está cocido, por lo menos debe
pasar por el proceso de ser masticado, tragado, digerido y asimilado. Sin ese proceso, nada puede
entrar en nosotros. El Dios Triuno es el Dios que se imparte en nuestro ser. Mateo 28:19 dice:
“Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. ¿Para qué bautizamos a la
gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu? Para ponerlos en Dios mediante un proceso y
para poner a Dios en ellos mediante un proceso. El Dios Triuno, la Trinidad, no es una teoría ni una
enseñanza teológica. Se refiere a la impartición de Dios.
El número tres representa a Dios en Su impartición. El número tres implica el Dios que se imparte,
el Dios que se infunde en la gente. Siempre que la Biblia habla de la mezcla de Dios con el hombre,
de la entrada de Dios en el hombre, o de que Dios se deposita en el hombre, usa el asunto de la
Trinidad. Por ejemplo, considere 2 Corintios 13:14, donde dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el
amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. No es una doctrina acerca
de tres dioses; es el Dios Triuno en el proceso de impartirse, de entrar en nosotros y de
introducirnos en todas Sus riquezas. Este es el significado del número tres.
¿Qué significa el número cinco? Es muy fácil de entender. Los diez mandamientos fueron divididos
en dos tablas de cinco mandamientos cada una. En Mateo 25 vemos diez vírgenes divididas en dos
grupos de cinco. Si usted se mira a sí mismo, verá que tiene diez dedos en las manos y diez dedos
en los pies, repartidos en grupos de cinco. Los cinco dedos en cada una de sus manos se componen
de cuatro más uno. Si usted tuviera dos pulgares y tres dedos, le resultaría muy incómodo hacer
algo. Pero por tener un pulgar y cuatro dedos, podemos hacer con facilidad cualquier cosa. El
pulgar es el número uno y representa al único Dios, el Creador. Cuatro es el número de las criaturas
de Dios, como los cuatro seres vivientes (Ap. 4:6). Por tanto, cuatro más uno representa al hombre,
la criatura de Dios, junto con Dios. Aquí los números tres y cinco aluden a la mezcla del Dios
Triuno con el hombre. ¿Qué es el edificio de Dios? El edificio de Dios consiste simplemente en que
El se edifica en nosotros, y nosotros somos edificados en El, quedando así unidos. Por tanto, en el
arca los números fundamentales tres y cinco significan que este edificio es la mezcla de Dios con el
hombre.
¿Por qué la longitud del arca era de trescientos codos, la anchura de cincuenta, y la altura de treinta?
Queda claro que el número trescientos es cien multiplicado por tres, que el número cincuenta es
diez multiplicado por cinco, y que el número treinta es diez multiplicado por tres. Los números
fundamentales son tres y cinco, y los números trescientos, cincuenta y treinta son múltiplos de estos
números básicos. El número cien denota plenitud. El Señor Jesús dijo que la mejor manera de llevar
fruto es multiplicarlo cien veces (Mt. 13:23). Por consiguiente, en la Biblia el número cien es el
número de la plenitud. El número diez representa lo completo (Dn. 1:12, 20). Si a usted le falta un
pulgar, está incompleto. Diez representa lo completo y cien indica la plenitud; por tanto, el arca es
la mezcla plena y completa del Dios Triuno con el hombre.
Si usted lee Exodo 27, encontrará que los números tres y cinco también son los números
fundamentales del tabernáculo. El atrio del tabernáculo medía cien codos de longitud en los lados
sur y norte (Ex. 27:9, 11). La anchura del atrio en los lados occidental y oriental era de cincuenta
codos (Ex. 27:12-13). El cercado o las cortinas del atrio medían cinco codos de altura (Ex. 27:18).
Las cortinas de ambos lados de la entrada medían quince codos de longitud (Ex. 27:14-15). Estas
cortinas pendían de tres pilares en cada lado, formando así tres secciones de cinco codos cada una.
Nada se escribió en vano en la Biblia. Las medidas de todo el atrio del tabernáculo se componen de
los números fundamentales: el tres y el cinco. Además, el tabernáculo mismo se dividía en tres
secciones; el atrio, el lugar santo y el Lugar Santísimo. En el lugar santo había tres muebles: la mesa
de los panes de la proposición, el candelero y el altar del incienso. Todo eso es muy significativo.
Los números tres y cinco son los números fundamentales del edificio de Dios.
Espero que usted reciba esta Palabra y se dé cuenta de que todo lo que sea parte de la edificación de
la iglesia debe componerse de tres y de cinco; debe ser el Dios Triuno mezclado con el hombre.
Todo lo que usted hace para la edificación de la iglesia debe proceder de la mezcla del Dios Triuno
con usted y con los demás. Este es un concepto muy profundo.
2. Tres pisos
El arca se componía de tres pisos: la planta baja, el segundo piso y el tercero (6:16). Los tres pisos
representan la altura del arca. Las tres secciones del tabernáculo representan las profundidades en
las cuales debemos entrar todos. Los tres pisos del arca representan la altura que todos debemos
alcanzar. En cierto sentido, profundizamos, y en otro sentido nos elevamos. Indudablemente, los
tres pisos del arca representan al Dios Triuno. En la Trinidad de la Deidad, siempre decimos: el
Padre, el Hijo y el Espíritu. En la Trinidad ¿cuál persona forma el primer piso? Es fácil decir quién
es la segunda persona, pues todos sabemos que el Hijo está en el medio. Pero ¿es el primer piso
Dios el Padre o Dios el Espíritu? En Lucas 15 encontramos tres parábolas: el pastor que recobra a la
oveja perdida, la mujer que busca y encuentra la moneda perdida, y el padre que acoge al hijo
pródigo. La primera parábola se relaciona con el Hijo, la segunda, con el Espíritu, y la tercera, con
el Padre. Nuestra experiencia nos muestra que primero vino el Espíritu a nosotros, nos encontró,
nos trajo al Hijo y nos impulsó a creer en el Hijo. Después de creer en el Hijo, invocamos: “Oh
Padre”. El Espíritu nos lleva al Hijo, y el Hijo nos lleva al Padre. Cuando llegamos al Padre,
estamos en el tercer piso.
El Evangelio de Juan es un libro que nos habla del Hijo, y la Primera Epístola de Juan es un libro
relacionado con el Padre. En el libro acerca del Hijo, se nos habla de la gracia, pero en el libro sobre
el Padre, se nos habla del amor. El amor es superior a la gracia. En el Evangelio de Juan se
menciona la verdad, pero en la Primera Epístola de Juan se menciona la luz. La luz es superior a la
verdad. El Evangelio de Juan es bueno, porque nos lleva al Hijo. Sin embargo, la Primera Epístola
de Juan nos conduce al Padre. Todos debemos avanzar en nuestra experiencia, del Hijo al Padre.
El primer piso del arca corresponde al Espíritu. A muchos cristianos les gusta mucho hablar del
llamado bautismo en el Espíritu Santo y de las cosas carismáticas, pero todo eso se encuentra en el
primer piso. Todos debemos acudir al Espíritu para conocer al Hijo, a Cristo. Conocer a Cristo es
algo distinto, algo superior. Un día, todos llegaremos al piso que corresponde al Padre. Es el piso
más elevado, más excelente y más misterioso.
Supongamos que yo tengo una residencia de tres pisos. Si usted no es un amigo especial, sólo le
permitiría entrar a la planta baja. No le dejaría subir al segundo piso. Si usted es un buen amigo
mío, le permitiría subir al segundo piso. Pero jamás le llevaría al tercer piso para enseñarle algunos
de mis misterios, secretos y tesoros escondidos, a menos que nuestra relación sea muy estrecha. No
me atrevería a revelarle mis secretos y mis riquezas. ¿Quién podría subir al tercer piso?
Indudablemente mi esposa podría. Los de afuera nunca podrían subir al tercer piso.
Supongamos que ahora usted está en el arca. ¿Preferiría quedarse en la planta baja, en el segundo
piso o en el tercero? No tengo la menor duda de que Noé, sus hijos y sus nueras se encontraban en
el piso superior. Las bestias inferiores, las que se arrastraban, deben de haber estado en la planta
baja y los animales superiores en el segundo piso. Puedo dar testimonio de que ya he pasado por la
planta baja. Quiero elevarme cada vez más.
7. Tipifica a Cristo
El arca en su totalidad representa a Cristo (1 P. 3:20-21). Cristo no es una canoa, sino un arca. Una
canoa es un tronco de madera que se ha vaciado; un arca se compone de muchos pedazos unidos
adecuadamente; es un edificio. Una canoa es una pieza individual, pero un arca es una entidad
corporativa. Mi Cristo es un arca. Nunca podríamos estar a salvo en una canoa. Pero cuando estoy
en el arca, puedo dormir bien, por muy violenta que sea la tormenta. Estamos en el arca. Algunos
cristianos quizás tengan a Cristo como canoa, pero nuestro Cristo es un arca.
El arca tipifica a Cristo; por tanto, ¿cómo pudo Noé construirla? Es cierto, el arca fue construida por
Noé. Muchos cristianos solamente predican el evangelio, y esperan que un día Dios traiga el arca de
los cielos. Si usted dice que debemos construir el arca, es decir, la salvación, la gente lo censurará,
diciendo que “somos salvos por gracia, y no por obras”. Noé fue salvo por medio del arca que él
edificó con su labor. Filipenses 2:12-16 dice: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor,
porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito ... para que
seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y
perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de
vida”. ¿Qué significa “llevad a cabo vuestra salvación”? Significa enarbolar la Palabra de vida,
iluminar, brillar, expresar a Cristo. Esto se lleva a cabo porque Dios realiza en nosotros tanto el
querer como el hacer. Ya que Dios obra en nosotros, nosotros tenemos que llevar a cabo nuestra
salvación. Aunque ya fuimos salvos, Dios sigue obrando en nosotros para que llevemos a cabo
nuestra salvación. Miles de personas fueron salvas, pero ¿cuántas de ellas tienen la vida que se
describe en Filipenses 2:15? Muchos no están llevando a cabo su salvación.
¿Estamos llevando a cabo nuestra salvación ahora? Noé edificó el arca que finalmente lo salvó no
solamente del juicio de Dios, sino también de esta generación torcida y perversa. Debemos llevar a
cabo esta clase de salvación. No tenemos duda alguna de que fuimos salvos de la perdición eterna.
Pero Noé no fue salvo solamente de la perdición, sino también de esa era maligna y además fue
trasladado a otra era. El arca que él construyó puso fin a la vieja generación y trajo una nueva. Esta
era la clase de salvación que Noé estaba construyendo. No fue solamente la salvación que lo libró
de la perdición eterna, sino la salvación que lo rescató de esta generación torcida y perversa. Esta
clase de salvación no fue preparada solamente por Dios, sino que fue elaborada por medio de la
cooperación colectiva de los salvos.
Ningún salvo perecerá jamás. No obstante, necesitamos una salvación más profunda y más elevada
que nos libre de esta generación torcida y perversa. ¿Es usted salvo? ¿Qué me dice de la era
venidera? ¿Tendrá usted una parte en ella? ¿Estará allí cuando Cristo vuelva y tome posesión de
toda la tierra y ejerza Su poder y reine sobre ella? ¿Tendrá usted parte en ese reino? Aunque todos
fuimos salvos de la perdición eterna, muchos entre nosotros no están laborando en algo que los
saque de esta era maligna. El arca que Noé construyó era la salvación que no sólo lo salvó del juicio
de Dios, sino que también lo separó de esta generación torcida y perversa y lo introdujo en una
nueva era. En cuanto al juicio de Dios, todos fuimos salvos, pero en cuanto a la economía de Dios,
nos hace falta algo. Dios condenó al mundo, pero usted sigue amando al mundo. Dios le mandó que
escapara de esta era, pero usted sigue en ella. Usted carece de la salvación profunda y más elevada.
La salvación mencionada en Filipenses 2 no es la salvación de la perdición, sino de la generación
torcida y perversa.
Mientras los apóstoles predicaban el evangelio, también edificaban el arca en la cual disfrutarían de
la plena salvación. ¿Qué era el arca? Era el Cristo corporativo. Mientras los apóstoles predicaban al
Cristo individual, construían al Cristo corporativo. Mediante el Cristo corporativo, millares de
personas no sólo fueron salvas del juicio de Dios, sino también de esa generación torcida y
perversa.
Si somos fieles a Dios hoy, debemos hacer lo mismo. Por una parte, predicamos el evangelio; por
otra, edificamos el arca. Lo que predicamos es lo que edificamos. Lo que predicamos no es una
teoría ni una doctrina. Predicamos lo que estamos edificando. Con nuestra vida y obra, edificamos
lo que estamos predicando a los demás. Con el tiempo, entraremos en lo que edificamos. Otros
también pueden entrar. El arca edificada nos salvará de esta generación condenada. ¿No cree usted
que estamos edificando el arca? Estoy muy contento porque estamos construyendo el arca. Mis
amigos y parientes siempre me preguntan: “¿Qué estás haciendo?” Contesto: “Estoy haciendo algo
que ustedes difícilmente podrían entender. Sólo podrían entenderlo si ustedes mismos participan de
ello”. No solamente predicamos el evangelio sino que también construimos lo que predicamos.
¿Predicamos a Cristo? Edificamos a Cristo y también lo predicamos. Esto significa que vivimos por
Cristo y con El. Expresamos a Cristo, nos aferramos a El y lo expresamos. Esta es la edificación
que llevamos a cabo.
Al mismo tiempo edificamos la iglesia. La iglesia es el Cristo corporativo (1 Co. 12:12) que, en
cierto sentido, es el arca de hoy. Millares de personas fueron salvas al entrar en la vida de iglesia.
Muchos pueden testificar que fueron salvos al entrar en la iglesia. A pesar de haber sido salvos por
muchos años, usted fue separado de este mundo torcido cuando entró en la iglesia, y no antes. Esa
arca corporativa lo separó. Cuando entramos en la iglesia, nadie tuvo que pedirnos que saliéramos
del mundo. Empezamos simplemente una vida de iglesia, yendo de una reunión a otra. Con el
tiempo, desaparecieron el pelo largo y muchas otras cosas de esta era. Al participar de la vida de
iglesia, desaparecerá todo lo de esta era torcida. ¿Qué puede salvarnos de esta era perversa? Iglesiar
lo puede hacer. Estamos edificando el arca que nos puede salvar de la era condenada por Dios a
nosotros y también a otros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TREINTA Y UNO
SALVOS POR MEDIO DEL AGUA
D. Salvos por medio del agua
La salvación que Dios trajo a Noé consistió en librarlo no solamente del juicio, sino también de esta
generación torcida, perversa y maligna. Para ser salvo de esa era maligna, él necesitaba ser salvo
por agua. En 1 Pedro 3:20 dice explícitamente que Noé fue salvo por agua. ¿Qué significa ser salvo
por agua? Si queremos entender esto, debemos conocer el trasfondo de la generación de Noé.
Noé vivía en una era torcida y perversa. Como resultado de la primera caída del hombre, la
naturaleza maligna de Satanás había sido inyectada en el hombre. En la segunda caída, el hombre se
alejó de la presencia de Dios y estableció la cultura humana. La naturaleza maligna de Satanás fue
inyectada en el hombre cuando éste cayó la primera vez, y se desarrolló hasta constituir la cultura
humana carente de Dios en la segunda caída. En la tercera caída del hombre, la cultura produjo una
generación maligna, torcida, corrupta y perversa. Esa generación fue condenada a los ojos de Dios.
Noé nació en dicha generación. Dios había condenado a aquella generación, y el poder maligno de
las tinieblas estaba presente en la tierra. Cuando el hombre cayó por tercera vez, el poder maligno
de las tinieblas había corrompido la tierra y la había llenado de violencia. Como resultado, Dios
intervino y juzgó aquella generación y puso fin a esa era. Quienquiera que viviese durante esa era se
hallaba bajo dos cosas: el juicio de Dios y el poder maligno de las tinieblas.
Vivimos en la misma clase de era. En Mateo 24 y Lucas 17 el Señor Jesús comparó nuestra era con
la de Noé. El trasfondo de Noé era exactamente el mismo que el nuestro; aquella era prefiguraba
nuestro trasfondo. Fíjense en la situación mundial de hoy; indudablemente se encuentra bajo la
condenación de Dios. Se halla también bajo el poder maligno, la influencia maligna. Ningún joven
y ningún adulto puede resistir el poder maligno ni la influencia de la sociedad moderna. Los padres
cristianos oran por sus hijos aun antes de que nazcan. Consagran sus hijos al Señor e intentan
ayudarles con temor y temblor a que conozcan a Dios y se alejen de la influencia de este mundo de
tinieblas. No obstante, a los seis años de edad, los niños deben asistir a la escuela, y una vez en la
escuela, están expuestos a la influencia maligna de las tinieblas de esta era. Casi todos los niños
reciben algo de esta influencia. Nadie es inmune. Podemos ver que existe ese poder maligno, la
influencia maligna de las tinieblas, sobre esta tierra. Todos están bajo el juicio de Dios y bajo el
poder y las tinieblas del maligno. Por lo tanto, la plena salvación de Dios no sólo nos libra de que El
nos condene, sino también del poder maligno y de la influencia de esta era tenebrosa. En el día de
Pentecostés, Pedro exhortó al pueblo: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hch. 2:40).
Repito una vez más que casi todo lo que contiene el libro de Génesis constituye una semilla que
necesita desarrollarse. Ser salvos por medio del agua es un bautismo. En 1 Pedro 3:20-21 se revela
que el agua por la cual pasó Noé tipificaba el bautismo. Podemos considerarla la primera alusión al
bautismo en la Biblia. Por tanto, fue la semilla del bautismo. Esta semilla se desarrolló
primeramente cuando los hijos de Israel atravesaron el mar Rojo. En 1 Corintios 10:1-2 se nos dice
que el paso del mar Rojo fue un bautismo. El paso por las aguas del mar Rojo tipificaba claramente
el bautismo en agua. Más adelante, en la era neotestamentaria, lo primero que sucedió fue la
proclamación del bautismo en agua. Dios envió a Juan el Bautista para que lo llevara a cabo. El
vino con el propósito de bautizar a la gente con agua.
Consideremos ahora el caso de los israelitas. A pesar de ser el pueblo escogido de Dios, ellos
cayeron y fueron a dar a Egipto. Toda la nación egipcia se encontraba bajo el juicio de Dios. Por
vivir allí, los israelitas se encontraron también bajo juicio. Al mismo tiempo, estaban bajo el poder
de Faraón y de los egipcios. Al salir de Egipto no huían del juicio de Dios, sino de Egipto. Este
éxodo fue una liberación del cautiverio egipcio.
Veamos la salvación que disfrutaron los hijos de Israel. Primero, disfrutaron de la redención de la
sangre del cordero. Mataron corderos y untaron la sangre sobre los dinteles de las puertas. De esta
manera, los israelitas fueron cubiertos por la sangre redentora y se salvaron del juicio de Dios.
Cuando Dios ejecutó Su juicio sobre el país de Egipto, los que estaban bajo la sangre fueron salvos.
Los hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios por la sangre. Después de eso, todos comieron la
carne del cordero. El propósito de aquello no era salvarlos del juicio, sino fortalecerlos para que
salieran de Egipto. Cuando comieron el cordero, calzaban sandalias, tomaban sus bastones, y
estaban listos para salir. Mientras comían, se preparaban para salir de Egipto.
¿Qué libró a los israelitas de Egipto y del poder de Faraón? Aunque Dios los salvó del juicio,
Faraón, el rey de Egipto, no quería dejarlos ir. Faraón tipificaba a Satanás. Faraón, es decir, Satanás,
parecía decirles: “Ustedes hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios y comieron la carne del
cordero. Están listos para marcharse. ¿Creen que pueden salir tan fácilmente? Este es mi territorio;
es mi poder, mi reino y mi imperio. Aquí yo tengo el poder y no dejaré que se vayan”. Por tanto,
Faraón envió su ejército a detener a los israelitas. Pero Dios vino a liberarlos; no mandó ángeles ni
fuego que consumiera a Faraón y sus fuerzas, sino que abrió el mar Rojo para que lo cruzaran.
Después de que Su pueblo pasara el mar, los persiguió el ejército egipcio. Mientras perseguían al
pueblo de Dios y al estar en medio del mar, Dios le dijo a Moisés que extendiera su brazo sobre el
mar para que las aguas volviesen sobre los egipcios (Ex. 14:26). Moisés lo hizo, y el mar le
obedeció. El ejército de Faraón y todo el poderío egipcio quedaron sepultados. Los hijos de Israel
fueron liberados. ¿De qué fueron librados? No del juicio de Dios, sino del poder de Egipto y de
Faraón, es decir, del poder del mundo y de Satanás.
Los hijos de Israel disfrutaron de una doble salvación. El primer aspecto de su salvación fue la
sangre redentora, y el segundo aspecto fue el agua del juicio. ¡Aleluya por la sangre que redime y
por el agua que juzga! Sabemos lo que es la sangre redentora, pero dudo que muchos sepan lo que
es el agua del juicio. Para nosotros, el agua del juicio es la cruz de Cristo. La muerte del Señor Jesús
en la cruz es el agua del juicio. Una línea del himno 142 en nuestro himnario dice: “Yo el mar Rojo
al fin crucé”. La muerte del Señor fue el agua del juicio. Satanás y el mundo fueron juzgados en la
cruz. Cuando el Señor Jesús estaba a punto de ir a la cruz, El declaró: “Ahora es el juicio de este
mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31). Satanás y el mundo fueron
juzgados en la cruz.
El Señor salvó a Su pueblo del mundo juzgándolo. Dios ejecutó Su juicio sobre los egipcios, y ese
juicio fue una salvación para los israelitas. Para Satanás y su mundo, la cruz fue un juicio; mas para
nosotros, el juicio ejecutado sobre la cruz es una salvación. No es una salvación de ser condenados
por Dios, sino del poder de Satanás y de la influencia maligna de esta era de tinieblas. Este asunto
queda claro; así que, podemos volver al caso de Noé.
1. Noé se salvó
del juicio de Dios,
por el arca cubierta de brea
Indudablemente Noé se encontraba bajo la condenación de Dios. El estaba también bajo el poder
maligno de la era en la cual vivía. Noé construyó un arca que estaba cubierta de brea por dentro y
por fuera. La brea tipificaba la sangre redentora. Por consiguiente, Noé fue salvo del juicio de Dios
por la brea que cubría el arca.
2. Noé se salvó
del mundo condenado,
por medio del agua del juicio
¿Qué salvó a Noé de esa era maligna? El diluvio que Dios envió como juicio sobre el mundo
maligno. Ese diluvio, ese juicio, separó a Noé de aquella era. El agua del mar Rojo sepultó a los
egipcios y separó a los hijos de Israel del mundo egipcio, y las aguas del diluvio hicieron lo mismo
con Noé. Por una parte, el diluvio juzgó la era maligna; y por otra, separó a Noé de esa era. El agua
que juzgó al mundo salvó a Noé de la generación maligna. Como resultado de los dos aspectos de la
plena salvación de Dios, Noé fue salvo de la condenación de Dios y también de la generación
maligna.
Casi ningún cristiano conoce el segundo aspecto de la obra salvadora de Dios. Un cristiano
verdadero sabe que la sangre nos libra de ser condenados por Dios, de perecer eternamente. Le
damos gracias a Dios por eso. Pero ¿cuántos cristianos alaban al Señor por la salvación conferida
por medio del agua? Yo lo hago mucho. Hace más de cuarenta años, empecé a agradecer al Señor
por la salvación recibida por medio de la sangre y por la salvación recibida mediante el agua.
“Gracias, Señor, porque fui salvo del juicio de Dios y también del poder maligno de Satanás.
¡Aleluya, estoy fuera de Egipto!” Muy pocos cristianos saben que han sido librados de la era
maligna de este mundo, y por eso, tengo la carga de que todos veamos el segundo aspecto de la
plena salvación de Dios. La gran obra salvadora de Dios no sólo nos salva de Su juicio, sino
también del poder de Satanás.
a. Dios condenó al mundo
y todas sus edades
Dios condenó al mundo y todas sus edades. Existe un solo mundo con muchas edades. Tenemos la
era de la moda pasada y la era de la moda moderna. Existe una era del pelo corto y una era del pelo
largo. Dios condena todas las eras. El mundo de la era de Noé fue condenado (Gn. 6:11-13), y el
mundo de la era egipcia también fue condenado (Ex. 14:26-28).
El mundo entero constituye un sistema satánico que ha clasificado a toda la humanidad. El mundo
tiene varios departamentos así como distintas eras. En la misma era tenemos el departamento de
educación, de economía, de religión, etc. Cada departamento pertenece al sistema satánico que
clasifica y organiza al hombre. El mundo entero y todas sus épocas y departamentos se encuentran
bajo la condenación de Dios (Jn. 12:31; 16:11). No obstante, mi intención es que simplemente
veamos la condenación de Dios. Sólo debemos mirarla y seguir adelante hacia la salvación que El
nos da.
b. Tipificado por
las aguas del mar Rojo
Este bautismo por agua, que representa la muerte de Cristo, la cual juzga, también fue tipificado por
las aguas del mar Rojo que salvaron a los israelitas de la era egipcia (Ex. 14:26-28). Tenemos dos
clases de bautismo por agua: el diluvio y el mar Rojo. En 1 Pedro 3:20-21 dice que el diluvio por el
cual pasó Noé fue una figura del bautismo que nos salva, y en 1 Corintios 10:1-2 se nos revela que
el mar Rojo que atravesaron los israelitas también fue un bautismo que salvó al pueblo de Dios del
poder maligno, del cautiverio del enemigo. Todas las ocupaciones mundanas, los placeres
mundanos, las diversiones y los deportes, quedaron sepultados en el mar Rojo de nuestro bautismo.
Esta clase de bautismo eficaz en el poder del Espíritu nos salva del mundo, de la era maligna que
Dios condenó y juzgó.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TREINTA Y DOS
LA VIDA EN RESURRECCION
(1)
En el mensaje anterior, vimos que Noé y quienes le acompañaron en el arca, pasaron por las aguas
del diluvio. Como ya vimos, el paso por el agua tipifica el bautismo del Nuevo Testamento.
Después del diluvio, el arca reposó sobre los montes de Ararat (Gn. 8:4). Eso también fue una señal,
un tipo, una sombra de la resurrección de Cristo. La Biblia revela que el arca tipifica a Cristo. El
paso del arca por el agua representa el paso de Cristo por las aguas de la muerte bajo el juicio de
Dios. Al posarse el arca sobre las montañas, se indica que Cristo salió en resurrección de las aguas
de muerte.
E. La vida en resurrección
La Biblia es maravillosa. Génesis 8:4 revela que el arca se posó sobre los montes de Ararat en el
séptimo mes, a los diecisiete días del mes. Si leen la Biblia detenidamente y consideran la historia y
consultan en los mejores diccionarios de los idiomas originales, se darán cuenta de que en Egipto
durante la Pascua, el séptimo mes fue cambiado y vino a ser el primero (Ex. 12:2). Los judíos tienen
dos clases de calendarios: el calendario civil y el calendario sagrado. El calendario civil era el
antiguo, y el calendario sagrado era el nuevo, que empezó con la Pascua. Cuando Dios les pidió a
los israelitas que celebrasen la Pascua, El les dijo que aquel mes había de ser contado como el
primero del año. En hebreo, el nombre de aquel mes era Abib (Ex. 13:4), que significa nueva espiga
de maíz que germina o brota. Esto significa que Dios consideraba la Pascua como un nuevo
comienzo de vida. ¿Por qué hago notar esto? Porque el Señor Jesús fue crucificado el día de la
Pascua, el día catorce del mes (Ex. 12:6; Jn. 18:28). El calendario sagrado indica que El fue
crucificado el primer mes, y el calendario civil muestra que lo fue el séptimo mes, el mismo mes
cuando reposó el arca en el monte. El Señor fue crucificado el día catorce de aquel mes y fue
resucitado tres días después. Por tanto, el calendario sagrado indica que Cristo resucitó el día
diecisiete del primer mes. Según el calendario civil, ocurrió el día diecisiete del séptimo mes, el
mismo día en que el arca reposó sobre los montes de Ararat. Por tanto, en ese primer tipo, en que el
arca se posó sobre el monte, vemos la fecha exacta de la resurrección de Cristo. ¡Esto es
maravilloso!
En 1 Pedro 3:20-21 Pedro relaciona la resurrección de Cristo con el arca. El dijo que “ocho almas,
fueron llevadas a salvo por agua. Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo ...
por medio de la resurrección de Jesucristo”. La figura del bautismo también nos salva mediante la
resurrección. Repito que el reposo del arca sobre la cumbre del monte representa la salida de Cristo
de las aguas de muerte al resucitar. El mes y el día de estos dos eventos fueron idénticos.
2) Alejar la maldición
El ofrecer Cristo a Dios por medio de la cruz aleja la maldición. Como resultado de la primera caída
del hombre, éste quedó bajo maldición (3:17). ¿Qué es la maldición? La maldición, a la larga, es la
muerte. La muerte, incluyendo todos los demás sufrimientos, es la consumación de la maldición. Al
ofrecer a Cristo ante Dios por medio de la cruz alejamos la maldición. Esto significa que alejamos
la muerte. Todos los chismes, las murmuraciones, las críticas, las quejas, etc., son señales de la
maldición de la muerte. Todo eso queda eliminado al experimentar a Cristo mediante la cruz. Si no
experimentamos a Cristo por medio de la cruz, estamos bajo la maldición de la muerte, las
murmuraciones, los chismes, las críticas y las quejas. Entonces, si vamos a la reunión de la iglesia,
estaremos bajo la maldición de muerte. Cuando llegamos a una reunión y sentimos que la reunión
está en muerte, significa que la reunión está en cierta medida bajo maldición. Pero cuando llegamos
a una reunión llena de vida, y sentimos que hay algo viviente, encendido y resplandeciente, allí no
hay maldición. La maldición es alejada. En lugar de la maldición de la muerte, recibimos la
bendición de la vida. En la Biblia la consumación de la maldición es la muerte, y la bendición más
grande es la vida. La vida es la bendición dispuesta por Dios (Sal. 133:3). En una buena reunión de
iglesia, la muerte es sorbida y la maldición alejada.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TREINTA Y CUATRO
LA VIDA EN RESURRECCION
(3)
En los mensajes anteriores hablamos principalmente de la historia de Noé. Allí vimos que el arca
que hizo Noé pasó por las aguas e introdujo a Noé y a su familia en una nueva era. Según la
tipología, en aquel tiempo Noé y su familia vivían en resurrección, y esa clase de vida era una
sombra de la vida de iglesia. Esta sombra de la vida de iglesia en resurrección revela la manera en
que aquellos que constituyen la iglesia son resucitados juntamente con Cristo, la forma en que
adoran a Dios con Cristo y vuelven al propósito original de Dios que consiste en que el hombre lo
exprese y lo represente. Además, esta sombra muestra cómo los miembros de la iglesia viven bajo el
pacto de Dios. Podemos llamarlos el pueblo del pacto. Todo lo que hacen se encuentra bajo el pacto
de Dios y está lleno de bendiciones. También vimos que infortunadamente, en esa sombra de la vida
de iglesia hubo un fracaso, pues, en cierto sentido, Noé, quien era la autoridad delegada de Dios, le
falló a Dios. Ese fracaso puso ciertas cosas de manifiesto. Algunos recibieron bendición y otros
maldición.
1) De la línea de la maldición
Babel salió de las naciones que se encontraban en la línea de la maldición (10:6, 8). La línea maldita
acompañaba a Cam. Cus, el constructor de Babel, era hijo de Cam, y Nimrod, el hijo de Cus, fue el
primero en reinar sobre Babel.
Esto tipificaba al cristianismo. El cristianismo es tipificado en detalle por las naciones. Entre las
naciones, Babel provenía de la línea de maldición. ¿Cuál fue la causa de la maldición? ¡La rebelión!
Cam fue maldecido por haberse rebelado contra el gobierno de Dios. Los descendientes de Cam, a
quien Dios había maldecido por haberse rebelado contra el gobierno divino, fueron usados por
Satanás para establecer Babel, el sistema satánico. Sucede lo mismo hoy en día. Babilonia había
sido construida por cristianos que no se preocupaban por el gobierno de Dios, sino sólo por su
propio reino.
En cada denominación, incluyendo la Iglesia Católica Romana, hay cristianos auténticos y salvos.
Son el pueblo de Dios y le pertenecen al Señor. Pero la organización de las denominaciones en las
cuales se encuentran no pertenece a Dios. Las organizaciones denominacionales fueron usadas por
Satanás para establecer su sistema satánico a fin de destruir la economía de Dios en cuanto a la vida
adecuada de iglesia. Todos los verdaderos creyentes, dondequiera que estén, en las denominaciones
o aun en la Iglesia Católica Romana, son salvos, pero el sistema, la organización maligna, se
encuentra bajo el juicio de Dios.
c. En ese reino
Las cosas cambiaron después del diluvio. La situación cambió bajo el mando de la autoridad
delegada de Dios, el cual era una sombra del reino de Dios.
g. Reinan en resurrección
La iglesia es el dominio del reino. Sin embargo, este dominio no está en nuestra carne ni en nuestra
vida natural. Debe ser un dominio en resurrección. Esta clase de dominio no está limitado al futuro,
sino que debe estar en nuestro espíritu ahora. Supongamos que los ancianos entre nosotros asumen
su posición y ejercen autoridad para regir a los demás en la vida de iglesia. Esto nunca traerá
resultados. Si los ancianos intentan hacer eso, nos daremos cuenta en lo profundo de nuestro
espíritu de que los ancianos no reinan en resurrección sino en su posición. Todos debemos aprender
que en la iglesia, donde se encuentra la realidad del reino, debemos actuar por nuestro espíritu.
Debemos vivir y andar en resurrección. Mientras andemos en resurrección, tendremos autoridad. Es
correcto decir que los hermanos son la cabeza y que las hermanas deben estar bajo su autoridad. No
obstante, si los hermanos no viven ni actúan en el espíritu, y las hermanas sí, sentiremos en nosotros
que los hermanos no tienen autoridad y las hermanas sí. En tal caso, las hermanas tienen autoridad
porque su vida está en resurrección. Cuando hablamos valiéndonos de nuestro hombre natural,
perdemos terreno inmediatamente. Pero cuando hablamos y actuamos en el espíritu, mantenemos
una posición de autoridad. En la iglesia, el dominio no es humano ni natural, sino que está en
resurrección.
Permítanme decir algo a los cónyuges. Si un marido ejerce autoridad de manera natural,
inmediatamente deja de ser cabeza y se convierte en cola. Pero si vive en el espíritu, el Espíritu de
Dios pondrá en evidencia que él es la cabeza y que deben someterse a él. Incluso los pequeños
niños en las casas pueden entender eso. A menudo, cuando la madre y el padre discuten, los hijos
dirán: “Mamá, estás equivocada. Papá tiene razón. Debes escucharle”. En otras ocasiones, los hijos
dirán: “Papá, estás en la carne. Ya que estás en la carne, ¿cómo puedes ser la cabeza?” Eso sucede a
menudo en los hogares cristianos. El Espíritu Santo así como nuestros niños saben si estamos en la
carne o en el espíritu. Aun su niña de dos o tres años de edad sabe en qué posición está usted.
Maridos, no ejerzan su autoridad valiéndose solamente de su posición como cabeza. Tienen que
vivir y andar en el espíritu y estar en resurrección. Si lo hacen, serán la cabeza.
El dominio en el reino de Dios es un asunto de resurrección. Estar en resurrección significa estar en
el espíritu. ¡Cuánto debemos estar en el espíritu! Aunque a veces las esposas están equivocadas, el
Espíritu Santo dentro de ellas siempre tiene la razón. Dentro de ellas tienen un espíritu imparcial
que les dice: “Tu marido tiene razón”. Sin embargo, si no estamos en el espíritu, perdemos la base
correcta. Perdemos el dominio celestial. Si queremos estar en resurrección, debemos estar en el
espíritu. Cuando estamos en el espíritu, nos encontramos bajo el dominio celestial y este dominio se
ejerce espontáneamente sobre las circunstancias.
1. La causa
Detrás de cada una de las cuatro caídas había un origen único y común: Satanás, el enemigo de
Dios. Usted preguntará: “¿Acaso no es Dios el Todopoderoso? ¿Entonces por qué no destruyó a ese
enemigo? Le habría sido muy fácil hacerlo”. Sin embargo, aun el enemigo de Dios resulta, por lo
menos en una pequeña medida, útil para la economía de Dios. Aunque la economía de Dios tiene
muchas cosas positivas, necesita algunas cosas negativas que le sirvan de contraste. Satanás es una
de las cosas negativas.
Muchos filósofos han escrito libros acerca de la condición del hombre sobre la tierra. Sus escritos
están llenos de insensateces; ninguno de ellos dio en el blanco. Pero cuando llegamos a la Biblia,
encontramos que está llena de hechos y de revelación divina. No se desperdicia ninguna palabra.
Por ejemplo, los primeros dos capítulos de Génesis revelan el propósito de Dios y la relación entre
Dios y el hombre. En los siguientes ocho capítulos y medio, de Génesis 3 a la mitad de Génesis 11,
encontramos el relato de las cuatro caídas del hombre. En la cuarta caída el hombre cayó a lo más
bajo. Ninguna caída puede ser peor. Esto significa que en la cuarta caída del hombre, Satanás, el
enemigo de Dios, produjo los peores estragos. El no puede hacer nada más. El hizo todo lo posible
dentro de sus límites, usando todos los medios disponibles para provocar la cuarta caída del
hombre.
a. La instigación de Satanás
Satanás instigó una rebelión en el corazón del hombre contra Dios. Por consiguiente, la cuarta caída
fue una completa rebelión. La primera rebelión, a pesar de contener un pequeño elemento de
rebelión, no fue una rebelión en sí, sino mayormente una caída. Pero la última caída del hombre fue
verdaderamente una rebelión instigada por Satanás. La cuarta caída, igual que las tres anteriores,
tenía los dos factores de Satanás y el hombre. En esta caída Satanás fue la verdadera causa, porque
instigó una rebelión dentro del hombre en contra de Dios. En cierto sentido, creó una rebelión en el
corazón del hombre. En todas las caídas del hombre, éste cayó por lo menos de tres niveles. Ahora
debemos examinar cada uno de ellos.
1) El hombre cae de la presencia de Dios
a su propia conciencia
El primer nivel consistió en que el hombre cayó de la presencia de Dios a su propia conciencia. Esto
significa que el hombre descendió del gobierno divino a su propio gobierno. Génesis 2 revela que
después de que Dios creó al hombre, lo puso delante de Sí. El hombre estaba en la presencia de
Dios, y no había ninguna barrera entre Dios y él; no había ninguna separación ni obstáculo. El
hombre estaba en la presencia directa de Dios. En un sentido positivo, el hombre era directamente
gobernado por la presencia de Dios.
Como vimos en el mensaje diez, cuando Dios creó al hombre, lo hizo de tres partes: espíritu, alma y
cuerpo. El espíritu estaba directamente relacionado con la presencia de Dios, el alma estaba bajo la
dirección del espíritu humano, y el cuerpo bajo el control del alma. Originalmente el espíritu
humano estaba bajo el control de la presencia de Dios, su alma bajo el control de su espíritu, y su
cuerpo bajo el dominio de su alma. Tal era la condición del hombre al principio. En el principio, la
presencia de Dios era la esencia que controlaba. Podemos llamar así al gobierno divino. Antes de la
caída, el hombre creado que aún no había caído se encontraba directamente bajo el gobierno divino.
En aquel tiempo, el hombre ni siquiera era controlado por algo que proviniera de Dios. Estaba
controlado directamente por la presencia de Dios. ¡Cuán maravilloso era eso! Me gusta ser
controlado por la presencia de alguien. Si los hermanos me dicen unas palabras dirigiéndome a
hacer ciertas cosas, me sentiría bastante mal. No me gustaría ser controlado por sus palabras;
preferiría ser guiado por su presencia. Por ejemplo, en la vida matrimonial, las esposas a menudo
son controladas por la presencia de sus maridos. Esto es muy placentero. Lo observé con frecuencia
cuando me invitaban a cenar con una familia. El marido no tenía que decir nada a su esposa. Al
mirar ella los ojos de su marido, sabía exactamente lo que debía hacer. Con una sola mirada al
rostro de su marido, ella sabía que era tiempo de servir el té. Es bueno ser gobernado y dirigido por
la presencia de los seres queridos.
Al principio el hombre estaba bajo el control de la presencia de Dios, del cual cayó a su propia
conciencia. Este asunto de la conciencia ha sido un problema para la mayoría de los estudiantes de
la Biblia, porque nadie ha podido determinar si Dios le dio una conciencia al hombre cuando lo
creó. No hay ningún relato al respecto. Como resultado, muchos estudiantes de la Biblia han llegado
a la conclusión de que el hombre no tenía conciencia antes de su primera caída. Pero debemos creer
que desde el principio había en el hombre un elemento creado por Dios, que más tarde vino a ser la
conciencia del hombre. El elemento de la conciencia estaba dentro del hombre desde la creación,
pero la función de la conciencia sólo se desarrolló después de la caída, cuando Adán y Eva
participaron del árbol del conocimiento del bien y el mal y sus ojos fueron abiertos.
Inmediatamente, cuando se abrieron sus ojos, su conciencia empezó a funcionar. Dios es soberano y
previsivo. Cuando creó al hombre, lo acondicionó para que tuviera conciencia. El elemento de la
conciencia estaba presente en el hombre, pero su función no se ejerció hasta que el hombre fue
seducido por Satanás y cayó. Cuando sucedió esta caída, la conciencia empezó a funcionar.
Considere el ejemplo de una alarma contra robo. Un sistema de alarma se instala en un edificio,
pero sólo funciona en caso de que traten de robar. Si no hay ningún intento de robo, la alarma no
ejerce su función. Pero cuando se produce un robo, la alarma se activa inmediatamente. Este es un
ejemplo del elemento de conciencia que hay en el hombre, elemento que fue puesto en él cuando
fue creado. Fue instalado en el edificio humano cuando Dios lo creó. Pero la conciencia, ya presente
en el hombre, tenía que esperar el momento propicio para funcionar. Ese momento se dio cuando el
hombre cayó por primera vez. Cuando se produjo esa caída, la conciencia empezó a funcionar
inmediatamente, y Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos (3:7). Se sintieron
avergonzados. Ese fue el comienzo de la función de la conciencia humana.
Es bueno que los seres humanos pueden sentirse avergonzados. Si yo robara algún objeto y me
jactara de ello, sería una cosa terrible. Si robara algo, debería sentirme avergonzado. Pero mucha
gente hoy en día no siente ninguna vergüenza; no se siente avergonzada por sus maldades. Sin
embargo, la vergüenza protege a los hombres caídos; forma parte de la función de nuestra
conciencia. Si tenemos una conciencia genuina, buena y limpia, siempre nos avergonzaremos
cuando nuestras acciones sean sucias o inmorales. Ella es una excelente protección.
La función de la conciencia ha preservado el linaje humano en toda la historia. El mero hecho de
confiar en las leyes, los tribunales y la policía no es suficiente. Se necesita una obra detallada,
interior y profunda: la función de la conciencia. La función de la conciencia no sólo nos condena,
sino que también nos permite sentir vergüenza. ¡Cuánto se ha deteriorado la condición humana en
los últimos cincuenta años! Ahora la inmoralidad es pública. Incluso algunas personas se jactan de
su inmoralidad sin sentir ninguna vergüenza. Parece que no tuvieran conciencia. Son semejantes a
los animales. ¿Qué diferencia hay entre el hombre y los animales? El hombre tiene una conciencia
que le da un sentido de vergüenza. Los animales no tienen esa conciencia. Esto forma parte de la
soberanía de Dios en Su administración sobre el hombre. En la primera caída, el hombre cayó de la
presencia de Dios a su propia conciencia. Caer de la presencia de Dios fue realmente lamentable.
Pero aun habiendo bajado a la conciencia, ésta seguía siendo una salvaguarda.
b. La rebelión de la humanidad
El segundo factor de la causa de la cuarta caída fue la rebelión del género humano. Toda la
humanidad se rebeló colectivamente contra el derecho y la autoridad de Dios. Como ya vimos, lo
que estaba en juego era ¿quién tendría el derecho en este universo, quién tendría la autoridad sobre
la tierra? Toda la humanidad fue alborotada, por haber sido incitada a rebelarse y declarar que no se
preocupaba por el derecho de Dios ni por Su autoridad.
3. El resultado
a. Esparcidos en el vivir
Como resultado de la cuarta caída del hombre, la humanidad fue esparcida en el vivir; no pudieron
vivir juntos en un solo lugar (vs. 8-9). La Biblia relata que en el primer siglo, la iglesia no fue
esparcida. La iglesia se extendía. Del mismo modo, en todas nuestras migraciones, nos extendimos.
La dispersión significa división. Pero nosotros no estamos divididos. Somos uno y nos extendemos.
Esperamos que más iglesias sean establecidas en los años venideros. Pero eso no será una
dispersión, sino una maravillosa extensión. La iglesia no va a dispersarse; va a extenderse.
b. Confundidos en el idioma
Segundo, como resultado de la cuarta caída, la humanidad fue confundida en su lenguaje; y no pudo
hablar el mismo idioma (vs. 7, 9). En Babel la lengua fue confundida. Como dije en el mensaje
treinta y cuatro, el lenguaje es la afirmación, la expresión, de nuestros conceptos. En la iglesia no
deberían existir varias clases de enunciaciones, porque en la iglesia deberíamos tener un solo sentir.
En Romanos 15:5-6, 1 Corintios 1:10 y Filipenses 2:2, el apóstol Pablo exhortó a los creyentes a
tener un solo sentir. Nosotros tenemos una sola mente. Algunas personas nos critican severamente,
diciendo que todas las iglesias locales son idénticas, hablan lo mismo y tienen el mismo concepto.
Aunque ellos afirman que eso es terrible, yo pienso que es maravilloso. Es lo contrario de Babel.
La maldición siempre conduce a la confusión. Si en la iglesia en Anaheim, tenemos diferentes ideas
y opiniones, eso es señal de que la maldición ha caído sobre nosotros. En todos los años que he
estado en la obra, nunca he pronunciado una sola palabra de disensión. Esto no significa que en
cada aspecto yo era idéntico a los demás colaboradores, pero sí me di cuenta de que no debería ser
una persona bajo la maldición. Todo disidente estará bajo maldición. ¡Tengan cuidado! No sean
disidentes. Si son disidentes, serán los primeros en estar bajo la maldición. La bendición de vida
eterna que Dios envía, reposa sobre la unidad (Sal. 133:3). Le doy gracias al Señor porque en el
transcurso de los años no he recibido maldición, sino bendición, porque nunca fui disidente con los
colaboradores. En la vida de iglesia debemos mantenernos alerta y no decir cosas distintas. No
intente exhibir su inteligencia o su perspicacia. No intente mostrar que es mejor ni más grande que
los demás. La persona más perspicaz es aquella que recibe la bendición, y recibir la bendición
depende del hecho de hablar la misma cosa. Romanos 15:5-6 habla de que debemos tener una sola
mente y hablar al unísono. La iglesia debería tener una sola boca porque es un solo cuerpo. Mírese
usted mismo. ¿Cuántas mentes y cuántas bocas tiene? Por supuesto, usted tiene una sola mente y
una sola boca. Si tuviera dos mentes, tendría muchas dificultades. La razón por la cual el
cristianismo actual tiene tantos problemas es que hay miles de mentes. El cristianismo actual casi no
tiene manos ni pies; sólo tiene mentes y bocas. Cada miembro forma una boca. Cuando me
encontraba en esa situación, no podía escuchar nada más que: “No estoy de acuerdo con eso”, o
“No creo en esto”, o “No me parece”. Las esposas ni siquiera estaban de acuerdo con sus maridos,
ni los hijos con los padres. Esta es la situación predominante en el llamado cristianismo. Esta es la
razón por la cual el cristianismo está lleno de maldición.
¿Qué tenemos en la vida de iglesia? Tenemos la bendición porque tenemos una sola mente y una
sola boca. Si usted visita la iglesia en Hong Kong hoy y la iglesia en Tokio mañana, quedará
sorprendido al oírles hablar la misma cosa. Hace poco estuve un mes en Taipéi y luego pasé unos
días en Corea y en Japón. Los creyentes de Corea y los de Japón hablaban lo mismo que los de
Taipéi. A pesar de no entender el coreano ni el japonés, podía comprender sus labios. Sus labios no
estaban confundidos. Esto no es Babel sino Pentecostés. En el día de Pentecostés, los diferentes
pueblos que hablaban idiomas distintos se entendieron entre sí (Hch. 2:7-11). La vida de iglesia
actual es el verdadero Pentecostés. No estamos dispersos; tenemos unidad. No tenemos confusión;
tenemos un solo hablar. Somos verdaderamente pentecostales.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TREINTA Y SIETE
EL SIGNIFICADO DEL LLAMADO DE
DIOS
V. EL LLAMADO DE DIOS
INTRODUCCION
En este mensaje llegamos a la sección más maravillosa del libro de Génesis: la sección sobre el
llamamiento que Dios hace (11:10—50:26). Génesis, un libro de cincuenta capítulos, se divide en
tres secciones. La primera sección (1:1—2:25) trata de la creación, la segunda (3:1—11:9) narra la
manera en que la serpiente corrompió a la humanidad, y la tercera presenta el llamado de Jehová.
Cada sección empieza con una frase especial. La primera sección empieza con las palabras: “En el
principio creó Dios”. La segunda sección empieza con la frase: “Pero la serpiente”. La tercera
sección empieza con las palabras: “Pero Jehová” (12:1). En estas tres secciones vemos tres títulos:
Dios, la serpiente y Jehová. Estos títulos tienen mucho significado para nosotros. Dios creó, luego
la serpiente se infiltró para corromper, y luego Jehová vino e hizo un llamamiento. Por tanto, el
libro de Génesis narra primordialmente tres eventos.
La Biblia revela que Elohim, la palabra hebrea que se traduce Dios en 1:1, es un título relacionado
principalmente con la creación. No obstante, el título Jehová tiene que ver particularmente con la
relación que Dios tiene con el hombre en cuanto a la vida. Jehová forma una parte esencial del
maravilloso nombre de Jesús, pues Jesús significa “Jehová el Salvador”. Puesto que el nombre Jesús
incluye a Jehová, podemos decir que Jesús es el Jehová del Nuevo Testamento y que Jehová es el
Jesús del Antiguo Testamento.
En estas tres secciones de Génesis vemos que Dios creó, la serpiente, Satanás, corrompió, y Jehová
hizo el llamamiento. Por consiguiente, en estas secciones tenemos la creación, la corrupción y el
llamamiento. ¿Cuál de éstas le agrada más a usted? A mí me gusta el llamamiento de Dios. No
somos solamente los seres creados sino también los llamados.
2. El cambio de linaje
Cuando Dios hizo el llamamiento, el nuevo comienzo de Dios para con el hombre constituyó el
traspaso a otro linaje. Al llamar a Abraham, Dios indicaba que abandonaba el linaje de Adán y que
escogía a Abraham y sus descendientes como el nuevo linaje para que fueran Su pueblo a fin de
cumplir Su propósito eterno. Este fue un traspaso de linaje, del linaje adámico, el género creado, al
linaje de Abraham, el linaje llamado (12:2-3; Gá. 3:7-9, 14; Ro. 4:16-17). Cuando decimos que el
llamamiento de Dios es un nuevo comienzo, debemos entender que este nuevo comienzo es un
traslado de linaje. Todos fuimos trasladados del viejo linaje creado al nuevo linaje llamado. Aunque
nacimos en un linaje específico, cuando fuimos llamados, fuimos trasladados a otro linaje, el de los
llamados.
3. El cambio de vida
El traslado de linaje en el llamamiento que hizo Dios es, en realidad, un traslado de vida. Usted
puede declarar con certeza que ha cambiado de linaje, pero ¿puede afirmar que ha experimentado el
cambio de vida? Aunque tuvimos el traslado de linaje, seguimos en el proceso del traslado de vida.
No me atrevo a decir que he tenido un pleno traslado de vida. Tampoco podría decir que no tuve
ningún traslado de vida. He tenido cierta medida de traslado de vida, pero este proceso todavía no
se ha completado. Todos estamos en el proceso del traslado de vida.
Necesitamos un traslado interior de vida. Aunque fuimos trasladados de linaje, la vida que hay
dentro de nosotros también debe ser cambiada. Sin este traspaso interior de vida, seguiremos siendo
idénticos al linaje caído. Si pasamos simplemente de una posición a otra, en realidad seguiremos
iguales en vida. El traslado en sí no puede cumplir el propósito que Dios tuvo al llamarnos. También
debe haber un traslado de vida.
El traslado de vida nos pasa de la vida de Adán a la vida de Cristo; por esta razón, se trata de un
traslado de la vida de la vieja creación a la vida de la nueva creación. Debido a la caída del hombre,
la creación original de Dios se envejeció y dejó de cumplir el propósito de Dios. Por tanto, Dios
necesita una nueva creación, una creación con una vida más fuerte y mejor que la vida creada de
Adán. Esta vida más fuerte es la vida increada de Dios, la vida de Cristo. El traslado de vida en el
llamado de Dios se efectúa de la vida caída de la vieja creación a la vida más fuerte y mejor de la
nueva creación.
b. En Isaac
En cierto sentido se cumplió el traslado de vida en Isaac, pero no se completó. Lo sabemos por el
hecho de que Isaac engendró a Esaú, a quien Dios aborreció (Ro. 9:13). Esto significa que dentro de
Isaac todavía permanecía la vida natural. Por consiguiente, podemos decir que en Isaac el traslado
de vida no fue completado. Se completó en Jacob.
c. En Jacob
d. En los creyentes
3) Se completa en la redención
y transfiguración de nuestro cuerpo
El traspaso de la vida se completará cuando el Señor vuelva. En ese entonces, nuestro cuerpo será
plenamente redimido y transfigurado (Ro. 8:23; Fil. 3:21). Entonces seremos los llamados, no sólo
por haber sido trasladados de linaje, sino por haber experimentado un traslado completo en vida. En
aquel tiempo disfrutaremos de todas las bendiciones que Dios prometió a nuestro padre Abraham.
Este es el llamamiento de Dios. El llamamiento de Dios no está dirigido a los descendientes de
Abraham en lo natural, sino a los que siguen a Abraham en el ejercicio de la fe que han obtenido, en
vivir por Dios y en El, y en experimentar el traslado de la vida por la obra de Dios. Como resultado
de este proceso, seremos un nuevo pueblo, un pueblo de llamados de Dios. Entonces disfrutaremos
de todas las bendiciones de la promesa de Dios. Todo lo que Dios prometió a Abraham vendrá a ser
las bendiciones del evangelio neotestamentario del cual todos participaremos mediante la fe en
Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TREINTA Y OCHO
EL TRASFONDO Y EL ORIGEN
DEL LLAMAMIENTO DE DIOS
Y LA EXPERIENCIA DE LOS
LLAMADOS
Génesis es un libro extenso, pero contiene solamente tres secciones: la creación (1:1—2:25), la
corrupción introducida por la serpiente (3:1—11:9), y el llamamiento de Jehová (11:10—50:26). En
el mensaje anterior vimos el significado del llamamiento de Dios. El llamado de Dios denota el
nuevo comienzo que El establece, el traslado de linaje, y el traslado de vida. Por nuestra parte, el
llamado de Dios es un traslado de linaje y de vida, pero por el lado de Dios es un nuevo comienzo.
Dios tuvo un nuevo comienzo al crear al hombre, pero éste se corrompió. Por tanto, Dios vino a
iniciar algo nuevo al llamar a Abraham. En realidad, este nuevo comienzo es el traslado del linaje
de Adán al de Abraham, un traslado del linaje creado al linaje llamado. El llamamiento de Dios
significa que somos llamados a salir del linaje original creado para pasar al linaje actual llamado.
Este traslado de linaje no es solamente un asunto de posición, sino también de disposición, pues se
trata en realidad de un traslado de vida.
Abraham experimentó el traslado tanto de posición como de disposición. Fue trasladado del antiguo
país de Caldea a la buena tierra de Canaán. Este fue un traslado de posición. No obstante, Dios se
forjó en él y también obró en él. En cierto momento, Dios le dijo que su nombre debía ser cambiado
(17:5). La Biblia enseña que el cambio de nombre siempre indica un cambio de vida. Cuando el
nombre de Abraham fue cambiado, su disposición, su vida, también cambió. Dios parecía decir a
Abraham: “Sigues en el viejo hombre. Estás demasiado enfrascado en tu vida natural. Aunque fuiste
llamado a salir del viejo linaje, todavía permanecen en ti la naturaleza y la vida del viejo linaje, y
todavía vives por esa vida. Es necesario que Yo obre en ti. Debo cortar esa vida”. La extirpación de
la vida vieja estaba representada por la circuncisión. La circuncisión de Abraham se produjo cuando
Dios cambió su nombre. Exteriormente, su nombre fue cambiado e interiormente Dios tocó su
disposición, su naturaleza y su vida. Después de que la fuerza de la vida natural de Abraham hubo
sido cortada, nació Isaac en “el tiempo de la vida”. En realidad, Isaac no nació de la fuerza natural
de Abraham; nació de la venida de Dios, pues Dios había dicho: “Al tiempo señalado volveré a ti, y
según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo” (18:14). La venida del Señor fue el nacimiento de
Isaac. Esto significa que Isaac no fue producido por la fuerza natural de Abraham sino por una vida
sometida a Dios. Con eso vemos que Abraham no sólo fue trasladado de posición, sino también de
disposición.
Aparentemente Isaac no necesitaba un traslado de vida. No obstante, Esaú, el primero de los
gemelos nacidos de Isaac y Rebeca, estaba centrado en lo natural. Dios nunca acepta nada de lo
natural. Puesto que el primer hijo de Isaac era muy natural, Dios escogió al segundo. El primogénito
representa la vida natural. Por esta razón, Dios quitó la vida a todos los primogénitos de Egipto la
noche de la Pascua. Por el contrario, el segundo representa la vida trasladada. Jacob, por ser el
segundo, fue escogido.
Aunque Jacob fue escogido, su naturaleza no fue cambiada. Por tanto, en cierto momento, Dios
vino y tocó la fuerza natural de Jacob. En aquel tiempo, su nombre fue cambiado de Jacob,
suplantador, por Israel, príncipe de Dios. De ahí en adelante, Jacob quedó cojo. Esto constituyó una
señal de que Dios lo había tocado, de que su fuerza natural había sido anulada y de que había
llegado a ser un príncipe de Dios. Este es el verdadero significado del llamamiento de Dios.
¿Fue usted llamado? Si tal es el caso, entonces debe salir de Caldea, de Babel, el antiguo linaje y de
su vida natural. Debe salir de su vida natural y extirparla. En el llamado de Dios, se necesita el
nuevo comienzo, el traslado de linaje y el traslado de vida. Todos debemos ser trasladados. En todos
los años en que he estado con los santos, he observado el proceso de este traslado. Me he regocijado
al ver que tantos santos han pasado por el traslado de vida. A veces este proceso no es agradable,
pero después uno puede ver en los santos el verdadero traslado de vida. Este es el significado del
llamado que Dios hace.
1. Rechazaron a Dios
Ahora en este mensaje, debemos ver la experiencia de los llamados. Pero antes de llegar allí,
debemos considerar el trasfondo y el origen del llamamiento de Dios.
Cuando Dios se apareció a Abraham, éste tenía un trasfondo muy oscuro. Sus antecedentes eran
bastante negativos. El primer aspecto de este trasfondo fue el rechazo de Dios por parte del hombre.
Este rechazo estaba representado por la construcción de una ciudad. Lo vimos en el caso de Caín en
el capítulo cuatro. El hombre construyó una ciudad porque había perdido a Dios como protección.
Al dejar de tener a Dios como salvaguardia, el hombre construyó una ciudad para protegerse. Por
tanto, la construcción de la ciudad fue la señal de que el hombre había rechazado a Dios. El hombre
parecía decir: “Que se vaya Dios. Yo construiré un ciudad para protegerme”. La construcción de la
ciudad fue la declaración de que el hombre había rechazado a Dios.
2. Exaltaron al hombre
El hombre rechazó a Dios, y además construyó una torre para exaltarse a sí mismo. La torre fue un
indicio de la exaltación del hombre. Cuando el hombre rechaza a Dios, se exalta automáticamente a
sí mismo. Cada vez que el hombre construye una ciudad, edifica también una torre para hacerse un
nombre.
2. El llamado de Dios
Dios no sólo se apareció dos veces a Abraham, sino que lo llamó dos veces. El primer llamado lo
hizo Dios a Abraham cuando éste estaba en Ur (Hch. 7:2-4). Hechos 7 revela que Dios llamó a
Abraham a salir de su tierra y de su parentela. Sin embargo, en el segundo llamado, en Harán, Dios
llamó a Abraham a salir de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre (12:1). Así que Dios se
apareció dos veces a Abraham y lo llamó dos veces. La primera vez, lo llamó a salir de su tierra y
de su parentela, mas no mencionó la casa del padre. Por tanto, la familia del padre también salió de
Ur. No obstante, cuando Dios llamó a Abraham por segunda vez, no sólo le pidió que saliera de su
tierra y su parentela, sino también de la casa de su padre. Abraham recibió de Dios dos apariciones
y dos llamados. Estas apariciones y llamamientos de Dios muestran que Dios mismo fue el origen
del llamado.
D. La experiencia de los llamados
2) La experiencia de Isaac
Vemos otro ejemplo de eso en Isaac. La experiencia de Isaac no tuvo principio ni fin. El nunca fue
llamado y nunca maduró. Aunque bendijo a sus hijos, lo hizo ciegamente (27:18-29), y no con la
lucidez que lo hizo Jacob a sus nietos. Isaac necesitaba el comienzo contenido en las experiencias
de Abraham y Jacob y el fin contenido en la experiencia de Jacob para ser completo. Isaac estaba en
el medio. El nunca pasó por la disciplina del Señor. No necesitaba experimentar la mano el Señor
sobre sí, aunque sí la experimentaron su padre y su hijo. El estaba plenamente cubierto por estos
dos lados en cuanto al quebrantamiento de parte de Dios. A menudo nos conviene estar en medio de
otros miembros del Cuerpo, pues los que nos aventajan y los que vienen detrás se convierten en
nuestro complemento. Esta es la coordinación entre los miembros del Cuerpo.
3) La experiencia de Jacob
Jacob en su experiencia tuvo el mejor final, el más elevado, y más maduro. El empezó como una
persona que suplantaba con sutileza, pero después de que Dios obró en él, llegó a una madurez
plena. El libro de Génesis habla de personajes muy buenos, como por ejemplo, Abel, Enoc, Noé y
Abraham, pero ninguno de ellos es tan maduro como Jacob. Después de haber madurado, sus manos
de suplantador se convirtieron en manos de bendición. Cuando alguien estaba bajo sus manos, no
recibía ninguna condenación; sólo recibía bendiciones. El no sólo bendijo a los descendientes de la
fe, sino también a la gente del mundo. El tenía un nivel muy elevado de madurez.
A pesar de haber madurado en vida, Jacob no tuvo ni la experiencia de ser llamado ni la vida de fe.
Tampoco tuvo la experiencia de heredar la gracia. Para ser completo, Jacob necesitaba el
llamamiento y la vida de fe que experimentó Abraham, y también la experiencia de Isaac de heredar
la gracia. Jacob era pobre en fe. El no sabía cómo creer; sólo sabía suplantar. Abraham fue
bendecido por Melquisedec después de haber dado muerte a los reyes. Más adelante se encontró con
el rey de Sodoma. Este le dijo a Abraham, quien había obtenido la victoria para dicho rey, que
tomara para sí el botín. Pero Abraham no quiso tomar ni un solo hilo de los despojos, pues creyó en
la suficiencia de la provisión del Dios todopoderoso (14:19-23). Abraham había recibido la
bendición de Melquisedec y no necesitaba ayuda del rey de Sodoma. Así fue cómo Abraham
experimentó la fe. Pero la experiencia de Jacob fue muy distinta. Adondequiera que iba, él era el
primero en suplantar. En medio de una vida de suplantador, Jacob hasta hizo un trato con Dios.
Cuando Dios se le apareció en sueños en Bet-el, Jacob dijo al despertar: “Si fuere Dios conmigo, y
me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir ... Jehová será
mi Dios ... y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (28:20-22). Jacob hizo un trato
con Dios. Cuando Dios satisficiera sus necesidades, Jacob le daría a cambio el diezmo. Jacob
parecía decirle: “Dios, si me provees el alimento, la ropa y las demás cosas necesarias, entonces te
daré una comisión del diez por ciento”. Según este negocio, Jacob recibiría el noventa por ciento y
Dios solamente el diez. Así vemos que Jacob no tenía la fe de Abraham.
No obstante, al final Jacob llegó a la plena madurez. El alcanzó un grado de madurez tal que José,
quien era parte suya, reinó sobre todo el mundo. En aquel tiempo, el mundo estaba bajo la mano de
Faraón, y la autoridad de Faraón estaba totalmente con José. En realidad, José no reinó por Faraón
sino por Jacob. Aquí vemos el reino. El Nuevo Testamento acaba con el reino. Después de que los
llamados hayan completado sus experiencias con el Dios Triuno, vendrá el momento de reinar. Este
será el milenio. José sólo reinó varios años, pero en el reino regiremos durante mil años.
Si añadimos las experiencias de Abraham, Isaac y Jacob, tenemos un cuadro vívido de la
experiencia completa de los llamados. Como ayuda, consideremos el diagrama que aparece en la
página 541. Abraham, Isaac y Jacob, quienes fueron llamados por Dios, fueron escogidos en la
eternidad pasada. Entonces, en el debido tiempo, después de su nacimiento, fueron llamados.
Muchos años después de ser llamado Abraham, fue circuncidado y su nombre cambiado. Esto es lo
que indica la curva. Esta es una línea, o sea, un aspecto, de la experiencia de los llamados. Vemos
en el diagrama que la experiencia de Isaac es una línea recta. Es como un insípido vaso de agua. Al
llegar a la experiencia de Jacob vemos otra curva. Después de ser tocado y quebrantado el
suplantador, llegó a ser un príncipe de Dios. Finalmente, los tres llamados convergen en una línea
recta. Los tres estarán allí en la eternidad futura. Con este diagrama vemos que Jacob, o Israel,
incluye a José. Como ya vimos, la razón es sencilla: José era la parte reinante de Jacob. Jacob era un
príncipe de Dios, mientras que José reinaba sobre el mundo, con dominio sobre toda la tierra en
lugar de Jacob. José fue el hijo reinante y Jacob el padre reinante.
Las experiencias de Abraham, Isaac y Jacob constituyen la experiencia completa del hombre
corporativo que recibió el llamamiento. Si vemos eso, nos inclinaremos y diremos: “Oh Dios Padre,
te necesitamos. Necesitamos Tu plan, Tu propósito, Tu elección, Tu predestinación, Tu
llamamiento, Tu justificación, Tu aceptación y Tu cuidado. Oh Dios Hijo, Te necesitamos.
Necesitamos que nos redimas para que podamos heredar. Necesitamos que cumplas todo lo que el
Padre planeó, todo lo que el Padre determinó hacer. Oh Dios Espíritu, Te necesitamos. Necesitamos
que nos regeneres, nos disciplines, nos transformes y nos hagas crecer hasta la madurez en vida.
Necesitamos que hagas de nosotros los verdaderos Israel. Necesitamos que lleves a cabo todo lo que
el Padre planeó y todo lo que el Hijo cumplió por nosotros. Nuestro Dios Triuno, ¡Nos inclinamos
ante Ti, cuánto te adoramos, te alabamos y te agradecemos por todo lo que has hecho por nosotros y
en nosotros!”.
Después de ver esto, nos humillaremos al darnos cuenta de que toda la experiencia del hombre
corporativo llamado es demasiado grande para vivirla individualmente. Yo no puedo ser Abraham,
Isaac, y Jacob, además de José. Sólo puedo ser uno de los tres, y por eso debo aprender a depender
de mis hermanos para lo demás. Aun si yo fuese tan maduro como Israel, seguiría necesitando que
alguien fuese mi Abraham y mi Isaac. Todos debemos entender que no podemos ser más que un
miembro del Cuerpo. Necesitamos a los demás miembros. Según nuestra tradición, todos ponemos
a Abraham en primer lugar, con la idea de que él supera a los demás. Pero ése no es el caso. A pesar
de superar a otros en la fe, no los superaba en madurez. Como vimos, Jacob fue el más maduro.
En la actualidad todos estamos en este proceso, en la experiencia de los llamados de Dios. Algunos
de nosotros somos Abraham, otros Isaac, y otros Jacob. Ahora disfrutamos al Dios Triuno en
nuestra experiencia, y no en teología. No lo consideramos a El como un concepto doctrinal, sino
como un deleite que podemos experimentar. Estamos disfrutando a Dios el Padre, a Dios el Hijo y a
Dios el Espíritu. Es muy bueno disfrutar del llamado, la justificación, la aceptación y el cuidado que
el Padre nos da. ¡Cuán maravilloso es ver que el Hijo nos redime, nos salva y nos introduce en la
herencia y cumple el propósito eterno de Dios! ¡Cuán excelente es experimentar la regeneración, la
disciplina y la transformación del Espíritu que nos hace crecer y madurar. No sólo hablamos del
Dios Triuno; lo experimentamos a El; participamos del Padre, del Hijo y del Espíritu. El Dios
Triuno está con nosotros como nuestra experiencia. En la vida de iglesia, somos Abraham, Isaac y
Jacob, e incluso José, pues experimentamos al Dios Triuno. Disfrutamos de la elección, la
predestinación, el llamamiento, la justificación, la aceptación, el cuidado, la redención, la herencia y
el cumplimiento del propósito de Dios, la regeneración, la disciplina, la transformación, el
crecimiento, la madurez y, por último, el reinado. ¡Alabado sea el Señor! Este es el Dios Triuno y el
hombre corporativo que ha recibido el llamamiento.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TREINTA Y NUEVE
EL MOTIVO Y LA FUERZA DEL
LLAMAMIENTO
En el mensaje anterior vimos que el Dios Triuno trató a Abraham, Isaac y Jacob como a un solo
hombre corporativo y completo. Si queremos penetrar en la última sección del libro de Génesis, la
sección sobre el llamamiento que Dios hace, debemos recordar que Abraham, Isaac y Jacob no son
tres seres separados y completos como individuos, sino un solo hombre corporativo y completo,
conforme a la dispensación de Dios. Dios se relacionó con cada uno de ellos, considerándolos parte
de una unidad completa. Las experiencias de ellos no son experiencias separadas e individuales,
sino aspectos de una experiencia completa.
2. El primer aspecto:
la experiencia de Abraham
En este mensaje veremos el primer aspecto de la experiencia completa de los llamados de Dios.
Vemos claramente este aspecto en la vida de Abraham (11:10—25:18). Esto es bastante
fundamental. La vida de Abraham es un ejemplo del primer aspecto de la experiencia completa de
los llamados de Dios. Su experiencia va del llamamiento, pasa por el vivir por fe en comunión, y
llega al conocimiento de la gracia.
a. Llamado
En la experiencia de Abraham, primero Dios lo llamó. Como ya vimos, los llamados no iniciaron
este llamado. Lo originó el Dios que llama. Dios fue el originador de Su llamamiento.
1) El motivo y la fuerza
Así como el llamado de Dios no lo originaron los llamados sino el Dios que llama, el motivo y la
fuerza de recibir dicho llamado no se originaron en los llamados sino en el que llama. El motivo y la
fuerza por los cuales Abraham pudo responder provinieron de Dios mismo. ¿En qué consistieron
este motivo y esta fuerza? Si examinamos detalladamente la situación, podremos ver tres cosas que
motivaron a Abraham a aceptar el llamado de Dios: la aparición de Dios, el llamado de Dios y la
promesa de Dios. Ahora consideraremos cada uno de estos puntos.
a) La aparición de Dios
El primer aspecto del motivo y la fuerza para aceptar el llamado de Dios fue la aparición de Dios. Si
usted tuviera que recibirme a mí, eso no significaría nada porque yo no soy nadie. Pero si el
presidente de Estados Unidos lo visitara personalmente a usted, usted estaría muy emocionado.
Probablemente no dormiría en toda la noche. Ahora bien, ¿quién vino a visitar a Abraham? ¡El Dios
de gloria! (Hch. 7:2). Aparte de las palabras de Esteban en Hechos 7:2, donde dijo a sus
perseguidores que el Dios de gloria se había aparecido a su padre Abraham, ningún otro versículo
de la Biblia menciona la aparición del Dios de gloria a Abraham. Mientras Esteban hablaba, se le
apareció el Jesús de gloria (Hch. 7:55-56). Se abrieron los cielos y él vio a Jesús en gloria, de pie a
la diestra de Dios. Esteban se atrevió a morir por Jesús, porque vio al Señor Jesús mientras sus
opositores le resistían. Estos lo apedrearon, pero Jesús le sonrió. Le resultó fácil, y hasta le causó
mucha alegría, sufrir persecución, porque el Señor se le había aparecido. Esa persecución no se
podía comparar con la aparición de Jesús en gloria. Al estar Esteban en esa situación, se le apareció
el Jesús en gloria. Sin esa aparición, un ser humano difícilmente podría resistir semejantes
circunstancias.
Sobre este mismo principio, el Dios de gloria se apareció a Abraham, visitándole con Su aparición
personal, porque en aquel tiempo Abraham se encontraba bajo la influencia de su marcado pasado
caldeo. Como veremos en el mensaje siguiente, en hebreo “Caldea” significa demoníaco. Caldea era
un lugar demoníaco, un sitio lleno de demonios. Josué 24:2 dice que Abraham y su familia servían a
dioses ajenos. Adoraban a los ídolos, detrás de los cuales había demonios.
Caldea se encontraba en una región llamada Mesopotamia. La palabra “Mesopotamia” significa
“entre ríos”. La geografía nos muestra que la región de Mesopotamia estaba rodeada de dos grandes
ríos: el Eufrates (Perat en hebreo) y el Tigris (Hidekel en hebreo). Entre estos dos ríos había una
gran llanura, la tierra de Mesopotamia. Caldea formaba parte de Mesopotamia. Esto significa que la
morada de Abraham no sólo se hallaba en un lugar lleno de demonios sino también en un lugar
rodeado por dos ríos grandes. A Abraham o a cualquiera le habría resultado muy difícil abandonar
ese lugar, pues los demonios lo tendrían asido y los grandes ríos lo tendrían encerrado. Puesto que
la gente carecía de medios modernos de transporte, tenía que caminar. ¿Cómo pudo Abraham salir
de Caldea? Su trasfondo tan fuerte llevó a Dios a aparecérsele para que pudiera salir de ese lugar.
Este es un cuadro o un ejemplo de nuestra situación antes de ser salvos. Todos estábamos en alguna
especie de Caldea. Los jóvenes deben ver que el colegio es una Caldea, un lugar lleno de demonios.
Muchos estudiantes son pequeños demonios que venden estupefacientes e intentan desubicarlos,
diciendo: “¿Cómo puedes ser diferente de nosotros? Si quieres ser diferente de nosotros, ¿adónde
irás? Hay dos ríos grandes que te mantienen aquí. ¡Debes quedarte con nosotros!”. A veces los
maridos son demonios para las esposas, y éstas lo son para los maridos. En cuanto a la gente
mundana, cuando un joven se casa, entra en un área demoníaca. Pasa lo mismo con toda joven que
se casa. Considere el ejemplo de un joven que se enamora de una joven. Esta muchacha tiene un
terrible trasfondo, compuesto de muchísimos parientes y amigos, todos los cuales son demoníacos.
Si el joven se casa con ella, caerá en una región demoníaca. Si él viene a verme, le diría: “No
pienses que esta mujer joven es muy bonita, simpática y amable. Debes ver su trasfondo. No te vas
a casar solamente con ella; te casas con todo su trasfondo. Después de casarte con una muchacha
que tiene un trasfondo tan demoníaco, te encontrarás en Caldea. Allí los demonios se asirán de ti”.
Sin embargo, Dios escogió a dicho joven. No se imagine que le resultará fácil creer en el Señor
Jesús y ser salvo. No se trata de ser salvo y tener la esperanza de ir a los cielos. No, en la Biblia, ser
salvo consiste en ser llamado a salir del trasfondo, la región y el entorno en el que uno se encuentra.
Usted debe escaparse.
Como ya vimos, la promesa que Dios hizo a Abraham fue una predicación del evangelio (Gá. 3:8).
Como parte de su predicación, Dios le dijo a Abraham que saliera de su tierra. ¿Qué habría hecho
usted si fuese Abraham? Detrás de Sara, pudo haber muchos demonios, y estos demonios no
querían aceptar la salida de Abraham de la tierra de Caldea. Esta fue la razón por la cual el Dios de
gloria se apareció a Abraham. El que apareció a Abraham no fue ni un ángel ni un dignatario, sino
el Dios de gloria. Esta aparición fue una gran atracción que impulsó Abraham a aceptar el llamado
de Dios.
En Mateo descubrimos que Jesús llamó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan, mientras andaba junto
al mar de Galilea (Mt. 4:18-22). El Señor Jesús dijo simplemente a cada uno: “Sígueme”, y ellos lo
siguieron. Durante muchos años no pude entender eso. El pequeño Jesús de Nazaret pronunciaba la
palabra: “Sígueme”, y ellos lo seguían. Pude entender eso el día en que observé que el Jesús que
caminaba por el mar de Galilea era una gran luz (Mt. 4:16). Pedro, Andrés, Jacobo y Juan fueron
atraídos por esa gran luz. Cuando Jesús los miraba y los llamaba, eran atraídos a El. Aparentemente,
el que los llamaba era un pobre nazareno; en realidad, era el Dios de gloria. Del mismo modo, el
Dios de gloria se apareció a Abraham en aquella tierra de demonios, una región rodeada de muchas
aguas. Creo que, en principio, todos hemos experimentado esta aparición. La salvación no consiste
simplemente en oír el evangelio, inclinar la cabeza, y luego confesar que uno es pecador y que cree
en el Señor Jesús. Aunque eso es correcto, debo decir que un verdadero salvo es aquel a quien Jesús
se ha aparecido.
En nuestra conversión muchos parecían ver “la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6).
Esto se convirtió en un gran estímulo para muchos de nosotros.
Todos los salvos hemos recibido la aparición de Jesús. Esto no sucedió de un modo exterior, sino en
lo profundo de nuestro espíritu. Aunque podamos olvidar el día y aun el año en que fuimos salvos,
nunca podremos olvidar el momento cuando, en lo profundo de nuestro ser, vimos a Jesús. Jesús se
apareció a nosotros y nos encontramos con El. Esta es la verdadera experiencia de la salvación. Ser
salvo significa simplemente ser llamado. Antes de que el Señor se le apareciera, a usted le resultaba
difícil ser un cristiano genuino. Su trasfondo y sus circunstancias no le permitían ser diferente de los
demás. Pero un día El se le apareció a usted. El Jesús que vive en gloria se le apareció. Fue así
como El lo llamó a usted. También fue así como lo separó y lo salvó. Al aparecerse a usted de ese
modo, El lo llamó, lo salvó y lo separó. Abraham tuvo la misma experiencia. La aparición de Dios
atrajo mucho a Abraham. Esta aparición fue lo que lo motivó y le dio fuerza para aceptar el llamado
de Dios. Si usted considera el trasfondo y la situación de Abraham, se dará cuenta de que sin esta
atracción y sin este estímulo, le habría sido imposible aceptar el llamado de Dios.
b) El llamamiento de Dios
El segundo factor del motivo y la fortaleza fue el llamado de Dios (Hch. 7:3-4; Gn. 12:1). Dios no
se apareció a Abraham sin hablarle. Cuando fue a Abraham, lo llamó. Dios habló a Abraham.
Llamar significa hablar. Oír lo que dice Dios no es algo insignificante. Cuando fuimos salvos, todos
experimentamos la aparición de Jesús. Cuando El se nos apareció a nosotros, nos habló. Hubo un
hablar divino, una especie de hablar en el espíritu.
Muchos de nosotros podemos atestiguar que cuando fuimos salvos, dentro de nosotros tuvimos la
consciencia de que Jesús nos hablaba. Quizás el Señor Jesús vino a usted cuando era estudiante y le
dijo: “¿Qué estás haciendo aquí?”. Usted contestó: “Estudio para obtener mi diploma”. Entonces el
Señor preguntó: “¿Para qué?”. Usted respondió: “Para vivir bien en el futuro”. Después, el Señor
preguntó: “¿Y después qué? ¿Qué piensas hacer en el futuro?”. A otros el Señor Jesús habló de otra
manera, diciendo: “¡Mira cuán pecaminoso eres, y en qué lamentable estado te encuentras!”. Como
respuesta, algunos le dijeron al Señor: “No me molestes”. Luego el Señor dijo: “Te amo. Quiero
salvarte. ¿No sabes que soy Jesús?. Quiero rescatarte de tu situación lamentable. ¿No estás
dispuesto a recibirme?”. A otros entre nosotros, el Señor Jesús dijo: “¿No sabes que soy Aquel que
vive. Soy el único que puede darte vida eterna”. Muchos de nosotros hemos oído estas palabras, no
de la boca de los predicadores sino de la boca del Jesús viviente. ¿Recuerda usted lo que oyó del
Jesús viviente cuando El se apareció a usted, lo llamó y lo salvó? Los que no son cristianos,
incluyendo a los cristianos de nombre, no han tenido esta clase de experiencia y la consideran una
especie de superstición. ¡Pero no es superstición! El Dios de gloria vino a nosotros y nos habló.
Abraham pudo decir: “No me digan que esto es superstición. Yo lo oí hablar. El me dijo: ‘¡Sal de tu
tierra!’ Esto no vino de mi padre ni de mi esposa. Me lo dijo el Dios de gloria”. Dígame
francamente: ¿no ha oído usted la palabra de Jesús? Yo no creo que una persona salva se pierda otra
vez. Aunque una persona salva caiga, nunca podrá olvidar la aparición de Jesús y lo que El dijo.
Quizás pueda decir: “Ya no creo en el Señor Jesús”, pero en lo profundo de su ser, el Señor dice:
“¿Cómo puedes decir que ya no crees en Mí?”. Usted nunca podrá olvidar la aparición del Señor ni
lo que El le dijo.
Muchos jóvenes me han preguntado cuál es la diferencia entre un verdadero cristiano y un cristiano
falso. Todos ellos afirman creer en Jesús. La mejor respuesta que yo puedo dar es que a un
verdadero cristiano Jesús le habló, pero el cristiano nominal sólo ha recibido la predicación de una
doctrina. Un verdadero cristiano ha oído por lo menos una vez el hablar de Jesús por el Espíritu
viviente directamente en lo más recóndito de su ser. Este hablar es la fuerza que nos permite aceptar
el llamado de Dios.
c) La promesa de Dios
El tercer aspecto del motivo y la fuerza que tenemos para aceptar el llamado de Dios es la promesa
de Dios (12:2-3). La mayor parte de lo que Dios nos dice es Su promesa. Si Dios dice: “No quiero
molestarte; quiero salvarte”, eso es una promesa. Si dice: “Te amo” eso también es una promesa. La
mayor parte de lo que El nos dice constituye una promesa.
¿Qué le dijo el Dios de gloria a Abraham? Primero el Dios de gloria dijo: “Vete de tu tierra y de tu
parentela” (12:1). Usted pensará que esto no fue una promesa, pero en realidad sí lo era pues lleva
una promesa implícita. Cuando Dios le dijo a Abraham que saliera de su tierra, quedaba implícito
que Dios le prometía un lugar. De no ser así, Abraham habría dicho: “Si salgo de mi tierra, ¿adónde
iré?”. Dios tenía un lugar preparado para Abraham. Aun el mandato de salir de su tierra implicaba
una promesa, la promesa de la buena tierra. Abraham pudo decir: “Dios me manda a salir de mi
tierra; eso ciertamente significa que El tiene un lugar para mí”. Dios le dijo a Abraham que saliera
de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre, para ir a una tierra que El le mostraría.
Indudablemente eso era una promesa. La promesa de Dios fue una motivación para que él dejara su
tierra.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA
EL PROGRESO OBTENIDO
AL RESPONDER AL LLAMADO DE DIOS
Como hemos recalcado reiteradamente, casi todos los puntos mencionados en el libro de Génesis
son semillas. En este mensaje, llegamos a la semilla de cruzar el río, la experiencia del primer
cruzador de ríos. ¿Qué significa cruzar ríos? Significa seguir verdaderamente al Señor. Seguir al
Señor es un asunto de cruzar el río. Aunque resulta fácil hablar de cruzar ríos, no es fácil hacerlo,
según lo experimentó Abraham. En este mensaje debemos ver cómo cruzó Abraham el río. Su
experiencia es un ejemplo para todos nosotros y constituye otra semilla sembrada en Génesis. Esta
semilla crece ahora en muchos de nosotros. ¡Cuánto necesitamos el crecimiento de esta semilla!
2) El progreso
g) Atravesó el país
y llegó al lugar que Dios confirmó
En Harán, Abraham cruzó el río. Después de cruzarlo, viajó por el país, hacia el sur, hasta un lugar
llamado Siquem (12:6). La palabra Siquem significa un hombro que proporciona fuerza. En Siquem
se encontraba More donde había un encino. El nombre More denota un maestro que proporciona
conocimiento. Abraham viajó al lugar donde podía conseguir fuerza y conocimiento. ¿Fue éste el
lugar donde Dios deseaba que Abraham se estableciera? ¡Sí! Lo sabemos porque Dios no volvió a
aparecerse a Abraham hasta que éste llegó al encino de More. Allí Dios se le apareció nuevamente
(12:7).
Cuando Dios vuelve a aparecérsele a usted, eso confirma que usted ha llegado al lugar adecuado.
Puede ser que usted haya experimentado la aparición de Dios hace muchos años. Después de ese
tiempo usted ha vagado, yendo de un lugar a otro sin que Dios se le haya vuelto a aparecer. Un día,
después de llegar al encino de More, que es la iglesia, el Señor se le apareció nuevamente. Esta
aparición confirmó que usted había llegado al lugar adecuado. Muchos de los que están en nuestro
medio pueden testificar que después de ser salvos han viajado en el cristianismo sin que Dios les
aparezca de nuevo. Se vuelve a producir la aparición interior sólo cuando llegamos al Siquem de
hoy donde está el encino de More, es decir, la vida de iglesia. Muchos podemos atestiguar que
después de entrar en la iglesia, sentimos que Dios se nos había aparecido nuevamente al decirnos:
“Este es el lugar”.
El encino es un árbol fuerte y duro que significa fuerza. Un encino también ofrece su sombra para
proteger del calor del sol. Esto es muy significativo. Creo que en el simbolismo, esto representa la
vida de iglesia que nos proporciona la fuerza y la sombra. La vida de iglesia nos fortalece y nos
brinda su sombra para protegernos del calor del sol.
Cuando Dios se apareció a Abraham en More, le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7).
Esta fue la primera vez que Dios prometió claramente la tierra. En 12:1 Dios sólo dijo a Abraham:
“A la tierra que te mostraré”; Dios no le dijo dónde estaba esa tierra ni que se la daría. Sin embargo,
aquí Dios le dijo claramente dónde estaba la tierra y le prometió que daría esta tierra a su
descendencia. Cuando lleguemos al lugar que Dios confirma con Su nueva aparición, también
recibiremos la promesa de la buena tierra de hoy: Cristo, la iglesia y el reino.
Abraham construyó un altar donde el Señor se le había aparecido nuevamente. Este altar fue un
testimonio en contra de la construcción de la torre de Babel. En Babel los hombres construyeron
una torre para hacerse un nombre. En Siquem Abraham no construyó nada para hacerse un nombre;
él construyó un altar para invocar el nombre del Señor (12:8). Esto significa que cuando llegamos al
lugar que Dios ha escogido, Dios se nos aparece, y tenemos una comunión más profunda, plena,
rica e íntima con El al invocar Su nombre. Todos podemos testificar que nunca hemos invocado
tanto el nombre del Señor como desde que entramos en la vida de iglesia. Invocar el nombre del
Señor viene después de construir un altar al Dios que se nos apareció. En la vida de iglesia, debajo
del encino de More, tenemos la aparición íntima del Señor. ¿Qué haremos para responder a eso?
Debemos construirle un altar y poner allí todo lo que somos y tenemos. Debemos decirle al Señor
que todo lo que somos y tenemos es Suyo, y luego debemos invocar el nombre del Señor para
mantener una comunión más profunda, rica e íntima con El.
Ya vimos la experiencia del primer hebreo, el primer cruzador de ríos. Abraham fue el primero en
cruzar el río y en llegar al lugar donde Dios podía aparecérsele nuevamente, y donde él podía
construir un altar e invocar el nombre del Señor. Este es el lugar adecuado; no es Ur, ni Harán, ni
otro lugar aparte del encino de More. Aquí tenemos la aparición de Dios y Su presencia. Aquí
recibimos la promesa de la buena tierra. Aquí podemos construir un altar al Señor, invocar a Su
nombre y tener una comunión íntima con El.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y UNO
VIVIR POR LA FE
En toda la historia humana, ningún libro ha sido tan maravilloso como la Biblia. El Génesis, el
primer libro de la Biblia, no es un libro de doctrina, sino de historia. No es una historia de estilo
humano, sino de estilo totalmente divino. Génesis usa las biografías de algunos santos antiguos para
comunicarnos algo sumamente divino. La revelación divina está contenida en las vidas humanas, en
las historias humanas, de la personas mencionadas en Génesis. En este mensaje veremos la
revelación divina hallada en la experiencia de Abraham, quien vivió por la fe.
b. Vivir por la fe
En mensajes anteriores vimos que la experiencia de los llamados presenta tres aspectos: los aspectos
de Abraham, Isaac y Jacob. La primera etapa del primer aspecto, el de Abraham, fue el llamado que
éste recibió de Dios. Ya tratamos este punto detalladamente en los dos mensajes anteriores. Ahora
llegamos a la segunda etapa de la experiencia de Abraham: vivir por la fe, o podemos decir, llevar
una vida por fe. Cuando hablamos de una vida por fe, no nos referimos a la vida interior sino a la
vida exterior, es decir, el vivir diario, el andar diario de los llamados. El andar diario no es conforme
a la vista, sino que se lleva a cabo por la fe (2 Co. 5:7).
La historia de Abraham es una semilla. Toda la biografía de Abraham constituye una semilla. No se
trata de una semilla doctrinal sino de la semilla de nuestra historia. La historia de Abraham es la
semilla de nuestra historia porque nuestra historia se desarrolla a partir de su historia. En cierto
sentido, nosotros y Abraham somos uno en la experiencia de vida. Nosotros los creyentes somos los
verdaderos descendientes de Abraham, y él es el verdadero padre de todos los que han sido
llamados por Dios. Cuando leemos su biografía, leemos también la nuestra. Su historia nos
concierne a nosotros. Al leer todos los capítulos de Génesis acerca de Abraham, debemos leerlos
teniendo en cuenta que su historia es la nuestra.
Necesitamos considerar los pasos que debemos dar para seguir al Señor. El primer paso es el
llamado, y el segundo es el vivir por la fe. ¿Ha sido usted llamado? Usted debe responder con
firmeza: “Amén, he sido llamado”. Abraham fue el primero en ser llamado, y como ya vimos, él no
respondió al llamado de Dios de una forma definida, sino con indecisión, deteniéndose en el lodo y
en el agua. Nuestra historia es idéntica. Nuestra respuesta al llamado del Señor fue exactamente la
misma que la suya. En principio, la semilla se encuentra en pequeña escala, el crecimiento está en
una escala superior, y la cosecha en una escala aún mayor. Vimos ya que cuando Abraham salió de
Harán, tomó consigo a Lot. ¿No trajo usted a Lot consigo? Si Abraham, la semilla, trajo consigo a
un solo Lot, entonces es probable que cada uno de nosotros haya traído a muchos Lot. Me temo que
algunos lectores se han llevado más de diez Lot con ellos. Con eso vemos que nuestra historia se
encuentra en la biografía de Abraham.
Por mucho que Abraham se haya detenido en el lodo y en el agua, Dios de todos modos seguía
siendo soberano. Dios es Dios. Abraham no sólo fue llamado, sino también capturado. El salió de su
tierra, de su parentela y de la casa de su padre, y fue llevado a More, el lugar donde Dios quería que
se estableciera y donde se le volvió a aparecer (12:6-7). La segunda aparición de Dios fue un sello
para la respuesta de Abraham a Su llamado. El llamado de Dios fue claro, pero la respuesta de
Abraham no lo fue. No obstante, Dios finalmente recibió una respuesta definitiva a Su llamado. No
me preocupa lo mucho que los hermanos y hermanas jóvenes se detengan en su indecisión. Tarde o
temprano serán totalmente cautivados. Los obreros cristianos y los hermanos que van delante deben
tener una fe que nunca se desilusione de los hermanos y las hermanas. No piensen jamás que cierto
hermano es un caso perdido. Por el contrario, debemos decir que ese hermano tiene mucha
esperanza. Simplemente espere un tiempo y verá que todos irán a More.
2) El significado: el altar
a) El primer altar
Después de llegar a More y de haber recibido la segunda aparición de Dios, Abraham construyó un
altar (12:7). Este fue el primer altar que construyó. Para vivir por fe, primero debemos construir un
altar. En la Biblia un altar significa que lo tenemos todo por Dios y que le servimos a El. Construir
un altar significa que ofrecemos todo lo que somos y tenemos a Dios. Debemos poner sobre el altar
todo lo que somos y todo lo que tenemos. Antes de hacer algo por Dios, El nos dirá: “Hijo, no hagas
nada por Mí. Te quiero a ti. Deseo que pongas todo lo que eres y todo lo que tienes sobre el altar
para Mí”. Esta es la verdadera comunión, la verdadera adoración. La verdadera adoración de los
llamados consiste en poner todo lo que somos y todo lo que tenemos sobre el altar.
Según el punto de vista humano, la gente dirá que estamos locos si hacemos eso. Nos acusarán de
desperdiciar nuestro tiempo y nuestras vidas. Si hubieran estado con Abraham, habrían dicho:
“Abraham, ¿qué estás haciendo? ¿Estás loco? ¿Por qué construyes un altar, algo tan insignificante,
y pones todo encima para quemarlo? ¿No es eso insensato?”. Como llamados, todo lo que hagamos
parecerá insensatez a la gente mundana. Muchos parientes nuestros dirán que es insensato asistir a
tantas reuniones, y se preguntarán por qué no nos quedamos en casa a ver televisión con nuestra
familia. La gente mundana no puede entender por qué asistimos a varias reuniones por semana.
Piensan que estamos locos. Dirían: “¿Qué están haciendo ustedes allí en ese pequeño edificio? ¿Por
qué van allí los miércoles, viernes, sábados, dos veces cada domingo, e incluso a veces los lunes,
martes y jueves? ¿Están locos?”. ¡Sí! Para la gente mundana, estamos locos. La aparición de Dios
nos enloquece.
Un altar significa que no guardamos nada para nosotros mismos; significa que entendemos que
estamos aquí sobre la tierra para el beneficio de Dios. Un altar significa que vivimos por Dios, que
Dios es nuestra vida, y que el significado de nuestra vida es Dios. Por tanto, lo ponemos todo sobre
el altar. No estamos aquí para hacernos un nombre; ponemos todo sobre el altar por causa de Su
nombre.
Si usted considera su experiencia, verá que inmediatamente después de que Dios lo llamó, se le
volvió a aparecer, y usted le dijo: “Señor, de ahora en adelante, todo es Tuyo. Todo lo que soy, todo
lo que tengo, todo lo que puedo hacer y lo que voy a hacer es para Ti”. Todavía puedo recordar lo
que sucedió la tarde del día en que fui salvo. Al salir del local de la iglesia y al andar por la calle,
miré al cielo y dije: “Dios, de ahora en adelante Te lo entrego todo”. Esta fue una verdadera
consagración. En un sentido espiritual, fue la construcción de un altar. Creo que muchos lectores
han tenido esta experiencia. Cuando recibimos el llamado de Dios, estábamos locos,
despreocupados por lo que podía suceder. En aquella ocasión, no nos dimos cuenta de lo que
significaba, pero prometimos al Señor que todo lo que teníamos era para El. Cuando le dije eso al
Señor aquel día en la calle, no entendía lo que eso implicaba. A los pocos años, me encontré en
dificultades, y el Señor dijo dentro de mí: “¿No te acuerdas de lo que dijiste aquella tarde al andar
por la calle? ¿No dijiste: ‘Oh Dios, de ahora en adelante todo es para Ti’?”. Al firmar el contrato, no
sabía lo que ello implicaba. Pero era demasiado tarde para retractarme; el contrato ya había sido
firmado. Decir al Señor que uno le entrega todo constituye la verdadera construcción de un altar.
Todos podemos testificar de lo hermosa que es la sensación y de lo íntima que es la comunión cada
vez que le decimos al Señor que se lo entregamos todo. En ese momento, penetramos
profundamente en el Señor.
A pesar de decirle al Señor que todo lo que somos y tenemos es para El, podemos olvidarlo a los
pocos días. Pero Aquel que nos llamó nunca olvida. El tiene una memoria excelente. A menudo El
vendrá a nosotros y nos recordará lo que le dijimos. El podría decir: “¿No te acuerdas de lo que me
dijiste aquel día?”. No es una doctrina, sino una verdadera experiencia. A menos que usted no haya
sido llamado, no será una excepción. Si usted es un llamado, tengo la plena seguridad de que ha
tenido esta clase de experiencia. El Señor se le volvió a aparecer, y en esta nueva aparición usted se
enloqueció, y prometió darle todo a El, y no consideró lo que ello implicaba. Usted simplemente se
consagró al Señor. No entendía el significado de lo que prometió. Le damos las gracias a Dios
porque no entendimos eso cuando lo hicimos. No entendimos cuánto nos comprometimos con Dios
al pronunciar una sola frase. Ella nos ató. El es Dios. El es el que llama, y nosotros somos los
llamados. Todo es Suyo. Aun cuando queremos enloquecernos por El, dentro de nosotros no
tenemos ganas de hacerlo. Pero cuando El se nos aparece, nos enloquecemos y decimos: “Oh Señor,
todo es Tuyo. Tómalo. Señor, haz lo que quieras. Te lo ofrezco todo”. El momento en que nos
ofrecemos al Señor es como un sueño. Más tarde nos despertamos y empezamos a entender las
repercusiones que tiene.
Al principio de mi ministerio, sentía la carga de ayudar a la gente a consagrarse. Compartí mucho
acerca de la consagración, pero no vi muchos resultados. Mi enseñanza no producía muchos
resultados. Finalmente, me di cuenta de que no podemos ayudar a la gente a consagrarse
enseñándole. La enseñanza no es lo que conduce la gente a consagrarse al Señor; es la aparición del
Señor lo que motiva a hacerlo. Si podemos ayudar a la gente a encontrar al Señor y a venir a Su
presencia, eso será suficiente. No necesitamos decirle que se consagre a Dios ni que se ofrezca
sobre el altar. Cuando Dios se aparezca al pueblo, nada les podrá impedir consagrarse. Dirán
espontánea y automáticamente: “Señor, todo es Tuyo. De ahora en adelante te lo entrego todo”. ¿Ha
tenido usted esta clase de experiencia? ¿Acaso no ha dejado todo lo que es y tiene sobre el altar para
Dios y para Su propósito?
b) El segundo altar
Después de construir un altar al Señor en More, Abraham atravesó el país. Dios no le dio solamente
una pequeña parcela, sino una tierra extensa. Abraham en sus viajes llegó a un lugar situado entre
Bet-el y Hai. Bet-el estaba al occidente y Hai al oriente. Aquí, entre Be-tel y Hai, Abraham
construyó otro altar (12:8; 13:3-4). Bet-el significa la casa de Dios, y Hai significa montón de
escombros. Bet-el y Hai se oponen. ¿Qué significa este contraste? Significa que a los ojos de los
llamados, sólo la casa de Dios vale la pena. Todo lo demás es un montón de escombros. Este mismo
principio es válido con respecto a nosotros hoy en día. Por un lado, tenemos a Bet-el, la casa de
Dios, la vida de iglesia. Al lado opuesto se encuentra un montón de escombros. Todo lo que es
contrario a la vida de iglesia es un montón de escombros. A los ojos de los llamados de Dios, todo
lo que no es la vida de iglesia constituye un montón de escombros, porque ellos miran la situación
mundial desde el punto de vista de Dios. Este punto de vista es totalmente distinto del punto de
vista del mundo. Según el mundo, todo lo mundano es elevado, bueno y maravilloso, pero desde la
perspectiva de los llamados de Dios, todo lo que se opone a la casa de Dios constituye un montón
de escombros.
Primero nos consagramos en More. Luego nos consagramos en el lugar que se encuentra entre la
vida de iglesia y el montón de escombros. Para nosotros, la casa de Dios es lo único que vale la
pena. Todo lo demás es un montón de escombros. Entre la casa de Dios y el montón de escombros
construimos un altar a fin de tener comunión con Dios, adorarle y servirle.
c) El tercer altar
Abraham construyó el tercer altar en Mamre de Hebrón (13:18). Mamre significa fuerza, y Hebrón
significa comunión o amistad. Génesis 18:1 nos muestra que en Mamre Dios visitó a Abraham. En
esa visita Dios no sólo se le apareció, sino que estuvo con él por mucho tiempo, y hasta tuvo un
banquete con él. Veremos más sobre este tema al llegar a ese capítulo. Aunque More y el lugar entre
Bet-el y Hai eran buenos, ninguno de ellos era el lugar donde Abraham había posado para tener
comunión constante con el Señor. El lugar donde Abraham se estableció para tener una comunión
constante con el Señor fue Mamre de Hebrón.
Todos debemos mantener una comunión constante con el Señor. Esto no sucede por coincidencia;
tampoco debe producirse eventualmente. Debe ser constante. Tal vez usted haya construido un altar
al Señor hace algunos años. Eso está bien, pero ¿qué ha sucedido desde entonces? Usted podrá decir
que construyó un altar hace dos años, pero ¿y hoy qué? Muchos de nosotros tuvimos la experiencia
de More pero no hemos tenido la experiencia en Mamre. Creo que Abraham vivía principalmente en
Hebrón, el lugar donde podía tener una comunión constante con el Señor. Allí, en Hebrón,
construyó el tercer altar. Todos debemos construir por lo menos tres altares: el primero en More, el
segundo entre Bet-el y Hai, y el tercero en Mamre de Hebrón. Debemos construir un altar en
Mamre de Hebrón para poder adorar a Dios, servirle y tener comunión constante con El. Esta es la
experiencia del tercer altar, el altar de Hebrón.
3) La expresión: la tienda
c) En el lugar de comunión
Más tarde, Abraham trasladó su tienda a Hebrón, que significa comunión (13:18). Primero su tienda
fue un testimonio de Dios al mundo y luego se convirtió en el centro donde tenía comunión con
Dios. Lo vemos claramente demostrado con lo que sucedió en el capítulo dieciocho, donde Dios lo
visitó en la tienda en Mamre de Hebrón. Al levantar una tienda, Abraham le proporcionó a Dios un
lugar en la tierra donde comunicarse y tener comunión con el hombre. Su tienda trajo a Dios de los
cielos a la tierra. Todos nosotros, los llamados de Dios, debemos erigir una tienda. Por una parte,
esta tienda es un testimonio de Dios al mundo; por otra, es un lugar de comunión con Dios que trae
a Dios de los cielos a la tierra.
No se imagine que este asunto de la tienda es algo insignificante. Más adelante, cuando los
descendientes de Abraham fueron llamados a salir de Egipto y a entrar en el desierto, Dios les
mandó construir una tienda y que frente a ella construyeran un altar (Ex. 26:1; 27:1). Allí en Exodo,
vemos un altar con una tienda, un tabernáculo. Ese tabernáculo era la casa de Dios sobre la tierra.
La tienda de Abraham también era la casa de Dios sobre la tierra. En Génesis 18 podemos ver que
Dios vino y se quedó con Abraham en su tienda. En aquel tiempo Abraham era un sacerdote que
ofrecía sacrificios a Dios. El hecho de que construyera un altar y ofreciera sacrificios a Dios
demostraba que ejercía la función de sacerdote. Dios tiene la intención de que todos Sus llamados
sean sacerdotes. Somos sacerdotes, y no necesitamos que otros ofrezcan sacrificios por nosotros.
Debemos hacerlo nosotros mismos. Cuando Abraham cenaba con Dios en su tienda, él era el sumo
sacerdote, y el interior de su tienda era el Lugar Santísimo. Dios estaba allí. Con eso podemos ver
que la tienda de Abraham prefiguraba el tabernáculo que construirían los descendientes de Abraham
en el desierto como morada para Dios y para los sacerdotes. Aquí en Génesis vemos a un sacerdote
llamado Abraham, quien vivía con Dios en su tienda. Al lado de esta tienda había un altar.
d) Viajaba por la fe como en tierra extranjera
No olvide que la historia de Abraham es la suya. ¿Acaso no tiene usted una tienda donde siempre
disfruta la presencia del Señor? La gente del mundo no tiene esa tienda. Ellos sólo tienen una gran
ciudad. La única cosa que la gente mundana puede ver es su gran ciudad. Dicen: “Miren mi
empresa, mi educación, mis logros. Miren cuántas cosas tengo”. Sin embargo, podemos contestarle
a la gente mundana: “Ustedes lo tienen todo, pero hay una cosa que no tienen: la presencia de Dios.
Ustedes no tienen la tienda; tienen la ciudad de Babel. Todo lo que tienen forma parte de la gran
Babilonia”. Pertenecer a la clase alta o a la clase baja no significa gran cosa. Lo único que importa
es que dondequiera que estemos tengamos una tienda con la presencia de Dios. Cuando tenemos
una tienda con la presencia de Dios, sentimos en lo profundo de nosotros que aquí en la tierra nada
es duradero. Todo es provisional. Ponemos los ojos en la eternidad. Los bancos, las empresas y los
logros son temporales y no significan nada. No tenemos nada duradero sobre esta tierra. Sólo
quisiera tener una tienda con la presencia de Dios. Me gusta vivir en esa situación. Podemos decir a
la gente mundana: “Doctor fulano de tal, no tengo todo lo que usted tiene, pero sí tengo lo único
que usted no tiene: la presencia de Dios. No tengo que esperar la eternidad para tener la presencia
de Dios. Tengo la presencia de Dios ahora mismo en mi tienda. Mi entorno es una tienda, una
miniatura de la Nueva Jerusalén. Tal vez eso no le parezca valioso a usted, pero a los ojos de Dios
tiene mucha importancia”. Esto es lo que significa plantar una tienda.
Cuando respondamos al llamado de Dios, y Dios se nos vuelva a aparecer y cuando construyamos
un altar para Dios, diciéndole que todo lo que somos y tenemos es para El, erigiremos
inmediatamente una tienda. Espontáneamente, la gente verá que es una expresión, una declaración,
de que no pertenecemos a este mundo. Al plantar una tienda, declaramos que vivimos en tierra
extranjera. No pertenecemos a esta tierra; buscamos una tierra mejor. No nos gusta este país, esta
tierra, este mundo. Esperamos entrar en otro país. Vivimos por la fe como en tierra extranjera (He.
11:9).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y DOS
LA PRUEBA DEL LLAMADO
En este mensaje llegamos a la experiencia de Abraham al ser puesto a prueba. Ya vimos la manera
en que Abraham fue llamado por Dios y cómo, por la aparición de Dios, recibió la fuerza de
responder a ese llamado. También vimos que por la aparición de Dios Abraham fue conducido al
lugar exacto donde Dios quería que estuviese. Primero fue llevado a Siquem (12:6) y luego al lugar
que se encuentra entre Bet-el y Hai, entre la casa de Dios y el montón de escombros (12:8). Ese
lugar ubicado entre la casa de Dios y el montón de escombros era la cumbre, y Abraham debió
permanecer allí.
No obstante, de repente y después de este importante logro en la experiencia que Abraham tenía de
Dios, continuó su viaje, y se dirigió al sur (12:9). Pasé mucho tiempo en el estudio de ese capítulo
tratando de descubrir la razón por la cual Abraham continuó su viaje. ¿Por qué siguió viajando y no
permaneció allí entre la casa de Dios y el montón de escombros? Abraham había llegado a la
cumbre, al lugar donde Dios deseaba que estuviese. Por la misericordia de Dios, él debió haber
permanecido allí. Sin embargo, Abraham viajó al sur. Esto significa que descendió. Después de un
logro tan elevado en experimentar a Dios, cualquier viaje habría sido un descenso. La continuación
del viaje de Abraham fue la causa del fracaso.
Vimos que en el principio Abraham se detuvo vacilando en el lodo y en el agua. Finalmente, él tuvo
la victoria, por llegar a Siquem y después al lugar cerca de Bet-el. Esto era maravilloso. En ambos
lugares él construyó un altar y en el lugar entre Bet-el y Hai también invocó el nombre del Señor y
levantó su tienda como declaración al mundo entero de que él era un testimonio en contra de la
situación de Babel. ¿No cree usted que al hacer eso Abraham había llegado a la cumbre de
experimentar a Dios?
Quizás usted piense que si fuese Abraham, ciertamente se habría quedado allí. Pero no debemos
pensar así, pues somos los Abraham de hoy. El antiguo Abraham se parecía exactamente a nosotros.
Como ya lo hicimos notar, la experiencia de Abraham fue una semilla de nuestra experiencia
personal. El relato de Abraham en Génesis constituye su biografía, pero también es nuestra
autobiografía. Tal vez usted diga: “¡No! es la autobiografía de Abraham y una biografía mía”. En
realidad, este relato es la autobiografía de usted y no su biografía, porque la biografía de Abraham
fue escrita por Moisés mientras que la biografía de usted es escrita por usted mismo. La experiencia
de Abraham corresponde a la nuestra. Nosotros y él somos uno. ¿Acaso no ha pasado usted algún
momento maravilloso con el Señor en el cual llegó a la cumbre y exclamó: “¡Aleluya! ¡Es muy
bueno estar aquí! Ningún lugar es mejor. Este es el mejor lugar para mí”. ¿No ha dicho usted eso?
Pero, ¿qué sucedió al día siguiente? Usted empezó su viaje cuesta abajo. La noche anterior, usted
dijo: “Aleluya, éste es el lugar para mí”, y a la mañana siguiente empezó su descenso hacia la
frontera de Egipto. Esto significa que usted viajó a un lugar muy cercano al mundo, a los cines. Una
noche usted estaba en la cumbre de Canaán y a la mañana siguiente descendía a la frontera del
mundo. ¿No le ha sucedido eso? Estoy muy contento y sorprendido por las maravillosas oraciones
que ofrecieron los jóvenes de secundaria en las reuniones. Pero honestamente quisiera decirles algo:
No confío en ustedes. Después de ofrecer una oración tan maravillosa una noche en la reunión,
ustedes pueden descender a la frontera de las diversiones mundanas la mañana siguiente. Hoy dirán:
“Aleluya, éste es el mejor lugar para mí”, y el fin de semana siguiente descenderán al cine.
Recuerde que usted es el Abraham actual. Resulta fácil llegar a la cumbre, pero no es fácil
permanecer allí. No hay mucho espacio en la cumbre. Si usted se mueve un poco, caerá. Es muy
difícil conservar la posición asignada por Dios. La cumbre está rodeada de abismos, y es fácil caer
en uno de ellos. Generalmente los llamados no retroceden, pero les resulta fácil descender a Egipto.
Abraham nunca volvió a Caldea, pero sí descendió a Egipto.
4) La prueba
En Génesis 12:9—13:18 vemos la prueba de Abraham. La palabra prueba no es un término
agradable. A nadie le gustan las pruebas. ¿Le gusta a usted pasar por pruebas en su vida? A nadie le
gustan las pruebas, pero son buenas experiencias. Poco tiempo después de ser llamado y empezar a
vivir por fe, Abraham pasó por una prueba. No ore diciendo: “Señor, Tú eres tan bueno conmigo.
No permitas que yo pase por alguna prueba”. Esta clase de oración hará que las pruebas vengan más
pronto. El Señor contestará a su oración de una manera opuesta. Si usted dice: “Señor, no me
mandes pruebas”, el Señor dirá: “Te mandaré una prueba muy pronto”. Puedo asegurarles que nadie
puede decir que por haber recibido el llamado de Dios, ha disfrutado de buenos ratos. Nadie puede
decir semejante cosa.
Nuestro Dios no es solamente el Dios de amor sino también el Dios soberano. Nuestro Dios es
soberano. Nuestro Dios no es solamente el Dios de amor, el Dios de luz y el Dios de vida, sino
también el Dios soberano. Todo se encuentra bajo Su administración. El dirige el mundo entero para
nosotros. Todos debemos creer que Dios dirige todo el universo para beneficio nuestro. Usted dirá:
“¡Qué pequeño soy! ¿Cómo puede Dios dirigir el universo sólo para mi beneficio?”. Sin embargo,
El sí lo administra solamente por el bien suyo. Usted debe creerlo. Aunque usted sea muy pequeño,
de todos modos Dios dispondrá las circunstancias por Su soberanía. Usted es tan importante que se
puede beneficiar de la soberana disposición de Dios. He aprendido eso en mi propia experiencia.
Hace cincuenta años no me gustaba esta historia de Abraham en camino a Egipto. No me alegraba
con esa experiencia. En ese entonces leí algunos mensajes acerca de la experiencia del descenso de
Abraham, pero no la entendía y no me sentía bien al respecto. Incluso cuestioné a Dios. Sin
embargo ahora, después de muchos años de experiencia estoy muy contento. ¡Cuánto necesitamos
oír este mensaje sobre la prueba de Abraham!
Es fácil llegar a la cumbre de nuestra experiencia con Dios, pero no es fácil mantenerse allí. Mire
las circunstancias que lo rodean a usted. Fueron dispuestas por la providencia divina antes de que
usted naciera. Dios es soberano. Usted quizás se considere insignificante, pero a los ojos de Dios,
usted es muy importante. Antes de la fundación del mundo, Dios lo dispuso todo para el beneficio
de usted. Inclusive, preparó este momento para que usted leyera este mensaje. Estamos bajo la
administración de Dios. No intente escaparse. Si escapa a cierto lugar, se dará cuenta de que ese
lugar es exactamente el lugar que Dios ha preparado para usted. Cuando usted alcance una edad
avanzada, se postrará y dirá: “Señor, estoy plenamente convencido de que Tú lo dispusiste todo para
mi bien antes de la fundación del mundo”.
La prueba de Abraham tenía como fin que él aprendiera una lección. Todos debemos aprender
algunas lecciones. No podemos aprender estas lecciones de nuestros padres ni de los hermanos y
hermanas experimentados. Todos debemos aprender algunas lecciones de la soberanía de Dios.
a) El hambre
Como ya vimos, el segundo aspecto de la experiencia de Abraham fue el vivir por la fe. El tuvo que
vivir confiando en Dios para la obtención de las cosas de primera necesidad. En Génesis 12:10
leemos que hubo una gran hambre en el país. Esta escasez de alimentos fue una prueba para ver si
Abraham confiaría en Dios en relación con la obtención de su sustento, con su vida cotidiana.
Si examinamos 12:10-20, veremos que en esta situación Abraham fue débil y pusilánime. El fracasó
al no mantenerse en la posición que Dios le había asignado, y descendió a Egipto. Detrás de Canaán
estaba Babel, al lado de Canaán se encontraba Egipto, y cerca de Canaán se hallaba Sodoma.
Abraham se desplazó gradualmente hacia el sur y bajó a Egipto. Como veremos, en Egipto pecó
diciendo mentiras. Probablemente ninguno de nosotros podría creer que Abraham fuera tan débil y
pusilánime. Dios se le había aparecido en Ur, en Harán y en Siquem. En Siquem Dios le dijo a
Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7). Dios le dijo claramente a Abraham que iba a
dar ese lugar a sus descendientes. ¿Quién era el Dios que habló a Abraham? Era el Creador, el
dueño de los cielos y la tierra. Este era el Dios que se le había aparecido a Abraham. Cuando llegó
el hambre, Abraham no debió dudar, y debió decir: “No me preocupo por el hambre pues tengo el
Dios viviente. No me preocupa la escasez de alimentos porque fue el Dios Todopoderoso el que me
llamó, me trajo aquí y se me volvió a aparecer como confirmación de mi viaje. He puesto mi
confianza en El y ahora vivo confiando en El en cuanto a lo que necesito para subsistir. No me
importa la falta de comida”. Abraham debía haber orado de esta manera.
Ahora bien, ¿qué hizo Abraham cuando llegó el hambre? ¿Oró? ¿Le dijo a su esposa: “Querida,
oremos”? No, Abraham pareció haberse olvidado de la oración. Cuando llegó este período de
prueba, no oró. ¡No se burle de Abraham! Cuando todo va bien, a usted le resulta fácil orar. Pero
cuando llega el hambre, olvida que es cristiano y sólo recuerda que es un ser humano. Usted se
olvida del Dios viviente que se le apareció, y sólo se acuerda de que tiene estómago. Abraham se
preocupaba por su estómago. El consideró su situación; en el país había hambre, y en Egipto había
comida en abundancia. Abraham y su esposa no hablaron mucho. Inmediatamente se pusieron de
acuerdo en ir a Egipto. Creo que aun antes de tomar esa decisión, ya iban en descenso. Tanto el
marido como la mujer se olvidaron de Dios. No consideraron hacia donde quería Dios que fuesen.
Fue como si no tuvieran a Dios.
c) El ministerio de Melquisedec
¿Cómo pudo alguien escapar y presentarse ante Abraham, y cómo pudo Abraham tomar esa
decisión tan rápidamente y con tanto valor? ¿Que sucedió para que al poco tiempo, hiciera huir al
enemigo? Melquisedec intervino. ¿Quién es Melquisedec? El tipifica a Cristo. Es semejante a
Cristo. Su venida representa la venida de Cristo. El tipificaba a Cristo como el Sumo Sacerdote de
Dios. Esto no se revela en Génesis 14, sino en el salmo 110, donde descubrimos que el Ungido de
Dios, Cristo mismo, es Sacerdote según el orden de Melquisedec, una orden anterior a la de Aarón.
Antes del sacerdocio de Aarón, Melquisedec ya era sacerdote de Dios.
El sacerdocio aarónico quitaba el pecado, afrontando el lado negativo de las cosas; mientras que el
ministerio de Melquisedec aborda el lado positivo. Melquisedec no vino para quitar el pecado. El no
apareció porque Abraham hubiera pecado sino porque Abraham había ganado la victoria.
Melquisedec no apareció con una ofrenda para quitar el pecado, sino con pan y vino para alimentar
al victorioso. Casi todos los cristianos consideran a Cristo como el Sumo Sacerdote que elimina el
pecado, pero casi nadie mira a Cristo como el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
Como tal, Cristo no quita el pecado sino que nos ministra al Dios procesado, representado por el
pan y el vino, como nuestro alimento.
¿No cree usted que antes de ministrar pan y vino, Melquisedec, como sacerdote de Dios, intercedía
por Lot y Abraham? Yo creo que sí. No creo que Melquisedec estuviera durmiendo durante la
batalla y que cuando se enteró de la victoria de Abraham, se apresuró a ministrarle pan y vino. Creo
que la decisión rápida y valiente de Abraham de combatir para rescatar a Lot fue provocada por la
intercesión de Melquisedec. También creo que la persona que le dio a Abraham la noticia de la
captura de Lot había escapado porque Melquisedec había intercedido por Lot. Como sacerdote,
Melquisedec debe de haber cuidado al pueblo de Dios. En respuesta a su intercesión, alguien escapó
de Sodoma, le dio la noticia a Abraham, y Abraham tomó la osada decisión de combatir para
rescatar a Lot.
Mientras andamos en esta tierra, nos ocurren muchas cosas. Aparentemente, las cosas sencillamente
se producen. En realidad, detrás del escenario terrenal, existe una intercesión. Nuestro Melquisedec,
nuestro Sumo Sacerdote, Cristo, sigue intercediendo por nosotros en los cielos (He. 7:25). Su
intercesión nos protege y nos cuida.
La visita de Melquisedec a Abraham de alguna manera indicaba la segunda venida de Cristo. ¿Qué
estamos haciendo nosotros, el Abraham actual? Estamos matando a los enemigos. Algunas personas
del pueblo de Dios, igual que Lot, han sufrido derrota tras derrota. Por la misericordia de Dios,
otros deben ser el Abraham actual, el que experimente victoria tras victoria. Debemos aprender la
lección fundamental según la cual nuestro Dios, quien nos llamó, es el Dueño de los cielos y de la
tierra. Estamos viviendo por El sobre la tierra y somos Su testimonio. No toleramos ningún
perjuicio a los intereses de Dios sobre la tierra. Cuando oímos este daño, tomamos la decisión
rápida de vencer al enemigo y matar a los reyes.
A diario debemos matar a algunos reyes. Debemos matar a los reyes de nuestra mente, de nuestra
parte emotiva y de nuestra voluntad. Debemos matar a los reyes que hay en nuestras circunstancias,
en nuestras familias y en nuestras escuelas. Después de que demos muerte a los reyes, nuestro
Melquisedec vendrá a nosotros, nos saldrá al encuentro y celebrará nuestra victoria. El Señor no
regresará antes de que hayamos dado muerte a todos los reyes. Entonces El volverá y beberá del
fruto de la vid con nosotros, como lo indica Su palabra en Mateo 26:29: “No beberé más de este
fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de Mi Padre”.
Melquisedec intercedió por Lot y por Abraham. Hoy en día Cristo, nuestro Sumo Sacerdote,
intercede por todos los vencedores. Mientras El intercede ahora por nosotros en los cielos, nosotros
damos muerte a los reyes en la tierra. Después de que los vencedores hayan vencido a todos los
reyes, nuestro Intercesor, el Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, aparecerá con la plenitud del Dios
procesado.
La venida de Melquisedec significa que Cristo ha venido. Nuestra victoria siempre manifiesta a
Cristo. La gente que nos rodea difícilmente puede ver dónde está Cristo. No obstante, si nosotros
obtenemos una victoria, esa victoria les manifestará a Cristo. Nuestra victoria traerá a Cristo en un
nuevo aspecto. Es muy interesante ver que Melquisedec, cuyo nombre significa rey de justicia y
quien era rey de Salem o rey de paz, aparece de repente en el capítulo catorce de Génesis. ¿Qué
significa eso? Significa que los vencedores manifestarán a Cristo y lo presentarán a la gente. Un día
la tierra entera quedará sorprendida por la aparición de Cristo. La gente mundana ni siquiera cree en
la existencia de Cristo, y califica esta creencia de insensatez. Pero después de que hayamos dado
muerte a todos los reyes, Cristo aparecerá repentinamente. Cristo se manifestará porque habremos
dado muerte a los reyes, y el mundo entero se sorprenderá de Su venida. Para nosotros los
vencedores, la segunda manifestación de Cristo no será una sorpresa, mas para la gente mundana sí
constituirá una gran sorpresa. Ellos dirán: “¿Quién es éste? ¿Cuál es su nombre y de dónde viene?”.
Podemos contestar: “Su nombre es Cristo, el verdadero Melquisedec, y viene de los cielos donde ha
estado intercediendo durante siglos”.
Todos debemos responder a la intercesión del Señor. Si nos volvemos a nuestro espíritu y tocamos
al Señor, siempre habrá alguna respuesta. Si actuamos conforme a esta respuesta, olvidándonos de
nuestras circunstancias, de nuestros enemigos y de nosotros mismos, ganaremos la victoria y
daremos muerte a los reyes. Después de que matemos a los reyes, se nos aparecerá nuestro
Melquisedec. Esta será la segunda venida de Cristo. Cuando vuelva Cristo, la tierra entera conocerá
al Dios Altísimo. Entonces todo el mundo sabrá que Dios es el Dueño de los cielos y de la tierra. La
tierra no pertenece a ningún rey, presidente, jefe de estado ni a ningún diplomático; es propiedad del
Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra. ¿Cómo se puede declarar ese hecho a la tierra?
¡Dando muerte a los reyes!
En el capítulo catorce, la victoria de Abraham no es algo insignificante. En la Biblia Dios se revela
progresivamente. En Génesis 1, no tenemos el título “el Dios Altísimo”. Ni aun en los primeros
trece capítulos tenemos este título ni el título especial “Dueño de los cielos y de la tierra”. Aunque
usted haya sido cristiano durante años, tal vez nunca se haya dado cuenta de que Dios tiene estos
títulos. Dios es el Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra. El es el Señor de los cielos y el
Señor de la tierra. La experiencia que tenemos de Cristo nos revela progresivamente los títulos de
Dios. Al experimentar a Cristo, nos damos cuenta de que nuestro Dios es el Altísimo y el Dueño de
los cielos y de la tierra. Esta debe ser nuestra atracción y motivación a seguir adelante y matar a los
reyes.
No sea el Lot actual, pues eso equivaldría a ser tímido y cobarde. Todos debemos ser decididos y
valientes porque tenemos al Dios Altísimo y al Dueño de los cielos y de la tierra. Abraham le dijo al
rey de Sodoma que antes de ir a la guerra, él levantó sus manos al Dios Altísimo, Dueño de los
cielos y de la tierra. El fue a guerrear con ese espíritu. Por su plena confianza en el Dios Altísimo, el
Dueño de los cielos y de la tierra, Abraham tenía que ser victorioso.
Cuando Melquisedec se le presentó a Abraham, lo bendijo con el Dios Altísimo, el Dueño de los
cielos y de la tierra (v. 19). Esto comprueba que Melquisedec era mayor que Abraham (He. 7:6-7).
También bendijo a Dios por la victoria de Abraham (v. 20). Nuestra victoria siempre conduce a
Melquisedec a concedernos bendiciones y a bendecir a Dios. Nuestra victoria trae más bendiciones
en Cristo, a nosotros y también a Dios.
En la bendición de Melquisedec, Abraham le dio el diezmo de todo, el diezmo de lo mejor del botín
(v. 20; He. 7:2, 4). Esto demuestra también la grandeza de Melquisedec. Nuestra victoria obtiene el
botín, y la ofrenda de nuestro botín a Cristo siempre proclama la grandeza de Cristo. Sin victoria,
no tenemos nada que ofrecer a Cristo y Su grandeza no será proclamada.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y CUATRO
CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE
DIOS:
LA SIMIENTE Y LA TIERRA
En este mensaje vamos a ver un gran giro en la experiencia de Abraham en Dios. Hasta ahora todo
lo que hemos visto acerca de la experiencia de Abraham en Dios ha sido externo. Abraham fue
llamado por Dios y respondió dirigiéndose al lugar donde Dios deseaba que estuviese. Esto fue un
asunto totalmente externo. Más adelante, la segunda experiencia de Abraham consistió en vivir por
la fe y confiar en Dios en lo relacionado con su sustento.
La primera prueba con la cual él se enfrentó al vivir por la fe fue una terrible hambre por la cual
aprendió a confiar en Dios para la obtención del sustento. Antiguamente y en tiempos modernos,
tanto en el oriente como en el occidente, toda la gente, por muchos logros, educación o posición que
tenga, debe ocuparse de su supervivencia. La vida depende totalmente de la comida, la
supervivencia. En la Biblia y en la historia humana, muchas veces Dios ha ejercido Su control sobre
el linaje humano con este asunto de la comida. No sea orgulloso, porque cuando Dios le quite las
provisiones, usted se inclinará y dirá: “Oh Dios, ¡ayúdame!”.
En mensajes anteriores hemos visto que después de que Abraham llegó al lugar donde Dios deseaba
que él estuviera, tuvo que aprender una primera lección: confiar en Dios para la obtención de su
sustento. El falló en esta prueba y descendió a Egipto. Allí aprendió a confiar en Dios. Después de
aprender esta lección, volvió al lugar donde había estado entre Bet-el y Hai. Inmediatamente
después, se le presentó otra lección en la misma esfera, en el sustento, cuando hubo una contienda
entre los pastores de Lot y los suyos. Estos pastores luchaban por su sustento, peleándose por
mejorar su vivir. No querían que otros les quitaran su medio de supervivencia. Abraham obtuvo la
victoria en la segunda prueba, pues había aprendido en la primera ocasión que Dios era soberano en
su vida diaria. Abraham descubrió que el Dios que lo había llamado era el Dios Altísimo, el Dueño
de los cielos y de la tierra. El no debía preocuparse por su propio sustento, pues había aprendido que
quien lo había llamado se encargaría de eso.
La contienda entre los cuatro reyes y los cinco reyes se relacionó también con los medios de
supervivencia. La historia nos muestra que todas las guerras entre los hombres giran en torno a ese
asunto. Todas las guerras que suceden en el mundo persiguen un solo propósito: obtener el pan.
Génesis 14:11 indica que la lucha entre los cuatro reyes y los cinco reyes tenía este propósito.
Abraham no tuvo temor de estos cuatro reyes, pues salió osadamente a enfrentarse con ellos, y
después de darles muerte recuperó las provisiones. Después de la victoria de Abraham sobre los
cuatro reyes, Melquisedec vino a su encuentro con pan y vino (14:18). Este pan era misterioso.
Abraham no tuvo que hacer nada para conseguirlo y tampoco tuvo que pelear por él. El sólo libró la
batalla y recobró la provisión de alimentos, y luego Melquisedec vino a él trayendo pan.
Hasta el final del capítulo catorce todas las experiencias de Abraham eran externas, pues giraban en
torno a la bendición, el cuidado y la provisión externos. Cuando Abraham bajó a Egipto, Dios lo
cuidó exteriormente, pues le dio ganado y siervos. La victoria que él ganó sobre los cuatro reyes
también era externa. Incluso lo que Melquisedec trajo a Abraham era externa. Todo lo que Abraham
había experimentado hasta ahora era externo. Antes de escuchar eso, usted quizás haya pensado que
al final del capítulo catorce, Abraham probablemente estaba en la cumbre de su experiencia con
Dios. Efectivamente, en cierto sentido él estaba en la cima, pero era la cima de la etapa elemental de
su experiencia. Todo lo que Abraham había experimentado antes del capítulo catorce era elemental.
Al principio del capítulo quince, Dios empezó a llevarlo a una etapa avanzada en la experiencia con
El.
a) Para la subsistencia
Antes del capítulo quince, Abraham había experimentado a Dios como Aquel que lo protegía y le
proporcionaba muchos bienes materiales (12:16). Abraham le había dado a Lot todas las alternativas
y había ganado la victoria sobre los cuatro reyes. Sin embargo, ninguna de estas cosas se
relacionaba con el cumplimiento del propósito de Dios, pues sólo estaban relacionadas con la
subsistencia de Abraham (12:10; 14:24). El experimentó todo eso exteriormente en su entorno, y no
interiormente en su vida.
a) La simiente
Ahora veremos las dos cosas que se necesitaban para cumplir el propósito de Dios en la época de
Abraham. El primer punto era la simiente (15:1-6; véase 13:16; 22:17-18; 12:2). Dios llamó a
Abraham con la intención de cumplir Su propósito. Como ya vimos, Su propósito consiste en tener
un pueblo a Su imagen, que lo exprese a El, y que lo represente con Su dominio. Sin embargo,
Abraham no tenía descendencia. ¿Cómo podía cumplir Abraham el propósito de Dios sin tener una
simiente? Dios necesita la simiente. El debe tener un pueblo mediante la simiente.
b) La tierra
La tierra es lo segundo que se necesita para cumplir el propósito de Dios (15:17-21; véase 12:7;
13:14-15, 17; 17:8).
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y CINCO
CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE
DIOS:
EL PACTO DE DIOS CON ABRAHAM
En el mensaje anterior vimos que todo lo que Abraham había experimentado antes de Génesis 15
estaba relacionado con recibir bendiciones de Dios para subsistir. Sin embargo, al llamar a
Abraham, Dios tenía un propósito más elevado que la simple supervivencia de Abraham. El deseaba
que Su propósito eterno se cumpliese por medio de él. A partir del capítulo quince, Dios vino y
mostró a Abraham que él necesitaba gracia para cumplir Su propósito eterno. Abraham no
necesitaba solamente bendiciones exteriores en su entorno, sino también gracia en su vida. Si
leemos detenidamente Génesis del 15 al 22, veremos que en estos capítulos, Dios disciplinó a
Abraham para mostrarle que él necesitaba Su gracia a fin de cumplir Su propósito eterno. Por lo
tanto, Dios vino no solamente para bendecir a Abraham exteriormente sino para forjarse como
gracia en él a fin de que tuviese algo sólido con lo cual llevar a cabo el propósito eterno de Dios.
Según vimos en el mensaje anterior, Abraham necesitaba dos cosas para cumplir el propósito de
Dios: la simiente y la tierra. Si usted vuelve a leer Génesis 15, verá que tanto la simiente como la
tierra se mencionan varias veces. Ya vimos que tanto la simiente como la tierra son Cristo. Primero,
la simiente es el Cristo individual y personal, y luego es el Cristo corporativo. Gálatas 3:16 revela
que Cristo es la simiente de Abraham. Inicialmente la simiente era el Cristo individual, pero
finalmente se convirtió en el Cristo corporativo, el Cristo que es la Cabeza, donde todos nosotros
somos Su Cuerpo. Esta es la simiente que se necesita para cumplir el propósito de Dios.
Cristo también es la tierra. El concepto de que Cristo es la tierra puede parecer nuevo y extraño
porque anteriormente muchos de nosotros oímos que la buena tierra de Canaán era un tipo, un
símbolo, de los cielos. Muchos cristianos tienen este concepto, pero si volvemos a la Palabra pura,
veremos que la tierra en realidad simboliza a Cristo. En tipología la tierra es el lugar donde el
pueblo de Dios descansa y donde Dios puede vencer a todos Sus enemigos y establecer Su reino y
Su morada, la cual lo expresa y lo representa. Recuerde, por favor, los siguientes puntos acerca de la
tierra: es el lugar donde el pueblo de Dios puede descansar; el lugar donde todos los enemigos de
Dios pueden ser destruidos, y el lugar donde Dios establece Su reino y edifica Su morada para ser
expresado y representado sobre esta tierra rebelde. ¿Qué requisitos hay para ser esa tierra?
Simplemente Cristo. En Cristo, tenemos descanso y matamos a los enemigos. En Cristo, Dios
establece Su reino y edifica Su morada, la iglesia, para que lo exprese y represente. ¿Ha visto usted
que tanto la simiente como la tierra son Cristo? La simiente que Dios prometió a Abraham es el
Cristo corporativo, y la tierra que Dios le prometió es el Cristo maravilloso, resucitado y elevado,
en quien hoy descansamos y damos muerte a nuestros enemigos y en quien Dios establece Su reino
y edifica Su morada para ser expresado y representado.
Cuando Dios prometió a Abraham que tendría una simiente, éste le creyó inmediatamente (15:6).
Cuando Abraham creyó a Dios la promesa de la simiente, su fe, que era preciosa para Dios, le fue
contada por justicia. En ese momento, Abraham fue justificado por fe, la fe que creía que Dios le
daría la simiente para cumplir Su propósito eterno. Cuando Abraham creyó lo que Dios le dijo al
respecto, Dios estuvo contento con él. No obstante, después de eso, cuando Dios prometió a
Abraham que también le daría la tierra, Abraham se sorprendió y dijo al Señor: “Señor Jehová, ¿en
qué conoceré que la he de heredar?” (v. 8). El le podía creer a Dios lo relativo a la promesa de la
simiente, pero no lo que le prometía en cuanto a la tierra.
El mismo principio se aplica hoy. Es fácil creer que Cristo es la simiente, pero resulta difícil creer
que Cristo es la tierra. Es más fácil creer que Cristo es nuestra vida que creer que El puede ser
nuestra vida de iglesia. Muchos cristianos creen en Dios por el hecho de que Cristo es su vida, pero
cuando llegan al asunto de la vida de iglesia, la buena tierra donde podemos descansar, dar muerte a
los enemigos y permitir que Dios establezca Su reino y edifique Su morada, dicen que eso no se
puede tener hoy en día. Muchos cristianos parecen decir: “Es posible vivir por Cristo, pero resulta
imposible tener la vida de iglesia”. Para ellos es más fácil creer que Cristo puede ser su vida que
creer que la iglesia pueda ser su vivir. No pueden creer que es posible tener la vida de iglesia hoy.
Una vez más, vemos que nos parecemos a Abraham; creemos fácilmente en la simiente que
prometió Dios, pero tenemos dificultad en creer en Su promesa con respecto a la tierra. ¿Tiene usted
a Cristo como la simiente? ¿Lo tiene también como la tierra? No resulta tan sencillo tener a Cristo
como la tierra en la cual podemos vivir, a fin de tener la vida de iglesia y que Dios establezca Su
reino y Su morada, la cual lo expresa y lo representa.
Hace años, antes de llegar a la vida de iglesia, ministrábamos acerca de vivir por Cristo, pero
nosotros mismos no teníamos paz. Errábamos sin descansar hasta que un día, por la gracia de Dios,
entramos en la iglesia. Cuando entramos en la iglesia, empezamos a sentir el descanso. Antes de
entrar en la vida de iglesia, nos costaba dar muerte a los enemigos, pero después de entrar en la vida
de iglesia, encontramos que era fácil darles muerte a todos ellos. En la vida de iglesia, el reino de
Dios es establecido, se edifica Su morada, y Dios es expresado y representado. Este es el
cumplimiento del propósito eterno de Dios hoy.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y SEIS
CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE
DIOS:
LA ALEGORIA DE LAS DOS MUJERES
Génesis es un libro que contiene las riquezas de la revelación divina. Cuanto más estudio este libro,
más disfruto de sus maravillosas riquezas. Cuando leemos el libro de Génesis, necesitamos la
iluminación divina, pues nuestra mente humana es incapaz de sacar algo de este libro, aparte de los
relatos históricos y de algunas historias interesantes. Cuando yo era joven, me alegraba escuchar las
historias mencionadas en este libro, pero si consideramos Génesis solamente como un libro de
historias, nos perderemos muchas cosas.
b) Agar, la esclava,
representa el pacto de la ley
Agar, la esclava, representa el pacto de la ley (Gá. 4:25). La ley fue promulgada cuando los hijos de
Israel hicieron a un lado la obra de gracia que Dios había hecho en su favor e intentaron complacer
a Dios por sí mismos. Cuando el hombre ignora la gracia de Dios, siempre procura hacer algo que
complazca a Dios, y esto introduce la ley, de la cual era símbolo Agar, la esclava, la concubina de
Abraham. Por ser la concubina, no debía de haber sido incluida. Lo que ella produjo no podía
permanecer en la economía de Dios. Esto significa que la ley no debía haber venido y que el fruto
de la ley no tiene lugar en el cumplimiento del propósito de Dios. Por el esfuerzo humano y no por
la gracia de Dios, Agar produjo a Ismael, quien fue rechazado por Dios. El fruto del esfuerzo
humano efectuado por la ley no tiene parte en el cumplimiento del propósito de Dios.
Según la economía de Dios, el hombre debe tener una sola esposa. Por consiguiente, la propuesta de
Sara, según la cual Abraham debía tener descendencia por medio de Agar, estaba absolutamente en
contra de la economía de Dios. Agar no era la esposa legítima, sino una concubina. Agar, la
concubina de Abraham, simbolizaba la ley. Así podemos ver que la posición de la ley es la de
concubina. La gracia es la esposa legítima, la madre de los verdaderos herederos (Gá. 4:26, 28, 31),
pero la ley es la concubina, la madre de aquellos que son rechazados como herederos. Según la
antigua costumbre, los hombres tomaban concubinas principalmente cuando sus esposas no podían
tener hijos. Esto es bastante significativo. Cuando la gracia todavía no ha obrado y usted tiene prisa,
se unirá con una concubina, con la ley. Sara simbolizaba la gracia, el pacto de la promesa, y Agar
simbolizaba la ley. La gracia es la esposa legítima, y la ley es la concubina.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y SEIS
CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE
DIOS:
LA ALEGORIA DE LAS DOS MUJERES
Génesis es un libro que contiene las riquezas de la revelación divina. Cuanto más estudio este libro,
más disfruto de sus maravillosas riquezas. Cuando leemos el libro de Génesis, necesitamos la
iluminación divina, pues nuestra mente humana es incapaz de sacar algo de este libro, aparte de los
relatos históricos y de algunas historias interesantes. Cuando yo era joven, me alegraba escuchar las
historias mencionadas en este libro, pero si consideramos Génesis solamente como un libro de
historias, nos perderemos muchas cosas.
b) Agar, la esclava,
representa el pacto de la ley
Agar, la esclava, representa el pacto de la ley (Gá. 4:25). La ley fue promulgada cuando los hijos de
Israel hicieron a un lado la obra de gracia que Dios había hecho en su favor e intentaron complacer
a Dios por sí mismos. Cuando el hombre ignora la gracia de Dios, siempre procura hacer algo que
complazca a Dios, y esto introduce la ley, de la cual era símbolo Agar, la esclava, la concubina de
Abraham. Por ser la concubina, no debía de haber sido incluida. Lo que ella produjo no podía
permanecer en la economía de Dios. Esto significa que la ley no debía haber venido y que el fruto
de la ley no tiene lugar en el cumplimiento del propósito de Dios. Por el esfuerzo humano y no por
la gracia de Dios, Agar produjo a Ismael, quien fue rechazado por Dios. El fruto del esfuerzo
humano efectuado por la ley no tiene parte en el cumplimiento del propósito de Dios.
Según la economía de Dios, el hombre debe tener una sola esposa. Por consiguiente, la propuesta de
Sara, según la cual Abraham debía tener descendencia por medio de Agar, estaba absolutamente en
contra de la economía de Dios. Agar no era la esposa legítima, sino una concubina. Agar, la
concubina de Abraham, simbolizaba la ley. Así podemos ver que la posición de la ley es la de
concubina. La gracia es la esposa legítima, la madre de los verdaderos herederos (Gá. 4:26, 28, 31),
pero la ley es la concubina, la madre de aquellos que son rechazados como herederos. Según la
antigua costumbre, los hombres tomaban concubinas principalmente cuando sus esposas no podían
tener hijos. Esto es bastante significativo. Cuando la gracia todavía no ha obrado y usted tiene prisa,
se unirá con una concubina, con la ley. Sara simbolizaba la gracia, el pacto de la promesa, y Agar
simbolizaba la ley. La gracia es la esposa legítima, y la ley es la concubina.
c) El cambio de nombre
Ahora llegamos al cambio de nombre. En Génesis 17:5, Dios le dijo a Abraham: “Y no se llamará
más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de
muchedumbre de gentes”. Abram significa padre exaltado, y Abraham quiere decir padre de una
gran muchedumbre. Abraham era un padre noble, pero no era el padre de una muchedumbre, el
padre de muchas naciones. Pero en Génesis 17:5 su nombre fue cambiado y pasó de padre exaltado
a padre de una muchedumbre. En hebreo, el nombre Abram consta sólo de cuatro letras
representadas por las letras A-b-r-m. El nombre Abraham se compone de una letra adicional, la h.
Esto indica cuatro más uno. Cuatro es el número de la criatura, y uno el número del Creador. Por
consiguiente, así como cuatro dedos más un pulgar forman una mano completa, también el hombre
más Dios equivalen a la perfección. Cuatro más uno equivalen a cinco, el número que denota
responsabilidad. Por mucho que hagamos con el cuatro, de todos modos nos falta uno. Para ser el
número cinco, y llevar la responsabilidad de cumplir el propósito eterno de Dios, Dios debe ser
añadido a nosotros. ¿Cuál fue el significado del cambio de nombre de Abraham? ¡Que Dios le fue
añadido! Antes de Génesis 17, Abraham no era más que Abram, un hombre al que no se le había
añadido Dios. Sin embargo, en Génesis 17 el hombre, no solamente el nombre, fue cambiado al
añadírsele Dios. Se añadió una sola letra a las otras cuatro, y Dios se añadió al hombre. Dios es el
factor perfeccionador. Sin El somos imperfectos. Todos necesitamos que Dios sea añadido en
nosotros. Esta es la perfección.
Puesto que la persona es la realidad del nombre, el cambio de nombre de Abraham indica el cambio
de su persona. Su nombre original indicaba que él era un padre exaltado. Ahora Dios cambió su
nombre para indicar que él sería el padre de una gran muchedumbre. Lo que se necesita para
cumplir el propósito eterno de Dios no es un padre exaltado, sino un padre de una gran multitud, no
un individuo exaltado sino una persona multiplicada, una persona con una gran muchedumbre que
sea su multiplicación. Dios necesitaba una gran muchedumbre para cumplir Su propósito, y por ello
necesitaba un padre que la produjera. Los cristianos en su gran mayoría desean ser personas de
elevada espiritualidad. Cuanto más buscan esta clase de espiritualidad, más estériles e
individualistas quedan, sin producir ninguna simiente. Pero Dios necesita que nos multipliquemos
produciendo la simiente, y no que nos exaltemos buscando espiritualidad. Por eso, necesitamos el
cambio de nombre, el cambio de nuestra persona. El padre exaltado debe convertirse en el padre de
una gran muchedumbre. La persona que busca una elevada espiritualidad debe ser transformada en
una persona que produzca una multitud. Esto requiere que se le ponga fin al ego que busca la
espiritualidad. Tal ego debe ser aniquilado para que seamos una persona multiplicada, y no una
persona exaltada, a fin de cumplir el propósito de Dios.
En Génesis 17:15 vemos que el nombre de Sara también fue cambiado: “Dijo también Dios a
Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre”. Sarai significa “mi
princesa” y Sara quiere decir “princesa”. La palabra “mi” que precede a princesa denota
particularidad, pero princesa sola indica algo general. El nombre de Sarai fue cambiado por Sara,
porque ella era madre de muchas naciones en un sentido amplio, y no limitado. En 17:16 Dios dijo:
“Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones;
reyes de pueblos vendrán de ella”. Cuando Dios es añadido a nosotros, nos hacemos más amplios.
Si El no nos es añadido, no sólo somos imperfectos sino también limitados. Usted puede ser un
buen hermano o una buena hermana, pero si Dios no se añade a usted, será una persona limitada. Si
usted es un marido a quien Dios no se ha añadido, es un marido limitado. Si es una esposa
desprovista de Dios, será una esposa limitada. ¿Qué puede ampliarnos? ¡Dios y solamente Dios! Si
usted desea ser una persona amplia y tener una visión extensa y una mente, un corazón y un espíritu
amplios, necesita que Dios lo ensanche. Quienesquiera que seamos, si Dios no nos es añadido,
siempre usaremos expresiones como: “mi interés”, “mi provecho”, “mi futuro”, “mi crecimiento en
vida”, “mi búsqueda del Señor”, “mi función en las reuniones de la iglesia”. Si Dios no nos
ensancha, no nos preocuparemos por los demás. Nuestro nombre, que es “mi princesa”, debe ser
cambiado por “princesa”. Decimos: “Es mi día, mi hora, mi tiempo, mi esto y mi aquello”, porque
carecemos de Dios, pero cuando Dios se nos añade, nos ampliamos inmediatamente. Cuando Dios
nos sea añadido, no sólo llegaremos a ser padres de una gran muchedumbre, sino también princesas
de muchas naciones, a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Todos necesitamos este cambio,
un cambio que procede de la añadidura de Dios a nosotros para ampliar nuestra persona limitada.
Todos debemos ser cambiados y pasar de “mi princesa” a “princesa”; necesitamos ser
transformados y pasar de nuestro concepto limitado de espiritualidad a una espiritualidad amplia y
general para que dejemos de ser “mi” princesa y seamos una “madre de naciones”, que cuida a los
demás y tiene la simiente a fin de cumplir el propósito de Dios. Esto también requiere el
aniquilamiento de nuestro hombre viejo y natural para que seamos transformados en una nueva
persona, la cual produce la simiente, cuida a otros, y permite que el propósito de Dios se cumpla
con una gran muchedumbre. El propósito de Dios requiere que seamos “padre de una gran
multitud” y “madre de naciones”. Debemos ser transformados en una persona multiplicada y
multiplicadora y en una persona ampliada e ilimitada.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUARENTA Y OCHO
CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE
DIOS:
LA REVELACION DEL TITULO DIVINO
Y EL CAMBIO DE LOS NOMBRES
HUMANOS
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE
DIOS
Si queremos entender Génesis 17, debemos saber cuál es el propósito de Dios. El propósito de Dios,
el cual El se fijó en la eternidad pasada, consiste en expresarse por medio de un pueblo en la tierra.
Para tener una entidad colectiva como expresión Suya, Dios creó el universo y en él creó al hombre
como centro, a Su imagen, a fin de que lo expresara y lo representara para que dominase en la tierra
como Su reino. Este fue el propósito de Dios para con Adán y los hijos de Israel en el pasado; es Su
propósito para con la iglesia hoy, y será Su propósito en el milenio y por la eternidad. A lo largo de
todas las eras el propósito de Dios jamás ha variado: que el hombre lo exprese y lo represente en la
tierra.
Dios necesita un pueblo que cumpla Su propósito. Si Dios puede obtener un pueblo, podrá cumplir
Su propósito, pero si no adquiere un pueblo, será vencido. Pero ¡nuestro Dios no puede ser vencido!
Dios creó a Adán, y éste fracasó. Luego Dios llamó a Abraham a ser la cabeza de un nuevo linaje.
Dios llamó a una sola persona, a Abraham, pero esta persona tenía que convertirse en un linaje para
que Dios fuese expresado y representado sobre la tierra. Dios llamó a Abraham con ese propósito.
Un individuo no puede cumplir el propósito de Dios, pues lo que Dios necesita no es un individuo
aislado sino un pueblo. Ese solo Abraham debe multiplicarse y convertirse en muchos. Sin
embargo, eso no puede cumplirse según la comprensión natural del hombre ni por su capacidad ni
su fuerza ni su ser naturales.
a) El significado de la circuncisión
c) La circuncisión de Cristo
Colosenses 2:11 menciona la “circuncisión de Cristo”. La verdadera circuncisión se halla en Cristo.
La circuncisión de Cristo, igual que el bautismo, significa poner fin a nuestro viejo ser y hacer de
nosotros una nueva creación, una nueva persona. En Gálatas 6:15 leemos: “Ni la circuncisión vale
nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. El libro de Colosenses revela que Cristo es
nuestra porción eterna (1:12), nuestra vida (3:4), y nuestra esperanza de gloria (1:27), y que
debemos vivir por El como la simiente y andar en El como la tierra (2:6). Si deseamos andar en
Cristo, no debemos distraernos con otras cosas. La manera de vivir por Cristo y de andar en El
consiste en ser sepultados juntamente con El. Nosotros los que fuimos sepultados juntamente con
Cristo fuimos introducidos en Su resurrección, no por nuestro esfuerzo sino por la obra de Dios, la
cual lleva a cabo el Espíritu de Dios. Cuando nos demos cuenta de que fuimos terminados
juntamente con Cristo, sepultados con El e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en
nosotros honrará nuestro entendimiento con Su operación, nos ministrará las riquezas de Cristo y
hará que permanezcamos en resurrección. Esto no es simplemente cuestión de enseñanza; es la
operación que Dios efectúa; es el ejercicio del Espíritu viviente dentro de nosotros. Esta es la
circuncisión de Cristo.
Colosenses 3:9-10 nos dice que nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos revestido del
nuevo. Este es el verdadero cambio de nombre, el verdadero significado de la circuncisión, y la
experiencia auténtica del bautismo. Circuncidar la carne significa despojarse del viejo hombre y
revestirse del nuevo. Entonces, como nuevo hombre, tendremos la simiente que cumple el propósito
de Dios. Además, cuando estamos en el nuevo hombre, estamos en la tierra, la iglesia. Esto es un
asunto de experimentar a Cristo. Cuando veamos que fuimos crucificados juntamente con Cristo e
introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará esta comprensión y
operará dentro de nosotros para que nos despojemos del viejo hombre y seamos revestidos del
nuevo. De esta manera, Dios obtiene la simiente y la tierra para cumplir Su propósito eterno.
d) No yo, sino Cristo
En Gálatas 2:20 leemos: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí”. El verdadero cambio de nombre es el cambio del yo por Cristo. Este es el significado de la
circuncisión y del bautismo. La circuncisión de Cristo lleva a cabo una sola cosa: cambia al yo por
Cristo. Entonces ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y UNO
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UNA INTERCESION GLORIOSA
2) Una intercesión gloriosa
En este mensaje llegamos a otra semilla de la revelación divina sembrada en el libro de Génesis: la
semilla de la intercesión. Los primeros diecisiete capítulos de Génesis no relatan ninguna
intercesión. Podemos suponer que Melquisedec intercedió por Abraham entre bastidores, pero de
ello no existe ninguna constancia escrita. La primera mención explícita de intercesión en la Biblia
se encuentra en Génesis 18, donde Abraham fue el primer intercesor. Este relato de intercesión no
presenta una semilla simple, pues está bastante desarrollada. En Génesis 18 no tenemos una simple
historia de intercesión sino una revelación clara de los principios fundamentales de la intercesión.
La intercesión representa algo muy importante en la Biblia. Sin ella, la economía de Dios no puede
llevarse a cabo. Ahora el ministerio excelente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote real y divino
es un ministerio de intercesión. En Romanos 8:34 y Hebreos 7:25 se nos explica que Cristo
intercede por nosotros. La intercesión es tan importante que debemos dedicarle un mensaje
completo, en el que abarcaremos primordialmente sus principios fundamentales.
a) Conforme a la revelación de Dios
El primer principio de la intercesión es que debe concordar con la revelación de Dios (18:17, 20-
21). La única intercesión útil a los ojos de Dios es la que concuerda con Su revelación. Esto
significa que la intercesión apropiada no es iniciada por nosotros sino por Dios en Su revelación.
Génesis 18 lo describe claramente. Abraham no se levantó una mañana preocupado por Lot ni
postrándose a orar por él al que está sentado en el trono celestial. ¡No! Mientras Abraham estaba
sentado a la entrada de su tienda para refrescarse del calor del día, Dios se le presentó en forma de
hombre mortal. Dios no se presentó a Abraham en Su gloria majestuosa; por eso, al principio
Abraham no se dio cuenta de que Jehová Dios lo estaba visitando. Finalmente, Abraham entendió
que Aquel era Dios mismo. No obstante, Abraham no se atemorizó; estaba en paz, conversando con
Dios como hablaría con un amigo íntimo. Esta conversación debe de haber durado varias horas,
pues se necesita tiempo para preparar la comida e ingerirla. Cuando Dios y los dos ángeles estaban
a punto de marcharse, Abraham no se despidió de ellos, sino que los acompañó, recorriendo
probablemente cierta distancia con ellos. Aquí vemos que nuestro Dios no es solamente un Dios de
amor sino también un Dios que pone a prueba. El nos ama y lo sabe todo, pero a menudo nos
prueba. El conoce nuestro corazón, la parte más profunda de nuestro ser, pero a menudo no dice
nada. Al ponernos a prueba, hace aflorar lo que hay dentro de nosotros.
¿Cuál era el propósito de Dios al presentarse a Abraham en Génesis 18? Indudablemente no vino
para comer, y tampoco para confirmar Su promesa acerca del hijo que Sara había de dar a luz. Dios
se presentó a Abraham porque buscaba un intercesor. En Su trono celestial, Dios había decidido
ejecutar Su juicio sobre la impía ciudad de Sodoma. Sin embargo, no podía olvidar que Lot, uno de
los Suyos, se hallaba allí. Lot ni siquiera se daba cuenta de que debía ser rescatado de Sodoma.
¿Qué podía hacer Dios? Tenía que encontrar a alguien que intercediera por Lot. Dios sabía que no
había nadie en la tierra que se preocupara tanto por Lot y que estuviese entregado tan enteramente a
El como lo estaba Abraham. Por consiguiente, Dios se presentó a Abraham en busca de un
intercesor. Sin un intercesor que rogara por Su pueblo, Dios no podía hacer nada. Dios tiene Sus
principios divinos. Uno de ellos es que sin intercesión El no puede salvar a nadie. La salvación de
cada cristiano se ha llevado a cabo por medio de la intercesión. Dios no se quedó en Su trono en los
cielos esperando que se produjera esa intercesión, sino que descendió y visitó a Abraham en forma
de hombre mortal para que Abraham pudiera hablar fácilmente con El e intercediera por Lot. En
Génesis 18 Abraham no oró a Dios ni invocó Su nombre, sino que conversó con El como lo haría
con un amigo íntimo. Por consiguiente, en ese capítulo, Dios visitó a Abraham con el fin de que éste
sintiera la carga de interceder por Lot según el deseo de Dios.
Dios permaneció a la entrada de la tienda de Abraham durante varias horas, habló mucho con él,
pero no pronunció ni una sola palabra acerca de Su propósito de obtener un intercesor. Muchas
veces nosotros actuamos así. Es posible que usted quiera que un hermano haga algo por usted. Si
usted es sabio, no se presentará a él a pedirle en seguida que haga lo que usted desea. Primero
determinará el humor en el cual se encuentra, hablando con él de varios asuntos. Al final de su
visita, cuando el hermano está a punto de despedirse, usted se abre a él y le habla de lo que deseaba.
Pero si él no se queda y le dice: “Nos vemos en la reunión esta noche”, usted entenderá que su
corazón está demasiado frío y que no está interesado en hacer lo que usted desea. No obstante, si él
dice: “quisiera quedarme un rato más contigo”, entonces usted sabrá que se puede abrir a él.
Cuando Dios se presentó a Abraham, éste le extendió la bienvenida, le trajo agua y le sirvió una
buena comida. Dios habló a Abraham durante la preparación de la comida y en la comida misma,
pero no le reveló el propósito de Su visita. Sólo le reveló Su intención cuando se levantó y salía de
la tienda de Abraham y éste le acompañaba a El y a los dos ángeles en su camino. Mientras
Abraham caminaba con ellos, el Señor dijo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?”
(18:17). Dios no podía encubrir Su intención a Abraham, Su querido amigo a quien había llamado.
Mientras Abraham permanecía en la presencia de Dios, e incluso después de la partida de los dos
ángeles hacia Sodoma, cuando quedó Abraham delante de Dios (18:22), éste se abrió a él. Dios no
se abrió directamente a Abraham sino que dejaba implícito lo que quería. Dios no dijo: “Abraham,
pronto destruiré a Sodoma. Lot está allí, y estoy muy preocupado por él. He venido a pedirte que
intercedas por él”. Dios no habló de manera tan directa, sino que le dijo: “Por cuanto el clamor
contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo,
descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no,
lo sabré” (18:20-21). Dios no pronunció una sola palabra acerca de Lot, pero al hablar de Sodoma,
lo hacía por causa de Lot. Estos dos amigos hablaban de Lot, pero ningún de ellos mencionó jamás
su nombre. Se refirieron a él de una manera misteriosa, con sobrentendidos. Abraham conocía la
preocupación de Dios por Lot, e intercedió por Lot sin mencionar su nombre. Y Dios conocía la
intención de Abraham así como éste conocía la Suya.
No piensen que la revelación de Dios con respecto a la intercesión viene repentinamente, de manera
milagrosa, al estilo “pentecostal”. Si queremos recibir una revelación del corazón de Dios, debemos
pasar por un proceso largo. Debemos salir de Ur de Caldea y pasar por muchos lugares hasta llegar
a la entrada de la tienda en el encinar de Mamre en Hebrón. Primero Dios llamó a Abraham al
aparecérsele como el Dios de gloria. En ese entonces, Abraham no estaba preparado ni calificado
para recibir una revelación del corazón de Dios. El no estaba en íntima comunión con Dios. Incluso
después de matar a Quedorlaomer y a los demás reyes, no estaba listo para conversar con Dios de
una manera íntima. En los capítulos quince y dieciséis vemos que Abraham era un hombre que
buscaba a Dios y lo amaba, pero todavía era demasiado carnal. En el capítulo diecisiete fue
circuncidado y aniquilado, su nombre fue cambiado de Abram a Abraham, y vino a ser otra persona.
Luego, en el capítulo dieciocho, Dios se le presentó en el encinar de Mamre en Hebrón, no como el
Dios de gloria ni como el Dios Altísimo, el creador de los cielos y de la tierra, ni como El-Shaddai,
sino como un hombre mortal que vino para disfrutar de una comida con Su amigo íntimo. En esa
ocasión, Dios encontró a un hombre que concordaba con Su corazón. La intercesión gloriosa que
Abraham presentó delante de Dios en Génesis 18 no fue la oración que un hombre en la tierra dirige
al Dios de los cielos, sino una conversación humana entre dos amigos. Dios bajó de los cielos, se
despojó a Sí mismo, y se vistió de la forma de un hombre mortal, y así conversó con Abraham.
Finalmente, le indicó a Abraham que El era el Dios todopoderoso; aun así, siguieron conversando
como dos amigos. En esta condición, Abraham estaba preparado y calificado para recibir una
revelación del deseo que había en el corazón de Dios. La intercesión es una conversación íntima
con Dios basada en la revelación del deseo que hay en Su corazón. Este es el primer principio de la
intercesión.
Dios debe preparar al hombre que ha de recibir la revelación del deseo que tiene en Su corazón. Las
personas que pertenecen a Dios se cuentan por millones, pero son muy pocas las que han sido
preparadas, disciplinadas, adiestradas, circuncidadas y aniquiladas. Aunque nosotros no nos
parezcamos a Abraham, de vez en cuando hemos tenido experiencias similares. Estábamos
dispuestos a renunciar a nosotros mismos y a rechazar nuestra carne. Entonces, tuvimos la sorpresa
de ver a Dios venir a nosotros como un amigo humano. No oramos a El ni invocamos Su nombre,
sino que conversamos con El como hablaríamos con un amigo íntimo.
Debemos pasar por un largo proceso a fin de cumplir el primer principio fundamental de la
intercesión: ser conformados a una revelación íntima del deseo que Dios tiene en Su corazón.
Debemos ser disciplinados, circuncidados y aniquilados. Entonces estaremos listos para tener una
íntima comunión con Dios. Dios se nos presentará en un nivel humano, y no en un nivel divino, así
como lo hizo con Abraham. Suponga que Dios viene a usted de esta manera hoy en día y que usted
le sirve una comida y conversa con El cara a cara. ¡Qué maravilloso es conversar con Dios de esta
manera! Cuando tenemos comunión con Dios así, no sentimos que estemos hablando con el Dios
todopoderoso y majestuoso, sino con otro ser humano. Este es el significado de la intercesión que
concuerda con la revelación de Dios. Esta intercesión siempre es íntima, misteriosa y con
sobrentendidos.
b) Aparentemente intercedía por Sodoma,
pero en realidad lo hacía por Lot
Cuando Dios reveló a Abraham lo que tenía en Su corazón, Abraham entendió inmediatamente lo
que Dios quería decir. Aparentemente, Abraham intercedía por Sodoma, pero en realidad intercedía
por Lot. “Se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?” (18:23). Queda
implícito que se alude a Lot. Abraham parecía decir: “Señor, ¿acaso no sabes que en Sodoma, la
ciudad impía que estás a punto de destruir, vive una persona justa? Es posible que haya allí otros
justos además de él. ¿Vas a destruir al justo con el impío?”. Dios no le mencionó el nombre de Lot a
Abraham, pero entendió. Del mismo modo, Abraham no le mencionó a Lot, pero Dios sabía a qué
se refería Abraham. Hablaron entre ellos de una manera misteriosa. Ningún extraño habría sabido
de qué hablaban, pero se entendían entre ellos porque eran amigos íntimos. ¿Cómo podemos
demostrar que en realidad Abraham intercedía por Lot? Lo comprobamos en 19:29, donde dice:
“Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a
Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba”. El versículo no dice
que Dios se acordó de Lot, sino que se acordó de Abraham. Nos explica claramente que Dios
respondió a la intercesión de Abraham al rescatar de Sodoma a Lot. Por consiguiente, en el capítulo
dieciocho, Abraham no intercede en realidad por la ciudad de Sodoma sino por Lot.
En principio, la intercesión de Abraham por Lot es similar a la intercesión que se lleva a cabo en la
iglesia neotestamentaria. En los días de Abraham, el pueblo de Dios se componía de dos familias: la
familia de Abraham y la de Lot. Una parte del pueblo de Dios, la familia de Lot, se había trasladado
a la ciudad impía de Sodoma. Del mismo modo, algunas personas de la iglesia se han trasladado al
mundo. Así como Abraham intercedía por esa parte del pueblo de Dios que se había trasladado a
Sodoma, nosotros también debemos interceder por los hermanos y hermanas que se han ido al
mundo. La intercesión de Abraham fue la primera que tiene algún parecido con la intercesión que
prevalece en la vida de iglesia.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y DOS
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UN JUSTO DERROTADO
La Biblia es un libro maravilloso. Junto con el relato de Abraham, nos presenta la negativa historia
de Lot. Durante mucho tiempo, no entendí por qué la Biblia incluía ese relato negativo. Génesis 19
contiene ciertos versículos que, desde el punto de vista humano, no me gusta comentar. No
obstante, la revelación divina del Señor es económica; en ella no se desperdicia ni una sola palabra.
Así que, en la Biblia cada palabra reviste una gran importancia. Entonces ¿cuál es el propósito del
capítulo diecinueve de Génesis? Amonestarnos mediante un ejemplo. Tengo la carga de que en este
mensaje muchos entre nosotros, y particularmente los jóvenes, perciban la amonestación contenida
en este ejemplo. Necesitamos ese ejemplo porque la situación actual no es mejor que la de Sodoma.
Le damos las gracias al Señor porque Su Palabra nos proporciona una historia positiva, la de
Abraham y también una historia negativa, la de Lot. En ninguna parte de la Biblia encontramos un
relato tan completo como la historia de la vida de Abraham. Este relato muestra cómo Abraham fue
llamado por Dios, cómo respondió a ese llamado, cómo vivió por fe en Dios en lo relativo a su
sustento, cómo fue adiestrado para que conociera la gracia a fin de cumplir el propósito de Dios,
cómo pasó por pruebas al ser circuncidado, y cómo fue introducido en una comunión íntima con
Dios, cooperando con El al nivel humano. Aprecio este relato, pues habla de un hombre caído que
fue salvo, transformado e introducido en una comunión maravillosa al nivel humano con el Dios
glorioso y santo. Sin embargo, junto con este relato, tenemos la historia de Lot, la cual es un cuadro
oscuro y negativo. En este mensaje, debemos examinar este relato en detalle y tomarlo como
advertencia para nosotros mismos y para nuestros hijos y parientes.
3) Un justo derrotado
Al leer 2 Pedro 2:6-9, descubrimos que Pedro favorece bastante a Lot. En el versículo 8, Pedro se
refirió a él como un “justo” cuya “alma justa” fue oprimida por la conducta licenciosa de los inicuos
de Sodoma. En el versículo 9 él describe a Lot como una persona piadosa. Por tanto, según el
concepto de Pedro, Lot era justo y también piadoso. Nos puede resultar difícil creer eso porque el
relato acerca de Lot en Génesis es muy negativo, pero lo debemos creer porque la Biblia así lo dice.
Si usted se empecina en afirmar que Lot no era ni justo ni piadoso, entonces yo le preguntaría si
usted lo es. ¿Es usted más justo y piadoso que él? En cierto sentido, Lot fue más justo y piadoso que
muchos de nosotros. De todos modos, aunque él era salvo, justo y piadoso, era un justo derrotado.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y TRES
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UNA COLUMNA DE SAL
El mensaje anterior estaba relacionado con Lot, un justo derrotado. En este mensaje llegamos a la
mujer de Lot, que se volvió una columna de sal (19:26). Génesis 19 probablemente es el único
pasaje que habla de una columna de sal en la historia humana, y debemos considerar eso con mucha
atención. Esta columna de sal no fue creada por Dios. Es muy significativo ver que en las duras
palabras que el Señor Jesús pronunció en Lucas 17, El les dijo a quienes le preguntaba acerca de la
venida del reino: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17:32). En cierto sentido, el Señor parecía
decir a Sus discípulos: “No habléis del reino. Más bien, debéis reconocer cómo será la era cuando
venga. Será semejante a los días de Noé y a los días de Lot. Ambas épocas prefiguran los días de Mi
venida”. Por consiguiente, en las palabras duras, solemnes y sobrias del Señor, se mencionan tres
eras: la era de Noé, la de Lot y la del regreso del Señor.
Cuando hablamos de Noé en mensajes anteriores en este estudio-vida, hicimos notar que él vivía en
una era confusa, y que la gente de su era estaba confundida, embotada y aturdida por sus apetitos y
placeres perversos. No obstante, en Lucas 17:27, al referirse a los días de Noé, el Señor mencionó el
matrimonio; pero cuando habló de los días de Lot, no mencionó el matrimonio, porque en Sodoma
el matrimonio se había deteriorado totalmente, y la gente se complacía en sus apetitos sodomitas.
En Lucas 17:28 y 30 el Señor dijo: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían,
compraban, vendían, plantaban, edificaban ... así será el día en que el Hijo del Hombre sea
revelado”. Después de decir esto e inmediatamente antes de exhortarnos a recordar la esposa de Lot,
el Señor dijo: “En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos;
y el que en el campo, asimismo no vuelva a las cosas que dejó atrás” (Lc. 17:31). En Palestina las
casas tenían techos planos. El Señor estaba diciendo en otras palabras: “Si estáis en la terraza de
vuestra casa cuando Yo vuelva, no descendáis para tomar vuestras posesiones. Si lo hacéis, os
quedaréis. Si trabajáis en el campo, no regreséis a casa. Debéis olvidaros de todo, excepto de Mí”.
Inmediatamente después de estas palabras, el Señor dijo: “Acordaos de la mujer de Lot”.
Hoy en día, así como los contemporáneos de Noé y los de Lot, muchos cristianos están embotados y
confusos, pues han perdido el sentido de las cosas de Dios. Incluso algunos enseñan que los
creyentes pueden ser arrebatados mientras juegan fútbol. Pero la Palabra santa enseña que cuando el
Señor vuelva, El no tomará a ningún santo que siga participando en las diversiones mundanas. Los
cristianos somos la labranza de Dios, la cual crece con Cristo como la simiente de vida (Mt. 13:3-8,
18-23). Ningún cristiano maduro en vida sigue participando en los esparcimientos mundanos. El
Señor no cosechará en el campo a los cristianos que siguen participando en las diversiones
mundanas, puesto que no han madurado y todavía están verdes y crudos. Los cristianos confusos de
hoy deben escuchar esta sobria palabra.
a) La mujer de Lot
Como ya dijimos, no cabe la menor duda de que la esposa de Lot fue salva de la destrucción. Este
hecho se revela tan claramente que nadie lo refuta. Sin embargo, como vimos, ella miró atrás, a
espaldas de su marido, y se convirtió en una columna de sal. El hecho de que caminaba detrás de su
esposo indica que ella tenía aún menos ganas que su marido de abandonar a Sodoma y que no
estaba contenta de seguirlo ni de abandonar la ciudad. Si ella se hubiera alegrado de huir de
Sodoma, habría caminado al lado de su esposo. Aun antes de mirar atrás y convertirse en una
columna de sal, ya estaba detrás de su marido. Aprovecho este incidente para dirigirme a las
esposas. Cuando se trata de cometer un pecado, es bueno que una mujer esté renuente a seguir a su
marido, pero en cuanto a las cosas de Dios, no es bueno que ella se demore en seguirlo. En lo
pertinente a las cosas de Dios, lo mejor que puede hacer una esposa es estar de acuerdo con su
marido y acompañarlo. Esposas, en las cosas de Dios, no se queden atrás de sus maridos. Si lo
hacen, podrían sufrir y convertirse en una columna de sal como le ocurrió a la esposa de Lot. Esta
es una advertencia para todos nosotros.
El hecho de que la esposa de Lot se convirtiera en una columna de sal significa que ella había
perdido su función y, por ende, llegó a ser una señal de vergüenza. La sal es muy útil cuando se ha
pulverizado. Cuanto más fino sea el grano de sal, más útil es. Pero nadie usa la sal en forma de
estatua o columna. El Señor Jesús dijo que nosotros los salvos y regenerados somos la sal de la
tierra (Mt. 5:13). Nuestra función consiste en matar a los microbios de este mundo corrupto. No
obstante, si llegamos a ser insípidos (Lc. 14:34), entonces igual que la esposa de Lot, habremos
perdido nuestra función. La esposa de Lot, por ser miembro del pueblo de Dios, debía haber estado
llena del sabor salado y capaz de matar los microbios de la corrupción a su alrededor, pero ella
perdió su sabor y su función. Ella fue una señal de vergüenza.
Al escribir el libro de Génesis, el Espíritu de Dios no quiso dar el nombre de la mujer de Lot. El
nombre de la esposa de Abraham, Sara, se menciona muchas veces, pero no se menciona el nombre
de la mujer de Lot, pues no merece ser recordado. Esta pobre santa andaba rezagada con relación a
su marido y miró atrás hacia la ciudad de Sodoma. Quizás haya mirado atrás pensando en sus hijos,
su casa y demás pertenencias. Todas sus pertenencias habían quedado allí en Sodoma. Sus intereses,
su corazón, sus deseos y su alma seguían allí, pese a que su cuerpo había sido sacado de esa ciudad.
En consecuencia, por haber mirado atrás hacia ese lugar, el Señor la transformó en una columna de
sal como advertencia y ejemplo para todos nosotros.
En Lucas 17 el Señor usó la esposa de Lot como advertencia para Sus discípulos. No obstante, son
pocos los cristianos que toman en cuenta esta advertencia en su vida diaria. No obstante, debemos
prestar atención a esa advertencia: la persona verdaderamente salva enfrenta la posibilidad de ser
avergonzada cuando el Señor aparezca. Indudablemente no quiero convertirme en una columna de
sal. ¿Y usted? Convertirse en una columna de sal no es ninguna gloria; es una vergüenza. ¡Qué
vergüenza ver a un creyente convertido en una inerte columna de sal, al aire libre donde sólo
experimenta sufrimiento!
a) La familia: el grupo
Consideremos ahora estos seis puntos más detalladamente. Basándonos en el principio según el cual
todo lo que contiene el libro de Génesis es una semilla, podemos decir que la tienda de Abraham, en
la cual él tenía una comunión íntima con Dios al nivel humano, era una miniatura del tabernáculo
que los descendientes de Abraham debían construirle a Dios como morada Suya en la tierra, pues
eso les había mandado Dios. La tienda de Abraham era la semilla, y el tabernáculo erigido en el
desierto por los hijos de Israel era el desarrollo. El templo construido en la buena tierra de Canaán
fue un desarrollo adicional de esa semilla. La iglesia actual, como verdadera morada de Dios en la
tierra, es el cumplimiento de lo que describen la tienda de Abraham, el tabernáculo y el templo en el
Antiguo Testamento. Finalmente la Nueva Jerusalén será la cosecha final de aquella semilla.
Apocalipsis 21:3 revela “el tabernáculo de Dios con los hombres, y El fijará Su tabernáculo con
ellos”. Por consiguiente, en Génesis 18 vemos la semilla, y en Apocalipsis 21 la cosecha.
Según el mismo principio, en los días de Abraham y de Lot, Dios tenía un pueblo sobre la tierra. Su
pueblo se componía de dos familias: la familia de Abraham y la de Lot. Era una semilla, una
miniatura, del pueblo de Dios en las edades que vendrían. Primero, los hijos de Israel constituían el
desarrollo de la semilla del pueblo de Dios, y ahora la iglesia es la continuación de este desarrollo.
Al final, en la Nueva Jerusalén todos los redimidos de todas las generaciones serán la cosecha
completa del pueblo de Dios en la tierra. Una vez más tenemos la semilla, el desarrollo y la
cosecha. Vemos, entonces, que lo que contiene la semilla también debe encontrarse en el desarrollo.
Al principio, la familia de Abraham y de Lot, siendo el pueblo de Dios, eran una sola. No obstante,
en un momento dado, entró la división y se separaron. Cuando eran uno, no formaban un grupo,
sino el pueblo de Dios, el único pueblo de Dios. Cuando vino la división, ésta produjo un grupo
libre. Ese antiguo grupo libre es la semilla y la miniatura de los grupos libres de hoy. Hoy en día,
los grupos libres que hay entre el pueblo de Dios en realidad son un desarrollo adicional de aquella
semilla. La división sembrada por Lot se desarrolló después de la época de Salomón cuando los
hijos de Israel se dividieron y se produjo un grupo libre. Ese grupo libre, la nación de Israel, nunca
fue reconocida por Dios. Dios sólo reconoció a Judá porque Judá se encontraba en el terreno
indicado. En principio, pasa lo mismo en la era de la iglesia. La iglesia entera debe ser el único
pueblo de Dios. Al comienzo, la iglesia era una; era una sola entidad. Pero se produjeron divisiones
sucesivas, que dieron por resultado muchos grupos libres. Alabamos al Señor porque esta división
no continuará en el cielo nuevo y la tierra nueva. Se acabará cuando vuelva el Señor.
b) El padre: el líder
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y CINCO
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
LA DEBILIDAD ESCONDIDA
Y LA INTERCESION VERGONZOSA
La Biblia es un libro honesto. Después de Génesis 18 y 19, donde vemos el gran logro de Abraham
al experimentar a Dios, descubrimos su debilidad en Génesis 20. ¿Puede usted creer que Abraham
después de tener una comunión tan íntima con Dios y después de interceder de manera tan gloriosa,
pudo tener la experiencia relatada en el capítulo veinte? Resulta difícil creer y entender cómo pudo
Abraham haber mostrado esa debilidad. Una vez más, vemos que la Biblia no fue hecha por
hombres. Si esto hubiese sido fabricado por el hombre, el autor no habría incluido este relato de la
debilidad y los defectos de Abraham. No obstante, la Biblia es honesta e incluye Génesis 20 como
parte del relato divino.
6) La debilidad escondida
y la intercesión vergonzosa
Cuando yo era joven, me gustaban los capítulos dieciocho, veintiuno, veintidós y veinticuatro, pero
no sentía el menor interés por el capítulo veinte. Este capítulo relata dos cosas principales: la
debilidad escondida y la intercesión vergonzosa. Abraham, un hombre de Dios, tenía una debilidad
escondida en lo profundo de su ser. En el capítulo dieciocho, él intercedió de manera gloriosa, pero
en el capítulo veinte encontramos el relato de una intercesión vergonzosa.
a) La debilidad escondida
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y SEIS
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
EL NACIMIENTO Y CRECIMIENTO DE
ISAAC
En los mensajes anteriores vimos que la experiencia de Abraham con Dios abarca casi diez
capítulos de Génesis. Allí vimos que Abraham, el llamado de Dios, pasó por muchas situaciones y
etapas. Ahora en Génesis 21, Abraham llega a una experiencia maravillosa: nace Isaac.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y SIETE
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
ISAAC ES OFRECIDO
(1)
En este mensaje llegamos a Génesis 22, donde vemos la cumbre de la experiencia de Abraham con
Dios. Este capítulo es la continuación del capítulo veintiuno. Estos dos capítulos, que relatan el
nacimiento y el ofrecimiento de Isaac, abarcan un período de por lo menos veinte años. Algunos
eruditos creen que cuando Isaac fue ofrecido tenía por lo menos veinte años de edad. Por
consiguiente, para entonces él ya era adulto.
Todo lo que relatan estos dos capítulos tiene mucho significado. Como lo hicimos notar en el
mensaje anterior, en 21:33 leemos: “Plantó Abraham un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí
el nombre de Jehová Dios eterno”. Plantar un árbol tamarisco no carecía de significado. Abraham
seguramente hizo muchas cosas mientras vivía en Beerseba, pero la Biblia sólo narra que peleó por
el pozo, lo compró por precio, plantó un árbol tamarisco, e invocó el nombre de Jehová Dios eterno.
Si estas cosas no tuviesen significado, el relato bíblico, que es muy económico, no las habría
incluido como parte de la revelación divina. El hecho de que la revelación divina excluya muchas
otras cosas y hable de que fue plantado un árbol tamarisco, muestra la importancia de dicha acción.
En Génesis 2 el centro de la revelación es el árbol de la vida. Del mismo modo, en la segunda parte
de Génesis 21 el centro de la revelación es el árbol tamarisco. Si tenemos el entendimiento
espiritual y la luz divina, veremos que este árbol tamarisco es el árbol de la vida experimentado y
expresado. Cuando no experimentamos ni expresamos el árbol de la vida, éste no pasa de ser el
árbol de la vida. Pero cuando lo experimentamos y lo expresamos, se convierte en un árbol
tamarisco. Un árbol tamarisco tiene ramas delgadas y hojas finas que denotan el fluir de las riquezas
de la vida. Por consiguiente, el árbol tamarisco plantado cerca del pozo del juramento en Beerseba
es un ejemplo del fluir de las riquezas de la vida, el resultado de experimentar el árbol de la vida.
¿Es el árbol de la vida un árbol tamarisco en su experiencia? Cuando llegamos a las reuniones, el
árbol de la vida debe convertirse en un árbol tamarisco.
En el relato de Ismael no figura ningún árbol del que fluyan las riquezas de la vida; sólo había un
arco. La señal de Ismael era un arco que mataba a la vida, pero la señal de Isaac era un árbol del que
brotaba vida. Como cristiano, hijo de Dios y descendiente de Abraham, ¿cuál es su señal, un arco o
un árbol tamarisco? ¿Está usted dando muerte a la vida, o fluye de usted la vida con todas sus
riquezas?
Si el árbol de la vida mencionado en Génesis 2 es importante, entonces el árbol tamarisco de
Génesis 21 también debe serlo. Muy pocos cristianos, si los hay, han visto la importancia del árbol
tamarisco plantado en Beerseba. Algunos han prestado algo de atención al árbol de la vida, pero no
se han fijado en el árbol tamarisco. Anteriormente vimos el árbol de la vida, pero no vimos el árbol
tamarisco. Le damos gracias al Señor porque en estos días El nos ha dado la visión del árbol
tamarisco. Un día, el impulso interior me dijo que necesitaba conocer el significado del árbol
tamarisco que aparece en el capítulo veintiuno. En dicho capítulo no se desperdicia ni una sola
palabra, pues hace a un lado las demás cosas que Abraham debe de haber hecho, pero dice
específicamente que plantó un árbol tamarisco en Beerseba. En nuestra opinión, plantar un árbol
tamarisco puede ser algo insignificante, quizás sólo fuera una especie de antigua jardinería. No
obstante, la Biblia relaciona plantar un árbol tamarisco con invocar el nuevo título Jehová Dios
eterno. Observe el uso de la conjunción para relacionar estas dos cosas de 21:33. Abraham plantó un
árbol tamarisco “e” invocó allí el nombre de Jehová, El Olam. Según nuestro concepto humano,
plantar un árbol no se relaciona con invocar el nombre del Señor, particularmente con un título
nuevo y recién revelado. Sin embargo, en la Biblia eso nos proporciona la base para invocar
correctamente al Señor. Si queremos invocar el nombre del Señor, necesitamos un árbol tamarisco.
Si no tenemos la experiencia del árbol tamarisco, sólo podremos invocar el antiguo título de Dios,
Jehová, y no Su título El Olam, recién revelado.
En el capítulo veintiuno, Abraham invocó un nuevo título de Dios: El Olam, el Dios misterioso,
escondido, secreto, pero muy real, quien vive y existe para siempre. Este título de Dios denota la
vida eterna, pues el Dios eterno denota vida eterna. Abraham experimentó la vida eterna, pero no
tenía este término. Antiguamente la gente comía vitaminas, pero no tenía ningún conocimiento
científico acerca de ellas ni de los términos científicos para describirlas. Por haber nacido después
de escribirse el Nuevo Testamento, tenemos la expresión la vida eterna. Sin embargo, Abraham,
quien vivió en tiempos antiguos, no tenía este término divino. No obstante, cuando invocó el
nombre de Jehová, El Olam, eso implicaba que experimentó a Dios como la vida que existe y
perdura para siempre, como Aquel que es real y vive, y que también es misterioso y secreto.
Debemos considerar nuestra propia experiencia. Cuando tuvimos el fluir de las riquezas de la vida
divina, entonces invocamos el nombre del Señor Jesús con una nueva comprensión. Invocamos al
Señor mismo, pero al hacerlo sentimos algo fresco. ¿Piensa usted que si sostiene en su mano el arco
que mata la vida podría invocar el nombre del Señor? ¡No!, sino que buscaría una esposa egipcia.
8) Isaac es ofrecido
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y OCHO
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
ISAAC ES OFRECIDO
(2)
En el último mensaje, vimos que Abraham ofreció a su hijo Isaac como Dios se lo había pedido. Esa
historia, relatada en Génesis 22, no es solamente una historia muy importante, sino que tiene
también un significado implícito, pues se trata de un cuadro gráfico de Cristo en varios aspectos. No
hallamos el título de Cristo ni el nombre de Jesús en este capítulo, pero vemos implícitos muchos
aspectos de El. En este mensaje veremos los aspectos de Cristo que se describen en dicho capítulo.
c) Isaac tipifica a Cristo
Isaac tipificaba a Cristo. Ya dijimos que Abraham respondió al llamado de Dios al ir al monte
Moriah para ofrecer a Isaac. Eso es historia. Pero si vemos esto desde la perspectiva de la
revelación de Dios, veremos que lo que hizo Abraham con Isaac es un cuadro gráfico de lo que el
Padre hizo con Su Hijo amado. Cuando Abraham viajó al monte Moriah con Isaac, lo acompañaron
dos siervos jóvenes. Al tercer día, Abraham se alejó de los dos siervos, diciendo: “Yo y el muchacho
iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (v. 5). De ahí en adelante, la historia
cambia. Ya no era la historia de cuatro personas: el padre, el hijo y los dos siervos, sino la historia
de Abraham y su hijo Isaac. Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso encima de Isaac,
quien la cargó hasta la cima del monte Moriah. Compare esto con Juan 19:17, donde leemos: “Y El,
cargando Su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota”. Isaac recorrió el
mismo camino al monte Moriah que el Señor Jesús recorrería más tarde al subir al Gólgota. Antes
de que Cristo llevara la cruz y subiera al Calvario, o el Gólgota, Isaac cargó la leña para el
holocausto y siguió el mismo camino. Además Jesús fue crucificado en el monte donde Isaac fue
puesto en el altar. Por consiguiente, vemos que Abraham tipificaba al Padre, e Isaac, con la madera
sobre sí, al Hijo unigénito de Dios. Isaac fue llevado como cordero al altar. Jesús también “como
cordero fue llevado al matadero” (Is. 53:7).
Mientras Abraham e Isaac subían al monte Moriah, Isaac dijo: “He aquí el fuego y la leña; mas
¿dónde está el cordero para el holocausto?” (v. 7). Abraham contestó: “Dios se proveerá de cordero
para el holocausto, hijo mío” (v. 8). Aquí vemos que el hijo tenía comunión con el padre. ¿No cree
usted que mientras Jesús llevaba la cruz en el camino al Calvario El tuvo comunión con el Padre?
¿Y no cree que el Padre habló con el Hijo? Yo creo que sí. Si usted dice que la Biblia no nos dice tal
cosa, yo le diría que Génesis 22 sí nos lo dice. Necesitamos ver y oír la conversación celestial que
ocurrió en camino al monte Moriah. Abraham e Isaac tipifican al Padre y al Hijo, y su comunión
rumbo al monte Moriah es un cuadro gráfico que describe cómo Jesús el Hijo tenía comunión con el
Padre mientras llevaba a cuestas la cruz al Calvario. No tenemos una descripción específica de eso
en el Nuevo Testamento, pero sí tenemos el cuadro en el Antiguo Testamento, y un cuadro vale más
que mil palabras. En Génesis 22 el cuadro describe algo que las palabras no pueden explicar. Los
autores del Nuevo Testamento no describieron la comunión amorosa entre el Padre y el Hijo en el
camino al Calvario, pero sí se ve claramente en el cuadro de Génesis 22. ¡Necesitamos ver este
cuadro! Como lo indicaremos más adelante, casi todos los aspectos de la tipología contenida en
Génesis 22 se abarcan en Juan 1.
Examinemos ahora algunos detalles de Isaac como figura de Cristo. Isaac era el único hijo de
Abraham (vs. 2, 12, 16). Esto tipifica a Cristo como el Hijo unigénito de Dios (Jn. 3:16). Isaac era
el hijo amado de Abraham (v. 2), y Cristo era el Hijo amado del Padre, en el cual El se complacía
(Mt. 3:17). En 22:5 vemos que Isaac siguió la voluntad de su padre, y en Mateo 26:39 vemos que
Cristo escogió la voluntad del Padre. En el cuadro de Génesis 22, vemos que Isaac, un hombre
maduro, fue obediente hasta la muerte (vs. 9-10). El relato de este capítulo nos muestra que al
ofrecer a Isaac, Abraham no consultó ni a su esposa Sara ni a su hijo Isaac. Abraham tomó a su hijo,
puso la madera sobre él, lo condujo al monte, lo ató y lo puso sobre el altar. El no le dio a Isaac la
oportunidad de decir nada. No obstante, Isaac siguió la voluntad de su padre y fue obediente hasta
la muerte. Del mismo modo, cuando el Señor Jesús estaba a punto de morir, El dijo: “No sea como
Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39). En Filipenses 2:8 vemos que Cristo fue obediente hasta la
muerte. Observe el cuadro de nuevo: Isaac fue obediente hasta el altar. El no sólo siguió al padre al
pie del monte sino que también le obedeció al llevar la madera y al ser atado. El no ofreció
resistencia. Aun cuando el padre lo puso sobre al altar, tomó el cuchillo y extendió su mano para
matarlo, él no se rebeló. El fue obediente hasta la muerte. Si consideramos todos estos aspectos de
Isaac como figura de Cristo descrita en el Antiguo Testamento, veremos que fueron soberanamente
dispuestos, pues correspondían a la palabra clara de la revelación del Nuevo Testamento.
A los ojos de Dios, Isaac fue inmolado. Cuando Abraham se disponía a inmolar a su hijo, el ángel
del Señor que apareció de los cielos intervino, diciendo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho,
ni le hagas nada”. Aquí el ángel del Señor en realidad es Dios mismo, lo cual se demuestra en el
versículo 12, donde el ángel del Señor le dijo a Abraham: “Porque ya conozco que temes a Dios,
por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Aquí “me” se refiere a Dios mismo. Observe que el
ángel del Señor no dijo “le” sino “me”. Abraham, el padre, inmoló a su hijo, pero el ángel de Jehová
lo resucitó de los muertos. Del mismo modo, Hechos 2:24 revela que Dios resucitó a Cristo de entre
los muertos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
MUERTE Y SEPULTURA DE SARA
9) Muerte y sepultura de Sara
En este mensaje llegamos a Génesis 23, el capítulo que relata la muerte y sepultura de Sara. Cuando
yo era joven, no entendía por qué este capítulo estaba incluido en el libro de Génesis. No podía
comprender por qué razón, aunque Abraham debió de haber hecho muchas cosas importantes que
no están relatadas, tenemos veinte versículos que describen la manera en que él dedicó su tiempo,
sus energías, su dinero y hasta su cortesía para adquirir un sepulcro. Sin embargo, la Biblia no
desperdicia ninguna palabra. Cada palabra de la Biblia es el aliento de Dios; por esta razón, Génesis
23 debe de tener mucho significado. Si consideramos Génesis 1 y 2 como algo importante, también
debemos considerar Génesis 23 como un capítulo importante. Todos los cristianos valoran Génesis
1 porque presenta el relato de la creación. Estimamos Génesis 1 no sólo como un relato de la
creación sino también como un relato de la vida, pues habla de la imagen y el dominio de Dios en
relación con el hombre que El creó. También apreciamos Génesis 2 porque nos habla del árbol de la
vida. No obstante, somos pocos los que apreciamos un sepulcro. Sin embargo, Génesis 23 se centra
en el sepulcro y nos relata con detalles la compra de éste. Esta historia incluye más detalles que
cualquier otro relato del libro de Génesis. Los demás relatos son bastante breves, mientras que esta
narración nos da los detalles de la ubicación de la tumba, su propietario, la manera en que fue
adquirida y la cantidad de dinero que pagó Abraham. Este sepulcro tiene mucha importancia, pues
vemos que no sólo Sara fue sepultada allí, sino también Abraham, Isaac, Rebeca, Jacob y Lea.
Resulta muy significativo que los nombres de Abraham, Isaac y Jacob son los componentes del
título divino de Dios cuando se alude al Dios de resurrección (Mt. 22:32).
Génesis 23 es una ventana a través de la cual podemos ver la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén
no se encuentra en este capítulo, pero se puede ver ahí. Este capítulo es como un telescopio; por él
podemos ver el tabernáculo eterno que está en el futuro lejano.
Génesis 21 nos relata el nacimiento de Isaac. Indudablemente esto es digno de mencionarse.
Después de eso, en el mismo capítulo vemos que Abraham redimió un pozo, plantó un árbol
tamarisco e invocó el nombre de Jehová, El Olam. Según vimos, en el capítulo veintidós tenemos la
ofrenda de Isaac. Luego, en el capítulo veintitrés, tenemos la muerte y sepultura de Sara. Estos tres
capítulos abarcan un período de por lo menos treinta y siete años. Aunque Abraham debe de haber
pasado por muchas cosas durante estos treinta y siete años, se mencionan solamente cuatro
acontecimientos: el nacimiento de Isaac, la vida en Beerseba, la ofrenda de Isaac, y la muerte y
sepultura de Sara. Estos tres capítulos excluyen muchas cosas que, en nuestro concepto, son
importantes, pero incluyen un relato detallado de la muerte y sepultura de Sara. Por esta razón,
debemos prestar mucha atención a Génesis 23.
c) El sufrimiento de Abraham
Abraham y Sara constituían la mejor pareja de todo el universo. Se amaban verdaderamente, y
nunca consideraron ni el divorcio ni la separación como posibilidades. Cuando Abraham fue
privado de su esposa, ello fue una gran perdida para él y para Isaac. Isaac era un hijo querido para
su madre, y sin lugar a dudas ella lo amaba mucho. A la edad de treinta y siete años, seguía soltero y
vivía con su madre. Cuando Isaac se casó, a la edad de los cuarenta años (25:20), la Biblia nos dice
que lo hizo en la tienda de su madre (24:67). Repentinamente fue roto el amor entre Abraham y
Sara y entre Sara e Isaac, pues Sara, la esposa y madre, murió anormalmente. Por esta razón,
Abraham sufrió mucho.
Si usted lee la historia de Abraham, verá que Dios siempre lo privó de algo. Lot se apartó de él,
Eliezer fue rechazado, Ismael fue echado, e Isaac fue ofrecido a Dios sobre el altar. Luego su amada
esposa falleció. ¡Por cuántas pruebas y sufrimientos tuvo que pasar Abraham! Según nuestro
concepto natural, Abraham, quien fue tan bueno con Dios, no debía haber sufrido todas esas cosas.
En el capítulo veintidós, Isaac fue ofrecido a Dios y le fue devuelto a Abraham en resurrección.
Mientras Abraham disfrutaba de una vida feliz con su esposa Sara y su hijo Isaac, Sara, el motivo de
su felicidad, fue llevada repentinamente. En esta familia, la felicidad dependía de Sara, la esposa y
madre. Cuando ella murió, el ambiente, la vida y la felicidad de esta familia desaparecieron, y la
familia misma se acabó. ¡Qué sufrimiento debe de haber sido esto para Abraham!
Nosotros los llamados de Dios no deberíamos esperar una vida feliz aquí en la tierra. Debemos
seguir los pasos de Abraham, quien buscaba una patria mejor, una ciudad con fundamentos (He.
11:10, 16). Nuestra vida pasajera en la tierra es la vida de un peregrino. Por esta razón, Abraham
prestó poca atención a su morada y simplemente erigió una tienda. El era un viajero, un forastero,
que buscaba una morada permanente.
Abraham vivió treinta y ocho años sin la ayuda de Sara (25:8). En la Biblia el número treinta y ocho
es el número de sufrimientos y pruebas. Los hijos de Israel sufrieron pruebas en el desierto durante
treinta y ocho años. Como dijimos ya, Isaac tenía cuarenta años de edad cuando se casó. En la
Biblia el número cuarenta también denota pruebas y tentaciones. En este capítulo tenemos otro
número, el cuatrocientos, es decir, cuarenta multiplicado por diez. La Biblia usa el número
cuatrocientos por primera vez en Génesis 15:13, donde se le dijo a Abraham que sus descendientes
sufrirían aflicción durante cuatrocientos años. Aquí en 23:16 leemos que Abraham pagó
cuatrocientos ciclos de plata por el sepulcro. Esto indica que era una prueba y un sufrimiento.
Al leer antes este capítulo, usted quizás no se haya dado cuenta de que Abraham estaba sufriendo.
Pero observe en el versículo 2 las expresiones “hacer duelo” y “llorar”. Abraham hizo duelo por
Sara y la lloró, porque había perdido su felicidad y su vida de familia. Las palabras hebreas
traducidas “hacer duelo” y “llorar” tienen un significado más profundo. Abraham sufrió
enormemente al perder a su esposa en su vejez; él estaba profundamente herido. Su gran
sufrimiento está indicado por los números treinta y ocho, cuarenta y cuatrocientos.
d) El testimonio de Abraham
Abraham, quien había sufrido la perdida de su querida esposa, tenía un testimonio muy firme. Los
heteos se dirigían a él como señor y lo llamaron “príncipe de Dios” (v. 6). Esta expresión hebrea
puede traducirse “príncipe poderoso”. En hebreo la palabra traducida “poderoso” también se usa
para designar a Dios. Abraham expresó a Dios como un príncipe Suyo y era respetable como un
poderoso príncipe. A sus propios ojos, él era un extranjero, pero a los ojos de la gente, era un
príncipe poderoso y un príncipe de Dios. El era verdaderamente un hombre de peso.
Todos debemos ser personas de peso y poseer la misma clase de testimonio que Abraham. En
nuestro barrio, en nuestro trabajo y en nuestra escuela, no debemos ser descuidados ni debemos
permitir que otros nos menosprecien. Debemos ser personas de peso, y los demás deben valorarnos.
Nosotros mismos no debemos considerarnos personas importantes, pero los demás deben tenernos
en alta estima. Espero que los maestros de los colegios digan que los jóvenes estudiantes de la
iglesia que están en su clase son príncipes poderosos. Hermanos jóvenes, no oren solamente con
denuedo en las reuniones. También deben ser personas de peso en el colegio. El simple hecho de
tener un buen comportamiento no significa gran cosa. Debemos ser personas de peso. El oro y el
diamante tienen peso, mientras que las palomitas de maíz y el algodón de azúcar son ligeros. Si
usted es oro o diamante, tendrá peso. Nosotros los cristianos, los llamados de Dios, debemos tener
tanto peso que la gente quede sorprendida y diga: “¿Por qué este joven tiene tanto? El no es ni
común ni anormal; es un joven normal, pero no tiene nada de superficial. Debe de ser un príncipe”.
Somos personas de peso porque Dios está en nosotros. Los que son llamados deben invocar el
nombre de Jehová, El Olam. Cuanto más Abraham invocaba este título del Ser divino, más peso
acumulaba. Dios es oro. Si lo invocamos, llegaremos a ser de oro. Cuanto más invocamos al Dios
de oro, más de Su elemento, de Su oro, es infundido en nuestro ser. Consideren la diferencia entre la
madera común y la madera petrificada. La madera es ligera, pero la madera petrificada pesa mucho.
Pesa aún más que una piedra, porque ciertos minerales pesados se han forjado en ella. Todos
nacimos ligeros, pero nacimos de nuevo para tener peso. Aparte de nuestro nuevo nacimiento,
tenemos el proceso de transformación. La madera llega a petrificarse por el fluir continuo del agua.
La corriente de agua arrastra el elemento de la madera y deposita en su lugar varios minerales,
transformando así la madera en una piedra pesada y preciosa.
Ser buenos vecinos no es suficiente. Debemos ser hijos de Dios de mucho peso. Como llamados de
Dios, estamos bajo Su infusión. Debemos ser muy fuertes y tener contenido para que la gente diga
que somos poderosos, príncipes de Dios.
Abraham como príncipe poderoso era respetado (v. 6). El respetó a otros y, a cambio, fue respetado.
El también fue sabio (vs. 3-13). En este capítulo vemos que Abraham tenía una manera sabia de
comunicarse con la gente, pues hablaba con las personas de una manera afable y equilibrada.
Además, era honesto y no se aprovechaba de nadie (vs. 14-16). Su intención era comprar el
sepulcro. Cuando se lo ofrecieron cortésmente como obsequio, después de enterarse de que su valor
era de cuatrocientos ciclos de plata, prefirió pagar la suma total. El no aprovechó la oportunidad
para sacar ventaja de los demás, ni regateó el precio. El dio a Efrón la suma completa que éste
pedía. Del mismo modo, no debemos impresionar a la gente con nuestra escasez; debemos mostrar
nuestras riquezas. Este es nuestro testimonio. Lamento mucho el bajo nivel de moralidad que hay en
el cristianismo actual. ¡Hay normas deplorables de comportamiento! Debemos expresar a Dios,
mostrando que los hijos de Dios somos personas de peso, somos respetables y dignos de fiar.
Debemos estar dispuestos a sufrir pérdida y a no aprovecharnos de los demás. El hecho de perder o
de ganar no significa nada. Si perdemos, de todos modos seguiremos vivos; si ganamos, ya no
podremos vivir. ¡Cuán honestos y respetables debemos ser, y expresar a Dios con dignidad!
e) El sepulcro escogido
El versículo 6 habla de “lo mejor de nuestros sepulcros”, el sepulcro escogido. Cuando el Señor
Jesús estaba en la tierra, no tenía una buena casa. Pero después de morir, fue puesto en un buen
sepulcro (Mt. 27:57-60). El vivía en un hogar pobre, pero fue sepultado en una tumba de ricos. En
la Biblia eso es un principio. No debemos vivir en una buena casa, pero debemos preparar la mejor
tumba. Abraham prestó más atención al sepulcro que a la tienda. Génesis no dice ni una sola palabra
acerca de la manera en que Abraham montó su tienda, cuánto pagó por ella, ni dónde exactamente
la erigió. El plantaba su tienda como alguien que va a acampar en las montañas por algunos días.
Abraham acampó durante toda su vida. El no se preocupó mucho por la tienda, pero sí por el
sepulcro. En este capítulo hallamos una descripción detallada de la cueva de Macpela en el campo
de Efrón. Ni siquiera la ciudad de Jerusalén se describe con tantos detalles en el Antiguo
Testamento.
Consideremos ahora qué significa eso. A la luz del Nuevo Testamento, podemos ver que Abraham
fue llamado por Dios y entendió que era un extranjero, un viajero, que buscaba una ciudad
permanente y una patria mejor (He. 11:9-10, 16). Mientras buscaba una patria mejor, su amada
esposa murió repentinamente. No obstante, Abraham no abandonó su fe. Tampoco dijo a Isaac:
“Isaac, tu madre y yo hemos buscado un ciudad que tiene fundamentos y una patria mejor que Dios
nos ha prometido. Siempre hemos tenido esta esperanza. Ahora tu madre está muerta. ¿Cómo
llegará ella allí? ¿Qué haremos? Probablemente nuestro Dios no es digno de confianza y ya no
podemos creer en El”. Abraham no habló así. Al examinar el relato de Hebreos, vemos que
Abraham no se desalentó ni perdió la fe. Por el contrario, tuvo mucha fe en el Dios de resurrección,
y creyó que su amada esposa estaría en esa ciudad y en esa mejor patria. Esta fe implica
resurrección.
Génesis 23 no es un capítulo sobre la resurrección, sino sobre la puerta que proporciona acceso a la
resurrección. En Génesis 23 Sara no entró en resurrección; entró por la puerta. Para Abraham, la
muerte de Sara equivalía a entrar por la puerta de la resurrección. Abraham no tomó este asunto a la
ligera. Tal vez él no haya prestado mucha atención a su tienda, pero éste no fue el caso con el
sepulcro de su esposa. Al comprar la cueva de Macpela su intención no era solamente sepultar allí a
Sara, sino también ser sepultado él allí. En hebreo, la palabra Macpela significa doble o duplicar.
Todos los que fueron sepultados en esta cueva eran enterrados como parte de una pareja: Abraham y
Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y Lea (v. 19; 25:9; 49:29-32; 50:13). Abraham tenía la esperanza, en lo
profundo de su ser, de que algún día su esposa estaría en la ciudad que tiene fundamentos. Esto
implica resurrección. Jacob, poco antes de morir, encargó a sus hijos que lo sepultaran en la cueva
de Macpela. Pese a que en la antigüedad era una gran empresa transportar a Jacob de Egipto a
Canaán para ser sepultado, los hijos de Jacob lo hicieron (50:13). Así podemos ver que cuando
Jacob estaba a punto de morir, no consideró la muerte como el final sino como una etapa, como la
entrada a la patria mejor.
Abraham estaba lleno de la esperanza de resurrección. Quizás haya amado al cadáver de su esposa
más que a Sara cuando ella vivía. Si Sara hubiera podido hablar con Abraham, quizás le habría
dicho: “Abraham, ¿por qué eres tan bueno conmigo después de mi muerte? Cuando yo vivía, nunca
preparaste una buena tienda para mí. Ahora que estoy muerta, has pagado tanto dinero para comprar
una cueva a fin de sepultarme. ¿Por qué compraste una cueva con un campo y con árboles? ¿Qué
estás haciendo?” Tal vez Abraham haya contestado: “Sara, debes entender que no estás sepultada
aquí; sólo descansas aquí. Te he preparado la mejor habitación en la cual podrás descansar mientras
esperas aquel día. Si ese día está lejos, yo vendré para ser uno contigo y descansaremos juntos. Esta
es la razón por la cual compré el campo y la cueva. Observa la vida del campo. Este no es un lugar
de muerte, sino de vida”.
En la Biblia un campo representa el crecimiento de vida, es decir, la resurrección. Pasa lo mismo
hoy en día. Si usted no cree en la resurrección, le sugiero que considere un campo de trigo. Poco
tiempo después de que se siembran los granos de trigo, brotan nuevamente. En 1936 estaba yo
predicando el evangelio a un grupo de estudiantes de la Universidad de Ching-Hua en China. Una
noche, después de mi predicación, vino a mí un estudiante joven y me pidió que le explicara el
asunto de la resurrección. El dijo: “No tengo ningún problema con el cristianismo, pero no puedo
creer en la resurrección. ¿Cómo podemos nosotros, en nuestra era moderna y científica, creer en
algo tan supersticioso como la resurrección? ¿Cómo puede una persona muerta resucitar? Y ésta es
una de las enseñanzas fundamentales de la Biblia”. Le dije que eso era muy fácil de explicar. A
través de la ventana del cuarto donde estábamos sentados podíamos ver los campos de trigo. Le
dije: “Observe los campos de trigo. ¿Ve usted el trigo que ahí crece? ¿Acaso no ve usted la
resurrección en estos campos? La semilla es sembrada en el suelo, muere, y luego brota el trigo.
Esta es la resurrección”. Este ejemplo sencillo lo convenció, y fue salvo. Ahora él es uno de los
colaboradores de la isla de Taiwán.
Un campo que crece presenta la resurrección, pero la madera amontonada representa la muerte.
Abraham no puso a Sara en un lugar de muerte, sino en un lugar de vida, un lugar lleno de
resurrección. La cueva en la cual ella fue sepultada se hallaba en el extremo de un campo (v. 9), y
había muchos árboles cerca (v. 17). Supongamos que la cueva de Macpela estuviese rodeada de un
montón de madera muerta. Al verla, alguien sentiría inmediatamente que ése era un lugar de muerte,
un lugar de aniquilamiento. Pero la cueva de Macpela no es el lugar del aniquilamiento, sino un
lugar lleno de la esperanza de resurrección. Se encuentra en camino a la resurrección. En ese lugar,
Sara podía dormir en paz mientras esperaba el día que había de venir. Si ella hubiese hablado,
habría dicho: “No estoy esperando en un lugar de muerte. Estoy en un lugar de vida. Observe el
campo y los árboles. Algún día, yo estaré en resurrección”. La muerte de Sara no desanimó a
Abraham en su búsqueda de una patria mejor y de una ciudad con fundamentos. Por el contrario,
eso despertó su esperanza del día venidero. Por consiguiente, dedicó mucha atención al sepulcro e
invirtió mucho dinero en la compra de este sepulcro para Sara, para sí mismo y sus descendientes.
Si tenemos la luz del Nuevo Testamento, veremos que eso denota la esperanza de la resurrección.
Una vez más, digo que el sepulcro es el pasaje, la puerta de entrada a la ciudad esperada, la Nueva
Jerusalén. ¡Aleluya, la cueva de Macpela está en el camino hacia Jerusalén!
Sabemos que Génesis 23 denota la esperanza de la resurrección porque el Señor Jesús dijo que el
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no es Dios de muertos sino de vivos (Mt. 22:31-32). A
nuestros ojos, Abraham, Isaac y Jacob están muertos, pero a los ojos de Dios, viven.
Nuestro antepasado, Abraham, el llamado de Dios, no se preocupó mucho por el presente, pero sí
prestó atención al futuro. El sepulcro elegido estaba destinado al futuro. En principio, nosotros
tampoco debemos preparar un mejor hogar para el presente sino una puerta de entrada al futuro.
Nuestro interés no es el presente sino el futuro. Si el Señor tarda en regresar, todos entraremos por
esta puerta. No debemos prestar demasiada atención al presente sino al futuro. Debemos vivir en
una tienda y anhelar la ciudad que tiene fundamentos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
EL MATRIMONIO DE ISAAC,
UNA VIDA PRACTICA EN UNIDAD CON
EL SEÑOR
La Biblia revela que el propósito eterno de Dios consiste en expresarse por medio de un cuerpo, una
entidad colectiva, y que dicho propósito se cumple por medio de la vida divina. Si queremos
indagar las profundidades del libro de Génesis, debemos ver estas dos cosas. En Génesis 1:26
vemos que Dios hizo al hombre a Su imagen. Este hombre no es un individuo, sino una entidad
corporativa. Podemos decir que es la humanidad, una entidad corporativa, la cual puede expresar la
imagen de Dios. En Génesis 2 vemos que debemos poseer la vida divina representada por el árbol
de la vida, para cumplir el propósito de Dios. En estos dos capítulos, vemos dos palabras cruciales:
imagen y vida. La imagen revela el propósito eterno de Dios, y la vida presenta la manera en que El
cumple Su propósito. No considere que Génesis es un simple relato de la creación y de la historia de
algunos patriarcas. Esta perspectiva es demasiado superficial. Cuando entramos en las
profundidades de este libro, descubrimos que no se trata de un simple relato de la creación ni de una
historia, sino de una revelación del propósito eterno de Dios y de la manera en que El lo lleva a
cabo.
(1) Abraham
La vida de Abraham era una vida práctica en unidad con el Señor. Abraham no recibió
repentinamente una visión en la cual Dios le dijo que deseaba llevar a cabo un propósito elevado en
la tierra, que lo necesitaba a él, y que Isaac había de casarse a fin de que se cumpliera el propósito
eterno de Dios. El capítulo veinticuatro no contiene esa visión. Por el contrario, el relato en Génesis
es común y humano. Según este relato, un hombre de edad avanzada engendró un hijo. Cuando su
hijo tenía treinta y siete años de edad, su esposa, y la madre de ese hijo, murió, y Abraham la
sepultó de manera muy significativa. El padre y el hijo, que carecían de esposa, quedaron solos, y
vivieron juntos en esa situación triste durante tres años. Tal vez el hijo haya dicho: “Padre, ¿dónde
está mi madre?” y el padre pudo haber contestado: “Hijo, ¿dónde está tu esposa?” El padre sentía la
responsabilidad de cuidar a su hijo. Quizás haya dicho: “He perdido a mi esposa, y mi hijo tiene
ahora cuarenta años de edad. Indudablemente éste es el momento apropiado para que él se case. Sin
embargo, estamos rodeados de cananeas, y ninguna de ellas sería aceptada por Dios”. Ningún relato
muestra que Dios haya dicho: “Abraham, permíteme mandar a alguien a tu propio país a fin de
conseguir una esposa para Isaac. Nunca te dejaré tomar una mujer cananea para tu hijo”.
Efectivamente ningún relato indica eso, pero Abraham así lo entendió. ¿De dónde le vino esta idea?
De vivir conforme al concepto de Dios.
Abraham era un hombre que vivía en unidad con Dios. Si vivo en unidad con cierto hermano día
tras día, no será necesario que él me diga muchas cosas. Yo sabré lo que le gusta y lo que no le
agrada, lo que le complace y lo que le ofende. Si lo amo y vivo en unidad con él, todo lo que yo
diga y haga dependerá de lo que a él le guste o no le guste. Lamento decir que muchos cristianos no
viven en unidad con Dios. Cuando surgen asuntos importantes, se arrodillan y oran: “Oh Señor,
¿cuál es Tu voluntad?” Y luego no siguen la voluntad de Dios sino su propio concepto. No
conocemos la voluntad de Dios al orar de esta manera. Si queremos conocer la voluntad de Dios,
debemos vivir en unidad con El. Si vivimos en unidad con El, El no necesitará decirnos lo que
desea, porque ya lo sabremos al ser uno con El.
Aunque Abraham estaba desesperado por casar a su hijo, no estaba dispuesto a aceptar a una
cananea como esposa de Isaac. Si fuésemos Abraham, podríamos haber seguido el camino fácil y
decir: “Aquí en la tierra de Canaán hay muchas muchachas. ¿Por qué no puedo escoger a una de
ellas como esposa para mi hijo? Puede haber una muy cerca”. Abraham no pensaba así, y por
consiguiente mandó lejos a su viejo mayordomo, al país de donde él venía, a fin de encontrar esposa
para Isaac. Dios no le dijo a Abraham que hiciera eso, pero Abraham obró conforme a la voluntad
interior y al concepto de Dios. Como ya vimos, Abraham conocía la voluntad e intención de Dios
porque vivía en unidad con El en la práctica.
Abraham no era la única persona que habría de llevar esa vida. Todas las personas mencionadas en
este capítulo vivían en un ambiente de unidad con Dios. Abraham, el viejo mayordomo, Rebeca,
Labán, Betuel e Isaac vivían en unidad con Dios. Espero que todos los santos que estamos en las
iglesias veamos que necesitamos esta vida para cumplir el propósito de Dios ahora. No debemos
orar ni buscar la voluntad de Dios; debemos vivir en unidad con El. Cuando vivimos en unidad con
Dios, somos partícipes de Sus conceptos, y todo lo que pensemos y hagamos concordará con Su
sentir. Dios no necesitará decir nada, pues percibiremos lo que El piensa, y conoceremos Su sentir
interior porque vivimos en unidad con El.
(3) Rebeca
(b) Incondicional
Rebeca era incondicional (vs. 57-58, 61). Ella nunca había visto a Isaac, pero estuvo dispuesta a ir a
él sin vacilar. Ella no le dijo a su madre: “Madre, nunca he visto a Isaac. Quizás debería escribirle
primero y luego pedirle que me visite. Entonces yo podría decidir si me caso con él”. Rebeca no
habló de esta manera. Su hermano y su hermana dudaban y le pedían que se quedara por lo menos
otros diez días, pero ella dijo: “Iré”. Ella estaba absolutamente resuelta.
Durante los últimos cuarenta años, he visto hermanas jóvenes que han tenido problemas mentales
como resultado de pensar demasiado en el matrimonio. Algunas han pasado días, semanas, meses y
años preguntándose si cierto hermano era el que Dios había preparado para ellas. Cuando esas
hermanas se me acercaron a preguntarme, les dije, con tono de reproche: “Si usted piensa que él es
el hermano indicado, cásese con él ciegamente. Pero si él no lo es, olvídese de él y no hable más del
asunto. Cuanto más considera, más perturba a Dios, a sí misma y también a mí. ¿Cómo le podría
contestar sí o no? Si contesto sí, usted me dirá que yo no conozco bien al muchacho. Si le digo que
no, no quedará satisfecha porque ya está enamorada de él. No lo piense más. Cásese con él u
olvídelo”. Les respondí así con mucha seriedad. Hermanas jóvenes, si ustedes desean casarse, deben
aprender a ser amables, diligentes e incondicionales.
(c) Sumisa
Rebeca también era sumisa (vs. 64-65). Cuando vio a Isaac y se dio cuenta de quién era, “tomó el
velo, y se cubrió”. Hermanas, no se pongan un pedazo de tela sobre la cabeza como adorno o
decoración. Debe ser una señal de sumisión. Cuando usted se casa, deja de ser su propia cabeza. Su
cabeza debe estar cubierta, pues su marido es su cabeza. Este es el verdadero significado del
matrimonio.
(5) Isaac
Isaac no era un hombre activo, pues él no hizo nada. El simplemente moraba cerca de un pozo, de
un lugar de aguas vivas. Veamos el versículo 63: “Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora
de la tarde”. Los traductores bíblicos tienen dificultades para traducir el hebreo de este versículo.
Algunas versiones lo interpretan indicando que Isaac se fue al campo para orar, y otros dicen que él
fue al campo para adorar. Tal vez Isaac estaba meditando en la presencia del Señor, quizás
considerando su matrimonio. El había perdido a su madre, no tenía esposa, y el siervo más fiel se
había ido de viaje. Isaac no sabía si el siervo regresaría. La familia no tenía ninguna seguridad, y él
se encontraba en una situación desesperada. Por consiguiente, él salió al campo para buscar al Señor
y meditar delante de Dios. Mientras él meditaba, vino Rebeca. Después de que el siervo hubo
contado a Isaac todo lo que había sucedido, Isaac aceptó todo lo que su padre había hecho por él y
se casó con Rebeca (vs. 66-67). Su matrimonio fue una herencia, y no un esfuerzo. El no se esforzó
por conseguir esposa; sólo aceptó lo que su padre hizo por él. El no hizo nada para conseguir
esposa. El sólo tomó lo que el padre había hecho por él. Al actuar así, él fue uno con el Señor para
que se cumpliese el propósito de Dios en él. El tuvo un matrimonio firme y sólido sin ceremonia de
bodas.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y UNO
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
EL MATRIMONIO DE ISAAC,
UNA FIGURA DE LA BODA DE CRISTO Y
LA IGLESIA
La Biblia es un libro divino compuesto de conceptos divinos. Por esta razón, contiene numerosos
relatos maravillosos, y Génesis 24 es uno de ellos. Este capítulo no sólo revela una vida en unidad
con Dios, sino que también implica algo más profundo que la vida humana. Esta es la razón por la
cual le resulta difícil a la mente humana comprender las profundidades de la Biblia. En la superficie
de Génesis 24, vemos un relato del vivir humano, pero en lo profundo de ese capítulo se encuentra
algo divino. Resulta fácil ver la superficie, pero es difícil sondear las profundidades.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y DOS
SIN MADUREZ EN VIDA
La Biblia es una revelación completa, cuyo contenido es el propósito eterno de Dios. Ya dijimos
varias veces que el propósito eterno de Dios consiste en forjarse en un hombre corporativo para
tener una expresión corporativa en el universo. Si queremos entender correctamente toda la Biblia,
debemos tener esto presente.
En este mensaje llegamos a Génesis 25. Hace muchos años, no me gustaba la primera parte de este
capítulo. Sin embargo, esta sección de Génesis 25 debe ser muy importante puesto que la Biblia no
desperdicia palabra. Si no conservamos delante de nosotros el propósito de la revelación en la santa
Palabra, no podremos ver el significado de este pasaje. El Señor, en Su misericordia, nos ha
mostrado la profundidad de este pasaje de la Palabra.
Tanto en Génesis como en Romanos vemos claramente que Abraham era muy viejo cuando
engendró a Isaac. Romanos 4:19 dice que Abraham consideraba su cuerpo como ya muerto. Sin
embargo, cuarenta años después del nacimiento de Isaac, Abraham se volvió a casar (25:1), y
cuando llegó a la edad de ciento cuarenta años, engendró otros seis hijos (25:2). ¿Cómo podemos
explicar eso? Si él tenía la vejez de un difunto a los cien años de edad, ciertamente él debe haber
estado más que muerto cuando se volvió a casar a la edad de ciento cuarenta años. En el capítulo
veintitrés Sara murió y fue sepultada, en el capítulo veinticuatro Abraham consiguió esposa para
Isaac, y en el capítulo veinticinco él mismo se volvió a casar. ¿Qué significa esto?
Génesis 25 incluye también el relato del nacimiento de Jacob y de Esaú. ¿Por qué un relato tan
maravilloso consta en el mismo capítulo que enumera los seis hijos de la concubina de Abraham? El
relato de los seis hijos de Abraham es algo negativo, mientras que el relato del nacimiento de Jacob
y Esaú es positivo. Si usted hubiese redactado este capítulo, ¿juntaría usted estos dos relatos?
Ninguno de nosotros habría escrito este capítulo de esta manera. No obstante, debe de tener un
significado importante según la inspiración del Espíritu Santo.
f. Necesitaba a Jacob
y a Isaac para estar completo
Abraham era bueno, pero no estaba completo. El debía ser completado y perfeccionado por las
vidas de Jacob y de Isaac. Conforme a lo que implica el relato divino, Abraham, Isaac y Jacob no
son tres individuos separados. Del mismo modo, el Dios de ellos, o sea, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob, no se refiere a tres dioses sino a un solo Dios, el Dios Triuno. En
Abraham vemos a Dios el Padre; en Isaac vemos a Dios el Hijo; y en Jacob vemos a Dios el
Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu, tres en uno, son el único Dios Triuno. Según este mismo
principio, Abraham, Isaac y Jacob, son una persona triuna. Al ser tres en uno, son una persona
completa en la experiencia de vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y TRES
HEREDAR LA GRACIA
En los mensajes anteriores dijimos que según la experiencia de vida, Abraham, Isaac y Jacob
constituyen tres partes de una sola persona, una persona completa, y que no debemos considerarlos
tres individuos separados. Si conocemos la vida descrita en el libro de Génesis, veremos que, a los
ojos de Dios, estas tres personas conforman una unidad completa en la experiencia de vida.
a. Heredar la gracia
En este mensaje llegamos al segundo aspecto de la experiencia de los llamados: la experiencia de
Isaac (21:1—28:9; 35:28-29). Los cristianos tienen dificultades para entender la experiencia de
Isaac. Por el contrario, resulta bastante fácil entender los tres aspectos principales de la experiencia
de Abraham: fue llamado por Dios, vivió por fe en El y en comunión con El. Pero ¿qué diremos de
Isaac? Al leer el relato de su vida en los capítulos del veintiuno al veintiocho, ¿qué vemos de la
experiencia de vida? No vemos que él haya sido llamado, ni que haya vivido por fe en Dios, ni en
comunión con El. Génesis nos revela que Isaac nació, se casó y engendró dos hijos. Pero es difícil
determinar la experiencia de vida contenida en la historia de Isaac.
En el relato de la vida de Isaac, queda implícita la experiencia de la gracia. Lo que experimentó
Isaac fue la herencia de la gracia de Dios. La gracia de Dios no se revela en el Antiguo Testamento
de manera tan completa como en el Nuevo Testamento, porque la gracia en realidad vino con
Jesucristo (Jn. 1:17). Después de la venida de Jesucristo, tenemos la plena revelación de la gracia, y
en el Nuevo Testamento, la palabra gracia se utiliza repetidas veces. Incluso el Nuevo Testamento
concluye con la gracia: “La gracia del Señor Jesucristo sea con todos los santos. Amen.” (Ap.
22:21). La Biblia empieza en el Antiguo Testamento con la frase: “En el principio creó Dios los
cielos y la tierra”, y termina en el Nuevo Testamento con la frase: “La gracia de nuestro Señor Jesús
sea con todos los santos. Amen”. El relato de Génesis acerca de Isaac no contiene la palabra gracia,
pero está implícita. Esta es la razón por la cual a muchos les es difícil comprender la Biblia, ya que
ésta puede hablar de cierta cosa sin mencionarla por nombre. La experiencia de Isaac se narra en
Génesis, pero es difícil designarla como una experiencia de la gracia.
El Nuevo Testamento afirma en cuanto a la experiencia de vida, que Abraham, Isaac y Jacob no
deben ser considerados tres individuos separados, sino aspectos de la experiencia de vida de una
persona completa. Abraham representa el aspecto del llamamiento, de vivir por la fe en Dios y en
comunión con El. Isaac representa el aspecto de heredar la gracia y disfrutar la herencia de la
gracia. Jacob representa el aspecto de ser elegido, de ser disciplinado por el Señor, y de ser
transformado en príncipe de Dios. En la experiencia de vida, vemos el aspecto del deleite, la gracia.
La mayoría de nosotros ha oído mensajes en los que se nos dice que la vida cristiana debe ser una
vida de sufrimiento, de llevar la cruz y de gemir en oraciones. ¿No ha oído usted mensajes en los
cuales se dice que éste no es el tiempo de disfrutar, sino de sufrir y de llevar la cruz, y que nuestro
deleite empezará cuando vuelva el Señor? No digo que eso sea erróneo, pero sí afirmo que es sólo
un aspecto de la vida cristiana. Existe otro aspecto: el aspecto del deleite.
En el sentido bíblico y en nuestra experiencia, la gracia significa disfrute. La gracia es el disfrute
que tenemos en la vida cristiana. Nuestra vida cristiana presenta tres aspectos: el aspecto de
Abraham, el de Isaac y el de Jacob. En el aspecto de Abraham, no tenemos mucho disfrute.
Abraham fue bendecido y engrandecido, pero no tuvo mucho disfrute. El perdió a su padre, y Lot se
le convirtió en un problema. Eliezer, en quién confiaba, fue rechazado, e Ismael, el hijo que
engendró con su concubina por su propio esfuerzo, fue echado. Después de que nació de Isaac, Dios
le exigió a Abraham que lo ofreciera como holocausto. Poco después de recuperar a Isaac, Abraham
perdió a su querida esposa. En toda su vida, podemos ver el aspecto del despojo. La Biblia no
muestra que Abraham haya sufrido mucho, pero lo perdió casi todo. ¿Es eso la totalidad de la vida
cristiana? Si tal es el caso, entonces la vida cristiana es solamente una vida de pérdidas. Las
pérdidas constituyen un aspecto de la vida cristiana. Romanos 5:2 no dice: “Tenemos acceso a esta
pérdida en la cual estamos firmes”. Lo que dice es: “Hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia
en la cual estamos firmes”. Dios no tiene ninguna intención de mantenernos en la pérdida. Su
intención es introducirnos en la gracia, en el disfrute.
Dios desea conducirnos a disfrutar la gracia, pero algo estorba esta gracia: el yo. Nosotros mismos
constituimos el obstáculo. Cristo vino, y con El la gracia, y nosotros hemos sido introducidos en la
gracia en la cual estamos firmes; no obstante, usted y yo constituimos el estorbo más grande para
esta gracia. Por lo tanto, antes de que podamos tener la experiencia de Isaac, necesitamos a
Abraham, quien representa el primer aspecto de la experiencia de vida. La vida de Abraham revela
que si deseamos disfrutar de la gracia de Dios y deleitarnos plenamente en las riquezas de Dios,
debemos ser quebrantados, circuncidados y aniquilados. Si Abraham no hubiera sido circuncidado,
Isaac jamás habría nacido. Isaac nació después de que Abraham fue circuncidado. Después de la
circuncisión de Abraham en Génesis 17, Dios le dijo que Isaac nacería (17:19). Finalmente, en el
capítulo veintiuno, nació Isaac. Este vino con la visitación de Dios; nació por la visitación de Dios,
la cual corresponde al nacimiento de Isaac. Dios visitó a Sara, y esa visita se convirtió en el
nacimiento de Isaac. Esta es la gracia.
Dios vino para ser disfrutado por los que El llamó. Sin embargo, si queremos tener ese disfrute, el
yo debe desaparecer. Cuando el yo desaparece, viene Isaac. Eso significa que viene la gracia. No es
fácil perder el yo. Nosotros debemos ser despojados para que el yo desaparezca. ¿Está usted
dispuesto a perder su yo? No creo que nadie esté dispuesto a perder su ego. No obstante, debemos
perdernos a nosotros mismos antes de que pueda venir la gracia. Perder el yo significa estar
dispuesto a quedar mal. Cuando guardamos las apariencias, perdemos la gracia. Si queremos recibir
gracia, debemos estar dispuestos a quedar mal. Hermanos, frente a su esposa en su vida diaria,
deben estar preparados para perder. Si ustedes hacen eso, la gracia vendrá. Después de la
circuncisión de Abraham, vino Isaac. Este es el principio. Nuestro ego debe irse, y la gracia vendrá.
Primero debemos ser Abraham, y luego convertirnos en Isaac.
No le resultó fácil a Abraham perder su yo. En realidad, Dios lo obligó a perderse a sí mismo.
Cuando Dios llamó a Abraham, no dijo: “Abraham, debes perderte a ti mismo y entonces Yo vendré
para ser tu gracia y tu deleite”. No, cuando Dios lo llamó, El prometió bendecirlo. La bendición del
Antiguo Testamento corresponde en cierto modo a la gracia del Nuevo Testamento. ¿Cuál es la
diferencia entre la bendición y la gracia? Aquello que Dios nos da gratuitamente es una bendición.
Pero cuando esta bendición es forjada en nuestro ser, ella se convierte en gracia. Dios prometió a
Abraham que lo bendeciría. Cuando la bendición fue forjada en Abraham, ésta se convirtió en
gracia. El ego de Abraham y su hombre natural constituyeron el mayor estorbo para la bendición de
Dios y obligó a Dios a despojarlo.
Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Todos fuimos llamados, y Dios nos bendijo en Cristo (Ef.
1:3). No obstante, después de ser llamados, seguimos enfrascados en nosotros mismos, y por
nuestro propio esfuerzo tratamos de recibir la bendición de Dios. Cuando yo era joven, me di cuenta
de que mi carne no era buena. Cuando me dijeron que la carne fue clavada en la cruz, me alegré
mucho. Entonces empecé a tratar de poner la carne en la cruz por mi propio esfuerzo. No obstante,
al hacerlo por mi propio esfuerzo, entorpecí la gracia de Dios. La crucifixión de la carne ya se había
realizado; no necesitaba valerme de mis esfuerzos. No obstante, yo, mi ego, estaba intentando poner
mi carne en la cruz. Este yo era el mayor obstáculo para la gracia de Dios. Me separaba de la gracia.
Si examinamos nuestra experiencia pasada, veremos que después de oír las buenas nuevas, a
menudo procurábamos obtener por nuestra cuenta las cosas que oíamos en las buenas nuevas.
Nuestros propios esfuerzos han sido un estorbo para la gracia de Dios. Por esta razón, Dios se ve
obligado a quebrantarnos.
Ser llamados por Dios, vivir por la fe en Dios y vivir en comunión con El tienen la finalidad de que
lo disfrutemos a El. Fuimos llamados a disfrutar a Dios; debemos aprender a vivir por la fe en El
para disfrutarlo; y debemos vivir en comunión con El para participar de todas sus riquezas. Todo
eso tiene como único fin que disfrutemos a Dios. Sin embargo, no vemos este disfrute en Abraham,
mas sí en Isaac. Todos nosotros hemos tenido por lo menos alguna experiencia del llamado de Dios,
de vivir por fe en Dios, de vivir en comunión con El y de ser despojados. Somos los verdaderos
Abraham de hoy. Sin embargo, podemos testificar también que, para sorpresa nuestra, ha habido
cierta medida de disfrute en medio de nuestra pérdida. Mientras somos despojados,
inconscientemente tenemos cierta medida de disfrute. Cada vez que sufrimos bajo la mano de Dios,
simultáneamente tenemos cierto disfrute. Cuando sufrimos como Abraham, disfrutamos como
Isaac. Por esta razón, el relato de Isaac no viene inmediatamente después del de Abraham, sino que
se mezcla con el de la vida de éste. Mientras Abraham todavía estaba en la escena, apareció Isaac,
pues no eran dos individuos separados en la experiencia de vida, sino dos aspectos de la experiencia
de vida de una persona completa. Necesitamos las experiencias de Abraham e Isaac. Quizá usted en
la actualidad tenga cierta experiencia y diga: “No sé por qué me sucede eso”. Pero en lo más
recóndito de su ser, usted lo sabe. En medio de su pérdida, usted gana y disfruta a Cristo. Esta es la
experiencia de Isaac.
Si sólo tuviéramos a Abraham sin Isaac, quedaríamos muy desilusionados con el relato de Abraham.
Diríamos: “¿Qué hay de bueno en ser el padre de la fe si sólo se trata de ser despojados?” Pero
cuando veamos la experiencia de Isaac, diremos: “Ahora entiendo por qué Abraham sufrió tantas
pérdidas. Todas las experiencias negativas de Abraham sirvieron para el disfrute de Isaac”. Todo le
sucedía a Abraham por el bien de Isaac. Abraham consiguió muchas cosas, fue bendecido y
engrandecido, pero dio todo lo que tenía a Isaac (Gn. 24:36; 25:5). Abraham sufrió para que Isaac
saliera ganando. Cuanto más sufría Abraham, más ganaba Isaac. Yo diría: “Pobre Abraham, sólo
fuiste una persona sufrida. Todo lo que ganaste con tus sufrimientos no te sirvió a ti, sino a Isaac”.
Todos debemos ser conscientes de que ahora no sólo somos Abraham, sino también Isaac. Si usted
me dice: “Hermano, tú eres un pobre Abraham que siempre sufre”, yo contestaría: “¿Acaso no sabes
que también soy un Isaac? He sufrido pérdidas para poder obtener ganancias. Como Abraham
pierdo, pero como Isaac gano. No soy solamente Abraham. Mi nombre es Abraham-Isaac. Por el
lado de las pérdidas, soy Abraham; por el lado de las ganancias, soy Isaac”.
Somos tanto Abraham como Isaac. En calidad de Abraham fuimos llamados por Dios, aprendimos a
vivir por fe en El y a estar en comunión con El. Al mismo tiempo, en calidad de Isaac, no hacemos
otra cosa que disfrutar lo que hemos ganado en la experiencia de Abraham. ¿Qué clase de
experiencia valora usted más, la de Abraham o la de Isaac? Sin la experiencia de Abraham no
podemos tener la de Isaac. Dios nos está disciplinando como lo hizo con Abraham para que
experimentemos lo que vivió Isaac.
El asunto de la gracia ha sido escondido, oculto y velado en el transcurso de los años. ¿Qué es la
gracia? La gracia es algo de Dios forjado en nuestro ser, que obra en nosotros y por nosotros. No es
nada exterior. La gracia es Dios en Cristo, forjado en nuestro ser para vivir, obrar y actuar por
nosotros. Leamos lo que dice Pablo en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y
Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no
yo sino la gracia de Dios conmigo”. Este es un pensamiento muy profundo. Pablo no dijo: “Por la
gracia de Dios tengo lo que tengo. Tengo un buen automóvil, un buen trabajo y una buena esposa
por la gracia de Dios”. Ni siquiera dijo: “Por la gracia de Dios hago lo que hago”. No se trata de
actuar, de tener ni de laborar, sino de ser. Por lo tanto, Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo que
soy”. Eso significa que la gracia misma de Dios había sido forjada en su ser, y había hecho de él esa
clase de persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si unimos
este versículo con 1 Corintios 15:10, vemos que la gracia no es más que Cristo vivo en nosotros. Ya
no soy yo, sino la gracia de Dios, no yo, sino Cristo. La gracia no está fuera de nosotros ni a nuestro
lado. Es una persona divina, Dios mismo en Cristo, forjado en nosotros para ser el constituyente de
nuestro ser. Por la falta de revelación, los cristianos no han entendido correctamente la gracia y la
han interpretado de manera errónea, pensando que es algo que está fuera de ellos. Pero la gracia no
es más que el Dios Triuno forjado en nosotros para constituir nuestro ser y para vivir, obrar y actuar
en nosotros a fin de que así podamos decir: “Soy lo que soy por la gracia de Dios. Y no yo, sino la
gracia de Dios”.
A todos nosotros se nos ha enseñado a tener un buen comportamiento y a amarnos unos a otros.
Como resultado, tratamos de comportarnos correctamente y de amar a los demás. No obstante, no
importa si amamos a otros o no, pues Dios jamás aceptará nuestro amor. Abraham logró engendrar a
Ismael, pero Dios lo rechazó. Dios parecía decir: “No, Abraham, eso no es lo que Yo quiero. Deseo
algo que sea forjado en ti y expresado por medio de ti. Has producido a Ismael sin Mi visitación. Yo
estaba en los cielos y tú en la tierra engendrando a Ismael. Puesto que él no tiene nada que ver
conmigo ni con Mi visitación, jamás lo reconoceré. Un día visitaré a Sara, y Mi visitación producirá
a Isaac; sólo lo reconoceré a él”. Si amamos a los demás con nuestro propio esfuerzo, Dios jamás
reconocerá este amor, pues no procede de Su visitación. Dios desea visitarnos, entrar en nosotros,
vivir por nosotros e inclusive amar a los demás por nosotros. El sólo reconocerá esta clase de amor.
El amor de usted es un Ismael; pero el amor por la visitación de Dios es un Isaac. El hecho de que
usted sea humilde u orgulloso, perverso o justo no tiene ningún valor. Dios no reconoce nada que
proceda de usted fuera de la visitación de El. Lo que no procede de la gracia no es reconocido ni
estimado por Dios. Todos debemos decir: “Oh Señor, no haré nada sin Tu visitación. Señor, si Tú no
me visitas ni haces nada por medio de mí, yo no haré nada. Ni aborreceré ni amaré. No seré
orgulloso ni humilde. Quiero estar en blanco. Señor, sin Tu visitación no soy nada”. La visitación de
Dios es la gracia práctica. Cuando amo a los demás y soy humilde por la visitación de Dios, y no
por mi propio esfuerzo, estoy en el disfrute de la gracia.
Como ya vimos, Dios desea forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión
corporativa. Este es el concepto fundamental de la revelación divina de la Biblia. Este es el
propósito eterno de Dios. Dios llamó a Abraham con el propósito de forjarse en él, pero Abraham
tenía un fuerte yo. Este ego natural constituyó el mayor obstáculo para el propósito de Dios. Sucede
lo mismo con nosotros hoy en día. El propósito de Dios consiste en forjarse en nosotros para ser
nuestra vida y nuestro vivir, pero nuestro ego natural sigue siendo un estorbo. Por lo tanto, Dios
debe quebrantarnos y cortarnos para poder entrar en nosotros y ser el todo para nosotros. Dios no
necesita que amemos a los demás ni que seamos humildes para que la sociedad mejore. Si Dios
deseara una sociedad mejor, sólo tendría que decir: “Mejor sociedad”, y ésta se producirá. El llama
las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y no necesita nuestra ayuda. Dios desea forjarse en
nosotros para ser nuestra humildad y nuestro todo. El desea que digamos: “Señor, no soy nada y no
haré nada. Sólo me abro a Ti para que entres y hagas Tu hogar en mí, vivas en mí y hagas todo por
mí. Señor, vive en mí, y yo disfrutaré Tu vivir. Cada vez que obres en mí, yo diré: ‘Alabado seas
Señor. ¡Esto es maravilloso!’ Yo no soy el que actúa, sino el que disfruta, el que aprecia todo lo que
haces por mí’ ”.
Hoy en día, Dios desea quebrantar a Abraham para que surja Isaac. El desea romper nuestro ser
natural a fin de que podamos experimentarlo plenamente en Cristo, quién se forja en nosotros para
ser nuestro deleite. He experimentado la vida matrimonial por casi cincuenta años; he
experimentado mucho disfrute y mucho sufrimiento. Antes de casarme, amaba sinceramente al
Señor, y le decía frecuentemente cuánto lo amaba. Después de casarme, acudía al Señor y le decía,
como expresión de lealtad: “Señor, por el amor que te tengo, quiero ser el mejor marido”. A la larga,
fracasé. Acudí al Señor y confesé todos mis fracasos. Después de experimentar la unción, fui
consolado e intenté nuevamente ser el mejor marido. Pero volví a fracasar, y esa experiencia de
altibajos se repitió continuamente. Más adelante, hasta di un mensaje en el cual dije: “La vida
cristiana tiene muchas noches y días. No se desaliente jamás por causa de sus fracasos. Sólo espere
algunas horas y la mañana vendrá”. Durante muchos años, pasé días y noches, noches y días. Un día
recibí la revelación y dije: “Necio, ¿quién te pidió hacer eso? Cristo está aquí esperando ser tu
gracia. Tú debes decir: ‘Señor no soy nada ni puedo hacer nada, y aun si pudiera hacer algo, Tú no
lo aceptarías. Ven Señor, y has Tu obra y sé el mejor marido en mi lugar. Esto te corresponde a Ti,
no a mí. Tú me exiges, te devuelvo lo que me pides y te pido que Tú lo cumplas. Señor sé el mejor
marido, y yo te alabaré por eso’ ”. Cada vez que oré de esta manera, el Señor siempre hizo lo mejor.
Esta es la gracia.
La gracia es Dios forjado en nuestro ser para que lo disfrutemos. Hoy en día, Dios no es solamente
Dios el Padre, sino también Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Además Dios el Espíritu es el Espíritu
de gracia (He. 10:29) y esta gracia es la gracia de vida (1 P. 3:7), “la multiforme gracia” (1 P. 4:10),
“toda gracia” (1 P. 5:10), y la gracia que nos basta (2 Co. 12:9). El Dios Triuno es esta gracia, y esta
gracia se halla ahora en nuestro espíritu (Gá. 6:18). La gracia es la persona divina del Dios Triuno
como el Espíritu que mora en nuestro espíritu. Es el Espíritu de gracia que mora en nuestro espíritu
para ser nuestro disfrute a fin de que disfrutemos a Dios como nuestra vida y nuestro todo, incluso
como nuestro vivir. Esta es la razón por la cual todas las epístolas de Pablo concluyen con las
palabras: “La gracia sea con vosotros”. Por ejemplo, 2 Corintios 13:14 declara: “La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La gracia
no se encuentra fuera de nosotros, sino en nosotros. Podemos llamarla el Espíritu de gracia o la
gracia de vida, pero es algo vivo y divino que mora en nuestro espíritu. Tenemos esta realidad
divina, el Dios Triuno que mora en nuestro espíritu como nuestra gracia y disfrute. Cuando El ama a
los demás a través de nosotros, este amor es nuestro disfrute. Cuando El vive y se expresa por
conducto nuestro, este vivir también es nuestro disfrute. Día y noche, podemos disfrutar Su vivir en
nosotros.
Entonces, ¿por qué sufrimos? Porque el ego, el yo, el hombre natural, sigue ahí y debe ser
disciplinado. Alabado sea el Señor porque ninguna disciplina es en vano. Todo azote de parte de
Dios quebranta nuestro hombre natural para que nosotros disfrutemos más de Dios como nuestra
gracia. Por lo tanto, tenemos a Abraham y a Isaac; tenemos la pérdida y el disfrute de la ganancia.
Esta ganancia no es la obtención de bienes materiales, sino la ganancia de aquel que mora en
nosotros, es decir, el Espíritu de gracia, la gracia de vida. Una vez más: todo lo que Dios da como
don fuera de nosotros es solamente una bendición. Cuando este don se forja en nuestro ser y llega a
ser el elemento vital dentro de nosotros, viene a ser gracia. La bendición debe convertirse en gracia.
En el Antiguo Testamento, Dios dio muchas cosas a Su pueblo a modo de bendiciones, pero eran
simplemente bendiciones exteriores. Antes de la llegada de Cristo, ninguna de estas bendiciones fue
forjada en el pueblo de Dios. Cristo no solamente vino para morir en la cruz por nosotros, sino para
llegar a ser el Espíritu vivificante a fin de entrar en nosotros después de Su muerte. Por lo tanto, en
el Nuevo Testamento, encontramos las expresiones “en Cristo” y “Cristo en nosotros”. Ahora El
está en nosotros y nosotros en El. Todo lo que Dios nos da en Cristo se forja en nosotros y llega a
ser gracia y deleite. Ahora no estamos simplemente bajo Su bendición, sino también en Su gracia, la
cual, a su vez, está en nosotros. ¿Qué disfruta usted ahora, la bendición o la gracia? El Nuevo
Testamento nunca declara: “Que la bendición sea con vosotros”, pero sí dice repetidas veces: “La
gracia sea con vosotros”.
2) Criado en gracia
Isaac fue criado en gracia (21:8). En su historia vemos que él no hizo nada. El nació y fue criado.
No digo que creció, sino que fue criado. Así como un campesino cultiva manzanas en su huerto,
Dios cultivó a Isaac como un árbol en Su huerto. Isaac fue criado por Dios en gracia.
En 2 Pedro 3:18 se nos habla de crecer en la gracia. Esto indica que crecer significa alimentarse y
recibir el riego como lo revela Pedro en 1 Pedro 2:2, y Pablo en 1 Corintios 3:2 y 6. Crecer en la
gracia significa crecer en el disfrute de todo lo que Cristo es para nosotros como nuestra comida
espiritual y nuestra agua de vida. Todas las riquezas de lo que Cristo es para nosotros son necesarias
para nuestro crecimiento en vida. Cuanto más disfrutamos las riquezas de Cristo (Ef. 3:8), más
crecemos en vida (Ef. 4;15).
3) Es heredero en la gracia
Isaac también llegó a ser heredero en la gracia (21:9-12). Todo lo que su padre tenía le fue dado a
él, pues Abraham dio todas sus riquezas a este único heredero. Del mismo modo, no debemos hallar
ningún disfrute en nosotros mismos. La herencia sólo debemos disfrutarla en la gracia.
4) Obedece en gracia
Isaac también obedeció en gracia (22:5-10). Al leer Génesis 22 anteriormente, no podía entender
cómo Isaac, un joven, podía haber sido tan obediente. Finalmente, descubrí que él era obediente
porque estaba saturado de la gracia. El estaba totalmente sumergido en la gracia, y obedecía en
gracia. Esta obediencia trajo la provisión de Dios. Ocurre lo mismo en nuestro caso en la actualidad.
Cuando obedecemos en gracia, recibimos la provisión de Dios.
La gracia de Dios es poderosa, pues nos permite sobrellevarlo todo. Pablo le dijo a Timoteo que se
fortaleciera en la gracia que es en Cristo Jesús (2 Ti .2:1). La gracia puede inclusive reinar sobre
todas las cosas (Ro. 5:21). No debemos caer de la gracia (Gá. 5:4), sino ser confirmados por ella
(He. 13:9). Cuanto más sobrellevamos en la gracia, mayor provisión de gracia recibimos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y CUATRO
DESCANSAR Y DISFRUTAR
Le damos las gracias al Señor porque en el Antiguo Testamento nos dio un cuadro maravilloso y
claro de la experiencia de vida. El Nuevo Testamento contiene la revelación de la experiencia de
vida, pero no muestra un cuadro tan gráfico como el que vemos en el Antiguo Testamento. Todos
conocemos el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. A pesar de haber pasado muchos
años examinando la experiencia de vida revelada en el Nuevo Testamento, no la pudimos
determinar con certeza sólo con el Nuevo Testamento, pues necesitamos los cuadros del Antiguo
Testamento. Por la misericordia del Señor, hemos visto en el transcurso de los años que todas las
historias del Antiguo Testamento describen los diversos aspectos de la experiencia de vida. En lo
profundo de mi ser creo que el Señor nos ha mostrado el cuadro completo y nos ha permitido
entender su verdadero significado.
Como ya hicimos notar, existen tres aspectos en la experiencia de vida de cada cristiano: el aspecto
de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. Si no tuviéramos una visión clara, solo consideraríamos a
Abraham, a Isaac y a Jacob como tres individuos separados. Pero al recibir la revelación y
entenderla a la luz del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que estos tres hombres no son tres
individuos separados, sino tres aspectos de una persona completa en la experiencia de vida. Algunos
difícilmente aceptarán que Abraham, Isaac y Jacob representen tres aspectos de una persona
completa, y dirán: “¿Cómo puede usted decir que Abraham no es una persona completa? Abraham
no es más que Abraham, y lo mismo sucede con Isaac y Jacob”. Si usted no cree que estas tres
personas son tres aspectos de la experiencia completa de vida de una sola persona, le preguntaría:
¿Puede usted ver cuándo escogió Dios a Abraham? Lo primero que experimentamos de Dios es Su
elección, la cual se realizó desde antes de la fundación del mundo. Vemos eso claramente en el
Nuevo Testamento (Ef. 1:4), pero no lo vemos en la experiencia de Abraham. Por lo tanto, en
cuanto a la elección de Dios, Abraham necesita que otra persona lo perfeccione. La elección que no
hallamos en la vida de Abraham se revela en la de Jacob. Aparte de ser elegidos nosotros los
cristianos, también somos llamados. En Isaac no vemos ni la elección ni el llamado; por lo tanto,
Isaac no está completo solo. El llamado de Isaac se encuentra en Abraham, así como la elección de
Abraham está en Jacob. Con estos dos ejemplos, debemos quedar convencidos de que Abraham,
Isaac y Jacob describen tres aspectos de una persona completa en la experiencia de vida. En cierto
sentido, nosotros somos Abraham, pues fuimos llamados y hemos aprendido a vivir por fe en Dios y
en comunión con El. También somos Isaac por haber sido puestos en la posición de gracia. Como
veremos en mensajes posteriores, también somos Jacob.
El aspecto de Isaac revela el aspecto de la gracia. No sólo fuimos llamados y aprendimos a vivir por
fe en Dios y a vivir en comunión con El, sino que a diario disfrutamos algo de El. Si no tenemos
ningún disfrute en nuestra vida cristiana, no podremos vivirla, y seremos miserables. Alabado sea el
Señor porque no sólo tenemos el aspecto de Abraham sino también el de Isaac, el aspecto de la
gracia. La gracia simplemente denota el disfrute de Dios; es Dios mismo como disfrute en el
espíritu. A menudo tenemos dificultades que nos perturban mental y emocionalmente. No obstante,
al sufrir en nuestra mente y en nuestras emociones, sentimos algo grato en lo profundo de nuestro
espíritu. Parece que si no sufriéramos, no tendríamos este deleite. El sufrimiento cristiano nos trae
el disfrute cristiano. Desde el momento en que invocamos el nombre del Señor Jesús y lo recibimos
como nuestro Salvador, empezamos a ver estos dos aspectos en nuestra experiencia. Quizá la misma
noche que usted recibió al Señor Jesús, su esposa le causó dificultades y le manifestó su
inconformidad con el hecho de que usted se hubiera hecho cristiano y lo trató de necio.
Inmediatamente ella empezó a perseguirlo a usted, y usted sufrió en su mente y en su parte emotiva.
No obstante, mientras usted sufría, en su interior se producía algo agradable que lo hacía feliz. Por
lo tanto, aun al principio de su vida cristiana, usted tenía el aspecto del sufrimiento, que
corresponde a Abraham, y también el aspecto del disfrute, que corresponde a Isaac.
b. Descansar y disfrutar
En el mensaje anterior, vimos que Isaac heredó la gracia. En lo relacionado con él todo era cuestión
de gracia. El nació en la gracia, fue criado en ella y fue hecho heredero de la misma. En este
mensaje, veremos que en Isaac también está el asunto del disfrute. Su vida fue una vida de descanso
y de deleite. El relato de la vida de Isaac no indica que él haya sufrido mucho. Por el contrario,
revela que él descansaba siempre. Esto se demuestra por su meditación en el campo (24:63). ¿Pudo
Isaac haber meditado si no hubiera estado en paz y descansando? No. Para meditar, debemos estar
en paz. Cuando tenemos problemas, somos incapaces de descansar. Isaac siempre descansa. En
Génesis 24 él había perdido a su madre, no tenía esposa y su siervo se había alejado de él. Aún así,
no estaba perturbado. El fue al campo para meditar, y no para clamar al Señor. El no dijo: “Oh
Señor, ¿que debo hacer? he perdido a mi madre, no tengo esposa y mi siervo se ha ido. Señor, ¡ten
misericordia de mí!” Isaac no clamó así, sino que meditó.
No hallamos la palabra descanso en el relato de la vida de Isaac, pero el hecho está ahí. Isaac era
una persona muy tranquila. A pesar de los problemas que enfrentó con relación a los filisteos por los
pozos, él siempre estuvo en paz. A pesar de afrontar problemas, él mismo no era perturbado.
Mientras los filisteos contendían por los pozos, él se mantuvo en paz. Isaac parecía decir: “Si
ustedes no me quieren aquí en este pozo, entonces me iré a otra parte. Cuando ustedes vengan a
molestarme allí, me iré a otro lugar”. Con eso vemos que Isaac era verdaderamente una persona
sosegada. ¿Está usted siempre tranquilo? Examine su experiencia en las últimas veinticuatro horas.
¿Hay algo que lo ha molestado y que le ha sacado de su descanso? Casi todos reconoceremos que
hemos sido turbados. Esto demuestra que a pesar de ser Isaac, no siempre descansamos. Hace poco
estaba laborando arduamente en el libro de Apocalipsis. Sin embargo, puedo alabar al Señor, porque
mientras laboraba estuve muy tranquilo y pude decir: “No tengo nada y no puedo hacer nada. No
tengo que hacer nada, porque el Señor lo está haciendo todo”. Todos debemos ser personas
sosegadas.
Isaac no sólo descansa, sino que también disfruta. Toda su vida fue una vida de disfrute. Cuando
llegó a una edad avanzada, todavía tenía apetito para comer “carne bien guisada”, y le pidió a Esaú
que preparara el guisado que le gustaba (27:1-4). Cuando Rebeca oyó esto, llamó a Jacob para que
trajera dos cabritos de las cabras a fin de prepararle a Isaac el plato que le gustaba (27:5-10).
Después de que tanto Jacob como Esaú regresaron con el guiso para su padre, Isaac obtuvo una
doble porción. Esaú, Rebeca y Jacob estaban ocupados, pero Isaac sólo se sentó allí a disfrutar el
guiso de carne. Así vemos que Isaac era una persona que disfrutaba, y siempre se deleitaba en la
provisión de gracia. Este disfrute fue su destino.
El disfrute también es nuestro destino. Jóvenes, no se preocupen por conseguir esposa. Si ustedes se
mantienen tranquilos y siguen disfrutando, la mejor esposa vendrá hacia ustedes. En nuestra vida
cristiana existe el aspecto del disfrute. He estado luchando desde la edad de doce años. Ahora,
después de casi sesenta años, puedo testificar que a menudo mi esfuerzo ha impedido que el disfrute
venga. Si no hubiera luchado, el disfrute habría llegado mucho antes y de una manera más rica. ¿Por
qué estorba la lucha el disfrute? Porque el disfrute es nuestro destino. Todos fuimos predestinados
para ello. Jóvenes, olvídense de sus conflictos. Vayan simplemente a casa, oren, alaben y duerman.
A la siguiente mañana, levántense, tengan un buen avivamiento matutino, y coman un buen
desayuno. No se preocupen por buscar esposa; Rebeca vendrá a ustedes. Este es el disfrute que
constituye nuestro destino. ¿Acaso no somos hijos de Dios? ¿Cómo pueden los hijos de Dios ser
personas miserables? Debemos declarar: “Alabado el Señor porque soy hijo de Dios. El Dios
todopoderoso que todo lo provee es mi Padre”. La palabra Padre denota una rica provisión.
Mientras tengamos un padre rico, tendremos la provisión y no tendremos que preocuparnos.
Simplemente debemos disfrutar esta provisión abundante. Este es nuestro destino.
3) Tuvo gemelos
Después de veinte años sin tener hijos, Isaac tuvo gemelos (25:20-21, 26b). ¿Acaso no dijo Dios en
Su promesa, que Isaac, la simiente de Abraham, sería aquel en quien todas las familias de la tierra
serían benditas? Supongamos que Isaac jamás hubiese tenido hijos, ¿cómo podría, entonces,
cumplirse esta promesa? Y si esta promesa no se cumplía ¿cómo podría cumplirse el propósito de
Dios? Por lo tanto, no era solamente Isaac quien necesitaba un hijo; Dios también necesitaba una
simiente de Isaac. Isaac no se dio cuenta de eso durante veinte años; por esta razón, Dios no hizo
nada. Dios tenía una necesidad e intentaba hacer algo al respecto; pero necesitaba la cooperación
humana. Durante veinte años, Isaac solamente estuvo disfrutando, sin preocuparse por la necesidad
de tener un hijo. Después de veinte años, se dio cuenta de que tenía esta necesidad y de que su
necesidad correspondía a la de Dios. Cuando él tomó consciencia de ello, oró y Dios contestó su
oración.
Lo mismo sucede en nuestro caso hoy. Cuando nos damos cuenta de que nuestras necesidades
corresponden a las necesidades de Dios, y oramos al respecto, Dios contesta nuestra oración. En
realidad, su respuesta a nuestra oración constituye el cumplimiento de su propósito. Nuestra
necesidad debe ser la necesidad de Dios, y al orar por nuestra necesidad oramos por la necesidad de
Dios. Cuando nuestra necesidad corresponda a la de Dios y cuando oremos por nuestra necesidad,
la necesidad de Dios también será satisfecha. Cuando Isaac oró pidiendo un hijo, ¿cuál necesidad
era más grande, la de Isaac o la de Dios? Indudablemente, la necesidad de Dios era mayor. Sin
embargo, la necesidad mayor, la de Dios, sólo podía cumplirse al ser satisfecha la necesidad más
pequeña, la de Isaac. Dios puede intervenir y suplir Su necesidad solamente cuando el hombre se da
cuenta de esta necesidad y ora por ella. Dios tiene un propósito, y nosotros tenemos una necesidad
que corresponde a ese propósito. Sin embargo, Dios no puede hacer nada hasta que nosotros seamos
conscientes de nuestra necesidad y oremos por ella. Entonces Dios responderá a nuestra oración a
fin de satisfacer nuestra necesidad para cumplir Su propósito. Finalmente Isaac tuvo un hijo, Jacob,
quien no sólo satisfizo su necesidad, sino que también cumplió el propósito eterno de Dios. De
Jacob procedió Cristo, quien produjo la iglesia, el reino y la Nueva Jerusalén. Estas entidades
eternas fueron el resultado de que fuera satisfecha la necesidad de Isaac, una necesidad que
correspondía a la necesidad de Dios.
Estamos destinados a disfrutar, y adondequiera que vayamos habrá un pozo. Sin embargo, al
disfrutar la gracia de Dios, debemos proporcionarle nuestra coordinación humana para que El
cumpla Su propósito eterno por medio de nosotros. Esto significa que jamás disfrutaremos la gracia
en vano, pues al disfrutar la gracia, ésta se convierte en el cumplimiento del propósito de Dios.
6) Regresó a Beerseba
Cuando Isaac volvió a Beerseba (26:23-33), inmediatamente el Señor se le apareció, le habló y
confirmó Su promesa, diciendo: “Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy
contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo” (26:24).
Entonces a partir de Beerseba, Isaac tuvo el testimonio adecuado. El construyó un altar, invocó el
nombre del Señor y plantó su tienda (26:25). Allí en Beerseba llevó una vida que cumpliría el
propósito eterno de Dios. Finalmente, los opositores fueron sometidos en Beerseba (26:26-31).
Beerseba es el lugar adecuado, el lugar en el cual tenemos la posición correcta, y ésta tiene mucha
importancia tanto para Dios como para nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y CINCO
UNA DEBILIDAD NATURAL COMO
ABRAHAM
Y
UNA VIDA NATURAL COMO JACOB
En los dos mensajes anteriores acerca de Isaac vimos que él era el heredero de la gracia, y que
descansó y disfrutó durante toda su vida. Ahora veremos que en esta persona que disfruta la gracia
todavía permanecen la vida y la debilidad naturales. Nos resulta difícil entender este punto. Según
nuestro concepto natural y religioso, siempre pensamos que si obramos según nuestro ser natural,
no podremos disfrutar de la gracia. Según nuestro concepto religioso, el disfrute de la gracia
depende de lo espiritual que seamos. En nuestras enseñanzas y exhortaciones, especialmente a
nuestros parientes e hijos decimos que para disfrutar la gracia de Dios debemos ser buenos, y que si
no lo somos, no recibimos la gracia de Dios. Es probable que ninguno de nosotros haya pensado
jamás que participar de la gracia de Dios no depende de nuestra espiritualidad. Por el contrario,
todos hemos pensado que debemos ser espirituales para poder disfrutar la gracia de Dios.
Isaac fue un modelo del disfrute de la gracia de Dios. En toda la Biblia, difícilmente podemos
encontrar otra persona que haya disfrutado de la gracia como lo hizo Isaac. Durante toda su vida, él
no hizo otra cosa que disfrutar de la gracia de Dios. Su vida fue una vida de disfrute y de gracia. No
obstante, en Isaac vemos exactamente la misma debilidad natural que tenía Abraham. Además, en
Isaac también vemos la vida natural de Jacob. Igual que Jacob, Isaac vivió de una manera natural.
Jacob amaba a su hijo José según su preferencia natural (37:3-4), y esto causó problemas en la
familia. Los hermanos de José aborrecieron a éste porque su padre lo amaba con predilección. Isaac
también amó a Esaú de la misma manera porque éste era un diestro cazador y podía conseguir así la
carne que a Isaac tanto le gustaba (25:27-28). Por consiguiente, Esaú era el hijo preferido de su
padre. Con eso vemos que Isaac y Jacob eran idénticos en cuanto a la vida natural.
Si usted afirma que Isaac no engañó a nadie, yo le demostraría que su esposa Rebeca, su ayuda
idónea, le ayudó a engañar. En cierto sentido, Isaac era diferente a Jacob en cuanto a suplantar, pero
esta diferencia fue borrada por Rebeca. La esposa forma parte del esposo; ella es el complemento y
la perfección del marido. Sin Rebeca, Isaac probablemente no habría sido experto en engañar. Sin
embargo, con Rebeca, él llegó a ser como Jacob. Jacob aprendió de su madre suplantadora a
suplantar, y ella fue el complemento suplantador para su padre Isaac. Por lo tanto, en Isaac vemos la
vida natural de Jacob.
Isaac era una persona que disfrutaba de la gracia. Conforme a nuestro concepto natural, una persona
que tiene una debilidad natural y que vive en la vida natural nunca puede disfrutar de la gracia de
Dios. Es así como pensamos nosotros, pero no la palabra de Dios. La Biblia no nos enseña que
Isaac fuera muy espiritual. El era un hombre que tenía una debilidad natural y que seguía llevando
una vida natural. Entonces ¿por qué disfrutaba tanto de la gracia de Dios? Simplemente porque Dios
lo había dispuesto de esa manera. En nosotros los cristianos existe el aspecto de lo establecido por
Dios. Ya dijimos que nuestro destino es disfrutar de la gracia de Dios. Este destino fue dispuesto
antes de la fundación del mundo. No se imagine que si usted es espiritual, tiene el privilegio de
disfrutar de la gracia de Dios, y si no lo es no podrá disfrutarla. Este es un concepto religioso, mas
la Biblia no enseña tal cosa. Después de escuchar que el disfrute de la gracia no depende de nuestra
condición espiritual, algunos dirán: “Si no necesitamos ser espirituales para disfrutar de la gracia de
Dios, entonces no seamos espirituales”. No diga eso. Nuestro nivel de espiritualidad, cualquiera que
sea, no nos ayudará a disfrutar de la gracia de Dios. Todo depende de lo establecido por Dios, y no
de lo que seamos nosotros ni de lo que podamos hacer. En nosotros existe el aspecto de Isaac. Dios
lo dispuso todo para que disfrutemos la gracia. Si somos espirituales, no disfrutaremos más gracia,
y si no lo somos, no perderemos la gracia de Dios. Sin embargo, no debemos decir: “Hagamos
males para que vengan bienes”. No desperdicie su tiempo intentando ser espiritual o intentando no
serlo. Diga simplemente: “Oh Señor, te adoro por lo que Tú has establecido. Tú me has designado
para que disfrute de la gracia”. Todos nosotros formamos parte, por lo menos, de Isaac. En nuestro
ser existe el aspecto de la designación para disfrutar de la gracia del Señor.
¿Cuándo disfruta usted más gracia, cuando siente que es espiritual y bueno a los ojos de Dios, o
cuando está desanimado y siente que es totalmente indigno? Yo he disfrutado más gracia cuando he
estado abatido. Pero no debemos decir: “Estemos abatidos para disfrutar más gracia”. Si usted
intenta hacer eso, no hallará nada. Repito que no depende de nosotros sino de lo que Dios dispuso.
Espero que mi palabra no los aliente a ser espirituales ni a no serlo, sino que los anime a no ser
nada. Sin embargo, no procure ser nada, pues su esfuerzo sigue siendo algo. Si usted pudiera decir:
“Iré a casa y me olvidaré de todo”, eso sería maravilloso.
En el relato de la vida de Isaac, vemos una persona que disfrutaba de la gracia de Dios en todos los
aspectos. ¿Cree usted que un hombre con tanto disfrute de la gracia de Dios podría tener todavía la
debilidad natural de decir semejante mentira? El mintió al grado de exponer a su esposa al
sacrificio. Tal vez digamos: “Si yo fuese esa persona, jamás mentiría así”. No diga eso. Podemos
disfrutar más gracia y aún así mentir más que Isaac.
Considere su experiencia. Usted nunca ha mentido al punto de sacrificar a su esposa, pero le ha
dicho grandes mentiras a su esposa. En mi juventud fui afectado por los conceptos religiosos,
creyendo que los cristianos, y particularmente los que llamamos cristianos espirituales, nunca
mentían. Con el tiempo, descubrí que los cristianos, incluyendo a los espirituales, también mienten.
No sólo miente la gente mundana, sino también los cristianos y las personas espirituales. Esta es la
condición del linaje caído. ¿Entonces qué debemos hacer? No debemos hacer nada. Dios nos
escogió de entre el linaje caído, y Su designación llegó a nosotros. Esto no significa que cuando nos
portemos bien o lleguemos a ser espirituales a los ojos de Dios, recibiremos más gracia. Isaac jamás
intentó portarse bien ni ser espiritual, y aun así disfrutó continuamente de la gracia. No los animo a
ser religiosos ni a no serlo; no los aliento a ser nada, pues el disfrute de la gracia de Dios no
depende de la condición espiritual.
Isaac quería bendecir a su hijo Esaú. No obstante, él mezcló la bendición con su preferencia natural.
En Génesis 27:3-4 Isaac dijo a Esaú: “Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al
campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo
te bendiga antes que muera”. Pareciera que Isaac decía: “Esaú, antes que me muera quiero comer
carne una vez más. Si tú me traes carne, yo te bendeciré”. Aquí vemos que Isaac mezcló la
bendición de Dios con su preferencia natural. Nos preguntamos cómo una persona así podía
bendecir a otros, pero Isaac de todos modos bendijo.
Isaac, quien no era religioso como nosotros, ni siquiera se daba cuenta de que no era espiritual.
Supongamos que usted es padre de familia y quiere dar una bendición a uno de sus hijos. Creo que
usted tendría cuidado y estaría alerta, orando y ayunando y no se atrevería a hablar en la carne ni
conforme a su preferencia natural. Si usted fuese un hermano chino, ciertamente no le diría al hijo
que está a punto de bendecir: “Hijo, vete al barrio chino y consígueme comida china, y luego te
bendeciré”. Ningún hermano chino se atrevería a hacer eso, porque todos tenemos una tendencia
religiosa a considerarnos espirituales. Todos diríamos: “Ahora que estoy a punto de bendecir a mi
hijo, debo estar ante el Señor y no depender de mi preferencia natural”. Pero Isaac fue atrevido, y
dijo a Esaú: “Hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga
antes que muera” (27:4). ¡Qué mezcla! Isaac, quien disfrutaba continuamente la gracia de Dios,
bendijo ciegamente. No obstante, lo hizo en fe, y su bendición fue honrada por Dios (He. 11:20).
Cuando leí este pasaje en mi juventud, no pude entender esta mezcla tan grande. Dije: “Isaac ¿qué
estás haciendo? Si quieres comer carne de la caza, entonces no hables de bendición. No deberías
mezclar tu gusto natural con la bendición de Dios. ¿Cómo puede Dios honrar una bendición
mezclada con su gusto natural?” Cuando Isaac le dijo directamente a Esaú que si él le preparaba la
carne que a él le gustaba lo bendeciría, no estaba consciente de ser religioso. El estaba totalmente
fuera de la religión. No existía ninguna religión en su concepto. Si nosotros hubiéramos estado ahí,
habríamos dicho: “Isaac, no hables así. Si quieres obtener lo que a ti te gusta, no hables de la
bendición de Dios. Dios jamás honrará tu bendición. Isaac, estás totalmente equivocado”. Sin
embargo, Isaac habría dicho: “¿De qué estás hablando? Jamás voy a hablar de una manera tan
religiosa. No tengo tal concepto, ni tengo una conciencia religiosa. Sólo sé dos cosas: quiero
satisfacer mi gusto personal y deseo bendecir a mi hijo. Después de comer carne, bendeciré a mi
hijo. No sé lo que significa ser espiritual ni religioso. Lo único que sé es que yo soy el padre, que él
es mi hijo y que el mayor siempre bendice al menor”. Cuando era joven, eso me molestaba mucho,
pues no podía entender cómo Isaac, que disfrutaba tanto de la gracia de Dios, podía tener todavía la
misma debilidad que Abraham y la misma vida natural que Jacob.
Debemos ver dos puntos muy claramente. Primero, la gracia no se basa en lo que somos. El hecho
de ser buenos o malos, espirituales o no espirituales, no tiene ninguna importancia. Dios nos ha
dispuesto como el objeto de Su gracia; por lo tanto, la gracia viene a nosotros, y no la podemos
rechazar. En segundo lugar, como hemos mencionado varias veces, Abraham, Isaac y Jacob no son
tres personas separadas en la experiencia de vida, sino que representan tres aspectos de la
experiencia de una sola persona completa. Esta es la razón por la cual en Isaac podemos ver tanto a
Abraham como a Jacob. Isaac tenía la debilidad natural de Abraham y la vida natural de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y SEIS
LA ELECCION
En este mensaje llegamos al relato de Jacob, una de las personas más interesantes del libro de
Génesis. Génesis nos presenta el relato de nueve personas importantes. Los primeros cinco: Adán,
Abel, Enós, Enoc y Noé, son considerados cinco personas separadas. Existía una relación espiritual
entre ellos, pero de hecho Adán, Abel, Enós, Enoc y Noé no tenían nada que ver entre sí. Pero
cuando llegamos a los últimos cuatro: Abraham, Isaac, Jacob y José, vemos que, en cuanto a la
experiencia de vida, no deben considerarse cuatro individuos separados. Según dijimos, en
Abraham no tenemos la elección. El llamamiento es el primer punto que se menciona en el relato de
Abraham. Sin embargo, según la revelación neotestamentaria, uno no empieza a experimentar a
Dios al ser llamado, sino al ser elegido por El. Primero, Dios nos eligió; en segundo lugar, nos
predestinó; y tercero, nos llamó. Después del llamado de Dios, tenemos el perdón, la redención, la
justificación, la regeneración y la plena salvación. Así podemos ver que no es en Abraham donde
empezamos a experimentar a Dios. Empezamos a experimentarlo en Jacob, pues en él vemos la
elección que Dios realiza. No obstante, en la historia de Jacob no encontramos el llamado de Dios.
Pero decimos una vez más que Abraham, Isaac y Jacob, además de José, no son cuatro personas
separadas, sino cuatro aspectos de una experiencia completa en vida. Abraham, Isaac y Jacob, junto
con José, representan cada uno un aspecto de la experiencia de vida. Como veremos, Jacob
representa la vida transformada, y José el aspecto del gobierno, la realeza, de esta vida
transformada.
El Nuevo Testamento revela que primero los creyentes fueron escogidos por Dios en la eternidad
pasada antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). En segundo lugar, los creyentes fueron
predestinados conforme a la elección que Dios hizo. Esto también se produjo en la eternidad
pasada. Luego, en el tiempo, Dios nos llamó. En el llamado de Dios, que sucedió después de Su
predestinación, recibimos el perdón, la redención, la justificación, la regeneración y la plena
salvación. Aparte de todo eso, debemos ser transformados. Día tras día, nos encontramos bajo el
proceso de ser transformados por Dios a fin de ser introducidos no sólo en la plena filiación, sino
también en el reinado. Nacimos de Dios, somos Sus hijos en realeza y estamos en el proceso de ser
transformados por El a fin de poder ser reyes en el futuro.
No vemos el reinado ni en Abraham ni en Isaac. El reinado se encuentra en José, quien formaba
parte de Jacob. Cuando Jacob fue recibido en Egipto, aparentemente el faraón reinaba sobre el
mundo. Pero en realidad, el que reinaba era José y no el faraón. Sin embargo, José no luchó por sí
mismo, sino que lo hizo por su padre. Por lo tanto, en aquel tiempo, el mundo fue gobernado por
Jacob por medio de José.
Todos los santos se encuentran en el proceso de transformación para llegar a ser reyes. Por
consiguiente, la experiencia adecuada y completa de Dios va de la elección al reinado. La elección
se efectuó en la eternidad pasada, y el reinado se realizará en la eternidad futura. El reinado es
nuestro destino. En la eternidad pasada, Dios nos escogió y nos predestinó para que fuésemos reyes
en la eternidad futura. En Abraham no vemos ni la elección en la eternidad pasada, ni el reinado en
la eternidad futura. En otras palabras, el relato de Abraham no tiene ni el comienzo ni el final de la
experiencia que tenemos de Dios, los cuales se hallan en Jacob. En el relato de Jacob, vemos un
buen comienzo y también un final apropiado. Jacob, el que agarra el calcañar, el suplantador, fue
transformado en un príncipe de Dios. Al final, él llegó a ser Israel y dejó de ser Jacob. Si leemos
detenidamente el Nuevo Testamento, veremos que el nombre de Israel aparece en la Nueva
Jerusalén (Ap. 21:12). Israel está en la Nueva Jerusalén, pero no se encuentran allí los nombres de
Abraham, ni de Isaac ni de Jacob.
4. El tercer aspecto:
la experiencia de Jacob
Abraham, Isaac y Jacob, junto con José, forman una unidad completa en la experiencia de vida. No
debemos considerarlos como cuatro individuos separados, sino como cuatro aspectos diferentes de
una experiencia única y completa. Ahora llegamos al tercer aspecto: el de Jacob. En Abraham
tenemos el llamado de Dios, la justificación por la fe, el vivir por fe en Dios, y el vivir en comunión
con Dios. En Isaac vemos la herencia de la gracia, el descanso y el disfrute. En Isaac no vemos la
justificación por la fe, pues es parte de la experiencia de Abraham. No obstante, en Isaac tenemos la
herencia y el disfrute de la gracia, los cuales no vemos en el relato de Abraham. Así vemos los
distintos aspectos de la experiencia de vida. En Jacob vemos la elección y la obra que lleva a cabo
Dios en la persona. A todos nos gusta heredar y disfrutar de la gracia, pero no nos gusta ser
corregidos. En Jacob no vemos el aspecto del disfrute; por el contrario, vemos el aspecto de ser
quebrantado por Dios. Por suplantar tanto, la mano de Dios siempre estaba sobre Jacob para
corregirlo. La suplantación de Jacob trajo la disciplina de Dios. Era como si Dios dijera: “Jacob, tú
puedes suplantar, pero Yo puedo quebrantarte. En cada etapa de tu suplantación, estará Mi
disciplina”. Este no era el castigo de Dios, sino que El pasaba a Jacob por dificultades para
transformarlo.
Mientras meditaba en este mensaje delante del Señor, me reí al observar que Jacob empezó a luchar
aun antes de nacer. Rebeca había concebido, y “los hijos luchaban dentro de ella” (25:22). Esta
lucha la empezó probablemente Jacob, y no Esaú; Esaú debe de haber estado a la defensiva. Jacob
probablemente dijo: “Esaú, no debes salir antes que yo; yo tengo que ser el primero”. Entonces
Esaú pudo haber dicho: “No, me encuentro enfrente de ti, debo salir primero”. Los dos hijos estaban
luchando, así que la madre, incapaz de tolerarlo, le pidió orientación al Señor (25:22). Bajo la
soberanía de Dios, Esaú salió primero, pero Jacob no dejó de luchar. Después de salir, seguía asido
del calcañar de Esaú (25:26). Por esta razón, se le dio el nombre de Jacob, que significa, el que
toma por el calcañar. Dios tuvo que pasar por pruebas a Jacob, porque éste era un asidor de
calcañares. El resultado del toque de Dios fue la transformación. En una edad madura, Jacob dejó
de ser Jacob y llegó a ser Israel, un príncipe de Dios. Finalmente, Dios sometió todo el mundo,
incluyendo al faraón, a la autoridad de Jacob.
Repito que estas cuatro personas constituyen una unidad completa de la experiencia de Dios. Todos
somos Abraham, Isaac y Jacob, junto con José. Ahora seguimos bajo el proceso de ser
transformados por Dios. Sin embargo, un día todos llegaremos a ser Israel, príncipes de Dios que
gobiernan con “José” a todo el mundo.
a. Escogido
En Jacob vemos la elección que efectuó Dios; vemos la elección de Jacob (25:21-26; 1 P. 2:9) ¿Cree
usted que ha sido escogido? ¿Cómo lo sabe? Podemos recurrir a la Palabra de Dios y decir: “Sé que
fui escogido porque la Biblia lo dice”. Pero yo le haría esta pregunta: ¿Cómo sabemos en nuestra
experiencia que Dios nos escogió? Lo sabemos por el hecho de que no nos podemos escapar de El.
Durante los últimos cincuenta años de mi vida cristiana, he intentado apartarme muchas veces del
Señor. Inclusive le dije: “Señor, estoy cansado de la vida cristiana. Me voy a apartar”. Intenté
hacerlo, pero no pude. Algunos obreros cristianos temen que usted se aparte del Señor, pero yo
tengo la osadía de animarles a que se aparten de El. Hagan todo lo posible por alejarse, diciéndole:
“Señor, ya no te amo. Estoy harto de ser cristiano”. Usted puede decir esto al Señor, pero El
contestará: “¿Con que quieres romper conmigo? Eso no depende de ti. Quizá tú quieras romper
relaciones conmigo, pero Yo no. ¿A dónde irás, a Egipto? Si vas allí, ahí estaré esperándote. Cuando
llegues allá, te darás cuenta de que ya estoy allí”. Ya fuimos atrapados, y no tenemos escapatoria.
Esto demuestra claramente que fuimos escogidos por Dios.
1) Antes de nacer
Jacob fue escogido antes de su nacimiento, inclusive antes de la fundación del mundo (25:22-23;
Ro. 9:11; Ef. 1:4). Nosotros, igual que Jacob, fuimos escogidos antes de nacer. En la eternidad
pasada, antes de que Dios creara las cosas, El nos escogió. Podríamos pensar que somos muy
insignificantes, pero a los ojos de Dios, somos lo suficientemente importantes como para que El nos
preste atención. Desde antes de la fundación del mundo, Dios nos prestó atención al escogernos en
la eternidad pasada.
Al principio de mi ministerio me molestaba el hecho de que muchos de mis amigos que estaban a
punto de hacerse cristianos no fueran salvos. Sin embargo, muchos de los que estaban lejos del
Señor y que, según yo nunca serían salvos, sí lo fueron. Algunos de ellos fueron salvos al asistir a
su primera reunión evangélica. Parece que fueron salvos sin ningún motivo, pero en realidad, fueron
salvos porque Dios los había escogido. Jacob, el travieso, el que se ase del calcañar, el suplantador,
fue escogido por Dios. Esto fue lo que determinó su futuro. El hecho de que él fuera escogido por
Dios fue el origen y la iniciación de la vida de Jacob. No piense que usted fue salvo por casualidad.
En absoluto; nuestra salvación fue el cumplimiento de la elección que Dios realizó.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y SIETE
BAJO LA MANO DE DIOS
(1)
El libro de Génesis contiene las biografías de nueve personas importantes: Adán, Abel, Enós, Enoc,
Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. El relato más largo es el de la vida de Jacob, pues ocupa casi la
mitad del libro de Génesis. ¿Por qué el libro de Génesis dedica tantas páginas a esta persona? Si
usted lee detenidamente dicho libro, verá que el relato de Jacob, a diferencia del de Abraham,
presenta muchos detalles. La biografía de Enoc ocupa menos de medio capítulo, y la de Enós
solamente unos versículos. Noé fue una persona importante, pero Génesis no le dedica muchas
páginas. La razón por la cual el relato de Jacob es tan extenso radica en que en la experiencia de
vida no hay nada que tome más tiempo que la transformación. Fuimos llamados en un instante,
salvados en un momento y perdonados y regenerados en menos de un minuto. Pero la
transformación requiere toda una vida. Desde el día en que fuimos salvos, hemos estado en el
proceso de transformación.
En Abraham vemos el llamado de Dios y la justificación. En Isaac vemos a una persona que
siempre disfruta la gracia de Dios. Parece que Isaac no quería saber nada, ni usar nada de sí mismo.
Cuando Jacob lo engañó, él sabía que algo no encajaba, pues dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero
las manos, las manos de Esaú” (27:22). Si yo hubiese estado en el lugar de Isaac, habría estudiado
el asunto muy detenidamente antes de bendecir a alguien. Isaac tenía la duda y no sabía si se trataba
de Esaú. El conocía las voces de sus hijos y oyó claramente la voz de Jacob, pero no discernió quién
era (27:23). Eso indica que a Isaac no le gustaba ejercer su discernimiento. El no era perezoso para
comer, pero sí para discernir. El libro de Génesis no dedica mucho espacio a Isaac.
b. Fue quebrantado
En Jacob no vemos el llamado de Dios ni la justificación, y tampoco el disfrute de la gracia. Vemos,
eso sí, cómo fue quebrantado por Dios (25:19—32:21). Inclusive cuando Jacob estaba en el vientre
de su madre, Dios lo tocó. Durante toda la vida, él estuvo constantemente bajo la mano disciplinaria
de Dios. Lo que Dios hacía con él lo transformaba. Jacob nació como suplantador, uno que se ase
del calcañar. Pero Dios deseaba tener un príncipe. ¿Cómo pudo ese suplantador llegar a ser un
príncipe de Dios? Sólo por la transformación. Resulta fácil cambiar un edificio material, pero es
difícil transformar a un suplantador en un príncipe de Dios. Eso no puede hacerse de un día para
otro; requiere toda una vida. Puesto que Jacob representa el aspecto de la transformación, su
biografía es muy extensa.
En Génesis 25:19-34; 27:1-46; 28:1-5 vemos cuatro personas: Jacob, Esaú, Isaac y Rebeca; cada
una de ellas es distinta de las demás. Aunque Jacob y Esaú eran gemelos, diferían diametralmente el
uno del otro. “Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que
habitaba en tiendas” (25:27). Jacob era sosegado, persona sutil y hábil, y Esaú era agreste, tosco y
fuerte. Mientras Jacob y Esaú peleaban en el vientre de su madre, Esaú ganó por ser más fuerte.
Mientras Jacob luchaba por salir primero, Esaú parecía decir: “¿Qué estás haciendo? Déjame salir
primero”. Jacob era astuto, mientras que Esaú era fuerte físicamente. Cuando Esaú se enteró de que
Jacob lo había engañado, amenazó con matarlo. Esaú parecía decir: “Jacob, tú me has suplantado;
mi mente no puede vencer la tuya, pero un día te mataré”. En eso vemos que Jacob y Esaú eran
totalmente diferentes.
Isaac y Rebeca también eran diferentes el uno del otro. Rebeca era inteligente, ingeniosa, hábil y
capaz de manipular a toda la familia. Ella desarrolló la misma habilidad que Jacob y dirigía a su
esposo. Isaac era totalmente manipulado por Rebeca. Como resultado de esta manipulación, tanto
Esaú como Isaac fueron suplantados. No sólo fueron suplantados por Jacob, sino también por
Rebeca. Cuando Isaac mandó a Jacob lejos, quizá haya pensado que tal acción era idea suya. Pero
en realidad, fue idea de Rebeca. Después de que ella dijera algunas palabras a Isaac, éste mandó a
Jacob lejos, a casa de Labán (28:1-5). Rebeca manipuló a Isaac en este asunto.
Lo que hicieron Isaac, Rebeca y Esaú redundó en el bien de Jacob. Dios usó a estas tres personas
para transformar a Jacob. En eso vemos que todas las cosas obran para el bien de los que son
llamados por Dios (Ro. 8:28). Más adelante, veremos que Labán y también las esposas de Jacob,
sus siervas, sus hijos y sus hijas fueron usados por Dios para transformar a Jacob. Toda
circunstancia, situación y persona que encontramos en la vida de Jacob fue usada para transformar
al suplantador en un príncipe de Dios.
No hay otro relato que nos hable de la transformación como lo hace la historia de Jacob. Este había
sido escogido y predestinado. El propósito de Dios para con este escogido era transformarlo en
príncipe Suyo. A Dios no le gusta transformar a la gente buena, sencilla, justa, honesta y noble. El
prefiere transformar a los suplantadores como Jacob. ¿Qué clase de persona es usted? ¿Es usted
bueno, justo y honesto o es un Jacob? Todos nosotros, incluyendo a las hermanas, somos Jacob.
¿No ha suplantado usted a otras personas? Hermanas, ustedes probablemente han suplantado a su
madre, a su marido y a sus hijos. Algunos suegros han suplantado a sus yernos, y algunos tíos a sus
sobrinos. No piensen que ustedes son buenos. Yo no me considero tan bueno como Abraham e
Isaac. No, creo que soy como Jacob. El hecho de saber que somos Jacob debe alentarnos. No digan:
“Oh soy tan malo y tan vil. No soy una persona noble”. Si usted es así, alabe al Señor. Usted es la
persona adecuada para recibir la misericordia y la gracia de Dios.
Dios no escogió a la gente buena. Si nosotros hubiéramos escogido, probablemente todos habríamos
elegido a Esaú en vez de a Jacob. En comparación, Esaú era mejor que Jacob. El nunca engañó ni
suplantó a nadie. No obstante, Dios no escogió a Esaú, sino a Jacob. Todos los que Dios escogió son
traviesos. Si usted es bueno, entonces no debe de haber sido escogido por Dios. Abraham es el
ejemplo de alguien que es justificado por la fe, pero Jacob es el ejemplo de uno que es escogido.
¿Ha sido usted escogido? Entonces debe ser un Jacob, porque Dios sólo escoge a Jacob. Dios es
Dios, y nosotros debemos adorarlo como tal. El escogió soberanamente a Jacob, al que era
suplantador.
3) La soberanía de Dios
al cumplir el propósito de su elección
Ahora debemos considerar la soberanía de Dios, la cual El usa para cumplir el propósito por el cual
nos eligió. Primero debemos ver que Esaú menospreció la primogenitura y la vendió (25:30-34). La
primogenitura, la cual Dios desea dar a Su pueblo escogido, incluye tres cosas: expresar a Dios,
representarlo y participar de Su reino. Todos fuimos escogidos para expresar a Dios en Su imagen,
representarlo con Su dominio y participar de Su reino. El reino práctico de Dios hoy en día está en
la vida de iglesia. Por nuestro segundo nacimiento, todos obtuvimos la primogenitura para expresar
a Dios en Su imagen, representarlo a El en Su dominio, y participar de Su reino tanto en la iglesia
ahora como en el reino en el futuro. Toda persona regenerada tiene la primogenitura.
Esaú menospreció su primogenitura debido a su amor por los placeres físicos, es decir, su amor por
el mundo, y los deleites mundanos (He. 12:16-17). El que vende la primogenitura no debe culpar al
que la compra. Jacob fue astuto al comprarla, pero Esaú estuvo dispuesto a venderla. El trato no se
habría podido concluir unilateralmente. Igual que Esaú, muchos cristianos regenerados han
rechazado su primogenitura, amando los deleites mundanos, y no se preocupan por lo preciosa que
es la primogenitura de Dios. La mayoría de los cristianos de hoy son así. No se preocupan por
expresar a Dios, por representarlo ni por estar en el reino de Dios en la vida de iglesia. Por
consiguiente, cuando venga el reino, no tendrán parte en él. En su vida actual, han vendido su
primogenitura. Por disfrutar de las cosas físicas han descuidado y menospreciado su primogenitura.
Si se hubieran preocupado por la expresión de Dios, por Su representación y reino, habrían quedado
en la vida apropiada de iglesia, la cual es el reino de Dios hoy en día.
Le damos muchas gracias al Señor porque en medio de la degradación actual, El nos ha introducido
en la vida de iglesia, donde estamos en el reino de Dios y donde, en la práctica, expresamos y
representamos a Dios. En el reino práctico de Dios disfrutamos de nuestra primogenitura. No
estamos satisfechos con nada que nos impida expresar a Dios ni que no nos deje representarlo.
Rechazamos todo lo que nos aleje de la vida apropiada de iglesia. Si usted es un cristiano que no
practica la expresión de Dios ni lo representa en Su reino práctico hoy, entonces usted es
probablemente una persona que menosprecia su primogenitura. ¡Tenga cuidado! Ninguno de
nosotros debe menospreciar su primogenitura, abandonándola por algún deleite físico. Por el
contrario, debemos menospreciar todas las cosas del mundo actual. No hay nada más precioso que
nuestra primogenitura. No hay nada más valioso que expresar a Dios, representarlo a El y participar
de Su reino. Si permanecemos en la vida de iglesia y disfrutamos de nuestra primogenitura, seremos
partícipes del reino venidero en donde expresaremos a Dios y lo representaremos para el
cumplimiento de Su propósito. Esta es nuestra primogenitura. Ojalá que todos nosotros seamos los
Jacob de hoy, y no los Esaú de hoy. Debemos alabar al Señor por Su elección, y agradecerle por Su
transformación. En todo caso, debemos valorar nuestra primogenitura y respetarla.
Dios fue soberano en el hecho de que Esaú menospreciara y vendiera su primogenitura, en el hecho
de que Rebeca fuese hábil en su amor parcializado, y en la ceguera de Isaac cuando impartió
bendiciones. Todo lo que Esaú, Rebeca e Isaac fueron y todo lo que hicieron redundó en el bien de
Jacob, y permitió que Dios cumpliese soberanamente el propósito de Su elección. ¡Alabado sea
Dios por Su soberanía! Le agradecemos al Señor por quebrantarnos en todas las situaciones.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SESENTA Y OCHO
BAJO LA MANO DE DIOS
(2)
4) El sueño de Bet-el
En este mensaje llegamos a un punto crucial en la vida de Jacob: su sueño en Bet-el (28:10-22).
Todos nosotros conocemos la historia del sueño de Jacob, pero no creo que conozcamos el
verdadero significado de ello. Si queremos conocer el significado de este sueño, debemos entender
la razón por la cual Jacob lo tuvo, dónde y cuándo. ¿Por qué no tuvo él ese sueño cuando estaba con
sus padres? Cuando encontremos la respuesta a esta pregunta, veremos el significado que ese sueño
tiene para todos nosotros.
f) Su reacción
(5) El voto
Cuando Dios hace una promesa, nosotros no tenemos que hacer un voto. De haber estado en lugar
de Jacob, yo habría dicho simplemente: “Señor, gracias”. Pero en lugar de agradecer al Señor y de
alabarlo, Jacob hizo un voto según el cual él tomaría a Dios como su Dios, haría de la columna de
piedra la casa de Dios, y le daría a Dios la décima parte de todo lo que recibiera de El, siempre y
cuando Dios estuviese con él, lo guardara y le diera comida y abrigo y lo volviera en paz a la casa
de su padre (vs. 20-22). El voto de Jacob era condicional. El hecho de que estamos en la vida de
iglesia también es condicional. Estamos contentos en la vida de iglesia, pero dentro de nosotros
ponemos una condición y decimos: “Permaneceré en la vida de iglesia y formaré parte de la misma
con la condición de que Dios me dé pan”. Quizá no lo expresemos con palabras, pero esa idea está
en nosotros. Suponga que usted pierde su empleo y se queda cesante durante muchos meses. Aparte
de eso, se enferma de gravedad. ¿Seguirá cantando acerca de la gloriosa vida de iglesia? No habrá
vida de iglesia, y probablemente tampoco habrá columna. Su amor por el Señor y por la iglesia es
condicional. Cuando Jacob prometió dar a Dios la décima parte de lo que recibiera, esto significaba
que si Dios no le daba nada, él no le daría nada a Dios. Jacob parecía decir: “Hagamos un trato. Si
Tú quieres algo de mí, primero debes darme algo. Si no me das nada, ¿qué podré darte?”
¿Creía Jacob en Dios? Sí. Si no hubiera creído en El, no habría hablado de la presencia de Dios con
él. Si creía en Dios, ¿por qué, entonces, puso esta condición en su voto? Porque él era humano, así
como lo somos nosotros. Por una parte, creemos en Dios, pero por otra, ponemos condiciones. Casi
nadie ama al Señor de manera incondicional. He oído a muchos hermanos y hermanas decir que se
consagran incondicionalmente al Señor. Cuando yo escucho estos testimonios, pregunto: “¿Es usted
verdaderamente incondicional para con el Señor?” Si el Espíritu Santo escribiera un relato de la
experiencia de usted, probablemente sería igual al de Jacob. Indudablemente, mi historia es parecida
a la suya. De todos modos, no necesitamos preocuparnos por nuestro vivir. Dios nos dará la tierra,
la semilla y la bendición, y aparte de todo eso, se ocupará de nuestra subsistencia, nos proveerá de
alimento, abrigo y todo lo que necesitemos. Si buscamos primeramente el reino de Dios, el Padre
nos dará todo lo que necesitamos para nuestro sustento. Este es el sueño de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA
BAJO LA MANO DE DIOS
(4)
Al leer acerca de Jacob en el libro de Génesis, debemos recordar que la Biblia en su totalidad es la
palabra de vida. La Biblia contiene enseñanzas, historias, profecías y tipologías, y la mayoría de
ellas aparentemente no se relacionan con la vida. Puesto que toda la Biblia es la palabra de Dios
como vida, no debemos considerar las historias que contiene como simples historias. Debemos
acudir al Señor para que nos muestre la vida contenida en todos los relatos. La mayoría de los
cristianos ha pensado que los relatos del libro de Génesis son simplemente historias, y no han hecho
caso de la vida que hay en ellas. Cuando éramos jóvenes, a muchos de nosotros nos gustaba
escuchar historias bíblicas. Indudablemente esas historias son las mejores. Que el Señor nos permita
recibir la nutrición de la vida que hay en todas las historias de la Biblia.
Hicimos notar que en cuanto a la experiencia de vida, Abraham, Isaac, Jacob y José no deben
considerarse cuatro individuos separados. En la experiencia de vida, estas cuatro personas
constituyen una unidad única y completa. En Abraham vemos el llamamiento de Dios, la
justificación por la fe, y el vivir por fe en Dios y en comunión con El. Pero al experimentar a Dios,
no sólo tenemos Su llamamiento, la justificación, la fe y la comunión, sino que también fuimos
escogidos y predestinados. En Abraham, Isaac y Jacob vemos varios aspectos de la experiencia de
vida. Unicamente vemos la experiencia completa de vida cuando juntamos a estas tres personas y a
José. Vimos ya que Jacob necesita que José lo complete. El Nuevo Testamento revela claramente
que fuimos predestinados para ser hijos de Dios (Ef. 1:5), hijos reales de Dios. Todos los hijos de
Dios serán reyes. En el libro de Apocalipsis, vemos que los santos serán correyes de Cristo y regirán
a las naciones en el reino (Ap. 2:26-27; 20:4, 6). No vemos el reinado ni en Abraham ni en Isaac.
Inclusive cuando vemos a Jacob, no podemos ver el reinado. Pero está claramente revelado en José.
En los últimos capítulos de Génesis, el mundo entero se encontraba bajo el dominio del faraón. No
obstante, el faraón era simplemente una figura decorativa. El que verdaderamente gobernaba la
tierra en aquel tiempo era José. Ya que José representaba a Jacob, el que verdaderamente reinaba
sobre la tierra era Jacob. Este regía por medio de su hijo José, quien era el aspecto gobernante de la
vida de Jacob. Por consiguiente, las experiencias de Abraham, Isaac, Jacob y José constituyen una
experiencia completa de la vida. Experimentar a Dios empieza con la elección y llega a su
consumación en el reinado.
Génesis 1:26 revela que el propósito de Dios al crear al hombre era que éste lo expresara a El en Su
imagen y lo representara en Su dominio. Aunque vemos algo de Dios en Abraham, no vemos en él
mucho de la imagen de Dios. Además, ni en Abraham ni en Isaac vemos el dominio de Dios. Ni
siquiera en el mismo Jacob vemos el dominio de Dios, el cual se ve en José. En Jacob y José la
imagen y el dominio de Dios son claramente revelados. Finalmente, Jacob fue llamado Israel,
príncipe de Dios. Su nombre incluye el nombre de Dios. En el nombre transformado de Jacob,
tenemos el nombre de Dios. Jacob fue verdaderamente transformado a la imagen de Dios; por esta
razón, en su ser estaba la expresión de Dios. Jacob tenía la expresión, mientras que José tenía el
dominio. Por consiguiente, como unidad única y completa, ellos expresaban a Dios y lo
representaban. Para poder ver esto, debemos ser iluminados espiritualmente. Debemos orar
diciendo: “Señor, abre nuestros ojos. No queremos leer solamente las historias bíblicas para obtener
conocimiento. Queremos ver la luz de vida en estas historias y ser nutridos por la vida que con
tienen”.
En Abraham no vemos que Dios lo discipline mucho. Tampoco vemos que Dios haga tal cosa en
Isaac, pues Dios jamás los afligió. A Isaac sencillamente le agradaba comer. A nuestro parecer,
ninguno de nosotros estaría de acuerdo con eso, y diría: “Dios, ¿por qué me disciplinas
constantemente? ¿Por qué no disciplinaste a Isaac? Isaac hasta vendió Tu bendición por carne
guisada”. En Génesis 27:3 y 4 Isaac dijo a Esaú: “Sal al campo y traeme caza; y hazme un guisado
como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera”. Si un hermano
hiciera eso ahora, nosotros diríamos: “Hermano, no deberías hacer tal cosa. Eso es demasiado
carnal y mundano”. No obstante, Isaac no fue reprendido por hacer eso. De hecho, aunque Isaac
bendijo ciegamente y de manera incorrecta, Dios honró su bendición. Esto indica claramente que
Isaac no representa la vida que Dios ha tocado. Es la vida de Jacob la que representa la disciplina de
Dios. Dios no dejó en paz a Jacob, sino que mantuvo Su mano sobre él.
En el capítulo veintinueve Jacob, después de llegar a la casa de Labán, fue puesto en la cámara de
transformación. Ya vimos que Isaac, Rebeca y Esaú colaboraron para que Jacob se viera obligado a
escapar de su casa. Isaac era una persona simple, se llevaba bien con todos, y no se inclinaba a
ejercitar su discernimiento. Esta era su manera de ser y su carácter. No obstante, Rebeca era
inteligente, ingeniosa y manipuladora. Como esposa y madre fuerte, ella manipulaba a toda la
familia. Esaú, el hermano, no era muy sagaz, pero sí era físicamente fuerte y parecía decir: “Jacob,
no sé utilizar mi mente como lo haces tú, pero sí sé usar mis puños. Tú quizá seas astuto, pero yo un
día te mataré”. Estas tres personas trabajaron como equipo para forzar a Jacob a abandonar a su
madre amorosa y la casa de su padre. Sabemos que Jacob sufrió durante su viaje por el hecho de
que cuando vio a su prima Raquel “alzó su voz y lloró” (29:11). Jacob había estado muy solo. Todo
lo que había experimentado antes de llegar a la casa de Labán lo conducía a la cámara de
transformación. En el capítulo veintinueve Jacob entró en dicha cámara.
8) La opresión de Labán
Consideremos ahora la opresión de Labán (30:25-43; 41:1-16, 38-42). En el capítulo veintinueve,
Labán recibió a Jacob y le dio hospedaje (29:14). Más adelante, Labán quizá haya descubierto que
Jacob era bastante inteligente y que le podía ser de gran provecho. Afectando amabilidad, Labán le
dijo a Jacob: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario” (29:15).
Labán parecía decir: “Jacob, no es justo que te quedes conmigo sin recibir salario. Dime qué paga
quieres”. Es posible que Labán se haya dado cuenta de que Jacob se había enamorado de su hija
Raquel, y que haya pensado: “Jacob, no te daré a mi hija por un bajo precio. Tú la amas, y yo te la
daré, pero debes pagar el precio”. Labán fue sabio y conocía el corazón de Jacob, pero no se lo dijo.
Cuando Labán le preguntó qué iba a cobrar, Jacob contestó: “Yo te serviré siete años por Raquel tu
hija menor” (29:18). Ya hemos hecho notar que el amor ciega a la gente y la vuelve insensata. El
amor que Jacob sentía por Raquel lo hizo insensato, y ésta fue la razón por la cual él mismo se
comprometió a trabajar siete años para conseguirla. Yo, en el lugar de Jacob, no habría trabajado
más de doce meses. Labán quedó satisfecho con la oferta de Jacob. No obstante, cuando
transcurrieron estos siete años, Labán no hizo nada para propiciar el matrimonio de Jacob con
Raquel. Esto significa que él no tenía ningún interés en ello. Por lo tanto, Jacob se vio obligado a
decirle: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Sin
embargo, Labán le trajo a Lea en lugar de darle a Raquel. Cuando Jacob se dio cuenta, Labán se
justificó diciendo que no se acostumbraba en ese país dar a la menor antes de la mayor (29:26). En
cuanto a Raquel, Labán dijo: “Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio
que hagas conmigo otros siete años” (29:27). Aquí vemos la presión de Labán. Si usted recuerda su
pasado, verá que también ha sido presionado, quizá por su cónyuge.
Labán era hábil y astuto, y Jacob no lo pudo vencer. Jacob dijo en dos ocasiones que Labán le había
cambiado diez veces el salario (31:7, 41). Jacob se quejó ante Labán, diciendo: “Así he estado
veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has
cambiado mi salario diez veces” (31:41). Además Jacob le dijo: “Si el Dios de mi padre, Dios de
Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos
vacías” (31:42). Jacob parecía decir: “Labán, no sólo he trabajado catorce años por tus hijas, y seis
años por tu ganado, sino que ni siquiera estás dispuesto a darme mis esposas ni mis hijos ni mis
rebaños. Has intentado retenerlo todo”. ¡Cuánto debió de haber sufrido Jacob bajo la mano opresora
de Labán!
Labán oprimió a Jacob de muchas maneras. Lo obligó a trabajar para él catorce años por sus dos
hijas y luego lo hizo laborar seis años por su rebaño (31:41). Vimos que le cambió el salario a Jacob
diez veces, probablemente reduciéndolo en cada ocasión. Cuanto más exigía Labán de Jacob, menos
le pagaba. Labán también le cobraba a Jacob cualquier oveja arrebatada por las fieras o robada
(31:39). ¡Cuán injusto era eso! No obstante, Labán pensaba que aquello era justo y parecía decir:
“Cuida mis ovejas. Debes reemplazar cualquiera oveja que arrebaten las fieras o que sea hurtada”.
¿Podría usted trabajar bajo una mano tan opresora? No obstante, Jacob fue paciente y soportó la
opresión de Labán durante veinte años. Es posible que de vez en cuando Labán lo haya amenazado
diciendo: “Si no quieres trabajar para mí conforme a mis exigencias, entonces vete. Yo me quedaré
con mis hijas, mis nietos y mis rebaños”. Jacob tenía temor de esta posibilidad. El se había
engrandecido considerablemente, pero todavía le temía a Labán. Cuando escapó, tuvo temor de
decirle a Labán que se iba, ante la posibilidad de que éste le quitara sus esposas, sus hijos y sus
rebaños. Labán había nacido allí, pero Jacob era un extranjero. Un nativo puede fácilmente
relacionarse con un extranjero. Labán posiblemente amenazó a Jacob con la retención de todas sus
pertenencias. No obstante, Jacob soportó esta situación. Aparte de todo eso, Labán hizo que Jacob
se consumiera por el calor en el día y por la helada en la noche (31:40). En esa difícil situación,
Jacob pudo decir: “El sueño huía de mis ojos” (31:40). Mientras Jacob apacentaba el rebaño de
Labán, se encontraba al aire libre, y no tenía donde dormir. No había sombra para guarecerse del
calor durante del día ni tenía abrigo alguno que lo protegiera de las heladas de la noche. En esa
región, la temperatura era caliente durante el día y fría en la noche. Mientras Jacob sufría calor y
frío, el sueño huía por estar bajo la opresión de Labán. Finalmente, como destacamos antes, Labán
intentó retener a las mujeres de Jacob, a sus hijos y sus rebaños (30:26; 31:14-15, 42). Ninguno de
nosotros estaría dispuesto a trabajar para una persona como Labán, pero Jacob lo hizo durante
veinte años. En ese lapso, él estuvo bajo la mano opresora de Labán.
Si leemos este relato con esta luz, diremos: “Señor, cuánto te adoro. Desde el día en que empecé a
amarte, las cosas me han sucedido de la misma manera y conforme al mismo principio”. Considere
retrospectivamente los años que ha pasado en la vida de iglesia y recuerde las veces en que ha
estado bajo presión. Así como la vida natural de Jacob necesitaba un Labán opresor, nuestra manera
de ser natural también necesita presión. La mano aplastante de Labán no vino por azar, sino por la
soberanía de Dios. Isaac, Rebeca y Esaú fueron usados por Dios para llevar a Jacob al horno de la
transformación, y Labán fue el fuego que ardía en ese horno. Estas personas fueron usadas por Dios
para transformar a Jacob. No se queje de su situación. En ocasiones, mientras me quejaba, vi
repentinamente la luz, y era como si Dios me dijera: “¿Por qué te quejas? ¿Acaso no te das cuenta
de que esto es lo que he dispuesto para ti? A tu esposa, tus hijos y todos tus hermanos de la iglesia
Yo los he puesto ahí. Es una insensatez quejarte”. Su cónyuge y sus hijos son exactamente lo que
necesita su manera de ser. Nosotros podemos equivocarnos, pero Dios jamás comete errores. Todo
se encuentra en la mano del Señor, y no hay necesidad de quejarse. En lugar de quejarnos, debemos
decir simplemente: “Gracias, Señor, por este buen Labán”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA Y DOS
BAJO LA MANO DE DIOS
(6)
11) La piedra sobre la cual se vertió aceite,
y la casa de Dios
El sueño de Jacob es el punto más crucial de todo el libro de Génesis (28:10-22). Ni siquiera
Génesis 1:26 es tan crucial como el sueño de Jacob, descrito en el capítulo veintiocho. Uno de los
aspectos más destacados de este sueño es la piedra. Después de un largo viaje, Jacob, cansado y
solitario, tomó una piedra, hizo de ella su almohada, y durmió al aire libre. Tal vez haya sido la
primera vez en la historia que un hombre usara una piedra como almohada. ¿Ha apoyado usted
alguna vez su cabeza sobre una piedra? Yo nunca lo he hecho. Primero, Jacob puso esa piedra por
cabecera; en segundo lugar, la erigió como columna (28:18). Una almohada sirve para descansar, y
una columna, para edificar. ¿Se da cuenta usted de que algún día su almohada se convertirá en
columna? Más adelante veremos lo que es una almohada. En 28:22 Jacob dijo: “Y esta piedra que
he puesto por señal, será casa de Dios”. Aparte de la piedra, de la columna y de la casa, estaba el
aceite que se vertió sobre la piedra (28:18). ¿Cómo pudo Jacob, un vagabundo solitario, traer aceite
consigo? No lo sé. No obstante, en la madrugada derramó aceite sobre la piedra. Por lo tanto, este
sueño contiene cuatro elementos fundamentales: la piedra, la columna, la casa y el aceite. Estos
cuatro elementos forman los factores básicos que componen la Biblia.
Ya hemos dicho varias veces que Dios tiene la intención de hacer del hombre Su expresión
corporativa. En el libro de Génesis no vemos que Dios haya obtenido esa expresión. En Génesis
1:26, que constituye una declaración del propósito de Dios al hacer el hombre, vemos que el
hombre fue hecho a Su imagen. Sin embargo, allí no vemos que Dios haya obtenido Su expresión.
Dios no logró Su expresión ni con Adán ni con Abel ni con Enós ni con Enoc ni con Noé ni con
Abraham ni con Isaac. Cuando llegamos a Jacob, vemos que él era un suplantador, uno que tomaba
por el calcañar, un joven muy astuto. A la luz de toda la Biblia, sabemos que este joven suplantador
fue escogido por Dios y predestinado para obtener la primogenitura. Antes de la fundación del
mundo, en la eternidad pasada, Dios lo predestinó para que tuviera la primogenitura. Como hicimos
notar, la primogenitura incluye tres cosas: expresar a Dios como sacerdotes, representarlo como
reyes, y ser herederos Suyos. Esta primogenitura tiene como fin exclusivo la expresión corporativa
de Dios en la tierra. Los acontecimientos descritos en Génesis 28 se produjeron aproximadamente
veintidós siglos después de ser creado el hombre. Dios llamó a Abraham aproximadamente dos mil
años después de crear a Adán, y el período que separa a Abraham de Jacob fue de unos doscientos
años. Durante este largo período, Dios no consiguió lo que deseaba.
Jacob, quien suplantaba y que por esta razón tuvo problemas, tuvo un sueño durante su viaje
solitario. Lo que vio era un sueño; todavía no era un hecho, porque él seguía siendo un suplantador.
En lo profundo de su ser, es probable que todavía se siguiera asiendo del calcañar de Esaú. ¿Cómo
podría este suplantador ser la casa de Dios? Era imposible. Por consiguiente, en aquel tiempo, el
sueño de Jacob no fue más que un sueño. Por ejemplo, ahora nos resultaría imposible a nosotros
aterrizar en la luna, pero podemos soñar con eso. Esto puede ser un sueño, pero no es un hecho.
Necesitamos sueños en nuestra vida espiritual. Anteriormente he tenido muchos sueños, y me
gustaría tener otro ahora. Si usted no ha tenido ningún sueño desde que fue salvo, debe de estar en
una situación muy lamentable. ¿Cuántos sueños ha tenido usted desde que fue salvo? Toda visión
espiritual es un sueño.
¿Qué significa un sueño? El principio básico de un sueño es que en él sucede algo imposible.
Nuestra salvación fue un sueño, el sueño inicial de nuestra vida espiritual. Nosotros fuimos salvos
aun cuando era imposible. Nuestra entrada en la vida de iglesia también fue un sueño espiritual.
Todo aquel que ha entrado en la vida de iglesia ha tenido un sueño en el cual se ha producido algo
imposible. Me gustan estos sueños celestiales.
Ya vimos que en el sueño celestial de Jacob se revelan cuatro cosas: la piedra, la columna, la casa y
el aceite. No encontramos ninguna de estas cuatro cosas antes de Génesis 28. Por ejemplo, no se
había mencionado ninguna piedra, además de la piedra de ónice, en 2:12, en los veintisiete capítulos
y medio precedentes. Pero sí se mencionan ladrillos, los usados para construir la ciudad diabólica de
Babel y su torre demoníaca (11:3). Cuando estudiamos el capítulo once, hicimos notar que los
ladrillos representan la obra humana, el resultado del esfuerzo humano con el barro. La religión es
representada por los ladrillos, pues toda religión es el esfuerzo que hace el hombre con el barro. La
humanidad es barro, y la religión trabaja con la humanidad a fin de producir ladrillos. No se
menciona ninguna columna antes de Génesis 28. Cuando la Biblia habla de la ciudad de Babel y su
torre, no menciona ninguna columna. No se imagine que la Biblia es un libro común. En absoluto.
Por el contrario, es única. En el templo construido por Salomón había dos grandes columnas (1 R.
7:21). En Gálatas 2:9 vemos que Pedro, Jacobo y Juan eran columnas de la iglesia. Además, en
Apocalipsis 3:12, vemos que los vencedores serán como columnas en el templo de Dios. Antes del
capítulo veintiocho no se mencionan ni la columna ni la casa ni el aceite. Abraham, Isaac y Jacob
vivían en tiendas. Sin embargo, Jacob, después del sueño que tuvo en Bet-el, no habló de una
tienda, sino de la casa de Dios.
Como dijimos en otra parte, en la Biblia la piedra siempre tiene como fin el edificio. Cuando Pedro
vino por primera vez al Señor, el Señor cambió su nombre de Simón a Cefas (Jn. 1:42), diciendo:
“Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)”. Después de unos
tres años, el Señor les preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre?” (Mt. 16:13). Después de que Pedro contestara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente”, el Señor Jesús le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré
Mi iglesia” (Mt. 16:16, 18). Al decir eso, el Señor le recordó a Pedro lo que El había hecho hacía
tres años al cambiarle el nombre, de Simón a Cefas. Más adelante Pedro, al escribir su primera
epístola, dijo: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P.
2:5). En este versículo Pedro menciona la piedra y la casa. En 1 Corintios 3 Pablo también sostuvo
este concepto, diciendo a los creyentes de Corinto que ellos eran edificio de Dios (1 Co. 3:9). En 1
Corintios 3:10 Pablo nos dice que debemos mirar cómo edificamos. Debemos tener cuidado con la
manera en que edificamos y con los materiales que usamos, pues nuestra obra será probada por el
fuego. Si edificamos con oro, plata y piedras preciosas, nuestra obra permanecerá. Por tanto, vemos
que en 1 Corintios 3 Pablo también habla de piedras para el edificio de Dios. Cuando llegamos al
libro de Apocalipsis, al final de la Biblia, vemos una ciudad edificada con piedras preciosas. Según
el principio bíblico, una ciudad siempre es el agrandamiento de una casa. Cuando una casa es
agrandada considerablemente, se convierte en una ciudad. No habrá templo en la Nueva Jerusalén,
porque el templo habrá sido agrandado hasta ser una ciudad. Esa ciudad será una casa ensanchada y
edificada con piedras preciosas. ¡Cuán coherente es la Biblia! En todos estos pasajes de la Palabra
vemos que la piedra es el material con el que se edifica la casa de Dios.
¿Qué es la casa de Dios? La casa de Dios es simplemente la satisfacción de Dios, Su descanso y Su
expresión. El tipo de casa en que usted vive expresa la clase de persona que es usted. Si usted es una
persona desaseada, tendrá una casa sucia, y si es una persona pulcra, su casa estará limpia. Hace
diez años me llevaron a una sección de la ciudad de San Francisco donde supuestamente vivían
hippies. No podía creer que la gente pudiera vivir en un entorno tan sucio. En aquella ocasión no vi
ningún hippie, pero sí pude observar, por la condición de sus viviendas, que ellos eran desaseados y
descuidados. Nuestra casa es nuestra expresión. Si usted visita una casa en la cual vive una familia
japonesa, sabrá al recorrerla, que allí viven japoneses. Sucede lo mismo con la vivienda de un
escocés. Igualmente, la casa de Dios es Su expresión. Finalmente, la casa de Dios será agrandada
hasta convertirse en una ciudad, y esa ciudad tendrá la misma apariencia que El. Según Apocalipsis
4:2 y 3, Dios tiene la apariencia del jaspe, y según Apocalipsis 21:11, la Nueva Jerusalén en su
totalidad también tendrá la apariencia del jaspe. Esto significa que la ciudad tendrá la apariencia de
Dios y será Su expresión. Podemos incluso decir que esta ciudad será el agrandamiento de Dios.
La piedra y la casa son elementos muy cruciales, pero aún así, se necesita el aceite. En tipología, el
aceite representa a Dios que llega al hombre. Dios es Triuno: el Padre es la fuente, el Hijo es la
corriente, y el Espíritu es el fluir que llega a nosotros. El hecho de que Jacob derramara aceite sobre
la piedra indica que el Dios Triuno fluye y llega al hombre. Dios está en los cielos, pero también ha
sido derramado sobre el hombre. Cuando el Dios Triuno llega al hombre, hace de éste Su casa.
Antes de que se vertiera el aceite sobre la piedra, ésta era simplemente una piedra. No obstante,
después de que el aceite fue vertido sobre la piedra, ésta se convirtió en la casa de Dios.
b) La piedra
Vimos que Jacob tomó una piedra y la puso por cabecera. Durante años no entendía qué significaba
eso. Aunque no podemos entenderlo según lo dicho externamente, sí lo podemos entender conforme
a nuestra experiencia interior. Antes de ser salvos, no teníamos reposo. Siempre sentíamos que
estábamos en el aire o en el fondo del mar. No había nada firme que nos sostuviera o nos
mantuviera. Por muy rico que usted haya sido, su dinero no podía apoyarlo. Por el contrario, lo
privaba de la paz y del descanso. Antes de ser salvos, no teníamos un apoyo sólido,
independientemente de si éramos viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Sin embargo, un día fuimos
salvos y algo sucedió dentro de nosotros. Lo que hemos experimentado en lo profundo de nuestro
ser produjo algo que se convirtió en nuestro sólido apoyo. Quizá hayamos pasado por dificultades
después de ser salvos. No obstante, en lo profundo de nuestro ser, sentimos la seguridad de que
había una roca sólida sobre la cual podíamos descansar. Esta roca sólida es la naturaleza misma, el
elemento mismo, de Cristo, forjado en nuestro ser.
Nosotros fuimos hechos del polvo de la tierra (2:7). Romanos 9 indica que somos vasijas de barro, y
no de piedra. Si yo hubiera estado en el lugar de Jacob, me habría hecho una almohada de barro y
habría descansado sobre ella. No obstante, a los ojos de Dios, el lodo jamás puede ser nuestro
descanso. Nuestra vida humana, nuestra vida y ser naturales no pueden ser nuestro descanso, no
importa cuánta sea nuestra educación ni cuál sea nuestra posición. Si no tenemos la naturaleza
divina en nosotros, somos simplemente barro. El barro no puede ser un apoyo sólido. Ninguno de
nosotros encontró descanso antes de ser salvo. En aquel día, algo divino, algo de Cristo, fue forjado
en nosotros y se convirtió en el apoyo sólido dentro de nosotros. Este es nuestro descanso, nuestra
almohada. Nuestra almohada es el elemento divino, Cristo mismo, forjado en nuestro ser. Al
emprender nuestro viaje humano, de repente tuvimos un sueño en el cual Cristo mismo fue forjado
en nosotros. La naturaleza de Cristo es la roca que se forjó en nuestra naturaleza de barro. Por
consiguiente, tenemos una roca sobre la cual podemos reclinar la cabeza.
A menudo los incrédulos han dicho de los cristianos: “He observado que en tiempos difíciles
ustedes tienen paz por dentro. ¿Por qué yo no la tengo?” La razón por la cual los incrédulos no
tienen paz es que no tienen el elemento divino en ellos. Sólo tienen el barro, el elemento humano
caído. Si usted desea conocer lo malo que es el barro, derrame agua sobre él. En breve, se convertirá
en lodo. No obstante, cuanto más vierte usted agua sobre una piedra, más limpia y brillante se
vuelve. Deje que vengan las dificultades; ellas son agua que limpia. Cada problema por el cual pasa
un cristiano es semejante al agua que limpia. Le doy gracias a Dios porque he sido limpio por las
dificultades muchas veces. Esté preparado a ser limpiado. Desde el día en que fuimos salvos, hemos
tenido una piedra sobre la cual podemos reclinar la cabeza. Por muy profunda y oscura que sea la
noche, podemos apoyar la cabeza sobre esta piedra. Dudo que otro escrito cristiano mencione que la
piedra de Génesis 28 representa el elemento divino, forjado en nuestro ser para convertirse en la
almohada de nuestra vida humana. Los incrédulos no tienen esta almohada. Su almohada es el barro
vil de la naturaleza humana. Sin embargo, nuestra almohada es una piedra, el elemento divino,
Cristo mismo, quien ha sido forjado en nosotros. Cuanto más dificultades enfrentamos, más
necesitamos esta almohada. Aparentemente, una piedra no sirve para descansar. Pero según nuestra
experiencia, nos proporciona un buen descanso. Esta piedra no es el Cristo objetivo, el Cristo que se
encuentra lejos de nosotros, sino el Cristo que ha sido forjado en nuestro ser, el Cristo subjetivo
sobre el cual podemos reclinar la cabeza. Este es el Cristo que se convierte en nuestra experiencia,
Aquel cuyo elemento divino ha sido forjado en nosotros. Este Cristo es la almohada de nuestra vida
humana. ¡Alabado sea el Señor por esta almohada!
Después de este sueño, Jacob erigió la piedra como columna (28:18). La piedra sobre la cual
reclinamos la cabeza debe convertirse en un material con el que edificamos. Antes de entrar en la
vida de iglesia, no entendíamos eso. Pero ahora, después de entrar en la iglesia, nos damos cuenta
de que la piedra sobre la cual apoyamos la cabeza para descansar debe convertirse en una columna,
o sea que la piedra debe convertirse en el material del edificio de Dios. Alabado sea el Señor porque
fuimos salvos y estamos descansando. Sin embargo, ¿qué diremos del descanso de Dios? El no
puede descansar hasta que la piedra sobre la cual apoyamos la cabeza haya sido erigida a fin de ser
una columna para Su edificio. Dios no alzará esta columna; debemos hacerlo nosotros. Nuestra
almohada debe ser erigida para ser una columna. En otras palabras, la experiencia que tenemos de
Cristo debe convertirse en una columna.
Aparte de nosotros, no creo que los demás cristianos sepan que la experiencia que tienen de Cristo
debe ser erigida como una columna. Antes de entrar en la vida de iglesia, no erigimos ninguna
columna. Pero después de entrar en la vida de iglesia, día tras día, erigimos la experiencia que
tenemos de Cristo para hacer una columna. Ya no es simplemente una almohada sino una columna.
No es simplemente cuestión de descanso, sino del edificio de Dios para reposo Suyo. ¿Es el Cristo
que usted ha experimentado simplemente su descanso, o es el material con el que se edifica la casa
de Dios? La respuesta puede ser demostrada por nuestra experiencia. Primero, reclinamos la cabeza
sobre Cristo y hallamos reposo. Finalmente, convertimos la experiencia que tenemos de Cristo en
una columna, en el material del edificio de Dios. Todo lo que hemos experimentado de Cristo debe
convertirse en el material con el que se edifica la casa de Dios. En otras palabras, lo que ha sido
nuestra almohada debe convertirse en una columna. ¿Qué tiene usted ahora, una almohada o una
columna?
Entre la mayoría de los cristianos no hay ninguna edificación, porque sólo tienen, cuanto mucho,
una almohada mas no una columna. Antes de entrar en la vida de iglesia, nosotros también teníamos
solamente una almohada para descansar. Pero al poco tiempo de entrar en la iglesia, alzamos la
experiencia que teníamos de Cristo como una columna y se convirtió en material útil a la casa de
Dios. Hace cuarenta y cinco años, mi almohada fue erigida como una columna; ya no es
simplemente una almohada bajo mi cabeza, sino una columna de la edificación de la casa de Dios.
Una almohada sirve para nuestro reposo, pero Dios necesita una casa en la cual descansar. ¿Cómo
puede edificarse esta casa? Simplemente al convertirse nuestra almohada en columna. Primero
tenemos la piedra, luego el edificio.
d) La casa de Dios
Después de que el aceite fue derramado sobre la columna, ésta se convirtió en la casa de Dios.
Cuando decimos: “Señor Jesús, te amo y amo a la iglesia”, el resultado es la casa. Antes de entrar en
la iglesia, éramos individualistas. Pero desde que entramos en la iglesia y empezamos a dar
testimonio de cuánto amamos a la iglesia, descubrimos que cada vez que somos individualistas,
perdemos el postre. En lugar del postre, tenemos una medicina amarga. Cuando usted disfruta de la
vida maravillosa de iglesia, tiene postre todos los días. Pero cuando tiene una pequeña medida de
individualismo, empieza a probar la medicina amarga. Ni siquiera tiene uno que ser individualista.
Si simplemente dice que no le agrada cierto hermano, sentirá un sabor amargo. Si usted dice: “La
vida de iglesia es maravillosa, pero no me cae bien esa hermana”, no habrá postre. A veces, tenemos
una medicina azucarada. No obstante, al rato, el azúcar se diluye y gustamos la amargura.
La auténtica experiencia de Cristo nos convierte en material de edificación, y este material tiene su
consumación en la edificación de la casa de Dios. Allí Dios halla reposo y satisfacción, y allí
también nosotros encontramos descanso y satisfacción. El sueño de Jacob se cumplió primeramente
cuando los hijos de Israel erigieron el tabernáculo después de ser libertados de Egipto. Esa fue la
primera casa que Dios tuvo entre los hombres, el primer cumplimiento del sueño de Jacob. El
tabernáculo indicaba que Dios y el hombre habían hallado reposo, y que la morada de Dios sobre la
tierra era la satisfacción y el descanso para Dios y para el hombre. Después de que los hijos de
Israel construyeron el templo en la buena tierra, Dios tuvo una casa más sólida en la tierra. Luego,
en el Nuevo Testamento, vemos a la iglesia como la casa de Dios (1 Ti. 3:15). Finalmente, en el
cielo nuevo y en la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la morada eterna de Dios (Ap. 21:1-3). Allí
Dios y nosotros tendremos un reposo eterno y disfrutaremos de una satisfacción eterna. Ahora todos
estamos en el cumplimiento del sueño de Jacob. No sólo tenemos la piedra y la columna, sino
también la casa. De hecho, somos la casa (He. 3:6). Esta casa se compone de lo divino y lo humano;
está compuesta del Dios Triuno y los seres humanos. Aquí vemos que la casa se convierte en el
reposo de Dios y del hombre. Ahora no estamos solamente en el sueño sino en el cumplimiento del
mismo. Alabado sea el Señor por la piedra, la columna, la casa y el aceite. En la vida de iglesia
experimentamos estos cuatro elementos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA Y TRES
BAJO LA MANO DE DIOS
(7)
Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16), y toda la Biblia es un libro de vida.
¿Cree usted verdaderamente que Génesis 31, el capítulo que vamos a examinar en este mensaje es
el aliento de Dios? Cuando yo era joven, pensaba que cada palabra y cada frase contenida en
Efesios ciertamente era inspirada por Dios, pero no valoraba Génesis 31 de la misma manera. ¿Cree
usted que este capítulo contiene la Palabra de vida? Este capítulo no menciona la vida. Menciona el
hurto de ciertos ídolos de una casa y contiene una conversación diplomática. ¿Es ésta la palabra de
vida? Si queremos ver de qué manera Génesis 31 es la palabra de vida, debemos considerarlo a la
luz de toda la Biblia.
En Génesis 28 mientras Jacob caminaba hacia la casa de Labán, tuvo un sueño. La importancia de
ese sueño radica en que revela que Dios anhela tener una casa sobre la tierra y que Su intención era
convertir a quien había llamado en una piedra, el material para Su edificio. ¿Es el Jacob revelado en
Génesis 31 el material adecuado para la edificación de la casa de Dios? No, cuando él recibió el
sueño, no era un caballero sino un hombre artero. ¿Cree usted que un hombre astuto como Jacob
podía convertirse en el material precioso para la edificación de la casa de Dios en la tierra? Si usted
contesta afirmativamente, da a entender que usted reconoce que se parece a Jacob. Todos somos
como Jacob. Sin embargo, el Jacob sagaz es designado como material para la edificación de la casa
de Dios. Este capítulo revela que por medio de la disciplina de Dios, este hombre suspicaz puede
convertirse en material para la morada de Dios. Este capítulo es la continuación del relato que
describe cómo Dios quebranta a Su escogido. Este capítulo es sin duda la palabra de vida pues nos
da una visión de la disciplina que Dios aplicó a Jacob.
Jacob vivió con Labán veinte años. En Génesis 31:7 Jacob dijo que Labán había cambiado su
salario diez veces. El número diez representa la consumación de cierta prueba. Jacob parecía decir:
“Labán no ha cambiado mi salario nueve veces sino diez. El me ha perjudicado hasta el colmo”. El
número veinte, el doble del número de consumación, se compone de dos multiplicado por diez.
Dios puso a Jacob bajo la mano de Labán durante veinte años a fin de que Jacob fuese probado al
máximo. No obstante, después de estos veinte años, vemos en Génesis 31 que Jacob todavía no era
una persona totalmente transformada. Podríamos considerar que eso es algo desalentador, y decir:
“Si el proceso de transformación no puede concluirse en veinte años, ¿entonces cuánto tiempo se
necesitará? El Señor podría regresar antes de completarse este proceso”. No obstante, si usted
compara el Jacob de este capítulo con el Jacob de algún capítulo anterior, verá que sin duda él ha
experimentado algo de transformación. Después de pasar veinte años con Labán, se produjo un gran
cambio en Jacob. Al principio de estos veinte años, él era una persona que suplantaba, pero al final
de ese lapso, había sido transformado por lo menos hasta cierto punto. Cuando leemos el capítulo
treinta y uno, vemos que el Jacob astuto había sufrido un cambio notable. No obstante, aunque tenía
algo de transformación, en este capítulo él sigue siendo bastante natural.
Quizá usted se haya preguntado cómo revela este capítulo lo natural que era Jacob. Jacob tenía
miedo de Labán, probablemente porque se había dado cuenta de que no lo podía vencer. Jacob
reconoció que no podría lograrlo. Esta es la razón por la cual huyó de él. Si hubiera sido valiente y
hubiera tenido la certeza de poder vencer a Labán, no habría huido. Por el contrario, él habría dicho:
“Labán, me has tratado duramente. Ahora me voy. Hasta luego”. Jacob no se atrevió a hacer esto,
sino que se escabulló. Mientras Labán perseguía a Jacob, Dios le habló en un sueño la noche antes
de que lo alcanzara, en el cual le dijo: “Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 24).
Labán era más astuto que Jacob, pero en aquella ocasión, Dios le obligó a ser honesto. Labán
también le contó a Jacob lo que Dios le había dicho: “Poder hay en mi mano para haceros mal; mas
el Dios de tu padre me habló anoche diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente”
(v. 29). Si yo hubiese estado en lugar de Labán, jamás le habría contado eso a Jacob. No obstante,
Labán fue lo suficientemente necio como para decírselo. Jacob dijo, después de reprender a Labán
por inspeccionar sus posesiones: “Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió
anoche” (v. 42). Jacob parecía decir: “Labán, tienes poder en tu mano, pero yo tengo a Dios
conmigo. Tu poder no puede vencer a mi Dios”. Jacob se fortaleció ante Labán, por lo que éste le
había contado. Esta fue una reacción del hombre natural de Jacob. Si Jacob hubiese sido
verdaderamente espiritual, cuando Labán relató su sueño, habría dicho simplemente: “Alabado sea
el Señor. Oh Señor, gracias”. Jacob pudo haber dicho: “Labán, puesto que el Dios de mi padre te ha
hablado, ya no necesito decir nada. Que El sea alabado”. Pero aun si Jacob hubiese dicho eso,
habría expuesto la cola de su hombre natural. Si no hubiera quedado ni la cola del hombre natural,
él no habría dicho otra cosa que: “Alabado sea el Señor, tío Labán”. Y luego se hubiera vuelto al
Señor y habría dicho: “Oh Señor te alabo, cuánto te agradezco porque estoy en Tus manos”.
Después de oír como Dios habló a Labán, y le exhortó a no hacer ningún mal a Jacob, éste tuvo el
valor de reprender a Labán cara a cara, recordándole cómo él había inspeccionado sus pertenencias,
cómo lo había obligado a cargar con la pérdida de todo lo robado, y cómo había cambiado su salario
diez veces (vs. 36-41). Jacob parecía decir: “Mira lo que me has hecho. Te serví durante veinte años
y me has cambiado el salario diez veces. Ahora has registrado todas mis cosas y no has encontrado
nada. ¿Qué significa esto?” Aunque eso tiene apariencia de franqueza, es la franqueza del hombre
natural. Aquí Jacob es revelado no como un hombre malo ni como un hombre astuto sino como un
hombre natural. Esto indica que Jacob todavía no había sido completamente transformado.
Antes del capítulo treinta y dos, la Biblia no menciona ninguna ocasión en la que Jacob hubiera
orado. En Génesis 32:3-4 Jacob mandó mensajeros a Esaú, indicándoles que se dirigieran a Esaú
como señor. Los mensajeros volvieron adonde estaba Jacob, y dijeron: “Vinimos a tu hermano
Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él” (32:6). Cuando Jacob oyó esta
noticia, tuvo miedo y oró al Señor al respecto. El temía que Esaú planeara matarlo a él y a su
familia, y eso lo obligó a orar. Según el relato de Génesis, ésta es la primera vez que vemos a Jacob
orar. Antes de eso, Jacob no oraba porque siempre se salía con la suya. Cuando huyó de Labán, usó
su habilidad, y habló a sus esposas con un tono persuasivo y las convenció de que se pusieran de su
lado en contra de su padre. Jacob no era un buen guerrero como Esaú, pero indudablemente sabía
usar las palabras.
El relato de Génesis 31 expone nuestra situación, pues nos presenta un cuadro exacto de lo que
somos. Esta es ciertamente la palabra de vida. Este capítulo no menciona la palabra de vida, pero
aquí se encuentra la vida misma contenida en el Evangelio de Juan, el evangelio de vida. En Juan
10:10 el Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
La manera de tener una vida abundante se encuentra en Génesis 31, y no en Juan 10. Génesis 31 es
una revelación de nuestro ser.
Durante los años de mi ministerio, he visto muchos problemas entre cónyuges, y en muchos casos
me han pedido que sea mediador entre el esposo y la esposa. Las hermanas que me ha pedido que
intervenga entre ellas y sus esposos han esperado que después de que yo ore por sus maridos, éstos
se conviertan en ángeles. Muchos de nosotros todavía tenemos este concepto. Algunas hermanas
quizá piensen: “Es lamentable la condición de mi marido. Ciertamente si los ancianos y las
hermanas notables oran por él, el Señor lo convertirá en un ángel. Si mi marido no puede ser un
anciano de la iglesia, por lo menos podría ser un diácono”. El Señor ciertamente contestará esta
oración, pero no lo hará según nuestro parecer, sino como a El le plazca. El camino del Señor no es
mágico. No espere que en un día su marido se convertirá en un ángel ni que usted podrá testificar al
respecto en la siguiente reunión de la iglesia.
Muchos de ustedes han estado en la vida de iglesia durante muchos años. Quizá usted haya orado
por sí mismo, pidiendo al Señor que lo transforme. ¿Ha sido usted transformado? Usted debe
reconocer que todavía sigue en una condición muy natural. En las reuniones todos aparentamos ser
transformados, pero ¿cómo se comporta usted en la cena con su esposa? Muchos de nosotros
debemos admitir que somos exactamente iguales al Jacob de Génesis 31. Alabo al Señor porque se
ha producido un cambio significativo en muchos santos en el transcurso de los años. No obstante,
¿dónde está usted ahora, en Génesis 48 ó en Génesis 31? Usted debe reconocer que, a lo sumo, se
encuentra en el capítulo treinta y uno. No podemos obtener la madurez de vida, la transformación
de vida, de un día para otro, ni siquiera en un plazo de algunos años. Esto es un asunto que dura
toda la vida; no crece como los hongos.
Si usted estudia la biografía de Jacob, se dará cuenta de que aun estando cuando él en el vientre de
su madre, Dios empezó a quebrantarlo. La vida natural de Jacob se dio cuenta de que había dos
personas en el vientre. Aun cuando hizo lo imposible por nacer primero, Dios permitió que su
hermano saliera antes que él. Desde entonces, en los subsecuentes capítulos, vemos la lucha de
Jacob. Sin embargo, al final del libro de Génesis, se acaba la lucha de Jacob. Cuando Jacob adoró a
Dios, las manos que antes suplantaban ahora se apoyaban sobre el extremo de su bordón, la señal de
su vida peregrina sobre la tierra (He. 11:21). Al final de Génesis, Jacob había sido totalmente
transformado. Su transformación terminó solamente al final de su vida. La transformación requiere
toda una vida. No se imagine que se puede terminar en unos cuantos años. Yo creo que cada día y a
cada hora se produce algo que propicia nuestra transformación. No obstante, esto requiere mucho
tiempo. El relato acerca de Jacob ocupa más de la mitad de los cincuenta capítulos de este libro. Y
es el largo relato de una vida que va siendo transformada. El Señor Jesús nos puede salvar
instantáneamente; podemos consagrarnos rápidamente, y hasta podemos entrar muy pronto en la
vida de iglesia. Pero se necesita mucho tiempo para la transformación. Debemos pasar por muchos
altibajos. A veces, en un solo día podemos pasar por tres altibajos. Este es nuestro ser natural,
nuestra vida natural.
Jacob es el prototipo que hallamos en la Biblia en cuanto a la elección y la transformación que Dios
efectúa. Romanos 9 nos lo dice. Sin embargo, a lo largo de las generaciones, pocos cristianos han
visto esto, pues pensaban que los capítulos acerca de la historia de Jacob eran simplemente
narraciones interesantes. Pocos cristianos ven estos capítulos como el relato del modelo de una vida
transformada.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA Y CUATRO
BAJO LA MANO DE DIOS
(8)
Génesis 32 y 33 contienen una experiencia muy extraña en la vida de Jacob, el escogido. Ya hicimos
notar que Jacob no confiaba en el Señor. Desde que nació, se valió de su habilidad natural y obró
por su propia cuenta. En el capítulo treinta y uno, huyó de Labán, y Dios lo libró de la mano
usurpadora de éste. Labán contó a Jacob que Dios le había advertido que no le hiciera ningún daño;
por esta razón, Jacob se aprovechó para reprender audazmente a Labán (31:24, 36). No obstante, el
Señor lo hizo pasar por estas dificultades. Sin embargo, Jacob tenía que enfrentarse a otro problema
grave: su hermano Esaú.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA Y CINCO
QUEBRANTADO
C. Quebrantado
Génesis 32:22-32 relata una experiencia crucial en la vida de Jacob, el escogido de Dios. Esta es
verdaderamente una porción extraordinaria de la Palabra santa. Es única, y no hay ningún otro
pasaje similar en la Biblia. No obstante, por falta de experiencia, la mayoría de los cristianos no han
prestado la debida atención a este pasaje de la Escritura. Por la misericordia del Señor, en este
mensaje, examinaremos esta experiencia vital en la vida de Jacob y recibiremos ayuda de ella.
En este capítulo, la experiencia de Jacob es muy práctica, personal e íntima. ¿Qué puede ser más
íntimo que luchar con alguien por lo menos durante media noche? El Señor luchó en forma de
hombre con Jacob “hasta que rayaba el alba” (v. 24). Jehová Dios jamás lucharía con un
desconocido ni con un pecador incrédulo. Observe que el versículo no dice que el hombre “vino”
para luchar con Jacob. No dice que “mientras Jacob permanecía allí solo, meditando en su
problema, el Señor vino y luchó con él”. ¡No! dice simplemente: “Luchó con él un varón”, lo cual
indica que el varón ya estaba allí y que no necesitaba venir. Esto revela que el Señor había estado
con Jacob todo el tiempo.
¿Por qué empezó el Señor a luchar repentinamente con Jacob? Sin duda debe de haber una razón.
La razón era el trasfondo de Jacob. Cuando Jacob regresó a la tierra de su padre, tenía dos
problemas: a Labán en la retaguardia, y a Esaú en la vanguardia. Había sido liberado de la mano
usurpadora de Labán, y ahora sentía desesperación ante la perspectiva de enfrentarse a su hermano
Esaú. La lucha se produjo en ese momento. Los mensajeros de Jacob habían regresado para
informarle que Esaú venía a su encuentro con cuatrocientos hombres. Cuando Jacob oyó esto,
quedó aterrorizado. Pensaba que si Esaú venía a recibirlo, no necesitaba traer consigo cuatrocientos
hombres. Le parecía que Esaú era como el capitán que va al mando de un ejército. Indudablemente,
Jacob pensaba que Esaú venía a matarlo. Al creer eso, Jacob se vio obligado a orar. Después de
hacer una excelente oración, dividió en nueve manadas el presente de ganado que envió a Esaú. Sin
embargo, no tenía paz, porque su problema seguía frente a él. Por consiguiente, como lo afirman los
versículos 22 y 23: “Se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once
hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía”.
Después de hacer esto, se quedó solo, probablemente considerando la situación y preguntándose
qué iba a hacer en caso de que Esaú lo atacara. La carga de Jacob era pesada, y su situación era
grave; de modo que estaba desesperado.
La Biblia no indica que Jacob oraba cuando estaba solo. Uno ora en muchas ocasiones en que no
tiene problemas, pero cuando tiene muchos problemas, no ora. Cuanto más preocupado esté uno,
menos ora. Uno simplemente no puede orar porque el problema es difícil y la situación grave. ¿Por
qué? Porque no ha sido derribado. Por muy grave que sea el problema, usted no ha sido derribado.
Por una parte, igual que Jacob no podemos seguir adelante, pero por otra, no oramos, sino que
permanecemos allí y reflexionamos acerca de la situación, preguntándonos qué hacer.
Mientras Jacob consideraba la manera de enfrentarse a su problema, sorpresivamente un hombre se
puso a luchar con él. Repito que el versículo no nos dice que el hombre vino y peleó con él. El texto
dice simplemente: “Y luchó con él un varón”. Cuando leemos este pasaje, nos damos cuenta
inmediatamente de que este hombre era el Señor. Sin embargo, al principio de la lucha, Jacob no se
dio cuenta de que el hombre era Dios. El pudo haber pensado que la persona que lo atacaba era uno
de los cuatrocientos hombres de Esaú. Cuando aquel varón empezó a luchar con Jacob, éste no
estuvo dispuesto a perder. Quizá Jacob se haya dicho: “Este hombre ha venido para capturarme,
pero no lo dejaré”.
Al llegar a este punto, debemos hacernos cuatro preguntas. Primero, ¿por qué luchó el Señor como
hombre con Jacob? ¿Qué necesidad había de hacerlo? Cuando el Señor se apareció a Abraham, se
presentó como el Dios de gloria. Sin embargo, aquí no vemos que el Señor se haya aparecido a
Jacob, sino que como hombre luchó contra él. Segundo, ¿por qué no pudo el Señor, siendo
todopoderoso, prevalecer contra Jacob, un pequeño hombre? Tercero, ¿por qué esperó el Señor
tanto para tocar el encaje del muslo de Jacob? ¿Por qué no lo hizo desde el principio? El Señor debe
de haber luchado con Jacob por lo menos seis horas, empezando quizás a la media noche hasta el
alba. ¿Por qué permitió el Señor que esta lucha se extendiera tanto? Y cuarto, ¿por qué se negó el
Señor a decirle Su nombre a Jacob? En muchas otras ocasiones, el Señor reveló Su nombre a la
gente. Pero aquí, después de que Jacob le pidiera revelar Su nombre, no se lo quiso decir, y se lo
ocultó. No pretendo dar una respuesta completa a todas estas preguntas, pero podemos, mediante
nuestra experiencia, hallar por lo menos una respuesta parcial.
En este pasaje de la Palabra, no vemos ninguna aparición del Dios de gloria, y tampoco tenemos
una visitación del Señor. A Abraham el Señor se le apareció primeramente como el Dios de gloria
(Hch. 7:2); más adelante, en Génesis 18, el Señor lo visitó y comió con él. Pero esta experiencia de
Jacob no era ni una aparición de Dios ni una visitación del Señor; fue una especie de disciplina.
Cuando usted fue salvo, el Señor se le apareció, y desde entonces usted ha recibido visitaciones
agradables del Señor. No obstante, aparte de la aparición del Señor en el momento de nuestra
salvación y de Su visitación en momentos de comunión, hay momentos en los cuales el Señor nos
hace pasar por dificultades. Al principio, no nos damos cuenta de que el Señor está presente.
Pensamos que nuestro cónyuge, o un anciano, nos mortifica. Finalmente, nos damos cuenta de que
no se trata de nuestro cónyuge ni de un anciano, sino que es Dios quien obra en nosotros.
Esto nos da la respuesta a la primera pregunta acerca de la lucha que el Señor, en forma de hombre,
libró con Jacob. Dios no nos quebranta visiblemente apareciéndosenos como el Dios de gloria.
Cuando Dios nos azota, al principio pensamos que alguien pelea con nosotros. Muchas veces la
lucha dura mucho tiempo. En el caso de Jacob, es posible que la lucha haya durado unas seis horas,
pero en nuestro caso, pueden ser seis semanas, seis meses o seis años. Hermanas, ¿cuanto tiempo
han luchado ustedes con su marido? Quizá ustedes luchan con él todos los días. Se dan cuenta de
que como cristianas, no puede haber ni separación ni divorcio. Sin embargo, se siente ciertamente
libre de alegar con él. Quizá usted piense dentro de sí: “Qué desgracia haberme casado con este
hombre. No puedo divorciarme de él, pero por lo menos puedo discutir con él”. Algunas esposas
han estado luchando con su marido durante mucho tiempo. Por supuesto, pasa lo mismo con
nosotros los maridos, pues nosotros también luchamos con nuestras esposas. En el caso de muchos
de nosotros, la vida matrimonial ha sido una vida de lucha. Quizás pensemos que luchamos con
nuestro cónyuge, pero en realidad, el oponente no es nuestro cónyuge ni el anciano ni las
circunstancias, sino el Señor mismo. En nuestra experiencia, nos damos cuenta finalmente de que el
Señor está ahí. Por ejemplo, una hermana puede al final decir: “No es mi marido el que lucha
conmigo, sino el Señor”.
Si entendemos la respuesta a la primera pregunta, podremos contestar las otras tres. Al
aparecérsenos el Señor para traernos salvación, se nos revela como el Señor de gloria, pero al
quebrantarnos, se mantiene escondido. Cuando pasamos por dificultades, pensamos que éstas
provienen de una persona o alguna situación; no se nos ocurre que vengan del Señor. Pero cuando
venga una situación adversa, debemos percatarnos de que el Señor está allí. No le pregunte Su
nombre. Con frecuencia, las hermanas me han preguntado: “Hermano Lee, ¿por qué el Señor me
dio este marido?” Y algunos hermanos me han dicho: “Hermano Lee, ¿acaso no conoce el Señor
todas las cosas? Si tal es el caso, ¿por qué no hace nada con mi esposa?” La respuesta a esto es que
el Señor está obrando en secreto. Por la experiencia de Jacob, podemos conocer el nombre del que
está luchando con nosotros. Para una hermana, el nombre del Señor podría ser “marido”, y para un
hermano, “esposa”. En algunos casos, el nombre del Señor podría ser “un anciano complicado”. Si
somos francos, muchos de nosotros reconoceremos que tenemos interrogantes acerca de nuestro
matrimonio. Muchos han preguntado: “¿Por qué?” Otro podría preguntar: “Entre todas las hermanas
jóvenes de la iglesia, ¿por qué tuve que casarme con ésta?” Cuando somos probados, al principio no
reconocemos que se trata de una acción del Señor. A veces sí nos damos cuenta, pero nos rehusamos
a reconocerlo. Si lo admitiéramos, indudablemente dejaríamos de luchar en el acto. Por
consiguiente, nos esforzamos considerablemente por no dejarnos someter, y hacemos todo lo
posible por subyugar al contrario, sin darnos cuenta de que en la mayoría de los casos en realidad
estamos luchando con el Señor.
Consideremos ahora la segunda y la tercera preguntas. Si el Señor nos sometiera inmediatamente,
¿cómo podríamos ser expuestos? Algunos dirán: “He orado por mi esposa durante años. ¿Por qué el
Señor no me contesta? ¿Por qué ella no cambia?” La razón es que usted debe quedar expuesto. El
Señor luchó con Jacob para exponer lo natural que éste era. Esto requirió por lo menos media
noche. Nosotros también debemos pasar por un largo período de problemas. Muchos de nosotros
seguimos luchando. El Señor intenta someterlo a usted, pero usted lucha para controlar las
circunstancias. Quizá el Señor use a su esposa para someterlo a usted, pero usted ejerce su fuerza
para vencerla. Por consiguiente, la pelea continúa. Espero que en este mensaje, la luz brille sobre
usted, y usted diga: “Oh ahora veo que he peleado durante años. Ahora entiendo que el propósito de
esto era exponer lo natural que soy. El problema no es mi esposa, sino mi fuerza natural. Sigo
siendo un hombre natural”.
¿Qué había de malo en la lucha entre Jacob y el Señor? ¡Nada! La razón por la cual el Señor luchó
con Jacob fue simplemente que éste todavía era muy natural. Aquí lo que estaba sucediendo no se
relacionaba con nada pecaminoso, sino con la vida natural, con el hombre natural. Se requiere
mucho tiempo para exponer nuestra vida natural. Necesitamos un período extenso de lucha antes de
que eso pueda producirse. Mediante este período de lucha, nuestra naturalidad, igual que la de
Jacob, queda plenamente expuesta. Al leer los capítulos treinta y uno, treinta y dos y treinta y tres,
vemos cuán natural era Jacob. El había sido quebrantado y había sufrido mucho, pero en el capítulo
treinta y dos seguía siendo natural. El no confiaba en el Señor, y era totalmente incapaz de expresar
al Señor. Era natural, y su expresión estaba llena de sí mismo.
En cierto momento de la lucha, el Señor tocó el encaje del muslo de Jacob. El versículo 25 declara:
“Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó
el muslo de Jacob mientras con él luchaba”. El Señor tocó el tendón del muslo de Jacob, que es la
parte más fuerte. El Señor no tenía la intención de someter a Jacob, sino de exponerlo. Después de
exponer su vida natural, tocó su muslo. Inmediatamente se descoyuntó éste, y Jacob quedó cojo.
Dice el versículo 31 que Jacob “cojeaba de su cadera”.
Después de que el muslo de Jacob fue descoyuntado, pudo haber pensado dentro de sí: “Este
luchador es más fuerte que yo. El no me ha dado muerte, pero indudablemente me ha debilitado”.
Al darse cuenta Jacob de que su rival era más fuerte que él, le pidió que lo bendijera (v. 26). Dudo
que aun en ese momento Jacob se haya dado cuenta de que este luchador era Dios. El luchador le
dijo a Jacob después de tocarlo: “Déjame, porque raya el alba” (v. 26). Pero Jacob le contestó: “No
te dejaré, si no me bendices”. Después de esas palabras, el Señor le preguntó a Jacob cuál era su
nombre (v. 27). El Señor ya conocía el nombre de Jacob. Entonces ¿por qué le hizo esta pregunta?
Para hacer que Jacob tomara consciencia de quién era él, y obligarlo a reconocer que él era Jacob, el
suplantador. Después de que Jacob le dijo su nombre al luchador, éste le dijo: “No se dirá más tu
nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (v. 28).
El nombre Israel significa “uno que lucha con Dios”. Muchos cristianos saben que Israel significa
“príncipe de Dios”, pero, según los mejores diccionarios y traducciones, tal significado es
secundario. El primer significado del nombre Israel es “uno que lucha con Dios”.
Al oír Jacob que su nombre había sido cambiado por Israel, uno que lucha con Dios, entendió
inmediatamente que el oponente era Dios. Quizá haya pensado: “Oh, El es Dios, y me ha llamado el
luchador de Dios”. Entonces Jacob le dijo: “Declárame ahora tu nombre” (v. 29). El Señor contestó:
“¿Por qué me preguntas por mi nombre?” (v. 29). El Señor no le dijo Su nombre a Jacob. En nuestra
experiencia, el Señor nos quebranta siempre en secreto. El Señor no reveló Su nombre a Jacob, pero
sí lo bendijo. Después de bendecir a Jacob, el relato no dice que el Señor lo haya dejado. El Señor
había estado con él todo el tiempo, y aun después de la lucha seguía allí. El Señor no vino ni se fue;
simplemente luchó con Jacob. Esta fue la experiencia de Jacob en el Antiguo Testamento, mas
nuestra experiencia es aún más vívida. El Señor jamás nos abandonará. Cuando debamos ser
disciplinados, El nos proporcionará el azote que necesitemos.
El versículo 30 dice: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a
cara, y fue librada mi alma”. Después de recibir la bendición del Señor, Jacob vio claramente que el
luchador era Dios, y llamó a ese lugar Peniel, que significa “la faz de Dios”.
Después de examinar la experiencia que tuvo Jacob en este capítulo, podemos pensar que él fue
transformado por ella. Pero en realidad, no hubo ninguna transformación, pues el capítulo treinta y
tres revela que Jacob seguía siendo Jacob. No hubo ningún cambio en su manera de vivir. El seguía
planeando, dividiendo y haciendo lo posible por enfrentar la situación. No se produjo ningún
cambio en su manera de actuar, pero sí hubo un cambio evidente en su vida: su vida misma había
sido tocada. Después de su experiencia en Peniel, él cojeaba. Tanto antes como después de haber
sido tocado por el Señor, él podía hacer cualquier cosa, pero después de ser tocado por el Señor,
todo lo que hacía lo hacía cojeando.
Entre nosotros los cristianos existen dos tipos de personas fracasadas y débiles: las que cojean y las
que no cojean. Por ejemplo, podemos perder nuestra calma, sea que cojeemos o no. Puedo enojarme
con un hermano, pero en esa acción, otros observarán que cojea. Si uno no hace nada, los demás no
sabrán que cojeo. No obstante, cuanto más actuaba Jacob, más quedaba expuesta su cojera. Sin
embargo, permítame decir que no debemos intentar imitar a un cojo. La imitación nunca produce
resultados.
Quienes estamos en las iglesias del recobro del Señor somos escogidos de Dios. Estamos en Su
mano, en Su camino, y yo tengo la plena certeza de que también estamos bajo Su disciplina.
Independientemente de que usted se dé cuenta o no, que lo reconozca o no, usted se encuentra bajo
la mano del Señor. Tarde o temprano sentirá que ha sido tocado por El. Cuando llegue el momento,
sabrá que es cojo y que nunca volverá a ser el mismo. Usted puede seguir teniendo sus debilidades,
pero no será el mismo. Si todavía puede seguir siendo el mismo, eso indica que no ha
experimentado el toque del Señor.
En el caso de Jacob, el toque del Señor se produjo una vez y para siempre; no obstante, en nosotros
se pueden producir varios golpes. De todos modos, el principio es el mismo. Muchos de nosotros
podemos testificar que desde el día que empezamos a amar al Señor y particularmente desde que
llegamos a la vida de iglesia y empezamos a seguir al Señor en Su recobro, hemos tenido que pasar
por circunstancias que han tocado lo profundo de nuestro ser. Estábamos luchando continuamente.
Durante mucho tiempo no nos dimos cuenta de que el Señor nos estaba disciplinando. Un día, el
Señor nos tocó repentinamente, y quedamos cojos. Desde entonces, no somos los mismos. Quizá
seguíamos siendo naturales o débiles, pero no éramos los mismos.
No se imagine que con un solo golpe, su vida entera cambiará y usted será totalmente transformado.
¡No! En el caso de Jacob, el golpe se produjo en el capítulo treinta y dos, pero la madurez no se
manifestó claramente antes del capítulo cuarenta y siete. Del capítulo veintiséis al treinta y dos,
encontramos muchos fracasos, errores y equivocaciones. Después de que Dios lo tocó, en el
capítulo treinta y tres, él no cambió mucho aparentemente; pero en realidad, en vida, él sí sufrió un
gran cambio. Antes del capítulo treinta y dos, Jacob era natural, y nunca había sido tocado por el
Señor. Pero después del capítulo treinta y dos, todo lo que hacía, lo hacía cojeando. De ahí en
adelante, la impresión que él daba a la gente era bastante diferente. Cuando se inclinó ante Esaú,
todavía era natural, pero su cojera evidenciaba que había sido tocado por el Señor. ¿Notó usted
alguna vez que cuando Jacob fue al encuentro de Esaú y se inclinó ante él, iba cojeando? Esaú no
vio a un Jacob sano, sino a una persona lisiada. Aquí vemos que no hubo ninguna variación en su
vivir, pero sí se había producido un cambio en su vida. Lo que el Señor tocó no fue su conducta,
sino su fuerza interior natural. El tendón del muslo de Jacob había sido tocado.
Son pocos los cristianos que entienden cuán importante es la experiencia de Jacob en esta porción
de la Palabra. La mayoría dedica su atención al pecado exterior, a las acciones erróneas, a la
mundanalidad, sin pensar jamás que su vida natural, su fuerza natural, debe ser quebrantada. No
obstante, el Señor no se preocupa solamente por cambiar nuestra conducta, sino que desea mucho
más tocar nuestra vida natural. No importa si usted se disgusta con su esposa o no, si su vida natural
no ha sido tocada, usted sigue siendo natural. A los ojos de Dios no hay mucha diferencia entre
enojarse con la esposa y mantener la calma. Si usted pierde la calma, sigue siendo usted, y si
controla sus instintos, sigue siendo usted. Pero cuando Jacob fue tocado, aunque seguía siendo el
mismo externamente, en su interior la vida natural había sido quebrantada. Por supuesto, desde el
punto de vista humano, me gusta ver que los hermanos y las hermanas cambien de actitud hacia su
cónyuge. Pero en lo profundo de mi ser, no valoro mucho ese cambio externo si su ser interior sigue
igual. Cuando nos portamos mal, le resulta difícil al Señor forjarse en nosotros. Y cuando somos
buenos, el caso es el mismo. De hecho, puede resultarle más difícil al Señor forjarse en nosotros
cuando somos tan buenos. No se trata de cambiar externamente ni de mejorar, sino de ser tocados
internamente. El tendón de uno, su fuerza natural interna, debe ser tocada por el Señor. Todos
necesitamos ser tocados así.
Al seguir a Jacob, podemos ser tocados repetidas veces, pues en nuestro caso el golpe quizá no se
produzca de una sola vez por todas. Después de luchar durante cierto tiempo, tendremos la profunda
convicción de que hemos sido tocados. El Señor siempre nos toca en una parte crítica. Cuando El
toca una parte específica, quedamos cojos y ya no volvemos a ser los mismos interiormente. De ahí
en adelante, cojeamos y ya no somos totalmente sanos.
Existen muchísimas clases de personas entre los millares de santos que hay en la vida de iglesia:
inteligentes, sabios, astutos, orgullosos, arrogantes. Según la religión, el camino correcto es cambiar
nuestro comportamiento exterior. No obstante, el camino de Dios, el camino de vida, es distinto.
Dios no le dijo a Jacob: “Jacob, he peleado contigo, te he tocado, he cambiado tu nombre, y te he
dado Mi bendición. De ahora en adelante, no debes usar tu astucia ni tu fuerza natural para enfrentar
a tu hermano Esaú. Deja de ser astuto. Confía en Mí y déjame hacerme cargo de este asunto”. La
Biblia no dice eso. Todo lo que vemos es el relato del toque que recibió Jacob. El Señor tocó su
muslo, cambió su nombre y le dio Su bendición; esto fue todo. No le dio ningún sermón, ni ninguna
instrucción. Todo lo que hizo Jacob después de eso, por ejemplo, dividir a los suyos en tres grupos,
era decisión suya. Muchas veces después de que el Señor nos toca, no nos dice qué debemos hacer,
sino que nos deja la libertad, y nos permite hacer lo que nos parezca. Si examinamos nuestra
experiencia, veremos que las cosas son así.
A los que cuidan de los demás, y particularmente a los ancianos, les gusta instruir a la gente. En
ocasiones dicen: “Hermano, estás equivocado. Ahora que el Señor te ha bendecido, no debes seguir
tratando así a tu esposa. Indudablemente, por causa de la gloria del Señor, debes cambiar”. Las
hermanas comprometidas en el cuidado de los demás quizá le digan a otra: “Hermana, deja de
discutir con tu marido. No debes hacer esto ni aquello”. Este es nuestro método, pero no es el
método del Señor. Después de que el Señor hirió el muslo de Jacob y lo bendijo, no le dejó ninguna
instrucción. No le dijo ni una sola palabra. Después de que Jacob recibió aquel golpe, seguía
valiéndose por sí mismo. El parecía decir a los suyos: “Quédense atrás. Déjenme ir adelante para
ver a mi hermano Esaú”. Sin embargo, cuando se aproximó a su hermano, lo hizo cojeando. ¡Qué
diferencia entre nuestro concepto natural y los caminos de Dios! ¡Qué diferencia entre la práctica
religiosa y el toque del Señor!
No quisiera oír que se les dé instrucciones a ustedes; preferiría ver que el Señor tocara a muchos de
ustedes uno por uno. A menudo las hermanas han acudido a mí para quejarse de su marido. No
obstante, mientras acusan a su marido delante de mí, me alegro porque en sus acusaciones observo
que cojean. Quizá algunos días antes, hubieran venido a mí sin ningún rasguño. Pero ahora se puede
ver claramente la cojera, pese a que siguen quejándose de sus maridos y acusándolos. No reprendo a
estas queridas hermanas, pues estoy contento de ver que han sido tocadas. Ser quebrantado es mejor
que cualquier tipo de instrucción. El toque del Señor en nuestra vida natural es mucho mejor que
cien mensajes. Esto es lo que necesitamos hoy.
Dice el versículo 31: “Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera”.
Después de haber sido tocado, le salió el sol. Estaba lisiado, pero en la luz. En el recobro del Señor,
todo aquel que tiene luz debe ser una persona lisiada. Bajo la luz nadie es totalmente sano; todo
aquel que se encuentra bajo la luz del resplandor celestial es cojo. En la noche oscura, Jacob era
fuerte y todos sus miembros estaban sanos. No obstante, después de haber sido tocado, salió el sol
sobre él y quedó lleno de luz. El estaba bajo el resplandor de la luz celestial; aún así, era un hombre
lisiado. Muchos de nosotros tenemos esta clase de experiencia porque estamos verdaderamente en
la mano del Señor y seguimos Su camino.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA Y SEIS
DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO
En 2 Timoteo 3:16 se afirma que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. ¿Cree usted que
Génesis 34, el capítulo que vamos a considerar en este mensaje, es dado por el aliento de Dios?
Debemos acudir al Señor para que El nos muestre de qué forma este pasaje de la Palabra es el
aliento de Dios. Cuando yo era joven, leía ciertos capítulos, como por ejemplo Génesis 34, una o
dos veces y con eso la historia se grababa en mi memoria, y no los volvía a leer. Cuando llegaba a
aquellos capítulos en mi lectura del Antiguo Testamento, recordaba que la hija de Jacob había sido
violada y que los hijos de éste habían dado muerte sin misericordia a un pueblo y habían saqueado
su ciudad, y pasaba de largo. Pero el Señor nos ha mostrado que aun este capítulo es el aliento de
vida. Este pasaje de la Palabra contiene vida, pero se requiere experiencia para valorarlo.
LA CALLE PRINCIPAL
Cuando examinamos un mapa, buscamos las vías principales. El edificio es la calle principal de la
Biblia. En el transcurso de los siglos, se han escrito miles de libros cristianos, pero la mayoría de
ellos ha errado el blanco en cuanto a la calle principal. Se concentran en calles secundarias. La
santidad, la perfección sin pecado, la espiritualidad, las lenguas y la sanación, son algunas de estas
calles secundarias. Todos aquellos que concentren su atención en estas cosas errarán al blanco, el
cual es Bet-el, la casa de Dios. En Deuteronomio 12:5 y 6 Dios parecía decir: “No debéis ofrecer
holocaustos y diezmos en el lugar que a vosotros os parezca. Debéis ir al lugar que Yo escogí para
poner allí Mi nombre y para que sea Mi habitación”. Hoy en día, este lugar es la iglesia, pues en el
Nuevo Testamento vemos que la iglesia es el lugar que Dios escogió para poner allí el nombre del
Señor y para allí morar. Muchos maestros cristianos destacados han dicho que si dos o tres se
reúnen en el nombre del Señor Jesús, forman la iglesia. Dicen eso porque son ciegos y no tienen la
visión de la calle principal.
d. Transformado
Por la época del capítulo treinta y cinco, Jacob tenía unos cien años de edad. Pese a que había
pasado por muchas cosas, no vemos en ninguna parte antes de este capítulo que él haya tenido un
arrepentimiento total. El sufrió mucho con su hermano, con su tío y con sus primos, pues fue
oprimido durante veinte años por su tío Labán. No obstante, Génesis nunca afirma que mientras
Jacob pasaba por esos sufrimientos, hubiera sido purificado ni que se hubiera arrepentido por
completo, sino que se nos habla de su habilidad y su forma de suplantar. Pero como veremos,
cuando Dios le pidió a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el, éste experimentó un
arrepentimiento total.
La primera vez que Dios se apareció a Jacob fue en un sueño (28:10-22) en el cual Jacob vio los
cielos abiertos y una escalera que se extendía de la tierra a los cielos y sobre la cual ascendían y
descendían ángeles. Cuando Jacob despertó de su sueño, por inspiración llamó el lugar Bet-el, y la
piedra que había usado como cabecera, la erigió como columna y derramó sobre ella aceite.
Después, él hizo un voto según el cual la piedra que había alzado como columna sería la casa de
Dios, si Dios lo traía de regreso a salvo a la tierra de sus padres (28:22). En este sueño, Dios en Su
gracia visitó a Jacob e hizo que él, en el espíritu, hablara de la economía eterna de Dios. Si Jacob no
hubiese sido inspirado por el Espíritu de Dios, ¿cómo habría podido, siendo un suplantador, decir
algo que revelara el propósito eterno de Dios? Habría sido imposible. Dios le reveló a Jacob el
deseo de Su corazón, que es obtener a Bet-el.
No obstante, el sueño que tuvo Jacob en Bet-el no lo cambió en nada. Parece que después del sueño,
la inspiración volvió a los cielos. Su modo de vivir no fue afectado. Sucede lo mismo con nosotros.
En Bet-el Jacob profetizó de una manera maravillosa de la casa de Dios, pero parece que la profecía
volvió a los cielos. Igual que Jacob, muchos de nosotros hemos recibido un sueño, una revelación o
una inspiración donde declaramos una profecía a los hombres, o por lo menos a los ángeles. No
obstante, al día siguiente, seguimos viviendo como siempre. Después del sueño que Jacob tuvo en
Bet-el, siguió suplantando, especialmente a Labán, como si nunca hubiera recibido el sueño. De
hecho, después del sueño él era aún más Jacob que antes.
En el capítulo treinta y tres, Jacob seguía siendo él mismo. El sueño celestial y los sufrimientos no
lo habían cambiado. Pero algo sucedió en el capítulo treinta y cuatro que afectó el corazón de Jacob.
Su hija única fue deshonrada, y sus hijos le causaron problemas al matar personas y saquear la
ciudad de ellas. Estos acontecimientos afectaron profundamente a Jacob y le hicieron dar un viraje
total. Después de esto, Dios vino a él y le habló.
1) Dios le recordó
que debía regresar a Bet-el
Dios no le dio a Jacob un sermón. Más bien, por el hecho de que el corazón de Jacob había sido
conmovido, lo cual lo predispuso a escuchar la palabra de Dios, Dios sólo le dijo: “Levántate y sube
a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”
(35:1). Aquí vemos que Dios le pidió a Jacob que hiciera cuatro cosas: levantarse, subir a Bet-el,
morar allí y hacer un altar al Dios que se le había aparecido. El cambio que Jacob experimentó en el
capítulo treinta y cinco fue muy significativo.
2) La respuesta de Jacob
En Génesis 35:2-7 vemos la respuesta de Jacob a la palabra de Dios. Antes de este capítulo, no
vemos a ningún hombre andar en la presencia de Dios y que se purificase a sí mismo y a toda su
casa. Dice el versículo 2: “Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad
los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos”. Para subir a Bet-
el, Jacob y todos los que lo acompañaban tenían que experimentar una limpieza total y purificarse.
En este capítulo Dios no dijo: “Jacob, ve a Bet-el para construir un altar allí; recuerda que debes ser
santo. Yo soy santo, y tú también debes ser santo. Debes desechar todos tus dioses ajenos,
purificarte de toda contaminación, y cambiar tus vestidos”.
Hace poco un cristiano de edad avanzada que había sido predicador por más de cuarenta años,
preguntó si nosotros enseñábamos que se debe uno vestir de cierta manera. El había observado la
manera en que los hermanos y las hermanas se vestían y se preguntaba si les habíamos enseñado a
vestirse así. Yo le dije que en catorce años jamás habíamos impuesto ninguna regla acerca del
vestido. Pero todo aquel que es tocado por la mano de Dios para ser parte de Su morada sentirá que
algo en lo profundo de él le dice que debe arrepentirse y purificarse. Usted puede tolerar cierta
contaminación y cierta liviandad en su vida. Pero cuando toque la iglesia y decida seriamente ante
el Señor participar de la vida de iglesia, algo le revelará desde su interior que ciertas cosas no
corresponden a la vida de iglesia. Inmediatamente después de que Dios ordenó a Jacob que se
levantara y subiera a Bet-el, Jacob mandó a los suyos que desecharan los dioses ajenos, se
purificaran y cambiaran sus vestidos. Más adelante veremos que el cambio de vestido representa un
cambio en nuestro modo de vivir, a saber: nos despojamos de la vieja manera de vivir y nos
vestimos del nuevo hombre. Dios no le dijo a Jacob que hiciera eso, pero algo dentro de él lo
requería. Si él hubiera recibido la comisión de ir a un lugar mundano, no habría sentido ninguna
necesidad de purificarse; por el contrario, habría estado listo para contaminarse aún más. Jacob
experimentó un cambio radical porque había sido llamado a Bet-el, la morada eterna de Dios.
a) El altar de Jacob
Jacob erigió un altar en Bet-el (vs. 6-7). El tuvo una experiencia progresiva del altar. Cuando
recibió la visión en Bet-el (28:18-19), no levantó ningún altar. El interpretó correctamente su sueño,
pero sólo erigió una columna. Durante los años que Jacob pasó en Padan-aram, no construyó ningún
altar sobre el cual pudiese ofrecer algo a Dios. Por el contrario, usó muchas tretas para suplantar a
Labán. Después de salir de Padan-aram, Jacob primero regresó a la parte oriental del Jordán, a
Sucot (33:17). En 33:17-18 la Biblia no dice que Sucot estuviera “en la tierra de Canaán”, como lo
hace con respecto a Siquem. En Sucot Jacob construyó una casa para sí y cabañas para su ganado,
pero no erigió altar para Dios. Esto revela que se ocupaba de sí mismo y de su ganado, mas no de
Dios. Finalmente, Jacob salió de Sucot y permaneció en Siquem en la tierra de Canaán, donde
plantó su tienda y erigió un altar (33:18-20). Jacob llamó a ese altar “El-Elohe-Israel” que significa,
el Dios de Israel. Este altar fue construido para el Dios que Jacob experimentaba personal e
individualmente. Al llamar el altar El-Elohe-Israel, en realidad lo llamaba el Dios de sí mismo.
Muchos cristianos son semejantes a él. Buscan experiencias espirituales para sí mismos de modo
individual. Han aprendido a experimentar a Cristo y a confiar en Dios de manera individual. Para
ellos Dios no es El-bet-el, sino El-Elohe-Israel. Sin embargo, pocos cristianos se preocupan por otro
aspecto de Dios: el Dios de la casa de Dios. Casi todos los que buscan a Dios se preocupan por que
Dios sea su Dios. Algunos de ellos dicen: “¿No era acaso Dios el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob? ¿Qué hay de malo en decir que Dios es mi Dios? Oh, este Dios maravilloso es
mi Dios”. Es posible que el libro de Génesis que ellos tienen no tenga más de treinta capítulos. Ellos
deberían proseguir hasta el capítulo treinta y cinco y ver que Dios deja de ser simplemente el Dios
de algunos individuos, y que es el Dios de la casa de Dios.
En Bet-el, en el capítulo veintiocho, en Padan-aram y en Sucot, Jacob no tenía ningún altar; en
Siquem edificó un altar. Era bueno construir un altar en Siquem, pero este altar no fue construido en
la casa de Dios, la vida de iglesia, sino que fue erigido en un lugar alejado de la vida de iglesia. Si
usted observa un mapa, verá que Siquem no está lejos de Bet-el. La palabra Siquem significa
hombro, lo cual denota fuerza. Cuando Jacob llegó a Siquem, fue fortalecido, pues Siquem era un
lugar de fortaleza. Del mismo modo, cuando llegamos a nuestro “Siquem”, nosotros también somos
fortalecidos. Casi todos los avivamientos que ocurren en el cristianismo actual se llevan a cabo en
“Siquem”. Estos avivamientos sólo fortalecen a la gente. Muchos cristianos necesitan un “Siquem”,
un avivamiento una vez al año para ser fortalecidos. Ninguna persona activa en avivamientos se
preocupa por la vida de iglesia. Sólo les interesa fortalecer a la gente para que siga la vida cristiana.
Ellos no dicen nada que tenga que ver con la iglesia.
El altar construido en Siquem fue llamado El-Elohe-Israel, que es el nombre de Dios en relación
con un individuo, y no El-bet-el, el nombre de Dios que se relaciona con una entidad corporativa.
Algunos dirán: “¿Acaso no es bueno ser fortalecido en Siquem?” Observe lo que le sucedió a Jacob
en el capítulo treinta y cuatro. Después de establecerse en Siquem, tuvo que afrontar algunos
problemas. El tenía una tienda donde morar y un altar sobre el cual ofrecer sacrificios a Dios. Puede
ser que Jacob hubiese quedado satisfecho, pero Dios no lo estaba. Por consiguiente, necesitaba la
experiencia del capítulo treinta y cuatro. Llegaron los problemas, y ellos hicieron que Jacob
perdiese la paz. Después, en 35:1, Dios pudo decir: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz
allí un altar” a Dios. Dios parecía decir a Jacob: “No quiero que permanezcas en Siquem. No es
bueno que seas solamente fortalecido en la vida cristiana. Una vida fortalecida jamás me satisfará.
Yo deseo la vida de iglesia. No deseo tu fortaleza, sino Mi casa. No quiero que permanezcas en
Siquem, sino que subas a Bet-el”. Después de llegar a Bet-el, Jacob hizo un altar y lo llamó El-bet-
el.
La experiencia que tuvo Jacob del altar fue gradual. En Padan-aram y en Sucot no hubo altar. El
altar de Siquem fue erigido para el Dios que experimentaba individualmente; no fue un altar
relacionado con experimentar a Dios corporativamente. Experimentar a Dios a nivel individual es
bueno pero no suficiente. Debemos pasar de la experiencia individual a la experiencia corporativa.
Un altar sirve para la consagración. Es probable que todos ustedes se hayan consagrado al Señor.
Pero ¿dónde ocurrió esa consagración, en Siquem o en Bet-el? ¿Era ésa una experiencia de El-
Elohe-Israel o de El-bet-el? Antes de entrar en la vida de iglesia, me había consagrado más de una
vez. Sin embargo, la consagración que hice después de entrar en la vida de iglesia fue mucho más
elevada que cualquier consagración anterior. Mi consagración antes de la vida de iglesia me sirvió
solamente a mí; tenía un propósito: ser santo, espiritual, victorioso y acepto a Dios. No obstante,
después de entrar en la vida de iglesia, mi consagración fue algo distinto. Cuando usted vive en el
nivel individual, no necesita mucha consagración. Pero después de casarse, se da cuenta de que su
esposa le causa problemas y que usted necesita consagrarse por causa de esta nueva situación. Usted
quizá diga al Señor: “Señor, antes de casarme, me consagré a Ti para ser santo, espiritual y
victorioso. Ahora que estoy casado, debo consagrarme a Ti con relación a esto. A mí me gustan las
ventanas abiertas, pero mi esposa las prefiere cerradas. Necesito una consagración que concuerde
con esta situación”. Esta consagración es nueva y diferente. Más adelante, usted tiene hijos, y esto
requiere una consagración más profunda. Cuando usted entra en la vida de iglesia, no sólo tiene una
persona que le causa problemas sino centenares de ellas. Muchos temen venir a Anaheim, pues
piensan que es un lugar demasiado grande y que los ancianos aquí son muy serios y estrictos.
Prefieren ir a una localidad más pequeña. Esto indica que cuando uno entra en la vida de iglesia,
necesita una consagración más profunda. Cuando usted se casa, necesita consagrarse; cuando tiene
hijos, necesita una consagración más profunda; y cuando entra en la vida de iglesia, particularmente
en Anaheim, necesita una consagración mucho más profunda. Sin la consagración máxima, usted no
podría soportar la vida de iglesia que existe en Anaheim. Usted pensará: “¡Cuán difícil es estar en
Anaheim! Hay policías por todos lados. No me puedo adaptar a esto”. Puesto que usted no se puede
acoplar a esta situación, debe construir un altar para estar al nivel de esta situación. Como todos
sabemos, en frente del templo había un altar, y nadie podía entrar en el templo sin antes pasar por el
altar. Usted debe pararse en el altar y ofrecerse sobre él como sacrificio. Entonces, después de ser
resucitado, tendrá vía libre para entrar al templo.
¿Qué significa el altar? Un altar se usa para ofrecer sacrificios. Algunos han dicho: “La vida de
iglesia es buena, pero no soporto a los hermanos encargados”. Otros han dicho: “Yo aprecio la vida
de iglesia, pero no aguanto a las hermanas que toman el liderazgo. Son demasiado santas. Su
santidad me abruma”. ¿Entonces adónde debe ir usted: de regreso a Siquem o a Padan-aram? La
única alternativa que usted tiene es subir al altar de Bet-el y ser sacrificado. El altar en Siquem es un
altar individual, pero el altar de El-bet-el es un altar corporativo. Es el altar de la casa de Dios, y
usted debe presentarse sobre él por causa de la casa de Dios. Yo he hecho esto muchas veces. Hace
años fui inmolado. Ahora nadie me ofende. Uno no puede ofender a una persona que ya fue
inmolada. Si usted no recibe este mensaje ni edifica un altar en El-bet-el, no permanecerá en la
iglesia. Algún día usted se apartará o se volverá indiferente. Cuando esté contento, vendrá a las
reuniones, pero cuando no lo esté, no vendrá. Parece que la iglesia es la iglesia, que usted es usted,
y que usted y la iglesia no tienen ninguna relación entre sí. Si usted no se vuelve indiferente, se
apartará por causa de alguna ofensa. La iglesia está llena de gente que ofende. Hace mucho fui
inmolado por la vida de iglesia en la China continental. Por lo tanto, ninguno de ustedes me puede
aniquilar. No puedo ser ofendido por ustedes. Esta es la experiencia del altar construido en Bet-el.
Si usted todavía puede ser ofendido, significa que no tiene un altar en Bet-el a pesar de que tenga
uno en Siquem. Tener un altar en Bet-el significa tener una consagración con miras a la vida de
iglesia. Usted necesita ofrecerse a sí mismo intencional y definidamente al Señor por el bien de la
vida de iglesia. Si usted hace eso, jamás será ofendido y estará listo para las pruebas y los
sufrimientos. Todos necesitamos este altar. Esto es lo que se experimenta en Bet-el, en la vida de
iglesia.
Si usted lee nuevamente los capítulos del veintiocho al treinta y cinco, y presta atención al altar,
observará la progresión desde una situación donde no hay altar hasta el altar más elevado, el altar de
El-bet-el. Necesitamos una consagración definida y específica por causa de la vida de iglesia.
Debemos decir: “Señor, ahora deseo consagrarme total e incondicionalmente a Ti, no para ser santo
ni espiritual ni victorioso, sino para experimentar Tu casa y permanecer en ella”. En 1 Timoteo 3:15
Pablo le dijo a Timoteo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de
Dios, que es la iglesia del Dios viviente”. Debemos experimentar a Dios en Su casa y actuar en Su
casa. Esto requiere una consagración clara y un altar especial. El altar común y ordinario que
experimentamos antes no es suficiente para ello. Todos necesitamos la máxima consagración en el
altar de Bet-el.
En los siglos pasados, varios maestros cristianos escribieron muchos libros sobre la consagración.
No obstante, hasta donde sé, ninguno de ellos alienta a los cristianos a consagrarse en pro de la casa
de Dios. La señora Hannah W. Smith en su famoso libro The Christian’s Secret of a Happy Life [La
clave para que el cristiano lleve una vida feliz], recalca bastante la consagración, pero solamente
con miras a una vida cristiana feliz. Ella considera la consagración como la clave de una vida
cristiana feliz, pero no dice nada acerca de la vida de iglesia. La convención de Keswick, en la cual
participó la señora Smith, también puso mucho énfasis en la consagración. En realidad, al principio
los mensajes dados en la convención de Keswick se centraban en la consagración. Sin embargo, que
yo sepa, no se mencionó nada acerca de la consagración con miras a la vida de iglesia. En casi todos
los avivamientos cristianos, se hace hincapié en la consagración, pero muy pocas veces oímos
hablar de la consagración con miras a la casa de Dios. Puesto que los cristianos no han visto la vida
de iglesia, construyen todos sus altares en “Siquem”. No obstante, en el recobro actual del Señor,
debemos edificar nuestro altar en Bet-el. Necesitamos la máxima consagración por el bien de la
vida de iglesia a fin de cumplir el propósito eterno de Dios y satisfacer el deseo de Su corazón.
b) La aparición de Dios
Jacob experimentó también un avance en la aparición de Dios. Dios se le apareció en un sueño en el
capítulo veintiocho, pero esa aparición no fue física. Nada de lo que vemos en un sueño es material.
Puede ser correcto, pero no es concreto. Nabucodonosor vio en un sueño una imagen enorme de un
cuerpo humano (Dn. 2:31), pero esa imagen no era física como un cuerpo humano real, y las dos
piernas de hierro vistas en el sueño no eran sólidas como lo fueron las dos secciones del imperio
romano. Aunque Nabucodonosor vio estas cosas en sueño, no las experimentó. Del mismo modo,
Jacob experimentó la aparición de Dios sólo en sueños, mientras que en Bet-el, experimentó la
aparición física de Dios. El Señor habló a Jacob cuando éste estaba en Padan-aram (31:3), pero eso
no fue una aparición sólida del Señor. En Génesis 35:1 el Señor habló con él, pero aquello tampoco
fue una aparición física. Sólo en El-bet-el Jacob experimentó la aparición de Dios materialmente.
Este es el progreso que Jacob experimentó en cuanto a la aparición de Dios.
Muchos de nosotros podemos atestiguar que antes de entrar en la vida de iglesia experimentamos en
alguna medida la aparición de Dios. Dios en efecto se nos apareció, pero esta aparición no fue
tangible. Sin embargo, después de entrar en la vida de iglesia y de estar allí por un tiempo, podemos
testificar que aquí la aparición de Dios no sólo es real sino también concreta. Si alguien se aparta de
la vida de iglesia después de haber estado en ella cierto tiempo, nunca podría negar que mientras
estuvo en la vida de iglesia, experimentó la aparición de Dios de una manera concreta. Antes de
entrar en la vida de iglesia, la aparición de Dios era bastante difusa. Pero la aparición de Dios en la
iglesia es siempre concreta. Es tan sólida que casi la podemos tocar. La más elevada experiencia de
la aparición de Dios se produce en la iglesia.
c) La bendición de Dios
Existe también una progresión en la bendición de Dios. En la visión de Bet-el (28:13-15), en Padan-
aram y en Siquem (31:3; 35:1), Jacob no recibió la bendición de Dios. Dios bendijo a Jacob en
Peniel, aunque allí no lo bendijo de manera sólida (32:29). Jacob no recibió la bendición concreta
de Dios porque todavía no se hallaba en el lugar donde Dios deseaba que estuviese. En Peniel
vemos que Dios bendijo a Jacob, aunque no vemos de qué manera. Pero en el capítulo treinta y
cinco, en Bet-el, la bendición fue muy concreta. Allí Dios bendijo a Jacob, diciendo: “Yo soy el
Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes
saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia
después de ti daré la tierra” (vs. 11-12). Estos son los puntos concretos de la bendición que Dios dio
en Bet-el.
d) Jacob experimenta su nuevo nombre
En Bet-el Jacob experimentó su nuevo nombre. Su nombre fue cambiado en Peniel (32:28, 30),
pero él experimentó su nuevo nombre en Bet-el (35:10). En Bet-el todo el ser de Jacob fue
cambiado, y él llegó a ser una nueva persona: Israel. Por muy buenos que hayamos sido como
cristianos antes de entrar en la vida de iglesia, no éramos nuevos. Pero después de estar en la vida
de iglesia, algo dentro de nosotros requería que fuésemos nuevos. Tuvimos que ser un nuevo
marido, un nuevo padre de familia, un nuevo hijo. Todos experimentamos esta exigencia interior a
diario. Nos dimos cuenta de que a partir de ese momento, debíamos ser otra persona. Esta es la
experiencia de transformación.
La vida de la iglesia es una vida de transformación. En la iglesia, todos estamos en el proceso de
renovación. Somos renovados día tras día (Ro. 12:2; 2 Co. 4:16). No somos corregidos, pues eso no
significa nada; somos renovados. La iglesia es el nuevo hombre (Ef. 2:15), y la vida de la iglesia es
la vida del Israel transformado. Es una nueva vida con una nueva persona y un nuevo ser. Aquí en
Bet-el experimentamos la nueva vida, la cual es Dios en Cristo. Aquí en la vida de iglesia, somos
renovados cada día. Cuanto más permanecemos en la vida apropiada de iglesia, más renovados
somos. La edad de uno puede seguir aumentando, pero el ser de uno se sigue renovando. Los
hermanos de edad avanzada deben ser más nuevos, más activos, más fuertes y más lozanos. Al
compartir, deben tener más convicción y ser más vigorosos que los jóvenes.
Espero que todos los puntos de este mensaje se conviertan en experiencias prácticas. En la vida de
iglesia necesitamos la consagración más elevada, la consagración para la casa de Dios, y no para el
enriquecimiento personal. Si éste es el caso, entonces tendremos la aparición de Dios de una manera
concreta y disfrutaremos de Su plena bendición. Entonces nos renovaremos continuamente cada día.
Esta es la experiencia que se tiene en Bet-el, la experiencia de la vida de iglesia.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y UNO
TRANSFORMADO
(4)
Vamos a seguir examinando la experiencia de Bet-el. En este mensaje llegamos a la promesa de
Dios.
e) La promesa de Dios
Es posible que conozcamos la palabra promesa. Sin embargo, en este pasaje de la Palabra, la
promesa de Dios no es algo común. El Dios que da la promesa en el capítulo treinta y cinco es el
Dios que todo lo provee (v. 11). Debemos prestar atención a la revelación de los títulos de Dios
dada en el libro de Génesis. En el capítulo uno Dios se revela solamente como Elohim; en el
capítulo dos vemos el título Jehová (o el Señor en algunas versiones). Elohim es el título de Dios
como Creador en relación con Su creación, y Jehová es el título usado en conexión con el hombre, y
revela la manera en que Dios se relaciona con él. El título el Dios que todo lo provee, no aparece
antes de Génesis 17:1, donde Dios le dice a Abraham: “Yo soy el Dios que todo lo provee; anda
delante de Mí y sé perfecto” (heb.). Anteriormente no sabíamos qué significaba este título.
Pensábamos que significaba solamente que Dios lo era todo para nosotros. Indudablemente es
correcto decir que la capacidad de proveer que tiene Dios significa que El lo es todo para nosotros.
En cualquier caso, ¿con qué propósito se revela este título de Dios? He dado muchos mensajes en el
pasado sobre este título divino, expresando que denota lo rico que es Dios y el hecho de que El es
nuestro suministro suficiente. El lo es todo y, por ende, suple todas nuestras necesidades. En cierto
sentido, esto era correcto. Dios todo lo provee. Ahora bien, ¿para qué nos abastece? ¿Nos abastece
con el único fin de que seamos salvos o espirituales? No. Si queremos ver el propósito que tiene
Dios al presentarse como el Dios que todo lo provee, debemos leer Génesis 35 y compararlo con
Génesis 17.
Al revelarse Dios como aquel que todo lo provee, El tiene en la mira Su edificio. Así como Elohim
está relacionado con la creación, el Dios que todo lo provee está relacionado con el edificio de Dios.
No trate de entender la Palabra santa según su imaginación. Interprete la Biblia con la Biblia misma
comparando un pasaje con otro. ¿Cómo sabemos que Elohim está relacionado con la creación?
Todos los estudiosos de la Biblia concuerdan en que la primera vez que un asunto se menciona en la
Biblia establece un principio en cuanto a dicho asunto. La primera mención de Elohim se encuentra
en Génesis 1, donde Dios es revelado al crear. Por consiguiente, esto establece el principio según el
cual Elohim alude básicamente al Dios que crea, al Creador.
El significado del título El-Shadai, el Dios que todo lo provee, se revela claramente en Génesis
17:1, donde vemos mencionado por primera vez este título. Antes de ese momento, Abraham había
sido llamado por Dios a convertirse en el padre de los muchos llamados de Dios. Dios no deseaba
que Abraham cumpliera esto valiéndose de su fuerza natural, y sólo le dio un hijo cuando se le hubo
agotado la fuerza natural. Sin embargo, Abraham no entendió a Dios correctamente, ni tuvo fe en
cuanto a esto, sino que accedió a la propuesta de su esposa de engendrar un hijo utilizando su
capacidad natural, con una concubina. Esta acción ofendió a Dios, quien no habló con Abraham
durante trece años. No se imagine que Dios no puede ser ofendido, o que El siempre es paciente con
usted. La Biblia no dice en ninguna parte que Dios sea el Dios de toda paciencia. En el caso de
Abraham, Dios se ofendió, no porque Abraham hubiese pecado, sino porque se apoyó en su propia
fuerza natural. En la economía de Dios, nada ofende más a Dios que la utilización de la fuerza
natural de uno. Cuando los llamados de Dios usen su fuerza natural para cumplir el propósito de
Dios, El se ofenderá. En cierto sentido, el uso de la fuerza natural es un insulto para Dios. Dios no
necesita la ayuda de nosotros. Al ejercer uno su fuerza natural da a entender que uno puede ayudar a
Dios, lo cual a su vez indica que Dios no es todopoderoso y necesita que uno lo ayude. Cuando
Dios volvió a hablar a Abraham, después de trece años, le dijo: “Yo soy el Dios que todo lo
provee”. Si usted lee dicho capítulo detenidamente, verá que Dios todo lo provee para que nosotros
produzcamos los materiales para Su casa.
Génesis 17 y 35 armonizan entre sí por lo menos de tres modos. Primero, ambos capítulos revelan
que Dios todo lo provee. Dios reveló este título divino tanto a Abraham como a Jacob. Segundo, en
ambos capítulos se produce un cambio de nombre; el nombre de Abram fue cambiado por Abraham,
y el nombre de Jacob fue cambiado por Israel. En la vida espiritual el cambio de nombre significa
transformación, y no solamente cambio de etiqueta. Usted dirá: “Witness Lee, usted ha hecho algo
equivocado. De ahora en adelante, usted ya no es Witness Lee sino Carlos Ford”. Este cambio de
nombre no significa nada. Según la Biblia, el cambio de nombre denota un cambio del ser.
Anteriormente usted era Abram, pero ahora es Abraham. Antes usted era un Jacob suplantador, mas
ahora es Israel, un luchador de Dios. Este es el cambio del ser, de constitución, y no sólo de
nombre. Por consiguiente, el capítulo diecisiete habla de la transformación de Abraham, y el
capítulo treinta y cinco, de la de Jacob.
Tercero, en ambos capítulos vemos la promesa de Dios. La promesa que hizo Dios a Abraham la
repite a Jacob. La promesa que Dios hace a Jacob en el capítulo veintiocho era indefinida. En 28:14
Dios dijo: “Será tu descendencia como el polvo de la tierra”. De haber estado yo en el lugar de
Jacob, habría dicho: “Señor, no quiero que mis descendientes sean el polvo de la tierra. Prefiero
tener unos cuantos reyes en vez de millares de partículas de polvo”. En el capítulo veintiocho, la
promesa de Dios habla de polvo, pero en el capítulo treinta y cinco, Su promesa habla de reyes y de
naciones (v. 11). Una nación denota un reino. La promesa que Dios da en 35:11 es una repetición de
la promesa dada en 17:6. En ambos casos El prometió que se producirían naciones y reyes. En el
sueño de Jacob en Bet-el, Dios le dijo que su simiente sería como el polvo. Pero ahora, en la
experiencia de Bet-el en el capítulo treinta y cinco, la promesa de Dios ha progresado. Aquí no se
menciona el polvo. En lugar de polvo, se habla de naciones y reyes. La promesa de este capítulo
está centrada en ser fructíferos y en multiplicarse para producir naciones y reyes. Por tanto, Génesis
17 y 35 son paralelos en tres aspectos: la revelación del título divino, el Dios que todo lo provee; el
cambio de nombres humanos; y la promesa de multiplicarse para producir naciones y reyes.
Ahora podemos ver el propósito del título “el Dios que todo lo provee”. El Dios que todo lo provee
tiene en mira la edificación de Su casa. Todos debemos recibir este mensaje. El Dios que todo lo
provee tiene como fin la edificación de Bet-el. El es el Dios que todo lo provee, por causa de la vida
de iglesia, por causa de la edificación de Su casa en la tierra. Ustedes no pueden experimentar
individualmente al Dios que todo lo provee. Si usted desea experimentar al Dios que todo lo provee,
debe estar en Bet-el, la casa de Dios, la vida de iglesia.
Esta verdad queda demostrada en nuestra experiencia. Antes de entrar en la vida de iglesia, muchos
de nosotros experimentamos a Dios en alguna medida. Pero como todos podemos testificar, no le
experimentamos como el que todo lo provee. Yo experimenté a Dios en varios aspectos, pero no lo
experimenté como el Dios que todo lo provee sino hasta que entré en la vida de iglesia. Pero
después de estar en la vida de iglesia por muchos años, puedo decir: “Aleluya, ¡qué experiencia tan
grande tengo en la vida de iglesia del Dios que todo lo provee!” El Dios que todo lo provee es
demasiado vasto para ser experimentado por unos cuantos creyentes individuales. Como individuos,
somos demasiado limitados. La inmensidad de Dios requiere una entidad corporativa. Necesitamos
la casa para experimentar este aspecto Suyo.
Hace poco tuvimos una maravillosa reunión de oración aquí en Anaheim. Creo que esa reunión
quedará como algo memorable por la eternidad. Todo lo que se declaró en la oraciones fue único.
Oramos acerca de la mujer que tiene dolores de parto y acerca del hijo varón prevaleciente y
victorioso. ¡Aquello fue maravilloso! Nunca podríamos orar de esta manera solos en nuestro cuarto;
para esto debemos estar en la iglesia. Todos los santos locales que no pudieron estar en esta reunión
de oración se perdieron de mucho. Esta es una experiencia, no de Elohim ni de Jehová, sino del
Dios que todo lo provee. En esa reunión de oración, yo estaba por encima del tercer cielo
disfrutando al Dios que todo lo provee. La vida de iglesia es el único lugar donde podemos percibir
la completa suministración de nuestro Dios.
Cuando escucho las críticas de algunos opositores, no siento ningún rencor hacia ellos; más bien me
inspiran lástima. ¡Cuánto se pierden! Su religión tradicional los detiene y los aparta del mover
actual de Dios. ¡Qué Dios tan vasto experimentamos en Su mover actual! Esta no es una enseñanza
ni una comprensión doctrinal, sino la experiencia que tenemos de Dios en la vida de iglesia. El Dios
que lo suministra todo se revela para que se edifique Bet-el, y es experimentado en la vida de
iglesia.
“La iglesia” es la expresión neotestamentaria correspondiente a “la casa de Dios”, del Antiguo
Testamento. En 1 Timoteo 3:15 Pablo dijo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes
conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la
verdad”. Para nosotros hoy, Bet-el no es historia; es la iglesia del Dios viviente. El Bet-el del
Antiguo Testamento es un tipo de la experiencia práctica de la vida de iglesia. ¡Cuánta pobreza hay
en el cristianismo actual! Los cristianos en su mayoría piensan que Bet-el es historia. No se dan
cuenta de que la vida de iglesia hoy en día es Bet-el. Ellos no entienden esto porque no tienen la
vida de iglesia. ¡Alabado sea el Señor porque en el recobro del Señor tenemos la vida de iglesia!
En la vida de iglesia nuestra experiencia del Dios que lo suministra todo crece día tras día y minuto
a minuto. Nuestra vida de iglesia en Anaheim se ha incrementado considerablemente en los últimos
dos años. Si usted compara el enero de 1977 con el enero de 1975, verá la diferencia. Sin duda
alguna, 1977 será un gran año en el recobro del Señor. En octubre de este año habrá una conferencia
internacional de iglesias en Taipei. Sólo el Señor sabe lo que sucederá en esa ocasión, o aun en la
semana que viene. Creo que están a punto de suceder cosas muy importantes. La vida de iglesia
sigue adelante; avanza día y noche. Muchos de nosotros podemos testificar que la vida de iglesia se
ha agrandado desde esta tarde. ¡Aleluya, el Dios que todo lo provee tiene como fin la vida de
iglesia, el Bet-el actual!
(1) No en Padan-aram
En Padan-aram Dios no le dio a Jacob ninguna promesa (31:3). ¿Por qué Dios no le dio ninguna
promesa allí? Obviamente no fue porque Dios hubiera cambiado, pues El nunca cambia. Jacob no
recibió ninguna promesa en Padan-aram porque ése no era el lugar apropiado. En Padan-aram Jacob
no estaba en la posición adecuada para recibir la promesa de Dios. Si queremos recibir la promesa
de Dios, debemos estar en el lugar apropiado. Afirmo enfáticamente que hay muchas cosas que
pueden ser recibidas sólo en la vida de iglesia. Fuera de la vida de iglesia, no se tiene la debida
posición para recibir estas cosas.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y DOS
TRANSFORMADO
(5)
f) La acción de Jacob
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y TRES
TRANSFORMADO
(6)
Todavía tengo la carga de compartir acerca de la columna. Basándonos en el principio según el cual
casi todo lo que consta en el libro de Génesis es una semilla que se desarrolla en los siguientes
libros de la Biblia, llegamos a 1 Reyes 7:13-22, una porción importante de la Palabra con respecto a
las columnas. En el llamado de Jacob, el hecho de que Jacob fuese transformado se relacionaba
principalmente con la columna. Después del sueño que Jacob tuvo en Bet-el, erigió una columna
(28:18). Cuando volvió a Bet-el, también levantó una columna (35:14). Cuando Jacob erigió la
columna la primera vez, dijo: “Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:22).
Esto indica que la columna no era solamente la columna, sino que también se convertiría en Bet-el,
la casa de Dios. En 1 de Reyes, se menciona el templo por primera vez. Antes sólo existía el
tabernáculo, mas no el templo. Las dos columnas eran lo que más se destacaba en el exterior del
templo. En el capítulo siete de 1 Reyes, tenemos una descripción detallada de estas columnas.
Tengo la carga de que, después de examinar la semilla de la columna en Génesis, veamos ahora el
desarrollo de la misma en los siguientes libros del Antiguo Testamento. Más adelante,
consideraremos la consumación de esta semilla en el Nuevo Testamento.
cc. De bronce
Ahora llegamos a un punto crucial: las dos columnas son hechas de bronce (1 R. 7:15). En Génesis
la columna es de piedra, pero en 1 Reyes 7, las columnas son de bronce. Una piedra denota
transformación. Nosotros somos barro, pero podemos ser transformados en piedra. ¿Qué representa
el bronce? Representa el juicio de Dios. Por ejemplo, el altar que estaba a la entrada del tabernáculo
estaba cubierto de bronce, que denota el juicio de Dios (Ex. 27:1-2; Nm. 16:38-40). El lavacro
también era de bronce (Ex. 30:18). Además, la serpiente de bronce que fue puesta sobre un asta
(Nm. 21:8-9) también era un testimonio de que Cristo fue juzgado por Dios en nuestro lugar (Jn.
3:14). Por consiguiente, en la tipología, el bronce siempre representa el juicio de Dios. El hecho de
que las dos columnas fueron hechas de bronce indica claramente que si queremos ser una columna,
debemos ser conscientes de que estamos bajo el juicio de Dios. No sólo debemos estar bajo el juicio
de Dios, sino también bajo nuestro propio juicio. Igual que Pablo en Gálatas 2:20, debemos decir:
“Estoy crucificado. Estoy crucificado porque no sirvo para nada en la economía de Dios. Solamente
soy digno de muerte”. Muchos hermanos son inteligentes y hábiles, y muchas hermanas son
bastante agradables. No obstante, debemos reconocer que en realidad no somos buenos. No valemos
ni un centavo. Unicamente merecemos la muerte. El decir: “He sido desechado, condenado y
muerto”, es una especie de juicio de uno mismo. ¿Cuál es el juicio que tiene usted en cuanto a sí
mismo? Usted debe contestar: “El juicio que tengo de mí mismo es que no sirvo para nada y que fui
crucificado”.
Si usted piensa que está calificado para ser una columna, entonces ya está descalificado. Permítame
contarle algo sobre la manera en que el hermano Nee designaba ancianos. El dijo que ninguna
persona que ambicione el oficio de anciano debería ser anciano. Por consiguiente, muchos de los
que estábamos en la China continental decíamos: “No piense que usted puede ser un anciano ni
ambicione llegar a serlo. Si usted ambiciona ser anciano, nunca lo será”. Cuando fui a Shangai por
primera vez en 1933, me encontré con cierto hermano. Descubrí más tarde que él anhelaba el puesto
de anciano. El hermano Nee me dijo que por el hecho de ambicionar el cargo de anciano, este
hermano no estaba calificado para ser anciano. Todo aquel que ambiciona ser anciano se descalifica
de dicho oficio. Algunos hermanos pueden testificar que hemos practicado eso en cierta medida
durante muchos años en los Estados Unidos. Entre nosotros algunos han procurado el puesto de
anciano. Inclusive, se han mudado de un lugar a otro buscando la oportunidad de ser ancianos. Al
darse cuenta de que había suficientes ancianos en una localidad dada, se mudaban a otra localidad
donde hubiese vacantes. Sin embargo, los que no tienen ninguna ambición de ser ancianos son los
únicos que pueden llenar las vacantes. Cuando descubrimos que un hermano ambiciona el oficio de
anciano, sabemos que está completamente descalificado por la eternidad. La razón es sencilla: un
hermano así no está bajo el juicio de Dios. Todos debemos decir: “No estoy calificado. Soy vil,
pecador, soy un ser caído y corrupto”. Además debemos decir: “Señor, soy un ser caído, pecador y
corrupto, ¿cómo podría llevar la responsabilidad de ser anciano? No estoy calificado para eso”. En
esto consiste experimentar el bronce. Justificarnos a nosotros mismos y considerarnos aptos
equivale a no tener relación alguna con el bronce. Aquellos que experimentan el bronce están
continuamente bajo el juicio.
Al principio de mi ministerio en China, me preguntaba a veces por qué el hermano Nee era tan
estricto en este asunto. Finalmente, aprendí que todo aquel que ambicionaba ser líder en cualquier
posición de la vida de iglesia se convertía en un problema. No hubo ni una sola excepción a esta
regla. Pero todos los que no pensaban que estaban calificados para ser líderes llegaron a ser de
provecho para la edificación de la iglesia. Por el contrario, siempre decían: “No estoy calificado.
Soy demasiado vil. No tengo la disposición para eso, y todavía permanezco mucho en mi vida
natural. No me considero bueno”. Decir eso no significa solamente estar bajo el juicio de Dios, sino
también bajo nuestro propio juicio. ¿Cuál es su evaluación de sí mismo? No diga: “Nadie es más
apto que yo”. Cuando usted dice eso, está acabado, y el Señor jamás pondría Su sello sobre tal
evaluación. Todos debemos ser conscientes de que somos seres caídos, corruptos e inútiles. Todos
debemos comprender que en nosotros, es decir, en nuestra carne, no hay nada bueno (Ro. 7:18).
Deberíamos decir: “No soy digno de nada; sólo merezco la muerte. ¿Cómo pueden los hermanos
pensar que yo debo ser anciano? Me atemoriza la sola posibilidad”. No digo eso en vano. En años
anteriores, algunos dijeron: “¿Por qué el hermano fulano de tal fue nombrado anciano y no yo?” El
fue nombrado en lugar de usted porque usted cree estar calificado. El hecho de que usted se apruebe
a sí mismo lo descalifica. El Señor jamás escogería a una persona que se considere calificada. Si
usted piensa que es apto, entonces no tiene nada que ver con el bronce, y se ha hecho oro en su
propia opinión. Experimentar el bronce equivale a estar siempre bajo el juicio de Dios y bajo
nuestro propio juicio. Todos nos debemos aplicar esto a nosotros mismos y decir: “Señor, ten
misericordia de mí, porque en mí no hay nada bueno”. Esta es la razón por la cual fuimos
crucificados. Si pensamos que hay algo bueno en nosotros, somos mentirosos.
En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. También podemos aplicar lo
que dijo en 1 Corintios 15:10, donde leemos: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia
para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la
gracia de Dios conmigo”. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”; y en
1 Corintios 15:10 dijo: “Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Pablo parecía decir: “Lo que
yo sea, lo soy por la gracia de Dios. Por mí mismo, no soy nada. Por mi propia cuenta jamás podría
ser ni apóstol ni ministro de la palabra viva de Dios. He trabajado más que los demás, pero no he
sido yo quien lo ha hecho sino la gracia de Dios”. Esto es experimentar el bronce.
En los tipos y las figuras, las dos columnas de bronce que aparecen en 1 Reyes 7 nos dicen que
nosotros debemos estar bajo el juicio de Dios y también bajo nuestro propio juicio. Debemos
juzgarnos a nosotros mismos como personas que no son nada y que sólo son aptas para ser
crucificadas. No solamente digo eso a los hermanos sino también a las hermanas. Ninguno de
nosotros sirve para nada. Debemos considerarnos personas que están bajo el juicio de Dios. Si un
anciano no está bajo el juicio de Dios, no puede ser un buen anciano, y si una hermana que tiene
cierta responsabilidad no está bajo el juicio de Dios, no puede asumir la responsabilidad
adecuadamente. Tengo la certeza de que siempre debo estar bajo mi propio juicio para ministrar la
palabra de Dios y doy testimonio de ello. Puedo pasar un breve tiempo orando de manera positiva
por la reunión, y un largo rato juzgándome a mí mismo como vil, indigno, carnal y natural. A veces
hasta suspiro y gimo, diciendo: “Oh Señor, ¿cuándo llegará el día en que pueda ministrar Tu palabra
fuera de mi carne?” No se imagine que soy muy bueno por el hecho de pararme al frente de ustedes
a ministrar. No, soy muy vil. Mientras estemos en la vida natural y en la vieja creación, seremos
viles. Debemos servir bajo el juicio de Dios y ministrar estando conscientes del juicio de Dios. Yo
ya he sido juzgado. Mi ser natural, mi carne, y mi yo han sido juzgados por Dios, y yo todavía estoy
bajo ese juicio. Si somos conscientes de esto, entonces nos convertiremos en bronce.
Aunque el bronce brilla, no tiene ninguna gloria. Pero sí hay gloria en el resplandor del oro. El
brillo del bronce significa que estamos bajo el juicio de Dios. Si un anciano resplandece como
bronce, entonces es un anciano que ha estado y sigue estando bajo el juicio de Dios. No es el
candelero de oro que exhibe la gloria de Dios, sino la columna de bronce que proclama el juicio de
Dios. ¿Desea usted ser una columna, o un líder, entre los hijos de Dios? Si tal es el caso, usted debe
someterse al juicio de Dios. Espero que el Espíritu Santo le diga esto a usted. En el templo de Dios
no hay ni orgullo ni jactancia propia. Las columnas del templo de Dios son de bronce. Los que
llevan la carga son seres que han sido juzgados. Todos los ancianos han estado y todavía están bajo
el juicio de Dios. Además ellos mismos son conscientes de este juicio. Reconocen que están bajo el
juicio de Dios porque son pecadores, caídos y corruptos, porque no hay nada bueno en ellos y
porque no están calificados para la economía de Dios. Yo podría repetirlo continuamente. ¿Sabe
usted porque hay tanto conflicto en el cristianismo? Porque no hay bronce. No está el juicio de Dios
por ninguna parte. Y todas las “columnas” son de madera. Cuanto más responsabilidad lleve usted
en la vida adecuada de iglesia, más debe ser consciente de que se encuentra bajo el juicio de Dios.
Usted no es más que bronce bajo el juicio de Dios. No eluda este juicio de sí mismo ni por un
momento. Por el contrario, debe estar siempre consciente del juicio de Dios y quedarse con el
bronce.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y CUATRO
TRANSFORMADO
(7)
En este mensaje seguiremos dedicando nuestra atención a las dos columnas del templo. Vimos que
cuando Jacob estuvo por primera vez en Bet-el, erigió como columna la piedra que había usado de
almohada y la llamó la casa de Dios (28:18, 22). Hemos hecho notar repetidas veces que casi todo
el contenido del libro de Génesis consta de semillas que se desarrollan en los siguientes libros de la
Biblia. El pleno desarrollo de la semilla de las columnas se halla en Apocalipsis 3:12, donde el
Señor Jesús dice: “Al que venza, Yo lo haré columna en el templo de mi Dios”. Entre Génesis y
Apocalipsis, hay muchos pasajes de la Palabra acerca de las columnas. Cada vez que se mencionan
las dos columnas del templo, vemos más detalles acerca de ellas. Ninguna porción de la Palabra
describe todos los aspectos de las columnas.
Los cristianos de hoy se preocupan muy poco por el edificio de Dios, el cual cumple la economía de
Dios. La mayoría de los cristianos descuida eso, pero la Biblia lo subraya claramente. Si deseamos
conocer el edificio según la Biblia, primero debemos ver la columna, pues ésta es una pancarta del
edificio de Dios. Si vemos lo que es la columna y decidimos llegar a ser columnas, estamos en el
camino del edificio de Dios. La columna es tan crucial que la Biblia la menciona repetidas veces.
Por no entender el edificio de Dios, la mayoría de los cristianos no presta atención a estas porciones
de la Escritura que mencionan la columna; mas por la misericordia del Señor, hemos recibido una
profunda impresión de lo que es la columna, hasta el punto de no poder alejarnos de este tema. La
Biblia no derrocha palabras. Por lo tanto, todo lo que revela tiene significado y es crucial para
nosotros. Debemos considerar cuidadosamente lo que es la columna y cómo podemos convertirnos
en una columna, porque en estos postreros tiempos, Dios está completando Su edificio.
Ahora quisiera hacer hincapié en tres aspectos positivos y dos aspectos negativos de las columnas
mencionadas en el mensaje anterior. Los tres aspectos positivos son el bronce, el lirio y las
granadas. Las columnas mismas fueron hechas de bronce. Sobre los capiteles se encontraban los
lirios, y alrededor de los capiteles se encontraban las granadas. Dudo que a algún diseñador humano
se le hubiera ocurrido combinar estas cosas. Sin embargo, ¡cuán crucial y significativo es todo esto
para nosotros! El bronce representa la muerte bajo el juicio. Todos debemos someternos al juicio, y
darnos cuenta de que no servimos para nada más que para ser crucificados (Gá. 2:20). Además,
todos fuimos sepultados en el bautismo (Ro. 6:4). Por tanto, somos un pueblo que está bajo el juicio
de muerte. Pero después de la muerte viene la resurrección, y el lirio crece sobre nosotros en
resurrección. Las granadas rodean los capiteles y representan la expresión de las riquezas de la vida.
Por consiguiente, en las columnas vemos la muerte, la resurrección y la expresión de vida. Alabado
sea el Señor porque muchos de nosotros podemos testificar que día tras día somos el bronce que
cultiva los lirios y expresa las granadas. ¿Acaso no es usted una persona así? De no serlo, usted no
está calificado para ser una columna y no tendrá nada que ver con el edificio de Dios.
Los dos aspectos negativos de las columnas son las trenzas (a manera de red) y las coronas a
manera de cadenillas. Las trenzas a manera de red y las coronas a manera de cadenilla representan
la situación complicada y confusa. Las trenzas son una malla compuesta de varas entrecruzadas.
Esto indica que en nuestra experiencia, a diario somos crucificados. Al pasar por eso, somos asidos
por una cadena. A menudo, nosotros los hermanos nos encontramos bajo la cruz de nuestras
queridas esposas. Aunque deseemos escapar, somos asidos por las cadenas y no podemos huir.
Podemos ser despedazados, pero ningún pedazo puede escapar. Las hermanas pueden dar
testimonio de lo mismo en relación con sus maridos. En la vida de iglesia, algunos dicen que no
pueden soportar ser crucificados por los ancianos. Sin embargo, las cadenas también están allí. En
la vida de iglesia, tenemos tanto las redes como las cadenas. Alabado sea el Señor por estas dos
cosas negativas, porque el bronce, el lirio y las granadas sólo pueden ser conectados entre sí por
ellas.
Poco después de ser salvo, supe que había sido crucificado juntamente con Cristo. Pero no sabía
cómo esta crucifixión podía aplicarse a mí de un modo práctico. Es aplicada por el trenzado, las
redes. Sin las redes y las cadenas, el ser juntamente crucificados con Cristo y tener Su vida en
nosotros no pasaría de ser una doctrina. Podemos conocer la doctrina de que fuimos crucificados
juntamente con Cristo y recitar Gálatas 2:20 continuamente, y aún así descubrir que tal cosa no nos
aprovecha. Yo lo hice repetidas veces pero sin éxito. Repetí las palabras: “Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Más tarde, experimenté la red y las
cadenas en la vida de iglesia. Por medio de estas dos cosas negativas, la crucifixión y la
resurrección de Cristo han sido aplicadas de manera práctica a mi vida. Finalmente, las tres cosas
positivas y las dos negativas forman una sola unidad. Tenemos el bronce, los lirios y las granadas,
unidos por el trenzado y las cadenas. Los cinco artículos se unen en la columna.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y CINCO
EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS:
EL HABIL HIRAM
(1)
En este mensaje, que es un paréntesis dentro de nuestro estudio de las columnas, dedicaremos
nuestra atención a Hiram, quien las construyó (1 R. 7:13-15). En 1 Reyes y en 2 Crónicas la Biblia
tiene mucho qué decir acerca de Hiram. David y Salomón consiguieron hombres hábiles para la
edificación del templo, pero Hiram es el único de estos peritos constructores que se menciona por
nombre. La Biblia no sólo menciona el nombre de Hiram, sino que también presenta su historial de
manera detallada y muy significativa, hablándonos de su madre, de su padre y de él mismo. Al
estudiar la Biblia, debemos tener en cuenta que ésta no derrocha palabras. Todo lo que recalca o
repite tiene significado. En vez de considerar algún versículo como una simple repetición, debemos
encontrar el sentido de cada repetición.
Cuando pasé mucho tiempo estudiando las columnas mencionadas en 1 Reyes 7 hace casi cincuenta
años, no vi ninguna luz. Sólo vi que los nombres de las dos columnas eran Jaquín, que significa “El
establecerá”, y Boaz, que significa “en ella está la fortaleza”. Sin embargo, al considerar el sueño de
Jacob y la experiencia que tuvo en Bet-el, empecé a estudiar nuevamente estas dos columnas. Esta
vez, resplandeció sobre mí muchísima luz, como la lumbrera del cuarto día (1:14-19). Al estudiar
las columnas, descubrí que muchos versículos mencionan a Hiram, el que las construyó. Me di
cuenta, por lo que me decía el Espíritu, que debía prestar atención a eso. Mientras estudiaba las
columnas, vino también la luz acerca de la madre y el padre de Hiram, cuyos nombres no figuran en
las Escrituras. Yo estaba muy turbado por el hecho de que, según el texto hebreo, se afirma en 1
Reyes 7:14 que Hiram pertenecía a la tribu de Neftalí. Al ahondar en estas cosas, me di cuenta de
que necesitaba un mensaje completo para compartir mi carga sobre el hombre que construyó las
columnas.
Cuando usted oiga hablar del constructor de las columnas, tal vez diga: “No creo que yo pueda ser
un constructor. En tanto que la misericordia y la gracia de Dios hagan de mí una columna, quedo
muy satisfecho”. Pero no debe restringirse uno tanto. La gracia de Dios es ilimitada. No sólo puede
hacer de usted una columna, sino también un constructor de columnas. No digo que todos nosotros
seremos columnas o constructores de columnas, pero sí creo que en los años venideros, muchos
hermanos, y aun algunas hermanas, se convertirán en columnas. Si usted no me cree ahora, le
sugiero que espere algunos años. Entonces verá muchas columnas levantadas en el recobro del
Señor. Cuando venga ese tiempo, me alegraré. Además, creo que muchos de nosotros nos
convertiremos también en Hiram, en constructores de columnas. Dios necesita estos Hiram. En los
días de Salomón se construyó un solo templo, pero ahora es necesario edificar muchas iglesias
locales. ¡Cuántos Hiram se necesitan para esta obra! Cada iglesia necesita por lo menos uno.
Cuando hay un Hiram en una iglesia local, esta iglesia está en la gloria. Alabado sea el Señor
porque El levantó a muchos como Hiram en el pasado. Pero creo que en el futuro, el Señor
perfeccionará a muchos más.
3. Vive en resurrección
La cierva también se menciona en el título del salmo 22, donde se lee: “Sobre la melodía de la
cierva de la aurora” (heb.). Este salmo trata de Cristo en resurrección, quien pasa por la crucifixión.
El primer versículo fue pronunciado por el Señor Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado?” Pero el versículo 22 declara: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en
medio de la congregación te alabaré”. Este versículo es citado en Hebreos 2:12, que relaciona al
Cristo resucitado con la iglesia. Por consiguiente, el salmo veintidós, cantado con la melodía de la
cierva de la aurora, trata del Cristo que está en resurrección con miras a la iglesia. En el Antiguo
Testamento la cierva se refiere no solamente a una persona que confía en Dios y camina sobre las
cimas de los montes, sino también a alguien que vive en resurrección por causa de la asamblea de
Dios, por causa de la vida de iglesia.
¿Es usted una “cierva”, o “una tortuga”? Jamás he visto a una tortuga brincar sobre los montes. Las
tortugas se encuentran en terrenos bajos, cerca del agua. Los que confían en Dios no son tortugas
sino ciervas. Están en resurrección para el beneficio de la asamblea de Dios, la iglesia. Podemos ser
esta clase de persona solamente por la regeneración y la transformación. Neftalí es la tribu de las
ciervas, y una cierva representa una persona regenerada y transformada, una persona que confía en
Dios, camina en la cumbre de los montes y vive en resurrección con miras a la vida de iglesia.
¡Cuán maravilloso es esto!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y SEIS
EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS:
EL HABIL HIRAM
(2)
En este mensaje profundizaremos en lo relacionado con el constructor de las columnas: el hábil
Hiram (1 R. 7:13-14; 2 Cr. 2:13-14).
Conocer la Biblia no es nada fácil. A veces cuando los traductores tienen dificultades con un pasaje
determinado, suponen que los manuscritos contienen errores. Pero cuando indagamos las
profundidades de la revelación bíblica, debemos adorar a Dios. A menudo lo que a primera vista
parece un error en los manuscritos resulta ser una verdad misteriosa escondida en las Escrituras. Tal
es el caso en 1 Reyes 7:14. Algunas versiones traducen este versículo así: “[Hiram,] hijo de una
viuda de la tribu de Neftalí”. Según esta traducción, y lo que entienden casi todos los traductores, la
frase “de la tribu de Neftalí” modifica la palabra “viuda”. Esto significaría que la viuda pertenecía a
la tribu de Neftalí. Pero en 2 Crónicas 2:14 se afirma que Hiram era “hijo de una mujer de las hijas
de Dan”. ¿Cómo podía una hija de Dan pertenecer al mismo tiempo a la tribu de Neftalí? Algunos
traductores, pasando por alto el texto hebreo de 1 Reyes 7:14, hicieron todo lo posible por
reconciliar esta contradicción, pero fracasaron. Al estudiar el texto hebreo, hemos descubierto que
este versículo debería ser traducido así: “Hijo de una mujer viuda, y de la tribu de Neftalí”. Por
consiguiente, Hiram, el hijo, era el que pertenecía a la tribu de Neftalí. Esto soluciona el problema.
En este relato acerca de Hiram, el constructor de columnas, vemos tres pueblos: el pueblo de Dan,
el pueblo de Tiro y el pueblo de Neftalí. La madre de Hiram pertenecía a Dan, el padre era de Tiro,
y él mismo llegó a ser de la tribu de Neftalí. No sabemos cómo un hombre cuya madre pertenecía a
Dan y cuyo padre pertenecía a Tiro, pudo llegar a pertenecer a la tribu de Neftalí. Sólo sabemos que
la Biblia lo dice.
VI. EL TRASLADO DE HIRAM
A LA TRIBU DE NEFTALI
FUE ALGO MISTERIOSO
La Biblia es profunda, y muchas cosas que revela son misteriosas. No parecía haber ninguna razón
para que Hiram fuese de la tribu de Neftalí, pero la Biblia nos dice claramente que él pertenecía a
esa tribu. Si consideramos el significado de Dan, de Tiro y de Neftalí, adoraremos a Dios. Dan era
un pueblo de la serpiente que mordió el caballo en la carrera de Dios (Gn. 49:17), y Tiro, un centro
mercantil, estaba relacionado con Satanás (Ez. 28:12, 16). Es maravilloso ver que un hombre nacido
de una mujer del pueblo de la serpiente, y de un varón procedente del pueblo relacionado con
Satanás pudo llegar a pertenecer a la tribu de Neftalí.
Neftalí es una cierva (Gn. 49:21) útil a Dios. La descripción que se hace de la cierva en el Antiguo
Testamento es muy significativa. Según la Biblia, una cierva representa una persona que confía en
Dios cuando se encuentra en una situación sin salida. Debido a esta confianza, el Señor la hace
andar y hasta brincar sobre las alturas (Hab. 3:17-19). El título del salmo veintidós revela que la
cierva también representa a Cristo mismo, quien entró en resurrección por el bien de la iglesia,
después de pasar por el sufrimiento de la crucifixión. Hebreos 2:11-12 revela que el Cristo
resucitado vive para la iglesia. Por consiguiente, la cierva representa una persona que confía en
Dios, que camina sobre la cima de los montes, y que vive por el Cristo resucitado con miras al
edificio de Dios.
¿Qué prefiere ser usted, una serpiente, una persona “de Tiro” o una cierva? Yo preferiría obviamente
pertenecer a la tribu de Neftalí, que confía en Dios, camina sobre lugares elevados y que vive en el
Cristo resucitado con miras al edificio de Dios. Hiram era una persona así.
Al leer esto algunas personas, pensarán que es simplemente una interpretación alegórica o una
deducción. Hacer deducciones no es erróneo. Si vemos las letras N-I-Ñ-O, podemos deducir, con
justa razón, que estas letras forman la palabra NIÑO. Esa deducción no solamente es correcta, sino
también necesaria. Para hacer deducciones relacionadas con lo que dice la Biblia, primero debemos
conocerla. Muchas personas que no conocen el significado de la tribu de Dan ni del país de Tiro,
dirían: “Dan es Dan y Tiro es Tiro. No me interesan todas estas cosas”. Génesis 49:21 declara:
“Neftalí, cierva suelta, que pronunciará dichos hermosos”. Quizá usted nunca haya prestado
atención a este versículo. Neftalí es una cierva suelta y libre. Esta cierva no está en cautiverio y
tampoco está confinada en ningún redil. Está libre para brincar por la cima de los montes. Debemos
ser personas así, libres de todo cautiverio y de todo redil humano.
Ahora debemos preguntarnos cómo pudo un hombre nacido de madre danita y de padre de Tiro
pertenecer a la tribu de Neftalí. Esto es misterioso. Parte de la historia personal de cada cristiano
debe quedar en el misterio. Todo cristiano tiene una historia misteriosa. Cuando yo era joven,
disfrutaba mucho el fútbol. Podía jugar fútbol todo el día. No obstante, cuando fui a jugar
nuevamente después de ser salvo, sucedió algo extraño. Mientras estaba esperando que me pasaran
el balón, me di cuenta de que mis piernas no se movían. Cuando me tiraron la pelota, no pude jugar.
Anteriormente, era el más rápido en la carrera y en conducir el balón, pero en ese momento no pude
moverme; así que tuve que salirme del juego. Los demás quedaron sorprendidos, y algunos
preguntaron: “¿Qué te ha pasado?” contesté: “Resulta difícil decirlo”. Esto es algo misterioso. ¿Ha
tenido usted experiencias misteriosas como ésta? De no ser así, dudo que usted sea mi hermano o
hermana en el Señor. Yo era un nato jugador de fútbol, pero repentinamente me convertí en otra
persona. En aproximadamente cincuenta y cinco años, no he vuelto a jugar fútbol.
Nuestra vida regenerada contiene un elemento misterioso. Sí, nacimos de una madre “danita” y de
un padre “de Tiro”, pero fuimos regenerados para ser otra persona. Aun los más jóvenes entre
nosotros pueden testificar que les han sucedido ciertas cosas misteriosas. Parte de su historia
humana es misteriosa. Cuanto más tome usted este camino, más misterioso será. Mi esposa tiene
que reconocer que muchas veces no me entiende. A veces algo me irrita, pero a los pocos minutos
empiezo a decir: “¡Oh Señor Jesús! ¡Alabado seas Señor, Amén!” Mi esposa usa su capacidad para
entender lo que pasa dentro de mí, pero no puede captar lo que me sucede. Puesto que es algo tan
misterioso, sólo puedo decir: “¡Alabado sea el Señor, cuán misterioso es esto!”
Dan y Tiro son visibles, pero Neftalí es invisible. La gente puede ver que nací de padres físicos,
pero no ven cómo me he convertido en una persona tan misteriosa. Los neftalitas espirituales son
invisibles y misteriosos. La gente no debería ser capaz de entenderlo plenamente a usted. Si sus
compañeros de clase pueden entenderlo plenamente, usted está acabado. No sería un cristiano
maravilloso, pues un cristiano maravilloso no debe ser comprendido. Usted debe ser un
rompecabezas para sus compañeros de clase o para los que trabajan con usted. También debe ser
una persona misteriosa en su vida matrimonial. Aunque su esposa querida sea una buena hermana,
usted debe ser misterioso a los ojos de ella. Si usted no es misterioso, no creo que sea un buen
hermano. Las hermanas también deberían ser misteriosas para sus maridos. Delante del Señor,
puedo dar testimonio de que no entiendo ciertas cosas de mi esposa. Ella soporta mucho más cosas
de las que yo pueda concebir, por la vida misteriosa que hay dentro de ella. Nosotros los cristianos
tenemos un origen misterioso. Inclusive tenemos al Originador misterioso dentro de nosotros.
Para nosotros, el hecho de que Hiram llegara a pertenecer a la tribu de Neftalí es un enigma.
Debemos inclinar nuestras cabezas y alabar a Dios por este elemento misterioso escondido en la
historia de Hiram. Es maravilloso que su historia no sólo relata que su madre pertenecía a la tribu de
la serpiente y que su padre pertenecía a la nación del comercio, un país relacionado con Satanás,
sino que también narra que él llegó a pertenecer a la tribu de Neftalí. Por consiguiente, su historia
deja oculta una parte de su vida, que fue usada por Dios para Su edificio. Aunque en la Biblia no se
menciona la razón de ello, en nuestra experiencia podemos entender que ésta es la parte misteriosa
de nuestra vida cristiana. Cuanto más misteriosa sea la porción, mejor, porque esta parte hace que
Hiram pertenezca a la tribu de Neftalí y que sea constructor de columnas. Del mismo modo, es esta
parte misteriosa la que nos hace útiles para el edificio de Dios. No debemos vivir como quienes
nacieron de “Dan” o de “Tiro”. Debemos vivir como los que han sido trasladados a la tribu de
Neftalí. ¡Aleluya! Hoy en día no pertenezco ni a “Dan” ni a “Tiro”, sino a la tribu de “Neftalí”.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y OCHO
LA MANERA DE SER PERFECCIONADOS
COMO COLUMNAS
En este mensaje examinaremos la manera de ser perfeccionados como columnas para el mover del
Señor. Por supuesto, la columna de la cual estoy hablando es la columna del templo de Salomón (1
R. 7:13-22), la columna de Bet-el (Gn. 28:18, 22; 35:14).
UN TESTIMONIO PERSONAL
En 1933 recibí del Señor la carga de dejar mi trabajo y servirlo a El a tiempo completo; inclusive,
El me obligó a hacerlo. No había estudiado en ningún instituto bíblico ni en ningún seminario. En
ese entonces, trabajaba en una empresa. Cuando el Señor me estaba mostrando que debía dejar el
trabajo, no pude comer ni dormir bien por tres semanas. Servir al Señor a tiempo completo requería
que usara mi fe al extremo, y nada de lo que me rodeaba favorecía esa decisión. Simplemente no
sabía cómo podría sobrevivir. Finalmente no tuve otra alternativa que renunciar a mi trabajo.
Después de tomar esta decisión, recibí una breve nota del hermano Nee. En ella me decía:
“Hermano Witness, en cuanto a tu futuro, me parece que debes dedicarte de lleno a servir al Señor.
¿Qué te parece? Que el Señor te oriente”. La fecha de esta nota era el 17 de agosto de 1933, y llegó
en medio de mi lucha de tres semanas con el Señor, y fue una confirmación clara. Había renunciado
a mi puesto en la empresa, pero tenía poca fe; todavía dudaba y no sabía si había tomado la decisión
correcta. En ese momento, llegó la nota del hermano Nee. Después de leerla, dije: “Dios mediante,
visitaré a este hermano y me enteraré de la razón por la cual me envió esta nota en esa fecha”.
Con ese propósito en mente, fui a Shangai a visitar al hermano Nee, y él me hospedó en su casa,
donde pasé varios meses y recibí mucha ayuda de su parte. Por supuesto, lo primero que le pregunté
fue ¿por qué me había escrito aquella nota el 17 de agosto? El me dijo que mientras su barco
navegaba de regreso a China por el mar Mediterráneo y estando en silencio en su cabina a solas,
sintió la carga de orar por el mover del Señor en China. Mientras oraba, el Señor le indicó que debía
escribirme esa nota. Entonces le dije que él había escrito aquella nota cuando yo estaba en medio de
una lucha de tres semanas con el Señor. Este informe confirmó al hermano Nee que lo que él había
escrito estaba totalmente correcto. Mediante esta nota, él y yo fuimos edificados aún más que antes.
Tuvimos la certeza en lo profundo de nuestro ser de que el Señor nos había reunido. Desde
entonces, él me trataba como aprendiz, y yo lo honraba y lo respetaba como un colaborador de más
experiencia, uno que podía perfeccionarme.
Dado que en aquellos tiempos ni el hermano Nee ni yo teníamos mucho trabajo, yo iba con
frecuencia a su casa, donde pasábamos largos ratos. En esas ocasiones él me perfeccionaba de
varias maneras. Delante del Señor, puedo testificar que jamás desperdiciamos un momento en
chismes. El hermano Nee era un don sobresaliente que Dios dio para perfeccionar a otros, y siempre
dedicaba el tiempo para perfeccionarme. Ciertamente él sabía lo que yo necesitaba. El me guió a
una comprensión acertada de la historia de la iglesia desde el siglo primero hasta entonces; me
compartió de las biografías de casi todos los fundadores de las distintas denominaciones; y me
perfeccionó con respecto a la vida interior, la vida de iglesia y el mover del Señor.
UN SOLO FLUIR
Un día el hermano Nee me dijo que él y los demás colaboradores tenían el sentir de que yo me
trasladara a Shangai con mi familia, que permaneciese con ellos y laborase con ellos. Me pidió que
presentara este asunto al Señor. Al llevar esto al Señor, y al orar al respecto, el Señor me mostró en
el libro de Hechos que en Su mover en la tierra hay un solo fluir. Este fluir empezó en Jerusalén y se
extendió a Antioquía, y de Antioquía pasó a Europa. El Señor me dijo que para Su mover en China,
no debería haber dos corrientes ni dos orígenes. Yo había sentido carga por el norte de China. Antes
de ir a ver al hermano Nee, había conducido un exhaustivo estudio sobre el Cantar de los Cantares
en el verano de 1933. No obstante, y a pesar de mi carga definida por el norte de China, el hermano
Nee y los colaboradores tuvieron el sentir de que yo debía mudarme a Shangai, establecerme allí y
dedicarme a la obra con ellos. En esa ocasión el Señor me mostró que debía entrar en el único fluir,
el cual había empezado en Shangai. Comprendí que de Shangai, el fluir se extendería tanto al norte
como a otras partes del país. Por consiguiente, decidí mudarme a Shangai y establecerme allí. Desde
entonces, he permanecido en el fluir. Yo he entendido claramente que éste es el fluir del Señor y Su
mover en la tierra, Su recobro. Usando las palabras de hoy, sabía que había encontrado a Bet-el.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHENTA Y NUEVE
TRANSFORMADO
(9)
En Bet-el Jacob hizo cosas muy significativas. Edificó un altar, erigió una columna, vertió una
libación sobre ésta, y luego derramó aceite sobre ella (Gn. 35:7, 14-15). En este mensaje vamos a
considerar el derramamiento de la libación de Jacob y del aceite sobre la columna que levantó.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA
TRANSFORMADO
(10)
Jacob partió de Bet-el después de haber permanecido allí largo tiempo (35:16). Aparentemente,
alejarse de Bet-el no fue un paso positivo. Pero el hecho de que Jacob saliera de Bet-el no significa
que abandonaba la casa de Dios, sino que seguía adelante en su experiencia espiritual. El había
llegado a Bet-el, allí había permanecido y había hecho ciertas cosas, pero necesitaba seguir
adelante.
Vimos que Génesis es un libro de semillas y de cuadros. Debemos entender el significado de todas
estas semillas y todos estos cuadros. El cuadro de Abraham, Isaac y Jacob, describe nuestra vida
espiritual. La experiencia de estos tres hombres es el cuadro de la vida espiritual de una persona que
sigue al Señor.
6) Es tocado más profunda y más personalmente
a) Muere Raquel
Mientras Jacob se alejaba de Bet-el, experimentó un quebranto muy profundo y personal: Raquel su
esposa amada, murió al dar a luz a Benjamín, el último hijo de Jacob (35:16-20). Esta experiencia
estaba relacionada con la muerte y también con el nacimiento, fue una pérdida y al mismo tiempo
una ganancia. Jacob perdió a Raquel y ganó a Benjamín. Si usted tuviera que escoger, ¿preferiría
preservar a la madre o ganar al hijo? El concepto cristiano popular consiste en conservar tanto a la
madre como al hijo. Pero en la economía divina, si uno quiere retener a este último hijo, debe
perder a la madre. Sin pérdida, no puede haber ganancia, y sin muerte no puede haber nacimiento.
El nacimiento procede de la muerte, pues fuera de la muerte no hay resurrección. Si Raquel no
hubiera muerto, Benjamín jamás habría podido nacer.
Raquel representa la preferencia natural de Jacob. Jacob tenía cuatro esposas, pero Raquel fue la
elegida natural y original del corazón de Jacob. El fue obligado a aceptar a Lea y también fue
presionado a tomar a las dos siervas, Bilha y Zilpa. No obstante, Lea y las dos siervas no eran las
elegidas del corazón de Jacob. Si usted lee Génesis detenidamente, se dará cuenta de que el corazón
de Jacob estaba fijo en Raquel; él no tenía interés en ninguna de las otras tres. Recuerde lo que hizo
Jacob cuando temía un ataque de Esaú y sus hombres. El puso a las dos siervas y sus hijos al frente,
seguidas por Lea y sus hijos en el medio, y a Raquel y a José al último (33:1-2). El hecho de que
Jacob pusiera a Raquel y a José al último para protegerlos en caso de ataque, revela que su corazón
estaba ligado a Raquel.
En la Biblia todo tiene un propósito. La muerte de Raquel se relata aquí en el capítulo treinta y
cinco con un propósito definido. Mientras Jacob iba de viaje, seguramente estaba contento de que
Raquel estaba nuevamente encinta. Quizá él esperaba que su esposa amada le diera otro varón. No
obstante, al dar a luz a su segundo hijo, ella murió, y la preferida de Jacob, el deseo de su corazón,
le fue arrebatada.
Antes de la experiencia de Bet-el, Dios toleró la elección natural de Jacob, permitiéndole obtener lo
que deseaba su corazón. Pero después de la experiencia de Bet-el, su predilección natural le fue
quitada. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de experimentar la vida de iglesia,
teníamos nuestros conceptos naturales, nuestra preferencia natural y nuestros deseos naturales. Dios
impartió Su bendición a todos éstos. Considere por ejemplo el nacimiento del primer hijo de
Raquel. Cuando José nació, Jacob se alegró mucho y posiblemente dijo: “Así bendice Dios el deseo
de mi corazón. Dios ha bendecido lo que yo escogí”. Pero después de la experiencia que Jacob tuvo
en Bet-el, perdió su elección natural.
Después de experimentar la vida de iglesia, debe uno dejar su elección natural. Antes de entrar en la
iglesia, usted todavía tenía su preferencia natural, y Dios la toleraba. Después de que usted
experimente en cierta medida la vida de iglesia, Dios ya no tolerará aquello. Espero que eso no
atemorice a los jóvenes ni les impida tener la experiencia de Bet-el. Algunos al oír esto, quizá
digan: “Si eso sucede, nunca iré a Bet-el, me quedaré al otro lado de Bet-el y no iré más lejos.
Entonces no perderé mi predilección natural”. Efectivamente, después de que usted haya tenido
alguna experiencia en Bet-el, perderá su elección natural, pero ganará a Benjamín, quien tipifica a
Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y UNO
TRES COLUMNAS Y UNA TORRE
EN LA VIDA DE JACOB
Al remontarnos a la historia de Jacob, nos damos cuenta de que hubo tres columnas y una torre en
su vida. Jacob erigió columnas en cuatro ocasiones, pero las erigió sólo en tres lugares: en Galaad,
en Bet-el y en el camino de Belén (31:45; 28:18, 22; 35:14, 20). Jacob levantó columnas en tres
lugares, y en uno de ellos, Bet-el, lo hizo dos veces; por esta razón, fueron en realidad tres columnas
las que marcaron la experiencia de toda su vida. Aparte de estas tres columnas, Jacob experimentó
también una torre, la torre de Migdal-edar (35:21). Creemos que todo lo que relata la Biblia tiene un
significado especial. En este mensaje examinaremos, a modo de paréntesis, el significado que las
tres columnas y la torre tuvieron en la vida de Jacob.
A. La columna de Galaad
Las tres columnas establecidas por Jacob fueron señales en su vida. Dividieron su vida en tres
secciones. En la primera, Jacob experimentó el cuidado de Dios. Desde su nacimiento, él se
encontraba bajo el cuidado de Dios. No obstante, Jacob, que era un suplantador, uno que tomaba
por el calcañar, pensaba que se encontraba bajo su propio cuidado. Se dio cuenta al fin de que no
estaba bajo su propio cuidado, sino bajo el de Dios. Si Jacob hubiese estado bajo su propio cuidado,
él no habría podido afrontar las artimañas de su tío Labán, ni enfrentarse con Esaú, su hermano
fuerte, y habría sido vencido por Labán o destruido por Esaú. Al estar bajo el cuidado de Dios,
Jacob no podía ser perjudicado ni por Labán ni por Esaú. Aunque Jacob hizo todo lo posible por
cuidarse a sí mismo, descubrió gradualmente que se hallaba bajo el cuidado de Dios.
Recuerde cómo Jacob abandonó a Labán. El no se marchó de una manera gloriosa; por el contrario,
él tuvo temor de Labán y se le escabulló de una manera vergonzosa (31:20-21). Al hacer eso,
“Jacob engañó [lit., robó el corazón] a Labán arameo” (31:20). Jacob pensaba que debía huir de
Labán para protegerse, y se le escabulló secretamente. Más tarde, se dio cuenta de que sus
habilidades no lo protegían, pues estaba bajo el cuidado de Dios. Aunque Labán no se enteró de la
huida de Jacob sino hasta tres días después, con todo, lo persiguió y le dio alcance (31:23). La
noche antes de que Labán alcanzara a Jacob, Dios le dijo a aquél: “Guárdate que no hables a Jacob
descomedidamente” (31:24). Dios parecía decir a Labán: “No le hagas ningún mal a Jacob. Lo
debes dejar en Mis manos”. Labán no fue sabio al relatarle a Jacob lo que Dios le había dicho la
noche anterior (31:29). Si Labán no hubiese comunicado esto a Jacob, habría podido hacer un trato
con él. Pero Jacob usó lo que Dios había dicho a Labán como base para reprenderlo, pues le dijo:
“Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me
enviarías ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos y te
reprendió anoche” (31:42). Cuando Jacob reprendió a Labán, en lo profundo de su corazón
seguramente sintió agradecimiento para con Dios por Su protección. Dios intervino en todas las
circunstancias de su existencia.
Entonces Labán dijo a Jacob: “Ven, pues, ahora, y hagamos pacto tú y yo, y sea por testimonio entre
nosotros dos” (31:44). Jacob respondió a la propuesta de Labán tomando una piedra y erigiéndola a
modo de columna (31:45). Labán intentó amontonar muchas piedras, pero Jacob levantó una
columna, la cual fue un testimonio del cuidado que Dios tenía de él. Jacob llegó a ver que toda su
vida estaba bajo el cuidado de Dios. Por consiguiente, erigió esta columna como firme testimonio
del cuidado de Dios para con él.
Jacob estuvo bajo el cuidado de Dios por más de veinte años. Aunque vivió bajo la mano opresora
de Labán durante tanto tiempo (Labán cambió su salario diez veces, 31:41), Dios estaba con él todo
el tiempo, y Su mano reposaba sobre él. Por lo tanto, al hacer un trato con Labán, Jacob levantó una
columna como testimonio de que se encontraba bajo el cuidado de Dios. Esta columna se
relacionaba con la subsistencia de Jacob. Muchos de nosotros también hemos establecido esa
columna. Si usted considera su propia experiencia cristiana, verá que la primera etapa de su vida
cristiana fue la etapa de experimentar el cuidado de Dios. Aun antes de ser salvos, deseábamos
disfrutar del cuidado de Dios. Cuando oímos las buenas nuevas del evangelio, lo que deseábamos al
creer en el Señor Jesús era que El nos cuidara. Durante muchos años, nosotros, igual que Jacob,
hemos estado bajo el cuidado de nuestro Padre celestial. Al final de la primera etapa de nuestra vida
cristiana debemos levantar una columna como testimonio del cuidado de Dios. Ahora bien, si uno
ha estado con el Señor durante mucho tiempo, tal vez sea demasiado tarde para levantar esta
columna. Deberá, entonces, levantar la segunda columna, la de Bet-el.
B. La columna de Bet-el
Años antes de erigir esta columna en Galaad, Jacob había levantado una columna en Bet-el (28:18,
22). Jacob levantó aquella columna inmediatamente después de tener un sueño. Una vez más,
vemos que la biografía de Jacob también es la nuestra. Poco después de ser salvos, oímos acerca de
la casa de Dios y respondimos a lo que oímos. Pero todo lo que oímos y lo que hicimos era como un
sueño; en realidad, no experimentábamos la casa de Dios. En Génesis 28 Jacob tuvo un sueño.
Después de ese sueño, tuvo una experiencia verdadera, no de la casa de Dios, sino del cuidado de
Dios. Al final de esta etapa de su experiencia, él erigió una columna en Galaad como testimonio del
cuidado de Dios. Como ya veremos, en nuestra vida cristiana necesitamos tres columnas, tres
señales, y la primera de ellas testifica del cuidado de Dios para con nosotros.
Después de salir de Padan-aram y de regresar a la buena tierra, Jacob no se dirigió directamente a
Bet-el. Dios tuvo que intervenir y llamarlo a Bet-el: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz
allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú” (35:1). Esto indica que Jacob
no tenía ninguna intención de cumplir el voto que había hecho a Dios en Bet-el veinte años antes.
Es probable que él lo hubiera olvidado. En lugar de viajar directamente a Bet-el para cumplir su
voto, viajó a Sucot, donde edificó una casa para sí e hizo cabañas para su ganado (33:17). Más tarde
viajó a Siquem, donde compró una parcela de tierra y extendió su tienda (33:18-19). Después del
grave problema que surgió a raíz de la deshonra de Dina, la hija de Jacob, Dios le dijo a éste que se
levantara y subiera a Bet-el. Cuando Jacob llegó a Bet-el por segunda vez, no recibió ningún sueño.
El ya había recibido el mandato de Dios de subir allí, morar allí y edificar un altar al Dios que se le
había aparecido cuando huía de Esaú. En Bet-el Jacob se consagró a Dios para que El cumpliese Su
propósito de obtener a Bet-el, la casa de Dios. Aquí en Bet-el Jacob levantó la segunda señal, la
segunda columna de su vida (35:14). Como lo indica 28:22, la columna de Bet-el fue llamada la
casa de Dios. Así que la primera columna fue un testimonio del cuidado de Dios, y la segunda, un
testimonio de la casa de Dios.
La historia de Jacob también es nuestra historia; por esta razón, todos debemos adorar al Señor.
Muchos de nosotros hemos alzado columnas tanto en Galaad como en Bet-el. No solamente
podemos testificar del cuidado de Dios, sino también de la casa de Dios. La primera columna que
erigió Jacob fue una señal de que Dios se encargaba de su subsistencia. Cuando Jacob, un pobre
suplantador, llegó a la casa de Labán, no tenía nada. Pero cuando volvió a la buena tierra, había
obtenido grandes riquezas. El tenía compañías de personas y multitud de ganado y de rebaños. En el
voto que Jacob hizo en 28:20 y 21, dijo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que
voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová
será mi Dios”. En otras palabras, Jacob decía: “Si el Señor no me da comida y vestido, y si no me
trae de regreso a la casa de mi padre en paz, entonces no lo tomaré a El como mi Dios, sino que me
olvidaré de El”. ¡Vaya trato que hizo Jacob con Dios! Sin embargo, Dios satisfizo todas las
condiciones del voto de Jacob, suministrándole comida y vestido, dándole paz, y aumentándole las
personas y los rebaños; mas aquí en el capítulo treinta y cinco Dios parecía decir: “Jacob, ahora
debes ir a Bet-el. Deja de preocuparte por tu comida, tu vestido y tu bienestar. Debes ocuparte de
Mí y de Mi casa. Jacob, me he ocupado de ti durante años. De ahora en adelante, tú debes ocuparte
de Mí”.
Muchos de nosotros podemos testificar que hace años levantamos una columna en Galaad. En esa
ocasión, nuestro testimonio giraba en torno al cuidado de Dios por nosotros. Dábamos testimonio
de que nuestro Dios era fiel, bondadoso, lleno de gracia y rico. Pero ahora nuestro testimonio no se
relaciona con la primera columna, el testimonio de que Dios nos cuida, sino con la segunda, el
testimonio de la casa de Dios. Sin embargo, son pocos los cristianos de hoy que se ocupan de la
casa de Dios. La mayoría se preocupa principalmente por sus propias necesidades, y la columna que
levantan es solamente un testimonio de que Dios los cuida. Muy pocos experimentan la columna
que da testimonio de la casa de Dios. Tener la columna del cuidado de Dios sin la columna de la
casa de Dios no es algo normal. Nosotros los Jacob de hoy debemos establecer la segunda columna
para el edificio de Dios. ¡Alabado sea el Señor porque muchos de nosotros lo hemos hecho! En
nuestra vida cristiana, no sólo tenemos la primera sección, la sección del cuidado de Dios, sino
también la segunda, la de la casa de Dios. Con todo, debemos seguir adelante y erigir una tercera
columna.
II. LA TORRE
Después de levantar la tercera columna, Jacob salió y plantó su tienda más allá de Migdal-edar
(35:21). En hebreo, Edar significa “rebaño”. En Miqueas 4:8 la misma expresión hebrea se traduce
“torre del rebaño”. Aquí en la torre de Edar, le sucedió algo vergonzoso, contaminante e inmoral a
Jacob: su hijo Rubén cometió adulterio con la concubina de Jacob. Esto no se produjo junto a la
columna, sino junto a la torre.
Creo que Migdal-edar, la torre de rebaños, alude a la vida cómoda. Jacob tenía muchos rebaños. Al
pasar por la torre de Edar, él quizá haya considerado que aquél era un buen lugar para descansar. En
lugar de seguir hasta Hebrón, su destino, se quedó cerca de la torre de Edar. Esto indica que Jacob
había llegado a un lugar donde podía disfrutar de una vida fácil. Mientras disfrutaba de esta vida de
complacencia, sucedió algo pecaminoso. El pecado, específicamente el pecado de adulterio,
siempre viene cuando estamos en una situación cómoda. El hecho de que Rubén cometiera adulterio
con la concubina de Jacob en aquel lugar, indicaba que Jacob no debía haberse establecido allí. El
debía haber ido directamente a Hebrón. Si él no hubiese plantado su tienda cerca de la torre de Edar,
es probable que este acontecimiento maligno no hubiera sucedido.
Jacob levantó tres columnas, pero no necesitaba construir la torre de Edar, puesto que ésta ya estaba
allí como una trampa. Mientras usted esté en el camino del Señor, siempre habrá una torre cerca
como trampa. La manera de escapar de esta trampa es no detenerse ni contemplarla. Uno debe
seguir adelante, en lugar de plantar su tienda cerca de Migdal-edar. En cualquier etapa de nuestra
vida cristiana, siempre habrá una torre que nos ponga trampas. La vida fácil siempre es una
tentación para los que siguen al Señor Jesús. Toda persona que sigue al Señor se da cuenta de que su
destino final está muy lejos. Puesto que el viaje es tan largo, uno espera encontrar un lugar de
descanso en el camino. Pero cuando llega a una “torre de rebaños”, no debe considerarla un lugar de
descanso; en realidad, es una trampa. No se detenga allí; siga adelante. Por muy cansado que uno
esté al seguir al Señor, debe decir: “Señor, ayúdame. No quiero descansar en ninguna torre. Cuando
llegue a una torre, huiré de ella. Jamás la tomaré como lugar de reposo”. Al hacer eso, uno es
protegido y preservado de la trampa.
El deseo que tenía Jacob en el corazón era tomar a Raquel por esposa. Si Dios no hubiese
intervenido por medio de Labán, Jacob habría tomado a Raquel inmediatamente como esposa.
Entonces, el primer hijo de Raquel habría sido el primogénito de Jacob. Pero Dios en cierto sentido
obligó a Jacob a tomar a Lea como esposa. De modo que Rubén fue el primogénito, y la
primogenitura le correspondía a él. No obstante, esto iba en contra del deseo que Jacob tenía en su
corazón. Además, no parecía justo. Mientras Jacob disfrutaba una vida fácil en la torre de Edar,
Rubén cometió adulterio con la concubina de su padre. Esta acción maligna hizo que perdiera su
primogenitura (49:3-4). En 1 Crónicas 5:1 y 2 se indica claramente que la primogenitura pasó a
José. Así vemos la intervención providencial de Dios para reasignar la primogenitura. Rubén perdió
la primogenitura por haberse contaminado, y José la obtuvo por su pureza (39:7-12). Cuando la
esposa de Potifar incitó José a cometer adulterio con ella, él se rehusó. Por guardarse puro, José
obtuvo la primogenitura que Rubén había perdido por haberse contaminado en la torre de Edar. Por
consiguiente, Dios usó el error de Jacob para reasignar la primogenitura. ¡Alabado sea el Señor
porque un error condujo a la reasignación de la primogenitura! Aun así, nunca use este hecho como
pretexto para decir: “Hagamos males para que vengan bienes”. Debemos más bien inclinarnos y
adorar a Dios por Su intervención.
El Dios soberano es justo y no le dio a José las tres partes de la primogenitura. El le dio a José el
disfrute de la doble porción de la tierra, pero dio el sacerdocio a Leví, el tercer hijo de Lea, y el
reinado a Judá, su cuarto hijo (49:10; 1 Cr. 5:2; Dt. 33:8-10). Leví recibió el sacerdocio por su
fidelidad a Dios (Dt. 33:9), y Judá consiguió el reinado debido al amor que tenía por sus hermanos
y al cuidado que dedicaba a su padre (37:26; 43:8-9; 44:14-34). Aquí vemos la intervención de
Dios. El está detrás de todo y de todos. Cuando vemos este cuadro, y la manera en que todo encaja
perfectamente, debemos adorar a Dios. ¡Aleluya, estamos bajo la mano de Dios!
La biografía de Jacob es nuestra historia. En la vida de Jacob hubo tres columnas y una sola torre.
Nosotros también tendremos tres columnas y una sola torre. Puedo testificar que he experimentado
todas estas cosas. Y creo que dentro de unos años, muchos de nosotros recordaremos este mensaje y
le damos gracias al Señor por las tres columnas y por la torre.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y DOS
LA MADUREZ:
EL PROCESO DE LA MADUREZ
(1)
En este mensaje llegamos a la sección más agradable del libro de Génesis: los capítulos del treinta y
siete al cincuenta. A todos los niños les gustan las historias contenidas en estos capítulos. En esta
sección, el autor cambia su estilo. El relato de los primeros treinta y seis capítulos es breve y
enfático, pero la narración de los últimos catorce capítulos es muy detallada. Por ejemplo, el
capítulo treinta y siete da muchos detalles. Esta sección contiene tantos pormenores porque es muy
aplicable a nuestra vida humana. Ninguna sección del libro de Génesis es más práctica que la última
sección, que consta de catorce capítulos.
Antes de examinar el capítulo treinta y siete, quisiera llevarlos de nuevo al principio de este libro.
Cuando leemos un libro, debemos entender el tema, el propósito, del mismo. Después de leer todo
el libro de Génesis, compuesto de cincuenta capítulos, es posible que uno no reconozca todavía el
tema. ¿Cuál es el tema de dicho libro? Cuando yo era joven, me dijeron que Génesis abarca dos
puntos principales: la creación y la caída del hombre. Génesis empieza con las palabras: “En el
principio creó Dios”, y termina con las palabras: “Y [José] fue puesto en un ataúd en Egipto”. Se
me dijo que Génesis es un libro que trata de la obra creadora de Dios y la caída del hombre porque
el primer versículo habla de la creación y el último versículo habla del hecho de que José fue puesto
en un ataúd en Egipto. Esta perspectiva no es incorrecta, pero sí es una comprensión muy deficiente
del libro de Génesis.
No es fácil entender la Biblia. De hecho, también resulta difícil entendernos a nosotros mismos.
Tenemos cabello en la cabeza y diez dedos en los pies, pero ¿constituyen el cabello y los dedos un
hombre completo? ¿Es eso una persona completa? Por supuesto que no. Todos los miembros y
órganos vitales, tales como el corazón y los pulmones, se encuentran entre el pelo y los dedos de los
pies. Del mismo modo, las partes más importantes de Génesis se encuentran entre el primer
versículo y el último.
Génesis 1:26 es un versículo crucial: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza; y señoree...” Note dos palabras significativas en este versículo:
imagen y señorío. Efectivamente, el hombre fue creado por Dios y luego cayó. Pero debemos
considerar de qué manera fue creado el hombre y con qué propósito. La Biblia afirma que el
hombre fue hecho a la imagen de Dios. No existe nada más elevado que Dios. Por consiguiente, el
hombre fue hecho a la imagen del ser más elevado. Quizá usted jamás se haya considerado tan
elevado. Por llevar la imagen divina, debemos reconocernos como seres elevados. No somos
criaturas inferiores; fuimos hechos con el propósito de expresar a Dios y ejercer Su señorío. El tema
de Génesis es que el hombre tiene la imagen de Dios y ejerce el señorío de Dios en todas las cosas.
Llevamos la imagen de Dios para expresarlo a El, y tenemos Su señorío para representarlo. Por
consiguiente, somos la expresión y la representación de Dios. Este es el corazón de Génesis.
Si queremos conocer eso progresivamente, necesitamos los cincuenta capítulos de este libro. Todas
las generaciones mencionadas en este libro: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y
José, cumplen un solo propósito: mostrar que la economía de Dios en el universo consiste en que El
se exprese a Sí mismo por medio del hombre. Este es el propósito de Dios, Su meta, y el deseo de
Su corazón. El propósito y la economía de Dios están relacionados con el hombre.
El relato de todas las generaciones mencionadas en este libro describen la economía de Dios. En
Adán no vemos mucho de la expresión ni del señorío de Dios. Aunque Abel creyó en Dios, no
vemos claramente en él la expresión ni el señorío de Dios. Enós se dio cuenta de que era frágil y
débil, y empezó a invocar el nombre del Señor. Pero en él apenas vemos la expresión o el señorío de
Dios. Enoc caminó con Dios. Por consiguiente, vemos en él un poco de la expresión de Dios; no
obstante, no vemos nada del señorío de Dios. En Noé vemos un poco de la expresión y del señorío
de Dios, pero es algo vago; no está definido ni impresiona ni es claro. En Abraham vemos menos de
la expresión y el señorío de Dios que en Noé. Aunque muchos cristianos han exaltado mucho a
Abraham, él sólo se encontraba en el primer nivel de la doctrina de Cristo. Abraham fue el padre de
la fe en cuanto a la justificación, que es simplemente el comienzo de la doctrina de Cristo. Además,
difícilmente podemos ver la expresión y el señorío de Dios en Isaac. Isaac lo heredó todo de su
padre y sólo se preocupaba por comer. Mientras le dieran algo de comer, él daría su bendición
ciegamente.
En Jacob vemos la expresión de Dios. Pero antes de los últimos catorce capítulos de Génesis, no
vemos mucha expresión de Dios en Jacob. Ahora bien, en estos últimos capítulos, vemos en él
mucho de la expresión de Dios y del señorío de Dios. En esta sección Jacob era de edad avanzada,
pero sus ojos espirituales eran muy agudos. Adondequiera que iba, percibía cuál era la verdadera
condición y bendecía a la gente como correspondía. Además, su bendición se convirtió en profecía
de parte de Dios. Jacob llevaba verdaderamente la imagen de Dios y lo expresaba. Incluso Faraón,
quien gobernaba en ese entonces, se encontraba bajo la bendición de Jacob. Cuando Jacob fue
llevado a la presencia de Faraón, no le dijo: “¡Hola! ¿cómo está? ¿Cuántos años tiene?”. Sino que
extendió su mano y lo bendijo (47:7, 10). Esto indica que Faraón estaba bajo la autoridad de Jacob,
aquel que era la expresión de Dios.
La bendición de Jacob a los dos hijos de José, a saber, Efraín y Manasés, también era una profecía.
Isaac fue engañado por Jacob, y lo bendijo ciegamente. Pero la bendición que Jacob dio a Efraín y a
Manasés fue muy diferente. José trajo a sus dos hijos a Jacob, esperando que Manasés, el
primogénito, recibiera la primogenitura. Sin embargo, Jacob puso su mano derecha sobre la cabeza
de Efraín, el más joven, “colocando así sus manos adrede” (48:14). Cuando José intentó mover la
mano de Jacob y ponerla sobre la cabeza de Manasés en lugar de Efraín, Jacob se rehusó y dijo: “Lo
sé, hijo mío, lo sé” (48:19). Jacob parecía decir: “Hijo mío, tú no sabes lo que estoy haciendo, pero
yo sí. Yo conozco el corazón de Dios. Mi bendición es la expresión y las palabras de Dios. Las
palabras de mi bendición son la profecía de Dios”.
En la vida de Jacob vemos a un hombre que era uno con Dios y que lo expresaba. Lo que decía
Jacob era lo que decía Dios. No piensen que las palabras son insignificantes. Según el Nuevo
Testamento, el Hijo expresó al Padre, principalmente al hablar. El Señor Jesús dijo: “¿No crees que
Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi
propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”; y: “La palabra que
habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió” (Jn. 14:10, 24). Por tanto, expresar a Dios
consiste principalmente en hablar por Dios y en declararlo a los demás.
Hemos visto que Jacob, la expresión de Dios, llevaba la imagen de Dios. Pero, ¿qué diremos del
señorío de Dios? El libro de Génesis concluye con el señorío que ejercía José sobre toda tierra.
Aunque el faraón era el soberano, no pasaba de ser una figura decorativa. El que verdaderamente
gobernaba era José, quien formaba parte de Jacob en la experiencia de vida. En la vida de Jacob y
José vemos la expresión de Dios y el señorío de Dios. No separe jamás a José de Jacob. El relato de
los últimos catorce capítulos de Génesis los mezcla a los dos. Esto indica que José es la parte
reinante de Jacob, y que Jacob y José no deben considerarse dos personas separadas.
En esta sección Jacob sufría, y José reinaba. En el capítulo treinta y siete, José no dio ninguna
muestra de sufrimiento. Dicho capítulo revela que Jacob sufría, y no José. Algunos argumentarán
diciendo: “Cuando José fue echado al pozo, ¿acaso no sufrió?”. Esta es su interpretación, pero este
capítulo no nos revela eso. Por otro lado, Jacob sufrió mucho. El no lloró cuando murió Raquel,
pero sí lloró amargamente cuando oyó que José había sido devorado por una fiera (vs. 33-35).
El relato bíblico tiene un propósito. Génesis es el libro de la imagen y el señorío de Dios, y presenta
un cuadro completo de la manera en que los seres humanos pueden ser hechos de nuevo y
transformados para expresar a Dios en Su imagen y representarlo en Su señorío. Los últimos catorce
capítulos de Génesis indican que después de que Jacob hubo llegado a ser Israel, llevaba la imagen
de Dios y ejercía el señorío de Dios. El libro de Génesis está completo; termina de la misma manera
que empieza. Empieza y termina con la imagen y el señorío de Dios. En los últimos capítulos, Dios
debe de haberse alegrado, y posiblemente haya dicho: “Ahora tengo un hombre en la tierra que me
expresa y me representa. Este hombre lleva Mi imagen y ejerce Mi señorío. Sus palabras son Mi
profecía, y sus acciones son el ejercicio de Mi señorío”. Este es el tema del libro de Génesis.
e. La madurez
1) El proceso de la madurez
En el capítulo treinta y siete Jacob era viejo. En cuanto al tiempo y a la geografía, él había viajado
mucho y había llegado finalmente a Hebrón. Jacob había pasado por muchas experiencias.
Probablemente ningún otro personaje de la Biblia haya pasado por las numerosas situaciones
confusas y complicadas que experimentó Jacob. El fue quebrantado por Dios hasta el punto de
perder casi todo lo que le interesaba. El el capítulo treinta y siete Raquel ya había muerto, y Jacob
vivía en Hebrón disfrutando de la comunión que sus antepasados Abraham e Isaac habían conocido
allí. Parece que Jacob se había jubilado en Hebrón. Pero en la vida espiritual no existe jubilación;
así que Dios intervino para alterar lo que parecía ser la jubilación de Jacob.
Yo creo que en Hebrón Jacob hizo todo lo posible por llevar una vida tranquila. Mientras Jacob
estaba en comunión allí, él quizá haya tenido muchos recuerdos. En la calma él pudo haber
pensado: “No debí haber tomado el calcañar de Esaú. No debí engañarlo a él ni a mi padre.
Tampoco necesitaba perder a mi madre ni huir a casa de mi tío Labán. Además, no debía haber
amado tanto a Raquel. ¡Cuántos problemas me acarreó mi amor por ella! ¿Por qué fui tan insensato?
No debí haberme dejado engañar por Labán. ¿Por qué prometí trabajar tantos años para conseguir a
Raquel? Durante los años en que estuve con Labán, tuve que sufrir el calor y el frío”. De haber
estado usted en el lugar de Jacob, ¿qué habría hecho en su jubilación? Quizá usted haya dicho: “De
ahora en adelante, sólo quiero llevar una vida tranquila. Ya no habrá más suplantación, ni asiré
calcañares. Esaú, Labán y Raquel ya han muerto. Ahora es tiempo de estar tranquilo y de disfrutar
la vida”. Sin duda, Jacob disfrutaba una vida tranquila allí en Hebrón.
Jacob amaba a José más que a los demás hermanos de éste, y le hizo una túnica de diversos colores
(v. 3). Si Jacob no estuviera jubilado, no habría podido hacer esta túnica a José. Un padre ocupado
no podría dedicar tiempo a eso. Sin embargo, Jacob disfrutaba de la vida y disponía del tiempo
suficiente para confeccionar la túnica para su hijo predilecto. Esto demuestra que él se había
jubilado. La túnica de diversos colores es una pequeña ventana a través de la cual podemos ver el
carácter, el deseo, la intención, la meta y la disposición de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y TRES
LA MADUREZ:
EL PROCESO DE LA MADUREZ
(2)
Antes de ver más detenidamente la disciplina que recibió Jacob en Hebrón, debemos recalcar la
diferencia que existe entre la transformación y la madurez. La última etapa de la transformación es
la madurez. La madurez denota plenitud de vida. Cuando alguien es maduro, no tiene ninguna
carencia de vida. Cuanto más vida tenemos, más maduros somos. Un niño obviamente no es
maduro, pero un hombre adulto sí lo es. Un ser humano maduro posee una vida que ha llegado a su
plenitud.
La transformación es un cambio metabólico en vida. Por tanto, la transformación no es un asunto de
plenitud, sino de cambio. Las plantas no necesitan transformación, porque son simplemente plantas.
Pero nosotros, los hijos de Dios, necesitamos transformación. Podemos alcanzar la madurez
solamente pasando por la transformación. Tenemos una vida natural, pero esta vida no sirve para la
economía de Dios. Aunque nuestra vida natural no necesita ser reemplazada, sí necesita ser
transformada metabólicamente. No sólo debemos tener un cambio en apariencia, sino también en
naturaleza. Aunque nuestra vida humana es necesaria para la economía de Dios, no debe seguir
siendo una vida humana natural; debe ser una vida humana cuya naturaleza haya sido transformada
para que la vida divina se mezcle con la vida humana transformada y se haga uno con ella. Este es
un asunto profundo.
En el Nuevo Testamento hay por lo menos dos versículos que revelan la transformación. Leemos en
Romanos 12:2: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestra mente”. La palabra griega traducida “transformaos” en este versículo aparece también en 2
Corintios 3:18, versículo que, según el griego, se traduce: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta
mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria
en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. “Transformar” en estos versículos indica que en
nuestra vida cristiana necesitamos un cambio metabólico. No necesitamos una enmienda externa ni
una modificación, sino un cambio interno en naturaleza y en vida.
Este cambio metabólico empieza en la regeneración. Cuando fuimos salvos, no sólo fuimos
justificados y nuestros pecados fueron perdonados, sino que también fuimos regenerados. En la
regeneración, una nueva vida, la vida divina, fue puesta en nuestro espíritu. Desde nuestra
regeneración, esta vida ha venido transformando nuestra vida natural. Al cambiar nuestra vida
natural, la vida divina imparte más y más de sí en nuestro ser. Por lo tanto, la transformación es el
cambio de nuestra vida natural. Cuando este cambio alcanza la plenitud, llega el tiempo de la
madurez. Lo repito: la última etapa de la transformación es la madurez. La madurez no es un asunto
de que nosotros experimentemos un cambio, sino de que la vida divina sea impartida continuamente
en nosotros hasta que lleguemos a su plenitud.
Apliquemos ahora este punto a Jacob. Jacob pasó por muchos cambios entre los capítulos
veinticinco y treinta y siete, pero no vemos más cambios en él a partir del capítulo treinta y siete. En
el capítulo veinticinco, Jacob era un suplantador, alguien que tomaba por el calcañar. Los capítulos
del veintiséis al treinta y seis abarcan un período de unos veinticinco años, y describen la manera en
que Jacob cambió. Todo lo que le sucedió durante estos años, obró para su transformación. Cuando,
en el capítulo treinta y siete, Jacob perdió a José, su hijo amado, él era una persona muy distinta a la
que vemos en el capítulo veintisiete. En un sentido espiritual, el Jacob del capítulo veintisiete tenía
varias manos que usaba para tomar todo lo que quería. El tomó lo que pertenecía a su padre, a Esaú
y, más adelante, a Labán. Sin embargo, en el capítulo treinta y siete, Jacob ni siquiera usó sus dos
manos. El Jacob de este capítulo parece no tener ninguna capacidad ni habilidad; por el contrario,
parece incapaz de actuar. Esto indica que había cambiado totalmente. Desde el capítulo treinta y
siete hasta el final del libro, no vemos más cambio en este hombre. En estos capítulos vemos una
persona que fue no sólo cambiada, sino también llena de vida. En el capítulo treinta y siete, no
vemos ni cambio ni plenitud de vida. El cambio se produjo antes de este capítulo, y la plenitud de
vida se alcanzó después.
Quisiera pedirles que leyeran nuevamente los capítulos veintisiete, treinta y siete y cuarenta y siete.
En el capítulo veintisiete vemos a un suplantador. El tenía muchas manos; podía hacer todo, y nadie
podía vencerlo. Todo aquel que se relacionaba con Jacob, perdía, como le ocurrió a su padre, a su
hermano y a su tío. Por el contrario, Jacob siempre salía ganando. El sacó ganancias de su hermano,
su padre y su tío. Incluso obtuvo ganancias de Raquel, Lea y las dos siervas de éstas. Pero cuando
murió Raquel, Jacob empezó a sufrir pérdidas. Pero aun esta pérdida produjo una ganancia,
Benjamín. En el capítulo treinta y siete, Jacob experimentó otra pérdida: la pérdida de José. En
dicho capítulo, Jacob no obtuvo nada. Desde entonces, Jacob perdió cada vez más cosas.
Finalmente, en el capítulo cuarenta y siete, él ganó la plenitud de la vida. La plenitud de la vida es
la bendición, la cual es la sobreabundancia de la vida. Cuando estemos llenos y rebosemos de vida,
esta vida desbordará y entrará en los demás. Esta superabundancia es la bendición. Así que en el
capítulo veintisiete vemos a un suplantador; en el treinta y siete, a un hombre transformado, y en el
cuarenta y siete, a una persona madura. La transformación de Jacob empezó cuando Dios lo tocó
(32:25), y continuó hasta el capítulo treinta y siete, donde el proceso de transformación fue
relativamente completo. Pero en este capítulo, Jacob todavía no tenía madurez, es decir, no tenía
plenitud de vida. Para obtenerla, él tenía que experimentar la disciplina de la última etapa, la
disciplina de Hebrón.
Examinemos ahora cómo Jacob, una persona transformada, podía estar lleno de vida. Los seres
humanos son vasijas. Sin embargo, a diferencia de las jarras y las botellas, no somos vasijas
insensibles, sin juicio propio ni voluntad. Si usted desea llenar una botella de cierto líquido, la
botella no tiene ninguna opinión ni sentir al respecto. No se necesita tener el consentimiento de la
botella para llenarla. Sin embargo, es difícil verter algo dentro de nosotros, las vasijas vivientes,
porque estamos llenos de opiniones, deseos e intenciones. Los padres saben lo difícil que es dar una
medicina a los hijos. Del mismo modo, no le resulta fácil a Dios depositar Su vida en nosotros.
Quisiera hacer notar un asunto escondido en este libro. El primer golpe que recibió Jacob en la
última etapa fue la pérdida de José. José tenía diecisiete años de edad cuando fue vendido (37:2), y
tenía treinta años cuando se presentó delante del faraón (41:46). Después de eso, hubo siete años de
abundancia. Probablemente uno o dos años más tarde Jacob mandó a sus hijos a Egipto para
comprar grano. Por consiguiente, desde que José fue vendido hasta que Jacob envió sus hijos a
Egipto, transcurrió un período de por lo menos veinte años. La Biblia no nos relata lo que hizo
Jacob durante estos años. Solamente narra lo que José experimentó. En cuanto al relato de Jacob,
este período de veinte años fue un tiempo de silencio.
¿Qué piensa usted que hizo Jacob durante ese tiempo? Si usted hubiese estado en el lugar de Jacob,
¿que habría hecho? He pensado mucho en esto, y creo haber descubierto algo. Durante estos años,
Jacob no tenía nada que hacer; no le faltaba nada ni ambicionaba nada. Jacob se interesaba
solamente por Raquel, y no por Lea ni por las dos siervas. Después de la muerte de Raquel, el
corazón de Jacob se apegó a José, quien le fue quitado más o menos un año después. Después de
que José le fue quitado, no le quedó prácticamente nada. Por consiguiente, durante estos años de
silencio, Jacob fue una persona sin ninguna ambición, ni interés ni actividad. Este debe de haber
sido el tiempo en que Dios se impartió en Jacob más y más. ¡Cuán diferentes fueron estos veinte
años de los veinte años que estuvo con Labán! Durante los veinte años con Labán (31:41), Jacob
luchó contra éste y estuvo preocupado por el trato que tenía que dar a Raquel, a Lea, a las siervas, y
a todos sus hijos. Pero en los veinte años en Hebrón, Jacob fue liberado de todo cautiverio y
ocupación. El no sólo estaba jubilado, sino también libre.
Lo único que no le podían quitar a Jacob era la presencia de Dios. En Hebrón Jacob vivía
continuamente en comunión con Dios. La pérdida de José convirtió a Jacob en una jarra totalmente
abierta a Dios. La presencia de José pudo haber sido un obstáculo para su apertura hacia Dios. Pero
ahora Jacob, después de perder a José, estaba libre de todo estorbo, y completamente abierto al
Señor. Indudablemente, Jacob pensaba en José todos los días. El había llegado a la conclusión de
que José había sido devorado por una fiera, pero no tuvo confirmación de ello. Por tanto, Jacob
pudo haber pensado que quizá volvería a verlo. Esto oprimió a Jacob, lo empujó hacia Dios y lo
abrió a El. Cuanto más pensaba en José, más se abría. En todos esos años, Jacob era una jarra
abierta a los cielos, y la lluvia celestial caía continuamente en él. En este período, Jacob estaba
todos los días en la presencia de Dios, llenándose de la vida divina.
b) La reacción de Jacob
En realidad Jacob no reaccionó a todos los quebrantos de la última etapa de su madurez. El ya había
dejado de tener su propia actividad. Por el contrario, él se sometió completamente a las
circunstancias que lo rodeaban sin ofrecer resistencia alguna. El recibió todas estas situaciones
como venían (43:11-13). En cuanto a la pérdida potencial de sus hijos, él dijo: “Y si he de ser
privado de mis hijos, séalo” (43:14). ¡Qué sumisión tan grande!
Al principio de la vida de Jacob, él siempre confiaba en su propia capacidad y pericia. Pero después
de ser quebrantado en la última etapa, ya no confiaba en sí mismo, sino en Dios. Jacob había
llegado a conocer la misericordia de Dios. En las experiencias de toda su vida, él finalmente se dio
cuenta de que todo dependía de la misericordia de Dios, y no de su capacidad ni de sus habilidades.
También había aprendido que este Dios misericordioso todo lo provee, además de ser omnipotente,
para satisfacer sus necesidades en toda situación. Así, Jacob dijo a sus hijos: “El Dios omnipotente
os dé misericordia delante de aquel varón” (43:14). Ahora confiaba y descansaba totalmente en la
misericordia de su Dios, quien todo lo proveía, y no en sí mismo ni en su capacidad. Ahora vemos a
un hombre que había sido totalmente transformado y que había llegado a la madurez.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y CUATRO
LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(1)
En el último mensaje hicimos notar la diferencia que existe entre la transformación y la madurez.
La transformación es el cambio metabólico de la vida, y la madurez es la plenitud de vida. La
madurez es la última etapa de la transformación. Mientras somos transformados, somos llenos de
vida. Cuanto más transformados somos, más nos llenamos de vida. Nadie puede llenarse de vida sin
ser transformado. La medida en que una persona se llena es proporcional al grado de su
transformación. Cuando estemos completamente transformados, estaremos plenamente llenos de
vida.
Del capítulo veinticinco al capítulo treinta y dos, no vemos ningún cambio en la vida de Jacob.
Según el capítulo veinticinco, Jacob empezó a suplantar desde antes de nacer. La transformación de
Jacob empezó desde el momento en que Dios lo tocó. Esto sucedió en el capítulo treinta y dos.
Aunque en los capítulos del veinticinco al treinta y dos no vemos ninguna transformación, ningún
cambio de vida, estos capítulos están llenos de disciplina. Recuerde que Jacob pasó veinte años
sometido a Labán. En esos años, él sufrió golpe tras golpe. Después de esos años de quebrantos, una
noche, en Peniel, el Señor se le apareció y tocó la parte más fuerte de Jacob, su muslo, y Jacob
quedó cojo. Esto marcó el comienzo de la transformación de Jacob, y el proceso de transformación
pasó del capítulo treinta y dos al capítulo treinta y siete. En estos capítulos vemos un cuadro de la
manera en que Jacob fue transformado. No obstante, después de que Jacob perdió a José en el
capítulo treinta y siete, no vemos ningún otro cambio en su vida. Esto se debió a que en ese
entonces su transformación estaba casi terminada. Por consiguiente, la madurez de Jacob empieza
en el capítulo treinta y siete.
Existen tres períodos distintos en la vida de Jacob: el de quebrantamiento, el de transformación y el
de madurez. Si usted compara estos tres capítulos, el veintisiete, el treinta y siete y el cuarenta y
siete, verá la disciplina, la transformación y la madurez. En el capítulo cuarenta y siete la madurez
de Jacob llega a la cumbre y es plenamente manifestada. En este mensaje consideraremos la
manifestación de la madurez de Jacob.
2) La manifestación de la madurez
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y CINCO
LA BENDICION
Ya hemos destacado repetidas veces que el libro de Génesis es un libro de semillas. Casi todo lo que
contiene es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Lo mismo sucede con
la bendición. En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida,
examinaremos la bendición sembrada en Génesis y su desarrollo en el Antiguo Testamento y el
Nuevo.
I. EL PRINCIPIO DE LA BENDICION
En Hebreos 7:7 dice: “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”. En este
versículo vemos que el principio de la bendición consiste en que el mayor bendice al menor. Ser
mayor o menor no es esencialmente un asunto de edad. Es un asunto de la medida de Cristo. Somos
mayores o menores dependiendo de la medida de Cristo que tengamos. En Mateo 11:11 el Señor
dijo: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el
Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Aquí el Señor Jesús
afirma que Juan el Bautista era mayor que todos los que lo precedieron. No obstante, el menor en el
reino de los cielos es mayor que Juan. La razón por la cual Juan era mayor que sus predecesores era
que él estaba muy cerca de Cristo. Abraham era grande, pero él no vio a Cristo. Juan el Bautista sí
lo vio. Sin embargo, aunque Juan estaba muy cerca de Cristo, Cristo no estaba en él. Los que están
en el reino de los cielos no solamente están cerca de Cristo, sino que Cristo está en ellos. Por esta
razón, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. Los hombres más destacados del
Antiguo Testamento podían decir que Cristo estaba por venir, y Juan el Bautista pudo decir que
Cristo estaba delante de él. No obstante, todos los que estamos en el reino de los cielos afirmamos
que Cristo está dentro de nosotros. Aún podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Por
consiguiente, estamos más cerca de Cristo que Juan el Bautista y que todos los que lo precedieron.
Lo grande o lo pequeño que seamos depende de la medida de Cristo que tengamos. Si usted tiene
más de Cristo, es mayor; si tiene menos de Cristo, es menor. Si, por tener más de Cristo, somos
mayores que los demás, entonces estamos facultados para bendecirlos; pues el mayor siempre
bendice al menor. La razón es sencilla: el mayor tiene una medida de Cristo tan considerable que
puede dar a los demás. Si usted es mayor que yo, significa que tiene una porción más grande de
Cristo que yo. En este caso, usted tiene algo más de Cristo que ministrarme. Bendecir a los demás
significa ministrarles a Cristo. Los que tienen una pequeña medida de Cristo necesitan la bendición
de los que tienen una medida más grande. Los bendecimos con el Cristo de quien participamos y a
quien disfrutamos. Si disfrutamos más a Cristo, entonces tenemos más de Cristo para ministrar a los
demás. Ministrar así a Cristo es una bendición.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y SEIS
LOS TRASPASOS DE PRIMOGENITURA
QUE CONSTAN EN LAS ESCRITURAS
Génesis es un libro de semillas. En este mensaje, que constituye un paréntesis en nuestro estudio-
vida, examinaremos otra semilla: la del cambio de primogenitura.
Quizá usted jamás se haya imaginado que la primogenitura pudiera ser traspasada. La primogenitura
es la porción especial asignada al hijo primogénito. En casi todos los grupos étnicos, y
particularmente en la antigüedad, el primogénito de una familia heredaba una porción especial.
Entre los judíos de antaño, esta porción generalmente era una porción doble de la tierra. Según la
Biblia, la primogenitura incluye la doble porción de la tierra, el reinado y el sacerdocio. El
sacerdocio conduce la gente a Dios, y el reinado trae a Dios a la gente. El libro de Génesis revela
que la primogenitura puede ser traspasada del primogénito al segundo hijo. En este libro hay por lo
menos cuatro casos de traspasos de primogenitura: de Esaú a Jacob (25:22-26, 29-34); de Zara a
Fares (38:27-30); de Rubén a José (49:3-4; 1 Cr. 5:1); y de Manasés a Efraín (48:12-20).
Además, en el Nuevo Testamento, la primogenitura pasó de Israel a la iglesia. En el capítulo quince
de Lucas, el Señor Jesús indica por medio de la parábola del hijo pródigo que los recaudadores de
impuestos y los pecadores son como el segundo hijo, y que los fariseos que se consideran justos a
sus propios ojos, son como el primer hijo (Lc. 15:1-2, 11, 25-28). No obstante, en Mateo 21:28-32,
el Señor traspasa la primogenitura de los judíos a los recaudadores de impuestos y las rameras. Aquí
el Señor revela que los publicanos y las prostitutas son como el primogénito que al principio no
obedeció a la palabra de su padre, pero más adelante se arrepintió y la obedeció. Entonces el Señor
comparó a los fariseos con el segundo hijo, que dijo que cumpliría la palabra de su padre, pero que
en realidad la desobedeció. Originalmente, los judíos eran el primer hijo. Al principio del ministerio
del Señor, ellos todavía eran los primeros. Pero al final del ministerio del Señor Jesús, él traspasó la
primogenitura de los judíos a la iglesia. Las palabras que dijo en Mateo 21:28-32 fueron
pronunciadas hacia el final de Su ministerio. En esos versículos, el Señor comparó a los publicanos
y las rameras con el primogénito. La iglesia se compone de los pecadores que fueron redimidos y
regenerados. En la economía de Dios, son ellos los que reciben la primogenitura. Por consiguiente,
Hebreos 12:23 habla de la iglesia de los primogénitos.
I. DE ESAU A JACOB
En Génesis 25:22-26, 29-34 vemos el traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob. Esaú era el
primogénito (v. 25), pero Jacob estaba predestinado para recibir la primogenitura (v. 23). El traspaso
de primogenitura de Esaú a Jacob revela que recibir la primogenitura depende de la predestinación,
y no de nuestro nacimiento natural. Usted quizá sea un Esaú por nacimiento, pero eso no significa
que esté predestinado para recibir la primogenitura. Esto depende exclusivamente de Dios, no de
nosotros. Al considerar los cinco casos en que hubo un traspaso de primogenitura, debemos adorar a
Dios por Su intervención, y decir: “Oh Señor, te agradezco por Tu providencia. Todo depende de Tu
predestinación providencial”.
Jacob, quien fue predestinado para obtener la primogenitura, era muy codicioso e hizo todo lo
posible por conseguir la primogenitura él mismo. Cuando Jacob y Esaú todavía estaban en el vientre
de su madre, luchaban por la primogenitura. Yo creo que esta lucha fue iniciada por Jacob. No
obstante, según lo dispuesto por Dios, Esaú era más fuerte. Si usted lee la Biblia detenidamente,
verá que Esaú, un cazador, era fuerte y de gran estatura física. Por el contrario, Jacob, quien
permanecía en casa con su madre, debe de haber sido más bien pequeño. No creo que un joven
robusto se quedara siempre en casa con su madre. Por ser más pequeño y más débil que Esaú, Jacob
no pudo obtener la primogenitura combatiendo por ella con su fuerza física. Aunque Jacob luchó
por ganar la primogenitura en el vientre, Esaú lo venció, nació primero y recibió la primogenitura.
La lucha de Jacob fue en vano.
No obstante, Jacob se rehusó a abandonar la lucha. Yo creo que él permanecía con su madre
principalmente para conspirar con ella y tratar de conseguir la primogenitura. Es posible que la
madre de Jacob haya accedido finalmente a ayudarle a obtener la primogenitura. Para suplantar a su
hermano y conseguir la primogenitura, Jacob hizo dos cosas. La primera fue colocar a Esaú en una
situación donde éste estuviera dispuesto a venderle la primogenitura (vs. 29-34). Jacob era
extremadamente sutil y suspicaz; era muy hábil. Por su astucia, él se ganó la cooperación de su
madre, y Rebeca, quien era más perspicaz que Isaac, se puso del lado de Jacob. Este astuto Jacob
incitó a Esaú a venderle la primogenitura.
Jacob probablemente observó las actividades de Esaú durante cierto tiempo. Quizá haya observado
que después de cazar, Esaú siempre regresaba con mucha hambre, pues la caza abre el apetito. Por
esta razón, un cazador disfruta de una buena comida después de cazar. Todo el que termina una
faena agotadora, como por ejemplo un trabajo arduo o un deporte intenso, desea después una
comida abundante y nutritiva. Jacob analizó la situación, las circunstancias, la mentalidad de Esaú y
el apetito que éste tenía después de cazar. Quizá Jacob haya pensado: “Ah, ya sé cómo conseguir la
primogenitura. Mientras Esaú salga de cacería, le prepararé una sopa”. Génesis 25:29 afirma: “Y
guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado...”. Esaú tenía hambre, y el potaje
estaba listo. Esaú dijo a Jacob: “Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy
cansado” (v. 30). A lo cual Jacob contestó: “Véndeme en este día tu primogenitura” (v. 31). Cuando
una persona tiene hambre, está dispuesta a comer lo que sea y a pagar el precio que sea por la
comida. Por lo tanto, Esaú dijo: “He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la
primogenitura?” (v. 32). Esaú parecía decir: “La primogenitura es algo para el futuro. ¿De qué me
sirve ahora? Mientras que aquí está un tazón de potaje enfrente de mí, el cual es tangible, presente y
práctico. ¿Quién sabe cuándo recibiré la primogenitura? No sé cuando vendrá. Por ahora, necesito
algo palpable y práctico”. Por tanto, Esaú estuvo de acuerdo con la propuesta de Jacob y le vendió
su primogenitura. Por una parte, tener derecho a la primogenitura depende de la predestinación de
Dios, pero por otra, obtenerla o no, depende de nuestra actitud y nuestras acciones. La actitud de
Esaú fue lamentable, y su acción insensata. El cometió un error garrafal al aceptar la propuesta de
Jacob. Pero, en términos modernos, él firmó el contrato y renunció a su primogenitura.
Aunque Esaú había vendido la primogenitura, no estaba facultado para ceder la bendición
correspondiente a la primogenitura. Esta bendición no estaba en sus manos; estaba en manos de
Isaac su padre, el representante de Dios. Por consiguiente, lo segundo que hizo Jacob para obtener
la primogenitura fue engañar a su padre y hacer que le diera la bendición de la primogenitura
(27:18-29). Probablemente la maniobra de Jacob con Esaú fue algo que inició Rebeca, quien
aparentemente había arreglado la situación. Jacob fue el aprendiz, y su madre fue la maestra.
Después de que Esaú fue inducido a venderle la primogenitura a Jacob, Rebeca esperó el momento
oportuno para ayudar a Jacob a conseguir de Isaac la bendición de la primogenitura. Eso tenía que
suceder antes de la muerte de Isaac, pero no podía ser demasiado temprano. Si hubiera sido antes, la
vista de Isaac todavía habría sido aguda. Por consiguiente, Rebeca esperó hasta que los ojos de
Isaac se estuviesen apagando. Cuando Rebeca oyó que Isaac estaba a punto de bendecir a Esaú, le
dijo a Jacob: “Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando” (27:8). Rebeca parecía
decir: “Este es el momento de engañar a tu padre”. Jacob obedeció a su madre y engañó a Isaac, y
éste lo bendijo ciegamente. Como resultado, Jacob obtuvo no solamente la primogenitura, sino
también la bendición correspondiente.
Sin embargo, las maniobras de Jacob no eran necesarias. Si él no hubiera manipulado ni engañado,
Dios habría hallado la forma de darle la primogenitura. Aparentemente, la manipulación y el engaño
de Jacob lo ayudaron a conseguir la primogenitura. En realidad, eso le causó sufrimientos. Desde el
momento en que Jacob engañó a su padre, jamás volvió a ver a su madre. Aunque Rebeca amaba a
Jacob, lo perdió por ser tan astuta, y nunca lo volvió a ver. Jacob tuvo que huir a la casa de Labán y
sufrió sujeto a él durante veinte años. No aprenda de Rebeca. Si usted lo hace, sufrirá.
En el traspaso de primogenitura de Esaú a Jacob, vemos que la primogenitura depende de la
providencia de Dios. Nosotros también vemos que nunca debemos hacer maniobras ni engaños
tratando de conseguir la primogenitura. En otras palabras, no hay necesidad de luchar por la
primogenitura. Además, no debemos cometer el descuido de vender nuestra primogenitura. Si bien
es cierto que no podemos obtener la primogenitura por nuestros propios esfuerzos, sí podemos
venderla si es nuestra. Jacob obtuvo la primogenitura, mas no por sus acciones, mientras que Esaú
la perdió por su error.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y SIETE
LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(2)
g) Profetizar con bendición
En este mensaje examinaremos otra manifestación de la madurez en la vida de Jacob: él profetizó
con bendición (49:1-28). Sabemos lo que significa profetizar, pero no estamos familiarizados con
profetizar mientras uno bendice. Génesis 49 es el único capítulo que revela esto. Aunque la
bendición que impartió Moisés en Deuteronomio 33 es parecida a la que encontramos en Génesis
49, la bendición dada allí no es tan rica como ésta. Ambas porciones de la Palabra son profecías
acerca de Israel, pero Génesis 49 contiene una bendición más rica que Deuteronomio 33.
En el capítulo cuarenta y nueve, profetizar es una manifestación de la madurez, pues nuestras
palabras siempre revelan en qué condición estamos y qué tan maduros somos. Un recién nacido no
puede hablar en absoluto, mientras que un niño de más de un año puede balbucear algunas palabras.
Lo que profiere revela que él es un niñito. Lo mismo es válido para las demás edades: un joven
habla como joven; una persona de mediana edad, como tal; y un abuelo, como un abuelo. Por
consiguiente, nuestras palabras no sólo denuncian nuestra edad, sino también la clase de persona
que somos. Si somos muy activos, no hablaremos despacio. Si somos lentos, no hablaremos rápido.
Si somos personas cultas, no hablaremos de manera ordinaria, y si somos personas vulgares, no
hablaremos con educación. Por consiguiente, la forma en que hablamos pone en evidencia nuestra
condición y nuestro nivel.
Se ha dicho que es de sabios no decir nada. Si permanezco frente a un grupo de personas sin decir
nada, no se enterarían de lo profundo o superficial, lo rápido o lento que yo sea. Yo sería un
misterio. Pero en estos catorce años, les he revelado cada fibra de mi ser con mis palabras. Aun los
niños de siete u ocho años me conocen bastante bien porque han escuchado mis palabras. Como
hablo tanto, no puedo esconderme. La mejor manera de mantenerse anónimo es no hablar. Durante
los primeros años de mi ministerio, yo era bastante sabio, pues jamás decía nada en las conferencias
de los colaboradores. Mi manera de obrar me convirtió en un misterio para ellos, y nadie me
entendía. Es difícil hablar, pero resulta todavía más difícil no hacerlo. Cuando la oportunidad se
presenta, usted simplemente no puede abstenerse de hablar. Dudo que usted pueda quedarse
conmigo durante sesenta minutos sin proferir palabra. Estoy seguro de que después de unos cuantos
minutos, hablará.
Ahora veamos brevemente lo que dijo Jacob, según se revela en Génesis. El primer relato de sus
palabras está en 25:31, donde le dijo a Esaú: “Véndeme en este día tu primogenitura”. Jacob
deseaba con todo su corazón obtener la primogenitura; ése era su sueño y su anhelo. Durante mucho
tiempo estuvo esperando la oportunidad de quitársela a Esaú. Cuando la oportunidad se presentó
finalmente, lo primero que profirió Jacob en las Escrituras fue los términos del negocio de la
primogenitura.
En el capítulo veintisiete Jacob habló de una manera artificiosa a Isaac, su padre (vs. 19-20, 23). En
27:19 Jacob mintió a su padre, cuando le dijo: “Yo soy Esaú tu primogénito”. Cuando Isaac le
preguntó cómo había podido hallar tan rápidamente la caza, Jacob dijo: “Porque Jehová tu Dios
hizo que la encontrase delante de mí”. Entonces Isaac dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las
manos, las manos de Esaú” (v. 22), y le preguntó: “¿Eres tú mi hijo Esaú?” (v. 24), a lo cual Jacob
contestó: “Yo soy”. Por consiguiente, lo que dijo Jacob en el capítulo veintisiete era totalmente
falso.
En los capítulos del veintinueve al treinta y dos, las palabras de Jacob están llenas de interés
personal, de ambición y de ganancia propia. Mediante lo dicho en esos capítulos, quedan en
evidencia muchos aspectos del yo. Las palabras de Jacob eran tan egoístas que él parecía no tener
espíritu. Si nosotros tuviésemos un hermano así entre nosotros, dudaríamos de que fuese
verdaderamente regenerado.
Lo que Jacob dijo a su hermano Esaú en el capítulo treinta y tres fue toda una farsa. En dicho
capítulo Jacob se dirigió varias veces a Esaú, como “mi señor” (33:13-14). En lo profundo de su ser
Jacob nunca reconoció a Esaú como su señor. La razón por la cual se dirigió a su hermano de esta
manera fue el temor que tenía de que lo matara. Jacob era un actor, un diplomático, y su humildad
ante Esaú fue fingida.
En el capítulo treinta y cinco Jacob había tenido un cambio en su forma de hablar. Su conversación
en este capítulo empieza a parecerse a la de una persona regenerada, la de un hijo de Dios.
En los capítulos siguientes a la pérdida de José, Jacob habla muy poco. Esto indica que mientras
crecemos en vida, nuestra conversación va cambiando primeramente de naturaleza. El carácter de
nuestras palabras cambiará. Nuestro hablar se reducirá notablemente. Cuanto más crezcamos,
menos hablaremos. En este momento, quizá usted no sea capaz de resistir la tentación de hablar.
Pero después de algunos años y de haber recibido mucho más crecimiento en vida, no hablará por
muy grande que sea la tentación.
Podemos seguir el progreso en vida de Jacob al seguir el progreso de su conversación. El cambio en
su modo de hablar revela su crecimiento. Con el tiempo, Jacob creció al punto que, aun cuando
perdió a José, tenía muy poco que decir. No obstante, muchos de nosotros tenemos mucho que decir
sobre insignificancias como la pérdida de un par de calcetines. Si un hermano joven que vive en una
casa de hermanos pierde un par de calcetines, él quizá grite: “¿Dónde están mis calcetines? ¿Qué se
me hicieron?”. Pero cuando Jacob perdió a José, el tesoro de su corazón, no dijo mucho. Esta era
una buena señal, mientras que hablar mucho sobre un par de calcetines es señal de inmadurez e
infantilismo. Hablar demasiado revela que uno es infantil. En eso vemos que nuestra forma de
hablar pone de manifiesto nuestro crecimiento. Hay algunas personas entre nosotros que solían
hablar mucho hace algunos años, pero ahora hablan poco. Yo espero que en cierto tiempo, casi no
hablen. La razón por la cual no hablarán no será su tristeza, sino su crecimiento en vida. Cuanto
más crecemos, menos hablamos.
Considere la reacción de Jacob al oír la noticia de que José estaba vivo en Egipto. El habló muy
poco; de hecho, casi no dijo nada. Nosotros en su lugar nos habríamos enfurecido con los demás
hijos y habríamos estado a punto de golpearlos, o nos habríamos entusiasmado, corriendo de un hijo
a otro, y diciendo: “¡José aún vive!”. En ambos casos, se habría hablado mucho. Sin embargo,
Jacob dijo muy poco. Más aún, él tuvo poco que decir cuando fue a Egipto. Cuando Jacob fue
llevado a la presencia del faraón, no dijo nada. Solamente bendijo al faraón. Casi no habló, pero
impartió firmes bendiciones (47:7, 10).
En el capítulo cuarenta y nueve las palabras de Jacob eran de mucho peso porque él era maduro.
Todo lo que él dijo aquí se convirtió en una profecía. Por ser tan profundo este capítulo, está velado
para muchos cristianos. Los que no han tocado la profundidad de este capítulo no saben de qué
trata. En Génesis 49 vemos a una persona plenamente madura. Este hombre no habla de manera
superficial, liviana ni ociosa; habla de una manera llena de vida y de madurez. Esto indica que
nuestro crecimiento en vida será manifestado en nuestras palabras.
Este mensaje sobre profetizar con bendición es bastante profundo. No es profundo en doctrina, sino
en experiencia. Pese a que entre nosotros pocos han llegado al nivel de esta experiencia de vida, es
necesario incluir este mensaje como parte de nuestro estudio-vida de Génesis. Nos ayudará tanto en
el crecimiento de vida como en la manera en que hablamos. Recuerden que lo que ustedes dicen
revela su condición. Cuando usted esté a punto de hablar, debería decirse a sí mismo: “Mi
conversación me pone en evidencia”. Estar conscientes de esto nos ayudará muchísimo.
El tipo de palabras que pronunció Jacob en el capítulo cuarenta y nueve no lo encontramos en
ninguna otra parte. No son palabras de instrucción ni de aliento ni de exhortación. Tampoco son
simples palabras de peso ni una predicción. Son palabras proféticas que contienen bendición.
Aunque se trata de una profecía, es una profecía saturada de bendición. No es fácil proferir esta
clase de palabras. Isaías fue el profeta más destacado. Sin embargo, entre las muchas profecías de
su libro, resulta difícil encontrar una sola profecía que contenga bendición. Isaías profetizaba, mas
no con bendición. No obstante, en Génesis 49 Jacob no solamente profetizó, sino que profetizó con
bendición. Su bendición provino de sus palabras proféticas.
(1) Cuatro requisitos para profetizar con bendición
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NOVENTA Y OCHO
LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(3)
En este mensaje vamos a seguir con el tema de la profecía que dio Jacob como bendición (49:1-28).
En el mensaje anterior hicimos notar que a pesar de que esta profecía fue pronunciada por un
hombre, era la palabra de Dios. Por ser Jacob en su madurez uno con Dios, todo lo que decía era la
palabra de Dios. A la mayoría de los cristianos les cuesta entender Génesis 49. Cuando estudié por
primera vez este capítulo hace cincuenta años, me di cuenta de que no era fácil conocer el
significado de las profecías mencionadas aquí. Este es un capítulo muy significativo, pues es
prácticamente la conclusión del libro de Génesis.
Según el relato de Génesis, el género humano empezó con Adán, y luego vinieron Abel, Enós,
Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob. Por último, Jacob ya no era un individuo, porque había llegado
a ser el padre de una casa escogida por Dios. La casa, la familia de Jacob (46:27), se componía
principalmente de sus doce hijos. Más adelante, éstos se convirtieron en las doce tribus de la nación
de Israel. Esto indica que Dios tenía la intención de obtener una casa, y no individuos. La casa de
Israel tipificaba la iglesia, la cual es la casa de Dios hoy en día. En el Antiguo Testamento tenemos
una casa, la casa de Israel, y en el Nuevo Testamento también tenemos una casa, la iglesia del Dios
viviente (1 Ti. 3:15).
Todo lo que se menciona acerca de la casa de Israel es una figura, un cuadro y una sombra de la
iglesia. Cuando yo estaba con los maestros de la Asamblea de Hermanos, me enseñaron la
diferencia entre los pasajes bíblicos que estaban destinados a los hijos de Israel y los que estaban
dirigidos a la iglesia. En cierto sentido, esto es correcto, pues no se debería mezclar lo que Dios dice
acerca de la casa de Israel con lo que dice sobre la iglesia. Sin embargo, puesto que la iglesia es una
entidad espiritual, es difícil entenderla. Por tanto, necesitamos el cuadro de la casa de Israel
presentado en el Antiguo Testamento. El principio es éste: la Biblia usa tipos y figuras para describir
cosas espirituales. Todo lo espiritual es misterioso. Por ejemplo, la Nueva Jerusalén es espiritual y
misteriosa; por eso la Biblia usa una ciudad para describirla. Del mismo modo, sin el cuadro de la
casa de Israel, nos resultaría difícil entender con exactitud lo que es la iglesia. Pero cuando
examinamos el cuadro del Antiguo Testamento, podemos entender muchos aspectos de la iglesia
revelados en el Nuevo Testamento. Por consiguiente, todo lo que se menciona acerca de los hijos de
Israel no se refiere solamente a ellos, sino también a nosotros.
Basándonos en el principio de usar tipos y figuras para describir las realidades espirituales,
debemos aplicarnos todo lo que se dice sobre las doce tribus de Israel. Por supuesto, en el plano
físico, nosotros no somos las doce tribus de Israel; pero en el aspecto espiritual sí lo somos, porque
ellas son un cuadro de nosotros. Si deseamos conocernos a nosotros mismos, debemos mirar nuestra
fotografía en las doce tribus. No se imagine que las profecías de Génesis 49 se relacionan solamente
con los hijos de Jacob. Estas profecías nos conciernen probablemente más a nosotros que a los doce
hijos de Jacob.
El número doce se compone de tres multiplicado por cuatro. Inicialmente, Jacob profetizó acerca de
sus primeros tres hijos: Rubén, Simeón y Leví (vs. 3-7). Estos tres hermanos se subdividen. Rubén
permanece solo, y Simeón y Leví están en un mismo grupo. En cuanto a sus actividades, Simeón y
Leví eran uno.
Antes de examinar los aspectos significativos de la profecía de Jacob acerca de Rubén, Simeón y
Leví, deseo hacer notar que según la profecía con bendición que dio Jacob, es posible cambiar
nuestra condición y disposición naturales. Quizá usted haya nacido bueno. Aun así, no se
enorgullezca de su bondad, porque usted puede llegar a ser malo. Si usted nació malo, no debe
desilusionarse. Debe tener fe en que puede convertirse en una persona buena. Esto es una
advertencia y también un aliento. Rubén como primogénito tenía la preeminencia. No obstante,
perdió su preeminencia, y su condición natural por nacimiento cambió. Por tanto, nunca deberíamos
desilusionarnos ni estar complacidos. Más bien, deberíamos tener cuidado de no perder la
primogenitura.
Además, aunque usted en realidad no haya nacido primero, puede llegar a ser el primogénito. José
fue el undécimo hijo, pero llegó a ser el primero. En la mayoría de los casos en que hay un traspaso
de primogenitura en la Biblia, ésta pasa del primero al segundo. Al oír esta palabra, una persona
sensata dirá: “No fui ni el primero ni el segundo en nacer, fui el undécimo. Aunque se traspase la
primogenitura, nunca llegará a mí”. Pero tenga confianza y cobre ánimo. A pesar de ser el número
once, usted puede llegar a ser el número uno por obra de Dios. El hizo esto en el caso de José.
Espero que usted reciba una gran impresión del hecho que es posible cambiar la condición natural
para bien o para mal. No le eche la culpa a Dios por hacerlo a usted el número once y no el número
uno. Si le echamos la culpa a Dios, El podría decir: “Querido hijo, lee nuevamente Génesis 49. Tu
fuiste el undécimo hijo pero tu condición puede cambiar y puedes llegar a ser el número uno”.
En el transcurso de los años, he hablado a los ancianos sobre su forma de ser. Reconozco que lo que
les he dicho al respecto ha sido fuerte y agudo como una espada de dos filos y ha atravesado a los
hermanos. Cuando los ancianos me preguntan cómo pueden ser más útiles, siempre les digo que eso
depende de su forma de ser. A menudo les he dicho que su disposición natural es la razón principal
por la cual no son útiles. Muchos se han desanimado al oír esto. Pero aquí en Génesis 49, hay
buenas nuevas para los que están desanimados por causa de su disposición natural. En este grupo de
tres hermanos, no sólo vemos que nuestra condición natural puede cambiar, sino también que
nuestra disposición natural puede ser usada por Dios. No obstante, como veremos más adelante en
este mensaje, Dios puede usar nuestra disposición solamente si se cumplen ciertas condiciones.
Jacob puso a Simeón y a Leví juntos en esta profecía porque ambos tenían el mismo carácter y la
misma inclinación natural. Esta quedó expuesta en el capítulo treinta y cuatro, donde se relata la
deshonra de su hermana Dina y la venganza ejecutada sobre Hamor y Siquem. Simeón, Leví y Dina
nacieron de la misma madre. Por tanto, ellos querían mucho a su hermana. Cuando se enteraron de
que había sido deshonrada, su forma de ser quedó expuesta por la forma en que mataron a todos los
hombre de la ciudad de Siquem, saquearon la ciudad y desjarretaron el ganado. ¡Cuán crueles eran!
La crueldad de Simeón y de Leví atemorizó a Jacob. En toda su vida Jacob nunca había tenido tanto
temor como en el capítulo treinta y cuatro. No obstante, por la intervención de Dios, los
acontecimientos de este capítulo fomentaron bastante la madurez de Jacob. Estos acontecimientos
fueron el intenso calor del sol que ayudó a Jacob a madurar. Por consiguiente, en el capítulo treinta
y cinco vemos un verdadero cambio en su vida.
No obstante, Jacob no olvidó lo que hicieron Simeón y Leví. Por tanto, en Génesis 49:6, Jacob dijo
de ellos: “En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su
furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros”. Lo que hicieron Simeón y Leví dejó
una profunda impresión en el espíritu de Jacob, de tal modo que no pudo concederles ninguna
bendición. Sin embargo, en Deuteronomio 33, Moisés bendijo a Leví. En Génesis 49 la bendición
fue dada por un padre que se preocupaba amorosamente por sus hijos. Pero la profecía que consta
en Deuteronomio 33 fue dada por un hombre ya anciano que representaba la ley. Todo lo que él
profetizó era el juicio que concordaba con la ley. Sin embargo, ese juicio estaba lleno de
misericordia, y Leví recibió la bendición.
Aunque Jacob amaba a sus hijos y se preocupaba por ellos, no pudo bendecir ni a Simeón ni a Leví.
Leemos en Génesis 49:5: “Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas”. Al
mencionar que Simeón y Leví eran hermanos, se refiere a que eran compañeros, que formaban una
sola compañía. Sus armas eran armas de violencia. Como dijimos antes, el versículo 6 revela su
crueldad. En el versículo 7, Jacob dijo: “Maldito su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo
los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel”. Jacob no dijo: “Sean malditos Simeón y Leví, sino:
“Malditos su furor y su ira”. Ellos merecían ser maldecidos, pero su padre no los maldijo a ellos,
sino a su ira, y ejecutó juicio sobre ellos al dividirlos. La mejor manera de castigar a los que son
crueles es dispersarlos. En cuanto a Simeón y Leví, Jacob parecía decir: “Simeón y Leví eran
demasiado crueles, pues no mostraron ninguna misericordia ni bondad. Aunque Hamor y Siquem
habían obrado mal al deshonrar a Dina; habría sido suficiente darles muerte a ellos. Simeón y Leví
no era necesario matar a todos los hombres de la ciudad ni desjarretar su ganado. No les permitiré
que permanezcan juntos. Lo mejor es separarlos”.
(5) En cuanto a Rubén
I. EN CUANTO A JUDA:
LAS BUENAS NUEVAS DE CRISTO
Los versículos del 8 al 12 se refieren a Judá. El versículo 9 afirma que Judá es un león. En
Apocalipsis 5:5 Cristo es llamado el León de la tribu de Judá. Esto demuestra que Génesis 49
necesita Apocalipsis 5 para su desarrollo. También demuestra que los versículos de la bendición
profética de Jacob requieren toda la Biblia para su desarrollo. La carga que tengo en este mensaje es
grabar en ustedes una interpretación espiritual de estos versículos.
Vimos que Génesis es un libro de semillas. Casi todas las verdades bíblicas son sembradas en
Génesis. En el Nuevo Testamento hay tres verdades principales acerca de Cristo. La primera es la
verdad de la victoria de Cristo. El hecho de que Cristo es victorioso significa que cumplió todo lo
que Dios requería de El. En la obra que cumplió, quitó de en medio el pecado, venció el mundo y a
Satanás, y anuló la muerte y todo lo negativo. El obtuvo una victoria completa en cuanto al
cumplimiento del propósito de Dios. Esta es la victoria de Cristo, la primera verdad fundamental
que vemos en el Nuevo Testamento acerca de El.
La segunda verdad principal es la verdad de la autoridad de Cristo, Su reino. Por haber ganado la
victoria, Cristo fue constituido Señor de todo. Se le dio toda autoridad en los cielos y en la tierra
(Mt. 28:18). Además, El recibió el reino universal y eterno de Su Padre. Por tanto, tiene la
autoridad, el reinado y el reino.
La tercera verdad principal que consta en el Nuevo Testamento acerca de Cristo es la verdad del
deleite y el descanso que se hallan en Cristo. Cristo lo cumplió todo en Su victoria y recibió la
autoridad y el reino para que hallemos deleite y reposo en El. ¡Cuánto deleite y descanso tenemos
en Cristo! Estas tres verdades resumen el Nuevo Testamento.
Puesto que el Nuevo Testamento es la cosecha de las semillas sembradas en Génesis, ahora
debemos localizar las semillas de la victoria de Cristo, del reino de Cristo, y del deleite y descanso
que hay en Cristo. Estas se hallan en Génesis 49:8-12. Estos cinco versículos contienen tres semillas
maravillosas: la de la victoria de Cristo, la de Su reino y la del deleite y reposo que encontramos en
El. ¡Cuánto agradezco al Señor y cuánto le adoro porque en estos postreros tiempos nos ha abierto
esta porción de la Palabra!
A. La victoria de Cristo
3. Cristo es la leona
que produce cachorros
En el versículo 9 [en el texto hebreo] Cristo también es comparado con una leona. Como leona, El
produce muchos cachorros. Todos nosotros somos los cachorros de Cristo. En realidad, la iglesia es
una nación de leones, y todos en la iglesia son cachorros. ¿Se ha dado cuenta usted alguna vez de
que es un cachorro? Si viéramos la situación desde el punto de vista de Dios, nos daríamos cuenta
de que a Sus ojos la iglesia es una nación de leones. Para con los hombres, nosotros somos corderos
que siguen al Cordero; pero con respecto a Satanás, somos cachorros de león. Quizá usted no se dé
cuenta, pero Satanás reconoce este hecho. El sabe que todos los creyentes del recobro del Señor son
cachorros de león. A menudo debemos decir a Satanás: “Satanás, no me toques. ¿Acaso no sabes
que mi familia es una familia de leones?”. Cristo es el león joven, el león que se recuesta y la leona
que se reproduce, y nosotros somos Sus cachorros. Esta es la plena victoria de Cristo. Esta es la
razón por la cual el versículo 8 afirma que Cristo, tipificado por Judá, ha de ser alabado y adorado.
B. El reino de Cristo
1. No se labora y se descansa
disfrutando la vida de Cristo
Ahora llegamos al corazón de la carga que tengo en este mensaje. Leamos el versículo 11: “Atando
a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna”. Todos debemos atar nuestro asno a la vid. Ojalá
esto se convierta en un proverbio entre nosotros. En la Biblia el asno es un animal usado como
medio de transporte. El profeta Balaam viajaba sobre un asno (Nm. 22:22). Cuando el Señor Jesús
entró en Jerusalén poco antes de Su crucifixión, El también montó sobre un asno (Mt. 21:5). Según
la Biblia, un asno se usa siempre para viajar con una meta. Atar un asno a algo indica que el viaje ha
terminado, que uno ha llegado a su destino y ha alcanzado su meta. Atar un asno no es negativo en
absoluto. Cualquier asno estaría contento de ser atado a una vid. La labor de un asno consiste en
viajar a cierto destino, a cierta meta. ¡Qué cuadro tan significativo tenemos en 49:11! Todas las
personas mundanas de hoy son asnos que viajan, luchan, laboran y procuran alcanzar su meta. Sin
excepción, todos los cristianos también son asnos que viajan, se esfuerzan y laboran. Ciertamente
yo era así cuando era joven. Luchaba por vencer el pecado con la meta de algún día llegar a ser
vencedor. Este era mi destino, mi meta. Seguí mi lucha hasta que recibí la visión de atar mi asno a
la vid. Vi que yo no necesitaba trabajar ni viajar para llegar a mi destino, porque ya había llegado,
había alcanzado mi meta. Nuestro destino es la vid, el Cristo vivo que está lleno de vida. Debemos
atar nuestro asno a esta vid. Eso significa que debemos dejar nuestra labor y nuestros esfuerzos y
descansar en Cristo, aquel que vive.
Supongamos que un hermano le habla de su deseo de ser santo. La santidad es su meta, y su destino
la patria santa. El le dice que se está esforzando y que procura llegar a esa meta; labora para ser
lleno de santidad y morar en esa patria santa. ¿Qué le diría usted a este hermano? Dígale:
“Hermano, ata tu asno a la vid. No necesitas laborar ni esforzarte por llegar a la meta de la santidad.
Cristo está aquí; El es la vid, la fuente de la vida. Cristo es rico en vida. Ata tu asno a El. Esto
significa que debes dejar de esforzarte y descansar en el Cristo rico y viviente”.
Supongamos que un hermano recién casado le dice a usted: “Hermano, puesto que estoy en el
recobro del Señor, deseo llevar una vida victoriosa. Mi esposa es una gran prueba para mí. Día y
noche me esfuerzo por no enojarme con ella. Mi meta es no perder la calma con mi esposa”. ¿Qué
le diría usted a este hermano? Primero, usted debe ser una persona que ha atado su asno a la vid.
Después de experimentarlo usted mismo, otros podrán venir a usted a consultarle sus problemas. Si
lo hacen, podrá decirles: “Ustedes deben atar su asno a la vid. Dejen su labor y sus esfuerzos; no
necesitan esforzarse, porque Cristo ya ganó la victoria. El cetro, el reinado y el reino le pertenecen a
El. Simplemente descansen en El como la vid”. ¿Cuántas veces ha oído usted que debe dejar de
esforzarse y que sólo necesita descansar en Cristo, la fuente de vida? Creo que muchos de nosotros
hemos hecho eso. No obstante, espero que en el recobro tengamos un nuevo proverbio que nos
ayude en este asunto: “Ata tu asno a la vid”. Este proverbio es un proverbio que denota reposo.
Hermanas, ¿por qué se esfuerzan? Necesitan atar su asno a la vid. La gente acostumbra atar sus
asnos a una estaca. Pero nosotros no debemos atar nuestro asno a una estaca inerte, sino a una vid
llena de vida. Hace poco tuve una clara visión al respecto. De todos modos, muchísimas veces he
atado mi asno a la vid. Paré mi viaje, dejé de esforzarme, abandoné mi meta y olvidé mi destino.
Pude abandonar mi meta porque ya la había alcanzado, y pude despreocuparme de mi destino
porque ya había llegado a él. La santidad es Cristo. El poder para vencer los problemas que tenemos
con nuestras esposas también es Cristo. Ya estamos en Cristo. ¡Cuán insensato es continuar nuestro
viaje, nuestros esfuerzos y nuestros intentos! Tal labor es vana. Cuando recibí esta visión, até mi
asno a la vid.
Cuando muchos hermanos jóvenes entran en la vida de iglesia, son asnos que se esfuerzan.
Inclusive compiten unos con otros en las reuniones. Pero cuando usted se esfuerza, lucha y compite,
no descansa. En lugar de esforzarse y competir, debe atar su asno a la vid, la cual es Cristo, la
fuente de vida, Aquel que está lleno de vida. Cristo no es solamente la vid, sino también la vid
escogida, la fuente misma de la vida. Debemos cesar nuestra labor y descansar en El.
Ahora debemos ver la manera de atar nuestro asno a la vid. En lo relacionado a ganar la victoria
sobre el enemigo, Cristo es el león. Pero para nosotros El es la vid que nos satisface y nos hace
descansar. Mediante Su victoria El puede ser la vid. Si Cristo jamás hubiese obtenido la victoria,
nunca podría ser la vid para nosotros. Sin embargo, puesto que la victoria pertenece a Cristo, El es
nuestra vid, una vid llena de vida. Por consiguiente, debemos abandonar nuestra labor y ser atados a
El y descansar en El.
Es posible que algunos al leer este mensaje, piensen que yo voy demasiado lejos al interpretar
algunas figuras y aplicarlas a Cristo. Pero si uno no interpreta el versículo 11 de esta manera, ¿cómo
lo podría interpretar? ¿Qué significa atar el asno a la vid? Algunos dirán que ello alude a las
riquezas de la tribu de Judá, o sea que es una figura que muestra que la tribu de Judá está llena de
vino y que hasta los asnos que laboraban podían ser atados a la vid. Esto es correcto; aun así,
recuerde que el versículo 11 también es un cuadro y un ejemplo. Vimos que, según Apocalipsis 5:5,
Cristo es el León de la tribu de Judá. Basándonos en la interpretación de que Cristo es el león
viviente del versículo 9, el Cristo victorioso, podemos decir que el significado de atar nuestro asno a
la vid es éste: debemos dejar nuestra labor al llegar a Cristo, quien es la fuente de la vida. Esta no es
una interpretación imaginativa. Es una interpretación correcta, genuina, lógica y concuerda con el
principio bíblico. Agradecemos al Señor por darnos la interpretación correcta. ¡Aleluya, tenemos la
vid a la cual podemos atar nuestro asno! ¿Sigue usted laborando? ¿Sigue usted esforzándose y
viajando para alcanzar su meta? También nuestros jóvenes deben decir: “¡Alabado sea el Señor! No
necesito laborar ni esforzarme ni viajar. Sólo debo atar mi asno a la vid”.
2. Nuestro comportamiento
es empapado en el disfrute de las riquezas
que hay en la vida de Cristo
El versículo 11 añade: “Lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto”. Hace años yo
no entendía lo que significaba lavar nuestros vestidos en vino y nuestra ropa en sangre de uvas. En
la Biblia nuestro comportamiento diario es comparado con el vestido. La ropa y los vestidos
representan nuestro comportamiento, nuestro andar y nuestros hechos. Por consiguiente, lavar
nuestros vestidos en vino y nuestra ropa en jugo de uva significa que empapamos nuestro
comportamiento, nuestro andar diario, en el disfrute de las riquezas de Cristo.
Tanto el vino como el jugo de uva nos nutren. El jugo de uva sirve principalmente para satisfacer
nuestra sed, mientras que el vino principalmente estimula nuestra alegría. Nuestra sed necesita ser
satisfecha, y nuestro entusiasmo debe crecer. El cristiano debe estar “ebrio”, fuera de sí, en un
sentido apropiado. Todo cristiano que ate su asno a la vid estará alegre y entusiasmado. Esta es la
función del vino. El jugo de uva que bebemos satisface nuestra sed. Por una parte, el rico Cristo
exalta nuestro entusiasmo; y por otra, satisface nuestra sed. Debemos empapar nuestro
comportamiento, nuestro andar diario y nuestras acciones en el rico disfrute de la vida de Cristo.
Entonces nuestro comportamiento será impregnado y saturado del pleno disfrute de las riquezas de
la vida de Cristo; de tal modo que los demás dirán: “Miren a estos cristianos. Observen cómo viven
y cómo se conducen. Indudablemente debe de haber algo especial en lo que son”. Este algo es la
rica vida de Cristo como el vino alegre que nos exalta y como el jugo que nos satisface. Estos
cristianos están alegres, satisfechos, entusiasmados, e inclusive están fuera de sí con su alegría. Por
estar tan alegres, llegan a entusiasmar a otros. Su comportamiento, su andar diario y sus acciones
están llenos de la vida de Cristo como vino y como jugo.
¿Es usted un cristiano que siempre está insatisfecho? ¿Es usted un cristiano que no sabe alegrarse,
que siempre tiene el ceño fruncido y la cara larga, que siempre parece triste? Todos los que están en
el reino de Cristo deben sonreír, estar contentos y alegres; deben ser agradables, entusiastas, y estar
satisfechos. Esto indica que empapamos nuestra conducta del rico deleite que hallamos en la vida de
Cristo.
C. El regocijo al salir
Siglos después de que Jacob pronunciara la bendición profética en Génesis 49, Moisés, un
legislador de edad avanzada, dijo: “Alégrate, Zabulón, cuando salieres” (Dt. 33:18). La salida
mencionada en este versículo se refiere a la navegación. Por tanto, la palabra de Moisés concuerda
con la palabra de Jacob. Jacob compara a Zabulón con naves que, por supuesto, están preparadas
para salir, y Moisés exhorta a Zabulón a regocijarse cuando salga. Si salimos a predicar el
evangelio, nos regocijaremos. La persona que más se regocija y que más contenta está es el
predicador del evangelio. Si usted es una nave impulsada por el poder del viento celestial, se
alegrará, se regocijará y estará fuera de sí por el gozo. Después de Judá, surge Zabulón como la
predicación del evangelio. ¡Aleluya, tenemos a Judá como los cuatro evangelios y a Zabulón como
el libro de Hechos!
D. El regocijo hallado
en la vida de iglesia
Deuteronomio 33:18 afirma: “Alégrate, Zabulón, cuando salieres; y tú, Isacar, en tus tiendas”.
Moisés le dijo a Zabulón que se regocijara cuando saliera. Ahora vemos que Isacar debe regocijarse
en sus tiendas. Sin lugar a dudas, estas tiendas se refieren a la vida de iglesia. Para predicar el
evangelio, debemos sentir gozo en nuestra salida. Pero a fin de experimentar la vida de iglesia,
debemos alegrarnos de permanecer en las iglesias locales.
IV. LA CONSUMACION
B. El ofrecimiento de sacrificios
de justicia a Dios
Segundo, en el monte, los pueblos ofrecerán sacrificios de justicia a Dios. En el reino de Dios, en la
vida de iglesia hoy, los sacrificios de justicia le son presentados a El (1 P. 2:5; He. 13:15-16; Fil.
4:18). Todos los sacrificios que ofrecemos a Dios en la vida de iglesia son sacrificios de justicia,
conforme a los justos requisitos de Dios. Pasará lo mismo en el reino venidero (Mal. 3:3).
C. La iglesia y el reino
se convierten en nuestro disfrute
Tercero, la iglesia y el reino llegan a ser nuestro disfrute. Lo vemos por las palabras: “Por lo cual
chuparán la abundancia de los mares, y los tesoros escondidos de la arena”. Si queremos interpretar
esta parte del versículo debemos considerar las parábolas del tesoro y de la perla que constan en
Mateo 13:44-46. En Mateo 13 el tesoro se refiere al reino, y la perla a la iglesia. Creo que la
abundancia de los mares a la que alude el versículo 19 es la iglesia. Indudablemente, los mares
representan las naciones, el mundo gentil. La iglesia es sacada del mundo gentil como la
abundancia. Los creyentes gentiles son la abundancia de los mares, la abundancia de las naciones.
Esta es la iglesia. El reino es el tesoro escondido en la arena, u oculto en la tierra. Si deseamos
aplicar la interpretación adecuada de las dos parábolas de Mateo 13 a Deuteronomio 33:19, veremos
que el resultado del evangelio, la predicación del evangelio, y la vida de iglesia como producto de
dicha predicación, es el disfrute de la vida de iglesia y del reino. Inclusive hoy en día chupamos la
abundancia de los mares y los tesoros escondidos de la arena. Estamos sorbiendo la vida de iglesia y
la vida del reino. La vida de iglesia es la abundancia de las naciones, y la vida del reino es el tesoro
escondido en la tierra. Todavía hoy sigue escondida. Los que están fuera no entienden lo que
hacemos en la iglesia. Pueden decir: “No entiendo a esta gente. Parece que van a las reuniones casi
todas las noches. ¡Qué están haciendo?”. Estamos sorbiendo la abundancia de los mares y los
tesoros escondidos en el mar.
En el segundo grupo de los hijos de Jacob, tenemos el evangelio, representado por Judá y
plenamente descrito en los cuatro evangelios; la predicación del evangelio, representada por
Zabulón y detallada en el libro de Hechos; y la vida de iglesia, representada por Isacar, y presentada
exhaustivamente en los siguientes libros del Nuevo Testamento, empezando por Romanos. El
resultado es el disfrute de la vida de iglesia y de la vida del reino. Se necesita toda la Biblia para
entender Génesis 49. Es necesario todo el Nuevo Testamento para interpretar tan sólo el segundo
grupo. En los cuatro evangelios vemos a Judá como el evangelio; en Hechos vemos a Zabulón
como la predicación del mismo, y en las epístolas y en Apocalipsis vemos a Isacar como la vida de
iglesia. La consumación de todo eso es nuestro deleite, el hecho de que sorbemos la rica vida de
iglesia y del reino. ¡Aleluya, hoy en día tenemos a Judá, a Zabulón, a Isacar y la consumación. En
Judá tenemos el león, el único Cristo y el único evangelio. En Zabulón tenemos las muchas naves y
los muchos galileos; y en Isacar tenemos las tiendas, las muchas iglesias locales. Tenemos a Cristo
como el evangelio, la predicación del evangelio, y la vida de iglesia. Ahora somos el rebaño
recostado entre los apriscos y disfrutamos la vida de iglesia y la vida del reino.
Algunos cristianos hoy en día sólo se preocupan por Judá; sólo se interesan en la vida victoriosa en
Cristo, y otros se interesan en Zabulón, en la predicación del evangelio. Pero son muy pocos los que
se preocupan por Isacar, por la vida de iglesia. En el recobro del Señor, debemos prestar atención a
cada uno de este grupo: a Judá, la vida victoriosa; a Zabulón, la predicación del evangelio; y a
Isacar, la vida de iglesia, a fin de disfrutar plenamente a Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO DOS
LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(5)
En este mensaje llegamos al tercer grupo de los doce hijos de Jacob. Como ya vimos claramente, la
profecía con bendición de Génesis 49 describe no solamente las vidas de las doce tribus de Israel en
el Antiguo Testamento, sino también la vida espiritual de los cristianos del Nuevo Testamento. Esto
se basa en el hecho de que las doce tribus de Israel tipifican a la iglesia con todos sus creyentes. Por
tanto, todo lo que contiene el capítulo cuarenta y nueve es un tipo, una figura, un cuadro, y nuestra
experiencia actual es la realidad, el cumplimiento, de la profecía con bendición que dio Jacob.
La profecía con bendición que pronunció Jacob se presenta en poesía. Es difícil entender el lenguaje
que se usa en poesía. El lenguaje poético es significativo y descriptivo, pero no es fácil examinar las
profundidades de su significado. Si usted puede sondear las profundidades del lenguaje poético de
este capítulo, se dará cuenta de cuán significativo, rico y profundo es.
Otra razón por la cual muchas personas que leen el capítulo cuarenta y nueve tienen dificultades
para entenderlo, es la escasez de experiencia cristiana que tienen. Aunque podamos entender el
lenguaje poético de este capítulo, quizá nos falte la experiencia necesaria para saber aplicarlo. Si
deseamos entender este escrito profético, debemos conocer el lenguaje usado, la historia de las doce
tribus de Israel, el significado de las figuras poéticas y además tener experiencia. Jacob usó muchas
figuras poéticas en este capítulo: un león joven, un león que se echa, una leona, un pollino, un hijo
de asna, el vino, la vid, los vestidos, los puertos, las naves, la serpiente y la víbora con cuernecillos.
Nosotros necesitamos cierta medida de experiencia para conocer el significado de estas figuras y
saber interpretar estos tipos y aplicarlos a nuestra situación. Este capítulo ha estado cerrado durante
siglos por esta falta de experiencia.
Hace más de cincuenta años estuve a los pies de un gran maestro de la Asamblea de los Hermanos.
El dio muchos mensajes en los que explicaba Génesis 49 y mostraba cómo esas profecías se habían
cumplido en los siguientes libros de la Biblia. Sin embargo, él mismo escaseaba en la experiencia.
Todo lo que tenía era el conocimiento del lenguaje y de los textos. Pero debido a que no conocía el
significado espiritual de las figuras, no aplicó ninguna de ellas a la experiencia cristiana de hoy. Por
consiguiente, no recibí de él ninguna ayuda en vida ni en las experiencias espirituales. Aun así, le
doy gracias al Señor porque oí de ese hermano la interpretación y la explicación de este capítulo de
una manera histórica y bíblica. Más adelante, al ligar este capítulo con mi experiencia espiritual,
pude entrar en las profundidades del significado de esta profecía que está llena de bendición.
Este relato acerca de los doce hijos de Jacob empieza con Rubén, un pecador. Nadie ha sido más
pecaminoso que Rubén. Aunque Pablo dijo que él era el peor de los pecadores, yo diría que Rubén
en realidad fue peor, mucho más pecador que Saulo de Tarso. ¡Qué pecado tan abominable cometió
él! Al principio de nuestra experiencia cristiana, nosotros también éramos pecadores. ¡Cuánto
agradecemos al Señor por Su misericordia! Yo antes era un Rubén, pero ahora soy salvo. Esta
profecía llena de bendición empieza con un pecador, y termina con los dos hijos que Jacob amaba:
José y Benjamín. Empieza con un pecador y termina con un rey, alguien que gobierna y que tiene
poder y autoridad. Entre Rubén y José, tenemos a Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad,
Aser y Neftalí.
Ya vimos que este relato profético empieza con un grupo de pecadores: Rubén, Simeón y Leví. El
pecado de Rubén fue la lujuria, el pecado de Simeón y Leví fue la ira que brotó de su manera de ser.
El capítulo cinco de Mateo también habla de los pecados de la lujuria y la ira. Después de este
grupo de pecadores, que están llenos de lujuria y de ira, vino Cristo como el león. Judá es Cristo,
nuestras buenas nuevas. Después de El aparecen Zabulón, el puerto que propaga el evangelio, e
Isacar, el disfrute de la vida de iglesia. ¡Cuán maravilloso es esto! ¿Existen todavía algunos Rubén
entre nosotros hoy? Debemos declarar que en la iglesia no hay ningún Rubén ni ningún Simeón y
que todos los Leví se han convertido en sacerdotes. Por tanto, ya no hay pecadores. Cristo está aquí
y El lo es todo. Puesto que Cristo está aquí, tenemos las buenas nuevas que son promulgadas por la
predicación del evangelio, y tenemos la vida de iglesia. ¡Aleluya, ya no somos pecadores! ¡Estamos
en la vida de iglesia! Por una parte, somos el puerto que propaga a Cristo, y por otra somos las
tiendas que permanecen con Cristo disfrutándole plenamente.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO TRES
EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL
DE DAN, GAD, ASER Y NEFTALI
En este mensaje tengo la carga de compartir algo adicional sobre el significado espiritual de Dan,
Gad, Aser y Neftalí. En cierto sentido, me agrada este grupo más que el grupo que incluye a Judá.
El grupo de Judá es el segundo, y este grupo es el tercero, el cual, por ende, es más avanzado.
Hemos visto que existe un vínculo que une este tercer grupo con el segundo. Judá es un cachorro de
león y también una leona (49:9); Dan es un cachorro de león, y Gad es una leona (Dt. 33:22, 20).
Por tanto, estas dos figuras, el león joven y la leona, vinculan el tercer grupo con el segundo.
Cuando yo era joven, estudié con detenimiento Génesis 49. Pensaba que estas palabras no tenían
mucho significado. Por ejemplo, el versículo 21 afirma que Neftalí es una cierva suelta y que
pronuncia dichos hermosos. No podía entender cómo una cierva podía pronunciar dichos hermosos.
Me parecía que la cierva y los dichos hermosos no tenían relación entre sí. Además, me preguntaba
como una cierva podía hablar. A consecuencia de eso, durante mucho tiempo me desentendí de
Génesis 49. Sin embargo, cuando examinamos el significado espiritual de este capítulo, vemos
cuánto significado tiene. En el mensaje cien hablamos del descanso que tenemos al disfrutar las
riquezas en vida de Cristo (págs. 1316-1321). Vimos que debemos atar el pollino a la vid y empapar
nuestros vestidos de vino. Si hacemos esto, nuestros ojos estarán rojos del vino y nuestros dientes
blancos de la leche (vs. 11-12). Un hermano preguntará a otro: “¿Has atado tu pollino a la vid?”. Y
éste responderá: “¿Hermano, has empapado tu vestido de vino?”. Entonces el primer hermano
preguntará: “¿Están tus ojos rojos del vino?”. El segundo contestará: “¿Están tus dientes blancos de
la leche?”. Las personas ajenas a nosotros pensarán que quienes están en la iglesia hablan en clave,
en un lenguaje misterioso. No importa lo que digan los demás, lo que importa es cuán significativos
sean estos nuevos proverbios para nosotros. “¡Ate su asno a la vid!”. “¡Empape sus vestidos de
vino!”. Quiero que mis ojos estén rojos del vino y mis dientes blancos de la leche. Si eso es lo que
queremos, primero debemos descansar en Cristo y luego empapar nuestro ser, nuestro
comportamiento, en las riquezas de la vida de Cristo. Entonces experimentaremos la
transformación, y nuestra apariencia cambiará. Nuestros ojos se enrojecerán con vino, y nuestros
dientes se emblanquecerán con la leche, lo cual indica que serán fuertes y podrán ingerir la palabra
y declararla a los demás.
La secuencia de los cuatro grupos del capítulo cuarenta y nueve es maravillosa; corresponde a la
historia de la iglesia y a nuestra experiencia espiritual. Primero tenemos a Rubén, lo cual indica que
todos nosotros empezamos como pecadores. Después de Rubén, Simeón y Leví, viene Judá. Esto
significa que Cristo vino como león victorioso. Después de Judá, Zabulón e Isacar, sigue la caída de
Dan. Sin embargo, la caída de Dan no fue solamente un fracaso y una derrota; fue una apostasía.
Después de la apostasía de Dan, tenemos el recobro con Dan, la abundancia con Aser, y la
consumación con Neftalí. En la historia de la iglesia, vemos también la apostasía, el recobro, la
abundancia y la consumación. Si no podemos ver la consumación hoy en día, ciertamente la
veremos en la era venidera y particularmente en el cielo nuevo y en la tierra nueva con la Nueva
Jerusalén. Lo dicho de Neftalí se cumplirá cabalmente cuando la Nueva Jerusalén se manifieste en
el cielo nuevo y en la tierra nueva. La Nueva Jerusalén será el Neftalí eterno. Estos cuatro asuntos, a
saber: la apostasía, el recobro, la abundancia y la consumación, también corresponden a nuestra
experiencia cristiana. Después de la caída, es decir, de la apostasía, tenemos el recobro. Luego viene
la abundancia y la consumación. Hemos visto estas cosas en el recobro del Señor. En el transcurso
de los años en el recobro, hemos estado con Judá, atando nuestro asno a la vid y empapando
nuestros vestidos de vino. Nuestros ojos se han enrojecido de vino y nuestros dientes se han
emblanquecido de leche. Sin embargo, la apostasía de Dan surgió de improviso. Después de Dan,
vino el recobro con Gad.
I. LA APOSTASIA DE DAN
C. Aplastó al enemigo
por la vida productiva de Cristo
Gad aplastó al enemigo con la vida productiva de Cristo. En Deuteronomio 33:20 dice: “Como
leona habita, y arrebata brazo y coronilla” (heb.). Gad aplastó al enemigo no como león, sino como
leona que produce cachorros. Esto implica que destruir al enemigo es un asunto corporativo. Ocurre
lo mismo con nosotros hoy en día en el recobro del Señor. Somos los cachorros de león que
destruyen al enemigo de una manera corporativa.
A. La bendición excelente
y la gracia sobreabundante
Después del recobro que se tiene con Gad, vemos la abundancia de Aser. El relato de Aser empieza
con la bendición excelente y la gracia sobreabundante. Leamos Deuteronomio 33:24: “Bendito
sobre los hijos sea Aser; sea el amado de sus hermanos”. Aser recibió la bendición excelente y la
gracia sobresaliente. Muchos de nosotros podemos entender este lenguaje. En la apostasía de Dan,
perdimos todas las bendiciones y la gracia, pero en la victoria de Gad, la bendición fue recobrada y
volvió la gracia. Ahora con Aser, disfrutamos de la bendición excelente y de la gracia
sobreabundante.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO CUATRO
LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(6)
En este mensaje llegamos al último grupo de los doce hijos de Jacob mencionados en su profecía
con bendición, el grupo compuesto de José y Benjamín (Gn. 49:22-27). Las tribus de los doce hijos
de Jacob en el Antiguo Testamento siempre se describen en grupos. En Números 2 vemos la
distribución de las doce tribus alrededor del tabernáculo: Judá, Isacar y Zabulón al oriente; Rubén,
Simeón y Gad al sur; Efraín, Manasés y Benjamín al occidente; y Dan, Aser y Neftalí al norte.
Entre los doce hijos de Jacob, sólo tres tipificaban a Cristo; ellos fueron Judá, José y Benjamín.
Judá tipificaba a Cristo como el león victorioso. José tipificaba a Cristo como el Hijo amado del
Padre con todas las riquezas que alimentan al mundo. Benjamín tipificaba al Cristo ascendido y
exaltado. Cuando él nació, su madre lo llamó Benoni, que significa “hijo de aflicción”, pero su
padre le cambió el nombre por Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. Por consiguiente, Judá,
José y Benjamín tipifican plenamente a Cristo. Rubén era el primogénito, pero perdió la
primogenitura por su contaminación. Por consiguiente, en la administración de Dios, Judá tomaba
la iniciativa. Pero sin José y sin Benjamín la historia y el significado de las doce tribus de Jacob no
tendría conclusión. José y Benjamín proporcionaron una conclusión apropiada y completa de la
historia de los doce hijos de Jacob.
Los doce hijos de Jacob tipifican el conjunto del pueblo de Dios, incluyéndonos a todos nosotros.
Ya vimos que la historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores, pues todos éramos
pecadores como Rubén, Simeón y Leví. Rubén estaba lleno de lujuria, y Simeón y Leví estaban
llenos de ira. Por tanto, la historia del pueblo de Dios empezó con pecadores llenos de lujuria y de
ira. Luego vino Cristo, tipificado por Judá. Más adelante, aparece Neftalí como una cierva suelta
que pronuncia dichos hermosos. Si la historia del pueblo de Dios hubiese terminado con Neftalí,
sería buena, pero insuficiente. Se necesitan a José y a Benjamín para una conclusión adecuada.
La historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores. Finalmente, estos pecadores son
transformados en Leví con el sacerdocio y en Judá con el reinado. Entonces Neftalí, el Cristo
resucitado, pronuncia dichos hermosos. Esto significa que antes éramos Rubén y Simeón, pero que
debemos ser transformados en Leví, Judá y Neftalí. Además, debemos seguir adelante y
convertirnos en José y Benjamín.
Antes de considerar los aspectos significativos de José y de Benjamín, quisiera destacar que José y
Benjamín, dos hijos nacidos de la misma madre, Raquel, son dos aspectos de una sola persona.
Cuando Jacob vio a Raquel, se enamoró de ella, y su corazón se apegó a ella. Sin embargo, no se
casó con Raquel primero, sino con Lea, la cual le dio seis hijos. Aunque las siervas de Raquel y Lea
también engendraron hijos, Raquel no engendró ningún hijo antes de que nacieran diez hijos.
Entonces Raquel dio a luz a José, cuyo nombre indicaba que otro hijo había de venir. Esto significa
que José no estaba completo en sí mismo, pues necesitaba otra parte. Benjamín fue su
complemento. Por consiguiente, José y Benjamín son uno solo. Si usted lee el Antiguo Testamento,
leerá que José y Benjamín van juntos como una sola unidad. Finalmente, José recibió la
primogenitura y mediante sus dos hijos, Efraín y Manasés, heredó la doble porción de la tierra. De
esta manera, José se convirtió en dos tribus, Efraín y Manasés. Además, la tribu de Manasés, recibió
dos porciones de la tierra: la mitad de esta tribu recibió tierras al oriente del río Jordán, y la otra
mitad al occidente. José y Benjamín son uno solo. El hecho de que José fuera el undécimo hijo, y
que Benjamín fuese el duodécimo indica que tenían una estrecha relación en la secuencia histórica.
Por tanto, entre los doce hijos, José y Benjamín constituyeron el último par. Más adelante, se
convirtieron en tres tribus, a saber: Efraín, Manasés y Benjamín, las cuales acampaban detrás de la
morada de Dios. Judá era la tribu que iba adelante, enfrente del tabernáculo; mientras que José iba
detrás.
Consideremos ahora los aspectos significativos de este grupo. José fue fiel y tuvo una victoria
completa. Según el relato del Antiguo Testamento, José fue el primer hombre perfecto. Antes de él,
nadie fue perfecto, ni siquiera Noé. En José no encontramos ninguna falta; él era totalmente
perfecto en su comportamiento. José era perfecto porque tenía una victoria completa. Además, el
Antiguo Testamento compara a José con un toro lleno de vigor (Dt. 33:17). El no fue un león
salvaje ni un lobo amenazante, sino un toro lleno de energía. Por ser un toro, José tenía dos cuernos,
que eran Efraín y Manasés. Con estos dos cuernos, José embestirá a los pueblos empujándolos hasta
los confines de la tierra. Esto indica que José es fuerte y victorioso.
José también confiaba en Dios y creía en El. Dios lo bendijo porque era perfecto y victorioso, y
porque José confiaba en El. En la Biblia nadie recibió una bendición más grande que la suya. Como
veremos, él recibió diez bendiciones en el tiempo y en el espacio, lo cual abarca tanto la eternidad
pasada como la eternidad futura, y desde los cielos hasta la tierra. José lo recibió todo. El universo
entero llegó a ser una bendición para él.
Benjamín es descrito como un lobo arrebatador (Gn. 49:27). Vemos también que la morada de Dios
estaba con Benjamín (Dt. 33:12). Por consiguiente, la profecía que dio Jacob con bendición, termina
hablando de la plenitud de la bendición universal y de la morada de Dios. El fin de Génesis 49
requiere Apocalipsis 21 y 22 para su pleno desarrollo.
I. FRUCTIFERO
II. VICTORIOSO
III. CONFIA
Génesis 49:24 también habla del Pastor, la Roca de Israel, y el versículo 25 declara: “Por el Dios de
tu padre, el cual te ayudará, por el Dios omnipotente, el cual te bendecirá”. Estos versículos
presentan la razón por la cual José y Benjamín llegaron a ser la consumación final: ellos confiaban
en el Fuerte de Jacob. Confiaban en el Pastor de Israel, y permanecieron sobre la Roca de Israel.
Confiaban en el Omnipotente. En el Nuevo Testamento esto equivale a confiar en el que todo lo
suministra, lo cual vemos en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”.
Vemos el equivalente del Pastor de Israel en 1 Pedro 5:4, que afirma que Cristo, el Príncipe de los
pastores, aparecerá. Finalmente, vemos el equivalente en el Nuevo Testamento de la Roca de Israel,
Cristo, quien es la Roca de la iglesia. En 1 Corintios 10:4 leemos: “Porque bebían de la roca
espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”.
En la bendición profética que dio Jacob a José, vemos que la capacidad de fructificar y la victoria
de José provenían de la confianza que tenía en el Señor. Si queremos ser el José y el Benjamín de
hoy, debemos confiar en el Fuerte, en el Pastor de Israel, en la Roca de la iglesia y en el
Omnipotente. Mi conciencia da testimonio de que si no confío en el Señor, no puedo hacer nada. Si
no oro por todo lo que hago en el recobro del Señor, no tendría ninguna paz. Yo oro con relación a
todo lo que hago en el recobro del Señor hasta tener paz y confianza. Antes de compartir un
mensaje, oro al respecto hasta tener toda la inspiración y recibir poder. La vida de José es una vida
de confianza, una vida en la que uno confía en Dios en todo lo que atañe a su supervivencia. Esta es
la clave de lo fructífero que era José y de su victoria.
El lenguaje poético es económico, y aun así Jacob usó varios títulos del Dios en quien podemos
confiar: el Fuerte, el Pastor, la Roca, el Omnipotente y el Dios de tu padre. No somos la primera
generación que confía en Dios; somos una de las últimas. Vemos el testimonio de la confianza que
nuestros antepasados depositaron en su Dios, y ahora el Dios de ellos ha llegado a ser nuestro Dios.
Por consiguiente, seguimos los pasos de ellos al creer en el Dios de ellos, quien es el Fuerte, el
Omnipotente, el Pastor, la Roca y el fundamento. ¡Aleluya, permanecemos en El y confiamos en El!
Por lo tanto, somos fructíferos y victoriosos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO SEIS
EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL
DE JOSE Y DE BENJAMIN
(2)
La profecía de Jacob acerca de sus doce hijos termina con una bendición que incluye diez puntos.
La historia de estos doce hijos empieza con un pecador, o sea que comienza con un pecado, y como
si fuera poco, con un pecado grave, no con un pecado leve. Al principio, vemos a una persona llena
de pecado, y al final vemos a una persona que recibe la bendición universal. Por tanto, la profecía
termina con la bendición completa. En el caso de José, todo es bendición, y la bendición se ve por
todas partes. Vemos bendición tras bendición.
La Biblia es un libro maravilloso; la mente humana no puede entenderla completamente. Cuanto
más estudiamos la Biblia, más nos damos cuenta de lo poco que la conocemos realmente. La Biblia
es muy profunda. Por ejemplo, las diez bendiciones relacionadas con José requieren toda la Biblia
para su desarrollo.
IV. BENDECIDO
B. Con el rocío
José también fue bendecido con el rocío (Dt. 33:13). El rocío es una bendición más refinada que la
lluvia o la nieve. La Biblia usa el rocío para describir el favor y la misericordia de Dios (Lm. 3:22-
23). Esto indica que siempre desciende algo de los cielos sobre nosotros, que no es fuerte ni intenso,
sino fino y delicado, pues parece llegar en forma silenciosa y paulatina. Este es el rocío. El salmo
133 afirma que la bendición que viene sobre la unidad de los hermanos es como el rocío de Hermón
que desciende sobre los montes de Sion. El monte Hermón, al norte del monte de Sion, es mucho
más elevado que éste. El rocío de Hermón debe descender sobre Sion por medio de un viento fuerte
del norte. El rocío viene del norte. No se imagine que la nieve es lo único que viene del norte, pues
el rocío también viene de esta dirección. A veces el Padre nos manda lluvia, y otras veces nieve,
pero con frecuencia nos manda el rocío. Cada mañana, la misericordia del Señor es como el rocío.
Esta es la razón por la cual debemos tener el avivamiento matutino. Si usted no tiene el avivamiento
matutino, perderá el rocío. El rocío desaparece cuando sale el sol. Si uno desea disfrutar del rocío,
debe madrugar. El rocío no es frío ni molesto como la nieve. Viene de los cielos por el soplo del
viento del norte. Cuando llega, cae silenciosa y gradualmente. Si uno examina su propia
experiencia, se da cuenta de que ha experimentado el rocío. El rocío que viene sobre nosotros y nos
moja poco a poco. ¡Cuán fino y delicado es!
C. Con lo profundo,
los manantiales que yacen debajo
Tanto Génesis 49 como Deuteronomio 33 afirman que José fue bendecido con “el abismo que está
abajo”. Esto debe de referirse a los manantiales profundos que yacen debajo de la tierra. Las
bendiciones que recibió José empiezan en los cielos, siguen con la nieve y el rocío en el aire, y
luego van a los manantiales que están debajo de la tierra. Con la mención del rocío y del abismo o
la profundidad de los manantiales, nos damos cuenta de que las cosas preciosas de los cielos se
refieren a la lluvia y a la nieve. Según el Nuevo Testamento, el verdadero manantial no está debajo
de la tierra, sino dentro de nosotros. Dice en Juan 4:14: “El que beba del agua que Yo le daré, no
tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida
eterna”. Tenemos una fuente que salta para vida eterna en nosotros. ¡Qué bendición! Por tanto,
recibimos y disfrutamos continuamente las bendiciones que vienen de arriba, de nuestro interior y
del aire. Algunas de las bendiciones de arriba son como lluvia y como nieve, algunas de las
bendiciones de nuestro interior son como manantiales, y algunas de las bendiciones del aire son
como rocío. Los cristianos, el José de hoy, disfrutamos de estas bendiciones.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO SIETE
EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL
DE JOSE Y DE BENJAMIN
(3)
Como ya hemos recalcado, el relato de la bendición de Jacob mencionado en Génesis 49 empieza
con un pecador y termina con la bendición universal y la morada eterna. Si entendemos
correctamente la Biblia, veremos que toda la Biblia conduce a la bendición universal de Dios y a Su
morada eterna. Por la eternidad nos encontraremos bajo la bendición universal de ser la morada
eterna de Dios. Estos son los nuevos cielos y la nueva tierra con la nueva Jerusalén. Los nuevos
cielos y la nueva tierra serán la esfera de la bendición universal. Estaremos bajo esta bendición con
el fin de ser la Nueva Jerusalén. Según la descripción de Apocalipsis 21 y 22, en los nuevos cielos y
la nueva tierra no habrá más que bendiciones. En este entorno, todo será una bendición para la
Nueva Jerusalén, la morada eterna de Dios. Nosotros los escogidos de Dios seremos esta morada y
estaremos bajo la bendición universal. Esta es la consumación final de la revelación bíblica.
Resulta muy interesante ver que el relato corto de la bendición profética de Jacob tiene la misma
conclusión que toda la Biblia. En los primeros dos capítulos de Génesis, no figura el pecado, el cual
aparece en el capítulo tres, donde el pecador era un verdadero Rubén. No obstante, en los últimos
dos capítulos de la Biblia, tendremos al verdadero José y al verdadero Benjamín. Podemos decir
que José es la señal de la bendición universal. Todas las bendiciones reposan sobre la cabeza de
aquel que fue apartado de sus hermanos. Benjamín simboliza la morada eterna de Dios. ¡Aleluya, la
iglesia en el recobro actual de Dios es una miniatura de la bendición universal y de la morada
eterna! En las iglesias, tenemos bendición tras bendición, y por tal bendición somos la morada de
Dios.
Estos dos asuntos, la bendición y la morada, se encuentran en las epístolas del Nuevo Testamento.
Probablemente pocos cristianos han prestado atención a estos asuntos en las epístolas. Sin embargo,
estas dos palabras proporcionan el bosquejo de las epístolas, pues todas ellas tratan de la bendición
de Dios. Tome Efesios como ejemplo. Dice en Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.
Aquí vemos la bendición. Efesios 1:23 habla del Cuerpo, y Efesios 2:22 habla de la morada; así,
ambos representan la morada de Dios. En Efesios 3:16 y 17 el apóstol Pablo ora pidiendo que el
Padre nos fortalezca por Su Espíritu en el hombre interior a fin de que Cristo haga Su hogar en
nuestros corazones. Por lo tanto, en el breve libro de Efesios, se abarcan las bendiciones y la
morada. Dios nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales a fin de que
seamos Su morada.
Si usted me pregunta qué se revela en las epístolas, contestaría que allí se revelan la bendición y la
morada. Aun así, necesitamos luz y visión para captar esto. Sin luz ni visión, podemos leer las
epístolas repetidas veces y ver solamente cosas como la exhortación a que las mujeres se sometan a
sus maridos y a que los maridos amen a sus esposas, que debemos redimir el tiempo, ser diligentes
y amar al prójimo. Si vemos las epístolas con nuestra visión natural, sin luz ni visión, veremos
principalmente estos puntos secundarios y no percibiremos la bendición ni la morada que se
presentan en ellas. El Nuevo Testamento gira en torno a la bendición y la morada.
Génesis 49 abarca muchos puntos excelentes y maravillosos. ¡Cuánto le agradezco al Señor porque
el primer hijo de Jacob fue Rubén y los dos últimos fueron José y Benjamín! Si José y Benjamín
hubiesen sido los primeros dos hijos y Rubén el último, todo habría estado revuelto. ¡Alabado sea el
Señor, porque antes éramos Rubén, pero ahora somos José y Benjamín! Puedo testificar que soy el
Rubén y el Benjamín de hoy. Día y noche estoy bajo la bendición de Dios y soy la morada de Dios.
Inclusive los jóvenes, los que cursan la secundaria, deben ser José y Benjamín. Antes de entrar en la
iglesia, nunca nos dimos cuenta de lo que significan José y Benjamín. Si quienes estamos en el
recobro del Señor no somos José y Benjamín, entonces ¿quiénes pueden serlo? ¿Acaso no es usted
un José y un Benjamín? ¿No está usted bajo la bendición universal de Dios? ¿No es usted la morada
eterna de Dios? Por ser el Benjamín de hoy, Dios mora en mí, y no simplemente en mí, sino entre
mis hombros.
V. HABITA
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO OCHO
LA MAXIMA CONSUMACION
DE LA OPERACION
QUE DIOS EFECTUA EN LA BIBLIA
Con este mensaje concluimos la serie que abarca el capítulo cuarenta y nueve, el cual es un relato
de la bendición profética que dio Jacob a sus hijos. Estas bendiciones son dadas en figuras, signos y
símbolos, que deben ser interpretados usando alegorías. Vimos que en Génesis están sembradas casi
todas las semillas de las verdades bíblicas. Las semillas sembradas en este libro se desarrollan en
los libros siguientes y se cosechan en el Apocalipsis. Génesis es un libro que contiene las semillas
de las verdades que constan en la Biblia y, por esta razón, la conclusión del capítulo cuarenta y
nueve debe corresponder a la conclusión de toda la Biblia. En los últimos dos capítulos de
Apocalipsis, encontramos esencialmente dos cosas: la bendición universal y la morada eterna de
Dios con los hombres.
Antes de examinar la bendición universal y la morada eterna, debemos repasar el capítulo cuarenta
y nueve. Los primeros cuatro hijos de Jacob fueron: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Según el relato
del Antiguo Testamento, estos cuatro hijos eran malos. El primero y el cuarto, Rubén y Judá,
estaban llenos de lujuria. El segundo y el tercero, Simeón y Leví, estaban llenos de ira. La lujuria y
la ira caracterizan a la gente malvada. En la constitución del reino de los cielos promulgada en
Mateo capítulos cinco, seis y siete, el Señor Jesús habló duramente en contra de la lujuria y de la
ira. Si un hombre puede apartarse de estas dos cosas, no será pecaminoso. El hombre se vuelve
pecaminoso por estar lleno de lujuria y de ira. Alabamos al Señor porque en Su gracia El salvó a los
primeros cuatro hijos de Jacob. Además, dos de ellos fueron transformados en algo maravilloso. La
tribu de Leví fue transformada en sacerdotes, y la de Judá en reyes. Los pecadores se convirtieron
en sacerdotes y reyes. Esto se logró con una salvación real.
Esta salvación la divulgó por el mundo gentil Zabulón, el quinto hijo de Jacob. Después de que
Zabulón difundió el evangelio, Isacar apareció como el descanso, el cual se halla en el evangelio
que efectuó Judá y que predicó Zabulón. La persona salva reposa en la salvación efectuada por
Dios. Después de Isacar viene Dan, y con él una especie de apostasía. Dan se desvió del camino de
Dios, pero Gad restauró la situación. Por tanto, vemos la apostasía en Dan, y la restauración en Gad.
El recobro que se halla en Gad trae la abundancia de las riquezas de Cristo, representadas por Aser.
Neftalí viene después de Aser, y representa la resurrección en la cual se encuentran las riquezas de
Cristo.
Después de los primeros diez hijos, llegamos a los últimos dos: José y Benjamín. Si usted lee
cuidadosamente el relato de estos dos hijos, verá que no tienen ningún defecto. La Biblia contiene
un largo relato acerca de José, pero no muestra que él estuviese mal en nada ni que hubiera fallado.
José era perfecto. No podemos decir con certeza que Benjamín era perfecto, pero tampoco figura
ningún defecto en su vida. A José se le llama la rama de un árbol fructífero, y a Benjamín, el hijo de
la mano derecha. Es muy significativo que José fuera fructífero y que Benjamín estuviera a la
diestra de Dios. Ambos están en resurrección. Podemos aplicar estas dos características al Señor
Jesucristo. Cristo es la única rama del árbol fructífero, y también es el Unigénito que está a la
diestra de Dios. Por consiguiente, tanto José como Benjamín tipifican a Cristo. José tipifica al
Cristo que da origen a la bendición ilimitada y universal de Dios. El Cristo perfecto tipificado por
José trae la bendición ilimitada de Dios. Benjamín tipifica a Cristo como aquel que trae la morada
eterna de Dios.
En Génesis 49:22-26 y en Deuteronomio 33:13-16 se indica que la bendición que reposa sobre José
es universal y eterna, además de que proviene de los montes antiguos y va hasta los collados
eternos. Esto se refiere al espacio y al tiempo. La bendición de Cristo llega a todo el universo.
Cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva, no habrá más que bendiciones en todo el universo.
Habrá bendición tras bendición. Esta es la vida de José, la vida que produce bendiciones.
Lo dicho acerca de Benjamín en Génesis 49 y en Deuteronomio 33 es muy breve. Sin embargo, este
corto relato nos presenta un cuadro definido de su vida. Su vida produce la morada de Dios. Con el
tiempo, esta morada se convierte en la morada eterna de Dios. En el relato de José y Benjamín
encontramos una clara indicación de lo que desea Dios en Su corazón. En lo que dijo Moisés acerca
de José, habló de “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). Cuando Dios llamó a Moisés,
éste vio una zarza que ardía. Dios le habló desde esa zarza. Más adelante, Moisés entendió que el
Dios que habitó en la zarza deseaba tener una morada sobre la tierra y por esa razón había llamado a
los hijos de Israel, los había sacado de Egipto, los había conducido al desierto, y los exhortaba a
construirle un tabernáculo. Cuando Dios llamó a Moisés, le habló desde la zarza. Pero después de la
construcción del tabernáculo, Dios hablaba desde allí (Lv. 1:1). Esto revela que la intención de Dios
era obtener una morada entre los hombres en la tierra.
En Deuteronomio 33:12 leemos: “A Benjamín dijo: El amado de Jehová habitará confiado cerca de
él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Este versículo indica que Dios moraría entre
los hombros de Benjamín y que éste habitaría confiado cerca del Señor. En otras palabras, Benjamín
sería el vecino inmediato del Señor. Muchos creen que Jerusalén estaba en Judá, pero en realidad se
encontraba en Benjamín. El rey provenía de Judá, pero la capital estaba en Benjamín. Jerusalén, la
capital, era la morada de Dios. Geográficamente estaba ubicada entre los hombros de Benjamín.
Benjamín habitaba confiado porque el Señor había hecho Su hogar allí y porque era su vecino.
La idea de bendición y de morada sobresale bastante en la bendición profética que dio Jacob a sus
doce hijos. Estos dos asuntos desembocan en la bendición universal y en la morada eterna. Como ya
dijimos, la consumación final de la Biblia radica precisamente en estas dos cosas. En el capítulo tres
de Génesis, el hombre se hizo pecador. De entre todos los pecadores muchos fueron salvos. De
entre los salvos muchos fueron transformados en sacerdotes y reyes. Se predicó la salvación real, el
evangelio del reino, y los salvos llegaron a descansar en este evangelio. Después de la apostasía y la
restauración, vemos el resultado de las riquezas que hay en la vida de resurrección. Por
consiguiente, todo lo que abarca la Biblia está representado por la bendición profética de Jacob.
En la Biblia y también en la historia ha habido muchos Rubén, Simeón, Leví y Judá. Además,
muchos salvos han sido transformados en sacerdotes y reyes. Del reinado ha salido una salvación
predicada como la salvación real. Los salvos, simbolizados por Isacar, descansan en esta salvación.
Pero vino Dan, el cual representa la caída en la apostasía. Después de la apostasía, viene el recobro,
la restauración, con Gad, lo cual trae las riquezas de Aser y en la resurrección de Neftalí.
Finalmente, aparecen José y Benjamín, quienes tipifican a Cristo. Este es el esquema general de la
Biblia. Sin embargo, este esquema es más bien doctrinal; así que llegamos ahora al asunto de la
experiencia.
Eramos Rubén y Simeón, los cuales fueron salvos y transformados en Leví y Judá. En la vida de
iglesia hoy en día, somos sacerdotes y reyes. No obstante, se ha introducido Dan, la iglesia apóstata.
Después de Dan, vino Gad, quien representa el recobro, y éste conduce a la abundancia de Aser.
Aser está en Neftalí, o sea, en resurrección. Todo eso nos lleva a José y a Benjamín. Por
consiguiente, hoy no somos ni Rubén ni Simeón, sino Leví, Judá, José y Benjamín. Puedo testificar
con una conciencia pura que yo era un Rubén y Simeón lleno de lujuria y de ira. Pero en el
transcurso de los años he sido transformado en Leví, un sacerdote, y en Judá, un rey. Además, he
sido transformado en un José, uno que está lleno de bendiciones, y en un Benjamín, uno que se
convertirá en la morada de Dios. ¿Qué diremos de usted? ¿Es usted un José y un Benjamín?
Examinemos ahora la bendición universal y la morada eterna más detalladamente.
I. LA BENDICION UNIVERSAL:
EL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA
A. El tabernáculo de Dios
con los hombres
Examinemos ahora la morada eterna. En Apocalipsis 21:3 dice: “Y oí una gran voz que salía del
trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y El fijará Su tabernáculo con
ellos; y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios”. Según el Nuevo
Testamento, el pueblo de Dios es Su morada. Algunos cristianos piensan que la morada de Dios se
encuentra entre nosotros de una manera externa, y no interior. Si están mil santos, y Dios mora entre
ellos, piensan que Dios es la persona número mil uno. En realidad, Dios está dentro de nosotros y
Su morada está entre nosotros en nuestro interior. Si se reúnen mil santos y Dios está entre ellos,
Dios no es el número mil uno, sino que El está dentro de los mil santos.
Algunos cristianos no creen que Dios se mezcle con el hombre. Sin embargo, la Biblia está llena del
concepto de que Dios se mezcla con Su pueblo, pues el pueblo de Dios se convierte en Su morada.
La morada de Dios es pequeña y a la vez grande. Cuando nos reunimos, todos somos una morada
corporativa. Pero cuando estoy en casa, yo mismo soy la morada de Dios. Si me reúno con otros y
sigo creyendo que yo soy la morada de Dios y que todos los demás son moradas individuales de El,
estoy errado. Cuando nos reunimos, no somos muchas moradas, sino una sola, la morada de Dios.
Cuando todos estamos en casa solos, cada uno es la morada de Dios. En ese momento Dios tiene
muchas moradas. Cuando estoy solo puedo decir: “Señor, ahora Tú tienes una casa. Yo soy Tu casa,
Tu morada”. Sin embargo, cuando voy a la reunión de la iglesia, no debo ir como la casa individual
del Señor, una casa separada de los demás. Si hago esto en la reunión, dejaré de ser la morada de
Dios. Cuando estoy solo, estoy consciente de que soy la morada de Dios y de que Dios está
conmigo. Pero si todavía me aferro a este concepto en la reunión de la iglesia, sentiré que he dejado
de ser la morada de Dios.
Cuando nos reunimos, somos una sola casa, la morada de Dios. Este es un asunto de experiencia y
no de doctrina. Cuando Dios mora en nosotros, lo disfrutamos a El como nuestro vecino. Dios es el
mejor vecino. Así, nunca estaremos solos, pues El siempre está con nosotros. Puesto que Dios está a
nuestro lado, tenemos seguridad. Hoy en día, todos, especialmente los niños, desean seguridad.
Cuando mis nietos están con su abuela se sienten a salvo. Pero en presencia de un extraño sienten
inseguridad. Cuando Dios, el mejor vecino, está con nosotros, estamos a salvo.
E. El trono de Dios
es la fuente del suministro
En Apocalipsis 22 se afirma que podemos disfrutar del trono de Dios. Cuando El mora en nosotros,
Su trono está con nosotros, en nosotros. Por consiguiente, tenemos la fuente de nuestro suministro,
la cual es el trono de Dios, Su autoridad.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO NUEVE
LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(7)
h) Se fue en una forma excelente
En este mensaje llegamos a la partida de Jacob, la cual examinaremos en detalle.
Génesis es un libro extenso que se compone de cincuenta capítulos. El relato de la vida de Jacob
ocupa más de la mitad de dicho libro, veinticinco capítulos y medio. En los mensajes anteriores,
vimos cómo nació Jacob, cómo Dios lo escogió antes de su nacimiento, y cómo luchaba cuando
todavía estaba en el vientre de su madre. El siguió luchando casi toda la vida. Jacob vivió hasta la
edad de ciento cuarenta y siete años. En Génesis 49 vemos la manera en que Jacob partió de esta
vida. La calidad de la vida de un hombre y el resultado de ésta se determinan principalmente por la
última etapa de su vida, no por la primera. Podemos compararlos con los que participan en una
carrera. El hecho de que usted corra bien al principio de la carrera no importa mucho; el resultado
final es lo que cuenta. En este mensaje llegamos a la etapa final de la vida de esta persona
asombrosa, Jacob. Debemos ver cómo se condujo en el momento de su partida.
En la Biblia la mejor partida de esta vida aparte de la del Señor Jesús fue la del apóstol Pablo.
Cuando Pablo estaba a punto de partir, declaró: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,
he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me
recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día” (2 Ti. 4:7-8). ¡Qué excelente partida fue ésta!
Espero que todos podamos hacer esta declaración al final de nuestra carrera. La partida del apóstol
Pablo fue excelente, aunque me sigue gustando la partida de Jacob, pues fue hermosa y agradable.
La partida de Pablo fue sencilla. El no tuvo ni esposa ni hijos. En el momento de su partida, él
estaba solo en la cárcel, y no había muchas complicaciones. Pero en el caso de Jacob vemos muchas
situaciones.
Jacob se enredó con varios asuntos y personas debido a sus propios esfuerzos y a lo que Dios ya
había dispuesto respecto a él. Por ejemplo, Jacob tuvo cuatro esposas: Lea, Raquel y las dos siervas
de éstas. El deseaba en su corazón tener a Raquel, pero Labán lo engañó y le dio a Lea en vez de a
Raquel. Por supuesto, Jacob también recibió a Raquel. En realidad, ¿quién era la verdadera esposa
de Jacob: Raquel o Lea? Según el relato de Génesis, Jacob trató a Lea y a Raquel como esposas. El
sepultó a Lea en la cueva de Macpela donde estaban sepultados Abraham y Sara, e Isaac y Rebeca.
Al sepultar a Lea en la cueva de Macpela, donde las esposas legítimas de los patriarcas habían sido
sepultadas, Jacob daba a entender que él la reconocía como su verdadera esposa. Sin embargo, más
adelante, al prepararse para su partida, hizo arreglos providenciales para Raquel. Al hacer eso, él
comunicaba a sus descendientes que consideraba a Raquel como su verdadera esposa. La vida de
Jacob era tan complicada que resulta difícil determinar quién era su verdadera esposa.
Las cuatro esposas de Jacob dieron a luz doce hijos, cada uno de los cuales constituía su propia
categoría. Si no hubiera tantas categorías entre los hijos de Jacob, la historia de Israel, la historia de
la iglesia y nuestra propia historia personal no habrían podido ser representadas por ellos. En la
bendición profética pronunciada sobre los doce hijos de Jacob en el capítulo cuarenta y nueve,
vemos la representación de la historia de Israel, la historia de la iglesia y nuestra historia personal.
Para que se lograra este cuadro que lo abarca todo, se requirieron unas circunstancias complejas. En
toda la vida de Jacob, él estuvo rodeado no solamente de sus esposas e hijos, sino también de varias
regiones geográficas. El nació en la buena tierra, pero viajó a Padan-aram, y más adelante volvió a
la buena tierra. En los años de su jubilación, se mudó a Egipto con su familia. En cada mudanza se
produjeron más complicaciones circunstanciales. Jacob tuvo contacto hasta con Faraón, la persona
más poderosa de la tierra en aquel entonces. Jacob se relacionaba cada vez con más personas,
incluyendo a los arameos y los egipcios. Esta relación se vislumbra en su sepultura, la cual tuvo
lugar en la buena tierra. Los cananeos pensaban que se trataba de un sepelio egipcio cuando en
realidad era un sepelio hebreo. Una compañía de hombres a caballo y carros de Egipto asistieron al
sepelio de un varón hebreo. Aparte de todo eso, Jacob se relacionó con Dios. ¡Qué bien relacionado
estaba Jacob! Si combinamos todos los pasajes de la Palabra que hablan de los casos en los que se
involucró Jacob, nos regocijaremos delante del Señor y diremos: “¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya
por Su rica palabra!”.
A pesar de todas las cosas en las que se involucró Jacob, él partió de esta vida de una manera
excelente. Su partida no fue solamente triunfal, sino también agradable y excelente. Nadie desea
enfrentarse a la muerte. Siempre es triste ver a una persona morir. Sin embargo, me agrada el relato
de la partida de Jacob. En este relato no tenemos un cuadro lúgubre, sino muy agradable. Después
de leer este mensaje, creo que muchos se convencerán de que en ciertos aspectos, la partida de
Jacob fue más inspiradora que la del apóstol Pablo. La partida de Jacob se relata en más de tres
capítulos, pero la de Pablo consta en unos cuantos versículos. Examinemos uno por uno los detalles
de la partida de Jacob.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO DIEZ
LA MADUREZ:
EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL
MADURO
(1)
Génesis es un libro maravilloso. Cuanto más lo estudiamos, más nos damos cuenta que ninguna
mano humana pudo haberlo escrito. Aparentemente Génesis es simplemente un libro de relatos;
pero cuando examinamos las profundidades de este libro con la guía del Espíritu Santo,
encontramos que contiene algo profundo relacionado con nuestra experiencia de vida. Si leemos
superficialmente, no llegamos a comprender la razón por la cual los eventos del capítulo treinta y
ocho se narran después de las circunstancias del capítulo treinta y siete. Apreciamos el significado
profundo de esta secuencia sólo cuando descubrimos el significado espiritual de estos capítulos.
Según el relato del libro de Génesis y conforme a nuestra experiencia espiritual, José no debe
considerarse una persona separada de Jacob, sino un aspecto de la biografía de éste. Cuando
llegamos por primera vez a Abraham en este estudio-vida, hicimos notar que en la experiencia
espiritual, Abraham, Isaac y Jacob no son tres individuos separados, sino que representan tres
aspectos de la experiencia de un solo santo. Abraham, Isaac y Jacob representan tres aspectos de un
solo hombre espiritual, y sus biografías describen varios aspectos de la vida completa de un santo.
Abraham, Isaac y Jacob son tres aspectos de una sola persona, algo parecido al hecho de que el
Padre, el Hijo y el Espíritu constituyen la Deidad. En el relato de Génesis Dios se revela como el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Sin embargo, el Dios de Abraham, de Isaac y
de Jacob no son tres dioses separados, sino que es el Dios Triuno. Asimismo, en términos
espirituales, Abraham, Isaac y Jacob no son tres personas separadas, sino tres aspectos de una sola
persona completa. Por consiguiente, no sólo tenemos al Dios Triuno, sino también a un hombre
completo con tres aspectos.
Resulta difícil determinar quién está primero si Abraham o Jacob. Según el relato histórico,
Abraham fue el abuelo y Jacob el nieto. Pero según la experiencia espiritual, Jacob debe venir antes.
Jacob fue escogido antes de nacer (Ro. 9:11-13). Esto significa que este santo completo fue
escogido como Jacob antes de su nacimiento. Efesios revela que esta elección se produjo antes de la
fundación del mundo (Ef. 1:4). Por lo tanto, esta persona completa fue escogida para ser Jacob. Esta
persona también es un ser caído como Jacob. De modo que la persona escogida y caída fue llamada
en Abraham. Este hombre en Abraham no sólo fue llamado, sino también justificado y llevó una
vida de fe. Además heredó y disfrutó todas las riquezas de Cristo como Isaac. Después de ser
llamado y justificado, y mientras llevaba una vida de fe, heredó todas las riquezas de Cristo y las
disfrutó. Pero eso no es todo; como Jacob, este hombre también se esforzó y sufrió por causa de sus
esfuerzos. También fue disciplinado y llegó a la madurez. Todo esto fue la experiencia de Jacob. Se
necesitan, pues, tres personas: Abraham, Isaac y Jacob para abarcar estas experiencias: la elección,
la caída, el llamado, la justificación por la fe, el vivir por fe, la herencia y el disfrute de las riquezas
de Cristo, los propios esfuerzos, los sufrimientos, la disciplina y la madurez.
Estas tres personas nos representan a usted y a mí. Nosotros como Jacob somos escogidos y caímos.
Como Abraham somos llamados, justificados por la fe y vivimos por fe. Como Isaac heredamos las
riquezas de Cristo y las disfrutamos. Como Jacob nos esforzamos, sufrimos, somos disciplinados y
llegamos a la madurez. Cuando Jacob llegó a su madurez, su nombre cambió. Su carácter no sólo
fue transformado, sino que su nombre Jacob, un suplantador, fue cambiado por Israel, un príncipe
maduro de Dios, uno que podría reinar para Dios.
(1) Un pastor
Este aspecto perfecto es el de un pastor. José, como Abel, era pastor (37:2). Esto tipifica el aspecto
de la vida madura constituida de Cristo, la vida que apacienta y cuida a los demás. En el capítulo
treinta y siete José no solamente alimentaba y apacentaba al rebaño, sino que había sido enviado por
su padre a cuidar a sus hermanos, a pesar de ser menor que ellos. Por tanto, José apacentaba no
solamente el rebaño de su padre, sino también a los hijos de éste. El Señor Jesús también vino como
pastor (Jn. 10:11).
Usted quizá sea nuevo en la vida de iglesia, pero tiene la constitución de Cristo dentro de sí. Cristo
constituye parte de usted, y eso se convierte en la constitución de Cristo que hay en su vida
espiritual. Esto es lo que pone en usted la carga de cuidar a los demás. Esto es el pastoreo. La
constitución de Cristo en nuestra vida espiritual tiene un aspecto apacentador. Alentar a la gente a
pastorear a los demás es algo vano. Cuanto más sea exhortado uno a apacentar a los demás, menos
lo hará. El pastoreo no consiste en incitar a los demás a hacer algo, sino en que Cristo sea forjado en
ellos. La parte de nuestro ser que es constituida de Cristo, es la parte que apacienta a los demás.
Tengo plena confianza en esta parte de usted. Nosotros no podemos pastorear a nadie, pero el Cristo
que ha sido forjado en nosotros sí puede hacerlo.
El aspecto reinante es primeramente el aspecto que pastorea. Si usted no siente la carga de pastorear
a los demás ni de alimentarlos, nunca podrá reinar. La autoridad reinante proviene de la vida que
pastorea. Con el tiempo, José reinó sobre sus hermanos. Nótese que él no reinó sobre ellos antes de
pastorearlos. El fue enviado por su padre para pastorear a sus hermanos y alimentarlos. Del mismo
modo, Jesús no vino como rey para gobernar a los demás, sino como Pastor.
Cristo, como Pastor, murió por Su propio pueblo. Eso se revela en Juan 10, donde vemos que el
buen pastor da la vida por Sus ovejas. Jesús vino como Pastor y murió, dando Su vida por Su
rebaño. En principio, ocurrió lo mismo con José en el capítulo treinta y siete. El fue enviado a
cuidar a sus hermanos, pero ellos por poco lo matan. José dio su vida para llevar a cabo esta especie
de pastoreo. Es bueno tener una vida de pastoreo. Sin embargo, si uno ha de pastorear a los demás,
debe estar dispuesto a morir por los que ha de cuidar. Los que usted desea apacentar, no valorarán
su pastoreo. Por el contrario, lo matarán. Pueden pensar que usted es una persona extraña y peculiar,
y pueden llamarle “santo”. Muchos me han dicho: “Hermano Lee, si me quedo aislado y no amo a
la iglesia ni a los santos, no tengo ningún problema. Pero cuando empiezo a amar a la iglesia y
cuidar a los santos, los santos me matan”. Lo matan porque usted los pastorea.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO DOCE
LA MADUREZ:
EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL
MADURO
(2)
En el libro de Génesis, José representa el aspecto reinante de la vida madura. Como tal, él tipifica a
Cristo, pues el aspecto reinante de la vida madura es el Cristo que ha sido forjado en nuestro ser.
Por consiguiente, en el relato de Génesis, José tipifica a Cristo.
(7) Traicionado
Vimos que José tipifica a Cristo como Hijo amado de Dios, a quien Dios el Padre mandó para
pastorear a Su pueblo, y quien fue perseguido por los que había de apacentar. Además, según los
cuatro evangelios, Cristo fue traicionado (Mt. 26:14-16). José, como tipo de Cristo, también fue
traicionado (Gn. 37:27-28). En el sentido bíblico, ser traicionado significa ser despreciado,
desestimado, desprestigiado o hecho a un lado. Cuando Judas iba a vender a Cristo, él ciertamente
tenía en poco a Cristo. En Mateo 26 vemos que Cristo fue una prueba para los que lo rodeaban.
Algunos lo aborrecieron. No obstante, María lo valoraba y derramó sobre El un ungüento de gran
precio. Para María, Cristo era muy valioso y de gran estima. Pero Judas menospreció a Cristo y lo
tuvo en poco. El menospreció a Cristo hasta el punto de venderlo por un bajo precio, por treinta
monedas de plata, que según Exodo, era el precio de un esclavo (Ex. 21:32). Por consiguiente, en la
Biblia traicionar a alguien significa menospreciarlo.
Cuando alguien lo menosprecia a usted, eso significa que lo traiciona. Cuando su esposa lo
menosprecia, lo está traicionando. Del mismo modo, cuando los hermanos lo hacen a un lado a
usted, eso significa que ha sido traicionado. Piense qué tanto se estima usted. A sus propios ojos,
¿acaso usted no es valioso? Todos nos ponemos un alto precio. Así que cuando otros no nos estiman
o nos hacen a un lado, somos traicionados. Usted pensará que durante los años en que ha estado en
la vida de iglesia, nunca ha visto una traición. Sin embargo, en la vida de iglesia, la gente es
traicionada con frecuencia por ser menospreciada y puesta a un lado. Día tras día, los cónyuges se
menosprecian mutuamente. Si algunos santos hablan de otro santo de manera despectiva, lo están
traicionando.
Todos nos consideramos valiosos. En realidad, somos valiosos porque Cristo está en nosotros.
¿Tiene usted a Dios dentro? En la Biblia, Dios es comparado con el oro, y Cristo con un tesoro.
Nuestro Dios es el oro que hay en nosotros, y Cristo, en nosotros, es el tesoro en el vaso. Los
incrédulos no valoran mucho eso porque no tienen a Cristo. Ellos son simplemente vasijas de barro.
Pero nosotros tenemos el tesoro más grande dentro. Por consiguiente, no debemos pensar que no
somos valiosos. Debemos declarar a los ángeles: “Angeles, ustedes deben entender que somos
valiosos, y lo somos porque Cristo está dentro de nosotros”. Además, usted puede jactarse ante
Satanás y ante los demonios diciendo: “Satanás, quiero que sepas que tengo a Dios y a Cristo dentro
de mí. Demonios, ustedes jamás tendrán a Cristo dentro, mas yo tengo a Cristo dentro de mí, y por
lo tanto soy muy valioso”. Eso no es orgullo; sino que es la verdadera humildad. Puedo proclamar
ante los ángeles, el diablo, los demonios y ante todo el mundo que soy valioso porque tengo a
Cristo; por tanto, usted no debe menospreciarme ni desestimarme.
Debemos aprender a no vender a nuestros hermanos. José fue vendido por sus hermanos. Si ellos lo
hubieran considerado como una gavilla o como una estrella, no lo habrían vendido. El hecho de que
lo traicionaran significa que lo menospreciaron y lo hicieron a un lado. En principio, sucede lo
mismo con el Señor Jesús. El era preciosísimo y de gran valor, pero Judas lo menospreció y lo
vendió por treinta monedas de plata. Pedro, Jacobo, Juan y los demás apóstoles siguieron los pasos
del Cordero, y ellos también fueron menospreciados. Lo mismo le sucedió al apóstol Pablo. A lo
largo de los siglos, los seguidores del Cordero han sido traicionados. Igual que Cristo, han sido
menospreciados, hechos a un lado y tenidos en poco. Al seguir al Señor ahora, también nosotros
hemos sido menospreciados. Soportamos mucho sufrimiento simplemente por ser menospreciados y
tenidos en poco. Los que se oponen a nosotros nos menosprecian y nos hacen a un lado. Si ellos
apreciaran el tesoro que hay en nosotros y reconocieran cuán valioso es lo que el Señor ha forjado
en nuestro interior, no nos menospreciarían ni nos desestimarían. Algunos se oponen a nosotros
porque nos menosprecian. Este menosprecio en realidad es una manera de vendernos y es una señal
de traición. No crean que esta traición le sucedió solamente a José o a Cristo tipificado por José.
Esto les ha sucedido a todos los seguidores de Cristo y es nuestra experiencia hoy en día.
Antes de ser salvos, muchos de nosotros éramos estimados por nuestros padres, parientes y amigos.
Pero después de ser salvos y de empezar a buscar al Señor, empezamos a ser menospreciados por
nuestros amigos, nuestros parientes y, en algunos casos, incluso por nuestros padres. Eso es traición.
La crucifixión de Cristo empezó por la traición. El fue crucificado después de ser traicionado. En
principio, lo mismo le ocurrió a José. El no fue echado directamente a la cárcel. Primero fue
vendido, lo cual habría de conducirlo a la cárcel. La traición que le hicieron a Cristo lo condujo a la
cruz. Ser traicionado no es nada insignificante. La persecución y la oposición actual es una especie
de traición. Los que se oponen a nosotros nos traicionan; nos venden por un bajo precio. Aunque
somos valiosos, los opositores nos venden por un precio bajo, a veces por nada.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO CATORCE
EL SECRETO DE LA LIBERACION
Y EXALTACION DE JOSE
Este mensaje es un paréntesis que trata de la clave de la liberación y exaltación de José.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO QUINCE
LA MADUREZ:
EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL
MADURO
(4)
Para muchos lectores del libro de Génesis, la historia de José es semejante a los relatos que se les
cuenta a los niños de jardín infantil. No obstante, debemos recordar que en el libro de Génesis, están
sembradas las semillas de casi todas las verdades espirituales. El relato de José puede ser una
simple colección de historias para niños o las semillas de las verdades divinas, dependiendo de la
perspectiva desde la cual lo leamos. Si examinamos el relato de la vida de José desde el punto de
vista de un niño de primaria, lo leeremos simplemente como un relato infantil. Pero si vemos que
Jacob pasó por muchas pruebas y que maduró en vida, veremos que el relato de José no es
simplemente una narración, sino una revelación del aspecto reinante de un santo maduro. Si
consideramos el relato de José como el aspecto reinante de un santo maduro, nuestra comprensión
será revolucionada. Por consiguiente Génesis 42, el capítulo que vamos a examinar en este mensaje,
no es un relato para niños de jardín infantil, sino parte del aspecto reinante de una vida madura.
En la vida de José vemos el gobierno del Espíritu. Quizá usted haya oído hablar de ser regenerado
por el Espíritu, de quedar convicto por el Espíritu, de recibir la inspiración del Espíritu, de ser lleno
del Espíritu, de ser ungido por el Espíritu, de tener el poder del Espíritu, la luz del Espíritu y la vida
del Espíritu; pero la expresión “el gobierno del Espíritu” es algo nuevo. Todos debemos estar bajo el
gobierno del Espíritu. Este aspecto del Espíritu es más elevado que cualquier otro. Es más elevado
que la edificación del Espíritu. El gobierno del Espíritu es la cúspide de la estructura de la
enseñanza del Espíritu. El relato de la vida de José es una revelación del gobierno del Espíritu, pues
el gobierno del Espíritu es el aspecto reinante de un santo maduro.
En todo el relato de la vida de José, vemos dos delineamientos: José como figura de Cristo y la vida
personal de José. Vemos estas dos líneas en el capítulo cuarenta y dos. Si deseamos interpretar
correctamente este capítulo, debemos tener en cuenta ambas líneas. Debemos seguirlas hasta el final
del relato de su vida. Ambas líneas nos proporcionan luz y nutrimiento. Cuando yo era un cristiano
joven, oí hablar mucho acerca de José como tipo de Cristo. No obstante, lo que oí incluía solamente
los puntos generales. Evitaban muchos detalles y ni siquiera mencionaban ciertos capítulos.
También oí hablar de la vida personal de José, pero se daba énfasis principalmente a los aspectos de
la vida de José que podían edificar a los santos jóvenes y enseñarles a ser pacientes, a perdonar y a
amar. Ninguno de los mensajes que oí acerca de José usaba la palabra “vida”. En este mensaje
vamos a abarcar varios asuntos que atañen a José como tipo de Cristo. En el mensaje siguiente,
profundizaremos más en la vida personal de José. Si consideramos el capítulo cuarenta y dos
detenidamente, veremos que nos proporciona un nítido cuadro de Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO DIECISEIS
JOSE DISCIPLINA A SUS HERMANOS
En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida, volvemos a la línea de la
vida personal de José. Me agrada más la línea de vida que la línea de José como figura de Cristo.
Mientras tocaba al Señor en oración, El me mostró en el capítulo cuarenta y dos los aspectos de la
vida personal de José que vamos a examinar en este mensaje.
B. Disciplina a Simeón
José también mostró sabiduría al castigar a Simeón. En 42:19 y 20, José dijo a sus hermanos: “Si
sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y
vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. Pero traeréis a vuestro hermano
menor”. Al principio, José propuso que enviaran un hermano para traer al hermano menor y que
todos los demás debían quedarse en la cárcel. No obstante, después de tres días, José cambió de
parecer y decidió dejar a un solo hermano en la cárcel y permitir que los demás se fueran y trajeran
al hermano menor. Por tanto, “tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (42:24).
Yo creo que Simeón fue el que encabezó la conspiración para matar a José. También creo que
Simeón fue el primero en atar a José y echarlo al pozo. Como lo revela 49:5-7, Simeón era una
persona llena de ira. Por tanto, José lo hizo atar y lo puso en la cárcel. Imagínese usted, ¿qué habrá
pensado Simeón allí en la cárcel? Creo que él se arrepintió de corazón y le pesó lo que había hecho.
Quizá él haya dicho: “¿Por qué este hombre me escogió a mí? Por qué fijó sus ojos en mí? Quizá
porque yo inicié la conspiración contra José”. Simeón estuvo en la cárcel por lo menos seis meses,
pues fue acusado de ser un espía. Esto era un crimen grave que podía costarle la vida.
No se imagine que José fue cruel e inmisericorde al tratar a Simeón de esta manera. Por el contrario,
estaba lleno de misericordia. Los diez hermanos merecían quedar los tres días en la cárcel y Simeón
merecía un período de encarcelamiento más largo. José fue sabio al obrar así. El era controlado por
una vida que le daba un discernimiento sobrio. Todo lo que hizo José a sus hermanos era correcto.
El no les trató muy severamente ni con ligereza. Quienes estamos en la vida de iglesia, debemos
llevar esta vida de discernimiento. Si tenemos tal discernimiento, sabremos lo que debemos hacer
con los hermanos y las hermanas. Sabremos hasta dónde podemos ir con ellos y dónde debemos
restringirnos.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CIENTO DIECIOCHO
LA MADUREZ:
EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL
MADURO
(6)
Al examinar la historia de José, debemos recordar que su relato incluye dos líneas: la línea de José
como figura de Cristo y la línea de la vida. En el Antiguo Testamento resulta difícil hallar a otra
persona que tipifique a Cristo de manera tan perfecta. El tipificaba a Cristo en muchos detalles.
(17) Reina
José tipifica a Cristo, quien reinará durante el milenio. Si usted observa la profecía contenida en la
historia de José, verá que su relato es un cuadro del reinado de Cristo en el reino milenario.